GUÍA PARA FAMILIARES EN DUELO Web+
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ÍNDICE
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1 ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ LA GUÍA?
La pérdida de un ser querido es un acontecimiento muy estresante que casi todas las personas
tendrán que afrontar a lo largo de la vida.
A partir de la experiencia profesional, la SECPAL ha elaborado esta guía con el objetivo de
proporcionar a las familias los elementos necesarios para hacer frente a estos momentos difíciles y
conseguir, en la medida de lo posible, una vida equilibrada. Se ofrece información sobre qué es el
proceso del duelo, su duración, sus manifestaciones y orientaciones y recursos que le ayuden a
usted y a otras personas de su entorno a tolerar la pérdida sufrida.
2 ¿QUÉ ES EL DUELO?
“Me resulta imposible imaginar que ya nunca estaré sentada contigo, ni oiré tu risa, que todos los
días por el resto de mi vida estarás ausente...”
CARRINGTON
El duelo es el proceso de adaptación que permite restablecer el equilibrio personal y familiar roto
con la muerte del ser querido. Resulta especialmente relevante cuando se pierde a alguien muy
importante y, pese a ser algo natural, puede suponer un gran dolor, desestructuración o
desorganización.
El duelo se caracteriza por la aparición de pensamientos, emociones y comportamientos causados
por la muerte del ser querido. "Cuando alguien importante muere, una parte de nosotros muere
con él" y esto, inevitablemente, provoca dolor.
A pesar del sufrimiento que causa, el duelo es normal y ayuda a adaptarse a la pérdida, prepara
para vivir sin la presencia física de esa persona y mantiene el vínculo afectivo de forma que sea
compatible con la realidad presente. No suele ser necesario el empleo de fármacos. Si el malestar
es excesivo, puede ser conveniente buscar orientación y guía en los profesionales.
“La esperanza y la paciencia son dos infalibles remedios, los más seguros y suaves, para descansar
mientras dura la adversidad”.
BURTON
No se puede decir que el duelo se mantiene un tiempo determinado porque su duración es muy
variable. Aun así, podemos considerar que los dos primeros años suelen ser los más duros, luego
se experimenta un descenso progresivo del malestar emocional. De todos modos, cada persona
tiene su propio ritmo y necesita un tiempo distinto para la adaptación a su nueva situación.
“Comprenderás entonces, merced a estos signos misteriosos que una vez más el amor ha vencido a
la muerte”.
NERVO
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Durante el proceso del duelo se pueden producir una serie de pensamientos, sentimientos y
conductas fruto de la pérdida y que, en principio, se pueden considerar normales. La mayoría de
los científicos opinan que la reacción a la muerte de un ser querido es algo muy humano por
extraña que sea la forma de presentarse.
En los primeros momentos, la persona se enfrenta al choque inicial producido por la pérdida.
Pueden aparecer manifestaciones tanto físicas como psíquicas tales como: vértigos, náuseas,
temblor o alguna irregularidad en el ritmo cardiaco, sensación de irrealidad, confusión, rechazo,
vacío, tristeza, ansiedad, incredulidad (“no es posible”, “no es verdad”), e incluso la negación de la
situación (manifestada a través de un comportamiento tranquilo e insensible o, por el contrario,
exaltado).
Otra reacción frecuente es la de hacer reproches a quien acaba de morir (”¿cómo puedes hacerme
esto a mí?”).
Algunas veces se siente un cierto alivio por el fallecido (“gracias a Dios que ya no sufre más”)
unido a un alivio personal (“no creo que hubiera podido resistirlo durante mucho más tiempo”).
El decaimiento o abatimiento producido por la pena hace que la persona viva replegada sobre sí
misma. Desestima todo aquello que pueda alejarle de su preocupación. Nada le interesa ya, para
él/ella el mundo está vacío y carece de atractivo. Por este motivo, hasta las acciones más simples
pueden significar un esfuerzo desproporcionado. Toda la atención, toda la energía se concentra en
la persona perdida. Cualquier otro asunto o interés parece, por el momento, relegado, dejado de
lado.
Se pueden producir alteraciones en el sueño (insomnio, agitación) que pueden durar algún
tiempo. Si usted se encuentra en esta situación es recomendable que no se automedique, sino que
consulte con su médico para que éste le prescriba el medicamento más ajustado a sus
necesidades.
En estos momentos puede soñar con la persona desaparecida.
Esto puede ocasionar sentimientos de diversa índole, como satisfacción, preocupación, alegría,
tristeza, desasosiego...
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No es extraño tener la sensación de ver a la persona fallecida, notar su presencia u oír su voz. Estas
percepciones pueden ser consecuencia de un sentimiento de anhelo, o de la necesidad de
recuperar a la persona perdida. Un fenómeno muy frecuente es el miedo a contraer la misma
enfermedad que acabó con la vida del enfermo. No se extrañe si en algún momento usted siente
algunos de los síntomas que tenía su ser querido antes de morir. Esta es una reacción frecuente
que expresa los lazos afectivos existentes entre enfermo y familiares. Si la situación persiste, no
dude en visitar a su médico quien, si lo cree necesario, le hará unos análisis para que todos puedan
recuperar la tranquilidad.
Pueden surgir dudas relativas a la posibilidad de haber mostrado hostilidad, falta de amabilidad o
negligencia que hayan contribuido a la muerte de la persona. A ello se suman remordimientos por
todo aquello que no se hizo cuando el ser amado aún se hallaba con vida. Todo esto puede
generar sentimientos de culpa casi siempre infundados.
En el período del duelo, algunos familiares pueden tener dudas sobre los tratamientos o sobre las
decisiones que se tomaron durante la enfermedad de su ser querido, lo que puede generar
sentimientos de culpa, rabia, impotencia. Si éste es su caso, no dude en ponerse en contacto con
el médico, este le aclarará todas las dudas que usted le quiera formular.
Los sentimientos de culpa pueden deberse al deseo, más o menos consciente, de que el enfermo
muriese. Esta idea suele aparecer a causa del agotamiento que supone el cuidado prolongado a
estos enfermos. Si usted ha tenido alguna vez un pensamiento de este tipo debe saber que es
legítimo y normal. Es absolutamente lógico desear que todo termine cuando ya no hay ninguna
esperanza y que, de una vez, todos, enfermo y familiares, puedan descansar. Y, por supuesto,
nunca olvide que la muerte de su ser querido no ha tenido nada que ver con su deseo.
En los casos en los que el doliente pueda sentirse culpable por seguir vivo habiendo muerto el ser
querido, debe recordar que usted no ha sido el causante o responsable de que las cosas hayan
sucedido de esa forma y en ese orden.
Por otro lado, cuando una persona viuda establece una relación afectiva con otra persona y piensa
en normalizarla y hacerla oficial, también puede aparecer en él/ella un importante sentimiento de
culpa. En ocasiones, esta persona vive este nuevo acontecimiento con una gran culpabilidad y
sensación de deslealtad e infidelidad.
Los hijos también pueden tener dificultades para aceptar esta situación, especialmente si prevén
que puede haber una sustitución del padre o la madre desaparecidos.
Recuerde que está vivo, que tiene derecho a vivir y a sentirse bien con ello.
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Llega, por fin, un momento en el que la persona en duelo retoma las ganas de vivir, mira hacia el
futuro, se interesa por situaciones nuevas y es capaz de ilusionarse de nuevo y expresarlo.
5 ¿Cómo lo viven los niños, los adolescentes, los ancianos y las personas con
dificultades?
"Ahora no es momento de pensar en lo que no tienes. Piensa en lo que puedes hacer con lo que
hay”
HEMINGWAY
LOS NIÑOS
“Las cosas se determinan las unas a las otras, pero el hombre en última instancia, es su propio
determinante. Lo que llegue a ser, dentro de los límites de sus facultades y de su entorno, lo tiene
que hacer por sí mismo”
FRANKL
En los niños, las manifestaciones de duelo normales pueden presentarse inmediatamente después
de la pérdida o pasado un tiempo de la misma. Las más frecuentes son las siguientes:
o Conmoción y confusión ante la pérdida de un ser querido.
o Ira, manifestada en juegos violentos, pesadillas e irritabilidad.
o Enojo hacia los otros miembros de la familia.
o Gran temor o miedo a perder al padre o madre que aún sigue vivo.
o Vuelta a etapas anteriores del desarrollo. Esto hace que actúe de manera más infantil, por
ejemplo, exigiendo más comida, más atención, más cariño, hablando como un bebé, etc.
o En algunas ocasiones pueden creer que son los culpables de la muerte de su familiar por
cosas que han dicho, hecho o deseado, (como por ejemplo: “no quiero volver a verte”…).
o Tristeza que puede manifestarse con insomnio, pérdida de apetito, miedo prolongado a
estar solo, falta de interés por las cosas que antes le motivaban, disminución acentuada en
rendimiento escolar y deseo de irse con la persona fallecida.
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muy triste. El abuelo ha muerto, ya no estará más con nosotros porque ha dejado de
vivir…”).
Explicar cómo ocurrió la muerte. Procuraremos hacerlo con pocas palabras. Por ejemplo,
“Ya sabes que ha estado muy, muy enfermo durante mucho tiempo, la enfermedad que
tenía le ha causado la muerte. Las personas sólo se mueren cuando están muy, muy
enfermos”. En caso de accidente podemos decirle que quedó muy, muy malherido.
Sea como fuere la muerte, de nada sirve ocultarlo porque tarde o temprano acabarán
enterándose por alguien ajeno a la familia. Es mejor explicar cómo fue y responder a sus
preguntas.
¿Qué podemos decirles si nos preguntan el por qué? Es bueno que sepan que todos los
seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo. Los niños en su fantasía
pueden creer que algo que pensaron o dijeron causó la muerte. Hay que decirle con calma
pero con firmeza que no ha sido culpa suya.
Para los niños menores de cinco años la muerte es algo provisional (creen que la persona
que ha fallecido puede volver en cualquier otro momento). También pueden considerar
que la persona muerta sigue comiendo, respirando, existiendo y que se despertará algún
día.
Para que el niño entienda qué es la muerte, suele ser útil hacer referencia a los muchos
momentos de la vida cotidiana donde la muerte está presente (como por ejemplo sucede
con los animales, las plantas).
Permitir que participe en los ritos funerarios. Darle la oportunidad al niño de asistir y
participar, si así lo desea, en el velatorio, el funeral, el entierro. Tomar parte en estos actos
puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Es
aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el por qué de estos ritos.
Permitirle ver el cadáver si él quiere, pero siempre acompañado de un familiar o persona
cercana. Muchos niños tienen ideas falsas respecto al cuerpo. Insistir en que la muerte no
es una especie de sueño y que el cuerpo no volverá ya a despertarse.
Antes de que vea el cadáver, explicarle dónde estará, que aspecto tendrá. Lo ideal es que
pueda pasar un rato de tranquilidad e intimidad con el cadáver. Si el niño no quiere verlo o
participar en algún acto, no obligarle ni hacer que se sienta culpable por no haber
participado.
Animarle a expresar lo que siente. Los niños viven emociones intensas tras la pérdida de
una persona amada. Si la familia acepta estos sentimientos, los expresarán más fácilmente
y ésto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación.
Frases como “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien
enfadarse así”, pueden cortar la libre expresión de las emociones e impedir que se
desahogue.
En los niños la expresión del sufrimiento por la pérdida no suele ser un estado de tristeza y
abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el carácter,
cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento escolar y alteraciones en la
alimentación y el sueño.
Mantenerse física y emocionalmente cerca del niño. Permitirle estar cerca, sentarse a su
lado, sostenerlo en brazos, abrazarlo, escucharle, llorar con él e incluso dejarle que
duerma cerca, aunque es mejor que sea en distinta cama.
Buscar momentos para estar separados, dejarle solo en su habitación, dejarle salir a jugar
con un amigo. Es bueno decirle que aunque estamos muy tristes por lo ocurrido vamos a
seguir ocupándonos de él lo mejor posible.
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Lo que más ayuda a los niños frente a las pérdidas es recuperar el ritmo cotidiano de sus
actividades: el colegio, sus amigos, sus juegos familiares, las personas que quiere. También
es bueno garantizarle el máximo de estabilidad posible. No es buen momento para
cambiarle de colegio. En cambio es positivo asegurarles que vamos a seguir queriendo a la
persona fallecida y que nunca la olvidaremos.
La presencia prolongada de alguno o varios de estos signos puede indicar la existencia de una
depresión o de un sentimiento de dolor sin resolver. Pida ayuda a un profesional para que valore
la situación, facilite la aceptación de la muerte y asesore a la familia en el proceso de duelo.
LOS ADOLESCENTES
“La adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubiesen permanecido
durmiendo”
HORACIO
Con buena intención, los padres intentan evitar el sufrimiento a los adolescentes y adoptan
conductas sobreprotectoras que dificultan la resolución adecuada del duelo. Contrariamente a lo
que los adultos creen, los adolescentes son conscientes de la muerte y de los cambios que se
producen. La forma de reducir su sufrimiento es hacerles partícipes de la vida familiar.
Las manifestaciones del duelo en los adolescentes son similares a las de los adultos. En los más
jóvenes predomina el malestar fisiológico (por ejemplo, los dolores de cabeza o estómago) y en los
mayores el psicológico (por ejemplo, la baja autoestima).
Los efectos del duelo en este grupo de edad pueden ser muy importantes. Si no se resuelve
adecuadamente puede producir problemas graves y duraderos como la baja autoestima, el abuso
de drogas, la delincuencia, la confusión, los problemas de rendimiento escolar o laboral, la
promiscuidad sexual, el embarazo precoz o el suicidio.
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pueden servir de modelos de la expresión adecuada del duelo. Es importante reconocer su
persona, su forma de ser y de llevar el duelo.
Potenciar su participación, siempre que él quiera, en diferentes ritos funerarios, como
una de las formas de facilitar la aceptación de la realidad de la pérdida. Ejemplos de ello
son ir al cementerio, visitar el lugar donde se esparcieron las cenizas, recordar el
aniversario de la muerte y participar en distintas celebraciones religiosas.
La sobreprotección entendida como una manera de evitar el sufrimiento puede ser
interpretada por el adolescente como una forma de no tenerle en cuenta.
Mostrarse cercanos y disponibles para el momento en que nos necesiten. El apoyo de los
familiares, amigos y personas importantes es fundamental para evitar que el adolescente
canalice su aflicción de forma destructiva o auto-destructiva. En caso de llegar a este
punto, es necesario recurrir a la ayuda de un especialista.
Mantener las “rutinas” y las “normas”. Siempre que resulte posible, es muy importante
conservar los hábitos, las costumbres, los horarios y las normas establecidas de forma que
no sienta que el mundo entero se desestabiliza y se desorganiza ante él. Esta manera de
actuar ayuda a conservar cierto orden dentro de la confusión que supone la muerte de un
ser querido contribuye a la estabilidad del adolescente.
Garantizar la atención y el afecto. Si los padres están muy afectados y no pueden asumir
sus responsabilidades es importante buscar una figura significativa que garantice las
atenciones necesarias mientras los padres se recuperan emocionalmente.
Recordar que es adolescente. No es recomendable asignarle un papel que no es el suyo
(funciones de padre, de esposa). En ningún momento debe asumir las tareas de la persona
fallecida.
Reafirmar su personalidad. Es peligroso identificar al adolescente con el fallecido puesto
que no va a poder sustituirle o igualarle por más que se esfuerce. Ésto puede complicar
enormemente la búsqueda de su identidad.
LOS ANCIANOS
“El que muere no puede llevarse nada de lo que consiguió pero se lleva, con seguridad, todo lo que
dio”
MENAPACE
Los procesos de duelo tienen una serie de factores comunes independientes de la edad y, por
tanto, no se debe ignorar el duelo de una persona anciana.
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No quitarle importancia al duelo del anciano. Cuando una persona mayor sufre la pérdida
de un familiar cercano bien sea un hijo, nieto, yerno, sobrino, etc. se tiende a considerar
que el duelo es menor y sin embargo no es así.
Ser comprensivos. Cuando muere una persona joven, el anciano puede pensar que la
persona fallecida tenía más derecho que él a seguir viviendo. Es necesario entender su
situación y demostrarle nuestro cariño.
“Cada cambio que sigue al remplazo de un elemento del sistema, simboliza la muerte del sistema
mismo, siendo el objetivo primordial establecer un nuevo sistema nacido del viejo”
GRAVES
Existe otro grupo de personas vulnerables a las que generalmente no se tiene en consideración y,
a menudo, se infravalora su capacidad para implicarse en el proceso. Es el caso de las personas
con problemas mentales.