Literatur A
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2. LA NOVELA
La transición del siglo xix al xx se caracteriza en Europa por una honda crisis espiritual, fruto
de los cambios que se producen en esos años. Las ideas de Schopenhauer, Nietzsche o
Bergson, en las que priman la intuición y los impulsos vitales frente a la razón, acentúan el
pesimismo y la desorientación vital, propios de los primeros años del siglo xx.
Se produce un rechazo a la sociedad y al arte burgueses de finales del xix que, en el ámbito
hispánico, se añadirá a la conciencia del atraso económico, científico y cultural de sus
países con respecto a Europa y Estados Unidos. Ello lleva a los autores a un deseo de
modernidad a la vez que afirman sus raíces autóctonas, lo que dará lugar al modernismo.
En España, a esto se suma la derrota en Cuba frente a Estados Unidos. Por ello, en los
primeros años del siglo xx se produce una reacción (el llamado regeneracionismo) que
pretende encontrar la solución a los "males de la patria". En este ambiente, una serie de
jóvenes autores (Ganivet, Unamuno, Azorín, Maeztu, Machado y parte de la obra de
Valle-Inclán), la denominada generación del 98, y un grupo de mujeres pertenecientes a la
misma generación histórica, como Carmen de Burgos "Cuentos de Colombine, Consuelo
Alvarez "Violeta" y Concha Espina, manifestándose junto a su angustia existencial y su
protesta y afán de reforma de las costumbres decadentes de la sociedad española, un
deseo de europeización, de modernidad, con la incorporación de muchas técnicas
expresivas.
Desde el punto de vista temático, las novelas de los autores se centran en:
a) El tema de España, desde una perspectiva particular en cada autor. Pretenden descubrir
el alma de la nación a través del paisaje, sobre todo Castilla; la historia, pero no la de los
grandes conflictos bélicos o reyes, sino la del hombre anónimo, a la que Unamuno llamó
"intrahistoria"; y la literatura, volviendo a autores como Larra y a clásicos como Berceo,
Rojas o Manrique, y, especialmente Cervantes y el Quijote, que ven como un reflejo de las
conductas de los españoles.
b) El tema existencial, también tratado de forma distinta en cada autor, que se preocupa por
el sentido de la vida y la existencia, el tema del tiempo o las relaciones del hombre con dios.
Autor de carácter crítico, obsesivo y con grandes inquietudes filosóficas, lo que se refleja en
su obra, que abarca todos los géneros. Unamuno evoluciona desde lo que él llama una
escritura "ovípara" (basada en la documentación y en la observación) a la escritura
"vivipara" (en la que predomina la imaginación creativa). Este proceso condujo a la nivola,
de cuya producción destaca Niebla (1914), sobre todo por dos razones: por el
enfrentamiento entre el protagonista, Augusto Pérez, "ente de ficción", y el autor, que había
previsto su muerte, para gritarle: "Quiero vivir, quiero ser yo”, y por la intervención de
Unamuno escribiendo en primera persona en el famoso capítulo 31. Otras novelas de
Unamuno son La tía Tula, en torno al sentimiento de maternidad, y San Manuel Bueno,
mártir, la historia de un cura que, aun habiendo perdido la fe, se sacrifica por sus feligreses.
Baroja concibe la novela como "un género multiforme, proteico", en el que todo cabe, la
novela abierta. No se preocupa por la composición ni por la unidad de acción, sino por los
episodios, las anécdotas, las digresiones. Para él, las cualidades del buen novelista eran la
invención, la imaginación y la observación.
Escritora y periodista, coetánea de la generación del 98. Comenzó publicando poesía desde
muy joven, aunque destaca sobre todo por su obra periodística y narrativa. Mujer ilustrada,
independiente y de profundas inquietudes intelectuales, era famosa la tertulia literaria que
celebraba en Madrid, ya divorciada de su marido. Pese a ello y a la fama que alcanzó por su
obra, fue rechazada en varias ocasiones para entrar a formar parte de la RAE.
Su novela, alejada de las preocupaciones sociales y las innovaciones estilísticas del 98,
está impregnada, no obstante, de lirismo y rigor estético, lo que atestigua que fuese
propuesta para obtener el Premio Nobel de Literatura y el Premio Nacional de Literatura que
le fue concedido en 1927 por su novela Altar mayor.
En su obra narrativa cobran gran importancia los personajes femeninos, muchos del entorno
rural como sucede en su primer gran éxito, La luz de Luzmela (1909); a veces, estas
mujeres se debaten entre el deber y el deseo, tal es el caso de La esfinge maragata (1914).
En cuanto a su estilo, está alejado de las innovaciones narrativas de sus coetáneos, aunque
sus ensayos no son totalmente ajenos a las preocupaciones noventayochistas, como lo
demuestra el estudio Mujeres del Quijote (1916).
Este autor dedicó toda su vida al periodismo. Desde 1904 utilizó el seudónimo de "Azorín",
protagonista de sus primeras novelas. Su peso como ensayista ha hecho que algunos
críticos subestimen sus aportaciones a la novela, que son como fotos fijas, con un estilo
lento y lírico. Sus cualidades son la claridad, la precisión y riqueza léxica. En sus
descripciones se observa la técnica miniaturista, llena de detalles, junto a la descripción
sensorial en pocos trazos, modernista.
Su primera novela es La voluntad (1902). Su acción transcurre en Yecla, un pueblo
estancado, que representa la visión que el autor tiene de España. Antonio Azorín y Las
confesiones de un pequeño filósofo siguen la misma línea que la anterior.
Entre sus obras, que pertenecen a varios géneros, destacan La misión social de la mujer y
la novela Puñal de claveles, que cuenta el suceso real que originó también Bodas de
sangre, de García Lorca.
Se conoce como novecentismo (o generación del 14) a los autores nacidos a finales del
XIX que suceden a la generación del 98 y alcanzan su plenitud literaria en la segunda
década del siguiente
PARA PROFUNDIZAR
El ensayo es uno de los géneros más cultivados por estos autores, entre los que figuran
José Ortega y Gasset, Eugenio D'Ors, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, Gabriel
Miró y Ramón Gómez de la Serna.
Junto a los poetas del grupo del 27, destacan también novelistas, que pueden clasificarse
en dos grupos: los que comienzan siguiendo las pautas de la novela deshumanizada
planteada por Ortega y Gasset (Rosa Chacel, Max Aub o Francisco Ayala) y los que
plantean una novela social muy comprometida políticamente (Luisa Carnés, Ramón J.
Sender). Todos culminan su obra en el exilio.
3. LA POESÍA
En España, el modernismo no fructifica de forma tan exuberante como lo hace allende los
mares aunque son bastantes los seguidores de Rubén Darío, pronto esa poesía formal y
voluptuosa o evolucionará a formas más sencillas e intimistas, donde se deja notar la
influencia de Bécquer. Uno de esos autores es Antonio Machado, quien evoluciona desde
el modernismo intimista a una poesía más sobria y objetiva, que hace suyos muchos de los
presupuestos de la generación del 98.
Más tarde, Juan Ramón Jiménez, que se inicia también en el modernismo, se entregará a
una búsqueda constante de perfección y de belleza, hasta llegar a una poesía pura,
intelectual, en consonancia con las ideas estéticas del novecentismo, o generación del 14.
No obstante, Juan Ramón irá más allá en su renovación poética, hacia la búsqueda de la
Poesía, de la Belleza, de Dios.
En la primera década del siglo xx surge una serie de movimientos que van a remover todos
los cimientos del arte establecido. Muy intensos, pero de corta duración, estos "terremotos"
artísticos o "ismos" suponen un proceso de ruptura y experimentación que, en conjunto,
será recogido.co el nombre de "vanguardias" (futurismo, cubismo, surrealismo, etc.).
A mediados de los años 20, un grupo de jóvenes autores, bajo el magisterio de Juan Ramón
Jiménez y entusiasmados por las nuevas posibilidades que les ofrecen las vanguardias,
llevará nuestra poesía a sus más altas cotas, nunca vistas desde el Siglo de Oro. Estos
poetas, el grupo del 27, renuevan la poesía española mediante la asimilación de las
vanguardias y el fervor y respeto a la tradición poética española, tanto culta como popular.
De ahí que se considere esta época la edad de plata de nuestra literatura.
3.1.1. EL MODERNISMO
Los límites cronológicos de este movimiento son poco precisos. Para muchos se encuadran
entre 1888 (Rubén Darío publica Azul...) y 1916 (con la muerte del poeta). En este intervalo,
se pueden señalar dos etapas: la primera, en la que predomina el culto a la forma, con una
poesía sensorial y artificiosa, y la segunda, donde se produce un proceso de interiorización,
que elimina los elementos puramente decorativos en favor de una poesía más personal y de
mayor profundidad.
Nace en Sevilla en 1875. Se traslada de niño a Madrid y estudia hasta 1888 en la Institución
Libre de Enseñanza. Viaja a París, centro cultural y literario del momento. Se instala en
Soria como catedrático de Francés de Instituto (1907), donde toma contacto con el paisaje
de Castilla y conoce a Leonor, la que será su mujer, con quien marcha a París. Su mujer
enferma y vuelven a España, pero ella muere y Machado regresa unos años a Baeza, para
después trasladarse a Segovia y a Madrid. Allí conoce a Pilar Valderrama (Guiomar en sus
versos), que le inspirará un profundo amor. Al estallar la guerra, al ser republicano, se
instala en Valencia y, más tarde, en Barcelona hasta pasar la frontera en 1939. Fallece en
Colliure (Francia) el 22 de febrero de ese año, "desnudo, como los hijos de la mar".
Machado evoluciona desde un modernismo intimista hasta posturas más afines al 98,
aunque hay elementos que perviven a lo largo de toda su obra.
PARA PROFUNDIZAR
Sobre la métrica, Machado prefiere las formas sencillas, aunque podemos señalar como
típico en él la silva arromanzada o silva romance.
Aparecen temas de su poesía anterior, pero sobre todo destaca por la densidad de ideas y
la contención expresiva, carácter filosófico y tono sentencioso. A partir de aquí, Machado
apenas escribe. En la Guerra Civil publica Poesías de la guerra, veinte poemas entre los
que destaca el dedicado a la muerte de García Lorca. Su último verso se encontró a la hora
de su muerte en el bolsillo de su gabán: "Estos días azules y este sol de la infancia".
Nace en Palos de Moguer en 1881. Estudia en El Puerto de Santa Maria y Sevilla, hasta
que regresa a Moguer, enfermo. Viaja a Madrid invitado por Rubén y conoce a los escritores
del momento, pero vuelve a Moguer. La muerte repentina de su padre lo obsesiona de por
vida con la idea de su propia muerte. Trasladado a un sanatorio cerca de Burdeos, lee a los
simbolistas, parnasianos e italianos, y reanuda su obra. Se instala en un sanatorio en
Madrid. Escribe y publica hasta su vuelta a Moguer, pese al aumento de sus crisis (allí
escribe Platero y yo).
Sale de España en 1936. Vive en Puerto Rico, Cuba, Estados Unidos y de nuevo Puerto
Rico, pero las crisis no cesan. Gana el Nobel (1956). Tres días después murió Zenobia, y él,
solo dos años más tarde (1958).
El poeta reducía toda su obra a tres etapas fundamentales: sensitiva (desde sus orígenes
poéticos. hasta 1916-17), intelectual (que comienza con el Diario de un poeta recién
casado) y suficiente o verdadera (tras su segundo viaje a América en 1936), con La
estación total.
Sin embargo, para estudiar su obra, señalaremos cuatro etapas, dividiendo la etapa
sensitiva en dos:
1. Obras de juventud: de los primeros libros hasta Baladas de primavera, de relativa
sencillez.
2. Poesía modernista: de 1908 a 1915.
3. Etapa de "poesía desnuda": que iría hasta La estación total, de 1936 (publicada en
1946).
4. Etapa final: en la que destaca Dios deseado y deseante.
PARA PROFUNDIZAR
Juan Ramón Jiménez usa la ortografía de una forma especial, como habrás notado
en sus poemas. Aquí tienes la explicación que él mismo nos ofrece:
"Se me pide que esplique por qué escribo yo con jota las palabras en "ge", "gi": por
qué suprimo las "b", las "p", etc., en palabras como "oscuro", "setiembre", etc., por
qué uso "s" en vez de "x" en palabras como "excelentísimo", etc. Primero, por amor
a la sencillez, a la simplificación en este caso, por odio a lo inútil. Luego, porque creo
que se debe escribir como se habla, y no hablar, en ningún caso, como se escribe.
Después, por antipatía a lo pedante".
1. Sus primeros libros están formados por poemas muy sencillos con pinceladas
románticas (dolor y melancolía) y modernistas (musicalidad, leve cromatismo).
Obras de este periodo son: Almas de violeta, Ninfeas, Rimas, Arias tristes.
2. En su etapa modernista, Juan Ramón toca los temas típicos del movimiento: la
belleza, el amor, la tristeza, las flores, las fuentes, los pájaros, pero de forma muy
personal. Abundan los elementos sensoriales (el “amarillo”), la adjetivación brillante
y las sinestesias, aunque se trata de un modernismo intimista.
Las vanguardias surgen en los primeros años del siglo xx y significan una verdadera ruptura
con la literatura anterior. Con este término (del francés avant-garde, "en primera línea") se
designan en este siglo aquellos movimientos que se oponen a la estética anterior y
proponen, en manifiestos, su nueva concepción del arte. Los "ismos" vanguardistas se
suceden a un ritmo muy rápido expresionismo, futurismo, cubismo, dadaísmo, surrealismo...
Muchos afectan también a otras artes.
ULTRAÍSMO
Características del ultraísmo
● Movimiento efímero que recogió elementos futuristas y cubistas
● Su nombre ("ultra" o "ultraísmo") indica su voluntad de ir más allá del novecentismo
imperante.
● Temas maquinistas y deportivos.
● Busca imágenes nuevas y recurre a imágenes tipográficas como los caligramas.
● El principal promotor fue Guillermo de Torre con sus "poemas visuales".
CREACIONISMO
Características del creacionismo:
● Quiere "hacer un arte que no imite ni traduzca la realidad".
● El poema será "creación" absoluta, no "imitación".
● El poeta cultivará el "juego de azar de las palabras".
● Creador: Vicente Huidobro. Lo seguirán Juan Larrea (luego surrealista) y, sobre todo,
Gerardo Diego.
Por último, analizamos la vanguardia más tardía, nacida en Francia, pero que tuvo una
influencia poderosísima en la poesía española, sobre todo en el grupo del 27: el
surrealismo.
En un ensayo de 1945, Pedro Salinas añade, junto a los anteriores y a él mismo, a Vicente
Aleixandre, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados: el grupo del 27.
Los estudios actuales están incorporando a esta cerrada nómina de autores otra serie de
integrantes, de todos los ámbitos literarios y artísticos. De todos ellos, vamos a destacar un
grupo de mujeres poetas (pues las hay también en otras disciplinas y géneros),
injustamente olvidadas por la crítica y agrupadas con el sobrenombre de "las Sinsombrero":
Concha Méndez, Ernestina de Champourcin, Josefina de la Torre y Carmen Conde.
En lo literario, este grupo se caracteriza, al contrario que los movimientos que lo preceden,
porque no rechaza otras corrientes literarias, sino que las asume y asimila, al tiempo que
conoce y respeta nuestra tradición literaria. Por eso se ha dicho que los autores de este
grupo comparten cierta tendencia al equilibrio.
● Entre una poesía intelectual, pura, deshumanizada (debido al influjo de Juan Ramón
y de las vanguardias) y una poesía más sentimental, impura o humanizada (por la
influencia de Bécquer y el Romanticismo, la poesía popular y el surrealismo lo
podemos observar, por ejemplo, en los poemas de Pedro Salinas, que cantan al
amor pero sin sentimentalismo, de forma conceptual (del yo al tú), en la obra de
Jorge Guillén (de Cántico a Clamor) o en cómo se combinan ambos polos en la
poesía de Gerardo Diego.
● Entre lo culto y lo popular: como sucede con los sonetos de Alberti en Cal y canto y
Lorca en los Sonetos del amor oscuro junto a la poesía neopopular de Marinero en
tierra o el Romancero gitano, respectivamente.
● Entre lo universal y lo español: el andalucismo lorquiano de Poema del cante jondo y
la universalidad de Poeta en Nueva York son una clara muestra de ello.
● Entre la tradición y la innovación: sus gustos van del escritor más actual y
vanguardista hasta el poeta "primitivo". Sienten admiración por Juan Ramón
Jiménez, Gómez de la Serna, Unamuno, los Machado y Rubén Darío, de la
generación anterior. Del xix les influye Bécquer. Y veneran a los clásicos (Góngora,
Manrique, Garcilaso, Fray Luis, San Juan, Quevedo, Lope de Vega).
PARA PROFUNDIZAR
En esta etapa, las influencias en el grupo son muy diversas: por un lado, la de Bécquer y el
posmodernismo; por otro, el magisterio de Juan Ramón Jiménez y su "poesía pura",
reforzado con el influjo de las vanguardias, que introdujo Ramón Gómez de la Serna. Por
último, su admiración por los clásicos y su deseo de perfección formal los lleva a cultivar
estrofas tradicionales. Aunque pueda parecer que se trata de una poesía deshumanizada y
hermética (por la audacia de muchas de sus metáforas) no lo es del todo, pues "lo humano"
se percibe en la influencia de Bécquer y en su amor por la lírica popular.
Esta etapa de plenitud coincide con la irrupción del surrealismo, y junto a él, con un proceso
de rehumanización de la poesía, agotado ya el formalismo de la poesía pura. La liberación
de la palabra, del verso (usan el verso libre y los versículos) y de la imagen les permite
expresar los más hondos sentimientos humanos: el amor, el ansia de plenitud, las
frustraciones, las inquietudes existenciales o sociales. Es una etapa de poesía
trascendente, como se expone en el "Manifiesto por una poesía sin pureza", publicado en la
revista Caballo Verde para la Poesía, de Pablo Neruda. Es un tiempo convulso (caída de la
Dictadura y de la Monarquía, sucesos de la República) que trae nuevas inquietudes
(sociales y políticas) a nuestros poetas, quienes, por lo general, se mostrarán partidarios de
la República al estallar la guerra.
TEN EN CUENTA
El texto "35 bujías" de Pedro Salinas, comentado en la página 103, pertenece a esta
primera etapa.
El texto "Prólogo" de Rafael Alberti, comentado en la página 106, pertenece a la segunda
etapa.
Los textos de la tercera etapa los comentaremos detenidamente en la siguiente unidad de
literatura (posguerra).
Su poesía sigue varias líneas: sus inicios neopopularistas, reflejados en Marinero en tierra,
dan paso a una vena gongorina y futurista en Cal y canto. El surrealismo es medio de
expresión de su crisis profunda en Sobre los ángeles. El compromiso político se da en Un
fantasma recorre Europa o El poeta en la calle. La nostalgia del exilio está presente en
Retornos de lo vivo lejano. En su obra restante sigue las tres líneas ya enunciadas:
neopopular, vanguardista o social.
4. EL TEATRO
El teatro español del siglo xx se desarrolla de espaldas a la renovación del teatro europeo y
mundial. Los autores, para poder vivir del teatro, tuvieron que adaptarse a los gustos del
público y sus obras apenas han soportado el paso del tiempo. Este teatro comercial, hecho
a gusto de la burguesía y del público que paga para divertirse, con leves toques críticos,
humor y sentimentalismo, es el que predomina durante las dos primeras décadas del siglo.
Quienes crearon un teatro renovador y se negaron a someterse a esos gustos, quedaron
relegados y sus textos no subieron a las tablas.
Sin embargo, dos figuras de este periodo justifican por sí solas el teatro de todo el siglo:
Ramón Maria del Valle-Inclán, con la publicación en 1924 de la versión definitiva de Luces
de bohemia, obra maestra con la que desarrolla de forma teórica y práctica el esperpento, y,
en los años treinta, Federico Garcia Lorca, sobre todo con sus "dramas rurales",
protagonizados por mujeres.
A finales del siglo xx se producen varios intentos de acabar con el teatro melodramático
heredado del Romanticismo, que tenía su mayor representante en José de Echegaray
(premio Nobel en 1904). Galdós trata de introducir un teatro naturalista, pero será Jacinto
Benavente (1866-1954) quien dé con la clave del éxito, con obras de crítica leve. Desde
que esto ocurre, se limita a pulir y repetir esta fórmula sin descanso. Cuando recibió el
Nobel (1922), su estilo era ya reprobado por buena parte de la intelectualidad española. Sus
dramas presentan problemas poco conflictivos y diálogos elegantes e ingeniosos. Entre sus
obras destacamos dos de ambiente rural: Señora ama y La malquerida, un melodrama de
pasiones incestuosas. Los intereses creados (1907) es su obra más valorada. En ella, los
personajes de la commedia dell' arte italiano (Polichinela, Colombina...) actúan en una
trama en la que el amor y el dinero pugnan por salir triunfantes.
El teatro poético también tuvo éxito de público. Se trata de teatro en verso, de asunto
histórico y con conservadurismo ideológico. Cultivaron este teatro Eduardo Marquina,
Francisco Villaespesa, los hermanos Machado y José María Pemán.
En la generación del 98, Unamuno utiliza el drama como el instrumento más adecuado
para plasmar los problemas que le obsesionaban (Fedra, El otro). Azorín desarrolla su labor
teatral sobre do como crítico. En sus obras, muy estáticas, usa la técnica del montaje
cinematográfico.
El teatro en torno a la generación del 27 depura el "teatro poético", incorpora las formas de
vanguardia y busca acercar el teatro al pueblo. Pedro Salinas escribe casi todo su teatro en
el exilio, Rafael Alberti estrena antes de la guerra El hombre deshabitado (1930), surrealista,
y Fermín Galán (1931) sobre un héroe republicano fusilado, después realiza su obra más
importante, Noche de guerra en Museo del Prado (1956), y otras como El adefesio (1944).
Miguel Hernández, tras un auto sacramental (Quién te ha visto y quién te ve, 1934) cultiva
un teatro social en verso con ecos de Lope (El labrador de más aire, 1934) y obras "de
combate", para representarse en el frente.
Alejandro Casona (1903-1965) es un dramaturgo puro. Combina humor y lirismo con obras
como La sirena varada (premio Lope de Vega en 1934) o Nuestra Natacha (1936). Ya en el
exilio, su obra más importante es La dama del alba (1944), en la que esa dama representa a
la muerte que llega a una pequeña aldea a cobrar una presa. Max Aub (1903-1972) fue
pionero en la frustrada revolución escénica. Su teatro está a la altura del de Valle o Lorca.
En España escribe "comedias de vanguardia” con el tema de la incapacidad del hombre
para comprenderse, entender la realidad y comunicarse como Narciso (1928), pero su gran
obra es la del exilio: piezas breves, Los transterrados (1944) y grandes dramas sobre el
nazismo, la guerra mundial y sus secuelas: San Juan (1943), Morir por cerrar los ojos
(1944), No (1952), etc.
La originalidad, riqueza y fuerza del teatro de Valle-Inclán, a años luz de lo visto hasta
ahora, lo relegaron a ser teatro para leer. La adscripción de Valle a la generación del 98 ha
dado lugar a muchos debates. Su evolución ideológica es contraria a la de los
noventayochistas, su crítica es mucho más radical, así como su incansable búsqueda
artística desde el modernismo hasta la creación de un género propio: el esperpento. En su
evolución teatral pueden señalarse tres etapas:
Segunda etapa: ciclo mítico. En su búsqueda de nuevos cauces expresivos, Valle llega a las
Comedia bárbaras (Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata
(1922)), ambientadas en la Galicia mítica y rural, en la que los personajes, hidalgos,
mendigos o seres tarados, actúan gobernados por instintos y pasiones violentas y
primitivas. En este grupo también se puede incluir Divinas palabras. En estas obras, aunque
hay rasgos modernistas como las sensaciones y la impresión de misterio y vaguedad, la
técnica es diferente: hay largas acotaciones, casi narrativas, el ambiente es tétrico y
miserable, se usa la técnica de la animalización, que veremos en el esperpento. Uno de los
temas es la crítica a la religión.
Tercera etapa: el esperpento. En 1920 Valle publica cuatro obras dramáticas: Farsa italiana
de la enamorada del rey, Farsa y licencia de la reina castiza, Divinas palabras y Luces de
bohemia. En las farsas, lo grotesco y la caricatura convierten a los personajes en fantoches
y marionetas ridículas, que crean un retablo satírico y despiadado de la España isabelina.
En los años siguientes escribe tres esperpentos: Los cuernos de don Friolera (1921), Las
galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927), recogidos después con el título Martes
de carnaval. En los que muestra una visión muy crítica con la realidad.
Compuesta por quince escenas, cuenta la última noche de la vida de Max Estrella, poeta
miserable y ciego, inspirado en la figura del novelista Alejandro Sawa (el mismo que inspiró
a Baroja el Villasús de El árbol de la ciencia). Pero, a partir de esa figura real, Luces de
bohemia trasciende para convertirse en una parábola trágica y grotesca de la imposibilidad
de vivir en una España injusta absurda, donde, según Valle, no encuentran sitio la pureza, la
honestidad o el arte noble.
PARA PROFUNDIZAR
Aunque el interés de Lorca por el teatro arranca desde muy temprano, su dedicación a este
género será una tarea absorbente en sus últimos años de vida. Su teatro puede llamarse
propiamente poético, por el abundante uso del verso y por el lirismo de sus argumentos y su
lenguaje. Para Lorca, «el teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al
hacerse, habla y grita, llora y se desespera. El teatro necesita que los personajes que
aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los
huesos, la sangre>>.
La temática de las obras teatrales de Lorca es la misma que la que vertebra su poesía: el
deseo imposible y la frustración. Lorca lleva a escena destinos trágicos, casi siempre
encarnados en mujeres, que representan la tragedia de la persona condenada a una vida
estéril, a la frustración vital, tanto metafísica (por el tiempo o la muerte) como social
(prejuicios y convenciones sociales).
Lorca se nutrió de muy diversas fuentes para su teatro: desde el guiñol a las tragedias
griegas y de Shakespeare, pasando por nuestro teatro clásico, el teatro vanguardista o el
drama rural; de ahí la variedad de géneros que produce: farsa, teatro de guiñol, teatro
surrealista, tragedia, drama urbano o rural.
En cuanto al estilo, llama la atención el uso de verso y prosa. Sus primeras obras están
escritas totalmente en verso. Poco a poco, el verso se reduce a momentos de especial
intensidad. Su última obra, La casa de Bernarda Alba, está escrita casi íntegramente en
prosa. Con la prosa, crece la fuerza e intensidad de sus diálogos, en los que conviven la
poesía y la realidad, lo popular y lo lírico.
El teatro lorquiano evoluciona en tres momentos: tanteos o experiencias de los años 20,
experiencia vanguardista de principios de los 30 y la etapa de plenitud de sus últimos años.
Sus primeras obras comienzan con un ensayo juvenil: El maleficio de la mariposa (1920),
cuyo tema es el amor imposible. Compone luego unas piezas breves inspiradas en el
guiñol, Títeres de cachiporra (1922-1923), que solo conocerán sus íntimos. Su primer éxito
llega con una obra muy distinta, Mariana Pineda (1925), un drama de amor trágico en verso.
En 1926 crea una pequeña obra maestra, La zapatera prodigiosa, "farsa violenta" en prosa
y verso sobre una joven casada con un zapatero viejo, que trata el tema de la insatisfacción.
El Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1928) presenta otro caso de amor limpio
y trágico. En este grupo se incluye el Retablillo de don Cristóbal, farsa para guiñol que trata
del "amor desigual".
El teatro vanguardista. Lorca vive una doble crisis (vital y estética) tras el éxito del
Romancero gitano (1928), que se prolongó durante su estancia en Nueva York (1929-30).
En lo vital, por su homosexualidad; en lo estético, por la necesidad de buscar un nuevo
lenguaje. Fruto de ese encuentro serán, en teatro, lo que él llama o comedias imposibles,
bajo el influjo del surrealismo. La primera es El público (1930), una especie de auto
sacramental sin Dios, con tres propósitos: acusar a la sociedad ("el público") que condena y
crucifica al homosexual; criticar a quienes no re- accionan valientemente contra la represión
y proclamar la licitud de toda forma de amor. Así que pasen cinco años (1931) muestra el
tema de la frustración en un joven partido entre dos amores, con ansia de paternidad
imposible y luchando por realizarse. Estas obras, absolutamente novedosas y audaces,
tardaron mucho en subir a las tablas.
La plenitud alcanzará a Lorca aunando rigor estético y buscando llegar a más gente. Son
los años de La Barraca, compañía con la que Lorca recorrió los pueblos de España llevando
obras de teatro clásico donde apenas había actividad cultural. Por este camino encontrará
también un éxito multitudinario y sin fronteras. A esta etapa corresponden dos tragedias,
dos dramas y una comedia inacabada. En casi todas, la mujer ocupa un puesto central, lo
que muestra la sensibilidad de Lorca ante el papel de la mujer en la sociedad tradicional: las
mujeres aquí son, como los niños, los gitanos o los negros, criaturas marginadas y
marginales que representan la inocencia y la pasión elemental, pura.
Bodas de sangre (1933) parte de un hecho real sucedido en Almería: una novia que huye
con su amante el día de la boda. De ahí, Lorca crea una pasión que desborda barreras
sociales y morales, pero desemboca en la muerte, en un marco de odios familiares y
venganzas, y una Andalucía tan esencial que cobra valor universal. Mezcla personajes
míticos con reales, el verso con la prosa y parlamentos individuales con coros para reforzar
la tragedia. Fue un éxito clamoroso.
Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) es un drama sobre la espera inútil
del amor, en una señorita de provincias. De nuevo, la mujer condenada a la esterilidad y la
frustración.
La casa de Bernarda Alba (1936) es la culminación del teatro de Lorca, "drama trágico" que
muestra el enfrentamiento entre autoridad (representada por Bernarda Alba) y libertad
(encarnada en Adela, la hija menor) o el conflicto entre realidad y deseo. Partiendo del
encierro riguroso de las hijas de Bernarda Alba por el luto tras la muerte de su segundo
marido, la tragedia se fragua cuando aparece en la obra –nunca en escena– un hombre,
Pepe el Romano, que supondrá la confrontación de Angustias, Martirio y Adela por su amor.
Cargada de simbología y de "realismo poético", la obra tiene valor universal y se representa,
triunfalmente, por todo el mundo.
Esta trilogía rural (Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba) incluye sus obras
más célebres. Las tres presentan rasgos comunes: índole sexual de los problemas, mujer
protagonista, ambientación en el campo andaluz, final trágico, clima denso y dramático,
unión de prosa y verso y de realismo y poesía. Todo ello hace de estas obras hitos
difícilmente superables en nuestro teatro.
Más allá, solo nos queda el borrador del acto I de una Comedia sin título, que anuncia a un
Lorca más revolucionario. Esta obra ha sido completada por el autor Alberto Conejero con el
título de El sueño de la vida, y estrenada por primera vez en enero de 2019.