Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
34 vistas25 páginas

Unidad 1: Caudillos y Dictadores Rouquie

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1/ 25

Unidad 1:

Caudillos y dictadores Rouquie


En América Latina, en el siglo 19, el poder local, regional y hasta nacional es acaparado por personajes todopoderosos.
El caudillismo nace de la descomposición del Estado tras la caída de las autoridades coloniales. Son "señores de la guerra"
que se hacen de un feudo por la fuerza de las armas. El vacío institucional y el desierto administrativo engendran
situaciones donde los hombres más enérgicos se consolidan. Los caudillos, es decir, jefes políticos y militares de perfil social
heterogéneo, con un modo de ejercer el poder según las viejas costumbres, muchas veces ejercido por la fuerza, su función
era una amplia red de clientelas informales, familiares a la cual garantizaba protección a cambio de lealtad. Su autoridad
estaba por encima de leyes y normas, y era arbitraria y personal. Existen caudillos cultos e incultos, agnósticos y creyentes,
liberales y conservadores.
Tenía un matiz negativo: era el jefe de una ciudad, provincia o región cuya autoridad no emanaba del gobierno central,
sino que estaba legitimada por la población del territorio que controlaba. Tenía un poder militar basado en milicias que,
debido a su ordenamiento irregular y a sus tácticas propias de atacar sorpresivamente en "montón", se llamaban
montoneras. Ejercieron autoridad de tipo carismático, más cercana a la de líderes religiosos que de jefes políticos, capaz de
prometer la protección de sus devotos, quiénes preferían colocarse bajo su protección, ya que no existen leyes e
instituciones capaces de garantizárselas. Entre el caudillo y sus seguidores había una relación de intercambio desigual. La
lealtad personal era el clave de esta relación. También se hallan los rasgos propios del caudillismo en hombres que de una u
otra manera han cultivado los procedimientos constitucionales. El general Perón, que por tanto tiempo dominó la vida
política argentina y fue 3 veces presidente electo, jamás hablaba del partido ni del movimiento justicialistas en sus
conversaciones con extranjeros; simplemente decía: "Yo y mi gente..." Así, líder de multitudes o reformador social, el
caudillo es el hombre político que hace pasar los vínculos personales antes que las consideraciones de ideología o
legitimidad organizacional, y que no admite más que las estructuraciones verticales del campo político.
El estado oligárquico en américa latina: características y consolidación
Según Waldo Ansaldi, el término oligarquía se origina en la antigua Grecia y sobre ella escriben Aristóteles, Sócrates,
Jenofonte y Platón, para quienes tiene una valoración negativa. En América Latina el término tiene, a parte de las últimas 2
décadas del siglo 19, una difusión, por lo general negativa y carga despectiva. Constituye una forma de ejercicio de
dominación política de clase en América Latina, situada históricamente entre 1880 y 1930-40, aunque en algunos casos más
prolongada. La dominación oligárquica es una red vertical, combinando centralización y descentralización entre grupos
dominantes de diferente alcance, clientelismo y burocracia, con mecanismos de control. Oligarcas, coroneles, gamonales,
caudillos, caciques, compadres y clientes constituyen los sujetos partícipes de la forma oligárquica de ejercicio de la
dominación política. El dominio oligárquico no se ejerce en todos los países de igual modo.
Se trataba de regímenes políticos donde la participación estaba limitada y el poder político y económico, concentrados
en una elite restringida. Más allá de la pertenencia a un partido u otro, los miembros de la elite constituían una oligarquía
social, casi siempre blanca y culta, en la cima de una sociedad fragmentada sobre bases étnicas. El autoritarismo y el
personalismo son característicos del Estado oligárquico. La estructura de poder corresponde a una combinación de
oligarquías locales y regionales con la hegemonía de una de ellas. Otra característica fue el control de la transmisión del
mandato. Los regímenes de la época fueron modernizadores en el campo económico pero conservadores en el político, ya
que procuraron mantener el monopolio del poder hasta el punto de convertir a las constituciones en pactos entre
oligarquías y a las elecciones en ficciones democráticas.
El estado oligárquico en América Latina se caracteriza por ser un sistema político en el que el poder está en manos de
una pequeña élite económica y social, que actúa en su propio interés y en detrimento de la mayoría de la población. Este
modelo de gobierno se consolidó en la región en el siglo XIX y se mantuvo hasta mediados del XX, cuando comenzaron a
surgir movimientos populares que demandaban cambios políticos y sociales. Entre las características se encuentran:
 Control económico: Las élites económicas controlan los recursos naturales, la tierra y los medios de producción, lo
que les permite imponer sus intereses económicos sobre los demás.
 Ausencia de participación ciudadana: La mayoría de la población no tiene acceso al poder político, ya que las
decisiones son tomadas por una pequeña élite.
 Concentración de poder: El poder político está centralizado en pocas manos y las instituciones son controladas por la
oligarquía.
 Exclusión social: La oligarquía defiende sus intereses y privilegios, lo que se traduce en la exclusión social de la
mayoría de la población.
 Autoritarismo: Las élites políticas controlan el poder de forma autoritaria y represiva, utilizando la violencia y la
coerción para mantener su posición.
El surgimiento en América Latina se remonta al período colonial, cuando los españoles llegaron al continente y generó
un sistema de gobierno y control económico que favorecía a una élite privilegiada. Durante la época colonial, la propiedad
de la tierra y otros recursos naturales estaban en manos de una pequeña élite de españoles y criollos, que eran
descendientes de españoles nacidos en América Latina. Después de la independencia en el siglo XIX, esta élite mantuvo su
poder y control sobre los recursos económicos y políticos. La mayoría de las constituciones de los nuevos países
latinoamericanos estipulaban que solo los propietarios de tierras podrían votar y ocupar cargos públicos, lo que excluía a la
mayoría de la población indígena, afrodescendiente y mestiza. El control oligárquico se mantuvo a través de mecanismos
políticos y económicos, como el clientelismo, la corrupción, la violencia y la represión de movimientos populares y
sindicales. Además, la oligarquía estableció alianzas con las potencias económicas internacionales, como Estados Unidos y
Europa, lo que les permitió mantener su control. En el siglo XX, algunos países experimentaron movimientos populares y
revoluciones que intentaron derrocar a las oligarquías y establecer gobiernos más justos e igualitarios, a menudo reprimidos
violentamente o derrocados por fuerzas militares apoyadas por los Estados Unidos.
Liberales y conservadores.
La causa de la crisis de legitimidad política era que los términos en que se había ganado la independencia dividían a las
clases gobernantes criollas. La división no estaba en los intereses económicos, sino en los valores políticos. Terminado el
régimen colonial, las oligarquías criollas tenían 2 opciones: reconstruir el viejo orden para afianzar su autoridad sobre las
clases inferiores, o crear un Estado liberal moderno que no afectara los intereses criollos fundamentales. Las oligarquías se
dividieron en facciones conservadoras y liberales.
Los conservadores lamentaban el fin de la monarquía católica y querían mantener las instituciones que habían
sobrevivido, conservar la riqueza y la influencia social de la Iglesia, los privilegios jurídicos del clero y del ejército, la
"república" separada de los indígenas, las restricciones jurídicas y sociales de las castas, todos los signos de una sociedad
jerárquica. También se identificaban con el pasado español y se consideraban los herederos de los conquistadores. El
problema era que los valores aristocráticos y jerárquicos necesitaban una monarquía como fundamento, pero la monarquía
ya no era una opción disponible.
Liberales: creían en la soberanía del pueblo, en los derechos fundamentales de propiedad y seguridad individual, y en
las libertades de expresión, pensamiento, asociación y religión. Consideraban necesario limitar los poderes del Estado y
aumentar la responsabilidad del gobierno ante los ciudadanos con elecciones periódicas para cargos en instituciones
representativas. No se concederían privilegios hereditarios ni jurídicos a grupo o corporación, todos los ciudadanos serían
iguales ante la ley y estarían sujetos a la misma legislación. En el aspecto económico, no les gustaba la intervención del
Estado, pues creían que la economía de mercado era el medio para distribuir los recursos y respaldar las libertades políticas
del individuo.
Las convicciones de los liberales latinoamericanos, planteaban problemas a la hora de ponerse en práctica, porque
debido al carácter de la sociedad, la aplicación de sus principios conforme al modelo francés o norteamericano, estaban
condenados al fracaso. Era su interés esencial en modernizar la sociedad lo que hizo a muchos adoptar una forma
republicana de despotismo ilustrado que dio lugar a algunas dictaduras. Se aficionaron a los mismos métodos que los
conservadores. Los individuos y las familias que habían ocupado puestos influyentes en las principales estructuras de poder
de la sociedad colonial, tendían al conservadurismo. Las ambiciones personales y la semejanza de los métodos políticos
desdibujaban las diferencias entre liberales y conservadores.
Federalismo y Centralismo
La fragmentación de las Indias españolas en repúblicas distintas se ha atribuido a las barreras geográficas y a la
debilidad del comercio interregional durante la época colonial. El problema de subordinar distintas regiones a una autoridad
central ha sido esencial en la política hispánica. El carácter de la conquista llevó a la creación de ciudades y pueblos
dispersos y aislados, y cuando se eliminó el marco del Estado imperial, las regiones empezaron a desprenderse del centro.
Las disputas giraron en torno a las fronteras nacionales, lo que produjo conflictos entre los más recientes y los antiguos. La
autonomía regional fue un motivo de disputa entre federalistas y centralistas.
Los territorios de las nuevas repúblicas coincidían con las jurisdicciones de las audiencias reales, y en las ciudades que
habían sido sedes de audiencias se situaban los centros de autoridad nacional. Por lo mismo, las urbes como Lima, la ciudad
de México, Santiago de Chile o Bogotá serían las capitales de las naciones. Las disputas más violentas sobre fronteras
nacionales estallaron en aquellas regiones donde los reformadores habían modificado o sustituido las jurisdicciones.
Quiénes defendieron la forma de gobierno indivisible, centralizada y quienes propugnaban una forma de gobierno con
amplias autonomías para las ciudades.
Para la segunda, la soberanía debía estar segmentado y colocado en igualdad a todas las ciudades como sujetos de
derechos soberanos. El término Federal poder referir a un modelo organizativo confederal, similar al de las 13 colonias
americanas que quedarían unidos bajo un gobierno central con escasas atribuciones referidas al manejo de las relaciones
exteriores. Podía atraer a los conservadores o a los liberales, dependiendo de la tendencia política de las oligarquías de la
capital nacional. En las provincias argentinas, los federales eran conservadores del interior resentidos contra el predominio
de los unitarios liberales del puerto de Buenos Aires. En México, los federalistas tendían a ser liberales porque las clases
dominantes de la capital eran conservadoras y centralistas. La asociación del federalismo con la causa conservadora o con la
liberal estaba determinada por la configuración de la política oligárquica de cada país.
Brasil
La republica oligárquica sigue imponiendo su marco a realidades socioeconómicas que aparecen asfixiarse en él, y esa
contradicción es percibida. La crisis del café, incontenible desde 1927, produce un derrumbe en la economía brasileña y en
el sistema político también dominado por el centro de la economía cafetalera en San Pablo. La caída de la primera república
fue la confirmación de la desintegración de ese viejo orden, y un intento de edificar sobre sus ruinas otro orden político más
firme. La quiebra económica de 1929 golpeó a Brasil, al igual que al resto de América Latina. Como el mercado mundial se
contrajo, los exportadores de café sufrieron un descenso. A pesar de la crisis, el presidente Washington Luís persistió en una
política de divisa fuerte, lo que significaba garantizar la convertibilidad de la moneda brasileña en oro o libras esterlinas
inglesas. El gobierno trató de complacer a los acreedores extranjeros manteniendo la convertibilidad. Washington Luís no
llega a terminar su mandato, un movimiento de oposición se había aglutinado alrededor de Getúlio Vargas, candidato en
1930, derrotado por Júlio Prestes, candidato apoyado por Washington Luís.
En su campaña, Vargas no desafió al sistema político. Después de las elecciones, que Vargas esperaba perder, surgió
una conspiración entre los políticos y oficiales descontentos. El golpe de octubre de 1930 no constituyó una «revolución».
La alta jerarquía militar depuso a Washington Luís y pasó el poder a Vargas como presidente de un gobierno provisional.
Una vez que los mandos militares depusieron a Washington Luís, algunos oficiales quisieron retener el poder, pero la
presión ejercida por la movilización de la Alianza Liberal era demasiado: tras 4 días en el poder, los 3 comandantes lo
traspasaron a Vargas, que se convirtió en presidente provisional. Se mantuvo en el puesto 4 años. Como no había poder
legislativo gobernaba por decreto. Vargas se movió para reemplazar a los gobernadores de todos los estados. Los nuevos
«interventores» despachaban directamente con el presidente.
Un segundo hecho importante fue el reagrupamiento de las fuerzas políticas de Sao Paulo. Sus dirigentes demandaban
que éste cumpliera su promesa de convocar una Asamblea Constituyente que redactara una nueva Constitución. En 1932, la
frustración paulista acabó haciendo erupción en una rebelión armada. Las milicias estatales, ayudadas por voluntarios,
detuvieron a las fuerzas federales durante 4 meses, en la Revolución Constitucionalista. Los rebeldes tuvieron que rendirse.
Un tercer acontecimiento fue la desintegración del movimiento de los tenientes, jóvenes oficiales que fundaron el Club del
3 de octubre para concentrar los esfuerzos por lograr más cambios sociales radicales, pero la policía ocupó las instalaciones
del club y el grupo se desintegró. Mientras, Vargas fortalecía su red de aliados. Su éxito fue evidente durante la Asamblea
Constituyente de 1933 y 1934. La nueva Constitución, la 2da del Brasil republicano, no era demasiado diferente de la
primera (1891). Se había reducido la autonomía del estado: ya no podían gravar impuestos al comercio interestatal. Seguía
la legislatura bicameral, que se elegiría de forma directa, al igual que el presidente (excepto el primero). El acto más
importante fue la elección de Vargas como primer presidente por un mandato de 4 años bajo la nueva Constitución.
En 1934 Brasil entró en uno de los periodos más agitados. La atención se centró en 2 movimientos nacionales, el
integrismo, movimiento derechista con afinidades con los partidos fascistas europeos. Fundado a finales de 1932 y liderados
por Plínio Salgado. Su dogma era cristiano, nacionalista y tradicionalista, y su estilo paramilitar: filas uniformadas,
manifestaciones callejeras disciplinadas, camisas verdes y retórica agresiva. Pertenecían a las clases medias y tenían apoyo
de la oficialidad militar, en especial la marina. En el otro extremo un movimiento de frente popular, la Alianza Libertadora
Nacional (ALN), creada en 1935, una coalición de socialistas, comunistas y radicales de varias clases, manejada por el
Partido Comunista Brasileño.
A mediados de 1935, la política brasileña había alcanzado un tono febril. Los integristas y la ALN se nutrían mientras
aumentaba el terrorismo y los alborotos callejeros. Pero la ALN era más vulnerable. En julio las tropas ocuparon las oficinas,
confiscaron la propaganda, se hicieron con los archivos y encarcelaron a los dirigentes. Los comunistas pasaron a un
levantamiento revolucionario, provocado por una revuelta cuartelera encabezada por miembros del partido o
simpatizantes. La insurrección comenzó en noviembre de 1935 en Natal, y se extendió. Aunque los rebeldes controlaron la
ciudad durante varios días, sus camaradas fueron contenidos y se los obligó a rendirse. Vargas y el ejército tenían ahora una
oportunidad para demandar el estado de sitio, que revocaría las garantías constitucionales normales. El Congreso lo votó e
investido con sus nuevos poderes, el gobierno impuso duras medidas a toda la izquierda, con detenciones, torturas y juicios
sumarios.
Plínio y sus colaboradores estaban convencidos de que llegarían al poder en las elecciones de 1938. Pero Vargas en
noviembre de 1937, se dirigió a la radio y leyó el texto de otra Constitución. Había sido disuelto el Congreso y sus edificios
fueron ocupados por los soldados. Brasil entraba en el Estado Novo, un híbrido legal que combinaba elementos del Portugal
de Salazar y la Italia de Mussolini. Las esperanzas y promesas democráticas habían desaparecido. A comienzos de 1938, los
camisas verdes ya estaban frustrados. Después del golpe, el gobierno había prohibido todas las organizaciones
paramilitares. Los integristas en febrero, organizaron un asalto armado a la residencia presidencial. Fue una exhibición de
incompetencia militar, pero las fuerzas de seguridad presidenciales resultaron ineptas. El gobierno endureció las medidas y
el movimiento integrista desapareció cuando Salgado huyó al exilio. Vargas podía contemplar ahora una escena política sin
oposición organizada.
Vargas había negociado con Estados Unidos, como pago por sus materias primas y bases. Brasil consiguió la
construcción de una red de instalaciones aéreas y navales a lo largo de la costa norte y noreste. Estados Unidos también
prometió ayudar a financiar la construcción de la primera siderurgia brasileña a gran escala. Era la primera vez que un
gobierno estadounidense comprometía fondos públicos para la industrialización del «mundo en vías de desarrollo». El
Estado Novo proporcionó un aparato centralizado a través del cual Vargas y sus ayudantes podían perseguir el desarrollo
económico y el cambio organizativo. El Brasil de comienzos de los 40 no era una sociedad moderna, industrializada y
urbanizada. La tortura era rutinaria, la censura cubría todos los medios de comunicación y la agencia de noticias
gubernamental proporcionaba la versión «oficial» de los hechos. El café continuó siendo el principal proveedor de divisas,
aunque durante la guerra le ayudó el auge de otras materias primas enviadas a Estados Unidos. El crecimiento industrial
continuó en Sao Paulo y, en menor grado, en Río. La guerra cortó el comercio con Europa y la mayor parte de él se dirigió a
Estados Unidos. El gobierno estadounidense apoyó el desarrollo básico brasileño como pago por la cooperación del
gobierno de Vargas durante la guerra. En el golpe se había elegido a sí mismo para otro mandato, que duraría hasta las
elecciones de 1943.
En 1943 Vargas había prometido elecciones, a las que no podría presentarse. Intentaba crear una nueva imagen
electoral. En mayo de 1945, con la victoria sobre el Eje, el gobierno de Vargas emitió un decreto antimonopolio con el fin de
restringir el papel de las compañías extranjeras en la economía brasileña. Era parte del giro hacia el populismo iniciado en
1943. El gobierno estadounidense se molestó y puso a Vargas, y después a Juan Perón de Argentina, en su lista de
presidentes que debían marcharse. A comienzos de 1945, decidió liberar a los presos políticos de izquierda. La
confrontación llegó en octubre de 1945, cuando el ejército dio a Vargas un ultimátum: renunciar o ser depuesto. Se negó a
retirarse, por lo que los militares le declararon depuesto. Accedió y huyó a un exilio autoimpuesto en su rancho de Rio
Grande do Sul.
México
Calles prohijó la candidatura del general Lázaro Cárdenas. Cárdenas recorrió todo el país en campaña electoral que
reflejaba su intención de ser algo más que un testaferro del jefe máximo, y una vez elegido comenzó a definir una línea
propia. Se preocupó por extender la influencia de esa izquierda, prohijando un nuevo esfuerzo de sindicalización, y la
organización de una nueva central, la CTM. Esto provoco la condena abierta de Calles, a la que cárdenas reacciono
forzándolo en 1935 a marcharse al extranjero. Cárdenas lanzo una reforma agraria; como resultado la hacienda dejo de ser
un elemento significativo en la vida social y económica; en su lugar pasaron a predominar los ejidos explotados
comunitariamente. La reforma, al afectar también a propietarios extranjeros, introdujo un motivo en las relaciones de
México con las grandes potencias; el conflicto petrolero las iba a llevar a un punto crítico. Este surgió de un conflicto laboral
que, ante el apoyo oficial a las reivindicaciones obreras, las empresas suspendieron sus actividades. Siguió la inspección y
nacionalización de los pozos petroleros, que provoco la ruptura de relaciones con Gran Bretaña y el boicot de las compañías
afectadas, que cerraba a México el acceso a sus mercados habituales. Alemania y Japón los ofrecieron alternativos, y
Cárdenas utilizo la oleada de solidaridad nacional.
La reforma había resultado menos disruptiva de lo que sus adversarios habían temido; se reflejaba en una mejora en
las condiciones de vida de los campesinos. Había hecho del estado, a través del banco ejidal, la fuente de los créditos e
inversiones necesarios para mantener y expandir la producción rural. La consecuencia fue que México conoció a fines de la
década el problema de la inflación; los sectores medios urbanos y rurales y los populares no organizados, lo sufrían. La
reforma socioeconómica se revelaba un obstáculo contra esa unificación nacional a la que Cárdenas había aspirado, y
conspiraba contra ella la radicalización ideológica que la había acompañado. Cárdenas prohijó la candidatura del General
Manuel Ávila Camacho, su ministro de guerra. Esa candidatura fue adoptada por el partido oficial, reorganizado como
partido de la revolución mexicana, integrado por el sector sindical, que agrupaba a la CTM, el campesino, el militar, y el
popular. Para Cárdenas y para la izquierda, esa candidatura significaba la continuación de la pausa a los avances del
reformismo.
En medio de la penuria causada por la guerra pudo medirse una consecuencia de la reforma agraria; puesto que el
papel central en la producción de alimentos básicos para el consumo interno lo tenían ahora los campesinos ejidatarios,
grupo económicamente débil, y solo organizado a través de asociaciones creadas a inspiración del Estado y controladas por
este, al forzarlo a satisfacer con mínima inversión externa las necesidades de alimentos que ella creaba, a precios que
mantenían controlados para contener la inflación, y que no dejaban margen que permitiese a los productores acumular
provechos e invertir lo acumulado; ese mecanismo improvisado para afrontar la emergencia creada por la guerra iba a
sobrevivir para seguir sosteniendo la que iba a llamar acumulación primitiva permanente. Así, con métodos nuevos,
continúa favoreciendo el crecimiento y diversificaciones económicos que Cárdenas había promovido, y si preside la
liquidación de los avances en el bienestar de los sectores populares, que se reflejaba en la caída del salario real y el fin de la
breve bonanza campesina que siguió a la reforma agraria; gracias a esas movilizaciones la segunda revolución
desencadenada por Cárdenas había dejado a sus herederos la capacidad de imponer reajustes en la distribución del ingreso
sin amenazar la estabilidad política. Por la robustez que había adquirido el orden político mexicano, el clima favorable a los
avances de la democratización tuvo en México un impacto modesto; serian las transformaciones y continuidades en el
proceso que esta había desencadenado, y que no dejaron de afectar hasta los mínimos aspectos de la vida nacional, las que
seguirán gobernando un rumbo y ritmo de avance.
Liberales, conservadores y caudillos.
La causa de la crisis de legitimidad política era que los términos en que se había ganado la independencia dividían a las
clases gobernantes criollas e impedían alcanzar un acuerdo. La división no estaba en los intereses económicos, sino en los
valores políticos. Terminado el régimen colonial, las oligarquías criollas tenían 2 opciones: reconstruir el viejo orden para
afianzar su autoridad sobre las clases inferiores, o crear un Estado liberal moderno que no afectara los intereses criollos
fundamentales. Las oligarquías se dividieron en facciones conservadoras y liberales.
Los conservadores lamentaban el fin de la monarquía católica y consideraban encomiable apuntalar las instituciones
que habían sobrevivido a la caída del imperio: querían conservar la riqueza y la influencia social de la Iglesia, los privilegios
jurídicos del clero y del ejército, la "república" separada de los indígenas, las restricciones jurídicas y sociales de las castas,
todos los signos de una sociedad jerárquica. También se identificaban con el pasado español y se consideraban los
herederos de los conquistadores. El problema era que los valores aristocráticos y jerárquicos necesitaban una monarquía
como fundamento, pero la monarquía ya no era una opción disponible.
Liberales: creían en la soberanía del pueblo, en los derechos fundamentales de propiedad y seguridad individual, y en
las libertades de expresión, pensamiento, asociación y religión. Consideraban necesario limitar los poderes del Estado y
aumentar la responsabilidad del gobierno ante los ciudadanos con elecciones periódicas para cargos en instituciones
representativas. No se concederían privilegios hereditarios ni jurídicos a grupo o corporación, todos los ciudadanos serían
iguales ante la ley y estarían sujetos a la misma legislación. En el aspecto económico, no les gustaba la intervención del
Estado, pues creían que la economía de mercado era el medio para distribuir los recursos y respaldar las libertades políticas
del individuo.
Las convicciones de los liberales latinoamericanos, planteaban problemas a la hora de ponerse en práctica, porque
debido al carácter de la sociedad, la aplicación de sus principios conforme al modelo francés o norteamericano, estaban
condenados al fracaso. Este pesimismo llevo a muchos liberales a propugnar el cambio desde arriba a través de la acción
estatal en la educación laica, la abolición de los privilegios de las corporaciones y el fenómeno del crecimiento económico
mediante subsidios, aranceles e incentivos fiscales. Era su interés esencial en modernizar la sociedad lo que hizo a muchos
adoptar una forma republicana de despotismo ilustrado que dio lugar a algunas dictaduras. Se aficionaron a los mismos
métodos que los conservadores.
El liberalismo no pudo ganarle a esa cultura tradicional de patronato y clientelismo. Los individuos y las familias que
habían ocupado puestos influyentes en las principales estructuras de poder de la sociedad colonial, tendían al
conservadurismo. Uno de los más peligrosos atributos del liberalismo desde el punto de vista conservador era su potencial
ilimitado de cambio democrático. Sus ideales de igualdad y libertad podían invocarse en contra de toda restricción y
privilegio, por necesarios que estos parecieran para el mantenimiento del orden. El deterioro de la democracia se empezó a
producir a mediados del siglo, cuando una generación de criollos abrazaba un liberalismo más radical y asustaban a muchos
aristócratas liberales al punto de hacerlas sumarse a filar conservadoras. Las ambiciones personales y la semejanza de los
métodos políticos desdibujaban muchas veces las diferencias entre liberales y conservadores.
La nueva y más radical generación liberal comenzó a animar el proyecto de edificar en América Latina sociedades
liberales y consagradas al progreso. Para aquellos liberales de nuevo cuño era necesario ir más allá, cortar y erradicar las
raíces del pasado, hispánicas y católicas, orgánicas y corporativas, responsables de impedir el desarrollo económico. Para
crear naciones nuevas y progresistas, pobladas de ciudadanos independientes, iguales ante la ley, era necesario adoptar
medidas drásticas. Se trataba de atacar al pilar del viejo orden, la iglesia católica, en especial porque sus bienes, sustraídos a
la circulación de la riqueza, eran para las elites los símbolos del freno que el pasado imponía al presente. A esto se sumaba
su monopolio sobre la educación, que obstaculizaba la difusión de las nuevas ideas, y el nacimiento y formación de
ciudadanos fieles al estado y a sus leyes antes que a la iglesia. Finalmente, porque la iglesia y su doctrina eran los sólidos
bastiones de la sociedad orgánica. No fue por azar que en torno a la iglesia y a su papel político, social y cultural surgieran
los conflictos más agudos. Conflictos que las leyes liberales, dirigidas a secularizar los bienes eclesiásticos, a laicizar la
escuela pública, a reubicar el registro civil, los matrimonios y los cementerios en la esfera estatal.
Federalismo y Centralismo
La fragmentación de las Indias españolas en repúblicas distintas se ha atribuido a las barreras geográficas y a la
debilidad del comercio interregional durante la época colonial. El problema de subordinar distintas regiones a una autoridad
central ha sido esencial en la política hispánica. El carácter de la conquista llevó a la creación de ciudades y pueblos
ampliamente dispersos y aislados, y cuando se eliminó el marco del Estado imperial, la diversidad quedó al descubierto, y
las regiones empezaron a desprenderse del centro.Las disputas giraron en torno a las fronteras nacionales, lo que produjo
conflictos entre los más recientes y los antiguos. La autonomía regional fue un motivo de disputa entre federalistas y
centralistas.
Los territorios de las nuevas repúblicas coincidían con las jurisdicciones de las audiencias reales, y en las ciudades que
habían sido sedes de audiencias se situaban los centros de autoridad nacional. Por lo mismo, las urbes como Lima, la ciudad
de México, Santiago de Chile o Bogotá serían las capitales de las naciones. Las disputas más violentas sobre fronteras
nacionales estallaron en aquellas regiones como los antiguos virreinatos de Nueva Granada y Río de la Plata y el reino de
Guatemala, donde los reformadores habían modificado o sustituido las jurisdicciones. Otras regiones hicieron intentos de
separarse, pero de ellas sólo Montevideo lo consiguió con el tiempo. América Central también se fragmentó en varias
repúblicas.
La cuestión de la autonomía regional llegó a un motivo de disputa continua torno a una entre federalistas y
centralistas. Las clases dominantes de las regiones buscaban en el federalismo disfrazar su poder oligárquico tradicional
dándole un aspecto republicano. El federalismo podía atraer a los conservadores o a los liberales, dependiendo de la
tendencia política de las oligarquías de la capital nacional. En las provincias argentinas, los federales eran conservadores del
interior resentidos contra el predominio de los unitarios liberales del puerto de Buenos Aires. En México, los federalistas
tendían a ser liberales porque las clases dominantes de la capital eran conservadoras y centralistas. La asociación del
federalismo con la causa conservadora o con la liberal estaba determinada por la configuración de la política oligárquica de
cada país.
La inserción de Latinoamérica en la división Internacional del trabajo
La inserción de América Latina en la economía mundial bajo el modelo primario exportador se refiere al período
histórico que abarcó aproximadamente desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, en el cual los países
latinoamericanos se especializaron en la producción y exportación de materias primas, principalmente agrícolas y minerales,
a los países industrializados. Este modelo económico se caracterizó por una serie de rasgos comunes en los países de la
región, entre ellos:
1. Una economía enfocada en la producción y exportación de materias primas, principalmente agrícolas y minerales,
para satisfacer la demanda de los países industrializados.
2. Un patrón de comercio desfavorable para los países de la región, en el que se exportaban materias primas a precios
bajos y se importaban bienes fabricados a precios elevados.
3. Una dependencia económica de los países industrializados, que controlaban los mercados de exportación y los
precios de las materias primas.
4. Una desigualdad social y económica, en la que la riqueza se concentraba en manos de un pequeño grupo de élites,
mientras que la mayoría de la población vivía en la pobreza.
Aunque este modelo económico permitió un crecimiento económico en los países latinoamericanos durante un
tiempo, a largo plazo resultó insostenible debido a la dependencia económica y la falta de diversificación de la economía. La
crisis económica de la década de 1930 y la 2GM aceleraron el declive del modelo primario exportador y llevaron a la
adopción de políticas económicas más orientadas hacia la industrialización y la diversificación de la economía.
Unidad 2:
Luego de la 1GM, y a lo largo de la década de 1920, las economías capitalistas vivieron una época de crecimiento que
facilitó la reconstrucción del mercado mundial. Consecuencia de esto se registró un aumento de los precios en general y de
los valores de la bolsa. Esta alza provocó desde 1928 una fuga de capitales de Latinoamérica hacia aquellos mercados que
ofrecían mejores tasas de interés, sobre todo Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. En 1929 se derrumbaron las acciones
en la Bolsa de Nueva York. La fuerte integración de la economía internacional hizo que después afectara a todo el mundo
capitalista: disminuyó la producción, cayeron los precios, los salarios, y los intercambios comerciales internacionales se
redujeron. El sistema monetario, basado en el patrón oro, quedó desbaratado.
Este contexto repercutió en la mayoría de las economías latinoamericanas, que ya dependían de las economías
centrales, que eran los principales compradores de los productos latinoamericanos (alimentos y materias primas), y eran los
proveedores de bienes manufacturados y capitales. Como consecuencia, las compras de productos primarios se redujeron.
La adecuación de los países a la nueva situación creada por el derrumbe del orden mundial, implicó transformaciones
económicas, sociales y políticas. Si bien todas las sociedades vieron afectados sus intercambios, no todas la sufrieron de la
misma manera. En algunos países se sintió menos (Venezuela y Honduras). Los más perjudicados fueron aquellos que
sumaron a la baja de los precios una disminución de los volúmenes exportados: sobre todo México (exportador de cobre,
plomo y cinc), Chile (nitratos y cobre) y Bolivia (estaño). El descenso de los ingresos hizo que el pago de las deudas externas
fuese más difícil. Una de las medidas para enfrentar los pagos fue la reducción de las importaciones. Pero a su vez complicó
las cuentas de los gobiernos, sostenidos por los impuestos al comercio exterior. Estos desequilibrios complicaron la
situación de las monedas, pues el pago de las deudas implicaba una pérdida de la base monetaria, ya que para pagar se
usaba oro o dólares.
En los primeros momentos de la crisis los gobiernos se resistieron a la devaluación y al abandono del patrón oro. Sin
crédito externo y con recaudaciones fiscales en baja, la mayor parte de los gobiernos suspendieron el pago de sus deudas.
Los únicos países que pudieron pagarlas fueron Argentina, Haití y Santo Domingo. Las dificultades del comercio exterior
llevaron a la mayoría de los gobiernos a imponer tasas arancelarias altas para mejorar los ingresos estatales. Por estas
razones, las burguesías americanas encontraron la ocasión favorable a la inversión de capitales en la región para producir
bienes manufacturados, crearon nuevas industrias y aumentó el número de empleos. Hubo un crecimiento del sector
industrial orientado a satisfacer la demanda interna de bienes que antes se importaban de las economías centrales,
Industrialización por sustitución de importaciones. En un principio esta industrialización estuvo orientada a la producción de
bienes de consumo directo los que caracterizaron este crecimiento. Aun cuando en la década de 1930 los grupos
dominantes y los gobiernos conservaran la esperanza de una recuperación de las exportaciones, los sectores que más
crecieron fueron aquellos orientados a los mercados internos.
Si bien la influencia de los Estados Unidos sobre las sociedades latinoamericanas ya se había hecho sentir, la década de
1930 evidenció un incremento de ese poder en la región, sobre todo en el Caribe y Centroamérica. Esto significó que se
debilitaran los lazos de la región con los países europeos. Las inversiones norteamericanas habían privilegiado a un grupo de
países encabezados por Cuba, Argentina, México, Chile, Brasil y Venezuela. Estados Unidos reemplazaron las intervenciones
militares directas en la región por una estrecha colaboración con las fuerzas armadas latinoamericanas. Esta política de
buena vecindad se complementó con la creación de un sistema panamericano.
Desde 1870 a 1930 América Latina experimentó importantes cambios en sus políticas económicas, que se pueden
dividir en 3 etapas:
Durante la primera etapa (1870-1914), se caracterizó por una apertura comercial y una orientación hacia la exportación
de materias primas. América Latina experimentó un aumento en la producción y exportación de materias primas, como
café, cacao, azúcar y algodón. Esta orientación exportadora fue promovida por las élites de la región, quienes buscan
integrar sus economías en el mercado mundial y obtener ganancias. Además, se implementaron políticas de libre comercio
que permitieron la entrada de bienes extranjeros y fomentaron la inversión extranjera en la región.
Durante la segunda etapa (1914-1930), la 1GM y la Gran Depresión tuvieron un impacto significativo en la región. Las
economías latinoamericanas experimentan una caída en la demanda de sus exportaciones y una disminución en los precios
de los productos de exportación. Como resultado, se implementaron políticas proteccionistas que buscan proteger la
producción nacional y fomentar el mercado interno. Además, los gobiernos comenzaron a intervenir en la economía para
asegurar el crecimiento y la estabilidad económica.
Durante la tercera etapa (1930-1945), los gobiernos de la región comenzaron a implementar políticas económicas más
intervencionistas, como la nacionalización de empresas y la creación de empresas estatales. Estas políticas tienen como
objetivo fomentar el desarrollo económico y reducir la dependencia de los países desarrollados. Además, se implementaron
políticas de redistribución de la riqueza y programas de desarrollo social para reducir la pobreza y mejorar las condiciones
de vida de la población. Estos cambios quedaron marcados por factores como las crisis económicas internacionales, las
demandas de la población y las élites políticas, y los objetivos de desarrollo económico y social de los gobiernos de la región.
Modelo industrialización por sustitución de importación
La industrialización por sustitución de importaciones (ISI) fue un modelo económico implementado en América Latina a
partir de 1930 y que tuvo su apogeo en los 50 y 60. Buscaba reducir la dependencia de los países latinoamericanos de las
importaciones de bienes industriales de países desarrollados, creando industrias nacionales que pudieran producir los
bienes que antes se importaban. El modelo se basaba en el proteccionismo, es decir, en la aplicación de aranceles y barreras
no arancelarias a las importaciones de bienes industriales, para fomentar el desarrollo de la industria local. Para lograrlo, los
gobiernos latinoamericanos otorgaron incentivos y subsidios a las empresas nacionales, políticas de cambio de moneda y
crearon bancos de desarrollo para financiar la inversión en la industria nacional. Se promovió la nacionalización de
empresas extranjeras, especialmente en sectores estratégicos como la minería, el petróleo y la electricidad.
Aunque mejoró el crecimiento de la industria en muchos países, también tuvo sus desventajas. La protección excesiva a
la industria local generó ineficiencias, falta de competitividad y baja calidad de los productos, lo que se tradujo en precios
altos y baja calidad para los consumidores. Además, favoreció a grandes empresas en detrimento de las pequeñas y
medianas, y a menudo condujo a una concentración de la riqueza en manos de un pequeño grupo de empresarios. A partir
de 1980, muchos países latinoamericanos comenzaron a abandonar el modelo y adoptar políticas económicas más
orientadas al mercado, como la liberalización comercial y la privatización de empresas estatales.
Las sociedades latinoamericanas sufrieron grandes cambios, los problemas de las economías regionales obligaron a
migrar sectores rurales de la población, sobre todo a las grandes ciudades, pero también a aquellos centros mineros o
petroleros que ofrecían alguna posibilidad de empleo. Hacia 1930 la población latinoamericana era predominantemente
rural. Esta situación comienza a cambiar a partir de aquel año: el crecimiento de algunas ciudades en deterioro de las áreas
rurales. En los primeros momentos las migraciones se explican por la crisis de los sectores primarios. Luego se agrega la
tecnificación de la producción agrícola, por la consolidación del proceso industrializador. Los puestos de trabajo ofrecidos
eran inferiores en número a la cantidad de migrantes, lo que contribuyó a mantener los salarios bajos. Fue conformando
áreas pobres, dentro y alrededor de las ciudades, caracterizadas por la precariedad de las viviendas: villas miseria en
Argentina, callampas en Chile, faveles en Brasil.
Las élites tradicionales -que controlaban la producción primaria y su comercialización- siguieron siendo el grupo
dominante, en esta época comenzó a consolidarse una burguesía industrial que constituiría un grupo de peso en la
estructura social y política en las décadas siguientes. Este crecimiento de la burguesía industrial incluyó a la vieja oligarquía,
la única capaz de acumular capital aún en períodos de crisis, y que aprovechó la oportunidad de invertir en las nuevas
industrias. Con estos sectores creció una clase media numerosa y de creciente influencia social, cultural y política,
conformada por profesionales, pequeños industriales y comerciantes, empleados de empresa y funcionarios del Estado. Los
cambios sociales hicieron más difícil el dominio del electorado y pronto nuevas formas de acción política construirán
modelos de estado distintos a los precedentes. La inestabilidad fue la característica de los regímenes políticos, que se reflejó
en golpes militares, rebeliones urbanas y rurales, y caídas anticipadas de algunos gobiernos.
Preocupados por los graves efectos de la crisis, los gobiernos tomaron medidas que cambiaron la forma estatal de
intervención en la economía. El retroceso del liberalismo como cuerpo de ideas dominantes fue un efecto visible. En los
primeros años de la crisis, la imposición de altas tarifas a la importación buscaba aumentar la recaudación de los gobiernos
de la región. Pero el crecimiento de los sectores industriales impulsó las políticas proteccionistas, que mantuvieron altos los
impuestos aduaneros para los bienes competitivos de producción local. La intervención se convirtió en una política activa a
favor de un determinado desarrollo económico. Incluso se desplegaron políticas crediticias que beneficiaban a nuevos
sectores dinámicos de la economía.
También desde los estados comenzaron a desarrollarse actividades productivas donde las burguesías no estaban
dispuestas a invertir. El desarrollo industrial necesitaba de la industria pesada (siderurgia, petroquímica), sólo algunos
estados lograron avanzar, con limitaciones, en ese sentido. El control a la producción y el manejo de los precios de los
productos de exportación se hicieron a través de las diversas juntas reguladoras que se crearon en varios países. Estas
organizaban la producción de acuerdo con las demandas de los mercados externos, evitando caídas de los precios que
perjudicaran a los grupos propietarios. En Argentina, una de las respuestas a la crisis fue la ampliación de las funciones del
estado que se tradujo en la creación de agencias estatales nuevas. El denominador común de las nuevas instituciones fue
que dependientes del Ministerio de Agricultura, era la asociación de funcionarios estatales y representantes de los
diferentes sectores productivos involucrados en cada una de las actividades reguladas cuya selección la hacían las
corporaciones a través de ternas o listas de candidatos sobre las que el poder ejecutivo resolvía. El origen de todas ellas
respondió a necesidades y demandas sectoriales que se formalizaron en instituciones sujetas a modificaciones producto de
la fragmentación de intereses y los conflictos entablados en el interior del aparato estatal.
A mediados de 1932 el presidente Justo y su ministro de agricultura, Antonio de Tomaso, enviaron a la cámara de
diputados 2 proyectos, creando una Junta Nacional de Carnes y una Comisión Nacional de Granos. Los objetivos eran
mejorar la calidad de la producción, adaptarla a las necesidades de los mercados consumidores para competir en mejores
condiciones, hacer propaganda externa, obtener precios retributivos, coordinar normas inconexas y crear nuevas e
involucrar a los interesados en su manejo en nombre del interés general. En 1934, por ley se creó la Junta Reguladora de
Vinos. La regulación de la producción de uva y su elaboración habían sido hasta ese momento asumidas por los estados
provinciales (Mendoza y San Juan) tratando de resolver la congestión de la oferta y la caída de los precios. En 1935 por ley
estableció la Junta Reguladora de la Yerba Mate. En la industria azucarera, protegida desde sus orígenes por barreras
aduaneras, se inició una cierta regulación con Alvear en 1927 y la constitución de la Comisión Nacional del Azúcar.
El estado benefactor y la ruptura de los viejos modelos oligárquicos en américa latina
El Estado benefactor en América Latina se refiere a un período histórico en el cual los gobiernos de la región
implementaron políticas sociales y económicos destinados a mejorar las condiciones de vida de la población. Esta época se
caracterizó por la intervención activa del Estado en la economía y la creación de programas de bienestar social para atender
las necesidades de los ciudadanos. El Estado benefactor surgió como una respuesta a la crisis social y política que afectó a
América Latina en la primera mitad del siglo XX. Durante este período, los países de la región experimentaron una creciente
urbanización, una aguda desigualdad económica y una lucha por la independencia política y económica frente a las
potencias europeas y los Estados Unidos.
Los gobiernos latinoamericanos adoptaron diferentes modelos para implementar el Estado benefactor, pero en general
se caracterizó por una mayor intervención del Estado en la economía y una mayor redistribución de la riqueza. Se crearon
programas de educación, salud, vivienda y empleo, y políticas de protección social para los más pobres y vulnerables. La
implementación del Estado benefactor en América Latina significó una ruptura con los viejos modelos oligárquicos que
habían predominado en la región desde la época colonial. Estos modelos se basan en la concentración de poder y riqueza en
manos de una élite reducida, mientras que la mayoría de la población vivía en la pobreza y la exclusión social. Sin embargo,
también tuvo sus limitaciones y desafíos. La región experimentó una creciente deuda externa y una crisis económica en los
años 80, lo que llevó a una reducción de los programas sociales y una mayor desigualdad. Además, la implementación de
políticas sociales y económicas en algunos países estuvo marcada por la corrupción y la ineficiencia.
Surgimiento de gobiernos populistas a partir de 1930
El surgimiento de gobiernos populistas se debió a una serie de factores políticos, económicos y sociales. En términos
políticos, el fin de la 1GM y la Gran Depresión provocaron una crisis de representación en las democracias liberales en la
región. Esto llevó a una desconfianza en los partidos tradicionales y una búsqueda de líderes carismáticos que podrían
representar los intereses del pueblo. En cuanto a los factores económicos, la crisis económica de los 30 afectó a los países
latinoamericanos, muchos de los cuales dependían de la exportación de materias primas. La caída de los precios de las
exportaciones y la contracción del comercio internacional tuvo un impacto significativo en la economía de la región.
En este contexto, muchos países experimentaron un aumento en la actividad política y surgieron líderes populistas que
se presentaron como defensores de los intereses del pueblo. Estos prometieron resolver los problemas económicos y
sociales mediante políticas estatales intervencionistas y la redistribución de la riqueza. Algunos de los líderes populistas más
destacados fueron Getúlio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina y Lázaro Cárdenas en México. Los gobiernos
populistas también se caracterizaron por un fuerte nacionalismo y un rechazo al imperialismo de Estados Unidos.
Promovieron políticas que incluyeron la nacionalización de recursos naturales, la implementación de reformas agrarias, la
creación de programas de bienestar social y el fortalecimiento de la presencia del Estado en la economía. También fueron
criticados por su tendencia a concentrar el poder en manos del líder carismático y su partido político, lo que a menudo llevó
a la erosión de las instituciones democráticas y la creación de regímenes autoritarios.
POPULISMO
La expresión se utiliza haciendo referencia a todo gobierno que por sus objetivos cuentan con el apoyo de ciertos
sectores populares, o a aquellos que buscan un consenso popular, este concepto tiene que ver con la mirada inclusiva hacia
los sectores populares. Para el sociólogo argentino Torcuato di Tella, este término se ha generalizado para designar
movimientos políticos con fuerte apoyo popular pero que no buscan realizar transformaciones muy profundas del orden de
dominación existentes, ni están parcialmente basados en una clase obrera autónomamente organizada. Este enumera las
características del populismo como sujeto histórico:
1. Hay un apoyo de masas movilizadas, pero aun poco organizadas autónomamente.
2. Existe un liderazgo fuertemente anclado en sectores externos a las clases obrera o campesina.
3. La vinculación entre masa y líder es en gran medida carismática.
4. Las clases obreras o campesinas se movilizaron y eran numerosas, pero escasamente organizadas.
5. Posteriormente a la muerte de los líderes populistas, sus partidos políticos adquirieron características más
asociacionistas.
Según Egger Brass El concepto hace referencia a los gobiernos de América latina que entre 1930 y 1960 llevaron
adelante políticas de nacionalización económica, y en cuyo discurso se enfatizaba el objetivo de promover el desarrollo con
proyectos industrialistas como en México, Brasil y Argentina, apoyándose en la movilización de los sectores populares; y el
de mejorar sus condiciones sociales o laborales. Petrone plantea que el término sirve para referirse a una variedad de
fenómenos: movilizaciones de masas (de raíces urbanas o rurales) elitistas y/o anti-elite, partidos políticos, movimientos,
ideologías, actitudes discursivas, regímenes y formas de gobierno, mecanismos de democracia directa, dictaduras, políticas
y programas de gobierno, reformismos, etc. Zanatta: en términos sociales y económicos, dice que los populismos fueron
regímenes fundados sobre amplias bases populares a las cuales guiaron a la integración a través de las políticas más o
menos vastas de distribución de las riquezas.
El populismo en América Latina ha sido un fenómeno político y social que ha tenido un impacto significativo en la
región. Ha sido asociado con una serie de líderes y movimientos políticos, de izquierda y derecha. Ha sido criticado por su
tendencia a despreciar los límites institucionales y concentrar el poder en manos de un líder carismático, lo que puede llevar
a un debilitamiento de la democracia y al deterioro de la economía. Sin embargo, otros argumentan que ha sido una
respuesta necesaria a la exclusión social y la desigualdad económica en la región, y que ha sido un instrumento para
aumentar la participación política y la representatividad de los grupos marginados.
En general, los gobiernos populistas en América Latina se caracterizan por un fuerte control estatal de la economía, la
implementación de políticas sociales para la clase trabajadora, la retórica nacionalista y, en algunos casos, la nacionalización
de la industria. Sin embargo, también han enfrentado críticas por su autoritarismo y violaciones a los derechos humanos.
Perón en Argentina (1946-1955) elegido en 1946 y se convirtió en un líder populista muy influyente en el país. Promovió
políticas sociales y económicas que favorecían a la clase trabajadora y creó un amplio sistema de seguridad social que
incluía pensiones, atención médica y vivienda para los trabajadores.
Getúlio Vargas en Brasil (1930-1945 presidente desde 1930 hasta 1945 y luego de 1951 hasta 1954. Estableció un
régimen populista llamado Estado Novo, que enfatizaba la importancia del Estado en la economía y la sociedad. Introdujo
reformas sociales y laborales, pero también fue acusado de violar los derechos humanos y de ser autoritario.
Lázaro Cárdenas en México presidente desde 1934 hasta 1940. Llevó a cabo importantes reformas agrarias y
nacionalizó la industria petrolera del país. También estableció políticas sociales que beneficiaron a los trabajadores y
campesinos pobres.
Hugo Chávez en Venezuela elegido en 1999 y se mantuvo en el poder hasta su muerte en 2013. Introdujo políticas
socialistas y populistas que incluían programas de vivienda, salud y educación gratuitos. También nacionalizó gran parte de
la industria petrolera del país y promovió la integración regional latinoamericana.
Evo Morales en Bolivia elegido en 2006 y se mantuvo hasta 2019. Durante su mandato promovió una agenda de
izquierda y adoptó políticas sociales y económicas que beneficiaron a los pobres y las comunidades indígenas del país.
También nacionalizó la industria de hidrocarburos de Bolivia y promovió la redistribución de la tierra.
Tipos de populismo
Populismo conservador: se caracteriza por el apoyo a las clases altas y la élite empresarial. Se basa en una retórica
nacionalista y conservadora, con oposición al comunismo y socialismo. Se ha visto en países como Colombia y Argentina.
Populismo de izquierda: se basa en la defensa de los derechos de los trabajadores y las clases bajas. Se enfoca en
políticas redistributivas y la protección de los derechos sociales y económicos de la población. Visto en países como
Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Populismo caudillista: se basa en la figura del líder carismático, que se presenta como el único capaz de defender los
intereses del pueblo. Se enfoca en la retórica nacionalista y en la confrontación con la élite empresarial y política. Visto en
países como Argentina y México.
Populismo corporativista: se basa en la creación de organizaciones sociales y económicas controladas por el Estado que
buscan representar los intereses de los diferentes grupos sociales. Se enfoca en la idea de que el Estado es el único capaz de
garantizar la justicia social. Se ha visto en Brasil y México.
Estos tipos no son exclusivos de América Latina y pueden encontrarse en otras partes del mundo. Además, algunos
países pueden haber experimentado más de un tipo a lo largo de su historia política.
Populismo clásico y tardío
El populismo clásico en América Latina se refiere a un conjunto de movimientos políticos y sociales que surgieron a
mediados del siglo XX, y que tuvieron como objetivo principal la reivindicación de los derechos de las clases trabajadoras y
la búsqueda de un mayor equilibrio social y económico en la región. Los líderes populistas, como Perón, Vargas y Cárdenas,
se presentaron como defensores de los derechos de los trabajadores y los pobres, y promovieron políticas de redistribución
de la riqueza, el desarrollo económico y la soberanía nacional.
El populismo tardío se refiere a movimientos políticos y sociales que surgieron en América Latina en las últimas décadas
del siglo XX y principios del siglo XXI. A diferencia del clásico, se caracteriza por una mayor polarización política, un liderazgo
carismático y una retórica más radical y confrontaciones. Algunos ejemplos son Hugo Chávez, Rafael Correa en Ecuador y
Evo Morales en Bolivia. Se presentaron como defensores de las clases más pobres y marginadas, pero también como críticos
del sistema político y económico establecido, y promovieron políticas de nacionalización de recursos naturales,
redistribución de la riqueza y una mayor participación ciudadana en el proceso político.
El clásico y el tardío comparten ciertas características, como la defensa de los derechos de los trabajadores y los
pobres, la promoción de políticas de redistribución de la riqueza y la soberanía nacional. Sin embargo, el tardío se
caracteriza por un liderazgo más carismático y una retórica más confrontacional y radical que el populismo clásico.
Según Carlos de la Torres, los elementos que caracterizan al populismo son:
Liderazgo Populista: El líder populista se identifica con la totalidad de la patria, la nación o el pueblo en su lucha contra
la oligarquía. Por su honestidad y fuerza de voluntad garantiza el cumplimiento de los deseos populares. El vínculo que une
al líder con sus seguidores es místico. Es la "proyección simbólica de un ideal”. Se le atribuyen cualidades que no posee,
pero con las cuales es investido por el rito social de la veneración. El haber realizado algún acto extraordinario o fuera de lo
común es uno de los elementos que genera la relación de liderazgo carismático. Los obstáculos para tener éxito, el sacrificio
y el desinterés personal del líder, los riesgos y la importancia de la acción para los seguidores son elementos que generaron
esta relación.
Discurso maniqueista: el pueblo versus la oligarquía: Los líderes populistas incorporaron en su discurso modismos del
lenguaje y otros elementos de la cultura popular. Hicieron uso creativo de los medios masivos de comunicación, como la
radio, incorporando la música popular. Los eventos discursivos populistas se caracterizaban por la repetición de una serie de
rituales. Por ejemplo, Gaitán terminaba sus discursos con el siguiente diálogo ritual con sus seguidores. Gritaba "pueblo y
las muchedumbres respondían "a la carga", "pueblo": "por la reestructuración moral y democrática de la república",
"pueblo": "a la victoria", "pueblo": "contra la oligarquía". En los motines populistas los elementos de identidad de los
seguidores y del líder son activados y reordenados. Los seguidores se reconocen en el Líder y proyectan en él la solución a
sus demandas y aspiraciones. Pero, además, los seguidores se identifican entre sí, no son espectáculos que se observan, son
espectáculos en los que todos participan.
Mecanismos de clientelismo y patronazgo: El liderazgo es contingente de lo que el líder pueda ofrecer, no de lo que
dice sino de lo que hace. La importancia del clientelismo en la captura del voto popular. Según Stein, para los líderes el
cambio de votos por bienes y servicios representó la posibilidad de éxito electoral. Mientras que, para los seguidores, es
una opción realista y racional de mejorar sus niveles de vida. Se deben diferenciar los fenómenos populistas como
movimientos electorales y como movimientos sociales, pues no todos los que participan en las campañas políticas
populistas son votantes. En los orígenes de los populismos la votación popular fue reducida. El líder articula valores,
reivindicaciones y crea nuevos lenguajes. La organización política articula estrategias para la captura del voto y la creación
de mecanismos de solidaridad e identidades colectivas. Estas 2 formas de acción política diferentes se complementan en
procesos políticos concretos.
Historia social de los populismos
Lo que tenemos que entender es el éxito del peronismo, su distintividad, su apelativo político aparecía como más
creíble para los trabajadores, tocó áreas que otros no lo hicieron. El éxito de Perón, por su habilidad para recoger las
experiencias privadas de los trabajadores y volverías públicas, su capacidad de tomar la conciencia obrera, sus estilos de
vida y valores como estaban y afirmar su valor. Las movilizaciones populares desde el 17 de octubre de 1945 hasta de
febrero de 1946 son eventos para entender los significados contradictorios del peronismo. El 9 de octubre de 1945 el
general Perón renunció a sus puestos de vicepresidente y de secretario de Trabajo, el 13 fue arrestado. En los días 17 y 18
los obreros de la capital y otras ciudades realizaron movilizaciones exigiendo su liberación. El espíritu festivo y carnavalesco
contrastaba con las movilizaciones obreras del 1° de Mayo organizadas por comunistas y socialistas. En lugar del desfile
ordenado, sobrio y solemne, los obreros el 17 y 18 cantaron tonos populares, usaron grandes tambores, bailaron en las
calles, se disfrazaron con ropas tradicionales de gauchos e inscribieron con tiza el nombre de Perón en las paredes de la
ciudad. Tal fue la sorpresa de la prensa de izquierda que no se los reconoció como obreros, sino como marginados.
Los obreros atacaron instituciones que simbolizaban y transmitían las relaciones de subordinación social. Sus
principales blancos fueron los cafés, bares y clubes de la élite. Lanzaron piedras y quemaron ejemplares de periódicos
antiperonistas. Uno de sus objetivos favoritos fueron los estudiantes. Al grito de "alpargatas, libros no" varios estudiantes
fueron objeto de la burla y a veces de la violencia obrera. Gritando “menos cultura y más trabajo”, lanzaron piedras a las
universidades. Los monumentos a los próceres, considerados sagrados, aparecieron llenos de slogans peronistas. Atacaron
los símbolos que marcaban su exclusión de la esfera pública: universidades y estudiantes, clubes sociales y la prensa.
Además, sus acciones constituyeron una forma de "contra-teatro" a través del cual se ridiculizó y abuso de los símbolos de
autoridad y pretensión de las élites argentinas, y se afirmó el orgullo de ser obreros. Los obreros, excluidos de la esfera
pública, intentaron "imponer su poder simbólico y la legitimidad de sus demandas de representación y reconocimiento, de
la relevancia social de su experiencia como obreros, de sus valores y organización en la esfera pública". Marcharon desde
los suburbios hasta las plazas. Su presencia fue vista por las élites y clases medias como la irrupción de la barbarie, de los
"cabecitas negras", en lugares consagrados para la "gente bien". Los habitantes de la ciudad se autoentendían como el
pueblo, como los ciudadanos que tenían derechos y obligaciones en la esfera pública representada por la plaza. El desafío a
la jerarquía, la invasión al centro de la ciudad, a la Plaza de Mayo, donde reside el poder político, fue una afirmación de los
derechos de los obreros a la ciudadanía, a ser parte de la esfera pública.
Tal vez el principal efecto del populismo fue el acceso, para grandes grupos sociales, a la dignidad simbólica de ser
alguien, de ser seres humanos, en sociedades excluyentes y racistas. La "chusma" de Gaitán y Velasco Ibarra, "los
descamisados" de Perón, se transformaron en el baluarte de la verdadera nación en su lucha contra la antinación
oligárquica. Esta búsqueda de legitimación y apoyo de las élites en el pueblo, de poner en el centro de la política a sectores
que antes se consideraban "indignos", es irreversible. Una vez que el pueblo se activa no se lo puede desactivar
permanentemente. La presencia política de sectores excluidos que se dan con el populismo tiene efectos ambiguos y
contradictorios para las democracias de la región. Al incorporarlos, a través de la expansión del voto o de su presencia en el
ámbito público, en las plazas, el populismo es democratizante. Además, el discurso populista, con características
maniqueas, que divide a la sociedad en 2 campos antagónicos pues no permite el reconocimiento del otro, pues la
oligarquía encara el mal y hay que acabar con ella. En lugar de reconocer al adversario, de aceptar la diversidad y de
proponer el diálogo, los populismos a través de su discurso buscan acabar con el adversario e imponer su visión autoritaria
de la "verdadera comunidad nacional”.
El desarrollo como modelo de crecimiento en américa latina
El desarrollo fue una corriente política y económica en América Latina durante 1950 y 1960, que se basó en la idea de
que el crecimiento económico podría lograrse mediante el desarrollo de la industria y la modernización del país. Este
modelo buscaba promover el crecimiento económico a través de la inversión en la industria, la infraestructura, la
educación, y la explotación de recursos naturales. Los países que adoptaron este modelo buscaron fomentar la
industrialización para reducir la dependencia económica de los países desarrollados y mejorar su capacidad para generar
empleo y distribuir la riqueza. Esto se lograría mediante la implementación de políticas de desarrollo industrial, como la
protección de la industria nacional y la promoción de la inversión extranjera. Sin embargo, enfrentó varios desafíos y
críticas. En algunos casos, la implementación de políticas de desarrollo industrial fue insuficiente o se concentró en sectores
específicos, lo que limitó la diversificación económica y los recambios. Además, a menudo descubrió la inversión en la
agricultura y otros sectores productivos, lo que llevó a problemas en la seguridad alimentaria y la dependencia de las
importaciones.
Se basó en la creencia de que los países latinoamericanos deberán seguir el modelo de desarrollo de los países
industrializados de Occidente. Para ello, se crearon políticas públicas que favorecían la inversión en grandes proyectos de
infraestructura, como carreteras, puentes, centrales eléctricas y otras obras. También promovió la sustitución de
importaciones, que consistía en producir en el país bienes que anteriormente se importaban, con el objetivo de reducir la
dependencia del país de las importaciones extranjeras y fomentar la industria local. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos,
no reducirá la desigualdad social y económica, ni desarrollará una economía sólida y diversificada. A pesar de sus
limitaciones, tuvo un impacto significativo y contribuyó al crecimiento económico de varios países. Sin embargo, a partir de
1980, la región experimentó una crisis económica que condujo a la implementación de políticas económicas neoliberales y
la reducción del papel del Estado en la economía. A pesar de esto, algunos países aún mantienen elementos del desarrollo
en su política económica, especialmente en lo que se refiere a la inversión en infraestructura y la promoción de la industria
nacional.
Juscelino Kubitschek puso en ejecución una política de industrialización activa que hizo entrar a Brasil en la era de los
bienes de consumo duraderos y de la producción de bienes de equipo. Recurriendo al capital extranjero en el marco de un
"plan de objetivos", rompe con la orientación nacionalista de la última presidencia Vargas, caracterizada por la instauración
del monopolio de Estado del petróleo, cuando es apoyado por los partidos laborista y social-demócrata, ambos creados por
Vargas. El gobierno de Frondizi (1958-1962) fue una prueba de la capacidad argentina para volver a las filas de los
regímenes civiles electos. El nuevo presidente parecía ser del mismo molde que otros reformistas democráticos que
triunfaban, como Eduardo Frei de Chile y Kubitschek de Brasil. Tenía un ambicioso programa económico que pretendía
acelerar la industrialización y a la vez estimular la producción agrícola para fomentar las ganancias por exportación. Gran
parte de la financiación de la nueva industria llega del exterior, mientras que la intervención estatal en la economía iba a
reducirse. Sólo podía tener éxito si se producía el cambio del consumo a la inversión, lo que significaba que los
consumidores, a los que tanto había favorecido Perón, debían hacer sacrificios en favor del desarrollo nacional a largo plazo.
Decepcionó a los nacionalistas lo atacaron por haberse «vendido» al imperialismo, con la firma de contratos de exploración
y producción de petróleo con compañías extranjeras.
A meses de hallarse en la presidencia, se enfrentó con una crisis en la balanza de pagos. Desde 1955, el gobierno militar
se había movido en déficits y dejó al nuevo régimen civil en 1958 las reservas de divisas más bajas desde la guerra. Frondizi
quería impresionar a sus acreedores externos, de los que esperaba una nueva inversión. Con Argentina en el FMI decidió
aceptar una enorme devaluación, controles estrictos sobre el crédito, recortes en el gasto público, límites salariales,
eliminación de los subsidios sobre los servicios públicos y despido de los empleados públicos sobrantes. Estaba tratando de
impulsar un programa de desarrollo económico importante a la vez que hacía recortes para satisfacer a los acreedores
externos. Los militares se mostraban desconfiados. Antes de un año le obligaron a despedir a su equipo económico y
reemplazarlo. Frondizi estaba comprometido a poner en práctica el tratamiento del FMI, que comenzó con una devaluación
y la retirada de los controles de precios y los subsidios. El objetivo era hacer que la economía ajustara los precios internos a
los internacionales. El efecto fue una división en el ingreso. Hubo huelgas generales y a pesar de la oposición pública,
algunas de las medidas comenzaron a dar frutos.
Los militares consideraron que Frondizi estaba desacreditado. El 29 de marzo de 1962, los tanques del ejército rodaron
por las calles y lo desalojaron de la Casa Rosada. Su sucesor constitucional, el presidente del Senado José María Guido,
presidente en funciones durante año y medio, pero el poder real lo ostentaron los militares. El "nacional desarrollismo" de
Kubitschek y de Frondizi aparece como una manera original de hacer compatibles un nacionalismo capaz de canalizar las
tensiones sociales y la dependencia con respecto a los capitales extranjeros considerados indispensables para pasar a un
estadio superior de desarrollo industrial. Esta estrategia conservadora de desarrollo, mediante el empleo de capitales
extranjeros particularmente, parece formar parte del esquema defensivo de las élites tradicionales más ilustradas para
mantener el sistema de dominación.
Los obreros y el movimiento sindical
La aparición de los trabajadores manuales asalariados depende del desarrollo de las economías y de su actividad
exportadora. Antes de ser obreros de industria, los trabajadores latinoamericanos son mineros u obreros agrícolas de las
plantaciones. En el sector industrial un proletariado numeroso surge cuando hay transformación de los productos primarios
exportables. A principios de siglo encontramos 3 categorías de trabajadores que van a organizarse. Los asalariados agrícolas
de las plantaciones modernas, los del sector extractivo y, los obreros de las industrias de acondicionamiento de productos
agrícolas. El sector textil industrial y las industrias mecánicas hacen su aparición en los países más avanzados. Esta clase
obrera es reducida a principios de siglo, porque algunas actividades utilizan poca mano de obra. A pesar de su reducido
número, la clase obrera se impuso como actor social con el cual debía contarse. Sus capacidades de organización solidaria
dependen del nivel de concentración de la fuerza de trabajo. Los bastiones del sindicalismo aparecen en las minas y los
ferrocarriles, y luego en la gran industria. Las ideologías obreras y las prácticas de organización llegadas de Europa ofrecen a
las clases obreras en formación los instrumentos de una toma de conciencia colectiva y de una solidaridad nuevas para las
clases populares en América Latina.
Las jornadas de trabajo de 12 y 14 horas o más son la norma. El trabajo de mujeres y niños es buscado por ser más
barato. El estado sanitario de esa población es lamentable, por las condiciones de trabajo y la mala alimentación. Antes del
auge del sindicalismo, los salarios son reducidos, más por deducciones (multas, alquiler o reparación de herramientas), el
pago en bonos en vez de en moneda y la obligación de compra en la tienda patronal. También las condiciones de
alojamiento son espantosas, conventillo (Argentina), una sola pieza donde se amontona toda la familia. Los grupos
dirigentes consideran que la lucha de clases no tiene lugar en el Nuevo Mundo, los asalariados deben estar agradecidos con
su patrón que les da trabajo. En 1904, el gobierno argentino promulga una ley "de residencia", abolida en 1958, que
permite deportar a cualquier extranjero subversivo.
Las grandes concentraciones de trabajadores a menudo están aisladas, favorable para la organización sindical, pero,
lejos de los centros de poder limita la influencia nacional de las organizaciones. La historia del sindicalismo obrero comienza
antes de 1900. Presenta fases particulares, pero paralelas de un país a otro. Son las mutualidades organizadas por oficio las
que constituyen la primera forma de organización obrera. Estas aseguran ayuda en caso de enfermedad, se hacen cargo de
la defensa jurídica de los afiliados, las jubilaciones, el financiamiento de los funerales. Tiene también actividades culturales y
deportivas. Las primeras organizaciones de defensa obrera son sociedades de resistencia, se caracterizan por su inspiración
anarco-sindicalista. La voluntad de "resistir" a la descalificación del trabajo y la esperanza de establecer una asociación libre
de productores. La primera federación importante en el país, la FAO (Federación Argentina de Obreros), es dominada por
los anarquistas, a tal grado que los socialistas se retiran en 1902. De las sociedades primitivas de resistencia hemos pasado a
organizaciones reivindicativas independientes resultado de un sindicalismo de minoría militante, inspirado por ideologías de
transformación social.
El anarquismo es la primera de ellas. En América Latina se refleja la oposición entre los "sindicalistas revolucionarios"
que ven en el sindicato un órgano de lucha y la prefiguración de la sociedad futura, y los "comunistas o socialistas
libertarios" que consideran que el sindicato es un instrumento para realizar la revolución, que trasciende las clases y las
suprime. Los europeos desempeñaron también un papel importante en la aclimatación del pensamiento socialista. El
Partido Socialista Argentino, fundado en 1896, conducido por Juan B. Justo, traductor de Marx. Los socialistas argentinos,
así como los uruguayos, son partidarios de reformas sociales y desean conquistar una representación parlamentaria para la
defensa política de los intereses de los trabajadores. Si bien la revolución bolchevique provoca en América Latina el temor
del "peligro rojo", los partidos comunistas parecen haber tenido dificultades para surgir, arraigarse y organizar el
movimiento sindical. Ello explica el carácter tardío de la aparición de sus partidos.
Es a partir de 1930 cuando se instauran procesos de estatización del movimiento obrero. Su origen se remonta a la
voluntad de gobiernos fuertes de controlar a la clase obrera en un periodo de crecimiento económico rápido y de tensiones
sociales agudas, legitimarse así. El paso del sindicalismo combativo y de oposición a un sindicalismo de participación es más
fácil cuanto la clase obrera crece los nuevos proletarios, provenientes del campo, sin tradición de lucha, aún no han sido
"contaminados" por las ideologías "avanzadas" y no tienen conciencia anticapitalista. Para ellos la condición de obrero
representa un ascenso social gracias al empleo asalariado y las ventajas del modo de vida urbano. El control del movimiento
obrero por el poder significa que los dirigentes sindicales tienen acceso a los responsables del gobierno. El Estado es quien
reconoce el derecho a la existencia de una organización otorgándole o no la personalidad jurídica. El Ministerio del Trabajo
se encarga de controlar los principales motores de la vida sindical: estatutos, elecciones internas, utilización de los recursos
financieros.
Problemas agrícolas
Con algunas excepciones, los países son o han sido países agrícolas extravertidos. Su futuro económico y su estabilidad
social dependen del sector agrario. Las llaves del desarrollo en América Latina se hallan en el campo. La insuficiencia de la
productividad es el principal problema de la agricultura latinoamericana. Impide obtener excedentes suficientes para
importar bienes de equipo o industrias y poner en funcionamiento la economía. Provoca déficit en bienes alimentarios y
acarrea un incremento de las importaciones. Esta escasa productividad afecta a todos los países incluyendo los países
agroexportadores que han tenido una fase de modernización agraria como Argentina y Uruguay. Consecuencia, la situación
alimentaria del continente se ha deteriorado a pesar de los recursos agrícolas y de un crecimiento sostenido de la
agricultura.
Podemos atribuir esta crisis a varios factores, independientes del acelerado crecimiento demográfico que ha afectado a
la casi totalidad del continente. La parcelación de las propiedades en tierras de tamaño insuficiente, la gran propiedad
donde las inversiones son escasas, y hasta la combinación de las dos. A pesar de los recientes progresos en el uso de
fertilizantes y pesticidas, y la utilización de semillas seleccionadas, el incremento de la producción agrícola latinoamericana
es insuficiente para responder a las necesidades de la población. El desarrollo está ligado a la exportación, pero la lógica del
crecimiento no coincide con los intereses de la mayoría de la población. Las tensiones sociales en el campo son una
situación permanente en las zonas de campesinado denso en América Latina. El movimiento campesino nace con la toma de
conciencia de una injusticia que se transforma en organización. La pasividad tradicional cede a los levantamientos, o a la
reivindicación revolucionaria.
Cuestión urbana y marginalidad
La hiperurbanización y la metropolización son 2 características de las sociedades latinoamericanas contemporáneas.
Los rasgos principales del fenómeno urbano en ese continente:
1. La población urbana es superior al nivel alcanzado por la productividad agrícola y no agrícola.
2. La rapidez del crecimiento urbano es resultado de factores de expulsión económica de la zona rural más que de la
atracción de las ciudades; la atracción de la ciudad es más de naturaleza social que económica.
3. La urbanización es un fenómeno independiente de la industrialización.
4. La población urbana tiende a concentrarse en las ciudades más grandes, sobre todo en las capitales que crecen más
rápido que las otras ciudades.
El aumento de los complejos urbanos y la hipertrofia de las capitales no son exclusivos de América Latina. Sin embargo,
alcanzan proporciones espectaculares. Son consecuencia del crecimiento explosivo de la población. Las migraciones
internas y en el éxodo rural explica la expansión de las ciudades. Las consecuencias económicas y políticas de esta realidad
social son numerosas. El desplazamiento de la población hacia las ciudades más importantes, el reagrupamiento de los
habitantes más desfavorecidos. Los cinturones de miseria de las ciudades latinoamericanas, "villas miserias" de las periferias
de Buenos Aires, "cantegriles" de Montevideo, "barriadas" de Lima, proliferan en la periferia urbana. A veces hay
asentamientos espontáneos que penetran los barrios elegantes, como en Caracas o Lima. Ese fenómeno de asentamiento
irregular es masivo y creciente a pesar de las decisiones de los poderes públicos. Si bien es resultado de las técnicas de
autoconstrucción, no siempre utiliza materiales heterodoxos de recuperación, a veces es construido con materiales sólidos,
pero desprovisto de las infraestructuras elementales. A veces aglomeraciones con instalaciones precarias se establecen en
fraccionamientos adquiridos regularmente y con ayuda del Estado. El fenómeno del asentamiento precario es relativamente
reciente, pero adquirió una amplitud a partir de los 60. En la mayoría de los países, la multiplicación del asentamiento
irregular prosigue o se acelera mientras que el flujo migratorio ha disminuido. Los habitantes de los barrios miserables
provienen muy a menudo de la ciudad.
Si bien la marginalidad es un mito, el desempleo es una de las principales características de los habitantes de los barrios
miserables. El habitante tipo es un obrero de la construcción o de la industria sin calificación, que trabaja de manera
intermitente, cuya mujer es trabajadora doméstica o vendedora ambulante. La industria y los servicios productivos se hallan
incapaces de ofrecer un empleo a todos los nuevos residentes. Las "invasiones" de terrenos propios para la construcción
crean nuevos espacios de hábitat popular. Esos ocupantes ilegales se esfuerzan por que se les reconozcan sus derechos de
ocupación y por impedir a los propietarios o a los promotores inmobiliarios efectuar las operaciones de urbanización
previstas en el espacio conquistado. Los poderes públicos intentan desalojar a los invasores si no son muy numerosos, si no
es demasiado tarde y si puede realizarse discretamente.
La construcción de viviendas de interés social, solución al problema del asentamiento irregular, se revela imposible o
ilusoria. Se dirige a una fracción ínfima, además, es demasiado cara para trabajadores de ingresos escasos e irregulares. Los
habitantes de los barrios se organizan para crear condiciones de vida. El fracaso de las políticas de vivienda social, la
amplitud del fenómeno de barrio-miserabilización y la práctica colectiva de los habitantes han provocado por parte de los
poderes públicos y luego de algunos organismos internacionales de ayuda al desarrollo, un cambio de enfoque de la
cuestión del asentamiento irregular. Así en varios países los gobiernos u organismos independientes ayudan a los habitantes
de los barrios miserables a mejorar su habitación precaria dándoles, o vendiéndoles materiales de construcción a precios
bajos. Se trata de hacer soportable lo que no se puede suprimir.
Las capitales o las grandes ciudades son a menudo teatro de manifestaciones políticas o sociales que los conflictos
urbanos, la marginalidad, y la indigencia, hacen revueltas. Por la configuración de la sociedad argentina a fines de los 60, el
cordobazo, en mayo de 1969, es primero un levantamiento político-sindical contra la política centralista y anti-popular del
régimen militar de Ongania. Las explosiones populares son más frecuentes. Provocadas por las dificultades de la vida
cotidiana o los problemas colectivos propios de los marginados de las ciudades. Los enfrentamientos por la defensa de los
terrenos ilegalmente ocupados son los más frecuentes, para resistir y hacer reconocer su derecho si no a la vivienda por lo
menos a la ciudad, se organizan, crean asociaciones. El asentamiento marginado está situado en la periferia de las ciudades,
lejos de los lugares de trabajo. Los transportes colectivos de las grandes metrópolis latinoamericanas son incómodos e
insuficientes, también peligrosos. Al lado del drama de la vivienda está el drama de los transportes. En la mayoría de las
metrópolis de América Latina, los transportes colectivos de los trabajadores están lejos de corresponder a las necesidades.
Unidad 3: La situación económica y política en américa latina después de la segunda guerra mundial
Después de la 2GM, América Latina experimentó cambios significativos en su situación económica y política. En lo
económicos se caracterizó por un aumento de la industrialización y el desarrollo económico, especialmente en países como
Brasil, Argentina y México. Esto se debe en parte a la demanda de materias primas por parte de los países industrializados
que se estaban reconstruyendo después de la guerra. La implementación del modelo ISI, en el cual se buscaba desarrollar la
industria local para reducir la dependencia de importaciones extranjeras, estrategia clave en muchos países de la región. Sin
embargo, a pesar del crecimiento económico, la desigualdad social y la pobreza siguió siendo problemas importantes en la
región.
Políticos: La Guerra Fría y la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la influencia global tuvieron un impacto
en la política de América Latina. Los Estados Unidos se cerraron en el principal aliado político y económico de muchos países
de la región, mientras que la Unión Soviética buscó establecer alianzas con gobiernos socialistas en algunos países, como
Cuba. La región también experimentó una serie de golpes de Estado y dictaduras militares durante este período,
particularmente en la década de 1970. Estos sistemas autoritarios a menudo violaron los derechos humanos y reprimieron
violentamente a la oposición política ya la sociedad civil. En general, el período posterior a la 2GM en América Latina fue
una época de importantes cambios, pero también estuvo marcado por la desigualdad social y la violación de los derechos
humanos
Revolución cubana
Durante el período de la república neocolonial (1902-1958) se consolida en Cuba el desarrollo del capitalismo agrario
dependiente y el del monocultivo azucarero. Los sectores clave de la economía continuaron bajo el control norteamericano:
los centrales, los latifundios cañeros, el ferrocarril, los bancos, las refinerías, los servicios telefónicos y de electricidad.
Además, las empresas norteamericanas dominaban el comercio local, poseían las grandes tiendas y playas privadas en la
isla. Los intereses de la burguesía cubana se desarrollaron ligados a las inversiones imperiales, fundamentalmente la
exportación del azúcar, aunque un sector se orientó a la producción de café, tabaco o ganadería. En 1934, la administración
reformista del presidente Roosevelt permitió a Cuba cierto margen de decisión política como para eliminar la Enmienda
Platt. Sin embargo, Estados Unidos continuó ejerciendo su dominio a través del sistema de cuotas comerciales. También
persistió un mercado de trabajo caracterizado por el alto nivel de desempleo.
La dictadura de Gerardo Machado (1925-1933) no dio respuesta al descontento social y reprimió al movimiento de la
Reforma Universitaria, mediante el cierre de la Universidad de La Habana y de la deportación de algunos dirigentes
estudiantiles como Julio A. Mella, uno de los fundadores de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), exiliado en México.
El ámbito de la Universidad se había transformado en un centro de discusión y de agitación política, terreno fértil para ideas
reformistas y el nacionalismo cubano. En 1933 Machado fue desplazado por la Revolución de los Sargentos. A partir de este
golpe el ejército comenzó a designar y actuar de garante de los sucesivos gobiernos. Primero asumió Ramón Grau San
Martín, le siguió el primer gobierno de Batista (1940-1944); luego Grau San Martín (1944-1948) y Carlos Prío Socarrás (1948-
1952). En 1952, anticipándose a las elecciones que daban por ganador al Partido Ortodoxo, el general Fulgencio Batista dio
un nuevo golpe de Estado e instauró su segundo régimen (1952-1958).
El movimiento estudiantil repudió el golpe; la resistencia se concentró en las clases medias de las grandes ciudades (La
Habana y Santiago de Cuba), a la que se sumó un amplio sector rural descontento, reclamando el fin del régimen. Un
movimiento revolucionario comenzó el 26 de julio de 1953 cuando un grupo de jóvenes intentó asaltar el cuartel de
Moncada en Santiago de Cuba, pero fracasó y muchos fueron encarcelados. Entre sus participantes se encontraba Fidel
Castro, abogado, candidato a diputado por el Partido Ortodoxo en las elecciones suspendidas. Posteriormente fueron
liberados y se exiliaron en México. Allí engrosaron la comunidad de refugiados políticos de distintos países. También había
arribado el joven médico argentino Ernesto Che Guevara y la peruana Hilda Gadea, deportada de Guatemala (luego su
primera esposa).
Desde el exilio comenzaron a preparar el regreso y planifica una invasión. Adquirieron un pequeño yate de paseo y la
expedición desembarcó en Cuba en diciembre de 1956. Detectados por la aviación, fueron atacados y de los 82 que
partieron sobrevivieron 12 que se internaron en la Sierra Maestra buscando apoyo campesino. Todas las radios y la prensa
cubana anunciaron la muerte de los expedicionarios que desembarcaron para luchar contra la dictadura. Los estudiantes
habían creado el Directorio Revolucionario, liderada por José Antonio Echeverría, que intentó tomar el Palacio Nacional y
organizó un atentado contra Batista. Los contactos entre la sierra y la resistencia urbana se realizaban a través de los
dirigentes del Movimiento 26 de julio, que prepararon la primera entrevista a Fidel Castro y ofrecieron la exclusividad al
New York Times. El propósito era sortear la censura de la prensa cubana y obtener repercusión internacional.
Durante 2 años los rebeldes enfrentaron al ejército de Batista. El régimen de Batista intentó una salida convocando a
elecciones, pero fueron boicoteadas por el pueblo. En 1958 se unieron las fuerzas del Movimiento 26 de Julio, el Directorio
Revolucionario y los "viejos comunistas" del Partido Socialista Popular. En enero de 1959 los revolucionarios entraron
triunfantes en La Habana, Manuel Urrutia asumió la presidencia provisional. No todos los sectores estuvieron dispuestos a
acompañar un amplio programa de reformas sociales. La burguesía cubana y la pequeña burguesía acomodada desertaron
después de intentar restringir la revolución a un cambio de régimen político. Estos conflictos llevaron a la renuncia de
Urrutia. En febrero de 1959 Fidel Castro asumió como Primer Ministro y, en julio, Osvaldo Dorticos ocupó la presidencia
hasta 1976. En 1959 el gobierno cubano dispuso una ley de reforma agraria para erradicar el latifundio que afectó a las
propiedades cubanas y extranjeras. Con la entrega gratuita de tierras y sus títulos de propiedad, desaparecieron la aparcería
y el arrendamiento, responsables de la miseria campesina. Estos cambios afectaron a las empresas norteamericanas en la
isla. Las transformaciones productivas fueron dirigidas por el Instituto Nacional de la Reforma Agraria (el INRA), presidido
por Castro, que también comenzó la construcción de viviendas, escuelas y carreteras.
En América Latina solo había 2 antecedentes de reformas agrarias: el agrarismo mexicano (de Zapata y Lázaro
Cárdenas) y la reforma de 1953 en Bolivia. En ambos se establecieron límites a la extensión de la propiedad (los latifundios),
se distribuyeron tierras a pequeños productores y se restituyeron tierras despojadas a las comunidades. Allí las reformas no
resolvieron el problema agrario ni liberaron al campesino de la pobreza. El caso cubano se distinguió por la existencia de un
verdadero proletariado rural por el temprano desarrollo del capitalismo agrario ligado a los centrales azucareros. Mediante
la primera ley de reforma agraria sólo se limitaron las grandes propiedades. A partir de 1963 se estableció la hegemonía del
sector estatal con la nacionalización del sector azucarero, las granjas agrícolas y la colectivización. El desarrollo agrario
quedó sujeto a la planificación del estado; el área agrícola se duplicó, y se crearon planes regionales que contemplaban las
condiciones específicas de cada zona impulsando la diversificación de los cultivos, aunque el azúcar siguió siendo el eje de la
economía exportadora y la principal fuente de divisas para el estado. Otras medidas fueron la reducción de los alquileres, la
suspensión de los desalojos y la ley de reforma urbana. Se establecieron rebajas en las tarifas telefónicas y eléctricas y
comenzó una campaña nacional de alfabetización.
Guevara ocupó 2 cargos clave en el gobierno, el Ministerio de Industrias para administrar al sector de empresas
nacionalizadas, y la presidencia del Banco Nacional de Cuba. Desde estas funciones dispuso la nacionalización del sistema
bancario y su preocupación fue la transformación de la economía, que dependía del sector azucarero. El gobierno
revolucionario pretendía diversificar la producción y sustituir las importaciones, ya que la mayoría de los artículos
manufacturados y los insumos eran de origen norteamericano y habían gozado de aranceles preferenciales. Denunció el
sistema de concesiones a las compañías extranjeras. Se encargó de las relaciones económicas internacionales: viajó a
Checoslovaquia, Alemania, China y a la Unión Soviética para obtener ayuda técnica y créditos que permitieran superar los
obstáculos económicos impuestos por Estados Unidos. Realizó acuerdos comerciales con los países socialistas, y estudió el
funcionamiento de sus economías planificadas (URSS, China y Yugoslavia). Intervino en los debates sobre la transición al
socialismo, es decir, construir una economía socialista en un país subdesarrollado.
Las innovaciones constituían un desafío a los Estados Unidos. Desde el triunfo de la revolución comenzaron las
represalias de Washington y las presiones sobre los gobiernos de terceros países para aislar e incomunicar a la isla. El
gobierno de Eisenhower respondió a la reforma reduciendo la cuota azucarera y suspendieron el suministro de petróleo; no
enviaron y luego se negaron a refinar el petróleo crudo importado de la URSS, privando a la isla de combustible. Castro
contestó nacionalizando 26 compañías estadounidenses: las petroleras, electricidad, teléfonos, los modernos centrales
azucareros que controlaban la producción de la isla y luego filiales de 3 bancos que operaban en Cuba. En enero de 1961
Estados Unidos retira a su embajador y cónsul; prohibió a sus ciudadanos viajar a la isla. En 1962, Kennedy impuso
formalmente un bloqueo económico interrumpiendo las relaciones comerciales con el pretexto de proteger a los
ciudadanos norteamericanos con propiedades nacionalizadas en Cuba. Suspender la cuota de importación de azúcar; la
pérdida de este mercado determinó que la venta de la producción azucarera se destinara a los países socialistas de Europa
del Este, a través de las compras soviéticas.
En 1961, durante la administración Kennedy, oficiales de la CIA prepararon un plan de invasión a Cuba. Que preveía
ataques aéreos y un desembarco de exiliados anticastristas entrenados y armados por los Estados Unidos. Aviones sin
matrícula partían de Miami transportando a los mercenarios y contrarrevolucionaros. La intervención comenzó en Bahía de
los Cochinos en abril. Sin embargo, una amplia movilización de las milicias cubanas hizo fracasar la invasión y fueron
derrotadas en Playa Girón. Pero las hostilidades de los Estados Unidos continuaron. En agosto, el gobierno estadounidense,
por temor a que se extendiera el ejemplo, lanza en Punta del Este (Uruguay) un acuerdo de ayuda económica a los países
latinoamericanos. Los países miembros de la OEA aprobaron el plan de Kennedy, Alianza para el Progreso. Sin embargo,
este programa de préstamos e inversiones destinados a los países "en vías de desarrollo" pretendía ser un instrumento para
coordinar reformas moderadas en América y afianzar la hegemonía de Estados Unidos en la región. En la Conferencia, la
delegación cubana encabezada por el Che rechazó la propuesta y denunció las intenciones políticas, ya que se excluía a
Cuba del otorgamiento de créditos y se promovía la ruptura de relaciones comerciales con la isla. El representante cubano
fue luego recibido en Buenos Aires por el presidente Arturo Frondizi; la entrevista desencadenó un "planteo" militar a ese
gobierno argentino.
En enero de 1962, por iniciativa del gobierno norteamericano, Cuba fue suspendida como miembro de la OEA. Estados
Unidos utilizó todos los medios de presión para obtener el apoyo de los gobiernos de América Latina a favor de la iniciativa,
14 países apoyaron la expulsión, Argentina, Brasil, Chile, Bolivia y Ecuador se abstuvieron. Las presiones del Ejército a
Frondizi, determinaron la ruptura de relaciones diplomáticas con la isla. Finalmente, todos los países latinoamericanos,
excepto México, siguieron el ejemplo y aislaron comercialmente a Cuba. Argentina retoma las relaciones en 1973, y ese
mismo año ofreció un acuerdo comercial, otorgando un crédito a Cuba, que rompía el bloqueo latinoamericano impuesto
por los Estados Unidos. La revolución cubana tuvo que superar su aislamiento económico, crear sus propios medios para
contrarrestar las noticias y críticas que difundían los medios masivos de comunicación norteamericanos.
En octubre de 1962, Kennedy denunció en un discurso por televisión, la presencia de bases de misiles soviéticos en
Cuba, detectados por aviones espías. Exigió al jefe del gobierno de la Unión Soviética la retirada inmediata de los misiles, y
estableció un bloqueo marítimo contra Cuba. Sin embargo, los barcos soviéticos recibieron instrucciones de ignorar el
bloqueo y no desviar su ruta. Esto activó las tensiones de la Guerra Fría. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
pidió la apertura de negociaciones, el mundo se encontraba al borde de una guerra nuclear. El conflicto terminó con el
desmantelamiento de las rampas de lanzamiento misilístico por la Unión Soviética a cambio de la promesa norteamericana
de retirar sus armas estratégicas de Turquía y el compromiso de no invadir la isla. Castro consideró que el acuerdo no
garantizaba la seguridad de Cuba, porque continuaba el bloqueo económico, el apoyo norteamericano a las actividades
anticastristas, las violaciones del espacio aéreo y la ocupación de Guantánamo, base militar estadounidense en territorio
cubano.
Cuba inició una etapa de "desconexión" del sistema capitalista mundial al relacionarse con los países de Europa del
Este. Fueron influidos por los modelos administrativos del socialismo soviético: la planificación estatal y las cooperativas
agrícolas. Durante 3 décadas Cuba desarrolló vínculos con la Unión Soviética, profundizados en 1972 cuando decidió
ingresar al CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica); abandonó su estrategia inicial de autosuficiencia alimentaria y se
sujetó a la "división internacional socialista del trabajo", al especializarse en la producción de azúcar, níquel y cítricos. Esta
relación económica y su dependencia del comercio no significaron un alineamiento militar, ni una subordinación política. El
nuevo estado cubano se planteó una política exterior de compromiso con la lucha de los pueblos de África y Asia, en su
proceso de descolonización. En el contexto de la Guerra Fría, cuestiona los lineamientos internacionales de la Unión
Soviética: la "coexistencia pacífica", su estrategia en el Tercer Mundo hacia los frentes populares opuesta a la vía armada, y
su creencia en que el capitalismo sería "enterrado" por la superioridad económica del socialismo. Fue uno de los
fundadores, en 1961, del Movimiento de Países No Alineados. En 1965, después de renunciar a sus puestos en Cuba,
Guevara decidió participar personalmente en la lucha internacionalista brindando su apoyo a los movimientos de liberación
africanos.
A partir de la caída de los "socialismos reales" en Europa del Este, comenzó en Cuba el "período especial". En 1991 las
exportaciones cubanas a la Unión Soviética se redujeron, el precio del azúcar comenzó a regirse por el mercado mundial y
las importaciones disminuyeron. Esto paralizó la industria, por falta de insumos, materias primas y la escasez de
combustible que afectó también al transporte. Tuvo que comenzar a diversificar sus relaciones comerciales, impulsar el
crecimiento del turismo como fuente alternativa de divisas, la industria médico-farmacéutica, comenzó a exportar
medicamentos. El gobierno de Washington celebró el colapso de la Unión Soviética, intensificó su ofensiva neoliberal y con
propaganda descrédito las experiencias socialistas. Continuó su negativa a reanudar las relaciones con Cuba, y propuso
reforzar el embargo económico contra ella. La cuestión del bloqueo fortalece a nivel internacional la posición del líder
cubano y su defensa de la soberanía de Cuba. Actualmente, Cuba ha reanudado sus relaciones diplomáticas con casi todos
los países latinoamericanos. En 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que condena el
bloqueo a la isla y exhorta a ponerle fin.
Los regímenes cívicos militares en la década de 1960 y 1970
Durante los 60 y 70, varios países experimentaron mecanismos cívico-militares, en los que los militares tomaron el
poder en alianza con sectores civiles de la sociedad. Estos sistemas se caracterizaron por ser autoritarios, represivos y
violentos, y en muchos casos llevaron graves violaciones de los derechos humanos. Entre los países se encuentran
Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay, entre otros. En general, estos sistemas surgieron en un contexto de
inestabilidad política, crisis económica y conflicto social, y fueron justificados por los militares como una respuesta necesaria
para restaurar el orden y la estabilidad. Durante estos regímenes, se producen numerosas violaciones de los derechos
humanos, como detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Muchas fueron
perpetradas por otras fuerzas de seguridad y grupos paramilitares, y dirigidas principalmente contra opositores políticos,
sindicalistas, estudiantes, intelectuales y personas consideradas "subversivas". En muchos casos estuvieron respaldados por
Estados Unidos, que vieron en ellos un aliado en la lucha contra el comunismo y la expansión de la influencia soviética,
recibiendo apoyo financiero, político y militar, lo que contribuyó a prolongar su duración y su impacto en la sociedad. Con el
tiempo, la mayoría de los países que vivieron bajo estos mecanismos lograron restaurar la democracia, aunque en algunos
el proceso fue largo. Los legados de estos mecanismos siguen presentes en la memoria colectiva, y muchas de las
violaciones aún no han sido completamente esclarecidas o juzgadas.
Las políticas económicas neoliberales y la nueva división internacional del trabajo
La crítica liberal de la sustitución de importaciones, según ella, las industrias destinadas al mercado interior
desarrolladas en el marco de un proteccionismo dieron origen a producciones costosas e ineficaces, incapaces de enfrentar
la competencia internacional. Son, además de un factor de debilidad del sector externo, una causa de inflación. La
racionalización del aparato productivo dependerá de la canalización de recursos hacia los sectores que presenten ventajas
comparativas y sean competitivos en los mercados exteriores. Se proyecta liberar las importaciones de productos
manufacturados para que la competencia elimine a los productores menos aptos. Estas políticas tuvieron versiones más
extremas en las dictaduras militares que pretendían reducir la política para liberar mejor la economía: Chile, Uruguay,
Argentina. En esos países, regímenes autoritarios intentaron poner en marcha políticas dogmáticamente liberales.
El impacto de la guerra fría
La Guerra Fría tuvo un gran impacto. Durante este período, la región se convirtió en un campo de batalla ideológico y
político entre las 2 superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. Uno de los efectos más importantes fue la
polarización política y social, que en muchos casos llevó a conflictos armados internos. En los 60, los movimientos
guerrilleros surgieron en varios países, a menudo inspirados por la revolución cubana y apoyados por la Unión Soviética y
otros países socialistas. Estos movimientos buscaron derrocar a los gobiernos de derecha y establecer regímenes socialistas.
Por otro lado, Estados Unidos también intervino en la política de la región, apoyando a los gobiernos de derecha y
oponiéndose a los movimientos sociales y políticos de izquierda. En algunos casos, esto llevó a la instauración de
organismos autoritarios y dictaduras militares. Además, se produjo una intensa competencia económica entre Estados
Unidos y la Unión Soviética. Ambos ofrecieron ayuda económica y técnica a los países de la región con el fin de ganar su
apoyo político. Esto llevó a la creación de alianzas regionales como la Alianza para el Progreso, promovida por Estados
Unidos, y el Consejo de Ayuda Mutua Económica, creado por la Unión Soviética.
Surgimiento de los grupos guerrilleros en américa latina
Este estuvo influenciado por una serie de factores históricos, políticos y sociales, como la desigualdad económica y
social, la opresión política y la falta de representación de los sectores marginados. En los 50 y 60, en muchos países, la
mayoría de la población vivía en la pobreza, mientras que una pequeña élite dominaba la riqueza y el poder. Las políticas
económicas neoliberales y la influencia de los Estados Unidos a menudo agravaron la desigualdad y la exclusión social. Estas
condiciones crearon un ambiente propicio para la formación de grupos guerrilleros que buscaban derrocar a los gobiernos
establecidos y cambiar las estructuras sociales y políticas. También se inspiraron en la revolución cubana de 1959, que
demostró que una pequeña fuerza guerrillera podía derrocar a un gobierno establecido.
En algunos casos, como en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, los grupos se formaron en respuesta a la opresión
política y las violaciones de los derechos humanos por parte de regímenes dictatoriales. En otros casos, como en Colombia y
Perú, surgieron como una respuesta a la falta de representación política y la exclusión social. En general, compartían la
creencia de que el cambio social y político sólo podía lograrse a través de la lucha armada y la resistencia violenta contra los
regímenes establecidos. Sin embargo, también enfrentaron críticas y desafíos, incluyendo la violencia y la represión por
parte de los gobiernos y la falta de apoyo popular. En los últimos años, muchos de los grupos se han desmovilizado o han
perdido influencia, aunque algunos todavía operan. Existen diversos grupos:
ELN (Ejército de Liberación Nacional): grupo guerrillero marxista-leninista en Colombia, fundado en 1964 y se dedica a
la lucha armada contra el gobierno colombiano y las empresas extranjeras.
Sendero Luminoso: grupo maoísta que operó en Perú desde 1980 a 1992, responsable de la muerte de miles.
Ejército Zapatista de Liberación Nacional: grupo marxista-leninista que opera en México, fundado en 1983 y se dedica a
la lucha armada contra el gobierno mexicano y la defensa de los derechos indígenas.
Ejército Revolucionario del Pueblo: grupo marxista-leninista que operó en Argentina desde 1970 hasta 1980. Se dedicó
a la lucha armada contra el gobierno argentino y fue responsable de varios secuestros y asesinatos.
Durante las últimas décadas, muchos grupos guerrilleros en América Latina han optado por abandonar la lucha armada
y buscar otras formas de participación política y social. Esta transición ha sido el resultado de una variedad de factores, que
incluyen cambios en el panorama político y social de la región, el agotamiento de las estrategias de lucha armada y la
necesidad de encontrar soluciones pacíficas y duraderas a los conflictos. En algunos casos, han alcanzado acuerdos de paz
con los gobiernos nacionales, que han permitido su participación en la vida política del país. Por ejemplo, en Colombia, las
FARC firmaron un acuerdo de paz con el gobierno en 2016, que puso fin a más de 5 décadas de conflicto armado. Desde
entonces ha formado un partido político y ha participado en las elecciones. En otros casos, han optado por la
desmovilización voluntaria, en respuesta a las presiones internas y externas. En Perú, el grupo guerrillero Sendero Luminoso
se debilitó después de que su líder, Abimael Guzmán, fue capturado en 1992. La mayoría de los miembros del grupo fueron
encarcelados o se entregaron a las autoridades, lo que puso fin a la lucha armada. En general, la conversión de los grupos
guerrilleros ha sido un proceso lento y difícil, que ha requerido de la participación activa de los gobiernos y la sociedad civil.
El fin de la edad de oro y la reforma del estado en américa latina
La "Edad de Oro" se refiere a un período en la historia de América Latina que se caracterizó por un crecimiento
económico sin precedentes y una estabilidad política relativa. Principalmente en la segunda mitad del siglo XX, se basó en la
exportación de materias primas, como petróleo, gas, minerales y productos agrícolas, que generaron grandes ingresos para
los países de la región. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo XX, la dependencia de las exportaciones de materias
primas se convirtió en un obstáculo para el desarrollo sostenible de la región. Las fluctuaciones en los precios de las
materias primas llevaron a una volatilidad económica, y los ingresos de las exportaciones no se tradujeron necesariamente
en un desarrollo social y económico sostenible.
Por lo tanto, muchos países comenzaron a buscar formas de diversificar sus economías y reducir su dependencia de las
exportaciones de materias primas. La reforma del estado se convirtió en un tema clave en la política regional, ya que
muchos gobiernos buscaron modernizar y mejorar la eficiencia del sector público para fomentar la inversión y el
crecimiento económico. La reforma del estado en América Latina tomó diferentes formas, pero generalmente se centró en
la privatización de empresas estatales ineficientes, la reducción de la burocracia gubernamental y la mejora de la
transparencia y la rendición de cuentas en el sector público.
CHILE ¿Socialismo vía democracia?
Los 3 años de presidencia de Allende decidieron que, a pesar del estrecho margen de su victoria electoral, buscarían el
cambio radical, pero por medios legales. La estrategia económica inicial fue similar a la empleada por Perón en 1946 y
Castro en 1959: congelación de precios y subida de salarios. El resultado fue el auge de las compras de los consumidores, lo
que causó una redistribución significativa de la renta. Allende había seguido una estrategia populista para aumentar su
apoyo político. Se dio prioridad a la nacionalización de las compañías dedicadas al cobre. El gobierno de la UP extendió el
control estatal a otros sectores de la economía. Se nacionalizaron el carbón, acero y bancos privados. A medida que
continuaba la transición al socialismo, se nacionalizaron más firmas, a menudo obligado Allende por los trabajadores que
ocupaban las oficinas y se negaban a dejarlas hasta que se anunciaba la expropiación.
Las empresas extranjeras eran el blanco, este ataque contra el capital extranjero estaba destinado a agravar las
tensiones con Estados Unidos. El gobierno chileno no podía esperar contar con las divisas necesarias para indemnizar a los
propietarios. La negativa o imposibilidad a indemnizar dio a la administración de Nixon el pretexto legal para organizar un
«bloqueo invisible» contra Chile. La inversión privada extranjera se detuvo, Allende se enfrentó a una escasez de
financiación externa. En su último año (1972-1973), Europa Occidental y los países del bloque socialista comenzaron a abrir
líneas de crédito para Chile. En 1973, el Instituto de Reforma Agraria había perdido el control de la situación. Los
latifundistas contrataron guardas armados, trataron de defenderse mediante la ley o huyeron del campo.
Como se enfrentaba a una oposición mayoritaria en el Congreso, sus estrategas políticos decidieron impulsar una
enmienda constitucional que crearía una asamblea popular en sustitución de éste. El Congreso rechazó la enmienda en
1972. Planeaban acabar sometiendo la enmienda a plebiscito popular, saltándose la oposición del Congreso, pero el
momento adecuado no llegó. A medida que avanzaba 1972, el gobierno se fue preocupando por el trastorno que sufría la
economía. Cada vez más productos desaparecían de los mercados legales y se abrían paso en los mercados negros. El
sabotaje de productores, latifundistas y comerciantes, que querían que el experimento de la UP fracasase. Y la ineficiencia
de un gobierno sin experiencia que trataba de controlar y gestionar sectores enormes de la economía. El resultado fue que,
a comienzos de 1973, Chile se hallaba preso de una inflación y el gobierno lo observaba impotente.
Allende no tenía el poder que disfrutaba Fidel en Cuba. Chile seguía siendo una democracia pluralista; la oposición
seguía controlando el Congreso y la economía continuaba abierta al chantaje internacional. La extrema izquierda, liderada
por el MIR (Movimiento de la Izquierda Revolucionaria), presionaba para que se emprendiera una acción más radical.
Querían agilizar las nacionalizaciones, endurecer la acción policial contra la oposición y gobernar mediante decreto. Los
moderados dentro de la UP, incluidos los comunistas, exhortaban a la precaución. A mediados de 1972, se convirtieron en
rutina las movilizaciones callejeras masivas, en favor o en contra de Allende. En octubre, una serie de protestas comenzaron
a barrer el país. Casi todos tenían algo que perder si se lograba una sociedad socialista, así que estaban determinados a no
empeorar sin luchar. El gobierno poseía su propio apoyo popular. En 1973 se hallaba en una batalla política febril. Pocos
pensaban que pudiera mantenerse la paz hasta 1976, cuando se elegiría al nuevo presidente. Allende negoció con sus
compañeros dirigentes, pero no querían verse arrastrados a un gobierno que se desmoronaba. Allende pensó que no tenía
otro camino que aumentar la participación militar en su gobierno. Aunque podría proporcionarle estabilidad a corto plazo,
ya que estaban obligadas a obedecer y mantener el orden. A comienzos de septiembre, la conspiración militar para deponer
al gobierno estaba engranada. Supo que el destino del experimento socialista chileno se encontraba en manos de los
militares.
El general Augusto Pinochet dirigió en setiembre de 1973 un golpe de Estado bien coordinado. Esa mañana los
carabineros se retiraron cuando su comandante se unió al golpe. A las 6 de la mañana le dijeron a Allende que la marina
había tomado Valparaíso y decidió desplazarse a La Moneda, el palacio presidencial en el corazón de Santiago. Allende
comenzó a recibir ofertas para marcharse al exilio. Decidió quedarse y luchar, antes del mediodía, los cazas de las fuerzas
aéreas atacaron el palacio con bombas incendiarias. Cuando las tropas del ejército se preparaban para asaltar el palacio,
Allende se suicidó. Los mandos militares esperaban resistencia, pero los seguidores del gobierno tenían pocas armas. La
resistencia fue dispersa, pero la represión fue rápida y brutal. Fue el golpe militar más violento de la historia
latinoamericana del siglo xx y ocurrió en un país que se enorgullecía de sus tradiciones democráticas tan profundamente
arraigadas. La transición al socialismo que la izquierda pensó que era irreversible estaba a punto de ser invertida. Entre
1970 y 1973, el movimiento de Allende de base obrera fue incapaz de formar una coalición duradera con los otros estratos
de la sociedad trabajadora. Esto explica que no lograra conseguir una clara mayoría en las urnas y de ahí su extrema
vulnerabilidad.
El nuevo gobierno militar decidió imponer un régimen burocrático-autoritario. Proclamando que su objetivo era «la
reconstrucción nacional», la junta se propuso destruir el sistema político del país. Se disolvió el Congreso, se suspendió la
Constitución y se declararon ilegales los partidos, se impuso estado de sitio, el toque de queda y límites sobre los medios de
comunicación. Un mes después, los militares tomaron las universidades. En enero de 1974, el general Pinochet anunció que
los militares permanecerían en el poder no menos de 5 años. Mientras los generales consolidaban su poder político, un
grupo de tecnócratas civiles introducían cambios en la política económica. Conocidos como los Chicago boys porque
muchos se habían formado en la Universidad de Chicago, creían en la competencia de mercado. Lo que había restringido el
crecimiento chileno había sido la intervención gubernamental en la economía, que redujo la competencia, aumentó los
salarios y llevó a la inflación. Determinaron reducir el papel del Estado y atajar la inflación.
Su éxito se logró a costa de reducir los salarios reales y los servicios sociales. La meta era abrir Chile a la economía
mundial, reduciendo los aranceles proteccionistas, los subsidios gubernamentales y el tamaño del sector público. La falta de
competencia verdadera determinó precios de venta bajos, lo que benefició a los conglomerados empresariales locales y a
corporaciones multinacionales. También redujeron las barreras para la importación, basándose en que las cuotas y
aranceles protegían industrias ineficientes y mantenían los precios altos de forma artificial, muchas empresas locales
desaparecieron frente a las corporaciones multinacionales. La comunidad empresarial chilena, que había respaldado el
golpe, se vio afectada. Se puso énfasis en la promoción de la exportación y la atracción de préstamos extranjeros, públicos y
privados. Intentaba crear una economía de mercado libre con la asistencia principal de organizaciones internacionales y
otros gobiernos, no de bancos y compañías privados. La quiebra comercial de 1982, por el incumplimiento del pago de su
deuda externa por México y la contracción de la economía mundial por la recesión estadounidense, golpeó a Chile con
mayor fuerza que al resto de América Latina. El producto interior bruto se hundió, mientras que el desempleo aumentó.
Pinochet instaló a un nuevo equipo de tecnócratas conservadores, que emprendieron una reestructuración económica más
radical. Estimularon la inversión, aumentaron las exportaciones, redujeron el desempleo y disminuyeron la deuda externa.
Pero los salarios permanecieron bajos y la privatización de los servicios sociales dejó a muchos chilenos pobres sin lo
esencial.
El régimen de Pinochet nunca vaciló en usar la represión. Sus tácticas brutales se ganaron una condena a medida que
denunciaban las violaciones de los derechos humanos. En septiembre de 1976, un coche-bomba mató en Washington a
Letelier, antiguo embajador de Allende, que se dedicaba a conseguir apoyo para que el gobierno estadounidense retirara su
ayuda al régimen de Pinochet. El vínculo con los servicios secretos chilenos era evidente, pero Chile rechazó el intento de
Cárter de obtener la extradición de los miembros del ejército chileno acusados. La elección de Reagan sirvió para estrechar
las relaciones. Consiguió la autoridad suprema y lo que había sido un régimen militar institucionalizado se convirtió en otro
de carácter personalista. En 1980 aprobó una Constitución que confirmaba el mantenimiento de Pinochet en su cargo hasta
1990.
El Partido Comunista organizó un ala armada que intentó asesinar a Pinochet en 1986. El presidente escapó a duras
penas. El intento dio más fuerza a la demanda de Pinochet de que Chile debía escoger entre él y la izquierda revolucionaria.
Pero en 1988 como reacción a la presión internacional para la liberalización y confiando en una economía en recuperación,
se arriesgó a celebrar otro plebiscito. La oposición se unió para montar una campaña de televisión. Tras un intervalo,
Pinochet aceptó el resultado, sabía que la Constitución aseguraba su continuación como comandante en jefe del ejército
hasta 1998. El paso siguiente fueron las elecciones presidenciales de 1989, ganadas por el dirigente de los demócratas
cristianos Patricio Aylwin en 1990 y se comprometió a restaurar las instituciones democráticas, investigar las violaciones de
los derechos humanos y la mejora de las condiciones de vida de los pobres.
La doctrina de seguridad nacional
La Guerra Fría fue un período de tensión y rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y la Unión Soviética que apareció
desde finales de la década de 1940 hasta principios de 1990. Hacia fines de la década de 1970 todos los países de
Sudamérica se encontraban bajo dictaduras militares. La democracia, como forma política e ideario occidental, parecía
carecer de porvenir en esta región, al mismo tiempo que el modelo de la Revolución Cubana se transformaba en una
opción. Estados Unidos definió una estrategia para evitar cualquier ejemplo de experiencia socialista en Latinoamérica y
apuntó a gobiernos de carácter antiimperialista y nacionalista. La adopción se basó en principios programáticos que la
justificaban, bajo la denominación de Doctrina de la Seguridad Nacional y la contención del comunismo.
Es una teoría política y estratégica que sostenía que el objetivo principal de la política exterior de Estados Unidos debía
ser la protección de la seguridad nacional, es decir, la defensa del territorio y los intereses nacionales de Estados Unidos
contra cualquier amenaza externa. La seguridad nacional debía ser garantizada mediante el mantenimiento de una fuerza
militar poderosa y la implementación de políticas que promovieran la estabilidad y la seguridad en todo el mundo. Para
lograr esto, abogaba por una política de intervención activa en los asuntos internacionales, incluyendo la realización de
operaciones militares y la promoción de regímenes políticos que fueran favorables a los intereses de Estados Unidos.
Desde la década de 1960, Estados Unidos convocó a representantes de todos los ejércitos para reunirse en las
"Conferencias de Ejércitos Americanos" y comenzó a dictar cursos dirigidos a oficiales latinoamericanos. Miles recibieron
instrucción y adoctrinamiento militar en distintas instituciones de Estados Unidos para encuadrarlos ideológicamente en las
nuevas doctrinas. Fue aplicada en diversos países durante los 60 y 70, donde se convirtió en una justificación para el apoyo
de Estados Unidos a regímenes autoritarios y represivos que promovían la estabilidad política y económica en la región. Esta
política de intervención activa y apoyo a regímenes autoritarios ha sido criticada por su impacto negativo en los derechos
humanos y la democracia en la región. Los ejércitos latinoamericanos no sólo recibieron adoctrinamiento, sino que
comenzaron a participar de una alianza militar que funcionaba incluso por encima de los gobiernos constitucionales de cada
país. Por ejemplo, en 1964, el general Juan Carlos Onganía, jefe del Ejército Argentino, concurrió a la conferencia en West
Point y desafió al presidente constitucional Arturo Illia cuando, contra la decisión presidencial, pretendió enviar tropas a
República Dominicana con Estados Unidos. En 1966 Onganía encabezó el golpe militar en que depuso al presidente. La
Doctrina denuncia la infiltración soviética a través de "elementos subversivos" en los países pertenecientes al sistema
democrático occidental. Los ejércitos de cada país debían prepararse para la lucha contra insurgente. Marcó un cambio en
el rol de las fuerzas armadas, su función ya no era velar por la seguridad de las fronteras, sino buscar y tratar de identificar
al enemigo en el propio país.
La Teoría de la Dependencia
Es una corriente de pensamiento económico y político que surgió en América Latina durante los 60 como respuesta a la
dependencia económica y política que los países latinoamericanos experimentaban en relación con los países desarrollados,
principalmente Estados Unidos. La Teoría sostiene que los países latinoamericanos son económicamente dependientes de
los países desarrollados por su situación periférica en la economía mundial. Los países desarrollados imponen su modelo
económico y político a los países periféricos, lo que limita su capacidad de desarrollo y perpetúa su condición de
subordinación. También sostiene que la industrialización y el desarrollo económico de los países periféricos son
obstaculizados por la imposición de políticas económicas que favorecen a los países desarrollados y que las relaciones de
poder económico y político entre los países periféricos y desarrollados perpetúan la explotación y la desigualdad. La Teoría
ha sido criticada por economistas y políticos que argumentan que no tiene en cuenta las diferencias y complejidades entre
los países y que ha sido utilizada para justificar políticas económicas que han llevado a la crisis económica y social en
algunos países. Sin embargo, ha tenido influencia en la reflexión crítica sobre el desarrollo económico y político en América
Latina y ha sido una herramienta en la lucha por la justicia social y la igualdad.
La Teoría de la Liberación
Es una corriente de pensamiento teológico y filosófico que surgió en América Latina durante los 60 y se desarrolló en el
contexto de las luchas por la justicia social y la igualdad en la región. Se basa en la idea de que la teología y la filosofía deben
ser herramientas para la liberación y la emancipación de los pueblos oprimidos y marginados. Según la teoría, la opresión y
la injusticia son una realidad en la vida de los pueblos latinoamericanos por la explotación económica, discriminación social
y racial, y la subordinación política y cultural. Por lo tanto, la teología y la filosofía deben estar comprometidas en la lucha
contra la opresión y la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. La Teoría ha sido aplicada en diversos campos,
incluyendo la teología, filosofía, política, educación y cultura. Ha sido criticada por sectores que argumentan que su enfoque
político y social es demasiado radical y que sus propuestas son utópicas e impracticables. Sin embargo, ha tenido influencia
en la reflexión teológica, filosófica y política en América Latina y ha sido una herramienta en la lucha por la justicia social y la
emancipación de los pueblos oprimidos.
Dictaduras en Centroamérica
Nicaragua fue la de Anastasio Somoza, quien gobernó desde 1937 hasta 1979. Su régimen fue caracterizado por la
corrupción, la represión política y la violación de los derechos humanos. Fue derrocado por la Revolución Sandinista en
1979. En El Salvador fue Maximiliano Hernández Martínez, que gobernó desde 1931 hasta 1944. Su gobierno se caracterizó
por la violencia política y la represión, y su legado incluye la masacre de miles de campesinos en 1932. En Guatemala la de
Carlos Castillo Armas, quien derrocó al presidente democrático Jacobo Árbenz en 1954. El gobierno de Castillo Armas fue
apoyado por Estados Unidos y se caracterizó por la violencia política y la represión contra la oposición. En Honduras, una de
las más destacadas fue la de Tiburcio Carías Andino, quien gobernó desde 1933 hasta 1949. Durante su mandato, hubo una
intensa represión política y violación de los derechos humanos. La mayoría de estas dictaduras estuvieron respaldadas por
intereses políticos y económicos internacionales, en particular de los Estados Unidos.
Regímenes oligárquicos en Colombia y Venezuela
Colombia y Venezuela han tenido regímenes oligárquicos en su historia. En Colombia, la oligarquía se ha caracterizado
por el control político y económico ejercido por un pequeño grupo de familias y empresas poderosas. Durante gran parte
del siglo XX, el Partido Liberal y el Partido Conservador se alternaron en el poder, pero las decisiones importantes siempre
estuvieron en manos de la élite económica. En las últimas décadas, ha habido un intento de democratización y apertura
política, aunque todavía existe una gran desigualdad económica y una concentración del poder en manos de unos pocos.
En Venezuela, la oligarquía ha sido históricamente ligada a la élite terrateniente y empresarial. En la primera mitad del
siglo XX, el país estuvo dominado por la oligarquía política y económica, que controlaba los recursos del petróleo y del café.
En la década de 1990, la llegada al poder de Hugo Chávez supuso un cambio en la distribución del poder y la riqueza,
aunque su régimen también ha sido criticado por su falta de libertades civiles y políticas. Es importante tener en cuenta que
los regímenes oligárquicos son complejos y cambiantes, y que pueden existir diferentes interpretaciones sobre su definición
y alcance.
Unidad 4: Democracia
A partir de 1979, año del triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, las dictaduras latinoamericanas comenzaron
a ceder a gobiernos que constituyeron transiciones hacia la democracia, o tibias democracias en las que había una buena
proporción de ciudadanos ansiosos por participar y otra temerosa de hacerlo. La mayoría de los pueblos latinoamericanos
lograron reducir la intervención de los militares en sus gobiernos durante las 2 últimas décadas del siglo XX. La situación en
que se reiniciaron las democracias o las transiciones era difícil. Algunas explicaciones de las transiciones a las democracias
son las siguientes:
 La porción de ciudadanía de cada país que en un comienzo había apoyado el golpe de Estado, tomó conciencia de
que la dictadura no era una solución para los problemas económicos de la Nación, sino que, por el contrario, la situación
había empeorado.
 Los sectores de la población que querían modificar la situación mediante la participación, sabían que sólo podían
hacerlo si la forma de gobierno era la democracia.
 Los ciudadanos que habían sufrido la dictadura en silencio, opositores, mediante la lucha o en el exilio participaron
activamente para recuperar la democracia.
 Los organismos de derechos humanos que denunciaron los delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura
vieron en reconocida su actuación en el exterior y constituyeron un movimiento a través del cual desplegaron una intensa
actividad en la transición a la democracia de sus países.
 Los partidos políticos que habían apoyado pasiva o más o menos activamente el golpe militar, vieron que el horror
que generó la dictadura iba más allá de sus deseos de dominar la situación previa y optaron por presionar para que se
reorganizara el sistema de partidos.
 Las naciones acreedoras que antes habían ganado otorgando créditos, ahora necesitaban cobrarlos, para lo cual se
requerirían políticas de ajuste sobre la población, y las dictaduras estaban desprestigiadas como implementarlas. Aduciendo
razones humanitarias, el respeto a la ley y a los derechos humanos, los organismos acreedores y sus países de origen
apoyaron el retorno de las democracias.
Cada país tuvo su propio proceso. Aquellos como Chile, donde el gobierno militar tuvo un lapso de mayor aceptación,
las fuerzas armadas pudieron seguir controlando la situación. En cambio, en Argentina, en el cual las presidencias militares
tuvieron un fracaso como gobernantes y en cumplimiento de su propio rol profesional (en la Guerra de Malvinas), las
cúpulas fueron juzgadas y, perdieron su protagonismo durante las presidencias de Menem. Muchos consideran a los
gobiernos posteriores a las dictaduras militares como "transiciones", no como "democracias". Si se compara a los gobiernos
emergentes tras las dictaduras con los sistemas europeos, están lejos de ser considerados "democráticos". Es el sistema de
gobierno en el que la mayoría tiene el poder para imponer su voluntad por sobre la minoría, con respeto o tolerancia ante
las diferentes ideas, y tiene que incluir la libertad en la relación política.
Un aspecto cuando se habla de "transición" democrática es el desarrollo de la ciudadanía: en los países donde los
ciudadanos no pudieron participar en la política ni controlar al poder político, sólo algunos ciudadanos ejercitan sus
derechos. Por esto, no siempre se cumplen algunas de las reglas de la democracia formal intromisión del Poder Ejecutivo
sobre los otros poderes, de restricción a la libertad de opinión a través de presiones económicas, igualdad ante la ley, falta
de control por parte de la ciudadanía sobre los actos de gobierno, impunidad ante hechos de corrupción, etc. En la mayoría
de los países tampoco se cumplen las reglas de la democracia "sustancial": igualdad de oportunidades, ante la ley, conseguir
empleos, estudiar en las universidades; derecho al trabajo; viviendas dignas; educación, salud y justicia garantizadas por el
gobierno; control del gobierno por parte de la ciudadanía en cuanto a decidir qué se hace con el presupuesto nacional, etc.
Pese a todas estas carencias, podemos afirmar que la democracia es un modelo a alcanzar. Durante este período se han
reformado muchas de las Constituciones para permitir mayor intervención popular, mediante la introducción de
instituciones de democracia semi directa como el referéndum, la revocatoria de mandato, la iniciativa y la consulta popular,
derechos del consumidor y otros.
Los únicos 4 países que no sufrieron dictaduras por un período prolongado fueron México, Costa Rica, Colombia y
Venezuela. Sin embargo, no podemos caracterizarlos como "democráticos". En México la violencia institucional incluyó el
asesinato de candidatos políticos y corrupción. Los gobiernos que sucedieron a las dictaduras trataron de enfriar el
entusiasmo participativo de la ciudadanía. Esta disminución de la participación no es casual, sino ayudado por las dirigencias
conservadoras y el nuevo orden mundial que impone la economía de mercado. El principio en que se basan es el de la
"gobernabilidad" de las democracias: un país es más fácil de gobernar si la gente participa menos, ya que al participar la
gente controla y exige, y en situación de crisis económica los reclamos son muchos. Los gobiernos, frente a las demandas,
afirmaban que la estabilidad del país estaba en peligro, reprimían o hacen oídos sordos.
Las renacientes democracias latinoamericanas se convertían en democracias de baja intensidad. Los sectores
dominantes de cada país acordaban con la Doctrina de la Democracia Controlada, diseñada por la administración del
presidente Carter a fines de 1970 para ser aplicada en política exterior. Difundía la creencia de que cuanto más democrático
es un sistema, más probable es que sea perjudicado por "amenazas intrínsecas". Para Estados Unidos la importancia de
controlar la participación política estaba fundamentada en que las prácticas "excesivamente" democráticas podrían facilitar
el acceso al poder de grupos opuestos a los intereses de la política exterior norteamericana y a sus intereses en el
extranjero. Estas democracias de baja intensidad ponen en peligro de "muerte lenta" a la democracia, que según Guillermo
O'Donnell: es un proceso largo en el que se produce una creciente corrosión, frente a la que nadie hace nada porque no hay
episodios espectaculares. Pero hay síntomas: una distancia entre los actores políticos y la ciudadanía, que responde con
cinismo, porque siente que lo que pasa en la política nada tiene que ver.
Las transiciones a la democracia en el cono sur
Las transiciones fueron un proceso complejo que se llevó a cabo durante los 80 y 90, después de décadas de regímenes
militares autoritarios. En 1970, la mayoría de los países del Cono Sur experimentaron golpes de Estado militares que
derrocaron a los gobiernos democráticos. Estos impusieron un gobierno autoritario y represivo que violaba los derechos
humanos y limitaba la participación política. Sin embargo, a partir de 1980, se produjo una ola de democratización y la
mayoría de los países del Cono Sur restauraron los gobiernos democráticos. La transición a la democracia fue un proceso
gradual y complejo que implicó negociaciones y acuerdos entre las fuerzas políticas y sociales.
En Argentina, después de la Guerra de las Malvinas en 1982, el gobierno militar de la junta se vio debilitado, y en 1983
se celebraron elecciones presidenciales libres. El candidato de la oposición, Raúl Alfonsín, ganó las elecciones y se convirtió
en el primer presidente democrático en 7 años. En Chile, la transición a la democracia fue un proceso más largo y difícil. En
1980, el gobierno militar impuso una nueva Constitución que estableció un sistema político autoritario. Sin embargo, a
mediados de los 80, la oposición política y social organizó protestas y manifestaciones pacíficas que exigían la restauración
de la democracia. En 1988, se celebró un referéndum en el que los chilenos votaron por la opción de "No" a la prolongación
del régimen militar, lo que llevó a elecciones presidenciales democráticas en 1989. En Uruguay, después de años de
represión y violencia política, se llevó a cabo una transición pacífica a la democracia en 1984. Los militares se retiraron de la
política, y los partidos políticos y sindicatos comenzaron a negociar una nueva Constitución. En Brasil, después de más de 2
décadas de gobierno militar, la transición a la democracia comenzó en 1980 con un movimiento social y político que exigía
elecciones libres. En 1985, el presidente militar João Figueiredo permitió elecciones presidenciales indirectas, y en 1989 se
celebraron elecciones presidenciales directas.
Las transiciones democráticas en américa latina a partir de 1930
Las transiciones democráticas en América Latina a partir de 1930 estuvieron marcadas por una serie de eventos
políticos y sociales que transformaron la región.
1930: Golpe de Estado en Brasil. El presidente Getúlio Vargas asume el poder y gobierna hasta 1945, cuando es
depuesto por otro golpe militar. 1964: El presidente João Goulart es depuesto por un golpe militar que establece una
dictadura hasta 1985.
1946: Elecciones en Argentina. Juan Domingo Perón es elegido presidente y gobierna hasta 1955, cuando es derrocado
por un golpe militar.
1954: Golpe de Estado en Guatemala. El presidente Jacobo Árbenz es depuesto por una coalición liderada por Estados
Unidos, que acusa al gobierno de ser comunista.
1960: Revolución Cubana. Fidel Castro lidera un movimiento que derroca al presidente Fulgencio Batista y establece un
gobierno comunista en la isla.
1982: Transición democrática en Argentina. Después de 7 años de dictadura militar, el país celebra elecciones y elige a
Raúl Alfonsín como presidente.
1985: Transición democrática en Brasil. Después de 21 años de dictadura militar, el país celebra elecciones y elige a
Tancredo Neves como presidente, quien fallece antes de asumir. Su sucesor, José Sarney, lidera el proceso de transición
democrática.
Las transiciones democráticas en América Latina a partir de 1930 estuvieron marcadas por una serie de golpes de
Estado, dictaduras militares y movimientos populares que lucharon por establecer gobiernos democráticos y justos en la
región. Aunque estos procesos no fueron siempre pacíficos ni rápidos, lograron establecer un marco institucional que
permitió la consolidación de la democracia en la región.
El endeudamiento externo, desempleo y pobreza en américa latina a partir de 1930
En América Latina, el período posterior a 1930 estuvo marcado por desafíos económicos y sociales que incluyeron el
endeudamiento externo, el desempleo y la pobreza. Los países latinoamericanos recurrieron al endeudamiento externo
para financiar sus proyectos de desarrollo, pero esto a menudo resultó en una creciente deuda y en la dependencia de los
prestamistas internacionales. Los altos intereses de las deudas hicieron que los países latinoamericanos tuvieran que
destinar gran parte de sus ingresos a pagar las deudas, lo que a su vez redujo la inversión en el desarrollo interno.
El desempleo también fue un problema importante. La industrialización tardía y el crecimiento insuficiente del sector
manufacturero generaron altos niveles de desempleo. Las políticas económicas y fiscales poco efectivas y la falta de
inversión en infraestructura también contribuyeron al problema del desempleo. La pobreza fue otro problema. La
distribución desigual de la riqueza y la falta de políticas sociales efectivas contribuyeron a la pobreza generalizada en la
región. Las políticas económicas neoliberales implementadas durante las décadas de 1980 y 1990 agravaron la pobreza, al
aumentar la desigualdad social y reducir la protección social.
Era conservadora y neoliberalismo económico
En la política de Estados Unidos hacia América Latina se hace evidente una voluntad de control ideológico y económico
hacia los países al sur. Durante los 80 se produjo en Gran Bretaña y Estados Unidos una revolución conservadora. La primera
ministra inglesa Margaret Thatcher y el presidente Ronald Reagan emprendieron en sus países el abandono del viejo Estado
de Bienestar construido en la posguerra, es decir, del papel del Estado como regulador y la asistencia del gobierno que
aseguraban áreas básicas como la educación, la salud, el desempleo y la jubilación.
Reagan eliminó la intervención del Estado favorable a las clases populares en la economía norteamericana impuesta
desde el New Deal en los años 30. A partir de los '80 los economistas y teóricos sostuvieron la doctrina neoliberal: la vuelta
al libre mercado sin limitaciones. Estas fórmulas consistían en eliminar los controles estatales en la economía, privatizar las
empresas públicas o estatales, y sentar las bases de la competencia. Durante la presidencia de Reagan el mundo entró en la
"Segunda Guerra Fría". Si bien el poderío militar norteamericano era superior que el soviético, Estados Unidos inició un
brote de fiebre armamentista. La OTAN comenzó a rearmarse. En 1986, en la reunión de Islandia, Reagan rechazó un
acuerdo con el presidente soviético Gorbachov que propuso la "eliminación de las armas nucleares para el año 2000".
El tema común para todos los países de Latinoamérica, incluso para los que no habían pasado por regímenes
dictatoriales, fue la deuda externa contraída en los 70. El endeudamiento había sido posible gracias a la gran cantidad de
capitales disponibles en los centros financieros, que se ofrecieron a los golpistas. Pero las primeras cifras se fueron ampliado
durante las "transiciones" a las democracias. La deuda representó una carga para las economías de los países
latinoamericanos, especialmente para los más grandes: Brasil, México y Argentina. Los gobiernos latinoamericanos,
comenzando por México en agosto de 1982, debieron anunciar su incapacidad para continuar con el pago de los intereses, y
se inició la crisis de la deuda. Con sus economías debilitadas, sumadas a los condicionamientos de los organismos
financieros acreedores, los países debieron aplicar las recetas neoliberales de desinflación, liberalizar más la economía y
desestatización (con un plan de privatización), lo que agudizó la recesión.
La vuelta al libre mercado sin limitaciones, medidas recomendadas por los funcionarios del FMI y aplicadas en toda
Latinoamérica, bajo gobiernos de distinto signo político que arremetieron contra los servicios y las empresas públicas: se
desregularon o eliminaron los controles estatales en la economía, se privatizaron las empresas públicas o recursos
estratégicos como los minerales, el gas y el petróleo, y sentaron las bases de una libre competencia con las empresas
privadas transnacionales. Los países que antes de las dictaduras habían tenido gobiernos nacionalistas, debieron aceptar la
aplicación de políticas neoliberales.
Los países acreedores sostienen que América Latina debe reconvertir su producción para fabricar productos
exportables. Sin embargo, la producción que se fomenta no es la nacional, no favorece a la industria local, ni menos a los
trabajadores del propio país; no se fabrica lo que personas con necesidades requerirían como consumidores potenciales ya
que no poseen capacidad de compra por falta de ingresos consecuencia del desempleo. Con esta forma de producción se
generan mayores diferencias sociales y se incrementa la marginación de una gran capa de la población.
Los "planes de ayuda al Tercer Mundo" de Washington
Durante la administración Reagan, en que se desató la crisis de la deuda, James Baker secretario general de la Casa
Blanca, jefe del Consejo Nacional de Seguridad, consejero de política exterior y secretario del Tesoro. Luego dirigió la
campaña presidencial de Bush I, en la cual se destacó por su propuesta al FMI, el Plan Baker (1988), para "ayudar a los
países del Tercer Mundo" en la reducción de su deuda exterior. Luego el Plan Brady (1989) en el cual las economías de los
países que se acogieran a él debían liberalizarse más. Los resultados de estos planes fueron los opuestos a lo anunciado.
Sólo sirvieron para aumentar la brecha entre ricos y pobres e incrementar el desempleo. Los analistas calificaron a los 80
como "la década perdida", dados el estancamiento y la recesión económica.
El consenso de Washington y el realineamiento regional en américa latina
El Consenso de Washington es un término que se utiliza para describir un conjunto de políticas económicas
neoliberales que se implementaron en América Latina y otros países en desarrollo durante la década de 1990. Conformado
por 10 instrumentos de política neoliberal, con el objetivo de afianza el nuevo orden mundial en el que predomine la
libertad de mercado para operar. Estas políticas incluían la privatización de empresas estatales, la liberalización comercial, la
reducción de gastos públicos y la desregulación del mercado. Fue impulsado por instituciones internacionales como el
Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, y fue adoptado por muchos países de América Latina en un
momento en que la región estaba experimentando una profunda crisis económica. Sin embargo, las políticas fueron objeto
de críticas por expertos y líderes latinoamericanos que argumentaban que la liberalización comercial y la privatización de
empresas estatales no estaban produciendo los resultados esperados en términos de crecimiento económico y bienestar
social. En lugar de ello, parecían estar exacerbando la desigualdad y la pobreza en la región.
En respuesta a estas críticas, se produjo un realineamiento regional en América Latina en la década de 2000, con la
llegada al poder de líderes como Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, entre otros.
Estos líderes se oponían al Consenso de Washington y abogaban por políticas económicas más centradas en el bienestar
social y la reducción de la desigualdad.
La unidad hispanoamericana, con sus objetivos de resolver en conjunto políticas económicas y de relaciones exteriores,
y enfrentar los embates de los países más poderosos. En cada estado latinoamericano primó su progreso individual y su
relación con la metrópoli correspondiente, más que la integración con los "países hermanos". Estados Unidos intervino en la
construcción de alianzas "panamericanas" para poder controlar a los países de "su" sur.
En cuanto a las integraciones regionales, desde 1960, varios países comenzaron a cooperar en acuerdos comerciales y
de integración económica, como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y, posteriormente, la Comunidad
Andina (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Estas integraciones regionales tenían como objetivo fomentar el
comercio entre los países miembros, reducir las barreras comerciales y aumentar la competitividad internacional. Sin
embargo, a pesar de algunos avances significativos, como la eliminación de aranceles entre los miembros de MERCOSUR,
aún quedan desafíos para lograr una verdadera integración económica en la región.
Los procesos de centralización y unificación
A partir de 1930, América Latina experimentó un período de centralización y unificación de los estados nacionales. Este
proceso estuvo marcado por una serie de cambios políticos, sociales y económicos. Algunos de los principales eventos y
procesos que contribuyeron a la centralización y unificación:
Las revoluciones y movimientos sociales: varios países experimentaron movimientos populares y revoluciones que
buscaban un cambio radical en las estructuras políticas y sociales. Estos impulsaron la centralización del poder y la
unificación de los estados nacionales.
La creación de partidos políticos: Se crearon partidos que buscaban la centralización y unificación de los estados
nacionales. Promovían la creación de un gobierno centralizado, la consolidación de la economía y la construcción de
infraestructura para conectar las diferentes regiones del país.
La creación de instituciones gubernamentales: Con el fin de fortalecer el poder central, se crearon instituciones
gubernamentales que tenían la responsabilidad de coordinar y controlar las políticas públicas en diferentes áreas como la
educación, salud y seguridad.
Industrialización: La creación de mercados comunes: se crearon con el objetivo de unificar la economía y mejorar la
competitividad en el mercado internacional.
Pacto neocolonial
El término "pacto neocolonial" se refiere a la relación de dependencia económica y política que muchos países de
América Latina han tenido con Estados Unidos y otros países desarrollados desde la época colonial hasta la actualidad.
Durante la época colonial, los países europeos colonizaron América Latina y explotaron sus recursos naturales y mano de
obra para el beneficio de sus propios intereses. Después de la independencia en el siglo XIX, muchos siguieron dependiendo
de las potencias europeas y luego de Estados Unidos para su comercio y desarrollo económico. El pacto neocolonial se
refiere a la situación en la que los países latinoamericanos exportan materias primas y productos agrícolas a los países
desarrollados a precios bajos, mientras importan bienes manufacturados y tecnología a precios elevados. Esta relación
comercial desigual a menudo resulta en una deuda externa creciente y una falta de desarrollo económico sostenible en los
países latinoamericanos. Además, los países latinoamericanos a menudo tienen que aceptar políticas económicas impuestas
por los países desarrollados y las instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial, que pueden limitar su
capacidad para desarrollar su economía y proteger los derechos de sus ciudadanos. Es una relación desigual y a menudo
explotadora entre los países latinoamericanos y los países desarrollados, que ha resultado en una dependencia económica y
política de larga data.
Surgimiento y características de las dictaduras patriarcales
Las dictaduras patriarcales en América Latina surgieron en el siglo XX y se caracterizaron por ser regímenes autoritarios
en los que predominaba una visión masculina y conservadora de la sociedad. Se caracterizaban por una fuerte presencia del
ejército y policía, la supresión de la libertad de prensa y expresión, la persecución y represión de los disidentes políticos y la
imposición de políticas sociales y económicas conservadoras. En general, se caracterizaron por un fuerte rechazo a los
movimientos sociales y a la participación ciudadana en la vida política. En muchos casos, justificaron su toma de poder como
una medida necesaria para restablecer el orden y la estabilidad en un contexto de agitación social y política. También se
caracterizaron por una fuerte discriminación de género y la imposición de roles tradicionales de género en la sociedad. Las
mujeres tenían pocas oportunidades de participar en la vida política y eran sometidas a un trato desigual en la sociedad y en
el ámbito laboral. En algunos países, como Chile y Argentina, las dictaduras patriarcales dejaron un legado de violaciones a
los derechos humanos, desapariciones, torturas y asesinatos de opositores políticos y de aquellos considerados
"subversivos". Ej:
Argentina: Durante la dictadura militar de 1976 a 1983, las mujeres fueron objeto de tortura, violencia sexual y
desaparición forzada. Además, se implementó una política de control de la natalidad que obligaba a las mujeres a tener
hijos y se les quitaba a los bebés recién nacidos para ser entregados a familias afines al régimen.
Chile: Durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), se implementó una política de violencia y represión hacia
las mujeres. Hubo un gran número de desaparecidas y torturadas, y se les obligaba a realizar trabajos forzados en campos
de concentración.
Los nuevos movimientos sociales
La aparición de nuevos movimientos sociales en América Latina, en los que se destaca el componente campesino-
indígena, fue una respuesta a la crisis y al deterioro de las condiciones de vida, que expresó el malestar de los sectores más
excluidos y condenados a desaparecer en el contexto de las políticas neoliberales que se aplicaron en toda la región. El
proceso de movilización campesina que pasó a primer plano fundamentalmente en México, con la rebelión zapatista de
Chiapas, además de Bolivia, Ecuador y Brasil, países que tienen una importante tradición de luchas campesinas, permitió
reinstalar el debate sobre la necesidad de una reforma agraria.
En 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) irrumpió en el sur de México, y provocó el desconcierto de
la clase dirigente mexicana que había firmado los acuerdos del NAFIA, estrechando el destino de la economía a los vaivenes
de la globalización neoliberal. En Brasil, el Movimiento de los Trabajadores Rurales "Sin Tierra" (MSI) protagonizó un
movimiento de ocupación territorial en todos los estados. En Bolivia los cocaleros y la Federación Campesina, liderada por
Felipe Quispe, enfrentaron al estado y se opusieron a las privatizaciones de recursos estratégicos (el gas, agua, petróleo),
mediante el bloqueo de las rutas y huelgas que paralizaron el país y determinaron la renuncia del presidente Gonzalo
Sánchez de Lozada en 2003. En Argentina, País con una fuerte tradición de luchas obreras y elevada sindicalización, surgió
un movimiento de resistencia al modelo neoliberal, conformado por organizaciones piqueteras de los trabajadores
desocupados. Todos estos movimientos, al menos en sus orígenes, constituyeron sus identidades como referentes
autónomos de los partidos tradicionales y defendieron su independencia política.
Los nuevos movimientos campesinos protagonizados por los pueblos originarios reforzaron su independencia a través
de la lucha por la autonomía cultural, la identidad religiosa, su visión del mundo y su lengua, como los zapatistas mexicanos
y la población aymara en Bolivia. Como forma de lucha adoptaron la acción directa que puede expresarse en la
recuperación de tierras, los cortes de ruta, o en la autodefensa y en la resistencia a los desalojos. La ocupación y el control
territorial se transformaron en un instrumento de la lucha y la resistencia de todos estos movimientos frente al Estado.
Los nuevos movimientos sociales latinoamericanos desconfían de la política oficial, de los procesos electorales y
parlamentarios que no han respondido a sus demandas. Además, durante los últimos años han expresado una clara posición
internacionalista. Respecto de su ideología, combinan las reivindicaciones de clase contra la opresión, la explotación y el
derecho a la tierra, con el antimperialismo y diversas demandas étnicas, culturales, linguísticas y ecológicas. Además, se
oponen al ALCA, el área de libre comercio que propone Estados Unidos como estrategia de dominación.
Bolivia: Desde la crisis política de octubre del 2003, cuando la jornada de protestas masivas llevaron a la renuncia del
presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, se observa en Bolivia una movilización campesina en distintas regiones del país,
donde la población es mayoritariamente indígena-originaria. La resistencia y la movilización echaron por tierra al estado
neoliberal que imperó desde 1985. Un estado con características neocoloniales y racistas, que respondió a los intereses del
sector financiero internacional y transfirió el control de la producción minera a las compañías extranjeras.
Los pueblos originarios, hoy
Todavía a comienzos del siglo XXI muchos descendientes de amerindios que viven en las ciudades latinoamericanas
sienten angustia o desagrado si se los identifica como "indios" o "indígenas", por la connotación negativa que perdura en
estas palabras. Actualmente, en los foros internacionales los Pueblos Originarios son reconocidos como sujetos de derecho
internacional, desde la perspectiva que tienen derechos colectivos distintivos: a la tierra, a los recursos naturales, a la
identidad cultural, al control de su propio desarrollo y a la libre determinación política. Este reconocimiento implica una
ruptura con la idea tradicional de derechos humanos como derechos fundamentalmente individuales. En Latinoamérica, al
estudiar las condiciones de existencia de los pueblos originarios, nos encontramos con que la opresión, situación de mal
pago y pésimas condiciones de trabajo en que se encuentran como integrantes de la clase obrera y/o campesina,
discriminación social y cultural, prácticas racistas, expulsión de las comunidades de sus territorios ancestrales y el
confinamiento a otros, alejados y pobres en recursos naturales.

También podría gustarte