Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

ENSAYO

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

Introducción

El departamento del Chocó es una región periférica dentro de una sociedad que
se desarrolla alrededor de centros dinámicos como Bogotá, Cali y Medellín. En sí
mismo, tiene casi todas las características atribuidas a las naciones atrasadas: un
alto porcentaje de su población se ocupa en agricultura de subsistencia,
dependencia de la “exportación” de productos primarios, potencia y medios de
transporte inadecuados, la casi evidente falta de industria, la inhospitalidad
geográfica y condiciones climáticas, y la pobreza extrema que se refleja en la falta
de ahorro interno y de inversión. Determinantes comunes del nivel de desarrollo —
como el ingreso nacional percápita — oscurecen las diferencias entre regiones
como el Chocó, donde el standard de vida se compara con los menos
desarrollados del mundo, y de los centros industriales urbanos modernos, muchos
de cuyos ciudadanos viven de acuerdo con un patrón europeo o americano.

A medida que Colombia crece, ¿qué sucederá con el Chocó? Esta pregunta llega
a ser especialmente picante porque, como indicaba en un artículo anterior7, ser
chocoano no es solamente una denominación geográfica sino una conciencia
racial y cultural. Muchos chocoanos se sienten ligados más estrechamente a gente
con antecedentes raciales similares en el litoral pacífico, que se extiende hasta
Panamá y Ecuador, que lo que se sienten con otros colombianos. Esta actitud es
especialmente marcada en pueblos pequeños a lo largo de la Costa, en donde las
únicas comunicaciones se hacen hacia el norte y el sur por mar (allí no hay
carreteras hacia el interior), y la mayoría de las mercancías manufacturadas llegan
como contrabando de Panamá a la cual es más fácil llegar que a cualquiera de las
grandes ciudades colombianas.

Sin duda, el Chocó tiene recursos naturales para desarrollar. Sus habitantes
hablan enardecidamente más que con optimismo de las “riquezas” de su
departamento, pero no saben cómo utilizarlas. Asumiendo que la inversión y las
habilidades foráneas serán atraídas hacia polos ya existentes de desarrollo en
Colombia, el Chocó podría tratar de mantener su juventud dentro de la región
dirigiéndola a técnicas relevantes para el desarrollo local. Desafortunadamente
esto no ocurre, y la falla puede encontrarse básicamente en la orientación del
sistema educativo. Mientras que la economía chocoana continúa a un nivel
primitivo e improductivo, relegando la mayor parte de la población a la
desnutrición, su juventud ambiciosa y educada vuelve la espalda, a menudo con
pesar, para aplicar sus talentos en cualquiera otra parte.

La urbanización en América Latina se asocia con la modernización y el


crecimiento de la industria, y como tal, ha estimulado una extensa literatura.
Relativamente, se ha prestado menos atención a las áreas de las cuales vienen
los migrantes. A menudo se arguye que el sistema de grandes o pequeñas
propiedades rurales no proporciona trabajo a la creciente población rural. El Chocó
tiene un alto porcentaje de emigración, pero su sistema de tenencia de la tierra no
es ni latifundista ni minifundista. Su problema parece

ser de alguna manera diferente: el atraso de la región ofrece poca oportunidad


para vivir decorosamente y el sistema de educación no entrena a la juventud para
desarrollar los recursos disponibles. En efecto, la mayor demanda de habilidades
de jóvenes chocoanos se encuentra más frecuentemente en otros departamentos
de Colombia.

Toda la población de los pueblos como Itmina se ocupa de la minería y de las


actividades comerciales que dependen de ella. El oro y el platino se venden a
través de dos medios: El Banco de la República o comerciantes individuales. El
Banco paga un mejor precio, pero los comerciantes lo compensan dando crédito a
los mineros. Todas las firmas comerciales, de la principal y única calle de
Condoto, tienen pequeñas balanzas para pesar los metales, lo que usualmente se
hace en castellanos (cerca de la sexta parte de una onza). Generalmente todo el
oro termina en el Banco, puesto que el Gobierno tiene el monopolio de esta
mercancía.

Si el oro de mazamorreo y el platino, que es más valioso, dan una imagen de


prosperidad, ésta se disipa rápidamente con una visita a uno de los pueblos
mineros. La producción por individuo es muy baja. Los mineros se alimentan tan
mal como otros chocoanos y las casas son como cualquiera otra del Chocó,
hechas de madera con techos de paja o lata, con muy pocos muebles y ninguna
comodidad.

La única industria altamente técnica en el Chocó es la Compañía Minera Chocó-


Pacífico de Andagoya, filial de la Corporación Minera Internacional de New York.
La Chocó-Pacífico opera cuatro dragas las cuales produjeron cerca de 25.000
onzas de oro y

14.000 onzas de platino el año pasado (1969). Las dragas se desplazan


lentamente a lo
largo de los bancos de los ríos u otros depósitos de agua y con un cinturón de
baldes de hierro sacan y procesan grandes cantidades de suelo que contiene el
metal.

Las casas pulcras y sólidas de la compañía en Andagoya contrastan notoriamente


con las casas de los pueblos mineros pequeños. Es de conocimiento general que
la compañía paga a sus trabajadores y a sus empleados de cuello blanco los
mejores salarios en el Chocó: un trabajador ordinario recibe alrededor de dos
dólares con cincuenta al día, junto con extras de mayor valor aún, tales como
vivienda gratuita, colegios, atención médica, luz y agua. Además hay
bonificaciones en navidad y días de fiesta, generosas vacaciones, retiro con
pensión a la edad de 55 años, y el derecho de comprar alimentos en el almacén
de la compañía a precios rebajados. A los trabajadores de cuello blanco se les
paga aún mejor. Estos beneficios se adquieren en su mayor parte por las
presiones del sindicato, que es la organización de trabajadores más efectiva del
Chocó.

La Compañía ha tratado de estar de acuerdo con los rasgos distintivos de la


cultura chocoana. Por ejemplo, da subsidio a los hijos reconocidos por sus
trabajadores aunque sean hijos de distintas mujeres. En la comunidad de
Andagoyita, al otro lado del río Condoto, la compañía construyó escuelas e iglesia
porque sabe que casi toda la población está compuesta de familiares de sus
trabajadores. En contraste con una generación anterior, cuando los negros tenían
solamente trabajos serviles, la Compañía ha tratado de darle a los negros puestos
de responsabilidad. Esto no ha sido fácil, pues, como me dijo el superintendente, a
los negros no les gusta la carga de ejercer autoridad sobre su propia gente.
Realmente el único funcionario negro, con más alto cargo en la Compañía, es el
médico director del hospital.

Muchos nacionalistas jóvenes chocoanos y colombianos, ven la Chocó-Pacífico


como un enclave del imperialismo americano que logra ampliar ganancias
extractando riquezas irrecuperables de la región. En realidad, la producción de la
compañía es la mitad de lo que fue hace veinte años, y la Compañía trató de
venderse en una ocasión, sin éxito, al Gobierno Colombiano. De los 500
trabajadores, menos de 20 son extranjeros, casi todos antiguos residentes quienes
permanecen porque les gusta el Chocó y tienen familias allí. El último americano
que trabajó en la compañía se jubiló recientemente y se quedó en la costa del
Chocó.

Aunque los pequeños mineros producen la mayor parte del oro y del platino del
Chocó, el rendimiento individual es pequeño a causa de la tecnología primitiva. El
atraso de los métodos comunes me fue revelado en una conversación con
funcionarios del Ministerio de Minas y Petróleo cuando hablamos acerca de las
medidas del gobierno para introducir avances técnicos entre los pequeños
mineros. El Ministerio arrienda motobombas para sacar el agua de las áreas de
mazamorreo y está tratando de introducir el uso de la artesa oscilante (“California
Cradle”,). Cuando pregunté qué era esto, un funcionario nos señalé un cuadro en
la pared representando una escena familiar de los años cuarenta y nueve8, que
mostraba un minero barbado de pie junto a un dique de madera en cuyo extremo
superior se pasa y se procesa la arena mojada. En la pequeña minería chocoana,
una “mejora técnica” es la adopción de un artefacto que se usó en Estados Unidos
hace más de un siglo. Sorprendentemente, no obstante, pocos mineros hacen uso
de estas innovaciones. La tradición del mazamorreo individual y familiar, no solo
es una destreza sino una fuente de orgullo que cambia lentamente. Organizar un
grupo de gente e invertir

en maquinaria, o aún la noción de ganar más que para la mera subsistencia es a


menudo una forma extraña de pensar para los mineros chocoanos.

Si la minería es la base de la exportación del Chocó, la agricultura de subsistencia


es la vida de casi la mitad de la población. Los productos —arroz, maíz, banano,
yuca y frutas— proveen una dieta inadecuada y monótona. Además, a menudo las
cosechas se destruyen por el desbordamiento de los ríos, los medios de
transporte al pie de los cuales vive casi toda la población rural.

El Gobierno Colombiano tiene instituciones que ofrecen crédito a pequeños


agricultores, pero la mayoría de los chocoanos no reúnen los requisitos dado que
muy pocos de ellos tienen escritura que los acredite como dueños de la tierra. La
propiedad como tal, con base legal, nunca fue parte de su cultura. Con
abundancia de tierra, el agricultor simplemente cultivaba cualquier parcela que
encontraba libre. Como ha ocurrido con los reclamos sobre la minería, esto nunca
causó problemas, porque el mutuo respeto más que la Ley, garantizaban sus
derechos. El Instituto de la Reforma Agraria del Gobierno, ha estado tratando de
aclarar los títulos de la tierra en el Chocó, empezando con la Costa Atlántica y el
Río Atrato, pero, puesto que este proyecto no ha llegado a la mayor parte del
Chocó, el crédito actual se da predominantemente a individuos, a menudo
foráneos, cuya mentalidad capitalista los condujo a ganar y a verificar la posesión
de su tierra. No obstante, el Chocó es considerado como uno de los ejemplos de
mayor éxito en la actividad de la Reforma Agraria Colombiana.
Un programa de mayor impacto en las áreas de Quibdo-Istmina, esta conformado
por una serie de proyectos experimentales bajo los auspicios del Instituto
Colombiano de Agricultura y Ganadería, con la asistencia financiera de la FAO
(Organización para la Agricultura y Alimentación). En realidad, los expertos no
saben qué puede cultivarse con éxito, no solamente para mejorar la dieta local,
sino también para exportar, dado que el Chocó experimenta lluvias torrenciales
que no son comparables a ninguna otra región del hemisferio occidental. En
algunas comunidades se están experimentando nuevas variedades de arroz, caña
de azúcar, y yuca, uso de matamalezas, mayor densidad de cultivos y la
introducción de nuevas frutas y verduras. Pero la experimentación de la ganadería
está actualmente restringida a causa de que el Instituto no tiene un veterinario, y
no hay más de cuatro agrónomos en el Chocó.

Aunque la agricultura marcha bien, la región presenta otros obstáculos. En el


mercado de Quibdo se pueden comprar piñas enormemente grandes, baratas y
sabrosas. Un día me presentaron al señor Aladino Palacios, un empresario negro
quien cultiva la mayor parte de ellas. Me dijo que tenía 40.000 matas de piña en
Villa Conto, a una hora en lancha de Quibdó, que producen mucho más de lo que
él puede vender. El problema es de transporte. Villa Conto es accesible solamente
por vía fluvial: Para extender su mercado de Quibdó a Medellín, debe transportar
las piñas por lancha a un camión y enviarlas en una jornada de un día, y hasta el
momento no ha podido resolver allá lo concerniente al mercado.

El transporte es también un problema serio para la producción de madera, otro


recurso chocoano importante. Como en muchas regiones de la selva, el Chocó
posee una rica variedad de árboles, que hasta ahora ha sido explotada a lo largo
de las pocas carreteras y los numerosos ríos por los cuales se puede transportar a
otros sitios. En el interior del departamento la tecnología maderera no ha
progresado lo suficiente, aun se utiliza el servicio de mulas. Usualmente un
individuo rema en su piragua hasta que encuentre un árbol que pueda tumular
dentro del río y flote hasta la carretera o el aserradero más cercano. Me dicen que
en Juradó, un pueblo aislado en la Costa del Pacífico cerca de la

frontera panameña con recursos madereros especialmente finos, el corte es más


avanzado. Pero generalmente, allí y en la costa, los chocoanos se sienten
engañados por los intermediarios foráneos quienes les pagan precios mínimos y
se apropian de enormes ganancias por transportar la madera hacia el sur, al
puerto de Buenaventura.
Probablemente en el Chocó, el elemento más prometedor y menos desarrollado
es la pesca. Contrariamente al Perú y a Chile, Colombia ha explotado muy poco
su costa pacífica, la mitad de la cual se encuentra en el Chocó. En efecto, la costa
chocoana es casi inhabitada exceptuando unos pocos pueblos, uno de los cuales
solamente, Bahía Solano, tiene mercado externo para el pescado. Esta actividad
económica también es primitiva. Los pescadores usan pequeños botes hechos de
troncos ahuecados a cuyos lados colocan tablones para profundizarlos y la
potencia es dada por un motor fuera de borda. Bahía Solano tiene facilidades
atorgadas a través de una agencia gubernamental para preservar el pescado
hasta que pueda llevarse a Medellín por transporte aéreo diario. En los mejores
meses salen así 30.000 libras, pero la mayor parte del precio de venta pasa a los
transportadores e intermediarios más que a los pescadores chocoanos (en Bahía
Solano compré por un dólar un pámpano de 18 libras; en Quibdó el precio del
“pescado de mar” es de un dólar por kilo). Los ciudadanos de Bahía Solano creen
que la pesca tiene un porvenir brillante, una vez que la carretera que ahora está
en construcción conecte a su pueblo con el interior cerca de Istmina, y el pescado
se pueda transportar de allí a Medellín. Sin embargo, no hay señales de un
esfuerzo público o privado para introducir métodos más sofisticados para la pesca.

Finalmente, merece mención la industria regional de la empresa de licores del


Chocó. Cada Departamento en Colombia tiene el monopolio de la producción de
bebidas alcohólicas, con mercado nacional según convenios con otros
departamentos. La empresa de Licores del Chocó no tenía una historia
sobresaliente al producir aguardiente de baja calidad, hasta 1963, cuando invitó a
una firma francesa, Le Paige and Urbain, para mejorar su producto. El resultado
fue una fórmula secreta y distinta para el aguardiente y el brandy de cerezas, los
cuales ganaron los primeros premios en un concurso suramericano. La empresa
también produce ginebra, ron y triple sec, pero el aguardiente anisado suave
“Platino” es su orgullo. La empresa es aún pequeña; emplea 34 personas en un
edificio de concreto fuera de Quibdó que produce 40.000 litros al mes. Pero los
chocoanos ven un futuro en ésta, su única “fábrica”. En Bogotá, las cigarrerías
anuncian ahora “Platino” con grandes avisos, y durante el año pasado se exhibió
en las Ferias de Alemania Oriental y España.

La tendencia a emigrar de los chocoanos probablemente se intensificará


muchísimo en las décadas venideras, especialmente entre los contingentes
crecientes con educación secundaria y superior. La capacidad de las escuelas y la
administración pública para proveer salarios y estatus de clase media para la
gente de color con el necesario nivel educativo es limitada. La perspectiva de
hacerse profesor o trabajar con el gobierno, motivé por mucho tiempo a las
personas del Chocó hasta el punto de hacer sacrificios enormes por la educación
como única manera de escapar de la pobreza en que la mayoría de ellos vivía;
pero ahora se necesita influencia “Política” para conseguir un empleo, y los
jóvenes asumen automáticamente que tendrán que encontrar trabajo en
cualquiera otra parte. Entre 1951 y 1964, emigraron cerca de 20.000 chocoanos
(una décima parte de la población), dejando al Chocó con el índice más bajo de
crecimiento de población en Colombia. Puesto que no hay datos disponibles más
recientes probablemente este índice es más alto ahora y aumentará en el futuro.

El nexo entre economía, educación y emigración es claro entonces. En una región


de pobreza generalizada, habitada por descendientes de esclavos, la apertura de
oportunidades de trabajo de clase media en la administración y la docencia,
estimulaba las aspiraciones de educación, pero en ausencia del desarrollo
económico que proveerá una amplia demanda en estos campos, la generación
más joven debe salir a encontrar trabajo

También podría gustarte