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Anonimo - La Biblia de Jerusalen (Parte 2)

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Está en la página 1de 450

37 Tu siervo continuará con el rey un poco más allá del Jordán, pero

¿para qué ha de concederme el rey tal recompensa?


38 Permite que tu siervo se vuelva para morir en mi ciudad, junto al
sepulcro de mi padre y de mi madre. Aquí está tu siervo Kimham. Que siga
él con el rey mi señor y haz con él lo que bien te parezca.»
39 Dijo el rey: «Que venga Kimham conmigo; haré por él cuanto
desees, y todo cuanto me pidas te lo concederé.»
40 Todo el pueblo pasó el Jordán. Pasó el rey, que besó a Barzillay y
le bendijo, y éste se volvió a su casa.
41 Siguió el rey hacia Guilgal y Kimham pasó con él. Iba con el rey
todo el pueblo de Judá y la mitad del pueblo de Israel.
42 En esto todos los hombres de Israel fueron al rey y le dijeron:
«¿Por qué nuestros hermanos, los hombres de Judá, te tienen secuestrado y
han hecho pasar el Jordán al rey, a su casa y a todos los hombres de David
con él?»
43 Todos los hombres de Judá respondieron a los hombres de Israel:
«Porque el rey está emparentado conmigo. ¿Por qué te ha de irritar esto?
¿Hemos comido acaso a expensas del rey? ¿O nos hemos llevado alguna
ración?»
44 Los hombres de Israel respondieron a los hombres de Judá: «Yo
tengo diez partes en el rey y además soy el primogénito. ¿Por qué me has
menospreciado? ¿No hablé yo primero para hacer volver a mi rey?» Pero
las palabras de los hombres de Judá fueron más ásperas que las de los
hombres de Israel.

2 Samuel 20
1 Había allí un malvado llamado Seba, hijo de Bikrí, benjaminita, que
hizo sonar el cuerno y dijo: «No tenemos parte con David, ni tenemos
heredad con el hijo de Jesé. ¡Cada uno a sus tiendas, Israel!»
2 Y todos los hombres de Israel se apartaron de David para seguir a
Seba, hijo de Bikrí, mientras que los hombres de Judá se adhirieron a su
rey, desde el Jordán hasta Jerusalén.
3 David entró en su casa de Jerusalén; tomó el rey las diez concubinas
que había dejado para guardar la casa y las puso bajo custodia. Proveyó a su
mantenimiento, pero no se acercó a ellas y estuvieron encerradas hasta el
día de su muerte, como viudas de por vida.
4 El rey dijo a Amasá: «Convócame a los hombres de Judá y
preséntate aquí dentro de tres días.»
5 Partió Amasá para convocar a Judá pero tardó más tiempo del
señalado.
6 Entonces David dijo a Abisay: «Ahora Seba, hijo de Bikrí, nos va a
hacer más mal que Absalón. Toma los veteranos de tu señor y parte en su
persecución para que no alcance las ciudades fortificadas y se nos escape.»
7 Salieron en pos de Abisay los hombres de Joab, los kereteos, los
peleteos y todos los valientes; salieron de Jerusalén para perseguir a Seba,
hijo de Bikrí.
8 Estaban cerca de la piedra grande que hay en Gabaón cuando Amasá
se presentó ante ellos. Vestía Joab su vestido militar y llevaba sobre él la
espada, en la vaina, ceñida al costado. La espada se salió y cayó.
9 Joab dijo a Amasá: «¿Estás bien, hermano mío?» y sujetó Joab con
su mano derecha la barba de Amasá como para besarle.
10 Amasá no se fijó en la espada que Joab tenía en su mano; y éste le
hirió en el vientre derramando sus entrañas en tierra. No tuvo que repetir
para matarle. Luego Joab y su hermano Abisay continuaron la persecución
de Seba, hijo de Bikrí.
11 Se quedó junto a Amasá uno de los criados de Joab que decía:
«Quien quiera a Joab y quien esté por David, que siga a Joab.»
12 Amasá, envuelto en sangre, estaba en medio del camino; viendo el
hombre que todo el pueblo paraba, apartó a Amasá del camino al campo, y
le puso encima un vestido, porque vio que todos los que llegaban hasta él se
detenían.
13 Cuando Amasá fue apartado del camino, todos los hombres
seguían en pos de Joab, persiguiendo a Seba, hijo de Bikrí.
14 Seba atravesó todas las tribus de Israel hacia Abel Bet Maaká, y
todos los bikritas... se habían reunido y entraron tras él.
15 Vinieron y le cercaron en Abel Bet Maaká. Alzaron junto a la
ciudad un terraplén que llegaba hasta el contramuro y todo el ejército que
estaba con Joab trabajaba para derribar el muro, haciendo zapa.
16 Entonces una mujer sagaz gritó desde la ciudad: «¡Escuchad,
escuchad! Decid a Joab que se acerque aquí que quiero hablarle.»
17 Se acercó él y la mujer dijo: «¿Eres tú Joab?» Respondió: «Yo
soy.» Ella le dijo: «Escucha las palabras de tu sierva.» «Te escucho» - dijo -
.
18 Ella continuó: «Antes se decía: Quien preguntare, que pregunte en
Abel y en Dan si ha acabado
19 lo que han establecido los fieles de Israel. ¿Y tú estás buscando la
destrucción de una ciudad, madre de ciudades en Israel? ¿Por qué quieres
destruir una heredad de Yahveh?»
20 Respondió Joab: «¡Lejos, lejos de mí querer destruir y aniquilar!
21 No se trata de eso sino de un hombre de la montaña de Efraím,
llamado Seba, hijo de Bikrí, que ha alzado su mano contra el rey, contra
David. Entregadle en nuestras manos y me marcharé de la ciudad.»
Respondió la mujer a Joab: «Se te echará su cabeza por encima del muro.»
22 La mujer entró en la ciudad y habló a todo el pueblo con su
habitual prudencia. Le cortaron la cabeza a Seba, hijo de Bikrí, y se la
arrojaron a Joab. Entonces éste hizo sonar el cuerno y se alejaron de la
ciudad cada uno a su tienda. Joab se volvió a Jerusalén junto al rey.
23 Joab era jefe de todo el ejército. Benaías, hijo de Yehoyadá, era
jefe de los kereteos y los peleteos.
24 Adoram era jefe de la leva, y Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo.
25 Seraya era secretario; Sadoq y Abiatar eran sacerdotes.
26 También Irá el yairita era sacerdote de David.
2 Samuel 21
1 En tiempo de David hubo hambre por tres años consecutivos. David
consultó el rostro de Yahveh y Yahveh respondió: «Hay sangre sobre Saúl
y sobre su casa, porque mató a los gabaonitas.»
2 Llamó el rey a los gabaonitas y les dijo: (Estos gabaonitas no eran
israelitas, sino uno de los residuos amorreos, a los que los israelitas habían
hecho juramento. Pero Saúl intentó exterminarlos, llevado del celo por los
israelitas y Judá.)
3 Dijo, pues, David a los gabaonitas: «¿Qué debo hacer por vosotros y
cómo puedo aplacaros para que bendigáis la heredad de Yahveh?»
4 Le respondieron los gabaonitas: «No es para nosotros cuestión de
oro ni plata con Saúl y su casa, ni se trata de hacer morir a nadie en Israel.»
El dijo: «Haré por vosotros lo que me digáis.»
5 Entonces ellos dijeron al rey: «Aquel hombre nos exterminó y
proyectó aniquilarnos para hacernos desaparecer de todos los términos de
Israel.
6 Que se nos entreguen siete de entre sus hijos y los despeñaremos
ante Yahveh en Gabaón, en el monte de Yahveh.» El rey dijo: «Os los
entregaré.»
7 Pero el rey perdonó a Meribbaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, a
causa del juramento de Yahveh que había entre ellos, entre David y
Jonatán, hijo de Saúl.
8 Tomó el rey a los dos hijos que Rispá, hija de Ayyá, había dado a
Saúl, Armoní y Meribbaal, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl,
había dado a Adriel, hijo de Barzillay de Mejolá
9 y los puso en manos de los gabaonitas que los despeñaron en el
monte ante Yahveh. Cayeron los siete a la vez; fueron muertos en los
primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de la cebada.
10 Rispá, hija de Ayyá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca
desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del
cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni
las bestias del campo por la noche.
11 Avisaron a David lo que había hecho Rispá, hija de Ayyá,
concubina de Saúl.
12 Entonces David fue a recoger los huesos de Saúl y los huesos de su
hijo Jonatán, de entre los vecinos de Yabés de Galaad que los habían
hurtado de la explanada de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el
día que mataron a Saúl en Gelboé;
13 subió desde allí los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán
y los reunió con los huesos de los despeñados.
14 Sepultaron los huesos de Saúl, los de su hijo Jonatán y los de los
despeñados, en tierra de Benjamín, en Selá, en el sepulcro de Quis, padre de
Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey, después de lo cual Dios
quedó aplacado con la tierra.
15 Hubo otra guerra de los filisteos contra Israel. Bajó David con sus
veteranos y atacaron a los filisteos. David estaba extenuado.
16 Había un campeón de los descendientes de Rafá; el peso de su
lanza era de trescientos siclos de bronce, ceñía una espada nueva y se dijo:
«Voy a matar a David.»
17 Pero acudió en su socorro Abisay, hijo de Sarvia, que hirió al
filisteo y le mató. Entonces los hombres de David le conjuraron diciendo:
«No vuelvas a salir al combate con nosotros, para que no apagues la
antorcha en Israel.»
18 Después de esto, hubo guerra de nuevo en Gob contra los filisteos;
entonces Sibbekay, jusatita, mató a Saf, uno de los descendientes de Rafá.
19 Hubo otra guerra en Gob contra los filisteos, y Eljanán, hijo de
Yaír de Belén, mató a Goliat de Gat; el asta de su lanza era como un enjullo
de tejedor.
20 Hubo guerra de nuevo en Gat y había allí un hombre de gran
estatura que tenía seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie,
veinticuatro dedos en total; también él descendía de Rafá.
21 Desafió éste a Israel, y Jonatán, hijo de Simá, hermano de David, le
mató.
22 Estos cuatro descendían de Rafá de Gat y sucumbieron a manos de
David y de sus veteranos.

2 Samuel 22
1 David dijo a Yahveh las palabras de este cántico el día que le salvó
Yahveh de la mano de todos sus enemigos y de la mano de Saúl.
2 Dijo: Yahveh, mi roca, y mi baluarte, mi liberador,
3 mi Dios, la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi
salvación, mi ciudadela y mi refugio, mi salvador que me salva de la
violencia.
4 Invoco a Yahveh que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis
enemigos.
5 Los olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de
Belial,
6 los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la
muerte.
7 Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué, y escuchó mi
voz desde su templo, resonó mi llamada en sus oídos.
8 La tierra fue sacudida y vaciló, las bases de los cielos retemblaron.
Vacilaron bajo su furor.
9 Una humareda subió de sus narices y de su boca un fuego que
abrasaba; de él salían carbones encendidos.
10 El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies.
11 Cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de
los vientos planeó.
12 Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas,
espesos nubarrones.
13 Del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de
fuego.
14 Tronó Yahveh dese los cielos, lanzó el Altísimo su voz;
15 arrojó saetas y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota.
16 El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe
aparecieron ante la increpación de Yahveh, al resollar al aliento en sus
narices.
17 Extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las
profundas aguas.
18 Me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes
que yo.
19 Me aguardaban el día de mi ruina, Mas Yahveh fue un apoyo para
mí.
20 Me sacó a espacio abierto, Me salvó porque me amaba.
21 Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, el me paga
conforme a la pureza de mis manos.
22 Porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal
lejos de mi Dios.
23 Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto
de mi lado.
24 He sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he
guardado.
25 Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según mi pureza que está
a sus ojos.

26 Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha.


27 Con el puro eres puro, con el ladino, sagaz.
28 Tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.
29 Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas.
30 Con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla.
31 Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh, acrisolada,
él es el escudo de cuantos a él se acogen.
32 Pues ¿quién es Dios, fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo
nuestro Dios?
33 El Dios que me ciñe de fuerza y hace mi camino irreprochable.
34 Que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en
pie.
35 El que mis manos para el combate adiestra, y mis brazos para
tensar arcos de bronce.
36 Tú me das tu escudo salvador, multiplicas tus respuestas favorables
37 Mis pasos ensanchas ante mí; no se tuercen mis tobillos.
38 Persigo a mis enemigos, los deshago, no vuelvo hasta haberlos
acabado.
39 Los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis
pies.
40 Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis
agresores,
41 a mis enemigos haces dar la espada, extermino a los que me odian.
42 Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.
43 Los machaco como polvo de la tierra, como al barro de las calles
los piso.
44 De las querellas de mi pueblo me libras. me pones a la cabeza de
las gentes, pueblos que no conocía me sirven.
45 Los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen.
46 Los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios.
47 ¡Viva Yahveh bendita sea mi Roca, el Dios de mi salvación sea
ensalzado!
48 El Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis
plantas.
49 Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, y
del hombre violento me salvas.
50 Por eso, Yahveh, quiero alabarte entre los pueblos y cantar tu
nombre.
51 El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su
ungido, a David y su linaje para siempre.

2 Samuel 23
1 Estas son las últimas palabras de David: Oráculo de David, hijo de
Jesé, oráculo del hombre puesto en alto, el ungido del Dios de Jacob, el
suave salmista de Israel:
2 El espíritu de Yahveh habla por mí, su palabra está en mi lengua.
3 El Dios de Jacob ha hablado, me ha dicho la Roca de Israel. El justo
que gobierna a los hombres, que gobierna en el temor de Dios,
4 como luz matinal al romper el sol en una mañana sin nubes,
haciendo brillar tras la lluvia el césped de la tierra.
5 Pues firme ante Dios está mi casa, porque ha hecho conmigo un
pacto sempiterno, en todo ordenado y custodiado. El hará germinar toda mi
salud y todo mi deseo.
6 Como espinas del desierto todos los malvados, que no son recogidos
con la mano.
7 Nadie los toca si no es con hierro o el fuste de una lanza para ser
consumidos por el fuego.
8 Estos son los nombres de los valientes de David: Isbaal el
jakmonita, el primero de los tres; fue el que blandió su lanza e hizo
ochocientas víctimas de una sola vez.
9 Después de él, Eleazar, hijo de Dodó, ajojita, uno de los tres héroes.
Estaba con David en Pas Dammim cuando los filisteos se concentraron para
presentar batalla y los hombres de Israel retrocedían.
10 El se mantuvo firme y atacó a los filisteos hasta que se le crispó la
mano y se le quedó pegada a la espada; aquel día obró Yahveh una gran
victoria; el ejército volvió sobre sus pasos, pero sólo para apoderarse de los
despojos.
11 Después de él, Sammá, hijo de Elá, hararita. Los filisteos se habían
concentrado en Lejí. Había allí una pieza toda de lentejas. El ejército huyó
ante los filisteos.
12 Pero él se puso en medio de la pieza, la defendió y batió a los
filisteos. Yahveh obró una gran victoria.
13 Tres de los Treinta bajaron al tiempo de la cosecha y llegaron
donde David a la caverna de Adullam, cuando un destacamento filisteo
estaba acampado en el valle de los Refaím.
14 David estaba en el refugio y había en Belén un puesto de filisteos.
15 David expresó este deseo: «¡Quién me diera a beber agua de la
cisterna que hay a la puerta de Belén!»
16 Rompieron entonces los Tres héroes por el campamento de los
filisteos y sacaron agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén, se la
llevaron y la ofrecieron a David, pero él no quiso beberla, sino que la
derramó como libación a Yahveh,
17 diciendo: «¡Líbreme Yahveh de hacer tal cosa! ¡Es la sangre de los
hombres que han ido exponiendo su vida!» Y no quiso beberla. - Estas
cosas hicieron los Tres héroes.
18 Abisay, hermano de Joab, e hijo de Sarvia, era jefe de los Treinta;
fue el que blandió su lanza contra trescientos hombres y conquistó
renombre entre los Treinta.
19 Fue el más afamado de los Treinta, llegando a ser su capitán, pero
no igualó a los Tres.
20 Benaías, hijo de Yehoyadá, hombre valeroso y pródigo en hazañas,
de Cabseel, fue el que mató a los dos héroes de Moab; el que bajó y mató al
león dentro del pozo, un día de nieve.
21 Mató también a un egipcio de gran estatura; tenía el egipcio una
lanza en su mano, pero él bajó a su encuentro con un bastón, arrancó la
lanza de la mano del egipcio y con su misma lanza le mató.
22 Esto hizo Benaías, hijo de Yehoyadá, y se granjeó renombre entre
los Treinta valientes.
23 Fue más ilustre que los Treinta pero no igualó a los Tres. David le
hizo jefe de su guardia personal.
24 Asahel, hermano de Joab, estaba entre los Treinta. Eljanán, hijo de
Dodó, de Belén.
25 Sammá, de Jarod. Elicá, de Jarod.
26 Jeles, de Bet Pélet. Irá, hijo de Iqques, de Técoa.
27 Abiezer, de Anatot. Sibbekay, de Jusá.
28 Salmón, de Ajoj. Majray, de Netofá.

29 Jeled, hijo de Baaná, de Netofá. Ittay, hijo de Ribay, de Guibeá de


Benjamín.
30 Benaías, de Piratón. Hidday, de los torrentes de Gaás.
31 Abibaal, de Bet Haarabá. Azmávet de Bajurim.
32 Elyajbá, de Saalbón. Yasén, de Guizón. Jonatán,
33 hijo de Sammá, de Harar. Ajiam, hijo de Sarar, de Harar.
34 Elifélet, hijo de Ajasbay, de Bet Maaká. Eliam, hijo de Ajitófel, de
Guiló.
35 Jesray, de Carmelo. Paaray, de Arab.

36 Yigal, hijo de Natán, de Sobá. Baní, de Gad.


37 Séleq el ammonita. Najray, de Beerot, escudero de Joab, hijo de
Sarvia.
38 Irá, de Yattir. Gareb, de Yattir.
39 Urías el hitita. En total, 37.

2 Samuel 24
1 Se encendió otra vez la ira de Yahveh contra los israelitas e incitó a
David contra ellos diciendo: «Anda, haz el censo de Israel y de Judá.»
2 El rey dijo a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él:
«Recorre todas las tribus de Israel desde Dan hasta Berseba y haz el censo
para que yo sepa la cifra de la población.»
3 Joab respondió al rey: «Que Yahveh tu Dios multiplique el pueblo
cien veces más de lo que es y que los ojos de mi señor el rey lo vean. Mas
¿para qué quiere esto mi señor el rey?»
4 Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab y los jefes del ejército y
salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey para hacer el
censo del pueblo de Israel.
5 Pasaron el Jordán y comenzaron por Aroer, la ciudad que está en
medio del valle, y por Gad hasta Yazer.
6 Fueron luego a Galaad y al país de los hititas, a Cadés. Llegaron
hasta Dan y desde Dan doblaron hacia Sidón.
7 Llegaron hasta la fortaleza de Tiro y todas las ciudades de los jivitas
y cananeos, saliendo finalmente al Négueb de Judá, a Berseba.
8 Recorrieron así todo el país y al cabo de nueve meses y veinte días
volvieron a Jerusalén.
9 Joab entregó al rey la cifra del censo del pueblo. Había en Israel
800.000 hombres de guerra capaces de manejar las armas; en Judá había
500.000 hombres.
10 Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a David
el corazón y dijo David a Yahveh: «He cometido un gran pecado. Pero
ahora, Yahveh, perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy
necio.»
11 Cuando David se levantó por la mañana, le había sido dirigida la
palabra de Yahveh al profeta Gad, vidente de David, diciendo:
12 «Anda y di a David: Así dice Yahveh: Tres cosas te propongo; elije
una de ellas y la llevaré a cabo.»
13 Llegó Gad donde David y le anunció: «¿Qué quieres que te venga,
tres años de gran hambre en tu país, tres meses de derrotas ante tus
enemigos y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra? Ahora piensa y
mira qué debo responder al que me envía.»
14 David respondió a Gad: «Estoy en grande angustia. Pero caigamos
en manos de Yahveh que es grande su misericordia. No caiga yo en manos
de los hombres.»
15 Y David eligió la peste para sí. Eran los días de la recolección del
trigo. Yahveh envió la peste a Israel desde la mañana hasta el tiempo
señalado y murieron 70.000 hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba.
16 El ángel extendió la mano hacia Jerusalén para destruirla, pero
Yahveh se arrepintió del estrago y dijo al ángel que exterminaba el pueblo:
«¡Basta ya! Retira tu mano.» El ángel de Yahveh estaba entonces junto a la
era de Arauná el jebuseo.
17 Cuando David vio al ángel que hería al pueblo, dijo a Yahveh: «Yo
fui quien pequé, yo cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Caiga,
te suplico, tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.»
18 Vino Gad aquel día donde David y le dijo: «Sube y levanta un altar
a Yahveh en la era de Arauná el jebuseo.»
19 David subió, según la palabra de Gad, como había ordenado
Yahveh.
20 Miró Arauná y vio al rey y a sus servidores que venían hacia él.
Entonces Arauná salió y se postró rostro en tierra ante el rey.
21 Y dijo Arauná: «¿Cómo mi señor el rey viene a su siervo?» David
respondió: «Vengo a comprarte la era para levantar un altar a Yahveh y
detener la plaga del pueblo.»
22 Arauná dijo a David: «Que el rey mi señor tome y ofrezca lo que
bien le parezca. Mira los bueyes para el holocausto, los trillos y los yugos
de los bueyes para leña.
23 El siervo de mi señor el rey da todo esto al rey.» Y Arauná dijo al
rey: «Que Yahveh tu Dios te sea propicio.»
24 Pero el rey dijo a Arauná: «No; quiero comprártelo por su precio,
no quiero ofrecer a Yahveh mi Dios holocaustos de balde.» Y David
compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.
25 Levantó allí David un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y
sacrificios de comunión. Entonces Yahveh atendió a las súplicas en favor
de la tierra y la peste se apartó de Israel.

LIBRO PRIMERO DE LOS REYES


1 Reyes 1
1 Era ya viejo el rey David y entrado en años; le cubrían con vestidos
pero no entraba en calor.
2 Sus servidores le dijeron: «Que se busque para mi señor el rey una
joven virgen que sirva al rey, y le atienda; que duerma en tu seno y dé calor
a mi señor el rey.»
3 Se buscó una muchacha hermosa por todos los términos de Israel y
encontraron a Abisag la sunamita, y la llevaron al rey.
4 La joven era extraordinariamente bella; cuidaba y servía al rey, pero
el rey no la conoció.
5 Mientras tanto Adonías, hijo de Jagguit, se gloriaba diciendo: «Yo
seré rey.» Se había hecho con un carro y hombres de carro y cincuenta
hombres que corrían ante él.
6 Nunca en su vida le había disgustado su padre diciendo: «¿Por qué
haces esto?» Era de muy hermosa presencia y había nacido después de
Absalón.
7 Se entendía con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Abiatar, que
apoyaban a Adonías.
8 Pero el sacerdote Sadoq, Benaías, hijo de Yehoyadá, el profeta
Natán, Semeí, Reí y los valientes de David no estaban con Adonías.
9 Adonías hizo un sacrificio de ovejas, bueyes y vacas cebadas en la
Piedra de Zojélet, que está junto a la fuente de Roguel, e invitó a todos sus
hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, servidores del
rey,
10 pero no invitó al profeta Natán ni a Benaías ni a los valientes ni a
Salomón su hermano.
11 Dijo Natán a Betsabé, madre de Salomón: «¿No has oído que
Adonías, hijo de Jagguit, se hace el rey sin saberlo David nuestro señor?
12 Ahora voy a darte un consejo para que salves tu vida y la vida de tu
hijo Salomón.
13 Vete y entra donde el rey David y dile: “Acaso tú, rey mi señor, no
has jurado a tu sierva: Salomón tu hijo reinará después de mí y él se sentará
en mi trono? ¿Pues por qué Adonías se hace el rey?”
14 Y mientras estés tú allí hablando con el rey, entraré yo detrás de ti
y completaré tus palabras.»
15 Entró Betsabé donde el rey, en la alcoba; el rey era muy anciano, y
Abisag la sunamita servía al rey .
16 Arrodillóse Betsabé y se postró ante el rey; el rey dijo: «¿Qué te
pasa?»
17 Ella le dijo: «Mi señor, tú has jurado a tu sierva por Yahveh tu
Dios: “Salomón tu hijo reinará después de mí y él se sentará en mi trono.”
18 Pero ahora es Adonías el que se hace el rey, sin que tú, mi señor el
rey, lo sepas.
19 Ha sacrificado bueyes, vacas cebadas y ovejas en abundancia,
invitando a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, jefe del
ejército, pero no ha invitado a tu siervo Salomón.
20 Ahora, mi señor el rey, los ojos de todo Israel te miran para que les
indiques quién ha de sentarse en el trono de mi señor el rey, después de él.
21 Y ocurrirá que, cuando mi señor el rey se acueste con sus padres,
yo y mi hijo Salomón seremos tratados como culpables.»
22 Estaba ella hablando con el rey cuando llegó el profeta Natán.
23 Avisaron al rey: «Está aquí el profeta Natán.» Entró donde el rey y
se postró sobre su rostro en tierra ante el rey.
24 Dijo Natán: «Rey mi señor: ¿es que tú has dicho: “Adonías reinará
después de mí y él será el que se siente sobre mi trono?”
25 Porque ha bajado hoy a sacrificar bueyes, vacas cebadas y ovejas
en abundancia, invitando a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y
al sacerdote Abiatar; están ahora comiendo y bebiendo en su presencia y
gritan: “Viva el rey Adonías.”
26 Pero yo, tu siervo, y el sacerdote Sadoq y Benaías, hijo de
Yehoyadá, y tu siervo Salomón no hemos sido invitados.
27 ¿Es que viene esto de orden de mi señor el rey, y no has dado a
conocer a tus siervos quién se sentará después de él en el trono de mi señor
el rey?»
28 El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé.» Entró
ella donde el rey y se quedó ante él.
29 El rey hizo este juramento: «Vive Yahveh que libró mi alma de
toda angustia,
30 que como te juré por Yahveh, Dios de Israel, diciendo: Salomón tu
hijo reinará después de mí, y él se sentará sobre mi trono en mi lugar, así lo
haré hoy mismo.»
31 Se arrodilló Betsabé rostro en tierra, se postró ante el rey y dijo:
«Viva por siempre mi señor el rey David.»
32 Dijo el rey David: «Llamadme al sacerdote Sadoq, al profeta Natán
y a Benaías, hijo de Yehoyadá.» Y entraron a presencia del rey.
33 El rey les dijo: «Tomad con vosotros a los veteranos de vuestro
señor, haced montar a mi hijo Salomón sobre mi propia mula y bajadle a
Guijón.
34 El sacerdote Sadoq y el profeta Natán le ungirán allí como rey de
Israel, tocaréis el cuerno y gritaréis: “Viva el rey Salomón.”
35 Subiréis luego detrás de él, y vendrá a sentarse sobre mi trono y él
reinará en mi lugar, porque le pongo como caudillo de Israel y Judá.»
36 Benaías, hijo de Yehoyadá, respondió al rey: «Amén. Así habla
Yahveh, Dios de mi señor el rey.
37 Como ha estado Yahveh con mi señor el rey, así esté con Salomón
y haga su trono más grande que el trono de mi señor el rey David.»
38 Bajaron el sacerdote Sadoq, el profeta Natán, Benaías, hijo de
Yehoyadá, los kereteos y los peleteos, e hicieron montar a Salomón sobre
la mula del rey David y le llevaron a Guijón.
39 El sacerdote Sadoq tomó de la Tienda el cuerno del aceite y ungió
a Salomón, tocaron el cuerno y todo el pueblo gritó: «Viva el rey
Salomón.»
40 Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las
flautas y manifestaba tan gran alegría que la tierra se hendía con sus voces.
41 Lo oyó Adonías y todos los invitados que con él estaban cuando
habían acabado de comer; oyó Joab el sonido del cuerno y dijo: «¿Por qué
este ruido de la ciudad alborotada?»
42 Estaba todavía hablando cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote
Abiatar; y Adonías le dijo: «Ven, pues eres un hombre valeroso y traerás
buenas noticias.»
43 Jonatán respondió a Adonías: «Todo lo contrario. Nuestro señor el
rey David ha proclamado rey a Salomón.
44 El rey ha enviado con él al sacerdote Sadoq, al profeta Natán, a
Benaías, hijo de Yehoyadá, a los kereteos y peleteos, y le han hecho montar
sobre la mula del rey.
45 El sacerdote Sadoq y el profeta Natán le han ungido rey en Guijón;
han subido de allí llenos de gozo; la ciudad está alborotada; y ése es el
tumulto que habéis oído.
46 Más aún, Salomón se ha sentado en el trono real,
47 y los servidores del rey han ido a felicitar a nuestro rey David
diciendo: Que tu Dios haga el nombre de Salomón más dichoso que tu
propio nombre y haga su trono más grande que tu trono. El rey se ha
prosternado en su lecho,
48 y ha dicho así: “Bendito Yahveh, Dios de Israel, que ha permitido
que un descendiente mío se siente hoy sobre mi trono y que mis ojos lo
vean.”»
49 Todos los invitados que estaban con Adonías temieron y,
levantándose, se fueron cada uno por su camino.
50 Adonías tuvo miedo de Salomón; se levantó y se fue y se agarró a
los cuernos del altar.
51 Avisaron a Salomón: «Mira que Adonías tiene miedo del rey
Salomón y se ha agarrado a los cuernos del altar diciendo: Que el rey
Salomón me jure desde hoy que su servidor no morirá a espada.»
52 Dijo Salomón: «Si es hombre honrado, no caerá en tierra ni uno de
sus cabellos, pero si se halla maldad en él, morirá.»
53 El rey Salomón mandó que lo bajaran de junto al altar; entró y se
postró ante el rey Salomón, y Salomón le dijo: Vete a tu casa.»

1 Reyes 2
1 Cuando se acercaron los días de la muerte de David, dio órdenes a
su hijo Salomón:
2 «Yo me voy por el camino de todos. Ten valor y sé hombre.
3 Guarda las observancias de Yahveh tu Dios, yendo por su camino,
observando sus preceptos, sus órdenes, sus sentencias y sus instrucciones,
según está escrito en la ley de Moisés, para que tengas éxito en cuanto
hagas y emprendas.
4 Para que Yahveh cumpla la promesa que me hizo diciendo: “Si tus
hijos guardan su camino para andar en mi presencia con fidelidad, con todo
su corazón y toda su alma, ninguno de los tuyos será arrancado de sobre el
trono de Israel.”
5 También sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los
dos jefes de los ejércitos de Israel: a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de
Yéter, que los mató y derramó en la paz sangre de guerra; ha puesto sangre
inocente en el cinturón de mi cintura y en la sandalia de mis pies.
6 Harás según tu prudencia y no dejarás bajar en paz sus canas al seol.
7 Tratarás con benevolencia a los hijos de Barzillay de Galaad y
estarán entre los que comen a tu mesa, porque también ellos se acercaron a
mí cuando yo huía ante tu hermano Absalón.
8 Ahí tienes contigo a Semeí, hijo de Guerá, el benjaminita de
Bajurim, que me lanzó atroces maldiciones el día que yo iba a Majanáyim;
pero bajó a mi encuentro al Jordán y le juré por Yahveh: No te mataré a
espada.
9 Pero tú no le dejarás impune, pues eres hombre avisado y sabes qué
tienes que hacer para que sus canas bajen en sangre al seol.»
10 David se acostó con sus padres y le sepultaron en la Ciudad de
David.
11 David reinó sobre Israel cuarenta años; reinó en Hebrón siete años;
reinó en Jerusalén 33 años.
12 Salomón se sentó en el trono de David su padre y el reino se
afianzó sólidamente en su mano.
13 Adonías, hijo de Jagguit, fue donde Betsabé, madre de Salomón.
Ella dijo: «¿Es de paz tu venida?» Respondió: « De paz.»
14 Y añadió: «Quiero hablarte.» Ella dijo: «Habla.»
15 El dijo: «Sabes bien que la realeza me pertenecía y que todos los
israelitas habían vuelto hacia mí sus rostros para que yo reinara; pero la
realeza se volvió y fue para mi hermano, pues de Yahveh le ha venido.
16 Ahora quiero pedirte una sola cosa, no me la niegues.» Ella le dijo:
«Habla.»
17 Dijo: «Habla, por favor, al rey Salomón, que no te rechazará, para
que me dé a Abisag la sunamita por mujer.»
18 Betsabé contestó: «Está bien. Hablaré al rey Salomón por ti.»
19 Entró Betsabé donde el rey Salomón para hablarle acerca de
Adonías. Se levantó el rey, fue a su encuentro y se postró ante ella, y se
sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre del rey y ella se
sentó a su diestra.
20 Ella dijo: «Tengo que hacerte una pequeña petición, no me la
niegues.» Dijo el rey: «Pide, madre mía, porque no te la negaré.»
21 Ella dijo: «Que se dé Abisag la sunamita por mujer a tu hermano
Adonías.»
22 El rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides tú a Abisag
la sunamita para Adonías? Pues ya pide el reino para él, pues es mi
hermano mayor y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de
Sarvia.»
23 Y el rey Salomón juró por Yahveh: «Esto me haga Dios y esto me
añada, si Adonías no ha dicho esta palabra a costa de su vida.
24 Y ahora, por Yahveh que me ha confirmado y me ha hecho sentar
en el trono de David mi padre, y le ha dado una casa como había prometido,
que hoy mismo morirá Adonías.»
25 El rey Salomón encargó de ello a Benaías, hijo de Yehoyadá, que
le hirió y murió.
26 Dijo el rey al sacerdote Abiatar: «Vete a Anatot, a tus tierras,
porque eres reo de muerte, pero no quiero hacerte morir hoy porque
llevaste el arca de mi Señor Yahveh en presencia de mi padre David y te
afligiste con todas las aflicciones de mi padre.»
27 Y expulsó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Yahveh
cumpliendo la palabra que Yahveh pronunció contra la casa de Elí en Silo.
28 Llegó la noticia a Joab; como Joab se había inclinado por Adonías,
aunque no se había inclinado por Absalón, se refugió Joab en la Tienda de
Yahveh y se agarró a los cuernos del altar.
29 Avisaron al rey Salomón: «Joab se ha refugiado en la Tienda de
Yahveh y está al lado del altar.» Envió Salomón a decir a Joab: «¿Qué te
sucede, que te refugias en el altar?» Respondió Joab: «He tenido miedo de
ti y me he refugiado junto a Yahveh.» Envió Salomón a Benaías, hijo de
Yehoyadá, con esta orden: «Vete y mátale.»
30 Entró Benaías en la Tienda de Yahveh y le dijo: «Así dice el rey:
Sal.» Respondió: «No. Moriré aquí.» Benaías llevó la respuesta al rey
diciendo: «Esto ha dicho Joab y esto me ha respondido.»
31 El rey le dijo: «Haz como él dijo. Mátale y sepúltale, y apartarás de
sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que derramó
Joab.
32 Yahveh hará recaer su sangre sobre su cabeza porque ha matado
dos hombres más justos y mejores que él, matándolos a espada sin saberlo
mi padre, a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo
de Yéter, jefe del ejército de Judá.
33 Que su sangre caiga sobre la cabeza de Joab y de su descendencia
para siempre, y que David y su descendencia, su casa y su trono tengan paz
para siempre de parte de Yahveh.»
34 Subió Benaías, hijo de Yehoyadá, hirió a Joab y le mató y le
sepultó en su casa en el desierto.
35 El rey puso en su lugar al frente del ejército a Benaías, hijo de
Yehoyadá, y puso el rey al sacerdote Sadoq en el puesto de Abiatar.
36 Envió el rey a llamar a Semeí y le dijo: «Hazte una casa en
Jerusalén y vive en ella y no salgas ni acá ni allá.
37 El día que salgas y cruces el torrente Cedrón ten por sabido que sin
remedio morirás y tu sangre caerá sobre tu cabeza.»
38 Semeí dijo al rey: «Tu palabra es buena. Como ha dicho mi señor
el rey, así hará su siervo.» Semeí habitó en Jerusalén mucho tiempo.
39 Al cabo de tres años, dos de los siervos de Semeí huyeron a donde
Akís, hijo de Maaká, rey de Gat; avisaron a Semeí: «Mira, tus siervos están
en Gat.»
40 Se levantó Semeí, aparejó su asno y se fue a Gat, donde Akís, para
buscar a sus siervos; fue Semeí y trajo a sus siervos de Gat.
41 Avisaron a Salomón: «Semeí ha ido de Jerusalén a Gat y ha
vuelto.»
42 Mandó el rey llamar a Semeí y le dijo: «¿Acaso no te hice jurar por
Yahveh y te advertí: El día que salgas para ir acá o allá ten por sabido que
sin remedio morirás y tú me has dicho: Buena es la palabra que he oído?
43 ¿Por qué no has guardado el juramento de Yahveh y la orden que te
di?»
44 Dijo el rey a Semeí: «Tú sabes todo el mal que hiciste a David mi
padre; Yahveh hace caer todo tu mal sobre tu cabeza,
45 mientras el rey Salomón será bendito y el trono de David
permanecerá ante Yahveh para siempre.»
46 Dio orden el rey a Benaías, hijo de Yehoyadá, que salió e hirió a
Semeí; éste murió. Y el reino se consolidó en las manos de Salomón.

1 Reyes 3
1 Salomón fue yerno de Faraón, rey de Egipto; tomó la hija de Faraón
y la llevó a la Ciudad de David, mientras terminaba de construir su casa, la
casa de Yahveh y la muralla en torno a Jerusalén.
2 Con todo, el pueblo ofrecía sacrificios en los altos, porque en
aquellos días no había sido aún construida una casa para el Nombre de
Yahveh.
3 Salomón amaba a Yahveh y andaba según los preceptos de David su
padre, pero ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos.
4 Fue el rey a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, porque aquel es el
alto principal. Salomón ofreció mil holocaustos en aquel altar.
5 En Gabaón Yahveh se apareció a Salomón en sueños por la noche.
Dijo Dios: «Pídeme lo que quieras que te dé.»
6 Salomón dijo: «Tú has tenido gran amor a tu siervo David mi padre,
porque él ha caminado en tu presencia con fidelidad, con justicia y rectitud
de corazón contigo. Tú le has conservado este gran amor y le has concedido
que hoy se siente en su trono un hijo suyo.
7 Ahora Yahveh mi Dios, tú has hecho rey a tu siervo en lugar de
David mi padre, pero yo soy un niño pequeño que no sabe salir ni entrar.
8 Tu siervo está en medio del pueblo que has elegido, pueblo
numeroso que no se puede contar ni numerar por su muchedumbre.
9 Concede, pues, a tu siervo, un corazón que entienda para juzgar a tu
pueblo, para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién será capaz de
juzgar a este pueblo tuyo tan grande?»
10 Plugo a los ojos del Señor esta súplica de Salomón,
11 y le dijo Dios: «Porque has pedido esto y, en vez de pedir para ti
larga vida, riquezas, o la muerte de tus enemigos, has pedido discernimiento
para saber juzgar,
12 cumplo tu ruego y te doy un corazón sabio e inteligente como no lo
hubo antes de ti ni lo habrá después.
13 También te concedo lo que no has pedido, riquezas y gloria, como
no tuvo nadie entre los reyes.
14 Si andas por mis caminos, guardando mis preceptos y mis
mandamientos, como anduvo David tu padre, yo prolongaré tus días.»
15 Se despertó Salomón y era un sueño. Entró en Jerusalén y se puso
delante del arca de la alianza del Señor; ofreció holocaustos y sacrificios de
comunión y dio un banquete a todos sus servidores.
16 Vinieron por entonces al rey dos prostitutas y se presentaron ante
él.
17 Una de las mujeres dijo: «Oyeme, mi señor. Yo y esta mujer
vivíamos en una misma casa, y yo he dado a luz, estando ella conmigo en la
casa.
18 A los tres días de mi alumbramiento, también dio a luz esta mujer;
estábamos juntas, no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de
nosotras dos.
19 El hijo de esa mujer murió una noche, porque ella se había
acostado sobre él.
20 Se levantó ella durante la noche y tomó a mi hijo de mi lado,
mientras tu sierva dormía, y lo acostó en su regazo, y a su hijo muerto lo
acostó en mi regazo.
21 Cuando me levanté por la mañana para dar de mamar a mi hijo, lo
hallé muerto; pero fijándome en él por la mañana vi que no era mi hijo, el
que yo había dado a luz.»
22 La otra mujer dijo: «No, todo lo contrario, mi hijo es el vivo y tu
hijo es el muerto.» Pero la otra replicó: «No; tu hijo es el muerto y mi hijo
es el vivo.» Y discutían delante del rey.
23 Dijo el rey: «Esta dice: “Mi hijo es éste, el vivo, y tu hijo es el
muerto.” Pero la otra dice: “No, tu hijo es el muerto, y mi hijo es el vivo.”
24 Dijo el rey: «Traedme una espada.» Llevaron una espada ante el
rey.
25 Dijo el rey: «Partid en dos al niño vivo y dad una mitad a una y
otra a la otra».
26 La mujer de quien era el niño vivo habló al rey, porque sus
entrañas se conmovieron por su hijo, y dijo: «Por favor, mi señor, que le
den el niño vivo y que no le maten.» Pero la otra dijo: «No será ni para mí
ni para ti: que lo partan.»
27 Respondió el rey: «Entregad a aquélla el niño vivo y no le matéis;
ella es la madre.»
28 Todo Israel oyó el juicio que hizo el rey y reverenciaron al rey,
pues vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.

1 Reyes 4
1 El rey Salomón fue rey de todo Israel,
2 y estos fueron los jefes, que estaban con él: Azarías, hijo de Sadoq,
sacerdote;
3 Elihaf y Ajías, hijos de Seraya, secretarios; Josafat, hijo de Ajilud,
heraldo;
4 (Benaías, hijo de Yehoyadá, jefe del ejército; Sadoq y Abiatar,
sacerdotes);
5 Azarías, hijo de Natán, jefe de los gobernadores; Zabud, hijo de
Natán, amigo del rey
6 Ajisur mayordomo; Eliab, hijo de Joab, jefe del ejército; Adoram
hijo de Abdá, encargado de las levas.
7 Salomón tenía doce gobernadores sobre todo Israel que proveían al
rey y a su casa; cada uno proveía un mes del año.
8 Estos eran sus nombres: hijo de Jur, en la montaña de Efraím.
9 ... hijo de Dequer, en Mahás, Saalbim, Bet Semes, Ayyalón, hasta
Bet Janán.
10 ... hijo de Jésed, en Arubbot; tenía Soko y toda la tierra de Jéfer.
11 hijo de Abinadab: todo el distrito de Dor. Tabaat, hija de Salomón,
fue su mujer.
12 ... Baaná, hijo de Ajilud, en Tanak y Meguiddó hasta más allá de
Yoqmeam, y sobre todo Bet Seán, por debajo de Yizreel, desde Bet Seán
hasta Abel Mejolá, que está hacia Sartán.
13 ... hijo de Guéber, en Ramot de Galaad; tenía los aduares de Yaír,
hijo de Manasés, que están en Galaad; tenía la región de Argob en el Basán,
sesenta ciudades fortificadas, amuralladas y con cerrojos de bronce.
14 Ajinadab, hijo de Iddó, en Majanáyim.
15 Ajimaas en Neftalí; también se casó con una hija de Salomón,
llamada Basmat.
16 Baaná, hijo de Jusay, en Aser y las subidas.
17 Josafat, hijo de Paruaj, en Isacar.
18 Semeí, hijo de Elá, en Benjamín.
19 Guéber, hijo de Urí, en la tierra de Gad, el país de Sijón, rey de los
amorreos, y de Og, rey de Basán. Y había, además, un gobernador que
estaba en el país.
20 Judá e Israel eran numerosos como la arena en la orilla del mar, y
comían, bebían y se alegraban.

1 Reyes 5
1 Salomón dominaba todos los reinos, desde el Río hasta el país de los
filisteos y hasta la frontera de Egipto. Pagaban tributo y servían a Salomón
todos los días de su vida.
2 Los víveres de Salomón eran treinta cargas de flor de harina y
sesenta cargas de harina cada día,
3 diez bueyes cebados y veinte bueyes de pasto, cien cabezas de
ganado menor, aparte los ciervos y gacelas, gamos y las aves cebadas.
4 Porque dominaba en toda la Transeufratina, desde Tafsaj hasta
Gaza, sobre todos los reyes de más acá del Río; tuvo paz en torno a todas
sus fronteras.
5 Judá e Israel vivieron en seguridad, cada uno bajo su parra y bajo su
higuera, desde Dan hasta Berseba, todos los días de Salomón.
6 Tenía Salomón 4.000 establos de caballos para sus carros y 12.000
caballos.
7 Los gobernadores proveían un mes cada uno al rey Salomón y a
todos los que se acercaban a la mesa de Salomón, de modo que nada les
faltara.
8 Llevaban la cebada y la paja para los caballos y los animales de tiro
al lugar donde él estaba, cada uno según su turno.
9 Dios concedió a Salomón sabiduría e inteligencia muy grandes y un
corazón tan dilatado como la arena de la orilla del mar.
10 La sabiduría de Salomón era mayor que la sabiduría de todos los
hijos de Oriente y que toda la sabiduría de Egipto.
11 Fue más sabio que hombre alguno, más que Etán el ezrajita, que
Hemán, Kalkol y Dardá, hijos de Majol; su nombre se extendió por todos
los pueblos circunvecinos.
12 Pronunció 3.000 parábolas y proverbios, y sus cánticos fueron
1.005.
13 Habló sobre las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo
que brota en el muro; habló de los cuadrúpedos, de las aves, de los reptiles
y de los peces.
14 Venían de todos los pueblos para oír la sabiduría de Salomón, y de
parte de todos los reyes de la tierra que tuvieron noticia de su sabiduría.
15 Jiram, rey de Tiro, envió sus servidores a Salomón, porque oyó que
había sido ungido rey en lugar de su padre, y Jiram fue siempre amigo de
David.
16 Salomón envió a decir a Jiram:
17 «Sabes bien que mi padre David no pudo edificar una Casa al
Nombre de Yahveh su Dios a causa de las guerras en que sus enemigos le
envolvieron hasta que Yahveh los puso bajo la planta de sus pies.
18 Al presente, Yahveh mi Dios me ha concedido paz por todos lados.
No hay adversario ni maldad.
19 Ahora me he propuesto edificar una Casa al Nombre de Yahveh mi
Dios según lo que Yahveh dijo a David mi padre: “El hijo tuyo que yo
colocaré en tu lugar sobre tu trono edificará una Casa a mi Nombre.”
20 Así pues, ordena que se corten para mí cedros del Líbano. Mis
servidores estarán con tus servidores: te pagaré como salario de tus
servidores todo lo que me digas, pues tú sabes que no hay nadie entre
nosotros que sepa talar los árboles como los sidonios.»
21 Cuando Jiram oyó las palabras de Salomón se alegró mucho y dijo:
«Bendito sea hoy Yahveh, pues ha dado a David un hijo sabio para jefe de
este pueblo numeroso.»
22 Jiram envió a decir a Salomón: «He oído lo que me enviaste a
decir. Yo haré cuanto deseas en madera de cedro y de ciprés.
23 Mis siervos los bajarán desde el Líbano hasta el mar, y yo los
pondré en balsas y los llevaré al lugar a que me mandes; allí se soltarán y
tú los cargarás, y por tu parte harás según mi deseo dando víveres a mi
casa.»
24 Jiram dio a Salomón toda la madera de cedro y ciprés que deseaba.
25 Salomón dio a Jiram 20.000 cargas de trigo para la manutención de
su casa y 20.000 medidas de oliva molida. Esto daba Salomón a Jiram cada
año.
26 Yahveh dio sabiduría a Salomón, como se lo había prometido, y
hubo paz entre Jiram y Salomón pactando una alianza entrambos.
27 Hizo el rey Salomón una leva en todo Israel; la leva fue de 30.000
hombres.
28 Los envió al Líbano, 10.000 cada mes, por turnos; un mes estaban
en el Líbano y dos meses en sus casas. Adoram estaba al frente de la leva.
29 Tenía además Salomón 70.000 porteadores y 80.000 canteros en el
monte
30 aparte los capataces de los prefectos puestos por Salomón al frente
de los trabajos, 3.300 que mandaban a la gente empleada en los trabajos.
31 El rey mandó arrancar grandes piedras, piedras selectas, para
fundamentar la Casa con piedras de sillería.
32 Los obreros de Salomón, los obreros de Jiram y los guiblitas
cortaron y dispusieron la madera y las piedras para construir la Casa.

1 Reyes 6
1 En el año 480 de la salida de los israelitas de la tierra de Egipto, el
año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv, que es el
segundo mes, emprendió la construcción de la Casa de Yahveh.
2 La Casa que edificó el rey Salomón a Yahveh tenía sesenta codos de
largo, veinte de ancho y veinticinco de alto.
3 El Ulam delante del Hekal de la Casa tenía veinte codos de largo en
el sentido del ancho de la Casa y diez codos de ancho en el sentido de largo
de la Casa.
4 Hizo en la Casa ventanas con celosías.
5 Edificó junto al muro de la Casa una galería en torno al Hekal y al
Debir, e hizo habitaciones laterales en derredor.
6 La galería inferior tenía cinco codos de ancho, la intermedia seis
codos de ancho y la tercera siete codos de ancho, porque fue rebajando
alrededor de la Casa, por la parte exterior, para no empotrar en los muros de
la Casa.
7 (La Casa fue construida con piedras preparadas en la cantera;
durante su construcción no se oyeron en la Casa martillazos ni sierras ni
instrumentos de hierro.)
8 La entrada del piso inferior estaba en el ala derecha de la Casa, y por
una escalera de caracol se subía al piso intermedio y del intermedio al
tercero.
9 Edificó la Casa, la acabó y la techó con artesonado de cedro.
10 Edificó la galería, adosada a toda la Casa, de cinco codos de alta y
estaba unida a la Casa por vigas de cedro.
11 Fue dirigida a Salomón la palabra de Yahveh diciendo:
12 «Por esta Casa que estás edificando, si caminas según mis
preceptos, obras según mis sentencias y guardas todos mis mandamientos
para andar conforme a ellos, yo cumpliré mi palabra contigo, la que dije a
David tu padre,
13 habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi
pueblo Israel.»
14 Edificó Salomón la Casa y la terminó.
15 Revistió los muros de la Casa en el interior con planchas de cedro
desde el suelo de la Casa hasta las vigas del techo; revistió de madera el
interior y recubrió el suelo de la Casa con planchas de ciprés.
16 Construyó los veinte codos del fondo de la Casa con planchas de
cedro desde el suelo hasta las vigas, formando así por la parte interior el
Debir, el Santo de los Santos;
17 cuarenta codos tenía la Casa, es decir, el Hekal, delante del Debir.
18 El cedro del interior de la Casa estaba esculpido con figuras de
calabazas y capullos abiertos; todo era cedro, no se veía la piedra.
19 Había preparado un Debir al fondo de la Casa en el interior para
colocar en él el arca de la alianza de Yahveh.
20 El Debir tenía veinte codos de largo, veinte codos de ancho y
veinte codos de alto ; lo revistió de oro fino; y alzó un altar de cedro
21 delante del Debir y lo revistió de oro.
22 Revistió de oro también la Casa, absolutamente toda la Casa.
23 Hizo en el Debir dos querubines de madera de acebuche de diez
codos de altura.
24 Un ala del querubín tenía cinco codos y la otra ala del querubín
cinco codos: diez codos desde la punta de una de sus alas hasta la punta de
la otra de sus alas.
25 El segundo querubín tenía diez codos, las mismas medidas y la
misma forma para los dos querubines.
26 La altura de un querubín era de diez codos y lo mismo el segundo
querubín.
27 Colocó los querubines en medio del recinto interior; y las alas de
los querubines estaban desplegadas; el ala de uno tocaba un muro y el ala
del segundo querubín tocaba el otro muro, y sus alas se tocaban en medio
del recinto, ala con ala.
28 Revistió de oro los querubines.
29 Esculpió todo en torno los muros de la Casa con grabados de
escultura de querubines, palmeras, capullos abiertos, al interior y al
exterior.
30 Recubrió de oro el piso de la Casa al interior y al exterior.
31 Hizo la puerta del Debir con batientes de madera de acebuche, y el
dintel y las jambas ocupaban la quinta parte;
32 los dos batientes eran de madera de acebuche; esculpió sobre ellos
esculturas de querubines, palmas y capullos abiertos, y los revistió de oro,
poniendo láminas de oro sobre los querubines y las palmeras.
33 Hizo lo mismo en la puerta del Hekal: los montantes de madera de
acebuche que ocupaban la cuarta parte;
34 dos batientes de madera de abeto: dos planchas de un batiente eran
giratorias y también eran giratorias otras dos planchas del otro batiente.
35 Esculpió querubines, palmeras, capullos abiertos y embutió oro
sobre la escultura.
36 Edificó el patio interior; tres filas de piedras talladas y una fila de
tablones de cedro.
37 El año cuarto, en el mes de Ziv, se pusieron los cimientos de la
Casa de Yahveh,
38 y el año once, en el mes de Bul - que es el mes octavo - fue
acabada la Casa en todas sus partes, según todo su proyecto. Salomón la
levantó en siete años.

1 Reyes 7
1 Salomón edificó su casa, y en trece años la concluyó del todo.
2 Edificó la Casa «Bosque del Líbano», de cien codos de longitud,
cincuenta codos de anchura y treinta codos de altura, sobre cuatro filas de
columnas de cedro; había capiteles de cedro sobre las columnas.
3 Había un artesonado de cedro sobre la parte superior de las planchas
que estaban sobre las columnas.
4 Había tres filas de ventanas con celosías, 45 en total, quince por
cada fila, y una daba frente a la otra tres veces.
5 Todas las puertas y montantes eran cuadrangulares y una daba frente
a la otra tres veces.
6 Hizo el Pórtico de las columnas de cincuenta codos de longitud,
treinta codos de anchura... con un pórtico por delante.
7 Hizo el Vestíbulo del trono donde administraba justicia, que es el
Vestíbulo del Juicio; estaba recubierto de cedro desde el suelo hasta las
vigas.
8 La casa en que vivía en el otro recinto, el opuesto al Vestíbulo, tenía
la misma configuración; hizo también una casa como este Vestíbulo para la
hija de Faraón que Salomón había tomado por mujer.
9 Todo esto era de piedras selectas, talladas a medida, serradas con
sierra por dentro y por fuera, desde los cimientos hasta las cornisas.
10 El cimiento era de piedras excelentes, grandes piedras, unas de diez
codos y otras de ocho;
11 en la parte superior había piedras excelentes, talladas a medida, y
cedro.
12 Al exterior, el patio grande tenía en derredor tres filas de piedras
talladas y una fila de planchas de cedro, igual que el patio interior de la
Casa de Yahveh y el vestíbulo de la Casa.
13 El rey Salomón envió a buscar a Jiram de Tiro;
14 era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí; su padre era de Tiro;
trabajaba en bronce y estaba lleno de ciencia, pericia y experiencia para
realizar todo trabajo en bronce; fue donde el rey Salomón y ejecutó todos
sus trabajos.
15 Fundió las dos columnas de bronce; la altura de una columna era de
dieciocho codos, un hilo de doce codos medía la circunferencia; y lo mismo
la segunda columna.
16 Hizo dos capiteles fundidos en bronce para colocarlos sobre la
cima de las columnas, de cinco codos de altura un capitel y de cinco codos
de altura el capitel segundo.
17 Hizo dos encajes y dos trenzados a modo de cadenas para los
capiteles de la cima de las columnas, un trenzado para un capitel y otro
trenzado para el capitel segundo.
18 Hizo granadas: dos filas alrededor de cada trenzado,
19 Los capiteles que estaban en la cima de las columnas tenían forma
de azucenas, cuatrocientas en total,
20 colocadas sobre la prominencia que estaba detrás del trenzado;
doscientas granadas alrededor del segundo capitel.
21 Erigió las columnas ante el Ulam del Hekal; erigió la columna de la
derecha y la llamó Yakín; erigió la columna de la izquierda y la llamó
Boaz.
22 Y quedó acabado el trabajo de las columnas.
23 Hizo el Mar de metal fundido que tenía diez codos de borde a
borde; era enteramente redondo, y de cinco codos de altura; un cordón de
treinta codos medía su contorno.
24 Debajo del borde había calabazas todo en derredor; daban vuelta al
Mar a largo de treinta codos; había dos filas de calabazas fundidas en una
sola pieza.
25 Se apoyaba sobre doce bueyes, tres mirando al Norte, tres mirando
al Oeste, tres mirando al Sur y tres mirando al Este; el Mar estaba sobre
ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior.
26 Su espesor era de un palmo y su borde era como el borde del cáliz
de la flor de la azucena. Contenía 2.000 medidas.
27 Hizo también las diez basas de bronce de cuatro codos de largo
cada basa, cuatro codos su anchura y tres su altura.
28 Las basas estaban hechas así: tenían paneles y los paneles estaban
entre listones.
29 Sobre el panel que estaba entre los listones había leones, bueyes y
querubines. Lo mismo sobre los listones. Por encima y por debajo de los
leones y de los toros había volutas...
30 Cada basa tenía cuatro ruedas de bronce y ejes de bronce; sus
cuatro pies tenían asas debajo de la jofaina, y los apliques estaban
fundidos...
31 Su boca, desde el interior de las asas hasta arriba, tenía un codo; la
boca era redonda, teniendo un soporte de codo y medio; había también
sobre la boca esculturas, pero los paneles eran cuadrados, no redondos.
32 Las cuatro ruedas estaban bajo los paneles, y los ejes de las ruedas
estaban en la basa; la altura de cada rueda era de codo y medio.
33 La forma de las ruedas era como la forma de la rueda de un carro, y
sus ejes, sus llantas, sus radios y sus cubos, todo era de fundición.
34 Había cuatro asas en los cuatro ángulos de cada basa; la basa
formaba un cuerpo con su asa.
35 En la cima de la basa había un soporte de medio codo de altura
completamente redondo; y en la cima de la basa, los ejes y el armazón
formaban un cuerpo con ella.
36 Grabó sobre las tablas querubines, leones y palmeras... y volutas
alrededor.
37 De esta forma hizo las diez basas: una misma fundición y un
mismo tamaño para todas.
38 Hizo diez pilas de bronce de cuarenta medidas cada una; cada pila
medía cuatro codos; había una pila sobre cada una de las diez basas.
39 Colocó las basas, cinco al lado derecho de la Casa y cinco al lado
izquierdo de la Casa. El Mar lo colocó del lado derecho de la Casa hacia el
sureste.
40 Jiram hizo los ceniceros, las paletas y los acetres. Jiram terminó de
hacer toda la obra que el rey Salomón le encargó que hiciera para la Casa de
Yahveh:
41 dos columnas, las molduras de los capiteles que estaban sobre la
cima de las dos columnas, los dos trenzados para recubrir las dos molduras
de los capiteles que estaban en la cima de las columnas;
42 las cuatrocientas granadas para los dos trenzados; dos filas de
granadas para cada trenzado;
43 las diez basas y las diez pilas sobre las basas;
44 el Mar y los doce bueyes debajo del Mar;
45 los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos objetos que hizo
Jiram al rey Salomón para la Casa de Yahveh eran de bronce bruñido.
46 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo,
entre Sukkot y Sartán;
47 en tan enorme cantidad que no se pudo calcular el peso del bronce.
48 Puso Salomón todos los objetos que había hecho en la Casa de
Yahveh; el altar de oro y la mesa de oro sobre la que se ponían los panes de
la presencia;
49 los candelabros de oro fino, cinco a la derecha y cinco a la
izquierda delante del Debir; las flores, las lámparas y las despabiladeras de
oro;
50 las cucharas, los cuchillos, los acetres, las copas y los braseros de
oro fino, los goznes de oro para las puertas de la cámara interior, el Santo
de los Santos, y para las puertas de la Casa y el Hekal.
51 Así fue concluida toda la obra que hizo el rey Salomón para la
Casa de Yahveh; Salomón hizo traer todo lo consagrado por David su
padre, la plata, el oro y los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de
Yahveh.

1 Reyes 8
1 Entonces congregó Salomón a los ancianos de Israel en Jerusalén
para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la ciudad de David,
que es Sión.
2 Se reunieron junto al rey Salomón todos los hombres de Israel, en el
mes de Etanim, (que es el mes séptimo) en la fiesta,
3 y los sacerdotes llevaron el arca,
4 y la Tienda del Encuentro, con todos los objetos sagrados que había
en la Tienda.
5 El rey Salomón y todo Israel con él sacrificaron ante el arca ovejas y
bueyes en número incalculable e innumerable.
6 Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su sitio, al
Debir de la Casa, en el Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines,
7 porque los querubines extendían las alas por encima del sitio del
arca, cubriendo los querubines el arca y su varales por encima.
8 Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo,
desde la parte anterior del Debir, pero no se veían desde fuera. Están allí
hasta el día de hoy.
9 En el arca no había nada más que las dos tablas de piedra que
Moisés hizo poner en ella, en el Horeb, las tablas de la alianza que pactó
Yahveh con los israelitas cuando salieron de la tierra de Egipto.
10 Al salir los sacerdotes del Santo, la nube llenó la Casa de Yahveh.
11 Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la
nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh.
12 Entonces Salomón dijo: «Yahveh quiere habitar en densa nube.
13 He querido erigirte una morada un lugar donde habites para
siempre.»
14 Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel mientras que
toda la asamblea de Israel estaba en pie.
15 El dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su
boca a mi padre David y ha cumplido por su mano lo que dijo:
16 “Desde el día en que saqué de Egipto a mi pueblo Israel no he
elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel para edificar una
Casa en la que esté mi Nombre, pero he elegido a David para que esté al
frente de mi pueblo Israel.”
17 Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre
de Yahveh, Dios de Israel,
18 pero Yahveh dijo a David mi padre: “Cuanto a haber pensado en tu
corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal
voluntad,
19 pero no edificarás tú la Casa, sino que un hijo tuyo, salido de tus
entrañas, ése será quien edifique la Casa a mi Nombre.”
20 Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre
David, me he sentado sobre el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y
he construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel,
21 y he señalado en ella un lugar al arca en que está la alianza que
Yahveh pactó con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto.»
22 Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la
asamblea de Israel; extendió sus manos al cielo
23 y dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú en lo alto de
los cielos ni abajo sobre la tierra, tú que guardas la alianza y el amor a tus
siervos que andan en tu presencia con todo su corazón,
24 tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste,
pues por tu boca lo prometiste y por tu mano lo has cumplido este día.
25 Ahora, pues, Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David mi
padre la promesa que le hiciste diciéndole: “ Nunca será quitado de mi
presencia uno de los tuyos que se siente en el trono de Israel, con tal que tus
hijos guarden su camino andando en mi presencia como has andado tú
delante de mí.”
26 Ahora, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste a tu
siervo David, mi padre.
27 ¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la
tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto
menos esta Casa que yo te he construido!
28 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh Dios mío,
y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia,
29 que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este
lugar del que dijiste: “En él estará mi Nombre”; escucha la oración que tu
servidor te dirige en este lugar.
30 «Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando
oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo,
escucha y perdona.
31 «Cuando un hombre peque contra su prójimo y éste pronuncie una
imprecación sobre él haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,
32 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos, declarando
culpable al malo, para hacer recaer su conducta sobre su cabeza y
declarando inocente al justo para darle según su justicia.
33 «Cuando tu pueblo Israel sea batido por su enemigo por haber
pecado contra ti, si se vuelven a ti y alaban tu Nombre, orando y suplicando
ante ti en esta Casa,
34 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel
y vuélvelos a la tierra que diste a sus padres.
35 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron
contra ti, si oran en este lugar y alaban tu Nombre y se convierten de su
pecado porque les humillaste,
36 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu siervo y de tu
pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deberán andar,
y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo en herencia.
37 «Cuando haya hambre en el país, cuando haya peste, tizón, añublo,
langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en
todo azote y toda enfermedad,
38 si un hombre cualquiera, experimentando remordimiento en su
corazón, eleva cualquier plegaria o cualquier súplica y extiende las manos
hacia esta Casa,
39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, perdona y da a
cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón y sólo tú conoces
el corazón de todos los hijos de los hombres,
40 para que te teman todos los días que vivan sobre la faz de la tierra
que has dado a nuestros padres.
41 «También al extranjero que no es de tu pueblo Israel, al que viene
de un país lejano a causa de tu Nombre,
42 porque oirá hablar de tu gran Nombre, de tu mano fuerte y de tu
tenso brazo, y vendrá a orar a esta Casa,
43 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz según cuanto
te pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu
Nombre y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es
invocado en esta Casa que yo he construido.
44 «Si tu pueblo va a la guerra contra su enemigo por el camino por el
que tú le envíes, y suplican a Yahveh vueltos hacia la ciudad que has
elegido y hacia la Casa que yo he construido para tu Nombre,
45 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles
justicia.
46 Cuando pequen contra ti, pues no hay hombre que no peque, y tú
irritado contra ellos los entregues al enemigo, y sus conquistadores los
lleven al país enemigo, lejano o próximo,
47 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido
llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de sus deportadores
diciendo: “Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables”,
48 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país
de los enemigos que los deportaron, y te suplican vueltos hacia la tierra que
tú diste a sus padres y hacia la ciudad que has elegido y hacia la Casa que
he edificado a tu Nombre,
49 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada,
50 y perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas las rebeliones
con que te han traicionado, y concédeles que hallen compasión entre sus
deportadores para que éstos les tengan piedad,
51 porque son tu pueblo y tu heredad, los que sacaste de Egipto, de en
medio del crisol del hierro.
52 «Que tus ojos estén abiertos a las súplicas de tu siervo y a la
súplica de tu pueblo Israel, para escuchar todos sus clamores hacia ti.
53 Porque tú los separaste para ti como herencia tuya de entre todos
los pueblos de la tierra, como dijiste por boca de Moisés tu siervo cuando
sacaste a nuestros padres de Egipto, Señor Yahveh.»
54 Cuando Salomón acabó de dirigir a Yahveh toda esta plegaria y
esta súplica, se levantó de delante del altar de Yahveh, del lugar donde se
había arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo,
55 y se puso de pie para bendecir a toda la asamblea de Israel,
diciendo en alta voz:
56 «Bendito sea Yahveh que ha dado reposo a su pueblo Israel, según
todas sus promesas; no ha fallado ninguna de las palabras de bien que dijo
por boca de Moisés su siervo.
57 Que Yahveh, nuestro Dios, esté con nosotros como estuvo con
nuestros padres, que no nos abandone ni nos rechace.
58 Que incline nuestros corazones hacia él para que andemos según
todos sus caminos y guardemos todos los mandamientos, los decretos y las
sentencias que ordenó a nuestros padres.
59 Que estas palabras con que he suplicado ante Yahveh permanezcan
día y noche junto a Yahveh, nuestro Dios, para que dé lo justo a su siervo y
justicia a su pueblo Israel, según las necesidades de cada día,
60 para que todos los pueblos de la tierra sepan que Yahveh es Dios y
no hay otro,
61 y vuestros corazones estarán enteramente con Yahveh, nuestro
Dios, para caminar según sus decretos y para guardar sus mandamientos
como hoy.»
62 El rey, y todo Israel con él, ofrecieron sacrificios ante Yahveh.
63 Salomón sacrificó, como sacrificios de comunión que ofreció en
sacrificio a Yahveh, 22.000 bueyes y 120.000 ovejas; así inauguraron la
Casa de Yahveh el rey y todos los hijos de Israel.
64 Aquel día consagró el rey el interior del patio que está delante de la
Casa de Yahveh, pues ofreció allí el holocausto, la oblación y las grasas de
los sacrificios de comunión, porque el altar de bronce que estaba ante
Yahveh era demasiado pequeño para contener el holocausto, la oblación y
las grasas de los sacrificios de comunión.
65 En aquella ocasión celebró Salomón la fiesta con todos los
israelitas en magna asamblea desde la entrada de Jamat hasta el torrente de
Egipto, ante Yahveh nuestro Dios, durante siete días.
66 El día octavo despidió al pueblo. Bendijeron al rey y se fueron a
sus tiendas, gozosos y con el corazón alegre por todo el bien que Yahveh
había hecho a su siervo David y a su pueblo Israel.

1 Reyes 9
1 Cuando Salomón hubo acabado de construir la Casa de Yahveh, la
casa del rey y todo cuanto Salomón quiso hacer,
2 se apareció Yahveh a Salomón por segunda vez, como se le había
aparecido en Gabaón.
3 Yahveh le dijo: «He escuchado la plegaria y la súplica que has
dirigido delante de mí. He santificado esta Casa que me has construido para
poner en ella mi Nombre para siempre; mis ojos y mi corazón estarán en
ella siempre.
4 Ahora, si andas en mi presencia como anduvo David tu padre, con
corazón perfecto y con rectitud, haciendo todo lo que te ordene y guardando
mis decretos y mis sentencias,
5 afirmaré para siempre el trono de tu realeza sobre Israel como
prometí a David tu padre cuando dije: “Ninguno de los tuyos será arrancado
de sobre el trono de Israel.”
6 Pero si vosotros, y vuestros hijos después guardáis los
mandamientos y los decretos que os he dado, y os vais a servir a otros
dioses postrándoos ante ellos,
7 yo arrancaré a Israel de la superficie de la tierra que les he dado;
arrojaré de mi presencia esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre, e
Israel quedará como proverbio y escarnio de todos los pueblos.
8 Todos los que pasen ante esta Casa sublime quedarán estupefactos,
silbarán y dirán: “¿Por qué ha hecho así Yahveh a esta tierra y a esta Casa?”
9 Y se responderá: “Porque abandonaron a Yahveh su Dios, que sacó
a sus padres de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han
postrado ante ellos y les han servido, por eso ha hecho venir Yahveh todo
este mal sobre ellos”»
10 Al cabo de los veinte años, durante los cuales edificó Salomón las
dos casas, la Casa de Yahveh y la casa del rey,
11 como Jiram, rey de Tiro, había proporcionado a Salomón madera
de cedro y madera de ciprés y todo el oro que deseaba, entonces el rey
Salomón dio a Jiram veinte ciudades de la tierra de Galilea.
12 Salió Jiram de Tiro para ver las ciudades que le había dado
Salomón y no le agradaron,
13 Y dijo: «¿Qué ciudades son éstas que me has dado, hermano mío?»
Y las llamó: «Tierra de Kabul», hasta el día de hoy.
14 Jiram envió al rey 120 talentos de oro.
15 Esto es lo referente a la prestación personal que el rey Salomón
estableció para construir la Casa de Yahveh y su propia casa, el Milló y la
muralla de Jerusalén, Jasor, Meguiddó y Guézer,
16 (pues Faraón rey de Egipto había subido y se había apoderado de
Guézer, la incendió y mató a los cananeos que habitaban en la ciudad, y se
la dio en dote a su hija, la mujer de Salomón,
17 y Salomón reconstruyó Guézer) Bet Jorón de abajo,
18 Baalat y Tamar en el desierto del país,
19 todas las ciudades de aprovisionamiento que tenía Salomón, las
ciudades de los carros y las ciudades para los caballos, y todo cuanto
Salomón quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de su
dominio.
20 Con toda la gente que había quedado de los amorreos, de los
hititas, de los perizitas, de los jivitas, de los jebuseos, que no eran israelitas,
21 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a
los que los israelitas no habían podido entregar al anatema, hizo Salomón
una leva que dura hasta el día de hoy.
22 Pero Salomón no empleó a ninguno de los israelitas como esclavo
para sus obras, sino que eran sus hombres de guerra, sus oficiales y sus
jefes, sus escuderos y jefes de sus carros y de su caballería.
23 Estos eran los capataces de los prefectos que estaban al frente de
las obras de Salomón; 550 que mandaban a la gente que trabajaba en las
obras.
24 Cuando la hija de Faraón subió de la ciudad de David a la casa que
había hecho para ella, entonces edificó el Milló.
25 Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de comunión tres veces
por año en el altar que había edificado a Yahveh y hacía quemar ante
Yahveh las ofrendas abrasadas, cuando hubo terminado la Casa.
26 El rey Salomón construyó una flota en Esyón Guéber, que está
cerca de Elat, a orillas del mar de Suf, en la tierra de Edom.
27 Jiram envió a las naves a sus servidores, marineros, conocedores
del mar, con los servidores de Salomón.
28 Llegaron a Ofir, y trajeron de allí 420 talentos de oro que llevaron
al rey Salomón.

1 Reyes 10
1 La reina de Sabá había oído la fama de Salomón... y vino a probarle
por medio de enigmas.
2 Llegó a Jerusalén con gran número de camellos que traían aromas,
gran cantidad de oro y piedras preciosas; llegada que fue donde Salomón, le
dijo todo cuanto tenía en su corazón.
3 Salomón resolvió todas sus preguntas. No hubo ninguna proposición
oscura que el rey no le pudiese resolver.
4 Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón y la casa
que había edificado,
5 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte
de sus ministros y sus vestidos, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en
la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento,
6 y dijo al rey: «¡Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras
y tu sabiduría!
7 No daba yo crédito a lo que se decía hasta que he venido y lo he
visto con mis propios ojos, y hallo que no dijeron ni la mitad. Tu sabiduría
y tu prosperidad superan todo lo que oí decir.
8 Dichosas tus mujeres, dichosos estos tus servidores que están
siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría.
9 Bendito Yahveh tu Dios que se ha complacido en ti y te ha colocado
en el trono de Israel para siempre, a causa del amor de Yahveh a Israel, y te
ha puesto como rey para administrar derecho y justicia.»
10 Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras
preciosas. Nunca llegaron aromas en tanta abundancia como los que la
reina de Sabá dio al rey Salomón.
11 La flota de Jiram, la que transportó el oro de Ofir, trajo también
madera de almugguim en gran cantidad, y piedras preciosas.
12 Con la madera de almugguim hizo el rey balaustradas para la Casa
de Yahveh y para la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No
vino más madera de almugguim y no se ha vuelto a ver hasta el día de hoy.
13 El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso
pedirle, aparte lo que Salomón le dio con magnificencia de un rey como
Salomón. Ella se volvió y regreso a su país con sus servidores.
14 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos
de oro,
15 sin contar las contribuciones de los mercaderes, las ganancias de
los comerciantes y de todos los reyes árabes y de los inspectores del país.
16 El rey Salomón hizo doscientos grandes escudos de oro batido,
aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,
17 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando tres minas
de oro en cada escudo. El rey los colocó en la casa «Bosque del Líbano».
18 Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro finísimo.
19 El trono tenía seis gradas y un respaldo redondo en su parte
posterior con brazos a uno y otro lado del asiento; dos leones de pie junto a
los brazos
20 más doce leones de pie sobre las seis gradas, a uno y otro lado. No
se hizo cosa semejante en ningún reino.
21 Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro y toda la
vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino; la plata no se
estimaba en nada en tiempo del rey Salomón,
22 porque el rey tenía una flota de Tarsis en el mar con la flota de
Jiram, y cada tres años venía la flota de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil,
monos y pavos reales.
23 El rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en riqueza y
sabiduría.
24 Todo el mundo quería ver el rostro de Salomón para oír la
sabiduría que Dios había puesto en su corazón.
25 Y cada uno de ellos traía su presente: objetos de plata, objetos de
oro, vestidos, armas y aromas, caballos y mulos, año tras año.
26 Salomón reunió carros y caballos; tuvo 1.400 carros y 12.000
caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.
27 Hizo el rey que la plata fuera tan abundante en Jerusalén como las
piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.
28 Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia. Los
mercaderes del rey los compraban en Cilicia por su precio en dinero.
29 Un carro que subía de Egipto valía seiscientos siclos de plata y un
caballo 150. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de
los hititas y todos los reyes de Aram.

1 Reyes 11
1 El rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras, además de la
hija de Faraón, moabitas, ammonitas, edomitas, sidonias, hititas,
2 de los pueblos de los que dijo Yahveh a los israelitas: «No os uniréis
a ellas y ellas no se unirán a vosotros, pues de seguro arrastrarán vuestro
corazón tras sus dioses», pero Salomón se apegó a ellas por amor;
3 tuvo setecientas mujeres con rango de princesas y trescientas
concubinas.
4 En la ancianidad de Salomón sus mujeres inclinaron su corazón tras
otros dioses, y su corazón no fue por entero de Yahveh su Dios, como el
corazón de David su padre.
5 Salomón se fue tras de Astarté, diosa de los sidonios, y tras de
Milkom, monstruo abominable de los ammonitas.
6 Salomón hizo lo malo a los ojos de Yahveh, y no siguió plenamente
con Yahveh como David su padre.
7 Entonces edificó Salomón un altar a Kemós, monstruo abominable
de Moab, sobre el monte que está frente a Jerusalén, y a Milkom, monstruo
abominable de los ammonitas.
8 Lo mismo hizo con todas sus mujeres extranjeras que quemaban
incienso y sacrificaban a sus dioses.
9 Se enojó Yahveh contra Salomón por que había desviado su corazón
de Yahveh, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces,
10 y le había ordenado sobre este asunto que no fuera en pos de otros
dioses, pero no guardó lo que Yahveh le había ordenado.
11 Yahveh dijo a Salomón: «Porque de tu parte has hecho esto y no
has guardado mi alianza y las leyes que te ordené, voy a arrancar el reino de
sobre ti y lo daré a un siervo tuyo.
12 No lo haré sin embargo en vida tuya por causa de David tu padre;
lo arrancaré de mano de tu hijo.
13 Tampoco arrancaré todo el reino; daré una tribu a tu hijo, en
atención a David, mi siervo, y a causa de Jerusalén que he elegido.»
14 Suscitó Yahveh un adversario a Salomón en Hadad, edomita, de la
estirpe real de Edom.
15 Cuando David batió a Edom, y Joab, jefe del ejército, subió a
sepultar los muertos, mató a todos los varones de Edom,
16 pues Joab y todo Israel permanecieron allí seis meses hasta
exterminar todos los varones de Edom.
17 Pero Hadad consiguió huir con algunos hombres edomitas de entre
los servidores de su padre, para irse a Egipto. Era Hadad un muchacho
pequeño.
18 Habían partido de Madián y llegaron a Farán, tomaron consigo
hombres de Farán y llegaron a Egipto, donde Faraón, rey de Egipto, que le
dio casa, le prometió sustento y le dio tierras.
19 Hadad encontró mucho favor a los ojos de Faraón, que le dio por
mujer a la hermana de su mujer, la hermana de la Gran Dama Tajfenés.
20 La hermana de Tajfenés le dio a luz a su hijo Guenubat, que
Tajfenés crió en la casa de Faraón, y Guenubat vivió en la casa de Faraón
con los hijos de Faraón.
21 Oyó Hadad en Egipto que David se había acostado con sus padres
y que había muerto Joab, jefe del ejército, y dijo Hadad a Faraón: «Déjame
partir para ir a mi tierra.»
22 Faraón le dijo: «¿Qué te falta a mi lado para que trates de ir a tu
tierra?» El respondió: «Nada, pero déjame partir.»
23 Dios le suscitó otro adversario en Rezón, hijo de Elyadá, que había
huido del lado de su señor Hadadézer, rey de Sobá:
24 se le unieron algunos hombres y se hizo jefe de banda. Fue
entonces cuando David los mató. El se fue a Damasco, se estableció allí, y
comenzó a reinar en Damasco.
25 Fue un adversario de Israel toda la vida de Salomón. Este mal hizo
Hadad: tuvo aversión a Israel y reinó en Edom.
26 Jeroboam era hijo de Nebat, efraimita de Seredá; su madre se
llamaba Seruá y era viuda. Era servidor de Salomón y alzó la mano contra
el rey.
27 Esta fue la ocasión de que alzara su mano contra el rey: Salomón
estaba construyendo el Milló, para cerrar la brecha de la ciudad de David su
padre.
28 Este Jeroboam era hombre de valía. Salomón vio cómo este joven
hacía su trabajo y le puso al frente de toda la leva de la casa de José.
29 Por aquel tiempo salió Jeroboam de Jerusalén, y el profeta Ajías de
Silo le encontró en el camino. Iba éste cubierto con un manto nuevo y
estaban los dos solos en el campo.
30 Ajías tomó el manto nuevo que llevaba, lo rasgó en doce jirones
31 y dijo a Jeroboam: «Toma para ti diez jirones, porque así dice
Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer jirones el reino de manos de Salomón
y te voy a dar diez tribus.
32 Le quedará la otra tribu en atención a mi siervo David y a
Jerusalén, la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel;
33 porque me ha abandonado y se ha postrado ante Astarté, diosa de
los sidonios, ante Kemós, dios de Moab, y ante Milkom, dios de los
ammonitas, y no ha seguido mis caminos haciendo lo que es justo a mis
ojos, ni mis decretos ni mis sentencias como su padre David.
34 Pero no tomaré todo el reino de su mano; le mantendré como
príncipe todos los días de su vida en atención a David mi siervo, a quién
elegí y que guardó mis mandatos y mis decretos.
35 Pero tomaré el reino de mano de su hijo y te daré de él diez tribus;
36 daré a su hijo una tribu para que quede siempre a David mi siervo
una lámpara en mi presencia, delante de mí en Jerusalén, la ciudad que me
elegí para poner allí mi Nombre.
37 Te tomaré a ti y te haré reinar sobre cuanto desee tu alma, y serás
rey de Israel.
38 Si escuchas todo cuanto yo te ordene, y andas por mi camino, y
haces lo recto a mis ojos guardando mis decretos y mis mandamientos
como hizo David mi siervo, yo estaré contigo y te edificaré una casa estable
como se la edifiqué a David. Te entregaré Israel
39 y humillaré el linaje de David por esta causa. Pero no para
siempre.»
40 Salomón trató de dar muerte a Jeroboam, pero Jeroboam se levantó
y huyó a Egipto, junto a Sosaq, rey de Egipto, y estuvo en Egipto hasta la
muerte de Salomón.
41 El resto de los hechos de Salomón, todo lo que hizo y su sabiduría
¿no está escrito en el libro de los hechos de Salomón?
42 El tiempo que Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel fue de
cuarenta años.
43 Se acostó Salomón con sus padres y fue sepultado en la ciudad de
su padre David. Reinó en su lugar su hijo Roboam.

1 Reyes 12
1 Roboam se fue a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem
para proclamarle rey.
2 Lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto,
adonde había ido huyendo del rey Salomón y se volvió Jeroboam de Egipto.
3 Enviaron a llamarle y llegó Jeroboam con toda la asamblea de Israel
y hablaron a Roboam diciendo:
4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura
servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros, y te
serviremos.»
5 El les dijo: «Id, y dentro de tres días volved a mí», y el pueblo se
fue.
6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su
padre Salomón en vida de éste, diciendo: «¿ Qué me aconsejáis que
responda a este pueblo?»
7 Ellos le respondieron: «Si tú te haces hoy servidor de este pueblo y
les sirves y les das buenas palabras, ellos serán siervos tuyos para
siempre».
8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió
consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.
9 Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha
hablado diciendo: aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?»
10 Los jóvenes que se habían criado con él respondieron diciendo:
«Esto debes responder a este pueblo que te ha dicho: “Tu padre hizo pesado
nuestro yugo; ahora tú aligera nuestro yugo”, esto debes responder: Mi
dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.
11 Un yugo pesado cargó mi padre, mas yo haré más pesado vuestro
yugo; mi padre os azotaba con azotes pero yo os azotaré con escorpiones.»
12 Vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam al tercer día, según lo
había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día.»
13 El rey respondió al pueblo con dureza, abandonando el consejo que
los ancianos le aconsejaron,
14 y hablándoles según el consejo de los jóvenes diciendo: «Mi padre
hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía. Mi padre os ha
azotado con azotes, mas yo os azotaré con escorpiones.»
15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de
Yahveh para cumplimiento de la palabra que Yahveh había anunciado a
Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.
16 Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey
diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos herencia
en el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! ¡Mira ahora por tu casa, David!»
Israel se fue a sus tiendas.
17 Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de
Judá.
18 El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero todo Israel le
mató a pedradas; el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a
Jerusalén.
19 Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de
hoy.
20 Cuando todo Israel supo que Jeroboam había vuelto, enviaron a
llamarle a la asamblea y le hicieron rey sobre todo Israel; no hubo quien
siguiera a la casa de David, aparte sólo la tribu de Judá.
21 En llegando a Jerusalén reunió Roboam a toda la casa de Judá y a
la tribu de Benjamín, 180.000 hombres guerreros escogidos, para combatir
contra la casa de Israel y devolver el reino a Roboam, hijo de Salomón.
22 Pero fue dirigida la palabra de Dios a Semaías, hombre de Dios,
diciendo:
23 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa
de Judá, a Benjamín y al resto del pueblo y diles:
24 Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos los
israelitas. Que cada uno se vuelva a su casa porque esto es cosa mía.» Ellos
escucharon la palabra de Yahveh, y se volvieron para ir conforme a la
palabra de Yahveh.
25 Jeroboam fortificó Siquem, en la montaña de Efraím, y habitó en
ella. Salió de ella y fortificó Penuel.
26 Jeroboam se dijo en su corazón: «En esta situación el reino acabará
por volver a la casa de David.
27 Si este pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en la Casa
de Yahveh en Jerusalén, el corazón de este pueblo se volverá a su señor, a
Roboam, rey de Judá, y me matarán.»
28 Tomó consejo el rey, hizo dos becerros de oro, y dijo al pueblo:
«Basta ya de subir a Jerusalén. Este es tu dios, Israel, el que te hizo subir de
la tierra de Egipto.»
29 Colocó uno en Betel,
30 y el pueblo fue con el otro hasta Dan.
31 Hizo Casas en los altos y estableció sacerdotes del común del
pueblo que no eran de los hijos de Leví.
32 Hizo Jeroboam una fiesta en el mes octavo, el día quince del mes,
parecida a la fiesta de Judá, y subió al altar. Así hizo en Betel, ofreciendo
sacrificios a los becerros que había hecho y estableciendo en Betel
sacerdotes para los altos que había instituido.
33 Subió al altar que había hecho en Betel el día quince del octavo
mes, el mes que se había discurrido por su cuenta para instituir una fiesta
para los israelitas, y subió al altar para quemar incienso.

1 Reyes 13
1 Por orden de Yahveh, un hombre de Dios llegó de Judá a Betel
cuando Jeroboam estaba en pie sobre el altar para quemar incienso,
2 y por orden de Yahveh apostrofó al altar diciendo: «Altar, altar, así
dice Yahveh: Ha nacido a la casa de David un hijo llamado Josías que
sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los altos, a los que queman incienso
sobre ti, y quemará huesos humanos sobre ti.»
3 Aquel mismo día dio una señal diciendo: «Esta es la señal de que
Yahveh habla: el altar va a romperse y se va derramar la ceniza que hay
sobre él.»
4 Cuando el rey oyó lo que el hombre de Dios decía contra el altar de
Betel, extendió su mano desde encima del altar diciendo: «Prendedle.»
Pero la mano que extendió contra él se secó y no pudo volverla hacia sí.
5 El altar se rompió y se esparció la ceniza del altar según la señal que
había dado el hombre de Dios por orden de Yahveh.
6 Respondió el rey al hombre de Dios: «Aplaca, por favor el rostro de
Yahveh tu Dios, para que mi mano pueda volver a mí.» Aplacó el hombre
de Dios el rostro de Yahveh, volvió la mano al rey y quedo como antes.
7 Dijo el rey al hombre de Dios: «Entra en casa conmigo para
confortarte y te haré un regalo.»
8 Dijo el hombre de Dios al rey: «Aunque me dieras la mitad de tu
casa no entraré contigo y no comeré ni beberé agua en este lugar,
9 porque así me lo ha ordenado la palabra de Yahveh: No comerás pan
ni beberás agua ni volverás por el camino por el que has ido.»
10 Y se fue por otro camino, no volvió por el camino por donde había
venido a Betel.
11 Vivía en Betel un anciano profeta. Vinieron sus hijos y le contaron
cuanto había hecho aquel día el hombre de Dios en Betel, contaron a su
padre las palabras que dijo el rey.
12 Su padre les dijo: «¿Por qué camino se ha ido?» Sus hijos le
mostraron el camino por el que se fue el hombre de Dios que vino de Judá.
13 Dijo a sus hijos: «Aparejadme el asno.» Y aparejaron el asno y se
montó sobre él.
14 Fue en seguimiento del hombre de Dios y le encontró sentado bajo
el terebinto y le dijo: «¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá?»
El respondió: «Yo soy.»
15 Le dijo: «Ven conmigo a casa y comerás algo.»
16 Respondió: «No puedo volver contigo ni puedo comer pan ni beber
agua en este lugar
17 porque la palabra de Dios me dijo: No comerás pan ni beberás agua
ni volverás por el camino por el que viniste.»
18 Pero él le dijo: «También yo soy profeta como tú, y un ángel me ha
hablado por orden de Yahveh diciendo: Hazle volver contigo a tu casa para
que coma y beba agua», pero le mentía.
19 Se volvió, pues, con él y comió pan y bebió agua en su casa.
20 Estando ellos sentados a la mesa, fue dirigida la palabra de Dios al
profeta que le había hecho volver,
21 y gritó al hombre de Dios que vino de Judá, diciendo: «Así dice
Yahveh: Porque has desobedecido la voz de Yahveh y no has guardado la
orden que Yahveh tu Dios te había dado,
22 sino que te has vuelto y has comido pan y has bebido agua en el
lugar del que dijo: No comerás pan y no beberás agua, tu cadáver no entrará
en la tumba de tus padres.»
23 Después de haber comido y bebido, el profeta que le había hecho
volver le aparejó su asno.
24 Partió, y un león le encontró en el camino y le mató; su cadáver
yacía en el camino y el asno permanecía junto a él; también el león
permanecía junto al cadáver.
25 Pasaron algunos hombres que vieron el cadáver tirado en el camino
y al león que permanecía junto al cadáver; entraron y lo contaron en la
ciudad en que vivía el anciano profeta.
26 Lo oyó el profeta que le había hecho volver del camino, y dijo: «Es
el hombre de Dios que desobedeció la orden de Yahveh, y Yahveh lo ha
entregado al león que le ha destrozado y matado, según la palabra que le
dijo Yahveh.»
27 Habló a sus hijos diciendo: «Aparejadme el asno», y se lo
aparejaron.
28 Partió, y halló el cadáver tendido en el camino, y al asno y al león
que permanecían junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni
había destrozado al asno.
29 Levantó el profeta el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el
asno y lo trajo. Entró en la ciudad el anciano profeta, le lloró y le sepultó.
30 Depositó el cadáver en su propio sepulcro, e hicieron la
lamentación sobre él: «¡Ay, hermano mío!»
31 Después que le hubo sepultado, dijo a sus hijos: «Cuando yo
muera, me sepultaréis en el sepulcro en que ha sido sepultado el hombre de
Dios; junto a sus huesos depositaréis mis huesos,
32 porque con toda certeza se cumplirá la palabra que por orden de
Yahveh gritó contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los
altos que hay en las ciudades de Samaría.»
33 Después de esto no se volvió Jeroboam de su mal camino, continuó
haciendo sacerdotes para los altos de entre el pueblo común; a todo el que
lo deseaba le investía como sacerdote de los altos,
34 Este proceder hizo caer en pecado a la casa de Jeroboam y fue
causa de su perdición y su exterminio de sobre la faz de la tierra.

1 Reyes 14
1 Por aquel tiempo cayó enfermo Abías, hijo de Jeroboam.
2 Dijo Jeroboam a su mujer: «Levántate y disfrázate para que no se
sepa que eres la mujer de Jeroboam, y vete a Silo, pues estará allí el profeta
Ajías, el que me predijo que yo reinaría sobre este pueblo.
3 Toma en tus manos diez panes, tortas y un tarro de miel, y entra
donde él; él te revelará qué será del niño.»
4 Así lo hizo la mujer de Jeroboam: se levantó, se fue a Silo, y entró
en la casa de Ajías. Ajías no podía ver porque sus pupilas se habían
quedado rígidas a causa de su vejez,
5 pero Yahveh había dicho a Ajías: «Mira, la mujer de Jeroboam viene
a pedirte un oráculo acerca de su hijo que está enfermo. Esto y esto le dirás.
Cuando ella entre, se hará pasar por otra.»
6 En oyendo Ajías el ruido de sus pasos, cuando entraba por la puerta,
dijo: «Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué quieres pasar por otra? Tengo
un duro mensaje para ti.
7 Vete a decir a Jeroboam: “Así dice Yahveh, Dios de Israel: Por
cuanto te levanté de en medio del pueblo y te puse como caudillo de mi
pueblo Israel,
8 arranqué el reino de la casa de David para dártelo a ti, pero tú no has
sido como mi siervo David que guardó mis mandamientos y me siguió con
todo su corazón haciendo sólo lo que es recto a mis ojos,
9 mientras que tú has hecho más mal que todos los que fueron antes
que tú, y has ido a hacerte otros dioses, imágenes fundidas, para irritarme,
y me has arrojado detrás de tus espaldas,
10 por esto, voy a hacer venir el mal sobre la casa de Jeroboam y
quitaré a Jeroboam todos los varones, esclavos o libres en Israel, barreré a
fondo la casa de Jeroboam como se barre del todo la basura.
11 Los de Jeroboam que mueran en la ciudad serán comidos por los
perros, y los que mueran en el campo, serán comidos por las aves del cielo,
porque ha hablado Yahveh.”
12 Cuanto a ti, levántate y vete a tu casa; cuando tus pies entren en la
ciudad, morirá el niño.
13 Todo Israel le llorará y le darán sepultura. Este tan sólo de los de
Jeroboam entrará en el sepulcro, porque de la casa de Jeroboam sólo en él
se ha hallado algo bueno ante Yahveh, Dios de Israel.
14 Yahveh se suscitará un rey sobre Israel que exterminará la casa de
Jeroboam.
15 Yahveh golpeará a Israel como las aguas agitan una caña, y
arrojará a Israel de esta tierra buena que dio a sus padres, y los dispersará al
otro lado del Río, porque hicieron sus cipos que irritaban a Yahveh.
16 Y entregará a Israel a causa de los pecados que cometió Jeroboam e
hizo cometer a Israel.»
17 La mujer de Jeroboam se levantó, se fue y entró en Tirsá; y cuando
ella entraba en el umbral de su casa, había muerto el niño.
18 Le dieron sepultura y todo Israel hizo duelo según la palabra que
Yahveh había dicho por boca de su siervo, el profeta Ajías.
19 El resto de los hechos de Jeroboam, cómo guerreó y cómo reinó,
están escritos en el libro de los Anales de los reyes de Israel.
20 El tiempo que reinó Jeroboam fueron veintidós años y se acostó
con sus padres. Reinó en su lugar su hijo Nadab.
21 Roboam, hijo de Salomón, reinó en Judá; tenía 41 años Roboam
cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que
había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para poner en ella
su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.
22 Judá hizo el mal a los ojos de Yahveh. Irritaron su celo más que lo
hicieron sus padres por los pecados que cometían:
23 también ellos se construyeron altos, estelas y cipos en toda colina
elevada y bajo todo árbol frondoso.
24 Hasta consagrados a la prostitución hubo en la tierra. Hicieron
todas las abominaciones de las gentes que Yahveh había arrojado de
delante de los israelitas.
25 El año quinto del rey Roboam, Sosaq, rey de Egipto, subió contra
Jerusalén
26 y se apoderó de los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros
de la casa del rey; de todo se apoderó. Y, como llevó todos los escudos de
oro que había hecho Salomón,
27 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los
jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
28 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, la guardia los llevaba
y después los devolvía a la sala de la guardia.
29 El resto de los hechos de Roboam, todo cuanto hizo, ¿no está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
30 Hubo guerra continua entre Roboam y Jeroboam.
31 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de
David. Reinó en su lugar su hijo Abiyyam.

1 Reyes 15
1 El año dieciocho del rey Jeroboam, hijo de Nebat, comenzó a reinar
Abiyyam sobre Judá.
2 Reinó tres años en Jerusalén; el nombres de su madre era Maaká,
hija de Absalón.
3 Siguió en todo los pecados que su padre había hecho antes de él, y
su corazón no fue por entero de Yahveh su Dios, como el corazón de David
su padre.
4 Pero en atención a David, le dio Yahveh su Dios una lámpara en
Jerusalén, suscitando a su hijo después de él y manteniendo en pie a
Jerusalén,
5 porque David había hecho lo que era recto a los ojos de Yahveh y no
se había apartado de cuanto le ordenó en todos los días de su vida, salvo en
el caso de Urías el hitita.
7 El resto de los hechos de Abiyyam, todo cuanto hizo, ¿no está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? Hubo guerra entre
Abiyyam y Jeroboam.
8 Se acostó Abiyyam con sus padres y le sepultaron en la ciudad de
David. Reinó en su lugar su hijo Asá.
9 El año veinte de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Asá en
Judá.
10 Reinó 41 años en Jerusalén; su abuela se llamaba Maaká, hija de
Absalón.
11 Asá hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su padre.
12 Expulsó de la tierra a los consagrados a la prostitución, y quitó
todos los ídolos que sus padres habían hecho.
13 Incluso llegó a quitar a su abuela Maaká el título de Gran Dama
porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror y lo
quemó en el torrente Cedrón.
14 Pero no desaparecieron los altos, aunque el corazón de Asá estuvo
del todo con Yahveh toda su vida.
15 Llevó a la Casa de Yahveh las ofrendas consagradas por su padre y
sus propias ofrendas, plata, oro y utensilios.
16 Hubo guerra entre Asá y Basá, rey de Israel, toda su vida.
17 Basá, rey de Israel, subió contra Judá y fortificó Ramá, para cortar
las comunicaciones a Asá, rey de Judá.
18 Sacó entonces Asá toda la plata y el oro que quedaban en los
tesoros de la Casa de Yahveh y en los tesoros de la casa del rey, se lo dio a
sus servidores y los envió a Ben Hadad, hijo de Tabrimmón, hijo de Jezyón,
rey de Aram, que habitaba en Damasco, diciendo:
19 «Haya alianza entre nosotros como entre mi padre y tu padre. Te
envío un presente de plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de
Israel, para que se aleje de mí.»
20 Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército
contra las ciudades de Israel, conquistando Iyyón, Dan y Abel Bet Maaká,
todo el Kinerot y todo el país de Neftalí.
21 Cuando Basá lo supo suspendió las fortificaciones de Ramá y se
volvió a Tirsá.
22 El rey Asá convocó a todo Judá sin excepción. Se llevaron la
piedra y la madera con que Basá fortificaba Ramá, y el rey Asá fortificó con
ellas Gueba de Benjamín y Mispá.
23 El resto de los hechos de Asá, toda su bravura y cuanto hizo, ¿no
está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá? Sólo que en su
ancianidad enfermó de los pies.
24 Asá se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la
ciudad de su padre David. Reinó después de él su hijo Josafat.
25 Nadab, hijo de Jeroboam, comenzó a reinar en Israel el año
segundo de Asá, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel.
26 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, y anduvo por el camino de su
padre y en el pecado con que hizo pecar a Israel.
27 Basá, hijo de Ajías, de la casa de Isacar, conspiró contra él y le
mató en Guibbetón de los filisteos, cuando Nadab y todo Israel estaban
asediando a Guibbetón.
28 Basá le hizo morir el año tercero de Asá, rey de Judá, y reinó en su
lugar.
29 Cuando se hizo rey, mató a toda la casa de Jeroboam, no dejó a
nadie de los de Jeroboam con vida, hasta exterminarlos según la palabra que
Yahveh había dicho por boca de su siervo el profeta Ajías de Silo,
30 por los pecados que Jeroboam cometió e hizo cometer a Israel y
con los que provocó la irritación de Yahveh, Dios de Israel.
31 El resto de los hechos de Nadab y todo cuanto hizo, ¿no está escrito
en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
33 El año tercero de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Basá, hijo de
Ajías, sobre todo Israel en Tirsá; reinó veinticuatro años.
34 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y fue por el camino de Jeroboam
y por el pecado con que hizo pecar a Israel.

1 Reyes 16
1 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jehú, hijo de Jananí, contra Basá
diciendo:
2 «Por cuanto te he levantado del polvo y te he puesto como jefe de mi
pueblo Israel, pero tú has ido por el camino de Jeroboam y has hecho pecar
a mi pueblo Israel irritándome con sus pecados,
3 voy a barrer a Basá y a su casa y voy a hacer tu casa parecida a la
casa de Jeroboam, hijo de Nebat.
4 Los de Basá que mueran en la ciudad serán comidos por los perros,
y a los que mueran en el campo los comerán las aves del cielo.»
5 El resto de los hechos de Basá, todo cuanto hizo y su bravura, ¿no
está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
6 Basá se acostó con sus padres y le sepultaron en Tirsá. Reinó en su
lugar su hijo Elá.
7 Fue dirigida la palabra de Yahveh por boca del profeta Jehú, hijo de
Jananí, contra Basá y contra su casa por todo el mal que hizo a los ojos de
Yahveh, irritándole con sus obras, hasta hacerse semejante a la casa de
Jeroboam, y también por haber exterminado a ésta.
8 El año veintiséis de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Elá, hijo de
Basá, sobre Israel en Tirsá, y reinó dos años.
9 Su servidor Zimrí, jefe de la mitad de los carros, conspiró contra él,
cuando estaba en Tirsá bebiendo hasta emborracharse, en casa de Arsá, que
estaba al frente de la casa de Tirsá.
10 Entró Zimrí y le hirió matándole el año veintisiete de Asá, rey de
Judá, y reinó en su lugar.
11 Cuando se hizo rey, apenas sentado sobre su trono, mató a toda la
familia de Basá, sin dejar ningún varón ni pariente ni amigo.
12 Zimrí exterminó a toda la casa de Basá según la palabra que
Yahveh dijo a Basá por boca del profeta Jehú,
13 por todos los pecados que Basá y Elá, su hijo, cometieron e
hicieron cometer a Israel provocando con sus vanos ídolos la indignación de
Yahveh, Dios de Israel.
14 El resto de los hechos de Elá, todo cuanto hizo, ¿no está escrito en
el libro de los Anales de los reyes de Israel?
15 El año veintisiete de Asá, rey de Judá, reinó Zimrí siete días en
Tirsá. El pueblo estaba acampado en Guibbetón de los filisteos.
16 Las tropas acampadas oyeron decir: «Ha conspirado Zimrí y ha
llegado a matar al rey», y aquel mismo día todo Israel proclamó en el
campamento a Omrí, jefe del ejército, como rey de Israel.
17 Omrí y todo Israel con él subieron de Guibbetón y pusieron sitió a
Tirsá.
18 Cuando Zimrí vio que la ciudad iba a ser tomada, entró en la
ciudadela de la casa del rey, prendió fuego sobre sí a la casa del rey y
murió,
19 a causa del pecado que cometió haciendo el mal a los ojos de
Yahveh, yendo por el camino de Jeroboam y por el pecado que hizo
cometer a Israel.
20 El resto de los hechos de Zimrí y la conjuración que tramó, ¿no
está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
21 Entonces el pueblo de Israel se dividió en dos mitades; una mitad
del pueblo siguió a Tibní, hijo de Guinat, para hacerle rey; la otra mitad a
Omrí.
22 El pueblo que seguía a Omrí prevaleció sobre el pueblo que seguía
a Tibní, hijo de Guinat; Tibní murió y reinó Omrí.
23 El año 31 de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Omrí sobre Israel
y reinó doce años. Reinó seis años en Tirsá.
24 Compró la montaña de Samaría a Sémer por dos talentos de plata,
fortificó el monte, y a la ciudad que él había construido puso por nombre
Samaría, del nombre de Semer, dueño del monte.
25 Omrí hizo el mal a los ojos de Yahveh y fue peor que cuantos le
precedieron.
26 Fue en todo por el camino de Jeroboam, hijo de Nebat, y por el
pecado que hizo cometer a Israel irritando a Yahveh, Dios de Israel, con sus
vanos ídolos.
27 El resto de los hechos de Omrí, cuanto hizo y su bravura ¿no está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
28 Se acostó Omrí con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Reinó
en su lugar su hijo Ajab.
29 Ajab, hijo de Omrí, comenzó a reinar en Israel el año 38 de Asá,
rey de Judá. Ajab, hijo de Omrí, reinó sobre Israel en Samaría veintidós
años.
30 Ajab, hijo de Omrí, hizo el mal a los ojos de Yahveh más que todos
los que fueron antes que él.
31 Lo de menos fue haber seguido los pecados de Jeroboam, hijo de
Nebat, sino que, además, tomó por mujer a Jezabel, hija de Ittobaal, rey de
los sidonios, y se fue a servir a Baal postrándose ante él.
32 Alzó un altar a Baal en el santuario de Baal que edificó en Samaría.
33 Hizo Ajab el cipo y aumentó la indignación de Yahveh, Dios de
Israel, más que todos los reyes de Israel que le precedieron.
34 En su tiempo Jiel de Betel reedificó Jericó. Al precio de Abirón, su
primogénito, puso los fundamentos, y al precio de su hijo menor Segub,
puso las puertas, según la palabra que dijo Yahveh por boca de Josué, hijo
de Nun.

1 Reyes 17
1 Elías tesbita, de Tisbé de Galaad, dijo a Ajab: «Vive Yahveh, Dios
de Israel, a quien sirvo. No habrá estos años rocío ni lluvia más que cuando
mi boca lo diga.»
2 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo:
3 «Sal de aquí, dirígete hacia oriente y escóndete en el torrente de
Kerit que está al este del Jordán.
4 Beberás del torrente y encargaré a los cuervos que te sustenten allí.»
5 Hizo según la palabra de Yahveh, y se fue a vivir en el torrente de
Kerit que está al este del Jordán.
6 Los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y
bebía del torrente.
7 Al cabo de los días se secó el torrente, porque no había lluvia en el
país.
8 Le fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo:
9 «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he
ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer.»
10 Se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la
ciudad había allí una mujer viuda que recogía leña. La llamó Elías y dijo:
«Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu jarro para que pueda
beber.»
11 Cuando ella iba a traérsela, le gritó: «Tráeme, por favor, un bocado
de pan en tu mano.»
12 Ella dijo: «Vive Yahveh tu Dios, no tengo nada de pan cocido: sólo
tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la orza. Estoy
recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo
comeremos y moriremos.»
13 Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero
primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y
para tu hijo.
14 Porque así habla Yahveh, Dios de Israel: No se acabará la harina en
la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Yahveh
conceda la lluvia sobre la haz de la tierra.
15 Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su
hijo.
16 No se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza,
según la palabra que Yahveh había dicho por boca de Elías.
17 Después de estas cosas, el hijo de la dueña de la casa cayó
enfermo, y la enfermedad fue tan recia que se quedó sin aliento.
18 Entonces ella dijo a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de
Dios? ¿Es que has venido a mí para recordar mis faltas y hacer morir a mi
hijo?»
19 Elías respondió: «Dame tu hijo.» El lo tomó de su regazo y subió a
la habitación de arriba donde él vivía, y lo acostó en su lecho;
20 después clamó a Yahveh diciendo: «Yahveh, Dios mío, ¿es que
también vas a hacer mal a la viuda en cuya casa me hospedo, haciendo
morir a su hijo?»
21 Se tendió tres veces sobre el niño, invocó a Yahveh y dijo:
«Yahveh, Dios mío, que vuelva, por favor, el alma de este niño dentro de
él.»
22 Yahveh escucho la voz de Elías, y el alma del niño volvió a el y
revivió.
23 Tomó Elías al niño, lo bajó de la habitación de arriba de la casa y
se lo dio a su madre. Dijo Elías: «Mira, tu hijo vive.»
24 La mujer dijo a Elías: «Ahora sí que he conocido bien que eres un
hombre de Dios, y que es verdad en tu boca la palabra de Yahveh.»

1 Reyes 18
1 Pasado mucho tiempo, fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías, al
tercer año, diciendo: «Vete a presentarte a Ajab, pues voy a hacer llover
sobre la superficie de la tierra.»
2 Fue Elías a presentarse a Ajab. El hambre se había apoderado de
Samaría.
3 Ajab llamó a Abdías, que estaba al frente de la casa - Abdías era
muy temeroso de Yahveh.
4 Cuando Jezabel exterminó a los profetas de Yahveh, Abdías había
tomado cien profetas y los había ocultado, de cincuenta en cincuenta, en
una cueva, dándoles de comer pan y agua. -
5 Dijo Ajab a Abdías: «Ven, vamos a recorrer el país por todas sus
fuentes y todos sus torrentes; acaso encontremos hierba para mantener los
caballos y mulos y no tengamos que suprimir el ganado.»
6 Se repartieron el país para recorrerlo: «Ajab se fue solo por un
camino y Abdías se fue solo por otro.
7 Estando Abdías en camino, le salió Elías al encuentro. Le reconoció
y cayó sobre su rostro y dijo: ¿Eres tú Elías, mi señor?»
8 El respondió: «Yo soy. Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías.»
9 Respondió: «¿En qué he pecado, pues entregas a tu siervo en manos
de Ajab para hacerme morir?
10 ¡Vive Yahveh tu Dios! No hay nación o reino donde no haya
mandado a buscarte mi señor, y cuando decían: “No está aquí”, hacía jurar a
la nación o al reino que no te había encontrado.
11 Y ahora tú dices: “Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías.”
12 Y sucederá que, cuando me aleje de ti, el espíritu de Yahveh te
llevará no sé dónde, llegaré a avisar a Ajab, pero no te hallará y me matará.
Sin embargo, tu siervo teme a Yahveh desde su juventud.
13 ¿Nadie ha hecho saber a mi señor lo que hice cuando Jezabel mató
a los profetas de Yahveh, que oculté a cien de los profetas de Yahveh, de
cincuenta en cincuenta, en una cueva, y les alimenté con pan y agua?
14 Y ahora tú me dices: “Vete a decir a tu señor: Ahí está Elías.” ¡Me
matará»
15 Respondió Elías: «¡Vive Yahveh Sebaot a quien sirvo! Hoy me
presentaré a él.»
16 Abdías fue al encuentro de Ajab y le avisó, y Ajab partió al
encuentro de Elías.
17 Cuando Ajab vio a Elías le dijo: «¿Eres tú, azote de Israel?»
18 El respondió: «No soy yo el azote de Israel, sino tú y la casa de tu
padre, por haber abandonado a Yahveh y haber seguido a los Baales.
19 Pero ahora, envía a reunir junto a mí a todo Israel en el monte
Carmelo, y a los 450 profetas de Baal que comen a la mesa de Jezabel.»
20 Ajab envió a todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte
Carmelo.
21 Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo vais a estar
cojeando con los dos pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si Baal, seguid a
éste.» Pero el pueblo no le respondió nada.
22 Dijo Elías al pueblo: «He quedado yo solo como profeta de
Yahveh, mientras que los profetas de Baal son 450.
23 Que se nos den dos novillos; que elijan un novillo para ellos, que
los despedacen y lo pongan sobre la leña, pero que no pongan fuego. Yo
prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego.
24 Invocaréis el nombre de vuestro dios; yo invocaré el nombre de
Yahveh. Y el dios que responda por el fuego, ése es Dios.» Todo el pueblo
respondió: «¡Está bien!»
25 Elías dijo a los profetas de Baal: «Elegíos un novillo y comenzad
vosotros primero, pues sois más numerosos. Invocad el nombre de vuestro
dios, pero no pongáis fuego.»
26 Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon e invocaron el
nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «¡Baal,
respóndenos!» Pero no hubo voz ni respuesta. Danzaban cojeando junto al
altar que habían hecho.
27 Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: «¡Gritad
más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo,
estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!»
28 Gritaron más alto, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y
lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos.
29 Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de
hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera.
30 Entonces Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a mí.» Todo el
pueblo se acercó a él. Reparó el altar de Yahveh que había sido demolido.
31 Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los hijos
de Jacob, al que fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: «Israel será tu
nombre.»
32 Erigió con las piedras un altar al nombre de Yahveh, e hizo
alrededor del altar una zanja que contenía como unas dos arrobas de
sembrado.
33 Dispuso leña, despedazó el novillo y lo puso sobre la leña.
34 Después dijo: «Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el
holocausto y sobre la leña.» Lo hicieron así. Dijo: «Repetid» y repitieron.
Dijo: «Hacedlo por tercera vez.» Y por tercera vez lo hicieron.
35 El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua.
36 A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y
dijo: «Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que
tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he
ejecutado toda estas cosas.
37 Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa
que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones.»
38 Cayó el fuego de Yahveh que devoró el holocausto y la leña, y
lamió el agua de las zanjas.
39 Todo el pueblo lo vio y cayeron sobre su rostro y dijeron:
«¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!»
40 Elías les dijo: «Echad mano a los profetas de Baal, que no escape
ninguno de ellos»; les echaron mano y Elías les hizo bajar al torrente de
Quisón, y los degolló allí.
41 Dijo Elías a Ajab: «Sube, come y bebe, porque ya se oye el rumor
de la lluvia.»
42 Subió Ajab a comer y beber, mientras que Elías subía a la cima del
Carmelo, y se encorvó hacia la tierra poniendo su rostro entre las rodillas.
43 Dijo a su criado : «Sube y mira hacia el mar.» Subió, miró y dijo:
«No hay nada.» El dijo: «Vuelve.» Y esto siete veces.
44 A la séptima vez dijo: «Hay una nube como la palma de un
hombre, que sube del mar.» Entonces dijo: «Sube a decir a Ajab: Unce el
carro y baja, no te detenga la lluvia.»
45 Poco a poco se fue oscureciendo el cielo por las nubes y el viento y
se produjo gran lluvia. Ajab montó en su carro y se fue a Yizreel.
46 La mano de Yahveh vino sobre Elías que, ciñéndose la cintura,
corrió delante de Ajab hasta la entrada de Yizreel.

1 Reyes 19
1 Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho Elías y cómo había pasado
a cuchillo a todos los profetas.
2 Envió Jezabel un mensajero a Elías diciendo: «Que los dioses me
hagan esto y me añaden esto otro si mañana a estas horas no he puesto tu
alma igual que el alma de uno de ellos.»
3 El tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida. Llegó a
Berseba de Judá y dejó allí a su criado.
4 El caminó por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse
bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo: «¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi
vida, porque no soy mejor que mis padres!»
5 Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un ángel le tocó y le
dijo: «Levántate y come.»
6 Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y
un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar.
7 Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: «Levántate
y come, porque el camino es demasiado largo para ti.»
8 Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó
cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.
9 Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la
palabra de Yahveh, que le dijo: «¿Qué haces aquí Elías?»
10 El dijo: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los
israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado
a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»
11 Le dijo: «Sal y ponte en el monte ante Yahveh.» Y he aquí que
Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y
quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el huracán.
Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el
temblor.
12 Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego.
Después del fuego, el susurro de una brisa suave.
13 Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la
entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí,
Elías?»
14 El respondió: «Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los
israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado
a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela.»
15 Yahveh le dijo: «Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de
Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram.
16 Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel, y a Eliseo, hijo
de Safat, de Abel Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar.
17 Al que escape a la espada de Jazael le hará morir Jehú, y al que
escape a la espada de Jehú, le hará morir Eliseo.
18 Pero me reservaré 7.000 en Israel: todas las rodillas que no se
doblaron ante Baal, y todas las bocas que no le besaron.»
19 Partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando.
Había delante de él doce yuntas y él estaba con la duodécima. Pasó Elías y
le echó su manto encima.
20 El abandonó los bueyes, corrió tras de Elías y le dijo: «Déjame ir a
besar a mi padre y a mi madre y te seguiré.» Le respondió: «Anda, vuélvete,
pues ¿qué te he hecho?»
21 Volvió atrás Eliseo, tomó el par de bueyes y los sacrificó, asó su
carne con el yugo de los bueyes y dio a sus gentes, que comieron. Después
se levantó, se fue tras de Elías y entró a su servicio.

1 Reyes 20
1 Ben Hadad, rey de Aram, reunió todo su ejército. Tenía consigo 32
reyes, caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría y la atacó.
2 Envió mensajeros a la ciudad, a Ajab, rey de Israel,
3 para decirle: «Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro son para mí.
Tus mujeres y tus hijos para ti.»
4 El rey de Israel respondió: «Como tú dices, rey mi señor, tuyo soy
yo y todo lo mío.»
5 Volvieron los mensajeros y dijeron: «Así habla Ben Hadad: Envío a
decirte: Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos.
6 Así que mañana a estas horas te enviaré mis siervos y registrarán tu
casa y las casas de tus siervos, y echarán mano a cuanto les guste, y se lo
llevarán.»
7 Convocó el rey de Israel a todos los ancianos de la tierra y les dijo:
«Reconoced y ved que éste busca hacer el mal. Me pide mis mujeres y mis
hijos a pesar de que no le he negado mi plata y mi oro.»
8 Todos los ancianos y todo el pueblo dijeron: «No le escuches, no
consientas.»
9 Dijo a los enviados de Ben Hadad: «Decid a mi señor el rey: Todo
lo que mandaste la primera vez a tu siervo, lo haré; pero esto no puedo
hacerlo.» Se fueron los mensajeros llevando la respuesta.
10 Entonces, Ben Hadad envió a decir: «Esto me hagan los dioses y
esto me añadan si hay bastante polvo en Samaría para los puños de todo el
pueblo que me sigue.»
11 El rey de Israel respondió: «Decid: No se alabe quien se ciñe como
el que se desciñe.»
12 Cuando Ben Hadad escuchó esta palabra, estaba bebiendo con los
reyes en la tienda, y dijo a sus servidores: «Tomad posiciones.» Y tomaron
posiciones contra la ciudad.
13 Se acercó a Ajab, rey de Israel, un profeta y le dijo: «Así habla
Yahveh: ¿Has visto esta gran multitud? Hoy la entrego en tus manos y
sabrás que yo soy Yahveh.»
14 «Ajab dijo: «¿Por medio de quién?» Respondió: «Así dice Yahveh:
Por medio de los jóvenes de los jefes de distritos.» Preguntó Ajab: «¿Quién
debe entablar el combate?» Respondió: «Tú.»
15 Pasó revista a los jóvenes de los jefes de distritos, que eran 232;
después de ellos, pasó revista a todo el pueblo, todos los israelitas, 7.000.
16 Hicieron una salida a mediodía, mientras Ben Hadad estaba
bebiendo hasta la embriaguez en sus tiendas con los 32 reyes auxiliares.
17 Salieron en cabeza los jóvenes de los jefes de distritos. Enviaron a
avisar a Ben Hadad: «Han salido algunos jóvenes de Samaría.»
18 El respondió: «Si han salido en son de paz, prendedles vivos; si han
salido en son de guerra, prendedles vivos.»
19 Salieron, pues, de la ciudad aquellos jóvenes de los jefes de los
distritos y el ejército detrás de ellos.
20 Abatió cada uno a su hombre. Aram se dio a la fuga e Israel le
persiguió. Ben Hadad, rey de Aram, pudo salvarse a caballo con algunos
jinetes.
21 Salió el rey de Israel y se apoderó de los caballos y carros,
infligiendo a Aram una gran derrota.
22 Se acercó el profeta al rey de Israel y dijo: «Anda, cobra ánimo, y
conoce y mira lo que has de hacer, porque el año que viene el rey de Aram
subirá contra ti.»
23 Los servidores del rey de Aram le dijeron: «Su Dios es un Dios de
las montañas; por eso fueron más fuertes que nosotros. Pero atacaremos en
la llanura y ¿no seremos más fuertes que ellos?
24 Haz esto: quita de su puesto a cada uno de los reyes, y pon
gobernadores en su lugar.
25 Por tu parte, recluta un ejército como el ejército que perdiste, con
otros tantos caballos y carros, y les atacaremos en la llanura. ¿No seremos
más fuertes que ellos?» Escuchó su voz e hizo así.
26 A la vuelta del año, Ben Hadad pasó revista a los arameos y subió a
Afeq para luchar contra Israel.
27 Se pasó revista a los israelitas que fueron provistos de vituallas y
marcharon a su encuentro. Los israelitas acamparon frente a ellos como dos
rebaños de cabras, mientras que los arameos llenaban la tierra.
28 El hombre de Dios se acercó al rey de Israel y dijo: «Así habla
Yahveh: Por haber dicho los arameos: Yahveh es un Dios de la montaña, no
es Dios de las llanuras, voy a entregar toda esta gran muchedumbre en tus
manos y sabrás que yo soy Yahveh.»
29 Acamparon frente a frente durante siete días y el séptimo día
trabaron batalla. Los israelitas batieron a los arameos, 100.000 infantes en
un día.
30 Los restantes huyeron a la ciudad de Afeq, pero la muralla se
desplomó sobres los 27.000 hombres que quedaban. Ben Hadad había huido
y se había refugiado en la ciudad, en una habitación retirada.
31 Sus servidores le dijeron: «Hemos oído que los reyes de la casa de
Israel son reyes misericordiosos. Deja que nos pongamos sayales sobre
nuestros lomos y cuerdas en nuestras cabezas y salgamos hacia el rey de
Israel. Acaso te deje la vida.»
32 Se ciñeron sayales a sus lomos y cuerdas sobre sus cabezas y
fueron al rey de Israel y le dijeron: «Tu siervo Ben Hadad dice: Que pueda
yo conservar mi vida.» El respondió: «¿Vive aún? ¡Es mi hermano!»
33 Los hombres lo tomaron como buen augurio y se apresuraron a
tomarle la palabra diciendo: «Hermano tuyo es Ben Hadad.» El dijo: «Id a
traerlo.» Ben Hadad salió hacia él, y él le hizo subir a su carro.
34 Ben Hadad le dijo: «Devolveré las ciudades que mi padre tomó a tu
padre; y tú pondrás bazares para ti en Damasco, como mi padre puso en
Samaría.» - «Con este pacto te dejaré libre.» Hizo un pacto con él y le dejó
libre.
35 Un hombre de los hijos de los profetas dijo a su compañero: «Por
orden de Yahveh, hiéreme»; pero el hombre no quiso herirle.
36 Le dijo: «Por no haber escuchado la voz de Yahveh, en cuanto te
marches de mi lado, el león te herirá.» Se fue de su lado y le encontró al
león, que le hirió.
37 Halló a otro hombre y le dijo: «Hiéreme.» El hombre le dio un
golpe y le hirió.
38 El profeta se fue y se puso a esperar al rey en el camino. Se había
disfrazado con una banda sobre los ojos.
39 Cuando el rey pasaba clamó al rey y dijo: «Tu siervo había llegado
al centro de la batalla cuando uno abandonó las filas y me trajo un hombre y
me dijo: “Custodia a este hombre; si llega a faltar, tu vida responderá por la
suya, o pagarás un talento de plata.”
40 Pero tu siervo estaba ocupado aquí y allá y éste desapareció.» El
rey de Israel le dijo: «Esa es tu sentencia. Tú mismo lo has sentenciado.»
41 El entonces se apresuró a quitarse la banda de los ojos y el rey de
Israel le reconoció como uno de los profetas.
42 Dijo al rey: «Así dice Yahveh: Por haber dejado ir de tus manos al
hombre entregado a mi anatema, tu vida pagará por su vida y tu pueblo por
su pueblo.»
43 El rey de Israel se fue a su casa triste e irritado, y entró en Samaría.

1 Reyes 21
1 Después de estos sucesos ocurrió que Nabot, de Yizreel, tenía una
viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaría,
2 y Ajab habló a Nabot diciendo: «Dame tu viña para que me sirva de
huerto para hortalizas, pues está pegando a mi casa, y yo te daré por ella
una viña mejor que está, o si parece bien a tus ojos te daré su precio en
dinero.»
3 Respondió Nabot a Ajab: «Líbreme Yahveh de darte la herencia de
mis padres.»
4 Se fue Ajab a su casa triste e irritado por la palabra que le dijo Nabot
de Yizreel: «No te daré la heredad de mis padres»; se acostó en su lecho,
volvió su rostro y no quiso comer.
5 Vino a donde él su mujer Jezabel, y le habló: «¿Por qué está triste tu
espíritu y por qué no quieres comer?»
6 El le respondió: «Porque he hablado con Nabot de Yizreel y le he
dicho: “Dame tu viña por dinero o, si lo prefieres, te daré una viña a
cambio”, y me dijo: “No te daré mi viña.”»
7 Su mujer Jezabel le dijo: «¿Y eres tú el que ejerces la realeza en
Israel? Levántate, come y que se alegre tu corazón. Yo te daré la viña de
Nabot de Yizreel.»
8 Escribió cartas en nombre de Ajab y las selló con su sello, y envió
las cartas a los ancianos y notables que vivían junto a Nabot.
9 En las cartas había escrito: «Proclamad un ayuno y haced sentar a
Nabot a la cabeza del pueblo.
10 Haced que se sienten frente a él dos malvados que le acusarán
diciendo: “Has maldecido a Dios y al rey” y le sacaréis y le apedrearéis
para que muera.»
11 Los hombres de la ciudad, los ancianos y notables que vivían junto
a Nabot en su ciudad, hicieron lo que Jezabel les había mandado, de
acuerdo con lo escrito en las cartas que les había remitido.
12 Proclamaron un ayuno e hicieron sentar a Nabot a la cabeza del
pueblo.
13 Llegaron los dos malvados, se sentaron frente a él y acusaron los
malvados a Nabot delante del pueblo diciendo: «Nabot ha maldecido a Dios
y al rey»; le sacaron fuera de la ciudad, le apedrearon y murió.
14 Enviaron a decir a Jezabel: «Nabot ha sido apedreado y ha
muerto.»
15 Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo
a Ajab: «Levántate, toma posesión de la viña de Nabot, el de Yizreel, el que
se negó a dártela por dinero, pues Nabot ya no vive, ha muerto.»
16 Apenas oyó Ajab que Nabot había muerto, se levantó y bajó a la
viña de Nabot, el de Yizreel, para tomar posesión de ella.
17 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías tesbita diciendo:
18 «Levántate, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en
Samaría. Está en la viña de Nabot, a donde ha bajado a apropiársela.
19 Le hablarás diciendo: Así habla Yahveh: Has asesinado ¿y además
usurpas? Luego le hablarás diciendo: Por esto, así habla Yahveh: En el
mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán
también los perros tu propia sangre.»
20 Ajab dijo a Elías: «Has vuelto a encontrarme, enemigo mío.»
Respondió: «Te he vuelto a encontrar porque te has vendido para hacer el
mal a los ojos de Yahveh.
21 Yo mismo voy a traer el mal sobre ti y voy a barrer tu posteridad y
a exterminar todo varón de los de Ajab, libre o esclavo, en Israel.
22 Y haré tu casa como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la
casa de Basá, hijo de Ajías, por la irritación con que me has irritado y por
haber hecho pecar a Israel.
23 También contra Jezabel ha hablado Yahveh diciendo: “Los perros
comerán a Jezabel en la parcela de Yizreel.”
24 A los hijos de Ajab que mueran en la ciudad los comerán los perros
y a los que mueran en el campo los comerán las aves del cielo.»
25 No hubo quien se prestara como Ajab para hacer el mal a los ojos
de Yahveh, porque su mujer Jezabel le había seducido.
26 Su proceder fue muy abominable, yendo tras los ídolos, en todo
como los amorreos a los que expulsó Yahveh ante los israelitas.
27 Cuando Ajab oyó estas palabras desgarró sus vestidos y se puso un
sayal sobre su carne, ayunó y se acostó con el sayal puesto; y caminaba a
paso lento.
28 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías tesbita diciendo:
29 «¿Has visto cómo Ajab se ha humillado en mi presencia? Por
haberse humillado en mi presencia, no traeré el mal en vida suya; en vida de
su hijo traeré el mal sobre su casa.»

1 Reyes 22
1 Transcurrieron tres años sin guerra entre Aram e Israel.
2 Al tercer año bajó Josafat, rey de Judá, donde el rey de Israel,
3 y el rey de Israel dijo a sus servidores: «Vosotros sabéis que Ramot
de Galaad nos pertenece y no hacemos nada por rescatarla de manos del rey
de Aram.»
4 Dijo a Josafat: «¿Quieres venir conmigo para atacar a Ramot de
Galaad?» Josafat respondió al rey de Israel: «Yo soy como tú, mi pueblo
como tu pueblo, mis caballos como tus caballos.»
5 Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la palabra de
Yahveh.»
6 El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les
dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o debo desistir?» Le respondieron:
«Sube, porque Yahveh la entregará en manos del rey.»
7 Pero Josafat dijo: «No hay aquí otro profeta de Yahveh a quien
podamos consultar?»
8 Dijo el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por quien
podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, porque no me
profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» Dijo Josafat:
«No hable el rey así.»
9 Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae en seguida a
Miqueas, hijo de Yimlá.»
10 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno
en su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la puerta de
Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.
11 Sedecías, hijo de Kenaaná se había hecho unos cuernos de hierro y
decía: «Así dice Yahveh: Con éstos acornearás a Aram hasta acabar con
ellos.»
12 Todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «Sube
contra Ramot de Galaad, tendrás éxito. Yahveh la entregará en manos del
rey.»
13 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo:
«Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey. Procura hablar
como uno de ellos y anuncia el bien.»
14 Miqueas respondió: «¡Vive Yahveh!, lo que Yahveh me diga, eso
anunciaré.»
15 Llegó donde el rey y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a
Ramot de Galaad para atacarla o debo desistir?» Le respondió: «Sube,
tendrás éxito, Yahveh la entregará en manos del rey.»
16 Pero el rey dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me
digas más que la verdad en nombre de Yahveh?»
17 Entonces él dijo: He visto todo Israel disperso por los montes como
ovejas sin pastor. Yahveh ha dicho: «No tienen señor; que vuelvan en paz
cada cual a su casa.»
18 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia
el bien sino el mal?»
19 Dijo Miqueas: «Escucha la palabra de Yahveh: He visto a Yahveh
sentado en un trono y todo el ejército de los cielos estaba a su lado, a
derecha e izquierda.
20 Preguntó Yahveh: “¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga
en Ramot de Galaad?” Y el uno decía una cosa y el otro otra.
21 Se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: “Yo le
engañaré.” Yahveh le preguntó: “¿De qué modo?”
22 Respondió: “Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos
sus profetas.” Yahveh dijo: “Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así.”
23 Ahora, pues, Yahveh ha puesto espíritu de mentira en la boca de
todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.»
24 Se acercó Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a Miqueas
en la mejilla diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de
Yahveh para hablarte a ti?»
25 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas
escondiéndote de aposento en aposento.»
26 El rey de Israel dijo: «Prende a Miqueas y llévaselo a Amón,
gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey.
27 Y les dirás: Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y racionadle
el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso.»
28 Dijo Miqueas: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado
Yahveh por mí.»
29 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de
Galaad.
30 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en
combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel se
disfrazó para entrar en combate.
31 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de los
carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.»
32 Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro
que es el rey de Israel.» Y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat
gritó.
33 Y viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel se
apartaron de él.
34 Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel
por entre las placas de la coraza, y el rey dijo a su auriga: «Da la vuelta y
sácame de la batalla, porque me siento mal.»
35 Arreció aquel día la batalla y el rey fue sostenido en pie en su carro
frente a los arameos, y a la tarde murió; la sangre de la herida corría por el
fondo del carro.
36 A la caída del sol se corrió un grito por el campamento: «Cada uno
a su ciudad, cada uno a su tierra.
37 El rey ha muerto.» Llegaron a Samaría y allí sepultaron al rey.
38 Lavaron el carro con agua abundante junto a la alberca de Samaría
y los perros lamían la sangre y las prostitutas se bañaron en ella, según la
palabra que Yahveh había dicho.
39 El resto de los hechos de Ajab, todo cuanto hizo, la casa de marfil
que edificó, todas las ciudades que fortificó ¿no está escrito en el libro de
los Anales de los reyes de Israel?
40 Ajab se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo Ocozías.
41 Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar en Judá el año cuarto de
Ajab, rey de Israel.
42 Josafat tenía 35 años cuando comenzó a reinar y reinó veinticinco
años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí.
43 Siguió en todo el camino de Asá, su padre, sin desviarse de él,
haciendo lo recto a los ojos de Yahveh.
44 Con todo, no desaparecieron los altos; el pueblo seguía
sacrificando y quemando incienso en los altos.
45 Josafat estuvo en paz con el rey de Israel.
46 El resto de los hechos de Josafat, la bravura que demostró y las
guerras que sostuvo ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de
Judá?
47 Barrió de la tierra a todos los consagrados a la prostitución que
habían quedado en el país en los días de Asá su padre.
48 No había rey establecido en Edom.
49 Josafat hizo una flota de Tarsis para ir a Ofir por oro, pero no fue,
porque se destrozó la flota en Esyón Guéber.
50 Entonces Ocozías, hijo de Ajab, dijo a Josafat: «Mis siervos irán
con tus siervos en la flota», pero Josafat no quiso.
51 Josafat se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en
la ciudad de su padre David y reinó en su lugar su hijo Joram.
52 Ocozías, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel, en Samaría,
el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel.
53 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y anduvo por el camino de su
madre, y por el camino de Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a
Israel.
54 Sirvió a Baal y se postró ante él, irritando a Yahveh, Dios de Israel,
enteramente como lo había hecho su padre.
LIBRO SEGUNDO DE LOS REYES
2 Reyes 1
1 Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel.
2 Ocozías se cayó por la celosía de su habitación de arriba de Samaría;
quedó maltrecho, y envió mensajeros a los que dijo: «Id a consultar a Baal
Zebub, dios de Ecrón, si sobreviviré a esta desgracia.»
3 Pero el Angel de Yahveh dijo a Elías tesbita: «Levántate y sube al
encuentro de los mensajeros del rey de Samaría y diles: ¿Acaso porque no
hay Dios en Israel vais vosotros a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón?
4 Por eso, así habla Yahveh: Del lecho al que has subido no bajarás,
porque de cierto morirás.» Y Elías se fue.
5 Los mensajeros se volvieron a Ocozías y éste les dijo: «¿Cómo así
os habéis vuelto?»
6 Le respondieron: «Nos salió al paso un hombre que nos dijo:
“Andad, volveos al rey que os ha enviado y decidle: Así habla Yahveh:
¿Acaso porque no hay Dios en Israel envías tú a consultar a Baal Zebub,
dios de Ecrón? Por eso, del lecho al que has subido no bajarás, porque de
cierto morirás.”»
7 Les preguntó: «¿Qué aspecto tenía el hombre que os salió al paso y
os dijo estas palabras?»
8 Le respondieron: «Era un hombre con manto de pelo y con una faja
de piel ceñida a su cintura.» El dijo: «Es Elías tesbita.»
9 Le envió un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que subió
a donde él; estaba él sentado en la cumbre de la montaña, y le dijo:
«Hombre de Dios, el rey manda que bajes.»
10 Respondió Elías y dijo al jefe de cincuenta: «Si soy hombre de
Dios, que baje fuego del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.» Bajó
fuego del cielo que le devoró a él y a sus cincuenta.
11 Volvió a enviarle otro jefe de cincuenta, que subió y le dijo:
«Hombre de Dios. Así dice el rey: Apresúrate a bajar.»
12 Respondió Elías y le dijo: «Si soy hombre de Dios, que baje fuego
del cielo y te devore a ti y a tus cincuenta.» Bajó fuego del cielo que le
devoró a él y a sus cincuenta.
13 Volvió a enviar un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta; llegó
el tercer jefe de cincuenta, cayó de rodillas ante Elías y le suplicó diciendo:
«Hombre de Dios, te ruego que mi vida y la vida de estos cincuenta tuyos
sea preciosa a tus ojos.
14 Ya ha bajado fuego del cielo y ha devorado a los dos jefes de
cincuenta anteriores y a sus cincuenta; pues que ahora mi vida sea preciosa
a tus ojos.»
15 El Angel de Yahveh dijo a Elías: «Baja con él y no temas ante él.»
Se levantó y bajó con él donde el rey,
16 y le dijo: «Así dice Yahveh: Porque has enviado mensajeros para
consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, por eso, del lecho al que has subido
no bajarás, pues de cierto morirás.»
17 Murió según la palabra de Yahveh que Elías había dicho, y reinó
en su lugar su hermano Joram, en el año segundo de Joram, hijo de Josafat,
rey de Judá, porque él no tenía hijos.
18 El resto de los hechos de Ocozías, lo que hizo, ¿no está escrito en
el libro de los Anales de los reyes de Israel?

2 Reyes 2
1 Esto pasó cuando Yahveh arrebató a Elías en el torbellino al cielo.
Elías y Eliseo partieron de Guilgal.
2 Dijo Elías a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a
Betel.» Eliseo dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré.» Y
bajaron a Betel.
3 Salió la comunidad de los profetas que había en Betel al encuentro
de Eliseo y le dijeron: «¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por
encima de tu cabeza?» Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!»
4 Elías dijo a Eliseo: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía a
Jericó.» Pero él respondió: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no te dejaré»,
y siguieron hacia Jericó.
5 Se acercó a Eliseo la comunidad de los profetas que había en Jericó
y le dijeron: «¿No sabes que Yahveh arrebatará hoy a tu señor por encima
de tu cabeza?» Respondió: «También yo lo sé. ¡Callad!»
6 Le dijo Elías: «Quédate aquí, porque Yahveh me envía al Jordán.»
Respondió: «Vive Yahveh y vive tu alma que no te dejaré», y fueron los
dos.
7 Cincuenta hombres de la comunidad de los profetas vinieron y se
quedaron enfrente, a cierta distancia; ellos dos se detuvieron junto al
Jordán.
8 Tomó Elías su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se
dividieron de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie enjuto.
9 Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: «Pídeme lo que quieras
que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado.» Dijo Eliseo: «Que tenga
dos partes de tu espíritu.»
10 Le dijo: «Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando sea
llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo tendrás.»
11 Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro de fuego con
caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió al cielo en el
torbellino.
12 Eliseo le veía y clamaba: «¡Padre mío, padre mío! Carro y caballos
de Israel! ¡Auriga suyo!» Y no le vio más. Asió sus vestidos y los desgarró
en dos.
13 Tomó el manto que se le había caído a Elías y se volvió, parándose
en la orilla del Jordán.
14 Tomó el manto de Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está
Yahveh, el Dios de Elías?» Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y
de otro, y pasó Eliseo.
15 Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban
enfrente, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su
encuentro, se postraron ante él en tierra,
16 y le dijeron: «Hay entre tus siervos cincuenta hombres valerosos;
que vayan a buscar a tu señor, no sea que el espíritu de Yahveh se lo haya
llevado y le haya arrojado en alguna montaña o algún valle.» El dijo: «No
mandéis a nadie.»
17 Como le insistieran hasta la saciedad dijo: «Mandad.» Mandaron
cincuenta hombres que le buscaron durante tres días, pero no le
encontraron.
18 Se volvieron donde él, que se había quedado en Jericó, y les dijo:
«¿No os dije que no fuerais?».
19 Los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: «El emplazamiento de
la ciudad es bueno, como mi señor puede ver, pero las aguas son malas y la
tierra es estéril.»
20 El dijo: «Traedme una olla nueva y poned sal en ella.» Y se la
trajeron.
21 Fue al manantial de las aguas, arrojó en él la sal y dijo: «Así dice
Yahveh: Yo he saneado estas aguas; ya no habrá en ellas muerte ni
esterilidad.»
22 Y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy, según la palabra
que dijo Eliseo.
23 De allí subió a Betel. Iba subiendo por el camino, cuando unos
niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él diciendo: «¡Sube,
calvo; sube, calvo!»
24 El se volvió, los vio y los maldijo en nombre de Yahveh. Salieron
dos osos del bosque y destrozaron a 42 de ellos.
25 De allí se fue al monte Carmelo, de donde se volvió a Samaría.

2 Reyes 3
1 Joram, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría el año
dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, pero no como su padre y como su
madre, porque retiró la estela de Baal que su padre había hecho.
3 Tan sólo que se adhirió a los pecados de Jeroboam, hijo de Nebat,
que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.
4 Mesá, rey de Moab, era pastor de ovejas y pagaba al rey de Israel
100.000 corderos y 100.000 carneros con su lana;
5 pero a la muerte de Ajab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de
Israel.
6 Aquel día salió el rey Joram de Samaría y pasó revista a todo Israel.
7 Fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha
rebelado contra mí. ¿Quieres venir conmigo a la guerra contra Moab?»
Respondió: «Subiré. Yo seré como tú; mi pueblo como tu pueblo, mis
caballos como tus caballos.»
8 Y preguntó: «¿Por qué camino subiremos?» Respondió: «Por el
camino del desierto de Edom.»
9 Fueron el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom; dieron un
rodeo durante siete días y faltó el agua para el campamento y para las
bestias de carga que les seguían.
10 El rey de Israel dijo: «¡Ay! Que Yahveh ha llamado a estos tres
reyes para entregarlos en manos de Moab!»
11 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún profeta de Yahveh para que
consultemos a Yahveh por su medio?» Respondió uno de los servidores del
rey de Israel y dijo: «Esta aquí Eliseo, hijo de Safat, el que vertía el agua en
manos de Elías.»
12 Dijo Josafat: «Con él está la palabra de Yahveh.» Y bajaron donde
él el rey de Israel, Josafat, y el rey de Edom.
13 Dijo Eliseo al rey de Israel: «¿Qué tengo que ver yo contigo? ¡Vete
a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre!» Respondió el rey
de Israel: «Es que Yahveh ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en
manos de Moab.»
14 Dijo Eliseo: «Vive Yahveh Seboat a quien sirvo, que si no tuviera
delante a Josafat, rey de Judá, no te atendería ni te miraría.
15 Traedme, pues, un tañedor. Y sucedió que, mientras tocaba el
tañedor, vino sobre él la mano de Yahveh,
16 y dijo: «Así dice Yahveh: “Haced en este valle zanjas y más zanjas
“,
17 porque así, dice Yahveh: “No veréis viento y no veréis lluvia, pero
este valle se llenará de agua y beberéis vosotros y vuestros campamentos y
vuestros ganados. “
18 Y aún es poco esto a los ojos de Yahveh, pues entregaré a Moab en
vuestras manos
19 y heriréis a toda ciudad fuerte, talaréis todo árbol bueno, cegaréis
todas las fuentes y devastaréis todos los campos fértiles cubriéndolos de
piedra.»
20 A la mañana, a la hora de alzar la oblación, venían las aguas de la
parte de Edom y la tierra se llenó de agua.
21 Habiendo oído todo Moab que subían los reyes para hacerles la
guerra, convocaron a todos, desde los que empezaban a ceñir espada en
adelante, y se apostaron en la frontera.
22 Al levantarse de mañana brillaba el sol sobre las aguas y los
moabitas vieron enfrente las aguas rojas como la sangre,
23 y exclamaron: «Es sangre; sin duda los reyes se han matado entre sí
y se han herido unos a otros. Conque ¡al botín, Moab!»
24 Cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los
israelitas y batieron a Moab, que huyó ante ellos; ellos avanzaron
impetuosamente y derrotaron a Moab,
25 destruyeron las ciudades, arrojaron sobre los mejores campos cada
uno su piedra y los llenaron, cegaron todos los manantiales, talaron todo
árbol bueno; sólo le quedaron sus piedras a Quir Jeres, y los honderos la
cercaron y la batieron.
26 Viendo el rey de Moab que llevaba la parte peor de la batalla, tomó
consigo setecientos hombres que tiraban de espada para abrir brecha hacía
el rey de Aram, pero no pudieron.
27 Tomó entonces a su primogénito, el que había de reinar en su lugar,
y lo alzó en holocausto sobre la muralla, y hubo gran cólera contra los
israelitas, que se alejaron de allí volviendo al país.

2 Reyes 4
1 Una de las mujeres de la comunidad de los profetas clamó a Eliseo
diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto; tú sabes que tu siervo temía a
Yahveh. Pero el acreedor ha venido a tomar mis dos hijos para esclavos
suyos.»
2 Eliseo dijo: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa.»
Respondió ella: «Tu sierva no tiene en casa más que una orza de aceite.»
3 Dijo él: «Anda y pide fuera vasijas a todas tus vecinas, vasijas
vacías, no te quedes corta.
4 Entra luego y cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos, y vierte
sobre todas esas vasijas, y las pones aparte a medida que se vayan
llenando.»
5 Se fue ella de su lado y cerró la puerta tras de sí y tras de sus hijos;
éstos le acercaban las vasijas y ella iba vertiendo.
6 Cuando las vasijas se llenaron, dijo ella a su hijo: «Tráeme otra
vasija.» El dijo: «Ya no hay más.» Y el aceite se detuvo.
7 Fue ella a decírselo al hombre de Dios, que dijo: «Anda y vende el
aceite y paga a tu acreedor, y tú y tus hijos viviréis de lo restante.»
8 Un día pasó Eliseo por Sunem; había allí una mujer principal y le
hizo fuerza para que se quedara a comer, y después, siempre que pasaba,
iba allí a comer.
9 Dijo ella a su marido: «Mira, sé que es un santo hombre de Dios que
siempre viene por casa.
10 Vamos a hacerle una pequeña alcoba de fábrica en la terraza y le
pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y cuando
venga por casa, que se retire allí.»
11 Vino él en su día, se retiró a la habitación de arriba, y se acostó en
ella.
12 Dijo él a Guejazí su criado: «Llama a esta sunamita.» La llamó y
ella se detuvo ante él.
13 El dijo a su criado: «Dile: Te has tomado todos estos cuidados por
nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que hablemos en tu favor al
rey o al jefe del ejército?» Ella dijo: «Vivo en medio de mi pueblo.»
14 Dijo él: «¿Qué podemos hacer por ella?» Respondió Guejazí: «Por
desgracia ella no tiene hijos y su marido es viejo.»
15 Dijo él: «Llámala.» La llamó y ella se detuvo a la entrada.
16 Dijo él: «Al año próximo, por este mismo tiempo, abrazarás un
hijo.» Dijo ella: «No, mi señor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.»
17 Concibió la mujer y dio a luz un niño en el tiempo que le había
dicho Eliseo.
18 Creció el niño y un día se fue donde su padre junto a los segadores.
19 Dijo a su padre: «¡Mi cabeza, mi cabeza!» El padre dijo a un
criado: «Llévaselo a su madre.»
20 Lo tomó y lo llevó a su madre. Estuvo sobre las rodillas de ella
hasta el mediodía y murió.
21 Subió y le acostó sobre el lecho del hombre de Dios, cerró tras el
niño y salió.
22 Llamó a su marido y le dijo: «Envíame uno de los criados con una
asna. Voy a salir donde el hombre de Dios y volveré.»
23 Dijo él: «¿Por qué vas donde él? No es hoy novilunio ni sábado.»
Pero ella dijo: «Paz.»
24 Hizo aparejar el asna y dijo a su criado: «Guía y anda, no me
detengas en el viaje hasta que yo te diga.»
25 Fue ella y llegó donde el hombre de Dios, al monte Carmelo.
Cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: «Ahí
viene nuestra sunamita.
26 Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien tú? ¿Está
bien tu marido? ¿Está bien el niño?» Ella respondió: «Bien.»
27 Llegó donde el hombre de Dios, al monte, y se abrazó a sus pies; se
acercó Guejazí para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala,
porque su alma está en amargura y Yahveh me lo ha ocultado y no me lo ha
manifestado.»
28 Ella dijo: «¿Acaso pedí un hijo a mi señor? ¿No te dije que no me
engañaras?»
29 Dijo a Guejazí: «Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y
vete; si te encuentras con alguien no le saludes, y si alguien te saluda no le
respondas, y pon mi bastón sobre la cara del niño.»
30 Pero la madre del niño dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no
te dejaré.» El pues, se levantó y se fue tras ella.
31 Guejazí había partido antes que ellos y había colocado el bastón
sobre la cara del niño, pero no tenía voz ni señales de vida, de modo que se
volvió a su encuentro y le manifestó: «El niño no se despierta.»
32 Llegó Eliseo a la casa; el niño muerto estaba acostado en su lecho.
33 Entró y cerró la puerta tras de ambos, y oró a Yahveh.
34 Subió luego y se acostó sobre el niño, y puso su boca sobre la boca
de él, sus ojos sobre los ojos, sus manos sobre las manos, se recostó sobre
él y la carne del niño entró en calor.
35 Se puso a caminar por la casa de un lado para otro, volvió a subir y
a recostarse sobre él hasta siete veces y el niño estornudó y abrió sus ojos.
36 Llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la sunamita.» La llamó y ella
llegó donde él. Dijo él: «Toma tu hijo.»
37 Entró ella y, cayendo a sus pies, se postró en tierra y salió
llevándose a su hijo.
38 Cuando Eliseo se volvió a Guilgal había hambre en el país. La
comunidad de los profetas estaba sentada ante él y dijo a su criado: «Toma
la olla grande y pon a cocer potaje para los profetas.»
39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas comestibles;
encontró una viña silvestre y recogió una especie de calabazas silvestres
hasta llenar su vestido; fue y las cortó en pedazos en la olla del potaje, pues
no sabía lo que era.
40 Lo sirvieron después para que comieran los hombres y, cuando
estaban comiendo, comenzaron a gritar diciendo: « ¡La muerte en la olla,
hombre de Dios!» Y no pudieron comer.
41 El dijo: «Traedme harina», y la echó en la olla. Dijo: «Repartid
entre la gente.» Comieron y no había nada malo en la olla.
42 Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias
de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga; y dijo Eliseo:
«Dáselo a la gente para que coman.»
43 Su servidor dijo: «¿Cómo voy a dar esto a cien hombres?» Él dijo:
«Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y
sobrará.»
44 Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de
Yahveh.

2 Reyes 5
1 Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, era hombre muy
estimado y favorecido por su señor, porque por su medio había dado
Yahveh la victoria a Aram. Este hombre era poderoso, pero tenía lepra.
2 Habiendo salido algunas bandas de arameos, trajeron de la tierra de
Israel una muchachita que se quedó al servicio de la mujer de Naamán.
3 Dijo ella a su señora: «Ah, si mi señor pudiera presentarse al profeta
que hay en Samaría, pues le curaría de su lepra.»
4 Fue él y se lo manifestó a su señor diciendo: «Esto y esto ha dicho la
muchacha israelita.»
5 Dijo el rey de Aram: «Anda y vete; yo enviaré una carta al rey de
Israel.» Fue y tomó en su mano diez talentos de plata, 6.000 siclos de oro y
diez vestidos nuevos.
6 Llevó al rey de Israel la carta que decía: «Con la presente, te envío a
mi siervo Naamán, para que le cures de su lepra.»
7 Al leer la carta el rey de Israel, desgarró sus vestidos diciendo:
«¿Acaso soy yo Dios para dar muerte y vida, pues éste me manda a que
cure a un hombre de su lepra? Reconoced y ved que me busca querella.»
8 Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había
rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: « ¿Por qué has rasgado tus
vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel.»
9 Llegó Naamán con sus caballos y su carro y se detuvo a la entrada
de la casa de Eliseo.
10 Eliseo envió un mensajero a decirle: «Vete y lávate siete veces en
el Jordán y tu carne se te volverá limpia.»
11 Se irritó Naamán y se marchaba diciendo: «Yo que había dicho:
¡Seguramente saldrá, se detendrá, invocará el nombre de Yahveh su Dios,
frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra!
12 ¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no son mejores que
todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos para quedar
limpio?» Y, dando la vuelta, partió encolerizado.
13 Se acercaron sus servidores, le hablaron y le dijeron: «Padre mío; si
el profeta te hubiera mandado una cosa difícil ¿es que no la hubieras hecho?
¡Cuánto más habiéndote dicho: Lávate y quedarás limpio!»
14 Bajó, pues, y se sumergió siete veces en el Jordán, según la palabra
del hombre de Dios, y su carne se tornó como la carne de un niño pequeño,
y quedó limpio.
15 Se volvió al hombre de Dios, él y todo su acompañamiento, llegó,
se detuvo ante él y dijo: «Ahora conozco bien que no hay en toda la tierra
otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe un presente de tu siervo.»
16 Pero él dijo: «Vive Yahveh a quien sirvo, que no lo aceptaré»; le
insistió para que lo recibiera, pero no quiso.
17 Dijo Naamán: «Ya que no, que se dé a tu siervo, de esta tierra, la
carga de dos mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificio
a otros dioses sino a Yahveh.
18 Que Yahveh dispense a su siervo por tener que postrarse en el
templo de Rimmón cuando mi señor entre en el templo para adorar allí,
apoyado en mi brazo; que Yahveh dispense a tu siervo por ello.»
19 El le dijo: «Vete en paz.» Y se alejó de él una cierta distancia.
20 Guejazí, el criado de Eliseo, el hombre de Dios, se dijo: «Mi amo
ha sido indulgente con Naamán, ese arameo, al no aceptar de su mano lo
que traía. ¡Vive Yahveh!, que voy a correr tras él y tomaré algo de su
mano.»
21 Guejazí partió en seguimiento de Naamán. Naamán vio que corría
tras de él y saltó del carro a su encuentro y dijo: «Todo va bien?»
22 Respondió: «Bien. Mi señor me envía a decirte: Acaban de llegar a
mí dos jóvenes de la montaña de Efraím, de la comunidad de los profetas;
dame, por favor, para ellos un talento de plata y dos vestidos de fiesta.»
23 Dijo Naamán: «Dígnate aceptar dos talentos y dos vestidos de
fiesta.» Le insistió, y metió dos talentos de plata en dos sacos y se lo
entregó a dos de sus criados que lo llevaron delante de él.
24 Cuando llegó a Ofel, lo tomó de sus manos, y lo puso en la casa y
despidió a los hombres, que se fueron.
25 Cuando llegó y se presentó a su señor, Eliseo le dijo: «¿De dónde
vienes Guejazí?» Respondió él: «Tu siervo no ha ido ni aquí ni allá.»
26 Le replicó: «¿No iba contigo mi corazón cuando un hombre saltó
de su carro a tu encuentro? Ahora has recibido plata y puedes adquirir
jardines, olivares y viñas, rebaños de ovejas y bueyes, siervos y siervas.
27 Pero la lepra de Naamán se pegará a ti y a tu descendencia para
siempre.» Y salió de su presencia con lepra blanca como la nieve.

2 Reyes 6
1 Los profetas dijeron a Eliseo: «Mira, el lugar en que habitamos a tu
lado, es estrecho para nosotros.
2 Vayamos al Jordán y tomemos allí cada uno una viga, y nos
haremos allí un lugar para habitar en él.» Dijo: «Id.»
3 Uno de ellos dijo: «Dígnate venir con tus siervos.» Dijo él: «Iré.»
4 Se fue con ellos y llegando al Jordán se pusieron a cortar los árboles.
5 Estaba uno derribando una viga cuando el hierro se cayó al agua y
gritó diciendo: «¡Ay, mi señor, que era prestado!»
6 El hombre de Dios dijo: «¿Dónde ha caído?» Y le mostró el sitio.
Entonces cortó un trozo de madera y lo arrojó allí, y sacó el hierro a flote.
7 Dijo: «Hazlo subir hacia ti.» El extendió su mano y lo agarró.
8 El rey de Aram estaba en guerra con Israel y celebró consejo con sus
siervos diciendo: «Bajad contra tal plaza.»
9 El hombre de Dios envió a decir al rey de Israel: «Ten cuidado de
esa plaza, porque los arameos bajan contra ella.»
10 El rey de Israel envió gente al lugar que el hombre de Dios le había
dicho. El le advertía y el rey estaba allí alerta, y no una ni dos veces.
11 El corazón del rey de Aram se inquietó por este hecho, y llamando
a sus oficiales les dijo: «¿No me vais a descubrir quién nos traiciona ante el
rey de Israel?»
12 Uno de los oficiales dijo: «No, rey mi señor, sino que Eliseo, el
profeta que hay en Israel, ha avisado al rey de Israel de las palabras que has
dicho en el interior de tu dormitorio.»
13 El dijo: «Id y ved dónde está y enviaré a prenderlo.» Se le avisó
diciendo: «Está en Dotán.»
14 Y mandó allí caballos, carros y un fuerte destacamento, que
llegaron por la noche y cercaron la ciudad.
15 Al día siguiente se levantó el criado del hombre de Dios para salir,
pero el destacamento rodeaba la ciudad, con caballos y carros, y su criado
le dijo: «¡Ay, mi señor!, ¿qué vamos a hacer?»
16 El respondió: «No temas, que hay más con nosotros que con ellos.»
17 Oró Eliseo y dijo: «Yahveh, abre sus ojos para que vea.» Abrió
Yahveh los ojos del criado y vio que la montaña estaba llena de caballos y
carros de fuego en torno a Eliseo.
18 Bajaron hacia él los arameos y entonces Eliseo suplicó a Yahveh
diciendo: «Deslumbra a esas gentes.» Y las deslumbró según la palabra de
Eliseo.
19 Eliseo les dijo: «No es éste el camino y no es ésta la ciudad. Venid
detrás de mí y os llevaré donde el hombre que buscáis.» Y los llevó a
Samaría.
20 Cuando entraron en Samaría, Eliseo dijo: «Yahveh, abre sus ojos
para que vean.» Abrió Yahveh sus ojos y vieron que estaban dentro de
Samaría.
21 Cuando el rey de Israel los vio dijo a Eliseo: «¿Los mato, padre
mío?»
22 El respondió: «No los mates. ¿Acaso a los que haces cautivos con
tu espada y con tu arco los matas? Pon ante ellos pan y agua para que
coman y beban y se vuelvan a su señor.»
23 Les sirvió un gran banquete, comieron, bebieron y los despidió, y
se fueron a su señor, y las bandas de Aram no volvieron a entrar en la tierra
de Israel.
24 Sucedió después de esto que Ben Hadad, rey de Aram, reunió todas
sus tropas y subió y puso sitio a Samaría.
25 Hubo gran hambre en Samaría; y tanto la apretaron que una cabeza
de asno valía ochenta siclos de plata, y un par de cebollas silvestres cinco
siclos de plata.
26 Pasaba el rey de Israel por la muralla cuando una mujer clamó a él
diciendo: «Sálvame, rey mi señor!»
27 Respondió: «Si Yahveh no te salva, ¿con qué puedo salvarte yo?
¿Con la era o con el lagar?»
28 Díjole el rey: «¿Qué te ocurre?» Ella respondió: «Esta mujer me
dijo: “Trae a tu hijo y lo comeremos hoy; y el mío lo comeremos mañana.”
29 Cocimos a mi hijo y nos lo comimos; al otro día le dije: “Trae tu
hijo y lo comeremos”, pero ella lo ha escondido.»
30 Cuando el rey oyó las palabras de la mujer desgarró sus vestidos;
como pasaba sobre la muralla, el pueblo vio que llevaba sayal a raíz de su
carne.
31 Dijo: «Esto me haga el señor y esto me añada si hoy le queda la
cabeza sobre los hombros a Eliseo, hijo de Safat.»
32 Estaba Eliseo sentado en su casa y los ancianos estaban sentados
con él. El rey envió un hombre por delante, pero antes que llegara el
mensajero a donde él, dijo él a los ancianos: «Habéis visto que este hijo de
asesino ha mandado cortar mi cabeza. Mirad, cuando llegue el mensajero,
cerrad la puerta y rechazadle con ella. ¿Acaso no se oye tras de él el ruido
de los pasos de su señor?»
33 Todavía estaba hablando con ellos cuando el rey bajó al él y dijo:
«¡Todo este mal viene de Yahveh! ¿Cómo he de confiar aún en Yahveh?»

2 Reyes 7
1 Dijo Eliseo: «Escucha la palabra de Yahveh: Así dice Yahveh:
Mañana a esta hora estará la arroba de flor de harina a siclo, y las dos
arrobas de cebada a siclo, en la puerta de Samaría.»
2 El escudero, sobre cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al
hombre de Dios y le dijo: «Aunque Yahveh abriera ventanas en el cielo
¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió: «Con tus ojos lo verás, pero no lo
comerás.»
3 Cuatro hombres que estaban leprosos se hallaban a la entrada de la
puerta y se dijeron uno a otro: «¿Por qué estarnos aquí hasta morir?
4 Si decimos: “vamos a entrar en la ciudad”, como hay hambre en ella,
allí nos moriremos, y si nos quedamos aquí, moriremos igual. Así que
vamos a pasarnos al campamento de Aram; si nos dejan vivir, viviremos, y
si no matan, moriremos.»
5 Se levantaron al anochecer para ir al campamento de Aram; llegaron
hasta el límite del campamento de Aram y no había allí nadie,
6 porque el Señor había hecho oír en el campamento de Aram
estrépito de carros, estrépito de caballos y estrépito de un gran ejército, y se
dijeron unos a otros: «El rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a
los reyes de los hititas y a los reyes de Egipto para que vengan contra
nosotros.»
7 Se levantaron y huyeron al anochecer abandonando su tiendas, sus
caballos y sus asnos, el campamento tal como estaba, y huyeron para salvar
sus vidas.
8 Aquellos leprosos llegaron al límite del campamento y, entrando en
una tienda, comieron, bebieron y se llevaron de allí plata, oro y vestidos, y
fueron a esconderlo. Regresaron y entraron en otra tienda y escondieron lo
que de allí se llevaron.
9 Se dijeron uno a otro: «No está bien lo que hacemos; hoy es un día
de albricias; y si nosotros estamos callados hasta el lucir de la mañana
incurriremos en culpa; así pues, vayamos, entremos y anunciémoslo a la
casa del rey.»
10 Llegaron y llamaron a los guardias de la ciudad y se lo anunciaron
diciendo: «Hemos ido al campamento de Aram y no hay nadie, ninguna voz
de hombre; sólo los caballos atados, los asnos atados y las tiendas intactas.»
11 Llamaron los centinelas y lo comunicaron al interior de la casa del
rey.
12 Se levantó el rey de noche y dijo a sus oficiales: «Os voy a decir lo
que nos ha hecho Aram; saben que estamos hambrientos, han salido del
campamento y se han escondido en el campo pensando: Saldrán de la
ciudad, los prenderemos vivos y entraremos en la ciudad.»
13 Uno de los oficiales respondió y dijo: «Que se tomen cinco de los
caballos restantes, pues les va a pasar lo que a toda la muchedumbre de
Israel que ha perecido; y enviémosles para ver.»
14 Tomaron dos tiros de caballos y los envió el rey en pos de los
arameos diciendo: «Id y ved.»
15 Fueron tras ellos hasta el Jordán, y todo el camino estaba lleno de
vestidos y objetos que habían arrojado los arameos en su precipitación. Los
mensajeros volvieron y se lo comunicaron al rey.
16 Salió el pueblo y saqueó el campamento de Aram; la arroba de flor
de harina estaba a siclo y las dos arrobas de cebada a siclo, según la palabra
de Yahveh.
17 El rey había puesto de vigilancia a la puerta al escudero en cuyo
brazo se apoyaba; pero el pueblo le pisoteó en la puerta y murió, según la
palabra del hombre de Dios, cuando el rey bajó donde él.
18 Sucedió según la palabra del hombre de Dios al rey cuando dijo:
«Mañana a esta hora estarán a siclo las dos arrobas de cebada y a siclo la
arroba de flor de harina en la puerta de Samaría.»
19 Respondió el escudero al hombre de Dios diciendo: «Aunque
Yahveh abriera ventanas en el cielo, ¿podría ocurrir tal cosa?» Respondió:
«Con tus ojos lo verás, pero no lo comerás.»
20 Y así sucedió. El pueblo lo pisoteó en la puerta y murió.

2 Reyes 8
1 Eliseo dijo a la mujer cuyo hijo había resucitado: «Levántate y vete,
tú y tu casa, a residir donde puedas, porque Yahveh ha llamado al hambre y
viene ya hacia la tierra por siete años.»
2 Se levantó la mujer e hizo según la palabra del hombre de Dios; se
fue ella y su familia a vivir en tierra de filisteos siete años.
3 Al cabo de los siete años volvió la mujer del país de los filisteos y
fue a apelar al rey por su casa y por su campo.
4 Estaba el rey hablando con Guejazí, criado del hombre de Dios, y le
decía: «Cuéntame todas las grandes cosas que hizo Eliseo.»
5 Estaba él contando al rey cómo había resucitado al muerto, cuando
llegó la mujer, cuyo hijo había resucitado, para apelar al rey por su casa y
su campo y dijo Guejazí: «¡Oh mi señor! Esta es la mujer y éste su hijo, al
que resucitó Eliseo.»
6 Preguntó el rey a la mujer y ella se lo relató; el rey puso un eunuco a
disposición de la mujer diciendo: «Que se le devuelva todo lo suyo, con
todos los productos del campo, desde el día en que ella abandonó la tierra
hasta ahora.»
7 Eliseo fue a Damasco. Ben Hadad, rey de Aram, estaba enfermo y le
avisaron: «El hombre de Dios ha venido aquí.»
8 Dijo el rey a Jazael: «Toma en tu mano un presente y vete al
encuentro del hombre de Dios y consulta a Yahveh por su medio diciendo:
¿Sobreviviré a esta enfermedad?»
9 Fue Jazael a su encuentro llevando en su mano un presente de todo
lo mejor de Damasco, la carga de cuarenta camellos; entró, se detuvo ante
él y dijo: «Tu hijo Ben Hadad, rey de Aram, me ha enviado a ti para
preguntarte: ¿Sobreviviré a esta enfermedad?»
10 Eliseo le dijo: «Vete y dile: “Puedes vivir”; pero Yahveh me ha
hecho ver que de cierto morirá.»
11 Y se inmovilizaron sus facciones quedándose rígido en extremo, y
rompió a llorar el varón de Dios.
12 Dijo Jazael: «¿Por qué llora mi señor?» Le respondió: «Porque sé
el mal que vas a hacer a los israelitas: pasarás a fuego sus fortalezas,
matarás a espada a sus mejores, aplastarás a sus pequeñuelos y abrirás el
vientre a sus embarazadas.»
13 Dijo Jazael: «Pues, ¿qué es tu siervo? ¿Como un perro hará cosa
tan enorme?» Respondió Eliseo: «Yahveh ha hecho que te vea como rey de
Aram.»
14 Partió de junto a Eliseo y llegó donde su señor. Le preguntó: «¿Qué
te ha dicho Eliseo?» Respondió: «Me ha dicho que puedes vivir.»
15 A la mañana siguiente tomó una manta, la empapó en agua y la
extendió sobre su rostro y murió. Reinó en su lugar Jazael.
16 El año quinto de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a
reinar Joram, hijo de Josafat, rey de Judá.
17 Tenía 32 años cuando comenzó a reinar y reinó ocho años en
Jerusalén.
18 Anduvo por el camino de los reyes de Israel como había hecho la
casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab,
e hizo mal a los ojos de Yahveh.
19 Pero Yahveh no quiso destruir a Judá a causa de David su siervo
según lo que le había dicho, que le daría una lámpara en su presencia para
siempre.
20 En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá, y se
proclamaron un rey.
21 Pasó Joram a Saír con todos sus carros. Se levantó por la noche y
batió a Edom que le tenía cercado a él y a los jefes de los carros, pero el
pueblo huyó a sus tiendas.
22 Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy;
también se rebeló Libná. En aquel tiempo...
23 El resto de los hechos de Joram, todo lo que hizo ¿no está escrito
en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
24 Joram se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la
ciudad de David, y reinó en su lugar su hijo Ocozías.
25 El año doce de Joram, hijo de Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar
Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.
26 Veintidós años tenía Ocozías cuando comenzó a reinar y reinó un
año en Jerusalén; el nombre de su madre era Atalía, hija de Omrí, rey de
Israel.
27 Anduvo por el camino de la casa de Ajab, e hizo mal a los ojos de
Yahveh como la casa de Ajab, porque había emparentado con la casa de
Ajab.
28 Partió con Joram, hijo de Ajab, para hacer la guerra a Jazael, rey de
Aram, en Ramot de Galaad, y los arameos hirieron a Joram.
29 El rey Joram se volvió a Yizreel para curarse de las heridas que le
habían infligido los arameos en Ramot cuando combatía a Jazael, rey de
Aram; Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, bajó a Yizreel a visitar a Joram,
hijo de Ajab, porque estaba enfermo.

2 Reyes 9
1 El profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo:
«Ciñe tu cintura y toma este frasco de aceite en tu mano y vete a Ramot de
Galaad.
2 Cuando llegues allí, verás a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí; en
llegando, haz que se levante de entre sus compañeros y hazle entrar en una
habitación apartada.
3 Tomarás el frasco de aceite y lo derramarás sobre su cabeza
diciendo: “Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel.” Abres luego la
puerta y huyes sin detenerte.»
4 El joven partió para Ramot de Galaad.
5 Cuando llegó estaban los jefes del ejército sentados y dijo: «Tengo
una palabra para ti, jefe.» Jehú preguntó: «¿Para quién de nosotros?»
Respondió: «Para ti, jefe.»
6 Jehú se levantó y entró en la casa; el joven derramó el aceite sobre
su cabeza y le dijo: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Te he ungido rey
del pueblo de Yahveh, de Israel.
7 Herirás a la casa de Ajab, tu señor, y vengaré la sangre de mis
siervos los profetas y la sangre de todos los siervos de Yahveh de mano de
Jezabel.
8 Toda la casa de Ajab perecerá y exterminaré a todos los varones de
Ajab, libres o esclavos, en Israel.
9 Dejaré la casa de Ajab como la casa de Jeroboam, hijo de Nebat, y
como la casa de Basá, hijo de Ajías.
10 Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Yizreel; no
tendrá sepultura.» Y abriendo la puerta, huyó.
11 Jehú salió a donde los servidores de su señor. Le dijeron: «¿Todo
va bien? ¿A qué ha venido a ti ese loco?» Respondió: «Vosotros conocéis a
ese hombre y sus palabras.»
12 Dijeron: «No es verdad. Dínoslo.» Replicó «Esto y esto me ha
dicho: Así dice Yahveh: Te he ungido rey de Israel.»
13 Se apresuraron a tomar cada uno su manto que colocaron bajo él
encima de las gradas; tocaron el cuerno y gritaron: «Jehú es rey.»
14 Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, conspiró contra Joram. Estaba
Joram custodiando Ramot de Galaad, él y todo Israel, contra Jazael, rey de
Aram.
15 Pero el rey Joram tuvo que volverse a Yizreel para curarse de las
heridas que le habían infligido los arameos en su batalla contra Jazael, rey
de Aram. Jehú dijo: «Si éste es vuestro deseo, que no salga de la ciudad
ningún fugitivo que ponga en aviso a Yizreel.»
16 Montó Jehú en el carro y se fue a Yizreel, pues Joram estaba
acostado allí, y Ocozías, rey de Judá, había bajado a visitar a Joram.
17 El vigía que estaba sobre la torre de Yizreel vio la tropa de Jehú
que llegaba y dijo: «Veo una tropa.» Dijo Joram: «Que se tome uno de a
caballo y se le envíe a su encuentro y pregunte: ¿Hay paz?»
18 Salió el jinete a su encuentro y dijo: «Así dice el rey: ¿Hay paz?»
Jehú respondió: «¿Qué te importa a ti la paz? Ponte detrás de mí.» El vigía
avisó: «El mensajero ha llegado donde ellos, pero no vuelve.»
19 Volvió segunda vez a enviar un jinete que llegó donde ellos y dijo:
«Así dice el rey: ¿Hay paz?» Respondió Jehú: «¿Qué te importa a ti la paz?
Ponte detrás de mí.»
20 El vigía avisó: «Ha llegado a ellos pero no vuelve. Su modo de
guiar es el guiar de Jehú, hijo de Nimsí, pues conduce como un loco.»
21 Dijo Joram: «Enganchad.» Engancharon su carro y salieron Joram,
rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, cada uno en su carro, y partieron al
encuentro de Jehú. Le encontraron en el campo de Nabot el de Yizreel.
22 Cuando Joram vio a Jehú, preguntó: «¿Hay paz, Jehú?» Respondió:
«¿Qué paz mientras duran las prostituciones de tu madre Jezabel y sus
muchas hechicerías?»
23 Volvió riendas Joram y huyó diciendo a Ocozías: «Traición,
Ocozías.»
24 Jehú tensó el arco en su mano y alcanzó a Joram entre los hombros;
la flecha le atravesó el corazón y se desplomó en su carro.
25 Jehú dijo a su escudero Bidcar: «Llévale y arrójale en el campo de
Nabot de Yizreel, pues recuerda que, cuando yo y tú marchábamos en carro
detrás de Ajab, su padre, Yahveh lanzó contra él esta sentencia:
26 “¿Es que no he visto yo ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus
hijos?, oráculo de Yahveh. Yo le devolveré lo mismo en este campo,
oráculo de Yahveh.” Así que llévale y arrójale en el campo según la palabra
de Yahveh.»
27 Viendo esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet
Haggan; Jehú partió en su persecución diciendo: «¡ También a él!
¡Matadle!» Y le hirieron en su carro en la cuesta de Gur, la de Yibleam; se
refugió en Meguiddó y murió allí.
28 Sus servidores le llevaron en carro a Jerusalén y le sepultaron en su
sepulcro con sus padres en la ciudad de David.
29 Ocozías había comenzado a reinar en Judá en el año once de
Joram, hijo de Ajab.
30 Entró Jehú en Yizreel; habiéndolo oído Jezabel, se puso afeites en
los ojos, adornó su cabeza y se asomó a la ventana,
31 y cuando Jehú entraba por la puerta, dijo ella: «¿Todo va bien,
Zimrí, asesino de su señor?»
32 Alzó su rostro hacia la ventana y dijo: «¿Quién está conmigo,
quién?» Se asomaron hacia él dos o tres eunucos,
33 y él les dijo: «Echadla abajo.» La echaron abajo y su sangre salpicó
los muros y a los caballos, que la pisotearon.
34 Entró, comió, bebió y dijo: «Ocupaos de esa maldita y enterradla,
pues es hija de rey.»
35 Fueron a enterrarla y no hallaron de ella más que el cráneo, los pies
y las palmas de las manos.
36 Volvieron a comunicárselo y él dijo: «Es la palabra que Yahveh
había dicho por boca de su siervo Elías tesbita: “En el campo de Yizreel
comerán los perros la carne de Jezabel.
37 El cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del
campo, de modo que no se podrá decir: Esta es Jezabel.”»

2 Reyes 10
1 Tenía Ajab setenta hijos en Samaría. Escribió Jehú cartas y las envió
a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los ancianos y a los preceptores de los
hijos de Ajab diciendo:
2 «Así que esta carta llegue a vosotros, como están con vosotros los
hijos de vuestro señor y tenéis carros, caballos, una ciudad fuerte y armas,
3 ved quién es el mejor y más justo de los hijos de vuestro señor y
ponedle en el trono de su padre y pelead por la casa de vuestro señor.»
4 Pero ellos tuvieron grandísimo temor y dijeron: «Los dos reyes no
pudieron sostenerse ante él. ¿Cómo podremos resistir nosotros?»
5 El mayordomo de palacio, el comandante de la ciudad, los ancianos
y los preceptores enviaron a decir a Jehú: « Somos siervos tuyos; haremos
cuanto nos digas; no proclamaremos rey a nadie; haz lo que parezca bien a
tus ojos.»
6 Les envió una segunda carta diciendo: «Si estáis por mí y escucháis
mi voz, tomad a los jefes de los hombres de la casa de vuestro señor y venid
a mí mañana a esta hora, a Yizreel.» (Los setenta hijos del rey estaban con
los magnates de la ciudad que los criaban.)
7 En llegando la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los
setenta, pusieron sus cabezas en cestas y se las enviaron a Yizreel.
8 Entró el mensajero y le avisó diciendo: «Han hecho traer las cabezas
de los hijos del rey.» Respondió: «Ponedlas en dos montones a la entrada
de la puerta, hasta la mañana.»
9 Por la mañana salió, se presentó y dijo a todo el pueblo: «Sed justos.
Yo he conspirado contra mi señor y le he matado, pero ¿quién ha matado a
todos éstos?
10 Sabed, pues, que no caerá en tierra ninguna de las palabras que
Yahveh dijo contra la casa de Ajab: Yahveh ha hecho lo que dijo por boca
de su siervo Elías.»
11 Y Jehú mató a todos los que quedaban de la casa de Ajab en
Yizreel, a todos sus magnates, sus familiares, sus sacerdotes, sin dejar ni
uno con vida.
12 Se levantó Jehú y entró. Luego partió para Samaría y, estando de
camino en Bet Equed de los Pastores,
13 encontró Jehú a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y preguntó:
«¿Quiénes sois vosotros?» Ellos respondieron: «Somos los hermanos de
Ocozías y bajamos a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina.»
14 Dijo él: «Prendedlos vivos.» Los prendieron vivos, y los degolló en
la cisterna de Bet Equed, 42 hombres, y no dejó ni uno de ellos.
15 Partió de allí y encontró a Yonadab, hijo de Rekab, que le salía al
encuentro; le saludó y le dijo: «¿Es tu corazón tan recto como el mío para el
tuyo?» Respondió Yonadab: «Lo es.» «Si lo es, dame tu mano.» Yonadab le
dio la mano, y él le hizo subir a su carro.
16 Y le dijo: «Sube conmigo y verás mi celo por Yahveh»; y le llevó
en su carro.
17 Entró en Samaría y mató a todos los supervivientes de Ajab en
Samaría, hasta exterminarlos, según la palabra que había dicho Yahveh a
Elías.
18 Reunió Jehú a todo el pueblo y les dijo: «Ajab sirvió a Baal un
poco, Jehú le servirá mucho,
19 así que llamadme a todos los profetas de Baal, y a todos sus
sacerdotes, sin que falte ninguno, porque tengo que hacer un gran sacrificio
a Baal; todo el que falte morirá.» Jehú obraba con astucia para hacer
perecer a los servidores de Baal.
20 Dijo Jehú: «Convocad una reunión santa para Baal.» Ellos la
convocaron.
21 Envió Jehú mensajeros por todo Israel y vinieron todos los siervos
de Baal, no quedó nadie sin venir. Entraron en el templo de Baal quedando
lleno el templo de punta a cabo.
22 Dijo al encargado del vestuario: «Saca los vestidos para todos los
servidores de Baal.» El hizo sacar los vestidos para ellos.
23 Jehú vino con Yonadab, hijo de Rekab, al templo de Baal y dijo a
los fieles de Baal: «Investigad y ved no haya aquí entre vosotros algún
siervo de Yahveh, sino tan sólo siervos de Baal.»
24 Y entró para hacer los sacrificios y los holocaustos. Pero Jehú
había colocado fuera ochenta hombres y dijo: « El que deje escapar a uno
de los hombres que yo voy a entregar en vuestras manos, responderá con su
vida.»
25 Cuando hubo acabado de hacer el holocausto, dijo Jehú a la guardia
y a los escuderos: «Entrad y matadles. Que nadie salga.» La guardia y los
escuderos entraron, los pasaron a filo de espada y llegaron hasta el santuario
del templo de Baal.
26 Sacaron el cipo del templo de Baal y lo quemaron.
27 Derribaron el altar de Baal, demolieron el templo de Baal, y lo
convirtieron en cloaca hasta el día de hoy.
28 Jehú exterminó a Baal de Israel.
29 Pero Jehú no se apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de
Nebat, hizo pecar a Israel, los becerros de oro de Betel y de Dan.
30 Dijo Yahveh a Jehú: «Porque te has portado bien haciendo lo recto
a mis ojos y has hecho a la casa de Ajab según todo lo que yo tenía en mi
corazón, tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán sobre el trono de
Israel.»
31 Pero Jehú no guardó el camino de la ley de Yahveh, Dios de Israel,
con todo su corazón, no se apartó de los pecados con que Jeroboam hizo
pecar a Israel.
32 En aquellos días comenzó Yahveh a cercenar a Israel, y Jazael
batió todas las fronteras de Israel,
33 desde el Jordán al sol levante, todo el país de Galaad, de los
gaditas, de los rubenitas, de Manasés, desde Aroer, sobre el torrente Arnón,
Galaad y Basán.
34 El resto de los hechos de Jehú, todo cuanto hizo, toda su bravura
¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
35 Se acostó Jehú con sus padres y le sepultaron en Samaría, y su hijo
Joacaz reinó en su lugar.
36 Los días que Jehú reinó sobre Israel fueron veintiocho años en
Samaría.

2 Reyes 11
1 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se
levantó y exterminó toda la estirpe real.
2 Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a
Joás, hijo de Ocozías y lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban
matando, y puso a él y a su nodriza en el dormitorio, ocultándolo de la vista
de Atalia, y no le mataron.
3 Seis años estuvo escondido con ella en la Casa de Yahveh, mientras
Atalía reinaba en el país.
4 El año séptimo, Yehoyadá envió a buscar a los jefes de cien de los
carios y de los corredores, y los hizo venir donde él a la Casa de Yahveh y,
haciendo un pacto con ellos, les hizo prestar juramento y les mostró al hijo
del rey.
5 Luego, les ordenó: «Esto es lo que tenéis que hacer: un tercio de
vosotros, los que entran el sábado, que custodien la casa del rey.
7 Las otras dos partes, todos los que salen el sábado, se quedarán
guardando la Casa de Yahveh, junto al rey.
8 Os pondréis en torno al rey, cada uno con sus armas en la mano.
Todo el que venga contra vuestras filas, morirá. Estaréis junto al rey en sus
idas y venidas.»
9 Los jefes de cien hicieron cuanto les mandó el sacerdote Yehoyadá.
Cada uno tomó sus hombres, los que entraban el sábado y los que salían el
sábado, y vinieron junto al sacerdote Yehoyadá.
10 El sacerdote dio a los jefes de cien las lanzas y escudos del rey
David que estaban en la Casa de Yahveh.
11 La guardia se apostó cada uno con sus armas en la mano, desde el
lado derecho de la Casa hasta el lado izquierdo, entre el altar y la Casa, para
que rodeasen al rey.
12 Hizo salir entonces al hijo del rey, le puso la diadema y el
Testimonio y le ungió. Batieron palmas y gritaron: «¡Viva el rey!»
13 Oyó Atalía el clamor del pueblo y se acercó al pueblo que estaba
en la Casa de Yahveh.
14 Cuando vio al rey de pie junto a la columna, según la costumbre, y
a los jefes y las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de la tierra lleno
de alegría y tocando las trompetas, rasgó Atalía sus vestidos y gritó: «
¡Traición, traición!»
15 El sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de las tropas diciendo:
«Hacedla salir de las filas y el que la siga que sea pasado a espada», porque
dijo el sacerdote: «Que no la maten en la Casa de Yahveh.»
16 Le echaron mano y, cuando llegó a la casa del rey, por el camino
de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.
17 Yehoyadá hizo una alianza entre Yahveh, el rey y el pueblo, para
ser pueblo de Yahveh; y entre el rey y el pueblo.
18 Fue todo el pueblo de la tierra al templo de Baal y lo derribó.
Destrozaron sus altares y sus imágenes, y mataron ante los altares a Matán,
sacerdote de Baal. El sacerdote puso centinelas en la Casa de Yahveh,
19 y después tomó a los jefes de cien, a los carios y a la guardia y a
todo el pueblo de la tierra, e hicieron bajar al rey de la Casa de Yahveh y
entraron a la casa del rey por el camino de la guardia, y se sentó en el trono
de los reyes.
20 Todo el pueblo de la tierra estaba contento y la ciudad quedó
tranquila; en cuanto a Atalía, había muerto a espada en la casa del rey.

2 Reyes 12
1 Siete años tenía Joás cuando comenzó a reinar.
2 El año séptimo de Jehú comenzó a reinar Joás y reinó cuarenta años
en Jerusalén; el nombre de su madre era Sibía de Berseba.
3 Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh todos los días, porque el
sacerdote Yehoyadá le había instruido.
4 Sólo que los altos no desaparecieron y el pueblo siguió ofreciendo
sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Joás dijo a los sacerdotes: «Todo el dinero de las ofrendas sagradas
que ha entrado en la Casa de Yahveh, el dinero de las tasas personales, todo
el dinero que ofrece el corazón de cada uno a la Casa de Yahveh,
6 lo tomarán los sacerdotes, cada uno en el círculo de sus amistades, y
ellos proveerán a las reparaciones de la Casa, en todo lo que deba ser
reparado».
7 Pero en el año veintitrés del rey Joás los sacerdotes no habían hecho
las reparaciones de la Casa.
8 Llamó entonces el rey Joás al sacerdote Yehoyadá y a los sacerdotes
y les dijo: «¿Por qué no hacéis las reparaciones de la Casa? Así que no
recibiréis el dinero de vuestras amistades, sino que lo daréis para la
reparación de la Casa.»
9 Los sacerdotes consintieron en no tomar dinero del pueblo ni hacer
reparaciones en la Casa.
10 El sacerdote Yehoyadá tomó un cofre, hizo un agujero en la tapa y
lo puso junto a la estela, a la derecha según se entra en la Casa de Yahveh, y
los sacerdotes que custodiaban el umbral depositaban en él todo el dinero
ofrecido a la Casa de Yahveh.
11 Cuando veían que había mucha plata en el cofre subía el secretario
del rey y el sumo sacerdote, se fundía, y se contaba la plata que se hallaba
en la Casa de Yahveh.
12 Entregaban el dinero contado en manos de los que hacían el
trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh; éstos lo empleaban en los
carpinteros y constructores que trabajaban en la Casa de Yahveh,
13 los albañiles y canteros, para comprar maderas y piedra de cantería
para hacer reparaciones en la Casa de Yahveh y para cuanto había que
reparar en la Casa.
14 Pero no se hacían para la Casa de Yahveh ni fuentes de plata, ni
cuchillos, ni acetres, ni trompetas, ni objetos de oro o plata con el dinero
ofrecido a la Casa de Yahveh,
15 sino que se daba a los que hacían el trabajo de las reparaciones de
la Casa de Yahveh.
16 No se pedían cuentas a los hombres en cuyas manos se ponía el
dinero para que lo dieran a los que hacían el trabajo, porque trabajaban con
fidelidad.
17 El dinero por la expiación y el dinero por el pecado no era
entregado a la Casa de Yahveh; era para los sacerdotes.
18 Entonces Jazael, rey de Aram, subió para combatir contra Gat, la
tomó y se volvió para subir contra Jerusalén.
19 Joás, rey de Judá, tomó todas las cosas sagradas que habían
consagrado sus padres Josafat, Joram y Ocozías, reyes de Judá, todas las
cosas que él mismo había consagrado y todo el oro que se pudo encontrar
en los tesoros de la Casa de Yahveh y de la casa del rey, y lo mando a
Jazael, rey de Aram, que se alejó de Jerusalén.
20 El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo ¿no está escrito en
el libro de los Anales de los reyes de Judá?
21 Sus servidores se levantaron y tramaron una conjura y mataron a
Joás en Bet Milló...
22 Le hirieron sus siervos Yozakar, hijo de Simat, y Yehozabad, hijo
de Somer, y murió. Le sepultaron con sus padres en la ciudad de David y
reinó en su lugar su hijo Amasías.

2 Reyes 13
1 En el año veintitrés de Joás, hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a
reinar Joacaz, hijo de Jehú, sobre Israel, en Samaría; reinó diecisiete años.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y anduvo tras los pecados con que
Jeroboam hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sin apartarse de ellos.
3 Se encendió la ira de Yahveh contra los israelitas y los entregó en
manos de Jazael, rey de Aram, y en manos de Jazael, rey de Aram, y en
manos de Ben Hadad, hijo de Jazael, todo aquel tiempo.
4 Joacaz aplacó el rostro de Yahveh y Yahveh le escuchó porque
había visto la opresión de Israel, pues el rey de Aram los oprimía.
5 Concedió Yahveh a Israel un liberador que lo sacó de bajo la mano
de Aram, pudiendo habitar los hijos de Israel en sus tiendas como antes.
6 Pero no se apartaron de los pecados con que Jeroboam había hecho
pecar a Israel, sino que anduvieron por ellos y el cipo siguió en pie en
Samaría.
7 Pero no le quedaron a Joacaz como tropas sino cincuenta jinetes,
diez carros y 10.000 infantes, pues el rey de Aram los había exterminado y
reducido a polvo de la tierra.
8 El resto de los hechos de Joacaz, todo cuanto hizo y su bravura ¿no
está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
9 Se acostó Joacaz con sus padres y lo sepultaron en Samaría. Reinó
en su lugar su hijo Joás.
10 En el año 37 de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Joás, hijo de
Joacaz, sobre Israel, en Samaría; reinó dieciséis años.
11 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, no se apartó de ninguno de los
pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel, sino que
anduvo por ellos.
12 El resto de los hechos de Joás, todo cuanto hizo, su bravura y cómo
combatió contra Amasías, rey de Judá ¿no está escrito en el libro de los
Anales de los reyes de Israel?
13 Se acostó Joás con sus padres y Jeroboam ocupó su trono. Fue
sepultado Joás en Samaría, junto a los reyes de Israel.
14 Cuando Eliseo enfermó de la enfermedad de que murió, bajó donde
él Joás, rey de Israel, y lloró sobre su rostro diciendo: «¡Padre mío, padre
mío, carro y caballos de Israel!»
15 Eliseo le dijo: «Toma un arco y flechas.» El se hizo con un arco y
flechas.
16 Dijo al rey de Israel: «Pon tu mano sobre el arco»; puso su mano.
Entonces Eliseo colocó sus manos sobre las manos del rey
17 y dijo: «Abre la ventana hacia Oriente.» El la abrió. Dijo Eliseo:
«¡Tira!» El tiró. Dijo Eliseo: «Flecha de victoria de Yahveh, flecha de
victoria contra Aram. Batirás a Aram en Afeq hasta el exterminio.»
18 Añadió: «Toma las flechas.» El las tomó. Eliseo dijo al rey: «Hiere
la tierra.» La hirió tres veces y se detuvo.
19 El hombre de Dios se irritó contra él y le dijo: «Tenías que haber
herido cinco o seis veces y entonces hubieras batido a Aram hasta el
exterminio, pero ahora lo batirás sólo tres veces.»
20 Eliseo murió y le sepultaron. Las bandas de Moab hacían
incursiones todos los años.
21 Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y,
arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los
huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie.
22 Jazael, rey de Aram, había oprimido a Israel todos las días de
Joacaz.
23 Pero Yahveh tuvo piedad y se compadeció de ellos volviéndose a
ellos a causa de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob y no quiso
aniquilarlos ni echarlos lejos de su rostro.
24 Murió Jazael, rey de Aram, y reinó en su lugar su hijo Ben Hadad.
25 Entonces Joás, hijo de Joacaz, volvió a tomar de mano de Ben
Hadad, hijo de Jazael, las ciudades que había tomado de mano de Joacaz su
padre, por las armas. Joás le batió tres veces y recobró las ciudades de
Israel.

2 Reyes 14
1 En el año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a
reinar Amasías, hijo de Joás, rey de Judá.
2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yehoaddán, de Jerusalén.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, pero no como su padre David;
hizo en todo como su padre Joás.
4 Tan sólo que no desaparecieron los altos, y el pueblo siguió
ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Cuando el reino se afianzó en sus manos, mató a los servidores que
habían matado al rey su padre,
6 pero no hizo morir a los hijos de los asesinos, según está escrito en
el libro de la Ley de Moisés, donde Yahveh dio una orden diciendo: «No
harán morir a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su
pecado.»
7 El fue el que batió a los edomitas en el valle de la Sal, a 10.000
hombres, y conquistó la Peña por las armas. La llamó Yoqteel hasta el día
de hoy.
8 Entonces Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de
Jehú, rey de Israel, diciendo: «Sube, y nos veremos las caras.»
9 Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo
del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de
mi hijo; pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.
10 Cierto que has batido a Edom y tu corazón te ha envanecido; sé
glorioso, pero quédate en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a
caer tú y Judá contigo?»
11 Pero Amasías no le escuchó; subió Joás, rey de Israel, y se
enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá.
12 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.
13 Joás, rey de Israel, capturó en Bet Semes a Amasías, rey de Judá,
hijo de Joás, hijo de Ocozías, y lo llevó a Jerusalén. Abrió brecha de
cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím
hasta la puerta del Angulo.
14 Tomó todo el oro, toda la plata y todos los objetos que se hallaban
en la Casa de Yahveh, los tesoros de la casa del rey y también rehenes, y se
volvió a Samaría.
15 El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, su bravura y cómo
combatió contra Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de los
Anales de los reyes de Israel?
16 Se acostó Joás con sus padres y fue sepultado en Samaría junto a
los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Jeroboam.
17 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la
muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
18 El resto de los hechos de Amasías, ¿no está escrito en el libro de
los Anales de los reyes de Judá?
19 Se conjuraron contra él en Jerusalén y huyó a Lakís, pero enviaron
gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron.
20 Trajéronle a caballo y le sepultaron en Jerusalén con sus padres, en
la Ciudad de David.
21 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le
proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.
22 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo
acostado con sus padres.
23 En el año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, comenzó a
reinar Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, en Samaría. Reinó 41 años.
24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de todos los
pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
25 El restableció las fronteras de Israel desde la Entrada de Jamat
hasta el mar de la Arabá, según la palabra que Yahveh, Dios de Israel,
había dicho por boca de su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de
Gat de Jéfer,
26 porque Yahveh había visto la miseria, amarga en extremo, de
Israel; no había esclavo ni libre, ni quien auxiliara a Israel.
27 No había decidido Yahveh borrar el nombre de Israel de debajo de
los cielos y lo salvó por mano de Jeroboam, hijo de Joás.
28 El resto de los hechos de Jeroboam, todo cuanto hizo y la bravura
con que guerreó, y cómo devolvió Jamat y Damasco a Judá y a Israel, ¿no
está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
29 Se acostó Jeroboam con sus padres y fue sepultado en Samaría con
los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Zacarías.

2 Reyes 15
1 En el año veintisiete de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar
Ozías, hijo de Amasías, rey de Judá.
2 Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar y reinó 52 años en
Jerusalén; el nombre de su madre era Yekolía de Jerusalén.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había
hecho su padre Amasías.
4 Sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo
sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Yahveh hirió al rey y quedó leproso hasta el día de su muerte. Vivió
en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al frente de la casa y
administraba justicia al pueblo de la tierra.
6 El resto de los hechos de Ozías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en
el libro de los Anales de los reyes de Judá?
7 Se acostó Ozías con sus padres y le sepultaron con sus padres en la
Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Jotam.
8 En el año 38 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Zacarías, hijo
de Jeroboam, sobre Israel, en Samaría; reinó seis meses.
9 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como hicieron sus padres; no se
apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
10 Sallum, hijo de Yabés, conspiró contra él, le hirió en Yibleam, le
mató, y reinó en su lugar.
11 El resto de los hechos de Zacarías ¿no está escrito en el libro de los
Anales de los reyes de Israel?
12 Esta fue la palabra de Yahveh, la que habló a Jehú diciendo: «Tus
hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel.» Y así fue.
13 Sallum, hijo de Yabés, comenzó a reinar el año 39 de Ozías, rey de
Judá, y reinó un mes en Samaría.
14 Menajem, hijo de Gadí, subió de Tirsá, entró en Samaría e hirió a
Sallum, hijo de Yabés, en Samaría; le mató y reinó en su lugar.
15 El resto de los hechos de Sallum y la conspiración que tramó está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.
16 Entonces hirió Menajem a Tappúaj y a todos los que había en ella y
a su territorio, a partir de Tirsá, porque no le abrieron las puertas; a todas
sus embarazadas abrió el vientre.
17 En el año 39 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Menajem,
hijo de Gadí, en Israel. Reinó diez años en Samaría.
18 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con
que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. En su tiempo,
19 Pul, rey de Asiria, vino contra el país. Menajem dio a Pul mil
talentos de plata para que le ayudara a él y afianzara el reino en su mano.
20 Menajem exigió el dinero a Israel, a todos los notables, que habían
de dar al rey de Asiria cincuenta siclos de plata cada uno. Entonces se
volvió el rey de Asiria y no se detuvo allí en el país.
21 El resto de los hechos de Menajem, todo cuanto hizo, ¿no está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
22 Menajem se acostó con sus padres, y reinó en su lugar su hijo
Pecajías.
23 En el año cincuenta de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar
Pecajías, hijo de Menajem, sobre Israel, en Samaría. Reinó dos años.
24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con
que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
25 Su escudero Pecaj, hijo de Remalías, se conjuró contra él y le hirió
en Samaría, en el torreón de la casa del rey... Había con él cincuenta
hombres de los hijos de Galaad. Hizo morir al rey y reinó en su lugar.
26 El resto de los hechos de Pecajías, todo cuanto hizo, está escrito en
el libro de los Anales de los reyes de Israel.
27 En el año 52 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecaj, hijo de
Remalías, sobre Israel, en Samaría. Reinó veinte años.
28 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con
que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
29 En tiempo de Pecaj, rey de Israel, vino Teglatfalasar, rey de Asiria,
y tomó Iyyón, Abel Bet Maacá, Yanóaj, Cadés, Jasor, Galaad, Galilea, todo
el país de Neftalí, y los deportó a Asiria.
30 Oseas, hijo de Elá, tramó una conjuración contra Pecaj, hijo de
Remalías, le hirió, le mató y reinó en su lugar.
31 El resto de los hechos de Pecaj, todo cuanto hizo, está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Israel.
32 En el año segundo de Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel,
comenzó a reinar Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá.
33 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yerusá, hija de Sadoq.
34 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho
su padre Ozías,
35 sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió sacrificando
y quemando incienso en los altos. Él construyó la Puerta Superior de la
Casa de Yahveh.
36 El resto de los hechos de Jotam, lo que hizo ¿no está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Judá?
37 En aquellos días comenzó Yahveh a enviar contra Judá a Rasón,
rey de Aram, y a Pecaj, hijo de Remalías.
38 Jotam se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la
ciudad de su padre David. Reinó en su lugar su hijo Ajaz.

2 Reyes 16
1 En el año diecisiete de Pecaj, hijo de Remalías, comenzó a reinar
Ajaz, hijo de Jotam, rey de Judá.
2 Tenía Ajaz veinte años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis
años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh su Dios, como su
padre David.
3 Anduvo por el camino de los reyes de Israel e incluso hizo pasar por
el fuego a su hijo, según las abominaciones de las naciones que Yahveh
había arrojado ante los israelitas.
4 Ofreció sacrificios y quemó incienso en los altos, en las colinas y
bajo todo árbol frondoso.
5 Entonces subió Rasón, rey de Aram, y Pecaj, hijo de Remalías, rey
de Israel, para combatir a Jerusalén y la cercaron, pero no pudieron
conquistarla.
6 En aquel tiempo el rey de Edom recobró Elat para Edom; expulsó a
los de Judá de Elat, entraron los edomitas en Elat y habitaron allí hasta el
día de hoy.
7 Ajaz envió mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria, diciendo: «Soy
tu siervo y tu hijo. Sube, pues y sálvame de manos del rey de Israel que se
han levantado contra mí.»
8 Y tomó Ajaz la plata y el oro que había en la Casa de Yahveh y en
los tesoros de la casa del rey y lo envió al rey de Asiria como presente.
9 El rey de Asiria le escuchó y subió contra Damasco, la conquistó,
los deportó a Quir y mató a Rasón.
10 El rey Ajaz fue a Damasco al encuentro de Teglatfalasar, rey de
Asiria, y viendo el altar que había en Damasco, envío al sacerdote Urías la
imagen del altar y su modelo, según toda su hechura.
11 El sacerdote Urías construyó un altar; todo cuanto el rey Ajaz había
mandado desde Damasco lo realizó el sacerdote Urías antes de que el rey
Ajaz regresara de Damasco.
12 Cuando el rey regresó de Damasco vio el altar, se acercó y subió a
él.
13 Mandó quemar sobre el altar su holocausto y su oblación, hizo su
libación y derramó la sangre de sus sacrificios de comunión;
14 desplazó el altar de bronce que estaba ante Yahveh, delante de la
Casa, de entre el altar nuevo y la Casa de Yahveh, y lo colocó al lado del
altar nuevo, hacia el norte.
15 El rey Ajaz ordenó al sacerdote Urías: «Sobre el altar grande
quemarás el holocausto de la mañana y la oblación de la tarde, el
holocausto del rey y su oblación, el holocausto de todo el pueblo de la
tierra, sus oblaciones y sus libaciones, derramarás sobre él toda la sangre
del holocausto y toda la sangre del sacrificio. Cuanto al altar de bronce, yo
me ocuparé de él.»
16 El sacerdote Urías hizo cuanto le había ordenado el rey Ajaz.
17 El rey Ajaz desmontó los paneles de las basas, quitó de encima de
ellos la jofaina; hizo bajar el Mar de bronce de sobre los bueyes que estaban
debajo de él y lo colocó sobre un solado de piedra.
18 Cuanto al estrado del trono de la Casa de Yahveh, que se había
construido en ella, y la entrada exterior del rey, lo quitó por causa del rey de
Asiria.
19 El resto de los hechos de Ajaz, lo que hizo ¿no está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Judá?
20 Ajaz se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la
Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Ezequías.

2 Reyes 17
1 En el año doce de Ajaz, rey de Judá, comenzó a reinar Oseas, hijo de
Elá, en Samaría, sobre Israel. Reinó nueve años.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, aunque no como los reyes de
Israel que le precedieron.
3 Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Oseas; Oseas se le sometió y
le pagó tributo.
4 Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, pues había
enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y no pagó tributo al rey de Asiria,
como lo venía haciendo cada año; el rey de Asiria lo detuvo y lo encadenó
en la cárcel.
5 El rey de Asiria subió por toda la tierra, llegó a Samaría y la asedió
durante tres años.
6 El año noveno de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaría y deportó a
los israelitas a Asiria; los estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en
las ciudades de los medos.
7 Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra Yahveh su
Dios, que los había hecho subir de la tierra de Egipto, de bajo la mano de
Faraón, rey de Egipto, y habían reverenciado a otros dioses,
8 siguiendo las costumbres de las naciones que Yahveh había arrojado
delante de ellos.
9 Los israelitas maquinaron acciones no rectas contra Yahveh su Dios,
se edificaron altos en todas las ciudades, desde las torres de guardia hasta
las ciudades fortificadas.
10 Se alzaron estelas y cipos sobre toda colina elevada y bajo todo
árbol frondoso,
11 y quemaron allí, sobre todos los altos, incienso, como las naciones
que Yahveh había expulsado de delante de ellos, y cometieron maldades,
que irritaban a Yahveh.
12 Sirvieron a los ídolos acerca de los que Yahveh les había dicho:
«No haréis tal cosa.»
13 Yahveh advertía a Israel y Judá por boca de todos los profetas y de
todos los videntes diciendo: «Volveos de vuestros malos caminos y guardad
mis mandamientos y mis preceptos conforme a la Ley que ordené a
vuestros padres y que les envié por mano de mis siervos los profetas.»
14 Pero ellos no escucharon y endurecieron sus cervices como la
cerviz de sus padres, que no creyeron en Yahveh su Dios.
15 Despreciaron sus decretos y la alianza que hizo con sus padres y las
advertencias que les hizo, caminando en pos de vanidades, haciéndose ellos
mismos vanidad, en pos de las naciones que les rodeaban, acerca de las que
Yahveh les había ordenado: «No haréis como ellas.»
16 Abandonaron todos los mandamientos de Yahveh su Dios, y se
hicieron ídolos fundidos, los dos becerros; se hicieron cipos y se postraron
ante todo el ejército de los cielos y dieron culto a Baal.
17 Hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por el fuego, practicaron la
adivinación y los augurios, y se prestaron a hacer lo malo a los ojos de
Yahveh, provocando su cólera.
18 Yahveh se airó en gran manera contra Israel y los apartó de su
rostro, quedando solamente la tribu de Judá.
19 Tampoco Judá guardó los mandamientos de Yahveh su Dios y
siguió las costumbres que practicó Israel.
20 Rechazó Yahveh el linaje de Israel, los humilló y los entregó en
mano de saqueadores, hasta que los arrojó de su presencia;
21 pues como había arrancado a Israel de la casa de David y ellos se
habían elegido rey a Jeroboam, hijo de Nebat, Jeroboam alejó a Israel del
seguimiento de Yahveh, haciéndoles cometer un gran pecado.
22 Cometieron los israelitas todos los pecados que hizo Jeroboam, y
no se apartaron de ellos,
23 hasta que Yahveh apartó a Israel de su presencia, como había
anunciado por medio de todos sus siervos los profetas; deportó a Israel de
su tierra a Asiria, hasta el día de hoy.
24 El rey de Asiria hizo venir gentes de Babilonia, de Kutá, de Avvá,
de Jamat y de Sefarváyim y los estableció en las ciudades de Samaría en
lugar de los israelitas; ellos ocuparon Samaría y se establecieron en sus
ciudades.
25 Sucedió que, cuando comenzaron a establecerse allí, no veneraban
a Yahveh, y Yahveh envió contra ellos leones que mataron a muchos.
26 Entonces dijeron al rey de Asiria: «Las gentes que has hecho
deportar para establecerlas en las ciudades de Samaría no conocen el culto
del dios de la tierra, y ha enviado contra ellos leones que los matan, porque
ellos no conocen el culto del dios de la tierra.»
27 El rey de Asiria dio esta orden: «Haced partir allá a uno de los
sacerdotes que deporté de allí; que vaya y habite allí y les enseñe el culto
del dios de la tierra.»
28 Vino entonces uno de los sacerdotes deportados de Samaría, se
estableció en Betel y les enseñó cómo debían reverenciar a Yahveh.
29 Pero cada nación se hizo sus dioses y los pusieron en los templos
de los altos que habían hecho los samaritanos, cada nación en las ciudades
que habitaba.
30 Las gentes de Babilonia hicieron un Sukkot Benot, las gentes de
Kutá hicieron un Nergal, las gentes de Jamat hicieron un Asimá,
31 los avvitas hicieron un Nibjaz y un Tartaq y los sefarvitas
quemaban a sus hijos en honor de Adrammélek y Anammélek, dioses de los
sefarvitas.
32 Veneraban también a Yahveh y se hicieron sacerdotes en los altos,
tomados de entre ellos, que oficiaban por ellos en los templos de los altos.
33 Reverenciaban a Yahveh y servían a sus dioses según el rito de las
naciones de donde habían sido deportados.
34 Hasta el día de hoy siguen sus antiguos ritos. No reverenciaban a
Yahveh y no seguían sus preceptos y sus ritos, la ley y los mandamientos
que había mandado Yahveh a los hijos de Jacob, al que dio el nombre de
Israel.
35 Yahveh hizo una alianza con ellos y les dio esta orden: «No
reverenciaréis dioses extraños, no os postraréis ante ellos, no les serviréis y
no les ofreceréis sacrificios.
36 Sino que solamente a Yahveh, que os hizo subir de la tierra de
Egipto con gran fuerza y tenso brazo, a él reverenciaréis, ante él os
postraréis y a él ofreceréis sacrificios.
37 Guardaréis los preceptos, los ritos, la ley y los mandamientos que
os dio por escrito para cumplirlos todos los días, y no reverenciaréis dioses
extraños.
38 No olvidaréis la alianza que hice con vosotros y no reverenciaréis
dioses extraños,
39 sino que reverenciaréis sólo a Yahveh vuestro Dios, y él os librará
de la mano de todos vuestros enemigos.»
40 Pero ellos no escucharon, sino que siguieron haciendo según sus
antiguos ritos.
41 De modo que aquellas gentes reverenciaban a Yahveh, pero servían
a sus ídolos; sus hijos y los hijos de sus hijos continúan haciendo como
hicieron sus padres hasta el día de hoy.

2 Reyes 18
1 En el año tercero de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, comenzó a
reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey de Judá.
2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Abía, hija de Zacarías.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh enteramente como David su
padre.
4 El fue quien quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y
rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los israelitas
le habían quemado incienso hasta aquellos días; se la llamaba Nejustán.
5 Confió en Yahveh, Dios de Israel. Después de él no le ha habido
semejante entre todos los reyes de Judá, ni tampoco antes.
6 Se apegó a Yahveh y no se apartó de él; guardó los mandamientos
que Yahveh había mandado a Moisés.
7 Yahveh estuvo con él y tuvo éxito en todas sus empresas; se rebeló
contra el rey de Asiria y no le sirvió.
8 El batió a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de
guardia hasta las ciudades fortificadas.
9 En el año cuarto del rey Ezequías, que es el año séptimo de Oseas,
hijo de Elá, rey de Israel, subió Salmanasar, rey de Asiria, contra Samaría y
la asedió.
10 La conquistó al cabo de tres años. En el año sexto de Ezequías, que
es el año noveno de Oseas, rey de Israel, fue conquistada Samaría.
11 El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en
Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos,
12 porque no escucharon la voz de Yahveh su Dios y violaron su
alianza y todo cuanto había ordenado Moisés, siervo de Yahveh. No lo
escucharon y no lo practicaron.
13 En el año catorce del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria,
contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.
14 Ezequías, rey de Judá, envió a decir a Senaquerib a Lakís: «He
pecado; deja de atacarme, y haré cuanto me digas.» El rey de Asiria impuso
a Ezequías, rey de Judá, trescientos talentos de plata y treinta talentos de
oro.
15 Ezequías entregó todo el dinero que se encontró en la Casa de
Yahveh y en los tesoros de la casa del rey.
16 En aquella ocasión Ezequías quitó las puertas del santuario de
Yahveh y los batientes que..., rey de Judá, había revestido de oro, y lo
entregó al rey de Asiria.
17 El rey de Asiria envió desde Lakís a Jerusalén, donde el rey
Ezequías, al copero mayor con un fuerte destacamento. Subió a Jerusalén y
en llegando se colocó en el canal de la alberca superior que está junto al
camino del campo del Batanero.
18 Llamó al rey, y el mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de
Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron hacia
él.
19 El copero mayor les dijo: «Decid a Ezequías: Así habla el gran rey,
el rey de Asiria: ¿Qué confianza es ésa en la que te fías?
20 Te has pensado que meras palabras de los labios son consejo y
bravura para la guerra. Pero ahora ¿en quién confías, que te has rebelado
contra mí?
21 Mira: te has confiado al apoyo de esa caña rota, de Egipto, que
penetra y traspasa la mano del que se apoya sobre ella. Pues así es Faraón,
rey de Egipto, para todos los que confían en él.
22 Pero vais a decirme: “Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro
Dios.” ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y
ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Os postraréis delante de este altar en
Jerusalén?”
23 Pues apostad ahora con mi señor, el rey de Asiria: te daré 2.000
caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos.
24 ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores
de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro!
25 Y ahora ¿es que yo he subido contra este lugar para destruirlo, sin
Yahveh? Yahveh me ha dicho: Sube contra esa tierra y destrúyela.»
26 Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor,
háblanos a nosotros, tus siervos, en arameo, que lo entendemos; no nos
hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.»
27 El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir
estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la
muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con
vosotros?»
28 Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz, en lengua de
Judá, diciendo: «Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria.
29 Así habla el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros
de mi mano.
30 Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: “De cierto
nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de
Asiria.”
31 No escuchéis a Ezequías, porque así habla el rey de Asiria: Haced
paces conmigo, rendíos a mi y comerá cada uno de su viña y de su higuera,
y beberá cada uno de su cisterna,
32 hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra
de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite y de miel, y
viviréis y no moriréis. Pero no escuchéis a Ezequías, porque os engaña
diciendo: “Yahveh nos librará.”
33 ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra
de la mano del rey de Asiria?
34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad, dónde están los
dioses de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá? ¿Acaso han librado a Samaría de
mi mano?
35 ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de
mi poder para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?»
36 Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había
dado esta orden diciendo: «No le respondáis.»
37 Elyaquim, hijo de Jilquías, mayordomo de palacio, y el secretario
Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, fueron a Ezequías, desgarrados los
vestidos, y le relataron las palabras del copero mayor.

2 Reyes 19
1 Cuando lo oyó el rey Ezequías desgarró sus vestidos, se cubrió de
sayal y se fue a la Casa de Yahveh.
2 Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los
sacerdotes ancianos cubiertos de sayal, donde el profeta Isaías, hijo de
Amós.
3 Ellos le dijeron: «Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de
castigo y de vergüenza. Los hijos están para salir del seno, pero no hay
fuerza para dar a luz.
4 ¿No habrá oído Yahveh tu Dios, todas las palabras del copero mayor
al que ha enviado el rey de Asiria su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No
castigará Yahveh tu Dios, las palabras que ha oído? ¡Dirige una plegaria en
favor del resto que aún queda!»
5 Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías,
6 éste les dijo: «Así diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: No
tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los
criados del rey de Asiria.
7 Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su
tierra, y en su tierra yo le haré caer a espada.»
8 El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asiria atacando a
Libná, pues había oído que había partido de Lakís,
9 porque había recibido esta noticia acerca de Tirhacá, rey de Kus:
«Mira que ha salido a guerrear contra ti.» Volvió a enviar mensajeros para
decir a Ezequías:
10 «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en el
que confías pensando: “No será entregada Jerusalén en manos del rey de
Asiria”.
11 Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los
países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar!
12 ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis
padres aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en
Tel Basar?
13 ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de
Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?».
14 Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó.
Luego subió a la Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh.
15 Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh: «Yahveh, Dios de Israel,
que estás sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la
tierra, tú el que has hecho los cielos y la tierra.
16 ¡Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira!
Oye las palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo.
17 Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asiria han exterminado las
naciones
18 y han entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses,
sino hechuras de mano de hombre, de madera y de piedra, y por eso han
sido aniquilados.
19 Ahora pues, Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán
todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh.»
20 Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: «Así dice Yahveh,
Dios de Israel: He escuchado tu plegaria acerca de Senaquerib, rey de
Asiria.
21 Esta es la palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te
desprecia, ella te hace burla, la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus
espaldas, la hija de Jerusalén.
22 ¿A quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu
voz y levantas tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel!
23 Por tus mensajeros insultas a Adonay y dices: Con mis muchos
carros subo a los cumbres de los montes a las laderas del Líbano, derribo la
altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus
refugios, su jardín del bosque.
24 Yo he cavado y bebido en extranjeras aguas. Secaré bajo la planta
de mis pies. todos los Nilos del Egipto.
25 ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días
lo había planeado. Ahora lo ejecuto. Tú convertirás en cúmulos de ruinas
las fuertes ciudades
26 Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son plata
del campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento
de Oriente.
27 Si te alzas o te sientas, si sales o entras, estoy presente y lo sé.
28 Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis
oídos, voy a poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a
devolverte por la ruta por la que has venido.
29 La señal será ésta: Este año se comerá lo que rebrote, lo que nazca
de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad, plantad las viñas y
comed su fruto.
30 El resto que se salve de la casa de Judá echará raíces por debajo y
frutos en lo alto.
31 Pues saldrá un Resto de Jerusalén, y supervivientes del monte Sión;
el celo de Yahveh Sebaot lo hará.
32 Por eso, así dice Yahveh al rey de Asiria: No entrará en esta
ciudad. No lanzará flechas en ella. No le opondrá escudo, ni alzará en
contra de ella empalizada.
33 Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad.
Palabra de Yahveh.
34 Protegeré a esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo
David.»
35 Aquella misma noche salió el Angel de Yahveh e hirió en el
campamento asirio a 185.000 hombres; a la hora de despertarse, por la
mañana, no había más que cadáveres.
36 Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en
Nínive.
37 Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok,
sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo
en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar.

2 Reyes 20
1 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías,
hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahveh: Da órdenes acerca de tu
casa, porque vas a morir y no vivirás.»
2 Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yahveh diciendo:
3 «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia
con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tu ojos.» Y Ezequías
lloró con abundantes lágrimas.
4 Antes de que Isaías hubiera salido del patio central, le fue dirigida la
palabra de Yahveh diciendo:
5 «Vuelve y di a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así habla Yahveh, Dios
de tu padre David: He oído tu plegaria y he visto tus lágrimas y voy a
curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh.
6 Voy a darte quince años más de vida y te libraré a ti y a esta ciudad
de la mano del rey de Asiria, y ampararé esta ciudad por quien soy y por
amor a mi siervo David.»
7 Isaías dijo: «Tomad una masa de higos.» La tomaron, la aplicaron
sobre la úlcera y sanó.
8 Ezequías dijo a Isaías: «¿Cuál será la señal de que Yahveh me va a
curar y dentro de tres días subiré a la Casa de Yahveh?»
9 Isaías respondió: «Esta será para ti, de parte de Yahveh, la señal de
que Yahveh hará lo que ha dicho: ¿Quieres que la sombra avance diez
grados o que retroceda diez grados?»
10 Ezequías dijo: «Fácil es para la sombra extenderse diez grados. No.
Mejor que la sombra retroceda diez grados.»
11 El profeta Isaías invocó a Yahveh y Yahveh hizo retroceder la
sombra diez grados sobre los grados que había recorrido en los grados de la
habitación de arriba de Ajaz.
12 En aquel tiempo Merodak Baladán, hijo de Baladán, rey de
Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías porque había oído que
Ezequías había estado enfermo.
13 Se alegró Ezequías por ello y enseñó a los enviados su cámara del
tesoro, la plata, el oro, los aromas, el aceite precioso, su arsenal y todo
cuanto había en los tesoros; no hubo nada que Ezequías no les mostrara en
su casa y en todo su dominio.
14 Fue el profeta Isaías al rey Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho
estos hombres y de dónde han venido a ti?» Respondió Ezequías: «Han
venido de un país lejano, de Babilonia.»
15 Dijo: «¿Qué han visto en tu casa?» Respondió Ezequías: «Han
visto cuanto hay en mi casa; nada hay en los tesoros que no les haya
enseñado.»
16 Dijo Isaías a Ezequías: «Escucha la palabra de Yahveh:
17 Vendrán días en que todo cuanto hay en tu casa y cuanto reunieron
tus padres hasta el día de hoy será llevado a Babilonia; nada quedará, dice
Yahveh.
18 Se tomará de entre tus hijos, los que han salido de ti, los que has
engendrado, para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.»
19 Respondió Ezequías a Isaías: «Es buena la palabra de Yahveh que
me dices.» Pues pensaba: «¿Qué me importa, si hay paz y seguridad en mis
días?»
20 El resto de los hechos de Ezequías, toda su bravura, cómo hizo la
alberca y la traída de aguas a la ciudad ¿no está escrito en el libro de los
Anales de los reyes de Judá?
21 Ezequías se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo
Manasés.

2 Reyes 21
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años
en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí Baj.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las
gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.
3 Volvió a edificar los altos que había destruido su padre Ezequías,
alzó altares a Baal e hizo un cipo como lo había hecho Ajab, rey de Israel;
se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió.
4 Construyó altares en la Casa de la que Yahveh había dicho: «En
Jerusalén pondré mi Nombre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la
Casa de Yahveh.
6 Hizo pasar a su hijo por el fuego; practicó los presagios y los
augurios, hizo traer los adivinos y nigromantes, haciendo mucho mal a los
ojos de Yahveh y provocando su cólera.
7 Colocó el ídolo de Aserá, que había fabricado, en la Casa de la que
dijo Yahveh a David y Salomón su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que
he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para
siempre.
8 No haré errar más los pasos de Israel fuera de la tierra que di a sus
padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado y
según toda la Ley que les ordené por mi siervo Moisés.»
9 Pero no han escuchado, y Manasés los ha extraviado para que obren
el mal más que las naciones que había aniquilado Yahveh delante de los
israelitas.
10 Entonces habló Yahveh por boca de sus siervos, los profetas,
diciendo:
11 «Porque Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones,
haciendo el mal más que cuanto hicieron los amorreos antes de él, haciendo
que también Judá pecase con sus ídolos,
12 por eso, así habla Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer venir sobre
Jerusalén y Judá un mal tan grande que a quienes lo oyeren les zumbarán
los oídos.
13 Extenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y el nivel de la
casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, que se le
vuelve del revés después de fregado.
14 Arrojaré el resto de mi heredad y los entregaré en manos de sus
enemigos; serán presa y botín de todos sus enemigos,
15 porque hicieron lo que es malo a mis ojos y me han irritado desde
el día en que sus padres salieron de Egipto hasta este día.»
16 Manasés derramó también sangre inocente en tan gran cantidad que
llenó a Jerusalén de punta a cabo, aparte del pecado que hizo cometer a
Judá haciendo lo que es malo a los ojos de Yahveh.
17 El resto de los hechos de Manasés, todo cuanto hizo, los pecados
que cometió ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
18 Manasés se acostó con sus padres y fue sepultado en el jardín de su
casa, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Amón.
19 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar y reinó dos
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Mesullémet, hija de Jarús de
Yotbá.
20 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como había hecho su padre
Manasés.
21 Caminó enteramente por el camino que siguió su padre, sirvió a los
ídolos a los que sirvió su padre y se postró ante ellos.
22 Abandonó a Yahveh, Dios de sus padres, y no anduvo por el
camino de Yahveh.
23 Los siervos de Amón se conjuraron contra él y mataron al rey en su
casa.
24 Mató el pueblo de la tierra a todos los conjurados contra el rey
Amón, y el pueblo de la tierra proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.
25 El resto de los hechos de Amón, lo que hizo ¿no está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Judá?
26 Le sepultaron en su sepulcro, en el jardín de Uzzá, y reinó en su
lugar su hijo Josías.

2 Reyes 22
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar y reinó 31 años en
Jerusalén; el nombre de su madre era Yedidá, hija de Adías, de Boscat.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh y anduvo enteramente por el
camino de David su padre, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda.
3 En el año dieciocho del rey Josías, envió el rey al secretario Safán,
hijo de Asalías, hijo de Mesullam, a la Casa de Yahveh diciendo:
4 «Sube donde Jilquías, sumo sacerdote, para que funda el dinero
llevado a la Casa de Yahveh y que los guardianes del umbral han recogido
del pueblo,
5 y que se ponga en manos de los que hacían las obras, los encargados
de la Casa de Yahveh y ellos lo den a los que trabajan en la Casa para
hacer las reparaciones de la Casa de Yahveh,
6 a los carpinteros y obreros de la construcción y albañiles, y para
comprar maderas y piedra de cantería para la reparación de la Casa.
7 Pero no se les pida cuentas del dinero que se pone en sus manos
porque se portan con fidelidad.»
8 El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: «He hallado en
la Casa de Yahveh el libro de la Ley.» Jilquías entregó el libro a Safán, que
lo leyó.
9 Fue el secretario Safán al rey y le rindió cuentas diciendo: «Tus
siervos han fundido el dinero en la Casa y lo han puesto en manos de los
que hacen las obras, los encargados de la Casa de Yahveh.»
10 Después el secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías
me ha entregado un libro.» Y Safán lo leyó en presencia del rey.
11 Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley rasgó sus
vestiduras.
12 Y ordenó el rey al sacerdote Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a
Akbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, ministro del rey:
13 «Id a consultar a Yahveh por mí y por el pueblo y por todo Judá
acerca de las palabras de este libro que se ha encontrado, porque es grande
la cólera de Yahveh que se ha encendido contra nosotros porque nuestros
padres no escucharon las palabras de este libro haciendo lo que está escrito
en él.»
14 El sacerdote Jilquías, Ajicam, Akbor, Safán y Asaías fueron donde
la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Tiqvá, hijo de Jarjás, encargado
del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva. Ellos le hablaron
15 y ella les respondió: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Decid al
hombre que os ha enviado a mí:
16 “Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus
habitantes, según todas las palabras del libro que ha leído el rey de Judá,
17 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros
dioses irritándome con todas las obras de sus manos. Mi cólera se ha
encendido contra este lugar y no se apagará.”
18 Y al rey de Judá, que os ha enviado para consultar a Yahveh, le
diréis: “Así dice Yahveh, Dios de Israel: Las palabras que has oído...
19 Pero ya que tu corazón se ha conmovido y te has humillado en
presencia de Yahveh, al oír lo que he dicho contra este lugar y contra sus
habitantes, que serán objeto de espanto y execración, ya que has rasgado tus
vestidos y has llorado ante mí, yo a mi vez he oído, oráculo de Yahveh.
20 Por eso voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu
sepulcro, y no verán tus ojos ninguno de los males que yo voy a traer
contra este lugar.”» Ellos llevaron la respuesta al rey.

2 Reyes 23
1 El rey hizo convocar a su lado a todos los ancianos de Judá y de
Jerusalén,
2 y subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y
todos los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, los profetas y todo el
pueblo desde el menor al mayor; y leyó a sus oídos todas las palabras del
libro de la alianza hallado en la Casa de Yahveh.
3 El rey estaba de pie junto a la columna; hizo en presencia de Yahveh
la alianza para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus
testimonios y sus preceptos con todo el corazón y toda el alma, y para poner
en vigor las palabras de esta alianza escritas en este libro. Todo el pueblo
confirmó la alianza.
4 El rey ordenó a Jilquías, al segundo de los sacerdotes y a los
encargados del umbral que sacaran del santuario de Yahveh todos los
objetos que se habían hecho para Baal, para Aserá y para todo el ejército de
los cielos; los quemó fuera de Jerusalén en los yermos del Cedrón y llevó
sus cenizas a Betel.
5 Suprimió los sacerdotes paganos que pusieron los reyes de Judá y
que quemaban incienso en los altos, en las ciudades de Judá y en los
contornos de Jerusalén, a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a
los astros celestes y a todo el ejército de los cielos.
6 Sacó la Aserá de la Casa de Yahveh fuera de Jerusalén, al torrente
Cedrón, la quemó allí en el torrente Cedrón, la redujo a cenizas y arrojó las
cenizas a las tumbas de los hijos del pueblo.
7 Derribó las casas de los consagrados a la prostitución que estaban en
la Casa de Yahveh y donde las mujeres tejían velos para Aserá.
8 Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó
los altos donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba. Derribó los
altos de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué,
gobernador de la ciudad, a la izquierda según se pasa la puerta de la ciudad.
9 Con todo, los sacerdotes de los altos no podían acercarse al altar de
Yahveh en Jerusalén, aunque comían los panes ázimos en medio de sus
hermanos.
10 Profanó el Tofet del valle de Ben Hinnom, para que nadie hiciera
pasar por el fuego a su hijo o a su hija en honor de Mólek.
11 Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al Sol,
a la entrada de la Casa de Yahveh, cerca de la habitación del eunuco Netán
Mélek, en las dependencias, y quemó el carro del Sol.
12 Los altares que estaban sobre el terrado de la habitación superior de
Ajaz, que hicieron los reyes de Judá, y los altares que hizo Manasés en los
dos patios de la Casa de Yahveh, el rey los derribó, los rompió allí y arrojó
sus cenizas al torrente Cedrón.
13 El rey profanó los altos que estaban frente a Jerusalén, al sur del
Monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había construido a
Astarté, monstruo abominable de los sidonios, a Kemós, monstruo
abominable de Moab, y a Milkom, abominación de los amonitas.
14 Rompió las estelas, cortó los cipos y llenó sus emplazamientos de
los huesos humanos.
15 También el altar que había en Betel y el alto que hizo Jeroboam,
hijo de Nebat, el que hizo pecar a Israel, derribó este altar y este alto,
rompió las piedras, las redujo a polvo, y quemó el cipo.
16 Volvió la cabeza Josías y vio los sepulcros que habían allí en la
montaña; mandó tomar los huesos de las tumbas y los quemó sobre el altar,
profanándolo, y cumpliéndose así la palabra de Yahveh que había dicho al
hombre de Dios cuando Jeroboam estaba en pie junto al altar durante la
fiesta. Josías se volvió y vio la tumba del hombre de Dios que había dicho
estas cosas;
17 y dijo: «¿Qué monumento es ése que veo?» Los hombres de la
ciudad le respondieron: «Es la tumba del hombre de Dios que vino de Judá
y anunció estas cosas que has hecho contra el altar de Betel.»
18 Dijo él: «Dejadle en paz. Que nadie toque sus huesos.» Y salvaron
sus huesos, junto con los huesos del profeta que vino de Samaría.
19 También hizo desaparecer Josías todos los templos de los altos de
las ciudades de Samaría que hicieron los reyes de Israel, irritando a Yahveh,
e hizo con ellos enteramente como había hecho en Betel.
20 Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que se
encontraban allí y quemó sobre ellos huesos humanos. Y se volvió a
Jerusalén.
21 El rey dio esta orden a todo el pueblo: «Celebrad la Pascua en
honor de Yahveh, vuestro Dios, según está escrito en este libro de la
alianza.»
22 No se había celebrado una Pascua como está desde los días de los
Jueces que habían juzgado a Israel, ni en los días de los reyes de Israel y de
los reyes de Judá.
23 Tan sólo en el año dieciocho del rey Josías se celebró una Pascua
así en honor de Yahveh en Jerusalén.
24 También los nigromantes y los adivinos, los terafim y los ídolos y
todos los monstruos abominables que se veían en la tierra de Judá y en
Jerusalén, fueron eliminados por Josías, para poner en vigor las palabras de
la Ley escritas en el libro que encontró el sacerdote Jilquías en la Casa de
Yahveh.
25 No hubo antes de él ningún rey que se volviera como él a Yahveh,
con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, según toda la
ley de Moisés, ni después de él se ha levantado nadie como él.
26 Sin embargo, Yahveh no se volvió del ardor de su gran cólera que
se había encendido contra Judá por todas las irritaciones con que le había
irritado Manasés.
27 Yahveh había dicho: «También a Judá apartaré de mi presencia,
como he apartado a Israel, y rechazaré a esta ciudad que había elegido, a
Jerusalén y a la Casa de que había dicho: Mi Nombre estará en ella.»
28 El resto de los hechos de Josías, todo cuanto hizo ¿no está escrito
en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
29 En sus días subió el Faraón Nekó, rey de Egipto, hacia el rey de
Asiria, junto al río Eufrates. Fue el rey Josías a su encuentro, pero Nekó le
mató en Meguiddó en cuanto le vio.
30 Sus servidores trasladaron en carro el cadáver desde Meguiddó,
llegaron a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro. El pueblo de la tierra
tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungieron y proclamaron rey, en lugar de
su padre.
31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar y reinó tres
meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de
Libná.
32 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como le habían
hecho sus padres.
33 El Faraón Nekó lo encadenó en Riblá, en el país de Jamat, para que
no reinara más en Jerusalén y puso un impuesto al país de cien talentos de
plata y diez talentos de oro.
34 El faraón Nekó puso por rey a Elyaquim, hijo de Josías, en lugar de
su padre Josías, y le cambió el nombre en Yoyaquim. Cuando a Joacaz, le
tomó y le llevó a Egipto, donde murió.
35 Yoyaquim entregó la plata y el oro a Faraón, pero para dar el
dinero según la orden de Faraón, impuso una derrama al país, a cada uno
según sus bienes; apremió al pueblo de la tierra acerca del dinero que había
de dar al faraón Nekó. Nekó.
36 Veinticinco años tenía Yoyaquim cuando comenzó a reinar y reinó
once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Zebida, hija de Pedaías
de Rumá.
37 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como hicieron sus
padres.

2 Reyes 24
1 En sus días, Nabucodonosor, rey de Babilonia, hizo una expedición
y Yoyaquim le quedó sometido durante tres años. Luego volvió a rebelarse
contra él.
2 Yahveh envió contra él bandas de caldeos, bandas de arameos,
bandas de moabitas y bandas de ammonitas; los envió contra Judá para
destruirlo según la palabra que Yahveh había dicho por boca de sus siervos
los profetas.
3 Tan sólo por orden de Yahveh ocurrió esto en Judá, para apartarlo
de su presencia por los pecados de Manasés, por todo lo que había hecho,
4 y también por la sangre inocente que había derramado llenando a
Jerusalén de sangre inocente. Yahveh no quiso perdonar.
5 El resto de los hechos de Yoyaquim, todo cuanto hizo ¿no está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
6 Se acostó Yoyaquim con sus padres y reinó en su lugar su hijo
Joaquín.
7 No volvió a salir de su tierra el rey de Egipto, porque el rey de
Babilonia había conquistado, desde el torrente de Egipto hasta el río
Eufrates, todo cuanto era del rey de Egipto.
8 Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar y reinó tres
meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Nejustá, hija de Elnatán, de
Jerusalén.
9 Hizo el mal a los ojos de Yahveh enteramente como había hecho su
padre.
10 En aquel tiempo las gentes de Nabucodonosor, rey de Babilonia,
subieron contra Jerusalén y la ciudad fue asediada.
11 Vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, a la ciudad, mientras sus
siervos la estaban asediando.
12 Joaquín, rey de Judá, se rindió al rey de Babilonia, él, su madre,
sus servidores, sus jefes y eunucos; los apresó el rey de Babilonia en el año
octavo de su reinado.
13 Se llevó de allí todos los tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros
de la casa del rey, rompió todos los objetos de oro que había hecho
Salomón, rey de Israel, para el santuario de Yahveh, según la palabra de
Yahveh.
14 Deportó a todo Jerusalén, todos los jefes y notables, 10.000
deportados; a todos los herreros y cerrajeros; no dejó más que a la gente
pobre del país.
15 Deportó a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey y a las mujeres
del rey, a sus eunucos y a los notables del país; los hizo partir al destierro,
de Jerusalén a Babilonia.
16 Todos los hombres de valor, en número de 7.000, los herreros y
cerrajeros, un millar, todos los hombres aptos para la guerra, el rey de
Babilonia los llevó deportados a Babilonia.
17 El rey de Babilonia puso por rey, en lugar de Joaquín, a su tío
Mattanías, cambiando su nombre en Sedecías.
18 Veintiún años tenía Sedecías cuando comenzó a reinar y reinó once
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de
Libná.
19 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho
Joaquín.
20 Esto sucedió a causa de la cólera de Yahveh contra Jerusalén y
Judá, hasta que los arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey
de Babilonia.

2 Reyes 25
1 En el año noveno de su reinado, en el mes décimo, el diez del mes,
vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra
Jerusalén; acampó contra ella y la cercaron con una empalizada.
2 La ciudad estuvo sitiada hasta el año once de Sedecías.
3 El mes cuarto, el nueve del mes, cuando arreció el hambre en la
ciudad y no había pan para la gente del pueblo,
4 se abrió una brecha en la ciudad y el rey partió con todos los
hombres de guerra, durante la noche, por el camino de la Puerta, entre los
dos muros que están sobre el parque del rey, mientras los caldeos estaban
alrededor de la ciudad, y se fue por el camino de la Arabá.
5 Las tropas caldeas persiguieron al rey y le dieron alcance en los
llanos de Jericó; entonces todo el ejército se dispersó de su lado.
6 Capturaron al rey y lo subieron a Riblá donde el rey de Babilonia,
que lo sometió a juicio.
7 Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y a Sedecías le
sacó los ojos, le encadenó y le llevó a Babilonia.
8 En el mes quinto, el siete del mes, en el año diecinueve de
Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzaradán, jefe de la guardia, siervo
del rey de Babilonia, vino a Jerusalén.
9 Incendió la Casa de Yahveh y la casa del rey y todas las casas de
Jerusalén.
10 Todas las tropas caldeas que había con el jefe de la guardia
demolieron las murallas que rodeaban a Jerusalén.
11 Cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, los desertores
que se habían pasado al rey de Babilonia y el resto de la gente,
Nebuzaradán, jefe de la guardia, los deportó.
12 El jefe de la guardia dejó algunos para viñadores y labradores de
entre la gente pobre.
13 Los caldeos rompieron las columnas de bronce que había en la
Casa de Yahveh, las basas, el Mar de bronce de la Casa de Yahveh, y se
llevaron el bronce a Babilonia.
14 Tomaron también los ceniceros, las paletas, los cuchillos, las
cucharas y todos los utensilios de bronce de que se servían.
15 El jefe de la guardia tomó los incensarios y los aspersorios, cuanto
había de oro y plata.
16 Cuanto a las dos columnas, el Mar y las basas que Salomón había
hecho para la Casa de Yahveh, no se pudo calcular el peso del bronce de
todos aquellos objetos.
17 La altura de una columna era dieciocho codos, y encima tenía un
capitel de bronce; la altura del capitel era cinco codos; había un trenzado y
granadas en torno al capitel, todo de bronce. Lo mismo para la segunda
columna.
18 El jefe de la guardia tomó preso a Seraías, primer sacerdote, y a
Sefanías, segundo sacerdote, y a los tres encargados del umbral.
19 Tomó a un eunuco de la ciudad, que era inspector de los hombres
de guerra, a cinco hombres de los cortesanos del rey, que se encontraban en
la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado del alistamiento del
pueblo de la tierra, y a sesenta hombres de la tierra que se hallaban en la
ciudad.
20 Nebuzaradán, jefe de la guardia, los tomó y los llevó a Riblá,
donde el rey de Babilonia;
21 y el rey de Babilonia los hirió haciéndoles morir en Riblá, en el
país de Jamat. Así fue deportado Judá, lejos de su tierra.
22 Al pueblo que quedó en la tierra de Judá y que había dejado
Nabucodonosor, rey de Babilonia, le puso por gobernador a Godolías, hijo
de Ajicam, hijo de Safán.
23 Todos los jefes de tropas y sus hombres oyeron que el rey de
Babilonia había puesto por gobernador a Godolías y fueron donde Godolías
a Mispá: Ismael, hijo de Netanías, Yojanán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de
Tanjumet el netofita, Yaazanías de Maaká, ellos y sus hombres.
24 Godolías les hizo un juramento, a ellos y a sus hombres, y les dijo:
«No temáis nada de los siervos de los caldeos, quedaos en el país y servid al
rey de Babilonia, y os irá bien.»
25 Pero en el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá,
que era de linaje real, vino con diez hombres e hirieron de muerte a
Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él, en Mispá.
26 Entonces todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande, y
los jefes de tropas se levantaron y se fueron a Egipto, porque tuvieron
miedo de los caldeos.
27 En el año 37 de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes
doce, el veintisiete del mes, Evil Merodak, rey de Babilonia, hizo gracia,
en el año en que comenzó a reinar, a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la
cárcel.
28 Le habló con benevolencia y le dio un asiento superior al asiento de
los reyes que estaban con él en Babilonia.
29 Joaquín se quitó sus vestidos de prisión y comió siempre a la mesa
en su presencia, todos los días de su vida.
30 Le fue dado constantemente su sustento de parte del rey, día tras
día, todos los días de su vida.

LIBRO PRIMERO DE LAS CRÓNICAS


1 Crónicas 1
1 Adán, Set, Enós;
2 Quenán, Mahalalel, Yered;
3 Henoc, Matusalén, Lámek;
4 Noé, Sem, Cam y Jafet.
5 Hijos de Jafet: Gómer, Magog, los medos, Yaván, Túbal, Mések y
Tirás.
6 Hijos de Gómer: Askenaz, Rifat y Togarmá
7 Hijos de Yaván: Elisá, Tarsis, Kittim y Rodanim.
8 Hijos de Cam: Kus y Misrayim, Put y Canaán.
9 Hijos de Kus: Sebá, Javilá, Sabtá, Ramá y Sabteká. Hijos de Ramá:
Sebá y Dedán.
10 Kus engendró a Nimrod, que fue el primer hombre poderoso de la
tierra.
11 Misrayim engendró a los luditas, anamitas, lahabitas, naftujitas,
12 patrusitas, kaslujitas y kaftoritas, de donde proceden los filisteos.
13 Canaán engendró a Sidón, su primogénito, a Jet,
14 y al jebuseo, al amorreo, al guirgasita,
15 al jivita, al arquita, al sinita,
16 al arvadita, al semarita y al jamatita.
17 Hijos de Sem: Elam, Assur, Arpaksad, Lud y Aram. Hijos de
Aram: Us, Jul, Guéter y Mések.
18 Arpaksad engendró a Sélaj y Sélaj engendró a Héber.
19 A Héber le nacieron dos hijos: el nombre del primero era Pélej,
porque en sus días fue dividida la tierra, y el nombre de su hermano era
Yoqtán.
20 Yoqtán engendró a Almodad, Sélef, Jasarmávet, Yéraj,
21 Hadoram, Uzal, Diqlá,
22 Ebal, Abimael, Sebá,
23 Ofir, Javilá, Yobab: todos ellos hijos de Yoqtán.
24 Arpaksad, Sélaj,
25 Héber, Pélej, Reú,
26 Serug, Najor, Téraj,
27 Abram, o sea Abraham.
28 Hijos de Abraham: Isaac e Ismael.
29 Sus descendientes son éstos: El primogénito de Ismael: Nebayot;
después, Quedar, Adbeel, Mibsam,
30 Mismá, Dumá, Massá, Jadad, Temá,
31 Yetur, Nafís y Quedmá. Estos son los hijos de Ismael.
32 Hijos de Queturá, concubina de Abraham. Dio a luz a Zimrán,
Joqsán, Medán, Madián, Yisbaq y Súaj. Hijos de Yoqsán: Sebá y Dedán.
33 Hijos de Madián: Efá, Efer, Henoc, Abidá y Eldaá. Todos ellos son
hijos de Queturá.
34 Abraham engendró a Isaac. Hijos de Isaac: Esaú e Israel.
35 Hijos de Esaú: Elifaz, Reuel, Yeús, Yalam y Coré.
36 Hijos de Elifaz: Temán, Omar, Sefí, Gatam, Quenaz, Timná y
Amalec.
37 Hijos de Reuel: Nájat, Zéraj, Sammá y Mizzá.
38 Hijos de Seír: Lotán, Sobal, Sibón, Aná, Disón, Eser y Disán.
39 Hijos de Lotán: Jorí y Homán. Hermana de Lotán fue Timná.
40 Hijos de Sobal: Alyán, Manájat. Ebal, Sefí y Onam. Hijos de
Sibón: Ayyá y Aná.
41 Hijos de Aná: Disón. Hijos de Disón: Jamrán, Esbán, Yitrán y
Kerán.
42 Hijos de Eser: Bilhán, Zaaván y Yaacán. Hijos de Disón: Us y
Arán.
43 Estos son los reyes que reinaron en el país de Edom antes de que
hubiera rey entre los israelitas: Bela, hijo de Beor; el nombre de su ciudad
era Dinhabá.
44 Murió Bela, y reinó en su lugar Yobab, hijo de Zéraj, de Bosrá.
45 Murió Yobab y reinó en su lugar Jusam, del país de los temanitas.
46 Y murió Jusam, y en su lugar reinó Hodad, hijo de Bedad, que
derrotó a los madianitas en los campos de Moab; el nombre de su ciudad
fue Avit.
47 Murió Hodad, y reinó en su lugar Samlá, de Masrecá.
48 Murió Samlá, y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot Hannahar.
49 Murió Saúl y reinó en su lugar Baal Janán, hijo de Akbor.
50 Murió Baal Janán y reinó en su lugar Hodad. El nombre de su
ciudad era Paí, y el de su mujer Mehetabel, hija de Matred, hija de
Mezahab.
51 Murió Hodad, y hubo jeques en Edom: el jeque Timná, el jeque
Alyá, el jeque Yetet,
52 el jeque Oholibamá, el jeque Elá, el jeque Pinón,
53 el jeque Quenaz, el jeque Temán, el jeque Mibsar,
54 el jeque Magdiel, el jeque Iram. Estos fueron los jeques de Edom.

1 Crónicas 2
1 Estos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví y Judá, Isacar y
Zabulón,
2 Dan, José y Benjamín, Neftalí, Gad y Aser.
3 Hijos de Judá: Er, Onán y Selá; los tres le nacieron de Bat Súa la
cananea. Er, primogénito de Judá, era malo a los ojos de Yahveh, que le
quitó la vida.
4 Tamar, nuera de Judá, le dio a luz a Peres y Zéraj. Todos los hijos de
Judá fueron cinco.
5 Hijos de Peres: Jesrón y Jamul.
6 Hijos de Zéraj: Zimrí, Etán, Hemán, Kalkol y Dardá, en total cinco.
7 Hijos de Karmí: Akar, que perturbó a Israel por haber violado el
anatema.
8 Hijos de Etán: Azarías.
9 Hijos de que le nacieron a Jesrón: Yerajmeel, Ram y Kelubay.
10 Ram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Najsón,
príncipe de los hijos de Judá.
11 Najsón engendró a Salmá, y Salmá engendró a Booz.
12 Booz engendró a Obed y Obed engendró a Jesé.
13 Jesé engendró a su primogénito Eliab; Abinadab, el segundo; Simá,
el tercero;
14 Netanel, el cuarto; Radday, el quinto;
15 Osem, el sexto; David, el séptimo.
16 Hermanas suyas fueron Sarvia y Abigaíl. Hijos de Sarvia: Abisay,
Joab y Asahel, tres.
17 Abigaíl dio a luz a Amasá, el padre de Amasá fue Yéter el
ismaelita.
18 Caleb, hijo de Jesrón, engendró a Yeriot, de su mujer Azubá. Estos
son sus hijos: Yéser, Sobab y Ardón.
19 Murió Azubá y Caleb tomó por mujer a Efratá, de la que tuvo a Jur.
20 Jur engendró a Urí, y Urí engendró a Besalel.
21 Después se unió Jesrón a la hija de Makir, padre de Galaad. Tenía
él sesenta años cuando la tomó por mujer; y le dijo a luz a Segub.
22 Segub engendró a Yaír, que poseyó veintitrés ciudades en el país
de Galaad.
23 Los guesuritas y los arameos les tomaron las aldeas de Yaír,
Quenat y sus aduares: sesenta ciudades. Todo esto pertenece a los hijos de
Makir, padre de Galaad.
24 Después de morir Jesrón, Caleb se unió a Efratá, mujer de su padre
Jesrón, la cual le dio a luz a Asjur, padre de Técoa.
25 Los hijos de Yerajmeel, primogénito de Jesrón, fueron: Ram, el
primogénito, y Buná, Orén, Osem y Ajías.
26 Yerajmeel tuvo otra mujer cuyo nombre era Atará, que fue madre
de Onam.
27 Los hijos de Ram, primogénito de Yerajmeel, fueron: Maás, Yamín
y Equer.
28 Y los hijos de Onam fueron Sammay y Yadá; los hijos de Sammay,
Nadab y Abisur.
29 La mujer de Abisur se llamaba Abihayil, que le dio a luz a Ajbán y
Molid.
30 Los hijos de Nadab fueron Séled y Efraím; Séled murió sin hijos.
31 Hijo de Efraím fue Yisí; hijo de Yisí, Sesán; hijo de Sesán, Ajlay.
32 Hijos de Yadá, hermano de Sammay, fueron Yéter y Jonatán; Yéter
murió sin hijos.
33 Hijos de Jonatán: Pélet y Zazá. Estos fueron los descendientes de
Yerajmeel.
34 Sesán no tuvo hijos, sino hijas; tenía Sesán un siervo egipcio que se
llamaba Yarjá.
35 Y dio Sesán una hija suya a su siervo Yarjá por esposa, la cual le
engendró a Attay,
36 Attay engendró a Natán, Natán engendró a Zabad,
37 Zabad engendró a Eflal, Eflal engendró a Obed,
38 Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías,
39 Azarías engendró a Jeles, Jeles engendró a Elasá,
40 Elasá engendró a Sismay, Sismay engendró a Sallum,
41 Sallum engendró a Yecamías, Yecamías engendró a Elisamá.
42 Hijos de Caleb, hermano de Yerajmeel: Mesá, su primogénito, que
fue padre de Zif; tuvo por hijo a Maresá, padre de Hebrón.
43 Hijos de Hebrón: Coré, Tappúaj, Réquem y Sema.
44 Sema engendró a Rájam, padre de Yorqueam; Réquem engendró a
Sammay.
45 Hijo de Sammay fue Maón, y Maón fue padre de Bet Sur.
46 Efá, concubina de Caleb, dio a luz a Jarán, Mosá y Gazez; Jarán
engendró a Gazez.
47 Hijos de Yahday: Reguem, Jotam, Guesán, Pélet, Efá y Sáaf.
48 Maaká, concubina de Caleb, dio a luz a Séber y Tirjaná.
49 Engendró también a Sáaf, padre de Madmanná, y a Sevá, padre de
Makdená y padre de Guibeá. Hija de Caleb fue Aksá.
50 Estos fueron los hijos de Caleb. Hijos de Jur, primogénito de
Efratá: Sobal, padre de Quiryat Yearim;
51 Salmá, padre de Belén; Járef, padre de Bet Gáder.
52 Sobal, padre de Quiryat Yearim, tuvo por hijos a Haroé, es decir, la
mitad de los manajatitas
53 y las familias de Quiryat Yearim; los yitríes, los putíes, los
sumatíes y los misraíes. De ellos salieron los soratíes y los de Estaol.
54 Hijos de Salmá: Belén y los netofatíes, Atrot Bet Joab, la otra
mitad de los manajatitas, los soríes
55 y las familias de los sofríes que habitaban en Yabés, los tiratíes, los
simatíes, los sukatíes. Estos son kineos, descendientes de Jamat, padre de la
casa de Rebak.

1 Crónicas 3
1 Estos son los hijos que le nacieron a David en Hebrón: el
primogénito Amnón, hijo de Ajinoam, de Yizreel; el segundo, Daniel, hijo
de Abigaíl de Carmelo;
2 el tercero, Absalón, hijo de Maaká, hija de Talmay, rey de Guesur;
el cuarto, Adonías, hijo de Jagguit;
3 el quinto, Sefatías, de Abital; el sexto, Yitream, de su mujer Eglá.
4 Estos seis le nacieron en Hebrón, donde reinó siete años y seis
meses. Reinó en Jerusalén 33 años.
5 Estos son los que le nacieron en Jerusalén: Simá, Sobab, Natán,
Salomón, los cuatro de Bat Súa, hija de Ammiel.
6 Además, Yibjar, Elisamá, Elifélet,
7 Nogah, Néfeg, Yafía,
8 Elisamá, Elyadá, Elifélet: nueve.
9 Estos son todos los hijos de David, sin contar los hijos de las
concubinas. Hermana de ellos fue Tamar.
10 Hijo de Salomón: Roboam; hijo suyo, Abías; hijo suyo, Asá; hijo
suyo, Josafat;
11 hijo suyo, Joram; hijo suyo, Ocozías; hijo suyo, Joás;
12 hijo suyo, Amasías; hijo suyo, Azarías; hijo suyo, Jotam;
13 hijo suyo, Acaz; hijo suyo, Ezequías; hijo suyo, Manasés;
14 hijo suyo, Amón; hijo suyo, Josías.
15 Hijos de Josías: Yojanán, el primogénito; Yoyaquim, el segundo;
Sedecías, el tercero; Sallum, el cuarto.
16 Hijos de Yoyaquim: su hijo Joaquim y su hijo Sedecías.
17 Hijos de Joaquín, el cautivo: Sealtiel su hijo;
18 Malkiram, Pedaías, Senassar, Yecamías, Hosamá, Nedabías.
19 Hijos de Pedaías: Zorobabel y Simí. Hijos de Zorobabel:
Mesullam, Jananías y Selomit, hermana de ellos.
20 Hijos de Mesullam: Jasubá, Ohel, Berekías, Jasadías y Yusab
Jésed: cinco.
21 Hijos de Jananías: Pelatías; Isaías, hijo suyo; Refaías, hijo suyo;
Arnán, hijo suyo; Abdías, hijo suyo; Sekanías, hijo suyo.
22 Hijos de Sekanías: Semaías, Jattús, Yigal, Baríaj, Nearías y Safat:
seis.
23 Hijos de Nearías: Elyoenay, Ezequías, Azricam: tres. Hijos de
Elyoenay: Hodaías, Elyasib, Pelaías, Aqcub, Yojanán, Delaías y Ananí:
siete.

1 Crónicas 4
1 Hijos de Judá: Peres, Jesrón, Karmí, Jur y Sobal.
2 Reaías, hijo de Sobal, engendró a Yájat. Yájat engendró a Ajumay y
Lahad. Estas son familias de los soreatitas.
3 Estos son los hijos de Jur, padre de Etam: Yizreel, Yismá y Yibdás.
Su hermana se llamaba Haslelponí.
4 Penuel fue el padre de Guedor, y Ezer padre de Jusá. Estos son los
hijos de Jur, primogénito de Efratá, padre de Belén.
5 Asjur, padre de Técoa, tuvo dos mujeres: Jelá y Naará.
6 Naará dio a luz a Ajuzzam, Jéfer, los timnitas y los ajastaritas. Estos
son los hijos de Naará.
7 Hijos de Jelá: Séret, Sójar, Etnán.
8 Cos engendró a Anub y Hossobebá y las familias de Ajarjel, hijo de
Harum.
9 Pero Yabés fue más ilustre que sus hermanos, y su madre le dio el
nombre de Yabés, diciendo: «Di a luz con dolor.»
10 Yabés invocó al Dios de Israel, exclamando: «Si de verdad me
bendices, ensancharás mis términos, tu mano estará conmigo y alejarás el
mal para que no padezca aflicción.» Y otorgóle Dios su petición.
11 Kelub, hermano de Sujá, engendró a Mejir, que fue padre de Estón.
12 Estón engendró a Bet Rafá, Paséaj y Tejinná, padre de Ir Najás.
Estos son los hombres de Rekal.
13 Hijos de Quenaz: Otniel y Seraías. Hijos de Otniel: Jatat y
Meonotay.
14 Meonotay engendró a Ofrá, y Seraías engendró a Joab, padre de
Gue Jarasim, pues eran artesanos.
15 Hijos de Caleb, hijo de Yefunné: Ir, Elá y Náam; hijo de Elá:
Quenaz.
16 Hijos de Yehallelel: Zif, Zifá, Tiryá y Asarel.
17 Hijos de Ezrá: Yéter, Méred, Efer y Yalón. Ella concibió a María,
Samay y Yisbaj, padre de Estemoa.
18 Su mujer, la de Judá, dio a luz a Yéred, padre de Guedor, a Héber,
padre de Sokó, y a Yecutiel, padre de Zanóaj. Estos son los hijos de Bitía,
hija del Faraón, que Méred había tomado por esposa.
19 Hijos de la mujer de Odías, hermana de Nájam, padre de Queilá el
garmita y Estemoa el maakatita.
20 Hijos de Simón: Ammón y Rinná, Ben Janán y Tilón. Hijos de
Yisí: Zójet y Ben Zójet.
21 Hijos de Sela, hijo de Judá: Er, padre de Leká, y Ladá, padre de
Maresá, y las familias de los que trabajan el lino en Bet Asbea.
22 Yoquim, los hombres de Kozebá; y Joás y Saraf, que se casaron en
Moab, antes de volver a Belén. Estas son cosas muy antiguas.
23 Ellos eran alfareros y habitaban en Netaím y Guederá; moraban allí
con el rey, trabajando a su servicio.
24 Hijos de Simeón: Nemuel, Yamín, Yarib, Zéraj y Saúl,
25 Sallum, su hijo; Mibsam, su hijo; Mismá, su hijo.
26 Hijos de Mismá: Jammuel, hijo suyo; Zakkur, hijo suyo; Simí, hijo
suyo.
27 Simí tuvo dieciséis hijos y seis hijas, pero sus hermanos no
tuvieron muchos hijos, no se multiplicaron todas sus familias como los
hijos de Judá.
28 Habitaban en Berseba, Moladá, Jasar-Sual,
29 Bilhá, Esem y Tolad,
30 Betuel, Jormá, Siquelag,
31 Bet Markabot, Jasar Susim, Bet Birí y Saaráyim. Estas fueron sus
ciudades hasta el reino de David.
32 También sus aldeas: Etam, Ayim, Rimmón, Tokén y Asán, cinco
ciudades,
33 y todas sus aldeas que están en torno a aquellas ciudades, hasta
Baalat. Aquí habitaron y éste fue su registro genealógico.
34 Mesobab, Yamlek, Yosá, hijo de Amasías,
35 Joel, Jehú, hijo de Yosibías, hijo de Seraías, hijo de Asiel;
36 Elyoenay, Yaacobá, Yesojaías, Asaías, Adiel, Yesimiel y Benaías,
37 Zizá, hijo de Sifí, hijo de Allón, hijo de Yedaías, hijo de Simrí, hijo
de Semaías.
38 Estos que han sido citados por sus nombres, fueron jefes en sus
familias y sus casas paternas y se multiplicaron grandemente.
39 Se dirigieron a la entrada de Guerar, hasta el oriente del valle,
buscando pastos para sus ganados.
40 Y hallaron pastos pingües y buenos y una tierra espaciosa,
tranquila y segura, pues antes habían morado allí los descendientes de
Cam.
41 Estos que se han citado por sus nombres vinieron en tiempos de
Ezequías, rey de Judá, y destruyeron las tiendas de aquéllos, y los refugios
que allí se encontraban, entregándolos al anatema hasta el día de hoy; y
habitaron en lugar de ellos, ya que había allí pastos para sus ganados.
42 Algunos de los hijos de Simeón, en número de quinientos hombres,
se fueron a la montaña de Seír; sus jefes eran Pelatías, Nearías, Refaías,
Uzziel, hijos de Yisí:
43 derrotaron a los restos de Amalec, que habían escapado, y
habitaron allí hasta el día de hoy.

1 Crónicas 5
1 Hijos de Rubén, primogénito de Israel. Rubén había nacido el
primero, mas por haber manchado el tálamo de su padre fue dada su
primogenitura a los hijos de José, hijo de Israel. Con todo, José no fue
inscrito en las genealogías como el primogénito,
2 pues Judá se hizo poderoso entre sus hermanos y de él procede el
príncipe, pero la primogenitura pertenece a José.
3 Hijos de Rubén, primogénito de Israel: Henoc, Pallú, Jesrón y
Karmí.
4 Hijos de Joel: Semaías, hijo suyo; Gog, hijo suyo; Simí, hijo suyo;
5 Miká, hijo suyo; Reaías, hijo suyo; Báal, hijo suyo;
6 Beerá, hijo suyo, al cual Teglatfalasar, rey de Asiria, llevó cautivo.
Era jefe de los rubenitas.
7 Hermanos suyos, por familias, agrupados según sus genealogías: el
primero, Yeiel, Zacarías,
8 Belá, hijo de Azaz, hijo de Sema, hijo de Joel. Este habitaba en
Aroer y hasta Nebo y Báal Meón.
9 Habitaban, asimismo, al oriente hasta el borde del desierto que se
extiende desde el río Eufrates, pues sus ganados se habían multiplicado en
la tierra de Galaad.
10 En los días de Saúl hicieron guerra contra los agareos, que cayeron
en sus manos; y habitaron en sus tiendas por toda la parte oriental de
Galaad.
11 Los hijos de Gad habitaban junto a ellos en la tierra de Basán hasta
Salká.
12 Joel fue el primero, Safán el segundo; luego Yanay y Safat, en
Basán.
13 Sus hermanos, por casas paternas, fueron: Miguel, Mesullam, Seba,
Yoray, Yakán, Zía y Héber: siete.
14 He aquí los hijos de Abijáyil, hijo de Jurí, hijo de Yaróaj, hijo de
Guilad, hijo de Miguel, hijo de Yesisay, hijo de Yajdó, hijo de Buz.
15 Ají, hijo de Abdiel, hijo de Guní, era cabeza de sus casas paternas.
16 Habitaban en Galaad, en Basán y sus aldeas, y en todos los ejidos
de Sarón hasta sus confines.
17 Todos ellos fueron registrados en los días de Jotam, rey de Judá, y
en los días de Jeroboam, rey de Israel.
18 Los hijos de Rubén, los de Gad y la media tribu de Manasés eran
hombres valientes, llevaban escudo y espada, manejaban el arco y eran
diestros en la guerra. Salían a campaña en número de 44.760.
19 Hicieron guerra contra los agareos, contra Yetur, Nafis y Nodab,
20 y Dios les ayudó contra ellos, de suerte que los agareos y todos los
que con ellos estaban fueron entregados en sus manos; pues en la batalla
clamaron a Dios y les fue propicio, por cuanto confiaban en él.
21 Capturaron sus ganados: sus camellos, en número de 50.000,
250.000 ovejas, 2.000 asnos y 100.000 personas,
22 pues, por ser guerra de Dios, cayeron muertos muchos. Habitaron
el lugar de ellos hasta el destierro.
23 Los hijos de la media tribu de Manasés habitaron en el país desde
Basán hasta Báal Hermón, Senir y la montaña de Hermón. Eran muy
numerosos.
24 He aquí los jefes de sus casas paternas: Efer, Yisi, Eliel, Azriel,
Jeremías, Hodavías y Yajdiel, hombres valerosos, gente famosa, jefes de
sus casas paternas.
25 Pero fueron infieles al Dios de sus padres y se prostituyeron
siguiendo a los dioses de los pueblos del país que Dios había destruido
delante de ellos.
26 Por lo cual el Dios de Israel suscitó el espíritu de Pil, rey de Asiria,
que deportó a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, y los
llevó a Jalaj, Jabor, Jará y el río Gozán, hasta el día de hoy.
27 Hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.
28 Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel.
29 Hijos de Amram: Aarón, Moisés y María. Hijos de Aarón: Nadab,
Abihú, Eleazar e Itamar.
30 Eleazar engendró a Pinjás, Pinjás engendró a Abisúa.
31 Abisúa engendró a Buqquí y Buqquí engendró a Uzzí,
32 Uzzí engendró a Zerajías, Zerajías engendró a Merayot,
33 Merayot engendró a Amarías, Amarías engendró a Ajitub,
34 Ajitub engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Ajimaas,
35 Ajimaas engendró a Azarías, Azarías engendró a Yojanán,
36 Yojanán engendró a Azarías, el cual ejerció el sacerdocio en la
Casa que Salomón edificó en Jerusalén.
37 Azarías engendró a Amarías, Amarías engendró a Ajitub,
38 Ajitub engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Sallum,
39 Sallum engendró a Jilquías, Jilquías engendró a Azarías,
40 Azarías engendró a Seraías, Seraías engendró a Yehosadaq,
41 Yehosadaq marchó cuando Yahveh deportó a Judá y Jerusalén por
mano de Nabucodonosor.

1 Crónicas 6
1 Hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.
2 Estos son los nombres de los hijos de Guersón: Libní y Simí.
3 Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel.
4 Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Estas son las familias de los levitas
según sus casas paternas.
5 De Guersóm: Libní, hijo suyo; Yájat, hijo suyo: Zimmá, hijo suyo;
6 Yoaj, hijo suyo; Iddó, hijo suyo; Zéraj, hijo suyo; Yeatray, hijo
suyo.
7 Hijos de Quehat: Amminadab, hijo suyo; Coré, hijo suyo; Assir, hijo
suyo;
8 Elcaná, hijo suyo; Ebyasaf, hijo suyo; Assir, hijo suyo;
9 Tájat, hijo suyo; Uriel, hijo suyo; Uzzías, hijo suyo; Saúl, hijo suyo.
10 Hijos de Elca1na: Amasay y Ajimot.
11 Elcaná, hijo suyo; Sufay, hijo suyo; Nájat, hijo suyo.
12 Eliab, hijo suyo; Yerojam, hijo suyo; Elcaná, hijo suyo.
13 Hijos de Elcaná: Samuel, el primogénito y Abías, el segundo.
14 Hijos de Merarí: Majlí; Libní, hijo suyo; Simí, hijo suyo; Uzzá,
hijo suyo;
15 Simá, hijo suyo; Jagguías, hijo suyo; Asaías, hijo suyo.
16 Estos son los que puso David para dirigir el canto en la Casa de
Yahveh, desde que el arca tuvo un lugar de reposo.
17 Ejercían el ministerio de cantores ante la Morada de la Tienda del
Encuentro, hasta que Salomón edificó la Casa de Yahveh en Jerusalén.
Cumplían su servicio conforme a su reglamento.
18 Estos son los que ejercían ese ministerio con sus hijos: De los hijos
de Quehat: Hemán el cantor, hijo de Joel, hijo de Samuel,
19 hijo de Elcaná, hijo de Yerojam, hijo de Eliel, hijo de Tóaj,
20 hijo de Suf, hijo de Elcaná, hijo de Májat, hijo de Amasay,
21 hijo de Elcaná, hijo de Joel, hijo de Azarías, hijo de Sofonías,
22 hijo de Tájat, hijo de Assir, hijo de Ebyasaf, hijo de Coré,
23 hijo de Yishar, hijo de Quehat, hijo de Leví, hijo de Israel.
24 Su hermano Asaf, que asistía a su derecha: Asaf, hijo de Berekías,
hijo de Simá,
25 hijo de Miguel, hijo de Baasías, hijo de Malkías,
26 hijo de Etní, hijo de Zéraj, hijo de Adaías,
27 hijo de Etán, hijo de Zimmá, hijo de Simí,
28 hijo de Yájat, hijo de Guersom, hijo de Leví.
29 Los hijos de Merarí, hermanos de ellos, asistían a la izquierda:
Etán, hijo de Quisí, hijo de Abdí, hijo de Malluk,
30 hijo de Jasabías, hijo de Amasías, hijo de Jilquías,
31 hijo de Amsí, hijo de Baní, hijo de Sémer,
32 hijo de Majlí, hijo de Musí, hijo de Merarí, hijo de Leví.
33 Sus hermanos, los levitas, estaban dedicados a los servicios de la
Morada de la Casa de Dios.
34 Aarón y sus hijos quemaban las ofrendas en el altar del holocausto
y en el altar de los perfumes, según todo el servicio de las cosas
sacratísimas, y hacían la expiación por todo Israel, conforme a todo cuanto
había mandado Moisés, siervo de Dios.
35 Estos son los hijos de Aarón: Eleazar, su hijo; Pinjás, su hijo:
Abisúa, su hijo;
36 Buqquí, su hijo; Uzzí, su hijo; Zerajías, su hijo;
37 Merayot, su hijo; Amarías, su hijo; Ajitub, su hijo;
38 Sadoq, su hijo; Ajimaas, su hijo.
39 He aquí sus residencias según el orden de sus fronteras: A los hijos
de Aarón, de la familia de los quehatitas - pues la suerte cayó sobre ellos -
40 se les dio Hebrón en la tierra de Judá, con sus ejidos circundantes;
41 pero el campo de la ciudad y sus aldeas se dieron a Caleb, hijo de
Yefunné.
42 Se dio a los hijos de Aarón como ciudades de asilo: Hebrón, Libná
con sus ejidos, Yattir y Estemoa con sus ejidos,
43 Jilaz con sus ejidos, Debir con sus ejidos,
44 Asán con sus ejidos y Bet Semes con sus ejidos.
45 De la tribu de Benjamín: Gueba con sus ejidos, Alémet con sus
ejidos y Anatot con sus ejidos. El total de todas sus ciudades: trece ciudades
según sus familias.
46 A los otros hijos de Quehat les dieron por sorteo, conforme a sus
familias, diez ciudades de la tribu de Efraím, de la tribu de Dan y de la
media tribu de Manasés.
47 A los hijos de Guersom, según sus familias, trece ciudades de la
tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la tribu de
Manasés en el Basán.
48 A los hijos de Merarí, según sus familias, les tocaron en suerte
doce ciudades de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de
Zabulón;
49 los israelitas dieron a los levitas estas ciudades con sus ejidos.
50 De la tribu de los hijos de Judá, de la tribu de los hijos de
Benjamín, les tocaron en suerte las ciudades a las que pusieron sus
nombres.
51 En la tribu de Efraím se tomaron ciudades para algunas familias de
los hijos de Quehat.
52 Se les asignó como ciudades de asilo: Siquem con sus ejidos, en la
montaña de Efraím, Guézer con sus ejidos,
53 Yoqmeam con sus ejidos y Bet Jorón con sus ejidos,
54 Ayyalón con sus ejidos, Gat Rimmón con sus ejidos.
55 Y de la media tribu de Manasés: Aner con sus ejidos, Bilam con
sus ejidos. Esta para los restantes hijos de Quehat.
56 Para los hijos de Guersom: De la familia de la media tribu de
Manasés, Golán, en Basán, con sus ejidos, Astarot con sus ejidos.
57 De la tribu de Isacar, Cadés con sus ejidos, Dobrat con sus ejidos,
58 Ramot con sus ejidos, Anem con sus ejidos.
59 De la tribu de Aser, Masal con sus ejidos, Abdón con sus ejidos,
60 Jucoq con sus ejidos y Rejob con sus ejidos.
61 De la tribu de Neftalí: Cadés en Galilea con sus ejidos, Jammón
con sus ejidos y Quiryatáyim con sus ejidos.
62 Para los demás hijos de Merarí: de la tribu de Zabulón: Rimmón
con sus ejidos y Tabor con sus ejidos.
63 Y en la otra parte del Jordán, frente a Jericó, al oriente del Jordán,
de la tribu de Rubén: Béser en el desierto, con sus ejidos, y Yahsa con sus
ejidos,
64 Quedemot con sus ejidos y Mefaat con sus ejidos.
65 De la tribu de Gad: Ramot en Galaad con sus ejidos, Majanáyim
con sus ejidos,
66 Jesbón con sus ejidos y Yazer con sus ejidos.

1 Crónicas 7
1 Hijos de Isacar: Tolá, Puá, Yasub, Simrón: cuatro.
2 Hijos de Tolá: Uzzí, Refaías, Yeriel, Yajmay, Yibsam y Samuel,
jefes de las casas paternas de Tolá. Su número, en los días de David, era,
según sus genealogías, de 22.600, valientes guerreros.
3 Hijos de Uzzí: Yizrajías; hijos de Yizrajías: Miguel, Abdías, Joel,
Yissaías: en total cinco jefes.
4 Tenían, según sus genealogías, por sus casas paternas, divisiones de
tropas de guerra en número de 36.000; pues tenían muchas mujeres e hijos.
5 Sus hermanos de todas las familias de Isacar, eran 87.000,
esforzados guerreros, inscritos todos ellos en las genealogías.
6 Hijos de Benjamín: Bela, Béker, Yediael: tres.
7 Hijos de Bela: Esbón, Uzzí, Uzziel, Yerimot e Irí: cinco jefes de las
casas paternas, esforzados guerreros, inscritos en las genealogías en número
de 22.034.
8 Hijos de Béker: Zamirá, Joás, Eliezer, Elyoenay, Omrí, Yeremot,
Abías, Anatot y Alémet; todos éstos hijos de Béker.
9 Estaban inscritos según linajes y los jefes de sus casa paternas;
tenían 20.200 guerreros esforzados.
10 Hijos de Yediael: Bilhán. Hijos de Bilhán: Yeús, Benjamín, Ehúd,
Kenaaná, Zetán, Tarsis y Ajisajar.
11 Todos estos fueron hijos de Yediael, cabezas de familia, esforzados
guerreros, en número de 17.200, aptos para la milicia y la guerra.
12 Suppim y Juppim. Hijos de Ir: Jusim; su hijo: Ajer.
13 Hijos de Neftalí: Yajseel, Guní, Yézer y Sallum, hijos de Bilhá.
14 Hijos de Manasés: Asriel, que le dio a luz su concubina aramea.
Esta le dio también a luz a Makir, padre de Galaad.
15 Makir tomó una mujer para Juppim y para Suppim, y el nombre de
su hermana era Maaká. El nombre del segundo era Selofjad; Selofjad tuvo
hijas.
16 Maaká, mujer de Makir, dio a luz un hijo, a quien llamó Peres. Su
hermano se llamaba Seres y sus hijos Ulam y Réquem.
17 Hijos de Ulam: Bedán. Estos son los hijos de Galaad, hijo de
Makir, hijo de Manasés.
18 Su hermana, Malkat, dio a luz a Ishod, Abiézer y Majlá.
19 Los hijos de Semidá fueron: Ajyán, Sékem, Liqjí y Aniam.
20 Hijos de Efraím: Sutélaj, Bered, su hijo; Tájat, su hijo; Eladá, su
hijo; Tájat, su hijo;
21 Zabad, su hijo; Sutélaj, su hijo; Ezer y Elad. Pero los hombres de
Gat, nacidos en el país, los mataron, pues habían bajado a apoderarse de sus
ganados.
22 Su padre Efraím los lloró durante muchos días, y sus hermanos
vinieron a consolarle.
23 Después se unió a su mujer, que concibió y le dio un hijo, a quien
llamó Beriá, porque la desgracia estaba en su casa.
24 Hija suya fue Seerá, que edificó a Bet Jorón de arriba y de abajo y
a Uzén Seerá.
25 Réfaj, hijo suyo; Sutélaj, hijo suyo; Taján, hijo suyo.
26 Ladán, hijo suyo; Ammihúd, hijo suyo; Elisamá, hijo suyo;
27 Nun, hijo suyo; Josué, hijo suyo.
28 Tenían propiedades y habitaban en Betel y sus aldeas anejas, en
Naarán hacia el oriente, en Guézer y sus aldeas anejas hacia el occidente, en
Siquem y sus aldeas hasta Ayyá y sus aldeas.
29 Y en manos de los hijos de Manasés estaban Bet Seán y sus aldeas
anejas, Tanak y sus aldeas, Meguiddó y sus aldeas, Dor y sus aldeas. En
ellas habitaron los hijos de José, hijo de Israel.
30 Hijos de Aser: Yimná, Yisvá, Yisví, Beriá, y Seraj, hermana de
éstos.
31 Hijos de Beriá: Héber y Malkiel, el cual fue padre de Birzayit.
32 Héber engendró a Yaflet, Semer, Jotam y Suá, hermana de ellos.
33 Hijos de Yaflet: Pasak, Bimhal y Asvat. Estos son los hijos de
Yaflet.
34 Hijos de Sémer: Ají, Rohgá, Jubbá y Aram.
35 Hijos de Hélem, su hermano: Sofaj, Yimná, Seles y Amal.
36 Hijos de Sofaj: Súaj, Jarnéfer, Sual, Berí y Yimrá;
37 Béser, Hod, Sammá, Silsá, Yitrán y Beerá.
38 Hijos de Yéter: Yefunné, Pispá y Ará.
39 Hijos de Ullá: Araj, Janniel y Risías.
40 Todos estos fueron hijos de Aser, jefes de familia, gente escogida,
esforzados guerreros, jefes de príncipes. EN los registros genealógicos
estaban inscritos en número de 26.000 hombres, aptos para la milicia y la
guerra.

1 Crónicas 8
1 Benjamín engendró a Bela, su primogénito; Asbel, el segundo;
Ajiram el tercero;
2 Nojá, el cuarto, y Rafá, el quinto.
3 Los hijos de Bela fueron: Addar y Guerrá, padre de Ehúd,
4 Abisúa, Naamán, Ajoaj,
5 Guerá, Sefufán y Juram.
6 Estos son los hijos de Ehúd, los jefes de familia de los que moraban
en Gueba y a los que deportaron a Manájat:
7 Naamán, Ajías y Guerá. Este los deportó, y engendró a Uzzá y
Ajijud.
8 Sajaráyim engendró hijos en los campos de Moab, después de haber
repudiado a sus mujeres Jusim y Baará.
9 Y de su nueva mujer engendró a Yobab, Sibías, Mesá, Malckom,
10 Yeús, Sakías y Mirmá. Estos son sus hijos, jefes de casas paternas.
11 Y de Jusim engendró a Atibub y Elpáal:
12 Hijos de Elpáal: Héber. Misam y Semed, el cual edificó Onó, Lud
y sus aldeas anejas.
13 Beriá y Sema fueron cabezas de familia de los habitantes de
Ayyalón, que pusieron en fuga a los moradores de Gat.
14 Hermano suyo: Sesaq. Yeremot,
15 Zebadías, Arad, Eder.
16 Miguel, Yispá, Yojá: eran hijos de Beriá.
17 Zebadías, Mesullam, Jizquí, Jáber.
18 Yismeray, Yizlías y Yobab: hijos de Elpáal.
19 Yaquim, Zikrí, Zabdí,
20 Elienay. Silletay, Eliel,
21 Adaías, Beraías y Simrat: hijos de Simí.
22 Yispán, Héber, Eliel,
23 Abdón, Zikrí, Janán,
24 Jananías, Elam, Antotías,
25 Yifdías y Penuel: hijos de Sesaq.
26 Samseray, Serajías, Atalías,
27 Yaaresías, Elías y Zikri: hijos de Yerojam.
28 Estos eran los jefes de las casas paternas, según sus linages, que
habitaban en Jerusalén.
29 En Gabaón habitaba Yeiel, padre de Gabaón, cuya mujer se
llamaba Maaká.
30 Su hijo primogénito: Abdón; después Sur, Quis, Báal, Ner, Nadab,
31 Guedor, Ajyó, Záker.
32 Miqlot engendró a Simá. También éstos habitaron, igual que sus
hermanos, en Jerusalén, con sus hermanos.
33 Ner engendró a Quis, Quis engendró a Saúl, Saúl engendró a
Jonatán, Malki Súa, Abinadab y Esbáal.
34 Hijo de Jonatán: Merib Báal. Merib Báal engendró a Miká.
35 Hijos de Miká: Pitón, Mélek, Tarea, Ajaz.
36 Ajaz engendró a Yehoaddá, Yehoaddá engendró a Alémet,
Azmávet y Zimri; Zimrí engendró a Mosá.
37 Mosá engendró a Biná, cuyo hijo fue Rafá, cuyo hijo fue Elasá,
cuyo hijo fue Asel.
38 Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricam, su primogénito;
después, Israel, Searías, Abdías y Janán. Todos ellos son hijos de Asel.
39 Hijos de Eseq, hermano suyo: Ulam, su primogénito, Yeús, el
segundo, y Elifélet, el tercero.
40 Los hijos de Ulam fueron esforzados guerreros que manejaban el
arco; tuvieron muchos hijos y nietos: 150. Todos estos eran descendientes
de Benjamín.

1 Crónicas 9
1 Todos los israelitas estaban registrados en las genealogías e inscritos
en el libro de los reyes de Israel y de Judá, cuando fueron deportados a
Babilonia por sus infidelidades.
2 Los primeros que volvieron a habitar en sus propiedades y ciudades
fueron israelitas, sacerdotes, levitas y donados.
3 En Jerusalén habitaron hijos de Judá, hijos de Benjamín, hijos de
Efraím y de Mamassés.
4 Utay, hijo de Ammihúd, hijo de Omrí, hijo de Imrí, hijo de Baní, de
los hijos de Peres, hijo de Judá.
5 De los silonitas: Asaías, el primogénito, y sus hijos.
6 De los hijos de Zéraj: Yeuel y sus hermanos: 690.
7 De los hijos de Benjamín: Sallú, hijo de Mesullam, hijo de
Hodavías, hijo de Hassenuá;
8 Yibneías, hijo de Yerojam: Ela, hijo de Uzzí, hijo de Mikrí, y
Mesullam, hijo de Sefatías, hijo de Reuel, hijo de Yibnías,
9 y sus hermanos, según sus genealogías: 956. Todos estos eran jefes
de familia en sus respectivas casas paternas.
10 De los sacerdotes: Yedaías, Yehoyarib, Yakín,
11 Azarías, hijo de Jilquías, hijo de Mesullam, hijo de Sadoq, hijo de
Merayot, hijo de Ajitub, príncipe de la Casa de Dios.
12 Adaías, hijo de Yerojam, hijo de Pasjur, hijo de Malkías; Masay,
hijo de Adiel, hijo de Yajzerá, hijo de Mesullam, hijo de Mesillemit, hijo de
Immer;
13 y sus hermanos, jefes de sus casas paternas: 1.760 hombres aptos
para los ejercicios del culto de la Casa de Dios.
14 De los levitas: Semaías, hijo de Jassub, hijo de Azricam, hijo de
Jasabías, de los hijos de Merarí.
15 Baqbacar, Herés, Galal y Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zikrí,
hijo de Asaf.
16 Abdías, hijo de Semaías, hijo de Galal, hijo de Yedutún; y
Berekías, hijo de Asá, hijo de Elcaná, que habitaban en los poblados de los
netofatíes.
17 Los porteros: Sallum, Aqcub, Talmón, Ajimán y sus hermanos.
Sallum era el jefe;
18 y están hasta el presente junto a la puerta del rey, al oriente. Estos
son los porteros del campamento de los hijos de Leví:
19 Sallum, hijo de Qoré, hijo de Ebyasaf, hijo de Coré, y sus
hermanos los coreítas, de la misma casa paterna, tenían el servicio del culto
como guardianes de los umbrales de la Tienda, pues sus padres habían
tenido a su cargo la guardia de acceso al campamento de Yahveh.
20 Antiguamente había sido su jefe Pinjás, hijo de Eleazar, con el que
estaba Yahveh.
21 Zacarías, hijo de Meselemías, era portero de la entrada de la Tienda
del Encuentro.
22 El total de los elegidos para porteros era de 212, y estaban inscritos
en sus poblados. David y Samuel el vidente les habían establecido en sus
cargos permanentemente.
23 Tanto ellos como sus hijos tenían a su cargo las puertas de la Casa
de Yahveh, la casa de la Tienda.
24 Había porteros a los cuatro vientos: al oriente, al occidente, al norte
y al mediodía.
25 Sus hermanos, que habitaban en sus poblados, tenían que venir
periódicamente a estar con ellos durante siete días,
26 porque los cuatro jefes de los porteros eran permanentes; algunos
levitas estaban al cuidado de las cámaras y de los tesoros de la Casa de
Dios.
27 Pasaban la noche alrededor de la Casa de Dios, pues les incumbía
su vigilancia y habían de abrirla todas las mañanas.
28 Unos tenían el cuidado de los utensilios del culto, y los contaban al
meterlos y al sacarlos.
29 Otros estaban encargados de los utensilios y de todos los
instrumentos del Santuario, de la flor de harina, el vino, el aceite, el
incienso y los aromas.
30 Los que hacían la mezcla para los aromas eran sacerdotes.
31 Mattitías, uno de los levitas, primogénito de Sallum el coreíta,
estaba al cuidado constante de las cosas que se freían en sartén.
32 Entre los quehatitas, sus hermanos, algunos estaban encargados de
poner en filas los panes cada sábado.
33 Había también cantores, cabezas de familia de los levitas y
moraban en las habitaciones de la Casa, exentos de servicio, pues se
ocupaban de día y de noche en su ministerio.
34 Estos son, según sus genealogías, los cabezas de familia de los
levitas, jefes de sus linajes que habitaban en Jerusalén.
35 En Gabaón moraban el padre de Gabaón, Yeiel, cuya mujer se
llamaba Maaká
36 y Abdón su hijo primogénito; después, Sur, Quis, Báal, Ner,
Nadab,
37 Guedor, Ajyó, Zacarías y Miqlot.
38 Miqlot engendró a Simam. También éstos habitaron en Jerusalén
junto a sus hermanos y en unión con éstos.
39 Ner engendró a Quis, Quis engendró a Saúl, Saúl engendró a
Jonatán, Malki Súa, Abínadab y Esbáal.
40 Hijo de Jonatán: Merib Báal. Merib Báal engendró a Miká.
41 Hijos de Miká: Pitón, Mélek, Tajrea.
42 Ajaz engendró a Yará, Yará engendró a Alémet, Azmavet y Zimrí.
Zimrí engendró a Mosá.
43 Mosá engendró a Binná. Refaías, hijo suyo: Elasá, hijo suyo; Asel,
hijo suyo.
44 Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres son: Azricam, su primogénito,
Ismael, Searías, Obadías y Janán. Estos fueron los hijos de Asel.

1 Crónicas 10
1 Trabaron batalla los filisteos contra Israel; huyeron los hombres de
Israel ante los filisteos, y cayeron heridos de muerte en el monte Gelboé.
2 Los filisteos apretaron de cerca a Saúl y a sus hijos, y mataron a
Jonatán, Abinadab y Malki Súa, hijos de Saúl.
3 El peso de la batalla cargó sobre Saúl, los arqueros le descubrieron y
fue herido por los arqueros.
4 Dijo Saúl a su escudero: «Saca tu espada y traspásame con ella; no
sea que vengan esos incircuncisos y hagan mofa de mí.» Pero el escudero
no quiso, pues estaba lleno de temor. Entonces tomó Saúl la espada y se
arrojó sobre ella.
5 Viendo el escudero que Saúl había muerto, se arrojó, también él,
sobre su espada y murió con él.
6 Así murió Saúl con sus tres hijos; y toda su casa murió juntamente
con él.
7 Viendo todos los hombres de Israel, que estaban en el valle, que las
tropas de Israel se daban a la fuga y que Saúl y sus hijos habían muerto,
abandonaron sus ciudades y huyeron; vinieron los filisteos y se
establecieron en ellas.
8 Al otro día vinieron los filisteos para despojar a los muertos, y
encontraron a Saúl y a sus hijos caídos en el monte Gelboé.
9 Despojándole, se llevaron su cabeza y sus armas, y mandaron
anunciar la buena nueva por el contorno del país de los filisteos, a sus
dioses y al pueblo.
10 Depositaron sus armas en el templo de su dios y clavaron su cabeza
en el templo de Dagón.
11 Supieron todos los habitantes de Yabés de Galaad lo que los
filisteos habían hecho con Saúl,
12 se levantaron todos los valientes, tomaron el cadáver de Saúl y los
cadáveres de sus hijos, y los llevaron a Yabés. Enterraron sus huesos bajo el
tamarindo de Yabés, y ayunaron siete días.
13 Saúl murió a causa de la infidelidad que había cometido contra
Yahveh, porque no guardó la palabra de Yahveh y también por haber
interrogado y consultado a una nigromante,
14 en vez de consultar a Yahveh, por lo que le hizo morir, y transfirió
el reino a David, hijo de Jesé.

1 Crónicas 11
1 Congregóse todo Israel en torno a David, en Hebrón, y dijeron:
«Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros.
2 Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las
entradas y salidas de Israel; Yahveh, tu Dios, te ha dicho: “Tú apacentarás a
mi pueblo Israel.”»
3 Vinieron todos los ancianos de Israel adonde el rey, a Hebrón; David
hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh; y ellos
ungieron a David como rey sobre Israel, según la palabra que Yahveh había
pronunciado por boca de Samuel.
4 Después marchó David con todo Israel contra Jerusalén, o sea,
Jebús; los habitantes del país eran jebuseos.
5 Y decían los habitantes de Jebús a David: «No entrarás aquí.»
Conquistó David la fortaleza de Sión, que es la Ciudad de David.
6 Y dijo David: «El que primero ataque al jebuseo, será jefe y
capitán.» Subió el primero Joab, hijo de Sarvia, y pasó a ser jefe.
7 Se instaló David en la fortaleza; por eso la llamaron Ciudad de
David.
8 Y edificó en derredor de la ciudad, tanto el Milló como la
circunvalación; Joab restauró el resto de la ciudad.
9 David iba medrando, y Yahveh Sebaot estaba con él.
10 He aquí los jefes de los valientes que tenía David, y que, durante su
reinado, se esforzaron con él y con todo Israel para hacerle reinar, conforme
a la palabra de Yahveh respecto de Israel.
11 Esta es la lista de los héroes que tenía David: Yasobam, hijo de
Jakmoní, jefe de los Treinta, que blandió su lanza e hizo más de trescientas
bajas de una sola vez.
12 Después de él Eleazar, hijo de Dodó, el ajotita, que era uno de los
Tres héroes.
13 Este estaba con David en Pas Dammim, donde los filisteos se
habían concentrado para la batalla. Había allí una parcela toda de cebada, y
el pueblo estaba ya huyendo delante de los filisteos,
14 pero él se apostó en medio de la parcela, la defendió y derrotó a los
filisteos. Yahveh obró allí una gran victoria.
15 Tres de los Treinta bajaron a la peña de la cueva de Adullam,
donde David, cuando los filisteos se hallaban acampados en el valle de los
Refaím.
16 David estaba a la sazón en el refugio, mientras que una guarnición
de filisteos ocupaba Belén.
17 Vínole a David un deseo y dijo: «¡Quién me diera a beber agua de
la cisterna que hay a la puerta de Belén!»
18 Rompieron los Tres por el campamento de los filisteos, y sacaron
agua de la cisterna que hay a la puerta de Belén, se la llevaron y se la
ofrecieron a David, pero David no quiso beberla, sino que la derramó como
libación a Yahveh,
19 diciendo: «¡Líbreme Dios de hacer tal cosa! ¿Voy a beber yo la
sangre de estos hombres junto con sus vidas? Pues con riesgo de sus vidas
la han traído.» Y no quiso beberla. Esto hicieron los Tres héroes.
20 Abisay, hermano de Joab, era el primero de los Treinta. Hirió con
su lanza a trescientos hombres, y conquistó renombre entre los Treinta.
21 Fue más afamado que los Treinta, llegando a ser su capitán; pero
no igualó a los Tres.
22 Benaías, hijo de Yehoyadá, hombre valeroso y pródigo en hazañas,
de Cabseel, mató a los dos héroes de Moab; además bajó y mató a un león
dentro de una cisterna, en un día de nieve.
23 Mató también a un egipcio que tenía cinco codos de altura; tenía el
egipcio una lanza en su mano del tamaño de un enjullo de tejedor, pero
Benaías bajó contra él con un bastón, arrancó la lanza de la mano del
egipcio, y con su misma lanza le mató.
24 Esto hizo Benaías, hijo de Yehoyadá, y se conquistó renombre
entre los Tres héroes.
25 Fue muy famoso entre los Treinta, pero no igualó a los Tres; David
le hizo jefe de su guardia personal.
26 Los valientes esforzados fueron: Asahel, hermano de Joab; Eljanán,
hijo de Dodó, de Belén;
27 Sammot, de Harod; Jeles, el pelonita;
28 Irá, hijo de Iqqués, de Técoa; Abiézer, de Anatot;
29 Sibbekay, de Jusá; Ilay, el ajotita;
30 Mahray, de Netofá; Jéled, hijo de Baaná, de Netofá;
31 Itay, hijo de Ribay, de Guibeá, de los hijos de Benjamín; Benaías,
de Piratón;
32 Juray, de los torrentes de Gaás; Abiel, el arbatita;
33 Azmávet, de Bajurim; Elyajabá, de Saalbón;
34 Bené Hasem, el guizonita; Jonatán, hijo de Sagué, de Arar;
35 Ajiam, hijo de Sakar, el ararita; Elifélet, hijo de Ur;
36 Jéfer, de Mekerá; Ajías, el pelonita;
37 Jesró, de Carmelo; Naaray, hijo de Ezbay;
38 Joel, hermano de Natán; Mibjar, hijo de Agrí;
39 Sélecq, el ammonita; Najray, de Berot, escudero de Joab, hijo de
Sarvia;
40 Irá, de Yattir; Gareb, de Yattir;
41 Urías, el hitita; Zabad, hijo de Ajlay;
42 Adiná, hijo de Sizá, el rubenita, jefe de los rubenitas, y con él
treinta;
43 Janán, hijo de Maaká; Josafat, el mitnita;
44 Uzzías, de Astarot: Sama y Yeiel, hijos de Jotam, de Aroer;
45 Yediael, hijo de Simrí; Jojá, su hermano, el tisita.
46 Eliel, el majavita; Yeribay y Yosavías, hijos de Elnaam; Yitmá, el
moabita;
47 Eliel, Obed y Yaasiel, de Sobá.

1 Crónicas 12
1 Estos son los que vinieron donde David, a Siquelag, cuando estaba
retenido lejos de Saúl, hijo de Quis. Estaban también entre los valientes que
le ayudaron en la guerra.
2 Manejaban el arco con la derecha y con la izquierda, lanzando
piedras y flechas con el arco. De los hermanos de Saúl el benjaminita:
3 Ajiézer, el jefe, y Joás, hijos de Semaá de Guibeá; Yeziel y Pélet,
hijos de Azmávet; Beraká y Jehú, de Anatot;
4 Yismaías, de Gabaón, valeroso entre los Treinta y jefe de los
mismos;
5 Jeremías, Yajaziel, Yojanán, Yozabad, de Guederot;
6 Eluzay, Yerimot, Bealías, Semarías y Sefatías, de Jarif;
7 Elcaná, Isaías, Azarel, Yoézer, Yasobam, coreítas;
8 Yoelá y Zebadías, hijos de Yerojam, de Guedor.
9 Y hubo también gaditas que se pasaron a David en el desierto,
guerreros valientes, hombres de guerra, preparados para el combate,
diestros con el escudo y la lanza. Sus rostros, como rostros de león, y
ligeros como la gacela salvaje.
10 Su jefe era Ezer; Obadías, el segundo; Eliab, el tercero;
11 Masmanná, el cuarto; Yirmeyá, el quinto;
12 Attay, el sexto; Eliel, el séptimo;
13 Yojanán, el octavo; Elzabad, el noveno;
14 Jeremías, el décimo; Makbannay, el undécimo;
15 estos eran, entre los hijos de Gad, jefes del ejército; el menor
mandaba sobre cien, y el mayor sobre mil.
16 Estos fueron los que atravesaron el Jordán en el mes primero,
cuando suele desbordarse por todas sus riberas, y pusieron en fuga a todos
los habitantes de los valles, a oriente y occidente.
17 También vinieron al refugio, donde estaba David, algunos de los
hijos de Benjamín y Judá.
18 Presentóse David delante de ellos y les dijo: «Si venís a mí en son
de paz para ayudarme, mi corazón irá a una con vosotros; pero si es para
engañarme en favor de mis enemigos, sin que hubiere violencia en mis
manos, ¡véalo el Dios de nuestros padres y lo castigue!»
19 Entonces el espíritu revistió a Amasay, jefe de los Treinta: «¡A ti,
David! ¡Contigo, hijo de Jesé! ¡Paz, paz a ti! ¡Y paz a los que te ayuden,
pues tu Dios te ayuda a ti!» David los recibió y los puso entre los jefes de
las tropas.
20 También de Manasés se pasaron algunos a David, cuando éste iba
con los filisteos a la guerra contra Saúl, aunque no les ayudaron, porque los
tiranos de los filisteos, habido consejo, le despidieron, diciendo: «Se pasará
a Saúl, su señor, con nuestras cabezas.»
21 Cuando regresó a Siquelag, pasáronse a él algunos de los hijos de
Manasés: Adná, Yozabad, Yediel, Miguel, Yozabad, Elihú y Silletay, jefes
de millares de Manasés.
22 Estos ayudaron a David al frente de algunas partidas, pues todos
eran hombres valientes y llegaron a ser jefes en el ejército.
23 Cada día, en efecto, acudía gente a David para ayudarle, hasta que
el campamento llegó a ser grande, como un campamento de Dios.
24 Este es el número de los guerreros preparados para la guerra que
vinieron donde David, a Hebrón, para transferirle el reino de Saúl,
conforme a la orden de Yahveh.
25 De los hijos de Judá, llevando escudo y lanza, 6.800, armados para
la guerra.
26 De los hijos de Simeón, hombres valerosos para la guerra, 7.100.
27 De los hijos de Leví, 4.600.
28 Yehoyadá, príncipe de los hijos de Aarón, con otros 3.700.
29 Sadoq, joven y valeroso, con veintidós jefes de su casa paterna.
30 De los hijos de Benjamín, hermano de Saúl, 3.000; hasta entonces
la mayor parte de ellos habían permanecido fieles a la casa de Saúl.
31 De los hijos de Efraím, 20.800 hombres valientes, famosos en sus
casas paternas.
32 De la media tribu de Manasés, 18.000, nominalmente designados
para ir a proclamar rey a David.
33 De los hijos de Isacar, duchos en discernir las oportunidades y
saber lo que Israel debía hacer, 200 jefes, y todos sus hermanos bajo sus
órdenes.
34 De Zabulón, 50.000 aptos para salir a campaña, preparados para la
batalla, provistos de todas las armas de guerra, audaces en la lucha, con
corazón entero.
35 De Neftalí, 1.000 jefes, y con ellos 37.000 hombres con escudo y
lanza.
36 De los danitas, preparados para la batalla, 28.600.
37 De Aser, aptos para salir a campaña y preparados para la batalla,
40.000.
38 Y de Transjordania, de los rubenitas, de los gaditas y de la media
tribu de Manasés, provistos de todos los pertrechos de guerra para la
batalla, 120.000.
39 Todos estos hombres de guerra, formados en orden de batalla,
vinieron a Hebrón con corazón entero para proclamar a David rey sobre
todo Israel; y los demás israelitas estaban unánimes en hacer rey a David.
40 Permanecieron allí con David tres días comiendo y bebiendo,
porque sus hermanos les proveían.
41 Además, los que estaban cerca y hasta de Isacar, Zabulón y Neftalí
traían víveres en asnos, camellos, mulos y bueyes; provisiones de harina,
tortas de higos y pasas, vino, aceite, ganado mayor y menor en abundancia;
pues reinaba la alegría en Israel.

1 Crónicas 13
1 Después de consultar David con los jefes de millar y de ciento y con
todos los caudillos,
2 dijo a toda la asamblea de Israel: «Si os parece bien y la cosa viene
de Yahveh, nuestro Dios, vamos a mandar un mensaje a nuestros hermanos
que han quedado a todas las regiones de Israel y, además, a los sacerdotes y
levitas en sus ciudades y ejidos, para que se reúnan con nosotros;
3 y volvamos a traer a nuestro lado el arca de nuestro Dios, ya que no
nos hemos preocupado de ella desde los días de Saúl.»
4 Toda la asamblea resolvió hacerlo así, pues la propuesta pareció
bien a todo el pueblo.
5 Congregó entonces David a todo Israel, desde Sijor de Egipto hasta
la Entrada de Jamat, para traer el arca de Dios desde Quiryat Yearim.
6 Fue, pues, David, con todo Israel, hacia Baalá, a Quiryat Yearim de
Judá, para subir allí el arca del Dios que lleva el Nombre de Yahveh que
está sobre los querubines.
7 Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y se la llevaron de la
casa de Abinadab; Uzzá y Ajyó conducían la carreta.
8 David y todo Israel bailaban delante de Dios con todas sus fuerzas,
cantando y tocando cítaras, salterios, adufes, címbalos y trompetas.
9 Al llegar a la era de Kidón, extendió Uzzá su mano para sostener el
arca, porque los bueyes amenazaban volcarla.
10 Se encendió contra Uzzá la ira de Yahveh y le hirió por haber
extendido su mano hacia el arca; y Uzzá murió allí delante de Dios.
11 Se irritó David porque Yahveh había castigado a Uzzá; y se llamó
aquel lugar Peres de Uzzá hasta el día de hoy.
12 Y tuvo David aquel día miedo a Dios, y dijo: «¿Cómo voy a llevar
a mi casa el arca de Dios»
13 Y no trasladó David el arca de Dios a su casa, a la Ciudad de
David, sino que la hizo llevar a la casa de Obededom de Gat.
14 El arca de Dios habitó tres meses en la casa de Obededom. Y
bendijo Yahveh la casa de Obededom y cuanto tenía.

1 Crónicas 14
1 Jiram, rey de Tiro, envió a David mensajeros y maderas de cedro, y
también albañiles y carpinteros, para edificarle una casa.
2 Y conoció David que Yahveh le había confirmado como rey de
Israel, pues había ensalzado su realeza por amor a Israel su pueblo.
3 Tomó David otras mujeres en Jerusalén y engendró mas hijos e
hijas.
4 Estos son los nombres de los que tuvo en Jerusalén: Sammúa,
Sobab, Natán, Salomón,
5 Yibjar, Elisúa, Elpálet,
6 Nógah, Néfeg, Yafía,
7 Elisamá, Baalyadá y Elifélet.
8 Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey sobre
todo Israel, subieron todos en su busca. Lo supo David y les salió al paso.
9 Llegaron los filisteos y se desplegaron por el valle de Refaím.
10 Consultó David a Dios, diciendo: «¿Debo subir contra los filisteos?
¿Los entregarás en mis manos?» Yahveh le respondió: «Sube, pues yo los
entregaré en tu mano.»
11 Y subieron a Baal Perasim, donde David los derrotó. Dijo entonces
David: «Dios ha abierto brecha entre mis enemigos por mi mano, como una
brecha de aguas.» Por eso se llamó a aquel lugar Baal Perasim.
12 Abandonaron allí a sus ídolos, y dijo David: «Arrojadlos al fuego.»
13 Otra vez invadieron los filisteos el valle,
14 y David volvió a consultar a Dios, y Dios le contestó: «No subas
contra ellos: da un rodeo y atácalos frente a las balsameras.
15 Y cuando oigas el ruido de pasos en la copa de las balsameras,
saldrás a la batalla, porque Dios sale delante de ti para derrotar el
campamento de los filisteos.»
16 Hizo David como le había mandado Dios, y derrotaron al
campamento de los filisteos desde Gabaón hasta Guézer.
17 La fama de David se extendió por todas las regiones, pues Yahveh
le hizo temible a todas las naciones.

1 Crónicas 15
1 Se hizo casas en la Ciudad de David, preparó un lugar para el arca
de Dios y le levantó una Tienda.
2 Entonces dijo David: «Solamente los levitas han de llevar el arca de
Dios, pues a ellos los escogió Yahveh para llevar el arca de Yahveh y
servirle por siempre.»
3 Congregó, pues, David a todo Israel en Jerusalén para subir el arca
de Yahveh al lugar que para ella había preparado.
4 David reunió también a los hijos de Aarón y a los levitas:
5 De los hijos de Quehat: a Uriel, el jefe, y a sus hermanos, 120;
6 de los hijos de Merarí: a Asaías, el jefe, y a sus hermanos, 220;
7 de los hijos de Guersom: a Joel, el jefe, y a sus hermanos, 130;
8 de los hijos de Elisafán: a Semaías, el jefe, y a sus hermanos,
doscientos;
9 de los hijos de Hebrón: a Eliel, el jefe, y a sus hermanos, ochenta;
10 de los hijos de Uzziel: a Amminadab, el jefe, y a sus hermanos,
112.
11 También llamó David a los sacerdotes Sadoq y Abiatar, y a los
levitas Uriel, Asaías, Joel, Semaiás, Eliel y Amminadab,
12 y les dijo: «Vosotros sois los cabezas de familia de los levitas.
Santificaos, vosotros y vuestros hermanos, para subir el arca de Yahveh, el
Dios de Israel, al lugar que para ella tengo preparado;
13 pues por no haber estado vosotros la vez primera, Yahveh, nuestro
Dios, hizo brecha en nosotros, ya que no le consultamos conforme a la
norma.»
14 Se santificaron, pues, los sacerdotes y los levitas, para subir el arca
de Yahveh, Dios de Israel.
15 Y los levitas trasladaron el arca de Dios a hombros, como lo había
ordenado Moisés, según la palabra de Yahveh, llevando los varales sobre
los hombros.
16 Dijo David a los jefes de los levitas que dispusieran a sus hermanos
los cantores, con instrumentos músicos, salterios, cítaras y címbalos, para
que los hiciesen resonar, alzando la voz con júbilo.
17 Los levitas designaron a Hemán, hijo de Joel; y de sus hermanos, a
Asaf, hijo de Berekías; y de los hijos de Merarí, hermanos suyos, a Etán,
hijo de Cusaías.
18 Y con ellos, como segundos, a sus hermanos Zacarías, hijo de
Yaaziel, Semiramot, Yejiel, Unní, Eliab, Benaías, Maaseías, Mattitías,
Eliflehú, Miqneías, Obededom y Yeiel, porteros.
19 Los cantores Hemán, Asaf y Etán hacían resonar címbalos de
bronce.
20 Zacarías, Yaaziel, Semiramot, Yejiel, Unní, Eliab, Maaseías y
Benaías tenían salterios de tonos altos.
21 Mattitías, Eliflehú, Miqneías, Obededom, Yeiel y Azazaías tenían
cítaras de octava, para dirigir el canto.
22 Kenanías, jefe de los levitas encargados del transporte, dirigía el
traslado, porque era hombre entendido.
23 Berekías y Elcaná eran porteros del arca.
24 Sebanías, Josafat, Natanael, Amasay, Zacarías, Benaías y Eliezer,
sacerdotes, tocaban las trompetas delante del arca de Dios. Obededom y
Yejiyías eran porteros del arca.
25 Así pues, David los ancianos de Israel y los jefes de millares,
fueron a traer el arca de la alianza de Yahveh, desde la casa de Obededom,
con alborozo.
26 Y habiendo Dios ayudado a los levitas portadores del arca de la
alianza de Yahveh, sacrificaron siete becerros y siete carneros.
27 David iba revestido de un manto de lino fino, lo mismo que todos
los levitas, que portaban el arca, los cantores y Kenanías, el jefe que dirigía
el traslado. Llevaba también David sobre sí un efod de lino.
28 Todo Israel subía el arca de la alianza de Yahveh entre clamores y
resonar de cuernos, trompetas y címbalos, y haciendo sonar los salterios y
las cítaras.
29 Cuando el arca de la alianza de Yahveh entró en la Ciudad de
David, Mikal, hija de Saúl, estaba mirando por una ventana, y vio al rey
David que saltaba y bailaba, y le despreció en su corazón.

1 Crónicas 16
1 Introdujeron el arca de Dios y la colocaron en medio de la Tienda
que David había hecho levantar para ella; y ofrecieron ante Dios
holocaustos y sacrificios de comunión.
2 Cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y los
sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre de Yahveh,
3 y repartió a todo el pueblo de Israel, hombres y mujeres, a cada uno
una torta de pan, un pastel de dátiles y un pastel de pasas.
4 David estableció los levitas que habían de hacer el servicio delante
del arca de Yahveh, celebrando, glorificando y alabando a Yahveh, el Dios
de Israel.
5 Asaf era el jefe; Zacarías era el segundo; luego Uzziel, Semiramot,
Yejiel, Mattitías, Eliab, Benaías, Obededom y Yeiel, con salterios y cítaras.
Asaf hacía sonar los címbalos.
6 Los sacerdotes Benaías y Yajaziel tocaban sin interrupción las
trompetas delante del arca de la alianza de Dios.
7 Aquel día David, alabando el primero a Yahveh, entregó a Asaf y a
sus hermanos este canto:
8 ¡Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los
pueblos sus hazañas!

9 ¡Cantadle, salmodiad para él, sus maravillas todas recitad!


10 ¡Gloriaos en su santo Nombre, se alegre el corazón de los que
buscan a Yahveh!
11 ¡Buscad a Yahveh y su fuerza, id tras su rostro sin descanso!
12 Recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios
de su boca,
13 raza de Israel, su servidor, hijos de Jacob, sus elegidos.
14 El, Yahveh, es nuestro Dios, por toda la tierra sus juicios.
15 Recordad para siempre su alianza, palabra que impuso a mil
generaciones;
16 lo que pactó con Abraham, el juramento que hizo a Isaac.
17 Y que puso a Jacob como precepto, a Israel como alianza eterna,
18 diciendo: «Yo te daré la tierra de Canaán, por parte de vuestra
herencia»,
19 cuando erais escasa gente, poco numerosos, y forasteros allí.
20 Cuando iban de nación en nación desde un reino a otro pueblo,

21 a nadie permitió oprimirles. Por ellos castigó a los reyes.


22 «Guardaos de tocar a mis ungidos ni mal alguno hagáis a mis
profetas.»
23 Cantad a Yahveh toda la tierra anunciad su salvación día tras día.
24 Contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas.
25 Que es grande Yahveh y muy digno de alabanza, más temible que
todos los dioses.
26 Porque nada son todos los dioses de los pueblos, mas Yahveh los
cielos hizo.
27 Gloria y majestad están ante él, fortaleza y alegría en su Morada.
28 ¡Rendid a Yahveh, familias de los pueblos, rendid a Yahveh gloria
y poder!
29 ¡Rendid a Yahveh la gloria de su Nombre! Traed ofrendas y en sus
atrios entrad. ¡Postraos ante Yahveh en esplendor sagrado!
30 ¡Tiemble ante su faz la tierra entera! El orbe está seguro, no vacila.
31 Alégrense los cielos y la tierra jubile. Decid entre las gentes:
«¡Yahveh es rey!»
32 ¡Retumbe el mar y cuanto encierra! ¡Exulte el campo y cuanto en él
existe!
33 Griten de júbilo los árboles de los bosque ante Yahveh, pues viene
a juzgar la tierra.
34 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
35 Y decid: «¡Sálvanos, oh Dios de nuestra salvación! Reúnenos y
líbranos de las naciones, para dar gracias a tu Nombre santo y gloriarnos en
tu alabanza.»
36 Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, por eternidad de
eternidades.» Y todo el pueblo dijo: «Amén.» Y alabó a Yahveh.
37 David dejó allí, ante el arca de la alianza de Yahveh, a Asaf y a sus
hermanos, para el ministerio continuo delante del arca, según el rito de cada
día;
38 y a Obededom, con sus hermanos, en número de 68, y a
Obededom, hijo de Yedutún, y a Josá, como porteros;
39 y el sacerdote Sadoq y a sus hermanos, los sacerdotes, delante de la
Morada de Yahveh, en el alto de Gabaón,
40 para que ofreciesen continuamente holocaustos a Yahveh en el
altar de los holocaustos, por la mañana y por la tarde, según todo lo escrito
en la Ley que Yahveh había mandado a Israel.
41 Con ellos estaban Hemán y Yedutún y los restantes escogidos y
nominalmente designados para alabar a Yahveh: «Porque es eterno su
amor.»
42 Y con ellos, Hemán y Yedutún, que hacían sonar trompetas,
címbalos e instrumentos para los cánticos de Dios. Los hijos de Yedutún
eran porteros.
43 Luego, todo el pueblo se fue, cada cual a su casa; también David se
volvió para bendecir su casa.

1 Crónicas 17
1 Morando ya David en su casa, dijo a Natán, profeta: «Mira, yo
habito en una casa de cedro, mientras el arca de la alianza de Yahveh está
bajo pieles.»
2 Respondió Natán a David: «Haz todo cuanto tienes en tu corazón,
porque Dios está contigo.»
3 Pero aquella misma noche vino la palabra de Dios a Natán en estos
términos:
4 «Vete y di a mi siervo David: Así dice Yahveh: No serás tú quien
me edifique Casa para que habite yo en ella.
5 Pues no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a
los israelitas hasta el día de hoy; sino que he andado de tienda en tienda y
de morada en morada.
6 En todo el tiempo que he ido de un lado para otro con todo Israel,
¿he dicho acaso a alguno de los Jueces de Israel, a los que mandé me
apacentaran a mi pueblo: Por qué no me edificáis una Casa de cedro?
7 Di, pues, ahora esto a mi siervo David: Así habla Yahveh Sebaot:
Yo te he tomado del pastizal, de detrás del rebaño, para que seas caudillo de
mi pueblo Israel.
8 He estado contigo donde quiera que has ido, he eliminado a todos
tus enemigos de delante de ti y voy a hacerte un nombre grande como el
nombre de los grandes de la tierra.
9 Fijaré un lugar a mi pueblo Israel, y lo plantaré allí para que more en
él; no será ya perturbado, y los malhechores no seguirán oprimiéndole
como al principio,
10 y como en los días en que instituí Jueces sobre mi pueblo Israel.
Someteré a todos tus enemigos. Yahveh te anuncia que Yahveh te edificará
una casa.
11 Cuando se cumplan tus días para ir con tus padres, afirmaré
después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré su
reino.
12 El me edificará un Casa y yo afirmaré su trono para siempre.
13 Yo seré para él un padre, y él será para mi un hijo, y no apartaré de
él mi amor, como le aparté de aquel que fue antes de ti.
14 Yo le estableceré en mi Casa y en mi reino para siempre, y su trono
estará firme eternamente.»
15 Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión,
habló Natán a David.
16 Entró entonces el rey David, se sentó delante de Yahveh y dijo:
«¿Quien soy yo, oh Yahveh Dios, y qué mi casa, que me has traído hasta
aquí?
17 Y aun esto es poco a tus ojos, oh Dios, que hablas también a la casa
de tu siervo para el futuro lejano y me miras como si fuera un hombre
distinguido, oh Yahveh Dios.
18 ¿Qué más podrá añadirte David por la gloria que concedes a tu
siervo?
19 Oh Yahveh, por amor de tu siervo, y según tu corazón, has hecho
todas estas cosas tan grandes, para manifestar todas estas grandezas.
20 Oh Yahveh, nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, según todo lo
que hemos oído con nuestros oídos.
21 Y ¿qué otro pueblo hay sobre la tierra como tu pueblo Israel, a
quien un dios haya ido a rescatar para hacerle su pueblo, dándole renombre
por medio de obras grandes y terribles, arrojando naciones de delante de tu
pueblo al que rescataste de Egipto?
22 Tú has constituido a Israel tu pueblo como pueblo tuyo para
siempre; y tú, Yahveh, te has hecho su Dios.
23 Ahora, pues, oh Yahveh, mantén firme eternamente la palabra que
has dirigido a tu siervo y a su casa; y haz según tu palabra.
24 Sí, sea firme; y sea tu nombre por siempre engrandecido, y que
diga: “Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, es el Dios para Israel.” Y que la
casa de tu siervo David subsista en tu presencia.
25 Ya que tú, oh Dios mío, has revelado a tu siervo que vas a
edificarle una casa, por eso tu siervo ha encontrado valor para orar en tu
presencia.
26 Ahora, pues, Yahveh, tú eres Dios, y tú has prometido esta dicha a
tu siervo.
27 Y ahora te has dignado bendecir la casa de tu siervo, para que
permanezca por siempre en tu presencia, porque lo que tú bendices,
Yahveh, queda bendito por siempre.»

1 Crónicas 18
1 Después de esto, batió David a los filisteos y los humilló, tomando
Gat y sus dependencias de manos de los filisteos.
2 Batió también a los moabitas, que quedaron sometidos a David,
pagando tributo.
3 Batió David a Hadadézer, rey de Sobá, en Jamat, cuando éste iba a
establecer su dominio sobre el río Eufrates.
4 David apresó mi carros, 7.000 soldados de carro y 20.000 hombres
de a pie; David desjarretó toda la caballería de los carros, reservando cien
tiros.
5 Los arameos de Damasco vinieron en socorro de Hadadézer, rey de
Sobá, y David hizo 22.000 bajas a los arameos.
6 Estableció David gobernadores en Aram de Damasco, y los arameos
quedaron sometidos a David, pagando tributo. Yahveh hizo triunfar a David
doquiera que iba.
7 Tomó David los escudos de oro que llevaban los servidores de
Hadadézer y los llevó a Jerusalén.
8 De Tibjat y Kun, ciudades de Hadadézer, tomó David una gran
cantidad de bronce, con el cual hizo Salomón el Mar de bronce, las
columnas y los utensilios de bronce.
9 Cuando Tou, rey de Jamat, supo que David había derrotado a todas
las fuerzas de Hadadézer, rey de Sobá,
10 envió a Hadoram, su hijo, donde el rey David para saludarle y para
felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba en
guerra con Hadadézer. Traía Hadoram toda clase de objetos de oro, de plata
y de bronce.
11 El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro
que había tomado a todas las naciones: a Edom, a Moab, a los ammonitas, a
los filisteos y a los amalecitas.
12 Abisay, hijo de Sarvia, derrotó en el Valle de la Sal a 18.000
edomitas;
13 puso gobernadores en Edom; y todos los edomitas quedaron
sometidos a David. Yahveh hizo triunfar a David dondequiera iba.
14 Reinó David sobre todo Israel administrando derecho y justicia a
todo el pueblo.
15 Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército; Josafat, hijo de Ajilud,
era el heraldo;
16 Sadoq, hijo de Ajitub, y Ajimélek, hijo de Abiatar, eran sacerdotes;
Savsá era secretario;
17 Benaías, hijo de Yehoyadá, mandaba a los kereteos y a los
peleteos, y los hijos de David eran los primeros junto al rey.

1 Crónicas 19
1 Después de esto, murió Najas, rey de los ammonitas, y en su lugar
reinó su hijo.
2 Dijo entonces David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma
benevolencia que su padre tuvo conmigo.» Y envió David mensajeros para
que le consolaran por su padre. Pero cuando los servidores de David
llegaron al país de los ammonitas, donde Janún, para consolarle,
3 dijeron los príncipes de los ammonitas a Janún: «¿ Es que David ha
enviado a consolarte porque quiere hacer honor a tu padre ante tus ojos?
¿No han venido a ti sus servidores más bien para explorar y destruir y para
espiar el país?»
4 Prendió, pues, Janún a los servidores de David, les rapó, cortó a
media altura sus vestidos, y los despachó.
5 Fueron a avisar a David lo de estos hombres; y él envió gente a su
encuentro, porque los hombres estaban cubiertos de vergüenza. El rey les
dijo: «Quedaos en Jericó hasta que os crezca la barba y después volveréis.»
6 Cuando los ammonitas vieron que se habían hecho odiosos a David,
Janún y los ammonitas enviaron mil talentos de plata para tomar a sueldo
carros y hombres de carro de Aram de Mesopotamia, de Aram de Maaká y
de Sobá.
7 Tomaron a sueldo 32.000 carros y al rey de Maaká con su ejército,
los cuales vinieron y acamparon frente a Medebá. Los ammonitas se
congregaron también desde sus ciudades y salieron a campaña.
8 David lo supo y envió a Joab con toda la tropa y con los valientes.
9 Salieron a campaña los ammonitas y se ordenaron en batalla a la
entrada de la ciudad, mientras que los reyes que habían venido estaban
aparte en el campo.
10 Viendo Joab que tenía un frente de combate por delante y otro por
detrás escogió los mejores de Israel y los puso en línea contra Aram.
11 Puso el resto del ejército al mando de su hermano Abisay y lo
ordenó en batalla frente a los ammonitas.
12 Dijo Joab: «Si los arameos me dominan, ven en mi ayuda; y si los
hijos de Ammón te dominan a ti, iré en tu socorro.
13 ¡Ten fortaleza y esforcémonos por nuestro pueblo y por las
ciudades de nuestro Dios! ¡Y que Yahveh haga lo que bien le parezca!»
14 Y avanzó Joab con su ejercito para luchar contra los arameos, que
huyeron delante de él.
15 Viendo los ammonitas que los arameos emprendían la fuga,
huyeron también ellos ante Abisay, hermano de Joab, y entraron en la
ciudad, mientras que Joab volvió a Jerusalén.
16 Al ver los arameos que habían sido vencidos por Israel, enviaron
emisarios para hacer venir a los arameos del otro lado del Río; venía a su
cabeza Sofak, jefe de las tropas de Hadadézer.
17 Se dio aviso a David, que reuniendo a todo Israel pasó el Jordán,
llegó donde ellos estaban y tomó posiciones frente a ellos. Se puso David
en orden de batalla contra los arameos y éstos trabaron combate con él.
18 Huyeron los arameos ante Israel; y David mató a los arameos 7.000
hombres de carro y 40.000 hombres de a pie. Mató también a Sofak, jefe
del ejército.
19 Cuando los vasallos de Hadadézer vieron que habían sido
derrotados por Israel, hicieron la paz con David y le quedaron sometidos; y
los arameos no se atrevieron a seguir ayudando a los ammonitas.

1 Crónicas 20
1 A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, llevó
Joab el grueso del ejército y asoló el país de los ammonitas; después fue a
poner sitio a Rabbá. Mientras, David se quedó en Jerusalén. Entretanto Joab
derrotó a Rabbá y la destruyó.
2 David tomó de la cabeza de Milkom la corona y encontró que
pesaba un talento de oro. Había en ella una piedra preciosa que fue puesta
en la cabeza de David, y se llevó un enorme botín de la ciudad.
3 Hizo salir a la gente que había en ella y la empleó en las sierras, en
los trillos de dientes de hierro y en las hachas de hierro. Hizo lo mismo con
todas las ciudades de los ammonitas, y David se volvió con todo su ejército
a Jerusalén.
4 Después de esto, tuvo lugar una batalla en Guézer contra los
filisteos; entonces Sibbekay, jusatita, mató a Sippay, uno de los
descendientes de Rafá. Los filisteos fueron sometidos.
5 Hubo otra guerra contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír, mató a
Lajmí, hermano de Goliat el de Gat, el asta de su lanza era como un enjullo
de tejedor.
6 Hubo guerra de nuevo en Gat y había un hombre de gran estatura,
que tenía veinticuatro dedos, seis en cada extremidad. También éste
descendía de Rafá.
7 Desafió a Israel y le mató Jonatán, hijo de Simá, hermano de David.
8 Estos descendían de Rafá de Gat y sucumbieron a manos de David y
de sus veteranos.

1 Crónicas 21
1 Alzóse Satán contra Israel, e incitó a David a hacer el censo del
pueblo.
2 Dijo, pues, David a Joab y a los jefes del ejército: «Id, contad los
israelitas desde Berseba hasta Dan, y volved después para que yo sepa su
número.»
3 Respondió Joab: «¡Multiplique Yahveh su pueblo cien veces más de
lo que es! ¿Acaso no son, oh rey mi señor, todos ellos siervos de mi señor?
¿Por qué, pues, pide esto mi señor? ¿Por qué acarrear culpa sobre Israel?»
4 Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab, de modo que éste salió y
recorrió todo Israel, volviéndose después a Jerusalén.
5 Joab entregó a David la cifra del censo del pueblo: había en todo
Israel 1.100.000 hombres capaces de manejar las armas; había en Judá
470.000 hombres capaces de manejar las armas.
6 No incluyó en este censo a Leví y Benjamín, porque Joab detestaba
la orden del rey.
7 Desagradó esto a Dios, por lo cual castigó a Israel.
8 Entonces dijo David a Dios: «He cometido un gran pecado haciendo
esto. Pero ahora perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy
necio.»
9 Y Yahveh habló a Gad, vidente de David, en estos términos:
10 «Anda y di a David: Así dice Yahveh: Tres cosas te propongo;
elige una de ellas y la llevaré a cabo.»
11 Llegó Gad donde David y le dijo: «Así dice Yahveh: Elige para ti:
12 tres años de hambre, o tres meses de derrotas ante tus enemigos,
con la espada de tus enemigos a la espalda, o bien tres días durante los
cuales la espada de Yahveh y la peste anden por la tierra y el ángel de
Yahveh haga estragos en todo el territorio de Israel. Ahora, pues, mira qué
debo responder al que me envía.»
13 David respondió a Gad: «Estoy en gran angustia. Pero ¡caiga yo en
manos de Yahveh, que es grande su misericordia, y no caiga en manos de
los hombres!»
14 Yahveh envió la peste sobre Israel, y cayeron de Israel 70.000
hombres.
15 Mandó Dios un ángel contra Jerusalén para destruirla; pero cuando
ya estaba destruyéndola, miró Yahveh y se arrepintió del estrago, y dijo al
ángel Exterminador: «¡Basta ya; retira tu mano!» El ángel de Yahveh estaba
junto a la era de Ornán el jebuseo.
16 Alzando David los ojos vio al ángel de Yahveh que estaba entre la
tierra y el cielo con una espada desenvainada en su mano, extendida contra
Jerusalén. Entonces David y los ancianos, cubiertos de sayal, cayeron rostro
en tierra.
17 Y dijo David a Dios: «Yo fui quien mandé hacer el censo del
pueblo. Yo fui quien pequé, yo cometí el mal; pero estas ovejas, ¿qué han
hecho? ¡Oh Yahveh, Dios mío, caiga tu mano sobre mí y sobre la casa de
mi padre, y no haya plaga entre tu pueblo!»
18 Entonces el ángel de Yahveh dijo a Gad que diera a David la orden
de subir para alzar un altar a Yahveh en la era de Ornán el jebuseo.
19 Subió David, según la orden que Gad le había dado en nombre de
Yahveh.
20 Ornán, que estaba trillando el trigo, se volvió y, al ver al ángel, él y
sus cuatro hijos se escondieron.
21 Cuando David llegó junto a Ornán, miró Ornán y, viendo a David,
salió de la era y postróse ante David, rostro en tierra.
22 Dijo David a Ornán: «Dame el sitio de esta era para erigir en él un
altar a Yahveh - dámelo por su justo valor en plata - para que la plaga se
retire del pueblo.»
23 Respondió Ornán a David: «Tómalo, y haga mi señor el rey lo que
bien le parezca. Mira que te doy los bueyes para holocaustos, los trillos para
leña y el trigo para la ofrenda; todo te lo doy.»
24 Replicó el rey David a Ornán: «No; quiero comprártelo por su justo
precio, pues no tomaré para Yahveh lo que es tuyo, ni ofreceré holocaustos
de balde.»
25 Y David dio a Ornán por el sitio la suma de seiscientos siclos de
oro.
26 David erigió allí un altar a Yahveh y ofreció holocaustos y
sacrificios de comunión e invocó a Yahveh, el cual le respondió con fuego
del cielo sobre el altar del holocausto.
27 Entonces Yahveh ordenó al ángel que volviera la espada a la vaina.
28 En aquel tiempo, al ver David que Yahveh le había respondido en
la era de Ornán el jebuseo, ofreció allí sacrificios.
29 Pues la Morada de Yahveh, que Moisés había hecho en el desierto,
y el altar de los holocaustos, estaban a la sazón en el alto de Gabaón;
30 pero David no se había atrevido a presentarse delante de Dios para
consultarle, porque estaba aterrado ante la espada del ángel de Yahveh.

1 Crónicas 22
1 Entonces dijo David: «¡Aquí está la Casa de Yahveh Dios, y aquí el
altar de los holocaustos para Israel!»
2 Mandó, pues, David reunir a los forasteros residentes en la tierra de
Israel, y designó canteros que preparasen piedras talladas para la
construcción de la Casa de Dios.
3 Preparó también David hierro en abundancia para la clavazón de las
hojas de las puertas y para las grapas, incalculable cantidad de bronce,
4 y madera de cedro innumerable, pues los sidonios y los tirios
trajeron a David madera de cedro en abundancia.
5 Porque David se decía: «Mi hijo Salomón es todavía joven y débil, y
la Casa que ha de edificarse para Yahveh debe ser grandiosa sobre toda
ponderación, para tener nombre y gloria en todos los países. Así que le haré
yo los preparativos.» Hizo David, en efecto, grandes preparativos antes de
su muerte.
6 Después llamó a su hijo Salomón y le mandó que edificase una Casa
para Yahveh, el Dios de Israel.
7 Dijo David a Salomón: «Hijo mío, yo había deseado edificar una
Casa al nombre de Yahveh, mi Dios.
8 Pero me fue dirigida la palabra de Yahveh, que me dijo: “Tú has
derramado mucha sangre y hecho grandes guerras; no podrás edificar tú la
Casa a mi nombre, porque has derramado en tierra mucha sangre delante de
mí.
9 Mira que te va a nacer un hijo, que será hombre de paz; le concederé
paz con todos sus enemigos en derredor, porque Salomón será su nombre y
en sus días concederé paz y tranquilidad a Israel.
10 El edificará una Casa a mi nombre; él será para mí un hijo y yo
seré para él un padre y consolidaré el trono de su reino sobre Israel para
siempre.”
11 Ahora, pues, hijo mío, que Yahveh sea contigo, para que logres
edificar la Casa de Yahveh tu Dios, como él de ti lo ha predicho.
12 Quiera Yahveh concederte prudencia y entendimiento y darte
órdenes sobre Israel, para que guardes la Ley de Yahveh tu Dios.
13 No prosperarás si no cuidas de cumplir los decretos y las normas
que Yahveh ha prescrito a Moisés para Israel. ¡Sé fuerte y ten buen ánimo!
¡No temas ni desmayes!
14 Mira lo que yo he preparado en mi pequeñez para la Casa de
Yahveh: 100.000 talentos de oro, un millón de talentos de plata y una
cantidad de cobre y de hierro incalculable por su abundancia. He preparado
también maderas y piedras que tú podrás aumentar.
15 Y tienes a mano muchos obreros, canteros, artesanos en piedra y en
madera, expertos en toda clase de obras.
16 El oro, la plata, el bronce y el hierro son sin número. ¡Levántate,
pues! Manos a la obra y que Yahveh sea contigo.»
17 Mandó David a todos los jefes de Israel que ayudasen a su hijo
Salomón:
18 «¿No está con vosotros Yahveh vuestro Dios? ¿Y no os ha dado
paz por todos lados? Pues él ha entregado en mis manos a los habitantes del
país y el país está sujeto ante Yahveh y ante su pueblo.
19 Aplicad ahora vuestro corazón y vuestra alma a buscar a Yahveh
vuestro Dios. Levantaos y edificad el santuario de Yahveh Dios, para
trasladar el arca de la alianza de Yahveh y los utensilios del santuario de
Dios a la Casa que ha de edificarse al Nombre de Yahveh.»

1 Crónicas 23
1 Viejo ya David y colmado de días, proclamó a su hijo Salomón rey
de Israel.
2 Reunió a todos los jefes de Israel, a los sacerdotes y a los levitas,
3 y se hizo el censo de los levitas de treinta años para arriba; su
número, contado por cabezas uno a uno, fue de 38.000 varones.
4 De éstos, 24.000 estaban al frente del servicio de la Casa de Yahveh;
6.000 eran escribas y jueces,
5 4.000 eran porteros y 4.000 alababan a Yahveh con los instrumentos
que David había fabricado para rendir alabanzas.
6 David los distribuyó por clases, según los hijos de Leví: Guersón,
Quehat y Merarí.
7 De los guersonitas: Ladán y Simí.
8 Hijos de Ladán: Yejiel, el primero, Zetam y Joel, tres.
9 Hijos de Simí: Selomit, Jaziel y Harán, tres. Estos son los jefes de
las casas paternas de Ladán.
10 Hijos de Simí: Yájat, Zizá, Yeús y Beriá. Estos eran los cuatro
hijos de Simí.
11 Yájat era el jefe, Zizá, el segundo, Yeús y Beriá no tuvieron
muchos hijos, por lo cual representaron en el censo una sola casa paterna.
12 Hijos de Quehat: Amram, Yishar, Hebrón y Uzziel, cuatro.
13 Hijos de Amram: Aarón y Moisés. Aarón fue separado, juntamente
con sus hijos, para consagrar por siempre las cosas sacratísimas, para
quemar incienso ante Yahveh, para servirle y para bendecir en su nombre
por siempre.
14 En cuanto a Moisés, varón de Dios, sus hijos fueron contados en la
tribu de Leví.
15 Hijos de Moisés: Guersom y Eliezer.
16 Hijos de Guersom: Sebuel, el primero.
17 Hijos de Eliezer: Rejabías, el primero. Eliezer no tuvo más hijos,
pero los hijos de Rejabías fueron muy numerosos.
18 Hijos de Yishar: Selomit, el primero,
19 Hijos de Hebrón: Yeriyyías, el primero, Amarías, el segundo,
Yajaziel, el tercero y Yecamam, el cuarto.
20 Hijos de Uzziel: Miká, el primero y Yissías el segundo.
21 Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Hijos de Majlí: Eleazar y Quis.
22 Eleazar murió sin tener hijos; sólo tuvo hijas, a las que los hijos de
Quis, sus hermanos, tomaron por mujeres.
23 Hijos de Musí: Majlí, Eder y Yeremot, tres.
24 Estos son los hijos de Leví, según sus casas paternas, los cabezas
de familia, según el censo de ellos, contados nominalmente uno por uno.
Estaban encargados del servicio de la Casa de Yahveh desde la edad de
veinte años en adelante.
25 Pues David había dicho: «Yahveh, el Dios de Israel, ha dado
reposo a su pueblo y mora en Jerusalén para siempre.
26 Y en cuanto a los levitas, ya no tendrán que transportar la Morada,
con todos los utensilios de su servicio.»
27 Conforme a estas últimas disposiciones de David, se hizo el
cómputo de los hijos de Leví de veinte años para arriba.
28 Estaban a las órdenes de los hijos de Aarón, para el servicio de la
Casa de Yahveh, teniendo a su cargo los atrios y las cámaras, la limpieza de
todas las cosas sagradas y la obra del servicio de la Casa de Dios;
29 asimismo tenían a su cargo disponer en filas los panes, la flor de
harina para la oblación, las tortas sin levadura, lo frito en la sartén, lo
cocido y toda clase de medidas de capacidad y longitud.
30 «Tenían que estar presentes todas las mañanas y todas las tardes
para celebrar y alabar a Yahveh
31 y para ofrecer todos los holocaustos a Yahveh en los sábados,
novilunios y solemnidades, según su número y su rito especial, delante de
Yahveh para siempre,
32 guardando en el servicio de la Casa de Dios el ritual de la Tienda
del Encuentro, el ritual del santuario y el ritual de los hijos de Aarón, sus
hermanos.

1 Crónicas 24
1 Estas son las clases de los hijos de Aarón. Hijos de Aarón: Nadab,
Abihú, Eleazar e Itamar.
2 Nadab y Abihú murieron antes que su padre, sin tener hijos, de
modo que ejercieron las funciones sacerdotales Eleazar e Itamar.
3 David, junto con Sadoq, de los hijos de Itamar, los clasificó y los
inscribió en el registro según sus funciones.
4 Se hallaron entre los hijos de Eleazar más varones que entre los hijos
de Itamar, por lo que se dividió a los hijos de Eleazar en dieciséis jefes de
casas paternas; y a los hijos de Itamar, en ocho jefes de casas paternas.
5 Los repartieron por suertes a unos y otros; porque había jefes del
santuario y jefes de Dios, tanto entre los hijos de Eleazar como entre los
hijos de Itamar.
6 Semaías, hijo de Natanael, escriba, uno de los levitas, los inscribió
en presencia del rey y de los jefes, y en presencia del sacerdote Sadoq, de
Ajimélek, hijo de Abiatar, y de los jefes de familias sacerdotales y levíticas.
Se sacaba a suertes: una vez para Itamar y dos veces para Eleazar.
7 Tocó la primera suerte a Yehoyarib; la segunda a Yedaías;
8 la tercera a Jarim; la cuarta a Seorim;
9 la quinta a Malkiyías; la sexta a Miyyamín;
10 la séptima a Haqcós; la octava a Abías;
11 la novena a Yesúa; la décima a Sekanías;
12 la once a Elyasib; la doce a Yaquín;
13 la trece a Juppá; la catorce a Yisbáal;
14 la quince a Bilgá; la dieciséis a Immer;
15 la diecisiete a Jezir; la dieciocho a Happissés;
16 la diecinueve a Petajías; la veinte a Ezequiel;
17 la veintiuna a Yakín; la veintidós a Gamul;
18 la veintitrés a Delaías; la veinticuatro a Maazías.
19 Fueron inscritos en el registro según sus servicios para entrar en la
Casa de Yahveh conforme al reglamento que Yahveh, el Dios de Israel,
había prescrito por medio de Aarón, padre de ellos.
20 Respecto de los otros hijos de Leví: De los hijos de Amram:
Subael. De los hijos de Subael: Yejdeías.
21 De Rejabías: de los hijos de Rejabías, Yissiyías era el primero.
22 De los yisharitas, Selomot; de los hijos de Selomot, Yájat.
23 Hijos de Hebrón: Yeriyías, el primero; Amarías, el segundo;
Yajaziel, el tercero; Yecamam, el cuarto.
24 Hijos de Uzziel: Miká; de los hijos de Miká, Samir;
25 Yissiyías era hermano de Miká; de los hijos de Yissiyías, Zacarías.
26 Hijos de Merarí: Majlí y Musí. Hijos de Yaaziyías, su hijo;
27 hijos de Metarí por la línea de Yaaziyías, su hijo: Soham, Zakkur e
Ibrí.
28 De Majlí: Eleazar, que no tuvo hijos.
29 De Quis: los hijos de Quis: Yerajmeel.
30 Hijos de Musí: Majlí, Eder y Yerimot. Estos fueron los hijos de los
levitas según sus casas paternas.
31 También éstos entraron en suerte de la misma manera que sus
hermanos, los hijos de Aarón, en presencia del rey David, Sadoq, Ajimélek
y los cabezas de familias sacerdotales y los levitas, siendo tratadas las
primeras familias igual que las últimas.

1 Crónicas 25
1 David y los jefes del ejército separaron para el servicio a los hijos de
Asaf, Hemán y Yedutún, profetas, que cantaban con cítaras, salterios y
címbalos. Este es el número de personas que se encargaban de este servicio:
2 De los hijos de Asaf: Zakkur, José, Netanías, Asarelá, hijos de Asaf,
bajo la dirección de Asaf, que profetizaba según las órdenes del rey.
3 De Yedutún: los hijos de Yedutún: Guedalías, Serí, Isaías, Jasabías y
Mattitías, seis, bajo la dirección de su padre Yedutún que profetizaba al son
de la cítara para celebrar y alabar a Yahveh.
4 De Hemán: los hijos de Hemán: Buqquiyías, Mattanías, Uzziel,
Sebuel, Yerimot, Jananías, Jananí, Eliyatá, Guiddaltí, Romamti Ezer,
Yosbecasa, Mallotí, Hotir, Majaziot.
5 Todos estos eran hijos de Hemán, vidente del rey; a las palabras de
Dios debían hacer sonar la trompa. Dios había dado a Hemán catorce hijos
y tres hijas.
6 Todos ellos se hallaban bajo la dirección de su padre para el canto
de la Casa de Yahveh, con címbalos, salterios y cítaras al servicio de la
Casa de Dios, siguiendo las indicaciones del rey, de Asaf, Yedutún y
Hemán.
7 Su número, contando a sus hermanos, los que estaban instruidos en
el canto de Yahveh, todos ellos maestros, era de 288.
8 Echaron a suertes el turno del servicio, tanto el pequeño como el
grande, el maestro como el discípulo.
9 La primera suerte recayó sobre el asafita José; la segunda sobre
Guedalías con sus hermanos e hijos, doce;
10 la tercera, sobre Zakkur, sus hijos y hermanos, doce;
11 la cuarta sobre Yisrí, sus hijos y hermanos, doce;
12 la quinta sobre Netanías, sus hijos y hermanos, doce;
13 la sexta sobre Buqquiyías, sus hijos y hermanos, doce;
14 la séptima sobre Yesarela, sus hijos y hermanos, doce;
15 la octava sobre Isaías, sus hijos y hermanos, doce;
16 la novena sobre Mattanías, sus hijos y hermanos, doce;
17 la décima sobre Simí, sus hijos y hermanos, doce;
18 la once sobre Azarel, sus hijos y hermanos, doce;
19 la doce sobre Jasabías, sus hijos y hermanos, doce;
20 la trece, sobre Subael, sus hijos y hermanos, doce
21 la catorce, sobre Mattitías, sus hijos y hermanos, doce;
22 la quince, sobre Yeremot, sus hijos y hermanos, doce;
23 la dieciséis, sobre Jananías, sus hijos y hermanos, doce;
24 la diecisiete, sobre Yosbecasa, sus hijos y hermanos, doce;
25 la dieciocho, sobre Jananí, sus hijos y hermanos, doce;
26 la diecinueve, sobre Mallotí, sus hijos y hermanos, doce;
27 la veinte, sobre Eliyatá, sus hijos y hermanos, doce;
28 la veintiuna, sobre Hotir, sus hijos y hermanos, doce;
29 la veintidós, sobre Guiddaltí, sus hijos y hermanos, doce;
30 la veintitrés, sobre Majaziot, sus hijos y hermanos, doce;
31 la veinticuatro, sobre Romamti Ezer, sus hijos y hermanos, doce.

1 Crónicas 26
1 Estas son las clases de porteros: De los coreítas: Meselemías, hijo de
Qoré, de los hijos de Ebyasaf.
2 Meselemías tuvo hijos: el primogénito, Zacarías; el segundo,
Yediael; el tercero, Zebadías; el cuarto, Yatniel;
3 el quinto, Elam; el sexto, Yehojanán; el séptimo, Elyehoenay.
4 Hijos de Obededom: Semaías, el primogénito; Yehozabad, el
segundo; Yoaj, el tercero; Sakar, el cuarto; Natanael, el quinto;
5 Amiel, el sexto; Isacar el séptimo; Peulletay, el octavo; pues Dios le
había bendecido.
6 A su hijo Semaáis le nacieron hijos, que se impusieron en sus
familias paternas, pues eran hombres valerosos.
7 Hijos de Semaáis: Otní, Rafael, Obed, Elzabad y sus hermanos,
hombres valerosos, Elihú y Semakías.
8 Todos estos eran hijos de Obededom; ellos y sus hijos y sus
hermanos eran hombres de gran valor para el servicio. 62 de Obededom.
9 Meselemías tuvo hijos y hermanos, dieciocho hombres valerosos.
10 Josá, de los hijos de Merarí, tuvo como hijos a Simrí, el primero,
pues aunque no fue el primogénito, su padre le puso al frente;
11 Jilquías, el segundo; Tebalías, el tercero; Zacarías, el cuarto. El
total de los hijos y hermanos de Josá fue de trece.
12 Estas secciones de los porteros, los jefes, igual que sus hermanos,
tenían el cuidado del ministerio de la Casa de Yahveh.
13 Echaron suertes para cada puerta, sobre pequeños y grandes, con
arreglo a sus casas paternas.
14 Para la puerta oriental cayó la suerte sobre Selemías. Después
echaron suertes: tocó la parte norte a su hijo Zacarías, que era un prudente
consejero.
15 A Obededom le tocó el sur, y a sus hijos los almacenes.
16 A Supplim y a Josá, el occidente, con la puerta del tronco abatido,
en el camino de la subida, correspondiéndose un puesto de guardia con el
otro.
17 Al oriente seis por día, al norte cuatro por día, al mediodía cuatro
por día y en los almacenes de dos en dos;
18 en el Parbar, a occidente, había cuatro para la subida, dos para el
Parbar.
19 Estas son las clases de los porteros, de entre los hijos de los
coreítas y de los hijos de Merarí.
20 Los levitas, sus hermanos, custodiaban los tesoros de la Casa de
Dios, y los tesoros de las cosas sagradas.
21 Los hijos de Ladán, hijos de Guersón por la línea de Ladán, tenían
a los yejielitas por jefes de familia de Ladán el guersonita.
22 Los yejielitas, Zetam y su hermano Joel, estaban al frente de los
tesoros de la Casa de Yahveh.
23 Cuanto a los amramíes, los yisharitas, los hebronitas y los
ozzielitas:
24 Sebuel, hijo de Guersóm, hijo de Moisés, era tesorero mayor.
25 Sus hermanos por parte de Eliezer: Rejabías, hijo suyo; Isaías, hijo
suyo; Joram, hijo suyo; Zikrí, hijo suyo; Selomit, hijo suyo.
26 Este Selomit y sus hermanos estaban al cuidado de los tesoros de
las cosas sagradas que habían consagrado el rey David, los cabezas de las
casas paternas, los jefes de millar y de cien y los jefes del ejército.
27 Lo habían consagrado del botín de guerra y de los despojos, para el
sostenimiento de la Casa de Yahveh.
28 Todo lo que habían consagrado el vidente Samuel, Saúl, hijo de
Quis, Abner, hijo de Ner, y Joab, hijo de Sarvia: todo lo consagrado estaba
al cuidado de Selomit y sus hermanos.
29 De los yisharitas: Kenanías y sus hijos administraban como
escribas y jueces los negocios exteriores de Israel.
30 De los hebronitas: Jasabías y sus hermanos, hombres de valor, en
número de 1.700, estaban encargados de la administración de Israel allende
el Jordán, al occidente, para todos los asuntos referentes a Yahveh y al
servicio del rey.
31 El jefe de los hebronitas era Yeriyías. Acerca de los hebronitas, en
el año cuarenta del reinado de David, se hicieron investigaciones sobre sus
genealogías paternas, y se hallaron entre ellos hombres de valía en Yazer de
Galaad.
32 Los hermanos de Yeriyías, hombres valerosos, jefes de familias en
número de 2.700, fueron constituidos por el rey David sobre los rubenitas,
los gaditas y la media tribu de Manasés, en todos los asuntos de Dios y en
todos los negocios del rey.
1 Crónicas 27
1 Por lo que se refiere al número de los hijos de Israel: Los cabezas de
casas paternas, los jefes de millar y de cien y sus escribas atendían al
servicio de todo el que acudiera. Las secciones intervenían en todo asunto
del rey relevándose todos los meses del año. Cada sección tenía 24.000
hombres.
2 Al frente de la primera sección, que era la del primer mes, estaba
Yasobam, hijo de Zabdiel; en su sección había 24.000 hombres.
3 Pertenecía a los hijos de Peres y era jefe de todos los comandantes
del ejército del primer mes.
4 Al frente de la sección del segundo mes estaba Doday, el ajojita, su
sección tenía 24.000 hombres.
5 Jefe del tercer ejército, para el tercer mes, era Benaías, hijo del
sacerdote Yehoyadá; en su sección había 24.000 hombres.
6 Este Benaías era uno de los Treinta valientes y hallábase al frente de
ellos; en su sección estaba su hijo Ammizabad.
7 El cuarto, para el cuarto mes, era Asahel, hermano de Joab; le
sucedió su hijo Zebadías. En su sección había 24.000 hombres.
8 El quinto, para el quinto mes, era el jefe Samhut el zarejita, cuya
sección constaba de 24.000 hombres.
9 El sexto, para el sexto mes, era Irá, hijo de Iqués, el tecoíta, y en su
sección había 24.000 hombres.
10 El séptimo, para el séptimo mes, era Jeles el pelonita, de los
benjaminitas; su sección constaba de 24.000 hombres.
11 El octavo, para el octavo mes, era Sibbekay, de Jusá, el zarejita; su
sección constaba de 24.000 hombres.
12 El noveno, para el noveno mes, era Abiézer, de Anatot de los
benjaminitas; en su sección había 24.000 hombres.
13 El décimo, para el décimo mes, era Mahray, de Neftofá, zarejita; su
sección constaba de 24.000 hombres.
14 El undécimo, para el mes undécimo, era Benaías, de Piratón, de los
efraimitas; su sección tenía 24.000 hombres.
15 El duodécimo, para el mes duodécimo, era Jelday, de Netofá, de la
estirpe de Otniel; su sección comprendía 24.000 hombres.
16 Jefes de las tribus de Israel: Jefe de los rubenitas: Eliezer, hijo de
Zikrí. De los simeonitas: Sefatías, hijo de Maaká.
17 De los levitas: Jasabías, hijo de Quemuel. De Aarón: Sadoq.
18 De Judá: Elihú, uno de los hermanos de David. De Isacar: Omrí,
hijo de Miguel.
19 De Zabulón: Yismaías, hijo de Abdías. De Neftalí: Yerimot, hijo
de Azriel.
20 De los efraimitas: Oseas, hijo de Azarías. De la media tribu de
Manasés: Joel, hijo de Pedaías.
21 De la media tribu de Manasés en Galaad: Yiddó, hijo de Zacarías.
De Benjamín: Yaasiel, hijo de Abner.
22 De Dan: Azarael, hijo de Yerojam. Estos son los jefes de las tribus
de Israel.
23 David no hizo el censo de los que tenían menos de veinte años,
porque Yahveh había dicho que multiplicaría a Israel como las estrellas del
cielo.
24 Joab, hijo de Sarvia, comenzó a hacer el censo, pero no lo acabó;
pues con ese motivo la Cólera descargó sobre Israel, por eso su número no
alcanza el número de los Anales del rey David.
25 Azmávet, hijo de Adiel, tenía a su cargo los depósitos reales. Sobre
los depósitos del campo, de las ciudades, de las aldeas, y de las torres,
estaba Jonatán, hijo de Uzzías;
26 sobre los labradores del campo que cultivaban las tierras, Ezrí, hijo
de Kelub;
27 sobre las viñas, Simí, de Ramá; sobre las provisiones de vino de las
bodegas, Zabdí, de Sefán;
28 sobre los olivares y los sicómoros que había en la Tierra Baja, Báal
Janán, de Guéder; sobre los almacenes de aceite, Joás;
29 sobre las vacadas que pacían en Sarón, Sitray el saronita; sobre las
vacadas de los valles, Safat, hijo de Adlay;
30 sobre los camellos, Obil el ismaelita; sobre las asnas, Jejdeías, de
Meronot;
31 sobre las ovejas, Yaziz el hagarita. Todos estos eran intendentes de
la hacienda del rey David.
32 Jonatán, tío de David, hombre prudente e instruido, era consejero;
él y Yejiel, hijo de Yakmoní, cuidaban de los hijos del rey.
33 Ajitófel era consejero del rey, y Jusay el arquita era amigo del rey.
34 Después de Ajitófel, lo fueron Yehoyadá, hijo de Benaías, y
Abiatar. Joab era el jefe del ejército del rey.

1 Crónicas 28
1 David reunió en Jerusalén a todos los jefes de Israel, los jefes de las
tribus, los jefes de las secciones que estaban al servicio del rey, los jefes de
millar y los jefes de cien, los administradores de la hacienda y del ganado
del rey y de sus hijos, a los eunucos, los valientes y todos los hombres de
valor.
2 Y, poniéndose en pie, dijo el rey David: «Oídme, hermanos míos y
pueblo mío: Había decidido en mi corazón edificar una Casa donde
descansase el arca de la alianza de Yahveh y sirviese de escabel de los pies
de nuestro Dios. Ya había hecho yo preparativos para la construcción,
3 pero Dios me dijo: “No edificarás tú la Casa a mi nombre, pues eres
hombre de guerra y has derramado sangre.
4 «Sin embargo, Yahveh, el Dios de Israel, me ha elegido de entre
toda la casa de mi padre, para que fuese rey de Israel para siempre. Pues
escogió a Judá para ser caudillo, y de las familias de Judá a la casa de mi
padre, y de entre los hijos de mi padre se ha complacido en mí para
establecer un rey sobre todo Israel.
5 Y entre todos mis hijos - pues Yahveh me ha dado muchos hijos -
eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Yahveh
sobre Israel.
6 Y El me dijo: “Tú hijo Salomón edificará mi Casa y mis atrios;
porque le he escogido a él por hijo mío, y yo seré para él padre.
7 Haré estable su reino para siempre, si se mantiene firme en el
cumplimiento de mis mandamientos y de mis normas como lo hace hoy.”
8 «Ahora, pues, a los ojos de todo Israel, que es la asamblea de
Yahveh, y a oídos de nuestro Dios, guardad y meditad todos los
mandamientos de Yahveh vuestro Dios, para que podáis poseer esta tierra
espléndida y la dejéis como heredad a vuestros hijos después de vosotros
para siempre.
9 «Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele
con corazón entero y con ánimo generoso, porque Yahveh sondea todos los
corazones y penetra los pensamientos en todas sus formas. Si le buscas, se
dejará encontrar; pero si le dejas, él te desechará para siempre.
10 Mira ahora que Yahveh te ha elegido para edificar una Casa que
sea su santuario. ¡Sé fuerte, y manos a la obra!»
11 David dio a su hijo Salomón el diseño del vestíbulo y de los demás
edificios, de los almacenes, de las salas altas, de las salas interiores y del
lugar del Propiciatorio;
12 y también el diseño de todo lo que tenía en su mente respecto de
los atrios de la Casa de Yahveh, y de todas las cámaras de alrededor, para
los tesoros de la Casa de Dios y los tesoros de las cosas sagradas;
13 asimismo respecto de las clases de los sacerdotes y de los levitas y
del ejercicio del servicio de la Casa de Yahveh, como también de todos los
utensilios del servicio de la Casa de Yahveh.
14 Cuanto al oro, el peso de oro para cada uno de los utensilios de
cada servicio, y también la plata, según el peso que correspondía a cada uno
de los utensilios de cada clase de servicio;
15 asimismo el peso de los candelabros de oro y sus lámparas de oro,
según el peso de cada candelabro y de sus lámparas, y para los candelabros
de plata según el peso de cada candelabro y sus lámparas, conforme al
servicio de cada candelabro;
16 el peso de oro para las mesas de las filas de pan, para cada mesa, y
la plata para las mesas de plata;
17 oro puro para los tenedores, los acetres y los jarros; y asimismo lo
correspondiente para las copas de oro, según el peso de cada copa, y para
las copas de plata según el peso de cada copa;
18 para el altar del incienso, oro acrisolado según el peso; asimismo
según el peso; asimismo el modelo de la carroza y de los querubines que
extienden las alas y cubren el arca de la alianza de Yahveh.
19 Todo esto conforme a lo que Yahveh había escrito de su mano para
hacer comprender todos los detalles del diseño.
20 Y dijo David a su hijo Salomón: «¡Sé fuerte y ten buen ánimo; y
manos a la obra! No temas ni desmayes, porque Yahveh Dios, el Dios mío,
está contigo; no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra
para el servicio de la Casa de Yahveh.
21 Ahí tienes las clases de los sacerdotes y de los levitas para todo el
servicio de la Casa de Dios; estarán a tu lado para cada clase de obra, todos
los hombres de buena voluntad y hábiles para cualquier clase de servicio; y
los jefes del pueblo entero están a tus órdenes.»

1 Crónicas 29
1 Dijo el rey David a toda la asamblea: «Mi hijo Salomón, el único
elegido por Dios, es todavía joven y débil, y la obra es grande; pues este
alcázar no es para hombre, sino para Yahveh Dios.
2 Con todas mis fuerzas he preparado, con destino a la Casa de mi
Dios, el oro para los objetos de oro, la plata para los de plata, el bronce para
los de bronce, el hierro para los de hierro, y la madera para los de madera;
piedras de ónice y de engaste, piedras brillantes y de varios colores, toda
suerte de piedras preciosas y piedras de alabastro en abundancia.
3 Fuera de esto, en mi amor por la Casa de mi Dios, doy a la Casa de
mi Dios el oro y la plata que poseo, además de todo lo que tengo preparado
para la Casa del santuario:
4 3.000 talentos de oro, del oro de Ofir, y 7.000 talentos de plata
acrisolada para recubrir las paredes de los edificios;
5 el oro para los objetos de oro, la plata para los de plata y para todas
las obras de orfebrería. ¿Quién, pues, quiere ahora hacer a manos llenas una
ofrenda a Yahveh?»
6 Entonces los cabezas de familia, los jefes de las tribus de Israel, los
jefes de millar y de cien, y los encargados de las obras del rey, ofrecieron
espontáneamente sus donativos,
7 y dieron para el servicio de la Casa de Dios 5.000 talentos de oro,
10.000 dáricos, 10.000 talentos de plata, 18.000 talentos de bronce y
100.000 talentos de hierro.
8 Los que tenían piedras preciosas las entregaron para el tesoro de la
Casa de Yahveh, en manos de Yejiel el guersonita .
9 Y el pueblo se alegró por estas ofrendas voluntarias; porque de todo
corazón la habían ofrecido espontáneamente a Yahveh. También el rey
David tuvo un gran gozo.
10 Después bendijo David a Yahveh en presencia de toda la asamblea
diciendo: «¡Bendito tú, oh Yahveh, Dios de nuestro padre Israel, desde
siempre hasta siempre!
11 Tuya, oh Yahveh, es la grandeza, la fuerza, la magnificencia, el
esplendor y la majestad; pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra.
Tuyo, oh Yahveh, es el reino; tú te levantas por encima de todo.
12 De ti proceden las riquezas y la gloria. Tú lo gobiernas todo; en tu
mano están el poder y la fortaleza, y es tu mano la que todo lo engrandece y
a todo da consistencia.
13 Pues bien, oh Dios nuestro, te celebramos y alabamos tu Nombre
magnífico.
14 Pues, ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos
ofrecerle estos donativos? Porque todo viene de ti, y de tu mano te lo
damos.
15 Porque forasteros y huéspedes somos delante de ti, como todos
nuestros padres; como sombras son nuestros días sobre la tierra y no hay
esperanza.
16 Yahveh, Dios nuestro, todo este grande acopio que hemos
preparado para edificarte una Casa para tu santo Nombre, viene de tu mano
y tuyo es todo.
17 Bien sé, Dios mío, que tú pruebas los corazones y amas la rectitud;
por eso te he ofrecido voluntariamente todo esto con rectitud de corazón, y
ahora veo con regocijo que tu pueblo, que está aquí, te ofrece
espontáneamente tus dones.
18 Oh Yahveh, Dios de nuestros padres Abraham, Isaac, e Israel,
conserva esto perpetuamente para formar los pensamientos en el corazón de
tu pueblo, y dirige tú su corazón hacia ti.
19 Da a mi hijo Salomón un corazón perfecto, para que guarde tus
mandamientos, tus instrucciones y tus preceptos, para que todo lo ponga por
obra y edifique el alcázar que yo te he preparado.»
20 Después dijo David a toda la asamblea: «¡Bendecid a Yahveh,
vuestro Dios!» Y toda la asamblea bendijo a Yahveh, el Dios de sus padres,
se inclinaron y se postraron ante Yahveh y ante el rey.
21 Al día siguiente sacrificaron víctimas a Yahveh y le ofrecieron
holocaustos: mil novillos, mil carneros y mil corderos, con sus libaciones y
muchos sacrificios por todo Israel.
22 Aquel día comieron y bebieron ante Yahveh con gran gozo y por
segundo vez proclamaron rey a Salomón, hijo de David; le ungieron como
caudillo ante Yahveh, y a Sadoq como sacerdote.
23 Sentóse Salomón como rey sobre el trono de Yahveh en lugar de su
padre David: él prosperó y todo Israel le obedeció
24 Todos los jefes y valientes, y también todos los hijos del rey David,
prestaron obediencia al rey Salomón.
25 Y Yahveh engrandeció sobremanera a Salomón a los ojos de todo
Israel, y le dio un reinado glorioso como nunca había tenido ningún rey de
Israel antes de él.
26 David, hijo de Jesé, había reinado sobre todo Israel.
27 El tiempo que reinó sobre Israel fue de cuarenta años. En Hebrón
reinó siete años y en Jerusalén 33.
28 Murió en buena vejez, lleno de días, riqueza y gloria; y en su lugar
reinó su hijo Salomón.
29 Los hechos del rey David, de los primeros a los postreros, están
escritos en la historia del vidente Samuel, en la historia del profeta Natán y
en la historia del vidente Gad,
30 juntamente con todo su reinado y sus hazañas, y las cosas que le
sobrevinieron a él, a Israel y a todos los reinos de los demás países.
LIBRO SEGUNDO DE LAS CRÓNICAS
2 Crónicas 1
1 Salomón, hijo de David, se afianzó en su reino; Yahveh, su Dios,
estaba con él y le engrandeció sobremanera.
2 Salomón habló a todo Israel, a los jefes de millar y de cien, a los
jueces y a todos los jefes de todo Israel, cabezas de casas paternas.
3 Después Salomón fue con toda la asamblea al alto de Gabaón,
porque allí se hallaba la Tienda del Encuentro de Dios, que Moisés, siervo
de Yahveh, había hecho en el desierto.
4 Cuanto al arca de Dios, David la había llevado de Quiryat Yearim al
lugar preparado para ella, pues le había alzado una tienda en Jerusalén.
5 El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur,
estaba también allí delante de la Morada de Yahveh. Fueron, pues, Salomón
y la asamblea para consultarle.
6 Subió Salomón allí, al altar de bronce que estaba ante Yahveh, junto
a la Tienda del Encuentro, y ofreció sobre él mil holocaustos.
7 Aquella noche se apareció Dios a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que
quieras que te dé.»
8 Salomón respondió a Dios: «Tú tuviste gran amor a mi padre David,
y a mí me has hecho rey en su lugar.
9 Ahora, pues, oh Yahveh Dios, que se cumpla la promesa que hiciste
a mi padre David, ya que tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso
como el polvo de la tierra.
10 Dame, pues, ahora sabiduría e inteligencia, para que sepa
conducirme ante este pueblo tuyo tan grande.»
11 Respondió Dios a Salomón: «Ya que piensas esto en tu corazón, y
no has pedido riquezas ni bienes ni gloria ni la muerte de tus enemigos; ni
tampoco has pedido larga vida, sino que has pedido para ti sabiduría e
inteligencia para saber juzgar a mi pueblo, del cual te he hecho rey,
12 por eso te son dadas la sabiduría y el entendimiento, y además te
daré riqueza, bienes y gloria como no las tuvieron los reyes que fueron
antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.»
13 Salomón regresó a Jerusalén desde el alto de Gabaón, de delante de
la Tienda del Encuentro, y reinó sobre Israel.
14 Salomón reunió carros y caballos, tuvo 1.400 carros y 12.000
caballos que llevó a las ciudades de los carros y junto al rey en Jerusalén.
15 Hizo el rey que la plata y el oro fuese tan abundante en Jerusalén
como las piedras y los cedros, como los sicómoros de la Tierra Baja.
16 Los caballos de Salomón procedían de Musur y de Cilicia; los
mercaderes del rey los adquirían en Cilicia por su precio en dinero.
17 Traían de Egipto un carro por seiscientos siclos de plata, y un
caballo por 150. Los traían también como intermediarios para todos los
reyes de los hititas y todos los reyes de Aram.
18 Decidió, pues, Salomón edificar una Casa al Nombre de Yahveh y
una casa real para sí.
2 Crónicas 2
1 Salomón señaló 70.000 hombres para transportar cargas, 80.000
canteros en el monte y 3.600 capataces para ellos.
2 Salomón envió a decir a Juram, rey de Tiro: «Haz conmigo como
hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro para que se
construyera una casa en que habitar.
3 Te hago saber que voy a edificar una Casa al Nombre de Yahveh, mi
Dios, para consagrársela, para quemar ante él incienso aromático, para la
ofrenda perpetua de los panes presentados, y para los holocaustos de la
mañana y de la tarde, de los sábados, novilunios y solemnidades de Yahveh
nuestro Dios, como se hace siempre en Israel.
4 La Casa que voy a edificar será grande, porque nuestro Dios es
mayor que todos los dioses.
5 Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y
los cielos de los cielos no pueden contenerle? ¿Y quién soy yo para
edificarle una Casa, aunque esté destinada tan sólo para quemar incienso en
su presencia?
6 Envíame, pues, un hombre diestro en trabajar el oro, la plata, el
bronce, el hierro, la púrpura escarlata, el carmesí y la púrpura violeta, y que
sepa grabar; estará con los expertos que tengo conmigo en Judá y en
Jerusalén, y que mi padre David ya había preparado.
7 Envíame también madera de cedro, de ciprés y algummim del
Líbano; pues bien sé que tus siervos saben talar los árboles del Líbano, y
mis siervos trabajarán con tus siervos,
8 para prepararme madera en abundancia; pues la Casa que voy a
edificar ha de ser grande y maravillosa.
9 Daré para el sustento de tus siervos, los taladores de los árboles,
20.000 cargas de trigo, 20.000 cargas de cebada, 20.000 medidas de vino y
20.000 medidas de aceite.»
10 Juram, rey de Tiro, respondió en una carta que envió al rey
Salomón: «Por el amor que tiene Yahveh a su pueblo te ha hecho rey sobre
ellos.»
11 Y añadía Juram: «Bendito sea Yahveh, el Dios de Israel, hacedor
del cielo y de la tierra, que ha dado al rey David un hijo sabio, prudente e
inteligente, que edificará una Casa a Yahveh y una casa real para sí.
12 Te envío, pues, ahora a Juram Abí, hombre hábil, dotado de
inteligencia;
13 es hijo de una danita, y su padre es de Tiro. Sabe trabajar el oro, la
plata, el bronce, el hierro, la piedra y la madera, la púrpura escarlata, la
púrpura violeta, el lino fino y el carmesí. Sabe también hacer toda clase de
grabados y ejecutar cualquier obra que se le proponga, a una con tus
artífices y los artífices de mi señor David, tu padre.
14 Que mande, pues, a sus siervos el trigo, la cebada, el aceite y el
vino de que ha hablado mi señor,
15 y por nuestra parte cortaremos del Líbano toda la madera que
necesites y te la llevaremos en balsas, por mar, hasta Joppe, y luego tú
mandarás que la suban a Jerusalén.»
16 Salomón hizo el censo de todos los forasteros residentes en Israel,
tomando por modelo el censo que había hecho su padre David; y se halló
que eran 153.600.
17 De ellos destinó 70.000 para el transporte de cargas, 80.000 para
las canteras en las montañas y 3.600 como capataces para hacer trabajar al
pueblo.

2 Crónicas 3
1 Empezó, pues, Salomón a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén,
en el monte Moria, donde Dios se había manifestado a su padre David, en el
lugar donde David había hecho los preparativos, en la era de Ornán el
jebuseo.
2 Dio comienzo a las obras el segundo mes del año cuarto de su
reinado.
3 Este es el plano sobre el que Salomón edificó la Casa de Dios:
sesenta codos de longitud, en codos de medida antigua, y veinte codos de
anchura.
4 El Ulam que estaba delante del Hekal de la Casa tenía una longitud
de veinte codos, correspondiente al ancho de la Casa, y una altura de 120.
Salomón lo recubrió por dentro de oro puro.
5 Revistió la Sala Grande de madera de ciprés y la recubrió de oro
fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas.
6 Para adornar la Casa la revistió también de piedras preciosas; el oro
era oro de Parvayim.
7 Recubrió de oro la Casa, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus
puertas, y esculpió querubines sobre las paredes.
8 Construyó también la sala del Santo de los Santos, cuya longitud,
correspondiente al ancho de la Casa, era de veinte codos, y su anchura
igualmente de veinte codos. Lo revistió de oro puro, que pesaba seiscientos
talentos.
9 Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. Cubrió también de oro
las salas altas.
10 En el interior de la sala del Santo de los Santos hizo dos
querubines, de obra esculpida, que revistió de oro.
11 Las alas de los querubines tenían veinte codos de largo. Un ala era
de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco
codos y tocaba el ala del otro querubín.
12 El ala del segundo querubín era de cinco codos y tocaba la pared de
la sala; la otra ala tenía también cinco codos y pegaba con el ala del primer
querubín.
13 Las alas desplegadas de estos querubines medían veinte codos.
Estaban de pie, y con sus caras vueltas hacia la sala.
14 Hizo también el velo de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí
y lino fino, y en él hizo poner querubines.
15 Delante de la sala hizo dos columnas de 35 codos de alto. El capitel
que las coronaba tenía cinco codos.
16 En el Debir hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las
columnas; hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas.
17 Erigió las columnas delante del Hekal, una a la derecha y otra a la
izquierda, y llamó a la de la derecha Yakín y a la de la izquierda Boaz.

2 Crónicas 4
1 Construyó también un altar de bronce de veinte codos de largo,
veinte codos de ancho y diez codos de alto.
2 Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era
enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos
medía su contorno.
3 Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de
bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola
masa.
4 Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al
oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos,
quedando sus partes traseras hacia el interior.
5 Su espesor era de un palmo, y su borde como el borde del cáliz de la
flor de lirio. Cabían en él 3.000 medidas.
6 Hizo diez pilas para las abluciones y colocó cinco de ellas a la
derecha y cinco a la izquierda para lavar en ellas lo que se ofrecía en
holocausto. El Mar era para las abluciones de los sacerdotes.
7 Hizo diez candelabros de oro según la forma prescrita, y los colocó
en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda.
8 Hizo diez mesas, que puso en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a
la izquierda. Hizo también cien acetres de oro.
9 Construyó también el atrio de los sacerdotes y el atrio grande con
sus puertas, revistiendo las puertas de bronce.
10 Colocó el Mar al lado derecho, hacia el sureste.
11 Juram hizo también los ceniceros, las paletas y los acetres. Así
concluyó Juram la obra que le había encargado el rey Salomón en la Casa
de Dios:
12 Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las
columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles
que estaban sobre las columnas;
13 las cuatrocientas granadas para cada trenzado;
14 las diez basas, y las diez pilas sobre las basas;
15 el Mar con los doce bueyes debajo de él;
16 los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos utensilios los
hizo Juram Abí para el rey Salomón, para la Casa de Yahveh, de bronce
bruñido.
17 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo,
entre Sukkot y Seredá.
18 Salomón fabricó todos estos utensilios en tan enorme cantidad que
no se pudo calcular el peso del bronce.
19 Salomón hizo todos los objetos destinados a la Casa de Dios: el
altar de oro, las mesas para el pan de la Presencia,
20 los candelabros con sus lámparas de oro fino, para que ardieran,
según el rito, delante del Debir;
21 las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro, de oro
purísimo;
22 y los cuchillos, los acetres, los vasos y los braseros, de oro puro.
Eran también de oro las puertas interiores de la Casa a la entrada del Santo
de los Santos, y las puertas de la Casa para el Hekal.

2 Crónicas 5
1 Así fue concluida todo la obra que hizo Salomón para la Casa de
Yahveh. Salomón hizo traer todo lo consagrado por su padre David, la
plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios.
2 Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los ancianos de
Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas
de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde
la Ciudad de David, que es Sión.
3 Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del
mes séptimo.
4 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el
arca;
5 y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los utensilios
del santuario que había en la Tienda; lo llevaron los sacerdotes levitas.
6 El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había
reunido en torno a él, sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en
incalculable e innumerable abundancia.
7 Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su lugar, al
Debir de la Casa, al Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines.
8 Pues los querubines extendían las alas por encima del
emplazamiento del arca, cubriendo el arca y los varales por encima.
9 Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo,
desde la parte anterior al Debir, pero no se veían desde fuera; y allí están
hasta el día de hoy.
10 En el arca no había nada más que las dos tablas que hizo poner
Moisés en ella, en el Horeb, cuando Yahveh hizo alianza con los israelitas a
su salida de Egipto.
11 Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los
sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar
orden de clases,
12 y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos
y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar,
tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban
las trompetas;
13 se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las
trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz
con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música,
alababan a Yahveh diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»;
la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh.
14 Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la
nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios.

2 Crónicas 6
1 Entonces dijo Salomón: «Yahveh quiere habitar en densa nube.
2 He querido erigirte una morada, un lugar donde habites para
siempre».
3 Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda
la asamblea de Israel estaba en pie.
4 Dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a
mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo:
5 “Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he
elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una
Casa en la que esté mi Nombre; ni elegí varón que fuese caudillo de mi
pueblo Israel;
6 pero elijo a Jerusalén, para que esté allí mi Nombre, y elijo a David
para que sea jefe de mi pueblo Israel.”
7 «Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre
de Yahveh, Dios de Israel.
8 Pero Yahveh dijo a mi padre David: “Cuanto a haber pensado en tu
corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal
voluntad.
9 Pero no edificarás tú la Casa, sino que será un hijo tuyo, salido de
tus entrañas, quien edifique la Casa a mi Nombre.”
10 Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre
David, me he sentado en el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he
construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel;
11 y he puesto allí el arca, en la cual está la alianza de Yahveh, que él
pactó con los israelitas.»
12 Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la
asamblea de Israel y extendió las manos.
13 Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo,
cinco codos de ancho, y tres codos de alto, que había colocado en medio del
atrio; poniéndose sobre él se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel. Y
extendiendo sus manos hacia el cielo,
14 dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni en el cielo ni
en la tierra; tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu
presencia con todo su corazón;
15 tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste,
pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este día.
16 Ahora, pues Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David, mi
padre, la promesa que le hiciste, diciendo: “ Nunca será quitado de mi
presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que
tus hijos guarden su camino andando en mi Ley, como tú has andado
delante de mí.”
17 Ahora, Yahveh, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste
a tu siervo David.
18 Pero ¿es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre
la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte,
¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!
19 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh, Dios
mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia.
20 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este
lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre para escuchar la oración
que dirige tu siervo hacia este lugar!
21 «Oye, pues, las plegarias de tu siervo Israel, tu pueblo, cuando oren
hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos;
escucha y perdona.
22 «Cuando un hombre peque contra su prójimo, y éste pronuncie una
imprecación sobre él, haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,
23 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos. Da su
merecido al inicuo, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y
declarando inocente al justo, para darle según su justicia.
24 «Si Israel, tu pueblo, es batido por el enemigo por haber pecado
contra ti, y ellos se vuelven y alaban tu Nombre orando y suplicando ante ti
en esta Casa,
25 escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel,
y vuélvelos a la tierra que les diste a ellos y a sus padres.
26 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron
contra ti, si oran en este lugar y alaban tu nombre, y se convierten de su
pecado porque les humillaste,
27 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de
tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deben andar,
y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por herencia.
28 «Cuando haya hambre en esta tierra, cuando haya peste, tizón,
añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus
puertas, en todo azote y toda enfermedad,
29 si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo, hace oraciones y
súplicas, y, reconociendo su pena y su dolor, tiende sus manos hacia esta
Casa,
30 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a
cada uno según todos sus caminos, pues tú conoces su corazón - y sólo tú
conoces el corazón de todos los hijos de los hombres -
31 para que teman y sigan tus caminos todos los días que vivan sobre
la haz de la tierra que has dado a nuestros padres.
32 «También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, el que viene
de un país lejano a causa de tu gran Nombre, tu mano fuerte y tu tenso
brazo, cuando venga a orar en esta Casa,
33 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz cuanto te
pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu
Nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es
invocado sobre esta Casa que yo he construido.
34 «Si tu pueblo va a la guerra contra sus enemigos por el camino por
el que tú le envíes, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que tú has elegido,
y hacia la Casa que yo he construido a tu Nombre,
35 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles
justicia.
36 Cuando pequen contra ti - pues no hay hombre que no peque - y tú,
irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus conquistadores los
lleven cautivos a un país lejano o cercano,
37 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido
llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de su cautividad,
diciendo: “Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables”;
38 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país
de la cautividad al que fueren deportados, y te suplican vueltos hacia la
tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que tú has elegido y hacia
la Casa que yo he edificado a tu Nombre,
39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, su oración y su
plegaria; hazles justicia y perdona a tu pueblo los pecados cometidos contra
ti.
40 «Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos, y tus oídos atentos a la
oración que se haga en este lugar.
41 Y ahora ¡levántate, Yahveh Dios, hacia tu reposo, tú y el arca de tu
fuerza! ¡Que tus sacerdotes, Yahveh Dios, se revistan de salvación. y tus
fieles gocen de la felicidad!
42 Yahveh, Dios mío, no rehaces el rostro de tu Ungido; acuérdate de
las misericordias otorgadas a David tu siervo.»

2 Crónicas 7
1 Cuando Salomón acabó de orar, bajó fuego del cielo que devoró el
holocausto y los sacrificios; y la gloria de Yahveh llenó la Casa.
2 Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de Yahveh, porque la
gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh.
3 Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la
gloria de Yahveh sobre la Casa, se postraron rostro en tierra sobre el
pavimento y adoraron y alabaron a Yahveh «porque es bueno, porque es
eterno su amor».
4 Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yahveh.
5 El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000
ovejas. Así inauguraron la Casa de Dios el rey y todo el pueblo.
6 Los sacerdotes atendían a su ministerio, mientras los levitas
glorificaban a Yahveh con los instrumentos que el rey David fabricó para
acompañar los cánticos de Yahveh, «porque es eterno su amor», ejecutando
los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes estaban delante de ellos
tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía en pie.
7 Salomón consagró el interior del patio, que está delante de la Casa
de Yahveh, pues ofreció allí los holocaustos y las grasas de los sacrificios
de comunión, ya que el altar de bronce que había hecho Salomón no podía
contener el holocausto, la oblación y las grasas.
8 Entonces Salomón celebró la fiesta durante siete días y con él todo
Israel, en magna asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta el
Torrente de Egipto.
9 El día octavo tuvo lugar la asamblea solemne, pues habían hecho la
dedicación del altar por siete días, de manera que la fiesta duró siete días.
10 El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus
tiendas alegre y contento en su corazón por el bien que Yahveh había hecho
a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
11 Acabó Salomón la Casa de Yahveh y la casa del rey y llevó a cabo
todo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yahveh y en su propia
casa.
12 Aparecióse entonces Yahveh a Salomón por la noche y le dijo: «He
oído tu oración, y me he elegido este lugar como Casa de sacrificio.
13 Si yo cierro el cielo y no llueve, si yo mando a la langosta devorar
la tierra, o envío la peste entre mi pueblo;
14 y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla,
orando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo les
oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
15 Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración que se
haga en este lugar;
16 pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella
permanezca mi Nombre por siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón
todos los días.
17 Y en cuanto a ti, si andas en mi presencia como anduvo tu padre
David, haciendo todo lo que he mandado y guardando mis decretos y mis
sentencias,
18 afianzaré el trono de tu realeza como pacté con tu padre David
diciendo: “No te faltará un hombre que domine en Israel.”
19 Pero si os apartáis, abandonando los decretos y los mandamientos
que os he dado, y vais a servir a otros dioses, postrándoos ante ellos,
20 os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi presencia
esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre y la haré objeto de proverbio
y de escarnio entre todos los pueblos.
21 Y esta Casa que es tan sublime vendrá a ser el espanto de todos los
que pasen cerca de ella, de modo que dirán: “¿Por qué ha hecho así Yahveh
a esta tierra y a esta Casa?”
22 Y se responderá: “Porque abandonaron a Yahveh, el Dios de sus
padres que los sacó de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se
han postrado ante ellos y les han servido; por eso ha hecho venir sobre ellos
todo este mal.”»

2 Crónicas 8
1 Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa
de Yahveh y su propia casa,
2 reconstruyó las ciudades que Juram le había dado, y estableció allí
los israelitas.
3 Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella;
4 reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades de
avituallamiento que construyó en Jamat;
5 reconstruyó Bet Jorón de arriba y Bet Jorón de abajo, ciudades
fortificadas, con murallas, puertas y barras,
6 y Baalat, con todas las ciudades de avituallamiento que pertenecían
a Salomón, todas las ciudades de carros y las ciudades para los caballos, y
todo cuanto quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de
su dominio.
7 Con toda la gente que había quedado de los hititas, los amorreos, los
perizitas, los jivitas y los jebuseos, que no eran israelitas,
8 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a
los que los israelitas no habían exterminado, hizo Salomón una leva que
dura hasta el día de hoy.
9 Pero no empleó Salomón a ninguno de los israelitas como esclavo
para sus obras, sino como hombres de guerra, jefes y escuderos,
comandantes de sus carros y de sus caballos.
10 Los jefes de las guarniciones que tenía el rey Salomón eran 250,
que gobernaban al pueblo.
11 Salomón hizo subir a la hija de Faraón desde la Ciudad de David a
la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No debe habitar mujer
mía en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el
arca de Yahveh son sagrados.»
12 Entonces empezó a ofrecer Salomón holocaustos a Yahveh sobre el
altar de Yahveh, que había erigido delante del Ulam;
13 ofreció holocaustos según el rito de cada día, conforme a los
prescrito por Moisés, en los sábados, los novilunios y en las solemnidades,
tres veces al año: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas y
en la fiesta de las Tiendas.
14 Estableció también las secciones de los sacerdotes en sus servicios
conforme al reglamento de su padre David, a los levitas en sus cargos de
alabar y servir junto a los sacerdotes, según el rito de cada día; y a los
porteros con arreglo a sus secciones, en cada puerta; porque ésta era la
orden de David, hombre de Dios.
15 No se apartaron en nada de la orden del rey en lo tocante a los
sacerdotes y los levitas, ni tampoco en lo relativo a los tesoros.
16 Así fue dirigida toda la obra de Salomón, desde el día en que se
echaron los cimientos de la Casa de Yahveh hasta su terminación. Así fue
acabada la Casa de Yahveh.
17 Entonces Salomón fue a Esyón Guéber y a Elat, a orillas del mar,
en el país de Edom,
18 y Juram le envió, por medio de sus siervos, navíos y marinos
conocedores del mar, que fueron con los siervos de Salomón a Ofir, de
donde tomaron 450 talentos de oro, que trajeron al rey Salomón.

2 Crónicas 9
1 La reina de Sabá había oído la fama de Salomón, y vino a Jerusalén
para probar a Salomón por medio de enigmas, con gran séquito y con
camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas.
Llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón.
2 Salomón resolvió todas sus preguntas; y no hubo ninguna
proposición oscura que Salomón no pudiese resolver.
3 Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón y la casa que
había edificado,
4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte
de sus ministros y sus vestidos, sus coperos con sus trajes y los holocaustos
que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento,
5 y dijo al rey: «Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras
y de tu sabiduría.
6 No daba yo crédito a lo que se decía, hasta que he venido y lo he
visto con mis propios ojos; y encuentro que no se me había contado ni la
mitad de la grandeza de tu sabiduría, pues tú superas todo lo que oí decir.
7 ¡Dichosas tus gentes! ¡Dichosos estos tus servidores, que están
siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría!
8 ¡Bendito sea Yahveh, tu Dios, que se ha complacido en ti,
poniéndote sobre su trono como rey de Yahveh, tu Dios, por el amor que tu
Dios tiene hacia Israel para conservarle por siempre, y te ha puesto por rey
sobre ellos para administrar derecho y justicia!»
9 Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras
preciosas. Nunca hubo aromas como los que la reina de Sabá dio al rey
Salomón.
10 Los siervos de Juram y los siervos de Salomón, que habían traído
oro de Ofir, trajeron también madera de algummim y piedras preciosas.
11 Con la madera de algummim hizo el rey entarimados para la Casa
de Yahveh y la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No se
había visto nunca en la tierra de Judá madera semejante.
12 El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso
pedirle, aparte lo que ella había traído al rey. Después se volvió y regresó a
su país con sus servidores.
13 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos
de oro,
14 sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes.
Todos los reyes de Arabia y los inspectores del país traían oro y plata a
Salomón.
15 Hizo el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro batido,
aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,
16 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos
siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa «Bosque del
Líbano».
17 Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro.
18 El trono tenía seis gradas y un cordero de oro al respaldo, y brazos
a uno y otro lado del asiento, y dos leones, de pie, junto a los brazos.
19 Más doce leones de pie sobre las seis gradas a uno y otro lado. No
se hizo cosa semejante en ningún reino.
20 Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la
vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino. La plata no se
estimaba en nada en tiempo del rey Salomón.
21 Porque el rey tenía naves que navegaban a Tarsis con los siervos de
Juram, y cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro y plata, marfil,
monos y pavos reales.
22 Así el rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en
riqueza y sabiduría.
23 Todos los reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para
oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.
24 Y cada uno de ellos traía su presente, objetos de plata y objetos de
oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos, año tras año.
25 Tenía Salomón 4.000 caballerizas para sus caballos y carros, y
12.000 caballos, que puso en cuarteles en las ciudades de los carros y en
Jerusalén junto al rey.
26 Dominaba sobre todos los reyes desde el Río hasta el país de los
filisteos y hasta la frontera de Egipto.
27 Hizo el rey que la plata fuese tan abundante en Jerusalén como las
piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.
28 Traían también caballos para Salomón de Musur y de todos los
países.
29 El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros,
¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el
silonita, y en las visiones de Yedó el vidente, sobre Jeroboam, hijo de
Nebat?
30 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años.
31 Se acostó Salomón con sus padres, y le sepultaron en la ciudad de
su padre David. En su lugar reinó su hijo Roboam.
2 Crónicas 10
1 Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para
proclamarle rey.
2 Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en
Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto,
3 pues habían enviado a llamarle. Vino entonces Jeroboam con todo
Israel, y hablaron a Roboam diciendo:
4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura
servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y te
serviremos.»
5 El les dijo: «Volved a mí de aquí a tres días.» Y el pueblo se fue.
6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su
padre Salomón, en vida de éste, diciendo: « ¿Qué me aconsejáis que
responda a este pueblo?»
7 Ellos le respondieron: «Si eres bueno con este pueblo y les sirves y
les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre.»
8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió
consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.
9 Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha
hablado diciendo: “Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?”»
10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo:
«Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: “Tu padre hizo pesado
nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo”, esto debes responder: “Mi
dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.
11 Un yugo pesado os cargó mi padre, mas yo haré más pesado
vuestro yugo; mi padre os ha azotado con azotes, pero yo os azotaré con
escorpiones.”»
12 Volvieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo al tercer día donde
Roboam, según lo que había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día»;
13 y el rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los
ancianos,
14 y hablándoles según el consejo de los jóvenes, diciendo: «Mi padre
hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó
con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.»
15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de
Dios para dar cumplimiento a la palabra que Yahveh había anunciado a
Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.
16 Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey
diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia
en el hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Israel! Mira ahora por tu casa, David.» Y
todo Israel se fue a sus tiendas.
17 Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de
Judá.
18 El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero los israelitas
le mataron a pedradas y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir
a su carro para huir a Jerusalén.
19 Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de
hoy.

2 Crónicas 11
1 En llegando a Jerusalén, reunió Roboam a la casa de Judá y
Benjamín, 180.000 hombres, guerreros escogidos, para combatir contra
Israel y devolver el reino a Roboam.
2 Pero fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaías, hombre de Dios,
diciendo:
3 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo Israel que
está en Judá y Benjamín, diciendo:
4 Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos; que
cada uno se vuelva a su casa, porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la
palabra de Yahveh y desistieron de marchar contra Jeroboam.
5 Roboam habitó en Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá.
6 Fortificó Belén, Etam, Técoa,
7 Bet Sur, Sokó, Adullam,
8 Gat, Maresá, Zif,
9 Adoráyim, Lakís, Azecá,
10 Sorá, Ayyalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.
11 Reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes y
provisiones de víveres, de aceite y vino.
12 En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo
sumamente fuertes. Estaban por él Judá y Benjamín.
13 Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a él desde todos
sus territorios;
14 pues los levitas abandonaron sus ejidos y sus posesiones y se
fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos les habían
prohibido el ejercicio del sacerdocio de Yahveh,
15 y Jeroboam instituyó sus propios sacerdotes para los altos, los
sátiros y los becerros que había hecho.
16 Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yahveh, el
Dios de sus padres, aquellos de entre todas las tribus de Israel que tenían
puesto su corazón en buscar a Yahveh, el Dios de Israel;
17 y fortalecieron el reino de Judá y consolidaron a Roboam, hijo de
Salomón, por tres años. Pues tres años siguió el camino de David y de
Salomón.
18 Roboam tomó por mujer a Majalat, hija de Yerimot, hijo de David
y de Abiháyil, hija de Eliab, hijo de Jesé.
19 Esta le dio los hijos Yeús, Semarías y Zaham.
20 Después de ésta tomó a Maaká, hija de Absalón, la cual le dio a
Abías, Attay, Zizá y Selomit.
21 Roboam amaba a Maaká, hija de Absalón, más que a todas sus
mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y
engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.
22 Roboam puso a la cabeza a Abías, hijo de Maaká, como príncipe de
sus hermanos, porque quería hacerle rey.
23 Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de
Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, les dio alimentos en
abundancia y les buscó mujeres.

2 Crónicas 12
1 Cuando Roboam hubo consolidado y afianzado el reino, abandonó
la Ley de Yahveh y con él todo Israel.
2 Y sucedió que el año quinto del rey Roboam subió Sosaq, rey de
Egipto, contra Jerusalén, - pues no era fiel a Yahveh -
3 con 1.200 carros y 60.000 caballos; no se podía contar la gente que
venía con él de Egipto: libios, sukíes y etíopes.
4 Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5 El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefes de Judá que se
habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq, y les dijo: «Así dice
Yahveh: Vosotros me habéis abandonado, y por esto también yo os
abandono en manos de Sosaq.»
6 Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Justo
es Yahveh!»
7 Cuando Yahveh vio que se habían humillado, fue dirigida la palabra
de Yahveh a Semaáis, diciendo: «Por haberse ellos humillado, no los
destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no se derramará
mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.
8 Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es mi servidumbre y la
servidumbre de los reinos de las naciones.»
9 Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de
los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey. De todo
se apoderó. Habiéndose llevado los escudos de oro que había hecho
Salomón,
10 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los
jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
11 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, venían los de la
guardia y los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia.
12 Gracias a su humillación se apartó de él la ira de Yahveh y no le
destruyó del todo; y concedió algunas cosas buenas a Judá.
13 Se afianzó, pues, el rey Roboam en Jerusalén, y reinó. Roboam
tenía 41 años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén,
la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para
poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.
14 Hizo lo que era malo, porque no había dispuesto su corazón para
buscar a Yahveh.
15 Los hechos de Roboam, los primeros y los postreros, ¿no están
escritos en la historia del profeta Semaías y del vidente Iddó? Hubo guerra
continua entre Roboam y Jeroboam.
16 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de
David. Reinó en su lugar su hijo Abías.

2 Crónicas 13
1 Abías comenzó a reinar sobre Judá el año dieciocho del rey
Jeroboam.
2 Reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre era Mikaía,
hija de Uriel, de Guibeá. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam.
3 Abías entró en combate con un ejército de valientes guerreros:
400.000 hombres escogidos; Jeroboam se ordenó en batalla contra él con
800.000 guerreros escogidos y valerosos.
4 Abías se levantó en el monte Semaráyim, que está en la montaña de
Efraím, y dijo: «¡Oídme, Jeroboam y todo Israel!
5 ¿Acaso no sabéis que Yahveh, el Dios de Israel, dio el reino de
Israel para siempre a David, a él y a sus hijos, con pacto de sal?
6 Pero Jeroboam, hijo de Nebat, siervo de Salomón, hijo de David, se
alzó en rebeldía contra su señor.
7 Se juntaron con él unos hombres fatuos y malvados y prevalecieron
sobre Roboam, hijo de Salomón, pues Roboam era joven y débil de corazón
y no podía resistirles.
8 ¿Y ahora tratáis vosotros de poner resistencia al reino de Yahveh,
que está en manos de los hijos de David, porque vosotros sois una gran
muchedumbre? Pero tenéis los becerros de oro que Jeroboam os puso por
dioses.
9 ¿No habéis expulsado a los sacerdotes de Yahveh, los hijos de
Aarón y los levitas? ¿No os habéis hecho sacerdotes a la manera de los
pueblos de los demás países? Cualquiera que viene con un novillo y siete
carneros y pide ser consagrado, es hecho sacerdote de los que no son dioses.
10 Cuanto a nosotros, Yahveh es nuestro Dios y no le hemos
abandonado; los sacerdotes que sirven a Yahveh son los hijos de Aarón,
igual que los levitas en su ministerio.
11 Cada mañana y cada tarde quemamos holocaustos a Yahveh, y
tenemos el incienso aromático; las filas de pan están sobre la mesa pura, y
el candelabro de oro con sus lámparas para ser encendidas cada tarde, pues
nosotros guardamos el ritual de Yahveh nuestro Dios, en tanto que vosotros
le habéis abandonado.
12 He aquí que con nosotros, a nuestra cabeza, está Dios con sus
sacerdotes y las trompetas del clamor, para lanzar el grito de guerra contra
vosotros. Israelitas, no hagáis la guerra contra Yahveh, el Dios de vuestros
padres, porque nada conseguiréis.»
13 Entre tanto, Jeroboam hizo dar un rodeo para poner una emboscada
y atacarles por detrás, de manera que él estaba frente a Judá y la emboscada
a espaldas de éstos.
14 Al volver Judá la cabeza, vio que se presentaba combate de frente y
por detrás.
15 Entonces clamaron a Yahveh y, mientras los sacerdotes tocaban las
trompetas, los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra; y al alzar el
grito de guerra los hombres de Judá, desbarató Dios a Jeroboam y a todo
Israel delante de Abías y de Judá.
16 Huyeron los israelitas delante de Judá, y Dios los entregó en sus
manos.
17 Abías y su tropa les causaron una gran derrota; cayeron 500.000
hombres escogidos de Israel.
18 Quedaron entonces humillados los israelitas y prevalecieron los
hijos de Judá por haberse apoyado en Yahveh, el Dios de sus padres.
19 Abías persiguió a Jeroboam y le tomó las ciudades de Betel con sus
aldeas, Yesaná con sus aldeas y Efrón con sus aldeas.
20 Jeroboam ya no tuvo fuerza en los días de Abías, pues Yahveh le
hirió y murió.
21 Pero Abías se fortaleció; tomó catorce mujeres y engendró
veintidós hijos y dieciséis hijas.
22 El resto de los hechos de Abías, sus hechos y sus acciones, están
escritos en el midrás del profeta Iddó.
23 Se acostó Abías con sus padres y le sepultaron en la ciudad de
David. Reinó en su lugar su hijo Asá. En su tiempo el país estuvo en paz
durante diez años.

2 Crónicas 14
1 Asá hizo lo que era bueno y recto a los ojos de Yahveh su Dios.
2 Suprimió los altares del culto extranjero y los altos; rompió las
estelas, abatió los cipos,
3 y mandó a Judá que buscase a Yahveh, el Dios de sus padres, y
cumpliese la ley y los mandamientos.
4 Hizo desaparecer de todas las ciudades de Judá los altos y los altares
de incienso; y el reino estuvo en paz bajo su reinado.
5 Edificó ciudades fuertes en Judá, porque el país estaba en paz, y no
hubo guerra contra él por aquellos años; pues Yahveh le había dado
tranquilidad.
6 Dijo a Judá: «Edifiquemos estas ciudades, y cerquémoslas de
murallas, torres, puertas y barras, mientras el país esté a nuestra
disposición; pues hemos buscado a Yahveh, nuestro Dios, y por haberle
buscado, él nos ha dado paz por todas partes.» Edificaron, pues y
prosperaron.
7 Asá tenía un ejército de 300.000 hombres de Judá, que llevaban
pavés y lanza, y 280.000 de Benjamín, que llevaban escudo y eran arqueros;
todos ellos esforzados guerreros.
8 Salió contra ellos Zéraj el etíope, con un ejército de un millón de
hombres y trescientos carros, y llegó hasta Maresá.
9 Salió Asá contra él y se pusieron en orden de batalla en el valle de
Sefatá, junto a Maresá.
10 Asá invocó a Yahveh su Dios, y dijo: «¡Oh Yahveh, sólo tú puedes
ayudar entre el poderoso y el desvalido! ¡Ayúdanos, pues, Yahveh, Dios
nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre marchamos contra esta
inmensa muchedumbre! ¡Yahveh, tú eres nuestro Dios! ¡No prevalezca
contra ti hombre alguno!»
11 Yahveh derrotó a los etíopes ante Asá y Judá; y los etíopes se
pusieron en fuga.
12 Asá y la gente que con él estaba los persiguieron hasta Guerar; y
cayeron de los etíopes hasta no quedar uno vivo, pues fueron destrozados
delante de Yahveh y su campamento; y se recogió un botín inmenso.
13 Batieron todas las ciudades de los alrededores de Guerar, porque el
terror de Yahveh cayó sobre ellas; y saquearon todas las ciudades, pues
había en ellas gran botín.
14 Asimismo atacaron las majadas y capturaron gran cantidad de
ovejas y camellos. Después se volvieron a Jerusalén.

2 Crónicas 15
1 Vino entonces el espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Oded,
2 el cual salió al encuentro de Asá y le dijo: «¡Oídme vosotros, Asá y
todo Judá y Benjamín! Yahveh estará con vosotros mientras vosotros estéis
con él; si le buscáis, se dejará hallar de vosotros; pero si le abandonáis, os
abandonará.
3 Durante mucho tiempo Israel estará sin verdadero Dios, sin
sacerdote que enseñe y sin ley.
4 Mas cuando en su angustia se vuelva a Yahveh, el Dios de Israel, y
le busque, él se dejará hallar de ellos.
5 En aquellos tiempos no habrá paz para los hombres, sino grandes
terrores sobre todos los habitantes de los países.
6 Chocarán pueblo contra pueblo y ciudad contra ciudad, porque Dios
los conturbará con toda suerte de aflicciones.
7 ¡Vosotros, pues, esforzaos, y que no se debiliten vuestras manos!
Porque vuestras obras tendrán recompensa.”
8 Al oír Asá estas palabras y esta profecía cobró ánimo e hizo
desaparecer los monstruos abominables de todo el país de Judá y Benjamín
y de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím, y
restauró el altar de Yahveh, que estaba ante el vestíbulo de Yahveh.
9 Congregó a todo Judá y Benjamín, y a los de Efraím, Manasés y
Simeón que habitaban entre ellos; pues se habían pasado a él muchos de los
israelitas, viendo que Yahveh su Dios estaba con él.
10 Se reunieron en Jerusalén en el mes tercero del año quince del
reinado de Asá.
11 Aquel día ofrecieron a Yahveh sacrificios del botín que habían
traído: setecientos bueyes y 7.000 ovejas.
12 Y se obligaron con un pacto a buscar a Yahveh, el Dios de sus
padres, con todo su corazón y con toda su alma;
13 y que todo aquel que no buscase a Yahveh, el Dios de Israel,
moriría, desde el pequeño hasta el grande, hombre o mujer.
14 Juraron, pues, a Yahveh en alta voz, con gritos de júbilo y al son de
las trompetas y cuernos.
15 Y todo Judá se alegró con motivo del juramento, porque de todo
corazón había prestado el juramento, y con plena voluntad había buscado a
Yahveh. Por eso él se dejó hallar de ellos; y le dio paz por todas partes.
16 El rey Asá llegó a quitar a Maaká, su madre, el título de Gran
Dama, porque había hecho un Horror para Aserá. Asá abatió este Horror, lo
hizo pedazos y lo quemó en el torrente Cedrón.
17 Pero no desaparecieron los altos de en medio de Israel, aun cuando
el corazón de Asá fue perfecto todos sus días.
18 Llevó a la Casa de Dios las ofrendas consagradas por su padre y
sus propias ofrendas: plata, oro y utensilios.
19 No hubo guerra hasta el año 35 del reinado de Asá.

2 Crónicas 16
1 El año 36 del reinado de Asá subió Basá, rey de Israel, contra Judá,
y fortificó a Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, rey de Judá.
2 Sacó entonces Asá plata y oro de los tesoros de la Casa de Yahveh y
de la casa del rey, y envió mensajeros a Ben Hadad, rey de Aram, que
habitaba en Damasco, diciendo:
3 «Haya alianza entre nosotros, como entre mi padre y tu padre; te
envío plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que
se aleje de mí.»
4 Ben Hadad escuchó al rey Asá y envió a los jefes de su ejército
contra las ciudades de Israel; conquistó Iyyón, Dan, Abel Máyim y todos
los depósitos de las ciudades situadas en Neftalí.
5 Cuando Basá lo supo, suspendió las fortificaciones de Ramá e hizo
parar su obra.
6 Entonces el rey Asá tomó a todo Judá y se llevaron de Ramá las
piedras y maderas que Basá había empleado para la construcción; y con ella
fortificó Gueba y Mispá.
7 En aquel tiempo el vidente Jananí fue donde Asá, rey de Judá, y le
dijo: «Por haberte apoyado en el rey de Aram, y no haberte apoyado en
Yahveh tu Dios, por eso se ha escapado de tu mano el ejército del rey de
Aram.
8 ¿No eran un ejército numeroso los etíopes y los libios, con carros y
una muchedumbre de hombres de carro? Y, sin embargo, por haber puesto
tu confianza en Yahveh, él los entregó en tu mano.
9 Porque los ojos de Yahveh recorren toda la tierra, para fortalecer a
los que tienen corazón entero para con él. Has procedido neciamente en
esto, y por eso de aquí en adelante tendrás guerras.»
10 Irritóse entonces Asá contra el vidente y lo metió en la cárcel, pues
estaba enojado con él por este asunto. En esa época también maltrató Asá a
varios del pueblo.
11 Estos son los hechos de Asá, los primeros y los postreros; están
escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
12 El año 39 de su reinado enfermó Asá de los pies, pero tampoco en
su enfermedad buscó a Yahveh, sino a los médicos.
13 Se acostó Asá con sus padres. Murió el año 41 de su reinado,
14 y le sepultaron en el sepulcro que se había hecho en la Ciudad de
David. Lo pusieron sobre un lecho lleno de bálsamo, de aromas y de
ungüentos preparados según el arte de los perfumistas; y le encendieron un
fuego enorme.

2 Crónicas 17
1 En su lugar reinó su hijo Josafat, el cual se fortificó contra Israel.
2 Puso guarniciones en todas las ciudades fortificadas de Judá y
estableció gobernadores en el país de Judá y en las ciudades de Efraím, que
Asá su padre había conquistado.
3 Estuvo Yahveh con Josafat, porque anduvo por los caminos que
había seguido anteriormente su padre David y no buscó a los Baales,
4 sino que buscó al Dios de sus padres andando en sus mandamientos,
sin imitar los hechos de Israel.
5 Yahveh consolidó el reino en su mano; y todo Judá traía presentes a
Josafat, que adquirió grandes riquezas y honores.
6 Su corazón cobró ánimo en los caminos de Yahveh, hasta hacer
desaparecer de Judá los altos y los cipos.
7 El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Ben Jáyil, Abdías,
Zacarías, Natanael y Miqueas para que enseñasen en las ciudades de Judá,
8 y con ellos a los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asahel,
Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías, y con estos levitas a los sacerdotes
Elisamá y Yehoram,
9 los cuales enseñaron en Judá, llevando consigo el libro de la Ley de
Yahveh. Recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando al pueblo.
10 El terror de Yahveh se apoderó de todos los reinos de los países
que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron guerra contra Josafat.
11 Los filisteos trajeron a Josafat presentes y plata como tributo.
También los árabes le trajeron ganado menor: 7.700 carneros y 7.700
machos cabríos.
12 Así Josafat iba engrandeciéndose cada vez más, hasta lo sumo, y
edificó en Judá castillos y ciudades de aprovisionamiento.
13 Llevó a cabo muchas obras en las ciudades de Judá, y tuvo una
guarnición de guerreros escogidos en Jerusalén.
14 Esta es la lista, por sus casas paternas: De Judá, jefes de millar:
Adná, el jefe, y con él 300.000 hombres esforzados.
15 A su lado el jefe Yehojanán, y con él 280.000.
16 A su lado Amasías, hijo de Zikrí, que se había consagrado
espontáneamente a Yahveh, y bajo su mando 200.000 hombres esforzados.
17 De Benjamín: Elyadá, hombre valeroso, y con él, 200.000 armados
de arco y escudo.
18 A su lado Yehozabad, y con él, 180.000 equipados para la guerra.
19 Estos eran los que servían al rey, sin contar los que el rey había
puesto en las ciudades fortificadas por todo Judá.

2 Crónicas 18
1 Josafat tuvo grandes riquezas y honores; emparentó con Ajab,
2 y al cabo de algunos años bajó a visitarle a Samaría. Ajab sacrificó
gran número de ovejas y de bueyes para él y la gente que le acompañaba; y
le incitó a que subiese con él contra Ramot de Galaad.
3 Dijo Ajab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: «¿Quieres venir
conmigo a Ramot de Galaad?» Le contestó: «Yo soy como tú, y tu pueblo
como mi pueblo; contigo estaremos en la batalla.»
4 Pero Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta antes, por favor, la
palabra de Yahveh.»
5 El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les
dijo: «¿Debo atacar a Ramot de Galaad o debo desistir?» Le respondieron:
«Sube, porque Dios la entregará en manos del rey.
6 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí algún otro profeta de Yahveh a
quien podamos consultar?»
7 Respondió el rey de Israel a Josafat: «Queda todavía un hombre por
quien podríamos consultar a Yahveh, pero yo le aborrezco, pues nunca me
profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» A lo que
respondió Josafat: «No hable el rey así.»
8 Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a
Miqueas, hijo de Yimlá.»
9 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada cual en
su trono, vestidos de gala, en la era que hay a la entrada de la puerta de
Samaría, mientras que todos los profetas estaban en trance delante de ellos.
10 Sedecías, hijo de Kenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro,
y decía: «Así dice Yahveh: Con estos acornearás a Aram hasta acabar con
ellos.
11 Y todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo:
«¡Sube contra Ramot de Galaad! Tendrás éxito. Yahveh la entregará en
manos del rey.»
12 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo:
«Mira que los profetas a una voz predicen el bien al rey, procura hablar
como uno de ellos y anuncia el bien.»
13 Respondió Miqueas “«¡Vive Yahveh, que lo que mi Dios me diga,
eso anunciaré!»
14 Llegó donde el rey; y el rey le dijo: «Miqueas, ¿debemos subir a
Ramot de Galaad para atacarla, o debo desistir?» Le respondió: «Subid,
tendréis éxito. Serán entregados en vuestras manos.»
15 Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me
digas más que la verdad en nombre de Yahveh?»
16 Entonces él dijo: «He visto todo Israel disperso por los montes,
como ovejas sin pastor; Yahveh ha dicho: No tienen señor; que vuelvan en
paz cada cual a su casa.»
17 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me anuncia
el bien sino el mal?»
18 Miqueas entonces dijo: «Escuchad, pues, la palabra de Yahveh: He
visto a Yahveh sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba a
su derecha y a su izquierda.
19 Preguntó Yahveh: “¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que
suba y caiga en Ramot de Galaad?” Y el uno decía una cosa y el otro otra.
20 Entonces se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahveh y dijo: “Yo
le engañaré” Le preguntó Yahveh: “¿De qué modo?”
21 Respondió: “Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos
sus profetas.” Y Yahveh dijo: “Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así”
22 Ahora, pues, Yahveh ha puesto un espíritu de mentira en la boca de
todos estos profetas tuyos, pues Yahveh ha predicho el mal contra ti.»
23 Se acercó entonces Sedecías, hijo de Kenaaná, y dio una bofetada a
Miqueas en la mejilla, diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el
espíritu de Yahveh para hablarte a ti?».
24 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás el día en que vayas
escondiéndote de aposento en aposento.»
25 El rey de Israel dijo: «Prended a Miqueas y llevádselo a Amón,
gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey;
26 y les diréis: “Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y
racionadle el pan y el agua hasta que yo vuelva victorioso.”»
27 Miqueas dijo: «Si es que vuelves victorioso, no ha hablado Yahveh
por mí.»
28 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de
Galaad.
29 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en
combate, mientras que tú te pondrás tus vestidos.» El rey de Israel se
disfrazó, y así entraron en la batalla.
30 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de sus
carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.»
31 Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro
que es el rey de Israel», y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat
gritó y Yahveh le socorrió, alejándolos Dios de él.
32 Viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se
apartaron de él.
33 Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel
por entre las placas de la coraza; el rey dijo al auriga: «Da la vuelta y
sácame de la batalla, porque me siento mal.»
34 Pero arreció aquel día la batalla, y el rey de Israel fue sostenido en
pie en su carro frente a los arameos hasta la tarde; y a la caída del sol murió.
2 Crónicas 19
1 Cuando Josafat, rey de Judá, regresaba en paz a su casa, a Jerusalén,
2 salióle al encuentro Jehú, hijo de Jananí el vidente, y le dijo al rey
Josafat: «¿Tú ayudas al malo y amas a los que aborrecen a Yahveh? Por
esto ha caído sobre ti la cólera de Yahveh.
3 Sin embargo, han sido halladas en ti obras buenas, porque has
quitado de esta tierra los cipos, y has dispuesto tu corazón para buscar a
Dios.»
4 Residía Josafat en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo desde
Berseba hasta la montaña de Efraím; y los convirtió a Yahveh, el Dios de
sus padres.
5 Estableció jueces en el país, en todas las ciudades fortificadas de
Judá, de ciudad en ciudad;
6 y dijo a los jueces: «Mirad lo que hacéis; porque no juzgáis en
nombre de los hombres, sino en nombre de Yahveh, que está con vosotros
cuando administráis justicia.
7 ¡Que esté sobre vosotros el temor de Yahveh! Atended bien a lo que
hacéis, porque en Yahveh nuestro Dios no hay iniquidad ni acepción de
personas ni soborno.»
8 También en Jerusalén estableció Josafat levitas, sacerdotes y
cabezas de familia de Israel, para la administración de la justicia de Yahveh
y para los litigios. Estos habitaban en Jerusalén.
9 Les dio esta orden: «Obraréis en todo en el temor de Yahveh, con
fidelidad y con corazón perfecto.
10 En todo pleito que venga a vosotros de parte de vuestros hermanos
que habitan en sus ciudades, sean causas de sangre o cuestiones de la Ley,
de los mandamientos, decretos y sentencias, habéis de esclarecerlos, a fin
de que no se hagan culpables para con Yahveh y se encienda su ira contra
vosotros y contra vuestros hermanos. Obrando así, no os haréis culpables.
11 «Amarías, como sacerdote, será vuestro jefe en todos las asuntos de
Yahveh; y Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la casa de Judá, en todos los
asuntos del rey. Los levitas os servirán de escribas. ¡Esforzaos, y manos a la
obra! Y Yahveh sea con el bueno.»

2 Crónicas 20
1 Después de esto, los moabitas y ammonitas, y con ellos algunos
maonitas, marcharon contra Josafat para atacarle.
2 Vinieron mensajeros que avisaron a Josafat diciendo: «Viene contra
ti una gran muchedumbre de gentes de allende el mar, de Edom, que están
ya en Jasasón Tamar, o sea, Engadí.»
3 Tuvo miedo y se dispuso a buscar a Yahveh promulgando un ayuno
para todo Judá.
4 Congregóse Judá para implorar a Yahveh, y también de todas las
ciudades de Judá vino gente a suplicar a Yahveh.
5 Entonces Josafat, puesto en pie en medio de la asamblea de Judá y
de Jerusalén, en la Casa de Yahveh, delante del atrio nuevo,
6 dijo: «Yahveh, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en el cielo,
y no dominas tú en todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano el
poder y la fortaleza, sin que nadie pueda resistirte?
7 ¿No has sido tú, oh Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes
de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la posteridad de tu
amigo Abraham para siempre?
8 Ellos la han habitado, y han edificado un santuario a tu Nombre,
diciendo:
9 “Si viene sobre nosotros algún mal, espada, castigo, peste o hambre,
nos presentaremos delante de esta Casa, y delante de ti, porque tu Nombre
reside en esta Casa; clamaremos a tí en nuestra angustia, y tú oirás y nos
salvarás.”
10 «Pero ahora, mira que los ammonitas y moabitas y los del monte
Seír, a donde no dejaste entrar a Israel cuando salía de la tierra de Egipto,
por lo cual Israel se apartó de ellos sin destruirlos,
11 ahora nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos has
legado.
12 Oh Dios nuestro, ¿no harás tú justicia con ellos? Pues nosotros no
tenemos fuerza contra esta gran multitud que viene contra nosotros y no
sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos se vuelven hacia ti.»
13 Todo Judá estaba en pie ante Yahveh con sus niños, sus mujeres y
sus hijos.
14 Vino el espíritu de Yahveh sobre Yajaziel, hijo de Zacarías, hijo de
Benaías, hijo de Yeiel, hijo de Mattanías, levita, de los hijos de Asaf, que
estaba en medio de la asamblea,
15 y dijo: «¡Atended vosotros, Judá entero y habitantes de Jerusalén, y
tú, oh rey Josafat! Así os dice Yahveh: No temáis ni os asustéis ante esa
gran muchedumbre; porque esta guerra no es vuestra, sino de Dios.
16 Bajad contra ellos mañana; mirad, ellos van a subir por la cuesta de
Sis. Los encontraréis en el valle de Sof, junto al desierto de Yeruel.
17 No tendréis que pelear en esta ocasión. Apostaos y quedaos
quietos, y veréis la salvación de Yahveh que vendrá sobre vosotros, oh Judá
y Jerusalén. ¡No temáis ni os asustéis! Salid mañana al encuentro de ellos,
pues Yahveh estará con vosotros.»
18 Josafat se inclinó rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de
Jerusalén se postraron ante Yahveh para adorar a Yahveh.
19 Y los levitas, de los hijos de los quehatitas y de la estirpe de los
coreítas, se levantaron para alabar con gran clamor a Yahveh, el Dios de
Israel.
20 Al día siguiente se levantaron temprano y salieron al desierto de
Técoa. Mientras iban saliendo, Josafat, puesto en pie, dijo: «¡Oídme, Judá y
habitantes de Jerusalén! Tened confianza en Yahveh vuestro Dios y estaréis
seguros; tened confianza en sus profetas y triunfaréis.»
21 Después, habiendo deliberado con el pueblo, señaló cantores que,
vestidos de ornamentos sagrados y marchando al frente de los guerreros,
cantasen en honor de Yahveh: «¡Alabad a Yahveh porque es eterno su
amor!»
22 Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las
alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y
los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados.
23 Porque se levantaron los ammonitas y moabitas contra los
moradores del monte Seír, para entregarlos al anatema y aniquilarlos, y
cuando hubieron acabado con los moradores de Seír se aplicaron a
destruirse mutuamente.
24 Judá había venido a la atalaya del desierto y se volvieron hacia la
multitud, pero no había más que cadáveres tendidos por tierra; pues
ninguno pudo escapar.
25 Josafat y su pueblo fueron a saquear los despojos y hallaron mucho
ganado, riquezas y vestidos y objetos preciosos, y recogieron tanto que no
lo podían llevar. Emplearon tres días en saquear el botín, porque era
abundante.
26 Al cuarto día se reunieron en el valle de Beraká, y allí bendijeron a
Yahveh; por eso se llama aquel lugar valle de Beraká hasta el día de hoy.
27 Después todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat al
frente, regresaron con júbilo a Jerusalén, porque Yahveh les había colmado
de gozo a costa de sus enemigos.
28 Entraron en Jerusalén, en la Casa de Yahveh, con salterios, cítaras
y trompetas.
29 El terror de Dios cayó sobre todos los reinos de los países cuando
supieron que Yahveh había peleado contra los enemigos de Israel.
30 El reinado de Josafat fue tranquilo, y su Dios le dio paz por todos
lados.
31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía 35 años cuando comenzó a reinar, y
reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de
Siljí.
32 Siguió en todo el camino de su padre Asá, sin desviarse de él,
haciendo lo que era recto a los ojos de Yahveh.
33 Con todo no desaparecieron los altos, pues el pueblo aún no había
fijado su corazón en el Dios de sus padres.
34 El resto de los hechos de Josafat, los primeros y los postreros, están
escritos en la historia de Jehú, hijo de Jananí, que se halla inserta en el libro
de los reyes de Israel.
35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de
Israel, que le impulsó a hacer el mal.
36 Se asoció con él para construir naves que fueran a Tarsis; y
fabricaron las naves en Esyón Guéber.
37 Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra
Josafat diciendo: «Por haberte aliado con Ocozías, Yahveh ha abierto
brecha en tus obras.» En efecto, las naves se destrozaron y no pudieron ir a
Tarsis.

2 Crónicas 21
1 Se acostó Josafat con sus padres y fue sepultado con ellos en la
ciudad de David. En su lugar reinó su hijo Joram.
2 Joram tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran Azarías, Yejiel,
Zacarías, Azaryau, Miguel y Sefatías. Todos estos eran hijos de Josafat, rey
de Israel.
3 Su padre les había hecho grandes donaciones de plata, oro y objetos
preciosos, y ciudades fuertes en Judá; pero entregó el reino a Joram, porque
era el primogénito.
4 Joram tomó posesión del trono de su padre; y cuando se afianzó en
él pasó a cuchillo a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de
Israel.
5 32 años tenía Joram cuando empezó a reinar, y reinó ocho años en
Jerusalén.
6 Anduvo por el camino de los reyes de Israel, como había hecho la
casa de Ajab, porque se había casado con una mujer de la familia de Ajab, e
hizo el mal a los ojos de Yahveh.
7 Pero Yahveh no quiso destruir la casa de David, a causa de la
alianza que había hecho con David, porque le había prometido que le daría
siempre una lámpara a él y a sus hijos.
8 En sus días se rebeló Edom de bajo la mano de Judá y se
proclamaron un rey.
9 Pasó Joram con sus jefes, y con todos sus carros. Se levantó por la
noche y batió a los de Edom que le tenían cercado, a él y a los jefes de los
carros.
10 Así se rebeló Edom de bajo la mano de Judá hasta el día de hoy.
Por ese mismo tiempo se rebeló Libná de bajo su mano, porque había
abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.
11 Construyó asimismo altos en los montes de Judá, incitó a la
prostitución a los habitantes de Jerusalén y empujó a ella a Judá.
12 Le llegó un escrito del profeta Elías, que decía: «Así dice Yahveh,
el Dios de tu padre David: Porque no has seguido los caminos de tu padre
Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá,
13 sino que has andado por los caminos de los reyes de Israel, y has
prostituido a Judá y a los habitantes de Jerusalén siguiendo las
prostituciones de la casa de Ajab, y también porque has dado muerte a tus
hermanos de la casa de tu padre que eran mejores que tú;
14 he aquí que Yahveh castigará con terrible azote a tu pueblo, tus
hijos, tus mujeres y toda tu hacienda;
15 tú mismo padecerás grandes enfermedades y una dolencia de
entrañas tal, que día tras día se te saldrán fuera a causa de la enfermedad.»
16 Excitó Yahveh contra Joram el espíritu de los filisteos y de los
árabes, vecinos de los etíopes,
17 que subieron contra Judá y lo invadieron llevándose todas las
riquezas que hallaron en la casa del rey, y también a sus hijos y a sus
mujeres, no dejándole otro hijo que Ocozías, el menor.
18 Después de todo esto le hirió Yahveh con una enfermedad
incurable de vientre.
19 Y al cabo de cierto tiempo, al fin del año segundo, se le salieron las
entrañas a causa de su enfermedad, y murió en medio de terribles dolores.
El pueblo no le encendió fuego, como lo había encendido por su padre.
20 Tenía 32 años cuando empezó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho
años. Se fue sin que nadie le llorara; y le sepultaron en la ciudad de David,
pero no en los sepulcros de los reyes.

2 Crónicas 22
1 Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a su hijo
menor Ocozías, porque una banda de árabes que había invadido el
campamento había dado muerte a todos los mayores, de suerte que llegó a
ser rey Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá.
2 Tenía Ocozías cuarenta y dos años cuando empezó a reinar, y reinó
un año en Jerusalén. Su madre se llamaba Atalía, hija de Omrí.
3 También él siguió los caminos de la casa de Ajab, pues su madre le
instigaba a hacer el mal.
4 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como los de la casa de Ajab,
porque después de la muerte de su padre fueron ellos sus consejeros para su
perdición.
5 También por consejo de ellos fue con Joram, hijo de Ajab, rey de
Israel, para combatir a Jazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad; los
arameos hirieron a Joram,
6 que se retiró a Yizreel, para curarse de las heridas que había recibido
en Ramá, en la batalla contra Jazael, rey de Aram. Ocozías, hijo de Joram,
rey de Judá, bajó a Yizreel para visitar a Joram, hijo de Ajab, que se hallaba
enfermo;
7 esta visita a Joram vino de Dios para ruina de Ocozías; pues llegado
allí, salió con Joram contra Jehú, hijo de Nimsí, a quien Yahveh había
ungido para exterminar la casa de Ajab.
8 Mientras Jehú hacía justicia de la casa de Ajab, se encontró con los
jefes de Judá y con los hijos de los hermanos de Ocozías que se hallaban al
servicio de Ocozías, y los mató.
9 Buscó luego a Ocozías, al que prendieron en Samaría, donde se
había escondido. Lo llevaron donde Jehú, que lo mató, pero le dieron
sepultura, pues decían: «Es hijo de Josafat, el que buscó a Yahveh con todo
su corazón.» No quedó de la casa de Ocozías nadie que fuese capaz de
reinar.
10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que había muerto su hijo, se
levantó y exterminó a toda la estirpe real de la casa de Judá.
11 Pero Yehosebá, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó
de entre los hijos del rey a quienes estaban matando y lo puso a él y a su
nodriza en el dormitorio. Yehosebá, hija del rey Joram, mujer del sacerdote
Yehoyadá y hermana de Ocozías, lo ocultó de la vista de Atalía, que no
pudo matarle.
12 Seis años estuvo escondido con ellos en la Casa de Dios, mientras
Atalía reinaba en el país.

2 Crónicas 23
1 El año séptimo, Yehoyadá cobró ánimo y envió a buscar a los jefes
de cien, a Azarías, hijo de Yerojam; a Ismael, hijo de Yehojanán; a Azarías,
hijo de Obed; a Maaseías, hijo de Adaías, y a Elisafat, hijo de Zikrí;
concertando un pacto con ellos,
2 recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de
Judá, y a los cabezas de familia de Israel, que vinieron a Jerusalén.
3 Toda la asamblea hizo alianza con el rey en la Casa de Dios;
Yehoyadá les dijo: «Aquí tenéis al hijo del rey que ha de reinar, como dijo
Yahveh de los hijos de David.
4 Esto es lo que tenéis que hacer: Un tercio de vosotros, así sacerdotes
como levitas, los que entráis el sábado, se quedarán de porteros en las
entradas;
5 otro tercio, en la casa del rey; y otro tercio, en la casa del
Fundamento; mientras que todo el pueblo estará en los atrios de la Casa de
Yahveh.
6 Nadie podrá entrar en la Casa de Yahveh fuera de los sacerdotes y
los levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar por estar consagrados,
pero todo el pueblo tiene que guardar el precepto de Yahveh.
7 Los levitas se pondrán en torno al rey, cada uno con sus armas en la
mano, y cualquiera que penetre en la Casa, morirá. Sólo ellos acompañarán
al rey cuando entre y cuando salga.»
8 Los levitas y todo Judá hicieron cuanto les había mandado el
sacerdote Yehoyadá. Tomó cada uno a sus hombres, tanto los que entraban
el sábado como los que salían el sábado; pues el sacerdote Yehoyadá no
exceptuó a ninguna de las secciones.
9 El sacerdote Yehoyadá entregó a los jefes de cien las lanzas y los
escudos, grandes y pequeños, del rey David, que se hallaban en la Casa de
Dios,
10 y apostó a todo el pueblo, cada uno con sus armas en la mano,
desde el ala oriental de la Casa hasta el ala occidental, entre el altar y la
Casa, para que rodeasen al rey.
11 Hicieron salir entonces al hijo del rey y le pusieron la diadema y el
Testimonio. Le proclamaron rey; Yehoyadá y sus hijos le ungieron y
gritaron: «¡Viva el rey!».
12 Al oír Atalía los gritos del pueblo que corría y aclamaba al rey,
vino a la Casa de Yahveh, donde estaba el pueblo,
13 miró, y vio al rey en pie junto a la columna, a la entrada, y a los
jefes y las trompetas junto al rey, a todo el pueblo de la tierra, lleno de
alegría, que tocaba las trompetas, y a los cantores que, con instrumentos de
música, dirigían los cánticos de alabanza. Entonces Atalía rasgó sus
vestidos y gritó: «¡Traición, traición!»
14 Pero el sacerdote Yehoyadá dio orden a los jefes de cien, que
estaban al frente de las tropas, y les dijo: «Hacedla salir de las filas, y el que
la siga que sea pasado a espada.» Porque había dicho el sacerdote: «No la
matéis en la Casa de Yahveh.»
15 Así pues, ellos echaron mano de ella, y cuando llegó a la casa del
rey por el camino de la Entrada de los Caballos, allí la mataron.
16 Entonces Yehoyadá pactó alianza con todo el pueblo y el rey de
que el pueblo sería pueblo de Yahveh.
17 Fue después todo el pueblo a la casa de Baal y la derribaron;
rompieron sus altares y sus imágenes, y mataron a Matán, sacerdote de
Baal, ante los altares.
18 Yehoyadá puso centinelas en la Casa de Yahveh, a los órdenes de
los sacerdotes y levitas que David había distribuido en la Casa de Yahveh,
conforme a lo escrito en la Ley de Moisés, para ofrecer los holocaustos con
alegría y cánticos, según las disposiciones de David.
19 Puso porteros junto a las puertas de la Casa de Yahveh para que no
entrase ninguno que por cualquier causa fuese inmundo.
20 Después tomó a los jefes de cien, a los notables, a los dirigentes del
pueblo y al pueblo entero de la tierra; y haciendo descender al rey de la
Casa de Yahveh, entraron por la puerta superior en la casa del rey y le
sentaron en el trono del reino.
21 Todo el pueblo de la tierra estaba contento, y la ciudad quedó
tranquila; en cuanto a Atalía, la habían matado a espada.

2 Crónicas 24
1 Siete años tenía Joás cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años
en Jerusalén. Su madre se llamaba Sibía de Berseba.
2 Joás hizo lo recto a los ojos de Yahveh durante toda la vida del
sacerdote Yehoyadá.
3 Este le casó con dos mujeres, y engendró hijos e hijas.
4 Después de esto resolvió Joás restaurar la Casa de Yahveh.
5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas y les dijo: «Recorred las
ciudades de Judá y juntad cada año plata en todo Israel para reparar la Casa
de vuestro Dios; y daos prisa en ello.» Pero los levitas no se dieron prisa.
6 Llamó entonces el rey a Yehoyadá, sumo sacerdote, y le dijo: «¿Por
qué no has tenido cuidado de que los levitas trajesen de Judá y de Jerusalén
la contribución que Moisés, siervo de Yahveh, y la asamblea de Israel
prescribieron para la Tienda del Testimonio?»
7 Pues la impía Atalía y sus hijos habían arruinado la Casa de Dios,
llegando incluso a emplear para los Baales todas las cosas consagradas a la
Casa de Yahveh.
8 Mandó, pues, el rey que se hiciera un cofre, que fue colocado junto a
la puerta de la Casa de Yahveh, por la parte exterior;
9 y echaron bando en Judá y en Jerusalén de que trajesen a Yahveh la
contribución que Moisés, siervo de Dios, había impuesto a Israel en el
desierto.
10 Todos los jefes y todo el pueblo se alegraron; y traían la
contribución y la echaban en el cofre hasta que se llenaba.
11 Cuando llevaban el cofre a los inspectores del rey, por medio de los
levitas, si veían que había mucho dinero, venía el secretario del rey y el
inspector del sumo sacerdote para vaciar el cofre; luego, lo tomaban y lo
volvían a su lugar. Así lo hacían cada vez, y recogían dinero en abundancia.
12 El rey y Yehoyadá se lo daban a los encargados de las obras del
servicio de la Casa de Yahveh, y éstos tomaban a sueldo canteros y
carpinteros para restaurar la Casa de Yahveh, y también a los que
trabajaban en hierro y bronce, para reparar la Casa de Yahveh.
13 Trabajaron, pues, los encargados de la obra, y con sus trabajos
adelantaron las reparaciones del edificio; restituyeron la Casa de Dios a su
primer estado y la consolidaron.
14 Acabado el trabajo, entregaron al rey y a Yehoyadá el resto del
dinero, con el cual hicieron objetos para la Casa de Yahveh, utensilios para
el ministerio y para los holocaustos, vasos y objetos de oro y plata. Durante
toda la vida de Yehoyadá se ofrecieron siempre holocaustos en la Casa de
Yahveh.
15 Envejeció Yehoyadá, y murió colmado de días. Tenía 130 años
cuando murió.
16 Le sepultaron en la Ciudad de David, con los reyes, porque había
hecho el bien en Israel, con Dios y con su Casa.
17 Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a
postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído.
18 Abandonaron la Casa de Yahveh, el Dios de sus padres, y sirvieron
a los cipos y a los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén a causa de
esta culpa suya.
19 Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para
que se convirtiesen a él, pero no les prestaron oído.
20 Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote
Yehoyadá que, presentándose delante del pueblo, les dijo: «Así dice Dios:
¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahveh? No tendréis éxito; pues
por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros.»
21 Mas ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey le
apedrearon en el atrio de la Casa de Yahveh.
22 Pues el rey Joás no se acordó del amor que le había tenido
Yehoyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, que exclamó al
morir: «¡Véalo Yahveh y exija cuentas!»
23 A la vuelta de un año subió contra Joás el ejército de los arameos,
que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los
jefes del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco,
24 pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca
gente, Yahveh entregó en sus manos a un ejército muy grande; porque
habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres. De este modo los
arameos hicieron justicia con Joás.
25 Y cuando se alejaron de él, dejándole gravemente enfermo, se
conjuraron contra él sus servidores, por la sangre del hijo del sacerdote
Yehoyadá, le mataron en su lecho y murió. Le sepultaron en la Ciudad de
David, pero no le sepultaron en los sepulcros de los reyes.
26 Los que conspiraron contra él fueron Zabad, hijo de Simat la
ammonita, y Yehozabad, hijo de Simrit la moabita.
27 Lo tocante a sus hijos, la gran cantidad de impuestos que percibió y
la restauración de la Casa de Dios, se halla escrito en el midrás del libro de
los reyes. En su lugar reinó su hijo Amasías.

2 Crónicas 25
1 Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a reinar, y reinó
veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yehoaddán, de
Jerusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, aunque no de todo corazón.
3 Cuando se afianzó en su reinado, dio muerte a los servidores que
habían matado al rey su padre.
4 Pero no hizo morir a los hijos de ellos, conforme a lo escrito en la
Ley, en el libro de Moisés, donde Yahveh tenía prescrito: «No han de morir
los padres por los hijos ni los hijos han de morir por los padres, sino que
cada uno morirá por su propio pecado.»
5 Amasías congregó a Judá y estableció por todo Judá y Benjamín,
según las casas paternas, jefes de millar y jefes de cien; hizo el censo de
ellos, desde los veinte años para arriba, y halló 300.000 hombres escogidos,
aptos para la guerra y el manejo de lanza y pavés.
6 Tomó también a sueldo en Israel, por cien talentos de plata, a
100.000 hombres valientes.
7 Pero vino donde él un hombre de Dios que le dijo: «Oh rey, que no
salga contigo el ejército de Israel, porque Yahveh no está con Israel, ni con
ninguno de los efraimitas.
8 Si vienen contigo, tú te portarás esforzadamente en la batalla, pero
Dios te hará caer ante el enemigo, porque Dios tiene poder para ayudar y
para derribar.»
9 Respondió Amasías al hombre de Dios: «¿Y qué hacer con los cien
talentos que he dado a la tropa de Israel?» Contestó el hombre de Dios:
«Tiene Yahveh poder para darte mucho más que eso.»
10 Y Amasías apartó los destacamentos que le habían venido de
Efraím, para que se volviesen a sus lugares. Ellos se irritaron mucho contra
Judá y se volvieron a sus casas ardiendo en cólera.
11 Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó
al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seiríes.
12 Los hijos de Judá apresaron vivos a otros 10.000 y, llevándolos a la
cumbre de la peña, los precipitaron desde allí, quedando todos ellos
reventados.
13 Entretanto, la tropa que Amasías había hecho volver, para que no
fuesen con él a la guerra, se desparramaron por las ciudades de Judá, desde
Samaría hasta Bet Jorón, pero fueron derrotados 3.000 de ellos y se recogió
mucho botín.
14 Después de regresar Amasías de su victoria sobre los edomitas,
introdujo los dioses de los seiríes; eligió los dioses de ellos, postróse ante
ellos y les quemó incienso.
15 Se encendió la ira de Yahveh contra Amasías y le envió un profeta,
que le dijo: «¿Por qué has buscado a los dioses de ese pueblo, que no han
podido librar de tu mano a su propia gente?»
16 Mientras él le hablaba, Amasías le interrumpió: «¿Acaso te hemos
hecho consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar?» El profeta
concluyó diciendo: «Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque
hiciste eso y no quieres escuchar mi consejo.»
17 Amasías, rey de Judá, después de haber deliberado, envió
mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle:
«¡Sube y nos veremos las caras!»
18 Pero Joás, rey de Israel, mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El
cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para
mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon
el cardo.
19 Tú te dices: “He derrotado a Edom.” Por eso te lleva tu corazón a
jactarte. Sé glorioso, pero quédate ahora en tu casa. ¿Por qué exponerte a
una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»
20 Pero Amasías no le escuchó, pues era disposición de Dios
entregarlos en manos de sus enemigos, por haber buscado a los dioses de
Edom.
21 Subió Joás, rey de Israel, y se enfrentaron, él y Amasías, rey de
Judá, en Bet Semes de Judá.
22 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.
23 Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás,
hijo de Ocozías, en Bet Semes y le llevó a Jerusalén; y abrió una brecha de
cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím
hasta la puerta del Angulo.
24 Tomó todo el oro y la plata y todos los objetos que se hallaban al
cuidado de Obededom en la Casa de Dios, y los tesoros de la casa del rey,
así como también rehenes, y se volvió a Samaría.
25 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, sirvió quince años después de la
muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
26 El resto de los hechos de Amasías, los primeros y los postreros,
¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel?
27 Después que Amasías se apartó de Yahveh, se conjuraron contra él
en Jerusalén, por lo que huyó a Lakís; pero enviaron gente en su
persecución hasta Lakís y allí lo mataron.
28 Trajéronle a caballo y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de
David.
2 Crónicas 26
1 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le
proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.
2 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo
acostado con sus padres.
3 Dieciséis años tenía Ozías cuando empezó a reinar, y reinó 52 años
en Jerusalén. Su madre se llamaba Yekoliá, de Jerusalén.
4 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había
hecho su padre Amasías.
5 Buscó a Dios durante la vida de Zacarías, que le instruyó en el temor
de Dios; y mientras buscó a Yahveh, Dios le dio prosperidad.
6 Salió a campaña contra los filisteos y abrió brecha en el muro de
Gat, en el muro de Yabné y en el muro de Asdod; restauró las ciudades en
la región de Asdod y entre los filisteos.
7 Dios le ayudó contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en
Gur Báal y contra los meunitas.
8 Los ammonitas pagaron tributo a Ozías, y su fama llegó hasta la
frontera de Egipto, porque se había hecho sumamente poderoso.
9 Ozías construyó torres en Jerusalén sobre la puerta del Angulo,
sobre la puerta del Valle y en el Angulo, y las fortificó.
10 Construyó también torres en el desierto y excavó muchas cisternas,
pues poseía numerosos ganados en la Tierra Baja y en la llanura, así como
labradores y viñadores en las montañas y en los campos fértiles, porque le
gustaba la agricultura.
11 Ozías tenía un ejército que hacía la guerra; salía a campaña por
grupos, conforme al número de su censo hecho bajo la vigilancia de Yeiel
el escriba, y Maaseías el notario, a las órdenes de Jananías, uno de los jefes
del rey.
12 El número total de los jefes de familia era de 2.600 hombres
esforzados.
13 A sus órdenes había un ejército de campaña de 307.500 hombres,
que hacían la guerra con gran valor, para ayudar al rey contra el enemigo.
14 Ozías proporcionó a todo aquel ejército en cada una de sus
campañas escudos y lanzas, yelmos y corazas, arcos y hondas, para tirar
piedras.
15 Hizo construir en Jerusalén ingenios inventados por expertos, para
colocarlos sobre las torres y los ángulos y para arrojar saetas y grandes
piedras. Su fama se extendió lejos, porque fue prodigioso el modo como
supo buscarse colaboradores hasta hacerse fuerte.
16 Mas, una vez fortalecido en su poder, se ensoberbeció hasta
acarrearse la ruina, y se rebeló contra Yahveh su Dios, entrando en el
Templo de Yahveh para quemar incienso sobre el altar del incienso.
17 Fue tras él Azarías, el sacerdote, y con él ochenta sacerdotes de
Yahveh, hombres valientes,
18 que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: «No te corresponde a ti,
Ozías, quemar incienso a Yahveh, sino a los sacerdotes, los hijos de Aarón,
que han sido consagrados para quemar el incienso. ¡Sal del santuario
porque estás prevaricando, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de
Yahveh Dios!»
19 Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer
incienso, se llenó de ira, y mientras se irritaba contra los sacerdotes, brotó la
lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yahveh, junto al
altar del incienso.
20 El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes volvieron hacía él
sus ojos, y vieron que tenía lepra en la frente. Por lo cual lo echaron de allí
a toda prisa; y él mismo se apresuró a salir, porque Yahveh le había herido.
21 El rey Ozías, quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en
una casa aislada, como leproso, porque había sido excluido de la Casa de
Yahveh; su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey y administraba
justicia al pueblo de la tierra.
22 El resto de los hechos de Ozías, los primeros y los postreros, los
escribió el profeta Isaías, hijo de Amós.
23 Acostóse Ozías con sus padres y lo sepultaron con sus padres en el
campo de los sepulcros de los reyes, porque decían: «Es un leproso.» En su
lugar reinó su hijo Jotam.

2 Crónicas 27
1 Tenía Jotam veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó
dieciséis años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yerusá, hija de Sadoq.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo hizo su
padre Ozías, salvo que no penetró en el Templo de Yahveh. El pueblo, sin
embargo, seguía corrompiéndose.
3 Construyó la Puerta Superior de la Casa de Yahveh, e hizo muchas
obras en los muros de Ofel.
4 Edificó también ciudades en la montaña de Judá, y edificó castillos y
torres en las tierras de labor.
5 Hizo guerra contra el rey de los ammonitas, a los que venció. Los
ammonitas le dieron aquel año cien talentos de plata, 10.000 cargas de trigo
y 10.000 de cebada. Los ammonitas le trajeron lo mismo el año segundo y
el tercero.
6 Jotam llegó a ser poderoso, porque se afirmó en los caminos de
Yahveh su Dios.
7 El resto de los hechos de Jotam, todas sus guerras y sus obras, están
escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá.
8 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis
años en Jerusalén.
9 Acostóse Jotam con sus padres, y le sepultaron en la Ciudad de
David. En su lugar reinó su hijo Ajaz.

2 Crónicas 28
1 Tenía Ajaz veinte años cuando empezó a reinar, y reinó dieciséis
años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh, como David su
padre.
2 Siguió los caminos de los reyes de Israel, llegando a fundir estatuas
para los Baales.
3 Quemó incienso en el valle de Ben Hinnom e hizo pasar a sus hijos
por el fuego, según los ritos abominables de las gentes que Yahveh había
arrojado de delante de los israelitas.
4 Ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los altos, sobre los
collados y bajo todo árbol frondoso.
5 Yahveh su Dios le entregó en manos del rey de los arameos, que le
derrotaron, haciéndole gran número de prisioneros, que fueron llevados a
Damasco. Fue entregado también en manos del rey de Israel, que le causó
una gran derrota.
6 Pecaj, hijo de Remalías, mató en Judá en un solo día a 120.000,
todos ellos hombres valientes; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios
de sus padres.
7 Zikrí, uno de los valientes de Efraím, mató a Maasías, hijo del rey, a
Azricam, mayordomo de palacio, y a Elcaná, segundo después del rey.
8 Los israelitas se llevaron de entre sus hermanos 200.000 prisioneros:
mujeres, hijos e hijas. Se apoderaron también de un enorme botín, que se
llevaron a Samaría.
9 Había allí un profeta de Yahveh, llamado Oded, que salió al
encuentro del ejército que volvía a Samaría, y les dijo: «He aquí que
Yahveh, el Dios de vuestros padres, irritado contra Judá, los ha entregado
en vuestras manos, mas vosotros los habéis matado con un furor que ha
subido hasta el cielo.
10 Y ahora pensáis en someter a los hijos de Judá y de Jerusalén como
siervos y siervas vuestros. ¿Es que vosotros mismos no sois culpables
contra Yahveh vuestro Dios?
11 Oídme, pues, y dejad volver a vuestros hermanos que habéis
tomado prisioneros, porque el furor de la ira de Yahveh viene sobre
vosotros.»
12 Entonces algunos hombres de los jefes de Efraím: Azarías, hijo de
Yehojanán; Berekías, hijo de Mesillemot; Ezequías, hijo de Sallum, y
Amasá, hijo de Jadlay, se levantaron contra los que venían de la guerra,
13 y les dijeron: «No metáis aquí a estos prisioneros. ¿Por qué,
además de la culpa contra Yahveh que ya tenemos contra nosotros, habláis
de aumentar todavía nuestros pecados y nuestro delito?; pues grande es
nuestro delito y el furor de la ira amenaza a Israel.»
14 Entonces la tropa dejó a los prisioneros y el botín delante de los
jefes y de toda la asamblea.
15 Levantáronse entonces los hombres nominalmente designados,
reanimaron a los prisioneros y vistieron con el botín a todos los que estaban
desnudos, dándoles vestido y calzado. Les dieron de comer y de beber y los
ungieron; y transportaron en asnos a todos los débiles, los llevaron a Jericó,
ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego se volvieron a
Samaría.
16 En aquel tiempo el rey Ajaz envió mensajeros a los reyes de Asiria
para que le socorriesen.
17 Porque los de Edom habían venido otra vez y habían derrotado a
Judá, llevándose algunos prisioneros.
18 También los filisteos invadieron las ciudades de la Tierra Baja y
del Négueb de Judá, y tomaron Bet Semes, Ayyalón, Guederot, Sokó con
sus aldeas, Timná con sus aldeas y Guimzó con sus aldeas, y se
establecieron allí.
19 Porque Yahveh humillaba a Judá a causa de Ajaz, rey de Israel, que
permitía el desenfreno de Judá, y se había rebelado contra Yahveh.
20 Vino contra él Teglatfalasar, rey de Asiria; y le puso sitio, pero no
le dominó.
21 Porque Ajaz despojó la Casa de Yahveh y la casa del rey y de los
jefes, para dárselo al rey de Asiria, pero de nada le sirvió.
22 Aun en el tiempo del asedio, el rey Ajaz persistió en su rebeldía
contra Yahveh.
23 Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que le habían
derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram les ayudan a
ellos; les ofreceré sacrificios, y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de
su ruina y de la de todo Israel.
24 Ajaz juntó algunos de los utensilios de la Casa de Dios e hizo
añicos otros; cerró las puertas de la Casa de Yahveh y fabricó altares en
todas las esquinas de Jerusalén.
25 Erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar
incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahveh, el Dios de sus
padres.
26 El resto de sus hechos y todas sus obras, las primeras y las
postreras, está escrito en el libro de los reyes de Judá e Israel.
27 Se acostó Ajaz con sus padres y lo sepultaron dentro de la Ciudad,
en Jerusalén: pues no le colocaron en los sepulcros de los reyes de Israel.
En su lugar reinó su hijo Ezequías.

2 Crónicas 29
1 Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó
veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como David su
padre.
3 En el año primero de su reinado, el primer mes, abrió las puertas de
la Casa de Yahveh y las reparó.
4 Hizo venir a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental,
5 y les dijo: «¡Escuchadme, levitas! Santificaos ahora y santificad la
Casa de Yahveh, el Dios de vuestros padres; y sacad fuera del santuario la
inmundicia.
6 Porque nuestros padres han sido infieles haciendo lo malo a los ojos
de Yahveh, nuestro Dios; le han abandonado, y apartando sus rostros de la
Morada de Yahveh, le han vuelto la espalda.
7 Hasta llegaron a cerrar las puertas del Vestíbulo, apagaron las
lámparas, y no quemaron incienso ni ofrecieron holocaustos en el santuario
al Dios de Israel.
8 Por eso la ira de Yahveh ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los
ha convertido en objeto de espanto, terror y rechifla, como lo estáis viendo
con vuestros ojos.
9 Por esto han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y
mujeres se hallan en cautividad.
10 Pero ahora he decidido en mi corazón hacer alianza con Yahveh, el
Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira.
11 Hijos míos, no seáis ahora negligentes; porque Yahveh os ha
elegido a vosotros para que estéis en su presencia y le sirváis para ser sus
ministros y para quemarle incienso.»
12 Levantáronse entonces los levitas Májat, hijo de Amasay, y Joel,
hijo de Azarías, de los hijos de Quehat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo
de Yallelel, de los hijos de Merarí; Yoaj, hijo de Zimmá, y Eden, hijo de
Yoaj, de los hijos de los guersonitas;
13 Simrí y Yeiel, de los hijos de Elisafán; Zacarías y Mattanías, de los
hijos de Asaf;
14 Yejiel y Simí, de los hijos de Hemán; Semaías y Uzziel, de los
hijos de Yedutún.
15 Estos reunieron a sus hermanos, se santificaron y vinieron a
purificar la Casa de Yahveh, conforme al mandato del rey, según las
palabras de Yahveh.
16 Los sacerdotes entraron en el interior de la Casa de Yahveh para
purificarla, y sacaron al atrio de la Casa de Yahveh todas las impurezas que
encontraron en el santuario de Yahveh. Los levitas, por su parte, las
amontonaron para llevarlas fuera, al torrente de Cedrón.
17 Comenzaron la consagración el día primero del primer mes, y el
día octavo del mes llegaron al Vestíbulo de Yahveh; pasaron ocho días
consagrando la Casa de Yahveh y el día dieciséis del mes primero habían
acabado.
18 Fueron luego a las habitaciones del rey Ezequías y le dijeron:
«Hemos purificado toda la Casa de Yahveh, el altar del holocausto con
todos sus utensilios, y la mesa de las filas de pan con todos sus utensilios.
19 Hemos preparado y santificado todos los objetos que profanó el rey
Ajaz durante su reinado con su infidelidad, y están ante el altar de Yahveh.»
20 Entonces se levantó el rey Ezequías de mañana, reunió a los jefes
de la ciudad y subió a la Casa de Yahveh
21 Trajeron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete
machos cabríos para el sacrificio por el pecado en favor del reino, del
santuario y de Judá; y mandó a los sacerdotes, hijos de Aarón, que
ofreciesen holocaustos sobre el altar de Yahveh.
22 Inmolaron los novillos, y los sacerdotes recogieron la sangre y
rociaron el altar; luego inmolaron los carneros y rociaron con su sangre el
altar; degollaron igualmente los corderos y rociaron con la sangre el altar.
23 Acercaron después los machos cabríos por el pecado, ante el rey y
la asamblea, y éstos pusieron las manos sobre ellos;
24 los sacerdotes los inmolaron y ofrecieron la sangre en sacrificio por
el pecado junto al altar como expiación por todo Israel; porque el rey había
ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado fuese por todo
Israel.
25 Luego estableció en la Casa de Yahveh a los levitas con címbalos,
salterios y cítaras, según las disposiciones de David, de Gad, vidente del
rey, y de Natán, profeta; pues de mano de Yahveh había venido ese
mandamiento, por medio de sus profetas.
26 Cuando ocuparon su sitio los levitas con los instrumentos de
David, y los sacerdotes con las trompetas,
27 mandó Ezequías ofrecer el holocausto sobre el altar. Y al comenzar
el holocausto, comenzaron también los cantos de Yahveh, al son de las
trompetas y con el acompañamiento de los instrumentos de David, rey de
Israel.
28 Toda la asamblea estaba postrada, se cantaban cánticos y las
trompetas sonaban. Todo ello duró hasta que fue consumido el holocausto.
29 Consumido el holocausto, el rey y todos los presentes doblaron las
rodillas y se postraron.
30 Después, el rey Ezequías y los jefes mandaron a los levitas que
alabasen a Yahveh con las palabras de David y del vidente Asaf; y ellos
cantaron alabanzas hasta la exaltación, e inclinándose, adoraron.
31 Después tomó Ezequías la palabra y dijo: «Ahora estáis
enteramente consagrados a Yahveh; acercaos y ofreced víctimas y
sacrificios de alabanza en la Casa de Yahveh.» Y la asamblea trajo
sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también
holocaustos.
32 El número de los holocaustos ofrecidos por la asamblea fue de
setenta bueyes; cien carneros y doscientos corderos; todos ellos en
holocausto a Yahveh.
33 Se consagraron también seiscientos bueyes y 3.000 ovejas.
34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar
todos estos holocaustos, les ayudaron sus hermanos los levitas, hasta que
terminaron la labor, y los sacerdotes se santificaron, pues los levitas estaban
más dispuestos que los sacerdotes para santificarse.
35 Hubo, además, muchos holocaustos de grasa de los sacrificios de
comunión y libaciones para el holocausto. Así quedó restablecido el culto
de la Casa de Yahveh.
36 Ezequías y el pueblo entero se regocijaron de que Dios hubiera
dispuesto al pueblo; pues todo se hizo rápidamente.

2 Crónicas 30
1 Ezequías envió mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió también
cartas a Efraím y Manasés, para que viniesen a la Casa de Yahveh, en
Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua en honor de Yahveh, el Dios de Israel.
2 Pues el rey y sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén habían
determinado celebrar la Pascua en el mes segundo,
3 ya que no fue posible celebrarla a su debido tiempo, porque los
sacerdotes no se habían santificado en número suficiente y el pueblo no se
había reunido en Jerusalén.
4 Pareció bien esto a los ojos del rey y de toda la asamblea.
5 Y decidieron enviar aviso a todo Israel, desde Berseba hasta Dan,
para que vinieran a Jerusalén a celebrar la Pascua en que eran muchos los
que no la habían celebrado según lo escrito.
6 Los correos, con las cartas del rey y de sus jefes, recorrieron todo
Israel y Judá, como el rey lo había mandado y decían: «Hijos de Israel,
volveos a Yahveh, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, y él se volverá
al resto que ha quedado de vosotros, los que han escapado de la mano de los
reyes de Asiria.
7 No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron
infieles a Yahveh, el Dios de sus padres; por lo cual él los entregó a la
desolación, como estáis viendo.
8 Ahora, no endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres; dad la
mano a Yahveh, venid a su santuario, que él ha santificado para siempre;
servid a Yahveh, vuestro Dios, y se apartará de vosotros el furor de su ira.
9 Porque si os volvéis a Yahveh, vuestros hermanos y vuestros hijos
hallarán misericordia ante aquellos que los llevaron cautivos, y volverán a
esta tierra, pues Yahveh vuestro Dios es clemente y misericordioso, y no
apartará de vosotros su rostro, si vosotros os convertís a él.»
10 Los correos pasaron de ciudad en ciudad por el país de Efraím y de
Manasés, llegaron hasta Zabulón; pero se reían y se burlaban de ellos.
11 Sin embargo, hubo hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón que
se humillaron y vinieron a Jerusalén.
12 También en Judá se dejó sentir la mano de Dios, que les dio
corazón unánime para cumplir el mandamiento del rey y de los jefes, según
la palabra de Yahveh.
13 Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta de los
Ázimos en el mes segundo; era una asamblea muy grande.
14 Y se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén;
quitaron también todos los altares de incienso y los arrojaron al torrente
Cedrón.
15 Inmolaron la Pascua el día catorce del mes segundo. También los
sacerdotes y los levitas, llenos de confusión, se santificaron y trajeron
holocaustos a la Casa de Yahveh.
16 Ocuparon sus puestos según su reglamento, conforme a la Ley de
Moisés, hombre de Dios; y los sacerdotes rociaban con la sangre que
recibían de mano de los levitas.
17 Y como muchos de la asamblea no se habían santificado, los levitas
fueron encargados de inmolar los corderos pascuales para todos los que no
se hallaban puros, a fin de santificarlos para Yahveh.
18 Pues una gran parte del pueblo, muchos de Efraím, de Manasés, de
Isacar y de Zabulón, no se habían purificado, y con todo comieron la Pascua
sin observar lo escrito. Pero Ezequías oró por ellos diciendo: «¡Que
Yahveh, que es bueno, perdone a todos aquellos
19 cuyo corazón está dispuesto a buscar al Dios Yahveh, el Dios de
sus padres, aunque no tengan la pureza requerida para las cosas sagradas!»
20 Y oyó Yahveh a Ezequías y dejó salvo al pueblo.
21 Los israelitas que estaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los
Ázimos por siete días con gran alegría; mientras los levitas y los sacerdotes
alababan a Yahveh todos los días con todas sus fuerzas.
22 Ezequías habló al corazón de todos los levitas que tenían perfecto
conocimiento de Yahveh. Comieron durante los siete días las víctimas de la
solemnidad, sacrificando sacrificios de comunión y alabando a Yahveh, el
Dios de sus padres.
23 Toda la asamblea resolvió celebrar la solemnidad por otros siete
días, y la celebraron con júbilo siete días más.
24 Porque Ezequías, rey de Judá, había reservado para toda la
asamblea mil novillos y 7.000 ovejas. Los jefes, por su parte, habían
reservado para la asamblea mil novillos y 10.000 ovejas, pues ya se habían
santificado muchos sacerdotes.
25 Toda la asamblea de Judá, los sacerdotes y los levitas y también
toda la asamblea que había venido de Israel y los forasteros venidos de la
tierra de Israel, lo mismo que los que habitaban en Judá, se llenaron de
alegría.
26 Hubo gran gozo en Jerusalén; porque desde los días de Salomón,
hijo de David, rey de Israel, no se había hecho cosa semejante en Jerusalén.
27 Después se levantaron los sacerdotes y los levitas, y bendijeron al
pueblo; y fue oída su voz, y su oración penetró en el cielo, su santa morada.

2 Crónicas 31
1 Terminado todo esto, salieron todos los israelitas que se hallaban
presentes a recorrer las ciudades de Judá; y rompieron las estelas, abatieron
los cipos y derribaron los altos y los altares en todo Judá y Benjamín, y
también en Efraím y Manasés, hasta acabar con ellos. Después volvieron
todos los hijos de Israel, cada cual a su propiedad, a sus ciudades.
2 Ezequías restableció las clases de los sacerdotes y de los levitas,
cada uno en su sección, según su servicio, ya fuera sacerdote, ya levita, ya
se tratara de holocaustos y sacrificios de comunión, ya de servicio litúrgico,
acción de gracias o himnos, en las puertas del campamento de Yahveh.
3 Destinó el rey una parte de su hacienda para los holocaustos,
holocaustos de la mañana y de la tarde y holocaustos de los sábados, de los
novilunios y de las solemnidades, según lo escrito en la Ley de Yahveh.
4 Mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que entregase la parte de
los sacerdotes y levitas a fin de que pudiesen perseverar en la Ley de
Yahveh.
5 Cuando se divulgó esta disposición, los israelitas trajeron en
abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite y de la miel y de
todos los productos del campo; presentaron igualmente el diezmo de todo
en abundancia.
6 Los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá
trajeron también el diezmo del ganado mayor y menor y el diezmo de las
cosas sagradas consagradas a Yahveh, su Dios, y lo distribuyeron por
montones.
7 En el mes tercero comenzaron a apilar los montones y terminaron el
mes séptimo.
8 Vinieron Ezequías y los jefes a ver los montones y bendijeron a
Yahveh y a su pueblo Israel.
9 Cuando Ezequías preguntó a los sacerdotes y a los levitas acerca de
los montones,
10 respondió el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoq, y dijo:
«Desde que se comenzaron a traer las ofrendas reservadas a la Casa de
Yahveh, hemos comido y nos hemos saciado, y aún sobra muchísimo,
porque Yahveh ha bendecido a su pueblo; y esta gran cantidad es lo que
sobra.»
11 Entonces mandó Ezequías que se preparasen salas en la Casa de
Yahveh. Las prepararon,
12 y metieron allí en lugar seguro las ofrendas reservadas, los diezmos
y las cosas consagradas. El levita Konanías fue nombrado intendente, y
Simí, hermano suyo, era el segundo.
13 Yejiel, Azazías, Najat, Asahel, Yerimot, Yozabad, Eliel, Jismakías,
Májat y Benaías eran inspectores, a las órdenes de Konanías y de Simí, su
hermano, bajo la vigilancia del rey Ezequías y de Azarías, príncipe de la
Casa de Dios.
14 El levita Qoré, hijo de Yimná, portero de la puerta oriental, estaba
encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, y de repartir la ofrenda
reservada a Yahveh y las cosas sacratísimas.
15 En las ciudades sacerdotales estaban permanentemente bajo sus
órdenes Eden, Minyamín, Yesúa, Semaías, Amarías y Sekanías, para
repartir a sus hermanos, así grandes como chicos, según sus clases,
16 dejando aparte a los hombres de treinta años para arriba, inscritos
en las genealogías, a todos los que entraban en la Casa de Yahveh, según la
tarea de cada día, para cumplir los servicios de su ministerio, conforme a
sus clases.
17 Los sacerdotes estaban inscritos en las genealogías, conforme a sus
casas paternas, igual que los levitas, desde los veinte años en adelante,
según sus obligaciones y sus clases.
18 Estaban también inscritos en las genealogías todos sus niños, sus
mujeres, sus hijos y sus hijas, de toda la asamblea, porque se santificaban
fielmente por medio de las cosas sagradas.
19 Para los sacerdotes, hijos de Aarón, que vivían en el campo, en los
ejidos de sus ciudades, había en cada ciudad hombres designados
nominalmente, para dar las porciones a todos los varones de los sacerdotes,
y a todos los levitas inscritos en las genealogías.
20 Esto hizo Ezequías en todo Judá haciendo lo bueno y recto y
verdadero ante Yahveh su Dios.
21 Todas las obras que emprendió en servicio de la Casa de Dios, la
Ley y los mandamientos, las hizo buscando a su Dios con todo su corazón y
tuvo éxito.

2 Crónicas 32
1 Después de todas estas pruebas de fidelidad, vino Senaquerib, rey de
Asiria, invadió Judá, puso sitio a las ciudades fortificadas y mandó forzar
las murallas.
2 Cuando vio Ezequías que Senaquerib venía con intención de atacar a
Jerusalén,
3 tomó consejo con sus jefes y sus valientes en orden a cegar las
fuentes de agua que había fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron.
4 Juntóse mucha gente, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que
corría por medio de la región, diciendo: «Cuando vengan los reyes de
Asiria, ¿por qué han de hallar tanta agua?»
5 Y cobrando ánimo, reparó toda la muralla que estaba derribada,
alzando torres sobre la misma, levantó otro muralla exterior, fortificó el
Milló en la Ciudad de David, y fabricó una gran cantidad de armas
arrojadizas y escudos.
6 Puso jefes de combate sobre el pueblo, los reunió a su lado en la
plaza de la puerta de la ciudad, y hablándoles al corazón, dijo:
7 «Sed fuertes y tened ánimo; no temáis, ni desmayéis ante el rey de
Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene con él, porque es más el que
está con nosotros que el que está con él.
8 Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Yahveh
nuestro Dios para ayudarnos y para combatir nuestros combates.» Y el
pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que estaba sitiando
Lakís, con todas sus fuerzas, envió sus siervos a Jerusalén, a Ezequías, rey
de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén para decirles:
10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué ponéis vuestra
confianza, para que permanezcáis cercados en Jerusalén?
11 ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y
sed, cuando dice: “Yahveh nuestro Dios nos librará de la mano del rey de
Asiria”?
12 ¿No es este el mismo Ezequías que ha quitado sus altos y sus
altares y ha dicho a Judá y Jerusalén: “Ante un solo altar os postraréis y
sobre él habréis de quemar incienso”?
13 ¿Acaso no sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos
los pueblos de los países? ¿Por ventura los dioses de las naciones de estos
países han sido capaces de librar sus territorios de mi mano?
14 ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis
padres dieron al anatema pudo librar a su pueblo de mi mano? ¿Es que
vuestro Dios podrá libraros de mi mano?
15 Ahora, pues, que no os engañe Ezequías ni os embauque de esa
manera. No le creáis; ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino ha
podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres, ¡cuánto
menos podrá vuestro Dios libraros a vosotros de mi mano!»
16 Sus siervos dijeron todavía más cosas contra Yahveh Dios y contra
Ezequías su siervo.
17 Escribió además cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel,
hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de
otros países no han salvado a sus pueblos de mi mano, así tampoco el Dios
de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.»
18 Los enviados gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de
Jerusalén, que estaba sobre el muro, para atemorizarlos y asustarlos, y
poder conquistar la ciudad,
19 y hablando del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos
de la tierra, que son obra de manos de hombre.
20 En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós,
oraron y clamaron al cielo.
21 Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros
esforzados de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el
campamento del rey de Asiria; el cual volvió a su tierra cubierta la cara de
vergüenza, y al entrar en la casa de su dios, allí mismo, los hijos de sus
propias entrañas le hicieron caer a espada.
22 Así salvó Yahveh a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la
mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos sus enemigos, y
les dio paz por todos lados.
23 Muchos trajeron entonces ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y
presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual de allí en adelante adquirió gran
prestigio a los ojos de todas las naciones.
24 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo
oración a Yahveh, que le escuchó y le otorgó una señal maravillosa.
25 Pero Ezequías no correspondió al bien que había recibido, pues se
ensoberbeció su corazón, por lo cual la Cólera vino sobre él, sobre Judá y
Jerusalén.
26 Mas después de haberse ensoberbecido en su corazón, se humilló
Ezequías, él y los habitantes de Jerusalén; y por eso no estalló contra ellos
la ira de Yahveh en los días de Ezequías.
27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió
tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de
objetos de valor.
28 Tuvo también almacenes para las rentas de trigo, de mosto y de
aceite; pesebres para toda clase de ganado y apriscos para los rebaños.
29 Se hizo con asnos y poseía ganado menor y mayor en abundancia,
pues Dios le había dado muchísima hacienda.
30 Este mismo Ezequías cegó la salida superior de las aguas del
Guijón y las condujo, bajo tierra, a la parte occidental de la Ciudad de
David. Ezequías triunfó en todas sus empresas;
31 cuando los príncipes de Babilonia enviaron embajadores para
investigar la señal maravillosa ocurrida en el país, Dios le abandonó para
probarle y descubrir todo lo que tenía en su corazón.
32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras piadosas están
escritos en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los
reyes de Judá y de Israel.
33 Se acostó Ezequías con sus padres, y le sepultaron en la subida de
los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes de
Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su hijo
Manasés.

2 Crónicas 33
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años
en Jerusalén.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las
gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.
3 Volvió a edificar los altos que su padre Ezequías había derribado,
alzó altares a los Baales, hizo cipos, se postró ante todo el ejército de los
cielos y les sirvió.
4 Construyó también altares en la Casa de Yahveh, de la que Yahveh
había dicho: «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la
Casa de Yahveh,
6 e hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben Hinnom;
practicó los presagios, los augurios y la hechicería, e hizo traer nigromantes
y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su
cólera.
7 Colocó la imagen del ídolo, que había fabricado, en la Casa de Dios,
de la cual había dicho Dios a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa y
en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi
Nombre para siempre.
8 Y no apartaré más el pie de Israel de sobre la tierra que di a vuestros
padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado,
según toda la Ley, los decretos y las normas ordenados por Moisés.»
9 Manasés desvió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que
hicieran mayores males que las gentes que Yahveh había exterminado
delante de los israelitas.
10 Habló Yahveh a Manasés y a su pueblo, pero no hicieron caso.
11 Entonces Yahveh hizo venir sobre ellos a los jefes del ejército del
rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, le ataron con cadenas
de bronce y le llevaron a Babilonia.
12 Cuando se vio en angustia, quiso aplacar a Yahveh su Dios,
humillándose profundamente en presencia del Dios de sus padres.
13 Oró a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a
Jerusalén, a su reino. Entonces supo Manasés que Yahveh es el Dios.
14 Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David
al occidente de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta de los
Peces, cercando el Ofel, y la elevó a gran altura. Puso también jefes del
ejército en todas las plazas fuertes de Judá.
15 Quitó de la Casa de Yahveh los dioses extraños, el ídolo y todos
los altares que había erigido en el monte de la Casa de Yahveh y en
Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad.
16 Reedificó el altar de Yahveh y ofreció sobre él sacrificios de
comunión y de alabanza, y mandó a Judá que sirviese a Yahveh, el Dios de
Israel.
17 Sin embargo, el pueblo ofrecía aún sacrificios en los altos, aunque
sólo a Yahveh su Dios.
18 El resto de los hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras
de los videntes que le hablaron en nombre de Yahveh, Dios de Israel, se
encuentran escritos en los Hechos de los reyes de Israel.
19 Su oración y cómo fue oído, todo su pecado, su infidelidad, los
sitios donde edificó altos y donde puso cipos e ídolos antes de humillarse:
todo está escrito en los Hechos de Jozay.
20 Se acostó Manasés con sus padres, y le sepultaron en su casa. En su
lugar reinó su hijo Amón.
21 Amón tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó dos
años en Jerusalén.
22 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como había hecho su padre
Manasés. Amón ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que había
fabricado su padre Manasés.
23 Pero no se humilló delante de Yahveh, como se había humillado su
padre Manasés; al contrario, Amón cometió aún más pecados.
24 Se conjuraron contra él sus siervos, y le dieron muerte en su casa.
25 Pero el pueblo de la tierra mató a todos los conjurados contra el rey
Amón, y proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.

2 Crónicas 34
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en
Jerusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, siguiendo los caminos de su
padre David; sin apartarse a derecha ni a izquierda.
3 El año octavo de su reinado, siendo todavía joven, comenzó a buscar
al Dios de su padre David; y en el año doce empezó a purificar a Judá y
Jerusalén de los altos, de los cipos, de las estatuas y de los ídolos fundidos.
4 Derribaron en su presencia los altares de los Baales, hizo arrancar
los altares de aromas que había sobre ellos, y rompió los cipos, las
imágenes y los ídolos fundidos reduciéndolos a polvo, que esparció sobre
las sepulturas de los que les habían ofrecido sacrificios.
5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre los altares y purificó a
Judá y Jerusalén.
6 En las ciudades de Manasés, de Efraím y de Simeón, y hasta en
Neftalí y en los territorios asolados que las rodeaban,
7 derribó los altares, demolió los cipos y las estatuas y las redujo a
polvo, y abatió los altares de aromas en toda la tierra de Israel. Después
regresó a Jerusalén.
8 El año dieciocho de su reinado, mandó a Safán, hijo de Asalías, a
Maasías, comandante de la ciudad, y a Yoaj, hijo de Yoajaz, heraldo, que
reparasen la Casa de Yahveh su Dios para purificar la tierra y la Casa.
9 Fueron ellos donde el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el
dinero traído a la Casa de Dios, que los levitas y porteros habían recibido de
Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y
de los habitantes de Jerusalén.
10 Lo pusieron en manos de los que hacían el trabajo, los encargados
de la Casa de Yahveh, y éstos se lo dieron a los obreros para reparar y
restaurar la Casa.
11 Lo dieron a los carpinteros y obreros de la construcción para
comprar piedras de cantería y madera y vigas de trabazón para el
maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá.
12 Estos hombres ejecutaban los trabajos honradamente. Estaban bajo
la vigilancia de Yájat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías
y Mesul-lam, de los hijos de Quehat, que les dirigían, y de otros levitas;
todos ellos maestros en tañer instrumentos músicos.
13 Dirigían también a los peones de carga y a todos los que trabajaban
en la obra, en los distintos servicios. Entre los levitas había además,
escribas, notarios y porteros.
14 Cuando estaban sacando el dinero traído a la Casa de Yahveh, el
sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley de Yahveh dada por Moisés;
15 y Jilquías tomó la palabra y dijo al secretario Safán: «He
encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yahveh»; y Jilquías entregó el
libro a Safán.
16 Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: «Tus
siervos están haciendo todo lo que les ha sido encargado.
17 Han fundido el dinero traído a la Casa de Yahveh y lo han
entregado a los encargados y a los que trabajan en la obra.»
18 El secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha
entregado un libro.» Y Safán leyó una parte en presencia del rey.
19 Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos,
20 y ordenó a Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de
Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey:
21 «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá,
acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la
cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no
han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en
este libro.»
22 Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá,
mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario;
vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo
indicado;
23 ella les respondió: «Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al
hombre que os ha enviado a mí:
24 Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus
habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante
del rey de Judá;
25 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros
dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se ha
derramado sobre este lugar y no se apagará.
26 Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le
diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que has
oído...
27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de
Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has
humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso
yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh.
28 Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu
sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre
este lugar y sus moradores.» Ellos llevaron la respuesta al rey.
29 Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de
Jerusalén.
30 Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y
los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo
desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del
libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh.
31 Y puesto en pie junto a la columna, hizo el rey alianza en presencia
de Yahveh, para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus
testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma,
cumpliendo las palabras de la alianza escritas en aquel libro.
32 Hizo que la aceptaran cuantos se hallaban en Jerusalén y en
Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme a la alianza de
Dios, el Dios de sus padres.
33 Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de todas las
regiones de los israelitas, y obligó a todos los que se hallaban en Israel a
servir a Yahveh su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Yahveh, el
Dios de sus padres.

2 Crónicas 35
1 Josías celebró una Pascua en honor de Yahveh en Jerusalén;
inmolaron la Pascua el día catorce del primer mes.
2 Restableció a los sacerdotes en sus ministerios y los animó al
servicio de la Casa de Yahveh.
3 Dijo a los levitas que tenían inteligencia para todo Israel y estaban
consagrados a Yahveh: «Colocad el arca santa en la Casa que edificó
Salomón, hijo de David, rey de Israel, porque ya no habréis de llevarla a
hombros; servid ahora a Yahveh vuestro Dios y a Israel, su pueblo.
4 Estad preparados según vuestras casas paternas y vuestras clases,
conforme a lo escrito por David, rey de Israel, y lo escrito por su hijo
Salomón.
5 Ocupad vuestros sitios en el santuario según los grupos de casas
paternas a disposición de vuestros hermanos, los hijos del pueblo; los
levitas tendrán parte en la familia paterna.
6 E inmolad la Pascua, santificaos y preparadla para vuestros
hermanos, cumpliendo la orden de Yahveh, dada por medio de Moisés.
7 Josías reservó para la gente del pueblo ganado menor, así corderos
como cabritos, en número de 30.000, todos ellos como víctimas pascuales
para cuantos se hallaban presentes, y 3.000 bueyes. Todo ello de la
hacienda del rey.
8 También sus jefes reservaron ofrendas voluntarias para el pueblo,
los sacerdotes y los levitas. Jilquías, Zacarías y Yejiel, intendentes de la
Casa de Dios, dieron a los sacerdotes, como víctimas pascuales, 2.600
ovejas y trescientos bueyes.
9 Konanías, Semaías y Natanael, su hermano, y Jasabías, Yeiel y
Yozabad, jefes de los levitas, reservaron para los levitas 5.000 corderos
pascuales y quinientos bueyes.
10 Preparado así el servicio, ocuparon los sacerdotes sus puestos, lo
mismo que los levitas, según sus clases, conforme al mandato del rey.
11 Se inmolaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes
rociaban con la sangre que recibían de mano de los levitas, los levitas las
desollaban
12 y apartaban lo destinado al holocausto para darlo a las secciones de
las casas paternas de los hijos del pueblo, a fin de que lo ofreciesen a
Yahveh conforme a lo escrito en el libro de Moisés. Lo mismo se hizo con
los bueyes.
13 Asaron la Pascua al fuego, según el ritual; cocieron las cosas
sagradas en ollas, calderos y cazuelas, y las repartieron con presteza entre
todos los hijos del pueblo.
14 Después prepararon la Pascua para sí y para los sacerdotes; porque
los sacerdotes, hijos de Aarón, estuvieron ocupados hasta la noche en
ofrecer los holocaustos y las grasas. Por eso los levitas la prepararon para sí
y para los sacerdotes, hijos de Aarón.
15 También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto,
conforme a lo dispuesto por David, Asaf, Hemán y Yedutún, vidente del
rey; lo mismo los porteros, cada uno en su puerta. No tenían necesidad de
retirarse de su servicio, porque sus hermanos, los levitas, se lo preparaban
todo.
16 De esta manera se organizó aquel día todo el servicio de Yahveh
para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos sobre el altar de Yahveh,
según la orden del rey Josías.
17 Los israelitas que se hallaban allí celebraron en ese tiempo la
Pascua y la fiesta de los Ázimos durante siete días.
18 No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días de
Samuel, profeta; y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que
celebraron Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se
hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén.
19 Esta Pascua se celebró el año dieciocho del reinado de Josías.
20 Después de todo lo que hizo para reparar el Templo, subió Nekó,
rey de Egipto, para combatir en Karkemis, junto al Eufrates; y Josías le
salió al encuentro.
21 Nekó le envió mensajeros para decirle: «¿Qué tengo yo que ver
contigo, rey de Judá? No he venido hoy contra ti, sino contra la casa con la
cual estoy en guerra; y Dios me ha mandado que me apresure. Deja de
oponerte a Dios, que está conmigo, no sea que él te destruya.»
22 Pero Josías no se apartó de él, pues estaba decidido a darle batalla,
sin escuchar las palabras de Nekó, que venían de boca de Dios. Y avanzó
para librar batalla en la llanura de Meguiddó.
23 Los arqueros tiraron contra el rey Josías, y dijo el rey a sus siervos:
«Llevadme fuera, pues estoy gravemente herido.»
24 Sus siervos le sacaron del carro, y pasándole a otro carro que tenía,
le llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en los sepulcros de sus
padres y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías.
25 Jeremías compuso una elegía sobre Josías, y todos los cantores y
cantoras hablan todavía hoy de Josías en sus elegías; lo cual se ha hecho
costumbre en Israel. Están escritas entre las Lamentaciones.
26 El resto de los hechos de Josías, sus obras piadosas conforme a lo
escrito en la Ley de Yahveh,
27 y sus obras primeras y postreras, están escritas en el libro de los
reyes de Israel y de Judá.

2 Crónicas 36
1 El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le proclamó
rey en Jerusalén, en lugar de su padre.
2 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres
meses en Jerusalén.
3 El rey de Egipto le destituyó en Jerusalén, e impuso al país una
contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.
4 El rey de Egipto proclamó rey de Judá y Jerusalén a Eliaquim,
hermano de Joacaz, cambiándole el nombre por el de Yoyaquim. Y a
Joacaz, su hermano, le tomó Nekó y lo llevó a Egipto.
5 Yoyaquim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó
once años en Jerusalén. Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios.
6 Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y le ató con
cadenas de bronce para conducirle a Babilonia.
7 Nabucodonosor llevó también a Babilonia algunos objetos de la
Casa de Yahveh que depositó en su santuario, en Babilonia.
8 El resto de los hechos de Yoyaquim, las abominaciones que cometió
y todo lo que le sucedió, está escrito en el libro de los reyes de Israel y de
Judá. En su lugar reinó su hijo Joaquín.
9 Joaquín tenía ocho años cuando empezó a reinar, y reinó tres meses
y diez días en Jerusalén; hizo el mal a los ojos de Yahveh.
10 A la vuelta de un año mandó el rey Nabucodonosor que le llevasen
a Babilonia, juntamente con los objetos más preciosos de la Casa de
Yahveh, y puso por rey en Judá y Jerusalén a Sedecías, hermano de
Joaquín.
11 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once
años en Jerusalén.
12 Hizo el mal a los ojos de Yahveh su Dios, y no se humilló ante el
profeta Jeremías que le hablaba por boca de Yahveh.
13 También él se rebeló contra el rey Nabucodonosor, que le había
hecho jurar por Dios; endureció su cerviz y se obstinó en su corazón, en vez
de volverse a Yahveh, el Dios de Israel.
14 Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo
multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de
las gentes, y mancharon la Casa de Yahveh, que él se había consagrado en
Jerusalén.
15 Yahveh, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos
por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su
Morada.
16 Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus
palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de Yahveh
contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
17 Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a
espada a los mejores en la Casa de su santuario, sin perdonar a joven ni a
doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano.
18 Todos los objetos de la Casa de Dios, grandes y pequeños, los
tesoros de la Casa de Yahveh y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo
llevó a Babilonia.
19 Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén:
pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos
preciosos.
20 Y a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia,
donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta el advenimiento del reino
de los persas;
21 para que se cumpliese la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías:
«Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la
desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»
22 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la
palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro,
rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
23 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me
ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una
Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo,
¡sea su Dios con él y suba!»

ESDRAS
Esdras 1
1 En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la
palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de
Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su
reino:
2 «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha
dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una
Casa en Jerusalén, en Judá.
3 Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él.
Suba a Jerusalén, en Judá, a edificar la Casa de Yahveh, Dios de Israel, el
Dios que está en Jerusalén.
4 A todo el resto del pueblo, donde residan, que las gentes del lugar
les ayuden proporcionándoles plata, oro, hacienda y ganado, así como
ofrendas voluntarias para la Casa de Dios que está en Jerusalén.»
5 Entonces los cabezas de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes
y los levitas, todos aquellos cuyo ánimo había movido Dios, se pusieron en
marcha para subir a edificar la Casa de Yahveh en Jerusalén;
6 y todos sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata,
oro, hacienda, ganado, objetos preciosos en cantidad, además de toda clase
de ofrendas voluntarias.
7 El rey Ciro mandó tomar los utensilios de la Casa de Yahveh que
Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén y había depositado en el
templo de su dios.
8 Ciro, rey de Persia, los puso en manos del tesorero Mitrídates, el
cual los contó para entregárselos a Sesbassar, el príncipe de Judá.
9 Este es el inventario: fuentes de oro: 30; fuentes de plata: 1.000;
reparadas: 29;
10 copas de oro: 30; copas de plata: 1.000; estropeadas: 410; otros
utensilios: 1.000.
11 Total de los utensilios de oro y plata: 5.400. Todo esto se lo llevó
Sesbassar cuando se permitió a los deportados volver de Babilonia a
Jerusalén.

Esdras 2
1 Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio,
aquellas que había deportado a Babilonia Nabucodonosor, rey de
Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y Judá, cada uno a su ciudad.
2 Vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Seraías, Reelaías,
Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejum, Baaná. Lista de los
hombres del pueblo de Israel:
3 los hijos de Parós: 2.172;
4 los hijos de Sefatías: 372;
5 los hijos de Araj: 775;
6 los hijos de Pajat Moab, por parte de los hijos de Josué y de Joab:
2.812;
7 los hijos de Elam: 1.254;
8 los hijos de Zattú: 945;
9 los hijos de Zakkay: 760;
10 los hijos de Baní: 642;
11 los hijos de Bebay: 623;
12 los hijos de Azgad: 1.222;
13 los hijos de Adonicam: 666;
14 los hijos de Bigvay: 2.056;
15 los hijos de Adín: 454;
16 los hijos de Ater, de Ezequías: 98;
17 los hijos de Besay: 323;
18 los hijos de Yorá: 112;
19 los hijos de Jasum: 223;
20 los hijos de Guibbar: 95;
21 los hombres de Belén: 123;
22 los hombres de Netofá: 56;
23 los hombres de Anatot: 128;
24 los hombres de Azmávet: 42;
25 los hombres de Quiryat Yearim, Kefirá y Beerot: 743;
26 los hombres de Ramá y Gueba: 621;
27 los hombres de Mikmás: 122;
28 los hombres de Betel y de Ay: 223;
29 los hijos de Nebo: 52;
30 los hijos de Magbís: 156,
31 los hijos del otro Elam: 1.254;
32 los hijos de Jarim: 320;
33 los hombres de Lod, Jadid y Onó: 725;
34 los hombres de Jericó: 345;
35 los hombres de Senaá: 3.630.
36 Sacerdotes: los hijos de Yedaías, de la casa de Josué: 973;
37 los hijos de Immer: 1.052;
38 los hijos de Pasjur: 1.247;
39 los hijos de Jarim: 1.017.
40 Levitas: los hijos de Josué, y de Cadmiel, de los hijos de Hodavías:
74.
41 Cantores: los hijos de Asaf: 128.
42 Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de
Talmón, los hijos de Aqcub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobay: en total
139.
43 Donados: los hijos de Sijá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabbaot,
44 los hijos de Querós, los hijos de Siahá, los hijos de Padón,
45 los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Aqcub,
46 los hijos de Jagab, los hijos de Salmay, los hijos de Janán,
47 los hijos de Guiddel, los hijos de Gajar, los hijos de Reaías,
48 los hijos de Resín, los hijos de Necodá, los hijos de Gazzam,
49 los hijos de Uzzá, los hijos de Paséaj, los hijos de Besay,
50 los hijos de Asná, los hijos de los meunitas, los hijos de los
nefusitas,
51 los hijos de Baqbuq, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur,
52 los hijos de Baslut, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá,
53 los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj,
54 los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.
55 Hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Sotay, los hijos de
Has Soféret, los hijos de Perudá,
56 los hijos de Yaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guiddel,
57 los hijos de Sefatías, los hijos de Jattil, los hijos de Pokéret
Hassebáyim, los hijos de Amí.
58 Total de los donados y de los hijos de los siervos de Salomón: 392.
59 Y estos son los que venían de Tel Mélaj, Tel Jarsá, Kerub, Addán e
Immer, y que no pudieron probar si su familia y su familia y su estirpe eran
de origen israelita:
60 los hijos de Delaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 652.
61 Y entre los sacerdotes: los hijos de Jobayías, los hijos de Haqcós,
los hijos de Barzillay - el cual se había casado con una de las hijas de
Barzillay el gaaladita, cuyo nombre adoptó -.
62 Estos investigaron en su registro genealógico, pero no figuraban,
por lo cual se les excluyó del sacerdocio como ilegítimos,
63 y el Gobernador les prohibió comer de las cosas sacratísimas hasta
que no se presentara un sacerdote para el Urim y el Tummim.
64 La asamblea ascendía a 42.360 personas,
65 sin contar sus siervos y siervas en número de 7.337. Tenían
también 200 cantores y cantoras.
66 Tenían 736 caballos, 245 mulos,
67 435 camellos y 6.720 asnos.
68 Algunos de los cabezas de familia, al llegar a la Casa de Yahveh en
Jerusalén, hicieron ofrendas voluntarias para la Casa de Dios, para que
fuese reedificada en su mismo emplazamiento.
69 Según sus posibilidades, entregaron al tesoro de la obra 61.000
dracmas de oro, 5.000 minas de plata y 100 túnicas sacerdotales.
70 Los sacerdotes, los levitas y parte del pueblo se establecieron en
Jerusalén; los cantores, los porteros y los donados, en sus ciudades
respectivas. Todo Israel estaba, pues, en sus ciudades.

Esdras 3
1 Llegado el séptimo mes, los israelitas estaban ya en sus ciudades y
entonces todo el pueblo se congregó como un solo hombre en Jerusalén.
2 Josué, hijo de Yosadaq, con sus hermanos los sacerdotes, y
Zorobabel, hijo de Sealtiel, con sus hermanos, se pusieron a reconstruir el
altar del Dios de Israel, para ofrecer en él holocaustos, como está escrito en
la Ley de Moisés, hombre de Dios.
3 Erigieron el altar en su emplazamiento, a pesar del temor que les
infundían los pueblos de la tierra, y ofrecieron en él holocaustos a Yahveh,
holocaustos de la mañana y de la tarde;
4 celebraron la fiesta de las Tiendas, según está escrito, con el número
de holocaustos cotidianos establecidos según el rito de cada día;
5 después, ofrecieron el holocausto perpetuo y los de los sábados,
novilunios y todas las solemnidades consagradas a Yahveh, además de lo
que cada uno quería ofrecer voluntariamente a Yahveh.
6 Desde el día primero del séptimo mes, comenzaron a ofrecer
holocaustos a Yahveh, aunque no se habían echado todavía los cimientos
del santuario de Yahveh.
7 Se dio entonces dinero a los canteros y a los carpinteros; a los
sidonios y a los tirios se les mandó víveres, bebidas y aceite, para que
enviasen por mar a Joppe madera de cedro del Líbano, según la
autorización de Ciro, rey de Persia.
8 El año segundo de su llegada a la Casa de Dios en Jerusalén, el
segundo mes, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, con el
resto de sus hermanos, los sacerdotes, los levitas y todos los que habían
vuelto del destierro a Jerusalén, comenzaron la obra; designaron a algunos
levitas, de veinte años en adelante, para dirigir las obras de la Casa de
Yahveh.
9 Josué, sus hijos y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, los hijos de
Hodavías, se pusieron como un solo hombre a dirigir a los que trabajaban
en la obra de la Casa de Dios.
10 En cuanto los albañiles echaron los cimientos del santuario de
Yahveh, se presentaron los sacerdotes, revestidos de lino fino, con
trompetas, y los levitas, hijos de Asaf, con címbalos, para alabar a Yahveh
según las prescripciones de David, rey de Israel.
11 Cantaron alabando y dando gracias a Yahveh: «Porque es bueno,
porque es eterno su amor para Israel.» Y el pueblo entero prorrumpía en
grandes clamores, alabando a Yahveh, porque la Casa de Yahveh tenía ya
sus cimientos.
12 Muchos sacerdotes, levitas y jefes de familia, ya ancianos, que
habían conocido con sus propios ojos la primera Casa, sobre sus cimientos,
lloraban con grandes gemidos, mientras que otros lanzaban gozosos
clamores.
13 Y nadie podía distinguir los acentos de clamor jubiloso de los
acentos de lamentación del pueblo, porque el pueblo lanzaba grandes
clamores, y el estrépito se podía oír desde muy lejos.

Esdras 4
1 Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín se enteraron de que los
deportados estaban edificando un santuario a Yahveh, Dios de Israel,
2 se presentaron a Zorobabel, a Josué y a los cabezas de familia, y les
dijeron: «Vamos a edificar junto con vosotros, porque, como vosotros,
buscamos a vuestro Dios y le sacrificamos, desde los tiempos de
Asarjaddón, rey de Asiria, que nos trajo aquí.»
3 Zorobabel, Josué y los restantes cabezas de familia israelitas les
contestaron: «No podemos edificar juntos nosotros y vosotros una Casa a
nuestro Dios: a nosotros solos nos toca construir para Yahveh, Dios de
Israel, como nos lo ha mandado Ciro, rey de Persia.»
4 Entonces el pueblo de la tierra se puso a desanimar al pueblo de
Judá y a meterles miedo para que no siguiesen edificando;
5 y sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacer fracasar su
proyecto; así durante todo el tiempo de Ciro, rey de Persia, hasta el reinado
de Darío, rey de Persia.
6 Bajo el reinado de Jerjes, al comienzo de su reinado, presentaron
ellos por escrito una denuncia contra los habitantes de Judá y Jerusalén.
7 En tiempo de Artajerjes, Mitrídates, Tabeel y demás colegas suyos
escribieron contra Jerusalén a Artajerjes, rey de Persia. El texto del
documento estaba en escritura aramea y en lengua aramea.
8 Rejum, gobernador, y Simsay, secretario, escribieron al rey
Artajerjes contra Jerusalén una carta. -
9 Rejum el gobernador, Simsay el secretario y demás colegas; los
jueces y los legados, funcionarios persas; las gentes de Uruk, de Babilonia y
de Susa - es decir los elamitas -
10 y los restantes pueblos que el gran Asurbanipal deportó y
estableció en las ciudades de Samaría y en el resto de Transeufratina.
11 Esta es la copia de la carta que le enviaron: «Al rey Artajerjes, tus
servidores, las gentes de Transeufratina, etc.
12 Ha de saber el rey que los judíos que subieron de tu lado hacia
nosotros y llegaron a Jerusalén están reconstruyendo esta ciudad rebelde y
perversa; tratan de levantar las murallas, y ya han echado los cimientos.
13 Sepa, pues, el rey, que si esta ciudad se reconstruye y se levantan
sus murallas, no se pagarán más impuestos, contribución ni peaje, y al fin
esta ciudad perjudicará a los reyes.
14 Ahora bien, a nosotros, puesto que comemos la sal del palacio, nos
resulta intolerable ver esta afrenta que se hace al rey; por eso enviamos al
rey esta denuncia,
15 para que se investigue en las Memorias de tus padres: en estas
Memorias encontrarás y te enterarás de que esta ciudad es una ciudad
rebelde, molesta para los reyes y las provincias, y que en ella se han
fomentado insurrecciones desde antiguo. Por este motivo fue destruida esta
ciudad.
16 Nosotros informamos al rey que, si esta ciudad se reconstruye y se
levantan sus murallas, bien pronto ya no tendrás más territorios en
Transeufratina.»
17 El rey envió esta respuesta: «A Rejum, gobernador, a Simsay,
secretario, y a los restantes colegas residentes en Samaría y demás lugares
en Transeufratina, paz, etc.
18 «El documento que nos habéis enviado ha sido traducido y leído en
mi presencia.
19 Di orden de que se investigase, y se ha encontrado que esta ciudad
se ha venido rebelando contra los reyes desde antiguo, y que por ella se han
fomentado revueltas e insurrecciones.
20 Que hubo en Jerusalén reyes poderosos, cuyo dominio se extendía
sobre toda Transeufratina: se les pagaba impuestos, contribuciones y peaje.
21 Ordenad, pues, que se interrumpa la empresa de esos hombres: esa
ciudad no debe ser reconstruida hasta nueva orden.
22 Guardaos de actuar con negligencia en este asunto, no sea que el
mal aumente en perjuicio de los reyes.»
23 En cuanto la copia del documento del rey Artajerjes fue leída ante
Rejum, el gobernador, Simsay, el secretario , y sus colegas, salieron a toda
prisa hacia Jerusalén, donde los judíos, y les obligaron a suspender sus
obras por la fuerza de las armas.
24 Así se suspendieron las obras de la Casa de Dios en Jerusalén:
quedaron interrumpidas hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de
Persia.

Esdras 5
1 Los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a
los judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba
sobre ellos.
2 Con esto, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, se
decidieron a reanudar la construcción de la Casa de Dios en Jerusalén: los
profetas de Dios estaban con ellos, apoyándoles.
3 Por entonces, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y
sus colegas vinieron donde ellos y les preguntaron: «¿Quién os ha
autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario?
4 ¿Cómo se llaman los hombres que construyen este edificio?»
5 Pero los ojos de su Dios velaban sobre los ancianos de los judíos, y
no se les obligó a suspender la obra en espera de que llegase un informe a
Darío y volviera un decreto oficial sobre el particular.
6 Copia de la carta que Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar
Boznay y sus colegas, las autoridades de Transeufratina, remitieron al rey
Darío.
7 Le enviaron un escrito de este tenor: «Al rey Darío, paz completa.
8 Sepa el rey que nosotros hemos ido a la provincia de Judá, a la Casa
del gran Dios: se está reconstruyendo con piedras sillares; se recubren de
madera las paredes; la obra se ejecuta cuidadosamente y adelanta en sus
manos.
9 Preguntando, pues, a estos ancianos, les hemos dicho: “¿Quién os ha
autorizado a construir esta Casa y a rematar este santuario?”
10 Les hemos preguntado además sus nombres para informarte de
ello; y así te damos por escrito los nombres de los hombres que están al
frente de ellos.
11 «Ellos nos han dado esta respuesta: “Nosotros somos servidores del
Dios del cielo y de la tierra; estamos reconstruyendo una Casa que estuvo
en pie anteriormente durante muchos años y que un gran rey de Israel
construyó y acabó.
12 Pero nuestros padres irritaron al Dios del cielo, y él los entregó en
manos de Nabucodonosor, el caldeo, rey de Babilonia.
13 Sin embargo, el año primero de Ciro, rey de Babilonia, el rey Ciro
dio autorización para reconstruir esta Casa de Dios;
14 además los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios que
Nabucodonosor había quitado al santuario de Jerusalén y había llevado al
santuario de Babilonia, el rey Ciro los mandó sacar del santuario de
Babilonia, y entregar a un hombre llamado Sesbassar, a quien constituyó
sátrapa;
15 y le dijo: Toma estos utensilios; vete a llevarlos al santuario de
Jerusalén y que sea reconstruida la Casa de Dios en su emplazamiento;
16 vino, pues, este Sesbassar y echó los cimientos de la Casa de Dios
en Jerusalén, y desde entonces hasta el presente se viene reconstruyendo,
pero no está acabada.”
17 «Ahora, pues, si le place al rey, investíguese en el departamento del
tesoro del rey de Babilonia si es verdad que el rey Ciro dio autorización
para reconstruir esta Casa de Dios en Jerusalén. Y que se nos remita la
decisión del rey sobre este asunto.»

Esdras 6
1 Entonces, por orden del rey Darío, se investigó en los archivos del
tesoro conservado allí en Babilonia,
2 y se encontró en Ecbátana, la fortaleza situada en la provincia de los
medos, un rollo cuyo tenor era el siguiente: «Memorándum.
3 «El año primero del rey Ciro, el rey Ciro ha ordenado: “Casa de
Dios en Jerusalén”: «La Casa será construida como lugar donde se ofrezcan
sacrificios y sus fundamentos quedarán establecidos. Su altura será de
sesenta codos, su anchura de sesenta codos.
4 Habrá tres hileras de piedras de sillería y una de madera. Los gastos
serán costeados por la casa del rey.
5 Además, los utensilios de oro y plata de la Casa de Dios, que
Nabucodonosor sacó del santuario de Jerusalén y se llevó a Babilonia,
serán restituidos, para que todo vuelva a ocupar su lugar en el santuario de
Jerusalén y vuelva a ser colocado en la Casa de Dios.
6 «Ahora, pues, Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y
vosotros, sus colegas, las autoridades de Transeufratina, retiraos de allí;
7 dejad trabajar en esta Casa de Dios al sátrapa de Judá y a los
ancianos de los judíos, y que reconstruyan esa Casa de Dios en su
emplazamiento.
8 Estas son mis órdenes acerca de vuestro proceder con los ancianos
de los judíos para la reconstrucción de esa Casa de Dios: de los fondos
reales de los impuestos de Transeufratina, se les pagarán a esos hombres los
gastos exactamente y sin interrupción.
9 Lo que necesiten para holocaustos de Dios del cielo: novillos,
carneros y corderos, así como trigo, sal, vino y aceite, se les proporcionará
sin falta cada día, según las indicaciones de los sacerdotes de Jerusalén,
10 para que se ofrezcan al Dios del cielo ofrendas agradables y se
ruegue por la vida del rey y de sus hijos.
11 Ordeno, además, lo siguiente: A todo aquel que no cumpla este
edicto, le será arrancada de su casa una viga, se le amarrará a ella y será
azotado; en cuanto a su casa, será reducida, por este delito, a un montón de
escombros.
12 Y el Dios que ha puesto allí la morada de su Nombre, aplaste a
todo aquel rey o pueblo que trate de transgredir esto, destruyendo esa Casa
de Dios en Jerusalén. Yo, Darío, he promulgado este decreto. Sea ejecutado
exactamente.»
13 Entonces Tattenay, sátrapa de Transeufratina, Setar Boznay y sus
colegas ejecutaron exactamente las instrucciones mandadas par el rey
Darío.
14 Así, los ancianos de los judíos continuaron reconstruyendo con
éxito, según la profecía de Ageo el profeta, y de Zacarías, hijo de Iddó.
Llevaron a término la construcción según la orden del Dios de Israel y la
orden de Ciro y de Darío.
15 Esta Casa fue terminada el día veintitrés del mes de Adar, el año
sexto del reinado del rey Darío.
16 Los israelitas - los sacerdotes, los levitas y el resto de los
deportados - celebraron con júbilo la dedicación de esta Casa de Dios;
17 ofrecieron para la dedicación de esta Casa de Dios cien toros,
doscientos carneros, cuatrocientos corderos y, como sacrificio por el
pecado de todo Israel, doce machos cabríos, conforme al número de las
tribus de Israel.
18 Luego establecieron a los sacerdotes según sus categorías, y a los
levitas según sus clases, para el servicio de la Casa de Dios en Jerusalén,
según está escrito en el libro de Moisés.
19 Los deportados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes;
20 ya que los levitas se habían purificado como un solo hombre, todos
estaban puros; inmolaron, pues, la pascua para todos los deportados, para
sus hermanos los sacerdotes y para sí mismos.
21 Comieron la pascua los israelitas que habían vuelto del destierro y
todos aquellos que, habiendo roto con la impureza de las gentes del país se
habían unido a ellos para buscar a Yahveh, Dios de Israel.
22 Celebraron con júbilo, durante siete días, la fiesta de los Ázimos,
porque Yahveh les había llenado de gozo, pues volvió hacia ellos el corazón
del rey de Asiria, para que reafirmase sus manos en las obras de la Casa de
su Dios, el Dios de Israel.

Esdras 7
1 Después de estos acontecimientos, bajo el reinado de Artajerjes, rey
de Persia, Esdras, hijo de Seraías, hijo de Azarías, hijo de Jilquías,
2 hijo de Sallum, hijo de Sadoq, hijo de Ajitub,
3 hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Merayot,
4 hijo de Zerajías, hijo de Uzzí, hijo de Buqquí,
5 hijo de Abisúa, hijo de Pinjás, hijo de Eleazar, hijo del sumo
sacerdote Aarón,
6 este Esdras subió de Babilonia. Era un escriba versado en la Ley de
Moisés que había dado Yahveh, Dios de Israel. Como la mano de Yahveh
su Dios estaba con él, el rey le concedió todo lo que pedía.
7 Subieron también a Jerusalén, el año séptimo del rey Artajerjes,
parte de los israelitas, de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y
donados.
8 El llegó a Jerusalén el mes quinto: era el año séptimo del rey.
9 Había dispuesto para el día uno del primer mes su salida de
Babilonia, y el día uno del quinto mes llegaba a Jerusalén. ¡La mano
bondadosa de su Dios estaba con él!
10 Porque Esdras había aplicado su corazón a escrutar la Ley de
Yahveh, a ponerla en práctica y a enseñar en Israel los preceptos y las
normas.
11 Esta es la copia del documento que el rey Artajerjes entregó a
Esdras, el sacerdote-escriba dedicado a escribir las palabras de los
mandamientos de Yahveh y sus decretos acerca de Israel.
12 «Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, secretario de la Ley
del Dios del cielo, paz perfecta, etc.
13 «Estas son mis órdenes: Todo aquel que en mi reino pertenezca al
pueblo de Israel, a sus sacerdotes o a sus levitas, y quiera volver a
Jerusalén, puede partir contigo,
14 ya que tú eres enviado por el rey y sus siete consejeros para
inspeccionar a Judá y Jerusalén en lo referente a la Ley de tu Dios que está
en tus manos,
15 y para llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros han
ofrecido voluntariamente al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén,
16 así como toda la plata y el oro que hayas reunido de toda la
provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias que el pueblo y los
sacerdotes hayan hecho para la Casa de su Dios en Jerusalén.
17 Con este dinero procura comprar novillos, carneros, corderos, con
las oblaciones y libaciones correspondientes, para ofrecerlo luego sobre el
altar de la Casa de vuestro Dios en Jerusalén;
18 y la plata y el oro que sobre, lo emplearéis como mejor os parezca
a ti y a tus hermanos, conforme a la voluntad de vuestro Dios.
19 Los utensilios que se te entregan para el servicio de la Casa de tu
Dios, deposítalos delante de tu Dios en Jerusalén.
20 Lo que aún se necesite para la Casa de tu Dios y que tú tengas que
procurarte, se te dará de los tesoros reales.
21 Yo mismo, el rey Artajerjes, doy esta orden a todos los tesoreros de
Transeufratina: “Todo lo que os pida el sacerdote Esdras, Secretario de la
Ley del Dios del cielo, se lo daréis puntualmente,
22 hasta la suma de cien talentos de plata, cien cargas de trigo, cien
medidas de vino y cien medidas de aceite; la sal se le dará sin tasa.
23 Todo lo que ordena el Dios del cielo, debe ser cumplido con celo
para la Casa del Dios del cielo, a fin de que la Cólera no caiga sobre el
reino del rey y de sus hijos.
24 Os hacemos saber también que no se puede percibir impuesto,
contribución o peaje, de ninguno de los sacerdotes, levitas, cantores,
porteros, donados, de ninguno de los servidores de esta Casa de Dios.”
25 «Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría de tu Dios, que posees,
establece escribas y jueces que administren la justicia a todo el pueblo de
Transeufratina, a todos los que conocen la Ley de tu Dios. A quienes la
ignoran, habréis de enseñársela.
26 Y a todo aquel que no cumpla la Ley de tu Dios y la ley del rey,
aplíquesele una rigurosa justicia: muerte, destierro, multa en dinero o
cárcel.»
27 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de nuestros padres, que movió de esta
manera el corazón del rey para glorificar la Casa de Yahveh en Jerusalén,
28 y a mí me granjeó gracia delante del rey, de sus consejeros y de los
altos jefes del rey! Yo cobré ánimo porque la mano de Yahveh mi Dios
estaba conmigo, y reuní a los jefes de Israel para que salieran conmigo.

Esdras 8
1 Estos son, con su genealogía, los cabezas de familia que subieron
conmigo de Babilonia en el reinado del rey Artajerjes:
2 De los hijos de Pinjás: Guersom; de los hijos de Itamar: Daniel; de
los hijos de David: Jattús,
3 hijo de Sekanías; de los hijos de Pardós: Zacarías, con el que fueron
registrados 150 varones;
4 de los hijos de Pajat Moab: Elyehoenay, hijo de Zerajías, y con él
doscientos varones;
5 de los hijos de Zattú: Sekanías, hijo de Yajaziel, y con él trescientos
varones;
6 de los hijos de Adín: Ebed, hijo de Jonatán, y con él cincuenta
varones;
7 de los hijos de Elam: Isaías, hijo de Atalías, y con él setenta varones;
8 de los hijos de Sefatías: Zebadías, hijo de Miguel, y con él ochenta
varones;
9 de los hijos de Joab: Abdías, hijo de Yejiel y con él 218 varones;
10 de los hijos de Baní: Selomit, hijo de Yosifías, y con él 160
varones;
11 de los hijos de Bebay: Zacarías, hijo de Bebay, y con él veintiocho
varones;
12 de los hijos de Azgad: Yojanán, hijo de Haqcadán, y con él 110
varones;
13 de los hijos de Adonicam: los últimos, cuyos nombres son: Elifélet,
Yeiel y Semaías, y con ellos sesenta varones;
14 y de los hijos de Bigvay: Utay, hijo de Zabud, y con él setenta
varones.
15 Yo los reuní junto al río que corre hacia Ahavá. Allí acampamos
tres días. Observé que había laicos y sacerdotes, pero no encontré ningún
levita.
16 Entonces llamé a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Yarib, Elnatán,
Natán, Zacarías, y Mesullam, hombres discretos,
17 y les mandé donde Iddó, jefe de la localidad de Kasifías; puse en su
boca las palabras que habían de decir a Iddó y a sus hermanos, establecidos
en la localidad de Kasifías, para que nos proporcionaran ministros para la
Casa de nuestro Dios.
18 Y gracias a la mano bondadosa de nuestro Dios que estaba con
nosotros, nos trajeron a un hombre experto, de los hijos de Majlí, hijo de
Leví, hijo de Israel: a Serebías, con sus hijos y hermanos: dieciocho
hombres;
19 además a Jasabías, y con él a su hermano Isaías, de los hijos de
Merarí, y sus hijos: veinte hombres.
20 Y de los donados que David y los jefes habían destinado al servicio
de los levitas: 220 donados. Todos ellos fueron designados nominalmente.
21 Allí, a orillas del río Ahavá, proclamé un ayuno para humillarnos
delante de nuestro Dios y pedirle un viaje feliz para nosotros, nuestros hijos
y nuestros bienes.
22 Pues me daba vergüenza solicitar del rey tropa y gente de a caballo
para protegernos del enemigo en el camino; por el contrario, habíamos
declarado al rey: «La mano de nuestro Dios está, para bien, con todos los
que le buscan; y su poder y su cólera sobre todos los que le abandonan.»
23 Ayunamos, pues, buscando a nuestro Dios por esta intención, y él
nos atendió.
24 Elegí a doce jefes de los sacerdotes, y además a Serebías y
Jasabías, y con ellos a diez de sus hermanos;
25 les pesé la plata, el oro y los utensilios, ofrendas que el rey, sus
consejeros, sus jefes y todos los israelitas que se encontraban allí habían
reservado para la Casa de nuestro Dios.
26 Pesé y les entregué 650 talentos de plata, cien utensilios de plata de
dos talentos, cien talentos de oro,
27 veinte copas de oro de mil dáricos y dos objetos de hermoso bronce
dorado, preciosos como el oro.
28 Y les dije: «Vosotros estáis consagrados a Yahveh; estos utensilios
son sagrados; esta plata y este oro son una ofrenda voluntaria a Yahveh,
Dios de nuestros padres.
29 Vigilad y guardadlos hasta que los peséis ante los jefes de los
sacerdotes y de los levitas y los cabezas de familia de Israel, en Jerusalén,
en las cámaras de la Casa de Yahveh.»
30 Los sacerdotes y levitas tomaron entonces la plata, todo lo que
había sido pesado, el oro y los utensilios, para llevarlos a Jerusalén, a la
Casa de nuestro Dios.
31 El día doce del primer mes partimos del río Ahavá para ir a
Jerusalén: la mano de nuestro Dios estaba con nosotros y nos salvó en el
camino de la mano de enemigos y salteadores.
32 Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días.
33 El cuarto día, la plata, el oro y los utensilios fueron pesados en la
Casa de nuestro Dios y entregados al sacerdote Meremot, hijo de Urías,
con quien estaba Eleazar, hijo de Pinjás; les acompañaban los levitas
Yozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binnuy.
34 Todo se contó y se pesó, y se registró su peso total. En aquel
tiempo,
35 los deportados que volvían del cautiverio ofrecieron holocaustos al
Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, 96 carneros, 77 corderos y
doce machos cabríos por el pecado: todo en holocausto a Yahveh.
36 Y se entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los
gobernadores de Transeufratina, los cuales favorecieron al pueblo y la Casa
de Dios.

Esdras 9
1 Concluido esto, se me presentaron los jefes diciendo: «El pueblo de
Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de las gentes del país,
hundidas en sus abominaciones - cananeos, hititas, perizitas, jebuseos,
ammonitas, moabitas, egipcios y amorreos -,
2 sino que han tomado para ellos y para sus hijos mujeres de entre las
hijas de ellos: la raza santa se ha mezclado con las gentes del país; los jefes
y los consejeros han sido los primeros en esta rebeldía.»
3 Al oír esto rasgué mis vestiduras y mi manto, me arranqué los pelos
de la cabeza y de la barba, y me senté desolado.
4 Todos los temerosos de las palabras del Dios de Israel se reunieron
en torno a mí, a causa de esta rebeldía de los deportados. Yo permanecí
sentado, desolado, hasta la oblación de la tarde.
5 A la hora de la oblación de la tarde salí de mi postración y, con las
vestiduras y el manto rasgados, caí de rodillas, extendí las manos hacia
Yahveh mi Dios,
6 y dije: «Dios mío, harta vergüenza y confusión tengo para levantar
mi rostro hacia ti, Dios mío. Porque nuestros crímenes se han multiplicado
hasta sobrepasar nuestra cabeza, y nuestro delito ha crecido hasta el cielo.
7 Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy nos hemos
hecho muy culpables: por nuestros crímenes fuimos entregados, nosotros,
nuestros reyes y nuestros sacerdotes, en manos de los reyes de los países, a
la espada, al cautiverio, al saqueo y al oprobio, como todavía hoy sucede.
8 Mas ahora, en un instante, Yahveh nuestro Dios nos ha concedido la
gracia de dejarnos un Resto y de darnos una liberación en su lugar santo:
nuestro Dios ha iluminado así nuestros ojos y nos ha reanimado en medio
de nuestra esclavitud.
9 Porque esclavos fuimos nosotros, pero en nuestra esclavitud nuestro
Dios no nos ha abandonado; nos ha granjeado el favor de los reyes de
Persia, dándonos ánimos para levantar de nuevo la Casa de nuestro Dios y
restaurar sus ruinas y procurándonos un valladar seguro en Judá y
Jerusalén.
10 Pero ahora, Dios nuestro, ¿qué vamos a decir, si, después de todo
esto, hemos abandonado tus mandamientos,
11 que por medio de tus siervos los profetas tú habías prescrito en
estos términos: “La tierra en cuya posesión vais a entrar es una tierra
manchada por la inmundicia de las gentes de la tierra, por las
abominaciones con que la han llenado de un extremo a otro con su
impureza?
12 Así pues, no deis vuestras hijas a sus hijos ni toméis sus hijas para
vuestros hijos; no busquéis nunca su paz ni su bienestar, a fin de que podáis
haceros fuertes, comáis los mejores frutos de la tierra y la dejéis en herencia
a vuestros hijos para siempre.”
13 «Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras
malas acciones y nuestras culpas - y eso que tú, Dios nuestro, has
disminuido nuestros crímenes y nos has concedido esta liberación -
14 ¿hemos de volver a violar tus mandamientos, emparentándonos con
estas gentes abominables? ¿No te irritarías tú contra nosotros hasta
exterminarnos sin que quedara Resto ni salvación?
15 Yahveh, Dios de Israel, justo eres, pues un Resto nos hemos
salvado, como en el caso presente: aquí estamos ante ti, con nuestro delito.
Pues por su causa nadie resiste en tu presencia.»

Esdras 10
1 Mientras Esdras, llorando y prosternado ante la Casa de Dios, oraba
y hacía esta confesión, una inmensa asamblea de Israel, hombres, mujeres
y niños, se había reunido en torno a él: y este pueblo lloraba copiosamente.
2 Entonces, Sekanías, hijo de Yejiel, de los hijos de Elam, dijo a
Esdras: «Hemos sido rebeldes a nuestro Dios, casándonos con mujeres
extranjeras, tomadas de entre las gentes del país. Ahora bien, a pesar de
ello, todavía, hay una esperanza para Israel.
3 Hagamos alianza con nuestro Dios de despedir a todas las mujeres
extranjeras y a los hijos nacidos de ellas, conforme al consejo de mi señor
y de los temerosos de los mandamientos de nuestro Dios. Hágase según la
Ley.
4 Levántate, que este asunto te incumbe a ti; nosotros estaremos a tu
lado. ¡Animo y manos a la obra!»
5 Entonces Esdras se levantó e hizo jurar a los jefes de los sacerdotes
y de los levitas y a todo Israel que harían conforme a lo dicho; y lo juraron.
6 Luego Esdras se retiró de delante de la Casa de Dios y se fue al
aposento de Yehojanán, hijo de Elyasib, donde pasó la noche sin comer
pan ni beber agua, haciendo duelo a causa de la rebeldía de los deportados.
7 Se publicó un bando en Judá y Jerusalén a todos los deportados para
que se reunieran en Jerusalén.
8 Todo aquel que no viniera en el plazo de tres días, según el consejo
de los jefes y de los ancianos, vería consagrada al anatema toda su hacienda
y sería él mismo excluido de la asamblea de los deportados.
9 Todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron, pues, en
Jerusalén en el plazo de tres días: era el día veinte del mes noveno; todo el
pueblo se situó en la plaza de la Casa de Dios, temblando, debido al caso, y
también porque llovía a cántaros.
10 Entonces el sacerdote Esdras se levantó y les dijo: «Habéis sido
rebeldes al casaros con mujeres extranjeras, aumentando así el delito de
Israel.
11 Ahora, pues, dad gracias a Yahveh, Dios de vuestros padres, y
cumplid su voluntad separándoos de las gentes del país y de las mujeres
extranjeras.»
12 Toda la asamblea respondió en alta voz: Sí; haremos como tú
dices;
13 sólo que el pueblo es numeroso, y estamos en la estación de las
lluvias: no podemos soportar la intemperie; además, no se trata de una cosa
de un día o dos, porque somos muchos los que hemos incurrido en este
pecado.
14 Nuestros jefes podrían representar a toda la asamblea: todos los que
en nuestras ciudades se hayan casado con mujeres extranjeras, vendrían a
plazos fijados, acompañados de los ancianos y los jueces de cada ciudad,
hasta que hayamos apartado de nosotros el furor de la cólera de nuestro
Dios por causa de este asunto.»
15 Sólo Jonatán, hijo de Asahel, y Yajzeías, hijo de Tiqvá, se
opusieron a esto, apoyados por Mesullam y el levita Sabtay.
16 Los deportados actuaron según lo convenido. El sacerdote Esdras
escogió como colaboradores a los cabezas de familia, según sus casas, todos
ellos designados nominalmente. Se comenzaron las sesiones para examinar
el caso el día uno del décimo mes.
17 Y el día uno del primer mes se había terminado ya con todos los
hombres que estaban casados con mujeres extranjeras.
18 Entre los sacerdotes, se halló que se habían casado con mujeres
extranjeras los siguientes: entre los hijos de Josué, hijo de Yosadaq, y entre
sus hermanos: Maaseías, Eliezer, Yarib y Guedalías;
19 éstos se comprometieron bajo juramento a despedir a sus mujeres,
y ofrecieron por su delito un carnero en sacrificio de reparación.
20 Entre los hijos de Immer: Jananí y Zebadías.
21 Entre los hijos de Jarim: «Maaseías, Elías, Semaías, Yejiel y
Uzziyías.
22 Entre los hijos de Pasjur: Elyoenay, Maaseías, Ismael, Natanael,
Yozabad y Elasá.
23 Entre los levitas: Yozabad, Simí, Quelaías (es decir, Quelitá),
Petajías, Judá y Eliezer.
24 Entre los cantores: Elyasib y Zakkur. Entre los porteros: Sallum,
Telem y Urí.
25 Entre los israelitas: de los hijos de Parós: Ramías, Yizziyías,
Malkiyías, Miyyamín, Eleazar, Malkiyías y Benaías;
26 de los hijos de Elam: Mattanías, Zacarías, Yejiel, Abdí, Yeremot y
Elías;
27 de los hijos de Zattú: Elyoenáy. Elyasib Mattanías, Yeremot,
Zabad y Azizá:
28 de los hijos de Bebay: Yehojanán, Jananías, Zabbay, Atlay;
29 de los hijos de Bigvay: Mesullam, Malluk, Yedaías, Yasub, Yisal,
Yeremot;
30 de los hijos de Pajat Moab: Adná, Kelal, Benaías, Maaseías,
Mattanías, Besalel, Binnuy y Manasés;
31 de los hijos de Jarim: Eliezer, Yissiyías, Malkiyías, Semaías,
Simeón,
32 Benjamín, Malluk, Semarías;
33 de los hijos de Jasum: Mattenay, Mattattá, Zabad, Elifélet,
Yeremay, Manasés, Simí;
34 de los hijos de Baní: Maaday, Amram, Joel,
35 Benaías, Bedías, Kelaías,
36 Vanías, Meremot, Elyasib,
37 Mattanías, Mattenay y Yaassay;
38 de los hijos de Binnuy: Simí,
39 Selemías, Natán y Adaías;
40 de los hijos de Zakkay: Sasay, Saray,
41 Azareel, Selemías, Semarías,
42 Sallum, Amarías, José;
43 de los hijos de Nebo: Yeiel, Mattitías, Zabad, Zebiná, Yadday,
Joel, Benaías.
44 Todos éstos se habían casado con mujeres extranjeras, pero
despidieron tanto a las mujeres como a sus hijos.

NEHEMÍAS
Nehemías 1
1 Palabras de Nehemías, hijo de Jakalías. En el mes de Kisléu, el año
veinte del rey Artajerjes, estando yo en la ciudadela de Susa,
2 Jananí, uno de mis hermanos, llegó con algunos hombres venidos de
Judá. Yo les pregunté por los judíos - el Resto que se había salvado del
cautiverio - y por Jerusalén.
3 Me respondieron: «Los restos del cautiverio que han quedado allí en
la provincia se encuentran en gran estrechez y confusión. La muralla de
Jerusalén está llena de brechas, y sus puertas incendiadas.»
4 Al oír estas palabras me senté y me puse a llorar; permanecí en
duelo algunos días ayunando y orando ante el Dios del cielo.
5 Y dije: «Ah, Yahveh, Dios del cielo, tú, el Dios grande y temible,
que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus
mandamientos;
6 estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de
tu siervo, que yo hago ahora en tu presencia día y noche, por los hijos de
Israel, tus siervos, confesando los pecados que los hijos de Israel hemos
cometido contra ti; ¡yo mismo y la casa de mi padre hemos pecado!
7 Hemos obrado muy mal contigo, no observando los mandamientos,
los preceptos y las normas que tú habías prescrito a Moisés tu siervo.
8 Pero acuérdate de la palabra que confiaste a Moisés tu siervo: “Si
sois infieles, yo os dispersaré entre los pueblos;
9 pero si, volviéndoos a mí guardáis mis mandamientos y los ponéis
en práctica, aunque vuestros desterrados estuvieron en los confines de los
cielos, yo los reuniré de allí y los conduciré de nuevo al Lugar que he
elegido para morada de mi Nombre.”
10 Aquí tienes a tus siervos y a tu pueblo que tú has rescatado con tu
gran poder y tu fuerte mano.
11 ¡Ea, Señor, estén atentos tus oídos a la oración de tu siervo, a la
oración de tus servidores, que desean venerar tu Nombre! Concede ahora,
te suplico, gracia a tu siervo y haz que encuentre favor ante ese hombre.»
Era yo entonces copero del rey.

Nehemías 2
1 En el mes de Nisán, el año veinte del rey Artajerjes, siendo yo
encargado del vino, tomé vino y se lo ofrecí al rey. Anteriormente nunca
había estado yo triste.
2 Me dijo, pues, el rey: «¿Por qué ese semblante tan triste? Tú,
enfermo no estás. ¿Acaso tienes alguna preocupación en el corazón?» Yo
quedé muy turbado,
3 y dije al rey: «¡Viva por siempre el rey! ¿Cómo no ha de estar triste
mi semblante, cuando la ciudad donde están las tumbas de mis padres está
en ruinas, y sus puertas devoradas por el fuego?»
4 Replicóme el rey: «¿Qué deseas, pues?» Invoqué al Dios del cielo,
5 y respondí al rey: «Si le place al rey y estás satisfecho de tu siervo,
envíame a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para que yo la
reconstruya.»
6 El rey me preguntó, estando la reina sentada a su lado: «¿Cuánto
durará tu viaje? ¿Cuándo volverás?» Yo le fijé un plazo que pareció
aceptable al rey, y él me envió.
7 Añadí al rey: «Si le place al rey, que se me den cartas para los
gobernadores de Transeufratina, para que me faciliten el camino hasta Judá;
8 y asimismo una carta para Asaf, el encargado de los parques reales,
para que me proporcione madera de construcción para las puertas de la
ciudadela del Templo, la muralla de la ciudad y la casa en que yo me he de
instalar.» El rey me lo concedió, pues la mano bondadosa de mi Dios estaba
conmigo.
9 Me dirigí, pues, a los gobernadores de Transeufratina y les entregué
las cartas del rey. El rey me había hecho escoltar por oficiales del ejército y
gente de a caballo.
10 Al enterarse de ello Samballat el joronita y Tobías el servidor
ammonita, les sentó muy mal que alguien viniera a procurar el bienestar de
los israelitas.
11 Llegué a Jerusalén y me quedé allí tres días.
12 Luego me levanté de noche con unos pocos hombres, sin
comunicar a nadie lo que mi Dios me había inspirado que hiciera por
Jerusalén, y sin llevar conmigo más que la cabalgadura en que iba montado.
13 Saliendo, pues, de noche por la puerta del Valle, me dirigí hacia la
Fuente del Dragón y hacia la puerta del Muladar: inspeccioné la muralla de
Jerusalén por donde tenía brechas, y las puertas que habían sido devoradas
por el fuego.
14 Continué luego hacia la puerta de la Fuente y la alberca del Rey,
pero no había paso para mi cabalgadura.
15 Volví a subir, pues, de noche, por el Torrente, inspeccionando la
muralla, y volví a entrar por la puerta del Valle. Así regresé a casa.
16 Los consejeros no supieron dónde había ido ni lo que había hecho.
Hasta entonces no había dicho nada a los judíos: ni a los sacerdotes ni a los
notables ni a los consejeros ni a los funcionarios;
17 entonces les dije: «Vosotros mismos veis la triste situación en que
nos encontramos, pues Jerusalén está en ruinas, y sus puertas devoradas por
el fuego. Vamos a reconstruir la muralla de Jerusalén, y no seremos más
objeto de escarnio.»
18 Y les referí cómo la mano bondadosa de mi Dios había estado
conmigo, y les relaté también las palabras que el rey me había dicho. Ellos
dijeron: «¡Levantémonos y construyamos!» Y se afianzaron en su buen
propósito.
19 Al enterarse de ello Samballat el joronita, Tobías el siervo
ammonita y Guésem el árabe, se burlaron de nosotros y vinieron a
decirnos: «¿Qué hacéis? ¿Es que os habéis rebelado contra el rey?»
20 Yo les respondí: «El Dios del cielo nos hará triunfar. Nosotros sus
siervos, vamos a ponernos a la obra. En cuanto a vosotros, no tenéis parte
ni derecho ni recuerdo en Jerusalén.»

Nehemías 3
1 El sumo sacerdote Elyasib y sus hermanos los sacerdotes se
encargaron de construir la puerta de las Ovejas: la armaron, fijaron sus
hojas, barras y goznes, y continuaron hasta la torre de los Cien y hasta la
torre de Jananel.
2 Al lado de ellos construyeron los de Jericó; a su lado construyó
Zakkur, hijo de Imrí.
3 Los hijos de Hassenáa construyeron la puerta de los Peces: la
armaron y fijaron sus hojas, barras y goznes.
4 A su lado reparó Meremot, hijo de Urías, hijo de Haqcós; a
continuación reparó Mesullam, hijo de Berekías, hijo de Mesezabel; a su
lado reparó Sadoq, hijo de Baaná.
5 Junto a él repararon los de Técoa, pero sus notables se negaron a
poner su cuello al servicio de sus señores.
6 La puerta del Barrio nuevo la repararon Yoyadá, hijo de Paséaj, y
Mesullam, hijo de Besodías: la armaron y fijaron sus hojas, barras y goznes.
7 A continuación de éstos repararon Melatías de Gabaón y Yadón de
Meronot, así como los de Gabaón y de Mispá, a expensas del gobernador de
Transeufratina.
8 A su lado reparó Uzziel, miembro del gremio de los orfebres, y a
continuación reparó Jananías, del gremio de los perfumistas: ellos
reconstruyeron Jerusalén hasta el muro de la Plaza.
9 A continuación reparó Refaías, hijo de Jur, jefe de la mitad del
distrito de Jerusalén.
10 A continuación reparó Yedaías, hijo de Harumaf, delante de su
casa; a continuación reparó Jattús, hijo de Hasabneías.
11 Malkiyías, hijo de Jarim, y Jassub, hijo de Pajat Moab, repararon la
parte siguiente, hasta la torre de los Hornos.
12 A continuación de éstos reparó, con sus hijos, Sallum, hijo de
Hallojés, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén.
13 Repararon la puerta del Valle, Hanún y los habitantes de Zanóaj: la
construyeron, fijaron sus hojas, barras y goznes, e hicieron mil codos de
muro, hasta la puerta del Muladar.
14 La puerta del Muladar la reparó Malkiyías, hijo de Rekab, jefe del
distrito de Bet Hakkérem, con sus hijos: fijó sus hojas, barras y goznes.
15 La puerta de la Fuente la reparó Sallum, hijo de Kol Jozé, jefe del
distrito de Mispá: la construyó, la cubrió y fijó sus hojas, barras y goznes.
También restauró el muro de la alberca del canal, que está junto al huerto
del rey, hasta las escaleras que bajan de la Ciudad de David.
16 Después de él Nehemías, hijo de Aztuq, jefe de la mitad del distrito
de Bet Sur, reparó hasta enfrente de las tumbas de David, hasta la alberca
artificial y hasta la Casa de los Valientes.
17 A continuación repararon los levitas: Rejum, hijo de Baní; a su
lado reparó Jasabías, jefe de la mitad del distrito de Queilá, en su distrito;
18 a continuación repararon sus hermanos: Binnuy, hijo de Jenadad,
jefe de la mitad del distrito de Queilá;
19 a continuación Ezer, hijo de Josué, jefe de Mispá, reparó otra
sección frente a la subida del Arsenal del Angulo.
20 Después de él Baruc, hijo de Zabbay, reparó otro sector, desde el
Angulo hasta la puerta de la casa del sumo sacerdote Elyasib.
21 Después de él Meremot, hijo de Urías, hijo de Haqcós, reparó otro
sector, desde la puerta de la casa de Elyasib hasta el término de la misma.
22 Después de él prosiguieron la reparación los sacerdotes que
habitaban en la Vega.
23 Repararon a continuación Benjamín y Jassub frente a sus casas.
Después de ellos Azarías, hijo de Maaseías, hijo de Ananías, reparó junto a
su casa.
24 Después de él Binnuy, hijo de Jenadad, reparó otra sección, desde
la casa de Azarías hasta el Angulo y la esquina.
25 A continuación Palal, hijo de Uzay, reparó enfrente del Angulo y
de la torre en saliente de la casa del rey, la de arriba que da al patio de la
cárcel. Después de él Pedaías, hijo de Parós, reparó
26 hasta la puerta de las Aguas hacia Oriente y hasta delante de la
torre en saliente.
27 A continuación los de Técoa repararon otro sector frente a la torre
grande en saliente hasta el muro del Ofel.
28 Desde la puerta de los Caballos repararon los sacerdotes, cada uno
frente a su casa.
29 Después de ellos reparó Sadoq, hijo de Immer, frente a su casa.
Después de él reparó Semaías, hijo de Sekanías, encargado de la puerta
Oriental.
30 Después de él, Jananías, hijo de Selemías, y Janún, sexto hijo de
Salaf, repararon otro sector. A continuación reparó Mesullam, hijo de
Berekías, frente a su vivienda.
31 Después de él Malkiyías, del gremio de los orfebres, reparó hasta la
casa de los donados y de los comerciantes, frente a la puerta de la
Inspección, hasta la cámara alta del ángulo.
32 Y entre la cámara alta del ángulo y la puerta de las Ovejas,
repararon los orfebres y los comerciantes.
33 Cuando Samballat se enteró de que estábamos reconstruyendo la
muralla, montó en cólera y se irritó mucho. Se burlaba de los judíos,
34 y decía delante de sus hermanos y de la gente principal de Samaría:
«¿Qué pretenden hacer esos miserables judíos? ¿Es que quieren terminar en
un día? ¿Van a dar vida a esas piedras, sacadas de montones de escombros
y calcinadas?»
35 Tobías el ammonita, que estaba junto a él, dijo: «¡Déjales que
construyan; que si un chacal se alza, abrirá brecha en su muralla de piedra!»
36 ¡Escucha, Dios nuestro, porque nos desprecian. Haz que caiga su
insulto sobre su cabeza. Entrégalos al desprecio en un país de cautividad!
37 No pases por alto su iniquidad, ni su pecado sea borrado en tu
presencia, porque han insultado a los constructores.
38 Construimos, pues, la muralla, que quedó terminada hasta media
altura. El pueblo había puesto su corazón en el trabajo.

Nehemías 4
1 Cuando Samballat, Tobías, los árabes, los ammonitas y los asdoditas
se enteraron de que la reparación de la muralla de Jerusalén adelantaba -
pues las brechas comenzaban a taparse - se enfurecieron mucho;
2 y se conjuraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y a
humillarme a mí.
3 Pero invocamos a nuestro Dios y montamos guardia contra ellos de
día y de noche.
4 Judá decía: «¡Flaquean las fuerzas de los cargadores: hay demasiado
escombro; nosotros no podemos reconstruir la muralla!»
5 Y nuestros enemigos decían: «¡Antes que se enteren o se den cuenta,
iremos contra ellos, y los mataremos y pararemos la obra!»
6 Pero algunos judíos que vivían junto a ellos vinieron a advertirnos
por diez veces: «Vienen contra nosotros desde todos los lugares que
habitan.»
7 Se apostó, pues, el pueblo en los puntos más bajos, detrás de la
muralla y en los lugares descubiertos, y coloqué a la gente por familias,
cada uno con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.
8 Al ver su miedo, me levanté y dije a los notables, a los consejeros y
al resto del pueblo: «¡No les tengáis miedo; acordaos del Señor, grande y
terrible, y combatid por vuestros hermanos, vuestros hijos y vuestras hijas,
vuestras mujeres y vuestras casas!»
9 Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos advertidos y que
Dios había desbaratado sus planes, se retiraron, y todos nosotros volvimos a
la muralla, cada cual a su trabajo.
10 Pero desde aquel día, sólo la mitad de mis hombres tomaban parte
en el trabajo; la otra mitad, provistos de lanzas, escudos, arcos y corazas, se
mantenía detrás de toda la casa de Judá
11 que construía la muralla. También los cargadores estaban armados:
con una mano cuidaba cada uno de su trabajo, con la otra empuñaba el
arma.
12 Cada uno de los constructores tenía ceñida a la cintura su espada
mientras trabajaba. Había un corneta junto a mí para sonar el cuerno.
13 Dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «La obra
es importante y extensa, y nosotros estamos diseminados a lo largo de la
muralla, lejos unos de otros:
14 corred a reuniros con nosotros al lugar donde oigáis el sonido del
cuerno, y nuestro Dios combatirá por nosotros.»
15 Así organizábamos el trabajo desde el despuntar del alba hasta que
salían las estrellas.
16 Dije también entonces al pueblo: «Todos pasarán la noche en
Jerusalén con sus criados, y así haremos guardia de noche y trabajaremos
de día.»
17 Pero ni yo ni mis hermanos ni mis gentes mi los hombres de
guardia que me seguían nos quitábamos la ropa; todos nosotros teníamos el
arma en la mano.

Nehemías 5
1 Un gran clamor se suscitó entre la gente del pueblo y sus mujeres
contra sus hermanos judíos.
2 Había quienes decían: «Nosotros tenemos que dar en prenda
nuestros hijos y nuestras hijas para obtener grano con que comer y vivir.»
3 Había otros que decían: «Nosotros tenemos que empeñar nuestros
campos, nuestras viñas y nuestras casas para conseguir grano en esta
penuria.»
4 Y otros decían: «Tenemos que pedir prestado dinero a cuenta de
nuestros campos y de nuestras viñas para el impuesto del rey;
5 y siendo así que tenemos la misma carne que nuestros hermanos, y
que nuestros hijos son como sus hijos, sin embargo tenemos que entregar
como esclavos a nuestros hijos y a nuestras hijas; ¡hay incluso entre
nuestras hijas quienes son deshonradas! Y no podemos hacer nada, ya que
nuestros campos y nuestras viñas pertenecen a otros.»
6 Yo me indigné mucho al oír su queja y estas palabras.
7 Tomé decisión en mi corazón de reprender a los notables y a los
consejeros, y les dije: «¡Qué carga impone cada uno de vosotros a su
hermano!» Congregué contra ellos una gran asamblea,
8 y les dije: «Nosotros hemos rescatado, en la medida de nuestras
posibilidades, a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las
naciones. ¡Y ahora sois vosotros los que vendéis a vuestros hermanos para
que nosotros los rescatemos!» Ellos callaron sin saber qué responder.
9 Y yo continué: «No está bien lo que estáis haciendo. ¿No queréis
caminar en el temor de nuestro Dios, para evitar los insultos de las naciones
enemigas?
10 También yo, mis hermanos y mi gente, les hemos prestado dinero y
trigo. Pues bien, condonemos estas deudas.
11 Restituidles inmediatamente sus campos, sus viñas, sus olivares y
sus casas, y perdonadles la deuda del dinero, del trigo, del vino y del aceite
que les habéis prestado.»
12 Respondieron ellos: «Restituiremos y no les reclamaremos ya
nada; haremos como tú has dicho.» Entonces llamé a los sacerdotes y les
hice jurar que harían seguir esta promesa.
13 Luego sacudí los pliegues de mi manto diciendo: «¡Así sacuda
Dios, fuera de su casa y de su hacienda, a todo aquel que no mantenga esta
palabra: así sea sacudido y despojado!» Toda la asamblea respondió:
«¡Amén!», y alabó a Yahveh. Y el pueblo cumplió esta palabra.
14 Además, desde el día en que el rey me mandó ser gobernador del
país de Judá, desde el año veinte hasta el 32 del rey Artajerjes, durante doce
años, ni yo ni mis hermanos comimos jamás del pan del gobernador.
15 En cambio los gobernadores anteriores que me precedieron
gravaban al pueblo: cada día percibían de él, como contribución por el pan,
cuarenta siclos de plata; también sus servidores oprimían al pueblo. Pero
yo, por temor de Dios, no hice nunca esto.
16 Además he ayudado a la obra de la reparación de esta muralla, y,
aunque no he adquirido campos, toda mi gente estaba también allí
colaborando en la tarea.
17 A mi mesa se sentaban los jefes y los consejeros en número de 150
sin contar los que venían a nosotros de las naciones vecinas.
18 Diariamente se aderezaban a expensas mías un toro, seis carneros
escogidos y aves; y cada diez días se traía cantidad de odres de vino. Y a
pesar de todo, jamás reclamé el pan del gobernador, porque un duro trabajo
gravaba ya al pueblo.
19 ¡Acuérdate, Dios mío, para mi bien, de todo lo que he hecho por
este pueblo!

Nehemías 6
1 Cuando Samballat, Tobías, Guésem el árabe, y los demás enemigos
nuestros se enteraron de que yo había reconstruido la muralla y de que ya
no quedaba en ella brecha alguna - aunque en aquel tiempo no estaban
colocadas las hojas de las puertas -
2 Samballat y Guésem mandaron a decirme: «Ven a entrevistarte con
nosotros en Hakkefirim, en el valle de Onó.» Pero ellos tramaban hacerme
mal.
3 Por eso les envié mensajeros para decirles: «Estoy ocupado en una
obra importante y no puedo bajar; ¿por qué voy a dejar que la obra se pare
abandonándola para bajar donde vosotros?»
4 Cuatro veces me enviaron el mismo recado, y yo di la misma
respuesta.
5 Entonces Samballat me envió a decir por quinta vez lo mismo por
un criado suyo que traía una carta abierta
6 en la que estaba escrito: «Se oye entre las naciones, y así lo afirma
Gasmu, el rumor de que tú y los judíos estáis pensando sublevaros; que
para ello reconstruyes la muralla y tratas de hacerte su rey,
7 que incluso has designado profetas para proclamar acerca de ti en
Jerusalén: ¡Judá tiene rey! Estos rumores van a ser oídos por el rey; así que
ven para que tomemos consejo juntos.»
8 Pero yo les mandé decir: «No hay nada de eso que dices; son
invenciones de tu corazón.»
9 Porque lo que querían era meternos miedo, pensando:
«Desfallecerán sus manos y no acabarán la obra.» Pero, por el contrario, yo
me reafirmé más.
10 Había ido yo a casa de Semaías, hijo de Delaías, hijo Mehetabel,
que se encontraba detenido. Dijo él: «Démonos cita en la Casa de Dios, en
el interior del santuario; cerremos las puertas del santuario; porque van a
venir a matarte, esta misma noche vienen a matarte.»
11 Pero yo respondí: «¿Un hombre como yo va a huir? ¿Qué hombre
que sea como yo entraría en el santuario para salvar su vida? No iré.»
12 Pues comprendí que él no había sido enviado por Dios, sino que
había dicho esta profecía sobre mí porque Tobías le había comprado,
13 para que yo, llevado del miedo, lo hiciera así y pecase; y esto me
diera mala fama y pudieran burlarse de mí.
14 Acuérdate, Dios mío, de Tobías, por lo que ha hecho; y también de
Noadía, la profetisa, y de los demás profetas que trataron de asustarme.
15 La muralla quedó terminada el día veinticinco de Elul, en 52 días.
16 Cuando se enteraron todos nuestros enemigos y todas las naciones
de alrededor lo vieron, les pareció una gran maravilla y reconocieron que
esta obra había sido realizada por nuestro Dios.
17 En aquellos mismos días, los notables de Judá multiplicaron sus
cartas dirigidas a Tobías y recibían las de éste;
18 porque tenía en Judá muchos aliados, por ser yerno de Sekanías,
hijo de Ará, y por estar casado su hijo Yehojanán con la hija de Mesullam,
hijo de Berekías.
19 Incluso llegaron a hablar bien de Tobías en mi presencia y le
repetían mis palabras. Y Tobías mandaba cartas para intimidarme.

Nehemías 7
1 Reconstruida la muralla, y una vez que hube fijado las hojas de las
puertas, se colocaron guardias en las puertas (cantores y levitas).
2 Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Jananí y a Jananías, jefe de
la ciudadela, porque era un hombre fiel y temeroso de Dios como pocos;
3 y les dije: «No se abrirán las puertas de Jerusalén hasta que el sol
comience a calentar; y cuando todavía esté alto, se cerrarán y se echarán las
barras a las puertas; y se establecerán puestos de guardia de entre los
habitantes de Jerusalén, unos en su puesto y otros delante de su casa.»
4 La ciudad era espaciosa y grande, pero tenía muy poca población y
no se fundaban nuevas familias.
5 Me puso Dios en el corazón reunir a los notables, a los consejeros y
al pueblo, para hacer el registro genealógico. Hallé el registro genealógico
de los que habían venido al principio, y encontré escrito en él:
6 Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio,
aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había deportado y que
volvieron a Jerusalén y Judea, cada uno a su ciudad.
7 Vinieron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Azarías, Raamías,
Najamaní, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvay, Nejum y Baaná. Lista de
los hombres del pueblo de Israel:
8 los hijos de Parós: 2.172;
9 los hijos de Sefatías: 372;
10 los hijos de Araj: 652;
11 los hijos de Pajat Moab, por parte de los hijos de Josué y de Joab:
2.818;
12 los hijos de Elam: 1.254;
13 los hijos de Zattú: 845;
14 los hijos de Zakkay: 760;
15 los hijos de Binnuy: 648;
16 los hijos de Bebay: 628;
17 los hijos de Azgad: 2.322;
18 los hijos de Adonicam: 667;
19 los hijos de Bigvay: 2.067;
20 los hijos de Adín: 655;
21 los hijos de Ater, de Ezequías: 98;
22 los hijos de Jalum: 328;
23 los hijos de Besay: 324;
24 los hijos de Jarif: 112;
25 los hijos de Gabaón: 95;
26 los hombres de Belén y de Netofá: 188;
27 los hombres de Anatot: 128;
28 los hombres de Bet Azmávet: 42;
29 los hombres de Quiryat Yearim, Kefirá y Beerot: 743;
30 los hombres de Ramá y Gueba: 621;
31 los hombres de Mikmás: 122;
32 los hombres de Betel y de Ay: 123;
33 los hombres de Nebo: 52;
34 los hijos del otro Elam: 1.254;
35 los hijos de Jarim: 320;
36 los hombres de Jericó: 345;
37 los hijos de Lod, Jadid y Onó: 721;
38 los hijos de Senaá: 3.930.
39 Sacerdotes: los hijos de Yedaías, de la casa de Josué: 973;
40 los hijos de Immer: 1.052;
41 los hijos de Pasjur: 1.247;
42 los hijos de Jarim: 1.017.
43 Levitas: los hijos de Josué y Cadmiel, de los hijos de Hodías: 74.
44 Cantores: los hijos de Asaf: 148.
45 Porteros: los hijos de Sallum, los hijos de Ater, los hijos de
Talmón, los hijos de Aqcub, los hijos de Jatitá, los hijos de Sobay: 138.
46 Donados: los hijos de Sijá, los hijos de Jasufá, los hijos de Tabbaot,
47 los hijos de Querós, los hijos de Siá, los hijos de Padón,
48 los hijos de Lebaná, los hijos de Jagabá, los hijos de Salmay,
49 los hijos de Janán, los hijos de Guiddel, los hijos de Gajar,
50 los hijos de Reaías, los hijos de Resín, los hijos de Necodá,
51 los hijos de Gazzam, los hijos de Uzzá, los hijos de Paséaj,
52 los hijos de Besay, los hijos de los meunitas, los hijos de los
nefusitas,
53 los hijos de Baqbuq, los hijos de Jacufá, los hijos de Jarjur,
54 los hijos de Baslit, los hijos de Mejidá, los hijos de Jarsá,
55 los hijos de Barcós, los hijos de Sisrá, los hijos de Témaj,
56 los hijos de Nesíaj, los hijos de Jatifá.
57 Los hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Setay, los hijos de
Soféret, los hijos de Peridá,
58 los hijos de Yaalá, los hijos de Darcón, los hijos de Guiddel,
59 los hijos de Sefatías, los hijos de Jattil, los hijos de Pokéret
Hassebayim, los hijos de Amón.
60 Total de los donados y de los hijos de los siervos de Salomón: 392.
61 Y estos eran los que venían de Tel Mélaj, Tel Jarsá, Kerub, Addón
e Immer, y que no pudieron probar si su familia y su estirpe eran de origen
israelita:
62 los hijos de Belaías, los hijos de Tobías, los hijos de Necodá: 642.
63 Y entre los sacerdotes, los hijos de Jobayías, los hijos Haqcós, los
hijos de Barzillay - el cual se había casado con una de las hijas de Barzillay
el galaadita, cuyo nombre adoptó -.
64 Estos investigaron en su registro genealógico, pero no figuraban;
por lo cual se les excluyó del sacerdocio como ilegítimos,
65 y el Gobernador les prohibió comer de las cosas sacratísimas hasta
que no se presentara un sacerdote para el Urim y el Tummim.
66 La asamblea ascendía a 42.360 personas,
67 sin contar sus siervos y siervas en número de 7.337; tenían también
245 cantores y cantoras.
68 Tenían (736 caballos, 245 mulos) 435 camellos y 6.720 asnos.
69 Algunos de los cabezas de familia hicieron ofrendas para la obra.
El Gobernador entregó al tesoro mil dracmas de oro, 50 copas y 30 túnicas
sacerdotales.
70 Entre los cabezas de familia entregaron al tesoro de la obra 20.000
dracmas de oro y 2.200 minas de plata.
71 Lo que entregó el resto del pueblo ascendía a 20.000 dracmas de
oro, 2.000 minas de plata y 67 túnicas sacerdotales.
72 Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los donados y
todos los demás israelitas se establecieron en sus ciudades. Llegado el mes
séptimo,

Nehemías 8
1 todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que
está delante de la puerta del Agua. Dijeron al escriba Esdras que trajera el
libro de la Ley de Moisés que Yahveh había prescrito a Israel.
2 Trajo el sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea, integrada por
hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día uno del
mes séptimo.
3 Leyó una parte en la plaza que está delante de la puerta del Agua,
desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y
todos los que tenían uso de razón; y los oídos del pueblo estaban atentos al
libro de la Ley.
4 El escriba Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera
levantado para esta ocasión; junto a él estaban: a su derecha, Matitías,
Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda, Pedaías, Misael,
Malkías, Jasum, Jasbaddaná, Zacarías y Mesul-lam.
5 Esdras abrió el libro a los ojos de todo el pueblo - pues estaba más
alto que todo el pueblo - y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie.
6 Esdras bendijo a Yahveh, el Dios grande; y todo el pueblo, alzando
las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!»; e inclinándose se postraron ante
Yahveh, rostro en tierra.
7 (Josué, Baní, Serebías, Yamín, Aqcub, Sabtay, Hodiyías, Maaseías,
Quelitá, Azarías, Yozabad, Janán, Pelaías, que eran levitas, explicaban la
Ley al pueblo que seguía en pie.)
8 Y Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e
interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura.
9 Entonces (Nehemías - el Gobernador - y) Esdras, el sacerdote
escriba (y los levitas que explicaban al pueblo) dijeron a todo el pueblo:
«Este día está consagrado a Yahveh vuestro Dios; no estéis tristes ni
lloréis»; pues todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.
10 Díjoles también: «Id y comed manjares grasos, bebed bebidas
dulces y mandad su ración a quien no tiene nada preparado. Porque este día
está consagrado a nuestro Señor. No estéis tristes: la alegría de Yahveh es
vuestra fortaleza.»
11 También los levitas tranquilizaban al pueblo diciéndole: «Callad:
este día es santo. No estéis tristes.»
12 Y el pueblo entero se fue a comer y beber, a repartir raciones y
hacer gran festejo, porque habían comprendido las palabras que les habían
enseñado.
13 El segundo día los cabezas de familia de todo el pueblo, los
sacerdotes y levitas se reunieron junto al escriba Esdras para comprender
las palabras de la Ley.
14 Y encontraron escrito en la Ley que Yahveh había mandado por
medio de Moisés que los hijos de Israel habitaran en cabañas durante la
fiesta del séptimo mes.
15 En cuanto lo oyeron, hicieron pregonar en todas las ciudades y en
Jerusalén: «Salid al monte y traed ramas de olivo, de pino, de mirto, de
palmera y de otros árboles frondosos, para hacer cabañas conforme a lo
escrito.»
16 Salió el pueblo y trajeron ramas y se hicieron cabañas, cada uno en
su terrado, en sus patios, en los atrios de la Casa de Dios, en la plaza de la
puerta del Agua y en la plaza de la puerta de Efraím.
17 Toda la asamblea, los que habían vuelto del cautiverio, construyó
cabañas y habitó en ellas - cosa que los israelitas no habían hecho desde los
días de Josué, hijo de Nun, hasta aquel día - y hubo gran regocijo.
18 Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios diariamente, desde el
primer día al último. Durante siete días, se celebró fiesta; al octavo tuvo
lugar, según la norma, una asamblea solemne.

Nehemías 9
1 El día veinticuatro de aquel mismo mes, se congregaron los
israelitas para ayunar, vestidos de sayal y la cabeza cubierta de polvo.
2 La raza de Israel se separó de todos los extranjeros; y puestos en pie,
confesaron sus pecados y las culpas de sus padres.
3 (De pie y cada uno en su sitio, leyeron en el libro de la Ley de
Yahveh su Dios, por espacio de un cuarto de día; durante otro cuarto hacían
confesión y se postraban ante Yahveh su Dios.)
4 (Josué, Binnuy, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní
subieron al estrado de los levitas y clamaron en alta voz hacia Yahveh su
Dios,
5 y los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabneías, Serebías, Hodiyías,
Sebanías y Petajías dijeron: «¡Levantaos, bendecid a Yahveh nuestro
Dios!») ¡Bendito seas, Yahveh Dios nuestro, de eternidad en eternidad! ¡Y
sea bendito el Nombre de tu Gloria que supera toda bendición y alabanza!
6 ¡Tú, Yahveh, tú el único! Tú hiciste los cielos, el cielo de los cielos
y toda su mesnada, la tierra y todo cuanto abarca, los mares y todo cuanto
encierran. Todo esto tú lo animas, y la mesnada de los cielos ante ti se
prosterna.
7 Tú, Yahveh, eres el Dios que elegiste a Abram, le sacaste de Ur de
Caldea y le diste el nombre de Abraham.
8 Hallaste su corazón fiel ante ti, con él hiciste alianza, para darle el
país del cananeo, del hitita y del amorreo, del perizita, del jebuseo y del
guirgasita, a él y a su posteridad. Y has mantenido tu palabra, porque eres
justo.
9 Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su
clamor junto al mar de Suf.
10 Contra Faraón obraste señales y prodigios, contra sus siervos y
todo el pueblo de su país, pues supiste que eran altivos con ellos. ¡Te hiciste
un nombre hasta el día de hoy!
11 Tú hendiste el mar ante ellos: por medio del mar pasaron a pie
enjuto. Hundiste en los abismos a sus perseguidores, como una piedra en
aguas poderosas.
12 Con columna de nube los guiaste de día, con columna de fuego por
la noche, para alumbrar ante ellos el camino por donde habían de marchar.
13 Bajaste sobre el monte Sinaí y del cielo les hablaste; les diste
normas justas, leyes verdaderas, preceptos y mandamientos excelentes;
14 les diste a conocer tu santo sábado; les ordenaste mandamientos,
preceptos y Ley por mano de Moisés, tu siervo.
15 Del cielo les mandaste el pan para su hambre, para su sed hiciste
brotar el agua de la roca. Y les mandaste ir a apoderarse de la tierra que tú
juraste darles mano en alto.
16 Altivos se volvieron nuestros padres, su cerviz endurecieron y
desoyeron tus mandatos.
17 No quisieron oír, no recordaron los prodigios que con ellos hiciste;
endurecieron la cerviz y se obstinaron en volver a Egipto y a su
servidumbre. Pero tú eres el Dios de los perdones, clemente y entrañable,
tardo a la cólera y rico en bondad. ¡No los desamparaste!
18 Ni siquiera cuando se fabricaron un becerro de metal fundido y
exclamaron: «¡Este es tu dios que te sacó de Egipto!» (grandes desprecios
te hicieron).
19 Tú, en tu inmensa ternura, no los abandonaste en el desierto: la
columna de nube no se apartó de ellos, para guiarles de día por la ruta, ni la
columna de fuego por la noche, para alumbrar ante ellos el camino por
donde habían de marchar.
20 Tu Espíritu bueno les diste para instruirles, el maná no retiraste de
su boca, y para su sed les diste agua.
21 Cuarenta años los sustentaste en el desierto, y nada les faltó: ni sus
vestidos se gastaron ni se hincharon sus pies.
22 Reinos y pueblos les donaste y las tierras vecinas repartiste: se
apoderaron del país de Sijón, rey de Jesbón, y del país de Og, rey de Basán.
23 Y multiplicaste sus hijos como estrellas del cielo, los llevaste a la
tierra que a sus padres dijiste que entrarían a poseer.
24 Llegaron los hijos y tomaron el país, y tú ante ellos aplastaste a los
habitantes del país, los cananeos, los pusiste en sus manos, con sus reyes y
las gentes del país, para que los trataran a merced de su capricho.
25 Ciudades fuertes conquistaron y una tierra generosa; y heredaron
casas de toda suerte de bienes rebosantes, cisternas ya excavadas, viñas y
olivares, árboles frutales sin medida: comieron, se saciaron, engordaron, se
deleitaron en tus inmensos bienes.
26 Pero después, indóciles, se rebelaron contra ti, arrojaron tu Ley a
sus espaldas, mataron a los profetas que les conjuraban a convertirse a ti;
(grandes desprecios te hicieron).
27 Tú los entregaste en poder de sus enemigos que los oprimieron.
Durante su opresión clamaban hacia ti, y tú los escuchabas desde el cielo; y
en tu inmensa ternura les mandabas salvadores que los libraron de las
manos opresoras.
28 Pero, apenas en paz, volvían a hacer el mal ante ti, y tú los dejabas
en mano de sus enemigos que los oprimían. Ellos de nuevo gritaban hacia
ti, y tú escuchabas desde el cielo: ¡muchas veces, por ternura, los salvaste!
29 Les conminaste para volverlos a tu Ley, pero ellos en su orgullo no
escucharon tus mandatos; contra tus normas pecaron, contra aquellas que,
cumplidas, dan la vida; dieron la espalda, endurecieron su cerviz y no
escucharon.
30 Tuviste paciencia con ellos durante muchos años; les advertiste por
tu Espíritu, por boca de tus profetas; pero ellos no escucharon. Y los pusiste
en manos de las gentes de los países.
31 Mas en tu inmensa ternura no los acabaste, no los abandonaste,
porque eres tú Dios clemente y lleno de ternura.
32 Ahora, pues, oh Dios nuestro, tú, Dios grande, poderoso y temible,
que mantienes la alianza y el amor, no menosprecies esta miseria que ha
caído sobre nosotros, sobre nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes y
profetas, sobre todo tu pueblo, desde los tiempos de los reyes de Asiria
hasta el día de hoy.
33 Has sido justo en todo lo que nos ha sobrevenido, pues tú fuiste
fiel, y nosotros malvados:
34 nuestros reyes y jefes, nuestros sacerdotes y padres no guardaron tu
Ley, no hicieron caso de los mandamientos y dictámenes que tú les diste.
35 Mientras vivían en su reino, entre los grandes bienes que tú les
regalabas, y en la espaciosa y generosa tierra que tú les habías preparado,
no te sirvieron ellos ni se convirtieron de sus malas acciones.
36 Míranos hoy a nosotros esclavos, y en el país que habías dado a
nuestros padres para gozar de sus frutos y bienes, mira que aquí en
servidumbre nos sumimos.
37 Sus muchos frutos son para los reyes, que por nuestros pecados tú
nos impusiste, y que a capricho dominan nuestras personas, cuerpos y
ganados. ¡En gran angustia nos hallamos!

Nehemías 10
1 De acuerdo con todo esto, nosotros tomamos un firme compromiso
por escrito. En el documento sellado figuran nuestros jefes, nuestros levitas
y nuestros sacerdotes...
2 En el documento sellado figuraban: Nehemías, hijo de Jakalías, y
Sedecías.
3 Seraías, Azarías, Jeremías,
4 Pasjur, Amarías, Malkías,
5 Jattús, Sebanías, Malluk,
6 Jarim, Meremot, Abdías,
7 Daniel, Guinnetón, Baruc,
8 Mesullam, Abías, Miyyamín,
9 Maazías, Bilgay, Semaías: estos son los sacerdotes.
10 Luego los levitas: Josué, hijo de Azanías, Binnuy, de los hijos de
Jenadad, Cadmiel
11 y sus hermanos Sekanías, Hodavías, Quelitá, Pelaías, Janán,
12 Miká, Rejob, Jasabías,
13 Zakkur, Serebías, Sebanías,
14 Hodiyías, Baní, Quenaní.
15 Los jefes del pueblo: Parós, Pajat Moab, Elam, Zattú, Baní,
16 Bunní, Azgad, Bebay,
17 Adonías, Bigvay, Adín,
18 Ater, Ezequías, Azzur,
19 Hodiyías, Jatum, Besay,
20 Jarif, Anatot, Nobay,
21 Magpiás, Mesullam, Jezir,
22 Mesezabel, Sadoq, Yaddúa,
23 Pelatías, Janán, Hanaías,
24 Oseas, Jananías, Jassub,
25 Hallojés, Piljá, Sobeq,
26 Rejum, Jasabná, Maaseías,
27 Ajías, Janán, Anán,
28 Malluk, Jarim, Baaná.
29 y el resto del pueblo, los sacerdotes y los levitas los porteros, los
cantores, los donados y todos los separados de las gentes del país para
seguir la Ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, cuantos tienen uso
de razón,
30 se adhieren a sus hermanos y a los nobles y se comprometen por
imprecación y juramento a caminar en la Ley de Dios, que fue dada por
mano de Moisés, siervo de Dios, y a guardar y practicar todos los
mandamientos de Yahveh nuestro Señor, sus normas y sus leyes.
31 A no dar nuestras hijas a las gentes del país ni tomar sus hijas para
nuestros hijos.
32 Si las gentes del país traen, en día de sábado, mercancías o
cualquier otra clase de comestibles para vender, nada les compraremos en
día de sábado ni en día sagrado. En el año séptimo abandonaremos el
producto de la tierra y todas las deudas.
33 Nos imponemos como obligación: Dar un tercio de siclo al año
para el servicio de la Casa de nuestro Dios:
34 para el pan que se presenta, para la oblación perpetua y el
holocausto perpetuo, para los sacrificios de los sábados, de los novilunios,
de las solemnidades, para los alimentos sagrados, para los sacrificios por el
pecado como expiación por Israel y para toda la obra de la Casa de nuestro
Dios;
35 Hemos echado a suertes - sacerdotes, levitas y pueblo - la ofrenda
de la leña que ha de traer a la Casa de nuestro Dios cada familia en su
turno, a sus tiempos, cada año, para quemarla sobre el altar de Yahveh
nuestro Dios con arreglo a lo escrito en la Ley.
36 y traer cada año a la Casa de Yahveh las primicias de nuestro suelo
y las primicias de los frutos de todos los árboles,
37 y los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, conforme
a lo escrito en la Ley - los primeros nacidos de nuestro ganado mayor y
menor, que se traen a la Casa de nuestro Dios son para los sacerdotes que
ejercen el ministerio en la casa de nuestro Dios -.
38 Lo mejor de nuestras moliendas, de los frutos de todo árbol, del
vino y del aceite, se lo traeremos a los sacerdotes, a los aposentos de la
Casa de nuestro Dios; y el diezmo de nuestro suelo a los levitas, y ellos
mismos cobrarán el diezmo en todas las ciudades de nuestra labranza;
39 un sacerdote, hijo de Aarón, irá con los levitas cuando éstos cobren
el diezmo; los levitas subirán el diezmo del diezmo a la Casa de nuestro
Dios a los aposentos de la casa del tesoro;
40 pues a estos aposentos traen los israelitas y los levitas la ofrenda
reservada de trigo, vino y aceite; allí se encuentran también los utensilios
del santuario, de los sacerdotes que están de servicio y de los porteros y
cantores. No abandonaremos más la Casa de nuestro Dios.

Nehemías 11
1 Los jefes del pueblo se establecieron en Jerusalén. El resto del
pueblo echó a suertes para que de cada diez hombres habitase uno en
Jerusalén, la Ciudad Santa, quedando los otros nueve en las ciudades.
2 Y el pueblo bendijo a todos los hombres que se ofrecieron
voluntarios para habitar en Jerusalén.
3 Estos son los jefes de la provincia que se establecieron en Jerusalén
y en las ciudades de Judá; Israel, sacerdotes, levitas, donados e hijos de los
siervos de Salomón, vivían en sus ciudades, cada uno en su propiedad.
4 Habitaban en Jerusalén hijos de Judá e hijos de Benjamín. De los
hijos de Judá: Ataías, hijo de Uzzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo
de Sefatías, hijo de Mahalalel, de los hijos de Peres;
5 Maaseías, hijo de Baruc, hijo de Kol Jozé, hijo de Jazaías, hijo de
Adaías, hijo de Yoyarib, hijo de Zacarías, el selanita.
6 El total de los hijos de Peres que habitaban en Jerusalén era de 468,
hombres vigorosos.
7 Los hijos de Benjamín eran: Sallú, hijo de Mesullam, hijo de Yoed,
hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maaseías, hijo de Itiel, hijo de
Isaías,
8 y sus hermanos, hombres vigorosos: 928.
9 Joel, hijo de Zikrí, era su encargado y Judá, hijo de Hassenúa, era el
segundo jefe de la ciudad.
10 De los sacerdotes: Yedaías, hijo de Yoyaquim, hijo de
11 Seraías, hijo de Jilquías, hijo de Mesullam, hijo de Sadoq, hijo de
Merayot, hijo de Ajitub, príncipe de la Casa de Dios,
12 y sus hermanos empleados en la obra de la Casa: 822; Adaías, hijo
de Yerojam, hijo de Pelalías, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasjur,
hijo de Malkías,
13 y sus hermanos, cabezas de familia: 242; y Amasay, hijo de Azarel,
hijo de Ajzay, hijo de Mesillemot, hijo de Immer,
14 y sus hermanos, hombres vigorosos: 128. Su encargado era
Zabdiel, hijo de Haggadol.
15 De los levitas: Semaías, hijo de Jassub, hijo de Azricam, hijo de
Jasabías, hijo de Bunní;
16 Sabtay y Yozabad, que entre los jefes de los levitas estaban al
frente de los servicios exteriores de la Casa de Dios;
17 Mattanías, hijo de Miká, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, que dirigía los
himnos, entonaba la acción de gracias de la oración; Baqbuquías, el
segundo entre sus hermanos; Abdías, hijo de Sammúa, hijo de Galal, hijo de
Yedutún.
18 Total de los levitas en la Ciudad santa: 284.
19 Los porteros: Aqcub, Talmón y sus hermanos, que hacían la
guardia de las puertas: 172.
20 El resto de los israelitas, de los sacerdotes y levitas, se estableció
en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.
21 Los donados habitaban el Ofel; Sijá y Guispá estaban al frente de
los donados.
22 El encargado de los levitas en Jerusalén era Uzzí, hijo de Baní, hijo
de Jasabías, hijo de Mattanías, hijo de Miká; era uno de los hijos de Asaf
que estaban encargados del canto según el servicio de la Casa de Dios;
23 porque había acerca de los cantores un mandato del rey y un
reglamento que fijaba los actos de cada día.
24 Petajías, hijo de Mesezabel, de los hijos de Zéraj, hijo de Judá,
estaba a las órdenes del rey para todos los asuntos del pueblo,
25 y en los poblados situados en sus campos. Parte de los hijos de
Judá habitaban en Quiryat Haarbá y sus aldeas anejas, en Dibón y sus
aldeas anejas, en Jeqcabsel y sus poblados,
26 en Yesúa, en Moladá, en Bet Pélet,
27 en Jasar Sual, en Berseba y sus aldeas anejas,
28 en Siquelag, en Mekoná y sus aldeas anejas,
29 en Enrimmón, en Soreá, en Yarmut,
30 en Zanóaj, Adullam y sus caseríos; Lakis y su comarca, Azecá y
sus aldeas anejas: se establecieron desde Berseba hasta el valle de Hinnón.
31 Algunos hijos de Benjamín habitaban en Gueba, Midmás, Ayyá,
Betel y sus aldeas anejas,
32 Anatot, Nob, Ananías,
33 Jasor, Ramá, Guittayim,
34 Jadid, Seboím, Neballat,
35 Lod y Onó, y el valle de los Artesanos.
36 Había grupos de levitas en Judá y en Benjamín.

Nehemías 12
1 Estos son los sacerdotes y los levitas que subieron con Zorobabel,
hijo de Sealtiel, y con Josué: Seraías, Jeremías, Esdras,
2 Amarías, Malluk, Hattús,
3 Sekanías, Rejum, Meremot,
4 Iddó, Guinnetón, Abías,
5 Miyyamín, Maadías, Bilgá,
6 Semaías; además: Yoyarib, Yedaías,
7-a Sallú, Amoq, Jilquías, Yedaías.
7-b Estos eran los jefes de los sacerdotes y de sus hermanos, en
tiempo de Josué.
8 Levitas: Josué, Binnuy, Cadmiel, Serebías, Judá, Mattanías - que
dirigía con sus hermanos los himnos de acción de gracias,
9 y Baqbuquías, Unní y sus hermanos les hacían coro en sus
ministerios.
10 Josué engendró a Yoyaquim; Yoyaquim engendró a Elyasib;
Elyasib engendró a Yoyadá;
11 Yoyadá engendró a Yojanán, y Yojanán engendró a Yaddúa.
12 En los días de Yoyaquim los sacerdotes cabezas de familia eran: de
la familia de Seraías: Meraías; de la familia de Jeremías: Jananías;
13 de la de Esdras: Mesullam; de la de Amarías: Yehojanán;
14 de la de Malluk: Jonatán; de la de Sekanías: José;
15 de la de Jarim: Azná; de la de Meremot: Jelcay;
16 de la de Iddó: Zacarías; de la de Guinnetón: Mesullam;
17 de la de Abías: Zikrí; de la de Miyyamín:... de la de Maadías:
Piltay;
18 de la de Bilgá: Sammúa; de la de Semaías: Jonatán;
19 además: de la de Yoyarib: Mattenay; de la Yedaías: Uzzí;
20 de la de Sallú: Callay; de la de Amoq: Héber;
21 de la de Jilquías: Jasabías; de la de Yedaías: Natanael.
22 En tiempo de Elyasib, Yoyadá, Yojanán y Yaddúa, los cabezas de
familias sacerdotales fueron registrados en el libro de las Crónicas, hasta el
reinado de Darío el persa.
23 Los hijos de Leví: Los cabezas de familia fueron registrados en el
libro de las Crónicas, hasta el tiempo de Yojanán, nieto de Elyasib.
24 Los jefes de los levitas eran: Jasabías, Serebías, Josué, Binnuy,
Cadmiel; y sus hermanos, frente por frente para ejecutar los himnos de
alabanza y de acción de gracias, conforme a las instrucciones de David,
hombre de Dios, en grupos alternos,
25 eran: Mattanías, Baqbuquías, y Abdías. Y Mesullam, Talmón y
Aqcub, porteros, montaban la guardia en los almacenes junto a las puertas.
26 Estos vivían en tiempo de Yoyaquim, hijo de Josué, hijo de
Yosadaq, y en tiempo de Nehemías, el gobernador, y de Esdras, el
sacerdote - escriba.
27 Cuando la dedicación de la muralla de Jerusalén, se buscó a los
levitas por todos los lugares para traerlos a Jerusalén, con el fin de celebrar
la dedicación con alegría, con cánticos de acción de gracias y música de
címbalos, salterios y cítaras.
28 Los cantores, hijos de Leví, se congregaron de la región
circundante de Jerusalén, de los poblados de los netofatíes,
29 de Bet Haguilgal, de los campos de Gueba y de Azmávet; porque
los cantores habían construido poblados alrededor de Jerusalén.
30 Sacerdotes y levitas se purificaron, y luego purificaron al pueblo,
las puertas y la muralla.
31 Mandé entonces a los jefes de Judá que subieran a la muralla y
organicé dos grandes coros. El primero marchaba por encima de la muralla,
hacia la derecha, hacia la puerta del Muladar;
32 detrás de ellos iban Hosaías y la mitad de los jefes de Judá,
33 Azarías, Esdras, Mesullam,
34 Judá, Benjamín, Semaías y Jeremías,
35 elegidos entre los sacerdotes y provistos de trompetas; y Zacarías,
hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Mattanías, hijo de Miká, hijo de
Zakkur, hijo de Asaf,
36 con sus hermanos, Semaías, Azarel, Milalay, Guilalay, Maay,
Natanael, Judá, Jananí, con los instrumentos músicos de David, hombre de
Dios. Y Esdras el escriba iba al frente de ellos.
37 A la altura de la puerta de la Fuente, subieron a derecho por la
escalera de la Ciudad de David, por encima de la muralla, y por la subida de
la Casa de David, hasta la puerta del Agua, al Oriente.
38 El segundo coro marchaba por la izquierda; yo iba detrás, con la
mitad de los jefes del pueblo, por encima de la muralla, pasando por la
torre de los Hornos, hasta la muralla de la Plaza,
39 por encima de la puerta de Efraím, la puerta de los Peces, la torre
de Jananel, hasta la puerta de las Ovejas; se hizo alto en la puerta de la
Prisión.
40 Luego los dos corros se colocaron en la Casa de Dios. - Tenía yo a
mi lado a la mitad de los consejeros,
41 y a los sacerdotes Elyaquim, Maaseías, Minyamín, Miká,
Elyoenay, Zacarías, Jananías, con trompetas,
42 y Maaseías, Semaías, Eleazar, Uzzí, Yehojanán, Malkiyías, Elam y
Ezer -. Los cantores entonaron su canto bajo la dirección de Yizrajías.
43 Se ofrecieron aquel día grandes sacrificios y la gente se entregó a la
algazara, pues Dios les había concedido un gran gozo; también se
regocijaron las mujeres y los niños. Y el alborozo de Jerusalén se oía desde
lejos.
44 En aquel tiempo se puso al frente de los aposentos destinados para
almacenes de las ofrendas reservadas, de las primicias y de los diezmos, a
hombres que recogiesen en ellos, del territorio de las ciudades, las
porciones que la Ley otorga a los sacerdotes y a los levitas. Pues Judá se
complacía en ver a los sacerdotes y levitas en sus funciones.
45 Ellos cumplían el ministerio de su Dios y el ministerio de las
purificaciones, junto con los cantores y los porteros, conforme a lo
mandado por David y su hijo Salomón.
46 Pues ya desde un principio, desde los días de David y de Asaf,
había jefes de cantores y cánticos de alabanza y acción de gracias a Dios.
47 Y todo Israel, en tiempo de Zorobabel y en tiempo de Nehemías,
daba a los cantores y a los porteros las raciones correspondientes a cada
día. A los levitas se les entregaban las cosas sagradas, y los levitas
entregaban su parte a los hijos de Aarón.

Nehemías 13
1 En aquel tiempo se leyó a oídos del pueblo en el libro de Moisés, y
se encontró escrito en él: = «El ammonita y el moabita no entrarán jamás en
la asamblea de = Dios,
2 = porque no recibieron = a los israelitas = con pan y agua. Tomaron
a sueldo = contra ellos a = Balaam, para maldecirles, pero nuestro = Dios =
cambió la maldición en bendición.» =
3 Así que, en oyendo la Ley, se excluyó de Israel a todo extranjero.
4 Antes de esto, el sacerdote Elyasib había sido encargado de los
aposentos de la Casa de nuestro Dios. Como era pariente de Tobías,
5 le había proporcionado un aposento espacioso, donde anteriormente
se depositaban las oblaciones, el incienso, los utensilios, el diezmo del
trigo, del vino y del aceite, es decir, las porciones de los levitas, los cantores
y los porteros, y lo reservado a los sacerdotes.
6 Cuando sucedía esto, yo no estaba en Jerusalén, porque el año 32 de
Artajerjes, rey de Babilonia, había ido donde el rey; pero al cabo de algún
tiempo el rey me permitió volver;
7 volví a Jerusalén, y me enteré de la mala acción que había hecho
Elyasib en favor de Tobías, preparándole un aposento en el atrio de la Casa
de Dios.
8 Esto me desagradó mucho; eché fuera del aposento todos los
muebles de la casa de Tobías,
9 y mandé purificar los aposentos y volver a poner en ellos los
utensilios de la Casa de Dios, las oblaciones y el incienso.
10 Me enteré también de que ya no se entregaban las raciones de los
levitas, por lo que ellos se habían marchado cada uno a su campo - los
levitas y los cantores encargados del servicio -.
11 Reprendí por ello a los consejeros diciéndoles: «¿Por qué ha sido
abandonada la Casa de Dios?» Luego los reuní de nuevo y los restablecí en
sus puestos.
12 Y todo Judá trajo a los almacenes el diezmo del trigo, del vino y
del aceite.
13 Puse al frente de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba
Sadoq y Pedaías, uno de los levitas, y como ayudante, a Janán, hijo de
Zakkur, hijo de Mattanías, porque eran considerados como personas fieles;
les incumbía distribuir las porciones a sus hermanos.
14 ¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío; no borres las obras de piedad
que yo hice por la Casa de mi Dios y por sus servicios!
15 Por aquellos días, vi que había en Judá quienes pisaban los lagares
en día de sábado; otros acarreaban los haces de trigo y los cargaban sobre
los asnos, y también vino, uva, higos y toda clase de cargas, para traerlo a
Jerusalén en día de sábado: les advertí que no vendiesen sus mercancías.
16 En Jerusalén, algunos tirios que habitan en ella traían pescado y
toda clase de mercancías para vendérselas a los judíos en día de sábado,
17 Reprendí a los notables de Judá diciendo: «¡Qué mala acción
cometéis profanando el día del sábado!
18 ¿No fue así como obraron vuestros padres y por lo que nuestro
Dios hizo caer toda esta desgracia sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¡Y
vosotros aumentáis así la Cólera contra Israel profanando el sábado!»
19 Así que ordené que cuando la sombra cubriese las puertas de
Jerusalén, la víspera del sábado se cerrasen las puertas, y que no se abriesen
hasta después del sábado. Y puse junto a las puertas a algunos de mis
hombres para que no entrase carga alguna en día de sábado.
20 Una o dos veces, algunos mercaderes que vendían toda clase de
mercancías pasaron la noche fuera de Jerusalén,
21 pero yo les avisé diciéndoles: «¿Por qué pasáis la noche junto a la
muralla? ¡Si volvéis a hacerlo, os meteré mano!» Desde entonces no
volvían más en sábado.
22 Ordené también a los levitas purificarse y venir a guardar las
puertas, para santificar el sábado. ¡También por esto acuérdate de mí, Dios
mío, y ten piedad de mí según tu gran misericordia!
23 Vi también en aquellos días que algunos judíos se habían casado
con mujeres asdoditas, ammonitas o moabitas.
24 De sus hijos, la mitad hablaban asdodeo o la lengua de uno u otro
pueblo, pero no sabían ya hablar judío.
25 Yo les reprendí y les maldije, hice azotar a algunos de ellos y
arrancarles los cabellos, y los conjuré en nombre de Dios: «¡No debéis dar
vuestras hijas a sus hijos ni tomar ninguna de sus hijas por mujeres ni para
vuestros hijos ni para vosotros mismos!
26 ¿No pecó en esto Salomón, rey de Israel? Entre tantas naciones no
había un rey semejante a él; era amado de su Dios; Dios le había hecho rey
de todo Israel. Y también a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.
27 ¿Se tendrá que oír de vosotros que cometéis el mismo gran crimen
de rebelaros contra nuestro Dios casándoos con mujeres extranjeras?»
28 Uno de los hijos de Yoyadá, hijo del sumo sacerdote Elyasib, era
yerno de Samballat el joronita. Yo le eché de mi lado.
29 ¡Acuérdate de estas gentes, Dios mío, por haber mancillado el
sacerdocio y la alianza de los sacerdotes y levitas!
30 Los purifiqué, pues, de todo lo extranjero. Y establecí, para los
sacerdotes y levitas, reglamentos que determinaran la tarea de cada uno,
31 y lo mismo para las ofrendas de leña a plazos fijos y para las
primicias. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para mi bien!

TOBÍAS

Tobías 1
1 Historia de Tobit, hijo de Tobiel, hijo de Ananiel, hijo de Aduel,
hijo de Gabael, del linaje de Asiel, de la tribu de Neftalí,
2 que en tiempo de Salmanasar, rey de Asiria, fue deportado de Tibé,
que queda al sur de Cadés de Neftalí, en la Galilea superior, por encima de
Jasor, detrás del camino del oeste y al norte de Sefat.
3 Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en justicia todos los
días de mi vida y he repartido muchas limosmas entre mis hermanos y
compatriotas, deportados conmigo a Nínive, al país de los asirios.

4 Siendo yo joven todavía y estando en mi país, en la tierra de Israel,


toda la tribu de mi padre Neftalí se apartó de la casa de David y de
Jerusalén, la ciudad elegida entre todas las tribus de Israel para ofrecer allí
sacrificios y en la que había sido edificado y consagrado, para todas las
generaciones venideras, el Templo de la Morada del Altísimo.
5 Todos mis hermanos y la casa de mi padre Neftalí ofrecían
sacrificios al becerro que Jeroboam, rey de Israel, había hecho en Dan, en
los montes de Galilea.

6 Muchas veces era yo el único que iba a Jerusalén, con ocasión de


las fiestas, tal como está prescrito para todo Israel por decreto perpetuo; en
cobrando las primicias y las crías primeras y diezmos de mis bienes y el
primer esquileo de mis ovejas, acudía presuroso a Jerusalén
7 y se lo entregaba a los sacerdotes, hijos de Aarón, para el altar.
Daba a los levitas, que hacían el servicio en Jerusalén, el diezmo del vino,
del grano, del olivo, de los granados, de los higos y demás frutales; tomaba
en metálico el segundo diezmo, de los seis años, y lo gastaba en Jerusalén.

8 Entregaba el tercer diezmo a los huérfanos, a las viudas y a los


prosélitos que vivían con los israelitas; se lo llevaba y entregaba cada tres
años, celebrando una comida con ellos conforme a lo que se prescribe en la
Ley de Moisés y conforme a los preceptos que me dio Débora, madre de
nuestro padre Ananiel, pues mi padre había muerto dejándome huérfano.
9 En llegando a edad adulta, me casé con Ana, mujer de nuestra
parentela; y ella dio a luz a Tobías.
10 Cuando la deportación de Asiria, yo también fui deportado y me
trasladé a Nínive. Todos mis hermanos y los de mi linaje comían los
manjares de los gentiles,

11 más yo me guardé bien de comerlos.


12 Como yo me acordaba de Dios con toda mi alma,
13 me concedió el Altísimo gracia y favor ante Salmanasar, y llegué a
ser procurador suyo.
14 Me trasladé a Media y administré allí sus negocios hasta su
muerte; y desposité en Ragués de Media, en casa de Gabael, hermano de
Gabrí, unos sacos de plata por valor de diez talentos.
15 Muerto Salmanasar, le sucedió en el trono su hijo Senaquerib; en
su reinado, los caminos de Media se hicieron inseguros y no pude volver
allí.

16 En los días de Salmanasar hice yo muchas limosmas a mis


hermanos de raza;
17 di mi pan a los hambrientos y vestido a los desnudos; y si veía el
cadaver de alguno de los de mi raza arrojado extramuros de Nínive, le daba
sepultura.
18 Enterré igualmente a los que mató Senaquerib (cuando vino
huyendo de Judea después del escarmiento que hizo contra él el Rey del
Cielo, a causa de sus blasfemias. Senaquerib, en su cólera, mandó matar a
muchos israelitas); y yo sustraje sus cuerpos y los enterré. Senaquerib los
buscó sin encontrarlos.

19 Un ninivita fue a denunciarme al rey de que yo los había enterrado


en secreto. Cuando supe que el rey tenía informes acerca de mí, y que me
buscaba para matarme, tuve miedo y escapé.
20 Me fueron arrebatados todos mis bienes; nada quedó sin confiscar
para el tesoro real, salvo mi mujer Ana y mi hijo Tobías.
21 Aún no habían transcurrido cuarenta días, cuando Senaquerib fue
asesinado por sus dos hijos, que huyeron luego hacia los montes Ararat. Le
sucedió su hijo Asarjaddón. Asarjaddón puso a Ajikar, hijo de mi hermano
Anael, al frente de las finanzas de su reino, de modo que dirigía toda la
administración.

22 Ajikar intercedió por mí y pude regresar a Nínive. Ajikar, de


hecho, había sido copero mayor, custodio del sello, administrador y
encargado de las finanzas bajo Senaquerib, rey de Asiria; y Asarjaddón le
confirmó en los cargos. Era sobrino mío y de mi propia parentela.

Tobías 2
1 En el reinado de Asarjaddón pude regresar a mi casa y me fue
devuelta mi mujer Ana y mi hijo Tobías. En nuestra solemnidad de
Pentecostés, que es la santa solemnidad de las Semanas, me habían
preparado una excelente comida y me dispuse a comer.
2 Cuando me presentaron la mesa, con numerosos manjares, dije a mi
hijo Tobías: «Hijo, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en
Nínive a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma
con nosotros. Te esperaré hasta que vuelvas, hijo mío.»

3 Fuese, pues, Tobías a buscar a alguno de nuestros hermanos pobres,


y cuando regresó me dijo: «Padre.» Le respondí: «¿Qué hay, hijo?»
Contestó: «Padre, han asesinado a uno de los nuestros; le han estrangulado
y le han arrojado en la plaza del mercado y aún está allí.»
4 Me levanté al punto y sin probar la comida, alcé el cadáver de la
plaza y lo dejé en una habitación, en espera de que se pusiera el sol, para
enterrarlo.
5 Volví a entrar, me lavé y comí con aflicción

6 acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel:


= Vuestras solemnidades se convertirán en duelo y todas vuestras canciones
en lamento. =
7 Y lloré. Cuando el sol se puso, cavé una fosa y sepulté el cadáver.
8 Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido. (Pues,
en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.) Apenas si
pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.»
9 Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y me
recosté contra la tapia, con el rostro cubierto a causa del calor.

10 Ignoraba yo que arriba, en el muro, hubiera gorriones; me cayó


excremento caliente sobre los ojos y me salieron manchas blancas. Fui a los
médicos, para que me curasen; pero cuantos más remedios me aplicaban,
menos veía a causa de las manchas, hasta que me quedé completamente
ciego. Cuatro años estuve sin ver. Todos mis hermanos estaban afligidos;
Ajikar, por su parte, proveyó a mi sustento durante dos años, hasta que se
trasladó a Elimaida.
11 En aquellas circunstancias, mi mujer Ana, tuvo que trabajar a
sueldo en labores femeninas; hilaba lana y hacía tejidos

12 que entregaba a sus señores, cobrando un sueldo; el siete del mes


de Dystros acabó un tejido y se lo entregó a los dueños, que le dieron todo
su jornal y le añadieron un cabrito para una comida.
13 Cuando entró ella en casa, el cabrito empezó a balar; yo, entonces,
llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿Es que ha
sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer cosa
robada.»
14 Ella me dijo: «Es un regalo que me han añadido a mi sueldo.»
Pero yo no la creí; ordené que lo devolviera a los dueños y me irrité contra
ella por este asunto. Entonces ella me replicó: «¿Dónde están tus limosnas y
tus buenas obras? ¡Ahora se ve todo bien claro!»

Tobías 3
1 Anegada entonces mi alma de tristeza, suspirando y llorando,
comenzé a orar con gemidos:
2 Tú eres justo, Señor, y justas son todas tus obras. Misericordia y
verdad son todos tus caminos. Tú eres el Juez del Universo.
3 Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame. No me condenes por mis
pecados, mis inadvertencias y las de mis padres. Hemos pecado en tu
presencia,
4 no hemos escuchado tus mandatos y nos has entregado al saqueo, a
la burla, al comentario y al oprobio de todas las gentes entre las que nos has
dispersado.

5 Pero cierto es, Señor, que todas tus sentencias a la verdad responden
cuando me tratas según mis pecados y los de mis padres; porque no hemos
cumplido tus mandatos, y no hemos caminado en la verdad delante de ti.
6 Haz conmigo ahora según lo que te plazca y ordena que reciban mi
vida para que yo me disuelva sobre la faz de la tierra, porque más me vale
morir que vivir. Tengo que aguantar injustos reproches y me anega la
tristeza. Manda, Señor, que sea liberado de esta aflicción y déjame partir al
lugar eterno, y no apartes, Señor, tu rostro de mí, pues prefiero morir a
pasar tanta aflicción durante la vida y tener que seguir oyendo injurias.

7 Sucedió aquel mismo día, que también Sarra, hija de Ragüel, el de


Ecbátana de Media, fue injuriada por una de las esclavas de su padre,
8 porque había sido dada en matrimonio a siete hombres, pero el
malvado demonio Asmodeo los había matado antes de que se unieran a ella
como casados. La esclava le decía: «¡Eres tú la que matas a tus maridos! Ya
has tenido siete, pero ni de uno siquiera has disfrutado.
9 ¿Nos castigas porque se te mueren los maridos? ¡Vete con ellos y
que nunca veamos hijo ni hija tuyos!»

10 Entonces Sarra, con el alma llena de tristeza, se echó a llorar y


subió al aposento de su padre con intención de ahorcarse. Pero,
reflexionando, pensó: «Acaso esto sirva para que injurien a mi padre y le
digan: "Tenías una hija única, amada y se ha ahorcado porque se sentía
desgraciada." No puedo consentir que mi padre, en su ancianidad, baje con
tristeza a la mansión de los muertos. Es mejor que, en vez de ahorcarme,
suplique al Señor que me envíe la muerte para no tener que oír injurias
durante mi vida.»

11 Y en aquel momento, extendiendo las manos hacia la ventana, oró


así: Bendito seas tú, Dios de misericordias, y bendito sea tu Nombre por los
siglos, y que todas tus obras te bendigan por siempre.
12 Vuelvo ahora mi rostro y alzo mi ojos hacia ti.
13 Manda que yo sea librada de la tierra, para no escuchar ultrajes.
14 Tú sabes, Señor, que yo estoy pura de todo contacto de varón;
15 que no he mancillado mi nombre ni el nombre de mi padre en la
tierra de mi cautividad. Soy la única hija de mi padre; no tiene otros hijos
que le hereden, no tiene junto a sí ningún hermano ni pariente a quien me
deba por mujer. Ya perdí siete maridos: ¿para qué quiero la vida? Si no te
place, Señor, darme la muerte, ¡mírame con compasión! y no tenga yo que
escuchar injurias.

16 Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de


ambos
17 y fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se le
quitaran las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver
la luz de Dios; y a Sarra la de Ragüel, para entregarla por mujer a Tobías,
hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el demonio malvado; porque Tobías
tenía más derechos sobre ella que todos cuantos la pretendían. En aquel
mismo momento se volvía Tobit del patio a la casa, y Sarra, la de Ragüel,
descendía del aposento.

Tobías 4
1 Aquel día, se acordó Tobit del dinero que había dejado en depósito
a Gabael, en Ragués de Media,
2 y se dijo para sí: «Yo, ya estoy deseando morirme. Así que voy a
llamar a mi hijo Tobías y le voy a hablar de este dinero antes de morirme.»
3 Llamó, pues, Tobit a su hijo, que se presentó ante él. Tobit le dijo:
«Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le
des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le
causes tristeza por ningún motivo.

4 Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por ti cuando te


llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltata junto a mí, en el mismo
sepulcro.
5 «Acuérdate, hijo, del Señor todos los días y no quieras pecar ni
transgredir sus mandamientos; practica la justicia todos los días de tu vida y
no andes por caminos de injusticia,
6 pues si te portas según verdad, tendrás éxito en todas tus cosas,
7 como todos los que practican la justicia. «Haz limosma con tus
bienes; y al hacerlo, que tu ojo no tenga rencilla. No vuelvas la cara ante
ningún pobre y Dios no apartará de ti su cara.

8 Regula tu limosma según la abundancia de tus bienes. Si tienes


poco, da conforme a ese poco, pero nunca temas dar limosna,
9 porque así te atesoras una buena reserva para el día de la necesidad.
10 Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas.
11 Don valioso es la limosma para cuantos la practican en presencia
del Altísimo.
12 «Guárdate, hijo, de toda impureza y, sobre todo, toma mujer del
linaje de tus padres; no tomes mujer extraña que no pertenezca a la tribu de
tu padre, porque somos descendientes de profetas. Recuerda, hijo, que
desde siempre nuestros padres Noé, Abraham, Isaac y Jacob tomaron
mujeres de entre sus hermanos y fueron bendecidos en sus hijos, de modo
que su estirpe poseerá la tierra en herencia.

13 Así pues, hijo, ama a tus hermanos; no tengas con tus hermanos, ni
con los hijos y las hijas de tu pueblo, corazón soberbio, en orden a tomar
para ti mujer de entre ellos; pues la soberbia acarrea la ruina y prolija
inquietud; y la ociosidad, bajeza y extrema penuria; porque la ociosidad es
madre de la indigencia.
14 «No retengas el salario de los que trabajan para ti; dáselo al
momento. Si sirves a Dios serás recompensado. Pon cuidado, hijo, en todas
tus acciones y muéstrate educado en toda tu conducta.

15 No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. No bebas vino


hasta emborracharte y no hagas de la embriaguez tu compañera de camino.
16 «Da de tu pan al hambriento y de tus vestidos al desnudo. Haz
limosna de todo cuanto te sobra; y no tenga rencilla tu ojo cuando hagas
limosna.
17 Esparce tu pan sobre la tumba de los justos, pero no lo des a los
pecadores.
18 «Busca el consejo de los prudentes y no desprecies ningún aviso
saludable.
19 Bendice al Señor Dios en toda circunstancia, pídele que sean
rectos todos tus caminos y que llegen a buen fin todas tus sendas y
proyectos. Pues no todas las gentes tienen consejo; es el Señor quien da
todos los bienes y, cuando quiere, eleva o abata hasta lo profundo del
Hades. Así, pues, hijo, recuerda estos mandamientos y no permitas que se
borren de tu corazón.

20 «También quiero decirte que dejé en depósito a Gabael, hijo de


Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de plata.
21 No debes preocuparte, hijo, porque seamos pobres. Muchos bienes
posees si temes a Dios, huyes de todo pecado y haces lo que es bueno ante
el Señor tu Dios.»

Tobías 5
1 Entonces Tobías respondió a su padre Tobit: «Haré cuanto me has
mandado, padre.
2 Pero ¿cómo podré recuperar el depósito? Ni él me conoce a mí ni
yo a él. ¿Qué señal debo darle para que me reconozca, me crea y me
devuelva el dinero? Por otra parte, desconozco la ruta que conduce a
Media.»
3 Tobit, entonces, respondió a su hijo Tobías: «El me dio un recibo y
yo a él otro; lo partí en dos, tomé una parte y dejé la otra con el dinero. ¡Ya
va para veinte años que deposité esta suma! Ahora, hijo, busca un hombre
de confianza que vaya contigo, y le tomaremos a sueldo hasta tu vuelta, y
vete a recuperar esta plata.»

4 Salió Tobías a buscar un hombre que conociera la ruta y fuera con


él a Media. En saliendo, encontró a Rafael, el ángel, parado ante él; pero no
sabía que era un ángel de Dios.
5 Díjole, pues: «¿De dónde eres, joven?» Le respondió: «De los
israelitas, tus hermanos y ando en busca de trabajo.» Díjole Tobías:
«¿Conoces la ruta de Media?»
6 Respondió: «Sí; he estado allá muchas veces y conozco al detalle
todos los caminos. He ido a Media con frecuencia y he sido huésped de
Gabael, nuestro hermano, el que vive en Ragués de Media. Hay dos
jornadas de camino entre Ecbátana y Ragués, pues Ragués está en la
montaña y Ecbátana en el llano.»

7 Tobías le dijo: «Espérame, joven, que voy a decírselo a mi padre,


porque necesito que vengas conmigo; y yo te pagaré tu sueldo.»
8 El le dijo: «Te espero, pero no tardes.»
9 Fuese Tobías a informar a su padre y le dijo: «Ya he encontrado un
hombre, que es israelita, hermano nuestro.» Contestóle Tobit: «Llámale,
para que yo sepa a qué familia y tribu pertenece, y si es digno de confianza
para que te acompañe, hijo.» Salió Tobías, le llamó y le dijo: «Joven, mi
padre te llama.»

10 Entró el ángel y Tobit se adelantó a saludarle; el ángel contestó:


«Que disfrutes de mucha alegría.» Replicó Tobit: «¿Qué alegría puedo
disfrutar ya? Estoy ciego y no puedo ver la luz del cielo; yazgo en tinieblas
como los muertos, que no contemplan la luz; vivo como un muerto; oigo la
voz de los hombres, pero no los veo.» Le dijo el ángel: «Ten confianza, que
Dios te curará dentro de poco. Ten confianza.» Tobit le dijo: «Mi hijo
Tobías quiere ir a Media. ¿Puedes ir con él y servirle de guía? Yo te daría tu
salario, hermano.» El respondió: «Puedo ir con él, pues conozco al detalle
todos los caminos y he viajado a Media con frecuencia; he recorrido todos
sus llanos y sus montes y tengo conocimiento de todas sus rutas.»

11 Tobit le dijo: «¿Querrías decirme, hermano, a qué familia y tribu


perteneces?
12 Le respondió el ángel: «¿Qué puede importar mi tribu?» Tobit
insitió: «Me gustaría, hermano, saber con seguridad tu tribu y nombre.»
13 Respondió el ángel: «Yo soy Azarías, hijo del gran Ananías, uno
de tus hermanos.»
14 Le dijo Tobit: «Seas venido sano y salvo, hermano; y no lleves a
mal, hermano, mi deseo de conocer con certeza tu nombre y familia.
Resulta ahora que eres de mi parentela y que perteneces a un linaje bueno y
honrado. He conocido a Ananías y a Natán, los dos hijos del gran Semeías;
ellos iban conmigo a Jerusalén y conmigo adoraban allí, sin desviarse del
buen camino. Tus hermanos son hombres de bien; de buen linaje procedes.
¡El gozo sea contigo!»

15 Y añadió: «Te daré como sueldo una dracma por día, y en lo


demás tendrás el mismo trato que mi hijo.
16 Vete con mi hijo y después te añadiré un sobresueldo.»
17 Le dijo el ángel: «Partiré con él y no abrigues temor; sanos
partimos y sanos regresaremos a ti, porque la ruta es segura.» Le respondió
Tobit: «Bendito seas, hermano.» Y llamando a su hijo le anunció: «Hijo,
prepara las cosas para el camino y emprende la marcha con tu hermano; que
el Dios que está en los cielos os proteja allí y os devuelva a mí sanos; y su
ángel os acompañe con su protección, hijo.» Tobías se dispuso a emprender
la marcha y besó a su padre y a su madre. Tobit le dijo: «¡Que tengáis buen
viaje!»

18 Pero su madre lloraba y dijo a Tobit: «¿Por qué has hecho que se
vaya mi hijo? ¿No era él el bastón de nuestra mano, que siempre va y viene
con nosotros?
19 ¡Que no sea el dinero lo primero de todo! Que no se convierta en
el precio de nuestro hijo!
20 ¡Con lo que el Señor nos daba para vivir teníamos bastante!»
21 El le dijo: «No pienses tal cosa; sano ha partido nuestro hijo y
sano volverá a nosotros; con tus propios ojos lo verás el día que regrese
sano junto a ti.

22 No pienses tal cosa ni te atormentes por ellos, hermana; porque un


ángel bueno le acompañará, le dará un viaje fácil y le devolverá sano.»

Tobías 6
1 Y ella dejó de llorar.
2 Partió el muchacho en compañía del ángel, y el perro les seguía.
Yendo de camino, aconteció que una noche acamparon junto al río Tigris.
3 Bajó el muchacho al río a lavarse los pies, cuando saltó del agua un
gran pez que quería devorar el pie del muchacho. Este gritó
4 pero el ángel le dijo: «¡Agarra el pez y tenlo bien sujeto!» El
muchacho se apoderó del pez y lo arrastró a tierra.
5 El ángel añadió: «Abre el pez, sácale la hiel, el corazón y el hígado
y guárdatelo, y tira los intestinos; porque su hiel, su corazón y su hígado
son remedios útiles.»
6 El joven abrió el pez y tomó la hiel, el corazón y el hígado. Asó
parte del pez y lo comió, salando el resto. Luego continuaron su camino, los
dos juntos, hasta cerca de Media.
7 Preguntó entonces el muchacho al ángel: «Hermano Azarías, ¿qué
remedios hay en el corazón, el hígado y la hiel del pez?»
8 Le respondió: «Si se quema el corazón o el hígado del pez ante un
hombre o una mujer atormentados por un demonio o un espíritu malo, el
humo ahuyenta todo mal y le hace desaparecer para siempre.

9 Cuanto a la hiel, untando con ella los ojos de un hombre atacado


por manchas blancas, y soplando sobre las manchas, queda curado.»
10 Cuando entraron en Media, y estando ya cerca de Ecbátana,
11 dijo Rafael al joven: «Hermano Tobías.» Le respondió: «¿Qué
deseas?» Contestó él: «Pararemos esta noche en casa de Ragüel; es pariente
tuyo y tiene una hija que se llama Sarra;
12 fuera de ella no tiene más hijos ni hijas; tú eres el más cercano,
tienes más derechos sobre ella que todos los demás y es justo que heredes la
hacienda de su padre; la muchacha es prudente, valerosa y muy bella y su
padre la ama.»

13 Y añadió: «Es justo que la tomes para ti. Escúchame, hermano. Yo


hablaré esta noche al padre acerca de la muchacha para que te la conceda
como prometida, y a nuestro regreso de Ragués celebraremos la boda. Estoy
seguro de que Ragüel no puede negártela, ni dársela a otro, pues se haría
reo de muerte, según la sentencia del libro de Moisés, pues él sabe que te
asiste el derecho a tomar a su hija por mujer. Así pues, óyeme bien,
hermano; hablaremos esta noche sobre la muchacha y que la den como
prometida; y cuando volvamos de Ragués, la tomaremos y la llevaremos
con nosotros a tu casa.»

14 Tobías respondió a Rafael: «Hermano Azarías, he oído decir que


ya ha sido dada a siete maridos y que todos han muerto la noche de bodas;
que cuando entraban donde ella, morían; también he oído decir que un
demonio los mataba;
15 así que tengo miedo, pues a ella no le hace ningún daño, porque la
ama; pero al que intenta acercarse a ella, le mata; yo soy hijo único, y si
muero, haré bajar en tristeza al sepulcro, por mi causa, la vida de mi padre y
de mi madre. Ellos no tienen otro hijo que les dé sepultura.»

16 Respondió el ángel: «¿Has olvidado las recomendaciones de tu


padre, que te mandó tomar mujer de la casa de tu padre? Escúchame bien,
hermano: no tengas miedo a ese demonio y tómala; sé bien que esta noche
te la darán por mujer.
17 Cuando entres en la cámara nupcial, tomas el corazón del pez y
parte del hígado y lo pones sobre las brasas de los perfumes. Se difundirá el
aroma y cuando el demonio lo huela, huirá y nunca aparecerá ya a su lado.
18 Y cuando vayas a unirte a ella, levantaos primero los dos y haced
oración y suplicad al Señor del Cielo que se apiade de vosotros y os salve.
Y no tengas miedo, porque para ti está destinada desde el principio; tú la
salvarás; ella se vendrá contigo y te aseguro que te dará hijos que serán para
ti como hermanos. No te preocupes.»

19 Cuando Tobías oyó las razones de Rafael y que era hermana suya,
del linaje de la casa de su padre, se enamoró de tal modo que se le apegó el
corazón a ella.

Tobías 7
1 Cuando entraron en Ecbátana dijo Tobías: «Hermano Azarías,
guíame en derechura a casa de Ragüel, nuestro hermano.» Le condujo, pues
a casa de Ragüel y le encontraron sentado a la puerta del patio. Le
saludaron ellos primero y él les contestó: «Mucha dicha os deseo,
hermanos, y en buena salud vengáis.» Los llevó a su casa
2 y dijo a su mujer Edna: «¡Cómo se parece este muchacho a mi
hermano Tobit!»
3 Edna les preguntó: «¿De dónde sois, hermanos?» Respondieron:
«Somos de los hijos de Neftalí, de los deportados de Nínive.»

4 Les dijo: «¿Conocéis a Tobit, nuestro hermano?» Ellos contestaron:


«Sí, le conocemos.» - «¿Está bien?» -
5 «Vive y está bien.» Y Tobías añadió: «Es mi padre.»
6 Ragüel se puso en pie de un salto, le besó, lloró y le dijo: «¡Bendito
seas, hijo! Tienes un padre honrado y bueno. ¡Qué gran desgracia, haberse
quedado ciego un hombre tan justo y tan limosnero!» Y echándose al cuello
de su hermano Tobías, rompió a llorar.
7 También lloró su mujer Edna y su hija Sarra.

8 Mató luego un carnero del rebaño y los acogió con toda cordialidad.
9 Después de lavarse y bañarse, se pusieron a comer. Tobías dijo
entonces a Rafael: «Hermano Azarías, di a Ragüel que me dé por mujer a
mi hermana Sarra.»
10 Al oír Ragüel estas palabras dijo al joven: «Come, bebe y disfruta
esta noche, porque ningún hombre hay, fuera de ti, que tenga derecho a
tomar a mi hija Sarra, de modo que ni yo mismo estoy facultado para darla
a otro, si no es a ti, que eres mi pariente más próximo. Pero voy a hablarte
con franqueza, muchacho.
11 Ya la he dado a siete maridos, de nuestros hermanos, y todos
murieron la misma noche que entraron donde ella. Así que, muchacho,
ahora come y bebe y el Señor os dará su gracia y su paz.» Pero Tobías
replicó: «No comeré ni beberé hasta que no hayas tomado una decisión
acerca de lo que te he pedido.» Ragüel le dijo: «¡Está bien! A ti se te debe
dar, según la sentencia del libro de Moisés, y el Cielo decreta que te sea
dada. Recibe a tu hermana. A partir de ahora, tú eres su hermano y ella es tu
hermana. Tuya es desde hoy por siempre. Que el Señor del Cielo os guíe a
buen fin esta noche, hijo, y os dé su gracia y su paz.»

12 Llamó Ragüel a su hija Sarra, y cuando ella se presentó, la tomó


de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: «Recíbela, pues se te da por
mujer, según la ley y la sentencia escrita en el libro de Moisés. Tómala y
llévala con bien a la casa de tu padre. Y que el Dios del Cielo os guíe en paz
por el buen camino.»
13 Llamó luego a la madre, mandó traer una hoja de papiro y escribió
el contrato matrimonial, con lo cual se la entregó por mujer, conforme a la
sentencia de la ley de Moisés.

14 Y acabado esto, empezaron a comer y beber.


15 Ragüel llamó a su mujer Edna y le dijo: «Hermana, prepara la otra
habitación y lleva allí a Sarra.»
16 Ella fue y preparó un lecho en la habitación, tal como se lo había
ordenado, y llevó allí a Sarra. Lloró ella y luego, secándose las lágrimas, le
dijo: «Ten confianza, hija: que el Señor del Cielo te dé alegría en vez de
esta tristeza. Ten confianza, hija.» Y salió.

Tobías 8
1 Cuando acabaron de comer y beber, decidieron acostarse, y
tomando al joven le llevaron al aposento.
2 Recordó Tobías las palabras de Rafael y, tomando el hígado y el
corazón del pez de la bolsa donde los tenía, los puso sobre las brasas de los
perfumes.
3 El olor del pez expulsó al demonio que escapó por los aires hacia la
región de Egipto. Fuese Rafael a su alcance, le ató de pies y manos y en un
instante le encadenó.
4 Los padres salieron y cerraron la puerta de la habitación. Entonces
Tobías se levantó del lecho y le dijo: «Levántate, hermana, y oremos y
pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve.»
5 Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a
salvo. Comenzó él diciendo: ¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres, y
bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendígante los
cielos, y tu creación entera, por los siglos todos.
6 Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y
ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo
dijiste: = No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda
semejante a él. =

7 Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con recta


intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra
ancianidad.
8 Y dijeron a coro: «Amén, amén.»
9 Y se acostaron para pasar la noche. Se levantó Ragüel y, llamando a
los criados que tenía en casa, fueron a cavar una tumba,
10 porque se decía: «No sea que haya muerto y nos sirva de mofa y
escarnio.»
11 Cuando tuvieron cavada la tumba, volvió Ragüel a casa, llamó a su
mujer

12 y le dijo: «Manda a una criada que entre a ver si vive; y si ha


muerto, le enterraremos sin que nadie se entere.»
13 Mandaron a la criada, encendieron la lámpara y abrieron la puerta;
y entrando ella vio que estaban acostados juntos y dormidos.
14 Salió la criada y les anunció: «Vive, nada malo ha ocurrido.»
15 Ragüel bendijo al Dios del Cielo, diciendo: ¡Bendito seas, oh
Dios, con toda pura bendición y seas bendecido por los siglos todos!

16 Seas bendecido por haberme alegrado y no haber ocurrido el mal


que temía, sino que has hecho con nosotros según tu gran piedad.
17 Seas bendecido por tener compasión de dos hijos únicos. Ten,
Señor, piedad de ellos y dales tu salvación, y haz que su vida transcurra en
alegría y piedad.
18 Después ordenó a sus criados que rellenasen la fosa antes que
amaneciera.
19 Mandó a su mujer cocer una gran hornada; y él fue al establo,
tomó dos bueyes y cuatro carneros y ordenó que los aderezaran. Y
comenzaron los preparativos.

20 Hizo llamar a Tobías y le dijo: «Durante catorce días no te


moverás de aquí; te quedarás conmigo comiendo y bebiendo y llenarás de
gozo el corazón de mi hija por sus tristezas pasadas.
21 Luego, tomarás la mitad de todo cuanto aquí poseo y te volverás
con felicidad a casa de tu padre. Cuando mi mujer y yo hayamos muerto,
también será para vosotros la otra mitad. Ten confianza, hijo; yo soy tu
padre y Edna tu madre; junto a ti estaremos y junto a tu hermana desde
ahora en adelante. Ten confianza, hijo.»

Tobías 9
1 Entonces Tobías llamó a Rafael y le dijo:
2 «Hermano Azarías, toma contigo cuatro criados y dos camellos y
vete a Ragués.
3 Dirígete a Gabael, dale el recibo y hazte cargo del dinero; invítale
también a que se venga contigo a la boda.
4 Tú sabes que mi padre lleva cuenta de los días, y uno solo que
demore, le doy un gran disgusto;
5 ya ves que Ragüel me ha conjurado, y que no puedo desatender su
deseo.» Rafael se puso en camino para Ragués de Media con los cuatro
criados y los dos camellos y fueron a pernoctar en casa de Gabael. Le
presentó el recibo y le dio la noticia de que Tobías, hijo de Tobit, se había
casado y le invitaba a la boda. Gabael se levantó, le entregó todos los sacos
de dinero, con los sellos intactos, y los cargaron sobre los camellos.

6 Levantándose de madrugada, partieron juntos para la boda y


llegados a casa de Ragüel encontraron a Tobías puesto a la mesa. Y como
se levantara a toda prisa para saludarle, Gabael rompió a llorar y le bendijo
diciendo: «¡Hombre bueno y honrado, hijo de un hombre honrado y bueno,
justo y limosnero! Que el Señor te conceda las bendiciones del cielo a ti, a
tu mujer, al padre y a la madre de tu mujer. ¡Bendito sea Dios, que me ha
permitido ver un vivo retrato de mi primo Tobit!»

Tobías 10
1 Tobit, mientras tanto, llevaba cuenta, uno por uno, de los días de ida
y vuelta. Cuando se cumplió el plazo sin que el hijo hubiera regresado,
2 pensó: «¿Habrá algo que le retenga allí? ¡Acaso haya muerto
Gabael y no haya nadie que le entregue el dinero!»
3 Y empezó a ponerse triste.
4 Ana, su mujer, decía: «Mi hijo ha muerto y ya no se cuenta entre los
vivos.» Y rompió a llorar y a lamentarse por su hijo, diciendo:
5 «¡Ay de mí, hijo mío! ¡Que te dejé marchar a ti, luz de mis ojos!»
6 Tobit le dijo: «Calla, hermana, no pienses eso. El está bien. Habrán
tenido algún contratiempo allí, pero su compañero es hombre de fiar y uno
de los nuestros; no te inquietes por él, que debe estar cerca.»
7 Ella le replicó: «Déjame, no intentes engañarme. Mi hijo ha
muerto.» Y todos los días se iba a mirar el camino por donde su hijo había
marchado. No creía a nadie. Y cuando se ponía el sol, entraba en casa y
pasaba las noches gimiendo y llorando, sin poder dormir.

8 Cuando se pasaron los catorce días con que Ragüel había


determinado celebrar la boda de su hija, se dirigió a él Tobías y le dijo:
«Déjame regresar, porque estoy seguro que mi padre y mi madre están
pensando que ya no van a volver a verme. Así que te ruego, padre, que me
permitas regresar al lado de mi padre. Ya te dije en qué situación le he
dejado.»
9 Ragüel respondió a Tobías: «Quédate, hijo; quédate commigo y yo
enviaré mensajeros a tu padre Tobit para que le den noticias tuyas.» Pero
Tobías replicó: «No. Te ruego que me permitas volver al lado de mi padre.»

10 Entonces Ragüel se levantó y entregó a Tobías su mujer Sarra y la


mitad de todos sus bienes, criados, criadas, bueyes y carneros, asnos y
camellos, vestidos, plata y utensilios,
11 y les dejó partir gozosos. Al despedirse de Tobías le dijo: «¡Salud,
hijo, y buen viaje! El Señor del Cielo os guíe a vosotros y a tu mujer Sarra
por buen camino y que pueda yo ver vuestros hijos antes de morir.»
12 A su hija Sarra le dijo: «Vas al lado de tu suegro, pues desde ahora
ellos son padres tuyos igual que los que te han engendrado. Vete en paz,
hija. Que tenga buenas noticias de ti, mientras yo viva.» Y saludándoles, se
despidió de ellos.

13 Edna dijo a Tobías: «Hijo y hermano queridísimo: Que el Señor te


devuelva y que yo viva hasta ver tus hijos y de mi hija Sarra antes de morir.
En presencia del Señor te entrego a mi hija en custodia; no le causes tristeza
en todos los días de tu vida. Vete en paz, hijo. A partir de ahora, yo soy tu
madre y Sarra es tu hermana. ¡Ojalá pudiéramos vivir juntos todos los días
de nuestra vida!» Y besando a los dos, los dejó partir llenos de gozo.
14 Tobías salió de casa de Ragüel contento y gozoso, y bendiciendo
al Señor del Cielo y de la tierra, rey de todas las cosas, porque había llevado
a buen término su viaje. Bendijo a Ragüel y a su mujer Edna y les dijo:
«Que pueda yo honraros todos los días de mi vida.»
Tobías 11
1 Cuando llegaron cerca de Kaserín, que está frente a Nínive,
2 dijo Rafael: «Tú sabes bien en qué situación dejamos a tu padre;
3 vamos a adelantarnos nosotros a tu mujer para preparar la casa,
mientras llegan los demás.»
4 Prosiguieron, pues, los dos juntos; el ángel le dijo: «Toma contigo
la hiel.» El perro seguía detrás de ellos.
5 Estaba Ana sentada, con la mirada fija en el camino de su hijo.
6 Tuvo la corazonada de que él venía y dijo al padre: «Mira, ya viene
tu hijo y el hombre que le acompañaba.»

7 Rafael iba diciendo a Tobías, mientras se acercaban al padre:


«Tengo por seguro que se abrirán los ojos de tu padre.
8 Untale los ojos con la hiel del pez, y el remedio hará que las
manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamos de los ojos. Y
así tu padre podrá mirar y ver la luz.»
9 Corrió Ana y se echó al cuello de su hijo, diciendo: «¡Ya te he
visto, hijo! ¡Ya puedo morir!» Y rompió a llorar.
10 Tobit se levantó y trompicando salió a la puerta del patio.

11 Corrió hacia él Tobías, llevando en la mano la hiel del pez; le


sopló en los ojos y abrazándole estrechamente le dijo: «¡Ten confianza,
padre!» Y le aplicó el remedio y esperó;
12 y luego, con ambas manos le quitó las escamas de la comisura de
los ojos.
13 Entonces él se arrojó a su cuello, lloró y le dijo: «¡Ahora te veo,
hijo, luz de mis ojos!»
14 Y añadió: ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito su gran Nombre! ¡Bendito
todos sus santos ángeles! ¡Bendito su gran Nombre por todos los siglos!

15 Porque me había azotado, pero me tiene piedad y ahora veo a mi


hijo Tobías. Tobías entró en casa lleno de gozo y bendiciendo a Dios con
toda su voz; luego contó a su padre el éxito de su viaje, cómo traía el dinero
y cómo se había casado con Sarra, la hija de Ragüel, y que venía ella con él
y estaba ya a las puertas de Nínive.
16 Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive,
bendiciendo a Dios, lleno de gozo. Cuando los de Nínive le vieron caminar,
avanzando con su antigua firmeza, sin necesidad de lazarillo, se
maravillaron. Tobit proclamó delante de ellos que Dios se había
compadecido de él y le había abierto los ojos.

17 Se acercó Tobit a Sarra, la mujer de su hijo, y la bendijo diciendo:


«¡Bienvenida seas, hija! Y bendito sea tu Dios, hija, que te ha traído hasta
nosotros. Bendito sea tu padre, y bendito Tobías, mi hijo, y bendita tú
misma, hija. Bienvenida seas, entra en tu casa con gozo y bendición.»
18 Todos los judíos de Nínive celebraron fiesta aquel día.
19 También Ajikar y Nabad, primos de Tobit, vinieron a
congratularle.

Tobías 12
1 Acabados los días de la boda, llamó Tobit a su hijo Tobías y le dijo:
«Hijo, ya es tiempo de pagar el salario al hombre que te acompañó. Y le
añadirás un sobresueldo.»
2 Respondió Tobías: «Padre, ¿qué salario puedo darle? Aun
entregándole la mitad de la hacienda que traje conmigo, no salgo perdiendo.
3 Me ha guiado incólume, ha cuidado de mi mujer, me ha traído el
dinero y te ha curado a ti. ¿Qué salario voy a darle?»
4 Díjole Tobit: «Hijo, bien merece que tome la mitad de cuanto
trajo.»

5 Le llamó, pues, Tobías y le dijo: «Toma como salario la mitad de


todo cuanto trajiste y vete en paz.»
6 Entonces Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: «Bendecid a Dios
y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para
bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones
de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle.
7 Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno
proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios. Practicad el bien y no
tropezaréis con el mal.

8 «Buena es la oración con ayuno; y mejor es la limosna con justicia


que la riqueza con iniquidad. Mejor es hacer limosna que atesorar oro.
9 La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los
limosneros tendrán larga vida.
10 Los pecadores e inicuos son enemigos de su propia vida.
11 «Os voy a decir toda la verdad, sin ocultaros nada. Ya os he
manifestado que es bueno mantener oculto el secreto del rey y que también
es bueno publicar las obras gloriosas de Dios.

12 Cuando tú y Sarra hacíais oración, era yo el que presentaba y leía


ante la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones. Y lo mismo
hacía cuando enterrabas a los muertos.
13 Cuando te levantabas de la mesa sin tardanza, dejando la comida,
para esconder un cadáver, era yo enviado para someterte a prueba.
14 También ahora me ha enviado Dios para curarte a ti y a tú nuera
Sarra.
15 Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre
presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor».
16 Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror.
17 El les dijo: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios
por siempre.
18 Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía
hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los
días, a él debéis cantar.
19 Os ha parecido que yo comía, pero sólo era apariencia.
20 Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios.
Mirad, yo subo al que me ha enviado. Poned por escrito todo cuanto os ha
sucedido.» Y se elevó.

21 Ellos se levantaron pero ya no le vieron más. Alabaron a Dios y


entonaron himnos, dándole gracias por aquella gran maravilla de habérseles
aparecido un ángel de Dios.

Tobías 13
1 Y dijo: ¡Bendito sea Dios, que vive eternamente, y bendito sea su
reinado!
2 Porque él es quien castiga y tiene compasión; el que hace descender
hasta el más profundo Hades de la tierra y el que hace subir de la gran
Perdición, sin que haya nada que escape de su mano.
3 Confesadle, hijos de Israel, ante todas las gentes, porque él os
dispersó entre ellas
4 y aquí os ha mostrado su grandeza. Exaltadle ante todos los
vivientes, porque él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre por todos los
siglos.

5 Os ha castigado por vuestras injusticias, mas tiene compasión de


todos vosotros y os juntará de nuevo de entre todas las gentes en que os ha
dispersado.
6 Si os volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, para obrar en
verdad en su presencia, se volverá a vosotros sin esconder su faz. Mirad lo
que ha hecho con vosotros y confesadle en alta voz. Bendecid al Señor de
justicia y exaltad al Rey de los siglos. Yo le confieso en el país del destiero,
y publico su fuerza y su grandeza a gentes pecadoras. ¡Volved, pecadores!
Practicad la justica en su presencia. ¡Quién sabe si os amará y os tendrá
misericordia!

7 Yo exalto a mi Dios y mi alma se alegra en el Rey del Cielo. Su


grandeza
8 sea de todos celebrada y confiésenle todos en Jerusalén.
9 ¡Jerusalén, ciudad santa! Dios te castigó por las obras de tus hijos,
mas tendrá otra vez piedad de los hijos de los justos.
10 Confiesa al Señor cumplidamente y alaba al Rey de los siglos para
que de nuevo levante en ti, con regocijo, su Tienda, y llene en ti de gozo a
todos los cautivos y muestre en ti su amor a todo miserable por todos los
siglos de los siglos.

11 Brillará luz de lámparas por todos los confines de la tierra.


Vendrán a ti de lejos pueblos numerosos, y los habitantes del confín del
mundo, al Nombre del Señor, tu Dios, llevando en sus manos los obsequios
para el Rey del Cielo. Todas las generaciones darán en ti señales de alegría,
y el Nombre del Elegido durará por siempre.
12 ¡Malditos cuantos digan palabras crueles! ¡Malditos sean cuantos
te destruyan! ¡Cuantos derriben tus muros echen tus torres por tierra y
pasen a fuego tus moradas! ¡Mas sean benditos por siempre los que te
construyan!

13 Entonces exultarás, te alegrarás por los hijos de los justos, pues


serán reunidos todos y bendecirán al Señor de los siglos.
14 ¡Dichosos los que te amen! ¡Dichosos los que se alegren en tu paz!
¡Dichosos cuantos hombres tuvieron tristeza en todos tus castigos, pues se
alegrarán en ti y verán por siempre toda tu alegría!
15 Bendice, alma mía, al Señor y gran Rey,
16 que Jerusalén va a ser reconstruida y en la ciudad su Casa para
siempre. Seré feliz si alguno quedare de mi raza para ver tu Gloria y
confesar al Rey del Cielo. Las puertas de Jerusalén serán rehechas con
zafiros y esmeraldas, y de piedras preciosas sus murallas. Las torres de
Jerusalén serán alzadas con oro, y con oro puro sus defensas.

17 Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las
puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán:
¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo
Nombre por todos los siglos de los siglos.

Tobías 14
1 Aquí acabaron las palabras de acción de gracias de Tobit. Tobit
murió en paz a la edad de 112 años y recibió honrosa sepultura en Nínive.
2 Tenía 62 años cuando perdió la vista; y después de recuperarla,
vivió feliz, practicando la limosna, bendiciendo siempre a Dios y
proclamando sus grandezas.
3 Cercana ya su muerte, llamó a su hijo Tobías y le recomendó: «Hijo
mío, toma tus hijos
4 y vete a Media, porque yo creo en la profecía que pronunció Dios
por Nahúm sobre Nínive. Todo cuanto los profetas de Israel, enviados por
Dios, anunciaron sobre Asur y Nínive, todo vendrá y se realizará. Todo
tendrá cumplimiento. No se rebajará ni una sola de sus palabras. Todo
llegará a su tiempo. Habrá más seguridad en Media que en Asiria y
Babilonia, porque sé y creo que cuanto ha dicho Dios se cumplirá, sucederá
y no fallará ni una de sus palabras. «Todos nuestros hermanos que habitan
en la tierra de Israel serán numerados y deportados de aquella tierra
venturosa. Todo el país de Israel quedará desierto. Un desierto serán
Jerusalén y Samaría. La Casa de Dios quedará desolada y quemada durante
algún tiempo.

5 Pero Dios tendrá una vez más compasión de ellos y los volverá a la
tierra de Israel; construirán de nuevo la Casa, aunque no como la primera,
hasta que se cumplan los tiempos; entonces volverán todos del destierro,
edificarán una Jerusalén maravillosa y construirán en ella la Casa de Dios,
como lo anunciaron los profetas de Israel.
6 Todas las naciones del universo se volverán a Dios en verdad y le
temerán; abandonarán los ídolos que los extraviaron en la mentira de sus
errores

7 y bendecirán al Dios de los siglos en justicia. Todos los israelitas


salvados aquellos días se acordarán de Dios en verdad, se reunirán e irán a
Jerusalén y les será dada la tierra de Abraham, que ellos habitarán por
siempre y en seguridad. Y los que aman a Dios en verdad se alegrarán. Pero
los que cometen pecados e injusticias desaparecerán de toda la tierra.
8 «Ahora, pues, hijos, yo os recomiendo que sirváis a Dios en verdad
y hagáis lo que es agradable en su presencia. Mandad a vuestros hijos que
practiquen la justicia y la limosna, que se acuerden de Dios y bendigan su
Nombre en todo tiempo, en verdad y con todas sus fuerzas.

9 «Tú, hijo, sal de Nínive. No te quedes aquí.


10 El día que sepultes a tu madre junto a mí, ya ese mismo día, no te
quedes en este territorio, porque he visto que se cometen aquí muchas
injusticias y muchos engaños, sin rebozo. Mira, hijo lo que hizo Nadab con
Ajikar, que le había criado. ¿No le hizo bajar vivo a la tierra? Pero Dios le
cubrió de infamia ante su misma víctima. Sacó a Ajikar a la luz y metió a
Nadab en las tinieblas eternas, por haber tramado la muerte de Ajikar. Por
haber practicado la limosna se libró Ajikar de la trampa mortal que le había
tendido Nadab. Fue Nadab quien cayó en la trampa de muerte para su
perdición.

11 Ved, pues, hijos, a dónde lleva la lismona y a dónde la injusticia: a


la muerte. Pero me falta el aliento.» Le tendieron en el lecho y expiró, y se
le dio honrosa sepultura.
12 Cuando murió su madre, Tobías la sepultó al lado de su padre, y se
marchó con su mujer y sus hijos a Media, quedándose a vivir en Ecbátana,
junto a su suegro Ragüel.
13 Los rodeó de atenciones en su ancianidad y los sepultó en
Ecbátana de Media, heredando él la casa de Ragüel y la de Tobit, su padre.

14 Murió, honrado, a la edad de 117 años.


15 Antes de morir presenció y oyó la ruina de Nínive y vio cómo los
ninivitas eran llevados cautivos a Media, cuando la deportación de Ciajares,
rey de Media. Y bendijo a Dios por todo cuanto había hecho a los ninivitas
y asirios. Antes de morir pudo alegrarse por la suerte de Nínive y bendijo al
Señor Dios por los siglos de los siglos. Amén.

JUDIT

Judit 1
1 El año doce del reinado de Nabucodonosor, que reinó sobre los
asirios en la gran ciudad de Nínive, Arfaxad, que reinaba en aquel tiempo
sobre los medos, en Ecbátana,
2 rodeó esta ciudad con un muro de piedras de sillería que tenían tres
codos de anchura y seis codos de longitud, dando al muro una altura de
setenta codos y una anchura de cincuenta.
3 Alzó torres de cien codos junto a las puertas, siendo la anchura de
sus cimientos sesenta codos.
4 Las puertas se elevaban a setenta codos de altura, con una anchura
de cuarenta codos, para permitir la salida de sus fuerzas y el desfile
ordenado de la infantería.

5 Por aquellos días, el rey Nabucodonosor libró batallas contra el rey


Arfaxad, en la gran llanura que está en el territorio de Ragáu.
6 Se le unieron todos los habitantes de las montañas, todos los
habitantes de Eufrates, del Tigris y del Hidaspes y los de la llanura de
Arioj, rey de Elam. Se congregaron, pues, muchos pueblos, para combatir a
los hijos de Jeleúd.
7 Envió, además, Nabucodonosor, rey de Asiria, mensajeros a todos
los habitantes de Persia, y a todos los habitantes de Occidente: a los de
Cilicia, Damasco, el Líbano y el Antilíbano, y a todos los que viven en el
litoral,

8 a todos los pueblos del Carmelo y Galaad, de la Galilea superior y


de la gran llanura de Esdrelón,
9 a todos los de Samaría y sus ciudades, y a los del otro lado del
Jordán, hasta Jerusalén, Batanea, Jelús, Cadés, el río de Egipto, Tafnes,
Remeses y toda la tierra de Gósem,
10 y hasta más arriba de Tanis y Menfis, a todos los habitantes de
Egipto, hasta los confines de Etiopía.
11 Pero los moradores de toda aquella tierra despreciaron el mensaje
de Nabucodonosor, rey de los asirios, y no quisieron ir con él a la guerra,
pues no le temían, sino que le consideraban un hombre sin apoyo. Así que
despidieron a los mensajeros de vacío y afrentados.

12 Nabucodonosor experimentó una gran cólera contra toda aquella


tierra y juró por su trono y por su reino que tomaría venganza y pasaría a
cuchillo todo el territorio de Cilicia, Damasco y Siria, y a todos los
habitantes de Moab, a los ammonitas, a toda la Judea y a todos los de
Egipto, hasta los confines de los dos mares.
13 El año diecisiete libró batalla con su ejército contra el rey Arfaxad;
le derrotó en el combate, poniendo en fuga a todas las fuerzas de Arfaxad,
a toda su caballería y a todos sus carros;

14 se apoderó de sus ciudades, llegó hasta Ecbátana, ocupó sus torres,


devastó sus calles y convirtió en afrenta su hermosura.
15 Alcanzó a Arfaxad en las montañas de Ragáu, lo atravesó con sus
lanzas y le destruyó para siempre.
16 Luego regresó con sus soldados y con una inmensa multitud de
gente armada que se les había agregado. Y se quedó allí con su ejército,
viviendo en la molicie, durante 120 días.

Judit 2
1 El año dieciocho, el día veintidós del primer mes, se celebró
consejo en el palacio de Nabucodonosor, rey de Asiria, en orden a la
venganza que había de tomarse a toda aquella tierra, tal como lo había
anunciado.
2 Convocó a todos sus ministros y a todos sus magnates y expuso
ante ellos su secreto designio, decidiendo con su propia boca la total
desgracia de aquella tierra.
3 Y ellos sentenciaron que debía ser destruida toda carne que no
había escuchado las palabras de su boca.

4 Acabado el consejo, Nabucodonosor, rey de Asiria, llamó a


Holofernes, jefe supremo del ejército y segundo suyo, y le dijo:
5 «Así dice el gran rey, señor de toda la tierra: Parte de junto a mí.
Toma contigo hombres de valor probado, unos 120.000 infantes y una gran
cantidad de caballos, con 12.000 jinetes;
6 marcha contra toda la tierra de occidente, pues no escucharon las
palabras de mi boca.
7 Ordénales que pongan a tu disposición tierra y agua, porque partiré
airado contra ellos y cubriré toda la superficie de la tierra con los pies de
mis soldados, a los que entregaré el país como botín.

8 Sus heridos llenarán sus barrancos; sus ríos y torrentes, repletos


todos de cadáveres, se desbordarán;
9 y los deportaré hasta los confines de la tierra.
10 Parte, pues, y comienza por apoderarte de su territorio. Si se
rinden a ti, resérvamelos para el día de su vergüenza.
11 Pero que no perdone tu ojo a los rebeldes. Entrégalos a la muerte y
al saqueo en todo el país conquistado.
12 Porque, por mi vida y por el poderío de mi reino, como lo he
dicho, lo cumpliré por mi propia mano.

13 Por tu parte, no traspases ni una sola de las órdenes de tu señor; las


cumplirás estrictamente, sin tardanza, tal como te lo he mandado.»
14 En saliendo Holofernes de la presencia de su señor, convocó a
todos los príncipes, jefes y capitanes del ejército asirio,
15 y eligió a los hombres más selectos para la guerra, como lo había
ordenado su señor: unos 120.000 hombres, más 12.000 arqueros a caballo,
16 y los puso en orden de combate, como se ordena una multitud para
la batalla.

17 Tomó una gran cantidad de camellos, asnos y mulas para el


bagage e incontable número de ovejas, bueyes y cabras para el
avituallamiento;
18 provisiones abundantes para cada hombre y muchísimo oro y plata
de la casa real.
19 Se puso luego Holofernes en camino con todo su ejército para
preceder al rey Nabucodonosor y para cubrir toda la superficie de la tierra
de occidente con sus carros, sus caballos y sus mejores infantes.
20 Se les agregó una multitud tan numerosa como la langosta y como
la arena de la tierra, que les seguía en tan gran número que no se podía
calcular.

21 Se alejaron de Nínive tres jornadas de camino hasta la llanura de


Bektilez, y acamparon junto a Bektilez, cerca del monte que está a la
izquierda de la Cilicia superior.
22 Tomó todo su ejército, infantes, jinetes y carros, y partió de allí
hacia la montaña.
23 Desbarató a Put y Lud, devastó a todos los hijos de Rassis y a los
hijos de Ismael que están al borde del desierto, al sur de Jeleón,
24 atravesó el Eufrates, recorrió Mesopotamia, arrasó todas las
ciudades altas que dominan el torrente Abroná y llegó hasta el mar.
25 Se apoderó del territorio de Cilicia y, derrotando a cuantos se le
oponían, alcanzó la frontera de Jafet por el sur, frente a Arabia.
26 Cercó a todos los madianitas, incendió sus tiendas y saqueó sus
aduares;
27 descendió hacia la llanura de Damasco, al tiempo de la siega del
trigo, incendió todos sus cultivos, exterminó sus rebaños de ovejas y
bueyes, saqueó sus ciudades, devastó sus campos y pasó a cuchillo a todos
sus jóvenes.
28 Temor y espanto de él cayó sobre todos los habitantes del litoral.
Los de Sidón y Tiro, los habitantes de Sur y Okina, los de Yamnia, Azoto y
Ascalón temblaron ante él.

Judit 3
1 Entonces le enviaron mensajeros para decirle en son de paz:
2 «Nosotros, siervos del gran rey Nabucodonosor, nos postramos ante
ti. Trátanos como mejor te parezca.
3 Nuestras granjas y todo nuestro territorio, nuestros campos de trigo,
los rebaños de ovejas y bueyes, todas las majadas de nuestros
campamentos, están a tu disposición. Haz con ellos lo que quieras.
4 También nuestras ciudades y los que las habitan son siervos tuyos.
Ven, dirígete a ellas y haz lo que te parezca bien.»

5 Los enviados se presentaron ante Holofernes y le comunicaron estas


palabras.
6 Entonces él bajó con todo su ejército al litoral, puso guarniciones en
las ciudades altas, y les tomó los mejores hombres en calidad de tropas
auxiliares.
7 Los habitantes de las ciudades y todos los de los contornos salieron
a recibirle con coronas y danzando al son de tambores.
8 El saqueó sus santuarios y taló sus bosques sagrados, pues había
recibido la orden de destruir todas las divinidades del país para que todas
las gentes adorasen únicamente a Nabucodonosor y todas las lenguas y
todas las tribus le proclamasen dios.

9 Llegó después frente a Esdrelón, junto a Dotán, que está ante la


gran sierra montañosa de Judea,
10 acamparon entre Gueba y Escitópolis y se detuvo allí un mes,
haciendo acopio de provisiones para su ejército.
Judit 4
1 Los israelitas que habitaban en Judea oyeron todo cuanto
Holofernes, jefe supremo del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria,
había hecho con todas las naciones: cómo había saqueado sus templos y los
había destruido,
2 y tuvieron gran miedo ante él, temblando por la suerte de Jerusalén
y por el Templo del Señor su Dios,
3 pues hacía poco que habían vuelto del destierro y apenas si acababa
de reunirse el pueblo de Judea y de ser consagrados el mobiliario, el altar y
el Templo profanados.

4 Pusieron, pues, sobre aviso a toda la región de Samaría, a Koná, Bet


Jorón, Belmáin, Jericó, y también Joba, Esorá y el valle de Salem,
5 y ocuparon con tiempo todas las alturas de las montañas más
elevadas, fortificaron los poblados que había en ellas e hicieron provisiones
con vistas a la guerra, pues tenían reciente la cosecha de los campos.
6 El sumo sacerdote Yoyaquim, que estaba entonces en Jerusalén,
escribió a los habitantes de Betulia y Betomestáin, que está frente a
Esdrelón, a la entrada de la llanura cercana a Dotán,

7 ordenándoles que tomaran posiciones en las subidas de la montaña


que dan acceso a Judea, pues era fácil detener allí a los atacantes por la
angostura del paso que sólo permite avanzar dos hombres de frente.
8 Los israelitas cumplieron la orden del sumo sacerdote Yoyaquim y
del Consejo de Ancianos de todo el pueblo de Israel que se encontraba en
Jerusalén.
9 Todos los hombres de Israel clamaron a Dios con gran fervor, y con
gran fervor se humillaron;
10 y ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, los forasteros
residentes, los jornaleros y los esclavos, se ciñeron de sayal.

11 Todos los hombres, mujeres y niños de Israel que habitaban en


Jerusalén se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y
extendieron las manos ante el Señor.
12 Cubrieron el altar de saco y clamaron insistentemente, todos a una,
al Dios de Israel, para que no entregase sus hijos al saqueo, sus mujeres al
pillaje, las ciudades de su herencia a la destrucción y las cosas santas a la
profanación y al ludibrio, para mofa de los gentiles.
13 El Señor oyó su voz y vio su angustia. El pueblo ayunó largos días
en toda Judea y en Jerusalén, ante el santuario del Señor Omnipotente.

14 El sumo sacerdote Yoyaquim y todos los que estaban delante del


Señor, sacerdotes y ministros del Señor, ceñidos de sayal, ofrecían el
holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo,
15 y con la tiara cubierta de ceniza clamaban al Señor con todas sus
fuerzas para que velara benignamente por toda la casa de Israel.

Judit 5
1 Se dio aviso a Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, de que
los israelitas se habían preparado para la guerra, que habían cerrado los
pasos de las montañas, fortificado todas las alturas de los montes elevados y
puesto obstáculos en las llanuras.
2 Esto le irritó sobremanera, y mandó llamar a todos los jefes de
Moab, a los generales de Ammón y a todos los sátrapas del litoral,
3 les dijo: «Hijos de Canaán, hacedme saber quién es este pueblo
establecido en la montaña, qué ciudades habita, cuál es la importancia de
su ejército y en qué estriba su poder y su fuerza, qué rey está a su frente y
manda a sus soldados,

4 y por qué, a diferencia de todos los demás pueblos de occidente,


han desdeñado salir a recibirme.»
5 Entonces Ajior, general de todos los ammonitas, le dijo: «Escuche
mi señor las palabras de la boca de tu siervo y te diré la verdad sobre este
pueblo que habita esta montaña junto a la que te encuentras. No saldrá
mentira de la boca de tu siervo.
6 Este pueblo desciende de los caldeos.
7 Al principio se fueron a residir a Mesopotamia, porque no quisieron
seguir a los dioses de sus padres, que vivían en Caldea.

8 Se apartaron del camino de sus padres y adoraron al Dios del Cielo,


al Dios que habían reconocido. Por eso les arrojaron de la presencia de sus
dioses y ellos se refugiaron en Mesopotamia, donde residieron por mucho
tiempo.
9 Su Dios les ordenó salir de su casa y marchar a la tierra de Canaán;
se establecieron en ella y fueron colmados de oro, de plata y de gran
cantidad de ganado.
10 Bajaron después a Egipto, porque el hambre se extendió sobre la
superficie de la tierra de Canaán, y permanecieron allí mientras tuvieron
alimentos. Allí se hicieron muy numerosos, de modo que no se podía contar
a los de su raza.

11 Pero el rey de Egipto se alzó contra ellos y los engañó con el


trabajo de los ladrillos, los humilló y los redujo a esclavitud.
12 Clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas
incurables. Los egipcios, entonces, los arrojaron lejos de sí.
13 Dios secó a su paso el mar Rojo,
14 y los condujo por el camino del Sinaí y Cadés Barnea. Arrojaron a
todos los moradores del desierto,
15 se establecieron en el país de los amorreos y aniquilaron por la
fuerza a todos los jesbonitas. Pasaron el Jordán y se apoderaron de toda la
montaña,

16 expulsaron ante ellos al cananeo, al perizita, al jebuseo, a los


siquemitas y a todos los guirgasitas, y habitaron allí por mucho tiempo.
17 Mientras no pecaron contra su Dios vivieron en prosperidad,
porque está en medio de ellos un Dios que odia la iniquidad.
18 Pero cuando se apartaron del camino que les había impuesto,
fueron duramente aniquilados por múltiples guerras, y deportados a tierra
extraña; el Templo de su Dios fue arrasado y sus ciudades cayeron en poder
de sus adversarios.

19 Pero ahora, habiéndose convertido a su Dios, han vuelto de los


diversos lugares en que habían sido dispersados, han tomado posesión de
Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y se han estabecido en la
montaña que había quedado desierta.
20 Así pues, dueño y señor, si hay algún extravío en este pueblo, si
han pecado contra su Dios, y vemos que hay en ellos alguna causa de ruina,
subamos y ataquémoslos.
21 Pero si no hay iniquidad en esa gente, que mi señor se detenga, no
sea que su Dios y Señor les proteja con su escudo y nos hagamos nosotros
la irrisión de toda la tierra.»

22 En acabando de decir Ajior todas estas palabras, se alzó un


murmullo entre toda la gente que estaba en torno de la tienda, y los
magnates de Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab hablaron de
despedazarle.
23 «¡No tememos a los israelitas! No son gente que tenga fuerza ni
vigor para un encuentro violento.
24 ¡Subamos y serán un bocado para todo tu ejército, señor,
Holofernes!»

Judit 6
1 Calmado el tumulto provocado por los hombres que estaban en
torno al Consejo. Holofernes, jefe supremo del ejército de Asiria, dijo a
Ajior delante de todos los pueblos extranjeros y de los moabitas:
2 «¿Quién eres tú, Ajior, y quiénes los mercenarios de Ammón, que
te permites hoy lanzar profecías entre nosotros y nos aconsejas que no
luchemos contra esta ralea de Israel, porque su Dios los cubrirá con su
escudo? ¿Qué otro dios hay fuera de Nabucodonosor? Este enviará su
fuerza y los aniquilará de sobre la faz de la tierra, sin que su Dios pueda
librarlos.

3 Nosotros, sus siervos, los batiremos como si fueran sólo un hombre,


4 y no podrán resistir el empuje de nuestros caballos. Los pasaremos
a fuego sin distinción. Sus montes se embriagarán de su sangre y sus
llanuras se colmarán con sus cadáveres. No podrán mantenerse a pie firme
ante nosotros y serán totalmente destruidos, dice el rey Nabucodonosor,
Señor de toda la tierra. Porque lo ha dicho y no quedarán sin cumplimiento
sus palabras.
5 Cuanto a ti, Ajior, mercenario ammonita, que has dicho estas
palabras el día de tu iniquidad, a partir de ahora no verás ya mi rostro hasta
el día en que tome venganza de esa ralea venida de Egipto.

6 Entonces, el hierro de mis soldados y la lanza de mis servidores te


atravesará los costados y caerás junto a sus heridos, cuando yo me revuelva
contra ellos.
7 Mis servidores te van a llevar a la montaña y te van a dejar en una
de las ciudades que están en las subidas.
8 No perecerás sino cuando seas aniquilado justo con ellos.
9 Y no muestres un rostro tan abatido ya que en tu corazón esperas
que no serán conquistados. Así lo digo y no dejará de cumplirse ni una sola
de mis palabras.»

10 Holofernes ordenó a los servidores que estaban al servicio de su


tienda que tomasen a Ajior, lo llevasen a Betulia y lo entregasen en manos
de los israelitas.
11 Los servidores le agarraron y le condujeron fuera del campamento,
a la llanura; y de la llanura abierta pasaron a la región montañosa,
alcanzando las fuentes que había al pie de Betulia.
12 Cuando los hombres de la ciudad los divisaron desde la cumbre
del monte, corrieron a las armas y salieron fuera de la ciudad, a la cumbre
del monte, mientras los honderos dominaban la subida y disparaban sus
piedras contra ellos.

13 Entonces los asirios se deslizaron al pie del monte, ataron a Ajior,


lo dejaron tendido en la falda y se volvieron donde su señor.
14 Los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron y desatándole le
llevaron a Betulia y le presentaron a los jefes de la ciudad,
15 que en aquel tiempo eran Ozías, hijo de Miqueas, de la tribu de
Simeón, Jabrís, hijo de Gotoniel, y Jarmís, hijo de Melkiel.
16 Estos mandaron convocar a todos los ancianos de la ciudad. Se
unieron también a la asamblea todos lo jóvenes y las mujeres; pusieron a
Ajior en medio de todo el pueblo y Ozías le interrogó acerca de los
sucedido.
17 Ajior respondió narrándoles las deliberaciones habidas en el
Consejo de Holofernes, todas las cosas que él mismo había dicho delante de
todos los jefes de los asirios y las bravatas que Holofernes había proferido
contra la casa de Israel.
18 Entonces el pueblo se postró, adoró a Dios y clamó:
19 «Señor, Dios del cielo, mira su soberbia, compadécete de la
humillación de nuestra raza y mira con piedad el rostro de los que te están
consagrados».
20 Después dieron ánimos a Ajior y le felicitaron calurosamente,

21 y a la salida de la asamblea, Ozías le condujo a su propia casa y


ofreció un banquete a los ancianos. Y estuvieron invocando la ayuda del
Dios de Israel durante toda la noche.

Judit 7
1 Al día siguiente ordenó Holofernes a todo su ejército y a todos los
pueblos que iban como tropas auxiliares mover el campo contra Betulia,
ocupar los accesos de la montaña y comenzar las hostilidades contra los
israelitas.
2 El mismo día levantaron el campo todos los hombres de su ejército;
el número de sus guerreros era de 120.000 infantes y 12.000 jinetes, sin
contar los encargados del bagaje y la gran cantidad de hombres que iban a
pie con ellos.

3 Acamparon en el valle que hay cerca de Betulia, junto a la fuente, y


se desplegaron en profundidad desde Dotán hasta Belbáin, y en longitud
desde Betulia hasta Kiamón, que está frente a Esdrelón.
4 Cuando los israelitas vieron su muchedumbre, quedaron
sobrecogidos y se dijeron unos a otros: «Estos ahora van a arrasar toda la
tierra y ni los montes más altos ni los barrancos ni las colinas podrán
soportar su peso.»
5 Tomó cada cual su equipo de guerra, encendieron hogueras en las
torres y permanecieron sobre las armas toda aquella noche.

6 Al segundo día, Holofernes hizo desfilar toda su caballería ante los


israelitas que había en Betulia.
7 Inspeccionó todas las subidas de la ciudad, reconoció las fuentes y
las ocupó, dejando en ellas guarniciones de soldados; y él se volvió donde
su ejército.
8 Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos
los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron:
9 «Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo
herido en tu ejército.

10 Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en


las alturas de los montes en que habitan. De hecho no es fácil escalar la
cumbre de estos montes.
11 «Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla
acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos.
12 Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu
ejército. Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de la
montaña,
13 porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed
los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro pueblo
ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en ellas,
vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.

14 Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y,


aun antes de que la espada les alcance, caerán tendidos por las plazas de su
ciudad.
15 Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no
haber salido a tu encuentro en son de paz.»
16 Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus
oficiales, y ordenó que se ejecutara lo que proponían.
17 Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por 5.000 asirios,
acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y de las
fuentes de los israelitas.

18 Los edomitas y ammonitas, por su parte, acamparon en el monte,


frente a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este, frente a
Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El resto del
ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda la superficie del
suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento inmenso, porque
eran una enorme muchedumbre.
19 Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba
a flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda retirada.

20 34 días estuvieron cercados por todo el ejército asirio, infantes,


carros y jinetes. A todos las habitantes de Betulia se les acabaron las
reservas de agua;
21 las cisternas se agotaron; ni un solo día podían beber a
satisfacción, porque se les daba el agua racionada.
22 Los niños aparecían abatidos, las mujeres y los adolescentes
desfallecían de sed y caían en las plazas y a las salidas de las puertas de la
ciudad, faltos de fuerzas.
23 Todo el pueblo, los adolescentes, las mujeres y los niños, se
reunieron en torno a Ozías y a los jefes de la ciudad y clamaron a grandes
voces, diciendo delante de los ancianos:

24 «Juzgue Dios entre nosotros y vosotros, pues habéis cometido una


gran injusticia contra nosotros, por no haber hecho tentativas de paz con
los asirios.
25 Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en
sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.
26 Llamadles ahora mismo y entregad toda la ciudad al saqueo de la
gente de Holofernes y de todo su ejército.
27 Mejor nos es convertirnos en botín suyo. Seremos sus esclavos,
pero salvaremos la vida y no tendremos que ver cómo, a nuestros ojos, se
mueren nuestros niños y expiran nuestras mujeres y nuestros hijos.

28 Os conjuramos por el cielo y por la tierra, y por nuestro Dios,


Señor de nuestros padres, que nos ha castigado por nuestros pecados, y por
los pecados de nuestros padres, que cumpláis ahora mismo nuestros
deseos.»
29 Y toda la asamblea, a una, prorrumpió en gran llanto y clamaron, a
grandes voces, al Señor Dios.
30 Ozías les dijo: «Tened confianza, hermanos; resistamos aún cinco
días, y en este tiempo el Señor Dios nuestro volverá su compasión hacia
nosotros, porque no nos ha de abandonar por siempre.

31 Pero si pasan estos días sin recibir ayuda cumpliré vuestros


deseos.»
32 Y despidió a la gente, cada cual a su puesto. Los hombres fueron a
las murallas y torres de la ciudad, y a las mujeres y niños los enviaron a
casa. Había en la ciudad un gran abatimiento.

Judit 8
1 Se enteró entonces de ello Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de
José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de
Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de
Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel.
2 Su marido Manasés, de la misma tribu y familia que ella, había
muerto en la época de la recolección de la cebada.
3 Estaba, en efecto, en el campo, vigilando a los que ataban las
gavillas, y le dio una insolación a la cabeza, cayó en cama y vino a morir en
su ciudad de Betulia. Fue sepultado junto a sus padres, en el campo que hay
entre Dotán y Balamón.
4 Judit llevaba ya tres años y cuatro meses viuda, viviendo en su casa.
5 Se había hecho construir un aposento sobre el terrado de la casa, se
había ceñido de sayal y se vestía vestidos de viuda; ayunaba
6 durante toda su viudez, a excepción de los sábados y las vigilias de
los sábados, los novilunios y sus vigilias, las solemnidades y los días de
regocijo de la casa de Israel.
7 Era muy bella y muy bien parecida. Su marido Manasés le había
dejado oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, quedando ella
como dueña,

8 y no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa,


porque tenía un gran temor de Dios.
9 Oyó, pues, Judit las amargas palabras que el pueblo había dicho
contra el jefe de la ciudad, pues habían perdido el ánimo ante la escasez de
agua. Supo también todo cuanto Ozías les había respondido y cómo les
había jurado que entregaría la ciudad a los asirios al cabo de cinco días.
10 Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad,
por medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda.

11 Vinieron y ella les dijo: «Escuchadme, jefes de los moradores de


Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy delante del
pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un juramento,
asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo
convenido no os enviaba socorro el Señor.
12 ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba
y suplantar a Dios entre los hombres?
13 ¡Así tentáis al Señor Onmipotente, vosotros que nunca llegaréis a
comprender nada!

14 Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis


apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a
escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su inteligencia y
comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del
Señor, Dios nuestro.
15 Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para
protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos en
presencia de nuestros enemigos.

16 Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro


Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le
marca, como a un hijo de hombre, una línea de conducta.
17 Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos
confiadamente que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le place
hacerlo.
18 «Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu,
familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos
por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos,

19 en castigo de lo cual fueron nuestros padres entregados a la espada


y al saqueo, y sucumbieron desastradamente ante sus enemigos.
20 Pero nosotros no conocemos otro Dios que él, y en esto estriba
nuestra esperanza de que no nos mirará con desdén ni a nosotros ni a
ninguno de nuestra raza.
21 «Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá todo Judea;
nuestro santuario será saqueado y nosotros tendremos que responder de esta
profanación con nuestra propia sangre.

22 La muerte de nuestros hermanos, la deportación de esta tierra y la


devastación de nuestra heredad, caerá sobre nuestras cabezas, en medio de
las naciones en que estemos como esclavos y seremos para nuestros amos
escarnio y mofa,
23 ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que
el Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra.
24 Ahora, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su
vida depende de nosotros y que sobre nosotros se apoyan las cosas
sagradas, el Templo y el altar.

25 «Por todo esto, debemos dar gracias al Señor nuestro Dios que ha
querido probarnos como a nuestros padres.
26 Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar
a Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando
pastoreaba los rebaños de Labán, el hermano de su madre.
27 Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así
el Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para
castigarnos, sino para amonestarnos.»

28 Ozías respondió: «En todo cuanto has dicho, has hablado con recto
juicio y nadie podrá oponerse a tus razones,
29 ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabiduría, sino
que de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de los
pensamientos que forma tu corazón.
30 Pero el pueblo padecía gran sed y nos obligaron a pronunciar
aquellas palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos
violar.
31 Ahora, pues, tú que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al
Señor que envíe lluvia para llenar nuestras cisternas, y así no nos veamos
acabados.»

32 Respondió Judit: «Escuchadme. Voy a hacer algo que se


transmitirá de generación en generación entre los hijos de nuestra raza.
33 Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sierva
y antes del plazo que os habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros
enemigos, visitará el Señor a Israel por mi mano.
34 No intentéis averiguar lo que quiero hacer, pues no lo diré hasta no
haberlo cumplido.»
35 Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz y que el Señor Dios te
preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.»

36 Y dejando el aposento, regresaron a sus puestos.

Judit 9
1 Cayó Judit, rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el
sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en Jerusalén, en
la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al Señor en alta voz
diciendo:
2 Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para
vengarse de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen para
mancha, que desnudaron sus caderas para vergüenza y profanaron su seno
para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace», y ellos lo hicieron.

3 Por eso entregaste sus jefes a la muerte y su lecho, rojo de


vergüenza por su engaño, lo dejaste engañado hasta la sangre. Castigaste a
los esclavos con los príncipes, a los príncipes con los siervos.
4 Entregaste al saqueo a sus mujeres, sus hijas al destierro, todos sus
despojos en reparto para tus hijos amados, que se habían encendido de tu
celo, y tuvieron horror a la mancha hecha a su sangre y te llamaron en su
ayuda. ¡Oh Dios, mi Dios, escucha a esta viuda!

5 Tú que hiciste las cosas pasadas, las de ahora y las venideras, que
has pensado el presente y el futuro; y sólo sucede lo que tú dispones,
6 y tus designios se presentan y te dicen: «Aquí estamos!» Pues todos
tus caminos están preparados y tus juicios de antemano previstos.
7 Mira, pues, a los asirios que juntan muchas fuerzas, orgullosos de
sus caballos y jinetes, engreídos por la fuerza de sus infantes, fiados en sus
escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no han reconocido
que tú eres el Señor, quebrantador de guerras.

8 Tu Nombre es «¡Señor!» ¡Quebranta su poder con tu fuerza! ¡Abate


su poderío con tu cólera!, pues planean profanar tu santuario, manchar la
Tienda en que reposa la Gloria de tu Nombre, y derribar con fuerza el
cuerno de tu altar.
9 Mira su altivez, y suelta tu ira sobre sus cabezas; da a mi mano de
viuda fuerza para lo que he proyectado.
10 Hiere al esclavo con el jefe, y al jefe con su siervo, por la astucia
de mis labios. Abate su soberbia por mano de mujer.

11 No está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino


que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los
débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados.
12 ¡Sí, sí! Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Señor de
los cielos y la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda tu creación,
¡escucha mi plegaria!
13 Dame una palabra seductora para herir y matar a los que traman
duras decisiones contra tu alianza, contra tu santa Casa y contra el monte
Sión y la casa propiedad de tus hijos.

14 Haz conocer a toda nación y toda tribu que tú eres Yahveh, Dios
de todo poder y toda fuerza, y que no hay otro protector fuera de ti para la
estirpe de Israel.

Judit 10
1 Acabada su plegaria al Dios de Israel, y dichas todas estas palabras,
2 se levantó Judit del suelo, llamó a su sierva y bajando a la casa
donde pasaba los sábados y solemnidades,
3 se quitó el sayal que vestía, se desnudó de sus vestidos de viudez, se
baño toda, se ungió con perfumes exquisitos, se compuso la cabellera
poniéndose una cinta, y se vistió los vestidos que vestía cuando era feliz, en
vida de su marido Manasés.
4 Se calzó las sandalias, se puso los collares, brazeletes y anillos, sus
pendientes y todas sus joyas, y realzó su hermosura cuanto pudo, con ánimo
de seducir los ojos de todos los hombres que la viesen.

5 Luego dio a su sierva un odre de vino y un cántaro de aceite, llenó


una alforja con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, empaquetó
las provisiones y se lo entregó igualmente a su sierva.
6 Luego se dirigieron a la puerta de la ciudad, de Betulia, donde se
encontraron con Ozías y con Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad.
7 Cuando vieron a Judit con el rostro transformado y mudada de
vestidos, se quedaron maravillados de su extremada hermosura y le dijeron:

8 «¡Que el Dios de nuestros padres te haga alcanzar favor y dé


cumplimiento a tus designios, para gloria de los hijos de Israel y exaltación
de Jerusalén!»
9 Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la
ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis
hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo pedía.
10 Así lo hicieron ellos, y salió Judit con su sierva. Los hombres de la
ciudad la siguieron con la mirada mientras descendía por la ladera, hasta
que llegó al valle; y allí la perdieron de vista.

11 Avanzaron ellas a derecho por el valle, hasta que le salió al


encuentro una avanzada de los asirios,
12 que la detuvieron y preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿A dónde vas?» Ella respondió: «Hija de hebreos soy y huyo de ellos,
porque están a punto de ser devorados por vosotros.
13 Vengo a presentarme ante Holofernes, jefe de vuestro ejército,
para hablarle con sinceridad y mostrarle un camino por el que pueda pasar
para adueñarse de toda la montaña, sin que perezca ninguno de sus hombres
y sin que se pierda una sola vida».

14 Oyéndola hablar aquellos hombres, y viendo la admirable


hermosura de su rostro, le dijeron:
15 «Has salvado tu vida con tu decisión de bajar a presentarte ante
nuestro señor. Dirígete a su tienda, que algunos de los nuestros te
acompañarán hasta ponerte en sus manos.
16 Cuando estés en su presencia, no tengas miedo; anúnciale tus
propósitos y él se portará bien contigo.»
17 Y eligieron entre ellos cien hombres que le dieran escolta a ella y a
su sierva y las llevaran hasta la tienda de Holofernes.

18 Habiéndose corrido por todas las tiendas la noticia de su llegada,


concurrió la gente del campamento, que hicieron corro en torno a ella,
mientras esperaba, fuera de la tienda, que la anunciasen a Holofernes.
19 Se quedaban admirados de su belleza y, por ella, admiraban a los
israelitas, diciéndose unos a otros: «¿Quién puede menospreciar a un pueblo
que tiene mujeres como ésta? ¡Sería un error dejar con vida a uno solo de
ellos, porque los que quedaran, serían capaces de engañar a toda la tierra!»

20 Salieron, pues, los de la escolta personal de Holofernes y todos sus


servidores y la introdujeron en la tienda.
21 Estaba Holofernes descansando en su lecho, bajo colgaduras de
oro y púrpura recamadas de esmeraldas y piedras preciosas.
22 Se la anunciaron y él salió hasta la entrada de la tienda, precedido
de lámparas de plata.
23 Cuando Judit llegó ante Holofernes y sus ministros, todos se
maravillaron de la hermosura de su rostro. Cayó ella rostro en tierra y se
postró ante él, pero los siervos la levantaron.
Judit 11
1 Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer, no tengas miedo, porque
yo ningún mal hago a quien se decide a servir a Nabucodonosor, rey de
toda la tierra.
2 Tampoco contra tu pueblo de la montaña habría alzado yo mi lanza,
si ellos no me hubieran despreciado; pero ellos mismos lo han querido.
3 Dime ahora por qué razón huyes de ellos y te pasas a nosotros.
Desde luego, al venir aquí te has salvado. Ten confianza; vivirás esta noche
y las restantes.

4 Nadie te hará ningún mal; serás bien tratada, como se hace con los
siervos de mi señor, el rey Nabucodonosor.»
5 Respondió Judit: «Acoge las palabras de tu sierva, y que tu sierva
pueda hablar en tu presencia. Ninguna falsedad diré esta noche a mi señor.
6 Si te dignas seguir los consejos de tu sierva, Dios actuará contigo
hasta el fin y mi señor no fracasará en sus proyectos.
7 ¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra y viva su poder que te
ha enviado para poner en el recto camino a todo viviente!; porque gracias a
ti no le sirven tan sólo los hombres, sino que, por medio de tu fuerza, hasta
las fieras salvajes, los ganados y las aves del cielo viven para
Nabucodonosor y para toda su casa.

8 «Nosotros, en efecto, hemos oído hablar de tu sabiduría y de la


prudencia de tu espíritu, y se dice por toda la tierra que tú eres el mejor en
todo el reino, de profundos conocimientos y admirable como estratega.
9 Por lo que se refiere al discurso que Ajior pronunció en tu Consejo,
nosotros hemos oído sus mismas palabras, pues los hombres de Betulia le
han salvado y él les refirió todo lo que te dijo.
10 Acerca de esto, dueño y señor, no desestimes sus palabras; tenlas
bien presentes, porque responden a la verdad. Pues muestra raza no recibe
castigo ni la espada tiene poder sobre ellos, si no han pecado contra su
Dios.

11 Pero precisamente para que mi señor no se vea rechazado y con las


manos vacías, la muerte va a caer sobre sus cabezas. Han caído en un
pecado con el que provocan la cólera de su Dios cada vez que cometen tal
desorden.
12 En vista de que se les acaban los víveres y escasea el agua, han
deliberado echar mano de sus ganados y están ya decididos a consumir todo
aquello que su Dios, por sus leyes, les ha prohibido comer.
13 Han decidido, igualmente, consumir las primicias del trigo y el
diezmo del vino y del aceite que habían reservado, porque están
consagrados a los sacerdotes que están en la presencia de nuestro Dios, en
Jerusalén, y que ningún laico puede ni tan siquiera tocar con la mano.

14 Han enviado mensajeros a Jerusalén (cuyos habitantes hacen estas


mismas cosas) para recabar del Consejo de Ancianos los permisos.
15 Y en cuanto les sea concedido y lo realicen, en ese mismo
momento te serán entregados para su destrucción.
16 Cuando yo, tu esclava, supe todo esto, huí de ellos. Mi Dios me ha
enviado para que yo haga contigo cosas de que se pasmará toda la tierra y
todos cuantos las oigan.
17 Porque tu esclava es piadosa y sirve noche y día al Dios del Cielo.
Ahora, mi señor, quisiera quedarme a tu lado. Tu sierva saldría por las
noches hacia el barranco, para suplicar a mi Dios y El me dirá cuándo han
cometido su pecado.

18 Yo vendré a comunicártelo y entonces tú saldrás con todo tu


ejército y ninguno de ellos podrá resistirte.
19 Yo te guiaré por medio de Judea hasta llegar a Jerusalén y haré
que te asientes en medio de ella. Tú los llevarás como rebaño sin pastor, y
ni un perro ladrará contra ti. He tenido el presentimiento de todo esto; me
ha sido anunciado y he sido enviada para comunicártelo.»
20 Agradaron estas palabras a Holofernes y a todos sus servidores,
que estaban admirados de su sabiduría, y dijeron:

21 «De un cabo al otro del mundo, no hay mujer como ésta, de tanta
hermosura en el rostro y tanta sensatez en las palabras.»
22 Holofernes le dijo: «Bien ha hecho Dios en enviarte por delante de
tu pueblo, para que esté en nuestras manos el poder, y en manos de los que
han despreciado a mi señor, la ruina.
23 Por lo demás, eres tan bella de aspecto como prudente en tus
palabras. Si haces lo que has prometido, tu Dios será mi Dios, vivirás en el
palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra.»

Judit 12
1 Mandó luego que la introdujeran donde tenía su vajilla y ordenó
que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su propio
vino.
2 Pero Judit dijo: «No debo comer esto, para que no me sea ocasión
de falta. Se me dará de las provisiones que traje conmigo.»
3 Holofernes le dijo: «Cuando se te acaben las cosas que tienes, ¿de
dónde podremos traerte otras iguales? Porque no hay nadie de los tuyos
con nosotros.»
4 Respondió Judit: «Por tu vida, mi señor; que, antes que tu sierva
haya consumido lo que traje, cumplirá el Señor, por mi mano, sus
designios.»

5 Los siervos de Holofernes la condujeron a la tienda, y ella durmió


hasta media noche. Al acercarse la vigilia de la aurora, se levantó,
6 y envió a decir a Holofernes: «Ordene mi señor que se dé a tu sierva
permiso para salir a orar.»
7 Holofernes ordenó a su escolta que no se lo impidieran. Judit
permaneció tres días en el campamento. Cada noche se dirigía hacia el
barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el puesto de
guardia.
8 A su regreso, suplicaba al Señor, Dios de Israel, que diese buen fin
a sus proyectos para exaltación de los hijos de su pueblo.

9 Y, ya purificada, entraba en la tienda y allí permanecía hasta que le


traían su comida de la tarde.
10 Al cuarto día, dio Holofernes un banquete exclusivamente para sus
oficiales; no invitó a ninguno de los encargados de los servicios.
11 Dijo, pues, a Bagoas, el eunuco que tenía al frente de sus
negocios: «Trata de persuadir a esa mujer hebrea que tienes contigo, que
venga a comer y beber con nosotros.
12 Sería una vergüenza para nosotros que dejáramos marchar a tal
mujer sin habernos entretenido con ella. Si no somos capaces de atraerla,
luego hará burla de nosotros.»

13 Salió Bagoas de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de


Judit y dijo: «Que esta bella esclava no se niegue a venir donde mi señor,
para ser honrada en su presencia, para beber vino alegremente con nosotros
y ser, en esta ocasión, como una de las hijas de los asirios que viven en el
palacio de Nabucodonosor.»
14 Judit le respondió: «¿Quién soy yo para oponerme a mi señor?
Haré prontamente todo cuanto le agrade y ello será para mí motivo de gozo
mientras viva.»

15 Después se levantó y se engalanó con sus vestidos y todos sus


ornatos femeninos. Se adelantó su sierva para extender en tierra, frente a
Holofernes, los tapices que había recibido de Bagoas para el uso cotidiano,
con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre ellos.
16 Entrando luego Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó
arrebatado por ella, su alma quedó turbada y experimentó un violento deseo
de unirse a ella, pues desde el día que la vio, andaba buscando ocasión de
seducirla.
17 Díjole Holofernes: «¡Bebe, pues, y comparte la alegría con
nosotros!»
18 Judit respondió: «Beberé señor; pues nunca, desde el día en que
nací, nunca estimé en tanto mi vida como ahora.»
19 Y comió y bebió, frente a él, sirviéndose de las provisiones que su
sierva había preparado.
20 Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió
vino tan copiosamente como jamás había bebido en todos los días de su
vida.

Judit 13
1 Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresusaron a retirarse y
Bagoas cerró la tienda por el exterior, después de haber apartado de la
presencia de su señor a los que todavía quedaban; y todos se fueron a
dormir, fatigados por el exceso de bebida;
2 quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado
sobre su lecho y rezumando vino.
3 Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su
dormitorio y esperase a que saliera, como los demás días. Porque, en efecto,
ella había dicho que saldría para hacer su oración y en este mismo sentido
había hablado a Bagoas.

4 Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en el


dormitorio. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo en su corazón: «¡Oh
Señor, Dios de toda fuerza! Pon los ojos, en esta hora, a la empresa de mis
manos para exaltación de Jerusalén.
5 Es la ocasión de esforzarse por tu heredad y hacer que mis
decisiones sean la ruina de los enemigos que se alzan contra nosotros.»
6 Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la
cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra,

7 y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los


cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!»
8 Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le
cortó la cabeza.
9 Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras
de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva,
10 que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las
dos juntos a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el
campemento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y
se presentaron ante las puertas de la ciudad.
11 Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid,
abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer todavía
hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos, como lo ha
hecho hoy mismo.»
12 Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a
bajar a la puerta y llamaron a los ancianos.
13 Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico,
porque no tenían esperanza de que ella volviera; abrieron, pues, la puerta,
las recibieron, y encendiendo una hoguera para que se pudiera ver, hicieron
corro en torno a ellas.

14 Judit, con fuerte voz, les dijo: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a
Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que esta
noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.»
15 Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles:
«Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad
las colgaduras bajo las cuales se acostaba en su borracheras. ¡El Señor le ha
herido por mano de mujer!
16 ¡Vive el Señor!, el que me ha guardado en el camino que
emprendí, que fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha
cometido conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.»

17 Todo el pueblo quedó lleno de estupor y postrándose adoraron a


Dios y dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el
día de hoy a los enemigos de tu pueblo!»
18 Ozías dijo a Judit: «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que
todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del
cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de
nuestros enemigos.
19 Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres que
recordarán la fuerza de Dios eternamente.

20 Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida


con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la
humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo
rectamente ante nuestro Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»

Judit 14
1 Judit les dijo: «Escuchadme, hermanos; tomad esta cabeza y
colgadle en el saliente de nuestras murallas;
2 y apenas despunte el alba y salga el sol sobre la tierra, empuñaréis
cada uno vuestras armas y saldréis fuera de la ciudad todos los hombres
capaces. Que se ponga uno al frente, como si intentarais bajar a la llanura,
contra la avanzada de los asirios. Pero no bajéis.
3 Los asirios tomarán sus armas y marcharán a su campamento para
despertar a los jefes del ejército de Asiria. Correrán a la tienda de
Holofernes, pero al no dar con él, quedarán aterrorizados y huirán ante
vosotros.

4 Entonces, vosotros y todos los habitantes del territorio de Israel,


saldréis en su persecución y los abatiréis en la retirada.
5 «Pero antes, traed aquí a Ajior el ammonita, para que vea y
reconozca al que despreciaba a la casa de Israel, al que le envió a nosotros
como destinado a la muerte.»
6 Hicieron, pues, venir a Ajior desde la casa de Ozías. Al llegar y ver
que uno de los hombres de la asamblea del pueblo tenía en la mano la
cabeza de Holofernes, cayó al suelo, desvanecido.

7 Cuando le reanimaron, se echó a los pies de Judit, se postró ante


ella y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las
naciones que, cuando oigan pronunciar tu nombre, se sentirán turbadas!»
8 «Y ahora, cuéntame lo que has hecho durante este tiempo.» Judit le
contó, en medio del pueblo, todo cuanto había hecho, desde que salió hasta
el momento en que les estaba hablando.
9 Cuando hubo acabado su relato, todo el pueblo lanzó grandes
aclamaciones y en toda la ciudad resonaron los gritos de alegría.

10 Ajior, por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de


Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexionado para
siempre a la casa de Israel.
11 Apenas despuntó el alba, colgaron de la muralla la cabeza de
Holofernes, tomaron las armas todos los hombres de Israel y salieron, por
grupos, hacia las subidas.
12 Al verlos los asirios, communicaron la novedad a sus oficiales, y
éstos la fueron comunicando a sus estrategas y comandantes y a todos sus
jefes,

13 hasta llegar a la tienda de Holofernes. Dijeron, pues, a su


intendente general: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos tienen
la osadía de bajar a combatir contra nosotros, para hacerse exterminar
completamente.»
14 Entró, pues, Bagoas y dio palmadas ante la cortina de la tienda,
porque suponía que Holofernes estaría durmiendo con Judit.
15 Como nadie respondía, apartó la cortina, entró en el dormitorio, y
lo encontró tendido sobre el umbral muerto y decapitado.
16 Dio entonces una gran voz, con gemido y llanto y fuertes alaridos,
al tiempo que rasgaba sus vestiduras.
17 Entró luego en la tienda en que se había aposentado Judit, y al no
verla, se precipitó hacia la tropa gritando:
18 «¡Esas esclavas eran unas pérfidas! Una sola mujer hebrea ha
llenado de vergüenza la casa del rey Nabucodonosor. ¡Mirad a Holofernes,
derribado en tierra y decapitado!»
19 Cuando los jefes del ejército asirio oyeron estas palabras, su ánimo
quedó turbado hasta el extremo, rasgaron sus túnicas y lanzaron grandes
gritos y voces por todo el campamento.

Judit 15
1 Al oírlo los del campamento, quedaron estupefactos;
2 fueron presa de terror pánico y nadie ya fue capaz de mantenerse al
lado de sus compañeros: huyeron todos a la desbandada, por todos los
caminos, por la llanura y la montaña.
3 También los que estaban acampados en la altura, sitiando a Betulia,
se dieron a la fuga; entonces, todos los hombres de guerra de Israel cayeron
sobre ellos.
4 Ozías mandó aviso a Betomestáin, a Bebé, Jobá y Kolá, y a toda la
montaña de Israel, dando noticia de cuanto había pasado, para que todos se
arrojaran sobre los enemigos y los exterminaran.

5 Cuando los israelitas lo supieron, todos, como un solo hombre, se


lanzaron sobre los asirios y los batieron hasta Jobá. También acudieron los
de Jerusalén y los de la montaña, porque también a ellos se les dio noticia
de lo sucedido en el campo enemigo; de igual modo, los de Galaad y
Galilea, atacándoles de flanco, les hicieron enorme estrago hasta que
pudieron refugiarse en Damasco y su región.
6 En cuanto a los demás habitantes de Betulia, cayeron sobre el
campamento asirio, le saquearon y obtuvieron grandes riquezas.

7 Los israelitas, de vuelta de la matanza, se hicieron dueños del resto;


también los de las aldeas y granjas de la montaña y del llano obtuvieron
gran botín, porque había una abundancia incalculable.
8 El sumo sacerdote Yoyaquim, con el Consejo de Ancianos de Israel
y los habitantes de Jerusalén, vinieron a contemplar los bienes que el Señor
había hecho a Israel, y a ver y saludar a Judit.
9 En llegando a su presencia, todos a una voz la bendijeron diciendo:
«Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú la
suprema gloria de nuestra raza.
10 Al hacer todo esto por tu mano has procurado la dicha de Israel y
Dios se ha complacido en lo que has hecho. Bendita seas del Señor
Omnipotente por siglos infinitos.» Y todo el pueblo respondió: «¡Amén!»
11 Todo el pueblo estuvo recogiendo botín del campamento durante
treinta días; dieron a Judit la tienda de Holofernes, con toda su vajilla de
plata, sus divanes, sus vasijas y todo su mobiliario. Ella lo tomó y lo cargó
sobre su mula, preparó sus carros y los amontonó todo encima.

12 Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían


danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las
mujeres que estaban a su lado.
13 Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo;
después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de
todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas,
llevando coronas y cantando himnos.
14 Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de
gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:

Judit 16
1 ¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con
címbalos, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e
invocad su Nombre!
2 Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, porque en sus
campos, en medio de su pueblo me arrancó de la mano de mis
perseguidores.
3 Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa
innumerable; su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos cubrían
las colinas.

4 Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada, de


estrellar contra el suelo a los lactantes, de entregar como botín a mis niños y
de dar como presa a mi doncellas.
5 El Señor Omnipotente por mano de mujer los anuló.
6 Que no fue derribado su caudillo por jóvenes guerreros, ni le
hirieron hijos de Titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyugó Judit,
hija de Merarí, con sólo la hermosura de su rostro.

7 Se despojó de sus vestidos de viudez, para exaltar a los afligidos de


Israel; ungió su rostro de perfumes,
8 prendió con una cinta sus cabellos, ropa de lino vistió para
seducirle.
9 La sandalia de ella le robó los ojos, su belleza cautivóle el alma ¡y
la cimitarra atravesó su cuello!
10 Se estremecieron los persas por su audacia, se turbaron los medos
por su temeridad.
11 Entonces clamaron mis humildes, y ellos temieron; clamaron mis
débiles y ellos quedaron aterrados; alzaron su voz éstos, y ellos se dieron a
la fuga.

12 Hijos de jovenzuelas los asaetearon, como a hijos de desertores los


hirieron, perdieron en la batalla contra mi Señor.
13 Cantaré a mi Dios un cantar nuevo: «¡Tú eres grande, Señor, eres
glorioso, admirable en poder e insuperable!»
14 Sírvante a ti las criaturas todas, pues hablaste tú y fueron hechas,
enviaste tu espíritu y las hizo, y nadie puede resitir tu voz.
15 Pues los montes, desde sus cimientos, serán sacudidos con las
aguas; las rocas en tu presencia se fundirán como cera; pero con aquellos
que te temen, te muestras tú siempre propicio.

16 Porque es muy poca cosa todo sacrificio de calmante aroma, y


apenas es nada la grasa para serte ofrecida en holocausto. Mas quien teme
al Señor será grande para siempre.
17 ¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor
Omnipotente les dará el castigo en el día del juicio. Entregará sus cuerpos al
fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente.
18 Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios, y una vez
purificado el pueblo, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y
sus regalos.

19 Judit ofreció todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le


había concedido, y entregó a Dios en anatema las colgaduras que ella
misma había tomado del dormitorio de Holofernes.
20 Durante tres meses permaneció el pueblo en Jerusalén, celebrando
festejos delante de santuario. También Judit estaba presente.
21 Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad. Judit
regresó a Betulia, donde vivió disfrutando de su hacienda; fue en su tiempo
muy famosa en toda aquella tierra.

22 Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún


hombre en toda su vida, desde que su marido Manasés murió y fue a
reunirse con su pueblo.
23 Vivió hasta la avanzada edad de 105 años, transcurriendo su
ancianidad en casa de su marido. A su sierva le concedió la libertad. Murió
en Betulia y fue sepultada en la caverna de su marido Manasés.
24 La casa de Israel la lloró durante siete días. Antes de morir,
distribuyó su hacienda entre los parientes de su marido Manasés y entre sus
propios parientes.

25 Nadie ya atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, ni en


mucho tiempo después de su muerte.

ESTER
Ester 1
1 En tiempo del rey Asuero, el que reinó desde la India hasta Etiopía
sobre 127 provincias,
2 en aquellos días, estando el rey sentado en el trono real, en la
ciudadela de Susa,
3 en el año tercero de su reinado, ofreció un banquete en su presencia
a todos sus servidores: a jefes del ejército de los persas y los medos, a los
nobles y a los gobernadores de las provincias.
4 Les hizo ver la riqueza y la gloria de su reino y del magnífico
esplendor de su grandeza durante muchos días, durante 180 días.
5 Cumplido aquel plazo, ofreció el rey a todos los que se hallaban en
la ciudadela de Susa, desde el mayor al más pequeño, un banquete de siete
días en el patio del jardín del palacio real.
6 Había colgaduras de lino fino, de lana y de púrpura violeta, fijadas,
por medio de cordones de lino y púrpura, en anillas de plata sujetas a
columnas de mármol blanco; lechos de oro y plata sobre un pavimento de
pórfido, mármol, nácar y mosaicos.
7 Se bebía en copas de oro de formas diversas y el vino ofrecido por el
rey corría con regia abundancia.
8 Cuanto a la bebida, a nadie se le obligaba, pues así lo había
mandado el rey a los oficiales de su casa, para que cada cual hiciese lo que
quisiera.
9 También la reina Vastí ofreció un banquete a las mujeres en el
palacio del rey Asuero.
10 El día séptimo, alegre por el vino el corazón del rey, mandó a
Mehumán, a Bizzetá, a Jarboná, a Bigtá, a Abagtá, a Zetar y a Karkás, los
siete eunucos que estaban al servicio del rey Asuero,
11 que hicieran venir a la reina Vastí a presencia del rey, con diadema
real, para que vieran las gentes y los jefes su belleza, porque, en efecto, era
muy bella.
12 Pero la reina Vastí se negó a cumplir la orden del rey transmitida
por los eunucos; se irritó el rey muchísimo y, ardiendo en ira,
13 llamó a los sabios entendidos en la ciencia de las leyes, pues los
asuntos reales se discuten en presencia de los conocedores de la ley y el
derecho;
14 hizo, pues, venir a Karsená, Setar, Admatá, Tarsis, Meres, Marsená
y Memukán, los siete jefes de los persas y los medos que eran admitidos a
la presencia del rey y ocupaban los primeros puestos del reino,
15 y les dijo: «¿Qué debe hacerse, según la ley, a la reina Vastí, por no
haber obedecido la orden del rey Asuero, transmitida por los eunucos?»
16 Respondió Memukán en presencia del rey y de los jefes: «La reina
Vastí no ha ofendido solamente al rey, sino a todos los jefes y a todos los
pueblos de todas las provincias del rey Asuero.
17 Porque se correrá el caso de la reina entre todas las mujeres y hará
que pierdan estima a sus maridos, pues dirán: “El rey Asuero mandó hacer
venir a su presencia a la reina Vastí, pero ella no fue.”
18 Y a partir de hoy, las princesas de los persas y los medos, que
conozcan la conducta de la reina, hablarán de ello a los jefes del rey y habrá
menosprecio y altercados.
19 Si al rey le parece bien, publíquese, de su parte, e inscríbase en las
leyes de los persas y los medos, para que no sea traspasado, este decreto:
que no vuelva Vastí a presencia del rey Asuero. Y dé el rey el título de reina
a otra mejor que ella.
20 El acuerdo tomado por el rey será conocido en todo el reino, a
pesar de ser tan grande, y todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde
el mayor al más pequeño.»
21 Pareció bueno el consejo al rey y a los jefes, y el rey llevó a efecto
la palabra de Memukán.
22 Envió el rey cartas a todas las provincias, a cada provincia según su
escritura, y a cada pueblo según su lengua, para que todo marido fuese
señor de su casa.

Ester 2
1 Después de estos sucesos se aplacó la cólera del rey Asuero y se
acordó de Vastí, de cuanto había hecho, y de lo que acerca de ella se había
decidido.
2 Dijeron los cortesanos que estaban al servicio del rey: «Que se
busquen para el rey jóvenes vírgenes y bellas.
3 Nombre el rey inspectores en todas las provincias de su reino para
que reúnan en la ciudadela de Susa, en el harén, a todas las jóvenes vírgenes
y bellas, bajo la vigilancia de Hegué, eunuco del rey, encargado de las
mujeres, y que él les dé cuanto necesiten para su adorno,
4 y la joven que agrade al rey, reinará en lugar de Vastí.» Le pareció
bien al rey y así se hizo.
5 Había en la ciudadela de Susa un judío, llamado Mardoqueo, hijo de
Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín.
6 Había sido deportado de Jerusalén con Jeconías, rey de Judá, en la
deportación que hizo Nabucodonosor, el rey de Babilonia.
7 Tenía en su casa a Hadassá, es decir, Ester, hija de un tío suyo, pues
era huérfana de padre y madre. La joven era hermosa y de buen parecer, y
al morir su padre y su madre, Mardoqueo la adoptó por hija.
8 Cuando se proclamó la orden y el edicto del rey, fueron reunidas
muchísimas jóvenes en la ciudadela de Susa, bajo la vigilancia de Hegué;
también Ester fue llevada al palacio real y puesta bajo la vigilancia de
Hegué, encargado de las mujeres.
9 La joven le agradó y ganó su favor, por lo que se apresuró a
proporcionarle cuanto necesitaba para su adorno y mantenimiento; diole
también siete doncellas elegidas de la casa del rey y la instaló, con sus
doncellas, en el mejor departamento del harén.
10 Ester no dio a conocer ni su pueblo ni su origen, pues Mardoqueo
la había mandado que no lo dijera.
11 Día tras día, se paseaba Mardoqueo delante del patio del harén para
enterarse de la salud de Ester y de lo que le sucedía.
12 A cada joven le llegaba el turno de presentarse al rey Asuero al
cabo de doce meses, según el estatuto de las mujeres. Los días de
preparación se empleaban en ungirse, durante seis meses con óleo y mirra y
otros seis meses con los aromas y perfumes que usan las mujeres.
13 Cuando una joven se presentaba al rey, le daban cuanto pedía y lo
llevaba consigo del harén al palacio real.
14 Se presentaba por la tarde y a la mañana siguiente volvía al otro
harén, bajo la vigilancia de Saasgaz, el eunuco del rey encargado de las
concubinas; no se presentaba más ante el rey, a no ser que el rey deseara y
la llamara expresamente.
15 Cuando a Ester, hija de Abijayil, tío de Mardoqueo, que la había
adoptado por hija, le llegó el turno de presentarse al rey, no pidió sino lo
que le indicó Hegué, el eunuco del rey encargado de las mujeres. Ester se
ganaba el favor de cuantos la veían.
16 Ester fue presentada al rey Asuero, en el palacio real, el mes
décimo, que es el mes de Tébet, en el año séptimo de su reinado,
17 y el rey amó a Ester más que la otras mujeres; halló ella, en
presencia del rey, más gracia y favor que ninguna otra virgen y el rey
colocó la diadema real sobre la cabeza de Ester y la declaró reina, en lugar
de Vastí.
18 Ofreció el rey un gran banquete a todos sus jefes y servidores, el
banquete de Ester; concedió un día de descanso a todas las provincias y
repartió presentes con real magnificencia.
19 Cuando Ester pasó, como las otras jóvenes, al segundo harén,
20 no reveló ni su origen ni su pueblo, tal como se lo había ordenado
Mardoqueo; pues Ester seguía cumpliendo las órdenes de Mardoqueo
como cuando vivía bajo su tutela.
21 Por aquellos mismos días, estaba adscrito Mardoqueo a la Puerta
Real; Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del umbral, estaban
irritados y andaban buscando poner la mano sobre el rey Asuero.
22 Llegó el hecho a conocimiento de Mardoqueo, el cual se lo
comunicó a la reina Ester, y Ester se lo dijo al rey, en nombre de
Mardoqueo.
23 Se investigó el caso y resultó verdadero; por lo que fueron
colgados los dos del madero y se consignó por escritos, en los Anales, en
presencia del rey.

Ester 3
1 Después de esto, el rey Asuero elevó al poder a Amán, hijo de
Hamdatá, del país de Agag; le encumbró y colocó su asiento por encima de
todos los dignatarios que estaban con él;
2 todos los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, doblaban la
rodilla y se postraban ante Amán, porque así lo había ordenado el rey; pero
Mardoqueo ni doblaba la rodilla ni se postraba.
3 Los servidores del rey, adscritos a la Puerta Real, dijeron a
Mardoqueo: «¿Por qué traspasas la orden del rey?»
4 Y como se lo repitieran día tras día y él no les hiciera caso, se lo
comunicaron a Amán, para ver si Mardoqueo persistía en su palabra, pues
les había manifestado que él era judío.
5 Vio Amán que Mardoqueo no doblaba la rodilla ni se postraba ente
él, y se llenó de ira.
6 Y cuando le notificaron a qué pueblo pertenecía Mardoqueo, no
contentándose con poner la mano sobre él solo, intentó exterminar, junto
con él, a todos los judíos de todo el reino de Asuero.
7 El año doce del rey Asuero, el mes primero, que es el mes de Nisán,
se sacó el «Pur» (es decir, las suertes) en presencia de Amán, por días y por
meses. Salió el doce, que es el mes de Adar.
8 Amán dijo al rey Asuero: «Hay un pueblo disperso y diseminado
entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, con sus leyes, distintas
de las de todos los pueblos, y que no cumplen las leyes reales. No conviene
al rey dejarlos en paz.
9 Si el rey juzga conveniente publicar un decreto para exterminarlos,
yo haré que se entreguen 10.000 talentos de plata a los intendentes, para
que los ingresen en la cámara del tesoro.»
10 El rey sacó el anillo de su dedo, se lo entregó a Amán, hijo de
Hamdatá, de Agag, enemigo de los judíos,
11 y dijo el rey a Amán: «La plata, te la regalo; y te regalo también
ese pueblo para que hagas lo que te parezca.»
12 El día trece del primer mes fueron convocados los secretarios del
rey para escribir, según lo ordenado por Amán, a los sátrapas del rey, a los
inspectores de cada provincia y a los jefes de todos los pueblos, a cada
provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; se escribió
en nombre del rey Asuero, se selló con el anillo del rey,
13 y se enviaron las cartas, por medio de los correos, a todas las
provincias del rey, para exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos,
jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y para saquear sus bienes, en el
espacio de un solo día, el trece del mes doce, que es el mes de Adar.
14 El texto de este escrito debía ser promulgado como ley en todas las
provincias, y fue puesto en conocimiento de todos los pueblos a fin de que
estuviesen preparados para aquel día.
15 Por orden del rey, partieron los correos apresuradamente. El
decreto fue publicado también en la ciudadela de Susa. Mientras el rey y
Amán banqueteaban, en Susa reinaba la consternación.

Ester 4
1 Cuando Mardoqueo supo lo que pasaba, rasgó sus vestidos, se vistió
de sayal y ceniza y salió por la ciudad lanzando grandes gemidos,
2 hasta llegar ante la Puerta Real, pues nadie podía pasar la Puerta
cubierto de sayal.
3 En todas las provincias, dondequiera que se publicaban la palabra y
el edicto real, había entre los judíos gran duelo, ayunos y lágrimas y
lamentos, y a muchos el sayal y la ceniza les sirvió de lecho.
4 Las siervas y eunucos de Ester vinieron a comunicárselo. La reina se
llenó de angustia y mandó enviar a Mardoqueo vestidos para que se
vistiese y se quitase el sayal, pero él no quiso.
5 Llamó Ester a Hatak, uno de los eunucos que el rey había puesto a
su servicio, y le envió a Mardoqueo para enterarse de lo que pasaba y a qué
obedecía todo aquello.
6 Salió Hatak y fue donde Mardoqueo, que estaba en la plaza de la
ciudad que hay frente a la Puerta Real.
7 Mardoqueo le informó de todo cuanto había pasado y de la suma de
dinero que Amán había prometido entregar al tesoro real por el exterminio
de los judíos.
8 Le dio también una copia del texto del edicto de exterminio
publicado en Susa, para que se lo enseñara a Ester y se informara; y ordenó
a la reina que se presentase ante el rey, se ganara su favor y suplicara por su
pueblo.
9 Regresó Hatak e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo.
10 Ester mandó a Hatak que dijera a Mardoqueo:
11 «Todos los servidores del rey y todos los habitantes de las
provincias del rey saben que todo hombre o mujer que se presente al rey, en
el patio interior, sin haber sido llamado, es condenado a muerte por el
edicto, salvo aquel sobre quien el rey extienda su cetro de oro; y hace ya
treinta días que yo no he sido llamada a presencia del rey.»
12 Llevó a Mardoqueo la respuesta de Ester
13 y Mardoqueo hizo que le contestara: «No te imagines que por estar
en la casa del rey, te vas a librar tú sola entre todos los judíos,
14 porque, si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte
vendrá el socorro de la liberación de los judíos, mientras que tú y la casa de
tu padre pereceréis. ¡Quién sabe si precisamente para una ocasión semejante
has llegado a ser reina!»
15 Ester mandó que respondieran a Mardoqueo:
16 «Vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí.
No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis
siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentaré ante el rey; y si
tengo que morir, moriré.»
17 Se alejó Mardoqueo y cumplió cuanto Ester le había mandado.

Ester 5
1 Al tercer día, se revistió de reina. Franqueando todas las puertas,
llegó hasta la presencia del rey; estaba el rey sentado en el trono real, y
alzando su rostro, en dulzura, 2 y tomando el rey el cetro de oro, lo puso
sobre el cuello de Ester. 3 El rey le preguntó: «¿Qué sucede, reina Ester?
¿Qué deseas? Incluso la mitad del reino te será dada.»
4 Respondió Ester: «Si al rey le place, venga hoy el rey, con Amán, al
banquete que le tengo preparado.»
5 Respondió el rey: «Avisad inmediatamente a Amán para que se
cumpla el deseo de Ester.» El rey y Amán fueron al banquete preparado por
Ester,
6 y durante el banquete, dijo el rey a Ester: «¿Qué quieres pedir?, pues
se te dará. ¿Qué deseas? Hasta la mitad del reino te será concedida.»
7 Ester respondió: «¿Mi petición y mi deseo?
8 Si he hallado gracia a los ojos del rey, y si al rey le place escuchar
mi petición y cumplir mi deseo, que vengan mañana el rey y Amán al
banquete que he preparado para ellos. Y haré entonces lo que el rey me
pide.»
9 Salió aquel día Amán contento y con alegre corazón; pero al ver a
Mardoqueo en la Puerta Real, que no se levantaba, ni siquiera se movía ante
él, se llenó Amán de ira contra Mardoqueo,
10 pero se dominó, y yéndose a su casa, mandó venir a sus amigos y a
su mujer Zeres,
11 y les habló de su gloria y sus riquezas, de sus muchos hijos y de
cómo el rey le había encumbrado, elevándole por encima de los jefes y
servidores del rey.
12 Y añadió: «Más aún; la reina Ester me ha invitado a mí sólo, junto
con el rey, a un banquete que ha preparado; también para mañana estoy
invitado por ella, junto con el rey.
13 Pero todo esto nada significa para mí, mientras vea que el judío
Mardoqueo, sigue sentado a la Puerta Real.»
14 Su mujer Zeres y todos sus amigos le respondieron: «Manda
preparar una horca de cincuenta codos de altura y mañana por la mañana
pides al rey que cuelguen de ella a Mardoqueo; así podrás ir satisfecho al
banquete con el rey.» Agradó el consejo a Amán y mandó preparar la horca.

Ester 6
1 Aquella misma noche, no pudiendo el rey conciliar el sueño, mandó
que trajeran y leyeran en su presencia el libro de las Memorias, o Crónica.
2 Estaba allí, puesta por escrito, la denuncia que Mardoqueo había
hecho contra Bigtán y Teres, los dos eunucos del rey, guardianes del
umbral, que habían intentado poner las manos sobre el rey Asuero.
3 Preguntó el rey: «¿Qué honor o dignidad se concedió por esto a
Mardoqueo?» Los jóvenes del servicio del rey dijeron: «No se hizo nada en
su favor.»
4 Continuó el rey: «Quién está en el atrio?» - Justamente entonces
llegaba Amán al atrio exterior de la casa del rey, para pedir al rey que
colgaran a Mardoqueo en la horca que él había hecho levantar -.
5 Los jóvenes del servicio del rey le respondieron: «Es Amán el que
está en el atrio.» Dijo el rey: «Que entre.»
6 Entró, pues, Amán, y el rey le preguntó: «¿Qué debe hacerse al
hombre a quien el rey quiere honrar?» Amán pensó: «¿A quién ha de querer
honrar el rey, sino a mí?»
7 Respondió, pues, Amán al rey: «Para el hombre a quien el rey quiere
honrar,
8 deben tomarse regias vestiduras que el rey haya vestido, y un
caballo que el rey haya montado, y en cuya cabeza se haya puesto una
diadema real.
9 Deben darse los vestidos, y el caballo a uno de los servidores más
principales del rey, para que vista al hombre a quien el rey desea honrar; y
le hará cabalgar sobre el caballo por la plaza mayor de la ciudad gritando
delante de él: «¡Así se trata al hombre a quien el rey quiere honrar!»
10 Dijo el rey a Amán: «Toma al momento vestidos y caballo, tal
como lo has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que está en la
Puerta Real. No dejes de cumplir ni un solo detalle.»
11 Tomó Amán los vestidos y el caballo, vistió a Mardoqueo y le hizo
cabalgar por la plaza mayor de la ciudad, gritando delante de él: «¡Así se
trata al hombre a quien el rey quiere honrar!»
12 Después Mardoqueo se quedó en la Puerta Real, mientras Amán
regresaba precipitadamente a su casa, entristecido y con la cabeza
encubierta.
13 Contó Amán a su mujer Zeres y a todos sus amigos cuanto había
pasado; sus consejeros y su mujer Zeres le dijeron: «Si Mardoqueo, ante el
que has comenzado a declinar, pertenece al linaje de los judíos, no podrás
vencerle, sino que sin remedio caerás ante él.»
14 Estaban aún hablándole cuando llegaron los eunucos del rey y
llevaron a Amán rápidamente al banquete preparado por Ester.

Ester 7
1 El rey y Amán fueron al banquete de la reina Ester.
2 También el segundo día dijo el rey a Ester, durante el banquete:
«¿Qué deseas pedir, reina Ester?, pues te será concedido. ¿Cuál es tu deseo?
Aunque fuera la mitad del reino, se cumplirá.»
3 Respondió la reina Ester: «Si he hallado gracia a tus ojos, ¡oh rey!, y
si al rey le place, concédeme la vida - este es mi deseo - y la de mi pueblo -
esta es mi petición.
4 Pues yo y mi pueblo hemos sido vendidos, para ser exterminados,
muertos y aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos para esclavos y
esclavas, aún hubiera callado; mas ahora, el enemigo no podrá compensar al
rey por tal pérdida.»
5 Preguntó el rey Asuero a la reina Ester: «¿Quién es, y dónde está el
hombre que ha pensado en su corazón ejecutar semejante cosa?»
6 Respondió Ester: «¡El perseguidor y enemigo es Amán, ese
miserable!» Amán quedó aterrado en presencia del rey y de la reina.
7 El rey se levantó, lleno de ira, del banquete y se fue al jardín del
palacio; Amán, se quedó junto a la reina Ester, para suplicarle por su vida,
porque comprendía que, de parte del rey, se le venía encima la perdición.
8 Cuando el rey volvió del jardín de palacio a la sala del banquete,
Amán se había dejado caer sobre el lecho de Ester. El rey exclamó: «¿Es
que incluso en mi propio palacio quiere hacer violencia a la reina?» Dio el
rey una orden y cubrieron el rostro de Amán.
9 Jarboná, uno de los eunucos que estaban ante el rey, sugirió:
«Precisamente, la horca que Amán había destinado para Mardoqueo, aquel
cuyo informe fue tan útil al rey, está preparada en casa de Amán, y tiene
cincuenta codos de altura.» Dijo el rey: «¡Colgadle de ella!»
10 Colgaron a Amán de la horca que había levantado para Mardoqueo,
y se aplacó la ira del rey.

Ester 8
1 Aquel mismo día, el rey Asuero entregó a la reina Ester la hacienda
de Amán, el enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey,
pues Ester le hizo saber lo que él había sido para ella.
2 El rey se sacó el anillo que había mandado quitar a Amán y se lo
entregó a Mardoqueo, a quien Ester encargó de la hacienda de Amán.
3 Ester volvió a suplicar al rey, cayendo a sus pies, llorando y
ganando su benevolencia, que anulara la maldad de Amán, el de Agag, y los
proyectos que había concebido contra los judíos.
4 Extendió el rey el cetro de oro y tocó a Ester, que se puso en pie en
presencia del rey.
5 Dijo ella: «Si al rey le parece bien, y si he hallado gracia a sus ojos,
si la petición le parece justa al rey y yo misma soy grata a sus ojos, que se
escriba para revocar los decretos escritos por Amán, hijo de Hamdatá, de
Agag, y maquinados para hacer perecer a los judíos de todas las provincias
del rey.
6 Porque ¿cómo podré yo ver la desgracia que amenaza a mi pueblo y
la ruina de mi gente?»
7 El rey Asuero respondió a la reina Ester y al judío Mardoqueo: «Ya
he dado a la reina Ester la hacienda de Amán, a quien he mandado colgar de
la horca por haber alzado su mano contra los judíos.
8 Vosotros, por vuestra parte, escribid acerca de los judíos, en nombre
del rey, lo que os parezca oportuno, y selladlo con el anillo del rey. Pues
todo lo que se escribe en nombre del rey y se sella con su sello, es
irrevocable.»
9 Fueron convocados al momento los secretarios del rey, en el mes
tercero, que es el mes de Siván, el día veintitrés, y escribieron, según las
órdenes de Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los inspectores y a los
jefes de todas las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las 127
provincias, a cada provincia según su escritura y a cada pueblo según su
lengua, y a los judíos según su lengua y escritura.
10 Escribieron en nombre del rey Asuero y lo sellaron con el anillo
del rey. Se enviaron las cartas por medio de correos, jinetes en caballos de
las caballerizas reales.
11 En las cartas concedía el rey que los judíos de todas las ciudades
pudieran reunirse para defender sus vidas, para exterminar, matar y
aniquilar a las gentes de todo pueblo o provincia que los atacaran con las
armas, junto con sus hijos y sus mujeres, y para saquear sus bienes,
12 y esto en un mismo día, en todas las provincias del rey Asuero, el
trece del mes doce, que es el mes de Adar.
13 Una copia de este escrito debía ser publicada como ley en todas las
provincias y promulgada en todos los pueblos; y los judíos debían estar
preparados aquel día para vengarse de sus enemigos.
14 Los correos salieron con celeridad y a toda prisa, empleando los
caballos de las caballerizas reales, según la orden del rey; la ley también fue
promulgada en la ciudadela de Susa.
15 Cuanto a Mardoqueo, salió de la presencia del rey espléndidamente
vestido de púrpura violeta y lino blanco, con una gran diadema de oro y
manto de lino fino y púrpura; la ciudad de Susa se llenó de gozo y alegría.
16 Para los judíos todo fue esplendor, alegría, triunfo y gloria.
17 En todas las provincias y ciudades, en los lugares en que se
publicaba la orden y edicto del rey, hubo entre los judíos alegría triunfal,
banquetes y días de fiesta. Y muchos habitantes del país se hicieron judíos,
pues el temor a los judíos se había apoderado de ellos.

Ester 9
1 Las órdenes del rey fueron ejecutadas en el mes doce, que es el mes
de Adar, el día trece del mes, el mismo día en que los enemigos de los
judíos esperaban aplastarlos; pero la situación cambió y fueron los judíos
los que aplastaron a sus enemigos.
2 En todas las provincias del rey Asuero se reunieron los judíos en sus
ciudades para poner la mano sobre cuantos habían intentado hacerles mal,
sin que nadie les opusiera resistencia, porque el temor se había apoderado
de todos los pueblos.
3 Todos los jefes de las provincias, los sátrapas, los inspectores y los
funcionarios del rey apoyaron a los judíos, porque todos temían a
Mardoqueo,
4 ya que Mardoqueo era influyente en el palacio real y su fama se
había extendido por todas las provincias; pues, en efecto, de día en día se
acrecentaba su poder.
5 Los judíos pasaron a filo de espada a todos sus enemigos; fue un
degüello, un exterminio: hicieron lo que quisieron con sus adversarios.
6 En la ciudadela de Susa los judíos mataron y exterminaron a
quinientos hombres
7 y además a Parsandata, Dalfón, Aspata,
8 Porata, Adalías, Andata,
9 Parmasta, Arisay, Ariday y Yezata,
10 los diez hijos de Amán, hijo de Hamdatá, enemigo de los judíos.
Los mataron, pero no saquearon sus bienes.
11 Aquel mismo día llevaron al rey la cifra de los que habían sido
muertos en las ciudadela de Susa.
12 Dijo el rey a la reina Ester: «En la ciudadela de Susa han matado y
exterminado los judíos a quinientos hombres y a los diez hijos de Amán.
¿Qué habrán hecho en las restantes provincias del rey? ¿Qué deseas pedir
ahora? Pues te será concedido. Se seguirá haciendo lo que tú desees.»
13 Respondió Ester: «Si al rey le parece bien, que se conceda a los
judíos de Susa que puedan actuar mañana según el edicto de hoy; cuanto a
los diez hijos de Amán, que sean colgados de la horca.»
14 Ordenó el rey que se hiciera así; se promulgó la ley en Susa y los
diez hijos de Amán fueron colgados.
15 Los judíos de Susa se reunieron también el día catorce del mes de
Adar y mataron en Susa a trescientos hombres, pero no saquearon sus
bienes.
16 Los judíos de las restantes provincias del rey se reunieron para
defender, contra sus enemigos, sus vidas y su seguridad; mataron de entre
sus adversarios a 75.000, pero no saquearon sus bienes.
17 Ocurrió esto el día trece del mes de Adar y el día catorce
descansaron, convirtiéndolo en un día de alegres festines.
18 Cuanto a los judíos de Susa, que se habían reunido los días trece y
catorce, descansaron el día quince, convirtiéndolo en un día de alegres
festines.
19 Por eso, los judíos diseminados en las ciudades no fortificadas
celebran el día catorce del mes de Adar con alegres festines, como día de
fiesta, y se envían recíprocos regalos,
20 Mardoqueo consignó por escrito todas estas cosas y envió cartas a
los judíos de todas las provincias del rey Asuero tanto lejanos como
próximos,
21 ordenándoles que celebraran todos los años el día catorce y el día
quince del mes de Adar,
22 porque en tales días obtuvieron los judíos paz contra sus enemigos,
y en este mes la aflicción se trocó en alegría y el llanto en festividad; que
los convirtieran en días de alegres festines y mutuos regalos, y de
donaciones a los pobres.
23 Los judíos adoptaron esta costumbre, que ya habían comenzado a
observar y acerca de la cual les escribió Mardoqueo:
24 «Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, enemigo de todos los judíos,
había proyectado exterminar a los judíos y echó el “Pur”, es decir, la suerte,
para su ruina y exterminio.
25 Pero cuando se presentó al rey, para hacer ahorcar a Mardoqueo, su
proyecto se volvió contra él, y los males que había meditado contra los
judíos cayeron sobre su cabeza, siendo ahorcados él y sus hijos.
26 Por esta razón, estos días son llamados “Purim”, de la palabra
“Pur”.» Asimismo, por todo la relatado en esta carta por lo que ellos
mismos vieron y por lo que se les contó,
27 hicieron los judíos de estos días una institución irrevocable para sí,
para sus descendientes y para todos los que se pasaron a ellos, conforme a
este escrito y esta fecha, de año en año.
28 Así, estos días de los Purim, conmemorados y celebrados de
generación en generación, en todas las familias, en todas las provincias y
en todas las ciudades, no desaparecerán de entre los judíos, y su recuerdo no
se perderá entre sus descendientes.
29 La reina Ester, hija de Abijayil, y el judío Mardoqueo, escribieron,
con toda su autoridad, para dar fuerza de ley a esta segunda carta de los
Purim,
30 y se enviaron cartas a todos los judíos de las 127 provincias del rey
Asuero, con palabras de paz y fidelidad,
31 para ratificar en su fecha estos días de los Purim, tal como había
sido ordenado por el judío Mardoqueo y la reina Ester, y tal como lo
habían establecido para sí mismos y para sus descendientes, añadiendo lo
tocante a los ayunos y lamentaciones.
32 La orden de Ester fijó la institución de estos Purim, siendo
consignada en el libro.

Ester 10
1 El rey Asuero impuso un tributo al país y a las islas del mar.
2 Todas las obras de su poder y su vigor y el relato del
encumbramiento de Mardoqueo, a quien el rey enalteció, ¿no están escritas
en las Crónicas de los reyes de los medos y los persas?
3 Pues el judío Mardoqueo era el segundo después del rey, persona
importante entre los judíos, amado por la multitud de sus hermanos,
preocupado por el bien de su pueblo y procurador de la paz de su raza.

I MACABEOS

I Macabeos 1
1 Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país de Kittim,
derrotó a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en su lugar,
empezando por la Hélada.
2 Suscitó muchas guerras, se apoderó de plazas fuertes y dio muerte a
reyes de la tierra.
3 Avanzó hasta los confines del mundo y se hizo con el botín de
multitud de pueblos. La tierra enmudeció en su presencia y su corazón se
ensoberbeció y se llenó de orgullo.
4 Juntó un ejército potentísimo y ejerció el mando sobre tierras,
pueblos y príncipes, que le pagaban tributo.

5 Después, cayó enfermo y cononció que se moría.


6 Hizo llamar entonces a sus servidores, a los nobles que con él se
habían criado desde su juventud, y antes de morir, repartió entre ellos su
reino.
7 Reinó Alejandro doce años y murió.
8 Sus servidores entraron en posesión del poder, cada uno en su
región.
9 Todos a su muerte se ciñeron la diadema y sus hijos después de
ellos durante largos años; y multiplicaron los males sobre la tierra.
10 De ellos surgió un renuevo pecador, Antíoco Epífanes, hijo del rey
Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año 137
del imperio de los griegos.

11 En aquellos días surgieron de Israel unos hijos rebeldes que


sedujeron a muchos diciendo: «Vamos, concertemos alianza con los
pueblos que nos rodean, porque desde que nos separamos de ellos, nos han
sobrevenido muchos males.»
12 Estas palabras parecieron bien a sus ojos,
13 y algunos del pueblo se apresuraron a acudir donde el rey y
obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los gentiles.
14 En consecuencia, levantaron en Jerusalén un gimnasio al uso de
los paganos,

15 rehicieron sus prepucios, renegaron de la alianza santa para atarse


al yugo de los gentiles, y se vendieron para obrar el mal.
16 Antíoco, una vez asentado en el reino, concibió el proyecto de
reinar sobre el país de Egipto para ser rey de ambos reinos.
17 Con un fuerte ejército, con carros, elefantes, (jinetes) y numerosa
flota, entró en Egipto
18 y trabó batalla con el rey de Egipto, Tolomeo. Tolomeo rehuyó su
presencia y huyó; muchos cayeron heridos.

19 Ocuparon las ciudades fuertes de Egipto y Antíoco se alzó con los


despojos del país.
20 El año 143, después de vencer a Egipto, emprendió el camino de
regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un fuerte ejército.
21 Entró con insolencia en el santuario y se llevó el altar de oro, el
candelabro de la luz con todos sus accesorios,
22 la mesa de la proposición, los vasos de las libaciones, las copas,
los incensarios de oro, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de
oro que recubría la fachada del Templo.

23 Se apropió también de la plata, oro, objetos de valor y de cuantos


tesoros ocultos pudo encontrar.
24 Tomándolo todo, partió para su tierra después de derramar mucha
sangre y de hablar con gran insolencia.
25 En todo el país hubo gran duelo por Israel.
26 Jefes y ancianos gimieron, languidecieron doncellas y jóvenes, la
belleza de las mujeres se marchitó.
27 El recién casado entonó un canto de dolor, sentada en el lecho
nupcial, la esposa lloraba.

28 Se estremeció la tierra por sus habitantes, y toda la casa de Jacob


se cubrió de vergüenza.
29 Dos años después, envió el rey a las ciudades de Judá al Misarca,
que se presentó en Jerusalén con un fuerte ejército.
30 Habló dolosamente palabras de paz y cuando se hubo ganado la
confianza, cayó de repente sobre la ciudad y le asestó un duro golpe
matando a muchos del pueblo de Israel.
31 Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la
rodeaba.

32 Sus hombres hicieron cautivos a mujeres y niños y se adueñaron


del ganado.
33 Después reconstruyeron la Ciudad de David con una muralla
grande y fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su Ciudadela.
34 Establecieron allí una raza pecadora de rebeldes, que en ella se
hicieron fuertes.
35 La proveyeron de armas y vituallas y depositaron en ella el botín
que habían reunido del saqueo de Jerusalén. Fue un peligroso lazo.
36 Se convirtió en asechanza contra el santuario, en adversario
maléfico para Israel en todo tiempo.

37 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron.


38 Por ellos los habitantes de Jerusalén huyeron; vino a ser ella
habitación de extraños, extraña para los que en ella nacieron, pues sus hijos
la abandonaron.
39 Quedó su santuario desolado como un desierto, sus fiestas
convertidas en duelo, sus sábados en irrisión, su honor en desprecio.
40 A medida de su gloria creció su deshonor, su grandeza se volvió
aflicción.

41 El rey publicó un edicto en todo su reino ordenando que todos


formaran un único pueblo
42 y abandonara cada uno sus peculiares costumbres. Los gentiles
acataron todos el edicto real
43 y muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y
profanaron el sábado.
44 También a Jerusalén y a la ciudades de Judá hizo el rey llegar, por
medio de mensajeros, el edicto que ordenaba seguir costumbres extrañas al
país.
45 Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y
libaciones; profanar sábados y fiestas;

46 mancillar el santuario y lo santo;


47 levantar altares, recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar
puercos y animales impuros;
48 dejar a sus hijos incircuncisos; volver abominables sus almas con
toda clase de impurezas y profanaciones,
49 de modo que olvidasen la Ley y cambiasen todas sus costumbres.
50 El que no obrara conforme a la orden del rey, moriría.
51 En el mismo tono escribió a todo su reino, nombró inspectores
para todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que en cada una de
ellas se ofrecieran sacrificios.

52 Muchos del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron


a ellos. Causaron males al país
53 y obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios.
54 El día quince del mes de Kisléu del año 145 levantó el rey sobre el
altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También
construyeron altares en las ciudades de alrededor de Judá.
55 A las puertas de las casas y en las plazas quemaban incienso.
56 Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar.

57 Al que encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o


bien descubrían que observaba los preceptos de la Ley, la decisión del rey
le condenaba a muerte.
58 Actuaban violentamente contra los israelitas que sorprendían un
mes y otro en las ciudades;
59 el día veinticinco de cada mes ofrecían sacrificios en el ara que se
alzaba sobre el altar de los holocaustos.
60 A las mujeres que hacían circuncidar a sus hijos las llevaban a la
muerte, conforme al edicto,

61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus


familiares y los que habían efectuado la circuncisión.
62 Muchos en Israel se mantuvieron firmes y se resistieron a comer
cosa impura.
63 Prefirieron morir antes que contaminarse con aquella comida y
profanar la alianza santa; y murieron.
64 Inmensa fue la Cólera que descargó sobre Israel.

I Macabeos 2
1 Por aquel tiempo, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote
del linaje de Yehoyarib, dejó Jerusalén y fue a establecerse en Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gaddí;
3 Simón, llamado Tasí;
4 Judas, llamado Macabeo;
5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Affús.
6 Al ver las impiedades que en Judá y en Jerusalén se cometían,
7 exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido para ver la ruina de mi pueblo y
la ruina de la ciudad santa, y para estarme allí cuando es entregada en
manos de enemigos y su santuario en poder de extraños?

8 Ha quedado su Templo como hombre sin honor,


9 los objetos que eran su gloria, llevados como botín, muertos en las
plazas sus niños, y sus jóvenes por espada enemiga.
10 ¿Qué pueblo no ha venido a heredar su reino
11 y a entrar en posesión de sus despojos? Todos sus adornos le han
sido arrancados y de libre que era, ha pasado a ser esclava.
12 Mirad nuestro santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria,
convertido en desierto, miradlo profanado de los gentiles.

13 ¿Para qué vivir más?»


14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestidos, se vistieron de sayal y
se entregaron a un profundo dolor.
15 Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron
a la ciudad de Modín para los sacrificios.
16 Muchos israelitas acudieron donde ellos. También Matatías y sus
hijos fueron convocados.
17 Tomando entonces la palabra los enviados del rey, se dirigieron a
Matatías y le dijeron: «Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad y estás
bien apoyado de hijos y hermanos.

18 Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han


cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en
Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y
os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas dádivas.»
19 Matatías contestó con fuerte voz: «Aunque todas las naciones que
forman el imperio del rey le obedezcan hasta abandonar cada uno el culto
de sus padres y acaten sus órdenes,
20 yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de
nuestros padres.
21 El Cielo nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos.
22 No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro
culto ni a la derecha ni a la izquierda.»
23 Apenas había concluido de pronunciar estas palabras, cuando un
judío se adelantó, a la vista de todos, para sacrificar en el altar de Modín,
conforme al decreto real.
24 Al verle Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus
entrañas. Encendido en justa cólera, corrió y le degolló sobre el altar.

25 Al punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar


y destruyó el altar.
26 Emuló en su celo por la Ley la gesta de Pinjás contra Zimrí, el hijo
de Salú.
27 Luego, con fuerte voz, gritó Matatías por la ciudad: «Todo aquel
que sienta celo por la Ley y mantenga la alianza, que me siga.»
28 Y dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las
montañas.
29 Por entonces muchos, preocupados por la justicia y la equidad,
bajaron al desierto para establecerse allí

30 con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque los males
duramente les oprimían.
31 La gente del rey y la tropa que estaba en Jerusalén, en la Ciudad
de David, recibieron la denuncia de que unos hombres que habían
rechazado el mandato del rey habían bajado a los lugares ocultos del
desierto.
32 Muchos corrieron tras ellos y los alcanzaron. Los cercaron y se
prepararon para atacarles el día del sábado.
33 Les dijeron: «Basta ya, salid, obedeced la orden del rey y salvaréis
vuestras vidas.»

34 Ellos les contestaron: «No saldremos ni obedeceremos la orden del


rey de profanar el día de sábado.»
35 Asaltados al instante,
36 no replicaron ni arrojando piedras ni atrincherando sus cuevas.
Dijeron:
37 «Muramos todos en nuestra rectitud. El cielo y la tierra nos son
testigos de que nos matáis injustamente.»
38 Les atacaron, pues, en sábado y murieron ellos, sus mujeres, hijos
y ganados: unas mil personas.
39 Lo supieron Matatías y sus amigos y sintieron por ellos gran pesar.
40 Pero se dijeron: «Si todos nos comportamos como nuestros
hermanos y no peleamos contra los gentiles por nuestras vidas y nuestras
costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra.»
41 Aquel mismo día tomaron el siguiente acuerdo: «A todo aquel que
venga a atacarnos en día de sábado, le haremos frente para no morir todos
como murieron nuestros hermanos en las cuevas.»
42 Se les unió por entonces el grupo de los asideos, israelitas
valientes y entregados de corazón a la Ley.

43 Además, todos aquellos que querían escapar de los males, se les


juntaron y les ofrecieron su apoyo.
44 Formaron así un ejército e hirieron en su ira a los pecadores, y a
los impíos en su furor. Los restantes tuvieron que huir a tierra de gentiles
buscando su salvación.
45 Matatías y sus amigos hicieron correrías destruyendo altares,
46 obligando a circuncidar cuantos niños incircuncisos hallaron en el
territorio de Israel
47 y persiguiendo a los insolentes. La empresa prosperó en sus
manos:

48 arrancaron la Ley de mano de gentiles y reyes, y no consintieron


que el pecador se impusiera.
49 Los días de Matatías se acercaban a su fin. Dijo entonces a sus
hijos: «Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de
violenta Cólera.
50 Ahora, hijos, mostrad vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por
la alianza de nuestros padres.
51 Recordad las gestas que en su tiempo nuestros padres realizaron;
alcanzaréis inmensa gloria, inmortal nombre.

52 ¿No fue hallado Abraham fiel en la prueba y se le reputó por


justicia?
53 José, en el tiempo de su angustia, observó la Ley y vino a ser señor
de Egipto.
54 Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo, alcanzó la alianza de un
sacerdocio eterno.
55 Josué, por cumplir su mandato, llegó a ser juez en Israel.
56 Caleb, por su testimonio en la asamblea, obtuvo una herencia en
esta tierra.
57 David, por su piedad, heredó un trono real para siempre.

58 Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado al cielo.


59 Ananías, Azarías, Misael, por haber tenido confianza, se salvaron
de las llamas.
60 Daniel por su rectitud, escapó de las fauces de los leones.
61 Advertid, pues, que de generación en generación todos los que
esperan en El jamás sucumben.
62 No temáis amenazas de hombre pecador: su gloria parará en
estiércol y gusanos;
63 estará hoy encumbrado y mañana no se le encontrará: habrá vuelto
a su polvo y sus maquinaciones se desvanecerán.

64 Hijos, sed fuertes y manteneos firmes en la Ley, que en ella


hallaréis gloria.
65 Ahí tenéis a Simeón, vuestro hermano. Sé que es hombre sensato;
escuchadle siempre: él será vuestro padre.
66 Tenéis a Judas Macabeo, valiente desde su mocedad: él será jefe
de vuestro ejército y dirigirá la guerra contra los pueblos.
67 Vosotros, atraeos a cuantos obervan la Ley, vengad a vuestro
pueblo,
68 devolved a los gentiles el mal que os han hecho y observad los
preceptos de la Ley.»

69 A continuación, les bendijo y fue a reunirse con sus padres.


70 Murió el año 146 y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus
padres. Todo Israel hizo gran duelo por él.

I Macabeos 3
1 Se levantó en su lugar su hijo Judas, llamado Macabeo.
2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le
ofrecieron apoyo y sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel.
3 El dilató la gloria de su pueblo; como gigante revistió la coraza y se
ciñó sus armas de guerra. Empeñó batallas, protegiendo al ejército con su
espada,
4 semejante al león en sus hazañas, como cachorro que ruge sobre su
presa.

5 Persiguió a los impíos hasta sus rincones, dio a las llamas a los
perturbadores de su pueblo.
6 Por el miedo que les infundía, se apocaron los impíos, se
sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad; la liberación en su mano
alcanzó feliz éxito.
7 Amargó a muchos reyes, regocijó a Jacob con sus hazañas; su
recuerdo será eternamente bendecido.
8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y
apartó de Israel la Cólera.
9 Su nombre llegó a los confines de la tierra y reunió a los que
estaban perdidos.
10 Apolonio reunió gentiles y una numerosa fuerza de Samaría para
llevar la guerra a Israel.
11 Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, le venció y le
mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga.
12 Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en
adelante entró siempre en combate con ella.
13 Serón, general del ejército de Siria, al saber que Judas había
congregado en torno suyo una multitud de fieles y gente de guerra,

14 se dijo: «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino


atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.»
15 Partió, pues, a su vez, y subió con él una poderosa tropa de impíos
para ayudarle a tomar venganza de los hijos de Israel.
16 Cuando se aproximaba a la subida de Bet Jorón, le salió al
encuentro Judas con unos pocos hombres.
17 Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas:
«¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan
poderosa? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el
día.»

18 Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de


unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos;
19 que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del
ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo.
20 Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con
intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y
hacerse con nuestros despojos;
21 nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras
leyes;

22 El les quebrantará ante nosotros; no les temáis.»


23 Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre ellos y Serón
y su ejército fueron derrotados ante él.
24 Les persiguieron por la pendiente de Bet Jorón hasta la llanura.
Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los
filisteos.
25 Comenzó a cundir el miedo a Judas y sus hermanos y el espanto se
apoderó de los gentiles circunvecinos.
26 Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban
las batallas de Judas.

27 El rey Antíoco, al oír esto, se encendió en violenta ira; mandó


juntar las fuerzas todas de su reino, un ejército poderosísimo;
28 abrió su tesoro y dio a las tropas la soldada de un año con la orden
de que estuviesen preparadas a todo evento.
29 Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y
que los tributos de la región eran escasos, debido a las revueltas y
calamidades que él había provocado en el país al suprimir las leyes en vigor
desde los primeros tiempos.

30 Temió no tener, como otras veces, para los gastos y para los
donativos que solía antes prodigar con larga mano, superando en ello a los
reyes que le precedieron.
31 Hallándose, pues, en tan grave aprieto, resolvió ir a Persia a
recoger los tributos de aquellas provincias y reunir mucho dinero.
32 Dejó a Lisias, personaje de la nobleza y de la familia real, al frente
de los negocios del rey desde el río Eufrates hasta la frontera de Egipto;
33 le confió la tutela de su hijo Antíoco hasta su vuelta;

34 puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, y le


dio orden de ejecutar cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los
habitantes de Judea y Jerusalén,
35 debía enviar contra ellos un ejército que quebrantara y deshiciera
las fuerzas de Israel y lo que quedaba de Jerusalén hasta borrar su recuerdo
del lugar.
36 Luego establecería extranjeros en todo su territorio y repartiría
entre ellos sus tierras.
37 El rey, tomando consigo la otra mitad del ejército, partió de
Antioquía, capital de su reino, el año 147. Atravesó el río Eufrates y
prosiguió su marcha a través de la región alta.

38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias,


hombres poderosos entre los amigos del rey,
39 y les envió con 40.000 infantes y 7.000 de a caballo a invadir el
país de Judá y arrasarlo, como lo había mandado el rey.
40 Partieron con todo su ejército, llegaron y acamparon cerca de
Emaús, en la Tierra Baja.
41 Los mercaderes de la región, que oyeron hablar de ellos, tomaron
grandes sumas de plata y oro, además de grilletes, y se fueron al
campamento con intención de adquirir como esclavos a los hijos de Israel.
Se les unió también una fuerza de Idumea y del país de los filisteos.

42 Judas y sus hermanos comprendieron que la situación era grave: el


ejército estaba acampado dentro de su territorio y conocían la consigna del
rey de destruir el pueblo y acabar con él.
43 Y se dijeron unos a otros: «Levantemos a nuestro pueblo de la
ruina y luchemos por nuestro pueblo y por el Lugar Santo.»
44 Se convocó la asamblea para prepararse a la guerra, hacer oración
y pedir piedad y misericordia.
45 Pero Jerusalén estaba despoblada como un desierto, ninguno de
sus hijos entraba ni salía; conculcado el santuario, hijos de extraños en la
Ciudadela, convertida en albergue de gentiles. Había desaparecido la alegría
de Jacob, la flauta y la lira habían enmudecido.

46 Por eso, una vez reunidos, se fueron a Masfá, frente a Jerusalén,


porque tiempos atrás había habido en Masfá un lugar de oración para Israel.
47 Ayunaron aquel día, se vistieron de sayal, esparcieron ceniza sobre
la cabeza y rasgaron sus vestidos.
48 Desenrollaron el libro de la Ley para buscar en él lo que los
gentiles consultan a las imágenes de sus ídolos.
49 Trajeron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos,
e hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su
voto.

50 Levantaron sus clamores al Cielo diciendo: «¿Qué haremos con


éstos? ¿A dónde los llevaremos?
51 Tu Lugar Santo está conculcado y profanado, tus sacerdotes en
duelo y humillación,
52 y ahí están los gentiles coligados contra nosotros para
exterminarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros.
53 ¿Cómo podremos resistir frente a ellos si no acudes en nuestro
auxilio?»
54 Hicieron sonar las trompetas y prorrumpieron en grandes gritos.
55 A continuación, Judas nombró jefes del pueblo: jefes de mil
hombres, de cien, de cincuenta y de diez.

56 A los que estaban construyendo casas, a los que acababan de


casarse o de plantar viñas y a los cobardes, les mandó, conforme a la Ley,
que se volvieran a sus casas.
57 Luego, se puso en marcha el ejército y acamparon al sur de
Emaús.
58 Judas les dijo: «Preparaos, revestíos de valor y estad dispuestos
mañana temprano para entrar en batalla con estos gentiles que se han
coligado contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro Lugar Santo.
59 Porque es mejor morir combatiendo que estarnos mirando las
desdichas de nuestra nación y del Lugar Santo.

60 Lo que el Cielo tenga dispuesto, lo cumplirá.»

I Macabeos 4
1 Gorgias, tomando 5.000 hombres y mil jinetes escogidos, partió con
ellos de noche
2 para caer sobre el campamento de los judíos y vencerles por
sopresa. La gente de la Ciudadela los guiaba.
3 Pero lo supo Judas y salió él a su vez con sus guerreros con
intención de batir al ejército real que quebada en Emaús
4 mientras estaban todavía dispersas las tropas fuera del campamento.
5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y al no encontrar a
nadie, los estuvo buscando por las montañas, pues decía: «Estos van
huyendo de nosotros.»

6 Al rayar el día, apareció Judas en la llanura con 3.000 hombres.


Sólo que no tenían las armas defensivas y las espadas que hubiesen
querido,
7 mientras veían el campamento de los gentiles fuerte, bien
atrincherado, rodeado de la caballería y todos diestros en la guerra.
8 Judas entonces dijo a los que con él iban: «No temáis a esa
muchedumbre ni su pujanza os acobarde.
9 Recordad cómo se salvaron nuestros padres en el mar Rojo, cuando
Faraón les perseguía con su ejército.

10 Clamemos ahora al Cielo, a ver si nos tiene piedad, recuerda la


alianza de nuestros padres y quebranta hoy este ejército ante nosotros.
11 Entonces reconocerán todas las naciones que hay quien rescata y
salva a Israel.»
12 Los extranjeros alzaron los ojos y, viendo a los judíos que venían
contra ellos,
13 salieron del campamento a presentar batalla. Los soldados de
Judas hicieron sonar la trompeta
14 y entraron en combate. Salieron derrotados los gentiles y huyeron
hacia la llanura.

15 Los rezagados cayeron todos a filo de espada. Los persiguieron


hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Yamnia. Cayeron de
ellos al pie de 3.000 hombres.
16 Judas, al volver con su ejército de la persecución,
17 dijo a su gente: «Contened vuestros deseos de botín, que otra
batalla nos amenaza;
18 Gorgias y su ejército se encuentran cerca de nosotros en la
montaña. Haced frente ahora a nuestros enemigos y combatid con ellos;
después podréis con tranquilidad haceros con el botín.»

19 Apenas había acabado Judas de hablar, cuando se dejó ver un


destacamento que asomaba por la montaña.
20 Advirtieron éstos que los suyos habían huido y que el campamento
había sido incendiado, como se lo daba a entender el humo que divisaban.
21 Viéndolo se llenaron de pavor y al ver por otro lado en la llanura
el ejército de Judas dispuesto para el combate,
22 huyeron todos al país de los filisteos.
23 Judas se volvió entonces al campamento para saquearlo.
Recogieron mucho oro y plata, telas teñidas en púrpura marina, y muchas
otras riquezas.

24 De regreso cantaban y bendecían al Cielo: "Porque es bueno,


porque es eterno su amor."
25 Hubo aquel día gran liberación en Israel.
26 Los extranjeros que habían podido escapar se fueron donde Lisias
y le comunicaron todo lo que había pasado.
27 Al oírles quedó consternado y abatido porque a Israel no le había
sucedido lo que él quería ni las cosas habían salido como el rey se lo tenía
ordenado.
28 Al año siguiente, reunió Lisias 60.000 hombres escogidos y 5.000
jinetes para combatir contra ellos.

29 Llegaron a Idumea y acamparon en Bet Sur. Judas fue a su


encuentro con 10.000 hombres
30 y cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito seas,
Salvador de Israel, que quebraste el ímpetu del poderoso guerrero por mano
de tu siervo David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de
Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.
31 Pon de la misma manera este ejército en manos de tu pueblo Israel
y queden corridos de sus fuerzas y de su caballería.

32 Infúndeles miedo, rompe la confianza que en su fuerza ponen y


queden abatidos con su derrota.
33 Hazles sucumbir bajo la espada de los que te aman, y entonen
himnos en tu alabanza todos los que conocen tu nombre.»
34 Vinieron a las manos y cayeron en el combate unos 5.000 hombres
del ejército de Lisias.
35 Al ver Lisias la derrota sufrida por su ejército y la intrepidez de los
soldados de Judas, y cómo estaban resueltos a vivir o morir valerosamente,
partió para Antioquía, donde reclutó mercenarios con ánimo de presentarse
de nuevo en Judea con fuerzas más numerosas.

36 Judas y sus hermanos dijeron: «Nuestros enemigos están vencidos;


subamos, pues, a purificar el Lugar Santo y a celebrar su dedicación.»
37 Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.
38 Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las
puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en
un monte cualquiera, y las salas destruidas,
39 rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron
ceniza sobre sus cabezas.
40 Cayeron luego rostro en tierra y a una señal dada por las
trompetas, alzaron sus clamores al Cielo.
41 Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela
hasta terminar la purificación del Lugar Santo.
42 Luego eligió sacerdotes irreprochables, celosos de la Ley,
43 que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras de la
contaminación a un lugar inmundo.
44 Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los
holocaustos que estaba profanado.

45 Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio,


dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues,
46 y depositaron sus piedras en el monte de la Casa, en un lugar
conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas.
47 Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la Ley, y
contruyeron un nuevo altar como el anterior.
48 Repararon el Lugar Santo y el interior de la Casa y santificaron los
atrios.

49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el


candelabro, el altar del incienso y la mesa.
50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del
candelabro, que lucieron en el Templo.
51 Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a
la obra que habían emprendido.
52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Kisléu, del año 148, se
levantaron al romper el día
53 y ofrecieron sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían
construido un sacrificio conforme a la Ley.

54 Precisamente fue inaugurado el altar, con cánticos, cítaras, liras y


címbalos, en el mismo tiempo y el mismo día en que los gentiles la habían
profanado.
55 El pueblo entero se postró rostro en tierra, y adoró y bendijo al
Cielo que los había conducido al triunfo.
56 Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron
con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias.
57 Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños
escudos, restauraron las entradas y las salas y les pusieron puertas.

58 Hubo grandísima alegría en el pueblo, y el ultraje inferido por los


gentiles quedó borrado.
59 Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de
Israel, decidió que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a
contar del veinticinco del mes de Kisléu, se celebrara con alborozo y
regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
60 Por aquel tiempo, levantaron en torno al monte Sión altas murallas
y fuertes torres, no fuera que otra vez se presentaran como antes los gentiles
y lo pisotearan.

61 Puso Judas allí una guarnición que lo defendiera y para que el


pueblo tuviese una fortaleza frente a Idumea, fortificó Bet Sur.

I Macabeos 5
1 Cuando los pueblos circunvecinos supieron que había sido
reconstruido el altar y restaurado como antes el santuario, se irritaron
sobremanera.
2 Decidieron acabar con los descendientes de Jacob que entre ellos
vivían y comenzaron a matar y exterminar gente del pueblo.
3 Judas movió la guerra a los hijos de Esaú en Idumea, al país de
Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió fuerte
derrota, les rechazó y se alzó con sus despojos.

4 Recordó luego la maldad de los hijos de Baián, que eran un lazo y


una trampa para el pueblo por las emboscadas que en los caminos le
tendían.
5 Les obligó a encerrarse en sus torres, les puso cerco y dándolos al
anatema, abrasó las torres con todos los que estaban dentro.
6 Pasó a continuación a los ammonitas, donde encontró una fuerte
tropa y una población numerosa cuyo jefe era Timoteo.
7 Después de muchos combates, los derrotó y deshizo.
8 Ocupó Yazer y sus aldeas, y regresó a Judea.

9 Los gentiles de Galaad se unieron para exterminar a los israelitas


que vivían en su territorio, pero ellos se refugiaron en la fortaleza de
Datemá.
10 Enviaron cartas a Judas y sus hermanos diciéndoles: «Los gentiles
que nos rodean se han unido para exterminarnos;
11 se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos
refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército.
12 Ven, pues, ahora a librarnos de sus manos, que muchos de entre
nosotros han caído ya;

13 todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tubías han sido


muertos, llevados cautivos sus mujeres, hijos y bienes, y han perecido allí
unos mil hombres.»
14 Estaban todavía leyendo las cartas, cuando otros mensajeros, con
los vestidos rasgados, llegaron de Galilea con esta noticia:
15 «Se han unido los de Tolemaida, Tiro, Sidón y toda la Galilea de
los Gentiles para acabar con nosotros.»
16 Cuando Judas y el pueblo oyeron tales noticias, reunieron una gran
asamblea para deliberar sobre lo que habían de hacer para socorrer a sus
hermanos puestos en angustia y combatidos de enemigos.

17 Judas dijo a su hermano Simón: «Toma gente contigo y parte a


librar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la
región de Galaad.»
18 Dejó para defensa de Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías,
jefe del pueblo, con el resto del ejército,
19 dándoles esta orden: «Estad al frente del pueblo y no entréis en
batalla con los gentiles hasta que nosotros regresemos.»
20 Se le dieron 3.000 hombres a Simón para la campaña de Galilea y
8.000 a Judas para la de Galaad.

21 Simón partió para Galilea y luego de empeñar muchos combates


con los gentiles, los derrotó
22 y los persiguió hasta la entrada de Tolemaida. Sucumbieron unos
3.000 gentiles y se llevó sus despojos.
23 Tomó luego consigo a los judíos de Galilea y Arbattá, con sus
mujeres, hijos y cuanto poseían, y en medio de una gran alegría los llevó a
Judea.
24 Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el
Jordán y caminaron tres jornadas por el desierto.

25 Se encontraron con los nabateos, que les acogieron amistosamente


y les pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de
Galaad:
26 que muchos de ellos se encontraban encerrados en Bosorá y
Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnáyim, todas ellas ciudades fuertes y
grandes;
27 que también los había encerrados en las demás ciudades de la
región de Galaad, y que sus enemigos habían fijado el día siguiente para
atacar las fortalezas, tomarlas y exterminarlos a todos en un solo día.

28 Inmediatamente Judas hizo que su ejército tomara el camino de


Bosorá, a través del desierto; tomó la ciudad y después de pasar a filo de
espada a todo varón y de saquearla por completo, la incendió.
29 Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la
fortaleza.
30 Cuando, al llegar el día, alzaron los judíos sus ojos, vieron una
muchedumbre innumerable que levantaba escalas e ingenios para tomar la
plaza, y había comenzado ya el ataque.
31 Al ver que el ataque se había iniciado y que un inmenso griterío y
sonido de trompetas se levantaba de la ciudad hasta el cielo,

32 Judas dijo a los hombres de su ejército: «Combatid hoy por


vuestros hermanos.»
33 Y, ordenados en tres columnas, les hizo avanzar detrás del
enemigo tocando las trompetas y gritando invocaciones.
34 El ejército de Timoteo, al reconocer que era Macabeo, huyeron
ante él, sufrieron una fuerte derrota y dejaron tendidos unos 8.000 hombres
aquel día.
35 Volvióse luego Judas contra Alemá. La atacó, la tomó y después
de matar a todos los varones y saquearla, la dio a las llamas.

36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las


restantes ciudades de la región de Galaad.
37 Después de estos acontecimientos, juntó Timoteo un nuevo
ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente.
38 Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente
informe: «Todos los gentiles de nuestro alrededor se le han unido y forman
un ejército considerable.
39 Tienen además, como auxiliares, árabes tomados a sueldo.
Acampan al otro lado del torrente y están preparados para venir a atacarte.»
Judas salió a su encuentro.

40 Cuando se aproximaba con su ejército al torrente de agua, dijo


Timoteo a los capitanes de sus tropas: «Si él lo pasa primero y viene sobre
nosotros, no podremos resistirle, porque nos vencerá seguramente,
41 pero si muestra miedo y acampa al otro lado del río, lo
atravesaremos nosotros, iremos sobre él y le venceremos.»
42 Cuando Judas llegó al borde del torrente de agua, situó a los
escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: «No dejéis acampar a
nadie; que todos vayan al combate.»

43 Pasó él el primero contra el enemigo y toda su gente le siguió. Los


gentiles todos, derrotados ante ellos, tiraron las armas y corrieron a buscar
refugio en el templo de Carnáyim.
44 Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el templo con todos
los que había dentro. Carnáyim fue arrasada. Y ya nadie pudo resistir a
Judas.
45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad,
pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y bienes, una inmensa
muchedumbre, para llevarlos al país de Judá.

46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fuerte, situada en el


camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, por no haber posibilidad
de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
47 Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las entradas
con piedras.
48 Judas les envió un mensaje en son de paz diciéndoles: «Pasaremos
por vuestro país para llegar al nuestro; nadie os hará mal alguno; no
limitaremos a pasar a pie.» Pero no quisieron abrirle.

49 Entonces Judas hizo anunciar por el ejército que cada uno tomara
posición donde se encontrara.
50 La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad todo
aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos.
51 Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, la arrasó, la
saqueó, y atravesó la ciudad por encima de los cadáveres.
52 Pasaron el Jordán para entrar en la Gran Llanura frente a Bet San.
53 Judas fue durante toda la marcha recogiendo a los rezagados y
animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá.

54 Subieron al monte Sión con alborozo y alegría y ofrecieron


holocaustos por haber regresado felizmente sin haber perdido a ninguno de
los suyos.
55 Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su
hermano Simón en Galilea, frente a Tolemaida,
56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, al oír las
proezas y combates que aquéllos habían realizado,
57 se dijeron: «Hagamos nosotros también célebre nuestro nombre
saliendo a combatir a los gentiles de los alrededores.»

58 Y dieron orden a la tropa que estaba bajo su mando de ir sobre


Yamnia.
59 Gorgias salió de la ciudad con su gente para irles al encuentro y
entrar en batalla.
60 Y José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera
de Judea. Sucumbieron aquel día alrededor de 2.000 hombres del pueblo de
Israel.
61 Sobrevino este grave revés al pueblo por no haber obedecido a
Judas y sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas.
62 Pero no eran ellos de aquella casta de hombres a quienes estaba
confiada la salvación de Israel.

63 El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran honor ante todo


Israel y todas las naciones a donde su nombre llegaba.
64 Las muchedumbres se agolpaban a su alrededor para aclamarles.
65 Salió Judas con sus hermanos a campaña contra los hijos de Esaú,
al país del mediodía. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus murallas y
prendió fuego a las torres de su contorno.
66 Partió luego en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisá.
67 Al querer señalarse tomando parte imprudentemente en el
combate, cayeron aquel día algunos sacerdotes.

68 Dobló luego Judas sobre Azoto, territorio de los filisteos, y


destruyó sus altares, dio fuego a las imágenes de sus dioses y saqueó sus
ciudades. Después, regresó al país de Judá.

I Macabeos 6
1 El rey Antíoco, en su recorrido por la región alta, tuvo noticia de
que había una ciudad en Persia, llamada Elimaida, famosa por sus riquezas,
su plata y su oro.
2 Tenía un templo rico en extremo, donde se guardaban armaduras de
oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo, rey de
Macedonia, que fue el primer rey de los griegos.
3 Allá se fue con intención de tomar la ciudad y entrar a saco en ella.
Pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus
propósitos,

4 le ofrecieron resistencia armada, y tuvo que salir huyendo y


marcharse de allí con gran tristeza para volverse a Babilonia.
5 Todavía se hallaba en Persia, cuando llegó un mensajero
anunciándole la derrota de las tropas enviadas a la tierra de Judá.
6 Lisias, en primer lugar, había ido al frente de un poderoso ejército,
pero había tenido que huir ante los judíos. Estos se habían crecido con las
tropas y los muchos despojos tomados a los ejércitos vencidos.
7 Habían destruido la Abominación levantada por él sobre el altar de
Jerusalén. Habían rodeado de altas murallas como antes el santuario, así
como a Bet Sur, ciudad del rey.

8 Ante tales noticias, quedó el rey consternado, presa de intensa


agitación, y cayó en cama enfermo de pesadumbre por no haberle salido las
cosas como él quisiera.
9 Muchos días permaneció allí, renovándosele sin cesar la profunda
tristeza, hasta que sintió que se iba a morir.
10 Hizo venir entonces a todos sus amigos y les dijo: «Huye el sueño
de mis ojos y mi corazón desfallece de ansiedad.
11 Me decía a mí mismo: ¿Por qué he llegado a este extremo de
aflicción y me encuentro en tan gran tribulación, siendo así que he sido
bueno y amado en mi gobierno?
12 Pero ahora caigo en cuenta de los males que hice en Jerusalén,
cuando me llevé los objetos de plata y oro que en ella había y envié gente
para exterminar sin motivo a los habitantes de Judá.
13 Reconozco que por esta causa me han sobrevenido los males
presentes y muero de inmensa pesadumbre en tierra extraña.»
14 Llamó luego a Filipo, uno de sus amigos, y le puso al frente de
todo su reino.
15 Le dio su diadema, sus vestidos y su anillo, encargándole que
educara a su hijo Antíoco y le preparara para que fuese rey.

16 Allí murió el rey Antíoco el año 149.


17 Lisias, al saber la muerte del rey, puso en el trono a su hijo
Antíoco, al que había educado desde niño, y le dio el sobrenombre de
Eupátor.
18 La guarnición de la Ciudadela tenía sitiado a Israel en el recinto
del Lugar Santo; buscaba siempre ocasión de causarle mal y de ofrecer
apoyo a los gentiles.
19 Resuelto Judas a exterminarlos, convocó a todo el pueblo para
sitiarles.
20 El año 150, una vez reunidos, dieron comienzo al sitio de la
Ciudadela y construyeron plataformas de tiro e ingenios de guerra.

21 Pero algunos de los sitiados lograron romper el cerco y


juntándoseles otros de entre los impíos de Israel,
22 acudieron al rey para decirle: «¿Hasta cuándo vas a estar sin hacer
justicia y sin vengar a nuestros hermanos?
23 Nosotros aceptamos de buen grado servir a tu padre, seguir sus
órdenes y obedecer sus edictos.
24 Esta es la causa por la que nuestros conciudadanos se nos
muestran hostiles. Han matado a cuantos de nosotros han caído en sus
manos y nos han arrebatado nuestras haciendas.

25 Pero no sólo han alzado su mano sobre nosotros, sino también


sobre todos tus territorios.
26 He aquí que hoy tienen puesto cerco a la Ciudadela de Jerusalén
con intención de tomarla y han fortificado el santuario y Bet Sur.
27 Si no te apresuras a atajarles, se atreverán a más, y ya te será
imposible contenerles.»
28 Al oírlo el rey, montó en cólera y convocó a todos sus amigos,
capitanes del ejército y comandantes de la caballería.
29 Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de la islas del
mar.

30 El número de sus fuerzas era de 10.000 infantes, 20.000 jinetes y


32 elefantes adiestrados para la guerra.
31 Viniendo por Idumea, pusieron cerco a Bet Sur y la atacaron
durante mucho tiempo, valiéndose de ingenios de guerra. Pero los sitiados,
en salidas que hacían, se los quemaban y peleaban valerosamente.
32 Entonces Judas partió de la Ciudadela y acampó en Bet Zacaría,
frente al campamento real.
33 El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército con
todo su ímpetu por el camino de Bet Zacaría. Los ejércitos se dispusieron
para entrar en batalla y se tocaron las trompetas.

34 A los elefantes les habían mostrado zumo de uvas y moras para


prepararlos al combate.
35 Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con
cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada
elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos,
36 que estaban donde el animal estuviese y le acompañaban adonde
fuese, sin apartarse de él.
37 Cada elefante llevaba sobre sí, sujeta con cinchas, una torre fuerte
de madera como defensa y tres guerreros que combatían desde ella, además
del conductor.

38 Al resto de la caballería el rey lo colocó a un lado y otro, en los


flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y proteger las
falanges.
39 Cuando el sol dio sobre los escudos de oro y bronce,
resplandecieron los montes a su fulgor y brillaron como antorchas
encendidas.
40 Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los
montes, mientras algunos lo hicieron por el llano; y avanzaban con
seguridad y buen orden.
41 Se estremecían todos los que oían el griterío de aquella
muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las
armas; era, en efecto, un ejército muy grande y fuerte.

42 Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y


sucumbieron seiscientos hombres del ejército real.
43 Eleazar, llamado Avarán, viendo una de las bestias que iba
protegida de una coraza real y que aventajaba en corpulencia a todas las
demás, creyó que el rey iba en ella,
44 y se entregó por salvar a su pueblo y conseguir un nombre
inmortal.
45 Corrió audazmente hasta la bestia, metiéndose entre la falange,
matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de
él a un lado y a otro;

46 se deslizó debajo del elefante e hiriéndole por debajo, lo mató.


Cayó a tierra el animal sobre él y allí murió Eleazar.
47 Los judíos, al fin, viendo la potencia del reino y la impetuosidad
de sus tropas, cedieron ante ellas.
48 El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el
rey acampó contra Judea y contra el monte Sión.
49 Hizo la paz con los de Bet Sur, que salieron de la ciudad al no
tener allí víveres para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra.

50 El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa.
51 Muchos días estuvo sitiando el santuario. Levantó allí plataformas
de tiro e ingenios de guerra, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar
flechas y hondas.
52 Por su parte, los sitiados construyeron ingenios contra los ingenios
de los otros y combatieron durante muchos días.
53 Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era año
séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea
habían consumido las últimas reservas.

54 Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el


Lugar Santo y los demás se dispersaron cada uno a su casa.
55 Se enteró Lisias de que Filipo, aquel a quien el rey Antíoco había
confiado antes de morir la educación de su hijo Antíoco para el trono,
56 había vuelto de Persia y Media y con él las tropas que
acompañaron al rey, y que trataba de hacerse con la dirección del gobierno.
57 Entonces se apresuró a señalar la conveniencia de volverse,
diciendo al rey, a los capitanes del ejército y a la tropa: «De día en día
venimos a menos; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien
fortificada y los negocios del reino nos urgen.

58 Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y


con toda su nación
59 y permitámosles vivir según sus costumbres tradicionales, pues
irritados por habérselas abolido nosotros, se han portado de esta manera.»
60 El rey y los capitanes aprobaron la idea y el rey envió a proponer
la paz a los sitiados. Estos la aceptaron
61 y el rey y los capitanes se la juraron. Con esta garantía salieron de
la fortaleza
62 y el rey entró en el monte Sión. Pero al ver la fortaleza de aquel
lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que
lo rodeaba.

63 Luego, a toda prisa, partió y volvió a Antioquía, donde encontró a


Filipo dueño de la ciudad. Le atacó y se apoderó de la ciudad por la fuerza.
I Macabeos 7
1 El año 151, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y, con unos
pocos hombres, arribó a una ciudad marítima donde se proclamó rey.
2 Cuando se disponía a entrar en la residencia real de sus padres, el
ejército apresó a Antíoco y a Lisias para llevarlos a su presencia.
3 Al saberlo, dijo: «No quiero ver sus caras.»
4 El ejército los mató y Demetrio se sentó en su trono real.
5 Entonces todos los hombres sin ley e impíos de Israel acudieron a
él, con Alcimo al frente, que pretendía el sumo sacerdocio.

6 Ya en su presencia, acusaron al pueblo diciendo: «Judas y sus


hermanos han hecho perecer a todos tus amigos y a nosotros nos han
expulsado de nuestro país.
7 Envía, pues, ahora una persona de tu confianza, que vaya y vea los
estragos que en nosotros y en la provincia del rey han causado, y los
castigue a ellos y a todos los que les apoyan.»
8 El rey eligió a Báquides, uno de los amigos del rey, gobernador de
Transeufratina, grande en el reino y fiel al rey.

9 Le envió con el impío Alcimo, a quien concedió el sacerdocio, a


tomar venganza de los israelitas.
10 Partieron con un ejército numeroso y en llegando a la tierra de
Judá, enviaron mensajeros a Judas y sus hermanos con falsas proposiciones
de paz.
11 Pero éstos no hicieron caso de sus palabras, porque vieron que
habían venido con un ejército numeroso.
12 No obstante, un grupo de escribas se reunió con Alcimo y
Báquides, tratando de encontrar una solución justa.

13 Los asideos eran los primeros entre los israelitas en pedirles la paz,
14 pues decían: «Un sacerdote del linaje de Aarón ha venido con el
ejército: no nos hará ningún mal.»
15 Habló con ellos amistosamente y les aseguró bajo juramento: «No
intentaremos haceros mal ni a vosotros ni a vuestros amigos.»
16 Le creyeron, pero él prendió a sesenta de ellos y les hizo morir en
un mismo día, según la palabra que estaba escrita:
17 = «Esparcieron la carne y la sangre de tus santos en torno a
Jerusalén y no hubo quien les diese sepultura.» =

18 Con esto, el miedo hacia ellos y el espanto se apoderó del pueblo,


que decía: «No hay en ellos verdad ni justicia, pues han violado el pacto y
el juramento que habían jurado.»
19 Báquides partió de Jerusalén y acampó en Bet Zet. De allí mandó
a prender a muchos que habían desertado donde él y a algunos del pueblo,
los mató y los arrojó en el pozo grande.
20 Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejó con él tropas
que le sostuvieran y se marchó adonde el rey.

21 Alcimo luchó por el sumo sacerdocio.


22 Se le unieron todos los perturbadores del pueblo, se hicieron
dueños de la tierra de Judá y causaron graves males a Israel.
23 Viendo Judas todo el daño que Alcimo y los suyos hacían a los
hijos de Israel, mayor que el que habían causado los gentiles,
24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para tomar venganza de
los desertores y no dejarles andar por la región.
25 Al ver Alcimo que Judas y los suyos cobraban fuerza y que él no
podía resistirles, se volvió donde el rey y les acusó de graves delitos.

26 El rey envió a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y


enemigo declarado de Israel, y le mandó exterminar al pueblo.
27 Nicanor llegó a Jerusalén con un ejército numeroso y envió a
Judas y sus hermanos un insidioso mensaje de paz diciéndoles:
28 «No haya lucha entre vosotros y yo; iré a veros amistosamente con
una pequeña escolta.»
29 Fue pues, donde Judas y ambos se saludaron amistosamente, pero
los enemigos estaban preparados para raptar a Judas.

30 Al conocer que había venido a él con engaños, se atemorizó Judas


y no quiso verle más.
31 Viendo descubiertos sus planes, Nicanor salió a enfrentarse con
Judas cerca de Cafarsalamá.
32 Cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor y los
demás huyeron a la Ciudad de David.
33 Después de estos sucesos, subió Nicanor al monte Sión. Salieron
del Lugar Santo sacerdotes y ancianos del pueblo para saludarle
amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey.

34 Pero él se burló de ellos, les escarneció, les mancilló y habló


insolentemente.
35 Colérico, les dijo con juramento: «Si esta vez no se me entrega
Judas y su ejército en mis manos, cuando vuelva, hecha la paz, prenderé
fuego a esta Casa.» Y salió lleno de furor.
36 Entraron los sacerdotes y, de pie ante el altar y el santuario,
exclamaron llorando:
37 «Tú has elegido esta Casa para que en ella fuese invocado tu
nombre y fuese casa de oración y súplica para tu pueblo;

38 toma vengaza de este hombre y de su ejército y caigan bajo la


espada. Acuérdate, de sus blasfemias y no les des tregua.»
39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Bet Jorón, donde se le
unió un contingente de Siria.
40 Judas acampó en Adasá con 3.000 hombres y oró diciendo:
41 «Cuando los enviados del rey blasfemaron, salió tu ángel y mató a
185.000 de ellos;
42 destruye también hoy este ejército ante nosotros y reconozcan los
que queden que su jefe profirió palabras impías contra tu Lugar Santo;
júzgale según su maldad.»

43 El día trece del mes de Adar trabaron batalla los ejércitos y salió
derrotado el de Nicanor. Nicanor cayó el primero en el combate,
44 y su ejército, al verle caído, arrojó las armas y se dio a la fuga.
45 Les estuvieron persiguiendo un día entero, desde Adasá hasta
llegar a Gázara, dando aviso tras ellos con el sonido de las trompetas.
46 Salió gente de todos los pueblos judíos del contorno y,
envolviéndoles, les obligaron a volverse los unos sobre los otros. Todos
cayeron a espada; no quedó ni uno de ellos.

47 Tomaron los despojos y el botín; cortaron la cabeza de Nicanor y


su mano derecha, aquella que había extendido insolentemente, y las
llevaron para exponerlas a la vista de Jerusalén.
48 El pueblo se llenó de gran alegría; celebraron aquel día como un
gran día de regocijo
49 y acordaron conmemorarlo cada año el trece de Adar.
50 El país de Judá gozó de sosiego por algún tiempo.

I Macabeos 8
1 La fama de los romanos llegó a oídos de Judas. Decían que eran
poderosos, se mostraban benévolos con todos los que se les unían,
establecían amistad con cuantos acudían a ellos
2 (y eran poderosos). Le contaron sus guerras y las proezas que
habían realizado entre los galos, cómo les habían dominado y sometido a
tributo;
3 todo cuanto habían hecho en la región de Espanña para hacerse con
las minas de plata y oro de allí,
4 cómo se habían hecho dueños de todo el país gracias a su prudencia
y perseverancia (a pesar de hallarse aquel país a larga distancia del suyo); a
los reyes venidos contra ellos desde los confines de la tierra, los habían
derrotado e inferido fuerte descalabro, y los demás les pagaban tributo cada
año;

5 habían vencido en la guerra a Filipo, a Perseo, rey de los Kittim, y a


cuantos se habían alzado contra ellos, y los habían sometido;
6 Antíoco el Grande, rey de Asia, había ido a hacerles la guerra con
120 elefantes, caballería, carros y tropas muy numerosas, y fue derrotado,
7 le apresaron vivo y le obligaron, a él y a sus sucesores en el trono, a
pagarles un gran tributo, a entregar rehenes y a ceder
8 algunas de sus mejores provincias: la provincia índica, Media y
Lidia, que le quitaron para dárselas al rey Eumeno;

9 los de Grecia habían concebido el proyecto de ir a exterminarlos,


10 y en sabiéndolo los romanos, enviaron contra ellos a un solo
general, les hicieron la guerra, mataron a muchos de ellos, llevaron
cautivos a sus mujeres y niños, saquearon sus bienes, subyugaron el país,
arrasaron sus fortalezas y les sometieron a servidumbre hasta el día de hoy;
11 a los demás reinos y a las islas, a cuantos en alguna ocasión les
hicieron frente, los destruyeron y redujeron a servidumbre.

12 En cambio, a sus amigos y a los que en ellos buscaron apoyo, les


mantuvieron su amistad. Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y a los
lejanos y todos cuantos oyen su nombre les temen.
13 Aquellos a quienes quieren ayudar a conseguir el trono, reinan; y
deponen a los que ellos quieren. Han alcanzado gran altura.
14 No obstante, ninguno de ellos se ciñe la diadema ni se viste de
púrpura para engreírse con ella.
15 Se han creado un Consejo, donde cada día 320 consejeros
deliberan constantemente en favor del pueblo para mantenerlo en buen
orden.

16 Confían cada año a uno solo el mando sobre ellos y el dominio de


toda su tierra. Todos obedecen a este solo hombre sin que haya entre ellos
envidias ni celos.
17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, y de Haqcós, y a Jasón, hijo
de Eleazar, y los envió a Roma a concertar amistad y alianza,
18 para sacudirse el yugo de encima, porque veían que el reino de los
griegos tenía a Israel sometido a servidumbre.
19 Partieron, pues, para Roma y luego de un larguísimo viaje,
entraron en el Consejo, donde tomando la palabra, dijeron:

20 Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el pueblo judío nos han


enviado donde vosotros para concertar con vosotros alianza y paz y para
que nos inscribáis en el número de vuestros aliados y amigos.»
21 La propuesta les pareció bien.
22 Esta es la copia de la carta que enviaron a Jerusalén, grabada en
planchas de bronce, para que fuesen allí para ellos documento de paz y
alianza:
23 «Felicidad a los romanos y a la nación de los judíos por mar y
tierra para siempre. Lejos de ellos la espada y el enemigo.
24 Pero, si le sobreviene una guerra primero a Roma o a cualquiera
de sus aliados en cualquier parte de sus dominios,
25 la nación de los judíos luchará a su lado, según las circunstancias
se lo dicten, de todo corazón.
26 No darán a los enemigos ni les suministrarán trigo, armas, dinero
ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin recibir
compensación alguna.
27 De la misma manera, si sobreviene una guerra primero a la nación
de los judíos, los romanos lucharán a su lado, según las circunstancías se lo
dicten, con toda el alma.

28 No darán a los combatientes trigo, armas, dinero ni naves. Así lo


ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin dolo.
29 En estos términos se han concertado los romanos con el pueblo de
los judíos.
30 Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo
podrán hacer a su agrado, y lo que añadan o quiten será valedero.
31 «En cuanto a los males que el rey Demetrio les ha causado, le
hemos escrito diciéndole: "¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo
sobre nuestros amigos y aliados los judíos?

32 Si otra vez vuelven a quejarse de ti, nosotros les haremos justicia y


te haremos la guerra por mar y tierra."»

I Macabeos 9
1 Cuando supo Demetrio que Nicanor y su ejército habían caído en la
guerra, envió a la tierra de Judá, en una nueva expedición, a Báquides y
Alcimo con el ala derecha de su ejército.
2 Tomaron el camino de Galilea y pusieron cerco a Mesalot en el
territorio de Arbelas; se apoderaron de ella y mataron mucha gente.
3 El primer mes del año 152 acamparon frente a Jerusalén,
4 de donde partieron con 20.000 hombres y 2.000 jinetes en dirección
a Beerzet.

5 Judas tenía puesto su campamento en Eleasá y estaban con él 3.000


hombres escogidos.
6 Pero al ver la gran muchedumbre de los enemigos, les entró mucho
miedo y muchos escaparon del campamento; no quedaron más que
ochocientos hombres.
7 Judas vio que su ejército estaba desbandado y que la batalla le
apremiaba, y se le quebrantó el corazón, pues no había tiempo de volverlos
a juntar.
8 Aunque desfallecido, dijo a los que le habían quedado:
«Levantémonos y subamos contra nuestros adversarios por si podemos
hacerles frente.»

9 Trataban de disuadirle diciéndole: «No podemos; salvemos nuestras


vidas de momento y volvamos luego con nuestros hermanos para combatir
contra ellos, que ahora estamos pocos.»
10 Judas replicó: «¡Eso nunca, obrar así y huir ante ellos! Si nuestra
hora ha llegado, muramos con valor por nuestros hermanos y no dejemos
tacha a nuestra gloria.»
11 Salió la tropa del campamento y se ordenó para irles al encuentro:
la caballería dividida en dos escuadrones, arqueros y honderos en
avanzadilla, y los más aguerridos en primera línea;

12 Báquides ocupaba el ala derecha. La falange se acercó por los dos


lados y tocaron las trompetas. Los que estaban con Judas tocaron también
las suyas,
13 y la tierra se estremeció con el estruendo de los ejércitos. Se trabó
el combate y se mantuvo desde el amanecer hasta la caída de la tarde.
14 Vio Judas que Báquides y sus mejores tropas se encontraban en la
parte derecha; se unieron a él los más esforzados,
15 y derrotaron al ala derecha y la persiguieron hasta los montes de
Azara.

16 Pero el ala izquierda, al ver derrotada el ala derecha, se volvió


sobre los pasos de Judas y los suyos, por detrás.
17 La lucha se encarnizó y cayeron muchos de uno y otro bando.
18 Judas cayó y los demás huyeron.
19 Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y le dieron sepultura
en el sepulcro de sus padres en Modín.
20 Todo Israel le lloró, hizo gran duelo por él y muchos días
estuvieron repitiendo esta lamentación:
21 «¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!»

22 Las demás empresas de Judas, sus guerras, proezas que realizó,


ocasiones en que alcanzó gloria, fueron demasiado numerosas para ser
escritas.
23 Con la muerte de Judas asomaron los sin ley por todo el territorio
de Israel y levantaron cabeza todos los que obraban la iniquidad.
24 Hubo entonces un hambre extrema y el país se pasó a ellos.
25 Báquides escogió hombres impíos y los puso al frente del país.
26 Se dieron éstos a buscar con toda su suerte de pesquisas a los
amigos de Judas y los llevaban a Báquides, que les castigaba y escarnecía.

27 Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que


dejaron de aparecer profetas.
28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a
Jonatán:
29 «Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre
semejante a él que salga y vaya contra los enemigos, contra Báquides y
contra los que odian a nuestra nación.
30 Por eso, te elegimos hoy a ti para que, ocupando el lugar de tu
hermano, seas nuestro jefe y guía en la lucha que sostenemos.»

31 En aquel momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su


hermano Judas.
32 Al enterarse Báquides trataba de hacer morir a Jonatán.
33 Pero Jonatán lo supo y su hermano Simón y todos sus partidarios y
huyeron al desierto de Técoa, donde establecieron su campamento junto a
las aguas de la cisterna de Asfar.
34 (Báquides se enteró un día de sábado y pasó con todas las tropas al
lado de allá del Jordán.)
35 Jonatán envió a su hermano, jefe de la tropa, a pedir a sus amigos
los nabateos autorización para dejar con ellos su impedimenta, que era
mucha.

36 Pero los hijos de Amrai, los de Medabá, hicieron una salida, se


apoderaron de Juan y de cuanto llevaba y se alejaron con su presa.
37 Después de esto, Jonatán y su hermano Simón, recibieron la
noticia de que los hijos de Amrai celebraban una espléndida boda y traían
de Nabatá, en medio de gran pompa, a la novia, hija de uno de los
principales de Canaán.
38 Recordaron entonces el sangriento fin de su hermano Juan y
subieron a ocultarse al abrigo de la montaña.

39 Al alzar los ojos, vieron que avanzaba en medio de confusa


algazara una numerosa caravana, y que a su encuentro venía el novio,
acompañado de sus amigos y hermanos, con tambores, música y gran
aparato.
40 Salieron entonces de su emboscada y cayeron sobre ellos para
matarlos. Muchos cayeron muertos y los demás huyeron a la montaña. Se
hicieron con todos sus despojos.
41 = La boda acabó en duelo y la música en lamentación. =
42 Una vez tomada venganza de la sangre de su hermano, se
volvieron a las orillas pantanosas del Jordán.

43 Al enterarse Báquides, vino el día de sábado con numerosa tropa a


las riberas del Jordán.
44 Jonatán dijo a su gente: «Levantémonos y luchemos por nuestras
vidas, que hoy no es como ayer y anteayer.
45 Delante de nosotros y detrás, la guerra; por un lado y por otro, las
aguas del Jordán, las marismas, las malezas: no hay lugar a donde retirarse.
46 Levantad, pues, ahora la voz al Cielo para salvaros de las manos
de vuestros enemigos.»
47 Entablado el combate, Jonatán tendió su mano para herir a
Báquides y éste le esquivó echándose atrás,

48 con lo que Jonatán y los suyos pudieron lanzarse al Jordán y ganar


a nado la orilla opuesta. Sus enemigos no atravesaron el río en su
persecución.
49 Unos mil hombres del ejército de Báquides sucumbieron aquel día.
50 Vuelto a Jerusalén, hizo Báquides levantar ciudades fortificadas en
Judea: la fortaleza de Jericó, Emaús, Bet Jorón, Betel, Tamnatá, Faratón y
Tefón, con altas murallas, puertas y cerrojos
51 y puso en ellas guarniciones que hostilizaran a Israel.

52 Fortificó también la ciudad de Bet Sur, Gázara y la Ciudadela, y


puso en ellas tropas y depósitos de víveres.
53 Tomó como rehenes a los hijos de los principales de la región y
los dejó bajo guardia en la Ciudadela de Jerusalén.
54 El segundo mes del año 153, ordenó Alcimo demoler el muro del
atrio interior del Lugar Santo. Destruía con ello la obra de los profetas.
Había comenzado la demolición,
55 cuando en aquel tiempo sufrió Alcimo un ataque y su obra quedó
parada. Se le obstruyó la boca y se le quedó paralizada, de suerte que no le
fue posible ya pronunciar palabra ni dar disposiciones en la tocante a su
casa.

56 Alcimo murió entonces en medio de grandes sufrimientos.


57 Cuando Báquides vio que había muerto Alcimo, se volvió adonde
el rey y hubo tranquilidad en el país de Judá por espacio de dos años.
58 Todos los sin ley se confabularon diciendo: «Jonatán y los suyos
viven tranquilos y confiados. Hagamos, pues, venir ahora a Báquides y los
prenderá a todos ellos en una sola noche.»
59 Fueron a comunicar el plan con él,
60 y Báquides se puso en marcha con un fuerte ejército. Envió cartas
secretas a sus alidados de Judea ordenándoles prender a Jonatán y a los
suyos. Pero no pudieron, porque fueron conocidas sus intenciones,

61 antes bien ellos prendieron a unos cincuenta hombres de la región,


cabecillas de esta maldad, y les dieron muerte.
62 A continuación, Jonatán, Simón y los suyos se retiraron a Bet
Basí, en el desierto, repararon lo que en aquella plaza estaba derruido y la
fortificaron.
63 En sabiéndolo Báquides, juntó a toda su gente y convocó a sus
partidarios de Judea.
64 Llegó y puso cerco a Bet Basí, la atacó durante muchos días y
construyó ingenios de guerra.
65 Jonatán, dejando a su hermano Simón en la ciudad, salió por la
región y fue con una pequeña tropa,

66 con la que derrotó en su campamento a Odomerá y a sus


hermanos, así como a los hijos de Fasirón. Estos empezaron a herir y a
subir con las tropas.
67 Simón y sus hombres, por su parte, salieron de la ciudad y dieron
fuego a los ingenios.
68 Trabaron combate con Báquides, le derrotaron y le dejaron sumido
en profunda amargura, porque habían fracasado su plan y su ataque.
69 Montó en cólera contra los hombres sin ley que le habían
aconsejado venir a la región, mató a muchos de ellos y decidió volverse a
su tierra.

70 Al saberlo, le envió Jonatán legados para concertar con él la paz y


conseguir que les devolviera los prisioneros.
71 Báquides aceptó y accedió a las peticiones de Jonatán. Se
comprometió con juramento a no hacerle mal en todos los días de su vida,
72 y le devolvió los prisioneros que anteriormente había capturado en
el país de Judá. Partió luego para su tierra y no volvió más a territorio judío.
73 Así descansó la espada en Israel. Jonatán se estableció en Mikmas,
comenzó a juzgar al pueblo e hizo desaparecer de Israel a los impíos.

I Macabeos 10
1 El año 160, Alejandro Epífanes, hijo de Antíoco, vino por mar y
ocupó Tolemaida donde, siendo bien acogido, se proclamó rey.
2 Al tener noticia de ello, el rey Demetrio juntó un ejército muy
numeroso y salió a su encuentro para combatir con él.
3 Envió también Demetrio una carta amistosa a Jonatán en que
prometía engrandecerle,
4 porque se decía: «Adelantémonos a hacer la paz con ellos antes que
Jonatán la haga con Filipo contra nosotros,

5 al recordar los males que le causamos a él, a sus hermanos y a su


nación.»
6 Le concedía autorización para reclutar tropas, fabricar armamento y
contarse entre sus aliados. Mandaba, además, que le fuesen entregados los
rehenes que se encontraban en la Ciudadela.
7 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta a oídos de todo el pueblo y
de los que ocupaban la Ciudadela.
8 Les entró mucho miedo cuando oyeron que el rey le concedía
autorización para reclutar tropas.

9 La gente de la Ciudadela entregó los rehenes a Jonatán y él los


devolvió a sus padres.
10 Jonatán fijó su residencia en Jerusalén y se dio a reconstruir y
restaurar la ciudad.
11 Ordenó a los encargados de las obras levantar las murallas y
rodear el monte Sión con piedras de sillería para fortificarlo, y así lo
hicieron.
12 Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas por
Báquides, huyeron;
13 abandonando sus puestos partieron cada uno para su país.

14 Sólo en Bet Sur quedaron algunos de los que habían abandonado


la Ley y los preceptos porque esta plaza era su refugio.
15 El rey Alejandro se enteró de los ofrecimientos que Demetrio
había hecho a Jonatán. Le contaron además las guerras y proezas que él y
sus hermanos habían realizado y los trabajos que habían sufrido.
16 Y dijo: «¿Podremos hallar otro hombre como éste? Hagamos de él
un amigo y un aliado nuestro.»
17 Le escribió, pues, y le envió una carta redactada en los siguientes
términos:

18 «El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán.


19 Hemos oído que eres un valiente guerrero y digno de ser amigo
nuestro.
20 Por eso te nombramos hoy sumo sacerdote de tu nación y te
concedemos el título de amigo del rey - le enviaba al mismo tiempo una
clámide de púrpura y una corona de oro -. Por tu parte, haz tuya nuestra
causa y guárdanos tu amistad.»
21 El séptimo mes del año 160, con ocasión de la fiesta de las
Tiendas, vistió Jonatán los ornamentos sagrados; reclutó tropas y fabricó
gran cantidad de armanento.

22 Demetrio, al saber lo sucedido, dijo disgustado:


23 «¿Qué hemos hecho para que Alejandro se nos haya adelantado en
ganar la amistad y el apoyo de los judíos?
24 Les escribiré también yo con ofrecimientos de dignidades y
riquezas para que sean auxiliares míos.»
25 Y les escribió en estos términos:
26 El rey Demetrio saluda a la nación de los judíos. Nos hemos
enterado con satisfacción de que habéis guardado los términos de nuestra
alianza y perseverado en nuestra amistad sin pasaros al bando de nuestros
enemigos.
27 Continuad, pues guardándonos fidelidad y os recompensaremos
por todo lo que por nosotros hagáis.
28 Os descargaremos de muchas obligaciones y os concederemos
favores.
29 Y ya desde ahora os libero y descargo a todos los judíos de las
contribuciones, del impuesto de la sal y de las coronas.
30 Renuncio también de hoy en adelante a percibir el tercio de los
granos y la mitad de los frutos de los árboles que me correspondían, del país
de Judá y también de los tres distritos que le son anexionados de Samaría -
Galilea... a partir de hoy para siempre.

31 Jerusalén sea santa y exenta, así como todo su territorio, sus


diezmos y tributos.
32 Renuncio asimismo a mi soberanía sobre la Ciudadela de
Jerusalén y se la cedo al sumo sacerdote que podrá poner en ella de
guarnición a los hombres que él elija.
33 A todo judío llevado cautivo de Judá a cualquier parte de mi reino,
le devuelvo la libertad sin rescate. Todos queden libres de tributo, incluso
sobre sus ganados.
34 Todas las fiestas, los sábados y los novilunios y, además del día
fijado, los tres días que las preceden y los tres que las siguen, sean todos
ellos días de inmunidad y franquicia para todos los judíos residentes en mi
reino:

35 nadie tendrá autorización para demandarles ni inquietarles a


ninguno de ellos por ningún motivo.
36 En los ejércitos del rey sean alistados hasta 30.000 judíos que
percibirán la soldada asignada a las demás tropas del rey.
37 De ellos, algunos serán apostados en las fortalezas importantes del
rey y otros ocuparán puestos de confianza en el reino. Sus oficiales y jefes
salgan de entre ellos, y vivan conforme a sus leyes, como lo ha dispuesto el
rey para el país de Judá.

38 Los tres distritos incorporados a Judea, de la provincia de Samaría,


queden anexionados a Judea y contados por suyos, de modo que, sometidos
a un mismo jefe, no acaten otra autoridad que la del sumo sacerdote.
39 Entrego Tolemaida y sus dominios como obsequio al Lugar Santo
de Jerusalén para cubrir los gastos normales del Lugar Santo.
40 Por mi parte, daré cada año 15.000 siclos de plata, que se tomarán
de los ingresos reales en las localidades convenientes.

41 Todo el excedente que los funcionarios no hayan entregado como


en años anteriores, lo darán desde ahora para las obras de la Casa.
42 Además, los 5.000 siclos de plata que se deducían de los ingresos
del Lugar Santo en la cuenta de cada año, los cedo por ser emolumento de
los sacerdotes en servicio del culto.
43 Todo aquel que por deudas con los impuestos reales, o por
cualquier otra deuda, se refugie en el Templo de Jerusalén o en su recinto,
quede inmune, él y cuantos bienes posea en mi reino.

44 Los gastos que se originen de las construcciones y reparaciones en


el Lugar Santo correrán a cuenta del rey.
45 Los gastos de la construcción de las murallas de Jerusalén y la
fortificación de su recinto correrán asimismo a cuenta del rey, como
también la reconstrucción de murallas en Judea.»
46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron tales ofrecimientos, no les
dieron crédito ni los aceptaron, porque recordaban los graves males que
Demetrio había causado a Israel y la opresión tan grande a que les había
sometido.

47 Se decidieron, pues, por el partido de Alejandro que, a su parecer,


les ofrecía mayores ventajas y fueron aliados suyos en todo tiempo.
48 El rey Alejandro juntó un gran ejército y acampó frente a
Demetrio.
49 Los dos reyes trabaron combate y salió huyendo el ejército de
Alejandro. Demetrio se lanzó en su persecución y prevaleció sobre ellos.
50 Mantuvo vigorosamente el combate hasta la puesta del sol. Pero
en aquella jornada Demetrio sucumbió.
51 Alejandro envió embajadores a Tolomeo, rey de Egipto, con el
siguiente mensaje:

52 «Vuelto a mi reino, me he sentado en el trono de mis padres y


ocupado el poder después de derrotar a Demetrio y hacerme dueño de
nuestro país;
53 porque trabé combate con él y luego de derrotarle a él y a su
ejército, nos hemos sentado en su trono real.
54 Establezcamos, pues, vínculos de amistad entre nosotros y dame a
tu hija por esposa; seré tu yerno y te haré, como a ella, presentes dignos de
ti.»
55 El rey Tolomeo le contestó diciendo: «¡Dichoso el día en que,
vuelto al país de tus padres, te sentaste en el trono de su reino!

56 Pues bien, haré por tí lo que has escrito. Pero ven a encontrarme
en Tolemaida donde nos veamos el uno al otro, y te tomaré por yerno como
has dicho.»
57 Tolomeo partió de Egipto llevando consigo a su hija Cleopatra y
llegó a Tolemaida. Era el año 162.
58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su
hija Cleopatra y celebró la boda en Tolemaida con la gran magnificencia
que suelen los reyes.
59 El rey Alejandro escribió a Jonatán que fuera a verle.
60 Partió éste con gran pompa hacia Tolemaida, se entrevistó con los
reyes, les dio a ellos y a sus amigos plata y oro, les hizo numerosos
presentes y halló gracia a sus ojos.
61 Entonces se unieron contra él algunos rebeldes, peste de Israel,
para querellarse de él, pero el rey no les hizo ningún caso;
62 antes bien, dio orden de que le quitaran a Jonatán sus vestidos y le
vistieran de púrpura. Cumplida la orden,
63 le hizo el rey sentar a su lado y dijo a sus capitanes: «Salid con él
por medio de la ciudad y anunciad a voz de heraldo que nadie le levante
acusación alguna ni le molesten por ningún motivo.»

64 Sus acusadores, que vieron el honor que a voz de heraldo se le


hacía y a él vestido de púrpura, huyeron todos.
65 El rey, queriendo honrarle, le inscribió entre sus primeros amigos
y le nombró estratega y meridarca.
66 Jonatán regresó a Jerusalén con paz y alegría.
67 El año 165, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta al país de
sus padres.
68 Al enterarse el rey Alejandro, quedó muy disgustado y se volvió a
Antioquía.
69 Demetrio confirmó a Apolonio como gobernador de Celesiria, el
cual, juntando un numeroso ejército, acampó en Yamnia y envió a decir a
Jonatán, sumo sacerdote:

70 «Tú eres el único en levantarte contra nosotros, y por tu causa he


venido a ser yo objeto de irrisión y desprecio. ¿Por qué ejerces tu poder
contra nosotros desde las montañas?
71 Si es que tienes confianza en tus fuerzas, baja ahora a encontrarte
con nosotros en la llanura y allí nos mediremos, que conmigo está la fuerza
de las ciudades.
72 Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes los auxiliares nuestros.
Ellos dicen que no podréis manteneros frente a nosotros, que ya dos veces
tus padres fueron derrotados en su país,

73 y que ahora no podrás resistir a la caballería y a un ejército tan


grande en la llanura donde no hay piedra, ni roca, ni lugar donde huir.»
74 Cuando Jonatán oyó las palabras de Apolonio, se le sublevó el
espíritu. Escogió 10.000 hombres y partió de Jerusalén. Su hermano Simón
fué a su encuentro para ayudarle.
75 Acampó frente a Joppe. Los de la ciudad le cerraron las puertas,
porque había en Joppe una guarnición de Apolonio. La atacaron
76 y la gente de la ciudad, atemorizada, les abrió las puertas, y
Jonatán se hizo dueño de Joppe.

77 Cuando Apolonio se enteró, puso en pie de guerra 3.000 jinetes y


un numeroso ejército y partió en dirección a Azoto, como que quería pasar
por allí, pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura porque tenía
mucha caballería y confiaba en ella.

78 Jonatán fue tras él persiguiéndole hacia Azoto y ambos ejércitos


trabaron combate.
79 Había dejado Apolonio mil jinetes ocultos a espaldas de ellos.
80 Se dio cuenta Jonatán de que a sus espaldas había una emboscada.
Estos rodearon su ejército y dispararon tiros sobre la tropa desde la mañana
hasta el atardecer;

81 pero la tropa se mantuvo firme, como lo había ordenado Jonatán, y


los caballos de los enemigos se cansaron.
82 Sacó entonces Simón su ejército y atacó a la falange - pues ya la
caballería estaba agotada - la derrotó y puso en fuga,
83 mientras la caballería se desbandaba por la llanura. En su huida
llegaron a Azoto y entraron en Bet Dagón, el templo de su ídolo, para
salvarse.
84 Pero Jonatán prendió fuego a Azoto y a las ciudades que la
rodeaban , se hizo con el botín y abrasó el templo de Dagón y a los que en
él se habían refugiado.

85 Los muertos por la espada y los abrasados por el fuego fueron


unos 8.000 hombres.
86 Partió de allí Jonatán y acampó frente a Ascalón, donde los
habitantes salieron a recibirle con grandes honores.
87 Luego Jonatán regresó a Jerusalén con los suyos, cargados de rico
botín.
88 Cuando el rey Alejandro se enteró de estos acontecimientos,
concedió nuevos honores a Jonatán,
89 le envió una fíbula de oro, como es costumbre conceder a los
parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón y todo su territorio.

I Macabeos 11
1 El rey de Egipto reunió fuerzas numerosas como las arenas que hay
a orillas del mar y muchas naves. Intentaba hacerse por astucia con el reino
de Alejandro y unirlo al suyo.
2 Salió, pues, para Siria en son de paz y la gente de las ciudades le
abría las puertas y salía a su encuentro, ya que tenían orden del rey
Alejandro de salir a recibirle por ser suegro suyo.
3 Pero una vez que entraba en las ciudades, Tolomeo ponía tropas de
guarnición en cada una de ellas.
4 Cuando llegó cerca de Azoto le mostraron el templo de Dagón
incendiado, la ciudad y sus aldeas destruidas, los cadáveres por el suelo y
los restos calcinados de los abrasados en la guerra, pues habían hecho
montones de ellos por el recorrido del rey.
5 Le contaron lo que Jonatán había hecho para que el rey le censurara,
pero el rey guardó silencio.
6 Jonatán fue al encuentro del rey a Joppe con fasto; se saludaron y
pasaron allí aquella noche.
7 Acompañó Jonatán al rey hasta el río llamado Eléuteros y regresó a
Jerusalén.

8 Por su parte el rey Tolomeo se hizo dueño de las ciudades de la


costa hasta Seleucia Marítima y meditaba planes malvados contra
Alejandro.
9 Envió embajadores al rey Demetrio diciéndole: «Ven y
concertemos entre nosotros una alianza. Te daré mi hija, la que tiene
Alejandro, y reinarás en el reino de tu padre.
10 Estoy arrepentido de haberle dado mi hija pues ha intentado
asesinarme.»
11 Le hacía estos cargos porque codiciaba su reino.
12 Quitándole, pues, su hija se la dio a Demetrio, rompió con
Alejandro y quedó manifiesta la enemistad entre ambos.

13 Tolomeo entró en Antioquía y se ciñó la diadema de Asia, con lo


que rodeó su frente de dos diademas, la de Egipto y la de Asia.
14 En este tiempo se encontraba el rey Alejandro en Cilicia por
haberse sublevado la gente de aquella región.
15 Al saber lo que ocurría, vino a luchar contra él. Tolomeo salió con
fuerzas poderosas, fue a su encuentro y le derrotó.
16 Alejandro huyó a Arabia buscando un refugio allí y el rey
Tolomeo quedó triunfador.
17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza a Alejandro y se la envió a
Tolomeo.

18 Pero tres días después murió el rey Tolomeo y los que estaban en
sus plazas fuertes perecieron a manos de los que las habitaban.
19 Demetrio comenzó a reinar el año 167.
20 Por aquellos días juntó Jonatán a los de Judea para atacar la
Ciudadela de Jerusalén y levantó contra ella muchos ingenios de guerra.
21 Entonces algunos rebeldes que odiaban a su nación acudieron al
rey a anunciarle que Jonatán tenía puesto cerco a la Ciudadela.
22 La noticia le irritó, y nada más oírla, se puso en marcha y vino a
Tolemaida. Escribió a Jonatán que cesara en el cerco y que viniera a verle
lo antes posible a Tolemaida para entrevistarse con él.
23 Al enterarse, ordenó Jonatán que se siguiese el cerco, eligió
ancianos de Israel y sacerdotes y se expuso a sí mismo al peligro.
24 Tomando plata, oro, vestidos y otros presentes en gran cantidad,
partió a verse con el rey en Tolemaida y halló gracia ante él.
25 Algunos sin ley de la nación le acusaron,
26 pero el rey le trató como le habían tratado sus predecesores y le
honró en presencia de todos sus amigos.
27 Le confirmó en el sumo sacerdocio y en todos los honores que
antes tenía, e hizo que se le contara entre sus primeros amigos.

28 Jonatán pidió al rey que dejara libres de impuesto a Judea y a los


tres distritos de Samaría, a cambio de trescientos talentos que le prometía.
29 Accedió el rey y escribió a Jonatán una carta sobre todos estos
puntos redactada de la forma siguiente:
30 «El rey Demetrio saluda a su hermano Jonatán y a la nación de los
judíos.
31 Os escribimos también a vosotros una copia de la carta que sobre
vosotros hemos escrito a nuestro pariente Lástenes para que la conozcáis:

32 El rey Demetrio saluda a su padre Lástenes.


33 Por sus buenas disposiciones hacia nosotros hemos decidido
conceder favores a la nación de los judíos, que son amigos nuestros y
observan lo que es justo con nosotros.
34 Les confirmamos la posesión del territorio de Judea y de los tres
distritos de Aferema, Lidda y Ramatáyim que han sido desprendidos de
Galilea y agregados a Judea con todas sus dependencias en favor de los que
sacrifican en Jerusalén, a cambio de los derechos reales que el rey percibía
de ellos antes cada año por los productos de la tierra y el fruto de los
árboles.

35 En cuanto a los otros derechos que tenemos sobre los diezmos y


tributos nuestros, sobre las salinas y coronas que se nos deben, les
concedemos desde ahora una exención total.
36 No será derogada ni una de estas concesiones a partir de ahora en
ningún tiempo.
37 Procurad hacer una copia de estas disposiciones que le sea
entregada a Jonatán para ponerla en el monte santo en lugar visible.»
38 El rey Demetrio, viendo que el país estaba en calma bajo su
mando y que nada le ofrecía resistencia, licenció todas sus tropas
mandando a cada uno a su lugar, excepto las tropas extranjeras que había
reclutado en las islas de las naciones. Todas las tropas que había recibido de
sus padres se enemistaron con él.

39 Entonces Trifón, antiguo partidario de Alejandro, al ver que todas


las tropas murmuraban contra Demetrio, se fue donde el árabe Yamlikú que
criaba al niño Antíoco, hijo de Alejandro,
40 y le instaba a que se lo entregase para ponerlo en el trono de su
padre. Le puso al corriente de toda la actuación de Demetrio y del odio que
le tenían sus tropas. Permaneció allí muchos días.
41 Entre tanto envió Jonatán a pedir al rey Demetrio que retirara las
guarniciones de la Ciudadela de Jerusalén y de las plazas fuertes porque
hostilizaban a Israel.

42 Demetrio envió a decir a Jonatán: «No sólo haré esto por ti y por
tu nación, sino que os colmaré de honores a ti y a tu nación cuando tenga
oportunidad.
43 Pero ahora harás bien en enviarme hombres en mi auxilio, pues
todas mis tropas me han abandonado.»
44 Jonatán le envió a Antioquía 3.000 guerreros valientes, y cuando
llegaron, el rey experimentó gran satisfacción con su venida.
45 Se amotinaron en el centro de la ciudad los ciudadanos, al pie de
120.000, y querían matar al rey.

46 El se refugió en el palacio, y los ciudadanos ocuparon las calles de


la ciudad y comenzaron el ataque.
47 El rey llamó entonces en su auxilio a los judíos, que se juntaron
todos en torno a él y luego se diseminaron por la ciudad. Aquel día llegaron
a matar hasta 100.000.
48 Prendieron fuego a la ciudad, se hicieron ese mismo día con un
botín considerable y salvaron al rey.
49 Cuando los de la ciudad vieron que los judíos dominaban la ciudad
a su talante, perdieron el ánimo y levantaron sus clamores al rey
suplicándole:

50 «Danos la mano y cesen los judíos en sus ataques contra nosotros


y contra la ciudad.»
51 Depusieron las armas e hicieron la paz. Los judíos alcanzaron gran
gloria ante el rey y ante todos los de su reino y se volvieron a Jerusalén con
un rico botín.
52 El rey Demetrio se sentó en el trono de su reino y la tierra quedó
sosegada en su presencia.
53 Pero faltó a todas sus promesas y se indispuso con Jonatán. Lejos
de corresponder a los servicios que le había prestado, le causaba graves
molestias.

54 Depués de estos acontecimientos, volvió Trifón y con él Antíoco,


niño todavía, que se proclamó rey y se ciñó la diadema.
55 Todas las tropas que Demetrio había licenciado se unieron a él y
salieron a luchar contra Demetrio, le derrotaron y le pusieron en fuga.
56 Trifón tomó los elefantes y se apoderó de Antioquía.
57 El joven Antíoco escribió a Jonatán diciéndole: «Te confirmo en el
sumo sacerdocio, te pongo al frente de los cuatro distritos y quiero que te
cuentes entre los amigos del rey.»

58 Le envió copas de oro y un servicio de mesa, y le concedió


autorización de beber en copas de oro, vestir púrpura y llevar fíbula de oro.
59 A su hermano Simón le nombró estratega desde la Escalera de
Tiro hasta la frontera de Egipto.
60 Jonatán salió a recorrer la Transeufratina y sus ciudades, y todas
las tropas de Siria se le unieron como aliadas. Llegó a Ascalón y los
habitantes de la ciudad le salieron a recibir con muchos honores.
61 De allí pasó a Gaza donde los habitantes le cerraron las puertas.
Entonces la sitió y entregó sus arrabales a las llamas y al pillaje.

62 Los de las ciudad vinieron a suplicarle y Jonatán les dio la mano,


pero tomó como rehenes a los hijos de los jefes y los envió a Jerusalén. A
continuación, siguió recorriendo la región hasta Damasco.
63 Jonatán se enteró de que los generales de Demetrio se habían
presentado en Kedes de Galilea con un ejército numeroso para apartarle de
su cargo.
64 Entonces dejó en el país a su hermano Simón y salió a su
encuentro.
65 Simón acampó frente a Bet Sur, la atacó durante muchos días y la
bloqueó.

66 Le pidieron que les diese la mano y él se la dio. Les hizo salir de


allí, ocupó la ciudad y puso en ella una guarnición.
67 Por su parte, Jonatán y su ejército acamparon junto a las aguas de
Gennesar, y muy de madrugada partieron para la llanura de Asor
68 donde el ejército extranjero les vino al encuentro en la llanura
después de dejar hombres emboscados en los montes. Mientras este ejército
se presentaba de frente,
69 surgieron de sus puestos los emboscados y entablaron combate.

70 Todos los hombres de Jonatán se dieron a la fuga sin que quedara


ni uno de ellos, a excepción de Matatías, hijo de Absalón, y de Judas, hijo
de Kalfi, capitanes del ejército.
71 Jonatán entonces rasgó sus vestidos, echó polvo sobre su cabeza y
oró.
72 Vuelto al combate, derrotó al enemigo y le puso en fuga.
73 Al verlo, sus hombres que huían volvieron a él y con él
persiguieron al enemigo hasta su campamento en Kedes y acamparon allí.
74 Cayeron aquel día del ejército extranjero hasta 3.000 hombres.
Jonatán regresó a Jerusalén.
I Macabeos 12
1 Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió
hombres y los envió a Roma con el fin de confirmar y renovar la amistad
con ellos.
2 Con el mismo objeto envió cartas a los espartanos y a otros lugares.
3 Se fueron, pues, a Roma y entrando en el Senado dijeron: «Jonatán,
sumo sacerdote, y la nación de los judíos nos han enviado para que se
renueve con ellos la amistad y la alianza como antes.»
4 Les dieron los romanos cartas para la gente de cada lugar
recomendando que se les condujera en paz hasta el país de Judá.

5 Esta es la copia de la carta que escribió Jonatán a los espartanos:


6 «Jonatán, sumo sacerdote, el senado de la nación, los sacerdotes y
el resto del pueblo judío saludan a sus hermanos los espartanos.
7 Ya en tiempos pasados, Areios, que reinaba entre vosotros, envió
una carta al sumo sacerdote Onías en que le decía que erais vosotros
hermanos nuestros como lo atestigua la copia adjunta.
8 Onías recibió con honores al embajador y tomó la carta que hablaba
claramente de alianza y amistad.

9 Nosotros, aunque no tenemos necesidad de esto por tener como


consolación los libros santos que están en nuestras manos,
10 hemos procurado enviaros embajadores para renovar la fraternidad
y la amistad con vosotros y evitar que vengamos a seros extraños, pues ha
pasado mucho tiempo ya desde que nos enviasteis vuestra embajada.
11 Por nuestra parte, en las fiestas y demás días señalados, os
recordamos sin cesar en toda ocasión en los sacrificios que ofrecemos y en
nuestras oraciones, como es justo y conveniente acordarse de los hermanos.

12 Nos alegramos de vuestra gloria.


13 A nosotros, en cambio, nos han rodeado muchas tribulaciones y
guerras, pues nos hemos visto atacados por los reyes vecinos.
14 Pero en estas luchas no hemos querido molestaros a vosotros ni a
los demás aliados y amigos nuestros,
15 porque contamos con el auxilio del Cielo que, viniendo en nuestra
ayuda, nos ha librado de nuestros enemigos y a ellos los ha humillado.
16 Hemos, pues, elegido a Numenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro,
hijo de Jasón, y les hemos enviado a los romanos para renovar la amistad y
la alianza que antes teníamos,
17 y les hemos dado orden de pasar también donde vosotros para
saludaros y entregaros nuestra carta sobre la renovación de nuestra
fraternidad.
18 Y ahora haréis bien en contestarnos a esto.»
19 Esta es la copia de la carta enviada a Onías:
20 «Areios, rey de los espartanos, saluda a Onías, sumo sacerdote.
21 Se ha encontrado un documento relativo a espartanos y judíos de
que son hermanos y que son de la raza de Abraham.
22 Y ahora que estamos enterados de esto, haréis bien escribiéndonos
sobre vuestro bienestar.

23 Nosotros por nuestra parte os escribimos: Vuestro ganado y


vuestros bienes son nuestros, y los nuestros vuestros son. Damos orden de
que se os envíe un mensaje en tal sentido.»
24 Tuvo noticia Jonatán de que los generales de Demetrio habían
vuelto con fuerzas mayores que antes con ánimo de atacarle.
25 Partió, pues, de Jerusalén y fue a encontrarles a la región de Jamat,
sin darles tiempo a irrumpir en su país.
26 Envió exploradores al campamento enemigo y supo por ellos, a su
vuelta, que los enemigos estaban dispuestos para caer sobre ellos a la
noche.

27 Cuando se puso el sol, ordenó Jonatán a los suyos que se


mantuviesen despiertos y sobre las armas toda la noche, preparados para
entrar en combate, y dispuso avanzadillas alrededor del campamento.
28 Cuando supieron los enemigos que Jonatán y los suyos estaban
preparados para el combate, sintieron miedo y, llenos de pánico,
encendieron fogatas por su campamento y se retiraron.
29 Jonatán y los suyos, como veían brillar las fogatas, no se
percataron de su partida hasta el amanecer.

30 Entonces se lanzó Jonatán en su persecución, pero no les pudo dar


alcance porque habían atravesado ya el río Eléuteros.
31 Jonatán se volvió contra los árabes llamados zabadeos, los derrotó
y se hizo con sus despojos.
32 Levantó luego el campamento, llegó a Damasco y recorrió toda la
región.
33 Simón por su parte hizo una expedición hasta Ascalón y las plazas
vecinas. Se volvió luego hacia Joppe y la tomó,
34 pues había oído que sus habitantes querían entregar aquella plaza
fuerte a los partidarios de Demetrio, y dejó en ella una guarnición para
defenderla.

35 Jonatán, de vuelta, reunió la asamblea de los ancianos del pueblo,


y decidió con ellos edificar fortalezas en Judea,
36 dar mayor altura a las murallas de Jerusalén y levantar un alto
muro entre la Ciudadela y la ciudad para separarlas y para que quedara la
Ciudadela aislada y no pudieran comprar ni vender.
37 Se reunieron, pues, para reconstruir la ciudad, pues había caído un
trecho de la muralla que daba al torrente por la parte de levante; restauró
también el barrio llamado Cafenatá.

38 Por su lado, Simón reconstruyó Jadidá en la Tierra Baja, la


fortificó y la guarneció de puertas y cerrojos.
39 Trifón aspiraba a reinar en Asia, ceñirse la diadema y extender su
mano contra el rey Antíoco.
40 Temiendo que Jonatán se lo estorbara y le hiciera la guerra, trataba
de apoderarse de él y matarle. Se puso, pues, en marcha y llegó a Bet San.
41 Jonatán salió a su encuentro con 40.000 hombres escogidos para la
guerra y llegó a Bet San.
42 Vio Trifón que había venido con un ejército numeroso y temió
extender la mano contra él.

43 Le recibió con honores, le presentó a todos sus amigos, le hizo


regalos y dio orden a sus amigos y a sus tropas que le obedeciesen como a
él mismo.
44 Y dijo a Jonatán: «¿Por qué has fatigado a toda esta gente no
habiendo guerra entre nosotros?
45 Envíalos a sus casas, elige algunos hombres que te acompañen y
ven conmigo a Tolemaida. Te entregaré la ciudad, las demás fortalezas, el
resto de las fuerzas y a todos los funcionarios, y luego emprenderé el
regreso pues para eso he venido.»

46 Le creyó Jonatán y obró como le decía: despachó sus tropas, que


partieron para el país de Judá,
47 y conservó consigo 3.000 hombres de los cuales dejó 2.000 en
Galilea y mil le acompañaron.
48 Pero apenas entró Jonatán en Tolemaida cuando los tolemaiditas
cerraron las puertas, le apresaron a él y pasaron a filo de espada a cuantos
con él habían entrado.
49 Envió Trifón tropas y caballería a Galilea y a la Gran Llanura para
acabar con todos los partidarios de Jonatán,

50 pero éstos, enterados de que él había sido apresado y muerto con


los que le acompañaban, se animaron unos a otros y avanzaron, cerradas
las filas, prontos para combatir.
51 Sus perseguidores, al ver que luchaban por su vida, se volvieron.
52 Aquéllos llegaron todos en paz al país de Judá, lloraron a Jonatán
y a sus compañeros y un gran temor se apoderó de ellos. Todo Israel hizo
un gran duelo.
53 Todos los gentiles circunvecinos trataban de aniquilarles: «No
tienen jefe - decían - ni quien les ayude. Esta es la ocasión de atacarles y
borrar su recuerdo de entre los hombres.»

I Macabeos 13
1 Supo Simón que había juntado Trifón un ejército numeroso para ir a
devastar el país de Judá.
2 Viendo al pueblo espantado y medroso, subió a Jerusalén, reunió al
pueblo
3 y le exhortó diciendo: «Vosotros sabéis todo lo que hemos hecho
mis hermanos, la casa de mi padre y yo por la Ley y el Lugar Santo, y las
guerras y tribulaciones que hemos sufrido.
4 Por esta causa, por Israel, han muerto mis hermanos todos y he
quedado yo solo.
5 Lejos de mí ahora mirar por salvar mi vida en cualquier tiempo de
angustia, que no soy yo mejor que mis hermanos;

6 sino que vengaré a mi nación, al Lugar Santo y a vuestras mujeres e


hijos, puesto que, impulsados por el odio, se han unido todos los gentiles
para aniquilarnos.»
7 Al oír estas palabras, se enardecieron los ánimos del pueblo
8 y respondieron en alta voz diciendo: «Tú eres nuestro guía en lugar
de Judas y de tu hermano Jonatán;
9 toma la dirección de nuestra guerra y haremos cuanto nos mandes».
10 Reunió entonces Simón a todos los hombres aptos para la guerra y
se dio prisa en acabar las murallas de Jerusalén hasta que la fortificó en
todo su contorno.

11 Envió a Jonatán, hijo de Absalón, a Joppe con un importante


destacamento, el cual expulsó a los que en la ciudad estaban y se estableció
en ella.
12 Partió Trifón de Tolemaida con un ejercito numeroso para entrar
en el país de Judá llevando consigo prisionero a Jonatán.
13 Simón puso su campamento en Jadidá, frente a la llanura.
14 Al enterarse Trifón de que Simón había sucedido en el mando a su
hermano Jonatán y que estaba preparado para entrar con él en batalla, le
envió mensajeros diciéndole:

15 «Tenemos detenido a tu hermano Jonatán por las deudas


contraídas con el tesoro real en el desempeño de su cargo.
16 Envíanos, pues, cien talentos de plata y a dos de sus hijos como
rehenes, no sea que una vez libre se rebele contra nosotros. Entonces le
soltaremos.»
17 Simón, aunque se dio cuenta de que le hablaban con falsedad,
envió a buscar el dinero y los niños para no provocar contra sí una gran
enemistad del pueblo que diría:
18 «Porque no envié yo el dinero y los niños, ha muerto Jonatán.»

19 Envió, pues, los niños y los cien talentos, pero Trifón faltó a su
palabra y no soltó a Jonatán.
20 Después de esto, se puso Trifón en marcha para invadir la región y
devastarla. Dio un rodeo por el camino de Adorá, mientras Simón y su
ejército obstaculizaban su marcha dondequiera que iba.
21 Los de la Ciudadela enviaron a Trifón legados dándole prisa a que
viniese donde ellos a través del desierto y les enviase víveres.
22 Preparó Trifón toda su caballería para ir, pero aquella noche cayó
tal cantidad de nieve que le impidió acudir allá. Partió de allí y se fue a la
región de Galaad.

23 Cuando se encontraba cerca de Bascamá, hizo matar a Jonatán,


que fue enterrado allí.
24 Luego dio Trifón la vuelta y se marchó a su país.
25 Envió Simón a recoger los huesos de su hermano Jonatán y le dio
sepultura en Modín, ciudad de sus padres.
26 Todo Israel hizo gran duelo por él y le lloró muchos días.
27 Simón construyó sobre el sepulcro de su padre y sus hermanos un
mausoleo alto, que pudiera verse, de piedras pulidas por delante y por
detrás.

28 Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su padre, a


su madre y a sus cuatro hermanos.
29 Levantó alrededor de ellas grandes columnas y sobre las columnas
hizo panoplias para recuerdo eterno. Al lado de las panoplias esculpió unas
naves que pudieran ser contempladas por todos los que navegaran por el
mar.
30 Tal fue el mausoleo que construyó en Modín y que subsiste en
nuestros días.
31 Trifón, procediendo insidiosamente con el joven rey Antíoco, le
dio muerte.

32 Ocupó el reino en su lugar, se ciñó la diadema de Asia y causó


grandes estragos en el país.
33 Simón, por su parte, reconstruyó las fortalezas de Judea, las rodeó
de altas torres y grandes murallas con puertas y cerrojos, y almacenó
víveres en ellas.
34 Además escogió Simón hombres que envió al rey Demetrio
intentando conseguir una remisión para la región, dado que toda la
actividad de Trifón había sido un continuo robo.
35 El rey Demetrio contestó a su petición y le escribió la siguiente
carta:

36 «El rey Demetrio saluda a Simón, sumo sacerdote y amigo de


reyes, a los ancianos y a la nación de los judíos.
37 Hemos recibido la corona de oro y la palma que nos habéis
enviado y estamos dispuestos a concertar con vosotros una paz completa y a
escribir a los funcionarios que os concedan la remisión de las deudas.
38 Cuanto hemos decidido sobre vosotros, quede firme y sean
vuestras las fortalezas que habéis construido.
39 Os perdonamos los errores y delitos cometidos hasta el día de hoy
y la corona que nos debéis. Si algún otro tributo se percibía en Jerusalén,
ya no se exija.

40 Y si algunos de vosotros son aptos para alistarse en nuestra


guardia, alístense y haya paz entre nosotros.»
41 El año 170 quedó Israel libre del yugo de los gentiles
42 y el pueblo comenzó a escribir en las actas y contratos: «En el año
primero de Simón, gran sumo sacerdote, estratega y hegumeno de los
judíos.
43 Por aquellos días puso cerco Simón a Gázara y la rodeó con sus
tropas. Construyó una torre móvil que acercó a la ciudad y abriendo brecha
en un baluarte, lo tomó.

44 Saltaron los de la torre a la ciudad y se produjo en ella gran


agitación.
45 Los habitantes, rasgados los vestidos, subieron a la muralla con
sus mujeres e hijos y pidieron a grandes gritos a Simón que les diese la
mano.
46 «No nos trates, le decían, según nuestras maldades, sino según tu
misericordia.»
47 Simón se reconcilió con ellos y no les atacó, pero les echó de la
ciudad y mandó purificar las casas en que había ídolos. Entonces entró en
ella con himnos y bendiciones.

48 Echó de ella toda impureza, estableció en ella hombres


observantes de la Ley, la fortificó y se construyó en ella para sí una
residencia.
49 Los de la Ciudadela de Jerusalén se veían imposibilitados de entrar
y salir por la región, de comprar y de vender. Sufrían grave escasez y
bastantes de ellos habían perecido de hambre.
50 Clamaron a Simón que hiciera con ellos la paz y Simón se lo
concedió. Les echó de allí y purificó de inmundicias la Ciudadela.
51 Entraron en ella el día veintitrés del segundo mes del año 171 con
aclamaciones y ramos de palma, con liras, címbalos y arpas, con himnos y
cantos, porque un gran enemigo había sido vencido y expulsado de Israel.

52 Simón dispuso que este día se celebrara con júbilo cada año.
Fortificó el monte del Templo que está al lado de la Ciudadela y habitó allí
con los suyos.
53 Y viendo Simón que su hijo Juan era todo un hombre, le nombró
jefe de todas las fuerzas con residencia en Gázara.

I Macabeos 14
1 El año 172 juntó el rey Demetrio su ejército y partió para Media
para procurarse ayuda con que combatir a Trifón.
2 Pero al enterarse Arsaces, rey de Persia y Media, de que Demetrio
había entrado en su término, mandó a uno de sus generales para capturarle
vivo.
3 Partió éste y derrotó al ejército de Demetrio, le hizo prisionero y le
llevó ante Arsaces que le puso en prisión.
4 El país de Judá gozó de paz durante todos los días de Simón. El
procuró el bien a su nación, les fue grato su gobierno y su gloria en todo
tiempo.

5 Además de toda su gloria, tomó a Joppe como puerto y se abrió


paso a las islas del mar.
6 Ensanchó las fronteras de su nación, se hizo dueño del país,
7 y repatrió numerosos cautivos. Tomó Gázara, Bet Sur y la
Ciudadela, la limpió de sus impurezas y no hubo quien le resistiera.
8 Cultivaban en paz sus tierras; la tierra daba sus cosechas y los
árboles del llano sus frutos.
9 Los ancianos se sentaban en las plazas, todos conversaban sobre el
bienestar y los jóvenes vestían galas y armadura.

10 Procuró bastimentos a las ciudades, las protegió con


fortificaciones hasta llegar la fama de su gloria a los confines de la tierra.
11 Estableció la paz en el país y gozó Israel de gran alegría.
12 Se sentaba cada cual bajo su parra y su higuera y no había nadie
que les inquietara.
13 No quedó en el país quien les combatiera y fueron derrotados los
reyes en aquellos días.
14 Dio apoyo a los humildes de su pueblo hizo desaparecer a todo
impío y malvado. Observó fielmente la Ley,
15 dio gloria al Lugar Santo y multiplicó su ajuar.
16 Cuando llegó a Roma y hasta Esparta la noticia de la muerte de
Jonatán, lo sintieron mucho;
17 pero cuando supieron que su hermano Simón le había sucedido en
el sumo sacerdocio y había tomado el mando del país y sus ciudades,
18 le escribieron en planchas de bronce para renovar con él la amistad
y la alianza que habían establecido con sus hermanos Judas y Jonatán.
19 Se leyeron en Jerusalén ante la asamblea.

20 Esta es la copia de la carta enviada por los espartanos: «Los


magistrados y la ciudad de los espartanos saludan al sumo sacerdote Simón,
a los ancianos, a los sacerdotes y al resto del pueblo de los judíos, nuestros
hermanos.
21 Los embajadores enviados a nuestro pueblo nos han informado de
vuestra gloria y honor y nos hemos alegrado con su venida.
22 Hemos registrado sus declaraciones entre las decisiones del pueblo
en estos términos: Numenio, hijo de Antíoco, y Antípatros, hijo de Jasón,
embajadores de los judíos, se nos han presentado para renovar la amistad
con nosotros.

23 Ha sido del agrado del pueblo recibir con honor a estos personajes
y depositar la copia de sus discursos en los archivos públicos para que el
pueblo espartano conserve su recuerdo. Se ha sacado una copia de esto para
el sumo sacerdote Simón.»
24 Después, envió Simón a Roma a Numenio con un gran escudo de
oro de mil minas de peso para confirmar la alianza con ellos.
25 Cuando estos hechos llegaron a conocimiento del pueblo, dijeron:
«¿Cómo mostraremos nuestro reconocimiento a Simón y a sus hijos?

26 Porque se ha mostrado valiente, tanto él como sus hermanos y la


casa de su padre, ha combatido y rechazado a los enemigos de Israel y le ha
conseguido su libertad.» Grabaron una inscripción en planchas de bronce y
las fijaron en estelas en el monte Sión.
27 Esta es la copia de la inscripción: «El dieciocho de Elul del año
172, año tercero del gran sumo sacerdote Simón, en Asaramel,
28 en la gran asamblea de los sacerdotes, del pueblo, de los príncipes
de la nación y de los ancianos del país, se nos hizo saber lo siguiente:

29 «En los muchos combates que se dieron en nuestra región, Simón


hijo de Matatías, sacerdote descendiente de los hijos de Yehoyarib, y sus
hermanos se expusieron al peligro, hicieron frente a los enemigos de su
nación para mantener en pie su Lugar Santo y la Ley y alcanzaron inmensa
gloria para su nación.
30 Jonatán realizó la unidad de la nación y llegó a ser sumo sacerdote
suyo hasta que fue a reunirse con su pueblo.
31 Quisieron los enemigos de los judíos invadir el país para
devastarlo y llevar su mano contra el Lugar Santo.

32 Pero entonces se levantó Simón para combatir por su nación y


gastó mucha hacienda propia en armar las tropas de su nación y pagarles la
soldada.
33 Fortificó las ciudades de Judea y Bet Sur, ciudad fronteriza de
Judea, donde se encontraban antes las armas de los enemigos, y puso en ella
una guarnición de guerreros judíos.
34 Fortificó Joppe, situada junto al mar, y Gázara, en los límites de
Azoto, donde habitaban anteriormente los enemigos, y estableció en ella
una población judía a la que proveyó de todo lo necesario para su sustento.

35 Viendo el pueblo la fidelidad de Simón y la gloria que procuraba


alcanzar para su nación, le nombró su hegumeno y sumo sacerdote por
todos los servicios que había prestado, por la justicia y fidelidad que había
guardado a su nación y por sus esfuerzos de toda clase por exaltar a su
pueblo.
36 En sus días se consiguió felizmente por su medio exterminar a los
gentiles de su país y a los que se encontraban en la Ciudad de David, en
Jerusalén, donde se habían hecho una Ciudadela desde la que hacían salidas
y mancillaban los alrededores del Lugar Santo causando graves ultrajes a su
santidad.

37 Estableció en ella guerreros judíos, la fortificó para defensa de la


región y de la ciudad y dio mayor altura a las murallas de Jerusalén.
38 En consecuencia, el rey Demetrio le concedió el sumo sacerdocio,
39 le contó en el número de sus amigos y le colmó de honores,
40 pues había sabido que los romanos llamaban a los judíos amigos,
aliados y hermanos, que habían recibido con honor a los embajadores de
Simón
41 y que a los judíos y a los sacerdotes les había parecido bien que
fuese Simón su hegumeno y sumo sacerdote para siempre hasta que
apareciera un profeta digno de fe,

42 y también que fuese su estratega, que estuviese a su cuidado


designar los encargados de las obras del Lugar Santo, de la administración
del país, de los armamentos y de las plazas fuertes
43 (que estuviese a su cuidado el Lugar Santo), que todos le
obedeciesen, que se redactasen en su nombre todos los documentos en el
país, que vistiese de púrpura y llevase adornos de oro.
44 A nadie del pueblo ni de los sacerdotes le estará permitido
rechazar ninguna de estas disposiciones, ni contradecir sus órdenes, ni
convocar en el país asambleas sin contar con él, ni vestir de púrpura, ni
llevar fíbula de oro.
45 Todo aquel que obre contrariamente a estas decisiones o anule
alguna de ellas, será reo.
46 El pueblo entero estuvo de acuerdo en conceder a Simón el
derecho de obrar conforme a estas disposiciones,
47 y Simón aceptó y le pareció bien ejercer el sumo sacerdocio, ser
estratega y etnarca de los judíos y sacerdotes y estar al frente de todos.»
48 Decretaron que este documento se grabase en planchas de bronce,
que se fijasen estas en el recinto del Lugar Santo, en lugar visible,

49 y que se archivasen copias en el Tesoro a disposición de Simón y


de sus hijos.

I Macabeos 15
1 Envió Antíoco, hijo del rey Demetrio, desde las islas del mar una
carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación,
2 redactada en los siguientes términos: «El rey Antíoco saluda a
Simón, sumo sacerdote y etnarca, y a la nación de los judíos.
3 Puesto que una peste de hombres ha venido a apoderarse del reino
de nuestros padres, y he resuelto reivindicar mis derechos sobre él y
restablecerlo como anteriormente estaba, y he reclutado fuerzas
considerables y equipado navíos de guerra,

4 y quiero desembarcar en el país para encontrarme con los que lo


han arruinado y han devastado muchas ciudades de mi reino,
5 ratifico ahora en tu favor todas las exenciones que te concedieron
los reyes anteriores a mí y cuantas dispensas de otras donaciones te
otorgaron.
6 Te autorizo a acuñar moneda propia de curso legal en tu país.
7 Jerusalén y el Lugar Santo sean libres. Todas las armas que has
fabricado y las fortalezas que has contruido y ocupas, queden en tu poder.

8 Cuanto debes al tesoro real y cuanto en el futuro dejes a deber, te


sea perdonado desde ahora para siempre.
9 Y cuando hayamos ocupado nuestro reino, te honraremos a ti, a tu
nación y al santuario con tales honores que vuestra gloria será conocida en
toda la tierra.»
10 El año 174 partió Antíoco para el país de sus padres y todas las
tropas se pasaron a él de modo que pocos quedaron con Trifón.
11 Antíoco se lanzó en su persecución y Trifón se refugió en Dora a
orillas del mar,
12 porque veía que las desgracias se abatían sobre él y se encontraba
abandonado de sus tropas.
13 Antíoco puso cerco a Dora con los 120.000 combatientes y los
8.000 jinetes que consigo tenía.
14 Bloqueó la ciudad, y de la parte del mar se acercaron las naves, de
modo que estrechó a la ciudad por tierra y por mar sin dejar que nadie
entrase o saliese.
15 Entre tanto, regresaron de Roma Numenio y sus acompañantes
trayendo cartas para los reyes y países, escritas de este modo:

16 «Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo.


17 Han venido a nosotros, en calidad de amigos y aliados nuestros,
los embajadores de los judíos para renovar nuestra antigua amistad y
alianza, enviados por el sumo sacerdote Simón y por el pueblo de los
judíos,
18 y nos han traído un escudo de oro de mil minas.
19 Nos ha parecido bien, en consecuencia, escribir a los reyes y
países que no intenten causarles mal alguno, ni les ataquen a ellos ni a sus
ciudades ni a su país, y que no presten su apoyo a los que los ataquen.

20 Hemos decidido aceptar de ellos el escudo.


21 Si, pues, individuos perniciosos huyen de su país y se refugian en
el vuestro, entregadlos al sumo sacerdote Simón para que los castigue según
su ley.»
22 Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo, a
Ariarates, a Arsaces
23 y a todos los países: a Sámpsamo, a los espartanos, a Delos, a
Mindos, a Sición, a Caria, a Samos, a Panfilia, a Licia, a Halicarnaso, a
Rodas, a Fasélida, a Cos, a Side, a Arados, a Gortina, a Cnido, a Chipre y a
Cirene.

24 Redactaron además una copia de esta carta para el sumo sacerdote


Simón.
25 El rey Antíoco, pues, tenía puesto cerco a Dora en los arrabales,
lanzaba sin tregua sus tropas contra la ciudad y construía ingenios de
guerra. Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir.
26 Simón le envió 2.000 hombres escogidos para ayudarle en la
lucha, además de plata, oro y abundante material.
27 Pero no quiso recibir el envío; antes bien rescindió cuanto había
convenido anteriormente con Simón y se mostró hostil con él.

28 Envió donde él a Atenobio, uno de sus amigos, a entrevistarse con


él y decirle: «Vosotros ocupáis Joppe, Gázara y la Ciudadela de Jerusalén,
ciudades de mi reino.
29 Habéis devastado sus territorios, causado graves daños en el país y
os habéis adueñado de muchas localidades de mi reino.
30 Devolved, pues, ahora las ciudades que habéis tomado y los
impuestos de las localidades de que os habéis adueñado fuera de los límites
de Judea.
31 O bien, pagad en compensación quinientos talentos de plata y
otros quinientos talentos por los estragos que habéis causado y por los
impuestos de las ciudades. De lo contrario iremos y os haremos la guerra.»

32 Llegó, pues, Atenobio, el amigo del rey, a Jerusalén y al ver la


magnificencia de Simón, su aparador con vajilla de oro y plata y todo el
esplendor que le rodeaba, quedó asombrado. Le comunicó el mensaje del
rey
33 y Simón le respondió con estas palabras: «Ni nos hemos
apoderado de tierras ajenas ni nos hemos apropiado bienes de otros, sino de
la heredad de nuestros padres. Por algún tiempo la poseyeron injustamente
nuestros enemigos
34 y nosotros, aprovechando una ocasión favorable, hemos
recuperado la heredad de nuestros padres.

35 En cuanto a Joppe y Gázara que nos reclamas, esas ciudades


causaban graves daños al pueblo y asolaban nuestro país. Por ellas daremos
cien talentos.» No respondió palabra Atenobio,
36 sino que se volvió furioso donde el rey y le refirió la respuesta, la
magnificencia de Simón y todo lo que había visto. El rey montó en violenta
cólera.
37 Trifón, embarcado en una nave, huyó a Ortosia.
38 Entonces el rey nombró a Cendebeo epistratega de la Zona
Marítima y le entregó tropas de infantería y de caballería,

39 con la orden de acampar frente a Judea, construir Cedrón,


fortificar sus puertas y combatir contra el pueblo. El rey partió en
seguimiento de Trifón.
40 Cendebeo llegó a Yamnia y comenzó a hostigar al pueblo, efectuar
incursiones por Judea, capturar prisioneros y matar.
41 Reconstruyó Cedrón donde alojó caballería y tropas para recorrer
en salidas los caminos de Judea como se lo tenía ordenado el rey.

I Macabeos 16
1 Subió Juan de Gázara y comunicó a su padre Simón las actividades
de Cendebeo.
2 Simón llamó entonces a sus dos hijos mayores, Judas y Juan, y les
dijo: «Mis hermanos y yo y la casa de mi padre hemos combatido a los
enemigos de Israel desde nuestra juventud hasta el día de hoy y llevamos
muchas veces a feliz término la liberación de Israel;
3 pero ahora ya estoy viejo mientras que vosotros, por la misericordia
del Cielo, estáis en buena edad. Ocupad, pues, mi puesto y el de mi
hermano, salid a combatir por nuestra nación y que el auxilio del Cielo sea
con vosotros.»

4 Escogió luego en el país 20.000 combatientes y jinetes que


partieron contra Cendebeo y pasaron la noche en Modín.
5 Al levantarse de mañana, avanzaron hacia la llanura y he aquí que
un ejército numeroso, infantería y caballería, venía a su encuentro. Un
torrente se interponía entre ellos.
6 Juan con sus tropas tomó posiciones frente al enemigo y advirtiendo
que sus tropas tenían miedo de pasar el torrente, lo pasó él el primero, y sus
hombres, al verle, pasaron detrás de él.

7 Dividió su ejército (en dos cuerpos) y puso a los jinetes en medio de


los de a pie, pues la caballería de los contrarios era muy numerosa.
8 Tocaron las trompetas y Cendebeo y su ejército salieron derrotados.
Muchos de ellos cayeron heridos de muerte y los que quedaron huyeron en
dirección a la fortaleza.
9 Entonces cayó herido Judas, el hermano de Juan. Pero Juan los
persiguió hasta que Cendebeo entró en Cedrón que él había construido.
10 Fueron también a refugiarse en las torres que hay por los campos
de Azoto y Juan le prendió fuego. Unos 2.000 de ellos sucumbieron y Juan
regresó en paz a Judea.

11 Tolomeo, hijo de Abubos, había sido nombrado estratega de la


llanura de Jericó y poseía mucha plata y oro,
12 pues era yerno del sumo sacerdote.
13 Su corazón se ensoberbeció tanto que aspiró a apoderarse del país,
para lo cual tramaba quitar a traición la vida a Simón y a sus hijos.
14 Yendo Simón de inspección por las ciudades del país
preocupándose de su administración, bajó con sus hijos, Matatías y Judas, a
Jericó. Era el año 177 en el undécimo mes que es el mes de Sebat.

15 El hijo de Abubos los recibió traidoramente en una pequeña


fortaleza llamada Dok que él había construido, les dio un gran banquete y
ocultó allí hombres.
16 Cuando Simón y sus hijos estuvieron bebidos, se levantó Tolomeo
con los suyos, tomaron sus armas y lanzándose sobre Simón en la sala del
banquete, le mataron a él, a sus dos hijos y a algunos de sus servidores.
17 Cometió de esta manera una gran alevosía y devolvió mal por
bien.
18 Luego escribió Tolemeo al rey contándole lo ocurrido y pidiéndole
que le enviara tropas en su auxilio para entregarle el país y sus ciudades.
19 Envió otros a Gázara para quitar de en medio a Juan. Escribió a los
quiliarcos invitándoles a venir donde él para darles plata, oro y otras
dádivas.
20 Envió otros que se apoderasen de Jerusalén y del monte del
santuario.
21 Pero adelantándose uno, anunció a Juan en Gázara que su padre y
sus hermanos había perecido y añadió: «Ha enviado gente a matarte a ti
también.»
22 Al oír estas noticias quedó profundamente afectado, prendió a los
hombres que venían a matarle y les dio muerte, pues sabía que pretendían
asesinarle.

23 Las restantes actividades de Juan, sus guerras, las proezas que


llevó a cabo, las murallas que levantó y otras empresas suyas
24 están escritas en el libro de los Anales de su pontificado a partir
del día en que fue nombrado sumo sacerdote como sucesor de su padre.

II MACABEOS

II Macabeos 1
1 A los hermanos judíos que viven en Egipto, les saludan sus
hermanos judíos que están en Jerusalén y en la región de Judea, deseándoles
una paz dichosa.
2 Que Dios os llene de bienes y recuerde su alianza con Abraham,
Isaac y Jacob, sus fieles servidores.
3 Que a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con
corazón grande y ánimo generoso.
4 Que abra vuestro corazón a su Ley y a sus preceptos, y os otorgue
la paz.
5 Que escuche vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os
abandone en tiempo de desgracia.

6 Esto es lo que estamos ahora pidiendo por vosotros.


7 Ya el año 169, en el reinado de Demetrio, nosotros, los judíos, os
escribimos así: «En lo más grave de la tribulación que ha caído sobre
nosotros en estos años, desde que Jasón y sus partidarios traicionaron la
tierra santa y el reino,
8 incendiaron el portón (del Templo) y derramaron sangre inocente,
suplicamos al Señor y hemos sido escuchados. Hemos ofrecido un sacrificio
con flor de harina, hemos encendido las lámparas y presentado los panes.»

9 También ahora os escribimos para que celebréis la fiesta de las


Tiendas en el mes de Kisléu. Es el año 188.
10 Los que están en Jerusalén y en Judea, los ancianos y Judas
saludan y desean prosperidad a Aristóbulo, preceptor del rey Tolomeo, del
linaje de los sacerdotes ungidos, y a los judíos que están en Egipto.
11 Salvados por Dios de grandes peligros, le damos rendidas gracias,
como a quien nos ha guiado en la batalla contra el rey,
12 ya que El ha arrojado fuera a los que combatían contra la ciudad
santa.

13 Pues, cuando llegó a Persia su jefe acompañado de un ejército, al


parecer invencible, fueron desbaratados en el templo de Nanea, gracias al
engaño tramado por los sacerdotes de Nanea.
14 Antíoco, y con él sus amigos, llegaron a aquel lugar como tratando
de desposarse con la diosa, con objeto de apoderarse, a título de dote, de
abundantes riquezas.
15 Una vez que los sacerdotes del templo de Nanea las hubieron
expuesto y que él se hubo presentado con unas pocas personas en el recinto
sagrado, cerraron el templo en cuanto entró Antíoco.

16 Abrieron la puerta secreta del techo y a pedradas aplastaron al jefe;


le descuartizaron, y cortándole la cabeza, la arrojaron a los que estaban
fuera.
17 En todo sea bendito nuestro Dios que ha entregado los impíos (a la
muerte).
18 A punto de celebrar en el veinticinco de Kisléu la purificación del
Templo, nos ha parecido conveniente informaros, para que también
vosotros la celebréis como la fiesta de las Tiendas y del fuego aparecido
cuando ofreció sacrificios Nehemías, el que construyó el Templo y el altar.

19 Pues, cuando nuestros padres fueron llevados a Persia, los


sacerdotes piadosos de entonces, habiendo tomado fuego del altar, lo
escondieron secretamente en una concavidad semejante a un pozo seco, en
el que tan a seguro lo dejaron, que el lugar quedó ignorado de todos.
20 Pasados muchos años, cuando a Dios le plugo, Nehemías, enviado
por el rey de Persia, mandó que buscaran el fuego los descendientes de los
sacerdotes que lo habían escondido;
21 pero como ellos informaron que en realidad no habían encontrado
fuego, sino un líquido espeso, él les mandó que lo sacasen y trajesen.
Cuando estuvo dispuesto el sacrificio, Nehemías mandó a los sacerdotes
que rociaran con aquel líquido la leña y lo que había colocado sobre ella.

22 Cumplida la orden, y pasado algún tiempo, el sol que antes estaba


nublado volvió a brillar, y se encendió una llama tan grande que todos
quedaron maravillados.
23 Mientras se consumía el sacrificio, los sacerdotes hacían oración:
todos los sacerdotes con Jonatán que comenzaba, y los demás, como
Nehemías, respondían.
24 La oración era la siguiente: «Señor, Señor Dios, creador de todo,
temible y fuerte, justo y misericordioso, tú, rey único y bueno,
25 tú, solo generoso, solo justo, todopoderoso y eterno, que salvas a
Israel de todo mal, que elegiste a nuestros padres y los santificaste,

26 acepta el sacrificio por todo tu pueblo Israel, guarda tu heredad y


santifícala.
27 Reúne a los nuestros dispersos, da libertad a los que están
esclavizados entre las naciones, vuelve tus ojos a los despreciados y
abominados, y conozcan los gentiles que tú eres nuestro Dios.
28 Aflige a los que tiranizan y ultrajan con arrogancia.
29 Planta a tu pueblo en tu lugar santo, como dijo Moisés.»
30 Los sacerdotes salmodiaban los himnos.
31 Cuando fue consumido el sacrificio, Nehemías mandó derramar el
líquido sobrante sobre unas grandes piedras.

32 Hecho esto, se encendió una llamarada que quedó absorbida por el


mayor resplandor que brillaba en el altar.
33 Cuando el hecho se divulgó y se refirió al rey de los persas que en
el lugar donde los sacerdotes deportados habían escondido el fuego, había
aparecido aquel líquido con el que habían santificado las ofrendas del
sacrificio Nehemías y sus compañeros,
34 el rey después de verificar tal hecho mandó alzar una cerca
haciendo sagrado el lugar.
35 El rey recogía grandes sumas y las repartía a quienes quería hacer
favores.

36 Nehemías y sus compañeros llamaron a ese líquido «neftar», que


significa «purificación»; pero la mayoría lo llama «nafta».

II Macabeos 2
1 Se encuentra en los documentos que el profeta Jeremías mandó a
los deportados que tomaran fuego como ya se ha indicado;
2 y cómo el profeta, después de darles la Ley, ordenó a los deportados
que no se olvidaran de los preceptos del Señor ni se desviaran en sus
pensamientos al ver ídolos de oro y plata y las galas que los envolvían.
3 Entre otras cosas, les exhortaba a no apartar la Ley de sus
corazones.
4 Se decía también en el escrito cómo el profeta, después de una
revelación, mandó llevar consigo la Tienda y el arca; y cómo salió hacia el
monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad de Dios.
5 Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva;
allí metió la Tienda, el arca y el altar del incienso, y tapó la entrada.
6 Volvieron algunos de sus acompañantes para marcar el camino,
pero no pudieron encontrarlo.
7 En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: «Este lugar
quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea
propicio.
8 El Señor entonces mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del
Señor y la Nube, como se mostraba en tiempo de Moisés, cuando Salomón
rogó que el Lugar fuera solemnemente consagrado.»

9 Se explicaba también cómo éste, dotado de sabiduría, ofreció el


sacrificio de la dedicación y la terminación del Templo.
10 Como Moisés oró al Señor y bajó del cielo fuego, que devoró las
ofrendas del sacrificio, así también oró Salomón y bajó fuego que consumió
los holocaustos.
11 Moisés había dicho: «La víctima por el pecado ha sido consumida
por no haber sido comida.»
12 Salomón celebró igualmente los ocho días de fiesta.
13 Lo mismo se narraba también en los archivos y en las Memorias
del tiempo de Nehemías; y cómo éste, para fundar una biblioteca, reunió los
libros referentes a los reyes y a los profetas, los de David y las cartas de los
reyes acerca de las ofrendas.

14 De igual modo Judas reunió todos los libros dispersos a causa de


la guerra que sufrimos, los cuales están en nuestras manos.
15 Por tanto, si tenéis necesidad de ellos, enviad a quienes os los
lleven.
16 A punto ya de celebrar la purificación, os escribimos: Bien haréis
también en celebrar estos días.
17 El Dios que salvó a todo su pueblo y que a todos otorgó la
heredad, el reino, el sacerdocio y la santidad,
18 como había prometido por la Ley, el mismo Dios, como
esperamos, se apiadará pronto de nosotros y nos reunirá de todas partes bajo
el cielo en el Lugar Santo; pues nos ha sacado de grandes males y ha
purificado el Lugar.

19 La historia de Judas Macabeo y de sus hermanos, la purificación


del más grande Templo, la dedicación del altar,
20 las guerras contra Antíoco Epífanes y su hijo Eupátor,
21 y las manifestaciones celestiales en favor de los que combatieron
viril y gloriosamente por el Judaísmo, de suerte que, aun siendo pocos,
saquearon toda la región, ahuyentaron las hordas bárbaras,
22 recuperaron el Templo famoso en todo el mundo, liberaron la
ciudad y restablecieron las leyes que estaban a punto de ser abolidas, pues
el Señor se mostró propicio hacia ellos con toda benignidad;
23 todo esto, expuesto en cinco libros por Jasón de Cirene,
intentaremos nosotros compendiarlo en uno solo.
24 Porque al considerar la marea de números y la dificultad existente,
por la amplitud de la materia, para los que quieren sumergirse en los relatos
de la historia,
25 nos hemos preocupado por ofrecer algún atractivo a los que desean
leer, facilidad a los que gustan retenerlo de memoria, y utilidad a cualquiera
que lo lea.
26 Para nosotros, que nos hemos encargado de la fatigosa labor de
este resumen, no es fácil la tarea, sino de sudores y desvelos,

27 como tampoco al que prepara un banquete y busca el provecho de


los demás le resulta esto cómodo. Sin embargo, esperando la gratitud de
muchos, soportamos con gusto esta fatiga,
28 dejando al historiador la tarea de precisar cada suceso y
esforzándonos por seguir las normas de un resumen.
29 Pues así como al arquitecto de una casa nueva corresponde la
preocupación por la estructura entera; y, en cambio, al encargado de la
encáustica y pinturas, el cuidado de lo necesario para la decoración, lo
mismo me parece de nosotros:

30 profundizar, revolver las cuestiones y examinar punto por punto


corresponde al que compone la historia;
31 pero buscar concisión al exponer y renunciar a tratar el asunto de
forma exhaustiva debe concederse al divulgador.
32 Comencemos, por tanto, desde ahora la narración, después de
haber abundado tanto en los preliminares; pues sería absurdo abundar en lo
que antecede a la historia y ser breve en la historia misma.

II Macabeos 3
1 Mientras la ciudad santa era habitada en completa paz y las leyes
guardadas a la perfección, gracias a la piedad y al aborrecimiento de mal
del sumo sacerdote Onías,
2 sucedía que hasta los reyes veneraban el Lugar Santo y honraban el
Templo con magníficos presentes,
3 hasta el punto de que Seleuco, rey de Asia, proveía con sus propias
rentas a todos los gastos necesarios para el servicio de los sacrificios.
4 Pero un tal Simón, de la tribu de Bilgá, constituido administrador
del Templo, tuvo diferencias con el sumo sacerdote sobre la reglamentación
del mercado de la ciudad.
5 No pudiendo vencer a Onías, se fue donde Apolonio, hijo de
Traseo, estratega por entonces de Celesiria y Fenicia,
6 y le comunicó que el tesoro de Jerusalén, estaba repleto de riquezas
incontables, hasta el punto de ser incalculable la cantidad de dinero, sin
equivalencia con los gastos de los sacrificios, y que era posible que cayeran
en poder del rey.
7 Apolonio en conversación con el rey le habló de las riquezas de que
había tenido noticia y entonces el rey designó a Heliodoro, el encargado de
sus negocios, y le envió con la orden de realizar la trasferencia de las
mencionadas riquezas.

8 Enseguida Heliodoro emprendía el viaje con el pretexto de


inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para
ejecutar el proyecto del rey.
9 Llegado a Jerusalén y amistosamente acogido por el sumo sacerdote
y por la ciudad, expuso el hecho de la denuncia e hizo saber el motivo de
su presencia; preguntó si las cosas eran realmente así.
10 Manifestó el sumo sacerdote que eran depósitos de viudas y
huérfanos,
11 que una parte pertenecía a Hicarno, hijo de Tobías, personaje de
muy alta posición y, contra lo que había calumniado el impío Simón, que el
total era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro;

12 que de ningún modo se podía perjudicar a los que tenían puesta su


confianza en la santidad del Lugar, y en la majestad inviolable de aquel
Templo venerado en todo el mundo.
13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, mantenía de
forma terminante que los bienes debían pasar al tesoro real.
14 En la fecha fijada hacía su entrada para realizar el inventario de los
bienes. No era pequeña la angustia en toda la ciudad:
15 los sacerdotes, postrados ante el altar con sus vestiduras
sacerdotales, suplicaban al Cielo, el que había dado la ley sobre los bienes
en depósito, que los guardara intactos para quienes los habían depositado.

16 El ver la figura del sumo sacerdote llegaba a partir el alma, pues su


aspecto y su color demudado manifestaban la angustia de su alma.
17 Aquel hombre estaba embargado de miedo y temblor en su cuerpo,
con lo que mostraba a los que le contemplaban el dolor que había en su
corazón.
18 De las casas salía en tropel la gente a una rogativa pública porque
el lugar estaba a punto de caer en oprobio.
19 Las mujeres, ceñidas de saco bajo el pecho, llenaban las calles; de
las jóvenes, que estaban recluidas, unas corrían a las puertas, otras subían a
los muros, otras se asomaban por las ventanas.
20 Todas, con las manos tendidas al cielo, tomaban parte en la
súplica.
21 Daba compasión aquella multitud confusamente postrada y el
sumo sacerdote angustiado en honda ansiedad.
22 Mientras ellos invocaban al Señor Todopoderoso para que
guardara intactos, en completa seguridad, los bienes en depósito para
quienes los habían confiado,
23 Heliodoro llevaba a cabo lo que tenía decidido.
24 Estaba ya allí mismo con su guardia junto al Tesoro, cuando el
Soberano de los Espíritus y de toda Potestad, se manifestó en su grandeza,
de modo que todos los que con él juntos se habían atrevido a acercarse,
pasmados ante el poder de Dios, se volvieron débiles y cobardes.

25 Pues se les apareció un caballo montado por un jinete terrible y


guarnecido con riquísimo arnés; lanzándose con ímpetu levantó contra
Heliodoro sus patas delanteras. El que lo montaba aparecía con una
armadura de oro.
26 Se le aparecieron además otros dos jóvenes de notable vigor,
espléndida belleza y magníficos vestidos que colocándose a ambos lados, le
azotaban sin cesar, moliéndolo a golpes.
27 Al caer de pronto a tierra, rodeado de densa oscuridad, lo
recogieron y lo pusieron en una litera;

28 al mismo que poco antes, con numeroso séquito y con toda su


guardia, había entrado en el mencionado Tesoro, lo llevaban ahora incapaz
de valerse por sí mismo, reconociendo todos claramente la soberanía de
Dios.
29 Mientras él yacía mudo y privado de toda esperanza de salvación,
a causa del poder divino,
30 otros bendecían al Señor que había glorificado maravillosamente
su propio Lugar; y el Templo, lleno poco antes de miedo y turbación,
rebosaba de gozo y alegría después de la manifestación del Señor
Todopoderoso.

31 Pronto algunos de los acompañantes de Heliodoro, instaban a


Onías que invocara al Altísimo para que diese la gracia de vivir a aquel que
yacía ya en su último suspiro.
32 Temiendo el sumo sacerdote que acaso el rey sospechara que los
judíos hubieran perpetrado alguna fechoría contra Heliodoro, ofreció un
sacrificio por la salud de aquel hombre.
33 Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de expiación, se
aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, vestidos con la
misma indumentaria y en pie le dijeron: «Da muchas gracias al sumo
sacerdote Onías, pues por él te concede el Señor la gracia de vivir;
34 y tú, que has sido azotado por el Cielo, haz saber a todos la
grandeza del poder de Dios.» En diciendo esto, desparacieron.
35 Heliodoro, habiendo ofrecido al Señor un sacrificio y tras haber
orado largamente al que le había concedido la vida, se despidió de Onías y
volvió con sus tropas donde el rey.
36 Ante todos daba testimonio de las obras del Dios grande que él
había contemplado con sus ojos.
37 Al preguntar el rey a Heliodoro a quién convendría enviar otra vez
a Jerusalén, él respondió:

38 «Si tienes algún enemigo conspirador contra el Estado, mándalo


allá y te volverá molido a azotes, si es que salva su vida, porque te aseguro
que rodea a aquel Lugar una fuerza divina.
39 Pues el mismo que tiene en los cielos su morada, vela y protege
aquel Lugar; y a los que se acercan con malas intenciones los hiere de
muerte.»
40 Así sucedieron las cosas relativas a Heliodoro y a la preservación
del Tesoro.

II Macabeos 4
1 En mencionado Simón, delator de los tesoros y de la patria,
calumniaba a Onías como si éste hubiera maltratado a Heliodoro y fuera el
causante de sus desgracias;
2 y se atrevía a decir que el bienhechor de la ciudad, el defensor de
sus compatriotas y celoso observante de las leyes, era un conspirador contra
el Estado.
3 A tal punto llegó la hostilidad, que hasta se cometieron asesinatos
por parte de uno de los esbirros de Simón.
4 Considerando Onías que aquella rivalidad era intolerable y que
Apolonio, hijo de Menesteo, estratega de Celesira y Fenicia, instigaba a
Simón al mal,

5 se hizo llevar donde el rey, no porque pretendiera acusar a sus


conciudadanos, sino que miraba por los intereses generales y particulares de
toda su gente.
6 Pues bien veía que sin la intervención real era ya imposible
pacificar la situación y detener a Simón en sus locuras.
7 Cuando Seleuco dejó esta vida y Antíoco, por sobrenombre
Epífanes, comenzó a reinar, Jasón, el hermano de Onías, usurpó el sumo
pontificado,
8 después de haber prometido al rey, en una conversación, 360
talentos de plata y ochenta talentos de otras rentas.
9 Se comprometía además a firmar el pago de otro 150, si se le
concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y una
efebía, así como la de inscribir a los Antioquenos en Jerusalén.
10 Con el consentimiento del rey y con los poderes en su mano,
pronto cambió las costumbres de sus compatriotas conforme al estilo
griego.
11 Suprimiendo los privilegios que los reyes habían concedido a los
judíos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que fue enviado en
embajada a los romanos para un tratado de amistad y alianza, y abrogando
las instituciones legales, introdujo costumbres nuevas, contrarias a la Ley.

12 Así pues, fundó a su gusto un gimnasio bajo la misma acrópolis e


indujo a lo mejor de la juventud a educarse bajo el petaso.
13 Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a
causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que tenía más de impío que
de sumo sacerdote,
14 que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino
que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba
la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los ejercicios de la
palestra contrarios a la ley;

15 sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias
helénicas.
16 Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y
tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban
y a quienes querían parecerse en todo.
17 Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará el
tiempo venidero.
18 Cuando se celebraron en Tiro los juegos cuadrienales, en presencia
del rey,
19 el impuro Jasón envió embajadores, como Antioquenos de
Jerusalén, que llevaban consigo trescientas dracmas de plata para el
sacrificio de Hércules. Pero los portadores prefirieron, dado que no
convenía, no emplearlas en el sacrificio, sino en otros gastos.

20 Y así, el dinero que estaba destinado por voluntad del que lo


enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores, en
la construcción de las trirremes.
21 Apolonio, hijo de Menesteo, fue enviado a Egipto para la boda del
rey Filométor. Cuando supo Antíoco que aquél se había convertido en su
adversario político se preocupó de su propia seguridad; por eso, pasando
por Joppe, se presentó en Jerusalén.
22 Fue magníficamente recibido por Jasón y por la ciudad, e hizo su
entrada entre antorchas y aclamaciones. Después de esto llevó sus tropas
hasta Fenicia.
23 Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya
mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y gestionar la negociación
de asuntos urgentes.
24 Menelao se hizo presentar al rey, a quien impresionó con su aire
majestuoso, y logró ser investido del sumo sacerdocio, ofreciendo
trescientos talentos de plata más que Jasón.
25 Provisto del mandato real, se volvió sin poseer nada digno del
sumo sacerdocio, sino más bien el furor de un cruel tirano y la furia de una
bestia salvaje.

26 Jasón, por su parte, suplantador de su propio hermano y él mismo


suplantado por otro, se vio forzado a huir al país de Ammán.
27 Menelao detentaba ciertamente el poder, pero nada pagaba del
dinero prometido al rey,
28 aunque Sóstrates, el alcaide de la Acrópolis, se lo reclamaba, pues
a él correspondía la percepción de los tributos. Por este motivo, ambos
fueron convocados por el rey.
29 Menelao dejó como sustituto del sumo sacerdocio a su hermano
Lisímaco; Sóstrates a Crates, jefe de los chipriotas. a Crates, jefe de los
chipriotas.

30 Mientras tanto, sucedió que los habitantes de Tarso y de Malos se


sublevaron por haber sido cedidas sus ciudades como regalo a Antioquida,
la concubina del rey.
31 Fue, pues, el rey a toda prisa, para poner orden en la situación,
dejando como sustituto a Andrónico, uno de los dignatarios.
32 Menelao pensó aprovecharse de aquella buena oportunidad;
arrebató algunos objetos de oro del Templo, y se los regaló a Andrónico;
también logró vender otros en Tiro y en las ciudades de alrededor.

33 Cuando Onías llegó a saberlo con certeza, se lo reprochó, no sin


haberse retirado antes a un lugar de refugio, a Dafne, cerca de Antioquía.
34 Por eso, Menelao, a solas con Andrónico, le incitaba a matar a
Onías. Andrónico se llegó donde Onías, y, confiando en la astucia,
estrechándole la mano y dándole la diestra con juramento, perusadió a
Onías, aunque a éste no le faltaban sospechas, a salir de su refugio, e
inmediatamente le dio muerte, sin respeto alguno a la justicia.

35 Por este motivo no sólo los judíos sino también muchos de las
demás naciones se indignaron y se irritaron por el injusto asesinato de aquel
hombre.
36 Cuando el rey volvió de las regiones de Cilicia, los judíos de la
ciudad junto con los griegos, que también odiaban el mal, fueron a su
encuentro a quejarse de la injustificada muerte de Onías.
37 Antíoco, hondamente estristecido y movido a compasión, lloró
recordando la prudencia y la gran moderación del difunto.

38 Encendido en ira, despojó inmediatamente a Andrónico, de la


púrpura y desgarró sus vestidos. Le hizo conducir por toda la ciudad hasta
el mismo lugar donde tan impíamente había tratado a Onías; allí hizo
desaparecer de este mundo al criminal, a quien el Señor daba el merecido
castigo.
39 Lisímaco había cometido muchos robos sacrílegos en la ciudad
con el consentimiento de Menelao, y la noticia se había divulgado fuera;
por eso la multitud se amotinó contra Lisímaco. Pero eran ya muchos los
objetos de oro que estaban dispersos.

40 Como las turbas estaban excitadas y en el colmo de su cólera,


Lisímaco armó a cerca de 3.000 hombres e inició la represión violenta,
poniendo por jefe a un tal Aurano, avanzado en edad y no menos en locura.
41 Cuando se dieron cuenta del ataque de Lisímaco, unos se armaron
de piedras, otros de estacas y otros, tomando a puñadas ceniza que allí
había, lo arrojaban todo junto contra las tropas de Lisímaco.
42 De este modo hirieron a muchos de ellos, y mataron a algunos; a
todos los demás los pusieron en fuga, y al mismo ladrón sacrílego le
mataron junto al Tesoro.

43 Sobre todos estos hechos se instruyó proceso contra Menelao.


44 Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por el Senado
expusieron ante él el alegato.
45 Menelao, perdido ya, prometió una importante suma a Tolomeo,
hijo de Dorimeno, para que persuadiera al rey.
46 Entonces Tolomeo, llevando al rey aparte a una galería como para
tomar el aire, le hizo cambiar de parecer,
47 de modo que absolvió de las acusaciones a Menelao, el causante
de todos los males, y, en cambio, condenó a muerte a aquellos infelices que
hubieran sido absueltos, aun cuando hubieran declarado ante un tribunal de
escitas.

48 Así que, sin dilación, sufrieron aquella injusta pena los que habían
defendido la causa de la ciudad, del pueblo y de los vasos sagrados.
49 Por este motivo, algunos tirios, indignados contra aquella
iniquidad, prepararon con magnificencia su sepultura.
50 Menelao, por su parte, por la avaricia de aquellos gobernantes,
permaneció en el poder, creciendo en maldad, constituido en el principal
adversario de sus conciudadanos.
II Macabeos 5
1 Por esta época preparaba Antíoco la segunda expedición a Egipto.
2 Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la
ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas
distribuidas en cohortes,
3 escuadrones de caballería en orden de batalla, ataques y cargas de
una y otra parte, movimiento de escudos, espesura de lanzas, espadas
desenvainadas, lanzamiento de dardos, resplandores de armaduras de oro y
corazas de toda clase.

4 Ante ello todos rogaban que aquella aparición presagiase algún


bien.
5 Al difundirse el falso rumor de que Antíoco había dejado esta vida,
Jasón, con no menos de mil hombres, lanzó un ataque imprevisto contra la
ciudad; al ser rechazados los que estaban en la muralla y capturada ya por
fin la ciudad, Menelao se refugió en la Acrópolis.
6 Jasón hacía cruel matanza de sus propios ciudadanos sin caer en
cuenta que un éxito sobre sus compatriotas era el peor de los desastres; se
imaginaba ganar trofeos de enemigos y no de sus compatriotas.

7 Pero no logró el poder; sino que al fin, con la ignominia ganada por
sus intrigas, se fue huyendo de nuevo al país de Ammán.
8 Por último encontró un final desastroso: acusado ante Aretas, tirano
de los árabes, huyendo de su ciudad, perseguido por todos, detestado como
apóstata de las leyes, y abominado como verdugo de la patria y de los
conciudadanos, fue arrojado a Egipto.
9 El que a muchos había desterrado de la patria, en el destierro murió,
cuando se dirigía a Lacedemonia, con la esperanza de encontrar protección
por razón de parentesco;

10 y el que a tantos había privado de sepultura, pasó sin ser llorado,


sin recibir honras fúnebres ni tener un sitio en la sepultura de sus padres.
11 Cuando llegaron al rey noticias de lo sucedido, sacó la conclusión
de que Judea se separaba; por eso regresó de Egipto, rabioso como una
fiera, tomó la ciudad por las armas,
12 y ordenó a los soldados que hirieran sin compasión a los que
encontraran y que mataran a los que subiesen a los terrados de las casas.
13 Perecieron jóvenes y ancianos; fueron asesinados muchachos,
mujeres y niños, y degollaron a doncellas y niños de pecho.

14 En sólo tres días perecieron 80.000 personas, 40.000 en la refriega


y otros, en número no menor que el de las víctimas, fueron vendidos como
esclavos.
15 Antíoco, no contento con esto, se atrevió a penetrar en el Templo
más santo de toda la tierra, llevando como guía a Menelao, el traidor a las
leyes y a la patria.
16 Con sus manos impuras tomó los vasos sagrados y arrebató con
sus manos profanas las ofrendas presentadas por otros reyes para
acrecentamiento de la gloria y honra del Lugar.

17 Antíoco estaba engreído en su pensamiento, sin considerar que el


Soberano estaba irritado por poco tiempo a causa de los pecados de los
habitantes de la ciudad y por eso desviaba su mirada del Lugar.
18 Pero de no haberse dejado arrastrar ellos por los muchos pecados,
el mismo Antíoco, como Heliodoro, el enviado por el rey Seleuco para
inspeccionar el Tesoro, al ser azotado nada más llegar, habría renunciado a
su osadía.
19 Pero el Señor no ha elegido a la nación por el Lugar, sino el Lugar
por la nación.

20 Por esto, también el mismo Lugar, después de haber participado de


las desgracias acaecidas a la nación, ha tenido luego parte en sus beneficios;
y el que había sido abandonado en tiempo de la cólera del Todopoderoso,
de nuevo en tiempo de la reconciliación del gran Soberano, ha sido
restaurado con toda su gloria.
21 Así pues, Antíoco, llevándose del Templo 1.800 talentos, se fue
pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el
mar viable, por la arrogancia de su corazón.

22 Dejó también prefectos para hacer daño a la raza: en Jerusalén a


Filipo, de raza frigia, que tenía costumbres más bárbaras que el le había
nombrado;
23 en el monte Garizim, a Andrónico, y además de éstos, a Menelao,
que superaba a los demás en maldad contra sus conciudadanos. El rey, que
albergaba hacia los judíos sentimientos de odio,
24 envió al Misarca Apolonio con un ejército de 22.000 hombres, y la
orden de degollar a todos los que estaban en el vigor de la edad, y de vender
a las mujeres y a los más jóvenes.

25 Llegado éste a Jerusalén y fingiendo venir en son de paz esperó


hasta el día santo del sábado. Aprovechando el descanso de los judíos,
mandó a sus tropas que se equiparan con las armas,
26 y a todos los que salían a ver aquel espectáculo, los hizo matar e,
invadiendo la ciudad con los soldados armados, hizo caer una considerable
multitud.
27 Pero Judas, llamado también Macabeo, formó un grupo de unos
diez y se retiró al desierto. Llevaba con sus compañeros, en las montañas,
vida de fieras salvajes, sin comer más alimento que hierbas, para no
contaminarse de impureza.
II Macabeos 6
1 Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para obligar
a los judíos a que desertaran de las leyes de sus padres y a que dejaran de
vivir según las leyes de su Dios;
2 y además para contaminar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a
Zeus Olímpico, y el de Garizim, a Zeus Hospitalario, como lo habían
pedido los habitantes del lugar.
3 Este recrudecimiento del mal era para todos penoso e insoportable.
4 El Templo estaba lleno de desórdenes y orgías por parte de los
paganos que holgaban con meretrices y que en los atrios sagrados andaban
con mujeres, y hasta introducían allí cosas prohibidas.

5 El altar estaba repleto de víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes.


6 No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni
siquiera confesarse judío;
7 antes bien eran obligados con amarga violencia a la celebración
mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando
llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su cortejo,
coronados de hiedra.
8 Por instigación de los habitantes de Tolemaida salió un decreto para
las vecinas ciudades griegas, obligándolas a que procedieran de la misma
forma contra los judíos y a que les hicieran participar en los banquetes
sacrificiales,

9 con orden de degollar a los que no adoptaran el cambio a las


costumbres griegas. Podíase ya entrever la calamidad inminente.
10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos;
las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados del
pecho, y las precipitaron desde la muralla.
11 Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a
escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos,
sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día.

12 Ruego a los lectores de este libro que no se desconcierten por estas


desgracias; piensen antes bien que estos castigos buscan no la destrucción,
sino la educación de nuestra raza;
13 pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que
pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia.
14 Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas,
aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados;
pero con nosotros ha decidido no proceder así,

15 para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados


a la medida colmada.
16 Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando
corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo.
17 Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas
palabras, prosigamos la narración.
18 A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada
edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne
de puerco.

19 Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame,


marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento,
20 después de escupir todo, que es como deben proceder los que
tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a
la vida.
21 Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la
Ley, tomándole aparte en razón del conocimiento que de antiguo tenían
con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le
fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del
sacrificio,

22 para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua


amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.
23 Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la
prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de
su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación santa
dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara
pronto al Hades.
24 «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos
jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las
costumbres paganas,

25 también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto


de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez.
26 Pues aunque me libre al presente del castigo de los hombres, sin
embargo ni vivo ni muerto podré escapar de las manos del Todopoderoso.
27 Por eso, al abandonar ahora valientemente la vida, me mostraré
digno de mi ancianidad,
28 dejando a los jóvenes un ejemplo noble al morir generosamente
con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas.» Habiendo dicho
esto, se fue enseguida al suplicio del apaleamiento.
29 Los que le llevaban cambiaron su suavidad de poco antes en
dureza, después de oír las referidas palabras que ellos consideraban una
locura;
30 él, por su parte, a punto ya de morir por los golpes, dijo entre
suspiros: «El Señor, que posee la ciencia santa, sabe bien que, pudiendo
librarme de la muerte, soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero
en mi alma los sufro con gusto por temor de él.»
31 De este modo llegó a su tránsito. (No sólo a los jóvenes, sino
también a la gran mayoría de la nación, Eleazar dejó su muerte como
ejemplo de nobleza y recuerdo de virtud.)

II Macabeos 7
1 Sucedió también que siete hermanos apresados junto con su madre,
eran forzados por el rey, flagelados con azotes y nervios de buey, a probar
carne de puerco (prohibida por la Ley).
2 Uno de ellos, hablando en nombre de los demás, decía así: «¿Qué
quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes
que violar las leyes de nuestros padres.»
3 El rey, fuera de sí, ordenó poner al fuego sartenes y calderas.
4 En cuanto estuvieron al rojo, mandó cortar la lengua al que había
hablado en nombre de los demás, arrancarle el cuero cabelludo y cortarle
las extremidades de los miembros, en presencia de sus demás hermanos y
de su madre.

5 Cuando quedó totalmente inutilizado, pero respirando todavía,


mandó que le acercaran al fuego y le tostaran en la sartén. Mientras el humo
de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos junto con su madre se
animaban mutuamente a morir con generosidad, y decían:
6 «El Señor Dios vela y con toda seguridad se apiadará de nosotros,
como declaró Moisés en el cántico que atestigua claramente: "Se apiadará
de sus siervos".»
7 Cuando el primero hizo así su tránsito, llevaron al segundo al
suplicio y después de arrancarle la piel de la cabeza con los cabellos, le
preguntaban: «¿Vas a comer antes de que tu cuerpo sea torturado miembro
a miembro?»

8 El respondiendo en su lenguaje patrio, dijo: «¡No!» Por ello,


también éste sufrió a su vez la tortura, como el primero.
9 Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la
vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes,
nos resucitará a una vida eterna.»
10 Después de éste, fue castigado el tercero; en cuanto se lo pidieron,
presentó la lengua, tendió decidido las manos
11 (y dijo con valentía: «Por don del Cielo poseo estos miembros, por
sus leyes los desdeño y de El espero recibirlos de nuevo).»

12 Hasta el punto de que el rey y sus acompañantes estaban


sorprendidos del ánimo de aquel muchacho que en nada tenía los dolores.
13 Llegado éste a su tránsito, maltrataron de igual modo con suplicios
al cuarto.
14 Cerca ya del fin decía así: «Es preferible morir a manos de
hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por
él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida.»
15 Enseguida llevaron al quinto y se pusieron a atormentarle.

16 El, mirando al rey, dijo: «Tú, porque tienes poder entre los
hombres aunque eres mortal, haces lo que quieres. Pero no creas que Dios
ha abandonado a nuestra raza.
17 Aguarda tú y contemplarás su magnifico poder, cómo te
atormentará a ti y a tu linaje.»
18 Después de éste, trajeron al sexto, que estando a punto de morir
decía: «No te hagas ilusiones, pues nosotros por nuestra propia culpa
padecemos; por haber pecado contra nuestro Dios (nos suceden cosas
sorprendentes).

19 Pero no pienses quedar impune tú que te has atrevido a luchar


contra Dios.»
20 Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella
madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría
con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor.
21 Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de
generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de
mujer, les decía:
22 «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os
regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada
uno.

23 Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su


nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu
y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a
causa de sus leyes.»
24 Antíoco creía que se le despreciaba a él y sospechaba que eran
palabras injuriosas. Mientras el menor seguía con vida, no sólo trataba de
ganarle con palabras, sino hasta con juramentos le prometía hacerle rico y
muy feliz, con tal de que abandonara las tradiciones de sus padres; le haría
su amigo y le confiaría altos cargos.
25 Pero como el muchacho no le hacía ningún caso, el rey llamó a la
madre y la invitó a que aconsejara al adolescente para salvar su vida.
26 Tras de instarle él varias veces, ella aceptó el persuadir a su hijo.
27 Se inclinó sobre él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su
lengua patria: «Hijo, ten compasión de mí que te llevé en el seno por nueve
meses, te amamanté por tres años, te crié y te eduqué hasta la edad que
tienes (y te alimenté).
28 Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que
hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el
género humano ha llegado así a la existencia.

29 No temas a este verdugo, antes bien, mostrándote digno de tus


hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus
hermanos en la misericordia.»
30 En cuanto ella terminó de hablar, el muchacho dijo: «¿Qué
esperáis? No obedezco el mandato del rey; obedezco el mandato de la Ley
dada a nuestros padres por medio de Moisés.
31 Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos,
no escaparás de las manos de Dios.
32 (Cierto que nosotros padecemos por nuestros pecados.)

33 Si es verdad que nuestro Señor que vive, está momentáneamente


irritado para castigarnos y corregirnos, también se reconciliará de nuevo
con sus siervos.
34 Pero tú, ¡oh impío y el más criminal de todos los hombres!, no te
engrías neciamente, entregándote a vanas esperanzas y alzando la mano
contra sus siervos;
35 porque todavía no has escapado del juicio del Dios que todo lo
puede y todo lo ve.
36 Pues ahora nuestros hermanos, después de haber soportado una
corta pena por una vida perenne, cayeron por la alianza de Dios; tú, en
cambio, por el justo juicio de Dios cargarás con la pena merecida por tu
soberbia.

37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes
de mis padres, invocando a Dios para que pronto se muestre propicio con
nuestra nación, y que tú con pruebas y azotes llegues a confesar que él es el
único Dios.
38 Que en mí y en mis hermanos se detenga la cólera del
Todopoderoso justamente descargada sobre toda nuestra raza.»
39 El rey, fuera de sí, se ensañó con éste con mayor crueldad que con
los demás, por resultarle amargo el sarcasmo.
40 También éste tuvo un limpio tránsito, con entera confianza en el
Señor.

41 Por último, después de los hijos murió la madre.


42 Sea esto bastante para tener noticia de los banquetes sacrificiales y
de las crueldades sin medida.

II Macabeos 8
1 Judas, llamado también Macabeo, y sus compañeros entraban
sigilosamente en los pueblos, llamaban a sus hermanos de raza y acogiendo
a los que permanecían fieles al judaísmo, llegaron a reunir 6.000 hombres.
2 Rogaban al Señor que mirase por aquel pueblo que todos
conculcaban; que tuviese piedad del santuario profanado por los hombres
impíos;
3 que se compadeciese de la ciudad destruida y a punto de ser
arrasada, y que escuchase las voces de la sangre que clamaba a él;

4 que se acordase de la inicua matanza de niños inocentes y de las


blasfemias proferidas contra su nombre, y que mostrase su odio al mal.
5 Macabeo, con su tropa organizada, fue ya invencible para los
gentiles, al haberse cambiado en misericordia la cólera del Señor.
6 Llegando de improviso, incendiaba ciudades y pueblos; después de
ocupar las posiciones estratégicas, causaba al enemigo grandes pérdidas.
7 Prefería la noche como aliada para tales incursiones. La fama de su
valor se extendía por todas partes.

8 Al ver Filipo que este hombre progesaba paulatinamente y que sus


éxitos eran cada día más frecuentes, escribió a Tolomeo, estratega de
Celesiria y Fenicia para que viniese en ayuda de los intereses del rey.
9 Este designó enseguida a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de sus
primeros amigos, y le envió al frente de no menos de 20.000 hombres de
todas las naciones para exterminar la raza entera de Judea. Puso a su lado a
Gorgias, general con experiencia en lides guerreras.

10 Nicanor intentaba, por su parte, saldar con la venta de prisioneros


judíos, el tributo de 2.000 talentos que el rey debía a los romanos.
11 Pronto envió a las ciudades marítimas una invitación para que
vinieran a comprar esclavos judíos, prometiendo entregar noventa esclavos
por un talento sin esperarse el castigo del Todopoderoso que estaba a punto
de caer sobre él.
12 Llegó a Judas la noticia de la expedición de Nicanor. Cuando
comunicó a los que le acompañaban que el ejército se acercaba,

13 los cobardes y desconfiados de la justicia divina, comenzaron a


escaparse y alejarse del lugar;
14 los demás vendían todo lo que les quedaba, y pedían al mismo
tiempo al Señor que librara a los que el impío Nicanor tenía vendidos aun
ante de haberse enfrentado.
15 Si no por ellos, sí por las alianzas con sus padres y porque
invocaban en su favor el venerable y majestuoso Nombre.
16 Después de reunir a los suyos, en número de 6.000, el Macabeo les
exhortaba a no dejarse amedrentar por los enemigos y a no temer a la
muchedumbre de gentiles que injustamente venían contra ellos, sino a
combatir con valor,

17 teniendo a la vista el ultraje que inicuamente habían inferido al


Lugar Santo, los suplicios infligidos a la ciudad y la abolición de las
instituciones ancestrales.
18 «Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia; pero
nosotros tenemos nuestra confianza puesta en Dios Todopoderoso, que
puede abatir con un gesto a los que vienen contra nosotros y al mundo
entero.»
19 Les enumeró los auxilios dispensados a sus antecesores,
especialmente frente a Senaquerib, cuando perecieron 185.000,

20 y el recibido en Babilonia, en la batalla contra los gálatas, cuando


entraron en acción todos los 8.000 judíos junto a los 4.000 macedonios, y
cuando los macedonios se hallaban en apuros, los 8.000 derrotaron a
120.000, gracias al auxilio que les llegó del cielo, y se hicieron con un gran
botín.
21 Después de haberlos enardecido con estas palabras y de haberlos
dispuesto a morir por las leyes y por la patria, dividió el ejército en cuatro
cuerpos.
22 Puso a sus hermanos, Simón, José y Jonatán, al frente de cada
cuerpo, dejando a las órdenes de cada uno 1.500 hombres.

23 Además mandó a Esdrías que leyera el libro sagrado; luego, dando


como consigna «Auxilio de Dios», él mismo al frente del primer cuerpo
trabó combate con Nicanor.
24 Al ponerse el Todopoderoso de su parte en la lucha, dieron muerte
a más de 9.000 enemigos, hirieron y mutilaron a la mayor parte del ejército
de Nicanor, y a todos los demás los pusieron en fuga.
25 Se apoderaron del dinero de los que habían venido a comprarlos.
Después de haberlos perseguido bastante tiempo, se volvieron, obligados
por la hora,

26 pues era víspera del sábado, y por esta causa no continuaron en su


persecución.
27 Una vez que hubieron amontonado las armas y recogido los
despojos de los enemigos, comenzaron la celebración del sábado,
desbordándose en bendiciones y alabanzas al Señor que en aquel día les
había salvado, estableciendo el comienzo de su misericordia.
28 Al acabar el sábado, dieron una parte del botín a los que habían
sufrido la persecución, así como a las viudas y huérfanos; ellos y sus hijos
se repartieron el resto.

29 Hecho esto, en rogativa pública rogaron al Señor misericordioso


que se reconciliara del todo con sus siervos.
30 En su combate con las tropas de Timoteo y Báquides, mataron a
éstos más de 20.000 hombres, se adueñaron por completo de altas fortalezas
y dividieron el inmenso botín en partes iguales, una para ellos y otra para
los que habían sufrido la persecución, los huérfanos y las viudas, así como
para los ancianos.
31 Con todo cuidado reunieron las armas capturadas en lugares
convenientes y llevaron a Jerusalén el resto de los despojos.

32 Mataron al filarca de la escolta de Timoteo, hombre muy impío


que había causado mucho pesar a los judíos.
33 Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron a los que
habían incendiado los portones sagrados, así como a Calístenes, que estaban
refugiados en una misma casita, y que recibieron así la merecida paga de su
impiedad.
34 Nicanor, tres veces criminal, que había traído a los mil
comerciantes para la venta de los judíos,
35 con el auxilio del Señor, quedó humillado por los mismos que él
despreciaba como los más viles; despojándose de sus galas, como un
fugitivo a campo través, buscando la soledad llegó hasta Antioquía con
mucha suerte, después del desastre de su ejército.

36 El que había pretendido saldar el tributo debido a los romanos con


la venta de los prisioneros de Jerusalén, proclamaba que los judíos tenían a
Alguien que les defendía, y que los judíos eran invulnerables por el hecho
de que seguían las leyes prescritas por Aquél.

II Macabeos 9
1 Sucedió por este tiempo que Antíoco hubo de retirarse
desordenadamente de las regiones de Persia.
2 En efecto, habiendo entrado en la ciudad llamada Persépolis,
pretendió saquear el santuario y oprimir la ciudad; ante ello, la
muchedumbre sublevándose acudió a las armas y le puso en fuga; y sucedió
que Antíoco, ahuyentado por los naturales del país, hubo de emprender una
vergonzosa retirada.
3 Cuando estaba en Ecbátana, le llegó la noticia de lo ocurrido a
Nicanor y a las tropas de Timoteo.

4 Arrebatado de furor, pensaba vengar en los judíos la afrenta de los


que le habían puesto en fuga, y por eso ordenó al conductor que hiciera
avanzar el carro sin parar hasta el término del viaje. Pero ya el juicio del
Cielo se cernía sobre él, pues había hablado así con orgullo: «En cuanto
llegue a Jerusalén, haré de la ciudad una fosa común de judíos.»
5 Pero el Señor Dios de Israel que todo lo ve, le hirió con una llaga
incurable e invisible: apenas pronunciada esta frase, se apoderó de sus
entrañas un dolor irremediable, con agudos retortijones internos,

6 cosa totalmente justa para quien había hecho sufrir las entrañas de
otros con numerosas y desconocidas torturas.
7 Pero él de ningún modo cesaba en su arrogancia; estaba lleno
todavía de orgullo, respiraba el fuego de su furor contra los judíos y
mandaba acelerar la marcha. Pero sucedió que vino a caer de su carro que
corría velozmente y, con la violenta caída, todos los miembros de su
cuerpo se le descoyuntaron.
8 El que poco antes pensaba dominar con su altivez de superhombre
las olas del mar, y se imaginaba pesar en una balanza las cimas de las
montañas, caído por tierra, era luego transportado en una litera, mostrando a
todos de forma manifiesta el poder de Dios,

9 hasta el punto que de los ojos del impío pululaban gusanos, caían a
pedazos sus carnes, aun estando con vida, entre dolores y sufrimientos, y su
infecto hedor apestaba todo el ejército.
10 Al que poco antes creía tocar los astros del cielo, nadie podía
ahora llevarlo por la insoportable repugnancia del hedor.
11 Así comenzó entonces, herido, a abatir su excesivo orgullo y a
llegar al verdadero conocimiento bajo el azote divino, en tensión a cada
instante por los dolores.

12 Como ni él mismo podía soportar su propio hedor, decía: «Justo es


estar sumiso a Dios y que un mortal no pretenda igualarse a la divinidad.»
13 Pero aquel malvado rogaba al Soberano de quien ya no alcanzaría
misericordia, prometiendo
14 que declararía libre la ciudad santa, a la que se había dirigido antes
a toda prisa para arrasarla y transformarla en fosa común,
15 que equipararía con los atenienses a todos aquellos judíos que
había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser arrojados con sus
niños como pasto a las fieras;

16 que adornaría con los más bellos presentes el Templo Santo que
antes había saqueado; que devolvería multiplicados todos los objetos
sagrados; que suministraría a sus propias expensas los fondos que se
gastaban en los sacrificios;
17 y, además, que se haría judío y recorrería todos los lugares
habitados para proclamar el poder de Dios.
18 Como sus dolores de ninguna forma se calmaban, pues había caído
sobre él el justo juicio de Dios, desesperado de su estado, escribió a los
judíos la carta copiada a continuación, en forma de súplica, con el siguiente
contenido:

19 «A los honrados judíos, ciudadanos suyos, con los mejores deseos


de dicha, salud y prosperidad, saluda el rey y estratega Antíoco.
20 Si os encontráis bien vosotros y vuestros hijos, y vuestros asuntos
van conforme a vuestros deseos, damos por ello rendidas gracias.
21 En cuanto a mí, me encuentro postrado sin fuerza en mi lecho, con
un amistoso recuerdo de vosotros. A mi vuelta de las regiones de Persia,
contraje una molesta enfermedad y he considerado necesario preocuparme
de vuestra seguridad común.

22 No desespero de mi situación, antes bien tengo grandes esperanzas


de salir de esta enfermedad;
23 pero considerando que también mi padre, con ocasión de salir a
campaña hacia las regiones altas, designó su futuro sucesor,
24 para que, si ocurría algo sorprendente o si llegaba alguna noticia
desagradable, los habitantes de las provincias no se perturbaran, por saber
ya a quién quedaba confiado el gobierno;
25 dándome cuenta además de que los soberanos de alrededor,
vecinos al reino, acechan las oportunidades y aguardan lo que pueda
suceder, he nombrado rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces, al
recorrer las satrapías altas, os he confiado y recomendado a gran parte de
vosotros. A él le he escrito lo que sigue.

26 Por tanto os exhorto y ruego que acordándoos de los beneficios


recibidos en común y en particular, guardéis cada uno también con mi hijo
la benevolencia que tenéis hacia mí.
27 Pues estoy seguro de que él, realizando con moderación y
humanidad mis proyectos, se entenderá bien con vosotros.»
28 Así pues, aquel asesino y blasfemo, sufriendo los peores
padecimientos, como los había hecho padecer a otros, terminó la vida en
tierra extranjera, entre montañas, en el más lamentable infortunio.

29 Filipo, su compañero, trasladaba su cuerpo; mas, por temor al hijo


de Antíoco, se retiró a Egipto, junto a Tolomeo Filométor.
II Macabeos 10
1 Macabeo y los suyos, guiados por el Señor, recuperaron el Templo
y la ciudad,
2 destruyeron los altares levantados por los extranjeros en la plaza
pública, así como los recintos sagrados.
3 Después de haber purificado el Templo, hicieron otro altar;
tomando fuego de pedernal del que habían sacado chispas, tras dos años de
intervalo ofrecieron sacrificios, el incienso y las lámparas, y colocaron los
panes de la Presencia.
4 Hecho esto, rogaron al Señor, postrados sobre el vientre, que no les
permitiera volver a caer en tales desgracias, sino que, si alguna vez
pecaban, les corrigiera con benignidad, y no los entregara a los gentiles
blasfemos y bárbaros.

5 Aconteció que el mismo día en que el Templo había sido profanado


por los extranjeros, es decir, el veinticinco del mismo mes que es Kisléu,
tuvo lugar la purificación del Templo.
6 Lo celebraron con alegría durante ocho días, como en la fiesta de
las Tiendas, recordando cómo, poco tiempo antes, por la fiesta de las
Tiendas, estaban cobijados como fieras en montañas y cavernas.
7 Por ello, llevando tirsos, ramas hermosas y palmas, entonaban
himnos hacia Aquél que había llevado a buen término la purificación de su
lugar.

8 Por público decreto y voto prescribieron que toda la nación de los


judíos celebrara anualmente aquellos mismos días.
9 Tales fueron las circunstancias de la muerte de Antíoco, apellidado
Epífanes.
10 Vamos a exponer ahora lo referente a Antíoco Eupátor, hijo de
aquel impío, resumiendo las desgracias debidas a las guerras.
11 En efecto, una vez heredado el reino, puso al frente de sus asuntos
a un tal Lisias, estratega supremo de Celesiria y Fenicia.
12 Pues Tolomeo, el llamado Macrón, el primero en observar la
justicia con los judíos, debido a la injusticia con que se les había tratado,
procuraba resolver pacíficamente lo que a ellos concernía;

13 acusado ante Eupátor a consecuencia de ello por los amigos del


rey, oía continuamente que le llamaban traidor, por haber abandonado
Chipre, que Filométor le había confiado, y por haberse pasado a Antíoco
Epífanes. Al no poder honrar debidamente la dignidad de su cargo,
envenenándose, dejó esta vida.
14 Gorgias, hecho estratega de la región, mantenía tropas mercenarias
y en toda ocasión hostigaba a los judíos.
15 Al mismo tiempo los idumeos, dueños de fortalezas estratégicas,
causaban molestias a los judíos, y acogiendo a los fugitivos de Jerusalén
procuraban fomentar la guerra.

16 Macabeo y sus compañeros, después de haber celebrado una


rogativa y haber pedido a Dios que luchara junto a ellos, se lanzaron contra
las fortalezas de los idumeos;
17 después de atacarlos con ímpetu, se apoderaron de las posiciones e
hicieron retroceder a todos los que combatían sobre la muralla; daban
muerte a cuantos caían en sus manos. Mataron por lo menos 20.000.
18 No menos de 9.000 hombres se habían refugiado en dos torres
muy bien fortificadas y abastecidas de cuanto era necesario para resistir un
sitio.

19 Macabeo dejó entonces a Simón y José, y además a Zaqueo y a los


suyos, en número suficiente para asediarles, y él mismo partió hacia otros
lugares de mayor urgencia.
20 Pero los hombres de Simón, ávidos de dinero, se dejaron sobornar
por algunos de los que estaban en las torres; por 70.000 dracmas dejaron
que algunos se escapasen.
21 Cuando se dio a Macabeo la noticia de lo sucedido, reunió a los
jefes del pueblo y acusó a aquellos hombres de haber vendido a sus
hermanos por dinero al soltar enemigos contra ellos.

22 Hizo por tanto ejecutarles por traidores e inmediatamente se


apoderó de las dos torres.
23 Con atinada dirección y con las armas en las manos, mató en las
dos fortalezas a más de 20.000 hombres.
24 Timoteo, que antes había sido vencido por los judíos, después de
reclutar numerosas fuerzas extranjeras y de reunir no pocos caballos traídos
de Asia, se presentó con la intención de conquistar Judea por las armas.
25 Ante su avance, los hombres de Macabeo, en rogativas a Dios,
cubrieron de polvo su cabeza y ciñeron de sayal la cintura;

26 y, postrándose delante del Altar, a su pie, pedían a Dios que,


mostrándose propicio con ellos, se hiciera enemigo de sus enemigos y
adversario de sus adversarios, como declara la Ley.
27 Al acabar la plegaria, tomaron las armas y avanzaron un buen
trecho fuera de la ciudad; cuando estaban cerca de sus enemigos, se
detuvieron.
28 A poco de difundirse la claridad del sol naciente, ambos bandos se
lanzaron al combate; los unos tenían como garantía del éxito y de la
victoria, además de su valor, el recurso al Señor; los otros combatían con la
furia como guía de sus luchas.
29 En lo recio de la batalla, aparecieron desde el cielo ante los
adversarios cinco hombres majestuosos montados en caballos con frenos de
oro, que se pusieron al frente de los judíos;
30 colocaron a Macabeo en medio de ellos y, cubriéndole con sus
armaduras, le hacían invulnerable; arrojaban sobre los adversarios saetas y
rayos, por lo que heridos de ceguera se dispersaban en completo desorden.
31 20.500 infantes fueron muertos y seiscientos jinetes.
32 El mismo Timoteo se refugió en una fortaleza, muy bien guardada,
llamada Gázara, cuyo estratega era Quereas.

33 Las tropas de Macabeo, alborozadas, asediaron la ciudadela


durante cuatro días.
34 Los de dentro, confiados en lo seguro de la posición, blasfemaban
sin cesar y proferían palabras impías.
35 Amanecido el quinto día, veinte jóvenes de las tropas de Macabeo,
encendidos en furor a causa de las blasfemias, se lanzaron valientemente
contra la muralla y con fiera bravura herían a cuantos se ponían delante.
36 Otros, subieron igualmente por el lado opuesto contra los de
dentro, prendieron fuego a las torres y, encendiendo hogueras, quemaron
vivos a los blasfemos. Aquéllos, entretanto, rompián las puertas, y tras abrir
paso al resto del ejército, se apoderaron de la ciudad.

37 Mataron a Timoteo, que estaba escondido en una cisterna, así


como a su hermano Quereas y a Apolófanes.
38 Al término de estas proezas, con himnos y alabanzas bendecían al
Señor que hacía grandes beneficios a Israel y a ellos les daba la victoria.

II Macabeos 11
1 Muy poco tiempo después, Lisias, tutor y pariente del rey, que
estaba al frente de los negocios, muy contrariado por lo sucedido,
2 reunió unos 80.000 hombres con toda la caballería, y se puso en
marcha contra los judíos, con la intención de hacer de la ciudad una
población de griegos,
3 convertir el Templo en fuente de recursos, como los demás recintos
sagrados de los gentiles, y poner cada año en venta la dignidad del sumo
sacerdocio.
4 No tenía en cuenta en absoluto el poder de Dios, engreído como
estaba con sus miríadas de infantes, sus millares de jinetes y sus ochenta
elefantes.

5 Entró en Judea, se acercó a Bet Sur, plaza fuerte que dista de


Jerusalén unas cinco esjenas, y la cercó estrechamente.
6 En cuanto los hombres de Macabeo supieron que Lisias estaba
sitiando las fortalezas, comenzaron a implorar al Señor con gemidos y
lágrimas, junto con la multitud, que enviase un ángel bueno para salvar a
Israel.
7 Macabeo en persona tomó el primero las armas y exhortó a los
demás a que juntamente con él afrontaran el peligro y auxiliaran a sus
hermanos. Ellos se lanzaron juntos con entusiasmo.

8 Cuando estaban cerca de Jerusalén, apareció poniéndose al frente de


ellos, un jinete vestido de blanco, blandiendo armas de oro.
9 Todos a una bendijeron entonces a Dios misericordioso y y
sintieron enardecerse sus ánimos, dispuestos a atravesar no sólo a hombres,
sino aun a las fieras más salvajes murallas de hierro.
10 Avanzaban equipados, con el aliado enviado del Cielo, porque el
Señor se había compadecido de ellos.
11 Se lanzaron como leones sobre los enemigos, abatieron 11.000
infantes y 1.600 jinetes, y obligaron a huir a todos los demás.

12 La mayoría de éstos escaparon heridos y desarmados; el mismo


Lisias se salvó huyendo vergonzosamente.
13 Pero Lisias no era hombre sin juicio. Reflexionando sobre la
derrota que acababa de sufrir, y comprendiendo que los hebreos eran
invencibles porque el Dios poderoso luchaba con ellos,
14 les propuso por una embajada la reconciliación bajo toda clase de
condiciones justas; y que además obligaría al rey a hacerse amigo de ellos.
15 Macabeo asintió a todo lo que Lisias proponía, preocupado por el
interés público; pues el rey concedió cuanto Macabeo había pedido por
escrito a Lisias acerca de los judíos.

16 La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo siguiente: «Lisias


saluda a la población de los judíos.
17 Juan y Absalón, vuestros enviados, al entregarme el documento
copiado a continuación, me han rogado una respuesta sobre lo que en el
mismo se significaba.
18 He dado cuenta al rey de todo lo que debía exponérsele; lo que era
de mi competencia lo he concedido.
19 Por consiguiente, si mantenéis vuestra buena disposición hacia el
Estado, también yo procuraré en adelante colaborar en vuestro favor.

20 En cuanto a los detalles, tengo dada orden a vuestros enviados y a


los míos de que los discutan con vosotros.
21 Seguid bien. Año 148, el veinticuatro de Dióscoro.»
22 La carta del rey decía lo siguiente: «El rey Antíoco saluda a su
hermano Lisias.
23 Habiendo pasado nuestro padre donde los dioses, deseamos que
los súbditos del reino vivan sin inquietudes para entregarse a sus propias
ocupaciones.
24 Teniendo oído que los judíos no están de acuerdo en adoptar las
costumbres griegas, como era voluntad de mi padre, sino que prefieren
seguir sus propias costumbres, y ruegan que se les permita acomodarse a
sus leyes,

25 deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimios


que se les restituya el Templo y que puedan vivir según las costumbres de
sus antepasados.
26 Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano,
para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen
con agrado a sus propias ocupaciones.»
27 La carta del rey a la nación era como sigue: «El rey Antíoco saluda
al Senado de los judíos y a los demás judíos.

28 Sería nuestro deseo que os encontrarais bien; también nosotros


gozamos de salud.
29 Menelao nos ha manifestado vuestro deseo de volver a vuestros
hogares.
30 A los que vuelvan antes del treinta del mes de Xántico se les
ofrece la mano y libertad
31 para que los judíos se sirvan de sus propios alimentos y leyes
como antes, y ninguno de ellos sea molestado en modo alguno a causa de
faltas cometidas por ignorancia.
32 He enviado a Menelao para que os anime.

33 Seguid bien. Año 148, día quince de Xántico.»


34 También los romanos les enviaron una carta con el siguiente
contenido: «Quinto Memmio, Tito Manilio, Manio Sergio, legados de los
romanos, saludan al pueblo de los judíos.
35 Nosotros damos nuestro consentimiento a lo que Lisias, pariente
del rey, os ha concedido.
36 Pero en relación con lo que él decidió presentar al rey, mandadnos
algún emisario en cuanto lo hayáis examinado, para que lo expongamos en
la forma que os conviene, ya que nos dirigimos a Antioquía,

37 Daos prisa, por tanto; enviadnos a algunos, para que también


nosotros conozcamos cuál es vuestra opinión.
38 Seguid en buena salud. Año 148, día quince de Dióscoro.»
II Macabeos 12
1 Una vez terminados estos tratados, Lisias se volvió junto al rey,
mientras los judíos se entregaban a las labores del campo.
2 Pero algunos de los estrategas en plaza, Timoteo y Apolonio, hijo
de Genneo, y también Jerónimo y Demofón, además de Nicanor, el
Chipriarca, no les dejaban vivir en paz ni disfrutar de sosiego.
3 Los habitantes de Joppe, por su parte, perpetraron la enorme
impiedad que sigue: invitaron a los judíos que vivían con ellos, a subir con
mujeres y niños a las embarcaciones que habían preparado, como si no
guardaran contra ellos ninguna enemistad.

4 Conforme a la común decisión de la ciudad, aceptaron los judíos,


por mostrar sus deseos de vivir en paz y que no tenían el menor recelo;
pero, cuando se hallaban en alta mar, los echaron al fondo, en número no
inferior a doscientos.
5 Cuando Judas se enteró de la crueldad cometida con sus
compatriotas, se lo anunció a sus hombres;
6 y después de invocar a Dios, el justo juez, se puso en camino contra
los asesinos de sus hermanos, incendió por la noche el puerto, quemó las
embarcaciones y pasó a cuchillo a los que se habían refugiado allí.

7 Al encontrar cerrada la plaza, se retiró con la intención de volver de


nuevo y exterminar por completo a la población de Joppe.
8 Enterado de que también los de Yamnia querían actuar de la misma
forma con los judíos que allí habitaban,
9 atacó también de noche a los yamnitas e incendió el puerto y la
flota, de modo que el resplandor de las llamas se veía hasta en Jerusalén y
eso que había 240 estadios de distancia.
10 Marchando contra Timoteo, se alejaron de allí nueve estadios,
cuando le atacaron no menos de 5.000 árabes y quinientos jinetes.

11 En la recia batalla trabada, las tropas de Judas lograron la victoria,


gracias al auxilio recibido de Dios; los nómadas, vencidos, pidieron a Judas
que les diera la mano, prometiendo entregarle ganado y serle útiles en
adelante.
12 Judas, dándose cuenta de que verdaderamente en muchos casos
podían ser de utilidad, consintió en hacer las paces con ellos; estrechada la
mano se retiraron a las tiendas.
13 Judas atacó también a cierta ciudad fortificada con terraplenes,
rodeada de murallas, y habitada por una población mixta de varias naciones,
por nombre Caspín.

14 Los sitiados, confiados en la solidez de las murallas y en la


provisión de víveres, trataban groseramente con insultos a los hombres de
Judas, profiriendo además blasfemias y palabras sacrílegas.
15 Los hombres de Judas, después de invocar al gran Señor del
mundo, que sin arietes ni máquinas de guerra había derruido a Jericó en
tiempo de Josué, atacaron ferozmente la muralla.
16 Una vez dueños de la ciudad por la voluntad de Dios, hicieron una
indescriptible carnicería hasta el punto de que el lago vecino, con su
anchura de dos estadios, parecía lleno con la sangre que le había llegado.

17 Se alejaron de allí 750 estadios y llegaron a Járaca, donde los


judíos llamados tubios.
18 Pero no encontraron en aquellos lugares a Timoteo, que al no
lograr nada se había ido de allí, dejando con todo en determinado lugar una
fortísima guarnición.
19 Dositeo y Sosípatro, capitanes de Macabeo, en una incursión
mataron a los hombres que Timoteo había dejado en la fortaleza, más de
10.000.
20 Macabeo distribuyó su ejército en cohortes, puso a aquellos dos a
su cabeza y se lanzó contra Timoteo que tenía consigo 20.000 infantes y
2.500 jinetes.

21 Al enterarse Timoteo de la llegada de Judas, mandó por delante las


mujeres, los niños y el resto de la impedimenta al sitio llamado Carnión;
pues era un lugar inexpugnable y de acceso difícil, por la angostura de
todos sus pasos.
22 En cuanto apareció, la primera, la cohorte de Judas, se apoderó de
los enemigos el miedo y el temor al manifestarse ente ellos Aquél que todo
lo ve, y se dieron a la fuga cada cual por su lado, de modo que muchas
veces eran heridos por sus propios compañeros y atravesados por las puntas
de sus espadas.

23 Judas seguía tenazmente en su persecución, acuchillando a


aquellos criminales; llegó a matar hasta 30.000 hombres.
24 El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y
Sosípatro; les instaba con mucha palabrería que le dejaran ir salvo, pues
alegaba tener en su poder a parientes entre los cuales había hermanos de
muchos de ellos, de cuya vida nadie se cuidaría.
25 Cuando él garantizó, después de muchas palabras, la
determinación de restituirlos sanos y salvos, le dejaron libre con ánimo de
liberar a sus hermanos.

26 Habiéndose dirigido al Carnión y al Atargateion, Judas dio muerte


a 25.000 hombres.
27 Después de haber derrotado (y destruido) a estos enemigos, dirigió
una expedición contra la ciudad fuerte de Efrón, donde habitaba Lisanias,
con una multitud de toda estirpe. Jóvenes vigorosos, apostados ante las
murallas, combatían con valor; en el interior había muchas reservas de
máquinas de guerra y proyectiles.
28 Después de haber invocado al Señor que aplasta con energía las
fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y abatieron
por tierra a unos 25.000 de los que estaban dentro.

29 Partiendo de allí se lanzaron contra Escitópolis, ciudad que dista


de Jerusalén sesenta estadios.
30 Pero como los judíos allí establecidos atestiguaron que los
habitantes de la ciudad habían sido benévolos con ellos y les habían dado
buena acogida en los tiempos de desgracia,
31 Judas y los suyos se lo agradecieron y les exhortaron a que
también en lo sucesivo se mostraran bien dispuestos con su raza. Llegaron a
Jerusalén en la proximidad de la fiesta de las Semanas.

32 Después de la fiesta llamada de Pentecostés, se lanzaron contra


Gorgias, el estratega de Idumea.
33 Salió éste con 3.000 infantes y cuatrocientos jinetes,
34 y sucedió que cayeron algunos de los judíos que les habían
presentado batalla.
35 Un tal Dositeo, jinete valiente, del cuerpo de los tubios, se apoderó
de Gorgias, y agarrándole por la clámide, le arrastraba por la fuerza con el
deseo de capturar vivo a aquel maldito; pero un jinete tracio se echó sobre
Dositeo, le cortó el hombro, y Gorgias huyó hacia Marisá.

36 Ante la fatiga de los hombres de Esdrías que llevaban mucho


tiempo luchando, Judas suplicó al Señor que se mostrase su aliado y su
guía en el combate.
37 Entonó entonces en su lengua patria el grito de guerra y algunos
himnos, irrumpió de improviso sobre las tropas de Gorgias y las derrotó.
38 Judas, después de reorganizar el ejército, se dirigió hacia la ciudad
de Odolam. Al llegar el día séptimo, se purificaron según la costumbre y
celebraron allí el sábado.

39 Al día siguiente, fueron en busca de Judas (cuando se hacía ya


necesario), para recoger los cadáveres de los que habían caído y
depositarlos con sus parientes en los sepulcros de sus padres.
40 Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los muertos
objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a los
judíos. Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido
aquellos hombres.
41 Bendijeron, pues, todos las obras del Señor, juez justo, que
manifiesta las cosas ocultas,

42 y pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente


borrado el pecado cometido. El valeroso Judas recomendó a la multitud
que se mantuvieran limpios de pecado, a la vista de lo sucedido por el
pecado de los que habían sucumbido.
43 Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000
dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado,
obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección.
44 Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría
sido superfluo y necio rogar por los muertos;

45 mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a


los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso.
46 Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los
muertos, para que quedaran liberados del pecado.

II Macabeos 13
1 El año 149, los hombres de Judas se enteraron de que Antíoco
Eupátor marchaba sobre Judea con numerosas tropas,
2 y que con él venía Lisias, su tutor y encargado de los negocios, cada
uno con un ejército griego de 110.000 infantes, 5.300 jinetes, veintidós
elefantes y trescientos carros armados de hoces.
3 También Menelao se unió a ellos e incitaba muy taimadamente a
Antíoco, no por salvar a su patria, sino con la idea de establecerse en el
poder.

4 Pero el Rey de reyes excitó la cólera de Antíoco contra aquel


malvado; Lisias demostró al rey que aquel hombre era el causante de todos
los males, y Antíoco ordenó conducirle a Berea y darle allí muerte, según
las costumbres del lugar.
5 Hay en aquel lugar una torre de cincuenta codos, llena de ceniza,
provista de un dispositivo giratorio, en pendiente por todos los lados hacia
la ceniza.
6 Al reo de robo sacríleg o al que ha perpetrado algún otro crimen
horrendo, lo suben allí y lo precipitan para su perdición.

7 Y sucedió que con tal suplicio murió aquel inicuo Menelao que ni
siquiera tuvo la suerte de encontrar la tierra que le recibiera.
8 Y muy justamente fue así, pues, después de haber cometido muchos
pecados contra el altar, cuyo fuego y ceniza eran sagrados, en la ceniza
encontró la muerte.
9 Marchaba, pues, el rey embargado de bárbaros sentimientos,
dispuesto a mostrar a los judíos peores cosas que las sucedidas en tiempo de
su padre.
10 Al saberlo Judas mandó a la tropa que invocara al Señor día y
noche, para que también en esta ocasión, como en otras, viniera en ayuda de
los que estaban a punto de ser privados de la Ley, de la patria y del Templo
santo,

11 y no permitiera que aquel pueblo, que todavía hacía poco había


recobrado el ánimo, cayera en manos de gentiles de mala fama.
12 Una vez que todos juntos cumplieron la orden y suplicaron al
Señor misericordioso con lamentaciones y ayunos y postraciones durante
tres días seguidos, Judas les animó y les mandó que estuvieran preparados.
13 Después de reunirse en privado con los Ancianos, decidió que,
antes que el ejército del rey entrara en Judea y se hiciera dueño de la
ciudad, salieran los suyos para resolver la situación con el auxilio de Dios.

14 Judas, dejando la decisión al Creador del mundo, animó a sus


hombres a combatir heroicamente hasta la muerte por la causa de las leyes,
el Templo, la ciudad, la patria y las instituciones; y acampó en las cercanías
de Modín.
15 Dio a los suyos como consigna «Victoria de Dios» y atacó de
noche con lo más escogido de los jóvenes la tienda del rey. Mató en el
campamento a unos 2.000 hombres y los suyos hirieron al mayor de los
elefantes junto con su conductor;
16 llenaron finalmente el campamento de terror y confusión, y se
retiraron victoriosos

17 cuando el día despuntaba. Todo ello sucedió, gracias a la


protección que el Señor había brindado a Judas.
18 El rey, que había probado ya la osadía de los judíos, intentó
alcanzar las posiciones con estratagemas.
19 Se aproximó a Bet Sur, plaza fuerte de los judíos; pero fue
rechazado, derrotado y vencido.
20 Judas hizo llegar a los de dentro lo que necesitaban.
21 Pero Rodoco, uno del ejército judío, revelaba los secretos a los
enemigos; fue buscado, capturado y ejecutado.

22 El rey parlamentó por segunda vez con los de Bet Sur, dio y tomó
la mano y luego se retiró. Atacó a las tropas de Judas, y fue vencido.
23 Supo entonces que Filipo, a quien había dejado en Antioquía al
frente de los negocios, se había sublevado. Consternado, llamó a los judíos,
se avino a sus deseos, y prestó juramento sobre todas las condiciones justas.
Se reconcilió y ofreció un sacrificio, honró al santuario y se mostró
generoso con el Lugar Santo.
24 Prestó buena acogida a Macabeo y dejó a Hegemónides como
estratega desde Tolemaida hasta la región de los guerraínos.

25 Salió hacia Tolemaida; pero los habitantes de la ciudad estaban


muy disgustados por este tratado: estaban en verdad indignados por los
acuerdos, que ellos querían abolir.
26 Lisias entonces subió a la tribuna e hizo la mejor defensa que
pudo; les convenció y calmó, y les dispuso a la benevolencia. Luego partió
hacia Antioquía. Así sucedió con la expedición y la retirada del rey.

II Macabeos 14
1 Después de tres años de intervalo, los hombres de Judas supieron
que Demetrio, hijo de Seleuco, había atracado en el puerto de Trípoli con
un fuerte ejército y una flota,
2 y que se había apoderado de la región, después de haber dado
muerte a Antíoco y a su tutor Lisias.
3 Un tal Alcimo, que antes había sido sumo sacerdote, pero que se
había contaminado voluntariamente en tiempo de la rebelión, pensando que
de ninguna forma había para él salvación ni acceso posible al altar sagrado,

4 fue al encuentro del rey Demetrio, hacia el año 151, y le ofreció una
corona de oro, una palma, y además, los rituales ramos de olivo del Templo.
Y por aquel día no hizo más.
5 Pero encontró una ocasión propicia para su demencia, al ser
llamado por Demetrio a consejo y al ser preguntado sobre las disposiciones
y designios de los judíos.
6 Respondió: «Los judíos llamados asideos, encabezados por Judas
Macabeo, fomentan guerras y rebeliones, para no dejar que el reino viva en
paz.

7 Por eso aunque despojado de mi dignidad ancestral, me refiero al


sumo sacerdocio, he venido aquí
8 en primer lugar con verdadera preocupación por los intereses del
rey, y en segundo lugar, con la mirada puesta en mis propios compatriotas,
pues por la locura de los hombres que he mencionado, toda nuestra raza
padece no pocos males.
9 Informado con detalle de todo esto, ¡oh rey!, mira por nuestro país y
por nuestra nación por todas partes asediada, con esa accesible
benevolencia que tienes para todos;

10 pues mientras Judas subsista, le es imposible al Estado alcanzar la


paz.»
11 En cuanto él dijo esto, los demás amigos que sentían aversión
hacia lo de Judas, se apresuraron a encender más el ánimo de Demetrio.
12 Designó inmediatamente a Nicanor, que había llegado a ser
elefantarca, le nombró estratega de Judea y le envió
13 con órdenes de hacer morir a Judas, dispersar a todos sus hombres
y restablecer a Alcimo como sumo sacerdote del más grande de los templos.
14 Los gentiles de Judea, fugitivos de Judas, se unieron en masa a
Nicanor, imaginándose que las desgracias y reveses de los judíos serían sus
propios éxitos.
15 Al tener noticia de la expedición de Nicanor y del asalto de los
gentiles, esparcieron sobre sí polvo e imploraron a Aquél que por siempre
había establecido a su pueblo y que siempre protegía a su propia heredad
con sus manifestaciones.
16 Por orden de su jefe, salieron inmediatamente de allí y trabaron
lucha con ellos junto al pueblo de Dessáu.

17 Simón, hermano de Judas, había entablado combate con Nicanor,


pero, a causa de la repentina llegada de los enemigos, sufrió un ligero revés.
18 Pero con todo, Nicanor, al tener noticia de la bravura de los
hombres de Judas y del valor con que combatían por su patria, temía
resolver la situación por la sangre.
19 Por este motivo envió a Posidonio, Teodoto y Matatías para
concertar la paz.
20 Después de maduro examen de las condiciones, el jefe se las
comunicó a las tropas y, ante el parecer unánime, aceptaron el tratado.

21 Fijaron la fecha en que se reunirían los jefes en privado. Se


adelantó un vehículo de cada lado y prepararon asientos.
22 Judas dispuso en lugares estratégicos hombres armados,
preparados para el caso de que se produjera alguna repentina traición de
parte enemiga. Tuvieron la entrevista en buen acuerdo.
23 Nicanor pasó algún tiempo en Jerusalén sin hacer nada inoportuno
y despidió a las turbas que, en masa, se le habían reunido.
24 Siempre tenía a Judas consigo; sentía una cordial inclinación hacia
este hombre.

25 Le aconsejó que se casara y tuviera descendencia. Judas se casó,


vivió con tranquilidad, y disfrutó de la vida.
26 Alcimo, al ver la recíproca comprensión, se hizo con una copia del
acuerdo concluido y se fue donde Demetrio. Le decía que Nicanor tenía
sentimientos contrarios a los intereses del Estado, pues había designado
como sucesor suyo a Judas, el conspirador contra el reino.
27 Fuera de sí el rey, excitado por las calumnias de aquel maligno,
escribió a Nicanor comunicándole que estaba disgustado con el acuerdo y
ordenándole que inmediatamente mandara encadenado a Macabeo a
Antioquía.

28 Cuando Nicanor recibió la comunicación, quedó consternado, pues


le desagradaba mucho tener que anular lo convenido, sin que hubiera
cometido aquel hombre injusticia alguna.
29 Pero, como no era posible oponerse al rey, aguardaba la
oportunidad de ejecutar la orden con alguna estratagema.
30 Cuando Macabeo, por su parte, notó que Nicanor se portaba más
secamente con él y que le trataba con más frialdad en sus habituales
relaciones, pensó que tal sequedad no procedía de las mejores
disposiciones. Reunió a muchos de los suyos y procuró ocultarse de
Nicanor.

31 Este otro, al darse cuenta de que aquel hombre le había vencido


con nobleza, se presentó en el más grande y santo Templo en el momento
en que los sacerdotes ofrecían los sacrificios rituales y les exigió que le
entregaran a aquel hombre.
32 Aseguraron ellos con juramento que no sabían dónde estaba el
hombre que buscaba.
33 Entonces él extendiendo la diestra hacia el santuario, hizo este
juramento: «Si no me entregáis encadenado a Judas, arrasaré este recinto
sagrado de Dios, destruiré el altar, y aquí mismo levantaré un espléndido
Templo a Dióniso.»

34 Y, dicho esto, se fue. Los sacerdotes con las manos tendidas al


cielo, invocaban a Aquél que sin cesar había combatido en favor de nuestra
nación, diciendo:
35 «Tú, Señor, que nada necesitas, te has complacido en que el
santuario de tu morada se halle entre nosotros.
36 También ahora, Señor santo de toda santidad, preserva siempre
limpia de profanación esta Casa recién purificada.»
37 Razías, uno de los ancianos de Jerusalén, fue denunciado a
Nicanor. Era hombre amante de sus conciudadanos, muy bien considerado,
llamado por su buen corazón «Padre de los judíos»,

38 pues, en los tiempos que precedieron a la sublevación, había sido


acusado de Judaísmo, y por el Judaísmo había expuesto cuerpo y vida con
gran constancia.
39 Queriendo Nicanor hacer patente la hostilidad que le embargaba
hacia los judíos, envió más de quinientos soldados para arrestarlo,
40 pues le parecía que arrestándole causaba un gran perjuicio a los
judíos.
41 Cuando las tropas estaban a punto de apoderarse de la torre,
forzando la puerta del patio y con orden de prender fuego e incendiar las
puertas, Razías, acosado por todas partes, se echó sobre la espada.

42 Prefirió noblemente la muerte antes que caer en manos criminales


y soportar afrentas indignas de su nobleza.
43 Pero, como por la precipitación del combate no había acertado al
herirse y las tropas irrumpían puertas adentro, subió valerosamente a lo alto
del muro y se precipitó con bravura sobre las tropas;
44 pero al retroceder éstas rápidamente, dejando un hueco, vino él a
caer en medio del espacio libre.
45 Con aliento todavía y enardecido su ánimo, se levantó derramando
sangre a torrentes; a pesar de las graves heridas, atravesó corriendo por
entre las tropas, y se puso sobre una roca escarpada.

46 Ya completamente exangüe, se arrancó las entrañas y tomándolas


con ambas manos, las arrojó contra las tropas. Y después de invocar al
Dueño de la vida y del espíritu que otra vez se dignara devolvérselas, llegó
de este modo al tránsito.

II Macabeos 15
1 Supo Nicanor que los hombres de Judas se hallaban en la región de
Samaría y decidió atacarlos sin riesgo en el día del descanso.
2 Los judíos, que le acompañaban a la fuerza, le dijeron: «No mates
así de modo tan salvaje y bárbaro; respeta y honra más bien el día que con
preferencia ha sido santificado por Aquél que todo lo ve.»
3 Aquel hombre tres veces malvado preguntó si en el cielo había un
Soberano que hubiera prescrito celebrar el día del sábado.

4 Ellos le replicaron: «Es el mismo Señor que vive como Soberano en


el cielo el que mandó observar el día séptimo.»
5 Entonces el otro dijo: «También yo soy soberano en la tierra: el que
ordena tomar las armas y prestar servicio al rey.» Sin embargo no pudo
realizar su malvado designio.
6 Nicanor, jactándose con altivez, deliberaba erigir un trofeo común
con los despojos de los hombres de Judas.
7 Macabeo, por su parte, mantenía incesantemente su confianza, con
la entera esperanza de recibir ayuda de parte del Señor,

8 y exhortaba a los que le acompañaban a no temer el ataque de los


gentiles, teniendo presentes en la mente los auxilios que antes les habían
venido del Cielo, y a esperar también entonces la victoria que les habría de
venir de parte del Todopoderoso.
9 Les animaba citando la Ley y los Profetas, y les recordaba los
combates que habían llevado a cabo; así les infundía mayor ardor.
10 Después de haber levantado sus ánimos, les puso además de
manifiesto la perfidia de los gentiles y la violación de sus juramentos.

11 Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad de los escudos


y las lanzas, como con la confianza de sus buenas palabras. Les refirió
además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró a
todos.
12 Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo
sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras,
distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica
de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los
judíos.

13 Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus


blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa
soberanía.
14 Onías había dicho: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora
mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.»
15 Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada
de oro, y al dársela había pronunciado estas palabras:
16 «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la
que destrozarás a los enemigos.»

17 Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de


estimular al valor y de robustecer las almas jóvenes, decidieron no
resguardarse en la defensa, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y que,
en un cuerpo a cuerpo, la fortuna decidiera, porque peligraban la ciudad, la
religión y el Templo.
18 En verdad que el cuidado por sus mujeres e hijos, por sus
hermanos y parientes quedaba en segundo término; el primero y principal
era por el Templo consagrado.

19 Igualmente para los que habían quedado en la ciudad no era menor


la ansiedad, preocupados como estaban por el ataque en campo raso.
20 Todos aguardaban la decisión inmimente. Los enemigos se habían
concentrado y el ejército se había alineado en orden de batalla. Los
elefantes se habían situado en lugar apropiado y la caballería estaba
dispuesta en las alas.
21 Entonces Macabeo, al observar la presencia de las tropas, la
variedad de las armas preparadas y el fiero aspecto de los elefantes,
extendió las manos al cielo e invocó al Señor que hace prodigios, pues bien
sabía que, no por medio de las armas, sino según su decisión, concede él la
victoria a los que la merecen.

22 Decía su invocación de la siguiente forma: «Tú, Soberano,


enviaste tu ángel a Ezequías, rey de Judá, que dio muerte a cerca de
185.000 hombres del ejército de Senaquerib;
23 ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante
de nosotros para infundir el temor y el espanto.
24 ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando
a atacar a tu pueblo santo!» Así terminó sus palabras.
25 Mientras la gente de Nicanor avanzaba al son de trompetas y
cantos de guerra,

26 los hombres de Judas entablaron combate con el enemigo entre


invocaciones y plegarias.
27 Luchando con las manos, pero orando a Dios en su corazón,
abatieron no menos de 35.000 hombres, regocijándose mucho por la
manifestación de Dios.
28 Al volver de su empresa, en gozoso retorno, reconocieron a
Nicanor caído, con su armadura.
29 Entre clamores y tumulto, bendecían al Señor en su lengua patria.
30 Entonces, el que en primera fila se había entregado, en cuerpo y
alma, al bien de sus conciudadanos, el que había guardado hacia sus
compatriotas los buenos sentimientos de su juventud, mandó cortar la
cabeza de Nicanor y su brazo, hasta el hombro, y llevarlos a Jerusalén.

31 Llegado allí convocó a sus compatriotas, puso a los sacerdotes


ante el altar y mandó buscar a los de la Ciudadela.
32 Les mostró la cabeza del abominable Nicanor y la mano que aquel
infame había tendido insolentemente hacia la santa Casa del Todopoderoso;
33 y después de haber cortado la lengua del impío Nicanor, ordenó
que se diera en trozos a los pájaros y que se colgara frente al santuario la
paga de su insensatez.
34 Todos entonces levantaron hacia el cielo sus bendiciones en honor
del Señor que se les había manifestado, diciendo: «Bendito el que ha
conservado puro su Lugar Santo.»

35 La cabeza de Nicanor fue colgada de la Ciudadela, como señal


manifiesta y visible para todos del auxilio del Señor.
36 Decretaron todos por público edicto no dejar pasar aquel día sin
solemnizarlo, y celebrarlo el día trece del duodécino mes, llamado Adar en
arameo, la víspera del Día de Mardoqueo.
37 Así pasaron los acontecimientos relacionados con Nicanor. Como
desde aquella época la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también
terminaré aquí mismo mi relato.

38 Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo


pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible.
39 Como el beber vino solo o sola agua es dañoso, y en cambio, el
vino mezclado con agua es agradable y de un gusto delicioso, igualmente la
disposición grata del relato encanta los oídos de los que dan en leer la obra.
Y aquí pongamos fin.

JOB
Job 1
1 Había una vez en el país de Us un hombre llamado Job: hombre
cabal, recto, que temía a Dios y se apartaba del mal.
2 Le habían nacido siete hijos y tres hijas.
3 Tenía también 7.000 ovejas, 3.000 camellos, quinientas yuntas de
bueyes, quinientas asnas y una servidumbre muy numerosa. Este hombre
era, pues, el más grande de todos los hijos de Oriente.
4 Solían sus hijos celebrar banquetes en casa de cada uno de ellos, por
turno, e invitaban también a sus tres hermanas a comer y beber con ellos.
5 Al terminar los días de estos convites, Job les mandaba a llamar para
purificarlos; luego se levantaba de madrugada y ofrecía holocaustos por
cada uno de ellos. Porque se decía: «Acaso mis hijos hayan pecado y
maldecido a Dios en su corazón.» Así hacía Job siempre.
6 El día que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh, vino
también entre ellos el Satán.
7 Yahveh dijo al Satán: «¿De dónde vienes?» El Satán respondió a
Yahveh: «De recorrer la tierra y pasearme por ella.»
8 Y Yahveh dijo al Satán: «¿No te has fijado en mi siervo Job? ¡No
hay nadie como él en la tierra; es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y
se aparta del mal!»
9 Respondió el Satán a Yahveh: «Es que Job teme a Dios de balde?
10 ¿No has levantado tú una valla en torno a él, a su casa y a todas sus
posesiones? Has bendecido la obra de sus manos y sus rebaños hormiguean
por el país.
11 Pero extiende tu mano y toca todos sus bienes; ¡verás si no te
maldice a la cara!»
12 Dijo Yahveh al Satán: «Ahí tienes todos sus bienes en tus manos.
Cuida sólo de no poner tu mano en él.» Y el Satán salió de la presencia de
Yahveh.
13 El día en que sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo
vino en casa del hermano mayor,
14 vino un mensajero donde Job y le dijo: «Tus bueyes estaban arando
y las asnas pastando cerca de ellos;
15 de pronto irrumpieron los sabeos y se los llevaron, y a los criados
los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»
16 Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro que dijo: «Cayó
del cielo el fuego de Dios, que quemó las ovejas y pastores hasta
consumirlos. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»
17 Aún estaba hablando éste, cuando llegó otro que dijo: «Los
caldeos, divididos en tres cuadrillas, se lanzaron sobre los camellos, se los
llevaron, y a los criados los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude escapar para
traerte la noticia.»
18 Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro que dijo: «Tus
hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor.
19 De pronto sopló un fuerte viento del lado del desierto y sacudió las
cuatro esquinas de la casa; y ésta se desplomó sobre los jóvenes, que
perecieron. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»
20 Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rapó la cabeza, y
postrado en tierra,
21 dijo: «Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornaré.
Yahveh dio, Yahveh quitó: ¡Sea bendito el nombre de Yahveh!»
22 En todo esto no pecó Job, ni profirió la menor insensatez contra
Dios.

Job 2
1 El día en que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahveh,
vino también entre ellos el Satán.
2 Yahveh dijo al Satán: «¿De dónde vienes?» El Satán respondió a
Yahveh: «De recorrer la tierra y pasearme por ella.»
3 Y Yahveh dijo al Satán: «¿Te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay
nadie como él en la tierra: es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se
aparta del mal! Aún persevera en su entereza, y bien sin razón me has
incitado contra él para perderle.»
4 Respondió el Satán a Yahveh: «¡Piel por piel! ¡Todo lo que el
hombre posee lo da por su vida!
5 Pero extiende tu mano y toca sus huesos y su carne; ¡verás si no te
maldice a la cara!»
6 Y Yahveh dijo al Satán: «Ahí le tienes en tus manos; pero respeta su
vida.»
7 El Satán salió de la presencia de Yahveh, e hirió a Job con una llaga
maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza.
8 Job tomó una tejoleta para rascarse, y fue a sentarse entre la basura.
9 Entonces su mujer le dijo: «¿Todavía perseveras en tu entereza?
¡Maldice a Dios y muérete!»
10 Pero él le dijo: «Hablas como una estúpida cualquiera. Si
aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?» En todo esto no pecó
Job con sus labios.
11 Tres amigos de Job se enteraron de todos estos males que le habían
sobrevenido, y vinieron cada uno de su país: Elifaz de Temán, Bildad de
Súaj y Sofar de Naamat. Y juntos decidieron ir a condolerse y consolarle.
12 Desde lejos alzaron sus ojos y no le reconocieron. Entonces
rompieron a llorar a gritos. Rasgaron sus mantos y se echaron polvo sobre
su cabeza.
13 Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete
noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy
grande.

Job 3
1 Después de esto, abrió Job la boca y maldijo su día.
2 Tomó Job la palabra y dijo:
3 ¡Perezca el día en que nací, y la noche que dijo: «Un varón ha sido
concebido!»
4 El día aquel hágase tinieblas, no lo requiera Dios desde lo alto, ni
brille sobre él la luz.
5 Lo reclamen tinieblas y sombras, un nublado se cierna sobre él, lo
estremezca un eclipse.
6 Sí, la oscuridad de él se apodere, no se añada a los días del año, ni
entre en la cuenta de los meses.
7 Y aquella noche hágase inerte, impenetrable a los clamores de
alegría.
8 Maldíganla los que maldicen el día, los dispuestos a despertar a
Leviatán.
9 Sean tinieblas las estrellas de su aurora, la luz espere en vano, y no
vea los párpados del alba.
10 Porque no me cerró las puertas del vientre donde estaba, ni ocultó a
mis ojos el dolor.
11 ¿Por qué no morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del
vientre?
12 ¿Por qué me acogieron dos rodillas? ¿por qué hubo dos pechos
para que mamara?
13 Pues ahora descansaría tranquilo, dormiría ya en paz,
14 con los reyes y los notables de la tierra, que se construyen
soledades;
15 o con los príncipes que poseen oro y llenan de plata sus moradas.
16 O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no
vieron la luz.
17 Allí acaba la agitación de los malvados, allí descansan los
exhaustos.
18 También están tranquilos los cautivos, sin oír más la voz del
capataz.
19 Chicos y grandes son allí lo mismo, y el esclavo se ve libre de su
dueño.
20 ¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen
amargada el alma,
21 a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda
más que por un tesoro,
22 a los que se alegran ante el túmulo y exultan cuando alcanzan la
tumba,
23 a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios tiene
cercado?
24 Como alimento viene mi suspiro, como el agua se derraman mis
lamentos.
25 Porque si de algo tengo miedo, me acaece, y me sucede lo que
temo.
26 No hay para mí tranquilidad ni calma, no hay reposo: turbación es
lo que llega.

Job 4
1 Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo:
2 Si se intentara hablarte, ¿lo soportarías? Pero ¿quién puede contener
sus palabras?
3 Mira, tú dabas lección a mucha gente, infundías vigor a las manos
caídas;
4 tus razones sostenían al que vacilaba, robustecías las rodillas
endebles.
5 Y ahora que otro tanto te toca, te deprimes, te alcanza el golpe a ti, y
todo te turbas.
6 ¿No es tu confianza la piedad, y tu esperanza tu conducta
intachable?
7 ¡Recuerda! ¿Qué inocente jamás ha perecido? ¿dónde han sido los
justos extirpados?
8 Así lo he visto: los que labran maldad y siembran vejación, eso
cosechan.
9 Bajo el aliento de Dios perecen éstos, desaparecen al soplo de su ira.
10 Ruge el león, brama la leona, mas los dientes de los leoncillos
quedan rotos.
11 Perece el león falto de presa, y los cachorros de la leona se
dispersan.
12 A mí se me ha dicho furtivamente una palabra, mi oído ha
percibido su susurro.
13 En las pesadillas por las visiones de la noche, cuando a los
hombres el letargo invade,
14 un temblor me entró, un escalofrío, que estremeció todos mis
huesos...
15 Se escurre un soplo por mi rostro, eriza los pelos de mi carne.
16 Alguien surge... no puedo reconocer su cara; una imagen delante de
mis ojos. Silencio..., después oigo una voz:
17 «¿Es justo ante Dios algún mortal? ¿ante su Hacedor es puro un
hombre?
18 Si no se fía de sus mismos servidores, y aun a sus ángeles achaca
desvarío,
19 ¡cuánto más a los que habitan estas casas de arcilla, ellas mismas
hincadas en el polvo! Se les aplasta como a una polilla;
20 de la noche a la mañana quedan pulverizados. Para siempre
perecen sin advertirlo nadie;
21 se les arranca la cuerda de su tienda, y mueren privados de
sabiduría.»

Job 5
1 ¡Llama, pues! ¿Habrá quien te responda? ¿a cuál de los santos vas a
dirigirte?
2 En verdad el enojo mata al insensato, la pasión hace morir al necio.
3 Yo mismo he visto al insensato echar raíces, y sin tardar he
maldecido su morada:
4 ¡Estén sus hijos lejos de toda salvación, sin defensor hollados en la
Puerta!
5 Su cosecha la devora un hambriento, pues Dios se la quita de los
dientes, y los sedientos absorben su fortuna.
6 No, no brota la iniquidad el polvo, ni germina del suelo la aflicción.
7 Es el hombre quien la aflicción engendra, como levantan el vuelo
los hijos del relámpago.
8 Yo por mí a Dios recurriría, expondría a Dios mi causa.
9 El es autor de obras grandiosas e insondables, de maravillas sin
número.
10 El derrama la lluvia sobre la haz de la tierra, y envía las aguas a los
campos.
11 Para poner en alto a los postrados, y que los míseros a la salud se
eleven,
12 las tramas de los astutos desbarata, y sus manos no logran sus
intrigas.
13 Prende a los sabios en su astucia, el consejo de los sagaces se hace
ciego.
14 En pleno día tropiezan con tinieblas, a mediodía van a tientas cual
si fuese de noche.
15 El salva al arruinado de sus fauces y al indigente de las manos del
violento.
16 Así el débil renace a la esperanza, y cierra su boca la injusticia.
17 ¡Oh sí, feliz el hombre a quien corrige Dios! ¡No desprecies, pues,
la lección de Sadday!
18 Pues él es el que hiere y el que venda la herida, el que llaga y luego
cura con su mano;
19 seis veces ha de librarte de la angustia, y a la séptima el mal no te
alcanzará.
20 Durante el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra, del
alcance de la espada.
21 Estarás a cubierto del punzón de la lengua, sin miedo a la
devastación, cuando se acerque.
22 Te reirás de la sequía y de la helada, y no temerás a las bestias de la
tierra.
23 Pues con las piedras del campo harás alianza, la bestia salvaje
vivirá en paz contigo.
24 Sabrás que tu tienda está a cubierto, nada echarás en falta cuando
revises tu morada.
25 Sabrás que tu descendencia es numerosa, tus vástagos, como la
hierba de la tierra.
26 Llegarás a la tumba vigoroso, como se hacinan las gavillas a su
tiempo.
27 Todo esto es lo que hemos observado: y así es. A ti te toca
escuchar y aprovecharte.
Job 6
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 ¡Ah, si pudiera pesarse mi aflicción, si mis males se pusieran en la
balanza juntos!
3 Pesarían más que la arena de los mares: por eso mis razones se
desmandan.
4 Pues las flechas de Sadday están en mí, mi espíritu bebe su veneno,
y contra mí se alinean los terrores de Dios.
5 ¿Rozna el onagro junto a la hierba verde? ¿muge el buey junto al
forraje?
6 ¿Se come acaso lo insípido sin sal? en la clara del huevo ¿hay algún
gusto?

7 Lo que aun tocar me repugnaba eso es ahora mi comida de enfermo.


8 ¡Ojalá se realizara lo que pido, que Dios cumpliera mi esperanza,
9 que él consintiera en aplastarme, que soltara su mano y me segara!
10 Tendría siquiera este consuelo, exultaría de gozo en mis tormentos
crueles, por no haber eludido los decretos del Santo.
11 ¿Cuál es mi fuerza para que aún espere, qué fin me espera para que
aguante mi alma?

12 ¿Es mi fuerza la fuerza de la roca? ¿es mi carne de bronce?


13 ¿No está mi apoyo en una nada? ¿no se me ha ido lejos toda
ayuda?
14 El que retira la compasión al prójimo abandona el temor de
Sadday.
15 Me han defraudado mis hermanos lo mismo que un torrente, igual
que el lecho de torrentes que pasan:
16 turbios van de aguas de hielo, sobre ellos se disuelve la nieve;
17 pero en tiempo de estiaje se evaporan, en cuanto hace calor se
extinguen en su lecho.
18 Por ellos las caravanas se apartan de su ruta, en el desierto se
adentran y se pierden.
19 Las caravanas de Temá los otean, en ellos esperan los convoyes de
Sabá.
20 Pero se ve corrida su confianza; al llegar junto a ellos se quedan
confundidos.
21 Así sois ahora vosotros para mí: veis algo horrible y os
amedrentáis.
22 ¿He dicho acaso: «Dadme algo, haced regalos por mí de vuestros
bienes;
23 arrancadme de la mano de un rival, de la mano de tiranos
rescatadme?»
24 Instruidme, que yo me callaré; hacedme ver en qué me he
equivocado.
25 ¡Qué dulces son las razones ecuánimes!, pero, ¿qué es lo que
critican vuestras críticas?
26 ¿Intentáis criticar sólo palabras, dichos desesperados que se lleva el
viento?
27 ¡Vosotros echáis a suerte al mismo huérfano, especuláis con
vuestro propio amigo!
28 Y ahora, por favor, volveos a mí, que no he de mentiros a la cara.
29 ¡Tornad, pues, que no haya entuerto! ¡Tornad, que está en juego mi
justicia!
30 ¿Hay entuerto en mis labios? ¿no distingue mi paladar las cosas
malas?

Job 7
1 ¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra? ¿no son
jornadas de mercenario sus jornadas?
2 Como esclavo que suspira por la sombra, o como jornalero que
espera su salario,
3 así meses de desencanto son mi herencia, y mi suerte noches de
dolor.
4 Al acostarme, digo: «¿Cuándo llegará el día?» Al levantarme:
«¿Cuándo será de noche?», y hasta el crepúsculo ahíto estoy de sobresaltos.
5 Mi carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas, mi piel se
agrieta y supura.
6 Mis días han sido más raudos que la lanzadera, han desaparecido al
acabarse el hilo.
7 Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no volverán a ver la
dicha.
8 El ojo que me miraba ya no me verá, pondrás en mí tus ojos y ya no
existiré.
9 Una nube se disipa y pasa, así el que baja al seol no sube más.
10 No regresa otra vez a su casa, no vuelve a verle su lugar.
11 Por eso yo no he de contener mi boca, hablaré en la angustia de mi
espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma.
12 ¿Acaso soy yo el Mar, soy el monstruo marino, para que pongas
guardia contra mí?
13 Si digo: «Mi cama me consolará, compartirá mi lecho mis
lamentos»,
14 con sueños entonces tú me espantas, me sobresaltas con visiones.
15 ¡Preferiría mi alma el estrangulamiento, la muerte más que mis
dolores!
16 Ya me disuelvo, no he de vivir por siempre; ¡déjame ya; sólo un
soplo son mis días!
17 ¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas
en él tu corazón,
18 para que le escrutes todas las mañanas y a cada instante le
escudriñes?
19 ¿Cuándo retirarás tu mirada de mí? ¿no me dejarás ni el tiempo de
tragar saliva?
20 Si he pecado, ¿qué te he hecho a ti, oh guardián de los hombres?
¿Por qué me has hecho blanco tuyo? ¿Por qué te sirvo de cuidado?
21 ¿Y por qué no toleras mi delito y dejas pasar mi falta? Pues ahora
me acostaré en el polvo, me buscarás y ya no existiré.

Job 8
1 Bildad de Súaj tomó la palabra y dijo:
2 ¿Hasta cuándo estarás hablando de ese modo, y un gran viento serán
las razones de tu boca?
3 ¿Acaso Dios tuerce el derecho, Sadday pervierte la justicia?
4 Si tus hijos pecaron contra él, ya los dejó a merced de sus delitos.
5 Mas si tú a Dios recurres e imploras a Sadday,
6 si eres irreprochable y recto, desde ahora él velará sobre ti y
restaurará tu morada de justicia.
7 Tu pasado parecerá insignificante el lado de tu espléndido futuro.
8 Pregunta, si no, a la generación pasada, medita en la experiencia de
sus padres.
9 Nosotros de ayer somos y no sabemos nada, como una sombra
nuestros días en la tierra.
10 Pero ellos te instruirán y te hablarán, y de su corazón sacarán estas
máximas:
11 «¿Brota acaso el papiro sin marismas? ¿Crece sin agua el junco?
12 Aún en su verdor, sin ser cortado, antes que toda otra hierba se
marchita.
13 Tal es el fin de los que a Dios olvidan, así fenece la esperanza del
impío.
14 Su confianza es un hilo solamente, su seguridad una tela de araña.
15 Se apoya en su morada, y no le aguanta, se agarra a ella y no
resiste.
16 Bien regado ante la faz del sol, por encima de su huerto salían sus
renuevos.
17 Sobre un majano entrelazadas sus raíces, vivía en una casa de
piedra.
18 Mas cuando se le arranca de su sitio, éste le niega: “¡No te he visto
jamás!”
19 Y vedle ya cómo se pudre en el camino, mientras que del suelo
brotan otros.»
20 No, Dios no rechaza al íntegro, ni da la mano a los malvados.
21 La risa ha de llenar aún tu boca y tus labios el clamor de júbilo.
22 Tus enemigos serán cubiertos de vergüenza, y desaparecerá la
tienda de los malos.

Job 9
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 Bien sé yo, en verdad, que es así: ¿cómo ante Dios puede ser justo
un hombre?
3 A quien pretenda litigar con él, no le responderá ni una vez entre
mil.
4 Entre los más sabios, entre los más fuertes, ¿quién le hizo frente y
salió bien librado?
5 El traslada los montes sin que se den cuenta, y los zarandea en su
furor.
6 El sacude la tierra de su sitio, y se tambalean sus columnas.

7 A su veto el sol no se levanta, y pone un sello a las estrellas.


8 El solo desplegó los Cielos, y holló la espalda de la Mar.
9 El hizo la Osa y Orión, las Cabrillas y las Cámaras del Sur.
10 Es autor de obras grandiosas, insondables, de maravillas sin
número.
11 Si pasa junto a mí, yo no le veo, si se desliza, no le advierto.
12 Si en algo hace presa, ¿quién le estorbará? ¿quién le dirá: «¿Qué es
lo que haces?»
13 Dios no cede en su cólera: bajo él quedan postrados los esbirros de
Ráhab.
14 ¡Cuánto menos podré yo defenderme y rebuscar razones frente a él!
15 Aunque tuviera razón, no hallaría respuesta, ¡a mi juez tendría que
suplicar!
16 Y aunque le llame y me responda, aún no creo que escuchará mi
voz.
17 ¡El, que me aplasta por un pelo, que multiplica sin razón mis
heridas,
18 y ni aliento recobrar me deja, sino que me harta de amargura!
19 Si se trata de fuerza, ¡es él el Poderoso! Si de justicia, ¿quién le
emplazará?
20 Si me creo justo, su boca me condena, si intachable, me declara
perverso.
21 ¿Soy intachable? ¡Ni yo mismo me conozco, y desprecio mi vida!
22 Pero todo da igual, y por eso digo: él extermina al intachable y al
malvado.
23 Si un azote acarrea la muerte de improviso, él se ríe de la angustia
de los inocentes.
24 En un país sujeto al poder de un malvado, él pone un velo en el
rostro de sus jueces: si no es él, ¿quién puede ser?
25 Mis días han sido más raudos que un correo, se han ido sin ver la
dicha.
26 Se han deslizado lo mismo que canoas de junco, como águila que
cae sobre la presa.
27 Si digo: «Voy a olvidar mis quejas, mudaré de semblante para
ponerme alegre»,
28 me asalta el temor de todos mis pesares, pues sé que tú no me
tendrás por inocente.
29 Y si me he hecho culpable, ¿para qué voy a fatigarme en vano?
30 Aunque me lave con jabón, y limpie mis manos con lejía,
31 tú me hundes en el lodo, y mis propios vestidos tienen horror de
mí.
32 Que él no es un hombre como yo, para que le responda, para
comparecer juntos en juicio.
33 No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano entre los dos,
34 y que de mí su vara aparte para que no me espante su terror.
35 Pero hablaré sin temerle, pues yo no soy así para mí mismo.
Job 10
1 Asco tiene mi alma de mi vida: derramaré mis quejas sobre mí,
hablaré en la amargura de mi alma.
2 Diré a Dios: ¡No me condenes, hazme saber por qué me enjuicias!
3 ¿Acaso te está bien mostrarte duro, menospreciar la obra de tus
manos, y el plan de los malvados avalar?
4 ¿Tienes tú ojos de carne? ¿Como ve un mortal, ves tú?
5 ¿Son tus días como los de un mortal? ¿tus años como los días de un
hombre?,

6 ¡para que andes rebuscando mi falta, inquiriendo mi pecado,


7 aunque sabes muy bien que yo no soy culpable, y que nadie puede
de tus manos librar!
8 Tus manos me formaron, me plasmaron, ¡y luego, en arrebato,
quieres destruirme!
9 Recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has
de devolverme.
10 ¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso?
11 De piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios.

12 Luego con la vida me agraciaste y tu solicitud cuidó mi aliento.


13 Y algo más todavía guardabas en tu corazón, sé lo que aún en tu
mente quedaba:
14 el vigilarme por si peco. y no verme inocente de mi culpa.
15 Si soy culpable, ¡desgraciado de mí! y si soy inocente, no levanto
la cabeza, ¡yo saturado de ignominia, borracho de aflicción!
16 Y si la levanto, como un león me das caza, y repites tus proezas a
mi costa.
17 Contra mí tu hostilidad renuevas, redoblas tu saña contra mí; sin
tregua me asaltan tus tropas de relevo.
18 ¿Para qué me sacaste del seno? Habría muerto sin que me viera
ningún ojo;
19 sería como si no hubiera existido, del vientre se me habría llevado
hasta la tumba.
20 ¿No son bien poco los días de mi existencia? Apártate de mí para
gozar de un poco de consuelo,
21 antes que me vaya, para ya no volver, a la tierra de tinieblas y de
sombra,
22 tierra de oscuridad y de desorden, donde la misma claridad es
como la calígine.

Job 11
1 Sofar de Naamat tomó la palabra y dijo:
2 ¿No habrá respuesta para el charlatán? ¿por ser locuaz se va a tener
razón?
3 ¿Tu palabrería hará callar a los demás? ¿te mofarás sin que nadie te
confunda?
4 Tú has dicho: «Es pura mi conducta, a tus ojos soy irreprochable.»
5 ¡Ojalá Dios hablara, que abriera sus labios para responderte
6 y te revelara los arcanos de la Sabiduría que desconciertan toda
sagacidad! Sabrías entonces que Dios olvida aún parte de tu culpa.
7 ¿Pretendes alcanzar las honduras de Dios, llegar hasta la perfección
de Sadday?
8 Más alta es que los cielos: ¿qué harás tú? más honda que el seol:
¿qué puedes tú saber?
9 Más larga que la tierra su amplitud, y más ancha que el mar.
10 Si él interviene, encarcela y cita a juicio, ¿quién se lo impedirá?
11 Porque él conoce a los hombres de engaño, ve la iniquidad y
atiende a ella.
12 El insensato se hará cuerdo cuando un pollino de onagro nazca
hombre.

13 Pero si tú tu corazón arreglas y tiendes tus palmas hacia él,


14 si alejas la iniquidad que hay en tu mano y no dejas que more en
tus tiendas la injusticia,
15 entonces alzarás tu frente limpia, te sentirás firme y sin temor.
16 Dejarás tu infortunio en el olvido como agua pasada lo recordarás.
17 Y más radiante que el mediodía surgirá tu existencia, como la
mañana será la oscuridad.
18 Vivirás seguro porque habrá esperanza, aun después de confundido
te acostarás tranquilo.

19 Cuando descanses, nadie te turbará, y adularán muchos tu rostro.


20 Mas los ojos de los malvados languidecen, todo refugio les fracasa;
su esperanza es el último suspiro.

Job 12
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 En verdad, vosotros sois el pueblo, con vosotros la Sabiduría morirá.
3 Yo también sé pensar como vosotros, no os cedo en nada: ¿a quién
se le ocultan esas cosas?
4 La irrisión de su amigo, eso soy yo, cuando grito hacia Dios para
obtener repuesta. ¡Irrisión es el justo perfecto!
5 «¡Al infortunio, el desprecio! - opinan los dichosos -; ¡un golpe más
a quien vacila!»
6 Mientras viven en paz las tiendas de los salteadores, en plena
seguridad los que irritan a Dios, los que meten a Dios en su puño!
7 Pero interroga a las bestias, que te instruyan, a las aves del cielo, que
te informen.
8 Te instruirán los reptiles de la tierra, te enseñarán los peces del mar.
9 Pues entre todos ellos, ¿quién ignora que la mano de Dios ha hecho
esto?
10 El, que tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de
toda carne de hombre.
11 ¿No es el oído el que aprecia los discursos, como el paladar
saborea los manjares?
12 ¿No está entre los ancianos el saber, en los muchos años la
inteligencia?
13 Pero con él sabiduría y poder, de él la inteligencia y el consejo.
14 Si él destruye, no se puede edificar; si a alguno encierra, no se
puede abrir.
15 Si retiene las aguas, sobreviene sequía, si las suelta, avasallan la
tierra.
16 Con él la fuerza y la agudeza; suyos son seducido y seductor.
17 A los consejeros hace él andar descalzos, y entontece a los jueces.
18 Desata la banda de los reyes y les pasa una soga por los lomos.
19 Hace andar descalzos a los sacerdotes y derriba a los que están más
firmes.
20 Quita el habla a los más hábiles y a los ancianos arrebata el juicio.
21 Sobre los nobles vierte el menosprecio y suelta la correa de los
fuertes.
22 Revela la profundidad de las tinieblas, y saca a la luz la sombra.
23 Levanta a las naciones y luego las destruye, ensancha a los pueblos
y luego los suprime.
24 Quita el ánimo a los jefes del país, los hace vagar por desierto sin
camino;
25 y andan a tientas en tinieblas, sin luz, se tambalean como un ebrio.

Job 13
1 ¡Oh!, mis ojos han visto todo esto, mis orejas lo han oído y
entendido.
2 Sí, yo lo sé tan bien como vosotros, no os cedo en nada.
3 Pero es a Sadday a quien yo hablo, a Dios quiero hacer mis réplicas.
4 Vosotros no sois más que charlatanes, curanderos todos de
quimeras.
5 ¡Oh, si os callarais la boca! sería eso vuestra sabiduría.
6 Oíd mis descargos, os lo ruego, atended a la defensa de mis labios.
7 ¿En defensa de Dios decís falsía, y por su causa razones mentirosas?
8 ¿Así lucháis en su favor y de Dios os hacéis abogados?
9 ¿No convendría que él os sondease? ¿Jugaréis con él como se juega
con un hombre?
10 El os dará una severa corrección, si en secreto hacéis favor a
alguno.
11 ¿Su majestad no os sobrecoge, no os impone su terror?
12 Máximas de ceniza son vuestras sentencias, vuestras réplicas son
réplicas de arcilla.

13 ¡Dejad de hablarme, porque voy a hablar yo, venga lo que viniere!


14 Tomo mi carne entre mis dientes, pongo mi alma entre mis manos.
15 El me puede matar: no tengo otra esperanza que defender mi
conducta ante su faz.
16 Y esto mismo será mi salvación, pues un impío no comparece en su
presencia.
17 Escuchad, escuchad mis palabras, prestad oído a mis declaraciones.
18 Mirad: un proceso he preparado, consciente de que tengo razón.
19 ¿Quién es el que quiere litigar conmigo? ¡Pues desde ahora acepto
callar y perecer!
20 Sólo dos cosas te pido que me ahorres, y no me esconderé de tu
presencia:
21 que retires tu mano que pesa sobre mí, y no me espante tu terror.
22 Arguye tú y yo responderé; o bien yo hablaré y tú contestarás.
23 ¿Cuántas son mis faltas y pecados? ¡Mi delito, mi pecado,
házmelos saber!
24 ¿Por qué tu rostro ocultas y me tienes por enemigo tuyo?
25 ¿Quieres asustar a una hoja que se lleva el viento, perseguir una
paja seca?
26 Pues escribes contra mí amargos fallos, me imputas las faltas de mi
juventud;
27 pones mis pies en cepos, vigilas mis pasos todos y mides la huella
de mis pies.
28 Y él se deshace cual leño carcomido, como vestido que roe la
polilla,

Job 14
1 el hombre, nacido de mujer, corto de días y harto de tormentos.
2 Como la flor, brota y se marchita, y huye como la sombra sin
pararse.
3 ¡Y sobre un ser tal abres tú los ojos, le citas a juicio frente a ti!
4 Mas ¿quién podrá sacar lo puro de lo impuro? ¡Ninguno!
5 Si es que están contados ya sus días, si te es sabida la cuenta de sus
meses, si un límite le has fijado que no franqueará,
6 aparta de él tus ojos, déjale, hasta que acabe, como un jornalero, su
jornada.
7 Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar, y no
dejará de echar renuevos.
8 Incluso con raíces en tierra envejecidas, con un tronco que se muere
en el polvo,
9 en cuanto siente el agua, reflorece y echa ramaje como una planta
joven.
10 Pero el hombre que muere queda inerte, cuando un humano expira,
¿dónde está?

11 Podrán agotarse las aguas del mar, sumirse los ríos y secarse,
12 que el hombre que yace no se levantará, se gastarán los cielos antes
que se despierte, antes que surja de su sueño.
13 ¡Ojalá en el seol tú me guardaras, me escondieras allí mientras pasa
tu cólera, y una tregua me dieras, para acordarte de mí luego
14 - pues, muerto el hombre, ¿puede revivir? - todos los días de mi
milicia esperaría, hasta que llegara mi relevo!

15 Me llamarías y te respondería; reclamarías la obra de tus manos.


16 En lugar de contar mi pasos, como ahora, no te cuidarías más de
mis pecados;
17 dentro de un saco se sellaría mi delito, y blanquearías mi falta.
18 Ay, como el monte acabará por derrumbarse, la roca cambiará de
sitio,
19 las aguas desgastarán las piedras, inundará una llena los terrenos,
así aniquilas tú la esperanza del hombre.
20 Le aplastas para siempre, y se va, desfiguras su rostro y le
despides.
21 Que sean honrados sus hijos, no lo sabe; que sean despreciados, no
se entera.
22 Tan solo por él sufre su carne, sólo por él se lamenta su alma.

Job 15
1 Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo:
2 ¿Responde un sabio con una ciencia de aire, hincha su vientre de
solano,
3 replicando con palabras vacías, con discursos inútiles?
4 ¡Tú llegas incluso a destruir la piedad, a anular los piadosos
coloquios ante Dios!
5 Ya que tu culpa inspira tus palabras, y eliges el hablar de los astutos,
6 tu propia boca te condena, que no yo, tus mismos labios atestiguan
contra ti.
7 ¿Has nacido tú el primero de los hombres? ¿Se te dio a luz antes que
a las colinas?
8 ¿Escuchas acaso los secretos de Dios? ¿acaparas la sabiduría?!
9 ¿Qué sabes tú, que nosotros no sepamos? ¿qué comprendes, que a
nosotros se escape?
10 ¡También entre nosotros hay un cano, un anciano, más cargado de
días que tu padre!
11 ¿Te parecen poco los consuelos divinos, y una palabra que con
dulzura se te dice?
12 ¡Cómo te arrebata el corazón, qué aviesos son tus ojos,
13 cuando revuelves contra Dios tu furia y echas palabras por la boca!
14 ¿Cómo puede ser puro un hombre? ¿cómo ser justo el nacido de
mujer?
15 Si ni en sus santos tiene Dios confianza, y ni los cielos son puros a
sus ojos,
16 ¡cuánto menos un ser abominable y corrompido, el hombre, que
bebe la iniquidad como agua!
17 Voy a instruirte, escúchame, voy a contarte lo que he visto,
18 lo que transmiten los sabios, sin pasar por alto nada de sus padres,
19 - a ellos solos les fue dada la tierra, sin que se mezclara extranjero
entre ellos -:
20 «Todos sus días vive el malvado en tormento, contados están los
años asignados al tirano.
21 Grito de espanto resuena en sus oídos, en plena paz el bandido le
asalta.
22 No espera escapar a las tinieblas, y se ve destinado a la espada.
23 Asignado como pasto de los buitres, sabe que su ruina es
inminente. La hora de las tinieblas
24 le espanta, la ansiedad y la angustia le invaden, como un rey pronto
al asalto.
25 ¡Alzaba él su mano contra Dios, se atrevía a retar a Sadday!
26 Embestía contra él, el cuello tenso, tras las macizas gibas de su
escudo;
27 porque tenía el rostro cubierto de grasa, en sus ijadas había echado
sebo,
28 y habitaba ciudades destruidas, casas inhabitadas que amenazaban
convertirse en ruinas.
29 No se enriquecerá, no será estable su fortuna, su sombra no cubrirá
la tierra,
30 (ni escapará a las tinieblas). Agotará sus renuevos la llama, su flor
será barrida por el viento.
31 No se fíe de su elevada talla, pues vanidad es su follaje.
32 Se amustiará antes de tiempo, y sus ramas no reverdecerán.
33 Sacudirá como la viña sus agraces, como el olivo dejará caer su
flor.
34 Sí, es estéril la ralea del impío, devora el fuego la tienda del
soborno.
35 Quien concibe dolor, desgracia engendra, su vientre incuba
decepción»
Job 16
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 ¡He oído muchas cosas como ésas! ¡Consoladores funestos sois
todos vosotros!
3 «¿No acabarán esas palabras de aire?» O: «¿qué es lo que te pica
para responder?»
4 También yo podría hablar como vosotros, si estuvierais en mi lugar;
contra vosotros ordenaría discursos, meneando por vosotros mi cabeza;
5 os confortaría con mi boca, y no dejaría de mover los labios.

6 Mas si hablo, no cede mi dolor, y si callo, ¿acaso me perdona?


7 Ahora me tiene ya extenuado; tú has llenado de horror a toda la
reunión
8 que me acorrala; mi calumniador se ha hecho mi testigo, se alza
contra mí, a la cara me acusa;
9 su furia me desgarra y me persigue, rechinando sus dientes contra
mí. Mis adversarios aguzan sobre mí sus ojos,
10 abren su boca contra mí. Ultrajándome hieren mis mejillas, a una
se amotinan contra mí.

11 A injustos Dios me entrega, me arroja en manos de malvados.


12 Estaba yo tranquilo cuando él me golpeó, me agarró por la nuca
para despedazarme. Me ha hecho blanco suyo:
13 me cerca con sus tiros, traspasa mis entrañas sin piedad y derrama
por tierra mi hiel.
14 Abre en mí brecha sobre brecha, irrumpe contra mí como un
guerrero.
15 Yo he cosido un sayal sobre mi piel, he hundido mi frente en el
polvo.
16 Mi rostro ha enrojecido por el llanto, la sombra mis párpados
recubre.
17 Y eso que no hay en mis manos violencia, y mi oración es pura.
18 ¡Tierra, no cubras tú mi sangre, y no quede en secreto mi clamor!
19 Ahora todavía está en los cielos mi testigo, allá en lo alto está mi
defensor,
20 que interpreta ante Dios mis pensamientos; ante él fluyen mis ojos:
21 ¡Oh, si él juzgara entre un hombre y Dios, como entre un mortal y
otro mortal!
22 Pues mis años futuros son contados, y voy a emprender el camino
sin retorno.

Job 17
1 Mi aliento se agota, mis días se apagan sólo me queda el cementerio.
2 ¿No estoy a merced de las burlas, y en amarguras pasan mis ojos las
noches?
3 Coloca, pues, mi fianza junto a ti, ¿quién, si no, querrá chocar mi
mano?
4 Tú has cerrado su mente a la razón, por eso ninguna mano se levanta
5 Como el que anuncia a sus amigos un reparto, cuando languidecen
los ojos de sus hijos,
6 me he hecho yo proverbio de las gentes, alguien a quien escupen en
la cara.
7 Mis ojos se apagan de pesar, mis miembros se desvanecen como
sombra.
8 Los hombres rectos quedan de ello asombrados, contra el impío se
indigna el inocente;
9 el justo se afianza en su camino, y el de manos puras redobla su
energía.
10 Pero, vosotros todos, volved otra vez, ¡no hallaré un solo sabio
entre vosotros!
11 Mis días han pasado con mis planes, se han deshecho los deseos de
mi corazón.
12 Algunos hacen de la noche día: se acercaría la luz que ahuyenta las
tinieblas.
13 Mas ¿qué espero? Mi casa es el seol, en las tinieblas extendí mi
lecho.
14 Y grito a la fosa: «¡Tú mi padre!», a los gusanos: «¡Mi madre y mis
hermanos!»
15 ¿Dónde está, pues, mi esperanza? y mi felicidad ¿quién la divisa?
16 ¿Van a bajar conmigo hasta el seol? ¿Nos hundiremos juntos en el
polvo?

Job 18
1 Bildad de Súaj tomó la palabra y dijo:
2 ¿Cuándo pondréis freno a las palabras? Reflexionad, y después
hablaremos.
3 ¿Por qué hemos de ser tenidos como bestias, y a vuestros ojos somos
impuros?
4 Oh tú, que te desgarras en tu cólera, ¿la tierra acaso quedará por ti
desierta, se moverá la roca de su sitio?
5 Sí, la luz del malvado ha de apagarse, ya no brillará su ardiente
llama.
6 La luz en su tienda se oscurece, de encima de él se apaga la candela.

7 Se acortan sus pasos vigorosos, le pierde su propio consejo.


8 Porque sus pies le meten en la red, entre mallas camina.
9 Por el talón le apresa un lazo, el cepo se cierra sobre él.
10 Oculto en la tierra hay un nudo para él, una trampa le espera en el
sendero.
11 Por todas partes le estremecen terrores, y le persiguen paso a paso.
12 El hambre es su cortejo, la desgracia se adhiere a su costado.
13 Devora el mal su piel, el Primogénito de la Muerte roe sus
miembros.
14 Se le arranca del seguro de su tienda, se le lleva donde el Rey de
los terrores.
15 Se ocupa su tienda, ya no suya, se esparce azufre en su morada.
16 Por abajo se secan sus raíces, por arriba se amustia su ramaje.
17 Su recuerdo desaparece de la tierra, no le queda nombre en la
comarca.
18 Se le arroja de la luz a las tinieblas, del orbe se le expulsa.
19 Ni prole ni posteridad tiene en su pueblo, ningún superviviente en
sus moradas.
20 De su fin se estremece el Occidente, y el Oriente queda preso de
terror.
21 Tan sólo esto son las moradas del impío, tal el lugar del que a Dios
desconoce.

Job 19
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 ¿Hasta cuándo afligiréis mi alma y a palabras me acribillaréis?
3 Ya me habéis insultado por diez veces, me habéis zarandeado sin
reparo.
4 Aunque de hecho hubiese errado, en mí solo quedaría mi yerro.
5 Si es que aún queréis triunfar de mí y mi oprobio reprocharme,
6 sabed ya que es Dios quien me hace entuerto, y el que en su red me
envuelve.
7 Si grito: ¡Violencia!, no obtengo respuesta; por más que apelo, no
hay justicia.
8 El ha vallado mi ruta para que yo no pase, ha cubierto mis senderos
de tinieblas.
9 Me ha despojado de mi gloria, ha arrancado la corona de mi frente.
10 Por todas partes me mina y desaparezco, arranca como un árbol mi
esperanza.
11 Enciende su ira contra mí, me considera su enemigo.
12 En masa sus huestes han llegado, su marcha de asalto han abierto
contra mí, han puesto cerco a mi tienda.
13 A mis hermanos ha alejado de mí, mis conocidos tratan de
esquivarme.
14 Parientes y deudos ya no tengo, los huéspedes de mi casa me
olvidaron.
15 Por un extraño me tienen mis criadas, soy a sus ojos un
desconocido.
16 Llamo a mi criado y no responde, aunque le implore con mi propia
boca.
17 Mi aliento repele a mi mujer, fétido soy para los hijos de mi
vientre.
18 Hasta los chiquillos me desprecian, si me levanto, me hacen burla.
19 Tienen horror de mí todos mis íntimos, los que yo más amaba se
han vuelto contra mí.
20 Bajo mi piel mi carne cae podrida, mis huesos se desnudan como
dientes.
21 ¡Piedad, piedad de mí, vosotros mis amigos, que es la mano de
Dios la que me ha herido!
22 ¿Por qué os cebáis en mí como hace Dios, y no os sentís ya ahítos
de mi carne?
23 ¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá en monumento se
grabaran,
24 y con punzón de hierro y buril, para siempre en la roca se
esculpieran!
25 Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará
sobre el polvo.
26 Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a
Dios.
27 Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro.
¡Dentro de mí languidecen mis entrañas!
28 Y si vosotros decís: «¿Cómo atraparle, qué pretexto hallaremos
contra él?»,
29 temed la espada por vosotros mismos, pues la ira se encenderá
contra las culpas y sabréis que hay un juicio.

Job 20
1 Sofar de Naamat tomó la palabra y dijo:
2 Por esto mis pensamientos a replicar me incitan: por la impaciencia
que me urge.
3 Una lección que me ultraja he escuchado, mas el soplo de mi
inteligencia me incita a responder.
4 ¿No sabes tú que desde siempre, desde que el hombre en la tierra fue
puesto,
5 es breve la alegría del malvado, y de un instante el gozo del impío?
6 Aunque su talla se alzara hasta los cielos y las nubes tocara su
cabeza,
7 como un fantasma desaparece para siempre, los que le veían dicen:
«¿Dónde está?»
8 Se vuela como un sueño inaprensible, se le ahuyenta igual que a una
visión nocturna.
9 El ojo que le observaba ya no le ve más, ni le divisa el lugar donde
estaba.
10 A los pobres tendrán que indemnizar sus hijos, sus niños habrán de
devolver sus bienes.
11 Sus huesos rebosaban de vigor juvenil: mas ya con él postrado está
en el polvo.

12 Si el mal era dulce a su boca, si bajo su lengua lo albergaba,


13 si allí lo guardaba tenazmente y en medio del paladar lo retenía,
14 su alimento en sus entrañas se corrompe, en su interior se le hace
hiel de áspid.
15 Vomita las riquezas que engulló, Dios se las arranca de su vientre.
16 Veneno de áspides chupaba: lengua de víbora le mata.
17 Ya no verá los arroyos de aceite, los torrentes de miel y de cuajada.
18 Devuelve su ganancia sin tragarla, no saborea el fruto de su
negocio.
19 Porque estrujó las chozas de los pobres, robó casas en vez de
construirlas;
20 porque su vientre se mostró insaciable, sus tesoros no le salvarán;
21 porque a su voracidad nada escapaba, por eso no dura su
prosperidad.
22 En plena abundancia la estrechez le sorprende, la desgracia, en
tromba, cae sobre él.
23 En el momento de llenar su vientre, suelta Dios contra él el ardor
de su cólera y lanza sobre su carne una lluvia de saetas.

24 Si del arma de hierro logra huir, el arco de bronce le traspasa.


25 Sale una flecha por su espalda, una hoja fulgurante de su hígado.
Los terrores se abalanzan sobre él,
26 total tiniebla aguarda a sus tesoros. Un fuego que nadie atiza le
devora, y consume lo que en su tienda aún queda,
27 Los cielos ponen su culpa al descubierto, y la tierra se alza contra
él.
28 La hacienda de su casa se derrama, como torrentes, en el día de la
cólera.
29 Tal es la suerte que al malvado Dios reserva, la herencia de Dios
para el maldito.

Job 21
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 Escuchad, escuchad mis razones, dadme siquiera este consuelo.
3 Tened paciencia mientras hablo yo, cuando haya hablado, os podréis
burlar.
4 ¿Acaso me quejo yo de un hombre? ¿Por qué entonces no he de ser
impaciente?
5 Volved hacia mí: quedaréis espantados y la mano pondréis en
vuestra boca.
6 Que yo mismo me horrorizo al recordarlo, y mi carne es presa de un
escalofrío.
7 ¿Por qué siguen viviendo los malvados, envejecen y aún crecen en
poder?
8 Su descendencia ante ellos se afianza, sus vástagos se afirman a su
vista.
9 En paz sus casas, nada temen, la vara de Dios no cae sobre ellos.
10 Su toro fecunda sin marrar, sin abortar su vaca pare.
11 Dejan correr a sus niños como ovejas, sus hijos brincan como
ciervos.
12 Cantan con arpa y cítara, al son de la flauta se divierten.

13 Acaban su vida en la ventura, en paz descienden al seol.


14 Y con todo, a Dios decían: «¡Lejos de nosotros, no queremos
conocer tus caminos!
15 ¿Qué es Sadday para que le sirvamos, qué podemos ganar con
aplacarle?»
16 ¿No está en sus propias manos su ventura, aunque el consejo de los
malos quede lejos de Dios?
17 ¿Cuántas veces la lámpara de los malos se apaga, su desgracia
irrumpe sobre ellos, y él reparte dolores en su cólera?
18 ¿Son como paja ante el viento, como tamo que arrebata un
torbellino?
19 ¿Va a guardar Dios para sus hijos su castigo? ¡que le castigue a él,
para que sepa!
20 ¡Vea su ruina con sus propios ojos, beba de la furia de Sadday!
21 ¿Qué le importa la suerte de su casa, después de él, cuando se haya
cortado la cuenta de sus meses?
22 Pero, ¿se enseña a Dios la ciencia? ¡Si es él quien juzga a los seres
más excelsos!
23 Hay quien muere en su pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la
paz,
24 repletos de grasa su ijares, bien empapado el meollo de sus huesos.
25 Y hay quien muere, la amargura en el alma, sin haber gustado la
ventura.
26 Juntos luego se acuestan en el polvo, y los gusanos los recubren.
27 ¡Oh, sé muy bien lo que pensáis, las malas ideas que os formáis
sobre mí!
28 «¿Dónde está, os decís, la casa del magnate? ¿dónde la tienda que
habitaban los malos?»
29 ¿No habéis interrogado a los viandantes? ¿no os han pasmado los
casos que refieren?
30 Que el malo es preservado en el día del desastre, en el día de los
furores queda a salvo.
31 Pues, ¿quién le echa en cara su conducta y le da el merecido de su
obras?
32 Cuando es llevado al cementerio, sobre el mausoleo hace vela.
33 Dulces le son los terrones del torrente, y detrás de él desfila todo el
mundo.
34 ¿Cómo, pues, me consoláis tan en vano? ¡Pura falacia son vuestras
respuestas!

Job 22
1 Elifaz de Temán tomó la palabra y dijo:
2 ¿Acaso a Dios puede un hombre ser útil? ¡Sólo a sí mismo es útil el
sensato!
3 ¿Tiene algún interés Sadday por tu justicia? ¿Gana algo con que seas
intachable?
4 ¿Acaso por tu piedad él te corrige y entra en juicio contigo?
5 ¿No será más bien por tu mucha maldad, por tus culpas sin límite?
6 Porque exigías sin razón prendas a tus hermanos, arrancabas a los
desnudos sus vestidos,

7 no dabas agua al sediento, al hambriento le negabas el pan;


8 como hombre fuerte que hace suyo el país, y, rostro altivo, se sitúa
en él,
9 despachabas a las viudas con las manos vacías y quebrabas los
brazos de los huérfanos.
10 Por eso los lazos te aprisionan y te estremece un pavor súbito.
11 La luz se hace tiniebla, y ya no ves, y una masa de agua te
sumerge.
12 ¿No está Dios en lo alto de los cielos? ¡Mira la cabeza de las
estrellas, qué altas!
13 Y tú has dicho: «¿Qué conoce Dios? ¿Discierne acaso a través del
nublado?
14 Un velo opaco son las nubes para él, y anda por el contorno de los
cielos.»
15 ¿Vas a seguir tú la ruta antigua que anduvieron los hombres
perversos?
16 Antes de tiempo fueron aventados, cuando un río arrasó sus
cimientos.
17 Los que decían a Dios: «¡Apártate de nosotros! ¿Qué puede
hacernos Sadday?»
18 Y era él el que colmaba sus casas de ventura, aunque el consejo de
los malos seguía lejos de él.
19 Al verlo los justos se recrean, y de ellos hace burla el inocente:
20 «¡Cómo acabó nuestro adversario! ¡el fuego ha devorado su
opulencia!».
21 Reconcíliate con él y haz la paz: así tu dicha te será devuelta.
22 Recibe de su boca la enseñanza, pon sus palabras en tu corazón.
23 Si vuelves a Sadday con humildad, si alejas de tu tienda la
injusticia,
24 si tiras al polvo el oro, el Ofir a los guijarros del torrente,

25 Sadday se te hará lingotes de oro y plata a montones para ti.


26 Tendrás entonces en Sadday tus delicias y hacia Dios levantarás tu
rostro.
27 El escuchará cuando le invoques, y podrás cumplir tus votos.
28 Todo lo que emprendas saldrá bien, y por tus caminos brillará la
luz.
29 Porque él abate el orgullo de los grandes, y salva al que baja los
ojos.
30 El libra al inocente; si son tus manos puras, serás salvo.
Job 23
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 Todavía mi queja es una rebelión; su mano pesa sobre mi gemido.
3 ¡Quién me diera saber encontrarle, poder llegar a su morada!
4 Un proceso abriría delante de él, llenaría mi boca de argumentos.
5 Sabría las palabras de su réplica, comprendería lo que me dijera.
6 ¿Precisaría gran fuerza para disputar conmigo? No, tan sólo tendría
que prestarme atención.
7 Reconocería en su adversario a un hombre recto, y yo me libraría de
mi juez para siempre.
8 Si voy hacia el oriente, no está allí; si al occidente, no le advierto.
9 Cuando le busco al norte, no aparece, y tampoco le veo si vuelvo al
mediodía.
10 Pero él mis pasos todos sabe: ¡probado en el crisol, saldré oro puro!
11 Mi pie se ha adherido a su paso, he guardado su ruta sin desvío;
12 del mandato de sus labios no me aparto, he albergado en mi seno
las palabras de su boca.
13 Mas él decide, ¿quién le hará retractarse? Lo que su alma ha
proyectado lleva a término.

14 Así ejecutará mi sentencia, como tantas otras decisiones suyas.


15 Por eso estoy, ante él, horrorizado, y cuanto más lo pienso, más me
espanta.
16 Dios me ha enervado el corazón, Sadday me ha aterrorizado.
17 Pues no he desaparecido en las tinieblas, pero él ha cubierto de
oscuridad mi rostro.

Job 24
1 ¿Por qué Sadday no se reserva tiempos, y los que le conocen no
contemplan sus días?
2 Los malvados remueven los mojones, roban el rebaño y su pastor.
3 Se llevan el asno de los huérfanos, toman en prenda el buey de la
viuda.
4 Los mendigos tienen que retirarse del camino, a una se ocultan los
pobres del país.
5 Como onagros del desierto salen a su tarea, buscando presa desde el
alba, y a la tarde, pan para sus crías.

6 Cosechan en el campo del inicuo, vendimian la viña del malvado.


7 Pasan la noche desnudos, sin vestido, sin cobertor contra el frío.
8 Calados por el turbión de las montañas, faltos de abrigo, se pegan a
la roca.
9 Al huérfano se le arranca del pecho, se toma en prenda al niño del
pobre.
10 Desnudos andan, sin vestido; hambrientos, llevan las gavillas.
11 Pasan el mediodía entre dos paredes, pisan los lagares y no quitan
la sed.
12 Desde la ciudad gimen los que mueren, el herido de muerte pide
auxilio, ¡y Dios sigue sordo a la oración!
13 Otros hay rebeldes a la luz: no reconocen sus caminos ni
frecuentan sus senderos.
14 Aún no es de día cuando el asesino se levanta para matar al pobre y
al menesteroso. Por la noche merodea el ladrón.
15 El ojo del adúltero el crepúsculo espía: «Ningún ojo - dice - me
divisa», y cubre su rostro con un velo.
16 Las casas perfora en las tinieblas. Durante el día se ocultan los que
no quieren conocer la luz.
17 Para todos ellos la mañana es sombra, porque sufren entonces sus
terrores.
18 No es más que una paja sobre el agua, su hacienda es maldita en el
país, nadie toma el camino de su viña.
19 Como el calor de sequía arrebata el agua de nieve, así el seol al que
ha pecado.
20 El seno que le formó se olvida de él, y su nombre no se recuerda
más. Así la iniquidad es desgajada como un árbol.
21 Maltrataba a la estéril, la que no da a luz, y a la viuda no trataba
bien.
22 Pero Aquel que agarra con su fuerza a los tiranos se levanta, y va el
otro no cuenta con la vida.
23 Le dejaba apoyarse con seguridad, pero sus ojos vigilaban sus
caminos.
24 Se encumbró por un instante, y ya no existe, se abate como el
armuelle que se corta, como la cresta de la espiga se amustia.
25 ¿No es así? ¿quién me puede desmentir y reducir a nada mi
palabra?

Job 25
1 Bildad de Súaj tomó la palabra y dijo:
2 Es soberano de temible fuerza el que hace reinar la paz en sus
alturas.
3 ¿Puede contar alguien sus tropas? ¿Contra quién no se alza su luz?
4 ¿Cómo un hombre será justo ante Dios? ¿cómo puro el nacido de
mujer?
5 Si ni la luna misma tiene brillo, ni las estrellas son puras a sus ojos,
6 ¡cuánto menos un hombre, esa gusanera, un hijo de hombre, ese
gusano!
Job 26
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 ¡Qué bien has sostenido al débil y socorrido al brazo inválido!
3 ¡Qué bien has aconsejado al ignorante, qué hábil talento has
demostrado!
4 ¿A quién has dirigido tus discursos, y de quién es el espíritu que ha
salido de ti?
5 Las Sombras tiemblan bajo tierra, las aguas y sus habitantes se
estremecen.
6 Ante él, el Seol está al desnudo, la Perdición al descubierto.
7 El extiende el Septentrión sobre el vacío, sobre la nada suspende la
tierra.
8 El encierra las aguas en sus nubes, sin que bajo su peso el nublado
reviente.
9 El encubre la cara de la luna llena, desplegando sobre ella su
nublado.
10 El trazó un cerco sobre la haz de las aguas, hasta el confín de la luz
con las tinieblas,
11 Se tambalean las columnas del cielo, presas de terror a su amenaza.
12 Con su poder hendió la mar, con su destreza quebró a Ráhab.
13 Su soplo abrillantó los cielos, su mano traspasó a la Serpiente
Huidiza,
14 Estos son los contornos de sus obras, de que sólo percibimos un
apagado eco. Y el trueno de su potencia, ¿quién lo captará?

Job 27
1 Job continuó pronunciando su discurso y dijo:
2 ¡Vive Dios, que justicia me rehúsa, por Sadday, que me ha
amargado el alma,
3 mientras siga en mí todo mi espíritu y el aliento de Dios en mis
narices,
4 no dirán mis labios falsedad, ni mi lengua proferirá mentira!
5 Lejos de mí daros la razón: hasta mi último suspiro mantendré mi
inocencia.
6 Me he aferrado a mi justicia, y no la soltaré, mi corazón no se
avergüenza de mis días.
7 ¡Tenga la suerte del malvado mi enemigo, la del injusto mi
adversario!
8 Pues ¿cuál es la esperanza del impío cuando suplica, cuando hacia
Dios eleva su alma?
9 ¿Acaso Dios escucha su gemido, cuando viene sobre él una
calamidad?
10 ¿Tenía él sus delicias en Sadday? ¿invocaba a Dios en todo
instante?
11 Yo os muestro el proceder de Dios, sin ocultar los secretos de
Sadday.
12 Y si todos vosotros ya lo habéis comprobado, ¿para qué esos vanos
discursos al vacío?
13 Esta es la suerte que al malvado Dios reserva, la herencia que
reciben de Sadday los violentos.
14 Aunque sean muchos sus hijos, son para la espada, y sus vástagos
no tendrán pan con que saciarse.
15 Los que queden serán sepultados por la Peste, y sus viudas no los
llorarán.
16 Si acumula la plata como polvo, si amontona vestidos como fango,
17 ¡que amontone!: un justo se vestirá con ellos, un inocente heredará
la plata.
18 Se edificó una casa de araña, como garita que un guarda construye.
19 Rico se acuesta, mas por última vez; cuando abre los ojos, ya no es
nada.
20 En pleno día le asaltan los terrores, de noche un torbellino le
arrebata.
21 El solano se lo lleva, y desaparece, le arranca del lugar de su
mansión.
22 Sin compasión por blanco se le toma, trata de huir de la mano que
le hiere.
23 Bátense palmas a su ruina, doquiera se encuentre se le silba.

Job 28
1 Hay, sí, para la plata un venero, para el oro un lugar donde se
purifica.
2 Se extrae del suelo el hierro, una piedra fundida se hace cobre.
3 Se pone fin a las tinieblas, hasta el último límite se excava la piedra
oscura y lóbrega.
4 Extranjeros abren galerías de todo pie olvidadas, y oscilan, se
balancean, lejos de los humanos.
5 Tierra de donde sale el pan, que está revuelta, abajo, por el fuego.

6 Lugar donde las piedras son zafiro y contienen granos de oro.


7 Sendero que no conoce el ave de rapiña, ni el ojo del buitre lo
columbra.
8 No lo pisaron los hijos del orgullo, el león jamás lo atravesó.
9 Aplica el hombre al pedernal su mano, descuaja las montañas de
raíz.
10 Abre canales en las rocas, ojo avizor a todo lo precioso.
11 Explora las fuentes de los ríos, y saca a luz lo oculto.

12 Mas la Sabiduría, ¿de dónde viene? ¿cuál es la sede de la


Inteligencia?
13 Ignora el hombre su sendero, no se le encuentra en la tierra de los
vivos.
14 Dice el Abismo: «No está en mí», y el Mar: «No está conmigo.»
15 No se puede dar por ella oro fino, ni comprarla a precio de plata,
16 ni evaluarla con el oro de Ofir, el ágata preciosa o el zafiro.
17 No la igualan el oro ni el vidrio, ni se puede cambiar por vaso de
oro puro.
18 Corales y cristal ni mencionarlos, mejor es pescar Sabiduría que
perlas.
19 No la iguala el topacio de Kus, ni con oro puro puede evaluarse.
20 Mas la Sabiduría, ¿de dónde viene? ¿cuál es la sede de la
Inteligencia?
21 Ocúltase a los ojos de todo ser viviente, se hurta a los pájaros del
cielo.
22 La Perdición y la Muerte dicen: «De oídas sabemos su renombre.»
23 Sólo Dios su camino ha distinguido, sólo él conoce su lugar.
24 (Porque él otea hasta los confines de la tierra, y ve cuanto hay bajo
los cielos.)
25 Cuando dio peso al viento y aforó las aguas con un módulo,
26 cuando a la lluvia impuso ley y un camino a los giros de los
truenos,
27 entonces la vio y le puso precio, la estableció y la escudriñó.
28 Y dijo al hombre: «Mira, el temor del Señor es la Sabiduría, huir
del mal, la Inteligencia.»

Job 29
1 Job continuó pronunciando su discurso y dijo:
2 ¡Quién me hiciera volver a los meses de antaño, aquellos días en que
Dios me guardaba,
3 cuando su lámpara brillaba sobre mi cabeza, y yo a su luz por las
tinieblas caminaba;
4 como era yo en los días de mi otoño, cuando vallaba Dios mi tienda,
5 cuando Sadday estaba aún conmigo, y en torno mío mis muchachos,
6 cuando mis pies se bañaban en manteca, y regatos de aceite destilaba
la roca!
7 Si yo salía a la puerta que domina la ciudad y mi asiento en la plaza
colocaba,
8 se retiraban los jóvenes al verme, y los viejos se levantaban y
quedaban en pie.
9 Los notables cortaban sus palabras y ponían la mano en su boca.
10 La voz de los jefes se ahogaba, su lengua se pegaba al paladar.
11 Oído que lo oía me llamaba feliz, ojo que lo veía se hacía mi
testigo.
12 Pues yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía
valedor.
13 La bendición del moribundo subía hacia mí, el corazón de la viuda
yo alegraba.
14 Me había puesto la justicia, y ella me revestía, como manto y
turbante, mi derecho.
15 Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies.
16 Era el padre de los pobres, la causa del desconocido examinaba.
17 Quebraba los colmillos del inicuo, de entre sus dientes arrancaba su
presa.
18 Y me decía: «Anciano moriré, como la arena aumentaré mis días.
19 Mi raíz está franca a las aguas, el rocío se posa de noche en mi
ramaje.
20 Mi gloria será siempre nueva en mí, y en mi mano mi arco
renovará su fuerza.
21 Me escuchaban ellos con expectación, callaban para oír mi consejo.
22 Después de hablar yo, no replicaban, y sobre ellos mi palabra caía
gota a gota.
23 Me esperaban lo mismo que a la lluvia, abrían su boca como a
lluvia tardía.
24 Si yo les sonreía, no querían creerlo, y la luz de mi rostro no
dejaban perderse.
25 Les indicaba el camino y me ponía al frente, me asentaba como un
rey en medio de su tropa, y por doquier les guiaba a mi gusto.

Job 30
1 Mas ahora ríense de mí los que son más jóvenes que yo, a cuyos
padres no juzgaba yo dignos de mezclar con los perros de mi grey.
2 Aun la fuerza de sus manos, ¿para qué me servía?; había decaído
todo su vigor,
3 agotado por el hambre y la penuria. Roían las raíces de la estepa,
lugar sombrío de ruina y soledad.
4 Recogían armuelle por los matorrales, eran su pan raíces de retama.
5 De entre los hombres estaban expulsados, tras ellos se gritaba como
tras un ladrón.
6 Moraban en las escarpas de los torrentes, en las grietas del suelo y
de las rocas.
7 Entre los matorrales rebuznaban, se apretaban bajo los espinos.
8 Hijos de abyección, sí, ralea sin nombre, echados a latigazos del
país.
9 ¡Y ahora soy yo la copla de ellos, el blanco de sus chismes!
10 Horrorizados de mí, se quedan a distancia, y sin reparo a la cara me
escupen.
11 Porque él ha soltado mi cuerda y me maltrata, ya tiran todo freno
ante mí.
12 Una ralea se alza a mi derecha, exploran si me encuentro tranquilo,
y abren hacia mí sus caminos siniestros.
13 Mi sendero han destruido, para perderme se ayudan, y nada les
detiene;
14 como por ancha brecha irrumpen, se han escurrido bajo los
escombros.
15 Los terrores se vuelven contra mí, como el viento mi dignidad es
arrastrada; como una nube ha pasado mi ventura.
16 Y ahora en mí se derrama mi alma, me atenazan días de aflicción.
17 De noche traspasa el mal mis huesos, y no duermen las llagas que
me roen.
18 Con violencia agarra él mi vestido, me aferra como el cuello de mi
túnica.
19 Me ha tirado en el fango, soy como el polvo y la ceniza.
20 Grito hacia ti y tú no me respondes, me presento y no me haces
caso.
21 Te has vuelto cruel para conmigo, tu mano vigorosa en mí se ceba.
22 Me llevas a caballo sobre el viento, me zarandeas con la tempestad.
23 Pues bien sé que a la muerte me conduces, al lugar de cita de todo
ser viviente.
24 Y sin embargo, ¿he vuelto yo la mano contra el pobre, cuando en
su angustia justicia reclamaba?
25 ¿No he llorado por el que vive en estrechez? ¿no se ha apiadado mi
alma del mendigo?
26 Yo esperaba la dicha, y llegó la desgracia, aguardaba la luz, y llegó
la oscuridad.
27 Me hierven las entrañas sin descanso, me han alcanzado días de
aflicción.
28 Sin haber sol, ando renegrido, me he levantado en la asamblea, sólo
para gritar.
29 Me he hecho hermano de chacales y compañero de avestruces.
30 Mi piel se ha ennegrecido sobre mí, mis huesos se han quemado
por la fiebre.
31 ¡Mi cítara sólo ha servido para el duelo, mi flauta para la voz de
plañidores!

Job 31
1 Había hecho yo un pacto con mis ojos, y no miraba a ninguna
doncella.
2 Y ¿cuál es el reparto que hace Dios desde arriba, cuál la suerte que
manda Sadday desde la altura?
3 ¿No es acaso desgracia para el inicuo, tribulación para los
malhechores?
4 ¿No ve él mis caminos, no cuenta todos mis pasos?
5 ¿He caminado junto a la mentira? ¿he apretado mi paso hacia la
falsedad?
6 ¡Péseme él en balanza de justicia, conozca Dios mi integridad!
7 Si mis pasos del camino se extraviaron, si tras mis ojos fue mi
corazón, si a mis manos se adhiere alguna mancha,
8 ¡coma otro lo que yo sembré, y sean arrancados mis retoños!
9 Si mi corazón fue seducido por mujer, si he fisgado a la puerta de mi
prójimo,
10 ¡muela para otro mi mujer, y otros se encorven sobre ella!
11 Pues sería ello una impudicia, un crimen a justicia sujeto;
12 sería fuego que devora hasta la Perdición y que consumiría toda mi
hacienda.
13 Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva, en sus
pleitos conmigo,
14 ¿qué podré hacer cuando Dios se levante? cuando él investigue,
¿qué responderé?
15 ¿No los hizo él, igual que a mí, en el vientre? ¿no nos formó en el
seno uno mismo?
16 Me he negado al deseo de los débiles? ¿dejé desfallecer los ojos de
la viuda?
17 ¿Comí solo mi pedazo de pan, sin compartirlo con el huérfano?
18 ¡Siendo así que desde mi infancia me crió él como un padre, me
guió desde el seno materno!

19 ¿He visto a un miserable sin vestido, a algún pobre desnudo,


20 sin que en lo íntimo de su ser me bendijera, y del vellón de mis
corderos se haya calentado?
21 Si he alzado mi mano contra un huérfano, por sentirme respaldado
en la Puerta,
22 ¡mi espalda se separe de mi nuca, y mi brazo del hombro se
desgaje!
23 Pues el terror de Dios caería sobre mí, y ante su majestad no podría
tenerme.
24 ¿He hecho del oro mi confianza, o he dicho al oro fino: «Tú, mi
seguridad»?
25 ¿Me he complacido en la abundancia de mis bienes, en que mi
mano había ganado mucho?
26 ¿Acaso, al ver el sol cómo brillaba, y la luna que marchaba
radiante,
27 mi corazón, en secreto, se dejó seducir para enviarles un beso con
la mano?
28 También hubiera sido una falta criminal, por haber renegado del
Dios de lo alto.
29 ¿Del infortunio de mi enemigo me alegré, me gocé de que el mal le
alcanzara?
30 ¡Yo que no permitía a mi lengua pecar reclamando su vida con una
maldición!
31 ¿No decían las gentes de mi tienda: «¿Hay alguien que no se haya
hartado con su carne?»
32 El forastero no pernoctaba a la intemperie, tenía abierta mi puerta
al caminante.
33 ¿He disimulado mis culpas a los hombres, ocultando en mi seno mi
pecado,
34 porque temiera el rumor público, o el desprecio de las gentes me
asustara, hasta quedar callado sin atreverme a salir mi puerta?
35 ¡Oh! ¿quién hará que se me escuche? Esta es mi última palabra:
¡respóndame Sadday! El libelo que haya escrito mi adversario
36 pienso llevarlo sobre mis espaldas, ceñírmelo igual que una
diadema.
37 Del número de mis pasos voy a rendirle cuentas, como un príncipe
me llegaré hasta él.
38 Si mi tierra grita contra mí, y sus surcos lloran con ella,
39 si he comido sus frutos sin pagarlos y he hecho expirar a sus
dueños,
40 ¡en vez de trigo broten en ella espinas, y en lugar de cebada hierba
hedionda! Fin de las palabras de Job.

Job 32
1 Aquellos tres hombres dejaron de replicar a Job, porque se tenía por
justo.
2 Entonces montó en cólera Elihú, hijo de Barakel el buzita, de la
familia de Ram. Su cólera se inflamó contra Job, porque pretendía tener
razón frente a Dios;
3 y también contra sus tres amigos, porque no habían hallado ya nada
que replicar y de esa manera habían dejado mal a Dios.
4 Mientras hablaban ellos con Job, Elihú se había mantenido a la
expectativa, porque eran más viejos que él.
5 Pero cuando vio que en la boca de los tres hombres ya no quedaba
respuesta, montó en cólera.
6 Tomó, pues, la palabra Elihú, hijo de Barakel el buzita, y dijo: Soy
pequeño en edad, y vosotros sois viejos; por eso tenía miedo, me asustaba el
declararos mi saber.
7 Me decía yo: «Hablará la edad, los muchos años enseñarán
sabiduría.»
8 Pero en verdad, es un soplo en el hombre, es el espíritu de Sadday lo
que hace inteligente.
9 No son sabios los que están llenos de años, ni los viejos quienes
comprenden lo que es justo.
10 Por eso he dicho: Escuchadme, voy a declarar también yo mi saber.
11 Hasta ahora vuestras razones esperaba, prestaba oído a vuestros
argumentos; mientras tratabais de buscar vocablos,
12 tenía puesta en vosotros mi atención. Y veo que ninguno a Job da
réplica, nadie de entre vosotros a sus dichos responde.
13 No digáis, pues: «Hemos hallado la sabiduría; nos instruye Dios,
no un hombre.»
14 No hilaré yo palabras como ésas, no le replicaré en vuestros
términos.
15 Han quedado vencidos, no han respondido más: les han faltado las
palabras.
16 He esperado, pero ya que no hablan, puesto que se han quedado sin
respuesta,
17 responderé yo por mi parte, declararé también yo mi saber.
18 Pues estoy lleno de palabras, me urge un soplo desde dentro.
19 Es, en mi seno, como vino sin escape, que hace reventar los odres
nuevos.
20 Hablaré para desahogarme, abriré los labios y replicaré.
21 No tomaré el partido de ninguno, a nadie adularé.
22 Pues yo no sé adular: bien pronto me aventaría mi Hacedor.

Job 33
1 Ten a bien, Job, escuchar mis palabras, presta oído a todas mis
razones.
2 Ya ves que he abierto mi boca, en mi paladar habla mi lengua.
3 Mi corazón dará palabras cuerdas, la pura verdad dirán mis labios.
4 El soplo de Dios me hizo, me animó el aliento de Sadday.
5 Si eres capaz, replícame, ¡alerta, ponte en guardia ante mí!
6 Mira, soy como tú, no soy un dios, también yo de arcilla fui
plasmado.
7 Por eso mi terror no te ha de espantar, no pesará mi mano sobre ti.
8 No has hecho más que decir a mis propios oídos, - pues he oído el
son de tus palabras -:
9 «Puro soy, sin delito; limpio estoy, no hay culpa en mí.
10 Pero él inventa contra mí pretextos, y me reputa como su enemigo;
11 mis pies pone en el cepo, espía todas mis sendas.»
12 Pues bien, respondo, en esto no tienes razón, porque Dios es más
grande que el hombre.
13 ¿Por qué te querellas tú con él porque no responda a todas tus
palabras?
14 Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso.
15 En sueños, en visión nocturna, cuando un letargo cae sobre los
hombres, mientras están dormidos en su lecho,
16 entonces abre él el oído de los hombres, y con sus apariciones les
espanta,
17 para apartar al hombre de sus obras y acabar con su orgullo de
varón,

18 para librar su alma de la fosa y su vida de pasar el Canal.


19 También es corregido por el dolor en su camilla, por el temblor
continuo de sus huesos,
20 cuando a su vida el alimento asquea y a su alma los manjares
exquisitos,
21 cuando su carne desaparece de la vista, y sus huesos, que no se
veían, aparecen;
22 cuando su alma a la fosa se aproxima y su vida a la morada de los
muertos.
23 Si hay entonces junto a él un Ángel, un Mediador escogido entre
mil, que declare al hombre su deber,
24 que de él se apiade y diga: «Líbrale de bajar a la fosa, yo he
encontrado el rescate de su alma»,
25 su carne se renueva de vigor juvenil, vuelve a los días de su
adolescencia.
26 Invoca a Dios, que le otorga su favor, y va a ver con júbilo su
rostro Anuncia a los demás su justicia,
27 canta así entre los hombres: «Yo había pecado y torcido el derecho,
mas Dios no me ha dado el merecido.
28 Ha librado mi alma de pasar por la fosa, y mi vida contempla la
luz.»

29 He aquí todo lo que hace Dios, dos y tres veces con el hombre,
30 para recobrar su alma de la fosa, para que sea alumbrado con la luz
de los vivos.
31 Atiende, Job, escúchame, guarda silencio, y yo hablaré.
32 Si tienes algo que decir, replícame, habla, pues yo deseo darte la
razón.
33 Si no, escúchame, guarda silencio, y yo te enseñaré sabiduría.

Job 34
1 Elihú reanudó su discurso y dijo:
2 Escuchad, sabios, mis palabras, vosotros los doctos, dadme oídos.
3 Porque el oído aprecia las palabras, como el paladar gusta los
manjares.
4 Decidamos entre nosotros lo que es justo, sepamos juntos lo que es
bueno.
5 Pues Job ha dicho: «Yo soy justo, pero Dios me quita mi derecho;
6 mi juez se muestra cruel para conmigo, mi llaga es incurable,
aunque no tengo culpa.»

7 ¿Qué hombre hay como Job, que bebe el sarcasmo como agua,
8 que anda en compañía de malhechores, y camina con malvados?
9 Pues él ha dicho: «Nada gana el hombre con buscar el agrado de
Dios.»
10 Así pues, escuchadme, como hombres sensatos. Lejos de Dios el
mal, de Sadday la injusticia;
11 que la obra del hombre, él se la paga, y según su conducta trata a
cada uno.
12 En verdad, Dios no hace el mal, no tuerce el derecho Sadday.
13 ¿Quién, si no, le confió la tierra, quién le encargó del mundo
entero?
14 Si él retirara a sí su espíritu, si hacia sí recogiera su soplo,
15 a una expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería.
16 Si tienes inteligencia, escucha esto, presta oído al son de mis
palabras.
17 ¿Podría gobernar un enemigo del derecho? ¿al Justo poderoso vas a
condenar?
18 ¡Aquel que dice a un rey: «¡Inútil!», «¡Malvados!» a los nobles,
19 que no hace acepción de príncipes, ni prefiere al grande sobre el
débil, ¡pues todos son obra de sus manos!
20 Mueren ellos de repente a media noche, perecen los grandes y
pasan, y él depone a un tirano sin esfuerzo.
21 Pues sus ojos vigilan los caminos del hombre, todos sus pasos
observa.
22 No hay tinieblas ni sombra donde ocultarse los agentes del mal.
23 No asigna él un plazo al hombre para que a juicio se presente ante
Dios.

24 Quebranta a los grandes sin examen, y pone a otros en su sitio.


25 Es que él conoce sus acciones, de noche los sacude y se les pisa.
26 Como a criminales los azota, en lugar público los encadena,
27 porque se apartaron de su seguimiento, y no comprendieron todos
sus caminos,
28 hasta hacer llegar a él el gemido del débil y hacerle oír el clamor de
los humildes.
29 Mas si él sigue inmóvil, sin que nadie le perturbe, si vela su faz, sin
que nadie le perciba, es que se apiada de naciones e individuos,
30 libra al impío del cepo de la angustia,
31 Cuando éste dice a Dios: «He sido seducido, no volveré a hacer
mal;
32 si he pecado instrúyeme, si he cometido injusticia, no reincidiré».
33 ¿Acaso, según tú, tendría él que castigar, ya que rechazas sus
decisiones? Como eres tú el que aprecias, y no yo, di todo lo que sepas.
34 Mas los hombres sensatos me dirán, así como todo sabio que me
escuche:
35 «No habla Job cuerdamente, no son sensatas sus palabras.
36 Que sea Job probado a fondo, por sus respuestas dignas de
malvados.
37 Porque a su pecado la rebeldía añade, pone fin al derecho entre
nosotros, y multiplica contra Dios sus palabras.»

Job 35
1 Elihú reanudó su discurso y dijo:
2 ¿Crees que eso es juicioso, piensas ser más justo que Dios,
3 cuando dices: «¿Qué te importa a ti, o de qué me sirve a mí no haber
pecado»?
4 Yo te daré respuesta, y contigo a tus amigos.
5 ¡Mira a los cielos y ve, observa cómo las nubes son mas altas que tú!
6 Si pecas, ¿qué le causas?, si se multiplican tus ofensas, ¿qué le
haces?
7 ¿Qué le das, si eres justo, o qué recibe él de tu mano?
8 A un hombre igual que tú afecta tu maldad, a un hijo de hombre tu
justicia.
9 Bajo la carga de la opresión se gime, se grita bajo el brazo de los
grandes,
10 mas nadie dice: «¿Dónde está Dios, mi hacedor, el que hace
resonar los cantares en la noche,
11 el que nos hace más hábiles que las bestias de la tierra, más sabios
que los pájaros del cielo?»
12 Entonces se grita, sin que responda él, a causa del orgullo de los
malos.

13 Seguro, la falsedad Dios no la escucha, Sadday no le presta


atención.
14 Mucho menos, el decir que no le adviertes, que un proceso está
ante él y que le esperas;
15 o también que su cólera no castiga nada, y que ignora la rebelión
del hombre.
16 Job, pues, abre en vano su boca, multiplica a lo tonto las palabras.

Job 36
1 Prosiguió Elihú y dijo:
2 Espera un poco, y yo te instruiré, pues todavía hay palabras en favor
de Dios.
3 Voy a llevar muy lejos mi saber, y daré la razón a mi Hacedor.
4 En verdad, no son mentira mis palabras, un maestro en saber está
contigo.
5 Dios no rechaza al hombre íntegro,
6 ni deja vivir al malvado en plena fuerza. Hace justicia a los pobres,
7 y no quita al justo su derecho. El puso a los reyes en el trono, para
siempre los asienta, mas se engríen,
8 y él los amarra con cadenas, y quedan presos en los lazos de la
angustia.
9 Entonces les pone su obra al descubierto y sus culpas nacidas del
orgullo.
10 A sus oídos pronuncia una advertencia, y manda que se vuelvan de
la iniquidad.
11 Si escuchan y son dóciles, acaban sus días en ventura y en delicias
sus años.
12 Si no escuchan, pasan el Canal, y expiran por falta de cordura.
13 Y los obstinados que imponen la cólera y no piden auxilio cuando
él los encadena,

14 mueren en plena juventud, y su vida en la edad juvenil.


15 El salva al pobre por su misma pobreza, por la miseria el oído le
abre.
16 También a ti te arrancará de las fauces de la angustia. Antes
gozabas de abundancia sin límites, la grasa desbordaba de tu mesa.
17 Mas no hacías justicia de los malos, defraudabas el derecho del
huérfano.
18 Procura, pues, que no te seduzca la abundancia, ni el copioso
soborno te extravíe.
19 Haz comparecer al rico como al que nada tiene, al débil como al
poderoso.
20 No aplastes a aquellos que te son extraños, para encumbrar en su
puesto a tus parientes.
21 Guárdate de inclinarte hacia la iniquidad, que por eso te ha probado
la aflicción.
22 Mira, Dios es sublime por su fuerza, ¿quién es maestro como él?
23 ¿Quién le señaló el camino a seguir? ¿quién le diría: «Has hecho
mal»?
24 Acuérdate más bien de ensalzar su obra, que han cantado los
hombres.

25 Todo hombre la contempla, el hombre la mira desde lejos.


26 Sí, Dios es grande y no le comprendemos, el número de sus años es
incalculable.
27 El atrae las gotas de agua, pulveriza la lluvia en su vapor,
28 que luego derraman las nubes, la destilan sobre la turba humana.
29 ¿Quién además comprenderá el despliegue de la nube, los fragores
de su tienda?
30 Ved que despliega su niebla por encima cubre las cimas de los
montes.
31 Pues por ellas sustenta él a los pueblos, les da alimento en
abundancia.
32 En sus manos el rayo levanta y le ordena que alcance su destino.
33 Su trueno le anuncia, la ira se inflama contra la iniquidad.

Job 37
1 Mi corazón también por eso tiembla, y salta fuera de su sitio.
2 ¡Escuchad, escuchad el fragor de su voz, el bramido que sale de su
boca!
3 Hace relampaguear por todo el cielo, su fulgor llega a los extremos
de la tierra.
4 Detrás de él una voz ruge: truena él con su soberbia voz, y sus rayos
no retiene, mientras su voz retumba.
5 Dios nos da a ver maravillas, grandes cosas hace que no
comprendemos.
6 Cuando dice a la nieve: «¡Cae sobre la tierra!», y a los aguaceros:
«¡Lloved fuerte!»,
7 la mano de todo hombre retiene bajo sello, para que todos conozcan
su obra.
8 Las fieras a sus guaridas huyen y en sus cubiles se cobijan.
9 Del sur llega el huracán, el frío, de los vientos del norte.
10 Al soplo de Dios se forma el hielo, se congela la extensión de las
aguas.
11 El carga a la nube de un rayo, el nublado esparce su fulgor,
12 y éste, gira girando, circula conforme a sus designios. Así ejecutan
sus órdenes en todo sobre la haz de su orbe terráqueo.
13 Ya como castigo para los pueblos de la tierra, ya como gracia, él
los envía.
14 Presta, Job, oído a esto, tente y observa los prodigios de Dios.
15 ¿Sabes acaso cómo Dios los rige, y cómo su nube hace brillar el
rayo?
16 ¿Sabes tú cómo las nubes cuelgan en equilibrio, 7 maravilla de una
ciencia consumada?
17 Tú, cuyos vestidos queman cuando está quieta la tierra bajo el
viento del sur,
18 ¿puedes extender con él la bóveda del cielo, sólida como espejo de
metal fundido?
19 Enséñanos qué le hemos de decir: no discutiremos más, debido a
las tinieblas.
20 Si hablo yo, ¿alguien se lo cuenta? ¿es informado de lo que un
hombre ha dicho?
21 Ahora ya no se ve la luz, que queda oscurecida por las nubes; pero
pasa el viento y las despeja,
22 y una claridad llega del norte: gloria terrible alrededor de Dios,
23 ¡es Sadday!, no podemos alcanzarle. Grande en fuerza y equidad,
maestro de justicia, sin oprimir a nadie.
24 Por eso le temen los hombres: ¡a él la veneración de todos los
sabios de corazón!

Job 38
1 Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:
2 ¿Quién es éste que empaña el Consejo con razones sin sentido?
3 Ciñe tus lomos como un bravo: voy a interrogarte, y tú me
instruirás.
4 Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la
verdad.
5 ¿Quién fijó sus medidas? ¿lo sabrías? ¿quién tiró el cordel sobre
ella?
6 ¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿quién asentó su piedra angular,
7 entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de
todos los Hijos de Dios?
8 ¿Quién encerró el mar con doble puerta, cuando del seno materno
salía borbotando;
9 cuando le puse una nube por vestido y del nubarrón hice sus pañales;
10 cuando le tracé sus linderos y coloqué puertas y cerrojos?
11 «¡Llegarás hasta aquí, no más allá - le dije -, aquí se romperá el
orgullo de tus olas!»
12 ¿Has mandado, una vez en tu vida, a la mañana, has asignado a la
aurora su lugar,
13 para que agarre a la tierra por los bordes y de ella sacuda a los
malvados?
14 Ella se trueca en arcilla de sello, se tiñe lo mismo que un vestido.
15 Se quita entonces su luz a los malvados, y queda roto el brazo que
se alzaba.
16 ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar? ¿has circulado por el
fondo del Abismo?
17 ¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte? ¿has visto las puertas
del país de la Sombra?
18 ¿Has calculado las anchuras de la tierra? Cuenta, si es que sabes,
todo esto.
19 ¿Por dónde se va a la morada de la luz? y las tinieblas, ¿dónde
tienen su sitio?,
20 para que puedas llevarlas a su término, guiarlas por los senderos de
su casa.
21 Si lo sabes, ¡es que ya habías nacido entonces, y bien larga es la
cuenta de tus días!
22 ¿Has llegado a los depósitos de nieve? ¿Has visto las reservas de
granizo,
23 que yo guardo para el tiempo de angustia, para el día de batalla y
de combate?
24 ¿Por qué camino se reparte la luz, o se despliega el solano por la
tierra?
25 ¿Quién abre un canal al aguacero, a los giros de los truenos un
camino,
26 para llover sobre tierra sin hombre, sobre el desierto donde no hay
un alma,
27 para abrevar a las soledades desoladas y hacer brotar en la estepa
hierba verde?
28 ¿Tiene padre la lluvia? ¿quién engendra las gotas de rocío?
29 ¿De qué seno sale el hielo? ¿quién da a luz la escarcha del cielo,
30 cuando las aguas se aglutinan como piedra y se congela la
superficie del abismo?
31 ¿Puedes tú anudar los lazos de las Pléyades o desatar las cuerdas de
Orión?
32 ¿Haces salir la Corona a su tiempo? ¿conduces a la Osa con sus
crías?
33 ¿Conoces las leyes de los Cielos? ¿aplicas su fuero en la tierra?
34 ¿Levantas tu voz hasta las nubes?, la masa de las aguas, ¿te
obedece?

35 A tu orden, ¿los relámpagos parten, diciéndote: «Aquí estamos»?


36 ¿Quién puso en el ibis la sabiduría? ¿quién dio al gallo
inteligencia?
37 ¿Quién tiene pericia para contar las nubes? ¿quién inclina los odres
de los cielos,
38 cuando se aglutina el polvo en una masa y los terrones se pegan
entre sí?
39 ¿Cazas tú acaso la presa a la leona? ¿calmas el hambre de los
leoncillos,
40 cuando en sus guaridas están acurrucados, o en los matorrales al
acecho?
41 ¿Quién prepara su provisión al cuervo, cuando sus crías gritan
hacia Dios, cuando se estiran faltos de comida?

Job 39
1 ¿Sabes cuándo hacen las rebecas sus crías? ¿has observado el parto
de las ciervas?
2 ¿has contado los meses de su gestación? ¿sabes la época de su
alumbramiento?
3 Entonces se acurrucan y paren a sus crías, echan fuera su camada.
4 Y cuando ya sus crías se hacen fuertes y grandes, salen al desierto y
no vuelven más a ellas.
5 ¿Quién dejó al onagro en libertad y soltó las amarras del asno
salvaje?
6 Yo le he dado la estepa por morada, por mansión la tierra salitrosa.
7 Se ríe del tumulto de las ciudades, no oye los gritos del arriero;
8 explora las montañas, pasto suyo, en busca de toda hierba verde.
9 ¿Querrá acaso servirte el buey salvaje, pasar la noche junto a tu
pesebre?
10 ¿Atarás a su cuello la coyunda? ¿rastrillará los surcos tras de ti?
11 ¿Puedes fiarte de él por su gran fuerza? ¿le confiarás tu menester?

12 ¿Estás seguro de que vuelva, de que en tu era allegue el grano?


13 El ala del avestruz, ¿se puede comparar al plumaje de la cigüeña y
del halcón?
14 Ella en tierra abandona sus huevos, en el suelo los deja calentarse;
15 se olvida de que puede aplastarlos algún pie, o cascarlos una fiera
salvaje.
16 Dura para sus hijos cual si no fueran suyos, por un afán inútil no se
inquieta.
17 Es que Dios la privó de sabiduría, y no le dotó de inteligencia.
18 Pero en cuanto se alza y se remonta, se ríe del caballo y su jinete.
19 ¿Das tú al caballo la bravura? ¿revistes su cuello de tremolante
crin?
20 ¿Le haces brincar como langosta? ¡Terror infunde su relincho
altanero!
21 Piafa de júbilo en el valle, con brío se lanza al encuentro de las
armas.
22 Se ríe del miedo y de nada se asusta, no retrocede ante la espada.
23 Va resonando sobre él la aljaba, la llama de la lanza y el dardo.
24 Hirviendo de impaciencia la tierra devora, no se contiene cuando
suena la trompeta.
25 A cada toque de trompeta dice: «¡Aah!» olfatea de lejos el
combate, las voces de mando y los clamores.
26 ¿Acaso por tu acuerdo el halcón emprende el vuelo, despliega sus
alas hacia el sur?
27 ¿Por orden tuya se remonta el águila y coloca su nido en las
alturas?
28 Pone en la roca su mansión nocturna, su fortaleza en un picacho.

29 Desde allí acecha a su presa, desde lejos la divisan sus ojos.


30 Sus crías lamen sangre; donde hay muertos, allí está.

Job 40
1 Y Yahveh se dirigió a Job y le dijo:
2 ¿Cederá el adversario de Sadday? ¿El censor de Dios va a replicar
aún?
3 Y Job respondió a Yahveh:
4 ¡He hablado a la ligera: ¿qué voy a responder? Me taparé la boca
con mi mano.
5 Hablé una vez..., no he de repetir; dos veces..., ya no insistiré.
6 Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:
7 Ciñe tus lomos como un bravo: voy a preguntarte y tú me instruirás.
8 ¿De verdad quieres anular mi juicio?, para afirmar tu derecho, ¿me
vas a condenar?
9 ¿Tienes un brazo tú como el de Dios? ¿truena tu voz como la suya?
10 ¡Ea, cíñete de majestad y de grandeza, revístete de gloria y de
esplendor!
11 ¡Derrama la explosión de tu cólera, con una mirada humilla al
arrogante!
12 ¡Con una mirada abate al orgulloso, aplasta en el sitio a los
malvados!
13 ¡Húndelos juntos en el suelo, cierra sus rostros en el calabozo!
14 ¡Y yo mismo te rendiré homenaje, por la victoria que te da tu
diestra!
15 Mira a Behemot, criatura mía, como tú. Se alimenta de hierba
como el buey.
16 Mira su fuerza en sus riñones, en los músculos del vientre su vigor.
17 Atiesa su cola igual que un cedro, los nervios de sus muslos se
entrelazan.
18 Tubos de bronce son sus vértebras; sus huesos, como barras de
hierro.
19 Es la primera de las obras de Dios: su autor le procuró su espada;
20 los montes le aportan un tributo, y todas las fieras que retozan en
ellos.
21 Bajo los lotos se recuesta, en escondite de cañas y marismas.
22 Los lotos le recubren con su sombra, los sauces del torrente le
rodean.
23 Si el río va bravo, no se inquieta, firme está aunque un Jordán le
llegue hasta la boca.
24 ¿Quién, pues, podrá prenderle por los ojos, taladrar su nariz con
punzones?
25 Y a Leviatán, ¿le pescarás tú a anzuelo, sujetarás con un cordel su
lengua?
26 ¿Harás pasar por su nariz un junco? ¿taladrarás con un gancho su
quijada?
27 ¿Te hará por ventura largas súplicas? te hablará con timidez?
28 ¿Pactará contigo un contrato de ser tu siervo para siempre?
29 ¿Jugarás con él como con un pájaro, o lo atarás para juguete de tus
niñas?
30 ¿traficarán con él los asociados? ¿se le disputarán los mercaderes?
31 ¿Acribillarás su piel de dardos? ¿clavarás con el arpón su cabeza?
32 Pon sobre él tu mano: ¡al recordar la lucha no tendrás ganas de
volver!

Job 41
1 ¡Sería vana tu esperanza porque su vista sola aterra!
2 No hay audaz que lo despierte, ¿y quién podrá resistir ante él?
3 ¿Quién le hizo frente y quedó salvo? ¡Ninguno bajo la capa de los
cielos!
4 Mencionaré también sus miembros, hablaré de su fuerza
incomparable.
5 ¿Quién rasgó la delantera de su túnica y penetró en su coraza doble?
6 ¿Quién abrió las hojas de sus fauces? ¡Reina el terror entre sus
dientes!

7 Su dorso son hileras de escudos, que cierra un sello de piedra.


8 Están apretados uno a otro, y ni un soplo puede pasar entre ellos.
9 Están pegados entre sí y quedan unidos sin fisura.
10 Echa luz su estornudo, sus ojos son como los párpados de la
aurora.
11 Salen antorchas de sus fauces, chispas de fuego saltan.
12 De sus narices sale humo, como de un caldero que hierve junto al
fuego.

13 Su soplo enciende carbones, una llama sale de su boca.


14 En su cuello se asienta la fuerza, y ante él cunde el espanto.
15 Son compactas las papadas de su carne: están pegadas a ella,
inseparables.
16 Su corazón es duro como roca, resistente como piedra de molino.
17 Cuando se yergue, se amedrentan las olas, y las ondas del mar se
retiran.
18 Le alcanza la espada sin clavarse, lo mismo la lanza, jabalina o
dardo.

19 Para él e hierro es sólo paja, el bronce, madera carcomida.


20 No le ahuyentan los disparos del arco, cual polvillo le llegan las
piedras de la honda.
21 Una paja le parece la maza, se ríe del venablo que silba.
22 Debajo de él tejas puntiagudas: un trillo que va pasando por el
lodo.
23 Hace del abismo una olla borbotante, cambia el mar en pebetero.
24 Deja tras sí una estela luminosa, el abismo diríase una melena
blanca.

25 No hay en la tierra semejante a él, que ha sido hecho intrépido.


26 Mira a la cara a los más altos, es rey de todos los hijos del orgullo.

Job 42
1 Y Job respondió a Yahveh:
2 Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable.
3 Era yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí, he
hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que
ignoro.
4 (Escucha, deja que yo hable: voy a interrogarte y tú me instruirás.)
5 Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos.
6 Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza.
7 Después de hablar a Job de esta manera, Yahveh dijo a Elifaz de
Temán: «Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos, porque
no habéis hablado con verdad de mí, como mi siervo Job.
8 Así que tomad siete novillos y siete carneros, id donde mi siervo
Job, y ofreced por vosotros un holocausto. Mi siervo Job intercederá por
vosotros y, en atención a él, no os castigaré por no haber hablado con
verdad de mí, como mi siervo Job.»
9 Elifaz de Temán, Bildad de Sáaj, y Sofar de Naamat fueron a
cumplir la orden de Yahveh. Y Yahveh atendió a Job.
10 Después Yahveh restauró la situación de Job, al paso que él
intercedía en favor de sus amigos; y aumentó Yahveh al doble todos los
bienes de Job.
11 Vinieron, pues, donde él todos sus hermanos y todas sus hermanas,
así como todos sus conocidos de antaño; y mientras celebraban con él un
banquete en su casa, le compadecieron y le consolaron por todo el
infortunio que Yahveh había traído sobre él. Y cada uno de ellos le hizo el
obsequio de un agno de plata y de un anillo de oro.
12 Yahveh bendijo la nueva situación de Job más aún que la antigua:
llegó a poseer 14.000 ovejas, 6.000 camellos, mil yuntas de bueyes y mil
asnas.
13 Tuvo además siete hijos y tres hijas.
14 A la primera le puso el nombre de «Paloma», a la segunda el de
«Canela» y a la tercera el de «Cuerno de afeites».
15 No había en todo el país mujeres tan bonitas como las hijas de Job.
Y su padre les dio parte en la herencia entre sus hermanos.
16 Después de esto, vivió Job todavía 140 años, y vio a sus hijos y a
los hijos de sus hijos, cuatro generaciones.
17 Después Job murió anciano y colmado de días.

LOS SALMOS (Los números de los Salmos entre paréntesis


corresponden a la Vulgata)
Salmo 1
1 ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la
senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta,
2 mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche!
3 Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su
tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien.
4 ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el
viento.
5 Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos, ni los pecadores en la
comunidad de los justos.
6 Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de
los impíos se pierde.

Salmo 2
1 ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes
vanos?
2 Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados
contra Yahveh y contra su Ungido:
3 «¡Rompamos sus coyundas, sacudámonos su yugo!»
4 El que se sienta en los cielos se sonríe, Yahveh se burla de ellos.
5 Luego en su cólera les habla, en su furor los aterra:
6 «Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo.»
7 Voy a anunciar el decreto de Yahveh: El me ha dicho: «Tú eres mi
hijo; yo te he engendrado hoy.
8 Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los
confines de la tierra.
9 Con cetro de hierro, los quebrantarás, los quebrarás como vaso de
alfarero.»
10 Y ahora, reyes, comprended, corregíos, jueces de la tierra.
11 Servid a Yahveh con temor,
12 con temblor besad sus pies; no se irrite y perezcáis en el camino,
pues su cólera se inflama de repente. ¡Venturosos los que a él se acogen!

Salmo 3
(1) = Salmo. De David. Cuando huía de su hijo Absalón. =
1 (2) Yahveh, ¡cuán numerosos son mis adversarios, cuántos los que
se alzan contra mí!
2 (3) ¡Cuántos los que dicen de mi vida: «No hay salvación para él en
Dios!» = Pausa. =
3 (4) Mas tú, Yahveh, escudo que me ciñes, mi gloria, el que realza
mi cabeza.
4 (5) A voz en grito clamo hacia Yahveh, y él me responde desde su
santo monte. = Pausa. =
5 (6) Yo me acuesto y me duermo, me despierto, pues Yahveh me
sostiene.

6 (7) No temo a esas gentes que a millares se apostan en torno contra


mí.
7 (8) ¡Levántate, Yahveh! ¡Dios mío, sálvame! Tú hieres en la mejilla
a todos mis enemigos, los dientes de los impíos tú los rompes.
8 (9) De Yahveh la salvación. Tu bendición sobre tu pueblo. = Pausa.
=

Salmo 4
(1) = Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De
David. =
1 (2) Cuando clamo, respóndeme, oh Dios mi justiciero, en la
angustia tú me abres salida; tenme piedad, escucha mi oración.
2 (3) Vosotros, hombres, ¿hasta cuándo seréis torpes de corazón,
amando vanidad, rebuscando mentira? = Pausa. =
3 (4) ¡Sabed que Yahveh mima a su amigo, Yahveh escucha cuando
yo le invoco.
4 (5) Temblad, y no pequéis; hablad con vuestro corazón en el lecho
¡y silencio! = Pausa. =

5 (6) Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Yahveh.


6 (7) Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?» ¡Alza sobre
nosotros la luz de tu rostro! Yahveh,
7 (8) tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos
de trigo y vino nuevo.
8 (9) En paz, todo a una, yo me acuesto y me duermo, pues tú solo,
Yahveh, me asientas en seguro.

Salmo 5
(1) = Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David. =
1 (2) Escucha mis palabras, Yahveh, repara en mi lamento,
2 (3) atiende a la voz de mi clamor, oh mi Rey y mi Dios. Porque a ti
te suplico,
3 (4) Yahveh; ya de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi
súplica, y me quedo a la espera.
4 (5) Pues no eres tú un Dios que se complace en la impiedad, no es
huésped tuyo el malo.
5 (6) No, los arrogantes no resisten delante de tus ojos. Detestas a
todos los agentes de mal,

6 (7) pierdes a los mentirosos; al hombre sanguinario y fraudulento le


abomina Yahveh.
7 (8) Mas yo, por la abundancia de tu amor, entro en tu Casa; en tu
santo Templo me prosterno, lleno de tu temor.
8 (9) Guíame, Yahveh, en tu justicia, por causa de los que me acechan,
allana tu camino ante mí.
9 (10) Que no hay en su boca lealtad, en su interior, tan sólo
subversión; sepulcro abierto es su garganta, melosa muévese su lengua.

10 (11) Trátalos, oh Dios, como culpables, haz que fracasen sus


intrigas; arrójalos por el exceso de sus crímenes, por rebelarse contra ti.
11 (12) Y se alegren los que a ti se acogen, se alborocen por siempre;
tú los proteges, en ti exultan los que aman tu nombre.
12 (13) Pues tú bendices al justo, Yahveh, como un gran escudo tu
favor le cubre.

Salmo 6
(1) = Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. En octava.
Salmo. De David. =
1 (2) Yahveh, no me corrijas en tu cólera, en tu furor no me castigues.
2 (3) Tenme piedad, Yahveh, que estoy sin fuerzas, sáname, Yahveh,
que mis huesos están desmoronados,
3 (4) desmoronada totalmente mi alma, y tú, Yahveh, ¿hasta cuándo?
4 (5) Vuélvete, Yahveh, recobra mi alma, sálvame, por tu amor.
5 (6) Porque, en la muerte, nadie de ti se acuerda; en el seol, ¿quién te
puede alabar?

6 (7) Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de


lágrimas mi cama;
7 (8) mi ojo está corroído por el tedio, ha envejecido entre opresores.
8 (9) Apartaos de mí todos los malvados, pues Yahveh ha oído la voz
de mis sollozos.
9 (10) Yahveh ha oído mi súplica, Yahveh acoge mi oración.
10 (11) ¡Todos mis enemigos, confusos, aterrados, retrocedan,
súbitamente confundidos!

Salmo 7
(1) = Lamentación. De David. La que cantó a Yahveh a propósito del
benjaminita Kus. =
1 (2) Yahveh, Dios mío, a ti me acojo, sálvame de todos mis
perseguidores, líbrame;
2 (3) ¡que no arrebate como un león mi vida el que desgarra, sin que
nadie libre!
3 (4) Yahveh, Dios mío, si algo de esto hice, si hay en mis manos
injusticia,
4 (5) si a mi bienhechor con mal he respondido si he perdonado al
opresor injusto,
5 (6) ¡que el enemigo me persiga y me alcance, estrelle mi vida contra
el suelo, y tire mis entrañas por el polvo! = Pausa. =

6 (7) Levántate, Yahveh, en tu cólera, surge contra los arrebatos de


mis opresores, despierta ya, Dios mío, tú que el juicio convocas.
7 (8) Que te rodee la asamblea de las naciones, y tú en lo alto
vuélvete hacia ella.
8 (9) (Yahveh, juez de los pueblos.) Júzgame, Yahveh, conforme a mi
justicia y según mi inocencia.
9 (10) Haz que cese la maldad de los impíos, y afianza al justo, tú que
escrutas corazones y entrañas, oh Dios justo.

10 (11) Dios, el escudo que me cubre, el salvador de los de recto


corazón;
11 (12) Dios, el juez justo, tardo a la cólera, pero Dios amenazante en
todo tiempo
12 (13) para el que no se vuelve. Afile su espada el enemigo, tense su
arco y lo apareje,
13 (14) para sí solo prepara armas de muerte, hace tizones de sus
flechas;
14 (15) vedle en su preñez de iniquidad, malicia concibió, fracaso
pare.
15 (16) Cavó una fosa, recavó bien hondo, mas cae en el hoyo que él
abrió;

16 (17) revierte su obra en su cabeza, su violencia en su cerviz recae.


17 (18) Doy gracias a Yahveh por su justicia, salmodio al nombre de
Yahveh, el Altísimo.
Salmo 8
(1) = Del maestro de coro. Según la... de Gat. Salmo. De David. =
1 (2) ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la
tierra! Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos,
2 (3) en boca de los niños, los que aún maman, dispones baluarte
frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes.
3 (4) Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que
fijaste tú,
4 (5) ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán
para que de él te cuides?

5 (6) Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de


esplendor;
6 (7) le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti
bajo sus pies:
7 (8) ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo,
8 (9) y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas
de las aguas.
9 (10) ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la
tierra!

Salmo 9
(1) = Del maestro de coro. Para oboes y arpa. Salmo. De David. =
1 (2) =Alef= Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón, cantaré todas
tus maravillas;
2 (3) quiero alegrarme y exultar en ti, salmodiar a tu nombre,
Altísimo.
3 (4) =Bet= Mis enemigos retroceden, flaquean, perecen delante de tu
rostro;
4 (5) pues tú has llevado mi juicio y mi sentencia, sentándote en el
trono cual juez justo.
5 (6) =Guímel.= Has reprimido a las gentes, has perdido al impío, has
borrado su nombre para siempre jamás;

6 (7) acabado el enemigo, todo es ruina sin fin, has suprimido sus
ciudades, perdido su recuerdo. =He.= He aquí que
7 (8) Yahveh se sienta para siempre, afianza para el juicio su trono;
8 (9) él juzga al orbe con justicia, a los pueblos con rectitud sentencia.
9 (10) =Vau.= ¡Sea Yahveh ciudadela para el oprimido, ciudadela en
los tiempos de angustia!
10 (11) Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Yahveh, no
abandonas a los que te buscan.

11 (12) =Zain.= Salmodiad a Yahveh, que se sienta en Sión, publicad


por los pueblos sus hazañas;
12 (13) que él pide cuentas de la sangre, y de ellos se acuerda, no
olvida el grito de los desdichados.
13 (14) =Jet.= Tenme piedad, Yahveh, ve mi aflicción, tú que me
recobras de las puertas de la muerte,
14 (15) para que yo cuente todas tus alabanzas a las puertas de la hija
de Sión, gozoso de tu salvación.
15 (16) =Tet.= Se hundieron los gentiles en la fosa que hicieron, en la
red que ocultaron, su pie quedó prendido.

16 (17) Yahveh se ha dado a conocer, ha hecho justicia, el impío se ha


enredado en la obra de sus manos. = Sordina. = = Pausa. =
17 (18) =Yod= ¡Vuelvan los impíos al seol, todos los gentiles que de
Dios se olvidan!
18 (19) =Kaf.= Que no queda olvidado el pobre eternamente, no se
pierde por siempre la esperanza de los desdichados.
19 (20) ¡Levántate, Yahveh, no triunfe el hombre, sean juzgados los
gentiles delante de tu rostro!
20 (21) Infunde tú, Yahveh, en ellos el terror, aprendan los gentiles
que no son más que hombres. = Pausa. =

Salmo 10
1 = Lámed = ¿Por qué, Yahveh, te quedas lejos, te escondes en las
horas de la angustia?
2 Por el orgullo del impío es perseguido el desdichado, queda preso en
la trampa que le ha urdido.
3 = (Mem.) = Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma, el avaro
que bendice menosprecia a Yahveh,
4 = (Nun.) = el impío, insolente, no le busca: «¡No hay Dios!», es todo
lo que piensa.
5 En todo tiempo se afianzan sus caminos, allá arriba tus juicios muy
lejos de él están, a todos sus rivales da soplidos.
6 Dice en su corazón: «¡Jamás vacilaré!» = (Sámek.) = porque en
desgracia no se ve,
7 maldice. = (Pe.) = De fraude y perfidia está llena su boca, bajo su
lengua sólo maldad e iniquidad;
8 al acecho se aposta entre las cañas en los recodos mata al inocente. =
(Ain.) = Todo ojos, espía al desvalido,
9 al acecho escondido como león en su guarida, al acecho para atrapar
al desdichado, atrapa al desdichado arrastrándole en su red.
10 = (Sade.) = Espía, se agazapa, se encoge, el desvalido cae en su
poder;
11 dice en su corazón: «Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no
ha de ver jamás.»
12 = Qof. = ¡Levántate, Yahveh, alza tu mano, oh Dios! ¡No te olvides
de los desdichados!
13 ¿Por qué el impío menosprecia a Dios, dice en su corazón: «No
vendrás a indagar?»
14 = Res. = Lo has visto ya, que la pena y la tristeza las miras tú para
tomarlas en tu mano: el desvalido se abandona a ti, tú socorres al huérfano.
15 = Sin. = ¡Quiebra el brazo del impío, del malvado; indaga su
impiedad sin dejar rastro!
16 ¡Yahveh es rey por siempre, por los siglos; los gentiles han sido
barridos de su tierra!
17 = Tau. = El deseo de los humildes escuchas tú, Yahveh, su corazón
confortas, alargas tus oídos,
18 para hacer justicia al huérfano, al vejado: ¡cese de dar terror el
hombre salido de la tierra!

Salmo 11 (10)
1 = Del maestro de coro. De David. = En Yahveh me cobijo; ¿cómo
decís a mi alma: «Huye, pájaro, a tu monte?
2 «He aquí que los impíos tensan su arco, ajustan a la cuerda su saeta,
para tirar en la sombra a los de recto corazón.
3 Si están en ruinas los cimientos, ¿que puede hacer el justo?»
4 Yahveh en su Templo santo, Yahveh, su trono está en los cielos; ven
sus ojos el mundo, sus párpados exploran a los hijos de Adán.
5 Yahveh explora al justo y al impío; su alma odia a quien ama la
violencia.
6 ¡Llueva sobre los impíos brasas y azufre, y un viento abrasador por
porción de su copa!
7 Que es justo Yahveh y lo justo ama, los rectos contemplarán su
rostro.

Salmo 12 (11)
(1) = Del maestro de coro. En octava. Salmo. De David. =
1 (2) ¡Salva, Yahveh, que ya no hay fieles, se acabaron los veraces
entre los hijos de Adán!
2 (3) Falsedad sólo dicen, cada cual a su prójimo, labios de engaño,
lenguaje de corazones dobles.
3 (4) Arranque Yahveh todo labio tramposo, la lengua que profiere
bravatas,
4 (5) los que dicen: «La lengua es nuestro fuerte, nuestros labios por
nosotros, ¿quien va a ser amo nuestro?»

5 (6) Por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres,


ahora me alzo yo, dice Yahveh: auxilio traigo a quien por él suspira.
6 (7) Las palabras de Yahveh son palabras sinceras, plata pura, de ras
de tierra, siete veces purgada.
7 (8) Tú, Yahveh, los guardarás, los librarás de esta ralea para
siempre;
8 (9) de todas partes se irán los impíos, colmo de vileza entre los hijos
de Adán.

Salmo 13 (12)
(1) = Del maestro de coro. Salmo. De David. =
1 (2) ¿Hasta cuándo, Yahveh, me olvidarás? ¿Por siempre? ¿Hasta
cuándo me ocultarás tu rostro?
2 (3) ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, en mi corazón
angustia, día y noche? ¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo?
3 (4) ¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío! ¡Ilumina mis ojos, no
me duerma en la muerte,
4 (5) no diga mi enemigo: «¡Le he podido!», no exulten mis
adversarios al verme vacilar!

5 (6) Que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte.


6 ¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho Salmodiaré al
nombre de Yahveh, el Altísimo!

Salmo 14 (13)
= Sal 53.
(1) = Del maestro de coro. De David. = 1 Dice en su corazón el
insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no
hay quien haga el bien.
2 Se asoma Yahveh desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver si
hay un sensato, alguien que busque a Dios.
3 Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay nadie
que haga el bien. ni uno siquiera.
4 ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo
como se come el pan, y a Yahveh no invocan?
5 Allí de espanto temblarán donde nada hay que espante, que Dios
está por la raza del justo:
6 de los planes del desdichado os burláis. mas Yahveh es su refugio.
7 ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? Cuando cambie
Yahveh la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel.

Salmo 15 (14)
(1) = Salmo. De David. =
1 Yahveh, ¿quién morará en tu tienda?, ¿quién habitará en tu santo
monte?
2 El que ando sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de
corazón,
3 y no calumnia con su lengua; que no daña a su hermano, ni hace
agravio a su prójimo;
4 con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a
Yahveh; que jura en su perjuicio y no retracta,
5 no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño de inocente.
Quien obra así jamás vacilará.

Salmo 16 (15)
(1) = A media voz. De David. =
1 Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.
2 Yo digo a Yahveh: «Tú eres mi Señor. mi bien, nada hay fuera de
ti»;
3 ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra: «¡Magníficos,
todo mi gozo en ellos!».
4 Sus ídolos abundan, tras ellos van corriendo. Mas yo jamás
derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis
labios.
5 Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras;
6 la cuerda me asigna un recinto de delicias, mi heredad es preciosa
para mí.
7 Bendigo a Yahveh que me aconseja; aun de noche mi conciencia me
instruye;
8 pongo a Yahveh ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no
vacilo.
9 Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi
carne en seguro descansa;
10 pues no has de abandonar mi alma al seol, ni dejarás a tu amigo ver
la fosa.
11 Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu
rostro, a tu derecha, delicias para siempre.

Salmo 17 (16)
(1) = Oración. De David. =
1 Escucha, Yahveh, la justicia, atiende a mi clamor, presta oído a mi
plegaria, que no es de labios engañosos.
2 Mi juicio saldrá de tu presencia, tus ojos ven lo recto.
3 Mi corazón tú sondas, de noche me visitas; me pruebas al crisol sin
hallar nada malo en mí; mi boca no claudica
4 al modo de los hombres. La palabra de tus labios he guardado, por
las sendas trazadas

5 ajustando mis pasos; por tus veredas no vacilan mis pies.


6 Yo te llamo, que tú, oh Dios, me respondes, tiende hacia mí tu oído,
escucha mis palabras,
7 haz gala de tus gracias, tú que salvas a los que buscan a tu diestra
refugio contra los que atacan.
8 Guárdame como la pupila de los ojos, escóndeme a la sombra de tus
alas
9 de esos impíos que me acosan, enemigos ensañados que me cercan.
10 Están ellos cerrados en su grasa, hablan, la arrogancia en la boca.
11 Avanzan contra mí, ya me cercan, me clavan sus ojos para tirarme
al suelo.
12 Son como el león ávido de presa, o el leoncillo agazapado en su
guarida.
13 ¡Levántate, Yahveh, hazle frente, derríbale; libra con tu espada mi
alma del impío,
14 de los mortales, con tu mano, Yahveh, de los mortales de este
mundo, cuyo lote es la vida! ¡De tus reservas llénales el vientre, que sus
hijos se sacien, y dejen las sobras para sus pequeños!
15 Mas yo, en la justicia, contemplaré tu rostro, al despertar me
hartaré de tu imagen.

Salmo 18 (17)
(1) = Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh, David, que dirigió a
Yahveh las palabras de este cántico el día en que Yahveh le libró de todos
sus enemigos y de las manos de Saúl. =
(2) = Dijo: =
1 Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia
me has salvado).
2 (3) Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en
que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi
refugio.

3 (4) Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de


mis enemigos.
4 (5) Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas
de Belial,
5 (6) los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la
Muerte.
6 (7) Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó
mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos.
7 (8) La tierra fue sacudida y vaciló, retemblaron las bases de los
montes, (vacilaron bajo su furor);

8 (9) una humareda subió de sus narices, y de su boca un fuego que


abrasaba, (de él salían carbones encendidos).
9 (10) El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus
pies;
10 (11) cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas
de los vientos planeó.
11 (12) Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las
aguas, espesos nubarrones;
12 (13) del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de
fuego.

13 (14) Tronó Yahveh en los cielos, lanzó el Altísimo su voz;


14 (15) arrojó saetas, y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró
derrota.
15 (16) El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe
aparecieron, ante tu imprecación, Yahveh, al resollar el aliento en tus
narices.
16 (17) El extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de
las profundas aguas;
17 (18) me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más
fuertes que yo.

18 (19) Me aguardaban el día de mi ruina, más Yahveh fue un apoyo


para mí;
19 (20) me sacó a espacio abierto, me salvó porque me amaba.
20 (21) Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, me paga
conforme a la pureza de mis manos;
21 (22) porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el
mal lejos de mi Dios.
22 (23) Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no
aparto de mi lado;
23 (24) he sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he
guardado.

24 (25) Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según la pureza de


mis manos que tiene ante sus ojos.
25 (26) Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin
tacha;
26 (27) con el puro eres puro, con el ladino, sagaz;
27 (28) tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.
28 (29) Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis
tinieblas;
29 (30) con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la
muralla.

30 (31) Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh


acrisolada. El es el escudo de cuantos a él se acogen.
31 (32) Pues ¿quién es Dios fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo
nuestro Dios?
32 (33) El Dios que me ciñe de fuerza, y hace mi camino
irreprochable,
33 (34) que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me
sostiene en pie,
34 (35) el que mis manos para el combate adiestra y mis brazos para
tensar arco de bronce.

35 (36) Tú me das tu escudo salvador, (tu diestra me sostiene), tu


cuidado me exalta,
36 (37) mis pasos ensanchas ante mí, no se tuercen mis tobillos.
37 (38) Persigo a mis enemigos, les doy caza, no vuelvo hasta
haberlos acabado;
38 (39) los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis
pies.
39 (40) Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis
agresores,
40 (41) a mis enemigos haces dar la espalda, extermino a los que me
odian.

41 (42) Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.


42 (43) Los machaco como polvo al viento, como al barro de las
calles los piso.
43 (44) De las querellas de mi pueblo tú me libras, me pones a la
cabeza de las gentes; pueblos que no conocía me sirven;
44 (45) los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me
obedecen,
45 (46) los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus
refugios.
46 (47) ¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca, el Dios de mi salvación
sea ensalzado,

47 (48) el Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis


plantas!
48 (49) Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis
agresores, del hombre violento me salvas.
49 (50) Por eso he de alabarte entre los pueblos, a tu nombre, Yahveh,
salmodiaré.
50 (51) El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su
ungido, a David y a su linaje para siempre.

Salmo 19 (18)
(1) = Del maestro de coro. Salmo. De David. =
1 (2) Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos
anuncia el firmamento;
2 (3) el día al día comunica el mensaje, y la noche a la noche trasmite
la noticia.
3 (4) No es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír;
4 (5) mas por toda la tierra se adivinan los rasgos, y sus giros hasta el
confín del mundo. En el mar levantó para el sol una tienda,

5 (6) y él, como un esposo que sale de su tálamo, se recrea, cual atleta,
corriendo su carrera.
6 (7) A un extremo del cielo es su salida, y su órbita llega al otro
extremo, sin que haya nada que a su ardor escape.
7 (8) La ley de Yahveh es perfecta, consolación del alma, el dictamen
de Yahveh, veraz, sabiduría del sencillo.
8 (9) Los preceptos de Yahveh son rectos, gozo del corazón; claro el
mandamiento de Yahveh, luz de los ojos.

9 (10) El temor de Yahveh es puro, por siempre estable; verdad, los


juicios de Yahveh, justos todos ellos,
10 (11) apetecibles más que el oro, más que el oro más fino; sus
palabras más dulces que la miel, más que el jugo de panales.
11 (12) Por eso tu servidor se empapa en ellos, gran ganancia es
guardarlos.
12 (13) Pero ¿quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas
límpiame.
13 (14) Guarda también a tu siervo del orgullo, no tenga dominio
sobre mí. Entonces seré irreprochable, de delito grave exento.

14 (15) ¡Sean gratas las palabras de mi boca, y el susurro de mi


corazón, sin tregua ante ti, Yahveh, roca mía, mi redentor.

Salmo 20 (19)
(1) = Del maestro de coro. Salmo. De David. =
1 (2) ¡Yahveh te responda el día de la angustia, protéjate el nombre
del Dios de Jacob!
2 (3) El te envíe socorro desde su santuario, desde Sión sea tu apoyo.
3 (4) Se acuerde de todas tus ofrendas, halle sabroso tu holocausto; =
Pausa. =
4 (5) te otorgue según tu corazón, cumpla todos tus proyectos.
5 (6) ¡Y nosotros aclamemos tu victoria, de nuestro Dios el nombre
tremolemos! ¡Cumpla Yahveh todas tus súplicas!

6 (7) Ahora conozco que Yahveh dará la salvación a su ungido; desde


su santo cielo le responderá con las proezas victoriosas de su diestra.
7 (8) Unos con los carros, otros con los caballos, nosotros invocamos
el nombre de Yahveh, nuestro Dios.
8 (9) Ellos se doblegan y caen, y nosotros en pie nos mantenemos.
9 (10) ¡Oh Yahveh, salva al rey, respóndenos el día de nuestra
súplica!

Salmo 21 (20)
(1) = Del maestro de coro. Salmo. De David. =
1 (2) Yahveh, en tu fuerza se regocija el rey; ¡oh, y cómo le colma tu
salvación de júbilo!
2 (3) Tú le has otorgado el deseo de su corazón, no has rechazado el
anhelo de sus labios. = Pausa. =
3 (4) Pues le precedes de venturosas bendiciones, has puesto en su
cabeza corona de oro fino;
4 (5) vida te pidió y se la otorgaste, largo curso de días para siempre
jamás.
5 (6) Gran gloria le da tu salvación, le circundas de esplendor y
majestad;

6 (7) bendiciones haces de él por siempre, le llenas de alegría delante


de tu rostro.
7 (8) Sí, en Yahveh confía el rey, y por gracia del Altísimo no ha de
vacilar.
8 (9) Tu mano alcanzará a todos tus enemigos, tu diestra llegará a los
que te odian;
9 (10) harás de ellos como un horno de fuego, el día de tu rostro;
Yahveh los tragará en su cólera, y el fuego los devorará;
10 (11) harás perecer su fruto de la tierra, y su semilla de entre los
hijos de Adán.

11 (12) Aunque ellos intenten daño contra ti, aunque tramen un plan,
nada podrán.
12 (13) Que tú les harás volver la espalda, ajustarás tu arco contra
ellos.
13 (14) ¡Levántate, Yahveh, con tu poder, y cantaremos,
salmodiaremos a tu poderío!

Salmo 22 (21)
(1) = Del maestro de coro. Sobre «la cierva de la aurora». Salmo. De
David. =
1 (2) Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi
salvación la voz de mis rugidos!
2 (3) Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no
hay silencio para mí.
3 (4) ¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!
4 (5) En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste;
5 (6) a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca
quedaron confundidos.

6 (7) Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del
pueblo,
7 (8) todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios,
menean la cabeza:
8 (9) «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto
que le ama!»
9 (10) Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos
de mi madre;
10 (11) a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi
madre eres tú mi Dios.
11 (12) ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para
mí socorro!

12 (13) Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de


Basán;
13 (14) ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y
rugen.
14 (15) Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi
corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas.
15 (16) Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi
garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.
16 (17) Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me
acorrala como para prender mis manos y mis pies.

17 (18) Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,


18 (19) repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
19 (20) ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh
fuerza mía,
20 (21) libra mi alma de la espada, mi única de las garras del perro;
21 (22) sálvame de las fauces del león, y mi pobre ser de los cuernos
de los búfalos!
22 (23) ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la
asamblea te alabaré!:

23 (24) «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob,
glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
24 (25) Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del
mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó.
25 (26) De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos
cumpliré ante los que le temen.
26 (27) Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a
Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!»

27 (28) Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la


tierra, ante él se postrarán todas las familias de las gentes.
28 (29) Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones.
29 (30) Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante
él se doblarán cuantos bajan al polvo. Y para aquél que ya no viva,
30 (31) le servirá su descendencia: ella hablará del Señor a la edad
31 (32) venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: Esto hizo él.

Salmo 23 (22)
(1) = Salmo. De David. =
1 Yahveh es mi pastor, nada me falta.
2 Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo
me conduce,
3 y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su
nombre.
4 Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas
conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
5 Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con
óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.
6 Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi
morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días.

Salmo 24 (23)
(1) = Salmo. De David. =

1 De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él


habitan;
2 que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto
santo?
4 El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su
alma, ni con engaño jura.
5 El logrará la bendición de Yahveh, la justicia del Dios de su
salvación.
6 Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios
de Jacob. = Pausa. =
7 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para
que entre el rey de la gloria!
8 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh, el fuerte, el valiente, Yahveh,
valiente en la batalla.
9 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para
que entre el rey de la gloria!
10 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh Sebaot, él es el rey de gloria.
= Pausa =

Salmo 25 (24)
(1) = De David =
1 = Alef. = A ti, Yahveh, levanto mi alma,
2 oh Dios mío. = Bet. = En ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen
de mí mis enemigos!
3 = Guimel. = No hay confusión para el que espera en ti, confusión
sólo para el que traiciona sin motivo.
4 = Dálet. = Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas.
5 = He. = Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi
salvación. = (Vau) = En ti estoy esperando todo el día,
6 = Zain. = Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de
siempre.
7 = Jet. = De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu
amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh.
8 = Tet. = Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores
el camino;
9 = Yod. = conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña
su sendero.
10 = Kaf. = Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien
guarda su alianza y sus dictámenes.
11 = Lámed. = Por tu nombre, oh Yahveh, perdona mi culpa, porque
es grande.
12 = Mem. = Si hay un hombre que tema a Yahveh, él le indica el
camino a seguir;
13 = Nun. = su alma mora en la felicidad, y su estirpe poseerá la tierra.
14 = Sámek. = El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su
alianza, para darles cordura.
15 = Ain. = Mis ojos están fijos en Yahveh, que él sacará mis pies del
cepo.
16 = Pe. = Vuélvete a mí, tenme piedad, que estoy solo y desdichado.
17 = Sade. = Alivia los ahogos de mi corazón, hazme salir de mis
angustias.
18 = (Qof.) = Ve mi aflicción y mi penar, quita todos mis pecados.
19 = Res. = Mira cuántos son mis enemigos, cuán violento el odio que
me tienen.
20 = Sin. = Guarda mi alma, líbrame, no quede confundido, cuando en
ti me cobijo.
21 = Tau. = Inocencia y rectitud me amparen, que en ti espero,
Yahveh.
22 Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias.
Salmo 26 (25)
(1) = De David. =
1 Hazme justicia, Yahveh, pues yo camino en mi entereza, me apoyo
en Yahveh y no vacilo.
2 Escrútame, Yahveh, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y
mi corazón;
3 está tu amor delante de mis ojos, y en tu verdad camino.
4 No voy a sentarme con los falsos, no ando con hipócritas;
5 odio la asamblea de malhechores, y al lado de los impíos no me
siento.
6 Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Yahveh,
7 haciendo resonar la acción de gracias, todas tus maravillas
pregonando;
8 amo, Yahveh, la belleza de tu Casa, el lugar de asiento de tu gloria.
9 No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres
sanguinarios,
10 que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno.
11 Yo, en cambio, camino en mi entereza; rescátame, ten piedad de
mí;
12 mi pie está firme en suelo llano; a ti, Yahveh, bendeciré en las
asambleas.

Salmo 27 (26)
(1) = De David. =
1 Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el
refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
2 Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne,
son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben.
3 Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque
estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella.
4 Una cosa he pedido a Yahveh, una cosa estoy buscando: morar en la
Casa de Yahveh, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de
Yahveh y cuidar de su Templo.
5 Que él me dará cobijo en su cabaña en día de desdicha; me
esconderá en lo oculto de su tienda, sobre una roca me levantará.
6 Y ahora se alza mi cabeza sobre mis enemigos que me hostigan; en
su tienda voy a sacrificar. sacrificios de aclamación. Cantaré, salmodiaré a
Yahveh.

7 Escucha, Yahveh, mi voz que clama, ¡tenme piedad, respóndeme!


8 Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro.» Sí, Yahveh, tu rostro
busco:
9 No me ocultes tu rostro. No rechaces con cólera a tu siervo; tú eres
mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación.
10 Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá.
11 Enséñame tu camino, Yahveh, guíame por senda llana, por causa
de los que me asechan;
12 no me entregues al ansia de mis adversarios, pues se han alzado
contra mí falsos testigos, que respiran violencia.
13 ¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de
los vivos!
14 Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.

Salmo 28 (27)
(1) = De David. =
1 Hacia ti clamo, Yahveh, roca mía, no estés mudo ante mí; no sea yo,
ante tu silencio, igual que los que bajan a la fosa.
2 Oye la voz de mis plegarias, cuando grito hacia ti, cuando elevo mis
manos, oh Yahveh, al santuario de tu santidad.
3 No me arrebates con los impíos, ni con los agentes de mal, que
hablan de paz a su vecino, mas la maldad está en su corazón.
4 Dales, Yahveh, conforme a sus acciones, y a la malicia de sus
hechos, según la obra de sus manos trátales, págales con su misma moneda.
5 Pues no comprenden los hechos de Yahveh, la obra de sus manos:
¡derríbelos él y no los rehabilite!
6 ¡Bendito sea Yahveh, que ha oído la voz de mis plegarias!
7 Yahveh mi fuerza, escudo mío, en él confió mi corazón y he
recibido ayuda: mi carne de nuevo ha florecido, le doy gracias de todo
corazón.
8 Yahveh, fuerza de su pueblo, fortaleza de salvación para su ungido.
9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, pastoréalos y llévalos por
siempre.

Salmo 29 (28)
(1) = Salmo. De David. =
1 ¡Rendid a Yahveh, hijos de Dios, rendid a Yahveh gloria y poder!
2 Rendid a Yahveh la gloria de su nombre, postraos ante Yahveh en
esplendor sagrado.
3 Voz de Yahveh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es
Yahveh, sobre las muchas aguas!
4 Voz de Yahveh con fuerza, voz de Yahveh con majestad.
5 Voz de Yahveh que desgaja los cedros, Yahveh desgaja los cedros
del Líbano,
6 hace brincar como un novillo al Líbano, y al Sarión como cría de
búfalo.
7 Voz de Yahveh que afila llamaradas.
8 Voz de Yahveh, que sacude el desierto, sacude Yahveh el desierto
de Cadés.
9 Voz de Yahveh, que estremece las encinas, y las selvas descuaja,
mientras todo en su Templo dice: ¡Gloria!
10 Yahveh se sentó para el diluvio, Yahveh se sienta como rey eterno.
11 Yahveh da el poder a su pueblo, Yahveh bendice a su pueblo con la
paz.

Salmo 30 (29)
(1) = Salmo. Cántico para la dedicación de la Casa. De David. =
1 (2) Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado; no dejaste
reírse de mí a mis enemigos.
2 (3) Yahveh, Dios mío, clamé a ti y me sanaste.
3 (4) Tú has sacado, Yahveh, mi alma del seol, me has recobrado de
entre los que bajan a la fosa.
4 (5) Salmodiad a Yahveh los que le amáis, alabad su memoria
sagrada.
5 (6) De un instante es su cólera, de toda una vida su favor; por la
tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.

6 (7) Y yo en mi paz decía: «Jamás vacilaré.»


7 (8) Yahveh, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas; mas
retiras tu rostro y ya estoy conturbado.
8 (9) A ti clamo, Yahveh, a mi Dios piedad imploro:
9 (10) ¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa? ¿Puede
alabarte el polvo, anunciar tu verdad?
10 (11) ¡Escucha, Yahveh, y ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahveh, mi
auxilio!
11 (12) Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal
y me has ceñido de alegría;

12 (13) mi corazón por eso te salmodiará sin tregua; Yahveh, Dios


mío, te alabaré por siempre.

Salmo 31 (30)
(1) = Del maestro de coro. Salmo. De David. =
1 (2) En ti, Yahveh, me cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás!
¡Recóbrame por tu justicia, líbrame,
2 (3) tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de
refugio, alcázar fuerte que me salve;
3 (4) pues mi roca eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y
diriges.
4 (5) Sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio;
5 (6) en tus manos mi espíritu encomiendo, tú, Yahveh, me rescatas.
Dios de verdad,

6 (7) tú detestas a los que veneran vanos ídolos; mas yo en Yahveh


confío:
7 (8) ¡exulte yo y en tu amor me regocije! Tú que has visto mi
miseria, y has conocido las angustias de mi alma,
8 (9) no me has entregado en manos del enemigo, y has puesto mis
pies en campo abierto.
9 (10) Tenme piedad, Yahveh, que en angustias estoy. De tedio se
corroen mis ojos, mi alma, mis entrañas.
10 (11) Pues mi vida se consume en aflicción, y en suspiros mis años;
sucumbe mi vigor a la miseria, mis huesos se corroen.

11 (12) De todos mis opresores me he hecho el oprobio; asco soy de


mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen
lejos de mí;
12 (13) dejado estoy de la memoria como un muerto, como un objeto
de desecho.
13 (14) Escucho las calumnias de la turba, terror por todos lados,
mientras se aúnan contra mí en conjura, tratando de quitarme la vida.
14 (15) Mas yo confío en ti, Yahveh, me digo: «¡Tú eres mi Dios!»

15 (16) Está en tus manos mi destino, líbrame de las manos de mis


enemigos y perseguidores;
16 (17) haz que alumbre a tu siervo tu semblante, ¡sálvame, por tu
amor!
17 (18) Yahveh, no haya confusión para mí, que te invoco, ¡confusión
sólo para los impíos; que bajen en silencio al seol,
18 (19) enmudezcan los labios mentirosos que hablan con insolencia
contra el justo, con orgullo y desprecio!
19 (20) ¡Qué grande es tu bondad, Yahveh! Tú la reservas para los
que te temen, se la brindas a los que a ti se acogen, ante los hijos de Adán.

20 (21) Tú los escondes en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas


de los hombres; bajo techo los pones a cubierto de la querella de las
lenguas.
21 (22) ¡Bendito sea Yahveh que me ha brindado maravillas de amor
(en ciudad fortificada)!
22 (23) ¡Y yo que decía en mi inquietud: «Estoy dejado de tus ojos!»
Mas tú oías la voz de mis plegarias, cuando clamaba a ti.
23 (24) Amad a Yahveh, todos sus amigos; a los fieles protege
Yahveh, pero devuelve muy sobrado al que obra por orgullo.

24 (25) ¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que


esperáis en Yahveh!

Salmo 32 (31)
(1) = De David. Poema. =

1 ¡Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su


pecado!
2 Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito, y en cuyo
espíritu no hay fraude.
3 Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos en mi rugir de cada
día,
4 mientras pesaba, día y noche, tu mano sobre mí; mi corazón se
alteraba como un campo en los ardores del estío. = Pausa. =
5 Mi pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: «Me confesaré a
Yahveh de mis rebeldías.» Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado.
= Pausa. =
6 Por eso te suplica todo el que te ama en la hora de la angustia. Y
aunque las muchas aguas se desborden, no le alcanzarán.
7 Tú eres un cobijo para mí, de la angustia me guardas, estás en torno
a mí para salvarme. = Pausa. =
8 Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir; fijos en ti los ojos,
seré tu consejero.
9 No seas cual caballo o mulo sin sentido, rienda y freno hace falta
para domar su brío, si no, no se te acercan.
10 Copiosas son las penas del impío, al que confía en Yahveh el amor
le envuelve.
11 ¡Alegraos en Yahveh, oh justos, exultad, gritad de gozo, todos los
de recto corazón!
Salmo 33 (32)
1 ¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!, de los rectos es propia la
alabanza;
2 ¡dad gracias a Yahveh con la cítara, salmodiad para él al arpa de
diez cuerdas;
3 cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la aclamación!
4 Pues recta es la palabra de Yahveh, toda su obra fundada en la
verdad;
5 él ama la justicia y el derecho, del amor de Yahveh está llena la
tierra.
6 Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos por el soplo de su
boca toda su mesnada.
7 El recoge, como un dique, las aguas del mar, en depósitos pone los
abismos.
8 ¡Tema a Yahveh la tierra entera, ante él tiemblen todos los que
habitan el orbe!
9 Pues él habló y fue así, mandó él y se hizo.
10 Yahveh frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de
los pueblos;
11 mas el plan de Yahveh subsiste para siempre, los proyectos de su
corazón por todas las edades.
12 ¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh, el pueblo que se escogió por
heredad!
13 Yahveh mira de lo alto de los cielos, ve a todos los hijos de Adán;
14 desde el lugar de su morada observa a todos los habitantes de la
tierra,
15 él, que forma el corazón de cada uno, y repara en todas sus
acciones.
16 No queda a salvo el rey por su gran ejército, ni el bravo inmune por
su enorme fuerza.
17 Vana cosa el caballo para la victoria, ni con todo su vigor puede
salvar.
18 Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen, sobre los que
esperan en su amor,
19 para librar su alma de la muerte, y sostener su vida en la penuria.
20 Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro socorro y nuestro
escudo;
21 en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre confiamos.
22 Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros, como está en ti nuestra
esperanza.

Salmo 34 (33)
(1) = De David. Cuando fingiéndose demente ante Abimélek, fue
despachado por él y se marchó. =
1 (2) = Alef. = Bendeciré a Yahveh en todo tiempo, sin cesar en mi
boca su alabanza;
2 (3) = Bet. = en Yahveh mi alma se gloría, ¡óiganlo los humildes y
se alegren!
3 (4) = Guimel. = Engrandeced conmigo a Yahveh, ensalcemos su
nombre todos juntos.
4 (5) = Dálet. = He buscado a Yahveh, y me ha respondido: me ha
librado de todos mis temores.

5 (6) = He. = Los que miran hacia él, refulgirán: no habrá sonrojo en
su semblante.
6 (7) = Zain. = Cuando el pobre grita, Yahveh oye, y le salva de todas
sus angustias.
7 (8) = Jet. = Acampa el ángel de Yahveh en torno a los que le temen
y los libra.
8 (9) = Tet. = Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre
que se cobija en él.
9 (10) = Yod. = Temed a Yahveh vosotros, santos suyos, que a
quienes le temen no les falta nada.

10 (11) = Kaf. = Los ricos quedan pobres y hambrientos, mas los que
buscan a Yahveh de ningún bien carecen.
11 (12) = Lámed. = Venid, hijos, oídme, el temor de Yahveh voy a
enseñaros.
12 (13) = Mem. = ¿Quién es el hombre que apetece la vida, deseoso
de días para gozar de bienes?
13 (14) = Nun. = Guarda del mal tu lengua, tus labios de decir
mentira;
14 (15) = Sámek. = apártate del mal y obra el bien, busca la paz y
anda tras ella.

15 (16) = Ain. = Los ojos de Yahveh sobre los justos, y sus oídos
hacia su clamor,
16 (17) = Pe = el rostro de Yahveh contra los malhechores, para raer
de la tierra su memoria.
17 (18) = Sade. = Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye, y los libra de
todas sus angustias;
18 (19) = Qof. = Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón.
él salva a los espíritus hundidos.
19 (20) = Res. = Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le
libera Yahveh;

20 (21) = Sin. = todos sus huesos guarda, no será quebrantado ni uno


solo.
21 (22) = Tau. = La malicia matará al impío, los que odian al justo lo
tendrán que pagar.
22 (23) Yahveh rescata el alma de sus siervos, nada habrán de pagar
los que en él se cobijan.

Salmo 35 (34)
(1) = De David. =

1 Ataca, Yahveh, a los que me atacan, combate a quienes me


combaten;
2 embraza el escudo y el pavés, y álzate en mi socorro;
3 blande la lanza y la pica contra mis perseguidores. Di a mi alma:
«Yo soy tu salvación.»
4 ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que andan buscando mi vida!
¡Vuelvan atrás y queden confundidos los que mi mal maquinan!
5 ¡Sean lo mismo que la paja al viento, por el ángel de Yahveh
acosados;
6 sea su camino tiniebla y precipicio, perseguidos por el ángel de
Yahveh!
7 Pues sin causa me han tendido su red, han cavado una fosa para mí.
8 ¡Sobre cada uno de ellos caiga de improviso la ruina: le prenda la
red que había tendido, y en su fosa se hunda!
9 Y mi alma exultará en Yahveh, en su salvación se gozará.
10 Dirán todos mis huesos: Yahveh, ¿quién como tú, para librar al
débil del más fuerte, al pobre de su expoliador?

11 Testigos falsos se levantan, sobre lo que ignoro me interrogan;


12 me pagan mal por bien, ¡desolación para mi alma!
13 Yo, en cambio, cuando eran ellos los enfermos, vestido de sayal,
me humillaba con ayuno, y en mi interior repetía mi oración;
14 como por un amigo o un hermano iba y venía, como en duelo de
una madre, sombrío me encorvaba.
15 Ellos se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí;
extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso;

16 si caigo, me rodean rechinando sus dientes contra mí.


17 ¿Cuánto tiempo, Señor, te quedarás mirando? Recobra mi alma de
sus garras, de los leones mi vida.
18 Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre un pueblo
copioso.
19 No se rían de mí, mis enemigos pérfidos, ni se guiñen sus ojos los
que me odian sin razón.
20 Pues no es de paz de lo que hablan a los pacíficos de la tierra;
mascullan palabras de perfidia,
21 abren bien grande su boca contra mí; dicen: «¡Ja, Ja, nuestros ojos
lo han visto!»
22 Tú lo has visto, Yahveh, no te quedes callado, Señor, no estés lejos
de mí;
23 despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi
Dios y Señor;
24 júzgame conforme a tu justicia, oh Yahveh, ¡Dios mío, no se rían
de mí!
25 No digan en su corazón: «¡Ajá, lo que queríamos!» No digan: «¡Le
hemos engullido!»
26 ¡Vergüenza y confusión caigan a una sobre los que se ríen de mi
mal; queden cubiertos de vergüenza y de ignominia los que a mi costa
medran!
27 Exulten y den gritos de júbilo los que en mi justicia se complacen,
y digan sin cesar: «¡Grande es Yahveh, que en la paz de su siervo se
complace!»
28 Y tu justicia musitará mi lengua, todo el día tu alabanza.
Salmo 36 (35)
(1) = Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh. De David. =
1 (2) Un oráculo para el impío es el pecado en el fondo de su corazón;
temor de Dios no existe delante de sus ojos.
2 (3) Con ojo harto lisonjero se mira, para encontrar y detestar su
culpa;
3 (4) las palabras de su boca, iniquidad y engaño; renunció a ser
sensato, a hacer el bien.
4 (5) Sólo maquina iniquidad sobre su lecho; en un camino que no es
bueno se obstina y no reprueba el mal.

5 (6) Oh Yahveh, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad;


6 (7) tu justicia, como los montes de Dios, tus juicios, como el hondo
abismo. A hombres y bestias salvas tú, Yahveh,
7 (8) oh Dios, ¡qué precioso tu amor! Por eso los hijos de Adán, a la
sombra de tus alas se cobijan.
8 (9) Se sacian de la grasa de tu Casa, en el torrente de tus delicias los
abrevas;
9 (10) en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz.

10 (11) Guarda tu amor a los que te conocen, y tu justicia a los de


recto corazón.
11 (12) ¡Que el pie del orgullo no me alcance, ni la mano de los
impíos me avente!
12 (13) Ved cómo caen los agentes de mal, abatidos, no pueden
levantarse.

Salmo 37 (36)
(1) = De David. =

1 = Alef. = No te acalores por causa de los malos, no envidies a los


que hacen injusticia.
2 Pues aridecen presto como el heno, como la hierba tierna se
marchitan.
3 = Bet. = Ten confianza en Yahveh y obra el bien, vive en la tierra y
crece en paz,
4 ten tus delicias en Yahveh, y te dará lo que pida tu corazón.
5 = Guimel. = Pon tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará;
6 hará brillar como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el
mediodía.
7 = Dálet. = Vive en calma ante Yahveh, espera en él, no te acalores
contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas.
8 = He. = Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te acalores, que
es peor;
9 pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan en Yahveh
poseerán la tierra.
10 = Vau. = Un poco más, y no hay impío, buscas su lugar y ya no
está;

11 mas poseerán la tierra los humildes, y gozarán de inmensa paz.


12 = Zain. = El impío maquina contra el justo, rechinan sus dientes
contra él;
13 el Señor de él se ríe, porque ve llegar su día.
14 = Jet. = Desenvainan la espada los impíos, tienden el arco, para
abatir al mísero y al pobre, para matar a los rectos de conducta;
15 su espada entrará en su propio corazón, y sus arcos serán rotos.
16 = Tet. = Lo poco del justo vale más que la mucha abundancia del
impío;
17 pues los brazos de los impíos serán rotos, mientras que a los justos
los sostiene Yahveh.
18 = Yod. = Yahveh conoce los días de los íntegros, su herencia será
eterna;
19 no serán confundidos en tiempo de desgracia, en días de penuria
gozarán de hartura.
20 = Kaf. = Perecerán, en cambio, los impíos, los enemigos de
Yahveh; se esfumarán como el ornato de los prados, en humo se
desvanecerán.
21 = Lámed. = Toma el impío prestado y no devuelve, mas el justo es
compasivo y da;
22 los que él bendice poseerán la tierra, los que él maldice serán
exterminados.
23 = Mem. = De Yahveh penden los pasos del hombre, firmes son y
su camino le complace;
24 aunque caiga, no se queda postrado, porque Yahveh la mano le
sostiene.
25 = Nun. = Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni
a su linaje mendigando el pan.
26 En todo tiempo es compasivo y presta, su estirpe vivirá en
bendición.
27 = Sámek. = Apártate del mal y obra el bien, tendrás para siempre
una morada;
28 porque Yahveh ama lo que es justo y no abandona a sus amigos. =
Ain. = Los malvados serán por siempre exterminados, la estirpe de los
impíos cercenada;
29 los justos poseerán la tierra, y habitarán en ella para siempre.
30 La boca del justo sabiduría susurra, su lengua habla rectitud;
31 la ley de su Dios está en su corazón, sus pasos no vacilan.

32 Espía el impío al justo, y busca darle muerte;


33 en su mano Yahveh no le abandona, ni deja condenarle al ser
juzgado.
34 Espera en Yahveh y guarda su camino, él te exaltará a la herencia
de la tierra, el exterminio de los impíos verás.
35 He visto al impío muy arrogante empinarse como un cedro del
Líbano;
36 pasé de nuevo y ya no estaba, le busqué y no se le encontró.
37 Observa al perfecto, mira al íntegro: hay descendencia para el
hombre de paz;
38 pero los rebeldes serán a una aniquilados, y la posteridad de los
impíos extirpada.
39 La salvación de los justos viene de Yahveh, él su refugio en tiempo
de angustia;
40 Yahveh los ayuda y los libera, de los impíos él los libra, los salva
porque a él se acogen.

Salmo 38 (37)
(1) = Salmo De David. En memoria. =
1 (2) Yahveh, no me corrijas en tu enojo, en tu furor no me castigues.
2 (3) Pues en mí se han clavado tus saetas, ha caído tu mano sobre
mí;
3 (4) nada intacto en mi carne por tu enojo, nada sano en mis huesos
debido a mi pecado.
4 (5) Mis culpas sobrepasan mi cabeza, como un peso harto grave
para mí;
5 (6) mis llagas son hedor y putridez, debido a mi locura;
6 (7) encorvado, abatido totalmente, sombrío ando todo el día.

7 (8) Están mis lomos túmidos de fiebre, nada hay sano ya en mi


carne;
8 (9) entumecido, molido totalmente, me hace rugir la convulsión del
corazón.
9 (10) Señor, todo mi anhelo ante tus ojos, mi gemido no se te oculta
a ti.
10 (11) Me traquetea el corazón, las fuerzas me abandonan, y la luz
misma de mis ojos me falta.
11 (12) Mis amigos y compañeros se partan de mi llaga, mis
allegados a distancia se quedan;
12 (13) y tienden lazos los que buscan mi alma, los que traman mi
mal hablan de ruina, y todo el día andan urdiendo fraudes.

13 (14) Mas yo como un sordo soy, no oigo, como un mudo que no


abre la boca;
14 (15) sí, soy como un hombre que no oye, ni tiene réplica en sus
labios.
15 (16) Que en ti, Yahveh, yo espero, tú responderás, Señor, Dios
mío.
16 (17) He dicho: «! No se rían de mí, no me dominen cuando mi pie
resbale!».
17 (18) Y ahora ya estoy a punto de caída, mi tormento sin cesar está
ante mí.
18 (19) Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado.

19 (20) Aumentan mis enemigos sin razón, muchos son los que sin
causa me odian,
20 (21) los que me devuelven mal por bien y me acusan cuando yo el
bien busco.
21 (22) ¡No me abandones, tú, Yahveh, Dios mío, no estés lejos de
mí!
22 (23) Date prisa a auxiliarme, oh Señor, mi salvación!

Salmo 39 (38)
(1) = Del maestro de coro. De Yedutún. Salmo. De David. =
1 (2) Yo me decía: «Guardaré mis caminos, sin pecar con mi lengua,
pondré un freno en mi boca, mientras esté ante mí el impío.»
2 (3) Enmudecí, quedé en silencio y calma: mas al ver su dicha se
enconó mi tormento.
3 (4) Dentro de mí mi corazón se acaloraba, de mi queja prendió el
fuego, y mi lengua llegó a hablar:
4 (5) «Hazme saber, Yahveh, mi fin, y cuál es la medida de mis días,
para que sepa yo cuán frágil soy.

5 (6) «Oh sí, de unos palmos hiciste mis días, mi existencia cual nada
es ante ti; sólo un soplo, todo hombre que se yergue,
6 (7) nada más una sombra el humano que pasa, sólo un soplo las
riquezas que amontona, sin saber quién las recogerá.»
7 (8) Y ahora, Señor, ¿qué puedo yo esperar? En ti está mi esperanza.
8 (9) De todas mis rebeldías líbrame, no me hagas la irrisión del
insensato.
9 (10) Me callo ya, no abro la boca, pues eres tú el que actúas.
10 (11) Retira de mí tus golpes, bajo el azote de tu mano me anonado.
11 (12) Reprendiendo sus yerros tú corriges al hombre, cual polilla
corroes su anhelos. Un soplo sólo, todo hombre. = Pausa. «=
12 (13) Escucha mi súplica, Yahveh, presta oído a mi grito, no te
hagas sordo a mis lágrimas. Pues soy un forastero junto a ti, un huésped
como todos mis padres.
13 (14) ¡Retira tu mirada para que respire antes que me vaya y ya no
exista más!

Salmo 40 (39)
(1) = Del maestro de coro. De David. Salmo. =
1 (2) En Yahveh puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y
escuchó mi clamor.
2 (3) Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies
sobre la roca, consolidó mis pasos.
3 (4) Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios;
muchos verán y temerán, y en Yahveh tendrán confianza.
4 (5) Dichoso el hombre aquel que en Yahveh pone su confianza, y
no se va con los rebeldes, que andan tras la mentira.

5 (6) ¡Cuántas maravillas has hecho, Yahveh, Dios mío, qué de


designios con nosotros: no hay comparable a ti! Yo quisiera publicarlos,
pregonarlos, mas su número excede toda cuenta.
6 (7) Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no
pedías holocaustos ni víctimas,
7 (8) dije entonces: Heme aquí, que vengo. Se me ha prescrito en el
rollo del libro
8 (9) hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el
fondo de mi ser.

9 (10) He publicado la justicia en la gran asamblea; mira, no he


contenido mis labios, tú lo sabes, Yahveh.
10 (11) No he escondido tu justicia en el fondo de mi corazón, he
proclamado tu lealtad, tu salvación, no he ocultado tu amor y tu verdad a la
gran asamblea.
11 (12) Y tú, Yahveh, no contengas tus ternuras para mí. Que tu amor
y tu verdad incesantes me guarden.
12 (13) Pues desdichas me envuelven en número incontable. Mis
culpas me dan caza, y no puedo ya ver; más numerosas son que los cabellos
de mi cabeza, y el corazón me desampara.

13 (14) ¡Dígnate, oh Yahveh, librarme, Yahveh, corre en mi ayuda!


14 (15) ¡Queden avergonzados y confusos todos juntos los que
buscan mi vida para cercenarla! ¡Atrás, sean confundidos los que desean mi
mal!
15 (16) Queden consternados de vergüenza los que dicen contra mí:
«¡Ja, Ja!»
16 (17) ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! Repitan
sin cesar: «¡Grande es Yahveh!», los que aman tu salvación.

17 (18) Y yo, pobre soy y desdichado, pero el Señor piensa en mí; tú,
mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes.

Salmo 41 (40)
(1) = Del maestro de coro. Salmo. De David. =
1 (2) ¡Dichoso el que cuida del débil y del pobre! En día de desgracia
le libera Yahveh;
2 (3) Yahveh le guarda, vida y dicha en la tierra le depara, y no le
abandona a la saña de sus enemigos;
3 (4) le sostiene Yahveh en su lecho de dolor; tú rehaces entera la
postración en que se sume.
4 (5) Yo he dicho: «Tenme piedad, Yahveh, sana mi alma, pues
contra ti he pecado!»
5 (6) Mis enemigos hablan mal contra mí: «¿Cuándo se morirá y se
perderá su nombre?»

6 (7) Si alguien viene a verme, habla de cosas fútiles, el corazón


repleto de maldad, va a murmurar afuera.
7 (8) A una cuchichean contra mí todos los que me odian, me achacan
la desgracia que me aqueja:
8 (9) «Cosa de infierno ha caído sobre él, ahora que se ha acostado,
ya no ha de levantarse.»
9 (10) Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que mi pan
comía, levanta contra mí su calcañar.
10 (11) Mas tú, Yahveh, tenme piedad, levántame y les daré su
merecido;

11 (12) en esto sabré que tú eres mi amigo: si mi enemigo no lanza


más su grito contra mí;
12 (13) y a mí me mantendrás en mi inocencia, y ante tu faz me
admitirás por siempre.
13 (14) ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, desde siempre hasta
siempre! ¡Amén! ¡Amén!

Salmo 42 (41)
(1) = Del maestro de coro. Poema. De los hijos de Coré. =
1 (2) Como jadea la cierva, tras las corrientes de agua, así jadea mi
alma, en pos de ti, mi Dios.
2 (3) Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a
ver la faz de Dios?
3 (4) ¡Son mis lágrimas mi pan, de día y de noche, mientras me dicen
todo el día: ¿En dónde está tu Dios?
4 (5) Yo lo recuerdo, y derramo dentro de mí mi alma, cómo
marchaba a la Tienda admirable, a la Casa de Dios, entre los gritos de júbilo
y de loa, y el gentío festivo.

5 (6) ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en
Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y
6 (7) mi Dios! En mí mi alma desfallece. por eso te recuerdo desde la
tierra del Jordán y los Hermones, a ti, montaña humilde.
7 (8) Abismo que llama al abismo, en el fragor de tus cataratas, todas
tus olas y tus crestas han pasado sobre mí.
8 (9) De día mandará Yahveh su gracia, y el canto que me inspire por
la noche será una oración al Dios de mi vida.

9 (10) Diré a Dios mi Roca: ¿Por qué me olvidas?, ¿por qué he de


andar sombrío por la opresión del enemigo?
10 (11) Con quebranto en mis huesos mis adversarios me insultan,
todo el día repitiéndome: ¿En dónde está tu Dios?
11 (12) ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en
Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!

Salmo 43 (42)
1 Hazme justicia, oh Dios, y mi causa defiende contra esta gente sin
amor; del hombre falso y fraudulento, líbrame.
2 Tú el Dios de mi refugio: ¿por qué me has rechazado?, ¿por qué he
de andar sombrío por la opresión del enemigo?
3 Envía tu luz y tu verdad, ellas me guíen, y me conduzcan a tu monte
santo, donde tus Moradas.
4 Y llegaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría. Y exultaré, te
alabaré a la cítara, oh Dios, Dios mío.
5 ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios:
aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!

Salmo 44 (43)
(1) = Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Poema. =
1 (2) Oh Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron
nuestros padres, la obra que tú hiciste en sus días, en los días antiguos,
2 (3) y con tu propia mano. Para plantarlos a ellos, expulsaste
naciones, para ensancharlos, maltrataste pueblos;
3 (4) no por su espada conquistaron la tierra, ni su brazo les dio la
victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque
los amabas.

4 (5) Tú sólo, oh Rey mío, Dios mío, decidías las victorias de Jacob;
5 (6) por ti nosotros hundíamos a nuestros adversarios, por tu nombre
pisábamos a nuestros agresores.
6 (7) No estaba en mi arco mi confianza, ni mi espada me hizo
vencedor;
7 (8) que tú nos salvabas de nuestros adversarios, tú cubrías de
vergüenza a nuestros enemigos;
8 (9) en Dios todo el día nos gloriábamos, celebrando tu nombre sin
cesar. = Pausa. =
9 (10) Y con todo, nos has rechazado y confundido, no sales ya con
nuestras tropas,

10 (11) nos haces dar la espalda al adversario, nuestros enemigos


saquean a placer.
11 (12) Como ovejas de matadero nos entregas, y en medio de los
pueblos nos has desperdigado;
12 (13) vendes tu pueblo sin ventaja, y nada sacas de su precio.
13 (14) De nuestros vecinos nos haces la irrisión, burla y escarnio de
nuestros circundantes;
14 (15) mote nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los
pueblos.
15 (16) Todo el día mi ignominia está ante mí, la vergüenza cubre mi
semblante,

16 (17) bajo los gritos de insulto y de blasfemia, ante la faz del odio y
la venganza.
17 (18) Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber
traicionado tu alianza.
18 (19) ¡No habían vuelto atrás nuestros corazones, ni habían dejado
nuestros pasos tu sendero,
19 (20) para que tú nos aplastaras en morada de chacales, y nos
cubrieras con la sombra de la muerte!
20 (21) Si hubiésemos olvidado el nombre de nuestro Dios o alzado
nuestras manos hacia un dios extranjero,

21 (22) ¿no se habría dado cuenta Dios, él, que del corazón conoce los
secretos?
22 (23) Pero por ti se nos mata cada día, como ovejas de matadero se
nos trata.
23 (24) ¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no
rechaces para siempre!
24 (25) ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra
miseria?
25 (26) Pues nuestra alma está hundida en el polvo, pegado a la tierra
nuestro vientre.
26 (27) ¡Alzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor!
Salmo 45 (44)
(1) = Del maestro de coro. Según la melodía: «Lirios...» De los hijos
de Coré. Poema. Canto de amor. =
1 (2) Bulle mi corazón de palabras graciosas; voy a recitar mi poema
para un rey: es mi lengua la pluma de un escriba veloz.
2 (3) Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia
está derramada en tus labios. Por eso Dios te bendijo para siempre.
3 (4) Ciñe tu espada a tu costado, oh bravo, en tu gloria y tu esplendor

4 (5) marcha, cabalga, por la causa de la verdad, de la piedad, de la


justicia. ¡Tensa la cuerda en el arco, que hace terrible tu derecha!
5 (6) Agudas son tus flechas, bajo tus pies están los pueblos, desmaya
el corazón de los enemigos del rey.
6 (7) Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el
cetro de tu reino;
7 (8) tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te
ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros;

8 (9) mirra y áloe y casia son todos tus vestidos. Desde palacios de
marfil laúdes te recrean.
9 (10) Hijas de reyes hay entre tus preferidas; a tu diestra una reina,
con el oro de Ofir.
10 (11) Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la
casa de tu padre,
11 (12) y el rey se prendará de tu belleza. El es tu Señor, ¡póstrate
ante él!
12 (13) La hija de Tiro con presentes, y los más ricos pueblos
recrearán tu semblante.

13 (14) Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en


oro recamados;
14 (15) con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella,
compañeras suyas, donde él son introducidas;
15 (16) entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del
rey.
16 (17) En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre
toda la tierra.
17 (18) ¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las
generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!

Salmo 46 (45)
(1) = Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Para oboes. Cántico.
=
1 (2) Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la
angustia siempre a punto.
2 (3) Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes se
conmueven en el fondo de los mares,
3 (4) aunque sus aguas bramen y borboten, y los montes retiemblen a
su ímpetu. (¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios
de Jacob!) = Pausa. =

4 (5) ¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios, santificando las
moradas del Altísimo.
5 (6) Dios está en medio de ella, no será conmovida, Dios la socorre
al llegar la mañana.
6 (7) Braman las naciones, se tambalean los reinos, lanza él su voz, la
tierra se derrite.
7 (8) ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de
Jacob! = Pausa. =
8 (9) Venid a contemplar los prodigios de Yahveh, el que llena la
tierra de estupores.

9 (10) Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra; quiebra el


arco, parte en dos la lanza, y prende fuego a los escudos.
10 (11) «¡Basta ya; sabed que yo soy Dios, excelso sobre las
naciones, sobre la tierra excelso!»
11 (12) ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios
de Jacob! = Pausa. =

Salmo 47 (46)
(1) = Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo. =
1 (2) ¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de
alegría!
2 (3) Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre la
tierra toda.
3 (4) El somete a nuestro yugo los pueblos, y a las gentes bajo
nuestros pies;
4 (5) él nos escoge nuestra herencia, orgullo de Jacob, su amado. =
Pausa. =
5 (6) Sube Dios entre aclamaciones, Yahveh al clangor de la
trompeta:

6 (7) ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro


Rey, salmodiad!
7 (8) Que de toda la tierra él es el rey: ¡salmodiad a Dios con
destreza!
8 (9) Reina Dios sobre las naciones, Dios, sentado en su sagrado
trono.
9 (10) Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios
de Abraham.
10 Pues de Dios son los escudos de la tierra, él, inmensamente
excelso.

Salmo 48 (47)
(1) = Cántico. Salmo. De los hijos de Coré. =
1 (2) Grande es Yahveh, y muy digno de loa en la ciudad de nuestro
Dios; su monte santo,
2 (3) de gallarda esbeltez, es la alegría de toda la tierra; el monte
Sión, confín del Norte, la ciudad del gran Rey:
3 (4) Dios, desde sus palacios, se ha revelado como baluarte.
4 (5) He aquí que los reyes se habían aliado, irrumpían a una;
5 (6) apenas vieron, de golpe estupefactos, aterrados, huyeron en
tropel.

6 (7) Allí un temblor les invadió, espasmos como de mujer en parto,


7 (8) tal el viento del este que destroza los navíos de Tarsis.
8 (9) Como habíamos oído lo hemos visto en la ciudad de Yahveh
Sebaot, en la ciudad de nuestro Dios, que Dios afirmó para siempre. =
Pausa. =
9 (10) Tu amor, oh Dios, evocamos en medio de tu Templo;
10 (11) ¡como tu nombre, oh Dios, tu alabanza hasta los confines de
la tierra! De justicia está llena tu diestra,

11 (12) el monte Sión se regocija, exultan las hijas de Judá a causa de


tus juicios.
12 (13) Dad la vuelta a Sión, girad en torno de ella, enumerad sus
torres;
13 (14) grabad en vuestros corazones sus murallas, recorred sus
palacios; para contar a la edad venidera
14 (15) que así es Dios, nuestro Dios por los siglos de los siglos,
aquel que nos conduce.

Salmo 49 (48)
(1) = Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo. =
1 (2) ¡Oídlo, pueblos todos, escuchad, habitantes todos de la tierra,
2 (3) hijos de Adán, así como hijos de hombre, ricos y pobres a la
vez!
3 (4) Mi boca va a decir sabiduría, y cordura el murmullo de mi
corazón;
4 (5) tiendo mi oído a un proverbio, al son de cítara descubriré mi
enigma.
5 (6) ¿Por qué temer en días de desgracia cuando me cerca la malicia
de los que me hostigan,

6 (7) los que ponen su confianza en su fortuna, y se glorían de su gran


riqueza?
7 (8) ¡Si nadie puede redimirse ni pagar a Dios por su rescate!;
8 (9) es muy cara la redención de su alma, y siempre faltará,
9 (10) para que viva aún y nunca vea la fosa.
10 (11) Se ve, en cambio, fenecer a los sabios, perecer a la par necio y
estúpido, y dejar para otros sus riquezas.
11 (12) Sus tumbas son sus casas para siempre, sus moradas de edad
en edad; ¡y a sus tierras habían puesto sus nombres!

12 (13) El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas


se asemeja.
13 (14) Así andan ellos, seguros de sí mismos, y llegan al final,
contentos de su suerte. = Pausa. =
14 (15) Como ovejas son llevados al seol, los pastorea la Muerte, y
los rectos dominarán sobre ellos. Por la mañana se desgasta su imagen, ¡el
seol será su residencia!
15 (16) Pero Dios rescatará mi alma, de las garras del seol me
cobrará.

16 (17) No temas cuando el hombre se enriquece, cuando crece el


boato de su casa.
17 (18) Que a su muerte, nada ha de llevarse, su boato no bajará con
él.
18 (19) Aunque en vida se bendecía a sí mismo - te alaban, porque te
has tratado bien -,
19 (20) irá a unirse a la estirpe de sus padres, que nunca ya verán la
luz.
20 (21) El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas
se asemeja.

Salmo 50 (49)
(1) = Salmo. De Asaf. =

1 El Dios de los dioses, Yahveh, habla y convoca a la tierra desde


oriente hasta occidente.
2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece,
3 viene nuestro Dios y no se callará. Delante de él, un fuego que
devora, en torno a él, violenta tempestad;
4 convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra para juzgar a su
pueblo.
5 «¡Congregad a mis fieles ante mí, los que mi alianza con sacrificio
concertaron!»
6 Anuncian los cielos su justicia, porque es Dios mismo el juez. =
Pausa. =
7 «Escucha, pueblo mío, que hablo yo, Israel, yo atestiguo contra ti,
yo, Dios, tu Dios.
8 «No es por tus sacrificios por lo que te acuso: ¡están siempre ante mí
tus holocaustos!
9 No tengo que tomar novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus
apriscos.
10 «Pues mías son todas las fieras de la selva, las bestias en los
montes a millares;
11 conozco todas las aves de los cielos, mías son las bestias de los
campos.
12 «Si hambre tuviera, no habría de decírtelo, porque mío es el orbe y
cuanto encierra.
13 ¿Es que voy a comer carne de toros, o a beber sangre de machos
cabríos?
14 «Sacrificio ofrece a Dios de acción de gracias, cumple tus votos al
Altísimo;
15 e invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria.»
16 Pero al impío Dios le dice: «¿Qué tienes tú que recitar mis
preceptos, y tomar en tu boca mi alianza,

17 tú que detestas la doctrina, y a tus espaldas echas mis palabras?


18 «Si a un ladrón ves, te vas con él, alternas con adúlteros;
19 sueltas tu boca al mal, y tu lengua trama engaño.
20 «Te sientas, hablas contra tu hermano, deshonras al hijo de tu
madre.
21 Esto haces tú, ¿y he de callarme? ¿Es que piensas que yo soy como
tú? Yo te acuso y lo expongo ante tus ojos.
22 «¡Entended esto bien los que olvidáis a Dios, no sea que yo
arrebate y no haya quien libre!
23 El que ofrece sacrificios de acción de gracias me da gloria, al
hombre recto le mostraré la salvación de Dios.»

Salmo 51 (50)
(1) = Del maestro de coro. Salmo. De David. =
(2) = Cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había
unido a Betsabé. =
1 (3) Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura
borra mi delito,
2 (4) lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame.
3 (5) Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante
mí;
4 (6) contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por
que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas.

5 (7) Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre.


6 (8) Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo secreto me
enseñas la sabiduría.
7 (9) Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más
blanco que la nieve.
8 (10) Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos
que machacaste tú.
9 (11) Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas.
10 (12) Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme
dentro de mí renueva;

11 (13) no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo


espíritu.
12 (14) Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu generoso
afiánzame;
13 (15) enseñaré a los rebeldes tus caminos, y los pecadores volverán
a ti.
14 (16) Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación, y aclamará
mi lengua tu justicia;
15 (17) abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza.
16 (18) Pues no te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo
aceptas.

17 (19) El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito


y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
18 (20) ¡Favorece a Sión en tu benevolencia, reconstruye las murallas
de Jerusalén!
19 (21) Entonces te agradarán los sacrificios justos, - holocausto y
oblación entera - se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.

Salmo 52 (51)
(1) = Del maestro de coro. Poema. De David. =
(2) = Cuando el edomita Doeg vino a avisar a Saúl diciéndole: «David
ha entrado en casa de Ajimélek.» =
1 (3) ¿Por qué te glorías del mal, héroe de infamia? Todo el día
2 (4) pensando estás en crímenes, tu lengua es una afilada navaja, oh
artífice de engaño.
3 (5) El mal al bien prefieres, la mentira a la justicia; = Pausa. =
4 (6) amas toda palabra de perdición, oh lengua engañadora.

5 (7) Por eso Dios te aplastará, te destruirá por siempre, te arrancará


de tu tienda, te extirpará de la tierra de los vivos. = Pausa. =
6 (8) Los justos lo verán y temerán, se reirán de él:
7 (9) «¡Ese es el hombre que no puso en Dios su refugio, mas en su
gran riqueza confiaba, se jactaba de su crimen!»
8 (10) Mas yo, como un olivo verde en la Casa de Dios, en el amor de
Dios confío para siempre jamás.
9 (11) Te alabaré eternamente por lo que has hecho; esperaré en tu
nombre, porque es bueno con los que te aman

Salmo 53 (52)
(1) = Del maestro de coro. Para la enfermedad. Poema. De David. =
1 (2) Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos
están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien.
2 (3) Se asoma Dios desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver
si hay un sensato, alguien que busque a Dios.
3 (4) Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay
quien haga el bien, ni uno siquiera.

4 (5) ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo
como se come el pan, y no invocan a Dios?
5 (6) Allí de espanto temblarán, donde nada hay que espante. Pues
Dios dispersa los huesos de tu sitiador, se les ultraja porque Dios los
rechaza.
6 (7) ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? ¡Cuando Dios
cambie la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel!

Salmo 54 (53)
(1) = Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema. De
David. =
(2) = Cuando los zifitas vinieron a decir a Saúl: «¿No está escondido
David entre nosotros?» =
1 (3) ¡Oh Dios, sálvame por tu nombre, por tu poderío hazme justicia,
2 (4) oh Dios, escucha mi oración, atiende a las palabras de mi boca!
3 (5) Pues se han alzado contra mí arrogantes, rabiosos andan en
busca de mi alma, sin tener para nada a Dios presente. = Pausa. =

4 (6) Mas ved que Dios viene en mi auxilio, el Señor con aquellos que
sostienen mi alma.
5 (7) ¡El mal recaiga sobre los que me asechan, Yahveh, por tu
verdad destrúyelos!
6 (8) De corazón te ofreceré sacrificios, celebraré tu nombre, porque
es bueno,
7 (9) porque de toda angustia me ha librado, y mi ojo se recreó en mis
enemigos

Salmo 55 (54)
(1) = Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema. De
David. =
1 (2) Escucha, oh Dios, mi oración, no te retraigas a mi súplica,
2 (3) dame oídos, respóndeme, en mi queja me agito. Gimo
3 (4) ante la voz del enemigo, bajo el abucheo del impío; pues vierten
sobre mí falsedades y con saña me hostigan.

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