Revolución Mundial Resumen Hobsbawm
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LA REVOLUCIÓN MUNDIAL
La revolución fue hija de la guerra del siglo XX: de manera particular la Revolución Rusa de 1917
que dio origen a la Unión Soviética, convertida en una superpotencia cuando se inició la segunda
guerra mundial. La guerra por si sola no desencadena inevitablemente la crisis, la ruptura y la
revolución de los países beligerantes. Sin embargo, el peso de la guerra total del siglo XX sobre los
estados y las poblaciones involucradas en ella fue tan abrumador que los llevó al borde del abismo.
Sólo Estados Unidos salió de las guerras mundiales, intacto y hasta más fuerte. En todos los demás
países el fin de los conflictos desencadenó la agitación.
Parecía evidente que el viejo mundo estaba condenado a desaparecer. La vieja sociedad, la vieja
economía, los viejos sistemas políticos, habían “perdido el mandato del cielo”. La humanidad
necesitaba una alternativa que ya existía en 1914. Los partidos socialistas que se apoyaban en las
clases trabajadoras y se inspiraban en la convicción de la inevitabilidad histórica de su victoria,
encarnaban esa alternativa en la mayor parte de los países europeos. Parecía que sólo hacía falta
una señal para que los pueblos se levantaran a sustituir el capitalismo por el socialismo. Fue la
Revolución Rusa –o más exactamente, la Revolución Bolchevique- de octubre de 1917 la que lanzó
esa señal al mundo, convirtiéndose así en un acontecimiento tan crucial para la historia de este siglo
como lo fuera la Revolución Francesa de 1789 para el devenir del siglo XIX.
Durante gran parte del siglo XX, el comunismo soviético pretendió ser un sistema alternativo y
superior al capitalismo, destinado por la historia a superarlo. Y durante una gran parte del
período, incluso muchos de quienes negaban esa superioridad albergaron serios temores de que
resultara vencedor, al mismo tiempo, desde la Revolución de Octubre, la política internacional ha
de entenderse (con excepción del período 1933 a 1945) como la lucha secular de las fuerzas del
viejo orden contra la revolución social, a la que se asociaba con la Unión Soviética y el comunismo
internacional, que se suponía que encarnaba y dirigían.
La Revolución de Octubre se veía a sí misma, más incluso que la Revolución Francesa en su fase
jacobina, como un acontecimiento de índole ecuménica más que nacional. Su finalidad no era
instaurar la libertad y el socialismo en Rusia, sino llevar a cabo la revolución proletaria mundial. A
los ojos de Lenin y de sus camaradas, la victoria del bolchevismo en Rusia era ante todo una batalla
en la campaña que garantizaría su triunfo a escala universal, y esa era su auténtica justificación.
Cualquier observador atento del escenario mundial comprendía desde 1870 que la Rusia zarista
estaba madura para la revolución, máxime luego de los estallidos de 1905/1906 y apenas
recuperado el régimen zarista de estos, cuando indeciso e incompetente como siempre, se encontró
HOBSBAWM, ERIC. CAP. II “HISTORIA DEL S.XX” LA REVOLUCIÓN MUNDIAL (RESUMEN)
una vez más acosado por una oleada creciente de descontento social. Durante los meses anteriores
al comienzo de la guerra, el país parecía una vez más al borde de un estallido, sólo conjurado por la
sólida lealtad del ejército, la policía y la burocracia. Como en muchos países beligerantes, el
entusiasmo y el patriotismo que embargaron a la población tras el inicio de la guerra enmascararon
la situación política, aunque en el caso de Rusia no por mucho tiempo. En 1915, los problemas del
gobierno del zar parecían de nuevo insuperables. La revolución de marzo de 1917 1 que derrocó a la
monarquía rusa, fue un acontecimiento esperado.
Rusia, madura para la revolución social, cansada de la guerra y al borde de la derrota, fue el primero
de los regímenes de Europa Central y oriental que se hundió bajo el paso de la primera guerra
mundial. La explosión se esperaba, aunque nadie pudiera predecir en qué momento se produciría.
De hecho, el régimen zarista sucumbió cuando a una manifestación de mujeres trabajadoras (el 8
de marzo de 1917) se sumó una huelga general en una gran fábrica metalúrgica que provocó la
invasión del centro de la capital, cruzando el río helado, con el objetivo fundamental de pedir pan.
La fragilidad del régimen quedó de manifiesto cuando las tropas leales del zar dudaron primero y
luego se negaron a atacar a la multitud y comenzaron a fraternizar con ella. Cuando se amotinaron,
después de cuatro días caóticos, el zar abdicó, siendo sustituido por un “gobierno provisional” que
gozó de la simpatía e incluso de la ayuda de los aliados occidentales de Rusia, temerosos de que su
situación desesperada pudiera inducir al régimen zarista a retirarse de la guerra y a firmar una paz
por separado con Alemania. Cuatro días de anarquía y de manifestaciones espontáneas en las calles
bastaron para acabar con un imperio2. Pero eso no fue todo: Rusia estaba hasta tal punto preparada
para la revolución social que las masas de Petrogrado consideraron inmediatamente la caída del zar
como la proclamación de la libertad universal, la igualdad y la democracia directa. El éxito
extraordinario de Lenin consistió en pasar de ese incontrolable y anárquico levantamiento popular
al poder bolchevique.
Por consiguiente, lo que sobrevino no fue una Rusia liberal y constitucional occidentalizada y
decidida a combatir a los alemanes, sino un vacío revolucionario: un impotente “gobierno
provisional” por un lado y, por el otro, una multitud de “consejos” populares (soviets) que surgían
espontáneamente en todas partes 3
Los soviets tenían el poder (o al menos el poder de veto) en la vida local, pero no sabían qué hacer
con él ni qué era lo que se podía o se debía hacer. Los diferentes partidos y organizaciones
revolucionarios –bolcheviques y mencheviques socialdemócratas, social revolucionarios y muchos
otros grupos menores de la izquierda, que emergieron de la clandestinidad- intentaron integrarse
en esas asambleas para coordinarlas y conseguir que se adhirieran a su política, aunque en un
principio sólo Lenin las consideraba como una alternativa al gobierno (“todo el poder para los
soviets”). Sin embargo, lo cierto es que cuando se produjo la caída del zar no eran muchos los rusos
que supieran qué representaban las etiquetas de los partidos revolucionarios o que, si lo sabían,
pudieran distinguir sus diversos programas. Lo que sabían era que ya no aceptaban la autoridad, ni
siquiera la autoridad de los revolucionarios que afirmaban saber más que ellos.
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La exigencia básica de la población más pobre de los núcleos urbanos era conseguir pan, y la de los
obreros, obtener mayores salarios y un horario de trabajo más reducido. Y en cuanto al 80% de la
población rusa que vivía de la agricultura, lo que quería era la tierra. Todos compartían el deseo de
que concluyera la guerra, aunque en un principio los campesinos-soldados que formaban el grueso
del ejército no se oponía a la guerra como tal, sino a la dureza de la disciplina y a los malos tratos a
que les sometían los otros rangos del ejército. El lema “pan, paz y tierra” suscitó cada vez más apoyo
para quienes lo propugnaban, especialmente para los bolcheviques de Lenin, cuyo número pasó de
unos pocos miles en marzo de 1917 a casi 250.000 al inicio del verán de ese mismo año. Contra lo
que sustentaba la mitología de la guerra fría, que veía a Lenin esencialmente como a un organizador
de golpes de estado, el único activo real que tenían él y los bolcheviques era el conocimiento de lo
que querían las masas, lo que les indicaba cómo tenían que proceder. Por ejemplo, cuando
comprendió que, aun en contra del programa socialista, los campesinos deseaban que la tierra se
dividiera en explotaciones familiares, Lenin no dudó por un momento en comprometer a los
bolcheviques en esa forma de individualismo económico.
Desde que se tuvo la seguridad de que se produciría la caída del gobierno provisional hasta la
actualidad, la revolución de octubre ha estado envuelta en polémicas, la más de las veces
mitificadoras. Lo importante no es si lo que ocurrió fue un golpe de estado perpetrado por Lenin
sino quién o qué debía o podía segur a la caída del gobierno provisional. Desde principios de
septiembre, Lenin no sólo se esforzó en convencer a los elementos más dubitativos de su partido
de que el poder podía escaparse si no lo tomaban mediante una acción planificada durante el breve
espacio de tiempo en que estaría a su alcance, sino también, y con el mismo interés, de responder
a la pregunta: “¿pueden los bolcheviques conservar el poder del estado?”, en caso de que lo
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ocupara. En definitiva, ¿qué podía hacer cualquiera que quisiera gobernar la erupción volcánica de
la Rusia revolucionaria? Ningún partido, aparte de los bolcheviques de Lenin, estaba preparado para
afrontar esta responsabilidad por sí solo y el panfleto de Lenin sugiere que no todos los bolcheviques
estaban tan decididos como él. Dada la favorable situación política existente en Petrogrado, en
Moscú y en el ejército del norte, no era fácil decidir si se debía tomar el poder en ese momento o
esperar a nuevos acontecimientos. La contrarrevolución militar no había hecho sino comenzar. El
gobierno, desesperado, en lugar de dejar paso a los soviets podía entregar Petrogrado al ejército
alemán, que se hallaba ya en la frontera septrentional de la actual Eslovenia, es decir, a pocos
kilómetros de la capital. Además, Lenin raramente volvía la espalda a las situaciones más difíciles. Si
los bolcheviques no aprovechaban el momento “podía desencadenarse una verdadera anarquía,
más fuerte de lo que somos nosotros”. En último extremo, la argumentación de Lenin tenía que
convencer a su partido. Si un partido revolucionario no tomaba el poder cuando el momento y las
masas lo exigían, ¿en qué se diferenciaba de un partido no revolucionario?
Lo más problemático era la perspectiva a largo plazo, incluso en el supuesto de que una vez tomado
el poder en Petrogrado y Moscú fuera posible extenderlo al resto de Rusia y conservarlo frente a la
anarquía y la contrarrevolución. El programa de Lenin, de comprometer al nuevo gobierno soviético
(es decir, básicamente el Partido Bolchevique) en la “transformación socialista de la república rusa”
suponía apostar por la mutación de la revolución rusa en una revolución mundial, o al menos
europea. ¿Quién –preguntaba Lenin frecuentemente- podía imaginar que la victoria del socialismo
“pudiera producirse….excepto mediante la destrucción total de la burguesía rusa y europea”?
Entretanto, la tarea principal, la única en realidad, de los bolcheviques era la de mantenerse. El
nuevo régimen apenas hizo otra cosa por el socialismo que declarar el “control obrero” sobre la
gestión de las empresas, es decir, oficializar lo que habían ido haciendo desde que estallara la
revolución, mientras rugía a los obreros que mantuvieran la producción. No tenía otra cosa que
decirles4
Fue en 1920 cuando los bolcheviques cometieron lo que hoy se nos aparece como un error
fundamental, al dividir permanentemente el movimiento obrero internacional. Lo hicieron al
estructurar su nuevo movimiento comunista internacional, según el modelo del partido de
vanguardia de Lenin, constituido por una elite de “revolucionarios profesionales” con plena
dedicación. Nace allí la Tercera Internacional o Comintern.
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Hacia 1921 la revolución se batía en retirada en la Rusia soviética, aunque el poder político
bolchevique era inamovible.
En suma, la historia del siglo XX no puede comprenderse sin la revolución rusa y sus repercusiones
directas e indirectas. Una de las razones de peso es que salvó a l capitalismo liberal, al permitir que
Occidente derrotara a la Alemania de Hitler en la segunda guerra mundial y al dar un incentivo al
capitalismo para reformarse y para abandonar la ortodoxia del libre mercado.
1 Como en Rusia estaba en vigor el calendario juliano, retrasado trece días con respecto al calendario
gregoriano vigente en el resto del mundo cristiano y occidentalizado, la revolución de febrero ocurrió
realmente en marzo, y la revolución de octubre, el 17 de noviembre.
2El costo humano fue mayor que el de la Revolución de Octubre pero relativamente modesto: 53 oficiales,
602 soldados, 73 policías y 587 ciudadanos heridos o muertos
3 Dichos “consejos” se basaban en la experiencia de las comunidades aldeanas rusas dotadas de autogobierno,
surgieron como entidades políticas entre los trabajadores de las fábricas durante la revolución de 1905. Dado
que los trabajadores organizados estaban familiarizados con las asambleas de delegados elegidos
directamente, que apelaban a su sentimiento intrínseco de democracia el término “soviet”, traducido en
ocasiones, aunque no siempre, a las lenguas locales (consejo), tenía una gran fuerza internacional
4 “Les dije: haced lo que queráis, tomado cuanto queráis, os apoyaremos, pero cuidad la producción, tened
en cuenta que la producción es útil. Haced un trabajo útil; cometeréis errores, pero aprenderéis” (Lenin,
“Informe sobre las actividades del consejo de los comisarios del pueblo” 11/24 de enero de 1918, Lenin
“Obras escogidas”)
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