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Texto Bisogno Objeto y Capacidad

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Voces: UNIFICACION CIVIL Y COMERCIAL ~ CODIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACION ~

PERSONA JURIDICA ~ LEY GENERAL DE SOCIEDADES ~ CAPACIDAD ~ PERSONA JURIDICA


PRIVADA
Título: Objeto y capacidad de las personas jurídicas privadas: algunas reflexiones a propósito de la regulación
del Código Civil y Comercial
Autor: Bisogno, Pablo G.
Publicado en: RCCyC 2016 (marzo), 07/03/2016, 69
Cita Online: AR/DOC/534/2016
Sumario: I. Introducción. — II. Modificaciones introducidas por la ley 26.994. — III. Objeto de la
persona jurídica privada: regulación legal y función. — IV. Capacidad de las personas jurídicas
privadas: distinción del objeto y alcance. — V. Celebración de actos que exceden el objeto. — VI.
Conclusiones.
I. Introducción
En la exposición de motivos de la ley 19.550, hoy Ley General de Sociedades ("LGS") puede leerse: "El
objeto es el medio para lograr la finalidad buscada y su importancia es tal que para importantes sectores de la
doctrina determina la capacidad del sujeto y la de sus administradores" (1). En efecto, la función que cumple el
objeto social respecto de la capacidad de la sociedad generó un debate protagonizado, por un lado, por quienes
de alguna manera afirman que la capacidad de la sociedad está limitada por su objeto —en una posición afín a la
doctrina del ultra vires— y por otro, por quienes proclaman que las sociedades están dotadas de una capacidad
amplia no limitada por su objeto. Así, pueden mencionarse a destacados autores tales como Halperín y Butty (2),
Moretti (3) y Zunino (4), enrolados en el primer grupo, y a otros prestigiosos juristas como Manóvil (5), Suárez
Anzorena (6), Otaegui (7), Richard y Muiño (8), alineados con la segunda postura.
La regulación normativa y la metodología empleada por el Código Civil y Comercial (CCyC) en materia de
capacidad de las personas jurídicas privadas parece, al menos preliminarmente, estar en línea con la posición
que ata la capacidad de la persona jurídica privada a su objeto. Frente a estos cambios, se propone reafirmar la
capacidad de las personas jurídicas privadas, como un atributo inherente a éstas, en su sentido más amplio, a
partir de una interpretación armónica del ordenamiento jurídico vigente. Para ello, se repasarán en primer
término las modificaciones introducidas por la ley 26.994, a fin de precisar las diferencias con el régimen
anterior. Posteriormente, se analizará la función jurídica que cumple el objeto de las personas jurídicas privadas
con el propósito de demostrar que éste no limita la capacidad del ente. Finalmente, se precisará el alcance de la
capacidad de las personas jurídicas en general y de las personas jurídicas privadas en particular, con especial
énfasis en la capacidad para realizar actos que exceden el objeto y las consecuencias de ellos.
II. Modificaciones introducidas por la ley 26.994
Se destacan tres modificaciones relativas al régimen de capacidad de las personas jurídicas privadas con
diferente orden de relevancia. Estos cambios derivan en parte de las disposiciones del CCyC, y en parte, de la
derogación del Código Civil dispuesta por la ley 26.994, algunas de cuyas disposiciones en la materia no fueron
reemplazadas por otras equivalentes en el CCyC.
1. Derogación de los preceptos de los arts. 35 y 41 del Código Civil
En primer lugar, cabe apuntar que el derogado Código Civil reconocía expresamente una capacidad amplia a
las personas jurídicas. Establecía al respecto el art. 35 del Código Civil: "Las personas jurídicas pueden, para los
fines de su institución, adquirir los derechos que este código establece, y ejercer los actos que no les sean
prohibidos, por el ministerio de los representantes que sus leyes o estatutos les hubiesen constituido". Por su
parte, el art. 41 del Código Civil disponía: "Respecto de los terceros, los establecimientos o corporaciones con el
carácter de personas jurídicas, gozan en general de los mismos derechos que los simples particulares para
adquirir bienes, tomar y conservar la posesión de ellos, constituir servidumbres reales, recibir usufructos de las
propiedades ajenas, herencias o legados por testamentos, donaciones por actos entre vivos, crear obligaciones e
intentar en la medida de su capacidad de derecho, acciones civiles o criminales".
Puede advertirse que el art. 35 del Código Civil asociaba la capacidad que reconocía a las personas jurídicas
a los "fines de su institución", de similar manera que el art. 141 del CCyC lo hace actualmente con respecto a
"su objeto y los fines de su creación". No obstante, la norma del citado art. 35 del Código Civil se
complementada con el art. 41 del mismo cuerpo normativo que reconocía a las personas jurídicas privadas, de
manera expresa, una amplia capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones. Asimismo, por la
remisión del referido art. 41 al art. 53, se entendía que a las personas jurídicas privadas les eran permitidos todos
los actos y todos los derechos que no les fueren expresamente prohibidos. Quedaba de esa manera su capacidad
equiparada a la de las personas humanas
En ese entendimiento bien se sostenía que "...la capacidad de las personas jurídicas a tenor del CCiv., arts.
35 y 41, es tan amplia como la de las personas de existencia visible a la luz del CCiv., art. 53, y que el necesario
acatamiento a los fines de constitución, atañe a la existencia de la persona jurídica, pero no a su capacidad" (9).
En la misma línea de razonamiento, se afirmó que "el sólo carácter de sujeto de derecho de la sociedad le

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confiere genérica y completa capacidad de derecho, facultándola a realizar cualquier clase de actos sin más
limitaciones que las prohibiciones legales y contractuales. Pero sobre éstas es preciso destacar, con nitidez, que
si bien las legales no pueden ser dejadas sin efecto, sí pueden serlo las contractuales, y ello mediante una nueva
convención" (10).
La posición que pregona la capacidad de las personas jurídicas en un sentido amplio, equiparable a la
capacidad de las personas humanas, fundó parte de sus argumentos en las disposiciones de los arts. 35 y 41 del
derogado Código Civil. Estas normas quedaron derogadas, junto con dicho Código, a partir de la entrada en
vigencia de la ley 26.994, aprobatoria del CCyC. Por su parte, el nuevo cuerpo normativo no contiene
previsiones de similar tenor, que confirmen la capacidad amplia de las personas jurídicas de una manera
categórica y explícita como lo hacían los citados arts. 35 y 41 del derogado Código. Se advierte aquí el primer
cambio normativo en materia de capacidad de personas jurídicas privadas.
2. Modificación de la definición de "persona jurídica"
En segundo lugar, se ha modificado la definición legal de la persona jurídica. Al respecto, el art. 141 del
CCyC establece que "son personas jurídicas todos los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere
aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su
creación". Se advierte que la definición actual de la persona jurídica difiere de la definición que contenía el
régimen anterior, conforme al cual eran reputadas personas jurídicas "los entes susceptibles de adquirir
derechos, o contraer obligaciones, que no fueran personas de existencia visible" (11).
Por lo tanto, si bien el CCyC mantuvo una definición de la persona jurídica, a partir de su capacidad para
adquirir derechos y contraer obligaciones, asoció esa capacidad al objeto consignado en su acto de constitución
y a la finalidad de su creación. Aunque ello guarda similitud con lo que prescribía el art. 35 del derogado
Código Civil, que asociaba la capacidad de la persona jurídica a los "fines de su institución", no debe perderse
de vista que introducir esa limitación en la definición constituye un cambio sustancial, máxime, cuando no se
recepcionó en el CCyC una norma equiparable al art. 41 del derogado Código Civil que aclarara el alcance
amplio de esa capacidad.
3. Metodología adoptada por el Código Civil y Comercial
En tercer lugar, el CCyC aborda el régimen de capacidad con una metodología radicalmente diferente al
derogado Código Civil. En efecto, el CCyC parece conferir a la capacidad el tratamiento de un atributo
exclusivo de la persona humana. Basta para ello con repasar que su tratamiento se centraliza en el Libro Primero
— Parte General correspondiente a las personas humanas, que las definiciones de capacidad de derecho y de
ejercicio previstas en los arts. 22 y 23 del CCyC se refieren solamente a las personas humanas, y que todas las
referencias a cuestiones de capacidad o incapacidad dispersas en el CCyC se refieren también a éstas en
exclusividad.
Adicionalmente, en la Sección 3ª del Título II (Persona jurídica), párr. 1º, bajo el título "Atributos y efectos
de la personalidad jurídica", el CCyC no menciona a la capacidad como atributo de la persona jurídica. Se
menciona, en cambio, en dicha sección al nombre, al domicilio y a la sede social y al patrimonio, restantes
atributos de la persona jurídica. La omisión de toda referencia a la capacidad es coherente con la metodología
adoptada mencionada en el párrafo anterior. Pero para mayor confusión, se prevé, en cambio, en esa sección al
"objeto" de las personas jurídicas, estableciendo en el art. 156 que debe ser "preciso y determinado". Esta
previsión, sumada a la ausencia de toda referencia a la capacidad, podría inducir a la conclusión errada de que
ésta queda reducida o identificada con el objeto.
III. Objeto de la persona jurídica privada: regulación legal y función
Conforme fuera adelantado en la introducción, es necesario precisar el concepto y la función que cumple el
objeto de las personas jurídicas privadas, a fin de dar cuenta que ésta no consiste en limitar la capacidad del
sujeto. En relación con el objeto, autorizada doctrina ha destacado que éste "...está constituido por los actos o
categorías de actos que por el contrato constitutivo podrá realizar la sociedad para lograr su fin mediante su
ejercicio o actividad" (12). Se exige que el objeto de la persona jurídica sea preciso y determinado (13).
El objeto es un elemento necesario del estatuto de la persona jurídica privada. Tan es así que la
imposibilidad de consecución del objeto o su consecución constituyen causales de disolución del ente (arts. 163,
inc. c], CCyC; 94, inc. 4º, LGS). No obstante, las normas que regulan al "objeto", tanto en el CCyC como en la
LGS, no prescriben que las actividades comprendidas en él restrinjan la capacidad de la entidad. Por el
contrario, de la regulación legal del objeto se advierte que éste cumple una función determinante en el régimen
de actuación de los representantes con vistas a la imputación de los actos celebrados por éstos a la persona
jurídica, mas no en la limitación de la capacidad de aquélla.
Sobre el particular echa luz la norma del art. 58 de la LGS, cuya solución e interpretación se entiende
aplicable por analogía a las restantes personas jurídicas privadas merced a lo dispuesto en los arts. 2º y 186 del
CCyC; este último, en el caso puntual de las asociaciones. El citado art. 58 de la LGS establece: "El
administrador o el representante que de acuerdo con el contrato o por disposición de la ley tenga la
representación de la sociedad, obliga a ésta por todos los actos que no sean notoriamente extraños al objeto

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social". La norma transcripta confirma, pues, que la función primordial del objeto social es determinar la
imputación de los actos celebrados por sus representantes a la entidad, en cuanto persona jurídica autónoma y,
eventualmente, determinar la responsabilidad de aquéllos.
De esa disposición se deprende una clasificación tripartita de los actos: i) actos comprendidos en el objeto
social, ii) actos extraños al objeto social, y iii) actos notoriamente extraños al objeto social. Cuando un
representante realiza los dos primeros actos, estará siempre obligando a la sociedad, sin perjuicio de la
responsabilidad que pudiere caberle por la ejecución de los segundos, si éstos fueran perjudiciales para la
entidad. En cambio, cuando realiza "actos notoriamente extraños al objeto social", en principio, no obliga a la
sociedad, sino que compromete su propia responsabilidad (14).
Sobre esa interpretación del art. 58 de la LGS, autorizada doctrina ha trazado una distinción entre los
conceptos de "persona", "capacidad" e "imputación", concluyendo que esa diferenciación "...permite establecer
que la determinación del objeto de la sociedad hace exclusivamente al mecanismo de imputación de sus actos,
pero no altera la genérica capacidad legal del ente de realizar actos jurídicos concretos, que existe conforme la
ley se la confiera en cada supuesto, cualquiera fuere el objeto social" (15). También se sostuvo que "...la
determinación del objeto social funciona como garantía para el socio en diversos aspectos: hace que la sociedad
deba aplicarse a ejercer solamente aquellas categorías de negocios para los cuales prestó su consentimiento, lo
cual es relevante porque implica que el socio está resguardado contra la asunción de riesgos empresarios que
pongan en juego sus aportes y, aun eventualmente, su responsabilidad" (16), y que "...la función jurídica
inmediata del objeto societario es fijar los límites dentro de los cuales deben desenvolverse los órganos
societarios, al llevar a cabo y dirigir la actividad de la sociedad" (17).
Esta posición ha sido también ratificada a partir de las regulaciones del CCyC, sosteniéndose lo siguiente:
"El objeto no determina un límite a la capacidad del ente, porque no implica un encorsetamiento de tipo alguno
en la categoría de actos que el representante puede realizar en nombre de la sociedad. En cambio, la
consignación del objeto en forma 'precisa y determinada' conforme lo determina el art. 156 del Código
Unificado, tomando dicha expresión de la Ley de Sociedades 19.550 (art. 11), permitirá distinguir los actos que
el representante —por su concordancia con dicho objeto— podrá realizar en nombre de la sociedad, y aquellos
que no" (18).
Consecuentemente, la función del objeto de una sociedad no consiste en enmarcar su capacidad, sino en
establecer el régimen de imputación a ésta de los actos realizados por sus representantes, y eventualmente,
determinar la responsabilidad de aquéllos. De esta manera confiere una tutela, principalmente, a los socios (o
asociados o fundadores, según sea la persona jurídica de que se trate), y también, en menor medida, a terceros.
Así, con relación a los socios "...el objeto constituye centro de imputación de su consentimiento al fundar la
persona jurídica, sirviendo de garantía en cuanto a que el capital aportado no va a ser utilizado para otros
negocios, en cuyo caso se activaría la responsabilidad de los administradores" (19), en tanto que respecto de
terceros, cumple una función de publicidad, a fin de que éstos tomen conocimiento de "los actos que los
administradores pueden realizar" (20).
Desde otra perspectiva, se destaca que las regulaciones sobre el objeto de las personas jurídicas privadas no
establecen limitaciones a la capacidad. En efecto, la normativa apenas se limita a exigir que el objeto, que debe
estar expresado en los estatutos de la entidad, debe ser "preciso y determinado" (arts. 156 y 195, inc. c], CCyC,
y 11, inc. 4º, LGS) y que su consecución o la imposibilidad de su cumplimiento constituyen causales de
disolución. De ninguna de esas disposiciones se deriva que el mismo limite la capacidad del ente; y mucho
menos, del art. 58 de la LGS que, como fuera señalado, reconoce implícitamente la validez e imputación a la
sociedad de actos extraños a su objeto en la medida en que ellos no sean notoriamente extraños. Es más, el
ordenamiento legal da cuenta de actos que pueden celebrarse pese a no estar comprendidos en el objeto de la
entidad. Así, el CCyC reconoce implícitamente en su art. 193 la facultad de las sociedades para constituir
fundaciones, pese que se trata éste de un acto ajeno a su objeto. Por su parte, como bien señaló Farina, la LGS
habilita, cuando menos implícitamente, la realización de actos ajenos al objeto cuando regula el contenido que
debe ser expuesto en el balance. Así, se advierte que las sociedades pueden invertir en títulos de la deuda
pública, acciones y debentures y realizar otras inversiones ajenas a su explotación (art. 63-1-d, LGS), o recibir
bienes en depósito u otorgar avales y garantías (art. 63, 2), II, 3) (21). También el art. 31 de la LGS permite
expresamente la participación en otras sociedades dentro de las limitaciones dispuestas en esa misma norma.
Puede, por lo tanto, concluirse, en línea con lo sostenido por Otaegui, que el objeto social determina las
actividades asignadas a la sociedad pero no limita su capacidad. (22). Tan es así, que aun "...cuando la sociedad
realiza actos que exceden del marco del objeto social, la unanimidad de los socios puede autorizarlos,
consentirlos o ratificarlos, aun sin modificación del contrato o estatuto, anterior o posterior" (23).
El alcance expuesto de la función que cumple el objeto social derivado de la LGS debe ser aplicado
asimismo a las asociaciones y simples asociaciones (conf. art. 186, CCyC), como así también a las fundaciones
y demás personas jurídicas privadas (art. 2º, CCyC), en el marco de una interpretación integral del ordenamiento
vigente y en la medida en que ello fuera compatible con sus respectivos regímenes. Es que al margen de lo
dispuesto en el art. 58 de la LGS, existen en el cuerpo del CCyC disposiciones que habilitan a las personas

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jurídicas a realizar actos no comprendidos en su objeto, tal como se referenciará en el siguiente acápite.
IV. Capacidad de las personas jurídicas privadas: distinción del objeto y alcance
A fin de dejar en evidencia el amplio alcance de la capacidad de las personas jurídicas privadas, es preciso
abordar el tratamiento de este atributo de la personalidad en el CCyC. Al respecto se sostuvo oportunamente:
"La capacidad en términos jurídicos puede ser de derecho o de hecho. La primera, conforme el art. 22 del
CCyC, es la aptitud de la persona para ser titular de derechos y deberes jurídicos. Esta aptitud es genérica y
solamente por excepción y en casos particulares puede ser restringida. La segunda es la aptitud para ejercer por
sí mismo, en la vida cotidiana, los derechos y deberes de los que se es titular y que también puede ser limitada
según la ley lo prevea expresamente y conforme sentencia judicial (art. 23, CCyC)" (24).
Si bien el CCyC asocia los conceptos de capacidad de derecho y de hecho a la noción de persona humana, y
regula a la capacidad en el Libro I del CCyC en la Sección 1ª del Capítulo 2, del Título I denominado "Persona
humana", cabe no obstante afirmar que la capacidad constituye también un atributo de las personas jurídicas en
general. La falta de mención de la capacidad como atributo de la persona jurídica privada en la Sección 3ª del
Título II, Libro I del CCyC tampoco modifica lo afirmado.
Es que, en efecto, el art. 141 del CCyC define a las personas jurídicas a partir del reconocimiento del
ordenamiento jurídico de su "aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su
objeto y los fines de su creación". Alcanza, pues, con contrastar lo dispuesto en la definición del art. 141 con la
definición del art. 22, para afirmar que el ordenamiento legal define a las personas jurídicas a partir del
reconocimiento de su "capacidad". Consecuentemente, de ello se deriva que la capacidad es un atributo
inherente e inseparable de las personas jurídicas en general, a pesar de la criticable metodología adoptada al
respecto por el CCyC.
Reafirmada, pues, la "capacidad" como un atributo de la personalidad, corresponde analizar el alcance que
le confiere el ordenamiento legal. En este punto, es dable traer a colación nuevamente que el CCyC no receptó
una norma de similar tenor al art. 41 del derogado Código Civil, que consagrara explícitamente una capacidad
en sentido amplio de las personas jurídicas privadas. No obstante ello, se propone reafirmar la vigencia de ese
principio a la luz de otras disposiciones vigentes.
En primer lugar, en una interpretación restringida, el art. 141 del CCyC reconoce la capacidad a toda
persona jurídica, no sólo para ejecutar actos comprendidos en su objeto, sino también para el cumplimiento de
los "fines de su creación". La norma deja en claro así que la capacidad de una persona jurídica privada excede
las actividades comprendidas en su objeto. Se trata a tenor de esta norma de una capacidad que si bien
comprende la realización de actos comprendidos en el objeto, abarca también otros actos distintos a éstos en la
medida en que contribuyan a los "fines de su creación". Se marca así una clara distinción entre capacidad y
objeto. Ahora bien, la determinación de si un determinado acto se ajusta a los fines de la creación de la entidad
puede ser una cuestión tan amplia como discutible. A grandes rasgos puede afirmarse que los fines de la
creación de una sociedad están dados por el propósito de lucro (arts. 1º, 11, inc. 7º, 68 y 71, LGS), mientras que
el de las asociaciones o fundaciones por cuestiones atinentes al bien general y bien común (arts. 168 y 193,
CCyC). Por lo tanto, independientemente de la categoría de los actos consignados en el objeto de las entidades
para lograr esos fines, no puede descartarse la posibilidad de ejecutar otros actos que se ajusten a ese cometido
último. Pero en una lectura menos restrictiva del art. 141, bien puede sostenerse que el hecho de que se les
reconozca la existencia a las personas jurídicas "para el cumplimiento de su objeto y a los fines de su creación",
no necesariamente implica que no puedan realizar válidamente otros actos. Es por ello que es dable reeditar lo
afirmado por Otaegui en referencia al régimen del derogado Código Civil, en el sentido de que la referencia a
los fines de la constitución o creación del ente "...atañe a la existencia de la persona jurídica, pero no a su
capacidad" (25).
En segundo lugar, conforme fuera señalado en el acápite anterior, del art. 58 de la LGS puede inferirse el
reconocimiento implícito a las sociedades de una capacidad que excede el marco de su objeto. En efecto, al
establecer la norma que los representantes de la sociedad la obligan por todos los actos que no sean
notoriamente extraños a su objeto, reconoce que pueden obligarla por actos que excedan el objeto en la medida
en que éstos no sean "notoriamente extraños" al mismo, sin perjuicio de la posibilidad de que estos últimos sean
también asumidos por la sociedad a partir de su autorización por resolución unánime del órgano de gobierno,
conforme se precisará más adelante. Se deriva de allí un reconocimiento de la capacidad de realizar actos no
expresamente comprendidos en el objeto del ente. Es en ese entendimiento que la justicia comercial afirmó que
"...el criterio de la ley, al obligar a la sociedad por los actos que no sean 'notoriamente extraños al objeto social',
es necesariamente amplio porque deben protegerse de eventuales sorpresas a los terceros que entran en relación
con aquélla" (26). Esta solución, derivada del art. 58 de la LGS, puede hacerse extensiva a las demás personas
jurídicas privadas en vistas de una interpretación armónica e integral del régimen legal (conf. arts. 2º y 186,
CCyC).
En tercer lugar, ante la deficiente regulación del CCyC de la capacidad de las personas jurídicas, cabe
aplicarles supletoriamente los principios en materia de capacidad previstos para las personas humanas (art. 2º,
CCyC). Resulta así de aplicación a las personas jurídicas privadas el principio conforme al cual la capacidad es

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la regla, en tanto que las incapacidades son excepcionales y de interpretación restrictiva. Consecuentemente,
estos sujetos cuentan con una capacidad plena, sin perjuicio de que la ley pueda limitar su capacidad respecto de
hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados (art. 22, CCyC). Esta interpretación resulta compatible
con el ordenamiento jurídico vigente que prevé incapacidades puntuales, tales como la incapacidad que el art.
30 de la LGS establece respecto de las sociedades anónimas y en comandita por acciones para participar en
sociedades que no sean por acciones o de responsabilidad limitada.
Finalmente, dejando de lado las consideraciones legales, puede afirmarse que también la realidad de los
hechos ha avalado la capacidad amplia de las personas jurídicas privadas. Es que resulta una cuestión fáctica,
innegable, que no hay persona jurídica privada que celebre únicamente actos comprendidos en su objeto. El
concepto de objeto y la función que éste cumple resultan insuficientes para enmarcar la capacidad de la persona
jurídica privada. Toda entidad celebra a diario actos que resultan difíciles de encuadrar en su objeto. Resulta
pues impracticable a las necesidades del tráfico mercantil pretender que previo a la celebración de cualquier
acto se califique a éste como expresamente comprendido en el objeto, extraño a éste o notoriamente extraño a
éste. Como bien fuera señalado, "...con respecto a terceros, el objeto social no puede ser rígidamente limitativo,
pues resulta imposible saber —por ejemplo— si la compra de vehículos hace o no al objeto social o, en igual
sentido, la compra de acciones, títulos públicos, o inmuebles" (27).
De lo expuesto en el presente acápite, se siguen dos conclusiones respecto de la capacidad de las personas
jurídicas privadas. La primera de ellas es que la capacidad constituye un atributo de la personalidad. Ese
atributo no se circunscribe solamente a las personas humanas, sino que, por el contrario, es también un atributo
de las personas jurídicas a pesar de la deficiente regulación y metodología adoptada al respecto por el CCyC. La
segunda conclusión es que esa capacidad de las personas jurídicas privadas es amplia y no está limitada por su
objeto. Mantienen, por tanto, plena vigencia las palabras de Borda al expresar que "...en principio, las personas
jurídicas tienen capacidad para adquirir todos los derechos de que pueden ser titulares las personas naturales. De
esta regla, deben exceptuarse, naturalmente, aquellos derechos que el hombre tiene como tal, como ser de carne
y hueso; así, por ejemplo, los que derivan del matrimonio o del parentesco, el derecho a la integridad física,
etcétera" (28). Es por ello que la capacidad es la regla, y sólo excepcionalmente, el ente puede verse privado de
ésta respecto de hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados (art. 22, CCyC).
V. Celebración de actos que exceden el objeto
Sentada la capacidad de las personas jurídicas privadas en un sentido amplio, como atributo inherente a su
personalidad, restan precisar las consecuencias de la celebración de actos que, merced a esa capacidad, son
realizados en exceso al objeto de la entidad. Una vez más, se tomarán como principios rectores las disposiciones
de la LGS en razón de regular aspectos no tratados en el CCyC. Estas soluciones, no obstante, podrán
eventualmente ser aplicables por analogía a otras personas jurídicas privadas, en la medida en que éstas sean
compatibles con su naturaleza y las normas que las rigen. El abanico de conflictos que pueden proyectarse a
partir de la celebración de actos que excedan el objeto de entidades privadas son variados, pero parten de la
dificultosa calificación de los actos celebrados como "notoriamente extraños al objeto", o simplemente
"extraños al objeto", y que a partir de la sanción del CCyC posiblemente proyecten también al cuestionamiento
de su encuadramiento "los fines de su creación" (conf. art. 141 del CCyC).
La jurisprudencia da cuenta de algunos criterios, fundamentalmente en el marco de acciones de ineficacia
concursal, en los cuales se ha esgrimido el argumento de la notoria extrañeza al objeto con el propósito de lograr
la declaración de ineficacia del acto. Así, se han considerado actos notoriamente extraños al objeto social al aval
otorgado por el presidente del directorio de una sociedad fallida que la comprometía patrimonialmente sin
beneficio alguno, y sin una decisión orgánica del ente para la realización de la operatoria (29); a una fianza por la
cual una sociedad garantizó un crédito insinuado a favor de sus administradores, y que fuera realizado durante el
período de sospecha sin aprobación de la asamblea (30); a la constitución de una hipoteca sobre un inmueble de
una sociedad fallida para garantizar la deuda de un tercero, sin que aquélla se obligara personalmente y sin que
surja beneficio o utilidad alguna para la sociedad (31), y a la renuncia gratuita de derechos que emanaban de un
contrato atiente al objeto de una sociedad, que fuera concertada por algunos socios que vieron satisfechos sus
intereses personales, pero no pactaron contraprestación alguna a favor del ente (32).
En los ejemplos analizados, se ha mostrado cierto consenso en calificar como "notoriamente extraños al
objeto social" a aquellos actos, que además de ser ajenos al objeto: i) no le reportan utilidad o contraprestación
alguna a la sociedad, sino que, por el contrario, la perjudican a ésta en forma directa, y a terceros
(fundamentalmente socios y acreedores) en forma indirecta (33), y ii) no cuentan con una autorización expresa
del órgano de gobierno que la justifique, sin perjuicio de las particularidades que exhibe cada caso. Pero
también deben considerarse actos notoriamente extraños al objeto social aquellos que sean susceptibles de
comprometer el cumplimiento del objeto consignado en el estatuto, tales como la venta o cesión global del
fondo de comercio que constituye su principal actividad; la cesión o transferencia a terceros de las marcas,
patentes, nombres o emblemas comerciales esenciales a la actividad societaria; o bien la transferencia de
cualquier otro activo esencial a esos efectos. En otras palabras, podrá resultar cuestionable cualquier acto que
comprometa las condiciones de existencia del ente estipuladas en su acto constitutivo.

© Thomson La Ley 5
Dejando de lado la cuestión de la calificación del acto, se hará una breve reseña al posible entramado de
consecuencias respecto de las partes interesadas. En ese sentido, pueden delinearse algunos criterios generales.
En primer lugar, se ha de afirmar que si un acto excede los límites del objeto social, pero sin ser reputárselo
"notoriamente extraño a éste", se deriva, como consecuencia inmediata, su imputación directa a la entidad. Ello
se desprende claramente del art. 58 de la LGS. Es una realidad innegable que las actividades determinadas en el
objeto devienen insuficientes para delimitar el universo de actos que la entidad precisa celebrar para llevar a
cabo sus actividades. En esa línea de razonamiento, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial se ha
manifestado en el sentido de que un acto de administración indebido (por exceder el objeto de la entidad), no
necesariamente es inválido y, por lo tanto, obliga a la sociedad siempre y cuando no sea notoriamente extraño al
objeto social, sin perjuicio de la responsabilidad que le pueda caber al respecto al administrador por los daños y
perjuicios causados por el exceso de sus facultades (34). En este supuesto, la imputación directa del acto a la
sociedad, y la plena validez de éste, acota cualquier conflicto exclusivamente al ámbito societario interno.
En cambio, si el acto calificara como "notoriamente extraño", cobrará operatividad lo previsto en la primera
parte del art. 58 de la LGS. Como bien destacara la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial: "De la
regla general que en materia de representación sienta el art. 58 de la ley 19.550, a contrario sensu se extrae que
el ente no quedará obligado cuando el acto sea notoriamente extraño al objeto social, independientemente de la
buena o mala fe del tercero o de si la obligación fue contraída en infracción a la organización plural" (35). En ese
supuesto será preciso armonizar la normativa vigente, compatibilizando así los intereses de la sociedad, de los
socios y de terceros afectados. Es por ello que se detalla cómo se tutelan los intereses de cada uno de ellos en
ese caso:
1. La sociedad
En caso de que un representante de la entidad ejecutara un acto notoriamente extraño al objeto social: i)
dicho acto no obliga a la sociedad, resultando, por lo tanto, inoponible a ésta (36), y ii) el representante y/o
administradores intervinientes deberán reparar los perjuicios ocasionados a la sociedad y/o a terceros, según sea
el caso. Esta solución es la que se desprende de los arts. 58, 59 y 274 de la LGS.
2. Los socios
El objeto social cumple una importante función en orden a proteger los intereses de los socios. Tan es así
que si la modificación del objeto social confiere a los socios disidentes el derecho a receder (art. 244, LGS), no
resulta aceptable que se vulnere ese derecho de los socios mediante una modificación de hecho del objeto. Es
por ello que los socios disconformes con la celebración de actos notoriamente ajenos al objeto se encontrarían
facultados para promover las acciones de remoción y de responsabilidad contra los integrantes del directorio,
como así también requerir medidas cautelares tales como la intervención de la sociedad, o la suspensión
preventiva del acto.
En el supuesto de que la decisión de celebrar actos ajenos al objeto social hubiera sido avalada por el órgano
de gobierno, los socios disidentes podrían impugnar judicialmente esa resolución en los términos del art. 251 de
la LGS. Asimismo, con anterioridad o en forma simultánea al inicio de la acción señalada, el o los socios
disidentes podrían solicitar la suspensión cautelar de la decisión del órgano de gobierno, en los términos del art.
252 de la LGS, con el propósito de evitar la ejecución de ese acto ajeno al objeto social. Por su parte, los
accionistas ausentes y disidentes podrían entablar una acción individual de responsabilidad contra los miembros
del directorio por los perjuicios que la celebración de los actos aprobados por la asamblea les irrogue, de
conformidad con lo establecido en el art. 279 de la ley 19.550.
Los socios pueden también avalar lo actuado en exceso del objeto en forma unánime, en asamblea general
extraordinaria, en cuyo caso las acciones planteadas anteriormente perderán virtualidad. Sobre el particular, bien
se ha sostenido que "...aunque el tipo societario permita una resolución mayoritaria para la modificación del
objeto social, es menester alcanzar la unanimidad de los votos para ratificar el acto inoponible a la sociedad por
ser notoriamente extraño a su objeto social" (37).
3. Terceros
En caso de que terceros se vieran perjudicados por la inoponibilidad del acto a la sociedad, éstos podrán
accionar contra el representante o administradores responsables por los daños y perjuicios sufridos conforme las
disposiciones del derecho común (38). Asiste también a los terceros la acción individual de responsabilidad
contra los integrantes del directorio que consagra el art. 279 de la LGS, siempre y cuando la conducta de los
administradores haya causado un daño patrimonial directo sobre el patrimonio de ese tercero. Así, en caso de
que el perjudicado fuera un acreedor, ese resarcimiento podría consistir en hacerse procurar por otro la
prestación que resulta inoponible a la sociedad a costa de los citados responsables, o bien obtener de éstos la
indemnización correspondiente (conf. art. 730, incs. b] y c], del CCyC).
VI. Conclusiones
Aun con las criticables modificaciones normativas introducidas a partir de la derogación del Código Civil y
la entrada en vigencia del CCyC, es dable afirmar que la capacidad constituye un atributo inherente a las

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personas jurídicas. La normativa vigente permite entender esa capacidad en un sentido amplio. El objeto de las
personas jurídicas privadas tiene por finalidad delimitar las actividades principales que ésta lleva a cabo y
proporcionar un mecanismo de imputación al ente de los actos celebrados por sus representantes, pero no limitar
la capacidad de la entidad. La capacidad habilita, por tanto, a la entidad a celebrar los actos comprendidos en su
objeto social, pero también otros ajenos a éste, sin perjuicio de las responsabilidades que ello pueda acarrear.
La falta de regulaciones expresas en materia de la capacidad de las personas jurídicas privadas amerita que
se apliquen analógicamente los principios en materia de capacidad previstos para las personas humanas. En
especial, se destaca que la regla es la capacidad plena para adquirir derechos y contraer obligaciones y que las
incapacidades son excepcionales y de interpretación restrictiva.
La regulación en el CCyC y la metodología adoptada por ese cuerpo normativo exhiben menor claridad
sobre el alcance de la capacidad de las personas jurídicas privadas que el derogado Código Civil. Se lamenta
que no se haya aprovechado la oportunidad de la sanción del nuevo cuerpo normativo para tratar la capacidad
expresamente como un atributo de la persona jurídica privada, entendida como la aptitud genérica para adquirir
derechos y contraer obligaciones, en su máxima extensión, de la misma manera que lo hizo con las personas
humanas. También hubiera sido aconsejable reafirmar la función del objeto aquí expuesta, en forma
concordante con lo dispuesto en el art. 58 de la LGS.
(1) Exposición de motivos de la ley 19.550, Sección V, "De los socios", punto 4.
(2) HALPERÍN, Isaac — BUTTY, Enrique M., Curso de Derecho Comercial, vol. I, 4ª ed., Depalma,
Buenos Aires, 2000, p. 280.
(3) MORETTI, Walter O., "Objeto social. ¿Cuándo existirá exceso? Y sus efectos", LL Gran Cuyo 2003
(agosto), 448. Sostuvo sobre el particular el autor: "La designación precisa del objeto social limita la capacidad
de la sociedad impidiendo la acción discrecional de los representantes".
(4) ZUNINO, Jorge O., Régimen de Sociedades Comerciales, 16ª ed., Astrea, Buenos Aires, 2001, p. 114.
(5) MANÓVIL, Rafael M., "Actos que exceden el objeto social en el derecho argentino", RDCO, año 11,
1978, p. 1047.
(6) SUÁREZ ANZORENA, Carlos, en Zaldívar, Enrique — Manóvil, Rafael M. — Rovira, Alfredo L. —
Ragazzi, Guillermo E., Cuadernos de Derecho Societario, t. I, Macchi, Buenos Aires, 1973, ps. 130 y 131.
(7) OTAEGUI, Julio César, "Persona societaria: esquema de sus atributos", RDCO, año 7, febrero 1974, p.
290.
(8) RICHARD, Efraín H. — MUIÑO, Orlando M., Derecho societario, 3ª reimpr., Astrea, Buenos Aires,
2000, ps. 46 y 47.
(9) OTAEGUI, Julio César, "Persona societaria ...", cit.
(10) MANÓVIL, Rafael M., "Actos que exceden...", cit.
(11) Conf. art. 32 del derogado Código Civil.
(12) HALPERÍN, Isaac — BUTTY, Enrique M., Curso..., cit., p. 280.
(13) Ello puede ser claramente advertido en los arts. 156 del CCyC; 11, inc. 3º, de la LGS; y art. 8º, inc. 2º,
de ley de Cooperativas 20.337. En cambio, respecto de las mutuales, la ley 20.321 se muestra más flexible al
exigir en su art. 6º, inc. b), en una forma más genérica, la consignación en el estatuto de la mutual de los "fines y
objetivos sociales". Mención aparte merecen los Consorcios de Propiedad Horizontal y las Iglesias, Confesiones
o Comunidades Religiosas, que se encuentran sujetas al art. 156 del CCyC en razón de ser reputadas personas
jurídicas privadas (art. 148, CCyC); y cuyo objeto preciso y determinado, está acotado por su propia naturaleza:
en el primer caso, a la administración de un inmueble determinado, sujeto al régimen de propiedad horizontal; y
en el segundo, a la profesión de un culto particular.
(14) Se dice "en principio", atento a que como se precisará más adelante la decisión unánime de los socios
puede avalar la realización de un acto notoriamente extraño al objeto social.
(15) SUÁREZ ANZORENA, Carlos, en Zaldívar y otros, Cuadernos..., cit., t. I, ps. 130 y 131.
(16) MANÓVIL, Rafael M., "Actos que exceden...", cit.
(17) CABANELLAS, Guillermo (h), "Los órganos de representación societaria", RDCO 1991-A, 36, año
24.
(18) SALVOCHEA C., Ramiro, "Persona jurídica: parte general. Personalidad. Composición", en CURÁ,
José María (dir.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, t. 1, 2014, ps. 333 y 334.
(19) VIDANO, Olga A., "Clasificación de las personas jurídicas: atributo y efecto de la personalidad
jurídica privada. Funcionamiento, disolución y liquidación", en Curá, José María (dir.), Código Civil y
Comercial de la Nación comentado, t. 1, 2014, p. 396.

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(20) VIDANO, Olga A., "Clasificación...", cit., p. 396.
(21) FARINA, Juan María, "Objeto social: ¿Amplitud o restricción en la enunciación de actividades?", Sup.
Esp. Sociedades ante la IGJ 2005 (abril), 136.
(22) OTAEGUI, Julio César, "Objeto social, capacidad jurídica y falencia", LA LEY 2006-E, 541.
(23) MANÓVIL, Rafael M., "Actos que exceden...", cit.
(24) ALES URIA ACEVEDO, Mercedes — BISOGNO, Pablo G., "Persona. Bienes", en Cura, José María
(dir.), Derecho Privado. Sociedades y otras formas de organización jurídica de la empresa, La Ley, Buenos
Aires, 2015.
(25) OTAEGUI, Julio César, "Persona societaria...", cit.
(26) C. Nac. Civ., sala C, 15/5/1985, "Calabi, Mario C.", LA LEY 1985-D, 80.
(27) SASOT BETES, Miguel A. — SASOT, Miguel P., Sociedades anónimas. Constitución, modificación
y extinción, Ábaco, Buenos Aires, 1982, p. 85.
(28) BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil. Parte General, t. I, 12ª ed., Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 2004, p. 579.
(29) C. Nac. Com., sala A, 22/4/2013, "Tower Records Argentina SA s/quiebra s/incidente de revisión
(Shebar, Alberto) s/quiebra s/incidente de revisión (Shebar, Alberto)", DJ del 16/10/2013, p. 89.
(30) C. Nac. Com., sala B, 20/5/1999, "MAP Man Arg. Pieles SRL, AR/JUR/1299/1999.
(31) C. Civ. y Com. Mar del Plata, sala 1ª, 12/2/2006, "Canteras Cerro Negro v. El Abuelo SA", JA
2006-II-137.
(32) C. Nac. Com., sala A, 14/7/2010, "Cabrera, Mercedes Ester v. General Electric International Inc. y
otros", La Ley Online, AR/JUR/44873/2010.
(33) El beneficio debería ser al menos potencial. Nótese que en otro caso se sostuvo que "la circunstancia
de que la sociedad concursada tenga en su objeto social las actividades inmobiliarias y financieras no basta para
concluir que el acto de asunción de una deuda ajena pueda considerarse comprendido en aquél, pues, en
cualquier caso, la contratación debe ser eventual o potencialmente rentable para ella, dado que la obtención de
beneficios hace a la causa del negocio" (C. Nac. Com., sala E, 37/9/2009, "Szwarcberg Hermanos SA s/conc.
prev. s/inc. de rev. promovido por Soto, Claudia Noemí al crédito de Simpa SA", La Ley Online,
AR/JUR/45064/2009).
(34) C. Nac. Com., sala A, 16/5/1980, "Cosecha Coop. de Seguros Ltda. v. Cis, Leandro M. y otro", LA
LEY 1981-C, 375.
(35) C. Nac. Com., sala E, 3/9/2009, "Szwarcberg Hermanos SA s/conc. prev. s/inc. de rev. prom. por Soto,
Claudia Noemí al cdto. de Simpa SA", La Ley Online, AR/JUR/45064/2009.
(36) Se considera que se trata de un supuesto de inoponibilidad y no de nulidad. En efecto, el art. 58 no
prescribe como consecuencia la nulidad, sino que la sociedad no queda obligada, y que los responsables habrán
de reparar los daños causados. Asimismo, cabe recordar que no se trata de actos celebrados por un sujeto
incapaz, sino de actos celebrados por representantes que se extralimitaron en sus facultades.
(37) ALTERINI, Ignacio E., "Órgano de ejecución de la voluntad societaria. Exorbitancia del objeto
social", LA LEY 2012-E, 993.
(38) Esta solución, en razón de tratarse de perjuicios sufridos con motivo de la extralimitación de las
facultades por parte del representante societario, resulta asimismo coherente con la solución contenida en el
376, referida a la extralimitación del apoderado en sus facultades.

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