Clase 2, Teóricos HSG 2021
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Por otro lado, y en pos de su formación integral, buscamos que los textos sean
analizados no sólo en sus contenidos sino también en sus construcciones teórico
metodológicas como una forma de acercamiento a la tarea del historiador.
La sociedad feudal: En esta clase haremos una breve reseña sobre las principales
características del mundo feudal para que les sirva de contexto para la lectura de la
bibliografía obligatoria (BIANCHI, Susana, “La sociedad feudal” en Historia social del
mundo occidental. Del feudalismo a la sociedad contemporánea. Universidad Nacional de
Quilmes. Segunda edición actualizada, pp. 29 a 42, que trabajaran con la Dra. Yolanda
de Paz y que requiere de vuestra lectura previa a la clase)
Quienes hayan participado de juegos virtuales con esta temática o tengan lecturas al
respecto, pueden narrar ¿qué imagen tienen del período y de la sociedad feudal?
Hay cierto consenso para ubicar al feudalismo, en toda su dinámica, entre los siglo VI y
XV. Rodney Hiton, señala tres momentos (Hilton, 1984), una primera etapa de
feudalización, entre los siglo VI y X, cuando se conforman los Estados bárbaros, pero
en donde las relaciones sociales son básicamente las mismas que en los tiempos finales
del imperio romano. En este período, las aristocracias territoriales articuladas por lazos
de vasallaje dominaron al resto de la sociedad a través del monopolio de los medios de
coerción, ya que la clase terrateniente era también una clase militar y la administradora
de justicia.
A segunda fase, el feudalismo, va del siglo XI a principios del siglo XIV se caracteriza
por la consolidación del feudalismo y una expansión demográfica y territorial. Pero
también, por la expansión del mercado que más tarde sentará las bases de otro sistema.
E crecimiento de la producción para el mercado implica ciertos progresos técnicos.
En efecto, como señala José Luis Romero, los ideales romanos y el cristianismo
representaban dos concepciones antitéticas de la vida. Principios como "Dar al César lo
que es del César y a Dios lo que es de Dios" resultaban inadmisibles en un Estado
autocrático donde el Emperador estaba revestido de divinidad. Los cristianos
condenaban además el fuerte realismo de los ideales romanos: desde su perspectiva,
vanidad eran la riqueza y la gloria de la "ciudad terrestre", contrapuesta a la "ciudad
celeste", la verdadera "ciudad de Dios." Pero esta concepción pudo prender en la
conciencia romana, precisamente por el escepticismo acerca de las posibilidades
terrenas que se abrían en un mundo en crisis.
Las oleadas de invasiones bárbaras y las del siglo IX (musulmanes, eslavos y magiares,
y normandos) crearon graves condiciones de inseguridad que debilitaron las monarquías
y aumentaron el poder de la nobleza. Los señores locales se autonomizaron con respecto
del poder central, se apropiaron de las prerrogativas que les habían sido delegadas, les
otorgaron carácter hereditario, y las incorporaron a dinastías que quedaron confirmadas
de hecho. Esta fragmentación llevó a que lo marcos territoriales fueran cada vez más
reducidos, ajustados a las posibilidades de ejercer una autoridad efectiva. Pero esta
fragmentación, fundamentalmente, implicaba una adaptación de la organización política
a las estructuras de la vida económica. De este modo, se afianzaron las condiciones que
permitieron el establecimiento de relaciones feudales que alcanzaron su punto de
madurez en el siglo XI (Bianchi, 2013).
El feudalismo no se dio en una forma totalmente semejante en toda Europa, aun así hay
algunas características generales que, con sus matices, abarcan a buena parte de la
Europa central. Esa región es donde se dio en su forma más clásica con la articulación
de los tres legados de manera equilibrada. En otros lugares, sobre todo en la Provenza y
en Italia, hubo un predominio del legado romano. Allí, por ejemplo, la vida urbana
nunca declinó completamente y se mantuvieron normas del derecho romano. En el Este
y en el Norte (Inglaterra, Alemania, Península Escandinava), donde los elementos
romanos se habían asentado débilmente, hubo un predominio del legado germánico: se
puede señalar, por ejemplo, la permanencia de agricultores libres organizados en aldeas.
Incluso, en Alemania, el feudalismo se consolidó recién en el siglo XII. De un modo u
otro, a pesar de diferencias de matices o de desfases cronológicos, es indudable que el
feudalismo apareció en Europa como la organización social predominante.
¿Cuál era el fundamento del poder que los señores ejercían sobre los campesinos?
Los señores fundaban sus derechos, en parte, en el dominio sobre tierras que
habían obtenido por derecho de conquista o por otorgamiento del rey. Pero
básicamente se consideraba que esos derechos se basaban en la protección que los
señores ofrecían a los campesinos, principio que -como veremos- fue sistematizado
por la Iglesia en un modelo de orden ecuménico.
También colaboró con la conformación del dominio señorial la fragmentación del poder
real. Cuando se fragmentó el poder monárquico, lo que se fragmentó fue su capacidad
para administrar la justicia. Y ese poder que pasó a los señores bajo la forma del
derecho de ban. La costumbre establecía que el derecho de ban se ejercía sobre un
territorio que se podía recorrer en una jornada de cabalgata: allí el ejercicio de la justicia
adquiría la forma del cobro de multas y peajes e incluso de saqueos sistemáticos sobre
las posesiones de los campesinos. Para poder ejercer este derecho, los señores del ban
tuvieron que recurrir a numerosos auxiliares, los ministeriales, que participaban de los
beneficios y que por lo tanto fueron los agentes más activos de este derecho. Sin
embargo había un límite para a las exacciones: el límite estaba fijado por la costumbre y
la memoria colectiva. Si los señores intentaban sobrepasar ese límite podían surgir las
formas de solidaridad campesina y fundamentalmente las formas de resistencia que -
como ocurrió en el siglo XIV- podían desembocar en abiertas rebeliones contra el poder
señorial. (Bianchi, 2013)
Actividad: caracterizar:
En buena parte de Europa (sobre todo en las actuales Francia y Alemania), los
reyes fueron perdiendo cada vez más un poder político y militar que quedó en manos de
la clase feudal. A partir del siglo XI, en una amplia zona de Europa los señores dejaron
de reconocer a los reyes su derecho a retirarle las tierras que, de este modo, se
transformaron en propiedad de las grandes familias señoriales. Fue entonces cuando se
consolidó el poder de la nobleza feudal que, además del poder militar, detentaba de
manera inalienable el poder económico a través de la tierra. Así, el feudo, la unidad
básica del sistema feudal, se asentaba sobre una extensión de tierra que se hallaba en
posesión del señor y a partir de la cual se organizaban y establecían las relaciones
sociales, productivas y de poder ente dos estamentos en desequilibrio (los señores
feudales y los campesinos) la unidad más básica del sistema feudal: era una extensión
de tierra a partir de la cual se organizaban y establecían relaciones sociales y de poder
entre dos partes en desequilibrio (los nobles o sectores altos de la sociedad y los
campesinos
La Iglesia y la sociedad feudal: Un rasgo de la sociedad feudal fue el alto nivel de sus
conflictos. En primer lugar, estos se dieron entre la Iglesia y los poderes seculares,
como ocurrió en la llamada Querella de las Investiduras, donde se busca delimitar donde
residía el poder. Pero también, entre los señores, el ejercicio del derecho de ban, el
establecimiento de los límites entre los distintos dominios y la permanencia de una
mentalidad heroica que consideraba al botín como el bien más legítimamente ganado se
encontraban en las bases de interminables combates. La guerra y el pillaje eran
consideradas una actividades normales para las clases señoriales. Sin embargo, desde
las últimas etapas de la feudalización, la Iglesia intervino como factor de moderación,
imponiendo lo que se conoció como la Paz de Dios. Sus reglas fueron muy sencillas: no
se podía combatir ciertos días de la semana, en fiestas religiosas o en los días de
mercado; no se podía luchar en ciertos lugares como en los atrios de las iglesias o en los
cruces de los caminos; no se podía atacar a los sectores considerados más vulnerables
como los clérigos y los pobres (Barthélemy, 2006). Es cierto que -a pesar de la amenaza
de excomunión para quienes violaran estas reglas- la eficacia de la Paz de Dios fue
relativa y que Europa no dejó de estar libre de tumultos señoriales. Sin embargo, al
imponerse algunas normas se pudieron registrar ciertos cambios en los
comportamientos. Sin duda tuvo influencia en las estructuras más profundas de la vida
económica: al evitar que se impusiera una economía basada en el pillaje, favoreció la
consolidación del feudalismo. Pero fundamentalmente, la Paz de Dios creó una nueva
moral acerca de la guerra que desvió los poderes de agresión que contenía la sociedad
feudal hacia fuera de los límites de la cristiandad. Si contra los cristianos no se podía
luchar, contra los "infieles", contra los enemigos de Dios no sólo era lícito sino deseable
combatirlos. En síntesis, de la paz de Dios derivó el "espíritu de cruzada" de esos
señores que se dirigieron a Tierra Santa en defensa de la religión. Pero hay algo más: al
bendecir a los cruzados y sus espadas, la Iglesia legitimó la función guerrera de la
nobleza feudal, transformándola en el brazo armado de la cristiandad. Esta moral
desembocó en una peculiar imagen de la sociedad que contribuyó a la consolidación de
sus estructuras. En efecto, hacia el año mil llegó a su madurez el modelo de los tres
órdenes (Duby, 1992), teoría lentamente elaborada entre los intelectuales eclesiásticos.
Esta teoría, que incluía sin dificultad las relaciones de subordinación y dependencia,
presentaba a las desigualdades sociales formando parte de un plan divino. Según su
formulación, desde la creación Dios había otorgado a los hombres tareas específicas que
determinaban una particular y jerarquizada organización de la sociedad. En la cúspide
se colocaba el primer orden, el de los oratores, el clero que tenía la misión de orar por la
salvación de todos; en segundo lugar, estaban los bellatores (del latín, bella = guerra),
es decir, la nobleza guerrera que combatía para defender al resto de sociedad; por
último, los laboratores, es decir, los campesinos que debían trabajar la tierra para
mantener con su trabajo a la gente de oración y a la gente de guerra. Este esquema se
impuso muy rápidamente en la conciencia colectiva sosteniendo un profundo consenso
acerca de cómo debía funcionar el cuerpo social: presentaba una visión organicista de la
sociedad percibida como un todo armónico, en el que cada una de sus partes
desempeñaba una función designada por Dios. De este modo, este modelo de sociedad,
que se consideraba ecuménico, se impuso con la misma fuerza de la naturaleza: era un
orden sagrado y, por lo tanto, inmutable. Permitía fundamentalmente legitimar la
explotación señorial considerada el precio de la seguridad que los señores ofrecían.
Recuerden que las clases son un acompañamiento, pero para la aprobación de la materia
es esencial la lectura de la bibliografía
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Gibbon, E., Histoire du déclin et de la chute de l'empire romain, Ed. Robert Laffont,
París, 1983.
Musset, L., Las invasiones. El segundo asalto contra la Europa Cristiana, Ed. Labor,
Barcelona
Musset, L., Las invasiones. Las oleadas germánicas, Ed. Labor, Barcelona, 1967