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POEMAS

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Dulzura, de Gabriela Mistral

Madrecita mía,
madrecita tierna,
déjame decirte
dulzuras extremas.

Es tuyo mi cuerpo
que juntaste en ramo,
deja revolverlo
sobre tu regazo.

Juega tú a ser hoja


y yo a ser rocío,
y en tus brazos locos
tenme suspendido.

Madrecita mía,
todito mi mundo,
déjame decirte
los cariños sumos.

Consejo maternal, de Olegario Víctor Andrade


Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día,
(aún me parece que escucho en el ambiente
de su voz la celeste melodía).

Ven y dime qué causas tan extrañas


te arrancan esa lágrima, hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gota cuajada de rocío.

Tú tienes una pena y me la ocultas:


¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?

¿Quieres que te adivine lo que sientes?


Ven para acá, pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.

Yo prorrumpí a llorar. Nada, le dije,


las causa de mis lágrimas ignoro;
pero de vez en cuando se me oprime
el corazón, y ¡lloro!...

Ella inclinó la frente pensativa,


se turbó su pupila,
y enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:

Llama siempre a tu madre cuando sufras


que vendrá muerta o viva:
si está en el mundo a compartir tus penas,
y si no, a consolarte desde arriba.

Y lo hago así cuando la suerte ruda


como hoy perturba de mi hogar la calma,
invoco el nombre de mi madre amada,
¡y entonces siento que se ensancha mi alma!

Rima LIII
Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día,
(aún me parece que escucho en el ambiente
de su voz la celeste melodía).

Ven y dime qué causas tan extrañas


te arrancan esa lágrima, hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gota cuajada de rocío.

Tú tienes una pena y me la ocultas:


¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?

¿Quieres que te adivine lo que sientes?


Ven para acá, pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.

Yo prorrumpí a llorar. Nada, le dije,


las causa de mis lágrimas ignoro;
pero de vez en cuando se me oprime
el corazón, y ¡lloro!...

Ella inclinó la frente pensativa,


se turbó su pupila,
y enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:

Llama siempre a tu madre cuando sufras


que vendrá muerta o viva:
si está en el mundo a compartir tus penas,
y si no, a consolarte desde arriba.

Y lo hago así cuando la suerte ruda


como hoy perturba de mi hogar la calma,
invoco el nombre de mi madre amada,
¡y entonces siento que se ensancha mi alma!

Poema 20
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,


y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.


La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.


Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.


Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.


La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos


Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.


Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.


Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.


Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.


Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.


Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,


mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,


y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

POEMA 15, Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.

Parece que los ojos se te hubieran volado

y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma

emerges de las cosas, llena del alma mía.

Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,

y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.

Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.


Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio

claro como una lámpara, simple como un anillo.

Eres como la noche, callada y constelada.

Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.

Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

Una palabra entonces, una sonrisa bastan.

Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

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