Tema 1 La Cultura en El Siglo XXI
Tema 1 La Cultura en El Siglo XXI
Tema 1 La Cultura en El Siglo XXI
La cultura en el
siglo XXI
Objetivos
Análisis Acto de separar las partes de un elemento para estudiar su naturaleza, función
o significado. Se realiza con el propósito de estudiar, ponderar, valorar y concluir algo
respecto de un objeto o persona.
Política Actividad, arte, doctrina, opinión, cortesía o diplomacia que tiende o tienden a la
búsqueda, el ejercicio, la modificación, el mantenimiento, la preservación o la
desaparición del poder público.
Realidad Todo que describe y que permite existir al ser humano, pues está presente en
un mundo que existe y es palpable. Conjunto de cosas reales pertenecientes a un todo.
Se puede percibir como la afirmación de algo que no se ve. Se emplea bastante en la
comunicación, pues concreta la determinación de algo que es real.
La cultura siempre ha estado ligada a la historia del ser humano. Desde la Antigüedad, las
primeras civilizaciones se esforzaban por transmitir de generación en generación todos los
valores, leyendas e historia de su cultura para preservarla a lo largo del tiempo.
Aunque esta transmisión cultural se hacía por parte de todos los elementos humanos de
una civilización, con el paso del tiempo este saber se fue especializando y se encargaron
de transmitir la cultura personas que velaban por ella y evitaban que la historia borrara su
paso por el tiempo.
A lo largo de este capítulo se realizará un breve pero intenso recorrido por diversos
conceptos relacionados con la cultura para comprender de dónde viene el hombre y hacia
dónde se dirige.
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1.1. Contextualización
La cultura es el fundamento para el desarrollo integral de cualquier sociedad. La cultura
define las sociedades, forma su identidad, fomenta el respeto y la tolerancia entre los
pueblos, crea puestos de trabajo y mejora la vida de las personas. Es una forma de incluir
y entender a los demás, ayuda a preservar el patrimonio, da sentido al futuro y empodera a
las personas.
Uno de los primeros significados del término cultura era "cultivo" o "cuidado" Ya el romano
Catón empleó el término para referirse al campo ("agricultura"). Usando la idea de "cultivo
de la tierra" o agricultura, Cicerón utilizó la metáfora de cultura animi, es decir, "cultivo del
alma", que acerca al lector al sentido que, en la actualidad, posee el término en las lenguas
occidentales. Sin embargo, el sentido más característico del término en la época clásica se
refería al campo.
Esta interpretación del término latino siguió vigente hasta el siglo XVIII. A lo largo de la
Edad Media, la cultura tuvo connotaciones agrarias, pero en el siglo XVIII tomó una
significación que será corroborada con el nacimiento de las ciencias sociales en el siglo
XIX, cuando este concepto pasa a tener otro significado, aunque inspirado en su primitiva
concepción de " cultivo del alma" o "cultivo del espíritu"
Hasta ese momento, la cultura tuvo una dimensión básicamente subjetiva, entendida como
cultivo de un individuo o del conjunto de individuos que forman un pueblo. Antes del siglo
XVIII, ese fue el único significado de la cultura. Sin embargo, poco a poco, de esta
significación subjetiva de cultura se pasó a otra más objetiva que ya se anticipaba en el
siglo XVIII como civilización en el ámbito francés, y como kultur en el ámbito alemán.
El término civilización remite al refinamiento y a la educación del individuo, y posee un sentido de progreso
que se adelanta al evolucionismo los individuos más refinados son los habitantes de la ciudad, de la civitas.
En 1871, Edward Burnett Tylor acuñó una de las definiciones más clásicas de cultura con
el sentido que tiene hoy. En su obra Cultura primitiva, afirmó que "la cultura o civilización,
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en un sentido etnográfico amplio, es ese todo complejo que incluye el conocimiento, las
creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y
capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad"
Franz Boas afirma que cada cultura es el resultado de unas condiciones naturales e
históricas que, sin embargo, no son determinantes. Su idea sobre la cultura se encuentra
en la siguiente definición: "puede definirse la cultura como la totalidad de las reacciones y
de las actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos
componentes de un grupo social, colectiva e individualmente, en relación con su ambiente
natural, a otros grupos, a los miembros del mismo grupo, y de cada individuo hacia sí
mismo. También incluye a los productos de estas actividades y su función en la vida de los
grupos"
Clyde Kluckhohn distingue entre pautas evidentes, que se refieren a normas específicas
del comportamiento, y configuraciones, principios ocultos que rigen la cultura entendida de
manera abstracta (1952: 388-433). La importancia por la que se adquieren estos principios
le conduce a preconizar una concepción global de la cultura que es necesario comprender.
La cultura consiste en patrones de comportamiento explícitos e implícitos, adquiridos y
transmitidos mediante símbolos, que constituyen unos logros distintivos de los grupos
humanos, incluyendo su plasmación en utensilios. El núcleo esencial de la cultura se
compone de ideas tradicionales (es decir, obtenidas y seleccionadas históricamente) y
sobre todo, de sus valores asociados.
Para Alfred Kroeber, los fenómenos culturales responden a una lógica propia según la cual
el individuo se halla incapacitado para intervenir, pues se encuentra fuera del alcance de
toda su voluntad. Es decir, el sujeto no construye el proyecto por sí mismo, sino que le es
dado a través de la herencia social.
Leslie White atiende de una forma más exhaustiva a la cultura universal que a la propia
cultura en particular, y destaca una combinación autónoma de los distintos rasgos que la
componen hasta el extremo de subrayar la profunda influencia que ejerce la cultura sobre
la conducta individual del hombre y su impotencia para controlarla. Sin embargo, junto con
su demostrada defensa de la cualidad suprabiológica o supraorgánica de la cultura, se
halla otra defensa no menos acusada del sometimiento de los distintos componentes que
tiene la cultura respecto al factor tecnológico.
La cultura material se refiere al mundo de los objetos y es tangible, mientras que la cultura
no material es intangible. Esta última, dotada de una gran amplitud, contiene la idea de la
percepción del mundo y de todo aquello que conforma a una sociedad. En un mundo tan
globalizado como el nuestro, los préstamos culturales -procedentes de otras culturas-
ocupan una parte cada vez mayor.
Las normas se pueden describir como reglas que regulan la conducta de los miembros de
la sociedad. Existen muchos tipos de normas; algunas son comunes a muchas sociedades,
pero otras son específicas. También hay reglas que están presentes en todos los ámbitos
de la cultura, de modo que son, al mismo tiempo, reglas morales, religiosas, legales, etc.
Los valores de una sociedad son modelos culturalmente definidos por los que las personas
que integran una cultura realizan evaluaciones en una escala que va de lo deseable a lo
que carece de valor. Muchos de estos valores se interiorizan desde que se nace en el seno
de una cultura determinada y el individuo apenas tiene conciencia de la importancia de los
mismos. La importancia de los valores de una sociedad es extraordinaria: guían los
comportamientos individuales y colectivos y, por eso, resultan insalvables en la vida
cotidiana.
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cualquier cultura añade una serie de cambios generados internamente o tomados de otras
culturas.
1.2. Agentes
En un sentido amplio del término, la gestión cultural entiende por agentes aquellos actores
que intervienen o pueden intervenir en la articulación de las políticas culturales. Así, en la
Conferencia de México de la Unesco (1982), se definieron las políticas culturales como un
conjunto de prácticas sociales de diferentes sectores de una sociedad. Néstor García
Canclini (1987) afirmó que las políticas culturales son el "conjunto de intervenciones
realizadas por el Estado, las instituciones civiles y grupos comunitarios organizados"
La Administración Pública.
El sector privado.
El sector comunitario -denominado tercer sector-.
Estos tres agentes han de intervenir en la planificación y desarrollo de actuaciones que den
respuestas ajustadas a las necesidades v demandas expresadas v latentes de un contexto
determinado en el ámbito de la cultura.
Diversos autores, como Pierre Muller (1990), se refieren a ellos como mediadores, ya que
construyen la referencia de una política, es decir, crean las imágenes conceptuales que
determinan una percepción del problema, la necesidad o el interés que aportan y las
propuestas y soluciones apropiadas a cada situación. Michel Bassand los considera
"portadores del murmullo cotidiano" a los que hay que considerar en todas las políticas
culturales.
Estos agentes o mediadores aportan su acción para consolidar una actividad social,
pudiendo representar, dentro de un contexto, un potencial democrático importante. Por
esta razón, el papel de los agentes culturales en el diseño de una política cultural es un
elemento esencial en toda la implementación y en la aplicación de sus contenidos.
La lectura del marco normativo de cada país presenta una panorámica desde la que se puede observar y
analizar qué papel tienen, o pueden tener, los grandes agentes.
En la planificación y desarrollo de las políticas culturales deben intervenir los tres agentes
desde una posición de equilibrio. Ello permite asegurar la existencia de una verdadera
democracia cultural ajustada a una perspectiva que relacione los procesos, experiencias,
creaciones y distribuciones culturales globales con todos los que tengan por contexto el
ámbito territorial de que se trate
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Esta participación en las políticas culturales tiene que facilitar el disfrute de la cultura, tanto
mediante el acceso a manifestaciones y productos culturales ya elaborados, como a través
de la promoción de la participación social o comunitaria en la vivencia creativa de la
cultura, así como en la vivencia de la diversidad de identidades culturales.
En este sentido, es importante adoptar una perspectiva glocalizadora capaz de dar las
respuestas y ofertas adecuadas a las necesidades, intereses y demandas específicas del
contexto de actuación y su mejora.
Las formas, modalidades y condiciones en que cada uno de estos agentes interviene o
desarrolla sus actuaciones y propuestas son variadas y en parte vienen definidas por los
aspectos siguientes:
Por el tipo de rentabilidad que buscan con sus actuaciones, ya sea económica o
social.
Por la relación de los agentes con los procesos de creación, producción, distribución
y consumo de los productos culturales.
Por su compromiso con el entorno en que se insertan.
Cabe además apuntar que, para conseguirlo, las administraciones públicas están
desarrollando e implementando acciones de igualdad de género mediante las cuales
garantizar los derechos de las mujeres, entre otros, a participar en la vida pública v política
de cualquier estado.
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Estas acciones se plantean desde una perspectiva glocalizadora con un trabajo en red
desde niveles internacionales hasta ámbitos locales. Y es en los ámbitos locales donde la
animación cultural se convierte en una estrategia de intervención que apoye planes de
equidad de género.
Aunque el entorno político y legislativo que acoja a los agentes culturales sea distinto, en
una línea u otra, estos adquieren funciones de gran importancia en el desarrollo de las
políticas sociales y culturales.
Con frecuencia, los agentes aplican su propia política sin la intervención del Estado, que
puede o no coincidir con la postura oficial de la Administración, pero, en ocasiones,
interviene con más eficacia en la realidad de su contexto. Esa relación no está exenta de
tensiones y conflictividad, algunas veces con carácter positivo.
Los agentes sociales, siempre de acuerdo con los principios, finalidades y valores a los
que opten y puedan desarrollar, adquieren un protagonismo que podría resumirse en las
siguientes funciones características:
1. Los agentes culturales analizan e interpretan la realidad social, dan respuesta a sus
problemas, demandas o necesidades, y organizan servicios para que alcancen su
bienestar.
2. Los agentes posibilitan y canalizan la participación y la incorporación de grupos y
personas a los trabajos y a la acción para su comunidad, originando un proceso
desde la privacidad y el individualismo por lo que respecta a la acción pública y
social.
3. Los agentes acumulan y crean estados de opinión sobre temas que les afectan y
generan las condiciones necesarias para difundir sus opciones, con la finalidad de
que se tenga en cuenta un tema determinado.
4. Los agentes pueden estructurar y construir las demandas de carácter social, cultural
y educativo que concentran estados individuales o grupales, y trasladarlas
colectivamente a las organizaciones y al aparato de administración del Estado.
5. Los agentes constituyen una plataforma para fomentar la auto organización de
servicios y la asunción de responsabilidades públicas por sistemas de delegación en
la prestación de servicios.
6. Los agentes ejercen una función prospectiva, pues descubren y evidencian nuevas
necesidades o problemáticas de la sociedad y despiertan una preocupación por
esos temas en los estamentos oficiales.
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7. Los agentes son una plataforma de organización de la iniciativa privada y lucrativa,
a partir del establecimiento de organizaciones propias.
La gestión cultural suele referirse a los agentes desde una perspectiva que los sitúa como
profesionales de la cultura o como figuras que se consideran más promotores que
productores. Tales consideraciones evidencian una indefinición del sector y muestran que
siguen siendo necesarias unas aproximaciones conceptuales pendientes en la definición
teórica de este campo.
A pesar de la potencialidad objetiva que la presencia de los agentes culturales tiene para
un determinado territorio, su existencia, complementariedad y simultaneidad no está
exenta de dificultades.
Los principales problemas que surgen al establecerse relaciones entre los agentes
culturales se deben, básicamente, a:
En los países que poseen cierta tradición de políticas culturales, se han producido
procesos de estructuración de agentes culturales diferenciados de las acciones
gubernamentales. Cuando esas acciones se realizan desde el sector privado, su finalidad y
marco de referencia obligan a adecuarlas al mercado, a la realidad socioeconómica y a las
posibilidades del marco legal.
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1.3. Gestión cultural
En este apartado se intenta llegar a una definición, con matices, de gestión cultural. Para
hacerlo, se puede describir lo existente y pasar a una gestión cultural ideal... La
complejidad de la definición de la expresión gestión cultural es obvia, pues incluso es difícil
ponerse de acuerdo sobre la palabra cultura.
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4. Como bienes culturales: se pueden considerar como ejemplos un libro, un
espectáculo, una exposición, un espacio natural, una película de cine o de
televisión, un monumento, una canción (grabada o no)...
5. Como servicios culturales: se incluyen la visita guiada a un museo; la compra de una
entrada online, por teléfono o desde un cajero; o el diseño de una exposición, por
poner algunos ejemplos.
6. Objetivos: cuando se habla de los objetivos, hay que tener en cuenta que varían en
función de la naturaleza jurídica (pública o privada) de la organización de que se
trate:
En el sector privado, el objetivo predominante es, en principio, la rentabilidad
(libros, discos...). Pero no siempre es así, pues a veces forma parte de una
estrategia más amplia en la que se mezclan otros factores (como la estrategia
sobre la imagen de una entidad; es el caso de empresas de ticketing en sus
inicios o fundaciones de entidades financieras). Por otro lado, las
organizaciones no gubernamentales (ONG) tienen una gran variedad de
objetivos, y ninguno de ellos es la rentabilidad.
En las administraciones públicas, el objetivo prioritario es garantizar la calidad
y la accesibilidad de lo que se ofrece (relacionado con los derechos y los
deberes culturales). Existen, sin embargo, empresas cuyo accionariado es
mayoritariamente público en las que sus objetivos combinan tanto los de fines
sociales como los de empresas privadas.
También existen casos mixtos (rentabilidad y accesibilidad). Por ejemplo, un
teatro con una titularidad pública gestionado por una sociedad privada.
7. Con relación a los consumidores: se considera a los ciudadanos espectadores,
lectores, visitantes, telespectadores... En este caso cabría diferenciar entre
consumidor y cliente (el cliente de una organización o proyecto cultural puede no ser
necesariamente el ciudadano).
8. Como satisfacción: se tiene en cuenta el disfrute de la experiencia con el objetivo de
maximizarlo.
La gestión de la cultura es como la de cualquier otro bien económico, pero incluye una
serie de especificidades que hacen de la gestión cultural una técnica con personalidad
propia. Así, una limitación desde el punto de vista del marketing es la escasa o nula
capacidad de decisión del gestor sobre el diseño (creación) del producto (el bien cultural).
Un gestor cultural, no puede (o no debe) influir sobre el producto que elabora el creador
(como, por ejemplo, cambiar el color de un cuadro o el final de una obra de teatro) porque
se venda poco. Por el contrario, esa creación suele tener viabilidad comercial según sus
habilidades como gestor. Desde el punto de vista de la gestión se puede considerar que la
cultura ofrece más retos que otros bienes, pues, aunque los gestores culturales utilicen las
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mismas técnicas de gestión que otros profesionales, pueden incidir poco o nada en las
características del producto.
La misión del gestor cultural no es modificar o hacer más comercial la obra (suele creerse),
sino encontrar el mercado adecuado para la misma, combinando adecuadamente el resto
de las variables de la gestión (precio, canal de venta, promoción.), de forma que se pueda
maximizar el beneficio derivado del intercambio entre el artista y el cliente.
Una segunda característica de la gestión cultural es la enorme diferencia dentro del uso de
las tecnologías entre los distintos ámbitos considerados culturales (por ejemplo, el sector
artístico, las industrias culturales y la industria del ocio y del entretenimiento).
El término cultura abarca numerosas actividades de distinta naturaleza. Así, existen bienes
culturales con procesos de elaboración artesanales (como una escultura o una actuación
en vivo de marionetas o de circo), mientras que otras tienen un carácter claramente
industrial (como el cine, la música grabada o la edición). Por último, la posibilidad que
ofrecen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como internet al
permitir la digitalización de contenidos está provocando una auténtica revolución en la
creación y en los modelos de negocio de discográficas, editoriales y sociedades de
derechos de autor.
Es decir, en el mismo sector conviven actividades casi artesanales con negocios basados
en las tecnologías más modernas. Las TIC pueden aplicarse en las diferentes fases del
proceso, que va desde la creación al consumo de un bien o servicio cultural. El nivel de
aplicación de todos los avances tecnológicos influye en el tamaño de la organización
cultural, ya que condiciona la capacidad de generar y, por tanto, de disponer de recursos.
Otra especificidad del sector cultural es el alto nivel de intervención pública en el mismo, lo
que lleva a preguntarse sobre las políticas culturales públicas; qué nivel de injerencia
deben tener las administraciones públicas en el sector; qué alternativas de intervención
pública existen en la cultura; cuáles son sus efectos en aspectos como la creación y
calidad del producto cultural, distribución, consumo, precio, accesibilidad, promoción,
porcentaje de asistencia o utilización de los bienes culturales; cuál es el perfil
socioeconómico del público cultural y, por último, como incide esta intervención sobre el
profesional de la gestión cultural.
Toda política cultural ha de desarrollar unos objetivos y unas estrategias incorporando una
acción formativa dirigida a la capacitación las personas que han de desarrollar estos
objetivos. Pero la realidad de cómo se han desarrollado las políticas culturales territoriales,
evidencia que, a pesar de no contemplar su función formativa entre los objetivos de las
mismas, esta se desarrolla como fruto de un proceso complejo en el que los gestores y las
instituciones en las que ejercen su profesión tienen un papel predominante.
Las funciones de la gestión cultural varían, a diferencia de la animación cultural, con cada
práctica concreta de la misma. Se trata de una línea de intervención en que se presentan
tanto planteamientos propiamente gestores en la búsqueda de una mediación eficaz y
eficiente entre oferta y demanda cultural desde una política de mercado, como
planteamientos que se proponen una función de desarrollo sociocultural por encima de
rendimientos económicos -aunque, por supuesto, sin desdeñarlos-
Desde nuestra perspectiva de trabajo, entendemos que las políticas culturales son las
líneas de actuación que guían la realización de unas intervenciones culturales y no otras,
así como la toma de decisiones en su adecuada planificación teniendo en cuenta las
necesidades, demandas e intereses de los contextos para los que se definan.
Estas líneas de actuación vendrán a definir a los colectivos y territorios de actuación, las
claves metodológicas y los diferentes recursos en los que se tendrán que apoyar los
planes, programas y proyectos culturales, para determinar un modelo propio de
intervención y las acciones a implementar por la entidad u organización cultural.
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Las políticas culturales locales, dirigidas a garantizar los derechos culturales de la
ciudadanía, están estrechamente vinculadas a la construcción de la identidad personal y
colectiva. Destaca el papel que juegan estas políticas en el fortalecimiento de la cohesión
social. La reactivación de economías en fase de transformación y la empleabilidad de
capital humano joven v altamente cualificado.
Por tanto, las políticas culturales, como políticas públicas orientadas a la transformación de
la realidad sobre la que se ubica un ecosistema cultural, se mueven desde el tradicional
espacio generado por la acción pública hacia su núcleo estratégico. Todo ello otorga una
mayor y creciente responsabilidad a la definición, diseño e implementación en el desarrollo
de las políticas culturales locales y regionales.
Cuando una entidad, del carácter que sea, se propone definir su identidad como agente de
intervención en el ámbito cultural y, por tanto, fijar cuál va a ser su política cultural, debe
plantearse su perspectiva de trabajo respecto a las diversas claves presentes en el
panorama actual de la cultura.
La cultura popular.
La diversidad cultural.
La participación ciudadana.
Las necesidades y demandas culturales.
El territorio de la intervención cultural.
Los sectores y contextos de la intervención cultural.
Los espacios para la intervención cultural equipamientos e infraestructuras.
El enfoque glocalizador de la intervención cultural.
La tecnificación de la intervención.
La cultura como pilar de desarrollo comunitario.
La cultura popular
Desde hace ya varias décadas, pero cada vez con mayor fuerza, la cultura se revaloriza
socialmente como vía de promoción y desarrollo de la persona tanto en los aspectos
intelectuales como en los afectivos, emocionales, creativos y sociales, a través del disfrute
y participación activa en el conjunto de todos los procesos que se entienden como cultura
popular, como una expresión comunitaria, desarrollada desde procesos de autogestión con
el apoyo de políticas culturales oficiales.
La cultura popular está definida por los propios rasgos de identidad de cualquier
comunidad, reafirmada en la manifestación de sus tradiciones y en la conservación de su
patrimonio inmaterial y, al mismo tiempo, nos abre caminos de comprensión de la
diversidad en la confluencia y el encuentro rico de distintas comunidades.
Y para que esta respuesta se ajuste a realidades concretas, la perspectiva que se adoptará
será la local, aunque sin descuidar las relaciones e influjos que se dan en el plano global,
bien desde distintos ámbitos de competencias administrativas, bien desde los procesos de
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comercialización de la cultura que parten del sector privado o bien desde los flujos de
corrientes y modos culturales que se dan en el plano comunitario.
Pero hay que insistir en que esta intervención ha de recoger y reutilizar los aspectos e
instrumentos positivos que se desarrollaron desde la línea política de la democratización
cultural, para complementar las mismas iniciativas sociales y ajustarse a demandas
existentes de acceso y disfrute a productos culturales, tanto a los elaborados por la
industria cultural como a los pertenecientes al patrimonio de la comunidad.
La diversidad cultural
En la sociedad actual, es evidente la diversidad cultural, que comprende tanto los procesos
de encuentro y convivencia cultural en un mismo territorio en forma de multiculturalidad e
interculturalidad, como la diversidad de expresiones culturales, aun bajo la presión de
procesos de globalización cultural que extienden una uniformidad de manifestaciones
culturales desde el predominio de formas culturales propias de los países y las
comunidades con mayor desarrollo económico y poder político, que ponen en peligro el
reconocimiento de las identidades culturales distintas.
La diversidad cultural es el punto de partida desde el que trabajar por el desarrollo cultural
comunitario y el logro real de una sociedad para todas las personas con todas sus
identidades, para lo cual se deben desarrollar estrategias e instrumentos efectivos para el
reconocimiento, promoción y vivencia comunitaria de las distintas culturas en cualquier
contexto, además de hacer visible a toda la sociedad su riqueza e importancia
Al mismo tiempo, esa diversidad cultural se verá fortalecida por el trabajo de intervención
en los diferentes sectores de expresión cultural, como por ejemplo el teatro, el cine o la
artesanía.
La participación ciudadana
Partir de esa realidad es un punto clave del que dependerá toda la intervención, su
significado y su validez. Por ello, a la hora de definir la política cultural de una entidad es
imprescindible plantear el grado de compromiso que se adoptará ante las necesidades y
demandas culturales que, manifiestas o no, se detecten y hay que establecer la línea a
seguir para dar una respuesta ajustada a las mismas.
Así, por ejemplo, una compañía teatral de marionetas puede plantearse una política de
intervención centrada en la oferta teatral para un público infantil desde la promoción de un
ocio creativo y el acceso a un sector cultural que pocas veces se dirige a la infancia.
Pero además de esta línea de intervención, esa misma compañía teatral podría decidir
desarrollar una política de compromiso con la comunidad v plantear también acciones de
integración social mediante talleres teatrales con grupos con necesidades específicas del
territorio en que trabajen. Y de una manera u otra, sus líneas de intervención siempre se
definen para dar respuestas a determinadas necesidades y demandas.
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Las necesidades llamadas que podemos encontrar en nuestro ámbito son muy variadas
según los segmentos de edad de la población a la que nos dirijamos un, según el contexto
en el que llevemos a cabo nuestra acción (rural, urbano, institucionalizado) y según la
existencia de realidades vitales de características específicas.
Aun así, en lo que respecta a las demandas culturales, una herramienta útil para su
detección y análisis son las estadísticas sobre el ámbito cultural que periódicamente se
realizan, tales como los anuarios de estadísticas culturales elaborados a nivel estatal
Por ello, en las líneas de intervención se deberá delimitar el contexto en sus múltiples
aspectos: concreción territorial, recursos... y especialmente redes comunitarias con las que
se plantee desarrollar diferentes programas de colaboración
Todos estos aspectos territoriales cobran tal importancia que pueden por sí mismos influir
en la definición de la política cultural de una entidad con una selección sistemática de
ciertas estrategias de intervención en un contexto concreto
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Este sería el caso, por ejemplo, de territorios en los que, detectada la existencia de una red
de grupos de aficionados al teatro mediante un análisis DAFO (análisis de debilidades,
amenazas, fortalezas y oportunidades) y el mapeo para la identificación y localización de
recursos, una entidad determine desarrollar sus líneas de intervención cultural mediante
proyectos que integren la colaboración de esos grupos de teatro y que además pretenda
abrir nuevos intereses culturales partiendo de esa realidad dada.
Por otra parte, integrar nuestra actividad en un contexto rural, un contexto urbano o un
contexto institucionalizado requerirá diferentes enfoques de intervención en coherencia con
sus peculiaridades, y todo ello teniendo en cuenta el reparto de competencias en los
distintos niveles de la Administración Pública.
Por esta razón, son espacios culturales que en las ciudades se ubican en los diferentes
barrios, y que en los pueblos suelen reunir toda la intervención cultural, concentrando
esfuerzos de la Administración Pública, iniciativas comunitarias, ONG, fundaciones, etc.
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Así pues, en algunos casos, nos estamos alejando de la práctica cultural democrática, que
necesita del apoyo de este tipo de centros, y sólo se promueven intervenciones culturales
esporádicas en el tiempo, sin la continuidad necesaria para asentar y reforzar sinergias
participativas y creativas en la comunidad.
Por otra parte, más allá de la diversidad cultural que se constata en los territorios de
intervención, se hace patente la necesidad de recursos suficientemente variados, eficaces
y eficientes para satisfacer esa realidad compleja de demandas, necesidades e intereses.
La tecnificación de la intervención
En cuanto a los agentes de la intervención cultural, han de redefinir su papel para lograr los
objetivos que se proponen en un contexto donde las corrientes de opinión ciudadana
ganan poder en la representación de ciertas demandas e intereses y pueden llegar a
modelar tendencias en la participación y el consumo de productos culturales.
A) En España
Desde 1977, la política cultural española ha tenido que pasar por una fase de maduración
acelerada. El modelo actual se caracteriza por la combinación de una decidida voluntad de
apoyo del Estado a la cultura, de origen ilustrado e inspiración francesa, y por una fuerte
descentralización de las competencias del Estado en esta materia, propia del modelo
territorial implantado por la Constitución de 1978.
Se puede afirmar que, a mediados de la década de 1990, se culminó este proceso de des-
centralización. A finales de esta, los municipios protagonizaron el mayor esfuerzo en una
promoción y difusión cultural. Prueba de ello son las manifestaciones culturales de las dos
ciudades europeas de la cultura en los años 2000 y 2002.
Los municipios solo están obligados a ofrecer servicio de biblioteca si superan los 5.000 habitantes.
El apoyo a la creación se articula como objetivo de la política cultural en torno a tres ejes
fundamentales: la normativa de protección intelectual y derechos de autor, las enseñanzas
artísticas y las medidas específicas de promoción a los creadores.
B) En otros países
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Dentro del marco de las políticas de cohesión de la Unión Europea, la financiación
procedente de los fondos estructurales ha contribuido en las últimas décadas a la mejora
de las infraestructuras culturales en España: nuevos museos, bibliotecas y auditorios,
restauración de edificios y lugares de interés patrimonial… Esta aportación ha sido decisiva
para la configuración de un tejido cultural homologable y para la estructuración de políticas
de desarrollo territorial con participación de la cultura.
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Gran parte de las competencias culturales españolas pertenecen al nivel regional de
gobierno (comunidades autónomas). Además, todos los municipios asumen una parte
predominante del esfuerzo cultural público. La Administración central tiene, por lo tanto, un
peso minoritario en la implementación de estas políticas públicas, aunque conserva una
gran influencia en la poli-tica cultural debido a todas sus atribuciones constitucionales en
materia de cultura y política exterior, así como a la titularidad dentro de las instituciones
culturales de mayor peso y proyección.
Se puede definir la realidad como "una ficción con mil caras". Por un lado, tal como se
siente esa realidad a diario, interactúan en ella muchos factores (personales, colectivos,
políticos, eco-nómicos, culturales, sociales, religiosos, medioambientales...) y se aparece
como un enorme rompecabezas múltiple, fragmentado. Para complicar el conocimiento y la
comprensión, estos son tiempos de profundos y vertiginosos cambios y transformaciones
en todos los campos. El mundo está en constante cambio, es una realidad en conflicto
permanente... Por otra parte, la subjetividad, los valores, los filtros personales condicionan
las miradas al percibir la realidad.
El análisis debe ser permanente, continuo, debe acompañar a la acción en todas sus
fases, aunque se refuerce y precise en momentos determinados (al inicio de un proceso
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concreto, en la evaluación final de un proyecto, etc.). El análisis de la realidad no implica
un "antes", sino un "durante" que
Existen unas pautas que hay que tener en cuenta a la hora de aplicar el análisis de la
realidad:
Es necesario conocer y analizar la realidad, y hay que hacerlo con todos los medios de los
que se disponga en cada caso. Al analizarla, la ausencia de recursos, tiempo o medios no
puede ser una excusa. Si se llega a esta conclusión, es preferible detenerse y revisar a
fondo el sentido de dicha acción.
El alcance y la profundidad del análisis de la realidad será más o menos amplio en función
de las necesidades (según si es una actividad pequeña o un gran proyecto, con un grupo
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reducido o con una población más amplia, en un barrio pequeño o en un territorio extenso,
etc.) y también de los medios disponibles.
B) Gestión de la información
Así pues, hay que seleccionar y elaborar las preguntas relacionadas con la situación o con
la realidad que se quiere estudiar y pensar qué se va a plantear a los informadores, o bien
qué se intentará responder consultando otras fuentes.
La realidad no se analiza para afirmar una percepción particular de las cosas o para
confirmar hipótesis previas (por importantes y necesarias que sean), sino que se analiza
para construir una nueva visión (un nuevo nivel de conocimiento) más completa y
compleja, que permita desenvolverse mejor en esa realidad. Escuchar es más que oír
educadamente, aunque esto sea imprescindible; también implica atender, recoger y
registrar todas las opiniones, informaciones y datos que se obtengan como respuesta a
todas las preguntas, se esté de acuerdo o no, e independientemente de la fuente de
información.
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Una escucha activa supone una actitud de interés, atención y respeto hacia todas las
opiniones e informaciones que se reciben, supone una disposición y una voluntad de
entender el sentido de lo que los otros comunican. Escuchar también significa leer la
documentación de la que se dispone y buscar la información que interesa, la que responde
a las preguntas planteadas, en textos, informes, estudios, estadísticas, etc. Con frecuencia,
esta tarea de lectura y de análisis debe ser un primer paso, incluso antes de preguntar,
pues ayuda a comprobar si todas las hipótesis de análisis están bien orientadas y
enfocadas. De este modo, se facilita la concreción de las preguntas.
En cualquier caso, es necesario tratar esa información con la mayor fidelidad, recogerla y
registrarla para analizarla posteriormente. Los medios utilizados para hacerlo deben ser
sencillos, fáciles de comprender y de aplicar por parte de quienes participan en la escucha,
fácilmente consultables cuando haga falta.
Hay que identificar y hacer una primera clasificación de los datos que se vayan recogiendo
utilizando y combinando distintos criterios de registro: por fuentes, temas o cuestiones por
el carácter de los datos (cuantitativos, cualitativos), por tipos de soportes (documentos
escritos, gráficos, testimonios orales. ) etc., de manera que, posteriormente sea más fácil
su consulta y análisis Es importante que los criterios sean los mismos para todas las
personas que intervengan en el análisis, especialmente, a entre los que clasifican y
organizan los datos y los que han de analizarlos e interpretarlos. Cuanto mayor sea el
alcance del análisis, mayor será también el volumen, la diversidad y la complejidad de la
información recogida mediante la pregunta y la escucha.
Resumen
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Proyecto
Trabajo de investigación sobre la cultura de tu localidad.
Para ello:
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