Tema 5
Tema 5
Tema 5
Se desarrolla una respuesta de apego (afecto) a la comunidad. Esta puede ser positiva o
negativa.
Suele pasar también que en estas comunidades existen familias que históricamente se han
mantenido en el barrio (Artiles o Peña).
Elementos de la comunidad
Red
social.
Conjunto de personas o grupos, con determinada estructura organizativa y de comunicación,
que proporciona ayuda e información.
Apoyo social.
Influencia de las relaciones sociales en la conducta. Efectos directos (bienestar,
identidad) y efectos amortiguadores o protectores (estrategia de afrontamiento).
3.- Empoderamiento.
Proceso a través del cual los individuos adquieren control sobre sus propias vidas.
El contexto social influye en los componentes del proceso y los vínculos entre ellos.
UNIDAD TEMÁTICA 14 y 15: Participación social y
voluntariado.
La intervención psicosocial en comunidades y grupos.
Proceso mediante el cual las personas toman parte en un evento de interés público.
(Talò y Mannarini, 2014).
Las personas participan en la toma de decisiones de las instituciones, programas y
ambientes que les afectan (Wandersman, 1979).
3. Funcionalmente instrumentales:
Modos de participación.
a) Ejercicio individual de derechos (ej. Votar, presentar solucitudes).
B. Apoyo funcional (énfasis en la percepción sobre la ayuda con la que se cuenta o cree
contar): grado en que las relaciones interpersonales sirven para 5 funciones particulares:
El activismo o militancia
Niveles diferentes de compromiso, roles e implicación (Saegert,1987).
Voluntaria es la persona que elige libremente prestar algún tipo de ayuda o servicio a otros,
que en principio son desconocidos, sin recibir ni esperar recompensa económica alguna.
6) Protectora/defensa del yo: “Es un buen escape para mis propios problemas”
El presente estudio tuvo por objetivo evaluar las características psicométricas del
empoderamiento en estudiantes universitarios así como validar la versión corta de la escala de
Empoderamiento y Agencia personal (EMPAP; Padilla Gámez & Cruz del Castillo, 2018). Dicho
instrumento tiene por objetivo evaluar la autopercepción del empoderamiento a través de
cuatro factores que miden: agencia personal, autoconciencia, empoderamiento en la salud y
empoderamiento social. El instrumento consta de 47 reactivos en escala de respuesta tipo
Likert de 5 puntos que evalúan en un continuo de 0 a 5, situaciones en las que los individuos
perciben menor o mayor empoderamiento. La versión corta de la escala se desarrolló a través
de un análisis factorial confirmatorio. Para este estudio participaron 255 estudiantes de los
cuales el 38% son hombres y 62% mujeres, con edades entre 17 y 29 años, pertenecientes a las
carreras: de psicología, medicina, biología, optometría, enfermería y odontología. Los
resultados arrojaron un modelo que conserva las cuatro dimensiones originales con 12
reactivos y un buen ajuste en GFI, AGFI, CFI, y RMSEA. El coeficiente Alpha de Cronbach total
fue de .81, por tanto se puede concluir que se obtuvo una versión corta, válida y confiable y
sensible a la población universitaria.
La globalización alcanza muchos rincones del mundo, México no es la excepción. Los jóvenes
se enfrentan no sólo a retos de índole personal sino a diversas situaciones complejas que
tienen que ver con su entorno y a las que tendrán que responder en la vida adulta (Zúñiga,
2012).
Hoy en día, son pocos los jóvenes que pueden acceder a la educación superior que sea gratuita
y de calidad. Las universidades públicas se caracterizan por hacer un ejercicio de
heterogeneidad en sus procesos de selección, no obstante durante la formación profesional
pueden interponerse diversas problemáticas que impactan en la eficiencia terminal de los
estudiantes (Zúñiga, 2012). Los jóvenes inician su formación profesional partiendo de diversos
escenarios, cada uno cuenta con un bagaje personal, familiar y contextual que promueve u
obstaculiza su tránsito en la carrera universitaria. Algunos problemas que se presentan
frecuentemente en los alumnos, incluyen dificultades de diversa índole entre las que se
pueden citar: depresión, problemas con el consumo de alcohol y/o drogas, ideación suicida,
conducta sexual de riesgo, por mencionar algunos. En este sentido, existe una estrecha
relación entre desempeño, salud física y salud mental que juegan un papel determinante tanto
en su formación profesional como personal. De esta manera, se hace cada vez más importante
contemplar el bienestar de los jóvenes en todas sus aristas para un adecuado recorrido
profesional, puesto que existe una vasta literatura que muestra cómo las problemáticas
pueden afectar el desarrollo y conclusión de la vida universitaria (Riveros, 2018).
Bauman (2010, pag. 70; cit. En Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017) describe que la persona
empoderada es “capaz de elegir y de actuar conforme a lo elegido y eso, a su vez, implica la
capacidad de influir en el conjunto de acciones alternativas disponibles y en los escenarios
sociales en los que se eligen y materializan esas opciones”. Esta definición se dirige a la
capacidad de decisión y por tanto a la capacidad de actuar de forma consecuente con lo
decidido.
A su vez el empoderamiento se ha evaluado en relación con otras variables como por ejemplo
con el género y la salud sexual (Peterson, 2010); en mujeres (Padilla Gámez & Cruz del Castillo,
2018); autoeficacia en el climaterio; (Doubova, Espinosa, Infante, Aguirre, Rodríguez, Olivares
& Pérez, 2013); pero poco con estudiantes universitarios (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017).
En este sentido, algunos instrumentos desarrollados para evaluar el empoderamiento se
encuentra la “Escala de percepción de empoderamiento comunitario” de Carnaval (1999),
consta de 27 reactivos distribuidos en 4 factores que evalúan: participación e influencia,
liderazgo, interés comunitario y control personal; diseñado principalmente para mujeres en
Colombia.
A su vez, Casique (2016) plantea la “Encuesta sobre noviazgo, empoderamiento y salud sexual
y reproductiva en adolescentes estudiantes de preparatoria en México (ENESSAEP), cuenta con
6 factores: empoderamiento social, actitudes frente a roles de género, autoestima, poder en la
relación de pareja, agencia personal y poder en la relación sexual. Como se puede observar es
una encuesta que posee una serie de elementos que se relacionan con la salud sexual, los roles
de género y el poder en las relaciones, sin embargo se diluye el constructo del empodera- N.
Padilla Gámez et al. / Journal of Behavior, Health & Social Issues, 12, 1 (2020) pp. 59-65 61
miento además que está diseñada para población adolescentes, no para universitarios.
Con base en lo anterior, la pregunta es, ¿en términos conductuales, cómo se evalúa el
empoderamiento? particularmente en los jóvenes; en este sentido Soler, Trilla, Jiménez & Úcar
(2017) proponen que esto se puede observar en: a) la toma de decisiones y el actuar de forma
consecuente sobre aquello que afecta la propia vida, b) el poder participar en la toma de
decisiones e intervenir de forma compartida y responsable en lo que afecta a la colectividad de
la que se forma parte y al medio en el que se vive. Este planteamiento se hace cada vez más
urgente en un mundo en el que es cada vez más evidente que las acciones o decisiones
tomadas en lo individual formarán parte, tarde o temprano, del cambio en lo colectivo. De esta
manera, se hace necesaria una mirada multidimensional tanto en lo individual como en lo
relacional y colectivo –por lo tanto, se vuelve conveniente hacer la distinción entre lo que sirve
para poder controlar autónomamente la propia vida, y lo que sirve para poder participar en
asuntos sociales-, de tal forma que el empoderamiento debe acoger conjuntamente ambas
dimensiones, sobre todo en las nuevas generaciones, ya que el impacto que tendrán en lo
individual también tendrá un efecto en el contexto de su vida profesional.
Desde esta mirada, se vuelve importante destacar cuáles pueden ser los espacios de
empoderamiento más significativos para los jóvenes (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017), y uno
de los de mayor importancia son las instituciones educativas formales: institutos de enseñanza
secundaria, universidades, centros de formación profesional (Peterson, 2010), así también:
instituciones educativas no formales y de educación social (centros juveniles, instituciones,
grupos de educación en el tiempo libre, etc.); asociaciones políticas; instituciones culturales,
artísticas, deportivas y sanitarias (museos, bibliotecas, clubes deportivos, hospitales y centros
de salud); espacios ciudadanos públicos (plazas, parques, la calle, centros comerciales y
recreativos, etc.); el ámbito familiar; el ámbito laboral y los espacios virtuales, las TIC, medios
de comunicación y redes sociales (Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, 2017). De esta manera, se
observa cómo los espacios educativos formales, en este caso los universitarios juegan un papel
crucial en el empoderamiento de los jóvenes, pues se torna un espacio en el que no sólo se
forman cualidades académicas, sino recursos personales y relacionales, es el ámbito en el que
pasarán de lleno a la vida adulta, por tanto se hace necesario tener herramientas válidas y
confiables que puedan medir el empoderamiento en esta etapa de vida.
Con base en lo anterior, el objetivo del presente estudio fue evaluar las propiedades
psicométricas del instrumento de empoderamiento y agencia personal así como validar la
versión corta (EMPAP diseñado y validado originalmente para mujeres) adaptado a una
muestra de jóvenes universitarios.
Método
Participantes
El presente estudio que parte de una investigación más amplia, participaron 614 estudiantes
universitarios del primer año de licenciatura de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala
(FESI) – UNAM de las carreras: psicología, medicina, biología, enfermería, odontología y
optometría de la modalidad presencial. Por medio de un muestreo probabilístico por
conglomerados (Kerlinger & Lee, 2003), se seleccionaron dos grupos del turno matutino y dos
grupo vespertino de las seis carreras que se imparten en una facultad localizada en el
municipio de Tlalnepantla, Estado de México.
La muestra para el AFC quedó conformada por 255 participantes de los cuales el 38% (97) son
hombres y 62% mujeres (158), con edades entre 17 y 29 años (M=18 D.E= 1.8), el 80.7%
heterosexuales (205), 9.8% bisexuales (25) y 8.7% homosexuales (22) el resto no respondió; en
su mayoría solteros (92.8%); la religión versa entre: católicos el 56.7% y ateos 35.2%.
Pertenecientes a las carreras: de psicología 19.6% (50), medicina 20.8% (53), biología 18.4%
(47), optometría 11.4% (29), enfermería 18.4% (47) y odontología 11.4% (29). El 44.3%
reportaron sí tener pareja actualmente mientras el 55.7% dijeron que no.
Procedimiento
Para cumplir con los lineamientos éticos: en cada grupo se explicó el propósito e importancia
de la investigación, asegurando la confidencialidad y anonimato de sus datos, así como la
libertad de abandonar el estudio en el momento que lo desearan, aunado a lo anterior se
incluyó un consentimiento informado, el cual fue firmado por los participantes libre y
voluntariamente.
Finalmente, los datos se capturaron y analizaron con ayuda del Software Estadístico SPSS
versión 20 y del paquete estadístico AMOS 24 para Windows.
Instrumentos
Análisis de Datos
La muestra inicial (614 participantes) fue dividida de forma aleatoria en dos partes con ayuda
del programa estadístico SPSS versión 20 para Windows. Con este mismo programa se analizó
a la primera submuestra siguiendo el procedimiento estadístico para realizar el AFE partiendo
del análisis del instrumento original, es decir se seleccionaron los reactivos correspondientes a
cada factor del instrumento original (Agencia personal, Autoconciencia, Empoderamiento en la
Salud y Empoderamiento Social). Para el AFC se utilizó el paquete estadístico AMOS 24 para
Windows con la finalidad de encontrar un modelo psicométrico válido y confiable sensible a la
población universitaria.
Resultados
Con base en el análisis factorial confirmatorio realizado, los reactivos y pesos factoriales finales
se muestran en la siguiente tabla:
Análisis factorial confirmatorio
Por otra parte, el valor obtenido del coeficiente de normalidad multivariada fue significativa
(asimetría= 47.974, c.r.=20.897) lo que reflejó ausencia de normalidad en las variables a
utilizar. Por tal motivo, se decidió llevar a cabo el método de máxima verosimilitud con
corrección robusta de Browne, obteniendo los siguientes resultados sobre el modelo: la
prueba de bondad de ajuste absoluto arrojó resultados que indican que el modelo se ajustó
adecuadamente (X2=78.334, gl=48, p=.004), sin embargo, al usar el criterio de cociente
resultante de X2 /gl= 1.63, se refleja un valor cercano a 2 que muestra un ajuste aceptable.
Otros indicadores que respaldan este resultado fueron: el error cuadrático medio de
aproximación (RMSEA), con un valor de .050 que representa una valoración aceptable del
modelo; el residuo cuadrático medio (RMR) obtuvo un valor de .029 encontrándose por dentro
del mínimo recomendado .05; además el indicador de bondad de ajuste general (GFI=.974) y el
índice de ajuste normado (NFI=.935) arrojaron valores entre .9 y .97, que denotan que el
modelo tiene un ajuste satisfactorio (Tabla 2).
Los resultados obtenidos del modelo de medida AFC, revelan que tanto la consistencia interna,
calculada con base al coeficiente de confiabilidad compuesta (CR =0.54956225), como la
validez convergente (varianza entre indicadores y constructo), evaluada a través de la media
extraída (AVE =.9345), tuvieron puntuaciones por arriba de .5, lo que demostró que hay una
adecuación convergente, ya que más del 50% de la varianza del constructo es atribuida a sus
indicadores. Los resultados obtenidos del AFC, revelan la solución final del instrumento de
empoderamiento en estudiantes universitarios, conformándose así por cuatro factores de tres
reactivos cada uno, dando un total de 12 que evalúan agencia personal, empoderamiento en la
salud, autoconciencia y empoderamiento social, tal como el instrumento original (Figura 1).
Figura 1 Modelo del IEMPeU (Inventario de Empoderamiento en Estudiantes Universitarios).
Discusión
Con base en lo anterior, se puede observar que el instrumento de empoderamiento y agencia
personal muestra las características psicométricas adecuadas para medir dicho constructo en
estudiantes universitarios. La escala quedó conformada por doce reactivos, distribuidos en
cuatro factores como en el inventario original. Lo cual ofrece un instrumento válido y
confiable, sensible a dicha población y de fácil y rápida aplicación. El IEMPeU (Inventario de
Empoderamiento en Estudiantes Universitarios) explora en cuatro factores: agencia personal
que refiere a la capacidad de los individuos de tomar sus propias decisiones en torno a
situaciones de la vida, a la vez que se considera como la libertad de actuar en función de lo que
se necesita y se desea en diversos contextos, ya sea en lo individual (metas personales, salud,
sexualidad, etc.) como en lo interpersonal (pareja, familia, hijos, amistades, etc.); el segundo
factor que evalúa autoconciencia, hace referencia a la capacidad de los individuos de actuar en
situaciones de incomodidad o inestabilidad consigo mismo o con el contexto, no obstante se
requiere de autoconocimiento para lograr identificar las necesidades, deseos, metas, etc., que
se pretenden alcanzar en función del desarrollo personal. Para el empoderamiento en la salud,
se torna de vital importancia las situaciones y condiciones en que 64 N. Padilla Gámez et al. /
Journal of Behavior, Health & Social Issues, 12, 1 (2020) pp. 59-65 los individuos pueden hacer
respecto a su salud, ámbito que determinará la condición y calidad de vida en el futuro.
Finalmente, en el empoderamiento social se evalúan las decisiones que puedan tomarse en lo
personal e interaccional, por tanto se tornan importantes las redes de apoyo, la claridad en la
toma de decisiones para poder expresar necesidades o desacuerdos a quien sea.
Dentro de los reactivos que conforman la versión corta, se tiene para el factor de agencia
personal se presentó un énfasis importante en la toma de acciones en torno al abuso físico, al
acoso escolar y respecto a la aceptación, aspectos que son de vital importancia dada la
situación actual en el país. Es evidente que para las y los estudiantes universitarios, un área en
la cual deben percibir herramientas de acción es en torno a los límites y la escuela no es la
excepción: pues cada vez es más visible el acoso escolar en las instancias escolares. En cuanto
al factor de empoderamiento en la salud, los reactivos que conforman la versión corta
responden principalmente a la importancia de atender problemáticas relacionadas con el
consumo de alcohol y drogas, así también como el hacer algo respecto al proceso de salud-
enfermedad.
Cabe resaltar cómo para esta población, el tema del alcohol y las drogas se torna para muchos
en un problema, existen cifras que confirman que los jóvenes tienen un consumo importante
que tarde o temprano puede derivar en un problema de salud individual y de salud pública
(INSP, 2017); en este sentido, se vuelve importante detectar si existe una problemática de esta
índole al inicio de la formación universitaria, con la finalidad de hacer un abordaje
multidisciplinario y dotar a los estudiantes de herramientas que les permitan afrontar esta
situación que desafortunadamente es muy frecuente en nuestro país.
Por otra parte, los reactivos del factor de autoconciencia evalúan principalmente si los
individuos cuentan con las herramientas para solucionar problemas de índole personal, este
factor alude principalmente al autoconocimiento, pues sin éste es difícil que una persona
pueda detectar sus necesidades y por tanto, hacer algo al respecto para cubrirlas. En este
orden de ideas, Soler, Trilla, Jiménez & Úcar, (2017) hablan de lo sustancial que se vuelve la
congruencia entre las decisiones y las acciones, aquí se plantea lo importante que es para los
jóvenes el autoconocimiento, el que tengan los escenarios necesarios para explorarse y
ejercitar en situaciones cuidadas (p. ej. En los programas institucionales, talleres, charlas,
cursos, etc.) lo que les genera bienestar o malestar.
Por otra parte, también se agrupó un reactivo que puede ser un indicador importante para el
bienestar de los individuos y particularmente de los universitarios, este es la percepción de
poder hacer algo frente al estrés. Particularmente esta etapa que está llena de retos
autoimpuestos y del contexto, donde los jóvenes viven etapas de alta exigencia que puede
impactar seriamente a su salud.
Es en este tenor, que se vuelve una necesidad sustancial el dotar a los jóvenes universitarios
de herramientas de afrontamiento del estrés, actividades que proporcionen espacios de
entretenimiento, ejercicio, relajación, etc. Así como estrategias de autorregulación pues
dentro de esta población también existe un riesgo importante derivado del estrés que es la
ideación e intento suicida (Padilla Gámez, Sebastián & Eguiluz, 2017).
Finalmente, los reactivos del factor del empoderamiento social en la versión corta refieren a la
importancia de la expresión de los desacuerdos así como de las necesidades a quien sea. Estos
ítems se vuelven decisivos en el camino del empoderamiento, pues de esta manera se puede
evaluar que los jóvenes se perciban con la capacidad asertiva de identificar lo que les causa
malestar y poderlo plasmar en el contexto necesario. Así también respecto a la orientación
sexual, pues es una etapa en la que se tiende a asumir la salida del clóset y afrontar la vida
sexual ante la sociedad (Lozano Verduzco & Salinas Quiroz, 2016).
De esta manera, esta escala ofrece la posibilidad de identificar variables relacionadas como: la
conducta sexual de riesgo, percepción de vulnerabilidad, ideación e intento suicida, uso de
sustancias adictivas, etc. Que como lo menciona la literatura se relacionan estrechamente con
el empoderamiento (Campero, Atienzo, Suárez, Hernández &Villalobos, 2013; INSP Instituto
Nacional de Salud Pública, 2014; 2017; Sánchez Vidal, 2013). Asimismo presenta las
características psicométricas necesarias para ser un instrumento válido, confiable y sensible
para la población universitaria.
Conclusiones
Como lo plantea Riveros (2018), es cada vez más urgente dotar a los universitarios de
habilidades psicosociales que les provean de las herramientas necesarias para afrontar las
situaciones que se les presenten. Es en este sentido, que se hace cada vez más importante
hacer un tamizaje de línea base a los estudiantes universitarios de primer ingreso, pues es con
base en este que se puede evaluar continuamente cuáles son sus fortalezas y también sus
áreas de oportunidad para que en función de éstas se puedan desarrollar programas de
prevención y atención de situaciones que ponen a los estudiantes en riesgo personal,
relacional, académico y social.
Motivaciones y burnout en el voluntariado
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
INTRODUCCIÓN
Las motivaciones de los voluntarios, es d e c i r, las razones por las deciden dedicar parte de su
tiempo y de sus esfuerzos a ayudar a otras personas que no conocen y por un tiempo
relativamente pro l o n g ado, aparecen en la literatura psicosocial como el factor más
importante para explicar diferencias entre voluntarios y no voluntarios, y entre voluntarios que
continúan y voluntarios que abandonan sus actividades (Penner y Finkelstein, 1998; Omoto y
Snyder, 1995; Black y Di Nitto, 1994; Clary y Snyder, 1991). Por el contrario, el burnout o
«síndro m e del quemado» ha empezado a ser estudiado en voluntarios muy recientemente.
LópezCabanas y Chacón (1997) comprueban que desde 1989 a 1996 tan solo apare c i eron en
las principales bases documentales psicológicas y médicas cinco trabajos que estudiasen
directamente el burnout de los voluntarios. En tres de ellos, se comparaban las variables que
facilitan el burn o u t en profesionales y voluntarios (Capner y Caltabiano, 1993; Glass et al.,
1992; Paradis y Usui, 1989). Por su parte, Lafer (1991) investigó el burnout en voluntarios que
trabajaban en el ámbito hospitalario, mientras que Cyr y Dowrick (1991) investig a ron este
mismo síndrome en voluntarios que desarrollaban intervenciones en crisis. El burnout ha sido
estudiado tradicionalmente en relación con el abandono del trabajo por parte de los
profesionales de la salud y puede definirse como «una re spuesta a un estrés emocional
crónico cuyos rasgos principales son el agotamiento físico y psicológico (emocional), una
actitud fría y despersonalizada en la relación con los demás (pacientes) y un sentimiento de
inadecuación a las tare a s que se han de desarrollar (reducción del sentido de realización
personal)» (Maslach y Jackson, 1982). Algunos aspectos del trabajo de los p rofesionales de la
salud facilitan la aparición del síndrome del quemado. Entre ellos, cabe citar los siguientes
(Pines y A ronson, 1989):
1. Tratar con mucha gente. Un aspecto clave para el desarrollo del burnout es la cantidad y
grado de contacto que mantienen con los re c e p t o res de los servicios. Este contacto puede
ser muy gratificante, p e ro también supone grandes demandas emocionales por motivos
diversos.
3. Control. Existen muchos aspectos que están fuera de control en los escenarios de salud, y
esto provoca sentimientos de impredictibilidad, que re p e rcuten en las personas tanto física
como emocionalm e n t e .
ESTUDIO PILOTO
El cuestionario adaptado pre s e n t a b a una elevada fiabilidad a=0.9). Este buen dato, aun
teniendo en cuenta la inestabilidad de las covarianzas, debido al tamaño de la muestra nos
permitió utilizar el Cuestionario de Motivaciones en las siguientes fases de la investigación.
Esto podría estar reflejando un efecto techo en la variable Motivaciones: al ser tan
homogéneamente alta la puntuación de los voluntarios en esta variable, la variabilidad
disminuye y con ello las corre l a c i o n e s .
Los cinco ítems de esta subescala se han dispersado por el re s t o de las subescalas. Los dos
ítems referidos a la necesidad de ponerse a prueba y evaluarse (87 y 72) han pasado a saturar
en la escala de Incremento de la Estima y todos estos ítems componen un factor que nosot ros
hemos denominado también de Desar rollo Personal, pero dándole un significado más unitario
y genérico referido a todos los aspectos relacionados con uno mismo. Este nuevo factor re p
resentaría la función de defensa del yo o de autoprotección re specto a los propios miedos e
inseguridades generales y también específicos (como por ejemplo ante el SIDA). Los dos ítems
re f e r idos a la necesidad de relacionarse con o t ros (66 y 80) han quedado aislados,
constituyendo el último factor, denominado Relaciones Sociales y el ítem referido a la
necesidad de adquirir experiencia en temas emocionalmente difíciles (68) ha pasado a saturar
en el factor de Conocimiento, pues la experiencia sería una de las posibles consecuencias del
aprendizaje y el conocimiento sobre un tema.
Por otra parte, la elevada fiabilidad del Cuestionario total y de sus subescalas nos permite
afirmar que el CMVS, adaptado a la población española cuenta con el suficiente nivel de
consistencia intern a para medir las motivaciones de: Desarrollo Personal, Interés por la
Comunidad, Conocimiento, Va l o res y Relaciones Sociales de los voluntarios que trabajan en
el campo del SIDA, aunque este último factor necesitaría ser confirmado en poster i o res
investigaciones, incluyendo un n ú m e ro mayor de ítems.
ESTUDIO SOBRE LAS MOTIV A C I O N E S DE UNA MUESTRA DE VOLUNT A R I O S E S PAÑOLES
EN EL CAMPO DEL SIDA
En un trabajo más reciente (Vecina y Chacón, 1999) hemos tratado de avanzar algo más en el
estudio de las motivaciones de los voluntarios españoles, tratando de comprobar la influencia
de variables sociodemográficas (edad, sexo, nivel de estudios, situación laboral, tipo de org
anización en la que se trabaja como voluntario, tiempo de permanencia en una o rganización y
conocimiento previo a la decisión de ser voluntario de alguna persona con sida), en las
motivaciones de los voluntarios, medidas con el CMVS. Un segundo objetivo de este trabajo
era comp robar si existía un perfil motivacional específico que pudiera ser asociado al tiempo
de permanencia en una org a n i z ación, ya que podríamos, de esta manera, conocer el perfil
motivacional que caracteriza a los voluntarios que mayor tiempo llevan en una org a n i z a c i ó
n.
Este estudio fue realizado con una muestra de 112 voluntarios, pertenecientes a nueve
organizaciones diferentes. Con los datos obtenidos se re a l i z a ron, por una parte, análisis de
varianza para comprobar posibles diferencias motivacionales e n t re los diferentes grupos
formados en función de las variables sociodemográficas. Se calculó, además, la potencia de las
d i f e rencias encontradas. Por otra parte, se realizó un análisis de conglomerados con las
puntuaciones de los voluntarios en las escalas de CMVS y con el tiempo pre v i o que llevaban
en la organización (el grupo 1 estaba formado por voluntarios que llevaban menos de 3 meses
en la org a n i z a c i ó n, los voluntarios del grupo 2 llevaban entre 4 y 7 meses, los del grupo 3
llevaban entre 8 y 18 meses y los del grupo 4 llevaban más de 19 meses en la organización).
De los resultados obtenidos, se puede concluir que, en general, los voluntarios se ven a sí
mismos motivados especialmente por la motivación de Valores, es decir, por un interés
humanitario por ayudar a otros. Además, para los voluntarios que más tiempo han
permanecido en una organización, las motivaciones heterocentradas son significativamente
más importantes que para los voluntarios que menos tiempo han permanecido, lo que nos
indicaría que, en principio, estas motivaciones son las más relacionadas con la mayor duración
del voluntariado.
Ahora bien, el análisis más profundo de los datos aportados por el análisis de conglomerados
revela que los voluntarios que más tiempo han permanecido en una o rganización presentan
un perfil motivacional caracterizado por conceder una importancia mayor a las motivaciones
autocentradas que los voluntarios que llevaban menos tiempo, y por conceder, tanto a las
motivaciones heterocentradas como a las autocentradas mucha más importancia que el resto
de los voluntarios que llevaban menos tiempo en las organizaciones. Por tanto, debemos
suponer que las motivaciones autocentradas también juegan un importante papel en la
permanencia de los voluntarios. (Ver gráfico 1)
En el estudio que describimos, las medidas de las variables se tomaron en un único momento
temporal, por lo que sólo podemos aproximarnos a la respuesta y aventurar una posible
hipótesis sobre la evolución temporal de las motivaciones. En este sentido, podríamos suponer
que las personas que deciden ser voluntarias estarían motivadas tanto por motivos
heterocentrados como autocentrados. En este primer momento temporal, podemos suponer
que el nivel de expectativas es muy alto y el nivel de conocimiento de la realidad muy bajo, por
lo que, transcurridos unos primeros meses de toma de contacto con la realidad, los voluntarios
experimentarían una importante bajada en sus motivaciones. Se produciría, por tanto, un alto
porcentaje de abandonos, que sería debido, fundamentalmente, a la no satisfacción de las
motivaciones iniciales. Pasados estos primeros meses, y siguiendo las hipótesis del modelo de
Piliavin y Callero (1991), los voluntarios que continuasen, empezarían a incorporar a su
identidad personal el rol de voluntario, por lo que experimentarían un incremento de las
motivaciones centradas en los demás y no de las motivaciones centradas en ellos mismos. Este
perfil, que hemos denominado autosacrificado, no podría ser mantenido a largo plazo, por lo
que en un cuarto momento temporal, transcurrido el año y medio, los voluntarios
incorporarían a las motivaciones heterocentradas las autocentradas.
Finalmente, podemos concluir que, según los datos aportados por este estudio, aquellos
voluntarios que se prepaban y burnout en el voluntariado en gran medida por los demás, sin
por ello olvidarse de sí mismos eran los que más tiempo había permanecido en una org a n i z a
c i ó n Consideramos, que este tipo de voluntariado está expuesto a situaciones de una alta
demanda emocional al igual que los profesionales de la salud, en los que típicamente se ha
estudiado este s í n d ro m e .
El objetivo fundamental de este estudio fue conprobar si los voluntarios que desar rollaban
tareas socioasistenciales con personas afectadas por sida o cáncer estaban o no afectados por
el síndro m e del burnout. Consideramos, que este tipo de voluntariado está expuesto a
situaciones de una alta demanda emocional al igual que los profesionales de la salud, en los
que típicamente se ha estudiado este s í n d ro m e . Para satisfacer este objetivo se aplicó una
adaptación del «Cuestionario de Burnout de Maslach» (Maslach y Jackson, 1982), compuesto
por 22 ítems que miden la frecuencia con la que se experimentan d e t e rminados
sentimientos (1 significa que nunca se experimenta un sentimiento d e t e rminado y 5 que se
experimenta diariamente). Los ítems se agrupan en tre s subescalas: Cansancio Emocional (9
ítems), Despersonalización (5 ítems) y Evaluación negativa de uno mismo (8 ítems).
El índice de fiabilidad a de la escala total es de 0.64, y el de las subescalas es de 0.8, 0.5 y 0.7 re
spectivamente.
El sentido de estas diferencias indica que los voluntarios que trabajaban en más de una
organización experimentaro n con una mayor frecuencia los síntomas del burnout, que los que
trabajan sólo en una, y, específicamente, una menor gratificación personal.
También es posible señalar que los voluntarios que realizaban sus actividades en
organizaciones de carácter re l i g i o s o p resentaban un menor grado de burn o u t y una
mayor gratificación personal que los que lo hacían en organizaciones laicas.
El hecho de que los síntomas del burnout se experimenten con una baja frecuencia podría
llevarnos a pensar que los voluntarios no se ven afectados por este p roblema. No obstante, es
necesario re a l izar una serie de precisiones que pondrían en cuestión esta primera conclusión.
En primer lugar, existe una importante d i f e rencia entre ser voluntario y trabajar en una
organización como pro f e s i o n a l . Mientras que los primeros pueden abandonar libremente
su vinculación con la org anización en cuanto que experimentan algún signo de malestar, los
pro f e s i o n a l.se ven obligados a permanecer en sus puestos por un período de tiempo
mucho más prologado, en el que los síntomas de b u rnout se intensificarían. Esto nos hace
suponer que será difícil encontrar voluntarios que estén en activo y muy quemados, p o rque,
como es lógico, abandonarán su actividad antes de llegar límites extre m o s .
Además, hay que tener en cuenta que todos los voluntarios de nuestra muestra estaban en
activo en el momento de tomar las medidas, y que aún no se han realizado los seguimientos
que nos perm itirán comparar quienes abandonan y quienes permanecen. Por lo que la pro b
abilidad de que los voluntarios de la muestra utilizada estuviesen quemados es muy p e q u e ñ
a.
Habría que pensar que el cuestionario utilizado para medir burnout, que es una adaptación del
diseñado originalmente para profesionales, no es lo suficientemente sensible para dar cuenta
de índices significativos de burnout en voluntarios, por lo que sería necesario m o d i f i c a r l o.
La investigación longitudinal que estamos realizando y cuya primera fase es la que aquí hemos
presentado nos perm i t i r á verificar si los voluntarios abandonan p o rque se queman y en
este caso, el nivel máximo de burnout que alcanzan antes del abandono, o inmediatamente
posterior al abandono. En este momento hipotetizamos que el burnout será máximo, aunque
prevemos que raramente alcanzará las altas cotas obtenidas en los estudios que se han
realizado con muestras de profesionales
CONCLUSIONES
Los resultados de estos primeros estudios permiten concluir, en primer lugar, que el
instrumento de medida de las motivaciones de los voluntarios en el campo del sida es bueno,
ya que, además de ser fiable, re p roduce la estructura de cinco factores de cuestionario
original. Esto permite medir las motivaciones de: « v a l o res», «interés por la comunidad»,
«conocimiento», «desarrollo personal» y « relaciones sociales».
En segundo lugar, parece que, con independencia del tiempo de perm a n e n c i a , los
voluntarios señalan que la motivación más importante para ellos es la de «valores»
(motivación heterocentrada). Además, si relacionamos el tiempo de perm a n e n c i a con las
motivaciones, observamos que las h e t e rocentradas son significativamente más importantes
para los voluntarios que más tiempo han permanecido en una o rganización. No obstante, el
análisis de los perfiles motivacionales asociados al tiempo de permanencia, nos permite comp
robar que los voluntarios que más tiempo llevan en una organización (más de un año y medio)
conceden más importancia a las motivaciones autocentradas (conocimiento, desarrollo
personal y relaciones sociales) que los que llevan menos tiempo, por lo que podemos concluir
que, tanto las motivaciones heterocentradas como las autocentradas, en sus niveles altos, se
relacionan con la permanencia de los voluntarios.
En tercer lugar, parece que la muestra de voluntarios estudiada presenta niveles bajos de
burnout. Sin embargo, este dato no permite concluir que los voluntarios no se ven afectados
por el burnout porque, en primer lugar, los voluntarios de la muestra estaban en activo en el
momento de tomar la medida, con lo que es poco p robable que estuviesen quemados, y en
segundo lugar, porque aún no se han re alizado los seguimientos de los sujetos que nos
permita conocer quienes siguen y quienes no y el nivel de burnout previo al abandono. Es
preciso realizar estudios longitudinales más amplios, tanto para c o m p robar la evolución de
las motivaciones a lo largo del tiempo, como para conf i rmar si el burnout re p e rcute o no en
el abandono de los voluntarios.
La literatura política al uso ha pretendido establecer una línea divisoria entre el activis - mo
político y el compromiso ecológico. Desde esta perspectiva se ha intentado separar la
participación política convencional, adscrita a opciones de partido de la participación en
movimientos no convencionales o alternativos, como las organizaciones de conservación de la
naturaleza. De acuerdo con esta misma línea, la investigación psicosocial ha intentado
desarrollar modelos explicativos diferentes para ambas formas de participación, consoli -
dando la distinción entre formas convencionales de participación y la acción vinculada a los
denominados nuevos movimientos sociales, entre los que se identifica el movimiento
ambientalista. El objetivo de este trabajo es analizar el perfil sociopolítico del activismo
ambiental en relación con otras formas de acción social y política. A partir de un cuestiona - rio
aplicado a 257 personas, residentes en las Islas Canarias, se contrasta la militancia en
organizaciones ambientalistas con la participación en organizaciones políticas, comunita - rias y
de ocio, así como con los sujetos no activos. Los resultados ponen de manifiesto la vinculación
de los activistas ambientales con otras formas de participación sociopolítica y la existencia de
un perfil diferencial en cuanto a la orientación ideológica y a la percepción de su capacidad
política.
PALABRAS CLAVE
Los modos de intervención política de la ciudadanía han sufrido una evidente diversificación
dentro de los sistemas de democracia representativa, situándose frecuentemente más allá del
voto como conducta fundamental. Sabucedo (1996) identifica la mayor familiaridad y contacto
de los ciudadanos con el funcionamiento del sistema político como elementos claves para
entender la aparición de fórmulas participativas alternativas. Un mayor nivel de conocimiento,
información y educación política ciudadana implica, en tal sentido, la posibilidad del desarrollo
de nuevas destrezas y vías de acción a la hora de enfrentarse a la toma de decisiones, cuyo
objetivo último no es otro que el sostenimiento de un mayor nivel de control directo e
indirecto de los procesos políticos.
Por lógica, esta ampliación de las formas de acción política ha supuesto la modificación del
propio término de participación. Bajo este concepto se agrupan desde acciones recogidas en el
marco legal de la práctica política, hasta el recurso a actividades violentas. Por otro lado,
engloba actividades a diferente escala, entre el "microescenario" propio de las acciones
vecinales y el nivel macro de las intervenciones que afectan, por ejemplo, a la totalidad de un
país o, incluso, al planeta en su conjunto. En este contexto, ha adquirido una particular
relevancia el análisis de los procesos participativos a partir del desarrollo, en los estados
occidentales postindustriales, de formas de intervención sociopolítica entre los que se
encuentra la movilización proambiental. El ambientalismo como movimiento en torno a las
condiciones, cambios, defensa y protección del medio ambiente y la naturaleza destaca
esencialmente como uno de los ejemplos más característicos de lo que se entiende por nuevos
movimientos sociales. El objetivo principal del trabajo que aquí se presenta es identificar el
perfil psicosocial del ambientalismo a partir de las relaciones existentes entre la participación
ambiental y otros tipos de comportamiento participativo, analizando en particular la influencia
de la percepción de la acción política y de orientación ideológica.
El concepto de crisis ecológica generada por la expansión del sistema productivo tendrá su
origen en la segunda mitad de la década de los sesenta, y se consolidará a lo largo de los
setenta. El auge del movimiento ecologista y de protección del medio ambiente coincide, en
este sentido, con la surgencia de trabajos que, principalmente desde la Ecología, aportan
evidencia empírica sobre el impacto negativo que determinadas actividades productivas
provocaban sobre los ecosistemas en general y, en última instancia, sobre el ser humano.
Se tiende a identificar dos corrientes ideológicas que conviven en el seno del movimiento de
conservación de la naturaleza, producto de su evolución histórica y social más inmediata: la
corriente conservacionista y la corriente ecologista (Martín Crespo, 2002). El conservacionismo
se centra en la alta valoración y protección de los enclaves naturales y de ciertas especies, sus
actuaciones estarían orientadas por el pragmatismo y la colaboración institucional, alejadas
aparentemente de consideraciones de carácter político. Por el contrario, el ecologismo estaría
centrado en la consecución del control comunitario de la gestión del espacio, asumiendo que
las condiciones ambientales son ilegítimas en términos sociales y económicos. Así, incorpora
“un componente básico de denuncia que mplicaba interpretar el deterioro del medio como un
agravio injusto y reivindicar derechos considerados como propios” (Martín Crespo, 2002, pág.
349).
Desde los trabajos que analizan los procesos de movilización (p.e. Castells, 1986; Klandersman,
1996) se apunta la distinción en la organización social entre movimientos sociales y el sistema
y las acciones políticas. La acción de los movimientos sociales, en términos de participación,
poseería un carácter explícitamente no institucional y de innovación, frente a las formas de la
participación política institucional y legal, que instrumentalizarían los procesos de negociación
social. Tal diferenciación conceptual no implica, sin embargo, la total desvinculación de los
movimientos sociales y el sistema político. Así, aun cuando la autonomía de los movimientos
sociales -respecto a las organizaciones políticas- se plantea en lo que se refiere a aspectos
ideológicos y de organización, la consecución de los objetivos de los movimientos sociales
pasaría por su conexión con el sistema formalizado de la actuación política. Los movimientos
sociales quedan definidos, de esta manera, por su naturaleza transformadora y de oposición a
los intereses, los valores y las instituciones políticas socialmente dominantes.
Desde el punto de vista individual, los factores que permiten explicar el nivel de implicación
personal se desarrollan alrededor de los conceptos de sentido de control, poder y eficacia
asociada a la capacidad de intervención política de los individuos. En este conjunto de
conceptos destaca especialmente el sentimiento de impotencia política -powerlessness-, como
factor directamente relacionado con el comportamiento y la participación política. Este
constructo hace referencia a la falta de control percibida, es decir, a las existencia de
expectativas por las cuales las personas asumen que su propia conducta ha dejado de influir en
los resultados políticos que desea (Sabucedo,1988). En contraposición al sentimiento de
impotencia, se encontraría el concepto de competencia, en sentido de eficacia personal
percibida, relacionada con la posibilidad de influir en la toma de decisiones políticas.
Ya sea en sentido positivo como en sentido negativo, sin embargo, la evidencia empírica
confirma la relación del sentimiento de capacidad política que mantengan las personas con el
nivel de participación política de las mismas, tanto en el ámbito de la participación institucional
como no institucional (p.e., Sobral, Sabucedo y Vargas,1986; Watanabe y Milburn, 1988).
Según Yeich y Levine (1994), la eficacia política se asocia a tres factores diferentes: la
percepción de competencia personal (eficacia interna), la percepción de respuesta del sistema
(eficacia externa) y la percepción de la eficacia política colectiva. Atendiendo a esta distinción,
la participación es mayor cuando la percepción de la eficacia personal y colectiva es alta, y la
percepción de eficacia externa es baja. En este sentido y en relación con las condiciones
ambientales, el sentimiento de impotencia o de baja competencia política supone tanto una
valoración negativa la capacidad de respuesta personal, como de la capacidad de respuesta del
sistema político convencional ante los problemas que se denuncian, todo lo cual explicaría un
bajo nivel de participación y militancia.
El objetivo de este trabajo es analizar el perfil sociopolítico del activismo ambiental en relación
a dos aspectos de los comentados en los párrafos precedentes. Por un lado, se trata de evaluar
la consistencia de las acciones participativas; esto es, analizar en qué medida la participación y
el activismo ambiental suponen, también, la implicación de los militantes proambientales en
otros ámbitos de la acción social, haciendo especial hincapié en los vínculos con los
restantlado, se pretende analizar la relación entre la conducta participativa y factores de
percepción de la actividad política, específicamente, la relación con orientación política y con
la capacidad política autopercibida.
MÉTODO
Sujetos
Participaron en esta investigación 257 sujetos, 103 hombres y 154 mujeres, con una edad
media de 26 años y una desviación típica de 7,6 años. Del total de sujetos, un 24,9 % (n= 64)
eran miembros de alguna organización o grupo ecologista, frente a las restantes 193 personas
no activistas
Instrumento y procedimiento
La sesiones colectivas, tanto en las aulas universitarias como en las reuniones de las
organizaciones ambientalistas, tuvieron una duración aproximada de treinta minutos.
RESULTADOS
Con respecto a las pruebas a priori, se obtuvieron diferencias significativas entre las personas
no activistas y las activistas tanto en el grupo de hombres, como en el de mujeres
(F1,253=94,15, p=0.00; F1,253=101,3 p=0.00, respectivamente). Además, aparece una
diferencia significativa entre hombres y mujeres en el grupo activista (F1,253=4,50; p=0.035),
pero no en el no activista (F1,253=3,10; p=0.079).
Respecto al efecto de la edad, existe una correlación significativa positiva, aunque baja, (r=
0.18, p< 0.01, n= 239) entre edad e índice general de participación. Son los sujetos de más
edad los que tienden a desarrollar un mayor nivel de participación, frente a aquellos más
jóvenes, teniendo en cuenta la media de 25,9 años y una desviación típica de sólo 7,6.
DISCUSIÓN
Por otro lado, el activismo ambiental se relaciona con otras formas de activismo, como sucede
con aquellas de naturaleza política convencional (militancia en partidos o sindicatos), y aún,
más claramente, con el activismo en organizaciones ciudadanas (humanitarias, vecinales...) y
alternativas (feministas, pacifistas...). Los activistas ambientales son sujetos, así, con una alta
presencia en la vida pública. Consistentes con este razonamiento se muestran los resultados
asociados a la medida de la percepción de impotencia política. La capacidad política percibida
está asociada los niveles de participación en acciones proambientales, si bien esta relación sólo
se encuentra en el grupo de activistas. Aunque la significación hallada no es alta, parece indicar
la existencia de una forma diiferente de intrepretar las posibilidades de influir en las decisiones
ambientales entre activistas y no activistas Los activistas consideran que el comportamiento
político personal es eficaz en la consecución de las metas que se persigue, de forma que
resulta consistente con el nivel de participación desarrollado. Sin embargo, no resulta
significativa la relación entre capacidad percibida (en sentido negativo) y comportamiento
participativo, entre aquellas personas no integradas en organizaciones ambientalistas. Es decir,
las personas que participan son aquellos que esperan que sus acciones sean útiles para
alcanzar los resultados previstos. Por contra, el sentimiento de incapacidad política no parece
estar relacionado con el nivel de participación que mantienen aquellas personas no integradas
en organizaciones proambientales.
En relación con el efecto de la edad, la c o r relación positiva hallada parece contradecir los
resultados obtenidos en otras investigaciones, en las que se identifica un mayor nivel de
participación pro a m b i e n t a l e n t re los jóvenes (v.g., Arcury y Christianson, 1990; Scott y
Willis, 1994). En nuest ro caso, el hecho se explicaría teniendo en cuenta la alta homogeneidad
en la edad de la muestra y su media, 26 años. Nuestra muestra pertenece al segmento joven
de la población canaria, por lo que la interpretación de esta correlación positiva no debe
interpretarse de forma distinta a lo señalado por la bibliografía antecedente. No obstante, el
resultado, aunque significativo, ha de tomarse también con cautela, debido a que la
correlación entre edad y conducta es baja.