Unidad 1 Capitulo 1 Rivera Lopez
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Unidad 1 Capitulo 1 Rivera Lopez
UNIDAD 1
La ética profesional es, por un lado, el conjunto de reglas, principios o prá cticas recomendadas o desaconsejadas que una comunidad
de profesionales ha decidido plasmar en có digos, normativas disciplinarias u otras normas del sistema jurídico.
Sin embargo, la ética profesional es, por otro lado, mucho má s que eso. En un sentido aná logo a lo que Carlos Nino llamaba “moral
crítica”, (3) la ética profesional es el conjunto de normas morales que, sobre la base de argumentos racionales, pensamos que debe
guiar la conducta de los profesionales independientemente de lo que diga cualquier có digo de ética. De hecho, es posible que ningú n
có digo o normativa sea capaz de establecer la solució n a todo problema ético que se presente en el ejercicio de una profesió n.
Por ello, estudiar ética profesional no puede reducirse a aprender ciertas normas contenidas en uno o varios có digos (aunque esto
sea necesario). Es imprescindible también adquirir las herramientas para comprender y, eventualmente, resolver problemas morales
que se plantean cotidianamente en la prá ctica de la profesió n de un modo crítico y reflexivo.
El término “ética” tiene su origen en la palabra griega “ethos”, que refiere a la conducta, al cará cter y a la costumbre.
La palabra “moral” tiene un significado similar: proviene del latín “mores”, que hace referencia, también, al há bito o la costumbre
Los filó sofos generalmente definen a la ética como el estudio de la moral y a la moral como el conjunto de principios abstractos que
determinan qué es lo correcto y lo bueno. En general, Rivera a lo largo de la obra, utiliza ambos términos como sinó nimo.
1. Metaética: concierne al aná lisis ló gico o semá ntico de conceptos morales (como correcto, bueno deber).
2. Ética normativa: pretende contestar preguntas tales como ¿Qué acciones son moralmente correctas o incorrectas? O ¿en qué
caso podemos decir que una persona es buena o mala?
3. Ética normativa aplicada (ética aplicada): aplica las teorías de la ética normativa a casos concretos, analizando los dilemas
morales y otras situaciones complejas que surgen de contextos particulares.
La ética profesional es un tema de la ética aplicada ya que intenta evaluar conductas, resolver dilemas morales y ofrecer guías para la
acció n en el campo particular del ejercicio de la abogacía en cualquiera de sus formas.
Segú n el relativismo moral, lo moralmente correcto o incorrecto, bueno o malo, depende de las creencias predominantes en cada
cultura. La idea es que cada cultura establece sus propios está ndares morales y que nuestros compromisos éticos dependerá n, en
definitiva, de la cultura en la cual estemos inmersos.
La diversidad cultural a través del tiempo (e incluso en una misma época determinada) es a veces considerada una fuerte razó n a
favor de la idea de que no hay principios morales objetivos, universalmente vá lidos, sino que ellos son relativos a cada cultura.
Importante el relativismo moral no es una teoría amoral, afirma que la moral existe, pero que es relativa a cada cultura. No es
escéptico acerca de la moral, sino acerca de la moral objetiva.
Importante La tesis relativista es opuesta a la “corriente moral objetivista”, de acuerdo con la cual hay principios morales
objetivos a la luz de los cuales deberían ser evaluadas las diferentes culturas.
El relativismo moral es una tesis normativa concerniente a lo que debe ser, no una tesis descriptiva sobre lo que de hecho sucede en
el mundo. (profe dijo que hace referencia a la rama “metaética”)
CRITICAS:
Muchas afirmaciones de un relativista moral son ambiguas, pueden ser interpretadas como enunciados descriptivos o enunciados
morales (normativos). Por ej.: “lo que es correcto o incorrecto depende de la cultura en que estemos inmersos”.
- Puede interpretarse como descriptiva si la entendemos como la apreciació n socioló gica de que en diferentes culturas hay
diferentes creencias sobre lo que es moralmente correcto. (moral social).
- Puede interpretarse como enunciado normativo, si se entiende que nuestros deberes morales realmente varían dependiendo de
la cultura, de modo que para decidir có mo comportarnos, debemos identificarnos con las creencias predominantes de la cultura
que estemos inmersos. (moral critica).
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Otro error, es creer que el RM implica un principio de tolerancia. De acuerdo a esto, todos debemos ser al menos un poco
relativistas, porque eso nos permite tener la mente má s abierta y aceptar culturas con diferentes está ndares morales. PERO EL RM
NO IMPLICA TOLERANCIA.
Critica principal, Nos permite llegar a conclusiones que nadie aceptaría “no hay nada de malo en el maltrato sistemá tico a la mujer
en aquellas culturas cuyo có digo moral aprueba”.
No hay espacio para la genuina reflexió n moral. No podríamos juzgar ciertas costumbres morales como positivas o negativas, dado
que lo (+) y (-) se define segú n el RM, de acuerdo con la cultura. Ej. la discusió n acerca de los deberes morales de los abogados se
reduciría al mero ejercicio de identificar las creencias morales predominantes de la cultura que se esté analizando.
De acuerdo con el consecuencialismo, el hecho de que una acció n sea moralmente correcta depende enteramente de sus
consecuencias. Segú n el deontologismo, en cambio, la correcció n moral de las acciones depende principalmente de rasgos intrínsecos
a ellas, no de las consecuencias que generan.
Si bien todas las teorías morales objetivistas les dan alguna importancia a las consecuencias, en las teorías deontoló gicas ellas no
juegan un rol determinante.
La distinció n entre deontologismo y consecuencialismo es sin duda una de las má s importantes en el campo de la ética normativa y
de la ética aplicada. Ejemplo:
Los inquilinos de un edificio demandan a los propietarios con el fin de obligarlos a reparar daños que, si bien ocasionan
molestia, no representan riesgos serios. Usted, como abogado de los propietarios, contrata a un ingeniero para que inspeccione
el edificio y testifique a favor de sus clientes. Sin embargo, el resultado de la inspección no es el que usted esperaba: el ingeniero
encuentra en el edificio daños más graves de lo previsto, los cuales sí representan una amenaza para la seguridad de los
habitantes.
Nótese que estos daños, al no haber sido advertidos por los inquilinos, no fueron mencionados en la demanda.
R1 consecuencialista: informar sobre los dañ os mas graves en pos de la seguridad de todos los que habitan en el edificio. Por
supuesto, esto perjudicaría a nuestro cliente, los cual seria una consecuencia negativa, sin embargo, las consecuencias positivas, las
superan ampliamente.
R2 deontologista: como abogados tenemos el deber de promover los intereses de nuestro cliente y que ese deber existe con
independencia de las consecuencias.
b.1. Consecuencialismo: postula que las consecuencias son lo ú nico relevante a la hora de evaluar moralmente el comportamiento
humano. Existen distintas corrientes, pero la má s influyente es:
Esta corriente se centra en un tipo específico de consecuencia: el bienestar general definido como el resultado de la suma del
bienestar individual de cada persona que habita en la sociedad. Má s precisamente, de acuerdo con la teoría utilitarista, tenemos un
deber moral de elegir, en cada situació n, aquella acció n que maximice el bienestar general.
La discusió n interna en esta corriente radica en que se entiende por bienestar, pero la visió n tradicional determina que se entiende
en términos de placer o felicidad.
Uno de los rasgos destacados del utilitarismo es que requiere absoluta imparcialidad a la hora de tomar decisiones. Todos son iguales
en términos de bienestar general. Sin embargo, podría haber, de forma contingente, algunas personas que resulten especialmente
favorecidas, pero no lo será n porque sean especiales o má s imp, sino porque ese favorecimiento contribuye a la maximizació n del
bienestar colectivo.
CRITICAS:
- Tendríamos que subordinar todos nuestros compromisos personales y profesionales a la maximizació n del bienestar general. No
podremos llevar vida propia, donde “propia” significa de acuerdo con NUESTROS intereses, no con los de toda la sociedad.
Ej.: tenemos el plan de hacer un picnic con nuestra familia el domingo. Aunque nuestra familia disfrutará de esta actividad,
difícilmente eso contribuya a maximizar el bienestar general en la sociedad. Desde esta perspectiva, sería mejor que el domingo nos
dediquemos, por ejemplo, a hacer tareas comunitarias.
- Exhibe un compromiso demasiado débil con los derechos individuales. En efecto, todo debe estar subordinado a la maximizació n
del bienestar general, incluyendo valores que en general consideramos valiosos por sí mismos, como la vida, la libertad o la
igualdad.
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Ej.: un gobierno está evaluando derogar la ley de sufragio universal y otorgarle el derecho al voto solo a las personas que ostenten un
título universitario. En la sociedad hay 10.000 personas con título universitario y solo 20 personas sin él. Esas 10.000 personas,
elitistas, desean profundamente que el Estado restrinja el derecho al voto. Entonces, lo que maximiza la felicidad general es derogar
la ley de sufragio universal. Por supuesto, las 20 personas sin título universitario no estará n felices, pero evidentemente esta
infelicidad será cuantitativamente menor a la de las 10.000 personas insatisfechas.
Oro ej. comú n es el castigo al inocente: en una sociedad profundamente racista, una persona negra viola a una mujer blanca. Como
consecuencia, la ciudadanía, con la complicidad de funcionarios policiales, empieza a cometer actos de violencia en contra de
personas negras completamente inocentes El caos es tal que la situació n va a degenerar en una guerra civil. (8) En este caso, desde
un punto de vista utilitarista, la solució n podría ser decirle a la població n que el violador no fue una persona negra, sino una persona
blanca y tener que encarcelarla ante los pedidos masivos de “encerrar al culpable”. La persona encerrada sufriría, pero se evitaría una
guerra civil con muchos heridos y muertos.
Utilitarismo de reglas: intenta responder a las objeciones o criticas mencionadas anteriormente. De acuerdo a esta. el bienestar
puede maximizarse solo si se establece un có digo de moral que contenga ciertas reglas cuya obediencia general producirá la mayor
cantidad de bienestar, en comparació n con reglas alternativas.
Una vez que determinamos cuales son estas reglas, podemos juzgar las acciones de las personas averiguando si cumplen con ellas. El
principio de utilidad es usado para evaluar reglas y no se aplica directamente a las acciones individuales.
John Stuart Mill, establece en su obra que aquellas reglas que consagran derechos individuales deberían ser respetadas por todos,
porque es necesario para alcanzar el má ximo bienestar posible.
Uno podría plausiblemente argumentar que los má ximos niveles de utilidad se detectan en aquellas sociedades en las que las
personas pueden perseguir sus propios proyectos y planes de vida, seguros de que no será n víctimas de injerencias arbitrarias por
parte del gobierno o ciudadanos.
Si bien la violació n de derechos individuales podría cumplir el objetivo de maximizar el bienestar general en el corto plazo, en el
mediano y largo plazo generaría desconfianza entre la població n, abusos de poder por parte del gobierno y otras consecuencias que
disminuirían enormemente el bienestar de la població n
Si bien el Utilitarismo puede mostrar que en el mundo en el que vivimos lo que maximiza el Bienestar General es respetar los
derechos individuales, esta contribució n no soluciona el problema, sino lo confirma. Esta admitiendo que la ú nica razó n por la que
está comprometido con los dchos individuales es que son un medio para maximizar el BG, y con ello acepta que, si algú n día este
medio dejara de ser eficiente, no sería problemá tico renunciar a él.
b.2. Deontologismo: El rasgo distintivo del deontologismo es su tesis de que la correcció n moral de una cierta acció n no depende (o,
al menos, no depende principalmente) de sus consecuencias, sino de rasgos inherentes a la propia acció n.
El filó sofo alemá n Immanuel Kant (2006 [1785]), es considerado el padre de la tradició n deontoló gica. De acuerdo con Kant, la
permisibilidad moral de una acció n depende de si satisface lo que él llamó “imperativo categó rico”. Este principio requiere:
Actuar de acuerdo con má ximas que aceptaríamos como leyes universales y prohíbe comportarse de formas que rechazaríamos
como tales.
La prescripció n de tratar a los demá s (y a uno mismo) como un fin en sí mismo y nunca solamente como medio. Equivale a una
obligació n de respetar la autonomía.
Segú n Kant, entonces, lo que está vedado por la moral no es el obtener un beneficio de otra persona, sino negarle el estatus de ser con
voluntad propia y autonomía.
El deontologismo captura la intuició n de que los objetivos que nos proponemos no pueden alcanzarse por cualquier medio. Así, por
ejemplo, es inmoral torturar a una persona, aunque de esta manera podamos obtener informació n sobre có mo evitar futuros delitos.
El deontologismo no requiere subordinar todos nuestros proyectos personales y profesionales a la maximizació n de un cierto valor.
Exhibe un compromiso mucho mayor con la autonomía personal, lo que en definitiva coincide con la intuició n tan arraigada de que
tenemos derecho a perseguir nuestros propios planes de vida, aun cuando no maximicen el bienestar general.
DEBILIDADES…
- Cuando se lo contrasta con el Utilitarismo. El U otorga valor intrínseco al BG (Felicidad general) que es algo que se puede
experimentar y que el comú n de la gente consideraría que debe ser promovido. Respeto del ideal de la autonomía, no es fá cil
identificar que hace moralmente a este ideal, sin tener en cuenta consideraciones cercanas al utilitarismo, como la felicidad o el
bienestar.
- Aferrarse a concepciones deontoló gicas estrictas resulta anti intuitivo. Ej: el estado solo puede evitar la explosió n de una bomba
nuclear obligando a una persona a suministrar info. No es necesario torturar, solo una mínima agresió n física. Cuando las
consecuencias son catastró ficas y el dañ o que hay que causar para evitarlas es mínimo, es el Consecuencialismo es el que gana
fuerza intuitiva.
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- El Deontologismo carece de una teoría só lida que permita lidiar la complejidad de las situaciones reales, en las que suele haber
conflictos de deberes en los cuales la ú nica forma de cumplir con algunos deberes es violando otros. Kant decía que los
conflictos de deberes con conceptualmente imposibles.
Una forma de lidiar con los Conflictos de Deberes Deontológicos fue proporcionada por David Ross:
Cuando dos deberes entran en conflicto, estos deben ser considerados “deberes prima facie”. Estos deberes NO representan
obligaciones morales definitivas, sino que son candidatos a calificar como tales.
De esta forma, los conflictos no constituyen un problema para el D, puesto que no influyen en lo que estamos realmente obligados a
hacer. Lo que debamos hacer dependerá de qué deber prima facie prevalezca en el caso concreto, que se convertirá en el deber
definitivo.
Segú n Ross este balance debe hacerse sopesando razones a favor y en contra de cada caso concreto, utilizando una capacidad propia
del ser humano “juicio moral”.
Muchos no creen que esta teoría de Ross solucione el problema, dado que personas igualmente racionales y sensatas puede tener un
juicio moral diferente.
La ética de la virtud tiene su origen en la Antigua Grecia y fue la perspectiva dominante en la filosofía moral occidental hasta la
Ilustración. Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la teoría de la virtud dejó de ser protagonista en el escenario de la
filosofía moral y las discusiones se centraron en el consecuencialismo y el deontologismo. Fue a finales de los 50, con un artículo de
Elisabeth Anscombe (1958), que la teoría de la virtud volvió a cobrar importancia. (dato).
La ética de la virtud es diferente a las teorías presentadas anteriormente en tanto su foco no es qué debemos hacer, sino cómo
debemos ser.
La pregunta que intenta responder es ¿cómo es una persona virtuosa? No se niega que los individuos tengan deberes morales. Ellos
derivan de la virtud humana. Podemos saber qué deberes tiene la persona recién cuando sabemos có mo es una persona virtuosa y no
al revés.
El mismo razonamiento se aplica a las prohibiciones morales: podemos conocer aquello de lo que las personas deben abstenerse de
hacer recién cuando estamos al tanto de cuá les son los vicios que alguien puede tener.
Ej.: Mentir es moralmente incorrecto porque una persona virtuosa no mentiría, y una persona virtuosa no mentiría porque la
honestidad es una virtud y la deshonestidad es un vicio.
La E.V. no se limita solamente a decir que para descubrir qué es correcto o incorrecto, es ú til imaginar qué haría alguien virtuoso. La
E.V busca ofrecer un genuino fundamento de la moral. La persona virtuosa no se abstiene de mentir porque es incorrecto, sino que
mentir es incorrecto porque alguien virtuoso no lo haría.
Hay un elemento de la IDEALIZACIÓ N en esta teoría. Tenemos que imaginar que una persona hipotética, virtuosa al má ximo nivel,
cuyas elecciones y acciones son el fundamento de los que es correcto o incorrecto. Entre las personas reales, ninguna alcanza tal
ideal. Este modelo de persona virtuosa representa la má xima perfecció n moral.
Aunque hay diversas teorías que pueden considerarse como ética de la virtud, todas ellas consideran que la noció n de virtud es el
concepto bá sico de la teoría moral Esta es la diferencia con el deontologismo, que se enfoca principalmente en ciertos rasgos
inherentes a las acciones y en los deberes que generan; y con el consecuencialismo, también enfocado en los deberes, pero definidos
sobre la base de ciertas consecuencias.
La teoría aristotélica de la virtud: Aristó teles es considerado el fundador de la ética de la virtud. Pensaba que una persona
virtuosa era alguien que alcanzó lo que él llamó “eudaimonía”, usualmente traducido como “felicidad”. Se refería a un estado de
plenitud o florecimiento humano, má s parecido a un estado de perfecció n objetiva que al sentimiento subjetivo que usualmente
llamamos “felicidad”.
Entendía a la eudaimonía como el ejercicio virtuoso de aquello que es distintivamente humano: la razó n.
¿En qué consiste el ejercicio virtuoso de la razó n? En la ética de Aristó teles, esta pregunta es respondida por la “doctrina del justo
medio”, de acuerdo con la cual la virtud, lo bueno, se encuentra en el punto intermedio entre dos extremos. Así, por ejemplo, la
persona que no se arriesga a nada es cobarde. Pero la persona que constantemente toma todo tipo de riesgos es temeraria. Lo
acertado está en el medio, donde se encuentra la gente valiente.
La tesis que subyace a esta doctrina concierne a la virtud de la prudencia (phronesis). Un individuo esencialmente
virtuoso es una persona moderada en todos los á mbitos de la vida. Esta idea atraviesa la evaluació n moral de todas las
conductas humanas.
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La ética del cuidado: Impulsado por la psicó loga y filó sofa norteamericana Carol Gilligan, quien advirtió que las teorías morales
tradicionales, como el kantianismo o el utilitarismo, asumen una perspectiva moral determinada, má s comú n en los varones,
excluyendo así la visió n femenina.
La ética de la justicia, má s usual en el género masculino, se enfoca en el individuo y lo considera un ser relativamente aislado.
Acepta que el individuo tiende a socializar, niega que estas relaciones sociales lo definan.
La ética del cuidado define a la persona en términos de las relaciones que entabla y se enfoca en la importancia moral de
promover y afianzar estas relaciones y encuentra los problemas morales allí donde estas se debilitan.
Tenemos “cuidado” por una persona cuando su bienestar está ligado al nuestro. La dicha del otro nos genera un sentimiento
positivo, no porque nos traiga un beneficio, sino porque nos encontramos vinculados de una forma especial.
Ej: compañ ero del trabajo que cumple una meta importante y beneficia a toda la empresa. (nos alegramos porque también
aumenta nuestro salario o podemos alegrarnos porque su bienestar es el nuestro también).
El segundo caso (ver su felicidad en nosotros) es el de Etica de Cuidado. No se trata solo de la predisposició n y actitud de
respetar a los demá s, sino también de la motivació n de ver en nuestros pares un espejo nuestro. Si consideramos al cuidado una
virtud moral en términos de la cual deben definirse las obligaciones éticas, entonces la ética del cuidado puede perfectamente
ser entendida como una teoría dentro de la ética de la virtud.
La ética del cuidado tiende a darle una importancia moral a las relaciones personales. Las obligaciones morales que tendremos
respecto de nuestros familiares o amigos será n má s fuertes. Si bien tendremos deberes morales hacia desconocidos, será n
mucho menos demandantes.
IMP: La teoría en su mejor luz requiere aceptar que aquello que debemos hacer en la vida cotidiana no es solo una funció n de
cuá n íntimo es el vínculo que nos une a otros, sino también de cuá les son los deberes específicos que colisionan.
Los defensores de la EV deben necesariamente incurrir en razonamientos circulares para explicar por qué ciertos rasgos de
cará cter son moralmente valiosos.