Cuentos Silvia Falcone 2024
Cuentos Silvia Falcone 2024
Cuentos Silvia Falcone 2024
La Huida
Gabriel Hernández
gabrielhernandez.uba@gmail.com
La escalera caracol de tu nueva casa se parece a tus pensamientos. No subís a ningún lado, tampoco
bajás del todo. Cada escalón es igual al anterior. Decisión y huida se parecen cuando permanecés sin
saber bien por qué.
Abrís la ventana y salís a recorrer las calles, suspendido. Entonces te das cuenta, te das cuenta de que
todo lo que decidís siempre termina en una duda enorme. Habitás una transformación constante en
vez de tener una opinión formada sobre las cosas. Caminás y pensás lo opuesto a lo que dijiste antes,
sobre lo que querés, sobre lo que sos... ni sabés qué sos.
Hace dos días que estás sentado en la escalera de tu nueva casa. Caracol. No subís a ningún lado,
tampoco bajás del todo. No tenés hambre. Tampoco sueño. Cada día es igual al anterior, no podés
acordarte de cómo empezó todo. Decisión y huida se parecen cuando permanecés en el mismo lugar,
sin saber bien por qué. Tu certeza es peor que la incertidumbre.
—¿Cata, me puedes bordar unas alas de libélula, plateadas, con polvo de luna y que brillen como las
noches de primavera?
—Viajaremos a la luna en un cometa y bordaremos nuestras alas con hilo de luna, de luna llena, de
luna nueva, y nos sentaremos a soplar burbujas llenas de letras para que otros niños lleguen tan alto
como nos lleven las alas de libélula, y con polvo de estrellas las iluminaré, para que brillen como tus
ojos cuando escuchas cantar a las aves en primavera.
Entre estrellas.
Ruth
José María Iarussi
ranaideas@gmail.com
Ruth murió de hambre ayer debajo de la autopista. Hacía casi un mes que no ingería alimentos. Y la
verdad es que a nadie le importó. En el hospital su certificado de defunción sentenció “paro cardíaco”.
Los diarios hablaron del triunfo de la selección Argentina y el valor del dólar blue.
A Ruth la enterraron hoy cerca del mediodía en un espacio que la municipalidad de la gran ciudad
tiene para los indigentes, anónimos, seres que se han muerto en vida. Lejos de allí, en las calles, la
gente se agolpa como hormiga y vivan a los jugadores multimillonarios que beben y se tapan del sol.
En unos días las bacterias comenzarán su trabajo: devorarán lo poco que quedó de Ruth y les llevará
casi una década hacerla desaparecer por completo.
Ruth sonríe desde un árbol. Ya no hay cuerpo donde sufrir.
Marina
Karina Vanesa Conte
contekarina@gmail.com
Hay una arañita escondida en el pliegue de mi sábana. Veo algunas de sus tantas patas asomarse
entre la tela.
Si está viva o muerta no lo sé; sin mover la sábana no puedo saberlo,
está muy quieta.
Si la muevo y está viva, a lo mejor me pica.
Pero si no la muevo y me duermo y está viva, a lo mejor me pica.
O se me mete por la nariz o por la oreja, y hace nido en mi interior
y de repente me pica la panza y creo que tengo hambre o me pica el alma
y creo que es amor…
Mejor sacudo la sábana y la mato antes de dormir.