Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

La Crónica Roja en Colombia

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 103

1

Violencia, periodismo y literatura: cinco grandes cronistas del siglo XX en

Colombia

Juliana Saldaña Díaz

Noviembre 2017

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Facultad de Ciencias sociales, humanidades y artes

Programa de Literatura
2

Violencia, periodismo y literatura: cinco grandes cronistas del siglo XX en

Colombia

Trabajo de grado para optar al título de

Profesional en Estudios Literarios

Directora

Erika Zulay Moreno Bueno

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Facultad de Ciencias sociales, humanidades y artes

Programa de Literatura
3

Dedicatoria

A Tita, que me enseñó la valentía, la entrega y el amor sin condición.


4

Agradecimientos

Quiero agradecer a todas las personas que de una u otra forma hicieron parte de este

proceso de investigación y aquellas que con su lectura y comentarios nutrieron estas

páginas.

Agradezco a mi madre por ser un ejemplo de perseverancia, trabajo y amor. A mi hermano

por su ayuda constante y por ser un gran compañero en este viaje.

A Erika, mi directora de tesis por su orientación y guía durante la realización de este

trabajo.

A Yaneth Lizarazo por la confianza y los buenos consejos.

A Patricia Miranda y Andrés Ospina por compartir generosamente sus saberes y

experiencias.

A Jaime por estos años de apoyo, amor y aprendizaje juntos.

A Felipe por la luz que le ha traído a mi vida.

A los cronistas que inspiraron este trabajo por su dedicación y compromiso para narrar la

historia de este país.


5

Para los escritores verdaderos, el periodismo nunca es un mero modo de ganarse la vida sino un

recurso providencial para ganar la vida. En cada una de sus crónicas, aun en aquéllas que

nacieron bajo el apremio de las horas de cierre, los maestros de la literatura latinoamericana

comprometieron el propio ser tan a fondo como en sus libros decisivos. Sabían que si traicionaban

a la palabra en la más anónima de las gacetillas de prensa, estaban traicionando lo mejor de sí

mismos. Un hombre no puede dividirse entre el poeta que busca la expresión justa de nueve a doce

de la noche y el reportero indolente que deja caer las palabras sobre la mesa de redacción como si

fueran granos de maíz. El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida completa. El

periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo. Es algo que duerme

con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos.

Tomás Eloy Martínez


6

Resumen

En este estudio crítico sobre la crónica roja se busca la recuperación y divulgación

del patrimonio literario de cinco cronistas colombianos que marcaron el desarrollo de este

género en el país a lo largo del siglo XX.

Con el fin de destacar la importancia literaria e histórica de estos relatos se realizó

un análisis en torno al género y sus protagonistas, teniendo en cuenta las dificultades que se

presentan actualmente para acceder a sus relatos y la necesidad de difundirlos y acercar a

nuevas generaciones a este material.

Los autores que hacen parte de este trabajo son: José Joaquín Jiménez, Felipe

González Toledo, Pedro Claver Téllez Téllez, Ismael Enrique Arenas y José Antonio

Osorio Lizarazo, considerados importantes gestores de la crónica en el país.

La crónica roja nació en Colombia a finales del siglo XIX y encontró su auge en

medio de una de las épocas más dolorosas en la historia del país: La Violencia. Con

maestría literaria y veracidad a prueba de todo, los cronistas relataron los hechos más

sangrientos del momento en los diferentes diarios del país, lo que los llevó a ganarse un

puesto importante en la historia del género. Hoy sin embargo el panorama es diferente, la

crónica roja se encasilla en el sensacionalismo al valerse de la sangre como único recurso

editorial. Los tabloides, como se les conoce a los diarios especializados en temas judiciales,

relatan las historias violentas de la ciudad donde se publican y se valen de titulares

escandalosos, historias escabrosas y fotografías explícitas para atraer lectores.

Palabras Clave: Crónica roja, violencia, periodismo, literatura, cronista


7

Abstract

This critical study pursues the retrieval and dissemination of the literary heritage of

five Colombian chroniclers that set a standard in the development of the red note genre in the

country throughout the 20th century.

In order to highlight both literary and historical importance of these chronicles, an

analysis of the genre and its protagonists has been made, considering the current difficulties

to access their works and the need to spread them across and bring this material to the new

generations.

The following authors are part of this work: José Joaquín Jiménez, Felipe González

Toledo, Pedro Claver Téllez Téllez, Ismael Enrique Arenas and José Antonio Osorio

Lizarazo, as they are considered significant pioneers of the red not genre in the country.

The red note genre saw its first days in Colombia in the end of the 20th century and

had its boom in the middle of one of the most painful times in the country’s history: ‘La

Violencia’. With literary mastery and invincible veracity, the chroniclers told the bloodiest

events of the time in the diverse papers of the country, what granted them an important place

in the history of the genre. Nowadays, however, the scene is different. The red note is fixed

in sensationalism by making use of blood as its only editorial resource. Tabloids, the name

for newspapers specialized in court affairs, tell violent stories of the city where they are

published and resort to outrageous headlines, convoluted stories and explicit photographs in

order to attract readers.

Key words: Red note, violence, journalism, literature, chronicler.


8

Tabla de contenido

Pág.

Introducción……………………………………………………………… 11

Marco de referencia ...…………………………………………………… 15

Marco de antecedentes …………………………………………………… 16

Marco contextual 20

El Periodismo en Colombia.………………………………………………. 20

La crónica...………………………………………………………………… 23

La crónica en Colombia.…………………………………………………… 26

La crónica Roja.….………………………………………………………… 31

Cinco cronistas del siglo XX.……………………………………………… 37

Del periódico a la revista………………………………………………….. 39

De lo histórico y literario en la crónica periodística….…………………… 43

Marco conceptual…………………………………………………………. 46

Capítulo 1 ¿Por qué los cronistas?………………………………………….... 50

1.1. José Antonio Osorio Lizarazo.....……………………………………… 52

1.1.1. La obra de José Antonio Osorio Lizarazo …………………………… 55

1.2. José Joaquín Jiménez………………………………………………… 58

1.2.1. La obra de José Joaquín Jiménez …………………………………… 63

1.3. Felipe González Toledo……………………………………………… 67

1.3.1 La obra de Felipe González Toledo ……………………………........ 70

1.4. Pedro Claver Téllez Téllez…………………………………………….. 74

1.4.1. La obra de Pedro Claver Téllez Téllez ……………………………… 77


9

1.5. Ismael Enrique Arenas ……………………………………………….. 80

Capítulo 2. El libro…………………………………………………………. 81

2.1. Aspectos técnicos en la edición de libros electrónicos……………….. 83

2.2. Sobre este proyecto editorial………………………………………….. 86

Conclusiones………………………………………………………………… 89

Referencias…………………………………………………………………. 95

Anexos………………………………………………………………………. 99
10

Lista de figuras

Pág.

Figura 1. Aviso del Terremoto………………………………………………… 21

Figura 2. El día de difuntos…………………………………………………… 27

Figura 3. Revista Estampa……………………………………………………... 41

Figura 4. Dos poetas de arrabal……………………………………………….. 61


11

Introducción

La crónica es un género extraño para muchos y en ocasiones considerado una

especie de híbrido. No es novela, no se mueve en el plano de la ficción, no es cuento y no

cumple con los requisitos para ser noticia. La crónica está ligada de forma íntima al

quehacer periodístico y a la investigación pero también va de la mano con el estilo y la

narración literaria de la novela y el cuento

La crónica lleva más de un siglo ocupando las páginas de los principales diarios y

revistas especializadas del país y ha logrado consolidarse como uno de los géneros que más

atrae al público; sin embargo no es tan sencillo acceder a los textos que consolidaron este

género en el país.

Las compilaciones de los relatos más importantes de los escritores de la época están

en su mayoría fuera de catálogo y las crónicas consignadas en los diarios solo pueden ser

consultadas desde hemerotecas y bibliotecas, lo que precisa cierta maestría y conocimiento

del tema.

Con esta problemática el presente trabajo de grado pretende divulgar las crónicas

que marcaron el desarrollo de este género periodístico en Colombia a lo largo del siglo XX

destacando sus temas y sus rasgos en torno a cinco personajes: José Joaquín Jiménez,

Felipe González Toledo, Pedro Claver Téllez Téllez, Ismael Enrique Arenas y José Antonio

Osorio Lizarazo considerados importantes gestores de la crónica roja en el país.

En Colombia recordamos los nombres de los grandes exponentes de la crónica

actual, nombres que engalanan los principales diarios y librerías del país, algunos aunque

ya fallecieron dejaron un importante número de relatos e investigaciones lo que les valdría

su lugar en la historia del género. Estos son:


12

Alberto Salcedo Ramos, Ricardo Silva Romero, Cristian Valencia, Germán Castro

Caicedo, Alfredo Molano, María Jimena Duzán, Juan José Hoyos, Gabriel García Márquez

y Ernesto McCausland, entre otros.

Sin embargo hemos olvidado a los precursores de este estilo narrativo y

periodístico; esos primeros cronistas que a su vez eran fotógrafos, periodistas, detectives,

rescatistas y hasta policías. Todos ellos sentaron las bases y prepararon el camino que hoy

presenciamos:

Germán Pinzón, Pedro Claver Téllez, José Joaquín Jiménez Ximénez, José Antonio

Osorio Lizarazo, Luis Tejada, Ismael Enrique Arenas, Eduardo Mendoza Varela, Jairo Zea,

Antolín Tomás Calderón y por último, pero no menos importante, Felipe González Toledo.

La crónica roja nació en Colombia con la Violencia1 que trajo el conflicto

bipartidista y encontró su lugar gracias a la necesidad de los colombianos por conocer los

hechos que cambiaban radicalmente el mundo que conocían. Los cronistas difundieron sus

historias en los diarios más importantes del país y los lectores convirtieron sus relatos en

los más esperados y aplaudidos a lo largo del siglo XX.

A pesar del éxito que tuvieron en su época estos escritores y periodistas hoy en día

es casi imposible conseguir ejemplares de los libros que se editaron con sus trabajos,

incluso en las librerías especializadas. En un último intento por rescatar parte de estos

documentos la Biblioteca Luis Ángel Arango digitalizó para su página Web una

compilación de crónicas de Felipe González Toledo. Sin embargo los esfuerzos han sido

1
En esta investigación nos adherimos al concepto histórico conocido como la Violencia con mayúscula inicial
para referirnos al periodo entre 1948 y 1958, aproximadamente y que corresponde a los enfrentamientos entre
los simpatizantes del partido Liberal y partido Conservador colombiano.
13

insuficientes para conseguir que más lectores tengan acceso a otros cronistas de la época y

por ende a este importante material periodístico y narrativo.

El aporte que busca dejar este trabajo de grado es la divulgación de la crónica roja

mediante la creación de un espacio de distribución para este género y sus más grandes

exponentes que permita llegar a un alto número de lectores.

Para esto se recopilaron las crónicas más significativas de los autores que hacen

parte de este estudio, las cuales van acompañadas de un análisis literario en una edición

digital (e-book) de dos volúmenes que le ofrece a los lectores una visión detallada de las

obras.

Por lo anterior, este trabajo se plantea como objetivo general, visibilizar los relatos

de cinco cronistas colombianos del siglo XX mediante una reedición de sus obras para que

los lectores puedan acercarse a las historias de una época violenta que marcó el rumbo

social y político del país. A partir de este objetivo se desglosan dos específicos, a saber:

recopilar las crónicas de los cinco autores estudiados, teniendo en cuenta su valor literario e

histórico, en una edición de dos tomos junto a un análisis y así crear un proceso de

distribución del material editado que sea sencillo y de fácil acceso para los lectores.

Para los efectos, este trabajo de grado está dividido en cinco secciones. En la

primera se encuentran los antecedentes académicos, donde se presenta un análisis de los

diferentes autores y trabajos que han tratado el género de la crónica roja. La segunda es el

marco teórico con los principales conceptos que se tuvieron en cuenta para esta

investigación. En la tercera sección, el lector encontrará un análisis sobre los autores y sus

obras: quiénes son, por qué fueron escogidos y la importancia de sus obras a nivel literario

e histórico.
14

En cuarto lugar, se encuentra un acercamiento a los procesos de la edición de libros

electrónicos, los espacios de difusión y los aportes que deja esta investigación para el

ámbito del patrimonio y la edición de textos. En quinto lugar se presentan las conclusiones,

la bibliografía y los anexos.


15

Marco de referencia

En el presente proyecto de grado se llevó a cabo un análisis crítico de la crónica roja

del siglo XX en Colombia tomando como punto de partida las historias escritas por José

Joaquín Jiménez, Felipe González Toledo, Pedro Claver Téllez Téllez, Ismael Enrique

Arenas y José Antonio Osorio Lizarazo. Esto con el fin de encontrar un medio de rescate y

difusión de los testimonios de aquellos que vivieron y retrataron una de las épocas más

crueles y violentas de la historia del país.

Para la construcción de este proyecto se tuvieron en cuenta los trabajos realizados

en torno a la crónica literaria en América Latina para con estos trazar un camino que

permitiera descubrir la forma en la cual se gestó y se desarrolló el género. Así mismo se

analizaron los factores que influyeron para la aparición de la llamada crónica de sucesos o

crónica roja.

De igual forma se tuvieron en cuenta los estudios y recopilaciones que se han

realizado en Colombia en torno a la crónica del siglo XX con el fin de consolidar la

información que fuera pertinente para el enriquecimiento de este proyecto.

Las investigaciones acerca del desarrollo de la crónica en Colombia se ubican

temporalmente hacia finales del siglo XX e inicios del XXI. Sin embargo el explosivo

interés por analizar, conservar y difundir los primeros pasos de este género en el país no fue

suficiente para llegar a nuevas generaciones de lectores más allá del ámbito académico.
16

Marco de antecedentes

Este proyecto se encaminó a finales del año 2016, pensando en la importancia que

guarda la crónica como documento histórico y literario en su interior. Se inició pensando en

la recuperación el patrimonio literario de cinco cronistas colombianos del siglo XX debido

a las dificultades que se presentaban para acceder a sus relatos y la necesidad de difundirlos

para de esta forma acercar este material a nuevas generaciones.

Los estudios sobre la crónica en América Latina han tomado como punto de partida

los relatos escritos en el siglo XVI que dan razón de la llegada de los españoles al territorio

americano y que se conocen con el nombre de Crónicas de Indias.

Estas crónicas de orden histórico relatan la forma como ocurrió la conquista: las

dificultades, los descubrimientos, y en general, la fusión de dos culturas. Estos relatos se

construyeron en torno a la figura del testigo/narrador que valida la veracidad de la historia

al imprimir su percepción de lo ocurrido.

Frente a las crónicas de Indias se han realizado diversos estudios, seminarios,

ponencias y libros; para este proyecto en particular se han tenido en cuenta los textos

realizados por Mariano Cuesta Domingo (2007), Julio Martín López (2012) y Gabriela

Esquivada (2007).

Los dos primeros con análisis profundos acerca de las Crónicas de Indias y sus

autores y la última en un corto acercamiento a estas para plantear los antecedentes de la

crónica como género.

Frente a la historia del género de la crónica, el surgimiento del nuevo periodismo, el

estudio de lo literario en la crónica, la importancia del cronista como gestor y cuidador de

la literatura y la historia y el género como reflejo de la realidad tenemos estudios de José


17

Duque, Rossana Reguillo, Gabriela Esquivada y Graciela Falbo (2007), Susana Rotker

(2005), Roberto Herrscher (2009), Tom Wolfe (1976) y Ryszard Kapuscinski (2003).

Todos estos escritores, académicos y periodistas buscan en sus trabajos contestar las

inquietudes que se han levantado constantemente frente a la crónica. Pero no se han

quedado solamente en esto: ellos analizan, critican y catalogan el saber en torno al quehacer

del cronista. Aunque en su mayoría son autores latinoamericanos cabe destacar la inclusión

de dos grandes expositores del género: Tom Wolfe (Estados Unidos) y Ryszard

Kapuscinski (Polonia). Esta inclusión se debe al papel que jugaron dentro del desarrollo de

la crónica como género importante no solo dentro del periodismo sino también en la

literatura.

Hay realidades que no se dejan contar más que a través de ese lenguaje cotidiano en

el que se ha convertido la crónica, al oponerle al discurso oficial unos relatos

polifónicos¨. (Regillo, 2007, p, 48)

En Colombia la crónica ha contado con poco interés por su estudio, son escasos los

autores e investigadores que han procurado establecer un lugar para el género de la crónica

y menos aún para hablar de la crónica roja. Si bien se han realizado investigaciones en

torno al género la mayoría de estas se enmarcan en el aspecto periodístico y comunicativo

dejando de lado el sentido literario del género.

Dentro de los autores que han estudiado la crónica en Colombia es importante

destacar a: Mary Luz Vallejo Mejía periodista y escritora que se ha especializado en

investigar, recopilar y analizar la historia de la crónica en Colombia. Sus libros son: La

Crónica Colombiana. Medio Siglo de oro (1997) en el cual la escritora realiza una

compilación de relatos de los más importantes exponentes de la crónica colombiana entre

1910 y 1960; y A Plomo Herido. Una crónica del periodismo en Colombia. 1880- 1980
18

(2006), donde Vallejo lleva a cabo una completa investigación en torno al periodismo

colombiano, sus principales protagonistas y medios.

Y Juan José Hoyos cronista, novelista y periodista nacido en Medellín quien ha

dedicado su vida a escribir crónicas e investigar sobre el periodismo narrativo. Sus libros

Literatura de urgencia: El reportaje en Colombia: una mirada hacia nosotros mismos

(2003) y La pasión de contar: El periodismo narrativo en Colombia 1638 – 2000 (2009)

hacen parte de las estudios más importantes y completos sobre la crónica en el país.

Los textos de Vallejo y Hoyos son fundamentales para entender el desarrollo del

género en Colombia, no solo por el amplio margen de tiempo que abarcan, sino también

porque permiten conocer la historia de aquellos que crearon y le dieron forma a este nuevo

estilo narrativo.

Otros escritores que han realizado estudios críticos y compilaciones son: Daniel

Samper Pizano con Antología de grandes crónicas colombianas Tomo I 1529 – 1948

(2003) y Tomo II 1949- 2004 (2004), Andrés Vergara Aguirre con Historia del Arrabal.

Los bajos fondos bogotanos en los cronistas Ximénez y Osorio Lizarazo, 1924-1946

(2014); Mauricio Díaz Gómez y Alejandro Villegas Oyola con Entre la tinta y la sangre.

Cinco autores de crónica roja (2008) y Donaldo Alonso Donado Viloria con Crónica

Anacrónica: Un estudio sobre el surgimiento, auge y decadencia de la crónica periodística

en Colombia (2003).

También se destacan los trabajos de grado de Sandra León Tovar (2005), Carolina

López Durán (2014), María Paula Albán Ramírez (2009) y Judith Paulina Angaríta (2005).

Y los artículos de Olga del Pilar Gómez Betancur (2005), Andrés Alexander Puerta Molina

(2009 -2011), William Ramírez Tobón (2001) y J.G. Cobo Borda (1977)
19

Cabe destacar que la mayoría de las recopilaciones al querer abarcar un amplio

espectro del género se limitan a publicar una o dos crónicas por autor lo que imposibilita

una productiva difusión de estos autores.


20

Marco contextual

El periodismo en Colombia

El periodismo nació en el Virreinato de Nueva Granada, actualmente Colombia el

día 12 de julio de 1785 con la circulación de Aviso de Terremoto donde se consignaban los

terribles hechos que tuvieron ocasión a razón de un movimiento de tierra de 6.9 grados en

la escala de Richter cuyo epicentro fue el municipio de La Calera. Este aviso es

considerado como el primer periódico en la historia del país y su responsable fue Antonio

Espinosa de los Monteros. (Fig. 1)

A partir de la aparición del periodismo en el país se pusieron sobre la mesa tres

puntos fundamentales: el papel político que jugaría, la censura que experimentaría desde

sus inicios y el vínculo inamovible de esta disciplina con la literatura.

En la época de la Colonia y durante los procesos de independencia el periodismo les

sirvió a algunos colombianos como vitrina para ventilar los hechos que acontecían

alrededor de los ejércitos españoles y republicanos.

Eran tiempos difíciles para el oficio y solo aquellos que detentaban el poder, tenían

la posibilidad de mostrar sus opiniones en las publicaciones periodísticas. Sin embargo, la

otra cara de la moneda, la historia de injusticia y privación que vivía el pueblo, aparecía

gracias a esfuerzos valientes. Uno de estos esfuerzos lo realizó Antonio Nariño quien desde

los inicios del semanario Papel Periódico de Santa Fe colaboró no solo con el contenido,

sino también con recursos económicos para su mantenimiento. Más tarde, inició por su

cuenta la publicación del semanario La Bagatela donde la crítica política se hizo presente

con mayor fuerza y contenido. A pesar de ser Nariño una figura prominente en el Virreinato

de la Nueva Granada, su labor periodística lo llevó al exilio.


21

Grandes escritores colombianos han sido parte del periodismo al desarrollar su

carrera literaria de la mano de este oficio. Por eso no es extraño encontrarse en las páginas

de la historia periodística colombiana con nombres como: Rufino José Cuervo, Gabriel

García Márquez, José Antonio Osorio Lizarazo y Jorge Isaacs, entre otros.

En siglo XIX finalmente se empieza a percibir un verdadero poder periodístico al

convertirse este en el medio de mayor acogida entre los ciudadanos. Los periódicos

empezaron a aparecer en torno a las ideologías políticas del país y sus líderes; esto, si bien

garantizó la conservación del periodismo, le restó objetividad e independencia.

Fig. 1. Aviso del Terremoto. Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA, 2015)2

2
El Aviso del Terremoto se publicó el 12 de Julio de 1785. Su autor fue Antonio Espinosa de los Monteros y
la editorial la Imprenta Real de Don Antonio Espinosa de los Monteros.
22

(…) en los años inmediatamente posteriores a la culminación de la gesta de

Independencia, cada impreso declaraba sus inclinaciones, bien fuesen de índole

probolivariana o de índole prosantanderista; o, durante la época de la violencia

bipartidista, declaraban si eran liberales o conservadores. Así las cosas, era obvio que

quien adhiriese a un bando era, por descontado, enemigo del otro, de tal suerte que la

mera intención informativa no era algo que estuviese en la agenda de los medios de

comunicación colombianos. El compromiso político era, sin embargo, una postura

propia del siglo XIX y de comienzos del XX (…). (Biblioteca Luis Ángel Arango

(BLAA, 2015)

A principios del Siglo XX el periodismo sufre una trasformación y se centra en la

difusión de los hechos trascendentales para el país más allá de la filiación política. El

periodismo empieza a convertirse en un canal para difundir y promover la democracia y la

pacificación, hecho que décadas después el Frente Nacional usaría para intentar subsanar

las profundas heridas que quedaron en el país tras la época de la Violencia.

El periodismo se enfrentó entonces con el deber de ayudar a preservar los acuerdos

entre liberales y conservadores al procurar no caer en los fanatismos partidistas de tiempos

pasados. A pesar de esta responsabilidad, el periodismo ya había encontrado su camino en

pos de la independencia política lo que con el tiempo le traería un nuevo enemigo: la

censura. A mediados del siglo XX la prensa tuvo que luchar con las nuevas ordenanzas

contra la libertad de la que hasta entonces había gozado, dejando de lado algunos episodios

y cambios de normatividad ocurridos en el siglo XIX.

El Estado inició su intervención en la prensa a partir del año 1949, lo que llevaría al

cierre de los principales periódicos y exilio del ex Presidente Laureano Gómez durante la

dictadura del General Rojas Pinilla


23

La crónica

Esta literatura de periodismo que llaman crónica, sin serlo, no es tan fácil de farfullar

como parece. Prescriben los maestros en el arte que el tal escrito ha de ser corto al par

que animado y decidor, prescriben que no ahonde en el asunto; que no se meta

demasiado en gravedades ideológicas; que al concepto e idea no se le dé solemnidad;

que la forma sea elegante sin floreros y llana sin ramplonerías; que todo esté a los

alcances del iletrado y al gusto del entendido. Pretenden en suma, que ello resulte

algo así como un juguete sin mecánica compleja, cual joya que no sea abalorio ni

pedrería. Total: una gentileza entre veras y chanzas. (Carrasquilla, como se citó en

Vallejo, 1997, p, 2).

La crónica, ese género indefinido que se debate entre el periodismo y la literatura

para intimar con los procesos sociales y culturales apareció en Colombia a finales del siglo

XIX. Los cambios que vivieron los habitantes de este vasto territorio quedaron plasmados a

modo de mapa social en los relatos escritos por los cronistas de diferentes rasgos y

corrientes permitiendo la aparición de un discurso polifónico construido por un complejo

tejido humano.

Este discurso se encargó también de amplificar las voces de aquellos que no

figuraban en las páginas centrales de los diarios, dejando lo individual para convertirse en

memoria colectiva.

El periodismo y la literatura se transformaron gracias a la intersección en la cual la

crónica apareció mezclando las características de ambos géneros, para más tarde conseguir

que las fronteras entre uno y otro oficio comenzaran a ser difusas. Estilos, formas y voces
24

se mueven de una dirección a otra dotando a la crónica del poder para ejercer sobre dos

mundos de letras e historias.

Cualquier lectura de las crónicas 3 revela que en ellas se introdujeron rasgos que

caracterizaron en buena medida los textos poéticos modernistas: plasticidad y

expresividad impresionista, parnasianismo y simbolismo, incorporación de la

naturaleza, búsquedas en el lenguaje del Siglo de Oro español, la absorción de la

velocidad vital de la nueva sociedad industrializada. Y, aún más: El nacimiento del

periodismo literario, […] por venir a cumplirse en manos de artistas excepcionales

supuso la dignificación de esa misma actividad periodística. El resultado fue el brote

de la crónica como género nuevo de las letras hispanoamericanas. (Rotker, 2005, p,

16)

La crónica no solo se mueve entre el periodismo y la literatura, su campo se

expande y se alterna alrededor de las ciencias sociales al tomar los saberes, estéticas y

visiones de otros géneros; la fuerza discursiva que la crónica encuentra en otras disciplinas

es la que la lleva a incorporar en su relato voces y miradas diversas y es a través de estos

elementos que se encuentra la materia prima de sus historias: la realidad.

Juan Villoro (2006) nos aclara el asunto de la crónica de forma magistral:

Si Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la crónica

reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa. De la novela extrae la

condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear

una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los

3
Susana Rotker se refiere a las crónicas escritas por Rubén Darío y olvidadas por la crítica que se centró
exclusivamente en su obra poética. Es importante recalcar que dos tercios de la producción literaria de Rubén
Darío pertenecen al género del periodismo literario.
25

datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia

de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica;

de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la forma de montarlos; del teatro

grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos entendidos como debate: la "voz

de proscenio", como la llama Wolfe, versión narrativa de la opinión pública cuyo

antecedente fue el coro griego; del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar

saberes dispersos; de la autobiografía, el tono memorioso y la reelaboración en

primera persona. El catálogo de influencias puede extenderse y precisarse hasta

competir con el infinito. Usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta letal.

La crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete

animales distintos que podría ser. (Villoro, 2006, p, 1)


26
27

La crónica en Colombia

La crónica en Colombia aparece insípidamente con los cronistas de Indias:

españoles encargados por la colonia. Estos hombres, en su mayoría sacerdotes o altos

funcionarios con las órdenes de evangelizar, se encargaron de escribir la historia oficial de

la conquista del Nuevo Mundo. En estas crónicas aún predomina el carácter netamente

histórico.

La crónica como hoy la conocemos es producto de diferentes elementos sociales

políticos y literarios que permitieron la evolución del género. Es así como encontramos que

la aparición de El Carnero de Rodríguez Fraile en la Nueva Granada, los relatos de los

autores neogranadinos con aires históricos en la Colonia y el establecimiento de la prensa a

principios de la República permitieron el surgimiento de esta nueva forma de narrar.

A finales del siglo XIX se puede rastrear un asomo increíble del género en el libro

El Crimen de Aguacatal del antioqueño Francisco de Paula Muñoz Hernández, cuyo estilo

y narrativa se asimilan al reportaje en una época en la que el término aún no se empleaba en

los periódicos del país.

Otro ejemplo de periodismo literario durante el siglo XIX fueron los textos

publicados en el Papel Periódico Ilustrado, periódico fundado en 1881 por Alberto

Urdaneta. Esta publicación hizo parte del proceso de modernización del periodismo, no

solo por introducir material gráfico también por la calidad de su contenido.

El día de difuntos historia escrita por el mismo Urdaneta fue publicada el 2 de

noviembre de 1884 y es quizás, junto a El Crimen del Aguacatal, una muestra del interés

periodístico de la época por relatar algo más que los hechos principales de las noticias y

dotar a las historias de un aire literario e innovador.


28

La prensa durante este siglo fue una empresa ardua y costosa. Aquellos que se

encaminaban en la creación de un periódico debían correr con los altos gastos, muchos de

ellos sin ganancia. Algunos diarios recibían respaldo económico siempre y cuando

pertenecieran a la filiación política del gobierno de turno lo que redundó en el cierre

temprano de muchas iniciativas periodísticas. Su duración promedio era de dos a tres años

al agotar los fondos para subsistir, luego un breve receso y una reapertura con un nuevo

nombre y diagramación. Lo que jamás cambiaba era el estilo o el partido político que se

respaldaba.

Fig. 2. El día de difuntos. Papel Periódico ilustrado (BLAA, 1884)

La política se libraba desde los púlpitos y desde las imprentas de los periódicos, por

esta razón la prensa continuamente reanudaba sus labores informativas; esto garantizaba

una plaza fija para difundir el ideario partidista.


29

Con el cambio de siglo el país experimentó cambios de fondo y forma. Guerras,

violencia, dictadura, censura, cierres y profundas transformaciones serían lo que le

esperaría a la prensa colombiana del siglo XX. La crónica hizo parte de estas

transformaciones.

En los inicios de siglo XX se introduce dentro del periodismo la ingeniosa forma de

narrar que caracterizó a la crónica desde sus inicios; el género se instaló y se apoderó de la

prensa de este siglo: sus escritores se convirtieron en figuras de renombre y los lectores

esperaban ansiosamente las entregas de sus relatos.

En los inicios del género periodistas como Luis Tejada, José Mar, Juan Lozano y

Lozano, Alberto Lleras y Tomás Carrasquilla, entre otros tomaron la bandera de la crónica

y gestaron las bases narrativas y de estilo que lograrían catapultar sus carreras, los diarios y

el género.

A principios del siglo XX aparece la edad dorada para la crónica, la edad de la

fecundidad donde se vieron en diferentes partes del país un gran número de protagonistas y

corrientes. En la zona de Antioquia y Caldas la crónica de usos y costumbres fue la

corriente que predominó con escritores como Rafael Arango Villegas, Lino Gil Jaramillo y

Libardo Parra Toro, entre otros; en la zona de la Costa Caribe la crónica se vistió de

picardía, humor e imaginación con exponentes como Clemente Manuel Zabbala, Alfonso

Fuenmayor, Sergio Valenzuela, el papa negro de los cronistas, también conocido como

Lucio Sorel. En Bogotá, los cachacos con una mezcla de raíces europeas y chibchas crearon

un estilo mordaz pero elegante abanderado por Clímaco Soto Borda, mejor conocido como

el Decano de la crónica.

(…) en el periodismo del siglo pasado, del siglo XX, con personajes como Luis

Tejada y luego Felipe González Toledo, se va realmente creando una especie de


30

dirección de estilo y de búsqueda de enfoque, que entonces configuran una tradición

de crónicas; pero los personajes, no se dan por generaciones enteras. Por cada

generación hay uno o dos que representan el conjunto y mantienen esa noción del

relato, que vuelve a vincularse con el relato épico. Recordemos La Ilíada y La Odisea,

son crónicas, relatos. (Donado, 2003, p, 63)

En los años treinta el periodismo sufre un retroceso y el contenido partidista parece

volver a ser el principal protagonista de las salas de redacción en Colombia. En escena

aparecen los periódicos El Siglo, La Razón y El Liberal sin mayores aportes para el medio y

sin mayor inclusión de la crónica en sus páginas. Durante esta década son pocos los

llamados a ser protagonistas de la crónica. Sin embargo, algunos nombres se destacaron

dentro de las pocas publicaciones que abrieron su espacio al periodismo narrativo:

Alejandro Vallejo, heredero del estilo del cronista Luis Enrique Osorio de los años veinte;

Juan Lozano, militar, político y periodista que documentó la batalla de Güepi mientras

combatía; Germán Arciniegas quien empezó a colaborar desde Estados Unidos y Europa

para el periódico El Tiempo, y por último Álvaro Pérez, quien escribió a finales de la

década intimas historias sobre los personajes anónimos de Bogotá para la revista Cromos.

A finales de los años treinta aparece la revista gráfica Estampa, revista que

contribuyó al crecimiento y modernización de periodismo y abrió nuevamente un espacio

para la crónica. Es importante destacar la participación en Estampa de Emilia Pardo una de

las primeras mujeres que se dedicó al oficio de la reportería, oficio que hasta entonces era

exclusivo para los hombres.

En las décadas de los cuarenta y cincuenta el país llega a la cumbre de la violencia

política; sin embargo son los años en que el periodismo logra construir un verdadero

proceso de modernización a nivel técnico y de estilo. En esta época se consolidan los


31

grandes protagonistas de la crónica: José Joaquín Jiménez Ximénez, Pavlo Zarre, Hernando

Téllez, Ernesto Camacho Leyva, Lucio Duzan, Rafael Eslava, Felipe González Toledo,

Jorge Moreno Clavijo, Álvaro Sanclemente, José Antonio Osorio Lizarazo y Jairo Zea,

entre otros.

En los años cincuenta y sesenta con la aparición y boom del Nuevo Periodismo en

Estados Unidos la crónica se convierte en un ejercicio mucho más consciente, estructurado

y literario. Truman Capote con su novela de no ficción A Sangre Fría (1965) y Tom Wolfe

con The New Journalism (1973) permitieron que esta corriente, que incluye a la crónica en

su interior, adquiriera un verdadero sentido literario y académico para los ojos del mundo.

Es en la época de García Márquez, Cepeda Samudio, González Toledo, Apuleyo

Mendoza y Santamaría, cuando la crónica logra consolidarse como un género sólido dentro

de las páginas de los periódicos y el mundo literario del país. Estos autores le abrieron paso

a la nueva generación de cronistas colombianos que gozarían de las bondades y estatus del

género a finales del siglo XX e inicios del XXI: Pedro Claver Téllez, Juan Gossaín, Daniel

Samper Pizano, Juan José Hoyos, Antonio Morales, y Alberto Salcedo Ramos entre otros.
32

Crónica Roja

La crónica roja tiene su origen en Francia con los llamados faits- Paris lo cual hace

referencia a los sucesos o chismes que se propagaban con el voz a voz y que muchas veces

terminaban siendo una mezcla de realidad y ficción. A pesar de esto, el fenómeno

evolucionó hasta convertirse en los Fait divers: crónicas serias, de hechos escandalosos,

que sumaron fuerza, estilo y refinamiento literario a la prensa francesa. William Ramírez

Tobón (2001) hace el siguiente acercamiento en torno a los Fait divers:

Ha sido la cultura francesa la que con su habitual refinamiento conceptual ha logrado

darle al tema un tratamiento cercano al de los grandes géneros literarios. Ya en la

primera mitad del siglo XIX, los faits-Paris o canards que representaban los rumores,

las "bolas" que se ponían a circular entre las gentes con su ambigua mezcla de verdad

y fantasía, llamaron la atención de Balzac. Pero es en el último tercio del siglo XIX,

cuando los faits divers hacen su entrada ilustre en la lengua francesa con Mallarmé,

quien publica, bajo el título de Grands faits divers, "textos que al lado de alusiones

sobre el escándalo de Panamá nos hablan de hechos tan diversos como la Magia del

Verbo y la confrontación del Poeta con el Trabajador manual". No será sino mucho

después, en 1954, cuando gracias a unas breves notas de Merleau-Ponty se tendrá una

nueva semblanza de los faits divers al calificar como tales tanto el hecho testimonial

de él mismo haber presenciado el suicidio de un hombre en una estación de tren en

Italia, como el drama leído en un periódico o los petits faits vrais de Stendhal. Diez

años después, en 1964, Roland Barthes tratará de definir la estructura de los faits

divers como unidades dotadas de una información total, inmanente, que al contener

en sí todo su saber no remiten a ningún otro conocimiento externo para explicarse a

sí mismos y ser lo que son: estructuras cerradas que le dan al consumidor, mediante
33

su lectura, todo lo que es posible darle. Para Barthes es la inmanencia de tal estructura

cerrada lo que define a los faits divers. Pero ¿qué pasa dentro de ésta? Un ejemplo, el

más sencillo posible, nos lo dirá, según Barthes: "acaban de hacerle la limpieza al

Palacio de Justicia. Esto no tiene mayor importancia. No lo habían hecho desde hace

cien años. Esto es un fait divers4 (Ramírez, 2001, p, 1-2)

La crónica roja fue también llamada de sucesos o policial. Este tipo de crónica

apareció a finales del siglo XIX, siglo que se caracterizó por la violencia que vivió el país.

Colombia fue protagonista hacia finales de siglo de la guerra civil de 1876 y 1877, la guerra

civil de 1884 y 1885, la guerra civil de 1895 y la Guerra de los Mil Días. Todas estas

guerras de orden político e ideológico serían los antecedentes de lo que se conoce

históricamente como la Violencia.

Los hechos violentos y de orden público cobraron en aquella época la misma

importancia que los hechos políticos y fue así como surgió la necesidad de crear un espacio

que ofreciera la narración de estos hechos. Allí surgió la crónica roja en Colombia.

Francisco de Paula Muñoz Hernández periodista, escritor, profesor y funcionario

público se considera uno de los primeros en incursionar en la crónica roja al participar en la

investigación de uno de los más terribles crímenes ocurridos hasta entonces en la región. A

partir de las pesquisas realizadas escribió la historia de acuerdo a como se iban

desarrollando las indagaciones. El Crimen del Aguacatal fue escrito antes del Nuevo

Periodismo, mucho antes de Truman Capote y su A sangre fría; el relato de los hechos

ocurridos en la noche del martes 2 de diciembre de 1873 concuerda con las características

de la crónica roja.

4
Se conserva la puntuación del texto original.
34

El primero que acudió al llamamiento fue José María Álvarez (Carpio). Impuesto por

García de lo que éste había observado, se asomó por la misma ventana de la alcoba,

con mucho temor, y vio un cadáver tendido en el suelo y recostado a una batea

suspendida debajo de la cama de la señora Echeverri. Muy sorprendido, se dirigió a

la otra ventana que estaba abierta y halló en ella, llorando y gritando, a un niñito de

tres a cuatro años, hijo de Virginia Álvarez. Este niñito hacía esfuerzos como para

salirse por entre los balaustres de la ventana. Álvarez distinguió dos o tres cadáveres

más de los que estaban en la sala. Cada vez más asustado se dirigió inmediatamente

a la puerta, le aplicó dos dedos, se entreabrió ésta y al propio tiempo el niñito que

hemos dicho llama Manuel Salvador saltó a una tarima, y de ésta por sobre los

cadáveres para asirse a las piernas de Álvarez y escaparse corriendo por la puerta

entreabierta. Otro niño como de un año de edad, el hijo de Marucha, estaba sentado

junto al cadáver de su madre. Después de abrir más la puerta, y de observar el número

de cadáveres cuya posición explicaremos luego, tomó este otro niño, retrocedió y

volvió a cerrar la puerta. Álvarez notó que al entreabrirla cedió un poco el brazo

derecho de Virginia, que era la más inmediata a la puerta, brazo que la obstruía en

parte. Aterrorizado con aquel espectáculo de desolación y de sangre, comenzó a pedir

socorro en voz alta con los que habían concurrido ya, y se hallaban en la parte de

afuera. Se tomó la precaución de no dejar penetrar a nadie en la casa, hasta que no

estuviera presente la autoridad más inmediata que era el señor Inspector de policía de

Aguacatal; pero antes de que éste llegara se presentó el presbítero Francisco Naranjo,

capellán de la pequeña iglesia de San Blas, para cumplir con los deberes de su

ministerio si aún había necesidad de ellos. (Muñoz, 1874, p, 28-29).


35

El escritor José María Cordovez Moure en sus Reminiscencias Santafé y Bogotá

escribió una detallada crónica sobre los hechos criminales que ocurrieron en Bogotá desde

el año 1850, entre estos se encuentran saqueos, robos y asesinatos. Esto le valdría a

Cordovez Moure ser el pionero de la crónica roja en el país.

El primer crimen que escandalizó a esta sociedad en la época a que nos referimos, por

los caracteres de atrocidad y premeditación que revistió, fue el asesinato del

presbítero Dr. Francisco Tomás Barreto, que vivía en la antigua Calle del Arco

llamada así, por el puente elevado que unía el convento de franciscanos con la iglesia

de la Tercera, lo que daba a esa localidad un aspecto sombrío, que después se cambió

en siniestro, por el crimen de que tratamos. Subsistió aquella preocupación hasta el

año de 1863 en que se demolió la inútil antigualla colonial, que hizo decir al espiritual

Bernardo Torrente, que en Bogotá había un puente que sólo servía para pasar por

debajo de él.

En el año de 1828 vivía el presbítero Barreto en la casa que hace frente a la antigua

calle llamada de Los Carneros, o sea bajando por la iglesia de La Tercera, hasta dar

frente a dicha calle después de atravesar la nueva que prolonga la antigua de Florián.

La casa número 146 de la calle 16 tenía portón que daba entrada a un patio, alrededor

del cual, por los lados de Oriente y Sur, estaban las habitaciones.

Aquel sacerdote tenía fama de acaudalado, y sin embargo, vivía en esa parte, entonces

aislada de la ciudad, acompañado de un muchacho que le ayudaba a misa, atenido

sólo al respeto que inspira el estado sacerdotal, y a una buena lanza colocada cerca de

la cabecera de la cama, sin pensar que esa manera de vivir constituía una tentación

permanente para los malvados.


36

Entre ocho y nueve de una noche golpearon en la casa; se preguntó quién era, y como

contestaran "la Pinto", abrió la puerta el muchacho. Los asesinos entraron en tropel,

y sin más preámbulos acometieron a puñaladas al presbítero Barrero, que estaba

merendando: éste alcanzó a coger la lanza; pero uno de los asesinos se la quitó,

tomándola por el asta, cortándole con el filo los dedos de la mano, al arrebatársela. El

muchacho, en quien los asesinos no se fijaron, fue a dar aviso al cuartel de Húsares,

que era la casa que pertenece a la familia Valenzuela. El único móvil de este crimen

fue robar al doctor Barreto, después de asesinarlo. (Cordovez, 1899, p. 91-92)

El periódico La crónica fue el espacio donde el género empieza a aumentar su

presencia. Dentro de sus páginas los relatos se clasificaban teniendo en cuenta la magnitud

del evento y se presentaban como: sucesos de género grande y sucesos de género chico.

La crónica fue para el pueblo su página de La vida social5. En los principales diarios

del país se narraron las tragedias, tristezas y altercados protagonizados por los humildes

habitantes de la periferia bogotana. Estos relatos se construyeron con profundo dramatismo,

teatralidad y sensacionalismo resaltando los nombres y pormenores de sus protagonistas.

La clase alta también figuró en este tipo de relatos, sin embargo estos fueron

construidos con decoro y respeto, guardando el buen nombre de aquellos que figurarían en

sus páginas.

La crónica roja alcanza su más alto estándar y estilo literario con Felipe González

Toledo periodista bogotano que por su talento y rigurosidad permitió que el género escalara

una posición respetable dentro del mundo periodístico y literario. Sus crónicas se

5
La vida social es el nombre de la sección del periódico El Tiempo en el siglo XX donde aparecen reseñados
los eventos importantes en la vida de los personajes de la alta sociedad.
37

caracterizaron por el profesionalismo, la veracidad y una estética que dejaba vislumbrar la

profundidad humana en sus relatos.


38

Cinco cronistas del siglo XX

Ismael Enrique Arenas

Ismael Enrique Arenas nació en Zapatoca, Santander en el año 1915. En 1936 salió

de Santander rumbo a la capital del país para trabajar en la sección de judiciales del diario

El Tiempo. Ismael Enrique Arenas murió el 26 de enero de 2002 a los 87 años.

José Antonio Osorio Lizarazo

José Antonio Osorio Lizarazo nació el 30 de diciembre de 1900 en la ciudad de

Bogotá y se graduó de bachiller en el colegio de San Bartolomé en el año de 1916. Sus

crónicas aparecieron en los periódicos Mundo al Día, El Tiempo, en el Semanario Sábado,

en El Diario Nacional y en el periódico Jornada. José Antonio Osorio Lizarazo murió el 12

de Octubre de 1964 en Bogotá.

José Joaquín Jiménez - Ximénez

José Joaquín Jiménez nació en Bogotá un 19 de diciembre del año 1915. A los 16

años inició su carrera periodística en el diario Mundo al Día y poco tiempo después ingresó

a trabajar en el periódico El Tiempo donde llegaría a ser conocido como el gran cronista

Ximénez. José Joaquín Jiménez murió el 6 de Febrero de 1946 en la ciudad de Bogotá.

Felipe González Toledo

Felipe González Toledo nació en Bogotá el 27 de Julio de 1911 y fue reportero

desde los 19 años. Su carrera se desarrolló en los diarios El Liberal, La Razón, El


39

Espectador, El Tiempo y la Revista Sucesos. Felipe González Toledo murió el 31 de agosto

de 1991 a los 80 años de edad.

Pedro Claver Téllez Téllez

Pedro Claver Téllez Téllez nació el 28 de octubre del año 1941 en Jesús María en el

departamento de Santander. Comenzó su carrera como cronista en el periódico El

Occidente más tarde trabajaría en El pueblo y en la Revista Cromos. Pedro Claver Téllez es

el único de los cinco cronistas que hace parte de este estudio que aún se encuentra con vida.
40

Del periódico a la Revista

En el siglo XVIII periódicos y revistas se convierten en parte del fenómeno que en

diferentes latitudes aparecieron para informar y deleitar a los lectores. Colombia no fue la

excepción y su historia de periodismo se escribió desde aquella impresión y distribución del

Aviso del terremoto en 1785, en su época de Virreinato.

El periódico apareció en Colombia con una obligada filiación política y se formó en

torno a los intereses de los partidos políticos y del gobierno de turno. Fue necesario algo

más de un siglo desde la aparición del periodismo en Colombia para que este pudiese

encontrar un camino de independencia.

A diferencia del periódico la revista aparece con el propósito de difundir la cultura,

la literatura y ofrecer un espacio al público femenino dentro de la prensa.

En 1836 apareció la primera revista La Estrella Nacional y su primer artículo se

tituló Novelas, con lo que se encontró el lector fue un ensayo en torno a diversos aspectos

de la novela en Colombia. Pero faltaría mucho tiempo antes de que la revista o Magazine

pudiese encontrar un público interesado en la cultura más que en el debate político.

Y ese momento llega entre 1880 y 1910 con la aparición de publicaciones como: la

revista Gris en 1892 con textos de José Asunción Silva, José Martí y de Sanín Cano, entre

otros; en 1903 aparece el Semanario La Gruta dirigido por Rafael Espinosa Guzmán; Sanín

Cano crea en 1905 la Revista Contemporánea en un esfuerzo por continuar el camino que

labró en la revista Gris;

En 1915 El Espectador busca un nuevo espacio para promover aquellos textos de

índole cultural que normalmente no tenían cabida en la edición regular del periódico y así

aparece La Semana, un lugar donde la literatura y el arte encontraron eco. Más tarde pasaría

a llamarse Suplemento literario en los años veinte, para finalmente adoptar el nombre de
41

Magazine Dominical en 1947 bajo la dirección de Guillermo Cano y la colaboración de

Eduardo Zalamea Borda.

Entre 1950 y 1953 el Magazine Dominical fue uno de los medios más importantes

para la crónica literaria. Fue en esta época y bajo la dirección de Álvaro Pachón de la Torre

y Guillermo Cano que desfilaron por sus páginas los principales cronistas y escritores del

momento. El Magazine tenía en su nómina a: Eduardo Zalamea Borda, Felipe González

Toledo, Elisa Mujica, Arnold Juliao, Gustavo Wills y Carlos Villar Borda, entre otros.

El material que circulaba en el Magazine oscilaba entre crónicas, cuentos, novelas

por entregas, reportajes extranjeros y material de variedades.

Pachón de la Torre y González Toledo fueron los colaboradores insignia del

magazín con sus crónicas de diferentes temáticas pero con un estilo particular e interesante.

El 15 de enero de 1916 apareció la primera edición de Cromos, una revista gráfica,

interesada en la cultura y los cambios sociales que se gestaban en la época. Cromos en sus

inicios fue una revista pensada especialmente para un público femenino con temas en torno

al hogar, la belleza y la moda. Con el transcurso del tiempo Cromos evolucionó a un

modelo de revista enfocada a un público más amplio y con intereses variados, fue en este

momento en el que la crónica empezó a invadir sus páginas y los autores más importantes

del siglo XX entraron a hacer parte de su equipo.

En 1943 se crea el Semanario Sábado bajo las órdenes de Plinio Mendoza Neira y

Armando Solano y con un tinte netamente liberal con énfasis en la cultura, la crítica y la

crónica. En la corta vida del Semanario desfilaron por sus páginas cronistas, dramaturgos y

escritores como José Joaquín Jiménez, Hernando Téllez, José Antonio Osorio Lizarazo,

Josefina Lleras, Luis Enrique Osorio, Gabriel García Márquez y Pablo Neruda, entre otros.
42

Sábado apareció por primera vez el 17 de julio de 1943; es decir, en el comienzo del

ocaso de la República Liberal. La ubicación viene al caso porque, si bien muy lejos

del espíritu partidista y del sectarismo, el semanario surge como manifestación del

entusiasmo democrático del liberalismo gobernante. Un entusiasmo no compartido

en el ejercicio político, y menos por el presidente Alfonso López Pumarejo. Pese a

ello, sus fundadores, Plinio Mendoza Neira y Armando Solano, dos liberales

doctrinarios, plantean más un liberalismo cultural que un liberalismo político.

Infortunadamente, ese proyecto de liberalismo cultural, más realizable que definible,

tenía que sufrir las contingencias de un período de nuestra historia en extremo

convulsionado, política y socialmente violento. Más que un analista crítico de la

violencia, Sábado irá padeciendo y reflejando, cada vez más evidentemente, la

represión que dio al traste con ese proyecto liberal inicial. (Torres, 1991, p, 2)

Fig. 3: Revista Estampa. Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA, 1946)


43

A finales de 1938 Fernando Martínez Dorrien funda la revista gráfica Estampa

inspirada en las grandes publicaciones de Estados Unidos. La dirección de la revista estaría

a cargo de Jorge Zalamea Borda, escritor colombiano y amigo personal de Martínez

Dorrien, hasta 1940 cuando sería remplazado por José Umaña Bernal.

Estampa hizo parte de las revistas que contó con aportes literarios y periodísticos de

los más importantes exponentes de la época.

El Semanario Ilustrado rompe definitivamente los esquemas de las revistas hasta

ahora publicadas en el país. Supera incluso a muchas revistas extranjeras y en sus dos

primeros años, sobre todo en cuanto a su diseño y propuesta editorial. Podríamos

afirmar que está definitivamente encaminada hacia aquello que ahora denominamos

modernidad. El grupo de colaboradores había sido escogido de antemano asegurando

la calidad de su contenido: Lucio Duzán (posteriormente. y durante años, periodista

de El Espectador) se encargaría de los reportajes políticos; Leo Matiz haría fotografía:

León de Greiff escribirá comentarios y recomendaciones sobre música: Otto de Greiff

elaborará artículos varios: Ximénez (José Joaquín Jiménez) dotado de un excelente

humor haría crónicas: Alejandro Vallejo. reportajes y crónicas: Hernando Téllez.

afilada pluma. colaboraría con escritos y traducciones: Sergio Trujillo indicará la

pauta gráfica. Atentos están. además. Alberto Lleras. Jorge Eliécer Gaitán. Plinio

Mendoza Neira. Edgardo Salazar Santacoloma. Eduardo Carranza. Arturo Camacho

Ramírez. Juan Lozano y Lozano. Eduardo Zalamea y Germán Arciniegas. entre otros
44

de los más ilustres poetas, escritores, pintores y hombres de política. 6 (Montaña,

2000, p, 4-5)

6
Se conserva la puntuación original.
45

De lo histórico y literario en la crónica periodística

La crónica ha madurado a través de la historia de la humanidad gracias a que su

composición flexible le permite moverse sin dificultad entre la literatura y el periodismo.

En nuestro continente podemos rastrear el primer bosquejo del género en los

códices prehispánicos, allí se consignaron los hechos y fechas más importantes del imperio

Azteca7.

Con el trascurrir de los años se hizo visible el aumento en la complejidad de las

crónicas, las cuales en un principio habían servido de bitácora para salvaguardar

información básica. Álvaro Matute (1991) nos habla sobre cómo la crónica floreció en la

Edad Media encaminada por el deseo de narrar hechos monográficos, lo que le permitió

concretar y separar los acontecimientos, lugares y fechas. Siglos más tarde y en un

continente diferente la crónica se convirtió en el protagonista definitivo para ilustrar la

conquista del denominado Nuevo Mundo.

La crónica se amarra a lo histórico y a lo literario para crear un nuevo género, quizá

más cercano a las necesidades del hombre moderno, que busca escuchar diferentes voces y

ver diferentes rostros en un mismo hecho.

¿No sería acaso la crónica un género de la historiografía más que de la Literatura? O,

si respetamos la etimología de los vocablos, ¿Puede una especie pertenecer a dos

géneros, el literario y el historiográfico? Aún más: ¿ cómo es que la crónica ha pasado

a ser un género literario, puesto que si consideramos su origen, la crónica no sólo era

7
En el Códice Tira de la Peregrinación se encontraron hallazgos de la salida del pueblo azteca de la ciudad
de Aztlán. En este Códice se entreteje una historia mítica inconclusa que se presume se perdió en el tiempo.
(White, 1973, p, 5)
46

parte de la poesía (en el sentido general que hoy damos al concepto de literatura), sino

que también se la tenía por cosa separada de la historiografía. (Mignolo, 1981, p, 358)

La crónica se ha encargado de narrar, bajo su particular tratamiento, los hechos que

han desestabilizados las estructuras sociales a lo largo del mundo: modernización,

violencia, luchas de género y procesos migratorios.

La crónica, texto fronterizo o escritura a la intemperie como le llama Rossana

Reguillo (2002), le permite a la realidad alcanzar la estética literaria del cuento sin perder

los principios periodísticos, por medio de la oposición de imágenes que emergen del relato.

La crónica reconstruye los dialectos sociales y al obturar la contención entre lo

objetivo y lo subjetivo se disemina como forma de relato. Sus territorios no son

solamente los del periodismo o los de la literatura, avanza en legitimidad también en

el discurso producido desde las ciencias sociales. Hay una arquitectura del discurso

comprensivo que rompe la barrera ortopédica de la desimplicación. La crónica es un

texto que se implica en lo que narra, en lo que explica.

Poco a poco en la escena del “nuevo periodismo” y también en el ámbito de las

ciencias sociales en el campo de los estudios culturales, gana espacio y visibilidad

esta forma discursiva que, al tiempo que busca el análisis de la realidad social, quiere

convertirse en eficaz y estético dispositivo de reflexividad. Lo “narrativo” antes

condenado a la extratextualidad (a la página izquierda, como decía Wittgenstein), hoy

irrumpe en el cuerpo principal del texto periodístico e incluso del texto académico,

acostumbrados a observar sin ser vistos y a controlar sin aparentar control. (Faldo,

2007, p, 45)

La crónica ha permitido que las fronteras de género se estrechen al tomar prestado

de la literatura y la historia su esencia discursiva y al apropiarla a las necesidades actuales


47

de la humanidad; sin olvidar los fines que cada una de estas tiene y la independencia y

veracidad que busca el periodismo.


48

Marco conceptual

Con el fin de facilitar la interpretación que se haga del presente proyecto de grado,

se definirán los términos y conceptos claves que hacen parte del mismo y que llevarán al

lector a tener una mejor comprensión de los temas tratados.

Periodismo

Según la Real Academia de la Lengua la palabra periodismo viene de la raíz de

periódico e -ismo. Y tiene dos acepciones:

1. m. Captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información

en cualquiera de sus formas y variedades.; 2. m. Estudios o carrera de periodista.

Para el periodista y escritor Gabriel García Márquez ¨el periodismo es literatura

con la vida adentro.¨ (RPP Noticias, 2012)

Ryszard Kapuscinski decía que: “El trabajo de los periodistas no consiste en pisar

las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a

ocultarse.¨ (La Nación, 2013)

Mario Vargas Llosa apunta: “El periodismo, tanto el informativo como el de

opinión, es el mayor garante de la libertad, la mejor herramienta de la que una sociedad

dispone para saber qué es lo que funciona mal, para promover la causa de la justicia y para

mejorar la democracia” (El País, 2006)

Para Leila Guerreiro, una de las grandes cronista de la actualidad: “El periodismo

objetivo es la gran mentira del universo. Todo es subjetivo”. (Jot Down, 2016)

Polifonía
49

Según la Real Academia de la Lengua la palabra polifonía viene Del gr.

πολυφωνία polyphōnía 'variedad de tonos'.

1. f. Mús. Conjunto de sonidos simultáneos en que cada uno expresa su idea

musical, pero formando con los demás un todo armónico.

La polifonía a nivel literario se refiere a la capacidad que tiene un texto para

expresar las múltiples voces (individuos) que participan en el relato. Estas voces pueden

aparecer implícitamente para mostrar la forma de sentir y pensar de un grupo de personas.

El análisis del lenguaje en su totalidad, conduce al análisis translingüístico, es decir,

a la polifonía, al conjunto de las "voces"; en las que aparecen relaciones lógicas. En

este sentido, Bajtín (…) rechaza la concepción de un ser individualista y privado; el

hombre es esencialmente social, cada individuo se constituye como un colectivo de

numerosos "yoes" que ha asimilado a lo largo de su vida, algunos de los cuales

provienen del pasado; estos "yoes" se encuentran en los lenguajes, las "voces"

habladas por otros y que pertenecen a fuentes distintas. (Noval, 2010, p, 142)

Crónica

Según la Real Academia de la Lengua la palabra crónico, ca proviene del lat.

chronĭcus, y este del gr. χρονικός chronikós; la forma f., del lat. chronĭca, y este del gr.

χρονικά [βιβλία] chroniká [biblía] '[libros] que siguen el orden del tiempo.

1. adj. Que viene de tiempo atrás.; 2. m. crónica.; 3. f. Narración histórica en

que se sigue el orden consecutivo de los acontecimientos.; 4. f. Artículo periodístico o

información radiofónica o televisiva sobre temas de actualidad.


50

La crónica es un relato de orden periodístico, literario e histórico que abarca un sin

número de disciplinas y artes. En él se consignan hechos reales narrados con el estilo

literario que suele encontrarse en el cuento y la novela.

Crónica de sucesos

La crónica de sucesos es un relato con estilo literario basado en hechos reales y

fruto de una investigación periodística que narra actos violentos o criminales. También

llamada crónica roja, está íntimamente ligada a la sección política y judicial de los

periódicos.

Los orígenes del término se encuentran vinculados a la Santa Inquisición en

México.8 En 1526 se enjuiciaba a aquellos hombres y mujeres que habían ofendido la

gracia de la Santa Inquisición mediante la realización de cabildos. Más tarde se

proclamaban edictos que eran colgados en las puertas de las iglesias, en estos se

consignaban las decisiones del tribunal.

En los edictos de la Santa Inquisición predominaba un sello rojo que simbolizaba la

autoridad de la iglesia lo que contribuyó a que se acuñara el término nota roja, el cual más

tarde se convertiría en crónica roja.

Bajo estos edictos se ejecutaron y castigaron hombres y mujeres por doscientos

noventa y seis años, tiempo durante el que la Santa Inquisición ejerció poder.

8
El origen del término crónica roja se basan en los estudios realizados por la Investigadora María del Carmen
Ruiz Castañeda en el libro La Biblioteca Nacional de México. Testimonios y documentos para su historia.
2004.
51

Cronista

Periodista con cierta filiación narrativa y poética encargado de investigar y redactar

las crónicas de las diferentes secciones de los periódicos. La mayoría de las veces son

personas de gran tradición y experiencia en el quehacer periodístico formados empírica o

académicamente.
52

Capítulo 1. ¿Por qué los cronistas?

Fueron los cronistas judiciales quienes adornaron sus relatos con detalles del

ambiente y de los personajes, y los periodistas que tenían una formación literaria los

que marcaron una forma diferente de hacer periodismo, alejada de la prosa partidista

y de las noticias. Esta forma de narración tiene una relación directa con la literatura y

marcó la construcción del estilo de los literatos, quienes tenían una forma de reflexión

inexplorada, que los obligaba a tener contacto con la realidad. El periodismo fue

definitivo en la consolidación del Modernismo y también fue definitivo para la

literatura colombiana, en la que la mayoría de los escritores fueron también

periodistas. (Puertas, 2009, p, 14)

A mediados del siglo XX Colombia se encontraba bajo un grave enfrentamiento

entre los jefes políticos de los partidos Conservador y Liberal que trascendió a las ciudades

y pueblos y llevó al país a sumergirse en una sangrienta batalla que alcanzaría su cúspide

con la muerte del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948. En este marco

social y político la Crónica Roja se reseña como uno de los géneros de mayor acogida para

los lectores de la época, quienes no le perdían la pista a las historias que los cronistas de

diferentes diarios les ofrecían sin escatimar detalle.

Estos cronistas desarrollaron un papel fundamental en los hechos ocurridos durante

la época de la Violencia en Colombia, pues no solamente eran los encargados de difundir

los relatos de lo que acontecía sino que también investigaban, recolectaban pruebas,

seguían sospechosos y en ocasiones facilitaban la captura de los criminales.

Pero los cronistas no solo escribían sobre hechos violentos también eran los

encargados de darle voz a esos personajes anónimos que recorrían la ciudad con sus
53

particularidades. O sobre los lugares que aun perteneciendo a lo cotidiano tenían un matiz o

historia especial que mostraba la idiosincrasia colombiana.

Eran los cronistas de la época observadores profundos, sabuesos sagaces y

aventureros incansables. Su búsqueda de la verdad los llevaba a deambular hasta altas horas

de la noche por los juzgados, comisarias, cafés y salas de redacción. A pesar de lo duro del

oficio y los riesgos que enfrentaban eran profesionales comprometidos y honestos

dispuestos a sacrificar su vida por las historias que contaban.

En esta investigación se hizo un acercamiento a cinco exponentes de la crónica roja,

solo cinco entre todos aquellos valientes que ejercieron el oficio durante el siglo XX, cinco

que con sus letras engrandecieron el género y resguardaron importantes momentos de la

historia del país.

La escogencia de estos autores se fundamenta en los aportes que los mismos

hicieron a la crónica roja a nivel literario e histórico. José Joaquín Jiménez, Felipe

González Toledo, José Antonio Osorio Lizarazo, Ismael Enrique Arenas y Pedro Claver

Téllez Téllez lograron llevar el género de la crónica un peldaño más arriba gracias a la

riqueza de sus estilos que se fusionaban entre lo periodístico y lo literario, a las técnicas

narrativas donde predominaba la imaginación y los detalles que ningún otro había reseñado,

el lenguaje sonoro, lírico y elegante que contrastaba con los crudos hechos que se narraban

y especialmente su capacidad de registrar los cambios sociales y políticos que afectaron a lo

largo del siglo XX a Colombia.

A continuación se hace un acercamiento a la vida de cada uno de los cronistas que

hacen parte de esta investigación con el fin de esclarecer un poco más las razones que

llevaron a su escogencia.
54

1. 1. José Antonio Osorio Lizarazo

José Antonio Osorio Lizarazo nació el 30 de diciembre de 1900 en el barrio de Las

Nieves en la ciudad de Bogotá y se graduó de bachiller en el colegio de San Bartolomé en

el año de 1916 gracias a los esfuerzos de su padre, un humilde carpintero, que buscaba la

mejor educación para su familia.

Osorio Lizarazo pese a los deseos de sus progenitores de ofrecerle una educación

universitaria y por ende mejores oportunidades de vida se fue en búsqueda de aventura en

Caldas y fue así como terminó trabajando en varias minas de oro y en fincas cafeteras de la

región.

Su primer trabajo periodístico fue sobre el General Benjamín Herrera para un

periódico en Manizales. Esta primera colaboración le abrió las puertas para escribir

editoriales en diferentes medios de la ciudad. El éxito de esta primera labor periodística le

hizo tomar la decisión de fundar su propio periódico sin embargo muy pronto se dio cuenta

del fracaso de su empresa y decidió regresar a Bogotá.

En su retorno a la capital se encontró con que el recién fundado diario Mundo al Día

era propiedad de su amigo el poeta Delio Seraville y de Arturo Manrique y ve ante sí la

oportunidad de seguir ejerciendo su nuevo oficio. Osorio de 23 años empieza entonces a

colaborar en el diario con un folletín que daba cuentas de la sociedad bogotana y sus

extravagantes personajes. Para estas crónicas el escritor se convirtió en una suerte de

detective de la sociedad capitalina: formulaba hipótesis, dejaba preguntas abiertas con la

intención de abrir el camino de la reflexión pero sobre todo retrataba la cara más oscura de

la ciudad, característica que se vería reflejada en su trabajo literario años más tarde. Las

crónicas del Mundo al Día fueron reunidas en 1926 y publicadas en el libro La cara de la

miseria. Osorio Lizarazo se movió a través de los más importantes diarios de la capital
55

dejando en todos ellos un estilo realista que buscaba mostrar la vida y el dolor del pueblo

con una narrativa rica en metáforas crudas y una crítica mordaz que en ocasiones rayaba en

lo grotesco.

En mayo de 1929 Osorio Lizarazo escribe para la revista Cromos el reportaje

Conversando con Esteban Huertas quien fue General en la Guerra de los Mil Días y un

importante protagonista en las estrategias secretas que desencadenarían la separación de

Colombia y Panamá. Juan José Hoyos en La Pasión de Contar (2009) reseña este reportaje

como una magistral pieza de ironía y belleza; como un relato escrito con un estilo limpio,

reposado, preciso, inteligente, y a la vez lleno de ironía y color:

El parque Santa Ana en la hora cálida del anochecer. En las bancas, paseantes de

todos los países del globo, que se airean el rostro con los sombreros. En el centro,

cuatro bustos de Libertadores de la República, con la clásica leyenda en sus

pedestales: ¨La patria agradecida¨. A mi lado, Esteban Huertas. Ambula conmigo a lo

largo de la Avenida Central. Las vitrinas de los indostanés y de los chinos nos ofrecen

con ineficacia su inútil bisutería: pipas y bibelots de marfil, sedas, perfumes

falsificados. El ruido de las ciudades se desencadena sobre nuestros oídos. Ese ruido

más multiforme aquí que en ninguna parte: autos, coches del siglo pasado, camiones,

tranvías y la babilónica algarabía de marinos yanquis, filipinos, españoles, franceses,

que invaden la calle y procuran interpretar los gestos ambiguos de los chinos de ojos

adormilados. Estoy fregao, dice el general Huertas. Todo el mundo me saluda. ¡Soy

tan conocido! ¡Si pudiera cambiarme la cabeza! Es una barbaridá. (Osorio, 1929, p,

1)
56

Sus publicaciones más importantes fueron consignadas en el periódico El Tiempo,

en la revista Sábado, en El Diario Nacional y en el periódico Jornada, medio que

promovió y difundió el movimiento liberal de Jorge Eliecer Gaitán.

En la vida de Osorio Lizarazo el ejercicio del periodismo siempre estuvo de la mano

con la literatura, una y otra disciplina se nutrieron y compaginaron gracias a las

experiencias investigativas y narrativas que compartían. Quizás por esto la crónica fue el

género periodístico en el cual más cómodo se sintió y el que lo llevó a recorrer el mundo.

Si bien en la mayoría de sus obras Bogotá es la protagonista, no se puede negar la

cercanía del escritor con la ciudad de Barranquilla lugar donde escribió: La casa de la

vecindad, El criminal y La cosecha. Barranquilla también fue el lugar donde se sitúa

Barranquilla 2132, una de las primeras novelas pertenecientes al género de la ciencia

ficción en el país.9

En 1952 se publicó Los días del odio, documento que registra lo vivido el 9 de abril

de 1948 con el asesinato de Gaitán y el levantamiento del pueblo, esta obra es una de las

más conocidas de José Antonio y quizás la mejor aceptada por la crítica.

En sus últimos años se dedicó a la vida diplomática fuera del país, lo que combinaba

con la labor de corresponsal para diferentes medios periodísticos. Junto a su trabajo como

cronista Osorio Lizarazo fue un prolífico novelista cuyo tema principal fue la ciudad de

Bogotá, la desigualdad social y la política.

En 1960 regresó al país, después de publicar en Chile el que sería su último trabajo

periodístico: Colombia, donde los Andes se disuelven. En 1962 Esso, empresa petrolera,

9
Una triste aventura de catorce sabios (1928) del escritos barranquillero José Feliz Fuenmayor es
considerada la primera novela perteneciente al género de ciencia ficción en Colombia, a esta la siguió la
novela del escritor bogotano José Antonio Osorio Lizarazo Barranquilla 2132 (1932) (Burgos, 1998).
57

patrocinadora del Premio Nacional de Novela le otorgó el más alto reconocimiento por su

novela El Camino en la sombra.

Entre sus novelas se encuentran: Hombres sin presente: novela de empleados

públicos (1938), El hombre bajo la tierra (1944) y Garabato (1939), entre otras. José

Antonio Osorio Lizarazo murió el 12 de Octubre de 1964 en la ciudad de Bogotá.

1.1.1. La obra de José Antonio Osorio Lizarazo

Yo he tenido la afición, un poco tonta y pesimista, de escarbar entre esas almas que presentaban

algo extraordinario o irregular, pero esta afición se ha situado por lo bajo y me gustan más esos espíritus

humildes y sinceros que llevan una pobre vida de privaciones y de dolor, que lo que se ha llamado gentes de

selección.

José Antonio Lizarazo.

José Antonio Osorio Lizarazo fue uno de los escritores bogotanos más prolíficos del

siglo XX; en sus crónicas y novelas se preocupó por retratar de forma estética y trasparente

los procesos sociales, culturales y políticos que influyeron en la construcción de la

identidad de los ciudadanos de la época.

Sus crónicas se publicaron en los principales periódicos del país lo que lo

catapultaría como uno de los grandes del género y más tarde lo llevaría a convertirse en un

importante novelista. En 1923 Osorio Lizarazo empieza a trabajar en el diario Mundo al

Día, lugar donde la labor periodística tomó otro camino al alejarse del tono político que

caracterizaba al periodismo de finales del siglo XIX al modificar la forma de ejercer el

oficio. Los periodistas de Mundo al Día lograron darle mayor importancia al análisis, a la

crítica y sobre todo abrieron un espacio real para la cultura del país. En este contexto

aparece un folletín seriado que daba cuentas de la sociedad bogotana con sus tragedias y
58

miserias. Este folletín era escrito por Osorio Lizarazo, un detective que se sumergía en lo

más profundo de la capital del país y convivía con los personajes de las crudas historias que

después plasmaba en el diario. Ya en ese entonces se podía vislumbrar la cercanía del

cronista con aquellos que no tenían voz y vivían la tragedia en carne propia.

José Antonio Osorio Lizarazo sitúo la mayoría de sus relatos en la ciudad que lo vio

nacer: Bogotá. Los grandes cambios de esta ciudad fueron recogidos en sus crónicas al

plasmar los efectos del modernismo en las calles, casas, paisajes y habitantes. La ciudad

aparece en cada escrito como un personaje más: moviéndose, mutando y ejerciendo poder

sobre aquellos seres que se aventuran a habitarla.

El estilo de la escritura de Osorio Lizarazo se caracterizaba por la precisión y la

fluidez; por el humor inteligente y la ironía limpia que dotaba a la prosa de un tono

particular e inconfundible. En sus crónicas se apropió de los recursos usados en las

entrevistas y los reportajes para darle ritmo, polifonía y fidelidad a sus historias.

Su sensibilidad se hace visible al hablar del drama que vive la gente del común al

enfrentarse con la injusticia del desplazamiento, del hambre y de la pobreza. Campesinos,

mineros, pobres, locos, borrachos y criminales son los protagonistas usuales de historias

reales que podrían hacer parte del más increíble libro de ficción.

En la vida de Osorio Lizarazo el ejercicio del periodismo siempre estuvo de la mano

con la literatura, una y otra disciplina se nutrieron y compaginaron gracias a las

experiencias investigativas y narrativas que compartían. Quizás por esto, la crónica fue el

género periodístico en el cual más cómodo se sintió y el que lo llevó a recorrer el mundo.

En la escritura periodística, Osorio Lizarazo no jugaba bajo las reglas normales del

periodismo, sus titulares no eran escandalosos, incorporaba diálogos de sus personajes lo

que hacía fluir la narración al incorporar varias voces a los relatos; dejaba de lado los
59

excesos retóricos para darle prioridad a los hechos sin olvidarse del componente emocional

y humano que atrapa al lector.

Llegó a Vélez, procedente de Bogotá con el encargo de acentuar la persecución contra

José del Carmen, otro militar de grandes ejecutorias, experto en estrategias y en

tácticas desde la revolución, el general N. Sánchez. Los azares de la vida, en los

álgidos periodos de la guerra civil, habían labrado una viva amistad entre el nuevo

jefe de las guardias militares y don Manuel Tejeiro, y esta circunstancia le hizo

concebir al desdichado padre la posibilidad de intentar un recurso supremo para salvar

a su hijo y para que sus ojos no pudieran tener la visión trágica de su cadáver después

de que su senectud había sido tan cruelmente maltratada por el de Lope. Fue el

caudillo conservador, en busca de informes, quien aprovechó el viejo afecto para

visitar a don Manuel y obtener informaciones sobre el prófugo incapturable a quien

debía matar, más bien que capturar, según las órdenes que habla recibido al salir de

Bucaramanga.

Evocaron, en el encuentro que don Manuel supo hacer efusivo, los días de la remota

intimidad. El general declaró después de manera enérgica, la crudeza de sus

determinaciones y la severidad de la comisión que se le había confiado. No podría

abandonar a Vélez sin dejar a José del Carmen en la cárcel, de donde lo conduciría a

San Gil, o sin alzar la victoria de su cadáver aunque lo obtuviese a costa de grandes

sacrificios. (Osorio, 1944, p, 6)

A pesar de las cualidades literarias de Osorio Lizarazo, la crítica no le dio el lugar

que correspondía, quizás porque su prosa se adelantaba a la época o por la constante

denuncia que en sus escritos encontraban y que amenazaba con desestabilizar las esferas

del poder.
60

A este rechazo de la crítica literaria, se suma el poco interés académico que a lo

largo del tiempo ha suscitado su obra. En los principales estudios sobre el género se le

menciona sin mayor trascendencia y las recopilaciones de crónicas que aparecieron a

principios de este siglo no cuentan con sus obras. Juan José Hoyos (2009) y Mary Luz

Vallejo (2006) le dedican algunas páginas en sus investigaciones sobre el periodismo

narrativo pero sin darle mayor trascendencia a su importante aporte en el desarrollo de la

crónica. Sin embargo esta última década trajo consigo nuevos intereses en el trabajo de

Osorio Lizarazo y con esto investigaciones y reediciones de sus novelas, lo que ha

permitido ponerlo nuevamente en el panorama literario del país.

Un digno destino para un periodista y escritor comprometido con las historias que

contaba, sus protagonistas y la verdad fruto de la investigación rigurosa que solo puede

hacerse desde las calles y cerca de la gente.

El valor de José Antonio Osorio Lizarazo en la literatura colombiana es visible en

los aportes que le hizo a la misma al relatar historias profundas, reveladoras, llenas de

humanidad, comprometidas y veraces pero sobre todo con la sencillez suficiente para llegar

a todos los lectores sin perder el estilo y la calidad narrativa que lo caracterizaban.

1.2. José Joaquín Jiménez Ximénez

José Joaquín Jiménez nació en Bogotá un 19 de diciembre del año 1915 en el seno

de una familia de clase media: hijo del médico y abogado Rafael Jiménez Triana y María

Antonia García.

Su abuelo materno fue el gran poeta y periodista José Joaquín Ortiz, importante

miembro y fundador del partido conservador colombiano. Sin embargo en el aspecto


61

económico la herencia era nula por lo que los Jiménez García tuvieron que luchar toda su

vida por conseguir medios suficientes para subsistir.

José Joaquín vivió desde los primeros años de su infancia la truculencia y la

invención al ser fruto de una unión aún no bendecida por Dios lo que lo llevó toda la vida a

mentir sobre su edad para conservar la virtud y honra de su madre.

José Joaquín abandonó tempranamente sus estudios de bachillerato, en el Colegio

Salesiano de León XIII, para colaborar con el sostenimiento de su familia. Gracias a la

ayuda de los amigos de su padre entró como operario en la Imprenta Nacional. Allí logró

desempeñar su labor con buenos frutos hasta que el gusano de la literatura se apoderó de él

y se arriesgó a robar los tipos de la imprenta con el fin de publicar por su cuenta su primer

libro de versos. Esta última empresa no fue llevada a cabo ya que fue descubierto y

despedido de la Imprenta Nacional.

No pasó mucho tiempo para que el espíritu aventurero de Jiménez se manifestara y

lo llevara a recorrer diferentes lugares de la geografía colombiana. Su travesía empezó en

Puerto Liévano, Cundinamarca, donde ejerció como operario de carpintería; luego llegaría

a Ponedera, Atlántico, donde ocupó el cargo de celador de rentas departamentales, hasta

llegar a San Andrés, como oficial mayor del gobierno intendencial donde más tarde, con tan

solo 16 años, sería promovido a secretario.

Gracias a estos viajes José Joaquín se preparó para lo que más adelante sería su

carrera como reporter, ya que estas experiencias nutrieron su joven imaginación y su

creciente deseo por pertenecer al mundo literario.

Con tan solo 17 años y de regreso a Bogotá logra que el periódico Mundo al Día

publique sus primeros ensayos periodísticos, relatos de viajes y unos cuantos versos. Entre

estos últimos se encuentra el titulado Joropo del voluntario, verso que lo llevaría poco
62

tiempo después, y en medio de una anécdota tan peculiar como él mismo, a trabajar en el

periódico El Tiempo donde llegaría a ser conocido como el gran cronista Ximénez.

En las páginas de El Tiempo de los años treinta y cuarenta, esta no era la primera

noticia sobre hechos de sangre que terminaba en versos. En la sección judicial del

periódico, un cronista parecía estar dedicado en forma exclusiva a buscar esa clase de

historias sórdidas y sentimentales, y sorprendía a los lectores cada dos o tres semanas

con noticias de suicidios y crímenes que parecían capítulos de un folletín publicado

por entregas en algún periódico europeo del siglo XIX. El hombre casi nunca firmaba

las crónicas o, cuando lo hacía, escondía su nombre con seudónimos. Sin embargo, el

director del diario y los compañeros de la redacción judicial sabían a ciencia cierta

quién era. A pesar de que no había cumplido siquiera treinta años, se vestía de saco,

chaleco y corbata, y usaba sombrero, como casi todos los señores de la Bogotá de la

época. Era un hombre alegre, alto y delgado, ¨un poco loco¨. Se definía a sí mismo

como ¨un cronista un reportero vil, un escritorzuelo estúpido e ingenuo¨. Se llamaba

José Joaquín Jiménez, pero se había hecho popular entre los lectores de El Tiempo

con su seudónimo preferido: Ximénez. (Hoyos, 2009, p, 97)


63

Fig. 4. Dos poetas de arrabal. El Tiempo, 194010

En El Tiempo inició desde abajo en el oficio periodístico primero como corrector de

pruebas, más tarde sería redactor de las Sesiones de la Asamblea Departamental y

finalmente llegaría a ocupar el puesto de cronista principal en la sección de judiciales. José

Joaquín fue reconocido por su trabajo en esta sección gracias a su estilo poético y gran

sentido del humor que trascendió las páginas de crónica roja.

10
Crónica de Sucesos encontrada en el periódico El Tiempo el día 14 de enero de 1940. Si bien la crónica no
está firmada el periodista e investigador Juan José Hoyos en su libro La pasión de contar (2009) señala como
autor de la crónica a José Joaquín Jiménez Ximénez; esto debido a su conocida costumbre de incluir en sus
crónicas poemas de su autoría.
64

El reconocido cronista José Joaquín Jiménez, Ximénez, también firmó varias

columnas en la prensa bogotana gracias a su versatilidad de estilo. Mientras en los

comentarios de Babel del Día, de El Tiempo, se tornaba en extremo lírico y meditabundo,

en Sábado se recreaba con columnas cómicas como Las Baladas de don Rodrigo de Arce

(el poeta apócrifo al que atribuía los versos de los suicidad del salto del Tequendama),

Diccionario, las parodias de don Luis Sobando (en antihomenaje al gramático Luis de

Obando), encuestas y recetas de cocinas disparatadas. En El Espectador también escribió la

popular sección Buenas Tardes, en verso. (Vallejo, 2006, p, 272)

El estilo culto y la narrativa envolvente de Jiménez lo habían convertido en un gran

cronista, pero por encima de su talento los lectores y colegas le celebraban su capacidad

para inventar hechos en torno al crimen y los suicidios que cubría en la ciudad y sus

alrededores. Una famosa anécdota del cronista gira en torno a un terrible bandido que azotó

la ciudad en el año de 1934. El Rascamuelas11, como era conocido el malhechor en

cuestión, fue el terror de ciudadanos, comerciantes y policías. Llegaron a tal punto las

andanzas atribuidas al Rascamuelas que el comandante de la policía, General De León, se

puso al frente de la investigación y llevó a cabo importantes operativos para capturarlo. Sin

embargo, detrás del buscado bandido no estaba más que la pícara e imaginativa pluma de

Ximénez.

José Joaquín es recordado por ser un cronista divertido, lleno de ingenio y poesía

pero sobre todo por ser un buscador incansable de la noticia, por ser un profesional que se

tomaba muy en serio su labor y por estar siempre dispuesto a hacer parte de las

11
Equivocadamente se ha referenciado la aparición del bandido Rascamuelas en marzo de 1935. Sin embargo
la primera crónica de sucesos en la cual aparece dicho bandido fue publicada el día 5 de julio de 1934 en el
periódico El Tiempo.
65

investigaciones de los muchos suicidios que acontecían en el Salto del Tequendama, aun

cuando esto significaba arriesgar su propia vida.

José Joaquín murió el 6 de Febrero de 1946 de edad en la ciudad de Bogotá a causa

de una Neumonía que pescó, en una de sus tantas travesías al Salto de Tequendama, en

busca de la primicia.

1.2.1. La obra de José Joaquín Jiménez

La literatura, al frotarse contra lo real, puede llegar a producir un susurro.

Ese susurro es la verdad.

José Joaquín Jiménez

José Joaquín Jiménez fue la joven promesa de la edad de oro de la crónica gracias a

su capacidad para moverse entre diferentes géneros narrativos e incorporarlos a la crónica

roja. En su corta carrera escribió sobre delitos menores, desmanes, asesinatos, bandas

criminales y especialmente sobre suicidios.

Ximénez, como empezó a hacerse llamar en las salas de redacción y más tarde en

sus columnas, fue un cronista reconocido por su capacidad para acercarse a los temas

escabrosos y por su natural talento literario que se desbordaba a la hora de narrar el más

pequeño hecho delictivo. Se le acusaba de exagerar la información en sus relatos e incluso

de inventar actos delictivos, bandas criminales y notas suicidas cosa que el cronista debatía

con humor e ingenio.

En las crónicas de Jiménez el estilo poético era uno de los grandes protagonistas, lo

que hacía pasar por alto la dramatización excesiva de los acontecimientos y les daba la

oportunidad a los lectores de centrarse en algo más que la muerte y el crimen. Su fama
66

empezó con el cubrimiento de los suicidios acontecidos en la ciudad y la extraña

coincidencia de hallar siempre en los bolsillos cartas y poemas de amor.

Su habilidad para describir los hechos criminales o suicidas sumada a su prodigiosa

imaginación hicieron de José Joaquín Jiménez uno de los preferidos de los lectores del

periódico El Tiempo, quienes esperaban diariamente las crónicas cargadas de detalles,

lenguaje poético y algún hecho criminal.

El talento literario de Jiménez se plasma con maestría en la crónica que rinde

cuentas sobre el bandido Mediabola. El relato se inicia con la infancia del criminal y

entrelaza el mundo que lo rodea con la descripción de su personalidad. A pesar de dejar

claro desde el comienzo la vileza del sujeto en cuestión, el cronista busca la manera de

mostrar sus carencias y tragedias para darle una mínima humanidad al bandido.

El niño se crio en saludable ambiente campesino. Se amamantó de excelente leche de

vaca negra. Corrió por los potreros. Cazo mariposas y lagartos. Fue acólito y chico

de coro. Por la semana santa su dulce voz de soprano entonaba las alabanzas del

Señor. Fue a la escuela. Ganó varios premios de geografía. No aprendió a leer ni a

escribir. Se la pasaba pintando monitos en la pizarra y tirando bodoques a sus

compañeros. Por navidad, iban al pueblo los veraneantes de la capital. Llegaban

vestidos de trajes claros; blancos y sonrosados; alegres y juguetones. Las niñas usaban

alpargatas y sin nada de malicia, regalaban los ojos con la contemplación de sus

blancas pantorrillas. Los niños vestían sweters, Knickers, breeches, bufandas y

medias de sport.

Mediabola, pequeño, los veía pasar envidioso, untado de carbón y de gordana.

Piojoso, andrajoso, hambreado. Y se entretenía pensando en que algún día, un buen


67

día, el niño Dios le traería todo un armario lleno de preciosos trajes de nombres

difíciles, grises, coloraditos, abrigados y limpitos. (Jiménez, s.f., p, 22-23)

Ximénez merece un lugar de honor en la historia de la prensa bogotana, no solo por

la calidad de su prosa también porque en ella se encuentra a profundidad la cara oculta de la

Bogotá de mediados del siglo XX y porque sus crónicas nos dan la posibilidad de analizar y

entender los cambios narrativos y de estilo que tuvo el periodismo del siglo XX y

especialmente en el género de la crónica.

José Joaquín se valió de lo cotidiano de la ciudad, del humor y de la poesía para

hablarles a los bogotanos de personajes oscuros y anónimos que fueron tocados por la

desgracia. Su cubrimiento de los suicidios del Salto del Tequendama le dio especial

recordación entre los lectores al convertir la muerte en historias de amor, desengaño y

dolor; gracias a estos desdichados, aparece en las páginas de la prensa don Rodrigo de

Arce, un afamado poeta fruto de la imaginación y la pluma de Jiménez.

Fruto de la Ximenidad también fue don Rodrigo de Arce, el vate preferido de los

suicidas que se arrojaban en el Salto del Tequendama. Por aquella época, a mediados

de los años treinta, casi todos los suicidas dejaban en ―la piedra de los suicidas

alguna chaqueta o abrigo, el cual contenía en uno de sus bolsillos unos versos

pintorescos de Rodrigo de Arce que explicaban la causa de su determinación. Por

supuesto, los versos eran fruto de Ximénez, o de su heterónimo don Rodrigo, que

según el cronista era un coronel del ejército ecuatoriano, héroe de guerra, el cual en

su retiro había venido a buscar sosiego a Colombia; en este heterónimo, Ximénez

consumó la vejez que él mismo no conoció. Tanto se institucionalizó este nombre en

el país, que desde 1944 y hasta su muerte, en El Espectador apareció una columna

diaria firmada por don Rodrigo de Arce. (Vergara, 2007, p, 4)


68

La Ximenidad fue un término que se acuñó en la prensa colombiana de mediados

del siglo XX para hacer referencia a los escritos de José Joaquín cargados de absurdos,

ironías, drama y comedia. Jiménez era un digno exponente del buen humor y eso se podía

encontrar en sus crónicas, que aún cargadas de tragedia, siempre vislumbraban una chispa

del carácter y el estilo jovial de su relator. La Ximenidad estaba asociada también a las

travesuras que comúnmente realizaba Jiménez, como aquella vez que escribió acerca de un

comerciante colombiano que había vendido en diferentes ocasiones los restos falsos del

prócer Simón Bolívar a ingenuos turistas, hecho que trascendió a la prensa internacional; o

cuando hizo aparecer en las páginas de la prensa bogotana al bandido Rascamuelas,

producto de su imaginación, como el culpable de diversos crímenes acontecidos en la

ciudad en julio de 1935, y consiguió que el comandante de la policía de la capital llevara a

cabo múltiples operativos para capturarlo. Estas y otras tantas travesuras lo llevaron a

visitar la oficina del director de El Tiempo, Germán Arciniegas quien le propinaba severas

reprimendas pero en silencio celebraba el ingenio y la picardía de su subordinado.

Los compañeros de redacción sabían que ésta no era la primera ni la última travesura

de Ximénez. De tiempo atrás, cuando ocurría un suicidio en el Salto del Tequendama,

el joven cronista corría al lugar de los hechos y regresaba con su libreta llena de

apuntes. Luego escribía con fervor largos folletines en los que mezclaba la historia

real del suicida con pasajes de amor afiebrado salidos de su propia imaginación.

Como en casi todos los casos los protagonistas acostumbraban dejar alguna nota

explicando los motivos de su «fatal determinación», Ximénez no sólo rehacía la

historia a su modo, sino que agregaba a las notas de los muertos versos escritos por

él y firmados por un poeta que nadie conocía. De esta forma volvió famoso a un tal

don Rodrigo de Arce, cuyos poemas aparecían en los bolsillos de los sacos que
69

abandonaban los suicidas junto a una piedra desde la cual se lanzaban al vacío, y que

Ximénez bautizó con el nombre de Piedra de los Suicidas. Los relatos de Ximénez,

sin embargo, no eran producto exclusivo de su fantasía. El cronista tomaba a pecho

su oficio y muchas veces descendía hasta el abismo. Por eso sus crónicas estaban

llenas de detalles sobre el lugar; las condiciones del tiempo, el estado en que había

sido encontrado el cadáver; y testimonios recogidos entre familiares, testigos y

allegados. Así armaba la historia como si fuera una novela: mitad, detalles acopiados

de la realidad; mitad, como en el caso de Don Quijote, cosas salidas de su propia

fantasía. Estas dos vertientes se unían de modo misterioso para conmover a los

lectores de las páginas judiciales de El Tiempo, que se tragaban la historia con una fe

ciega. (Hoyos, 1996, p, 10-11)

José Joaquín Jiménez fue un periodista apreciado por sus colegas, quienes

reconocían un profundo compromiso por su trabajo, una pasión sin límites por escribir y

una increíble capacidad para trasmitir el sentir de los aquellos que hacían parte de sus

crónicas. Jiménez podía conseguir que la historia más sencilla se convirtiera en el titular

principal del periódico gracias a su ingeniosa redacción, a su capacidad para versar y a ese

buen sentido del humor que caracterizó su vida y su obra.

1.3. Felipe González Toledo

En una poética ceremonia de despedida, los hijos de Felipe González Toledo lanzaron

sus cenizas desde el teleférico del cerro de Monserrate, el 2 de Septiembre de 1991.

Esa fue la última voluntad que expresó en una carta autenticada, y por ello ninguna

lápida del panteón del Círculo de periodistas de Bogotá (CPB), en el Cementerio

Central, lleva su nombre. Es probable, entonces, que en el torrente sanguíneo de los


70

capitalinos, además de monóxido de carbono, se alojen partículas del magistral

cronista que tanto amó su ciudad. (Vallejo, 2008, p,15)

Felipe González Toledo nació en Bogotá el 27 de Julio de 1911 en el tradicional

barrio de La Candelaria en la ciudad de Bogotá donde su padre Felipe González Camargo,

pariente del Presidente Alberto Lleras Camargo, y su madre Emilia Toledo habían vivido

toda su vida.

De su abuela paterna nació en su niñez el amor por la lectura y la escritura, pasiones

que lo llevaron a leer mucho antes de ingresar a estudiar al Colegio de La Salle. Cuenta

Luis Carlos Adames, en Periodistas, violencias y censura, que Toledo a los 12 años creó un

periódico familiar con la ayuda de uno de sus primos, este gesto infantil se consolidó años

más tarde y lo llevó a ser uno de los grandes reporteros del país.

A los 18 años se trasladó a Barranquilla y allí ingresó a las filas del diario La Prensa

bajo la supervisión y consejo de José Antonio Osorio Lizarazo quien en ese entonces se

desempeñaba como Jefe de Redacción.

Su carrera se desarrolló en los diarios El Liberal, La Razón, El Espectador, El

Tiempo y la Revista Sucesos de la cual fue fundador y editor durante la dictadura del

General Rojas Pinilla.

Más allá del número de crónicas que escribió González Toledo durante su carrera o

del reconocimiento que algunos periodistas y escritores le han hecho a lo largo de los años,

es necesario dejar en claro que él era más que un cronista era un verdadero historiador, no

solo por sus cualidades investigativas sino también por su capacidad de fijarse en el

pequeño detalle, ese que nadie nota, y convertirlo en la memoria de un lugar, una persona o

un hecho criminal. No hay que olvidar que gracias al ojo perspicaz y a la pluma certera de
71

González Toledo el detectivismo de la época logró acercarse a la verdad a la hora de

resolver crímenes y atrapar malhechores.

La cumbre de su carrera como cronista se desarrolló en el Semanario Sucesos. Allí

su pluma pudo desplegarse sin temor a la censura y con la maestría investigativa y

estilística que siempre lo caracterizó. Es considerado el más grande representante de la

crónica roja al ser el relator de las crudas historias criminales ocurridas en los años cuarenta

y cincuenta del siglo XX en la capital del país, entre estas El Bogotazo. Una muestra de este

trabajo fueron las crónicas escritas en torno al asesinato de Gaitán y las investigaciones que

del mismo se realizaron, estas crónicas aparecieron en el año 1956 en el semanario

Sucesos.12

A pesar de que su fama llegó con la crónica roja, el cronista no solo se dedicó a

escribir sobre el crimen. González Toledo fue un retratista de Bogotá y sus habitantes, en

sus relatos se puede encontrar un fiel testimonio de los lugares icónicos de la capital, de los

personajes característicos de la época y de los cambios que sucedieron a lo largo de los

años de labor como observador y escriba de la ciudad. A pesar de los problemas visuales

que lo aquejaron en los últimos años de vida su memoria y su estilo estaban intactos, esto le

permitió escribir cerca de una década las secciones Hace 25 años y Hace 50 años en el

periódico El Tiempo.

Pero el privilegio de dignificar la crónica de sucesos le queda a Felipe González

Toledo, quien se ganó su paternidad en Colombia (aunque él prefería llamarla

¨crónica de policía¨ porque revelaba la condición humana con sus pasiones). Por fin

12
Rogelio Echavarría co-fundador del Semanario Sucesos publicó con la editorial de la Universidad de
Antioquia en 1993 una recopilación de crónicas que hicieron parte del Semanario. Entre estas se encuentra
Locura e intriga en el asesinato y proceso de Jorge Eliécer Gaitán una serie de crónicas escritas por Felipe
González Toledo.
72

le dio un tratamiento riguroso y profesional, ajeno a las invenciones y lucimientos

literarios que le imprimieron Ximénez y otros colegas, pero sin que perdiera su

calidad estética y su trasfondo humano. (Vallejo, 2006, p, 230)

Felipe González Toledo contrajo matrimonio con Elvira Mariño y de este hogar

nacieron cuatro hijos. Fue uno de los fundadores del círculo de periodistas de Bogotá y

hasta sus últimos días escribió crónicas. Murió el 31 de agosto de 1991 a los 80 años de

edad tras haber trabajado 61 años en el oficio periodístico.

1.3.1 La obra de Felipe González Toledo

González Toledo no era, como puede verse por sus propias palabras, un receptor

pasivo de la realidad. Había en él la preocupación de darle a su trabajo un sentido

distinto al del simple reflejo de los eventos externos, por dotarlos de significados

existenciales y de compromisos éticos. A él no le gustaba el término crónica roja.

Coincidiendo con quienes desde el continente europeo rebasaban el marco restrictivo

de los hechos de sangre, indicaba que la denominación le parecía ¨cruda¨ y

¨deliberadamente despectiva¨. Sobre la base de que la crónica roja falseaba la noticia

dándole apariencias espectaculares, González Toledo proponía el término alternativo

de noticias de policía. ¿Por qué? Porque en la segunda denominación ¨la esencia

humana de la noticia se mantenía: los pecados de las personas, el que pone su vida al

borde del abismo… Pero, aún más, para nuestro cronista las historias de policía daban

la posibilidad, por su carácter socialmente expresivo y las numerosas claves de poder

en ellas contenidas, de hacer la historia grande, la que con mayúsculas se escribe

desde la academia. (Ramírez, 2001, p, 3)


73

Lo que escribe un hombre habla de sí mismo, de su forma de percibir el mundo, de

su sentido ético y de su carácter. Las crónicas de Felipe González Toledo nos muestran el

hombre comprometido con la verdad y la ética periodística que era. Su carácter quedaba

plasmado en cada una de sus investigaciones gracias a la rigurosidad investigativa, su prosa

inteligente y su memoria prodigiosa. Su estilo justo, sin excesos ni falencias, les permitía a

los lectores encontrarse con esa ciudad que el cronista con su ojo curioso y despierto

capturaba.

Chicherías, plazas de mercado, grandes casonas, cafetines y especialmente las calles

de la ciudad eran los lugares donde González Toledo encontraba la materia prima de sus

relatos. Allí el cronista hallaba los secretos de los muertos y los vivos que se cruzaban por

su camino para más tarde con su pluma magistral crear las historias que cautivaron a sus

lectores por décadas. En sus crónicas hacía visible la cruda realidad de la ciudad, donde

predominaban los bajos fondos, la miseria, la muerte y centenares de crímenes pero donde

también habitaba un poco de humanidad y esperanza.

González Toledo se especializó en retratar la condición humana desde todas sus

dimensiones es por esto que en sus relatos la voz de los protagonistas se siente clara,

presente y real. Sus crónicas son un viaje en el tiempo donde los hechos toman forma de

nuevo negándose a desaparecer de la memoria.

La censura que se le impuso a la prensa durante la dictadura de Rojas Pinilla fue

uno de los tantos problemas con los que tuvo que enfrentarse Felipe González Toledo que

en ese entonces ya era uno de los cronistas principales de El Espectador, uno de los diarios

clausurados por el presidente. Pero este tropiezo no le quitó su carácter combativo y en

cambio le dio la oportunidad precisa para consolidar, junto a Rogelio Echavarría, el sueño

de fundar un semanario independiente y especializado en la crónica.


74

Así nace el Semanario Sucesos, lugar donde González Toledo desplegó su talento al

máximo y sin restricciones editoriales.

Uno de los ejemplos más consistentes de su trabajo es la serie de crónicas

publicadas en mayo de 1956, aquí el cronista logra una concisa y magistral reconstrucción

de los hechos acontecidos el 9 de abril de 1948. El cadáver que tenía dos corbatas es una

las piezas que hace parte de esta serie, allí Toledo aporta datos importantes sobre el

asesinato del caudillo político Jorge Eliecer Gaitán, las investigaciones posteriores, los

presuntos implicados en los hechos y adicionalmente nos presenta una maravillosa pieza

literaria como la que se presenta a continuación:

- ¡No lo maten! ¡Es necesario que ese hombre hable! De muchas gargantas salieron

estos o parecidos gritos significativos de que solamente la vida del asesino podría

abrir paso a una investigación a fondo, tras los posibles autores intelectuales, pero el

matador de Gaitán ya había caído en manos de una masa oscura, integrada casi en su

totalidad por lustrabotas y loteros. Si la reja de hierro de la droguería no presentó

mucha resistencia a la cólera multitudinaria, mucho menos pudo presentar la

precariedad humana del asesino. Golpeado furiosamente, sin que sus gemidos

alcanzaran a ser oídos en medio de aquel fragor, Roa debió morir pronto. Quienes a

esa hora ya habíamos llegado al lugar que fue punto de partida de la hecatombe de

abril, apenas alcanzamos a ver al asesino, todavía con vida, debatiéndose

desesperadamente, como un reptil herido, bajo la lluvia de golpes, de puntapiés y de

pisotones. Nunca podremos olvidar esos rostros trasfigurados por la ira.

A pesar del compromiso de los periodistas de la época con la verdad, no todas las

historias pudieron ser contadas a cabalidad. El 9 de abril de 1948 no solo asesinaron a


75

Gaitán, tras regarse la noticia de su muerte las calles de Bogotá se convirtieron en un

escenario de violencia y odio que dejó un alto número de najas humanas.

Una de las víctimas de aquel siniestro día fue el Capitán Tito Orozco quien al

negarse a disparar en contra de la población insubordinada sentenció su suerte. Cinco años

después sería perseguido, desaparecido y finalmente fusilado. La historia de Orozco solo

pudo contarse 4 años después en las páginas de Sucesos gracias a los esfuerzos de González

Toledo y de Edelmira viuda de Orozco. Más tarde la investigación realizada por el cronista

desembocaría en el libro El cadáver insepulto de Arturo Alape.

(…) aquel 9de abril: su esposo, Ezequiel, es el comandante de la quinta División de

la Policía. Las fuerzas armadas están regadas por toda la ciudad disparando a diestra

y siniestra. Él no quiere que sus hombres hagan lo mismo y los encuartela; además,

como la mayoría de esos jóvenes policías, es liberal, así que le duele la muerte de

Gaitán y no quiere apoyar al gobierno godo al que acusa de la muerte del caudillo: se

queda encuartelado.

Repentinamente, a aquella estación empiezan a llegar cientos de policías que tampoco

quieren obedecer las órdenes del gobierno de Ospina Pérez, y con ellos, un grupo de

políticos liberales que buscan aprovecharse del desorden para dar un golpe de estado.

De pronto, en las altas esferas del poder, se gesta la paranoia: en la quinta División

están los revolucionarios. Ezequiel, sin saber cuándo ni cómo, se convierte en un

enemigo del poder. Al final, consigue, al igual que todos sus hombres, salir con vida

de la División; pero de inmediato es retirado de la policía y se inicia la persecución:

es un policía 'nueveabrileño'. Nada qué hacer: cinco años después, durante el gobierno

de Laureano Gómez, se lo llevan detenido a la cárcel de Sogamoso: lo acusan de

apoyar a las guerrillas liberales. Seis días después de su detención, Ezequiel


76

supuestamente está libre. Pero nadie lo ve. Nadie jamás lo vuelve a ver. (Arias, 2006,

p, 131)

Testigo ocular, observador incansable y relator de las historias que marcaron el siglo

XX, Toledo investigaba y escribía; escribía y reflexionaba sobre su oficio, sobre la ciudad

pero sobre todo sobre esa extraña condición humana que puede llevarnos a cruzar límites

insospechados.

Felipe González Toledo quedó en las páginas del periodismo colombiano como el

maestro de la crónica, aquel que llegó a dignificarla. Su legado no son solamente sus

crónicas sino también su inagotable compromiso con la ética, con la verdad y con su oficio.

1.4. Pedro Claver Téllez Téllez

Pedro Claver Téllez Téllez nació el 28 de octubre del año 1941 en Jesús María en el

departamento de Santander. Su primer contacto con la violencia fue el 9 de abril de 1948

cuando la Violencia se tomó su pueblo y los liberales enloquecidos por el asesinato de su

caudillo se enfrentaron a muerte a los conservadores.

Mi papá tenía un granero y a ese granero llegaban con frecuencia camiones a cargar

y descargar bultos; había un tipo, un fortacho, un hombre gigante que tenía en vez de

la mano derecha un garfio y se la amarraba con correas, agarraba los bultos con el

garfio y los echaba al camión. A mí me gustaba verlo. El 9 de abril de 1948 el tipo,

que era liberal a muerte, le enterró el gancho en la barriga a un conservador que estaba

pasando en ese momento por ahí, lo agarró y, chan, le metió el gancho, después no se

lo podían sacar. Yo vi eso y me desmayé. Ese fue mi primer contacto con la violencia,

dice trastocado. (Álvarez, 2010, p, 41-42)


77

En los años cincuenta y huyendo de la violencia que azotaba la región, Gonzalo

Téllez Ruiz, dirigente del partido liberal, su esposa Sara Catalina Téllez Melo y sus cinco

hijos, entre ellos Pedro de nueve años, abandonan su pueblo natal después de haber sido

perseguidos y amenazados de muerte tras la locura del 9 de abril.

En busca de nuevas oportunidades llegan a Bogotá, ciudad que los recibe con ruido,

contaminación e incomodidades, lejos quedan el campo y los amigos pero también los

horrores de la guerra partidista que por poco les cuesta la vida.

A Pedro la guerra y la ciudad lo afectaron profundamente, sin embargo encontró en

la bicicleta más que un medio de transporte, encontró una pasión. Fue así como a los 18

años participó en una Vuelta a Colombia junto a Rubén Darío Gómez y el Pajarito

Buitrago.

Gonzalo Téllez ya era un hombre mayor cuando nació Pedro sin embargo su edad

no fue un obstáculo para ser una de las grandes influencias en la vida y las novelas de su

hijo. Si bien fue campesino de oficio también se caracterizó por ser un ferviente liberal, un

gran lector y un maravilloso narrador de historias sobre la Guerra de los Mil días y la época

de la Violencia. Estas historias, años más tarde serían el motor que impulsaría a Pedro a

escribir las hazañas de los bandidos que azotaron el país en los años setenta y ochenta del

siglo XX.

El bachillerato lo cursó en el colegio José Joaquín Caicedo, lugar donde dio sus

primeros pasos en el oficio periodístico gracias al periódico mural ya que Pedro era uno de

los más fervientes colaboradores de dicho medio de comunicación. Entre sus escritos se

encontraban poemas, cuentos y una sección que él llamaba cartas a mis amigos.

Después de culminar sus estudios secundarios Pedro inició estudios profesionales en

Derecho, Economía y filosofía en diferentes universidades de Bogotá pero no terminó


78

ninguno de ellos. Sin embargo gracias a Hernán Téllez, primo de su madre y colaborador

del periódico El Tiempo, se aficiona por el periodismo y se dedica a estudiarlo

empíricamente.

Hernando Téllez me dio lecturas, libros de su biblioteca para leer, me prestó los

primeros libros de periodismo, manuales de periodismo; había un libro de Vivaldi

donde te decían que era el reportaje, la crónica y dónde te invitaban a leer a esos

clásicos como Mariano José de Larra, azurín, al comienzo me gustaron mucho

después ya no; me gustó mucho más el periodismo norteamericano, prefieren el

reportaje y la crónica a la columna, más la aventura que el escritorio. La calle, la

crónica y el reportaje, el periodismo estaba metido en mí. En esa época el periodista

era empírico no existían facultades de periodismo; mi facultad fue la máquina de

escribir y la redacción de un periódico. (Álvarez, 2010, p, 106)

Comenzó su carrera en la ciudad de Cali como cronista en el periódico conservador

El Occidente donde por problemas de orden ideológico fue despedido. Luego se iría a

trabajar al periódico El pueblo como editor nocturno, luego pasaría a ser jefe de

información y tiempo después jefe de redacción. Aquí trabajó con Daniel Samper, recorrió

todo el país y empezó a destacarse como uno de los grandes del género de la crónica. Fue

en El Pueblo donde Pedro inició sus reportajes sobre el narcotráfico y la guerra de las

esmeraldas

Luego trabajó en la Revista Cromos donde se convirtió en uno de los principales

colaboradores. Fue en esta época donde empezó a investigar a Carlos Lehder, uno de los

capos del narcotráfico colombiano de los años ochenta, de la mano del General Rosso José

Serrano. Sus crónicas sobre Lehder fueron publicadas en la revista junto a fotografías de su
79

familia, asunto que enfureció al capo y le trajo a Pedro un atentado que casi le cuesta la

vida. Después de este episodio se exilia en México.

Dejó su trabajo en Cromos años más tarde para escribir sobre uno de los bandidos

que más lo ha obsesionado y quien era un pariente lejano Efraín González Téllez; fruto de

quince años de investigación y otros tantos de escritura son los libros Efraín González: La

dramática vida de un asesino – asesinado (1993) y El mito de Siete Colores: seis relatos en

torno al bandolero Efraín González (2011)

Pedro ha sido periodista, profesor, guionista de cine, historiador, investigador y un

lector compulsivo. Entre los libros de crónicas que ha publicado se destacan Biografía del

disparate (1988) y Crónicas de la Vida Bandolera (1987) y Verde: la historia secreta de la

guerra entre los esmeralderos (2011).

Pedro Claver Téllez es el único de los cinco cronistas que hace parte de este estudio

que aún se encuentra con vida.

1.5.1. La obra de Pedro Claver Téllez Téllez

- ¿Con que usted es hijo de Gonzalito? ¿Cómo está el viejo?

- Achacoso y enfermo. Acaba de cumplir ochenta y cinco años. Pero aún se mantiene

en pie.

- Yo, como usted me ve, estoy tullido de la cintura para abajo, pero gracias a Dios

aún puedo leer, comer bien. Duermo poco pero no me falla la memoria, bendito sea

Dios.

Virgilio Salinas me miro a los ojos con vehemencia.

- ¿De manera que desea saber sobre bandidos? Eso dice Gonzalito en la carta.
80

- Sí, quiero escribir un libro, un panorama de la vida bandolera, visto desde muchos

ángulos.

Virgilio Salinas bajó la mirada y, segundos después, aún más vehemente la fijó en mí

con malicia.

- Me recuerda usted a un periodista, un escritor, José Antonio Osorio Lizarazo. Vino

hace unos treinta y cinco años en busca de noticias sobre Antonio Jesús Ariza y José

del Carmen Tejeiro. ¿Ha leído sus libros? (Téllez, 1987, p. 16)

Pedro Claver Téllez Téllez es el cronista de la violencia que apareció tras la

fundación del Frente Nacional y quien se especializó en retratar la vida y obra de los

bandidos que azotaron el país a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. El suyo ha sido

un trabajo de investigación y reconstrucción histórica, un trabajo que cuenta los hechos

desde el otro lado de la historia: la del malhechor, el bandido, el enemigo público.

En sus relatos se puede encontrar un estilo limpio que sin excederse en los recursos

presenta precisión en las metáforas y en las estructuras narrativas. Sus palabras, las escoge

con cuidado para que tengan el énfasis correcto y le permitan mostrar a cabalidad la

realidad que se ha esforzado por retratar.

Téllez ha recorrido el país en busca de las historias de la violencia, escudriñando

vidas y arriesgando el pellejo para poder más tarde darle rienda suelta a su talento narrativo

y a su inagotable necesidad de escribir.

Su narrativa tiene la capacidad de situarse en medio del conflicto y ahondar en la

miseria, de darle voz y lugar a aquellos seres que nunca han contado su historia y en los que

no reconoceríamos ningún tipo de humanidad si no fuera por la capacidad que tiene Pedro

para dejarnos descubrir que esos seres que recorrieron el país dejando muerte y destrucción

también tenían miedos, sueños y esperanzas.


81

Pedro Claver Téllez, en una entrevista para el periódico virtual Con-fabulación nos

permite acercarnos a esa posibilidad de ver más allá de lo que los hechos muestran para al

final entender la dualidad humana que él ha querido presentar en sus crónicas.

Los seres humanos somos una mezcla de ángeles y demonios. Y éstas se manifiestan

en nosotros en contacto con las épocas y los hechos. Una persona, por sana que sea,

puede matar de un momento a otro. Y, a partir de un episodio de esos, convertir su

vida en un infierno. Efraín González, que fue uno de los grandes bandidos de todos

los tiempos, era rezandero, iba a misa y, en su niñez y juventud, quiso ser cura. Los

seres humanos somos un enigma que sólo se resuelve en un momento. Borges decía

que solo hay un momento en la vida de los hombres en que uno sabe para siempre

quién es. (Herrera, 2014, p, 1)

Pedro a lo largo de su vida ha ejercido un periodismo de trinchera, siempre al borde

del peligro por estar buscando la verdad que se esconde tras la violencia del país; tal vez

por eso sus crónicas se antojan tan sinceras, reales y de primera mano. Pedro es también un

exquisito ilustrador de las ciudades, pueblos y parajes que sirven como escenario de sus

historias al lograr describirlos de forma magistral y apasionada como si de una pintura se

tratara.

A lo largo de su vida ha escrito sobre criminales, guerrilleros, esmeralderos y

narcotraficantes queriendo trazar la historia del país desde el lado B, quizás buscando la

razón a la guerra interminable del país o a la naturaleza violenta de sus habitantes. La

importancia de Pedro Claver Téllez en el periodismo y la literatura colombiana se

fundamenta en su capacidad para ver lo que otros no ven e investigar y narrar lo que

muchos han querido mantener oculto.


82

1.6. Ismael Enrique Arenas

El Flaco Arenas como era conocido Ismael Enrique Arenas nació en Zapatoca,

Santander en el año 1915. Estudió su bachillerato en el colegio San Pedro Claver en

Bucaramanga, lugar en el que apareció su pasión por el periodismo. Fue ahí donde el flaco

junto a un compañero de clase empezaron la redacción de la página estudiantil del diario

Vanguardia Liberal, hecho que marcó su vida y su cercanía con la escritura y lo que más

tarde lo llevaría a ser uno de los grandes exponentes de la crónica roja en el país.

En 1936 salió de Santander rumbo a la capital del país, su destino eran las oficinas

del diario El Tiempo y una carta de recomendación de su hermano Antonio Vicente Arenas,

Director de Vanguardia Liberal, su boleto de entrada a la sala de redacción.

Arenas desde el primer día estuvo en las noticias judiciales y con el tiempo llegó a

ser redactor de la sección y maestro para aquellos que siguieron sus pasos. El Flaco Arenas

trabajó 56 años y seis meses en el periódico de circulación nacional El Tiempo. Murió el 26

de enero de 2002 a los 87 años.

La obra de Ismael Enrique Arenas se encuentra sumergida bajo el anonimato de la

sección de crónicas de sucesos. Para la época era común que los reporteros y cronistas no

figuraran como autores de los relatos que aparecían en los periódicos, a diferencia de

aquellos que aparecían en semanarios y revistas. El Flaco, a diferencia de otros

protagonistas del género, continúa siendo una incógnita pese a ser considerado por

estudiosos del género en Colombia, Juan José Hoyos y Mary Luz Vallejo Mejía, como uno

de los grandes exponentes.

En el siguiente capítulo nos acercaremos a los procesos de edición de libros

electrónicos, los espacios de difusión y los aportes que deja esta investigación para el

ámbito del patrimonio y la edición de textos.


83

Capítulo 2. El libro

El hombre a lo largo de la historia ha tenido una constante preocupación por

comunicarse con sus pares. En el inicio de las civilizaciones la comunicación fue gestual y

oral pero a medida que los hombres iban evolucionando se encontraron con la necesidad de

conservar sus conocimientos, inventos e ideas sobre el mundo, de manera que estas

pudiesen ser transmitidas a nuevas generaciones.

Con el paso del tiempo fueron apareciendo diferentes formas de escritura (dibujos,

grabados, tallas, tejidos, bordados, etc.) y conservándose los saberes que tenía cada

civilización. La complejidad de estas representaciones fue incrementando y esto dio el

espacio para que la escritura, como la conocemos hoy día, se gestara entre los hombres.

La escritura aparece en el momento en que nuestros antepasados nómadas,

cazadores y recolectores, se convierten en hombres sedentarios que viven de la agricultura

y la ganadería. A partir de este hecho aparecen en diferentes lugares del planeta,

civilizaciones con procesos cognitivos más complejos que buscan representar su entorno de

forma más clara y coherente.

La aparición del alfabeto, la articulación de las palabras en sonidos simples y la

sustitución de los sistemas de representación de objetos y símbolos por unidades fonéticas

fue un largo camino que transitaron nuestros antepasados para llegar a la comunicación

escrita que hoy en día conocemos

Los hombres se han enfrentado a enormes retos a lo largo de la historia para lograr

preservar y transmitir su cultura. Después de superar todos los procesos cognitivos que

permitieron llegar a la creación de un código comunicativo apareció el reto de salvaguardar

ese conocimiento a lo largo del tiempo y el espacio.


84

Garantizar la conservación de ese conocimiento fue entonces la nueva preocupación

del hombre, al que ya la piedra, la cerámica, el tejido y la madera entre otros, no le era

suficiente.

La primera forma del libro fueron las placas o tablillas fabricadas en materiales

como arcilla, madera y diferentes tipos de metales. Para los documentos más importantes se

usó el plomo y el oro.

Los egipcios fueron la primera civilización en acercarse a lo que hoy llamamos

libro, para esto usaron tintas y papiros; los griegos usaron pergaminos hechos a base de

pieles de animales curtidas; los romanos crearon códices cuyo soporte eran tablillas de

madera que en su interior guardaban hojas de papiro y pergamino. Más tarde se doblaron,

agruparon y cosieron las hojas asimilándose aún más a la forma actual del libro.

Fue el Imperio Romano el encargado de desarrollar el mercado editorial al impulsar

y difundir la comercialización de los libros y crear bibliotecas públicas que democratizaron

el conocimiento.

Durante la Edad Media la iglesia Católica se encargó de conservar y transmitir la

tradición literaria al convertir sus monasterios en espacios de promoción, transcripción y

conservación de manuscritos y pergaminos.

Pero es la invención de la imprenta en el siglo XV lo que permite vislumbrar una

verdadera construcción de la industria editorial alrededor del mundo.

La revolución industrial trae consigo nuevos desarrollos tecnológicos que

automatizan y hacen más efectiva la producción editorial. Con esto nuevos avances el libro

empieza a llegar todas las clases sociales generando impactos en el sector educativo y

cultural.
85

El siglo XXI llega con nuevos aires para el libro. Un nuevo formato aparece, el libro

electrónico o e-book, le ofrece a los nuevos lectores la posibilidad de almacenar, leer y

compartir libros desde lectores electrónicos, tabletas computadores y celulares. Dejando de

lado el formato físico y facilitando la distribución y el acceso del público al material

literario.

Si bien el libro electrónico llegó en la década del noventa del siglo XX con la

promesa de acabar con la industria editorial que hasta ahora se conocía, veinte años después

aún no ha logrado desplazar al libro físico en ventas ni en impacto.

Sin embargo no todo ha sido malo para el formato electrónico pues este ha tenido

cabida en los ámbitos académico y profesional. Los usuarios han encontrado en este

formato gran facilidad para compartir los libros, menores costos a la hora de adquirir el

material y mínimo consumo en el espacio de almacenamiento de los dispositivos en los que

se visualizan.

El reto a franquear por el libro digital en el nuevo milenio es promover la lectura y

llegar a más lectores haciendo uso de las nuevas tecnologías, al estar enriquecido con

hipertexto enlazado a la Web y multimedia incorporada, pero con una experiencia similar a

la del libro físico.

2.1. Aspectos técnicos en la edición de libros electrónicos

Dentro de la creación de este proyecto editorial se han tenido en cuenta diferentes

parámetros de edición que se enumeran a continuación.

1. Tipografía: Al momento de la edición es muy importante escoger la tipografía

indicada, ya que es un factor determinante para reforzar el contenido del libro. Una correcta

selección tipográfica garantiza un buen flujo de lectura, satisfacción visual, continuidad y


86

disfrute por parte del lector. Las fuentes más usadas dentro del campo editorial son:

Palatino Linotype, Book Antiqua, Georgia, Goudy Old Style, Bookman, Adobe Garamond

Pro, Century Schoolbook, Galliard y Caslon.

Los tamaños de fuentes pueden variar entre 10 y 11 dependiendo de la tipografía

escogida, el género y el tamaño del libro que se está editando.

2. Programas de creación de e-books: Para la creación de libros electrónicos o e-

books existen diferentes plataformas y programas que facilitan este proceso, dentro de las

más conocidas están:

Moglue: Software para crear e-books en formato e pub y .mobi para dispositivos

iOS y Android. Neobook: Software para libros interactivos, en esta herramienta se puede

modificar texto, imagen, vídeo, animación y sonido. También se puede acceder a contenido

flash y HTML. Myebook: Sitio online para la edición de e-books y libros interactivos.

Bubok: Editor online sencillo y de calidad para e-books. Papyrus: Plataforma online para

creación de libros electrónicos en formato PDF, Epub y .Mobi. Dentro de esta plataforma

se encuentra un editor básico de texto y herramientas para el diseño de portada.

3. Formatos de e-books: Los formatos que se manejan dentro del libro electrónico

son: EPUB: Formato nativo de MAC - .MOBI: Formato nativo de Amazon (Kindle) -

PDF: Formato nativo de Acrobat. - MULTIMEDIA: Lenguaje HTML que incorpora

video, animación y texto

4. Diagramación: En el proceso de diagramación de un libro es de vital importancia

tener en cuenta los siguientes elementos: formato en el cual será creado el libro y tamaño de

las imágenes que lo acompañaran, paginación del libro de acuerdo a los elementos del

mismo: Titulo, inicio de capítulos, ilustraciones, hojas en blanco, numeración de las


87

páginas, encabezados y pies de página, fuente: tipo y tamaño, alineación de texto, índice y

créditos.

5. Distribución: Dentro del proceso de distribución de los libros electrónicos es

importante tener en cuenta las plataformas en las cuales se hará la misma y los porcentajes

de regalías tanto para el autor como para la editorial que lo distribuirá. Si la edición y

publicación es autónoma se debe tener en cuenta los procesos de venta del libro, la

publicidad y las regalías de las páginas Web donde serán exhibidos.

Es importante entender que un libro electrónico es un archivo con un único flujo de

texto interrumpido mínimamente fraccionado por capítulos o secciones. Por lo cual es

necesario usar técnicas de composición para documentos extensos, dejando de lado y

columnas múltiples, marcos de texto de diferente diámetro o flotantes o cualquier otro

estilo de maquetación usado comúnmente en revistas y comics.

El libro electrónico en su primera fase puede acercarse más a un documento

generado en un procesador de textos sin mayor maquetación o proceso editorial pero más

tarde por medio de las herramientas de los programas especializados tomará la forma final

y contará con todos los elementos del libro impreso.

El proceso de edición de un e-book es un camino por el que transitan diferentes

profesionales con el único fin de llevar a término la publicación de un producto editorial.

En este camino nos encontramos con el autor, el corrector de estilo, el editor, el diseñador o

programador, el distribuidor y finalmente el vendedor o librero. Cada uno de estos

personajes se encargan de implementar elementos significativos a la obra que creó el

escritor y cada uno de ellos es indispensable dentro del oficio editorial puesto que son entes

especializados que procuran el desarrollo eficaz en la construcción de libros.


88

2.2. Sobre este proyecto editorial

Para el desarrollo de este proyecto editorial se partió de un documento de Microsoft

Office Word en el cual se trascribieron las crónicas seleccionadas. En este documento se

realizaron las correcciones de estilo y forma y se planificó la estructura final de los textos.

Este documento se usó como base en los programas InDesign y Calibre para la creación de

los libros electrónicos.

En el momento de iniciar la creación de un libro digital es importante tener en

cuenta los formatos en los que será publicado el texto. En este caso se estudió la posibilidad

de publicar en los formatos PDF y EPUB.

La edición en formato PDF, con el fin de cubrir el espectro de aquellos lectores que

hacen uso de computadores y tabletas, teniendo en cuenta que es un formato de fácil acceso

y que no requiere conversión ni programas diferentes a los que se encuentran instalados

actualmente en dichos dispositivos. La edición en formato EPUB, para garantizar que

aquellos usuarios que hacen uso de lectores electrónicos tengan una experiencia de lectura

placentera al contar con un formato que se ajusta a las especificaciones de estos

dispositivos.

Dentro del proceso de publicación y distribución del producto final de este trabajo

de grado se analizó la posibilidad de usar diferentes plataformas de distribución de e -

books. Entre las opciones de plataformas en línea se encontraron las siguientes:

https://www.lulu.com/es. Plataforma gratuita para publicar y vender libros

electrónicos.

https://www.bubok.es/. Plataforma de pago para publicar, distribuir a otros sitios

Web y vender libros electrónicos.


89

https://www.nookpress.com/ebooks. Plataforma de auto publicación y venta de

libros electrónicos.

Sin embargo la opción que más se acerca al propósito inicial es la creación de una

página Web que soporte y almacene los e-books, como documento en línea, información

adicional del proyecto y de los escritores. Esto teniendo en cuenta que el aporte que busca

dejar este trabajo de grado es la divulgación de la crónica roja mediante la creación de un

espacio de distribución para este género y sus más grandes exponentes lo que permitirá

llegar a un alto número de lectores se optó por la creación de que hacen parte de este

trabajo.

La difusión de este trabajo se proyecta desde lugares de recuperación del patrimonio

literario en la ciudad de Bogotá; es por esto que se está trabajando de la mano de Andrés

Ospina, escritor bogotano, y Valentín Ortiz, funcionario de la Biblioteca Nacional de

Colombia, en la apertura de un espacio dentro de la misma para presentar, explicar y

trasmitir los frutos conseguidos a lo largo de un año de investigación y trabajo en torno a la

crónica roja y los cinco exponentes escogidos para esto.

La crónica roja colombiana del siglo XX ha contado con el infortunio de caer en el

anonimato debido a varias problemáticas. Una de ellas es la poca información disponible

sobre el género y la dificultad de acercarse a la misma, a pesar de que esta se encuentra en

las grandes bibliotecas públicas de la ciudad.

Otra dificultad, es que dentro del catálogo de las hemerotecas no son muchas las

crónicas que se encuentran referenciadas esto debido al alto número de relatos que se

realizaron y porque esta catalogación requiere un gran esfuerzo humano, económico y

logístico. En esta instancia acercarse a las crónicas requiere cierto conocimiento del tema

(fechas, autores, periódicos) y experticia en la búsqueda.


90

Por estas razones los aportes que genera este trabajo de grado son catalogar

aproximadamente 440 crónicas de diferentes periódicos y revistas encontrados en las

hemerotecas de la biblioteca Luis Ángel Arango y la biblioteca Nacional de Colombia;

rescatar de la memoria histórica de los hechos ocurridos a lo largo del siglo XX; recopilar

información sobre la vida y obra de cinco exponentes de la crónica roja en Colombia; y

poner a disposición de nuevos lectores un grupo de crónicas escritas por los autores que

hacen parte de este estudio y escogidas bajo parámetros de estilo, calidad literaria e

importancia y relevancia histórica.


91

Conclusiones

A trascurrido un poco más de un año desde que la idea de este trabajo de grado

empezó a gestarse, si bien partió del interés particular por difundir la crónica roja del siglo

XX a lo largo del proceso de investigación y escritura me encontré con un tesoro literario,

escondido en las hemerotecas del país, que me confirmó la importancia de divulgar este

proyecto.

Al hablar de crónica la primera referencia que se tiene es el periodismo, pues se

tiende a olvidar que la crónica está hermanada con la literatura para cumplir la noble tarea

de conservar la historia y la cultura de los pueblos.

Y es gracias a esto que la crónica se nos presenta como un camino para referenciar

lo popular, lo autóctono, lo que no tiene cabida en otros ámbitos, aquello que representa a

cabalidad la esencia, idiosincrasia y la memoria de los pueblos, como lo expresa Martin

Barbero en Memoria Narrativa e industria cultural (1982) al hablar del relato popular:

(…) al estudiar relatos populares lo que estamos investigando, o mejor el "lugar"

desde el que investigamos no es la literatura sino la cultura. Y esto no por una

arbitraria opción del investigador sino por exigencias del objeto. Es otro el

funcionamiento popular del relato, mucho más cerca de la vida que del arte, o de un

arte sí pero transitivo, en continuidad con la vida. Y ello por punta y punta ya que se

trata del discurso que articula la memoria del grupo y en el que se dicen las prácticas.

Un modo de decir que no sólo habla de, sino que materializa unas maneras de hacer.

La crónica roja nació en Colombia a finales del siglo XIX y encontró su auge en

medio de la época de la Violencia, gracias a la maestría investigativa y el estilo literario de


92

los cronistas que relataron los hechos más sangrientos y dolorosos del momento en los

diferentes diarios del país, lo que los llevó a ganarse un puesto importante en la historia del

género.

La violencia no fue lo único que catapultó a la crónica roja, su libertad de estilo y

formas narrativas permitieron que a través de ella se registraran los cambios sociales que la

modernidad y la industrialización trajeron consigo afectando a la Bogotá del siglo XX. Por

medio de los relatos que nos entregan los cronistas se dibuja la vida de los bogotanos, sus

aficiones, conflictos, carencias y pasiones y detrás de todo esto una ciudad en continuo

movimiento y transformación.

Bogotá se convierte en la protagonista de las crónicas de mediados del siglo XX

mostrándose como una gran urbe en crecimiento que alberga a propios y a extraños pero

que también se sumerge en la inequidad, la miseria y la injusticia. Los cronistas con sus

historias empiezan a develar las nuevas formas de esta ciudad, no siempre dignas de

mostrar, donde se trazan los lugares emblemáticos, los barrios populares, las plazas de

mercado y chicherías, las tradiciones y costumbres de las clases bajas y la indiferencia y

segregación de las altas. Cada crónica muestra una cara oculta de la moneda, una cara que a

primera vista puede parecer conocida pero que al observarla a profundidad nos ofrece una

nueva visión de los lugares y de las gentes.

Si bien en la crónica roja prevalece el gesto trágico y lastimero de la pobreza, los

cronistas de la época lograron enlazar el drama de los personajes sin voz con esa ciudad que

empieza a surgir y a mutar por medios de las fabricas, automóviles y construcciones

¨modernas¨ que dan cobijo a las miserias de siempre.


93

Hoy sin embargo el panorama es diferente, la crónica roja se encasilla en el

amarillismo al valerse de la sangre como único recurso editorial. Los tabloides, como se les

conoce a los diarios especializados en temas judiciales, relatan las historias violentas de la

ciudad donde se publican y se valen de titulares escandalosos, historias escabrosas y

fotografías explicitas para atraer lectores.

Uno de los tabloides más reconocidos en Colombia a finales del siglo XX fue El

Espacio, diario popular que circuló durante 48 años. Su estilo se caracterizó por una

llamativa y colorida impresión que exponía directamente la muerte y la violencia de la

capital del país. El Espacio fue uno de los diarios de mayor circulación en los años 80

debido a su alto contenido amarillista y al uso de mujeres desnudas en la última página de

sus ediciones. En sus últimos años de circulación El Espacio atravesó problemas

financieros y sus dueños, la familia Ardila, tomaron la decisión de acabar con él en

noviembre de 2013.

Actualmente Q´Hubo se sitúa como el principal representante de los tabloides,

ocupando el cuarto puesto en la clasificación jerárquica de la prensa en Bogotá y el tercero

a nivel nacional13; lo que confirma que la crónica roja, a pesar de perder el estilo de antaño

sigue siendo un género importante en el periodismo del país.

Al otro lado del espectro se sitúa Cosecha Roja, una red especializada en el

periodismo judicial de América Latina, perteneciente al grupo de proyectos de la Fundación

de Nuevo Periodismo Iberoamericano, donde periodistas, académicos y escritores realizan

estudios y procesos de formación en torno a la violencia, los derechos humanos y la

13
Según estudio de la ACIM, asociación sin ánimo de lucro que realiza investigaciones, mediciones y control
de audiencia y comportamiento de los diferentes medios de comunicación o publicidad a través de
investigaciones y estudios de carácter periódico.
94

igualdad de género. La comunidad de Cosecha Roja es también un lugar de encuentro para

la publicación de crónicas rojas que dignifican la narrativa al mostrar a los protagonistas

como los humanos que son, sin superficialidad ni sensacionalismo. Una prueba de esta

filosofía es la crónica Después de la lluvia escrita por Ana Longoni cuyos fragmentos se

referencian a continuación.

No cambio a mi hijo por un paquete de huesos”, declaraba a la prensa en mayo de

1984 María del Rosario Cerruti, entonces vicepresidenta de Madres de Plaza de

Mayo. Era la posición de aquel sector de Madres que se negaban rotundamente a las

exhumaciones de cuerpos NN y a la identificación de los restos de los desaparecidos

porque sostenían que con ese macabro hallazgo se tendía a clausurar la lucha colectiva

y a replegarse en un duelo íntimo. Ese argumento resonó en mí en estas horas de feroz

incertidumbre y desgarro colectivo ante el cuerpo que apareció flotando en el río

Chubut.

También están allí, en esa misma escena, la fuerza conmovedora, la entereza y la

lucidez del hermano y la cuñada (como las madres, las abuelas, los hijos: los afectos

y lazos familiares como el motor indetenible de esa búsqueda desmesurada, desafiante

ante el Goliat del Estado desaparecedor). La multitud dispuesta a tomar las calles, una

y otra y otra vez, poniéndonos sobre el rostro su rostro, preguntando dónde está

Santiago en las aulas, en los hospitales, desde las ventanas, cada mañana, cada tarde,

cada noche… Insomnes. (Longoni, 2017, p, 1)

El panorama actual del género en Colombia es incierto, si bien contamos con

nombres importantes en el campo de la crónica literaria, ninguno de ellos se especializa en

la vertiente judicial de la misma.


95

En el país no se vislumbra la pronta creación de un espacio que permita analizar

desde el ámbito académico, periodístico y literario la importancia que tiene la crónica roja

como promotora de la discusión y la búsqueda de nuevas formas de narrar lo que ocurre en

esta sociedad conflictiva y violenta.

Una de los problemas que se ha presentado frente a la investigación de la crónica

roja es el hecho de que en Colombia este género ha contado con poco interés por su estudio

dentro del ámbito académico. Son pocos los autores e investigadores que han procurado

establecer un lugar para la crónica y menos aún para hablar de la de Sucesos. Si bien se han

realizado investigaciones al respecto la mayoría de estas se enmarcan en el aspecto

periodístico y comunicativo dejando de lado el contexto literario del género.

Otro aspecto que juega en contra de la crónica roja es la dificultad para realizar la

búsqueda en las hemerotecas del país. La catalogación del material periodístico se realiza

por fecha y medio de comunicación más no especifica temas o autores. Esto se debe al alto

número de documentos que se tienen almacenados, los pocos recursos humanos y

económicos que se dispone y lo que significaría a nivel logístico la catalogación de todo

este material.

Ante estas dificultades investigativas se hace indispensable tener en cuenta todos los

estudios previos que sobre el género se han realizado y esgrimir minuciosamente todas las

pistas sobre fechas, acontecimientos y autores que los mismos proporcionan. Sin embargo a

lo largo de esta investigación se ha encontrado que algunas de las fechas reseñadas son

erróneas y peor aún la información se duplicada en diferentes textos investigativos.

De lo anterior expongo dos ejemplos: equivocadamente se ha referenciado la

aparición del bandido Rascamuelas en marzo de 1935. Sin embargo la primera crónica de
96

sucesos en la cual aparece dicho bandido fue publicada el día 5 de julio de 1934 escrita por

José Joaquín Jiménez y publicada en el periódico El Tiempo.

Lo mismo ocurre con la referencia que hace Juan José Hoyos (2009) sobre el

reportaje Conversando con Esteban Huertas escrito por José Antonio Osorio Lizarazo.

Hoyos sitúa la publicación del relato en el mes de marzo de 1929 pero lo cierto es que su

publicación data del 11 de mayo de 1929 en la revista Cromos No. 659.

En este punto, todo esfuerzo investigativo y académico que se ha realizado hasta

ahora para recopilar, catalogar y difundir abre la oportunidad para consolidar una base de

datos sobre la crónica roja, sus autores y hechos históricos, esto no solo redunda en los

procesos de recuperación patrimonial sino que también abre la puerta para que otros

investigadores continúen con esta labor.

Para el desarrollo de este proyecto ha sido fundamental demostrar que la crónica es

un género que no solo se rige bajo las directrices del periodismo y la literatura. Su campo

de acción se expande alrededor de las ciencias sociales al tomar los saberes, estéticas y

visiones de otros géneros.

La fuerza discursiva que la crónica sustrae de otras disciplinas es la que la lleva a

incorporar en su relato voces y miradas diversas y es a través de estos elementos que se

encuentra la materia prima de sus historias

Por último es importante el acercamiento que se ha conseguido con el equipo de

actividad cultural de la Biblioteca Nacional de Colombia en cabeza de Valentín Ortiz, quien

estudió la posibilidad de abrir un espacio difusión de esta investigación. La Biblioteca

Nacional se encuentra interesada en contribuir con la promoción de proyectos

investigativos que redunden en la conservación y recuperación del patrimonio literario del

país, gracias a esto los resultados de este proceso de acercamiento con la entidad han sido
97

positivos. Para el equipo de actividad cultural la propuesta realizada para la difusión del

trabajo investigativo Violencia, periodismo y literatura: Cinco grandes cronistas del siglo

XX en Colombia se encuentra dentro de su área de interés y cumple con los estándares

establecidos por lo cual se programó su ponencia para el mes de febrero de 2018 dentro del

espacio de investigadores en las instalaciones de la Biblioteca Nacional de Colombia.

En las siguientes páginas los lectores se encontrarán con una antología de crónicas fruto de

la investigación y el deseo de rescatar del olvido las piezas periodísticas y literarias de José

Joaquín Jiménez, Felipe González Toledo, Pedro Claver Téllez Téllez, Ismael Enrique

Arenas y José Antonio Osorio Lizarazo.

Estas páginas también son una invitación a descubrir la vida y obra de estos cronistas que

capturaron las vivencias del siglo XX en medio de la violencia y la muerte.

El proyecto editorial puede ser consultado en la página Web:

https://mundoinmovil.wixsite.com/cincocronistasxx
98

Referencias

Álvarez, L. (2010) Siete veces Pedro Vida folletinesca y periodismo de aventura de Pedro

Claver Téllez. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.

Arias, A. (2006) “La ficción basada en la realidad”. Boletín cultural y bibliográfico, Vol.

43, Núm. 73. Bogotá: Banco de la República.

Barbero, M. (1982) Memoria Narrativa e industria cultural. Comunicación y cultura. Cali:

Universidad del Valle.

Calvo J. (2006). “Sociedad: Vargas Llosa: El periodismo es el mayo garante de la libertad”.

El País. España. Recuperado de

http://elpais.com/diario/2006/10/13/sociedad/1160690409_850215.html

Cordovez, M. (1899) Reminiscencias Santafé y Bogotá. Bogotá: Librería Americana.

Donado, D. (2003). Crónica anacrónica: un estudio sobre el surgimiento, el auge y

decadencia de la crónica periodística en Colombia. Bogotá: Editorial Panamericana.

Falbo, G. (2007). Tras las huellas de una escritura en tránsito. La crónica contemporánea

en América Latina. Buenos Aires. Argentina: Ediciones Al Margen.

González, F. (2008) Crónicas bogotanas. Bogotá: Editorial Planeta.

Herrera, M. (2014). “Entrevista a Pedro Claver Téllez”. Página digital. Recuperado de

http://www.noticiasdeliteratura.paginadigital.com.ar/Literatura/2459/Entrevista_a_Pe

dro_Claver_Tellez_por_Marcos_Fabi%C3%A1n_Herrera_Mu%C3%B1oz.htm

Hoyos. J. (2009). La pasión de contar: El periodismo narrativo en Colombia 1638 – 2000.

Medellín, Antioquia: Editorial Universidad de Antioquia.

Jiménez, J. (1996) Las famosas crónicas de Ximénez. Bogotá: Editorial Planeta.


99

Jiménez, J. (s.f.) Crónicas. Bogotá: Biblioteca popular de cultura colombiana.

La Nación. (2013). “Editorial: El mejor oficio”. La Nación. Colombia. Recuperado de

http://www.lanacion.com.co/index.php/columnas-opinion/editorial/item/203202-el-

mejor-oficio

Lobo. R. (2013). “Leila Guerriero: El periodismo objetivo es la gran mentira del universo,

todo es subjetivo”. JOT DOWN. España. Recuperado de

http://www.jotdown.es/2013/11/lei%C2%ADla-gue%C2%ADrrie%C2%ADro-el-

periodismo-objetivo-es-la-gran-mentira-del-universo-todo-es-subjetivo/

Longoni, A. (2017) Después de la Lluvia. Cosecha Roja. Recuperado de

http://cosecharoja.org/despues-de-la-lluvia/

Mignolo, W. (1981) “El metatexto historiográfico y la historiografía indiana”. Hispanic

Issue MLN, Vol. 96, No. 2, (pp. 358-402). Recuperado de:

http://www.academia.edu/4262841/El_metatexto_historiografico_y_la_historiografia

_indiana

Montaña, J. (2000) “Semanario Gráfico ilustrado Estampa. El inicio de la modernidad en

una publicación periódica”. Boletín cultural y bibliográfico, Vol. 37, Núm. 55.

Bogotá: Banco de la República.

Muñoz, F. (1874) El crimen del aguacatal. Medellín: Imprenta del Estado.

Noval. C. (2010). “La polifonía y la intertextualidad en producciones infantiles”.

Cuadernos de lingüística hispánica No. 15. Tunja: Universidad Pedagógica y

Tecnológica de Colombia.

Osorio, L. (1929). “Conversando con Esteban Huertas”. Revista Cromos. Bogotá.

Osorio, L. (1944). “José del Carmen Tejeiro”. Semanario Sábado. Bogotá.


100

Puerta, A. (2009). “Una voz de los olvidados. Análisis del periodismo narrativo de José

Antonio Osorio Lizarazo”. Anagramas. Volumen 7, Nº 14. Medellín: Universidad de

Medellín.

Ramírez. W. (2001). “La crónica roja en Bogotá”. Historia Crítica. Número 21. Fundación

Dialnet.

Regillo R. (2007). Tras las huellas de una escritura en tránsito. La crónica contemporánea

en América Latina. Buenos Aires. Argentina: Ediciones Al Margen.

Rotker. S. (2005). La invención de la crónica. Fundación para un Nuevo Periodismo

Iberoamericano. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

RPP Noticias (2012). “Literatura: El periodismo según Gabriel García Márquez”. Perú.

Recuperado de http://rpp.pe/cultura/literatura/el-periodismo-segun-gabriel-garcia-

marquez-noticia-544837

Subgerencia Cultural del Banco de la República. (2015). “El periodismo en Colombia”.

Bogotá. Recuperado de

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/ayudadetareas/periodismo/per78.htm

Téllez, P. (1987) Crónicas de vida bandolera. Historia de los bandidos colombianos más

famosos del siglo XX. Bogotá: Editorial Planeta.

Torres, O. (1991) “Sábado: crónica de un semanario democrático”. Boletín cultural y

bibliográfico, Vol. 28, Núm. 27. Bogotá: Banco de la República.

Vallejo, M. (1997). La crónica en Colombia: Medio siglo de oro. Bogotá: Presidencia de la

República.

Vallejo, M. (2006). A plomo herido. Una crónica del periodismo en Colombia (1880 –

1980) Bogotá: Planeta Colombia editorial S.A.


101

Vergara, A. (2007) “Ximénez, un prodigio en la prensa colombiana”. Agenda cultural Alma

Mater. No. 129. Medellín: Universidad de Antioquia.

Villoro. J. (2006) “Suplemento Cultura: La crónica, ornitorrinco de la prosa”. Diario La

Nación. Argentina. Recuperado de http://www.lanacion.com.ar/773985-la-cronica-

ornitorrinco-de-la-prosa
102

Anexos
103

También podría gustarte