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E6 Esquema de Clase 06 (Ibn Sina, Nociones Primeras de La Metafísica)

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL 2do CUATR.

DE 2018 – TURNO TARDE

METAFÍSICA Y CAUSALIDAD EN EL PENSAMIENTO ISLÁMICO


Ibn Sina – Las “nociones primeras” de la metafísica

Ibn Sina, Libro de la curación. Las cosas divinas, I cap. 5 (trad. italiana de Bertollacci, 2006)
Decimos que las nociones de “existente”, “cosa” y “necesario” se imprimen en el alma
originariamente, sin que este <su> imprimirse <en el alma> deba ser extraído de algo más
conocido.
En efecto, en el ámbito de la afirmación hay algunos principios primeros [i] que son afirmados
por sí y gracias a los cuales son afirmadas todas las otras cosas, <de suerte que> si no vienen a
la mente, o si la expresión que los significa no es comprendida, no puede llegarse a conocer lo
que es conocido gracias a ellos. [ii] Sin embargo, la acción de hacerlos conocer buscando
traerlos a la mente o buscando hacer comprender la expresión con aquello que los significa no
tiende a comunicar un saber que no esté <ya presente> en la naturaleza <del que oye>, sino
que es una rememoración tendiente a hacer comprender lo que el interlocutor quiere decir y a lo
cual se refiere. [iii] Y esto sucede gracias a alguna cosa que de por sí es más oscura que aquello
que se quiere hacer conocer, pero que, por alguna razón o desde un cierto punto de vista, resulta
más conocida. Análogamente, entre las conceptualizaciones, hay algunas que funcionan como
principios de la acción de conceptualizar. [i’] Ellas son conceptualizadas por sí, y [ii’] cuando
se las quiere significar, no se trata en realidad de hacer conocer lo que es desconocido, sino de
llamar la atención y de hacer venir a la mente <lo que ya es conocido>, [iii’] gracias a un
nombre o una designación que, sin embargo, en sí misma es más oscura que ellas, pero que, por
alguna razón o circunstancia particular, tiene una significación más evidente. Por tanto, cuando
es utilizada una designación de este tipo, el alma se da cuenta de que la noción en cuestión
adviene a la mente, en cuanto aquella noción y no otra es lo que se quiere significar, sin que por
ello la designación utilizada la haga verdaderamente conocer. Si toda conceptualización debiese
ser precedida de una conceptualización anterior, se tendría un regreso al infinito o un círculo
vicioso.
Más dignas de ser conceptualizadas por sí son las cosas comunes a toda la realidad, como
“existente”, “cosa”, “uno” y las de tal tipo. Por este motivo ninguna de ellas puede ser aclarada
evitando del todo un círculo vicioso o recurriendo a algo más conocido. El que, por tanto, busca
decir cualquier cosa respecto de ellas <para aclarar su significado> cae en una dificultad.
Un ejemplo es <el de aquel> que dice: “forma parte de la esencia del «existente» el ser agente o
paciente”. Esta <aserción>, en efecto, si ha de ser <tomada por verdadera>, se refiere a una de
las divisiones de “existente”, y “existente” es más conocido que “agente” y “paciente”. Las
personas comunes, en efecto, conciben la esencia de “existente” sin saber en modo alguno que
debe ser agente o paciente. Incluso a mí esta necesidad no me ha resultado clara si no es gracias
a un silogismo, y no de otro modo. ¿Qué será, entonces, de aquel que desea hacer conocer el
estado de una cosa evidente por medio de un atributo de ella que debe ser clarificado a fin de
que resulte establecido que ello le pertenece?
La situación es análoga en el caso de la aserción de quien dice: “«Cosa» es lo que es posible de
ser enunciado”. “Es posible” y “ser enunciado”, en efecto, son menos conocidos que “cosa”.
¿De qué modo, entonces, esta <aserción> podrá ser una notificación de “cosa”? La
“posibilidad” y el “enunciar”, en efecto, se conocen solamente después de que en la
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clarificación de cada uno de ellos se ha usado <los términos> “cosa” o “entidad” o “lo que”;
todos estos <otros términos> son como sinónimos del nombre “cosa”. ¿De qué modo, entonces,
será posible hacer conocer “cosa” de manera verdadera gracias a lo que no se conoce sino
gracias a ella? Ciertamente, en la mencionada <aserción> y en otras semejantes a veces sucede
una cierta rememoración <de la noción de “cosa”>. Pero en realidad se dice: “«Cosa» es
aquello de lo cual es posible enunciar <algo>”, es como si dijeses: “cosa” es la cosa de la cual
es posible enunciar <algo>, porque las nociones de “aquello que”, “lo que” y “cosa” son una
única noción; por tanto, habrás empleado “cosa” en la definición de “cosa”. Sin embargo, no
negamos que con esta <aserción> o con otras semejantes, aunque sea falso asumirlas <como
definiciones>, advenga en un cierto modo una rememoración de la <noción> de cosa.
Nosotros decimos que la noción de “existente” y la noción de “cosa” son conceptualizadas en el
alma como dos nociones <distintas>. “Existente”, “lo que está establecido <en la realidad> y
“lo que está realizado” son sinónimos <que significan> una única noción. No dudamos de que
su noción ya esté presente en el alma de quien lee este libro.
Con “cosa” y lo que le es equivalente se indica en todas las lenguas una noción diferente. Toda
entidad, en efecto, posee una esencia gracias a la cual ella es lo que es. El triángulo, por tanto,
posee como esencia el hecho de ser triángulo, y la blancura, el hecho de ser blancura. Se trata
de lo que a veces llamamos “ser propio”. Con <esta expresión> no entendemos la noción de
existencia que refiere al estar establecido <en la realidad>. Incluso con la expresión
“existencia”, en efecto, se indican mucas nociones, una de las cuales es la esencia según la cual
la cosa es. Aquello según lo cual <una cosa> es, por tanto, es como si fuese su ser propio.
Recapitulemos. Decimos que es evidente que toda cosa posee una esencia propia, que es su
quididad, y que es sabido que la esencia propia de toda cosa es diversa de la existencia, que es
sinónimo de “estar establecida” <en la realidad>. En efecto, si dices: “La tal esencia existe en
los objetos concretos o en el alma, o absolutamente (incluyendo <en este último caso> los dos
primeros)”, tu afirmación tiene un sentido determinado y comprensible. Si, en cambio, dices:
“La tal esencia es una esencia y es la tal esencia”, o bien “la tal esencia es una esencia”, habría
una redundancia inútil del discurso. Si dijeras: “La tal esencia es una cosa”, se trataría todavía
de un giro del discurso que no informa respecto de lo que se ignora (y todavía menos
informativo es que digas: “La esencia es una cosa”), a menos que con “cosa” no entiendas
“<cosa> existente”, como si dijeras: “La tal esencia es una esencia existente”.
Cuando dices: “La esencia A es una cosa, y la esencia B es otra cosa”, esta <aserción> es
correcta e informativa solamente porque sobrentiende que <la esencia> B es otra cosa
determinada, diferente respecto de esta otra cosa <que es la esencia >, como si dijeras: “la
esencia A es una <cierta> esencia, y la esencia B es otra esencia”. Sin sobrentender esto y
operar esta conjunción al mismo tiempo, <la referida aserción> no sería informativa. Con <el
término> cosa se entiende, pues, esta noción.
Pero el hecho de que la noción de “existente” la acompaña inseparablemente no se disocia de la
<noción de> “cosa”. Por el contrario, la noción de “existente” la acompaña inseparablemente
siempre. La “cosa”, en efecto, o existe en los objetos concretos, o bien en la facultad estimativa
y en el intelecto. Si así no fuera, no sería una “cosa”.

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Ibn Sina, Libro de la curación. Las cosas divinas, I cap. 6 (trad. italiana de Bertollacci, 2006)

[§ 1. Las propiedades del existente necesario y del existente posible]


Retornamos adonde estábamos. Decimos que el existente necesario y el existente posible
poseen cada uno algunas propiedades.
Decimos que las realidades que entran a formar parte de la existencia se dejan dividir en el
intelecto en dos tipos. El primer tipo está dado por aquello que, si es considerado por sí, no
existe necesariamente; es evidente, sin embargo, que su existencia no es imposible, porque de
otro modo no entraría a formar parte de la existencia. Esta cosa entra, entonces, en el campo de
la posibilidad. El segundo tipo está dado por aquello que, si es considerado por sí, existe
necesariamente.
[…]

[§ 2. El existente necesario no tiene ninguna causa, mientras que el existente posible es


causado]
[§ 2.1 El existente necesario no es causado]
Que el existente necesario no tiene ninguna causa es evidente. Si, en efecto, hubiese una causa
de su existencia, su existencia sería debida a tal causa. Ahora bien, todo aquello cuya existencia
es debida a alguna cosa, cuando es considerado por sí, prescindiendo de otro, no existe
necesariamente. Pero todo lo que, cuando es considerado por sí, prescindiendo de otro, no
existe necesariamente, no es en sí mismo un existente necesario. Es claro, entonces, que si lo
que en sí mismo es un existente necesario tuviese una causa, no sería aquello que en sí mismo
es un existente necesario. Resulta evidente, por tanto, que el existente necesario no tiene
ninguna causa.

[§ 2.2 El existente necesario por sí no puede ser necesario en virtud de otro]


De esto resulta evidente que algo no puede ser <al mismo tiempo> un existente necesario por sí
y un existente necesario en virtud de otra cosa. Si, en efecto, la existencia del existente
necesario fuese necesaria en virtud de otra cosa, ello no podría existir independientemente de
esta otra cosa. Pero todo lo que no puede existir independientemente de otra cosa, no puede
existir por sí. Si, en efecto, fuese necesario por sí, estaría realizado sin que la acción de otra
cosa que lo vuelve necesario influya sobre su existencia. Aquello, pues, cuya existencia recibe
el influjo de otra cosa, no posee una existencia necesaria por sí.

[§ 2.3 El existente posible es causado]


<De lo cual resulta evidente> también que la existencia y la no existencia de todo lo que,
considerado por sí, es un existente posible, dependen ambas de una causa.
Si, en efecto, el existente posible existe, en tal caso la existencia se realiza para ello como
distinta de la no existencia. Si, por el contrario, no existe, en tal caso la no existencia se realiza
para él como distinta de la existencia. Ahora bien, [1.] o cada uno de <estos> dos estados se
realiza para ello a partir de otra cosa, [2.] o bien no. [1.] Si se realiza a partir de otra cosa, esta
cosa será su causa. [2.] Si, por el contrario, no se realiza a partir de otra cosa, es claro, sin
embargo, que todo lo que <antes> no existía y después existe es determinado <con respecto a la
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existencia> por algo diverso que le sobreviene <en un segundo momento>. Lo mismo vale para
la no existencia. Para esta determinación, en efecto, o bien [2.1] es suficiente la quididad, o
bien [2.2] no lo es. [2.1] Si la quididad es suficiente para hacer que alguno de los dos estados se
realice, el existente posible será necesario por sí en virtud de su quididad. Pero se había
supuesto como no necesario, lo cual es contradictorio. [2.2] Si, por el contrario, la existencia de
su quididad no es suficiente <para hacer que esto suceda>, en tal caso su existencia será debida
a la existencia de otra cosa diversa de él e indispensable <para hacer que ello exista>. Esta otra
cosa será, entonces, su causa. Por tanto, tendrá una causa.
En general, cada uno de los dos estados <que el existente posible puede asumir> se vuelve
necesario no por sí, sino solo en virtud de una causa. La situación de existencia es debida a una
causa que es la causa que produce la existencia. La situación de no existencia es debida a una
causa que es la no existencia de la causa que produce la situación de existencia, como sabes.

[§ 2.4 El existente posible es necesario en virtud de una causa]


Decimos que el existente posible debe devenir necesario en virtud de su causa y en relación con
ella. Si, en efecto, no deviniese necesario <en virtud de ella>, al momento de la existencia de la
causa y en relación con ella sería aún posible. En consecuencia, podría existir o no existir, sin
resultar determinado respecto a uno de los dos estados. Ello exigiría, a su vez, la existencia de
una tercera cosa en virtud de la cual le sea asignada la existencia más bien que la no existencia,
o la no existencia más bien que la existencia, al momento de la existencia de la causa. Esta
<tercera cosa> sería, entonces, una ulterior causa, y el discurso proseguiría al infinito. Pero si el
discurso prosiguiese al infinito, no le vendría determinada la existencia <más bien que la no
existencia> y ninguna existencia se realizaría para él. Pero esto es imposible, no solo porque se
procede al infinito en las causas (por el momento, que esto sea imposible es todavía dudoso),
sino <también> porque no existiría aún aquello en virtud de lo cual <el existente posible> es
determinado <respecto a la existencia>, mientras, por el contrario, se había supuesto como
existente.
Resulta correcto, entonces, <decir> que todo lo que es un existente posible no existe mientras
no sea necesario en relación con su causa.

BIBLIOGRAFÍA DE BASE:
Avicenna (2006), Libro de la guarigione. Le cosa divine. (Trad. A. Bertolacci) Torino, UTET.
Marmura, M. (2005), “Avicenna on Primary Concepts in the Metaphysics of his Al-Shifa’” en
Probing in Islamic Philosophy, Binghamton, Global Academic Publishing, pp. 149-169.

BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA:
Ramón Guerrero, R. (2001), Filosofías árabe y judía. Madrid, Síntesis, pp. 152-159.

PROF.: JULIO A. CASTELLO DUBRA TEÓRICO 21/09/2018


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