Vía Crucis en Los Barrios
Vía Crucis en Los Barrios
Vía Crucis en Los Barrios
1
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús en el Huerto de los Olivos
MEDITACIÓN
Jesús sentía miedo, angustia y tristeza hasta el punto de morir. Eligió a tres compañeros, pero que muy
pronto se durmieron, y comenzó a rezar él solo: «Pase de mí esta hora; aparta de mí este cáliz... Pero, Padre,
que se haga tu voluntad».
Había venido al mundo para hacer la voluntad del Padre, pero nunca como en aquel momento comprobó lo
profundo de la amargura del pecado, y se sintió perdido.
En la Carta a los católicos de China, Benedicto XVI recuerda la visión de san Juan en el Apocalipsis que
llora ante el libro sellado de la historia humana, el misterio del mal y del pecado. Sólo el Cordero inmolado
es capaz de abrir ese sello.
En muchas partes del mundo la Iglesia de Cristo está atravesando la hora tenebrosa de la persecución, como
en otro tiempo Ester, amenazada por Amán, como la «Mujer» del Apocalipsis amenazada por el dragón.
Velemos y acompañemos a la Esposa de Cristo en la oración.
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús, traicionado por Judas, es arrestado
MEDITACIÓN
Traición y abandono por parte de aquellos que había elegido como Apóstoles, a los que había confiado los
secretos del Reino y en los que había puesto toda su confianza. Un rotundo fracaso. ¡Qué dolor y qué
humillación!
Pero todo esto sucedió para que se cumpliera lo que habían dicho los profetas. De otra manera, ¿cómo se
hubiera podido conocer la fealdad del pecado, que es justamente traición al amor?
La traición sorprende, sobre todo si se refiere a los pastores del rebaño. ¿Cómo pudieron hacerle esto a él? El
espíritu es fuerte, pero la carne es débil. Las tentaciones, las amenazas y chantajes, doblegan la voluntad.
Pero ¡qué escándalo! ¡Qué dolor para el corazón del Señor!
No nos escandalicemos. Las defecciones nunca han faltado en las persecuciones. Y después se han
producido con frecuencia los regresos. En aquel joven, que arrojó la sábana y huyó desnudo (cf. Mc 14,51-
52), intérpretes autorizados han visto al futuro evangelista san Marcos.
2
TERCERA ESTACIÓN
Jesús es condenado por el Sanedrín
MEDITACIÓN
El Sanedrín era la corte de justicia del pueblo de Dios. Ahora, esta corte condena a Cristo, el Hijo de Dios
bendito, y lo juzga reo de muerte.
El inocente es condenado «porque ha blasfemado», declaran los jueces rasgándose las vestiduras. Pero
nosotros sabemos por el evangelista que lo hicieron por envidia y odio.
San Juan dice que, en el fondo, el sumo sacerdote habló en nombre de Dios: únicamente dejando condenar a
su Hijo inocente, Dios Padre pudo salvar a sus hermanos culpables.
A lo largo de los siglos, multitud de inocentes han sido condenados a sufrimientos atroces. Hay quien clama
justicia, pero son ellos, los inocentes, quienes expían los pecados del mundo, en comunión con Cristo, el
Inocente.
CUARTA ESTACIÓN
Jesús es negado por Pedro
MEDITACIÓN
«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré» (Mc 14,31). Pedro era sincero cuando decía esto, pero no se
conocía a sí mismo, no conocía su debilidad. Era generoso, pero había olvidado contar con la generosidad
del Maestro. Pretendía morir por Jesús, mientras era Jesús quien debía morir por él para salvarlo.
Al hacer de Simón la «piedra» sobre la cual fundar la Iglesia, Cristo incorpora al apóstol a su iniciativa de
salvación. Pedro creyó ingenuamente que podía dar algo al Maestro, mientras que todo lo recibía
gratuitamente de él, incluido el perdón tras la negación.
Jesús no cambió su elección de Pedro como fundamento de su Iglesia. Después del arrepentimiento, se
concedió a Pedro la capacidad de confirmar a sus hermanos.
Todos: Padre nuestro...
3
QUINTA ESTACIÓN
Jesús es juzgado por Pilato
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?». Ellos
gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Ellos gritaron más fuerte:
«Crucifícalo». Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo,
lo entregó para que lo crucificaran. Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Pilato parecía poderoso; tenía derecho sobre la vida y la muerte de Jesús. Se complacía en ironizar sobre el
«rey de los judíos», pero en realidad era débil, cobarde y servil. Temía al emperador Tiberio, temía al pueblo
y a aquellos sacerdotes, a pesar de que los despreciaba en su corazón. Entregó a Jesús para que lo
crucificaran, aun sabiendo que era inocente.
En su intento veleidoso de salvar a Jesús, dejó libre incluso a un peligroso homicida.
Inútilmente buscaba lavarse las manos, que chorreaban sangre inocente.
Pilato es la imagen de todos los que detentan la autoridad como instrumento de poder y no se preocupan de
la justicia.
SEXTA ESTACIÓN
Jesús es flagelado y coronado de espinas
Pilato, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados lo vistieron de púrpura, le
pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: «¡Salve, rey de los
judíos!». Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
La flagelación usada en aquella época era un castigo terrible. El horrible flagellum de los romanos arrancaba
la carne a pedazos. Y la corona de espinas, además de causar dolores agudísimos, constituía también una
burla a la realeza del divino prisionero, así como los escupitajos y los puñetazos.
Torturas tremendas siguen surgiendo de la crueldad del corazón humano, y las de tipo psíquico no son un
tormento menor que las corporales; frecuentemente las mismas víctimas se convierten en verdugos.
¿Carecen de sentido tantos sufrimientos?
4
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús es cargado con la Cruz
MEDITACIÓN
La cruz, el gran símbolo del cristianismo, de instrumento de castigo ignominioso se ha transformado en un
estandarte glorioso de victoria.
Existen ateos llenos de valor dispuestos a sacrificarse por la revolución: están dispuestos a abrazar la cruz,
pero sin Jesús. Entre los cristianos existen «ateos» de hecho que quieren a Jesús, pero sin la cruz. Ahora
bien, sin Jesús la cruz resulta insoportable; y sin la cruz no se puede pretender estar con Jesús.
Abracemos la cruz y abracemos a Jesús; y con Jesús abracemos a todos nuestros hermanos que sufren y son
perseguidos.
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús es ayudado por el Cirineo a llevar la Cruz
MEDITACIÓN
Simón de Cirene venía del campo. Se tropezó con el cortejo de muerte y lo forzaron a llevar la cruz
juntamente con Jesús.
En un segundo momento, él corroboró este servicio, se mostró feliz de haber podido ayudar al pobre
Condenado y llegó a ser uno de los discípulos en la Iglesia primitiva. Seguramente fue objeto de admiración
y casi de envidia por la suerte especial de haber ayudado a Jesús en sus sufrimientos.
NOVENA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
5
MEDITACIÓN
El amor infunde a las mujeres, a las madres, una inmensa capacidad de aguante en el sufrimiento. Sufren por
culpa de los hombres, sufren por sus hijos. Recordemos a las madres de tantos jóvenes perseguidos y hechos
prisioneros por causa de Cristo. ¡Cuántas largas noches de insomnio han pasado llorando esas madres!
Recordemos a las madres que, corriendo el riesgo de ser arrestadas o perseguidas, han perseverado en la
oración en familia, cultivando en el corazón la esperanza de tiempos mejores.
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz
MEDITACIÓN
Jesús desnudo, clavado, en medio de dolores inefables, ridiculizado por sus enemigos, se siente incluso
abandonado por el Padre. Es el infierno que merecen nuestros pecados. Jesús ha permanecido en la cruz, no
se ha liberado.
En él se han cumplido las profecías del Siervo doliente: «Sin figura, sin belleza..., sin aspecto atrayente... lo
estimamos leproso, herido de Dios... Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el
Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca;
como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador» (Is 53, 2. 4. 6-7).
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús promete su reino al buen ladrón
MEDITACIÓN
Era un malhechor. Representa a todos los malhechores, es decir, a todos nosotros. Tuvo la suerte de estar
junto a Jesús en el sufrimiento. Nosotros tenemos esta misma suerte. Digamos también: «Señor, acuérdate de
mí cuando llegues a tu reino». Tendremos la misma respuesta.
¿Y los que no tienen la suerte de estar junto a Jesús? Jesús está cerca de ellos, de todos y cada uno.
«Jesús, acuérdate de nosotros»: digámoselo por nosotros, por nuestros amigos, por nuestros enemigos y por
los perseguidores de nuestros amigos. La salvación de todos es la verdadera victoria del Señor.
6
DUODÉCIMA ESTACIÓN
La Madre y el discípulo junto a la cruz de Jesús
MEDITACIÓN
Jesús se olvida de sí mismo incluso en aquel momento crucial y piensa en su madre, piensa en nosotros.
Ante todo, ¿confía su Madre al discípulo, como parece sugerir san Juan, o más bien confía el discípulo a su
Madre?
En cualquier caso, para el discípulo María será siempre la madre que el Maestro agonizante le ha confiado; y
para María el discípulo será siempre el hijo que su Hijo agonizante le ha confiado y al que estará
espiritualmente cercana sobre todo en la hora de la muerte. Junto a los mártires agonizantes estará siempre la
madre, que está en pie, junto a su cruz, para sostenerlos.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús muere en la Cruz
Jesús, clamando con fuerte voz, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, expiró.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Jesús muere realmente porque es verdadero hombre. Entrega al Padre su último aliento. ¡Qué precioso es el
aliento! Al primer hombre se le dio el aliento de vida, y a nosotros se nos da de un modo nuevo en la
resurrección de Jesús, para que seamos capaces de ofrecer cada aliento a su Dador. ¡Cuánto tememos a la
muerte y qué esclavos somos de este temor! El sentido y el valor de una vida se deciden en el modo de
entregarla. Incluso el hombre sin fe no debe aferrarse a la vida perdiendo su sentido. Para Jesús, además, no
hay amor más grande que dar la vida por el amigo. Quien esté apegado a la vida la perderá. Quien esté
dispuesto a sacrificarla la conservará.
Los mártires dan el mayor testimonio de su amor. No se avergüenzan de su Maestro ante los hombres. El
Maestro estará orgulloso de ellos ante toda la humanidad en el último día.
7
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz
y puesto en el sepulcro
MEDITACIÓN
Jesús eligió no descender vivo de la cruz sino resucitar del sepulcro. Muerte verdadera, silencio auténtico, la
Palabra de vida calla durante tres días.
Imaginemos el desconsuelo de nuestros progenitores ante el cuerpo sin vida de Abel, la primera víctima de
la muerte.
Pensemos en el dolor de María, acogiendo en su regazo a Jesús, el cual, reducido a un cúmulo de llagas,
gusano más que hombre, ya no puede corresponder a la mirada de amor de su madre. Ahora ella debe
depositarlo en las gélidas piedras del sepulcro, después de haberlo rápidamente limpiado y arreglado. Ahora
sólo queda esperar. Parece interminable la espera del tercer día.