Sociologia (Articulo)
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UN ENCUENTRO POSIBLE
RESUMEN
PRESENTACIÓN
Sin embargo, el arte y sus relaciones con la vida social aparece menos presente en la
preocupación de los sociólogos de América Latina. Si bien podemos constatar que la
sociología latinoamericana ha ido multiplicando de manera creciente sus focos de
atención, poco o nada se dice en torno a las prácticas artísticas y a su dimensión
colectiva, o si se hace, estos trabajos no tienen una gran visibilización en el espacio
científico.
Sin embargo los trabajos de Bordieu, Becker, Duvignaud, Bastide y tantos otros y
otras, nos invitan a abandonar esta comprensión del arte como un espacio
independiente del resto de las actividades de la sociedad y a comenzar a visualizarlo
como un principio activo de la vida colectiva, susceptible de contribuir por sus propios
medios a sus dinámicas de transformación.
Por otra parte, la actividad artística no puede ser disociada de las mutaciones socio-
económicas que afectan a su producción y la de la sociedad en su conjunto. En este
sentido el arte también puede ser analizado como un trabajo, bajo el prisma de la
precarización y de la hiper-flexibilización que afectan al resto de la sociedad en el
concierto de las economías neo-liberales.
En efecto, los economistas, quienes sí parecen haber comprendido desde hace años la
importancia de las relaciones entre arte y sociedad, han impregnado de sus lógicas una
buena parte de la conceptualización en torno a la producción artística tanto en los
discursos académicos, como en la institucionalidad cultural.
Es así que desde la década de los noventa hemos visto proliferar el dominio reconocido
como el de la "gestión cultural", cuya masificación ha llevado a naturalizar en el
sentido común una comprensión del trabajo artístico visto únicamente bajo el ángulo
de la producción mercantil.
Esta primacía del encuadre economicista frente a los fenómenos artísticos, afecta
igualmente a la conceptualización en torno a los procesos de recepción, situando la
noción de "consumo cultural" como una categoría plausible y muchas veces
incuestionable para comprender las relaciones de los públicos con las obras.
Nathalie Heinich en su libro Sociología del arte da cuenta de una cierta evolución del
estatus epistemológico del objeto artístico en la historia de la disciplina. A través de un
análisis histórico, la autora hace un recorrido por los principales trabajos de la
sociología del arte del último siglo, analizando la manera en que en sus investigaciones
han sido concebidas las relaciones entre arte y sociedad.
Según Heinich los primeros sociólogos que hicieron del arte su objeto de predilección,
habrían visualizado esta relación en términos de arte y sociedad. Este enfoque habría
ido evolucionando poco a poco hacia una comprensión del arte en la sociedad, para
terminar en la actualidad con una nueva generación de sociólogos que se ocuparían del
arte como sociedad3. Cabe señalar que en este análisis la autora constata en los
trabajos actuales de la sociología del arte una gran importancia otorgada a los trabajos
de carácter empírico, contrariamente a lo ocurrido en las primeras generaciones de
sociólogos en donde predominaron trabajos de tipo especulativo.
El autor nos recuerda al mismo tiempo que existe un principio teórico compartido entre
los sociólogos del arte según el cual no es tarea del sociólogo producir u otorgar
"valor" de arte a los objetos que constituyen su campo de investigación. El trabajo del
sociólogo consiste en constatar las jerarquías estéticas existentes en la realidad social,
por lo que para nosotros no tiene sentido hacer la distinción entre artistas mayores o
menores. La construcción del objeto "arte" deberá así tener en cuenta las definiciones
de los grupos sociales analizados y saber incorporar los aportes de disciplinas vecinas
(historia, filosofía, musicología, etc.).
Por otra parte, en lo referido al estatuto mismo del objeto y a sus posibilidades
analíticas desde la sociología, a pesar de las divergencias, pareciera existir un relativo
consenso entre los sociólogos contemporáneos en torno a la distinción entre un análisis
de tipo externo y otro de tipo interno en el estudio de las obras, distinción relevada
por el mismo Péquignot. El análisis externo hace referencia a los contextos sociales
de la creación artística (origen social del artista, modalidades de adquisición del
estatus social, procesos de legitimación, redes de recepción de la obra, funcionamiento
del mercado, etc.). Mientras que el análisis interno, buscará comprender al interior
de la obra, los elementos que permiten elaborar un conocimiento acerca de la vida
social6.
Buscaremos indagar brevemente en este segundo tipo de análisis, que nos introduce al
enfoque más específico reconocido como sociología de las obras, sostenido desde
horizontes epistemológicos distintos, por autores como Jacques Leenhardt, Jean Pierre
Esquenazi y el propio Péquignot, quienes afirman que las obras pueden ser abordadas
desde una perspectiva sociológica.
Esta convicción es ampliamente discutida por autores como Natalie Heinich para quién
el análisis sociológico debiera limitarse a las condiciones sociales de producción de las
obras, sin considerar aspectos relativos a su dimensión estética, para cuyo análisis la
sociología estaría desprovista de un aparato metodológico consistente.
Es esta controversia la que llevará Antoine Hennion - no sin una gran dosis de ironía -
a reconocer en las obras una especie de "fruto prohibido" para la sociología.
Jacques Leenhardt en su artículo " Une sociologie des oeuvres est-elle nécessaire et
possible?"8, presentado en el emblemático coloquio de Sociología del arte de
Marsella llevado a cabo en 1985, aporta una reflexión contundente que marcará una
buena parte del debate acerca del potencial epistemológico de una sociología de las
obras.
Para Leenhardt el trabajo artístico difiere del resto de las producciones simbólicas y no
puede ser reducido simplemente a una función de espejo de la sociedad. Ello significa
que el arte no debe ser estáticamente asumido como mera reproducción social. En este
punto el autor, se aleja de una visión más clásica de la sociología del arte, intentando
ver en las obras otra cosa que un dispositivo de reproducción de desigualdades. Más
que imitar la realidad, nos dirá Leenhardt : " la obra dilucida la relación de un individuo
a lo colectivo y a lo social "10.
De acuerdo a ello, al mismo tiempo en que la obra está determinada por lo social, ella
puede jugar un rol capital en su transformación. Las obras así, no simbolizarían la vida
social de manera directa sino que realizarían un trabajo de resimbolización:
Quisiera finalizar este breve periplo por las teorías de la sociología del arte
contemporánea haciendo alusión al enfoque propuesto por Jean Pierre Esquenazi que a
mi juicio reviste una gran radicalidad epistemológica. En su texto Sociologie des
oeuvres. De la production à l'interprétation, el autor busca igualmente responder
a la cuestión de cómo la sociología puede abordar las obras y para ello comienza
interrogando la noción misma de obra de arte 12 .
Así, el sociólogo o la socióloga que se interese por estudiar las obras de una sociedad
dada, independientemente que se interese por los colectivos de fabricantes de obras
(pintores, escritores, etc.), o por los colectivos que disfrutan de esas obras (los
públicos), podrá constatar que esta relación cobra la forma de un vínculo social. Una
obra, sostiene Esquenazi, contribuye a reunir, a religar, públicos y artistas,
compositores y músicos, escritores y lectores, lectores entre ellos. De esta manera el
sociólogo puede abordar las obras teniendo en cuenta los múltiples vínculos sociales
que ellas suscitan.
Esquenazi constata así que existe una especificidad de ese vínculo social que tiene que
ver con esos objetos que llamamos las "obras". El concepto de obra es indisociable de
los modos distintivos de relación, de inclinación, de cooperación que ella genera.
Este acento puesto por el autor en la naturaleza constitutivamente social de las obras
busca escapar la lógica idealista y psicológica que gobierna la aproximación estética y
que a veces impregna los trabajos de las ciencias sociales sobre el arte. Las obras
finalmente son comprendidas como formas singulares de procesos sociales, capaces de
atravesar organizaciones sociales variadas. Para esta concepción procesual de la obra,
ésta renace permanentemente, pasando de un universo a otro, cambiando siempre de
sentido y de condición.
En cuanto a la elección del objeto a tratar, Esquenazi insiste al igual que Péquignot en
el hecho de que el sociólogo abordará de manera equivalente el "gran arte" y la
"pequeña cultura". Ello no significa negar el fenómeno de legitimidad cultural sino
examinarlo igualmente en la producción de las obras:
CONCLUSIONES
Las distintas posiciones presentadas aquí, cada una con sus propios énfasis y sus
particulares maneras de delimitar el objeto, la pertinencia y los límites de una
sociología de las obras, demuestran que se trata de un campo en plena ebullición en
nuestra disciplina.
La riqueza del trabajo creativo producido por los artistas y difundido en nuestro
continente y el amor de los públicos por las obras pueden hacer de ellas un objeto
heurístico fecundo para la producción de conocimientos sobre la vida social en el
contexto latinoamericano. El aporte de una sociología de las obras, puede así introducir
nuevas perspectivas y tratamientos en torno a la producción artística, sus valoraciones
sociales y su circulación en el espacio público. El enfoque sociológico puede aportar
elementos nuevos para el análisis de las obras que pueden dialogar con los corpus ya
producidos por disciplinas vecinas, incorporando una comprensión de las obras como
procesos sociales.