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MAIER - PARÁGRAFO 2 - A - Derecho Procesal Penal - CONCEPTO Y

CONTENIDO

El derecho procesal penal es la rama del orden jurídico interno de un Estado, cuyas
normas instituyen y organizan los órganos públicos que cumplen la función judicial
penal del Estado y disciplinan los actos que integran el procedimiento necesario para
imponer y actuar una sanción o medida de seguridad penal, regulando así el
comportamiento de quienes intervienen en él.
Rama jurídica > implica que se trata de una porción delimitada del conjunto de normas
que integran el orden jurídico interno de un Estado, en la actualidad adquirió autonomía
legislativa, científica y académica. La primera de ellas, tiene incluso fundamento
constitucional, el Derecho penal es legislación federal y única para toda la Nación (art.
75 inc. 12 CN) mientras que el Derecho Procesal (leyes de organización judicial y
códigos de procedimiento) es, en principio, parte de la competencia legislativa local,
esto es, de los parlamentos provinciales o del Congreso de la Nación, en su función de
legislatura local para atender al servicio judicial en los casos de competencia federal
(CN 116 y 117).
Al regir en esta materia el principio lex fori, los jueces sólo aplican Derecho local , esto
es, el Derecho que rige en el ámbito del poder soberano que los inviste y donde se
desarrolla el procedimiento, razón por la cual excluyen la aplicación de reglas de
Derecho internacional puras o de aquellas que remiten a un Derecho foráneo. Esta
característica se ve representada con mayor intensidad en nuestro país dado que la
organización política (Constitucionales) cada provincia debe proveer la organización y
reglamentación de su función judicial autónoma y la Nación, por su parte, provee a la
organización de sus propios órganos judiciales y a la regulación de su procedimiento de
persecución penal para el ámbito restringido y excepcional de su propia competencia
penal.
Objeto: disciplinar los actos jurídicos que integran el procedimiento para llegar
eventualmente a una sanción o medida de seguridad penal, regulando así el
comportamiento de quienes intervienen en él y sus efectos jurídicos e instituir y
organizar los órganos públicos que cumplen la función penal del Estado. Entonces,
podemos identificar dos normas internas, por un lado el Derecho de organización
judicial y por otro, el Derecho procesal penal en sentido estricto. El primero, se
materializa en todos los Estados (provinciales y Nación) en la Ley de Organización
Judicial. Esta norma instituye y organiza los órganos que cumplen la función penal del
Estado y también a aquellos que cumplen las demás tareas judiciales; por ejemplo,
podemos encontrar normas disciplinarias para el procedimiento que cumplen los jueces,
como así también reglas sobre competencia territorial y material.
En lo que respecta al Derecho procesal penal en sentido estricto, su materia está
constituida por la regulación de los diversos procedimientos para arribar a la aplicación
de una pena o medida de seguridad penal y los actos que los integran, es decir, de la
actividad procesal.
Ahora bien, el Derecho procesal penal no se agota en la disciplina del Estado tendiente a
dar solución a conflictos sociales que pretenden la aplicación de la ley penal;
comprende también la regulación de ciertas actividades que cumple el Estado cuando,
por intermedio de sus órganos competentes, decide aplicar una pena o medida de
seguridad penal.
Particularmente, en lo que respecta a la ejecución penal si bien tradicionalmente no
pertenece al área de regulación del Derecho procesal penal, lo cierto es que la ley penal
requiere decisiones jurisdiccionales para fijar, suspender, transformar o hacer cesar la
ejecución penal, por lo que el Derecho procesal penal debe prever el tribunal
competente para ello, el procedimiento para lograr la decisión, la clase y forma de la
decisión y la posibilidad eventual de su impugnación.

-Maier, DPP, t. I, § 7

IMPARCIALIDAD DE LOS JUECES


Resulta imposible separar del juez el calificativo “imparcial”. Pero esta
determinación de significado depende de su contexto cultural y político, como así de
reglas relativas al procedimiento que se adopta, como de reglas referentes a la
organización judicial.
“Imparcial” significa en su sentido etimológico (in-partial), aquel que no es
parte en un asunto que debe decidir, sin interés personal alguno. Asimismo, refiere a la
ausencia de prejuicios a favor o en contra de las personas o de la materia acerca de las
cuales debe decidir.
Pero en nuestro ordenamiento jurídico esto no es tan cierto, en tanto éste
obliga al juez a colocarse dentro del proceso como una parte, y antes de velar por una
verdad histórica objetiva, suelen tender a basar su decisión en el interés básico de
alguna de las partes. Además, un juez no es más que una persona, un ciudadano, bajo
los mismos valores ético-culturales que presiden y gobiernan. Así las cosas, el
calificativo “imparcial”, más que una realidad es un intento de aproximación en la vida
práctica, sin lograr representar un absoluto, sino antes una serie de previsiones.
Hoy esa serie de previsiones, que alguien ha definido sintéticamente con la
palabra neutralidad, pueden ser esquematizadas en nuestro Derecho orgánico, esto es,
con abstracción de las reglas del procedimiento, por referencia a tres máximas
fundamentales, que pretenden lograr en ese ámbito la ansiada aproximación al ideal de
la imparcialidad del juzgador: la independencia de los jueces de todo poder estatal que
pueda influir en la consideración del caso, la llamada imparcialidad frente al caso,
determinada por la relación del juzgador con el caso mismo -según su objeto,
comprendida la actividad previa de los jueces referida al caso, y los protagonistas del
conflicto-, mejor caracterizada como motivos de temor o sospecha de parcialidad del
juez, que persigue el fin de posibilitar su exclusión de la tarea de juzgar un caso
concreto, cuando él afecta su posición imparcial, y el mencionado como principio del
juez natural o legal, que pretende evitar toda manipulación de los poderes del Estado
para asignar un caso a un tribunal determinado, de modo de elegir los jueces que lo
considerarán ad hoc.
Sobre estos principios tratan las reglas de garantía “del justiciable”, quien
necesita quizás del apoyo institucional en el marco de un Estado de Derecho.

2. La independencia judicial
La independencia es una característica del poder judicial, a diferencia de
los demás poderes del Estado. Desde este punto de vista, las reglas que prevén la
estabilidad de los jueces permanentes (CN, 110), la compensación por sus tareas, son
insusceptibles de ser disminuidas. (CN, 110), la prohibición para. el presidente (Poder
Ejecutivo nacional) de ejercer funciones judiciales (CN,109 ) y el deber general de los
jueces de ajustar sus decisiones a la ley del Congreso, son sólo aspectos de la
independencia y límites de la función judicial, como atributo del Poder Judicial del
Estado.
Se trata de una organización horizontal, en la que cada juez es soberano al
decidir el caso conforme a la ley. Ello es así aunque existan las instancias recursivas y
se permita que otro tribunal reexamine el caso y pueda revocar o reformar la decisión
anterior (por considerarla errónea). No se trata de una cuestión de verticalidad o una
cuestión jerárquica, sino que es una manifestación de la necesidad de evitar errores
judiciales para garantía del justiciable.
Es en este sentido que las convenciones universales sobre derechos
humanos -hoy incorporadas a nuestra Constitución nacional, 75, inc. 22- otorgan a toda
persona el derecho a ser juzgado por un tribunal independiente e imparcial: Declaración
universal de derechos humanos, art. 10; Pacto internacifm.al de derechos civiles y
políticos, art. 14, nu 1; Convención americana sobre derechos humanos (Pacto de San
José de Costa Rica), art. 8, nu 1; Convenio para la protección de los derechos humanos
y de las libertades fundamentales (Convención europea).
Los recursos nacieron en organizaciones judiciales autoritarias,
precisamente para que el soberano (el monarca), que delegaba su jurisdicción en los
casos concretos, pudiera controlar, por ese medio, cómo sus representantes utilizaban el
poder delegado (Inquisición); esto es, aparecieron cuando las organizaciones judiciales
horizontales (juzgaban asambleas populares o representaciones populares, depositarias
de la soberanía) se convierten en organizaciones verticales (jerárquicas).
Ello implica que cada juez, al ejercer sus funciones y decidir un caso en
concreto, es libre e independiente de todo poder, inclusive del judicial, para tomar su
decisión, y sólo se le exige que su fallo sea conforme al derecho vigente. Se prohíbe por
ende, que determine su decisión por órdenes de cualquier tipo; en ello reside la
independencia judicial.
Esto se consigue dado que la ley penal castiga al juez que dictare
resoluciones contrarias a la ley o arbitrarias. Así, la CSJN ha abierto el recurso de
inconstitucionalidad para descalificar sentencias que no son “derivación razonada del
Derecho vigente”.
De todo esto deriva la permanencia y estabilidad de los funcionarios
estatales. Estos privilegios no obedecen a un fuero personal, sino que surge a partir de
la necesidad de garantizar a la persona juzgada que su juez obedecerá al decidir su caso
a criterios políticos permanentes determinados por ley, y no a criterios circunstanciales
u órdenes de quienes ejercen los demás poderes del Estado.
De la misma manera, el sistema de nombramiento y remoción de los jueces
permanentes pretende responder a esta idea. En nuestro país, los jueces permanentes de
la CSJN no son representantes de la voluntad popular, sino que el sistema de
nombramiento es un acto conjunto entre el PE (propuesta del presidente) y el PL (a
través del Senado). Respecto de los tribunales inferiores, serán sugeridos en terna -
vinculante- por el Consejo de la Magistratura a crearse, y nombrados por el presidente,
con acuerdo del Senado. Con ambos sistemas se pretende garantizar la independencia de
criterios y el pluralismo político e ideológico de quienes integran el cuerpo profesional
del PJ.
Tampoco se sostiene ficticiamente la necesidad del “apoliticismo” de los
jueces en un Estado democráctico; sino que la transparencia que provoca la expresión
de las ideas políticas que en verdad tienen los jueces, desarrollan un valor esencial,
como lo es el pluralismo ideológico.
Los jueces solo serán removidos cuando desempeñen mal sus funciones o
cuando cometan un delito al ejercerlas o con ocasión de su ejercicio, y se prevé una
forma de enjuiciamiento especial para la comprobación de estas circunstancias, cuyo
tribunal puede destituir al acusado, en caso de condena. Con la reforma de la CN en
1994, se previó el “juicio político”, cuyo papel acusador lo realiza la Cámara de
Diputados, por voto de las dos terceras partes de sus miembros presentes, mientras que
el Senado se constituye como tribunal de enjuiciamiento. Una de sus consecuencias
puede ser la inhabilitación perpetua para volver a ocupar cualquier empleo de honor o a
sueldo de la Nación. La reforma constitucional prevé, para otros jueces de la Nación, un
jurado de enjuiciamiento integrado por legisladores, magistrados y abogados de la
matrícula federal, en el marco del Consejo de la Magistratura (CN, 115). El fallo del
jurado es irrecurrible y tiene los mismos efectos que lo expuesto con anterioridad.
La nueva reglamentación constitucional prevé (CN, 115, III) un plazo de
caducidad (180 días a contar desde la decisión de apertura del procedimiento),
transcurrido el cual, si no se ha dictado el fallo, corresponde archivar el proced1m1ento
con el efecto cancelatorio de la cosa juzgada.
Consecuentemente con este sistema especial de remoción es el privilegio
que impide perseguir penalmente a los jueces ANTES de su remoción. Este privilegio
tampoco es a fuero personal, sino que es a los efectos de que el proceso no pueda ser
entorpecido maliciosamente por acusaciones infundadas. El privilegio tampoco significa
inmunidad, pues una vez perdido el cargo, habilita la persecución penal como a
cualquier otro habitante.
La estabilidad, según la reforma de la CN (99, inc. 4, III), dura hasta los 75
años de edad, momento en el cual se requiere, para proseguir en el cargo la renovación
del nombramiento, que ahora sólo dura cinco años.

3. Imparcialidad frente al caso


Otra de las condiciones necesarias es colocar frente al caso a una persona
que garantice la mayor objetividad posible al enfrentarlo. A esta situación del juez, se la
denomina IMPARCIALIDAD. Se trata de una relación específica de la persona física
encargada de juzgar con el caso concreto; y no de criterios generales que regulan su
función de juzgamiento o su relación con los poderes del Estado.
Las herramientas del derecho en estos casos, se traducen en la exclusión del
juez sospechado de parcialidad y su reemplazo por otra persona sin relación con el caso
y, por ende, presuntamente imparcial.
La garantía del juez imparcial se encuentra en la base de las declaraciones y
tratados sobre derechos humanos: la Declaración americana de los derechos y deberes
del hombre, el Convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales, el Pacto internacional de derechos civiles y políticos, la Convención
americana sobre derechos humanos (Pacto de San José de Costa Rica), entre otros.
Los motivos de apartamiento, o están relacionados con las personas que
intervienen en el procedimiento (parentesco del juez con alguno de los demás sujetos
intervinientes (CPP Nación, art. 55, incs. 2 y 3), o bien con su objeto, por ejemplo por
conocer el caso como testigo, o bien con el resultado, por ejemplo por interés en el
proceso.
Estos motivos fundan el derecho de quienes intervienen en el procedimiento
para RECUSAR a un juez y obtener su reemplazo. Al mismo tiempo, funda el deber del
juez de denunciar la relación y apartarse de oficio (excusación o inhibición); a fin de
que todo ello excluya la sospecha de parcialidad en normas de orden público.
Un caso especial de temor de parcialidad se presenta cuando un integrante
del tribunal de juicio ha intervenido en períodos anteriores del procedimiento. Por
ejemplo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), admitió los planteas
sobre parcialidad del tribunal: en el primer caso, el presidente del tribunal de juicio
había formado parte del ministerio público con facultades de supervisión sobre quienes
estaban encargados de las tareas de investigación, a pesar de no haber conocido el caso
concretamente en el ejercicio de esa función; en el segundo, uno de los miembros del
tribunal había intervenido en el caso anteriormente, como juez de instrucción (en los
casos "Piersack" y "De Cubber" respectivamente) → "todo juez en relación con el cual
pueda haber razones legítimas para dudar de su imparcialidad debe abstenerse de
conocer en el caso, ya que lo que está en juego es la confianza que los tribunales deben
inspirar a los ciudadanos en una sociedad democrática…”.
Algunos exponentes de nuestro Derecho procesal penal han advertido “el
grave defecto de que, en algunas provincias, el instructor actúa también como juez de
sentencia. Quienes encabezaron la reforma procesal penal previeron, en su proyecto
para la Capital Federal un motivo de recusación y excusación, que operaba de pleno
derecho la exclusión del juez de instrucción como posible integrante del tribunal de
juicio “... si en el mismo proceso ha pronunciado o concurrido a pronunciar auto de
remisión a juicio, si ha intervenido como juez de instrucción…”. “Esto hace que, en
principio, instruir y sentenciar sean incompatibles, de donde surge la conveniencia o,
mejor aún, la necesidad de evitar que esas dos actividades correspondan a una misma
persona dentro de un único proceso. Estas conclusiones traen como consecuencia la
necesidad de que el magistrado interviniente en la primera etapa del proceso sea
apartado del conocimiento de la segunda. De esta manera se protege la imparcialidad
del tribunal durante el juicio y sentencia”.

4. El juez natural
Nuestra CN prohíbe que alguien sea juzgado por comisiones especiales o
sea sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa (art. 18 CN).
Las convenciones internacionales sobre derechos humanos exigen, también, que el
tribunal sea establecido por la ley y competente según esa misma ley (Pacto
Internacional de derechos civiles y políticos y Convención (europea) para la protección
de los derechos humanos y de las libertades fundamentales). En este sentido, la falta de
indicación temporal, según la doctrina, deriva de la prohibición de la creación por ley de
un tribunal ad hoc, pues el poder PL tendría injerencia en el PJ.
En definitiva, la CN en este punto, tiene dos distintos orígenes: 1) considera
ilegítimo la creación de comisiones especiales creados para el caso en particular o según
la persona a juzgar; 2) busca establecer la vigencia temporal de las leyes que atribuyen
competencia a los tribunales, referido a la competencia territorial, que integra el
principio del juez natural.
Entonces, la CN trató de garantizar mediante 3 maneras específicas la
imposibilidad de manipular el tribunal competente para el enjuiciamiento: 1)
inadmisibilidad de las comisiones especiales (art. 18 CN); 2) al impedir que juzguen
tribunales creados con posterioridad al hecho objeto del proceso (art. 18 CN); 3) al
indicar que, en todo caso, es competente para juzgar el tribunal -federal o provincial-
con asiento en la provincia en la que se cometió ese hecho.
Las comisiones especiales son tribunales que administran la justicia penal
creados en la órbita del poder ejecutivo o como dependientes de él, sea de forma
permanente o para un caso en particular. También podrían ser aquellos creados por el
PE, por las atribuciones de los arts. 75, inc. 20, y 108, CN.
Por ende, las leyes de competencia únicamente rigen para el futuro, esto es,
para hechos punibles cometidos con posterioridad a que entren en vigor, y no pueden
ser aplicadas para determinar la competencia de los tribunales respecto de hechos
sucedidos con anterioridad a su vigencia, ni a causas pendientes, otorgándoles efecto
retroactivo. Las leyes que reglamentan la competencia absoluta son también de orden
público.
Ahora bien, los llamados delitos a distancia, cuya acción y cuyo resultado
suceden en dos jurisdicciones distintas, aquéllos en los cuales el hecho punible a juzgar
se desarrolla en varias jurisdicciones, presentan, respecto de la regla de competencia
constitucional, problemas que solo podrán valerse de apreciaciones valorativas. Ante
esto, se han planteados 3 soluciones distintas: 1) tomar el lugar de la acción; 2) tomar el
lugar del resultado; 3) teoría de la ubicuidad (que incorpora puntos de vista externos al
hecho punible: el domicilio del imputado o de los protagonistas del conflicto, para la
mejor defensa de sus intereses, y el domicilio de la prueba, en el sentido de la mayor
proximidad de los elementos de prueba con el tribunal), y se concede prioridad al
territorio en el cual, conforme al caso, están ubicados los puntos de conexión más
importantes o la mayoría de ellos.

ORGANIZACIÓN JUDICIAL FEDERATIVA


La CN organizó su administración de justicia con dos órdenes de
jurisdicciones: la que ejercen los tribunales de la Nación (o federales) -por excepción,
en los casos previstos específicamente por la misma Constitución como de competencia
federal (art. 116 CN)- y la que ejercen los tribunales provinciales (o locales) -por
imperio de la cláusula general que reserva a las provincias todos los poderes no
delegados por ellas en el Gobierno Federal (art. 121 CN).
Tal distribución de competencias obedece a nuestra concepción del Estado y
de su sistema federal de gobierno, la cual es general, pues abarca todas las materias del
orden jurídico, incluyendo la administración de justicia penal.
Así las cosas, cada provincia instituye su propia administración de justicia,
una de las condiciones fundamentales bajo las cuales el gobierno federal le garantiza el
goce y ejercicio de su autonomía (art. 5 CN), bajo pena de ser intervenida por el
gobierno federal cuando no asegure el servicio de justicia (art. 6 CN). Ello significa
también que cada provincia es competente para dictar las leyes de organización judicial,
que comprende al funcionamiento de los tribunales y otros órganos oficiales, como la
policía, los ministerios públicos, etc.
La única limitación viene de la CN, pues esas leyes deben respetar el
sistema representativo republicano.
La Nación -el gobierno o el Estado federal- también instituyó su propia
organización judicial para su administración de justicia en los territorios que le
pertenecen o sobre los cuales ejerce absoluta potestad de gobierno, legislación y
jurisdicción (Capital de la Nación y territorios nacionales), incluso dentro del territorio
de las provincias, o en aquellos casos en los cuales la propia CN le concede
competencia. Como consecuencia, el Congreso, como poder legislativo del gobierno
federal, es el órgano competente para dictar la ley que instituye y organiza los órganos
públicos intervinientes en la administración de justicia y la ley de procedimiento
penales, en el ámbito federal.
La competencia federal ha sido caracterizada como excepcional, expresa y
restrictiva, privativa e inalterable. En verdad, todas aquellas adjetivaciones derivan de
dos principios: 1) la intervención excepcional de los órganos de administración de
justicia federales frente a la competencia de la organización de justicia local, en el
territorio de las provincias; 2) la improrrogabilidad de la competencia federal y
provincial, que sólo constituye un aspecto parcial del mismo carácter que ostenta toda la
competencia penal -esto es, la imposibilidad de fijar convencionalmente la competencia
penal-.

-Maier, DPP, t. II, § 12, A y B


A. LA JURISDICCIÓN PENAL
1. Concepto y características
La jurisdicción es la facultad (poder) que el Estado confiere a través de
normas a ciertos órganos propios, de decidir o dar solución a conflictos sociales,
conforme a su ley, planteados entre los individuos que, de forma transitoria o
permanente, caen bajo su soberanía o entre esos individuos y el mismo Estado. La
jurisdicción penal es, por lo tanto, la misma facultad o poder juzgar, en esa porción del
orden jurídico denominada penal.
Esta jurisdicción penal tiene carácter autoritario. Ella misma es una
expresión de la soberanía estatal en tanto consiste básicamente en imponer penas o
medidas de seguridad y corrección, esto es, en definitiva, en el uso de la fuerza, uso
legitimado por el propio orden jurídico. La pena estatal constituye la máxima
autorización coactiva que concede el Derecho.
Aún así, ni el uso de la fuerza ni su legitimación por parte del orden jurídico
son las características que denotan el autoritarismo extremo de la función penal del
Estado, sino que el tinte característico proviene de la manera según la cual el Estado
reacciona, por regla general, frente a la lesión de sus reglas penales, frente a la conducta
contraria a las prohibiciones o mandatos bajo amenaza de pena estatal. En este sentido,
en otras ramas del derecho, la acción judicial queda a criterio de los privados, mientras
en el derecho penal, ni siquiera la voluntad de la víctima o del ofendido posee la
facultad de inhibir la acción estatal (en la mayoría de los casos); así, no podrán interferir
con la acción del Estado. El Estado se constituye él mismo en un mediador obligatorio y
evita así la reacción directa del ofendido sobre el ofensor; mediatiza así el conflicto y lo
transforma, al disponer que la realización del derecho penal no dependa de la víctima
del hecho punible, sino que se perseguirá la pena por intermedio de su organización e
instituciones, en algunos casos de modo obligatorio (principio de legalidad).
El Estado puede desdoblar sus funciones judiciales y, por ende, la tarea de
perseguir penalmente puede quedar en manos de ciertos órganos estatales
(principalmente la policía y el ministerio público) y destine la otra -la de juzgar- a la
competencia de los tribunales. Ello, principalmente en seguimiento de ciertas garantías
de los individuos, como lo es el derecho de ser juzgado por un tribunal imparcial,
mediante un juicio justo. Para ello, se requiere la división de funciones en órganos
distintos, de manera que quien juzga no sea el mismo órgano que quien persiga y acuse.
De todo lo dicho, se puede concluir que una vez realizada esta división y
garantizada la imparcialidad, una característica principal de la jurisdicción es el
resguardo de los derechos humanos; así, la labor de perseguir queda en manos del
ministerio público y la policía, mientras que los jueces y sus tribunales tienen por
misión evitar que la condena se logre a cualquier precio.
Otro parámetro en la descripción de la jurisdicción penal, que funda y
legitima el ejercicio del poder penal por parte de un tribunal, es el hallazgo de la verdad
histórica relativa a la realidad del caso a resolver u objeto de él. Esto no se trata de que
los tribunales sean investigadores de la verdad, sino que ellos apliquen la coacción penal
estatal sobre la base del conocimiento de la verdad, y prescinda de aplicarla cuando
carezcan de ese conocimiento (in dubio pro reo).
Otra de las particularidades que denota a la jurisdicción consiste en la
sujeción de sus decisiones a la ley, esto es, al Derecho objetivo. Es por ello que, cuando
se define la independencia de los tribunales se aclara siempre que los jueces sólo están
sometidos a la ley. Ello implica que la orientación hacia la ley es el único criterio
fundante del acierto o desacierto de las soluciones judiciales. No se trata con ello de
afirmar que, por fundarse en la ley, las decisiones de los tribunales son siempre
correctas, sino de afirmar que, para ser correctas, deben fundarse en las reglas del
derecho objetivo, y por lo tanto, esas decisiones pueden ser criticables en su validez por
la no aplicación de dichas reglas (aspecto formal), como por la solución material que
pretenden imponer. Incluso la sujeción al derecho objetivo supone la superación del
obstáculo que implica interpretar la ley para hallar el significado correcto.

2. Jurisdicción penal argentina


La delimitación de aquellos asuntos en los cuales deben o pueden conocer
tribunales argentinos es reconocida (extensión de la jurisdicción), es reconocida, en
principio, por las reglas del derecho interno, que determinan los puntos de conexión
importante para fundar la competencia penal de tribunales argentinos.
Pero esas reglas, antes de la competencia de los tribunales, se refieren a la
aplicación de la ley penal o ámbito de validez de la ley penal, y se utilizan para definir
ese ámbito de combinaciones de distintos parámetros que tienen que cuenta,
fundamentalmente, el espacio o el territorio en el cual se desarrolla o se lleva a cabo la
acción en la que consiste el hecho punible.
Domina el PRINCIPIO TERRITORIAL como modo regular de atribuir
competencia y juzgar hechos punibles. La regla establece que un Estado es competente
para perseguir y juzgar a los autores y partícipes de hechos punibles sucedidos en su
territorio, salvo la excepción que debe fijar otra regla (extraterritorialidad de la ley penal
en determinados supuestos).
Nuestro CP, art. 1, inc. 1°, prevé que la ley penal argentina se aplicará a los
“delitos cometidos… en el territorio de la Nación Argentina, o en los lugares sometidos
a jurisdicción”.
El territorio no sólo comprende la forma visible física de sus límites, sino
ciertas determinaciones donde el Estado ejerce su soberanía (mar territorial, plataformas
continentales, etc.).
El principio de territorialidad de la ley penal establece que la ley penal de un
país se aplica dentro de su territorio. Sin embargo, existen algunas excepciones en la
legislación argentina donde se puede aplicar la ley penal aun cuando el delito se cometa
fuera del territorio nacional. Algunas de estas excepciones incluyen:
1. Principio de Protección/de defensa: La ley penal argentina puede
aplicarse a los delitos cometidos fuera del territorio nacional si afectan
los intereses del Estado argentino o de sus nacionales. Por ejemplo, si un
ciudadano argentino comete un delito en el extranjero que perjudique a
otros argentinos o al Estado, la ley argentina podría aplicarse.
2. Principio de Justicia Universal: Algunos delitos considerados
especialmente graves, como genocidio, crímenes de lesa humanidad,
tortura, desaparición forzada de personas, entre otros, pueden ser
juzgados en Argentina incluso si se cometieron en el extranjero. Este
principio permite que el Estado argentino ejerza su jurisdicción sobre
estos crímenes independientemente de dónde se hayan perpetrado. En el
contexto argentino, la justicia universal se ha incorporado en la
legislación nacional a través de tratados internacionales y leyes
nacionales. Por ejemplo, Argentina ha ratificado tratados como la
Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes, que establece la obligación de los Estados
partes de investigar y enjuiciar los casos de tortura, incluso si fueron
cometidos fuera de su territorio.
En el caso de delitos transnacionales, como el terrorismo, el tráfico de
drogas o la corrupción, puede ser difícil determinar si un individuo ha sido juzgado o
sancionado por el mismo delito en diferentes países, especialmente cuando las
jurisdicciones tienen diferentes sistemas legales y procedimientos penales.
3. Convenciones Internacionales: Argentina también puede aplicar su ley penal a
delitos cometidos fuera de su territorio en virtud de tratados internacionales en los que
el país sea parte. Estos tratados pueden establecer la jurisdicción de Argentina sobre
ciertos delitos transnacionales, como el narcotráfico, la trata de personas o el terrorismo.

3. La jurisdicción penal internacional


El Estatuto de Roma contiene las normas materiales (prohibiciones y
mandatos) que definen los crímenes de su competencia (art. 6 a 8: genocidio, crímenes
de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión), las reglas sobre autoría y
participación criminal, causas de justificación y eximentes, imputabilidad penal, etc.
Además, contiene los principios básicos de garantía que inciden en la
aplicación de la ley penal, tanto de aquellos pertenecientes al derecho penal material
como de aquellos propios del proceso penal. El procedimiento penal está dividido en 3
períodos básicos: la investigación del crimen, que lleva a cabo la fiscalía y controla una
seala de la Corte, el juicio que preside otra sala de la corte, y la apelación de la condena,
que corresponde a la última sala de la Corte.
El Estatuto crea una Corte penal internacional de carácter permanente.
El Estatuto se refiere a la imputación penal de las personas físicas o
naturales, con lo cual confirma la existencia y validez de un derecho penal de
VIGENCIA UNIVERSAL, básicamente con derogación del principio territorial y de
todo otro que se vincule a la soberanía estatal.

B. EL DERECHO DE LA ORGANIZACIÓN JUDICIAL EN MATERIA PENAL


El derecho de la organización judicial en materia penal se refiere al conjunto
de normas y disposiciones legales que regulan la estructura, competencia y
funcionamiento de los tribunales encargados de administrar justicia en casos penales
dentro de un sistema jurídico determinado.
Tribunal: se lo entiende como al juez o conjunto de jueces que integran un
cuerpo de decisión judicial, esto es, un organismo que se pronuncia en nombre del
Estado acerca de un conflicto o disputa entre habitantes o personas, o entre diferentes
estados; normalmente sobre la base de la aplicación de reglas jurídicamente
preexistentes, que deben gobernar y fundar la solución del caso o del aspecto del caso a
decidir.
Este ámbito del derecho abarca diversos aspectos, entre ellos:
1. Estructura Judicial: Incluye la organización jerárquica de los tribunales
penales, desde los de primera instancia hasta las instancias de apelación y casación, así
como la distribución territorial de su competencia.
2. Competencia Judicial: Determina qué tribunales tienen la autoridad para
conocer y resolver determinados tipos de casos penales, basándose en criterios como la
materia, el territorio, la cuantía y la jerarquía judicial.
3. Designación de Jueces: Establece los procedimientos y requisitos para la
designación, nombramiento y remoción de jueces y magistrados que integrarán los
tribunales penales.
4. Funcionamiento de los Tribunales: Incluye normas sobre la organización
interna de los tribunales, la distribución de causas, la programación de audiencias, la
gestión de recursos humanos y materiales, entre otros aspectos.
5. Procedimientos Penales: Regula los procedimientos judiciales aplicables
a los casos penales, desde la etapa de investigación hasta el juicio y la ejecución de las
sentencias, asegurando el respeto a los derechos fundamentales de las partes
involucradas.

El derecho de la organización judicial en materia penal establece las bases


para garantizar una administración de justicia eficaz, imparcial y conforme a los
principios del Estado de Derecho en el ámbito penal.

Los problemas principales de la organización judicial pueden variar


dependiendo del contexto y las características específicas de cada sistema judicial, pero
algunos desafíos comunes incluyen:

1. Sobrecarga de casos: Los tribunales a menudo enfrentan una gran


cantidad de casos, lo que puede resultar en demoras en la resolución de procesos
judiciales y en la congestión de los sistemas judiciales.
2. Recursos limitados: La falta de recursos financieros, humanos y
tecnológicos puede dificultar el funcionamiento eficiente de los tribunales y limitar su
capacidad para brindar acceso a la justicia de manera oportuna y efectiva.
3. Corrupción e influencias externas: La corrupción y la interferencia
política pueden socavar la independencia y la imparcialidad de los tribunales,
comprometiendo la integridad del sistema judicial y erosionando la confianza del
público en la administración de justicia.
4. Acceso desigual a la justicia: Algunas poblaciones pueden enfrentar
barreras económicas, geográficas, culturales o lingüísticas que dificultan su acceso a los
tribunales y limitan su capacidad para hacer valer sus derechos legales de manera
equitativa.
5. Tecnología obsoleta: La falta de actualización tecnológica en los sistemas
judiciales puede obstaculizar la eficiencia y la transparencia en la gestión de casos, así
como la comunicación y el intercambio de información entre los diferentes actores
judiciales.
6. Garantía de los derechos humanos: Asegurar el respeto y la protección de
los derechos humanos en el marco de la organización judicial es fundamental, pero a
veces puede ser un desafío debido a prácticas inadecuadas, falta de capacitación del
personal judicial o debilidades en el marco legal.

Abordar estos problemas requiere un enfoque integral que involucre


reformas institucionales, asignación adecuada de recursos, capacitación del personal
judicial, fortalecimiento del Estado de Derecho y promoción de la transparencia y la
rendición de cuentas en la administración de justicia.

- Maier, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, Buenos Aires, Editores del Puerto, 2003, t.
II, Parte
General. Sujetos procesales, § 12. CONTINUACION

Capitulo 12

C – LA COMPETENCIA PENAL ARGENTINA:

Podemos definir como competencia penal a la medida en la cual se le concede por ley,
el poder a un tribunal determinado para aplicar penas, ejerciendo su función judicial.
Esto indica la capacidad de un funcionario u órgano estatal de ejercer el poder de juzgar
conflictos y aplicar penas. La competencia ordena la jurisdicción a partir de los puntos
de conexión.

Aun así, hay que tener en cuenta que el único parámetro para atribuir competencia a un
tribunal en materia penal es la Ley, por lo que esa competencia es ABSOLUTA, además
de INALTERABLE por la variación de los elementos que la constituyen e
IMPERROGABLE por voluntad tanto individual o conjunta de los sujetos de un
procedimiento.

Competencia absoluta debido al principio del juez natural o legal, el cual impide que los
hechos futuros varíen la radicación de una causa o que alguna de las partes elija el
tribunal competente.

Sobre ello, podemos traer a colación el art. 2 de la ley N°27, la cual exige como
presupuesto de la intervención de la justicia federal la instancia de parte, prohibiendo
proceder de oficio, limitando su competencia a casos contenciosos. D ALBORA: habla
de que esta característica es muy importante en materia penal por la observancia del
principio acusatorio, que rechaza la actuación de oficio de los tribunales.

Los puntos de conexión – o criterios para dividir competencias - dividen los asuntos que
se conceden a un tribunal, dependiendo de su jurisdicción, materia, característica de la
persona del justiciable, división relativa por la gravedad de la imputación, etc. Este tema
se ve en consonancia con la idea que marca la organización judicial argentina, una
verticalización de la función judicial.

Estado federal y competencia de los tribunales. Nuestro país es un Estado Federal, al


que nuestra CN da el propósito de afianzar la justicia a través de organizaciones
judiciales locales sobre quienes recae la obligación de asegurar la administración de
justicia, cuyo impedimento traería la intervención del gobierno federal, para poder así
garantizar la forma republicana de gobierno.
Ese deber recae sobre el estado federal, excepto sobre causas que versen sobre puntos
regidos por la Constitución, leyes nacionales, además del inc. 12 de art. 75 y otras
cuestiones.

Dicha distribución de competencia entre la justicia federal o local es común para los
estados federales aun en materia penal, por lo que podemos definir la organización
judicial de nuestro país como coexistencia de la justicia federal con la justicia
provincial, teniendo a la federal como aquella que solo comprende algunos objetos de
interés para el estado y en ninguno de los casos, los asuntos ordinarios regidos por el
derecho común.

La competencia federal resulta de excepción y se reduce a asuntos que, según algún


punto de conexión especifico, le concede la propia CN.

Competencia federal. La competencia judicial del Estado federal tiene como única
característica la excepcionalidad, por ello es expresa y limitada, acentuando que solo
interviene en casos específicos anunciados en el art. 116 de la CN, y, además, sabiendo
que el Congreso de la Nación no puede ampliar el marco de esta competencia.

Art. 116.- Corresponde a la Corte Suprema y a los tribunales inferiores de la Nación, el


conocimiento y decisión de todas las causas que versen sobre puntos regidos por la
Constitución, y por las leyes de la Nación, con la reserva hecha en el inciso 12 del
artículo 75: y por los tratados con las naciones extranjeras: de las causas
concernientes a embajadores, ministros públicos y cónsules extranjeros: de las causas
de almirantazgo y jurisdicción marítima: de los asuntos en que la Nación sea parte: de
las causas que se susciten entre dos o más provincias; entre una provincia y los vecinos
de otra; entre los vecinos de diferentes provincias; y entre una provincia o sus vecinos,
contra un Estado o ciudadano extranjero.

Por otro lado, se suele decir que la competencia penal federal es privada y excluyente,
acentuando todo lo anteriormente dicho. Se suelen hablar de otras características de la
competencia penal, como, por ejemplo, que es improrrogable e inalterable, pero no son
propias de la competencia federal.

En cuanto a sus puntos de conexión, nombramos a tres como aquellos que determinan la
competencia en los tribunales:

1. Territorio o lugar donde fue cometido el hecho punible


2. Materia sobre la cual recae el hecho
3. Características de las personas que intervienen como protagonistas del hecho
punible

En el caso de la competencia federal, se puede reducir solo en el segundo punto de


conexión, porque todos los motivos que conducen a la competencia de los tribunales
nacionales provienen de la CN.
Por otro lado, la competencia territorial de los tribunales penales nacionales es de lo más
clásico, ya que se determina por lugar de comisión del delito, dirimiendo su
competencia a juzgados locales o federales. A veces, se puede presentar la problemática
de que difiera el lugar de la acción o de la omisión del hecho punible con el lugar donde
se produce el resultado o el de residencia del bien jurídico atacado, como también, otro
ejemplo, cuando la misma acción se puede realizar en jurisdicciones distintas, es decir,
el mismo resultado típico puede ocurrir en varias jurisdicciones (ejemplo: mando a mi
víctima de viaje y proporciono pequeñas porciones de veneno en cada jurisdicción) En
razón de ello, nace la teoría de la ubicuidad, la cual dice que, tanto el lugar de la acción,
o aquel en el cual debió producirse la acción, cuando el hecho punible consiste en un
mandato de obrar (omisión), como el lugar del resultado, funda la competencia
territorial y, en los casos que difieren, se decide el lugar que daría mejores resultados
para la realización del principio de defensa (ejemplo, cercanía del domicilio del
imputado). La ley, por otro lado, toma en cuenta a quien interviene en primer lugar en el
caso.

En cuanto a la competencia material de los tribunales penales nacionales, se alude al


contenido concreto del hecho punible que se persigue, ese que en el fondo ataca un
interés federal.

Como tercer punto, la competencia de los tribunales federales en razón de las personas
que intervienen en el procedimiento, podemos decir que la CN en su art. 116, considera
como competentes a los embajadores, ministros públicos y cónsules extranjeros, además
de la Corte Suprema nacional como tribunal de mérito.

La organización judicial federal. En materia penal, se muestra una gran


desorganización. Primero, nombramos al art. 118 de la CN, de aplicación inexcusable,
dice que los juicios penales se harán en la provincia donde se cometió el delito.

Tribunal o juzgado: integraciones fijas y rígidas conformadas con el número de jueces


necesario para sesionar y decidir, según la ley que regula la competencia material.

En cuanto a la competencia material, se divide usualmente entre el juzgamiento de


hechos punibles leves en los juzgados unipersonales y procedimientos correccionales, y
el enjuiciamiento de delitos graves en los tribunales colegiados por tres jueces y
procedimientos criminales. También se divide por funciones procesales, dependiendo el
periodo, si es breve o extenso. De esta forma, la investigación preparatoria o el control
se les encomienda a los tribunales unipersonales. El procedimiento intermedio, el
trámite y la decisión de los recursos de apelación contra las decisiones de los juzgados
unipersonales, se les atribuyen a los cuerpos de tres jueces.

➢ Juzgados federales de primera instancia: son los de decisión unipersonal. Tienen


un solo juez que los preside, ocupándose del periodo preliminar del
procedimiento penal, hasta la elevación a juicio y, en ciertos casos leves, el
juicio correccional. Casi siempre son competentes en razón a la materia.
A partir de lo anteriormente nombrado, correspondería realizar tres mapas diferentes
que aludan a la organización judicial, el primero hablando de la jurisdicción territorial
de los juzgados unipersonales, el segundo correspondiente a la jurisdicción de juicio y,
el tercero, correspondiente a la jurisdicción del recurso de apelación.

Los conflictos de competencia. Se atribuyen a un conflicto de poder entre dos o más


autoridades, en donde ambas hablan de una versión distinta sobre el límite de su poder
jurisdiccional, presenta un enfrentamiento de dos o más tribunales acerca de su
competencia material o territorial sobre un caso concreto. De este tipo de conflictos
puede surgir de que, si quien entiende sobre el conflicto no resulta ordinariamente
vinculado a sus actores, pueda conceder la competencia para ese caso a un tribunal
distinto de aquellos que estuvieron en el conflicto.

➢ Conflictos positivos de competencia: cuando los tribunales, conforme a


su interpretación de los hechos o del derecho aplicable, sostienen su
competencia para instruir o decidir el caso
➢ Conflictos negativos de competencia: cuando los tribunales entienden, al
mismo tiempo, que el otro es competente.
➢ Conflictos de turno: conflictos de competencia que se presentas en la
distribución de trabajo dentro de un tribunal en donde todos los jueces tienen la
misma competencia.

Conflictos interjurisdiccionales - Los problemas en la competencia en materia penal se


pueden plantear en dos vías, la primera habla del mismo tribunal, sin solicitud y por su
propia observación, es decir, de oficio y, la segunda, se vincula a la actividad de los
otros participantes del procedimiento.

En la primera, dentro del derecho argentino, tanto en la incompetencia territorial como


material pueden ser declaras de oficio, pero, en el caso de la competencia material, el
defecto de competencia se corrige solo, una vez fijada la audiencia para el debate. En
cualquier estado o grado del procedimiento significa cuando la ley permita una decisión
o cuando la competencia represente un presupuesto de la decisión a tomar.

La segunda manera, se puede optar por formular una solicitud de declinatoria


(incompetencia del tribunal que conoce, para que se remita al competente) o de
inhibitoria (ante el tribunal que juzgan competente, para que reclame su competencia
aquel que conoce)

D- EXCLUSION DE JUECES. RECUSACION Y EXCUSACION O INHBICION

Como punto de partida, debemos poner foco en la imparcialidad. Como a través de las
reglas de competencia, se distribuyen los casos entre los jueces de un mismo tribunal
por métodos azarosos para evitar la elección del juez por alguno de los interesados,
generando una independencia jurídica,
Todo ello no logra garantizar dicha imparcialidad, por lo cual, en ciertas ocaciones,
existen motivos que justifican la exclusion de un juez que sea designado para intervenir
en un asunto penal.

*Podemos ejemplificar con el art. 55 del CP los motivos de inhibición. * PAG 555

Se puede ver cierta taxatividad, por lo que la mayor regulación posible es la mejor
disciplina para los motivos de exclusión de los jueces, al menos concebidos como
derecho de los justiciables.

Bajo este tema, la jurisprudencia de los tribunales federales casi siempre ha sido estricta
para la recusación de un juez por parte de los participantes de un procedimiento, por
afirmación del carácter taxativo de la reglamentación de un procedimiento y de la
necesidad de la interpretación restrictiva. La recusación representa al intento del
justiciable de lograr la mayor posición de imparcialidad posible por parte del juzgador.

RECUSAR: como derecho de quien es juzgado, o de quien tiene interés en la causa,


extender ese derecho a la razón de ser de la existencia de motivos de exclusión de los
jueces. Es un derecho que no tienen los jueces, ya que deben cumplir con su deber de
juzgar. A ellos les corresponde informar a las partes de un proceso judicial cuando
pueda existir una situación de imparcialidad.

EXCUSACION: es un medio para denunciar y lograr la exclusión del juez afectado por
un motivo previsto en la ley, generando que toda decisión en la cual colaboro dicho juez
sea invalida. (autoexclusión del propio juez).

Las causales de exclusión nombradas en la ley surgen por el temor a la parcialidad del
juez que está allí para juzgar, ya que ciertos intereses personales del mismo pueden
generar una decisión adversa a la que se debe tomar siguiendo la ley procesal penal,
Este temor o sospecha es un motivo de exclusión del juez, siempre que la parte lo pueda
probar.

Motivos. Tienen como finalidad facilitar la exclusión de un juez y construir una


verdadera excepción a la imposición de los jueces del deber de intervenir en el caso y
juzgarlo, por otra, Nombramos anteriormente el temor a la imparcialidad, que surge a
partir de una denuncia fundada de la parte afectada por ello que, a falta de fundamento,
no altera la existencia y persistencia del vicio en la resolución. Para ello, la ley crea un
deber absoluto de autoexclusión para el juez afectado, la excusación o inhibición.

Así como el desconocimiento del motivo no altera su existencia real, la ley prevé su
denuncia tan pronto sea conocido el defecto, por ello resulta importante el recurso de
casación, ya que el recurrente no solo deberá denunciar y verificar el motivo, sino que
también, expresarse sobre su influencia en la decisión, cosa que a veces puede ser
difícil.
Cuando hablamos de un cuerpo de decisión colegiado, basta con que la colaboración de
uno de ellos sea viciada para que la decisión sea viciada también.

La clasificación de estos motivos se puede explicar de diferentes formas y por diferentes


motivos. En primer lugar, que todos los motivos de exclusión se pueden resumir en
relación con el juez con el caso concreto a juzgar. Casi siempre esto emerge de la
relación personal entre el juez y alguno de los protagonistas del caso, como también de
la relación entre el juez y el contenido sustancial del caso, o, en tercer lugar, se puede
ver relacionado con afectaciones al juez mismo.

1- Relación del juez con los protagonistas del caso. Se trata de evitar que el juez
decida de una forma que afecte al cónyuge, pariente u otro vinculo semejante,
que intervengan en el procedimiento o bien, no han decidido o sido llamadas a
intervenir, pero el caso los tiene como sus protagonistas. Es un vínculo con el
juez con el contenido material del caso concreto.
2- Relación del juez con el objeto del caso. Hablamos aquí del hecho punible que
se sospecha cometido. Aunque este motivo no este expreso, esta relación con el
caso constituye un motivo básico de exclusión, pues elimina el mismo
significado de la palabra juez, aquel que debe ser imparcial del caso, razón por
la cual debió ser previsto como intolerable, abriendo a una exclusión de pleno
derecho. El vínculo en este caso no necesita ser tan estrecho como en el primer
caso, basta con haber conocido el hecho como testigo o ser llamado a dictaminar
por un perito. Acá traemos a colación el ejemplo de, el juez y la prensa.
3- Relación del juez con el procedimiento en sí mismo. En estos casos, se entiende
que, quien obro en el mismo procedimiento como acusador, como defensor del
imputado, como actor, o como demandado civil o abogado de laguna de las
partes, debe quedar excluido del ejercicio de la función jurisdiccional, misma
regla que se puede extender al denunciante y a su abogado. Se trata de evitar que
alguien que ya conoció el asusto por su actividad judicial vuelva a decidir sobre
él. Se intenta que los jueces que integran el cuerpo de decisión del debate no
hayan intervenido en periodos anteriores del procedimiento, que los jueces que
integran el cuerpo de decisión de un recurso no hayan dictado o contribuido a
dictar la decisión impugnada, incluso cuando hablamos del recurso de revisión.
Para lograr ello, la reglamentación referida a la exclusión de los jueces frente al
caso concreto prevé el deber del mismo juez de excluirse o denunciar el motivo.

El procedimiento de la incidencia y sus efectos sobre el procedimiento penal.

1- Denuncia. La ley habla de dos formas de lograr la exclusión del juez


afectado, por un lado, que el mismo juez tenga el deber de denunciar el motivo
de afectación mediante la excusación o inhibición, y, como segunda forma, que
los demás participantes tengan la facultad de requerir la exclusión de un juez,
esta facultad llamada recusación. En ambos casos, se debe tratar de una
denuncia por escrito y con expresión detallada del motivo. Si proviene del juez,
no hay necesidad de justificar probatoriamente su expresión, contrario a si
proviene de otro sujeto del procedimiento, que debe probar la relación y su
motivo.
2- Tramite. En el caso de que se dé por parte del juez, este trámite es más
sencillo por la falta de necesidad de prueba, se expide dicho juez y se reemplaza
por otro. Por otro lado, la disconformidad del juez reemplazante con la
excusación del reemplazado o con la recusación, provoca la intervención del
tribunal competente para la decisión definitiva, quien, tanto en caso de
excusación como cuando el juez afectado reconoce el motivo, deberá decidir
inmediatamente y sin trámite alguno, previa audiencia de prueba o informe de
los participantes sobre su mérito. Esta decisión final resulta inimpugnable por
decisión legal, pero hay que recordar que la recusación deducida funciona como
protesta de recurrir una decisión futura dictada por el juez afectado o en cuya
obtención el haya colaborado. Si esa decisión futura es desventajosa para quien
instó la recusación, algo importante en el juicio penal, la sentencia definitiva y el
recurso de casación, como para un recurso y la decisión de un tribunal que el
interviene cuando existe una vía posterior de impugnación.
3- Efectos. En primer lugar, hay que distinguir los efectos de la decisión que
concluye la incidencia. de ellos que produce la mera denuncia del motivo de
exclusión. A su vez, podemos ver 2 consecuencias distintas, una es la relativa al
desplazamiento o pertenencia del juez afectado y su eventual reemplazo por
otro, y, la otra, que refiere a la validez o invalidez de los actos cumplidos por el
juez afectado. Hablando de la decisión que concluye la incidencia sin reconocer
el motivo de exclusión, que provoca la permanencia del juez afectado en
ejercicio de su cargo, estos actos que resultan de ello son válidos. De igual
manera, la decisión que excluye del cargo a un juez indica que él no puede
intervenir más en ese asunto, aunque desaparezca el motivo que provocó la
exclusión, por lo que es inválido. El acto afectado por el juez lleva a cabo
después a la decisión que lo excluye, sin importar si él conoce esa decisión. Otro
caso, sí ya está la denuncia del motivo por parte del juez afectado o por otro
participante del procedimiento, provoca un efecto de desplazamiento del juez
por el motivo denunciado y de la intervención de un reemplazante. Pero sí, a
partir de la ley, el juez afectado por la denuncia puede continuar con su
intervención, resulta natural, que determine la invalidez de los actos cumplidos.
Si en la decisión final reconoce el motivo, se excluye el juez afectado y el
interesado requiere su anulación.

Los jueces accidentales y el temor a la parcialidad. Los jueces accidentales son ellos
cuyo nombramiento y ejercicio se agotan con el caso para el cual integran un cuerpo de
decisión. Aquí se encuentran los jueces llamados legos, porque no son profesionales del
Derecho, sino que participan como ciudadanos en la administración de justicia penal.
Pero, además, se encuentran los letrados que, conforme a disposiciones de la Ley
Orgánica, ejercen función jurisdiccional en el caso, como aquellos llamados conjueces
en algunos tribunales superiores. No quedan excluidos de su propia exclusión por temor
a la parcialidad.
Otros funcionarios. La exclusión del ejercicio de la función en un caso determinado
también es alcanzada a otros funcionarios judiciales, como el letrado que cumple
funciones de secretario u otros empleados de menor jerarquía. Se trata de un
procedimiento puramente administrativo de exclusión por razones fundadas y para un
caso concreto, pues el funcionario podría ser excluido por orden del mismo tribunal o
cuerpo de decisión al que asiste sin denuncia alguna. Esto alcanza también a los fiscales
del ministerio público, aún con exclusión de algunos motivos del catálogo válidos para
los jueces, pero resulta que, esos jueces ante quienes ejercen su función los funcionarios
del ministerio público, quienes resuelven sus excusaciones y las recusaciones de los
fiscales, sobre todo, luego de la reforma de la CN, que erigió al ministerio publico
orgánicamente como departamento extra poder del Estado nacional, con autonomía
funcional.

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