Las Letras Del Martín Fierro. Julio Schvartzman
Las Letras Del Martín Fierro. Julio Schvartzman
Las Letras Del Martín Fierro. Julio Schvartzman
16- Ver en este volumen Jens Andermann, “Crónica de un genocidio: últimas instantáneas de la 23- Como se ve, el mismo escritor gauchesco que tomaba distancias de Del Campo las acortaba
frontera”. respecto de manifestaciones de la poesía de tema rural en lengua culta, estableciendo cortes y
continuidades muy diferentes de lo esperable desde una clasificación estrecha del campo literario y
17- Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla, publicada en folletín y enseguida en cultural de su tiempo.
libro en 1870, había sido un valioso antecedente. Quizás el contacto más fuerte del narrador se
produce, más que con los indios, con los paisanos “pasados” y aindiados que encuentra en los toldos. 24- “Romance” publicado en El Despertador Teofilantrópico Misticopolítico, nº 6, Buenos Aires, 28
Uno de ellos, Crisóstomo, al que el narrador llama “bárbaro” e “inculto”, cuenta su triste historia, que de mayo de 1820, y antologizado por Jorge B. Rivera, La primitiva literatura gauchesca, op. cit.
lo lleva a vivir entre los indios y a participar, como uno más, de los malones contra las poblaciones
25- A propósito de esta hipótesis sobre el resultado de la payada, Pablo Ansolabehere me comenta
cristianas: “—Sí, mi Coronel, ¡qué hemos de hacer!, hay que buscarse la vida”. Una excursión…,
que, en su propuesta ficcional de un nuevo final al conflicto entre Fierro y el Moreno, en “El fin”,
prólogo y notas de Miguel Palermo, Buenos Aires, 1980, cap. 18.
Borges pone en el nombre del pulpero hemipléjico, testigo forzosamente mudo del enfrentamiento,
18- Sin embargo, habría que considerar cómo el contexto de aparición del mismo lexema a lo largo las erres que habían desbancado al Moreno. El pulpero se llama Recabarren. Jorge Luis Borges,
del texto replica esta caracterización, asignándole rasgos negativos o irónicos. Cuando Fierro es Ficciones [1944], Obras completas, op. cit.
estaqueado por el incidente con el “gringo bozal” que hace de centinela, dice que “se empezó la
26- Otras lecturas del final de la payada son divergentes y aun contrarias a la que aquí se propone.
junción”. También es caracterizada con la misma palabra la ceremonia de tortura y muerte de las
Extrañamente, Rojas sostiene que el Moreno vence a Fierro “con alusiones a su vida pasada” (op.
chinas en las brutales celebraciones de los indios. Y no sin desdén, al contar el reencuentro con sus
cit., cap. XXIV, “Argumento del Martín Fierro”). Tiscornia, en su edición del poema (José
hijos, Fierro acota: “La junción de los abrazos / De los llantos y los besos / Se deja pa las mujeres /
Hernández, Martín Fierro, comentado y anotado por Eleuterio F. Tiscornia, Tomo I, Texto, notas y
Como que entienden el juego” (II, 1669-1672).
vocabulario, Buenos Aires, Coni, 1925), descree que el Moreno ignorase la forma de la jota, y
19- Quienes no tenían papeleta o autorización del juez de paz eran reputados vagos y obligados a atribuye la confesión a una estrategia para buscar “el nivel de su auditorio”; Ángel H. Azeves (La
servir en la milicia. Ver Ricardo E. Rodríguez Molas, Historia social del gaucho [1968], segunda elaboración literaria del Martín Fierro, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, Facultad de
edición, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982; sostiene este autor: “Teniendo en Humanidades y Ciencias de la Educación, 1960) insiste en que el Moreno pretende engañar a su
cuenta las disposiciones de las levas, vagos fueron los soldados de los ejércitos de la independencia” auditorio y en que posee “saber libresco”, y al intentar demostrarlo superpone la presunta biblioteca
(destacado en el original). Ver también Gastón Gori, Vagos y mal entretenidos. Aporte al tema del Moreno con la del propio Hernández; en El género gauchesco, Ludmer afirma que el negro
hernandiano, Santa Fe, Colmegna, 1951, y Juan Carlos Garavaglia, “El Martín Fierro y la vida rural pierde la payada “porque su maestro fue un fraile y porque no conocía las tareas del campo”, “no
en la campaña de Buenos Aires”, en José Hernández, Martín Fierro, ed. citada de la Colección sabe decirlas y por lo tanto no tiene un saber específico para los gauchos” (destacado en el original).
Archivos. Ver más adelante, nota 30.
20- Como en otros cultismos, la atribución improbable de la palabra en el idiolecto de Fierro se 27- Mario López Osornio, Esgrima criolla. Cuchillo, rebenque, poncho y chuza, Buenos Aires, El
pretende compensar con su modificación fonética en hipotética clave rústica, con la simplificación Ateneo, 1942; reed. Buenos Aires, Nuevo Siglo, 1995. De paso, el texto de López Osornio, en su
del grupo consonántico por caída del sonido de articulación más trabajosa. Ver Eleuterio F. Tiscornia, interés meramente descriptivo, muestra la alternativa obvia que Hernández tenía pero no quiso
La lengua de Martín Fierro, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos utilizar: escribir, letra por letra, el nombre de la “ese”. En contraste, en su Vocabulario y refranero
Aires, 1930, y el citado trabajo de María B. Fontanella de Weinberg. criollo (Buenos Aires, Kraft, 1949), Tito Saubidet, con una ligera diferencia terminológica, anota en
la entrada “facón”: “entre la empuñadura y el gavilán lleva una media luna y más corrientemente, una
S; de ahí viene sumir el facón hasta la S”. Quizá no sea ocioso recordar que Saubidet es el ilustrador
de su propio Vocabulario.
28- Ver Walter Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 1993, en particular el cap. IV, “La escritura reestructura la conciencia”.
30- En su primera versión, el poema de Lamborghini apareció, con el título de quiasmo-empate “el
Sabio Blanco y el Sabio Negro / el Sabio Negro y el Sabio Blanco”, en El riseñor, Buenos Aires,
Marano-Barramedi, 1975. Más tarde, al incorporarlo a la colección de Las reescrituras (Buenos
Aires, del Dock, 1996), optó por resolver la pari dad del título a través de la síntesis igualadora del
número: “los dos sabios”. Sintomático: en la misma dirección, su reescritura de la payada se niega a
llegar al final. No procede, como Borges en “El fin”, por adición, sino por sustracción. La reescritura
es una nueva lectura del resultado de la payada (lo cual implica reconocer el carácter crítico —en un
sentido estricto— de la escritura poética, y —una vez más— un desdibujamiento de la división rígida
de los géneros. “Los dos sabios” deja a los cantores eternamente suspendidos en su juego perverso, y
por eso elige concluir extrapolando la imagen de la respuesta de Fierro a la pregunta del Moreno por
“Cuándo formó Dios el tiempo / Y por qué lo dividió”: la rueda-eternidá.
31- Jorge Luis Borges, “El truco”, Fervor de Buenos Aires [1923], Obras completas, op. cit.