Argumentación
Argumentación
Argumentación
Una argumentación es un texto que tiene como fin o bien persuadir al destinatario del punto de vista
que se tiene sobre un asunto, o bien convencerlo de la falsedad o veracidad de una teoría, para lo
cual debe aportar determinadas razones. Aparte de esta intención comunicativa, el texto
argumentativo se caracteriza por una organización del contenido que lo define como tal: se
presentan unas opiniones, que deben ser defendidas o rechazadas con argumentos, y que derivan de
forma lógica en una determinada conclusión o tesis.
En el marco de la lingüística del texto la argumentación ha sido caracterizada como una secuencia
textual que presenta una estructura específica del contenido. También ha sido caracterizada de forma
extradiscursiva, por el efecto perlocutivo con el que se la vincula, la persuasión. Ambos
planteamientos no son en absoluto incompatibles. El campo de la argumentación se ha extendido,
pues, más allá de los grandes géneros retóricos tradicionales para llegar a imbricarse con la propia
actividad lingüística: enunciar implica dar una orientación argumentativa a nuestras palabras, según
sostiene la teoría de la argumentación en la lengua.
La tesis
Es la idea fundamental en torno a la que se reflexiona; puede aparecer al principio o al final del texto
y ocupa un párrafo, también al inicio o al final. En este último caso muchas veces se omite la
conclusión por considerarse innecesaria, pues es la tesis la que ocupa su lugar. Es muy importante
que la tesis esté formulada de forma clara, dado que es el núcleo en torno al cual gira la
argumentación que se va a desarrollar a continuación.
El cuerpo de la argumentación
A partir del planteamiento de la tesis, en un nuevo párrafo, empieza la argumentación propiamente
dicha. Se van ofreciendo argumentos de distinto tipo, de los que hablaremos más adelante, ejemplos
y otra serie de recursos que tienen como fin fortalecer la opinión defendida y refutar la contraria.
La refutación o rechazo de las ideas contrarias es de gran importancia, pues en ella puede
encontrarse el éxito de nuestro objetivo (recordemos: convencer a los demás).
Debe prestarse especial atención a los argumentos que empleamos para rechazar ideas contrarias a
la nuestra: podemos emplear la ironía, introducir elementos subjetivos, pero siempre desde el
respeto y la tolerancia ante las ideas ajenas, sin caer en el insulto o comentarios despectivos que
podrían ofender a alguna persona.
La conclusión
Constituye la última parte de nuestra argumentación. Recuerda que un buen principio es
fundamental, pero, en este caso, un buen final todavía lo es más. La conclusión recoge un
razonamiento lógico derivado de la argumentación precedente: es muy importante que lo que
formulemos al final sea coherente con todo lo anterior, de lo contrario, todo el esfuerzo realizado
habrá sido inútil.
Tipos de argumentos
Para conseguir el propósito de convencer o persuadir al receptor de un texto argumentativo existen
una serie de argumentos que nos pueden ser de gran ayuda. Entre ellos destacamos:
1. El argumento de autoridad
Se trata de un recurso que se basa en testimonios o citas de personas, célebres en muchos
casos, o especialistas en el tema sobre el cual redactamos nuestra argumentación. De
esta forma, podemos conseguir adelantarnos a posibles opiniones contrarias, además de reforzar la
idea o tesis que queremos defender, apoyándonos en expertos que gozan de un gran respeto o
prestigio dentro de la sociedad. Ejemplo:
Según reconocidos especialistas de nutrición de todo el mundo, la dieta
mediterránea basada en el consumo de frutas, verduras, pescado, y el
aceite de oliva, es la mejor para llevar una vida sana y equilibrada.
2. El argumento de la mayoría
Es otro tipo de argumento muy empleado en el que se recurre al sentir de la mayoría de la gente o
de la sociedad. Al igual que en el caso anterior, tiene como finalidad reforzar aquello que
queremos defender, presentándolo no como una idea propia, sino como algo compartido
por la mayoría de personas. Ejemplo:
Todo el mundo piensa que la idea puede funcionar.
El empleo de la primera persona gramatical (yo o nosotros), dado que se expresa una opinión
propia, en algunos casos incluso sentimientos y emociones.
Suele predominar sustantivos abstractos de acuerdo con el tema que se trate: pueden ser de
tipo teórico o científico.
Es frecuente el uso de verbos que expresan voluntad (gustar, querer, desear, …); verbos de
dicción (decir, preguntar, manifestar, …), y de pensamiento (creer, opinar, pensar, …).
A veces se emplea la interrogación retórica para llamar la atención del receptor e invitarlo a la
reflexión sobre el tema en cuestión.
Predominio de oraciones largas que expresan causa, consecuencia, condición, …
Empleo de adjetivos valorativos, pues se expresa una opinión o juicio subjetivo.