Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

El DIP en España

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5

Artículo 93 CE

Mediante ley orgánica se podrá autorizar la celebración de tratados por los que se atribuya a
una organización o institución internacional el ejercicio de competencias derivadas de la
Constitución. Corresponde a las Cortes Generales o al Gobierno, según los casos, la garantía del
cumplimiento de estos tratados y de las resoluciones emanadas de los organismos
internacionales o supranacionales titulares de la cesión.

Artículo 95 CE

1. La celebración de un tratado internacional que contenga estipulaciones contrarias a la


Constitución exigirá la previa revisión constitucional.

2. El Gobierno o cualquiera de las Cámaras puede requerir al Tribunal Constitucional para que
declare si existe o no esa contradicción.

Artículo 96 CE

1. Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en


España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas,
modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las
normas generales del Derecho internacional.

2. Para la denuncia de los tratados y convenios internacionales se utilizará el mismo


procedimiento previsto para su aprobación en el artículo 94.

Artículo 1.5 Código Civil:

Las normas jurídicas contenidas en los tratados internacionales no serán de aplicación


directa en España en tanto no hayan pasado a formar parte del ordenamiento interno
mediante su publicación íntegra en el «Boletín Oficial del Estado».

Artículo 27 de la LOTC:

Uno. Mediante los procedimientos de declaración de inconstitucionalidad regulados en


este título, el Tribunal Constitucional garantiza la primacía de la Constitución y enjuicia la
conformidad o disconformidad con ella de las Leyes, disposiciones o actos impugnados.

Dos. Son susceptibles de declaración de inconstitucionalidad:

a) Los Estatutos de Autonomía y las demás Leyes orgánicas.

b) Las demás Leyes, disposiciones normativas y actos del Estado con fuerza de Ley.
En el caso de los Decretos legislativos, la competencia del Tribunal se entiende sin
perjuicio de lo previsto en el número seis del artículo ochenta y dos de la Constitución.

c) Los Tratados Internacionales.

d) Los Reglamentos de las Cámaras y de las Cortes Generales.

e) Las Leyes, actos y disposiciones normativas con fuerza de Ley de las Comunidades
Autónomas, con la misma salvedad formula en el apartado b) respecto a los casos de
delegación legislativa.

f) Los Reglamentos de las Asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas.

Declaración del TC 1/1992:


(http://www.congreso.es/constitucion/ficheros/sentencias/dtc_001_1992.pdf)
Mediante la vía previa prevista en su art. 95.2, la Norma
fundamental atribuye al Tribunal Constitucional la doble tarea de preservar la
Constitución y de garantizar, al tiempo, la seguridad y estabilidad de los
compromisos a contraer por España en el orden internacional. Como interprete
supremo de la Constitución, el Tribunal es llamado a pronunciarse sobre la
posible contradicción entre ella y un Tratado cuyo texto, ya definitivamente
fijado, no haya recibido aún el consentimiento del Estado (…).

Existe una contradicción, irreductible por vía de interpretación, entre el


art. 8 B, apartado 1, del Tratado de la Comunidad Económica Europea, según
quedaría el mismo redactado por el Tratado de la Unión Europea, de una parte,
y el art. 13.2 de nuestra Constitución, de otra; contradicción que afecta a la
parte de aquel precepto que reconocería el derecho de sufragio pasivo en las
elecciones municipales a un conjunto genérico de personas (los nacionales de
otros países miembros de la Comunidad) que no tienen la condición de
españoles.

La única vía existente en Derecho para superar tal antinomia, y para ratificar o
firmar aquel Tratado, es, así, la que ha previsto la Constitución en su art. 95.
1: la previa revisión de la Norma fundamental en la parte de la misma que
impone
hoy la conclusión de esta Declaración. Dicha reforma constitucional habrá́ de
remover el obstáculo contenido en el art. 13.2, que impide extender a los no
nacionales el derecho al sufragio pasivo en las elecciones municipales (…).

FUNDAMENTOS:

Si la duda de constitucionalidad se llega a confirmar, el Tratado no podrá́ ser objeto


de ratificación sin la previa revisión constitucional (art. 95.1 de la Norma
fundamental). De este modo, la Constitución ve garantizada, a través del
procedimiento previsto en su Título X, su primacía, adquiriendo también el
Tratado, en la parte del mismo que fue objeto de examen, una estabilidad
jurídica plena, por el carácter vinculante de la Declaración del Tribunal (art. 78.2
de la LOTC), como corresponde al sentido de este examen preventivo (…).

FALLO:

En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE


LE CONFIERE LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Declara

1º Que la estipulación contenida en el futuro art. 8 B, apartado 1, del Tratado


Constitutivo de la Comunidad Económica Europea, tal y como quedará redactado
por el Tratado de la Unión Europea, es contraria al art. 13.2 de la Constitución
en lo relativo a la atribución del derecho de sufragio pasivo en elecciones
municipales a los ciudadanos de la Unión Europea que no sean nacionales
españoles.

2º Que el procedimiento de reforma constitucional, que debe seguirse para


obtener la adecuación de dicha norma convencional a la Constitución, es el
establecido en su art. 167.
Declaración del Pleno del Tribunal Constitucional 1/2004, de 13 de diciembre de 2004.
Requerimiento 6603-2004.

Antecedentes (…) Por escrito registrado en este Tribunal el 5 de noviembre de 2004 el


Abogado del Estado, en la representación que legalmente ostenta y en virtud del Acuerdo
adoptado por el Gobierno de la Nación en la reunión del Consejo de Ministros celebrada
el 5 de noviembre de 2004, al amparo de lo dispuesto en el art. 95.2 de la Constitución
y en el art. 78.1 LOTC, requiere a este Tribunal para que se pronuncie sobre la existencia
o inexistencia de contradicción entre la Constitución española y el artículo I-6 del Tratado
por el que se establece una Constitución para Europa, firmado en Roma el 29 de octubre
de 2004, así como, a la vista de lo establecido en el art. 10.2 CE, sobre la existencia o
inexistencia de contradicción entre la Constitución española y los artículos II-111 y II-
112 del referido Tratado, que forman parte de la Carta de derechos fundamentales de la
Unión Europea (…).

En virtud de lo anterior el Abogado del Estado interesa que, admitido su escrito, se


tenga por formulado, en nombre del Gobierno, requerimiento a este Tribunal para que,
con arreglo a los arts. 95.2 CE y 78.1 LOTC, tras la tramitación oportuna, emita una
Declaración vinculante sobre los siguientes extremos:

1) La existencia o inexistencia de contradicción entre la Constitución Española y el


artículo I-6 del Tratado por el que se establece una Constitución para Europa (…).

Fundamentos (…) 1. Es ésta la segunda ocasión en que este Tribunal es requerido para
pronunciarse sobre la conformidad con la Constitución de un tratado internacional que se
pretende integrar en el Ordenamiento español, en este caso el Tratado por el que se
establece una Constitución para Europa. Requerimiento que ha de sustanciarse a través
del específico cauce procesal previsto en el art. 95.2 de la Constitución y regulado en el
art. 78 de la Ley Orgánica de este Tribunal (LOTC); sobre cuya naturaleza y sentido
hicimos ya en la Declaración 1/1992, de 1 de julio (DTC 1/1992, en adelante), una serie
de consideraciones que conviene recordar ahora.

Se dijo entonces, en efecto, que con el procedimiento establecido en el art. 95.2 de


la Constitución se confía a este Tribunal un doble cometido, pues al general o común,
consistente en la defensa jurisdiccional de la Constitución, se suma el de garantizar la
seguridad y estabilidad de los compromisos internacionales que España pueda contraer.
Si se prefiere, al cometido jurisdiccional propio de este Tribunal se le añade, en virtud de
su ejercicio preventivo, una dimensión cautelar al servicio de la salvaguardia de la
responsabilidad internacional del Estado. Se trata, en definitiva, de asegurar la
supremacía de la Constitución sin perjuicio alguno para esos compromisos, procurando
evitar que la posible contradicción entre una y otros haya de resolverse una vez
integradas en el Ordenamiento las normas pactadas; esto es, cuando de la lógica de la
supremacía de la Constitución puedan derivar consecuencias incompatibles con la lógica
del respeto a lo internacionalmente acordado. El art. 95.2 CE hace posible que las
dudas de constitucionalidad que pueda suscitar un tratado se resuelvan con
carácter previo a su ratificación, de manera que, de confirmarse aquéllas, ésta
queda impedida en tanto no se revise el texto constitucional o se renegocie el
tratado en términos que lo hagan compatible con la Constitución. Se pretende
evitar, en suma, que la contradicción advertida entre la Norma suprema, de un lado, y
una norma todavía no integrada en el sistema regido por aquélla, de otro, llegue a
sustanciarse en una contradicción entre la Constitución y una norma internacional
incorporada a nuestro Ordenamiento. Con esta defensa jurisdiccional anticipada la
Constitución ve asegurada su supremacía frente a las normas internacionales
desde el momento mismo de la integración de éstas en el Derecho nacional,
tratándose de obviar «la perturbación que, para la política exterior y las
relaciones internacionales del Estado, implicaría la eventual declaración de
inconstitucionalidad de una norma pactada» (DTC 1/1992, de 1 de julio, FJ 1) si el
juicio de contraste se verificase una vez que hubiera sido ya incorporada al Ordenamiento
interno. La contradicción se resuelve, por tanto, evitándola en su origen, y no
sólo cuando, ya producida, no queda otro expediente que el de la activación de
dos sistemas de garantía, el internacional y el interno [ex art. 27.2 c) LOTC],
que pueden abocar a consecuencias mutuamente perturbadoras. Por ello, en
razón de la naturaleza estrictamente jurisdiccional del procedimiento preventivo
contemplado en el art. 95.2 de la Constitución, en la citada Declaración 1/1992 hemos
dicho que «lo que de nosotros puede solicitarse es una declaración, no un dictamen; una
decisión, no una mera opinión fundada en Derecho, [pues] este Tribunal no deja de serlo
para transformarse ocasionalmente, por obra del requerimiento, en cuerpo consultivo. Lo
que el requerimiento incorpora es, al igual que acontece en las cuestiones de
inconstitucionalidad, la exposición de una duda razonable, pero lo que de nosotros se
solicita no es un razonamiento que la resuelva, sino una decisión vinculante» (DTC
1/1992, FJ 1). Y es esa naturaleza jurisdiccional la que impone que nuestro
pronunciamiento sólo pueda fundamentarse en argumentaciones jurídico-constitucionales
-sugeridas o no por quien requiere o por quienes pueden comparecer en el procedimiento-
y «ceñirse... al contraste entre la Constitución, en cualquiera de sus enunciados, y la
estipulación o estipulaciones del tratado que hayan sido sometidas a control previo, pues
el art. 95.1 de aquélla ha reservado en exclusiva al Gobierno y a una u otra de ambas
Cámaras la facultad de formular esta duda de constitucionalidad, cuyo planteamiento y
elucidación ex officio no le corresponde, por tanto, al Tribunal, el cual, al igual que en los
demás procedimientos, carece de iniciativa, y está vinculado al principio constitucional de
congruencia. Ello sin perjuicio de que este Tribunal pueda solicitar nuevas informaciones
y aclaraciones o ampliaciones de conformidad con el art. 78.3 LOTC.» (loc. ult. cit.) (…)

El art. 93 CE es sin duda soporte constitucional básico de la integración de otros


ordenamientos con el nuestro, a través de la cesión del ejercicio de competencias
derivadas de la Constitución, ordenamientos llamados a coexistir con el Ordenamiento
interno, en tanto que ordenamientos autónomos por su origen. En términos metafóricos
podría decirse que el art. 93 CE opera como bisagra mediante la cual la
Constitución misma da entrada en nuestro sistema constitucional a otros
ordenamientos jurídicos a través de la cesión del ejercicio de competencias. De
este modo se confiere al art. 93 CE una dimensión sustantiva o material que no cabe
ignorar. Producida la integración debe destacarse que la Constitución no es ya el marco
de validez de las normas comunitarias, sino el propio Tratado cuya celebración
instrumenta la operación soberana de cesión del ejercicio de competencias derivadas de
aquélla, si bien la Constitución exige que el Ordenamiento aceptado como consecuencia
de la cesión sea compatible con sus principios y valores básicos. Como se deriva del
mecanismo contenido en el propio precepto constitucional, tampoco cabe ignorar la
necesidad de proporcionar a los organismos internacionales en cuyo favor se ha cedido el
ejercicio de las competencias los instrumentos indispensables para garantizar el
cumplimiento del Derecho por ellos creado, función que sólo puede verse obstaculizada
por un entendimiento inadecuado del citado precepto constitucional y de su sustancia
integracionista. De ahí que sea imprescindible una interpretación que atienda a la
insoslayable dimensión de integración comunitaria que el precepto constitucional
comporta. Esa interpretación debe partir del reconocimiento de que la operación de cesión
del ejercicio de competencias a la Unión europea y la integración consiguiente del Derecho
comunitario en el nuestro propio imponen límites inevitables a las facultades soberanas
del Estado, aceptables únicamente en tanto el Derecho europeo sea compatible con los
principios fundamentales del Estado social y democrático de Derecho establecido por la
Constitución nacional. Por ello la cesión constitucional que el art. 93 CE posibilita tiene a
su vez límites materiales que se imponen a la propia cesión. Esos límites materiales, no
recogidos expresamente en el precepto constitucional, pero que implícitamente se derivan
de la Constitución y del sentido esencial del propio precepto, se traducen en el respeto
de la soberanía del Estado, de nuestras estructuras constitucionales básicas y del sistema
valores y principios fundamentales consagrados en nuestra Constitución, en el que los
derechos fundamentales adquieren sustantividad propia (art. 10.1 CE) (…).

También podría gustarte