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Mozzi M. Tesis Doctoral. El Psicoanálisis Como Práctica de Discurso - Perspectiva de La Prevención en Ámbitos Socioeducativos.

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2022- Mozzi M. Tesis Doctoral.

El psicoanálisis como práctica de discurso:


perspectiva de la prevención en ámbitos socioeducativos. San
Miguel de Tucumán: Universidad de La Rioja, España. 2022.
pag.386. ISBN 978-987-88-4173-1. Disponible en
https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=301591

Capítulo 5: Psicoanálisis y práctica social

5.1. Fundamentos teóricos de la práctica social del psicoanálisis


5.2. Discurso y lazo social. El psicoanálisis como práctica de discurso
5.3. Los Cuatro Discursos
5.4. Sobre la impotencia y la imposibilidad…
5.5. El discurso o los discursos de la prevención a partir de la Teoría de J. Lacan
5.6. El horizonte de la época…
5.7. Psicoanálisis y política
5.8. Conclusiones

5.1. Fundamentos teóricos de la práctica social del psicoanálisis

La extensión del Psicoanálisis a otros campos diferentes de aquel en que se


constituyó –esto es, la clínica individual de la neurosis–, es siempre una cuestión difícil
de plantear, a pesar del planteo freudiano de que su aplicación a la clínica de la
neurosis no era la única, “(…) ni siquiera podría afirmar que sea la más importante”.
(Freud, 1913, p. 169). Freud sostiene en El Malestar en la Cultura (1930) la
imposibilidad de eliminar el malestar y el sufrimiento respecto de la vida colectiva. Para
el padre del Psicoanálisis el progreso y la inclusión en la Cultura implican en sí una
pérdida de la felicidad (en tanto posibilidad de goce absoluto) por incremento del
sentimiento de culpabilidad; lo cual plantea una continuidad entre la Cultura y las
condiciones constitutivas del síntoma. Para Freud la Cultura es neurótica o la neurosis
es cultural.
De esta manera, desarrolló a lo largo de su obra un cuerpo conceptual sobre el
malestar en la civilización y la lógica del lazo social, apoyado en la construcción de
lazos libidinales anudados a la función del Ideal, atributo del Padre. La primera gran
tesis freudiana sobre el lazo social es que no hay distinción entre la psicología
individual y la psicología social en tanto la estructura de la constitución yoica es
solidaria con la formación del lazo social. Asimismo, el otro participa de la formación
del yo y está siempre presente como modelo, objeto, auxiliar o adversario.
En su texto Psicología de las masas y análisis del Yo Freud (1914) nos permite
pensar lo social y su relación con la estructura del Yo. El Ideal es el lugar donde se
colectiviza, se hace masa; dirá Freud que lo que empezó con el Padre termina con la
masa. Así la función Ideal instaura en un mismo acto una verdad y su desmentida: en
el origen hay un asesinato, el Padre ha muerto. Pero la Ley es no querer saber nada
sobre eso; la masa podrá hacer como si el Padre no estuviera muerto, ficción
indispensable para la creación y mantenimiento de todo lazo social (Gerber, 2006). En
su mito del origen de la Cultura, Freud establece la relación entre inconsciente y
sexualidad. En el asesinato del padre –que goza de todas las mujeres– es posible
restringir el goce-todo a condición de que Uno se erija en ese lugar (Juan Antonio
Naranjo, 2006). Esto hace que la unión de la masa tenga raigambre libidinal: en tanto
no hay posibilidad de proporción sexual (goce todo), hay lazo social (Rolando Karothy,
2006).
Nostalgia y culpa por el asesinato del Padre constituyen la fraternidad y el lazo.
Para Freud las instituciones podrán conformarse en la medida en que ubiquen un
objeto en el lugar vacante del Padre (Ideal del Yo), a consecuencia de lo cual los
hermanos se identifican. En su texto sobre Moisés dirá que:
(…) sabemos que la inmensa mayoría de los seres necesitan
imperiosamente tener una autoridad a la cual puedan admirar, bajo la
que puedan someterse, por la que puedan ser dominados y,
eventualmente, aun maltratados. La psicología del individuo nos ha
enseñado de donde procede esta necesidad de las masas. Se trata de
la añoranza del padre, que cada uno de nosotros alimenta desde su
niñez (...) (1930, Vol. XXIII, p.98)

La función del Ideal posibilita que no nos devoremos unos a otros, en tanto
instituye la restricción pulsional; y, por otro lado, hace que haya cierto progreso, ya que
su ausencia nos llevaría sólo a la repetición de lo mismo. Aun así, no resulta pacífica
la relación con el Ideal. Siempre estará en la base de su constitución la paranoia de
ser perseguidos por el Padre. La transposición idealista de la Horda, como denomina
Freud a la masa, no es más que una variante del sometimiento al Padre, en tanto el
hombre es un animal de Horda. Esto determina que la Horda es el núcleo original de la
masa, siendo su reverso.
Análoga a la estructura del Yo, la ilusión de completud vela el cuerpo
fragmentado, la imposibilidad de ser Uno y esto se revela ante el fracaso de sostener
la ilusión: el fenómeno del pánico lo presentifica claramente.
Esto demuestra la insuficiencia de la Ley (simbólico) para regularlo todo, no
puede remediar la escisión que se encuentra en el corazón del sujeto y, por lo tanto,
en el corazón del lazo social. Así como el síntoma resulta un resto de esa operación
en lo social:
(…) el síntoma se ubica como “cuerpo extraño al que se considera
causante del surgimiento de corrupción en el tejido social (…) Es
señalado como la causa positiva exterior de una negatividad que es
interior del orden social mismo, la causa exterior cuya eliminación será
necesaria para restaurar el orden, la estabilidad, la identidad. La
exclusión, la segregación, y en el extremo, el exterminio del Otro, son
así indisociables de la existencia del grupo social. (Gerber, 2006, p. 26)

Entendemos el síntoma social como lo que no marcha, lo que trastabilla en la


escena del mundo. El síntoma en todo sujeto es disruptivo, se presenta como
extraterritorial al Yo, y lo interroga. En lo social algo irrumpe y rompe la escena del
mundo, aunque la interrogación resulta más compleja. (Ygel, Mozzi, 2011)
Lacan, en su Estadio del Espejo (1949), muestra la oscilación en la estructura
del Yo, la completud y la incompletud, la manía y la tristeza, la fascinación y la
agresividad, que también puede encontrarse en la estructura del lazo social. Dirá
Lacan: “lo que es verdadero en el plano de lo individual, ese peligro interno, es verdad
también en el plano de lo colectivo. El peligro en el interior del sujeto es el mismo que
el peligro en el interior del rebaño”. (1961, p. 15). Fraternidad y segregación son
condiciones ineludibles del lazo social.
Lacan refuta la ilusión de completitud en la masa en tanto no hay comunidad de
goce, y considera la segregación como intrínseca al lazo, ya que la fundación de un
grupo en torno a un Ideal implica que algo siempre queda excluido, rechazado todo
aquello que no coincide con él. Siempre hay un elemento que queda por fuera y que
constituye la masa. Lacan establece en el Seminario XVII: “sólo conozco un origen de
la fraternidad, es la segregación”, y agrega: “(…) todo lo que existe se basa en la
segregación, incluso no hay fraternidad que no pueda concebirse sino por estar
separados juntos”. ([1969-70] 1992 p. 121)
Sobre la lectura del esquema freudiano de constitución de la masa ubicado en el
capítulo sobre “Enamoramiento e hipnosis” de Psicología de las masas, Lacan dirá al
final del Seminario XI que la naturaleza de la hipnosis no se da por identificación
histérica sino por la superposición del Ideal y del objeto a (propuesto por Lacan). Hace
referencia a la mirada como idéntica al objeto a.

Hay una diferencia esencial entre el objeto definido como narcisista, i(a)
y la función del a. Con sólo ver el esquema que da Freud de la hipnosis,
se tiene a la vez la fórmula de la fascinación colectiva (…) En él señala
lo que él llama el objeto –donde han de reconocer lo que yo llamo el a–
el Yo y el Ideal del Yo. Las curvas…sirven para marcar la conjunción de
a con el Ideal del Yo. Freud da así su status a la hipnosis por la
superposición en un mismo lugar del objeto a como tal y de ese punto
de referencia significante que se llama Ideal del Yo. (1964, p. 280)
En ese mismo Seminario da la precisa indicación –diferenciándose de la
estructura de la APA y del final de análisis por ellos propuesto– de la dirección del
análisis como la operación que mantiene la distancia entre el I y el a, y alude al origen
del Psicoanálisis como en oposición a la hipnosis. Dirección que debe tenerse en
cuenta no sólo en el análisis individual sino en la práctica social del Psicoanálisis,
porque remite a la posición del analista. Erik Porge analiza esta distinción y explica
qué quiere decir Lacan cuando habla de “distancia”:
No se trata de una distancia en kilómetros sino de la salida de un sujeto
de una suerte de com-unión, de conmensurabilidad con ese allegado,
de la que el sujeto se sentía prisionero. La distancia tomada no es un
refuerzo de lo individual frente a lo colectivo sino más bien la inserción
del sujeto en el colectivo según una relación distinta de la fusión (2007,
p. 170).

En este sentido, podemos tomar también la indicación lacaniana de evitar el


efecto masa. En la inscripción del a en el esquema freudiano, Lacan subvierte la
relación individual/ colectivo y establece la inconmensurabilidad de la unidad dada por
el sujeto dividido por a.
Lacan señala que Freud presenta en su definición de masa un carácter del
todos, que sería bifronte. Una cara bajo una lógica del todo, fundada en la excepción
del Padre; y la otra, que incluye la falta, una lógica del “no todo”, que para Lacan
remite a la vertiente mujer de la no-relación sexual (se refiere a las fórmulas de
sexuación). Porge dirá: “el no-todo es una combinación de individuo y masa; designa
en este caso un modo de división del sujeto en esa relación del individuo con la masa,
un modo de división realizado por esa relación” (p. 174), y sostiene que entonces el
esquema freudiano se inscribe en la serie de las formaciones del inconsciente (al estilo
del sueño).
Allí advierte que para hermanar hace falta un significante, en tanto en lo real no
hay comunidad de goce. Por esto Lacan funda el lazo social sobre bases discursivas y
no en los lazos libidinales como resulta de la lectura de Freud. Esto es solidario con la
tesis central de su obra, que sostiene la constitución subjetiva en dependencia
estructural con el lenguaje.

5.2. Discurso y lazo social. El Psicoanálisis como práctica de discurso


Es precisamente ahí donde la teoría lacaniana de los discursos permite
redefinir la lógica del lazo social, en tanto lo asienta sobre lo discursivo. Esto permite
leer el malestar en la actualidad y ubicar sus efectos. Dirá Lacan:
(…) esta suerte de estructura que designo mediante el término discurso,
es decir, aquello por medio de lo cual, por puro y simpe efecto del
lenguaje, se precipita un lazo social (…) El modo en que un discurso se
ordena de manera tal que precipite un lazo social implica inversamente
que todo lo que en él se articula se ordena por sus efectos. (Lacan,
1972, clase IV, p. 150-151).
Lacan define al lazo como un precipitado, esto es que sedimenta (tomando el
significado químico del término) algo a partir del modo en que un discurso otorga
lugares y términos en el lazo. (G. Perelló, 2015) Y desarrolla cuatro discursos que
permiten ubicar los términos de todo lazo social.
La posibilidad de intervención en el campo social devendrá de ubicar la lógica
intrínseca a la teoría psicoanalítica en tanto conserve la especificidad de su objeto.
Lacan dirá que lo que opera en Psicoanálisis es la lógica del “arte de producir
necesidad de discurso” (Lacan, 1972, clase IV, p.59). Sobre este comentario Álvarez
plantea: “(...) lo cual es interesante porque ubica al discurso en el orden de la
necesidad, esto no es que alguien hable sino que no ignore la falta como condición del
discurso”. (Álvarez, 2006, p. 217) Anteriormente establecía que la necesidad está pero
en tanto no está en el discurso es inexistente, “(…) entonces producir necesidad de
discurso es poder inscribir la necesidad en el discurso, hacerla existir”. (p. 27)
Para ello, resulta necesario establecer una definición de Psicoanálisis que
permita resolver la tensión entre lo subjetivo y lo social. Tomando a Lacan, Álvarez
(2006) propone definir el Psicoanálisis como una práctica de discurso:
(…) yo lo entendí, más bien lo he tomado de Lacan cuando habla del
psicoanálisis como práctica de discurso. ¿Qué quiere decir esto? Que
justamente creo que lo saca de la idea del psicoanálisis como una
herramienta de cura solamente de la psicopatología (Álvarez, 2012,
s/n).

Esto permitiría pensar otras prácticas en ámbitos institucionales bajo esta


categoría. Y agrega: que sea una práctica no alcanza en sí misma para pensar el
Psicoanálisis, sino que lo relevante está en el término discurso, ya que permite una
cierta formalización de la práctica, apoyado en un corpus teórico.
Advertimos en nuestras investigaciones, en nuestras prácticas en instituciones,
que una lectura del malestar con los discursos como herramienta, aporta a pensar a
qué lugar somos convocados, cuando alguien nos demanda de tal o cual manera, o
cuando nos exige la resolución inmediata de un problema, o su prevención.
Con este modo de pensar lo colectivo, Lacan interpela los desarrollos freudianos
de Psicología de las masas, en tanto que, sostenidos en lo analógico, pueden conducir
a lo imaginario tendiente a velar la falta. Para Lacan lo colectivo no es la masa, y la
lógica de discurso abarca otros efectos de lazo por fuera de ella, avanzando en la
formalización.
(…) se podrían pensar el juego o determinadas prácticas educativas
institucionales, o determinados acontecimientos de la cultura dentro de
esta categoría discurso. (…) como orientación, pensar estas prácticas
desde la categoría discurso y, si nuestro interés es propiciar la
emergencia del discurso analítico, cuáles serían las prácticas más
apropiadas para ello (…) en lo singular de una cura y también en
formaciones colectivas. (Álvarez, 2006, p. 26)

Hay otros autores que definen su práctica en ámbitos psicosociales como


intervenciones discursivas (Malfé, 1981) o narrativas (Ulloa, 1995), lo cual las
considera como prácticas fuera del campo psicopatológico y en ámbitos de la vida
cotidiana, pero no por fuera del discurso.
Sin embargo, hay que distinguir las diferencias entre una cura singular y las
intervenciones que este campo permite operar. Por eso rescato el planteo de Álvarez
al respecto, fundamentalmente en un tipo de intervención acotado como es el campo
de la prevención:
(…) quizás hay una diferencia entre la práctica de la cura y otras
prácticas (…) La posibilidad de maniobrar con la transferencia, tener
todos los recursos para trabajar con la transferencia en la cura, permite
otro despliegue del discurso. Mientras que quizás en otros ámbitos, la
práctica del discurso del psicoanálisis pueda consistir en estas
emergencias que se producen en los giros. (p. 28).

El término discurso, como muchos otros en Psicoanálisis, si bien puede ser


compartido en forma aparente con otros saberes, no se corresponde con el sentido en
que se lo entiende en Retórica, o en Filosofía, o en Lingüística. Lacan introduce un
giro en este término y le otorga otra categoría. Dirá que: “discurso es una categoría
que pretende dar cuenta de ciertos modos fundamentales, de la relación entre los
seres hablantes, no por la vía del significado, no por la vía del sentido, sino por la
relación interna entre los términos”. (1968, p. 16)
En Psicoanálisis, y, en particular, desde Lacan, es una formalización lógico
algebraica del lazo social (Álvarez, 2006). La autora propone que pensar el lazo social
en términos de discurso permite hacer una lectura de las consecuencias de los
discursos sociales que se despliegan a gran escala, como la Política, la Religión, la
Ciencia.
Esto implica que el Psicoanálisis se juega dentro del lazo social y que no
pretende alinearse a ninguno, sino más bien introducir la falta en todo discurso,
aunque deba pagar el precio. Ante la pregunta sobre lo que el Psicoanálisis paga por
agregarse a otros discursos, por ejemplo, al incluirse en instituciones, Graciela
Brodsky responde:
El precio que exige la civilización es, para decirlo en los términos de los
cuatro discursos, el precio que se paga por la salida del autismo, el
precio que se paga por pasar por el Otro. Los cuatro discursos son
maneras de pasar por el Otro (2003, p. 36)

5.3. Los Cuatro Discursos

La tesis de Lacan de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y


de que este preexiste al sujeto en la estructura, considera al sujeto como efecto del
significante. Esto es, que emerge entre significantes, ya que, como lo define Lacan, el
sujeto se produce en la relación entre dos significantes. Tal como instaura el Discurso
del Amo, que es el discurso del inconsciente.
Lo que considero solidario con la práctica de discurso es que el sujeto es algo a
producir en el discurso, por lo tanto la práctica del Psicoanálisis implica hacer emerger
un sujeto. Lacan homologa discurso y lazo social y articula bajo cuatro modos
diferentes las relaciones que Freud estableció entre pulsión y cultura, ahora ligando
pulsión y significantes. Esta configuración en los discursos, al hacerlos pasar por el
significante, es índice necesario de una regulación de goce. Por eso Lacan ubica la
castración en relación al lenguaje y no al Padre.
Por eso el lazo con el otro, que, como dice Brodsky (2003), siempre es un lazo
con el Otro (cultura, lenguaje) requiere la pérdida de un goce autista, posibilita una
satisfacción (otra) a condición de perder algo del goce. Cuando no hay condiciones
para el discurso, lo que se produce es que queda desanudada la pulsión, desregulada,
y promueve que se manifieste por la vía del acto. Como establece Zelmanovich:
Esta teoría de lazo social como discurso en que opera una pérdida y
regulación de goce por vía de una articulación significante permite cernir
diferentes modos en que el goce y la agresividad encuentran su lugar
particular en los lazos sociales según de qué discurso se trate. (2013,
p. 100)

La formalización de los discursos le permite a Lacan proponer una lógica para


pensar el discurso más allá del sentido, incluso plantea que puede ser sin palabras. Lo
que resulta fundamental para Lacan es que el discurso determina relaciones, que,
aunque sin palabras, no está fuera del lenguaje. Dirá: “Mediante el instrumento del
lenguaje se instaura cierto número de relaciones estables, en las que puede
ciertamente inscribirse algo mucho más amplio, algo que va mucho más lejos que las
enunciaciones efectivas (…)” (Lacan, 1969-1970, p. 11)
Ya sabemos por Freud y Lacan que no todo puede ser simbolizable y que de esa
operación del anudamiento entre la pulsión y el significante hay un resto que no puede
ser representado, queda como perdido, pero cuya función es motorizar al sujeto en su
búsqueda. Remite a la imposibilidad de la satisfacción plena, necesaria para el ingreso
a la cultura. Esto indica que todo discurso es abierto, hay imposibilidad de decirlo todo,
lo que permite que sean factibles sus giros de un discurso a otro, produciendo nuevos
lazos.
Este resto, que Freud ubicaba en la imposibilidad de domeñar el deseo, refiere a
las tres profesiones imposibles: educar, curar y gobernar. ¿No es la prevención un
imposible? No en tanto profesión, pero sí como un anhelo en cada una de ellas.
En el Seminario XVII El reverso del Psicoanálisis (1969-1970), donde formaliza
la teoría que estamos presentando, con un artificio teórico que llamó “pequeños
cuadrípodos giratorios” (p.15), Lacan propone cuatro modos diferentes en que se
puede leer el lazo social, el Discurso del Amo, el Discurso Universitario, el Discurso
Histérico y el Discurso del Analista. Al plantear una partición en cuatro modalidades
diferentes, considera que no hay discurso que pueda dar cuenta de la totalidad de la
realidad. Cada uno propone un ordenamiento de la realidad que es propio al lugar
dominante desde donde se plantea.
Los discursos pueden ser concebidos como producciones simbólicas del discurrir
de lo colectivo, como figura intermedia perteneciente al orden de lo particular, ubicable
entre lo universal de la lengua y lo singular del habla, delineando una función de los
discursos en el campo del lenguaje. Es decir, todo lo que hace al tránsito por la Cultura
y su consecutiva entrada al lenguaje. Dirá Lacan que el discurso es siempre del Otro y
establecerá en el Seminario XI que el inconsciente es el discurso del Otro (1964,
p.137), de allí que sea una formalización del lazo social.
Lacan formaliza cuatro discursos: Discurso del Amo, Discurso Universitario,
Discurso Histérico y Discurso del Analista. Es posible situar los tres imposibles
freudianos a partir de los discursos en Lacan: gobernar ligado al discurso del Amo,
educar al discurso Universitario, curar al discurso Analítico y en relación al discurso
Histérico dirá que lo imposible es hacer desear articulado a la frase contundente sobre
la no posibilidad de proporción sexual.
La estructura básica de cada cuadrípodo a partir del cual escribe Lacan un
discurso es la siguiente: tiene cuatro lugares, dos en el piso superior y dos en el piso
inferior. Los pisos o niveles están separados por una barra:

AGENTE → OTRO

La línea superior es la relación entre el que habla y aquel a quien habla, es lo


manifiesto, por ejemplo: la relación entre el alumno y el profesor en el Discurso
Universitario, entre el amo y el esclavo en el Discurso del Amo, analista-paciente en el
Discurso Analítico, y en el Discurso Histérico, quien habla haciéndose desear y el otro
que lo o la desea.
El agente es el lugar de quien enuncia y la apariencia, el semblante desde el
cual lo hace. Aquí la cuestión de la apariencia muestra la discrepancia entre la función
y quien la ejerce. Moyano (2010), señala sobre el semblante: “(…) introduce otra
discrepancia asociada al lugar del agente y referida a la diferencia entre el encargo
social que se le formula y el modo en que es asumido.” (p. 114), cuestión que
considero central en el desarrollo de esta tesis, lo cual tendrá sus consecuencias en el
tipo de lazo que se establezca y en el modo de afrontar las realidades que se
presentan.
El Otro es el lugar ocupado por aquel a quien se dirige el agente. Es también el
lugar del trabajo y del goce, como del tesoro de significantes de la cultura.
La parte inferior de la fórmula indica lo latente, lo no observable y lo que está
velado en el discurso que refiere al lugar de la verdad, y al del producto, como efecto
del piso superior:
AGENTE → OTRO
VERDAD # PRODUCTO

La verdad es el lugar en el que se sostiene el Agente aun sin saberlo, por eso
está debajo de la barra. Aloja aquello que se quiere decir, verdad que es motor del
discurso pero que no puede ser dicho totalmente y se manifiesta en sus efectos.
La producción es el lugar ocupado por aquello que es efecto de lo que el Otro
produce. Es lo que se segrega de cada discurso. Es efecto de un trabajo, del trabajo
que hay que hacer para que algo se produzca.
Se puede apreciar que entre la verdad y la producción, hay un signo (#) que
indica una separación entre estos términos, siempre hay un impedimento en todos los
discursos, impedimento de decirlo todo.
La lógica de los discursos, a su vez, ubica cuatro lugares, cuatro elementos, un
orden determinado entre los elementos y cuatro desplazamientos de los elementos
entre los cuatro lugares. g
Cada lugar será ocupado por una letra1:

S1: significante Amo $: sujeto del inconsciente


S2: saber a: objeto a

S1: El significante Amo (S1) es el predominante y primordial con el que se


identifica el sujeto. Es el trazo unario que representa a un sujeto ante el conjunto de
significantes de saber (S2). A través de él se instituye la regla, el orden. Es la marca
de la exterioridad del significante respecto del campo del Otro.
S2: representa el saber, es el campo del Otro o batería de significantes.
Articulados a una red: por eso se lo puede considerar un saber.
$: Sujeto dividido, sujeto del lenguaje y del inconsciente. Es productor de
síntomas, aun sin saberlo, y muestra su modo particular de ubicarse en relación con
esas leyes, su modo singular de ubicarse ante lo colectivo. Es efecto de la relación
entre S1 y S2, relación fundada en dos operaciones que lo constituyen: alienación y
separación. Operaciones que dejan un resto como pérdida y que opera como causa de
su búsqueda, el deseo.
a: el objeto que indica una pérdida, un resto, cuya búsqueda impulsa el circuito
de la repetición. Puede representar cuota de pérdida de goce, un plus de goce o ser
causa de deseo.
El lugar secuencial entre las letras se mantiene igual (excepto en la fórmula del
discurso capitalista) y lo que rota es el lugar que ocupa cada uno. Así se puede
circular entre los cuatro discursos si se rota un cuarto de giro en el sentido horario
(desplazamiento). El orden que siguen los cuatro elementos en cualquiera de los
discursos es S1 S2a$, aunque depende del lugar que ocupen en cada discurso
y cuál es la acción que predomina según ocupen el lugar del agente.

Discurso del AMO: S1  S2


$ # a

En este discurso el agente es la Ley en tanto inscripta en la estructura, la Ley de


prohibición del incepsto inaugural de toda otra (no es la justicia). Remite a la pérdida

1
Lacan lo nomina con letras, dando cuenta de que no tiene significado preestablecido,
confiriéndole escritura de matema.
irreparable del Padre Ideal, que sería encubierto por un referente del saber absoluto.
Este discurso se sostiene en una legalidad que trasciende a quien lo encarna, y que se
funda en la identificación con un nombre, lo que le da la función. No se sostiene ni por
deseo ni en la voluntad, sino que es efecto de esa estructura. Es un discurso que
instituye la subjetividad en tanto el sujeto emerge entre dos significantes S1S2.
Pretende producir un ordenamiento para que las cosas marchen. Así, en las
instituciones, el discurso que ordena es el Discurso del Amo. “La identificación de
muchos sujetos con el mismo significante amo constituye la masa, de allí que sea
también un discurso necesario para la organización de lo colectivo” (Zelmanovich,
2013, p. 7). Aunque en la actualidad no es el discurso dominante, con lo cual se pone
en riesgo tanto la subjetividad como lo colectivo.
De esta manera, en el Discurso del Amo, el significante amo se dirige al S2 –en
tanto refiere al saber-hacer del esclavo– y cuya sustracción pretende el Amo. Al Amo
no le interesa saber, sólo que la cosa funcione. A su vez, la posición del esclavo tiene
que ver con que el Amo no conoce su deseo y por eso es un saber no sabido –Lacan
lo compara con el saber inconsciente–, que se ubica en el lugar de la verdad. Si, en
palabras de Lacan, el inconsciente es aquello por lo cual cuando hablamos no
sabemos lo que decimos, eso significa que cuando hablamos siempre algo se nos
escapa. En ese intento de enunciar la verdad absoluta, la verdad es que él no sabe
todo lo que dice; por lo tanto lo que queda en el lugar de la producción (que Lacan
escribe como a) es un resto, hay algo que ese discurso pretende capturar y no puede,
hay algo que se le escapa. Lo que produce este discurso es un sujeto, dominado por
un saber-hacer inconsciente
Lacan dice que los Amos han desaparecido –en tanto se han despersonalizado
en el sistema– pero aún perduran sus órdenes como S1. Lacan caracteriza nuestra
época a partir de la idea de la declinación del Nombre del Padre (1958), esto pone en
cuestión la Ley y por lo tanto no ofrece un significante Nombre del Padre con el cual
operar, con lo cual la función se pluraliza en Nombres del Padre y produce extravíos
en el sujeto. Esto muestra que este discurso no es dominante en esta época.
Para explicar el Discurso Universitario, Lacan habla de un pasaje del Amo
antiguo al Amo moderno (ligado al desarrollo de la ciencia y del capitalismo), a partir
de su despersonalización, al que llamará Discurso Universitario. En este pasaje lo que
se produce es la des-posesión del saber del esclavo y se ubica el S2 en el lugar del
agente como todo-saber. Lacan ejemplifica a este agente de todo-saber con la
burocracia ubicada en el lugar de Amo, lo que opaca más la relación con la verdad.
Dirá que el Amo está en todas partes, es la maquinaria (burocracia) referida al
discurso del capitalismo.
Discurso UNIVERSITARIO S2  a_
S1 # $

El Discurso Universitario tiene que enfrentarse con lo imposible de la relación


entre el sujeto y el objeto de conocimiento. La operación del agente es intentar
dominar a partir del saber. El resultado es el discurso dominante en la actualidad, que
se constituye como saber del Amo, saber universal. El saber queda de-subjetivado
(respecto del Discurso del Amo, ya que el sujeto se ubica en el lugar de la verdad), lo
cual hace difícil distinguir el lugar de la enunciación: el saber se vuelve tirano.
Plantea lo imposible de rellenar, de saber todas las fallas. No es con saber que
se van a llenar las fallas del Otro, aunque sea un intento incesante de la técnica, en las
relaciones de producción, la del desarrollo de este saber-hacer que configura el lazo
entre el sujeto de producción y el objeto producido. Hay un desencuentro permanente
entre el conocimiento y los sujetos cognoscentes, entre los sujetos cognoscentes y el
objeto a conocer y en la no correspondencia entre la herramienta y los objetos de
producción. Este movimiento produce un cambio en el estatuto del saber, en tanto el
destinatario de este discurso esta desposeído de su saber.
La ciencia –y el consecuente desarrollo de la técnica– juegan aquí un papel
importante en tanto ocupan un lugar paterno, aunque Lacan relacione la ciencia más al
Discurso histérico que al Discurso del Amo. Sin embargo, dice que ella no es atea o
que carezca de significación, sino que produce la extinción de la significación (Álvarez,
2006). Si pensamos en la Edad Media, la significación de la enfermedad era
trasladada a la voluntad divina, con la consecuente pregunta que implicaba la
subjetividad. A medida que la ciencia va ganando terreno en la vida del hombre, la
causa se traslada a determinantes biológicos, lo cual produce sus efectos,
desresponsabiliza al sujeto, ni siquiera liga al síntoma a su propia historia. Allí es que
la ciencia cumple una función paterna, pero con una causalidad que desconoce. La
ciencia promueve la extinción de la significación de lo singular, aunque no implica que
se sostenga en, al menos una significación: hay un universo.
También la Salud tuvo su pasaje de un discurso a otro, según Laurent (2000), en
la Antigüedad lo que preocupaba al Amo era la salud del Rey, y con ello estaba
garantizada la salud del pueblo, ya que su salud determinaba el destino de la
comunidad. Al quedar despersonalizado el Amo (figura del Rey), ahora la
preocupación es por la salud de la población, una preocupación moderna que se liga
luego al Derecho, pasaje que ya mencionamos respecto de la biopolítica (Foucault).
Discurso Histérico: $  S1
a # S2

Este discurso es el que Lacan ubica durante la experiencia analítica (del lado del
analizante), aunque haya existido siempre, aun antes del Psicoanálisis. Es un discurso
que interpela al Otro, se dirige al Amo, orientado por el deseo de saber. Cuestiona el
saber del Amo y lo pone a producir. La histérica se diferencia del esclavo en su
relación con el Amo, revela la relación de este con el goce y no aporta el trabajo del
esclavo. Se trata de un discurso en que el sujeto, ubicado en el lugar del agente y
orientado por el deseo de saber, se dirige a un significante Amo para que lo produzca.
Esta orientación en la búsqueda del saber que cuestiona al Amo, le hace decir a Lacan
que el discurso de la ciencia tiene esta lógica, o mejor dicho es la posición del
investigador.
El dominio no está, por lo tanto, en hacer funcionar las cosas, o en la pretensión
de todo saber, “(…) sino en hacer desear para que el otro satisfaga su propio deseo de
saber sobre las preguntas del propio agente” (Zelmanovich, 2013, p. 132). Es un
discurso que mantiene vivo el deseo por la pregunta, que fisura la pretensión de todo
dominio con sus preguntas y cuya potencia radica en la promoción del deseo del Otro
a partir del propio, produciendo así un nuevo saber. Por otro lado, la insatisfacción es
el límite que encuentra ante la respuesta del Otro, su fijación genera impotencia y
queja como parte del circuito de la insatisfacción.

Discurso del ANALISTA: _a_ $_


S2 # S1

En este discurso el Amo es el analista, dice Lacan, pero en posición de a. Esto


indica que no ejerce como agente en posición de sujeto, sino como objeto causa. Y
también como el lugar de lo rechazado de los otros discursos, sus desperdicios.
“Así escribimos a, como causa del deseo, agente del discurso que se dirige a un
sujeto dividido $, y como resultado de esta operación hay producción de significantes
S1 y un efecto de saber S2 sobre la verdad”. (Álvarez, 2006, p.101) Su particularidad
es hacerse agente de la imposibilidad de un goce todo, habitado por una pasión por la
ignorancia, se dirige a un $ para que se produzcan los significantes y el saber en el
lugar de la verdad.
El agente aquí se legitima en una suposición de saber que ocupa el
lugar de la verdad (…) La presencia del agente y esa suposición de un
saber inconsciente, opaco para sí y para el otro, son dos condiciones
necesarias para la puesta en función de este discurso. Esto posibilita la
segregación de los significantes S1 que fijan al sujeto a una alienación
mortificante (…) a su vez propicia la producción de un nuevo estilo de
S1 sustentado en un deseo singular. (Zelmanovich, 2013, p. 132).

La operatoria es impulsar al sujeto en la producción de sus propios significantes


singulares. Se ubica como reverso del Discurso Amo, su potencialidad radica en
agujerear los otros discursos, en intervenir en su fijación al promover un vacío (a) que
no tiene predeterminación alguna. Por lo tanto, no es un discurso que pueda operarse
de modo permanente y fijo: es fugaz. Por eso Lacan lo sitúa justamente en los giros
discursivos: siempre que haya rotación de discurso hay emergencia del Discurso del
Analista.
Zelmanovich se pregunta qué es lo que recoge el Discurso del Analista de la
segregación de cada discurso.
Ante lo cual establece esta síntesis orientadora:
 En el Discurso Amo, el otro ubicado en el lugar del saber segrega el
goce absoluto como plus (a). Esa parte de goce (a) que no es absorbida
por ese saber es retomada por el agente en el Discurso Analista en
tanto (a), pero como causa de deseo. De allí que Lacan plantee que el
Discurso Amo es el reverso del Discurso del Analista, ya que en el
punto en el que uno se detiene (la producción del plus de goce), el otro
lo retoma para reconvertirlo (en causa de deseo).
 En el Discurso de la Histérica, el otro ubicado como significante amo
puesto a trabajar por el agente segrega un saber que no alcanza a
satisfacerlo. El saber está activo porque constantemente intenta
conquistar ese goce que siempre se le escapa. Su imposibilidad
demuestra que no hay recubrimiento total entre el saber y el goce, es
decir, no es posible que lo simbólico, o sea el saber, subsuma el goce
hasta agotarlo, de allí la insatisfacción. Siempre va a haber un
excedente, un resto de saber que no produce el amo y que deja algo
por desear. Ese saber es retomado en el Discurso de Analista en el
lugar de la verdad, como saber no sabido.
 En el Discurso Universitario, el otro ubicado como objeto de goce del
agente segrega al sujeto dividido. Ese sujeto convertido en objeto de
consumo de un saber universal es retomado en el Discurso del Analista
en el lugar al cual el agente se dirige.
 En el Discurso del Analista ese sujeto rescatado segrega los
significantes amo de la alienación y produce otro estilo de significante
amo. (2013, p.135)

Zelmanovich, pensando la cuestión del Psicoanálisis en su intersección con lo


educativo, propone que “leer con la herramienta de los cuatro discursos nos permite
ubicar aquello que se despliega en el lazo (…) en particular vislumbrar puntos de
detección y obstáculos en la tarea cotidiana.” (2010, p. 1). Lo cual nos ayuda a pensar
que promover la rotación de discursos, como salida a la fijación de los mismos, es una
tarea plausible en ámbitos institucionales como la Escuela.

5.4. Sobre la impotencia y la imposibilidad…

Lacan ubica en la escritura de los discursos una flecha en el piso superior y otra
en el piso inferior entre el agente y el otro y entre el producto y la verdad (en esa
dirección van los vectores), que refieren a la imposibilidad y a la impotencia relativa a
los discursos. La primera, ligada al agente y al Otro, es decir, al piso superior de los
discursos; y la impotencia, al piso inferior. Es decir que en la relación con el Otro
nunca hay armonía, ni concordancia, ni proporción, ya que lo que aparece es siempre
un punto de imposibilidad.
Entre el agente y el Otro hay siempre imposibilidad y el producto está en
impotencia respecto de la verdad. En tanto, la impotencia está dada por algo que es la
desconexión del producto con el lugar de la verdad. Lacan dice que la imposibilidad
queda opacada por la impotencia, impotencia respecto de alcanzar la verdad. Así, la
impotencia siempre vela lo imposible. Siempre la queja –del sujeto, de las
instituciones– se liga, entonces, a la impotencia de operar, de alcanzar ciertos fines, lo
que no deja plantear los límites de lo imposible. (Álvarez, 2006)
Lo característico del Discurso del Amo y del Analista es la imposibilidad,
mientras que ubica la impotencia en relación con los restantes discursos, el
Universitario y el de la Histérica. La imposibilidad en relación con el Discurso del Amo
es que haya un Amo que haga marchar al mundo, en tanto el Amo hace un signo y
todos a correr, ese sería el anhelo.
La impotencia está dada por los efectos respecto de un producto que sea
satisfactorio con relación a la verdad. Ubicarlo en el Discurso Universitario significaría
que haya un alumno todo-saber, que sea totalmente educable, esto es obturar las
fallas con el saber. Este planteo es solidario con la idea de la no existencia de un
discurso totalitario. Si fuese posible, habría un solo discurso. Al respecto Álvarez
sostiene:
Podríamos decir en términos generales de toda estructura y de todos
los discursos que siempre hay un resto o hay un exceso que no puede
ser absolutamente cernido en esta relación entre el agente y el otro. En
este caso, el dominio del saber del discurso universitario no alcanza,
pero no en el sentido de la impotencia sino siempre va a estar en
insuficiencia con respecto a llenar las fallas del otro. (2006, p. 127)

Ante esto, el Psicoanálisis ofrece su propuesta de preservar lo subjetivo y


trabajar lo que para la ciencia es desechado, un resto incómodo que hace fracasar al
Amo: establecer el campo de lo posible a través de desmontar la impotencia que vela
la imposibilidad. El Psicoanálisis no es para todos –en tanto imperativo–, no tiene lugar
en todos lados, pero puede allí donde tiene lugar la consideración de que el sujeto
surge de la palabra. Eso sería situar el campo de lo necesario, y mantener el lugar de
lo contingente. (Laurent, 2003)
El Psicoanálisis introduce en cada discurso lo que no puede, su imposibilidad.
Entiendo ese planteo lacaniano solidario con la propuesta de producir rotación de
discurso, ya que, dice Lacan, cada vez que se produce una rotación de un discurso a
otro hay emergencia del Discurso Analítico, con la función de introducir ahí la falta, el
descompletamiento de los discursos. ¿Sería esta nuestra función en equipos
interdisciplinarios: romper con la ilusión de un hombre total, de un discurso que lo diga
todo?
Alicia Álvarez, retomando los conceptos lacanianos, dice que “(…) lo que
diferencia la posición del analista de otras prácticas, es que el analista no tiene nada
para dar más que su deseo.” (2006, p. 218), y que ese es un deseo no como persona
sino que se trataría de un deseo advertido, en tanto hay algo que no puede desear: lo
imposible. Identificar lo imposible de cada discurso permite no desearlo, y esa es una
función del analista.

5.5. La prevención a partir de la Teoría de los discursos de J. Lacan

Siguiendo lo pautado por Freud (1935-1937) respecto de la imposibilidad de


gobernar, educar y curar intentaré situar a la Prevención entre dichas imposibilidades,
no como una profesión en sí, sino como un anhelo en cada una de estas profesiones.
Anhelo de eliminar o evitar la aparición de lo que fractura en cada profesión: que las
enfermedades (síntomas) no aparezcan, que se eviten las infracciones a la ley, que se
eliminen las resistencias a ser educado y a saber.
Según lo planteado por Lacan, la estructura es discursiva, es decir, es efecto de
discurso que, en tanto intenta dar cuenta de lo real, opera sobre la realidad, a veces
confundiéndola con ella. Entonces podemos decir, siguiendo a Joan Salinas Róses
que “(…) toda realidad será entonces discursiva” (1998, p. 46). El autor sostiene que el
discurso tendría efecto disciplinador y que lo que llamamos disciplinas se ordenan en
base al discurso. La praxis que se orienta en cada disciplina requiere de un discurso
que la sostenga. Por lo tanto, habría tantas disciplinas de la salud como discursos de
la salud, encargados de ese objeto.
Afirma que el saber de la ciencia, que tiende a generalizar, lo universaliza,
dejando por fuera el sentido que el síntoma tiene para el sujeto. Tal saber tiende a
teorizar sobre una supuesta universalización de las necesidades sin tener en cuenta la
dimensión del sujeto, ni la demanda o su deseo. Aquí podemos hacer entrar los
paradigmas de la Prevención sustentada en el saber de la ciencia.
Lo que ubicamos como el discurso de la Prevención o discursos en plural y sus
significantes predominantes puede ser pensado bajo la orientación de la teoría de
Lacan. Principalmente interpreto que se puede pensar en su vertiente clásica desde
los Discursos del Amo y Universitario.
La relación de la Prevención con la política, su apoyo en las leyes que obligan a
implementar acciones tendientes a disminuir la aparición de síntomas y enfermedades
en la población, permite pensar su lógica desde el Discurso del Amo. En esta
modalidad pretende que la cosa marche, que los sujetos tiendan al bienestar
rechazando sus condiciones de goce y tendencia al mal vivir, segrega ese plus que no
puede ser capturado y que los programas de Prevención dejan afuera.
Las políticas que se diseñan se fundamentan en la lógica de poner a hacer a los
esclavos (técnicos y profesionales) que implementan los programas, sustentados en
una concepción de salud con un Ideal de completud, si pensamos en la clásica
definición de la OMS –de la conferencia de Alma Ata en el año 1979: “es el completo
bienestar bio-psico-social (…)”, Ideal que se articula al anhelo (orden) de “salud para
todos en el año 2000”. Tal anhelo negaría las diferencias entre los pueblos y sus
condiciones de existencia. Sin embargo, este imperativo podría pensarse desde el
Discurso del Amo como una orden de que la cosa marche para todos, ilusión social de
como-unidad que puso a todo el campo sanitario a trabajar en aras de este Ideal.
Esto no implica una valoración moral de las políticas sanitarias. De hecho,
considero que deben instaurarse desde este discurso, tal como las instituciones
necesitan instaurar leyes para su funcionamiento. La cuestión a pensar es cómo
particularizar lo universal. Los programas que instauran la lógica de para todos igual
universalizan el saber que sería necesario para prevenir y evitar el riesgo; sin
embargo, no contemplan el goce en juego o su sentido subjetivo. Esto permite estar
advertidos de que, si bien la orden que hace funcionar las cosas es universal, habrá
que repensar los programas caso por caso, incluso particularizando la información.
El encargo social indica lo que el Amo define como lo que no marcha; esto deja
en el lugar de la verdad a los sujetos. Resistencia del sujeto que, a pesar de saber
sobre el riesgo, sostiene una posición basada en a mí no me va a pasar, o sé qué
hace mal pero aun así… mecanismo denegatorio que anula el efecto preventivo y
desresponsabiliza al sujeto respecto de ese saber.
Por otro lado, las acciones preventivas se ligan a la normativización de los
goces, la prohibición de goce a partir de la sanción como modo de regulación:
prohibición de fumar, sanción sobre las leyes de tránsito o amenaza de exclusión del
sistema educativo. En este sentido, la función del Amo es siempre una función que
intenta dominar aquello que escapa al sistema simbólico. Pero el intento de control no
elimina el goce, lo que hace es producir una redistribución de goce, porque incluso
renunciar a él inscribe un circuito de goce.
Habría, en aras de las exigencias del discurso capitalista, un mandato de ser
saludable-joven-productivo. Esto conlleva cambios en la alimentación, los ideales
ligados al cuerpo joven, educación sexual en las escuelas, programas de prevención
de accidentes; una lista innumerable que exige un viraje respecto de lo que origina las
enfermedades y que puede resumirse en un mal vivir. Ideal que deja por fuera aquello
que lo desmiente, ubicando un punto de segregación intrínseco al lazo.
Respecto del Discurso Universitario, se puede establecer que la tendencia a
considerar el saber cómo garantía de evitación, es una pretensión de recubrir lo
inesperado con todo-saber. La hipótesis fundamental que plantea la lógica de las
acciones preventivas en el campo de la Salud indica generalmente que el
desconocimiento –esquemas cognitivos erróneos– de los factores de riesgo es la
causa de las conductas no saludables y que la educación y la concientización son las
estrategias básicas de la Prevención. Se trata de una educación que intenta uniformar
los saberes que deberían ser utilizados para prevenir, axioma que fracasa
irremediablemente y que se fractura por la irrupción de las formas de goce del sujeto.
Lo que el Psicoanálisis nos enseña es que los sujetos no se rigen bajo la
premisa de querer curarse, ni bajo la del Ideal de salud, sino que en muchos casos es
más bien su instalación cómoda en la enfermedad, o por situarlo en lo preventivo, en
las conductas de riesgo.
Este anhelo de todo-saber sobre mecanismos preventivos y su prescripción al
enfermo (dietas, gimnasia, métodos anticonceptivos, etc.) insisten en la estrategia de
concientizar. ¿Concientizar sobre qué? La modalidad más común es la de transmitir
imágenes, datos estadísticos, definiciones sobre las consecuencias nocivas y fatales
de las conductas de riesgo que pretenden justamente ubicar a los sujetos en el campo
del riesgo. Pareciera ser que la intencionalidad de transmitir este saber fatídico
(asociado casi siempre a la muerte) es concientizar sobre la castración, en tanto ubica
al sujeto en riesgo de muerte. Podríamos resumirlo así: que los sujetos tengan plena
conciencia de su condición de mortales. Pensemos en las imágenes de enfermos,
pulmones con cáncer, piernas amputadas en las cajas de cigarrillos que remiten
directamente a la muerte y la castración en un intento de reducir el consumo, ante esto
los sujetos tapan las imágenes.
Suponer que la información es suficiente es intentar cubrir las fallas con un
saber. El fracaso de esta estrategia remite fundamentalmente, en mi opinión, a que,
como producto de este discurso, el sujeto reniega, o desmiente quebrando el axioma
en el que se sostiene: que los sujetos desean ser saludables. Plantea que sí hay que
modificar conductas de riesgo pero “…de algo hay que morir”! La rebeldía es una
respuesta subjetiva que, como producto de esta operación, refleja su fracaso, su
imposibilidad. Retorna invertido el mensaje denegatorio del discurso médico respecto
de la pulsión tanática en el hombre.
Aclaro que este planteo no significaría ir en contra de la transmisión de
información necesaria en prevención, sino en el sentido de que no es suficiente como
operatoria única. Ni siquiera se podría pensar en la transmisión universal de la
información: la propuesta de para todos igual también fracasa al nivel de la difusión de
conocimiento.
Una propuesta de un grupo de psicoanalistas colombianos sobre alcances y
límites de la Prevención (Hoyos, Duvaltier, Giraldo, 2003) ubica la lógica discursiva de
los programas de Prevención que podríamos pensar tanto en la variante del Discurso
del Amo como en la del Universitario.
La siguiente fórmula se describe como efecto de un acervo teórico sobre los
factores de riesgo (FR) y los hábitos de vida saludables (HVS). Basado en ellos, el
médico se dirige a la enfermedad buscando controlarla –informando, educando y
prescribiendo al sujeto sobre cómo debe actuar. Como producto de esa operación,
queda el paciente como resto. Esto se podría formular así:

Médico Enfermedad
HVS / / Paciente

Desde la perspectiva del Discurso del Amo, el lugar del médico es considerado
como el de aquel que da la orden de curarse en la prescripción y en la indicación
médica (aclaro aquí que menciono como médicos también a los profesionales del
campo psi que remiten a esta posición). Tal prescripción nunca es cumplida según la
orden dada, que se dirige a la enfermedad, quedando el sujeto como resto.
En su variante respecto del Discurso universitario, el médico se ubica como todo-
saber, y se dirige al sujeto vaciado de saber. Podemos pensar en la posición común
de los pediatras que dan las indicaciones sobre la crianza y cuidados del niño desde
un saber indiscutible: es el médico quien sabe cómo ser una madre (una madre buena,
claro está). Es común escuchar la angustia de madres primerizas que
permanentemente padecen la pregunta sobre su buen desempeño materno,
recurriendo ante la mínima duda a la consulta pediátrica. Esto está reforzado por un
vaciamiento del saber sobre la crianza de los hijos, atribuido a las abuelas.
Aparece, así, regularmente, la imposibilidad de controlar la enfermedad,
justamente en lo que refiere a los modos del goce, que la enfermedad dice respecto de
las formas particulares en las que cada sujeto se relaciona con su cuerpo. En tanto
deja afuera al sujeto, esa imposibilidad aparece y la impotencia refiere a no poder
cubrir con saber esa falla. Si bien también resulta imposible ubicar lo singular, el para
cada sujeto, en una práctica que está dentro del campo colectivo, la propuesta tiende
a dejar ese vacío, esa pregunta, un enigma que permita subjetivar la relación con lo
que se espera evitar.
Los autores sugieren producir un giro en el discurso, en el caso puntual de esa
experiencia se refiere a un trabajo con pacientes diabéticos. La propuesta es la de
virar hacia el Discurso Histérico en tanto lo que se promueve es la búsqueda de un
saber sobre las formas particulares de relación con el cuerpo. No es desde la orden de
ser saludable sino desde la posibilidad de escuchar las dificultades de cada caso con
las indicaciones del deber-hacer. Ligadas a las particularidades históricas de cada
sujeto, ellas permiten revelar en el lugar de la verdad la relación del goce y el cuerpo.
La fórmula sería la siguiente:

Sujeto HVS-FR
Relación / / Saber sobre los límites
con el cuerpo

Dejo sentada esta propuesta porque es solidaria con lo que anteriormente


expuse como los fundamentos para pensar una práctica en Prevención sostenida
desde el Psicoanálisis, en la cual se tienda a producir otro saber sobre la relación del
sujeto con el riesgo.

5.6. El horizonte de la época…


¿Qué nos propone Lacan cuando nos dice que quien no esté a la altura de su
época mejor que renuncie al Psicoanálisis? (1958) ¿Es una indicación para que la
práctica analítica no quede como un discurso aislado? ¿Es posible no estar a la altura
de la época?
Michel Sauval va un poco más allá en la lectura y aclara:
Lacan la retoma del siguiente modo: "que conozca bien la espira a la
que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su
función de intérprete en la discordia de los lenguajes". Es decir, que si
algo convendría que un psicoanalista "conozca", si respecto de algo
convendría que se "actualice" (…), sería sobre "la espira" a la que su
época "lo arrastra" –es decir, sobre el lugar al que es llevado,
conminado, por la época– "en la obra continuada de Babel" –es decir,
por los malentendidos que resultan del problema estructural de siempre:
Babel. (2008, p. 1)

Esto permite pensar una primera cuestión: no hay manera de no ser arrastrado
por la época. Entonces la invitación es a poder ubicar las coordenadas para pensar la
época a fin de leer aquello a lo que somos arrastrados. ¿En esto consistiría la función
de intérprete? Lacan nos advierte sobre esto. Los analistas no estamos exentos de
estar incluidos en el discurso de la época en tantos sujetos –hechos todos de la misma
pasta–; la cuestión es cómo respondemos en tanto analistas. ¿Cómo pensar la época
que nos toca vivir?
Ante estas preguntas, Álvarez explica que se trataría de “una cierta alteración
(perversión) del lazo social signada por la dupla capitalismo y tecnociencia”. (2008, p.
1) Para poder pensar esta propuesta hace falta un pequeño rodeo.
Si ubicamos el texto central de Freud sobre su época (la del maestro vienés), El
Malestar en la Cultura (1930), allí propone que el horizonte del lazo social está dado
por la función reguladora del Ideal (Padre), su relación con la renuncia pulsional y la
culpa (superyó); y que los fenómenos de masas representan el modelo de lazo social.
Cada época inscribe un modo en que se tramita lo pulsional en su dimensión
estructural, de eso se trata el texto freudiano. Anudar pulsión a función Ideal (Padre)
como condición para la represión era para Freud el modelo de tramitación, función
bifronte del Ideal, que puede ser pensada como bisagra entre lo subjetivo y lo colectivo
(Assoun, 1987; Barbagerlata, 2010). La tramitación siempre encuentra un límite, y, a
su vez, se instaura en el modo de tramitación un exceso pulsional. La renuncia por la
renuncia misma como modo de satisfacción ya era contemplada por Freud dentro de
las paradojas del superyó. Esto indica que no hay modo perfecto de tramitación que no
deje un resto y que el malestar es irreductible.
La crisis de los Ideales ha sido anunciada por diversos autores que establecieron
allí el inicio de la Postmodernidad: momento de caída de los Ideales modernistas que,
bajo los efectos de las Guerras Mundiales y la expansión del capitalismo a escala
global, fueron conformando nuevos espectros de valores (Assoun, 1989; Barbagelata,
2010). No es que esos Ideales no hayan sido abandonados, ni que el proyecto
modernista de progreso y bienestar para todos no sigue vigente, sino que están
vaciados de contenido, desanudado de los Ideales imperantes hasta ese momento, lo
que produce que estos pierdan sentido. Tal pérdida de sentido de los grandes relatos
que marcaron otra época (Barbagelata, 2010) produce efectos en la relación con el
Otro.
Si el relato y el sentido vienen dados por el Otro, sancionando su relación con la
palabra, se produce en esa pérdida una incertidumbre que puede caracterizarse así,
según Barbagelata: “la pérdida de sentido expone a que la realidad se transforme en
un encuentro traumático permanente” (p. 3), lo cual revela el desamparo subjetivo
estructural. La autora ubica esto no en lo subjetivo sino también en lo colectivo e
institucional, planteando que la pérdida de sentido toca también las formaciones
colectivas que eran refugio contra el malestar en la cultura (y a su vez fuente de
sufrimiento), siendo este declive otro foco más del malestar.
La lógica de lo social, según Cevasco, puede articularse a tres cuestiones que
no son ajenas a la formación de síntoma: la función del Padre, las operaciones de
sublimación y las formas de idealización. Todas en franca crisis, que tiene como efecto
la liberación del potencial de goce en los sujetos y en las masas, bajo las formas
silenciosas de la pulsión de muerte. Así, las denominadas patologías del acto,
actuaciones que impulsan el retorno de la agresividad sobre el sujeto y los otros,
invocan el límite superyoico en una espiral que no acota dicho goce sino que lo
potencia.
El empuje al goce por un lado y el recurso a su límite por una
reglamentación superyoica, tales parecen ser las coordenadas
particulares de nuestro malestar en la época de la generalización del
discurso capitalista y de los ideales universalizadores de la ciencia.
(Cevasco, 1996, p. 4).

Esto hace necesaria, para la autora, la intervención del Psicoanálisis en este


campo. El declive del Nombre-del-Padre (ligado a al función Ideal) acarrea un fracaso
de las formas tradicionales de regulación del goce. La angustia se torna la afección
contemporánea por excelencia, en sus diferentes modalidades sintomáticas:
adicciones, ataques de pánico, violencia, etc. Advertimos que cuando este
anudamiento se ve obstaculizado, con su consecuente dificultad para simbolizar y
producir sentidos, se dificulta la vía para convertir el malestar en síntoma. Esto se
instala entonces en la escena social al modo de la actuación. Dice Manuel Baldiz:
En la actualidad los síntomas tienen una presentación más autística y
menos simbólica que hace un tiempo. Depresiones, toxicomanías,
anorexias, fibromialgias, dolores crónicos, fatigas crónicas también, son
trastornos que no coinciden con las demandas que presidieron el
nacimiento del análisis, pero eso no quiere decir que el análisis no
pueda ocuparse de ellos. Aunque sean presentaciones sintomáticas
poco propensas al discurso, más cercanas al acto, están sostenidas
igualmente por una estructura de lenguaje y, a lo sumo, los analistas
tienen que adoptar un papel más activo para tratar de poner de
manifiesto los elementos significantes que dichas presentaciones
ocultan. (2009, p. 3)

Como ya establecí, la teoría de Lacan sobre el lazo social se formaliza en su


teoría de los cuatros discursos. Aunque dice que son sólo cuatro, ya en el Seminario
XVII (1969-70) habla de una mutación del Discurso del Amo. Esta variación –incluso lo
nombra como falso discurso– indica una alteración del orden discursivo, que tiene
consecuencias en la realidad.
El discurso capitalista se define por un algoritmo en donde el lado izquierdo del
Discurso del Amo sufre una inversión. S1 y $ intercambian sus lugares pasando el $ al
lugar del agente y S1 al lugar de la verdad. El cuadrípodo se escribe así:

Discurso capitalista:
$ S2
____ _____

S1 a

Se desarticula la cadena y la secuencia que regían a los otros discursos, como


así también los vectores, lo cual modifica la relación entre el agente y la verdad. Como
consecuencia, S2 no está regulado por S1, que fija su límite, propiedad del discurso
que se pierde. El saber no tiene límite. No el saber del inconsciente sino el saber de la
ciencia que avanza sin límite, produciendo objetos de consumo que se alejan del
deseo y se tornan objetos de goce que se consumen con una rapidez inusitada.
Queda rechazada, al cambiar los vectores y formar así la circularidad que estaba
impedida en los otros discursos, la determinación que recibe el agente desde el lugar
de la verdad y entonces este pasa a dirigirla, ilusión del selfmade man que propone
este discurso. Auge de lo auto: libros de autoayuda, sobreestimación del concepto de
autoestima que hablan del rechazo hacia lo hetero, lo diferente, lo extranjero.
El saber se hipertrofia ubicado en el lugar del Otro, desarticulándolo del $ y
entonces no remite a un saber sobre el inconsciente, sino a un puro hacer. El saber
adquiere un estatuto inédito. “Lacan pudo descubrir los efectos de ese saber con
vocación totalizante como un saber funcional a la administración capitalista de los
bienes y los goces” (Liliana Lamovsky, 2012, p. 1).
El discurso capitalista prescribe gozar a todos de lo mismo, característica que se
ha llamado homogeneización de los modos de gozar. Soler la define así: "La
homogeneización se realiza de hecho imponiendo a todos los mismos modos de
satisfacción. A falta de los mismos ideales, los mismos objetos” (2003, p. 71). El
consumo es el nombre que en el capitalismo toma el empuje al goce. Esto quiere decir
que la división del sujeto, por efecto del lenguaje, se eclipsa mediante un cortocircuito
propiciado y repetible hasta el infinito con el objeto de goce. (Recalcati, 2007)
El discurso capitalista pretende restituir el objeto que pierde el sujeto como
efecto del lenguaje, al equipararlo al objeto de consumo; por eso rechaza la
castración. Promueve y permite el goce, pero un goce sin dirección al Otro, sólo en
dirección a los objetos del mercado en un intento por taponar la división del sujeto.
Bombardea constantemente con una oferta saturada de bienes descartables. Si bien
Freud sitúa el superyó como mandato insensato que exige renuncia, Lacan va a
reformular este mandato, diciendo que el superyó es un imperativo de goce. En
síntesis, como plantea Silvia Amigo sobre el discurso capitalista, siguiendo a Lacan:
(…) el sujeto va al lugar del agente. Pero este sujeto no guarda relación
alguna con el objeto a. La flecha oblicua que los uniría está tachada.
¿Qué implica esto? Se trata de un sujeto de la apetencia y no del
deseo, sujeto no dividido por el a2 sino consumidor de objetos que no lo
castran. (2006, p. 1)

Rechazo de la castración que le hace decir a Lacan que este discurso hace
imposible el amor, ya que el amor está en relación con la castración y en
consecuencia imposibilita el lazo con el otro, liga más bien a los objetos. Esto resulta
relevante, porque rechaza la práctica analítica en tanto requiere de la trasferencia para
su sostén, de allí que sean presentaciones sintomáticas refractarias al dispositivo
analítico en primera instancia. Lo cual no nos lleva a pensar que sea infructuoso, sino
que requiere de alguna operación preliminar para hacer entrar en el orden del discurso
y producir allí un sujeto donde ha sido rechazado.
Lacan propone que la operación de este discurso es la forclusión, para lo cual es
necesario pensar en sus consecuencias. Implicaría la no eficacia de la función paterna
no tanto en lo imaginario como nostalgia por el Padre, sino en su función simbólica,

2
En tanto objeto perdido que puede operar como causa de deseo u objeto de goce.
como agente de la castración, si eso fracasa y no se inscribe el límite y entonces todo
es posible. Promoción al goce que impone el imperativo superyoico en la actualidad.
Álvarez ubica allí una operación necesaria: “(…) forclusión de la castración a escala
social (…) En este sentido los analistas tenemos una responsabilidad, ya que no se
trata en nuestra práctica de la falta de respuesta, sino de la respuesta que ponga en
función la falta.” (2006, p. 18)
La lógica del discurso capitalista y su sostén en la tecnociencia instaura el
rechazo de la castración, como describe claramente Ygel “(…) promueve el no hay
imposible, el todo está permitido, dando por resultado en esta lógica antisocial la
aparición de la violencia generalizada y sin límites (…) la eliminación de las diferencias
y la proliferación de los goces autistas.” (2010, p. 5) La negación de las diferencias
promueve efectos subjetivos de respuestas violentas ante la homogeneización.
Alexander Stevens (2001) sostiene que la degradación de la función paterna y la
tendencia a la homogenización sostenida por la lógica del mercado promueve efectos
de segregación cada vez mayores. El vaciamiento de los objetivos institucionales, la
desligazón de los Ideales produce pérdida de sentido. Algunos autores (M.
Goldemberg, 2008; M. Castro, I. Carraro, V. Lamota, 2011), ubican hechos de
violencia sin sentido que, a diferencia de actos de rebeldía como las protestas
reivindicativas sostenidas en ideales que son reclamados, no se presentan de ese
modo. Por ejemplo, destrozos en escuelas que son subidos a la red para ser
mostrados, ligados más a la diversión que a una reivindicación. Los autores dicen
respecto de este modo de diversión: “(...) filman y suben a internet para que otros vean
y se diviertan, con lo que podemos pensar que no hay masa, no hay identificación a un
significante Ideal, hay consumo y en este sentido no hay cohesión sino que hay más
bien disgregación, dispersión.” (2011, p. 3)
Este discurso y su determinación en la escena del mundo traen consecuencias
en los sujetos, como las modalidades sintomáticas que mencionamos, tanto como
efectos en las instituciones sociales, tal como plantea Tizio (2010):
(…) Todas las formas de vaciamiento de las instituciones por pérdida de
su especificidad hacen aparecer un goce mortífero que se expande en
la ausencia de deseo (…) por eso cuando la educación pierde su
relación con el saber, con la Cultura, lo que queda no es educación sino
control social, intervencionismo, segregación. (2010, p. 7)

Y también debemos mencionar prácticas sociales y científicas que tiñen el


mundo de nuestra práctica. En otro capítulo mencionamos la ideología de la
evaluación, todo debe ser medido, evaluado, mensurado (como rasgo de cientificidad
imperante) y, sobre todo, hacerlo previsible. Dentro de estas cuestiones ubicamos
algunas prácticas en Prevención que se diseñan bajo esta lógica, como la
protocolización de las intervenciones en Salud que muchas veces promueven
prácticas segregacionistas (perfiles poblacionales, por ejemplo) bajo la noción de
riesgo, o la categorización a partir de lógicas universales (síntomas sociales) que
producen un rechazo por los modos de goce subjetivo, y pretenden su eliminación. En
ese mismo sentido, Álvarez:
Sostengo que hay herramientas en el psicoanálisis que permiten algún
horadamiento de esta lógica totalitaria. Tratamiento de ese real en bruto
que hoy domina la escena, reconstrucción de coordenadas simbólicas e
imaginarias que se desmoronan ante la emergencia de lo que
podríamos llamar subjetividad sin sujeto. (2006, p. 18)

La medicalización de la Salud Mental, la atribución de las causas a las


coordenadas genéticas, o factores externos y a veces sociales que tienden a anular lo
subjetivo y producen un efecto de desresponsabilización (no hablo de culpabilización)
del sujeto sobre lo que le acontece. La escucha analítica ofrece a los sujetos un
espacio en el que poder desplegar las causas que no se remiten solamente a la
biología o al Otro social.
Responsabilizarse quiere decir poder dar respuestas particulares,
propias, íntimas, de cómo cada uno está concernido e implicado en
aquello que lo hace sufrir (…).Significa acceder a tener una voz propia,
un estilo de vivir que no tiene por qué estar acompasado con el estilo
del rebaño (…) Declararse inocente es efectivamente muy tentador. Se
produce una infantilización que resulta muy cómoda. Si alguien sufre, si
tiene malestares o síntomas diversos, siempre puede recurrir a buscar
la causa de los mismos en dos polos extremos: la biología o lo social. El
sujeto así se des-responsabiliza. No es él, son sus genes, sus enzimas,
sus hormonas, sus circuitos neuronales, o, en el otro extremo, la
sociedad, con sus presiones, sus injusticias y sus exigencias.” (Baldiz,
2009, p. 5)

La propuesta de subjetivar la práctica implica, entonces, promover la


responsabilidad subjetiva que el discurso actual elude, incluso cuando sostiene la
posición de victimización de una amplia gama de sujetos enmarcados en el factor de
riesgo social. (Alicia Azubel, 2014)

5.7. Psicoanálisis y política

Hemos establecido que el Psicoanálisis hace foco en el sujeto. Sin embargo,


esto no hace excluyente la necesidad de situarse en el debate social en el cual está
inmerso, ni le impide investigar los efectos del lazo social actual.
Sostengo entonces que se nos abre una vía política, política del
síntoma, arte de producir la necesidad de discurso y entiendo que esto,
con sus particularidades para cada situación, es una apuesta de
máxima para el psicoanálisis y su incidencia en la cultura. (Álvarez,
2006, p. 18)

La política hace referencia a la polis, al espacio público, a lo que Freud


denominó el modo en que los hombres regulan sus relaciones, fuente de sufrimiento y
de creación que conduce a seguir intentando una convivencia posible. El interés de
Freud por cuestiones sociales y políticas fue permanente, desde la relación entre la
cultura y el sufrimiento neurótico, como el tema de las masas, la estructura de las
instituciones (Iglesia y Ejército) como modelos de lazo, la insistente pregunta por la
guerra, la nerviosidad moderna, el papel de la educación, la tendencia destructiva del
hombre en contra de la Cultura, entre otras. Opiniones que sostiene desde una lectura
sustentada en el corpus teórico, sobre modelos políticos como su crítica al comunismo
o al sionismo, hablan de un interés político en Freud. El Psicoanálisis es político, en
tanto el sujeto está implicado en el mundo.
Las instituciones –ámbitos privilegiados para leer el malestar de la época–,
creadas para defendernos de la naturaleza, se hacen eco de los discursos y las
acciones políticas, para eso hay que plantear qué se entiende por política para el
psicoanálisis. La política es el lazo social, que, entendida como efectos de discurso,
determina posiciones y es productora de subjetividad. Ligada a la época no hay que
confundir con el sujeto en tanto singular aunque no fuera del lazo, la subjetividad
remite a un conjunto históricamente determinado. Tal como plantea Silvia Bleichmar:
La producción de subjetividad no es un concepto psicoanalítico, es
sociológico. La producción de subjetividad hace al modo en el cual las
sociedades determinan las formas con las cuales se constituyen sujetos
plausibles de integrarse a sistemas que le otorgan un lugar. Es
constituyente, es instituyente, diría Castoriadis. Quiere decir que la
producción de subjetividad hace a un conjunto de elementos que van a
producir un sujeto histórico, potable socialmente. (2007, p. 1)

La política de una época produce subjetividad. Por ejemplo, resonancias de


modificaciones jurídicas que impactan en el lazo. Pensemos las leyes a las que hice
referencia al inicio de esta tesis sobre la orden de prevenir y la búsqueda de la salud
que se instaura como un Derecho. Estas implicancias políticas no son sin efecto en los
sujetos y también determinan las acciones de profesionales que son llamados a esas
prácticas. La política es solidaria con el imperativo de que las cosas marchen que
pone a rodar la maquinaria institucional de gobernar, educar y curar. Se busca eliminar
los restos que hacen imposible estas profesiones freudianas y que en la actualidad
encuentran una articulación al discurso que describimos anteriormente. Hay una
primacía del discurso capitalista y su entramado con el discurso de la tecnociencia,
cuyo efecto opera en un rechazo del inconsciente.
La política, como se entiende comúnmente, indica la distribución de los bienes y
su administración en la población. Desde el Psicoanálisis esa distribución implica la
regulación social de los modos de satisfacción, de las formas de goce. Recordemos lo
planteado por Soler (2000) respecto de cómo el síntoma es permeable al discurso que
ofrece sus objetos para gozar. Por eso el concepto de política que planteamos es más
amplio que en términos de gobernabilidad: incluyo aquí al aparato de publicidad, a los
modos institucionales imperantes, a las prácticas médicas en la población, a la
legislación sobre todo tipo de relaciones entre los hombres, etc. Recordemos lo que
sostenía Cevasco (2013) respecto de la Ley de Educación Sexual en las Escuelas,
quien la consideraba como un intento más de regular la sexualidad –cuestión que
siempre intentaron las prácticas sociales– y lo que el Psicoanálisis puede decir al
respecto.
Ya Freud se preguntó por esto en sus textos culturales, y advirtió que no hay
programa social que lleve al hombre al encuentro con la felicidad anhelada. Dirá Jesús
Ambel Burgos: “Desde Freud y desde Lacan, los síntomas que podemos llamar ‘psy’
responden siempre al discurso dominante de cada época. Es justamente lo que
permite decir que no hay clínica del sujeto sin clínica de la civilización.” (2008, p. 1)
Lacan también mostró un interés por la política ya en un texto muy temprano
como La familia (1938), en el que alude a la política como tema de su preocupación,
identificando en la declinación de la imago paterna la causa de las trasformaciones
sociales y la respuesta sintomática del sujeto. La formalización de la teoría de los
discursos, la masa, el capitalismo y sus efectos en la subjetividad de la época,
permiten pensar el modo en que se pone en la escena social la relación con el objeto
a tales como los campos de concentración nazis.
Se pueden ubicar tres aspectos diferentes de la política en su obra. El primero
de ellos, relacionado con el malestar en la Cultura, en el que cabrían todas las
reflexiones de Lacan acerca del discurso capitalista, el comunismo, las democracias,
etc. El segundo, relativo al nivel de la vida institucional y, por lo tanto, todo lo que tiene
que ver con las políticas de las instituciones analíticas, la historia del Psicoanálisis y la
formación de los analistas. Y el tercero, vinculado al nivel de la clínica en sus
diferentes aspectos: la dirección de la cura, la interpretación, el final del análisis, el
pase, etc. En este último aspecto, Lacan despliega la tríada estrategia, táctica y
política en la práctica analítica.
En La dirección de la cura y los principios de su poder dice Lacan: “El analista es
aún menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política en la
cual haría mejor en ubicarse por su falta-en-ser que por su ser.” (1958, p. 569).
Aclaremos entonces que la táctica implica acción y que debe desarrollarse siempre
dentro de un marco estratégico. La táctica no es posible sin estrategia, y ambas no lo
son sin política. Él considera la estrategia en lo relativo al manejo de la transferencia;
la táctica, respecto de la interpretación; y la política, en relación a la falta, se puede
pensar que remite a la posición del analista, función deseo del analista. Tríada que
permite orientar la dirección de la práctica del Psicoanálisis.
Gloria Perelló (2015) establece que Psicoanálisis y política son discursos que no
tendrían una relación natural, es decir que su entrecruzamiento no está pautado.
Puntúa que se suele establecer un discurso como anverso del otro en tanto se tiende a
identificar la política con el Discurso del Amo y el Psicoanálisis con el Discurso del
analista. Sin embargo, nos advierte que no es tan sencilla esa relación, ya que el
Psicoanálisis y su práctica no conciernen sólo al discurso del analista, y debido a que
Lacan no asignó a la política ninguno de sus discursos. Por lo tanto, propone que en
cada giro de los cuadrípodos estaría en juego la política.
Perelló sostiene que “(…) la preocupación fundamental de la política es hacer de
una multiplicidad de sujetos una sociedad organizada, hacer de un conjunto de
elementos heterogéneos, una unidad, hacer de eso heterogéneo algo homogéneo.” (p.
200) Por eso se plantea en el orden de lo universal. Y que el Psicoanálisis tuvo como
función quitar fundamento a la filosofía que sustenta la política en sus dos grandes
tradiciones filosóficas: el liberalismo y el marxismo, planteos que ya Freud había
establecido. El Psicoanálisis le muestra a la política que sus teorías están basados en
un imposible, ya que no hay una teoría que haga marchar al mundo. Tal ilusión cae en
la propuesta freudiana; por lo tanto, es razonable pensar que la función del
Psicoanálisis es, precisamente, descompletar la pretensión de todo discurso de poder
decirlo todo.
Encuentro particular interés entre el tema de esta tesis, su relación con la
demanda del sujeto y lo que se impone como demanda en lo social. En el Seminario
de la Ética Lacan dice: “(…) ¿el final del análisis es lo que se nos demanda? Lo que
se nos demanda debemos llamarlo con una palabra simple, es la felicidad. Nada
nuevo les traigo aquí (…) una demanda de felicidad, de happiness (…).” Y agrega
luego: “(...) la felicidad devino un factor de la política (…)” (1960, p. 348).
Hernando Bernal (1999) sostiene que el éxito del discurso político radica,
precisamente, en prometer la felicidad, un paraíso donde no hay falta que se ofrece en
variadas formas: “(…) bienestar para todos, mejores salarios, más servicios de salud,
más y mejor educación, incremento en la seguridad, etc. Al parecer, exactamente todo
lo imposible de realizar es lo que promete el político.” (p. 5)
Se considera aquí a la política como distribución de goce, que sostiene
fundamentalmente la lógica del universal (para todos); la pregunta es cómo se
articulan los pedidos y políticas de Prevención con lo planteado. Más exactamente,
hay que pensar la política que se deriva del discurso capitalista en función de la
satisfacción de la demanda, bajo la promesa de satisfacer el deseo. Sintetiza Manuel
Fernández Blanco:
De ahí que podamos definir a la política como la gestión del goce. Y
Lacan aclara que no es el mito de la muerte del Padre el que interdice,
sino que la propia estructura determina la falta en gozar. Pero, la mezcla
actual de liberalismo, hedonismo y su más allá —ese más allá que
Freud abordó en su texto de 1920— se traduce en la emergencia de
nuevos sujetos y de un nuevo vínculo social sin freno a la pulsión. De
ahí que la política haya de hacerse cargo cada vez más del retorno de
eso de lo que no quiere saber: del estrago que produce el vivir las
exigencias pulsionales sin ningún tipo de restricción (2005, p. 21)

Pero este empuje a uniformar los modos de gozar, que se acrecientan con el
fenómeno de la globalización, las redes sociales, internet., etc., no es sin resistencia.
Podemos ubicar al síntoma como la respuesta no colectivizable, no adaptable de un
sujeto a los imperativos de lo social. ¿Cómo articular el lazo social con el síntoma? No
hay lazo social por fuera del síntoma, no hay otra manera de vincularse que por el
síntoma. Dirá Fernández Blanco: “Simplemente, que el síntoma hace política en el
sentido de que la polis no puede excluir el goce en la relación de sus miembros”.
(2005, p. 22) A esto Freud lo llamó malestar en la Cultura.
Me interesa señalar que la demanda de felicidad a la que hace referencia Lacan
es solidaria con la Prevención y la Promoción de la Salud. La tendencia a sanear la
sociedad o la búsqueda de una sociedad sana, cuyo ideal de salud es “un completo
bienestar (…)” (OMS) refiere a esta búsqueda de la felicidad que es exigida como un
derecho y que está promovida desde la política y el discurso actual.
Lo que hay que pensar es que cada discurso conlleva su política, lo cual
abre al tema de las distintas políticas que están en juego según el
discurso que se practique. Por otra parte, me parece necesario situar
estos problemas en una dimensión histórica para investigar los efectos
del lazo social actual. (Álvarez, 2012, p.145)

El ámbito institucional es un lugar privilegiado para leer la subjetividad de la


época. La práctica institucional refleja esta lógica y es atravesada por ella, lo cual es
necesario develar para no responder a lo imposible. Xavier Esqué (2007) señala que
las instituciones intentan anular el real, lo no asimilable a lo social, y que resulta
insoportable para su funcionamiento. Esto se refleja en prácticas burocratizadas,
programas, protocolos, reglamentaciones, tratando de mantener a distancia ese real.
Esto lleva a que los profesionales respondan sin orientación clara, muchas veces
también sintomáticamente ante estos pedidos. Brignoni (2010) plantea que los
profesionales responden desde la inhibición o la actuación, respuesta que anula el
tiempo de comprender y que precipita el tiempo de concluir sin saber qué estaba en
juego (¿modo en que la “espira” de la época nos arrastra?). Por eso resulta central
poner a jugar la lógica para leer este malestar y promover salidas alternativas.
El auge de la estandarización en Salud Mental, la protocolización de la práctica,
el DSM que se transforma en un catálogo de trastornos sobre el sufrimiento dejando
afuera al sujeto, remite a lo que Milner (2007) llama la política de las cosas. Política
que en un intento de anular la singularidad, anula el sufrimiento bajo un manto de
números y estadísticas. Lo que se impone en nuestros días es el cálculo generalizado,
un cálculo hecho para acallar el síntoma, para que no hable, es por eso que se
pretende reducir el síntoma a una entidad estadística y epidemiológica. Desde este
punto de vista, no interesa la etiología del malestar, tampoco las causas, sólo la
morbilidad, la co-morbilidad estadística entre síntomas. Importa la gestión del síntoma
y, a partir de ella, el control social de la población, tal como identificamos detrás de la
noción de riesgo.
Una aclaración merece ser tenida en cuenta: no quiere decir esto que no haya
que atender a cuestiones estadísticas como un modo de leer las fluctuaciones en una
población, sino que la cuantificación no debe prevalecer en materia de sufrimiento.
Ambel considera la noción dominante del síntoma de la siguiente manera:
(…) son dominantes las concepciones del síntoma como “bio-psico-
social” o como “déficit neuroquímico”. Me refiero de manera explícita a
una práctica asistencial basada en la reducción del sujeto a la cifra.
Hablo de una práctica que privilegia el sesgo cuantificador y que,
basándose en un trato supuestamente igualitario, anula las diferencias
entre los seres humanos y promueve una homogeneización que atenta
contra lo que el ser humano tiene de más particular y singular. (2008, p.
1)

La objetivación del síntoma, el desprecio por la causa y su singularidad, produce


efectos de segregación, y los profesionales deberían saber que con ello se contribuye
a la emergencia de prácticas de control que no atienden el sufrimiento.
Ambel dirá que “bajo una apariencia pragmática, la ideología de la evaluación se
concreta, en el campo cultural, como el reino de la gestión.” (2008, p. 4) Y, siguiendo a
Milner (2007), sintetiza que el gran secreto de esta ideología es haber convertido en
sinónimos la medida y la ganancia, el valor de cálculo y el valor comercial, lo que
impacta en los modos en que valoramos las políticas sanitarias, educativas, de
gobierno, etc.
En este mismo sentido tenemos la demanda de educar la pulsión, como suele
proponer la lógica de programas preventivos en las escuelas, como, por ejemplo, el de
Educación Sexual antes mencionado. El modelo conductual-cognitivista se adecua
muy bien a esa pretensión controladora, dado que interpreta el síntoma como un error
de cognición. Los síntomas ya no son conceptualizados como un mensaje del sujeto
que espera un desciframiento. La escucha analítica es la única que respeta el síntoma
y lo pone a trabajar.
La evaluación y la medida universal conllevan una disolución de la clínica.
Desde este punto de vista, los profesionales, psiquiatras, psicólogos, trabajadores
sociales, enfermeros, educadores sociales, corren el peligro de convertirse en simples
gestores de casos, es decir, dispensadores de fármacos, de normas y pautas, de
palabras vacías cuyo fin es el de impedir que el sujeto hable, que el síntoma hable,
programas que acaban convirtiendo cada caso en una nueva cifra que pasa a
engordar las estadísticas.
El analista en la institución no debe sustraerse a la demanda social, aunque su
respuesta implique situarse más allá de ella para que un sujeto no sea anulado y esto
permita producir un sentido. De lo contrario, esa tensión entre curar y controlar o
educar y controlar al que refiere Álvarez (2012), disfrazada de prácticas
burocratizadas, puede hacer perder la dirección. Para el Psicoanálisis la orientación es
seguir la política del síntoma. Esqué nos señala:
(…) el psicoanálisis tiene que hacerse un lugar en el Discurso del Amo,
fue siempre así, ya desde el inicio, desde Freud. Nuestra apuesta es
seguir manteniendo y reconquistando este lugar aun cuando las
condiciones del Amo, como saben han cambiado mucho, el Amo
moderno no nos pone las cosas nada fáciles. (2007, p. 1)

El lugar posible del Psicoanálisis en la institución depende de la instalación de la


transferencia, condición ineludible de la práctica analítica. Aunque, como establecimos
previamente, las posibilidades de maniobrar con la transferencia no resultarán
efectivas como en la dirección de una cura, considero que la posición (política) del
analista en función de deseo del analista, como causa, vocación del analista por la
intemperie, como solía decir Ulloa (1995), es esencial a la hora de jugar la partida en
ámbitos colectivos.
En una excelente síntesis, Alberto Franco resume la respuesta del Psicoanálisis:
“(…) es la política del síntoma, con lo cual la ubicamos dentro de los parámetros del
discurso del amo al tiempo que, inevitablemente, abrimos una pregunta acerca de la
forma del lazo social que tal discurso promueve (…) la táctica que le conviene es de
artificio” (2012, p. 121). ¿Cómo piensa este artificio3 (arte y oficio)?

Se trata de aquel que –en su saber hacer con– fabrique un utensilio a la


medida de su mano para una tarea que, excluyendo la posibilidad de
toda producción en serie, se apoye –este es un primer punto crucial– en
la singularidad para elaborar un producto que llevará su sello personal,
pero que además –y este es el segundo punto– sabe que, obrando
conforme a su deseo, será causa de algo y no retrocede ante ello. (p.
124)

Franco considera el deseo del analista como condición de la operación analítica.


Vocación de “estar analista” allí donde no somos convocados, “apenas tolerados”,
sostenía Ulloa (1997, p. 18). O respuesta como la que ofrece Esqué ante la pregunta
de por qué los analistas hacen pie en lo social:
Más allá de la respuesta singular de cada uno, puedo decir que los
analistas siguen ahí para sostener la existencia del inconsciente en lo
social. La presencia de los psicoanalistas en las instituciones es crucial,
tanto por su trabajo clínico, como por la elucidación de las prácticas que
realizan, como por la transmisión que hacen de la teoría y la clínica
psicoanalítica; también es muy importante para su propia formación.
(Esqué, 2007, p. 1)
Claro que no es posible pensar esto para toda intervención en lo social:
(…) los analistas tienen también que preguntarse qué instituciones
pueden ser más permeables a nuestra función, algunas pueden ser más
favorables para introducir el discurso analítico o dejarse orientar por él,
o en qué condiciones un analista puede hacerse un lugar incluso en un
ámbito que de entrada pueda parecer poco propicio a su discurso. Es
decir, dónde y en qué condiciones el analista puede hacerse un lugar
como síntoma de la institución. (Esqué, 2007, p. 2)

El autor plantea que la posición del analista es subversiva, ya que descompleta


la institución, hace presente el registro de lo imposible que muestra que el deseo se
escapa a la norma. Pero advierte que no es por la vía del rechazo a la institución, ni de
situarse al margen de la responsabilidad en su funcionamiento –lo cual causaría la
exclusión del analista– sino de poner a jugar un deseo que opere en sentido inverso a
la demanda. “La política del analista es la del síntoma, eso le permite situarse más allá
del ideal unificante y de la norma adaptativa (...)” (Esqué, 2007, p. 3)

5.8. Conclusiones

3
Este término es propuesto por Roberto Harari, psicoanalista argentino.
Lo desarrollado en este capítulo se podría resumir en las siguientes
afirmaciones:
 La posibilidad de intervención en el campo social devendrá de establecer
la lógica intrínseca a la teoría psicoanalítica en tanto conserve la especificidad de su
objeto.

 La tesis freudiana sobre el lazo social es que no hay distinción entre la


Psicología individual y la Psicología social, en tanto la estructura de la constitución
yoica es solidaria con la formación del lazo social. La conceptualización freudiana de la
vida colectiva ubica el objeto de interés del Psicoanálisis tanto en el sujeto como en el
lazo social. La función del Ideal y la función del Padre constituyen la bisagra entre lo
individual y lo colectivo en la obra freudiana, aunque no niega su reverso (horda)
ligada a la pulsión de destrucción y muerte.

 Lacan propone también la inclusión de la falta en el lazo social. Establece


que “lo que es verdadero en el interior del sujeto, ese peligro interno, es el mismo que
el peligro en el interior del rebaño” (1961, p. 139). Se opone a la ilusión de completud
de la masa y considera la fraternidad y la segregación como intrínsecos al lazo social.

 Lacan propone una lógica simbólica para leer el lazo social, a partir de su
teoría de los discursos en sus cuatro versiones: Discurso del Amo, Discurso
Universitario, Discurso Histérico y Discurso del Analista. Estas cuatro escrituras
indican que no hay discurso que pueda decirlo todo. Siempre queda un resto que se
puede definir como la imposibilidad entre el agente y el Otro y la impotencia de que el
producto alcance la verdad.

 Definir el Psicoanálisis como práctica de discurso permite eliminar la aporía


entre lo social y lo individual. Por otro lado, posibilita pensar prácticas más allá del
campo de la cura como las consecuencias de discursos a escala social.

 La teoría de los Discursos de Lacan ofrece herramientas para operar en


ámbitos colectivos. En lo atinente a esta tesis, permite hacer una lectura sobre los
modos discursivos de la Prevención.

 Siguiendo el lineamiento freudiano sobre las profesiones imposibles, esto


es, gobernar, educar y curar, podemos decir que en todas ellas el anhelo de la
prevención también se ubica como imposible.
 La teoría de los Discursos permite identificar lo imposible en cada discurso,
precisamente para no desearlo, tal la indicación de Lacan. Esta operaría a contrapelo
de la política de la Prevención y de la Promoción de la Salud.

 El Psicoanálisis se opone a la política del Amo, que pretende que la cosa


marche, y que promueve la demanda de felicidad (solidaria con la Prevención y la
Promoción de la Salud), bajo el imperio de la cuantificación y el rechazo de la
castración. Así, propone sostener la política del síntoma como reservorio del sujeto del
inconsciente, e intenta la producción de sujeto ahí donde ha sido rechazado.

 El horizonte de la época está marcado por la pregnancia del discurso


capitalista (falso discurso) y la tecnociencia, que rechaza el inconsciente y los modos
de goce. Esto tiene efectos en la subjetividad y en el lazo social, permite pensar las
formas de presentación de los síntomas actuales y la demanda también atravesadas
por dicha lógica.

 El Psicoanálisis promueve la rotación de discurso en oposición a la fijación,


por sus efectos en lo subjetivo y en el lazo social. La rotación implica poner en función
la falta como necesaria al discurso.

 La función deseo del analista es causa de la política del síntoma. La


posición del analista es subversiva, ya que descompleta los discursos y promueve su
rotación. Tiende a restringir el Ideal homogeneizador y la norma adaptativa como
modos de defensa de lo subjetivo.

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