Unificacion de Contenidos
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El derecho procesal penal es la rama del orden jurídico interno de un Estado, cuyas
normas instituyen y organizan los órganos públicos que cumplen la función judicial
penal del Estado y disciplinan los actos que integran el procedimiento necesario para
imponer y actuar una sanción o medida de seguridad penal, regulando así el
comportamiento de quienes intervienen en él.
Rama jurídica > implica que se trata de una porción delimitada del conjunto de normas
que integran el orden jurídico interno de un Estado, en la actualidad adquirió autonomía
legislativa, científica y académica. La primera de ellas, tiene incluso fundamento
constitucional, el Derecho penal es legislación federal y única para toda la Nación (art.
75 inc. 12 CN) mientras que el Derecho Procesal (leyes de organización judicial y
códigos de procedimiento) es, en principio, parte de la competencia legislativa local,
esto es, de los parlamentos provinciales o del Congreso de la Nación, en su función de
legislatura local para atender al servicio judicial en los casos de competencia federal
(CN 116 y 117).
Al regir en esta materia el principio lex fori, los jueces sólo aplican Derecho local , esto
es, el Derecho que rige en el ámbito del poder soberano que los inviste y donde se
desarrolla el procedimiento, razón por la cual excluyen la aplicación de reglas de
Derecho internacional puras o de aquellas que remiten a un Derecho foráneo. Esta
característica se ve representada con mayor intensidad en nuestro país dado que la
organización política (Constitucionales) cada provincia debe proveer la organización y
reglamentación de su función judicial autónoma y la Nación, por su parte, provee a la
organización de sus propios órganos judiciales y a la regulación de su procedimiento de
persecución penal para el ámbito restringido y excepcional de su propia competencia
penal.
Objeto: disciplinar los actos jurídicos que integran el procedimiento para llegar
eventualmente a una sanción o medida de seguridad penal, regulando así el
comportamiento de quienes intervienen en él y sus efectos jurídicos e instituir y
organizar los órganos públicos que cumplen la función penal del Estado. Entonces,
podemos identificar dos normas internas, por un lado el Derecho de organización
judicial y por otro, el Derecho procesal penal en sentido estricto. El primero, se
materializa en todos los Estados (provinciales y Nación) en la Ley de Organización
Judicial. Esta norma instituye y organiza los órganos que cumplen la función penal del
Estado y también a aquellos que cumplen las demás tareas judiciales; por ejemplo,
podemos encontrar normas disciplinarias para el procedimiento que cumplen los jueces,
como así también reglas sobre competencia territorial y material.
En lo que respecta al Derecho procesal penal en sentido estricto, su materia está
constituida por la regulación de los diversos procedimientos para arribar a la aplicación
de una pena o medida de seguridad penal y los actos que los integran, es decir, de la
actividad procesal.
Ahora bien, el Derecho procesal penal no se agota en la disciplina del Estado tendiente a
dar solución a conflictos sociales que pretenden la aplicación de la ley penal;
comprende también la regulación de ciertas actividades que cumple el Estado cuando,
por intermedio de sus órganos competentes, decide aplicar una pena o medida de
seguridad penal.
Particularmente, en lo que respecta a la ejecución penal si bien tradicionalmente no
pertenece al área de regulación del Derecho procesal penal, lo cierto es que la ley penal
requiere decisiones jurisdiccionales para fijar, suspender, transformar o hacer cesar la
ejecución penal, por lo que el Derecho procesal penal debe prever el tribunal
competente para ello, el procedimiento para lograr la decisión, la clase y forma de la
decisión y la posibilidad eventual de su impugnación.
-Maier, DPP, t. I, § 7
2. La independencia judicial
La independencia es una característica del poder judicial, a diferencia de
los demás poderes del Estado. Desde este punto de vista, las reglas que prevén la
estabilidad de los jueces permanentes (CN, 110), la compensación por sus tareas, son
insusceptibles de ser disminuidas. (CN, 110), la prohibición para. el presidente (Poder
Ejecutivo nacional) de ejercer funciones judiciales (CN,109 ) y el deber general de los
jueces de ajustar sus decisiones a la ley del Congreso, son sólo aspectos de la
independencia y límites de la función judicial, como atributo del Poder Judicial del
Estado.
Se trata de una organización horizontal, en la que cada juez es soberano al
decidir el caso conforme a la ley. Ello es así aunque existan las instancias recursivas y
se permita que otro tribunal reexamine el caso y pueda revocar o reformar la decisión
anterior (por considerarla errónea). No se trata de una cuestión de verticalidad o una
cuestión jerárquica, sino que es una manifestación de la necesidad de evitar errores
judiciales para garantía del justiciable.
Es en este sentido que las convenciones universales sobre derechos
humanos -hoy incorporadas a nuestra Constitución nacional, 75, inc. 22- otorgan a toda
persona el derecho a ser juzgado por un tribunal independiente e imparcial: Declaración
universal de derechos humanos, art. 10; Pacto internacifm.al de derechos civiles y
políticos, art. 14, nu 1; Convención americana sobre derechos humanos (Pacto de San
José de Costa Rica), art. 8, nu 1; Convenio para la protección de los derechos humanos
y de las libertades fundamentales (Convención europea).
Los recursos nacieron en organizaciones judiciales autoritarias,
precisamente para que el soberano (el monarca), que delegaba su jurisdicción en los
casos concretos, pudiera controlar, por ese medio, cómo sus representantes utilizaban el
poder delegado (Inquisición); esto es, aparecieron cuando las organizaciones judiciales
horizontales (juzgaban asambleas populares o representaciones populares, depositarias
de la soberanía) se convierten en organizaciones verticales (jerárquicas).
Ello implica que cada juez, al ejercer sus funciones y decidir un caso en
concreto, es libre e independiente de todo poder, inclusive del judicial, para tomar su
decisión, y sólo se le exige que su fallo sea conforme al derecho vigente. Se prohíbe por
ende, que determine su decisión por órdenes de cualquier tipo; en ello reside la
independencia judicial.
Esto se consigue dado que la ley penal castiga al juez que dictare
resoluciones contrarias a la ley o arbitrarias. Así, la CSJN ha abierto el recurso de
inconstitucionalidad para descalificar sentencias que no son “derivación razonada del
Derecho vigente”.
De todo esto deriva la permanencia y estabilidad de los funcionarios
estatales. Estos privilegios no obedecen a un fuero personal, sino que surge a partir de
la necesidad de garantizar a la persona juzgada que su juez obedecerá al decidir su caso
a criterios políticos permanentes determinados por ley, y no a criterios circunstanciales
u órdenes de quienes ejercen los demás poderes del Estado.
De la misma manera, el sistema de nombramiento y remoción de los jueces
permanentes pretende responder a esta idea. En nuestro país, los jueces permanentes de
la CSJN no son representantes de la voluntad popular, sino que el sistema de
nombramiento es un acto conjunto entre el PE (propuesta del presidente) y el PL (a
través del Senado). Respecto de los tribunales inferiores, serán sugeridos en terna -
vinculante- por el Consejo de la Magistratura a crearse, y nombrados por el presidente,
con acuerdo del Senado. Con ambos sistemas se pretende garantizar la independencia de
criterios y el pluralismo político e ideológico de quienes integran el cuerpo profesional
del PJ.
Tampoco se sostiene ficticiamente la necesidad del “apoliticismo” de los
jueces en un Estado democráctico; sino que la transparencia que provoca la expresión
de las ideas políticas que en verdad tienen los jueces, desarrollan un valor esencial,
como lo es el pluralismo ideológico.
Los jueces solo serán removidos cuando desempeñen mal sus funciones o
cuando cometan un delito al ejercerlas o con ocasión de su ejercicio, y se prevé una
forma de enjuiciamiento especial para la comprobación de estas circunstancias, cuyo
tribunal puede destituir al acusado, en caso de condena. Con la reforma de la CN en
1994, se previó el “juicio político”, cuyo papel acusador lo realiza la Cámara de
Diputados, por voto de las dos terceras partes de sus miembros presentes, mientras que
el Senado se constituye como tribunal de enjuiciamiento. Una de sus consecuencias
puede ser la inhabilitación perpetua para volver a ocupar cualquier empleo de honor o a
sueldo de la Nación. La reforma constitucional prevé, para otros jueces de la Nación, un
jurado de enjuiciamiento integrado por legisladores, magistrados y abogados de la
matrícula federal, en el marco del Consejo de la Magistratura (CN, 115). El fallo del
jurado es irrecurrible y tiene los mismos efectos que lo expuesto con anterioridad.
La nueva reglamentación constitucional prevé (CN, 115, III) un plazo de
caducidad (180 días a contar desde la decisión de apertura del procedimiento),
transcurrido el cual, si no se ha dictado el fallo, corresponde archivar el proced1m1ento
con el efecto cancelatorio de la cosa juzgada.
Consecuentemente con este sistema especial de remoción es el privilegio
que impide perseguir penalmente a los jueces ANTES de su remoción. Este privilegio
tampoco es a fuero personal, sino que es a los efectos de que el proceso no pueda ser
entorpecido maliciosamente por acusaciones infundadas. El privilegio tampoco significa
inmunidad, pues una vez perdido el cargo, habilita la persecución penal como a
cualquier otro habitante.
La estabilidad, según la reforma de la CN (99, inc. 4, III), dura hasta los 75
años de edad, momento en el cual se requiere, para proseguir en el cargo la renovación
del nombramiento, que ahora sólo dura cinco años.
4. El juez natural
Nuestra CN prohíbe que alguien sea juzgado por comisiones especiales o
sea sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa (art. 18 CN).
Las convenciones internacionales sobre derechos humanos exigen, también, que el
tribunal sea establecido por la ley y competente según esa misma ley (Pacto
Internacional de derechos civiles y políticos y Convención (europea) para la protección
de los derechos humanos y de las libertades fundamentales). En este sentido, la falta de
indicación temporal, según la doctrina, deriva de la prohibición de la creación por ley de
un tribunal ad hoc, pues el poder PL tendría injerencia en el PJ.
En definitiva, la CN en este punto, tiene dos distintos orígenes: 1) considera
ilegítimo la creación de comisiones especiales creados para el caso en particular o según
la persona a juzgar; 2) busca establecer la vigencia temporal de las leyes que atribuyen
competencia a los tribunales, referido a la competencia territorial, que integra el
principio del juez natural.
Entonces, la CN trató de garantizar mediante 3 maneras específicas la
imposibilidad de manipular el tribunal competente para el enjuiciamiento: 1)
inadmisibilidad de las comisiones especiales (art. 18 CN); 2) al impedir que juzguen
tribunales creados con posterioridad al hecho objeto del proceso (art. 18 CN); 3) al
indicar que, en todo caso, es competente para juzgar el tribunal -federal o provincial-
con asiento en la provincia en la que se cometió ese hecho.
Las comisiones especiales son tribunales que administran la justicia penal
creados en la órbita del poder ejecutivo o como dependientes de él, sea de forma
permanente o para un caso en particular. También podrían ser aquellos creados por el
PE, por las atribuciones de los arts. 75, inc. 20, y 108, CN.
Por ende, las leyes de competencia únicamente rigen para el futuro, esto es,
para hechos punibles cometidos con posterioridad a que entren en vigor, y no pueden
ser aplicadas para determinar la competencia de los tribunales respecto de hechos
sucedidos con anterioridad a su vigencia, ni a causas pendientes, otorgándoles efecto
retroactivo. Las leyes que reglamentan la competencia absoluta son también de orden
público.
Ahora bien, los llamados delitos a distancia, cuya acción y cuyo resultado
suceden en dos jurisdicciones distintas, aquéllos en los cuales el hecho punible a juzgar
se desarrolla en varias jurisdicciones, presentan, respecto de la regla de competencia
constitucional, problemas que solo podrán valerse de apreciaciones valorativas. Ante
esto, se han planteados 3 soluciones distintas: 1) tomar el lugar de la acción; 2) tomar el
lugar del resultado; 3) teoría de la ubicuidad (que incorpora puntos de vista externos al
hecho punible: el domicilio del imputado o de los protagonistas del conflicto, para la
mejor defensa de sus intereses, y el domicilio de la prueba, en el sentido de la mayor
proximidad de los elementos de prueba con el tribunal), y se concede prioridad al
territorio en el cual, conforme al caso, están ubicados los puntos de conexión más
importantes o la mayoría de ellos.
- Maier, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, Buenos Aires, Editores del Puerto, 2003, t.
II, Parte
General. Sujetos procesales, § 12. CONTINUACION
Capitulo 12
Podemos definir como competencia penal a la medida en la cual se le concede por ley,
el poder a un tribunal determinado para aplicar penas, ejerciendo su función judicial.
Esto indica la capacidad de un funcionario u órgano estatal de ejercer el poder de juzgar
conflictos y aplicar penas. La competencia ordena la jurisdicción a partir de los puntos
de conexión.
Aun así, hay que tener en cuenta que el único parámetro para atribuir competencia a un
tribunal en materia penal es la Ley, por lo que esa competencia es ABSOLUTA, además
de INALTERABLE por la variación de los elementos que la constituyen e
IMPERROGABLE por voluntad tanto individual o conjunta de los sujetos de un
procedimiento.
Competencia absoluta debido al principio del juez natural o legal, el cual impide que los
hechos futuros varíen la radicación de una causa o que alguna de las partes elija el
tribunal competente.
Sobre ello, podemos traer a colación el art. 2 de la ley N°27, la cual exige como
presupuesto de la intervención de la justicia federal la instancia de parte, prohibiendo
proceder de oficio, limitando su competencia a casos contenciosos. D ALBORA: habla
de que esta característica es muy importante en materia penal por la observancia del
principio acusatorio, que rechaza la actuación de oficio de los tribunales.
Los puntos de conexión – o criterios para dividir competencias - dividen los asuntos que
se conceden a un tribunal, dependiendo de su jurisdicción, materia, característica de la
persona del justiciable, división relativa por la gravedad de la imputación, etc. Este tema
se ve en consonancia con la idea que marca la organización judicial argentina, una
verticalización de la función judicial.
Dicha distribución de competencia entre la justicia federal o local es común para los
estados federales aun en materia penal, por lo que podemos definir la organización
judicial de nuestro país como coexistencia de la justicia federal con la justicia
provincial, teniendo a la federal como aquella que solo comprende algunos objetos de
interés para el estado y en ninguno de los casos, los asuntos ordinarios regidos por el
derecho común.
Competencia federal. La competencia judicial del Estado federal tiene como única
característica la excepcionalidad, por ello es expresa y limitada, acentuando que solo
interviene en casos específicos anunciados en el art. 116 de la CN, y, además, sabiendo
que el Congreso de la Nación no puede ampliar el marco de esta competencia.
Por otro lado, se suele decir que la competencia penal federal es privada y excluyente,
acentuando todo lo anteriormente dicho. Se suelen hablar de otras características de la
competencia penal, como, por ejemplo, que es improrrogable e inalterable, pero no son
propias de la competencia federal.
En cuanto a sus puntos de conexión, nombramos a tres como aquellos que determinan la
competencia en los tribunales:
Como tercer punto, la competencia de los tribunales federales en razón de las personas
que intervienen en el procedimiento, podemos decir que la CN en su art. 116, considera
como competentes a los embajadores, ministros públicos y cónsules extranjeros, además
de la Corte Suprema nacional como tribunal de mérito.
Como punto de partida, debemos poner foco en la imparcialidad. Como a través de las
reglas de competencia, se distribuyen los casos entre los jueces de un mismo tribunal
por métodos azarosos para evitar la elección del juez por alguno de los interesados,
generando una independencia jurídica,
Todo ello no logra garantizar dicha imparcialidad, por lo cual, en ciertas ocaciones,
existen motivos que justifican la exclusion de un juez que sea designado para intervenir
en un asunto penal.
*Podemos ejemplificar con el art. 55 del CP los motivos de inhibición. * PAG 555
Se puede ver cierta taxatividad, por lo que la mayor regulación posible es la mejor
disciplina para los motivos de exclusión de los jueces, al menos concebidos como
derecho de los justiciables.
Bajo este tema, la jurisprudencia de los tribunales federales casi siempre ha sido estricta
para la recusación de un juez por parte de los participantes de un procedimiento, por
afirmación del carácter taxativo de la reglamentación de un procedimiento y de la
necesidad de la interpretación restrictiva. La recusación representa al intento del
justiciable de lograr la mayor posición de imparcialidad posible por parte del juzgador.
EXCUSACION: es un medio para denunciar y lograr la exclusión del juez afectado por
un motivo previsto en la ley, generando que toda decisión en la cual colaboro dicho juez
sea invalida. (autoexclusión del propio juez).
Las causales de exclusión nombradas en la ley surgen por el temor a la parcialidad del
juez que está allí para juzgar, ya que ciertos intereses personales del mismo pueden
generar una decisión adversa a la que se debe tomar siguiendo la ley procesal penal,
Este temor o sospecha es un motivo de exclusión del juez, siempre que la parte lo pueda
probar.
Así como el desconocimiento del motivo no altera su existencia real, la ley prevé su
denuncia tan pronto sea conocido el defecto, por ello resulta importante el recurso de
casación, ya que el recurrente no solo deberá denunciar y verificar el motivo, sino que
también, expresarse sobre su influencia en la decisión, cosa que a veces puede ser
difícil.
Cuando hablamos de un cuerpo de decisión colegiado, basta con que la colaboración de
uno de ellos sea viciada para que la decisión sea viciada también.
1- Relación del juez con los protagonistas del caso. Se trata de evitar que el juez
decida de una forma que afecte al cónyuge, pariente u otro vinculo semejante,
que intervengan en el procedimiento o bien, no han decidido o sido llamadas a
intervenir, pero el caso los tiene como sus protagonistas. Es un vínculo con el
juez con el contenido material del caso concreto.
2- Relación del juez con el objeto del caso. Hablamos aquí del hecho punible que
se sospecha cometido. Aunque este motivo no este expreso, esta relación con el
caso constituye un motivo básico de exclusión, pues elimina el mismo
significado de la palabra juez, aquel que debe ser imparcial del caso, razón por
la cual debió ser previsto como intolerable, abriendo a una exclusión de pleno
derecho. El vínculo en este caso no necesita ser tan estrecho como en el primer
caso, basta con haber conocido el hecho como testigo o ser llamado a dictaminar
por un perito. Acá traemos a colación el ejemplo de, el juez y la prensa.
3- Relación del juez con el procedimiento en sí mismo. En estos casos, se entiende
que, quien obro en el mismo procedimiento como acusador, como defensor del
imputado, como actor, o como demandado civil o abogado de laguna de las
partes, debe quedar excluido del ejercicio de la función jurisdiccional, misma
regla que se puede extender al denunciante y a su abogado. Se trata de evitar que
alguien que ya conoció el asusto por su actividad judicial vuelva a decidir sobre
él. Se intenta que los jueces que integran el cuerpo de decisión del debate no
hayan intervenido en periodos anteriores del procedimiento, que los jueces que
integran el cuerpo de decisión de un recurso no hayan dictado o contribuido a
dictar la decisión impugnada, incluso cuando hablamos del recurso de revisión.
Para lograr ello, la reglamentación referida a la exclusión de los jueces frente al
caso concreto prevé el deber del mismo juez de excluirse o denunciar el motivo.
Los jueces accidentales y el temor a la parcialidad. Los jueces accidentales son ellos
cuyo nombramiento y ejercicio se agotan con el caso para el cual integran un cuerpo de
decisión. Aquí se encuentran los jueces llamados legos, porque no son profesionales del
Derecho, sino que participan como ciudadanos en la administración de justicia penal.
Pero, además, se encuentran los letrados que, conforme a disposiciones de la Ley
Orgánica, ejercen función jurisdiccional en el caso, como aquellos llamados conjueces
en algunos tribunales superiores. No quedan excluidos de su propia exclusión por temor
a la parcialidad.
Otros funcionarios. La exclusión del ejercicio de la función en un caso determinado
también es alcanzada a otros funcionarios judiciales, como el letrado que cumple
funciones de secretario u otros empleados de menor jerarquía. Se trata de un
procedimiento puramente administrativo de exclusión por razones fundadas y para un
caso concreto, pues el funcionario podría ser excluido por orden del mismo tribunal o
cuerpo de decisión al que asiste sin denuncia alguna. Esto alcanza también a los fiscales
del ministerio público, aún con exclusión de algunos motivos del catálogo válidos para
los jueces, pero resulta que, esos jueces ante quienes ejercen su función los funcionarios
del ministerio público, quienes resuelven sus excusaciones y las recusaciones de los
fiscales, sobre todo, luego de la reforma de la CN, que erigió al ministerio publico
orgánicamente como departamento extra poder del Estado nacional, con autonomía
funcional.