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Aguas Vivas Nº 10

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Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -


Agosto 2001
NÚMEROS ANTERIORES · WEB AGUAS VIVAS
.

Tras los pasos de


Lo que nos dice Acán
Sodoma
La marea provocada por
Holanda amenaza con Siguiendo el desarrollo que hemos venido
inundar al mundo. haciendo de la historia del pueblo de Israel
Excusas que suelen como alegoría del caminar del creyente, en este
darse para no seguir número tratamos el problema de Acán.
a Cristo
“Es demasiado tarde En la toma de posesión de la Tierra Prometida,
para buscar a Dios” / el pecado de Acán no pasó inadvertido para
“La religión es para Dios, ni para el pueblo, porque fue un serio
gente débil ...”
revés que detuvo abruptamente su avance
El asombro de Jesús
triunfal. La derrota ante Hai fue inesperada y
¿Había algo que
desconcertante. ¿Qué había pasado? La
maravillara a Aquel que
maravillaba a los explicación es simple: cuando se transgreden
hombres? los principios establecidos por Dios, el pueblo
Los juicios que de Dios no puede vencer. No hay nada de valor
vienen espiritual que él pueda conquistar. Por el
Si examinamos los contrario, se cosecha la derrota vergonzosa,
juicios de Dios del aun ante enemigos despreciables.
pasado, podemos inferir
cómo serán los que se
avecinan. ¿Qué nos habla hoy el pecado de Acán?
El pecado de Acán ¿Tiene algún mensaje para nosotros? Al mirar
Acán entre nosotros (y aun someramente nuestro estado y el de la
en nosotros) debe ser cristiandad vemos que no estamos libres de la
descubierto y juzgado. plaga de Acán. Más aún, pareciera que es un
Un problema de mal que está asentado en nuestras zonas más
conciencia neurálgicas y que, desde allí, está vastamente
¿Cuál es la senda que ramificado.
siguieron los cristianos
que llegaron a ser
apóstatas? Hay en Acán un problema de rebeldía, de
Retratos en negro y apego al mundo; hay desobediencia a la
gris Palabra, hay insensibilidad a la voz del Espíritu
Diez personajes de
e incapacidad de arrepentimiento. Aun antes de
parábolas de Jesús nos que el pecado se hubiera manifestado, había
ofrecen rasgos una incubación de concupiscencia, una alianza
altamente tenebrosa y secreta con los apetitos engañosos
aleccionadores. del corazón. (Santiago 1:14-15).
La verdad en lo
íntimo
También en nuestros días hay una manifiesta
Suele haber un doble
rebeldía a la Palabra de Dios, porque no se le
estándar en la vida de
los creyentes: el de la sigue con fidelidad, antes bien, se la reemplaza
conducta privada y el por la opinión de los sabios de este siglo; hay
de la conducta pública. un relativismo moral generalizado, una
Escapando del lazo relajación de la ética cristiana, que lleva a los
¿Cómo escapar “del cristianos a vivir con un doble estándar entre la
lazo de los cazadores”
enviados por Satanás?
conducta pública y la privada; hay adulterio con
Los dos espejos el mundo, porque se ama y se imita su
Dos espejos hay en la
opulencia y fastuosidad. Todos éstos son
Palabra: uno para asuntos estrechamente relacionados, que están
reflejar la gloria de Dios provocando severos remezones en medio del
y otro para reflejar al pueblo de Dios.
creyente. ¿Mirémonos
en este último?
Confesión y ¿Qué decir de la conciencia? Ella se ha
restitución embotado. Sus límites son difusos, si es que le
¿Qué lugar ocupa la
quedan límites. Ya no es capaz de encender
confesión en la vida una luz de advertencia que pueda detener la
espiritual del cristiano? carrera loca hacia “las tinieblas de afuera”.
Oraciones sin
estorbo En medio de todo esto, ¿qué piensa, qué siente
La importancia de la nuestro bendito Dios? ¿Hemos entrado en su
oración en el secreto para saberlo? (Jeremías 23:18).
matrimonio.
Permitámosle que nos hable por su Palabra,
¿Cómo zafarme de la
roguémosle que nos hable al corazón y que nos
influencia de mis persuada por su Espíritu. Pidámosle que
compañeros? quebrante nuestra alma.
Lo que un joven
cristiano debe hacer
cuando los amigos le Sólo así seremos salvos de esta plaga.
inducen a participar de
sus obras.
El príncipe Kaboo
Un humilde muchacho
africano elevado a un
sitial de leyenda por la
elección y la gracia de
Dios.

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Nuestra meta es servir a Dios y a los hombres


Nuestro único mensaje es JESUCRISTO, el don inefable de Dios
.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
PORTADA · NÚMEROS ANTERIORES · WEB AGUAS VIVAS

En el pasado mes de junio, los ‘gays’ de todo el mundo


estuvieron de fiesta. ¿La causa? En Holanda se acaba de
legalizar el matrimonio homosexual. Este es el más
importante avance de la causa de reivindicación ‘gay’ que se
inició hace treinta años atrás en los llamados países
desarrollados, y cuya marea amenaza con inundar al mundo.
Los holandeses se sienten orgullosos de su tolerancia. El
mundo habla de un nuevo “liberalismo social holandés”.
Pero, ¿no será más bien el comienzo de una Sodoma revivida
y generalizada.

Tras los pasos de Sodoma


Holanda hizo noticia en el pasado mes de junio al convertirse en el primer
país del mundo en otorgar a las uniones entre dos personas del mismo sexo
la misma categoría de los matrimonios heterosexuales. Su iniciativa, lejos de
escandalizar al resto de los países desarrollados, está siendo estudiada
atentamente por ellos. ¿Será éste el comienzo de una onda de liberalización
expansiva?

Para muchos puede ser una sorpresa que Holanda haya tomado la iniciativa,
pero no es así para los que conocen más de cerca a este pequeño país
europeo.

En Holanda se habían legalizado con anterioridad la marihuana (en los '70), la


prostitución, y recientemente, la eutanasia. Muchos holandeses se sienten
orgullosos de formar parte de un país así, donde la tolerancia y la
permisividad (la 'gedogen' holandesa) tiene rango de ley.

Ron Gerring, un holandés típico, representa a muchos de sus compatriotas,


cuando exclama con una mezcla de sorna y complacencia, mientras bebe su
cerveza: "Esto es el verdadero hedonismo. Creo que es casi libertinaje." 1

Holanda cuenta entre sus legisladores a reconocidos homosexuales, como


Jan-Wolter Wabeke, considerado "uno de los arquitectos de esta legislación" y
Henk Krol (editor de la revista "Gay Krant", "Noticias Gay").

¿Qué ocurre en el resto del mundo?

Si bien es cierto, Holanda es el país que ha ido más lejos en este respecto, en
muchos otros hay claros signos que muestran un avance en el mismo sentido.
En España, Alemania, Francia, Suecia, Dinamarca y Noruega, las parejas
homosexuales tienen los mismos derechos que el matrimonio tradicional,
incluyendo la educación y la adopción de menores. Desde 1996, en
Dinamarca y Noruega se han estado legalizando parejas de homosexuales, al
igual que en Vermont (Estados Unidos). En Estados Unidos son cada vez más
las parejas de homosexuales que crían hijos concebidos en laboratorios.

Hace poco fue aprobada en Inglaterra una ley que rebajó a 16 años la edad
para dar el consentimiento a relaciones tanto hetero como homosexuales. En
países como Argentina y Brasil se ha legislado para prohibir la discriminación
hacia los homosexuales en los colegios. En Israel se acepta la presencia de
homosexuales dentro del escalafón militar. En Canadá, la Armada de ese país
financió hace poco el cambio de sexo de un sargento. Líneas aéreas como
American Airlines han reglamentado la no discriminación en materia de sexo,
y otras como KLM destinan fondos al apoyo de organizaciones homosexuales.
2

Para el 28 de junio de cada año -"Día del orgullo gay"- los desfiles de
homosexuales son un espectáculo público admirado y aplaudido por millares
de espectadores en ciudades como París, Madrid, Colonia, Sidney, Nueva
York, San Francisco y Sao Paulo.

A la luz de los últimos acontecimientos de Holanda, el periodista


norteamericano Russell Watson, de la revista Newsweek, escribió: "Los
estadounidenses nos estamos pareciendo cada vez más a los holandeses,
somos una sociedad de cambio rápido, que rompe viejas estructuras y prueba
nuevas formas de vida", y a continuación cita algunos resultados arrojados
por el último censo realizado en su país el año 2000, en que se muestra que
menos del 25 % de todos los hogares norteamericanos consisten en parejas
casadas que crían hijos; es decir, en hogares normales.

Como se ve, no se trata sólo de Holanda.

¿Un gen gay? La ciencia habla

El homosexualismo ha recibido un apoyo decidido en los últimos tiempos,


desde la publicación del estudio Kinsey, en 1947, en que se dijo por primera
vez, con presunción de verdad científica, que la sexualidad humana no es
homogénea, sino que presenta una variedad de conductas que van de la
hetero-sexualidad a la homosexualidad. Desde entonces mucho se ha escrito
y dicho para legitimar tal axioma.

En la actualidad, dos son las teorías científicas que pretenden dar cuenta de
las causas de la homosexualidad. La más aceptada por el mundo gay es la
llamada organicista, que afirma que la homosexualidad tiene una causa
hereditaria. Según investigaciones realizadas, habría varios genes asociados
al cromosoma X del homosexual varón, que contribuirían a tal
comportamiento. 3
Sin embargo, otras investigaciones demuestran lo contrario. Recientemente
un grupo de genetistas canadienses de la Universidad Western Ontario han
declarado a la revista Science (Ciencia) que, después de estudiar a 52
parejas de hermanos homosexuales, han llegado a la conclusión de que la
homosexualidad masculina no obedece a causas genéticas y que, por tanto,
el gen gay no existe.4

Según la otra teoría -la psicosocial-, la homosexualidad depende


fundamentalmente de la educación y del medio ambiente y se define como
una alteración del desarrollo psíquico sexual ocurrida a causa de los modelos
de conducta observados.

Diversos autores coinciden en señalar que el influjo de madres dominantes y


protectoras junto a padres sumisos, tímidos, pero hostiles, pueden
desencadenar tendencias homosexuales en los hijos varones.

Las Sagradas Escrituras hablan

Las Sagradas Escrituras ofrecen una explicación muy distinta a este problema.

El testimonio de Dios en la epístola de Pablo a los Romanos responsabiliza


enteramente al hombre de todas sus conductas depravadas. En el pasaje de
1:18-32 se enuncian tres causas:

a) Que los hombres, habiendo conocido a Dios,


no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias.
b) Cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
honrando a las criaturas antes que al Creador, y
c) No aprobaron tener en cuenta a Dios.

¿Qué es esto sino volverle las espaldas a Dios, ignorarle y menospreciarle?


La humanidad actual es una humanidad que se ha olvidado de Dios, por
tanto, está cosechando todo el fruto de su extravío.

Por otro lado, ¿cómo podría Dios, siendo la justicia suma, condenar a un
hombre sin que éste sea culpable?

Por eso el juicio de Dios a Sodoma y Gomorra fue tan severo. En Génesis
18:20-21 Dios dice, refiriéndose a estas dos ciudades: "El pecado de ellos se
ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra
según el clamor que ha venido hasta mí; y si no lo sabré...". Cuando más
tarde los sodomitas quisieron violar a los ángeles que Dios había enviado
para rescatar a Lot, quedó demostrado suficientemente la gravedad del
asunto: "Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego
de parte de Jehová desde los cielos, y destruyó las ciudades, y toda aquella
llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades..." (Génesis 19:24-25).
5
Más adelante, en el contexto de la ley de Moisés, se reafirma este juicio: "Si
alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos
han de ser muertos; sobre ellos será su sangre" (Levítico 20:13). La santidad
de Dios demandaba a Israel un juicio lapidario, para extirpar de raíz un mal
que aquejaba severamente a las naciones vecinas.

Las compuertas se están abriendo

Un conocido siervo de Dios ha dicho: "Hay solamente dos fuerzas que


contienen a los homosexuales de entregarse completamente a su pecado.
Estos dos frenos son: el rechazo de que son objeto por parte de la sociedad, y
el repudio de las enseñanzas de la iglesia. Cuando la sociedad ya no rechace
su pecado como algo anormal y los acepte plenamente y los estimule en su
anormalidad, y cuando la iglesia ya no predique contra él como pecado y los
conforte en sus actividades sexuales, ya no existirá ninguna fuerza de
impedimento para ellos. Las compuertas estarán abiertas, y se estimulará a
los homosexuales a que continúen en su pecado... Cuando se llegue a
eliminar aquello que se opone, seguirá el caos." 6

Actualmente, estas dos fuerzas están cediendo. La sociedad los está


aceptando, y la iglesia institucionalizada está dejando de juzgar la
homosexualidad como un pecado. Algunos sectores (entre ellos, tres de las
más antiguas denominaciones protestantes) están considerando seriamente
la posibilidad de admitir ministros homosexuales y lesbianas, y de hecho hay
quienes ya están bendiciendo la unión de parejas de un mismo sexo.

No hace mucho se nombró Presidenta del Concilio de Iglesias de California


(Estados Unidos) a una mujer declaradamente lesbiana.7 Según informó el
"Chicago Tribune" (Estados Unidos), el 7 de diciembre pasado, un ministro fue
suspendido de su cargo por sus ceremonias de unión de parejas 'gay'. Su
denominación le prohibió hacerlas, pero él se las ha arreglado para seguir en
ello bajo otra figura.8

Recientemente, el más importante líder de una denominación evangélica de


Australia ha generado una gran polémica al apoyar la proposición de uno de
sus obispos en orden a bendecir las "uniones homosexuales estables...
mirando la calidad espiritual de la amistad, sin entrar en cuestiones de
relaciones sexuales." 9

El fin de un día

La otra compuerta ya se abrió en Holanda, legitimando una relación bajo un


nombre sagrado: matrimonio. El modelo del matrimonio bíblico, tan santo y
noble, símbolo de la unión pura de Cristo y la iglesia, está siendo pisoteado.
Las fuerzas del mal parecen estar señoreando en el mundo. Verdaderamente,
"el mundo entero está bajo el maligno." (1ª Juan 5:19). Si hasta ahora esta
palabra parecía una exageración, o una verdad controvertible, ahora está
quedando muy claro que no es así. No hay falsedad en las Escrituras. Este es
el tiempo de las tinieblas; pero no durará mucho más.

Ya clarea el albor de un nuevo día. El día cuando Cristo descenderá del Cielo
con poder y gran gloria y los obradores de maldad recibirán el pago que
merecen sus obras.

¿Hay esperanza para ellos en Dios?

Pero estos son todavía días de misericordia.

En los días del apóstol Pablo existía una fuerte actividad homosexual. La
cultura grecorromana fue absolutamente consentidora de las prácticas
sodomitas. Entre los cristianos de la iglesia primitiva había, seguramente,
muchos que habían sido homosexuales en otro tiempo, por eso, Pablo decía a
los cristianos de Corinto: "¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino
de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los que se echan con varones... heredarán el reino de Dios. Y
esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados,
ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de
nuestro Dios." (1ª Corintios 6:9-11).

Dios les había libertado de ese yugo de esclavitud. ¿Qué diremos nosotros
hoy? ¿No es acaso el Dios de Pablo el mismo Dios nuestro?

Dios es misericordioso para perdonar a todo aquel que reconoce su pecado, y


poderoso para libertarlo. ¿Podrá hacerlo con un gay? ¡Dios es todopoderoso!

1 Revista Newsweek en español (6/6/2001), p.21.


2 Revista del Sábado de "El Mercurio", Stgo. De Chile, 29/04/2000, p. 69.
3 R. Pool en: "Dean Hamer: del gen gay al gen de la alegría" en la revista Mundo
Científico N° 194, de 1998.
4 Tomado de Bioética cristiana, de Antonio Cruz, CLIE, p.112.
5 Es absurda la interpretación de algunos "ministros" gays, según la cual, el juicio
sobre Sodoma vino por la falta de hospitalidad de los sodomitas hacia los
extranjeros (xenofobia).
6 David Wilkerson: La visión, Vida, 1975, p.57.
7 Fuente: www.eni.ch.
8 Fuente:www.zenit.org
9 Fuente: ICPRESS, 28/05/2001, tomado de la Web Cristiana.
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Excusas que suelen darse para no seguir a Cristo


(¿Es ésta la suya?)

“Es demasiado tarde para “La religión es para gente débil”


buscar a Dios ...”
Usted tiene toda la razón. La
Muchos que han llegado a la vejez religión es para gente débil.
piensan que nada
vale la pena. Pablo de Tarso, el gran apóstol
Que tampoco vale la pena creer. Pablo dijo:
No quieren tener que reconocer “Lo débil del mundo escogió Dios”.
que han fracasado
en su vida,
Ningún cristiano podría presumir
y que necesitan un Salvador.
de otra cosa.
Ellos hubieran querido venir a Dios
con algo qué ofrecer.
Al no tener nada, prefieren no Sin embargo, es preciso que usted
hacerlo. vea qué cosas son
Piensan que han cometido capaces de hacer estas gentes
demasiados pecados débiles.
y que, tal vez, Dios ya no los ¿Usted ha leído algo sobre los
perdonará. mártires cristianos?
Sus deudas se han amontonado ¡Usted no hallará allí historias de
delante de Dios; debilidad!
sus conciencias se sienten Ancianos frágiles, mujeres
cargadas, embarazadas,
pero aun así no quieren buscar jóvenes imberbes,
alivio. enfrentando el momento más
Ellos dicen: crucial, con arrojo y valor.
“He perdido toda mi vida en ¿Es eso debilidad?
deleites. Dios transforma la debilidad de
Oh, ya es muy tarde para mí”. hombre en una gran
Sacan cuentas de sus obras, fortaleza.
de sus muchos esfuerzos para ser
felices, Pablo completó así el pensamiento
y ven sólo una seguidilla de anterior:
fracasos. “Lo débil del mundo escogió Dios,
Se dan cuenta de que aquello por para avergonzar a lo fuerte.”
lo cual lucharon, Muchos hombres se consideran
¡no valía la pena! fuertes, pero en realidad
son débiles.
Pero, ¿sabe Ud.? Basta verlos enfrentar situaciones
Esta actitud no le sirve de mucho. límites,
Dios no pierde mucho con la porfía (la bancarrota, la muerte de un ser
suya de no arrepentirse, querido)
¡pero usted lo pierde todo! y ¡toda su fortaleza se viene abajo!
Es su vida, por la eternidad. (Una gran tragedia, una desgracia).
(Por supuesto, aunque Dios no Muchas veces no pueden
pierde nada, Él le ama, resistirlo ...
y quiere salvarle).
Pese a que usted ha perdido gran Pascal dijo que el hombre es una
parte de su vida, débil caña pensante.
debe saber que en Dios hay Eso es bastante cuerdo.
esperanza; Es sensato reconocer que los
usted todavía puede encontrar hombres no somos tan
alivio a sus penas, fuertes.
hallar la dicha que le fue tan Es sabio reconocer que aunque
esquiva, somos inteligentes,
si se entrega del todo en las somos frágiles en muchos
manos de Dios. aspectos.
Todavía puede ser útil, Y es muy cuerdo buscar la
Todavía puede sacar provecho de verdadera fortaleza en Dios.
sus últimos días.
Usted debe saber lo que dice la
Entonces así, cuando venga el día
Escritura:
malo,
“¡He aquí ahora el tiempo
estaremos preparados.
aceptable; he aquí ahora el día de
Entonces así, no quedaremos
salvación!” (2 Cor.6:2).
humillados
cuando nuestra debilidad se
Si usted ya peina canas, descubra.
diga como el profeta:
Los seres humanos llevamos
“El Señor da muchas caretas.
esfuerzo al cansado, Diversas ... variadas ... ¡hermosas!
y multiplica las Una de ellas es la de la fortaleza.
fuerzas al que no Le invito a que se saque esta
tiene ningunas. careta.
Los muchachos se Y para que no se sienta
fatigan, y se cansan, avergonzado,
los jóvenes ¡sáquesela a solas delante de Dios!
flaquean y caen, No importa lo que quede debajo. Él
pero los que esperan lo conoce de verdad.
a Jehová tendrán ¡Él lo conoce tal como usted es!
nuevas fuerzas; Entonces, pídale que le dé una
levantarán alas como naturaleza nueva.
las águilas; Una naturaleza celestial.
correrán, y no se Dios responderá su petición, y le
cansarán; dará la vida de Su Hijo.
caminarán, y no se Entonces, cuando esto sea así, no
fatigarán” (Is.40:29- le importará
31). quedar desnudo, y ser tal como
El Señor le ayude para ver Dios lo hizo.
que estamos en el tiempo preciso Porque entonces tendrá a Cristo.
para buscar a Dios, ¡Y Él será su nuevo rostro!
y servirle. Usted no temerá ser débil. Al
¡No dilate esta decisión! contrario,
¡Aún tiene la oportunidad de añadir sabrá que cuando usted es débil,
sabiduría a sus días! entonces es fuerte.
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Siendo aún un niño, Jesús maravillaba a los doctores de la


ley en Jerusalén. Más tarde, ya hombre, maravilló a los
hombres por sus palabras de sabiduría, por sus milagros, por
sus preguntas y respuestas. Maravilló a los sabios y también
a la gente sencilla; a los reyes y a los plebeyos. Sin embargo,
¿había algo que le maravillara a Él? Él, que lo tenía todo
como para asombrar a los hombres, ¿era susceptible de
asombro?

El asombro de Jesús
La Biblia dice que Jesús “no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio
del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2:25). Nada, por
tanto, le podía sorprender. La sabiduría de los sabios con todos sus sutiles
vericuetos no era para Él motivo de sorpresa. Él mismo los había sorprendido
con preguntas y respuestas que desafiaban su inteligencia (Luc.2:46-47). La
riqueza con todo su lujo tampoco era para él motivo de maravilla, porque
aunque no tuvo dónde recostar su cabeza, nunca envidió a nadie, y se
conformó con recostarse bajo un árbol en el monte de los Olivos o comer a la
mesa de la gente sencilla.

Sin embargo, la Biblia nos muestra dos situaciones humanas que solían
asombrarle, más aún, que le maravillaban. Una era la fe y la otra la
incredulidad. La una venía en la compañía del gozo; la otra, con el gravamen
de la tristeza.

La fe

Cierta vez se acercó a Jesús un soldado romano de cierto rango –un


centurión– y le trajo una preocupación que tenía: su criado estaba postrado
en cama, gravemente enfermo. El Señor lo tranquilizó en seguida, diciéndole:
“Yo iré y le sanaré”. Entonces el centurión respondió: “Señor, no soy digno de
que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.”

Y luego agregó una explicación, que fue lo que más sorprendió a Jesús:
“Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes
soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz
esto, y lo hace.” Jesús entonces dijo a los que le seguían: “De cierto os digo,
que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” (Mateo 8:5-10).

El centurión era un hombre de autoridad que estaba, a su vez, bajo autoridad.


Él sabía lo que era mandar y lo que era obedecer. En el ejército romano, la
orden de un superior no podía desatenderse: era una ley.

En el plano espiritual, el centurión atribuyó a Jesús la máxima autoridad,


porque bastaría una orden suya para que la enfermedad retrocediese. No
importaba de qué enfermedad se tratase, ni qué circunstancias la agravaban.
Cuando se está en la cima del mando, una orden es irrevocable, y todos
deben obedecer. Jesús es el Señor (el ‘Kirios’). Por eso, aunque la casa de
este soldado podía abrirse para recibir a un grande hombre (tal vez al mismo
emperador), no era digna de recibir al ‘Kirios’ en ella, al Señor de toda la
tierra.

Así que, lo que el centurión había aprendido en el ejercicio de su profesión lo


aplica ahora sabiamente en el plano espiritual. El centurión pudo discernir
mejor que los religiosos de su época quién era ese Hombre que estaba ante
él. De ahí la maravilla del Señor.

Por supuesto, el criado fue sanado en aquella misma hora. ¡El ‘Kirios’ había
dado una orden!

En otra ocasión, una mujer extranjera corrió detrás del Señor pidiendo por su
hija enferma. Jesús no le respondió palabra. Aparentemente, no quería
atenderla porque Él había venido a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
Sin embargo, ella insistió con desesperación. El Señor todavía rehúsa a
concederle lo que ella pide. Le dice: “No está bien tomar el pan de los hijos, y
echarlo a los perrillos.”

Entonces la mujer exclama: “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las
migajas que caen de la mesa de sus amos.” Ante eso, Jesús exclama con
asombro: “Oh, mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres.” Por
supuesto, la muchacha fue sanada en el acto.

La fe de la mujer le llevó a insistir hasta la importunidad. Y Jesús, que no se


maravilla por la grandeza de los hombres (Lucas 16:15 b), se maravilla por la
fe de esta mujer extranjera.

¡Bienaventurados los que creen! (Hebreos 11:6).

La incredulidad

Veamos ahora el otro motivo de asombro que tuvo el Señor.

En su soberanía insondable, Dios escogió a la ciudad de Nazaret para que


Jesús pasara allí su infancia y juventud. Nazaret fue, en este sentido, una
ciudad altamente favorecida. Sin embargo, la actitud que tuvo para con Él fue
desdichada. No diremos que fue ingrata, fue más que eso: fue desdichada.
Teniéndolo a Él allí le menospreciaron, y aun más, quisieron matarle.
Ellos se escandalizaron del hombre que habían visto crecer corriendo por sus
calles, jugando con los demás niños. Ellos decían: “De dónde tiene éste estas
cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus
manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de
Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están aquí con nosotros sus
hermanas? Y se escandalizaban de Él” (Marcos 6:2-3).

Reconocían que era un hombre extraordinario, porque su sabiduría y sus


hechos portentosos eran irrefutables; sin embargo, tropezaban en que era
demasiado familiar para ellos, ya que conocían su origen y su familia.

Al respecto, Jesús decía: “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y
entre sus parientes, y en su casa.” Y por causa de la incredulidad de ellos, no
pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos,
poniendo sobre ellos las manos. ¡Jesús estaba asombrado de la incredulidad
de ellos! (Marcos 6:6).

Ellos asociaban erróneamente la grandeza de Dios con la opulencia y


elegancia de los fariseos y los escribas. Ellos pensaron que Dios habría de
mostrarse con la gloria que por derecho propio le pertenecía. No vieron a Dios
en la sencillez del Vecino de Nazaret. Su corazón estaba cerrado para Dios.
Sus ojos estaban cegados

¿Qué es la incredulidad? La incredulidad es el muro que impide ver a Dios, es


la ceguera del racionalista, es la lepra que carcome el corazón, es la necedad
del fatuo y presuntuoso. La incredulidad es vivir por lo que los ojos ven y por
lo que la mano palpa. La incredulidad no ve la Mano que dirige la escena tras
el escenario del mundo; es la vanidad de pensar que después de esta vida no
hay otra. (1ª Cor.15:32).

La incredulidad no es imputable a Dios, sino al hombre. Aunque la fe es un


don de Dios, la incredulidad es de factura humana, alimentada por el desvarío
de la mente, la soberbia de la carne y la vanidad de la vida. ¡Oh, que Dios nos
permita huir de tamaña desgracia!

Dos suertes distintas

La fe y la incredulidad: dos actitudes extremas; dos formas de vida opuestas;


dos suertes con distinto destino. Las dos causaron el asombro de Jesús, pero
una para bien y otra para mal. ¿En cuál de los extremos se ubica usted? No
hay, como usted ve, posiciones intermedias.

Si usted decide despojarse del estrecho racionalismo, de su mente


calculadora, si renuncia a tratar de explicarlo todo con sus cortos alcances, y
se abre al Espíritu de Dios, tal vez reciba usted el don de la fe. Tal vez Dios
quiera tener de usted misericordia y enriquecerlo de veras. Entonces usted se
alineará con aquél centurión romano, con aquella mujer extranjera, y con los
otros muchos que han asombrado gozosamente a Jesucristo, el Señor.
***
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¿Cuándo y por qué se desencadenan los juicios de Dios sobre


la tierra? ¿Cuáles fueron los más severos juicios de Dios en el
pasado, esos que podrían denominarse de “tierra arrasada”?
Si examinamos en la Escritura atentamente sus causas,
podremos extraer conclusiones acerca de los que vienen.

Los juicios que vienen


De todos los juicios de Dios sobre el mundo en el pasado, los tres más
terribles y devastadores han sido el diluvio, la destrucción de Sodoma y
Gomorra y la destrucción de los cananeos, en tiempos de la toma de posesión
de Canaán.

Si miramos atentamente en las Escrituras veremos que todos ellos tienen un


común denominador, que las causas que los motivaron son las mismas. Y no
sólo eso: comprobaremos que hay una extraordinaria semejanza entre
aquellas causas y nuestros tiempos.

El Señor Jesucristo fue explícito en decir que los días de su Venida serían
semejantes a los días Noé, y a los de Lot en Sodoma, lo cual les confiere un
especial valor para nuestro estudio.

Los días de Noé

Para ver cómo eran los días de Noé iremos a Génesis capítulo 6.

Allí dice que “la maldad de los hombres era mucha”... “todo designio de los
pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”... “y se
corrompió la tierra delante de Dios”... “y estaba la tierra llena de violencia”...
“la tierra estaba corrompida”... “Toda carne había corrompido su camino sobre
la tierra” (1-12).

Estas frases hablan principalmente de la maldad, la violencia y la corrupción.

La maldad

La maldad era en aquel tiempo, como lo es hoy día, consecuencia de un


corazón inclinado al mal. Todo designio de su corazón era solamente el mal.
Hoy en día la maldad está siendo alentada por los grandes cerebros de la
industria bélica, al crear más y más letales armamentos; y de la industria de la
entretención, al ofrecer en películas y videojuegos malignos modelos de
acción.

Estos modelos han traído funestas consecuencias en el último tiempo.

El año 1999 espantó al mundo con tres asesinatos escolares masivos. En el


primero de ellos, ocurrido el 20 de abril, dos adolescentes asesinaron
brutalmente a 12 compañeros y un profesor en Littleton, EE.UU, para luego
suicidarse con sendos disparos en la cabeza. Eric Harris y Dylan Klebold
pertenecían a una mafia escolar pro-nazi adicta a la música satánica, y a los
juegos violentos de Internet. Ellos habían dicho que querían pasar a la historia
como los adolescentes más malévolos de Estados Unidos. Ocho días
después, en Alberta, Canadá, un adolescente inició un tiroteo similar en una
escuela. Al día siguiente, en Gloucester, Inglaterra, lo mismo. Hace pocos
días, en el 2001, la historia se volvió a repetir.

Aunque la maldad de los adultos está dando hoy su fruto en guerras y delitos
en todo el mundo, es en los jóvenes donde la maldad está aun potenciándose
para dar su fruto de muerte mañana.

Esto dará mucho más que hablar todavía. Las semillas de la maldad se están
sembrando por doquier. Ya se están comercializando videojuegos que
representan torturas, matanzas, asesinatos y ejecuciones. Uno de ellos,
titulado “Unidad de Tortura”, incluye una caja con funciones de cámara de
tortura.

Un estudio de la organización “Paz Ciudadana”, en Chile, reveló que un 79%


de los adolescentes que delinquen señalan como programa favorito de TV los
dibujos animados “de acción”, como “Los caballeros del Zodíaco”, “Dragon
Ball-Z” y otros, que contienen altos índices de violencia.

La violencia

La violencia es el segundo signo de los días de Noé. En todo el mundo hay


alarma por la violencia, que ya no es un brote aislado por aquí y por allá, sino
que es toda una epidemia. Los gobiernos e instituciones creadas ‘ad hoc’ no
han logrado detenerla. La mayor preocupación de la gente sigue siendo ésta,
y la propuesta de los futuros gobernantes apunta a paliar este flagelo.

La corrupción

En Génesis 6 se cuenta de una extraña relación que se estableció entre los


“hijos de Dios” y las “hijas de los hombres”. A la luz de Job 1:6; 2:1 y 38:7,
estos “hijos de Dios” de Génesis 6 son ángeles (caídos, espíritus malignos)
que se unieron a mujeres, y de esa unión nacieron gigantes, llamados
“nefilim” (el significado original de “nefilim” es, precisamente, “caídos”).

Este pecado es repetido después en Sodoma y en Canaán. Judas 6-7 señala


claramente que los ángeles (caídos) no guardaron su dignidad, y pecaron
mezclándose con “carne diferente”.1

Esto hace alusión a las relaciones sexuales entre demonios y seres humanos.
Esto, que puede causar sorpresa y horror a muchos, no debe extrañar. El
diablo, al unirse a una criatura inferior, se aparece a Eva en Génesis 3 en
forma de serpiente. Luego, en Génesis 6 tenemos a los ángeles caídos
uniéndose con mujeres.

En nuestros días el demonismo está adquiriendo ribetes espantosos. La


corrupción sexual no sólo se está dando en relaciones contra naturaleza
(hombres con hombres y mujeres con mujeres), sino también en aquella
grotesca forma de sexualidad de Génesis 6 y de Sodoma.

David Wilkerson, en 1973, publicó un libro en que profetiza, tocante a este


asunto: “Junto con la explotación de todo tema sexual, se hará énfasis en la
sangre, la violencia y las prácticas de ocultismo. Se glorificará a los demonios,
los diablos y la hechicería. El más reciente tipo de desviación sexual será el
concúbito entre demonios y seres humanos. En estas exhibiciones dramáticas
se presentará al demonio como el padre de la sexualidad.” 2

Tal vez los líderes del mañana, que construirán un mundo eficiente, pero
impersonal, desarrollado técnicamente, pero malévolo, sean algo más que
hombres: una mezcla de carne humana con “carne diferente”, como los
“semidioses” de la mitología pagana, super-dotados, invencibles y brutales.

Este parece ser uno de los principales signos del tiempo del fin.

Cuando esto ocurrió en el pasado, Dios decidió enviar sus juicios sobre la
tierra. Cuando esto llegue a su colmo en el futuro, Dios enviará de nuevo su
juicio.

Sodoma y Gomorra

El pecado mayor de Sodoma y Gomorra tiene que ver con el relajamiento


moral, y específicamente, con la generalización del problema homosexual. Si
miramos el relato de Génesis 19, encontramos que, a la llegada de los
ángeles a Sodoma, todos los varones de la ciudad se agolparon en la casa de
Lot con la intención de violarles. Lot, que había logrado preservar a sus hijas
vírgenes, no habría podido defender a esos varones, huéspedes suyos, de no
mediar una intervención sobrenatural por parte de ellos.

Hoy en día, el problema homosexual ha perdido su carácter pecaminoso en


nuestra sociedad, y se está aceptando como una conducta normal. Los
grandes diarios, otrora conservadores, están abriendo lentamente sus páginas
para ellos.

La escritora española Rosa Montero representa muy bien esta postura en un


artículo publicado en “El Mercurio” (Revista “El Sábado”, 27-11-99, p. 20) en el
que aplaude el avance que ha tenido en Europa la causa “gay”, en áreas tan
distintas como el ejército, la educación y la publicidad. Montero considera la
aceptación de la homosexualidad y de la transexualidad como una señal de
“tolerancia y apertura”. “Los géneros sexuales –afirma– están dejando de ser
ese encierro estereotipado y atosigante, ese marco estrechísimo del ser que
mutila a hombres y a mujeres, amputando a unos su emocionalidad, a otras
su autonomía intelectual, a todos, nuestra libertad y nuestros deseos.”

Es de todos sabido que en los últimos 30 años el movimiento ‘gay’ ha


registrado un avance notable, sobre todo en los países desarrollados, donde
hay cada vez más homosexualidad asumida y militante.

El Parlamento Europeo, desde 1994, ha estado abogando sistemáticamente


ante los países miembros de la Unión para que se otorgue a las parejas
homosexuales los mismos derechos que tiene el matrimonio tradicional.

Varios países, como Alemania, Canadá, España, Francia, Hungría, Islandia,


Noruega, Suecia, Dinamarca, Groenlandia y Holanda acogieron esta
recomendación, y millares de parejas homosexuales han seguido los trámites
para el reconocimiento, e incluso están siendo autorizados para adoptar niños
huérfanos. Aun más, recientemente en Holanda se acaba de legalizar el
matrimonio homosexual.

Según datos de la ILGA –una federación que agrupa a más de 400


organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales de los cinco
continentes– hay 88 países donde el homosexualismo entre varones es ilegal
y 44 donde no es permitido el lesbianismo. Mientras que en otros 88 países es
legal para hombres y en 79 para mujeres.3

Actualmente, la actitud de los homosexuales es casi tan desenfadada como lo


era en tiempos de Sodoma. El 28 de junio recién pasado, como todos los
años, los gays de las principales ciudades del mundo salieron a las calles a
realizar actos y marchas reivindicatorias, con discursos, pancartas, y el apoyo
de grupos de poder político y económico.

En Chile, un país tradicionalmente católico, varias figuras públicas que gozan


de gran popularidad, han reconocido que son homosexuales y ni siquiera se
esfuerzan por esconderlo. ¡El mundo se acerca peligrosamente a Sodoma!

Canaán en días de la conquista

Dios, hablando con Abraham, le profetiza que sus descendientes iban a estar
en Egipto 400 años, y que en la cuarta generación irían a Canaán –no antes–
“porque –le dice– aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta
aquí” (Gén.15:16). Dios no envía sus juicios antes de tiempo, pero cuando el
tiempo y las condiciones se cumplen, ¡entonces sí! Fue así en los días de
Noé, en los de Lot, y también en los de la toma de posesión de la Tierra
Prometida.
En los días de Josué, Dios ordenó a Israel que destruyera todo vestigio de la
civilización cananea. Sin embargo, el pueblo no obedeció cabalmente; al
contrario, se unieron a ellos. Y cada vez que el pueblo se unió con los
cananeos, hubo problemas, y éstos se relacionaban con dos asuntos: la
idolatría y la fornicación.

En Números 25:1-2 dice: “El pueblo comenzó a fornicar con las hijas de Moab,
las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo
comió, y se inclinó a sus dioses.” Estos dos pecados –la idolatría y la
fornicación– van de la mano.

Este pasaje es casi una réplica de la adoración del becerro de oro en el Sinaí,
en que los israelitas adoraron al ídolo y fornicaron. Era lo que habían visto
hacer a los egipcios, y lo mismo que hacían los cananeos y todos los pueblos
paganos en sus días. La fornicación era parte de la adoración a los ídolos.
Las sacerdotisas de esas falsas deidades eran, en verdad, prostitutas.

Aquí en Canaán habitaban en ese tiempo, además, otro tipo de gigantes, los
anaceos o “anaquim” (Núm.13:33 y numerosos otros pasajes). Ellos tenían la
misma procedencia que los “nefilim”. El pecado sexual con “carne diferente”
se había implantado también en este lugar. Y, tal como las veces anteriores,
los juicios de Dios se desencadenaron, inevitablemente.

Los juicios de Dios se apresuran sobre la tierra cuando confluyen los factores
anteriormente nombrados, pero en especial, uno: el desorden moral, con la
explosión de la homosexualidad, la perversión y, lo que es más grave aún, la
intervención demoníaca en la vida sexual de los hombres.

Que el Señor tenga misericordia de esta generación y salve a muchos de los


juicios que vendrán. La ira de Dios está a punto de derramarse, porque la
maldad ya está llegando a su colmo.

1 La expresión “contra naturaleza” de Judas 7 (Versión Reina-Valera, 1960)


debiera traducirse mejor como “con carne diferente”. (Biblia de Jerusalén).
2 La visión, Edit. Vida, p. 50.
3 Revista “El Sábado” de “El Mercurio” de Stgo. de Chile, 29/04/2000, p.64).
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Agosto 2001
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El pecado de Acán sigue el mismo curso de muchos otros


pecados en las Escrituras. Acán mismo es fácilmente
reconocible. Su malévola persona; las circunstancias de su
pecado y sus terribles consecuencias son ejemplarizadoras.
Para él la sentencia es irrevocable: Acán entre nosotros (y en
nosotros) también debe ser descubierto y juzgado. Para la
gloria de Dios.

El pecado de Acán
La palabra y su demanda

Dios habla a su pueblo dándole a conocer un deseo de su corazón. Dios


quiere que éste adhiera a ese deseo espontáneamente, en un acto de
obediencia gozosa. Él quiere que los bienes de Jericó –la primera ciudad
tomada– le sean dedicados enteramente. Ellos tal vez no entiendan (no todos,
al menos) los principios espirituales implicados, pero Dios exige obediencia.

Dios suele hacerlo así. Demanda obediencia al hombre para probar su


corazón, sin dar muchas explicaciones acerca de por qué debe obedecer.
Dios dijo a Adán que moriría si comía del árbol del conocimiento del bien y del
mal; pero como Adán no conocía la muerte, su obediencia debía ser un acto
de fe. Dios le dijo a Noé que preparara un arca porque enviaría un diluvio para
destruir todo ser viviente sobre la tierra. Como Noé no sabía lo que era un
diluvio (y tal vez ni siquiera sabía lo que era la lluvia), debería obedecer por fe.

La palabra de Dios era tan enigmática para Adán como para Noé, porque las
consecuencias de la posible infracción no tenían un referente en la
experiencia de ellos. Noé obedeció, pero Adán no, y sus efectos nos son
conocidos, lo cual nos muestra que la palabra de Dios es imperativa para los
hijos de Dios, y que no admite argumentos.

Dios demanda de Israel que le consagre la plata, el oro, y los utensilios de


bronce y de hierro que sean tomados de Jericó. ¿Era ésta una demanda
inusual? No; no lo era. Dios había exigido para sí el hijo que abría la matriz, el
primogénito de sus animales y las primicias de sus cosechas. ¿Qué podría
extrañarles que Dios quisiera el botín de la primera ciudad capturada en
Canaán? Después vendrían otras muchas, cuyos tesoros podrían tomar
libremente, pero esta era para Dios.

Había otro hecho más, que facilitaba el cumplimiento de la exigencia: ésta


vino en un momento adecuado, el momento ideal para la obediencia. Hacía
poco habían sido circuncidados y habían celebrado la Pascua. La aridez del
desierto había quedado atrás. Ellos se habían despojado del castigo de
cuarenta años errabundos. Por su parte, la Pascua era un canto de victoria
por la liberación de Egipto y por la salvación de sus primogénitos. Atrás había
quedado la esclavitud. El poderoso enemigo que otrora les había esquilmado
era sólo un triste recuerdo.

Habían comenzado a disfrutar de la Buena Tierra, comiendo los primeros


frutos de aquello que no habían plantado ni sembrado. Como para olvidarse
del maná, ese alimento de sabor suave pero rutinario, que tanto les fastidiaba.

Tenían, además, a su haber, las victorias de Moisés más allá del Jordán,
contra Sehón, rey amorreo, y Og, rey de Basán. Ahora toda la tierra estaba
por delante, para ser tomada, todos los enemigos temblaban. La promesa de
Dios para con ellos era firme.

Así que Israel estaba en el mejor pie para obedecer la demanda de Dios. Ellos
debían obedecer.

¿Qué ocurre con el pueblo de Dios hoy? Dios habla todavía y sus demandas
expresan el deseo de su corazón. Porque Él quiere ocupar el primer lugar en
la vida de sus hijos. Pero cuando las demandas vienen ¿qué hacemos con
ellas? Tal vez las recibamos permanentemente, pero tal vez
permanentemente las desechemos. El corazón está ocupado con infinidad de
pensamientos extraños. Los afectos del alma se han disparado en pos de
vanidades.

Dios habla hoy, y su pueblo está todavía en un mejor pie para obedecer. La
luz de la revelación ha aumentado, los principios espirituales para una vida
victoriosa han sido sembrados suficientemente en el corazón de casi cada
cristiano, los recursos del cielo están a su disposición, los medios de gracia
abundan, la literatura cristiana está al alcance, los medios audiovisuales
llevan la Palabra por doquier. Sin embargo, ¿está siendo Dios oído? ¿Está
siendo atendido?

La transgresión

Como escondido entre las muchedumbres de Israel hay un hombre distinto a


los demás. Su corazón no late al mismo paso que los otros. Su imaginación
no se conforma a los pensamientos de Dios. Él sueña con grandezas que
parecen imposibles de alcanzar en buena lid. Es un Judas anticipado, un
antecedente de Ananías, el que habría de manchar los ágapes de la primera
iglesia. Su nombre es Acán: es una tierra espinosa en quien la palabra de
Dios ha sido ahogada por “el afán de este siglo y el engaño de las riquezas”
(Mateo 13:22); es un apóstata en medio del pueblo santo.

¿Su pecado? La codicia. La misma que derrotó a Eva en el huerto (Génesis


3:6), al pueblo de Israel en el desierto (1ª Cor.10:6), y que rebrotó más tarde
en la iglesia en Jerusalén (Hechos 5).

Tres cosas atraparon el corazón de Acán y lo derribaron en tierra: la


fastuosidad de un manto babilónico “muy bueno”, el atractivo de doscientos
siclos de plata, y el deslumbramiento producido por un macizo lingote de oro.
El corazón de Acán (el mismo viejo corazón de Adán) fue seducido también,
lo mismo que aquél, por “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida” (1ª Juan 2:16). La falta de Acán se agravó porque tomó
lo que no era suyo, sino del Señor.

En medio del pueblo de Dios todavía hay Acanes. Sus figuras se disimulan
entre los justos, se camuflan entre los santos. Sus corazones laten por los
deleites y se enloquecen por las vanidades de la vida. Su mayor arte consiste
en infiltrarse sin ser notados. Muchas veces lo consiguen. Cuando lo logran
causan estragos, porque acarrean derrota tras derrota para el pueblo de Dios.
La más veces son hermanos comunes, pero a veces se ocultan tras los
púlpitos. Su palabra suele ser conmovedora, su aspecto parece
perfectamente piadoso, pero hay un pecado escondido a los ojos de los
hermanos. En los grandes eventos lucen orgullosos sus mantos babilónicos;
la plata y el oro enjoyan su mano. La fastuosidad les rodea. ¿No se ven
imponentes? Ellos amenazan con entrar en las bodas del Cordero sin estar
vestidos de bodas. Su astucia es tal, que a lo mejor lo logran.

La ira de Dios y la turbación del pueblo

Por el pecado de Acán “la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel”
(Jos.7:1). Pero Israel, ignorante de todo, sube confiadamente en guerra contra
Hai. Ellos piensan que no necesitarán más de tres mil hombres para
vencerlos. “Ellos –dicen– son pocos”. Pero contrariamente a lo que presumen,
son derrotados vergonzosamente. Entonces Josué y el pueblo se
desconciertan. Su corazón desfalleció “y vino a ser como agua.”

Su primera reacción es culpar a Dios (“¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el
Jordán para entregarnos en las manos de los amorreos para que nos
destruyan?”), luego lamentan su suerte (“borrarán nuestro nombre de sobre la
tierra”). Pero el Señor pone las cosas en su lugar (“Levántate; ¿por qué te
postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado...”). La falta no está en Dios, sino
en su pueblo.

Ellos han cometido una falta múltiple: “Han quebrantado mi pacto que yo les
mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han
mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.” El castigo no es sólo la
derrota pasada ante Hai: las derrotas podrían seguir: “Por esto los hijos de
Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus
enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré
más con vosotros, si no destruyereis el anatema.”
El pecado de Acán, a diferencia del pecado de Coré (Números 16), no es
considerado el pecado de un solo hombre, sino el de todo el pueblo. Así que
Dios exige que todo el pueblo se santifique, y que sea quitado el anatema de
en medio de ellos, si es que han de seguir avanzando en la voluntad de Dios.

El pecado del pueblo siempre acarrea ira de parte de Dios, y también


turbación. “Escondiste tu rostro, fui turbado” –exclama el salmista (30:7).
¿Cómo podría haber sido de otra manera, si Dios es Santo, si halló necedad
en los ángeles, y ni aun las estrellas son limpias delante de sus ojos?

El favor de Dios se detiene, su mano ya no se extiende para salvar, el


enemigo del alma se levanta con furia para destruir. Entonces nos derrota y
nos avergüenza; transforma nuestro gozo en llanto, y nuestro vestido de
salvación en cilicio de luto. Atravesamos los valles de la sombra y de la
muerte sin el aliento de la “vara y el cayado” del Pastor. Dios se nos ha
escondido, no vemos nada al final del túnel; sólo oscuridad y silencio.

Ante esto, hay dos caminos: sacudirnos superficialmente del pecado y seguir
avanzando a contrapelo, echando mano a los recursos de la carne,
“adornando nuestro camino para hallar amor” (Jer. 2:33), como si Dios nunca
hubiese mostrado su desagrado; o bien detenernos, humillarnos,
arrepentirnos y santificarle.

Lo primero es propio de la gente avasalladora, acostumbrada a solucionarlo


todo astutamente, o por la fuerza, de modo que nada impida el avance de su
obra, que nadie empañe su gloria.

Lo segundo es propio de los que le aman, y que están dispuestos a arrostrar


la vergüenza pública, el escarnio y la maledicencia, en un ‘mea culpa’
profundo, paralizante y desestabilizador. Aceptan el juicio a su carne y a su
engañoso corazón; en definitiva, justifican a Dios. Esto no se puede sufrir sin
estar dispuesto a morir, sin aceptar la propia corrupción, para que Dios sea
santificado.

El juicio al transgresor

El pecado de Acán, terrible ya de por sí, se agrava, porque no ha confesado


su pecado. Al no haber confesión espontánea, se hace preciso descubrirle.
Recién entonces, Acán confiesa. Pero ya es tarde. El reconocimiento no lo
libra del castigo: debe morir él y toda su casa. La turbación que ha traído
sobre Israel debe caer sobre quien la ha causado. Su pecado llega a ser
célebre –tristemente célebre– porque da nombre a un valle: el valle de Acor,
de la turbación.

Israel tuvo su Acán. Su castigo habría de servir de escarmiento para la


posteridad. El pecado no puede quedar impune. Unas veces se descubre en
seguida, otras se descubre después (1ª Tim.5:24), pero sea cual sea el caso,
Dios lo juzgará.
En el pueblo de Dios andan muchos Acanes sueltos, con una amplia sonrisa
en el rostro. Al igual que aquél Agag, rey de Amalec, ellos dicen alegremente:
“Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte” (1 Samuel 15:32); sin
embargo, aunque demore un poco, la espada de Samuel caerá sobre ellos
inexorablemente. Otros se esconden en el aparataje administrativo de las
grandes organizaciones religiosas. Allí el pecado pasa inadvertido, las
tinieblas se esconden tras los papeles y el ‘show business’.

Pero Acán está también dentro de cada uno de nosotros. Suele agazaparse
entre las motivaciones puras y esconderse entre las acciones nobles de los
hijos de Dios. Su mirada furtiva tiende a la opulencia y al lujo. Su propósito es
la gloria humana y la grandeza. Sin embargo, la sentencia para él es una sola,
y definitiva: la muerte. La cruz es su lugar, la muerte es su destino. Su
engañoso corazón debe ser desnudado y su pecado exhibido. Acán no tiene
salvación.

Si no aceptamos la sentencia, llevaremos al pueblo de Dios a la derrota.


Aceptemos el juicio de Dios sobre nuestro Acán, levantemos un túmulo sobre
sus despojos. ¡Gocémonos en su muerte!

Recuperación del favor de Dios

El juicio ha sido rápido; y el castigo, ejemplar. Entonces “Jehová se volvió del


ardor de su ira.” (7:26). La justicia de Dios ha sido satisfecha y Su Nombre ha
sido santificado. El valle de Acor luce solemne y terrible, pero de allí mismo se
abrirá una puerta de esperanza para el pueblo de Dios. (Oseas 3:15). Tras la
turbación viene la esperanza. Tras el juicio vindicador, viene otra vez la gracia
a raudales. Hai caerá delante de Israel en el próximo enfrentamiento. Las
cosas vuelven a la normalidad. Israel arrasa con sus enemigos. ¿Quién podrá
resistirse el caminar del pueblo santo?

¡Qué complacido luce el rostro de Dios mirando a su pueblo! Sus hijos han
obedecido con premura, la afrenta a Su nombre ha sido limpiada. Ahora
siente que ellos le aman, que tiemblan a su palabra y que corren para la
obediencia. El enemigo no podrá atemorizarles. Delante de ellos, todos serán
turbados, empequeñecidos, devastados.

Las obras de Acán, el turbulento, han sido juzgadas, y Acán mismo ha


muerto. ¡Dios ha sido santificado! El pueblo de Dios, como un cuerpo sano,
vigoroso y fuerte, podrá avanzar y nadie le detendrá.

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.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
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Los Acanes de Israel, los Himeneos y Filetos en días de Pablo


son los antecedentes de los profanos y apóstatas de hoy.
¿Cómo y cuándo nace un apóstata? ¿Cuáles son los resortes
que gatillan su aparición? ¿Cuál es la peligrosa senda
descendente que siguen los que ayer parecían piadosos
cristianos y que hoy han venido a engrosar la funesta lista de
los réprobos del pasado?

Un problema de conciencia
Himeneo y Alejandro ... Figelo y Hermógenes ... Himeneo y Fileto ... Estas son
tres parejas de nombres mencionados en las epístolas de Pablo a Timoteo, y
asociados con conductas turbias, con blasfemias y apostasías. Dos de esos
nombres, Himeneo y Alejandro, se mencionan en dos ocasiones.

En algún momento ellos fueron leales compañeros de milicia del apóstol, pero
ahora, él debe mencionarlos con dolor, para advertir a los hermanos acerca
de su descarrío, para que no se dejen seducir por sus engañosas palabras. El
apóstol parece haber perdido las esperanzas de que ellos pudieran volver a
servir con él (1ª Timoteo 1:20); sólo de Onesíforo –otro que también integra
esta triste lista– parece tener todavía alguna esperanza (2ª Timoteo 1:16-18;
4:19).

¿Qué pudo haber obrado en el corazón de estos hombres, en otro tiempo


fieles creyentes, colaboradores diligentes, para que llegasen a ser apóstatas y
blasfemos?

Pablo lo sugiere en 1ª Timoteo 1:5-6: dejaron de velar sobre su corazón,


sobre su conciencia; su fe se fosilizó; más claramente lo afirma en el versículo
19 del mismo capítulo: ellos desecharon la buena conciencia, y, por tanto,
naufragaron en cuanto a la fe. En el capítulo 4 se refuerza este mismo
diagnóstico cuando se menciona a los apóstatas de los postreros tiempos, y
se dice de ellos que tendrán cauterizada la conciencia (v.2).

Un problema de conciencia

Parece ser, entonces, que el problema de estos ex-colaboradores de Pablo


tuvo que ver principalmente con la conciencia. Ante esto surgen varias
preguntas: ¿Qué es la conciencia? ¿Cuáles son sus resortes? ¿Cómo
funciona? ¿Cuál es su importancia en el caminar de un creyente?
¿Cómo descuidaron estos colaboradores de Pablo un aspecto tan importante
de su corazón y de su conducta? ¿Acaso no tenían a su lado al príncipe de
los apóstoles? ¿O es el cuidado de la conciencia un asunto tan íntimo, que ni
siquiera un gran hombre de Dios a nuestro lado nos eximirá de sus peligros?

La conciencia habla a favor de Dios

La conciencia es una facultad de nuestro espíritu que hace oír su voz en el


hombre a favor de Dios. En los incrédulos, la conciencia está acallada, pero
apenas el Espíritu Santo toca el corazón, la conciencia es avivada y conduce
al hombre a Cristo. Entonces, la preciosa sangre del Hijo de Dios la limpia y la
aquieta, llenándola de paz.

Habiendo sido avivada, la conciencia seguirá despierta en el cristiano,


efectuando una importante obra, en acuerdo –por decirlo así– con el Espíritu
Santo. Su voz se hará oír siempre que el cristiano piense, hable u obre en
disconformidad con su alto llamamiento.

A medida que el cristiano progresa espiritualmente, la voz de la conciencia y


la voz del Espíritu Santo irán coincidiendo hasta ser una sola voz. (Romanos
9:1). Más exactamente, el Espíritu Santo se valdrá de la conciencia para
hablar al creyente. Así, podemos decir que, en condiciones normales, cuando
la conciencia está sana y sensible, la voz de la conciencia es la voz de Dios.

Así que, atender a la conciencia es de suma importancia para el cristiano,


porque ella testifica de si las cosas entre él y Dios son claras.

Un siervo de Dios ha dicho: “El ser fiel a la conciencia es el primer paso hacia
la santificación.” ¿Por qué es esto así? Porque si la conciencia nos dice que
algo va mal, es que de verdad va mal. Si ella nos condena, tenemos que
pararnos y atender a su advertencia, porque la santidad de Dios es aun más
alta que ella. (1ª Juan 3:20).

Dos reacciones

¿Cuáles pueden ser las reacciones del creyente ante la voz de la conciencia,
cuando nos dice que hemos obrado mal?

Hay fundamentalmente dos reacciones:

a) El arrepentimiento, la confesión y la invocación a la sangre de


Jesucristo para el perdón.

b) La resistencia, tratando de apagar su voz, bien por la vía de


la argumentación, (para convencerla de que no ha habido tal
falta), o bien tratando de aliviarla por medio de las buenas
obras. Evidentemente, la conciencia no cederá ante los
argumentos, porque sus requerimientos no son mentales, sino
espirituales. El estándar del cristiano es la voluntad de Dios, la
cruz de Cristo, y no meramente la justicia externa según el
criterio del bien y el mal. Por otro lado, si recurre a las buenas
obras caerá en la presunción de Saúl (1 Samuel 15:22). Dios no
mirará esas ofrendas –las buenas obras– , sino sólo las cosas
en que se le ha desobedecido.

Consecuencias

Si un creyente toma el primer camino, su conciencia encontrará descanso, y


recuperará inmediatamente su comunión con Dios. Si de ahí en adelante el
creyente continúa oyendo su voz y juzgando en particular cada una de sus
faltas, la conciencia se irá haciendo más sensible y la comunión con Dios se
irá haciendo más estrecha cada vez. Al mismo tiempo, tendrá en su espíritu
un claro testimonio de estar agradando a Dios (Hebreos 11:5 b). Andará con
confianza delante de Dios, y su fe se robustecerá, porque no habrá nada en
su interior que socave su confianza. (1ª Juan 3:21-22).

Pero si el creyente opta por lo segundo, en lo inmediato, pierde la comunión


con Dios, y su conducta se volverá poco a poco liviana y cínica. Si la
conciencia continúa siendo sistemáticamente desoída, su voz se hará cada
vez más débil, hasta silenciarse del todo. Si antes el creyente era espiritual,
ya no lo será más; su deterioro es franco y decidido, de modo que las obras
de la carne harán presa de él. De continuar por este camino, su conciencia se
bloqueará (“cauterizará”, 1ª Timoteo 4:2) hasta llegar al extremo sumamente
peligroso de que él podrá pecar, sin sentir reprensión alguna. Quien llega a
esta lamentable condición, está a un paso de la apostasía. Sus pecados no
confesados, sus tinieblas consentidas serán en el barco de su conciencia
grandes forados que harán naufragar su vida espiritual (1ª Tim.1:19).

En este estado, el ex piadoso creyente está expuesto a las máximas


aberraciones, a las blasfemias y herejías mayores. Un alma sensual, por
ejemplo, podría perfectamente levantar una doctrina perversa sólo por
favorecer su sensualidad. Para tal efecto, hará uso de las Sagradas
Escrituras, torciendo sus santas palabras para justificar su pecado y
convencer a otros para que lo sigan. Un alma con una mente fuerte, puede
levantar un edificio doctrinal sólido y coherente (pero carnal), que dé
expresión a sus ansias intelectuales, y llevar a muchos detrás de sí.

Ahora bien, si este desliz es grave en un creyente normal ¿cuánto no lo será


en uno que tiene mayor responsabilidad en medio del pueblo de Dios? Si se
trata de un predicador, un líder, su gravedad aumenta en directa proporción
con la cantidad de cristianos que lo siguen. Su comunión con Dios se ha roto,
Dios ya no da testimonio a favor de él, pero igual usará su conocimiento, su
prestigio y su “ministerio” en una obra que ya no glorifica a Dios. Tal vez esté
viviendo en pecados groseros, pero el pueblo de Dios aun lo oye y lo sigue.

¿Qué hacer?
Ahora bien, ¿qué debemos hacer para evitar tan grande extravío y tan
grandes males?

Lo primero, es llevar las cuentas muy cortas con nuestra conciencia. Tenemos
que aceptar el permanente escrutinio y examen de ella. No hay ningún
cristiano, por espiritual que sea, que no necesite atender a su conciencia,
escuchar su voz y confesar sus pecados. Cuando ella nos reprenda, hemos
de traer a la luz de Dios todo mal pensamiento concebido, toda intención
torcida, toda palabra dicha, y toda acción cometida, de las cuales hayamos
sido notificados por ella. Para que no haya nada que interfiera entre nosotros
y Dios.

En seguida, tenemos que echar mano a la provisión que Dios ha hecho para
nosotros en la sangre de Jesucristo. “Si andamos en luz, como él está en luz,
tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos
limpia de todo pecado... Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1ª Juan
1:7,9).

Hemos de cuidarnos de tratar de acallar la voz de la conciencia con nuestras


buenas obras, como se ha dicho, o con un activismo externo que es un mero
servicio de labios, con vanas obras de justicia, que serán delantales inútiles
para justificarnos delante de Dios (Génesis 3:7). Muchas de las buenas obras
que se realizan tienen esta sola intención.

Por otra parte, cuando se cae en este estado, se suele echar mano también a
una forma de evasión de las demandas de la conciencia, que se manifiesta en
una atención exagerada a asuntos menores de doctrina.

En días de Pablo había la tendencia de ocuparse de “fábulas”, “discusiones


acerca de palabras” o “genealogías”, las cuales Pablo consideraba “vana
palabrería”, porque no aprovechaban a los que se ocupaban en ellas, sino
que les sumían en la impiedad. Esto, que fue una tendencia que se comenzó
a notar hacia finales del ministerio del apóstol –días de deterioro– es también
observable hoy entre los hijos de Dios.

Hay una inclinación por las disputas teológicas, por enfrascarse en la


dilucidación de los misterios o dificultades bíblicas (“¿La salvación se
pierde?”), que no traen mayor provecho espiritual. Al contrario, suelen sumir a
quienes las practican en la confusión, el desánimo y hasta, en algunos casos,
en el extravío de la fe. Porque la dilucidación de estos misterios o dificultades
efectuados por mera curiosidad no conduce a una verdadera piedad, sino a la
vanagloria de la carne.

Ahora bien, ¿y en el caso de los modernos Acanes, con influencia en medio


del pueblo de Dios? ¿Qué hacer respecto de ellos? En este asunto, el ejemplo
de Josué ante el pecado de Acán nos sirve de modelo. ¿Qué puede el pueblo
de Dios hacer, sino clamar a Dios para que Él mismo descubra su pecado, y
el pueblo sea sanado de tal contaminación?

Pureza y piedad

Por eso, el apóstol Pablo instaba a Timoteo a mantener una buena conciencia
(1ª Timoteo 1:19), a mantener una actitud de juicio ante el pecado (1ª Timoteo
5:20), y a atenerse a la enseñanza pura, que es conforme a la piedad (1ª
Timoteo 6:3). Esta enseñanza está conformada por las “sanas palabras” de
nuestro Señor Jesucristo (1ª Tim.6:3), y las “sanas palabras” del apóstol (2ª
Tim.1:13).

Siete veces aparece en las epístolas a Timoteo la palabra piedad referida a la


forma de vida del cristiano. Un Diccionario Bíblico define la piedad como
“aquella disposición del ánimo que da a Dios el supremo lugar en el corazón y
en la vida.” La piedad no es una postura religiosa, sino que es una forma de
vida, un ejercicio permanente (1ª Tim.4:7), un “vivir piadosamente en Cristo
Jesús” (2ª Tim.3:2).

A menos que un cristiano atienda a la exhortación de su conciencia, y viva en


un ejercicio permanente de verdadera piedad, no escapará al lazo del diablo
en esta generación maligna y perversa. Hay demasiados tentaciones al
acecho, demasiados demonios sueltos como para que podamos escapar si no
velamos sobre nuestro corazón.

Que Dios, en su gracia, nos permita vivir en paz con Él y con nuestra
conciencia. Aun más, que podamos decir con el salmista: “Aun en las noches
me enseña mi conciencia.” (16:7), y con el apóstol: “Pues confiamos en que
tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo” (Hebreos
13:18).

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.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
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En las parábolas e historias que contó el Señor Jesús hay una


multitud de personajes: curiosos, unos, graves otros,
interesantes todos. Cada uno presenta una carga valórica tal,
que su estudio resulta de alto provecho. ¿Habrá en estos
retratos algo que nos identifique?

Retratos en negro y gris


Quisiéramos tomar aquí un aspecto de las enseñanzas del Señor Jesús,
como son sus parábolas e historias. En ellas hay una multitud de personajes;
curiosos, unos, graves otros, interesantes todos. Cada uno de ellos presenta
una carga valórica y didáctica tal que su estudio resulta de alto provecho, en
especial el de aquellos con un énfasis negativo. Sin afán de caricaturizarlos,
cada uno de ellos representan un defecto o debilidad claramente identificable.

Para el creyente resulta fácil y gratificante compararse (consciente o


inconscientemente) con un personaje bueno, diligente, ejemplar. Tal vez no
muy a menudo se vea reflejado en aquel que desobedece, el rebelde o
negligente. Sin embargo, su confianza podría resultarle peligrosa.

Uno puede desear ser ese siervo prudente, abnegado y fiel, pero su deseo tal
vez no sea su realidad. Uno suele verse a sí mismo no como realmente es,
sino como quisiera ser; otros nos ven, sin embargo, más objetivamente, y por
supuesto, Dios nos ve como realmente somos.

De manera que un estudio de estos personajes, reprobados a la hora del


juicio, nos será de gran utilidad. En ellos nos iremos viendo reflejados, un
poco aquí, otro poco allá.

Confiamos en que la visión de estos retratos –algunos sólo bocetos– nos


ayudará a ver nuestra condición, y nos impulsará a apartarnos de sus
defectos, para ser hallados irreprensibles en el día de Jesucristo.

El siervo inmisericorde (Mateo 18:23-35)


(La desgracia de no perdonar)

Este siervo fue perdonado grandemente. Diez mil talentos es una cantidad
importante, que jamás podría haber pagado ni siquiera vendiéndose a sí
mismo y a toda su familia. Sin embargo, pese a eso, cuando se vio enfrentado
a un consiervo que le debía una deuda pequeña, no pudo perdonar. Exigió
con urgencia, y aun con violencia, el pago.
El rey entonces le halla y le dice:

—Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No


debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve
misericordia de ti?

Este siervo es juzgado como “malvado”. Genéricamente, su rasgo es la


maldad, pero específicamente es la falta de consecuencia en cuanto a la
misericordia. Él fue tratado con piedad, pero no hizo así con su consiervo.

Para ser un siervo malvado no se precisa llegar a ser un asesino o un


apóstata; basta con ser uno que no perdona a su hermano.

¿Cuál fue el castigo para él? El perdón que se le había otorgado le fue
quitado, y fue entregado a los verdugos hasta pagar todo lo que debía.

El siervo envidioso (Mateo 20:1-15)


(El problema de mirar hacia el lado)

Un hombre sale a contratar obreros para que trabajen en su viña. Los contrata
en horarios diferentes, pero a todos les promete el mismo pago,
correspondiente al día completo. Como era de esperar, los que trabajaron
más, reclamaron.

—Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a
nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día – le dicen al Dueño.

Éste le contesta a uno de ellos:

—Amigo, no te he hecho agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?


Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No
me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo
soy bueno?

¿Cuál es el problema aquí? Mientras el siervo miró lo que había en su mano,


estuvo conforme, porque correspondía a lo estipulado. Su problema comenzó
cuando miró lo que había en la mano de su consiervo.

Él había recibido lo acordado, y su consiervo también. Sólo que la cantidad


dada al consiervo no obedecía al criterio de la justicia, sino al de la bondad del
Dueño.

Los cristianos están muy bien cuando miran lo que tienen en sus manos, pero
suelen tener problemas cuando miran hacia el lado. Si les parece que alguien
recibió más de lo que él considera justo, se le acaba la dicha y surge la
envidia. Si alguno recién llegado disfruta de un perdón mayor que el suyo,
entonces hay disconformidad.

La paga aquí representa la salvación, que no se recibe por mérito, sino por la
bondad de Quien la da. Todos reciben lo mismo, porque Dios es bueno. Tanto
el que llegó hace cincuenta años como el que está llegando ahora.

El hijo incumplidor (Mateo 21:28-32)


(La inconsecuencia entre las palabras y los hechos)

Un padre tenía dos hijos. A ambos les pidió que fueran a trabajar en su viña.
Uno de ellos dijo que no quería ir, pero después, arrepentido, fue. El otro dijo
que iría, pero no fue.

He aquí dos situaciones contrapuestas. Nosotros nos ocuparemos del


segundo hijo, el que no hizo la voluntad de su padre.

Curiosamente, este hijo tenía la doctrina correcta y habló también


correctamente. Cuando su padre lo manda, él dice:

—Sí, señor, voy.

Él es respetuoso, porque trata a su padre de “señor”. El no es rebelde, porque


accede de inmediato. Todo está bien en su actitud y en sus palabras. Pero
está muy mal en sus hechos.

Su actitud y sus palabras son sumisas, pero sus hechos son rebeldes. Sus
palabras son correctas, pero sus hechos son incorrectos.

Dios no quiere hijos sumisos que sean rebeldes. Tampoco quiere hijos ‘bien
hablados’ que hagan mal. Dios no quiere hijos con sólo actitudes y palabras
correctas, sino hijos que le obedezcan.

En este hijo hay una dulzura en los labios que no se compadece con la dureza
del corazón. Para desobedecer al padre hay que tener una inflexibilidad
adentro que a Dios le resulta muy desagradable.

El Señor Jesús asoció a este hijo con “los principales sacerdotes y los
ancianos” (Mateo 21:23). Ellos estaban cada día en el templo y tenían
actitudes y palabras correctas. Allí se prosternaban delante de Dios y hacían
largas oraciones; y luego enseñaban al pueblo acerca de cómo agradar a
Dios. Ciertamente, el Señor podía respaldar lo que ellos enseñaban, pero no
así lo que ellos hacían. Al igual que los fariseos, ellos debían ser obedecidos
en lo que enseñaban, pero no debían ser imitados en lo que hacían (Mateo
23:2-3).

Los labradores homicidas (Mateo 21:33-44; Marcos 12:1-12; Lucas 20:9-18).


(La obra, por el Señor de la obra)
La Biblia Reina-Valera titula esta parábola “Los labradores malvados”, pero
siendo la expresión “malvado” muy genérica, encontramos que “homicidas” es
más específica de estos labradores. Ellos no sólo golpearon, apedrearon y
mataron a los siervos que el Dueño de la viña les había enviado, sino que
cometieron la increíble falta de matar a su propio hijo.

Por supuesto, estos labradores representaban al pueblo judío. Pero la frase:


“Arrendará su viña a otros labradores” alude a los obreros de esta
dispensación. ¿Asumirán éstos la misma actitud que aquéllos? ¿Será su
conducta igual que la de aquéllos?

Los delitos de estos labradores son variados y cada uno de ellos sobrepasa
en gravedad al anterior. Estos labradores se negaron a rendir cuentas de los
frutos, luego se apropiaron de la viña y finalmente excluyeron al mismo Dueño.

Ellos desconocieron los derechos que Él tenía sobre su viña. Se apropiaron


de una heredad ajena. La obra de Dios es de Dios; sin embargo, estos siervos
la tomaron para sí.

¡Cuán similar es el panorama hoy! En muchos lugares la obra de Dios es


despedazada por manos ambiciosas, interesadas, que sólo quieren medrar a
costa de ella. Para lograrlo, no trepidan en dejar al mismo Hijo de Dios fuera
de ella. Siendo el Heredero, no le toman en cuenta. Más aún, por el mismo
hecho de serlo, le excluyen, para que nadie pueda interferir en el camino que
se han propuesto.

En la viña del Señor hoy, el Señor mismo está siendo excluido. Está la viña,
pero no el Señor de la viña. Están los obreros, pero ellos no están en paz con
el Dueño, ni trabajan según los propósitos de Él. Ellos han tomado en sus
manos lo que no diseñaron, y cuyos planos no conocen.

Aquellos labradores fueron malvados, y homicidas. ¿Lo estamos siendo


nosotros también, nosotros que podemos decir, lo mismo que ellos: “¡Dios nos
libre!”? (Lucas 20:16) ¿De qué nos valdría decirlo de labios? ¡A ellos no les
sirvió de nada!

El infiltrado (Mateo 22:1-14)


(La impostura del no ser)

Las bodas están en su apogeo. Los convidados disfrutan de la fastuosidad y


riqueza del evento. Todos ríen, todos gozan. Es una fiesta principesca.

De pronto viene el rey para ver a los convidados. Su mirada muestra la


complacencia por la fiesta espléndida.

Pero de pronto, algo llama su atención. Algo no está bien. ¿Cómo es posible?
¡Hay un hombre con vestiduras comunes! ¡El no está vestido de boda!
Entonces se acerca y le dice con voz firme:

—Amigo, ¿cómo entraste aquí sin estar vestido de boda?

El hombre enmudece. La ira del rey se desborda. Se dirige a los criados:

—Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera.

Los siervos que habían hecho las invitaciones no habían puesto cuidado en
qué clase de gente invitaban. Así fue como entraron a la fiesta “juntamente
malos y buenos” (22:10). Los malos podían entrar camuflados, podrían comer
y danzar, como los demás, pero no podrían hacerlo por mucho tiempo.

La mirada del rey es escrutadora y nada puede escapar a ella. Nadie puede
engañarle. Lo ocurrido con este hombre es representativo de lo que
seguramente ocurrió con otros más.

En los ambientes cristianos hay muchos infiltrados. Ellos comen y ríen. Ellos
juegan y danzan. Pero llegará el día en que Dios examinará atentamente a los
invitados, y no podrán permanecer.

¿Quiénes tendrán derecho a participar de la fiesta de bodas? ¡Los que


estaban vestidos de bodas! Este vestido, en un sentido espiritual, es la justicia
de Cristo que nos cubre. (Efesios 4:24). Cualquier otro vestido que el hombre
se ponga será un vano delantal que no logrará cubrir su desnudez. (Génesis
3:7).

Fuera de Cristo, no hay Dios, ni cielo, ni fiesta alguna en los divinos


aposentos. Muchos hoy tienen una religión cristiana sin Cristo, están en los
rebaños sin haber entrado por al Puerta, y le dicen a Dios “Señor” sin haberle
conocido.

Ellos nunca han estado al pie de la cruz confesando sus pecados y


apropiándose de la bendita Sangre. No conocen la obra del Crucificado, sino
por alguna referencia doctrinal, por alguna clase bíblica. Su corazón de piedra
no ha sido reemplazado por uno de carne, su espíritu está tan dormido como
el del más pecador de los hombres. De todo punto de vista, él parece que es,
pero no es.

Siendo cizaña, hoy puede estar confundido entre el trigo, pero llegará el día
de la siega y no podrá esconderse más. Hoy no puede ser tocado, pero
mañana será quemado. (Mateo 13:36-42).

El siervo impaciente (Mateo 24:48-51; Lucas 12:45-48).


(La pérdida del temor y la esperanza)

En el mismo discurso en el cual el Señor habla de su segunda venida,


menciona a dos siervos, uno que es “fiel y prudente”, y otro que es “malo”. La
maldad de este segundo siervo tiene que ver con la impaciencia. Toda su
conducta desviada parte de una premisa aparentemente inocua. El dice: “Mi
señor tarda en venir”. Pero de ella se derivan una serie de consecuencias
lamentables.

El piensa que ha esperado demasiado, y se ha cansado. Entonces realiza dos


clases de cosas. Por un lado, golpea a sus consiervos, y por otra, se entrega
a una vida licenciosa.

Al perder la expectación de la venida del Señor, su corazón pierde el temor. Y


esto trae consigo la violencia contra sus hermanos, a quienes maltrata. Como
ha perdido de vista al Pastor, hiere a sus ovejas. La paciencia de sus
consiervos, y la aceptación resignada de los padecimientos que él les inflige,
le dan oportunidad de proceder impunemente. La disipación de su vida es la
otra consecuencia de la pérdida del temor. Los placeres le llaman; la puerta
amplia y el camino espacioso se abren delante de él con toda su
voluptuosidad.

Por eso, la esperanza es tan necesaria en el carácter del cristiano. Es una de


las tres virtudes cardinales que adornan su carácter. (1ª Corintios 13:13). Y
por eso la paciencia es su complemento perfecto (Hebreos 6:11-15).

El siervo holgazán (Mateo 25:14-30)


(El problema de la indolencia)

El siervo a quien se le dio un solo talento era un siervo malo y negligente. Era
malo, porque sólo un hombre así puede decirle a Dios: “Conocía que eres
hombre duro”. Era negligente, porque no hizo producir lo que le encomendó
su Amo; se cruzó de brazos y escondió lo que tenía.

La expresión: “Aquí tienes lo que es tuyo” denota un total desinterés por los
dones recibidos. No eran ellos parte de su bagaje; no eran su responsabilidad
personal: eran sólo una carga molesta de la cual se deshizo apenas pudo.

Tal vez miró al de cinco talentos o al de dos, y vio que el amo había sido
injusto con él al darle sólo uno. Entonces se llenó de resquemor, y dejó que
este resquemor se tradujera en una absoluta indolencia. Y la indolencia
enterró el talento.

A la hora de la rendición de cuentas, le fue quitado el talento, y recibió un


nuevo epíteto, que se agregó a los dos anteriores: inútil. Su lugar estará en
las tinieblas de afuera, donde hay el lloro y el crujir de dientes.

El siervo insensato (Mateo 25:1-13)


(El descuido del Espíritu)

La parábola titulada de las diez vírgenes tiene una sola enseñanza clave: la
necesidad de ser permanentemente llenos del Espíritu Santo. La insensatez
de las cinco vírgenes insensatas fue esta: tener aceite en sus lámparas, pero
no en sus vasijas.

En la hora previa a la venida del Señor Jesús escaseará no sólo la fe (Lucas


18:8), sino también el Espíritu en muchos corazones cristianos. El sueño
volverá pesados los párpados. A esa hora, la salvación para los cristianos
prudentes vendrá por la provisión del Espíritu que tengan.

Se puede vivir una vida exteriormente normal (con la lámpara encendida),


pero con una provisión interior insuficiente (sin aceite en la vasija). Será una
vida volcada hacia el exterior, pero sin un respaldo interior. Un testimonio de
justicia hacia los hombres, pero desconocido para Dios.

En nuestros días se tiende a vivir un cristianismo más como de exhibición que


como una expresión de vida interior. Los programas y los ‘shows’ ocupan todo
el tiempo. Las agendas están repletas, pero no para estar en la cámara
secreta con el Señor. El Señor dijo que separados de él nada podríamos
hacer, sin embargo, vivimos cada vez más y más independientes de Él.

Si atendemos hoy a la cuádruple exhortación de la Palabra respecto del


Espíritu, no caeremos en esta grave insensatez: No resistir al Espíritu
(Hechos 7:51), no contristarlo (Efesios 4:30), no apagarlo (1ª Tesalonicenses
5:19), y ser llenos de Él (Efesios 5:18).

Los invitados remisos (Lucas 14:15-24)


(El problema de los intereses)

Un hombre importante hizo una gran cena. Invitó a gente noble, pero ellos
comenzaron a excusarse. Hubo tres excusas, una de ellas tiene que ver con
los bienes, otra con el trabajo, y la tercera con el matrimonio.

Estos tres siervos desdeñan la invitación por tener compromisos más


importantes que atender.

El hombre que hizo la cena representa a Dios. Los invitados remisos


originalmente representan a los judíos. Pero tratándose de que esta parábola
se refiere al reino de Dios (14:15), podemos y aun debemos aplicarla a
nuestra situación como creyentes.

La invitación a la gran cena es la invitación a participar en el reino, pero para


que eso sea posible es preciso dejar atrás aun aquello que legítimamente nos
afana. ¿No es legítimo acaso el administrar nuestros bienes y negocios? ¿No
es legítimo atender nuestro trabajo? ¿No es legítimo casarse? El punto aquí
es si esas cosas son prioritarias a los negocios de Dios. Si a la hora de poner
ambas cosas en la balanza, ésta se inclina por lo nuestro, no somos aptos
para participar del reino.
Los mejores hombres desdeñaron la invitación, por lo que Dios la extendió a
gente común. Éstos no tenían nada que perder, así que acudieron de
inmediato. Éstos –la gente vil– son los que finalmente hacen la obra de Dios,
porque los que mejor podrían realizarla están ocupados.

La conclusión del Hombre de la cena es: “Porque os digo que ninguno de


aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.” (v.24).

¡Esto tiene una solemne importancia! La exclusión de los negocios de Dios no


se determina por el lado de Dios, sino por el nuestro. Los causantes de
nuestra desgracia seremos nosotros mismos, y de ninguna manera Dios. A
todos se nos ha invitado graciosamente, pero no todos estamos aceptando la
invitación. La hacienda nos atrapa, los bueyes nos esperan, y la novia hace
guiños desde lejos. Ellos han acaparado nuestro corazón. ¿Qué dirá Dios a
todo esto? En realidad, Él no tiene nada nuevo que decirnos, porque lo que
tenía que decir ¡ya lo dijo a través de esta parábola!

El síndrome del hijo mayor (Lucas 15:25-32)


(El viejo problema de la justicia propia)

El hijo mayor en la historia del hijo pródigo es un caso digno de la mayor


consideración. El presenta dos características: primero, posee toda la
herencia del padre pero nunca ha hecho uso de ella, y segundo, tienen un
corazón estrecho para perdonar.

El hijo menor, el derrochador, ha llegado. El corazón del padre se ha


regocijado, y toda la casa se llena de fiesta. El bullicio se oye de lejos.
Entonces aparece el mayor, y cuando se entera del motivo de la fiesta, se
enoja, y no quiere ni siquiera entrar. Y entonces sale el padre a rogarle.

El diálogo que sigue es de lo más increíble. El padre rogándole al hijo


desamorado; el hijo argumentando en su contra.

El hijo mayor es heredero de todo, pero sólo vive para trabajar. Su norte son
las obras, él no conoce la gracia. No disfruta de su posición de hijo. Él vive en
un severo régimen en que tiene que cumplir deberes, pero no puede gozar.
Hecho a esa medida, no puede aceptar el derroche de amor hacia su
hermano menor, así que le excluye de su corazón.

Entre los cristianos de hoy esta historia se repite con cierta frecuencia. El hijo
menor llega de vuelta de su recorrido por el mundo. Dios se alegra, los
misericordiosos también, pero el hermano mayor frunce el cejo, endurece la
mirada y demuda el rostro. El tiene la severidad del justo sin amor, por eso se
enoja hasta con Dios mismo. Él no se alegra en lo que posee como hijo de
Dios, ni deja que otros se gocen. Es el mayor entre sus hermanos, pero su
mayoría de edad no habla de una mayor madurez. Es un caso lamentable.
Permanentemente están llegando los pródigos a la Casa. (Nosotros mismos
hemos llegado más de alguna vez). Más vale aprender a alegrarse con el que
estaba muerto, pero ha revivido, con el que estaba perdido, pero que ha sido
hallado.

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.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
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Suele haber un doble estándar en nuestra vida como


creyentes: una conducta pública y una conducta privada.
Aunque los demás no oigan ni sepan las malas palabras
proferidas en secreto, el Señor las oye. Aunque los demás no
vean ni sepan las malas acciones cometidas en secreto, el
Señor las ve. Dios ama la verdad en lo íntimo. Este principio
constituye el secreto de la bendición de Dios en medio de la
iglesia.

La verdad en lo íntimo
Para describir lo que es la iglesia y para enseñarnos acerca de ella, el Espíritu
Santo utiliza en la Escritura diversas figuras y tipos. La figura más acertada
para expresar el funcionamiento de la iglesia es el cuerpo humano, según se
puede ver en 1ª Corintios 12.

Al leer especialmente los versículos 26 y 27 de este capítulo, nos damos


cuenta de que hay una íntima dependencia entre los miembros del cuerpo. A
cada miembro le afecta lo que pasa con el otro miembro. Y lo que pasa con
uno, le afecta a todos.

Al decir que “si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él”,
eso nos está sugiriendo una cosa íntima; (el dolor normalmente es algo que
se lleva en lo interior y que se sufre en la intimidad.) En cambio, cuando habla
de la honra que un miembro recibe y que produce gozo en todos los demás,
eso nos sugiere algo público, porque si un miembro es honrado, el gozo de
esa honra recibida alcanza a todos los miembros. De manera que tanto en lo
privado como en lo público, hay una interdependencia y una influencia
recíproca entre cada miembro y los demás miembros del cuerpo.

Así que, parte del dolor y del gozo que usted siente como miembro, no
depende de usted ni de su relación con el Señor, sino que es producto de lo
que ocurre con los otros miembros del cuerpo. Asimismo, muchas de las
cosas que le suceden a usted en lo privado o en lo público, no solamente le
afectan a usted, sino que también afecta a otros.

Y esto no es algo necesariamente consciente. No es algo que usted deba ir


publicando: «Hermanos, estoy adolorido por esto».

Es algo espiritual, porque la iglesia es espiritual. De tal manera que lo diga o


no, lo que pasa en su corazón, sea doloroso o feliz, va a afectar al resto del
cuerpo. Esto es una cosa muy profunda, porque la iglesia es un cuerpo muy
sensible a los hechos y a los estímulos espirituales.

¿Qué pasa con nosotros, con nuestras palabras y con nuestra conducta?
Ellas traerán necesariamente, o bien dolor, o bien gozo. Hay dos alternativas:
edificación (vida) o destrucción (muerte). Sea que ocurra en público, o sea
que ocurra en lo íntimo.

La iglesia es un cuerpo «bien concertado y unido entre sí» (Efesios 4:16). La


unión o interdependencia de los miembros es absoluta para bien o para mal,
para comunicar vida o para comunicar muerte.

Lo público y lo privado

Así pues, lo público y lo privado son los dos ambientes en los cuales nos
estamos moviendo permanentemente. De estas dos esferas, la que más nos
interesa ver ahora es la de lo privado.

Normalmente, uno tiende a guardar las palabras y la conducta públicas para


no herir u ofender al hermano. Pero ¿qué pasa en lo secreto? Tenemos que
ver que tanto las acciones piadosas realizadas en secreto, como los pecados
cometidos en secreto, afectan a todos los miembros del cuerpo, las unas para
bien y los otros para mal. Nadie puede pecar impunemente en la iglesia,
aunque sea el pecado más secreto, y aunque sea un pecado menor. Así
también, ninguna acción justa deja de bendecir al cuerpo aunque se haga en
la cámara más secreta, donde nadie ve y nadie sabe, ni siquiera la esposa o
el esposo.

¿Cuánto pecado secreto ha aplastado innumerables reuniones de la iglesia?


¿Cuántos pecados y faltas cometidas en estos días influirán para que la
próxima reunión no tenga la gloria que debiera tener?

No importa la magnitud de los pecados. No es necesario llegar a cometer un


pecado vergonzoso para impartir muerte al cuerpo. Puede ser simplemente un
comentario, una murmuración, una crítica amarga, una maledicencia, un juicio
que no procede del amor, o bien pueden ser palabras deshonestas de nuestra
boca. Todas estas cosas producen efectos de muerte en el cuerpo, aunque
nadie las escuche. También toda palabra de bendición y toda acción de
gracias, desatarán salud, poder, libertad y gozo en el cuerpo, aunque se digan
en secreto. Esa oración en su cámara íntima, en que usted bendice al
hermano aquél que tiene un problema, en que usted lo guarda y lo cubre en la
sangre de Jesús, traerá bendición al hermano, y vida al cuerpo.

Tenemos que entrar en una corriente de palabras de bendición, de perdón, de


manera que sea como un tejido, un tramado de bendiciones que van y vienen
de uno a otro miembro, para liberación de vida en el cuerpo. Entonces, de
cada miembro irá saliendo hacia otros –con nombres, si es que sabemos de la
necesidad que hay entre los hermanos, o sin ellos, para bendecir a todos– , la
vida abundante. Así, el diablo no podrá penetrar, y la muerte chocará con el
poder glorioso de la vida de resurrección que fluirá de las palabras de su
boca. Toda acción piadosa hecha delante de Dios genera una corriente de
vida en el cuerpo.

En Mateo 6 tenemos tres acciones que son realizadas en secreto delante de


Dios, y que producen vida al cuerpo: la limosna, la oración y el ayuno. Aquí,
es cierto, se habla de la recompensa pública que se recibe por estas
acciones. Este es un aspecto importante que el Señor enseñó aquí. Pero si
somos un cuerpo –como lo somos– , y todos los miembros están unidos entre
sí por coyunturas que se ayudan mutuamente; si somos miembros los unos
de los otros –como somos– , entonces, inevitablemente, toda acción piadosa
hecha en secreto, no sólo redundará en que el Padre nos va a honrar
públicamente, sino en que esa honra va a traer edificación y vida a todo el
cuerpo.

Sea de hecho, sea de palabra, podemos suministrar vida al cuerpo. Y para


esto no hay nadie que esté descalificado. Nadie es demasiado pequeño como
para no poder aportar vida al cuerpo. Asimismo, nadie es demasiado grande
que no esté expuesto a introducir muerte en el cuerpo, si es que sus palabras
o sus obras son pecaminosas.

Uno de los actos de mayor bendición y vida para el cuerpo es aquel en que un
miembro, en lo íntimo de su corazón, en lo secreto de su aposento, hace un
acto de renunciación de sí mismo o de algo suyo por causa del Señor.
También puede ser un acto de obediencia que trae consigo el
quebrantamiento del alma. Tales cosas implican una aceptación de la cruz de
Cristo sobre el yo, y son actos de los más nobles y vivificantes que puede
realizar un miembro. No sólo para su propio beneficio espiritual, o para la
gloria de Dios, sino que además redundará en la edificación de la iglesia, y en
bendición para todos los miembros.

Todas las cosas que llegan a ser públicas en un momento, han tenido su
comienzo en el corazón. De tal manera que, por ejemplo, un pecado, primero
fue concebido como un deseo concupiscente y luego, cuando se dio a luz y se
llevó a cabo, produjo el pecado, y su consecuencia es la muerte. De manera
que la vida exterior de la iglesia, la gloria de la iglesia, es una consecuencia
de la vida íntima de cada uno de los miembros del cuerpo. Lo que pasa con
las reuniones es una consecuencia de lo vivido por cada miembro,
principalmente en lo privado. Si una reunión no está todo lo gloriosa que
debiera estar, nosotros no tenemos que buscar soluciones a la reunión, («faltó
alabanza», «faltó oración»), porque cualquier explicación que usted sugiera
no es lo suficientemente profunda como para descubrir el problema de fondo,
que es la vida íntima de cada miembro del cuerpo.

Suele haber un doble estándar en nuestra vida: una conducta pública y una
conducta privada. Aunque los hermanos no oigan ni sepan las malas palabras
proferidas en secreto, el Señor las oye. Aunque los hermanos no vean ni
sepan las malas acciones cometidas en secreto, el Señor las ve.
Las abominaciones de Israel

En Ezequiel capítulo 8 aparecen por lo menos tres tipos de abominaciones


que el pueblo de Israel cometía en secreto. Aquí aparecen tres tipos de
personas de Israel: Los ancianos, las mujeres y los varones. Cada uno estaba
cometiendo un tipo distinto de abominación. Los ancianos, que eran los
encargados de administrar las cosas espirituales, estaban ofreciendo incienso
a ídolos abominables; las mujeres, lloraban a Tamuz, un ídolo babilónico; y
los varones estaban postrados ante el sol.

Todos ellos pensaban que Dios no los veía: «No nos ve Jehová; Jehová ha
abandonado la tierra» –decían (vers.12). Eran pecados secretos.

Así también hoy día hay abominaciones que alejan muchas veces al Señor de
su santuario. Hay pecados ocultos que traen muerte al cuerpo.

Las abominaciones del siglo XXI

La Escritura dice que tenemos que redimir el tiempo, porque los días son
malos. ¿Qué hacemos con nuestro tiempo libre? Hay tiempo que
legítimamente podemos dedicar a descansar. Pero ¿cuánto tiempo vacío hay,
en que, por decirlo así, ofrecemos incienso a los ídolos de hoy? ¿Podremos
decir: “el Señor no nos ve”, o “Los pastores no nos ven”, o “Nadie me ve”, o
“Dios no me ve»?

Veamos algunas de las abominaciones de nuestro siglo.

Hay muchas imágenes que entran por nuestros ojos y que están afectando
tremendamente no sólo nuestra alma y nuestro espíritu –que tienen que ser
santificados– sino también, y lo que es más grave, la vida de la iglesia. Me
refiero a las películas, y a la televisión, principalmente la televisión por cable.

Hace años atrás, por ahí por el 1975, un siervo de Dios predecía que en años
venideros cualquier persona iba a poder tener un aparato de cine, instalarlo
en su casa y ver películas para mayores. En su propia casa y como si
estuviera en el cine. En ese tiempo no imaginábamos que una cosa así podía
llegar a suceder tan pronto, ni cómo sería este invento tan prodigioso. Sin
embargo, no han pasado muchos años y ya es una realidad.

Muchas veces se han producido controversias públicas, por lo subido de tono


que son esas películas. Y eso es algo que está al alcance de todos hoy en
día. Para el mundo es normal y legítimo, y ya forma parte de sus hábitos de
vida. El problema es si para nosotros resulta normal.

Los estudiosos de la comunicación identifican un cierto tipo de experiencias


producidas por los medios, que son las «experiencias vicarias». Estas
experiencias son las que uno vive, no directamente de la realidad, sino a
través de los medios, pero con el realismo de la vida misma. Viéndolas,
participamos y sentimos lo que ahí sienten, sea alegría u horror. De tal
manera que el adulterio que aparece en un film, de alguna manera, también lo
vivimos, y el asesinato que, dentro de la trama de la película aparece como
justo, también lo aprobamos. Hay películas, cuyos directores son tan hábiles,
que pueden llevarnos a tomar partido a favor del asesino, del adúltero, del
corrupto, y del degenerado. Este asunto no es tan banal como uno pudiera
pensar en una primera instancia, porque en ello está involucrada el alma, y
trae un caudal de muerte para nuestro espíritu y para la vida de la iglesia. Es
tan letal que afecta el gozo, la vida y el crecimiento de la iglesia.

A través de esas películas nos introducimos en burdeles, y en antros de


corrupción. ¿No son las películas sobre temas homosexuales las que están
hoy más en boga? Es como entrar a Sodoma, ver lo que hay allí y consentir
en ello. ¿No se vindica la homosexualidad en ellas? Por otro lado, el hombre
que ve cómo se le hace violencia a una mujer, ¿no se identifica, de alguna
manera, con el violador? ¡Qué terrible es dar lugar a la carne!
Permanentemente estamos expuestos a las propagandas que anuncian las
nuevas teleseries: hay ahí escenas cada vez más atrevidas. Todo en aras del
‘rating’. Nosotros, los hijos de Dios, ¿nos sumaremos a los miles y millones de
telespectadores seducidos por las concupiscencias de la carne? ¡No; no
apoyaremos ni participaremos en estas abominaciones!

Ahora bien, ¿llegaremos a prohibirlas? ¿Llegaremos a establecer leyes como:


«No hagas, no toques, no veas»? Creemos que ninguna prohibición de este
tipo da fruto permanente. Esas son cosas que se destruyen con el uso.
(Col.2:20-23). Si pusiéramos un decálogo: «No hagas esto, no hagas esto
otro», lo único que haríamos es avivar el deseo de cometer ese tipo de cosas.
La solución para esto es más bien que nosotros tengamos luz para ver
delante del Señor –por amor al Señor y por amor a los hermanos– qué
conviene y qué no conviene. No porque haya una ley externa que se me
impone, sino porque aquí adentro hay un Espíritu que es santo, y que no
puede participar en espectáculos en que se hiere la santidad del Señor y mi
dignidad como hijo de Dios. No es un asunto de restricción externa, sino de
aceptar la amonestación del Espíritu por amor al Señor y a los hermanos.

Todas estas abominaciones están rodeadas de un manto de legitimidad:


todos lo hacen, por tanto, son normales. Se ha cauterizado la conciencia. Se
ha borrado el límite –o al menos está muy difuso– entre lo que es santo y lo
que es profano, entre lo que edifica y lo que no edifica, entre lo que conviene
y lo que no conviene.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos aclare esos límites. Que nos muestre lo
que sí podemos y lo que no; lo que conviene y lo que no conviene. No
creemos que haya que tomar los televisores y venderlos. Pero tiene que
haber una administración responsable de este asunto y de todos aquellos que
tienen que ver con nuestra vida.

Hasta las lecturas. Las revistas, incluso los diarios. En el día de hoy usted
tiene que seleccionar qué diario va a leer; no en función de una corriente de
opinión, sino para escapar de toda la inmundicia que ahí suele aparecer.
Asimismo, hay revistas que no pueden caer en manos de nuestros hijos.
Nosotros no podemos proveer en nuestro propio hogar alimento para ese tipo
de sexualidad, de consejos corruptos, de modelos y hábitos, de formas de ser
y de actuar de personas que con toda seguridad están llenos de demonios de
lascivia y de perversidad. No nos haremos partícipes con los demonios.

Al tocar estos asuntos podemos caer en el legalismo, por eso lo hacemos con
temor. No es bueno que el esposo le prohíba a la esposa, y le diga qué puede
ver y qué no. No es bueno que la esposa le diga al esposo qué puede ver y
qué no. Cada uno tiene que saber. Sobre los hijos sí –sobre todo si no son
convertidos– tenemos que velar nosotros, y poner una restricción. En lo
posible, no como una ley externa, sino más bien como encauzando sus
inquietudes y energías hacia otro lado. «En vez de ver esta película, hijo, te
propongo esto otro». Y tal vez convenga, en ese caso, participar con ellos de
otra actividad, de modo que, con sabiduría, los apartemos de las cosas que
no convienen. Es bueno proveerles de otras actividades que ellos puedan
hacer y que les traigan edificación o que, al menos, no les contaminen.

¡Cuántas horas en una semana desperdiciamos! Sumemos los minutos, las


medias horas, en una semana, en un mes, en un año. ¿Cuánto hace que no
leemos un libro de la Biblia completo? No hay tiempo. Si nos programáramos
un poco, tal vez en un año, o en dos, aprovechando esos retazos de tiempo
inútiles, podríamos leer la Biblia entera.

Todo esto se refiere, principalmente, a lo que hacemos en secreto,


privadamente.

La vida que fluye de la muerte

Veamos ahora 2ª Cor. 4:12: «De manera que la muerte actúa en nosotros y
en vosotros la vida».

La 2ª epístola a los Corintios tiene la particularidad de que, gracias a ella,


nosotros conocemos la vida interior de Pablo. Aquí él abre su corazón y nos
muestra sus experiencias como hombre de Dios. Muchas de ellas se refieren
a lo íntimo. Es como el trasfondo, el lado oculto de un hombre. Y nos muestra
también cómo es que un hombre como él llegó a tener un ministerio tan
fecundo. Aquí encontramos la clave de esa fructificación.

Encontramos que él permanentemente tuvo que experimentar la muerte sobre


sí mismo para que hacia otros fluyera la vida.

Ese es un principio aplicable a Pablo y a todos los creyentes que desean


servir al Señor. En esta carta se habla de las tribulaciones de Pablo, de sus
necesidades, de sus angustias secretas, de su paciencia, etc. En esta epístola
se habla de no vivir para sí, sino vivir para Aquel que murió y resucitó por
nosotros. Aquí se habla de las debilidades, de las humillaciones que un
hombre de Dios puede vivir, todas las cuales, aceptadas, vividas por amor al
Señor y a los hermanos, por amor a las iglesias a las que él sirve, producen
un grato olor de Cristo.

Este grato olor es de lo cual hemos venido hablando. Es esa bendición, esa
liberación, ese gozo que fluye en la iglesia; es Cristo manifestado en el
corazón de cada uno de los miembros del cuerpo, y que suministra vida. En la
iglesia, a veces, es posible percibir este grato olor de Cristo en forma muy
potente, tanto que nos parece que casi podemos tocar al Señor. Es real, es
envolvente. Su presencia nos inunda, y los ríos de Dios fluyen con fuerza
irresistible. ¡Qué gloriosos son esos momentos, ellos alientan nuestra fe! Pero,
¿qué es eso sino la vida que fluye de la muerte? Hay miembros del cuerpo
que están aceptando la acción de la cruz sobre su “yo”, y que están
aceptando morir a sí mismos para que otros puedan ser vivificados.

Veamos, pues, que nuestra conducta íntima, que nuestra renunciación, que
nuestra consagración privada es determinante, y que puede liberar un caudal
de vida en el cuerpo. ¿Cómo podemos servir los que somos débiles, los que
somos pequeños?

Aquí hay un camino para suministrar vida al cuerpo.

Tal vez usted nunca se ha atrevido a ponerse en pie y hacer una confesión
pública del Señor, o dar un testimonio. No importa; esta forma de suministrar
vida usted la puede ejercitar en cada momento, en lo íntimo de su corazón, en
lo secreto de su morada. Y no le quepa la menor duda de que encontrará allí
una forma de servicio que traerá vida al cuerpo y que será aprobada por el
Señor. El Señor le hará sentir el gozo de saber que por su corazón está
fluyendo un “río” que no se estanca ahí, sino que bendice a otros. ¿Cómo
hemos de colaborar para que la iglesia sea restaurada? ¿Cómo hemos de
aportar vida al cuerpo? He aquí el camino. Cuidar nuestra conducta, nuestras
palabras, de modo que el Señor se agrade de nuestra intimidad y Él pueda
expresar su santidad y su gloria a toda la iglesia.

Nuestra mayor deficiencia puede estar en lo que hacemos en secreto. Cuando


esto sea mejorado habrá mucha vida fluyendo en el cuerpo. Que el Señor nos
ayude.

(Capítulo 3 del libro Consagración y Servicio, de Eliseo Apablaza. (resumido). Disponible en


su versión íntegra en nuestro sitio Web)
.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
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Satanás nunca renuncia a las almas que alguna vez le


pertenecieron. Por doquier aparecen los “lazos de los
cazadores”, que pretenden esclavizarlas de nuevo para
mantenerlas bajo el sistema del mundo. La inconstancia y la
debilidad del alma son sus involuntarios aliados ... ¿Qué hará
el creyente en tal encrucijada?

Escapando del lazo


"Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los
deseos carnales que batallan contra el alma" (1ª Pedro 2:11).

El poderoso llamado del cielo que despertó nuestros corazones al


conocimiento de Dios en la persona de Nuestro Señor Jesucristo nos
constituyó automáticamente en extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

Como extranjeros estamos en un territorio ajeno y, a la vez, hostil para la fe y


para la vida nueva que poseemos; estamos en el mundo, pero no somos del
mundo, estamos de paso, con la conciencia de peregrinos. Como peregrinos
no nos acomodamos al lugar donde estamos, porque siempre estamos
pensando en nuestra verdadera patria, o en la casa a la que pertenecemos.

Los creyentes tenemos nuestra ciudadanía en los cielos; nuestro destino


último es la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios, la Nueva Jerusalén.
Nuestras esperanzas y nuestros más caros afectos no están en esta tierra;
desde el día que comenzamos a tener comunión “con el Padre y con Su Hijo
Jesucristo” (1ª Juan 1:3), el mundo y su sistema quedaron atrás, en la vida
vieja

La batalla contra el alma

Sin embargo, esta preciosa comunión se ve muchas veces amenazada por


todo el ambiente del mundo que nos rodea, el cual nunca renuncia a las
almas que alguna vez le pertenecieron. Entonces se libra una batalla contra el
alma. Por doquier aparecerán los “lazos de los cazadores” (Sal.124:7).
Mientras vivamos en este mundo estaremos expuestos a los distintos
sistemas que imperan en él, los cuales necesitan “esclavizar” las almas de los
hombres para mantener viva su empresa (Apoc. 18:13).

Necesitamos afirmar que Cristo habita por la fe en el corazón del creyente.


Cuando Él llamó a la puerta de nuestro corazón, oímos Su voz, le abrimos, y
Él se quedó para cenar; entonces se produjo una gloriosa resurrección en
nuestro espíritu, de manera que ahora podemos proclamar libremente: ¡Cristo
vive en mí!.

Ahora bien, es necesario aclarar que en las Escrituras, el corazón está


relacionado algunas veces con el espíritu humano (ver Gálatas 4:6; Ef.3:17), y
otras con el alma humana (ver Jeremías 17:9; Heb.3:12). Con el espíritu no
tenemos ningún problema, porque allí está el Espíritu Santo que nos fue dado
(Rom.5:5). La razón porque el Espíritu Santo se encuentra muchas veces
contristado en el creyente (Ef.4:30), es justamente porque el alma de alguna
manera se está desviando de la voluntad del Señor.

El alma es el asiento de la voluntad y de la personalidad del hombre, es una


especie de territorio libre, un terreno en constante disputa. En Proverbios 6:26
se advierte al hombre acerca de la seducción de la ramera, diciendo: “Y la
mujer caza la preciosa alma del varón”. Una aplicación más amplia de esta
cita nos hace pensar en aquella preciosa alma del ser humano, sea del varón
como de la mujer.

La debilidad e inconstancia del alma

Pensando en la salvación eterna del alma, Dios envió a su Precioso Hijo a


morir por nosotros, pagando el más alto precio y redimiéndonos con Su
preciosa Sangre. Es imposible imaginarnos cuán grande es el precio con que
nos valora el Señor.

Ahora bien, el tema que estamos abordando nos lleva a pensar en la libertad
de la cual disfruta el creyente (ya que el haber recibido al Señor no le convirtió
en autómata). Pablo escribe a los Corintios: “Todas las cosas me son lícitas,
mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré
dominar por ninguna” (6:12), y “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo
me es lícito, pero no todo edifica” (10:23). El apóstol declara estas cosas por
cuanto él se encuentra firmemente persuadido de la debilidad inherente al
alma humana. Salvado y todo, él mismo tiene que confesar con angustia: ”Y
yo sé que en mí, esto es en mi carne, no mora el bien; porque el querer el
bien está en mi, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18).

Tanto en Romanos 7 como en Romanos 8 y Gálatas 5, la expresión “la


carne”, se refiere claramente al alma. Vivimos en un mundo absolutamente
desenfrenado en cuanto a la malicia, y el pecado nos asedia por todos lados,
esto, más las atracciones de la cultura y de la ciencia, constituyen una
corriente muy atractiva para nuestra defectuosa alma. ¡Cuántas cosas
compiten cada día por ocupar el lugar que le corresponde sólo al Señor en
nuestros corazones!

Los deseos carnales que menciona el apóstol Pedro (2:11) representan la


debilidad que arrastramos de nuestra naturaleza caída y que,
desgraciadamente, son un aliado a favor de las tinieblas que nos rodean. Los
cazadores están al acecho; sus redes están desplegadas por doquier. No falta
el amigo interesante o la persona del sexo opuesto que –hábilmente ocupada
por el enemigo– nos puede causar un grave daño, un lamentable tropiezo en
nuestra gloriosa carrera.

El mundo necesita esclavizar las almas para mantener vivo su sistema, para
financiar su negocio, para llenar sus estadios o para subir el ‘rating’ de un
programa televisivo. ¿Podemos ver la cantidad de lazos que se ciernen cada
día sobre nosotros? La inconstancia de nuestra alma (2 Pedro 2:14) es otra
de sus nefastas cualidades, y la hace aún más vulnerable a la abundante
seducción que nos rodea. El alma sin Cristo no dispone de recurso alguno
para escapar; aun más, a menudo se presta voluntariamente para el mal, para
el pecado. Por esto, muy pronto se encontrará en el abismo más profundo si
no se convierte al Señor.

Los recursos del Cielo

Pero, ¿qué de los creyentes? ¿qué se espera de ellos? Nosotros que


tenemos todos los recursos del cielo a nuestro favor, haremos bien en recibir
esta palabra de exhortación. Es necesario que la palabra de Cristo more en
abundancia (Col.3:16), es necesario llenar los estanques – como dice el
Salmo 84:6. En general, este Salmo está lleno de recursos, oraciones y
exhortaciones que nos invitan a vivir en el Señor siempre, en la hermosura y
abundancia de su casa, que a su vez representa para nosotros la comunión
del cuerpo de Cristo, la iglesia.

Siempre habrá otros creyentes más maduros que nosotros. Compartir con
ellos las riquezas de Cristo, de su gracia, de su palabra, nos mantendrá en un
vivo ejercicio de nuestra fe; el alma se irá fortaleciendo más y más en la fe del
Hijo de Dios, y toda tiniebla será desplazada; todo apetito carnal irá siendo
barrido por el poder de Dios y por la vida de Jesucristo. Así el alma escapa del
lazo del mundo y de Satanás; así podremos agradar al Señor y encontrar todo
nuestro deleite en Él.

Consideremos, además, la multitud de santos que nos precedieron. Partiendo


de Abraham hasta nuestros días tenemos un ejemplo abundante, una galería
de vencedores que fueron fieles en su época. Ellos también enfrentaron los
mismos problemas con su alma, todos estuvieron expuestos a fracasar, pero
vencieron.

Hay una característica común en la experiencia de todos los siervos de Dios


mencionados en Hebreos 11: ellos tuvieron la gracia de ver al Señor en medio
de las circunstancias que les rodeaban. De Moisés se escribe que “se sostuvo
como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27); en realidad, todos le vieron así. Allí
estuvo, sin duda, la razón de su victoria, ya que por sí mismos jamás lo
hubieran logrado.

“Nosotros también...”, nos dice el Espíritu Santo (Hebreos 12:1), hemos de


ver, en medio de las tinieblas que nos rodean, al Señor, preocupado, velando
por su rebaño: el Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela
celosamente (Santiago 4:5). ¡Aquí aparece Otro competidor! ¡Aleluya! Para Él
sí que nuestra alma es preciosa; Él está presente hoy, velando paciente e
insistentemente, en cada circunstancia, en cada reunión de los santos, para
llenarnos, para fortalecernos, hablándonos al corazón.

Que el Señor lo llene todo en nuestras vidas; que Él domine en nuestros


pensamientos (Isaías 26:3) y que todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo,
sea guardado irre-prensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo, y que
podamos cantar siempre con el salmista ese precioso cántico de victoria:
“Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo, y
escapamos nosotros” (Salmos 124:7).

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Dos espejos hay en la Palabra; uno para reflejar a Dios y otro


para reflejar al creyente. Ambos arrojan luz, uno para
transformarlo, otro para denunciarlo. Siete personajes
bíblicos nos permiten realizar un ejercicio necesario para el
conocimiento y examen del corazón humano.

Los dos espejos


En el Nuevo Testamento hallamos tres espejos. De ellos, dos resultan
especialmente significativos. Uno está en 2ª Corintios 3:18: “Por tanto,
nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como
por el Espíritu del Señor.” El otro está en Santiago 1:23: “Porque si alguno es
oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que
considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y
se va, y luego olvida cómo era.”

En el primer espejo miramos al Señor, y somos transformados en Su misma


imagen. En el otro nos vemos a nosotros mismos con las defecciones que el
Espíritu nos muestra a la luz de la Palabra santa.

En un espejo vemos al Señor, en el otro nos vemos nosotros. En ambos


tenemos que mirarnos a menudo para gloria de Dios y para humillación
nuestra (porque uno nos transforma y el otro nos descubre). No en el de
Corintios solamente, porque podríamos envanecernos, ni sólo en el de
Santiago, porque podríamos abatirnos. Es en ambos, para que lo que nos
desanima en uno nos aliente en el otro.

Sin embargo, esta vez pondremos nuestra atención en el segundo. Nos


ubicaremos ante él y nos veremos. Por la Palabra, el Espíritu hará desfilar a
algunos de los personajes que nos precedieron en la carrera de la fe.
Superpondremos a esas siluetas la nuestra y veremos qué descompagina.

Luego, obedeciendo la amonestación de la misma Palabra, nos esforzaremos


en la gracia de Dios para ser hacedores de la palabra, y no oidores
olvidadizos. Es decir, para corregir lo defectuoso. Si después de mirarnos en
este espejo y ver cómo somos, nos fuésemos y olvidásemos nuestro estado,
entonces habremos perdido la oportunidad de encarnarla. ¡Dios no permita
que sea así!

Abraham, el peregrino
Miremos primeramente el retrato de Abraham. Allí va él, morando en tiendas
–esperaba una ciudad– e instalando sus altares por donde iba. Era un
adorador y un peregrino. ¿Lo vemos habitando en la tierra prometida como si
no fuera suya? Tenía riquezas, oro y mucho ganado, pero nada de eso le
retenía en un solo lugar, nada le ataba al mundo. El miraba de lejos lo
prometido y lo saludaba, confesando que era “extranjero y peregrino sobre la
tierra” (Heb.11:13).

A la luz de esta figura, ¿no queda al descubierto nuestro arraigo a la tierra,


nuestro sedentarismo espiritual, afanados por obtener los beneficios de la
patria celestial, pero también –y sobre todo– de ésta? ¿No nos vemos en el
espejo como una caricatura de Abraham, con rasgos desperfilados, que
acusan nuestra profanidad? Pero, mire... ¿No es Lot el que ha reemplazado la
figura de Abraham en el espejo? ¡No está delante de nosotros a quien
quisiéramos ver, sino a quien no amamos!

Jacob, el usurpador

Ahora vemos a Jacob. Él va, campante, por el camino que se ha trazado,


engañando a medio mundo. Primero engaña a su hermano, luego a su padre,
y después a su tío. A cada uno le da un golpe; en cada uno deja una herida.
Incluso a Dios intenta comprar con una negociación de “dame que yo te daré”.
(Génesis 28:30). El piensa que lo va haciendo bien. Es el primogénito (sin
serlo), el favorito de su madre y aun de Dios. ¿Quién puede tocarle?

Sin embargo, Jacob comienza a tropezar en lo que él mismo ha edificado. La


siembra está dando abundante cosecha. Por cada engaño cometido se
convierte en engañado. Por cada herida causada recibe una. ¡Ay, Jacob! Tan
favorecido y, sin embargo, tan entero todavía.

Pero ese que está ahí no es Jacob ahora... ¡somos nosotros! Somos nosotros
mismos que insistimos en engañar, en herir y en usar triquiñuelas, como si
nuestro pecado no nos fuera a alcanzar nunca. Somos nosotros mismos, que
lanzamos la saeta y escondemos la mano, como si Dios no nos viera y como
si nunca esa saeta hubiera de volverse sobre nuestro propio corazón.

Jacob está más libre de culpa que nosotros, porque él no tenía un


antecedente. Pero ¡ay! de nosotros, porque lo tenemos. Y está aquí, ante
nuestros ojos, en el espejo de la Palabra.

José, el casto

José es el favorito de su padre y el envidiado de sus hermanos. Es el soñador


que –pese a sus ruegos y lágrimas– es vendido como esclavo para Egipto.
Allí, en Egipto, sirve en casa de Potifar. ¡Un príncipe de Dios sirviendo a la
mesa de un incircunciso!

Pero, ¿por qué él no se queja?


La mujer de Potifar lo mira y lo remira. Lo mira una vez más, e intenta
atraparlo con su mirada, con sus palabras, con sus manos... Pero en ellas
sólo se queda el vestido inerte de José. (“¿Cómo haría yo este grande mal, y
pecaría contra Dios?” –dice el hombre de Dios en la encrucijada). José no
rechaza el pecado por temor a Potifar, ni por evitar las represalias de la mujer.
¿Cómo pecaría contra Dios? ¡Su referente es Dios mismo! Entonces, la
desgracia se le abalanza. Ahora José está en la cárcel... no un día, ni dos, no
un mes ni dos...

Pero, ¿por qué él no se queja?

Al mirar a José en la Palabra vemos nuestra pesadumbre, vemos la amargura


de nuestro espíritu que tantas veces ha rebosado en palabras descomedidas
a causa de las circunstancias adversas. Su carácter bondadoso, transparente,
hace aparecer nuestro rostro oscuro y tenebroso. ¿Y qué diremos de la
pureza de su mirada? ¿De la santidad de sus manos? José no sólo no buscó
la ocasión para pecar, sino que presentándosele, huyó de ella. ¡Ay, en
cambio, cuántas veces nosotros la hemos buscado!

Moisés, el príncipe de Egipto

Moisés, el príncipe de Egipto, pasa ante nosotros. Nunca el mundo ha


ofrecido más dones a un hombre que a Moisés. A la excelencia de su familia,
educación, sitial y honor no ha llegado nadie de manera más natural que él.
Sus modales delicados, su pronunciación exquisita, su alimentación escogida,
sus amistades mejores, sus sabios maestros, la grandeza de sus empresas,
todo debió de haber sido lo de un hombre excepcional. Todos se le inclinan;
todo se le ofrece; todo se le da.

Sin embargo, en la hora suprema, la de las decisiones radicales, en que debía


renunciar a familia, educación, sitial y honor, ¡renuncia!, “escogiendo antes ser
maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del
pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros
de los egipcios...” (Hebreos 11:25-26). ¡Ah!, es que hay en su alma una
espina clavada, un llamado divino, un fuego ardiente que no le deja disfrutar
en paz de los deleites temporales del pecado.

Cuando él era niño, su madre –que también fue su nodriza– le había dicho
quién era él, quién era su pueblo, y quién era su Dios.

¡Oh, contempladlo! ¿Veis el cambio de sus vestidos bordados en el palacio


por el sayal tosco de Madián? ¿Veis el porte distinguido del palacio
transformarse en el caminar humilde del pastor de ovejas? ¡Vedlo andar con
el bordón en la mano, por esos riscos perdidos, tras la pequeña
perniquebrada! ¿Qué queda del Moisés del palacio de Faraón? ¡Ay, no queda
nada, salvo, tal vez, algún recuerdo apenas reconstruido en su memoria!
Lo tuvo todo, y lo perdió todo. Pero cuando lo perdió todo, lo ganó todo.

Ahora vemos también que nuestro corazón –extremadamente necio– ama


aquello que Moisés despreció. No lo ama porque lo tenga (inalcanzables son
sus glorias), sino porque lo desea, y porque en ese deseo se revuelca días
tras día, sin otro premio que la desdicha de no alcanzarlo.

Pero eso no es todo. Pasa el tiempo, y Moisés llega a viejo.

Dice la Escritura que él es el hombre más manso que pisa la tierra. (Números
12:3). Un día Dios le da una orden y, a diferencia de otras veces, Moisés no la
cumple. En vez de hablarle a la roca, la golpea dos veces. Es Meriba. Son las
aguas de la rencilla. (Números 20:1-13).

Moisés representa mal al Señor, quien se enoja con él, y le dice: “Tú no
entrarás en la tierra”. Moisés ruega, clama, gime, llora. Dios dice: “No”.

¡Ay, Moisés!

Cuando nos vemos en el espejo de Moisés, y específicamente en este


episodio, vemos que el hombre es sólo carne; que por muy consagrado que
sea, por muy manso, no es perfecto. Tiene dentro de sí un germen que se
puede manifestar en cualquier momento en un pecado, una desobediencia,
una rebelión.

Meriba nos dice: “¡Cuidado, tu carne es peligrosa!; no es de fiar, no te


enaltezcas, dobla tu rodilla, inclina tu corazón! ¡cuidado! Eres peligroso.”

Aunque seas todo lo manso; aunque seas todo lo espiritual. ¡Cuidado!

Esto también nos muestra Moisés.

Samuel, el profeta

He ahí Samuel. Desde niño estuvo cerca de Dios, aprendió a caminar en la


intimidad de Su Casa. El Señor lo miró y le habló muy tempranamente,
cuando aún no sabía reconocer Su voz. Pronto, “todo Israel conoció que
Samuel era fiel profeta de Jehová” (1ª Sam.3:20). Su victoria sobre los
filisteos fue temible. Su larga y fructífera vida fue ejemplar; todos consultaban
al vidente, todos honraban al juez de Israel.

Sin embargo, en su vejez tuvo una tristeza. Con la mejor intención imaginable,
puso a sus hijos por jueces en Israel, pero el pueblo los resistió. ¿La razón?
“No anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras
la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” (1 Sam.8:3). ¡Ay,
Samuel, qué dolor!
Samuel había visto el fin de Elí y de sus hijos. Tempranamente tuvo un motivo
de escarmiento, pero cuando le llegó su hora, no escapó de la misma suerte.

Samuel, el profeta y juez, el hombre que caminó con Dios, no pudo plasmar
en sus hijos la huella que Dios había dejado en Él en los largos años de su
vida. ¿No es un fracaso?

La figura de Samuel arroja luz sobre nuestro corazón, para examinar nuestro
propio camino. ¡Tanto servicio espiritual es posible realizar sin ver los frutos
en el hogar! ¿Serán las palabras de Jesús aplicables aquí: “No hay profeta sin
honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.”? ¿O fue,
Samuel, el descuido de una vida vivida a espaldas de la realidad cotidiana?

Sea lo que fuere, ¿qué nos dice todo esto sino que temamos y que
busquemos en Dios el socorro para escapar de esa vergüenza?

David, el amado

Le toca su turno a David.

No hay, tal vez, otra figura bíblica que reúna tantas perfecciones como David.
A la belleza y atractivo de su figura se une la de su alma humilde y
quebrantada. Sus lágrimas, más que su fortaleza; sus sufrimientos más que
sus triunfos, es lo que más nos atrae en el resumen de su provechosa vida.
Es el poeta-vidente que anticipa los sufrimientos de Cristo; es el amado de
Dios que encarna un anticipo del reinado del Mesías; es el dulce cantor de
Israel, que canta con donaire las misericordias de Dios.

Todo eso y mucho más reúne David en su notable figura.

Sin embargo, una nota de su arpa todavía hiere los tímpanos.

David descansa a la hora de la tarde. Se levanta –perezoso– y mira desde el


terrado a una mujer que seduce su corazón. Los instintos se desatan, la
locura le invade. El profeta, cantor y rey es cautivado por una sola mirada de
sus ojos. Las tinieblas se ciernen sobre su alma y sobre su reino. El otrora
fugitivo de un rey apóstata es ahora victimario de su más fiel guerrero. El
otrora soldado austero y sufrido es ahora un sensual amador de los deleites.
El pecado sella contra él una seguidilla de muertes y de lágrimas.

La luz que arroja este episodio de su vida es triste, pero está escrito allí para
nuestra exhortación, para que no caigamos en las mismas redes que él cayó.
Un soldado ocioso, un guerrero acostumbrado a la batalla es presa fácil en un
día de asueto.

No más contemplaciones con nosotros mismos; no más relajo. La vida fluye


desde los intersticios de nuestro vaso roto, no desde el vaso bruñido para el
brindis. ¡Cuidado, los soldados de Dios no caen en la batalla, sino en el
descanso!

Salomón, el apóstata tardío

Veamos a Salomón sentado en su magnífico trono de marfil recubierto de oro,


recibiendo a los que, de todo el mundo, vienen a conocerle. A ellos les
bastará con oír de sus labios la sabiduría celeste que en ellos ha sido
derramada, pero lo que ven con sus ojos redobla esa admiración. Salomón ha
llevado el reino de Israel a límites jamás alcanzados por sus predecesores. Su
grandeza es inaudita.

Además, es un rey sabio. Todo lo investiga y lo conoce; sus disertaciones


sobre lo divino y lo humano asombran a todos. Es la cumbre misma de la
grandeza, es el pináculo de la gloria.

Sin embargo, siendo ya viejo, la sabiduría de Salomón se rompe como un


palo seco. Su figura nos muestra una pequeña (en realidad, no tan pequeña)
locura que es como aquella mosca muerta que hace heder el perfume del
perfumista (Eclesiastés 10:1). Sus mujeres –sus muchas mujeres– dejan a
Jerusalén sembrada de imágenes ¡incluso en el templo santo!

Salomón, el Sabio, se entontece como los necios. Su debilidad, que ya se


insinuaba tempranamente, y que amenazaba con darle más de un disgusto,
se lo da, ¡y vaya de qué manera!

¡Ay! qué cosas muestra este espejo. No es para nada recatado a la hora de
denunciar el pecado. ¡Ay, y qué cosas de nuestra alma va dejando al
descubierto!

Un ejercicio agotador

El ejercicio de mirarnos en este espejo nos ha destrozado. Estamos rendidos.


Dejaremos de mirarlo ahora para postrarnos delante de Dios y llorar nuestras
cuitas. ¿Hay todavía esperanza para nosotros? Las virtudes y los defectos de
aquellos, nuestros antepasados en la fe, nos rompen el corazón. Y parece
que sus voces llaman a gritos a nuestra conciencia. ¿Qué haremos?

¡Ay, volvernos al espejo de Corintios! ¡Veamos al Señor allí, abracémonos a


Sus pies y abrámosle el corazón!

El espejo de Corintios

“Señor, gracias por poder mirarte,


por haber aceptado Tú que te vean nuestros ojos
cansados.
Te miramos a Ti, y revivimos.
Al mirar los caminos de la tierra, decimos: ¿Qué
es el hombre
para que tenga tu nombre en sus labios,
y tu Espíritu en su corazón?
Oh, sálvanos y haznos habitar siempre al abrigo
de tu costado.
Refugio y Castillo nuestro, no iremos, si tú nos
socorres,
por la senda de los que se pierden, porque en ti
hemos confiado.
No correremos por los desgastados caminos de
nuestra alma necia,
porque nuestros ojos han visto tu salvación.
Límpianos y sálvanos hoy por tu vida,
para que no se descarríe el alma, ni se entontezca
el corazón.
Para que no mancillemos tu Santo Nombre.
Somos tuyos, Señor, para Ti solo.
Guárdanos y llévanos de tu mano, siempre".

***
.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
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¿Qué lugar ocupa la confesión en la vida espiritual de un hijo


de Dios? ¿Es innecesaria luego que ha sido limpiado por la
sangre de Cristo? Si debe realizarla, ¿cómo hacerlo? ¿ante
quiénes? ¿basta la confesión sola, o debe acompañarse de
restitución?

Confesión y restitución
Desde que creímos en el Señor, debemos desarrollar el hábito de confesar
nuestros pecados y faltas. Y no sólo esto: debemos aprender a restituir o a
compensar por el daño causado cuando corresponda.

Por una parte, debemos confesar las ofensas a Dios, y por otra, debemos
confesarla a los hombres y reparar el daño. Si un cristiano no se confiesa ante
el Señor, y no pide perdón ni hace restitución al hombre, su conciencia
fácilmente se endurecerá.

Una vez que la conciencia se endurece, se crea un problema serio y


fundamental: se hace difícil que la luz de Dios brille en el corazón del
creyente. La confesión y la restitución nos permite tener una conciencia
sensible delante del Señor.

Con frecuencia ofendemos a otros. Si pese a esto, no tenemos ningún


remordimiento en nuestra conciencia, entonces ella debe estar enferma, o
padece de una seria anormalidad. ¿Cómo podemos comprobar si es este
nuestro caso? Si ha transcurrido un largo tiempo desde nuestra última
confesión, entonces tenemos problemas. El tiempo transcurrido desde nuestra
última confesión indica si existe un problema entre nosotros y Dios. Si ha
pasado un largo período, falta luz en nuestro espíritu; si el tiempo es corto,
nuestra conciencia sigue siendo sensible. A fin de vivir bajo la luz de Dios,
necesitamos de una conciencia sensible, y para que ésta permanezca
sensible, necesitamos condenar al pecado continuamente. Necesitamos
confesarnos ante Dios, y también necesitamos confesar al hombre la ofensa y
reparar el daño.

Ahora bien, si hemos ofendido a Dios, y la ofensa no tiene nada que ver con
el hombre, no necesitamos confesar nada al hombre. En esto no debemos
errar. Si confesamos una ofensa al hombre cuando sólo Dios tiene
conocimiento, podemos afectar al hombre.

Hay un principio fundamental que ha de regir nuestra conducta cuando


ofendemos al hombre: No basta con hacer confesión a Dios; también tenemos
que confesar al hombre y hacer restitución, si es el caso.

Este principio se encuentra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

La enseñanza en Levítico

Levítico 6:1-7 nos enseña que una persona que haya ofendido a alguien o
transgredido contra alguien en cosas materiales debe arreglar el asunto con
los hombres antes de ser perdonado. Resolver el asunto delante de Dios no
es suficiente. Este arreglo implica confesión y restitución.

En este pasaje aparecen seis clases de transgresiones contra el hombre:


mentir al prójimo con respecto a un depósito encomendado, mentir al prójimo
con respecto a lo dejado en su mano, robar al prójimo, explotarlo (es decir,
tomar ventaja ilícita sobre él valiéndonos de la posición o el poder que
tengamos), encontrar algo perdido y mentir al respecto, y jurar en falso. En
resumen, si hay algo deshonesto en cualquier cosa que hagamos, si hemos
adquirido algo a expensas de otros, o si hemos obtenido algo por uno de
estos seis medios, hemos pecado, y debemos solucionar el asunto delante de
los hombres.

¿Cómo restituir? Levítico 4:6 dice: “Entonces, habiendo pecado y ofendido,


restituirá aquello que robó” (v.4). Restituir significa devolver al hombre por lo
que se le quitó. ¿Cómo debe hacerlo? “Lo restituirá por entero a aquel a quien
pertenece, y añadirá a ello la quinta parte, en el día de su expiación” (v.5).

Debemos hacer restitución completa (no una mera disculpa), y, además,


añadir la quinta parte... ¡lo más pronto posible! ¿Qué significa esto de la
quinta parte? ¿Significa que literalmente hemos de añadir una quinta parte? El
principio es que debemos restituir abundantemente. No debemos ser
mezquinos al disculparnos con las personas ni al devolverles lo que les
hayamos hurtado. Debemos ser amplios y generosos.

Algunos se disculpan diciendo: “Reconozco que en esta ocasión yo lo ofendí,


pero no siempre ha sido así; al contrario, usted me ha ofendido a mí.” Esto no
es una confesión, sino un ajuste de cuentas. Al confesar, seamos generosos.
No nos disculpemos menos de lo que debemos. Al confesar no debemos ser
renuentes ni calculadores. Si cuando confesamos nuestra falta nos preocupa
la cantidad de dinero que debemos devolver, nuestro comportamiento no es el
de un verdadero cristiano. No retengamos nada en nuestra confesión y
procuremos ser amplios.

Añadir una quinta parte a nuestra restitución debe recordarnos que ofender a
otros es un problema y que no debemos hacerlo de nuevo. Cuando un
cristiano ofende a alguien, debe darse cuenta que aunque por el momento
haya obtenido ganancia, al final sufrirá pérdida.
Después de la disculpa y la restitución, todavía es preciso algo más. Levítico
6:6-7 dice que hemos de acudir a Dios y buscar su perdón por medio de la
sangre del Señor. Este es un asunto muy serio. Si nos descuidamos,
tomaremos ventaja de los demás y pecaremos contra ellos. Los hijos de Dios
deben devolver lo que pertenece a otros, y pedirle perdón a Dios.

La enseñanza en Mateo

Hemos revisado lo que enseña Levítico. Pero, ¿qué dice el Nuevo


Testamento al respecto? ¿Hay una enseñanza diferente? Mateo capítulo 5
toca este asunto, y, por supuesto, no contradice el Levítico. Más bien lo
complementa, porque mientras Levítico trata de las transgresiones contra el
hombre con respecto a posesiones materiales, Mateo 5 va más allá de lo
material.

En los versículos 23 al 26 se refiere específicamente a las contiendas que hay


entre los hijos de Dios. Si usted le está ofreciendo algo a Dios, y se acuerda
de que su hermano tiene algo contra usted, esta memoria es la voz de Dios.
El Espíritu Santo con frecuencia nos recuerda cosas que han pasado. Cuando
esto suceda, no haga este recuerdo a un lado, creyendo que no tiene
importancia.

Si recuerda que su hermano tiene algo contra usted, esto quiere decir que
usted ha pecado contra él, tal vez siendo injusto con él. El énfasis aquí no
está en asuntos materiales, sino en lo que ha hecho que otros estén en su
contra. Un cristiano debe comprender que si ofende a alguien y no le pide
perdón, se verá en problemas tan pronto como la parte ofendida mencione su
nombre y clame delante de Dios. Dios no aceptará su ofrenda ni su oración. Si
hacemos que otros clamen ante Dios por causa nuestra, nuestra espiritualidad
y nuestras ofrendas a Dios serán anuladas.

Si deseamos ofrecer algo a Dios, hemos de reconciliarnos primero con


nuestro hermano, entonces podremos presentar nuestra ofrenda. Dios desea
muestra ofrenda, pero primero debemos reconciliarnos con los que hemos
ofendido. Reconciliarse con el hermano significa disipar el enojo del hermano.
Posiblemente necesitaremos disculparnos o devolver algo, pero lo más
importante es satisfacer al hermano. No es un asunto de añadir la quinta o la
décima parte, sino de reconciliarse. Reconciliarse es satisfacer las exigencias
del ofendido.

Si usted ha pecado contra su hermano, y él está molesto y piensa que usted


actuó injustamente, y si usted ha hecho que clame a Dios, la comunión
espiritual entre usted y Dios se interrumpe. Posiblemente no piense que está
en tinieblas, y crea que tiene la razón, pero la ofrenda que presenta ante el
altar carece de significado. No podrá pedirle ni darle nada a Dios.

Puede haber ofrecido absolutamente todo en el altar, pero Dios no se


complacerá en ello. Aprenda a satisfacer tanto los justos requisitos de Dios
como los de su hermano. Sólo entonces podrá presentar su ofrenda a Dios.
Esto es un asunto muy serio.

Debemos cuidarnos de ofender a los demás, particularmente a los hermanos,


porque si lo hacemos, caeremos de inmediato bajo el juicio de Dios, y no será
fácil ser restaurados.

Todavía estamos en el camino

En el versículo 25, el Señor nos habla en términos humanos y nos muestra


que nuestro hermano es como el demandante en un tribunal. La expresión
“mientras estás con él en el camino” es maravillosa. Hoy todavía estamos en
el camino. Nuestro hermano no ha muerto y nosotros tampoco. Ambos
estamos en el camino. Un día nosotros no estaremos en el camino o nuestro
hermano no estará. Mientras estemos, tenemos la oportunidad de hablar y de
pedir perdón. La puerta de la confesión no estará abierta para siempre.
Muchos hermanos lamentan haber perdido la oportunidad de confesar sus
ofensas unos a otros. Tenemos que ponernos a bien con nuestro hermano
mientras aún estemos en el camino. Una vez que una de los partes no esté,
nada se podrá arreglar. ¡Tenemos que ver cuán serio es este asunto!

Luego, en 25 b y 26, el Señor no habla de un juicio futuro, ni de ser echado en


una prisión física. Lo que Él quiere es que nos reconciliemos hoy, que
paguemos todos los cuadrantes hoy. No debemos posponer el asunto
esperando que después se resuelva. No debemos permitir que un hermano
tenga ninguna queja contra nosotros. No debe haber ningún reproche en
nuestra conducta ni pensar que los demás están equivocados y que nosotros
tenemos la razón. No se deben pasar por alto las quejas de los demás ni
tratar de justificar las acciones de uno.

Si nuestra confesión es amplia, y restituimos hasta satisfacer al agraviado,


entonces podemos descansar, porque la sangre de Jesucristo nos limpia de
todo pecado. En algunos casos, hay enfermedades que serán sanadas
cuando hacemos confesión de nuestros pecados. (Santiago 5:16). Después
de confesar nuestros pecados y restituir cuando correspondiere debemos
tener paz, no debemos sentirnos condenados por nuestra conciencia.
Tampoco debemos permitirle a Satanás que nos acuse.

El Señor nos ayude para mantener nuestra conciencia limpia. Si tenemos la


conciencia limpia, podremos experimentar un progreso considerable en
nuestra búsqueda espiritual.

W. Nee (condensado)
.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
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En el hogar suelen producirse muchas situaciones tensas que


dificultan la oración. El no poder orar con la esposa, o con el
esposo, es una inmensa pérdida para el matrimonio y para la
familia. Satanás lo sabe, y por eso ha desplegado todo su
arsenal de maquinaciones mentirosas para impedir esta
oración, que, de realizarse, será una inmensa pérdida para
sus planes.

Oraciones sin estorbo


"Para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1ª Pedro 3:7)

Las palabras del apóstol aquí están dirigidas a los maridos. Se les exhorta a
vivir con su esposa sabiamente. Según el consejo de Dios, es sabio dar honor
a la esposa. (Dar honor es “atribuir valor e importancia”). Cabe preguntarnos:
En las decisiones que tomamos, especialmente en aquellos asuntos que
comprometen la vida familiar, ¿cuánto importa el consejo de nuestra ayuda
idónea? ¿La valoramos, la honramos? Aun en nuestro vivir diario, la Palabra
nos enseña que el casado ha de tener cuidado de cómo agradar a su mujer
( 1 Cor. 7:33).

Simple pero importante

La enseñanza respecto de la oración aquí parece extremadamente simple; sin


embargo, las contingencias propias del diario vivir, más el defecto propio del
carácter de los esposos (porque Cristo no está aun suficientemente formado
en ellos), suelen ocasionar muchas situaciones tensas al interior del hogar,
que debilitan la fe y entorpecen la oración.

Una vez más hemos de echar mano a la vida eterna que llevamos dentro (1
Timoteo 6:12), para que podamos hacer la voluntad del Señor. Uno de los
gozos más grandes de un creyente son las oraciones contestadas, porque
tenemos un testimonio objetivo de que Dios nos está atendiendo, y entonces
la paz que sentimos no tiene parangón.

En cambio, cuando las oraciones están siendo estorbadas y no hay respuesta


a ellas, parece que nos vamos secando por dentro, y en vez de ir avanzando,
sólo tendremos un sentimiento de continuo fracaso. Es como si la vida misma
fuera perdiendo para nosotros su razón de ser.

El Espíritu Santo atribuye aquí el estorbo a la falta de consideración del


esposo hacia la esposa. Si bien esto puede ser recíproco, lo cierto es que
recae sobre el varón –como representante de Cristo en el matrimonio, como
cabeza de su hogar– el velar porque en su casa se viva sabiamente. Si esta
condición no se cumple, a poco andar se notará la falta de respaldo del Señor
en la vida cristiana. A causa de la inconsecuencia en la intimidad, se sufrirá
una gran pérdida: las oraciones no encuentran respuesta, y la vida cristiana
comienza a resentirse.

Pensemos por un momento que al enemigo de nuestras almas le conviene


mucho que abunde el caos en el interior de la familia. Para él es una efectiva
táctica de debilitamiento progresivo de los creyentes que termina anulándolos
por completo. Él sabe muy bien que si los esposos aprovecharan bien su
tiempo y comunión para orar a su Señor continuamente, sus malignos
intereses se verían seriamente dañados.

Una promesa también para el matrimonio

Una de las enseñanzas más claras de nuestro Señor tocante a la oración es


la de Mateo 18:19-20, donde se nos dice que “si dos de vosotros se pusieren
de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho
por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres
congregados en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. La promesa es
tremenda; sus alcances son ilimitados. Siempre hemos aplicado esta palabra
a la iglesia en general, a la necesidad de estar unánimes a la hora de pedir
por un avance en la obra del Señor, pero ¿cuánto más se podrá aplicar esta
preciosa palabra al matrimonio creyente, en que dos siervos de Dios están allí
compartiéndolo todo, con todos los intereses en común, viendo siempre las
mismas necesidades en la familia, en la obra del Señor, y en el mundo que los
rodea?

No podemos esperar la próxima reunión de oración de la iglesia para llevar


nuestras peticiones ante el trono de la gracia; no tenemos que esperar a salir
por la ciudad en busca de otro hermano de confianza para poder orar, si a
nuestro lado tenemos una hermana en Cristo, una consierva. Ella también es
coheredera de la misma gracia. Si esto hacemos, experimentaremos el gozo
de enfrentar la vida y sus innumerables conflictos junto a la compañera de
nuestra vida.

Valoramos mucho las reuniones de oración de la iglesia, ciertamente allí se


vive un ambiente casi celestial, con gran despliegue de poder y autoridad para
atar al enemigo y desatar la voluntad de Dios en la tierra; también valoramos
mucho la oración íntima, individual, a puertas cerradas en el secreto del
Padre, indispensable para cualquiera que desea servir al Señor. Pero hay una
persona con quien estamos siempre juntos.

La reunión de la iglesia pudo haber estado muy gloriosa, pero luego cada cual
vuelve a su casa ... ¡Bienaventurados los matrimonios creyentes, que andan
delante del Señor! En ellos la comunión espiritual durará siempre, y la
posibilidad de orar juntos, en toda ocasión posible, puede constituirse en un
torrente de grandes bendiciones.

Juntos podemos cobrar también la promesa de Deuteronomio 32:30, donde


se dice que uno persiguió a mil y dos persiguieron a diez mil. Dios siempre
bendice más a dos que a uno. “No es bueno que el hombre esté solo”, dijo al
principio de la creación.

Hoy, en la nueva creación, orar dos juntos es orar respetando el principio del
cuerpo. Así derribamos, por un lado, el individualismo; y por otro,
multiplicamos las posibilidades de nuestra oración.

Quiten este estorbo

Amados hijos de Dios: el no poder orar con la esposa, o con el esposo, es una
inmensa pérdida. Satanás ha desplegado todo su arsenal de maquinaciones
mentirosas para anular esta oración, que, de realizarse, será una inmensa
pérdida para sus nefastos planes. Lo más probable es que ahora mismo,
mientras usted lee este artículo, esté susurrando a su corazón que esto no es
posible, que al menos en su realidad matrimonial resultará imposible, que
muchos siervos cargaron esta cruz y que usted no será la excepción, y así se
multiplicarán las justificaciones para tan lamentable fracaso.

Sin embargo, amados, esto no está lejos de nosotros, porque hemos creído
en un Dios que todo lo puede. El cielo está a nuestro favor, ¿por qué rendirse
como si Dios no estuviera dispuesto a socorrernos en este punto? Si tenemos
fe para creer que el Señor es poderoso para hacer cuanto le pidamos
conforme a su voluntad, ¿vamos a desconfiar en esto?

Nosotros que tenemos el Espíritu Santo morando en nuestros corazones,


soñemos con esto, con una oración poderosa, sin estorbo, constante, que se
levante como un muro firme contra las asechanzas del diablo. Recibamos
esta palabra como si Dios mismo nos hablara: ¡Quiten este estorbo y Yo los
bendeciré!

¡Amados hermanos, es posible que los esposos oren juntos! Dios nos llama a
ejercer juntos nuestro sacerdocio: oremos al despertar, anticipándonos a los
impredecibles conflictos del día; oremos antes de dormirnos, descargando a
los pies de nuestro Señor todo el peso de un día y alabándole con gratitud por
sus bendiciones; oremos juntos en cuanta ocasión sea posible; desatemos
continuamente bendiciones para nuestros hijos, para la iglesia entera, para el
avance de su obra, y –finalmente– para que Su reino venga.

Que el Señor nos conceda toda su gracia para vivir sabiamente con nuestra
esposa dándole el honor que le corresponde como vaso más frágil y como
coheredera de la gracia, para que nuestras oraciones sean sin estorbo
alguno, y vayamos adelante a la perfección, creciendo en la obra del Señor
siempre.
Que el enemigo tenga en este punto una gran pérdida, y que a nosotros se
nos conceda la mayor de las victorias ¡Que así sea!
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Cuando los amigos se oponen al caminar del joven creyente y


le inducen a participar de sus tinieblas, se hace necesario
confesar la preciosa fe y, al mismo tiempo, estar dispuesto a
servirles en amor.

¿Cómo salvarme de la influencia de mis


compañeros?
¿De qué tipo de compañeros quisiera zafarse un joven creyente?
Obviamente, no se trata de todos los compañeros, sino de aquellos que son
contrarios a su caminar cristiano, esos que le hostigan, que le oprimen, que le
inducen a participar de sus risas, de sus juegos, de sus bromas, y de sus
tinieblas; en fin, de aquellos que le inducen a apartarse del Señor.

Confesando al Señor

¿Cómo zafarse de ellos? La respuesta es una y muy simple: Confesando el


nombre del Señor cuando se presente la oportunidad de hacerlo.

Cuando ellos vean que tú no dices groserías, que no cuentas chistes


obscenos, que no vas a sus fiestas, ellos van a preguntar. Entonces, cuando
alguien te pregunte, le dirás: “Mira, yo no te condeno a ti porque hagas eso; tú
eres libre de hacerlo. Pero, ¿sabes?, yo tengo en mi corazón algo: no es una
prohibición de hacerlo, sino que, sencillamente, no tengo deseos de hacerlo,
porque tengo al Señor Jesús en mi corazón y su vida en mí me hace feliz. Yo
no necesito de aquello de lo cual tú participas.”

Esto es hacer lo que Pedro enseña, que debemos presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que nos demande razón de la
esperanza que hay en nosotros. (1ª Pedro 3:15). No con soberbia, ni tampoco
con temor. ¿Cómo entonces? Con mansedumbre y reverencia.

Si tú haces así, por un lado, te libras de ellos, pero no alejándolos, no


condenándolos, sino permitiendo que ellos mismos se alejen, que ellos se den
cuenta de que hay una diferencia. Y ellos van a respetar esa diferencia.
Luego, tampoco te pongas grave con ellos, si es necesario, en algún
momento, reírse, ríete. Hay cosas acerca de las cuales tú podrás reírte con
ellos, y hay otras en que no sentirás deseos de hacerlo. Tienes que tener un
criterio, porque hay cosas de las cuales sencillamente no te vas a poder reír.
Si te preguntan algo, no los mires en menos, sino háblales con humildad y
mansedumbre.
Tú no tienes que hablarles con una actitud de: “Aléjense de mí, porque
ustedes son pecadores y yo soy santo”. No; no es esa la forma. Si tú haces
eso, sea tan explícito o más suave, lo único que vas a ganar va a ser un
epíteto de “santulón” y vas a levantar una barrera entre tú y ellos. No te van a
querer escuchar, ni te van a considerar, más bien te van a tener por un
fanático.

¿Como se tiene que producir, entonces, esta necesaria separación entre tú y


ellos? La separación se va a producir espontáneamente cuando tú confieses
el nombre del Señor con sencillez, pero con firmeza.

Si tú no confiesas el nombre del Señor y decides ser un creyente secreto, no


podrás establecer los límites en tu relación con ellos. Ellos te considerarán
como uno de ellos, de modo que cuando pequen o mientan, pensarán que tú
estás del lado de ellos. Tú sabes en tu corazón que eres de Cristo y que no
debes participar de sus tinieblas, pero lo haces, con lo cual disgustas al Señor
y tienes problemas con tu conciencia. No agradas al Señor y tienes problemas
contigo mismo.

Al principio podrás inventar excusas para no ir con ellos, pero como la presión
continúa, tendrás que mentir una y otra vez para no ir con ellos. En cambio, si
tú confiesas una o dos veces en el principio, dejarán de molestarte.

Por otro lado, si no confiesas al Señor, ¿cómo te sentirás cuando ellos hablen
mal de Él y tú no puedas defenderlo? Parecerá como tú confirmas sus
palabras, y te sentirás como un traidor. Confesar al Señor en un ambiente
hostil puede ser difícil, pero más difícil es tener que callar cuando tú debieras
hablar.

Sirviendo en amor

Junto con confesar tu fe, tú les demostrarás afecto, y tendrás un verdadero


interés por ellos.

Tú tienes que estimar a tus compañeros y bendecirlos. Mateo 6:44 dice:


“Bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad
por los que os ultrajan y os persiguen.” Si esto dice el Señor acerca de lo que
debe ser nuestra actitud hacia los enemigos, ¿cuánto no será con nuestros
compañeros de estudio? Tu actitud hacia ellos, tiene que ser de amor, de
misericordia, y tienes que estar dispuesto a tenderles la mano cuando sea
necesario.

Tú sabes, en el mundo hay amistades, muchas amistades. Para todas las


correrías que ellos hacen tienen muchos amigos; pero, en el fondo, ellos
están profundamente solos, amargados y tristes. Ellos no tienen al Señor.

En sus hogares tampoco está el Señor. Los problemas en sus hogares suelen
ser terribles. Muchas veces ellos ríen, pero en el fondo arrastran tremendos
dramas. Así que cuando veas un compañero solo y triste, tú debes acercarte y
preguntarle: “¿Qué te pasa? ¿te puedo ayudar?”. Debes buscar
oportunidades para ayudar, no para condenar; para tender una mano, no para
juzgar.

Cuando ellos vean que ser cristiano no es asumir una postura de


santulonería, de gravedad afectada, de prepotencia o presunción, sino que es
estar disponible en caso de necesidad, ellos no sólo van a dejar de
molestarte, sino que van a ser ganados para Cristo.

De tal manera que a la pregunta de ¿cómo puedo zafarme de la influencia de


mis compañeros?, la respuesta es bien clara: Confesando al Señor, pero no
con una actitud de juicio, sino mostrando una calidad de vida tal que ellos se
den cuenta que lo que tú tienes es muy superior a lo que tienen ellos; y, al
mismo tiempo, estando dispuesto cuando ellos necesiten de ti.
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Una historia asombrosa, tierna, emocionante. Un humilde


muchacho africano elevado a un sitial de leyenda por la
elección y la gracia de Dios. Un creyente sencillo que
asombró a los sabios y les hizo inclinarse ante la gloria que
irradiaba. El príncipe Kaboo, de la tribu Kru, de Costal de
Marfil, más conocido como Samuel Morris, murió hace 108
años, pero su ejemplo sigue bendiciendo a muchos.

Proezas de la Fe

El príncipe Kaboo
—Mi Padre me ha dicho que usted me llevará a Nueva York a ver a Esteban
Merritt – dijo el joven negro al capitán, mientras éste desembarcaba desde un
bote con varios tripulantes de su barco.

El capitán pareció no escucharle. Su interés era negociar con los nativos, para
luego emprender la navegación otra vez. Sin embargo, al oír (porque había
oído) esa extraña afirmación, se fijó en el muchacho, y vio que iba
desharrapado y descalzo. ¿Quién era él para hablar así? Además, estaban en
Liberia, Africa Occidental, a miles de millas de Estados Unidos.

—¿Quién es tu padre y dónde está? – le preguntó.

—Mi Padre está en el cielo – le contestó el muchacho.

El capitán era un hombre rudo. Así que dejó escapar unas cuantas
blasfemias, y luego masculló:

—Mi buque no lleva pasajeros. Debes estar loco – y se fue.

El muchacho no se desanimó. Estuvo haciendo guardia dos días, mientras el


capitán iba y venía en sus negocios. Dormía en la arena, y oraba gran parte
de la noche.

Al tercer día, cuando pisaron tierra otra vez, el muchacho corrió hacia ellos:

—Mi Padre me ha dicho anoche que esta vez ustedes me llevarán.

El capitán lo miró asombrado. Dos tripulantes le habían abandonado la noche


anterior, de manera que le faltaba gente.

Reconoció que el muchacho era de la tribu Kru y supuso que era un marinero
con experiencia, como lo eran sus paisanos.

—¿Cuánto quieres ganar? – le preguntó.

—Sólo lléveme hasta Nueva York a ver a Esteban Merritt – respondió el


muchacho.

El capitán, entonces, dio la orden y fue embarcado. Corría el año 1889.

El desdichado rehén

¿Quién era el joven y por qué quería ver a Esteban Merritt, de Nueva York?

La respuesta a esta doble pregunta es muy extraña. Su nombre era Kaboo,


tenía diecisiete años, y esperaba que Esteban Merrit le enseñara todo lo que
sabía sobre el Espíritu Santo.

Kaboo, en realidad, no era liberiano, sino que pertenecía a una tribu


descendiente de los Kru que habitaba al oeste de Costa de Marfil. Su padre
era jefe de la tribu. En aquellas regiones, a fines del siglo XIX, era costumbre
que un jefe derrotado en la guerra debía entregar a su hijo mayor como rehén
para asegurar el pago al vencedor. Si éste se retrasaba, el hijo
frecuentemente era sometido a torturas. Esta fue la suerte de Kaboo.

A los 15 años de edad, ya había sido tomado como rehén en tres ocasiones.
Para la primera vez era sólo un bebito; en la segunda, estuvo varios años
sometido a sufrimientos inena-rrables. Para la tercera, Kaboo tenía 15 años.
Su padre reunió todos los bienes que pudo en su asolada tribu para satisfacer
las demandas del jefe vencedor, pero fueron insuficientes. Así que Kaboo
comenzó a ser torturado cruelmente. Las heridas no tenían tiempo de curarse
antes del próximo tormento. La piel de su espalda colgaba a jirones. Pronto
estuvo tan agotado que ya no podía mantenerse en pie.

Entonces prepararon dos vigas en forma de cruz, adonde lo arrastraban para


continuar el castigo.

Sin embargo, de seguir así las cosas, la muerte que le esperaba sería aun
más atroz. Cavarían una fosa y lo enterrarían vivo hasta el cuello. Luego, lo
untarían con melaza para atraer a las hormigas carnívoras. En pocos minutos
quedarían los puros huesos.

Ante esa perspectiva, Kaboo sólo deseaba morir.

Una extraña luz


Sin embargo, su suerte habría de ser muy diferente a partir de entonces. Una
gran luz, como un rayo, irrumpió sobre él. Una voz audible que parecía venir
de lo alto le ordenó levantarse y huir. Los que le rodeaban oyeron la voz y
vieron la luz pero no entendieron de qué se trataba.

En un abrir y cerrar de ojos, Kaboo recobró sus fuerzas y, saltando, huyó


hacia la selva con la velocidad de un ciervo. ¿A dónde ir? No podía huir hacia
su tribu, porque atraería sobre ella la peor de las venganzas.

Algo sobrenatural volvió a ocurrir. La misma extraña luz que le había salvado
le comenzó a guiar por los intrincados vericuetos de la selva. Kaboo se limitó
a seguirla. Durante el día se ocultaba en el hueco de los árboles, y durante la
noche continuaba su marcha. La noche era para él lo suficientemente clara
como para juntar frutas y raíces y alimentarse. Cruzó lagos y ríos. A su
alrededor, toda la fauna salvaje enmudeció, y dejó el paso libre al muchacho
que huía.

Después de días llegó a una plantación en las afueras de Monrovia (Liberia).


Grande fue su sorpresa cuando supo que había llegado a otro país. La
primera persona que vio fue un hombre de su propia tribu, quien le contó que
ese no era un lugar de esclavizadores, sino de liberadores de esclavos. ¡Dios
le había guiado al único lugar donde estaría a salvo!

Allí encontró empleo y fue invitado a una reunión cristiana. Al oír la historia de
la conversión de Saulo, pudo ver que Dios le había salvado de la misma
forma. Una misionera lo condujo al Señor y le enseñó los rudimentos de la fe.
También le enseñó a leer y escribir en inglés.

Muy luego, Kaboo fue cautivado por el Señor y sintió deseos de prepararse
para ir a dar testimonio a su tribu. Sin embargo, sentía que tal vez nunca
estaría en condiciones. Para él fue un gran descubrimiento el saber que el
Espíritu había sido enviado para capacitar al cristiano. Comenzó a buscarle
con gran insistencia, a tal punto que sus compañeros se cansaban de oírlo
orar por las noches.

Un día tuvo la experiencia de la llenura del Espíritu. El no sabía nada de la


doctrina sobre el Espíritu Santo, pero ese día fue lleno de Él.

Poco después fue bautizado en las aguas y su nombre fue cambiado por el de
Samuel Morris.

Samuel estaba tan cautivado por su relación con Dios, que pronto llegó a ser
conocido como el nativo más consagrado y fervoroso de esa región de Liberia.

Un día, con la ayuda de un misionero, descubrió Juan 14. Al saber que el


Espíritu Santo obra aquí en la tierra, que es una Persona Viviente, no tuvo
palabras para expresar su asombro y felicidad. Supo que Él fue quien lo liberó
y lo condujo hasta allí. Desde ese día, Samuel hizo largos viajes para
conversar con los misioneros acerca del Espíritu Santo. Les hacía tantas
preguntas difíciles que, por fin, una misionera se vio obligada a confesar:

—Samuel, ya te he dicho todo lo que sé acerca del Espíritu Santo.

Samuel insistió:

—¿Y quién le dijo a usted todo lo que sabe acerca del Espíritu Santo?

Ella respondió que todo su conocimiento acerca de este tema lo debía a


Esteban Merritt.

—¿Dónde está Esteban Merritt?

—En Nueva York.

—Pues iré a verlo – fue la respuesta de Samuel.

Peripecias a bordo

Cuando subió a bordo, Samuel se encontró con un muchacho tirado en la


cubierta. Era el camarero del capitán. Se hallaba tan malherido que ni siquiera
podía incorporarse. Samuel se arrodilló junto a él y oró. El muchacho se
levantó de inmediato, totalmente restablecido.

Poco más tarde, cuando el capitán quiso deshacerse de Samuel, al


comprobar que no sabía trabajar, el camarero intercedió por él.

—Por favor, capitán, llévelo. ¡Mire lo que hizo por mí!

La vida a bordo era cruel. Casi cada palabra era acompañada por una
blasfemia, un puntapié o un bofetón. La tripulación se hallaba compuesta por
hombres de distinta procedencia. Samuel era el único negro a bordo, y todos
le rechazaban. Los golpes y los insultos llovían sobre su cabeza.

Al tercer día se desató una tormenta. A Samuel lo amarraron a uno de los


mástiles para que ayudara a recoger las velas. Allí enfermó gravemente,
debido al feroz azote de las olas. Entonces Samuel oró:

— Padre, tú sabes que he prometido a este hombre trabajar todos los días
hasta llegar a América. Yo no puedo trabajar si estoy enfermo. Por favor, quita
esta enfermedad.

Luego se levantó y retomó sus tareas. Nunca más estuvo enfermo en el barco.
Al día siguiente, el camarero lo relevó de su trabajo, así que Samuel se dirigió
a la cabina del capitán. Éste, que estaba ebrio, golpeó a Samuel hasta dejarlo
inconsciente en el suelo. Al recuperar el conocimiento, Samuel se levantó y
siguió con sus tareas, tan animadamente, como si nada hubiera pasado. Le
preguntó al capitán si conocía a Jesús. Luego, se arrodilló y oró con tanta
sinceridad y fervor por él, que éste inclinó la cabeza, conmovido.

Un día, azuzados los hombres por el alcohol, comenzó una pelea sobre
cubierta. Era una disputa sin sentido por prejuicios raciales. Un malayo muy
corpulento, que pocos días antes había amenazado con matar al “negro”, se
sintió insultado, tomó un machete y se abalanzó sobre los demás, con ansias
de matar. De pronto, Samuel se interpuso en su camino y comenzó a decirle,
con su modo calmo:

—No mates, no mates.

El hombre levantó el arma contra él y le miró con ojos centelleantes. Samuel,


a su vez, le miró a los ojos, sin hacer movimiento alguno para defenderse. El
malayo se detuvo y, lentamente, bajó su arma y se volvió a su litera.

Cuando el capitán supo esto pensó que Samuel tenía un poder misterioso.
Bajó al camarote con Samuel y éste oró por él y por toda la tripulación. Por
primera vez el capitán se unió a la oración. En aquel momento el capitán
entregó su vida al Señor. Fue el primero de muchos convertidos a Cristo allí
en el buque.

A partir de entonces, Samuel se ganó por completo el corazón del capitán,


quien ya no pagó más a su gente con ron. Las peleas se acabaron. Ahora el
capitán llamaba a sus hombres al puente de popa para orar. Samuel dirigía
esas oraciones y cantaba los himnos que había aprendido en Liberia. En sus
momentos libres pasaron horas escuchándole cantar. Así, ellos comenzaban
a sentir la obra de la gracia de Dios en sus corazones.

Poco después del incidente, el malayo cayó gravemente enfermo. Samuel oró
por él y recibió inmediata sanidad. Esto produjo una nueva impresión en el
corazón de esos duros hombres de mar. Desde entonces todos comenzaron a
orar y cantar con Samuel Morris.

Todos a bordo se convirtieron en sus amigos. Más de la mitad de ellos habían


recibido al Señor. Las discriminaciones raciales habían sido olvidadas. Un
embajador de Dios había navegado con ellos por un tiempo y les había
enseñado con su ejemplo que hay un Dios personal, que contesta la oración y
que no hace acepción de razas o color.

Una breve estadía

Tras cinco meses a bordo, el barco llegó a Nueva York. La tripulación hizo
una colecta de ropa para cambiar las ajadas prendas de Samuel. Al darle la
mano por última vez, muchos de esos hombres endurecidos lloraron como
niños.
Nueva York estaba allí. Esteban Merrit sería ubicado milagrosamente, y en los
próximos dos años, Samuel habría de ser conocido por muchos. Todos
quedaban sobrecogidos por la presencia del Espíritu Santo que irradiaba de
él. Samuel no predicaba, pero cuando oraba, todos eran tocados. Muchos
caían de rodillas pidiendo perdón a Dios por sus pecados, o bien alabándole
por su salvación.

Aunque murió tempranamente, a los 21 años de edad, su influencia perduró


en el corazón de quienes le conocieron. Antes de morir, él dijo:

—La luz que mi Padre del cielo envió para salvarme en Africa tuvo un
propósito. Fui salvado con un propósito. Ahora ya lo he cumplido. Mi obra aquí
en la tierra se ha terminado.

Hasta el día de hoy, la Universidad de Taylor, en Estados Unidos, donde fue


atendido, exhibe un monumento con una inscripción que dice:

SAMUEL MORRIS, 1872-1893


PRÍNCIPE KABOO
NATIVO DEL AFRICA OCCIDENTAL
MISTICO CRISTIANO
APOSTOL DE LA FE SENCILLA
EXPONENTE CABAL DE UNA VIDA
LLENA DEL ESPÍRITU SANTO

Fuentes: Samuel Morris, por Lindley Baldwin, y La investidura del poder, por O.J. Smith.
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“Escudriñad las Escrituras...


porque ellas dan testimonio de mí”

“El estudio meramente intelectual de la Palabra de Dios no es


suficiente; debe haber meditación en ella. La Palabra de Dios debe
ser meditada con mucha frecuencia y con constante expectación a
que Dios por su Espíritu haga de ella una potencia viviente en el
corazón.”
R.A. Torrey en Cómo orar

“La Biblia mira hacia adelante, hacia un día resplandeciente. Tiene


sus raíces en el pasado, indudablemente. Se ocupa con firmeza en
el presente, pero siempre fija la mira hacia el futuro. Y esto no ha
de extrañarnos, porque si ella se funda en la ruina del primer
hombre, mira hacia delante a la gloria del Segundo. Éste es el gran
objeto y carácter de todas las Escrituras.”
William Kelly, en Meditaciones sobre el Cantar de los Cantares

Apuntes a la lectura del Nuevo Veintitrés preguntas sobre la


vida de...
Testamento JOSUÉ

Perdonar es soltar (Lucas 13:10-13) 1. ¿Cuál es el nombre


La mujer tenía espíritu de enfermedad y original de Josué?
andaba encorvada desde hacía 18 años. El (Núm.13:16)
Señor, en un acto de misericordia, le llama y le 2. ¿Quién le cambió el
dice: “Mujer, eres libre de tu enfermedad.” Una nombre?
traducción más literal diría: “Has quedado 3. ¿Qué significa “Josué”?
suelta de tu enfermedad”. La palabra “suelta” 4. ¿A qué tribu pertenecía?
es preferible a “libre”, porque más abajo el (1 Cr.7:27)
Señor dice que Satanás había atado a esta 5. ¿A qué clase pertenecía?
mujer. Lo que hizo el Señor, entonces, fue (Núm. 13:3)
desatarla. Satanás la ató; el Señor Jesús la 6. ¿En qué época de su vida
desató. Así de claro. En Lucas 6:37 b debiera comenzó a servir al Señor?
también decir: “Soltad y seréis soltados”. El ¿Cómo? (Ex.33:11)
perdón suelta, libera. Muchas veces el Señor 7. ¿En qué gran batalla
perdonó los pecados y la gente quedó sana. participó Josué? ¿Cuál fue
(Marcos 2:5-12). el fin de ella? (Ex.17:8-13)
8. Josué fue escogido para
Gracia injusta una misión muy importante
La gracia conlleva un elemento de injusticia. antes de entrar a Canaán.
No es, obviamente, una injusticia que ¿Cuál fue? (Núm.13)
perjudique al hombre. Al contrario, es una 9. ¿Qué informe dio Josué?
injusticia que favorece más allá de los méritos (Núm.14:6-9)
de quien la recibe. Así, por ejemplo, en la 10. ¿Cuál fue el cargo más
parábola de los obreros de la viña (Mateo 20:1- importante que tuvo Josué
15), la bondad y generosidad del padre de en Israel? (Núm.27:19-23)
familia es la base de su relación con los 11. ¿Qué importante
obreros, no el esfuerzo realizado por ellos. Así requisito tuvo en cuenta
también es en la parábola del hijo pródigo, en Dios al nombrarlo? (Núm.
que la acción final es producto de la gracia del 27:18)
padre hacia su hijo necio. (Lucas 15:11-32). 12. ¿Cuál fue la
capacitación especial que
Obras vs. Caminos Dios le dio por medio de
Israel vio las obras de Dios, pero no conoció Moisés? (Deut.34:9)
sus caminos (Heb.3:9-10). De ahí sus 13. En Josué cap. 1 el
claudicaciones y su apostasía. Un pueblo (o Señor comisiona a Josué,
un creyente) que sólo ha visto el obrar externo pero al mismo tiempo lo
de Dios no podrá estar firme, porque carece respalda. ¿En qué consiste
de un testimonio interior. Moisés, en cambio, ese respaldo?
conoció sus caminos (Salmo 103:7), tuvo un 14. ¿Cuál es la demanda
conocimiento íntimo de Dios y de su voluntad. para Josué y para todo
Por eso, pudo también caminar con Dios. siervo de Dios? (Jos.1:8)
Cuando caminamos mucho con alguien nos 15. ¿Quién se le aparece a
hacemos su amigo. (Ver otros casos; Enoc, Josué antes de la toma de
Gén.5:24; y Noé, Gén.6:9). Jericó? (Jos.5:13)
16. ¿Qué gran error de
discernimiento tuvo Josué
Sirviente y esclavo
en esta ocasión? (Jos.9)
Marcos 10:43-44: “Pero no será así entre
17. El nombre de Josué
vosotros, sino que el que quiera hacerse
llegó a ser muy conocido y
grande entre vosotros será vuestro servidor
temido. ¿Dónde? (Jos.4:14;
(diákonos) , y el que de vosotros quiera ser el
6:27)
primero, será siervo (doulos) de todos.” El que
18. ¿Qué milagro portentoso
quiera ser grande deberá llegar a humillarse y
hizo Dios por mano de
ser un servidor (mejor, “sirviente”), y el que
Josué? (Jos.10:11-14)
quiera ser el primero deberá humillarse aun
19. ¿Cuál fue la herencia
más: deberá ser esclavo. Ser el primero es la
que Josué recibió en
ambición mayor, por tanto, se castiga con la
Canaán? (Jos.19:49-50)
humillación mayor.
20. ¿Qué exhortación hace
Josué a Israel poco antes de
Errar al blanco su muerte? (Jos.24:15)
En las cartas de Pablo a Timoteo se usa tres 21. ¿A quién tipifica Josué?
veces la expresión “errar al blanco”, que es ¿En qué? (Ver Col.2:14-15;
traducida como “desviarse”. (1ª Tim.1:6; 6:21, Heb.4:8-10)
y 2ª Tim. 2:18). Pablo escribió estas epístolas 22. ¿Cuál es la clave de la
en tiempos de deterioro, cuando se lucha espiritual, según
introducían herejías en la casa de Dios. Josué 23:11-13?
“Desviarse” es “errar al blanco”, una expresión 23. Desde el éxodo hasta
muy atinada para afirmar que si no Josué hay una alegoría de
permanecemos en la verdad, caemos en la la vida cristiana. ¿Cuáles
mentira. No hay posiciones intermedias. son sus hitos más
importantes?
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Bocadillos de la Mesa del Rey Poema

¿Quiénes son los bienaventurados? A LOS OJOS DE DIOS


(Josué 7:13, 20-23)
Jesús está enseñando a las multitudes.
Todos le escuchan, extasiados. ¡Nunca A la vista de Dios transitamos,
habían oído hablar a un hombre así! De su bajo el sol, con el pueblo
boca sale un río de palabras de sabiduría elegido,
que responde a las necesidades de todos los nada oculto nos es permitido:
hombres. ¡Santidad!, es camino
De pronto, una mujer alza su voz, entre las acordado.
demás voces de admiración y asombro:
—¡Bienaventurado el vientre que te trajo, y Si ambicioso un “Acán” ha
los senos que mamaste! tomado
Todos guardan silencio. Lo que dijo la mujer la fracción anatema de muerte,
ha estado antes en el corazón de todas las a los ojos de Dios ha pecado:
mujeres ahí reunidas; ella las interpreta a todo el cuerpo ha sufrido la
todas. ¿Quién no hubiera querido tener un peste.
hijo así?
Todos esperan una respuesta. ¿Cuál será la Si el espejo divino está en
que corresponda a una expresión de Cristo
alabanza tan legítima e indiscutible? y los juicios de Dios son
Entonces, Su voz se oye clara y firme: perfectos,
—Antes bienaventurados los que oyen la nada turbe el andar del
palabra de Dios, y la guardan. cristiano
Desconcierto. Asombro. ¡Qué respuesta ni el engaño del ojo se acepte.
extraña!
Es que la mirada de los hombres se posa
¡Que la cruz esté siempre
sobre cosas concretas y externas. El
presente,
asombro que este Hombre produce se
para el alma es mejor que
traduce en alabanza hacia la madre que le
deleite!
trajo y los senos que mamó. Sin embargo, el
¡Despertad a la vida del cielo:
Señor hace que toda mirada se alce para
apartarse del mal es prudente!
mirar a Dios. La tendencia del hombre es
deificar lo externo asociado a Dios. En
cambio el interés de Dios es alcanzar el Contener la pureza de Cristo
corazón del hombre. es aroma de suave aliciente,
Esta mujer consideraba dichosa a la madre sustancial al espíritu nuevo
de Jesús. Otros después considerarían que en el hombre interior se
dichosos a quienes tocaron a Jesús; más difunde.
adelante lo serían quienes tuvieran un
pedazo de la madera de su cruz, o un ¡Si a los ojos de Dios
puñado de la tierra que Él pisó. Cosas caminamos,
externas asociadas a Dios, pero que no en su firme Palabra fundados,
tienen un valor trascendente, espiritual, del pecado es justicia
transformador. Deificar el objeto, apartarse:
transformarlo en dios es propio de la religión la gracia de Cristo ha
vana e inútil que no salva, que no llena el triunfado!
vacío del alma.
Los que sí son bienaventurados son los que Claudio Ramírez
oyen la palabra de Dios y la guardan. Ellos Lancién
han encontrado la dicha de conocer a Dios,
creerle y amarle. Ellos han dado importancia
a lo que realmente la tiene.
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Citas escogidas Para meditar


Para la mayoría de la gente “Si el contentamiento y la acción de gracias se
Dios es una inferencia, no pierden, no estamos amando a Dios como
una realidad. debiéramos, y el deseo correcto se ha
A. W. Tozer convertido en codicia contra Dios. Nuestra vida
interna es el lugar principal para perder la
Cuando a un alma le falta la verdadera espiritualidad. Lo externo es
gracia de Dios, viene a ser siempre el resultado de lo interior. La manera
como una planta que ya no de comprobar cuándo un deseo correcto se
tiene ni flores, ni frutos, ni vuelve codicia está en que debemos amar a
hojas. los hombres lo suficiente como para no
H. Rossier envidiarlos, y esto se refiere no sólo a su
dinero, sino a cualquier cosa. Pudiera ser, por
Si Jesús hubiese nacido mil ejemplo, estar envidiosos de sus dones
veces en Belén, y ninguna espirituales.”
en mi corazón, yo sería la Francis Schaeffer, en La verdadera espiritualidad
persona más desolada del
mundo. “Mientras que los cristianos en general
Corrie Ten Boom imaginan que todo lo que no está
positivamente prohibido y es pecaminoso, les
Para la necesidad diaria, es lícito, y procuran retener tanto como les es
hay gracia diaria; para la posible de este mundo, con su propiedad, su
necesidad repentina, hay literatura, sus goces, el alma verdaderamente
gracia repentina; para la consagrada es como el soldado que lleva
necesidad abrumadora, hay consigo solamente aquello que necesita para
la gracia abrumadora. la pelea.”
John Blanchard Andrew Murray, en Con Cristo en la Escuela de la
Oración

Desconfía de los pecados


pequeños. “Una de las mayores desgracias de este siglo
Juan Bunyan es la existencia de gente que quiere tener dos
altares los domingos, uno para Jehová por la
No le digas a Dios que mañana y otro para Baal, por la tarde.”
D.L. Moody
tienes un gran problema ...
¡dile al problema que tienes
un gran Dios! “La mitad de la batalla en la vida cristiana se
Enviada por M.Teresa Menéndez gana cuando encontramos pecado en nosotros
y lo enfrentamos nosotros mismos. La otra
Ser cristiano es una tarea mitad la ganamos con la ayuda de otros
de tiempo completo. cristianos que nos amen lo suficiente como
Derek Prince para reprocharnos con el hecho de nuestro
pecado; mas están dispuestos a orar por
Todos los días podemos nosotros y aceptar ayudarnos a encarar ese
tener la paz de Dios si pecado y a conquistarlo.”
dejamos de agitarnos por lo Frank Barker, en Filipenses
que podría ser, o lo que
pudo haber sido, y nos
“Nosotros nos amonestamos unos a otros a
concentramos en lo que es.
tomar el camino que Cristo nos señala; nos
Jean-Pierre de Caussade
advertimos unos a otros contra la
desobediencia que es nuestra destrucción
Es un hecho que un caballo común; unos a otros somos amables y severos
no puede tirar del carro porque conocemos tanto la bondad de Dios
mientras cocea, y tampoco como su severidad. Reprobar es inevitable. La
puede cocear mientras tira. Palabra de Dios lo demanda. Cuando un
José Luis Martínez
hermano cae en pecado, nada puede ser más
compasivo que la severa reprensión que llama
La esperanza de impunidad al hermano a volverse de la senda del pecado.”
es el gran soporte de toda Dietrich Bonhoeffer (mártir alemán)
iniquidad.
Matthew Henry
“Nada hay más mortífero para la vida del
creyente que querer aparentar. No hay mayor
El corazón del cristiano bendición que cuando cesan nuestros
camina sobre rosas si está esfuerzos por aparentar y nuestras actitudes
por completo bajo la cruz. se manifiestan con libre naturalidad: cuando
Martín Lutero
nuestras palabras y oraciones, nuestra vida
misma, son la expresión, no forzada, sino
El hablar en público puede espontánea, de nuestra vida interior.”
resumirse en tres cosas: Watchman Nee, en Sentaos, andad, estad firmes
primera, tener algo que
decir; segunda, decirlo; y “Si lo que gastamos en comodidades, lujos y
tercera y última, callarse. diversiones es lo mismo que gastan los que
Juan A. Broadus, en Historia de
la Predicación
tienen ingresos semejantes a los nuestros, eso
significa que probablemente estamos dando
muy poco. Si lo que damos no limita en
No te enamores de tus
absoluto nuestros gastos ni nos impide hacer
éxitos, ni permitas que tus
ciertas cosas, yo diría que es muy poco. Debe
fracasos te derroten.
haber cosas que nos gustaría hacer, pero no
Howard Hendricks
podemos hacerlas porque lo que damos no
nos lo permite.”
C.S. Lewis, en Cristianismo y nada más

“Es imposible que un cristiano que pase la


mayor parte de la noche, mes tras mes,
semana tras semana, y día tras día, mirando
los programas de televisión de las principales
redes del país, o viendo los programas de
video de la actualidad, tenga una mente
cristiana.”
R. Kent Hughes, en Disciplinas de un hombre piadoso
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HISTORIAS-ANÉCDOTAS-PARÁBOLAS-MORALEJAS-HISTORIAS-ANÉCDOTAS-
PARÁBOLAS-MORALEJAS-HISTORIAS-ANÉCDOTAS-PARÁBOLAS-MORALEJAS

Recortes de la Web
El bizcocho
Un niño le contaba a su abuelita que todo iba mal: la escuela, problemas con
la familia, enfermedades.
Entretanto, su abuela confeccionaba un bizcocho. Después de escucharlo, la
abuelita le dice:
— ¿Quieres una merienda?
El niño le contesta:
— Claro que sí
— Toma, aquí tienes un poco de aceite de cocinar.
— Yuck – dice el niño.
— ¿Que te parecen un par de huevos crudos?»
— ¡Arrr, abuela!
— ¿Entonces, prefieres un poco de harina de trigo, o tal vez un poco de
levadura?
— Abuela, te has vuelto loca, todo eso sabe horrible!
A lo que la abuela le responde:
— Sí, todas esas cosas parecen horribles si las ves cada una aparte. Pero si
las pones juntas en la forma adecuada hacen un maravilloso y delicioso
bizcocho.
Dios trabaja de la misma forma. Muchas veces nos preguntamos por qué nos
permite andar caminos y afrontar situaciones tan difíciles. Pero Dios sabe que
cuando Él pone esas cosas en Su orden, todo obra para bien. Solamente
tenemos que confiar en Él y a la larga todos juntos serán algo maravilloso.
Si Dios tuviera una nevera, pondría tu retrato en la puerta. Si tuviera una
billetera, tu foto estaría allí. Te envía flores cada primavera y el sol sale para ti
cada mañana. Cuando quieres hablar, Él te está escuchando. Puede vivir en
cualquier parte del universo, sin embargo, ha escogido vivir en tu corazón. ¿Y
qué te parecen todos los mensajeros y maestros que te ha enviado de regalo
a través de los siglos y milenios para que te guíen? Y ni hablar del arcoiris
para recordarte que nunca te dejará solo. Créelo, te ama de verdad. Llora
todo lo que necesites llorar... Él secará tus lágrimas, Él te dará otro día para
reír de lo que un día te hizo llorar. Sólo espera y ten fe.
Enviada por Nelly Cordero

La lección del platero


Hace algún tiempo, algunas señoras se reunieron en cierta ciudad para
estudiar la Biblia. Mientras leían el tercer capítulo de Malaquías, encontraron
una expresión notable en el tercer versículo: «Y Él se sentará como un
refinador y purificador de la plata” (Mal.3:3). Una de las señoras
propuso visitar un platero e informar a las demás lo que él dijera sobre el
tema. Ella fue, y sin decir cuál era el objeto de su diligencia, pidió al platero
que le hablara sobre el proceso de refinar la plata.
Después de que se lo hubiera descrito completamente, ella le preguntó:
—Señor, ¿usted se sienta mientras está en el proceso de la refinación?
— Oh, sí, señora – contestó el platero–,
debo sentarme con mi ojo fijo en el horno, porque si el tiempo se excede en lo
más mínimo, la plata será dañada.
Inmediatamente la señora vio la belleza, y también el consuelo de la
expresión:
»Él se sentará como un refinador y purificador de la plata.»
Dios ve necesario poner a sus hijos en un horno; Su ojo está constantemente
atento al trabajo de la purificación, y su sabiduría y amor obran juntos de la
mejor manera para nosotros. Nuestras pruebas no vienen al azar, y Él no nos
dejara ser probados más allá de lo que podemos sobrellevar.
Antes de irse, la señora hizo la pregunta final:
— ¿Cuándo sabe que el proceso está completo?
— Pues, eso es muy sencillo – contestó el platero –. Cuando puedo ver mi
propia imagen en la plata, se acaba el proceso de refinación.»
Lisette Sierra de Arrocha

Dos mares en Palestina


Hay dos mares en Palestina. Uno es fresco y lleno de peces; hermosas
plantas adornan sus orillas; los árboles extienden sus ramas sobre él y
alargan sus sedientas raíces para beber sus saludables aguas. En sus playas,
los niños juegan.
El río Jordán hace este mar con burbujeantes aguas de las colinas, que ríen
en el atardecer. Los hombres construyen sus casas en la cercanía, y los
pájaros, sus nidos, y toda clase de vida es feliz por estar allí.
El río Jordán corre hacia el sur hacia otro mar. Aquí no hay trazas de vida, ni
murmullos de hojas, ni cantos de pájaros ni risas de niños. Los viajeros
escogen otra ruta; solamente por urgencia lo cruzan. El aire es espeso sobre
sus aguas y ningún hombre ni bestias, ni aves, la beben.
¿Que hace esta gran diferencia entre mares vecinos? No es el río Jordán. Él
lleva la misma agua a los dos. No es el suelo sobre el que están, ni el campo
que los rodea. La diferencia es esta: el mar de Galilea recibe el río, pero no lo
retiene. Por cada gota que a él llega, otra sale. El dar y recibir son en igual
manera.
El otro mar es un avaro... guarda celosamente lo que recibe. No tiene un
generoso impulso. Cada gota que llega, allí queda. El mar de Galilea da y
vive; el otro mar no da nada. Le llaman “el Mar Muerto”.
Angeles Luna, de la lista VALORES.

Más que una mosca


Tres científicos subieron a un monte muy helado a realizar sus
investigaciones sobre la fauna de la cúspide del monte. Cuando se
encontraban ya a mucha altura, uno de ellos encontró una mosca, algo
imposible para semejante altura, pues debido al frío ninguna mosca conocida
podría vivir en aquel lugar. Al analizarla atentamente, uno de ellos soltó el
llanto. Los otros dos le preguntaron el motivo de aquel llanto, a lo que El
respondió:
— ¡Esta mosca tiene el cuerpo cubierto de vellos que protegen su cuerpo!
Los otros dijeron:
— Sí, es sorprendente pero, ¿por qué lloras?
A lo que el científico contestó:
— Siempre he dicho que con todas las guerras, hambres, terremotos y cosas
que pasan en el mundo Dios no tenía tiempo para mí. Sin embargo, ahora,
viendo como no se olvidó de proteger el cuerpo de este pequeño insecto, me
doy cuenta de que si cuida así a esta pequeña criatura ... ¡Cuánto más valgo
yo para Él! He sido muy injusto.»
Arturo Quirós Lépiz

El eco
Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De pronto, el hijo se
cae, se lastima, y grita:
— ¡Ahhhh!
Para su sorpresa, oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña:
— ¡Ahhhh!
Con curiosidad, el niño grita:
— ¿Quién está ahí?
Y escucha:
— ¿Quién está ahí?
Enojado con la respuesta, el niño vuelve a gritar:
— ¡Cobarde!
Y recibe de respuesta:
— ¡Cobarde!
El niño mira a su padre y le pregunta:
— ¿Qué sucede?
El padre le contesta:
— Presta atención hijo. — Y grita:
— ¡Te admiro!.
Y la voz responde:
—¡Te admiro!
—¡Eres un campeón!
—¡Eres un campeón!
Y el padre le explica:
— La gente lo llama “eco”, pero en realidad es la vida... que te devuelve todo
lo que haces...
Janette Suárez Garza, Grupo «Valores»
.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
PORTADA · NÚMEROS ANTERIORES · WEB AGUAS VIVAS

Todo escriba docto en el reino de los cielos saca de su tesoro...

Cosas viejas... y cosas nuevas

ESTABLECERSE O SALIR ESPERANDO EL TIEMPO


OPORTUNO
En el libro de Génesis encontramos
al primer hombre –el prototipo– de En la tentación en el desierto, el
los que Dios ha llamado a salir: Señor Jesús venció a Satanás. Fue
Abraham. Él debía salir de Ur de los la primera victoria que el Señor le
caldeos, de la casa de su padre al propinó en este escenario terrenal,
lugar que Dios le habría de indicar. como hombre. No sucumbió a sus
Su obediencia y fidelidad han sido astutas insinuaciones, sino que se
ejemplo de todos los hombres y levantó sobre la plataforma de la
mujeres de fe que han vivido hasta Palabra que él mismo había
hoy. inspirado a Moisés, y con ella le
venció.
Pero en Génesis, muy cerca de este
hombre de fe, aparece la de otro Sin embargo, ¿se quedaría tranquilo
hombre: Nimrod, que hace lo el engañador y homicida? ¿Se
contrario que Abraham, porque él se conformaría con quedar humillado,
establece en la tierra. Este también frustrado y vencido? No. No se
es modelo y ejemplo de los grandes conformaría. Una vez acabada la
de este mundo. batalla, Satanás “se alejó de él hasta
un tiempo oportuno.” (BJ).
Nimrod llegó a ser el primero
poderoso –“prepotente” (Biblia de Durante muchos años, miles de
Jerusalén)– en la tierra. Fue un años, Satanás había deseado una
vigoroso cazador delante de Jehová. venganza contra Dios, un gran golpe
Fue fundador de ciudades en el que hiciera temblar el universo
valle de Sinar y en Asiria, siendo las entero. Ahora tenía al Hijo de Dios en
principales de ellas Babel y Resén. la condición de hombre. ¿No era la
ocasión propicia? ¿No era la
Estos dos hombres son los polos debilidad del Hijo de Hombre el
opuestos del gran dilema del blanco ideal para provocarle una
hombre en su actitud frente al caída? Sin embargo, el ofrecimiento
mundo. ¿Establecerse o salir? de pan, de gloria humana y de
reconocimiento no habían bastado.
Si seguimos a Nimrod, entonces, ¡Jesús le venció!
establezcámonos, levantemos
Ahora el enemigo de Dios se aleja
ciudades, grandes empresas, enfurecido, rumiando una nueva
seamos emprendedores, medremos, venganza, esperando “un tiempo
que el mundo, en toda su amplitud y oportuno”.
pompa, nos espera. El mundo ha de
ser conquistado, sus secretos La ocasión se le había de presentar
descubiertos, sus riquezas tomadas, de nuevo. Pedro habría de ser usado
todo él es un desafío a nuestra por Satanás para insinuarle que no
creatividad, empuje y fuerza. debía ir a la cruz. Pero el Señor le
derrotó de nuevo. Así, Satanás debió
Si seguimos el camino de Abraham, de volver sobre Él muchas veces, y
en cambio, juzgaremos que el de muchas maneras, seguramente,
mundo está bajo maldición, que su pero siempre le encontró preparado.
sistema es corrupto, que sus
riquezas están contaminadas, que La espera de “un tiempo oportuno”
su pompa y vanidad se oponen a debió de mantener a Satanás en una
Dios. constante inquietud. El apóstol
inspirado dice de él que anda “como
Si seguimos a Abraham viviremos león rugiente buscando a quien
sin esperar nada del mundo, sin devorar”.
tomar nada de él, como proscritos,
extranjeros y peregrinos. Viviremos ¿No es así también hoy con los hijos
como no poseyendo nada, aunque de Dios? Antes de que Jesús
lo poseamos todo. Caminaremos venciera al diablo, teníamos un solo
mirando más allá de su horizonte, antecedente, un triste antecedente:
correremos despreciando sus la derrota en la tentación de Adán.
honores, batallaremos en nuestro
corazón contra sus grandezas vanas.
Pero desde aquél día en el desierto
de Palestina otra historia comenzó a
Si seguimos a Nimrod ganaremos escribirse: la de los muchos hijos de
poco; si seguimos a Abraham, Dios que, aferrados a la Palabra de
ganaremos mucho. Si no seguimos verdad, también le vencen por la
a ninguno de los dos; si nos palabra de su testimonio. Para que
quedamos en medio de ambos Satanás nunca encuentre “el tiempo
caminos .. indecisos ... oportuno.”
titubeantes ... ¡lo perderemos todo!
.Una revista para todo cristiano · Nº 10 · Julio -
Agosto 2001
PORTADA · NÚMEROS ANTERIORES · WEB AGUAS VIVAS

Cartas de nuestros lectores


No casualidad, sino causalidad
La revista “Aguas vivas” ha sido de bendición y edificación para mí y para
muchos hermanos.
Una amiga mía, muy estimada, fue la responsable indirecta de que yo
recibiese esta bendición (ya que el responsable directo fue Dios). No fue
casualidad, sino que tuvo una ‘causalidad’: nuestro Señor y Salvador
Jesucristo.
Así como esta amiga fue instrumento de bendición, yo quiero hacer lo mismo
con cuatro amados míos, cuyas direcciones adjunto.
Darío Gaspar / Lima, Perú

A la sombra del Vaticano


Deseo agradecerles mucho por la revista. Pido a Dios, nuestro Padre, que
siga bendiciéndolos en toda área de sus vidas y ministerios. La revista me
gusta mucho. Es muy interesante y también actual, con especial interés para
los ministros. Los números postreros han mejorado en la gráfica que, en
verdad, necesita todavía mayor cuidado.
Nuestra situación en Italia es particular. Vivimos a la sombra del Vaticano.
Nuestro pueblo ha llenado el mundo y cree, equivocándose, de ser cristiano
por tener el Papa. Necesitamos mucha oración para la unidad de las iglesias,
que desperdician fuerzas y recursos peleándose entre ellas antes de
inquietarse para evangelizar la nación.
Cuento con vosotros para pedir un avivamiento en la Italia. Muchas Gracias.
Pastor Franco Grillo / L’ Eco della “Valle del Sele” / Quadrivio, Italia

Necesitamos oración
Quiero expresarles mis agradecimiento por la revista que Uds. me envían.
El Señor se esta manifestando en estos lugares, pero necesitamos oración
para que los corazones se ablanden. Esperamos vuestra ayuda.
Un fuerte abrazo y que el Señor les siga bendiciendo.
Manuel Marshall / Järfälla, Suecia

La manipulación genética
El Señor me ha hablado constantemente a través de la revista, ya que la
Palabra de Dios es muy bien abordada en los diversos temas que ustedes
tocan.
Entre otros, me ha permitido entender aspectos interesantes que en la
actualidad se abordan, como por ejemplo “la manipulación genética”, puesto
que, a pesar de tener mi propia visión sobre aquello, no tenía muy claro lo que
la Biblia señala al respecto. Eso ha significado que me interese más en
algunos temas y los profundice en mi grupo de estudio bíblico o con hermanos
de la Iglesia.
Me despido en el amor de nuestro Señor Jesucristo.
Fabiola Flores / Temuco, Chile

Dios está obrando en Cuba


Hace un par de días recibí la revista Nº 8. Estuve en una caravana de
evangelismo la semana pasada en la provincia de Pinar del Río, donde Dios
se movió de una forma poderosa, y al llegar a mi casa encontré a mi hermano
leyéndola.
Dios está haciendo cosas maravillosas en Cuba; su poder se está
manifestando de una forma poderosa y muchas personas están conociendo el
evangelio de Dios. Aunque es un país donde, en cierta forma, el evangelio no
está permitido diseminarlo por las calles, los jóvenes predicamos y las
personas conocen a Dios. Oren para que Dios continúe abriendo puertas para
la entrada de materiales cristianos. Es una de las cosas más difíciles de
conseguir, aunque Dios siempre suple a su pueblo. (Por ejemplo, ustedes con
su revista que es de gran bendición). Gracias por servir de canal de bendición.
En el amor de Cristo, vuestro hermano
Ricardo Meneses / Ciudad Habana, Cuba

“El Sentido del Dolor”


Reciba un saludo con especial admiración a su labor, esperando que Dios les
siga bendiciendo.
Quiero compartirles que el pasado mes de diciembre me quedé sin trabajo.
Me sentí muy triste y decaído por ese motivo, aunque mi esposa me apoyaba
mucho y me daba confianza, y hacíamos mucha oración. En esos días recibí
la revista Nº 6, cuya portada se titula “El Sentido del Dolor”. La empecé a leer
y empecé a sentir una tranquilidad enorme en mi corazón. Nunca se me va a
olvidar lo que decía. Luego, ya con esa tranquilidad en mi corazón empecé a
buscar trabajo y Dios me guió hasta donde estoy ahora.
Bendito sea nuestro Dios en las alturas.
Mauricio Salinas Moreno / Guadalupe, Nuevo León, México

La membresía es edificada
Le doy gracias a Dios por haber conocido el ministerio “Aguas Vivas”, ya que
sus escritos tienen revelación del Espíritu Santo. Ellos han contribuido al
desarrollo de mi vida espiritual como pastor, y por lo tanto, toda la membresía
es edificada.
El conocer esta revista es una gran experiencia. Cualquier otra publicación
que ustedes tengan les rogaría que me la hagan llegar.
Pastor Lusi Plourde / Santiago de los Caballeros, Rep. Dominicana

Por la radio
Desde el litoral argentino les saludo con las más ricas bendiciones de nuestro
Señor Jesucristo.
Escribo para contarles que recibí las revistas que mandaron y en verdad me
gustan porque tienen temas de interés y es de mucha edificación. La semana
pasada leí en el programa de radio sobre la genética y a más de uno le gustó.
Quiero felicitar a todos los que componen AGUAS VIVAS.
Muchas gracias por todo, y que Dios siga bendiciendo ese ministerio. Sigan
adelante.
Cristina Toledo / Corrientes, Argentina

Alimento Espiritual
Qué grato es enriquecer nuestro corazón y la mente, leyendo y aprendiendo
de la Palabra y el mensaje que nos envía el Señor por intermedio de sus
obreros servidores de la revista “Aguas Vivas”. Es el alimento para el espíritu
de muchos creyentes que a veces no pueden asistir a las reuniones a
escuchar y aprender más de la Palabra.
En el Nombre de nuestro Dios viviente, bendigo a los hermanos de otros
países que se interesan por esta maravillosa revista que nos muestra una luz
para seguir en los caminos de nuestro Señor Jesucristo. Gracias, Padre
amado.
Ada Marín Carvajal / Coquimbo, Chile

Herramienta para los ministros


Les envío un caluroso saludo desde Puerto Rico y les doy las gracias por la
revista. “Aguas Vivas” es de bendición no tan solamente a mí y mi hogar sino
que los hermanos de la iglesia también participan de ella.
Esta herramienta pasa a través de las manos de otros ministros, los cuales le
sacan copia a los reportajes. Acá en la Isla oramos por la prosperidad y
puertas abiertas a su ministerio. Dios les bendiga y adelante con esta
bendición que es “Aguas Vivas”.
Su hermano y consiervo en el Señor,
Luis A. Nazario, Ministerio Evangelístico / “Caminando en Victoria” / Bayamon,
Puerto Rico

Cumpliendo su objetivo
Le doy gracias a Dios por inspirarlos a realizar esta revista, porque enseñan
diferentes temas que son de importancia para todo cristiano. Por ejemplo, el
artículo “El Síndrome de Laodicea” abrió mi entendimiento en ese tema y me
ayudó a entender algunas circunstancias que estaba pasando en ese tiempo
y no encontraba respuesta. Realmente se cumple el objetivo para la cual fue
creada.
Que Dios les bendiga a todos
Teresita Alvarez / Montevideo - Uruguay

Por razones de espacio, las cartas han sido resumidas.


Su publicación ha sido autorizada por sus autores.
Toda bendición procede de Dios; por tanto, toda la gloria es para Dios.

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