La Metacognición
La Metacognición
La Metacognición
1.¿QUÉ ES LA METACOGNICIÓN?
Se denomina metamemoria a los conocimientos y procesos cognitivos que tiene la persona sobre
todo lo relativo a la memoria. En la memoria se distinguen, asimismo, entre actividades de
almacenamiento y de recuperación. Como sus propios nombres indican, las actividades de
almacenamiento sitúan información en la memoria mientras que las actividades de recuperación
escogen información de la memoria. Almacenar significa atender, codificar, memorizar, estudiar y
cosas por el estilo; «aprender» suele ser un buen sinónimo. Recuperar significa reconocer, recordar,
reconstruir el «recuerdo» de lo que se almacenado anteriormente (Flavell, 1985: 277-279).
Cada persona tiene de alguna manera, puntos de vista metacognitivos, algunas veces en forma
inconciente.
De acuerdo a los métodos utilizados por los profesores durante la enseñanza, pueden alentarse o
desalentarse las tendencias metacognitivas de los alumnos.
Desde otra perspectiva, se sostiene que el estudio de la metacognición se inicia con J. H. Flavell
(1978), un especialista en psicología cognitiva, y que la explica diciendo que: “La metacognición hace
referencia al conocimiento de los propios procesos cognitivos, de los resultados de estos procesos y
de cualquier aspecto que se relacione con ellos; es decir el aprendizaje de las propiedades relevantes
que se relacionen con la información y los datos. Por ejemplo, yo estoy implicado en la
metacognición si advierto que me resulta más fácil aprender A que B”
1. Llegar a conocer los objetivos que se quieren alcanzar con el esfuerzo mental
4. Evaluación de los resultados para saber hasta qué punto se han logrado los objetivos.
En la literatura se suele resumir esta secuencia diciendo que la metacognición requiere saber qué
(objetivos) se quiere conseguir y saber cómo se lo consigue. (autorregulación o estrategia)
De esta forma diremos que un estudiante es cognitivamente maduro cuando sabe qué es
comprender y cómo debe trabajar mentalmente para comprender. Además, el desarrollo de la
metacomprensión, nos hace tomar conciencia por ejemplo, de que un párrafo es difícil de
comprender y por eso controlamos la velocidad de lectura para de esta manera poder deducir el
verdadero significado del escrito, con lo que el conocimiento de nuestra propia comprensión nos
lleva a regular (autorregulación) la actividad mental implicada en la comprensión, y es este aspecto
el que ha tomado mayor importancia en las investigaciones más recientes.
Es oportuno aclarar en este punto, que no es necesario que los alumnos entiendan a fondo la
metacognición ni la investigación científica que la respalda, simplemente les alcanzará con que se les
enseñe a aprender según lo indican los principios derivados de la investigación metacognitiva,
desarrollándose entonces en ellos las habilidades y procesos importantes para la metacognición.
Esto se produce de la misma forma que una persona puede aprender a hablar bien sin conocer las
reglas gramaticales, pero no puede hablar bien si no aplica esas reglas.
Es una realidad de nuestras instituciones el haber puesto el acento en los contenidos, más que en el
modo de conseguirlos, en los resultados más que en los procesos; la investigación metacognitiva
propone un cambio fundamental en esta tendencia, atendiendo también los procesos de
aprendizaje y no solo sus resultados. En otras palabras, les exigimos a los alumnos que atiendan,
memoricen, que hagan esquemas o resúmenes, etc.; pero no se les enseña en forma metódica,
sistemática y persistente qué deben hacer y cómo deben hacer lo que de él esperamos. Por este
motivo la metacognición se propone investigar cómo trabaja el alumno cuando lee, atiende,
memoriza, escribe, etc., con el fin de descubrir las estrategias de aprendizaje, para ayudar a los
alumnos a aprender a aprender, capacitándolos para generar nuevos recursos cuando los que ellos
poseen no son de gran utilidad, de esta forma aprenden estrategias para desarrollar estrategias.
Esto hace cambiar incluso el concepto tradicional sobre los tests de inteligencia, que medían cuánto
sabemos hacer, reemplazándolos por otros que midan como actuamos cuando no sabemos que
hacer.
Otro aspecto muy importante sobre la metacognición, es que, si consideramos que se refiere al
conocimiento de nuestra propia mente, y que ésta dirige en gran parte las distintas formas de
proceder, veremos que la metacognición es crucial para entender el autoconcepto o la autoestima,
con lo que derivamos la importancia de la metacognición en lo referente a la motivación, que dirige
no solo nuestros procederes sino también nuestras actitudes, esperanzas o niveles de aspiración en
la vida. Las investigaciones han demostrado la influencia que tiene la autoestima positiva en los
buenos resultados académicos, pero casi no se ha estudiado la relación entre motivación y
metacognición.
2. Tipos de metacognición
Existen diferentes tipos de metacognición vinculados a diferentes capacidades cognitivas. Cada una
de las modalidades metacognitivas ayuda a planificar, organizar y optimizar el pensamiento. Los
tipos de metacognición son los siguientes:
Los análisis sobre aspectos teóricos de las estrategias metacognitivas y sus bases epistemológicas, tienen
en definitiva por finalidad conocer mejor el proceso de aprender de las personas y elaborar técnicas de
intervención para mejorar el mismo.
Siendo éste el principal objetivo, resulta obvio, que la aplicación de estas estrategias favorecerán el
aprendizaje para cualquier estilo y entorno de que se trate. Reflexionar y sacar algunas conclusiones sobre ello
es el verdadero objetivo de este trabajo.
Es evidente, entonces, el papel central que juega la metacognición para la educación, debido a su carácter
autodidáctico que, en gran medida, parece requerir, más que ningún otro, de un buen conocimiento de los
recursos propios.
Nuestro constructo arranca de la base que admite la posibilidad y facilidad de incluir estos elementos que
incrementan la ineludible función del alumno en la educación a distancia, lográndose de esta manera las
condiciones de incorporación en las actividades previstas, de los principales elementos de control sobre la
actividad cognitiva de los participantes. Por lo tanto, habría que destinar algún material y sesión a orientar a los
futuros aprendices en el manejo de su propia observación y conocimiento de su estilo de aprender, ofreciéndoles
instrumentos que le ayuden a aprender a aprender.
En definitiva, esta conciencia de los propios recursos cognitivos con que cuenta el estudiante, es
condición necesaria para que pueda darse cualquier plan estratégico, ya que de lo contrario podría darse la
aplicación de una estrategia, pero no existiría la intencionalidad, al no adoptarse un plan con previa deliberación
sobre objetivos y recursos.
Las estrategias se suelen clasificar, desde las operaciones más elementales a las más elaboradas, en
asociativas, de elaboración y de organización. Las asociativas implican operaciones básicas que no promueven
en sí mismas relaciones entre conocimientos, pero pueden ser la base para su posterior elaboración en cuanto a
que incrementan la probabilidad de recordar literalmente la información aunque sin introducir cambios
estructurales en ella. La estrategia de elaboración constituye un paso intermedio entre la estrategia asociativa,
que no trabaja sobre la información en sí misma, y la de organización, que promueve nuevas estructuras de
conocimiento.
Si bien en la elaboración se pueden producir operaciones simples, estableciendo algunas relaciones entre
elementos de la información que pueden servir de andamiaje al aprendizaje elaborando significados, existen
otras más complejas que actúan basadas en la significación de los elementos de la información.
Las estrategias de organización consisten en establecer de un modo explícito relaciones internas entre los
elementos que componen los materiales de aprendizaje y los conocimientos previos que posee el alumno. Los
conocimientos previos operan en una doble función: primero, porque depende de los que el aprendiz posea, el
que pueda elaborar de manera más o menos compleja esos materiales, y en segundo, lugar porque la estructura
cognitiva resultante del nuevo aprendizaje modificará la organización de esos conocimientos previos. Entre las
estrategias consideradas de organización, se suelen citar las clasificaciones, las estructuras de nivel superior, la
construcción de redes de conocimiento, los mapas conceptuales, la Uve de Gowin, etc.
4. Importancia de la metacognición
En nuestras sociedades actuales no sólo los niños tienen que estar aprendiendo nuevas
tareas de forma permanente, sino también los adultos, a quienes constantemente se les
presentan situaciones problemáticas no previstas que deben resolver.
Pozo (1996) afirma que la adquisición de nuevas estrategias para aprender es una de las
nuevas exigencias formativas que nuestras sociedades están generando. Esta nueva
demanda está siendo reconocida y recogida en las Reformas Educativas que se están
llevando a cabo en diferentes países de Europa y Latinoamérica. Así, por ejemplo, el
Documento Curricular Base para la Enseñanza Obligatoria en España expresa que es
necesario que el alumno tome conciencia de los procesos que utiliza en la elaboración de
conocimiento, facilitándole la reflexión metacognitiva sobre las habilidades de
conocimiento, los procesos cognitivos, el control y la planificación de la propia actuación
y la de otros, la toma de decisiones y la comprobación de resultados (MEC 1989).
En la Reforma Educacional chilena, los temas y contenidos transversales se refieren a
dimensiones valóricas y cognitivas. En cuanto a lo valórico, un aspecto se relaciona con
el desarrollo de la personalidad integrada emocionalmente, equilibrada y capaz de
conocer los códigos del mundo en que vive; otro está ligado a la capacidad y voluntad
para regular la conducta y, el último, corresponde a aspectos vinculados a la capacidad
de interacción social y de responsabilidad en la convivencia con los otros. Respecto de lo
cognitivo, la transversalidad se relaciona con el desarrollo del pensamiento que apunta a
fortalecer aquellas habilidades cognitivas vinculadas preferentemente al aprender a
aprender, la resolución de problemas, la comunicación, la lectura crítica y reflexiva, la
producción de ideas, el análisis y la reflexión en torno a las consecuencias de los propios
actos. Todo esto, con el propósito de fortalecer en los estudiantes las capacidades que
intervienen en el juicio y la acción moral, con el fin de que sean capaces de orientarse de
forma autónoma en situaciones de conflicto de valores y tomar posturas y decisiones de
las que se hagan responsables (Magendzo 2003).
La metacognición como concepto, dentro del ámbito de la psicología, no es nuevo. Sin embargo, ha
tomado notoriedad en el mundo académico-científico. Especialmente, desde los fundamentos del
aprendizaje. Su establecimiento y las distintas relaciones que se han construido a partir de esta son
llamativas y fundamentales para entender cómo aprendemos. Asimismo, es necesario comprender
los elementos sustanciales que componen la metacognición y la convierten en un proceso que va
más allá de lo cognitivo y tiene un impacto en la vida diaria. Por esta razón, adquiere relevancia
hablar de los procesos metacognitivos del pensamiento humano.
La metacognición en sí, es un elemento que permite la adaptación del ser humano, por lo tanto
tiene un impacto en la vida diaria. De este modo, permite regular nuestros pensamientos y
conductas sobre lo que procesamos a través de los sentidos.
Con esto, Arango y Corrales (2014) agregan que el conocimiento se adquiere principalmente con la
experiencia. Nuestros sentidos son los que gestionan y guardan la información obtenida.
En los últimos veinte años se han realizado muchas investigaciones en psicología cognitiva en las que
se ha analizado la ejecución experta en diferentes campos. En base a los resultados convergentes en
estos trabajos, se puede argumentar que el principal objetivo cognitivo del aprendizaje escolar
consiste en la adquisición de las cuatro categorías de habilidades que se presentan a continuación: 1.
La aplicación flexible de un conocimiento bien organizado, específico de un campo, que
comprendería conceptos, reglas, principios, fórmulas y algoritmos. 2. Métodos heurísticos, es decir,
estrategias de investigación sistemática para el análisis y la transformación del problema; por
ejemplo, analizar cuidadosamente un problema, explicando qué es lo que se conoce y lo que se
desconoce, subdividir el problema en submetas, visualizar el problema utilizando un diagrama o un
dibujo… 3. Habilidades metacognitivas que incluyen, por una parte, el conocimiento relativo al
funcionamiento cognitivo propio y, por otra parte, actividades que se relacionan con el autocontrol y
la regulación de los propios procesos cognitivos, como, por ejemplo, planificar un proceso de
resolución y reflexionar sobre las actividades de aprendizaje y de pensamiento propias. 4.
Estrategias de aprendizaje, es decir, las actividades que ocupan al estudiante durante el aprendizaje
con la finalidad de adquirir cualquiera de los tres tipos de habilidades anteriores.
Respecto al papel del profesor, hay que destacar que éste puede realizar un papel de experto a la
hora de resolver tareas cognitivas delante de sus alumnos. En este sentido, el maestro explicita sus
procesos de pensamiento a fin y efecto de que sus alumnos adquieran la habilidad cognitiva en
cuestión y reconozcan, en su profesor, la posibilidad de verbalizar lo que hasta ahora tan sólo han
podido ser «procesos internos inexplicables». No obstante, los enseñantes, además de decidir qué
habilidades quieren enseñar y cómo lo hacen, tendrán que tener en cuenta las características de los
alumnos y las de los profesionales que tienen que llevar a cabo la propuesta, las áreas de
conocimiento a través de las cuales se trabajará y el procedimiento que se utilizará, etc.; es decir, las
características del contexto de enseñanza y aprendizaje en el que se enseñará al alumno a pensar.
Hay que destacar la importancia de enseñar en las escuelas estrategias de aprendizaje, ya que si se
consigue optimizar el rendimiento intelectual enseñando habilidades de pensamiento, también
mejorarán otros aspectos del proceso de enseñanza-aprendizaje (Tesouro, 1992 y 1995). Es
necesario que el trabajo de estas habilidades se haga durante el tiempo suficiente y en situaciones lo
más variadas posible para asegurar la transferencia y la aplicabilidad de los aprendizajes y, en
consecuencia, su rentabilidad. Los conocimientos específicos no tienen ningún sentido si no llevan
hacia un «saber pensar», pero difícilmente los alumnos aprenderán a pensar si, en la primera tarea
en la cual tienen que aplicar su conocimiento, la tarea escolar, no son eficaces. En esta línea, cabe
destacar la importancia de las actitudes y los valores relativos a las estrategias de aprendizaje
teniendo en cuenta los siguientes aspectos: 1. Mejorar la forma de aprender de un alumno supone
mejorar la manera en que éste piensa sobre los contenidos objeto de aprendizaje. Si queremos
obtener buenos «productos», es imprescindible identificar y optimizar los procesos implícitos, y una
de las mejores maneras de hacerlo es conseguir que el estudiante sea consciente de ellos y pueda
explicarlos. 2. Las estrategias de aprendizaje tienen que enseñarse en base a las áreas curriculares. 3.
Enseñar estrategias de aprendizaje quiere decir enseñar para la transferencia. Aprender supone
transferir primero aquello que ya sabemos a la nueva información y después, la información
aprendida a nuevos problemas
Stanislas Dehaene
Metacognición en el aula
Se han identificado algunas características de los estudiantes que muestran una buena
autorregulación y las correspondientes estrategias metacognitivas que utilizan de forma efectiva
(Clark y Dumas, 2016):
3. Piden ayuda a los adultos (buscar apoyo social en el docente o en los padres).
5. Crean nuevas estrategias de aprendizaje (uso de la evidencia para la mejora del aprendizaje).
9. Interactúan de forma activa con los compañeros (cooperación con los compañeros).
10. Utilizan recursos fuera del aula (buscar información en Internet, bibliotecas, etc.).
14. Son conscientes de sus posibilidades sin juzgarlas (ser conscientes de las propias fortalezas y
debilidades).
“Dos cosas”
En cualquier momento de la clase, nos detenemos y les pedimos a los estudiantes que escriban
dos cosas acerca de un tema específico. Por ejemplo: “¿Cuáles son las dos cosas más importantes
que aprendiste hoy (o ayer)?”, “¿Cuáles son las dos conclusiones de esta unidad?”, “¿Cuáles son
dos ejemplos de tu vida que se relacionan con lo estudiado hoy?”, “¿Cuáles son las dos cosas que
te gustaría aprender?”, etc. Este es un ejemplo de práctica de recuperación, una técnica de estudio
que tiene un gran impacto sobre el aprendizaje y que, además, ayuda al alumnado a reflexionar
sobre lo que sabe y lo que no. Junto a ello es importante suministrar el feedback adecuado que
haga que la metacognición del estudiante esté en sintonía con su aprendizaje real.
Los cuatro pasos de la metacognición
Al final de la clase entregamos a los estudiantes una hoja dividida en diferentes cuadros en los que
aparecen definiciones y espacios en blanco, relacionados con lo estudiado antes, que hay que
completar. Para rellenar las hojas se siguen los siguientes pasos:
Diario de aprendizaje
Un instrumento muy útil para promover la autoevaluación y la reflexión es el portafolio, un dosier
que recoge de forma sistemática y organizada sus trabajos durante una unidad didáctica o un
curso académico. Asimismo, el uso del portafolio promueve el desarrollo de habilidades
imprescindibles como la reflexión, el análisis crítico o la autoevaluación, lo cual impulsa el
desarrollo metacognitivo. El diario podría ser un diario de papel tradicional, un documento de
Google o incluso una grabación de audio o video. En el contexto de matemáticas, por ejemplo, un
estudiante podría detallar cómo trabajaron para comprender un problema, cómo intentaron
resolverlo, cómo cambiaron el esquema que estaban usando inicialmente, y cómo finalmente
llegaron a la solución y la comprobaron.
¡Date un respiro!
Podemos fomentar descansos durante el estudio para reflexionar sobre el propio aprendizaje. En
tareas de laboratorio, se ha comprobado que los participantes son más conscientes de su propio
aprendizaje al cabo de un tiempo y no inmediatamente después de la tarea (Fleming y Lau, 2014).
Asimismo, la meditación parece mejorar también la metacognición (Baird et al., 2014). Esto es
muy interesante ya que hemos comprobado lo útil que puede llegar a ser integrar este tipo de
técnicas, como en el caso del mindfulness, en los programas de educación emocional. Sin olvidar
el para, piensa y actúa, esencia del buen funcionamiento ejecutivo, que podemos y debemos
promover en cualquier etapa educativa.
Seguimos conociéndonos a nosotros mismos y a los demás. Un aprendizaje que es para toda la
vida.