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La Metacognición

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Metacognisismo:

Concepto, tipos, funciones, importancia, implicaciones en el campo educativo

1.¿QUÉ ES LA METACOGNICIÓN?

Se denomina metamemoria a los conocimientos y procesos cognitivos que tiene la persona sobre
todo lo relativo a la memoria. En la memoria se distinguen, asimismo, entre actividades de
almacenamiento y de recuperación. Como sus propios nombres indican, las actividades de
almacenamiento sitúan información en la memoria mientras que las actividades de recuperación
escogen información de la memoria. Almacenar significa atender, codificar, memorizar, estudiar y
cosas por el estilo; «aprender» suele ser un buen sinónimo. Recuperar significa reconocer, recordar,
reconstruir el «recuerdo» de lo que se almacenado anteriormente (Flavell, 1985: 277-279).

Se entiende que en el proceso de almacenar y recuperar conocimientos será necesario adquirir


habilidades y estrategias para identificar experiencias de recuerdo y olvido. John Flavell (1985)
denomina a la metacognición como la “cognición acerca de la cognición”. Establece que el desarrollo
de las habilidades metacognoscitivas desempeña un papel importante en muchos tipos de actividad
cognoscitiva como: persuasión oral, comprensión lectora, la recepción, la atención, la solución de
problemas y diversas formas de autocontrol (Flavell, 1985: 104). Para profundizar el concepto de
Flavell, es necesario determinar la relación que existe entre cognición y metacognición. La cognición
se entiende como el desarrollo de la mentalidad humana, a través de procesos como recordar,
procesar información, la atención y la percepción (Condemarín, 1995: 94). La metacognición es el
conocimiento y regulación al control consciente y deliberado de la actividad cognoscitiva (Brown,
1980 citado en Cendemarin, 1995: 96).

La metacognición es una concepción polifacética, generada durante investigaciones educativas,


principalmente llevadas a cabo durante experiencias de clase (Mintzes, J. J.; J. H. Wandersee & J. D.
Novak, 1998). Entre los variados aspectos de la metacognición, podemos destacar los siguientes:

La metacognición se refiere al conocimiento, concientización, control y naturaleza de los procesos de


aprendizaje.

El aprendizaje metacognitivo puede ser desarrollado mediante experiencias de aprendizaje


adecuadas.

Cada persona tiene de alguna manera, puntos de vista metacognitivos, algunas veces en forma
inconciente.

De acuerdo a los métodos utilizados por los profesores durante la enseñanza, pueden alentarse o
desalentarse las tendencias metacognitivas de los alumnos.

Desde otra perspectiva, se sostiene que el estudio de la metacognición se inicia con J. H. Flavell
(1978), un especialista en psicología cognitiva, y que la explica diciendo que: “La metacognición hace
referencia al conocimiento de los propios procesos cognitivos, de los resultados de estos procesos y
de cualquier aspecto que se relacione con ellos; es decir el aprendizaje de las propiedades relevantes
que se relacionen con la información y los datos. Por ejemplo, yo estoy implicado en la
metacognición si advierto que me resulta más fácil aprender A que B”

Según Burón (1996), la metacognición se destaca por cuatro características:

1. Llegar a conocer los objetivos que se quieren alcanzar con el esfuerzo mental

2. Posibilidad de la elección de las estrategias para conseguir los objetivos planteados

3. Autoobservación del propio proceso de elaboración de conocimientos, para comprobar si las


estrategias elegidas son las adecuadas.

4. Evaluación de los resultados para saber hasta qué punto se han logrado los objetivos.

En la literatura se suele resumir esta secuencia diciendo que la metacognición requiere saber qué
(objetivos) se quiere conseguir y saber cómo se lo consigue. (autorregulación o estrategia)

De esta forma diremos que un estudiante es cognitivamente maduro cuando sabe qué es
comprender y cómo debe trabajar mentalmente para comprender. Además, el desarrollo de la
metacomprensión, nos hace tomar conciencia por ejemplo, de que un párrafo es difícil de
comprender y por eso controlamos la velocidad de lectura para de esta manera poder deducir el
verdadero significado del escrito, con lo que el conocimiento de nuestra propia comprensión nos
lleva a regular (autorregulación) la actividad mental implicada en la comprensión, y es este aspecto
el que ha tomado mayor importancia en las investigaciones más recientes.

Vemos entonces que el entendimiento de la metacognición permitiría responder a preguntas tales


como ¿qué hace mal o qué deja de hacer el estudiante poco eficaz para que su aprendizaje sea
pobre?, ¿qué hace mentalmente el estudiante eficaz, para obtener un rendimiento positivo? la
respuesta a este tipo de preguntas llevan a desarrollar los modelos de enseñanza y de aprendizaje
que hoy se conocen como “estrategias de aprendizaje”, ya que los resultados obtenidos permiten
obtener conocimientos sobre las técnicas más apropiadas que se deben enseñar a los estudiantes
poco eficaces para que así puedan autorregular con eficacia sus propios procesos de aprendizaje. De
esta manera, los docentes pueden también acceder a los conocimientos necesarios para combatir el
bajo rendimiento escolar y potenciar a los alumnos con métodos eficaces para aprender.

Es oportuno aclarar en este punto, que no es necesario que los alumnos entiendan a fondo la
metacognición ni la investigación científica que la respalda, simplemente les alcanzará con que se les
enseñe a aprender según lo indican los principios derivados de la investigación metacognitiva,
desarrollándose entonces en ellos las habilidades y procesos importantes para la metacognición.
Esto se produce de la misma forma que una persona puede aprender a hablar bien sin conocer las
reglas gramaticales, pero no puede hablar bien si no aplica esas reglas.

Es una realidad de nuestras instituciones el haber puesto el acento en los contenidos, más que en el
modo de conseguirlos, en los resultados más que en los procesos; la investigación metacognitiva
propone un cambio fundamental en esta tendencia, atendiendo también los procesos de
aprendizaje y no solo sus resultados. En otras palabras, les exigimos a los alumnos que atiendan,
memoricen, que hagan esquemas o resúmenes, etc.; pero no se les enseña en forma metódica,
sistemática y persistente qué deben hacer y cómo deben hacer lo que de él esperamos. Por este
motivo la metacognición se propone investigar cómo trabaja el alumno cuando lee, atiende,
memoriza, escribe, etc., con el fin de descubrir las estrategias de aprendizaje, para ayudar a los
alumnos a aprender a aprender, capacitándolos para generar nuevos recursos cuando los que ellos
poseen no son de gran utilidad, de esta forma aprenden estrategias para desarrollar estrategias.
Esto hace cambiar incluso el concepto tradicional sobre los tests de inteligencia, que medían cuánto
sabemos hacer, reemplazándolos por otros que midan como actuamos cuando no sabemos que
hacer.

Otro aspecto muy importante sobre la metacognición, es que, si consideramos que se refiere al
conocimiento de nuestra propia mente, y que ésta dirige en gran parte las distintas formas de
proceder, veremos que la metacognición es crucial para entender el autoconcepto o la autoestima,
con lo que derivamos la importancia de la metacognición en lo referente a la motivación, que dirige
no solo nuestros procederes sino también nuestras actitudes, esperanzas o niveles de aspiración en
la vida. Las investigaciones han demostrado la influencia que tiene la autoestima positiva en los
buenos resultados académicos, pero casi no se ha estudiado la relación entre motivación y
metacognición.

2. Tipos de metacognición

Existen diferentes tipos de metacognición vinculados a diferentes capacidades cognitivas. Cada una
de las modalidades metacognitivas ayuda a planificar, organizar y optimizar el pensamiento. Los
tipos de metacognición son los siguientes:

Metacognición de la memoria: el conocimiento de la capacidad de la memoria para relacionar y


contrastar conocimientos ya almacenados con nuevos conocimientos.

Metacognición de la atención: conocer la capacidad de focalizar la atención en una tarea o situación


determinada. Ser conscientes de los factores que dificultan el mantenimiento de la atención ayudan
a optimizar esta capacidad.

Metacognición de la comprensión: ser conscientes de la capacidad para comprender uno o varios


conceptos y utilizarlos. La comprensión nos permite aprender a aprender.

Metacognición de pensamiento: el conocimiento que tenemos de nuestro propio pensamiento. Esta


capacidad nos permite reflexionar sobre cómo y qué pensamos.

LAS ESTRATEGIAS METACOGNITIVAS Y LOS ESTILOS DE APRENDIZAJE

Los análisis sobre aspectos teóricos de las estrategias metacognitivas y sus bases epistemológicas, tienen
en definitiva por finalidad conocer mejor el proceso de aprender de las personas y elaborar técnicas de
intervención para mejorar el mismo.
Siendo éste el principal objetivo, resulta obvio, que la aplicación de estas estrategias favorecerán el
aprendizaje para cualquier estilo y entorno de que se trate. Reflexionar y sacar algunas conclusiones sobre ello
es el verdadero objetivo de este trabajo.
Es evidente, entonces, el papel central que juega la metacognición para la educación, debido a su carácter
autodidáctico que, en gran medida, parece requerir, más que ningún otro, de un buen conocimiento de los
recursos propios.
Nuestro constructo arranca de la base que admite la posibilidad y facilidad de incluir estos elementos que
incrementan la ineludible función del alumno en la educación a distancia, lográndose de esta manera las
condiciones de incorporación en las actividades previstas, de los principales elementos de control sobre la
actividad cognitiva de los participantes. Por lo tanto, habría que destinar algún material y sesión a orientar a los
futuros aprendices en el manejo de su propia observación y conocimiento de su estilo de aprender, ofreciéndoles
instrumentos que le ayuden a aprender a aprender.
En definitiva, esta conciencia de los propios recursos cognitivos con que cuenta el estudiante, es
condición necesaria para que pueda darse cualquier plan estratégico, ya que de lo contrario podría darse la
aplicación de una estrategia, pero no existiría la intencionalidad, al no adoptarse un plan con previa deliberación
sobre objetivos y recursos.
Las estrategias se suelen clasificar, desde las operaciones más elementales a las más elaboradas, en
asociativas, de elaboración y de organización. Las asociativas implican operaciones básicas que no promueven
en sí mismas relaciones entre conocimientos, pero pueden ser la base para su posterior elaboración en cuanto a
que incrementan la probabilidad de recordar literalmente la información aunque sin introducir cambios
estructurales en ella. La estrategia de elaboración constituye un paso intermedio entre la estrategia asociativa,
que no trabaja sobre la información en sí misma, y la de organización, que promueve nuevas estructuras de
conocimiento.
Si bien en la elaboración se pueden producir operaciones simples, estableciendo algunas relaciones entre
elementos de la información que pueden servir de andamiaje al aprendizaje elaborando significados, existen
otras más complejas que actúan basadas en la significación de los elementos de la información.
Las estrategias de organización consisten en establecer de un modo explícito relaciones internas entre los
elementos que componen los materiales de aprendizaje y los conocimientos previos que posee el alumno. Los
conocimientos previos operan en una doble función: primero, porque depende de los que el aprendiz posea, el
que pueda elaborar de manera más o menos compleja esos materiales, y en segundo, lugar porque la estructura
cognitiva resultante del nuevo aprendizaje modificará la organización de esos conocimientos previos. Entre las
estrategias consideradas de organización, se suelen citar las clasificaciones, las estructuras de nivel superior, la
construcción de redes de conocimiento, los mapas conceptuales, la Uve de Gowin, etc.

4. Importancia de la metacognición

La importancia de la metacognición para la educación radica en que todo niño es un


aprendiz que se halla constantemente ante nuevas tareas de aprendizaje. En estas
condiciones, lograr que los alumnos "aprendan a aprender", que lleguen a ser capaces
de aprender de forma autónoma y autorregulada se convierte en una necesidad. Uno de
los objetivos de la escuela debe ser, por tanto, ayudar a los alumnos a convertirse en
aprendices autónomos. El logro de este objetivo va acompañado de otra nueva
necesidad, la de "enseñar a aprender".

En nuestras sociedades actuales no sólo los niños tienen que estar aprendiendo nuevas
tareas de forma permanente, sino también los adultos, a quienes constantemente se les
presentan situaciones problemáticas no previstas que deben resolver.

Pozo (1996) afirma que la adquisición de nuevas estrategias para aprender es una de las
nuevas exigencias formativas que nuestras sociedades están generando. Esta nueva
demanda está siendo reconocida y recogida en las Reformas Educativas que se están
llevando a cabo en diferentes países de Europa y Latinoamérica. Así, por ejemplo, el
Documento Curricular Base para la Enseñanza Obligatoria en España expresa que es
necesario que el alumno tome conciencia de los procesos que utiliza en la elaboración de
conocimiento, facilitándole la reflexión metacognitiva sobre las habilidades de
conocimiento, los procesos cognitivos, el control y la planificación de la propia actuación
y la de otros, la toma de decisiones y la comprobación de resultados (MEC 1989).
En la Reforma Educacional chilena, los temas y contenidos transversales se refieren a
dimensiones valóricas y cognitivas. En cuanto a lo valórico, un aspecto se relaciona con
el desarrollo de la personalidad integrada emocionalmente, equilibrada y capaz de
conocer los códigos del mundo en que vive; otro está ligado a la capacidad y voluntad
para regular la conducta y, el último, corresponde a aspectos vinculados a la capacidad
de interacción social y de responsabilidad en la convivencia con los otros. Respecto de lo
cognitivo, la transversalidad se relaciona con el desarrollo del pensamiento que apunta a
fortalecer aquellas habilidades cognitivas vinculadas preferentemente al aprender a
aprender, la resolución de problemas, la comunicación, la lectura crítica y reflexiva, la
producción de ideas, el análisis y la reflexión en torno a las consecuencias de los propios
actos. Todo esto, con el propósito de fortalecer en los estudiantes las capacidades que
intervienen en el juicio y la acción moral, con el fin de que sean capaces de orientarse de
forma autónoma en situaciones de conflicto de valores y tomar posturas y decisiones de
las que se hagan responsables (Magendzo 2003).

Más directamente en relación con el ámbito científico, la Reforma Educacional chilena


afirma que: el ejercicio de la indagación e investigación mejora la capacidad de tomar
decisiones informadas y razonadas en asuntos personales y de orden público que, a
menudo, requieren conocimientos elementales sobre ciencia y tecnología. Todos los
estudiantes deben tener la oportunidad de experimentar positivamente lo que significa
aprender y entender algo científicamente... Sentir que contribuyen a la formulación de
problemas y definición de las etapas y medios posibles para dilucidarlos, les llevará a
adquirir mayor confianza y certeza de que pueden realizar su propio camino... Aprender
a aprender es crucial para continuar leyendo, aprendiendo y estudiando a medida que
aparezcan las necesidades y las oportunidades (Ministerio de Educación 2000, 2001).

La metacognición como concepto, dentro del ámbito de la psicología, no es nuevo. Sin embargo, ha
tomado notoriedad en el mundo académico-científico. Especialmente, desde los fundamentos del
aprendizaje. Su establecimiento y las distintas relaciones que se han construido a partir de esta son
llamativas y fundamentales para entender cómo aprendemos. Asimismo, es necesario comprender
los elementos sustanciales que componen la metacognición y la convierten en un proceso que va
más allá de lo cognitivo y tiene un impacto en la vida diaria. Por esta razón, adquiere relevancia
hablar de los procesos metacognitivos del pensamiento humano.

La metacognición en sí, es un elemento que permite la adaptación del ser humano, por lo tanto
tiene un impacto en la vida diaria. De este modo, permite regular nuestros pensamientos y
conductas sobre lo que procesamos a través de los sentidos.

Con esto, Arango y Corrales (2014) agregan que el conocimiento se adquiere principalmente con la
experiencia. Nuestros sentidos son los que gestionan y guardan la información obtenida.

Como vemos, la metacognición por sí misma es una experiencia constante. Especialmente, en la


percepción subjetiva del ser humano, donde existe una vital relación con el entorno. Por ello mismo,
nuestro aprendizaje se basa en la adquisición de conocimientos novedosos que se van acumulando e
integran a lo largo de nuestras vidas. Cuando nos damos cuenta, la metacognición como proceso se
vuelve presente.
A pesar de que algunas escuelas ya hace años que enseñan a sus alumnos estrategias y sistemas
para aprender más bien lo que estudian, la investigación rigurosa del tema y de sus consecuencias
reales sobre el aprendizaje de los estudiantes data de finales de los años setenta (Monereo, 1991).
Dentro de toda acción docente se encuentra la necesidad de reflexionar para mejorar la práctica y
lograr alumnos más estimulados y con mayores capacidades para aprender a aprehender en
cualquier área del conocimiento. De ahí que el dominio de cómo se producen, no sólo el aprendizaje
y la retención, sino la codificación y la posterior recuperación de la información en contextos
diferentes, sea una de las tareas que el docente debe tener más claras para poder mejorar sus
métodos (Acedo, 2003 en línea). Este proceso de reflexión debe provenir de la observación de lo que
dice la literatura sobre la práctica educativa para potenciar el uso de estrategias centradas en
procesos básicos de pensamiento y metacognición. Dentro de los ámbitos escolares, educar implica
transformar al individuo, instruirlo en los conceptos y valores que se manejan en la vida de su
sociedad y, de alguna manera, capacitarlo para sobrevivir en forma óptima (Gimeno et al., 1999). Es
el alumno quien individual y personalmente activa sus esquemas de conocimiento ante la demanda
de la tarea que va a realizar. Estos esquemas, que no son sustituibles por la intervención pedagógica,
el alumno deberá construirlos, modificarlos, enriquecerlos y diversificarlos. La mediación, entonces,
se centra en crear las condiciones para orientar la dinámica interna en la dirección adecuada (Zea,
Atuesta y González, 2000). El docente, pues, debe promover el esfuerzo del estudiante para
propiciar la construcción de esquemas por parte del alumno, y facilitar un aprendizaje con
significados —como los plantea Ausubel—, para lo cual es necesario establecer relaciones del nuevo
conocimiento con la red existente (Ausubel, 1983, en Díaz y Hernández, 1998).

En los últimos veinte años se han realizado muchas investigaciones en psicología cognitiva en las que
se ha analizado la ejecución experta en diferentes campos. En base a los resultados convergentes en
estos trabajos, se puede argumentar que el principal objetivo cognitivo del aprendizaje escolar
consiste en la adquisición de las cuatro categorías de habilidades que se presentan a continuación: 1.
La aplicación flexible de un conocimiento bien organizado, específico de un campo, que
comprendería conceptos, reglas, principios, fórmulas y algoritmos. 2. Métodos heurísticos, es decir,
estrategias de investigación sistemática para el análisis y la transformación del problema; por
ejemplo, analizar cuidadosamente un problema, explicando qué es lo que se conoce y lo que se
desconoce, subdividir el problema en submetas, visualizar el problema utilizando un diagrama o un
dibujo… 3. Habilidades metacognitivas que incluyen, por una parte, el conocimiento relativo al
funcionamiento cognitivo propio y, por otra parte, actividades que se relacionan con el autocontrol y
la regulación de los propios procesos cognitivos, como, por ejemplo, planificar un proceso de
resolución y reflexionar sobre las actividades de aprendizaje y de pensamiento propias. 4.
Estrategias de aprendizaje, es decir, las actividades que ocupan al estudiante durante el aprendizaje
con la finalidad de adquirir cualquiera de los tres tipos de habilidades anteriores.

Respecto al papel del profesor, hay que destacar que éste puede realizar un papel de experto a la
hora de resolver tareas cognitivas delante de sus alumnos. En este sentido, el maestro explicita sus
procesos de pensamiento a fin y efecto de que sus alumnos adquieran la habilidad cognitiva en
cuestión y reconozcan, en su profesor, la posibilidad de verbalizar lo que hasta ahora tan sólo han
podido ser «procesos internos inexplicables». No obstante, los enseñantes, además de decidir qué
habilidades quieren enseñar y cómo lo hacen, tendrán que tener en cuenta las características de los
alumnos y las de los profesionales que tienen que llevar a cabo la propuesta, las áreas de
conocimiento a través de las cuales se trabajará y el procedimiento que se utilizará, etc.; es decir, las
características del contexto de enseñanza y aprendizaje en el que se enseñará al alumno a pensar.

Hay que destacar la importancia de enseñar en las escuelas estrategias de aprendizaje, ya que si se
consigue optimizar el rendimiento intelectual enseñando habilidades de pensamiento, también
mejorarán otros aspectos del proceso de enseñanza-aprendizaje (Tesouro, 1992 y 1995). Es
necesario que el trabajo de estas habilidades se haga durante el tiempo suficiente y en situaciones lo
más variadas posible para asegurar la transferencia y la aplicabilidad de los aprendizajes y, en
consecuencia, su rentabilidad. Los conocimientos específicos no tienen ningún sentido si no llevan
hacia un «saber pensar», pero difícilmente los alumnos aprenderán a pensar si, en la primera tarea
en la cual tienen que aplicar su conocimiento, la tarea escolar, no son eficaces. En esta línea, cabe
destacar la importancia de las actitudes y los valores relativos a las estrategias de aprendizaje
teniendo en cuenta los siguientes aspectos: 1. Mejorar la forma de aprender de un alumno supone
mejorar la manera en que éste piensa sobre los contenidos objeto de aprendizaje. Si queremos
obtener buenos «productos», es imprescindible identificar y optimizar los procesos implícitos, y una
de las mejores maneras de hacerlo es conseguir que el estudiante sea consciente de ellos y pueda
explicarlos. 2. Las estrategias de aprendizaje tienen que enseñarse en base a las áreas curriculares. 3.
Enseñar estrategias de aprendizaje quiere decir enseñar para la transferencia. Aprender supone
transferir primero aquello que ya sabemos a la nueva información y después, la información
aprendida a nuevos problemas

implicaciones en el campo educativo

La metacognición, esta capacidad de conocernos, de autoevaluarnos, de simular mentalmente qué


pasaría si reaccionáramos de tal o cual manera, tiene un papel fundamental en los aprendizajes
humanos. La opinión que nos forjamos de nosotros mismos nos ayuda a progresar o, al contrario,
nos encierra en el círculo vicioso del fracaso. Por lo tanto, no es desacertado pensar el cerebro como
una tumultuosa reunión de expertos que compiten o colaboran entre sí.

Stanislas Dehaene

La autorregulación es un componente básico de todo aprendizaje competencial. En concreto, es muy


eficaz para desarrollar la competencia para aprender a aprender. Según algunos autores, el
aprendizaje autorregulado tiene tres componentes principales: la cognición, la metacognición y la
motivación (Muijs y Bokhove, 2020). La cognición incluye las habilidades necesarias para codificar,
relacionar, consolidar y recuperar la información; la metacognición integra estrategias que permiten
comprender y controlar los procesos cognitivos; y la motivación incluye las creencias y actitudes que
afectan al uso y desarrollo de las habilidades cognitivas y metacognitivas. Cada uno de estos
componentes es necesario para el aprendizaje, pero no suficiente. Se requiere la interacción
continua entre ellos.
Desde la perspectiva educativa, la metacognición es especialmente relevante porque permite al
estudiante valorar sus propios pensamientos y posibilita reconocer, orientar y mejorar su propio
proceso de aprendizaje. Hoy más que nunca es necesario ayudar a nuestro alumnado a convertirse
en personas autónomas y eficaces. Fomentar la utilización de estrategias metacognitivas es una
forma de lograr este objetivo.

Metacognición en el aula
Se han identificado algunas características de los estudiantes que muestran una buena
autorregulación y las correspondientes estrategias metacognitivas que utilizan de forma efectiva
(Clark y Dumas, 2016):

1. Se autoevalúan (evaluación de los métodos seguidos en el proceso de aprendizaje).

2. Registran y monitorean el aprendizaje (buscar señales de progreso).

3. Piden ayuda a los adultos (buscar apoyo social en el docente o en los padres).

4. Utilizan la autoexplicación (visibilizar explícitamente lo que ocurre en nuestra mente durante el


aprendizaje).

5. Crean nuevas estrategias de aprendizaje (uso de la evidencia para la mejora del aprendizaje).

6. Establecen metas y planifican el proceso (asumir retos adecuados).

7. Reestructuran el entorno de aprendizaje (elección de las condiciones físicas y sociales que


faciliten el aprendizaje).

8. Gestionan el tiempo (regular el progreso para optimizar los resultados).

9. Interactúan de forma activa con los compañeros (cooperación con los compañeros).

10. Utilizan recursos fuera del aula (buscar información en Internet, bibliotecas, etc.).

11. Son persistentes, resilientes y están centrados en la tarea (mantenimiento de la actividad a


pesar de la dificultad o distracción).

12. Se premian cuando toca (actuar según los resultados).

13. Repasan la información (uso de estrategias para mejorar la recuperación de información).

14. Son conscientes de sus posibilidades sin juzgarlas (ser conscientes de las propias fortalezas y
debilidades).

Las investigaciones demuestran que las estrategias de metacognición y autorregulación pueden


enseñarse y mejorarse en el contexto del aula combinando la enseñanza explícita y la implícita.
Por ejemplo, el docente puede analizar el proceso metacognitivo que sigue al resolver un
problema, pero también puede guiar la resolución de un problema a través de unas preguntas
orientativas. Todo ello tiene un gran impacto en el desempeño académico de los estudiantes,
especialmente en lectura, escritura, matemáticas y ciencias, dominios en los que se han realizado
más estudios. Asimismo, se han obtenido resultados algo mejores en Secundaria que en Primaria
(Dent y Koenka, 2016). Seguramente esto esté relacionado con el lento proceso de maduración de
la corteza prefrontal, que puede alargarse hasta pasados los veinte años.

Aprender a usar estrategias metacognitivas de manera efectiva no ocurre rápidamente.


Evidentemente, para que los estudiantes puedan utilizar de forma adecuada estas estrategias
necesitan el tiempo necesario para practicarlas, el feedback adecuado que les permita ajustar el
proceso y la interiorización de las estrategias para que puedan llegar a utilizar este tipo de
pensamiento sin darse cuenta de que lo hacen. Sin olvidar las cuestiones afectivas. El estudiante
ha de estar motivado para poder utilizar de forma adecuada las estrategias metacognitivas
durante el aprendizaje, es decir, el conocimiento sobre cómo aprendemos tiene que ir acompañado
del esfuerzo correspondiente que requiere el aprendizaje. Todos podemos mejorar.
En una investigación en la que participaron estudiantes universitarios, a los integrantes del grupo
de control se les envió un recordatorio de un examen dentro de una semana que ya podían
preparar. Mientras que el grupo experimental recibió el mismo recordatorio junto a un ejercicio
con tres preguntas sobre las que tenían que reflexionar: “¿Qué recursos me ayudarán a estudiar?”,
“¿Por qué son útiles?”, “¿Cómo los utilizaré?”. Los resultados revelaron que los estudiantes del
grupo experimental obtuvieron mejores resultados en el examen que realizaron y también en la
repetición del experimento (segundo examen), independientemente de la edad o del rendimiento
académico (Chen et al., 2017; ver figura 3). Y no solo eso, la utilización de la estrategia
metacognitiva condujo a una menor sensación de ansiedad y estrés para el siguiente examen. El
desarrollo de las habilidades metacognitivas de los estudiantes impulsa su motivación y
aprendizaje. No solo se trata de la cantidad de estudio, sino también de la calidad del mismo.
En una investigación posterior, Patricia Chen ha demostrado que la adopción de una mentalidad
estratégica, es decir, la utilización intencionada de estrategias metacognitivas, puede ser
beneficiosa en la educación y en la vida. Plantearnos preguntas del tipo “¿Cómo puedo hacer
esto?”, “¿Hay cosas que pueda hacer de otra manera?” ¿Hay maneras de hacerlo aún mejor?,
pueden ayudarnos a alcanzar los objetivos en la vida, incluidas las metas educativas, laborales, de
salud y de estado físico (Chen et al., 2020). Todo ello tiene grandes implicaciones educativas.
En la práctica
En la práctica, podemos reforzar la metacognición en el aula aplicando sencillas estrategias.
Analicemos algunas actividades concretas (ver más en Agarwal y Bain, 2021; Pérez y González,
2020; Ritchhart y Church, 2020):

“Dos cosas”
En cualquier momento de la clase, nos detenemos y les pedimos a los estudiantes que escriban
dos cosas acerca de un tema específico. Por ejemplo: “¿Cuáles son las dos cosas más importantes
que aprendiste hoy (o ayer)?”, “¿Cuáles son las dos conclusiones de esta unidad?”, “¿Cuáles son
dos ejemplos de tu vida que se relacionan con lo estudiado hoy?”, “¿Cuáles son las dos cosas que
te gustaría aprender?”, etc. Este es un ejemplo de práctica de recuperación, una técnica de estudio
que tiene un gran impacto sobre el aprendizaje y que, además, ayuda al alumnado a reflexionar
sobre lo que sabe y lo que no. Junto a ello es importante suministrar el feedback adecuado que
haga que la metacognición del estudiante esté en sintonía con su aprendizaje real.
Los cuatro pasos de la metacognición
Al final de la clase entregamos a los estudiantes una hoja dividida en diferentes cuadros en los que
aparecen definiciones y espacios en blanco, relacionados con lo estudiado antes, que hay que
completar. Para rellenar las hojas se siguen los siguientes pasos:

1. Pon una * si sabes la respuesta o un ? si no la sabes.

2. Responde todas las * sin revisar tus libros o apuntes.

3. Completa todos los ? utilizando tus libros y apuntes.

4. Verifica que todas las * estén correctas.

De esta forma los estudiantes tienen la oportunidad de recuperar la información y practicar la


metacognición.

Creación de palabras clave


Pedimos a los estudiantes que generen unas palabras clave que resuman un tema determinado
que están estudiando. La creación de palabras clave es una forma interesante de reforzar la
conciencia del propio conocimiento. En un estudio que utilizó esta estrategia se comprobó una
mejora en la metacognición de los estudiantes que les permitió gestionar mejor el tiempo de
estudio y dedicar más esfuerzo a las materias que habían entendido peor (De Bruin et al., 2011).
Autoexplicación
Se les plantea a los estudiantes un cuestionario que les permite recordar información relevante
que han trabajado en el aula y al final se les pide que elijan entre las frases “¡lo conseguí!” o “¡no
estoy seguro!”. Para decidir si lo consiguieron o si no están seguros de ello, se les anima a
preguntarse: “¿Cómo se relaciona esto con lo que ya he aprendido?” o “¿Por qué esta pregunta
ayuda a generar nuevas ideas?”. La autoexplicación estimula los juicios de aprendizaje y de
confianza, junto a la metacognición y la comprensión de su propio aprendizaje (Wiley et al., 2016).
Junto a esto, qué importante es fomentar las preguntas abiertas del tipo (“¿Cómo?”, “¿Por qué?”)
ya que estimulan un pensamiento más complejo y están más vinculadas a la vida real que las
preguntas cerradas (“¿Quién?”, “¿Cuándo?”, “¿Dónde?”).

Pensando en voz alta


En esta actividad cooperan dos estudiantes. Uno resuelve la tarea explicando en voz alta sus
pensamientos y sentimientos durante el desarrollo de la misma, mientras que el compañero va
anotando todo lo que escucha, reflexionando e identificando posibles errores.
Antes pensaba …, ahora pienso
Esta rutina de pensamiento se utiliza para ayudar a los estudiantes a reflexionar sobre cómo su
pensamiento sobre un tema o cuestión ha cambiado a lo largo del tiempo. Además de desarrollar
las habilidades de razonamiento, esta rutina también desarrolla sus habilidades metacognitivas.
Puede utilizarse después de leer información novedosa, ver una película, escuchar una conferencia,
un debate en el aula o al finalizar una unidad didáctica, por ejemplo. Se explica a los estudiantes
que el objetivo de esta rutina es ayudarlos a reflexionar sobre su pensamiento acerca del tema
elegido e identificar cómo sus ideas han evolucionado a lo largo del tiempo. Se les pide que
reflexionen individualmente, lo escriben y, luego, han de compartir las ideas, en parejas o en
pequeños grupos, y explicar sus cambios de pensamiento.

Diario de aprendizaje
Un instrumento muy útil para promover la autoevaluación y la reflexión es el portafolio, un dosier
que recoge de forma sistemática y organizada sus trabajos durante una unidad didáctica o un
curso académico. Asimismo, el uso del portafolio promueve el desarrollo de habilidades
imprescindibles como la reflexión, el análisis crítico o la autoevaluación, lo cual impulsa el
desarrollo metacognitivo. El diario podría ser un diario de papel tradicional, un documento de
Google o incluso una grabación de audio o video. En el contexto de matemáticas, por ejemplo, un
estudiante podría detallar cómo trabajaron para comprender un problema, cómo intentaron
resolverlo, cómo cambiaron el esquema que estaban usando inicialmente, y cómo finalmente
llegaron a la solución y la comprobaron.

¡Date un respiro!
Podemos fomentar descansos durante el estudio para reflexionar sobre el propio aprendizaje. En
tareas de laboratorio, se ha comprobado que los participantes son más conscientes de su propio
aprendizaje al cabo de un tiempo y no inmediatamente después de la tarea (Fleming y Lau, 2014).
Asimismo, la meditación parece mejorar también la metacognición (Baird et al., 2014). Esto es
muy interesante ya que hemos comprobado lo útil que puede llegar a ser integrar este tipo de
técnicas, como en el caso del mindfulness, en los programas de educación emocional. Sin olvidar
el para, piensa y actúa, esencia del buen funcionamiento ejecutivo, que podemos y debemos
promover en cualquier etapa educativa.
Seguimos conociéndonos a nosotros mismos y a los demás. Un aprendizaje que es para toda la
vida.

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