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TD Todo Va A Mejorar

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SELLO TUSQUETS

COLECCIÓN
FORMATO 14,8 x 22,5 cm
TD

Almudena Grandes SERVICIO

Todo va a mejorar
Todo va a mejorar
CORRECCIÓN: PRIMERAS
España en un futuro próximo. Un nuevo partido po-
lítico llamado Movimiento Ciudadano ¡Soluciones DISEÑO 21/7 sabrina
«Nadie como Almudena Grandes ha tenido la
fuerza y la constancia para darle a los derrota- Ya! ha arrasado en las elecciones. Quien lo dirige en
dos del siglo xx español la épica literaria que la sombra es un empresario de éxito que propugna REALIZACIÓN
les faltaba.» Tereixa Constenla que el Consejo de Ministros funcione como un con-
EDICIÓN
«Frente al olvido de muchos, Almudena sejo de administración, y que tiene proyectos ambi-
Grandes escogió el camino de indagar en ese ciosos para arreglar el país. Tras una ola de vandalis- 4
pasado de abusos y atropellos. Lo hizo con CORRECCIÓN: SEGUNDAS
mo, formará un nuevo cuerpo de Vigilantes; tras un
arte, pasión, con un conocimiento ejemplar
de los resortes de la narración. Y con belleza.» Gran Apagón, creará un acceso limitado a internet y, DISEÑO 28/7 sabrina
Julián Casanova ante las dificultades, estimulará la libertad ilimitada
de comprar y consumir. Todas ellas serán medidas Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021) se REALIZACIÓN
«Si muchas de sus heroínas luchan por cam- dio a conocer en 1989 con Las edades de Lulú,
biar la vida, ella luchó también para cambiar
extraordinarias porque el país se enfrenta a nuevas
XI Premio La Sonrisa Vertical. Sus novelas Te
la nuestra con las armas de la novela para res- pandemias que exigen velar ante todo por la seguri- llamaré Viernes, Malena es un nombre de tango,
CARACTERÍSTICAS
tituir el pasado. Fue suyo el don de convertir dad. Sólo un grupo de mujeres y hombres corrientes Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Cas-
las vidas privadas en la cartografía moral de tillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el IMPRESIÓN 4/0
se atreverán a desmontar las mentiras del nuevo ré-

Almudena Grandes
una historia colectiva.» Jordi Gracia pan, junto con sus libros de cuentos Modelos de
gimen en el que todo aparenta mejorar, cuando en mujer y Estaciones de paso, la han convertido en
«Sensible y rigurosa, la escritora siempre de- realidad se vive bajo los abusos de poderosos sin es- una autora imprescindible. La culminación
tuvo su mirada sobre los que no tienen un al- crúpulos. Novela de anticipación política protagoni- de su carrera fueron las cinco novelas que for- PAPEL
tavoz para defender sus intereses. Novelista man sus Episodios de una Guerra Intermina-
descomunal, ayudó a rellenar los huecos de zada por personajes inolvidables, Todo va a mejorar es ble: Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las PLASTIFÍCADO mate
nuestro conocimiento sobre la historia de Es- el legado de una gran narradora que logra de nuevo tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor
paña.» Pepa Bueno emocionarnos y despertar conciencias. García y La madre de Frankenstein
Frankenstein.. Adaptada
UVI brillo
ampliamente al cine y al teatro, mereció, en-
tre otros, el Premio de la Fundación Lara, el
Premio de los Libreros de Madrid y el de los RELIEVE si
de Sevilla, el Arcebispo Juan de San Clemen-
te, el Rapallo Carige, el Prix Méditerranée, el BAJORRELIEVE
Jean Monet, el Premio de la Crítica de Ma-
drid, el Liber y el del Festival Eñe, el Premio STAMPING
Elena Poniatowska, el Sor Juana Inés de la
Cruz y el Premio Nacional de Narrativa. Pós-
FORRO TAPA geltex negro c/ estamping?
tumamente ha recibido la Medalla de Oro al
PVP 23,90 € 10305703 Mérito en las Bellas Artes y el título de Hija
Diseño de la cubierta: Planeta Arte & Diseño
Predilecta de Madrid.
Fotografía de la cubierta: © Nirav Patel
Fotografía de la autora: © Ivan Giménez / Tusquets Editores
GUARDAS arena ?

INSTRUCCIONES ESPECIALES
punto de libro y cabezadas: arena?

TD 38 mm
ALMUDENA GRANDES
TODO VA A MEJORAR
Nota final de Luis García Montero

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1.ª edición: octubre de 2022

© Herederos de Almudena Grandes, 2022

Diseño de la colección: Guillemot-Navares


Reservados todos los derechos de esta edición para
Tusquets Editores, S.A. – Av. Diagonal, 662-664 – 08034 Barcelona
www.tusquetseditores.com
ISBN: 978-84-1107-179-6
Depósito legal: B. 13.528-2022
Fotocomposición: Moelmo
Impresión y encuadernación: CPI Black Print
Impreso en España

Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comu-


nicación pública o transformación total o parcial de esta obra sin el permiso escrito de
los titulares de los derechos de explotación.

El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado


como papel ecológico y procede de bosques gestionados de
manera sostenible.

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Índice

1. Creación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

2. La evolución de la política. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

3. Accidente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181

4. El monte no es un lugar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

5. Exilio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369

6. La canción del vigilante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393

7. La Transición. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 451

Nota final de Luis García Montero. . . . . . . . . . . . . . . . . . 483

Los personajes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 491

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1
Creación

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El Gran Capitán comprendió antes que nadie que el coronavi-
rus iba a cambiarlo todo.
Juan Francisco Martínez Sarmiento acababa de estrenar apo-
do. A los cuarenta y siete años recién cumplidos, había culmi-
nado una carrera profesional meteórica con dos nombramientos
casi simultáneos. En la tercera semana de 2020 se había con-
vertido en el director ejecutivo de una gran empresa energética,
líder nacional en renovables, y en el vicepresidente mejor va-
lorado para suceder al presidente de la CEOE. Tenía motivos
para sentirse orgulloso de sus logros porque no sólo destacaba
entre los grandes empresarios españoles por su inteligencia, equi-
parable a una audacia que rayaba con la temeridad. También
llamaba la atención por sus orígenes. Más allá de la fortuita
eufonía de sus apellidos, no había heredado nada de sus pa-
dres. Tercero entre los cinco hijos del propietario de una ferre-
tería del barrio de Tetuán y de una señora dedicada a sus labo-
res, había tenido que luchar como una fiera por cada beca, por
cada puesto, por cada ascenso. Hasta ahora. Porque precisa-
mente ahora, cuando ya no tenía la necesidad de apostar, de
jugarse la vida en cada movimiento, todo se estaba yendo al
carajo.
—¡Qué putada!
Se levantó de la butaca de su despacho, su lugar predilecto
para pensar, y fue al salón a ponerse otra copa. Su mujer, uno
de sus galardones más valiosos, tal vez el más exquisito, hija

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única de un banquero de provincias que acertó a vender en el
mejor momento a una gran banca nacional, veía la televisión
tendida sobre una chaise longue estilo Imperio, naturalmente
auténtica, tapizada en terciopelo amarillo. El Gran Capitán se
detuvo en el umbral de la puerta para admirarla a distancia.
Cuca era un emblema viviente de la aristocracia natural que
la mejor crianza imprime en unos pocos elegidos. Nadie que la
mirara con ojos de chaval de barrio, la avidez plebeya que él
se había esforzado en conservar bajo su ceño de águila real hecha
a sí misma, podría creer que esa muchacha de piel de meloco-
tón, lánguida y esbelta, admirablemente proporcionada bajo
un mono ajustado de seda de color burdeos, tuviera cuarenta
y un años, que hubiera parido tres hijos, que no hubiera naci-
do rubia. Él lo sabía, pero en momentos como aquel, le gusta-
ba complacerse en el equívoco.
—¡Hola! —el ruido de los cubitos de hielo al chocar con
las paredes de cristal tallado le llamó la atención, y se incor-
poró a medias para mirarle con un alboroto de mechas dora-
das de dos tonos distintos, el secreto de una ficción perfecta—.
Corre, ven a ver esto...
El Gran Capitán se acercó a ella y contempló una imagen
insólita, otra más. En la puerta de un hospital de Leganés, un
policía nacional cantaba con un megáfono el improvisado him-
no de la resistencia contra el virus ante medio centenar de sa-
nitarios que grababan la escena con sus móviles al otro lado de
la calle, en las escaleras de acceso al edificio. El policía tenía
buena voz, era alto, apuesto, la ovación fue unánime.
—Es emocionante, ¿verdad? —su mujer le dedicó una son-
risa ingenua, la más auténtica de su repertorio—. Con lo mal
que lo estamos pasando...
—Claro —¿tú?, se preguntó mientras la besaba en la cabe-
za, ¿lo estás pasando mal tú, Cuca?—. Me vuelvo al despacho.
Unos policías municipales usando la megafonía de sus co-
ches patrulla para contarles un cuento distinto cada noche a los
niños que estaban encerrados en sus casas. Dos guardias civiles

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subiéndose en una grúa de los bomberos para llevarle una tar-
ta de cumpleaños y un ramo de flores a una anciana que vivía
sola en un séptimo piso. Y ahora, por si faltaba algo, un policía
nacional cantando el Resistiré delante del Severo Ochoa.
—Pero ¿esto qué coño es? —exclamó después de cerrar la
puerta—, ¿el puto ejército soviético?
Eso era, en realidad, la parte más pequeña de un problema
inmenso. Durante las últimas décadas, con la connivencia de
partidos grandes y pequeños, más o menos corruptos, los pares
del Gran Capitán habían logrado convencer a los españoles de
que la iniciativa privada era la única receta capaz de crear rique-
za y prosperidad. El emprendimiento, esa palabra ridícula, se
había puesto de moda hasta el punto de que muchos parados,
pobres incautos, habían invertido sus indemnizaciones en mon-
tar negocios destinados al fracaso. Pero sobre muchas ruinas
diminutas se había edificado un crecimiento económico tan
espectacular que ya nadie recordaba a los cenizos que amarga-
ron el ingreso de España en la Unión Europea advirtiendo que
el país iba a convertirse en un territorio dependiente, sin indus-
tria, sin recursos propios, un gigante con pies de barro, el frágil
coloso del ocio y el turismo. El coronavirus les había dado la
razón. Los pies se estaban agrietando. El gigante se caía a peda-
zos. El Gran Capitán mismo había escuchado la intervención
de su hijo mayor, trece años, en un debate escolar telemático
sólo una semana antes. ¿Qué nos ha enseñado el coronavirus?,
era la pregunta. La importancia de la sanidad pública, del esta-
do del bienestar, la necesidad de sostenerlo a toda costa, había
sido su respuesta, aplaudida con calor por el resto de sus com-
pañeros, alumnos todos de un colegio privado, carísimo, evi-
dentemente inútil. Pero lo peor estaba por llegar.
El Gran Capitán renunció a un tercer whisky, cenó en si-
lencio, rumió sus inquietudes sin prestar atención a los dos epi-
sodios reglamentarios de la serie que su mujer había elegido aque-
lla semana y se metió en la cama para no dormir. Sabía que no
iba a pegar ojo porque había comprendido antes que nadie que

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su historia había terminado. El capitalismo no daba más de sí.
El planeta no daba más de sí. El crecimiento no daba más de
sí. La sociedad de consumo no daba más de sí. No se habían
limitado a matar la gallina de los huevos de oro. La habían de-
gollado, triturado, despedazado para comérsela viva, para beber
su sangre y masticar sus huesos. Todo iba mejor que bien, pero
el mundo globalizado de las superautopistas de la información
y las redes planetarias no había logrado impedir que un chino
cocinara un pangolín al que había mordido un murciélago, o al
revés. No se había enterado mucho porque le daba lo mismo.
Si no hubiera sido un murciélago, habría sido otro bicho. Sería
otro bicho la próxima vez.
—Esto se ha acabado, Cuca —ni siquiera se dio cuenta de
que estaba hablando en voz alta—. Estamos atrapados, no te-
nemos salida.
—¡Ay, Juan Francisco! —ella le regañó con una hebra de
voz pastosa, más cerca del sueño que de la vigilia—. Cállate
y déjame dormir.
La dejó dormir. La dejó incluso roncar mientras daba vuel-
tas y vueltas en la cama, sin encontrar ni un resquicio de luz
en su destino. Hasta que sin previo aviso, en un momento
cualquiera de una madrugada que se le estaba haciendo eterna,
se estremeció de miedo. Su pijama de algodón egipcio era ya
un charco de sudor frío cuando reconoció una idea que, como
las mejores, había encendido la luz roja del pánico dentro de
su cabeza. Intentó pensar en otra cosa y no pudo. Se resignó
a desarrollarla y las piezas empezaron a encajar tan perfecta-
mente que llegó a oír el sonido, clac clac clac, que hacían al
engranarse en un mecanismo delicado, peligrosísimo. Era una
apuesta casi suicida, como todas las que le habían llevado des-
de una ferretería de Tetuán hasta el dormitorio principal de una
mansión de Somosaguas. Era una maravilla, una melodía ar-
mónica, y frágil, y brillante, y difícil, y compleja, sublime como
una pequeña sinfonía magistral. Mientras la escuchaba, se dejó
arrullar por sus acordes y empezó a bostezar. Durmió menos de

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tres horas, pero se levantó con una energía que le hizo dudar
de su verdadera edad.
—¿Qué me dijiste anoche? —Cuca frunció el ceño en el
desayuno, y él sonrió—. Creo que era algo importante, pero
no me acuerdo.
—Que el capitalismo era un sistema agotado, eso te dije
—cogió otra napolitana para celebrarlo—. Que el ciclo se ha
acabado y nada volverá a ser como antes.
—¡Qué tonterías dices, Juan Francisco! —ella negó con la
cabeza, le apretó un brazo, le habló con la misma dulzura que
habría empleado con un niño enfurruñado—. Esto pasará, como
todo, ya lo verás. Y antes de lo que crees.
El Gran Capitán besó a su mujer. Sabía que la mayoría de
sus colegas, casi todos, le habrían respondido lo mismo que ella,
pero no se preocupó.
Dios había creado el mundo en siete días y él iba a necesitar
un poco más de tiempo.

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