Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Acá y Allá

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 25

Acá y Allá

Maximiliano de la Puente

Ganadora del Primer Premio, correspondiente a obras no


estrenadas, del Premio Municipal de Literatura, Teatro y
Música de la Ciudad de Buenos Aires, bienio 2008/09,
categoría Teatro. Estrenada en 2010 en formato de
mediometraje audiovisual, en codirección con Lorena
Díaz Quiroga, en Espacio Fundación Telefónica de la
Ciudad de Buenos Aires. Participante del FECICO
(Festival de Cine del Conurbano) 2011, del Primer
Festival de Cine de La Paternal 2011 y del Festival
Itinerante de Derechos Humanos 2012: “Estado +
Derechos”.

Acá y allá, ha obtenido el Primer Premio Municipal de


Literatura, Teatro y Música de la Ciudad de Buenos Aires.
Narra la historia de un hombre y la relación que mantiene
con su única hija a través de los años. El padre, quien ha
tenido que emigrar a un país muy lejano, le envía cartas a
su hija para paliar su ausencia. Durante su infancia y su
adultez, la hija le responde del mismo modo. Así
establecen una correspondencia escrita a lo largo de un
tiempo indeterminado. El relato confuso, cambiante y
contradictorio que el padre elabora para su hija nos hace
dudar acerca de cuál es la realidad que vive en ese
fantástico, lejano e innominado país foráneo.

Página | 1
1. Prólogo

Una nena le deja mensajes grabados a su padre, quien vive


“Allá” (en un desconocido y extraño país foráneo). Ella
vive “Acá” (en un conocido y familiar país cercano) junto
con su madre y su hermana Juana. Los mensajes grabados
serán enviados por correo postal al padre. Cuando se
dirige a su padre, la nena le habla directamente al
grabador. De pronto, se interrumpe para preguntarle algo a
su madre, quien está muy cerca de ella, escuchándola
atentamente.

nena —Mami, ¿le digo a Papi que Juana lloró cuando él se


fue?
Madre —Decile lo que quieras, mi amor.
nena —Papi, cuando vos te fuiste Juana lloró.
Madre —Decile a Papi que estamos bien.
nena—Papi, Mami dice que estamos bien, que está todo bien.
Madre —No, no digas “mami dice que estamos bien”.
Decíselo vos misma, mi amor. Por tu cuenta. Es
importante que nazca de vos, así papi se siente tranquilo
allá.
nena—Papi, mami dice que te diga que estamos bien... que acá
está todo muy bien...
Madre —No, mi amor. Decile lo que quieras a papi. Pero no le
digas que yo te obligo a decirle que estamos bien.
nena —Está bien, mami. Le voy a decir cosas lindas a papi. Ya
vas a ver.
Página | 2
Madre (contenta) —Eso es lo que quiere escuchar papi, mi
vida. Tu papá se va a poner muy feliz cuando te escuche,
mi amor.

Pausa.

nena —Papi, te quiero. Te quiero y te extraño muchísimo.


¿Cuándo vas a volver?

Silencio.

2. Año Uno. Amanecer cubierto de nieve

Padre —Querida princesita mía: ¿Cómo está mi adorada?...


Espero que bien. Acá hace mucho frío, como siempre.
Mucho frío y mucha nieve. Casi tanto que da asco. Da
asco ver tanta nieve junta. Hay que sacarla en baldes, en
palanganas... Quizás te resulte curioso todo esto. O
incomprensible. No lo sé. Eso me lo dirás vos con los
años. Cuando seas más grande.
nena —¿Vas a volver pronto?
Padre —El departamento en donde vivo es muy frío. Cuando
me voy a acostar uso diez frazadas. Así se vive acá. Nos
tapamos hasta la cabeza. Cada uno con su gorro, a ver si
uno se resfría. Si se resfría no se recupera más.
nena —Estamos muy bien sin vos, papá. ¿Por qué carajo te
fuiste?
Padre —Espero que mi princesita esté muy bien. Quiero que
sea muy buena con sus compañeritos. Sí, ya sé que es

Página | 3
linda. Pero además de linda hay que ser muy buena. No
sólo con su familia. Sino también con sus compañeritos.
Tiene que compartir, tiene que prestarle sus muñecas a sus
amiguitas. Tiene que ser una nena buena. Sé que es muy
difícil ser buena. Pero justamente por eso tenés que serlo,
mi pulguita. Espero que me entiendas, princesita mía. Sé
solidaria, por favor.
nena —A veces me parece que te extrañamos un poco.
Sobretodo mami. Y yo también. Un poco. No, era un
chiste. Mucho. Te extrañamos mucho, papá.
Padre —Acá todos parecen tener frío. Caminan rápido. Como
si sintieran mucho el frío. Nadie quiere estar en la calle
por mucho tiempo. Viajan en micros de larga distancia, o
en taxis, que acá son verdes. Algunos incluso van en
bicicleta. Lo de las bicicletas es un tema aparte. Prefiero
contártelo en otro momento. A la tardecita ya no hay nadie
afuera. Excepto por los que viven en la calle. Que son
muchos. Millones. No sé cuántos. Hay más gente afuera
que adentro de las casas. Adentro no hay nadie. Son muy
pocos los privilegiados. Por eso te pido que hagas un
esfuercito y seas solidaria, mi amor. Aprendé a compartir
por favor.
nena —En las navidades sobretodo. ¿Cuántas navidades
pasaste lejos de nosotras, papi?
Padre —El idioma es tan raro. No tiene nuestro alfabeto. No
logro en- tender cómo se forman esas letras. Lo intento
todos los días. Vivo tomando clases. Pero todavía no
puedo. Y eso me dificulta muchísimo las cosas.

Página | 4
nena —Mami lloraba de una manera tan rara. Tan profunda.
Con tanto dolor. No sabía que podía llorar así. No sabía
que mamá era capaz de llorar hasta que te fuiste. Nunca
había llorado antes, que yo recuerde.
Padre —Me duermo muy tarde. Miro a la gente que está en la
calle, desde mi ventana. Duermen o juegan para
mantenerse despiertos y no morirse de frío. Si se duermen
se mueren. Especialmente de noche. Por eso prefieren
dormir de día. En un sótano, en una escuela, donde sea.
Tienen el pelo blanco. Blanquísimo, casi fosforescente.
Duele a los ojos mirarlos. Los que tienen pelo. Porque hay
muchos pelados. A los pelados, se les llena la pelada de
nieve.
nena —Y escribía mucho. Hasta muy tarde. Empezaba a
escribir recién muy entrada la noche. ¿Qué era lo que
escribía? No lo sé. Siempre quise averiguarlo. Pero mami
escondía todo. Nunca supe lo que le pasaba por la cabeza.
Ni lo que hacía. Supongo que te escribiría a vos, papi. No
sé para qué se tomaba el trabajo. Pero lo hacía.
Padre —Acá se sufre mucho el frío. Ya te lo mencioné, ¿no?
Perdoname. Es que el frío está en todas partes. Todo el
tiempo. Hasta en el cerebro. Algunos dicen que es el
habitante más viejo. El que nunca se fue. Porque de acá se
fueron todos. Hubo un éxodo tremendo. ¿Y el verano?
Imposible saberlo. Desde hace décadas que por acá no hay
verano. Hay de todo. Agua. Viento. Lluvia. Nieve.
Escarcha. Granizo. Pero lo que no hay es verano. Y como
son todos tan jóvenes, nadie se acuerda de nada. O se
acuerdan de muy pocas cosas. Además tienen una
Página | 5
práctica: hay que olvidarse de todo. Más que práctica es
un dicho. Pero un dicho que se convierte en práctica. Y
todos se olvidan de todo. Siempre. Por eso todos los días
uno tiene que volver a presentarse. Todos los días es un
renacer. Todos los días una nueva posibilidad. A empezar
de nuevo.
nena —Todos los días lo mismo con mami. A escribir.
Siempre a escribir. Todas las noches. Nos mandaba a la
cama y se ponía a escribirte. Se creía que no sabíamos lo
que hacía. Pero yo sí sabía. La espiaba. Dormía muy poco.
Pobrecita.
Padre —Sí, ya sé que te parece raro. Pero acá es así. A
nosotros no nos parece raro. A ellos, quiero decir. A mí
todavía un poco sí.
nena —Sé que te parecerá raro. Pero es así y vos no sos quién
para decirme nada. ¿Quién te creés que sos para venir a
darme órdenes ahora? No tenés derecho. Para mí ya no sos
nadie, papá.
Padre —El trabajo me queda cerca. Unas pocas cuadras. Pero
no se puede ir caminando. Si lo hiciera, me multarían.
Tengo que tomar el subte. O un colectivo. En una parada
ya estoy en la oficina.
nena —¿Siempre hace frío allá? ¿O es como acá, que a veces
hace calor y otras frío? Cuando hace calor es terrible. Y la
humedad, Dios mío. Un asco. El invierno en cambio es
agradable, se deja llevar. Suave, templado y manso. Se
agota lentamente. Y hasta el año que viene no vuelve más.
Como vos. Sólo que el invierno vuelve todos los años.

Página | 6
Pero en cambio vos no. Nunca volviste ni vas a volver. No
es cierto, ¿papi?
Padre —El problema es que ahí, justo en esa parada, se bajan
millones de personas. Millones, literalmente. Aunque
nunca los conté a todos, un día me gustaría hacerlo.
nena —No quiero prestarle mis muñecas a nadie. No. No. No
me gusta. No quiero. Me las van a romper esas nenas. No
me importa lo que digas, papi. No quiero. Mis muñecas
son mías y de nadie más.
Padre —¿Te dije cómo nos conocimos con tu mami? Era un
verano hermoso. El sol a flor de piel. La vida en su
máximo esplendor. Las promesas... La juventud... El
deseo... Ella estaba escuchando la radio... Yo... no sé qué
hacía, creo que pasaba por ahí, nada más... Fuimos muy
felices. Hasta que me vine para acá. Fue algo
consensuado. Hubo muchas lágrimas de los dos. Lo
pensamos mucho y creímos que era lo mejor para todos.
Para vos también, claro.
nena —“Fuiste mía un verano”. Eso es lo que cantaba mami,
en una época, todo el tiempo. No conozco esa canción.
Padre —En otras estaciones pasa lo mismo. Se bajan millones
en cada una. Es un espectáculo impresionante. Te agobia.
Cada uno es una cabeza de alfiler que va a su trabajo.
nena —Salió con muchos hombres, papi. Hay que decírtelo.
Tenés que saberlo. Pero no es culpa suya. Más bien es tu
culpa. Quizás haya sido algo consensuado entre ustedes,
quién sabe. En un momento, casi se vuelve a casar. ¿Cómo
se dice? Una bígama. Sí, eso era mami. Una bígama.
Doble vida. Doble personalidad...
Página | 7
Padre —Me pagan por hacer lo que quiero. Y eso es un gran
alivio. Me hace extrañarte menos. No tengo un horario fijo
tampoco. A veces voy a la mañana y otras a la noche. Y
siempre me dejan entrar. Cada día hago algo nuevo. Una
tarea distinta. Un día tengo que hacer algo con las manos.
Otro, algo más de la cabeza, del intelecto. Y nunca faltan
las artesanías, claro. Mi jefe es uno de los pelados de los
que te hablé antes.
nena —No creas que no te extrañaba. Mami no podía vivir sin
vos. Por eso salió con muchos hombres. Para olvidarte
mejor.
Padre —Después que termino de hacer todo eso, vuelvo a
casa. La empresa tiene una bicicleta para cada empleado.
Pero sólo nos la dejan usar a la salida. No sé por qué. En
los hospitales siempre hay ciclistas. Ellos son casi los
únicos pacientes. Se hacen muchas operaciones de
estómago también. La comida es pésima. Algunos
prefieren no comer. Hay gente que dice no haber comido
nunca. Nunca es por lo menos siete años. Toman mucha
agua, eso sí. Una botella de agua mineral de un litro cada
dos minutos. Y nunca van al baño. Dicen que lo pueden
controlar. Pero yo no les creo.
nena —En verano sobretodo. Le gustaba salir con hombres en
verano. Y es porque era en esa época cuando más se
acordaba de vos. Cuando más te extrañaba.
Padre —Todo se ve igual. Todo es del mismo color. No hay
diferencias. Es lo mismo un amarillo, un pastel, o un verde
crema. Lo negro es fatal. Está de moda. El rojo nunca le
maravilla a nadie. Y el azul... es azul despreciado. Creo
Página | 8
que le tienen miedo. Da mucho temor quedarse solo, a la
noche, hambriento, sin hogar, ciego. Como les pasó a
muchos. Como les pasa a tantos. Y todo eso, para ellos, es
el azul. El azul es sin hogar. El azul es hambre. Es miseria.
nena —Mi primer novio lo tuve a los catorce años. Él tenía
dieciocho, pero mucho no se le notaba. Quiero decir que
era un nabo. ¿Qué otra cosa podés esperar de un chico de
dieciocho años?
3.

Padre —...zapatilla...
nena —...illa.
Padre —...zanahoria...
nena —...oria.
Padre —...remera...
nena —...era.
Padre —...calzoncillo...
nena —...illo....
Padre —...pantalón...
nena —...lón...

Pausa.

nena —Papi.
Padre —Qué, mi amor.
nena —¿Qué es la primavera, papi?
Padre —Es una estación del año, mi vida.
nena —¿Y es linda?

Página | 9
Padre —Es hermosa. Es cuando la naturaleza florece, las
personas se quieren y se portan mejor con los demás, mi
vida. Todos cantan y bailan, están más alegres y contentos.
Hace calor. El sol brilla. Los días se alargan. Las noches
se acortan. Es la época del año en la que la esperanza y el
amor resurgen entre los seres humanos, dulzura mía.
nena —¿Y ahora estamos en primavera?
Padre —No, mi amor. Estamos en invierno.
nena —¿Y cuándo te vas de viaje, papi?
Padre —Cuando empiece la primavera, mi cielo.
nena —¿Vas a volver?
Padre —Claro, tesoro. ¿Cómo no voy a volver a verte a vos?

Silencio.

4. Año número dos. Amanecer cubierto de nieve

Padre —Mientras desayuno miro el diario, que está lleno de


dibujos. Dicen que es para que la gente entienda. Para que
sea más visual. Porque sólo unos pocos saben leer. Los
que van a la escuela. Los funcionarios. Y los que son
ciudadanos. El desayuno es un tema aparte. Pan y tostadas
secas. De manteca y mermelada ni hablar. No se conoce.
Hasta acá no llega.
nena —Una mañana temprano, mami fue al médico. Ahí
empezó todo. Lo que parecía ser algo de rutina, se
convirtió en una cosa muy seria.
Padre —¿Qué estás haciendo, mi princesita adorada? No recibí
ninguna cartita tuya ni ningún dibujito. A ver si te sentás y
Página | 10
me dibujás un montón de dibujitos, así yo me pongo
contento porque todos los dibujitos que vos hacés, a mí me
gustan mucho. Y como yo también te quiero mucho,
quiero a tus dibujitos. Yo te voy a mandar unos míos. Al
final. Cuando todo haya terminado. Decile a tu mami que
te haga grabar, así me mandás el casete y yo me divierto
mucho escuchando lo que contás en la grabación.
nena —Ese día me hice pis encima. En el colegio. En plena
clase de Lengua. La maestra se paró delante de mi banco y
me preguntó cómo se llamaba mi papá y a qué se
dedicaba. Así nomás. En seco. No supe qué decir. Me
quedé muda. Y me hice pis. Ahí mismo. Todavía me sigo
haciendo pis cuando me hacen esa pregunta.
Padre —Ahora llueve. Mientras te escribo, amanece. A veces,
cuando dejo de escribirte, miro por la ventana.
nena —Ese día todos teníamos que escribir una composición
sobre nuestros padres. Y después había que pasar al frente
a leerla. Cuando llegó mi turno, no pude. Me puse muy
nerviosa, me dolía tanto todo, que empecé a tartamudear y
volví a hacerme pis encima. Una vez más. Justo enfrente
de todos. Mi maestra se enojó muchísimo. Y me obligó a
limpiar ese charco inmenso de pis. Ahí mismo, mientras
todos mis compañeros me miraban. Se reían y no me
sacaban los ojos de encima. Me tuve que quedar durante
todo el recreo, para terminar de limpiar. Ni siquiera quería
salir, por la vergüenza de tener que mirarlos a la cara a
ellos. Esos desgraciados. Mis compañeros. Cuando mi
maestra me llamó al frente para leer la composición, yo no
había escrito nada. Ni una sola palabra.
Página | 11
Padre —Te cobran peaje para salir de tu propia casa. Una
locura, pensarás. Pero acá es normal. El precio es estándar,
eso sí. Los pobres, los ricos y los medianos pagan todos lo
mismo. Una fortuna para los pobres. Para los ricos es una
ganga.
nena —Ya no recuerdo casi nada de ese momento. Es un
resplandor en la cabeza. Un destello más y ya está. Listo.
No me voy a acordar de nada más.
Padre —Hay un señor vestido de frac esperando a que uno
salga a la calle, listo para cobrar el estipendio. La suma
requerida. Uno abona y se acabó. Me acuerdo que una vez
hicieron huelga. Hubo huelga de los señores de frac que
cobran peaje en las puertas de las casas. Un caos. Un
descontrol total.
nena —Decidí ir a buscarte, después de tantos años. Quise
saber por qué no habías regresado. Qué había sido de vos,
papi. Qué te había pasado. Por qué nos habías
abandonado.
Padre —La huelga duró dos semanas y al final todo se arregló.
nena —Me dijeron que no lo hiciera. Que me iba a arruinar la
vida si iba para allá. Que nunca te iba a encontrar. Que
nadie sale con vida de allá. Es un lugar espantoso. Lleno
de ciclistas. Que no dejan de pedalear. Los pocos que se
atreven a seguir viviendo son fantasmas, despojos, restos
de personas. Eso fue lo que me dijeron.
Soy muy cabeza dura, papá. Si no lo sabías, es hora de que
te enteres. Soy muy terca. Cuando una idea se me mete en
la cabeza, listo, ya está, se acabó. Y entonces ya ves, esa
idea me llevó hasta allá...
Página | 12
Padre —Ya es muy tarde. Me tengo que ir, princesita mía.
Contale todo a mamá. Con lujo de detalles. No te olvides
de nada. Mañana te escribo. Hoy a la noche no. Quién
sabe a que hora regrese del tra- bajo. Muy tarde
seguramente. Quizás trabaje veinticuatro horas seguidas
para tratar de olvidarte. Para pensar menos en vos.
nena —Y por eso fui a buscarte. Quería que me vieras. Que
supieras quién soy yo en realidad. En qué me había
convertido. Y también quería verte. Saber cómo eras. No
te recuerdo, papi. No recuerdo nada de vos: ni tu ojos, ni
tu cara, ni tus bigotes. Lo único que tengo es una foto tuya
que me dio mamá. Muy vieja y ajada. Y con eso solo
esperaba encontrarte. Lo espero todavía. Espero
encontrarte, papi.
Padre —Hasta mañana, princesita. Decile a mamá que voy a
volver muy pronto. Cada vez falta menos para verlas...

5. Año número dos. Madrugada con lluvia

Padre
Mientras duermo, te escribo.
O pienso que te escribo.
O sueño.
No voy a dejar de escribirte.
Ni de pensar en vos.
Ni de soñarte...

Nena
Mientras te escribo, duermo.

Página | 13
O pienso que me duermo. (Para soñar con vos)
Y sueño con vos
No voy a dejar de soñarte.
Ni de pensar en vos.
Ni de extrañarte...

6. Año número tres. Atardecer con nubes

Padre —En el trabajo me encontré con Willian, mi único


amigo acá. Sí, te parecerá extraño, pero se llama así,
Willian con “n”. Parece que no es un nombre inglés, sino
que proviene de una colonia cercana a Inglaterra, en la que
les gusta deformar el idioma inglés, por simple odio hacia
los colonizadores. ¿Llegaste a esa parte en la escuela? ¿A
tu edad ya vieron ese tema? Espero que no estés faltando a
clases. No es broma. No te lo voy a perdonar...

7.

Padre —¿Y esto qué es?


nena —Remera.
Padre —¿Y esto?
nena —Pantalón.
Padre —¿Y esto qué es?
nena —Camisa.
Padre (tomando un corpiño de la madre y mostrándoselo) —
¿Y esto?
nena —La bombacha de las tetas.

Página | 14
8. Año número cinco. Madrugada con niebla

Padre —¿Cuántos años tenés, mi amor? Desde acá, después de


todo este tiempo lejos, se me hace muy difícil sacar la
cuenta. La próxima vez que me grabes un mensaje,
acordate de ponerme tu edad: dieciséis, catorce, diez, no
sé. El número que corresponda. Y un nombre, por favor.
Necesito un nombre. Quiero saber tu nombre. Recordarlo.
¿Te lo cambiaste? A veces los chicos hacen esas cosas. Se
cambian sus nombres. Esperan a tener dieciocho años y se
lo cambian. Porque no les gusta el que le pusieron los
padres. Espero que vos no te lo hayas cambiado. Me
dolería mucho. Lo elegí personalmente. Aunque ahora no
me lo acuerde.

9. Año número seis. Mediodía con bruma

nena —Un día llamaron a mamá. De mi escuela. Mi maestra le


dijo a mi mamá, muy enojada, que su hija se había hecho
la ciega en clase. De pronto, yo había dicho que no veía.
Fingía que no podía ver. Cuando cortó con mi maestra,
mamá entró a mi cuarto y me preguntó si era cierto que me
había hecho la ciega en clase. Lo negué hasta que me
quedé sin fuerzas. Hasta que mamá me dijo: “por favor, mi
amor, decime la verdad. No te voy a hacer daño”. Ahí ya
no pude negarlo más. No tenía fuerzas. Admití lo que le
había dicho mi maestra. Mami me dio un cachetazo tan
fuerte que todavía me lo acuerdo. Me hizo doler todos los
huesos. Me traicionó. Cuando llegaste de trabajar y me
Página | 15
viste así, con la mejilla roja nos preguntaste qué me había
pasado. Mamá te mintió y te dijo que no había sido nada.
“Una secuela de las paperas” te dijo mami.

10. Año número cuatro. Mediodía. Sol de invierno

Padre —Willian es dibujante, o dice serlo, porque yo nunca vi


un solo dibujo suyo. No me los quiere mostrar. Tiene
miedo de que le haga una crítica despiadada. Vos me
conocés: ¿sería capaz de hacerle una cosa así? Por favor,
contestame en serio. ¿Alguna vez te hice algo semejante?
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De qué manera te herí? ¿Cómo
llegamos a estar así, tan distanciados, tan lejos? ¿Sería
capaz de decirle a Willian?... “Willian, en este dibujo está
distorsionada la perspectiva, las líneas fugan para distinto
lado y ese cabello es un desastre”. ¿Sería capaz?... Puede
ser que lo sea. En el fondo soy un monstruo. Espero no
haberlo sido nunca con vos. El monstruo, quiero decir. El
monstruo de papá que hace cosas malas. No quisiera
haberlas hecho. No pude. No debí haberlo hecho. Lo hice.
Perdón. Perdón, yo...
nena —Papi, cuando me retan tiemblo toda por dentro, porque
mis huesos se me ponen a llorar.

11. Año número cinco. Mañana de verano incipiente

Padre —En 1971 había un bosque enorme acá. Más grande


que el del Amazonas...

Página | 16
nena —Tu foto se iba poniendo cada día más y más arrugada, a
medida que la sacaba una y otra vez del bolsillo de mi
saco. Era lo único que me servía de consuelo en mis
primeros tiempos. Al final ya ni siquiera necesitaba verla.
Conocía perfectamente tus rasgos. Me gustaría ver tu cara
hoy. Y compararla con esa foto vieja, doblada y sucia.
Padre —En esa época todavía había caballeros. ¿Podés
creerlo? Caballeros medievales. Con armaduras. Con
cascos. Se negaban a abandonar esa forma de vida. Se
negaban a abandonar ESO. Se negaron tanto que los
expulsaron. No se sabe en dónde viven ahora. Pero viven.
nena —Me enamoré de esa foto, tu foto. La camisa blanca con
una mancha enorme de mostaza. ¿Qué fue lo que comiste
ese día para mancharte tanto, papá? ¿O fue mamá la que te
manchó a propósito?
Padre —Un caballero albino. Una armadura de hierro oxidada.
Muy joven. Muy buen mozo. Pelo largo y blanco. Lo
conocí en el trabajo. Hablamos largo y tendido. Le
convidé con un café. Cuando veas escrita la frase: “Acá
vivió un caballero” ¿Me vas a creer? Espero que sí. Espero
que me creas todo lo que te digo.

nena (disfrazada de dama antigua para actuar en una fiesta


escolar)—Papi, ¿me veo ridícula?
Padre —No, mi amor. Estás hermosa.
nena —Papi, ¿qué quiere decir ridícula?

Silencio. Sonido de Lluvia.

Página | 17
13. Año número diez. Tarde de otoño con lluvia
Padre —Descompensación. Me van a operar de la panza, nena.
Mañana. Tenía que contártelo. Quería que lo supieras. Si
no salgo adelante quiero que sepas... quiero que sepas...
Que sepas... Ya lo sabés.
nena —Suerte para mañana, papi. La vas a necesitar.
Padre —Gracias, mi amor. Es cierto, te necesito.

14. Año número once. Medianoche

nena —Justo antes de morirse, mami volvió a dar clases. Decía


que le hacía bien. Que solamente así podía olvidarse de su
condición. Y como siempre quería dar una buena imagen,
no repetía jamás el mismo vestuario en los distintos
lugares a los que iba a dar clases. Todos los días, anotaba
en una hoja de papel lo que se había puesto. Ese día. En
ese curso. Para no repetir la misma combinación de blusa,
pollera o pantalón al día siguiente.

15. Año número diez. Hora de la siesta

Padre —La operación fue un éxito. Maravilloso. Meses de frío


extremo. La mayoría los pasé anestesiado. Creo recordar
tu nombre. Empezaba con “M”. O con “N”. Ni Marta ni
Natalia. De eso estoy seguro. Ya me voy a acordar.
Pronto. Lentamente, poco a poco, empiezo a recordar. Una
vez que pase el efecto de la anestesia, voy a poder
acordarme de cosas de las que ahora no soy ni

Página | 18
remotamente consciente. De una letra, por ejemplo. De tu
letra.
nena —Nunca encontré a papi. Nunca lo encontré ni supe de
nadie que pudiera decirme dónde estaba. Debe estar
muerto. Siento que está muerto. Lo siento profundamente.
Muy dentro de mí. Quisiera que lo esté. Lo siento, papi.
Ojalá estés muerto.
Padre —En el hospital me trataron muy bien, mi amor. No
tenés nada de qué preocuparte. Lleno de ciclistas el
hospital.
nena —Estás muerto. O estás lejos, vaya a saber dónde. O
quizás te enteraste que iba a venir a buscarte y preferiste
desaparecer. Te hiciste humo, papá. Igual no pierdo las
esperanzas. Este lugar es enorme y quién sabe, algún día
quizás salgas de tu escondite y quieras verme. Si hacés eso
te advierto que nunca te lo voy a perdonar. Y también te
advierto que si nos encontramos, no te voy a dejar ir.
Nunca más.
Padre —Cada cosa te pertenece. Cada cosa que papi hace es
para vos. Te la dedica. Es en tu honor, mi princesita. Cada
cosa que papi hace, vive, o sueña, forma parte de vos.
Incluso lo que nos duele, mi amor. Sobre todo, eso: lo que
más me duele, mi sol.
nena —Ah, me olvidaba, una cosa más: tenías razón con lo de
los ciclistas. Jamás vi algo igual. Es maravilloso.
Padre —No te ofendas por favor, pero ¿puede ser Juana? Sí, ya
sé que te dije con “M” o con “N”. Pero de pronto pensé
que eras Juana. Bueno, Juana: te quiero. Te lo digo así
nomás, sin rodeos. Me cuesta tanto decírtelo. A esta altura
Página | 19
no sé como tratarte. Sé que te tengo que tratar, eso sí.
Estoy obligado a tratarte.
nena —Papi, cuando yo sea una mamá. ¿voy a poder pintarme
la cara, y arreglarme las uñas y el pelo?
Padre —Cómo te engendré. Te lo cuento. Una mañana
mientras iba... Una tarde estábamos... Quiero decir, tu
mamá y yo... No, sos muy chica para leer estas cosas. O
sos muy grande, y entonces ya te parece una pelotudez
enorme todo esto. Sería hermoso estar ahora con vos, allá.
Compartir con vos mis últimos momentos. Un regalo del
cielo. Eso sos para mí. Un regalo. Una cosita perfecta...No
lo haría nunca más. Tenerte. No. Un error que no volvería
a cometer. Nunca.
nena —Una vez, cuando tenía cinco años, me desperté en
medio de la noche, angustiada, y te pregunté: “Papi,
¿cuándo es mañana? ¿Hoy? ¿Hoy es mañana?” Ese día te
me quedaste mirando y no supiste qué responderme. Igual
que muchas otras veces. Con respecto a muchas otras
cosas.
Padre —Una foto tuya. Me gustaría muchísimo. Cómo
quisiera. La añoro. Pero no tengo. Una foto en la que
estés... Una foto... Es tan difícil recordarte. Tanto... Nada
colabora. Algo recuerdo, sin embargo. Nos une algo. El
pelo. Sí. Eso. Un mismo color de pelo.
nena —Y cuando sea más grande, ¿voy a poder usar vestido
también?
Padre —¿Y si nunca te tuve? No, no quiero. Me niego. No
quiero que seas un invento. No podés ser un invento,
Juana. Marta. Natalia. María. Mara. Porque no. Porque no
Página | 20
quiero. Por lo tanto, pasemos a otra cosa. Lo importante
es... El testamento. Cuando yo me fui, con tu mamá
dejamos bien en claro que si a mí... Y si me... Ahora si no
fuera así, lo que habría que hacer es... O si no, podrías...
Espero que haya quedado todo muy claro.
nena —¿Hoy es el mismo día que ayer, papi? A veces me
parece estar viviendo siempre el mismo día, papá. Desde
que te fuiste. Desde que nos dejaste. Una y otra vez. Sin
parar.

16. Año número quince. Diluvio

Padre —¿Mujeres?... Ninguna. Cero mujeres. Las que hay son


todas iguales. Rubias de ojos oscuros.
nena —Cada vez que uno de los novios de mamá desaparecía,
ella nos decía que se había ido al extranjero. Pero yo sabía
cuál era la verdad. Los hombres no la soportaban. No se
habían ido a ningún otro lado. Pero no querían verla más.
Padre —Vestidos negros. Es lo que llevan puesto. Las mujeres
rubias. De pelo largo. Los mismos rasgos.
nena —Hace mucho que no sé nada de Juana. Desapareció,
sólo eso. Sé que un día, cuando nos despertamos, ya no
estaba. Se fue así, de golpe, sin avisar. Ni una carta de
despedida. Se borró. Mamá intentó buscarla por todos
lados. Fue con todos sus amigos. Nunca supimos más de
ella. Y ahora que mamá ya no está, no me interesa saber
nada de Juana. Y vos tampoco la vas a recordar. Nunca.
Una vez le propuse a Juana que te enterráramos, papi. Pero
ella me dijo que no. Porque vos eras el único papá que
Página | 21
teníamos. Y nunca íbamos a poder tener otro, por más
esfuerzo que hiciéramos.

17. Meses después...

Padre —Tengo los pies congelados. Los siento como cubitos


de hielo. Tan duros que no creo que pueda levantarme ni
caminar.
nena —Amarte. Desearte. Desear tu presencia...
Padre —Te voy a ser sincero, mi amor: creo que perdí el
rumbo hace muchos años. Ya desde la época en que estaba
allá, con ustedes, me sentía muy mal. Fui muy infeliz
mientras vivía con ustedes. Ahora que ya sos grande te lo
puedo decir.
nena —...Quererte en silencio. Llorar por vos todos estos
años...
Padre —No te pongas triste. Hacé de cuenta que nunca te
escribí. Sigamos adelante como si nada. Por favor, mi
vida, sigamos adelante con nuestra ficción.
nena —...Llorar de dolor por no tenerte cerca. Por no tenerte...
Padre —¿Alguna vez tuviste rulos? Yo te recuerdo con rulos.
Tenías dos años, jugabas con autitos y tenías muchos
rulos. Rulos morochos.
nena —...Por no estar en tus brazos. Por no poder compartir
todo el tiempo tu sufrimiento...
Padre —A los tres ya podías escribir tu nombre. A los cuatro
te reías muchísimo. A los cinco llorabas por cualquier
cosa. Creo que no te gustó ir a preescolar. Fuiste una

Página | 22
privilegiada. No hiciste jardín. Entraste directo a
preescolar, sin pasar por el jardín de infantes.
nena —...Porque estás lejos. Estás muy lejos, papá...
Padre —Mientras yo me iba a trabajar, dormías todas las
mañanas como un angelito. Mientras yo lloraba, vos
vivías. Cómo te envidiaba. Qué lindas épocas. A los seis
años, vos... No. Ya no. A los seis no. Ya no intervengo.
Hay un blanco. Un agujero enorme. No estoy. Me borré. A
tus seis años me fui de casa: me levanté de la silla, les di
un beso a cada una, les dije “chau”, les hice así con la
mano, salí por la puerta y se acabó. Nunca más las vi. Ni
siquiera las recuerdo ya. No puedo. Qué difícil es recordar
algo. Cómo se borra todo. Listo. Se terminó. Así de fácil
fue olvidarlas... Me pierdo... Los recuerdos se nublan en
mi cerebro. Ya no me acuerdo más de vos...

18.

nena —Papi.
Padre —Qué, mi amor.
nena —¿Para qué existe la muerte?
Padre —No sé, mi amor.
nena —¿Y todos nos vamos a morir, papi?
Padre —Sí, preciosa.
nena —¿Y entonces para qué nacemos, papá?

Silencio.

Página | 23
19. Año número veinticinco. Amanecer muy lento y frío,
sobre los tejados

Padre —Un día de primavera, cuando mi nena era muy


pequeña, le regalé tres plantas con flores. Las plantas
crecían fuertes y sanas. Mi chiquita las regaba todos los
días. Estaba muy feliz con sus plantitas.

Pausa.

Padre —Otro día vino un vendaval que arrancó todas las flores
de las tres plantas. Quedaron muy mal las pobres plantitas.
Mi nena estaba muy triste. Cada vez que iba a ver cómo
estaban las plantas, se quedaba sola, con una flor en la
mano, desconsolada, llorando.

Pausa.

Padre —La única vez que mi hijita me quiso... Una pena.

Silencio. Sonido de lluvia.

20. Epílogo

La madre está a punto de leerle a su hija la carta que le escribió


su padre. El padre está “Allá” (en un desconocido y
extraño país foráneo). La madre y la nena están “Acá” (en
un conocido y familiar país cercano).

Página | 24
Madre —¿Te leo la cartita que papi te escribió para vos, mi
vida, o querés que cenemos primero?
nena —No, mami. Leeme la carta ahora, por favor. Quiero
saber qué dice papi. ¿Me va a traer muchos regalos?
¿Cuándo vuelve?
Madre —Justo habla de eso. Prestá atención, mi amor: Mi
Querida: Estoy acá, en una ciudad muy grande, con
muchas lucecitas y muchos ciclistas que van todo el día de
un lado para el otro. Pienso todo el tiempo en vos, mi
pulguita adorada. Te extraño mucho. Estoy viendo
juguetes en los negocios de acá, para comprarte algunos
lindos juguetitos que te gusten y podamos divertirnos
cuando yo regrese, mi princesita. Cuando papá vuelva en
avión, vos me vas a ir a esperar y a decirme: “hola papi”.
En estos días hizo mucho frío y llovió varias veces. Es un
país muy lindo. Pero muy raro. Y muy, muy frío. Bueno,
amorcito: te mando un abrazo fuerte y muchos besitos.
Hacele caso a tu mami y no la pongas nerviosa. Es casi
seguro que voy a volver pronto, mi amor. Muy pronto, mi
sol. Te quiere con toda el alma. PAPI.
FIN

Página | 25

También podría gustarte