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A Propósito Del Fallo "Canales" de La CS. Un Análisis Del Instituto Del Juicio Por Jurados ( )

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Título: A propósito del fallo "Canales" de la CS.

Un análisis del Instituto del Juicio por


Jurados(*)
Autor: Igarzabal, Fermín
País: Argentina
Publicación: El Derecho - Revista de Derecho Penal, Tomo 2019, 5
Fecha: 10-06-2019 Cita Digital: ED-DCCLXXVII-968

Sumarios

I. Introducción.– II. Reseña histórica.– III. Breves antecedentes del caso.– IV. Aspectos centrales y
respuesta de la Corte.– V. Otros tópicos de interés.– VI. Interrogantes finales.

A propósito del fallo "Canales" de la CS. Un análisis del Instituto del Juicio por Jurados(*)

Nota a Fallo

I. Introducción

El pasado 2 de mayo del corriente año 2019, y mediante el nuevo sistema de fijación previa de temas
relevantes, nuestro Máximo Tribunal Federal dictó la sentencia conocida como “Canales”(1), abordando
por primera vez el análisis del instituto del juicio por jurados.

En ese marco, este trabajo tiene por objetivo identificar y delinear con meridiana profundidad los
tópicos tratados por la Corte, que tocan aspectos centrales de la naturaleza misma del sistema de
enjuiciamiento por jurados populares. Sin perjuicio de lo cual finalmente se señalarán una serie de
interrogantes que entiendo no han sido resueltos –o al menos no de manera cabal y definitiva– en el
fallo en análisis.

Por otra parte, dada la extensión de la temática del juicio por jurados en general, debe aclararse que
no se emprenderá la tarea de abordar todas las aristas, teorías ni marcos históricos vinculados al
tópico, pues ello excedería conceptual y materialmente el alcance y propósito de este ensayo.

II. Reseña histórica

Como seguramente no escapará al conocimiento del lector, el instituto del juicio por jurados ha sido
recogido por el Constituyente originario(2), y renovado –pese a un formal cambio de numeración– por el
constituyente de 1994(3). De forma que el carácter programático de las normas involucradas (arts. 24,
75, inc. 12, y 118 de la CN) y su evidente falta de reglamentación legislativa federal ha traído
históricamente discusiones en torno a la naturaleza imperativa o discrecional de aquellas, tanto como
su eventual derogación consuetudinaria(4).

Ahora bien, lo cierto es que a partir de la sanción de diversas leyes procesales provinciales(5) han
tenido lugar en el país –desde hace ya casi 15 años– cientos de juicios orales bajo la modalidad del
jurado popular, siendo finalmente uno de la provincia del Neuquén(6) el que ha merecido la atención de
nuestra Corte Suprema. Tal la delimitación del objeto del presente trabajo.

III. Breves antecedentes del caso

Tras sustanciarse el juicio oral, el jurado popular neuquino dictó –mediante una mayoría de 8 votos
(sobre un total de 12)– veredicto condenatorio, encontrando a los imputados culpables del delito de
homicidio agravado por su comisión con armas de fuego y con el concurso premeditado de dos o más
personas y por alevosía, imponiendo la pena de prisión perpetua.
Superada la instancia de apelación local (ante el Tribunal de Impugnación, y finalmente ante la Sala
Penal del Superior Tribunal de Justicia Provincial), la defensa interpuso un recurso extraordinario
federal, cuya denegatoria importó la queja abordada por la Corte.

En el fallo que nos ocupa, mediante los votos de los Dres. Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti, así
como el voto concurrente del ministro Horacio Rosatti, la Corte rechazó los planteos de la parte
recurrente y confirmó la sentencia apelada. El Dr. Carlos Rosenkrantz –en disidencia– votó por rechazar
la queja.

IV. Aspectos centrales y respuesta de la Corte

Puede afirmarse que en su voto, los Dres. Maqueda y Lorenzetti identifican adecuadamente los motivos
de agravio expresados por el recurrente, centrándose especialmente en uno de ellos(7): la colisión
entre el texto provincial (ley 2784) y la Constitución Nacional.

Para responder –y rechazar– las críticas esbozadas por la parte, los sres. ministros analizaron los tópicos
propuestos, sentando criterios fundamentales en materia jurisprudencial, por tratarse de la primera
ocasión en que la Corte aborda abiertamente este instituto(8). Cabe a esta altura extraer algunas
conclusiones que nos deja el fallo:

a) Con remisión y respaldo en reiterados precedentes, rechazan cualquier afectación al principio de


juez natural, reafirmando que la facultad provincial de cambiar leyes es un derecho de la soberanía y
se aplica inmediatamente, incluso a causas pendientes (Fallos 249:343, 321:1865 y 326:2805). De forma
que no existe un “derecho adquirido” a determinado régimen procesal.

Es así, afirma la Corte, que no hay entonces afectación al art. 18 de la CN, y deberá privilegiarse la
idea que los actos procesales válidamente cumplidos coadyuvan a la pronta terminación de los procesos
y una buena administración de justicia (Fallos: 327:5496).

b) Luego, los sres. ministros dedican sus mayores esfuerzos en concluir en la idea que la provincia del
Neuquén actuó dentro del marco de las facultades propias que le reconoce y garantiza la Constitución
Nacional.

Para arribar a ello, zanjan la vieja discusión –otrora eminentemente académica– relativa a determinar si
el legislador federal tenía la potestad exclusiva y excluyente de reglamentar el mandato constitucional,
o si las provincias habían conservado tal derecho.

En ese proceso, reposando en doctrina legal de esa Corte(9), afirman que siguiendo los arts. 5, 121, 122
y 123 del texto constitucional, resulta ser facultad no delegada por las provincias aquella de organizar
su administración de justicia. De manera que es de su incumbencia exclusiva poder establecer las
instancias que estimen convenientes. Y en esa faena, la posibilidad de elegir entre los diversos sistemas
procesales penales de enjuiciamiento, donde aflora la participación de jurados populares.

Desde otra perspectiva, y ahora empleando el clásico argumento a contrario, señalan una idea que creo
será compartida por el lector, en cuanto a que la propuesta de inconstitucionalidad(10) del recurrente
supondría admitir que la regulación del juicio por jurados constituye una excepción a la citada facultad
provincial. Y esta tesis no puede ser convalidada realizando una correcta interpretación y exégesis del
texto constitucional, ya que supondría una severa restricción de las facultades provinciales. Enseña el
fallo en este punto que la Constitución Nacional debe ser analizada como un sistema armónico (Fallos:
167:121 y 236:100) y coherente (Fallos: 328:1652).

En complemento, se reafirma el axioma que indica que “... la constitución Federal de la República se
adoptó para su gobierno como Nación y no para el gobierno particular de las Provincias, las cuales
tienen derecho a regirse por sus propias instituciones, es decir, que conservan su soberanía absoluta en
todo lo relativo a los poderes no delegados a la Nación...” (Fallos: 329:5814).

Por ello, la conclusión necesaria del respeto a la autonomía provincial nos lleva a la afirmación que las
normas constitucionales involucradas (arts. 24, 75, inc. 12, y 118), conciben al juicio por jurados como
una institución sustancial y la competencia del Congreso Federal será para su regulación en el ámbito
federal. Lo que tiene apoyo también en la habilitación –a contrario sensu– que deriva del art. 126 en
tanto no lo incluye dentro del catálogo de materias vedadas (Fallos: 331:1412 y 341:1148). De manera
que la facultad de las legislaturas provinciales reluce como un poder “originario e indefinido” en los
términos del art. 121 (Fallos: 329:976).

V. Otros tópicos de interés

En materia de garantías constitucionales, el fallo también asume el tratamiento de tres cuestiones: el


ejercicio de la defensa en juicio, la presunción de inocencia y la igualdad ante la ley.

V.1

¿Existe un derecho a elegir el juzgamiento por jurados? O dicho de otra forma: ¿debe considerarse el
sistema de participación popular como una herramienta o un derecho del imputado? Y como tal,
¿derecho individual y renunciable?

Los recurrentes objetan el hecho que en la legislación del Neuquén el juicio por jurados resulte
obligatorio cuando la pena máxima estimada por el Ministerio Público Fiscal supere los 15 años de
prisión (art. 35 de la ley 2784)(11). Pues bien, aquí la Corte nos brinda una respuesta que considero
parcial, y limitada a la forma en que se expresaron los agravios de la defensa. Ya que estos se orientan
únicamente a la disponibilidad del mecanismo, sin expedirse en cuanto al modo de juzgamiento.

Señalan los ministros votantes que, en estos términos, la crítica planteada no demuestra por qué la
provincia del Neuquén está obligada a regirse por los términos del art. 5º de la CN. Ello, con remisión al
precedente “Marincovich”(12) y a las palabras del propio Dalmacio Vélez Sarsfield(13), en cuanto
consagra la regla general de deslinde entre lo nacional y lo provincial (actual art. 121 de la Constitución
Nacional), bajo la premisa de que “... la nación pide(...) que tenga cuerpo legislativo, que tenga poder
ejecutivo (pero) no puede decirse que han de ser bajo tales o cuales formas sino conforme a la
Constitución, con los poderes que la Constitución establece”.

Como se observa, la Corte no brinda una respuesta definitiva al interrogante propuesto, de manera que
el planteo sobre la caracterización como garantía renunciable o imperativo legal queda abierto(14).

Al respecto, Hendler(15) y Díaz Cantón(16) identifican a la facultad de renunciar al enjuiciamiento por


jurados como un derecho o prerrogativa que como tal se encuentra en la primera parte del texto
constitucional. De manera que si el procedimiento de participación popular se impusiera
compulsivamente se ejercería una garantía en perjuicio de los intereses del portador (como alega la
parte vencida en el caso en estudio). En esta línea puede encontrarse por ejemplo la legislación de la
provincia de Buenos Aires, que en el art. 22 bis de la ley 11.922 faculta expresamente al imputado a
renunciar a la integración del tribunal con jurados(17).

En contraposición, siguiendo a Coronato(18) encontramos un sector de la doctrina encabezada por


Bovino(19), que sin dejar de observar el juicio por jurados desde la perspectiva de la garantía individual
al justiciable, repara en la noción de participación ciudadana. Por lo que este carácter político de la
institución vinculado a la administración de justicia haría indisponible su aplicación. A esta posición se
suma Bruzzone(20), quien reposa en la noción que la participación ciudadana es un “imperativo
republicano”. En síntesis, la discusión en esta materia también queda abierta, pues dado el rechazo de
tratamiento articulado por la Corte, deliberadamente omite sentar postura al respecto.

V.2

El mismo rechazo recibió la argumentación esgrimida en cuanto a que la mayoría especial(21) aceptada
por el legislador provincial conculca garantías constitucionales a nivel de presunción de inocencia e
igualdad ante la ley.

Frente a ello, y nuevamente con apego a la libertad legislativa de la que gozan las provincias argentinas
frente a las facultades no delegadas al gobierno central, la Corte rechaza el planteo, en respaldo a la
vigencia de las garantías constitucionales que se decían afectadas.

En sintonía con ello, podemos extraer como ideas centrales: el postulado que la unanimidad nunca
puede ser exigida(22), pues justamente conspira contra la idea de diversidad que implica la
composición propia de los cuerpos populares. De hecho la Corte señala(23) que “el juicio por jurados
expresa –en esencia– el derecho a juzgar en cabeza del pueblo, por ser este el sujeto jurídico más apto
para ponderar la criminalidad de las acciones u omisiones del prójimo”.
Realza, a renglón seguido, que el proceso deliberativo que arriba a una conclusión (entendiendo al
veredicto como su producto fundamental) justamente se forja por la pluralidad de opiniones basado en
multiplicidad de edades, oficios y experiencias de vida, entre tantos otros como personas componen al
jurado (en este caso 12). Y cerrando el tópico, sucintamente parece indicar como aceptable y
razonable la mayoría exigida en la legislación del Neuquén (8 votos sobre 12 voluntades), al respetar la
máxima de dos tercios que se replica en los tribunales de jueces profesionales. Finalmente, se cierra el
razonamiento con una nueva afirmación del pleno respaldo de esa Corte a la autonomía provincial, la
cual en definitiva se erige como muestra del federalismo que expresan los arts. 122 y 123 de la Carta
Magna.

V.3

Sobre el veredicto inmotivado: Recién a partir del considerando 19, la Corte se aboca a uno de los
puntos neurálgicos del instituto, a saber, la forma en que los jurados populares emiten su veredicto. O
en otras palabras, a la falta de motivación –o la expresión de ella– de los veredictos por jurados. Este
tema, de complejo análisis, ha sido siempre el punto de partida de las críticas a este tipo de sistemas
de enjuiciamiento, dado el valladar que pareciera implicar el propio
artículo 1º del texto constitucional, que instaura el sistema republicano de gobierno. Con cita en la
reciente jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos(24), la Corte se enrola en la
histórica posición que vislumbra en la expresión de las motivaciones de los actos de gobierno una
justificación de cara a la sociedad (y oportunamente al rey). De manera que el juicio por jurados, al
importar un ejercicio de la jurisdicción de la propia ciudadanía, está exento de tal obligación, pues no
debe rendir cuentas ni justificar sus motivos. Básicamente, los jurados se encuentran fuera del
escrutinio de la población.

Para así decidir, el tribunal regional se remite a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos –que es recogida por la Corte(25)–, para afirmar que “… la falta de exteriorización de la
fundamentación del veredicto no vulnera en sí misma la garantía de la motivación. En efecto, todo
veredicto siempre tiene motivación, aunque como corresponde a la esencia del jurado, no se expresa”.

Por otra parte, y en relación al segundo tema fundamental que encierra la inmotivación del veredicto
del jurado, breve y colateralmente se enfrenta la cuestión relativa a la capacidad de rendimiento de la
revisión de las sentencias del jurado. Esto, desde que previamente la Corte aclara –no sin razón– que la
defensa no ha opuesto objeciones en materia de hechos ni prueba, como tampoco se plantea un déficit
a nivel de autoría ni responsabilidad penal de los imputados. Así las cosas, no es casual que este punto
se analice en último término(26), y de un modo acotado y genérico.

Por todo ello, sin entrar en un análisis profundo sobre las aristas que presenta la asunción de un
régimen de razonamiento basado en la íntima convicción, y la consecuente limitación a su revisión en
alzada, la Corte plasma –sin mayor desarrollo– la idea de que “… pese a la ausencia de fundamentación
escrita, es perfectamente posible cuestionar una resolución de un jurado en base a la incongruencia
entre precedentes o premisas (afirmaciones y pruebas) y conclusión (culpabilidad o inocencia)”.

Sintéticamente, podemos afirmar que sin abordar las garantías constitucionales y convencionales del
derecho al doble conforme, tutela judicial efectiva, tanto como el derecho a una defensa técnica
eficaz, en relación a los derechos de los imputados, como también los atingentes a las propias víctimas
del proceso, siguiendo el principio de bilateralidad que debe regir en el proceso penal liberal, la Corte
responde a estas preguntas casi con un oxímoron, al afirmar que “… el juicio por jurados es una
alternativa que permite conjugar la ‘precisión’ propia del saber técnico con la ‘apreciación’ propia del
saber popular, congregando la garantía inherente al debido proceso y la percepción de la realidad
propia de una decisión basada en el sentido común”.

VI. Interrogantes finales

Como corolario del análisis del fallo “Canales”, puede extraerse que en varios de sus pasajes –a modo
de holding del caso– la Corte se ocupa de reafirmar la vigencia de las autonomías provinciales en
materia de regulación procesal. De suerte que ratifica en reiteradas ocasiones la vigencia de los arts. 5,
121 y 123 como pilares del federalismo. Por tales motivos, y casi como un costo asociado a tal tesitura,
no ingresa en el tratamiento de las particularidades y aspectos inherentes al sistema especialmente
escogido por la provincia del Neuquén (comunes a otras varias legislaciones provinciales). Por estos
motivos, entiendo que el fallo significa un fuerte respaldo al sistema de enjuiciamiento popular, pero
más bien de un modo genérico y desprendido de apreciaciones técnicas –en materia de fundamentación
de sus veredictos, tanto como capacidad revisora, entre otros tópicos–.

Con estas aclaraciones, creo correcto caracterizar a este precedente como un importante primer paso,
pero lejos de una doctrina legal de la Corte, pues muchos de los aspectos controversiales de esta
herramienta de enjuiciamiento popular –quizás los más interesantes– no han sido tratados.

Dicho esto, no encontramos tampoco en la voz de la Corte línea alguna al análisis que estimo central de
la implementación del juicio por jurados en nuestro sistema continental. Al decir de Madariaga(27),
resultará determinante establecer eventualmente la forma en que estas regulaciones procesales
provinciales –ahora convalidadas jurisprudencialmente– se “insertan” en un ordenamiento procesal
penal concebido bajo otros paradigmas.

Pues en aquellos sistemas anglosajones donde ha regido con mayor tradición se observa una armónica
convivencia entre el orden público y las potestades del jurado, bajo el concepto denominado “jury
nullification”(28). Este precepto del common law inglés –luego fuertemente recogido en los Estados
Unidos–, cuyos orígenes datan del siglo XIII, reconoce en los jurados populares la potestad de no aplicar
la ley en el caso concreto. Suele afirmarse que el jurado tiene la capacidad de “obstaculizar”(29), en el
caso concreto, la aplicación del derecho penal vigente. Y esta institución, que tiene un profundo apego
a la tradición anglosajona, resulta de una concepción que le es extraña al ordenamiento nacional. Ya
que el otorgamiento de semejante poder al jurado conlleva una especie de reaseguro o última palabra
de la sociedad, para resolver sus conflictos por sobre la voluntad de sus representantes (voluntad que
ya se ha plasmado en una norma vigente). Puede afirmarse, sin temor a equivocarse, que esta conducta
conlleva el mayor ejercicio directo de la ciudadanía en la faz jurisdiccional.

Pues bien, más allá de la naturaleza y aplicación del jury nullification, de lo que no quedan dudas es
que, al menos conceptualmente, su aplicación es inversamente proporcional a la vigencia del orden
público. De forma que pese a las instrucciones del juez, tanto como a las leyes involucradas, la decisión
del jurado podría estar en contra y por encima de ambos poderes del Estado.

De suerte que al sesionar secretamente, el jurado popular se erige como un soberano que se encuentra
por encima de las leyes. Quien mejor describe esta situación es Jeffrey Abramson(30), cuando concluye
en la idea de que “... de manera ostensible u oculta, la potestad de nulificar se mantiene
invariablemente como estrategia para que los jurados puedan reconciliar la ley con los dictados de su
conciencia. Esa reconciliación, para bien o para mal, es la esencia del sistema de juicio por jurado”.

Como se observa, este instituto puja ostensible y formalmente con el orden público de raigambre
continental, y principalmente en materia penal donde nuestro país ha optado desde sus inicios por un
ejercicio eminentemente oficioso (cuya regla general está señalada en el art. 71 del Código Penal).

Y esta situación, completamente inédita en nuestro derecho, habrá de ser abordada en alguna
oportunidad que avisoro surgirá a partir de la interposición de la vía extraordinaria por arbitrariedad de
sentencia. De manera que, pese a tratarse colateralmente de cuestiones de hecho y prueba, la Corte
pueda encontrar en ello cuestión federal suficiente, y así emitir opinión sobre esta problemática, la
cual no fue tratada en “Canales”.

Cobrará incluso mayor relevancia la temática si el caso a avocarse proviniera de la provincia de Buenos
Aires, por cuanto la idea del jury nullification enmarcada en la legislación allí aplicable –ley provincial
14.543– que proscribe la vía recursiva frente a los veredictos absolutorios se potenciaría. Dotando
entonces –al menos en los postulados procesales– de mayor envergadura a la herramienta que poseen
los jurados al expresar sus votos.

Voces: DERECHO CONSTITUCIONAL – CONSTITUCIÓN NACIONAL – DERECHOS Y GARANTÍAS


CONSTITUCIONALES – DERECHO PROCESAL – PROCESO JUDICIAL – PODER JUDICIAL – JUECES – SENTENCIA –
TRATADOS Y CONVENIOS – TRIBUNALES INTERNACIONALES – JURISPRUDENCIA – CORTE SUPREMA DE la
nación – DERECHO PROCESAL PENAL – DERECHO PENAL ESPECIAL – HOMICIDIO.

(*) Nota de Redacción: Sobre el tema ver, además, los siguientes trabajos publicados en El Derecho:
Acerca de la vigencia del mandato constitucional del juicio por jurados y su relación con los
procedimientos abreviados, por Gustavo A. Bruzzone, ED, 183–1207; El juicio por jurados, ¿derecho u
obligación?, por Edmundo S. Hendler, ED, 187–1135; Garantías constitucionales en el proceso penal.
Juicio por Jurados, por Ramiro Javier Rua, EDCO, 2004–308; La intervención popular en el conflicto
social y la administración de justicia. El juicio por jurados. La experiencia española, por Ángel Gabriel
Nardiello, EDPE, 08/2004–29; El juicio por jurados y democratización del Poder Judicial, por Jorge
Horacio Gentile, EDCO, 2004–711; El Juicio por Jurados, una forma de privatizar la justicia, por Jorge
Horacio Gentile, EDCO, 2005–452; El juicio por jurados en Neuquén, por Juan José Nazareno Eulogio,
EDPE, 05/2012–5; La cuestión constitucional en la renuncia al juicio por jurados, por Andrés L.
Coronato, ED, 270–607; La convencionalidad del veredicto inmotivado en el juicio por jurados, por
Néstor Pedro Sagüés, ED, 280-559. Todos los artículos citados pueden consultarse en
www.elderecho.com.ar.
(1) Reg 461/2016, ``Canales, Mariano Eduardo s/homicidio agravado´´ resuelto el 2 de mayo de 2019.
Consúltese esta misma página y siguientes.
(2) En el texto de 1853 se mandó al Congreso Nacional a promover la reforma de la legislación y al
establecimiento del juicio por jurados (art. 24), facultándolo asimismo para el dictado de las leyes
necesarias al efecto (art. 67, inciso 11). Por otra parte, en el art. 99 se indicó que todo juicio criminal
que no se derivara del derecho de acusación concedido a la Cámara de Diputados debería terminarse
por jurados.
(3) Señala Julio Maier (en Derecho Procesal Penal. Tomo I. Fundamentos, 2da Edición, Editores del
Puerto, Bs As, pág 776 y sgtes), que ``...la decisión constitucional de establecer el juicio por jurados
no es, de ninguna manera, arbitraria, sino que se corresponde a la perfección con la propia ideología
política que la Constitución siguió...No cabe duda que nuestro mandato constitucional proviene del art.
III, sección 2da, punto 3 de la Constitución de los Estados Unidos de América, a través del texto del art.
117 de la Constitución Federal de los Estados Unidos de Venezuela, 1811´´.
(4) Sagüés, Néstor Pedro, El juicio penal oral y el juicio por jurados en la Constitución Nacional (ED, 92–
905).
(5) Tal el caso de las provincias de Buenos Aires (ley 14.543), Río Negro (ley 5020), Mendoza (ley 9106),
Chaco (ley 7661), Chubut (ley 5478), y la propia Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
han seguido la precursora legislación de Córdoba que instauró el modelo de jurados escabinado en 2005
(mediante ley 9182)
(6) Mediante la sanción del nuevo código procesal penal de la provincia –ley 2784– del año 2011 (con
entrada en vigencia dos años después).
(7) Por su carácter de cuestión federal suficiente (en los términos de art. 14 de la ley 48).
(8) Esta afirmación no entra en conflicto con el hecho que en el conocido fallo ``Casal´´ (C. 1757 XL.
RHE, resuelto el 20 de septiembre de 2005), la Corte Suprema ya hiciera referencia al juicio por jurados
como mecanismo de enjuiciamiento que a modo de ``meta´´ fuera propuesto por el Constituyente
(considerando 15). En tal ocasión, y sin mayor desarrollo, se reseñó el mandato constitucional, como
modo de ejemplificar la voluntad en pos de un sistema acusatorio y adversarial.
(9) Fallos: 308:490 ``Strada, Juan Luis´´; 311:2478 ``Di Mascio, Juan Roque´´ y 330:164, entre muchos
otros.
(10) Por cuanto, según se alega en el recurso, la ley provincial de juicio por jurados es inconstitucional
por cuanto constituye una competencia exclusiva del Congreso Nacional regular en esta materia.
(11) ``Artículo 35. Tribunales de jurados populares. Cuando se deba juzgar delitos contra las
personas,la integridad sexual o cualquier otro delito cuyo resultado haya sido muerte o lesiones
gravísimas, siempre que el Ministerio Público Fiscal solicite una pena privativa de libertad superior a los
quince (15) años, el juicio será realizado en forma obligatoria frente a un tribunal constituido por
jurados populares. El tribunal se integrará con doce (12) jurados titulares y cuatro (4) suplentes. La
dirección del juicio estará a cargo de un juez profesional´´.
(12) Fallos: 336:954.
(13) Con motivo de su intervención en la 4ta sesión ordinaria de la Convención del Estado de Buenos
Aires, el 27 de abril de 1860.
(14) Sobre este tópico específico, puede consultarse el siguiente artículo publicado en El Derecho: La
cuestión constitucional en la renuncia al juicio por jurados, por Andrés L. Coronato, ED, 270–2016.
(15) Hendler, Edmundo, El juicio por jurados: significados, genealogías, incógnitas, 1ra edición, Buenos
Aires, Del puerto, págs. 51 y ssgtes.
(16) Díaz Cantón, Fernando, Juicio abreviado vs. Estado de Derecho, en
https://es.scribd.com/document/56605474/Juicio–Abreviado–versus–Estado–de–Derecho–Dr–Fernando–
Diaz–Canton.
(17) ``Art. 22 BIS: (Artículo Incorporado por Ley 14543) El Tribunal de jurados conocerá en los delitos
cuya pena máxima en abstracto exceda de quince (15) años de prisión o reclusión o, tratándose de un
concurso de delitos, alguno de ellos supere dicho monto. En el plazo previsto en el artículo 336, el
imputado, personalmente o por intermedio de su defensor, podrá renunciar a la integración del Tribunal
con jurados, en cuyo caso el Tribunal se conformará de acuerdo a lo establecido en el artículo 22. La
renuncia deberá ser ratificada por el imputado en presencia del Juez, quien previamente le informará
de las consecuencias de su decisión, y verificará si fue adoptada libremente y sin condicionamientos.
Una vez firme la requisitoria de elevación a juicio no podrá renunciarse al juicio por jurados, bajo pena
de nulidad. En caso de existir pluralidad de imputados, la renuncia de uno de ellos determinará la
integración del Tribunal de conformidad a lo establecido en el artículo 22´´.
(18) ED, 270–2016.
(19) Bovino, Alberto, Procedimiento abreviado y juicio por jurados, en Juicio por jurados en el proceso
penal, Buenos Aires, Ad–Hoc, 2000, pág. 60.
(20) Bruzzone, Gustavo, Acerca de la vigencia del mandato constitucional del juicio por jurados y su
relación con los procedimientos abreviados, ED, 183–1222.
(21) El código procesal penal del Neuquén (según ley 2784), señala: Artículo 207º Veredicto. El
veredicto deberá versar, respecto de cada hecho y cada acusado, sobre las cuestiones siguientes: 1)
¿Está probado o no el hecho en que se sustenta la acusación? 2) ¿Es culpable o no es culpable el
acusado? En los tribunales compuestos por doce (12) jurados, el veredicto de culpabilidad requerirá
como mínimo de ocho (8) votos. En los casos en que no se alcance lo exigido, el veredicto será de no
culpabilidad.
(22) O al menos que el sistema de mayorías es compatible con el texto constitucional, y ambos
esquemas pueden coexistir sin afectar la igualdad ante la ley. A modo de ejemplo, en la provincia de
Buenos Aires, se establece la necesaria unanimidad de los jurados para la imposición de la pena de
prisión perpetua.
(23) Considerando Nro. 17.
(24) Corte Interamericana de Derechos Humanos. caso ``V.R.P., V.P.C. y otros vs. Nicaragua´´,
sentencia del 8 de marzo de 2018.
(25) T.E.D.H, fallo ``Taxquet v. Bélgica´´, resuelto el 6 de octubre de 2010.
(26) Considerando Nro. 20.
(27) Madariaga, Rodolfo Eduardo, Inserción del juicio por jurados en el Ordenamiento Procesal Penal
Argentino, ED, 173–986.
(28) Concepto propio del common law inglés, cuyos orígenes se remontan a la propia Carta Magna del
15 de junio de 1215.
(29) Rodríguez Vera, Manuel, Principios de obligatoriedad y discrecionalidad en el ejercicio de la acción
penal, en Revista de Derecho, Valdivia, vol. XXVI, Nro 1, pág. 195 con cita en Lafave, W., Israel, J.,
King, N. y Kerr, O., Criminal Procedure, 5ª ed., West, 2009, pág. 1075.
(30) Jeffrey Abramson, We the Jury – The jury system and the ideal of Democracy–, Harvard University
Press, Cambridge, Massachusetts, 2001.

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