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CHOCOLATE (8+) Armando José Sequera - Jass.Jdg

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Chocolate.

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Chocolate
Armando José Sequera

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1ª edición, 2008

© Ministerio del Poder Popular para la Cultura


© Fundación Editorial El perro y la rana
©Armando José Sequera

mcu@ministeriodelacultura.gob.ve
elperroylaranaediciones@gmail.com

Diseño: Kevin Vargas


Ilustraciones: Iván Lira
Corrección: Carolina Brito

ISBN: 978-980-7163-08-8
Depósito legal: lf4022008800952

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Yo sé que llamar Chocolate a mi perro no es nada
original pero, cuando papá me lo regaló hace quince
días, me dijo:
–Deberías llamarlo Chocolate. Mírale el pelaje:
tiene el mismo color del chocolate de leche.
Yo quise ponerle un nombre distinto, para sen-
tirlo más mío, y le puse Spiderman. Pero mi perro no
tenía nada de héroe y menos de araña.

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Le daba miedo las lagartijas que entraban a la
casa y huía de las mariposas que se detenían en el
jardín.
Luego lo llamé Paralelepípedo porque es una
palabra difícil y así nada más yo sabría cómo decirle,
pero mamá opinó que ese nombre era muy largo y no
tenía sentido en un perro.
Por eso, decidí que, mientras se me ocurría algo
mejor, lo llamaría Sin nombre.

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El asunto se resolvió al tercer día de estar en
casa, cuando Sin nombre me vio comerme un
chocolate.
Levantó el hocico, olfateando el aire como
un sabueso detective, me miró como diciéndome
¡dame! y, en vista de que no le di nada, me saltó
encima.

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Entonces, de un mordisco, se adueñó del
chocolate que me estaba comiendo.
–Mamáaaaa –grité–, y en ese momento me
acordé que estaba solo, que mamá estaba visitando
a la abuela. Papá tiene año y medio que no vive con
nosotros.

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Empecé a regañar al perro pero lo vi comerse mi
chocolate con tanto gusto que me quedé callado.
Cuando terminó, Sin nombre se me quedó
viendo, como preguntándome si tenía más de
aquello tan sabroso.

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–No –le dije– y abrí la mano donde aún quedaba
un resto del chocolate que él me había arrebatado
–sólo este pe…

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No me dejó terminar la frase: saltó sobre mi
mano y, con una velocidad de ninja, lamió el poquito
de chocolate.
Pensé contarle a mamá lo que había pasado, pero
comprendí que eso podía asustarla. Ella no estaba
muy de acuerdo con que yo tuviera un perro en el
apartamento.

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Mientras tanto, Sin nombre no le quitaba los ojos
a mi mano.
Para mostrarle que no me quedaba más choco-
late, la abrí. Dio otro salto y, en menos de un segundo,
lamió las desvaídas huellas castañas que quedaban.
–¡De verdad te tengo que llamar Chocolate! –le
dije–.

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Chocolate movió la cola como si aceptara el
nombre y, cuando mamá regresó, le dije que había
aceptado la sugerencia de papá para llamar al perro.
No le conté lo que ocurrió, ni le conté que
Chocolate era más fanático que yo del cacao.
Eso ocurrió ayer. Esta mañana mamá se levantó
temprano para hacer un pastel de chocolate para la
abuela, que cumpleaños.
El pastel le quedó increíble –como siempre–,
superapetitoso.

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Apenas lo vio enfriándose sobre la mesa de la
cocina, Chocolate se subió sobre la silla más próxima
y le dio un mordisco.
Uno solo, pero vaya mordisco. Yo creo que ni
un tiburón le hubiera arrancado un pedazotote tan
grande.
–¡Chocolate, ¿qué hiciste?! –le pregunté entre
susurrando y gritando–, mientras lo separaba del
pastel, al que ya estaba a punto de dar un segundo
mordisco.

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Mamá se estaba duchando en ese momento, pero
la escuché salir del baño. Y no sólo salir del baño,
sino encaminarse a la cocina, mientras arreglaba la
toalla que se había anudado en el cabello.
Pensé rápido: bajé a Chocolate de la mesa y con
un trapo le limpié el hocico. Al instante, agarré un
pedazo de pastel y me lo metí en la boca.
Cuando mamá entró a la cocina, vio mi boca y sus
alrededores llenos de chocolate y que al pastel le fal-
taba un mordisco de tiburón.
Primero bufó como si fuera un toro. Luego, res-
piró hondo ­–bien hondo–, y cuando yo esperaba un
grito, un juicio rápido de culpabilidad y el veredicto
en forma de ¡El sábado no vas al cine! o ¡Esta
semana te quedas sin postre!, sonrió y dijo:
–¡Aquí, quien se debería llamar Chocolate eres
tu!

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Armando José Sequera (1953) Escritor,
periodista, promotor cultural, conferencista y
guionista de radio. Es autor de cuarenta y siete
libros publicados y ocho inéditos, gran parte de
ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido dieciséis
premios literarios, tres de ellos internacionales:
el de la Casa de las Américas (La Habana, Cuba,
1979); Diploma de Honor IBBY (Basilea, Suiza,
1996) –ambos con la obra Evitarle malos pasos a
la gente –, y en la Bienal Latinoamericana “Canta
Pirulero” (Valencia, Venezuela, 1998), esta última
con el libro Teresa.

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