Eventos Del Deseo: Sexualidades Minoritarias en Las Culturas/literaturas de España y Latinoamérica A Finales Del Siglo XX
Eventos Del Deseo: Sexualidades Minoritarias en Las Culturas/literaturas de España y Latinoamérica A Finales Del Siglo XX
Eventos Del Deseo: Sexualidades Minoritarias en Las Culturas/literaturas de España y Latinoamérica A Finales Del Siglo XX
Iberoamericana • Vervuert
2018
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geisteswissenschaftlichen Nachwuchses
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ISSN 0067-8015
ISBN 978-84-16922-71-0 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-95487-691-4 (Vervuert)
ISBN 978-3-95487-692-1 (ebook)
Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro.
Impreso en España
Índice
Prólogo 7
Dieter Ingenschay
Dieter Ingenschay
Humboldt-Universität zu Berlin
1 Carlos Monsiváis, Que se abra esta puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual,
México: Paidós 2010.
8 Dieter Ingenschay
Dieter Ingenschay
Berlín, junio de 2017
Brad Epps
University of Cambridge, Reino Unido
que Johnson publicara su artículo sobre el fracaso del éxito, salieron a la luz los escritos
colaboracionistas de Paul de Man publicados durante la Segunda Guerra Mundial.
12 Brad Epps
por un lado se desarrolla la cultura gay como heredera del Gay Liberation Front
después de 1969 y voz política para los derechos minoritarios, manteniendo un
énfasis sobre los rasgos esenciales de la sexualidad en la formación de identida-
des y sus entornos sociales, y por el otro lado surge una oposición en la teoría
queer, con cualidades más radicales de la disidencia y performatividad desesta-
bilizadoras al crear cuerpos sin género en su rechazo unánime de las estructuras
normalizadoras de sexualidad e identidad (49-50).
3 Es importante reconocer, como lo hace Perlongher, que el binarismo nutre ciertas for-
mas contraculturales y marginales del “negocio del deseo”: “Las relaciones de la prosti-
tución viril están marcadas por una exacerbación de las diferencias. Diferencia de edad.
[...] Diferencia de clase. [...] Las grandes oposiciones binarias que codifican el socius
aparecen siendo ellas mismas deseadas; revelan así su reverso intensivo. Si el encuentro
entre jóvenes y viejos remite a la vieja tradición occidental de la pederastia, se da tam-
bién un peculiar cruce de clases, que se manifiesta entre algunos de los clientes como un
deseo de salir de su clase social” (52).
Los ‘fráxitos’ de la disidencia sexual 13
5 Es en este respecto que si bien se habla del fracaso —o, si se quiere, de la “discapacita-
ción”— de la fuerza crítica de la disidencia sexual también se puede hablar de modos de
resistencia e insumisión que sin llegar a ser “exitosos” tampoco son, sin más, ilustracio-
nes o pruebas del fracaso y de la no futuridad a ultranza.
6 Aunque el “mainstream gay globalizado” parece, en gran parte, made in USA, la refe-
rencia al “imperio norteamericano” no debe congelarse en una delimitación falsamente
tranquilizadora, como si “el problema” se pudiera reducir a una determinada nación, por
poderosa que sea. De hecho, al identificar “globalización” y “americanización”, el propio
Pierre Bourdieu, en cuya obra se inspiran Lawrenz y Zapata Galindo, no solo refuerza la
identificación de “americanización” y “norteamericanización” —borrando así América
Latina—, sino que también corre el riesgo de eximir de toda responsabilidad a Europa,
Japón, Australia, Rusia, China, Arabia Saudita y otras partes del mundo —entre las
cuales se incluyen aquellos reductos del poder adquisitivo en, por ejemplo, Argentina y
Colombia, Senegal y Tailandia—. En rigor, la noción de reductos de poder adquisitivo
es válida para toda nación, todo país, especialmente en la medida en que la nación-esta-
Los ‘fráxitos’ de la disidencia sexual 15
7 Para más sobre las implicaciones espaciales y geopolíticas del término “queer”, véanse
mis artículos “La ética de la promiscuidad” y “Retos y riesgos, pautas y promesas de la
teoría queer.”
20 Brad Epps
8 La invocación del futuro en nombre del niño sostiene, según Edelman, el privilegio de
la heteronormatividad. Pero al llegar aquí cabe preguntarse qué futuro, qué niño. Si el
proceso de normalización no es universal ni homogéneo, ¿no corre el riesgo de serlo la
anti-normalización queer que defiende a ultranza Edelman?
Los ‘fráxitos’ de la disidencia sexual 21
tránsito por las delicias del infierno, suel[a]n reclutarse los propios ejecuto-
res de maricas” (39) y, desde luego, de mujeres también.
En otro ensayo, “Avatares de los muchachos de la noche”, Perlongher
insiste en la existencia de “cierta relación de contigüidad entre las margina-
lidades sexuales (que atentan contra el orden de la reproducción sexual) y
económicas (que atentan contra el orden la producción social); lazo entre
homosexualidad y marginalidad que se mantiene vigente a despecho de los
reclamos de la dignidad de los homosexuales más modernizados” (47) y a
despecho de la “alianza entre negocio y transgresión” (12) que critica, des-
de una postura distinta, Ana de Miguel. Es decir, lejos de trazar una línea
divisoria entre, por ejemplo, drogadictos machistas y maricas promiscuas,
Perlongher habla de redes y enredos, cruces y entrecruces, flujos y derivas.
Anticipa y en muchos respectos ahonda, pues, lo que luego se presentaría,
desde el Norte, como la radicalidad queer, declarando que “[e]s preciso evi-
tar la tentación de pensar [los personajes de esta red de tránsitos] en tanto
‘identidades’, para verlos en cambio como puntos de calcificación de las
redes de flujo (de las trayectorias y los devenires del margen)” (47). Cons-
ciente de los peligros de una formulación excesivamente teórica, precisa
que estas redes y relaciones “no se limita[n] al plano abstracto sino que se
denota[n] en las solidaridades prácticas que se establecen entre los diversos
marginales” (47). Mediante la referencia a las “solidaridades prácticas”, en
medio de un discurso más característico del aula que de la calle, Perlongher
deja abierta, en el sentido de irresuelta, una problemática que Halberstam
parece clausurar. Dicha problemática también acarrea todo un reto: el de
no conceder a los poderes fácticos, sin más, esa “mano de obra” hetero-mas-
culina homófoba, misógina y racista que constituye “la base militante” de
políticos reaccionarios a lo largo y ancho del mundo. En términos más
polémicos, lo queer —y el reto radical que presuntamente encierra— no
abarca solo a la loca, sino también al marginado, al “delincuente” que la
agrede, situación admirablemente descrita por Lemebel en una crónica de
La esquina es mi corazón, “Las amapolas también tienen espinas”, que guar-
da una relación tanto temática como retórica con “Matan a una marica” de
Perlongher y que dramatiza la conjunción de misoginia y homofobia que la
antropóloga cultural Gayle Rubin identifica como pilares estructurales del
orden patriarcal.9
9 Es interesante notar que McRuer, quien reconoce que tanto la comunidad LGBT como
la de los discapacitados tiene sentidos de identidad y orgullo harto definidos, se inte-
Los ‘fráxitos’ de la disidencia sexual 23
resa por aquellos lugares, caminos y contactos en los que no se dé por sentado que una
persona sea “miembro de una comunidad x, y o z” y en los que “incluso puede haber sos-
pechas acerca de la inclusión de aquella persona” en una comunidad determinada (151).
24 Brad Epps
Bibliografía
10 Estas categorías incluyen, de modo tan insistente como difícil, a los “marginados hete-
ro-masculinos” que Halberstam califica de “decididamente ‘unqueer’”.
26 Brad Epps
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Porno activismo en democracia:
los casos del Colectivo de Disidencia Sexual
(CUDS) y José Carlos Henríquez (Camilo)
Fernando A. Blanco
Bucknell University
***
Vuelvo a este artículo de luto por la política del cuerpo en el que quisiera
revisar las tensiones conceptuales a las que se enfrenta hoy el movimiento
social por derechos de emancipación sexual en su dimensión política de
demandas y regulación en contra de los lenguajes y las prácticas que, desde
la literatura, la performance activista y las artes visuales, postulan una ética
post-derechos humanos radical, no regulatoria ni normalizante en el Chile
de la post-transición.
En este contexto propongo conjugar dos dimensiones en las cuales se
repolitiza el espacio social por parte de la disidencia sexual en una escena
ciudadana de post-memoria o post-verdad1. Por un lado, por medio de la
continuidad en la implementación en lo público de políticas de la memoria
en las que la sexualidad es ahora eje de los reclamos por ciudadanía (nor-
mas y derechos) —activismo de base social histórica— y por otra, desde la
facción de los sujetos en revuelta-activismo alternativo de base académica,
artística y popular —donde la demanda se traduce en la autorreflexión so-
bre los propios lenguajes y discursos en los que y con los que se aborda el
desafío de sostener la diferencia sexual en lo público y lo simbólico renuen-
te a la normalización liberal—.
Examinaré en particular los casos del CUDS (Colectivo Universitario
de Disidencia Sexual), los trabajos visuales de Felipe Rivas San Martín y el
proyecto pornoterrorista de José Carlos Henríquez llevado adelante a través
de las redes sociales y su blog Mi Botadero.
1 Para una mayor discusión sobre estos términos y sus debates, véase <http://www.hemis-
phericinstitute.org/hemi/en/e-misferica-72>.
30 Fernando A. Blanco
***
[...] las democracias modernas exigen que el despliegue pleno del individuo
ocurra respetando sus particularidades, reivindicando su libertad y su derecho
a la diferencia, y exige que el entramado de nuestras relaciones sociales se cons-
truya articulando esa diferencia y no anulándola. Esa articulación es, cómo no,
una gran tarea, es el desafío que tiene por delante este Chile que queremos que
sea de todos, es la gran pregunta de la democracia y es la gran misión de cada
proyecto político...
En este contexto es que han aparecido en los últimos años una serie de
grupos que reclaman desde un paradigma de derechos muy distinto al de
los derechos humanos, pantalla valórica que operó como sostén simbólico
durante la época de las justicias transicionales. El modelo de estos movi-
mientos se vincula con la teoría social y cultural queer y los post-feminis-
mos. En particular, con la aparición de una “escena anti social” en la que
los reclamos pasan por una nueva definición de la autonomía, la autodeter-
minación, la contradicción, debatiéndose entre el deshabitar de lo social tal
y como lo entendemos en la lógica liberal y la pertenencia al mismo bajo
nuevos anclajes y contratos7.
existe una apuesta política que como disidentes sexuales hacemos con el fe-
minismo, con sus imbricadas formas, con un feminismo polisémico, amplio,
un feminismo quimérico donde encontrar nuestros espacios, siempre locales,
abiertos y nuevas prácticas y manifestaciones de lo político en nuestros cuerpos,
de nuestras interrupciones […] nos posibilitó en rebeldía y compromiso (8).
Uno de sus miembros más destacados es el artista visual Felipe Rivas San
Martín. El trabajo de Rivas SM tiene dos claras vertientes. Por una parte se
interesa por la pregunta por las nuevas tecnologías y su índice de efecto y
transmisibilidad en los usuarios. En particular reflexiona en torno al soporte
inmaterial y a la interfaz presentes en la red en tensión con los procedimien-
tos manuales pictóricos. Aunque dentro de su programa de obra tiene lugar
también la interrogación lateral a los discursos de la memoria histórica y la
sexualidad disidente. En la primera etapa de su trabajo, este artista homo-
sexual se interesa por la red y sus propiedades matéricas y funcionales: códi-
gos, protocolos, lenguajes de navegación. Estos elementos se resignifican en
su trabajo (búsqueda en la interfaz) asociados a contenidos problemáticos
moralmente con los que postula una crítica a relatos fundados y circulados
por una subjetividad cultural heterosexual. Obras como Tengo un amigo
homosexual y lo apoyo (2008), Vendo mi homosexualidad (2009) y Tutorial
para chat gay (2010) discuten sobre los contenidos presentes en sitios y
redes sociales. En todos ellos el común denominador es la doble parodia, la
artesanal del soporte (manualidad pictórica) y la discursiva, constituida por
una reflexión crítica de problemáticas asociadas al ejercicio del deseo ho-
moerótico, a sus registros corporales y protocolos sociales. Los que circulan
“libremente” a través de los diferentes navegadores de Internet produciendo
una ‘enervación digital’ en la que se transporta la inmensa variabilidad de
los deseos humanos. En particular aquellos referidos a la sexualidad. La red
9 Véase <http://www.ideapais.cl/>.
38 Fernando A. Blanco
10 Véase <http://www.feliperivas.com/ideologiacutea.html>.
Porno activismo en democracia 39
11 Véase <http://moda-pueblo.blogspot.com/>.
12 Su primer libro #SoyPuto aparece publicado por la Editorial Cuarto Propio en 2016.
Porno activismo en democracia 41
dad. Por otro lado, la parodia del encuentro reimaginado en la entrada del
blog13 vuelve a este espacio pagado y seguro una fuente de ansiedad y miedo
por parte del cliente descubierto. El texto, paródico —en el sentido de que
afirma y denuncia en un relato posible— nos indica con lujo de detalles
el encuentro entre ambos hombres y la preocupación de Jiménez por la
edad del joven prostituto con el que se ha citado, al mismo tiempo que su
incapacidad para penetrarle. Dice el narrador: “Rolando Jiménez no es un
hombre muy dotado sexualmente. Lo diré como falocéntrico y como puto
sin ética” (Mi Botadero). El ejercicio interesante que desarrolla aquí JCH
es el de proponer una forma de des-reificar este tipo de porno-historias
—tan comunes en la red— para politizarla en su incarnación en un acon-
tecimiento específico, con un protagonista determinado y con un capital
social y político que se activa de igual modo para enjuiciar la doble moral
de un dirigente social. Dejando de lado la moral burguesa y los acuerdos
de la propia práctica, la traición pública al cliente (la privacidad garanti-
zada por el pago) constituye la obra en curso de JCH —la red es la plaza
pública inquisitorial y la parodia al scratch o la funa el registro social que
se cita aquí—. En conjunto, estos registros discursivos le permiten a JCH
construir una ácida crítica a la coerción y normalización impuestas al deseo
por parte de la hegemonía gay blanca burguesa, y por otra, repotenciar el
papel político del arte como mecanismo de denuncia social en el contexto
edulcorado de la democracia chilena.
Conclusión
Los trabajos que hemos comentado de cara al tercer milenio ponen en mo-
vimiento una serie de coordenadas en las que lo social acontece institucional
e imaginariamente por fuera del relato regulador de la modernidad multi-
cultural. Desprendido de los pactos propuestos por el liberalismo político y
económico el sujeto de estos trabajos se estructura a partir de un entramado
de normas por las que circulan dimensiones políticas y eróticas enfrentadas a
sus contradicciones psíquicas y sociales (legales). Estamos situados en lo que
se ha dado en llamar “la vuelta anti social” (Edelman), paradoja en la cual
los esfuerzos más denodados del anti establishment tienen como objetivo el
asegurar la pertenencia a lo social de los sujetos disidentes bajo una escala de
13 Mi Botadero: <http://mibotadero.blogspot.com/?zx=a499053b3449d15>.
44 Fernando A. Blanco
Bibliografía
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Edgardo Cozarinsky y el territorio del deseo
homosexual
Bernhard Chappuzeau
Humboldt-Universität zu Berlin
1 Desde el exilio en París desarrolla Cozarinsky una estética del flâneur conformando nuevos
estilos ensayistas como pasaje entre el documental y la ficción. Susan Sontag elogia en el
prólogo a Vudú urbano el montaje de textos-postales como “una descripción escéptica,
semialucinada de la irreducible extrañeza de la vida moderna” (8). En Museo del chisme
explica Cozarinsky el “relato como transitoriedad pura” (23) en su forma de “delegar la
narración, nunca exponer o declarar sino articular un juego de percepciones fragmentadas
entre las cuales el lector deberá avanzar” (30). Su pasaje intermedial entre la literatura y el
cine convierte la puesta en escena en una “puesta en conversación” (Oubiña, 106) que la
crítica valora como contribución a la “teatralidad de la narración” (González).
48 Bernhard Chappuzeau
Como se reveló hace poco tiempo, Cozarinsky fue uno de los pioneros
del Tercer Cine3, del nuevo cine político en Argentina a partir de 1968,
pero con una característica distintiva. Su primera película inédita, … (Pun-
tos suspensivos) (1971), adopta el discurso y conducto del cine político y se
compromete en la puesta en escena de una forma empática con un cura
preconciliar, un representante de la alta burguesía que suprime su homo-
sexualidad, mostrando así por primera vez una tensión e hipocresía en los
manifiestos revolucionarios de la época. En los años del exilio de Cozarins-
ky en Francia destaca entre sus filme-ensayos, en correspondencia con las
culturas europeas, el Autoportrait d’un inconnu – Jean Cocteau (Autorretrato
de un desconocido. Jean Cocteau) (1983), en el que reflexiona por medio del
juego libre con materiales documentales de Cocteau sobre las facetas espiri-
tuales del erotismo en la poesía y una realidad biográfica sometida al discur-
so de la homosexualidad. Después del regreso de Cozarinsky a Argentina,
sin radicarse de nuevo en el país, resalta la visibilidad del deseo homosexual
como faceta del caminante entre las culturas en Fantômes de Tanger (Fantas-
mas de Tánger) (1997). Este tríptico, que se enfocará en este artículo, podría
complementarse con el éxito de Ronda nocturna (2005), sobre la vida de un
prostituto callejero en Buenos Aires a lo largo de una noche. A finales de
los años noventa, el Nuevo Cine Argentino cambia de una forma radical
las habitualidades en la creación y percepción audiovisuales en Argentina y
Cozarinsky se convierte en uno de sus cronistas más notorios. Ronda noc-
turna rinde homenaje a la metrópoli multifacética y a la fascinación de la
noche con la estética del cine indirecto y un registro táctil del joven cuerpo
masculino sin congraciarse con las idealizaciones del célebre cine gay nor-
teamericano de estos años (Ingenschay, 145-147). Su documentación de
una cultura nocturna abiertamente gay se sitúa evidentemente después del
marco temporal que va de 1970 a 1999 que analiza el libro presente sobre
la evolución del discurso de las sexualidades minoritarias.
El estigma de las sexualidades minoritarias, manifiesto en la melancolía
y los límites de su actuación (Butler, 328), separa a los estudiosos entre
dos perspectivas opuestas: por un lado se desarrolla la cultura gay como
heredera del Gay Liberation Front después de 1969 y voz política para los
3 La ideología del Tercer Cine como medio de la revolución socialista renuncia tanto al
primer cine de masas de los imperios mediales de Hollywood, como al cine de autor,
según el modelo europeo, al denunciar en ello la producción de efectos estéticos fuera
de una lógica de las causas sociales.
50 Bernhard Chappuzeau
miradas acercándolo cada vez más y llegando del plano medio al primer
plano cuando el cuerpo expuesto muestra las sensaciones de penetración y
ahogo por manos invisibles, que aprietan su cuello, pidiendo la termina-
ción del acto: “Ayúdame, por Dios”. La película, que hace experimentos
con la dinámica de grupos y la relación entre el espectador y la imagen au-
diovisual, tiene un gran impacto en su generación de intelectuales y motiva
a varios a debutar como cineastas, como Hernán Andrade y Víctor Cruz
(Diez Pérez, 99). Cozarinsky declara: “Siempre quise filmar, pero me decidí
cuando vi The Players vs. Ángeles caídos de Alberto Fisherman” (Moreno).
La escena aquí mencionada resulta ser un patrón imprescindible para dis-
cutir la escena final de la película ... (Puntos suspensivos) de Cozarinsky, la
cual merece aquí una introducción más extensa por mantener su estado de
inédita durante décadas.
La exposición de Puntos suspensivos establece en la hechura de los prime-
ros planos el collage del filme-ensayo con una separación entre las imágenes
visual y sonora, la introducción de la máquina de escribir y el comenta-
rio escrito como elementos principales. En su primer proyecto Cozarins-
ky considera los objetivos ideológicos del Nuevo Cine Latinoamericano,
declarados en los manifiestos de la época como formas de “enfrentar la
penetración ideológica imperialista” a través de una puesta en escena del
conflicto personal y una concientización sobre la realidad social (Velleggia,
181)4. En aquellos años resulta el filme-ensayo el género preferido para
constituir en el cine un hecho “subversivo, tanto en la situación neocolonial
como en las sociedades del consumo” (Velleggia, 199).5 De acuerdo con
esta disposición política niega Puntos suspensivos la firma artística al reem-
plazar un título individualista del proyecto por puntos suspensivos. Puntos
suspensivos6 no muestra la vida de un individuo, sino a un representante de
4 Para la síntesis de los objetivos políticos y culturales del Nuevo Cine Latinoamericano
refiere Susana Vellegia (167-182) a una versión del escritor y guionista cubano Ambro-
sio Fornet de 1985 con el fin de plantear la construcción de una iconografía latinoame-
ricanista mítica en la búsqueda de su propia historia.
5 Velleggia resume el manifiesto de Solanas y Getino “Hacia un Tercer Cine. Apuntes
y experiencias para el desarrollo de un cine de liberación en el Tercer Mundo” en OS-
PAAL, 13 (1969), texto que escribieron durante la filmación de La hora de los hornos.
Solanas y Getino critican el cine europeo por su primacía de la estética y establecen el
Tercer Cine como tarea de destrucción-construcción.
6 El título en paréntesis se agregó en 2012 a los tres puntos para convertir la ausencia
de un título en una referencia utilizable para la prensa en el estreno de la película en el
festival BAFICI.
Edgardo Cozarinsky y el territorio del deseo homosexual 53
una capa social. La película está compuesta por los estilos underground de
la época, todos los personajes aparecen como representantes esquemáticos,
son mostrados desde un punto de vista exterior y sometidos al discurso del
comentarista sin permitir una relación emocional del espectador con los
mismos. El mayor énfasis en el discurso político se independiza de la trama
desde el principio y llega a establecerse por su cuenta en planos secuencia
muy largos sin desarrollo dramático. Al mismo tiempo se niegan las estruc-
turas narrativas de coherencia. Los títulos de enlace segmentan el filme-en-
sayo como intertextos sin agregarle una explicación o interpretación de la
causa social. Un buen ejemplo al respecto es la segunda escena sobre un
encuentro de la alta burguesía que alude con su intertexto introductorio
“un atisbo” a un desarrollo dramático que la escena en sí no suministra.
Un lento travelling de la cámara en un banquete de la alta burguesía con
un discurso solemne fragmenta y desorienta la impresión del espectador
que no logra visualizar el aspecto de la sala y el conjunto de los integrantes
presentes mientras el montaje paralelo contrasta el banquete con imágenes
oscuras en el vestíbulo, sonidos de una pareja invisible que está teniendo
sexo y un mirón que deambula por este espacio. Una fuerte disonancia
entre las imágenes visual y sonora y el discurso sarcástico que resulta de él
se mezcla a lo largo de la película con estilos en blanco y negro y en color,
con material documental socio-crítico de la época y una puesta en escena
estilizada que denuncia al mismo tiempo su artificialidad. De esta forma,
Cozarinsky inicia su vida artística conforme a las ideologías del Tercer Cine
como cine tercermundista y propone un planteamiento de las causas socia-
les en su país sin inclinarse a una interpretación acertada.
M (Jorge Álvarez), un personaje sin nombre, es un cura preconciliar
cercano a los objetivos de los militares y las actitudes derechistas de la alta
burguesía. A lo largo de la película se involucra en las tendencias tercer-
mundistas de la teología marxista de la liberación. El collage de elementos
imaginarios contradictorios como en las “escenas de la vida marcial” mues-
tra al cura preconciliar en el campo observando maniobras militares con
armas de artillería pesada al lado de militares, tanto con uniformes de la
época como del siglo xix, cuando el comentarista apunta al devenir de una
dictadura: “preparativos de guerra moderna cuando el enemigo está aden-
tro —en los bancos, en las universidades, en la televisión”. La secuencia
produce un paralelismo irritante con respecto a las alianzas de la época que
asocian a los militares con la economía y los medios públicos en oposición
a los movimientos intelectuales provenientes de las universidades. En su
54 Bernhard Chappuzeau
14 Para explicar la cualidad del duelo frente a lo indecible remito a Judith Butler: “En la
medida en que las inclinaciones homosexuales no se reconozcan dentro de la hetero-
sexualidad normativa, no estarán constituidas meramente como deseos que emergen
y luego se prohíben. Antes bien, son deseos proscritos desde el comienzo. Y cuando
emergen del lado opuesto del censor, muy posiblemente carguen con la marca de la
imposibilidad y representen, por así decirlo, lo imposible dentro de lo posible. Como
tales, no serán inclinaciones que puedan llorarse abiertamente. Se trata, pues, menos de
negarse a hacer el duelo (una formulación que pone el acento en la decisión) que de una
anticipación del duelo realizada por la ausencia de convenciones culturales que permi-
tan confesar la pérdida del amor homosexual” (331).
60 Bernhard Chappuzeau
17 Véase “El trabajo de los niños y las mujeres” (Arlt, Aguafuertes, 76-78 [El Mundo
05.08.1935]).
62 Bernhard Chappuzeau
Bibliografía
Filmografía
Durante siglos, las identidades lésbicas han estado marcadas por el silencio
y la invisibilidad a causa del carácter patriarcal de la sociedad occidental
(Viñuales, 22); esta exclusión, u ocultamiento, ha dificultado, como en el
caso mismo de todas las mujeres, su entidad y su identidad como sujetos
históricos. Meri Torras (125) emplaza en las décadas de los sesenta y setenta
el nacimiento de la crítica feminista lesbiana (al mismo tiempo y de forma
paralela que la crítica feminista), durante la nominada “segunda ola del
feminismo”, con el doble objetivo de “salir de la invisibilidad y romper el
silencio en el que el patriarcado sumía la realidad lesbiana. Constituye el
inicio de lo que se denomina ‘salir del armario’ (coming out of the closet);
vencer el miedo al rechazo, la marginación y/o la represión sexual (y perso-
nal) y atreverse a vivir una vida como lesbiana”.
La crítica lesbiana ha tratado de recuperar una genealogía a partir de
textos que en algunos casos habían sido excluidos del canon hegemónico
masculino. Surge así un canon alternativo “que podía intentar establecerse
independientemente (minicanon) o bien modificar el canon ortodoxo, aña-
diendo nombres y obras de autoras lesbianas o releyendo textos canónicos
desde una perspectiva lesbiana” (Torras, 133). Debido a que en España no
existe una tradición narrativa de coming out (ni ha tenido la misma relevan-
cia que en los países anglosajones) y a la dificultad que entraña determinar
la naturaleza de la amistad o el erotismo entre dos mujeres, las clasificacio-
nes que se han llevado a cabo son diversas: por ejemplo, Rosalía Cornejo
(41) advierte que fue tras la muerte de Francisco Franco (1975) cuando
en España se produjo el llamado boom de la literatura femenina, con la
3 Cabré (19-20) señala la creación de nuevas editoriales destinadas al colectivo gay y lésbico
con el objetivo de llenar el vacío existente en cuanto a producción literaria. En los años
noventa aparecen editoriales como Horas y Horas, Egales (a partir de la suma de los es-
fuerzos de las librerías Cómplices y Berkana (situadas en Barcelona y Madrid), Odisea y,
posteriormente, aunque por muy poco tiempo, Ellas Editorial y LesRain. Cabré también
denuncia: “Tant Egales com Odisea son ben rebudes pel públic, venen i fan créixer els
seus respectius catàlegs. Però no surten de l’ambient: a les grans superfícies, a les llibreries
dedicades a les humanitats, simplement les rebutgen. Com si entre els seus lectors no hi
hagués ni gais ni lesbianes. Broma de mal gust, paradoxa o ambdues coses?” Por su parte,
Simonis (“Silencio”, 133) incluye editoriales como Bellaterra, Laertes e, incluso, Tusquets.
68 Estrella Díaz Fernández
(2003: 96) señala cómo el mayor mérito de esta obra reside en ser “una de
las primeras escritas en lengua castellana abiertamente ‘lesbiana’”, mientras
que Angie Simonis (“Silencio”, 132) la considera “un gran clásico lesbiano”.
En tercer lugar, merece destacarse la paradoja que supone que la única
novela de toda la colección donde realmente se visibilice una relación de
este tipo sea precisamente la que conserve “invisibilizada” a su autora. Ex-
plícitamente se requería, en una de las bases del Premio La Sonrisa Vertical,
que “El autor se compromete, en caso de que su obra resulte premiada, a
mantener el anonimato hasta el momento de la publicación de la misma.
En dicha fecha, el autor se compromete igualmente a revelar su identidad”.
¿Quién firma Tu nombre escrito en el agua? Una mujer: Irene González Frei.
¿Y quién es González Frei? Según la página de autores de Tusquets: “De
Irene González Frei solo sabemos lo que ella misma ha querido revelar hasta
ahora a la prensa: es una joven estudiante hispanoamericana, afincada tem-
poralmente en Roma, que, por encima de todo, desea seguir escribiendo
en la discreción del anonimato”. ¿Quién se oculta bajo el seudónimo? ¿Por
qué no se ha revelado? Precisamente, Luis García Berlanga, director de la
colección, confesaba cómo “La Sonrisa Vertical” había contribuido a que
algunos autores descubrieran su identidad: “Desde que se inició la colec-
ción de ‘La Sonrisa Vertical’, algunos autores han empezado a divulgar sus
verdaderos nombres, y estamos orgullosos de haber sido los primeros en
darlos a conocer a nuestros lectores” (Muñoz Puelles, 18).
Quince años después de la publicación de la novela, Irene González
Frei escribía una nota en el blog Escritores del mundo bajo el título “La
otra de mí”; la autora revisa la abundancia de apócrifos en el pasado (el
Pseudo Dionisio, el Quijote de Avellaneda o el Ossian de Macpherson) y
los ocultamientos literarios del siglo xx (Juan de Mairena/Antonio Ma-
chado; Ricardo Reis/Fernando Pessoa; Eduardo Torres/Augusto Monte-
rroso; Jusep Torres Campalans/Max Aub o Bustos Domeq, a su juicio “el
impostor más inverosímil”). También se hace eco del caso de Clara Beter,
prostituta rusa que en 1926 denunciaba la explotación sexual de las in-
migrantes de Europa del Este, en Versos de una…, como un testimonio
verdadero hasta que se descubrió que la obra había sido escrita por un tal
César Tiempo, seudónimo de Israel Zeitlin, escritor ruso radicado en Ar-
gentina4. Resulta interesante que la nota se inicie vinculándose a un autor
seudónimos que aporta sean de hombres, a excepción de Clara Beter (que oculta una
identidad masculina). Ya que su novela visibiliza la relación entre dos mujeres, ¿por
qué no se hace eco de las escritoras que escribieron bajo un nombre masculino para
reivindicarlas?
5 Página web de la editorial Eterna Cadencia es: <http://www.eternacadencia.com.ar/
ee-elotrodemi.htm> (consultado el 15 de junio de 2014).
70 Estrella Díaz Fernández
punto de vista femenino, a una tal Marina; desde las primeras líneas ya
se pone de manifiesto una relación amorosa entre ambas mujeres: “Aún
conservo fragmentos de nuestro amor vertiginoso entre las grietas del do-
lor y el desconsuelo. Aún tiembla mi voz al recuerdo de tus manos suaves
[…] Fuimos más que Sofía y Marina, yo fui tú y lo seré nuevamente”
(13). Tras la breve epístola, narrada desde un tiempo presente, el relato
nos sitúa en el pasado describiendo una violenta escena en la que las dos
se encuentran atadas a la cama y a merced de un personaje masculino
que acabará forzándolas —posteriormente, descubriremos que se trata de
Santiago, el marido de Sofía—. La violación se retomará ulteriormente y
será la que cierre la historia tras describir la muerte de Marina durante la
vejación perpetrada por el celoso esposo. Los saltos temporales, las ana-
lepsis y las prolepsis tienen como finalidad mostrar tanto la vida anterior
de la actante principal —primero con su marido Santiago, con el que
acaba estableciendo un pacto sexual violento en el que tiene cabida el
bondage, la sodomización, las palizas y los insultos, pero que a ella la deja
insatisfecha, y posteriormente su vida en común con Marina—, como su
sufrimiento por la pérdida de la persona amada, mediante una invocación
dirigida directamente a su amante asesinada.
Varios son los intertextos literarios y mitológicos que presenta esta nove-
la con otras anteriores. En primer lugar podemos considerar el título: “Tu
nombre escrito en el agua” no solo hace referencia a unos versos de John
Keats —“Esta tumba contiene todo lo que fue mortal de un joven poeta in-
glés. Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en el agua” (228)—, sino que
también recurre a las metafóricas escenas de sexualidad lesbiana, “evocadas
alrededor de elementos tradicionales femeninos como el agua, principio de
vida y símbolo de la feminidad y la maternidad por excelencia” (Simonis, Yo
no soy, 208). Un elemento común de dos de las novelas pioneras en litera-
tura lésbica española es la mención al mar/agua en el título —Te deix, amor,
la mar com a penyora (1975), de Carme Riera, y El mismo mar de todos los
veranos (1978), de Esther Tusquets. Cabe destacar que Lucía Guerra (159)
considera que “la imposibilidad de un nombre escrito en el agua, según
nuestra hegemonía cultural, apunta hacia esa exclusión e invisibilidad del
lesbianismo en los discursos e imaginarios prevalentes”. Pero más revelador
que el título resulta la nominación de las actantes principales: Sofía, Marina
y Clara (Clara es un nombre inventado por las dos amantes como símbolo
de su unión), que remiten directamente a las dos novelas citadas. Sofía y
Clara aparecen en El mismo mar de todos los veranos como sujetos en quienes
Visibilidad lésbica, canon literario y paradojas autoriales 71
7 Simonis (Yo no soy, 210) considera esta exploración escatológica como “una forma sutil
y cruda de cuestionar y destruir la autoridad. Los excrementos se utilizan de manera
sacrílega, para unos fines que no son ni por asomo los designados por la norma, que solo
tiene previstas para ellos la ocultación y la destrucción, exactamente el mismo destino
que desea para las relaciones lesbianas”.
74 Estrella Díaz Fernández
Tres son los elementos que favorecen que Tu nombre escrito en el agua
pueda ser leída como una autobiografía y que también son considerados
por Vitagliano en su ensayo: en primer lugar, la narración en primera
persona, que provoca que “el relato tienda a adquirir el ritmo de una con-
fesión que incluirá con mayor rapidez al lector en el mundo de la ficción”
(62). En segundo lugar, la inclusión de, en este caso, la narradora auto-
diegética en el género epistolar —el cual deja “entrever una atmósfera de
intimidad, secretos, recriminaciones y tramas ocultos que atrapa al lector
rápidamente dentro del mundo ficticio” (72)—. Y, por último (pero no
menos importante), la incorporación al cuerpo del relato de “notas ficti-
cias o falsos prólogos” (75), como es el caso de la dedicatoria que abre la
novela y que, de modo implícito, favorece la lectura de la ficción como
si realmente se tratara de un hecho real: “Para Marina que, de todos los
8 Resulta muy atractiva la inclusión del concepto “pacto autobiográfico” de Philippe Le-
jeune (52-53), quien considera que “La autobiografía no es un juego de adivinanzas,
sino todo lo contrario. Falta aquí lo esencial, lo que yo he propuesto que se denomine
el pacto autobiográfico. Yendo de la primera persona al nombre propio, me veo obli-
gado a rectificar lo que escribí en L’autobiographie en France, ¿cómo distinguir entre la
autobiografía y la novela autobiográfica? Hay que admitir que, si permanecemos en el
plano del análisis interno del texto, no hay diferencia alguna. Todos los procedimientos
que emplea la autobiografía para convencernos de la autenticidad de su narración, la
novela puede imitarlos, y lo ha hecho con frecuencia. Esto es cierto si nos limitamos al
texto, excluyendo la página del título; en el momento en que la englobamos en el texto,
con el nombre del autor inscrito en ella, disponemos de un criterio textual general, la
identidad del nombre (autor-narrador-personaje). El pacto autobiográfico es la afirma-
ción en el texto de esta identidad, y nos envía en última instancia al nombre del autor
sobre la portada. Las formas del pacto autobiográfico son muy variadas, pero todas ellas
manifiestan la intención de hacer honor a su firma. El lector podrá poner en entredicho
el parecido, pero jamás la identidad. Sabemos muy bien la manera en que cada uno se
aferra a su nombre”.
Visibilidad lésbica, canon literario y paradojas autoriales 75
9 Otros indicios que apuntan que la autoría de la novela podría no ser una mujer los
hallamos en el artículo publicado por Xavier Moret (s. p.) sobre el galardón obtenido
por Tu nombre escrito en el agua. En él Beatriz de Moura señalaba, en relación al seu-
dónimo: “Nosotros somos los primeros sorprendidos, aunque es cierto que las bases de
‘La Sonrisa Vertical’ prevén la posibilidad de que el ganador mantenga el seudónimo,
cosa lógica en un premio de narrativa erótica”. Esto no es cierto; en las bases, como ya
hemos visto, se insta a que el autor revele su identidad. Prosigue Moret: “De una cosa
está segura Beatriz de Moura: la ganadora es una mujer, ya que ha establecido contacto
telefónico con ella y la voz no engañaba. La autora, sin embargo, se negó a mantener
diálogo a través del teléfono con los periodistas y exigió responder las preguntas por fax”.
De Moura también señalaba: “La dedicatoria permite suponer que quizá la obra tiene
un componente autobiográfico. La novela está narrada en primera persona”. Si es una
mujer desconocida, ¿por qué no habla con el periodista por teléfono? ¿Tal vez porque la
editorial conocía la verdadera identidad del autor y también presuponían que la dedica-
toria no era real ni había ninguna base autobiográfica?
76 Estrella Díaz Fernández
10 Simonis (Yo no soy, 143-144) también alude a la literatura lésbica escrita por hombres
concluyendo que, exceptuando un par de casos, se ciñe más al género pornográfico
—con carácter marcadamente “voyerista”— a partir del estereotipo de la lesbiana sexua-
lizada, sin contemplar que esta pueda ser una opción vital.
11 Cabe destacar que la miscelánea Cuentos eróticos de Navidad (1999) es precisamente la
que aporta una mayor pluralidad de sexualidades heterodoxas en la diégesis de sus cuen-
tos (y en la que hallamos nombres como Eduardo Mendicutti, Luis Antonio de Villena,
Abilio Estévez o las ya citadas Mayra Montero y Marcia Morgado).
Visibilidad lésbica, canon literario y paradojas autoriales 77
Bibliografía
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Fuentes secundarias
Dieter Ingenschay
Humboldt-Universität zu Berlin
1. Introducción general
1934 una ley discriminatoria contra los homosexuales; entre los intelectuales en favor de
lo que llamaron pureza y sanidad, y contra la supuesta perversión fascista de la homose-
xualidad aparece Maxim Gorki (más detalles en Zur Nieden). Así, el esquema conocido,
producto del imaginario positivista decimonónico, que tuvo tanta resonancia en Europa
y Latinoamérica a finales del siglo xix, vivió una renovación masiva en la década de 1930.
3 El problema mayor fue que el Estado alemán no quería declarar anticonstitucional un
grupo de leyes que se mantuvieron en vigor durante decenios. El actual ministro de
Justicia, Heiko Maas, pidió un informe jurídico detallado a propósito a dos especialistas
que proponen anular los fallos e indemnizar a los condenados; el informe Martin Burgi/
Daniel Wolff, Rehabilitierung der nach § 175 StGB verurteilten homosexuellen Männer
está disponible en <http://www.antidiskriminierungsstelle.de/SharedDocs/Downloads/
DE/publikationen/Rechtsgutachten/Rechtsgutachten-Burgi-Rehabilitierung-175.pdf;-
jsessionid=C42DD9ABC0A46DF974E62ABF674AE4F8.2_cid350?__blob=publica-
tionFile&v=1> (consultado el 19 de agosto de 2016).
La cultura gay en transiciones (España, Argentina, Chile) 81
2. Dictaduras y homofobia
para el 73”, cita Robles a un tal Tomás Rivera González, travesti de San
Camilo, barrio de mala reputación por su población gay; y sigue: “El Golpe
fue terrible para los homosexuales, particularmente para los más pobres”
(Robles, 17). Fueron estos ‘pobres’ los que participaron en la marcha de
prostitutos contra el abuso por los carabineros que tuvo lugar en Santiago,
antes del golpe, en abril de 1973 (Contardo, 313). Robles y Contardo están
de acuerdo (con otros críticos como Juan Pablo Sutherland por ejemplo) en
la diferenciación social de los grupos homosexuales en Chile (que justamen-
te no formaron una ‘comunidad’) y en la existencia de una homofobia social
fundamental en la sociedad chilena antes y después de Allende. Contardo
se refiere a la investigación ya clásica del sociólogo Geert Hofstede, Culture’s
Consequences, quien cuenta a Chile entre las sociedades “colectivistas” (Con-
tardo, 326) que no dejan gran espacio a las libertades individuales y civiles.
La cultura homosexual y su vida, tanto su infraestructura práctica como
sus testimonios literarios, se callan más bien. Las personas que se atreven a
tematizarla se consideran como socialmente marginales, y ni el famoso dúo
de activistas y performadores de las “Yeguas del Apocalipsis”, formado por
Pedro Lemebel y Francisco Casas, son una excepción. Hasta su muerte en
2015, Lemebel, candidato no exitoso al Premio Nacional de Literatura en
2014, siguió considerándose explícitamente como marginalizado.
Tanto Robles como Contardo coinciden en destacar el importante pa-
pel de ciertos círculos conservadores y prodictatoriales de la Iglesia católica.
De hecho, esta institución homófoba por excelencia, que cuenta con una
historia de muchos siglos de amenazas y de represión sexual, responsable
además de la muerte de miles de personas que no utilizaron condones y se
infectaron con el virus del sida, esta misma Iglesia permitía por lo menos
que un grupito de personas (“gente bien”, una docena de buenos católi-
cos burgueses provenientes de la Universidad Católica) se organizara entre
1977-1979 bajo el liderazgo de un cura holandés. Los miembros de este
grupo que, según Contardo, “no tenía una agenda de reivindicación de de-
rechos, como sí la tenían los activistas de Estados Unidos y Europa occiden-
tal” (Contardo, 311), adoptaron un nombre de dimensión muy cristiana:
Betania (que cambiaron en 1981). Gracias a su gran influencia, la Iglesia
católica consiguió la solidaridad de medios y médicos para negar su parti-
cipación en una campaña pública a favor del uso del condón en los años
ochenta, cuando la Brigada de Delitos Sexuales de Investigaciones contro-
laba a cientos de personas por un caso de sospecha de infección (Contardo,
354 y 361), y el escritor Enrique Lafourcade postuló en un artículo del
La cultura gay en transiciones (España, Argentina, Chile) 85
Tal vez en esta región y en relación con esas experiencias dolorosas y traumá-
ticas es donde se han acumulado e impactado más fuertemente sobre la esfera
pública testimonios, productos culturales, intervenciones diversas y memorias
que, desafiando las interpretaciones clásicas sobre dichas dictaduras (difundidas
por las propias Juntas militares), alimentan actualmente las más apasionadas
“luchas por la memoria” (Mira Delli-Zotti, 1467).
explorar la historia [...] a partir de una hipótesis general [...]: con el ciclo que
abre la posdictadura, es decir, la recuperación de la democracia [...] y a partir
de un extendido consenso que condena la violación de los derechos humanos,
nace un nuevo régimen de la memoria, entendida como relación y acción pública
sobre el pasado (Vezzetti, 5).
Otra vez quisiera añadir que tal “nuevo régimen de la memoria” debe
mucho a la amplitud de discursos culturales en general y a las narraciones
queer en particular.
En 1984, terminada la dictadura, Beatriz Sarlo escribió su ensayo ti-
tulado “Argentina 1984: La cultura en el proceso democrático”, en el que
propone una nueva política, una nueva cultura, basada en la diversidad.
Con esta palabra clave, no hacía falta mencionar en aquel entonces explí-
citamente las culturas LGTBIQ, que gozan de una importante tradición
en la novelística argentina, tanto antes como después de la dictadura (baste
recordar las obras de Mujica Lainez, Villordo, Perlongher, Renato Pellegrini
y David Viñas, entre otros). Es cierto que el gran tema de la cultura de la
memoria no es una cuestión particularmente gay y, sin embargo, el hecho
de que Argentina sea el país latinoamericano con una política de igualdad
civil más avanzada es, entre otras cosas, fruto de la fuerte presencia del
tema en las obras literarias de dimensiones gais. La dimensión política de la
novela latinoamericana gay alrededor de las transiciones la discute Luciano
Hernán Martínez en su tesis Reuniones fallidas: homosexualidad y revolución.
Su lectura de la literatura gay culmina en una interpretación de la misma
como alternativa a las masculinidades tradicionales, incluso la militar, que
se rompió camino en las persecuciones y torturas del régimen militar.
Se puede concluir que, en el presente, los logros de la igualdad conlle-
van otro horizonte de preguntas. En un artículo publicado en Página 12, el
periodista Claudio Zeiger, autor también de novelas de temática gay como
92 Dieter Ingenschay
Taxi Boys, medita sobre “El futuro de la literatura gay” bajo la cuidadosa
pregunta: “Si Perlongher viviera, ¿qué diría?”. Zeiger, ensayista listo y polé-
mico, describe la trayectoria de las fuerzas transgresoras del discurso gay del
siglo xx hasta la preocupación por los derechos civiles actuales como el pro-
ceso de “victorianos convertidos en igualitarios”, una descripción que no
carece de humor, pero que tampoco debe despreciar la contribución de las
(sub)culturas gais y lesbianas a la formación de una memoria histórica post-
y antidictatorial y al “nuevo espíritu de convivencia” (cf. Mira Delli-Zotti).
5. Conclusión
Bibliografía
Adam, Barry D., Jan Willem Duyvendak y André Krouwel (1999): The Global Emergence
of Lesbian and Gay Politics: National Imprints of a Worldwide Movement. Philadelphia:
Temple University Press.
94 Dieter Ingenschay
1 ‘Cis’ significa lo contrario de ‘trans’, se refiere a personas cuya identidad sexual coincide
con su género biológico.
Bellezas neoliberales y sexualidades disidentes en América Latina 99
es decir, romper con los roles de género como praxis constitutiva de los
sujetos disidentes. Sin embargo, hay que observar que en estos procesos,
lo que no se toma en cuenta es el hecho de que el binarismo de género es
multidimensional, ya que se basa en un cuerpo que tiene otros atributos,
como son: etnicidad, edad, capacidades, etc., y que además se encuentra
situado en un espacio social y se orienta por prácticas sexuales y de deseo
diversas. De esta manera, el intento de escenificarse como heterosexual y
de lograr el llamado passing, siempre es más fácil cuando uno/una se en-
cuentra más cerca de la “norma”, es decir, cuando en un contexto nacio-
nal específico se cuenta con los atributos materiales y con la normatividad
corporal “adecuada”.
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Ngui’u (lesbianas) y muxe’ (muxes): atisbos
a la dimensión sociogenérica en el universo
literario zapoteco según Víctor Cata1
Elena Madrigal
El Colegio de México
que “acaso [sea] la única […] que cuenta con una tradición […] moder-
na” (Montemayor, Los escritores, t. II, 15) en cuanto a formas de difusión,
lectura y cantidad de traducciones, “lo que significa una universalidad de
trabajo literario” (ibíd., t. I, 18). Hoy, Víctor Cata es otro de los escritores
juchitecos renombrados que continúa con las labores de traducción3 y de
animación de la cultura desde una triple ubicación que Carlos Montema-
yor describe como el compromiso étnico y personal que involucra “[la]
historia [indígena] de sangre y opresión, […] su cultura profunda […y] sus
lenguas […] que saben describir con mayor frescura y naturalidad nuestro
territorio” (Montemayor, Los escritores, t. II, 13-14).
Sin embargo, debemos reconocer que la inserción en el canon nacional
implica resistencias, negociaciones y renuncias en relación con la institu-
ción literaria en términos de fórmulas, temas y recursos escriturarios, entre
otros. La compleja construcción de género sociosexual y el trasfondo eróti-
co de “Santu / Santo” y de “Gulaa bidxichi / El reparto” pueden ser tenidos
por loci en los que las tensiones mencionadas adquieren visos propios. Por
lo que respecta a las formas convencionales, ambos textos comparten el
género literario diidxaguca’-diidxaxhiihui’, o “mentira y cuento”, en el que
confluyen sin límites precisos los sucesos “verdaderos” o “históricos” y la
recreación imaginativa del narrador, según explica Irma Pineda (294), y
que ha permitido la transmisión de conocimientos, valores e información
tradicionales y válidos para la comunidad que les da origen —como lo se-
ñaló Carlos Montemayor (Los escritores, t. II, 16) años antes—. Aunque la
ficción en español también puede ser interpretada según la referencialidad,
el género diidxaguca’-diidxaxhiihui’ se sustenta en la explicitud de estar a
caballo entre los “hechos” de los que son albaceas los ancianos, la invención
y la didáctica, como lo han reiterado el autor de Sólo somos memoria4 y
Macario Matus, su prologuista. Por este género literario es que “Santu /
Santo” y “Gulaa bidxichi / El reparto” abren vías de comprensión “de la
3 Cata escribió el libro que nos ocupa inicialmente en zapoteco y posteriormente lo tra-
dujo al español (“Libro rescata la tradición oral zapoteca”). Recientemente compiló sus
traducciones de Rosario Castellanos, Juan José Arreola y José Emilio Pacheco, entre
otros, en el tomo Ti be’zadiidxa’ ndahui sti’binni Zaguita, del que tengo noticia por
breve comentario periodístico (“Presenta Víctor Cata sus traducciones”).
4 Al parecer durante una presentación del libro, Cata explicó que las historias de su libro
se basan en las que él escuchó a los ancianos zapotecos desde niño y que conllevan la
transmisión oral de “la sabiduría y el conocimiento ancestral […] hacia el presente y el
futuro” (“Libro rescata la tradición oral zapoteca”).
Ngui’u (lesbianas) y muxe’ (muxes) 113
vida material y mental de [los] grupos” (Chase-Sardi, 8) que les dan ori-
gen y, en consecuencia, permiten la comparación inevitable con la de otros
imaginarios en sus disímbolas relaciones de poder. En cuanto a los temas,
los dos textos contestan renovadoramente desde el cuerpo, el erotismo, la
subjetividad y la literatura a los prejuicios ancestrales o la censura con los
que se ha construido la sexualidad en los grupos indígenas —sea que se le
presente como hipersexualidad o asexualidad ingenua—, a más de aportar
una búsqueda diferenciadora de las expresiones de la heterosexualidad y
la heteronormatividad.5 En resumen, estamos frente a fórmulas, temas y
recursos literarios que ejercen una serie de funciones socioculturales interre-
lacionadas señaladas por la antropología y de las que retomamos tres —la
moralizante o admonitoria, la mágica y la reivindicatoria— (Chase-Sardi,
3) en las dilucidaciones puntuales siguientes.
“Santu / Santo”
5 En el libro que nos ocupa, “Miedo” (pp. 64-67), constituye una visión sobre la hetero-
sexualidad.
114 Elena Madrigal
Es cierto lo que dicen: Sólo somos memoria y recuerdo en la cabeza de los de-
más […] Yo no quiero saber nada, absolutamente nada; de lo único que tengo
ganas en estos momentos es barrerlo de mí, tirar de cabeza su memoria de mi
alma. Esta noche solo quiero ser olvido y silencio (ibíd., 95-97).
6 En otra fuente se repite la observación de que las ngui’ú “no son aceptadas socialmente y
[de que la] palabra puede ser usada como insulto”. El término es una variante de nguiiu,
vocablo que designa al “hombre, varón, adulto, macho, señor, masculino”, por lo que
ngui’u conlleva los significados de “lesbiana, marimacho, hombruna” (Toledo).
Ngui’u (lesbianas) y muxe’ (muxes) 117
7 En la vida social, como indica Miano, es notorio que “en el interior de la familia, los
grandes lazos de solidaridad y complicidad [de la muxe] se establecen esencialmente con
la mamá y el componente femenino” (205).
8 Más allá del cuento-mentira, Miano señala que es usual que las madres prolonguen “su
existencia después de la muerte a través de [la muxe al transmitirle] todo el patrimonio
de saberes y esfuerzos, todo lo que construyó en la familia, el sentido moral y el ethos
familiar, su poder y prestigio” (206).
118 Elena Madrigal
a la hija que cuide de la imagen “de palo, panzona, vieja y gastada” (ibíd.,
57)9 como lo ha hecho hasta ese momento al ofrendarle “sus mariposas
blancas y hacerle piñatas todos los ocho de diciembre” (ibíd., 57). El vín-
culo mágico-religioso es por demás complejo, puesto que, por una parte,
la Virgen —metonimia del catolicismo—, comporta las contradicciones
aún vigentes del encuentro traumático con los conquistadores españoles
y de la evangelización por vía sangrienta y, por la otra, ya en el siglo xxi,
encierra la tradición indígena-mestiza constitutiva de la “mexicanidad”.10
Por ende, a la descripción despectiva de la imagen de la Virgen —sín-
toma de la ajenidad e imposición religiosa y por ende de su aceptación
parcial—11 hay que sumar la convicción de la muxe de que la intervención
milagrosa es interesada.12 La alianza entre el personaje principal y la vir-
9 El estrecho vínculo con la figura religiosa no es casual, ya que en el plano social, como
lo ha señalado Miano, sobre todo para las madres, la diferencia de los hijos varones que
serán criados como muxes tiene que ver con designios divinos (208).
10 La tensión irresuelta con el catolicismo es de importancia capital no solo para este cuen-
to-mentira, sino para el libro que lo contiene y para la literatura zapoteca moderna. En
Sólo somos memoria, “Un tal Jesús” parte de la aclimatación graciosa del mito bíblico.
En ella, la voz narradora tiene a Jesús el Cristo por un aparecido con poderes milagro-
sos, que la atemoriza al punto de robarle el sueño. La socarronería da a entender que,
desde siempre, los juchitecos han sabido que las historias bíblicas son también cuentos
y que, como tales, los referentes cristianos y bíblicos pueden ser tratados humorística o
profanamente. “San Miguelito” es otra forma de adecuación del imaginario católico y
sorprende, como “El reparto”, en el trato irreverente que da a la advocación de la divini-
dad, por ejemplo, cuando la voz narradora increpa al santo con frases como “—déjame
en paz, pinche santo pelón, hijo de la chingada—” (Cata, 20). En el cuento-mentira
que nos ocupa, la muxe advierte a la Virgen: “—Cómo no te vas a reír, cabrona, si aquí
no te falta la comida: flores, incienso y agua. Pero no se te olvide que ahora ya nos vol-
vimos dos. Cuidadito y me fallas; ya sabes adónde nos iremos” (ibíd., 59). También en
“Abandono del juramento” las creencias religiosas, los muertos y el sueño se entremez-
clan con la cotidianidad y la vida social de manera irónica. Scott Hadley ha señalado los
vasos comunicantes que aúnan este filón de los textos de Cata al de su ilustre predecesor
Andrés Henestrosa. Al preguntar al autor de Sólo somos memoria sobre el asunto, Cata le
indica que son “recurrente[s] en la memoria colectiva de [su] pueblo […] huella[s] de la
evangelización” (Hadley, 153).
11 Para un desarrollo de la idea de la aceptación parcial de la imposición religiosa, consúl-
tese Pineda, en especial nota 1, p. 310.
12 En este sentido, considero que la lectura de Hadley es simplificadora al presentar a
la muxe como creyente ingenua del milagro, aún más si se percibe el trasfondo de
desdén y vaguedad de la opinión que da Víctor Cata al investigador sobre el trasfondo
católico de algunas narraciones de Sólo somos memoria y que apuntan a que tiene a
los textos religiosos por desautorizados: “Lo que creo es que estos relatos proceden de
Ngui’u (lesbianas) y muxe’ (muxes) 119
gen se refuerza por dos razones. La primera, que están unidas por el lazo
católico que se establece entre creyente y Virgen patrona para hacer fren-
te a los hermanos “evangelios” (ibíd., 59), término con el que un buen
número de juchitecos hace referencia a los pobladores evangélicos que se
convirtieron al “cristianismo protestante genérico” (ALAI, 129), signo
de la llegada del Instituto Lingüístico de Verano a México desde 193513
y que alcanzó un auge inusitado entre las décadas de 1970 y 1980.14 La
segunda, que son dos figuras femeninas solitarias en confrontación con
los hermanos que sí se casaron.
Al convertirse la muxe y la Virgen en epítome de la defensa de una tra-
dición signada por contradicciones y de la oposición a una modernidad
igualmente compleja, los dos entramados sociales inciden en la plurali-
dad de perspectivas que caracterizan las funciones moralizante, mágica y
reivindicatoria de “Gulaa bidxichi / El reparto” y que tienen un correlato
importante con el lugar social de la muxe en la comunidad zapoteca. Es
así que, aunque la trama se ubica en el ámbito doméstico, su repercusión
simbólica transita al social, como sucede con la reivindicación —por voz
propia— que hace la muxe del trabajo femenino que ha desempeñado
desde pequeña. La derrota y huida de los hermanos puede ser interpre-
tada, desde lo colectivo, como un acto de resistencia y triunfo ante un
segundo acto de rapiña —esta vez perpetrado por el protestantismo y la
cultura yanqui—, en una manifestación de lección aprendida a partir de
la experiencia de la conquista española, y cuya bandera es izada por la
muxe. Otro punto importante es la relación con el milagro, manifestación
de una religión que propicia el triunfo de la justicia y concede a la dig-
nidad de la muxe una estatura heroica e incluso santificada. En términos
generales, esta representación literaria positiva de la protagonista armo-
niza con el sustento factual de que las muxes y las mujeres comparten “la
responsabilidad de reproducir las estructuras económicas, sociales, cultu-
rales y comunitarias” (Miano, 189) de su sociedad.
algún texto religioso, probablemente, de los textos apócrifos prohibidos por la iglesia”
(Hadley, 153).
13 La fecha es señalada en el estudio de la ALAI (119).
14 Por ejemplificar su presencia en la zona juchiteca, retomamos un dato que ofrece María
Teresa Pardo con respecto a que “el actual alfabeto fue acordado desde 1956, durante
una mesa redonda en la que participaron tanto lingüistas de Instituto Lingüístico de
Verano como profesionistas y escritores zapotecos” (Pardo, 128).
120 Elena Madrigal
Comentarios finales
que son como “la espuma de los holanes de nuestras enaguas que recalan en
la playa de los pies” (44).
Bibliografía
Guadalupe Maradei
Universidad de Buenos Aires
1 María Moreno recuerda el origen del término como nombre de una de las especies de
pájaros criollos que tipificó el naturalista Guillermo Enrique Hudson: “El cabecita negra
forma parte de las 154 especies recordadas por ese hombre y preciosamente descriptas
124 Guadalupe Maradei
del anterior y utilizado para referirse a una persona que se considera poco
sofisticada, mal vestida, desagradable, que no responde a los cánones estéti-
cos ni éticos considerados valiosos por la cultura dominante, actualizando
de ese modo los efectos del discurso sobre la raza en su acepción moder-
na, es decir, en tanto discurso que enfatiza la pureza biológica del pueblo
de una nación y que presupone el ejercicio de un biopoder generador de
segregación y jerarquización social, relaciones de dominación y efectos de
hegemonía (Foucault, 59).
En el desarrollo de la trama, ese sustantivo adjetivizado cambiará de
signo, en la medida en que la figura de la Virgen adquiera protagonismo
a través de Cleopatra quien, siguiendo su consejo, logrará resolver algu-
nas carencias de la villa (como el hambre, por medio de la construcción
de una estanque en el que comienzan a criar peces para autoabastecerse)
y mancomunar en torno a su figura a un conjunto de personajes hasta
entonces desahuciados y dispersos. Estas acciones son reconocidas por
los villeros, que deciden honrarla construyéndole una estatua de yeso que
resulta desproporcionada, con un cráneo demasiado grande con relación
al resto del cuerpo. Semejante testa será lo único que Cleopatra podrá res-
catar cuando matones contratados por una empresa inmobiliaria irrum-
pan en la villa a fuerza de metralla y topadora con el objeto de que sus
habitantes abandonen el terreno, codiciado por inversores para la cons-
trucción de un barrio privado.
Una provocación, entonces, porque una corporalidad travesti generiza-
da, racializada, subalternizada2 es erigida como interlocutora y médium de
y clasificadas por él. ¿Es por su paulatino pero indeleble avance sobre las ciudades, por
su canto monocorde pero pegadizo y su costumbre de andar en bandas que ese nombre
se impuso con malevolencia para nombrar a los hombres oscuros de antigua entidad
llamada pueblo? […] ¿O nombrar a aquellos hombres por la cabeza aludía al encono
provocado por lo que sobresalía cuando estos se calaban el traje del integrado, conside-
rado inmerecido? Ese hombre murió ignorando que había contribuido a una analogía
injuriosa y que, en algún momento de la historia, los argentinos nombrados como pája-
ros serían cobijados en la jaula protectora de unos brazos a los que hoy les falta —como
a las especies que recordaba borrosamente— la nitidez de la forma, el acabado humano
de las manos. Las del general Perón” (144-145). El relato “Cabecita negra” (1962) de
Germán Rozenmacher fue el primero en narrar, de manera magistral, los modos de
funcionamiento de esta injuria en la Buenos Aires de mediados del siglo xx.
2 Pensamos las corporalidades travestis como aquellas que refractan diferencias y las arti-
culan en múltiples significaciones. El cuerpo travesti deseado y rechazado, como conse-
cuencia de la discriminación de una cultura heterocentrada, se ha estructurado, histó-
Ficciones posdictadura: la trilogía oscura de Gabriela Cabezón Cámara 125
una figura sacra —la madre inmaculada de Dios, según el dogma— hacia la
cual el catolicismo en América Latina ha mantenido su devoción a través de
los siglos. Pero es, también, un llamado de atención acerca de los procesos
de mistificación a través de los cuales sigue operando la dominación en la
región, en la medida en que Cleopatra, sujeto de exclusiones múltiples, no
puede sino entablar un vínculo de afección con la supuesta benefactora ce-
lestial, vínculo que, si bien es liberador en el relato de la protagonista (vere-
mos que no es la única que cuenta la historia) y, en términos de religiosidad
popular, se inserta en una tradición de opresión y funciona como garante
del olvido y del perdón, es decir, de la imposibilidad de cambio. Obra en
este sentido un trabajo con la lengua que se constituye como marca distin-
tiva de la escritura de Cabezón Cámara: la exhibición del poder del mito a
través de la usurpación de su lenguaje. O, dicho de otro modo: el discurso
religioso en las ficciones de esta autora funciona como señalamiento de un
‘lenguaje ventosa’: “esos lenguajes poderosos, sistemáticos, los de los indi-
viduos que tienen una fe, una certeza, una convicción” y que posibilitan
“que un cuerpo se pegue a una idea o una idea a un cuerpo” (Barthes, 359).
Camp y después
Fue José Amícola quien advirtió que en la literatura rioplatense las poéticas
camp, si bien se centran en la ley de la teatralidad, también están presentes
en el género lírico (Néstor Perlongher) y en la novela de posvanguardia
(Manuel Puig). Tal parece ser el caso de esta novela en la que las acciones
y atributos del personaje de Cleopatra recuerdan algunos de los rasgos del
camp, como el travestismo, el divismo, el humour folle, el desenfreno eróti-
co, la recuperación del kitsch acentuando el significado de construcción de
las imposiciones de género y la yuxtaposición de lo aristocrático con lo ple-
beyo, los cuales han sido analizados por críticos como Moe Meyer, Philip
Core, Andrew Ross y Fabio Cleto, entre otros. No obstante, como veremos,
estos usos del camp están filtrados por el tamiz del subdesarrollo (la diva a
quien emula no es una celebridad de Hollywood, sino la conductora local
Susana Giménez) y reorientados no hacia la visibilidad de una comunidad
gay, sino de una cultura queer.3
La Virgen Cabeza se organiza en veinticinco capítulos breves y un epílo-
go final. Veinte capítulos son narrados por el personaje de Qüity (alias de
Catalina, una periodista que llega a la villa en busca de una historia —la
de la “Hermana Cleopatra”— para obtener un premio), y cinco son na-
rrados por Cleopatra, que aparece como una desenfadada supervisora de
lo que cuenta la narradora anterior con la cual discute, ofreciendo otras
versiones y enfatizando el papel de la Virgen en el desenlace de los hechos.
El presente de la enunciación incluye una puesta en abismo. Lo que Qüity
está escribiendo, con intervenciones de Cleopatra, es un libro que narra
la historia de la comunidad formada en la villa y de la masacre posterior
debido a la cual ambas terminan huyendo a Miami, concibiendo una hija
propia y creando exitosas óperas cumbia que Qüity compone y Cleopatra
canta y actúa con rotundo éxito internacional que esperan ampliar con la
publicación del libro.
El contrapunto entre las voces de las narradoras es el procedimiento
que permite introducir la voz de la afectación y sostiene el efecto hilarante
vinculado con lo camp. Este extracto inaugura la aparición de la voz de
Cleopatra a través del discurso directo en el Capítulo 3, titulado “Cleo:
‘Fue por la Virgen María’”:
Ay, Qüity, si empezarías las historias por el principio entenderías mejor las
cosas. ¿Qué cuál es el principio? Ternura de mi corazón, hay un montón de
principios porque hay un montón de historias, pero yo quiero contar el princi-
pio de este amor, que no te lo acordás bien vos, Qüity, un poco contás las cosas
como fueron y otro poco no sé qué hacés, mi amor, ponés cualquier pelotudez,
así que yo también voy a contar la historia nuestra (21).
Lloraba como no pudo llorar Kevin [el hijo adoptivo de ambas] por el bala-
zo que lo dejó seco y seca creí que iba a quedar yo también de tanto llanto.
Parecíamos La Piedad Cleo y yo ese día: ella la madre y yo el hijo, y ella me
besaba y me acariciaba y yo empecé a besarla a ella, las tetas empecé a besarle
y a mojarle también de llanto y me calenté, quise la poronga de Cleo como no
había querido ninguna otra antes o eso me pareció y se ve que ella me la quiso
dar porque rompió esa piedad heterodoxa que figurábamos, me acomodó con
las piernas abiertas sobre su falda y se la levantó apenas y me entró en la concha
con ese porongón que tiene y que me pareció hecho a medida para mí y yo me
dejé coger y me la cogí y ella también lloraba y fuimos eso (141).
Pero el epígrafe de Semprún no alerta solo sobre ese aspecto, sino que
también marca una idea fuerza de la nouvelle: por medio de comparacio-
nes y metáforas (muchas de ellas alusivas a la gauchesca), establece líneas
de continuidad entre los campos de concentración de la Segunda Gue-
rra Mundial, pero también de la última dictadura militar argentina, y los
prostíbulos del presente. Como bien leyó María Moreno: “… el puticlub
es el campo de concentración por otros medios: mantiene su estructura y
tabicamiento, la avenencia de las diversas fuerzas del Poder bajo la figura
del cliente, el sojuzgamiento total del recluido, sin límite en el tiempo y en
el espacio” (Moreno, “La bella”, 2). Una muestra de la articulación de estos
tópicos y procedimientos puede verse en el fragmento con el que se abre el
capítulo I del libro:
Si el fin del torturador es provocar la presencia absoluta del que tiene atado para
sojuzgarlo entero con laceración y dolor, el objetivo del torturado es tomarse el
palo, irse de ahí, partir del cuerpo que pierde el aliento a manos de otro, ama-
tambrado de sogas y en mazmorra sin salida: si a matasiete el matambre, a vos
el resbalar en tu sangre y en los charcos de la leche que te ahoga y que te arde.
Querés partir y dejar atrás la mazorca, el ardor colorado de sus dientes amarillos
y tu esfínter de broderie de tomate, ay, si pudieras esfumarte en un abrazo celes-
tial y no sentir las trompadas ni que te queman con fasos ni esa contracción que
duele, la de cada célula tratando de blindarte para que no te entren ni arando.
Pero te entran y te aran y te querés ir a la mierda… (9-10).
Pero, Beya, esa leche que te arde como picana se las das a tu cachorro y a tu
flor y te crece fuerte esa burbuja de vos, porque, ahora tenés la certeza, el odio
puede habitarse, como se habitan también la adicción y la paliza cuando no hay
más techo que ésos. Pero necesitás tener fuerzas y no siempre la tenés, querrías
irte de vos, darte al cafishio de veras, sólo vida lastimada como un musulmán
en Auschwitz (Cabezón Cámara, Le viste…, 15).
Una vez pregunté […] si los hombres van a los prostíbulos solos o en grupo.
Me contestaron que van en grupo ¿Qué es lo que se realiza ahí? ¿Se realiza la
compra de un servicio sexual o ése es el lugar en el que se celebra un pacto entre
hombres, un negocio de entendimientos corruptos entre jueces, policías, em-
132 Guadalupe Maradei
presarios o políticos? Con eso, varias cosas se garantizan; por ejemplo, que las
mujeres políticas, juezas, empresarias y policías no participen de ese monopolio
del convenio entre un grupo de hombres. La mujer que está ahí, como víctima
sacrificial, es la que con su cuerpo sella la posibilidad de ese pacto. Y hay una
segunda cosa en la trata: cada vez más estoy percibiendo que el capital en su fase
actual se asienta en un pacto de la pedagogía de la crueldad y es en el cuerpo de
la mujer que se realiza ese acto. La trata es todo eso simultáneamente (Segato,
“El cuerpo...”, s. p.).
No diré que solo soy feliz hablando de ella, con Tadzio y mi alemán estamos
bien, hacemos el amor de vez en cuando, vivimos los tres juntos como herma-
nos, me dan y yo les doy con la poronga que también heredé de mi hermosura
(…) A veces viajo sola para Suiza, me acuesto con las rubias que me aceptan, no
entienden estos ojos en mi piel, a algunas las alarma, a otras les gusta… (61).
En cuanto a los roles de género, son relevantes, por un lado, las peripe-
cias de la historia no convencional de la protagonista y, por otro, una serie
de reflexiones que aparecen como exceso de la trama.
El libro está organizado en tres capítulos, un epílogo y una coda titulada
“Notas sobre el sacrificio”. La narración se estructura en una primera perso-
na que oscila entre el pronombre singular “yo”, que corresponde a la poeta
incendiada de la cual se conoce el nombre (Gabi) recién al final del libro,
y un “nosotros” que no funciona desde el comienzo de la narración, sino
que los hechos lo van consolidando y a lo largo de la novela deriva en otras
fórmulas para nombrar la pertenencia a ese colectivo que la adoptó como
heroína y lideresa y a cuyos miembros ella llama “los míos”, “los nuestros” o
“los comuneros”. El relato es una cronología del desalojo que se superpone
con una cronología de la santificación y empoderamiento de la narradora.
La relación de la lideresa con su comunidad se encuentra fuertemente pro-
blematizada en esta trama que construye una visión nada ingenua de los
liderazgos políticos y los procesos comunitarios.
Estos procesos se conocen primero y casi exclusivamente de manera me-
diatizada. Lo que transmite la televisión, lo que cubre la prensa gráfica, lo que
los testigos suben al instante a las redes sociales, marca el tempo de las acciones
de la historia y permite arrojar una mirada crítica sobre las malas prácticas
periodísticas que sobreviven a fuerza del morbo (que al contrario de lo que
infería Terranova sobre Beya, en esta autora nunca aparece naturalizado):
En las horas siguientes […] las cámaras carroñeras y caranchas, fueron derecho
a esos restos, los que suelen terminar siendo la voz de los muertos: los deudos
[…] Ella, las mujeres estamos educadas para asumir deudas de toda índole,
tomó la voz de su muerto y de la muerta de otro y habló. Habló de lo maravi-
llosos que habían sido esos muertos cuando vivos, de su pelea, de su dolor, de
cómo se habían conocido con su amor, de cómo había decidido dejar todo por
su vocación y vivir en ese edificio tomado por artistas… (19-20).
Muerte que dan los mortales para alcanzar el favor de los seres celestiales: es lo
que fue el sacrificio durante varios milenios. El favor podía ser viento; lo consi-
guió Agamenón para sus naves varadas a cambio de un holocausto, es decir que
quemó entera a su propia hija mayor, que se llamaba Ifigenia, “¡Ah, padre! ¿Vas
tú a matarme? ¡Así celebres idénticas bodas tú y todo el que tú ames!” y así fue
que Agamenón conservó su posición de jefe de los ejércitos, y así se ganó una
guerra, además de una traición, la propia muerte y al fin, el derecho del señor a
matar a sus mujeres, contando madres e hijas (71).
Ficciones posdictadura
Leídas como una serie (así propongo leerlas) estas novelas refractan de qué
va sobrevivir en las democracias del capitalismo neoliberal y neoconserva-
dor en América Latina (Segato, La escritura, 84), porque las protagonistas
que pone en escena Cabezón Cámara son eso: sobrevivientes.
Ficciones posdictadura: la trilogía oscura de Gabriela Cabezón Cámara 137
6 La primera aparición de la Virgen se narra de esta manera: “‘Una noche’, Cleopatra con-
taba en el video el primer milagro a sus seguidores, ‘allanaron el departamento en que
laburaba’. Ella había hecho karate cuando era chico y durmió a un par. Se la llevaron a la
comisaría. Cortaron los cables de las cámaras y al grito de ‘marica de mierda, ahora vas
a ver lo que es un macho’, le pegaron y se la cogieron entre todos, incluidos los presos,
en una clara evidencia de lo democratizada que está la fuerza desde que los mandan a
la universidad. A punto de ahogarse en su propia sangre y la leche de toda la comisaría,
tuvo una visión: la Virgen, ‘divina, más rubia que Susana, toda vestidita de blanco…
[…] me pareció que estuvo años conmigo, como si hubiera vuelto el tiempo atrás y ella
me agarraba desde que era chiquita, después de que mi papá casi me mata, y me curaba
de todo, si hasta dejé de estar renga cuando me desperté’” (35).
7 En otro lugar, Cleopatra recuerda: “…tengo que decir la verdad: hablaban de ‘sueño ar-
gentino’ pero nos cagaban a tiros. Festejábamos cuando no nos mataban a los cien […]
Yo me los imaginaba, a veces cuando ya era una chica, ligándose un peluche por cada
negro muerto. Porque nos tiraban por eso, mi amor, por negros, por pobres, por putos,
por machos, porque nos cogían o porque no nos cogían; qué se yo por qué: a lo mejor
practicaban para la guerra” (91).
8 Al contar el modo en que la convocaron del Partido Justicialista para formar parte de su
mayor capital, el “plantel de muertos vivos”, la Negra deduce: “Si cuando era chiquita yo
138 Guadalupe Maradei
había soñado con ser una desaparecida, siempre heroica, siempre póster, vuelta cara de
pancarta y ejemplo de juventudes, de grande algo me acerqué y lo vieron los muchachos
del primer trabajador” (37).
9 Con diferencias respecto de otros sistemas políticos del Cono Sur, incluso de aquellos
que experimentaron transiciones de regímenes autoritarios a regímenes democráticos en
los últimos treinta años como Chile o Brasil (Ansaldi, 10-15), el período posdictatorial
argentino ha sido considerado como un nuevo período cultural, inédito en la historia
nacional, que abarca desde finalización de la última dictadura militar en 1983 hasta la
actualidad. Su estudio se engloba en las perspectivas historiográficas del pasado recien-
te y el tiempo presente (Franco/Levín, 13). En términos epistemológicos, la historia
reciente posee un régimen de historicidad específico y distinto al resto de las historias.
Este régimen está dado por la coetaneidad entre pasado y presente que se manifiesta en
la supervivencia de actores y protagonistas de ese pasado en condiciones de brindar tes-
timonios, la existencia de memorias vivas sobre ese pasado, la contemporaneidad entre
la experiencia del historiador (en primera persona o a través de su historia familiar) y ese
período. En ese sentido, los límites y alcances del período posdictatorial en la Argentina
son tema de análisis y debate.
Ficciones posdictadura: la trilogía oscura de Gabriela Cabezón Cámara 139
tramas se enlazan, pero también van más allá de las prácticas de violencia y
autoritarismo del terrorismo de Estado, lo cual configura a sus personajes
como sobrevivientes. Cómo hacen para sobrevivir no es una cuestión me-
nor, ya que en los tres casos la condición de posibilidad para la “salvación”
conlleva, por un lado, una ruptura de la verosimilitud construida hasta ese
momento en la trama y, por otro, una huida del Estado nación. Cleo y
Qüity huyen a Miami y se hacen millonarias con su show de ópera cumbia;
Beya logra escapar del antro gracias a un cliente, el teniente Ramón López
Arancibia, que la escucha rezarle a San Jorge, se conmueve, se enamora, y le
obsequia el arma que le permite acribillar a sus captores para luego escapar
a España; Gabi, la Negra, es enviada a la Bienal de Venecia donde conoce a
Elena que la lleva a vivir a su mansión en Suecia, donde reactiva su activi-
dad sensorial, sellan su historia de amor y su sociedad político-empresarial.
Cada desenlace es indicio de que lo que se está contando no es una, sino dos
historias. En ese sentido, si no fuera por el sarcasmo, la lectura precoz de Te-
rranova hubiera dado en la tecla cuando preguntó: “¿No hay una redención
verosímil posible?”. La respuesta alrededor de la cual se esbozan esas segun-
das historias es un rotundo no. Los finales son felices, rimbombantes, pero
imposibles. Así, esta “trilogía oscura” de Gabriela Cabezón Cámara encarna
aquello de que “narrar […] es como jugar al póquer, todo el secreto consiste
en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad” (Piglia, 13).
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Características identitarias del cuento
infantil queer en España1
Alfredo Martínez-Expósito
University of Melbourne
We hope that by reading about this research and learning about queer theory, more
early childhood teachers will be inspired to use a queer eye as a new way of work-
ing toward a more equitable world. We believe there are two main implications of
this research. The first is that it is indeed possible for early childhood teachers to
develop their own queer eye in order to contribute to positive social change. The
second implication is that in the process of developing their own queer eye, these
teachers also will be able to help children develop theirs (Blaise/Taylor, 96).
2 Otras editoriales que han publicado esporádicamente materiales relevantes son Edicio-
nes la Tempestad (Llibres de l’Index), Bellaterra, Serres, Bibliópolis, La Librería y RBA.
3 Esta filosofía editorial aparece en todos los cuentos de la colección así como en la página
de la editorial <http://nubeocho.com>.
144 Alfredo Martínez-Expósito
4 <http://afortiori-editorial.com/documents/216.html>.
5 <http://www.topka.es/editorial.htm>.
Características identitarias del cuento infantil queer en España 145
One kind of child brings these matters into view. And, to my mind, it is the
means, the fine-grained lens, by which to see any and every child as queer, even
though the troubles of this specific child seem to be unique. This strange child
particularly leads us to perceive ghosts and the darkening of children. The ques-
Características identitarias del cuento infantil queer en España 151
tions, in fact, ‘When did you know?’ ‘Did you know as a kid?’ ask queer adults
to account for this child (as if they could): a child who was knowing something
of ‘gay’ or of things turning strange on her. Is there a gay child? […] What mi-
ght the notion of a gay child do to conceptions of the child? […] Quite a lot,
it seems (Stockton, 2-3).
Bibliografía
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Hacia una cartografía de las textualidades
autobiográficas trans en España1
1.
Durante los últimos años he venido dedicando una parte de mi labor inves-
tigadora al mundo trans en la España de las décadas de los sesenta, setenta
y ochenta, prestando atención preferente a cuestiones vinculadas a su repre-
sentación literaria y cinematográfica. Ilusamente, creía que este microcos-
mos apenas poseía relevancia en mi ámbito de estudio y ahora constato que
el recorrido realizado apenas esboza un mapa mínimo. Evidentemente, mi
ignorancia es culpa mía, pero tampoco resulta descabellado apuntar —sin
pretender una excusa— que en parte esa laguna oceánica viniera propiciada
tanto por mi miopía como por la escasez de bibliografía secundaria. En
diferentes trabajos he ido analizando cuestiones relacionadas con la autorre-
presentación de la alteridad sexual, la memoria histórica, los espacios de so-
cialización o la masculinidad. En las presentes páginas, he pensado que sería
interesante una reflexión sobre las plurales modalidades discursivas trans en
primera persona que me permitiera interrelacionar temas ya analizados con
nuevas propuestas interpretativas. Una mirada hacia atrás, al tiempo que
una reevaluación comparatista y una nueva cartografía.
A diferencia de cuanto observamos en otros países, el ya para mí uni-
verso trans (en donde recalan tanto travestis como transexuales, transfor-
mistas y transgéneros) apenas ha gozado en España de aproximaciones
como las que vengo proponiendo. La historiografía trans española —si
es que existe en sentido estricto— ha quedado rezagada en comparación
con los estudios lésbicos y gais, si bien no resulta ignorada en aportaciones
tan solventes como las de Alberto Mira y Richard Cleminson/Francisco
Vázquez García, entre otras —o en investigaciones que no pueden ser cali-
ficadas de gais o lésbicas, como las de José Antonio Nieto (por ejemplo)—.
Por lo demás, los investigadores más jóvenes, salvo contadas excepciones,
apenas han trazado genealogías anteriores a la década de los noventa. Tam-
poco deben realizarlas, por supuesto, si no es su objetivo, pero sorprende
esta desatención en clave comparatista, puesto que en muy diversos países,
como Estados Unidos de América, Argentina o Francia, dentro y fuera del
espacio universitario, han ido fluyendo activismos sociales y aproxima-
ciones académicas que abordan dinámicas trans en períodos cronológicos
amplios, o en donde se dan la mano con mayor comodidad viejas y jóvenes
trans. Quizá todo se reduzca, volviendo al inicio, a que, como me sucedía
hace pocos años, muchos sigan creyendo, sean o no sean trans, que se trata
de un microcosmos irrelevante.
Utilizo el concepto “textualidad” porque, remitiéndome a la tipología
de los géneros literarios, constato subgéneros narrativos, poéticos y dramá-
ticos (evitando de paso el concepto de “narrativas”); igualmente, porque
deben atenderse piezas que no son, en sentido estricto, literarias, empe-
zando por las creaciones audiovisuales. Me hubiese atrevido a hablar de
“transtextualidad” si no fuera porque se trata de un concepto que ya conoce
una amplia difusión en los estudios de teoría literaria de la mano de Gérard
Genette, quien la definió como el ámbito que aborda las relaciones entre
un texto y otros (así la intertextualidad). Me complace sobremanera que el
Diccionario de la Real Academia no haya registrado “textualidad” y que al
consultar su versión electrónica me aconsejase la búsqueda de tres vocablos
que tienen formas con una escritura cercana: “gestualidad”, “sexualidad” y
“teatralidad”. El azar de esta asociación involuntaria, por puramente infor-
mática, me azuza: creo que pocas textualidades son tan gestuales, sexuales y
teatrales como las que me dispongo a valorar.
2.
Quan per fi vaig poder observar millor els detalls, vaig veure que la cantant era
un cantant descomunal per la imatge i pel volum dels músculs que posseïa. Por-
tava unes calcetes que eren uns texans retallats sense gràcia, perquè en aquells
temps estava prohibit transvestir-se de cintura cap avall. Quina bajanada, no?...
Bé, en tot cas, cenyits com no es pot imaginar, però evitant qualsevol protu-
berància anatòmica que contradigués la seva ferma voluntat de ser una vedet
ben femenina. [...] Vaig descobrir sense cap sorpresa, perquè ja m’ho temia,
que la Pinta, que era com es feia dir el fornit mariner que l’encarnava, només
era la punta de l’iceberg d’un elenc de personalitats escèniques que anirien suc-
ceint-se durant la nit, i que configuraven un dels grups humans més estranys i
tendres que cap figurinista gosés imaginar ni en plena diarrea creativa (Llach,
327 y 329).
[Cuando por fin pude observar mejor los detalles, vi que la cantante era un
cantante descomunal por la imagen y por el volumen de los músculos que po-
seía. Llevaba unos pantaloncillos que eran unos tejanos recortados sin gracia,
porque en aquel tiempo estaba prohibido travestirse de cintura hacia abajo.
Menuda tontería, ¿no? Bueno, en todo caso, ceñidos como no puede imagi-
narse, pero evitando cualquier protuberancia anatómica que contradijera su
firme voluntad de ser una vedette muy femenina. […] Descubrí sin ninguna
sorpresa, porque ya me lo temía, que la Pinta, que era como se hacía llamar el
fornido marinero que la encarnaba, solo era la punta del iceberg de un elenco
de personalidades escénicas que irían sucediéndose durante la noche, y que
configuraban uno de los grupos humanos más extraños y tiernos que ningún
figurinista osaría imaginar ni en plena diarrea creativa.]
158 Rafael M. Mérida Jiménez
3.
2 Una sencilla comparación puede aclarar cuanto sugiero, mientras Christine Jorgensen
afirmaba “Miraculously, the past had led me to a life of fame and notoriety, with all of its
attendant frustrations, pleasures, and responsabilities” (Ames, 75), Jan Morris constató:
“I regret the stolen years of completeness, as man or as woman, that might have been
mine” (Ames, 96).
3 Evidentemente, también podrían traerse a colación las propuestas de Ken Plummer
(42), entre las cuales sus reflexiones sobre los relatos de transexuales que había analizado:
“many self-defined transsexuals and transvestites sounded as if they could run literary
courses on their experiences —being fully aware of the relevant autobiographies and
more famous case studies. Indeed, in the case of transsexuals, this is carried to extremes,
for it is often only by incorporating the ‘textbook accounts’ into their life that they can
become eligible for transsexual surgery”.
160 Rafael M. Mérida Jiménez
4.
4 Véase Platero, donde analiza el archivo policial de 1968 contra María Elena N. G.,
acusada de “travestismo masculino”.
Hacia una cartografía de las textualidades autobiográficas tran 161
cante entonces arreglé con mi madre una cosa: la convencí para que me dejara
ir a Sevilla. Yo estaba en el campo arrancando garbanzos, picando con un pico
y la pala, la calle, y claro, pues, cuando estaba picando yo la calle, picapiedra
se llama a eso, ¿no?, pues entonces yo sentía de una vecina la música y yo me
ponía a cantar y a bailar y la vecina decía: “Chiquito, venga a trabajar que va a
venir el hombre y te va a echar fuera, mi alma” (Pierrot, 69).
5.
5 “Así que por fenómeno gay se va a entender aquí toda manifestación relativa a la ambi-
güedad, el juego, el cambio, la transformación del sexo. De este modo se tratará de rese-
ñar cualquier manifestación de espectáculo donde se juega con el equívoco y la paradoja
sexual: Transformistas, travestis, hormonadas, transexuados, gay ‘puro’, etc.” (Alcalde/
Barceló, 34).
6 En Mérida (“Memoria marginada”, 108-111), tuve ocasión de contextualizar la auto-
biografía subyacente en la letra de una canción compuesta por Pierrot que había recogi-
do Olmeda (236-237), entre otras.
Hacia una cartografía de las textualidades autobiográficas tran 163
Con todas las precauciones, también deben atenderse con nuevas len-
tes las creaciones audiovisuales de aquellos años: un largometraje en el
que subyace una doble trama (auto-)biográfica como El transexual (1977),
dirigida por José Jara, o un documental como Vestida de azul (1983), de
Antonio Giménez Rico, pueden revestir mayor interés, por su voluntad
ficcio-testimonial, que cintas en donde una más clara intervención en
el guion denota un claro distanciamiento, según subyace, a pesar de sus
cualidades, en Cambio de sexo (1977), de Vicente Aranda. Aunque no
puedan definirse como adaptaciones cinematográficas de textos autobio-
gráficos originales, a la manera de The Christine Jorgensen Story (1970), de
Irving Rapper, el valor innegable de Vestida de azul es su obvia libertad
de palabra, que en ocasiones no logra o no quiere disimular el director
ni el montador: el tapiz que tejen las vidas de las trans protagonistas es
parcial, como cualquier suma biográfica, pero casi real en algunas escenas.
De nuevo, un caso aislado, pero muy valioso; lo mismo que por circuns-
tancias opuestas lo fue y sigue siendo Ocaña, retrat intermitent (1978), de
Ventura Pons (Mira, 443-447 y 455-460).
Norma Mejía (Transgenerismos, 343-370) ofrecía, a manera de anexo de
su tesis doctoral, la entrevista a “Lola, una superviviente”, insertada como
una “historia de vida”, tipología textual cultivada por los estudios socioló-
gicos y antropológicos, sobre la que apenas han reparado hasta la fecha los
estudios literarios.7 En mi opinión, se trata de un grave error, ya que parte
de matrices comunes a la de los subgéneros biográficos y autobiográficos
a las que en nuestra disciplina estamos más acostumbrados y sobre la que
deberemos trabajar con más atención en el futuro:
Pero yo empecé a trabajar en un cabaret. Estaba metida en una urna con tra-
jes de papeles que me iban quitando, y hacía shows, y hacía cosas, y no podía
combinar el trabajo de noche con los estudios de día. […] El único problema
que tenía era el ser menor. Pero tú sabes que los dueños de las discotecas y
toda esta gente son unos usureros. A ellos les importa muy poco tu edad, si
puedes aparentar que eres mayor. Yo con catorce años tenía prácticamente
7 “Así, la life story (en francés récit de vie) corresponde a la historia de una vida tal como
la persona que la ha vivido la cuenta, mientras que el término life history (en francés his-
toire de vie) se refiere al estudio de caso referido a una persona dada, comprendiendo no
sólo su life history, sino cualquier otro tipo de información o documentación adicional
que permita la reconstrucción de dicha biografía de la forma más exhaustiva y objetiva
posible” (Pujadas Muñoz, 13).
164 Rafael M. Mérida Jiménez
el mismo cuerpo que tengo ahora. Con mucho maquillaje y bien arreglada,
nadie pensaba que tenía la edad que tenía. Y, además, estaba emancipada. Por
mis padres, que me dieron la mayoría de edad en un juzgado. […] Empecé
a prostituirme, porque no tenía ningún otro medio de subsistencia (Mejía,
Transgenerismos, 349).
8 Según comenta Jesús de Miguel (64-65), “El producto final de una auto/biografía no
es casi nunca el producto original, ni la documentación personal que se obtiene en su
totalidad. La historia de Jane Fry —el/la transexual (nacido varón pero sintiéndose mu-
jer)— supuso más de 100 horas de entrevistas, más de 750 páginas de transcripciones y
el producto final de un libro de 200 páginas (Bogdan, 1974)”.
9 Incluso ha propiciado que Raquel Osborne publicase una entrevista imaginaria a partir
de diversos escritos y declaraciones de Norma Mejía, con su aprobación. En el resumen
inicial del artículo se esboza la siguiente semblanza: “En formato de entrevista, se pre-
sentan aquí los ejes principales que atraviesan la vida-reflexiones-tesis de la doctora en
antropología social y transexual operada Norma Mejía. Mejía narra y analiza lo que ha
visto y lo que ha vivido a través del prisma de la etnografía extrema, en la cual se funden
el objeto y el sujeto, la visión etic y la emic, y la persona que observa forma parte del
grupo observado. La peculiaridad de su caso es el fuerte contenido autobiográfico de su
Hacia una cartografía de las textualidades autobiográficas tran 165
Entonces llegó la peste, que acabó con casi todas nosotras. Todas, supongo,
habíamos fumado porros (yo muy poco, por mi asma), que era lo que común-
mente se consideraba “la droga”. Pero de pronto entre las trans se pusieron de
moda la heroína y la cocaína, al principio sobre todo la primera, y luego la
segunda. Mi experiencia con el alcohol me había, en cierta forma, por así decir,
inmunizado contra las sustancias adictivas, pero no fue el caso de muchas de
mis compañeras, que se dedicaron a ellas con el mismo furor con el que años
antes se habían lanzado a la transexualidad. Era la gran aventura, los horizontes
interiores ampliados hasta el infinito (Mejía, Lorena, 109)10
6.
Bibliografía
Referencias audiovisuales
Alberto Mira
Oxford Brookes University
3 Ninguna de las dos novelas estudiadas es, en sentido estricto, una lectura autobiográfica
del pasado, pero ambas ficcionalizan un yo con el que los escritores se identifican y en
ambas el yo presente se implica en la reconstrucción de los personajes.
172 Alberto Mira
One of the most distinctive of Gothic tropes, the “unspeakable”, had a symp-
tomatic role in this series of shifts. Sexuality between men had, throughout
the Judeo-Christian tradition, been famous among those who knew about it
at all precisely for having no name —“unspeakable”, “unmentionable”, “not
to be named among Christian men”, are among the terms recorded by Louis
Crompton. Of course, its very namelessness, its secrecy, was a form of social
control (94).
What if Gothic were, on the contrary, motivated by a wish that social life could
be more traumatic, more anxious, more paranoid, more sexually transgressive
and bizarre, more overwrought: in short, more interesting than it generally is?
The insight is eminently Foucauldian: Gothic literature is not so much exploit-
ing our perversity and pathology as helping us to produce it. I am reminded
of a poster I once saw in London for Trauma! ‘a polysexual club for the brave
and curious’: a cartoon woman with tears in her eyes sighs to herself, ‘I’ve been
traumatised…. and I want more’ (180).
tampoco quiere entrar en ese mundo: durante tres semanas se negó a abrir
los ojos y el odio hacia la madre es su primera pulsión del mundo. El na-
rrador nos habla de estas reticencias que lo convierten en un rebelde y un
paria, incluso desde antes del nacimiento. La conciencia narrativa apenas
parece cambiar desde este momento. La actitud hacia España y la familia
que muestra el niño se identifica con la del narrador adulto.
Los motivos narrativos pueden leerse en clave de la actitud autorial ha-
cia la España que queda atrás. Ignacio pasa la mayor parte de su infancia
sin salir de casa; la madre es una mujer tan formidable como oscura, que se
aferra a las tradiciones de manera cínica, obsesionada por las formas socia-
les, que “sabe” pero que finge ignorar, que jamás desea la felicidad de su hijo
y que quiere una casa degradada, cercana a la ruina; el padre, que pertene-
ció al bando de los perdedores, es una figura con un pasado deslumbrante
pero simbólicamente castrado por la historia y su mujer. En esta situación,
la sexualidad funcionará como redención. Habría que recordar el estatus
prohibido y pecaminoso que la sexualidad tiene en la España de la novela
(aunque de nuevo tal estatus tiene un tratamiento cínico).
El niño se convierte en sujeto libidinal ya desde los siete años, y en nin-
gún momento se identifica con la agenda heteronormativa, a pesar de la in-
sistente presencia de curas y profesores que intentan domesticarle, en algu-
nos casos recurriendo a la violencia, en otros amenazando con la maldición.
Su evolución desde el principio viene marcada por ese “crecer torcido”. La
caracterización externa del personaje recoge rasgos que se atribuían al ho-
mosexual desde el siglo xix: como Melmoth o el monje de Lewis, Ignacio es
un paria resentido, en conflicto con su entorno. Se nos habla de su semejan-
za con su madre (feminización) y se le atribuyen rasgos externos que hablan
de debilidad: es delgado, vulnerable, su cuerpo crece tarde y continuamente
queda contrastado con la belleza desbordante y la fuerza física, fálica, de
su hermano. Le Vagueresse añade que el estilo enfático de la voz narrativa
es asimilable a estilos homosexuales como el camp. Este lenguaje gestual,
dramático, forma parte del proyecto expresivo de la literatura gótica. Desde
muy niño, manifestarse contra esas convenciones se convertirá en el princi-
pal impulso del personaje. El título de la novela recoge estas dos facetas del
personaje: bajo la apariencia de un manso cordero, se esconde una intensa
ferocidad y el potencial de morder y devorar.
La relación sexual central entre Ignacio y su hermano se encuentra en el
centro simbólico y narrativo de El cordero carnívoro. Desde los siete años,
Ignacio comparte lecho con Antonio, muestra fascinación por su cuerpo
176 Alberto Mira
fuerte y atlético y desea ser penetrado por él. No existe un preludio claro
a esta situación. El deseo por el cuerpo del hermano parece haber estado
siempre ahí y contrasta con narrativas convencionales en las que el niño
débil estaba siempre en peligro de ser corrompido por alguien mayor. La
mera objetificación del cuerpo masculino era, en 1975, provocadora, y
los aspectos revolucionarios de una libido homoerótica habían sido esta-
blecidos en la cultura francesa por autores como Guy Hocquenghem, en
cuyo ensayo Le désir homosexuel (1972) se articula una visión de la disi-
dencia sexual como rebeldía próxima a la que se articula en la novela de
Gómez Arcos. Esta obra aplica a la homosexualidad tesis paralelas a las de
El anti-Edipo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari (que aparece también en
1972), que presentan al disidente sexual como alguien que vive en el deseo
y que por lo tanto resulta una amenaza para el sistema capitalista represi-
vo. Frente a la normalización que el triángulo edípico freudiano supone,
Hocquenghem, Deleuze y Guattari hablan del carácter represivo de Edipo.
La relación explícita con una literatura de afirmación política de la homo-
sexualidad en los títulos mencionados se soslayó en muchas reacciones de
la época, que se centran en el tema nacional y la rebeldía más que en el po-
tencial político que el homosexual tiene en la cultura para romper tabúes y
estructuras represivas. Incesto y homosexualidad en ciertas reacciones a la
novela parecen ser metonimias de un malestar de raíces históricas (es decir,
la rebeldía sexual sirve como metáfora del exilio). Como nos recuerdan
Deleuze y Guattari, a veces hay que apuntar que el sexo no es un signifi-
cante de otra cosa: que el sexo es, literalmente, el referente central. En El
cordero carnívoro, se presenta una configuración tradicional del triángulo
edípico para, a través de la voz de Ignacio, mostrar sus mentiras y sus re-
presiones y proceder a demolerla.
En su trabajo sobre el niño queer, Stockton establece una tipología
que incluye, por una parte, al “fantasma homosexual” (el homosexual
futuro aparece fantasmáticamente en el niño) y, por otra, una visión en
la que el autor representa una percepción queer de la realidad que excede
la homosexualidad de un individuo. Esta última categoría es la que ar-
ticula la novela de Gómez Arcos. Aunque algunos de los representantes
institucionales que en ella aparecen (el confesor) dan muestras explícitas
de homofobia y en algún momento Ignacio repara en las reacciones de
la gente del pueblo, lo cierto es que en el contexto inmediato de la fami-
lia las reacciones no son las predecibles. Matilde, por supuesto, aparece
como alguien que odia a su hijo y odia su felicidad, pero su odio es gene-
Dos infancias góticas 177
Il s’agit donc bien d’un livre où l’intrication des deux discours, intime et idéo-
logique, est saillante, et c’est la manière dont le régime franquiste influe sur ses
différents acteurs, au niveau d’une famille spécifique, qui en constitue l’origina-
lité. Gomez-Arcos semble nous dire en particulier que le régime en question a
engendré, puis réprimé, cet amour du même qu’est l’homosexualité chez le nar-
rateur-enfant, via le poids concret et symbolique d’une mère castratrice (idéo-
logiquement du côté de Franco, celui des Vainqueurs nationalistes) et d’un père
absent (un vaincu, républicain) (217).
tas, escaleras, buhardillas, recovecos y pasillos. Pero más allá de este cliché,
reconocemos al niño marica a través de rasgos subculturales implícitos en la
voz. El paso de los años ha permitido una visión culturalista que fija el poten-
cial queer en términos “gais” frente al modelo de Gómez Arcos basados en el
carácter antisocial de la sexualidad. De hecho, si Ignacio era un ejemplo del
segundo tipo de niño queer de Stockton, aquí nos encontramos con la visión
fantasmática (el niño marica apunta al homosexual futuro) que describe el
primero de los tipos. La primera pista clara que nos remite a la sexualidad de
Felipe Jesús Guillermo consiste en la expresión de un deseo: de mayor quiere
ser “artista de cine”. Si bien no hay nada intrínsecamente sexual en esto, la
elección de la profesión lo relaciona con ideas que han pasado a formar parte
del estereotipo de la homosexualidad. Por cierto, la trama recoge una serie de
elementos recurrentes de la narrativa gay: la fascinación (del narrador y del
protagonista) por las mujeres fuertes (tanto tía Victoria como la Mary) que
expresan sus deseos sexuales de manera desproblematizada, el gusto por la
teatralidad, por el mundo de la farándula y la sofisticación aristocrática.
Junto a estas insinuaciones basadas en una visión subcultural (“gay”) de la
homosexualidad, la novela enmarca la homosexualidad en términos de inju-
ria. La imagen central, que le da el título, es la del “palomo cojo”, una manera
eufemística y derogatoria de definir al homosexual en términos de debilidad
y de falta. La cojera del niño Felipe se yuxtapone a la cojera literal de uno
de los palomos que cuida su tío Ricardo, y la imagen resuena como un eco
a lo largo de la historia. Aunque no hay un arco fuerte de afirmación final
contundente (que resultaría excesivamente incongruente en el contexto de
los años cincuenta y en cualquier caso para un niño de diez años) lo cierto es
que el personaje pasa a identificarse con la imagen en sus propios términos.
En su análisis de la obra autobiográfica de Reynaldo Arenas en Hindsight and
the Real, David Vilaseca se refiere a un momento para él fundamental en las
historias de vidas gais: el momento en que el protagonista es interpelado por
primera vez por alguien que reconoce al homosexual en potencia en el niño
queer (Vilaseca, 119). Esta identificación se realiza a veces en términos de in-
juria, pero sobre todo pone al descubierto el principio de construcción de es-
tas narrativas: la voz narrativa “sabe” lo que el niño no puede saber porque no
ha sucedido todavía. En la novela de Mendicutti, más allá de la visión limi-
tada del niño, incapaz de entender, parece “saber” cuál va a ser su evolución.
Por lo demás, el conocimiento sexual que refleja la novela va más allá
de lo que podría ser perceptible para un niño en 1958. Aunque el niño
no parece entender las implicaciones sexuales, el autor, treinta y dos años
182 Alberto Mira
Por eso me callé, por eso me callaba a veces muchas cosas, porque me daba
miedo que dijeran que era rarito. Rarito había sido tío Ricardo cuando era
niño, y ya se veía cómo había terminado el pobre. Rarito fue siempre, según tía
Victoria, José Joaquín Vela, y muchas veces me acordaba de pronto de la cara
de lástima que tenía la última vez que le vi, en mi dormitorio, cuando salió del
gabinete después de que tía Victoria lo mangoneara a su antojo, y por nada del
mundo quería ser como él. Rarito era Federico, el que le había escrito la postal a
tío Ramón, que la Mary me dijo que tenía que serlo para escribirle a otro hom-
bre una cosa así y que a ella no le parecía trigo limpio. Y rarito había empezado
siendo Cigala, el manicura, según él mismo decía, rarito desde chavea, y había
acabado siendo maricón (129).
Chivato, cochambroso, malasangre, maricón. Así te zurzan el ojo del culo con
una soga embadurnada de alquitrán. Y que se te encaje en las tripas un retortijón
que te las deje como el escobón de desatascar el váter. Que se te engoñipe hasta
la saliva que tragues, que se te llene la boca de gargajos y la lengua de ronchas,
que por los dientes se te meta moho y por el ombligo te salga pus. Y que por la
leche que mamé, niño, pichapuerca, no encuentres en tu vida ni una sola gachí
que te ponga duro el bienmesabe, que como las hembras se te quede lacio como
una bicha en invierno, y que hasta con los hombres se te ponga chiquitujo, seco
y pellejón, y si alguna vez, por los cuernos del demonio, se te pusiera en forma
el alfajor, que te entre una bulla tan grandísima que se te salga el gusto antes de
catar, que tengas que aviarte haciéndoles gallordas a los barrenderos por un perra
chica y que te apedreen por cacorro, asqueroso y mamonazo (227).
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Las novelas “homosexuales” de Óscar
Hermes Villordo1
3 De acuerdo con Zeiger (“La otra mejilla”, s. p.), “lo que en esos últimos tiempos había
sido un secreto a voces en el mundo literario con la revelación pública llevó a Villordo
a una militancia resignada pero activa. Dio entrevistas, reconoció sin vueltas a través de
un video que había llevado una vida sexual promiscua, instó a hacerse el análisis y a no
discriminar a los enfermos”.
4 Rapisardi y Modarelli (90) señalan que durante los años setenta Villordo se mantuvo
ajeno “a cualquier forma de activismo, a punto tal que solía ‘deshacerse de los periódicos
del FLH [Frente de Liberación Homosexual] que le acercaban los amigos’ (J. H.). Re-
Las novelas “homosexuales” de Óscar Hermes Villordo 189
cién después de la caída de la última dictadura optó por ‘darse a conocer’ y asumió una
actitud que podría considerarse militante”.
5 Aunque en la novela no se explicite la fecha, puede inferirse —por el sesgo semiautobio-
gráfico— que la acción se desarrolla entre los años treinta y cuarenta.
6 Fueron procesadas obras de temática homoerótica como “La narración de la historia”
(1959) de Carlos Correas, Asfalto (1964) de Renato Pellegrini y La boca de la ballena
(1973) de Héctor Lastra.
190 Jorge Luis Peralta
7 Villordo sigue la tradición realista que, según Martínez Expósito (Los escribas, 39) “tien-
de a una equiparación lo más obvia posible entre personaje literario y persona o ser
humano” y que “se ha esforzado siempre por presentar personajes reales, robados a la
realidad, dotados de una vida y unas tensiones que desborden al propio relato en que
aparecen”.
8 Craig, siguiendo a Gérard Genette, analiza el funcionamiento de este mecanismo en la
narrativa de Mujica Lainez, análisis que podría hacerse extensivo a la obra de Villordo.
Las novelas “homosexuales” de Óscar Hermes Villordo 191
se emplaza, por sus filiaciones, en cierto clasicismo que podría explicar, tal
vez, su marginación, frente a otras modalidades narrativas que apostaron
por la experimentación y a la ruptura con las tradiciones precedentes.
Convendría tener en cuenta, sin embargo, ciertas particularidades de la
obra del autor que nos podrían sobre la pista de transgresiones narrativas y
no solo temáticas. Zeiger (“Villordo”, 130) afirma que con la publicación
de La brasa en la mano Villordo “pateó el tablero. En principio, rasgó el
velo de su propia literatura, más elusiva y amable hasta entonces, y cruzó
la línea del tratamiento sesgado y estetizante que se le había otorgado a la
homosexualidad en los círculo de alta literatura de los que él mismo se ali-
mentaba”. Ciertamente, su tratamiento explícito de personajes y relaciones
homosexuales contrasta con el ‘buen decir’ homófilo que había caracteriza-
do las obras de Mujica Lainez o José Bianco, pero Villordo tampoco intro-
dujo una forma completamente nueva: su literatura entronca con una serie
de textos que Maristany (2010) denomina “ilegales”, entre los que se en-
cuentran “La narración de la historia” de Correas, Asfalto de Pellegrini y La
boca de la ballena de Lastra. Estas obras avanzaron en el desvelamiento de
zonas sexuales consideradas tabúes, desplazaron al “homosexual” del campo
de la patología y plantearon complejas intersecciones de clase, raza, género
y sexualidad, todos estos aspectos que Villordo recuperó y potenció en su
ciclo novelístico de los años ochenta y noventa, cuando ya no existían pro-
hibiciones legales en torno a la puesta en discurso de la “homosexualidad”.
Desde el punto de vista narratológico, las novelas del autor comparten
una serie de rasgos significativos. En primer lugar, todas presentan un na-
rrador del cual ignoramos el nombre (La brasa en la mano, La otra mejilla,
El Ahijado), o bien cuyo nombre se llega a saber, aunque el personaje pre-
feriría lo contrario, como ocurre en Ser gay no es pecado: “‘¡Mariano!’ ‘No
digas mi nombre!’” (Villordo, Ser gay, 23). Es precisamente hacia el final
de esta novela cuando se aclara la razón de la negativa. Otro personaje, un
leproso “homosexual”, se dirige al narrador en estos términos: “Haces bien
en no querer que repitan tu nombre. Un hombre tiene todos los nombres.
Un hombre tiene la culpa y el perdón en sí. […] No hagas caso de quienes
te acusan. Te llames como te llames no has cometido ningún pecado; si así
hubiera sido, todos lo habrían cometido. Amar a los hombres no es ningún
pecado” (126). Los narradores villordianos escamotean su nombre porque
son confesamente “homosexuales” y dar el nombre equivaldría, quizás, a
exponerse, a convertirse en blanco del insulto homofóbico o la estigmati-
zación. Al mismo tiempo, se desdibujan en una especie de universalidad
192 Jorge Luis Peralta
que los iguala a cualquier ser humano. No se trata, sin embargo, de borrar
la diferencia, sino de reducir su significación, de negarse a ser categorizado
o, teniendo en cuenta los efectos performativos del lenguaje, convertido
en lo que las palabras prescriben.9 Hay que considerar también que los
narradores de Villordo no hablan aún el lenguaje del orgullo: así se explica
que en una novela publicada en 1993 la homosexualidad sea referida como
un “pecado”. Las experiencias del armario, el sufrimiento, la vergüenza y la
abyección resultan consustanciales a este universo.
Al anonimato de la voz narradora debe añadirse otro rasgo fundamental
de estas novelas: la compleja arquitectura narrativa y las múltiples voces que
intervienen en su construcción. Se reconoce, en todos los casos, un narra-
dor homodiegético10 y autodiegético/testimonial, que oscila entre la narra-
ción de su propia historia y la de otros personajes, a quienes en ocasiones les
cede el control para que ellos mismos narren algún episodio. En las cuatro
novelas, además, se repite la misma estructura: la historia principal se desa-
rrolla dentro de una unidad temporal y espacial acotada, en cuya diégesis se
insertan muchos otros episodios, con coordenadas espaciales y temporales
divergentes. Zeiger (“Villoro”, 128) describe La brasa en la mano como un
“ejercicio de narración arborescente”, descripción que se ajusta igualmente a
La otra mejilla, El Ahijado y Ser gay no es pecado. En La brasa en la mano, por
ejemplo, la acción se despliega en el curso de dos días, desde el momento
en que Miguel, amante del narrador, le confiesa que “lo quiere”, hasta el día
siguiente, cuando le comunica que se irá de viaje, circunstancia que pone
punto final al romance. El hilo conductor de la narración lo constituyen
9 De acuerdo con Didier Eribon (30-31), la injuria proferida contra un sujeto homo-
sexual constituye un enunciado performativo: “la injuria no es solamente una palabra
que describe. No se conforma con anunciarme lo que soy. Si alguien me tacha de ‘sucio
marica’ (o ‘sucio negro’ o ‘sucio judío’) o, incluso, lisa y llanamente de ‘marica’ (‘negro’
o ‘judío’), no trata de comunicarme una información sobre mí mismo. [...] La injuria
me dice lo que soy en la misma medida en que me hace ser lo que soy”. El narrador de
Ser gay no es pecado advierte, en este sentido, que “entonces no se decía gay, ni siquiera
homosexual, sino puto” (14).
10 Luz Aurora Pimentel (137) explica que la participación diegética permite distinguir las
dos categorías básicas en el modelo propuesto por Gérard Genette —narrador homo-
diegético/narrador heterodiegético—: “si el narrador está involucrado en el mundo que
narra es un narrador homodiegético (o en primera persona); si no lo está es heterodiegético
(o en tercera persona). Ahora bien, es necesario insistir en que el involucramiento de
un narrador homodiegético en el mundo que narra no es en tanto que narrador sino en
tanto que personaje”.
Las novelas “homosexuales” de Óscar Hermes Villordo 193
las diversas andanzas, durante esos días, del narrador en compañía de sus
amigos —Beto, Myriam, Adolfo, Babá— aunque la narración se extienda a
las diferentes historias que estos personajes han protagonizado en el pasado.
En La otra mejilla, por su parte, la acción principal tiene lugar en el curso
de tres días, desde que el narrador visita en su casa a su amigo Víctor hasta
el funeral de este mismo personaje; una vez más, la narración se demora por
la inserción de múltiples relatos intercalados en los que intervienen tanto
el narrador como sus amigos. Se trata de una estrategia deliberada, como el
narrador explicita: “para entretener la espera (la espera de lo que inevitable-
mente deberé contar y que me duele tanto) intentaré recordar esas andanzas
que, sin embargo, son sólo el prólogo de lo que va a pasar” (Villordo, La
otra mejilla, 50). Alude, concretamente, a la narración de dos estadías de
su amigo Víctor en la cárcel, que prefiguran el trágico final del personaje:
será asesinado, según se sugiere, por las fuerzas policiales, en el marco de la
última dictadura militar. La narración de otras historias demora, entonces,
la de la historia principal: a la manera de Scheherazade, el narrador “gana
tiempo” y posterga el desenlace, al tiempo que ilumina, desde perspectivas
dispares, la situación de Víctor y de otros personajes sometidos, como él, a
la violencia del Estado.
Estos patrones narrativos destacan, como he señalado, por las numero-
sas voces que, con o sin la mediación del narrador principal, asumen la tarea
de contar. Las novelas de Villordo ponen en primer plano una auténtica
comunidad narrativa, en la que si bien existe una voz con mayor grado de
responsabilidad, constantemente cede el lugar a otras, o varía la focaliza-
ción, de modo que todas las historias —y no solo la suya— adquieran, a su
turno, centralidad, aunque se mantenga un eje conductor y aglutinante.11
11 Por este motivo la novela configura lo que Martínez Expósito (47) denomina “colec-
tivo de homosexuales”: “una galería integrada y organizada alrededor de un personaje
aglutinador, generalmente el protagonista. Las historias parciales de cada homosexual
pierden importancia en beneficio de una acción central, sólidamente apuntalada por
una pluralidad de historias adyacentes. [...] La aparición de una pluralidad de homo-
sexuales alrededor de un protagonista homosexual permite ofrecer versiones diferentes
de la homosexualidad, pero a diferencia de la galería proporciona una ordenación jerár-
quica, una comparación. Naturalmente, cuantos más y más personajes aparezcan en una
historia, más rico y complejo será su contenido”. Habría que introducir, en el caso de
Villordo, un matiz: las historias adyacentes son tan importantes como la principal. En
La brasa en la mano, por ejemplo, la historia de amor entre el narrador y Miguel ocupa
un espacio destacado, pero otras historias que se van contando, como las de Myriam
(152-170) revisten, en su momento, igual importancia.
194 Jorge Luis Peralta
12 En Ser gay no es pecado se sugiere que el narrador aprendió el arte de narrar de las mujeres
de su pueblo, especialmente de una de ellas, Rosa: “contar... esto que parece excepcional,
no lo es para las mujeres viejas que viven junto al río. Otras mujeres les han transmitido
la antigua sabiduría, que ellas a su vez recibieron de otras, y éstas de otras” (31).
13 Valga como ejemplo un fragmento del episodio en que el narrador mantiene un encuen-
tro sexual con el hombre de la casilla mientras este le cuenta, a su vez, un encuentro
sexual con El Ahijado en la cárcel: “Mientras me contaba la historia, se acariciaba entre
las piernas, adelante y hacia abajo, para lograr la erección. La historia me interesaba poco
Las novelas “homosexuales” de Óscar Hermes Villordo 195
de modo que me acerqué para tocarlo, atraído por los testículos hinchados y la verga
descomunal” (12).
14 Si bien los narradores de La brasa en la mano y La otra mejilla aspiran a mantener rela-
ciones estables (sin desmedro de otras ocasionales), personajes como Beto (La brasa...)
o el narrador de El Ahijado prefieren los encuentros casuales. Hay que destacar, además,
el hecho de que estas novelas no impongan una mirada condenatoria sobre la pro-
miscuidad sexual, antes bien, El Ahijado constituye una auténtica celebración del sexo
ocasional, como ha señalado Melo (321).
15 En El Ahijado y Ser gay no es pecado también hay un desarrollo narrativo disperso y un
final no conclusivo: en la primera, el muchacho que visualiza el narrador en el final
puede o no ser el Ahijado (la búsqueda del objeto de deseo queda así en suspenso); en
la segunda, la última escena muestra al narrador y a su amigo Alegre en el tren que los
llevará desde el pueblo a Buenos Aires: no se cierra, por lo tanto, la novela de iniciación
(homo)sexual, sino que se interrumpe en un estadio clave de su desarrollo.
196 Jorge Luis Peralta
la expresión amor homosexual, que quizá encierra una metáfora parecida a hacer
el amor, lejos de estar fosilizada, suena aún a muchos oídos como un oxímoron
porque en la homosexualidad se percibe aún un algo de excesivamente zoológi-
co (o acaso demasiado depravado) que no concuerda con la elevación espiritual
inherente a la idea de amor. De hecho, mientras que el amor es uno de los
grandes temas de nuestra literatura, ese amor homosexual es uno de sus grandes
tabúes (Escrituras, 58).
16 Entre los muchos ejemplos posibles, cabe citar la figura que Barthes (42-43) denomina
“celos”, articulada en La brasa en la mano respecto de la relación entre el narrador y
Miguel (88-89).
Las novelas “homosexuales” de Óscar Hermes Villordo 197
tenido que dar para encontrarme. Casi en seguida noté que se había quedado
dormido. La respiración suave y acompasada comenzó a crearme el recuerdo
más hermoso que tendría de él, el de su sueño sin sobresaltos, fácil e inmediato,
después del amor (156-157).
y hasta su asco, encubrían amor” (68). Los míticos “chongos” son el caso
más eminente de una identidad sexual flexible: los soldados, marineros,
obreros y mendigos que recorren estas novelas no encajan en el modelo de
“homosexual”; muestran, en cambio, el amplio espectro de posibilidades
eróticas que se desarrolla al margen de las categorizaciones dominantes.
Un universo, en definitiva, mucho más queer de lo que podría parecer, y
que invita a releer, o a descubrir por primera vez, a uno de los autores más
injustamente olvidado de las letras argentinas.
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202 Jorge Luis Peralta
Mira explica que, bajo el vocablo “apropiación” caben dos tipos de ac-
ciones. Por un lado, la construcción de una identidad homosexual a partir
del descubrimiento de la sexualidad disidente de un personaje histórico
relevante. El desarrollo de esta acción se encuentra, fundamentalmente, en
el ámbito académico y facilita los marcos teóricos necesarios para leer la
historia en términos no opresivos. Por otro lado, el cambio en el significado
de expresiones dominantes, trocando el valor asignado hasta ese momento.
La apropiación musical y cinematográfica está muy presente en la obra
de Nazario. En 1977 publicó, en la revista Bazaar, su Abecedario para ma-
riquitas, en el que dedica a cada una de las letras un vocablo y una viñeta.
Entre ellas se encuentran, por ejemplo, Marlene Dietrich en la ilustración
correspondiente a la letra “d”, Juana Reina en la “j”, Marilyn Monroe en la
“m” o a los maestros Quintero, León y Quiroga, sobre un fondo de lunares,
en la letra “q”. Este tipo de apropiación continúa, en diferentes cómics
recogidos en el volumen Historietas. Obra completa. 1975-1980 publicado
en 1981, con numerosas referencias a canciones populares (48, 53, 58, 61),
a éxitos musicales extranjeros (63, 67, 71, 78, 80, 81, 83, 85) o a éxitos de
8 Pablo Dopico (“Esputos de papel”) utiliza la obra de Nazario como ejemplo del cómic
underground español.
9 Mira ejemplifica este segundo tipo de acción, llevada a cabo por colectivos de reivin-
dicación política, con la utilización del vocablo “maricón”. Sirva como ejemplo de la
primera acción Miradas insumisas (2008), de Mira, en cuya portada observamos un
fotograma apropiado de La mala educación (2004) en el que, a su vez, Almodóvar se
apropia de otro de la película Esa mujer (1969).
208 José Luis Ramos Rebollo
10 Dos de las canciones populares cuya letra reproduce Nazario (Historietas, 58 y 61) en sus
cómics son: “Yo quiero un TBO” (1930), de Francisco Codoñer (1897-1989) y Merce-
des Belenguer (1889-1965) y “Una vieja y un viejo” (1981), de Juan Manuel Cardona
Bonilla, el Payo Juan Manuel (1941-2014). Ejemplos de éxitos extranjeros incluidos en
la obra de Nazario (1981: 71 y 78) son los boleros: “Ansiedad” (1958), de José Enrique
Sarabia (1940) y “Angelitos negros” (1959, publicado póstumamente), de Andrés Eloy
Blanco (1896-1955) y Manuel Álvarez Maciste (1892-1960). Dos éxitos de la canción
española apropiados por Nazario (1981: 53 y 76-77) son: “Te estoy amando locamente”
(1974), de Felipe Campuzano (1945) y popularizado por el dúo musical Las Grecas y
“Ojos verdes” (1937), de Rafael de León (1908-1982), Salvador Valverde (1895-1975)
y Manuel Quiroga (1899-1988).
11 La actriz manchega (Montiel, 287) afirmó, respecto al maestro Gregorio García Segura,
que fue “el director [musical] con el que mejor me he entendido y con el que he traba-
jado siempre a partir de Carmen la de Ronda [1959]”. Para abundar en la biografía de
la actriz, véase Memorias. Vivir es un placer, obra en la que está incluida la afirmación
respecto a García Segura, responsable de la banda sonora de Noches de Casablanca.
12 Respecto a la lectura de las películas de la actriz, afirma Mira (Miradas, 173): “Como en
cualquier película de Sara Montiel, resulta inevitable añadir una capa de conocimiento
sobre la estrella. Esto requiere espectadores que realmente conozcan y adoren a su diva,
entregados pero también dispuestos a la ironía”.
Intertextualidad musical e histórica en Anarcoma (1983 y 1987) 209
13 La belleza de la actriz, tal como afirma Alberto Mira (Miradas, 203) se manifiesta en “el
cuerpo rotundo […], siempre exhibido desbordando vestidos hasta donde permitía la
censura, constituye[ndo] una obra maestra de la hiperfeminidad hasta el punto de que
no parece real”.
210 José Luis Ramos Rebollo
14 Pablo Dopico (395) describirá la minuciosidad del trabajo de Nazario en retratar los
“músculos, pelos, granos, verrugas, saliva, sudor, semen” de los hombres.
15 Abunda Partzsch (44-45), respecto a la cantante valenciana: “la radio no fue de ninguna
manera la única vía de difusión del canto de Piquer: en colaboración con profesionales
del mundo de la canción y del teatro como Antonio Quintero, Rafael de León y Manuel
Quiroga monta espectáculos musicales en los escenarios españoles y americanos, actúa
en algunas películas, y también se venden discos y partituras para piano de las canciones
de su repertorio”.
Intertextualidad musical e histórica en Anarcoma (1983 y 1987) 211
16 Stephanie Sieburth (517) recoge los estudios filológicos de Emilio Alarcos Llorach y Jo-
sefa Acosta Díaz y otros; los cinematográficos de Jo Labanyi y Eva Woods y el feminista
de Silvia Bermúdez.
17 Partzsch (58) considera que “la canción ‘Tatuaje’ en la voz de Conchita Piquer [es]
como [un] objeto nostálgico emblemático del imaginario español […] [por] su intensi-
dad emocional, catártica para mucha gente en los años de la posguerra. El aura resultan-
te puede transformar ‘Tatuaje’ en un punto de referencia destacado de nostalgia, lo que
no quiere decir que haya que borrar automáticamente todos los reparos ante el objeto
alrededor del cual se cristaliza el recuerdo y el deseo o ante el contexto en que se inserta”.
18 Norma Mejía recoge importantes huellas de la prostitución en la Barcelona de la
Transición.
19 Sobre la interpretación de “Tatuaje” que realiza Sara Montiel en la película, Chris Perriam
(201-202) afirma: “tiene lugar en el contexto de decorados, vestimenta y coreografía de
212 José Luis Ramos Rebollo
un cruce muy erotizado entre Cabaret y cómo quedaría Querelle de Brest si se hiciera de
ella un musical utilizando a aspirantes al reparto de Peter Pan”. Para un análisis de lo que
significó, para el cine, la belleza de la actriz, véase Seguin.
20 La espía protagonista de la película de Hitchcock, al igual que Teresa Vilar en Noches
de Casablanca, llegará a convertirse en una agente doble. Para una panorámica de la
obra del director de cine, incluyendo la cuestión del Mac Guffin, véase Castro (98).
Sobre el modelo de masculinidad que representa Cary Grant en North by Northwest,
véase Izaguirre (25).
Intertextualidad musical e histórica en Anarcoma (1983 y 1987) 213
que porta el maletín, en barco, hasta la ciudad marroquí. Los planos del
robo que perpetra la resistencia francesa en pleno puerto, para sustraer
la cartera, brindan, a mi juicio, una información valiosa. El nombre del
buque es sueco: la aparente coincidencia con el origen extranjero del ma-
rinero de la copla “Tatuaje” se torna en el refuerzo de la apropiación del
maletín o, quizá, en una lectura gay de la misma. Recuérdese dos de los
versos de la primera estrofa de la canción: “Él vino en un barco, de nom-
bre extranjero […] Era hermoso y rubio como la cerveza”.21
Según apunta Ana Casas (18), la intertextualidad en “relatos autobio-
gráficos más o menos convencionales” propicia una potenciación de lo
imaginario y lo literario. Patricia Grace King (53) aporta, como ejemplo
de relato autobiográfico reforzado por el intertexto, El cuarto de atrás
(1978) de Carmen Martín Gaite: la acción de escuchar la canción “Tatua-
je” sugiere al personaje C. la posibilidad de que otro tipo de relaciones son
factibles más allá de las dictadas por el franquismo. En el caso de Anar-
coma, Nazario potencia la construcción de una cultura homosexual.22 La
apropiación del autor sevillano del mundo de la cultura popular no es
indiscriminada, sino que sirve para potenciar dicha subcultura. Anarco-
ma, el cómic, bebe de Noches de Casablanca. Anarcoma, la investigadora
privada, nace de Sara Montiel.23 Me pregunto si la exposición que realiza
Mira (Diccionario, 533) sobre Montiel no podría intercambiarse con la
descripción física de Anarcoma: “no es de este mundo, y la ambigüedad
de su persona reside en saber hasta qué punto sabe que nos damos cuen-
ta, que somos conscientes de la máscara más que de la mujer, y que es la
máscara lo que resulta gozoso”.24 No creo que, pese a las apropiaciones
intertextuales, se pueda afirmar que la actriz manchega fuera el personaje
trans de la Barcelona de 1979, aunque a esa altura Sara Montiel era una
de las cantantes más imitadas y admiradas en los locales de espectáculos
gais y trans de la Ciudad Condal.25
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Temas musicales
Películas
Janett Reinstädler
Universität des Saarlandes
Desde siempre los más diversos deseos eróticos y sexuales requieren su ma-
nifestación y satisfacción. A pesar de lo prehistóricos que son estos impulsos
del cuerpo, su aceptación es muy dependiente del contexto. Desde el prin-
cipio de la civilización, las sociedades contienen el deseo y sus formas de
expresión con el establecimiento de “sistemas familiares elementales” (Lé-
vi-Strauss) y las múltiples reglas públicas y privadas del “uso de los placeres”
(Foucault, L’usage). Este control permanece solo en los mejores (¿peores?)
de los casos: el deseo, en especial oportuno a través de la prohibición (cf.
Bataille), busca su camino a través del desgarro del sistema y, una vez roto
el dique, inundará el territorio completo.
Esto vale también y en cierta medida para la sociedad española después
de la muerte de Francisco Franco en el año 1975. Después del dictador
español, se va también su aparato de censura a la tumba; y desde entonces
se va consumiendo el control católico social y sexual que había reinando en
España durante siglos. Y el cambio fue rápido. Todavía a principios de la
década de los años setenta, Francisco Izquierdo Navarro (144), analizando
la publicidad contemporánea en uno de sus “videolibros”, llega a la con-
clusión: “España es erótica... pero no mucho”. Pero ya en 1976, el futuro
premio Nobel Camilo José Cela exclama con motivo de la publicación de
su Enciclopedia del erotismo: “España está empezando a ponerse cachonda”
(Cela, cit. en Anónimo, s. p.).1 Con ello, el enfant terrible de la literatura
castellana resume, tan provocador como acertado, un cambio esencial en la
confrontaciones de las aspiraciones artísticas liberales con las reacciones represivas del
franquismo tardío véase Strausfeld.
2 También estas narraciones, poemas y novelas eróticas tienen precursores en la historia de
la literatura española. Los encontramos ante todo durante la Edad Media, en partes en
el Barroco, la Ilustración española y, especialmente, a principios del siglo xx (cf. Alato-
rre, Alzieu, García Lara, Gómez Solís, Morales 2006, Reyes Cano). No obstante, indica
con razón Norbert Rehrmann (74), que, desde el fin de la Edad Media y hasta finales
del siglo xix, no se encuentra ninguna expresión de vulgar erotismo, pues esta “hubiese
encontrado problemas serios con la Inquisición” (todas las traducciones de aquí en ade-
lante son de la autora). Rehrmann tampoco está seguro “si la transición política también
es una transición erótica” (74). Dejando aparte la literatura del exilio del franquismo, la
cual se escribía bajo condiciones totalmente diferentes a las que había en España (y que
sí produjo representaciones abiertas de sexualidad, de lo que da prueba, por ejemplo, el
teatro de Fernando Arrabal), en este artículo quiero mostrar que, en el caso de España, se
puede hablar muy claramente de un erotic turn en la literatura después de 1975. Es solo
después de la muerte del caudillo cuando, de repente, aperece un gran número de textos
Todo bajo el sol y la luna 219
literarios que tienen el tema del erotismo y de la sexualidad como argumento central.
3 Acerca de la fase de fundación de la editorial y su contacto intensivo con la literatura lati-
noamericana, cf. la entrevista de Moura con ocasión del 40 aniversario de la editorial y la
página oficial de la colección (Tusquets Editores, “Premios”). De Moura es una de las edito-
ras de más renombre en España. Después de retirado de la dirección, Tusquets Editores no
supo defender su autonomía durante mucho tiempo; hoy pertenece al Grupo Planeta.
220 Janett Reinstädler
Una ojeada a las novelas eróticas escritas por autores españoles muestra con
qué cuidado la literatura nacional roturó el campo de la erótica y la sexuali-
dad, en muchos casos marginalizadas, para saciar las ganas de sus lectores de
leer y comprar. También se puede ver que el discurso sexual represivo no des-
aparece inmediatamente con la caída de la dictadura. La literatura será en el
posfranquismo más bien uno de los lugares más importantes donde se exami-
na el dispositivo de la sexualidad (cf. Foucault, La volonté) con sus múltiples
discursos restrictivos del conocimiento, orientados hacia el poder. El espacio
indeterminado y ambiguo de la ficción se utilizará para representar, interro-
gar, confirmar, esquivar, subvertir y también reemplazar los antiguos concep-
tos de sexualidad(es) (marginalizadas), repartidos por discursos bio-políticos
desde perspectivas religiosas, morales, éticas, médicas, psicoanalíticas, etc.
Renunciar completamente a los discursos represivos en estos textos
parece imposible. No solo a causa de su persistencia histórica, sino tam-
bién por la condición básica del deseo, el cual, como es sabido, se esti-
mula con las restricciones, aumenta con descubrimientos secretos y se
intensifica todavía más con la exploración de lo ilegal. El goce ilimitado,
4 Entre ellos: Juan Marsé, Juan García Hortelano, Jaime Gil de Biedma, Camilo José
Cela, Fernando Fernán Gómez y, más tarde, Almudena Grandes, Rafael Conte y Eduar-
do Mendicutti (cf. Tusquets Editores, “Premios”).
5 Moura en una entrevista con la autora en 1993.
Todo bajo el sol y la luna 221
6 Los límites entre pornografía como “forma extrema de la conciencia de los humanos”
(Sontag, 48) y el erotismo como algo más alusivo son conocidos por su carácter borroso
(cf. la “Introducción del vocabulario” de Jean-Marie Goulemot, 13-39). Aquí, defino
la pornografía literaria como una acción o práctica sexual presentada por la forma y el
contenido de una narración de manera abierta y evidente, sin sublimar.
7 “Ofèlia Dracs” es el pseudónimo de un colectivo catalán de autores. Su colección de
cuentos Diez manzanas tiene el manzano es una traducción española de la versión origi-
nal en catalán, publicada bajo el título Deu pometes té el pomer (1980).
222 Janett Reinstädler
8 El cuento forma parte de la colección Relatos eróticos escritos por mujeres (1990), editada
por Carmen Estévez.
9 Escenificaciones destacadas de voyerismo se encuentran en: Ofélia Dracs, “Crepuscular”
(1980); Vicente Muñoz Puelles, Anacaona (1980); Mercedes Abad, “Crucifixión del
Círculo” (1986); Almudena Grandes, Las edades de Lulú (1989); José Luis Muñoz, Pubis
de vello rojo (1990); José María Álvarez, La caza del zorro (1990) y La esclava instruida
(1992); Josep Lluís Seguí, La amante fea (1993). Cf. Sobre las implicaciones específica-
mente de género sobre estas visiones anhelantes, Reinstädler (43-79).
10 La prostitución es un tema recurrente, por ejemplo, en: Vicente García Cervera, Las car-
tas de Saguia-el-Hamra. Tánger (1985); Almudena Grandes, Las edades de Lulú (1989);
Todo bajo el sol y la luna 223
José María Álvarez, La caza del zorro (1990); José Luis Muñoz, Pubis de vello rojo (1990);
Josep Lluís Seguí, La amante fea (1993).
11 Prácticas de SM existen en Almudena Grandes, Las edades de Lulú (1989) y José Luis
Muñoz, Pubis de vello rojo (1990); sexo escatológico, en Dante Bertini, El hombre de sus
sueños (1993).
12 La homosexualidad femenina, en general en “La Sonrisa Vertical” es menos promi-
nente que la homosexualidad masculina, se encuentra en: Vicente Muñoz Puelles,
Anacaona (1980); José Luis Muñoz, Pubis de vello rojo (1990); Irene González Frei
(pseudónimo), Tu nombre escrito en el agua (1995; en cuanto al profesor de teoría
de literatura argentino Miguel Vitagliano como posible autor de esta novela, véase
el artículo de Estrella Díaz Fernández en este mismo volumen). Homosexualidad
masculina: Vicente García Cervera, Las cartas de Saguia-el-Hamra. Tánger (1985);
Josep Bras, El vaixell de les vagines voraginoses/El bajel de las vaginas voraginosas (1987);
Almudena Grandes, Las edades de Lulú (1989). Travestis, transexuales y bisexuales hay
en: Leopoldo Azancot, Los amores prohibidos (1980, unido con el tema del terrorismo
de extrema izquierda); y especialmente en Eduardo Mendicutti, Siete contra Georgia
(1987 y en las novelas siguientes del autor, que sí se publican en Tusquets Editores,
pero ya no en la colección “La Sonrisa Vertical”).
13 Incesto: Mercedes Abad, Ligeros libertinajes sabáticos (1986); Almudena Grandes, Las
edades de Lulú (1989). Sexualidad con animales: Ofèlia Dracs, “Una perrita caniche”
(1980); Pedro Sempere, Fritzcollage (1982); Josep Bras, El bajel de las vaginas voragi-
nosas (1987). Asesinato por impulso sexual: Mercedes Abad, “Crucifixión del círculo”
(1986); José Luis Muñoz, Pubis de vello rojo (1990). Necrofilia: Vicente Muñoz Pue-
lles, Anacaona (1980); Mercedes Abad, “Canapé frío” (1986); José María Álvarez, La
caza del zorro (1990).
14 Calidad literaria se le atribuye a las narraciones de Rossetti y Abad, pero menos a Gran-
des (cf. Gilkison, Mandrell, Neuschäfer).
224 Janett Reinstädler
15 Hasta 1975 las autoras son una excepción en la literatura española (sobre las novedades
después del franquismo, cf. Bierbach/Rössler).
16 En “La Sonrisa Vertical”, los textos eróticos de mujeres están poco representados en
general. Lo mismo ocurre dentro del grupo de premiados, en el que las mujeres son un
23% (aunque el primer premio fue otorgado a una mujer argentina, Susana Constante,
cf. Sanz Torrado). Las múltiples estrategias literario-estéticas de subversión que se en-
cuentran en los textos eróticos escritos por mujeres, sin embargo, son muy estudiados,
véanse por ejemplo, Alborg, Bermúdez, Drinkwater, Gilkison, Mandrell, Reinstädler. Se
remite también a los estudios analíticos del discurso que ha presentado López Martínez
sobre las particularidades estructurales, semánticas y lexicográficas de las novelas de “La
Sonrisa Vertical”.
Todo bajo el sol y la luna 225
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Maria-Mercè Marçal, la comunidad herida
Marta Segarra
Universitat de Barcelona/
Centre National de la Recherche Scientifique, París
1 Todas las traducciones son mías. He optado por traducir las citas en catalán cuando
proceden de ensayos críticos, y dejarlas en catalán, acompañadas de su traducción al
español, cuando proceden de textos poéticos.
Maria-Mercè Marçal, la comunidad herida 233
especial, como sujetos de la ética, lo cual abre la veda para tratarlos como
animales, es decir, explotándolos, maltratándolos o incluso, en el polo ex-
tremo, liquidándolos como se hace con las “plagas” —o incluso con los
animales domésticos que se destinan a la alimentación—, lo que Derrida
(“Il faut”, 293) llamó una “mise à mort” no criminal. No es casual, así, que
el genocidio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial empezara
por compararlos con “ratas” en la propaganda nazi.
En la poesía marçaliana, la mayoría de los animales que aparecen en
relación con el deseo conllevan también una cierta connotación negativa:
sea el gavilán que vigila desde las alturas del cielo, especialmente en el poe-
mario “La germana, l’estrangera” [La hermana, la extranjera], que la mis-
ma poeta glosó, sea el lobo amenazador o el “fidel ca”, “[...] llast insidiós,
/ servil” (396) [fiel can, [...] lastre insidioso, / servil] de la sombra, y también
la mariposa cazada —pero juguetona— en “Dolç enemic, / amb caçapa-
pallones / em pares trampes / pels plecs del plaer” (112) [Dulce enemigo,
/ con cazamariposas / me tiendes trampas / por los pliegues del placer].
Ahora bien, hallamos en el universo poético marçaliano otros animales más
ambivalentes y de sentido menos evidente, como, por ejemplo, el topo. El
topo, animal aparentemente mucho menos literario que el pájaro, el lobo
o la mariposa, constituye una enigmática y poderosa figura en textos de
Shakespeare, Kafka, Derrida y Cixous, entre otros grandes escritores. El
hecho de que el hábitat natural del topo sea el interior de la tierra y, por lo
tanto, el reino de la oscuridad lo ha convertido en una metáfora del interior
corporal; Marçal lo compara así al feto en “Tap2 sigil·lós com un secret, que
excaves / túnels inèdits dins la meva raó” (267) [Topo sigiloso como un se-
creto, que excavas / túneles inéditos en mi razón]; recordemos aquí el título
de Marçal Raó del cos [Razón del cuerpo]. Estos versos aluden, entre otras
cuestiones, al sentido del tacto opuesto a la vista (la caricia “de dins enfora”
(269) [de dentro afuera], ya mencionada, también se refiere al embarazo),
pero evocan asimismo la ampliación de los “límites”, dolorosa pero nece-
saria, que efectúa el deseo: “I són de nou els mots / que mosseguen la carn
/ —com els ullals d’un talp— / per eixamplar-li els límits / del seu paisatge
clos” (413) [Y son de nuevo las palabras / que muerden la carne / —como
los colmillos de un topo— / para agrandarle los límites / de su paisaje cer-
cado]. El “mossec brutal” [mordisco brutal] del monstruo de “Diuen que
es deia amor” [Dicen que se decía amor] se transforma en este texto, que lo
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242 Marta Segarra
Francisco A. Zurian
Universidad Complutense de Madrid
1. Introducción
1 Serie norteamericana emitida por la NBC, creada por David Kohan y Max Mutchnick
y que se emitió entre 1998 y 2006, durante un total de ocho temporadas.
244 Francisco A. Zurian
propia persona, realidad y entorno. Si cabe, esto es más evidente entre los
espectadores adolescentes y jóvenes, para los cuales, además, las representa-
ciones de otros adolescentes y jóvenes se tornan en una especie de modelos
prescriptivos y normativos que le empujan a la imitación, no solamente de
sus comportamientos, usos lingüísticos, moda y tendencias, sino incluso
de sus particulares modos de exteriorizar y mostrar sus sentimientos, sus
hábitos sexuales y su misma corporalidad (Zurian, “Cuerpos”, 158-159 y
“La ficción”, 56-57).
En ese sentido su papel no ha hecho otra cosa que crecer como dispositivo no
solamente de consumo y entretenimiento sino también como dispositivo cul-
tural al reflejar, representar pero también producir, proponer y extender dichos
modos y estilos de vida, pensamiento, transformación y visión que por un lado
permite la identificación del espectador (consumidor) puesto que se ve (en
todo o en parte) representado y, por otro, le impela a un replanteamiento de su
propia visión lo que permite ir transformando la cosmovisión social (Zurian,
Cuerpos, 165).
2 No pretendemos abrir, puesto que excede con mucho nuestro objeto de estudio, un
debate sobre el uso —o los usos— ni sobre las formas de nombrar y, aunque el empleo
de las siglas “LGBTIQ” (es decir, lesbianas-gais-bisexuales-transexuales-intersexua-
les-queer, en esta u otras formulaciones) no está exenta de cierta polémica, nos hemos
decantado por la formula, auspiciada tantas veces por los colectivos y asociaciones,
que pretende, por la suma de las siglas, nombrar las diferentes especificaciones y rea-
lidades de las sexualidades y/o identidades de género no heteronormativas y no hege-
mónicas y que, para nosotros, no tienen un sentido esencialista, sino un intento de
visibilización de las distintas y diversas posibles realidades que no tienen por qué ser
ni fijas ni inamovibles.
Representaciones LGTBIQ en la televisión de ficción español 245
de ficcionales) y que, además, sean emitidas por las cadenas que sean de
ámbito nacional, es decir, que cubran todo el Estado español. Además,
atenderemos preferentemente a los personajes protagonistas y secundarios
y, en la medida de lo posible, de forma no exhaustiva, a los personajes
esporádicos en las series y siempre que dichos personajes se manifiesten
como tales, es decir, excluimos los personajes que Román Gubern califi-
ca de “protogais”,3 es decir, los que podemos suponer que son LGBTIQ
pero que en la ficción no consta, ni en su construcción ni en sus tramas,
dicha condición; y no porque estuvieran armarizados, sino porque están
en un estadio anterior de representación. Nuestra perspectiva de trabajo se
sitúa pues dentro de los estudios televisivos, atendiendo especialmente a
la construcción de los personajes (en la narración televisiva) y, desde ahí, a la
aplicación de los estudios de género.
3 Denominados así por Román Gubern en numerosas conversaciones con el autor del
presente texto.
246 Francisco A. Zurian
1. Anillos de oro (Pedro Masó, TVE, 1983, 13 episodios), con guion de Ana
Diosdado, fue una producción que vino a ejemplificar el sí legislativo al
divorcio y que, novedosamente, incluye en la televisión española a un
personaje claramente homosexual, Arturo (Tony Isbert), en el capítulo
titulado “A pescar y a ver al duque”.4 En palabras de la sufrida madre
4 <http://www.teleonlinedirecto.es/video/23045/la2/anillos-de-oro/a-pescar-y-a-ver-al-
duque-cap-7.html> (consultado el 12 de noviembre de 2012).
Representaciones LGTBIQ en la televisión de ficción español 247
12 Artículo 44 del Código Civil, modificación efectuada por la Ley 13/2005, que ordena
sustituir los términos “marido y mujer” por “cónyuges” así como “padre y madre” por
“progenitores”.
13 Hay numerosos foros de debate sobre estos personajes que sirven, muchas veces, para
una mayor visibilización lésbica que no siempre se hacen tan presentes. A modo de
ejemplo: <http://www.lesbianas.tv/foro/index.php?topic=17.0> (consultado el 12 de
noviembre de 2012).
Representaciones LGTBIQ en la televisión de ficción español 253
metiendo en las salas de estar de los españoles con gran éxito de audien-
cia. Seguramente podríamos decir que fue, mutatis mutandi, nuestra
particular aportación a lo Will & Grace, siguiendo con la anterior cita
del vicepresidente norteamericano. Mauricio Delgado (Luis Merlo) y
Fernando Navarro (Adriá Collado) y más tarde Beatriz Villarejo (Eva
Isanta) son personajes que para muchos espectadores suponía poner
“cara” de “normalidad” (que no de normatividad), es decir, de cotidia-
neidad, a los personajes homosexuales, más todavía por establecerlos
en convivencia cotidiana con el resto de los vecinos y constituyéndolos
con virtudes y vicios igual que a cualquier otro de los personajes de la
comunidad de vecinos; capaces de arrancar carcajadas por “buenos” y,
también, por “malos” y en convivencia normal de pareja, de amistad y
de vecindad. Mauri “es un hombre cotilla, nervioso y muy cariñoso con
su pareja Fernando”,14 exitoso abogado que, en el ámbito profesional,
vive armarizado.15 Cuando Fernando se va a vivir a Londres por temas
laborales, Mauri empieza a vivir con Bea Villarejo, una mujer con carác-
ter, lesbiana y con la que tiene un hijo por inseminación artificial.
Bea, es un personaje que tiene bastantes hilos de conexión con variados per-
sonajes de la serie [...]. Es veterinaria, optimista y segura de sí misma. Se hace
muy buena amiga de Lucía. Quería tener un hijo y Mauri se ofreció a ser
donante de esperma. Se suponía que no tenía que involucrarse en la educa-
ción del niño, pero lo acaba haciendo [...]. Por un tiempo salió con Rosa, una
abogada, pero rompieron cuando ella le hizo escoger entre ella y Mauri después
que naciera su hijo Ezequiel, porque Rosa y Mauri no se soportaban. Cuando
Fernando volvió, se fue a vivir al 2º B con su nueva amiga Carmen. Ahora vive
en el 3º B con Belén, María Jesús y Ana, su nueva novia.16
14 <http://www.antena3.com/neox/series/aqui-no-hay-quien-viva/sobre-la-serie/persona-
jes/mauricio-mauri-hidalgo-torres_2011020200051.html> (consultado el 27 de junio
de 2014).
15 “Fernando Navarro, un abogado muy perspicaz. Es el novio de Mauri, con él vive in-
creíbles momentos”: <http://www.antena3.com/neox/series/aqui-no-hay-quien-viva/
sobre-la-serie/personajes/fernando-navarro-sanchez_2011020200073.html> (consulta-
do el 27 de junio de 2014).
16 <http://www.antena3.com/neox/series/aqui-no-hay-quien-viva/sobre-la-serie/persona-
jes/beatriz-villarejo-bea_2011020700076.html> (consultado el 27 de junio de 2014).
254 Francisco A. Zurian
que con la protagonista Bea, en una feliz y romántica boda gay como
culmen de transformación del personaje. La boda se transmitió el 15 de
febrero de 2008 siendo un éxito de audiencia para la serie.17
13. Los hombres de Paco (Daniel Écija y Álex Pina, Globomedia para Ante-
na3, 2005-2010, 9 temporadas y 117 episodios).18 Daniel Écija y Álex
Pina (Los Serrano, Periodistas y Médico de familia). María José “Pepa”
Miranda (Laura Sánchez) T5-9; es la hermana de Paco, lesbiana, entre
2008-2010, se podría considerar “bi” puesto que tiene relaciones con
hombres en la serie. Silvia Castro (Marian Aguilera) T1-8 es la hermana
de Lola. Ambas se casan pero en el banquete de bodas son atacadas por
la banda de Gordo y matan a Silvia (episodio 109, 8 de mayo), aunque
(por clamor del público) reaparece como “espectro” para guiar a Paco y a
Pepa en la oposición a las fuerzas del Mal en la Tierra. También aparece
un personaje en principio hetero (y machista), más tarde gay: Enrique
“Kike” Gallardo (Enrique Martínez) que muere en el último capítulo de
la 8T como un héroe, 2005-2009, es el mayor de los hombres de Paco,
relación de amistad con “Curtis” Naranjo (Fede Celada), 2005-2010.
14. Amar en tiempos revueltos (Diagonal TV para La 1, 2005-2012, 7 tem-
poradas, 1.716 episodios; inspirada en la serie de Diagonal TV para TV
Temps de silenci; tuvo un spin-off para Antena3, Amar es para siempre,
desde 2013). Ana (Mariana San José) y Teresa (Carlota Olcina) mues-
tran una relación lésbica durante la dictadura con lo que tenía de prohi-
bido y peligroso.
15. La serie que rompió moldes en materia de transexualidad fue El sín-
drome de Ulises (Verónica Fernández, Ignacio del Moral, Joan Barbero,
Xabi Puerta y Aitor Gabilondo, Ficción Producciones para Antena 3,
2007-2008, 3 temporadas y 26 episodios). La ficción que protagoni-
zó Miguel Ángel Muñoz desarrollaba parte de su trama en un bar que
regentaba Gloria, una mujer transexual, madre adoptiva de una niña
ciega, Lucía. La política y actriz Carla Antonelli, activista LGBTIQ, era
quien interpretaba a la propietaria del bar.
Pienso que es un referente sobre cómo hacer comedia sin caer en chistes fáciles.
La de Gloria es una historia integradora, y éste es el tipo de cosas que ayudan
a normalizar la transexualidad. Es cierto que existen historias terribles, pero
3. Conclusión
Con todo, es cierto que aún queda mucho por hacer para dar visibilidad
a personajes LGBTIQ más específicos, como personajes lésbicos adoles-
centes,25 así como transexuales, bisexuales, intergéneros o, simplemente,
queer que no se pueden identificar con definiciones binarias de sexos. Crear
personajes que traten, de una vez y sin tópicos, las inquietudes de los ado-
lescentes heteros y homosexuales, con toda la cotidianeidad del mundo,
sería realmente el reto para la nueva ficción televisiva española ya adentrada
en el siglo xxi.
Bibliografía
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Zurian, Francisco A. (2011): “Héroes, machos o, simplemente, hombres: una mirada a
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(coord.): Sexualidad y políticas de género en el audiovisual. Monográfico de Secuencias.
Revista de Historia del Cine 34, IV época, 2º semestre, pp. 32-53.
— (2013): “Cuerpos masculinos, hormonas y sexo en la ficción televisiva”, en Francisco
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culinidades”, en Área Abierta. Monográfico Estudios sobre masculinidades, estudios LGB-
TI y teoría Queer” 15.1, pp. 53-62.
Sobre los autores/las autoras
Volúmenes anteriores:
168. Kolumbien heute. Politik – Wirtschaft – Kultur. Thomas Fischer / Susanne Klengel /
Eduardo Pastrana Buelvas (eds.), 2017.
167. Hombres en peligro. Género, nación e imperio en la España de cambio de siglo (xix-xx).
Mauricio Zabalgoitia Herrera (ed.), 2017.
166. Peru heute. Politik, Wirtschaft, Kultur. Iken Paap / Friedhelm Schmidt-Welle (Hg.),
2016.
165. Transiciones, memorias e identidades en Europa y América Latina. Juan Ignacio
Piovani / Clara Ruvituso / Nikolaus Werz (eds.), 2016.
164. “Dádivas, dones y dineros”. Aportes a una nueva historia de la corrupción en América
Latina desde el imperio español a la modernidad. Christoph Rosenmüller / Stephan
Ruderer (eds.), 2016.
163. Sur ↓ South: Poetics and Politics of Thinking Latin America / India.
Susanne Klengel / Alexandra Ortiz Wallner (eds.), 2016.
162. Políticas y estrategias de la crítica: ideología, historia y actores de los estudios literarios.
Sergio Ugalde Quintana / Ottmar Ette (eds.), 2016.
161. MicroBerlín. De minificciones y microrrelatos. Ottmar Ette / Dieter Ingenschay /
Friedhelm Schmidt-Welle / Fernando Valls (eds.), 2015.
160. Diálogos existenciales. La filosofía alemana en la Argentina peronista (1946-1955).
Clara Ruvituso, 2015.
159. El ensayo en busca del sentido. Liliana Weinberg, 2014.