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Mannoni 72-79 Leer 2

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minuciosa, que vaya mucho más allá de los “ datos objetivos” ).

Una vez planteadas estas premisas, podemos estudiar con un


enfoque más técnico y pragmático lo que a nuestro juicio es específi-
co del psicoanálisis de niños.

II. Características especíñcas


del psicoanálisis de niños

a) La expectativa psicoanalítica y un cierto desgano de vivir


En 1965, escribí a pedido de Colette Audry un breve libro
(reimpreso después por Denoél) destinado al público general: Le
premier rendez-vous avec lepsychanalyste. El propósito era mostrar,
sobre la base de consultas (privadas u hospitalarias), qué esperaban
del análisis (confundido muchas veces con una reeducación o una
técnica psicoterapèutica) los padres e incluso el niño. Me referí a
parejas que llegan al analista merced a la intervención de un vecino,
un maestro o un médico, parejas que no siempre saben con exactitud
en busca de qué acuden (para ellos mismos o para el hijo), pero que
una vez én confianza, comienzan a hablar y entienden de manera
diferente lo que están diciendo.
En estas entrevistas, el analista, utilizando un lenguaje cotidia-
no, indaga lo que se disimula bajo una insuficiencia operativa e
intenta percibir aquello que busca expresarse en el niño, más allá de
las perturbaciones caracterológicas, el fracaso escolar y un retardo
psicomotor. En efecto, al analista le interesa averiguar si el niño es
creativo e independiente y si tiene buenas relaciones con sus compa-
ñeros de juego. La situación que se suele poner de manifiesto enton-
ces provoca la ansiedad de los padres, a menudo tan preocupados por
el futuro; es la vida presente la que está anulada. Pero el niño se
defiende y fabrica síntomas... Lejos de encaminar este pequeño
mundo por la vía del análisis, en este caso el analista se contenta con
desenquistar, a lo largo de dos o tres entrevistas, la situación que
estaba bloqueada, induciendo en el niño un dinamismo comprometi-
do, ya que la rebeldía contra un orden demasiado patógeno puede ser
también un signo de “ salud mental” ...
En efecto, en el lapso de dos o tres entrevistas, la actitud del
analista permite que suija algo capaz de descifrar el discurso que se

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desenvuelve. De ahí en más unos y otros tendrán la posibilidad de
situarse en una posición diferente frente a la verdad inferida de sus
afirmaciones. Porque cuando ya nada se puede decir, la conducta
“ loca” del niño (y/o de uno de los padres) continúa hablando.

La dinámica inconsciente del niño y de los padres


En cierta oportunidad, cuando Françoise Dolto interrogaba a un
niño sobre su ‘‘dolor de cabeza’’, tuvo la idea de preguntarle dónde se
localizaba el dolor: “Muéstrame dónde te duele la cabeza".

— “ Ahí” , contestó, señalando el muslo cerca de la ingle.


— “¿La cabeza de quién está ahí?’’.
— “La de mamá.” u

Ambos padres, que se encontraban presentes, quedaron estu-


pecfatos ante esta respuesta... Pero el contacto con la psicoanalista
permitió que este niño, al cabo de unas pocas sesiones, dejara de
identificarse con el hastío de una pareja agobiada por una vida difícil.
En efecto, el niño es el blanco de las tensiones inconscientes de
los padres; en él deja su marca lo no dicho de las tensiones y los
secretos. Los trastornos de la primera infancia (al menos en los
psicóticos graves) a menudo son exclusivamente reacciones contra el
clima en que vive el bebé. Los trastornos de la segunda infancia
pueden ser el resultado de los conflictos normales inherentes al
Edipo. Sin embargo, cuando reactivan la ansiedad de los padres que
se sienten impotentes para ayudar al hijo, las dificultades se pueden
consolidar, llegando a convertirse en una inadaptación. A veces la
interacción de las ansiedades recíprocas crea una atmósfera de vio-
lencia verbal, con la consiguiente pérdida de confianza en sí mismo
por parte del niño. Recordemos que aun antes de los siete años, un
niño conoce cabalmente los dramas que viven sus padres, al punto
que cuando las cosas van mal, intenta actuar como factor regulador de
la pareja en dificultades. Y esto es patógeno, como lo es también
cualquier sustitución de roles en la pareja parental. Cuando el niño se
encuentra involucrado en las aspiraciones incestuosas u homosexua-
les de padres centradas en el hijo, sin participación alguna del

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cónyuge (o de otro compañero), se produce una distorsión que
generalmente lleva a que el niño cumpla una función supletoria del
desgano de vivir de uno u otro progenitor. Por otra parte, los conflic-
tos edípicos no resueltos a los siete años se reactivan en la adolescen-
cia (y pueden generar diversos trastornos).
— Y o necesito enfermarme, dice un niño, ¿si no, por quién se va
a quedar mamá en casa?
— Quisiera un hijo, dice una madre, que no sea hijo de su padre.
— No soporto a mi hijo, dice otra madre. Se parece a un
hermano mío al que detesto.

La dinámica triangular padre-madre-hijo opera desde mucho


antes del nacimiento del niño y evoca en los padres el modo en que
cada uno de ellos vivió su Edipo (y superó las distorsiones ligadas con
los deseos incestuosos).
“ Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren
la dentera.” * Ez. 18, 2. [T.]. Este pasaje de la Biblia, citado a
menudo por Lacan, es ilustrativo de muchas situaciones clínicas. No
ha de ser interpretado sin embargo como “ es culpa de los padres” ,
sino en el sentido de que todo niño participa dinámicamente de las
resonancias libidinales inconscientes de sus padres. Con esta verdad
se enfrenta el analista.
No todo pedido de consulta es pedido de análisis. Hay situacio-
nes en las que las medidas educativas tienen primacía sobre la
indicación de análisis. ¿Pero cómo discriminar entre lo que requiere
“ cuidados” , educación o tratamiento analítico? ¿Y cómo definir el
dominio propio del análisis?
b) Algunos enfoques en psicoanálisis de niños
Nos basaremos ahora en un trabajo colectivo presentado en
195715 en la Sociedad Francesa de Psicoanálisis por Muriel Cahen,
Jean-Louis Lang y Marie-Cécile Ortigues, en momentos en que se
estudiaban las técnicas llamadas de la Salpêtrière (Lebovici, Diatki-
ne) y las de Trousseau (Dolto). No nos detendremos en las posiciones
clásicas (cercanas a las de Anna Freud) por considerarlas suficiente-
mente conocidas. Pondremos el acento, en cambio, en las “ construc-
ciones doltonianas” , en las que me formé antes de conocer a Lacan.
Cabe señalar que en su momento fueron objeto de un excelente
trabajo presentado por Irène Roublef6 en la Escuela Freudiana (y

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nunca publicado). Asimismo vale la pena recordar los señalamientos
originales de Dolto, ya que demasiado a menudo sus discípulos
extrajeron de la realidad sus “ construcciones míticas” . Así, la teoría
de Dolto sufrió las mismas distorsiones que los discípulos de Melanie
Klein introdujeron en la teoría de ésta, al utilizarla de manera dema-
siada rutinaria y técnica. En ambos casos, la preocupación de los
continuadores por la “ eficacia técnica” hizo perder de vista los
“ hallazgos” geniales de las respectivas creadoras. Por otra parte, se
puede llegar a lo “ original y fecundo” de un autor sólo si somos
capaces de traducir sus descubrimientos a nuestro propio lenguaje y a
través de la propia historia. Esta es la tarea que, como analista, trataré
de llevar adelante en lo que sigue.

1. El diagnóstico
Sabemos que para Anna Freud, las indicaciones de tratamiento
obedecían a un único criterio: “ fijación a una etapa que normalmente
debió estar superada” . No asignaba ningún valor revelador a los
fantasmas antes de iniciar el análisis, consideraba que el tratamiento
estaba indicado sobre todo en las neurosis graves, tomaba en cuenta
especialmente (como criterio de indicación) a la “ fuerza del yo (moi)
sobre el ello” , pero de ningún modo subestimaba el ambiente en el
cual el niño iba a evolucionar.
Francçise Dolto, por su parte, se rige por tres pautas principales:
a) el estudio del niño a través de las experiencias reales e imaginarias
vividas en cada etapa de su evolución (como un momento de su
futuro);
b) el estudio del ideal del yo familiar;
c) el estudio de las proyecciones fantasmáticas de los padres, remon-
tándose hasta tres generaciones.

Por lo general, los analistas estudian las proyecciones fantasmá-


ticas como mecanismos de defensa. Para Françoise Dolto, en cam-
bio, ' ‘el fantasma verbalizado o proyectado gráficamente es insepa-
rable de una vivencia sensorial y cenestésica. Elfantasma es testimo-
nio de una experiencia que no llegó a término y que se traduce en una
imagen del cuerpo enfermo a causa de un fracaso de la evolución.
Comprender el fantasma es comprender la imagen del cuerpo”
¿Por qué la imagen del cuerpo? Según F. Dolto, ésta no corres-
ponde ni a lo imaginario ni a lo especularizable (Irène Roublef señala

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que es una imagen sin imagen real).18 Dolto se refiere, en efecto, a
aquello que a través de las producciones gráficas o modeladas evoca
las “ imágenes corporales más primitivas” , que según ella consti-
tuyen obstáculos al progreso, en el sentido de que impiden cualquier
proyección del sujeto en un futuro.
En el curso de un tratamiento, sobre todo en los casos graves, el
analista suele verse llevado a explicar al niño las dificultades que
tuvieron sus padres respecto de sus propios progenitores. Introduce
así una dimensión merced a la cual el niño se sitúa como eslabón de
una cadena, en función de un devenir. A partir de este ordenamiento
de cada uno en su historia, el sujeto toma conciencia de que está
inscrito en un linaje e inicia en consecuencia un camino que le va a
permitir el acceso a lo simbólico. Los padres reales dejan de ser los
puntos de referencia del niño, que en cambio busca en sí mismo un
ideal parental. Sin embargo, sufre por tener que renunciar a una parte
suya que siente dañada en la relación con una imagen parental que
transmite angustia. En efecto, el niño siente que la imagen mutilada
de los padres es a su vez mutilante. En ese momento de su análisis
debe enfrentar la no aceptación de la castración por parte de sus
propios padres.
El análisis de la particular relación del niño con los progenitores
se hace por lo general a través del examen de las fantasías fragmenta-
rias del cuerpo, que aporta el propio niño. Estas constituyen otras
tantas defensas contra la ansiedad. Pero cuando se logra examinar
esta modalidad de defensa narcisista del sujeto, reactualizada en el
momento en que se le plantean los problemas de identificación
edípica, se lo puede llevar a que se inserte de una manera particular en
la imagen de un ascendiente sano, más allá del progenitor perturbado.
Esto sólo es posible en virtud de un renunciamiento del sujeto, en
función de la repetición de un vínculo idealizado con el Otro (del que
fue a la vez objeto idealizado), en un determinado período de su
infancia. El niño supera el daño narcisista ubicándose como miembro
de un linaje en relación con un ascendiente sano (y en general
muerto), aunque sólo sea en la fantasía. Liberado del peso de identifi-
caciones imposibles, puede ahora, merced a una dimensión simbóli-
ca precisa, dominar su propia historia. Esto explica por qué a veces es
posible llevar a buen término el tratamiento de niños pertenecientes a
familias muy perturbadas.

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2. Los contactos iniciales con el niño
Con respecto al comienzo de un análisis, recordemos que Serge
Lebovici pone el acento en el ‘‘tratamiento’’ (al cual está subordinado
el juego), Anna Freud.adoptaba una actitud seductora con vistas a
establecer una transferencia positiva y Melanie Klein se abstenía de
dar consignas precisas al comienzo, pero interpretaba tan pronto
como surgían manifestaciones de transferencia negativa.
Françoise Dolto pregunta al niño si desea ser atendido. Da a los
padres una especie de “ balance’’ de la situación tal como la percibe y
sugiere o no un análisis según ese balance y la actitud del niño frente a
lo que se le propone. En efecto, es posible que el niño se niegue a ser
tratado, lo cual indica con claridad que él (enfermo) es la única razón
de vivir de su madre. El analista debe cuidar de no embarcar en un
tratamiento a un niño cuya “ cura” puede provocar una depresión o
una descompensación en uno de sus progenitores. El más lábil no
siempre es aquel que motiva la consulta...

3. El tratamiento
De manera esquemática, se puede decir que los siguientes pun-
tos conforman el eje clásico del trabajo analítico, tal como lo concibe
Serge Lebovici:
— analizar el Edipo antes de los conflictos primitivos;
— analizar los mecanismos de defensa antes de los conflictos
que encubren;
— interpretar en función de estos mecanismos y de los conflic-
tos proyectados en el terapeuta (lo que permite que se estructure una
neurosis de transferencia).

Françoise Dolto, en cambio, presta atención al “ modo de ser”


madre-hijo, que determina la fijación del niño a una etapa de no
diferenciación respecto de la madre. El niño es incapaz de abandonar
el modo de ser jo (moi)-tú inherente a esta etapa, para transformarse
en yo contigo y yo para ti. Además, otorga especial importancia al
“ manejo de los fantasmas” que preceden a la interpretación. De
acuerdo con el enfoque clásico, el fantasma se estudia sobre todo en
la medida en que obstaculiza la comunicación. Dolto, por el contra-
rio, estudia el fantasma en su relación con lo vivido y lo memorizado.

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A modo de ilustración de sus intervenciones, veamos el siguien-
te pasaje del tratamiento de una fobia a las plumas: la paciente,
Lidia, dice "miau” . Dolto le pregunta quién hizo eso. Lidia contes-
ta: ‘'el pájaro’’. No, responde Dolto, no es el pájaro; es alguien que
tiene ganas de comerse al pájaro... ¿Quién se come a los pájaros?
‘‘Miau’’, vuelve a decir la niña. Dolto responde entonces: es el gato.
En ese momento Lidia modela un pájaro y después un excremento
que coloca sobre el pájaro. Está enojada y ansiosa; se pone lívida.
La madre se descontrola. “Es excelente” , le dice Dolto, “estamos
en un hospital. Esto no tiene ninguna importancia’ ’, y le pide que se
retire.
Dolto hace que la niña consume el acto imaginario hasta el
final. Lidia se asfixia, pero Dolto le dice: ' ‘los gatos se comen a los
pájaros’’. Es necesario por lo tanto que el gato-modelado se coma al
pájaro. Una vez terminado esto, Dolto le dice a la niña: “Yo no te
comí a ti y tú no has comido a nadie. Pero cuando mamá te pide algo,
tú quisieras hacer desaparecer a mamá y comértela. Y te da miedo
comer a mamá’’... Dolto pregunta: ¿quién te llamaba ‘‘su gatito’' ?
No hay respuesta. Más tranquila, la niña dice: “el gato es caca” , y
modela pedacitos de caca.
En este pasaje Dolto le propone a la niña que se identifique con
alguna de sus producciones fantasmáticas. Pero (como vimos antes),
es posible que el pequeño paciente sólo pueda aceptar una interpreta-
ción (en este caso la referente al sadismo oral) en su forma negativa.
Es casi el juicio moral de los adultos lo que en un primer momento
impide a la niña responder a las intervenciones de Dolto. Ulterior-
mente se necesitarán muchas inversiones dialécticas sucesivas para
que haga su aparición el YO de una verdad.
Contrariamente a la técnica clásica (la de S. Lebovici), de
acuerdo con la cual el análisis avanza desde lo más edípico a lo más
regresivo, Françoise Dolto utiliza el material primitivo tan pronto
como éste se manifiesta. Este material tarda relativamente poco en
surgir, a partir del trabajo analítico sobre los fantasmas (en particular
de consumación oral) . La progresión se hace, por lo tanto, desde lo
más primitivo hasta el nivel edípico.
Si bien se espera una cierta etapa del análisis para enfocar el
Edipo, la situación triangular (simbólica) se plantea desde el primer
momento y el niño es considerado siempre en su devenir. No obstante
nunca se recurre a la gratificación y Dolto pone cuidado en diferen-

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ciar lo imaginario de lo real: aunque en el fantasma el gato (con el cual
está identificada la niña) se come al pájaro, en la realidad queda bien
en claro que la niña no ha sido comida ni ha comido a nadie. Esta
clarificación evita la confusión de registros (entre imaginario, real y
simbólico) y hace que el niño incorpore pautas que le permiten
proyectarse en un futuro. Además, al terminar cada sesión, Dolto
remarca el hecho de que el niño ya no es el hongo o el animal de su
historia, recordándole que tiene un nombre e interesándose en las
actividades reales que planea realizar durante la semana.
Las interpretaciones durante la sesión, por el contrario, giran en
tomo del duelo ligado con imágenes fragmentarias, formas vegetales
o animales con las que el niño está identificado. El propósito es
permitir que elabore el duelo por el pasado, para que a partir de ahí
pueda buscar, en función de un futuro, su inserción en un orden
humano.

Las construcciones del analista

Siempre es arriesgado reducir el aporte de Françoise Dolto a los


aspectos técnicos (objeción que se podría formular a algunos pasajes
de esta exposición). Pero el valor de sus trabajos referentes al período
anterior a la etapa del espejo reside sobre todo en el esclarecimiento
que ofrecen sobre ciertos mecanismos psicóticos tempranos. En
efecto, Dolto sostiene acertadamente que al comienzo de la vida el
bebé funciona con “ pedazos de madre” (su voz, sus manos, su
pecho, sus objetos) que él “ tiene” o “ no tiene” . Ve al lactante como
una totalidad que se constituye en “ una encrucijada de espacio y de
tiempo” . Pero la fragmentación del Otro (la madre) lo constituye
como Uno.
Después, a partir de la “ etapa del espejo” , el bebé “ se tiene” :
toma conciencia del propio cuerpo como forma. Para acceder a esta
etapa, sin embargo, tiene que renunciar a “ ser” (en una situación
simbiótica con la madre). Dolto señala que la búsqueda del objeto
perdido nunca puede ser satisfecha porque el sujeto se empeña
nostálgicamente en reencontrar el ser perdido. Así, el devenir del
niño depende en parte de aquello que en su historia le va a permitir
situarse en relación con los “ pedazos de madre” que le fueron dados
o no. Se advierte aquí una coincidencia con la fantasmática kleiniana,

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