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Los Templarios Tomo 2 Repaired

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86

LOS m 83 ;
т

-3

TEMPLARIOS .

NOVELA ORIGINAL

DE

D. JUAN DE DIOS DE MORA .

TECA UNIVERSI
DMACIÓN DEL FYOMG
D. . F. GAYJU
1304
MADRID

TOMO II.

MADRID :
IMPRENTA DE J. CASAS Y DIAZ ,
Lope de Vega , 19, pral.

1857 .
O
CAPITUL

LIII.

Navegacion .

ARIOS caballeros Templarios acababan de


embarcarse en una galera veneciana en el
puerto de Ostia . Los Templarios acompa-
ñaban á algunos caballeros franceses , en-
tre los cuales se hallaban Mr. Molay y su
a
encantador hija . -Todavía no se habia concluido el
embarque de la gente que aguardaba en el puerto ser
trasladada á bordo . La hermosa Amalia esperaba sin
duda á alguna persona querida , á juzgar por la ansie-
dad que se pintaba en su semblante , y por el curioso
anhelo con que examinaba á todos los que llegaban en

hasaba
ncest
Pálida y penlas
satla
iva . la hermosa jóven , recelando tal vez que

sus presentimientos fuesen vanos ; pero al fin su bello rostro se iluminó


de alegría . Vió llegar tres gallardos caballeros , seguidos de gran mu-

edum e de cri
Élbres! ursó. la hermosa francesa . ¡ Es mi amado español !
ch-¡ murmado
IN QIÓN DEL CYCK
SR. . . . CA
1894
M
663

-¡Es él ! esclamó una voz bronca cerca de Amalia .


La jóven volvió el rostro , y se encontró frente à frente con su pri-
mo Mr. de Senancourt.
En vano Amalia quiso ocultar su emocion . Mr. de Senancourt cla-
vó sus ojos feroces en su prima y en Jimeno . La jóven fué á colocarse
junto à su padre , como el pajarillo busca en el árbol un abrigo protec-
tor.contra la tempestad.
Jimeno y D. Guillen no quisieron abandonar en Roma á su amigo
en las críticas circunstancias en que este se encontraba ; pero no por
eso dejaron de informarse del camino que llevaban Mr. Molay y su hija ,
quienes partieron de Roma al dia siguiente de haber sido Alvaro en-
carcelado. Hizo mucho ruido en la ciudad el trágico suceso de Guar-
nacci , y el mismo pueblo , amotinado y enfurecido contra el sacrilego
asesino , pedia á grandes voces que el español fuese ahorcado sin de-
mora . Mas luego , todos cuantos tenian ocasion de ver á Alvaro , sen-
tíanse profundamente conmovidos á vista de tanta juventud y belleza ,
unidas al dolor inmenso que revelaba el semblante del criminal . Ya sa-
bemos que el juez habia mirado con interés vivísimo al desgraciado jó-
ven , y que habia tratado de hacer brotar en su corazon un arrepenti-
miento saludable, haciéndole ver hasta la evidencia la villanía de Catti-
nara y la virtud irreprensible de Guarnacci , del cual el mismo juez era
intimo amigo .
Fácilmente habrá comprendido el lector , que despues que el sacer-
dote fué herido por Alvaro, las gentes de la quinta acudieron en socor-
ro de su señor , atraidas por los descompasados ladridos del perro , que
nunca se apartaba de su dueño . Inmediatamente dispusieron conducirlo.
á Roma , en donde podia encontrar el auxilio de los mas famosos mé-
dicos . Por lo que respecta á Alvaro , las mismas gentes del pueblo de
Cívoli , á quienes habia preguntado por la quinta de Guarnacci , fueron
tambien las que informaron á los agentes de justicia de las señas y de
la patria del jóven , que en su acento revelaba su origen español .
El juez , enterado de todas las circunstancias de aquel notable su-
ceso , y convencido íntimamente de la buena índole de Alvaro ; y de que
solo una fascinacion lastimosa le habia conducido á cometer tan horren-
do crímen , fué á ver al Sumo Pontifice , al cual refirió hasta los mas
mínimos incidentes del hecho . Admirado el Papa de aquella historia,
mandó conducir á su presencia á Alvaro , el cual le agradó sobrema-
nera , no solo por el respeto y veneracion que el jóven manifestó al su-
césor de San Pedro , sino tambien por el pesar profundo de qué se
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hallaba poseido , á causa de la muerte de Guarnacci . Alvaro , una


vez convencido de la iniquidad de Cattinara , se lamentaba amarga-
mente de su mala estrella . La idea de haber dado muerte á un hombre
justo , á un sacerdote además , llenaba de inesplicable tristeza el alma
del mancebo.
Jimeno y D. Guillen se habian reunido en Roma con dos perso-
najes célebres , uno florentino y otro español . Nuestros caballeros ,
segun hemos indicado en otro lugar , habian hecho conocimiento
con el gran poeta Dante Alighieri y con el famoso filósofo Raymun-
do Lulio , que á la sazon se hallaba en la Ciudad eterna . Ambos se in-
teresaron mucho en el suceso ruidoso de Alvaro , al cual conocian y es-
timaban por sus altas dotes de virtud y entendimiento . Dante y Lulio y
los dos amigos, es decir , Jimeno y D. Guillen , fueron á hablar al Sumo
Pontífice para obtener el perdon del desdichado Alvaro ; y en efecto ,
despues que los Penitenciarios confesaron al jóven, y viendo su contri-
cion , lo absolvieron de su pecado , y Su Santidad lo indultó de la pena
que merecia su delito .
A gran priesa partieron luego los tres amigos , y ya hemos visto que
llegaron á tiempo de embarcarse en la misma galera en que Amalia y
su padre se hicieron á la vela para las místicas regiones de Oriente.
El viento soplaba de la parte de Génova , é impelia á la nave con
rumbo entre Oriente y Mediodia hacia el mar Mediterráneo , dejando á
la derecha las costas de Cerdeña y de Sicilia . Luego dejaron á la iz-
quierda el golfo de Lepanto , que habia de ser un dia líquido teatro
donde las armas españolas habian de reflejar con todo el esplendor que
la Gloria tiene prometido á los fieros hijos de Marte.
Dirigiendo despues su rumbo hácia el Norte , dejaron á la espalda á
la antigua isla de Creta , patria del desgraciado Idomeneo, y penetraron de
en el Archipiélago . ¡ Cuán agradable era esta navegacion para el poeta
Jimeno, que sobre cubierta contemplaba , ora las Cícladas del mar Egeo ,
05
ora á su querida Amalia , cuyos bellos ojos esparcian sobre aquellos
Se
horizontes ese luminoso velo , al trasluz del cual un alma enamorada
ve la tierra , el mar , el cielo , la creacion entera ! Miraban nuestros na-
vegantes con indecible placer las islas del Piscopia , de Nisira y de
Coos , patria del inmortal Esculapio y del sábio Hipócrates . Desde el
bajel divisaban las hermosas poblaciones sombreadas de plátanos y fe-
cundizadas por rios de cristalinas corrientes . Las risueñas deidades de
C
la Grecia parecia que agitaban sus fúlgidos mantos , reclinadas en las
trasparentes nubecillas que bordaban el azul aterciopelado de aquel cie-
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lo encantador. Llegó la noche, y las refulgentes estrellas y la plateada


luna desplegaban allí nuevos esplendores , encantos desconocidos . Diría-
se que todavía la casta diosa de los bosques lanzaba desde el cielo los
dulces rayos de sus ojos sobre el bello Endimion adormecido en el mon-
te Latmio de Cária..
Gran parte de la noche estuvieron contemplando los tres amigos
aquel soberbio cuadro , y en vista de tal espectáculo , sin pensamiento ,
sin deseos , sin proyectos , arrebatados de un éxtasis divino , respirando
un ambiente delicioso y con un placer inesplicable, creian elevarse há-
cia el firmamento como espíritus de las mansiones ethéreas .- El hom-
bre está formado de manera que no puede resistir por mucho tiempo á
esta clase de impresiones , que á fuerza de ser vivas , halagüeñas , indeci-
bles , parece que quieren romper las fibras del corazon de los débiles
mortales . Al fin se retiraron á sus camarotes y se entregaron á las
dulzuras del sueño en sus nadantes lechos .
Al dia siguiente divisaron el alto monte que casi esclusivamente
forma la isla de Sámos, el qual estaba cubierto de rocas y de bosques
de pinos que mecian sus plumeros de esmeralda como un ejército de
Titanes , que amenazasen al mar y al cielo. La encantadora isla de Scio
se ostentaba como una frondosa colina de naranjos , entre los que se
veian blanquear algunos pueblos , como bandadas de blancas palomas
posadas sobre las verdes copas.
El poeta llevaba algunas cartas geográficas y algunos libros , y tra-
taba de identificar sus noticias con los lugares por donde ahora pasaba
lleno de gozo .

Preguntó Mr. Molay al piloto por qué causa se habian internado en


el Archipiélago , dejando de seguir el rumbo derecho hacia las costas
de la Palestina.
- Los venecianos , respondió , somos los mas atrevidos
de todos
los europeos para lanzarnos á los mares. En el dia mantenemos casi
esclusivamente el comercio con todo el mundo . Esta nave se encamina
ahora hácia Byzancio , la reina de dos mares , reclinada sobre Europa
y Asia , á donde llevamos preciosas mercaderías .
-¿Y desde Constantinopla , á dónde vamos ?
-Desde allí nos volvemos otra vez por las costas de Lydia y Cária
al mar Mediterráneo , para seguir nuestro rumbo por entre Pamphylia
y Chipre hácia Palestina.
No pareció muy satisfecho Mr. Molay de los rodeos de semejante
navegacion ; empero , por mas que desease arribar cuanto antes á Jeru-
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666

salen , no le quedó otro medio que resignarse ; pues hubiera sido in-
útil buscar otro bajel que con mas seguridad les condujese al término
de su viaje.
-¡ Smirna ! esclamó de pronto Jimeno , que se hallaba sobre cubier→
ta en compañía de sus dos amigos .
Tendieron la vista , y en el fondo del golfo del mismo nombre di-
visaron la famosa ciudad , reclinada sobre una estensa colina de cipre-
ses , y á la izquierda se estendian hermosas campiñas sombreadas de
verdes arboledas , que se dilataban hasta los montes de donde se des→
gaja el rio Meles . Jimeno contemplaba todos aquellos lugares consagra-
dos por la infancia y la lira del Principe inmortal de los poetas . Por
do quiera que giraba sus ojos , le salia al encuentro el recuerdo de Ho-
mero , y junto á las márgenes del rio le parecia vislumbrar la sombra
augusta del venerable anciano , y en las límpidas ondas que se quebra-
ban en los costados de la nave con lánguido murmurio , creia escuchar
aún las inmortales vibraciones de la lira que , dominando siglos y si-
glos , llega hasta nosotros , y nos conmueve y nos arrebata de admi-
racion , ora lánguida y suave como la plácida luz de las estrellas , ora
robusta y tonante como el ronco bramido de los mares agitados por
Neptuno.
-Alli ! esclamó Jimeno . Allí acaso aún pudiéramos encontrar el
árbol donde la pobre esclava Criteida depositó en el cañaveral el fruto
de sus entrañas …..
El trovador, recordando su propio destino , lloraba á la vez de dolor
y de júbilo .
-Cuán desgraciado fué el cantor inmortal ! ... ¿ Será destino del
genio el llorar sobre la tierra mas amargamente que el resto de los
mortales ?... El pobre niño abandonado debia ilustrar un dia con sú
gloria imperecèdera el nombre del rio , de las islas del Egéo y de toda
la Grecia. La luz divina que Dios habia infundido con tan maravillosa
y benéfica prodigalidad en el hijo de la esclava , habia de ser, andando
el tiempo , la que debia reflejar eternamente una de las grandes pági
nas del género humano . Homero , Moisés de la poesía , es el sol esplen-
doroso á cuyos rayos pueden leer la historia de la antigüedad todas
las generaciones que siguieron y seguirán al gran poeta hasta el fin
de los dias. ¡ Oh mágia del genio y de la gloria ! ¡ Sagrada inspiracion !
¡ Voz armoniosa y divina de las Musas ! .... Vosotras os reclinais en la
eternidad...
El jóven trovador lloraba de entusiasmo , y permaneció inmóvil so-
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bre cubierta hasta perder de vista la patria del cantor de la Ilyada y


la Odysea.
-Antiguamente , dijo el trovador á sus amigos , habia en Smirna.
un magnifico monumento erigido á la gloria del poeta , y presentaba
en medio de la ciudad anchurosos pórticos , bajo los cuales se reunian
los ciudadanos para oir recitar los versos inmortales de Homero , y
hasta las monedas llevaban esculpido su busto , como si los de Smir-
na hubiesen, reconocido por soberano al genio sublime que para siem-
pre les diera fama y gloria . ¡ Oh tiempos ! añadió el trovador con acento
tristísimo .
Luego descubrieron á Lesbos , patria de Saffo , única mujer de la
antigüedad que ha hecho llegar hasta nosotros los acentos de su Mu-
sa. Mas allá descubrieron en el horizonte , entre la rojiza niebla del
mar , las islas de Lemnos y Ténedos ..
La tarde estaba apacible , si bien á lo lejos se divisaban algunas
pardas nubes . El mar estaba en calma , y aparecia como la superficie
inmóvil de un espejo . Todos los viajeros estaban sobre cubierta , em-
bebecidos en la contemplacion del azulado mar que parecia otro cielo,
y en las mágicas perspectivas que por donde quiera ofrecian las Cy-
cladas , cuyas amenas playas , y el brillo de la luz , y la suavidad y los
perfumes del aire competian con el poético encanto de los nombres
célebres y de los recuerdos ilustres , los recuerdos , melancólica poesía
de la humanidad .
Jimeno tuvo ocasion de cambiar algunas palabras con Amalia .
-¡Qué hermosa tarde ! ¡ Oh ! Todos los grandes cuadros de la na-
turaleza me impresionan mas ' profundamente , cuando vos estais á mi
lado. En esta mar serena , bajo este cielo azul , encantadora Amalia,
yo os miro como el faro de mi navegacion , como el sol de mi vida .
-Sí , sí ; pero allá á lo lejos se divisan algunas nubes.
-¿Y qué me importan las tempestades , con tal que vos me digais
« te amo ?»>
-¿Quién os dijo que yo me iba á embarcar en Ostia?
-Mi amor.
-¡Ah ! esclamó la hermosa francesa . No hemos podido hablar sino
muy pocas palabras , y sin embargo , yo adivino siempre lo que vais à
decir. Me habeis dado una respuesta tal como yo pudiera desearla .
-¿Y por qué decís que hay nubes á lo lejos ? Aun cuando en reali-
dad las hay, me ha parecido entrever en vuestras palabras un sentido
oculto . ¿ No habré yo adivinado tambien ?
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-¡Ah ! ¿ Quién sois vos , que leeis en mi corazon como en un libro


abierto ?
-¿Quién he de ser ? ¡ Vuestro amante !
-Sí , sí... Yo tambien... ¡ No me olvideis !
-¡Tú me amas ! esclamó Jimeno . Ahora lo conozco sin ningun
género de duda... ¡ Oh dia afortunado ! En esta tarde apacible , en este
bajel suspendido entre dos cielos, yo he oido de vuestra boca palabras
inolvidables... ¿ Será un sueño ? Yo no me atrevo á creer en la rea-
lidad de tanta ventura .
—No , no querrá Dios que nuestro amor sea tan instable como las
ondas del mar, dijo Amalia palideciendo súbitamente. La hermosa jóven
obedecia en aquellos momentos á una encantadora supersticion del
amor en una tímida doncella .
-Algo me ocultais Amalia...
La jóven iba á responder ; pero en aquel momento se presentaron
su padre y su primo, que hasta entonces habian estado distraidos y de-
partiendo con los Templarios que les acompañaban .
Jimeno se hizo el disimulado, y se puso á conversar con sus dos
amigos.
La noche avanzaba, y ya los pasajeros se habian entregado al repo-
so, cuando la tempestad comenzó á rugir , hinchando las ondas y enca-
potando el cielo . Los primeros truenos resonaron hácia la costa de Te-
salia. Una noche profunda envolvia el cielo y el mar . Súbito los nave-
gantes oyeron un estruendo pavoroso. El rugiente huracan, agitando
sus alas formidables, pasó por encima del bajel y lo hizo girar cual una
liviana pluma. Alborotóse el mar tan espantosamente, que ya no presen-
taba sino una superficie blanca á causa de la espuma de las ondas , que
formaban como una inquieta llanura sobre la cual hubiese nevado . La
nave, ya inobediente al timon, como un corcel rebelde á la espuela y al
freno galopa á su antojo , vagaba á merced de las ondas y los vientos ,
sumergiendo alternativamente la popa y la proa en los abismos de las
bramadoras aguas . La embarcacion se destacaba como un punto ne-
gro sobre aquella inmensa superficie blanca , que parecia el fúnebre su-
dario que el irritado mar preparaba á sus víctimas . Al tiempo de dar
un bordo , el buque quedó encallado en un banco de arena , recibiendo un
golpe que hizo temblar los palos , quedando inmóvil como una roca.
¡ Cuán cruel fué el despertar de los viajeros ! Aquella noche Jime-
no , al entregarse al descanso , habia visto revolar en torno de su frente
un nacarado tropel de risueñas ilusiones, y se consideraba dichoso con
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el pensamiento mas bello de la inteligencia humana , el de amar y
ser amado. A fuerza de pensar sobre lo que Amalia querria decirle cuan--
do fué interrumpido su diálogo , el jóven comprendió al fin que Mr. Mo-
lay habia comunicado á su hija algun proyecto relativo á lös amores
de Senancourt.
Todas las maniobras fueron inútiles , y solo consiguieron aumentar
el peligro de la situacion . El -capitan del barco , conociendo que de nada
podian valer allí los esfuerzos humanos, dió órden de que encendiesen
la lámpara de Nuestra Señora del Socorro, cuya imágen se veia en el
camarote principal del buque. Mr. Molay, su encantadora hija , los Tem-
plarios y nuestros españoles, confundidos con los marineros , respondian
de rodillas al capellan de la nave , que comenzó á leer algunos salmos .
En seguida los tristes navegantes entonaron con voz reverente el
Ave maris stella y la letanía , en la cual los pecadores buscaban un re-
fugio y los afligidos un consuelo. ¡ Oh ! ¡ Cuán patético era aquel cua-
dro sobre un frágil leño en el cual ha bian hecho presa las olas enfure-
cidas ! ¡ Cuán bella es la esperanza que en med io de su tribulacion de-
posita el marinero en el seno de la Virgen Madre ! Aquellos hombres
intrépidos y de rostros varoniles y tostados , en medio de la negrura de
la tempestad imploraban el favor de la Madre de la gracia divina , de la
Estrella de la mañana.
Jimeno contemplaba esta escena profundamente conmovido , y reza-
ba con grande fervor, no tanto por él, cuanto por la tímida é inocente
Amalia . Ni un solo instante habia perdido de vista el trovador á la don-
cella , que estaba junto á su padre , como una tierna azucena al pie de
un cedro. El poeta sentia derretirse su corazon en celestial ternura , y
hasta bendecia aquel peligro que le habia proporcionado la ocasion de
esperimentar las inefables emociones producidas por la voz angélica de
Amalia, que se mezclaba á la voz grave de los marineros , como la dulce
vibracion de un arpa eólia se confunde con los varoniles ecos del ór-
gano . La voz de Amalia se mecia por encima del coro de los marinos ,
como una nubecilla de oro se balancea delicadamente sobre un mon-
ton de celajes mas densos .
4 Entre tanto la proa permanecia clavada en el banco arenoso , y la
popa se abria con los reiterados golpes de las olas , á la manera que la
añosa encina retiembla y cruje á los golpes de la segur del leñador. La
oscuridad era grande, y la furia del mar crecia, y la tribulacion de los
* navegantes se aumentaba. Los marineros comenzaron á decir que no

debian estar muy lejos de tierra , y pidieron al capitan (que los dejase
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ganar el esquife para ir á reconocer las soñadas riberas ; pero el espe-


rimentado capitan se sonrió de amargura . A la devocion fervorosa y
á la firme confianza en la Reina de los Angeles , del cielo y del mar ha-
bia seguido el sentimiento mas innoble, el mas feroz egoismo . ¡ Oh des-
dichada naturaleza del hombre !
El capitan conoció el dañado artificio de los marineros , los cuales
intentaban salvarse, juzgando que en el esquife no les era imposible
arribar á alguna de las muchas islas que descuellan en el Archipiélago .
Una consideracion desgarradora se ofreció entonces á la mente del ca-
pitan. No cabian en el reducido esquife todos los que iban en la nave ,
y esta por momentos se iba abriendo con los rudos embates de las on-
das. La angustia crecia por instantes , á cada oleada perdian una es-
peranza .
Entonces el capitan dispuso que se echasen suertes para que un nú→
mero determinado de personas ganasen el esquife con la condicion de
volver al mismo sitio con otras naves para socorrer á los que allí que-
daban, suponiendo que los del esquife pudiesen llegar á algun puerto .
Sabida esta consideracion , Jimeno temblaba por temor de que la suer-
te lo separase de su querida Amalia , y ella tambien lo miraba en tan
apurado trance con ojos tan llorosos y con espresi on tan dolorida , que
partia el corazon . La suerte , sin embargo , sonrió á los dos amantes ;
pues á Jimeno le tocó ir al esquife en compañía de Amalia . En cambio
sucedió una desgracia . Mr. Molay , como era natural en tales circuns
tancias , anhelaba no separarse un punto de su hija ; pero por mas que
reclamó , el capitan permaneció inflexible, alegando que otras muchas
personas se encontraban en el mismo caso de par entesco y amistad .
No era posible hacer una escepcion en favor de unos sin cometer una
injusticia con otros . La suerte lo habia decidido así , y no habia mas re-
medio que resignarse .
Entonces tuvo lugar en el buque una de esas escenas patéticas de
que el mar suele ser testigo . Mr. Molay lloraba amargamente al des-
pedirse de su hija, la cual propuso renunciar á su suerte, con tal de
permanecer con su amado padre , quien en ninguna manera quiso con-
sentir en que Amalia efectuase semejante resolucion . Es verdad que
contribuyó en algo para consolar al anciano y afligido padre , la cir-
cunstancia de que en el esquife iban tres caballeros Templarios de edad
provecta , á los cuales Mr. Molay recomendó su hija con el mayor en-
carecimiento . Al capitan no le contrarió la suerte ; pues como buen
marino , deseaba quedarse en su barco hasta el último trance, y le salió
671

á medida de su deseo. El capitan, con ociendo lo grave de la situacion ,


habia señalado para que fuese en el esquife el mayor número que podia
caber. Iban tambien algunos marineros en el esquife , que entregado á
la inconstancia de los vientos, parecia un grano de mostaza comparado
con la inmensidad del mar .
Remaban con vigor, y los mariñeros juraban y perjuraban que no
debian estar muy lejos de tierra . Aquella esperanza, aunque fuese vana ,
los sostenia y alentaba estraordinariamente , que tales prodigios hace
la esperanza . Para en el caso de algun lamentable contratiempo , habían-
se provisto los marineros de algunas tablas y despojos de la nave . ¡ Con
cuánta impaciencia aguardaban los desdichados náufragos que , llegase
la mañana ! La noche se les antojaba una eternidad en tan críticas cir-
cunstancias. Cargado con mas peso que el que podia resistir el esquife ,
y violentamente sacudido por las olas , los tristes navegantes creian á
cada momento que iban á ser tragados por los abismos del mar . Jimeno
se habia colocado junto á la hermosa doncella , que temblaba á la par
de miedo y de ternura . Los caballeros Templarios que acompañaban á
Amalia , permanecian adustos y silenciosos , si bien podia creerse que
rezaban mentalmente para aplacar la ira del Dios de las tempestades.
¿Quién podrá pintar la sin igual ternura que en aquellos momentos
crueles esperimentaban nuestros dos amantes? Cada cual temia por el
objeto de su amor , y los temores del uno se reflejaban en el otro co-
mo en un espejo. La desgracia por sí sola une los corazones de los
hombres , aun cuando jamás se hayan conocido . ¡ Figúrese el lector
ahora lo que sentirian nuestros apasionados jóvenes ! Las situaciones
patéticas aumentan la ternura de los amantes .
Súbito un grito desgarrador se dilató por los confines del mar. Una
ola furiosa habia trastornado el frágil leño , y los miseros náufragos
habian sido derramados y esparcidos sobre el mar como un puñado de
arena. ¡ Momento cruel en que el alma de Jimeno esperimentó la ago-
nía de mil muertes !
Entre tanto , Gomez de Lara y Alvaro se encontraban tambien en
la situacion mas espantosa . El capitan , con la intrépida impasibilidad
del marino , habia resuelto morir con los suyos en la nave , si bien de-
jó á los pasajeros en libertad para que se arrojasen á las aguas , é in-
tentasen , si querian , algun medio de salvacion ; pues el piloto habia
declarado que se hallaban en el Helesponto ó Estrecho de Galípoli , muy
eerca de las costas de la antigua Troya.
El señor de Alconetar y Alvaro eran incapaces de temer cobarde-
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mente á la muerte ; mas sin embargo , no dejaban de amar la vida , y


de tener la serenidad bastante para luchar briosamente con el peligro
hasta el último trance. Así , pues , teniendo en cuenta que la muerte
era inevitable , si permanecian en la embarcacion , y que por el con-
trario , si se arrojaban al mar en una balsa , acaso pudieran salvarse ,
atendiendo á la proximidad de las islas del Archipiélago y de las costas
de Phrigia , resolvieron adoptar este último partido . Algunos otros via-
jeros imitaron el ejemplo de nuestros españoles , y muy en breve jun-
taron con cuerdas algunos maderos , formando frágiles balsas , á las
cuales confiaron sus vidas.
El temor de la muerte hace á los hombres valerosos , y por otra
parte, en semejantes casos , la esperanza toma tan gigantescas propor-
ciones , que el corazon humaño llega á creer en los mas imposibles pro-
digios. La fé en Dios y la esperanza son las madres cariñosas de los
milagros.
El momento de lanzarse al mar fué solemne .
Don Guillen, dirigiéndose á sus servidores , les dijo :
-Cada uno es dueño de obrar como mejor le plazca . El que quiera
quedarse , que se quede ; el que quiera seguirme , que me siga.
Los criados de D. Guillen estaban todos casi anonadados de ter-
ror en tan doloroso trance , y ninguno tuvo alientos para imitar á su
esforzado señor , á escepcion del buen Pedro Fernandez , que se resol-
vió á correr la misma suerte que su amo . Antes de arrojarse al mar ,
D. Guillen buscó á Stigio Momo , para proponerle si le queria seguir.
Algun trabajo costó el encontrarle; pero por último lo hallaron en un
rincon de la cámara del capitan , con una botella en cada mano y em-
briagado completamente. Momo respondió á la proposicion de D. Guillen
con sonoras carcajadas . Aquel hombre escéptico y maligno era cobarde ;
pero su amor propio le impedia manifestar miedo al peligro , y para
ocultar su cobardía , y tambien para burlarse de la afligida tripulacion ,
habia resuelto embriagarse hasta mas no poder, para reirse hasta de la
muerte.
En resolucion, D. Guillen dejó al médico con su embriaguez y sus
risotadas, y seguido de Alvaro y del fiel halconero, se arrojaron á las
olas sobre las mal unidas tablas .
En la espumosa superficie del mar veíanse dos puntos negros . Eran
las dos balsas , en una de las cuales iban nuestros españoles luchando
brazo á brazo con la muerte que ya de cerca les amenazaba. Muy
pronto perdieron de vista la otra balsa en que iban los otros compañe-
673

ros de viaje y de infortunio . Durante largo rato los tres náufragos fue-
ron vagando á merced del enfurecido elemento . Silenciosos , afligidos ,
horriblemente afectados por el espectáculo aterrador de la tempestad ,
aquellos tres hombres presentaban la imágen desoladora del mas hor-
rendo infortunio . Una ola furiosa pasó encima de ellos como un lí-
quido torbellino. Don Guillen habia sido separado de la balsa , y cuando
el desdichado tornó en sí , encontróse luchando con las ondas agitadas ,
habiendo perdido de vista á sus tristes compañeros .
¡Qué situacion tan horrible la de Gomez de Lara ! En medio del
frio que tenia ateridos sus miembros , su cerebro ardia en la mas es-
pantosa fiebre ; nunca su imaginacion habia estado mas escitada ; entre
las ondas mugidoras se le presentaban todas las risueñas imágenes de
la felicidad y de la vida , como si quisiesen insultar su afliccion. Ya no
le quedaba mas esperanza que nadar hasta donde alcanzasen sus fuer-
zas ; cuando estas se agotasen , no tenia mas remedio que morir con
el suplicio de los ahogados. ¿ Quién podrá penetrar en los abismos del
pensamiento del náufrago ? En aquellos crueles instantes su alma es-
perimentaba una tempestad semejante á la que alborotaba al mar y al
cielo. ¡ Bajo cuántas formas repugnantes se ofrecia la muerte á sus ojos !
¡ Con qué siniestro y lúgubre fragor zumbaban las aguas en sus oidos !
Miraba en torno suyo , y nada veia sino la líquida llanura que muy en
breve habia de servirle de sepulcro . Era una cosa verdaderamente hor-
rible el verse allí, sano , jóven , lleno de vida , aguardando el último
trance de la muerte , sin auxilio , sin esperanza , con todas las angus-
tias de una prevision tan espantosa como exacta y estéril , prevision
cuyo término para el triste náufrago era ahogarse , pero que antes le
hacia ahogarse mil y mil veces . En el cielo no veia mas que la negru-
ra de las nubes , en el aire el rayo y los relámpagos , y en el mar la
blancura de la espuma , símbolo de la ira del ángel de los mares .
Y la noche era eterna , y la lucha desigual , y el fin indudable , y
la agonía sin límites , y el cansancio creciente . Por un rasgo caracte-
rístico de su índole , D. Guillen no se dejó dominar hasta el último es-
tremo de la desesperacion; pues al contrario, en medio de tan espantosa
tempestad , su orgullo indomable habia formado como una especie de
empeño en domeñar sus furores , y aun á la luz de los relámpagos veia
brillar la esperanza .
Pero aquella misma esperanza que su orgullo le fingia , era para el
triste náufrago un nuevo suplicio . La fatiga aumentaba en él á cada ins-
tante, á cada oleada . En el esceso de angustia en que se hallaba, se
83
674

habria dejado sumergir , para terminar de una vez sus penas , si un


• vago presentimiento, si una esperanza dudosa como una luz azotada por

el aire , no le hubiesen alentado para luchar y reluchar hasta el último


estremo .
Ya estaba cansado de nadar, su corazon palpitaba con estraordina-
ria violencia, y su muerte era inevitable. Lo que Gomez de Lara sentia
en aquellos momentos , no puede esplicarse en el idioma de los hom-
bres . La desesperacion y la agonía no tienen colores bastantes para
pintarse á sí mismas en tan horroroso trance . Aquellos de nuestros
lectores que en el horror de una pesadilla hayan soñado caer en un abis-
mo sin fondo , estendiendo los brazos en el vacío, estremeciéndose con-
vulsivamente y despertando trémulos y sudorosos , podrán formarse
una idea, aunque pálida , de las espantosas angustias del mísero náu-
frago . Ya no le quedaba sino un confuso sentimiento de sí mismo , por-
que ya en él habian llegado hasta un grado indecible el aturdimiento ,
el cansancio , la desesperacion , el ahogo.
Tan espantosamente acongojado , Gomez de Lara ansiaba ya ex-
halar el último suspiro ; mas ni esto le era posible . Por una parte le
detenia un instinto tan poderoso como involuntario , el instinto de la
propia conservacion ; y además , aunque hubiese querido sumergirse ,
las ondas crueles en sus flotantes anillos , como inmensas y líquidas sier-
pes , lo retenían prisionero á flor de agua , como si quisiesen prolongar
aquel horroroso suplicio . El triste caballero llegó á creer hasta que las
olas tenian intencion deliberada de martirizarlo. De tiempo en tiempo
el mísero náufrago , arrebatado violentamente por las olas , tragaba
enorme cantidad de agua amarguísima , y creia que el destino adverso
lo habia arrojado en el inmenso rio del dolor , antecámara de los abis-
mos infernales . Cuando las aguas bramadoras pasaban por encima de
su cabeza , el náufrago durante algunos minutos temia que su pecho an-
helante se rompiese de fatiga y de congoja .
De repente D. Guillen , cuando ya su poderosa fuerza estaba á punto
de sucumbir , sintió que sus manos habian tropezado con un cuerpo
duro. Era una de las dos balsas que habian sacado de la galera sus mí-
seros compañeros de viaje. Aquellas tablas , á la par que un testimonio
seguro de la muerte de sus amigos , eran para él una esperanza de salva-
cion .
La pálida claridad de un dia nebuloso comenzó á brillar en
el cielo, y Gomez de Lara lanzó un grito de alegría inefable . Vió á
muy corta distancia una costa que le brindaba próximo asilo. La tem-
675

pestad se habia calmado algun tanto , y hasta las mismas olas pare-
cian complacerse ahora en arrojar al náufrago hácia la playa . Cuando
Gomez de Lara, no sin algunos esfuerzos , logró pisar la tierra , sus ojos
brillaron de orgullo , irguió su cabeza arrogante, y con una sonrisa de
triunfo , y con una espresion de altivez soberana, miró alternativamente
al mar , á la tierra y al cielo .
En seguida el señor de Alconetar tendió los ojos por las desconoci-
das y desiertas costas , y en vano procuró divisar una ciudad , una aldea ,
una cabaña , un albergue en donde reposar de sus pasados trabajos .
Aunque doblado de fatiga , resolvió internarse por ver si encontraba al-
gun asilo; pero á los pocos pasos se detuvo , pues creyó distinguir un
hombre que estaba sentado poco distante del mar. Lentamente se fué
aproximando Gomez de Lara al jóven , que en su actitud demostraba es-
tar poseido del mas profundo dolor, de tal manera , que ni aun sintió los
pasos de D. Guillen , el cual á su vez esperimentó la mayor sorpresa.
Gomez de Lara habia reconocido á su amigo Jimeno, que delante de sí
tenia à una hermosísima jóven vestida de blanco, y cuya cabeza , lán-
guidamente caida, sostenia el trovador sobre sus brazos,
¡ Figúrese el lector con cuánto júbilo no abrazaria D. Guillen á su
amigo Jimeno !
El trovador , sin embargo , permaneció casi insensible, á este en-
cuentro. El dolor de que se hallaba poseido, absorbia todo su corazon .
La hermosa jóven, con las abundantes trenzas esparcidas sobre su albo
cuello , con los ojos velados por sus largas pestañas , parecia un ángel
dormido; pero ¡ ay ! no era ya mas que un cadáver.
-¡Oh , mi querida Amalia ! ¡ Mi adorada Amalia ! esclamó al fin el
desolado trovador : ¡ Amalia ! ¡Amalia ! ¡Amalia!
Y se quedó répitiendo sin cesar este nombre idolatrado , este nom-
bre que era todo cuanto quedaba de su amor.
Largo rato permaneció Gomez de Lara en la desierta costa, con-
templando á su desventurado amigo , que sumergido en un sollozo sin fin,
solo articulaba con voz llorosa:
-¡Amalia! ¡Amalia ! ¡Amalia!
El señor de Alconetar, fijando sus ojos en el mar , cada vez mas
tranquilo , vió cruzar á lo lejos dos galeras venecianas que venian de
Constantinopla . Gomez de Lara pensó que aquellas naves podian tal
vez auxiliar á la galera encallada, á la cual no podian menos de divi-
sar , suponiendo que ya no hubiese perecido . Entonces D. Guillen
se arrepintió de haberse lanzado al mar , afligiéndose sobrema-
676

nera , porque llegó á creerse causa directa de la muerte de su amigo


Alvaro.
Pero el sentimiento en toda su estension dulce y delicada duraba
muy poco en D. Guillen, cuya fuerza de reflexion, unida á la natural al-
fivez de su espíritu , recobraba fácilmente su ordinario dominio. Así es
que en aquellos momentos comenzaba á germinar en su corazon un
sentimiento enérgico de iracundo despecho, al considerar que él , obra
privilegiada de la naturaleza , él , cuya inteligencia se remontaba hasta
los cielos , á cuya fábrica creia haberse hallado presente en espíritu , él ,
ansioso de saberlo y dominarlo todo , él , tan altivo , tan soberbio , tan
valiente, tan sabio , se habia visto juguete de las olas, como una inerte y
miserable tabla . El señor de Alconetar nunca hacia , ó á lo menos pre-
tendia no hacer nunca otra cosa que lo que libremente queria ó deseaba .
Sin embargo, como á pesar suyo se conmoviese al ver el dolor in-
menso de su amigo , resolvió dominarse, diciendo para sí:
¿Por qué he de afligirme ? ¡ Ira de Dios ! Conque las influen-
cias esteriores han de causarme dolor, aunque yo no quiera ? ¡ Cuán
miserable soy ! Yo no quiero afligirme , pues no hay cosa mas estéril……
.
El universo ha de marchar lo mismo , aun cuando yo ria ó llore ... Yo
quiero sentir y pensar lo que yo quiera .
Y tendiendo la vista en torno suyo á lo largo de la costa , divisó
unas grandes ruinas que parecian los desmantelados muros de una alta
torre. Mas lejos vió un elevado monte , en cuya cima se ofreció á su
vista un espectáculo tan estraordinario como bellísimo . Gomez de Lara
contemplaba absorto la aérea danza de varias figuras que , vestidas de
color de escarlata , parecian los genios del aire , ó el coro de las Musas
que danzaban al compás de la cítara de Apolo . Diríase que aquellas fi-
guras luminosas eran los genios de la gloria y de la poesía de Grecia , ó
las sombras de los héroes de Troya.
Las miradas del señor de Alconetar se fijaban ahora sobre la cum-
bre del monte Ida 1 , y todas aquellas mágicas apariciones eran otros
tantos bellísimos juegos de la luz del sol , que hace cerca de seis mil años

1
Pomponio Mela, Lucrecio y Diodoro Sículo hablan largamente sobre los
varios y maravillosos efectos de los rayos del sol , cuando al amanecer asoma por
la cumbre del monte Ida. - Dicese que este magnífico fenómeno es producido ,
tanto por los accidentes ópticos de la luz á larga distancia, cuanto por la densi-
dad, humedad y sequedad de los vapores y exhalaciones que se encienden y re-
flejan la luz de varios modos, fingiendo mágicas perspectivas.
677

se complace en presentar este soberbio espectáculo á la vista de los


hombres , aun cuando ya en los campos de Troya solo habiten los
melancólicos genios de las ruinas .
Embebecido estaba D. Guillen , contemplando aquellas mara-
villas de la naturaleza , cuando súbito Jimeno exhaló un grito de
júbilo .
-¿Qué es eso ? preguntó Gomez de Lara.
-¡Que no ha muerto !
Don Guillen se imaginó que su desventurado amigo habia perdido el
juicio , pues observó que Amalia continuaba inmóvil y yerta .
-¿Qué dices , Jimeno ? preguntó D. Guillen .
-Hace poco la he visto estremecerse .
Gomez de Lara se aproximó á la jóven , y examinándola , hizo un
gesto que podia significar:
-Podrá ser ; pero creo que te has equivocado .
-¡Oh ! ¡Amalia vive ! ¡ Es verdad ! Dios no puede permitir que haya
muerto... ¡ Amalia ! ¡ Amalia !
-¿Y cómo os encontrais aquí ? preguntó el señor de Alconetar .
El esquife se sumergió á muy corta distancia de esta costa , segun
puedo imaginar ; en aquel momento , implorando fervorosamente á
Nuestra Señora de la Luz , me abracé á mi querida Amalia , me abracé
á ella para tener el último consuelo de morir juntos , y una onda fu-
riosa nos arrojó á la playa . Perdí completamente el sentido ; pero cuan-
do volví en mí , estaba en este sitio al lado de ella... La he llamado
muchas veces , la he llamado inútilmente ; pero ahora ... ¡ Ahora creo
que la Providencia se ha dignado salvarnos !...
Sonrióse Gomez de Lara , que creia supersticioso á su amigo .
-La gravedad del agua del mar , la proximidad de la costa , y los
vestidos de esta jóven , han contribuido mucho sin duda á salvaros de
tan inminente peligro ...
-No , no , interrumpió enérgicamente el piadoso Jimeno . Estoy se-
guro de que mis súplicas à la Virgen no han sido vanas .
-¿Y en qué fundas esa creencia ? preguntó D. Guillen , el cual se
esplicaba todo aquel milagro en las causas del mundo físico .
-¡Oh ! No puedo dudarlo... Cuando me vi sumergido entre las olas ,
en medio del horror de la tempestad , me pareció ver rasgarse la bó-
veda de los cielos , y sobre un trono de solés ví una mujer con un niño
en brazos aplacar la cólera de los mares con una sonrisa . Aquella mu-
jer era Nuestra Señora de la Luz .
678
Don Guillen quedóse mirando á su amigo con una espresion que
significaba :
-¡Cosas de poeta !
Sin embargo , Gomez de Lara respetó las creencias de su amigo ,
limitándose á decir:
-¿Y estás seguro de que Amalia vive?
-Ahora poco la ví estremecerse, como te he dicho .
-Tal vez seria la convulsion de la muerte , pensó D. Guillen .
Este pensamiento se reflejó en Jimeno como en un espejo . Parecia
que el trovador habia adivinado lo que pensaba su amigo.
-¡Oh ! ¡ Si hubiera muerto !... esclamó el desolado trovador.
En esto vieron aproximarse un enorme perro , que con sus saltos
y caricias manifestaba el gozo que le causaba el descubrimiento que
habia hecho de aquellos náufragos . El perro se alejó retozando hácia
su dueño que se aproximaba . Nuestros jóvenes vieron venir hácia ellos
un venerable anciano . Su barba blanca caia sobre su pecho ; su rostro,
surcado por las arrugas de la ancianidad , no tenia nada de repug-
nante ; antes por el contrario , inspiraba respeto y ostentaba toda la
magestad de la senectud que aún se encuentra libre de las injurias de
la edad caduca ; sus ojos brillaban con apacible vivacidad ; su estatura
era alta y magestuosa , si bien algun tanto encorvada , y se apoyaba
en un báculo de enebro . Era su traje un tosco sayal con capucha , y
parecia un ermitaño ó un monje .
-¡Oh estranjeros ! esclamó el anciano en lengua latina. ¿ Cómo ha-
beis llegado á estas riberas? ¿ Acaso la tempestad os ha arrojado aquí?
¡ Qué noche tan terrible ! La mar rugia como un leon hambriento.
-La tempestad nos ha lanzado á estas riberas desconocidas , repuso
Jimeno en el mismo idioma.
-Si buscais un albergue en que os repareis de vuestros trabajos ,
yo puedo ofrecérosle , tal vez 'humilde , pero que en otro tiempo sirvió
de asilo á poderosos monarcas. Si buscais un templo para dar gracias
á la Santa Virgen que os ha libertado de tan gran peligro , tambien
puedo guiaros á la ermita de Nuestra Señora del Consuelo ; y si , en fin ,
en algo puedo seros útil , podeis mandarme à vuestro gusto , que yo os
serviré con voluntad cumplida .
Tales palabras del anciano produjeron sobre los jóvenes la misma
agradable impresion que esperimenta el labrador sencillo , cuando des-
pues de un tiempo fortunoso que le ha impedido visitar su campo , vuel→
ve el sol á ostentar su refulgente pompa , derramando en los sembra-
679

dos y en las praderas la esperanza de copioso fruto , las risas y las


flores.
Enterado el ermitaño del pesar profundo que aquejaba á Jimeno ,
por la incertidumbre en que se hallaba respecto al estado de Amalia ,
le respondió :
-Yo profeso el arte divino de Hipócrates , y os aseguro que el es-
píritu de esta jóven aún está en ella . Vosotros , que sois fuertes , podeis
conducirla á mi habitacion , y allí vereis cómo recobra sus sentidos .
-Aceptamos , respondió el poeta , el ofrecimiento que nos haceis
con tantas muestras de bondad.
Dicho esto , el trovador tomó en sus brazos á Amalia , tan delica-
damente , con tal esmero y con ternura tanta , como pudiera una ca-
riñosa madre con su hijo . Guió el anciano á los náufragos por una es-
trecha senda , bordeada de verde césped salpicado de blancas y azules
florecillas , y encaminóse hácia las ruinas que se divisaban en la es-
tendida llanura .
Las nubes , como escuadrones vencidos y dispersos , huian delante
de un recio viento que soplaba de hácia la cumbre del monte Ida . El
cielo se iba despejando , á medida que el sol se elevaba en el horizonte .
En la dilatada llanura solo se veian aquí y allá algunos laureles y ci-
preses , como si en el sagrado recinto de la ciudad de Príamo solo hu-
biesen sobrevivido el árbol de la gloria y el de las tumbas.
Las ruinas estaban poco distantes del mar en que se veian ancla-
das en otro tiempo las naves de la escuadra Argiva . La senda por
donde caminaba el anciano , serpenteaba por entre montones de es-
combros , sobre los que crecian algunas gramineas . Veíanse de trecho
en trecho columnas soterradas , mientras que otras permanecian enhies-
tas , como testigos inmóviles de aquella grandeza de los dárdanos ,
asombro otro tiempo del Asia , y ahora triste monumento de la ad-
versa fortuna . Algunos lienzos de muralla que aún permanecian en pie ,
acaso pertenecian al alcázar de Príamo . Sobre las mutiladas almenas
veíanse posadas algunas cigüeñas , hijas de las que vieron á Héctor en-
sangrentado , á Casandra amante de Corébo , á Hécuba desolada , á
Andrómaca con su hijo Astianax llorando á su esposo , á Páris enamo-
rado , y á Helena , símbolo y cifra de la belleza . Las cigüeñas aún ani-
daban entre las ruinas ; pero los descendientes de Príamo ya no estaban
allí. El palacio en que Hécuba se hizo madre no era mas que un monton
de escombros ; estéril yerba cubria las pocas piedras que aún no habian
sido abatidas , y á la sazon eran vil morada de reptiles .
680
Pero un edificio moderno se levantaba sobre aquellos escombros .
Una iglesia labrada con hermosos mármoles se elevaba ahora ( tal vez
sobre el templo de Minerva) con la advocacion de Nuestra Señora del
Consuelo . ¡ Cuán tierno , cuán patético y celestial era el título de aquel
templo cristiano edificado sobre las ruinas de Troya ! Donde estaban
las ruinas , testigos de las mayores amarguras y dolores , se hallaba
ahora la Virgen del Consuelo .
Junto á la iglesia se veia una casa pequeña , pero limpia y cómo-
da. Allí colocaron en un lecho á la triste Amalia , y el benéfico solita-
rio comenzó á poner en práctica todos sus conocimientos para resti-
tuir los sentidos á la desmayada y hermosa doncella .

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CAPITULO LIV.

En el que se ve la estraña manera que Castiglioni tenia de llevar mensajes.

IN duda el lector recordará la prome


sa que Castiglioni y Sechin de Flexian
oup aldizoque
hicieron al Comendador de Jaffa , re-
lativa á llevar á Jerusalen la noticia
de la aproximacion de Khalil-Ben-
Kelaun. Don Hernando Sotomayor dió
cartas á los mensajeros para el Gran
Maestre , en las cuales patentizaba la
necesidad urgente en que se encon-
traba de ser socorrido sin dilacion al-
guna , só pena de dejar que se per-
diese la ciudad de Jaffa . El Comenda-
dor dió además á nuestros caballeros tres guias que los acompañasen .
Dos de estos eran aspirantes , y el otro era un árabe , esclavo del
Templo . Este árabe en compañía de su padre habia caido muy joven
86
682

en manos de los Templarios . El padre y el hijo habian concluido por


ser muy adictos. á los caballeros , cuyo valor admiraban , y cuyo tra-
tamiento era verdaderamente paternal . -Castiglioni y sus compañeros
iban montados sobre escelentes caballos árabes de la mas noble raza ,
y además los cinco ginetes iban perfectamente armados . Este pequeño
escuadron era mas que suficiente para llegar á Jerusalen sin gran
riesgo , supuesto que los beduinos estaban acampados hacia la parte
de Gaza.
Desde luego se comprenderá que aquellos guias eran insoportables
pará Castiglioni y su amigo , á causa de que no podian departir con
toda la libertad que ambos quisieran y necesitaban . Sin embargo , en-
contraron medio de quedarse algun tanto atrás , con el pretesto de que
los que conocían el camino debian ir á la descubierta .
Aprovechando la ocasion de cambiar algunas palabras , Sechin de
Flexian preguntó á su amigo :
-¿Y cuál fué tu pensamiento al aceptar esta comision ?
-Te aseguro que era un pensamiento magnífico el que entonces se
me ocurrió ; pero despues he visto que tiene gravísimos inconvenientes .
-¿Y cuáles son?
-¡Hélos allí esclamó Castiglioni señalando á los guias.
-En efecto , esos hombres nos estorban demasiado , pues ya hace
rato que yo hubiera querido hablar de este asunto . Ahora bien , ¿ qué
conducta te parece que debemos seguir en estas circunstancias ?
-Yo creo que en ninguna manera podemos prescindir de llevar al
Gran Maestre las cartas de D. Hernando Sotomayor.
-Convengo en ello , por la sencilla razon de que es imposible que
no se sepa si hemos cumplido ó no con nuestro encargo.
-¡Hé allí los obstáculos ! repetia Castiglioni , señalando siempre á
łos dos aspirantes y al árabe.
-Para saber si habíamos llevado ó no la noticia , creo que no es-
torban ; pues de todos modos se sabria en Jaffa si habíamos ido á Je-
rusalen , aun cuando hubiésemos venido los dos solos .
-No es eso , amigo Flexian , no es eso , repetia con sorna Cas-
tiglioni .
-Pues entonces , ¿ qué es ?
Castiglioni quedóse mirando fijamente á su amigo , como admirán-
dose de que este no adivinase su proyecto.
-¿No se to ocurre nada para contrariar notablemente à la Órden?
preguntó al fin en voz muy baja.
683

-Se me ocurren muchas cosas ; pero ninguna que pueda tener fácil
ejecucion y fecundos resultados . Segun te esplicas , parece que en pre-
sencia de D. Hernando se te ocurrió alguna buena idea. ¿No es así? Aca-
ba, amigo Castiglioni , acaba de revelar tu proyecto ; pues , segun bar-
runto , debe ser digno de tu buen magin.
-No creas , sino que así es la verdad.
-Pues acábense de una vez los misterios , y canta llano y claro.
-Digote que hubiéramos podido hacer un pan como unas hostias ,
si á ese necio de Comendador no se le hubiese ocurrido la maldita idea
de darnos estos guias.
----Veamos .

-Mi pensamiento era ir á ver á Khalil- Ben-Kelaun ,


-¡Aljefe de los beduinos !
-Al jefe de los enemigos del Templo .
—¿Y en qué puede contribuir ese paso á la realizacion de nuestros
deseos ?
-¿Y me lo preguntas? esclamó Castiglioni , echando á su amigo una
mirada de maestro .
-Confieso ingénuamente que no acierto á comprender tu propósito ..
-Se reduce simplemente á entregar á los árabes la ciudad de Jaffa.
-¿Estás en tí? ¿ Crees tú factible lo que estás diciendo ?
-Es la cosa mas fácil del mundo . Nosotros podíamos ver á Khalil
y prometerle entregarle á Jaffa .
Sechin de Flexian quedóse al pronto sorprendido del atrevimiento
de semejante proposicion ; pero pasados algunos minutos , comenzo á
hacer observaciones y reparos.
-¿Y cómo , dijo , habíamos de cumplirle semejante promesa?
-Hay mil medios . En primer lugar , estando nosotros de acuerdo
con los beduinos , podíamos muy bien abrirles las puertas de la ciudad ,
ó facilitarles la entrada en la torre principal de la Encomienda...
-Yo no veo eso tan fácil .
-Si esos demonios de beduinos fuesen gente de mar , era cosa he-
cha . Con un buen navío que tuviesen á su disposicion , tomaban á Jaffa,
á pesar de que el puerto es áspero y malo .
-El caso es , que esos árabes no conocen mas barcos que sus ca-
ballos , ni otro mar que el desierto .
-Pues bien , aun así y todo , podíamos hacer que se apoderasen de
Jaffa .
-¿Y cómo ?
684

-Supongamos que de vuelta de nuestra espedicion liegamos á la


ciudad á media noche , y que dados á conocer como portadores de las
órdenes del Gran Maestre , nos abren las puertas ...
-¿Y bien ?
-¡Claro está ! Tenemos emboscado un buen escuadron de árabes ,
y se precipitan y entran en la ciudad al mismo tiempo que nosotros .
Y hé aquí que los Templarios considerarian esto como una desgracia ;
pero el remiendo estaria tan bien echado , que en ninguna manera po-
dian figurarse que fuésemos los autores de la hazaña . Así , pues , aun-
que la empresa les saliese mal á los beduinos , por lo que à nosotros
toca , estaríamos libres de todo cargo , y nadie sospecharia la entru-
chada .
-¡Rayos del cielo ! ¡ A fé que tienes razon , y que discurres mas que
el mismo diablo ! Nada , no hay mas sino manos á la obra . ¿ Sabes que
van á decir en Francia que somos unos héroes ?
-Si ; pero el inconveniente está en esos malditos guias que nos arras-
tran á Jerusalen , cuando á estas horas nos debíamos hallar caminando
hácia el campamento de Khalil .
--En verdad que hasta ahora no habia conocido cuán importuna es
para nosotros esa compañía .
Castiglioni hizo un gesto que queria decir :
-¿No te lo decia yo ?
-¿Y no podremos hallar un medio para realizar esa atrevida con-
cepcion ?
-Para todo hay remedio .
-Yo no veo mas que uno , dijo Sechin de Flexian con aire medi-
tabundo.
-Probablemente estarémos de acuerdo , atendiendo á que , siendo
uno el camino , tendremos por fuerza que encontrarnos .
Sechin de Flexian detuvo las riendas á su caballo , y aproximándose
mas y mas á su amigo , murmuró :
- -Es preciso que mueran .

Y dirigió una mirada hácia los guias , una mirada que era una
sentencia de muerte.
-¡Muy bien pensado ! esclamó Castiglioni . Esa es justamente mi
opinion .
-Ahora queda lo principal . ¿ Cómo llevarémos á cabo nuestro plan?
-Ya he pensado en ello .
-La cosa merece la pena de examinarse .
685
-Con tal que una suposicion muy fundada tenga efecto , aseguro
desde ahora que sera nuestro el triunfo .
-Edificar sobre suposiciones es lo mismo que edificar sobre arena .
-Sin embargo , hay suposiciones que casi son hechos , y si me apu-
ras mucho, te digo que ni aun debemos fiarnos de los acontecimientos ,
los cuales suelen venir como las visitas importunas , cuando menos se
esperan , y sin que nadie los llame ni prevea sus resultados . No hay mas
remedio sino hacer cuanto se pueda , atendidos los elementos de que se
dispone , y despues ... salga lo que saliere .
-Es , mi querido amigo , que puede salir una diablura que nos
cueste muy cara.
-En ese caso, nunca debíamos habernos metido en estas andanzas .
-Lo cortés no quita lo valiente .
-En resolucion , ¿ cómo suprimirémos esos tres hombres ? .
-Yo no sé de qué manera...
-
-Te, amilanas muy pronto . Supongamos , ó mejor dicho , demos
por sentado que dentro de algunas horas , cuando mas el sol se deje
sentir , supongamos que esta gente determina , segun costumbre , ha-
cer algun alto para descansar durante la siesta ...
Castiglioni se detuvo y miró á su amigo con feroz sonrisa .
-Lo demás , añadió , se dice y hace ello solo.
-¿Y si saben que hemos asesinado á los guias ?
-¿Y cómo han de saberlo ?
-El diablo es muy sutil...
-¡ Pareces un anacoreta ! ¿ Sabes que te has vuelto muy pusiláni-
me ? ¿ Consistirá eso en que cada dia vas mas viejo ?
-Consiste en que la prudencia crece con los años . ¿ No seria mejor
que ahora mismo , por ejemplo , aguijásemos á nuestros caballos , y
fingiendo que se espantaban , encaminarnos hacia las tiendas de Khalil?
-Jamás , mi querido Sechin , imaginé que te se pudiera ocurrir
tal disparate .
-Así podíamos evitar el que esos tres inocentes ...
-¿Y qué culpa tenemos nosotros de que nos estorben ? Una de dos:
ó ponemos en planta la grande intriga que tramamos en Francia, y que
debe ejecutarse en la Palestina , ó somos unos imbéciles que nos limi-
tamos , como simples recaderos , á llevar al Gran Maestre la carta del
Comendador. Es preciso elegir entre uno y otro estremo .
Y así diciendo , Castiglioni paró su caballo en medio del camino ,
obligando á su compañero á que tambien se detuviese .
686

-La eleccion no es dudosa , dijo Flexian . ¿ Acaso hemos atravesa-


do el mar solamente para ayudar á nuestros enemigos ? Ahora bien ,
es necesario tener mucha circunspección , para no valernos de medios
que irremisiblemente nos perderian...
-Yo creo , al contrario , que el medio propuesto por ti nos condu-
ciria en línea recta al patíbulo .
-A fé que lo entiendes mal. Yo precisamente quiero evitar un
crimen.
-Pues por esa misma razon quieres perderme y perderte .
Sechin de Flexian miró á Castiglioni con estrañeza.
-Lo dicho , dicho ; repuso el italiano con el acento de seguridad y
conviccion que le era peculiar. ¿ No conoces que si nos dirigimos al
campamento de Khalil , los guias pueden vernos y lanzar sus caballos
tras de los nuestros ?...
-1 Estamos perdiendo un tiempo precioso ! interrumpió Sechin.
-Me alegro de que lo conozcas. Conque vamos, ¿te resuelves ó no?
-¿A que los asesinemos mientras duermen ?
-Justamente.
—Sí , sí ; no nos queda otro camino ... Sin embargo , añadió Sechin
de Flexian , despues de ver á Khalil , deberémos ir á Jerusalen . ¿ No
es esto ?
-Sin duda alguna .
-Pues bien . ¿No seria mas acertado ir á Jerusalen con los guías , y
asesinarlos á la vuelta , despues que alli nos hubiesen visto á todos juntos?
-Amigo , el discurrir demasiado es discurrir mal . ¿ No comprendes
que dando ese paso inutilizábamos toda nuestra obra ?
-¿Por qué?
-Estraña pregunta ! Porque la Órden enviaria inmediatamente
socorros á Jaffa , y entonces... ¡ Adios nuestros planes !
En efecto , tienes razon.
Ira de Dios esclamó Castiglioni mirando á lo largo del camino .
Nuestros guias vienen hácia nosotros . ¿Qué será ello?
-Es probable que, viendo nuestro retraso , se les haya ocurrido ve-
nir á reunirse con nosotros .

-Seguramente que esa debe ser la causa... Ahora se han parado


y nos hacen señas ... 10ye , Flexian , nada tenemos ya que hablar!
¿ Estamos?
-Morirán ! dijo Sechin con voz lúgubre.
Y ambos se lanzaron al galope al sitio donde les aguardaban los
687

guias. Los aspirantes, con muestras del mayor respeto , manifestaron


á los dos caballeros, que en atencion á la hora, habian determinado des-
cansar hasta que pasase la fuerza del sol , y les señalaron un sitio fron-
doso donde corria un arroyo cristalino y sombreado de gigantes pal-
meras .
-Solo aguardamos vuestra aprobacion , dijo uno de los aspirantes ,
inclinando respetuosamente la cabeza .
-Con mucho gusto aceptamos una proposicion semejante , dijo Cas-
tiglioni ; pues cabalmente ahora iba yo á proponer lo mismo.
Dirigiéronse, pues , hácia el lugar que habian elegido , clavaron al-
gunas estacas sobre las, que estendieron algunos tapices , y muy en
breve tuvieron levantada una especie de tienda que los resguardaba de
los rayos abrasadores del sol de Palestina . La naturaleza secundaba
maravillosamente los cuidados de los viajeros ; pues las altas palmeras
formaban delante y á los lados de la tienda un suntuoso pórtico de som-
bra y de verdura.
Los caminantes amarraron junto à la tienda á los caballos , y qui-
tándoles las sillas , se sirvieron de ellas para reclinar la cabeza, como
si fuesen mullidas almohadas . Escusado parece decir que los dos trai-
dores se entendian á las mil maravillas con una sola mirada . Ellos fue-
ron los primeros que, afectando gran cansancio , se dispusieron á dor-
mir algunas horas , y los desdichados aspirantes y el guia árabe que les
servia como de dragoman , imitaron el ejemplo de los dos caballeros .
Aquellos tres hombres , muy agenos del peligro que les amenazaba , se
durmieron profundamente al plácido murmurio del arroyuelo que pa-
saba junto á la tienda como saludando á los viajeros .
Entre tanto Castiglioni y Sechin de Flexian estaban alerta , espian-
do el momento oportuno para llevar á cabo su horrible proyecto .
Cuando ya conocieron que sus víctimas estaban entregadas al mas pro-
fundo sueño , ambos se levantaron con mucha cautela , y desenvainando
sus puñales , se deslizaron rápidos y silenciosos como serpientes hácia
el sitio en que dormian los aspirantes y el esclavo . Este estaba un poco
mas apartado , y junto á sí tenia un alfange pendiente de un cinturon
de cuero, del cual se habia despojado el árabe para entregarse al des-
canso.
Los traidores encontraron un no pequeño inconveniente en la im-
posibilidad de atacar à un mismo tiempo á sus tres víctimas . Castiglio-
ni hizo una seña que fué comprendida perfectamente por Sechin de
Flexian, el cual se encaminó á donde estaba el árabe , y con gran pre-
688

caucion le quitó el alfanje y se le ciñó él mismo . En seguida los dos


asesinos se arrojaron furiosamente sobre los aspirantes , y con tal acier-
to les dieron de puñaladas , que los desdichados jóvenes apenas tuvie-
ron tiempo de despertar entre las bascas de la muerte para ver á los
que les habian quitado la vida . Por mas que todo esto se verificó con
una rapidez estraordinaria , todavía el árabe tuvo lugar de despertarse
al ruido y poniéndose en pie de un salto , se dispuso á huir ; empero los
asesinos se lanzaron sobre él ligeros como tigres , y el desdichado es-
clavo , imposibilitado de defenderse , cayó exánime bajo las furiosas
puñaladas de aquellos hombres feroces .
—¡Gracias a Dios que ya estamos libres de estorbos ! esclamó Cas-
tiglioni con satánica sonrisa .
-¡Gracias a Dios ! murmuró Sechin de Flexian , que estaba mas
pálido que los muertos .
El italiano tomó la silla de su caballo , sobre el cual fué á colocarla
indicando á su amigo que hiciese otro tanto . Cuando terminaron de
ensillar sus trotones , el italiano dijo á Sechin :
-----
-Vamos á ensillar los otros tres caballos .
-¿Y para qué ?
Buena pregunta ! Para dejar á los caballos libres , á fin de que
crean que hemos sido acometidos en el camino y.que nosotros hemos
logrado escaparnos .
Sechin de Flexian hizo un signo de aprobacion ó de asentimiento .
En seguida quitaron las estacas y las arrojaron al arroyo , y re-
cogieron los tapices , colocándolos del mismo modo que antes estaban en
las cabalgaduras de los aspirantes . Los asesinos bajarou al arroyo que
la Providencia hacia brotar en medio de aquellas abrasadas campiñas
para aplacar la sed de los caminantes ; pero los asesinos bajaron para
lavarse sus manos ensangrentadas . Luego se dirigieron á donde esta-
ban los tres cadáveres, para cerciorarse de que estaban bien muertos .
Castiglioni dió algunos puntapiés á aquellos cuerpos inanimados, y es-
clamó con aire jovial :
-Estoy seguro de que no se levantarán hasta el dia de la resur-
reccion.
-En ese caso, tendrán que andar muy poco , pues el valle de Josafat
está muy poco distante.
-Esa es una de las grandes ventajas de morir en estas cercanías.
Debian darnos las gracias !
Y esto diciendo , Castiglioni prorumpió en una estrepitosa carcajada .
689

En esto llegó á sus oidos el eco de los gritos del guia de una
caravana que pasaba algo distante de allí .
-¡Partamos ! ¡ Partamos cuanto antes de este sitio ! esclamaron los
dos á la vez.
Ambos montaron á caballo y se lanzaron á un frenético galope .
Largo tiempo caminaron silenciosos y rápidos , como si un espíri-
tu infernal les aguijase.
De pronto se detuvo Castiglioni.
-¿Sabes , dijo , que echo de menos una cosa muy importante para
nuestro propósito?
-¿Un guia ?
-Si .
-Estaba pensando en eso mismo .
-Dicen que Khalil está acampado cerca de Gaza .
-Si ; pero el caso está en que encontremos un camino que nos lleve
allá en derechura .
-¿Oyes ?
-¡Suenan voces !
-Pues bien , hé ahí lo que necesitábamos .
-¿Cómo así ?
-Quiero decir , que esas voces que suenan , deben ser de la gente de
la caravana , y esta nos podrá servir de norte en nuestro camino .
-Pero es imposible que lleven la misma direccion que nosotros
apetecemos.
-¿Y en qué fundas esa imposibilidad ?
-En que no han de ser tan incautos , que vayan á meterse en el
campamento de los beduinos .
-¿Y quién sabe si ellos son beduinos tambien ?
En fin , allá veremos . ·
Ambos se encaminaron hacia el sitio por donde iba la caravana ,
la cual , en efecto , se dirigia hácia Gaza . Nuestros cahalleros juzga-
ron que acaso los de la caravana ignoraban la aparicion de Khalil en
las cercanías de Gaza , y que tal vez muy pronto se encontraria con los
suyos amenazando los muros de Jerusalen . Apenas la caravana divisó
á los dos caballeros , hizo alto disponiéndose á la defensa , por si
acaso era acometida ; pero cuando los de la caravana , á medida que
los dos amigos se acercaban , reconocieron por su traje que eran cris-
tianos , levantaron un grito de júbilo y de felicitacion. Castiglioni y
Sechin de Flexian comprendieron , muy a pesar suyo , que la caravana
$7
690

estaba compuesta en su mayor parte de cristianos Maronitas , y los


restantes éran mercaderes judíos y algunos árabes habitantes pacíficos
de Jerusalen . El comun interés de su seguridad personal habia reunido
á todos aquellos hombres , nacidos bajo un mismo clima , pero de di-
versas razas y religiones . Una pequeña escolta de caballeros Templa-
rios acompañaba á la caravana , porque además de los Maronitas iban
muchos peregrinos de la Iglesia latina .
El encuentro con los Templarios era el mayor contratiempo que po-
dia sobrevenir á los dos aventureros , los cuales , aun cuando habian
tenido la precaucion de abandonar los mantos con la Cruz del Templo,
podian temer sin embargo el verse descubiertos ó conocidos por alguno
de los Templarios que hubiese estado en Europa . Además de esto , la
precaucion de dejar los mantos era inútil á corta distancia , pues los
Templarios no podian menos de reconocer á sus correligionarios por
las armas del Templo que llevaban en los escudos . Desde luego se com-
prende el conflicto en que Castiglioni y Sechin de Flexian se hallaban;
pues en caso necesario , aquellos caballeros podian atestiguar haberlos
visto caminar con direccion á Gaza en el mismo dia en que debieran
haber llegado á Jerusalen . Los dos traidores cambiaron una mirada
de inteligencia , si bien Sechin de Flexian estaba lleno de angustia y
deseoso de ver cuál seria la resolucion de su impertérrito amigo Casti-
glioni , cuya serenidad y astucia parecian aumentarse en las ocasiones
mas críticas .
El jefe de los caballeros Templarios se aproximó á los dos traido-
res , y en lengua española les preguntó :
-Hermanos , ¿á qué estraña casualidad se debe el habernos encon-
trado en estos lejanos climas ? Porque seguramente vosotros acabais de
llegar de Europa , á juzgar por las señas .
-Así es la verdad , respondieron .
-¿Habeis estado antes en Tierra-Santa ?
-Jamás ..

-¿Pues cómo caminais sin guias ni intérpretes por este pais? ¿Acaso
no habeis desembarcado en Jaffa ?
-Justamente allí hemos desembarcado ; pero ¡ ay ! nos han sucedi-
do grandes desgracias .
Y así diciendo , Castiglioni comenzó á suspirar con muestras del
mayor desconsuelo . Sechin de Flexian , imitando á su amigo , puso tam-
bien la cara muy afligida .
-¿Qué os ha sucedido , hermanos ? preguntó el jefe.
691

-¿Es posible que no sepais nada ?


-¿De qué ?
-De la gran calamidad que amenaza á Jaffa .
En seguida Castiglioni refirió á los Templarios todo lo que ya sabe
el lector, respecto á la invasion de Khalil , y al apuro en que se veia el
Comendador de Jaffa , D. Hernando de Sotomayor .
Semejante noticia causó en los caballeros grande alarma , que muy
pronto se estendió á toda la caravana .
-¿A dónde vais por aquí ? preguntó el jefe de la escolta .
-A Jerusalen .
-¡A Jerusalen ! ¿ Os chanceais ?
-Nada de eso , repuso Castiglioni con un aire de candidez perfecta-
mente fingida .
-Os advierto que por aquí llevais un camino paralelo al que habeis
traído.
-Todo puede ser , hermano , repuso Castiglioni con acento dolori-
do ; pues con el funesto incidente que hace poco ha tenido lugar , no es
estraño que nos hayamos desorientado ..
-¿Pues qué os ha sucedido ?
-¡Ay, hermanos ! esclamó el astuto Castiglioni , dirigiéndose á los
Templarios . Nosotros salimos de Jaffa para ir á Jerusalen á pedir so-
corro contra las tropas de Khalil. Don Hernando de Sotomayor hizo
que nos acompañasen dos aspirantes y un esclavo árabe ; pero ¡ ay ! en
el camino hemos sido atacados por una partida de beduinos , que sin du-
da se han separado de las tropas de Khalil para merodear por estas cam-
piñas . Los dos aspirantes y el guia caminaban gran trecho delante de
nosotros , y cuando acordamos , fueron acometidos de repente por los
beduinos , los cuales , despues de dar muerte á nuestros guias , se lanzaron
á rienda suelta en nuestro seguimiento ; pero aprovechando la delante-
ra que les podíamos llevar por la distancia que nos separaba de ellos ,
espoleamos nuestros caballos , y solo á su velocidad hemos debido nues-
tra salvacion .
Atónitos oyeron los Templarios de la caravana el relato de los ase-
sinos . El jefe de la escolta mandó hacer alto , y despues hizo correr la
voz del peligro que amenazaba , á fin de que todos fuesen apercibidos
y ninguno se separase de la caravana . En seguida propuso elegir otro
camino paralelo al que llevaban , pero situado mas á la derecha , y que
era el mismo que habian traido Castiglioni y Sechin de Flexian . El pen-
samiento de los Templarios que escoltaban la caravana era dirigirse &
692
Jaffa, en lugar de Gaza , cuyas inmediaciones , segun las noticias que
acababan de recibir, estaban invadidas por las tribus del desierto . Ad-
vertirémos de paso por ahora , que el principal objeto de Hugo de Paga-
nis al fundar la Orden del Templo , era el que sus guerreros acompañasen
y protegiesen á los peregrinos á Tierra-Santa contra los ataques y ve-
jaciones de los infieles . Así , pues , los Templarios proyectaban condu-
cir á los peregrinos á Jaffa , en donde con mas seguridad podian em-
barcarse para Europa . El jefe de la escolta , además , propuso á la ca
ravana el volver á Jerusalen , en el caso de que no quisiese correr los
riesgos del camino . Todos los individuos de la caravana , sin embargo ,
adoptaron este último partido , es decir , encaminarse á Jaffa . En cuan-
to á nuestros dos caballeros , debemos decir que se despidieron de sus
correligionarios , pretestando que no podian dejar de cumplir las ór-
denes de D. Hernando Sotomayor , y que por lo tanto persistian en su
propósito de marchar á Jerusalen .
Unos y otros se separaron , deseándose próspero viaje . Apenas
Castiglioni y Sechin de Flexian estuvieron algo distantes de la caravana,
entablaron entre sí el diálogo siguiente :
-¿Y ahora , qué harémos? preguntó Sechin .
-En verdad te digo que nos ha contrariado notablemente tan in-
esperado encuentro.
-¿Irémos á Jerusalen?
---Eso seria lo mas acertado .
-Yo tambien soy de esa opinion .
-Sin embargo, todo nuestro proyecto fracasa, si avisamos al Gran
Maestre.
Castiglioni se detuvo , reflexionando acerca del partido que debian
adoptar.
-Es' preciso que nuestros deseos se realicen , suceda lo que suce-
diere.
-¿Y no irémos á Jerusalen ?
-No .
-¿Y si sospechan ?...
-No es fácil. Dirémos que hoy no pudimos llegar , porque despues
nos encontramos otra partida... Vamos , vamos á ver á Khalil .
Y ambos , procurando no encontrarse á la caravana , tomaron la di-
reccion mas conveniente para llegar seguros á las inmediaciones de Gaza .
Ya el dia estaba muy entrado , cuando los dos traidores se resolvieron
definitivamente á encaminarse al campamento de Khalil-Ben-Kelaun .
693

-¿Nos quedará tiempo bastante para llegar con sol á Gaza?


-Es poco despues de medio dia , los caballos son escelentes , y la
mayor distancia que tenemos que andar no pasará de ocho leguas ;
así es , que podemos contar con que llegarémos poco despues de ano-
checido .
-Esa es una circunstancia favorable ; pues siempre conviene que
nadie nos vea .
Los caballos que montaban nuestros aventureros , eran realmente de
la mejor raza árabe, y estaban dotados de una resistencia portentosa .
La última claridad del dia comenzaba á estinguirse , cuando los dos ami-
gos divisaron el campamento de los árabes . Verdaderamente era mag-
nifico y pintoresco el efecto que producian las tiendas , unas formadas
con ricos tapices y otras con pieles ; los caballos maniatados junto à la
entrada de las tiendas , y los camellos , que echados , asomaban sus al-
tas cabezas por encima de algunos grupos de árabes que estaban pre-
parando su comida en medio del campamento , respirando la fresca
.
brisa de la tarde..
De vez en cuando se veian atravesar el campamento algunos gine-
tes que sin duda venian de cumplir algunas órdenes de su jefe . Varias
jóvenes , dotadas de esa hermosura oriental , que respira fuego y pa-
sion , estaban sentadas junto à las puertas de su tienda , y se ocupaban
en adornarse mútuamente sus negras y relucientes cabelleras con guir-
naldas de flores . Completaba este cuadro animado y pintoresco la pers-
pectiva magestuosa de altísimas palmeras que se destacaban como los
genios protectores del campamento , ofreciendo á los árabes la dulzura
de sus frutos y de sus sombras .
En medio del campamento se levantaba la tienda del caudillo Kha-
lil-Ben-Kelaun , la cual se distinguia entre todas las demás por su es-
tension y riqueza . Habia en esta tienda cuatro departamentos . El pri-
mero estaba destinado á los esclavos y servidores del jefe ; el segundo
era el que habitaba Khalil , y en donde recibia á los ancianos y jefes de
las tribus que se le habian asociado . Y por último , los otros dos de-
partamentos estaban destinados á sus mujeres .
Grande sorpresa causó en el campamento la aparicion de nuestros
dos caballeros , los cuales al principio recelaron algun grave peligro ;
pero muy pronto se convencieron de que las costumbres árabes eran
para ellos una inespugnable salvaguardia , á lo menos por aquella no-
che; pues si bien aquellas gentes eran muy capaces de robar y asesinar
á los cristianos en cualquiera parte que los encontrasen , tambien es
694

cierto que, habiendo llegado al anochecer al campamento , nadie se atre-


veria á negarles hospitalidad ni á ofenderlos mientras que se hallasen
en el sagrado recinto del hogar.
Por fortuna para ellos , Castiglioni y Sechin de Flexian encontraron
á un anciano que habia vivido mucho tiempo en Jerusalen , y que en-
tendia el idioma de los caballeros francos , que así llamaban y llaman
todavía los árabes à los franceses. Los dos traidores informaron al an-
ciano de que suvenida allí era para tratar asuntos de la mas grande
importancia con el ilustre caudillo Khalil-Ben-Kelaun .
El viejo árabe , pues , condujo á los dos caballeros á la tienda del
heredero del Soldan de Egipto . Khalil no tenia impaciencia por rei-
nar , si bien para satisfacer su genio belicoso , emprendia sus escursio-
nes , habiendo conseguido organizar á las tribus del desierto , de las
cuales era muy estimado . Por lo demás , Khalil estaba seguro de ocu-
par muy en breve el trono del Soldan de Egipto , no solo porque su tio ,
que reinaba á la sazon , se hallaba en los últimos límites de la vejez y
no tenia hijos , sino porque tampoco habia entre sus deudos ninguno
que , como él , mereciese y pudiese subir al trono.
Era Khalil jóven , como de treinta años , de estatura mas bien alta ,
y que reunia á la vigorosa belleza de los turcos la espresion apasionada
y á la vez melancólica de los árabes . El color de su tez era perfecta-
mente sonrosado , su nariz aguileña , sus ojos rasgados y negros ybri-
llantes como luceros ; todas sus facciones , en fin , eran hermosísimas , á
las cuales daba cierto aire de magestad su barba negra , riza y relucien-
te, que caia sobre su pecho .
El astuto Castiglioni al primer golpe de vista comprendió que se
las habia con un hombre superiormente dotado , y por lo tanto , tenien- .
do en cuenta la soberana altivez de aquella fisonomía , conoció que el
papel de traidores no podia menos de humillarles . El italiano , pues, tra-
tó de revestir su intento con todas las apariencias de la justicia , invo-
cando el nombre de una bien merecida venganza , voz que comprenden
maravillosamente los árabes , tan rencorosos y feroces en sus ódios ,
como suelen ser fieles en sus amistades . Khalil recibió á los cristianos
muellemente reclinado en un divan , y correspondió á las cortesías de
los recien llegados con una sonrisa de benevolencia y con una mirada
de curiosidad .
Elanciano árabe sirvió de intérprete en este diálogo .
-Nosotros somos cristianos .
-Solo Alá es grande.
695
-Ante todas cosas , deseamos que lo que te vamos á confiar sea un
secreto inviolable .
-¡Por la fé de mis padres os juro guardar secreto !
Y Khalil-Ben-Kelaun elevó sus ojos al cielo y puso la mano sobre su
corazon .
-Es preciso que este haga el mismo juramento , dijo Castiglioni
casi por señas al caudillo árabe , que respondió :
-Entiendo .
Y Khalil , volviéndose al anciano , le dijo :
-¡ Jura!
-Por la fé de mis padres y por mis canas os juro guardar secreto ,
dijo el anciano , poniendo tambien las manos sobre su corazon .
-Nuestros hermanos los caballeros del Templo nos han ofendido y
afrentado de la manera mas cruel .
-Vuestros hermanos son valientes ; pero son para los suyos como
el lobo para las ovejas . Se aborrecen entre sí .
-Veo , grande y escelso Khalil , que conoces á los mios demasiado
bien . Mucho siento el que tengas razon ; pero no podria negártela sin
faltar á la verdad . Nosotros dos hemos aprendido , bien à costa nues-
tra , hasta qué punto los cristianos del Templo son avaros y envidio-
sos . Has de saber que en muchas ocasiones hemos derramado nuestra
sangre en su defensa ; pero la ingratitud ha sido el premio de nuestros
sacrificios ...
Castiglioni , al parecer , pensaba limitarse á los vagos pretestos
que acababa de esponer ; pero quedó un poco desconcertado con esta
pregunta de Khalil:
-¿Y qué causa ha motivado ahora vuestra ofensa ?
Ambos caballeros cambiaron una mirada ; pero el italiano , cuya
sangre fria conocemos , respondió :
-Nosotros dos somos amigos de corazon y hermanos de armas .
Siempre nos hemos profesado el mas tierno cariño . Nuestras penas y
nuestros goces han sido siempre comunes . En dos palabras voy á in-
formarte del hecho . ¡ Oye y admírate , Khalil ! Mi amigo tenia una her-
mana hermosísima , y un caballero Templario la sedujo , prometiéndole
ser su esposo ella , apasionada é ignorante de los votos que ligaban á
su amado , se dejó conducir á un castillo , en donde el pérfido le dijo que
se celebrarian sus bodas . Muy tarde conoció la desdichada jóven el
engaño de que habia sido víctima . Ahora bien , nosotros , despues de
mucho tiempo y de esquisitas diligencias , averiguamos que el perjuro
696
caballero habia venido á estas regiones desde Europa , trayendo en su
compañía á la hermana de mi amigo . Pedimos á los jefes de la Órden
que nos hiciesen justicia ; pero se han reido de nosotros , diciendo
que el tal caballero jamás se ha ausentado de estas regiones . Esta ha
sido la respuesta del Gran Maestre, porque el infame caballero es su
deudo muy cercano. Además de estas razones personales , abrigamos
otras muy poderosas para ser enemigos irreconciliables de los Templa -
rios . Son hipócritas , impios y avaros . Nosotros venimos á proponerte
nuestra ayuda para que mas fácilmente logres apoderarte de la ciudad
de Jaffa .
Calló Castiglioni.
Sechin de Flexian habia dado á su semblante una espresion dolo-
rida, para demostrar que en efecto se hallaba muy afligido por la su-
puesta deshonra de su hermana , que fácilmente improvisó la imagina-
cion fecunda del astuto y travieso italiano .
Las últimas palabras del precedente razonamiento causaron vivísi-
ma impresion en el ánimo de Khalil , quien se levantó de un salto , di-
ciendo :
-¿Podreis entregarme á Jaffa ?
-Muy fácilmente .
-¿Y qué es preciso hacer para conseguirlo?
-Nada mas sino que sigas fielmente nuestros consejos .
Khalil permaneció algunos momentos muy pensativo.
-¡Si me engañáseis!... esclamó al fin , clavando una mirada terrible
en los dos caballeros .
-Te darémos cuantas seguridades nos pidas , repuso Castiglioni .
-Esplícame tu proyecto , dijo Khalil .
El italiano esplicó al infiel los varios modos de que podian valerse
para introducir en Jaffa los soldados árabes .
Khalil pareció muy satisfecho del halagüeño relato de Castiglioni .
-Ahora bien , dijo el árabe después de algunos momentos . ¿ Qué
seguridades me das , para que yo me convenza de que no tratas de en-
gañarme ?
-Tú dirás lo que debemos hacer para complacerte .
-Yo habia pensado , repuso Khalil , que vosotros dos os quedá-
seis en mi campamento en rehenes de lo prometido ; pero ...
-Pero ya ves , interrumpió vivamente Castiglioni , que segun el
plan que acabo de esplicarte , nosotros dos únicamente somos los que
podemos entregarte la plaza ..
697

-¿No teneis otros cómplices ?


-De nadie nos hemos fiado.
-En ese caso , respondió Khalil, lo que me habeis propuesto puede
hacerlo uno solo de vosotros . Yo acepto , pues , vuestras ofertas , con tal
que uno de vosotros dos se quede en rehenes . Echad suertes , y el que
se quede libre , puede ir á Jaffa para poner en práctica vuestro pro-
yecto . Si os acomoda esta condicion , muy en breve podeis ver satis-
fecha vuestra venganza .
Los dos traidores cambiaron entre sí una mirada para ponerse de
acuerdo acerca del partido que debian adoptar en aquellas circuns-
tancias ..
Sechin de Flexian , comprendiendo que solo su amigo Castiglioni
era el que podia llevar á cabo el proyecto que él mismo habia conce-
bido , se apresuró á decir :
-No es preciso echar suertes ; pues desde ahora yo me ofrezco que-
darme aquí en rehenes .
Castiglioni dió las gracias á su amigo , fijando en él su ojo único ,
centelleante de gozo .

Khalil-Ben-Kelaun aceptó la proposicion de los traidores , y des-


pues de quedar convenidos en la noche en que los árabes debian acer-
carse calladamente á los muros de Jaffa , y cuando hubo descansado
algunas horas Castiglioni ; este partió para Jerusalen , á fin de dar cum-
plimiento á las órdenes del Comendador , y evitar que nadie sospecha-
se la negra trama urdida contra los Templarios .

83
HOVE

www
CARNICERO

CAPITULO LV.

Delirios de amor.

A tarde estaba serena , azul el cielo , per-


fumado el aire . Cerca de la aldea de
Alconetar pasa el rio Almonte. Por las
márgenes del rio veíase vagar una donce-
lla , vestida de blanco , con sus hermosos
B

cabellos esparcidos sobre sus hombros de-


licados , y coronada de flores . Su rostro
estaba pálido , su boca parecia una rosa
marchita , y sus ojos despedian alrede-
8 dor de sí melancólicas miradas .
¡ Horas misteriosas del crepúsculo ! ¡ Dulce y triste encanto del dia
moribundo ! ¡ Plácidos céfiros de la tarde tranquila ! ¡ Sollozante mur-
murio del argentado rio ! ¡ Ayes canoras que entonais el último con-
cierto del dia ! ¡ Matizadas flores ! ¡ Frescos olmos de la ribera ! ¿ Por
quién os pregunta , decid , por quién os pregunta la timida virgen en
su paseo solitario? ¡ Ah ! En sus poéticos delirios la encantadora don-
cella solo ve á su amante. Ella lo llama , y el eco no mas le responde.
Lde S Gonzalez Madrid Morenoinvy hit

MARI -RUIZ .
699

El amor llena su alma como una luz del cielo ; pero la soledad le
rodea, y su corazon rebosa de amargura , porque su amado está ausen-
te. La enamorada Blanca sale todas las tardes de la aldea , y contem-
pla de lejos el castillo , habitado en otro tiempo mas feliz por el gallardo
caballero ; otras veces se sienta con ademan doliente en la cruz del
camino , y recuerda con dulce tristeza los bellos dias de su juventud
primera , los bellos dias que para siempre huyeron . Al castillo , á la
cruz , al monte , al rio , á los chopos de la fuente , á los pintados gil-
guerillos , á cuantos objetos la rodean , parece preguntarles : «¿ No ha-
beis visto á mi amado ? ¿ En dónde está mi amado ? ¿ No sabeis cuándo
vendrá ? »
Blanca prefiere un sitio que parece tener con su alma secreta sim-
patía . En la fresca vega entapizada de verde césped habia un lugar
sombreado de sauces que inclinaban sus ramas dolientes sobre las on-
das cristalinas . Allí , durante largas horas , permanecia sentada la jó-
ven con la mano en la mejilla y contemplando las aguas que se desli-
zaban murmurando blandamente .
Hay quien dice que no son las mujeres capaces de sentir entre ellas
el noble desprendimiento de la amistad ; y aun cuando nosotros no
estemos enteramente en oposicion con semejante aserto , creemos sin
embargo que hay escepciones , y muy honrosas . ¡ Cuántas bellas é ilus-
tres damas no han sido fieles amigas !
Pero ahora no se trata de una mujer célebre en la historia por el
heroismo de la amistad . Blanca tenia por amiga á una jóven de humil-
de nacimiento , la cual se llamaba Mari Ruiz . Es posible que el lector
no haya olvidado este nombre . Mari Ruiz era la prometida del halco-
nero Pedro Fernandez.
Como la desventurada Blanca padecia de algunos accesos de de-
mencia , le habian destinado á Mari Ruiz para que la acompañase siem-
pre en sus paseos . Unas veces Mari Ruiz seguia de lejos á Blanca , y
en otras ocasiones la acompañaba de cerca , departiendo con ella y pro-
curando consolarla por todos los medios posibles . Debemos advertir ,
que aun cuando la presunta esposa del halconero estaba encargada
ahora de vigilar á Blanca , no por eso era su sirvienta , sino su amiga.
Mari Ruiz , aunque labradora no era ni zafia ni ruda ; antes bien era
viva , cariñosa , y en su andar y en su traje se notaba cierto gracioso
adeliño que aumentaba su buen parecer . Esta hermosa muchacha era
hija de Fernan Ruiz , el rentero mas rico de todos los que en aquellos
contornos labraban heredamientos del señor de Alconetar.
700

Desde muy niñas habian sido amigas las dos jóvenes ; pero esta
amistad se habia estrechado de nuevo durante la permanencia de am-
bas en el convento de Nuestra Señora de la Luz . Mari Ruiz , segun en
otra ocasion hemos oido decir al halconero , tenia una hermana monja,
á la cual estaba asistiendo la jóven todavía , cuando Blanca se encerró
en el cláustro despues de la ausencia de D. Guillen .
Hay cosas que verdaderamente son ó parecen prodigios . El lector
recordará sin duda las preocupaciones de Sor Sinforiana , la cual creia
á pie juntillo , que cuando la campana del cláustro se tañia por sí
sola no podian , dejar de ocurrir muchas desgracias en el monas-
terio; y ya tuvimos ocasion de ver que tan funestos pronósticos se cum-
plieron al pie de la letra , no solo con la muerte del buen sacerdote Gil
Antúnez , sino tambien con la defuncion simultánea de otras dos reli-
giosas, una de las cuales era la hermana de Mari Ruiz .
Ambas jóvenes , nacidas en un mismo pueblo , de una misma edad y
afligidas á la sazon , la una por haber perdido á su tio y la otra á su
hermana , estrecharon mas y mas los cariñosos vínculos que desde la
infancia las unian . Añadíase ahora otro motivo de simpatía y de inti-
midad . Ambas jóvenes lloraban ausentes á sus amados . Don Guillen y
Pedro Fernandez vivian juntos , y ellos eran el eterno objeto de las con-
versaciones de las dos amigas . Eran , sin embargo , muy diversas las
circunstancias de una y otra . Mari Ruiz , con tal que su amante tornase
sano y salvo , podia aguardar ser la feliz esposa del enamorado halco-
nero, en tanto que la triste Blanca no abrigaba respecto á su amante
sino cruel desconfianza .
Largo rato permaneció la enamorada doncella contemplando ab-
sorta las cristalinas corrientes del rio . Blanca exhaló al fin un prolon-
gado suspiro, y paseó sus ojos en torno del bellísimo cuadro que la na-
turaleza allí le presentaba . Por una parte veia á la última claridad de
la tarde las torres de la Encomienda de los Templarios ; un poco mas á
la derecha distinguíase la aldea , el soberbio castillo de los Gomez de
Lara y el suntuoso monasterio de Nuestra Señora de la Luz. Las cer-
canías de la aldea estaban cubiertas de frondosos olmos cuyas copas se
mecian blandamente al soplo de las brisas de la tarde. Al otro lado
veía se al aurífero Tajo salir al encuentro y recibir en su seno al hu-
milde rio Almonte. Alli murmuraban eternamente las aguas, como si
ambos rios , al darse el abrazo en la confluencia , sostuviesen un diá-
logo sin fin.
Frondosos y altos álamos y verdes tarayes engalanaban las riberas
701

del Almonte, azules y blancos lirios entapizaban el blando césped , mul-


titud de gallinetas se bañaban en el rio , los grillos chirreaban en los
setos , las recien venidas codornices cantaban en los verdes trigos , los
habares en flor exhalaban el verdadero perfume de la Primavera , y nu-
merosas tortolillas , posadas sobre los olmos , hacian resonar á lo lejos
sus amorosos y melancólicos arrullos .
Blanca era en estremo sensible á los encantos de la naturaleza ,
y contemplaba con dulce y melancólico embeleso el espectáculo que á
su vista se ofrecia ; pero no pudo evitar que su corazon se oprimiese
hasta el punto que sus ojos se inundaron de esas dulces lágrimas , fiel
traslado de la ternura de un alma enamorada y afligida , que , al ver que
todo en la naturaleza vive , ama y goza , exhala melancólicos suspiros ,
considerando en sí misma su aspiracion hácia el amor contrariada por
el infortunio.
Hay en todos los séres un instinto secreto , pero universal , instinto
de suave tristeza y de infinito amor , que parece desarrollarse mas parti-
cularmente en las misteriosas horas del crepúsculo , cuando las zagalas.
comienzan á entonar sus canciones , á las cuales responden los labra-
dores que vuelven de sus faenas , al mismo tiempo que las aves ento-
nan su último cántico , y las brisas se agitan mas rumorosas , y las
flores exhalan mas perfume , y el corazon de los mortales atesora mas
ternura.
Ya hemos dicho que Mari Ruiz acompañaba casi siempre , ó á lo
menos seguia de lejos á su amiga Blanca . Precisamente cuando esta
se hallaba sumergida en sus tristes meditaciones , se le presentó la jó-
ven aldeana .
-¿Estais llorando ? preguntó Mari Ruiz con el mas tierno interés .
-Es verdad que los ojos se me han arrasado en lágrimas ; pero ca-
balmente en estos momentos estaba con deseos de cantar ... ¡ Oh ! A
estas horas y en este sitio , es cuando y donde deben cantarse las tro-
vas de Blanca Flor.
-Yo aprendí desde muy niña esas trovas .
-Yo tambien ; pero despues las he olvidado , y aquí , á estas horas ,
en este sitio , con mis pensamientos tristes , se me han ocurrido á la me-
moria casi involuntariamente, ylas he comprendido ahora , como si yo
misma las hubiese compuesto . ¿ No encuentras en esta historia de unos
amores desgraciados muchos puntos de semejanza con mis propias
desdichas ?
Esto diciendo , la enamorada Blanca exhaló un profundo suspiro .
702

Mari Ruiz contemplaba á su amiga con ademan de intima com-


pasion.
En aquel momento resonó entre la espesura el armonioso cántico de
un ruiseñor. Ambas jóvenes quedaron absortas escuchando con dulce
emoción los melodiosos trinos de la avecilla .
Luego cesó el canto de la amante filomena , y las dos amigas per-
manecieron largo rato silenciosas . Penetradas como estaban del senti-
miento íntimo y á la vez deliciosamente melancólico que en ellas des-
pertaba la última hora del dia en aquel pintoresco paisaje , no tenian
palabras para espresar la múltiple emocion de que se hallaban po-
seidas.
Tales situaciones , en que el alma humana recibe vaga revelacion
de un amor infinito y de una felicidad sin límites , se resuelven siempre
en una mirada hácia el cielo ó en uno de esos cánticos de la tierra que
conmueven hondamente el corazon .
Blanca prorumpió casi indeliberadamente en un canto lleno de
melodía , de tristeza y de sentimiento , dulce y suave como la luz del
crepúsculo.

Al pie de un sauce sentada ,


Sumergida en su dolor,
Con la cabeza inclinada ,
Llorando está Blanca Flor
Por su amado desdeñada.
-
Lanza suspiros ardientes
En su amante desvarío ,
Y hechos sus ojos dos fuentes ,
Acrecienta las corrientes
Del natal sereno rio.

El galan partió á la guerra ;


Blanca lloró de ternura ,
Porque la ausencia le aterra ;
Mas él en estraña tierra
Se prendó de otra hermosura.
-
La hermosísima doncella ,
Por cautivar al doncel ,
Aún quisiera ser mas bella……
¿Por qué tan constante es ella ?
¿ Por qué tan mudable es él ?.:.

Blanca se detuvo , porque las últimas palabras de la estrofa cayeron


703

una á una como gotas de nieve sobre su corazon . «¿ Por qué tan mu-
dable es él ?» Este era el pensamiento eterno de su alma , y el origen
tambien de su amargura .
Mari Ruiz , avispada y lista , y aun herida tambien del mal de amo-
res y ausencias , procuró distraer á su amiga diciendo:
-¿Qué sabemos si ahora mismo estará D. Guillen pensando en vos
y en venir á veros cuanto antes ?
-¡Oh ! ¡ Si así fuese , Dios mio , cuán feliz seria yo !
Este solo pensamiento dilató los labios de Blanca con una sonrisa
angelical; pero aquella idea , como un rápido meteóro , desapareció bien
pronto de su mente .
Luego dijo con acento triste:
-¡No ! No será así ... La misma trova lo dice... ¡ No vendrá !
-¿Y vais á dar crédito... ?
-Escúchame .
Blanca parecia que estaba atacada de aquel acceso benigno , aun-
que no por eso menos horrible , supuesto que le hacia perder la razon ,
y con voz tristísima y vibrante , pero con ademan estraviado, comenzó
á cantar :

Blanca Flor siempre anhelante


Se asoma entre las almenas ,
Y allá en la senda distante
Descubre á su hermoso amante
Que viene á calmar sus penas .
-
Pero la triste se engaña ,
Porque su amante no viene ,
Y su rostro el llanto baña,
Al pensar que lo retiene
Otro amor en tierra estraña...

Blanca calló bruscamente . Su espíritu vagaba en aquellos momen-


tos á merced de mil delirios que perturbaban su imaginacion . Un deseo
vehementísimo , pero irrealizable y hasta insensato , acababa de brotar
ensu corazon . Súbito la jóven prorumpió en una estrepitosa carcajada .
Mari Ruiz contemplaba á su amiga con inquietud creciente .
--¡ María ! esclamó Blanca , alzando estraordinariamente la voz .
-¿Qué quereis ? ¡ Estoy aquí !
-Sí , sí... Ya te veo ; pero se me acaba de ocurrir una idea ... ¿Te
atreves á que la pongamos en ejecucion ?...
-Decid .
704
-Cuidado que no vayas á creer que he perdido el juicio ... Es un
proyecto para el cual se necesita mas valor que el que ordinariamente
puede esperarse de dos débiles mujeres ; pero el amor todo lo vence ,
y... ¿ no es verdad que habrá muy pocas que amen como nosotras
amamos ?
-Sin duda alguna .
-¿No desearias tú ver á Pedro Fernandez ?
¡ Oh ! ¡ Bien sabe Dios que daria yo cualquier cosa buena por ver
á mi Pedro !
-Pues en ese caso , si tú quieres ayudarme , verás cumplirse pronto
tu deseo .
-¡Cómo ! ¿Podeis hacer que el halconero de D. Guillen vuelva
pronto á Alconetar ?
-No ; pero puedo hacer que nosotras vayamos á ver á Gomez de
Lara y á su halconero .
-¡Oh! Si eso fuese posible !...
-¿Y qué inconvenientes hay , que nosotras no podamos vencer , si
queremos?
-¿Acaso nos será fácil intentar un viaje á esas tierras tan lejanas
donde han ido nuestros amados ? ¡ Es preciso embarcarse ! ... Además ,
dos mujeres solas ... Vamos , si reflexionais atentamente , convendreis
conmigo en que no es posible realizar nuestros deseos , por mas que
sean vehementes y ...
-Y deliciosos de realizar , interrumpió con viveza Blanca . Figú-
rate , querida Maria , figúrate qué momento tan agradable no será
aquel en que nos presentemos á nuestros amantes , cuando menos lo
esperen , y ... ellos reconocerán que por su amor nos hemos lanzado
con valeroso ánimo á arrostrar los peligros de un viaje tan prolonga-
do... ¡ Qué sorpresa ! ... ¡ Ah ! Es indispensable que realicemos nuestro
proyecto .
Mari Ruiz pareció fuertemente impresionada con la idea lisonjera
de sorprender á su amante , verle , observarle y aun hablarle acaso sin
que él la conociese . Y todas estas cosas , por triviales que parezcan ,
hacen mucho eco en el corazon de una mujer , y de una mujer en es-
tremo apasionada , como lo estaba María por el halconero .
-¿Y cómo hemos de llevar á cabo vuestro propósito ?
-Muy fácilmente .
-Pero nosotras solas ...
-Es preciso empezar por disfrazarnos ...
705

-Ya he pensado yo en eso mismo.


-Sí , sí , nos vestirémos de hombre , y de este modo podrémos
viajar sin peligro de que nos suceda algun funesto accidente que nos
hiciera arrepentirnos de nuestra resolucion .
-¡Es verdad ! Me parece muy bien la idea . Años pasados , en uno
de los dias de antruejo , me vesti de hombre con la ropa de Pedro , y
me sentaba muy bien . ¡Vaya ! Sois capaz de alentar á la mas tími-
da á que haga grandes cosas . ¡Y cómo se quedarian cuando nos vie-
ran! Algo bueno diera yo por asomar ahora por donde está Pedro , y
observar si acaso , acaso , requebraba mas de lo regular á las mozas
de aquella tierra .
Oyendo estas palabras , Blanca exhaló un suspiro . Pensó tambien
en las grandísimas probabilidades que habia de que D. Guillen , aten-
dido su carácter aventurero y galanteador , estuviese tal vez en aque-
llos mismos momentos enamorando á otra hermosura ..
-Dentro de muy breves dias , dijo Blanca levantándose , tendré-
mos todo dispuesto para emprender nuestro viaje .
-Seria conveniente buscar quien nos acompañase...
-Es preciso proceder con gran cautela . Yo te esplicaré todo mi
proyecto , y verás cómo todas las dificultades se desvanecen .
Y ambas jóvenes se encaminaron hácia la aldea , entregándose con
inesplicable complacencia á los delirios de su amor.

89
CAPITULO
dmode
sin
141

LVI

El sueño del Génio.

1. apasionado Jimeno lanzó un grito de


inmenso júbilo , al ver que Amalia abrió
los ojos y recobró el sentido , gracias á
los eficaces medios empleados por el so-
litario habitador de la iglesia de Nues-
tra Señora del Consuelo. Figúrese el
lector cuánta no seria la gratitud del
enamorado Jimeno , que le habia resti-
tuido el alma de su vida , el objeto de
su amor.
El solitario recomendó á la jóven
Amalia que procurase tranquilizarse y conciliar el sueño , que en
aquellas circunstancias seria para ella bálsamo celestial .
La hermosa Amalia , al despertar de su letargo , fijó sus ojos con
indecible ternura en su amado trovador.
Pero la triste doncella en seguida exhaló un profundo suspiro . Su
primera mirada fué para su amado ; mas su primer pensamiento fué
para su padre .
-¿Se ha salvado ? preguntó Amalia con voz débil .
707
El trovador no sabia qué responder ; pero el ermitaño , compren-
diendo rápidamente la situacion , repuso con caritativa astucia :
-Vuestro padre está en salvo .
—¿En dónde está ? ¡ Quisiera verlo !
-Es imposible ahora ; porque despues del gran peligro de que
acaba de escapar , un dulce y benéfico sueño ha embargado sus sen-
tidos , y seria muy arriesgado para su salud el despertarle en estos
momentos. Y á vos tambien , señora , añadió el anciano , á vos tam-
bien os conviene sobremanera que un sueño reparador venga á res-
tablecer la calma en vuestro espíritu , y el descanso y la salud en
vuestros fatigados miembros .
La encantadora Amalia se prestó sin resistencia á seguir fielmen-
te las instrucciones del anciano , el cual salió de la estancia , acompa-
ñado de Jimeno y de D. Guillen .
El anciano , volviéndose á sus jóvenes huéspedes , dijo :
-Acaso las palabras que he dicho á esta señora salgan verdaderas .
-¿Cómo ?
-Que le he asegurado que su padre vive , lo cual he hecho por
librarla de la muerte ; mas segun las trazas , imagino que no la he
engañado . Tal vez su padre vive . ¿ Ois ?
-El perro ladra desaforadamente .
-Esa es señal de que algunos náufragos han llegado á estas riberas .
El anciano y los jóvenes salieron del edificio , y atravesando los
montecillos formados por los inmortales escombros de Troya , divisa-
ron en la playa algunos hombres que conversaban entre sí , y mirando
hácia el mar , hacian señas con pañuelos y sombreros . Temiendo que
tales demostraciones no fuesen vistas por los de la nave que cruzaba
con rumbo hacia Constantinopla , encendieron una hoguera , y muy
en breve una nube de humo se elevaba hácia el cielo . Los de la playa
lanzaron un grito de alegría , cuyo eco llegó sin duda á los oidos de
los navegantes , ó por lo menos repararon en las señas que desde la
vecina costa les hacian .
Fácilmente habrá adivinado el lector , que aquellos náufragos eran
algunos de los marineros que lograron salvarse cuando zozobró el es-
quife. Con la prodigiosa vista del marino , los náufragos alcanzaron á
ver que el pabellon de la nave era el San Marcos de Venecia , y ya no
les quedó duda de que la galera iba tripulada por sus compatriotas .
Pero ¿ cuál no seria su sorpresa , cuando en vez de una descubrie-
ron dos galeras que navegaban en conserva , y una de ellas era la
708 .

misma que la noche anterior se habia encallado ? Los marineros salu-


daron á su nave, como el peregrino saluda á su patria despues de lar-
ga ausencia.
Casi al mismo tiempo que el anciano ermitaño y sus jóvenes com-
pañeros llegaron á reunirse con los marineros en la playa , llegaron
las naves , y botaron sus lanchas para recoger á los náufragos .
Jimeno y Gomez de Lara se embarcaron tambien , y fueron á par-
ticipar al capitan todo cuanto les habia acaecido . El trovador refirió á
Mr. Molay el estado en que se encontraba su hija . ¿ Quién podrá pin-
tar el júbilo del anciano al recibir tan agradable nueva ? Solamente
podrán comprender en toda su estension ia inefable ventura de Mr. Mo-
lay , los padres que hayan llorado por muertos á sus hijos , y que des-
pues una suerte feliz de la fortuna se los haya restituido .
El primero que en el buque salió á recibir á los jóvenes españo-
les , fué Stigio Momo.
-¿Qué tal? dijo riéndose . ¿ No tenia yo razon en beber y no inquie-
tarme ? Durmiéndome en la tempestad , embriagándome y riéndome ,
he sido salvado sin afligirme ni molestarme , y , sobre todo , sin dejar
de beber .
-¿Y cómo os habeis libertado ? preguntó D. Guillen , dirigiéndose
al capitan , que respondió:
-
-Apenas os lanzásteis al mar , fueron tan récios los golpes que
combatieron á la nave , que yo me juzgué perdido sin remedio . Sin
embargo , pasada aquella furia , llegué á concebir alguna esperanza .
El viento amainó un poco , la mar se serenó algun tanto , y cada mi-
nuto que pasaba , era para nosotros una probabilidad mas de salva-
cion. Si llegábamos á salir con bien de la noche , podíamos abrigar casi
una certidumbre de que seríamos socorridos por algun barco de los
muchos que surcan este mar , poblado de islas . La tempestad fué bre-
ve , llegó la mañana , y hé aquí que á muy corta distancia divisamos
una galera veneciana que , como nosotros , se dirige á Constantinopla .
Qué feliz casualidad ! esclamó Gomez de Lara.
-El Acaso es mi verdadero Dios , añadió Momo.
El marino clavó una mirada de desprecio en el médico .
-Figuráos , continuó el capitan , dirigiéndose á D. Guillen , figu-
ráos si no hay razon para creer que Dios , cuando le place , sabe ha-
cer milagros y salvar á sus criaturas de los mayores peligros ... El
capitan de la galera que se nos apareció como enviada por la Provi-
dencia , era mi hermano ...
709

-¡Eso mas ! esclamó D. Guillen , verdaderamente admirado.


-Alentado por la presencia de la galera mandada por mi herma-
no , me atreví á ordenar que se practicasen las arriesgadas maniobras
que habia que hacer para desencallar la nave . En el caso de fracasar ,
podíamos tener casi la seguridad de salvarnos , aun cuando fuese
nadando , pues la otra galera estaba muy próxima . Las maniobras se
verificaron felizmente ; y , aun cuando un poco deteriorada , he con-
seguido salvar mi galera y los efectos de todos los pasajeros .
El marino guardó silencio durante algunos minutos , y se volvió
de espaldas , tal vez para ocultar una lágrima .
-Ahora bien , dijo el capitan , volviéndose bruscamente y mirando
de reojo al médico , hácia el cual abrigaba antipatía , ¿ me querrán á
mi convencer de que todo esto ha sido obra de la casualidad ? ¡ La
Virgen del Socorro y el bendito San Marcos se han dignado salvarnos
de tan inminente peligro !
Y el veneciano pronunció estas palabras con fé profunda .
Mr. Molay suplicó al capitan que anclasen allí hasta su vuelta ,
pues iba á ver á su querida Amalia . Mr. Molay , su sobrino Senan-

court y dos caballeros Templarios entraron en una lancha , y se diri-
gieron á la costa . Tambien les siguieron Jimeno y Gomez de Lara.
Estos se hallaban muy afligidos por la muerte de Alvaro del Olmo y
del halconero Pedro Fernandez .
Los marineros refirieron al capitan que habian encontrado en un
sitio oculto á un marinero y á otros dos pasajeros , los cuales , al pa-
recer , estaban muertos ; pero ellos sospechaban que podian estar des-
mayados . El capitan dispuso que en otra lancha fuesen el médico de
la galera y Stigio Momo , por si acaso sus servicios podian ser útiles ,
no solo á aquellos tres desgraciados , sino tambien á la señorita Ama-
lia Molay .
Guiados por el solitario de las ruinas de Troya , que habia perma-
necido inmóvil en la playa , se encaminaron todos á la iglesia por un
movimiento espontáneo , para dar gracias al Dios de las tempestades ,
que los habia libertado milagrosamente de tantos peligros .
El solitario recomendó á Mr. Molay que no despertase á su hija, y
el amoroso padre solo se contentó con verla dormida . Al cabo de un
gran rato se salió del aposento andando de puntillas .
Entre tanto Stigio Momo , el médico de la galera y algunos mari-
neros llegaron al edificio contiguo á la iglesia , conduciendo á tres
náufragos , los cuales habian vuelto en sí , haciéndoles aspirar un
710
líquido alcalino . Los náufragos se hallaban en un estado verdadera-
mente peligroso . Pálidos y en estremo débiles , tenian grande necesi-
dad de alimento y de reposo .
Jimeno y D. Guillen no pudieron contenerse , y con toda la efusion
de la amistad estrecharon en sus brazos á Alvaro del Olmo , que era
uno de los tres recien llegados . Los dos mancebos tambien prodigaron
sus atenciones á uno de los compañeros de Alvaro , al halconero Pe-
dro Fernandez .
El médico de la galera volvió á ella para suplicar al capitan que
tuviese la bondad de permanecer alli hasta la mañana siguiente , á fin
de que entre tanto todos pudiesen recuperar sus fuerzas , sobre todo
Amalia , quien por su sexo se hallaba en un estado mas crítico y que
necesitaba mas delicadas atenciones . Era el capitan un hombre de
treinta años , adusto como todos los marinos ; pero bajo un esterior
de hierro ocultaba un alma piadosa y sensible . Religioso y caritativo ,
el capitan accedió sin dificultad á esta peticion .
Jimeno , en medio de tantas y tan profundas emociones , no por
eso se habia despojado de su alma de poeta , y mientras que todos se
habian entregado al descanso , él recorria incansable las ruinas de la
ciudad que ha inspirado los mas grandes poemas que existen en el
universo .
Ora en medio de columnas soterradas creia hallarse en el alcázar
de Príamo ; ora en un amplio recinto donde crecia estéril yerba entre
las junturas de las losas , pensaba encontrarse en el Teatro ó en el
templo de la Diosa de la Sabiduría . Estátuas mutiladas , fragmentos de
columnas , arcos destrozados , un monton de escombros , en fin , era
cuanto quedaba de la gran ciudad de los Dárdanos . ¿ En qué pararon
los hermosos dias de amor y de placeres de Páris y de Helena ? La be-
lleza sobrehumana de los dos amantes ¿dónde estaba ? La pompa y
poderío del gran rey , temido en toda el Asia , ¿ dónde huyeron?
¿Dónde estaban los vencidos ? ¿ Y dónde estaban los vencedores ? ¡ Un
sepulcro igual los cubria ya á todos !
¡ Oh ruinas , despojos de la muerte ! ¿ Por qué haceis tan profunda
impresion en el alma del poeta ? ¿ Por qué se respira entre vues-
tras desquebrajadas aberturas una atmósfera semejante á la vez al
aliento corrosivo de la muerte y al soplo vivificador del Dios del Géne-
sis y de la Eternidad ? Por una parte , melancólicas ruinas , como án-
geles llorosos , traeis al hombre la imágen de los dolores , de las pe-
nalidades de la vida y de la nada de las grandezas humanas , y por
711

otra parte , joh poder vivífico de la naturaleza ! verdes musgos crecen


sobre vuestras piedras , las aves del cielo anidan en vuestras cavida-
des , y hé aquí que los monumentos , las torres , las ciudades cons-
truidas por los hombres y por ellos destruidas unas veces y otras por
la omnipotente segur del Tiempo , sirven para nutrir á las pintadas
florecillas del Criador , que nacen siempre y que siempre los siglos
respetan . ¡ Ruinas , vosotras tambien cantais elegias en la soledad de
los campos !
Embebido en sus meditaciones , Jimeno procuraba recorrer todo el
recinto de Troya y reconstruirla en su imaginacion . La gran ciu-
dad , fábula del tiempo , no existia sino en los ecos inmortales de la
Musa.
El trovador insensiblemente se alejó un gran trecho de la iglesia,
y llegó á un bosque de laureles que estaba situado hacia el monte Ida .
Ya fatigado, sentóse allí junto à un cristalino arroyuelo . Habia llevado
el trovador un libro de los pocos que tenia el solitario . Era costumbre
de Jimeno , cuando salia á pasearse , llevar siempre un libro á pre-
vencion , para .ocupar la actividad de su espíritu mientras que su
cuerpo descansaba .
Jimeno , pues , se sentó al pie de un laurel , pensando en la gloria
del guerrero y del poeta.
El dia habia estado caluroso , y el sol comenzaba á declinar .
Tres libros no mas tenia el solitario , la Iliada , la Eneida y la Bi-
blia . Este último era el libro que habia tomado Jimeno , el cual , de-
seoso de nutrir su alma en aquellos sitios célebres con los sublimes
pensamientos del libro dictado por el verdadero Dios , abrió al azar y
comenzó á leer este pasaje del Génesis :
<< Jacob , pues , habiendo salido de Bersabee , caminaba hácia
Haran .
>> Y habiendo llegado á un cierto lugar , y queriendo reposar en
él , despues de puesto el sol , tomó una de las piedras que habia en
tierra , y poniéndola por cabecera , durmió en el mismo lugar .
» Y vió en sueños una escala cuyo pie estaba sobre la tierra, y su
remate tocaba en el cielo y tambien Angeles de Dios que subian y
bajaban por ella.
>> Y al Señor apoyado sobre la escala , que le decia : Yo soy el Se-
ñor , Dios de Abraham tu padre , y el Dios de Isaac : la tierra en que
duermes , la daré á tí y á tu posteridad .
» Y será tu posteridad como el polvo de la tierra : serás dilatado al
712
Occidente y al Oriente , y al Septentrion y al Mediodia , y serán ben-
ditas en tí y en tu simiente todas las familias de la tierra.
» Y yo seré tu guarda , á donde quiera que fueres , y te volveré á
esta tierra , y no té dejaré , hasta haber cumplido todo lo que he
dicho.

>> Y luego que Jacob despertó del sueño , dijo : Verdaderamente el


Señor está en este lugar , y yo no lo sabía.
>> Y despavorido dijo : ¡ Cuán terrible es este lugar ! No hay aquí
otra cosa , sino casa de Dios y puerta del cielo . »>
El trovador cerró el libro y elevó sus ojos al firmamento , y le pa-
recia ver una escala de luz y á los ángeles de Dios que subian y baja-
ban por ella . Y creyó ver abrirse las puertas del cielo , y que á su
inteligencia se le hacian grandes revelaciones .
Y tendiendo los ojos hácia las ruinas de Troya , le pareció ver
cruzar la sombra augusta del patriarca Jacob , y que le seguia Príamo
rodeado de hijos y de nietos .
Grande fué la ilusion del poeta . Creia ver todas estas cosas , no
como sueños de su imaginacion , sino como realidades que herian sus
sentidos .
A medida que el sol bajaba hácia occidente , se aumentaba la es-
citacion en el cerebro del trovador , hasta que por último el cansancio ,
las emociones de aquel dia y la amenidad del sitio le sepultaron en
profundo sueño .
Y así permaneció algunas horas , hasta que ya la noche , que va
siempre detrás del sol , comenzaba á descender con lento paso y faz
oscura por los fragosos senderos del monte Ida.
Súbito el trovador oyó una voz que decia :
-¡Jimeno ! ¡ Jimeno ! ... ¡ Levántate !
Y el jóven se despertó , sobrecogido de espanto .
-¿Quién me llama ? preguntó .
-¿No me conoces ?
-¡Guillen !
-He venido á buscarte , porque la hora de cenar se acerca , y de-
bemos estar todos reunidos , pues el capitan al amanecer quiere partir .
Cuando esta tarde saliste de la iglesia , ví que dirigiste tus pasos
hácia este sitio , y por eso me ha sido fácil encontrarte ... Pero ¿ qué
tienes ? ¡ Estás pálido ! ¿ Qué te sucede ?
-Jamás, mi querido amigo , jamás las fuerzas de mi inteligencia se
han desplegado con tanta energía como hoy dentro de mí mismo , y du-
713

rante la letárgica postracion de un sueño... Nunca la lectura del sueño


de Jacob me habia impresionado tan fuertemente... En la noche de mi
vida el recuerdo de este dia será como una rápida y brillante exhalacion ,
como si los cielos se hubiesen rasgado para revelarme todos los miste-
rios del Ser... Me he dormido , y durante mi sueño , ¡ cuántas imágenes
han revolado delante de mis ojos ! ¡ cuántos pensamientos luminosos , y
tambien cuántas visiones monstruosas han perturbado mi espíritu !...
Jimeno estaba pálido y en estremo conmovido.
-Pero ¿ qué has soñado ? preguntó Gomez de Lara.
-No sé si acertaré á esplicártelo ; pero ciertamente que jamás he
recibido revelaciones que con mas claridad me hayan hecho conocerme
á mí mismo. Apenas me dormí , cuando súbito me vi embarcado en
alta mar en una navecilla menor que un ataud . Aquel mar no tenia
orillas , ni ondas , ni ruidos . Parecia un lago inmóvil é infinito . Un
airecillo ligero murmuraba en mis oidos como la voz de un espíritu .
De repente me estremecí , y trastornada mi barquilla , se sumergió á
lo mas profundo . Yo me quedé nadando , circuido de agua y de an-
gustia. Para colmo de mi desdicha , se hinchó el mar , antes tan tran-
quilo, y á la vez rugieron las ondas y los aquilones . Y ví flotar á mer-
ced de las olas esparcidos despojos de ' navecillas que debieron tener
tambien la figura de un ataud . Innumerable multitud de náufragos , con
la tez amoratada y los ojos desencajados , alzaban al cielo inútiles cla-
mores . Todos se ahogaron . Luego ví tropas de hombres vellosos , fie-
ros y altivos , que pasaban nadando rápidamente , y me lanzaban , al
pasar , estrepitosas y burlonas carcajadas. Y me pareció , al cabo de
mucho tiempo , que mi naturaleza se trasformaba completamente , y
que me sumergia en lo profundo , y que sin lesion alguna penetraba
en el fondo de los abismos . Y ví purpúreas calles submarinas de árbo-
les del coral , y tropas numerosas de cetáceos que con feroz y ham-
brienta boca devoraban á otros peces y á cadáveres de hombres . Y en
las profundidades ví fuentes que hervian , brotando de las rocas que
formaban el álveo del mar, y grandes aberturas por donde se comuni-
caban aquellas aguas con otros mares muy lejanos. Y divisé nacarados
espacios sembrados de conchas de perlas , piedras preciosas , alhajas
riquísimas , tesoros inestimables y esparcidos aquí y allí en el fondo
del mar. De pronto esperimenté la misma impresion espeluznadora que
si me hubiese mordido una serpiente . Entre todos los rutilantes teso-
ros que tan hidrópica sed despiertan en los mortales , ví muchísimos
esqueletos que me miraban con ojos refulgentes como los rayos del sol .
90
714

Los ojos, las relumbrantes pupilas de aquellos esqueletos ¡ cosa horri-


ble ! eran diamantes y topacios y esmeraldas que se habian introduci-
do en las cavidades de las calaveras... ¡ Aquello era un estraño y
horrible sarcasmo lanzado á la muerte , á las riquezas y á los abismos !
-¡Qué sueño tan espantoso ! esclamó Gomez de Lara.
-Sin embargo , luego fué casi delicioso .
-¡Es posible !
-Escúchame . De repente vi salir de una gruta, submarina tres
deidades , y que se elevaban por entre aquella atmósfera de cristal
para salir á flor de agua . Una atraccion invencible me llevaba tras de
aquellas tres Nereydas. Cuando nos hallamos en la superficie , el mar
estaba tranquilo y terso como un espejo . Las tres deidades iban en-
vueltas en leves nubecillas formadas por ligeros vapores de color de
nácar y rosa , y además estaban coronadas de diferente modo. La
primera llevaba sobre sus cabellos de oro una corona de rayos de luz ;
la segunda una corona de laurel , y la tercera iba coronada de palmas
entretejidas con cándidas rosas . Sobre la superficie de aquel mar sin
orillas comenzaron á entablar aéreas y graciosas danzas . Luego se
dieron un abrazo las tres ninfas , y aquel abrazo tuvo un efecto prodi-
gioso . Apareció entre ellas una figura de hombre ; pero ¡ cosa rara !
una figura á la vez monstruosa y bellísima...
-¿Y cómo esplicas esa union de lo monstruoso y de lo bello ? in-
terrumpió vivamente Gomez de Lara.
-Digo que era una figura monstruosa , porque no representaba
exactamente á un hombre... Tenia aquella figura cuatro caras que
miraban á los puntos cardinales del mundo , y agitaba sus alas de co-
lor de electro , y tenia ocho brazos , dos por cada lado. En cada una
de las cuatro manos siniestras llevaba una hoz de oro brillante , y en
cada una de las manos derechas un tirso coronado por un ramillete de
varias y olorosas flores , que habian brotado por la parte superior del
báculo . Y de vez en cuando el tirso semejaba á una barra de oro can-
dente , brillaba un momento , y otra vez volvia á parecer un baston.
Los ojos de aquellos rostros relucian como centellas , y ora parecian
fijarse en el cielo , como si quisiesen penetrar en el Ether hasta el
mismo trono del Increado, ora miraban hacia el mar , como si quisie-
sen medir todas las profundidades del abismo. Y el conjunto de aque-
lla figura y sus semblantes espresaban grande magestad , que ponia
respeto; sublime inteligencia , que dilataba y engrandecia mi espíritu ; y
ternura suave , y pasion arrebatada , y terror pálido , y entusiasmo
715

guerrero , todo esto mezclado y confundido á la vez en un solo mo-


mento , en una mirada . Y mientras que mis ojos atónitos contemplaban
la portentosa figura , debió salir un carro del fondo del mar sin orillas .
Y el carro tenia la figura de un trono, y el trono descansaba sobre ocho
ruedas que parecian como de cobre encendidísimo . Las ruedas estaban
cuajadas de ojos que brillaban como áscuas ; y el trono y el carro y
las ruedas parecian moverse como un cuerpo animado, y eran de una
altura prodigiosa , que tocaba á los astros . Luego la figura de las cuatro
caras subió al carro , sobre el cual apareció un dosel tachonado de so-
les rutilantes que deslumbraban la vista...
-¡Magnífico sueño ! esclamó entusiasmado D. Guillen .
-Las tres deidades comenzaron á sonreir al hombre de las cuatro
caras , y le entregaron sus coronas , que él colocó sobre la frente que
miraba hacia donde sale el sol . Luego el carro comenzó á caminar con
la rapidez del rayo , y siempre se dirigia hácia el Oriente. Aquellas
ninfas , agradables y simpáticas como la verdad , la belleza y la virtud,
que habian salido del mar sin orillas , se colocaron en el carro , y si-
guieron á la misteriosa figura en su rápido vuelo. Yo seguí al carro;
pués una fuerza invencible me atraia como el iman al hierro . Me es
imposible calcular el tiempo que pareció que andábamos por el piélago
infinito. Lo único que puedo decir , es que al cabo de mucho rato me
pareció que el carro se elevaba en los aires . Muchos hilos de oro pendian
de aquel carro formidable . Yo , asido á uno de aquellos hilos , me elevaba
tambien y me creia un espíritu de las regiones etéreas , contemplando á
mis pies á la tierra y á los hombres . ¡ Oh voluptad inefable ! Navegaba
yo en el piélago sin límites del vacío , y me parecia aspirar el mismo am-
biente que el Eterno. Lo que entonces sentí , no puedo esplicártelo...
-Verdaderamente , mi querido amigo , que tenias razon al decir
que tu alma habia recibido en este dia grandes revelaciones .
-Súbito me encontré en el mismo sitio en que nos hallamos , y
aquel hombre prodigioso me miró cara á cara . Yo cerré los ojos , no
pudiendo resistir el resplandor de su mirada ; pero las tres deidades
me llamaron por mi nombre con dulcísimo acento . Abrí los ojos , ellas
me miraron con afable sonrisa , y se disiparon mis temores . Enton-
ces el hombre tocó con sus tirso's en las ruinas de Troya , y de repen-
te ví á la ciudad levantarse , resucitar , y combatir con los griegos . A
mi vista se presentó Aquiles que lloraba por la muerte de su amigo
Patroclo , muerto á manos de Héctor , á quien juró matar el impe-
tuoso Aquiles , y cumplió su juramento . Poco despues el cuerpo de
716

Héctor yacia ensangrentado sobre la arena... El hombre prodigioso de


las cuatro caras tocó en seguida á la ciudad con sus cuatro hoces de
oro , y otra vez Troya no fué mas que los escombros que allí quedan .
¡ Genios , venid !» gritó con estraordinaria fuerza el dueño del carro ;
y entonces ví aparecer tres venerables ' figuras , y cada una de ellas
traia un libro en la mano . A una señal del que guiaba el carro , los
dos mas jóvenes tocaron en el hombro al mas anciano , y entonces
este , sin abrir el libro , recitó :
«<Acuérdate de tu padre , ¡ oh Aquiles , semejante á los dioses ! Tu
padre está encorvado como yo bajo el peso de los años , y toca como
yo al último término de la vejez . Acaso en este instante se ve acosado
por enemigos poderosos , sin tener á su lado quien le defienda . No
obstante, cuando sabe que estás bueno y salvo , se regocija en lo ínti-
mo de su corazon , y espéra todos los dias tornar á ver su hijo de re-
greso de Troya. Mas yo , el mas infeliz de los padres , no creo me
quede uno de tantos hijos como contaba en la poderosa Ilion . Tenia
cincuenta cuando los griegos desembarcaron en estas playas ; diez y
nueve habian salido de las mismas entrañas , y diferentes esclavas me
habian dado los demás . La mayor parte ha sucumbido bajo los golpes
del sangriento Marte . Pero aún me quedaba uno que defendia á sus
hermanos y á Troya , y tú acabas de darle muerte , combatiendo por
su patria... ¡ Era Héctor ! Por él vengo al campo de los griegos , y
para recoger sus restos te traigo un inmenso rescate. Respeta á los
dioses ¡ oh Aquiles ! compadécete de mí , y acuérdate de tu padre . ¡ Oh !
¡ Cuán mísero soy ! ¡ Ningun desgraciado se vió reducido jamás á tanto
esceso de humillacion ! ... ¡ Beso las manos que han dado cruda muerte
á mis hijos !»-El anciano Homero terminó el relato de la súplica del
viejo Príamo , y fué á reunirse con sus dos compañeros , que le alar-
garon las manos como para guiarle. Entonces tocó su turno al mediano
en edad , el cual tambien era griego . Aquel abrió el libro y leyó :
" EL CORO . « Hécuba ! ¿Ves á Andrómaca que se acerca en un
carro ageno ? Su hijo , el hijo de Héctor , el jóven Astianax , sigue el
seno materno .
HÉCUBA.. ¡ Oh mujer desventurada ! ¿A dónde te conducen , ro-
deada de las armas de Héctor y de los despojos de la Frigia ?...
ANDRÓMACA. ¡ Oh dolores !
HÉCUBA. ¡ Mis hijos !
ANDRÓMACA . ¡ Desdichada !
HÉCUBA. ¿Y mis hijos ?
717
ANDRÓMACA. ¡ Acude , esposo mio , acude !
HÉCUBA. ¡ Si ! ¡Ven, azote de los griegos ! ¡ Oh , tú , el primero
de mis hijos ! Restituye á Príamo en el reino de Pluton y Proserpina,
á la que en la tierra le estuvo tan tiernamente unida.
EL CORO. 1
Solo nos quedan nuestras amarguras y las lágrimas
que derramamos sobre estas ruinas. Los dolores han seguido á los do-
lores... ¡ ¡ Troya ha sufrido el yugo de la esclavitud !!!
HÉCUBA. ¡ Ay de mi ! ¡ El palacio donde me hice madre se ha
desplomado en tierra !
EL CORO. ¡ Oh hijos mios !... ¡ ¡ ¡Vuestra patria está convertida
en un desierto !!! » - Concluyó Eurípides la lectura de esta escena de
Las Troyañas , y volvió á incorporarse con sus compañeros . Enton→
ces se adelantó el último de los tres , el cual era romano . Abrió su li-
bro y leyó :
«El soberbio Pirro va delante de todos , llevando una hacha de do's
filos . Como una fiera se arroja á las puertas , procura arrancar de su
quicio los broncíneos goznes , rompe las duras tablas , y al fin les
abre ancha brecha . Queda dueño de las galerías interiores del palacio,
y ya divisa la estancia de Príamo y toda la estension en fin de la que
fué morada tranquila y gloriosa de tantos reyes . Empero todavía hay
en la puerta gente armada que resiste , mientras que dentro todo es
llantos y alborotos , y terror y lamentos. Los gritos mujeriles resuenan
por las huecas bóvedas , cruzan por todas partes , y su clamor sube
hasta los astros . Las tristes madres recorren sin tino el estenso palacio ,
se abrazan á las puertas , y en su delirio estampan en ellas insensatos
ósculos . Fiero , impetuoso como su padre , va Pirro delante de todos ,
sin que guardia ni obstáculo alguno pueda contenerle . A los golpes
del ariete , las puertas crugiendo , retumban y caen , las entradas se
fuerzan , se abre camino el hierro sangriento , los troyanos sucumben ,
y el palacio se inunda súbitamente de griegos frenéticos...» «Yo mis-
mo ví al cruel Pirro que hacia terrible matanza , y hallé tambien en el
átrio á los dos furibundos Atridas ...» « Los cincuenta aúreos lechos ,
tan esquisitamente adornados y esperanza de gran prole , vinieron á
tierra hechos ceniza. Las llamas voraces abrasan lo que el bárbaro
griego no rompe ...» «Entre tanto Polites , hijo de Príamo , huia de
Pirro , vertiendo sangre por las salas del incendiado palacio . El griego
le persigue de cerca , y ya su lanza le punza , y apenas llega al ara,
rinde el último suspiro , cayendo sin alma á la vista de sus tristísimos
padres. En tal momento el viejo Priamo no puede ya contenerse , y
718
aunque la muerte ve cercana , le dice : «Bárbaro mónstruo , si hay
justicia en el cielo , que los dioses me venguen , y que te paguen , cual
mereces , tu horrible crueldad . Me has hecho ver la muerte de mi
amado hijo , y con su sangre, tigre feroz , has manchado el rostro pa-
terno. No fué así conmigo Aquiles , del cual pretendes tú ser hijo . Él
respetó los derechos de vencido y de padre , y me entregó el cuerpo de
Héctor para que yo pudiese enterrarlo , dejándome volver libre al pa-
lacio de mis mayores . » Así Priamo esclama , y con débil mano lanza
una flecha, que apenas clavada, quedó colgando vanamente del escudo
de Pirro , que le responde: -« Ve , pues , á decirle á mi padre cuánto yo
he degenerado , y cuéntale mis pérfidos hechos . » Esto diciendo , arras-
tra al ara al débil anciano, que tiembla , y cuyos pies resbalan en la
caliente sangre de su hijo . Furioso Pirro le ase por los cabellos con la
mano siniestra , y con la derecha le clava hasta el puño su acero en-
sangrentado . Tal fué el fin de Príamo ; esta fué la muerte que le
guardaba el hado , despues que el infeliz hubo visto á Troya convertida
en un incendio . ¡Así acabó su vida este poderoso rey del Asia , que mandó
á tantos y tantos pueblos ! ... ¡ ¡ ¡ Ahora es un cadáver sin cabeza , sepul-
tado en la desierta playa , y ni aun su nombre se ha escrito sobre su
tumba arenosa !!! » -Terminó el gran Virgilio su lectura , y el hombre
de las cuatro caras y las tres deidades pusieron sobre la cabeza de los
tres poetas una corona de laurel. Luego desaparecieron los tres súbita-
mente á una señal del hombre prodigioso , que se quedó mirándome con
cuádruple sonrisa .—« ¿ Quién piensas que soy yo?» me dijo . No lo sé ,
le respondi .- Yo soy lo que vosotros los mortales llamais el Genio . ¿ No
me has conocido por mis atributos ? ¿ No me has visto salir del abrazo
fecundo que se dieron estas tres deidades que salieron del mar sin ori-
llas ? En una mano llevo la vara mágica que crea , y en la otra la hoz
de oro que destruye ; porque mi destino , el destino del Genio , es des-
truir y edificar , destruir la naturaleza y reconstruirla luego , amol-
dándola á la inteligencia humana en su espresion mas sublime. ¡ Ven y
verás !—Y así diciendo , el hombre prodigioso me condujo á su carro ,
y comenzó á recorrer toda la estension de la tierra , y á los hombres
dotados ab eterno , sin que al principio ellos lo supiesen , de las cua-
lidades mas eminentes , les iba tocando en la frente con su vara má-
gica , y al punto un rastro de luz indeleble ceñia sus frentes como una
corona. Y el Genio nunca , nunca terminaba su carrera ; y siempre,
siempre iba señalando nuevos elegidos... Me pareció que á mí tambien
iba á señalarme con su potente y prodigioso báculo , cuando ¡ ay de
719

mí ! la hermosa vision desapareció como una ligera nubecilla arreba-


tada por el viento ... En aquel mismo instante of que me llamabas , y
me desperté .
Gomez de Lara no dejaba de admirarse del portentoso relato que
acababa de hacerle su amigo Jimeno.
-Verdaderamente , dijo al fin D. Guillen , que los sueños son uno
de los fenómenos mas estraordinarios del alma humana.
-¡Y con cuánta viveza nos representa el espíritu las cosas que ve-
mos entre sueños ! esclamó el trovador .
En seguida ambos jóvenes se dirigieron hacia la iglesia situada en
las ruinas de Troya .
Los dos amigos caminaban silenciosos . De pronto Jimeno esclamó :
-¡Aquí ! ¡ En este sitio que ya no volveré á ver mas , se me ha
ocurrido la concepcion mas gigantesca que jamás haya podido inspirar
el Genio. ¡ Las Musas , oh mi querido Guillen , han debido sonreir de
gozo al contemplar mis pensamientos !
-¿Y á qué se refiere esa concepcion ?
--¡Es un gran poema , es decir , podria serlo ! ... Cuando ví al Ge-

nio tocar á Troya con su tirso y resucitarla , se me vino al espíritu .


naturalmente la idea de la Resurreccion . Ahora bien , hace pocos mo-
mentos que aquella idea fugitiva , sin saber cómo y de una manera
verdaderamente inesplicable , ha tomado en un segundo proporciones
gigantescas. No te parece un asunto magnífico , sublime , incompa-
rable , el pintar la Resurreccion , el Juicio final , el nuevo cielo y la
tierra nueva á donde volverá la humanidad que escape de la segunda
muerte , para ser feliz é indestructible , cumpliéndose así la voluntad
de Dios al crear al hombre ? ¡ Oh ! ¡ Cuán bello'y grandioso seria pre-
sentar al hombre , no en los tiempos que fueron , sino en los últimos
tiempos , que vendrán ! En tal asunto , ¡ con qué alas tan sublimes pu-
diera lanzarse la imaginacion á las regiones, ideales ! ¡Oh ! ¡ Los ánge-
les de la Poesía no tendrian mas que desear , porque de un solo vuelo
atravesarian desde el Paraiso hasta el nuevo cielo que será creado en
el último dia de la tierra !
Y reflexionando sobre su proyecto , el poeta lloraba de gozo .
Gomez de Lara contemplaba á su amigo con admiracion .
-¡Singular destino el de Troya ! esclamó al fin D. Guillen. Troya
ha inspirado los mas grandes poemas que hay en el mundo... ¡ Y ahora
tambien ha sido la causa de que tú concibas una epopeya cuya gran-
diosidad abruma al entendimiento humano.
CAPITULO LVII.

De cómo Castiglioni estuvo á punto de dar su mejor golpe en vago.

En cumprae ECHIN de Flexian se quedó en rehenes


en el campamento de Khalil-Ben-
al v olar Tipiak Kelaun , y el astuto italiano partió
s para Jerusalen , à fin de cumplir las
Aórdenes del Comendador de Jaffa ,
D. Hernando Sotomayor. Castiglioni
Com habló con el Gran Maestre , al cual
manifestó que una partida de las tri-
bus que Khalil mandaba , les habia
acometido , aprisionando á su com-
pañero y dando muerte al árabe que
los guiaba y á los dos aspirantes . El
Gran Maestre , no solo creyó á Castiglioni , sino que lo trató con suma
distincion , pues desde luego reconoció en él un hombre dotado de ya-

lor é inteligencia .
Insinuóse el italiano , con la astucia que le era característica , en
el ánimo del Gran Maestre , y entrando en diálogos de confianza , la
conversacion tomó el giro que Castiglioni apetecia.
721

-¿Y qué me contais de Francia ? preguntó el Maestre , con ese


anhelo entusiasta con que se habla de la patria cuando se vive auscate
de ella.
-Ya os he dicho que en Tolosa tuve la honra de hablar con vues-
tro monarca , cuando fuí á reunirme con mi desgraciado compañero
Mr. de Legneville .
El lector recordará que este era el nombre con que se habia ocul-
tado el intrigante y rencoroso Sechin de Flexian .
-¿Hablásteis con el rey?
-Si , señor ; y por cierto que tiene de vos el mas alto concepto . El
rey Felipe , segun se espresó , debe conoceros muy intimamente .
-Lo creo así ; porque cuando yo viví en la corte de Francia , el rey
siempre me manifestó las mayores. deferencias .
-Estoy seguro , señor , de que estima en mucho vuestras cualida-
des , y de que anhela vivamente volver á veros.
-¡Que desea verme!
-Así me lo dijo terminantemente .
-¡Es estraño !
-¿Parece que os sorprende esta noticia ?
-Os confieso francamente que me ha llamado mucho la atencion
cierta coincidencia ... Lo mismo que vos me decís , me escribió mi her-
mano antes de salir de Francia ... Ya debe tardar muy poco Federi-
co... Decia , pues , que mi hermano me manifestaba en su carta , que
el rey le habia dicho que deseaba hablarme.
-Si os he de hablar con franqueza , el rey de Francia creo que
tiene grandes deseos de comunicar con vos proyectos muy impor-
tantes .
-¿Sabeis vos ...?
-Acaso sea imprudente revelando una conversacion que el rey Fe-
lipe se dignó tener con nosotros , es decir , con Mr. de Legneville y
conmigo ; pero vuestra discrecion me alienta á confiároslo todo……
-Agradezco mucho vuestra confianza ; pero en ningun modo qui-
siera que por mi causa quebrantáseis ninguna palabra ...
-Nada de eso , señor ; sin violar ningun secreto , me es permitido
manifestaros lo que vuestro monarca se dignó decirme .
-En ese caso , tendré mucho gusto en oiros .
-El rey , pues , manifestó que en Francia tenia muchos enemigos
entre la nobleza y el alto clero , y que por lo tanto nada deseaba mas,
sino el que la poderosa Órden del Templo , que siempre se le habia
91
722
manifestado adicta , reconcentrase todas sus fuerzas en el interior de
aquel reino .
-Pero eso no es posible , sin faltar á nuestro principal instituto ...
Aquí debemos guerrear con los infieles...
-¡Oh ! En cuanto á eso , interrumpió vivamente Castiglioni , en
cuanto á eso , el rey de Francia tiene sus opiniones , que á la verdad
difieren mucho de las vuestras .
-¿¡Pues qué opina ?
-Dice que tarde o temprano los Templarios serán arrojados de la
Palestina , supuesto que aquí precisamente es en donde tienen menos.
poderío , siendo además muy dificil prestar socorros de Europa á los
Templarios de Tierra- Santa , á causa de la poca facilidad en las co-
municaciones . La riqueza , el porvenir y el verdadero poderio de la
Órden del Templo estan en Europa .
-Pues la verdadera patria de nuestra Órden fué y debió ser esta
tierra sagrada que pisamos .
-Yo no me creo capaz de sostener una discusion respecto á esta
materia tan árdua , y solo me limito á repetir lo que me dijo el rey Fe-
lipe el Hermoso , y que hasta cierto punto me parece muy difícil de
contrarestar. El rey de Francia comprende muy bien , que siendo y
habiendo sido casi siempre francés el Gran Maestre de la Orden de los
Templarios , si éste residiese en su reino , la Órden adquiriria alli una
vitalidad grande , y á mayor abundamiento , el rey de Francia tendria
un apoyo firmisimo en la ilustre milicia del Templo .
-Pero ese apoyo le tiene ahora , sin necesidad de que el Gran
Maestre resida en sus dominios .
-Sin embargo , en la actualidad los Templarios significan muy
poco en Francia , pues incomparablemente son mucho mas poderosos
en Alemania , y sobre todo en España , en donde cada dia se cubren
de gloria inmarcesible , batallando con los moros . Ahora bien , si el
Gran Maestre de la Orden del Templo trasladase su residencia á Fran-
cia , esta nacion adquiriria con este solo hecho una gran preponde-
rancia en toda Europa ; y hé aquí lo que yo imagino que el rey Felipe
desea con grande ahinco .
-Yo tambien , aun cuando no fuese mas que por una breve
temporada , anhelo vivamente residir en Francia , en mi amada patria;
mas no por esto dejo de conocer que nuestro principal instituto de pe-
lear con los infieles solo puede cumplirse dignamente en la Palestina.
-Permitidme , señor , que sobre ese asunto me tome la libertad de
723

haceros algunas observaciones ; en el bien entendido de que las tales


observaciones , mas bien que á mi , pertenecen al rey de Francia.
-Decid , caballero , decid.
-El rey Felipe cree que la Órden del Templo puede prestar á là .
Cristiandad mayores servicios en Francia que en Palestina...
-¡Y abandonarémos el Santo Sepulcro ! esclamó impetuosamente
el religioso Santiago Molay.
-Quedan otras Órdenes religiosas que podrán ocupar los Santos
Lugares... Quedan los Hospitalarios de San Juan , y además las va-
rias comunidades religiosas del órden regular pertenecientes á la Igle-
sia griega y latina...
-Pero en ese caso , la posesion material de Jerusalen pertenecerá
sin duda alguna á los turcomanos .
-Estoy perfectamente de acuerdo con esa opinion , y el mismo rey
de Francia piensa tambien que , andando el tiempo , los Santos Lu-
gares tendrán que venir irremisiblemente á parar en manos de los tur-
cos , cuyo poder cada dia se acrecienta .
-¿Y no será una ignominia , que nosotros dejemos perder nuestra
verdadera patria, Jerusalen ? Aquí nació nuestra Órden por el celo del
grande Hugo de Paganis y sus ocho compañeros , para la proteccion
de los peregrinos ; en esta tierra fué instituida la Órden del Templo ,
aquí nació , y aquí debe morir con gloria , exhatando el último sus-
piro bajo la cimitarra del sarraceno , si es que los altos cielos han
decretado que estos Santos Lugares pasen al poder de los infieles .
-Pero la cuestion principal es , que en la época de la institucion de
la Órden el peligro para los cristianos en poco número estaba aquí;
pero ahora sucede al contrario ; pues el peligro para la Cristiandad
entera está en Europa , á la cual amenazan los turcos con su poder,
cada dia creciente . Así , pues , las Órdenes Militares pueden prestar
ahora en Europa eminentísimos servicios .
No sabemos hasta qué punto estas razones podian ser valederas ;
mas lo que sí nos atrevemos á afirmar , es que hicieron profunda im-
presion en el ánimo del Gran Maestre , el cual permaneció largo rato
pensativo.
Castiglioni contemplaba al caballero con cierto aire á la vez de
desprecio y complacencia . El astuto italiano habia conseguido desper-
tar en el ánimo del Gran Maestre la idea y aun el deseo de partir de
Jerusalen y regresar á Francia.
Cuando Castiglioni conoció que esta série de pensamientos habia
724
germinado bastante en el corazon del caballero , procuró recordarle el
principal objeto de su mision , preguntando :
-¿Y qué deberé decir al Comendador de Jaffa?
-Que resista hasta morir , repuso el Gran Maestre con el valiente
laconismo propio de los guerreros .
-Pero ¿no tratais de enviar socorro?
-En estos momentos es imposible separar ninguna fuerza de Jeru-
salen ; pues no hay mas gente que la necesaria para defender la ciudad
en el caso que fuese acometida .
-La esperanza alienta siempre , señor , y. á nuestros hermanos de
Jaffa les serviria de mucho el creer , aun cuando se engañaran , que
habian de ser socorridos .
El Gran Maestre guardó silencio , dirigióse á su mesa , escribió
una carta, y cerrándola y sellándola con las armas de la Órden, la en-
tregó á Castiglioni .
Con recíprocas protestas de amistad y estimacion se despidieron el
fingido español y el Gran Maestre.
No aceptó Castiglioni , por mas que Santiago Molay se lo propuso,
que nadie le acompañase .
Deseoso el italiano de poner en práctica su proyecto , á fin de que
Khalil ganase la ciudad á los Templarios , se encaminó á Jaffa con toda
la rapidez que podia soportar su magnífico caballo árabe .
En el camino se le ocurrió la idea de pasar por el mismo sitio en
que él y su compañero Sechin habian cometido el horrible asesinato que
ya dejamos referido .
La sorpresa y la inquietud mas inesplicables se apoderaron de
Castiglioni , cuando vió que habian desaparecido los cadáveres de los
aspirantes y del guia . Ni los caballos , ni armas , ni vestidos , ni señal
alguna de la sangrienta catástrofe veíase por aquellos contornos . ¿Ha-
brian sido devorados por las fieras ? Esta fué la primera suposicion que
hizo el italiano ; pero la desechó , advirtiendo que las armas no esta-
ban allí . Al fin se tranquilizó , imaginando que algunos caminantes
habrian despojado á los cadáveres , y que tal vez movidos por un senti-
miento de piedad , les habian dado sepultura .
Castiglioni volvió bien pronto á sus reflexiones habituales , y siguió
su camino hacia Jaffa , pensando sola y esclusivamente en los medios de
quebrantar el poder de los Templarios en Oriente , y obligarles á todo
trance á que se trasladasen á Europa .
El italiano no se habia equivocado al pensar que unos viandantes
725

habian sepultado á las victimas de su barbarie ; pero indudablemente


se equivocaba al suponer que habian sepultado tres cadáveres .
Ya el sol declinaba en occidente, cuando Castiglioni divisó á lo le-
jos á un hombre que apoyado en un baston caminaba lentamente.
El italiano pasó sin fijarse en aquel hombre , que al ver á Castiglioni
no fué dueño de contener un grito .
Clavó Castiglioni su ojo único en el árabe , y al punto detuvo su
caballo. El semblante de Castiglioni tomó una espresion tan amenaza-
dora y sombría , que el desdichado árabe , todo lleno de temor , se dió
á correr por la campaña ; pero le era imposible adelantar terreno ;
pues aquel hombre se hallaba en tal estado de debilidad , que apenas po-
dia sostenerse con el auxilio de un báculo .
El feroz calabrés se lanzó al galope tras del árabe , y fácilmente con-
siguió alcanzarlo . El árabe volvió el rostro , y con los ojos desencajados
y con la faz lívida, todo trémulo y turbado, miraba á Castiglioni con la
misma espresion de terror con que el pajarillo mira à la serpiente que
le fascina momentos antes de devorarlo.
-Hola ! ¿Conque estás vivo ?
-Señor! ¡ Señor !
-¡ Rayos del cielo ! ¡ Cuán duro de pellejo eres !
El árabe habia tornado en sí despues de algunas horas, y felizmente
para él , ninguna de las heridas que habia recibido era mortal . Vendó-
selas como mejor supo , y con gran trabajo se encaminó hácia un Mo-
nasterio Maronita , en donde le curaron dos únicos religiosos que alli
habia ; pues el resto de la Comunidad ha bia sucumbido á los rigores de
la peste que entonces devastaba aquellas regiones . En aquel monaste-
rio habia permanecido el árabe tres dias , al cabo de cuyo tiempo se
empeñó en continuar su camino para Jaffa , sin que bastasen á detener-
le las juiciosas observaciones de los dos monjes acerca del peligro á que
se esponia , emprendiendo en el estado en que se hallaba aquel penoso
viaje. Los buenos religiosos lamentaban la imposibilidad en que se en-
contraban de ofrecerle una cabalgadura . 夏
-¡Cuánto mas no me hubiera valido seguir los consejos de los mon-
jes cristianos ! esclamó el moro.
-¿ Para qué ? dijo con ironía el feroz Castiglioni . Ahora mismo te
voy á enviar al paraiso de Mahoma .
Y aquel hombre sin entrañas derribó de un golpe en el suelo al
mísero árabe.
En seguida Castiglioni descendió de su caballo para dar muerte á
726

aquel hombre, pero una muerte segura , que no le permitiese volver á


levantarse, á no ser el dia del juicio.
El árabe , cuyas heridas se habian abierto , se levantó con el ros-
tro lívido , y con una actitud suplicante comenzó á gritar :
—¡ Piedad !
—¿A dónde ibas ?
--A Jaffa.
---
-Es decir , á contar toda la aventura . Verdaderamente que yo ten- ,
go algun ángel que me protege .
-Señor , yo guardaré el mas inviolable secreto .
-¡ Secretos inviolables ! ¡ Eres un necio ! ¿ Por qué le temes tanto á
la muerte ?
-¡Oh ! Mi padre , mi anciano padre ... ¿ Quién lo consolará ?
-¿En dónde está tu padre?
En Jaffa , señor ; y no tenia mas amparo que el mio ; yo le ali-
mentaba con el salario que ganaba en la casa del Templo ... ¡ Piedad ,
señor , piedad !
La actitud , el acento , la belleza , la juventud , el dolor del árabe
conmovieron profundamente á Castiglioni , que en aquel momento se
acordó de su padre , á quien habia visto morir anciano.
Pero la compasion de Castiglioni pasó como un relámpago .
-¡Vamos ! esclamó . ¡ Seria una debilidad imperdonable !
-Yo os juro guardar secreto ...
-Sin duda que lo guardarás.
Y el bárbaro calabrés clavó su acero hasta la guarnicion en el pe-
cho del árabe , que cayó revolcándose en su sangre con las últimas bas-
cas de la muerte . En seguida el italiano cortó la cabeza al cadáver y
la arrojó como una pelota á larga distancia , diciendo con aire de sa-
tisfaccion:
—¡Ahora verémos si resucitas ! ... ¡ Ira de Dios ! ¿ Qué hubiera su-
cedido si este hombre infernal llega á Jaffa y le cuenta al Comendador
toda la historia , antes que yo hubiese llegado ?... ¡ Es preciso conve-
nir en que tengo buena estrella !
Y una sonrisa dilató los labios del calabrés ; pero aquella sonrisa
era nerviosa , feroz , satánica.
Luego montó á caballo y se lanzó al galope , murmurando :
-¡A fé que hemos estado á punto de dar en vago nuestro mejor
golpe !
Lama 13 ,

Lit de S Gonzalez Madrid Merene any lit

Ahora veremos si resucitas!


CAPITULO LVIII .

Celos , amores y duelos .

A el ángel de la Primavera , hendiendo ve-


lozmente los aires , va esparciendo por to-
das partes flores , vida y júbilo. La myr-
rha , el incienso , el cypro , los lirios y las
rosas del valle impregnan el ambiente de
aromas deliciosos que recrean los sentidos y hacen latir
al corazon de amores y ternura . Ya se revisten de ver-
des pámpanos las viñas de Engaddi ; ya triscan y bra-
man encelados los corzos en los montes de Bether ; ya
se deja oir el arrullo de las tórtolas en los cedros del
Líbano ; ya pasó el Invierno , coronado de tempestades ,
y ha llegado la Primavera , coronada de nardo , de cinamomo y alóe,
vestida de cielo azul y suspirando de amor.
Despues que Amalia volvió en sí y se hubo aliviado completamente ,
gracias á los cuidados del solitario de las ruinas de Troya , se hicieron
á la vela nuestros navegantes , y llegaren breve y felizmente à las costas
de la Palestina.
728

Los tres amigos habian tenido la buena fortuna de que se salva-


sen todas sus riquezas .
No sin algun trabajo llegaron los viajeros de Europa á dar vista á
la Ciudad Santa ; pues tuvieron necesidad de tomar muchas precaucio-
nes y dar grandes rodeos á fin de no encontrarse con las numerosas
tribus que mandaba Khalil-Ben-Kelaun .
Los pilotos venecianos tuvieron la feliz ocurrencia de dirigir su
rumbo un poco mas á la derecha , de modo que arribaron á Gaza , don-
de supieron que de aquellas inmediaciones acababan de partir para Jaffa
las tribus del desierto.
Algunos de los Templarios que acompañaban á Mr. Molay, y que
ya otras veces habian visitado aquella tierra sagrada , se encargaron de
buscar en las aldeas inmediatas algunos árabes que les sirviesen de
conductores. Felizmente nuestros viajeros encontraron en un pueblo
cercano multitud de peregrinos , que con la fé de Dios en el corazon
iban á visitar al Santo Sepulcro, cuya conquista cantó con voz inmortal
el poeta de Sorrento.
Nuestros viajeros , pues , se unieron á los peregrinos , despues que
un jóven Templario , lleno de intrepidez , quiso probar su adhesion á
Mr. Federico Molay , partiendo solo á Jerusalen para dar aviso al
Gran Maestre de que su querido hermano se acercaba .
La sonrisa de la aurora comenzaba á brillar en el oriente , cuando
los guias árabes comenzaron á entonar el canto de la partida de la
caravana. Inmediatamente los peregrinos se levantan , los dromedarios
doblan las rodillas y reciben gimiendo sobre sus arqueados lomos pesa-
disimas cargas , mientras que los viajeros cabalgan sobre ágiles yeguas ,
veloces como los céfiros . Aléjanse de Gaza , atraviesan la llanura de
Saron , cubierta de hermosísimas flores , y en breve penetraron en las
montañas de la Judea , y saludaron á Anathoth , patria del profeta de
las Lamentaciones . Atravesáron el arroyo donde tomó el pastor de Be-
len las piedras con que venció al jigante, y entraron en el desierto , don-
de algunas higueras silvestres presentaban al sol del medio dia sus
hojas negruzcas .
A medida que adelantaban , la tierra , antes cubierta de verdura y
flores , presentaba un aspecto sombrío y lúgubre.
Al llegar á una elevada garganta , los peregrinos descubren súbi-
tamente una antigua muralla , sobre la que se destacan algunos edificios
modernos . Así , algunos árboles suelen reunir en sus ramos el fruto
nuevo y el del año precedente .
729

Los guias árabes esclaman con indiferencia :


-¡Jerusalen !
Pero los cristianos descienden de sus cabalgaduras , se postran en
tierra , y con voz entrecortada por sollozos reniten :
-¡Jerusalen ! ¡Jerusalen ! ¡ Jerusalen !
Como el peregrino que despues de largos años vuelve á su ama-
da patria , así se gozan los cristianos á la vista de aquella tierra sagra-
da. Pero de repente les asaltó una idea tan terrible como sublime . En
uno de aquellos valles serán juzgados todos los que han visto el sol
sobre la tierra. El gozo , el temor y la tristeza se confunden en todos
los corazones . Tal era el respeto de que se hallaban poseidos nuestros
viajeros , que apenas se atrevian á fijar sus ojos sobre aquella ciudad
santa que Dios escogió para su morada , donde padeció por amor de
los hombres todas las angustias que pueden caber en el corazon huma-
' no , donde murió , donde fué sepultado , y en donde venció el imperio
de la muerte , saliendo vivo del sepulcro .
Súbito los viajeros divisaron entre un polvoroso torbellino á una
lucida escolta de caballeros Templarios .
Adelántase un guerrero de edad provecta , pero ágil todavía y de
facciones varonilmente hermosas. Mr. Molay salió al encuentro de
aquel guerrero , y muy pronto ambos se confundieron en un abrazo ,
diciendo á la vez con singular acento de ternura :
-Hermano mio ! ¡ Hermano mio !
Tímida y bella como el pudor permanecia Amalia , aguardando
que el Gran Maestre de los Templarios le diese alguna muestra de ca-
riño; pero el anciano guerrero ; al desasirse de los brazos de su her-
mano , solo se limitó á saludar afectuosamente á su encantadora sobri-
na. A los Templarios les estaba prohibido de todo punto el abrazar ni
aun á sus propias madres.
Despues de los primeros momentos en que cada uno de los herma-
nos lloró sobre el seno del otro , la caravana continuó su marcha hacia
la ciudad , y entró por la puerta junto à la cual se levantaba la Casa
de los valerosos caballeros del Templo.
Entre los Templarios que con el Gran Maestre habian salido á reci-
bir á los peregrinos , se hallaban tambien algunos caballeros particula-
`res de diversas naciones . Entre aquellos caballeros , Mr. Federico Molay
encontró al conde de Fribourg, al cual habia conocido y tratado muy
intimamente en Paris. Era el conde uno de los magnates mas opulen-
tos de Alemania , y estaba dotado de mar avillosa hermosura .
92
730

Cinco años hacia que el conde de Fribourg habia partido de Paris ,


en donde por la primera vez habia visto á la encantadora Amalia , y como
era natural , se habia prendado de sus gracias , supuesto que ver á la
doncella y amarla era una misma cosa . El conde habia pedido à
Mr. Federico la mano de su hija ; pero el cariñoso padre , que amaba
con delirio á Amalia , no queria separarse de ella , y no habia admi-
tido las proposiciones del de Fribourg , pretestando la poca edad de
su hija ; porque , en efecto , Amalia solo contaba á la sazon quince
años.
Era en aquella época muy comun el que caballeros muy distin-
guidos por su linaje y riquezas peregrinasen á Jerusalen , alguna vez
por el solo placer de viajar ; pero casi siempre era el sentimiento reli-
gioso el que guiaba á los caballeros á la Tierra- Santa . Guiado por es-
tos sentimientos , el conde de Fribourg habia ido á Jerusalen , muy
ageno de que alli habia de encontrar algun dia á la mujer que amaba .
Pero sabiendo el conde que Amalia estaba prometida á Mr. de Se-
nancourt , devoraba en silenció su pasion y sus celos .
Gran parte de los cristianos habian llegado á Jerusalen y se ha-
bian alojado en la Hospedería del Templo , y los demás habian elegido
por morada , unos la Casa de los caballeros Hospitalarios de San Juan ,
y otros las casas de varios Conventos de Órdenes regulares que exis-
tian en la Ciudad Santa.
Entre los que vivian en la Casa de los Hospitalarios , se hallaban
nuestros tres amigos y su numerosa comitiva .
Inútil es llamar la atencion respecto á la mala inteligencia que de-
bia mediar entre el poeta español y el caballero francés . Desde el lance
de Roma , en que Jimeno y Mr. de Senancourt estuvieron á punto de
batirse , se agitaba sordamente en sus corazones un ódio profundo .
Mr. de Senancourt , durante la travesía , habia manifestado muchas
veces su aborrecimiento hacia el trovador ; pero este encono se em-
ponzoñó hasta lo sumo desde el momento en que la buena suerte del
poeta hizo que este fuese el valeroso libertador de Amalia . Esta , en-
tre tanto , cada dia estaba mas y mas prendada del valiente y gallardo
trovador .
Mme . de Senancourt deseaba vivamente ver unidos á sus sobri
nos ; pero Amalia , que siempre habia manifestado poca aficion á este
enlace , ahora se estremecia de terror y de ira , solo al pensar que
podian obligarla á dar al olvido á su amado trovador . La pasion en
Amalia habia llegado á ese período culminante en el que el amor es
731

un frenesi , en que la pasion , como el árbol en todo su desarrollo , tie-


ne necesariamente que dar su fruto .
Mr. Molay dormia en el interior de la Casa del Templo , mientras
que Amalia , Mme . de Senancourt y sus doncellas habitaban en unos
aposentos de la Hospedería , en la parte esterior del edificio . Los
balcones de la habitacion de Amalia daban por una parte á un esten-
so átrio , y por la otra á una huerta contigua al Convento de los
Templarios.
Temeridad y amor son sinónimos ; así es que Jimeno , con grave
peligro , saltaba todas las noches las tapias de la huerta para hablar
con la encantadora Amalia , la cual por su parte no dejaba de tener
tambien muchos obstáculos que vencer , pues ya se sabe que una seño-
ra tia que duerme en la misma habitacion que su sobrina , es un Ar-
gos que todo lo ve , todo lo oye , que no duerme , que nada se le escapa .
El peligro que amenazaba á Jimeno, no era tanto por la elevacion
de los muros de la huerta , cuanto por la posibilidad de ser encontrado
y muerto por alguno de los centinelas de los Templarios .
Gozoso , feliz , amante y amado , atravesaba una noche Jimeno
las sombrías calles de la huerta , poblada en mucha parte de nogales
gigantescos . Llegó al sitio en donde tenia amarrada la escala , subió
por ella , la echó al lado opuesto , es decir , á la parte esterior del
muro , y con toda seguridad saltó en tierra ; pero de repente se sintió
fuertemente asido por el brazo .
El trovador , con la rapidez del pensamiento , intentó pouer mano
á la espada , habiendo logrado desasirse de la mano que le oprimia .
-¿De dónde vienes , Jimeno ? preguntó una voz que el poeta reco-
noció al punto .
Este acento ! ... ¡ Dios mio ! ¿ Será posible?
Presentose á la vista del estupefacto Jimeno la blanca figura del
Templario á quien en Jaffa hemos llamado Juan Osorio , y al que Ji-
meno conocia solamente con el vago nombre del fantasma blanco .
Es indecible la sorpresa que causó en el ánimo del trovador aquella
aparicion à tales horas y en tal sitio . Jimeno se imaginaba que aquello
era cosa de hechicería . ¿ Cómo habia aparecido en Jerusalen aquel sér
estraordinario á quien habia dejado en España ? Jimeno , pues , con-
templaba á Juan Osorio con estupor , como si mirase á una vision del
otro mundo .
-¿Y mi padre ? preguntó Jimeno con voz trémula .
Tu padre ! esclamó Osorio con voz dolorida .
732
-¿Ha muerto ?
-No lo sé.
-Decid , decid por piedad .
-Te repito que lo ignoro. Al partir yo , vivia él , aguardando tu re-
greso de Granada.
Jimeno sintió renacer en su corazon todos los remordimientos que
le causaba el haberse ausentado de España , en los momentos mismos
de haber conocido á su anciano padre ; y si bien es cierto que Don
Gonzalo habia aconsejado con instancia á su hijo para que partiese
á Granada en busca del tesoro de su antiguo amigo Casib , al cual
suponia ya muerto , tambien es verdad que tanto el anciano Don
Gonzalo como Juan Osorio , nunca llegaron á creer que partiese Ji-
meno con sus amigos para Italia , sin volver antes á Jaraicejo .
El trovador , sin embargo , habia tenido sus razones para seguir la
conducta que hemos visto . Habia consultado con sus amigos el pro-
yecto de volver a ver á su padre ; pero teniendo en cuenta que Jimeno
habia hablado á D. Gonzalo de aquel viaje , resultaba , que regresar
desde Granada á Jaraicejo para en seguida emprender su marcha á Ita-
lia , no era otra cosa mas que perder tiempo. Esta y otras esplicacio-
nes dió Jimeno á Juan Oserio , el cual parecia escucharle con cierta
benevolencia.
Despues de algunos momentos , el Templario señaló á la escala ,
indicando á Jimeno con un ademan imperioso que la quitase de allí.
El trovador obedeció en silencio .
-¿Conque así andamos , hecho un escalador ? ¿ De dónde vienes ?
-Señor... Es un proyecto ...
-¿Me quieres engañar ?
-Yo no he pensado ...
-¿Cuándo te convencerás de que yo lo sé todo ?
-¡Lo sabeis ! ¿Y quién os lo ha dicho ?
-Al menos , lo habré adivinado . ¡ Buena suerte has tenido en hallar
á Amalia en tu camino ! ¿Y ella te ama?
El trovador fijó en Juan Osorio una mirada tal de estrañeza y de
asombro , que no pudo menos de hacer sonreir al misterioso Tem-
plario.
-¿De qué te admiras?
-¡Ira de Dios ! esclamó el trovador . ¿ Quién sois ?
-¿No me conoces ?
-¡Oh ! Si , os conozco; debeis ser amigo de mi padre , habeis sido
733

mi bienhechor , y sin embargo , ¡ cosa estraña ! conozco vuestra perso -


na , é ignoro quién sois . Verdaderamente que tengo razon para admi-
rarme ; os presentásteis á mi vista por la primera vez en la Baylía de
Alconetar como un sér sobrenatural ; conoceis profundamente los mis-
terios de mi vida , os encuentro en todas partes , y... ¿ no quereis que
me admire?
-Puedes hacer lo que mas te plazca ; pero , vamos ahora á otra
cosa . ¿ Tú crees que la hija de Mr. Federico Molay te ama?
—Sí , sí , no puedo dudarlo ... ¡ Oh ! ¡ Me haceis unas preguntas !...
Seria el mas desdichado de los hombres , si Amalia no me amase .
-Bien está , dijo el Templario . ¡ Sigueme !
El trovador obedeció.
Ambos se dirigieron hacia el Convento de los Hospitalarios , en
donde habitaban Jimeno y sus amigos .
Entre tanto , en uno de los aposentos de la Hospedería de los Tem-
plarios tenia lugar una escena , á la verdad muy dolorosa para la se-
ñorita Amalia Molay . El celoso Mr. de Senancourt habia sospechado
que su prima y Jimeno estaban en inteligencia ; pero felizmente no
habia adivinado el sitio por donde el valiente trovador penetraba al-
gunas noches , para hablar con su amada . Sin embargo , Mr. de Se-
nancourt , repetimos , tenia la íntima conviccion de que Amalia amaba
á Jimeno , y este pensamiento cruel le habia inspirado una resolu-
cion horrible. Afortunadamente acababa Jimena de retirarse , cuando
Mr. de Senancourt se presentó como un fantasma á los ojos de Ama-
lia , en el momento en que esta atravesaba un pasadizo que conducia
á la habitacion , en cuya alcoba dormian la tia y la sobrina .
El celoso caballero clavó una mirada feroz en la jóven , que estuvo
á punto de dejar caer la lamparilla que en la mano llevaba .
-¿De dónde vienes , prima? preguntó Senancourt con un acento,
al cual se esforzaba en vano por dar la espresion de la jovialidad .
-¡Quién habia de pensar que á estas horas te encontrabas aqui !
¿Qué ha sucedido? ¿ Acaso mi padre ó mi tio se han puesto malos ?...
¡ Estás tan pálido ! ...
-No , no ha sucedido nada . Tu padre ahora duerme tranquilamen-
te , y sin duda está muy lejos de pensar que tú te hallas despierta .
-Pues estraño verte en este sitio à tales horas .
-Yo espero que me dispensarás lo intempestivo de mi visita , en
atencion á que durante el dia te veo siempre acompañada de tu padre ,
y como hace ya mucho tiempo que desco hablarte de un asunto ...
734
-Puedes dejarlo para mañana , interrumpió vivamente la jóven .
-No , Amalia , no pasará esta noche , sin que yo te diga lo que es
preciso que hagas , lo que yo quiero que sin tardanza alguna se

Estas palabras fueron pronunciadas con tan imperioso acento , que


realice .
Amalia sintió encendérsele el rostro de indignacion , á pesar de hallar-

se acostumbrada á los modales bruscos de su primo .


-Acaba pronto . ¿ Qué quieres ? preguntó la jóven .

-¡ re. de
-DMim de Se e ou
ndnc
dóna rtės
vien ! .esclamó Amalia , tomando la actitud de una

e
-V
rein am
a of os
en dida . ima , no te enfades . Ciertament que no creí que una
, pr
pregunta tan sencilla pudiera incomodarte en tanto grado .
Amalia se imaginó que su primo sabia que ella acababa de hablar
con Jimeno ; y aun cuando á este no podia hacerle la injuria de creer-
lo cobarde , sin embargo , la jóven temblaba al recordar la incompa-
rable destreza de su primo en el manejo de todas armas . Amalia sabia
muy bien que Mr. de Senancourt habia salido siempre vencedor en
todos sus. duelos , dando muerte á todos los caballeros que habian te-
nido la osadía de hacerle frente . Así , pues , Amalja procuró dominar
su indignacion y sus temores , y resolvió manifestarse tierna y com-

placiente para con su primo , á fin de no exasperarlo .


-Vamos , no estrañes mi mal humor ... ¡ Eres tan curioso , y vie-

nes á unas horas !


-Ni o me ha sido posible venir antes .
-S te parece , podemos entrar en el salon y tomar asiento .

yna ron es daban á la


Am
-H ss
abo o ca
seaden
pens mu mi bien . al aposento cuyos balcon
huerta , y por donde ya hemos dicho que Amal ia veia á Jimeno .
La jóven habia propue st o á su primo el dirigirse á aquella estan-
cia , porq ya no podi tene e de pie . ¡ Tan conmovida estaba , y tan
ue a rs
siniestros eran los pensamientos que leia en el rostro feroz de Mr. de

Amalia dejó la lamparilla sobre un mueble , y se sentó frente à su


Senancourt !

-Te repetiré siempre la misma pregunta , prima . ¿ A qué habias


primo .

veniY á ci
do di endo osíen
este apas to.? de Senancourt tenia fijos los ojos en el balcon
, Mr
fr on te ro e
, qu da ba á la huerta . Amalia estaba pálida como la luna ,
735

euyos lánguidos rayos penetraban por la mal entornada puerta del


balcon.
La jóven hizo un grande esfuerzo sobre sí misma , y respondió con
una encantadora sonrisa :
-Voy á complacerte . Esta noche no podia dormirme , y esperimen-
taba una ansiedad tan grande , que por último determiné venirme á
este balcón , para respirar aire libre y distraerme algun tanto . La no-
che está hermosísima , el cielo azul , la luna llena , y además , en la
huerta hay muchas flores que me enviaban sus deliciosos aromas.
Largo rato he permanecido así , acordándome de Francia , y repasan-
do en mi memoria todos los años de mi vida y todos los paises por
donde he viajado , á pesar de ser tan jóven todavía . Por último me
hallé tranquila y gozosa ; una suave languidez se apoderó de mis sen-
tidos , y cuando ya me retiraba para entregarme al sueño , que al fin
habia podido conciliar , te encuentro en el pasadizo , lo cual te ase- .
guro que no dejó de sorprenderme.
Calló Amalia , y Mr. de Senancourt clavó en ella una mirada pro-
funda ; pero la jóven sostuvo impávida aquella mirada investigadora .
El caballero permaneció largo rato meditabundo.
Al fin rompió el silencio , diciendo :
-Mira , Amalia ; no sé si me habrás engañado, ó me habrás dicho
la verdad ; pero de cualquier manera, seré muy breve en mis razones.
Mr. de Senancourt se detuvo , y palideció espantosamente .
Luego , levantándose de pronto , dijo :
-Prima , tú amas al jóven español con quien estuve à punto de ba-
tirme en Roma... ¿ Lo amas ? Dímelo . ¿ No es verdad que le amas ?...
Pero , no , no me lo digas ... ¡ Úyeme , Amalia ! Tan luego como mis
sospechas se confirmen con la realidad , tan pronto como vea , sepa ó
entienda que correspondes al amor de ese castellano , óyeme bien , le
atravieso el corazon .
Amalia hizo esfuerzos para responder ; pero su lengua estaba im-
posibilitada de articular ni una sola palabra . ¡ Tal era el horror que le
habia causado la amenaza del feroz Senancourt !
-¡Adios , Amalia ! Nada mas tenia que decirte.
Y el caballero desapareció .
¡ Figúrese el lector la angustia en que se quedó sumergida la ena-
morada jóven !
Triste y desasosegada pasó el resto de la noche sin haber podido
conciliar el sueño.
736

Levantóse al otro dia pálida , turbada , calenturienta , y temblan-


do á cada instante que oia pasos de alguna persona que penetraba en
su aposento . Temia que de un momento á otro le trajesen la noticia
de que el bárbaro Senancourt habia dado muerte á su adorado Jime-
no .-Las penas comunicadas pierden algo de su amargura . Amalia
habia guardado con su tia la mayor reserva respecto á sus amores .
Pero entre las doncellas de Amalia habia una jóven , llamada Clotil-
de , que merecia toda la confianza de su señora . Clotilde , en efecto ,
profesaba á Amalia una adhesion sin límites . La fiel doncella estaba
enterada de los sentimientos de su señora hácia el trovador español.
Hallábanse solas en su aposento á la mañana siguiente Amalia y Clo-
tilde , à la cual su señora acababa de confiarle sus temores respecto
al peligro que amenazaba á Jimeno .
-¡Si yo pudiera salir ! esclamaba Clotilde .
-¡Oh ! ¡ Eso es imposible !
-¿Y por qué ? Busquemos algun medio...
-Aun cuando lo encontrásemos , interrumpió Amalia , nos seria in-
útil y aun funesto . Si mi primo llegase á verte y seguirte , se conven-
ceria plenamente de que Jimeno y yo estamos en inteligencia .
¡ Ah! Segun me habeis dicho , Mr. de Senancourt sospecha vues-
tros amores ; pero parece que no ha adivinado que le hablais por el
balcon que cae á la huerta.
-Así pude deducirlo de sus palabras ; pero anoche sin duda algu-
na sospechó que por allí hablamos.
Ambas jóvenes durante un breve espacio guardaron silencio .
-Todo pudiera arreglarse , dijo al fin Clotilde . Supuesto que vues-
tro amante ha de verfir esta noche , podeis escribir un billete , refi-
riéndole todo lo acaecido , y yo se lo entregaré por el balcon , cuando
llegue la hora .
-¡ Gentil manera está esa de arreglar el negocio ! dijo Amalia con
acento entre dolorido y burlon.
—¿ No os agrada mi plan?
-¿Cómo ha de agradarme , si cuando pudiera llegar á efectuarse ,
ya Jimeno estaria atravesado por la espada de Mr. de Senancourt?
Además , una vez estando mi amante en la huerta , no hay necesidad ,
ni de que yo escriba el billete , ni de que tú vayas á entregárselo . Todo
eso puedo yo decírselo de palabra , gozando además la satisfaccion de
ver á mi amado .
-Señorita , para que se realice mi proyecto , es de todo punto in-
737

dispensable que esta noche le entregue yo un billete á vuestro amante .


-A fé que discurres mal , Clotilde .
-No discurro sino muy bien , señorita , repuso la doncella con pi-
caresca sonrisa.
-¿No comprendes que si Mr. de Senancourt, como yo creo, ha adi-
vinado el sitio por donde nos hablamos , estará acechando á Jimeno
al saltar por las tapias de la huerta ? En este caso, ya ves que antes de
llegar al balcon ¡ tiemblo solo de pensarlo ! ya estaria Jimeno ase-
sinado.
-Tendríais mucha razon , señorita , si todo eso no lo hubiese yo
previsto .
-No basta preverlo , sino evitarlo .
-Pues bien , puede evitarse muy fácilmente el peligro que amena-
za al caballero español .
-¿Y cómo ?
-Poco mas o menos , sabemos la hora á que tiene costumbre de
venir vuestro amante .
-De seguro vendrá á media noche.
-Pues de seguro podrá evitarse el golpe , con tal que sigais mi
consejo , señorita . Hoy es necesario que à vuestro primo , Mr. de Se-
nancourt , le deis una cita , para que venga á media noche . Vuestro
primo os ama apasionadamente , de fijo acudirá á vuestro llamamiento ,
en cuyo caso , mientras él está hablando con vos en vuestra estancia ,
yo iré al salon , por donde entregaré el billete á vuestro amante .
Sonrióse Amalia con una espresion indescriptible de júbilo , y cele-
bró mucho la agudeza de Clotilde .
Aqui llegaban nuestras jóvenes , cuando súbito oyeron que llama-
ban á la puerta .
Salió Clotilde á abrir, y se encontró con un jóven , que por su traje
y rostro demostraba á tiro de ballesta que era español .
-¿A quién buscais ? preguntó Clotilde .
El español se encogió de hombros , como quien no habia entendido
la pregunta de la jóven francesa .
Amalia comprendió perfectamente el ademan del español , y enton-
ces tomó la palabra , diciendo en castellano no muy correcto , pero al
fin inteligible :
-Os preguntan que á quién buscais .
-Señora , perdonad si he venido á interrumpiros ó molestaros. Yo
no conozco las entradas y salidas de la Casa del Templo . Venia bus-
93
738

cando la habitacion de un caballero , y sin saber cómo , he llamado á


la vuestra.
-¿Y cómo es el nombre de ese caballero ? Acaso nosotras podamos
daros razon de su aposento.
-Es un caballero seglar, por cuya razon le busco en la Hospedería
del Temple; pues, segun noticias , no debe hacer mucho tiempo que ha
llegado á Jerusalen . Su nombre es ... ¿Si se me habrá olvidado ahora?...
Aguardad un poco ... Monsieur ... Monsieur Federico ... Molay...
-Os habeis equivocado ; pero con fortuna . Cabalmente habeis veni-
do á donde dentro de poco os será muy fácil verle. Ese caballero por
quien preguntais es mi padre .
-Bien me decia el corazon que vos érais su hija . Tomad , señora .
Y así diciendo , el jóven sacó de su ropilla un billete , y lo entregó á
Amalia , la cual al punto adivinó todo el misterio .
En este instante sonaron pasos en la galería .
Amalia guardó la epístola precipitadamente , diciendo :
-¡Mi padre viene !
-Pues 'dispensad que no tenga gusto en saludar á vuestro padre.
Así como así , me ha bastado ver á su hermosa hija.
Y esto diciendo , el avispado escudero hizo una profunda reverencia
y se dirigió hácia la puerta , á tiempo en que llegaban Mr. Federico
Molay y su sobrino Senancourt. Ambos se quedaron mirando al jó-
ven , que desapareció rápidamente por los estensos tránsitos de la
Hospedería.
-¿Quién es ese hombre ? preguntó Mr. Molay .
-Lo ignoro absolutamente , dijo Amalia .
El anciano caballero interrogó con una mirada á Clotilde , que es-
taba de pie junto á su señora.
-Es un estranjero que venia preguntando por unos peregrinos que
habitan en este mismo edificio .
Esta respuesta de Clotilde satisfizo completamente la curiosidad del
anciano.
El amor es ingenioso , y por lo tanto Amalia habia comprendido
perfectamente que aquel español era un mensajero de su amado.
Pero acaso los celos son mas ingeniosos todavía , y por esta razon
Mr. de Senancourt habia adivinado tambien que aquel español era un
criado de Jimeno .
Senancourt clavó una mirada feroz en su prima , la cual se esfor-
zaba por disimular su turbacion y aparecer risueña, no solo para con su
739

padre, sino tambien para Senancourt, á quien , como ya sabemos , que-


ria dar una cita para aquella noche , á fin de realizar el proyecto de
Clotilde . -Amalia por su parte comprendió al punto las sospechas que
en su primo habia despertado la presencia del español .
Clotilde fué á avisar á Mme. de Senancourt para que viniese á ver á
su cuñado y á su sobrino . Aquella visita por lo general se repetía dos
veces al dia , por la mañana y por la tarde. Ya hemos indicado que
en el interior del Convento no penetraban las mujeres , y que Mr. Fe-
derico y su sobrino aprovechaban todos los momentos que podian para
no separarse del Gran Maestre de los Templarios .
Jamás la visita de parientes tan cercanos como un padre y un pri-
mo ha sido mas insoportable que lo fué aquel dia para la triste Ama-
lia. Por momentos deseaba quedarse sola con su doncella . Al fin llegó
este instante anhelado.
-Veamos , señorita , qué os dice vuestro amante.
Amalia sacó el billete y leyó: .
« Me es imposible , Amalia de mi corazon , me es imposible vivir
>> por mas tiempo sin darte el dulce nombre de esposa . Si es verdad que
» me amas , espero que no te opongas á lo que voy a decirte . Ma-
» ñana se celebra en la Iglesia del Santo Sepulcro una gran solemni-
>> dad religiosa . La concurrencia será inmensa y grande el bu-
>> llicio , si se atiende al gran número de peregrinos que se encuen-
>> tra en Jerusalen. En este concepto, nada es mas fácil que separarte de
>> tu familia , aproximarte á la capilla de la Aparicion , y allí el sacer-
>> dote del Altísimo bendecirá nuestro amor... ¡ No puedes figurarte ,
» querida Amalia , con cuánto placer te escribo estas letras ! El amor
>> que Dios bendice , es mas poderoso que la muerte . Nuestras almas es-
» tarán unidas por toda una ETERNIDAD. Esta gran palabra , tan espantosa
» para el crímen , es una sonrisa del cielo para el amor y la virtud . Yo
» espero , .amada mia , que seguirás en un todo mi consejo . Esta noche
» iré todo lo mas temprano posible . En la Hospedería tengo algunos co-
» nocidos que son compatriotas mios . No puedo pasar un momento sin
» verte . Si en las primeras horas de la noche pudieras asomarte á los
» balcones que dan al átrio de la Hospedería , tendré la dicha de verte
>> mas pronto. Alli con otros españoles estaré tañendo el laud , y ¦oirás
» unas trovas que he compuesto en honor de tu hermosura. Adios, se-
» ñora mia , y solo te pido que me ames tanto como te adora tu fieb
>> trovador
JIMENO. ».
740
--¡Qué discreto es vuestro amante ! esclamó Clotilde . Y lo que mas
me admira es que su carta está escrita en lemosin.
-Jimeno es trovador español , y sabe tambien la lengua de los tro-
vadores provenzales , repuso Amalia con cierto orgullo .
-¿Y qué pensais hacer , señorita?
-Seguir en un todo el consejo de mi amado.
¡ Mañana sereis su esposa !
-¡Oh felicidad ! ¿ No has oido , Clotilde , no has oido con cuánta
ternura , con cuánta pureza me ama , y con cuánta discrecion sabe
decir lo que su alma siente ? ¡ Oh ! Y luego quieren casarme con el
feroz Senancourt !
Verdaderamente , señorita , que forman un contraste singular
vuestro primo y vuestro amante.
-
¡ Qué diferencia ! El uno tan feroz y tan rudo , y el otro tan ca-
riñoso y tan sábio . El uno de groseros modales , y el otro en su apos-
tura y bizarría parece un rey .
Y además , el español os ha salvado la vida.
-Esa es otra razon para adorarlo con toda mi alma . Dicen que
Senancourt es valiente ; pero no es así. El valor de mi primo es el
ciego ímpetu de una fiera cuando acomete ; pero no es el valor tran-
quilo y sereno de mi trovador , que a la vez respira intrepidez y seño-
río sobre su propia pujanza . ¡ Si lo hubieras visto cómo lloraba de ale-
gría , cuando en la ermita de Nuestra Señora del Consuelo recobré
mis sentidos ... ¡ Oh ! ¡ Está visto ! Nada ni nadie en el mundo podrá
obligarme á que yo deje de amar á mi hermoso y valiente trovador .
En estas y otras pláticas semejantes invirtieron ambas jóvenes todo
el dia .
Llegó la noche , y Amalia se estremecia á la vez de gozo y de im-
paciencia á la sola idea de oir à su amado , que con tan buena gracia
sabia componer y cantar trovas .
Un pensamiento , sin embargo , causaba profundo disgusto à la
jóven . Temia que despues de aquella serenata , cuando Jimeno escalase
las tapias de la huerta , le encontrase el celoso é iracundo Senancourt .
La precipitacion con que, se habia retirado el escudero del trovador ,
habia impedido á Amalia el avisar á su amado del peligro que corria .
Por otra parte , Clotilde habia practicado algunas diligencias para
dar á Senancourt una cita de órden de Amalia ; pero todos los esfuer-
zos dela fiel Clotilde habian sido inútiles . Le fué imposible ver á Mr. de
Senancourt.
741

Ambas jóvenes se habian asomado á uno de los balcones que daban


al patio de la Hospedería del Temple . En el átrio y en la puerta habia
algunos españoles ; pero el trovador aún no estaba entre ellos .
-Estoy temblando , Clotilde.
-¿Y por qué , señorita ?
-El corazon me dice que va á suceder alguna desgracia .
-¡ Bah ! No creais en vanos temores , hijos de vuestra fantasía .
· ¡ .Ojalá me equivocase !
-Aquí en el patio no puede suceder nada . Entre tantos españoles
darian muy buena cuenta de vuestro primo , si por acaso se des-
mandase.
― -¿Y crees que no me seria sobremanera
sensible la muerte de
Mr. de Senancourt? Yo no le quiero para esposo ; pero no por eso deja
de ser mi primo... Y además , mi padre le quiere mucho, y ... yo tam-
bien lo quiero , como se puede querer desinteresadamente á un deudo
tan cercano .
-¡Sois muy buena , señorita ! ... Pero me parece que , Dios me-
diante , no sucederá nada .
-Yo á lo que le temo es à la venida de Jimeno , luego mas tarde.
-¿Me quereis dar el billete ?
-Toma ; pero ¿ de qué sirve eso , si no has conseguido avisar á Se-
nancourt de que yo deseo hablarle ?
-Ahora mismo voy á ir otra vez.
-El ciclo quiera que ahora seas mas afortunada !
Ya Clotilde se marchaba , cuando de pronto se detuvo .
-Me parece , dijo , que le va á llamar la atencion al portero del
Temple tanto ir y venir.
-Inventa cualquier pretesto.
-Ya se me ha ocurrido decir que vuestra tia Mme . de Senancourt
se ha puesto mala ...
-Pero en ese caso , vendrá tambien mi padre .
Y además , se descubriria la mentira . Por esta razon he desecha-
do esa idea .
Ambas jóvenes se quedaron pensativas por espacio de algunos mi-
nutos.
-Lo mejor que podemos hacer , dijo al fin Clotilde , es mandar
llamar á vuestro primo por medio de Guillermo .
-Es un criado muy fiel ; pero en esta ocasion ¿ seria prudente par-
ticiparle nuestro designio ?
742

-No es preciso revelarle el secreto. Dejadme , á mí , señorita , y


vereis cómo Guillermo hace todo lo que yo le diga , sin meterse en
averiguaciones .
Amalia no pudo dejar de sonreirse.
-Vamos á ver si Guillermo lo arregla todo bien , supuesto que di--
cen que te ama .
Clotilde desapareció como una revolandeta .
Entre tanto Amalia rogaba á todos los santos del cielo que Clotilde
hallase á Mr. de Senancourt.
La enamorada jóven queria evitar á todo trance que su primo pu-
diese atisbar á Jimeno.
No se hizo aguardar mucho Clotilde.
-¿Qué tenemos ? preguntó Amalia .
-¡Ay , señora ! Todo ha sido inútil . Guillermo no ha podido ver á
Mr. de Senancourt.
-¿No está en el Templo !
-No , señora.
-¡Oh desgracia !
-El portero le ha dicho á Guillermo que Mr. de Senancourt ha sa-
lido esta tarde y no ha vuelto todavía .
Amalia suspiró.
La noche estaba hermosísima . Ni la mas ligera nube empañaba su
frente adornada de estrellas . La naciente luna derramaba sobre el
átrio de la Hospedería su dulce claridad , y la enamorada Amalia ele-
vaba al cielo sus bellos ojos , su alma se derretia de ternura , y pen-
sando en su amor , dirigia al Eterno fervorosas plegarias para que
libertase á su amado trovador de los peligros que le amenazaban.
Ambas jóvenes tenian fijos los ojos en los estranjeros que se agi-
taban en el patio y en la puerta.
Clotilde no pudo contener un ligero grito ..
-¿Lo habeis visto , señorita ? dijo . Ahora mismo acaba de llegar .
Efectivamente , el gallardo mancebo acababa de presentarse á sus
amigos , que le saludaron con entusiasmo.
El joven iba rebozado en su esclavina , debajo de la cual llevaba
oculto su laud .
Con un ademan de esquisita cortesanía saludó á su dama el ga-
llardo Jimeno .
Pocos momentos despues se dejaron oir los armoniosos pre-
ludios del laud , que despertaban en el corazon de Amalia el vago
743

afan y la dulce pena y los plácidos devaneos de un alma enamorada .


El trovador habia tenido la feliz ocurrencia de componer una can-
cion en que , á imitacion del Cantar de los Cantares , celebraba la her-
mosura de la que al dia siguiente habia de ser su esposa .
Jimeno , con voz vibrante y que respiraba amor , entonó la si-
guiente letra :

¡ Qué hermosa eres , amada !


¡Qué hermosa eres , paloma !
Tu imágen deja afrentada
A la aurora , cuando asoma
De rosas engalanada .

A pesar de la fortuna ,
Yo seré tu girasol :
Como tú no hallé ninguna ,
Hermosa , como la luna ,
Sin mancilla , como el sol .

Sobre la cumbre de Hermon


Rinde á tus pies por despojos
Su corona Salomon .
¡ Tú heriste mi corazon
Con el mirar de tus ojos !

Amada paloma mia,


Abre al Esposo la puerta
Que al lecho florido guia.
Abre pronto , ven , despierta ,
Que está la noche muy fria.

¡ Oh vírgenes de Judea !
Si acaso veis á mi amiga,
Decidle que en mi alma lea ,
Que me llame , que me siga ,
Que me adore y que me vea.

Decidle que yo la quiero


Como al céfiro la flor;
Decidle que es mi lucero ,
Decidle que peno y muero
Y desfallezco de amor.

¡ Con cuánto placer oian las dos jóvenes al agraciado cantor !


-¡Qué bien sabe tañer el laud ! esclamaba Amalia .
744
-¡Y qué enamorado está , señorita !
¿ Has visto ? preguntó de pronto Amalia.
-¿A quién ?
-A un hombre embozado que estaba en la puerta .
¿ En dónde está ?
-Ahora mismo se acaba de ir . Me ha parecido que era……
.
-De seguro habeis pensado que es Mr. de Senancourt .
-Yo me temo ...
-Vamos , señorita , desechad vuestras aprensiones , porque si no,
os vais á poner mala . Hasta ahora nada ha sucedido que deba alar-
maros , y sin duda que ya habia tiempo sobrado de que vuestro primo
hubiese hecho una de las suyas .
Aquí llegaban nuestras jóvenes , cuando uno de los porteros de la
Hospedería anunció al trovador y á sus compañeros que ya era hora de
que se retirasen , pues muy pronto se iban á cerrar las puertas . Ade-
más , el portero llegó hasta el estremo de afear á los jóvenes españoles
el que se entregasen á músicas y trovas en aquellos lugares consagra-
dos por las agonías y tristezas del Hijo de Dios , añadiendo que con
su diversion intempestiva escandalizaban á los verdaderos peregrinos
que , llenos de fé y de religion , habian ido á visitar los Santos Lu-
gares .
Aquellos jóvenes eran pajes y escuderos de dos caballeros españo-
les que se hallaban en Jerusalen ; y aunque al principio se amostaza-
ron por la reprimenda del portero , y trataron de zaherirle con pala-
bras picantes , el mismo Jimeno los apaciguó , manifestando que hasta
cierto punto el portero del Temple tenia razon en lo que habia dicho .
Y volviéndose hácia el portero , que ya era hombre de edad avan--
zada , le dijo el trovador :
-Debeis disculpar estos solaces de los jóvenes , que no por eso dejan
de ser muy buenos cristianos .
En seguida el trovador se despidió de sus amigos , á quienes dejó
su laud para que se lo guardasen , y agitando su gorra , saludó á su
dama , que le hizo un gracioso saludo con la mano.
Jimeno , antes de dirigirse á su morada , habia resuelto dar un
paseo á la luz de la luna por la ciudad de Jerusalen . Á los pocos pa-
sos de la Hospedería , el trovador se sintió fuertemente asido por el
brazo .
-¿A dónde vais por aquí , señor galan? dijo una voz entre iracunda .
y zumbona .
745

-A donde me da la gana , repuso Jimeno desasiéndose .


-¿No quereis ya cantar mas trovas á Madamoiselle Amalia Molay?
-En verdad que toda mi vida estaria con mucho gusto cantando
trovas en honor de su peregrina belleza .
1-
Oh ! Sois muy galante . ¿ De veras quereis mucho á mi prima ?
-Estraño que me lo pregunteis.
Y no habeis pensado , señor cantor , que vuestras trovas os pue-
den costar muy caras ?
-Ni por el pensamiento me ha pasado tal cosa , Mr. de Senancourt .
-Pues sabed que vamos á batirnos , y os advierto que ahora no
hay nadie que se interponga para evitar el lance , como nos sucedió en
Roma.
-Pues creedme , Mr. de Senancourt , que siento mucho el que se
os haya ocurrido semejante idea.
-Cada vez me confirmo mas en mi opinion . Vos sois un Adónis ,
pero á la verdad que no teneis nada de Marte.
-A la verdad que os equivocais en gran manera.
-¿Pues por qué no quereis batiros ?
Jimeno se quedó pensativo durante algunos momentos . Al fin dijo
con cierto acento de gravedad y afliccion:
-Caballero , .al deciros que me es muy doloroso el batirme con vos ,
no habeis comprendido bien las razones que me han movido á usar es-
te lenguaje. Y ciertamente que no es la prudencia la virtud que mejor
se aviene con mi carácter. Sin embargo , vuestra familia me merece las
mas respetuosas consideraciones , y no quisiera en ningun modo causar
el menor disgusto á vuestro noble y anciano tio .
-Decididamente sois un cobarde .
Este insulto, lanzado tan bruscamente á Jimeno , le hizo el mismo
efecto que si le hubiese picado una víbora . Dió un paso atrás , y puso
mano á su espada , con intencion de vengar sú afrenta ; pero al fin con-
siguió dominarse : El trovador no queria afligir á Amalia ni á su padre .
-¿Y por qué hemos de batirnos ? preguntó Jimeno , afectando im-
perturbable calma . Yo nunca os he ofendido, y no teneis ningun motivo
de queja contra mí .
-Es inútil cuanto digais , pues no hay piedad para vos , por mas
que os humilleis .
-¡Yo pedir piedad ! ¡ Yo humillarme ! ¡ Ira de Dios ! Desenvainad,
desenvainad , si no quereis que os mate como á un perro.
-¡Así me place ! esclamó Senancourt.
94 .
746
Ambos trabaron entonces un encarnizado combate . Senancourt, se-
gun hemos dicho ya en otra ocasion , estaba dotado de grandes fuer-
zas y de incomparable destreza ; pero la razon y el valor sereno esta-
ban de parte del trovador. Desgraciadamente , no es la razon la que
triunfa siempre en un combate , si bien la razon inspira un valor in-
contrastable .
Pocos momentos despues habia un cadáver en el suelo, y el mata-
dor desapareció por las oscuras calles de la ciudad .
CAPITULO

LIX .

De cómo el amor no ve mas que al amor.

L corazon de Amalia palpitaba de amor


y de impaciencia por que llegase el mo-
mento de hablar con su querido trova-
dor , para darle noticia de la terrible
amenaza que contra él habia fulminado
el feroz Senancourt . Cuando Jimeno sa ..
Hó del átrio de la Hospedería , Amalia
estuvo á punto de llamarlo , para co-
municarle sus temores y prevenirle que
seguardase; pero la jóven resistió á este
pensamiento , temiendo que la observase
su primo , al cual habia visto rebozado
y encubierto en el dintel de la puerta.
Para mayor tormento de la enamorada jóven , aquella noche Mme. de
Senancourt parecia haberse propuesto no dormir , á juzgar por la lo-
cuacidad que desplegaba , refiriendo á su sobrina y á Clotilde los sucesos
de su juventud , y contando sin cesar anécdotas de la corte de Francia;
pero lo que mas mortificaba á Amalia , era que Mme . de Senancourt,
despues de sus reminiscencias históricas de lo pasado, formaba mil cas-
748

tillos en el aire respecto al porvenir , lisonjeándose con la idea de ver


enlazados con el vínculo de Himeneo á sus sobrinos Mr. de Senancourt
y Madamoiselle Amalia Molay. Al fin la buena señora tuvo á bien el
recogerse, dando con esto lugar á que nuestras jóvenes pudiesen poner
por obra lo que antes entre sí habian concertado . Amalia y Clotilde ha-
bian convenido en retirarse al salon cuyos balcones daban á la huerta,
luego que Mme . de Senancourt se hubiese entregado al sueño . Las jó-
venes verificaron su propósito del mismo modo que lo habian concebido .
En vano procuraba Clotilde disuadir á su señora de los temores y
lúgubres presentimientos que la agitaban . La enamorada doncella no
se atrevia á quedarse un momento sola aquella noche , que tan fecun-
da debia ser en acontecimientos y desdichas .
Y sin embargo , la luna brillaba en el cielo , las estrellas recorrian
sus inmutables órbitas , y la noche estaba espléndida y serena .
Amalia tendia sus ojos por el recinto de la huerta ; pero no divisa-
ba mas que los corpulentos nogales , en cuyas hojosas copas susurra-
ban las brisas.
¿ Quién podrá pintar los varios pensamientos , risueños unos y me-
lancólicos otros , que agitaban la mente y el corazon de la doncella ?
Solo podrán comprender lo que pensaba y sentia Amalia , aquellas de
nuestras lectoras que en circunstancias peligrosas hayan aguardado
alguna vez á su amante, asomadas al balcon en las altas horas de una
hermosa noche de mayo , teniendo por perspectiva un jardin ó una
huerta con frondosos árboles y odoriferas flores , y contemplando el
blanco disco de la luna", "testigo de su amor y de su pena.
-Ha sido una calamidad que no se le haya podido avisar á mi pri-
mo , dijo Amalia suspirando .
-Sin duda es muy sensible ; pero ¿ qué vamos á hacer ya ?
-De seguro que Mr. de Señancourt está acechando á Jimeno al pie
de la tapia . ¡ Oh ! Si Jimeno muriese ! ... ¡ Dios mio ! ¡ No puedo so-
portar esta idea espantosa ! No te separes de mí , Clotilde ... Esta no-
che no puedo estar sola ... ¡ Me moriria de terror !
De repente oyeron nuestras jóvenes un rumor lejano de puertas
que se abrian , y de voces de hombres que se aproximaban .
Amalia , temerosa de que su tia se despertase con aquel ruido,
voló inmediatamente á su aposento , y con grande presteza se acostó
en su lecho , mientras que Clotilde , fingiendo haberse despertado y
levantado al ruido , salió para informarse de la causa de tan desusado
alboroto.
749

Clotilde se encaminó rápidamente hácia el ala del edificio donde


habitaban los Templarios , y hacia donde se encaminaba una porcion
de porteros y armigazos , de los cuales , unos llevaban hachas encen-
didas , y otros conducian un cadáver ensangrentado .
Clotilde se informó de uno de los armigazos , y supo que, habiendo
notado el Maestre y su hermano Mr. Federico la tardanza de Mr. de
Senancourt , habian enviado á varios servidores que fuesen en su bus-
ca , por si tal vez se habia estraviado en las calles , y en efecto , le
habian hallado sin vida á los pocos pasos de la Casa del Temple.
Informada Clotilde , volvió al punto al aposento de su señora , y
ya se encontró tambien despierta y levantada á Mme . de Senancourt.
La fiel doncella , á la verdad , era portadora de una noticia harto fu-
nesta , y ella misma se hallaba poseida de la mas grande turbacion .
-Vuestros temores al fin se han realizado , señorita , dijo la atur-
dida Clotilde en voz muy baja , para que solo Amalia la oyese.
-¿Qué ha sucedido ?
-¡Que ha muerto ! ...
-¡ Dios mio ! ¡ Dios mio ! ¿ Para qué quiero vivir ?
Y Amalia , retorciendo sus manos de dolor , prorumpió en amar-
go llanto.
-¡Infeliz Mr. de Senancourt ! esclamaba Clotilde . ¡ Cuánto tambien
he sentido yo su muerte !
Amalia se levantó como impelida por un resorte.
--Esplícate , Clotilde. ¿ Quién ha muerto ? preguntó .
-¿Quién ha muerto , Clotilde ? ¡ Esplícate ! dijo Mme. de Senan-
court.
-Señora... Ya no tiene remedio... Me parece que lo he dicho ya...
En un instante, ¡ cuántas desgracias sobrevienen !...
-Acaba de una vez.
-Vuestro sobrino... ha sido hallado en la calle, todo ensangrenta-
do... Yo misma he visto la herida ... Tiene el corazon atravesado de
parte á parte... ¡ Pobre Mr. de Senancourt !
-¡Mi sobrino ! ¡ El hijo de mi hermano ! ¿ Quién ha derramado la
sangre de mi querido Senancourt ?
-Hé ahí lo que no se sabe , respondió Clotilde.
La funesta noticia cundió muy pronto por toda la Casa del Tem-
ple , y fueron indecibles la afliccion y la ira de Mr. Federico Molay.
Desde luego se deja comprender que Mme . de Senancourt es-
taba inconsolable.
750

-¿Quién habia de decirme que habia yo de vivir bastante para


ver tan cruel desgracia ? ¡ Oh , mi amado sobrino ! ¿ Era este el fin
que yo aguardaba de tan largo viaje ? Cuando esperaba con fundamen-
to que , al regresar á Francia , te veria casado con Amália , y vistum-
braba una vejez dichosa , ¡ ay de mí ! solo he visto que la muerte te
ha salido al encuentro en esta tierra sagrada , pero funesta ... ¡ Pobre
Senancourt !... Mas yo te juro por la tumba de tu padre y de mi her-
mano , que algun dia será vengada tu muerte ; algun dia llorará á mis
pies tu infame y bárbaro asesino ..
—¿Y de qué sirve la venganza , mi querida tia ? Yo lamento , como
nadie , tan gran desgracia ; pero supuesto que no se sabe quién ha
dado muerte á mi amado primo , lo mas prudente es resignarse , y
como buenos cristianos , rogar al cielo por su alma.
Mme . de Senancourt clavó una mirada de víbora en su sobrina .
Amalia palideció espantosamente , y bajó los ojos .
-¿Conque no se sabe quién es el asesino ? Pues yo te lo diré , mi
querida Amalia . El que ha dado muerte , Dios sabe cómo , a mi sobri-
no , ha sido el español que tanto te ama.
-Esa es una suposicion , que hasta puede ser una calumnia .
-Muy bien sienta á la sobrina del Gran Maestre de los Templarios
el defender al matador de su sobrino .
Mme. de Senancourt añadió con acento sobremanera incisivo :
-A fé que eres muy generosa y muy buena cristiana .
-Señora , aun cuando vuestras sospechas fuesen ciertas , supo-
niendo que ese español hubiese tenido la desgracia de dar muerte por
cualquier motivo à vuestro sobrino , no por eso dejaria de merecer al-
guna consideracion por nuestra parte el salvador de vuestra sobrina .
-Sin duda , señorita , que merece por lo menos que le demos las
mas espresivas gracias , y no puedo negaros que me place mucho el
veros tan agradecida . Se conoce que en el tiempo que estuvísteis
solos... os cobrásteis un afecto tan profundo como recíproco .
Amalia sintió encendérsele el rostro en santa indignacion , al oir
semejantes palabras , y ya se disponia á contestar , cuando súbito se
abrió la puerta , y apareció Mr. Federico Molay , llevando en su sem-
blante todas las muestras del mas inconsolable dolor .
-Es preciso , esclamó Mme . de Senancourt , es preciso que ven-
guemos la muerte de nuestro amado sobrino. 毋

-Ya se tratará de eso, respondió Mr. Molay con una calma ater-
radora.
751

Amalia temblaba por su amado Jimeno .


Mr. Molay era un hombre de áspera condicion y de carácter , obs-
tinado , y amigo de ser ciegamente obedecido . Es verdad que era muy
afectivo para con su familia , y por dar un abrazo á un hermano , era
capaz , como ya hemos visto , de esponerse á todos los azares de un
viaje peligroso ; mas estas facultades afectivas en nada se oponian á
sus raptos de violencia y mal humor .
Además , Mr. Molay amaba con locura á su sobrino , y su alma ,
dividida entre Mr. de Senancourt y Amalia , se lisonjeaba con la idea
de verlos algun dia unidos , y amar aquel matrimonio , esperanza de
ilustre prole que perpetuara su posteridad . Así , pues , Mr. Molay ha-
bia recibido un golpe en estremo doloroso con la trágica é inesperada
muerte de su sobrino .
Entre tanto Mme . de Senancourt lloraba , alborotaba y pro-
rumpia en furiosas amenazas é imprecaciones contra los que le hubie-
sen arrebatado la vida en flor de Senancourt . Inútilmente procuró
Mr. Molay consolar y calmar á la afligida é irritada señora. +
-Retírate á otro aposento , dijo imperiosamente Mr. Molay á su
hija .
Amalia y Clotilde salieron de la estancia.
Cuando Mr. Federico y Mme . de Senancourt se hubieron que-
dado solos , el caballero preguntó :
—¿Qué pensais de todo esto ?
-Yo no estoy para pensar.
-El infeliz Jacinto ha sido encontrado en la calle , abierto el pecho
por una herida espantosa... ¿ Quién le habrá asesinado ?
-En Jerusalen no tenia ni podia tener enemigos .
-¿Lo creeis así ?
-Tal vez uno...
-¿Quién ?
-No quiero hablar de esto .
-Pues yo os suplico que hableis .
-Tal vez mis sospechas...
-Pudieran confirmar las mias .
-¿Sospechais tambien vos ?
—¿Y quién no sospecha en tales casos ?
--Vuestra hija tiene un amante ...
-Justamente esa es mi opinion .
-Ese español...
752

-La ama sin duda alguna .


Y tambien sin duda alguna ha matado á Senancourt .
-¡Oh furor !
-Amalia desdeñaba al pobre Jacinto...
-¡Qué insensatas son las mujeres !
-Muchas gracias.
-Perdonad , señora ; las jóvenes , quise decir.
Esta enmienda de Mr. Molay mortificó todavía mas á Mme. de Se-
nancourt , la cual , no siendo incluida en el número de las jóvenes ,
debia darse por contada entre el número de las sensatas , es decir , de
las viejas.
-Vuestra hija ha sido la causa de todo .
-Yo no me atreveré á decir tanto ; porque ella no tiene la culpa ,
ni de que la ame el español , ni de que este haya dado muerte á su
primo.
-¡Ay! Me parece que os equivocais mucho. Amalia sin duda ha
dado pábulo á la pasion de ese jóven .
-Ella estaba resignada ya á recibir por esposo al malogrado Ja-
cinto .
-Si ; pero tambien , de algun tiempo á esta parte , ella lo desdeña-
ba cruelmenté.
-¿Y quién os lo ha dicho ?
-El mismo Jacinto se ha quejado conmigo muchas veces de la as-
pereza de Amalia.
-Eso no importa para que mi hija haya sido , como siempre , un
modelo de obediencía , y estoy seguro de que ella en ningun modo ha
fomentado la pasion de Jimeno .
-Lo que desea Amalia por horas y por momentos , es casarse con
el español .
¡ Ira de Dios ! No me digais tal cosa . Jamás , jamás permitiré
que el asesino de mi sobrino sea el esposo de mi hija , ni ella tam-
poco lo consentirá . No conoceis á Amalia , cuando tales cosas pensais
de ella.
-Puede ser que me equivoque ; pero el tiempo dirá .
-Os juro por la salvacion de mi alma y por el alma de Senan-
court , que si alguna vez Amalia intentase corresponder al amor que
le profesa el asesino de Jacinto , os juro , vuelvo á decir , que malde-
ciria á mi hija por su inobediencia y liviandad .
-No jureis , Federico , no jureis , que pudiérais ser perjuro .
753
-Por Dios que me conoceis mal .
-Allá verémos ….. Lo cierto es ¡ ay de mí !. que mi pobre Senan-
court ya no vive . ¡ Senancourt ! ¡ Senancourt!
-Vamos , no os aflijais.
-¿Y se quedará impune el asesino?
--Descuidad , que yo me encargo de averiguar no solo quién ha
sido el matador , sino tambien de que se le imponga el condigno
castigo .
-La averiguacion es inútil . Sin la mas mínima duda , ha sido el
español .
-Pudiera tambien ser otro... ¿ Quién sabe ?... En fin , allá veré-
mos... Buenas noches , y procurad no afligiros demasiado .
Salió Mr. Molay , y encaminóse inmediatamente al aposento en
donde estaba Amalia llorando la desgracia de su primo , y temblando
tambien por la suerte de Jimeno.
Mr. Molay indicó con un gesto á Clotilde que despejase .
Con faz severa é iracunda quedóse largo tiempo mirando Mr. Mo-
lay á su hija , la cual se estremecia de terror , ignorando la causa de
aquella actitud sombría y amenazadora .
-¿Sabes , hija mia , quién ha asesinado á tu primo ?
Amalia , pocos momentos antes tan tímida , clavó una mirada es-
crutadora en su padre . Luego bajó los ojos , y no respondió palabra .
Mr. Molay volvió á repetir su pregunta .
-¿De veras , hija mia , no sabes quién ha dado muerte á Ja-
cinto?.
-Estraño mucho , mi querido padre , que me hagais semejante pre-
gunta. ¿ Por ventura soy yo guarda de mi primo ? Dicen que en la calle
le ha ocurrido la desgracia que á nosotros tambien nos ha sumergido
en la mas grande afliccion. ¿ Cómo , pues , quereis que yo sepa las cir-
cunstancias del combate en que mi amado Jacinto ha perdido la vida ?
-¿Luego ha habido combate?
-Señor , eso no puedo yo decirlo ; pero así parece ; pues , segun
Clotilde me ha informado , Jacinto ha sido muerto violentamente , y ha
recibido una profunda herida en el pecho . No es preciso ser muy avi-
sada, para deducir que necesariamente ha debido de haber combate .
-Veo que discurres muy bien , hija mia ; y una prueba de ello es.
que tus razones me han convencido . Yo tambien , como tú , creo que
Jacinto ha muerto en un combate , y en ninguna manera asesinado...
-Eso es lo que yo no puedo asegurar . Es muy posible tambien que
95
754
algun ladron , por robarlo , le haya asesinado ; y bien mirada la cues-
tion , yo me inclino mas á este parecer.
La enamorada jóven trataba de alejar de Jimeno las sospechas de
su padre.
Mr. Molay guardó profundo silencio durante largo rato , hasta que
al fin lo rompió diciendo :
-Me parece que es muy difícil el averiguar la verdad del caso ;
pero yo conozco medios que nos harán conocer hasta los mas peque-
ños pormenores .
Mr. Molay aguardaba alguna respuesta de su hija ; pero esta
guardó silencio .
El caballero continuó :
Para llegar á conseguir mi propósito , necesito antes contar con
tu auxilio , hija mia . ¿ No sospechas quién ha podido dar muerte á tu
primo ?
-No , señor .
―Tú conoces á una persona que sin duda pudiera darte informes
muy curiosos respecto á este lance.
-¿Y quién es esa persona ?
-El español Jimeno .
-Mi libertador !
Este recuerdo pareció impresionar fuertemente el ánimo de Mr. Mo-
lay , que al fin dijo :
Si , si , el que te libertó por un sentimiento de egoismo , el que
acaso trata de seducirte , y el que , por último , guiado por la rabiosa
pasión de los celos , ha dado muerte á mi querido Senancourt , al es-
poso que yo te destinaba , al valiente guerrero que ya se habia cubierto
de gloria en los combates , al que podia dar su ilustre nombre á tus
hijos , añadiendo nuevos timbres á nuestra familia , timbres tanto mas
gloriosos , cuanto que nuestra familia los sacaría de ella misma , como
el fénix saca nueva vida de sí propio . Yo estoy seguro de que el vil
Jimeno solo con alevosia ha podido triunfar del caballero mas valiente
de Francia, que de tantas lides y de tan peligrosos duelos habia salido
siempre vencedor por su bravura y su destreza...
-No merece Jimeno , ni que le llamels vil , ni que le ofendais con
tales sospechas , interrumpió Amalia llorando.
- Calla , hija vil ! ¿Tú tambien te atreves á defenderlo ? Ahora me

convenzo de que es verdad lo que me han dicho . ¿ Es posible que te


'atrevas á amar à ese hombre oscuro que ha derramado villanamente
755

tu noble sangre? ¡ Oh ! ¡ Mi venganza será terrible ! ¡ Tiembla por él


y... por ti misma !
Esto diciendo , el furioso caballero salió de la estancia rápidamen-
te, dejando á la infeliz Amalia sumergida en la afliccion mas profunda
y á la vez en la desesperacion mas inesplicable .
Pocos momentos despues volvió á entrar Clotilde, la cual no pudo
dejar de maravillarse al ver el abatimiento y el dolor y el llanto de su
acongojada señora .
Cuando por primera vez presentamos al lector á la encantadora
Amalia, dijimos que en todos sus ademanes se echaba de ver algo de or-
gullo . Amalia , en efecto , era de muy buena indole, si bien estaba do-
tada de cierta noble altivez que se rebelaba contra la injusticia . Ni aun
la misma muerte la aterraba , cuando ella conocia que la razon estaba
de su parte; y nada le era mas doloroso que un castigo ó una repren-
sion , cuando era injusta , así como tambien era capaz de confesar con la
mayor humildad y franqueza sus faltas , cuando alguna vez se equivo-
caba ó se dejaba llevar de un pensamiento poco noble .
Amalia, pues , se hallaba en una situacion penosísima . Mme . de Se-
nancourt la habia insultado con sus groseras reticencias , y Mr. Molay
con sus amenazas habia infundido á la jóven muy sérios temores res-
pecto á la suerte de Jimeno.
Durante algunos momentos , las terribles palabras proferidas por
Mr. Molay tuvieron á Amalia sumergida en un terror espantoso .
Pero reflexionando sobre la malicia de su tia y la injusticia con
que su padre juzgaba á Jimeno , la jóven se llenó de indignacion .
La fiel Clotilde procuraba consolar á su jóven señora , la cual le
habia confiado toda la conversacion que su padre acababa de tener
con ella .
-En verdad , señorita, que seria una lástima el que persiguiesen á
Jimeno , solo porque ha sabido defenderse de la agresion de un ene-
migo que mortalmente le odiaba .
-Jimeno no habrá hecho mas que defenderse , como es muy natu-
ral . ¡Oh ! Mucho siento la muerte de mi primo ; pero fuerza es confe-
sar que él mismo se ha buscado su desgracia . Anoche me decia , que
como supiese que yo amaba al español, le iba á atravesar el corazon de
parte á parte. ¡ Cuán lejos estaba él de pensar que iba á suceder al
contrario!... Y lo que mas me indigna es , ver cuán pronto se olvidan
los beneficios . Si no hubiera sido por Jimeno , ¿qué seria de mi? ¡ Él me
salvó la vida en la espantosa noche del naufragio, y ahora mi padre y
756

mi tia desean vengarse cruelmente , sin acordarse siquiera de la grati-


tud que le deben !
-Yo digo lo mismo . No está bien que vuestro padre persiga y haga
castigar al mismo que le salvó á su hija.
-Pues bien; si mi padre y mi tia dan ese ejemplo de * egoismo y de
ingratitud , yo le probaré á mi querido Jimeno que no todos son lo mismo .
-¿Qué pensais hacer , señorita ?
-Pienso seguir la suerte de mi amado . Yo necesito saber en dónde
está Jimeno; y si algun peligro le amenaza, quiero compartirlo con él .
-Es muy probable que , á pesar de lo ocurrido , os aguarde mañana
en la capilla de la Aparicion .
-Por mi parte, prometo no faltar: ya que todos se muestran con él
crueles y desagradecidos , que vea que yo le soy fiel y le adoro cons-
tante, y que no le abandono , aunque mi familia le persiga .
Ya la noche estaba muy adelantada , y ambas jóvenes trataron de
entregarse al sueño , si bien antes combinaron entre sí el medio de ir
al dia siguiente á la iglesia del Santo Sepulcro .
-Acaso mañana vuestra tia no quiera ir á la gran solemnidad re-
ligiosa que va á celebrarse , observó Clotilde .
-¿Quién sabe ? Es muy posible que aproveche la ocasion de ver una
fiesta religiosa en la iglesia del Santo Sepulcro .
-Allá verémos .
-Pues bien, cualquiera que sea la conducta de Mme . de Senancourt ,
mañana hemos de ir á todo trance á la capilla de la Aparicion . Si es
preciso , irémos solas .
Firmes en esta resolucion , se recogieron nuestras jóvenes.
Al dia siguiente un gentío inmenso se dirigia á la iglesia del San-
to Sepulcro .
El Gran Maestre de los Templarios , que debia asistir con sus caba-
Ileros , persuadió á Mr. Federico Molay y á Mme. de Senancourt á que
fuesen tambien á la festividad , llevando consigo á Amalia .
Mr. Federico , pues , siguió el consejo de su hermano , llevando tam-
bien en su compañía á los escuderos y doncellas que constituian la ser-
vidumbre de la ilustre familia Molay.
Era el mes de mayo .
Una magnífica procesion , digna de ser representada por el gran pin-
cel de nuestro ilustre Goya , recorria las calles de Jerusalen , visitando
las estaciones consagradas por el tránsito del Hijo de María , cuando fué
conducido al lugar del suplicio.
757

La concurrencia de peregrinos cristianos era tan numerosa, que


llenaba las calles y todas las avenidas del templo mas respetable de
la tierra .
Diversos coros de tiernas doncellas , vestidas de blanco y coronadas
de cándidas rosas , marchaban hácia el templo , entonando con su voz
inocente y melodiosa cánticos sagrados , á que respondian otros coros
de tiernos adolescentes vestidos tambien con blancos ropajes , símbo-
los de pureza .
Todas las calles por donde la procesion pasaba , estaban adorna-
das con lujosas colgaduras de damasco , y por el suelo habia esparci-
das con profusion plantas olorosas.
Los caballeros del Templo , los Hospitalarios de San Juan y los
religiosos del Cordel 1 iban dando pompa y realce y magestad á la
procesion. Todos aquellos jóvenes volvian al templo , en donde por la
vez primera habian recibido el pan de los ángeles .
•Resonaban las músicas , y los gritos de la multitud , y el cántico
grave de los religiosos , y los himnos angélicos de las doncellas , y la
voz de los guerreros que, armados de punta en blanco , se humillaban
delante del Dios de los ejércitos.
Aquel dia celebrábase además una ceremonia caballeresca , pero
tambien en sumo grado religiosa y poética . Dos caballeros catalanes ,
iban á recibir la Orden de caballeros del Santo Sepulcro .
La facultad de conferir esta Örden pertenecia esclusivamente al
guardian del Santo Sepulcro. Esta iglesia y la mayor parte de los
Santos Lugares estaban servidos por frailes Franciscanos . Santa Elena
mandó construir parte de la iglesia , para cubrir el Santo Sepulcro ;
pero los Príncipes cristianos que la sucedieron , dieron mas amplitud

1. Franciscanos Recoletos . Tuvieron el nombre que arriba se dice , á consecuen-


cia de hallarse muchos de ellos en uno de los tercios que mandaba un caballero
flamenco en la conquista de la Tierra-Santą ; y habiendo sido el ejército cristia-
no arrollado en una batalla , y tratando los religiosos de reanimar á los venci-
dos , los exhortaban con sus voces ; mas viendo que no bastaban á conseguir su
intento , cogieron por sí mismos las armas , y provocaron á los infieles al com-
bate. Los cristianos con tal ejemplo tomaron aliento, y alcanzaron una completa
victoria sobre los sarraceños. El capitan flamenco , refiriendo el suceso á San
Luis de Francia , encareció en estremo el triunfo debido á los frailes , de cuyo
nombre no se acordaba. San Luis , pidiéndole esplicacion de quiénes habian
sido , contestó : <« Señor , son esos que van ceñidos con el cordel . » Desde aquí se
les entendió por los Religiosos del Cordel ó del Cordon.
758

al templo , á fin de encerrar en su recinto el monte Calvario , que


solo dista cincuenta pasos del Santo Sepulcro .
En tiempo de Jesus , el Gólgotha estaba extramuros de Jerusalen,
y para que todo el pueblo pudiese asistir á la ejecucion de los senten-
ciados , habia una gran plaza entre el monte y la muralla de la ciu-
dad. El resto del monte estaba circundado de jardines , uno de los
cuales pertenecia á José de Arimathea , discípulo secreto de Jesucris-
to , y allí habia mandado construir un sepulcro para este , donde en
efecto fué sepultado .
Acostumbraban los judíos á abrir sus sepulcros generalmente en
una peña , en donde construian un tugurio , que por lo regular tenia
cuatro pies de altura , y allí colocaban el cadáver , cerrando la entra-
da con una piedra .
La iglesia del Santo Sepulcro era muy irregular porque su pe-
rímetro habia debido adaptarse á los lugares que habian de encerrarse
en él. Tenia casi la forma de cruz , y su longitud era de ciento veinte
pasos , sin contar la bajada de la Invencion de la Santa Cruz , y se-
tenta de latitud. Adornaban el templo tres cúpulas , de las cuales , la
que cubria el Santo Sepulcro , servia de nave á la iglesia . Su diámetro
era de treinta pasos , y tenia una abertura en su parte superior , como
la Rotonda de Roma , si bien carecia de bóveda , pues la techumbre
solamente estaba sostenida por grandes vigas de cedro , traidas del
monte Líbano.
Tres puertas daban entrada á esta iglesia maravillosa , en cuyo
recinto resonaban sin cesar dia y noche los cánticos y las preces de
religiosos de diferentes naciones , latinos ó romanos , griegos , abisi-
nios , coptos , armenios , nestorianos , georgianos y maronitas.
En verdad que era magnífico y sublime el desagravio que recibia
el Hijo de la Virgen , cuando cantaban sus alabanzas tantas y tan di-
versas naciones en los mismos lugares en que fué desconocido y des-
preciado , cubierto de baldones y conducido bárbaramente á un sa-
plicio afrentoso .
Y sin embargo , esto no era mas que una imágen pálida del gran
concierto que algun dia entonarán allí todas las naciones de la tierra.
Dia llegará en que todos los idiomas humanos se reunan en el centro
del globo 2 y preconicen la gloria del Dios-Hombre en rededor del

4
Fué devorada por un incendio á principios de este siglo.
2 En el coro de la iglesia del Santo Sepulcro , donde oficiaban los griegos , ha-
759
Santo Sepulcro. Si la primera Babel sirvió para dispersar á las gen-
tes, este nuevo edificio , esta nueva y mística torre, será una Babel mas
grandiosa , mas sublime , mas tierna ; pues en vez de separarlos , solo
servirá para reunir á los hombres en una familia y en una creencia ,
en un rebaño y bajo la custodia de un solo pastor.
La capilla de la Aparicion se comunicaba con unos aposentos in-
teriores.
Era el momento en que se celebraba la ceremonia de armar caba-
lleros del Santo Sepulcro á los dos nobles catalanes . Llamábase el
uno Raimundo Montaner , y el otro Guillermo Rocafort , y se les dis-
pensaba aquel honor en gracia de los grandes servicios que habian
.
prestado á los peregrinos de Tierra-Santa y à una porcion de religio-
sos Franciscanos , á los cuales habian libertado de manos de " unos la-
drones beduinos . Los dos caballeros acometieron con tanta bizarría á
los árabes , que los pusieron en precipitada fuga , si bien los bravos
campeones recibieron en aquel desigual combate algunas peligrosas
heridas , de las cuales aún se hallaban convalecientes , á juzgar por la
palidez de sus semblantes , que , sin embargo , brillaban con la noble
espresion , á la vez marcial y apacible , de los guerreros cristianos .
La iglesia del Santo Sepulcro , compuesta de muchas iglesias y
construida sobre un terreno desigual , era en estremo oscura ; pero
esta misma oscuridad inspiraba en todos los corazones ardiente devo-
cion , religioso recogimiento . Multitud de áureas lámparas pendian de
las sagradas bóvedas , esparciendo en todos los ámbitos de la iglesia
una dudosa luz ; el humo del incienso se elevaba en olorosa y ondeante
nube , y resonaban las campanas y el órgano y los cánticos .
Luego el guardian del Santo Sepulcro se cubrió con sus vestidu-
ras pontificales , y los religiosos y los caballeros del Templo y los hos-
pitalarios de San Juan formaron un triple círculo en rededor de los
caballeros catalanes , todos con los brazos cruzados sobre el pecho .
Mientras entonaban en voz baja el Veni , Creator , el guardian
subió al altar , y los caballeros se arrodillaron á sus pies . En seguida
sacaron del Tesoro del Santo Sepulcro las espuelas y la espada de Go-
dofredo de Bullon , y dos religiosos en pie sostenian , al lado de los
dos caballeros , las venerables insignias que habian pertenecido al con-
quistador heróico de la Tierra-Santa . El oficiante recitó las acostum-

bia un pequeño círculo de mármol , cuyo centro creian ser el de la tierra . Por
lo demás , esto pudiera decirse de cualquier punto , suponiendo que el globo
terráqueo fuese una esfera perfecta.
760-

bradas preces , é hizo á los caballeros las preguntas de fórmula . En


seguida calzó á los caballeros las espuelas , y le dió á cada uno de
ellos tres golpes en la espalda con la inclita espada del noble caballe-
ro , que de los combates donde ceñia su frente con la corona del
guerrero , penetró vencedor en el recinto de la Ciudad Santa , para
ceñirse la corona de oro de monarca de Jerusalen .
El oficiante abrazó á los dos caballeros , y los religiosos entona-
ron el Te Deum , en tanto que el guardian , inclinado sobre los dos
campeones , rezaba esta oracion :
« Señor , Dios omnipotente , derrama tu gracia y tus bendiciones
sobre este siervo tuyo, » etc. etc.
Terminada la ceremonia , todos los religiosos , los caballeros del
Templo , los Hospitalarios de Juan , y varios caballeros del Santo Sepul-
cro que allí se hallaban , fueron abrazando uno por uno á los dos ca-
balleros catalanes . Tiernas y nobles y patéticas en verdad eran aqué-
llas costumbres de los caballeros, que no solo recibian con entusiasmo y
cordialidad á los caballeros de órdenes particulares, sino tambien á to-
dos aquellos que en general profesaban la noble Órden de la Caballería,
cuando , antes de su abuso y decadencia, era un conjunto respetable de,
valor guerrero, de religiosidad devota y cortesana galantería.
Entre el inmenso gentío que ocupaba la iglesia del Santo Sepulcro ,
habia algunos caballeros que con lágrimas en los ojos contemplaban
aquel homenaje tributado al valor español . Fácilmente adivinarán nues-
tros lectores que hablamos de D. Guillen Gomez de Lara y de Alvaro
del Olmo.
Luego volvió á salir la procesion , y dió una vuelta en rededor del
templo.
La iglesia volvió á quedarse sumergida en esa oscuridad misteriosa
que despierta en el corazon de los mortales el sentimiento de la inmen-
sidad de Dios.
La enamorada Amalia, seguida siempre de la fiel Clotilde , habia.
procurado y conseguido separarse sin ser notada de su familia.
Trémula de temor por el peligro en que se hallaba su amado , y
palpitante tambien de amor y felicidad , porque habia llegado el mo-
mento de verse unida para siempre à su hermoso trovador , dirigióse
Amalia á la capilla de la Aparicion , en donde la habia citado Jimeno.
Con tímida planta y con ansiedad creciente franqueó las verjas la ena-
morada vírgen, paseó en torno suyo una mirada escrutadora , y exhaló
un profundo suspiro , al ver que nadie la aguardaba.
761

-¡Oh ! ¡ Jimeno ! ¡ Jimeno ! ¡ Amado Jimeno ! ¿ En dónde estás ?


Y Amalia cayó de rodillas , y cruzando las manos sobre su seno y
fijando los ojos en el altar , parecia implorar al Eterno que le devol-
viese á su perdido amante.
Acaso haya huido de la persecucion de vuestra familia , observó
Clotilde.
-No me lo digas , por Dios , no me lo digas. Si hoy no encuentro
á Jimeno , ¿para qué quiero vivir ?
Abrióse en esto una de las puertas secretas que hemos dicho habia
en el altar de aquella capilla , y que comunicaban con aposentos del
interior del edificio , y apareció un monje con la cabeza cubierta con
su capucha , y con lento paso se dirigió como un fantasma hácia la
hermosa dolorida.
Detúvose el monje delante de Amalia , y luego que la hubo con-
templado un breve rato , dijo :
-¿Sois vos la señorita Amalia Molay?
-Sí , padre .
El monje desapareció en silencio , y pocos momentos despues vol- •
vió , acompañado de un caballero cuidadosamente envuelto en un ancho
gambax con el cuello guarnecido de martas , y de manera que encu-
brian el rostro de Jimeno , al cual al punto reconoció la jóven .
-¡Jimeno !
-¡Amalia !
-¡Gracias a Dios que te veo !
-¡Cuánto te agradezco que hayas sido puntual , querida Amalia !
Si no hubieras venido , ¡ cuán dolorosa incertidumbre habria desgar
rado mi corazon !
-¿Y qué obstáculos hubieran podido en el mundo oponerse á que
yo viniera á este sitio , á donde me habias llamado para hacerme eter-
namente venturosa ?
-Si , Amalia de mi corazon , de hoy en adelante , solo la muerte
podrá separarnos .
Quedóse Amalia pensativa al escuchar á su amante .
Cuánto siento , dijo al fin , que esta union se verifique á escon-
didas de mi familia , y temiendo á cada instante que te descubran !
-Yo no pude evitar darle la muerte. Él me acosaba de manera ,
que me habria hecho sucumbir , si yo no me hubiese defendido con
todas mis fuerzas . ¡ Bien sabe el cielo que yo rehusé cuanto pude el
combate , sin mas consideracion que la de no afligirte ! Créeme , yo
96
762

aborrecia en él á mi rival ; pero á la vez no podia dejar de fener en


cuenta que era tu primo .
Lo creo , amado mio , lo creo ... Ha sido una desgracia que yo
tambien sabia que te amenazaba , y de la cual te hubiese avisado con
tu escudero , cuando me llevó tu carta , si de pronto no hubiesen lle-
gado mi padre y mi primo. La última noche que hablamos por el bal-
con de la huerta...
-Tened en cuenta , interrumpió el monje , que los momentos son
preciosos , y que muy pronto la procesion volverá à la iglesia . Vuestra
familia , añadió dirigiéndose particularmente á Amalia , habrá notado
vuestra desaparicion , y seria una calamidad para todos que nos en-
contrasen aquí .
--Teneis mucha razon , padre . Y tú , Jimeno mio , no olvides que
corres gran peligro . Mi familia ha olvidado que me salvaste la vida, y
llena de encono , solo ve en tí al matador de Senancourt.
-¿Y quién ha dicho que yo fuí ? ...
-Mi tia y mi padre lo han adivinado fácilmente .
-En ese caso , observó el religioso , es preciso que os separeis.
-¡Oh ! ¿Y despues de recibir la bendicion nupcial , ¡ oh marti-
rio ! tendré que ausentarme del alma de mi alma , de Amalia , de mi
esposa?
-Despues se arreglará todo , observó tímidamente Clotilde .
-Sí , sí ; por ahora , lo mas prudente es que os reunais à vuestra
familia , y despues , Dios mejorará sus horas . Venid , hijos mios , ve-
nid , no perdamos tiempo , enlazad vuestras maños , juráos eterna fé ,
y Dios bendiga esta union en el cielo , como yo en su santo nombre la
bendigo en la tierra.
Y en seguida el religioso dirigió á los jóvenes desposados las mis-
mas palabras solemnes y augustas que dirigió el Eterno en el paraiso
al primer hombre , despues que de su mismo corazon le habia formado
una compañera , que tierna y solicita y graciosa , tejiese con sus ma-
nos la mágica guirnalda de las flores de la vida .
oigiferite in a
pleande
sale
pifigl

Didesne

CAPITULO LX..

Lo que vale la prevision del criminal.

debele ap IN duda el lector desea algunas esplicacio-


anes respecto á la súbita aparicion de Juan
Osorio al pie de las tapias de la huerta del
Temple , en el momento en que el enamo-
rado Jimeno salia de hablar con su amada.
Dejamos á Juan Osorio y á su aliado el
caballero de la Muerte en el convento de
San Juan Bautista de Jaffa , amenazada á
la sazon por las tropas de Khalil- Ben-Ke-
laun . Tal vez el lector recuerde el en-
cuentro que se verificó entre Juan Osorio y el guardian del convento ,
que era español y deudo muy cercano de nuestro aventurero y miste-
rioso personaje . Al dia siguiente el guardian tuvo necesidad de ir a
Jerusalen , para ponerse de acuerdo con el guardian del Santo Sepul-
cro respecto á la conducta que deberian seguir en las calamitosas cir-
cunstancias que se preparaban , y á fin tambien de proveer de reli-
764 .
giosos á los Santos Lugares , cuyo servicio estaba particularmente en-
comendado á su Órden ,relevándose de tiempo en tiempo los religiosos
enviados para desempeñar sus respectivos ministerios . Ya sabemos que
este viaje ofrecia algunos inconvenientes y peligros que arrostraron
Castiglioni y Sechin.de Flexian pero el buen religioso no se hallaba
en el caso de esponerse sin necesidad , no tanto por él mismo , cuanto
por las funestas consecuencias que à su Comunidad podia traer el
no realizar los varios designios que se proponia en su viaje , entre los
cuales se contaba el de combinar los medios de abastecer á su con-
vento de ciertos artículos de primera necesidad . Para conseguir este
intento , y tambien para ir á Jerusalen sin ningun peligro , habian
concebido los religiosos de Jaffa la idea de ir por mar hasta el sitio
que ocupaba la antigua Tyro ó sus inmediaciones , y desde allí dirigir-
se á la Ciudad Santa por tierra , esquivando de este modo , si bien
con algun rodeo , el encuentro de las tribus que comandaba Khalil-
Ben-Kelaun .
Mendo , el criado de Castiglioni , se habia quedado en Jaffa al cui-
dado de Doña Elvira .
El caballero de la Muerte y Juan Osorio habian sabido por Mendo
que Sechin de Flexian y Castiglioni habian partido á Jerusalen . Todo
. el mundo , incluso el mismo Mendo , pensaba que nuestros caballeros
habian ido solamente á llevar al Gran Maestre la noticia del peligro en
que se encontraba la ciudad de Jaffa .
Pero Juan Osorio deseaba seguir todos los pasos de sus adversa-
rios , y averiguar la clave de la conducta contradictoria que aquellos
seguian. ¿ Cómo Castiglioni y su compañero servian aparentemente á
los Templarios , á los cuales no podian menos de aborrecer ? Si alguna
duda le quedase de esto á Juan Osorio , bastaria á desvanecerla el sa-
ber que ambos se habian presentado con nombres supuestos en la En-
comienda de Jaffa.
Así , pues , Osorio y el caballero de la Muerte determinaron acom-
pañar al guardian en su viaje á Jerusalen , en cuya ciudad fué Jimeno
una de las primeras personas que se ofrecieron á la vista de Juan Oso-
rio . Este procuró ocultarse , si bien trató de espiar al jóven armiguero ,
para lo cual trabó conocimiento con algunos de los españoles que habia
en la Hospedería de los Hospitalarios .
Oculto Osorio entre un grupo de peregrinos , sorprendió una con-
versacion entre los tres amigos , de la cual dedujo que Jimeno iba á
hablar con Amalia.
765

Con el golpe de vista pronto y seguro que le caracterizaba , Osorio


comprendió al instante por dónde aquella entrevista debia verificarse .
Ya hemos visto que no se equivocó en sus conjeturas , supuesto que al
descender Jimeno por la tapia de la huerta , le estaba aguardando
Osorio . Enterado este de la volcánica pasion que se habia apoderado
del trovador , se apercibió desde luego de la inutilidad de los consejos
que él pudiera darle , y que se dan en semejantes casos , si bien son
sermones en desiertos . Al contrario , Juan . Osorio , que estimaba so-
bremanera al trovador, le aconsejó que , supuesto que tan enamorado
estaba , lo mejor que podia hacer era llegar cuanto antes al término de *
sus deseos , y el buen Jimeno aceptó con tanto ahinco aquella opinion ,
que al dia siguiente era ya el esposo de Amalia.
Desde luego se comprende que Osorio habia ayudado mucho en su
propósito al trovador , pues el guardian de San Juan Bautista de Jaffa
fué el que , á ruego de su pariente Osorio , bendijo la union de Jimeno
y Amalia. Esta , siguiendo el consejo del guardian , se habia unido á
su familia poco despues que Mr. Molay habia notado su desaparicion .
Nadie se apercibió del importante suceso que habia tenido lugar en tan
breve espacio , y toda la familia solo vió en aquella separacion un in-
cidente muy natural en una fiesta , cual es perderse ó estraviarse entre
el bullicio. Amalia , pues , residia en la Hospedería del Temple , como
si en nada se hubiese variado su destino , si bien ahora se entregaba
con delicia á la idea lisonjera de que ningun obstáculo en el mundo
podia ya separarla de su amado trovador.
Entre tanto habian cundido por la ciudad las mas alarmantes no-
ticias respecto al peligro en que se encontrabá la ciudad de Jaffa.
Tales noticias las habian llevado algunos caballeros Templarios , de ór-
den del Comendador Sotomayor , que nuevamente reclamaba socorro
con mas instancia que la vez primera.
La carta que Castiglioni habia llevado al Comendador de parte del
Gran Maestre , se reducia á encargarle que se hatiese hasta el último
estremo , dejándole alguna vislumbre de esperanza de que iria en su
socorro. Este paso , sin embargo , decia el Maestre, y no sin fundamen-
to , era muy arriesgado , supuesto que Jerusalen se quedaba sin de-
fensa ; pues aunque allí tambien estaban los caballeros Hospitalarios
de San Juan , todos los guerreros hacian falta en la Ciudad Santa ,
donde debian reconcentrarse las fuerzas , mas bien que diseminarlas
en otros puntos .
Pero los nuevos mensajeros enviados por el Comendador de Jaffa
766
decidieron al Gran Maestre á enviar socorro á sus hermanos , habien-
do hecho venir algunos destacamentos de Belen y de otras villas y cas-
tillos situados en las márgenes del Jordan .
Alvaro del Olmo , cuando supo el peligro en que se encontraba
Jaffa , propuso á sus amigos el ir á prestar su auxilio á los Templa-
rios , proposicion que aceptaron sin vacilar Jimeno y D. Guillen .
Fácilmente se comprenderá que el trovador sentia sobremanera
separarse de su amada , sin haber gozado antes de la incomparable
ventura de verla .
A pesar de los peligros que amenazaban al trovador , si llegaba á
ser descubierto , este pudo combinar el modo de hablar con Amalia ,
la cual , tan incauta como gozosa , accedió á los deseos de su esposo .
Amalia , fingiendo estar mucho mas enojada de lo que en realidad
estaba con su tia Mme . de Senancourt , habia hecho trasladar su le-
cho á otro aposento .
La noche antes de su partida de Jerusalen , Jimeno habia saltado
por las tapias de la huerta , y lleno de júbilo se encaminaba hacia el
!
balcon donde debia encontrar á la estrella de su vida .
Entre tanto Amalia en su aposento departia con Clotilde .
-¿Has prevenido todo lo necesario para que yo consiga ver esta
noche á mi adorado esposo ?
Si , señora , ' respondió Clotilde , señalando á un pequeño envolto-
rio que habia puesto en un sitial .
-¿No te parece que ya será hora?
-Estoy temblando de miedo.
-Yo temo el que venga , y sin embargo , no puedo resistir á la
2
idea de que se ausente sin verme.
La jóven se dirigió á una ventana que caia al campo , como para
respirar el aire libre , porque sentia oprimirse su pecho á la vez de
angustia , de impaciencia y de alegría .
Clotilde tomó el envoltorio que habia dejado en el sitial , y dirigióse
al balcon , al pie del cual estaba ya aguardando Jimeno. La fiel doncella
amarró la escala que llevaba á prevencion , y pocos momentos despues
el trovador se hallaba en el salon.
-¿Y tu señora?
-Os aguarda con impaciencia .
-Llévame pronto á su estancia .
-No hableis tan alto , señor.
-No perdamos un, instante .
767

-Venid , venid . truil


Clotilde asió de la mano al mancebo , y procurando hacer el menor
ruido posible , lo condujo al aposento de Amalia .
-¡Amada mia!
-¡ Querido esposo !
Oh ventura ! Por fin llegó el deseado instante en que mis labios
pudieran besar esta mano querida . ¡ Amalia ! ¡ Amalia ! Me parece un
sueño tanta dicha... ¡ Cuán feliz soy !
Y el trovador estampó un beso de fuego en la frente serena y pura
de la enamorada Amalia .
-Mientras que vos hablais , yo velaré para que nadie venga á sor-
prenderos , dijo Clotilde .
-¡Oh ! Seria una desgracia terrible que descubriesen aquí á mi
esposo.
-Descuidad , señora ; que si por acaso viniese alguien , yo avisaré .
Clotilde se retiró , dejando á los esposos en aquella estancia , que
era á la sazon el templo de la felicidad .
Pasaron algunas horas.
Jamás el cielo de Palestina habia estado mas azul , ni la luna ha-
bia brillado con luz mas suave , ni las estrellas habian adornado con
mas esplendor la bóveda del firmamento , ni las flores habian exhala-
do mas perfume , ni los céfiros habian agitado sus alas mas blanda .
mente. ¿ Era que realmente la naturaleza se habia engalanado con
todas sus pompas , para celebrar las nupcias de la encantadora Ama-
lia ? ¿ Era tal vez que los felices amantes veian entonces el universo al
trasluz del velo encantado y luminoso del único placer que ofrece la
tierra , las santas emociones del amor ? ¡ Ah ! Los hermosos sueños de
amor y felicidad pasan veloces , como pasó aquella noche de mayo.
Ya el movimiento y el confuso ruido que acompaña á los primeros
albores del dia , anunciaba que aquella noche feliz se habia hundido
para siempre en los abismos del tiempo.
Clotilde habia velado toda la noche , con esa diligencia y solicitud
que solo pueden proceder de la adhesion sin límites de un servidor
leal .
Entre tanto Amalia y Jimeno tenian en su estancia una de las dis-
putas mas deliciosas que puede haber en la vida .
-Creo que te equivocas , decia Jimeno ; ya debe de ser casi de dia ,
porque me parece haber oido cantar los pajarillos .
-Todavía es de noche , querido Jimeno . Créeme , lo que tú has
768

oido , es el ruiseñor que todas las noches canta sobre los floridos gra-
nados de la huerta . ¡Todavía es de noche !
-Me parece haber oido ... En fin , puede ser que yo me equivoque .
¡ Oh ! ¡Quién pudiera prolongar esta noche tanto como las noches del
polo ! ... Pero abriendo la ventana , saldrémos pronto de dudas.
El trovador , procurando no hacer ruido , abrió la ventana , y el
aposento se inundó de la suave luz del crepúsculo matinal .
—¿Ves , amada mia , cómo la nueva aurora tiñe el cielo con sus ce-
lajes de oro y grana ? ¿No ves cómo las antorchas de la noche se han
apagado , y que solo allí brilla el lucero de la mañana ? ¡ Oh ! Es pre-
ciso partir...
-¡Partir ! interrumpió vivamente la enamorada jóven. ¡ Partir !
¡ Partir ! Esta palabra me atraviesa el corazon como si fuese un puñal.

-¿Y qué quieres , hermosa mia ? No hay otro medio mas que , ó
permanecer aquí y ser motejado de cobarde , ó partir con los valientes
que por su propia voluntad se han ofrecido á socorrer á la ciudad de
Jaffa contra el furor de los infieles . ¿ Qué dirian , si viesen que me
ocultaba ?
-Y aun cuando nada de eso hubiera , si aquí llegasen á verte...
-De eso no te digo nada , pues no me importa tanto la vida como
el honor...
Y ese honor me separa de ti !
-Separa solamente nuestros cuerpos.
-¡Oh! Ni la muerte bastará á separar las almas.
Jimeno se caló su gorra engalanada con plumas , y se ciñó su
éspada .
¡ No te vayas todavía ! Estoy segura de que esta claridad que se
ve , no es la del dia . Ayer por la madrugada hacia luna , y habia una
luz tan clara y tan hermosa como ahora , y esta noche ha debido su-
ceder lo mismo . ¡ Estoy segura de ello ! Mira , mira allí la luna todavía
sobre el horizonte . ¿ Te convences , mi querido Jimeno , de que yo te-
nia razon ? ¡ No te vayas todavía !
-Es que hoy, lo mismo que ayer, se verá la luna hasta despues de
salido el sol.
-Aún podemos estar algunos instantes mas . Cuando tú te vayas...
¡ Ah ! me horroriza solo el pensarlo.
-Pues bien , mi querida Amalia , me quedaré aquí ; porque , bien
mirado , es muy dolorosa esta separacion . ¡ Oh ! ¡ Si pudieras tenerme
aquí oculto etérnamente ! Que venga tu padre y sacie en mi su vengan-
769

za ; que mis amigos crean que huyo de los combates ; ¿ qué importa,
con tal que yo pueda prolongar algunos minutos la emocion divina de
ver tus ojos que me miran con amor ? Dices bien ; todavia es de noche ;
ese nacarado resplandor no es la mirada brillante de la Aurora , es el
pálido reflejo de la frente de Diana , que aún contempla dormido á su
amante Endimion . El canto que yo creí de las avecillas , debe ser , co-
mo tú dices , el trinar armonioso del ruiseñor , que en la estacion de
los amores entona su serenata para festejar nuestras nupcias . ¡ Oh ven-
tura ! ¡ Oh naturaleza ! 'Jamás tus encantos se han reflejado en mi alma
con mayor fuerza ni con emociones mas íntimas y deliciosas . Mi cora-
zon se inclina mas á quedarme que a irme ... ¡ Que venga la muerte ,
y aun la deshonra ! Yo las recibiré con júbilo , supuesto que ast lo quiere
mi querida Amalia .
Y así diciendo , el apasionado trovador estampó un beso de fuego
sobre la frente de su esposa .

-¿Qué dices , amada mia ? ¿ Por qué tus ojos se empañan con lá-
grimas , cuando el amor nos brinda con sus sonrisas mas encantado-
ras ? Ven , hermosa 'Amalia , ven á mis brazos , y hablemos de nuestro
amor , supuesto que aún es de noche .
-No , no , ya es de dia , ya pronto el sol podrá iluminar tus hermo-
sas facciones , para que mi padre te reconozca por el matador de Se-
nancourt... ¡ Ah ! Las flores de la primavera , los hermosos ensueños
de esta noche , los trinos del ruiseñor y el plácido murmurio de las bri-
sas , toda esta encantada melodía de la naturaleza no ha servido mas
que para adormecernos un instante en la mágica languidez de nuestros
fugaces suspiros de amor , y para despertarnos despues con el eco dis-
corde de esta palabra sombría como nuestro destino : ¡ Separacion ! ¡Se-
paracion ! ¡ Oh tormentos de la ausencia , remedo de la muerte ! ...
Amado mio , no te detengas. La claridad se aumenta por instantes .
-
-Y por instantes se oscurece nuestro destino .
De repente llamaron á la puerta.
Los jóvenes cambiaron una mirada de inquietud:
-¿Quién? preguntó Amalia en voz muy baja.
-Soy yo , señorita . ¿ Se puede entrar ?
-No te detengas .
-¡Muy buenos dias !"
-¿Viene alguien ?
-No , señora ; pero venia á avisaros de que ya es muy tarde , y co-
mo Mme . de Senancourt madruga mucho...
97
770
- -Todavía no hay cuidado .

-No seais temeraria , señorita, y tomemos con tiempo todas las


precauciones.
Amalia guardó silencio algunos momentos . Al fin dijo :
-Adelántate , mi querida Clotilde , y asómate al balcon , y observa
si alguien podrá verle . ¿ Recogiste la escala ?
-Aquí tengo yo otra , dijo el trovador .
-Allí la tengo yo prevenida , respondió Clotilde . Voy á amarrarla .
al punto .
Salió la doncella , y pocos momentos despues la siguieron Amalia
y Jimeno .
-¡Adios ! ¡ Adios !
-¡Jimeno ! ¡Jimeno!
El trovador estrechó contra su corazon á su esposa , y cambiaron
un beso. Ambos lloraban .
Jimeno descendió rápidamente por la escala, y Amalia se inclinó
sobre el barandal para ver alejarse á su amado ; pero el trovador se
detuvo al pie del balcon , clavando una mirada tristísima en la jóven y
bella desposada ..
-Óyeme antes de irte , amor mio , señor mio , amigo mio , óyeme...
Que no olvides el enviarme noticias tuyas siempre que puedas, todos los
dias , y ... ¡ Cada hora se me va á antojar un siglo! ¿ Lo oyes ? ¡ Que yo
sepa de tí , y me parecerá que te veo!
-Adios , amor mio ; yo aprovecharé todas las ocasiones que pueda
para enviarte noticias mias.
-¡Ah ! ¿Crees tú que nos volverémos á ver !
-No lo dudo ; el corazon me lo dice , y la voz del corazon es la voz
del cielo.
-Cjalá que mi corazon presintiese lo mismo!
-¿Crees tú lo contrario ?
-Negros presentimientos me atormentan.
-No te aflijas , Amalia . Tiempo vendrá en que el recuerdo de lo que
ahora sufrimos forme el encanto de nuestras conversaciones en torno
de nuestro hogar.
-¡Oh Dios mio ! Al mirarte , mi corazon se conmueve profunda-
mente, y me parece que te veo muerto en el campo de batalla . ¡ Mis pre-
sentimientos ! ¡ Mis presentimientos ! ... En fin ... Dios quiera... Yo no
sé si mis ojos se engañan , ó si es realidad ; pero me parece que estás
espantosamente pálido.
771

-Cree , Amalia mia , que yo tambien veo tu rostro cubierto de mor-


tal palidez . ¡Es muy doloroso separarse de las prendas queridas de nues-
tro corazon !
El trovador enjugó una lágrima , y parecia que una fuerza irresis-
tible lo clavaba en aquel sitio ; pero al fin , haciendo un violento esfuer-
zo sobre sí mismo , y con un movimiento brusco y rápido , se alejó
diciendo :
-¡Adios , Amalia , adios , y piensa en mí !
La jóven , con los ojos inundados de lágrimas , quedó se fijamente
mirando al trovador , hasta que se perdió entre el sombrío arbolado
de la huerta .
Oh , Dios mio ! esclamó la jóven esposa , cruzando las manos
sobre el pecho y elevando los ojos al cielo , encendido en los primeros
arreboles del dia . ¡ Oh , Dios mio ! Mirad con misericordia á este po-
bre corazon desolado , y devolvedme pronto á mi amado Jimeno , por-
que él es el árbol que me da sombra , el arroyuelo que sacia mi sed,
el ruiseñor cuyos trinos me recrean , la esperanza que me alienta , y
el nido de mi alma . ¡ Haz , Dios del cielo y de la tierra , que mis pre-
sentimientos sean una mentira !
-Vamos , señorita , no os entregueis à vuestras dolorosas medita-
ciones , y volved pronto á vuestra estancia , dijo Clotilde , que contem-
plaba inmóvil á su señora.
Amalia cerró el balcon , y en silencio se dirigió á su aposento con
el alma traspasada de dolor .
Clotilde no perdia de vista á su amada señora , que despues de
mucho rato esclamó :
-¡Ya se fué ! ¡Ya se fué ! ¡ Ya se fué!
Y estas palabras , entrecortadas de sollozos , reasumian toda la
amargura de aquel corazon enamorado .
Entre tanto Jimeno partia para Jaffa , acompañado de sus amigos ,
de Juan Osorio , del guardian del Convento de San Juan Bautista de
Jaffa , y del caballero de la Muerte .
Muchos de los peregrinos cristianos que se hallaban en Jerusalen ,
y habian decidido tomar las armas para defender á los Templarios ,
partian tambien aquel mismo dia , aprovechando la ocasion de ir uni-
dos á los guerreros del Temple y á los caballeros Hospitalarios de
San Juan .
Pero nuestros personajes no seguian el mismo camino; pues , como
ya sabemos , se encaminaban á la costa de Tyro , en cuyas inmedia-
772

ciones les aguardaba un pequeño bajel , que habia de conducirlos por


mar á la antigua Joppe.
Juan Osorio y el caballero de la Muerte iban asaz contrariados ,
por no haber podido en Jerusalen encontrar á Castiglioni , de cuyos
proyectos nada nuevo sabian .
Prósperamente llegaron á Jaffa ; pero no sueedió así á los Tem-
plarios y demás cristianos que salieron de Jerusalen para socorrer á la
ciudad sitiada . El ejército cristiano , pues , tuvo necesidad de acam-
parse á dos leguas de distancia . No podian pasar mas adelante sin
trabar la batalla con los infieles , muy •superiores en número .
El jefe del ejército cristiano era un caballero español llamado
D. Benito Afan de Rivera , y el cual se habia hecho notar en la
Orden del Templo , no solo por su incomparable bravura , sino tam-
bien por sus talentos militares . Nadie sabia combinar un plan de ata-
que con mas circunspeccion y astucia que Afan de Rivera . Este ,
pues , habia determinado atacar á los infieles , privándoles de mante-
nimientos , para lo cual destacó algunos de sus caballeros , que lograron
, arrebatarles gran número de camellos y de otros ganados . Esta presa
causó gran daño á los infieles , porque muy luego el hambre comenzó
á sentirse en su campamento .
Entre tanto , dentro de la ciudad tenian lugar muchas maquinacjo-
nes ya por parte del italiano , ya por parte de Juan Osorio .
,
Respecto á los tres amigos , debemos decir que se habian puesto
á las órdenes del Comendador de Jaffa , para que les designase puesto
entre los guerreros del Temple . D. Hernando Sotomayor habia recibi-
do con mucho agasajo y cortesía á los tres amigos , tanto por ser
españoles , cuanto porque en aquellas circunstancias era de mucha
estima cualquier socorro que á la Órden se ofreciese . Así , pues , los
tres amigos , como tales Templarios , habitaban en la Encomienda .
La noche habia estendido su manto de sombras. El sueño habia
esparcido sus adormideras sobre los habitantes de la ciudad de Jaffa .
Sole velaban los guerreros .
Por un postigo de la huerta del Convento de San Juan Bautista sa-
lieron dos hombres , que mas parecian fantasmas. Su traje era talar
y de color oscuro , y llevaban caladas las capuchas .
Los dos religiosos se dirigieron hacia la orilla del mar . Detuviéron-
se en las ruinas de un antiguo edificio .
-¿Es aquí ? preguntó el mas pequeño de estatura .
-Aquí es , respondió el mas alto .
773
En esto aparecieron varias sombras entre la oscuridad .
-¿No ha venido ? preguntó el religioso mas pequeño al que pare-
cia jefe de los recien aparecidos .
-No , señor .
-Pues estad alerta .
-Descuidad .

-Te encargo de nuevo que en ninguna manera le aprisioneis hasta


que no me oigais decir : « Vamos al instante . » Esta será la señal .
-Sereis puntualmente obedecido .
Las sombras volvieron á ocultarse en las ruinas , y los religiosos ,
con recatada planta , siguieron su camino hácia la orilla del mar.
. Aquellos dos personajes pasearon en
torno suyo una mirada in-
vestigadora ; pero á nadie vieron , ni oyeron nada ..
-¿Nos habrá engañado ?
-Es muy posible .
¡ Qué ageno estará él de que le conocemos tan à fondo !... ¿ Serán
ciertas vuestras sospechas?
-Por lo menos , son muy fundadas . Os repito que es casi seguro
que ese bellaco vive con todos , pues á ninguno le tiene ley.
-Aguardemos por aquí .
-Aguardemos .
Mientras que tenia lugar tan rápido diálogo , dos hombres salian
de una casa y se encaminaban tambien hácia la orilla del mar .
En el interior de aquella casa parecia reinar el silencio y el sue-
no ; pero apenas salieron los dos hombres que hemos visto , súbito sal-
taron de sus lechos dos personas que dormian en diversos aposentos , y
ambas marcharon á encontrarse .
Eran estas personas una vieja de malisima catadura y una jó-
ven de figura encantadora , si bien en sus ojos y en todo su semblante
podia leerse á la sazon la iracunda rabia de los celos.
Sin duda el lector ha adivinado que hablamos de la vieja Plácida y
de la hermosa y terrible Doña Elvira .
-¿Veis cómo tengo razon ? decia la vieja.
-Ahora lo conozco . ¿ Quién habia de pensar que Castiglioni habia
de serme infiel ? ¡ Infame ! ¡ Infame !
-Piensa mal y acertarás... ¡ Yo bien lo decia !
-¿De dónde dimanará el hastío y la frialdad que me manifiesta de
algun tiempo á esta parte ? Ya no me acaricia , siempre está pensativo ,
y muy rara vez se aproxima á mí con cariño . ¿ Piensa quizás que yo soy
774

mujer capaz de afligirme , de llorar y suplicarle porque me desdeña ?


-Los hombres son así , señora ; el amor les dura mientras que no
satisfacen sus deseos ; pero una vez satisfechos , ¡ adios el amor! y es-
to es lo que ha sucedido con el señor de Castiglioni .
-Tú tuviste la culpa de que yo le conociese .
-¡Eso es ! ¿ Ahora voy yo á pagar vuestro mal humor ?
—Sí , sí , vieja maldita , tú fuiste la causa de que yo apeteciera sa-
tisfacer mis vergonzosos deseos con ese hombre repugnante . ¡ Cuánto
mas hermoso y mas noble y mas rico y mas preferible no era D. Gui-
llen Gomez de Lara !

-¿Y por qué no me dísteis el encargo de que introdujera en vuestra


habitacion á D. Guillen en lugar de Castiglioni?
-¿Y quién me hizo una pintura des agradable y odiosa del carácter
de Gomez de Lara , sino tú , maldita bruja ?
-Yo os dije la verdad , al referiros que , habiendo ido á ver á
D. Guillen cuando estaba en cama , á causa de las heridas que habia
recibido en la reja de vuestro jardin , noté que el señor de Lara y la
hermosa Blanca estaban enamorados...
-¡Calla , infame !
-En ese caso , todo mi delito ha sido serviros con demasiada
lealtad.
-¿Y quién sabe si todo eso no será mentira?... Yo he vislumbrado
que tú aborreces mortalmente á D. Guillen, no sé por qué causa ; pero
lo cierto es que le aborreces .
Plácida guardó silencio , pero sus ojos de víbora destellaron un re-
lámpago de júbilo.
-Él dió muerte á mi hijo , murmuró ; pero yo he derramado en su
corazon toda la hiel del desengaño , toda la amargura de los celos , to-
da la ponzoña de la duda , para que ya no crea ni pueda creer en el
amor. Todas las mujeres del universo serán ya pérfidas y corrompidas
á sus ojos . ¡ Él me arrebató á mi hijo ; pero yo he convertido el paraiso
de sus amores en un in fierno de desesperacion !
-¿Qué murmuras entre dientes ?
-Nada , señora . Lamento , como es natural , vuestra desgracia
y... la mia. La vuestra , porque os veis dosamada y sois injusta para
conmigo ; y la mia , porque acaso yo he sido la causa , sin querer , de
que ahora padezcais desdenes de quien no es diguo siquiera de besar la
tierra que pisais .
Estas palabras desarmaron la cólera de la iracunda Elvira .
775

Debemos advertir que ahora se habia verificado un gran cambio en


las ideas y sentimientos de la vieja Plácida . Esta al principio se veia
muy halagada por Castiglioni , en gracia de los buenos servicios que en
aquellos amorios le habia prestado . Pero la vieja era curiosa como ella
sola , y siempre andaba siguiendo los pasos de Castiglioni y Mendo , hasta
que en una ocasion el italiano reprendió ásperamente á Plácida, porque
la sorprendió escuchando en la puerta del aposento . Desde aquel dia
Plácida , que era la personificacion del rencor , concibió hácia Castiglioni
un ódio implacable . Además , la vieja estaba quejosa porque el italiano,
no le habia recompensado sus tercerías tan espléndidamente como él
le habia prometido y ella deseara .
Doña Elvira permaneció mucho rato pensativa .
-Nunca , dijo al fin , nunca Castiglioni ha guardado conmigo la re-
serva que ahora guarda . ¿Qué misterios , qué intrigas traerá entre manos?
-Ya os lo he dicho mil veces , señora ; vuestro amante trata sin
duda de cosas de amores , que acaso os venderá por intrigas de otra
especie.
-¿Y tú, cómo sabes eso? ¿Qué motivos tienes para pensarlo siquiera?
Plácida hizo un gesto misterioso , y aproximándose á Elvira dijo :
-Voy á deciros una cosa que me ha dicho Mendo en confianza . Ha-
beis de saber que el señor de Castiglioni y su amigo el francés estan
muy enamorados; ¡y vaya si tienen mal gusto!
-¿De quién ? ¿ De quién?
-Cuidado que no seais indiscreta ; pues si Mendo se apercibe de que
yo he dicho algo , no volverá nunca mas á decirme nada .
-Acaba de una vez .
-Estan enamorados de unas señoras árabes , y á fé que dice Men-
do que son hermosísimas .
Era verdad que el chusco de Mendo le habia hecho creer á la vieja
Plácida lo que con tanto misterio acababa de revelar á Elvira . Acosa-
do Mendo por la eterna chinchorrería de la preguntona vieja , se divir-
tió en colarle aquella pampirolada , que la vieja á su vez dió á Elvira
como noticia asaz importante .
La jóven quedóse estupefacta cuando tal supo .
Plácida añadió :
-Todos esos sacabuches que ahora andan haciendo de entrar y sa-
lir , no son mas que misterios y recaditos amorosos .
-¿Y para hablar de esas señoras , no era natural que buscaran
árabes ?
776

-Y con moros y judíos y cristianos y con todas castas de gente


tratan ellos para llevar á cabo sus proyectos .
-¿Y cuáles serán esos proyectos ?
-Probablemente los mismos que en otro tiempo tenia Castiglioni ,
cuando trataba de sacaros del poder de Doña Fidela .
Elvira palideció espantosamente y guardó silencio .
-Si quereis ver cosa buena , seguid mis consejos.
—¿Y qué me aconsejas ?
-Que así como esta noche nos hemos fingido dormidas para ver
lo que hacian , obremos del mismo modo cuando vuelvan . Probable-
mente el señor de Castiglioni , si vuelve acompañado , se irá á la sala
entapizada ..... ¡ Jesus me valga ! No habeis oido ?
-¿El qué ?
-Me pareció haber oido pasos hácia la puerta falsa que da al campo .
-Yo no he oido nada .
-En fin , yo juraria………
... ¿ Quién sabe ? Puede ser que haya sido un
antojo mio. Lo seguro es que el señor de Castiglioni haya entrado por
la puerta falsa...
—Estás en tu juicio ? Si no ha sonado nada .
-Pues bien , de cualquier modo , el señor de Castiglioni no tarda-
rá ya en venir ..... Escuchad mi opinion .
-Ya te escuchó .
-Lo mejor que podemos hacer , es ocultarnos detrás de los ta-
pices...
-Sí , sí , está muy bien pensado eso.
-Porque ellos sin duda algo traman .
¡ Ah infame ! Yo me vengaré de tantos desprecios .
Entre tanto se habian dirigido hácia la playa los dos hombres que
vimos salir de la mencionada casa, y que desde luego se comprende que
no eran otros que Castiglioni y Mendo .
-¿Y crees que podrás atraerlo á la casa ? preguntó el italiano.
-Él no desea otra cosa.
-Pero te advierto que es indispensable para realizar mi propósito,
que él solo sea el que se oculte allí .
-Allá verémos : yo haré todo lo posible porque consienta en venir
solo ; pero , á lo que imagino , le acompañará otro caballero que es su
amigo inseparable.
¿ Sabes tú si ese amigo es tambien su cómplice en estas maquina -
ciones ?
777

-No lo sé positivamente ; pero lo supongo así con mucho funda-


mento .
-Pues entonces , todo nos viene á pedir de boca . Ahora te encargo
con mucho empeño , que en vez del uno , vengan los dos irremisible-
mente.
-¿Y no temeis , señor , que sea peligroso el hacer que vengan
los dos ?
-En ninguna manera . ¡ Ya verás qué buen golpe vamos á dar de
esta hecha ! ¡ Oh! ¡ Mi prevision !...
-Verdaderamente que sois previsor y astuto sobremanera ; pero si
no fuese por los buenos auxiliares que la suerte os depara...
Castiglioni se echó á reir.
-Ya entiendo , pajarraco , dijo . Descuida , que yo sabré premiar
tus servicios como se merecen . Ahora bien , ¿ en dónde te aguardan ?
-En las ruinas que estan allá mas lejos , hácia la derecha .
-Pues yo aguardo al emisario de Khalil , que vendrá por esta parte
opuesta.
Separáronse Castiglioni y Mendo , y el uno se encaminó á la izquier
da , mientras que el otro á la derecha hácia las ruinas .
Pocos momentos despues , á la orilla del mar , en un sitio oculto ,
llegó un hombre á nado , con un lio sobre la cabeza , donde llevaba su
ropa . El calabrés reconoció al punto al recien llegado , que era el vie-
jo árabe que habia servido de intérprete á Castiglioni y á Sechin de
Flexian , cuando estos por vez primera estuvieron en la tienda de •
Khalil para hacerle la proposicion de entregarle la ciudad .
Inmediatamente el italiano condujo á la casa de Elvira al árabe , para
departir allí estensamente acerca de la entrega de la plaza .
Por lo que respecta á Mendo , se encaminó hácia las mencionadas
ruinas , muy ageno de que toda su conversacion con Castiglioni habia
sido escuchada por los dos religiosos .
Fácilmente habrá adivinado el lector que el pérfido criado del ca-
labrés trataba de servir á ambas partes , y recibir de este modo una
doble recompensa .
El astuto Castiglioni se proponia indudablemente dar un golpe
maestro , lisonjeándose de que nada se escapaba á su prevision prodi-
giosa. Su próposito consistia en atraer á aquellos hombres á un sitio
donde no pudieran escaparse de la muerte que les preparaba . Varias
veces Castiglioni habia conferenciado con su amigo Sechin de Flexian
acerca de quiénes pudieran ser aquellos misteriosos personajes , con los
98
778

cuales Mendo habia trabado conocimiento . Ambos amigos convinieron


en la posibilidad de que fuesen espías del Maestre Provincial de Casti-
lla , ó de Nogaret , ministro de Felipe el Hermoso .
Cualesquiera que fuesen las suposiciones que hicieran los dos amigos ,
convinieron en la necesidad de deshacerse de aquellos personajes cu-
riosos é importunos .
Y para ello se valieron de la astucia del solapado Mendo , que , á
imitacion del dios Jano , mostraba dos caras .
Ya hemos visto hasta qué punto habia llegado este doble juego .
Pero Castiglioni no contaba con que sus adversarios le conocian
muy à fondo , así como tambien á Mendo . Así es que Juan Osorio y el
caballero de la Muerte habian tomado las mas esquisitas precauciones .
La cuestion era de diestro á diestro .
El calabrés conoció muy bien que todavía no era tiempo de que
Mendo hubiese cumplido sus órdenes , y que por consiguiente podia ha-
blar con toda libertad con el viejo árabe .
-Mi señor me envia para decirte que cuanto antes le entregues la
plaza , sino quieres que tu amigo muera .
-Dile á tu señor que hay un medio infalible para que se apodere
de Jaffa .
-¿Cuál ?
-Es preciso que conquiste , ó bien que las mande hacer perfecta-
mente imitadas , algunas docenas de armaduras como las que llevan
Jos Templarios . Hecho esto , los guerreros de Khalil se presentarán en
las puertas de Jaffa , y creyendo el Comendador que es el socorro que
le envia el Gran Maestre de Jerusalen , les abrirán las puertas sin re-
paro alguno .
-¿Y si salen á reconocerlos ?
-Que venga mi amigo para hablar con los que salgan.
-¿Y si lo conocen ?
Que se disfrace .
-Eso no es posible .
-Pues vistete tú otra armadura , te finges el jefe , y de seguro que
á tí nadie te conocerá .
-Has tenido una buena idea , nazareno ; pero yo no sé si se podrá
llevar á cabo en todas sus partes ...
-¡ Silencio ! esclamó Castiglioni .
El calabrés habia oido cierto ligero rumor detrás de los tapices .
-¡Ya está ahí Mendo ! pensó .
779
Y volviéndose "hácia el árabe , cambió con él algunas palabras en
voz tan baja , que nadie hubiera podido oirlas , aun cuando realmente
detrás de los tapices hubiese algunas personas escuchando .
-¡De veras podrán espiarnos ! dijo al fin el árabe .
-Sin duda .
-Entonces...
-Si algo descubren , nuestras cabezas peligran .
-En ese caso , ¿tienes algo mas que decirme ?
-Nada mas .
-Pues Alá te salve.
-¿Sabes tú por dónde vinimos hasta esta estancia ?
-Me parece que no equivocaré el camino .
-Pues si no yerras el camino , te salvas . La puerta estará abierta
¡ Huye !
El árabe desapareció rápido como un fantasma.
En seguida Castiglioni paseó una mirada escrutadora en derredor
de la estancia.
Súbito desenvainó la espada y atravesó el tapiz , detrás del cual se
oyó un grito desgarrador .
Luego una voz lastimera murmuró :
-¡Me han asesinado !
Una sonrisa infernal dilató los labios de Castiglioni que repetia sa-
tisfecho :
—¡Lo que vale la prevision ! ¡ Lo que vale la prevision !
15 candelog, annirgle la noc bio in gigs ocul noivlor
Jeminat obrano nus estriossidor siban sup 4 )A

Gimenez

CAPITULO LXI .

Tedio 'y arrepentimiento.

URIOSA y varia era la situacion intima en que se


encontraban los tres amigos.
Jimeno , feliz y enamorado esposo de Amalia,
lamentaba sin embargo el mal de ausencia .
D. Guillen , despues que la primera y nacarada
ilusion de sus amores habia sido para siempre
destruida por las manos crueles del mas horrible
desengaño , no encontraba consuelo ni en el amor ,
ni en el placer, ni en las riquezas .
No gozaba en el amor, porque habia perdido la
fé y no creia ni en el frenesí de la pasion , ni en las lágrimas del senti-
miento , ni en las promesas mas solemnes y sagradas . Todo esto lo ha-
bia visto convertirse en humo ó en podredumbre. ¿Cómo podia creer en
ello? ¡ De qué , pues , le servian los placeres de la tierra"? ¡ El único pla-
cer que ofrece el mundo , es el amor !
781

¿De qué , pues , le servian los placeres del cielo que promete la
ciencia ? ¡La única ciencia es saber ser dichoso !
¿ De qué , pues , le servian las riquezas , si no podia comprar con ellas
ni la dicha ni el amor ? ¡ La verdadera riqueza es un alma contenta de
sí misma !
Huyó para siempre el vago y generoso afan de la juventud .
Bramaba la ronca tempestad que hace de la vida un páramo sin
limites .
Pero D. Guillen era tan desventurado , que ni aun podia sentir y sa-
borear en toda su amargura la hiel de los dolores . ¡ El dolor tiene tam-
bien su poesía ! ¿ Qué era , pues , lo que quedaba eu el corazon del jó-
ven caballero ?

Era esa indiferencia que no es conmovida ni por el cielo ni por la


tierra.
Era ese marasmo que ni es la muerte ni es la vida .
Era esa especie de negacion que no niega del todo .
Era ese disgusto del alma qne siente que no siente .
Era , en fin , ese dolor que no es dolor , ese estado , esa situacion
infernal , indiferente , misteriosa , inesplicable , que se suele llamar
aburrimiento, fastidio , tedio. Tal era la situacion del jóven caballero .
¡ Desgraciado , mil y mil veces mas desgraciado que si todos los do-
lores , penalidades y miserias de la vida hubiesen caido fisicamente
sobre su cabeza !
Alvaro del Olmo , desde el horrendo crímen que habia cometido en
Roma, dando muerte al sacerdote Guarnacci , habia caido en una aflic-
cíon sin límites . El alma de Alvaro , penetrada de sentimientos mas
religiosos que los que dominaban á D. Guillen , se habia abierto de
nuevo a las emociones del amor , despues que , como D. Guillen , ha-
bia sufrido el desengaño cruel de oir á las zagalas decir que Elvira era
madre . Los sentimientos religiosos que como aires puros y salutíferos
conservan en el corazon humano la preciada flor de la fé y de la es-
peranza , habian hecho que Alvaro no se desalentase del todo por
aquella primera contrariedad , y en su afan generoso , y en su sed in-
saciable de amor y de ternura, habia creido que aún no estaba deshe-
redado de la posesion de un corazon amante , fiel y virtuoso.
Alvaro creyó encontrar al objeto de su ternura en la hermosa Cat-
tinara , que tan pérfidamente lo engañó , haciéndole servir de ciego,
instrumento para sus miras criminales .
Este segundo golpe hirió muy rudamente el corazon del desdicha-
782

do jóven , que para siempre perdió la fé del amor , consiguiendo tan


solo empozoñar su alma , dudando de esa creacion divina, aunque
á veces funesta , que se llama mujer , y sintiendo además los crueles
remordimientos de su conciencia , de su conciencia de asesino , y ase-
sino de un sacerdote que era inocente y que le habia perdonado .
Alvaro del Olmo , pues , se encontraba en una situacion en estre-
mo dolorosa . Su alma , inagotable manantial de ternura , no podia
resignarse al horrible suplicio de no amar ; pero no hallando dignas
de su amor á las criaturas de la tierra , volvió sus ojos llorosos hácia
el cielo , y depositó su corazon á los pies de su Criador . Estos senti-
mientos determinaron en Alvaro su ardiente vocacion religiosa.
Además , esperimentaba la necesidad de expiar por buenas obras la
accion criminal que habia cometido , y que causaba en él ese pesar
que se llama arrepentimiento . Para satisfacer de una vez su noble ne-
cesidad de amor y de accion , habia elegido la Órden del Templo , que
no era pasiva como otras Órdenes religiosas . Los Templarios eran un
hermoso y poético maridaje entre la idea religiosa y el valor guerrero
que protegia á aquella misma idea contra los ataques de los infieles .
Era la fuerza bien dirigida que produce el heroismo ; era el amor há-
cia el Eterno , que produce la devocion , el mas platónico , el mas
desinteresado , el mas santo de los amores.
Era de noche.
Un hombre , ya de edad provecta , pero en cuyo semblante se pin-
taban á la vez el brío y la inquietud , se hallaba en un aposento de la
Encomienda de Jaffa , ora reclinado en un sitial , ora paseándose con
todas las muestras de un pesar profundo .
Abrióse la puerta , y apareció un aspirante , el cual , despues de
decir el acostumbrado benedicite , anunció á D. Hernando Sotomayor
que los tres caballeros españoles demandaban su permiso para des-
pedirse.
-¡Que entren ! dijo el Comendador .
Pocos momentos despues aparecieron los tres jóvenes , que fueron
muy cordialmente acogidos por D. Hernando.
Tratábase á la sazon de llevar un mensaje de mucha importancia
al jefe de los Templarios , D. Benito Afan de Rivera , á fin de hacerle
saber que podian entrar muchos caballeros en Jaffa , valiéndose al
efecto del pequeño bajel que poseian los religiosos de San Juan Bau-
tista .
Y como el número de los caballeros Templarios que habia en Jaffa
783

era muy escaso , y además casi todos estaban convalecientes , el Co-


mendador , en vista de la adhesion que los tres amigos mostraban al
Templo , los habia elegido para que llevasen al campo cristiano el su-
sodicho mensaje .
Con entusiasmo aceptaron nuestros caballeros esta preferencia , y
en aquel momento iban á recibir las últimas instrucciones del Comen-
dador , el cual , además de las razones referidas , esperimentaba hácia
los tres jóvenes esa simpatía y cariñosa aficion que solo podrán com-
prender bien aquellos de nuestros lectores que en estraños climas se
hayan encontrado con algunos de sus compatriotas . Los ecos de la pa-
tria resuenan tanto mas dulces y tiernos , cuanto es mayor la dis-
tancia .
Recibidas las competentes instrucciones , los tres amigos salieron
de la Encomienda , y se dirigieron al Convento de San Juan Bautista ,
para despedirse de Juan Osorio y del caballero de la Muerte .
Con grande sorpresa supieron que ni el uno ni el otro se encon-
traban allí á la sazon . Juan Osorio sin duda habia previsto que aque-
lla noche debian ausentarse , supuesto que uno de sus criados vino á
decir á los jóvenes que tuviesen la bondad de aguardar á su señor , y
que este le habia encargado les dijese , que en ninguna manera se
ausentasen sin que antes se hubiesen visto . Nuestros caballeros perma-
necieron en la Hospedería del Convento hasta cerca del amanecer .
Entre tanto , justo es que el lector sepa en lo que se ocupaban
Juan Osorio y el caballero de la Muerte .
Desde luego suponemos que no habrá necesidad de repetir que los
dos religiosos que salieron por el postigo del Convento , no eran otros
que Juan Osorio y su compañero . Ambos estaban de acuerdo con
Mendo , para que los condujese en secreto á la casa en que habitaba
Elvira.
Ya sabemos que el astuto Castiglioni habia provocado este en-
cuentro , á fin de libertarse impunemente de aquellos espías que tanta
inquietud le causaban .
Cuando el feroz italiano dió la estocada en el tapiz ; se sonrió con
júbilo infernal , imaginando que habia dado muerte à uno de sus
enemigos .
Precisamente en el mismo momento en que habia cometido Casti-
glioni aquel asesinato , llegaban á la habitacion Juan Osorio y el ca-
ballero de la Muerte , los cuales acudieron á socorrer á Elvira, que se
agitaba convulsa y anegada en su propia sangre, mientras que la vie-
784

ja Plácida huia despavorida por la casa , lanzando gritos de terror.


Como se deja entender , la vieja y Elvira , segun de antemano lo
tenian convenido , se ocultaron detrás de los tapices para escuchar la
conversacion , que suponian habia de ser de amoríos .
Castiglioni, que estaba alerta , viendo agitarse el tapiz , creyó que
allí estaban ya los espias , y á mansalva descargó un golpe mortal .
Con la espada desnuda se dirigió Castiglioni al sitio en que creyó .
encontrar sin vida á uno de sus encubiertos enemigos ; pero , ¡ cuánta
no fué su sorpresa , al ver á Elvira bañada en sangre y rodeada de los
dos religiosos !
· Mudo , inmóvil , atónito , petrificado de asombro, permaneció Cas-
tiglioni al contemplar tan inesperada escena .
Pero pasados algunos momentos , la vergüenza y la rabia se apo-
deraron de aquel corazon de tigre . El avieso calabrés se sentia sobre
manera humillado , porque se habia engañado groseramente en su
cálculo , y porque habia un poder superior que se habia burlado de su
prevision y de su astucia. Así , pues , ardiendo en ira , el italiano se
dirigió hácia Juan Osorio , que arrojando el hábito oscuro , apareció
subitamente vestido de Templario .
Entre tanto el caballero de la Muerte , que estaba dotado de fuer-
zas de jigante , se arrojó precipitadamente sobre Castiglioni por la
espalda , y sujetándole los brazos , le arrancó fácilmente la espada .
El Templario , es decir , Juan Osorio , habia entrado en la habi-
tacion , y tomando la lamparilla que ardia sobre la mesa , volvió á la
estrecha galería ó especie de andén que se formaba entre el tapiz y el
muro de la estancia . Cuando al pálido fulgor de la lamparilla Casti-
glioni divisó la blanca figura del Templario y su ademan sombrío y
solemne como la muerte , sus cabellos se erizaron , palideció espan-
tosamente , y su ojo de cíclope esparcia en torno suyo miradas vaga-
rosas y terribles .
-El fantasma ! esclamó con voz balbuciente . ¡ El fantasma blanco !
Y así diciendo , huyó despavorido.
¡ Miserable ! murmuró el caballero de la Muerte .
La supersticion es el último freno del crímen , dijo Juan
Osorio.
En seguida ambos amigos asieron á la moribunda jóven , y se la
Hlevaron á la puerta falsa de la casa , en donde estaban emboscados
algunos de los servidores de Juan Osorio , á los cuales mandó que
eondujesen á Elvira á la Hospedería del Convento con gran recato , y
785

con espresa órden de que á nadie , absolutamente á nadie , permitiesen.


que viera á Elvira .
Juan Osorio entregó á uno de sus servidores una llave , diciendo :
-Colocadla en uno de vuestros aposentos , y estad alerta para
cuando nosotros lleguemos , que no tardarémos mucho.
Los servidores partieron á cumplir las órdenes que les habían sido
comunicadas , en tanto que ambos religiosos se encaminaron hacia las
ruinas que hemos dicho estaban cerca de la orilla del mar . Allí en-
contraron tres hombres , uno de los cuales estaba atado de pies y ma-
nos , y los otros dos parecian tener el encargo de custodiarlo.
Juan Osorio cambió algunas palabras con uno de aquellos hombres .
-¿Y el buque ?
-Poco distante de aquí , á lo largo de la costa , debe de estar an-
clado .
-Pues allí debeis iros á aguardar mis órdenes .
-¿Qué hacemos con este hombre?
-Conducidlo tambien al barco .
¿Y si se nos desmanda ?
-Lo arrojais al mar.
-Con una buena piedra atada al pescuezo , ¿ eh ?
-Claro está .
-Está muy bien , señor . ~**
Los dos antiguos bandidos obedecieron sin vacilar , y desatando
los pies à Mendo , cada uno le asió del brazo , y le obligaron á que ca-
minase por su pie hasta el punto que se le habia designado .
Juan Osorio y el caballero de la Muerte se volvieron al Convento de
San Juan Bautista , cuando ya la aurora comenzaba á sonreir en el
oriente.
Jimeno y sus dos amigos se habian aposentado en la estancia de
Juan Osorio , resueltos á aguardarle. Los tres jóvenes estaban dormi-
tando sentados de cara hacia el respaldo de los sitiales y con la cabeza
apoyada sobre sus brazos cruzados .
Saludáronse todos muy afectuosamente , y Juan Osorio manifestó
que sentia en estremo no poder acompañar á los tres amigos , segun
y como antes lo habia ofrecido ; pero que sucesos inesperados le obli-
gaban á permanecer algunos dias mas en Jaffa.
En resolucion , los tres amigos partieron , teniendo solo que la-
mentar las horas que habian perdido.
Juan Osorio mandó á uno de sus criados que acompañase á los
99
786

tres caballeros á donde se hallaba anclado el pequeño bajel . -Al dia


siguiente por la noche los tres caballeros se encontraban á , vista del
campamento cristiano.
Brillaba la luna en el firmamento azul , derramando sus rayos sua-
ves sobre la estendida llanura , poblada de tiendas . En la del caudillo
cristiano se encontraban varios caballeros pertenecientes á la primera
nobleza de Castilla y de Francia . Allí estaban Montmorency , Bofre-
mon , Saldaña y Giron , caballeros todos de valor probado , y que es-
taban á las inmediatas órdenes de D. Benito Afan de Rivera . Además
de estos caballeros , se encontraban allí los jefes de los muchos sol-
dados aventureros que de entre los peregrinos se habian brindado á
defender la cruz en los Santos Lugares.
Era Afan de Rivera un hombre de estatura heróica , de ojos ne-
gros , de aspecto grave y melancólico , hablaba poco y mandaba mu-
cho , mas con el ademan que con las palabras . Sin embargo , Afan de
Rivera , cuando hablaba , era irresistible ; pues estaba dotado de una
elocuencia marcial que inflamaba los ánimos , elocuencia á que daba
nuevo realce su voz sonora como un clarin , su actitud guerrera , su
gesto soberano , su mirada de águila .
Los cristianos habian determinado presentar la batalla al dia si-
guiente al enemigo , supuesto que habian sabido por algunas espías ,
que Khalil habia resuelto hacer otro tanto dentro de dos dias .
Aquella noche ; pues , víspera de la batalla , Afan de Rivera ha-
bia reunido en su tienda á los principales de su reducido ejército .
-Queridos amigos y compañeros de armas , dijo , aunque muy es-
casos en número , nos encontramos aquí reunidos para vengar la
causa del cielo. Tened confianza ¡ oh guerreros ! en vuestros brazos,
siempre invencibles . Nuestra sagrada Orden conservó en la Palestina
un reino cristiano , que ahora el infiel amenaza destruir . Pensad en
que no buscais la vanagloria y las pompas de Marte , las lisonjas del
mundo , ni el dominio que promete la soberbia ambicion . Una gloria
tan vulgar , triunfos tan viles , no son ni pueden ser la paga de
vuestros pechos generosos . Pensad en que Dios os ha escogido para
defender su nombre y sus altares . Vuestra mision es libertar á los
cristianos de una servidumbre que los oprime á ellos y nos envilece á
nosotros ; defender la Palestina , que con tantos afanes y proezas con-
quistaron los antiguos Cruzados ; dar á la piedad un asilo seguro , y
abrir el camino á los cristianos para que penetren hasta el Santo Se-
pulcro , y dirijan desde allí al Eterno sus preces y sus votos . Esta es
787

la empresa ¡ oh hermanos y amigos mios ! que os está encomendada,


no por un monarca de la tierra , sino por el rey de los reyes , por el
rey del cielo . ¿Y faltareis á la confianza que en vuestros brazos ha
depositado todo un Dios ? No , no , que mañana al despuntar la aurora ,
los clarines darán la señal del combate , y los caballos y los caballeros
se precipitarán como el rayo sobre nuestros enemigos , que ante la
cruz de nuestras espadas humillarán sus impíos turbantes , y la victo-
ria será nuestra , ó la batalla será nuestra tumba ...
-El noble impulso que nos mueve , nos hará valer en el combate
por millares de guerreros , dijo Montmorency.
-Vencer ó morir será mañana nuestro destino , añadió Giron .
-Sí , sí , repitieron todos . ¡ Vencer ó morir !
En aquel momento anunciaron á los tres jóvenes amigos . El gene-
ral mandó que entrasen al instante .
Don Guillen Gomez de Lara tomó la palabra , y espuso al jefe el
mensaje del Comendador .
Grande fué el contento que esperimentó D. Benito , al encontrarse
alli con otros tres españoles que le ofrecieron su brazo para el próxi-
mo combate. En la tienda estaban tambien los dos catalanes que
pocos dias atrás habian recibido la Órden de caballería del Santo Se-
pulcro .
Afan de Rivera contestó á la embajada de los tres amigos :
-No es posible enviar ningunos caballeros hasta despues de ma-
ñana , en que , si Dios fuere servido , entrarémos en Jaffa , no para
socorrerla , sino para solemnizar nuestro triunfo .
Y Afan de Rivera esplicó á los tres jóvenes cómo al romper el dia
estaban dispuestos á encender la batalla .
En seguida el general mandó á todos retirarse á sus tiendas , en-
cargando que estuviesen preparados para antes de que amaneciese .
Los tres amigos se retiraron tambien á la tienda que se les de-
signó , despues que atestiguaron al general que celebraban mucho
el haber llegado en ocasion oportuna para batirse por tan buena
causa .
Un guerrero solo no habia salido de la tienda del general . Este
parecia que le trataba con mas intimidad que á ninguno de los que
antes habian estado allí. Aquel guerrero era Alfonso Saldaña , pue en
presencia de los demás ni aun habia despegado sus labios . Era hom-
bre ya de edad madura , pero en todo su continente se echaba de ver
estraordinario vigor y esfuerzo .
788

Cuando Afan de Rivera y Saldaña se hubieron quedado completa-


mente solos , el general dijo :
-¡Ah mi querido Alfonso ! ¡Cuánto he tenido que violentarme ,
por hablar en los términos que lo he hecho ! ¿Qué piensas tú , mi que-
rido amigo , de todo esto ?
-Pienso que mañana morirémos todos .
-¿Quién sabe?
-¡Ojalá que me equivoque ! .
-Es verdad que somos muy pocos ; pero yo espero que el valor
suplirá por el número .
-En ese caso , esperas en un imposible. En fin... ¡ Dios sea con
nosotros !
-Hágase la voluntad de Dios ! repitió con voz solemne Afan de
Rivera.
Los dos amigos se abrazaron cariñosamente , y se despidieron. El
general llamó luego á su armiguero , y le encargó que tuviese listas
sus armas y aderezado su mejor caballo para la hora del alba. Luego
pidió recado de escribir , y se puso á trazar en un papel el plan de
las operaciones del dia siguiente. Despues escribió algunas notas , y
por último , se recogió en su lecho de campaña , murmurando :
-Haz de nosotros oh Dios de los ejércitos ! los ministros de tus
venganzas. Yo pongo bajo tu guarda mi alma inquieta , y me entrego
al sueño , confiado en tu proteccion. ¡ Oh mi ángel custodio ! Dormido
ó despierto , vela siempre por mi .
Terminada la breve y poética oracion del guerrero , este se dur-
mió , encomendando su seguridad al poder del cielo.
Entre tanto no se descuidaba tampoco Khalil-Ben-Kelaun . Tambien
en el campamento de los infieles se tomaban grandes disposiciones.
La fé y la lealtad se albergaban entre los guerreros que mandaba
Afan de Rivera ; pero el engaño y la traicion estendian sus negras
alas sobre el campo de los sarracenos .
Varios caballeros cristianos estaban en la tienda de Khalil, aguar-
dando sus órdenes .
Sin duda se trataba de alguna resolucion importante y de un inte-
rés general , supuesto que todas las tribus estaban en movimiento .
Khalil llamó á uno de los caballeros cristianos , al que parecia jefe ,
y le dijo :
-Ya sabes cuál es la seña .
-¿Y á qué tiempo la harémos ?
789

-Cuando ya esteis dentro .


-Conviene que los que hayan de proteger nuestro ataque , esten
perfectamente emboscados.
-Eso corre de mi cuenta .
—¿Y qué hora elegirémos para dar el golpe ?
-¿Cómo ?
-Pregunto si hemos de ir de noche ó de dia.
-Ni de dia , ni de noche.
-Pues entonces , no lo entiendo .
-Eso quiere decir , que el golpe debe darse al amanecer ó á pues-
tas del sol.
-Muy bien pensado .
-Alá te guarde .
Y Khalil con un gesto despidió al caballero , el cual montó á caba-
llo , y partió al punto , seguido de su escuadron.
Pocos momentos despues el campo de los infieles se habia puesto
en movimiento hácia Jaffa.
Los tres amigos , entre tanto , habian sido alojados en una misma
tienda en el campo cristiano .
Jimeno suspiraba de amor , pensando en Amalia.
Alvaro del Olmo se paseaba inquieto , procurando en vano acallar
los terrores de su conciencia .
Y D. Guillen bostezaba y se fastidiaba de lo lindo.
De repente dijo Alvaro :
-¡Se me ha ocurrido una idea muy importante !
-¿Y qué es ello ? preguntó el trovador.
-Este es el momento mas solemne de mi vida .
Alvaro guardó silencio durante un breve rato.
-¡Mi resolucion es irrevocable ! esclamó al fin .
-Pero... ¿ Es algun secreto ?
-No en verdad.
-¿Pues qué piensas ?
Pienso encontrar la paz del alma , en una vida laboriosa y útil
para mis semejantes . Yo aceptaré todos los penosos deberes del Tem-
plario como una expiacion . ¡ Así no habrá sido estéril mi arrepen-
timiento !
-¡Felices los que pueden tomar una resolucion , cualquiera que ella
sea, y confian en que han de encontrar la calma , la tranquilidad , el
centro de su corazon y de su actividad ! ¡ Felices los que pueden correr
790
por el campo de la vida detrás de una esperanza , trazando un proyec-
to é interesándose en todo lo que sucede à su alrededor !
El señor de Alconetar pronunció estas palabras con cierta amargura.
-En verdad , mi querido Guillen , dijo el trovador , que cada dia te
encuentro mas sombrío .
-¡Elvira ! ¡ Elvira ! murmuró Gomez de Lara.
-Pero en Italia aún te encontrabas alegre y capaz de sentir , gozar
y divertirte .
-Aquellos eran los goces de la embriaguez .
-Ya tenias los mismos motivos que ahora para no estar contento .
-¿Y crees que un hombre puede pasar de repente al estado en que
yo me encuentro hoy ? Si así hubiera sucedido , de seguro que á estas
horas ya no existiria . ¡Oh ! Nuestro corazon recibe ciertos golpes, cuyo
eco resuena cada vez mas fúnebre durante toda la vida.
-¿Y yo , dijo Alvaro , no he padecido tanto ó mas que tú? ¿ En qué
consiste esa diferencia ? ¿ Por qué no te resignas ?
-Díme tú cómo eres , y te diré cómo soy .
-Pero ¿ no deseas nada ? preguntó el trovador .
-Solo deseo "el desear.
-Pues entonces , sigue mi ejemplo , dijo Alvaro .
-¿Cómo ?
-Que te hagas Templario .
-En efecto , dijo el trovador , Alvaro ha tenido una buena idea.
-¿Por qué ? preguntó Gomez de Lara.
-Porque , si sigues su consejo, tendrás lo que te hace falta. Ya que
en tu interior no tienes voluntad , busca fuera de ti quien te la impon-
ga. Obligate á ser Templario, y en ese caso, es posible que desees cum-
plir con tus deberes .
-No hay cosa como imponerse límites y trazarse planes, para en-
tretener la vida y para contrarestar esa incesante aspiracion del alma
á lanzarse á las invisibles regiones de lo infinito y de lo ideal . Los pro-
yectos son para el hombre como el lastre y las velas para un navío . Este
vagaria á merced de los vientos , y pronto seria sumergido , si solo el
casco nadase sobre las aguas. Así la inaccion anonada al hombre . Es
preciso que se proponga fines y medios para obtenerles , aun dado caso
que aquellos propósitos no conmoviesen ni halagasen su sensibilidad .
-¡Muy bien dicho ! esclamó Gomez de Lara con un'aire tal de in-
dolencia , que casi parecia de desden .
-Es preciso que entres en la Órden del Templo , dijo Alvaro .
791
-Repito que soy de la misma opinion , añadió Jimeno .
-Como querais .
-Tu respuesta confirma lo que acabo de decir , repuso Jimeno . Es
indispensable que te impongan el deber de entrar en el prosaismo de
la vida... Yo bien sé lo que tú has perdido . ¡ Cuán, dolorosa pérdida! ...
-Sepamos .
-Al perder una ilusion querida , has perdido tambien la llama vi-
vificante que ardia dentro de tí , la fuerza divina que con mágico alien -
to creaba nuevos mundos en tu imaginacion...
-¿Y no me podrás dar la receta perdida ?
-¡Ah! esa es la mayor de las desventuras de los humanos . Nadie
podrá infundir en tu alma los sentimientos , la dicha , el amor que tú
no encuentres dentro de tí mismo . Si tú pudieras , mi querido Guillen ,
levantar tras esa muerta ilusion otra ilusion mas bella todavía , de se-
guro que volvieras á tu felicidad primitiva ; otra vez la naturaleza seria
para ti un himno de gratitud y de amor, en tanto que ahora no es
mas que un conjunto de fuerzas físicas , un sistema de maquinaria .
La conversacion de los tres amigos fué interrumpida por un albo-
roto general en el campamento cristiano .
Algunos de los corredores destacados para espiar los movimientos
del enemigo , llegaron á la tienda del general , anunciando que los in-
fieles se habian puesto en marcha .
La sorpresa de los cristianos llegó hasta el último estremo , cuando
al despuntar la aurora se convencieron plenamente de que habian des-
aparecido los sarracenos .
Todos creyeron que habian huido.
¡ Cuán ageno se hallaba D. Benito Afan de Rivera de los negros
planes tramados por los enemigos del Temple y acogidos y secundados
por Khalil !
¡ La conferencia habida en la Abadía de S. Ponce en Francia habia
resonado ya en el Oriente !
aloup.omo

oup elp
O
L

CAPITUL
it as ribaning &
i LXII .

Los Templarios .

I el lector no lo há por enojo , haré-


mos una breve reseña histórica de esta
famosa Órden ; que tambien el nove-
lista suele vestirse alguna vez el seve-
ro traje del historiador.
La conservacion de los Santos Lu-
gares , de que se habian apoderado
los Cruzados bajo el mando del inclito
Godofredo de Bullon , y la necesidad
de proteger contra los musulmanes el
gran número de peregrinos que de to-
das partes acudia entonces à Jerusalen , fueron las causas que motiva-
ron el establecimiento de esta Órden .
Nueve caballeros franceses que habian seguido á Godofredo de Bu-
Ilon á la conquista de Palestina , fueron los primeros individuos del
Temple , entre los que eran los mas principales Hugo de Paganis y Go-
dofre de Saint Omer, á quienes se atribuye el honor de fundadores.
Interesado el rey Balduino II en favorecer esta nueva milicia , albergó
á los nueve caballeros durante algun tiempo en su mismo palacio. El
793

año de 1127 pasó Hugo á Europa para solicitar de la Santa Sede la


aprobacion de su instituto , y el Papa le remitió al Concilio de Troyes.
Ya en este tiempo una multitud de guerreros generosos se habian
unido á los primeros fundadores, y entonces se vió aparecer en los com-
bates esta famosa milicia , que contaba el número de sus héroes por el
de sus soldados.
Presentóse Hugo al Concilio con cinco de sus compañeros , y el Con
cilio aprobó aquella institucion , mandando que los Templarios vistiesen
hábito blanco con una cruz roja en el pecho . Créese generalmente que
el mismo S. Bernardo escribió la Regla de los caballeros del Templo
de Salomon ; si bien otros aseguran , que habiéndose escusado de esta
tarea S. Bernardo , se le dió este cometido á Juan de San Miguel .
Hugo de Paganis recorrió despues casi toda la Europa , y en Fran-
cia, Inglaterra, España é Italia recogió abundantísimas limosnas para las
urgencias de los cristianos en Tierra - Santa , y además en todos estos
paises hizo gran número de prosélitos que llevó consigo para que en-
trasen en su nueva milicia.
No estuvo la Órden mucho tiempo reconcentrada esclusivamente en
Palestina, supuesto que en el año de 1129 tenia ya algunos estableci-
mientos en los Paises Bajos . Dos años despues Alfonso Sanchez el Ba-
tallador, rey de Aragon y de Navarra, nombró en su testamento por
herederos de sus Estados á los caballeros del Temple y á los de San Juan
de Jerusalen . Este testamento , aunque confirmado por el mismo monar-
ca en el año 1133 , poco tiempo antes de su muerte, no tuvo efecto al-
guno, si bien se prometió á los Caballeros que se respetarian las inten-
ciones del testador en cuanto no se opusiesen á las circunstancias de
aquel reino y á la razon de Estado . Por entonces se establecieron los
Templarios en Aragon , donde fueron acogidos con tanto entusiasmo
como respeto .
La Orden iba creciendo de una manera prodigiosa . Nacida en el
Oriente humilde y pobre , se estendia ya por toda la cristiandad , ' pode-
rosa y rica. ¡ Qué contraste ! En los nueve años primeros no admitie-
ron los nueve fundadores en su Órden á ninguna persona , y vivian
con tanta pobreza , que los llamaban los pobres caballeros del Tem-
ple. Despues se aumentó tan estraordinariamente su número , que en
tiempo de Guillermo de Tyro habia en la Casa del Temple de Jerusalen
mas de trescientos caballeros , sin contar los hermanos sirvientes , que
eran innumerables . Los bienes de la Órden , así en el Oriente como en
el Occidente , eran inmensos ; no habia lugar alguno en la cristiandad
100
794.

donde no tuviese n haciendas ; en todas partes tenian dominios , feudos ,


castillos , villas , aldeas ; y en cuanto á riquezas , iban á la par , y aun
superaban á los reyes . Poseian mas de nueve mil Casas , segun asegura
Mateo Paris , á todo lo cual deben añadirse caballos , pertrechos , for-
talezas , pueblos y campos anexos , sin contar la innumerable muche-
dumbre de guerreros que hacian de la Órden , un poder incontras-
table .
En el año de 1147 , y reinando Luis el Gordo , los caballeros Tem-
plarios fundaron un establecimiento en Paris . Esta Casa , andando el
tiempo , habia de ser teatro de horribles y sangrientos sucesos ; pero
no precipitemos tan trágica narracion . Baste por ahora lo dicho , y
convengamos en que la caballería del Templo de Salomon , que habia
nacido en el fervor de las Cruzadas , era el símbolo vivo de aquella
idea generosa y aun civilizadora , que atraia hácia el sepulcro de Cris-
to los ojos y el corazon de la cristiandad entera . Los Templarios , en su
eterna guerra contra los enemigos del nombre de Cristo , no daban ni
admitian treguas , ni les era lícito volver nunca la espalda delante de
sus enemigos , aun cuando estos fuesen inmensamente superiores en
número , por cuya razon no podian contarse los caballeros que morian
en las batallas .
Por mas que ahora no podamos detenernos tanto como quisiéra-
mos en la narracion de lo que muchos autores refieren , respecto á las
prácticas fracmasónicas que se atribuian á los Templarios , con todo,
fuerza será que consagremos algunas líneas al relato de las tales mis-
teriosas ceremonias , orígen principal de la animadversion del vulgo
contra la Órden .
Entraban en la Milicia del Temple por varios grados de iniciacion ,
y hacian voto de castidad , de obediencia , de guardar secreto y de-
fender el sepulcro de Jesucristo . En el grado de Secretario íntimo, que
por otro nombre se llamaba Maestro inglés , recitaban la historia de
Hiram , rey de Tyro , tal como se encuentra en el capítulo noveno del
libro , tercero de los Reyes en la Sagrada Escritura . Pronunciaban tam-
bien la voz sagrada Jehovah , nombre inefable de Dios , y á esta pa-
labra en su misterioso simbolismo le daban una profunda signifi-
cacion . Lo mismo , poco mas o menos , se verificaba en otros muchos
grados .
En el llamado Rose-croix d'Heradom de Kilwining se hablaba de
ciertas columnas , y algunos dicen que se representaban en el mismo
templo , de manera que se vieran y se leyesen en ellas en el acto de la
795

ceremonia estas dos inscripciones , una en la parte superior de las co-


lumnas , y otra en la inferior.
Arriba decia así:
« Al nombre de la Santa é indivisible Trinidad. »
En la segunda inscripcion se leia :
« Sea eterna la salvacion en Dios . »
Un poco mas abajo decia :
« Nosotros tenemos el favor de estar en la unidad pacífica de
los números sagrados . »
Para conocerse en los mas remotos climas , y aun cuando fuesen
de diversas naciones , usaban los iniciados en un mismo grado de va-
rias palabras , como seña de reconocimiento y fraternidad. En un mis-
mo grado se usaba esta palabra : INRI .
- La seña general de los Templarios , aun cuando fuesen de grados
distintos , y que les servia para reconocerse , era esta palabra , pronun-
nunciada al paso : Emmanuel , que significa : Dios está con nosotros .
Tanto en las ceremonias de iniciacion , como hasta en las mismas
iglesias de la Órden , usaban los Templarios de las alegorias sagradas
de montañas de salvacion , simbolizando en ellas los tres sacrificios de
Abraham , Isaac y Salomon en el monte Mória , y el sacrificio volunta-
rio y purificador de Jesus Nazareno en el Gólgotha . Aludian tambien
en otros símbolos al Espíritu Santo , significado por la magestad inefa-
ble de Jehovah , que descendió sobre la uncion del Tabernáculo , y en
la dedicacion del Templo . En otra alegoría tenian una montaña , sobre
la cual se levantaba una grande iglesia en forma de cruz latina , de
Oriente á Poniente , cerca de una gran ciudad , símbolo de la Jerusalen
celestial . De esta alegoría tomaron los enemigos del Temple motivo
para acriminar á la Órden , y acaso, indisponerla con la Santa Sede ..
Suponian que los Templarios se imaginaban que habia de llegar un dia.
en que Jerusalen será la Roma del mundo , el centro de todas las na-
ciones de la tierra , cuando el Evangelio se haya predicado á todas las
gentes , cuando hasta el último confin de la tierra se haya esparcido la
divina semilla , que ha de hacer que germinen en la humanidad entera,
las fuerzas celestiales que el Eterno depositó en el corazon de la raza
de Adam , fuerzas celestiales que despues de la caida volvieron á ser
rehabilitadas por el Mesías prometido , fuerzas celestiales que se
aumentan sin cesar , tarea sublime que se está cumpliendo y engran-
deciendo siempre , mística ciudad á cuya gloriosa reconquista está
llamado el género humano , que indudablemente cumplirá su destino
796

en el magnífico y venturoso instante en que el sol del Evangelio estien-


da por todas partes en toda su plenitud sus rayos benéficos é inmor-
tales.
Esta y otras alegorías se prestaban á interpretaciones tal vez ma-
lévolas ó arbitrarias , pero siempre maravillosas y profundas.
Tal era otra alegoría en que se representaban tres grandes lum-
breras ó soles , que significaban la ley natural , la de Moisés y la de
Jesucristo . Junto á las tres lumbreras veíase el gabinete de la sabidu-
ría , que era el portal de Belen , donde estaba un caballero leal con
su santa esposa , y la inscripcion sagrada con los tres nombres que
representaban los tres modelos ó tipos del honrado y laborioso padre
de familia , de la Virgen y de la Madre , y del Hijo sábio que , siendo
Dios , fué siempre tan obediente , tan modesto y tan sencillo. La ins-
cripcion decia : José , María y Jesus.
En otro símbolo se aludia al descenso de Jesus al Limbo , despues
de haber muerto afrentosamente crucificado á los treinta y tres años de
su edad, por lo que á este número le daban una significacion en estre-
mo profunda y misteriosa , y que mas adelante tendrémos ocasion de
conocer con todos sus pormenores .
Usaban las palabras consummatum est , que Jesus dijo en la cruz .
Todas estas alegorías simbolizaban la inteligencia de los diversos gra-
dos de aprendiz , compañero , maestro ordinario , maestro perfecto
escocés , y caballero del Oriente.
En el grado de Gran Comandante del Templo se usaba la señal de
hacer una cruz sobre la frente del Hermano con el dedo pulgar de la
mano derecha , y la palabra sagrada que en esta ceremonia usaban á
modo de salutacion , era INRI ; y la banda que le ponian al caballero ,
tenia cuatro cruces de Comendador , el dige y un triángulo de oro , en
que se veia escrito con caractéres hebreos el nombre de Dios inefable ,
Jehovah.
El sello de la Órden tenia entre las divisas de su escudo de armas
una cruz , el Arca de la Alianza , un cirio ardiendo sobre candelero á
cada lado , y un mote encima , en que se leian estas dos palabras :
Laus Deo.
Este simbolismo , cuya significacion era tan profunda como incom-
prensible para la generalidad ; estas alegorias respectivas al Templo de
Jerusalen , construido por Salomon , renovado por Esdras , restaurado
por los cristianos ; este Templo , que no era mas que el símbolo de
ideas metafisicas y en estremo trascendentales ; estas prácticas frac-
797

masónicas , las ceremonias impías en apariencia que a veces usaban los


caballeros Templarios, la ignorancia de aquellos siglos , la envidia que
despiertan siempre las prosperidades , y sobre todo , el oscuro manto
del misterio que la Órden estendia sobre todos sus actos , fueron otras
tantas causas de siniestras acusaciones , de cábalas ambiciosas , de in-
terpretaciones absurdas , de malévoloş comentarios y de patrañas ri-
dículas.
La verdad es , que los Templarios cumplian su mision con heróico
valor y constancia invencible. Les estaban prohibidos igualmente los
goces mundanos , que la ociosa contemplacion de las demás Órdenes
religiosas . El Templario era un bello conjunto de la idea religiosa en
las mas altas regiones especulativas , y de la fuerza activa consagrada
por ser dirigida hacia el bien , fuerza activa que se desplegaba para
proteger , no solo la idea , sino el hecho , no solo la religion de
Cristo, sino tambien à los cristianos . La Órden del Templo era , por
decirlo así , una especie de escuela filosófica , que seguia à la vez dos
métodos , complemento el uno del otro , el método racional y el méto-
do esperimental , reasumidos armoniosamente en una unidad ; era el
pensamiento recóndito é invisible , coronado por la accion esterior y
brillante.
Los Templarios entraban en las batallas ordenados , graves y si-
lenciosos , y llevando á su frente el estandarte de dos colores , blanco
y negro , que llamaban Baucat . Este estandarte representaba los polos
en que se agita el hombre , el bien y el mal , la luz y las tinieblas .
Cuando los Comendadores mandaban tocar los clarines guerreros ,
presentaban los caballeros del Temple un espectáculo magnífico por sus
armas y ropaje , por sus mantos blancos , por sus cruces rojas , por
sus ceremonias poéticas , que se dirigian á la vez al corazon y á la ca-
beza. Sobre el mismo campo de batalla entonaban todos en comunidad ,
y con voz devota y reverente , aquellas palabras de David : Non nobis,
Domine , non nobis , sed nomini tuo da gloriam . « No á nosotros , Se-
ñor , no á nosotros , sino á tu santo nombre da la gloria. » Luego em-
bestian á sus enemigos con estraordinaria pujanza , y los derrotaban
del todo , ó todos los caballeros sucumbian. Les estaba absolutamente
prohibido el huir ; y si alguno de ellos lo verificaba , ó no se portaba
con valor , le imponian el mas duro castigo , quitándole ignominiosa-
mente la capa que con la cruz roja era la insignia de la caballeria.
Además lo separaban de la Comunidad , obligándole á comer en el
suelo , sin servilleta , por espacio de un año ; y aunque los perros le
798

molestasen , le estaba prohibido al cobarde el espantarlos . Despues del


año , el Maestre y los demás caballeros determinaban , en capítulo
convocado para este caso , si el castigo era bastante , ó bien le impo-
nian otra nueva pena , la cual cumplida , volvian á ceñirle el cingulo
de la antigua milicia.
Los Templarios , pues , no eran , no podian ser sino los mas esfor-
zados caballeros del mundo .
Hecha esta breve reseña , el lector comprenderá fácilmente el ter-
rible sacrificio que Alvaro del Olmo queria imponerse para expiar su
crímen , entrando en la Orden del Templo.
En vano D. Benito Afan de Rivera trató de adivinar las intencio-
nes del enemigo , que tan súbitamente habia desaparecido entre el
silencio y las sombras de la noche . ¿ Quién habia de pensar en la hor-
rible traicion tramada por dos de los mismos Templarios ? El plan de
Castiglioni habia sido ejecutado con tanta rapidez como felicidad . Dis-
frazados de Templarios , habian entrado en Jaffa , con el viejo intérpre-
te árabe á la cabeza , los mejores soldados de Khalil-Ben -Kelaun . Los
Templarios que se encontraron en Jaffa , acogieron á los recien llega-
dos con grandes muestras de júbilo , sin apercibirse de que albergaban
en su seno la serpiente . Muy tarde conocieron el fatal engaño . Khalil
se apoderó de Jaffa , y no dejó á vida ni un solo caballero del Temple.
Inmediatamente Afan de Rivera se dirigió hácia Jaffa , bramando
de ira y de dolor , al saber la triste nueva de la muerte de sus compa-
ñeros , de la pérdida de la ciudad .
Pero Khalil habia previsto todos los lances de aquella guerra , y
como contaba con gran número de gente , habia enviado con rapidez
estraordinaria la mayor parte de su ejército para sitiar á Jerusalen ,
encargando á su teniente Mustafá que procurara no encontrarse en el
camino con las tropas de Afan de Rivera , lo cual Mustafá verificó sin
el menor contratiempo .
Grande fué la alarma que cundió por la ciudad de Jerusalen , al
ver aproximarse el ejército sitiador .
El Gran Maestre del Temple y el de los Hospitalarios de San Juan
comprendieron que la Ciudad Santa se hallaba en inminente peli-
gro de caer en manos de los infieles , á causa de que la mejor parte
de sus guerreros habia ido á auxiliar al desgraciado Comendador de
Jaffa . Ambos Maestres resolvieron unánimemente enviar dos caballe-
ros de sus respectivas Órdenes , para avisar á Afan de Rivera que al
punto regresase á Jerusalen . Los mensajeros marcharon separada-
799

mente , å fin de evitar el que á todos les sucediese un mismo contra-


tiempo que pudiese impedir la incomunicacion , cuyas consecuencias
en tales momentos serian funestísimas .
Con la rapidez del rayo volvió Afan de Rivera sobre Jerusalen; los
cristianos se reunieron en el mayor número posible ; no hubo un solo
peregrino , por anciano que fuese , que no tomase las armas para de-
fender heróicamente el Santo Sepulcro.
Dióse la batalla , que fué en estremo sangrienta ; pero la victoria
estaba reservada á los cristianos .
Con los restos de su derrotado ejército volvió Mustafá-Ben-Aladin
á Jaffa , donde Khalil-Ben-Kelaun le mandó cortar la cabeza ; que
no hay mayor delito que tener mala fortuna . ¡ Tal y tan trágico fué el
fin del último descendiente del gran Aladino del tiempo de las Cru-
zadas !
A pesar de su reciente victoria , los Templarios tuvieron que pasar
por el dolor de ver á Jaffa en manos de los infieles .
Convencidos los cristianos de que por entonces no les era posible
recuperar la ciudad perdida , no por eso dejaron de combinar sus pla-
nes , para en lo sucesivo aprovechar la primera ocasion que se les
presentase , á cuyo fin reunieron todos sus recursos , desplegaron todas
sus fuerzas , y enviaron á pedir socorros á Europa , aprovechando la
oportunidad de una nave de Venecia que partió poco tiempo despues
de Gaza.
Entre tanto , los tres jóvenes españoles se habian granjeado el
afecto y la admiracion de los Templarios , atendido el heróico valor
que los tres habian desplegado en la batalla .
Jimeno habia sido herido , y á la sazon vivia en Jerusalen , postra-
do en el lecho del dolor y con muy pocas esperanzas de vida.
Por lo que respecta á Alvaro del Olmo y á D. Guillen , no habian
salido de la Casa del Temple , pues ya sabemos que su resolucion defi-
nitiva era tomar el hábito en esta Órden . Sin embargo , D. Guillen no
queria precipitarse , y vacilaba algun tanto . No así Alvaro del Olmo,
á quien el Gran Maestre habia cobrado mucho afecto , y ya habia se-
ñalado el dia en que el jóven habia de profesar.
Ya hemos hablado de las estrañas y misteriosas prácticas que usa-
ban los Templarios en la admision de sus individuos . Entre todas estas
ceremonias habia una, que fué el origen de la principal acusacion que,
andando el tiempo , se fulminó contra los Templarios ; rito funesto que,
sin diferenciarse en la esencia de la fiesta de los locos y de otras cos-
800

tumbres análogas de la antigua Iglesia , se prestaba , sin embargo , á


interpretaciones odiosas , sobre todo , cuando se desatendia su sentido
mistico y profundo . Esta ceremonia consistia en injuriar , escupir y es-
carnecer á un Crucifijo , y cuya significacion no era otra sino la reha-
bilitacion del pecador , que partiendo del crimen y de la impureza , iba
ascendiendo por la escala de la purificacion hasta las místicas regiones
del cielo nuevo y de la nueva tierra que de gracia ha prometido el
* Eterno en la regeneracion .
El Gran Maestre , en el tiempo que trascurrió hasta que llegase el
dia de la profesion de Alvaro , se ocupó esclusivamente en esplicar al
jóven todos los enigmas y alegorías cuyo conocimiento , segun el uso
establecido en la Órden , era indispensable para tomar el hábito .
Tambien á Gomez de Lara le hacian sus esplicaciones , si bien este
se encontraba en ciertos grados de iniciacion menos adelantados que su
amigo , por lo cual la profesion de Alvaro estaba aplazada para mu-
cho antes que la de D. Guillen , en el cual el Gran Maestre reconocia
mas tibieza .
Sin embargo, los Templarios no desaprovechaban nunca la ocasion
de que entrasen en su Órden aquellas personas mas calificadas é ilustres
por su linaje , sabiduría ó riquezas . Así es que, informados de la con-
dicion, poderío y brillantes cualidades personales del señor de Alcone-
tar, estaban muy satisfechos y gozosos con la esperanza de que ingre-
sase en la Órden una persona de tanta valía ; si bien el Gran Maestre,
conociendo que no era muy decidida la vocacion de Gomez de Lara , lo
iba iniciando poco a poco ; pues en esto tenian los Templarios un tacto
delicadísimo , es decir , que la iniciacion se verificaba gradualmente y
con rapidez proporcionada á la intensidad de la vocacion del aspirante .
Llegó por último el dia prefijado , en que el infeliz Alvaro del Olmo
debia renunciar para siempre al mundo , en el cual solo habia encontra-
do perfidias y desengaños crueles .
Las profesiones en todas las demás Órdenes religiosas se verifi-
caban de dia y públicamente ; pero entre los Templarios se hacian de
noche y á puerta cerrada .
La noche habia estendido sobre el universo su manto de tinieblas.
Alvaro del Olmo se hallaba en su celda , reclinado en un sitial que
estaba junto á una mesa , con la mejilla apoyada en una mano y con
actitud grave y meditabunda , aguardando el momento en que sus pa-
drinos fuesen á buscarle.
Súbito llamaron á la puerta .
801
Alvaro del Olmo salió a abrir , y se encontró con los padrinos , que
eran dos caballeros españoles , llamado el uno D. Gutierre de Castro,
y el otro D. Rodrigo Pimentel .
Alvaro del Olmo se vistió una resplandeciente armadura con veros
de plata y azul , un casco ornado con un airoso penacho de plumas de
color de grana , y se ciñó una magnífica espada con una empuñadura
cincelada , con su vaina de terciopelo azul bordada de oro ; colocóse
en el cinto una riquísima daga con puño de costosa pedrería , y llevaba
calzadas espuelas de oro brillante .
Los que pretendian entrar en la Órden del Templo , se ataviaban con
todas las galas , con todo el lujo y vanidad del siglo , pompas munda-
nas de que se despojaban al pie de los altares .
Los padrinos condujeron al jóven á la puerta de la iglésia de la
Casa del Temple .
La puerta estaba cerrada , y ante ella se detuvieron el aspirante y
los padrinos .
Alli permanecieron durante algunos momentos .
Luego llamaron á la puerta con golpes lentos , acompasados y
retumbantes .
¿Quién llama á la puerta del templo ? preguntó en el interior de
la iglesia una voz cavernosa .
-El que viene penetrado de celo por la gloria del Templo , de hu-
mildad por su miseria y pequeñez , de arrepentimiento como pecador , y
de desengaño por las vanidades del mundo , respondió D. Rodrigo Pi-
mentel.
A estas palabras , abriéronse de par en par las puertas .
La iglesia entonces se presentó á su vista como un inmenso ataud .
Todo el templo estaba revestido con negras colgaduras . En el al-
tar ardian algunos blandones de cera verde y amarilla , que destellaban
una luz siniestra , pálida , agonizante .
Junto á las gradas del altar estaba el Gran Maestre , sentado en una
especie de trono y rodeado de los Comendadores de la Órden .
Mas lejos , y en la parte mas baja de la iglesia , en unos escaños dis-
puestos en forma semicircular , se hallaban sentados los caballeros pro-
fesos , únicos á quienes les era permitido asistir á esta solemne y lúgu-
bre ceremonia.
.A la verdad que aquel espectáculo no dejaba de impresionar fuer-
temente la imaginacion del mancebo.
Los caballeros , envueltos en sus blancos mantos , parecian un coro
101
802
de fantasmas . Todos estaban inmóviles y silenciosos . Diríase que en
los ámbitos de la tenebrosa iglesia se habia congregado un concilio de
difuntos , que envueltos en sus pálidas mortajas hubiesen abandonado
sus tumbas.
Alvaro del Olmo , acompañado de sus padrinos , fué à arrodillarse
ante las gradas del trono donde estaba el Gran Maestre , el cual , esten-
diendo su cetro hácia el jóven , le preguntó :
-¿Cuáles son vuestros deseos ?
-Cristo ha dicho : « El que quiera ser de mi grey , tome su cruz y sí-
game. » Yo , aunque indigno y pecador , deseo tomar la cruz del Tem-
plo de Salomon para seguir al divino Maestro .
-Muy grave es la carga para vuestros hombros , jóven , dijo el
Maestre con voz sosegada .
-El Señor me prestará fuerzas para llevar la cruz que he tenido el
valor de pedir.
-¿Habeis sondeado bien vuestra vocacion ? ¿ Habeis pensado en la
amargura que encierra el cáliz ? ¿ Estais dispuesto al sacrificio ?
-Recibiré el cáliz del Señor; porque así como Cristo puso por mí
su alma , así yo estoy pronto á ponerla por su doctrina , por la defen-
sa del Santo Sepulcro y por el bien de mis hermanos , repuso el neófito .
-¿Y habeis reflexionado bastante en que el fin del mundo está en
los umbrales de esta iglesia silenciosa y oscura ?
-Al entrar por la puerta me he despojado del hombre viejo para
revestirme del hombre nuevo .
El Gran Maestre guardó silencio durante algunos minutos . Luego
dijo por tres veces con voz pausada y tonante :
-¡Elías ! ¡ Elías ! ¡ Elías !
Los Comendadores, fijando la vista en un punto misterioso del al-
tar, repitieron:
-¡Elías !
Los caballeros profesos que estaban mas lejanos , repitieron á su vez :
-¡ Elías !
Era una cosa verdaderamente estraña . ¿ Qué punto misterioso era
aquel hacia donde se dirigian los rayos visuales de la mirada de todos
los caballeros ? El jóven neófito casi involuntariamente siguió tambien
con sus ojos aquella misma direccion . Entonces observó que en el cen-
tro del altar habia un gran lienzo que representaba á Elías , que - des-
pojándose de su propia carne, como si fuese de un vestido , se elevaba
á las regiones etéreas en un carro de fuego .
La 14 .

Lit de S Gonzalez Madrid.

Al entrar por lapuerta me he despojado del bombre viejo para revestirme del bom
bre nuevo .
803
El neófito comprendió perfectamente la alegoria .
El Gran Maestre , dirigiéndose á los caballeros , preguntó :
-¿Hay alguno entre todos los hermanos que estan presentes , que
pueda tachar al aspirante de algun vicio ó accion infame , por la cual
no merezca pertenecer á la clase de caballero?
A estas palabras siguió un silencio sepulcral .
Trascurridos algunos momentos , D. Rodrigo Pimentel pidió al
Gran Maestre que se comenzase el rito para recibir á su ahijado .
En seguida los Comendadores se levantaron , y junto al altar pu-
sieron un Crucifijo del tamaño natural , escultura de tan maravillosa
ejecucion , que no parecia sino que real y verdaderamente el Salvador
de los hombres se habia aparecido allí pendiente de la cruz .
-Contemplad á Jesus Nazareno , rey de los judíos .
Y volviéndose á los Comendadores y á los padrinos , el Gran Maes-
tre dijo , señalando al jóven :
-Instruidle de lo que debe hacer .
Los Comendadores y los padrinos cambiaron algunas palabras con
Alvaro , el cual palideció espantosamente .
El jóven , sin embargo , se adelantó con aire resuelto , y llegando-
se al pie del Crucifijo , le dirigió aquellas sacrilegas palabras :
-Dios te salve , rey de los judíos .
Y el mancebo comenzó á dar de bofetadas á la sagrada efigie , que
tenia una espresion tan lastimosa , que no era posible mirarla sin mo-
verse á llanto .
Los Comendadores habían tendido la imágen en el suelo .
Alvaro del Olmo , siguiendo aquel estraño ritual , se vió en la es-
pantosa precision de escupir y pisotear ¡ qué horror ! la sacratísima
efigie . Luego los dos padrinos levantaron en el aire al Crucifijo , y el
neófito volvió á dirigirle palabras sacrilegas y semejantes á las que el
pueblo judío se atrevió á dirigir al Redentor de los hombres.
-Tú , que á otros hiciste salvos , ¿ por qué no te salvaste á tí mis-
mo , si es verdad que tú eras el Cristo y el escogido de Dios ?
Uno de los Comendadores presentó al neófito unas vinagreras , y á
su vez el jóven derramó el amargo líquido sobre la faz dolorida de la
sagrada imágen , diciendo :
-Si tienes sed , bebe vinagre. Si eres rey, ¿ cómo no bajas de esa
cruz ? Si eres el Hijo de Dios , ¿ cómo no aniquilaste á tus verdugos ?
Dichas estas palabras , cubrieron inmediatamente al Santo Cristo
con un velo negro , y se lo llevaron .
804
El Gran Maestre dijo con voz de trueno :
-¡Horror ! ¡ Horror ! ¡ La befa y el escarnio serán vengados ! Sa-
lieron de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta tres espi-
ritus inmundos á manera de ranas ; pero los siete ángeles derramarán
sobre la tierra sus siete copas de oro llenas de la ira de Dios , y lucirán
relámpagos , y resonarán voces y truenos , y vacilará la tierra como
un hombre beodo . - Tu crímen , jóven aspirante , es negro como el
infierno , y tu caida como la del soberbio Luzbel y sus ángeles de ti-
nieblas ; pero tu Dios perdonará tu pecado , y tu sangre correrá para
desarmar su tremenda cólera y para satisfacer á su divina justicia .
El neófito se arrodilló en seguida sobre un cogin de terciopelo ne-
gro con flecos y borlas de oro , y desarrollando un pergamino encabe-
zado con la cruz y las armas del Temple , leyó su profesion á la luz
de dos bujías , con que alumbraban los padrinos .
« Yo, Alvaro del Olmo , nacido en la ciudad de Cáceres , en España ,
prometo ciega obediencia al Gran Maestre de la Orden del Templo de
Salomon , y á todos los Maestres Provinciales , Tenientes , Comendado-
res , y á todos los caballeros constituidos en dignidad ó autoridad
accidentalmente por mandato de mis superiores: prometo guardar cas-
tidad perpétua y pobreza absoluta hasta la muerte. Y prometo, además ,
y juro guardar inviolable secreto sobre todos los usos , ritos , costum-
bres y determinaciones de esta religion , procurar su honra y acre-
centamiento por todos los medios que no se opongan á la ley de Dios , y
sobre todo , y mas particularmente , y con toda mi alma , y con todo
mi corazon , prometo trabajar sin tregua ni reposo en la conquista y
aumento de la Iglesia oriental , cuyo centro es la Jerusalen terrena ,
recto camino , escalon seguro , faro resplandeciente y ancha puerta
que conduce á la Jerusalen celestial . ¡ Que Dios me premie en propor-
cion de mis obras , y vosotros , como vicarios suyos ! >>
Terminada la lectura de la profesion , los padrinos comenzaron á
desarmar á su ahijado , mientras que los caballeros cantaban con voz
solemne el Salmo : Nunc dimittis servum tuum , Domine , etc. , etc.
En seguida le calzaron espuelas de acero 1 , y del mismo metal
1 En el artículo 37 de la Regla se dice : « De ninguna manera queremos sea
lícito á ningun hermano comprar ni traer oro ó plata , que son divisas particu-
lares , en los frenos , pectorales , estribos y espuelas ; pero si estas cosas les fue-
ren dadas de caridad, y estos instrumentos fueren usados , al tal oro ó plata se le
dé tal color , que no parezcan , ni reluzca tan espléndidamente que parezca arro-
gancia. Si fuesen nuevos los dichos instrumentos , haga el Maestre de ellos lo
que quisierc. >>
805

fueron tambien las grevas , peto , espaldar , manoplas y demás piezas


con que sustituyeron la armadura que antes tenia vestida . Ciñéronle
una espada de Damasco , y su rica daga fué sustituida por un puñal
buido , de fino temple , pero sin adorno alguno .
Por último , colocaron sobre sus hombros el manto blanco de la
Órden , sobre el que campeaba la cruz roja . En seguida le vendaron
los ojos , y se postró en tierra.
La iglesia quedó sumergida en profundo silencio .
Largo rato el jóven caballero continuó postrado en el suelo y con
los ojos vendados ; bien es verdad que no se necesitaba este requisito
para que el joven estuviese de todo punto imposibilitado de ver , su-
puesto que la iglesia , como hemos dicho , estaba sumergida en la mas
profunda oscuridad , á lo cual contribuian las negras bayetas que de-
coraban las paredes .
De los escasos blandones que antes ardian en el altar , no quedaba
ahora mas que un cirio de cera verde , que destellaba una luz tristísi-
ma delante del cuadro que representaba la trasformacion y ascension
de Elías .
Luego con voz melancólica entonaron el Salmo : De profundis.
Las voces resonaban tan lejanas , que el jóven caballero creyó que los
Templarios se habian sepultado en las entrañas de la tierra . En el
templo se respiraba el aliento de la muerte.
Terminados los Salmos Penitenciales que la Iglesia tiene destinados
para los difuntos , otra vez volvió á reinar silencio profundo .
Súbito pareció que el templo se reanimaba para glorificar al Señor.
Los armoniosos y vibrantes ecos del órgano sagrado se dilataban por
los ámbitos del templo , mezclándose y confundiéndose con el cántico
solemne y vigoroso de los Templarios , que á toda voz entonaban el
Salmo :
Magnificat anima mea Dominum ,
Et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo , etc. , etc.
Al terminar este magnífico Salmo , el humo del incienso esparcia
su aroma sagrado en la iglesia , y se elevaba en leves ondas , formando
en el aire blanda nube.
Los padrinos se aproximaron entonces al caballero , y le desven-
daron los ojos , que al punto volvió á cerrar , porque no podia sufrir la
luz vivísima y radiante que como millares de estrellas inundaba de
claridad aquel templo , pocos momentos antes tan lúgubre y sombrío .
Las negras colgaduras habian desaparecido , y todos los altares
806
resplandecian con infinito número de antorchas ; el ambiente estaba
perfumado , y todos los caballeros tenian en las manos blancos cirios
que aumentaban el esplendor .
Alvaro del Olmo estaba arrebatado de jubilosa sorpresa , y se ima-
ginaba , que despues de atravesar los oscuros desiertos del sepulcro ,
habia resucitado á la luz en la Jerusalen celestial , y creia ver las doce
puertas formadas de margaritas y de todo género de piedras preciosas ,
y la plaza de la Ciudad de oro puro como vidrio trasparente. Los padri-
nos abrazaron á su ahijado , y este á su vez fué abrazando uno por uno
á todos sus hermanos , que lo abrazaban tambien , dándole el ósculo de
paz y fraternidad .
El Maestre en seguida , dirigiéndose al mancebo , dijo :
-Ya has visto como entre sueños una especie de vislumbre de la
Ciudad de las doce puertas . No entrará en ella ninguna cosa contami-
nada , ni ninguno que cometa abominacion y mentira , sino solamente
los que estan escritos en el libro de la vida del Cordero . Haz , pues , de
modo que no cometas nunca ni mentira ni abominacion , para que seas
digno de conquistar la Jerusalen terrena aquí abajo , la Jerusalen ce-
lestial allí arriba . Porque el cielo y la tierra estan en perfecta corres-
pondencia, cuando la voluntad del hombre dirige las fuerzas de su alma
por los caminos señalados por Dios . Has salido de la impureza y de la
oscuridad , para tender las alas hácia la pureza y la luz.
Terminada esta plática , el Comendador mas antiguo dijo :
-Rindamos gracias al Señor.
Todos los caballeros respondieron :
¡ Alegría ! | Alegría ! ¡ Alegría !
Y en seguida entonaron el Salmo : Laudate Dominum omnes gen-
tes : laudate eum omnes populi.
Luego el Gran Maestre volvió á tomar la palabra , y dirigió al jó-
ven una breve exhortacion acerca del celo y fervor con que debia obrar ,
para cumplir los sagrados y sérios deberes que el soldado de Cristo se
imponia al entrar en aquella milicia . El Gran Maestre , levantándose
de su trono , y estendiendo el cetro hacia el caballero , concluyó su ra-
zonamiento diciendo con voz grave y severa :
-Pero si el Señor aparta de ti su rostro , y permite que faltes á tu

4 Estas palabras son muy notables, porque en ellas se contiene el fin supre-
mo de la ciencia humana , que es buscar la PERFECCION en todas las esferas , Cs.
decir , la conmensuracion posible y definitiva entre la actividad y la estension ,
entre el espíritu y la materia , entre la idea y el hecho.
807

juramento sagrado , tu vida se estinguirá al punto como la luz de estas


antorchas , y por toda una eternidad tu alma será arrojada en las ti-
nieblas esteriores . ¡ Ay del blasfemo ! ¡ Ay del perjuro ! ¡ Ay del cobar-
de ! ¡ Ay del incrédulo ! ¡ Ay del hipócrita ! Ninguno verá la luz . Por
los siglos de los siglos , todos estarán en tinieblas . ¡Y allí será el llo-
rar y el crugir de dientes !
Y al pronunciar estas palabras el Gran Maestre , todos los caballe-
ros apagaron sus luces por un movimiento simultáneo , y al mismo
tiempo bajaron los negros y tupidos velos de los altares , dejando otra
vez el templo sumergido en una oscuridad cavernosa .
Los caballeros entonces se pusieron á recitar con voz lenta , solem-
ne y lúgubre , algunos versículos de Job sobre las vanidades y breve-
dad de la vida .
« Milicia es la vida del hombre sobre la tierra , y como dias de jor-
nalero sus dias .

>> Mi carne se ha vestido de podre y de inmundicias de polvo ; mi


piel se ha secado , y se ha encogido . ·
» Acuérdate que mi vida es viento , y que mi ojo no volverá á ver
bienes .
>> Ni me verá vista de hombre : tus ojos sobre mí , y no subsistiré .
» A la manera que se desvanece una nube , y pasa : así el que
desciende á los infiernos , no subirá. . ·
>> Si dijere : mi lecho me consolará , y tendré alivio hablando
conmigo mismo en mi cama :
>> Me aterrarás con sueños y me estremecerás con horribles vi-
siones .
>> Perdí las esperanzas , no viviré ya mas : perdóname , que nada
son mis dias. >>
Los padrinos encendieron dos cirios en el único blandon que ardia
en el altar mayor , y acompañando al novel caballero , se dirigieron á
la puerta con paso lento y formando solemne procesion . Allí se detu-
vieron todos , y el Gran Maestre se adelantó para rociar con agua ben-
dita la cabeza al caballero , ceremonia que significaba el lavatorio ó
purificacion completa de los vestigios de la culpa .
En seguida todos los caballeros se dispersaron , dirigiéndose á sus
respectivas habitaciones . Los padrinos acompañaron á su ahijado hasta
dejarle en su celda.
La aurora del nuevo dia comenzaba á sonreir en el Oriente .
808
Alvaro del Olmo se encontraba amarrado con cadenas de hierro á
las frias losas del templo donde habia pronunciado sus votos . Solo la
muerte podia darle la libertad á que habia renunciado . Aquel dia habia
amanecido para el novel caballero con nuevos deberes que cumplir.
¡ Dichoso él , si hubiese podido , á la vez que pronunció sus votos , des-
terrar de su lacerado corazon el recuerdo de sus amores sin ventura !
El infeliz Alvaro del Olmo , mientras que se hallaba en la iglesia ro-
deado de oscuridad , veia agitarse delante de sus ojos el blanco seno de
la hermosísima cuanto pérfida Cattinara . Estas ideas , estos recuerdos,
estos sentimientos , despertaron en su pecho tal angustia y opresion ,
que se ahogaba , y tuvo necesidad de abrir la ventana de la celda para
respirar el aire libre .
Desde la ventana se descubria el campo y el cielo iluminado por
los primeros albores del dia.
Alvaro , a pesar suyo , se acordó del hermoso cielo de su patria,
y de los encantos de Nápoles , y de todas las primaveras que habian
hecho palpitar su corazon con las galas de la naturaleza , cuando en
otro tiempo mas feliz se estremecia de amor y veia siempre delante de
sus ojos al sol de la esperanza.
El novel caballero exhaló un profundo y amargo suspiro , y mur-
muró el último versículo de Job que habian recitado los Templarios :
« Perdí las esperanzas , no viviré ya mas : perdóname, que nada
son mis dias. »
El mancebo cerró la ventana de golpe y se dejó caer en su lecho
llorando , porque su alma estaba ya entristecida hasta la muerte.
La de S. GONZALEZ, MADRID MORENO inv y bi

ALVARO DEL OLMO.


5bno
oldo

1 nie totho

CAPITULO LXIII.

El monasterio del monte Carmelo.

UÉNTANSE mil estrañas aventuras respecto de varias


mujeres dotadas de un carácter singular y de un
temple estraordinario . La historia nos ha trasmi-
FOT tido los nombres y circunstancias de estos séres
លោ asombrosos . No hablamos aquí ni de la gran Ze-

19 nobia, ni de Artemisa , ni de las Amazonas , ni de
las mujeres guerreras del Tasso y Ariosto , ni de
otras mil que pudiéramos citar , ilustres ya por
sus virtudes esclarecidas, ya por el belicoso alien-
to que muchas han mostrado . En nuestra mis-
1 ma patria tenemos tambien ejemplos de que en cierta época hubo
gran propension en las mujeres á adquirir la gloria reservada á los
guerreros , así como en tiempos mas modernos hemos visto muchas
mujeres que han obtenido la corona del poeta.
Lope de Vega nos presenta en escena à la Varona , modelo de
valor guerrero , y tambien en el siglo XVII apareció aquella mujer ,
verdadera aberracion de la naturaleza , que estando destinada para
102
810

monja , escapóse del convento , llevó por largos años una vida en es-
mo aventurera , manifestó un valor imponderable é inaudito , y dis-
frazada de hombre , llegó , por último , á obtener el grado de alférez .
Tambien en la época á que se refiere nuestra verídica historia ,
existió una mujer superior á las mas estraordinarias , y con la cual
muy pronto hará el lector conocimiento .
Como se deja entender , Castiglioni y Sechin de Flexian habian
sido los únicos que escaparon libres de la matanza de Jaffa . No obs-
tante , los dos inicuos caballeros llegaron á conocer que el Soldan
Khalil los miraba con ojeriza , porque este es siempre el merecido pre-
mio de los traidores . Así , pues , ambos resolvieron ausentarse de
Jaffa y encaminarse á Jerusalen , lo cual podian verificar sin ningun
género de temor , atendido el que todo el mundo ignoraba la parte
que ellos habian tomado en la toma de Jaffa.
El arbitrio que el Soldan habia adoptado, de disfrazar de Templa-
rios à algunos de sus guerreros , pasó lisa y llanamente como un ar-
did de guerra .
Inútil es encarecer la turbacion y la ira de que se hallaba poseido
Castiglioni , no solo por el despego que le manifestaba Khalil , sino
además por la desaparicion de Elvira . ¡Terrible era la situacion en
que se encontraba el italiano ! Ya hemos dicho que varias veces habia
creido que el fantasma blanco era un sér sobrenatural , cuando en Es-
paña se le aparecia en los subterráneos de la torre cercana á la Baylia
de Alconetar, Pero esta creencia subió de punto desde la noche en
que el astuto Castiglioni asesinó á Elvira , creyendo dar muerte á sus
encubiertos enemigos , y cayendo él mismo en el lazo que para otros
habia dispuesto . Cuando tan inesperadamente el italiano vió á Juan
Osorio en un pais tan lejano , en su misma casa , en las altas horas
de la noche , siempre con faz severa y amenazadora , repetimos que
Castiglioni huyó despavorido , y creyendo que el fantasma blanco éra
un sér sobrenatural , su mal genio que á todas partes le seguia , ora
visible , ora invisiblemente.
No intentarémos , ni nos seria fácil , esplicar la manera cómo Cas-
tiglioni se habia esplicado á sí mismo aquella série de sucesos , que
tan enérgicamente le habian contrariado. El calabrés amaba con lo-
cura y satánico frenesí á Elvira ; así es que nada pudo mortificarle
mas que el inesperado desenlace de aquella escena . ¿En dónde estaba
su amada ? Castiglioni lo ignoraba de todo punto. Inútilmente buscó á
Elvira por toda la ciudad de Jaffa . Para colmo de desdichas que
811
aumentaban su confusion , tampoco encontraba á Mendo , que , como
ya sabemos , habia sido aprisionado por órden de Juan Osorio.
En resolucion , el calabrés recibió un rudo golpe que le tenia des-
atentado , inquieto y casi loco de angustia y de remordimientos . Su
sueño era interrumpido por horribles visiones , y entre ellas siempre
aparecia el fantasma blanco de la torre del Tesoro .
Pero, acaso nuestros lectores prefieran que nos ocupemos de la
suerte de Elvira , á la cual dejamos peligrosamente herida en un apo-
sento de la Hospedería del convento de San Juan Bautista. Allí el buen
Osorio le prestó todo género de auxilios , y por último , logró resti-
tuirla á la vida y á la salud .
En la tierra de Galilea , de una pequeña poblacion llamada Caifas ,
salia una cabalgata que se dirigia hácia el monte Carmelo. Al primer
golpe de vista conocíase que los que componian la cabalgata eran
cristianos . Llevaban la delantera un caballero y una dama .
El caballero era Juan Osorio , la dama era Elvira. Hasta allí ambos
habian llevado una conversacion muy animada ; pero á la sazon los dos
parecian embebidos en contemplar el monte Carmelo , que les presen-
taba el aspecto severo y solemne de una muralla jigantesca , cortada
casi á pico, y cubierta de una sábana verde de arbustos y plantas aro→
máticas. A cada paso que daban , descubrian nuevos horizontes sobre
el mar , sobre las colinas de la Palestina y sobre las costas de la
Idumea.
A medida que se adelantaban por el camino cortado en la roca que
conducia á la cumbre del monte , Juan Osorio fijaba sus ojos con mas
ternura en Elvira. 、
-¿No vais dispuesta , le preguntó , á encerraros para siempre en
el convento ?
Juan Osorio señalaba un edificio que coronaba la cima del Car-
melo . Era un monasterio de monjas . En el sagrado monte , cuyo
recinto es tan estenso , se veian varios edificios . Eran otros tantos
conventos , unos de monjas , y otros de religiosos Carmelitas .
La jóven iba pálida ; pero su rostro manifestaba una espresion
sombría. Nada respondió á la pregunta que Osorio le habia dirigido.
-¿Tan disgustada vais ? volvió á preguntar el caballero .
-¿Quién sois vos , para violentar así mi voluntad ?
-Yo soy el que desea vuestro bien.
-¡Ah ! Mas valiera que me hubiéseis dejado morir , antes que vivie
para obligarme á pasar mis dias en una prision.
812
圈 -¿Y en dónde encontrareis la calma de vuestro espíritu , si no la
buscais en el santo retiro del convento?
-Yo no encontraré una calma que no busco .
-Yo tengo el deber de velar por vos .
-Os habeis apropiado un derecho que no os pertenece . Porque me
habeis hecho un favor , os creeis autorizado para disponer de mi vida
y de mi muerte . Cualquiera que fuese la gratitud que yo pudiera de-
beros , me creo dispensada de ella , desde el momento en que preten-
deis ejercer sobre mí actos de violencia .
La mirada de Elvira centelleaba de ódio y de furor.
Juan Osorio contempló en silencio á la jóven largo rato.
Aún les quedaba una hora de marcha para llegar á la cumbre ,
atendidas las varias revueltas del camino , cuando súbitamente , y en
medio del dia , sobrevino una horrible tempestad . Las nubes se eleva-
ron sobre el monte Carmelo , y parecian como torres perpendiculares
que coronaban la prolongada cresta de aquella cadena de montañas.
Los serenos y brillantes paisajes que poco antes se ofrecian á la vista
de los viajeros , se fueron cubriendo de ondas de tinieblas movibles y
hendidas á espacios por ráfagas de fuego . El horizonte se bajó y es-
trechó sobre los caminantes ; los relámpagos se sucedian con rapidez ,
como torrentes de fuego que el cielo arrojase sobre las negras faldas
del Carmelo . Rugia el viento con violencia estraordinaria , y á su im-
pulso se desgajaban las ramas de los árboles , las encinas del monte
se doblahan como cañas , y algunos peñascos se desplomaban de la
cima , disparados como enormes y destructores proyectiles de la tem-
pestad .
Nuestros caminantes divisaron una casita situada al pie de una
roca , en donde buscaron un asilo contra la tormenta . La casita estaba
desierta , pues pertenecia à un solitario que iba á orar á un monasterio ,
con sus hermanos de religion , dos veces todos los dias .
Durante el horror de la tempestad , Juan Osorio habia cambiado
algunas palabras con Elvira , que la habian llenado de espanto.
-Me habeis dicho que yo me apropio el derecho de disponer de
vuestra voluntad , y este es un derecho que me ha concedido el mismo
cielo , irritado ahora , como veis , por vuestras palabras insensatas y
vuestros recuerdos mundanales ... ¿ Sabeis quién soy?
-Mi enemigo implacable.
-¡Muy bien dicho ! ... ¡ Elvira ! ¿ No os acordais de vuestra madre?
¿ No os acordais de vuestra hija ?
$13
-¿Y quién os ha dicho...?
-¡ Oidme y no me interrumpais ! esclamó Juan Osorio con un ade-
man soberano . ¿ Pensais acaso que vuestros crímenes horrendos ha-
bian de quedar para siempre sepultados en las tinieblas del olvido ?
¿Pensais , mujer insensata , que se puede vivir impunemente en la he-
diondez de los vicios mas repugnantes ? Yo no sé , Elvira , yo no sé
cómo el cielo no te aniquila con los rayos de su cólera , ni cómo la
tierra no se abre para tragarte en sus abismos ...
¡ Cosa horrible y admirable ! En aquel momento toda la comitiva de
Juan Osorio lanzó un grito espantoso . Sobre la roca acababa de caer
un rayo , y la casa se habia estremecido en sus cimientos . Afortuna-
damente á nadie habia ocasionado la muerte ; pero el resplandor y la
atmósfera sulfúrea que en torno se respiraba , habia hecho que algu-
nos se hubiesen desmayado .
Elvira se estremeció como el reo que oye la sentencia de muerte .
Juan Osorio continuó , trascurrido algun tiempo :
—Era una noche en que tambien , como ahora , rugia la tempestad .
En una alquería se encontraban una madre, su hija y además una niña
de pocos meses . ¡ Aquella niña era el fruto podrido de un horrible in-
cesto!... Castiglioni es tu padre !
-Él dice que no . Mi madre no quiso jurar que yo era su hija , y en
aquella noche estoy segura que llevaba razon Castiglioni . Oid lo que
sucedió .....
-Yo no necesito Saber lo que sucedió . Lo sé todo.
Elvira miró á Juan Osorio con espanto.
-¡Úyeme ! Fidela infeliz ! la que tú creias que era tu madre,
habia recibido del cielo un corazon amante y fiel que justificaba su
nombre. ¡ Fidela !... Voy á contarte una historia terrible y dolorosa...
Yo no sé cómo decirte ... Pero concluiré en breves palabras... ¡ Oh ! los
recuerdos me destrozan el alma...
Juan Osorio articulaba sus palabras trémulo y en estremo conmo-
vido . Durante algunos momentos guardó silencio.
Luego continuó :
-Castiglioni , el mas criminal de todos los hombres , fué el verdu→
go de su mas intimo amigo , y sedujo vilmente á su esposa Doña Bea-
triz de Vargas , mujer dotada de tan estraordinario temple , que ella
misma lo ignoraba , hasta que el infortunio y las circunstancias desar-
rollaron su carácter de una manera que nunca se hubiese atrevido
a creer , si antes le hubiesen dicho la vida que habia de adop-
814
tar en lo sucesivo... En fin , Castiglioni , valiéndose de la ocasion- de
tener aprisionada á la esposa de su amigo , consiguió que ella escucha-
se sus palabras de amor. Pero el bárbaro Castiglioni , cansado muy
luego de Doña Beatriz , ó tal vez temeroso de que la descubriesen en
la torre , intentó asesinarla , á tu madre , á la madre de su hija . A la
sazon Doña Beatriz de Vargas , la esposa de D. Gonzalo Perez Sar-
miento , se hallaba en cinta . Era de noche. Doña Beatriz habitaba en
un aposento oculto de la torre del Tesoro . Con impaciencia aguardaba
la hora de ver á su amante , á Castiglioni , cuya perfidia no podia sos-
pechar entonces la dama . Ábrese la puerta , Doña Beatriz corre des-
alada á recibir á su amado , y este ¡ qué horror ! se precipita sobre ella
como un tigre , le da de puñaladas , trábase una lucha desigual , Doña
Beatriz asió el brazo de Castiglioni ; pero este , furioso de aquella re-
sistencia , arrojó el puñal , y poniendo mano á su espada , asestó una
cuchillada á la cabeza de Doña Beatriz , la cual , por un movimiento
involuntario , quiso parar el golpe con su brazo ; pero el golpe le hizo
saltar la mano de la muñeca . Doña Beatriz habia caido inerte , y el
asesino la colocó precipitadamente en un grande arcon que habia en el
aposento . El feroz Castiglioni salió de la lúgubre estancia , creyendo
que habia conseguido su objeto de deshacerse de Doña Beatriz ; pero
el calabrés se equivocaba. La casualidad , ó mejor dicho , la Providen-
cia se dignó salvar á la dama , que volviendo de su desmayo , se levan-
tó , encontró una lamparilla que habia dejado allí un esclavo de Casti-
glioni , que estaba ocupado en examinar un objeto . Huye despavorido
el esclavo , Doña Beatriz toma la lamparilla , y en la calenturienta es-
citacion en que se encontraba , comienza á vagar por los subterráneos
de la torre , y se precipita por una galería , siempre con la luz en la
mano y deseando siempre encontrar una salida . Por todas partes la
cerca una muralla de piedra. La soledad , el silencio , la noche , el
terror , hacen que Doña Beatriz se arrodille en el fangoso piso , y eleva
al cielo una fervorosa plegaria . Se sintió mas aliviada……
.
Elvira se sonrió ..
Juan Osorio continuó , como si no hubiese advertido esta incrédula
sonrisa :
-Doña Beatriz , apenas terminó su oracion , levantóse y comenzó á
rodear el muro , pensando , en medio de su dolor inmenso , que habia
de encontrar algun amparo . ¡ Oh ! ¡ La esperanza en Dios es lo último
que pierden los mortales en los grandes infortunios ! Doña Beatriz
lanzó un grito y retrocedió espantada . Habia visto conmoverse la pa-
815

red y abrirse una puerta . Recobrada de su sorpresa , la dama com-


prendió fácilmente el mecanismo de aquella puerta , que se abria por
medio de la presion de un resorte , sobre el cual habia puesto el pie.
¡La Providencia la habia conducido allí ! ...
En vano Juan Osorio quiso ocultar sus lágrimas .
Luego continuó :
-En resolucion , puede decirse que Doña Beatriz se salvó milagro-
samente. Es verdad que sus heridas todas eran leves , á escepcion de
la del brazo izquierdo . Pero lo que visiblemente fué un auxilio del cielo,
fué el encuentro de la misteriosa puerta . Desde aquella noche terrible ,
Doña Beatriz concibió un proyecto que ha llevado á cabo con heróica
constancia. Resolvió ser la sombra vengadora , la pesadilla , el terror
del inicuo Castiglioni , á quien le ha hecho y aún le hará padecer todas
las torturas del infierno .
-¿Aún vive Doña Beatriz ? preguntó involuntariamente Elvira .
-Aún vive , respondió Juan Osorio . Algunos meses despues , la
dama dió á luz una niña encantadora ¡ ay Dios ! que hubiéra sido mu-
cho mejor que antes de concebirla se hubiesen secado las entrañas de
su madre. ¿ Quién habia de pensar que aquella niña tan hermosa, habia
de ser un monstruo de impureza y de crueldad ? Concebida en un sub-
terráneo y nacida en pecado , fruto de un adulterio , vino á la tierra
como una maldicion . ¡ Aquella niña eras tú , Elvira !
La jóven se estremeció . Por la primera vez en su vida , aquella
alma indomable sentia remordimientos y la necesidad de expiar sus
horrendos crímenes.
Juan Osorio continuó inexorable :
-Doña Beatriz de Vargas encomendó el cuidado de su hija á una
antigua sirvienta que aún vivia en Jaraicejo , casada con Millan , anti-
guo escudero de D. Gonzalo Perez Sarmiento . Fidela , así se llamaba
la que un tiempo fué doncella de Doña Beatriz , era una criatura ange-
lical , dotada de claro entendimiento y de un corazon sensible y bonda-
doso . No por eso dejó de ser Fidela en estremo desgraciada . Una de
sus hijas , que tú tenias por hermana , Aldonza , se casó con Garcés ,
capitan de bandoleros . Este enlace la llenó de amargura . Y sin embar-
go , Aldonza y Garcés eran ángeles , comparados contigo , Elvira .
-¡Fidela no era mi madre ! esclamó la jóven casi regocijada .
Su corazon se habia descargado de un peso horrible. Así , á lo me-
nos , cesaban ó creia que debian cesar sus remordimientos de parricida .
-No era tu madre , respondió Juan Osorio . Doña Beatriz tuvo siem-
817
El sol volvió á recobrar su imperio durante toda la tarde , en cu-
yas últimas horas llegaron nuestros caminantes al convento. En la
puerta se hallaba un sacerdote anciano y de aspecto venerable y tran-
quilo . Era el capellan de las monjas. Juan Osorio presentó al anciano
una carta del Guardian del convento de San Juan Bautista de Jaffa .
El sacerdote , que era tambien español , vista la recomendacion , aco-
gió á los viajeros con singulares muestras de cariño , y puso á su dis-
posicion tres aposentos , para Osorio , para el caballero de la Muerte,
y para Elvira. El resto de la cabalgada se estableció en los dilatados
patios interiores del monasterio .
Juan Osorio suplicó al capellan le hiciese saber á la Abadesa que
traia tambien para ella otra carta , y que tenia necesidad de conferen-
ciar con ambos , á fin de que se enterasen de varios antecedentes rela-
tivos á Elvira, cuya admision se solicitaba.
-¿Y creeis que sea sincera su vocacion ? preguntó el anciano
sacerdote .
-Solo Dios puede saber la verdad . Ella dice que desea entrar y per-
manecer en el monasterio . Su conducta y la observacion que natural-
'mente deberá ejercerse sobre ella , decidirán si es ó no sincera su
vocacion.
El anciano , ante todas cosas , dispuso que les sirviesen la cena á
los viajeros, la cual se verificó en el aposento mas espacioso , que era el
destinado á Osorio . Terminada la cena , el capellan fué á anunciar á la
Abadesa la visita que debia hacerle Juan Osorio , infraccion de la regla
que tuvo lugar , no solo en obsequio al Guardian del convento de Jaf-
fa, sino tambien en consideracion á que Osorio debia partir muy de
mañana .
Larga fué la conferencia habida entre el antiguo Templario , el ca-
pellan y la Abadesa . Esta convino en recibir á Elvira en clase de no-
vicia. En esta conferencia Juan Osorio manifestó , tanto á la Abadesa
como al capellan , todo lo que juzgó oportuno acerca del carácter de
su jóven protegida , encargando muy especialmente que la tratasen con
blandura antes que con rigor.
Juan Osorio habia encargado á Elvira que le aguardase en su apo-
sento , y efectivamente allí la encontró al regresar de su conferencia.
El aposento de Osorio tenia algunos balcones que dominaban el
mar y las cavernas llamadas de los Profetas , entre las que se encuen-
tra la prodigiosa gruta de Elías , donde se dice que este divino mortal,
que aún vive , enseñaba los misterios de Dios y la elevada poesía.
103
818

El cielo se ostentaba azul y tachonado de estrellas, y la blanca luna


reflejaba su luz suave sobre la superficie del mar , cuyo murmullo en
alas de las brisas nocturnas llegaba hasta nuestros viajeros ...
Largo rato estuvieron Juan Osorio y Elvira contemplando en silen-
cio aquel bellísimo cuadro.
-Ha llegado el momento , dijo al fin Osorio , en que yo te haga una
revelacion importantísima... ¡Cuán desgraciada has nacido!... ¡Acuér-
date , hija mia , acuérdate de que Fidela fué devorada por las fieras ,
del mismo modo que el fruto de tu odioso incesto ! ¿ No te acuerdas de
tu hija? ¿ No te horroriza el recuerdo de la pobre niña Matilde ?
Elvira ahogó un sollozo que salia de lo mas profundo de sus entra-
ñas . El corazon de una madre , por desnaturalizada que sea , tiene
I'
siempre una fibra sensible al recuerdo de sus hijos .
Juan Osorio , al ver que no del todo se habia esterilizado en la jó-
ven la divina semilla que el Eterno ha depositado en todos los corazo-
nes , se sintió profundamente conmovido , y tuvo necesidad de hacer
un grande esfuerzo para reprimir sus Jágrimas , esfuerzo inútil , por-
que al fin el llanto inundó sus mejillas .
-Muchos han sido tus crímenes , hija mia , dijo Osorio , tomando ca-
riñosamente de la mano á Elvira ; muchos han sido tus crímenes ; pero
tambien es infinita la misericordia de Dios . Aún puedes esperar la ex-
piacion de tus faltas , si la santa tristeza del arrepentimiento inunda tu
corazon... Acaso te veo por la última vez . ¡ Ah ! ¡ Cuánto no seria mi
gozo , si al separarme de ti me acompañase la idea de que tu contri-
cion era síncera !...*
Juan Osorio se detuvo bruscamente y permaneció algunos minutos
pensativo.
-¡Vas á saberlo todo ! esclamó al fin . Acaso te admirará la noticia
que voy a darte ; pero no por eso es menos cierta ... ¿ Sabes quién es
Doña Beatriz de Vargas ? ¿No tienes deseos de conocer à tu madre?
| Abrázame , hija mia ! ¡ Tú eres mi hija , yo soy tu madre !!
-¡Es posible !
-Ya te he dicho que mis resentimientos con Castiglioni me impul -
saron á seguirle siempre como su genio maléfico . Para llevar a cabo
mis proyectos , tuve necesidad de cambiar de traje y hasta de condi-
cion. Yo misma me he admirado despues del vigor fisico y moral que
he desplegado durante muchos años ; pero nadie conoce sus propias
fuerzas hasta que no las ejercita ... Mas dejémonos ahora de esos re-
cuerdos dolorosos ... Quien te ha asistido durante tu peligrosa curacion
819

de la herida , ha sido tu madre , Doña Beatriz de Vargas... ¡ Abráza-


me, hija mia , abrázame !
Elvira no pudo resistir á la sorpresa y á los cariñosos trasportes
de su madre , y se precipitó en sus brazos. Al principio la jóven pare-
cia poco afectada ; pero en su interior se habia verificado una gran re-
volucion , despues que Castiglioni la habia herido.
Al fin Elvira prorumpió en llanto deshecho , y cayó á los pies de su
madre murmurando:
-¡ Perdon ! Perdon!
-Hoy mismo el cielo te ha perdonado , hija mia ; pues parece ha-
berte dejado vida para que tu arrepentimiento te salve .
Doña Beatriz aludia á la manera milagrosa con que habia escapado
del rayo que cayó en la casita del solitario , y tan cerca de Elvira , que
verdaderamente fué estraordinario el que la jóven escapase sin lesion
alguna.
Y aun cuando el carácter altivo de Elvira no habia dejado traslu-
cir grande emocion por este acontecimiento , no por eso habia dejado
de impresionarle profundamente."
El diálogo que aquella noche tuvieron nuestros personajes , fué en
estremo patético .
¡ La Providencia , por una série de acontecimientos prodigiosos,
habia conducido á Elvira al monasterio del monte Carmelo !
¿En dónde encontrar la paz , si allí no la encontraba ?

4

CAPITULO.

LXIV. (0

El valle de Josafat.

oco tiempo despues que Alvaro del Ol-


mo tomó el hábito en la Orden del
Templo , se verificó tambien la pro-
fesion de D. Guillen Gomez de Lara.
Respecto á Jimeno debemos decir
que se habia restablecido completa-
mente de su herida . Inútil parece ma-
nifestar , que aun cuando el trovador
vivia oculto en Jerusalen , no guar-
daba tan rigoroso incógnito , que se
estendiese á no ver y hablar á su es-
posa Amalia.
La hermosa jóven , desde que dió
su mano á su amado trovador, creia que ya no habia ni podia haber en
el mundo penas que sériamente la mortificasen..
El Gran Maestre de los Templarios se hallaba á la sazon muy ocu-
pado en los negocios de la Orden , y aprestándose para la lucha que se
821

preparaba entre los cristianos y los infieles . Otras veces Santiago Mo-
lay , comprendiendo la inutilidad de sus esfuerzos , sentíase inclinado á
abandonar la Palestina y partir á Francia .
Los dos hermanos , Santiago y Federico , habian conferenciado
muchas veces sobre cuál seria la conducta mas acertada en tan críticas
circunstancias . En una de estas conferencias, la conversacion entre el
Gran Maestre y su hermano tomó el giro siguiente:
-Tengo que hablarte tambien de otro asunto muy importante , dijo
el Gran Maestre.
-¿De qué se trata?
-Es un asunto de familia.
-Veamos .
-Has de saber que el conde de Fribourg me ha empeñado para
que te hable con interés de un negocio .
-Desde luego sospecho cuál será esa pretension .
-Efectivamente , creo que ya tú le conoces , y que él mismo te ha
hablado del propio asunto .
-Si ; le conocí en Paris , y ciertamente que el conde es un caballero
muy estimable , tanto por sus prendas personales , cuanto por su ilus-
tre alcurnia .

-Y por los inmensos Estados que posee en Alemania , observó el


Gran Maestre . Ahora bien, las circunstancias han variado completa-
mente. Antes no le concediste la mano de Amalia , en atencion á que
ya estaba prometida al desgraciado Senancourt ; pero ahora no sé yo
qué motivos puedas tener para no aceptar un enlace tan ventajoso.
-En efecto, no me desagradaria que el conde de Fribourg fuese el
esposo de Amalia ; pero por ahora me parece prudente dejar pasar al- $
gun tiempo , hasta que se disipe algun tanto la melancolía de Amalia .
-Es verdad que he notado que está siempre muy melancólica ..
-
-Yo no creí jamás que ella amase tanto á su primo ; pero ahora me
he convencido de lo contrario. Desde que murió Senancourt , cada dia
encuentro á mi hija mas triste.
-Es muy natural ese sentimiento en una jóven que ve segadas en
flor sus mas bellas esperanzas . Ella se habria acostumbrado desde muy
niña á mirar á Senancourt como á su futuro esposo , y yo comprendo
muy bien cuán doloroso le habrá sido el cruel golpe que le ha descar-
gado la fortuna. ¡ Oh ! ¡ La muerte del objeto amado acibara para siem-
pre la existencia !
Esto diciendo , el Gran Maestre exhaló un profundo suspiro . San-
822
tiago Molay en su juventud habia visto morir á una hermosa dama á la
cual pensaba dar su mano de esposo.
-El caso es , dijo Mr. Federico , que yo al principio creí que Ama-
lia amaba á un jóven español , el cual sospecho fué el que dió muerte
á nuestro sobrino. A propósito , nada hemos averiguado acerca del
paradero del asesino.
-¿Dices que era español ?
-Sin duda .
-Pues entonces , no creo que Senancourt haya sido asesinado .
-¿Acaso no hay asesinos entre los españoles ?
-Eso es salirse de la cuestion . Lo que yo quiero decir es , que co-
nozco demasiado á los españoles , y no solo no son traidores , sino que
son capaces de batirse con el mas valiente. No hace mucho tiempo
que me confirmé mas y mas en esta opinion , que ya de antes tenia
formada del valor de los españoles . En el último combate que tuvimos
con los infieles , los que mas esforzadamente se portaron , y acaso á su
bravura se debió la victoria , fueron cinco caballeros , tres castellanos
y dos catalanes ....
-Pues uno de esos caballeros , interumpió Mr. Federico , fué el
que dió muerte à Senancourt .
-Pues entonces , de seguro no murió Senancourt alevosamente.
-Permíteme que lo dude . Era poco menos que imposible dar muer-
te en un duelo á nuestro sobrino , pues en el mundo no habia un
caballero que le aventajase en destreza . Y por último , de cualquier ma-
nera que sea , que se interrogue , que se prenda y se castigue al ma-
tador de Senancourt ; y el hacer esto , á nadie le pertenece sino á tí.
Debemos advertir que en aquella época , despues que el quimérico
título de rey de Jerusalen habia pasado á la casa de Sicilia por Cár-
los , hermano de San Luis , y conde de Provenza y de Anjou , los
verdaderos soberanos de Jerusalen , los que administraban justicia y
defendian el reino , eran los caballeros del Temple , en union con los
Hospitalarios de San Juan , si bien esta igualdad de poderes , ó mas
bien dicho , las riquezas y supremacía del Temple , produjeron entre
ambas Órdenes rencor profundo , aunque por ambas partes con habi-
lidad encubierto .
-Descuida , hermano mio , que ya se harán todas las diligencias
posibles para averiguar el hecho , y en el caso de que Senancourt hu-
biese sido asesinado , yo te aseguro que el delincuente llevará el con-
digno castigo . Por lo demás , yo creo que ya es tiempo de que puedas
823

hablarle á Amalia de las pretensiones de Fribourg , pues este enlace


no solo conviene mucho á los intereses de nuestra familia , sino tam-
bien á los de la Órden , que puede proporcionarse en Alemania un
amigo poderoso .
-Ya te he dicho que no tengo inconveniente en que cuanto antes
se verifique ese enlace.
-Pues bien , anúnciale á Amalia que dentro de ocho dias será la
esposa del conde de Fribourg . Así se lo he prometido à este , y yo
espero , mi querido Federico , que tú secundarás mi deseo y sacarás
airosa mi palabra.
-Descuida , hermano mio , que todo se hará como tú quieres. Ano-
ra mismo voy á hablar á Amalia del asunto , y á disponerlo todo para
que dentro de ocho dias se celebre la boda .
Pocos momentos despues Mr. Molay entró en el aposento de Amalia .
Esta efectivamente se hallaba en estremo pálida y triste , primero á causa
de la ausencia del trovador , y despues por el estado peligroso en que
este se encontró de resultas de su herida . Ya hemos dicho que Mr. Mo-
lay al principio creyó que Amalia amaba á Jimeno ; pero cuando el
anciano advirtió la tristeza de su hija , juzgó que era motivada por la
prematura y trágica muerte de Senancourt.
-¿Cómo te encuentras , hija mia ?
-Querido padre , yo me encuentro muy triste.
-No debes afligirte fuera de término , mi querida Amalia . Confieso
mi error ; pero ahora veo que la muerte de tu primo te ha afectado
mas profundamente de lo que yo creia . Sin embargo , muy pronto
tendrémos el único consuelo que ya nos queda , y es que el agresor
será preso y juzgado muy en breve.
-¡Ah ! ¿Y se sabe dónde está ?
-Parece que se encuentra en Jerusalen. Pero veo que he hecho
muy mal en recordarte á ese infame asesino . ¿ Qué tienes , hija mia ?
¡ Estás muy pálida !
-Nada , señor es la ira que me causa ese recuerdo ; pues , efec-
tivamente, os hubiera agradecido mucho que no me hubiéseis hablado
de ese hombre...
-Perdona , querida Amalia ; desecha esos pensamientos , tristes , y
abre tu corazon á las mas dulces esperanzas . Cabalmente hoy he ve-
nido á darte una noticia , que si al pronto no te causa toda la alegría
que se merece , estoy seguro de que al fin llenará tu alma del regocijo
que ahora siente tu padre.
824

Amalia fijó una mirada inquieta de curiosidad sobre su padre , y


que parecia decir : 1
-¿De qué se trata ?
Mr. Molay guardó algunos momentos de silencio.
Luego dijo:
-¡Cuánto me alegro de poderte al fin dar una noticia agradable ,
despues de tantos dias de afliccion !
-Verdaderamente la alegría no puede venir á mejor tiempo .
-Tu padre cuida de tu felicidad , y para ahuyentar la pena que te
oprime , ha procurado sorprenderte con una alegría inesperada , con
un banquete , con una fiesta que hace algun tiempo no hubiéramos
podido esperar .
-No comprendo ...
—¿Qué tal te parece el conde de Fribourg , hija mia ?
-Yo no sé ... le he hablado muy pocas veces...
-Pero habrás notado en él una esquisita cortesanía.
-Sí , es muy galante .
-Y está dotado de una figura hermosísima .
-En efecto...
-Y pertenece à un linaje de los mas esclarecidos .
-Así dicen .
-¿Recuerdas que hace algunos años en Paris pretendió ser tu
esposo?
-No he vuelto despues á pensar en semejante cosa.
-Vamos : ¿ no te agradaria tener por esposo á tan ilustre y cum-
plido caballero?
Amalia sintió que su corazon se oprimia , y que le faltaban fuerzas
para resistir tanto cúmulo de desgracias. No obstante , haciendo un
esfuerzo sobrehumano , pudo coordinar sus ideas lo bastante para
responder de esta manera:
--Confieso , padre mio , que si yo hubiese pensado en casarme , me
tendria por muy dichosa en que el conde fuese mi esposo , no tanto
por las buenas prendas que le distinguen , cuanto por el respeto que
me merece vuestra eleccion , solamente por ser vuestra , padre mio.
Pero , como me parece que no estoy en el caso de ocultaros los verda-
deros sentimientos de mi corazon , á vos , á mi padre , al que debe
protegerme y consolarme , no puedo menos de decirle , que me afli-
giría mucho el mudar de estado y separarme de mi padre querido .
Mientras que así hablaba la acongojada jóven , el rostro de
825
Mr. Molay poníase á cada instante mas sombrío y mas ceñudo .
-Veo , en efecto , que obedeces á ciertas preocupaciones , y que
no se ha estinguido del todo el recuerdo de tu desgraciado primo ; pero
todo en la vida tiene su término , así el bien como el mal , y debemos
esforzarnos por no aumentar la amargura que de suyo ofrece la exis-
tencia .
-¡Preocupaciones ! esclamó la jóven con amarga sonrisa. Aún no
se ha cerrado la herida que dejó en mi corazon la súbita muerte de
Senancourt , ¿ y pretendeis que mi alma esté abierta á las gozosas
impresiones del banquete nupcial ?
Con un acento tal de dulce reconvencion y de vaga melancolía pro-
nunció Amalia estas palabras , que Mr. Molay bajó los ojos sonro-
jado.
Luego el anciano se levantó bruscamente .
-Amalia , dijo , esos recuerdos se estinguirán con el tiempo ; y por
último , mi objeto al venir aquí , no ha sido el sostener contigo una
discusion acerca de los ensueños y delirios de una imaginacion jóven y
apasionada . Es preciso pensar en la realidad de la vida , y por mas
que tú le des importancia á tus locos devaneos , no por eso debes per-
manecer insensible al mayor lustre de tu familia y á la voluntad enér-
gicamente intimada de tu padre.
Casarme con el conde de Fribourg ! ¡ Imposible ! ¡ Imposible !
esclamó con ademan delirante la jóven.
-¿Qué has dicho , hija rebelde ?
Durante algunos minutos , la hermosa y afligida jóven permaneció
muda de estupor. ¡ Cuán cruel era su destino ! ¿ Cómo revelar á su
padre el misterio de su enlace con el trovador , á quien Mr. Molay
aborrecia tan mortalmente ? Por otra parte , ¿ cómo consentir en el
matrimonio nuevamente propuesto ? ¡ Terrible era la situacion de
Amalia !
-Padre mio , esclamó la jóven , cayendo de rodillas y cruzadas las
manos sobre el pecho ; padre mio , por Dios que ve todos los corazo-
nes , por la memoria de mi madre querida , por lo que haya mas sa-
grado para vos en el cielo y en la tierra , yo os suplico que no violen-
teis mi voluntad , que dejeis à vuestra hija llorar en silencio sus
penas , y no la obligueis al martirio horrible de ponerse la máscara
de la alegría sobre su rostro marchito por el dolor ; yo os ruego...
—¡ Calla , hija vil ! interrumpió furioso Mr. Molay. Yo que siempre
me he desvelado por proporcionar á mi hija única un enlace digno de
104
826

su ilustre cuna , ¡ ira de Dios ! cuando la fortuna misma se ha prestado


con todos sus favores , ¿ he de verme contrariado ahora por las ba-
chillerías de una doncella sin juicio ?
-¡Señor !...
-Concluyamos de una vez . Mi palabra está empeñada solemnemen-
te ; mi voluntad debe cumplirse ; no admito mas réplicas . Dentro de
ocho dias serás la esposa del conde de Fribourg .
Y esto diciendo , Mr. Molay , encendido en cólera , salió de la es-
tancia rápidamente y cerró la puerta de golpe.
Amalia , sumergida en su dolor inmenso y anegada en llanto , es-
clamó con delirante acento :
1-
Jimeno ! ¡ Jimeno ! ¡ Amado Jimeno !
Y repetia sin cesar este nombre idolatrado , como si en esta sola
palabra hubiese de encontrar consuelo á su ansiedad sin límites.
Súbito se levantó como impelida por un resorte , y se dirigió hácia
la puerta para llamar á su fiel Clotilde ; pero esta aparecia al mismó
tiempo en la habitacion.
-¿Qué os ha sucedido , señorita ? ¿ Por qué llorais ?
-¡Ah ! Soy la más desgraciada de las mujeres . Mi querida Clotilde ,
es indispensable que al punto avises à Jimeno del gran peligro que
corre.
-¿Pues , qué sucede ?
-Mi padre no olvida nunca su venganza , y ahora pretende que mi
tio practique las diligencias necesarias para prender á Jimeno . ¡ Des-
graciado ! ¡ Cuánto mas le valiera no haberme conocido jamás ! Yo soy
la causa de todas sus desdichas . Anda , Clotilde , no te detengas , avisa
å Jimeno .
-Pero eso es muy difícil , señorita . Es preciso aguardar á que os
'curezca .
-¡Ah! ¿Y si es tarde ?
Es la mejor hora , porque entonces se encontrará probablemente
con el solitario del valle de Josafat ; y con tal que yo llegue antes de
que se vuelva a la ciudad , nada se habrá perdido .
-Si , Clotilde , procura verlo antes que entre en Jerusalen ; pues es
muy posible que hayan averiguado en dónde vive.
-Descuidad , señorita , que todo se arreglará ; y ese no es motivo
para que os aflijais con tanto estremo.
-¡Ah ! Tú no sabes cuántas desgracias han caido sobre mí.
¿ Hay mas todavía?
827

-Oye y admirate .
Amalia refirió à su doncella todo lo que ya sabe el lector, respecto
à las pretensiones del conde de Fribourg y al horrible compromiso en
que la jóven se encontraba . Verdaderamente , Clotilde no esperaba se-
mejante noticia , que la dejó del todo desorientada , pues no supo qué
aconsejarle á su señora para que saliese de tan grande conflicto.
Mientras que así departian las dos jóvenes , se encontraba Jimeno
fuera de Jerusalen . Los dos esposos solian verse con alguna frecuencia ,
si bien tomaban algunas precauciones para no ser descubiertos . Los
peligros , sin embargo , aumentaban el encanto de aquellas amorosas
entrevistas , que habian vuelto á repetirse despues de largos dias de
ansiedad , durante los cuales habia peligrado la existencia de Jimeno .
Saliendo del recinto de Jerusalen por la parte oriental , y á muy
corta distancia , se encuentra un valle que se estiende de Norte á Me-
diodía entre los montes Olivete y Mória . El torrente Cedron atraviesa
á este valle . Este torrente permanece seco durante una parte del año;
pero en los inviernos y primaveras lluviosas arrastra unas aguas de
color rojo. Parece un torrente de sangre. Desde luego se comprende
que hablamos del valle de Josafat , cuyo solo nombre abruma á la
imaginacion con los pensamientos mas formidables . Allí , segun el
Profeta , serán congregadas todas las gentes en el último dia , para ser
juzgadas definitivamente . El valle de Josafat presenta el aspecto de una
completa desolacion . Por la parte de Occidente está limitado por una
colina contigua á los muros de Jerusalen . Sobre esta colina está recli-
nada la Ciudad Deicida . Por la parte de Oriente , el valle está limita-
do por el monte de los Olivos y por la montaña del Escándalo , deno-
minada así por la idolatría de Salomon . En medio del valle veíase un
puente de un solo arco , construido sobre el profundo cáuce del torren-
te Cedron. Divisábanse tambien algunos monumentos antiguos ¡ ay ! do
que está llena toda la tierra . No hay un solo rincon en el globo , que
no sea , que no haya sido , ó que no vuelva á ser adornado por la mús→
tia corona de la muerte , pálida , pero omnipotente . Deidad engen-
drada por la culpa del hombre , y solamente vencida ¡ oh piedad del
Eterno ! por la sangre del Cristo .
Los monumentos de que hablamos , eran los sepulcros de Zacha-
rías , de Absalon y de Josafat , rey que dió su nombre à este campo
de la desolacion del último dia y de la postrimera esperanza . Vefanse
además otros monumentos esparcidos acá y allá , que eran tambien
sepulcros . Parece que desde muy antiguo este valle ha servido á Jeru-
828

salen de cementerio , y aun hoy dia van los judíos de todas las cuatro
partes del mundo á comprar á los turcos á peso de oro un puñado de
tierra para construirse un sepulcro al lado de sus mayores.
Entre todos estos monumentos , ya completamente ruinosos , lla-
maba la atencion una casita construida de mármol , á la falda del
monte de los Olivos . Allí habitaba un solitario , con el cual habia he-
cho amistad Jimeno , que mientras residia en Jerusalen , no dejaba
pasar dia sin visitar el valle de Josafat , para nutrirse de las ideas
graves y de la sombría inspiracion que el jóven necesitaba para eseri-
bir su formidable poema de la Resurreccion .
Jimeno habia encontrado á un personaje verdaderamente estraor-
dinario , y del cual , no obstante , habia tenido noticia en España . Sin
duda el lector recordará la estraña conversacion que el mago de Sierra-
Elvira tuvo con los tres jóvenes caballeros . En aquella conversacion
Casib habia hablado de un su pariente que , entregado tambien à la
ciencia , habitaba en la Palestina. Ambos eran descendientes de los
dos hermanos gemelos , y casi todos los individuos de aquella familia
estraordinaria se habian visitado entre sí , yendo unas veces los de Gra-
nada á Palestina , y otras los de Palestina á Granada.
Ya sabemos que Casib habia estado en Jerusalen , y por consi-
guiente los dos sábios se conocian .
Jimeno se hallaba siempre soñando despierto , como dicen que
sueñan los poetas. El sueño querido del trovador era su gran poema.
Acariciando sus pensamientos sublimes , su alma gustaba una volup-
tad divina , y que solo Dante , Milton 6 Klopstock pudieran compren-
derla en toda su magnífica estension . Para llevar á cabo su empresa de
jigante , Jimeno estudiaba noche y dia las Sagradas Escrituras , pro-
curando penetrar el profundo sentido de sus palabras , cada una de las
cuales abarca el cielo y la tierra.
El solitario del valle de Josafat se llamaba Zaré ; y en el momento
en que aquella tarde habia llegado Jimeno á la casita de la Pirámide,
que así se llamaba la mansion de Zaré , este le dijo :
-A fé que me alegro mucho de que hoy hayais venido . Temia que ,
como ayer , no viniéseis , y ya estaba pensando en ir á Jerusalen á
buscaros.
-¿Pues qué sucede ?
-Hoy es el dia en que se cumple el año...
-¡Hoy se abrirá el sepulcro !
Sin duda hoy se abrirá.
829
# -¡Es maravilloso artificio!.
-Hace mas de cien años que uno de mis ascendientes , que amaba
con delírio á su esposa , tuvo el dolor de perderla , siendo muy jóven;
y para perpetuar la memoria de aquella hermosa mujer , ideó y cons-
truyó el maravilloso sepulcro de que tantas veces hemos hablado.
-Verdaderamente que , si el artificio es tal como decís , es sobre-
manera maravilloso ; pero no deja tambien de ser muy estraño que
vuestro deudo no salvase de la muerte à su bella y adorada esposa.
-¿Y eso es posible por ventura?
-En vista de lo que yo he presenciado en la gruta de Casib en Gra-
nada , no me admiraria que vuestro ascendiente hubiese podido sus-
pender ó prolongar la vida de su esposa.
Zaré quedóse mirando fijamente á Jimeno.
¿ Es posible que creais en semejantes absurdos ?
—Yo mismo lo he visto .
-Estoy seguro de que os equivocais .
-Vos mismo ¿ no me habeis dicho que vuestra familia por espacio
de siglos se ha dedicado al descubrimiento de ese maravilloso secreto
de suspender la vida ?
-Todo eso es mucha verdad ; pero no debe deducirse de ahí que
hayan encontrado el tal secreto .
- -Yo soy testigo ocular de que Casib lo ha encontrado .
-Testigo ocular ! esclamó Zaré con incrédula sonrisa.
Jimeno entró en las mas menudas esplicaciones con Zaré , que se
negaba obstinadamente á dar crédito á las palabras del trovador .
-Nunca me habíais contado tales maravillas tan minuciosamente,
dijo Zaré .
-Yo suponia que todo esto era para vos una cosa muy sabida .
-Cuando Casib estuvo aquí , me habló de todos sus proyec-
tos ; pero en aquella época todavía no conocia el secreto de que me
hablais.
-Nosotros llegamos á su morada precisamente el mismo dia que
encontró el misterioso procedimiento , las maravillosas propiedades de
los dos fluidos que os he esplicado . Y no tengais la menor duda en que
el efecto es seguro ; y á fé que me estraña mucho que vos tan tenaz-
mente negueis la posibilidad de suspender la vida.
Zaré guardó silencio durante largo rato .
Al fin rompió su silencio diciendo :
-Todo lo que me habeis referido , es en verdad maravilloso ; pero
830
por mas que vos me asegureis haberlo visto con vuestros mismos ojos ,
yo siempre insistiré en creer que fuísteis fascinados por la habilidad
de Casib. No se me oculta que el tal descubrimiento es su verdadera
manía...
-La ciencia revela grandes arcanos á los mortales , interrumpió
Jimeno .
Zaré se soprió con una espresion que significaba :
Me lo vais á decir á mí !
El solitario continuó :
Siento en estremo haceros una revelacion que acaso os haga re-
bajar mucho el mérito de Casib ; pero ante todas cosas soy amigo de la
verdad . Habeis de saber que Casib suele ser atacado de ciertos accesos
de locura , y durante sus delirios todo su afan es probar que el hombre
llegará á dominar el mundo físico por medio de la ciencia...
-¿Y no creeis ...?
-Creo que Casib ha inficionado vuestra clara inteligencia , infun-
diéndoos hasta cierto punto su misma manera de pensar . Yo os he oido
decir on otras ocasiones , que una de las ideas de Casib que mas os ha
impresionado , ha sido esta : « Que el hombre volverá con-sciente á su
primitiva patria , y que esta brillante prerogativa la habrá debido la
humanidad á su propio trabajo . » Para contradeciros esta idea , nece-
sito antes manifestaros que yo profeso en toda su pureza la doctrina
de Cristo. Ahora bien , si es una verdad que al fin el hombre será re-
habilitado y engrandecido con una gloria mayor que su grandeza pri-
mitiva , para que no triunfe Satanás , autor de la caida , y para que
no deje de cumplirse la voluntad del Eterno al criar al hombre , no es
menos cierto que la rehabilitacion no hubiera podido conseguirse por
el propio trabajo de la humanidad , á no ser que la misericordia del
Criador no hubiese enviado á la tierra al Verbo Divino á redimir al gé-
nero humano , ineficaz y débil por sí solo para satisfacer y lavar la
culpa primitiva . Os he oido decir que en el gran dia el hombre reha-
bilitado será , como Dios , sciens bonum et malum . Tened en cuenta ,
mi querido Jimeno , que este funesto deseo fué el que trató de infundir
la serpiente á Eva para que faltase á la ley………`
-¿Y dudais que los escogidos sabrán el bien y el mal ?
-No dudo que los elegidos verán á Dios cara á cara ; mas no habrá
sido por su ciencia en el mundo , sino por sus buenas obras . Esta es
la modificacion que yo quiero que hagais en vuestras opiniones , mi
querido Jimeno .
831
-Modificacion que no tengo necesidad , de hacer ,. supuesto que
siempre he pensado del mismo modo , por mas que mis palabras hayan
dado lugar en alguna ocasion á que me juzgueis lejos de pensar como
vos pensais en este punto. Sin embargo , no me negareis que para
hacer buenas obras , como vos decís , se necesita la cultura de la in-
teligencia , que indica à la voluntad lo que debe querer y obrar. Así,
pues , el hombre , como imágen viva de Dios y capaz de infinitas per-
fecciones , debe vivir en la religion unido con Dios y á él subordinado .
Tambien debe realizar en la esfera de sus facultades , de su espacio y
de su vida la armonía de la vida universal , esteriorizando esta armo-
nía en bellas formas , conociendo en la ciencia á Dios y el mundo , y
dirigiéndose á sí propio en el claro conocimiento de su destino.
-Todo eso es verdad , mi querido Jimeno ; pero debeis convenir
conmigo en que la ciencia del hombre y del mundo debe estar subor-
dinada á la ciencia de Dios , que es mas que ciencia , es sabiduría .
El trovador hizo un signo de aprobacion y asentimiento.
-Ahora , continuó Zaré , solo me resta deciros que tal vez lo que
visteis en la gruta de Casib seria una miserable farsa ... ¿Quién sabe si
aquellos que vísteis levantarse de sus ataudes , serian los discípulos de
Casib, y que estando todos de acuerdo, intentaron burlarse de vuestra
credulidad?
Estas palabras hicieron mucha impresion en Jimeno , que preguntó :
-¿Por ventura Casib tiene discípulos?
-¡Ahora salimos con eso ! Ha habido épocas , segun él mismo me
ha referido , que ha tenido escuela pública en Granada. Es verdad que
para el público pasaba solamente como maestro de química y astrono-
mía ; pero luego inculcaba á sus discípulos predilectos los principios y
máximas estravagantes que vos mismo le habejs escuchado.
El trovador quedóse confuso y casi afligido por tener que desechar
de su mente la grata y maravillosa creencia de que era posible al hom-
bre en alguna manera prolongar su vida . El poeta , como era natural ,
amaba las ilusiones , los prodigios , los bellos mundos que se finge la
fantasía , y le mortificaba que la inflexible lógica y la inteligencia ma-
dura y grave de Zaré le obligasen á salirse del mundo ideal que tanto
le halagaba .
-Pudiera suceder , dijo al fin el trovador , que fuese así como de-
cís, lo relativo á la suspension de la vida ; pero no hay duda , ni puede
haberla, en lo que vimos respecto á la esfinge , y aquel artificio cierta-
mente que era notable .
832

-En eso no pongo yo la mas mínima duda . Todo lo que el hom-


bre puede saber respecto á dominar al mundo físico , se reduce à una
especie de maquinaria . Mis ascendientes fueron muy consumados en la
estática , en la hidrostática y en todo este género de ciencias.
-No deja de ser grande y gloriosa para la inteligencia humana la
resolucion de este problema : data quatumlibet exigua potentia , qua-
tumlibet grave movere pondus .
-No lo niego, mi querido trovador ; pero la ciencia de las cosas ter-
renales no tiene valor alguno , sino en tanto que reacciona sobre el
espíritu , de modo que el hombre , al conocer mas y mas á la natura-
leza , se conozca él mismo mas y mas en ella y en Dios , que es el
Creador del espíritu y de la naturaleza . En la armonía de estos dos ele-
mentos consiste la perfeccion de la vida humana ; pero en el caso de
elegir , yo afirmo que , por grande y gloriosa que sea la ciencia , ¡ cuánto
mas sublime no es la grandeza moral del hombre ! ¡Y esta grandeza
está al alcance hasta de los mas pequeños ! ¿Quién , si quiere, no puede
ser virtuoso , es decir , grande ? ¿ Por ventura valdrá mas la célebre
estátua de Memnon 1 , la esfera de Archimedes , ó la paloma artificiosa
de Architas, ó el misterioso sepulcro que en este mismo recinto existe ;
todas estas cosas , repito , valdrán mas que una obra de misericordia ?
Una buena accion es el resúmen de todos los bellos sentimientos , la
corona de la verdadera sabiduría .
El trovador no pudo menos de convenir con el dictámen de Zaré ,
cuya elevacion de ideas le admiraba .
-Sin embargo , dijo al fin Jimeno , es preferible , como vos habeis
dicho muy bien , la armonía de los dos elementos , porque las ciencias
engrandecen el espíritu , y es magnífico y bello ver que el hombre in-
funde á la materia brutą, movimiento y vida , y , digámoslo asi , hasta
una parte de su inteligencia .
-Y prueba de ello es la marmórea puerta de este sepulcro , que
todos los años , en un mismo dia y á una misma hora , se abre y se
cierra por sí misma 2.
1 Refieren muchos escritores antiguos , y entre otros Plinio y Philostrato,
que la estátua de Memnon , al salir el sol , lanzaba de su boca sonidos melodio-
sos como los de un arpa , y que unas aves , esculpidas en su sepulcro, entonaban
al salir el dia un dulcísimo concierto. Por mas que estos asertos parezcan mara-
villesos , no hay , sin embargo , cosa mas verdadera , como lo prueba el doctor
Tomás Vicente Tosca , que en su tratado de hidrotechnia trae y resuelve este
problema : « Imitar el artificio de la estátua y avecillas de Memnon . »
2
Pausanias refiere un hecho notabilísimo , hablando de un sepulcro que ha-
833
-A fé que es una cosa estraordinaria .
-Sin duda que este suceso es de suyo maravilloso ; pero la admi-
racion y el espanto se aumentan , al considerar que esto se verifica en
el valle de Josafat . No parece sino que este sepulcro , abriéndose en
una hora misteriosa , recuerda el momento terrible en que resonará la
trompeta del Angel del Juicio , para que se abran todos los sepulcros y se
levanten todos los muertos . ¡ Ah , mi querido Jimeno ! ¡ Qué cuadro tan
asombroso , tan aterrador y tan sublime al mismo tiempo , nos presenta
la Biblia en el momento de la consumacion de los siglos! ¡ Qué contraste
no forma la miserable parodia de Casib , respecto á la Resurreccion
que intenta verificar por medio de la ciencia y de la fuerza humana;
qué contraste con la Resurreccion verificada por la ciencia , por la
fuerza y por la voluntad divina ! Señales pavorosas se mostrarán en el
cielo , abrirá sus negras bocas el pozo del abismo , los siete ángeles
derramarán las siete copas de la ira de Dios , la muerte recorrerá el
mundo en su caballo blanco como una mortaja , la tierra se bamboleará
sobre sus cimientos , la luna cubrirá su faz con un velo de sangre, las
estrellas caerán del firmamento , Dios detendrá entonces las olas de la
Creacion, y el mundo habrá pasado como un rio que corre dejando seco
su cauce , y el género humano será congregado como un ejército innu-
merable dividido en dos bandos , el de los justos , que estan á la dere-
cha inundados de una aurora luminosa , y el de los culpables , que á la
izquierda se pierden en las sombras confusas y distantes de una noche
inmensa... ¡ Oh ! ¡ El espíritu se abruma bajo el peso de estas imáge-
nes tan sombrías como sublimes !
Durante largo rato ambos interlocutores guardaron silencio pro-
fundo.
Al fin el poeta dijo:
-Cada dia , amado Zaré , me afirmo mas en mi idea . El cielo me
ha hecho concebir un grande pensamiento . ¡ Oh ! Aún no he subido á
la cumbre del monte de la vida ; pero mi alma se goza y se recrea pen-
sando en la inmortalidad que acaso puedo conseguir , si mi Musa , res-
pirando el ambiente de Sion , acierta á cantar el gran poema del géne-
ro humano , desde que Adan cayó en el Paraiso, hasta sus últimos des-

bia en Jerusalen . « Era , dice , la sepultura de una mujer judía . La puerta del
sepulcro , que era de mármol, como todo el resto , se abria por sí sola cierto dia
del año y á cierta hora , y volvia á cerrarse poco tiempo despues. Si se hubiese
intentado abrir la puerta cualquier otro dia , hubiera sido mas fácil romperla 6
derribarla , que conseguir que se abriese sin violencia. »
105
834

cendientes juzgados en este valle. ¿ Qué habrá en los siglos , qué habrá
en los hombres , qué habrá habido en la naturaleza de grande , que no
quepa en los límites inmensos de mi poema? La Caida , la Redencion , el
Juicio, el Tiempo , el Espacio , y lo que está mas allá del Espacio y del
Tiempo , lo Infinito , to Invisible , lo Desconocido , todo puedo cantarlo
y hacerlo palpable y visible con el mágico acento de la Poesía , de la
poesía que enseña y sorprende y conmueve y eleva y engrandece y gio-
rifica al Criador... ¡Oh ! ¡ Me es imposible esplicar lo que siento al pen-
sar en la tarea sublime que quiero dar á mi inteligencia ! ¡ Oh Criador
del cielo y de la tierra , Verbo Divino , Espiritu Santo , enciende mi
espíritu en tu amor , y préstame el acento de los Profetas de Sion ,
para cantar dignamente los pensamientos que te has dignado infundir
en mi alma !
El poeta lloraba de gozo al pensar en su gigantesca concepcion.
Entre tanto el sol se hundia en occidente .
La casita en que habitaba Zaré , segun ya hemos dicho , se deno-
minaba de la Pirámide . En efecto , contigua á la casa se elevaba una
pirámide de granito . Aquel era el sepulcro prodigioso .
—¡ Venid , Jimeno , venid , esclamó de pronto Zaré con los ojos fijos
en el sol próximo á desaparecer en el ocaso ,
-¿A dónde ?
--Venid al pie de la pirámide .
Ambos se dirigieron al sitio designado .
Dentro de breves instantes , dijo Zaré , se abrirá la puerta miste-
riosa , precisamente en el momento mismo en que el sol desaparezca
de nuestro horizonte.
Nuestros personajes estuvieron aguardando algunos minutos que se
verificase el anunciado prodigio . La impaciencia con toda su febril agi-
tacion se pintaba en los ojos del poeta .
Ambos miraban alternativamente al sol y á la pirámide .
Por último , el sol desapareció completamente. En el mismo instan-
te se oyó un rumor sordo y se abrió la puerta .
El trovador quedóse estupefacto.
Súbito en el interior del sepulcro , resonó una música dulcísima y
melancólica , como si los ángeles de las tumbas celebrasen el aniver-
sario de aquella mujer querida , á quien su esposo le habia consagrado
toda la actividad de su inteligencia , ideando y construyendo aquel mo-
qumento maravilloso .
El trovador se creia trasportado á la region de los prodigios , y
833

fascinado por tan dulces melodías , intentó penetrar en el sepulcro.


-¡-i Insensato ! esclamé Zaré . ¿ Qué vais á hacer ?
-Entrar y satisfacer mi curiosidad.
-¡ Imposible ! La puerta no tardará en cerrarse , y os esponeís á
una muerte segura... ¡ Detenéos !
Zaré se esforzaba en vano . El temerario jóven habia penetrado osa-
damente en el misterioso recinto .
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CAPITULO LXV.

La gruta de Elías.

N el monte Carmelo existen varias gru-


tas que llaman de los Profetas . Una de
ellas , la mas espaciosa , está vaciada
evidentemente por la mano del hombre
en la parte mas dura de la peña , y es
una estancia de prodigiosa elevacion .
Desde allí no se ve mas que un mar in-
terminable que despierta la idea de lo
infinito , ni se oye mas ruido que el de
las olas que se estrellan eternamente
contra el pico del cabo . Segun anti-
guas tradiciones , en aquella gruta tenia
Elías el aula donde enseñaba los misterios y la poesía sublime.
El caballero de la Muerte y el supuesto Juan Osorio no quisieron
abandonar el monte Carmelo sin visitar las famosas grutas de los Pro-
837
fetas . Debemos advertir que Juan Osorio habia guardado rigorosamen-
te su incógnito hasta para con el caballero de la Muerte . Este se ha-
llaba aquel dia profundamente melancólico y sombrío , y hasta enfermo.
Por esta causa habian diferido su partida del monasterio hasta el dia
siguiente .
Pero á la tarde el mismo caballero de la Muerte , para distraerse ,
habia propuesto á Juan Osorio dar un paseo y visitar las famosas gru-
tas . Los dos viajeros se encaminaron allí solos , despues de haberse in-
formado del capellan acerca del camino que debian seguir . Cuando lle-
garon á la gruta de Elías , sentáronse á descansar .
Ambos estaban silenciosos ; pero el caballero de la Muerte estaba
mas ceñudo que nunca . Su palidez era mas lívida que de costumbre , y
sus ojos parecian querérsele saltar de sus órbitas .
Al fin Juan Osorio rompió aquel prolongado silencio , diciendo :
-Me parece que antes de volver al monasterio nos va à sorprender
una tormenta . En este sitio se levantan muy á menudo tempestades
repentinas .
Estas palabras se perdieron en los ámbitos de la gruta . El caballero
de la Muerte permaneció impasible , como si nada hubiera oido . Ni aun
siquiera miró á su compañero . Este se encogió de hombros y continuó
tambien largo rato silencioso , pero sin dejar de tener fijos los ojos so-
bre el caballero de la Muerte , cuyo semblante , de vez en cuando , se
contraia y desfiguraba con horribles visajes .
-¿Estais
-Î malo ? preguntó al fin Juan Osorio , no sin inquietud .
El caballero de la Muerte no respondió .
Entre tanto el sol se habia oscurecido por negras nubes , el mar
bramaba impetuoso , pálidos relámpagos hendian el espacio y roncos
truenos resonaban.
-Ya nos es imposible retirarnos al monasterio . Tendrémos que
guarecernos aquí de la tempestad ; pero lo peor es que se acerca la
noche.
-¡Aquí esclamó el caballero de la Muerte con voz sorda , ¡ Aquí
permaneceré para siempre .
-¿Qué decís ?
El caballero de la Muerte no respondió ; pero sin ' apartar sus ojos
de un punto fijo , arrojó á los pies de Juan Osorio un manuscrito .
Osorio tomó maquinalmente aquel rollo de papeles , y volvió á
preguntar :
-¿Qué es esto ?
838

-¡Castiglioni ! murmuraba el caballero . ¡ Algun dia podrán servir


esos papeles !
-¿Qué teneis ?
¡Yo no te asesiné ! ¡Yo no te asesiné ! ¡Yo no te asesiné !
-¿Estais en vos ?
El caballero de la Muerte tenia fijos los ojos con estraordinaria te-
nacidad en un grupo de añosas encinas que estaban á corta distancia.
Diríase que entre aquellas encinas el caballero divisaba un hombre 6
un espectro , que le hacia señas ó le hablaba.
Súbito resonó un trueno espantoso , y la lluvia comenzó á caer á
torrentes .
¡Ah miserable ! ¿ Te estás burlando de mi ? ¡ Qué estás diciendo !
Y el caballero de la Muerte , crispados los puños , livido el rostro,
erizados los cabellos , salió de la gruta y dió algunos pasos hácia las
encinas .
-¿Pero, hay alguien que diga algo ? preguntó Juan Osorio , tratan-
do de contener á su compañero .
-¿No lo habeis oido ? ... ¿No lo veis ?... ¿ No lo veis ? ... ¡ Alli
está ! ... ¡ Alli ! ¿ No habeis oido ?…..
-¡El qué !
-Cinco años te he servido lealmente , y has sido injusto y cruel
conmigo . ¡ Permita Dios que durante cinco años padezcas los mas hor-
ribles tormentos , y que temas á cada instante que la tierra va
á faltar á tus pies ! ¡Que la maldicion del cielo caiga sobre ti , mi-
serable asesino , y que al fin de este plazo el infierno te abra sus
puertas ! >>
Osorio comprendió la fascinacion lastimosa que padecia su amigo.
Recordó la amenaza terrible , ó mejor dicho , la maldicion espantosa
que habia recibido el caballero de la Muerte de su infeliz é inocente
escudero , á quien habia asesinado .
-¡Siempre ! ¡ Siempre me dice lo mismo ! esclamaba el caballero
con acento delirante. ¿ No lo veis allí ?... Con su cabeza toca al cielo ,
me mira y se sonrie , y estiende hácia mí sus brazos de jigante ... ¡ Fan-
tasma horrible ! ¿Piensas que temo tus amenazas? ... Me llamas ...
¡ Allá voy !
El caballero de la Muerte se encaminó hácia el punto misterioso
donde tenia fijos sus ojos desencajados , donde veia ó creia ver la fati-
dica aparicion .
Juan Osorio siguió á su compañero ; pero á los pocos pasos se de-
839

tuvo , petrificado de horror. Acababa de advertir sobre su frente an-


chas gotas de sangre .
El mismo caballero de la Muerte , á pesar del estado en que se
hallaba , advirtió tambien aquel fenómeno estraño y espantoso .
-¡Está lloviendo sangre ! esclamó Osorio atónito .
El caballero de la Muerte , en su horroroso delirio , creyó que la
creacion entera se conjuraba contra él . La tempestad bramaba, y tor-
rentes de sangre 1¹ caian del cielo .
Aquel dia y en aquella hora se cumplian cinco años , despues
del horroroso asesinato que habia perpetrado el caballero de la Muerte .
Bajo la impresion dolorosa en que se hallaba el criminal , solo
vió en aquel fenómeno de la naturaleza los furores del cielo , que se
complacia en secundar y favorecer la terrible maldicion que al morir
le habia lanzado su escudero ; maldicion que le perseguia , como la
sombra de Banquo perseguia á Macbeth .
Atraido por una fascinacion irresistible , el caballero de la Muerte.
se precipitó hácia las encinas , entre cuyo espeso ramaje veia vagar
el fantasma que le atraia tanto como le aterraba. Allí permaneció in-
móvil durante algunos minutos . Luego resonó un trueno espantoso
que conmovió el mar y el monte , y un impetuoso remolino de viento
arrancó algunas encinas , arrebatándolas con ronco estrépito .
Juan Osorio creyó distinguir la negra figura del caballero de la
Muerte en medio de la disforme tromba de árboles y de peñas , que
arrebataba el huracan hácia el mar cercano . ¡ Alli encontró su tumba
el caballero ! La maldicion se habia cumplido !
Anonadado por la magnífica pujanza de la tempestad , Juan Osorio
habia caido de rodillas , guareciéndose en la gruta de Elías .

Esto no es una ficcion . Existen , respecto á las lluvias , mil fenómenos pro-
digiosos , acaso poco sabidos , pero no por eso menos ciertos. La causa de estas
lluvias de color de sangre , la atribuyen los metereólogos á haber subido mu-
chos vapores de tierra vermeja , que condensándose en agua , contrae esta el
dicho color , y ningun punto del globo es mas á propósito para este fenómeno que
la Palestina , cuyos montes todos presentan un color rojo muy subido. Hay , ade-
más , otras lluvias no menos prodigiosas . El 28 de octubre de 1680 se vió en
Valencia una lluvia de hilos blancos como de lana , y lo mismo sucedió otra vez
en la misma ciudad el año de 1704. Hay tambien otro meteoro de estraordinaria
brillantez , y que aparece como un globo de gran tamaño. Recorre el espacio,
bramando como un trueno , y lanzando una inmensa cantidad de piedras al esta-
llar. Algunas piedras , lanzadas por semejantes lluvias , han pesado mas de
ochenta libras.
840

Cuando hubo pasado la tormenta , Osorio tuvo valor bastante para


dirigirse al sitio de donde habia visto desaparecer á su compañero .
Solo encontró allí removida la tierra , donde antes asentaban sus raices
los árboles arrancados por la destructora furia de là tormenta.
Osorio se santiguó , y rezó una oracion por el alma del caballero
de la Muerte , que habia sido aniquilado por la ira de Dios . Luego se
dirigió lentamente al monasterio del monte Carmelo , y mas de una
vez creyó distinguir en las cumbres del sagrado monte la blanca barba
y el semblante de fuego del Profeta de las venganzas .
d

-on 201
CARNICERO

CAPITULO LXVI.

No hay cosa como morirse , para salir de un lance apurado.

IN duda alguna , lo que verdaderamente


distingue al hombre de los demás séres,
es la curiosidad , el deseo de saber , cupi-
ditas sciendi , ya en el órden fenomenal ,
ya en la region especulativa . Una insigne
prueba de esta verdad nos la suministra
el trovador Jimeno , que por satisfacer su
curiosidad se lanzó temerariamente al in-
terior del sepulcro maravilloso.
Afortunadamente Zaré contribuyó en
gran manera para libertar de aquel peligro á Jimeno . La esperiencia
de muchos años le habia hecho conocer al solitario el tiempo que la
puerta misteriosa permanecia abierta. Así , pues , el solitario penetró
con una antorcha en el sepulcral recinto , y á viva fuerza arrancó á Ji-
meno de su contemplacion . A la verdad que ya era tiempo . Cuando el
trovador salia, cerróse la puerta con tante y tan repentino impetu , que
parte de la capa del jóven quedóse confundida en la juntura de la
106
842

peña . Con un minuto mas de dilacion , Jimeno habria sido victima de


su curiosidad.
El trovador , sin embargo , estaba gozoso , á pesar del grave
riesgo en que se habia encontrado. Habia tenido ocasion de compren-
der y examinar parte del maravilloso artificio de aquel sepulcro . Era
de figura octógona , y en uno de sus lados , en el frontero á la puerta ,
habia visto el trovador una urna cineraria colocada perpendicularmen-
te , y adornada á los lados con jarrones de esquisito gusto , y de
varias figuras de maravillosa ejecucion que representaban genios llo-
rosos . Sobre la urna veíanse entrelazadas , y formando graciosas labo-
res, algunas coronas de siemprevivas , ejecutadas de encendidos rubies,
y tan delicadamente trabajadas , que no parecia sino que allí se habian
nacido. Veíanse tambien dos pequeños cipreses , formados de esmeral-
das , y sobre sus copas estaban posadas cuatro aves fénix , y ellas eran
las que formaban un concierto celestial en aquella mansion de la
muerte.
Jimeno habia advertido tambien otro fenómeno singular . A medi-
da que la luz del crepúsculo se iba estinguiendo , y cuando parecia que
la oscuridad debia aumentarse en el interior del sepulcro , sucedió , por
el contrario , que una claridad estraordinaria iluminó aquel recinto .
El trovador advirtió entonces que sobre la marmórea urna habia un
gran vaso de elegantísima forma , lleno de un líquido luminoso que es-
parcia sus rayos por todo aquel ámbito .
Aún estaban departiendo el trovador y Zaré de las maravillas de
aquel monumento estraordinario , cuando divisaron dos personas que
con gran presura y muestras de turbacion se acercaban hácia ellos .
Los recien llegados eran un hombre y una mujer ; ella encubierta
con su manto , y rebozado él en su capa .
El hombre se quedó á algunos pasos de distancia , y la mujer se
adelantó hasta saludar á Zaré y á Jimeno . Grande sorpresa causó en
el trovador la llegada de aquella mujer , á la cual reconoció inmedia-
tamente.
-¡Clotilde esclamó el trovador.
Ya sabemos que Amalia habia dado á su doncella el encargo de
avisar á Jimeno del peligro que corria , si llegaba á caer en manos del
Gran Maestre de los Templarios ; pues estos eran los que en Jerusalen
tenian jurisdiccion ordinaria respecto á los cristianos , de cualquier
nacion que fuesen . Clotilde , pues , cumplió su promesa , exigiendo á
Guillermo , paje del padre de Amalia , que la acompañase .
843
En brevísimas palabras la fiel doncella manifestó á Jimeno el ob-
jeto que allí la habia conducido , rogándole , de parte de su señora , que
no dilatase el ponerse en salvo. Añadió , además , que podian comuni-
carse fácilmente , entregando las cartas al solitario del valle de Josa-
fat , y que allí iria ella ( Clotilde ) para recoger las de Jimeno y dar á
Zaré las de Amalia , para que las enviase á su destino por conductos
seguros.
Convenidos en todo esto , Clotilde y Guillermo se volvieron al punto
á Jerusalen , no solo para que en la Casa del Temple no se advirtiese
su ausencia , sino tambien para avisar al escudero de confianza de Ji-
meno , á fin de que se presentase en la casita de la Pirámide, provisto
de armas , dinero y caballos .
-¿Y á dónde pensais ir? preguntó Zaré .
-Al monasterio de monjas del monte Carmelo .
-¿Y pensais permanecer alli ?
-No lo sé á punto fijo. Mi objeto , al dirigirme al Carmelo , es por-
que supongo encontrar allí á mi mejor amigo , que me habia hablado
acerca de un viaje que tenia que hacer al dicho monasterio .
-¿Por qué no os vais á Gaza?
-Porque debo muchas consideraciones al tal amigo , y no quiero
tomar minguna resolucion importante , sin consultársela . Además ,
tengo depositadas en su poder considerables sumas de oro ... ¡ Cuánto
siento ausentarme de Jerusalen !
-¡Esa es la vida!
-¡Cuánto siento abandonar á mi hermosa Amalia , é interrumpir.
mis trabajos ! Mi poema...
-¿Y qué pensais conseguir con esos trabajos?
-La inmortalidad .
-Cuando hayais concluido vuestro poema , querreis empezarlo de
nuevo.
-¿Y por qué ?
-Porque entonces , todo lo que hayais escrito , se os antojará una
miseria.
-Quizás tengais razon.
-« Todo el trabajo del hombre es para la boca de él ; mas su alma
no se llenará . »
Ambos guardaron silencio .
Inútil es decir que Clotilde , siguiendo las instrucciones de su se-
ñora , nada habia manifestado á Jimeno , respecto á la situacion cruel
844

en qué Amalia se encontraba , de dar la mano de esposa al conde de


Fribourg , segun espreso mandato de su padre. !
Temia Amalia, con razon, que si tal llegaba á saber Jimeno, acaso
no quisiese ausentarse , esponiéndose así á ser víctima del rencor de
su familia ; ó tal vez recelaba que , irritado con tantas contrariedades ,
intentase cortar con la espada el nudo gordiano de aquella penosa si-
tuacion , buscando al conde de Fribourg y dándole muerte ; remedio
sin duda eficaz , pero violento , y que atraeria sobre su esposo el peso
horrible de un crímen , lo cual á todo trance queria evitar la discreta y
desgraciada jóven .
Por otra parte , Amalia creia que en el plazo prefijado habria
tiempo bastante para que su padre reflexionase , y desistiese de vio-
lentar tan cruelmente la voluntad de su hija.
¡ Cuánto se equivocaba ! Acaso la jóven se arrepintió despues , por
no haberle comunicado á su esposo todo el rigor de sus desdichas , y
por haberse privado así de un consejero que , como tan interesado , le
ayudase á salir de tan doloroso conflicto.
Entre tanto , Jimeno habia partido , seguro de la sincera amistad
que le profesaba Zaré , el cual le habia prometido hacer llegar sus car-
tas á manos de Amalia con toda puntualidad y sigilo ..
Tres dias despues de la partida del trovador , cuando ya el sol de-
clinaba , se presentó en la casita de la Pirámide una mujer , cubierta
con un velo , y ajada su faz hermosa por la mano del dolor.
Recibió Zaré á la desconocida con tanta sorpresa como cortesía , y
despues de haberle hecho sentar en su humilde vivienda , le preguntó:
-¿En qué puede complaceros este pobre solitario ?
-Señor , sé que sois muy sábio y muy amigo de mi esposo. Yo
vengo , pues , á implorar vuestra sabiduría y vuestra amistad , para
que remedieis en algun modo mis penas .
-Señora , tengo una particular complacencia en conocer á la dig-
na esposa de mi querido amigo . Mucho me lisonjean vuestras palabras;
yo no me tengo por sábio ; pero sí podeis contar con un verdadero
amigo. Y á la verdad que es muy sensible conoceros , cuando , segun
parece , estais asaz afligida . Decidme , señora , vuestra pena , y yo os
prometo que , como sea cosa hacedera para un hombre , no os mar-
chareis de aquí sin haber hallado el remedio que buscais .
Amalia refirió á Zaré todo lo que ya sabe el lector , respecto á
la penosa situacion en que habia colocado á la jóven la cruel exigencia
de Mr. Molay.
845

-Yo creí , añadió Amalia , que mi padre al fin se ablandaria con


mis súplicas ; pero todo ha sido inútil. Hoy ha vuelto á repetirme lo
mismo con tanta furia , que no me queda la menor esperanza , ni sé
tampoco qué partido tomar . ¿ Me descubriré á mi padre ? Decidme
vuestra opinion , yo vengo á tomaros consejo .
.Zaré quedóse pensativo durante largo rato.
-Verdaderamente , dijo al fin , os encontrais en unas circunstancias
gravísimas ; pero... ¿ Por qué no le habeis dicho à vuestro padre toda
la verdad del hecho ?
-¡Ay , señor ! No me he atrevido por muchas razones . En primer
lugar , creo que mi padre , segun lo furioso que está , y el rencor que
le tiene á Jimeno desde la muerte de mi primo. Senancourt , seria ca-
paz de asesinarme en el momento en que' supiese que yo era la esposa
de Jimeno . Os ruego que no veais en esta creencia un vano temor fe-
menil. Estoy segura , abrigo la conviccion íntima de que mi padre me
asesinaba ; ó bien procuraria con mas empeño todavía la perdicion de
mi esposo , á fin de que á todo trance se verifique mi enlace con el
conde de Fribourg .
-¿Qué clase de hombre es el conde ?
-Dicen que es un cumplido caballero .
-¿Estais segura de lo que decís ?
-Ciertamente no tengo datos ni en pro ni en contra de la hidal-
guía de su carácter .
-¡Oh ! esclamó Zaré . ¡ Si él fuese un cumplido caballero!...
-¿Qué ?
-Todo estaba ya arreglado .
-¿Cómo ?
-¡No se os ha ocurrido confiar vuestro secreto al conde de Fri-
bourg?
-No , respondió Amalia ruborizándose.
-Pues , señora , dos medios teneis de salir de tan duro trance.
El uno de ellos es confiaros á la hidalguía del conde , manifestándole
la imposibilidad en que os encontrais de ser su esposa...
-¿Cuál es el otro medio ?
---Huir con vuestro esposo .
-Prefiero ese último.
-Tiene , sin embargo , un grave inconveniente .
Ah!
-Si ahora vuestro padre persigue á Jimeno , si huís con él , claro
846

está que el rencor subirá de punto , y que su venganza será terrible, y


lo que es peor , inevitable.
-¡Inevitable !
-No os queda mas remedio que embarcaros para Europa ; pero
esto tambien es muy peligroso , por no decir imposible , à causa de que
casi todas las embarcaciones que vienen á Palestina , tanto á la venida
como á la vuelta , llevan siempre á bordo gran número de caballeros
Templarios...
-Nos disfrazarémos .
-Único recurso que os queda ; pero la desgracia es que ya ha pasado
la época en que todos los años acostumbran á venir las galeras vene-
cianas , y solo la casualidad puede hacer llegue à estas costas algun
buque cristiano. Adoptando este medio , seria necesario que permane-
ciéseis ocultos en alguna parte uno , dos ó tres meses ; y esto es ca-
balmente lo que debeis evitar , pues en la Palestina todos los puntos
principales , todos los caminos , y aun los campos y aldeas , estan
inundados de Templarios .
-¡Dios mio ! ¡ Dios mio!
-Por otra parte , repito que huir con Jimeno seria atraer sobre
su cabeza aún mayor animadversion que la que ya le profese vuestro
padre . No os queda mas remedio que confiaros al conde ; y yo estoy
seguró que , como él sea un caballero , os sacará de este trance so-
lamente con desistir de su pretension , sin necesidad de manifestar á
nadie la causa que le haya impulsado á abandonar su proyecto de
boda.
Amalia quedóse algunos momentos pensativa .
-En efecto , dijo al fin , veo que teneis razon en decir que el conde
puede arreglarlo todo . A la verdad , me es muy penoso dar este paso;
pero me rindo á vuestras discretas observaciones , y ¡ ojalá que el re-
sultado corresponda á nuestras esperanzas !
-Dios lo haga , señora . Además , añadió Zaré despues de algunos
momentos de profunda reflexion , si el conde es un hombre indigno , que
rehusa ampararos en tan críticas circunstancias ...
-¡Oh ! Entonces me doy la muerte.
-Eso es justamente lo que debeis responderle ; pero guardaos ,
señora , de tomar ninguna resolucion violenta . Escuchadme bien : des-
pues de tentar todos los medios , os separareis del conde , diciéndole
estas mismas palabras : - «< Pues bien , caballero , os desposareis con
un cadáver . »
847
-Estoy resuelta à morir...
-Dejãos de esas cosas , y limitãos solamente á hacer y decir lo que
acabo de encargaros. Yo estoy seguro de que , Dios mediante , podré
salvaros.
Habia en las palabras de Zaré tal acento de seguridad , que la afli-
gida jóven sintió penetrar en su alma un rayo de esperanza , aun su-
poniendo que el conde se manifestase poco dispuesto á favorecer y se-
cundar su demanda.
-¿Y le manifestaré el nombre de mi esposo ? preguntó Amalia .
-De ninguna manera . Debeis decirle pura y simplemente que estais
casada.
Luego la jóven bajó los ojos , y el carmin del pudor tiñó sus mejillas .
-¿Creeis conveniente que le manifieste tambien que me en-
cuentro ... ?
Amalia se detuvo , y volvió á parecer mas sonrojada todavía.
-Entiendo , dijo Zaré. No hay el menor inconveniente en que se
lo reveleis todo.
-¡Ah , señor ! ¡ Cuánto os debo !
-Os advierto , señora , que necesito saber al instante el resultado
de vuestra conferencia con el conde.
-Descuidad ; mañana á estas mismas horas me tendreis aquí. Aho-
ra bien , ¿ creeis que aun cuando el conde se resista...?
-Creo firmemente , señora , que podrémos vencer todos los obs-
táculos.
-A vuestra sabiduría y á vuestra amistad confio mi destino , mi
honor , mi vida .
-Nosotros pondrémos los medios , y Dios , que todo lo puede , hará
lo demás .
Despidióse Amalia de Zaré, y encaminóse al punto hacia la ciudad ,
habiéndosele reunido á los pocos pasos Clotilde y Guillermo , que la
aguardaban.
Entre tanto Mr. Molay y su hermano el Gran Maestre se ocupaban
muy de veras del casamiento de Amalia . El conde de Fribourg habia
ido varias veces á visitar á la jóven ; pero siempre la visita la habia re-
cibido Mme . de Senancourt .
Al dia siguiente , cuando Amalia estaba pensando en el modo de
hablar al conde , le llevaron aviso , de parte de su tia , de que se pre-
sentase al señor conde de Fribourg.
Por fortuna de la jóven , Mme. de Senancourt desaprobaba alta-
848

mente el proyectado enlace , y , sobre todo , criticaba la precipitacion ,


alegando , entre otras , dos razones principalísimas y , para ella , en
alto grado atendibles . En primer lugar , Mme . de Senapcourt reparaba
que no estaba bien casar á Amalia , cuando hacia tan poco tiempo que
habia muerto su primo ; y en segundo lugar , una jóven de tan dis-
tinguido linaje , segun Mme. de Senancourt , debia casarse en Paris,
siendo sus padrinos los reyes de Francia y asistiendo á sus bodas toda
la nobleza del reino.
Esta disposicion de ánimo en que se hallaba la buena señora , fué
muy favorable para que Amalia llevase á cabo su proye cto . Cuando la
jóven se presentó al conde , este la saludó con la mas esquisita corte-
sanía , y por mas que advirtiese en Amalia estraordinar ia palidez y
ademan dolorido , era tan sobrehumana su belleza , que siempre deja-
ba lugar á la admiracion , y aun aquellos síntomas de dolor daban á
la jóven cierta espresion melancólica y sentimental , que mas bien au-
mentaba que disminuià el prestigio encantador de su belleza .
Durante la visita , Amalia cambió algunas palabras con su tia , su-
plicándole se sirviese dejarla sola con el conde , á quien tenia que ha-
cerle una peticion muy importante .
-¿Cuál ?
-Que dilate algun tiempo mas nuestro casamiento, respondio Ama-
lia algo confusa.
-Has pensado muy bien , sobrina ; y me complace mucho ver que
piensas así , porque tal es tambien mi opinion . Ya se lo he dicho á tu
padre , pero inútilmente .
Pocos momentos despues levantóse Mme . de Senancourt con un
pretesto , y dejó solos á su sobrina y al conde . Este comenzó á decir
galanterías á la jóven ; pero ella le dijo con seriedad :
-Caballero , tengo que hablaros de cosas que nos importan mucho .
-Decid , señorita , decid .
-Pero ante todas cosas os exijo , bajo palabra de honor, que guar-
deis secreto inviolable acerca de lo que voy á confiaros .
-Os empeño mi palabra de honor. ⚫
No dejó de alarmar algun tanto al conde el giro que parecia tomar
la conversacion.
1 -Ya sabeis , dijo Amalia , que si he de obedecer á mi padre , pa-
sado mañana se cumple elplazo prefijado y debo ser vuestra esposa.
-¡Ah ! No puedo negaros que esa idea me enloquece de placer , y
que desearia poder hacer un imposible , à fin de que pasado ma-
849

ñana fuese hoy , y no tener que aguardar tres dias , tres eternidades .
Este lenguaje afectado disgustaba á Amalia , que estaba acostum-
brada al lenguaje sencillo y verdaderamente apasionado de su querido
trovador.
-Yo supongo , caballero , que vos no querreis aceptar mi mano ,
si al mismo tiempo no os entrego mi corazon . Yo no he tenido el gusto
de conoceros ni de trataros , y por consiguiente , me veo en el caso de
confesaros que , si bien admiro vuestras prendas , no os profeso incli-
nacion alguna . Ni vos ni yo tenemos la culpa de no habernos conoci-
do antes...
-¿Y qué importa que vos no me hayais conocido , para que yo os
adore con toda mi alma ? Por lo que a mí hace , debo rectificar una
equivocacion vuestra . Decís que no nos hemos conocido antes , y esto
podrá ser cierto respecto á vos , pero en ninguna manera respecto á
mí. Yo tuve la dicha de conoceros en Paris hace mucho tiempo , y
desde el momento mismo en que vi vuestra hermosura , quedéme heri-
do de amores . Tambien en aquella época os pedí á vuestro padre por
esposa ; pero mi mala suerte quiso que ya estuviéseis prometida á vues-
tro primo , y Mr. Federico Molay me negó vuestra mano , por lo cual ,
lleno de desesperacion , emprendí un largo viaje , creyendo que nuevas
impresiones podrian borrar la herida profunda que en mi causáran
vuestros ojos. ¡ Vana esperanza ! Constantemente llevaba vuestra imá-
gen en mi corazon . Mas hé aquí que ahora la fortuna volvió hácia mí
su semblante risueño , haciendo que desaparezcan todos los obstácu-
los y poniéndome en camino de merecer la inesplicable ventura de
llamaros mia . No ignoro que vuestro corazon se ha inclinado antes á
otro hombre , cuya pérdida sin duda lamentais , como me lo estan di-
ciendo vuestros ojos llorosos y la palidez de vuestro semblante .
-Estais muy equivocado , caballero , respondió lacónicamente
Amalia .

-Supongo que no querreis hacer un misterio para conmigo de vues-


tros amores con Mr. de Senancourt .
-Os repito que os equivocais. Yo no he amado nunca á Senancourt ,
sino como á un pariente.
-¿Acaso amais á otro?
-Con mi vida y con mi alma ..
El conde pareció muy sorprendido .
-¿Y vive vuestro amante ?
-Mejor diríais mi esposo.
107
850

-¿Pero vive ?
-Vive... Es preciso aprovechar el tiempo , conde ; pudiéramos ser
interrumpidos , y yo necesito que me deis una respuesta terminante.
Si sois un caballero , si quereis amparar á una dama que implora
vuestro auxilio , si es verdad que abrigais un corazon hidalgo y gene-
roso , me lo vais à probar muy en breve con vuestra conducta . Esta
palidez , estas lágrimas , este dolor que revela mi semblante , no creais
que es porque yo lamente en demasía ni fuera de término la muerte de
Senancourt . Sabed , pues , que yo estoy ya casada en secreto , por no
contrariar abiertamente la voluntad de mi padre .
-Ese casamiento no es válido .
-Si lo es; porque Dios nos ha visto desde el cielo , y á él hemos
puesto por testigo de nuestro amor.
-Yo creo siempre , señora , que permaneceis fiel á la memoria de
Mr. de Senancourt , y que ahora se os ha ocurrido decirme todo eso ,
para continuar soltera y llorando siempre à vuestro primer amante.
-¡Caballerol esclamó Amalia con la faz encendida. 1 Yo no miento
jamás !
-Por mas que me digais , repuso el conde con irónica sonrisa , yo
nunca podré creer sino lo que ya os he manifestado .
-Pues creereis un error , y á la par me haceis una ofensa .
-Hablemos francamente . Todo lo mas que yo puedo creer , y que
parece mas natural que asi haya sucedido , es que ... en fin ... algun
desliz ...
-¡Me insultais !
-Nada de eso , señora ; no es tal mi ánimo .
-Os lo confesaré todo , dijo Amalia con ademan delirante , aproxi-
mándose al conde y fijando en él una mirada profunda . Sabed , señor
conde , que estoy en cinta . En mi seno llevo ya el fruto de mi amor.
-Eso me confirma mas en mis primeras sospechas , repuso el conde
algo pálido , pero siempre con su aspecto á la vez tranquilo é irónico .
De cualquier modo , continuó , yo estoy resuelto á no renunciar nunca
á la felicidad de poseeros , y yo confio mucho en vuestro claro entendi-
miento y vuestro linaje ilustre , para no esperar que, cualesquiera que
hayan sido vuestros estravíos mientras que fuísteis soltera , sabreis
comprender muy bien , una vez casada , lo que à vos misma os debeis ,
y tambien lo que debeis al mundo y á vuestro esposo .
-Hombre indigno ! esclamó la jóven , con los ojos chispeantes de
cólera .
851

Luego , haciendo el último esfuerzo , y como si temiera perder del


todo la esperanza , añadió :
-Perdonad , señor conde ; yo no sé lo que digo ; pero la verdad
es que yo no os amo , ni puedo amaros ...
-Me amareis cuando seais mi esposa .
-¡Jamás !
-Tendríais un corazon de tigre , si así no lo hiciérais , cuando viéseis
el afecto constante de vuestro esposo , atento siempre a prevenir y
realizar vuestros deseos .
-Os repito que es imposible , aun cuando yo quisiese , que vos
seais mi esposo . ¡ Estoy casada !
-Yo no retrocedo . ¿ Qué diria de mí vuestro padre ?
-¿Y vuestro honor no os dice nada ? ¿Qué os aconseja el honor ,
cuando una dama afligida implora vuestra proteccion ?
-Mi amor me manda desear ser vuestro esposo , y mi honor me
impone el deber de no faltar á lo contratado con vuestro padre ...
Fuera de sí Amalia interrumpió al conde :
¡ Me he equivocado ! Creí remediar mi desdicha , dispensándoos la
confianza que acabo de tener con vos ; pero no sois un caballero ...
¡Sois un infame !
-Mi delito es adoraros.
-Pues bien , caballero , sereis esposo de un cadáver . ¡ Hé aquí
todo cuanto tenia que deciros !
En aquel momento entró Mme . de Senancourt , y poco despues
llegó Mr. Federico Molay.
La jóven se retiró á los pocos minutos ; pero no sin cambiar antes
una mirada con el conde , que significaba :
-Os exijo que cumplais vuestra palabra empeñada , de guardar
secreto .
Mr. Molay no estrañó la turbacion de su hija , acostumbrado co-
mo estaba á verla siempre afligida y llorosa , particularmente en
aquellos dias .
Cerca del oscurecer , Amalia , auxiliada por Clotilde y Guillermo ,
consiguió salir de la ciudad para ir á la casita de la Pirámide. Ya la
estaba aguardando el virtuoso y sábio Zaré .
-¿Qué tenemos ? preguntó el solitario .
La jóven refirió entre sollozos toda la escena habida entre ella y el
conde.

-¡Mal caballero ! esclamó Zaré indignado .


852

-¡Dios mio ! ¡ Dios mio ! ¿ Y ahora , qué hacemos ? ¡ En vos tengo


toda mi confianza !
--No os aflijais , señora.
Despues de algunos momentos de reflexion , et anciano Zaré -
añadió :
-Es preciso , señora , que os armeis de valor ; porque el remedio .
que pueden tener vuestras penas , es tan doloroso y terrible como la
situacion misma en que os encontrais .
• Estoy resuelta á todo.
-Me alegro mucho de veros tan decidida .
Esto diciendo , el anciano se dirigió á un armario que habia en su
humilde vivienda , y sacando una redoma , se la presentó á la jóven ,
diciendo :
-Aquí se encierra vuestra salvacion . Os voy á esplicar mi proyec-
to . Esta redoma contiene un liquido , cuya virtud narcótica , por mas
que sea muy enérgica , está graduada de modo que no puede ser mor-
tífera . Vos debereis esta noche , al acostaros , beber atrevidamente todo
el contenido de esta redoma , y muy pronto sentireis paralizarse todas
vuestras facultades , interrumpirse el pulso y la respiracion , un frio
general recorrerá vuestro cuerpo , y en fin , podrán observarse en vos
todos los signos de una muerte natural . El letargo producido por esta
bebida os durarà mas de cuarenta y ocho horas . Ahora bien , vos
sereis enterrada en el cementerio de los Peregrinos . El guarda del ce-
menterio es un hombre que me profesa grande cariño y me debe mu-
chas atenciones ; pues en cierta ocasion le salvé la vida . Por lo tanto,
estoy segurísimo de que me ayudará á sacaros de allí . Una vez habien-
do atravesado los umbrales del sepulcro , nadie os buscará , y podreis
vivir segura y dichosa al lado de vuestro esposo.
-¡Qué felicidad !
-No quiero ocultaros que la prueba es terrible ; pero debeis tener
en mí grande confianza , y no separaros un ápice de lo que os he pre-
venido . ¿ Tendreis valor?
-¡Oh ! ¿ Cómo puede faltarme , si el fin de tantas penas ha de ser
reunirme con mi amado Jimeno , sin temor de que nos persigan ?
-Solo tengo que añadiros , que guardeis gran secreto . ¿ Entendeis?
A nadie , absolutamente á nadie, debeis participar lo que vais á hacer.
-Descuidad , que ni aun á Clotilde le he de decir una sola palabra .
La jóven se despidió del anciano Zaré , cuyos consejos siguió al
pie de la letra .
CAPITULO

6th chale site eboob en sida real Coll

LXVII.

Las siete palabras.

ocos dias despues que D. Guillen Go-


mez de Lara habia tomado el hábito
en la Órden del Templo , se verificó
la ceremonia de que Alvaro del Olmo
tomase el grado de Caballero Orien-
tal. Como todas las ceremonias de los
Templarios , verificóse esta tambien
á puerta cerrada , y en verdad que es-
te acto fué curioso , formidable , es-
traño y por todos conceptos digno de
la atencion de nuestros lectores .
El Comendador que representaba
el principal papel en aquella terrible ceremonia , era un español llamado
Don Gomez Giron , el cual profesaba á su Órden una adhesion sin lí-
mites . Don Gomez , pues , era la viva personificacion de ese espíritu de
bando y de secta , que siempre raya en fanatismo .
La iglesia del Temple estaba adornada en esta ocasion con estraor-
dinaria pompa , y no sin estrañeza .
834

En el centro del templo habia un círculo formado de escaños cu-


biertos con tela verde , así como tambien eran del mismo color las
colgaduras que revestian las paredes. Dentro del círculo habia una
grada de madera , y encima una mesa cubierta con un tapete tambien
verde con franjas de oro . Sobre la mesa habia un atril , sobre el
atril un libro , y alrededor ardian siete candelabros .
Verificóse la primera parte de la ceremonia en los mismos térmi-
nos que para hacer la profesion , es decir , que el caballero , acompa-
ñado de sus padrinos , llamó á la puerta del templo por tres veces , fué
presentado , primero al Gran Maestre , y despues á los demás caballe-
ros , que le dieron el abrazo y ¿sculo de paz y fraternidad .
Junto a la mesa habia un sillon , donde estaba sentado el Comen-
dador , y á cada lado habia. siete caballeros orientales . Enfrente del
Comendador estaba el Gran Maestre , sentado bajo de un sólio con gran
pompa y magestad , ostentando en su pecho la banda de Gran Coman-
dante del Temple , con cuatro cruces de Comendador y un triángulo
equilátero , símbolo de la igualdad de las tres personas de la Trinidad .
-Alabemos al Señor , dijo el Gran Maestre , porque nosotros te-
nemos el favor de estar en la unidad pacífica de los números sagra-
dos ( El Pleromo ) .
-¡Dios está con nosotros ! respondieron los demás caballeros .
Y en seguida entonaron un Te Deum .
Luego el Comendador tomó asiento , teniendo en pie á cada lado
siete caballeros . Es de advertir que todos los que aquella noche se en-
contraban en el templo , eran sola y esclusivamente los que habian re-
cibido el grado de caballeros de Oriente.
El Comendador hizo una seña á los padrinos del iniciado , y este
fué conducido por aquellos hasta el estremo opuesto de la mesa . Alli
los dos padrinos permanecieron de pie , inmóviles como estátuas, mien-
tras que Alvaro del Olmo estaba arrodillado , con la cabeza inclinada ,
y en actitud de escuchar atentamente las revelaciones que , al pare-
cer , iban á hacerle .
Don Gomez Giron se puso á leer en aquel libro , que indudable-
mente estaba escrito por algun filósofo de Egipto ó de Siria ; pues en
aquel volúmen se le daba mucha importancia á las emanaciones que
1
los gnósticos distribuian en héptadas , décadas y duodécadas. La

1 Ya hemos dicho en otro lugar que á los Templarios les atribuian doctrinas
gnósticas .
855

distribucion de estos grupos numéricos la temaban de las antiguas cos-


mogonías , que daban muy grande importancia á los números .
El Comendador leyó :
-« De las propiedades y escelencias del número SIETE . >»
Todos los caballeros prestaron la mas profunda atencion .
Don Gomez continuó su lectura :
-En el principio crió Dios el cielo y la tierra . En el principio , y en
el mismo momento en que se coucibe á Dios , se concibe la creacion ;
porque no puede concebirse á Dios pasivo , sin sacar de su interior
todo lo que existe . Y Dios crió al mundo en seis dias , seis épocas , seis
períodos , y en el sétimo quedó completo , y siguiendo su camino por
el vacío como una criatura cabal y concluida . Para criar el mundo no
necesitaba Dios mas que un brevísimo instante de su voluntad ; pero ,
habiendo querido encerrar su creacion dentro de las murallas del tiem-
po y del espacio , era preciso que el gérmen del Universo se desarro-
llase sucesivamente en la duracion y en la estension . Despues de estas
seis épocas del mundo físico , comenzó la sétima , que debia no aca-
barse , y el mundo podia seguir su curso como un arroyo cristalino
cuyas márgenes estuviesen bordadas perpétuamente de olorosas flores.
Pero la CULPA encenagó el purísimo manantial . Cayó el hombre , y
ahora comienza la gran semana ; la gran semana del espíritu comienza
despues que el mundo fisico fué acabado . Pero el espíritu del hombre
fué separado del hombre en castigo de su culpa . ¡ Se inventó la muerte !
-¡Se inventó la muerte ! repitieron todos los caballeros .
Despues de algunos momentos , D. Gomez continuó su lectura :
-Fué necesaria la rehabilitacion , y el Cristo realizó sobre la tier-
ra el modelo ideal del hombre perfecto , vencedor de sus pasiones ,
adornado con todas las virtudes , y ostentando la razon humana en
toda su pureza divina . ¡ Y comenzó la regeneracion !
-¡Y comenzó la regeneracion ! repitieron los demás .
Calló el Comendador , dejando el libro en el atril , y á la cabeza
de los catorce caballeros se dirigió hacia el altar mayor . En el centro
del altar habia una pequeña puerta , la cual daba paso á un aposento
practicado en el interior mismo del altar . En el centro de aquella ha-
bitacion veíase una pila , igual en la figura á las pilas bautismales , y
con la sola diferencia de ser de un tamaño mucho mas grande. La
pila estaba llena de agua.
Congregados allí el Comendador y los catorce caballeros de Orien-
te, entonaron al son del órgano el siguiente cántico :
856

« Por la miseria de los desvalidos y el gemido de los pobres , ahora


me levantaré , dice el Señor.
>> Pondrélos en salvo ; en esto yo obraré confiadamente .
>>> Las palabras del Señor , palabras puras : plata ensayada al fuego ,
purificada en la tierra , y refinada siete veces . »
En seguida recitaron las siguientes palabras de Ezequiel:
« Vino sobre mí la mano del Señor , y me sacó fuera en espíritu del
Señor y me dejó en medio de un campo que estaba lleno de huesos ...
» Y dijome : Hijo de hombre, ¿crees tú acaso que vivirán estos hue-
sos ? Y dije : Señor Dios , tú lo sabes . .
>> Mas cuando yo profetizaba , hubo ruido , y hé aquí una conmocion ,
y ayuntáronse huesos á huesos , cada uno á su coyuntura . Y miré y ví
que subieron nervios y carnes sobre ellos , y se estendió en ellos piel
por encima ; mas no tenian espíritu.
>> Y díjome : Profetiza al espíritu , profetiza , hijo de hombre , y dirás
al espíritu Esto dice el Señor Dios de los cuatro vientos ; ven , oh es-
píritu , y sopla sobre estos muertos , y revivan . »>
Callaron todos , y resonó un órgano . Esta fué la señal para que los
padrinos condujesen á aquel aposento al caballero iniciado . Alvaro del
Olmo se presentó , y despues de algunas ceremonias que consistian en
salutaciones misteriosas murmuradas al oido , y en ciertos signos y le-
tras que figuraban con las manos , el nuevo caballero de Oriente fué
arrojado en la inmensa pila , apagaron las luces , saliéronse de alli to-
dos los caballeros , y solo quedaron en compañía de Alvaro los dos pa-
drinos , que muy luego le vistieron una blanca túnica de lino , símbolo
de la pureza en que deja al alma el bautismo , que es decir , la rehabi-
litacion.
En seguida volvieron á conducir al iniciado á la iglesia , y enton-
ces , vueltos todos hácia el Oriente , esto es , hácia el Altar 1 , estuvie-
ron largo rato sumergidos en oracion mental .
Luego de pronto el Gran Maestre esclamó :
-Cuarenta años estuvo el pueblo de Israel en el desierto .
----Dia por año , año por siglo , dijo el Comendador.
-Luego esplicareis á nuestro nuevo hermano los misterios de los

1 Nótese que todas las iglesias de los Templarios , así como tambien las edifi-
cadas por los fracmasones , tienen el altar hácia el Oriente , observándose siem-
pre que los rayos del Sol poniente penetran por el roseton de la fachada , espar-
ciendo en cierto momento entre las sombras de la tarde un rayo de luz sobre el
altar , sobre el cual brilla todos los dias la antorcha encendida por el Eterno.
$37

números . Ahora, alabad al Señor , porque se abrieron las puertas de la


esperanza , porque vino el Cristo , y ya podrá cumplirse el destino del
género humano.
Luego el Comendador dijo :
-Oid estas palabras de Ezequiel : « Y llevarás la maldad de la casa
de Judá cuarenta dias : dia por año , dia , digo , por año te he dado . »>
-Al fin la Ciudad y el Templo serán edificados sólidamente . Salo-
mon y Esdras solamente fueron la figura ó el símbolo del gran Taber-
náculo y de la Ciudad celestial que un dia edificarán los cristianos en
su Maestro , el Cristo.
Y volviéndose hácia D. Gomez Giron , añadió el Gran Maestre :
-Comendador, leed la historia de Hiram.
Don Gomez leyó la historia del rey de Tiro .
Terminada esta historia , que fué estrañamente comentada y espli-
cada por el Comendador al iniciado , llegáronse á este los padrinos y le
vistieron un rico manto de seda de color verde , símbolo de la esperan-
za del género humano , esperanza concedida de gracia por el Eterno
en el sacrificio voluntario del Cristo .
Luego el Comendador volvió á colocarse como al principio , tenien-
do delante la mesa y el atril y el libro de los Números .
Y continuó su lectura de esta manera:
-¿Sabeis , caballero de Oriente , lo que significa dia por año , año
por siglo ? Entended el misterio . Cuarenta dias ayunaban los Profe-
tas y se purificaban en el desierto . Cuarenta dias pasaban entre las
mujeres hebreas desde el parto hasta la purificacion . Y cuarenta años
estuvo peregrinando el pueblo de Israel en el desierto , hasta que me-
reció la dicha de entrar en la tierra prometida . El número cuarenta es
el número marcado por la naturaleza para todas las purificaciones .
Ahora bien , ¿ sabeis lo que significa año por siglo ? Entended el mis-
terio. Aqui comienza la teoría de los círculos . El pueblo de Israel fué
el escogido entre todos los pueblos de la tierra para ser como la perso-
nificacion del género humano . Cuarenta años estuvo el pueblo de Israel
en el desierto ; y año por siglo estuvo el género humano sin ver la luz.
salvadora , la luz del mundo , el Cristo , que vino á los cuarenta siglos
despues que el Eterno habia sacado la tierra de debajo del grande
abismo de las aguas . A cuarenta años en el desierto para el pueblo de
Israel corresponden cuarenta siglos en las tinieblas para el género
humano.
El Comendador hizo una pausa y una seña , como para recomendar
408
838

á los circunstantes que reflexionasen profundamente sobre lo que aca-


baban de oir.
Luego D. Gomez continuó :
-Así como el pueblo de Israel fué el escogido en el círculo de los
pueblos , así Jesus fué el escogido para realizar el modelo ideal del
hombre. Si el pueblo hebreo no hubiera luego caido en los horrendos
crímenes que se refieren en el libro IV de los Reyes , no hubiera acae-
cido la cautividad de Babilonia . Los setenta años del cautiverio signifi-
can setenta siglos que aún estará el género humano llorando en este
valle de lágrimas . El Creador del cielo y la tierra ha amado con toda su
voluntad y de toda eternidad el número SIETE . Siete virtudes , siete
pecados , siete épocas en la creacion , siete épocas en el espíritu huma-
no , y hasta el número siete se reproduce en las generaciones que me-
diaron desde Abraham hasta el Ungido , pues desde el padre de Isaac
hasta David mediaron dos veces siete generaciones : y desde David has-
ta la transmigracion de Babilonia , dos veces siete generaciones y
desde la transmigracion de Babilonia hasta Cristo , dos veces siete gene-
raciones.
El Comendador volvió á guardar silencio ; todos los caballeros se
arrodillaron , y durante largo rato permanecieron en oracion .
Al fin D. Gomez dijo :
-Ahora comienza la esplicacion del gran misterio . Jesus , que ha-
bia personificado todas las virtudes , fué tambien el que , para satis-
facer á la divina justicia , tomó para sí todas las angustias y dolores
del género humano . Cristo fué el modelo propuesto á los hombres , los
cuales morirán y resucitarán . Los justos , para vivir eternamente con
todo el gozo que causa el vivir , cuando nuestras facultades se emplean
para el bien , y comprenderán y amarán á Dios , y sin tiempo ni me-
dida su inteligencia y su amor descubrirán cada vez nuevos tesoros de
amor y de inteligencia . Y los malvados aborrecerán sin término su
suerte , y sin término envidiarán la suerte de los justos , y sin tiempo
ni medida comprenderán la inmensidad del bien que han perdido , y
del mal que les abruma . Pero , para que llegue este dia del juicio defi-
nitivo , el género humano tendrá que atravesar por varias faces , que
estan simbolizadas en las siete palabras de Cristo sobre la cruz .
Al llegar aquí , el Comendador se detuvo , y dirigiéndose á todos
los caballeros con gran fervor , dijo :
-Orad , hermanos .
Despues de algunos momentos , D. Gomez esclamó :
$59
- Hé aquí las palabras inmortales que simbolizan la gran semana !
« Pater, dimitte illis , non enim sciunt quid faciunt. — Hodie mecum
eris in Paradiso. - Mulier, ecce filius tuus . Ecce Mater tua .- Deus
meus , Deus meus , ut quid dereliquisti me ? - Sitio . - Consumma-
tum est.- Pater , in manus tuas commendo spiritum meum . » —- En
estas siete palabras se contiene el sentido de la gran semana del es-
píritu del hombre. ¡ Oid !
Los padrinos se aproximaron , conduciendo en medio al iniciado ,
que de pie é inmóvil se dispuso á escuchar la interpretacion de las
siete palabras .
El Comendador continuó :
-Padre , perdónalos , porque no saben lo que se hacen . Hé
aquí cómo el hombre , por buscar la ciencia , solo encontró la ignoran-
cia tenebrosa del pecado . El Cristo lo conocia así , y por ello , con di-
vina misericordia , rogaba al Eterno que perdonase á sus enemigos.
Este estado de tinieblas fué todo el período en que vivió el género hu-
mano sin la luz del mundo hasta la venida del Cristo , y desde la ve-
nida se cuentan en este estado tambien á todos aquellos á quienes no
ha llegado todavía la palabra vivificante . Tal es el estado de ignoran-
cia y de miseria en que la humanidad se encontró hasta la venida del
Mesías . ¡Y para muchos aún no ha venido , porque aún no le cono-
een ! -Hoy serás conmigo en el paraiso . Por estas palabras , di-
rigidas á un gran pecador que se arrepentia , quiso significar el ami-
go de la humanidad , que aún no cumplida del todo la redencion ,
ya comenzaban á sentirse sus efectos saludables . Aquí está señalado
-
todo el período de la primera predicacion del Evangelio . — Mujer, hé
aquí á tu hijo. Hé aquí á tu madre . Por estas palabras , dirigidas
por un amigo y pariente á Juan el predilecto , se simboliza la verda-
dera fraternidad del género humano . ¡ Todos los hombres son her-
manos !
-Y nosotros , dijo el Gran Maestre , tenemos la dicha de vivir en
completa fraternidad .
-Orad , hermanos , volvió á decir el Comendador .
Luego continuó :
-Despues de este período , en que el árbol del bien dará sus pri-
meros frutos del cristianismo , vendrán dias de desolacion , de luto , de
duda impía ; y a la manera que Cristo en la cruz , el género humano
esclamará en su dolor : ¡ Dios mio ! ¡ Dios mio ! ¿ Por qué , por qué me
abandonaste ?
860

Al llegar aquí , el Comendador tomó un acento y una actitud de


grande entusiasmo .
-Pero pasarán , dijo , pasarán los dias de la tribulacion , y la hu-
manidad entonces , vueltos los ojos hácia el sepulcro de Cristo y hacia
el reino prometido , comprenderá que la virtud es el único bien dura-
ble en la tierra y en el cielo , y esclamará con grande fé y con dulces
lágrimas : Sed tengo ! Bienaventurados los que han hambre y sed
de justicia , porque ellos serán hartos . Y vendrán siglos coronados de
flores y sazonados con dulces frutos . Y el Evangelio será predicado en
testimonio á todas las gentes por los cuatro puntos cardinales del mun-
do hasta los últimos confines . Y todos los pueblos no serán mas que
un pueblo , y todas las naciones no serán mas que una sola nacion , y
todo el género humano no será mas que una sola familia . Y el Eterno
bendecirá al fin su obra , y el Cristo vendrá á nosotros lleno de glo-
ria , y establecerá su reino , y sonreirá gozoso , diciendo á la raza de
Adan: « Vuestras palabras han sido oidas , vuestras penas han con-
movido mis entrañas y las de mi Padre , vuestra sed será satisfecha .
¡ Hijos de Adan , no lloreis mas , no lloreis , porque hoy recobrásteis
el perdido tesoro ! « Y en aquellos dias el Espíritu Santo estenderá sus
alas de amor sobre el nuevo Paraiso . Entonces la mision del hombre
sobre la tierra se habrá cumplido , cuando ya el Eterno habrá pronun-
ciado aquellas palabras : Consummatum est. Ya entonces no quedará
mas sino que el género humano diga : Padre , en tus manos "enco-
miendo mi espíritu . Y los que entonces vivan , morirán , y resucita-
rán á poco ; se celebrará el gran juicio , y los que escapen de la se-
gunda muerte , vivirán por eternidad de eternidades .
Calló D. Gomez .
Es imposible describir la impresion que semejante razonamiento
produjo en el ánimo del iniciado . Ya sabemos que Alvaro era en es-
tremo religioso ; pero su fé jamás se habia atrevido á dar aquella in-
terpretacion á las siete palabras que , segun D. Gomez , simbolizaban
otras tantas épocas en el desarrollo del espíritu humano.
Y como si todos aquellos comentarios no bastasen para escitar su
admiracion , D. Gomez continuó de esta manera :
-De estos siete períodos , unos han pasado ya en el tiempo , y las
restantes profecías se cumplirán , y la consumacion llegará cuando se
haya cumplido el gran siglo , que será compuesto de los números cua-
renta y setenta . Estos números recuerdan los cuarenta años que el
pueblo de Israel estuvo en el desierto , y los setenta que duró la cau-
861

tividad de Babilonia . ¡ Entended el misterio ! Cuando hayan pasado


setenta siglos despues de la venida primera del Cristo , morirá la hu-
manidad , y resucitará luego , y el cielo se desplomará sobre la tierra ,
que pasará como una noche de verano. --- Ya han pasado doce siglos .
Todo esto acaecerá dentro de cinco mil ochocientos años . ¡ Y así su-
cederá !
Al oir tales palabras , el iniciado , á pesar suyo , hizo un gesto de
incredulidad .
-¡Qué es eso ! esclamó el fanático Giron , clavando una mirada de
águila en el iniciado . ¿ Tal vez poneis en duda la autoridad del libro de
los Números?
-Yo creí que no era dado á los hombres saber los momentos que
Dios tiene deparados para las grandes cosas que habeis dicho . Yo ,
como cristiano , así lo creo , y ...
-¡Silencio ! murmuraron los padrinos al oido del jóven .
-¡Silencio ! esclamó con voz de trueno el Comendador .
—¡Nos hemos equivocado ! esclamó el Gran Maestre . El neófito no
está dispuesto , como conviene , para recibir la sublime Órden de Ca-
ballero del Oriente.
Luego el Comendador gritó :
-Si á algun nacido reveláres alguna vez la interpretacion que has
oido de las siete palabras , ¡ sea anatema sobre ti !
¡Anatema repitieron los demás caballeros con voz iracunda .
¡Anatema! ¡Anatema !
Alvaro comprendió entonces la desagradable impresion que habian
causado sus palabras .
En seguida se interrumpió la ceremonia , se apagaron las luces ,
los caballeros desaparecieron , y al iniciado lo condujeron al aposento
que hemos dicho se hallaba practicado en el interior del altar mayor .
Alli dejaron al iniciado , solo y sumergido en las mas profundas
tinieblas .
Polyle it

CAPITULO !

UM BAD UDITAY

LXVIII.

Los peregrinos .

L halconero Pedro Fernandez aún conti-


nuaba al servicio de D. Guillen Gomez de
Lara , despues que este habia entrado
en la Orden del Templo . El señor de Al-
We conetar no queria obligar á su criado
barocn á que permaneciese constantemente en
aquel género de vida ; pero el adusto La-
bra no habia aún manifestado sus inten-
ciones al halconero, cuya melancolía se
vann ecl aumentaba á medida que iba perdiendo
ongzons In no sus esperanzas de regresar pronto á Es-
paña. Por mas que el halconero no fuese una organizacion delicada ni
cavilosa , era hombre , sin embargo , que sentia tanto y acaso mas que
el mejor y mas profundo filósofo . Así es que el buen Pedro Fernandez
echaba de menos sus halcones y gerifaltes , sus ratos de caza , y tam -
bien sus sabrosas tertulias habidas en la fuente de los chopos con la
pulida y agraciada Mari Ruiz , la moza mas garrida y lozana que se
hallaba en Alconetar y en diez leguas á la redonda .
Gomez de Lara , antes de entrar en el Temple, habia dejado algu-
nas mandas muy buenas , ó mejor dicho, donaciones , al halconero y á
otros fieles servidores , entre los cuales se contaba al predilecto Gil An-
túnez , cuya muerte ignoraban D. Guillen y Alvaro .
863

El señor de Alconetar se habia exagerado sin duda alguna sus pro-


pias fuerzas respecto á creer que podia continuar en la Orden del Tem-
plo . Su vocacion no habia nacido de lo íntimo de su alma . Mitad por
hastío , mitad por complacencia para con su amigo Alvaro , ó acaso por
curiosidad de conocer el estado de Templarios , habíase resuelto Lara á
entrar en la Órden ; aun cuando tal vez él mismo hubiese tomado por
verdadera vocacion algunos momentos de desaliento.
Hay en el alma del hombre tambien dias de lucha , de tempestades
rugientes , de calma sepulcral y de vitalidad volcánica . Don Guillen ,
despues de algunos meses de indiferencia , de tédio , de marasmo , ha-
bia sentido renacer en sí mismo sus violentas pasiones con mayor pu-
janza . Sobre el corazon del hombre soplan tambien algunas veces vien-
tos glaciales ; pero siempre despues del invierno viene la primavera co-
ronada de flores y respirando amor .
Gomez de Lara estaba arrepentido , muy dolorosamente arrepenti-
do, de haber amarrado su alma con la fria cadena de sus votos solem-
nes . Su espíritu volvia á encontrar nuevos aunque marchitos encantos
en el melancólico velo del crepúsculo de la tarde , en el fulgente manto
de la mañana , en el cántico de las aves , en el perfume de las flores ,
en el murmurio de las fuentes y en las tranquilas noches de argentada
luna .
Pero esta disposicion de ánimo , que hubiera podido reconciliar á
Lara con la felicidad posible en este valle de lágrimas , solo sirvió des-
graciadamente para infundir en su corazon aviesos y amargos senti-
mientos . En tal estado se encontraba el señor de Alconetar , cuando su
amigo Alvaro del Olmo habia sido convocado para recibir el grado de
iniciacion de Caballero del Oriente.
Ya dijimos que la ceremonia se interrumpió , á causa de haber ma-
nifestado el religioso Alvaro que no podia conformarse con las estrañas
interpretaciones que habia leido el Comendador D. Gomez Giron.
Alvaro permaneció encerrado cuarenta dias en el aposento del al-
tar mayor de la iglesia del Temple . Durante todo este tiempo , no ha-
bian dejado de visitarle el Comendador , el Gran Maestre y los dos pa-
drinos, procurando todos convencer al jóven de la verdad y santidad de
los ritos , lecciones y oraciones de la Orden del Templo de Salomon , En
suma , debemos decir que Alvaro no pudo menos de adoptar las doctri-
nas de los Templarios ; aunque no nos atrevemos á asegurar si fué por
conviccion ó por cálculo , atento que era muy peligroso oponerse abier –
tamente á las doctrinas defendidas por el fogoso D. Gomez .
864

Alvaro del Olmo, pues, salió al fin de aquella prision , y fué armado
caballero del Oriente , único acto que faltaba para completar la ceremo-
nia que hemos intentado describir en el capítulo anterior .
Entre tanto el señor de Alconetar habia esperimentado grande cu
riosidad por saber el paradero de su amigo . Alvaro ; mas aun cuando
se permitió preguntar á algunos hermanos por su amigo , ninguno
supo darle razon .
Al fin , una tarde , á la hora del recreo , Gomez de Lara vió pene-
trar á su amigo en su celda .
-¡Querido Alvaro !
-¡Amado Guillen !
-¡Gracias a Dios que has parecido !
-A fé que ya tenia yo muchos deseos de verte.
-¿En dónde has estado ?
Alvaro se detuvo .
-He ido á Tiro á desempeñar una comision del Gran Maestre, res-
pondió el jóven al fin .
-¿Has ido solo ?
-No ; hemos ido doce caballeros .
-Muy secreta debió ser vuestra partida .
-Importaba mucho el secreto .
-Pues á fé que habeis tardado mucho en ir y volver .
-Pudiéramos haber vuelto mucho antes , si no hubiera sido preci-
so detenernos allí .
-¿Qué tuvísteis que hacer ?
-Lo que nos mandaron nuestros jefes .
Gomez de Lara comprendió muy bien que Alvaro no queria ó no
podia darle esplicaciones sobre su ausencia , y por lo tanto esquivó el
hacerle mas preguntas sobre este punto .
La conversacion , pues , mudó de giro, 7 naturalmente se ocuparon
de su amigo Jimeno , del cual á la sazon ninguno de los dos sabia si se
nallaba ó no en Jerusalen .
Los dos Templarios fueron interrumpidos súbitamente por una
persona que se presentó en la celda con grandes muestras de agi-
tacion .
-¡Señor !
-¿Qué te sucede , Pedro ?
-Dadme albricias , señor , que bien las merezco.
-Desde luego te las mando, y muy buenas , repuso D. Guillen .
865

-Yo sé que os vais á alegrar mucho , al saber las noticias que os traigo .
El atolondrado halconero no habia reparado hasta entonces que
su señor estaba acompañado . La presencia de Alvaro del Olmo dejó al
buen Pedro Fernandez todo aturdido y confuso , de tal manera , que
no parecia sino que habia visto alguna ánima en pena.
-¿Y de dónde son esas noticias ? preguntó D. Guillen . ¡ Sepamos !
El halconero continuó inmóvil como una estátua .
-¿No lo oyes ?
El semblante del halconero tenia una espresion estúpida.
-¡Imbécil ! gritó furioso el caballero . ¿ Te vienes á burlar de mí?
¿Vienes tomado del vino ?
-¡Oh ! No , señor . ¡ Os lo juro !
-¿Pues entonces ?...
-Yo no sé lo que me he dicho , ni lo que he hecho .
-Veamos qué noticias son esas.
–Señor , ¡ si no traigo ningunas !
-¿Te has vuelto loco ?
-Me parece que sí , señor... ¿ Os he dicho que eran buenas noti-
cias? Pues , señor , me he equivocado de medio á medio . I Son noticias
muy desagradables !
-¿Tan pronto se han cambiado ?
Alvaro habia conocido desde luego que su presencia habia causado
grande impresion en el halconero , y que por esta causa no se espli-
caba aquel con franqueza. Alvaro vacilaba entre el deseo de no ser
molesto , y el de satisfacer su curiosidad vivamente escitada .
-¿Por qué son desagradables esas noticias ? volvió á preguntar
D. Guillen.
-Porque si ; porque... se trata de un muerto .
Alvaro se puso en pie , y se despidió de su amigo ; pero este no
atendia á nada mas que á satisfacer su curiosidad . Es inesplicable en
ciertos momentos la fuerza con que deseamos recibir una noticia , ave-
riguar un suceso 6 leer una carta , y sobre todo , cuando nos encontra-
mos en cierto estado de postracion , pues uno de estos accidentes im-
previstos parece que nos devuelve toda nuestra vitalidad . En este caso
se hallaba D. Guillen.
-¿Y quién es el muerto ?
El halconero se hallaba en una agonía terrible , y no sabia cómo
salir de aquel apuro , por mas que ya habia dado un giro algo menos
desesperado á su mensaje .
109
866
-¡Ira de Dios ! esclamó fuera de sí el caballero . Si no hablas pron-
to , te atravieso con mi espada. ¿ Quién ha muerto ?
-El señor Gil Antúnez .
-¡Gil Antúnez ! esclamó Gomez de Lara.
Esta esclamacion fué oida por Alvaro , que salia por la puerta.
El jóven volvió pies atrás , al comprender que tanto le interesaban las
noticias del halconero .
-¡Mi tio ha muerto ! esclamó .
-Si , señor. Así dicen .
-¿Y quién lo dice ? preguntaron á la vez ambos caballeros .
-Me lo ha dicho el médico Isaac.
-¡ Maldito Momo ! esclamó Alvaro . ¿ Tal vez será una burla ?
-Eso debe de ser seguramente . El médico me habrá querido chas-
quear...
-Pero ¿no te ha dicho que me lo participes? preguntó Gomez de Lara.
-No , señor...
Y el aturdido halconero guiñó el ojo , para indicarle á su señor
que no era aquella ocasion oportuna de hablar libremente .
Pero , por desgracia , Alvaro del Olmo advirtió aquel signo de in-
teligencia , con lo cual solo se consiguió aumentar la curiosidad del jó-
ven , que tan funesta habia de ser á los dos amigos.
Alvaro del Olmo , pues , se retiró , proponiéndose en su interior
interrogar despues á D. Guillen , para que le manifestase todo lo
ocurrido . Alvaro , con razon , no dudaba que su amigo no guardaria
para él secretos . Cuando el jóven hubo desaparecido , el halconero se
asomó á la galería para convencerse de que Alvaro , en efecto , se ha-
bia encaminado hácia su celda . Luego Pedro Fernandez cerró la puerta ,
y cogiendo de la mano á su señor , lo condujo al estremo mas retirado de
la estancia .
-¿Qué significan tantas precauciones ? preguntó D. Guillen amos-
tazado.
-¡Ay señor de mi alma ! esclamó con tono jeremítico el halcone-
ro. ¡Ay señor , y qué cerca hemos estado de cometer una gran tor-
peza ! ¡ Os juro en Dios y en mi ánima , que he temblado mas al en-
contrar aquí al señor de Olmo , que si hubiese encontrado un jabalí,
buscando un nido de perdices ! ¡ Válgame Dios , y qué pronto puede co-
meter un hombre diez barbaridades seguidas ! ... ¿ Quién habia de creer
que estaba aquí vuestro amigo? Pero en donde menos se piensa, salta
la liebre , y el que mas mira , menos ve . 1
867
[ -¿Acabarás con tus letanías ?
-Es el caso , señor , que ha venido desde muy lejos á buscaros una
dama hermosísima , la cual desea veros , y es la que me ha dado la
noticia de la muerte del señor Gil Antunez ...
-¡Blanca !
-La misma que viste y calza . Pues, señor , Doña Blanca no queria.
en ninguna manera que su hermano se enterase de que estaba en Je-
rusalen , hasta que ella no hablase con vos .
-¿Y cómo has sabido todo eso ?
El halconero se puso mas encendido que una amapola , y comenzó
á sonreirse diciendo :
- -Un peregrino me lo ha contado todo .
-¡Un peregrino !
-Sí, señor , un peregrino ó una peregrina , que tanto monta para
el caso; pues á lo menos para mis ojos es peregrina su hermosura , aun-
que disfrazada .
-¿Qué quieres decir ?
Yo me esplicaré claro ; pero despacio y buena letra , como decia
el señor Gil Antúnez , que santa gloria goce , cuando me queria dar
liciones de leyenda y de escritura . Habeis de saber ; señor , que esta
tarde, despues que hube acabado mi quehacer , vínoseme á las mien-
tes el dar un paseo á caballo . Encaminéme á casa , es decir , á la casa
que todavía manteneis en Jerusalen , que yo no sé esto hasta cuándo
durará , porque allí teneis todavía al médico y á todos los demás cria-
dos, y...
-Calle el necio , y no se meta en lo que no le incumbe , esclamó
D. Guillen impaciente: Vamos al asunto derechos ; porque si no , llevas
traza de no acabar en buen rato con tu insulsa palabrería.
-Yo me esplico segun y conforme puedo ; máteme Dios si yo no qui-
siera hablar como un libro y predicar como un apóstol ; pero Dios no lo
ha querido así , y solo soy bueno para cuidar halcones y galgos , que lo
que es en esto no le voy en zaga al mas pintado . Iba diciendo que me
encaminaba á casa , cuando oí cecear tras de mí , y dije para mi sayo:
«< ¿ Si se usará llamar en esta tierra á las personas como llamo yo á los
perros ? » Pero cátate aquí que luego oigo decir : « ¡ Buena pieza !
¿A dónde se camina?» Lo que entonces me dió por el cuerpo , es lo que
yo no puedo esplicar . El corazon se me queria salir por la boca , pues
aquella voz me era muy conocida , y cabalmente iba pensando con toda
mi alma en la persona que es dueña de la tal voz . Volví al instante la
868

cara, y me quedé lelo al ver á un peregrino , cuando yo pensé que era


una peregrina .
-¿Pues quién era ?.
-Señor , era la hija de Fernan Ruiz , el rentero mas rico de los he-
redamientos de vuestra casa ; era Mari Ruiz , la cual sin duda me ha
dado algun bebedizo , pues ni de noche ni de dia puedo apartármela
de la memoria .
-¡Mari Ruiz !
-Sí , señor , mi novia . ¡ Qué alegría me dió cuando la vi ! Por su-
puesto que al pronto no me podia persuadir que era ella, porque estaba
vestida de hombre ; pero ¡ le cae tan bien el disfraz !...
-¿Y cómo se han venido solas ?
-Eso fué lo primerito que yo le pregunté al peregrino , es decir, á María .
-¿Y qué te respondió ?
-Al principio me amostacé un poco ; pero luego que mi María me
lo esplicó todo , me tranquilicé completamente . Ellas han venido acom-
pañadas de una persona que vos tambien debeis conocer. ¿ No os acor-
dais de Anton , el que se casó con Maruja ?
Don Guillen se encogió de hombros .
-¿De veras no os acordais ? ¡ Si vos fuísteis el padrino !
-Siempre ha sido costumbre de mis antepasados ser padrinos de
sus vasallos ; yo he seguido esta misma costumbre , honrosa para un ca-
ballero , y no podria tener en la memoria los nombres de tantos como
me deben el mismo favor que ese Anton de que me hablas . !
-Pues, señor , Mari Ruiz es la que lo ha arreglado todo , dición-
dole á su padre que se iba á acompañar á Doña Blanca á una quinta
vuestra , donde pensaban permanecer algunos meses . El buen Fernan
Ruiz concedió gustoso el permiso que su hija le pedia , y el mayordomo
de las monjas y vuestro, Garci Jurado , dispuso el viaje de su cuñada á
la tal quinta , creyendo que allí se aliviaria de sus dolencias , porque
diz que Doña Blanca estaba muy apesarada por vuestra ausencia . Pues
bien , Anton estaba al servicio del padre de Mari Ruiz , y esta lo con-
venció para que las siguiese en el viaje que proyectaban , y que han lle-
vado á cabo felizmente .
-¿Y hace mucho tiempo que llegaron ?
-Ya hace mucho tiempo que llegaron á Gaza ; pero á Jerusalen no
han venido hasta hace pocos dias , por temor de los riesgos del camino.
Ahora bien , Mari Ruiz me ha dicho que Doña Blanca quiere veros al
instante,
869

Los ojos de D. Guillen centellearon de pasion y de voluptuosidad .


-Sil¡si ! esclamó. ¡ Yo tambien quiero verla 1-
-Pero , señor , debeis tener en cuenta que Doña Blanca no quiere
absolutamente que por ahora sepa su hermano que ha llegado aquí .
-Ni yo tampoco quiero que lo sepa Alvaro , dijo Gomez de Lara
con voz sorda. ¿Lo entiendes , Pedro ?
-Descuidad , señor .
-Lo que ahora quiero es que me digas en dónde y cuándo puedo
yo ver á Doña Blanca .
-Cuando vos gusteis . Ella no desea otra cosa.
-Hoy ya no es posible ; pero avísale que mañana iré.
-¡Cuánto se ha afligido Mari Ruiz , cuando le he dicho que vos ha-
bíais entrado en la Órden del Templo !
Don Guillen hizo un gesto de impaciencia y de dolor.
" En seguida despidió con un ademan al antiguo halconero , conver-
tido ahora en armigazo .
Debemos advertir que , segun el artículo 51 de la Regla, los Tem-
plarios , es decir , los caballeros profesos en particular , podian tener
tierras y hombres , caza y labradores , y gobernarlos ellos mismos ,
segun justicia.
Gomez de Lara se quedó solo y entregado á mil tumultuosos pensa-
mientos . La imágen y los recuerdos de Blanca se aparecieron al jóven
con mayor energía , bien así como á un prisionero le impresionan mas
fuertemente las imágenes de libertad y de goces en que acaso antes no
pensaba. La hoguera cubierta con ceniza habia vuelto á deștellar nue-
vas y destructoras llamaradas. !
Pocos momentos despues de que el halconero hubo dejado solo á su
señor , sonó la campana , convocando á completas á la hora de ponerse
el sol . El caballero salió de su celda , y acudió al llamamiento y á la
oracion acostumbrada . Concluidas las completas , cada uno volvió á
dirigirse á su cuarto . Ya en aquella hora estaba prohibido absoluta-
mente á los caballeros hablar en público , á no ser de algun negocio
militar ó acerca del estado de la casa , lo cual podia hacer el Maestre,
departiendo y consultando con cierta parte de los hermanos 1 .
Hasta la hora de maitines el caballero permaneció despierto y de-
sasosegado , y mirando con horror los frios muros de aquella celda
que le oprimia como un manto de plomo . ¡ Con cuánto brio y pujanza
renacian ahora en el corazon del jóven las pasiones adormecidas ! Des-
1 Segun el artículo 17.
870

pues de la calma volvia á rugir la tempestad. La privacion habia esci-


tado el apetito. Los dias de desaliento y de marasmo habian pasado
para siempre. El veneno comprimido de la fuente del sentimiento re-
ventó con mayor impetu . Don Guillen recordaba la peregrina belleza
de Blanca , su ternura, su abnegacion y su dignidad de mujer , cuando
prefirió la muerte á la deshonra , aquella noche memorable en que no
vacilaba en complacer á su amante , con tal de apurar luego la copa
envenenada.
Tocaron á maitines , y bajó á la iglesia ; pero aquella noche su ora-
cion fué una blasfemia . Rezaba con la boca , pero su alma estaba muy
lejos de Dios . Hasta en el mismo altar , pálidamente iluminado , veia
la imágen de la gentil doncella ; pero la veia voluptuosamente reclina-
da. No era su amor esa luz del alma que regocija el corazon ; era la
hoguera de rojizas llamas que perturba y sofoca .
Aquella noche pasó para D. Guillen larga como una eternidad .
Por último , llegó la hora en que el jóven se presentó en la casa
donde habitaba Blanca ; pero ¡ cuántos obstáculos no habia tenido
que superar para conseguir el llegar solo á aquella casa ! Estaba ab-
solutamente vedado á los caballeros Templarios el andar por el lugar
ó villa sin licencia del Maestre , y , aun obtenida la licencia , nunca
acostumbraban á salir solos , sino que por lo menos iban dos herma-
nos. En la presente ocasion D. Guillen y Alvaro habian salido juntos ,
porque así lo habia deseado Gomez de Lara , quien al llegar á la puer-
ta de la casa , se detuvo , diciendo :
-Mi querido Alvaro , he preferido tu compañía , porque contigo
tengo la bastante confianza para manifestarte que un negocio de mu-
cha importancia me trae á esta casa ; es asunto absolutamente perso-
nal , y por consiguiente , deseo que me aguardes aquí hasta mi salida.
--Ya comprendes , mi querido Guillen , que nos está vedado sepa-

rarnos , y en caso de hacerlo uno , el otro está obligado á participár-


selo al Gran Maestre.
-Por eso mismo , segun ya te he manifestado , he preferido tu
compañía á la de otro cualquiera que me hubiese delatado ."
-Sin embargo , pocos habrá mas escrupulosos que yo para cum-
plir lo que prometen , y bajo este concepto , imagino que tu eleccion
no ha sido la mas acertada .
-¿Y de quién podia fiarme?
-Siento mucho , amigo mio , ver que en nada estimas los votos
que has hecho , y un hombre de honor debe...
871

Los ojos de D. Guillen chispearon de cólera .


-¿Quién te ha dicho que yo falto á mis votos ?
-He creido que tu venida á esta casa era para llevar á cabo algu-
na aventura de amores.
Y Alvaro clavó en su amigo una mirada aguda como un puñal ;
pero el altivo Lara sostuvo imperturbable aquella mirada escrutadora.
-Te he dicho que vengo á tratar de un asunto reservado ; pero
de aquí no se deduce que sea una aventura de amor .
-Cualquiera lo deduciria ; pero , en fin , aquí te aguardo .
-En hora buena ; pero antes tengo que hacerte una observacion .
¿Fuí yo tan malicioso como tú, cuando estuviste ausente cuarenta dias ,
y guardaste sobre la causa de esta desaparicion la mayor reserva ? ¿ No
respeté yo tu secreto ? ¿ Por qué no respetas el mio ?
-Las circunstancias no son iguales . Yo fuí reservado , y siéndolo ,
cumplia un santo deber . Pero ahora tú me exiges que falte á mi obli-
gacion. ¡ Tú , Guillen , olvidas que ya no somos ni podemos ser mas
que Templarios !
-Pronto salgo. ¡ Adios !
El halconero , que de antemano estaba en la casa , salió al punto
á abrir la puerta á su señor .
-¿Por qué estás tan pálido ? preguntó Lara .
-Señor , porque he estado detrás de la puerta , y he oido toda la
conversacion. ¡ Estoy temblando de miedo ! ¡ Si D. Alvaro llega á
saber...!
Gomez de Lara se encogió de hombros , y se hizo conducir inme-
diatamente á la habitacion de Blanca .
La jóven habia dejado su disfraz de peregrino .
El aposento estaba amueblado á la oriental . Muellemente reclinada
sobre un divan de púrpura estaba la jóven con una actitud pensativa y
melancólica . Blanca ostentaba siempre una belleza superior á toda pon-
deracion , si bien ahora su ros tro habia perdido aquella fresca lozanía
de sus años primeros , y se habia revestido de una intensa palidez , que
era un encanto mas en aquel semblante divino , donde se retrataban
sus pensamientos de amor con toda su ternura y con el incáuto aban-
dono de la inocencia apasionada . El azulado espejo de la fuente mas
cristalina , al refractar en sus aguas los rayos del sol , es menos mo-
vible , menos diáfano que aquella fisonomía encantadora , donde de
tal manera se mezclaban y confundian el alma y los sentidos , que eran
luz para el entendimiento é invencible atractivo para el corazon . Blan-
872

ca era un cántico viviente , la armonía melodiosa entre la idea y la


forma. La hermosura en ella campeaba al dulcísimo compás de la be-
lleza del alma.
¿Quién , en sus años juveniles , no ha visto animarse al soplo de
la ilusion y del sentimiento una mujer aérea como una silfide , amante
como una paloma , pura y bella como el primer pensamiento de amor ,
melancólica como la luz del crepúsculo , brillante como la gloria, apa-
sionada y cariñosa como una madre , tímida é inocente como una vír-
gen ? Ahora bien , podemos decir , sin temor de equivocarnos , que los
lectores propensos á ilusiones y á fantasías , á los devaneos del alma ,.
conocen sin duda alguna á Blanca.
El carmin del clavel tiñó las mejillas de la jóven cuando apareció
en la estancia el gallardo caballero .
Toda la noche anterior y todo el dia presente habia estado Blanca
llorando , llorando amargamente , porque habia sabido que su amado
habia profesado en la Órden del Templo . ¡ Cuán rudo golpe para la ena-
morada vírgen ! ¿ De qué le habian servido sus afanes para ver al que
amaba su corazon? Inútilmente habia atravesado los mares , inútilmente
habia arrostrado mil peligros y hasta la maledicencia , y se esponia a ser
sorprendida por su hermano . Blanca sintió que su alma se atribulaba
cruelmente, cuando perdió la esperanza de llamarse esposa de su amado .
-¡ Hermosa niña ! ¡ Cuánto me alegro de verte !
A estas palabras de D. Guillen, la jóven inclinó la cabeza , y dos
fuentes corrieron de sus hermosos ojos .
Don Guillen continuaba dirigiéndole galanterías ; pero ella , con
los ojos bajos y la faz sonrojada , no hacia mas que llorar.
Gomez de Lara asió la mano de la gentil doncella , y el mancebo
sintió sobre su mano que caian las lágrimas de la enamorada .
¿Te has acordado mucho de mí ?
-¡Oh , señor !
¿ Puedo creer que has venido por verme ?
-No , en verdad ; no he venido para veros con el hábito de Tem-
plario. Cuando la esperanza brota en el corazon que ama , ¿ quién no
la tiene por verdad ? ¡ Dios mio ! | Dios mio ! ¿ Es posible que así me
hayan engañado mis esperanzas ?
Y la enamorada virgen sollozaba amargamente con grandísimo des-
consuelo. Apartar de su corazon aquella dulce esperanza de amor que
tanto tiempo le habia halagado , era para la doncella mas cruel y tér-
rible que el apartamiento del alma del cuerpo :
873

"Largo rato guardaron silencio. Al fin Blanca preguntó timidamente:


-¿Y qué causa ha podido...?
-Ni yo mismo lo sé... El tédio , la curiosidad ... mi desgracia ... ¡ En
fin, no hablemos de eso ! ¡ Me horroriza volver los ojos á lo pasado !
Don Guillen á su vez sentia en su corazon la ponzoña de los crueles
recuerdos que le causaba Elvira , y esquivaba el entrar en esplicacio-
nes respecto á su resolución de haber profesado en la Órden del Tem-
plo , resolucion de que estaba muy arrepentido .
Decimos que Lara se arrepentia de ser Templario ; pero debemos
hacer una advertencia . Don Guillen se arrepentia , no por sí mismo ,
sino por el mundo . Por ejemplo, en la ocasion presente , Gomez de La-
ra era capaz de obrar , y obraba en efecto , como si no fuese Templa-
rio . Ya sabemos que la clave de su carácter era esta fórmula , tan al-
tiva y arrogante como inmoral : « Realizar todos los deseos buenos ó
malos , aceptando una responsabilidad inmensa en cambio de una liber-
tad de accion tambien sin limites . » Habia llegado la ocasion de que el
carácter de Lara se manifestase en toda su desnudez ; carácter antes
generoso y bueno , pero en el que habia tenido una influencia funesti-
sima el desengaño que le causó la pérfida Elvira. La mujer , siendo
tan débil , tiene una soberanía pasmosa sobre el corazon del hombre.
Es una serpiente que seduce y mata , ó una estrella que guia y vivifica.
Despues de tanto tiempo como D. Guillen habia vivido en un letár-
gico hastío , no podia menos de impresionarle vivamente la presencia
de aquella mujer encantadora.
-1 Cuántas veces me he acordado de tí ! dijo D. Guillen .
-¡De veras ! repuso la jóven , levantando su hermosa cabeza y fi-
jando sus rasgados ojos sobre el caballero .
-
-Yo siempre te he querido , Blanca ; bien lo sabes .
-¡Oh! ¡ No lo sé ! esclamó la jóven con amargura .
-¿Puedes dudarlo ?
-¿Y puedo creerlo ?
-¿No te acuerdas de aquella noche en Alconetar ...?
—¡Ah , señor ! ¡ Por piedad no me recordeis aquella escena ! ... Yo
creí que , andando el tiempo , mi amor podia tener esperanza ; pero
¡ áy de mí ! ¡ cuán de otra manera ha sucedido !
-¿Y quién te ha dicho que yo aún no pueda amarte ?
La jóven clavó en el caballero sus hermosos ojos con una espresion
sombría , y con el rostro escandecido dijo :
-¿Y aun cuando podais amarme , puedo yo amaros ?
140
874

-¿Qué obstáculos pueden oponerse á dos corazones que libres vue-


lan el uno al encuentro del otro ?
-Ese hábito que vestis , los votos que habeis pronunciado , son un
obstáculo insuperable..
Don Guillen hizo un gesto que significaba :
-¡ Preocupaciones y niñerías !
-i Bien me lo decia , continuó la jóven , bien me lo decia la corne-
ja que todas las noches se ponia en el nogal que estaba enfrente de mi
ventana , cuando vivia en Alconetar , pensando siempre en vos !
—¿Y vas á hacer caso de un ave , para dirigir los sentimientos de
tu corazon ?
-Hay aves siniestras que anuncian siempre desventuras , y que por
lo mismo no dejan nunca de acertar . ¿Acaso puedo dudarlo ?
Aquella sencillez encantadora que fiaba á un ave el oficio de oráculo
de sus amores , aquella deliciosa supersticion y la sobrehumana belleza
de Blanca , conmovieron de tal modo al temerario mancebo , que es-
tampó un beso de fuego en la cándida y serena frente de la doncella .
Blanca se ruborizó como la rosa de mayo .
Durante largo rato ambos guardaron silencio ; ella como absorta
en una vaga meditacion , y él contemplándola atentamente y devorán-
dola con los ojos y con la imaginacion .
-¿Para qué deseabas verme ? preguntó D. Guillen .
Blanca fijó la vista en el suelo , y se estremeció como la hoja en
el árbol. Luego levantó sus ojos azules inundados de lágrimas , y los
clavó con estraordinaria fijeza en el caballero. Hay miradas que dicen
tanto como un poema , y , sin embargo , faltan palabras para descri-
birlas . Toda el alma de Blanca se asomaba entonces á sus ojos. Como
la flor que brilla entre perlas de rocío , como la luna velada por naca-
rados cejales , como la luz del dia moribundo , así brillaban los ojos de
Blanca , llenos de amor ardiente , de suave melancolía y de involunta-
rias lágrimas . La jóven luchaba entre varios afectos , como la nave en
alta mar combatida por vientos encontrados .
1 Por último , haciendo un esfuerzo , se resolvió á decir :

-No lo niego , no puedo negarlo , D. Guillen ; yo deseaba veros , y


para conseguirlo , no he perdonado sacrificio alguno. Salísteis de Al-
conetar , y yo me quedé triste como una noche sin luna . Todos los si-
tios me recordaban mi amor y vuestra ausencia . Encerréme en el con-
vento , porque el cláustro solitario me ofrecia un retiro melancólico y
santo , como el sentimiento que me habiais inspirado . ¡ Oh ! Alli , todas
875

las noches... ¡ bien lo sabe Nuestra Señora de la Luz todas las no-
ches le encendia dos velas , y le rezaba porque os libertase de todos los
peligros. ¡Y la Virgen Santísima me ha escuchado ! Os encuentro -sano
y bueno . I Bendita sea la Virgen !... Pero ¡ ay ! se me parte el corazon
al pensar que para siempre se ha desvanecido mi esperanza.
Y al llegar aquí , la voz de la doncella , que era cada vez mas tem-
blorosa , espiró en un profundo sollozo .
-Siempre dices lo mismo ! No comprendo por qué tu esperanza
se haya desvanecido .
Blanca fijó en el caballero una mirada llena de dignidad .
-¡Por qué se ha desvanecido mi esperanza ! Ciertamento no erei
jamás que no lo comprendiéseis así . Yo , D. Guillen , he amado como
se deben amar los ángeles en el cielo . Siempre he puesto á la Vírgen
por testigo de mis amores , à la Madre de Dios he dirigido siempre mis
plegarias , y... ¿ quereis ahora que yo mancille un sentimiento tan
puro y tan santo ? Yo no habria merecido la dicha de amaros como os
be amado , desde el momento en que os amase como vos quereis .
-Mi amor es grande , verdadero , volcánico .
-Vuestro amor , D. Guillen , es criminal .
-¿Y qué piensas hacer?
-Avisar á mi hermano mi llegada ...
-Ya sabrás que Alvaro tambien ha entrado en el Temple.
-Lo sé.
-Habia entendido que no querias que tu hermano supiese tu llegada .
-No he pensado jamás tal cosa .
-Así me lo habia dicho Pedro Fernandez .
-Solamente habia pensado retardar el avisarle , hasta despues de
veros.
-¿No temes que Alvaro lleve á mal tu resolucion de haber venido ?
-No lo temo.
Yo te amo , Blanca , yo te amo con todo mi corazon ! esclamó de
pronto Gomez de Lara .
-No me lo digais , por Dios .
-Déjame que beba el dulce néctar de tus lábios de rosa.
-¿Qué haceis , señor ? Doléos de mí , D. Guillen , que soy niña y
me encuentro aquí desamparada . No es digno de vuestro honor de ca-
ballero el quitar el honor á una doncella que os ama .
—¡ Blanca de mi alma ! Yo te suplico que no desoigas mi pasion .
Por piedad , no me supliqueis , amado D. Guillen . Vuestra súplica
876

me hace mas daño que vuestras violencias . Manifestáos violento y cruel ,


У á lo menos seré capaz de aborreceros... ¡ Qué desgraciada soy !
-¿Pero es posible , mi querida Blanca , que yo me muera sin rea-
lizar el deseo mas ardiente de mi vida ? ¡ Ah ! ¿ No podré yo nunca es-
trechar tu corazon contra el mio , y confundir mi alma con la tuya?
Ya es Templario ! ¡ Adios dulces esperanzas !... ¡ La corneja ! ...
Blanca , profundamente conmovida por aquella escena , habia caido
en uno de aquellos accesos de demencia que alguna vez solian atacar-
le. Don Guillen no tenia noticia de aquella enfermedad , y no pudo me-
nos de llamar su atencion el ademan desatentado de la jóven .
-¿No me escuchas ?
-La corneja !... Mis presentimientos ! ... ¡ La corneja! ... ¡ La
corneja !
La infortunada niña repetia sin cesar, y con aire insensato, aque-
lla siniestra palabra : « I La corneja ! >>
-¡Oh ! está delirando , pensó D. Guillen.
Y un pensamiento de impureza cruzó por la mente del caballero .
Entre tanto que D. Guillen y Blanca se hallaban juntos , estaban
tambien departiendo amorosamente Mari Ruiz y Pedro Fernandez .
El criado Anton habia salido , dejando la puerta mal entornada ,
para no tener necesidad de llamar cuando regresase.
Alvaro del Olmo , cuando sintió pasos , se alejó y ocultó en la casa
frontera ; y habiendo visto salir á Anton , volvió otra vez á ocupar su
puesto , sin dejar un punto de mirar por el interior de la casa . Alvaro
del Olmo se hallaba devorado por una curiosidad indecible , y su cora-
zon le decia que la aventura de su amigo le interesaba sobremanera , y
tenia relacion con sus afecciones . En efecto , Alvaro le habia pregun-
tado á D. Guillen, quiénes eran los que habitaban en aquella casa , y si
sabia de fijo la noticia de la muerte de su tio Gil Antúnez . Las respues-
tas de Gomez de Lara fueron evasivas , limitándose á decir que allí vivian
unos peregrinos , recien llegados de España .
La curiosidad es una fiebre , y Alvaro no pudo resistir á la tenta-
cion de entrar . Penetró en la casa , y desapareció por donde habia vis-
to desaparecer á su amigo .
La encantadora Blanca , cuya delicadeza de organizacion nos es ya
conocida , habia esperimentado aquel dia un acceso de los mas vehe-
mentes , á consecuencia de las múltiples y dolorosas emociones que
habia sufrido .
Despues del acceso , la doncella habia caido en una languidez.le-
La 15.

Lit de S Gonzalez Madrid

Perfida hermana ! Ruin amigo ! Toda vuestra sangre no bastará à saciarmi sed devenganza
877

tárgica , mientras que el impetuoso jóven estampaba besos ardientes


sobre aquel rostro tan pálido y tan bello ; única libertad que se habia
permitido Gomez de Lara en el delirio de su pasion . Sin embargo , por
mas que el caballero no dejó de serlo , aquellas apariencias fueron
crueles y terribles para Alvaro del Olmo , que penetró en el aposento y
vió á su hermana en los brazos de D. Guillen que la besaba.
Mútuamente ambos amigos se causaron el mismo efecto atribuido
á la cabeza de Medusa.
Alvaro sintió hervir la sangre en sus venas , y el furor mas fre- •
nético se apoderó de su corazon .
-¡Me has deshonrado , Guillen ! gritó fuera de sí . ¡ Eres un mal
caballero ! No lo estraño , hombre ruin y pérfido ; no estraño que fal-
tes á la amistad de un hombre , supuesto que miras con desprecio los
votos solemnes que has hecho á Dios . ¡Villano , defiéndete !
Y así diciendo , el airado caballero sacó su espada , y se dispuso á
herir á su antiguo amigo .
-Sosiégate , Alvaro ...
-¡Ya me lo sospechaba yo ! En Alconetar habia observado vuestra
mútua inclinacion ; pero ¿ quién habia de creer tan negra perfidia ?
-Escúchame...
-Nada escucho .
-Mira...
-¿Eres tambien cobarde?
-Acaso te arrepientas...
-¡Oh ! ¡ Que no me hubiera tragado la tierra antes de ver semejan-
te espectáculo ! ... ¡ Pérfida hermana ! ¡ Ruin amigo ! ¡ Toda vuestra
sangre no bastará á saciar mi sed de venganza !
-¡Alvaro !
-¡Infame ! Defiéndete , ó te mato como á un perro.
-Pero...
-¿Tiemblas ? ¡ Reptil inmundo !
Y Alvaro escupió en la frente á D. Guillen .
-¡Ira de Dios ! esclamó Gomez de Lara fuera de sí , dejando caer
á la jóven en el divan , desenvainando su espada y acometiendo como
un leon á su contrario .
Trabóse un combate horrible .
Al ruido acudieron Pedro Fernandez y Mari Ruiz .
-¡Qué horror ! ¡ Qué horror ! gritaron ambos á la vez , al contemn-
plar el sangriento desenlace de aquella trágica escena.
iBun

CAPITULO

LXIX .

De cómo en todos los negocios de la vida debe tenerse muy en cuenta la muerte.

A noche habia estendido sobre el Universo


su manto de tinieblas .
Junto á la puerta Esterquilinaria ha-
bia en Jerusalen un cementerio destinado
á los peregrinos .
En el cementerio habia una pequeña
casa , donde habitaba el guarda de aque-
lla lúgubre mansion . En aquella mansion
habia dos hombres ; el uno de ellos muy
anciano , el otro de edad mediana. El an-
ciano era Zaré , el mas jóven era el guarda del cementerio.
-¡La media noche es llegada ! dijo el anciano.
-Cuando querais , podemos ir al sepulcro .
-Ya no hay tiempo que perder ; pronto despertará de su letargo .
-Vamos allá .
Ambos se encaminaron hácia la reciente sepultura que encerraba
en su lóbrego seno á la hermosísima y desgraciada Amalia .
La noche estaba oscurísima , el campo de la muerte era bastante
estenso , ningun ruido sonaba , hasta las mismas brisas parecian res-
petar el sueño de los muertos , allí el tiempo se deslizaba cón pie ca-
Hado como la muerte , allí el tiempo comenzaba á cambiar sus alas
inovibles por la actitud inmóvil de la eternidad.
879

Zaré y el sepulturero iban armados de una espiocha y de un


martillo.
Cualquiera que hubiese visto aquéllos hombres à tales horas , en
tal sitio , abriendo un sepulcro , hubiera creido que eran incubos , an-
siosos de dar la vida al hermoso cadáver para profanarlo . Era aquel
un espectáculo fantástico , estraño , casi sacrilego , porque se trataba
de arrancar al sepulcro devorador la presa que nunca devuelve .
El sepulturero estaba tranquilo ; pero Zaré , cuya imaginacion era
muy viva y cuyo corazon abrigaba muchos temores , estaba muy con-
movido , y se figuraba , en su escitacion delirante , que todos los ciuda-
danos de aquella Necrópolis se habian de levantar de sus tumbas con
envidia , reclamando á su nueva compañera que debia volver al mun-
do de los vivos .
Por último , abrieron el sepulcro , sacaron el ataud , levantaron la
tapa , y á la temblorosa luz de una lamparilla descubrieron y exami-
naron el pálido cuanto hermoso rostro de Amalia .
-¡Aún no ha vuelto en sí ! dijo el sepulturero.
- Ya no debe tardar mucho en recobrar sus sentidos .

Pero al decir estas palabras , un pensamiento horrible cruzó por


su mente. Pensó que acaso Dios habia permitido que Amalia estuviese
realmente muerta , como para demostrar al sábio Zaré la vanidad de
la ciencia y de la prevision humana . Esta idea mortificaba en estremo
al anciano .
Amalia , en efecto , ofrecia todas las apariencias , todos los signos
de una muerte natural .
Determinaron , pues , conducir á la jóven al aposento del sepultu-
rero . Este cargó con la muerta , mientras que el anciano iba delante
alumbrando con la lamparilla . Desde lejos aquella luz parecia uno de
esos fuegos fátuos , cuyo resplandor fosfórico aparece aquí y allá con
un efecto sorprendente , y que el vulgo cree que son ánimas en pena .
Así lo hubiera creido todo el que hubiese visto en noche tan oscura va-
gar aquella luz por el cementerio , y así tambien sin duda lo creyó un
personaje que súbitamente se interpuso en el camino de Zaré.
-¿A dónde vais ? preguntó una voz que revelaba tanto terror , co-
mo ella á su vez infundia .
-¡Quién sois ! esclamó Zaré en estremo turbado .
-¿Qué habeis hecho en aquella tumba ?
- Desgraciado ! ¿ Qué habeis dicho?
Y el anciano Zaré acarició la hoja de su puñal , pues comprendió
880

la necesidad urgente de matar sin compasion à aquel hombre , testigo


importuno de la exhumacion de Amalia.
El desconocido , al pálido fulgor de la lamparilla , acababa de re-
conocer á la encantadora jóven .
1-
Amalia ! ¡Amalia ! esclamó . ¿ Qué vais á hacer con ese cadá-
ver ? ¡Algun ángel me ha conducido á este sitio ! Yo vengaré , oh her-
mosa Amalia , yo vengaré tu sombra de esta sacrilega profanacion.
-¿Quién sois ? gritó Zaré con un acento tan imperioso , que el des-
conocido no pudo menos de responder , como subyugado por el ancia-
no , como si obedeciese una órden :
-¡ Soy el conde de Fribourg !
El enamorado conde nunca habia creido que Amalia estuviese ca-
sada , imaginando que todo cuanto ella sobre este particular le habia
manifestado , era á causa de hallarse afligida por la muerte de su pri-
mo , y de querer por este medio esquivar el compromiso en que se en-
contraba de contraer matrimonio.
Sin embargo , cuando el conde oyó que Amalia le dijo aquellas pa-
labras « Pues bien , sereis esposa de un cadáver , » comenzó á creer que
la jóven no mentia , ó que por lo menos estaba resuelta á todo trance
á no darle su mano , á juzgar por el acento profundo y solemne con
que habia pronunciado aquellas fatídicas y terribles palabras . El de
Fribourg , pues , con aquella revelacion se afligió sobremanera , y su
amargura subió de punto , y la sorpresa y el terror y el espanto le
helaron y confundieron , cuando en el mismo dia en que habia soñado
poseer á la hermosísima Amalia , solo encontró , en vez de la bella es-
posa , un frio cadáver .
Roido de remordimiento , consumido de pesar , y sintiendo en su
pecho mas viva que nunca la llama de su pasion , el conde de Fribourg
habia saltado las tapias del cementerio , y favorecido por las tinieblas ,
y delirando de angustia y de amor , se habia dirigido aquella noche al
sepulcro de Amalia . ¡ Figúrese el lector ahora cuánto no seria el
asombro del mancebo , al ver aquellos dos hombres , á la oscilante luz
de la lamparilla , en las altas horas de la noche, profanar la tumba de
sujamada !
-¡Sois el conde de Fribourg ! esclamó Zaré , asestándole una fu-
riosa puñalada , que el mancebo pudo esquivar dando un salto hácia
atrás rápidamente . Luego acometió al anciano , y le atravesó el cora-
zon con su espada.
El sepulturero , que amaba á Zaré como á un padre , lanzó un
881

grito desgarrador. Y dejando en el suelo su carga , desenvainó su pu-


ñal y acometió con tal furia al conde , que cayó mortalmente herido,
antes de haber pensado siquiera en defenderse . El guarda del cemen-
terio comprendió que á todo trance debia procurar que aquella san-
grienta catástrofe quedase velada con el misterio de las tumbas ; y
para ello no le restaba mas recurso que dar muerte sin compasion al
importuno conde . Este aún vivia , cuando el sepulturero le cortó la ca-
beza, como si de este modo quisiera convencerse de que era imposible
que nadie pudiese saber lo que acababa de ocurrir en aquel lúgubre
recinto . De repente asaltaron al sepulturero algunos temores , que le
causaron la mas viva inquietud . —¿ Estaria solo el conde en el cemen-
terio ? ¿Habria alguna persona que hubiese penetrado con él , que le
aguardase fuera , ó bien que supiese su espedicion nocturna ? Estas y
otras preguntas se dirigió á sí mismo el sepulturero , y de ellas dedujo
que ante todas cosas le convenia obrar con estraordinaria rapidez y con
imperturbable sangre fria . Volvió á tomar en sus vigorosos brazos á
la jóven , la condujo á su estancia , y la dejó en su propio lecho .
En seguida examinó minuciosamente todo el ámbito sombrío del
cementerio , y no encontró á nadie . Figurábase el sepulturero que ha-
Ilaria alguna escala ó cuerda por donde hubiese podido subir el conde,
pues las tapias no eran muy bajas . Sin embargo , ninguna señal en-
contró para poder calcular cómo el conde habia penetrado allí á tales
horas , á no ser salvando la cerca. No contento con su inspeccion inte-
rior , el sepulturero salió , y rodeó y examinó todo el recinto esterior
del cementerio , y se volvió , convencido de que nadie absolutamente
podia revelar en adelante los misterios de aquella noche . Su primer
cuidado , cuando entró , fué dar sepultura á los dos cadáveres , y ha-
cer desaparecer la sangre y los demás vestigios que pudieran denun-
ciar el terrible cuanto inesperado suceso . Apenas entró en su aposento,
advirtió que Amalia habia vuelto ya en sí de su profundo letargo .
-¿Dónde estoy ? preguntó la jóven con voz desfallecida , y pasean-
do en torno suyo una mirada vagarosa.
-Nada temais , señora ; pues os encontrais con un hombre que ha-
rá todo cuanto le ordeneis , y que nada omitirá por serviros y com-
placeros.
-¿Y Zaré ?
El sepulturero tuvo la delicadeza de comprender que podia ser muy
funesta á la jóven la inesperada noticia de la muerte del anciano . Así ,
pues , se limitó á decir :
111
882
-Luego vendrá , señora .
En seguida el sepulturero recordó que Zaré habia llevado un lí-
quido que le habia dado á guardar , y que debia servir para cuando
la dama tornase en su acuerdo . Era una bebida suavemente escitante .
El sepulturero , pues , le sirvió una copa de aquel líquido , y se la pre-
sentó á la jóven , diciendo :
-Tomad , señora . Esto os hará mucho bien.
Amalia obedeció á esta indicacion casi maquinalmente . Cuanto mas
tiempo trascurria , la jóven se iba aliviando visiblemente , y su inteli-
gencia , sacudiendo los grillos del narcótico , recobraba por momen-
tos todo su vigor.
La noche estaba muy adelantada , y el sepulturero se habia senta-
do junto á una mesa , en la cual apoyaba el brazo , y con la mano en
la mejilla parecia asaz inquieto y pensativo .
-¿No viene Zaré ? volvió á preguntar Amalia despues de un largo
rato de silencio .
El sepulturero se levantó , y aproximándose al lecho , preguntó á
la jóven :
-¿Cómo os encontrais ?
-Mejor , muy bien .
Entonces el guarda refirió á la dama todos los sucesos acaecidos
tan inesperadamente y en tan breve tiempo ..
-¡Infeliz Zaré esclamó la jóven con acento dolorido . 1 Su adhe-
sion hácia mí le ha sido funesta !... ¡Desgraciado !
-Señora , no he vacilado en referiros todo esto , aunque os aflijais,
porque mas vale que desde ahora mismo sepais á lo que debeis ate-
neros...
-Sí , sí , interrumpió vivamente la dama. Ya nada puede abatirme
despues de tantas desventuras . Habeis hecho muy bien . Acaso en este
momento mi adversa fortuna me esté preparando nuevos golpes ...
¡ Jimeno ! ¡ Jimeno ! ¿ En dónde estás ? ¿ Cómo no acudes á ver á tu es-
posa , que por tu amor ha desafiado los horrores del sepulcro ?
Y la infeliz Amalia lloraba amargamente , sin tener mas consuelo
que la esperanza de encontrar pronto á su amado trovador.
-No quiero ocultaros , señora , que acaso aquí podeis ser descu-
bierta fácilmente . Os lo advierto para que si , como yo . imagino , teneis
interés en recataros de algunas personas , podais hacerlo cuanto antes .
Amalia quedóse algunos momentos como distraida ; pero al cabo
rompió el silencio , diciendo :
883
-Teneis razon , no hay tiempo que perder. Vos mismo podeis ayu-
darme en mucho.
-Estoy dispuesto , señora , á hacer en vuestro obsequio cuanto os
plazca.
-Es preciso que vayais á la Casa del Temple...
-¿Y qué debo hacer allí ?
-Preguntar por una jóven que se llama Clotilde , y manifestarle
que no deje de venir aquí cuanto mas pronto.
-¿Y si no quiere seguirme?
-En ninguna manera debeis hablarle de mi persona ; no porque
ella inspire desconfianza , sino por evitar alguna indiscrecion .
-Veamos ; ¿y qué le diré ?
-Que un caballero llamado Jimeno le suplica que no deje de venir
á hablarle .
-Paréceme , señora , que no es muy prudente decirle á nadie que
venga á este sitio ... Pudieran espiarnos ... En fin , señora , no creais
que yo me asombro de sombras ; pero hay casos en que todas las pre-
cauciones no bastan... Y una prueba de ello la teneis muy reciente en
el terrible lance que acaba de ocurrir... Me he visto precisado á dar
muerte à un hombre , porque ... en fin, los muertos no hablan ...
Amalia se estremeció .
-¿Habeis oido ?
-¡Suenan pasos ! esclamó el sepulturero , helado de terror.
-¡Dios mio ! ¡ Dios mio!
-Yo os defenderé, señora, aunque salieran de sus tumbas todos los
muertos .
-Verémos si sois tan valiente para los vivos , dijo una voz entre
burlona y amenazadora , al mismo tiempo que un tropel de fantasmas
blancos se precipitó en el aposento .
Verdaderamente que la súbita aparicion de aquellas figuras vesti-
das de blanco y armadas de espadas y puñales hubiera puesto espan-
to , no solo en el sepulturero , sino en un corazon de diamante .
-Rendíos , ó sois muerto ! dijeron.
El sepulturero , petrificado de horror , se entregó sin resistencia .
Amalia cayó desmayada en su lecho .
El jefe de aquella tropa de Templarios dijo :
-Rodead las tapias , examinad todo el cementerio , y prended á todo
el que se encuentre.
Esta órden fué obedecida con tanta rapidez como silencio .
CAPITULO LXX.

Donde se cuentan algunos lances muy necesarios para el cabal entendimiento


de esta grande historia.

UANDO Jimeno se separó de Zaré , encaminóse al


monasterio del monte Carmelo , donde pensaba en-
contrar á Osorio; pero la mala fortuna del trovador
hizo que , cuando este llegó al Carmelo , ya se hu-
biese ausentado el fingido Juan Osorio. Este habia
vuelto á Jerusalen por otro camino , y esta cir-
cunstancia impidió que ambos se encontrasen .
Jimeno vaciló algun tanto en el partido que de-
bia adoptar ; pero , por último , se decidió á volver
ȧ Jerusalen , pues , como ya sabemos , debia gran-
des obligaciones á Osorio , y no queria tomar resolucion alguna impor-
tante , sin consultarla con su bienhechor . Por otra parte , le era grato
encontrar un pretesto con que disculparse á sí mismo de regresar á
Jerusalen , á donde á pesar suyo le conducia la invencible atraccion de
su amor. ¿Qué le importaba esponerse á algunos peligros , con tal que
entre ellos vislumbrase la esperanza de ver á Amalia ? - Tres dias
despues de la muerte de Zaré, llegó Jimeno , seguido de su paje , á la
casita de la Pirámide , que á la sazon estaba desierta . Inútilmente
aguardó largo rato , pensando que acaso su amigo estaria ausente y
que no tardaria en volver; pero al fin se convenció de que alguna grave
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desgracia le habia sobrevenido al anciano y virtuoso Zaré . La sorpre-


sa de Jimeno fué tan grande como su dolor .
Sin embargo , en los hombres organizados como Jimeno , la espe-
ranza no muere jamás. Aun cuando se retiró á Jerusalen , llevaba el
propósito de volver al dia siguiente á la casita de la Pirámide. En Je-
rusalen Jimeno encontró á Juan Osorio , y allí tambien supo el infeliz
mancebo la terrible noticia que para siempre habia de dejar su cora-
zon vacío de felicidad y lleno de amargura . No era sola esta noticia de
la muerte de Amalia la que debia afectarle dolorosamente . Otros pesa-
res tambien aguardaban al trovador. En los alrededores de Jerusalen
encontró á un caballero Templario que se adelantaba hácia él con ade-
man desatentado. Jimeno , que habia huido de la ciudad por temor de
la venganza de Mr. Molay, creyó que iba a ser arrestado , y se aprestó
á la defensa. Pero cuando el Templario se halló mas próximo , la sor-
presa de Jimeno fué indecible .
-¡ Guillen !
-¡Jimeno !
-¿A dónde vas por aquí ?
-Voy á cumplir una órden del Gran Maestre .
-¿Y cómo vas á pie ?
-Voy á la torre del monte del Olivar , y me place ir andando y en-
tregarme á las consideraciones que el sitio inspira .
Jimeno hizo un gesto que significaba :
-Muy buen cristiano se va volviendo mi amigo .
-¿Y tú , de dónde vienes ? preguntó Gomez de Lara .
-Del monasterio del monte Carmelo . ¡ Y á fé que habíamos hecho
mal en no visitar este famoso monte ! Allí estan las famosas grutas de
los Profetas , alli enseñaba Elías , y....
-Pues yo te juro que muy pronto he de ver esas maravillas , in-
terrumpió vivamente D. Guillen . Por lo demás , ahora no puedo dete-
nerme. ¡ Adios !
Nos verémos mañana?
-Es probable .
-¿Y
¿Y Alvaro , está bueno ?
-Muy bien . ¡ Adios ! ¡ Adios !
No dejó de estrañar Jimeno la presura y la turbacion de su ami-
go ; pero dejando para el dia siguiente el profundizar aquel misterio ,
solo pensó en tomar sus precauciones para no ser conocido . Su paje ,
sin embargo , le llamó la atencion diciendo :
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-¿Habeis visto , señor , qué turbado venia D. Guillen?


-Si .
-¿Observásteis la mancha de sangre que llevaba en el manto ?
-¡Es posible !
-Sí , señor. ¿ Qué será ?
--Nada nos importa , y ... ¡ Cuidado con el piquito !
Jimeno creyó conveniente cortar las cavilosas conjeturas de su es-
cudero ; mas no por eso en su interior dejaba de abrigar vehementisi-
mos deseos de saber la causa de la turbacion de su amigo . ¡ Cuán
ageno se hallaba el trovador de sospechar siquiera la verdad de lo que
-
habia ocurrido ! El esposo de Amalia se encaminó á la Hospedería
de los caballeros de San Juan. Jimeno habia trabado conocimiento con
algunos Hospitalarios , y entre ellos con el Gran Maestre , para el cual
habia llevado Juan Osorio cartas de récomendacion del Guardian de
San Francisco de 'Jaffa . En la Casa de los Hospitalarios encontró
Jimeno á Osorio , el cual ya sabia la muerte de Amalia.
Mientras que Jimeno se alojaba en compañía de su amigo y pró-
tector , D. Guillen aguardaba impaciente en las cercanías de la ciudad
á su halconero Pedro Fernandez . En efecto , no se hizo esperar mucho
el fiel servidor , que llegó acompañado de otro caballero . Ambos iban
á caballo , y Pedro además llevaba del diestro un poderoso corcel des-
tinado para el señor de Alconetar. Saludáronse todos , mas por señas
que con palabras , y D. Guillen cabalgó en silencio.
-¿Se podrá saber á dónde vamos ? preguntó el caballero que acom-
pañaba á Fernandez .
-Se sabrá cuando lleguemos , respondió el señor de Alconetar.
¿Acaso vos no lo sabeis?
-Ni yo mismo lo sé de fijo . Me he propuesto seguir este camino , y
á donde él nos conduzca , irémos .
-Hé ahí que abdicais de vuestra voluntad , vos , el de la voluntad
virgen , dijo el caballero con maligna sonrisa .
-Mi voluntad es abdicar de mi voluntad.
Don Guillen habia salido de la poblacion sin tener designio de diri-
girse á un punto determinado ; pero el encuentro de Jimeno le llamó
la atencion sobre el monte Carmelo , y hacia allí dirigió sus pasos ,
adoptando el mismo camino por donde habia visto venir al trovador .
Don Guillen en aquellos momentos no sabia que una fuerza misteriosa
é irresistible , la fuerza del destino , le arrastraba al monasterio del
monte Carmelo .
887
Los tres caminaban en silencio .
Don Guillen iba asaz ceñudo y pensativo .
El halconero pálido , turbado y lloroso , porque le pesaba sobre
manera no llevar consigo á su amada Mari Ruiz .
Y el caballero , en quien sin duda el lector ha reconocido al médico
Isaac , por sobrenombre Stigio-Momo , iba como siempre , con su es-
presion burlona y maligna.
Al cabo de un largo rato , el señor de Alconetar rompió el silencio
diciendo :
¿Y en dónde le dejásteis ?
-En la misma casa , señor , repuso el halconero .
-¿Y ellas ?
-Muy afligidas .
--- ¿ No te dije que avisaras en la Casa del Temple ?
-Yo le dí el encargo á otros criados , cuando fuí á vuestra casa
para que fuese el señor Isaac á prestar su auxilio á... vuestro com-
pañero.
-¿Y cómo está ? preguntó el señor de Alconetar al médico .
-Bastante mal .
Don Guillen hizo un gesto que significaba :
-¡El lo ha querido !
Y sin mas se lanzó al galope , siguiéndole Momo y el halconero .
Pero volvamos al trovador. Su primera diligencia , al dia siguiente
de llegar á Jerusalen , fué enviar su paje á la Casa del Temple para
anunciar á Amalia su regreso.
El paje , que era apuesto y avispado , y que miraba con mucha in-
clinacion à la doncella de Amalia , fué á cumplir su encargo , brin-
cando de gozo por tener ocasion de hablar y ver á Clotilde . Desde
luego se comprende que entre el paje de Jimeno y el criado de Mr. Mo-
lay , el buen Guillermo , mediaba una antipatía decidida. Los dos tra-
taban de conquistar á Clotilde , y ella no desechaba ni admitia á nin-
guno , tratándolos siempre con esa coquetil cortesanía , cuyo secreto
solo poseen en alto grado las francesas , aun las de clase menos elevada .
El paje del trovador tuvo que trocar sus sueños por una ingrata
realidad . No pudo ver á Clotilde ; pero en cambio , consiguió hablar
con Guillermo , que le puso muy mala cara , una cara de celoso , de
rival.
-¿Y Clotilde ?
-Está muy mala.
888

-¿Y qué tiene ?


¿ Qué ha de tener ? La pesadumbre que es natural. ¿No sabes
nada?
-No , Guillermo .
-Madamoiselle Amalia hace tres dias que ha muerto.
-¡Es posible ! ¡Válgame Dios , y qué desgracia !
-Como te lo estoy diciendo.
-¿Y Clotilde dices que está muy mala ?
-Figúrate cómo estará despues de una desgracia tan grande como
inesperada .
-¿Y quién será ahora el guapo que se atreva á decirle á mi señor
que su esposa ha muerto ?
¿ Está en Jerusalen D. Jimeno ? preguntó el francés .
—No , Guillermo , repuso el prudente español . Yo he venido para
traer una carta á la señora , y... ¡ quién habia de pensar que en tan
breve tiempo habian de ocurrir tantas desventuras !
El avispado paje murmuró para sí :
-Supuesto que ha muerto tu señora , lo mejor será callar .
El fiel servidor temia que Guillermo , por congraciarse con Mr. Mo-
lay, revelase que Jimeno se hallaba á la sazon en Jerusalen .
Despidiéronse los dos criados , y el del trovador volvióse á la Casa
de los Hospitalarios .
No intentarémos pintar , porque es imposible , lo que sintió Jimeno
al recibir la nueva de la muerte de su amada esposa . Baste decir que
tal y tan rudo fué aquel golpe , que el trovador estuvo á punto de per-
der su razon. Largas horas permanecia silencioso y mirando al cielo
con una espresion tristísima . En sus ojos brillaba el fuego sombrío y
mortífero de la fiebre . Luego exhalaba un profundo suspiro y su rostro
se inundaba de lágrimas . El llanto era el único alivio de aquel corazon
despedazado ; pero la melancólica flor de los recuerdos , regada por
tristes lágrimas , crecia mas y mas , cuanto mas tiempo pasaba.
Al fin el enamorado jóven cayó en una enfermedad peligrosa , y
sin duda hubiera sucumbido , á no ser por los cuidados del solicito
Juan Osorio y de los caballeros Hospitalarios . Estos caballeros favore-
cian y patrocinaban á Jimeno , porque además de sus buenas prendas ,
que le conquistaban el aprecio de todo el mundo , el jóven se hallaba
perseguido por los Templarios , y entre ambas Órdenes habia secreta ,
pero encarnizadísima rivalidad . Dolíales á los caballeros de San Juan
de Jerusalen el que en la ciudad y en todas las posesiones de los cris-
889

tianos en Tierra-Santa se concediese el primer lugar á los Templarios ,


que , como mas antiguos , tenian la primacia en la jurisdiccion . Ahora
bien , bastaba que los Templarios persiguiesen á Jimeno , para que lo
protegiesen los Hospitalarios .
Al cabo de muchos dias , cuando convaleció de su enfermedad , el
desventurado trovador empeñóse en ir á la tumba de su esposa , para
llorar allí su triste suerte .
Debemos advertir que el sepulcro de Amalia aparecia intacto , y
todo el mundo , hasta los mismos criados de Mr. Molay , ignoraban la
exhumacion de la desgraciada jóven .
Hé aquí lo que habia sucedido. Cuando el conde de Fribourg fué
al cementerio , llevó en su compañía á un criado , que se quedó aguar-
dando á su señor por la parte de afuera , al pie de las tapias . El criado
oyó la pendencia , y conociendo el peligro en que se hallaba el conde ,
y no atreviéndose á entrar á prestarle socorro en aquel fúnebre recin-
to , corrió á la Casa del Temple , sabiendo que allí era el único punto
donde podia encontrar guerreros que le protegiesen para buscar y fa-
vorecer á su señor . -El portero del Temple dió aviso al Comendador
ó jefe que aquella noche estaba de guardia , é informado de lo acaeci-
do, el Comendador se lo participó al Gran Maestre, el cual en persona
fué tambien á la cabeza de una tropa de Templarios . Ordenóseles que
guardasen grande silencio y precaucion , y así es que asaltaron las
tapias y penetraron en el aposento del sepulturero , sin que este se
apercibiese de su llegada , sino en el momento mismo en que se en-
contró con la estancia invadida y con las espadas al pecho .
Informado minuciosamente de aquella trágica 7 maravillosa histo-
ria , Santiago Molay ordenó al criado del difunto conde que guardase
sobre aquel suceso la mas absoluta reserva , si no queria esponerse á
perder la vida . Y el Gran Maestre les exigió á los caballeros , bajo pa-
labra de honor , que á nadie revelasen lo que aquella noche habian
visto . El Gran Maestre estaba asaz irritado por la grande resistencia
que su sobrina habia opuesto al proyectado enlace con el conde.
Pero luego los dos hermanos se habian afligido sobremanera ,
cuando creyeron que en la prematura muerte de Amalia habian podido
influir sus crueles é inoportunas exigencias .
Cuando el Gran Maestre manifestó á su hermano Mr. Federico que
su hija vivia y que se hallaba en la Casa del Temple , Mr. Molay espe-
rimentó una impresion singular, nacida de los sentimientos encontra-
dos que combatian en su alma . Por una parte , el anciano amaba con
112
890

delirio á su hija , y el recobrarla era para él la suprema ventura . Sin


embargo , bajo otro aspecto , Mr. Molay estaba dotado de una es-
traordinaria firmeza , ó mejor dicho , de la tenacidad propia de los
bretones. Así es que nada le mortificaba mas que verse contrariado
en cualquier proyecto que concebia , y este disgusto se aumentaba so-
bremanera y le hacia enloquecer de ira , cuando precisamente la con-
trariedad que hallaba en sus designios provenia de su propia hija, que
deberia apresurarse á secundarlos .
Además , Mr. Molay amaba al conde de Fribourg , y, lo mismo
que su hermano , lamentaba la pérdida de un amigo , de un señor po-
deroso , al cual ya habian tratado como á un individuo de su propia
familia.
Con estos antecedentes el lector comprenderá la resolucion terrible
que el padre adoptó con respecto á su hija , en la cual veia el anciano
el origen de todas sus desgracias , es decir, de la muerte de Senan-
court , del trágico fin del conde , y sobre todo , de que no se hubiesen
realizado una y otra vez los proyectos que con tanto ardor anhelaba
Mr. Molay llevar á cabo .
-¡Es posible que una niña haya tenido tanta resolucion ! ¡ Despre-
ciar á su padre y todas las leyes divinas y humanas , solo por huir
como una mujer perdida y sin honor , con ese maldito español á quien
Dios confunda !
Así se lamentaba Mr. Molay , que ignoraba que realmente su hija
estaba casada con Jimeno ; pues en toda la aventura del narcótico el
furioso anciano solo habia visto un hábil plan en que su hija debia
conseguir el ausentarse , no con su esposo , sino con su amante.
Mr. Molay , pues , estaba pasmado , no solo del atrevimiento de su
hija , sino aun mas todavía de la fecundidad de ingenio que se habia
desplegado en aquella ocasion , no ya para arrebatar á Amalia de la
casa paterna , sino para arrancarla de las tinieblas mismas del se-
pulcro . Así es que creyendo , y no sin razon , que si dejaba en libertad
á su hija , esta no dejaria de aprovechar la primera ocasion que se le
ofreciese de huir con su amante , determinó que Amalia permaneciese
rigorosamente encerrada , haciendo de este modo que todo el mundo
la reputase y tuviese por muerta .
Y habiendo comunicado este proyecto con su hermano , mereció
su aprobacion. Felizmente para ellos , nadie se habia enterado de aquel
estraño suceso en el departamento de la Casa del Temple donde habi-
taban Amalia y Mme. de Senancourt . En cuanto al criado del conde y
891

á los caballeros que habian acudido al cementerio , el Gran Maestre y


su hermano estaban segurísimos de que todos guardarian inviolable
secreto .
El Gran Maestre mandó encerrar á la infeliz Amalia en una recón-
dita prision , y allí era servida por una mujer árabe , de toda confian-
za , que habia buscado Mr. Santiago Molay. Por lo que respecta al
sepulturero , debemos decir que pagó con la vida la muerte que habia
dado al conde .
Hechas estas esplicaciones , se comprenderá fácilmente la causa
de la completa ignorancia del trovador respecto á estos sucesos , que
tanto interesaban á su corazon : De la misma manera fué para él un
misterio indescifrable la estraña desaparicion de su anciano y leal ami-
go Zaré. En vano se perdia en cavilaciones y conjeturas . Por enton-
ces no pudo atinar con la verdad .
¡ Cuán ageno se hallaba el infeliz mancebo de la triste suerte de su
amada esposa ! Él pensaba que yacia en paz bajo la losa del sepulcro ,
y no podia ni remotamente sospechar el sangriento y maravilloso dra-
ma que habia tenido lugar durante su breve ausencia .
La idea de la muerte de Amalia hizo que el jóven pensase natural-
mente en la afliccion de Mr. Molay, que no obstante su severidad, ama-
ba tan tiernamente á su hermosa hija.
Y el buen Jimeno estaba dotado de tan generosa índole , que á pe-
sar de saber que Mr. Molay le odiaba y perseguia , no pudo menos de
compadecer al anciano . Pero entonces tambien se le ocurrió al jóven
un pensamiento desconsolador . Habia en la naturaleza de Jimeno , á
mas de profundos sentimientos religiosos , algo de supersticion . Pensó
que acaso Dios habia castigado á Amalia con una muerte prematura ,
cortando súbitamente la flor de su juventud y de sus amores , á causa
de la conducta de Amalia , que habia engañado á Mr. Molay , repu-
tándose soltera cuando era casada , y porque al recibir la bendicion
del sacerdote no habia recibido la bendicion de su padre . Al mismo
tiempo que esta idea cruzó por su mente, exhaló un profundo suspiro
y murmuró con amarga pena :
-
¡ Mi padre ! ¡ Mi pobre padre !
Y Jimeno recordó que su anciano padre le habia concedido el per-
miso para el viaje , sin pensar que habia de prolongarse tanto tiempo .
Efectivamente , D. Gonzalo esperaba que Jimeno volviese tan luego
como hubiese terminado sus investigaciones en Granada .
-Yo no he obrado como debia , murmuró el jóven . ¡ Ah ! ¡ Si yo no
892

volviese å ver á mi padre !... Yo no sé qué angustia se apodera de mi


alma al pensar en él... ¿ Habrá muerto ?
Entregado á tan tristes reflexiones hallábase Jimeno , cuando se
abrió la puerta de su estancia y apareció Juan Osorio , no sin mues-
tras de turbacion.
-¿Qué piensas hacer, Jimeno ? preguntó.
- Respecto á qué ?
-Respecto á tu vida , á tu destino . ¿ Piensas quedarte? ¿ Piensas
volver á España ? ¿ Por ventura no te acuerdas de tu anciano padre ?
¿Qué deseas? ¿ Qué resuelves?
Jimeno suspiró .
-Ya para mí la vida perdió su delicioso encanto. El sepulcro se ha
tragado mi felicidad . Solo anhelo volver á mi patria y ver á mi padre .
La patria nunca se olvida , y nunca dejamos de amar á nuestros pa-
dres ... ¡ He vivido tanto tiempo sin tener a quien decirle : « ¡ Padre mio ! >»
Osorio escuchaba muy conmovido las palabras de Jimeno.
-¡Cuánto me alegro , hijo mio , de que anheles volver á España !
En este momento venía á anunciarte mi partida ; pero mi gozo no ten-
drá límites , si te resuelves á seguirme .
--Cuando gusteis ..
-Dentro de tres dias partirémos .
El trovador hizo un signo de asentimiento .
Luego preguntó :
-¿Y de mis amigos , no habeis sabido nada ?
-Nada absolutamente .
-Entonces , voy á ir á interrogar al Gran Maestre ...
-¡ Insensato ! ¡ Guárdate muy bien de hacer tal cosa ! Además , que
ya he dado ese paso . He visto al Gran Maestre , y me ha respondido
que los caballeros por quienes yo preguntaba , estan lejos de Jerusa◄
len , desempeñando una mision importante de la Órden.
-Eso no se aviene mal con lo que me dijo Guillen la última vez que
lo ví , cuando le encontré á la salida de la ciudad . ¿Qué pensais vos?
-Estoy seguro de no equivocarme .
-Veamos .
-Los Templarios tienen costumbre de decir que estan ausentes los
caballeros que se hallan aprisionados . Ahora bien , ó tus amigos han
cometido alguna falta , y por ella los han preso , ó verdaderamente los
han enviado con alguna mision á cualquiera de los puntos ó castillos
que en la Palestina poscen los Templarios .
893

-Eso último parece lo mas verosimil , atendiendo á que me dijo


Guillen que iba á llevar una órden del Gran Maestre , creo que al cas-
tillo del monte del Olivar.
-Sin duda ese fué un pretesto .
-Así me lo pareció á mí , porque su semblante estaba muy al-
terado.
-Y además que , si no hubiese tenido mas que ir al monte del Oli-
var, pudo volver en seguida .
-En verdad que en todo esto debe de haber un gran misterio.
-De las dos cosas que yo he dicho , es una .
Acaso hayan muerto á alguno en desafio ; porque ahora recuerdo
que mi paje me dijo que Gomez de Lara llevaba una gran mancha de
sangre en el manto... ¡ Cuánto sentiré ausentarme sin despedirme de
mis queridos amigos !
Ambos se perdian en vanas conjeturas , sin sospechar que en el
Temple tampoco sabian el paradero de Gomez de Lara , el cual se
habia despojado de su hábito de Templario, y como un caballero par-
ticular , habia continuado su camino hacia el monasterio del monte
Carmelo , á donde le acompañaron el halconero y Stigio-Momo .
Don Guillen Gomez de Lara fue muy bien acogido en el monasterio
por el anciano capellan .
La situacion de espíritu en que se encontraba el jóven era espan→
tosa. ¡ Con cuánta fuerza se habian desencadenado ahora en su cora-
zon fogoso todas las pasiones de la vida ! Miraba á los hombres , y la
ambicion le gritaba : « ¡ Domínalos ! » Miraba á las mujeres , y la sen-
sualidad le gritaba : « ¡ Poséelas ! » Armas , caballos , esclavos , pala-
cios , harenes , lujo , el mundo , la vida , el goce , todo se aparecia á
sus ojos con mas encanto que nunca , pero mezclado con un senti-
miento enérgico que hasta entonces nunca habia esperimentado , el
sentimiento de su superioridad , la manifestacion mas vehemente de la
soberbia , la sed de la soberanía , el deseo del mando.
El oscuro Templario habia despertado de su letargoso abatimiento ,
y queria vengar su voto de obediencia con su altiva aspiracion al do-
minio.
Ya no miraba á los cielos . Las pasiones de la tierra se disputaban
á porfía aquel corazon insaciable y soberbio. Su afan de saber se habia
trocado ahora por el afan esclusivo de gozar . Despues del desaliento ,
que le abatió breves instantes , una hoguera infernal se encendió en
su pecho , una hoguera que con siniestro resplandor le mostraba las
894

sendas de precipicios y serpientes que cubiertas con hipócritas mantos


de flores conducen á la region sofocante y turbulenta del placer , vana
sombra que nunca puede cogerse , que cuanto mas se le alcanza mas
huye , y que cuanto mas se le cree hallar en la materia , tanto mas se
vuelve aéreo y fantasmagórico .
Convidado de las magníficas perspectivas y de la seguridad que
ofrecia aquel sitio , Gomez de Lara habia determinado permanecer en
el monasterio algunos dias .
A la tarde siguiente de su llegada , salió el jóven , acompañado de
Momo , á dar un paseo y visitar las grutas de los Profetas. Detuvié-
ronse en un sitio de los mas deliciosos , desde el que se descubria el
mar. El mancebo estaba meditabundo y sombrío . Momo contemplaba
al jóven con cierta complacencia .
Era á la verdad maravillosa la influencia que Momo ejercia sobre
el carácter de Lara. Aquel hombre maligno se permitia con el jóven
mil libertades que á cualquiera otro le habrian costado la vida . Momo
se solazaba siempre en sublevar las pasiones del mancebo ; pero des-
pues , por un refinamiento de malignidad , se complacia en arrancarle
una por una todas las ilusiones que él mismo le habia hecho abrigar .
En este arte diabólico era consumado maestro el tal Momo .
-Me estoy acordando , dijo el médico , de un hermoso sueño que
he tenido esta noche pasada.
-Veamos .
-Temo disgustaros ; pero al fin os obedeceré . Es un sueño que
acaso os haga reir , porque no deja de ser donoso el que un hombre
como yo , es decir , de una figura tan ridícula como la mia , sueñe
tales cosas...
-Ni aun á tí mismo te perdonas , Momo .
-¿Qué quereis ? Yo me rio de todo, y comienzo por mí mismo.—
Soñaba yo que era Soldan de Egipto y que poseia ricos palacios , y
sobre todo , un haren provisto de las mas selectas beldades de la tier-
ra. Varios comisionados habian ido por todos los paises del globo ,
buscando en todas partes las mujeres mas hermosas . Velame en un
jardin de maravilloso artificio en plantas , flores , pajareras , estanq ies
y kioskos , y pasaba revista á un ejército encantador , un ejército de
mujeres , que con sus varios trajes y fisonomías , todas hermosas , se-
gun sus diversos tipos , conmovian profundamente mi corazon . Vi
cruzar ante mis ojos apasionadas y altivas españolas , vivaces y lindas
francesas , sajonas de gentil talante , rubias húngaras , italianas de
895

eabellos de ébano y de nariz aguileña , inglesas de tez de nieve y rosa,


albanesas de ojos rasgados , griegas bellisimas , mujeres árabes de talle
esbelto y cimbrador como la palmera y de amoroso mirar , circașia-
nas perfectas , maravillosas cachemirianas , lindas mujeres de Visapur ,
famosas por su travesura y por sus ojos brillantes que clavan en sus
amados con intensidad estraordinaria ; preciosas hijas de la Persia con
espléndido atavio , y finalmente , georgianas incomparables , obras
maestras de la naturaleza , cuya sola presencia conmueve , enamora ,
extasía , seduce y embriaga los sentidos .
Momo terminó su descripcion, y una sonrisa maligna dilató sus pá-
lidos y delgados lábios .
-¿Y fué eso todo lo que soñaste ? preguntó el mancebo .
-Desgraciadamente desperté en el momento mismo en que quise
convencerme de que era Soldan .
-Verdaderamente que me seria grato poseer el amor de tantas y
tan hermosas doncellas...
-¡Qué diablos ! Siempre os gusta complicar todas las cuestiones .
¿Por qué no decís pura y simplemente que seria muy grato poseer el
amor de tantas y tan hermosas mujeres ?
-¡Escéptico !... ¿ Crees tú que haya cosa mas bella que inspirar el
primer sentimiento de amor á un corazon virginal ?
-¡Vos lo habeis dicho ! Yo no creo en nada .
-¿Pues no crees en las mujeres ? ¿ No existen , por ventura ? ¿ No
las ves hasta en sueños ?
-Yo no creo en su corazon , en su pureza , en sus sentimientos , en
fin , en esas mil necedades que siempre asociais á la mujer querida .
¿ No conoceis que esas cosas no estan en ella , sino en vuestra imagi-
nacion delirante ó en vuestro necio amor propio ?
-Pero ellas sienten...
-Ellas reciben sensaciones.
-¿No crees en los sentimientos del alma ?
-¡Fantasías ! ¡ Delirios !
-Pues á tí te hacen sentir.
-Sensaciones tambien . Yo no creo mas que en las graciosas for-
mas , en lo visible , en lo palpable , en fin , en lo positivo .
-Pero las bellas facultades de la inteligencia humana , la imagina-
cion , la reflexion...
-Donosa idea ! interrumpió Momo , riéndose . ¡ Hé aquí el error
fundamental de vuestra educacion ! El ridículo Gil Antúnez os llenó la
896

cabeza de preocupaciones . Sin embargo , á mí me divertia sobremane-


ra oir al buen hombre , cuando se entregaba á la embriaguez de su
metafísica , y comenzaba á predicar delirios con un tono de maestro ..
¡ Pobre diablo !
-¿Y por qué dices que me han educado mal ?
-Yo os lo esplicaré . Todos los conatos del buen Gil Antúnez se
dirigieron á adornar vuestro entendimiento con las ciencias , como
él decia que decia Ciceron . Ahora bien , Antúnez no tuvo en cuenta,
no solo que el hombre se disgusta de todas las ciencias , sino que para
nada pensó en las pasiones que dormian en vuestro pecho....
-Tienes razon , Isaac , en cuanto á lo que dices de que el hom-
bre se disgusta de todas las ciencias... ¡ Miserable ciencia humana !
La última razon de todas las ciencias permanece para nosotros
inescrutable. Llegamos hasta cierto punto ; pero al fin hay siem-
pre un abismo en todas , en todas las ciencias , inclusas las mate-
máticas.
-Me alegro mucho de oiros hablar con tanta discrecion . Ahora
bien , hay una esfera de actividad en que no pensaba Gil Antúnez ,
actividad de las pasiones , á cuyo fin hay tambien un abismo ; pero es
un abismo que resuelve la dificultad , que satisface y que deleita ; el
abismo de la sensualidad , que es una cosa positiva , que se ve , que se
toca , y cuyo fin está en el goce , y este no es una cosa vana , pues lo
esperimentamos , lo vemos , lo sentimos en nuestro cuerpo , en la ma-
teria .
-Y sin embargo , Isaac , aun en ese terreno mismo á que quieres
conducirme , el corazon del hombre nunca se sacia . Se estingue con el
goce un deseo , y renace otro .
-Esa es una dicha mas ; pues á otro deseo seguirá otro goce .
-¡Oh ! En todas partes , en el espíritu y en la materia , el hombre
aspira siempre á lo infinito .
Momo se echó á reir .
-¡Delirios ! Siempre delirios ! ¡ Cosas intangibles !
-¡Tú no comprendes mi naturaleza !
-El señor incomprensible tiene mucho amor propio . ¿Quereis que
os esplique hasta lo mas recóndito que abrigais en vuestro corazon ?
Todo depende , oidme bien , de vuestro amor propio y de no haber
gozado. Os enamorásteis de Elvira , ella siguió las leyes de la natura-
leza , ofendió vuestro amor propio , porque no fuísteis el elegido para
gozar su amor , y hé aquí todo el origen de vuestra amargura . Nada
897

de esto hubiera sucedido , si hubiéseis realizado con ella vuestros de-


seos . Ni siquiera os habríais acordado mas de su nombre . La mujer
es un libro que , si se aprende de memoria , se tira en un rincon y
no se vuelve mas á leer.
-¡ Calla !
-¡Hé aquí lo que son los hombres ! Estais en las tinieblas ; me pe-
dis luz , os la doy , y luego me decís que la apague .
— Tu luz , hombre infernal , no alumbra , sino quema .
Momo se encogió de hombros y se echo á reir .
Don Guillen se quedó asaz caviloso y sombrío .
En medio de que las ideas de Momo repugnaban enérgicamente á
la elevada naturaleza del jóven , este no podia menos de encontrar en
ellas cierta lógica y cierto fondo de verdad , que no era la verdad , pero
que le destrozaba el corazon .
Ambos continuaron su paseo en silencio .'
De repente D. Guillen se detuvo y murmuró ;
—¡ Elvira ! ¡ Elvira ! ... ¡ Cuánto valen las primeras impresiones !
¡ Oh ! ¡ Si en un sitio ameno y solitario yo me encontrase contigo á la
hora en que el sol se pone , y no nos viesen mas que las estrellas ...
nada mas que una noche , ¡ Dios mio ! y aun cuando fuese la última de
mi vida y del Universo !...
Gomez de Lara suspiró .
Embebido en estas imaginaciones , se dirigió hacia el monasterio. El
maligno Momo seguia al jóven , cuyos pensamientos leia como en un
libro abierto. De vez en cuando le lanzaba una mirada de reojo, y una
diabólica sonrisa brillaba en los lábios del astuto y avieso Momo.
Desde su llegada al monasterio habia causado la maravillosa her-
mosura del jóven grande impresion en una novicia . En vano la infeliz
trató de recatarse de las miradas del mancebo , que asistiendo al dia
siguiente á la misa , y dirigiendo sus ojos al coro , habia columbrado
la bella sombra de sus primeros ensueños de amor .
-Elvira ! ¡Es Elvira ! esclamaba D. Guillen atónito .
Unas veces creia que su imaginacion delirante le pintaba la sombra
de su deseó , la figura de su eterna ilusion . Otras veces , por mas que
le sorprendiese su aparicion en aquel sitio , no dudaba de que real-
mente aquella novicia hermosa era su amada , era Elvira,
Y el mancebo la disculpaba en su corazon , y llegaba á creer que
nunca le habia ofendido , que siempre habia sido casta y pura, como él
la habia soñado ; y hasta se imaginó que acaso se encontraba en aque-
1:3
898

Hlas regiones , porque ella le habia seguido ; y por creerse despreciada,


tal vez se habia decidido á cubrir su cabeza en aquel santo monasterio
con el velo de las vírgenes del Señor . ¡ Cuán prodigiosas fuerzas des-
plega la imaginacion en un alma enamorada , para pintarse con pla+
centeros colores al objeto amado !
Es verdad que Gomez de Lara , por mas pequisas que habia hecho,
no habia conseguido nunca ver á Elvira , despues de la funesta noche
en que oyó la conversacion de las dos aldeanas en la fuente .
Entre tanto que la pasion primera del mancebo renacia con nueva
y abrasadora pujanza , la situacion en que se hallaba Elvira merece
nuestra atencion .
Desde que habia entrado en el convento , se habia verificado en ella
un cambio radical . La memoria de sus pasados crímenes , las turbu-
lencias de su corazon , los deseos mundanales , la fiebre de la impure-
za , contrastaban singularmente con los solitarios cláustros , con los
ámbitos misteriosos del templo , con los místicos cánticos de las vírge-
nes que en su feliz inocencia ignoraban las seducciones del mundo , con
la paz, con la santa paz que reinaba en aquel asilo de bendicion , puer-
to seguro contra las tempestades de la vida. La desgraciada jóven
habia respirado otra atmósfera , y comenzaba á sentir sus influencias
salutíferas. La empedernida pecadora habia merecido la dicha de que
el cielo derramase sobre su corazon llagado el bálsamo consolador del
arrepentimiento .
Pero su adversa suerte hizo que en el mismo momento en que po-
nia el pie en los umbrales de la penitencia , apareciese ante sus ojos la
bella imágen del mancebo . Insomne y desesperada paseábase la novi-
cia en su celda , y con grande agitacion decia :
-Infausto destino ! Mis deseos me condujeron á los brazos de Cas-
tiglioni... Cuando se cae en un abismo , no hay medio de retroceder...
¡ Infame Plácida ! ¿ Por qué me hiciste despreciar á Gomez de Lara?
¡ Si yo no hubiese sabido que él amaba á Blanca ! ¡ Feliz quien ignora
que tiene motivos para abrasarse en celos ! ¡Cuán dichosa hubiera sido
con el amor del hermoso D. Guillen ! ¡ Oh ! ¡ El infierno con todas sus
torturas se alberga en mi alma ! ¿ En dónde estoy ? ¡ Oigo una voz terri-
ble que me grita : « ¡ Réproba ! ¡ Réproba!……
.. »
Elvira se dejó caer en un sitial junto à una mesa , y allí permane-
ció largo rato con la cabeza oculta entre ambas manos .
Ah ! esclamó al fin con acento á la vez dolorido y desesperado.
Infeliz de mi ! ¡Cuántos crímenes he cometido por saborear la copa
899

del placer !... ¡ Qué horror!... Y lo que mas me destroza el corazon , es


pensar que tantos crímenes no me han servido para gozar la inefable
dicha de amar y vivir con Gomez de Lara... He hecho todo , menos lo
que mas me hubiera regocijado en los hermosos dias de mi juven-
tud... ¡ Maldicion ! ¡ Maldicion !
En aquella lucha terrible de un corazon que no se habia despren-
dido por completo de sus antiguos y tiránicos deseos , los sentidos ven-
cieron al alma , la pasion al deber ; la arrepentida volvió á pensar con
secreta complacencia en el pecado .
Y tomando un papel que estaba sobre la mesa , volvió á leerlo por
la vigésima vez . En seguida dobló el papel y lo guardó cuidadosamen-
te en su seno , murmurando :
-¡Él me ha conocido , me ama todavía , me pide una cita !
La jóven quedóse algunos momentos pensativa .
-¡Yo le amo tambien ! ... ¿ Cómo le he de negar lo que me pide ?
Y así diciendo , se aproximó á la mesa y escribió en un papel esta
sola palabra :
<- « Sí. »
Gomez de Lara habia hecho llegar un papel à manos de Elvira,
haciéndole una seña cuando estaba en el coro. El mancebo dejó disi-
muladamente en la reja el papel , y de allí lo tomó luego Elvira.
Despues que escribió el brevísimo billete , la jóven abrió la puerta
de su celda y se asomó muy recatadamente á las galerías , y conven-
cida de que nada tenia que temer , se encaminó al coro , en cuya reja
dejó el papel, en el mismo sitio que D. Guillen habia dejado el suyo .
A la mañana siguiente el jóven fué á la iglesia , recogió el billete ,
y radiante de gozo al ver su contenido , por mas que era tan brève, es-
tuvo aguardando con impaciencia á que llegase la noche.
Apenas D. Guillen leyó el billete de Elvira , Hamó al halconero.
-¿Sabes tú cómo pudiera yo proporcionarme una escala ?
-Yo las şé hacer perfectamente . "
-Pues haz una al instante.
-Pero necesito cuerdas .
-Búscalas.
-Se las pediré al capellan...
No hagas tal cosa.
-Pues entonces ....
-Monta á caballo y marcha al instante a San Juan de Acre , y
tråete una escala.
900

-Voy al punto .
-Cuidado , que á la noche es indispensable que estés aquí de
yuelta .
-Estaré sin falta.
-Sigilo y prontitud .
Gomez de Lara alargó una bolsa á su halconero , que partió inme-
diatamente á cumplir las órdenes de su señor .
Cuando llegó la noche , Pedro Fernandez se hallaba en el monas-
terio. El semblante del halconero no parecia muy satisfecho . El listo
caballero advirtió al punto que algun grave pensamiento preocupaba
el ánimo de su servidor .
-¿Qué te sucede , Pedro?
-Estoy muy triste.
-¿No traes la escala ?
-Si , señor.
-Pues entonces , ¿ por qué te afliges?
-¡ Dios quiera que me equivoque !
-¡Por Santiago de Compostela ! esclamó el caballero . Ahora se me
ocurre que acaso lo hemos echado todo á perder ... Me parece que no
te dije la longitud que debía tener la escala , y tú no me lo preguntas-
te. ¡ Topo !
-
-Creo que la escala será de vuestro agrado .
--¿Es muy larga?
-Vendrá á ser tan alta como el muro de la huerta de este conven-
to , dijo Pedro Fernandez sonriéndose.
-Vamos , no eres tan topo como yo creia , repuso el caballero con
faz alegre. Trae la escala.
El halconero fué á su aposento y trajo un envoltorio , le deslió , y
sacó una escala de cordeles de cerda, con un enorme gancho de hierro
en una de sus estremidades.
-Buena compra has hecho.
-No he comprado mas que las cuerdas y el gancho . La escala está
hecha por mí..
-¡Eres un servidor leal é inteligente ! Ahora bien , ¿ por qué estás
-triste ?
-Porque hoy he adquirido muy malas noticias en San Juan de Acre .
-¿Pues qué hay?
-He oido decir que los infieles van á poner cerco á Jerusalen , y
como Mari Ruiz...
901

-¡Ahora sales con eso ! interrumpió D. Guillen .


-Señor , yo la amo con toda mi alma . ·
Ámala cuanto quieras .
-Es el caso , que yo desearia ir á Jerusalen para proteger y auxi-
liar á Doña Blanca y á Mari Ruiz ...
Don Guillen se encogió de hombros .
-Vos , señor , tal vez os burleis de mi ternura ; pero ¡ amo tanto á
María !
-No creas , Pedro , que me burlo de tus, amores. Comprendo tu
afan , que es muy propio de tu corazon sencillo . Goza en buen hora de
tu cándida ilusion ; mañana acaso verás á Mari Ruiz que te olvida en
los brazos de otro amante.

-¡Oh , señor ! ¡ Por caridad , no me digais esas cosas !


Gomez de Lara no pudo dejar de sonreirse al ver la cara tan jere-'
mítica que puso el halconero .
-No creas , Pedro , sino que me place tu arranque generoso . Cum-
plirás tu deseo , irás á Jerusalen , y desempeñarás allí varios encargos
que tengo que hacerte , y además puedes traer contigo á Doña Blanca
y á Mari Ruiz .
-¡Gracias , señor ! Vos sois mas bueno de lo que pensais y pa-
receis.
-Me hace reir el que creas que una mujer merezca siquiera una
lágrima . Por lo demás , es digno de los fuertes el proteger á los
débiles .

-Ya os he dicho la causa principal de mi tristeza ; pero no es


esta sola.
¿ Pues qué hay mas?
-Que tengo para mi sayo que los Templarios nos andan buscando.
-¿Quién lo duda ? Eso no me sorprende .
-Varios caballeros me vieron en San Juan de Acre , y me detuvie-
ron preguntándome por vos : yo les respondí que nada sabia de vues-
tra suerte y que pensaba marcharme á mi tierra . Uno de los caballeros
propuso el conducirme preso , para obligarme á declarar vuestro para-
dero. Afortunadamente llegó en esto el que era muy vuestro amigo,
que se llama... el apellido es Pimentel.
-Ese seria D. Rodrigo , uno de los caballeros que me sirvieron de
padrino para tomar el hábito.
-Pues bien , D. Rodrigo se puso á conferenciar con los caballeros ,
y resultó que me dejaron libre .
902

-¡Vive Dios que te han tendido un lazo !


Eso mismo he sospechado yo . Ellos dirian : « Sigamos á este , y
darémos con el nido de su amo . » Pero como yo soy cazador , en esto
de estratagemas no me ganan los Templarios . Así es que al salir de
San Juan de Acre tomé un camino en direccion opuesta , y cuando ya
estuve muy lejos y convencido de que nadie me seguia , dando un ro-
deo , me encaminé hácia aquí .
-Te has conducido con gran cordura , y no sé por qué te afliges:
-Habeis de saber , que luego que me encontré en el camino del
monte Carmele , volví la cara atrás y divisé cuatro bultos negros que
venian á caballo con la misma direccion que yo traia.
-Si venian vestidos de negro , de seguro que no eran Templarios .
-Eran cuatro frailes ; pero no las tengo todas conmigo . ¿ No pu-
dieron disfrazarse para seguirme , temiendo que yo cayera en sos-
pechas ?
-Eso es mucho alambicar.
-Me alegro mucho de que penseis asi. Afortunadamente luego los
vi desaparecer por una senda trasversal , antes de comenzar á subir el
monte ; pero no por esto se me ha quitado todavía el recelo . ¡ Dios
quiera que yo me equivoque !
-Todo eso no vale un grano de mostaza .
Don Guillen mandó retirarse á su halconero, encargándole que vol-
viese á media noche sin hacer ruido . Pedro Fernandez salió murmu-
rando :

-Verdaderamente que mi señor tiene mas ánimo que Bernardo del


Carpio ; pero Dios quiera que orégano sea .
Llegó la media noche , y el fiel Pedro se encontró en la estancia
de D. Guillen , donde habia un balcon que daba al campo .
-Coloca la escala en el balcon , y despues que yo baje , la desen-
ganchas y la arrojas al suelo.
-Está muy bien , señor.
-Despues me aguardas aquí hasta que yo vuelva.
Gomez de Lara descendió por la escala, y despues de recogerla se
dirigió al muro de la huerta, que estaba en el estremo opuesto del con-
vento . Con vigoroso brazo arrojó el mancebo la escala , y con tal for-
tuna , que á la primera vez quedó enganchada en el muro . Subió con
pie firme , y cabalgando en la pared desenganchó la escala y la arrojó
bácia la parte interior de la huerta .
La noche estaba oscurísima , y solo se oia el húgubre canto de la
903

corneja , posada en uno de los cipreses que como gigantescos túmulos


descollaban por encima de los muros de la solitaria huerta .
Sin el menor obstáculo puso el jóven la planta en el sagrado recinto
del convento. Miró en torno suyo , y solo vió tinieblas pavorosas.
Aguardó algunos instantes , y nadie aparecia . El temerario mancebo
se dirigió hacia el interior del convento , mirando alrededor con ojos
ávidos . De repente de entre unos árboles salió una figura blanca que
con lento paso dirigióse à ponerse delante del caballero . Durante al-
gunos minutos ambos personajes permanecieron inmóviles y silencio-
sos . En aquellos breves instantes se agitó en sus almas todo un mundo
de ideas y sentimientos .
-¡Amada Elvira ! esclamó el jóven , que olvidó todos sus celos y
todas las reconvenciones que pensaba dirigir á la inconstante .
1
-Venid , D. Guillen , dijo Elvira en voz muy baja y asiendo de la
mano al caballero .
Al contacto abrasador de aquella mano , un solo deseo ardiente é
impetuoso brotó en el corazon de Gomez de Lara . Elvira le condujo á
su celda , en la cual habia luz . Entonces apareció Elvira con todo el
esplendor , con todo el satánico prestigio de su belleza tentadora . Sus
hermosos ojos negros , brillantes de sensualidad , magnéticos , inten-
sos , irresistibles , devoraban al hermoso caballero , que suspiraba pal-
pitante de emocion . - Estaba la novicia vestida con una túnica y una
1
prolongada esclavina de color brillante de púrpura ¹ , y echado atrás
el blanco velo que engalanaba su hermosa cabeza.
-¡Yo te amo , Elvira , yo te amo ! esclamó fuera de sí el caballero ,
estampando un beso de fuego sobre la frente de la novicia.
-¡Mi hermoso Guillen ! suspiró ella .
-Este es el momento mas feliz de mi vida .
Una nube fascinadora y formada de nacarados vapores se mecia
sobre los sacrilegos amantes .
De repente la novicia se acordó de su madre , de su hija , de sus
crímenes pasados , del santo recinto en que se encontraba . En aquel
momento habia fijado maquinalmente sus ojos sobre un Ecce homo!
que habia en el testero de la celda . Aquella imágen tenia una espre-
sion tan dolorida , tan tiernamente dolorida , que ahogaba en todo el
que la mirase toda idea de placer . Elvira lanzó un grito horroroso. El

1 Color luteus, que reluce como el búcaro. Las antiguas religiosas de Orien-
te , establecidas por Santa Sinclética , tenian el hábito en la forma referida. El
velo de las profesas era negro , y el de las novicias blanco.
904

delirio con sus fantasmas perturbó su menté , y el terror con sus es-
pantos estremeció su corazon . Creia que la imágen sacrosanta , desta-
cándose de la pared , se adelantaba en el aire hacia ella , mostrándole
su corona de espinas , su cetro de caña , sus heridas , sus lágrimas , y
que le decia con voz dulcísima y doliente : « ¿ Aún no te basta tanto
escarnio ? ¿ Quieres aún afrentar mas á tu Redentor, que murió por tí?
Yo soy el pastor que busca las ovejas descarriadas ; yo te habia traido
sobre mis hombros al redil , y ¡ ahora cambias el amor del cielo por
las impurezas de la tierra ! Aún es tiempo , Elvira . Un instante mas ,
y el infierno cerrará detrás de tí sus puertas para no abrirse nunca,
nunca . En un segundo se gana ó se pierde el alma . »
Este grito de su conciencia lo creyó Elvira oir de los mismos páli-
dos lábios del Ecce homo.
Súbito se apagó la bugía que estaba sobre la mesa , á impulso de
una fuerte ráfaga de viento . Embebidos en su culpable desvarío , los
amantes no habian siquiera advertido que no habian cerrado la puerta .
Quedóse la celda sumergida en las mas densas tinieblas ; pero la
novicia veia siempre agitarse delante de sus ojos la sagrada imágen.
Cerró los ojos para no ver ; pero la vision estaba en su alma precita.
De repente esclamó con voz ahogada :
-Huye , Guillen , huye , y no me arranques las esperanzas de la
penitencia ! ¡ Mira ! ¡ Mira las llamas del infierno !
En efecto , Elvira no se equivocaba ; aquello no era una ilusion ; la
celda estaba realmente inundada de un resplandor rojizo . La novicia
se figuraba ver las puertas del infierno , en cuyo dintel flamígero tenia
ya puesta la planta .
Entonces sucedió una cosa horrible. Los dos amantes se quedaron
fascinados como dos pajarillos sorprendidos en su nido por una ser-
piente . Vieron aparecer una procesion estraña , una procesion del otro
mundo. Cinco fantasmas vestidos con ropas monacales aparecieron en
la celda , llevando cada cual una antorcha en una mano y un puñal en la
otra. Diríase que aquellos cinco espectros habian abandonado el mundo
de las tumbas para castigar el horrendo crímen del temerario caballero .
-¡Sacrilego ! ¡ Sacrilego ! ¡ Sacrilego ! dijeron varias voces .
Y antes que D. Guillen hubiese tenido tiempo de hacer el menor mo-
vimiento para defenderse , los monjes se precipitaron sobre él y le apri-
sionaron .
-¡A fé que no se habia equivocado mi halconero ! murmuró Go-
de Lara.
La 16.

Lit de S Gonzalez Madrid.

Este grito de su conciencia lo crevo Elvira oir de los mismos palidos lavios del Ecce -homo
61010

CAPITULO LXXI.

Donde se refiere una hazaña del halconero Pedro Fernandez.

N el confin de la Palestina se levanta, á


orillas del mar , la ciudad de Gaza , que
á la sazon se hallaba en poder de los
cristianos que habian huido de Jaffa .
Habitaban tambien la ciudad algunos
Templarios y Hospitalarios .
Polsa
En el puerto , y próxima á hacerse
á la vela , estaba una galera veneciana .
. Sobre cubierta veíase á un viajero , que
con actitud melancólica tenia sus ojos
vueltos hácia la playa. La luna brilla-
ba en el firmamento con toda su mági-
ca pompa . La noche estaba muy ade-
lantada, y al despuntar la aurora , los navegantes debian levar anclas .
Las blandas olas del mar adormecido besaban los costados de la nave
con suspirante murmurio , las estrellas se miraban retratadas en las
ondaş cristalinas , la noche estaba espléndida y serena .
Profunda tristeza revelaba el semblante del viajero que hemos di-
cho se hallaba sobre cubierta . Era Jimeno , que, al dejar aquella region ,
dejaba én ella los restos de su esposa y el recuerdo de sus bellos dias
de amor , que pasaron como un relámpago . En la frente del poeta bri-
114
906

llaba la inspiracion coronada de tristeza . El dolor constituye la subli-


midad del génio.
—¡ Aguas purificadoras del Jordan ! esclamó el poeta , despidiéndo-
se con los ojos y con el alma de aquella tierra sagrada . ¡ Maravilloso
lago que sepultó en sus ondas sulfúricas á las ciudades nefandas !
¡ Cumbres del Líbano y del Carmelo , consagradas por los Profetas !
¡ Fuente prodigiosa de Siloé , testigo de tantos milagros ! ¡ Oh ciudad
de Sion , sobre la cual lloró el Profeta de los dolores y el Hijo del Es-
píritu Santo ! ¡ Adios , region de los prodigios , adios !
El jóven permaneció largo rato sumergido en meditacion profun-
da. Al fin levantó sus ojos llorosos , esclamando :
-Y tú , estrella que te apareciste en mi camino para hundirte tan
pronto en el ocaso , flor que perfumaste mi existencia y caiste tron-
chada por el huracan... ¡ Adios !... ¿ Quién creyera que tan pronto ha-
bia de ensañarse contra tí la guadaña de la muerte ? ¡ Hoy mi dicha
y mi amor se encierran en una tumba ! ¡ Amalia ! ¡ Amalia ! ¡ Adios !
¡ Adios , hasta el cielo ! Yo amaré tu memoria ; yo quiero que desde el
mundo de la verdad contemples con amor y con agrado mis tareas ; tú
serás mi inspiracion para escribir mi gran poema del último dia ; yo
quiero cantar mis dolores en la tierra y mis esperanzas del cielo , y los
dolores y las esperanzas de la humanidad . Yo te bendigo , oh Dios
de David ! yo te bendigo , porque has dejado á mi alma entristecida un
consuelo sublime , la lira del poeta.
En aquel momento Juan Osorio se acercó á Jimeno y le dijo :
-Ya llegó el momento decisivo . ¡ El cielo quiera favorecer nuestro
viaje !
Y la ferrada nave hendió el líquido elemento, estendiendo sus velas,
como la golondrina tiende sus alas y navega sobre los plácidos céfiros .
Si el lector quiere saber ahora el resultado de la aventura de
D. Guillen Gomez de Lara , fuerza será que nos siga al monasterio del
monte Carmelo . Efectivamente, segun los temores de Pedro Fernandez ,
D. Rodrigo Pimentel habia hecho que dejasen libre al halconero , con
el intento de que le siguiesen algunos caballeros disfrazados , supuesto
que Pimentel , con harto fundamento , estaba muy convencido de que
el halconero iria á reunirse en algun punto con su señor. Ya sabemos
que Pedro Fernandez tomó algunas precauciones , que no bastaron ,
sin embargo , para sustraerse á la persecucion de los implacables Tem-
plarios . En distintos parajes del monte Carmelo habia monasterios de
diversas Órdenes religiosas , y por consiguiente, los Templarios resol-
907

vieron disfrazarse de monjes , para no inspirar sospechas al halconero ,


que naturalmente debia creer que aquellos se dirigian á su convento.
Pero ya sabemos quiénes eran , y que á donde se encaminaron fué
al monasterio de monjas fundado por Santa Sinclética . Los Templarios
permanecieron emboscados en las inmediaciones del convento , y ya.
muy entrada la noche, se llegó uno de los cuatro como á pedir hospita-
lidad , que al punto le fué concedida por el anciano capellan . Este con-
dujo al monje al departamento en que él habitaba , y nadie reparó en
la llegada del nuevo huésped. Entre tanto los tres restantes caballeros
aguardaban en una colina poco distante , el momento en que su com-
pañero debia hacerles una seña , la cual consistia en aparecer con
una luz en la mano á espaldas del convento , que era el punto que po-
dia divisarse desde la colina mencionada.
El monje entró en diálogos de confianza con el capellan , á quien
le preguntó si se hallaba allí un caballero que tenia por nombre Don
Guillen Gomez de Lara . Respondió el anciano , que efectivamente á la
sazon se hallaba allí hospedado un caballero jóven , español y dotado
de maravillosa hermosura . El Templario , viendo que convenian las se-
ñas , manifestó al capellan el encargo que llevaba de prender al caba-
llero. Mucho sintió el anciano el tener que contribuir á la prision del
gallardo jóven , hácia el cual esperimentaba ardiente simpatía ; pero
no atreviéndose á contrariar la omnipotente jurisdiccion de los Tem-
plarios en Palestina , y además , informado de que D. Guillen era ca-
ballero profeso , y que habia cometido un crímen , no pudo esquivar el
prestar ayuda al supuesto monje , para que verificase la prision de Go-
mez de Lara .
El monje y el capellan con gran recato abrieron la puerta esterior
del convento , para hacer la seña á los tres ocultos compañeros ; mas
fué grande su sorpresa al encontrarlos junto á las tapias de la huerta.
-¿Qué haceis aquí ? preguntó el ,monje á sus amigos , que respon-
dieron :
-Hemos venido antes , porque hemos visto una cosa singular des-
de nuestro escondite.
-¿Qué habeis visto ?
-Estábamos mirando atentamente hácia las tapias de la huerta ,
que blanqueaban en la oscuridad , cuando nos pareció ver una sombra
que se elevaba por encima de los muros. Como la noche está muy oscu-
ra, no pudimos convencernos al principio de si era ilusion ó realidad , á
pesar de hallarnos tan próximos . Deseando averiguar lo que fuese , sa-
908

limos de nuestro escondite , y nos fuimos acercando con grande pre-


caucion y silencio . Entonces nos pareció ver como la figura de un
hombre que estaba cabalgado sobre la tapia . Detúvose allí algunos
instantes , y luego se hundió por la parte de adentro . ¡ Figuráos cuánta
no seria nuestra sorpresa !
-¿Será algun ladron ? dijo el monje que llevaba la luz .
¡ Qué sacrilegio ! esclamó el capellan . ¿ Pero estais seguros?
- -Si alguna duda nos hubiera podido quedar , se habria disipado ,

cuando por la parte de adentro oimos toser ligeramente y con la afec-


tacion propia de quien hace una seña .
-Pues dentro de poco descubrirémos todo este enigma , dijo el
capellan. ¡Venid !
Ante todas cosas , se dirigieron al aposento de D. Guillen , en el cual
solo hallaron al halconero , que cediendo al cansancio de su viaje en
aquel dia , habíase quedado dormido en un sitial. Despertóse el buen
Pedro Fernandez , y al ver aquella lúgubre tropa , dijo para su coleto:
-¡ Rayos del cielo ! Ya cayó el raton en la ratonera .
Los Templarios , viendo que allí no se encontraba D. Guillen , no
dudaron que este fuese el sacrilego escalador. En seguida se dirigieron
á la portería , con el fin de penetrar en el convento ; pero cuando estu-
vieron allí , el capellan observó que seria necesario hacer mucho ruido
para que abriesen , y que si el rumor llegaba á oidos del jóven , acaso
tendria tiempo bastante para evadirse .
-¿Pues qué harémos ? preguntaron los Templarios .
Afortunadamente , repuso el anciano , ya es cerca del amanecer ,
y á esta hora casi siempre suele haber algunas monjas que bajan á re-
zar al coro , especialmente las porteras . ¡ Seguidme !
El capellan , seguido de los caballeros , se dirigió á la puerta de la
iglesia , cuya llave estaba en su poder . Entraron en el templo , y el ca-
pellan dió algunas palmadas , aproximándose al coro .
--¿Se ofrece algo ? dijo una monja , acercándose á la reja . ¿Qué ha
sucedido á estas horas ?
El anciano , recomendándola silencio y prontitud , ordenó á la re-
ligiosa que fuese á avisar á la Superiora , la cual al cabo de brevísimos
instantes se encontraba en la reja del coro. El capellan impuso rápida-
mente á la Superiora de lo que se trataba . Pocos momentos despues la
portería fué abierta con grandísimo recato , penetraron los supuestos
monjes , y ya hemos visto el resultado de aquella escena tan terrible
como inesperada para el señor de Alconetar.
909

Al dia siguiente , ó mejor dicho , cuando amaneció , los caballeros


Templarios se pusieron en camino , conduciendo á D. Guillen preso á
presencia del Gran Maestre. Antes de emprender su marcha , uno de
los caballeros dijo á D. Guillen :
-Bien sabeis que he sido vuestro padrino para que tomeis el hábito
en nuestra Órden , porque conocia vuestro noble linaje en España ; y
en verdad que nunca creyera que habíais de manchar , como lo habeis
hecho , el manto de caballero que vestis .
-Señor D. Rodrigo Pimentel , repuso el jóven con altivez sobera-
na , yo no he manchado nunca el blason de mi linaje , pues no hice
mas que vengar una afrenta con una leal estocada . Mucho he querido
á Alvaro ; pero mil veces le quitara la vida por castigar su accion vi-
llana. Yo rehusé al principio el combate ; pero Alvaro ¡ ira de Dios ! me
escupió en el rostro .
-¡Decís que no habeis manchado nunca el blason de vuestro lina-
je! ¿Por ventura , es propio de un caballero el seducir la hermana de
su amigo , sobre todo cuando este caballero quebranta además un voto
solemne?
-Mi amigo se equivocó . Blanca es tan pura como un ángel .
-Y aun suponiendo que eso fuese cierto , ¿ es digno de un caballe-
ro , y caballero Templario , el escalar conventos como un ladron?
-Yo no soy ya Templario..
-No es posible que dejeis de serlo , aunque indigno . Ahora bien ,
por respeto à vuestro nombre , á que los dos somos españoles , y á
que he sido vuestro padrino , voy á haceros una proposicion .
-Decid .
-Mi deber es conduciros maniatado como á un criminal ; pero yo
prometo ahorraros esa vergüenza , siempre que vos en cambio me ju-
reis no intentar fugaros . ¿ Qué me respondeis ?
Gomez de Lara quedóse algunos momentos pensativo .
Al fin respondió :
-Mucho os agradezco , D. Rodrigo , vuestra cortesanía ; pero no es
bien que yo responda sino con hidalga franqueza á vuestra noble proposi-
cion . No desconozco que la suerte que me aguarda , si vuelvo á entrar
en el Temple , será terrible en demasía , y que un calabozo perpétuo
será la tumba de mi juventud y de mis ilusiones ; mas antes que esto
suceda , estoy resuelto á dejarme morir de hambre , si es que no en-
cuentro á mano un puñal con que atravesarme el corazon . Porque
hombres como yo nunca se rinden á la voluntad agena , y ni el bien ni
910

el mal lo reciben sino por eleccion propia . Ahora bien , D. Rodrigo ,


yo no sé mentir , y por lo tanto os manifiesto , que si no llego á esca-
parme de vuestras manos , será porque no pueda , mas no por dejar
de quererlo y de intentarlo .
-Eso quiere decir que os conduciré con la espada ceñida y en vues-
tro propio caballo ; porque , á la verdad , me place que me hayais dado
tal respuesta . Porque si vos no habeis temido responderme con tan
noble arrogancia , yo tampoco temo el dejar libre á uno que va entre
cuatro . Si vos sois español , yo tambien he nacido en España , y quie-
ro evitar , cuanto pueda , el que un compatriota mio sea afrentado .
Y si lograis escaparos , vuestra será la dicha ; y á fé que la habreis
merecido , si la comprais con el riesgo de que un valiente venza á
cuatro .
Los dos caballeros se hicieron un saludo , en que se revelaba cierta
arrogancia y á la par simpatía.
Entre tanto , el fiel halconero departia con Momo acerca de un pro-
yecto que el médico calificaba de temerario.
-Con toda vuestra ciencia , sois un cobarde , decia colérico Pedro .
-Y con toda tu ignorancia , eres el hombre mas parecido á una bes-
tia. Tu cabeza vale menos que la de un chorlito . ¿ Cuántas vidas pien-
sas que tienes que perder?
-¿Qué me importa la vida , si se trata de mi señor ?
-Yo te seguiré ; pero es necesario tener prudencia.
-De poco me habeis de servir , segun imagino . Vos no sois mas
que una liebre habladora .
-Tú eres un lobo que ahulla .
-Ahora se necesita ser lobo para morder .
-En otras ocasiones se necesita hablar .
En esto el halconero oyó que los Templarios se ponian en marcha ,
y fué á despedirse de su buen señor y á recibir sus órdenes . Momo si-
guió de lejos á Pedro Fernandez . Cuando este llegó al átrio del con-
vento , vió á D. Guillen que se hallaba entre los cuatro Templarios ,
dos de los cuales iban delante con las lanzas encujadas , y los otros dos
iban detrás con las espadas desnudas.
El halconero intentó aproximarse á su amo , para cambiar con él al-
gunas palabras ; pero los Templarios no se lo permitieron . Sin embar-
go , el listo cazador espió el momento en que los caballeros estaban
hablando con el capellan , para hacer una seña al prisionero. La seña ,
que consistió en hacer el ademan de disparar una flecha de un arco,
911

fué maravillosamente comprendida por el señor de Alconetar, que res-


pondió a su halconero con una sonrisa á la vez de gratitud y júbilo .
Apenas habia partido el preso , cuando Pedro Fernandez y Momo
se pusieron en camino , y dando un gran rodeo , trataron de tomar la
delantera á los Templarios .
Don Guillen , que sentia sobremanera volver al Temple , donde le
aguardaba una suerte en estremo funesta , caminaba á la sazon gozo-
so , teniendo en cuenta la seña de su fiel y valiente servidor .
Pero sus esperanzas se desvanecieron como el humo , al ver que á
corta distancia del convento se reunieron á los Templarios otros cuatro
hombres , que si bien no podian considerarse tan temibles como los ca-
balleros , eran siempre un obstáculo mas para cualquier proyecto de
fuga. Los cuatro armigueros habian ido secretamente á reunirse con
sus señores en aquel sitio que de antemano se les habia designado .
Don Guillen miró á D. Rodrigo con una espresion que significaba :
-Ya no son cuatro , sino ocho , los que me custodian .
Pimentel , como si quisiese dar á Lara una respuesta indirecta ,
dijo á los armigueros :
-Quedaos á retaguardia un buen trecho. Yo no habia previsto que
casi no necesitarémos vuestros servicios .
Los armigueros obedecieron silenciosos esta órden .
Tres horas llevarian de marcha , cuando á las faldas del monte
Carmelo , y en un sitio montuoso , cubierto de madroños , y entre gran-
des y copudos sicomoros , se hallaban el halconero y el médico .
-¿Y qué piensas hacer ? preguntaba Momo.
-Dentro de poco lo vereis .
-Ya no deben tardar.
-Solo os encargo que dispareis bien vuestras flechas.
-No tengas cuidado , que yo en muchas ocasiones he manejado el
arco . Ya sabes que por via de pasatiempo me gusta cazar , y que no
pocas veces he dado muerte á gamos y jabalíes.
-Con todo eso que decís , me temo que seais un torpe , y que con
mil diablos vayais á atravesar á nuestro querido señor ; pero en ese
caso ...
-¿Qué harias ?
-Ya veríais cómo yo castigaba vuestra torpeza.
-Harémos todo lo posible por acertar.
-Debeis , sobre todo , hacer la puntería á los caballos ; pues en de-
jándolos á pie , se me da una higa de nuestros perseguidores .
912

Pedro Fernandez nunca dejaba atrás su arco , á fuer de diestro


cazador . El arco que siempre llevaba Fernandez , era de hierro ; pero
en aquella ocasion habia improvisado con tanta habilidad como rapi-
dez otra arma igual , aunque de madera , para Momo.
-Ois ? dijo Pedro . Ya suenan las pisadas de los caballos .
-Es verdad que por allí asoman , dijo Momo , señalando á un repecho .
-Preveníos ! esclamó el halconero.
-¿Aguardamos para tirar á que esten enfrente ?
-Yo os avisaré.
Los dos prepararon sus arcos , y ocultos entre las matas que es-
taban algo distantes del camino , se dispusieron á dar el golpe , cuyo
éxito era tan dudoso . Es verdad que el halconero habia elegido el si-
tio con la admirable prevision de un hombre avezado á las astucias y
estratagemas de la caza . Entre el camino y el sitio de la emboscada
se interponia el profundo cáuce de un arroyo , foso natural que ponia
á cubierto á Pedro Fernandez y á su compañero de las embestidas de
los Templarios. El halconero y Momo habian conseguido atravesar á
pie el cáuce del arroyo por un lugar que estaba mucho mas abajo.
- Llegó el momento ! esclamó Pedro Fernandez .
Cada uno apuntó al suyo ; silbaron dos flechas en el aire , y fueron
á perderse en el grupo de los Templarios . La flecha del halconero hirió
á D. Rodrigo Pimentel , y la del médico se clavó en el caballo de uno
de los que iban detrás . Pimentel lanzó un grito de rabia , y el caballo
del otro Templario comenzó á dar botes y á encabritarse . A favor de
este desórden y de la sorpresa producida por el inesperado lance,
D. Guillen tuvo un momento libre para desenvainar sin peligro alguno
su espada , y con la rapidez del rayo se precipitó sobre sus enemigos
con tanta furia y con tan inaudito esfuerzo , que en breves instantes
derribó dos de sus contrarios . Pimentel , herido desde el principio,
habia caido al suelo , de manera que solo quedó un caballero frente á
frente con Gomez de Lara.
Es verdad que el halconero , mientras que su señor combatia , no
habia dejado de disparar certeras flechas á los caballos , que heridos
mortalmente , é indóciles al freno y á la espuela , habian dado en tierra
con sus ginetes . A la sazon se habia trabado un combate personal on-
tre D. Guillen y el último de los cuatro caballeros .
De repente resonó por lo alto del repecho un alarido de furor y el
galope de cuatro caballos . Eran los armigueros , que acudian presu-
rosos al socorro de sus señores .
913

-¡Por Santiago de Compostela , que no habíamos previsto este re-


fuerzo ! esclamó Pedro Fernandez , disparando una flecha al armigue-
ro que delante de todos venia con la espada desnuda para herir á
Gomez de Lara , ocupado á la sazon en su combate con el Tem-
plario.
Súbito el armiguero echó el cuerpo atrás , estendió los brazos ,
abandonó las riendas y la espada , y cayó en el suelo con el corazon
atravesado. Los tres armigueros restantes refrenaron su ímpetu , lle-
nos de admiracion y de espanto al ver á su compañero herido por la
flecha lanzada por una mano invisible . Pocos momentos despues , otro
de los armigueros vió encabritarse su caballo mortalmente herido , y
creyendo ; sin duda , que por lo menos habia un ejército emboscado ,
se pusieron al punto en fuga , siguiendo el camino de San Juan de
Acre.
La lucha entre D. Guillen y su enemigo fué encarnizada y terrible ,
y duró largo rato , á causa de que el halconero no se atrevia á dispa-
rar contra el Templario , temiendo herir á su señor , que estaba en la
misma línea y por la parte de acá , es decir , que D. Guillen cubria á
su'adversario.
Por último , el valeroso Lara tiró un fuerte tajo á su enemigo ,
que le heudió gran parte de la cabeza , y cayó á tierra sin vida .
Entre tanto el halconero y Momo , bajando con los caballos del
diestro á lo largo del arroyo , buscaron el sitio por donde antes lo ha-
bian atravesado, y muy pronto estuvieron en terreno practicable , mon-
taron á caballo , y en seguida, marcharon rápidamente á reunirse con
el señor de Alconetar .
-Eres un servidor valiente y leal ! esclamó D. Guillen , tendiendo
la mano afectuosamente al halconero .
Este elogio era para el buen Fernandez la mejor y mas grata re-
compensa .
-Ahora es preciso no dejar morir al buen D. Rodrigo Pimentel ,
dijo el caballero.
Todos se encaminaron al sitio donde se hallaba Pimentel , y al
punto Momo examinó su herida y se la vendó , prestándole todos los
auxilios de su ciencia.
Pimentel habia perdido el conocimiento ; pero la herida no era
mortal , y Gomez de Lara dispuso conducirle à Caifás , pequeña pobla-
cion situada al pie del monte Carmelo , en direccion opuesta al camino
que antes llevaban los Templarios .
115
914

Al ver la generosa conducta de Gomez de Lara para con Pimentel ,


el halconero murmuró :
-Bien digo yo , que mi amo no es tan malo como parece . ¡ Qué dia-
blos ! No tiene mas , sino.que es un poco enamoradizo y camorrista ,
En seguida Fernandez se aproximó á D. Guillen , y le dijo tímida-
mente :
-Señor, es preciso no perder tiempo para ponernos en salvo, por-
que los armigueros llegarán á San Juan de Acre , y dando cuenta del
suceso , saldrán , sin duda alguna , otra vez er vuestra persecucion .
-Tu consejo es muy acertado.
-Me parece , señor , dijo el médico , que no basta el huir cuanto
antes de este sitio , sino que convendria además adoptar algun disfraz
para no ser conocidos .
-Ya lo pensarémos despacio .
-Es que ahora estamos en mayor peligro que antes .
-Por lo tanto , conviene no detenernos aquí un punto .
¿Y á dónde vamos ? preguntó Fernandez.
Ya os he dicho que á Caifás , donde podrá ser oportunamente
curado el herido.
La herida no es peligrosa de suyo ; pero acaso pudiera serlo , si
se le hace al enfermo emprender una larga caminata ; y supuesto que
nos hallamos próximos al convento , y que de todos modos debemos
pasar por allí para dirigirnos á Caifás , paréceme lo mas conveniente
dejar en el monasterio á D. Rodrigo , si es que os interesais por su
vida.
-¿Y qué médico le asistirá en el convento?
-El herido , despues que yo le haga otra curacion , no necesita
mas auxilios que los que le podrá prestar el mismo capellan .
Esta observacion del médico decidió á Gomez de Lara á dejar á Pi-
mentel en el monasterio.
Y con la mayor presura posible se pusieron en camino , porqu
temian , con harto fundamento , ser perseguidos nuevamente.
gob

16

CAPITULO LXXII.

De cómo los Templarios , sin saberlo , tomaron al fin la resolucion que mas podia
agradar al rey Felipe el Hermoso de Francia.

効い IN duda recordará el lector , que cuan-


do el halconero volvió de su viaje a
aao San Juan de Acre , trajo á D. Guillen
la noticia de que los infieles trataban
6 de poner cerco á Jerusalen . Estas no-
ticias , si bien aumentadas por la fa-
Die ma , no carecian , sin embargo , de
So fundamento . Khalil-Ben-Kelaun , cuyo
tio acababa de morir , era á la sazon
el Soldan de Egipto , y habia manda-
do levantar gran número de tropas , á
la vez que permanecia dueño de la
ciudad de Jaffa . Entre tanto los Templarios no se descuidaban en poner
en práctica cuantos medios de defensa estaban á su alcance .
Ya sabemos que el señor de Alconetar habia otorgado á su fiel
halconero licencia para ir á Jerusalen , á fin de libertar de los azares
de la guerra á Doña Blanca y Mari Ruiz .
Despues que dejaron en el monasterio á D. Rodrigo Pimentel para
que fuese curado , Gomez de Lara , seguido de sus servidores , se en-
916

caminó rápidamente á Caifás , donde decidieron disfrazarse para sus-


traerse á la persecucion de los Templarios. Gomez de Lara adoptó el
traje de los árabes , cuyo idioma tambien poseia ; .y era de ver la ga-
llardía y hermosura que ostentaba el caballero con los vistosos colores
y la amplitud de paños y pliegues del rico traje oriental .
Pedro Fernandez , vestido tambien de árabe , se dirigió á Jerusa-
len , donde con su nuevo hábito no era fácil que nadie le conociese , y
por otra parte , podia penetrar en la ciudad sin que nadie reparase en él,
siempre que comprase algunas mercaderías para llevarlas á Jerusalen ;
pues ningun obstáculo se oponia á los árabes del pais que entraban
para vender frutos ó provisiones de todo género . Fernandez habia con-
venido con su señor en ir á reunirse con él en la ciudad de Gaza , que
à la sazon estaba habitada por algunos cristianos ; pero la mayor parte
de la poblacion se componia de árabes y egipcios .
El halconero voló á Jerusalen en alas de su amor , y dirigiéndose á
la casa donde habitaba su novia , tuvo el placer de encontrarla allí ,
si bien su triste semblante daba claras muestras de que alguna grave
desgracia les habia acaecido á las enamoradas jóvenes . ¡ Figúrese el
lector cuánta no seria la sorpresa de la aldeana , al ver á su amado
halconero convertido en un morazo !
A fé que no te habia conocido , Pedro , y que me gusta`muy
poco verte con ese traje tan poco cristiano !
-No creas tú que me gusta mucho este hato ; pero es preciso hacer
de un diablo dos , para apocarlos . Si no hubiera sido con este hábito ,
no habria podido entrar en la ciudad , donde correis un gran peligro.
-¿Pues qué sucede ?
-Esos malditos infieles estan muy sobre si desde que conquistaron
á Jaffa , y como ellos traslucen , ó deben traslucir , que los Templa-
rios estan dejados de la mano de Dios , y andan de capa caida , se
atreven ahora á buscar tres pies al gato , y yo tengo para mí que á la
postre los infieles se han de alzar con el santo y la limosna ; quiero de-
cir , que conquistarán toda esta Tierra-Santa , si Dios no lo remedia ,
como puede.
-¡Ay , Pedro , y cuántas lágrimas me cuesta el deseo de verte y de
complacer á mi amiga ! ¡ Ahora reconozco hasta qué punto ha sido pu-
nible nuestra ligereza !
-Anda , mujer , no te aflijas , que al fin ya estamos juntos , sin
que nada os haya sucedido en el camino. La desgracia que acaeció
aquí dias pasados , lo mismo pudo suceder en Alconetar. El diablo las
917
urde malas en un instante , y ¿quién puede evitar esas cosas ? Lo que
ahora conviene es evitar otros males que pueden sobrevenir ; pues , co-
mo ya te he dicho , nuestra fortuna va de mal en peor . Las desdichas
son como las cerezas , que en tirando de una , se vienen muchas de-
trás . ¡ Si tú supieras !... ¡ Lástima me da de mi buen señor !
-Pues mira , no creo yo que merece tanta lástima ; porque aun
cuando es un señor muy galan , y muy generoso y llano para con sus
servidores , con todo y con eso, tiene tambien sus puntas y ribetes de
orgulloso y de cruel .
-
¡ Cuánto te engañas , Maria !
-No me engaño ; porque si él tuviera entrañas , no habría dejado
de amar á la infeliz Doña Blanca , que tanto le quiere ; y no que se le
ha antojado meterse Templario , para quitarle toda esperanza á mi
pobre amiga , que se hubiera vuelto loca de contento , si D. Guillen la
hubiera tomado por esposa.
-Sobre esos negocios , María , se suelen pensar y decir muchos
disparates , y mas sabe el necio en su casa que el cuerdo en la agena.
-Aquí no hay nada que saber , sino que D. Guillen no quiere á
Doña Blanca .
-Don Guillen , pocos dias antes de ser Templario, estaba muy tris-
te , ó por mejor decir , no estaba ni triste ni alegre , de tal manera,
que daba compasion mirarle , pues no estaba en este mundo ni en el
otro. Entonces fué cuando se metió en la Órden del Templo ,
para distraerse ó consolarse .
-¿Y de qué se habia de consolar ?
-De sus penas . ¿ Piensas tú que los altos señores no tienen mas
amarguras que nosotros ? Muchas veces he cavilado yo sobre esto , y
segun se alcanza á mi pobre magin , casi , casi vale tanto el ser pe-
chero como señor de castillos y vasallos . Tengo observado que los se-
ñores , particularmente los que estudian , son mas propensos á fasti-
diarse y á aburrirse que los pobres .
-¿Lo crees tú así , Pedro ?
-¡ Vaya si lo creo ! ¡ Como que lo he visto por mis ojos en D. Gui-
y en sus amigos , que todos son muy dados á la leyenda !
-¿Y por qué será eso ?
-Yo barrunto que eso es porque no se cansan todos los dias , y
luego duermen mal ; y tambien imagino que consiste mucho en que no
hacen mas que cavilar y meterse en honduras de que no los pueden
sacar los libros , y porque tambien se fabrican locos deseos que no los
918

pueden comprar con todos sus castillos y riquezas . Ya sabes tú que


yo soy un pobre diablo ; pues bien , yo vivo mas feliz que cualquier se→
nor . En teniendo un caballo , un buen sabueso , un halcon bien ense→
ñado , un arco y Mari Ruiz que me quiera bien , no me cambio por
un rey ..
-¿Conque comienzas por el caballo y acabas por mí ? ¡ Vayal ¿ Por
qué me dejas para lo último ?
-Eso es un decir , María ; bien sabes tú que ocupas el primer lu-
gar en mi corazon .
-Eso está mucho mejor dicho ; pero me parece que tú quieres mas
á tu amo que á mí. Vamos á ver , dime la verdad .
-Siempre las mujeres sois así , que os placen las preguntas imper-
tinentes ...
-Eso está muy mal dicho , señor galan ..
-Pero es muy verdadero , Doña Curiosa .
-¡Deslenguado !
-Estemos á razones , hermosa mia . Sobre eso no tengo que res-
ponderte mas , sino que á tí te amo como á mi prometida esposa , y á
él lo estimo como á mi buen señor .
-Algunas veces tienes indicios de discreto .
-Dios te lo pague ; pero vamos á lo que mas nos importa , porque
no tenemos mucho tiempo que perder . Te iba diciendo , y te repito ,
que mi señor no es tan malo como parece . Es verdad que ha cambia-
do mucho su carácter ; pero eso ha sido... por lo que ha sido.
-Quedamos enterados .
-Una mujer ha sido la causa de todo , y...
¡Ah! ¡Ya recuerdo ! La señorita aquella que estuvo en Alconetar
en la casa de los Vargas , y que luego salimos con que se puso de
mal color , y diz que allí hubo un entruchado... ¡ Buena pieza estaba
la tal niña !
-Sobre eso yo te pudiera decir mucho ; pero al buen callar llaman
Sancho . Bástete saber que hasta en esta tierra han durado los chispa-
zos de aquella aventura , que sin duda fué muy dolorosa para mi amo...
¡ Cuántas desgracias han caido sobre él !
-¿Y qué desgracias son esas ?
-Ahora andamos á salto de mata , porque los Templarios lo acosan
y persiguen como á un gamo , y si llegaran á darle caza , tengo para
mi que habia de pasarlo muy mal . La fortuna es que mi señor , á Dios
gracias , no es lerdo ni manco , y no tan aina caerá en las garras de
919

sus enemigos . Parece que todos los diablos se han desencadenado aho-
ra , y si ponen cerco á Jerusalen ....
1 Válgame Dios , y qué va á ser de nosotras ! Aquí ... en tierra
estraña... ¿Y qué nos aconsejas que hagamos ?
-Lo que hay que hacer sin detenerse , es que os vengais conmigo.
-Es el caso que Doña Blanca se halla todavía muy débil ... ¡ Le dan
unos parasismos !
-Ha estado enferma ?
-Cuando volvió en sí y vió tan malamente herido á su hermano , se
le murió el corazon en el cuerpo.
-¿Y qué ha sido de D. Alvaro ?
Se lo llevaron los Templarios , y por mas que hemos ido á pre-
guntar por él , nunca han querido darnos razon . (
-De modo que no sabemos si vive , ó si murió de resultas de la
herida.
-Nada sa sabe. Los Templarios parece que ponen todo su cuidado
en ocultarnos la suerte del triste jóven .
En aquel momento se oyeron resonar clarines de guerra y relin-
chos de caballos . Algunos escuadrones del Temple , en union con los
caballeros Hospitalarios , salian de Jerusalen para disputar el paso á las
tropas de Khalil . Los valientes caballeros tenian poderosas razones
para preferir el aventurarlo todo en una sangrienta batalla , mas bien
que dar lugar á las agonías de un asedio prolongado . Segun las noti-
cias que habian traido los corredores , el Soldan deberia estar al dia
siguiente sobre los muros de Jerusalen .
Aquella misma tarde partió el halconero , llevando consigo & su
amada Mari Ruiz y á la encantadora y triste Blanca , que huia de la
muerte sin apetecer la vida . Además , el fiel servidor llevó en su com-
pañía los criados españoles de D. Guillen , los caballos y riquezas y
demás objetos de valor que pertenecian al caballero , todo lo cual habia
sido conservado con admirable fidelidad . Pedro Fernandez , adoptando
el camino que creyó mas seguro , se dirigió á la ciudad de Gaza , don-
de ya le aguardaban D. Guillen y Momo .
Entre tanto Khalil-Ben-Kelaun se aproximaba con un poderoso
ejército á la Ciudad Santa.
Para comprender y apreciar debidamente la conducta de los Tem-
plarios , conviene formarse una idea exacta del estado de la Órden en
los últimos años de su existencia en la Palestina , en donde habia reci-
bido el Temple rudos golpes de los infieles . Pero aquellos golpes habian
920
resonado débilmente en Europa , y solo comprendian el estado de de-
cadencia de la Órden en Oriente , aquellos que tenian interés en que
acaeciesen descalabros á esta poderosa Milicia . De este número era el
rey Felipe el Hermoso , quien desde Francia sabia mejor que los Tem-
plarios mismos el verdadero estado de sus negocios . Por otra parte ,
los Templarios de Europa tenian interés en ocultar las desgracias de
sus hermanos de Oriente ; pero el mal peor de los Templarios consistia
en que todas sus fuerzas se habian reconcentrado en Europa , precisa-
mente donde escitaban la envidia , y desde donde no era fácil enviar
socorro á Palestina .
La Órden del Templo , cuyo esplendor habia llegado al pináculo de
la fortuna y de la riqueza , debia , como todas las cosas humanas , en-
trar en el período de su decadencia , precisamente en el mismo mo-
mento en que se encontraba en su mayor poderío. Nunca el sol se de-
tiene sobre el Zénit , y el momento de sus mas vivos fulgores se con-
funde con el momento en que comienza á declinar hácia Occidente .
Desde el año de 1259 tuvieron los Preceptores de Francia una reñida
controversia con los Obispos sobre las inmunidades de la Órden , y des-
de entonces se enagenaron la voluntad del clero francés , que miraba
con aborrecimiento á los Templarios . En el año siguiente, los caballe-
ros de Castilla se cubrieron de gloria peleando con los moros de Anda-
lucía ; pero los de Palestina fueron derrotados y hechos prisioneros por
Bondochard , Soldan de Egipto . Poco tiempo despues , el Papa Ur-
bano IV se indispuso con Estéban de Sisi , Mariscal de la Órden , y le
privó de su empleo . Sisi hizo una representacion al Pontífice sobre
este asunto , pidiéndole que le restituyese á su antiguo destino ; pero
la respuesta del Papa fué escomulgar al Mariscal , cuyo partido tomó
la Órden. En este intermedio murió Urbano , y Clemente IV , su suce-
sor , absolvió á Sisi , pero reprendiendo ágriamente á sus superiores .
Tambien por entonces ocurrió otro desastre á los Templarios , que si-
tiados en Saphad por el Soldan de Egipto , se vieron obligados à ren-
dirse despues de cuarenta y dos dias de asedio. El vencedor , faltando
à uno de los artículos de la capitulacion , puso á los habitantes en la
cruel alternativa de renegar de la religion cristiana ó de morir , sin
darles mas tiempo para resolverse que el corto plazo de un dia . El
Prior ó Maestre del Temple de Saphad , asistido de los Franciscanos ,
pasó la noche exhortando á la guarnicion y á los ciudadanos á que su-
friesen heróicamente el martirio antes que someterse á la inícua pro-
posicion del Soldan , que habia faltado villanamente á las capitulaciones
921

Su guerrera elocuencia y su noble entusiasmo religioso tuvieron el


éxito mas cumplido ; pues de tres mil hombres que eran , solamente
ocho tuvieron la cobardía de apostatar , y los restantes , todos fueron
pasados á cuchillo .
En 1268 Bondochard quitó á los Templarios el castillo de Beaufort
y casi todas las plazas que poseian en los confines de la Armenia . La
estraordinaria fortuna y los brillantes hechos de armas de este Soldan ,
dieron ocasion á que en 1270 se levantase una nueva Cruzada . Muchos
caballeros italianos y franceses pasaron á Palestina ; pero á pesar de
este refuerzo , se halló muy en breve la Tierra-Santa desprovista de
los auxilios bastantes para contrarestar el ímpetu de los infieles . La
posicion de los Templarios de Palestina era cada vez mas crítica , y en
el año de 1289 no poseian mas plazas que Sidon y el castillo de los
Peregrinos. El rey de Chipre , Hugo de Lusiñan , que habia acudido á
auxiliar á los Templarios , pidió á los infieles la paz ; pero solo pu-
dieron conseguir una tregua de dos años . Antes que se cumpliese
este plazo , Khalil salió por la primera vez del Cairo con la reso-
lucion de esterminar á los cristianos de la Palestina y de la Syria. La
ciudad de San Juan de Acre fué sitiada por tierra , y en aquel sitio pe-
reció el mayor número de los Templarios , incluso el Gran Maestre .
Desde entonces los Templarios se creyeron perdidos en Oriente, y Gau-
dini , Gran Maestre á la sazon , se embarcó para Chipre , acompañado
de cien caballeros , resto de los quinientos que guarnecian á San
Juan de Acre. Los Hospitalarios siguieron tambien la misma suerte de
los caballeros del Temple. Ambos Maestres establecieron la cabeza
de su Órden en la ciudad de Limiso , bajo la proteccion del rey En-
rique II.
Las dos Órdenes militares que con tanto esplendor habian brillado
en el Oriente , se hallaban ahora desterradas de los Santos Lugares ,
su verdadera patria . Pero el destierro no fué largo . Las esperanzas
volvieron á renacer. En el año de 1299 , el famoso Casam , rey de
los Tártaros del Mogol , fué á socorrer á los Armenios . Los Templa-
rios se unieron al Tártaro y contribuyeron poderosamente á la der-
rota de los musulmanes , reconquistando muchas plazas , y entre ellas
Jerusalen , Jaffa y San Juan de Acre , donde quedaron de guarnicion
los caballeros del Temple y los Hospitalarios .
Tal era el estado de la Orden del Templo en Palestina , cuando
fué elegido Gran Maestre Santiago Molay . Ahora bien , la fortuna ,
que parecia haber vuelto á prodigar sus favores a los Templarios,
116
922
debia muy pronto girar su rueda inconstante y volver su rostro risue-
ño hacia los infieles . El Soldan Khalil-Ben-Kelaun no dejaba de ir to-
dos los años de Egipto á Palestina para molestar á sus enemigos. Tres
años trascurrieron , durante los cuales se mantuvieron firmes los Tem-
plarios en Palestina , sin perder ninguna de las plazas reconquistadas ,
hasta que , como ya hemos visto, los infieles tomaron á Jaffa, merced
á la traicion y astucia de Sechin de Flexian y Castiglioni .
Los dos traidores se habian despedido del Gran Maestre para vol-
verse á Francia , y Santiago Molay se fió de los aleves caballeros para
enviar algunas cartas al rey Felipe .
En una casa de pobre apariencia , y situada en el barrio menos
frecuentado de San Juan de Acre , se estaba tratando á la sazon de
asuntos muy importantes para algunos personajes de nuestra verídica
historia.
. En la puerta de la casa habia un escudero que tenia del diestro
dos caballos.
De pronto se abrió la puerta y apareció un caballero dotado de ma-
ravillosa hermosura , y cambió con el escudero estas palabras :
-A nadie que venga , permitas la entrada sin que antes nos avises.
Sin esceptuar á nadie ?
A nadie absolutamente.
-¿Debe tambien esa órden entenderse con el señor Castiglioni ?
-Con todo el que venga . ¡ Cuidado !
El caballero volvió á entrarse , y se dirigió á un aposento donde le
aguardaba un hombre en cuya frente sombría podian leerse mil sinies-
tros pensamientos . Era Sechin de Flexian .
Segun todas las apariencias , el hermoso caballero estaba recien
llegado de Europa , y , á juzgar por las palabras que cambió con el
escudero , era francés . Repetimos que pocos hombres podrian compe-
tir con el incógnito personaje en cuanto à gentileza de talle y elegan-
cia de vestidos y distincion de modales ; pero a pesar de todas estas
circunstancias , un observador inteligente habria notado en aquel her-
moso rostro una vaga espresion de perfidia , de alevosía , de incredu-
lidad y de avaricia ; bien es verdad que para haber leido todo esto de
una ojeada en aquel bello semblante , se hubiera necesitado nada me-
nos que un observador tan ejercitado y profundo como Lavater.
¿Conque tú juzgas que nos hemos engolfado en un mal negocio ?
preguntó Sechin de Flexian .
-Así lo creo , amado tio.
923

El hermoso jóven , que se llamaba Mr. Deboche , era sobrino de


Sechin de Flexian .
-¿Y qué motivos tienes para creer que al fin el rey nos tratará
como enemigos ?
-Yo no le temo al rey personalmente , sino al poder del rey , que
está en manos de Mr. Nogaret.
-Pero cabalmente Nogaret es el que nos ha dado esta comision.
-Pues por eso cabalmente es por lo que yo le temo .
-Esplicate .
-Es inútil que yo os diga que el rey Felipe no desea otra cosa ,
sino poseer las grandes riquezas de los Templarios ...
-Sobre eso no te molestes , porque no podrás decirme nada nuevo .
-Pues bien , todo cuanto sobre el asunto os pudiera decir , está
reducido á que Nogaret y el rey no querrán tener testigo de sus ma-
quínaciones contra los Templarios , y me temo que así que hayan rea-
lizado sus proyectos , intenten cualquier felonía con nosotros...
-No digas tal , Deboche ; eso es una locura.
-Os digo que en estos negocios pocas veces me he equivocado ; y
además , yo tengo ciertos datos para conocer el carácter y el sistema
del bueno de Mr. Nogaret , que en otros casos análogos ha hecho lo
que yo me temo que querrá hacer algun dia con nosotros . No os fieis.
nunca de ningun golilla. No hay gente mas endiablada ni mas dura de
corazon .
-Quizás no andes muy desacertado : en fin , bueno es siempre
obrar con precaucion , y ya procurarémos vivir alerta .
-Pues cabalmente queria yo hablaros acerca de los medios que de-
bíamos emplear para precavernos de muchos percances que nos pue-
den sobrevenir . Supongamos que Nogaret intente deshacerse de nos-
otros despues que le hayamos servido . En este caso , para evitar que
nos aşesinen ó que nos sumerjan en una prision perpétua , no nos
quedaria mas recurso que espatriarnos , y para esto se necesita di-
nero , y no debemos contar muy mucho con la generosidad de Noga-
ret , que es muy pródigo de promesas y muy avaro de monedas. Así es
que debemos ingeniarnos para ponernos á cubierto de tres enemigos
muy poderosos con quienes tendrémos que luchar, andando el tiempo .
-¿Y qué enemigos son esos ?
-Nogaret , los Templarios y la pobreza .
Sechin de Flexian se sonrió de la ocurrencia de su sobrino , que
continuó :
924

-Es preciso considerar la cuestion muy sériamente . Nogaret acaso


quiera asesinarnos algun dia por haberle servido contra los Templa-
rios , y estos querrán hacer lo mismo con nosotros ; y si por desgracia
no somos ricos , no nos queda mas remedio que arrojarnos al Sena
desde el Pont-neuf. Ahora bien , yo he pensado que muchas de estas
calamidades se pudieran evitar solamente con ser ricos , y nosotros
podíamos muy bien adquirir inmensos tesoros .
-¿Y cómo ?
-Vos sabeis que Castiglioni , ofendido de que los Templarios
de Castilla no le eligieron Maestre , comenzó á maquinar contra la
Órden...
-Lo sé todo , lo sé todo.
¡ Muy bien ! ¿Y sabeis dónde ocultó gran parte de las riquezas
que custodiaba ?
-En la torre del Tesoro , que está cerca de la Encomienda de Al-
conetar.
-Perdonad , querido tio , pero en esta ocasion me pareceis sobre-
manera cándido , y lo estraño mucho . ¿ Es posible que creais que Cas-
tiglioni ocultara esos tesoros en la misma torre en que tan fácilmente
los hallarian los Templarios ?
-Hay allí subterráneos solamente de él conocidos ...
-En fin , eso es preciso averiguarlo con toda certidumbre.
-Castiglioni es muy astuto .
-Pero me parece que ahora está muy trastornado .
-En efecto , en este pais ha sufrido grandes amarguras .
-¿Y por qué ?
-Cuestion de amorios.
-Le ha sido infiel su dama ?
-Castiglioni dice que la ha asesinado él mismo , pensando asesinar
á uno de nuestros enemigos .
-¿Y quiénes eran esos enemigos ?
-Unos viajeros misteriosos que nos seguian siempre , y nosotros
imaginamos que acaso fuesen espías de los Templarios de Castilla ó de
Francia .
-¿Y averiguó Castiglioni quiénes eran ?
-No ha vuelto á saberse mas de ellos , desde que Elvira desapa-
reció.
-¿Quién es Elvira ?
-La manceba de Castiglioni .
925

-¿Y qué pensais de todo eso ?.


Que aquellos desconocidos , sin duda , venian siguiendo á Elvira ,
pues seguramente alguno de ellos era su amante , el cual , despues
de arrebatarla , desapareció con ella , dejando á Castiglioni con un
palmo de narices . Esto es , poco mas ó menos , lo que yo imagino que
ha debido suceder ; pero si oyeras á Castiglioni , no dejaria de cau-
sarte admiracion la historia que con este motivo inventó su imagina-
cion enferma. Él habla de que asesinó á Elvira , que la vió revolcarse
en su propia sangre , y que además se le apareció el fantasma blanco;
que él perdió el sentido , y que cuando volvió en sí , hallóse completa-
mente solo . En fin , él teje una historia tan singular , que es preciso
convenir en que á ratos pierde completamente el seso . Ya ves hasta
dónde llega su desvarío , que se atreve á decir que el fantasma blanco
que se le apareció en Jaffa , era el mismo duende que de tiempo inme-
morial habita en la torre del Tesoro en Alconetar . Y así añade otras
mil cosas de este jaez .
-¡ Bah ! Cosa de locos es perder el juicio; pero hé ahí que todo se nos
presenta á las mil maravillas para conseguir nuestro intento. Sin duda
alguna la mentecatez que á intérvalos se apodera de Castiglioni , es
producida por los celos , y nosotros debemos aprovecharla para que
nos revele su escondite.
-¿Y qué harémos despues de saber donde Castiglioni oculta sus
tesoros ?
-¡Buena pregunta i! esclamó riendo Mr. Deboche.
¿Quieres que demos muerte á un amigo nuestro?
-¿Y quién ha dicho nada de dar muerte á nadie ? ¡ Yo aborrezco el
homicidio , como la mayor necedad que puede cometerse ! Pero esto no
impide que me guste muchísimo gozar de las dulzuras de la vida , y
por lo tanto , mi dios es Pluto , el dios de las riquezas . Sacrifiquemos á
Mercurio , dios de Caco , y en seguida nos apoderamos de los bienes de
Castiglioni , y será para nosotros muy grato el verle echar votos y...
-¡Silencio ! Para conseguir que se realice ese pensamiento , es ne-
cesario desplegar suma destreza . Así , pues , desde ahora te encargo
que ni aun á tí• mismo vuelvas à repetirte la conversacion que aquí
hemos tenido ; porque Castiglioni es cruel y vengativo como él solo , y
jay de nosotros , si él supiese nuestras intenciones !
-¡ Perfectamente ! ¿ Conque estamos conformes en ir preparando
el golpe á nuestro cofrade ?
-Sobre eso no hay mas que obrar y callar.
926
-¿Y adónde está ahora ?
-Se ocupa en los preparativos de nuestro viaje..
-Segun parece , los Templarios no estan muy lejos de adoptar la
resolucion de abandonar la Tierra-Santa .
-Así parece que se lo manifestó el Gran Maestre á Castiglioni ; y
cuando hace pocos dias estuvimos los dos juntos á ver á Santiago Mo-
lay , nos dió á entender lo mismo al entregarnos algunas cartas para
el rey .
-¿Y quién tiene esas cartas ? '
-Castiglioni .
--
-No estaria demás saber su contenido .
-Creo que Castiglioni ha salido hoy para comprar , además de otras
cosas , cera verde y algunos instrumentos para falsificar los sellos del
Gran Maestre ; pues ni Matías ni yo queremos llevar esas cartas al rey
Felipe , sin saber su contenido .
-Como que pueden muy bien parecerse á la carta de Urias .
En esto se abrió precipitadamente la puerta , y apareció el escu-
dero diciendo :
-El señor Castiglioni quiere entrar , y por poco me mata porque
intenté cerrarle el paso .

-Anda , y díle que entre al instante .


-Ya estoy aquí , dijo el mismo Castiglioni presentándose en la es-
tancia. ¿ Qué significa tanta reserva ? ¿ Por qué me prohibís la entrada
en mi propia casa ?
-Hemos dado órden de que nadie entre ; pero en ninguna manera
debía entenderse con vos semejante órden , dijo Mr. Deboche .
El escudero se alejó murmurando :
-¡Siempre los escuderos llevamos las culpas !
-¿Y qué tenemos de nuevo ? preguntó Sechin de Flexian .
-Que al fin los Templarios de Oriente estan muy inclinados á partir
para Europa.
-¿Habeis abierto las cartas ?
-Si.
Castiglioni se las leyó á sus compañeros ; y efectivamente , el Gran
Maestre manifestaba al rey de Francia que se hallaba dispuesto á par-
tir á Europa , en el caso de que la fortuna se le mostrase contraria en
la nueva guerra que el Soldan Khalil intentaba .
-Aún no he tenido casi tiempo de que hablemos , dijo Castiglioni .
¿Qué noticias nos traeis del rey Felipe y de Nogaret ?
927
-Estaban impacientes por saber el resultado de vuestras maquina-
ciones , respondió Mr. Deboche .
-¿Y cuál ha sido la comision que os ha traido aquí ?
-Nogaret me ha dado el encargo de manifestaros , que si no po-
díais hacer que los Templarios aquí perdiesen terreno , que tomáseis
nota , circunstanciada en lo posible , de sus fuerzas en estas regiones .
Además , Mr. Nogaret y el rey Felipe desean que volvais, para utilizar
allí vuestros servicios . Regrese ó no á Francia Mr. Molay , la pérdida
de los Templarios está resuelta , y acaso para llevar á cima este pro-
yecto os necesitará Mr. de Nogaret . Imagino que desea seais testigos
ó acusadores contra los Templarios.
-¡Cuán ageno estará Mr. de Nogaret de las buenas noticias que
muy en breve le llevarémos ! esclamó Sechin de Flexian .
Súbito nuestros personajes interrumpieron su conversacion , á causa
de un gran ruido de caballos y clarines que resonaba por toda la
ciudad.
Los traidores salieron á informarse , y supieron que el Soldan Kha-
lil , despues de una reñida batalla , habia derrotado á los Templarios
y se habia apoderado de Jerusalen .
En aquellos momentos acababan de llegar á San Juan de Acre los
dos Grandes Maestres del Templo y del Hospital , seguidos del resto
de sus caballeros . La guarnicion de Acre estaba compuesta de Tem-
plarios y Hospitalarios , y muy en breve entre los recien llegados y los
de la guarnicion, comenzó á circular unánimemente esta voz :
-¡A Europa ! ¡ No nos queda mas refugio que Europa !
-A fé que no pueden tomar una resolucion que mas agrade al rey
de Francia ! decia gozoso Castiglioni á sus compañeros .
nadek

CAPITULO

LXXIII .

El último instante.

L espíritu se abisma en esta palabra ter-


rible : « el último instante ! » Dios , el
Criador del cielo y de la tierra , ha co-
locado en los estremos de la existencia
terrenal dos ángeles misteriosos , igual-
mente benéficos . El ángel de la vida en.
la cuna , y el ángel de la muerte en la
tumba. Ambos sonrien al mortal . El uno
con la sonrisa brillante de la mañana;
el otro con la melancólica sonrisa de la
tarde . ¡Cuán tristemente bella aparece
la muerte para el hombre que cree en la virtud y en la eternidad !
En el último instante parece que todas las facultades del alma ad-
quieren mayor lucidez . ¡ Cuántas palabras proféticas han pronunciado
los moribundos ! Diríase que ante la puerta de la Eternidad se disipan
para los ojos mortales todas las nubes del tiempo . Jacob predijo , al
morir, el destino de su descendencia .
Sin embargo , el misterioso momento de la muerte llena de espanto
á casi todos los hombres. ¿ Sucederia lo mismo si fueran justos ? Indu-
dablemente el terror del último instante procede de la incertidumbre
de nuestro destino mas allá del tiempo . ¿A cuál de los mundos invisi-
bles serémós conducidos ? ¿Al mundo de la expiacion ? ሪ Al mundo de
929

los castigos sin fin ? ¿ A la mansion de las recompensas eternales ? ¡ La


espantosa lucha del bien contra el mal desde el nacer hasta el morir
llega á su mas alto punto en el tremendo trance ! Siempre son augus-
tos , terribles , solemnes , los momentos decisivos de una gran batalla .
El cielo ha querido que la vida no sea mas que un combate de purifi-
cacion . Beati mortui qui in Domino moriuntur !
Pero ay ! ¡ Cuán crueles son las ansiedades del alma en el mo-
mento de apartarse del cuerpo ! Entonces aparecen á su memoria los
pensamientos y las obras que ha hecho por soberbia , por amor á las
riquezas, por haberse dejado llevar de inmundos apetitos , por haberse
enfurecido y tratado cruelmente á sus hermanos , por haber andado
noche y dia en busca de bailes y festines , sin tener mas idolo que su
vientre y arrojando su razon á los pies de la embriaguez , por haber
mirado con amargura y diabólica tristeza todas las alegrías y prospe-
ridades agenas , y por haber vivido descuidado é indolente sin acor-
darse de Dios que le ha concedido el conocimiento del bien y del mal ,
y sin pensar que la Muerte , con pie callado y con faz lívida llamaria á
su puerta en la hora mas improvisa , como un huésped que no se es-
pera. ¡ Oh ! Entonces las virtudes , tanto tiempo despreciadas , se le
aparecen como hermosísimas virgenes que lloran á la cabecera de su
lecho . Entonces contempla su belleza y se enamora de ellas ; entonces
comprende el bien en toda su plenitud , y las tinieblas se disipan , y
late de esperanza su corazon corrompido y moribundo ; pero ¡ todo es
en vano ! El alma réproba comienza ya á sentir las torturas del infier-
no. En vano implora algunos dias de vida para expiar sus culpas. La
Muerte no se retira . ¡La pálida Muerte permanece con la guadaña es-
tendida á los pies del lecho ! ¡ Oh ! Perder en tal momento la esperan-
za , es penetrar en el abismo de los condenados , es sumergirse en las
tinieblas donde no brilla un rayo de luz , es oir cerrarse á su espalda
las puertas que ya nunca se abren , las puertas del infierno .
¡ Figuráos el lecho de un moribundo !
A la derecha está el ángel de la guarda , seguido de las virtudes .
A la izquierda está el ángel del mal ; rodeado de los vicios. La lucha
en aquellos momentos es mas encarnizada que nunca . El ángel custo-
dio murmura blandamente :
-¡Arrepiéntete ! ¡ Dios ama tanto á sus criaturas !
Satan esclama :
-Si no estuvieras enfermo ! ¡ Cuántos placeres podias disfrutar !
¡ Oh miseria humana ! El moribundo se fija mas en las pala-
117
930

bras del espíritu de la sensualidad , que en las del espíritu del bien.
Basta uno de estos pensamientos , veloces como el rayo , para de-
cidir el combate . La inexorable Muerte estiende su brazo de esqueleto,
y se verifica el gran misterio de la transformacion . ¡ Ya es tarde ! Ni
el cielo ni la tierra pueden ya destruir el efecto , el colorido , si así
puede decirse , del último instante , cuyo eco resonará siempre , siem-
pre , de siglo en siglo , por eternidad de eternidades . El ángel bueno
llora de tristeza . El ángel de tinieblas se rie , y con júbilo feroz se
apodera de su presa y desaparece en el informe cáos .
¡ Cuán de otra manera sucede cuando el alma ve delante en com-
pendio sú vida pasada , y tiembla y llora 7 se confia á Aquel que creó
los cielos y el libre albedrío , es decir, la virtud! Cuando el alma aban-
dona esta mansion con los ojos de la esperanza fijos en el cielo , los
ángeles de tinieblas rugen de furor , mientras que el firmamento se
abre , y aparecen brillantes legiones de ángeles batiendo sus alas de
oro entre los esplendores de una Aurora como jamás la han visto los
mortales en la tierra . En las sublimes regiones del espacio.del último
cielo resuena una música armoniosa . Las dulces melodías del concierto
divino , al recibir y festejar un alma justa , se dilatan por todos los
universos , y bajan hasta la region de las tinieblas , y caen sobre los
réprobos como gotas de plomo derretido , como saetas emponzoñadas ,
como maldiciones de la cólera celeste. Las melodías que perciben las
Potestades é Inteligencias en toda su dulzura , no resuenan en las re-
giones inferiores sino como ruidos, horrendos . ¡ Tal es la perversion de
inteligencia de los espiritus tenebrosos !
El fúnebre tañido de las campanas se dilataba por las ciudades y
los campos , como ecos sollozantes y lamentos de moribundos . El cielo
estaba nublado , y en todo aquel dia el sol no habia, querido romper el
velo sombrio de las nubes , como si hubiese temido insultar con su luz
la tristeza de los mortales. Muchas naciones veíanse aquel dia cubier-
tas de luto y sumergidas en llanto . El génio de la Muerte vagaba aquel
dia por los espacios , llevando en su mano una pálida mortaja , como
si fuese la bandera de la humanidad . Pero á este génio fúnebre que
recorria las regiones de la tierra , le iba siguiendo el ángel de la es-
peranza , cuyo reinado comienza mas allá de la tumba . ¡ Era la vispe-
ra del dia de Difuntos !
Las primeras sombras de la noche , mas pronto que de costumbre
á causa de lo lluvioso del día , comenzaban á estenderse en el hori-
zonte. A la tristeza de la solemnidad religiosa se mezclaba la melan-
931

colía propia de la estacion en que las hojas comienzan á desprenderse


de los árboles , á la manera que las ilusiones de la juventud se des-
prenden del alma cuando se acerca el invierno de la vida.
Varios ginetes envueltos en sus cumplidos tabardos se encamina-
ban hácia la villa de Jaraicejo.
Los dos ginetes que iban delante y pareciah ser los jefes de aquella
cabalgada , guardaban profundo silencio , como si fuesen embebidos
en los recuerdos de otros dias , recuerdos que parecian despertar las
campanas en el dia de los recuerdos. ·
Aquellos dos caminantes eran Jimeno y el fingido Juan Osorio .
Ambos fijaban gozosos sus miradas en el suelo de la patria, que siem-
pre inspira un amor tan dulce como inestinguible .
Pero ni el amor á su pais natal , ni la esperanza lisonjera de ver á
su anciano y querido padre , habian podido borrar del corazon de Ji-
meno el recuerdo doloroso de Amalia , cuya muerte habia llenado de
tristeza inconsolable la vida del poeta.
Juan Osorio parecia mas triste y pensativo cuanto mas se aproxi-
maba á la villa . De vez en cuando exhalaba profundos suspiros que no
le era posible retener en su pecho , á pesar del dominio que sobre si
propio ejercia .
El trovador habia advertido que se aumentaba estraordinariamente
la afliccion de su compañero , que a veces no era dueño de reprimir
hondos y prolongados sollozos ..
-No comprendo por qué os afligis con , tanto estremo , cuando
hemos regresado felizmente . Que yo derrame lágrimas sin cesar, nada
tiene de estraño , porque para siempre se nubló la estrella de mi ca-
mino. Hoy mas particularmente me acuerdo sin cesar de Amalia , y el
doble de las campanas me abruma y me destroza el corazon . ¡ Amada
esposa mia , séate la tierra leve , y que Dios te conceda la santa paz
que no hallaste en este valle de lágrimas ! Ahora bien , ¿ por qué el
llanto se agolpa á vuestros ojos á medida que mas nos acercamos á
Jaraicejo ?
-Muchos motivos , querido Jimeno , muchos motivos tengo para
llorar ; pero lo que ahora me aflige no es mas que un vago presenti-
miento de que ha de sucederme alguna desgracia.
-¿Y solamente un presentimiento os atormenta así?
-Ya sabes que yo le doy mucha importancia á los presenti-
mientos.
-Efectivamente , respondió el poeta despues de algunos minutos
932
de silencio , los presentimientos son los destellos mas admirablés de la
inteligencia divina en relacion con la inteligencia humana ...
Jimeno pareció meditabundo durante algunos momentos , al cabo
de los cuales añadió :
-Os aseguro que esta idea es susceptible de un gran desarrollo , y
me prometo deducir de ella grandes y profundas consecuencias . ¡ Dia
llegará en que el espíritu humano vislumbre todo un mundo nuevo que
le revelarán los presentimientos !
-Sin duda es maravillosa la aparicion de los presentimientos en el
corazon humano.
-Lo que verdaderamente causa maravilla , es que el presentimiento
es siempre , ó mejor dicho , no puede ser nunca sino involuntario. Es
la inteligencia sin límites que se revela misteriosamente á la inteligen-
cia limitada del hombre , que no pudiendo seguir el vuelo de la infinita
sabiduría , se queda reducido a sentir , sin que en este sentimiento
haya mas luz inteligencial que la prioridad profética , y aun esta se
verifica sin reflexion , sin querer.
-Por eso creo yo que hay muchas personas destituidas de tener
presentimientos .
-Aquí es donde tienen su lugar los misterios de la Providencia.
Ambos continuaron su camino absortos en una vaga meditacion .
¿Tienes muchos deseos de abrazar á tu padre ? preguntó súbita-
mente Juan Osorio.
¡Y me lo preguntais !
-Acaso , acaso , murmuró Osorio ; en fin ... ¿Quién sabe ? ¡ Ha pa-
decido tanto !
El trovador hizo un ademan de profundo sentimiento y de ter-
ror al escuchar las palabras incoherentes y fatídicas de su com-
pañero ..
En breve llegaron á la solitaria villa , sobre la cual estendia la no-
che silenciosa su manto de tinieblas . Al divisar la casa paterna , el
corazon del trovador latia violentamente . Detuviéronse ante la puerta ,
y llamaron estrepitosamente , pensando tal vez que todos estarian ya
entregados al sueño ; pero la puerta se abrió con inesperada pres-
teza . Un anciano de bondadoso aspecto , pero en cuyo semblante podia
leerse la afliccion mas profunda , se presentó á los viajeros . Era el fiel
Millan , que prorumpió en lágrimas á la vez de gozo y de amargura al
reconocer à Juan Osorio y á Jimeno , quienes preguntaron :
-¿Por qué estás tan afligido ?
933

¿ Sabias acaso que íbamos á venir ? ¿ Cómo estás despierto á es-


tas horas ?
El anciano Millan no podia articular una palabra , y el llanto cor-
ria hilo á hilo por sus descarnadas mejillas .
-¿Qué ha sucedido , Milfan ? preguntó Jimeno .
¡ Ah ! ¡ No eran vanos mis temores! esclamo Juan Osorio retor-
ciendo sus manos de dolor .
-Todavía... murmuró el fiel Millan.
-Esplícate ..
-Todavía... hay esperanza.
* Los caminantes no aguardaron mas , y corrieron desalados á la es-
tancia de D. Gonzalo Perez Sarmiento .
Tiene la muerte , aun cuando venga apacible y serena en los can-
sados dias de la vejez , una pompa tan solemne , que abisma al espíritu
que entiende , en los misterios del no ser, donde se levanta el impene-
trable muro de lo incomprensible. Pero cuando el moribundo que yace
en el lecho es un anciano , es un padre , el espíritu que siente , esperi-
menta ese dolor supremo que raya en lo inesplicable.
Mudos de angustia se detuvieron los caminantes en el dintel de la
habitacion. En el lecho veíasè al anciano , cuya blanca barba daba á
su rostro descarnado un aspecto venerable y patriarcal. A la cabecera
del lecho estaba el cura de la villa con un libro en la mano . En aquel
libro se contenian varias oraciones de Agonizantes . En una mesa veía-
-se un Crucifijo delante del cual ardian dos bugías . En el aposento no
se escuchaba mas ruido que la fatigosa respiracion del anciano , que
llevaba á la sazon muchos dias de estar peligrosamente enfermo , y
desde el dia anterior se hallaba agonizando .
De tiempo en tiempo el sacerdote dirigia algunas palabras de con-
suelo al moribundo , ó bien recitaba una de esas admirables oraciones
que la Iglesia tiene destinadas para tales casos .
Durante largo rato permanecieron silenciosos los recien llegados,
cuyo dolor era inmenso al ver á D. Gonzalo en el último trance.
Al fin no pudieron contenerse , y prorumpieron en amargo llanto.
El anciano aún no habia perdido completamente el conocimiento , y
abriendo los ojos se sonrió melancólicamente , y alargó su mano des-
carnada á Jimeno y à Juan Osorio .
-¡ Padre de mi alma ! esclamó el jóven , regando con sus lágrimas
-la mano de D. Gonzalo.
-Hijo mio ! murmuró con voz débil el moribundo . Al fin la Divi-
934
na Providencia me ha concedido el consuelo de abrazarte en la hora
de mi muerte..
-¡Mi querido Gonzalo ! esclamó traspasada de dolor Doña Beatriz .
El anciano sacerdote hubiera querido oponerse á este súbito reco-
nocimiento , que podia tener muy funestas consecuencias para el do-
liente , que esclamó :
-¡Amada esposa mia!
El cura y el trovador no comprendieron el verdadero sentido de
aquella esclamacion. Ambos se imaginaron que en aquel penoso tran-
ce el moribundo se acordaba de su esposa ya difunta .
El afligido jóven estrechaba contra su corazon la mano de su an-
ciano padre , y lloraba amargamente . Su alma se contristaba contem-
plando al moribundo , y temblaba y gemia con inesplicable angustia,
al pensar que su adverso destino le habia llevado à la presencia de su
padre , no para que fuese el báculo y el consuelo de su vejez , sino
para verle morir. El venerable sacerdote no pudo menos de sentirse
muy conmovido, al ver cuán elocuentemente el noble dolor filial se pin-
taba en el bello rostro del agraciado mancebo . Seguramente que nadie
hubiera podido contemplar con ojos enjutos aquella escena solemne,
lúgubre , terrible , patética .
Despues de algunos momentos D. Gonzalo comenzó á reanimarse,
como si hasta entonces no se hubiese convencido completamente de que
Jimeno y Doña Beatriz se hallaban en su presencia .
Es muy posible que el lector no haya olvidado la secreta conferen-
cia que con D. Gonzalo tuvo el fingido Juan Osorio la mañana siguien-
te á la noche en que el anciano habia sido conducido á Jaraicejo ,
despues que Jimeno y el fantasma blanco habian libertado al venerable
caballero de la crueldad del feroz Castiglioni . En aquella conferencia
Doña Beatriz de Vargas reveló su nombre à D. Gonzalo , refiriéndole
tambien la série de estraños sucesos que la habian conducido á las pro-
fundas modificaciones que se habian obrado en ella, tanto bajo el punto
de vista moral como físico . Doña Beatriz , uno de los séres mas estra-
ordinarios de nuestra historia , no habia tenido , sin embargo , valor
para confiar á su infeliz esposo el secreto de su amor á Castiglioni y
del nacimiento de Elvira. Razones de delicadeza, y aun el interés mis-
mo de la salud de D. Gonzalo , á la sazon herido , impidieron á Doña
Beatriz el ser cruelmente franca para con su esposo.
Ahora Doña Beatriz esperimentaba un pesar profundo por la de-
bilidad con que en un tiempo se dejó seducir por el pérfido calabrés.
Ia 17.

Lit de S Gonzalez Madrid

He recorrido un camino por donde nunca volveré à pasar Yo me veo como mi padre
se vio tu te verás como me veo.
935

La muerte, que desata todos los misterios de la vida, estaba próxima á


patentizar á D. Gonzalo todas las manchas que habian oscurecido la
inocencia de su • esposa . Este pensamiento desgarraba el corazon de
aquella mujer estraordinaria , á la vez fuerte y frágil , cariñosa y ven-
gativa , ignorante y sábia , tímida y valiente .
Jimeno entre tanto , fijos los tristes ojos en su padre , no decia ·
una palabra , y parecia la estátua del dolor . El anciano tambien tenia
clavados los ojos en su hijo con una ternura tan intima , que solamen-
te los padres podrán comprenderla. En aquella mirada recíproca se
exhalaban y confundian dos almas llenas de un amor santo y de infi-
nita tristeza .
-Me muero , hijo de mi alma , me muero ! esclamó al fin el an-
ciano . ¡ Cuán breve ha sido la dicha que Dios me ha concedido de
verte! ¿ Qué es la vida? Un ligero vapor . El hombre vive poco tiempo
y está lleno de muchas miserias. Nace como una flor por la mañana ;
pero á la tarde se marchita. Huye como una sombra , y jamás perma-
nece en un mismo estado . He recorrido un camino por donde nunca
volveré á pasar , amado Jimeno. Yo me veo como mi padre se vió , tú
te verás cual me veo ; y esta es la fria cadena de nuestra vida misera-
ble , que nos amarra al sepulcro . ¡ He llegado al instante en que todas
las esperanzas de mi corazon y todos mis pensamientos se desvanecen
como el humo !
Don Gonzalo exhaló un hondo suspiro , y se incorporó con trabajo
en el lecho.
Despues de algunos momentos continuó :
-Pero al llamar al sepulcro , tengo confianza en la misericordia de
Dios , y yo le rogaré , amado hijo mio , para que te libre de todo mal
y te haga virtuoso .
El mancebo comenzó á llorar con grande angustia.
-No llores , hijo mio ; que la muerte no es mas que una ausencia
mas corta de lo que pensamos . Los que aman la virtud , se encontra-
rán en otro mundo mejor . Los que duermen en el polvo , resucitarán.
Todos resucitarán , unos en la eterna felicidad y otros en perdurable
suplicio .
- Resucitarán !!! esclamó el sacerdote con el acento inspirado de
un apóstol.
Durante breve rato reinó en la estancia un silencio sepulcral . El
moribundo tenia los ojos fijos tenazmente en la imágen del Crucificado
que estaba enfrente sobre la mesa . En él momento mismo en que Doña
936

Beatriz se disponia á dirigirle algunas palabras á su esposo , este es-


clamó de pronto con la mirada radiante y con el acento de un profeta:
-Veo una gran ciudad ... un rey con su corona ... un rio con un
puente... muchos caballeros con cruces en el pecho... una hoguera...
¡ No vayas , hijo mio , no vayas !...
El anciano cayó desvanecido , y los circunstantes creyeron que era
víctima de una fascinacion morbosa . ¡ Cuán lejos se hallaban Jimeno y
Doña Beatriz de comprender el profundo sentido de aquellas misterio-
sas palabras !
Solo el sacerdote sospechó que en ellas se encerraba una profecía .
-No creais , dijo, que esto sea un vano delirio . Yo he observado en
muchas ocasiones semejantes , que los moribundos , á medida que se
acercan á la eternidad , suelen adquirir la maravillosa facultad pro-
fética.
-¿Y qué habrá querido decir? preguntó Jimeno.
-Si pudiera darnos esplicaciones ! esclamó Doña Beatriz , que no
dudaba que aquellas palabras se referian á su hijo .
-El estado de postracion en que se encuentra , no promete ninguna
esperanza , dijo el sacerdote. Ahora lo que conviene es preparar su
alma para el terrible tránsito.
El anciano sacerdote se dirigió á la mesa donde estaba el Crucifijo,
y tomando un pomo de oro , volvió á encaminarse al lecho del mori-
bundo , al cual llamó por su nombre. El anciano respondió , aunque
con voz desfallecida . Entonces tuvo lugar la escena mas patética y su-
blime que la Religion presenta á los hombres . El sacerdote administró
al moribundo el sacramento de la Extrema -Uncion . El agua nos puri-
fica al entrar en la vida . El Óleo santo , símbolo de la incorruptibili-
dad , prepara al moribundo para penetrar en las regiones inmortales .
La muerte es un nuevo nacimiento . Así , cuando el sol se oculta á
nuestra vista , oscureciendo el horizonte , comienza á derramar los ra-
yos de la aurora sobre otros climas.
La agonía de D. Gonzalo se aumentaba por momentos , á la mane-
ra que la luz de una lámpara se va estinguiendo á medida que se con-
sume el líquido que la vivifica.
El sacerdote colocó en la mano del moribundo una vela , que asió
convulsivamente .
En seguida el ministro de Jesucristo comenzó á hablar , al que ha-
bia de morir , de la inmortalidad del alma . ¡ Espectáculo tan tierno
como sublime !
1

937

Por último , el anciano sacerdote se puso á recitar la oracion Pro-


ficiscere « Sal, alma cristiana , de este mundo » , y luego leyó el salmo
Miserere mei.
Súbito el moribundo se estremeció murmurando :
-En tus manos encomiendo mi espíritu .
Don Gonzalo habia dejado de existir .
-¡Bienaventurados los que mueren en el Señor ! esclamó el sacer- .
dote .

Jimeno se abrazó al cuerpo de su padre , y besando su rostro , se


deshacia en lágrimas .

118
nomion 107

CAPITULO LXXIV.

Proceso.

NTE todas cosas conviene que el lector


se forme alguna idea del estado de Fran-
cia en la época de nuestra historia.
A
Felipe III , el Atrevido , fué justo y
piadoso como San Luis , su padre , si
bien le fué inferior en talento y pruden-
cia. A su muerte dejó por sucesor á
Felipe IV; llamado el Hermoso . Era este
rey de carácter frio , suspicaz , obstinado y calculador . Para la ejecu-
cion de sus proyectos no le detenia ni la justicia , ni la humanidad , ni
consideracion alguna . Su amistad y sus palabras duraban solamente
hasta el límite que convenia á sus proyectos , a sus caprichos , á su
voluntad . Incapaz de sacrificio ó de abnegacion , era cruel y egoista .
Su pensamiento dominante fué destruir el edificio del feudalismo y es-
tender la prerogativa real .
Felipe el Hermoso queria poderlo todo para satisfacer sus aspira-
ciones personales , á diferencia de Carlo- Magno , que pretendia poder-
lo todo para encontrarse mas en aptitud de practicar el bien . En rigor
1

-939

la monarquía francesa no era absoluta en principio ; pero no tenia


ningun límite que pudiera contener legítimamente el poder real .
Para llevar a cabo sus proyectos , se rodeó de varios legistas , que
pusieron sus sofismas y argucias al servicio del despotismo . Auxiliado
Felipe por los jurisconsultos Pedro Dubois , Plaisant , Marigny y No-
garet , profesor de derecho en Montpellier , impuso á la Francia un
sistema de centralizacion muy semejante al que en los tiempos moder-
nos se estableció en toda Europa . El influjo del rey se estendió sobre
todos los negocios ; á todas partes enviaba Felipe sus prefectos ; cam-
bióse la índole de las recompensas ; los señores feudales no mantenian
ya á los soldados ; los funcionarios no eran retribuidos en tierras , ni,
como antes , mantenidos en la casa real . Así , pues , para pagar las
tropas , los oficiales de justicia , los prefectos y demás funciona-
rios públicos , se necesitaban ahora grandes sumas de dinero , y
con este sistema desapareció la primitiva sencillez del gobierno pa-
ternal de los tiempos de Felipe Augusto y de San Luis , y el oro llegó
á ser el principal agente de la máquina social . Felipe el Hermoso no
reparaba en los medios de proporcionarse dinero . Impuso rescates á
los judíos , los espulsó del reino con la idea de despojarlos , usurpó el
derecho de acuñar moneda , que antes pertenecia á todo señor feudal ;
alteró muchas veces la ley de las monedas , y por este medio aumen-
taba á su placer los tributos . Además , en muchas ocasiones hizo de-
mandas al clero , que mas parecian amenazas , á fin de que contribu-
yese para los gastos del Estado .
Con tanta insistencia recurrió el rey á los bienes de la Iglesia , que
por último se indispuso con los Pontifices . Merece, mas particularmente
nuestra atencion la enemistad que tuvo Felipe contra el Papa Bonifa-
cio VIII. Varias causas habian producido esta aversion ; pero la prin-
cipal fué la bula Clericis laicos , por la que se excomulgaba á todo
clérigo que , sin permiso de la Santa Sede , concediera subvenciones ,
préstamos ó donativos , y á todo lego que los exigiese . Bonifacio VIII
espidió esta bula á consecuencia de que Felipe el Hermoso reclamaba
sin cesar donativos del clero, y probibia que saliese dinero de Francia ,
cuya prohibicion disminuia las rentas de Roma .
Tiempo adelante , à consecuencia del fallo del Papa sobre la cues-
tion que con la Inglaterra y la Flandes sostenia Felipe , convirtióse
este en enemigo declarado del Pontifice . El sagaz Nogaret se va-
lió en esta ocasion de muchas arterías para desacreditar á Bonifa-
cio VIII y hacerle odioso á los franceses. El Pontífice desenmascaró
010

las calumnias del astuto legista ; pero el rey Felipe , asistido de sus
abogados , desafió el poder de la Santa Sede ; y Nogaret , cuya malig-
nidad y obstinacion eran tan grandes como su astucia , lanzó una
proclama furibunda contra Bonifacio , á quien insultaba llamándole
Malifacio , pérfido , intruso , ladron , hereje , enemigo de Dios y de los
hombres .
Por último , el Papa excomulgó al rey; pero este mandó aprisionar
al legado , quitándole sus despachos . No bastaba esto á Felipe , que
hizo anunciar en el Parlamento por sus abogados generales veinte y
nueve capítulos de acusacion contra Bonifacio , imputándole heregías ,
blasfemias y los vicios mas vergonzosos . Apoyado el rey con el asen-
timiento del clero francés y de la universidad , convocó un Concilio , ne-
gando que Bonifacio fuese el Pontifice legitimo . Estos sucesos , tan la-
mentablés como inauditos , colocaban á la Francia en el camino de un
cisma . Felipe el Hermoso envió à Nogaret á Roma para notificar al
Papa las tremendas acusaciones . El legista llevaba órden secreta de
prender a Bonifacio y enviarle á Lion . Además , Nogaret iba autori-
zado para obrar segun le pareciese , atendidas las circunstancias .
Acompañaba a Nogaret Sciarra Colonna , enemigo encarnizado del
Pontifice , el cual , habiendo tenido noticias de tan horrible trama , hu-
yó á Anagni .
Pero el Sumo Pontifice no pudo escaparse del furor de sus ene-
migos .
Habiendo Nogaret reclutado á peso de oro una partida de aventu-
reros , se precipitó en la ciudad , gritando :
-¡Viva la Francia ! Muera Bonifacio !
La desalmada tropa penetra en la mansion del Vicario de Cristo,
que á la sazon contaba ochenta y seis años , y enterado de la causa de
aquel tumulto , esclamó :
Entregado como Cristo á sus verdugos , moriré ; pero siendo
Papa .
Y así diciendo , con la tranquila magestad de un mártir colocó la
tiara sobre su cabeza , y se sentó sobre su trono , teniendo en sus ma-
nos la cruz de Cristo y las llaves de San Pedro .
El palacio fué invadido rápidamente por los hombres de armas , Ó
mejor dicho , por aquella feroz turba de salteadores , que se entregaron
al pillaje y á la matanza para satisfacer su codicia y su barbárie . A la
cabeza de aquellos malvados iban Nogaret y Sciarra, Colonna , que por
espacio de cuatro años habia bogado al remo en las galeras de los pi-
941
ratas , despues que habia huido de Roma . Nogaret insulta al anciano
con amargas reconvenciones y con irónica sonrisa . Ni la triple corona
de la sagrada tiara , ni las canas venerables , ni la resignacion evan-
gélica del sucesor de San Pedro , bastan para infundir respeto y lásti-
ma en aquellos corazones de tigre . Sciarra Colonna se presenta lleno
de un júbilo satánico á los ojos de su enemigo , y sediento de vengan-
za ¡ qué horror ! estiende sus manos sacrilegas sobre el anciano Ponti-
fice , le escupe en el rostro , le abofetea y le arroja al suelo . En seguida
Nogaret y Colonna ponen centinelas en la habitación , y retienen pri-
sionero al jefe de la cristiandad . Temiendo ser envenenado , Bonifacio
se niega á tomar alimento durante todo aquel dia y parte del siguiente .
Entre tanto la voladora fama estiende , repite y publica por todas
partes el horroroso suceso , y vueltos de su espanto los habitantes do
Anagni , se sublevan , se arman , se precipitan en el palacio rugiendo
de furor , trábase un encarnizado combate , y , por último , consiguen
á viva fuerza libertar al anciano Pontífice.
Huyen despavoridos Nogaret y los suyos , y Bonifacio es conducido
á la plaza pública para que todos los habitantes pudieran satisfacerse
de que estaba libre . Todos derraman lágrimas de gozo , celebran en-
tusiasmados la victoria , y se prosternan á los pies del venerable an-
ciano .
Entonces tuvo lugar una escena que partia los corazones .
-¡Hijos mios esclamó el Pontifice . Me siento desfallecido de ham-
bre. Dadme un pedazo de pan , por el amor de Dios !
¡ Qué espectáculo ! Hombres , mujeres y niños se apresuran á ofre-
cer sus bienes y á tributar consuelos al Supremo Sacerdote , que ma-
nifiesta ideas de perdon para con sus enemigos . Tanta sublimidad
conmueve al pueblo , que sabe siempre comprender los sentimientos
hermosos ; y el Pontífice , poco antes encarcelado y hambriento , es
conducido en triunfo á Roma .
Pero allí aguardaban á Bonifacio nuevos desengaños . Todos se le
manifiestan hostiles , todos parecen estar de parte de Francia , y hasta
los Orsinis , en quienes depositaba toda su confianza , le tienen encerra-
do en su palacio. El Pontífice no puede resistir á tan rudos y repeti-
dos golpes ; su espíritu se abate , su corazon se contrista recordando
su afrenta , estravíase su razon , y en breve exhala el último suspiro .
Un hombre de una familia oscura y poco numerosa , constante y
honrado , discreto y santo , y llamado Nicolás Bocalini , fué el sucesor
de Bonifacio. Nicolás tomó el nombre de Benedicto XI , y pronunció
942

excomunion contra los que tan indignamente habian ultrajado á su


predecesor . Nogaret fué á pedir perdon al nuevo Papa en nombre del
rey ; pero Benedicto manifestó una noble indignacion para con el rey
de Francia y su ministro.
Pocos dias despues el nuevo Pontífice murió envenenado . Fácil-
mente puede adivinarse al autor de tan horrendo crímen , si se tiene
en consideracion que á la vez que esto sucedia , se elevó de quinientas
libras tornesas á ochocientas el sueldo de Nogaret,
Despues de la muerte de Benedicto XI , los Cardenales vacilaron
largo tiempo entre dos diversas opiniones , no sabiendo si decidirse por
el partido de los Gaesani , que deseaban Papa italiano , ó por los Co-
lonnas , que lo querian francés . Supo Felipe el Hermoso que Beltran
de Got , arzobispo de Bourdeaux , habia sido propuesto en cónclave , y
enviandole á llamar , le dijo :
-¿Deseais ser Papa?
--Si .
--Os han propuesto los Cardenales .
-Lo sé.

-Yo puedo haceros Papa .


-¿Y á qué aguardais ?
-Prometedme seis gracias .
-¿Cuáles son ?
-La primera , que me reconciliareis con la Iglesia ; la segunda , que
restituireis la comunion á mí y á los mios ; la tercera , que me conce-
dereis los diezmos del clero en mi reino por cinco años , á fin de subve-
nir á los gastos de la guerra de Flandes ; la cuarta , que abolireis com-
pletamente la memoria de Bonifacio ; la quinta , que investireis con la
dignidad cardenalicia á Jacobo y á Pedro Colonna , confiriéndosela tam-
bien á ciertos amigos mios ; y por lo que respecta á la sesta gracia ,
os hablaré de ella en ocasion mas oportuna.
El arzobispo permaneció algunos momentos pensativo ; pero al
fin respondió :
-Acepto !
Deseoso Beltran de Got de la tiara , y seguro de que podia obte-
nerla por la mediacion del rey Felipe , prometió sobre una hostia con-
sagrada lo que se le pedia , y fué electo bajo el nombre de Clemen-
te V. No quiso dirigirse á Roma, é invitó á los Cardenales á coronarle
en Lion. Desde entonces comenzó lo que los italianos llamaron el
Cautiverio de Babilonia . La corte pontificia se olvidó de Roma.
943
Clemente V cambió la ciudad de Constantino y de las Catacumbas por
Aviñon , ciudad que pertenecia al conde de Provenza , bajo la sobera-
nia feudal del imperio .
En efecto , Clemente V, fiel á sus promesas , derogó la constitucion
Clericis laicos , y declaró que la bula Unam sanctam no era contraria
al reino de Francia ; nombró Cardenales á doce hechuras del rey Feli-
pe, le concedió además los diezmos por cinco años , dió la absolucion
á Nogaret , y por último , convocó un Concilio para que formase pro-
ceso á la memoria de Bonifacio VIII , cuya condena indudablemente
hubiera producido la ruina del Pontificado.
Pero el Concilio , reunido en Viena del Delfinado , no encontró
bastante fundadas las inculpaciones que se hacian á la memoria de
Bonifacio.
La cristiandad contemplaba con horror tan escandalosos é inaudi-
tos sucesos . Entonces se presentaron dos paladines á sostener la ino-
cencia del Pontifice con la espada en la mano: Eran dos caballeros
catalanes , llamados Raimundo Montaner y Guillermo Rocafort , á
quienes hemos visto en Jerusalen recibir la Orden del Santo Sepulcro .
Habian trascurrido tres años despues que los Templarios habian
perdido á Jerusalen. Todas las ciudades de Oriente habian sido ocupa-
das por los musulmanes. Chipre fué la única posesion de los caballe-
ros Templarios y Hospitalarios que se escapó del furor del Soldan
Baharita.
El Gran Maestre desde San Juan de Acre se dirigió con sus caba-
lleros á Chipre , en donde permanecieron algun tiempo , y desde allí
partieron á Francia , y escogieron un templo en Paris , en el arrabal
que todavía conserva el nombre del Temple . Formaba una tercera par-
te de la Cité , y habitaban allí muchos caballeros , servidores , emplea-
dos y afiliados , sin contar á los que se refugiaban en el Temple como
en un lugar de asilo.
Las posesiones de los Templarios en Occidente eran innumerables ;
tenian castillos, tierras y lugares en Castilla, Aragon , Portugal , Fran-
cia , Flandes y los Paises- Bajos , Inglaterra , la alta Alemania , en el .
Brandeburgo y la Bohemia , y en todas las regiones de Italia . Así , pues ,
en toda Europa poseian mas de nueve mil Encomiendas ¹ .
Fácilmente se comprenderá el júbilo secreto que esperimentaba el

Calcúlase el producto de todas las Encomiendas de los Templarios en Euro-


pa en 448.000,000 de reales.
914

rey Felipe , cuando sin cesar oia repetir que fos Templarios habian
traido de la Tierra-Santa á Francia ciento cincuenta mil florines de
oro y diez cargas de plata.
Apenas Santiago Molay habia llegado à Paris , tuvo la suerte de
prestar un gran servicio al rey Felipe el Hermoso. Sucedió que , á
consecuencia de las frecuentes alteraciones que Felipe hacia en las mo-
nedas , hubo gran carestía en Paris , y amotinado el pueblo , no repa-
ró en esgrimir sus armas contra el rey , cuya escasa comitiva luchaba
contra el furor popular . Pudo haber sido muy trágico el desenlace de
esta escena de tumulto , á no haber acertado á pasar por la misma
calle el Gran Maestre Molay , seguido de un buen número de sus ca-
balleros . Al punto los Templarios se precipitaron sobre la multitud y
la dispersaron , consiguiendo salvar la vida del rey .
Al dia siguiente el pérfido monarca , en presencia de toda su cor-
te, abrazó al Gran Maestre , colmándole de distinciones y dirigiéndole
estas palabras :
-Las obras de piedad y de misericordia , la generosa liberalidad
practicada en todo el mundo y en todo tiempo pór la santa Órden de
los Templarios ; fundada hace largos años por la autoridad divina y el
valor de sus individuos y su celo por la fé de Jesucristo , nos inducen
á derramar nuestra real munificencia sobre la Órden y sobre los caba-
lleros , en cualquier lugar de nuestro reino en que se hallen , y á dis-
tinguir por un favor especial á este cuerpo , á quien queremos tan sin-
ceramente , y á cuyos individuos he debido ayer mismo el servicio mas
señalado .
Al oir tales palabras , el Gran Maestre se creyó mas que nunca
adelantado en la gracia del rey.
Pero pocos dias despues tenia lugar en Palacio una escena , que
demostraba , hasta qué punto era pérfido el carácter del rey Felipe el
Hermoso .
Nogaret entró en la cámara real en traje de camino ..
-¿Se han tomado ya todas las disposiciones convenientes para dar
. el golpe seguro ? preguntó el monarca .
-Señor , todo parece que coincide para que sin gran trabajo se
lleven á feliz cima vuestros proyectos.
-Es preciso proceder con gran cautela . Ya sabes que durante lar-
go tiempo estamos meditando en las tinieblas la verdadera obra maes-
tra de nuestra política . Ya sabes que en un principio el rey de Fran-
cia no era mas que el primero entre los nobles , sus iguales , y que á
945

la mejor ocasion los grandes señores• del reino miraban con desprecio
ó altivez la dignidad real , á causa de los escasos medios con que con-
taba el rey. Poco á poco mis antepasados han ido adquiriendo dere-
chos , aumentando sus posesiones y ensanchando su jurisdiccion . En
tiempo de Felipe I los dominios del rey eran tan pequeños , que se re-
ducian solamente á los cinco condados de Paris , Melun , Etampes,
Orleans y Sens . Hoy el poder real es mas fuerte , por la sola razon de
que se han aumentado sus dominios . La soberanía real es un fantasma
y un sarcasmo , cuando carece de medios materiales para llevar á cabo
sus proyectos. Ahora bien , nuestra voz será obedecida en todas partes ,
y nuestro poder se aumentará prodigiosamente , desde el momento en
que pertenezcan á la Corona todos los bienes de los Templarios . ¡ Qué
inmensa masa de riquezas , qué palanca tan poderosa para mover la
Francia y la Europa hácia mis planes !
Y los ojos de Felipe centelleaban de júbilo .
-Pero es necesario , añadió , que nuestra voluntad aparezca como
el rayo . Si esos altivos guerreros llegasen á apercibirse de nuestro in-
tento , nuestra autoridad quedaria mal parada ; pues á viva fuerza nos
seria imposible sujetarlos .
Nogaret escuchaba al rey con su habitual sonrisa .
-Señor , dijo , siempre os repetiré que una pluma vale por lo me-
nos tanto como una espada . Estos orgullosos guerreros saben dominar
en los combates ; pero , á escepcion de los jefes , son muy poco aptos
para responder acertadamente á las preguntas de nuestros legistas . En
esta ocasion se convencerán de que los plebeyos no estan destituidos
de talento , como con frecuencia se suele pensar y decir . Todo está
preparado ya para entablar el proceso contra la Orden del Temple .
¿ Habeis pensado , señor , la fuerza irresistible que tiene un proceso en
manos hábiles ?
-Si ; pero es necesario , para entablar el proceso en debida forma ,
tener antes aprisionados á los criminales .
-Descuidad , señor . Las prisiones se verificarán en todo el reino á
una misma hora y sin el menor ruido . El rayo de vuestra cólera caerá
sobre los inícuos , antes que ningun relámpago anuncie vuestro justo
enojo. Despues que se han enervado en el ócio y las orgías , perdieron
las posesiones de Oriente , y ahora han venido à establecer en Paris
su corte, para eclipsar la vuestra con su lujo y con su pompa guerre-
ra. Todas las Órdenes religiosas , el clero todo de Francia , se ha apre-
surado á ofreceros donativos para sacaros del apuro en que os han
119
946
colocado vuestras diferencias con Flandes é Inglaterra . Pero advertid ,
señor , que los Templarios han permanecido del todo indiferentes á los
apuros del real erario y al conflicto de la patria , y ni aun siquiera por
cortesía os han ofrecido una subvencion , siendo la Órden mas rica y
poderosa , no solo de vuestros dominios , sino de Europa entera.
-¡Es verdad ! esclamó Felipe . ¡ Son avarientos como judíos !
-No tienen mucho de cristianos ; pues en sus ritos y ceremonias
usan de muchas fórmulas , cuyo sentido es completamente herético.
Pero no es esto solo . Ya que no contribuyen con ningun subsidio , pu-
blican que vos les estais muy agradecido , y que vuestra real persona
se libró de un gran peligro , merced á su valor .
+¡Infames !
-Afortunadamente el dia de la expiacion está ya cerca . Acusado-
res , cuyas palabras en este negocio tienen gran peso , declaran con-
tra la Órden crímenes horrendos . Por mas que os sea sensible proceder
contra tan valientes caballeros , la justicia es ante todas cosas , y los
deberes de vuestra real persona os obligan á esclarecer la verdad de
los hechos . Si son calumnias , castigareis á los calumniadores ; pero
si son verdaderas las acusaciones , pesaria sobre vuestra real corona
una responsabilidad inmensa ante Dios y los hombres , al dejar impu-
nes , ó las calumnias de los acusadores, ó los crimenes de los acusados .
- -Perfectamente , mi querido Nogaret , perfectamente pensado ,

dijo el rey con gozosa sonrisa .


-Los acusadores estan ya en Paris. Sechin de Flexian , Castiglio-
ni , Deboche y Noffi Dei estan dispuestos a revelar los tenebrosos crime-
nes de la Orden del Temple . Las palabras de estos acusadores tie-
nen tanta mas importancia , cuanto que todos ellos han sido Templarios .
-Ahora bien , solo nos falta que el Papa disuelva y suprima la
Órden. ¡ Clemente V me ha engañado ! Le hablé de la sesta gracia
que me reservaba pedirle en tiempo oportuno , y ahora se ha desen-
tendido completamente . Así que Marigny le habló de mi pretension,
Glemente manifestó gran disgusto , y lo despidió , manifestándole que
en ninguna manera podia ni debia conceder la gracia que yo le pedia.
-Permitidme , señor , que os diga que Marigny estuvo no poco es-
téril de recursos en esa ocasion .
-¿Pues qué habia de hacer?
-Lo que yo pienso hacer , si merece vuestra aprobacion.
-Veamos .
-Ya veis , señor , que vengo en traje de camino ; pero probable-
917

inente no habreis adivinado que mi intento es dirigirme ahora mismo à


Aviñon.
-¿Para convencer al Papa ?
-Sin duda.
Le dirás que mi enojo ha sido grande .
-Si me lo permitís , os manifestaré antes mi proyecto . Estoy segu-
rísimo de que Clemente V se aterrará cuando vea el nuevo modo que
tenemos ahora de exigirle que suprima la Orden del Temple . Para
asustar al Pontífice , no hay cosa como resucitar el proceso contra la
memoria de Bonifacio VIII .
-¡Por el Arcángel San Miguel , que tienes razon ! esclamó Felipe
gozoso. En verdad que eres un prodigio para hacer la guerra con pro-
cesos.
El rey Felipe se detuvo de pronto , y su semblante se oscureció .
-Pero si tal vez el Papa se niega...
-Descuidad , señor ; estoy convencidísimo del buen resultado de mi
espediente.
Y en el caso de que sucediera lo contrario , descuida , Nogaret ,
que ya buscaré yo un medio infalible para que Clemente V no se oponga
á nuestros intentos . Por lo demás , no pierdas un instante en marchar
á ver al Papa , y cuida de que nada se trasluzca de nuestros manejos .
Nogaret partió inmediatamente á Aviñon , y á la verdad que llegó
en el momento mas oportuno . Clemente V habia manifestado á Marig-
ny, que habia sido engañado por el rey Felipe, quien le habia exigido
capciosamente una gracia que en ninguna manera podia conceder ; y
conociendo el Pontífice su debilidad , á causa de residir en territorio
ageno , trató de apelar á la fuga y retirarse á Roma , natural residen-
cia de los sucesores de San Pedro .
Precisamente cuando llegó Nogaret á Aviñon , se estaba disponien-
do Clemente V para partir á Italia . Hallábase en su cámara con Guis-
cardo , obispo de Troyes , que permaneció siempre fiel á Clemente , y
que mas adelante pagó muy cara esta fidelidad 1 .
-¡Ya no puede sufrirse por mas tiempo tan cruel tiranía ! esclama-
ba el antiguo arzobispo de Bourdeaux . El descendiente de San Luis se
ha convertido en un demonio. Su corazon , encallecido en el crimen , es
insensible á las lágrimas y á la ancianidad. Recordemos su conducta
con el infeliz Bonifacio , á quien llenó de improperíos . ¡Maldito sea Fe-

1
Se le formó proceso , acusándole de magia y de impiedad .
948

lipe y sus sacrilegos ministros ! ¡ Huyamos de esta tierra maldita , y


busquemos un asilo protector en la Basílica de San Pedro !
—¡ Huyamos , sí , huyamos de la cólera del rey ! esclamó Guiscardo.
Súbito se abrió la puerta , y cuando el Pontífice creia que iban á
avisarle para partir , encontróse frente á frente con la maligna y pi-
caresca fisonomía de Nogaret . Clemente V retrocedió espantado , como
si una víbora hubiese salido de entre sus pies.
-¡Atrás , infame ministro ! Yo te lo ordeno , obedece pronto , sal
de aquí .
Nogaret se sonrió .
-¡ Obedece , miserable , si no quieres que te mande encarcelar para
castigar tu audacia !
-Santísimo Padre , imágen de Jesucristo sobre la tierra , sacerdo-
te supremo de la voluntad del cielo , tened piedad de un misero peca-
dor que se arrodilla á vuestras plantas .
Y esto diciendo , el astuto golilla comenzó á besar los pies del
Santo Padre , con una humildad capaz de conmover á una roca .
-¡Aléjate de aquí , serpiente ! ¡ Hombre pérfido ! ¿Vienes á seducir-
me con tu llanto de cocodrilo ? | Huye de aquí ! ¡ Vade retro, Satanas!
Nogaret se levantó , y con aire compungido inclinó la cabeza sobre
el pecho , aguardando que se calmase la justa indignacion del Santo
Padre , que gritaba :
--¡Malvado ! Tú desprecias todas las leyes divinas y humanas . ¡ Vil
hipócrita ! ¿ Crees acaso que he olvidado los ultrajes con que envene-
naste los últimos dias de la existencia de Bonifacio ? ¿Vienes tal vez
á mezclar el veneno en mi colacion , como lo hiciste con Benedicto XI ?
1 Oh tierra , abre tus abismos y sepulta en tu seno á este mónstruo
execrable ! ¡ Oh cielo , aniquila con tus rayos al infame envenenador !
¡ Oh Dios de las alturas , no dejeis sin venganza tantos ultrajes y tantas
víctimas !
-Santísimo Padre , yo tambien , á lo que parece , he sido victima
de las mas infames calumnias , cuando así me veo tratado por Vuestra
Santidad . No me atreveré á negar del todo algunas de las acusaciones
que habeis lanzado contra mi humilde persona ; pero , señor , yo no
soy mas que un pobre gusano de la tierra , y me he visto en la doloro-
sa necesidad de obedecer las órdenes de un poder superior al mio , y
que he debido respetar. ¿ Qué ha de hacer un misero vasallo , cuando
su rey le exige con amenazas que cumpla sus mandatos ? Yo en estas
cosas lavo mis manos ; y por último , Santísimo Padre , si en algo os
949

he ofendido personalmente , os suplico que useis conmigo de la cari-


dad evangélica que nos ordena devolver bien por mal , perdonando á
nuestros enemigos y rogando por los que nos persiguen y calumnian .
Este razonamiento produjo una impresion indescriptible en el áni-
mo de Clemente V, que comenzaba'á arrepentirse de las palabras que
habia proferido respecto al rey de Francia.
-Permitidme , Santísimo Padre , añadió Nogaret , permitidme que
os hable de las órdenes que traigo del rey mi amo ..
-Hablad pronto ; yo no tengo tiempo que perder .
-Eso es lo primero que me ha encargado el rey que os manifieste .
Sin duda ha sabido que Vuestra Santidad pensaba dejar esta comarca
huérfana de las bendiciones del cielo que atrae vuestra permanencia
aquí . Esta tierra está santificada y ennoblecida con vuestra presencia ,
y, como es natural , el rey mi señor no puede permitir que Vuestra
Santidad se ausente , sin suplicaros antes de todo corazon , y con toda
la energía y buena voluntad de que es capaz su alma piadosa , que os
digneis permanecer y continuar honrando la buena ciudad de Aviñon.
-Yo he resuelto partir , y nada en la tierra me obligará á mudar
de parecer.
-Vuestra Santidad es un poder muy elevado para que nadie en la
tierra se atreva á obligarle á variar una resolucion maduramente dis-
cutida y adoptada...
-¿Y quién ha podido manifestar al rey que yo pensaba ausentarme
de Aviñon ?
Nogaret guardó silencio algunos minutos .
-No puedo responder á Vuestra Santidad , dijo al fin . Seguramen-
te en este asunto po se ha guardado toda la reserva que pudo haberse
tenido , y la prueba es que mi señor ha sido puntualmente informado
de todo .
Esto diciendo , el astuto Nogaret, como al acaso, fijó una penetrante
mirada en el obispo de Troyes . Aquella mirada produjo gran efecto en
Clemente , quien llegó á sospechar que Guiscardo le habia hecho trai-
cion , revelando al rey Felipe el secreto de la fuga proyectada única-
mente entre los dos . El Papa no podia adivinar que el rey nada sabia de
aquella resolucion , y que Nogaret solo supo aquella noticia al llegar á
Aviñon , pues en el palacio pontifical el rey de Francia tenia siempre
sus espías .
-Aun cuando yo reconozco , dijo Nogaret , que nadie puede ni debe
oponerse á vuestras resoluciones , sin embargo , yo voy á tomarme la
950
libertad de suplicar á Vuestra Santidad que permanezca aquí , para
evitar de este modo que mi amo el rey de Francia tome alguna rese-
lucion que pudiera mortificaros .
-¿Y qué puede hacer el rey?
-Vuestra Santidad comprenderá que el despecho puede conducirlo
á verificar algun acto de esos que alarman y conmueven toda la cris-
tiandad. La prudencia en ciertos casos es preferible á la violencia..
Nogaret aproximóse á Clemente V, y en voz baja le manifestó que
deseaba hablarle á solas . No sin algun recelo , el Papa hizo seña á
Guiscardo para que se retirase .
Vamos , decid.
-Santísimo Padre , dos cosas vengo á proponeros de parte del rey
Felipe . Ante todo , suplico á Vuestra Santidad que no vea en mi sino
á 'un fiel servidor , cuyas funciones estan limitadas á repetir literal-
mente las órdenes de su señor . El rey me envia para que os diga que
en ninguna manera abandoneis la ciudad de Aviñon , y además para
que le otorgueis una gracia de la cual os habló en una ocasion muy
solemne.
-Ya le he respondido á Marigny cuanto sobre ese particular tengo
que decirle al rey de Francia.
-Sin embargo , parece que la respuesta que Vuestra Santidad se
dignó dar á Marigny, no ha sido muy del agrado del rey.
-Nada me importa.
-En hora buena ; pero yo no puedo menos de esponer mi mensaje
en términos precisos . Vuestra Santidad se dignó prometer á mi señor
cierta gracia , cuyo cumplimiento os exige ahora .
-Yo no pude prometer una gracia sin saber cuál era.
-Acaso teneis razon ; pero no obstante , parece que la prometís-
teis . El rey cumplió sus promesas por su parte ; justo es que ahora
Vuestra Santidad cumpla lo que ofreció .
-Yo no puedo en ninguna manera abolir la Orden del Temple,
cuyos caballeros han sido y son la honra de la cristiandad.
-Mucho hay que decir sobre eso, Algunos Papas , como Urba-
no IV, que excomulgó al Mariscal de la Órden y á muchos caballeros,
y Clemente IV, su sucesor, pensaron acerca de los Templarios de muy
distinta manera que piensa Vuestra Santidad . Todo el mundo sabe las
· prácticas heréticas , los ritos misteriosos y los planes de dominio uni-
versal que abrigan esos orgullosos caballeros . Además se les atribu-
yen doctrinas gnósticas , y desprecian la Santa Sede ; pues ellos ase-
951

guran que la verdadera cabeza de la Iglesia estará con el tiempo en el


Templo de Salomon .
Estas ideas parecieron impresionar en algun modo el ánimo de
Clemente V.
-Por otra parte , continuó Nogaret , el rey de Francia no pide que
Vuestra Santidad pronuncie una sentencia definitiva , sino simplemente
que nombreis comisarios ó delegados eclesiásticos para abrir el proceso
y recibir las acusaciones , y en el caso de que la Órden fuese abolida ,
los bienes secuestrados se emplearán en una nueva Cruzada .
Calló Nogaret.
-De ninguna manera accedo á esa peticion , dijo Clemente V, que
jamás habia manifestado un carácter tan enérgico como en aquella oca-
sion , de tal manera , que Nogaret se admiraba de la entereza de Clemente.
El astuto legista volvió á insistir.
-Se entiende que el último resultado del proceso será traido á
vuestro tribunal , y vuestra determinacion será la decisiva .
—Es inútil cuanto hableis sobre ese asunto .
-Ahora bien , dijo Nogaret despues de algunos momentos de re-
flexion . El rey de Francia exige además que Vuestra Santidad se dig-
ne resucitar el proceso del que se llamó Bonifacio VIII , sobre el cual
pesan acusaciones terribles.
Un rayo que se hubiese desplomado en la estancia , no hubiera
aterrado tanto á Clemente como esta súbita salida del astuto Nogaret .
-¡Qué habeis dicho ! esclamó pálido y trémulo el antiguo arzo-
bispo de Bourdeaux .
-No he hecho mas que manifestar lisa y llanamente la voluntad
del rey de Francia .
¡ Qué escándalo para la cristiandad !
-No sé por qué digais eso.
-¡Condenar la memoria de un Papa !
--¿Y acaso no cometió grandes crímenes ?

-Y aun suponiendo que realmente hubiese cometido grandes cri-


menes , ¿ podia yo autorizar el que se condenase la memoria de Boni-
facio VIII ?
-En nombre de la tranquilidad de la Iglesia y de la paz de Fran-
cia con la Santa Sede , os lo suplico .
-Si tal yo hiciese , seria consumar la ruina del Pontificado.
La memoria de los que obran bien , debe ensalzarse ; però la me-
moria de los que obran mal, debe ser condenada . Y esto ha de enten-
932

derse con todas las dignidades y potestades de la tierra , porque de


Dios abajo la justicia debe ser igual para todos .
-Jamás , jamás cometeré semejante infamia .
¡ Oh Santísimo Padre ! El cadáver de Bonifacio deberia ser des-
enterrado y arrojado á las llamas .
¡ Qué horror !
-¡Hacedlo , señor , hacedlo así , y dareis al mundo un gran ejem-
plo de imparcialidad y de justicia. :
Y así diciendo , Nogaret se arrojó á los pies del Pontífice , y con
las manos cruzadas , derramando lágrimas , exhalando suspiros , in-
vocando el honor de la Iglesia , el amor de la patria , y en fin , todas
las cosas mas sagradas , insistia en que el cadáver de Bonifacio VIII
fuese desenterrado y entregado á las llamas ; llegando su * avilantez
hasta el estremo de decir que el Santo Padre estaba obligado en con-
ciencia á verificar este acto . - Clemente V estaba anonadado y creia
hallarse bajo el imperio de una horrible pesadilla . ¡ Cuán ageno estaba
el Pontífice de la superchería que usaba el diabólico Nogaret!
Al fin Clemente V salió de su estupor diciendo :
-Todo lo concederé , todo , menos condenar la memoria de mi an-
tecesor.
-¿Continuareis viviendo en Aviñon ?
—Sí .
-¿Dareis la autorizacion à vuestros legados para que inmediata-
mente se abra el juicio contra los Templarios ?
-Si .
—¿Ó tal vez , si lo creeis mejor , prestareis despues vuestra san-
-¿Ó
cion á todo lo que hagan los ministros del rey Felipe ? ...
-Sí , sí , sí.
-Pues entonces , creo que todo podrá arreglarse/
-En no hablándome de Bonifacio...
-Si ahora se verifica fielmente el cumplimiento de vuestras pro-
mesas...
-En todo lo demás dejo libre al rey de Francia para que obre como
crea que mas conviene al bien de sus reinos .
Arregladas ciertas capitulaciones , y discutidos algunos pormeno-
res que garantizaban al desconfiado legista del cumplimiento de todo
lo estipulado , Nogaret se alejó sonriéndose y murmurando :
- Pobre Beltran de Got ! Es la negacion del carácter. ¡ Siempre se
doblega como una caña !
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CAPITULO LXXV.

Donde se refiere la habla que tuvo el trovador con el Maestre Provincial


de Castilla.

1. fingido Juan Osorio, al partir de Pa-


lestina , dejó dos de sus servidores para
que espiasen todos los pasos de Casti-
bibogur
glioni , si llegaban á encontrarlo ; pues
geobaá la sazon Osorio habia perdido la pis-
ta , y aun llegó á sospechar que acaso
el calabrés habia regresado á España .
Inesplicable fué el sentimiento de Do-
ña Beatriz al ver morir á su esposo ,
cuando despues de una existencia tant
egldaloni
penosa , prometíase pasar algunos dias
felices en la apetecida calma que durante tanto tiempo habia buscado
en vano. Jimeno tambien estaba inconsolable , y con mas ardor que
nunca se dedicó al estudio , encontrando en sus nobles tareas un alivio
á sus pesares. A la sazon el poeta se ocupaba en arreglar el plan de
su maravilloso poema , y leia sin cesar una copia de la Divina Comedia
que en Roma le habia regalado Alighieri , Jimeno queria alimentarse
de ideas sublimes y fecundas , para llevar á cabo dignamente la em-
presa colosal que habia concebido . El trovador se encontraba á la sa-
zon en compañía de un respetable anciano á quien habia conocido en
Italia . Seguramente aquel anciano era un personaje de gran cuenta , ú
120
934

por sus dominios , ó por su cargo y autoridad , á juzgar por las mues-
tras de respeto con que el mancebo le honraba .
Ambos estaban sentados junto à una mesa , sobre la cual se veian
algunos manuscritos. Fácilmente se podia conocer que el jóven no solo
honraba las canas del anciano , sino tambien el ingenio , cuya coro-
na , si en la juventud es brillante , es en la ancianidad mas que nun-
ca magestuosa y venerable . El poeta , que era de carácter un poco
altivo , no doblaba su rodilla sino ante Dios y los hombres virtuosos y
sábios .
El trovador acababa de leer al anciano la « Introduccion » de su
maravilloso poema , que comenzaba por la traslacion de Henoch y de
Elías á las regiones de eterna luz . El poeta presentaba aquellos dos
varones justos como el símbolo del destino de la humanidad primitiva ,
esto es , no degradada . El hombre inmortal habria sido trasladado en
cuerpo y alma á esos espacios ethéreos , á esos globos brillantes que
nadan en el vacío y que ahora miramos con tristeza . El trovador su-
ponia que la naturaleza del aire habia cambiado despues de la caida,
y á esta causa atribuia el que el hombre estuviese desheredado de sa-
tisfacer su innato y sublime anhelo de recorrer las magníficas esferas
de tantos y tantos soles .
El poeta manifestaba que Henoch y Elías habian sido trasportados
á nuevos paraisos , para patentizar á ios mortales cuál hubiera podido
ser su destino . Despues de una brillante descripcion del maravilloso
viaje de Elías sobre su carro de fuego , al través de espacios inmen-
sos , el flagrante torbellino se detiene , cesa de subir , y comienza á
dirigirse horizontalmente hácia un nuevo mundo resplandeciente de
luz , y situado á las puertas del cielo empíreo. Despues de esta narra-
cion seguia un diálogo entre Elías y Henoch , donde se esplicaban sen-
cillamente todas las cosas que aquí abajo son indecibles 6 inefables .
-¡Qué diálogo ! esclamó el anciano lleno de admiracion . Jamás un
mortal ha sabido concebir y esplicar tantas maravillas .
En seguida el gran poeta recitó algunos hermosos versos , en que
antes del fin se pintaba la venida de Elías para restablecer todas las
cosas.
El anciano , cuando hubo oido este bellísimo pasaje , se precipitó en
los brazos del jóven , diciendo :
-Hijo mio , el espíritu de Dios mora en tí . Algún dia serás la ad-
miracion de las naciones.

¡ Oh señor ! ¿ Lo creeis así ? Cuando oigo tales palabras de unos


953
lábios tan autorizados como los vuestros , mi alma se goza en sus pen-
samientos , y bendice al Dios que los inspira.
Aquel anciano era el célebre Raimundo Lulio , quien , despues de
animar al mancebo para que no desfalleciese en su obra jigante , se
despidió para Valladolid , en donde á la sazon estaba la reina Doña
María , para la cual llevaba varias reliquias que habia traido de Roma.
Antes de partir , el anciano dijo :
- Plegue a Dios , amado Jimeno , que las pasiones de la vida no
te asalten en tu camino y asesinen tu inspiracion !
-Rogádselo á Dios ; porque solo en él confio para qué no me apar-
te de mi senda , y para que haga brotar en mi corazón una inagotable
fuente de hermosos y fecundos pensamientos .
En seguida ambos se abrazaron , llorando de ternura. Y en ver-
dad que el jóven y el anciano presentaban , así abrazados , un espec-
táculo á la vez tierno y sublime. ¡ Cuán bello era contemplar la
ancianidad y la juventud unidas por la noble simpatía de la ciencia y
la inspiracion ! Así se enlazan en el bosque las ramas de la añosa en-
cina y del jóven laurel que comienza á elevarse al cielo . 1
Apenas se habia ausentado Raimundo Lulio , á quien salió á des-
pedir Jimeno , este volvióse á su estancia , y comenzó á leer á solas
los mas hermosos fragmentos de su poema ; y su emocion fué tan gran-
de , que comenzó á derramar lágrimas .
Todavía se hallaba embebido el poeta en sus ensueños de oro ,
cuando , abriéndose la puerta , apareció Juan Osorio.
Por mas que el trovador profesase un afecto sin límites á aquel
sér estraordinario , esperimentó , no obstante , ese sentimiento de dis-
gusto que se apodera siempre de un poeta , al verse interrumpido
súbitamente en sus tareas mas agradables .
-Mucho siento interrumpirte , mi querido Jimeno ; pero las cir-
cunstancias me obligan á hablarte sériamente de muchos asuntos y
muy importantes .
Así diciendo , Juan Osorio cerró la puerta , y tomó asiento con la
actitud de quien se propone revelar grandes misterios. El trovador , no
sin sorpresa , contemplaba á Osorio , y aguardaba impaciente saber
de lo que se trataba.
-Hijo mio , hoy tengo necesidad de hacerte grandes revelaciones ,
como cuando en otro tiempo te manifesté el sitio donde gemia tu des-
graciado padre . Tú no habrás olvidado que los bienes de tu familia
fueron usurpados por los Templarios , ó mejor dicho , por Castiglioni .
936
-I-¿Y bien?
-Es preciso recobrar esos bienes.
-¿Y cómo ?
-Hasta ahora , yo he contado con una asignacion considerable que
me pagaba mi hermano D. Juan de Vargas ; pero hoy ha sido un dia
de malas nuevas . ¡ Mi hermano ha muerto !...
-¿Sois pariente de los Vargas , cuya casa se e conserva en Alco-
netar?
-Si .
¿Y cómo os apellidais Osorio ?
Hoy sabrás todo el secreto de mi nombre .
-Decid , decid ..
-El fingido . Osorio refirió á Jimeno minuciosamente toda la historia
de Fidela , modelo de lealtad , que por complacer á su señora , habia
pasado por madre de Elvira .
-¡La amada de Gomez de Lara ! interrumpió vivamente Jimeno .
-La misma.
-¡Pobre Lara ! murmuró el trovador . ¿Y qué habrá sido de mis
amigos ? Inútilmente pregunté en la Casa del Temple en Jerusalen...
Sin duda habrán muerto peleando contra los infieles... Pero no , no...
algun misterio... ¡ Quién sabe ? ¡ Ya no volveré á ver mas à mis que-
ridos amigos !
· Mientras que el jóven se entregaba á sus dolorosos recuerdos , Y
procuraba en vano descifrar la turbacion de Lara la última vez que
lo encontró con el manto teñido en sangre , el supuesto Osorio conti-
nuó relatándole el trágico fin de Fidela , que era la esposa de Millan ,
el viejo escudero que ahora les servia ; le manifestó igualmente, que
los ocho hombres que habia llevado á Palestina , pertenecian á la
partida del bandido Garcés , que estaba casado con Aldonza , hija de
Fidela y de Millan ; refirió tambien la historia del caballero de la
Muerte ; y por último , presentó al jóven el manuscrito que en la gruta
de Elías le entregó el lúgubre caballero , pocos momentos antes de su
estraordinaria muerte . En aquel manuscrito se contenia la historia de
Castiglioni , y del modo con que se apoderó en Calabria de todos los
bienes y feudos que pertenecian al conde Arnaldo . Osorio puso tam-
bien sobre la mesa el retrato del mismo padre del caballero de la
Muerte , y que el lector recordará estaba en una cajita , que habién-
dola encontrado Castiglioni en su aposento, la arrojó , en un acceso, de
furor y remordimientos , por la ventana de la torre del Tesoro , y que
957

fué á dar en el rostro de D. Gonzalo Perez Sarmiento , cuando Jimeno


y Osorio lo sacaron del subterráneo , la misma noche en que aquel
habia sido herido por el feroz Castiglioni .
-Ahora bien , añadió Osorio , hoy no solamente he sabido la muer-
te de mi hermano , y que su hijo mayor se niega á pagarme la asig-
nacion que acostumbraba , sino tambien que los Templarios han sido
presos todos á una hora en Francia , y que va á entablarse contra la
Órden un ruidoso proceso . Yo tengo motivos para creer que uno de
los mas encarnizados acusadores de los Templarios es Castiglioni ,
quien , despues de haber cometido tantos crímenes por acrecentar las
riquezas y poderio del Temple , se ha convertido en su enemigo mas
implacable , desde que por tres veces se le ha escapado de entre las
manos el Maestrazgo de Castilla . En la actualidad , segun se dice , el
Maestre Provincial de los Templarios en Castilla es un cumplido caba-
llero , llamado D. Rodrigo Yáñez ó Ibáñez . Así , pues , voy a decirte
lo que me parece que debes hacer sin pérdida de tiempo . La situacion
de los Templarios en Castilla , por mas que no sea tan crítica como en
Francia , no deja , sin . embargo , de ser bastante peligrosa . En todos
estos manejos anda , sin duda , la mano del inicuo infante D. Juan ,
que unido á D. Juan Nuñez de Lara y otros magnates , ven una oca-
sion muy propicia de aumentar sus Estados con el despojo de la Órden
del Temple .
-¡Pobres caballeros ! esclamó el generoso trovador . ¡ Hé aquí la
hora en que yo debo mostrar mi gratitud á los Templarios por los be-
neficios que de ellos he recibido !
-¿Y qué puedes tú hacer en su favor?
-El brazo de un valiente nunca es inútil en el momento del peligro .
Esto diciendo , el jóven se levantó y se dispuso á salir .
-¿A dónde vas ? ¿Qué piensas hacer ?
-Ir á ofrecerme al Comendador D. Diego de Guzman .
Hijo de mi alma ! ¡ Cuánto gozo me causa ver que abrigas tan
generosos sentimientos ! Pero es necesario que sigamos un plan fijo
para conseguir nuestro propósito , el cual consiste en que recobres
todos tus bienes.
-¿Y cómo es eso posible ? preguntó Jimeno con desden . Yo no ne-
cesito nada . Las riquezas que he traido , procedentes del tesoro de
Casib , nos bastan para vivir cómodamente , y aun para gastar iodo el
lujo y esplendor que os plazca .
-No se trata de eso ahora , Jimeno . Es preciso que no olvides que
958

perteneces à una de las mas nobles y distinguidas familias de España ,


y por el honor de tu linaje debes aprovechar esta ocasion para resca-
tar los inmensos bienes de los Perez Sarmiento , de los cuales eres tú
el último descendiente. No me digas que nada necesitas ni apeteces;
pues si ahora piensas de ese modo , es muy posible que , andando el
tiempo , mudes de opinion . Acaso algun dia seas el jefe de una familia
numerosa , y te arrepientas de no haber seguido mis consejos.
¡ Amalia ! Adorada Amalia !
-El despecho que te causó la muerte de tu esposa , es lo que te
hace hablar así ; pero créeme , hijo mio , el tiempo dulcifica al fin to-
das nuestras penas .
-Yo creo , al contrario , que el tiempo las amarga.
-Y por último , si algo valen para tí mis opiniones , yo te ruego
que en esta ocasion me complazcas , y si es necesario , llegaré hasta
el estremo de exigírtelo .
-Y yo llegare hasta el estremo de concedéroslo. Decidme lo que
debo hacer.

-Todo está reducido à que te presentes à D. Rodrigo Yáñez , Gran


Maestre de los Templarios de Castilla , y le refieras los medios inícuos
de que se valió Castiglioni para despojar á tu padre de todos sus bienes
y feudos...
-¿Y el Maestre dará crédito á mis palabras? interrumpió el joven.
-
-Ya te daré yo las pruebas necesarias para convencer al Maestre
de la verdad y justicia de tu reclamacion. Además , en tanto que tú
partes á ver á D. Rodrigo , yo hablaré con el Comendador D. Diego de
Guzman , y este noble caballero nos ayudará mucho á llevar á cabo
nuestro propósito , especialmente cuando sepa que se trata de tu
persona.
-¿Y cuándo es preciso partir ?
-Al instante. Lo que yo deseo es una cosa justísima . Dentro de
poco tiempo la Órden del Temple será disuelta , y sus enemigos se re-
partirán sus bienes y riquezas . Ahora bien , D. Rodrigo Yáñez se
podrá oponer á que te restituyan los Templarios tus propios bienes ,
que en último caso irian á parar á manos de sus enemigos mas impla-
cables ? Yo creo que el Maestre no opondrá ninguna resistencia , y en
fin , no nos quedará el duelo de no haberlo intentado .
Fácilmente podia conocerse que Jimeno hubiera preferido perma-
necer absorto en sus trabajos literarios , y que solo por complacencia
se prestaba á seguir los consejos de Osorio.
939
-¿Y cuál es ahora la residencia del Maestre de Castilla?
-Don Rodrigo Yáñez habita en Ponferrada .
-Partiré hoy mismo , si os place .
-Hasta ahora no te he manifestado sino la primera parte de mi
proyecto. Ya te he dicho en varias ocasiones que las mayores desgra÷
cias que han caido sobre tu familia , han provenido de los Templarios ,
así como tambien á ellos les debes tu vida . En todas las corporaciones
numerosas se encuentran hombres adornados de las mas altas virtu-
des , á la vez que se encuentran otros degradados con los vicios mas
ruines ; pero dado que haya entre los Templarios algunos individuos
indignos , no por eso la Orden del Temple deja de ser acreedora á la
mas alta consideracion , atendiendo al valor de sus caballeros y á
los eminentes servicios que han prestado , no solo en Palestina , sino
en nuestra España . Hé aquí por qué yo deseo que vayas á Ponferrada
y hables con D. Rodrigo. Acaso nos sea fácil prestar á los Templarios
algunos buenos oficios . Yo estoy seguro de que el mas villano y te-
mible de sus acusadores debe ser Castiglioni , en cuyo caso yo mismo
me constituiria en defensor del Temple , para confundir al inicuo
italiano .
-¿Y vos teneis medios seguros de conseguir ese intento ?
-Tengo pruebas infalibles. Lo repito , yo me presentaré en el Con--
cilio que en breve se reunirá en Salamanca , y no abrigo la menor duda
en aniquilar las acusaciones de Castiglioni....
-Sí , sí , no perdamos tiempo , dijo el trovador , que ya se resolvia
á hacer aquel viaje , no solo impulsado por la fria razon , sino con una
actividad llena de calor y de espontaneidad .
Al dia siguiente Jimeno dispuso su partida para Ponferrada , des-
pues de haber recibido de Osorio las instrucciones mas minuciosas .
Antes de partir el trovador , Osorio le asió por la mano, estampó en su
noble frente cariñosos besos , y por último , reveló al jóven el profundo
incógnito que hasta entonces habia guardado aun en las mas críticas
circunstancias . Desde luego renunciamos á pintar la admiración , el
júbilo , la ternura , la emocion que esperimentó el buen Jimeno al saber
que su madre vivia , que le era deudor de inmensos beneficios , que la
estrechaba entre sus brazos . Todo cuanto pueda decirse , no ofrecerá
sino una imágen pálida de aquella escena en estremo interesante y
patética . En resolucion , Jimeno partió á Ponferrada para obede-
cer las órdenes de su madre Doña Beatriz . El trovador llevó con-
sigo á dos fieles servidores , uno de los cuales habia sido paje de Don
960

Guillen , y este luego se lo cedió á su amigo para que le sirviese de


escudero .
La revelacion de que su madre vivia , produjo en el trovador una
impresion tan profunda como benéfica . El hombre , para vivir dichoso
y aun para fecundar su inteligencia , necesita siempre abrigar en su
corazon un profundo sentimiento de amor ó de ternura .
"
Rápidamente internóse Jimeno en el reino de Leon , y al cabo de
pocos dias hallóse en las márgenes del Sil , sobre el 1 cual habia un
puente que tenia muchas barras de hierro , por cuya razon tomó la
villa el nombre que llevaba en lo antiguo , de Pons -ferrata . Al llegar
el trovador á la barbacana del castillo , tocó su cuerno , que segun el
uso de la época , llevaba pendiente de un cordon de seda y oro . Des-
pues de las preguntas y formalidades acostumbradas , y mas particu-
larmente entre los Templarios , cuyo servicio se practicaba con la dis-
ciplina mas rigurosa , abrióse la puerta , cayó en seguida el puente le-
vadizo , y Jimeno y sus dos pajes penetraron en la plaza de armas . El
trovador manifestó que sin demora necesitaba hablar con el Maestre, y
un aspirante le pasó recado , y á poco volvió , diciendo al jóven que le
siguiese á la sala maestral . No puede concebirse hasta qué punto aque-
lla habitacion era magnífica . El techo y las paredes estaban adornados
con escaques de carmin y oro, y el pavimento entapizado con ricas al-
fombras orientales . Las arabescas ventanas , los suntuosos muebles ,
el oro y el marfil , y las maderas preciosas que bajo mil formas se
habian prodigado allí , demostraban claramente que aquel aposento
suntuoso correspondia al jefe temporal y espiritual de la famosa y opu-
lenta Órden del Temple en Castilla . El aspirante dejó á Jimeno en
la puerta, y otro que hacia la guardia en la antecámara , lo introdujo
á la presencia del Maestre. Era este un anciano venerable , de ele-
vada estatura , cenceño , con barba y cabellos blancos , de rostro agui-
leño y de espresion circunspecta y meditabunda , y de ojos vivaces ,
pero empañados por la tristeza . El golpe que amagaba al Temple , las
viles intrigas y las ingratitudes que se habian despertado ahora que
su poder parecia eclipsarse , esparcian sobre la calva frente del an-
ciano una nube de gravedad , de ceño y de dolor. Comenzaba á en-
corvarse bajo el peso de los años ; si bien se notaba que el vigor aún
no habia abandonado aquellos miembros endurecidos en las fatigas de
la guerra.
Durante algunos momentos ambos personajes se examinaron reci-
procamente , y ambos quedaron satisfechos de su exámen . Aquellos
961
dos hombres de edad tan diferente simpatizaron al punto , sin mas dato
que la noble espresion de sus recíprocas miradas.
El anciano hizo tomar asiento al jóven , que le refirió punto por
punto todo lo que ya sabe el lector relativamente á la conducta de
Castiglioni para con su amigo D. Gonzalo Perez Sarmiento , En seguida
él trovador le enseñó el manuscrito en que se referian muchos crime-
nes de Castiglioni , cuando este residia en Calabria . Igualmente el man-
cebo manifestó á D. Rodrigo , que uno de los principales acusadores
de los Templarios era sin duda Castiglioni , y que una persona á la sa-
zon residente en Alconetar poseia los medios infalibles de desautorizar
al infame acusador , probándole sus crímenes y convenciéndole de sus
inícuos manejos para obtener en varias ocasiones el Maestrazgo de la
Órden en Castilla.
Y por último , el jóven manifestó la justicia que le asistia para pedir
se le devolviesen todos los bienes de su padre , incorporados à la Órden
del Temple ; y añadió que se hallaba dispuesto á probar en todas sus
partes la veracidad de aquel relato .
Con profunda atencion estuvo escuchando D. Rodrigo Yáñez al jó-
ven caballero , y despues de un breve espacio , durante el cual pareció
meditar hondamente , le respondió de esta manera :
-Ya teníamos noticias de muchos de los crímenes de ese mal ca-
ballero llamado Castiglioni , el cual muchas veces ha aspirado en vano
al cargo honroso de Maestre. Sabemos además que su indiscreto celo
por nuestros intereses ha hecho mas daño á los Templarios que sus
mas encarnizados enemigos . Despues hemos sabido que desapareció de
la Encomienda de Alconetar , y á fé que nunca pudimos sospechar que
se convirtiese en nuestro acusador el que antes era el partidario mas
decidido de la Orden del Temple . ¡ Así son los hombres ! Por lo demás ,
añadió el anciano , yo acepto muy gustoso vuestros servicios y los de
esa persona que se ofrece á aniquilar con pruebas infalibles al malva-
do . La poderosa Órden del Temple no se encuentra hoy en el caso de
rehusar ni el mas mínimo servicio de sus parciales . Nuestro honor es
tan pure como el sol , y nosotros solos pudiéramos responder victorio-
samente á todos los calumniosos cargos que se nos hacen ; mas repito
que aceptamos gustosos las benévolas disposiciones de muchos que es-
timan á la Órden en lo que vale. Respecto á la devolucion de vuestros
bienes , estoy dispuesto á que se verifique al punto , para reparar toda
injusticia . Sin embargo , ya conocereis que nada puedo decir sobre esto
definitivamente , hasta no ponerme de acuerdo con el Comendador de
121
962

Alconetar , D. Diego de Guzman . Ahora solo me resta pediros un


favor.
-Decid , que estoy muy dispuesto a serviros en lo que mis fuerzas
puedan .
-Desearia que llevaseis ese manuscrito y se lo presentaseis al Gran
Maestre Santiago Molay. En Paris es donde han desplegado los acusa-
dores toda su furia , y convendria sobremanera que el Gran Maestre
fuese ilustrado en lo posible acerca de los antecedentes de nuestros acu-
sadores. Ya se deja comprender hasta qué punto puede ser de impor-
tancia el desenmascarar todos los vicios y crímenes de Castiglioni en
presencia de los jueces del Sinodo de Paris . Si es verdad que aún exis-
ten hombres dotados de noble corazon , y vos sois uno de ellos , si es
que yo no me he equivocado al juzgar de una ojeada vuestro carácter ,
os ruego que presteis á la Órden este servicio , ya que la fortuna os ha
hecho dueño de las pruebas contra el villano calabrés . Y en el caso
de que no os plazca hacer ese viaje , á lo menos , si quisiéseis entre-
garme las pruebas , yo enviaré un mensajero leal...
Os prometo , D. Rodrigo , que yo iré , interrumpió Jimeno . No
podeis figuraros , señor , hasta qué punto me es agradable la idea de
hacer algo en favor de la Órden , y particularmente de Mr. Santiago
Molay.
Efectivamente , el buen Jimeno se complacia en tener aquella oca-
sion de ser útil á la familia de su adorada Amalia , cuyo indeleble re-
cuerdo impulsaba al jóven á pagar con beneficios la persecucion de
Mr. Federico Molay.
Don Rodrigo Yáñez dió sus órdenes para que Jimeno se hospedase
y regalase espléndidamente en el castillo , donde permaneció dos dias,
al cabo de los cuales emprendió su camino para Francia . El trovador
partió solo con su paje, habiendo enviado el otro escudero á Doña Bea-
triz , para que le entregase una carta en que le referia el buen resulta-
do de su entrevista con el Maestré Provincial de Castilla.
Y convalget -gol bloom obsino Jo
- asl shushion blou obsa ibog hoieimos sougnic

imenez

CAPITULO LXXVI .

Que trata de muchas cosas que verá el curioso.

CONTRETANTO los Templarios en Francia se


hallaban en la situacion mas lamenta¬
ble. En Paris se habia reunido un Si-
renodo presidido por Felipe de Marigny ,
á quien el Papa Clemente V habia nom-
Sobrado arzobispo de Sens . El rey, á pe-
sar de haber mandado prender de re-
1998 pente á todos los Templarios de Fran-
oncia, entretenia aún con buenas palabras
ote á Santiago Molay , a quien no le permi-
tia salir de la Casa del Temple. Era este
palacio tan magnífico , que muchas ve-
ob nie , mugs omces habia escitado la envidia del monar-
ea , y en su impaciencia por disfrutar las riquezas de los Templarios ,
determinó trasladar su habitacion á la misma Casa del Temple. Pero
antes de poner en práctica su deseo , el rey habia mandado al canciller
Nogaret y al ministro Marigny para que trasladasen á Santiago Molay
à una estrecha prision.
964

Nogaret aborrecia de muerte al Gran Maestre de los Templarios , y


ninguna comisión podia serle mas lisonjera que la. de notificarle las úl-
timas órdenes del rey . Hasta entonces Santiago Molay y algunos caba-
lleros de su predileccion habian permanecido en el Temple , sin estar
.encarcelados ; si bien todo el edificio estaba invadido por los hombres de
armas del rey Felipe . Las primeras sombras de la noche comenzaban á
estenderse sobre la gran ciudad de Paris . En los alrededores de la Ca-
sa del Temple veíase un mancebo rebozado en su capa , y mirando de
hito en hito hacia la puerta del edificio . Por último , despues de vacilar
bastante tiempo , el desconocido se aventuró á penetrar en el palacio
de los Templarios. Las primeras centinelas no le opusieron resistencia
alguna , y habiendo atravesado estensas galerías , llegó á un inmenso
patio sombreado de espesos árboles . No sabiendo qué rumbo tomar, el
desconocido se detuvo .
La noche estaba oscurísima , y negras nubes encapotaban el fir-
mamento y lanzaban una lluvia menuda , pero constante . A pesar de
que entonces era por el mes de octubre , soplaba un aire tan glacial ,
que sin duda un español habria creido encontrarse en el mes de di-
ciembre . Largo rato permaneció el desconocido en aquel átrio , pen-
sando unas veces retroceder en su empresa ; pero en otros momentos
parecia persistir en llevar á cabo su temerario intento .
Súbito llamó su atencion ruido de pasos y de palabras pronuncia-
das en voz muy baja .
Pero lo que mas admiracion causó al desconocido , fué que los
que allí aparecieron , hablaban en su misma lengua , es decir , en cas-
tellano . Y en verdad que, si el encontrar compatriotas en pais tan dis-
tante causó al desconocido no poca sorpresa , le sorprendió aún mucho
mas la conversacion que traian .
Los recien llegados comenzaron á pasearse por el cláustro del átrio ,
con el aire de personas que aguardan el momento de una cita , mien-
tras que el desconocido , embozado en su capa y oculto entre los ár-
boles , escuchaba la misteriosa conversacion que llegaba á su oido á
intervalos , segun se aproximaban ó retiraban los nocturnos paseantes.
-Nosotros , decia uno de ellos , podemos servir à Nogaret , sin de-
jar de cumplir los encargos de D. Juan de Osorio .
-Pero es el caso , repuso el otro , que Nogaret y Castiglioni para
esta cuestion son una misma persona.
-Don Juan de Osorio simplemente nos encargó que espiásemos todos
los pasos de Castiglioni , si llegábamos á encontrarle ; y cabalmente la
963

fortuna nos ha sido tan propicia , que cuando volvamos á ver al señor
de Osorio , podrémos contarle con la mayor exactitud todos los paises
que ha recorrido Castiglioni , y aun nombrarle casi todas las personas
con quienes ha hablado .
-Si; pero nosotros juramos por Nuestra Señora de la Luz el ser-
virle fiel y lealmente , y tú sabes que el señor de Osorio siempre se ha
portado para con nosotros como el mas cumplido caballero , pagando-
nos con una generosidad propia de un rey , todos los servicios que le
hemos prestado . Y si he de decirte la verdad , lo que mas me gustaba
del señor de Osorio , es que nunca nos exigia que cometiésemos ningun
crímen ; de manera que nos pagaba muy bien , y ganábamos nuestro
dinero honradamente ; pues á mí lo que mas me mortifica , es que me
exijan que asesine á un hombre , sin mas razon que darme un puñado
de oro.
-¿Pues qué mas da robar que asesinar ?
-No es lo mismo . Ya sabes que yo me pinto solo para desbalijar
en un credo lo mismo á un moro que á un cristiano , y maldita la pena
que por ello siento ; pero no me sucede lo mismo cuando es preciso
'dar muerte á alguno .
-¿Y por qué te sucede eso ?
-Siempre me habia repugnado derramar sangre ; y sin embargo ,
cuando salíamos al camino , he matado á muchos , sobre todo , si se
resistian á entregar el dinero . En una ocasion , ya estabas tú en la
partida , me mandó el capitan Garcés que me apostase en un recodo
del camino para desbalijar al que por allí pasase. De pronto oí el tro-
te de un caballo , y á poco apareció un ginete que tenia trazas de ser
un rico ganadero . Mandéle que soltase la bolsa , y me respondió que
primero se dejaria matar . « Mucho dinero debes traer , cuando tanto-
lo defiendes ,» le dije . El caminante , en vez de negármelo , me confe-
só con la mayor franqueza , que traia el importe de todos sus ganados ,
que habia vendido para comprar tierras . Ya ves que yo no podia dejar
escapar tan magnífica presa ; pero no era tan fácil apoderarse de la
preñada bolsa del pastor , que me arrojó un venablo que llevaba , con
tanta fuerza , que estuvo en un tris que no me hubiese atravesado . Yo
monté en cólera ; y por último , despues de una lucha asaz encarniza-
da , le maté y le quité la escarcela . Era un mancebo de hermosa es-
tatura , alto y fornido como un roble , y fiero como un jabalí . « ¡ Mi
pobre mujer y mis hijos ! » esclamó . « Eres casado ? » le pregunté .
«་་ Sí , me dijo , y en seguida espiró .
966

-¿Y qué tiene esa historia de particular ?


-Tú sabes que yo soy casado , y quiero mucho a mi mujer y á mis
hijos ; y me dió mucha lástima del pobre pastor , porque yo metia la
mano en mi pecho , y decia para mi sayo : « ¡ Si yo me muriera ! ¿ Qué
seria de mis hijos ? » Pero verás el fin de mi historia . Apenas habia
despojado al pastor , cuando oi una grande gritería hacia donde esta-
ban el capitan y los nuestros .
-¿Eran los Templarios de Alconetar ?
-Justamente. Ya sabes que siempre nos perseguian con encarniza-
miento , y en aquella ocasion nos sacudieron muy bien el polvo . Nos
dispersaron á todos , y á mí me hirieron malamente , y fuí á dar con-
migo en una aldea de Estremadura , donde me dió albergue una mujer
que tenia cuatro hijos pequeños . La buena mujer se apercibió desde
luego de la casta de pájaro á que yo pertenecia ; mas esto no sirvió de
estorbo para que me ocultase cuidadosamente , y me curase y asistiese
con mucho esmero . Yo le daba las gracias , muy conmovido , á la po-
bre mujer , y ella me decia llorando , que nada tenia que agradecerle,
pues ella querria que hiciesen con su marido y con sus hijos , si algun
dia se veian en desgracia , lo mismo que ella hacia conmigo . Al hablar-
me de su marido , comenzó á afligirse y á lamentarse , diciéndome que
sin duda le habia sucedido alguna desgracia, pues ya tardaba demasiado.
Yo la tranquilicé como mejor supe; y por último , despues de algunos dias
me encontré completamente restablecido de mi herida , y queriendo re-
munerar en algun modo la buena acogida que me habia hecho aquella
mujer, que era una santa , saqué la escarcela que yo tenia en mi poder,
porque nos habian dispersado antes de hacer las partes , y... ¡ allí fué
Troya! Mi huéspeda era la mujer del pastor , y habia reconocido la escar-
cela de su esposo . ¡ Figúrate el llanto y la afliccion de la pobre mujer!...
¿ Pero le referiste que tú habias muerto á su marido ?
-Al ver la infelicidad en que se habian quedado la pobre madrey los
hijos , yo me conmovi de tal manera , que todo , todo se lo referí á la
afligida viuda , y le entregué la escarcela , pues que su contenido le
pertenecia.
-¿Y qué hizo la viuda? preguntó el bandido con el mas vivo interés .
¿Te delató ?
-¡ Hé aquí lo que hizo ! Despues de rechazar el dinero , me dijo con
una voz á la par enojada y dulce : « ¿ Creeis que mi afliccion se pueda
disminuir con ese puñado de oro ? Me restituís .el importe de mis bie-
nes ; pero no eran ellos lo que amaba mi corazon . ¿ Cuándo me resti-
967 .

tuireis à mi esposo ? » En seguida me perdonó en nombre de la Virgen


de la Luz , á quien rogó por su marido y por sus hijos , y luego me en-
señó ella misma el camino que creyó mas seguro , y... yo me alejé sin
hablar una palabra y con el corazon partido de pena . Hé aquí lo que me
sucedió , y desde entonces te digo que no me gusta matar á nadie, sino
en el último estremo . ¡ Porque la muerte es irreparable !
-Pues bien , hoy ha llegado uno de esos casos estremos . Es verdad
que D. Juan de Osorio nos ha pagado siempre con liberalidad ; pero
ahora estamos en tierra estraña , y no es fácil que nos socorra D. Juan
de Osorio , despues que hemos perdido al juego todo el dinero que nos
entregó al separarse de nosotros.
-Y que nos hubiera bastado para regresar á España .
-Afortunadamente se nos ha presentado un buen golpe . Ya no hay
mas remedio que cerrar los ojos , salir de nuestro apuro , y volver
pronto á nuestra tierra .
-Yo no quiero servir à Nogaret .
-¿Y por qué ?
-Porque eso equivale à servir á Castiglioni , y yo quisiera que no
disgustȧsemos al señor de Osorio , que me parece no es enemigo de los
Templarios .
-Repulgos de empanada ! ¡ Qué diablos ! ... ¿Y olvidas que fos
Templarios han dado muerte á muchos de nuestros.compañeros ?.
-¿Qué cosa mas natural ? Nuestro oficio era robar , y el suyo per-
seguir ladrones.
-Pues yo les tengo rencor . Además , ¿ has olvidado que no tenemos
dinero , y que Mr. de Nogaret nos ha prometido una recompensa mag-
nifica ?
-¡Mira lo que es el dinero ! En acordándome de las mil libras tor-
nesas que nos han prometido , se me antoja que se me varía completa-
mente el entendimiento ... ¡ A Roma por todas !
¡ Figúrese el lector el interés con que escucharia este diálogo el
desconocido , es decir, Jimeno !
Entre varias resoluciones vacilaba el jóven , que no sabia si guar→
dar silencio, ó manifestarse de pronto á los bandidos , que de seguro no
dejarian de conocerle. Pero la repentina llegada de un nuevo personaje
le decidió , por último , á permanecer en el sitio en que se hallaba .
El recien llegado se aproximó á los dos bandidos , diciendo :
-¡ Hola , buena gente ! ¿ Estais dispuestos a obedecer fielmente mis
órdenes ?
968
-Cuando vos querais .
-Yo espero que ganareis honradamente las mil libras tornesas .
-Lo dicho , será hecho .
-Me gusta mucho vuestro lenguaje lacónico. Ahora bien , solo os
encargo que guardeis en este negocio el mayor sigilo .
-Ya comprendeis que no son estos asuntos para hablar de ellos
sino con las personas interesadas .
-Os advierto que el Gran Maestre es muy charlatan , y.que no de-
beis meteros con él en muchas conversaciones .
-En boca cerrada no entra mosca.
-No hay que dejarse enternecer por súplicas ni promesas .
-El trato es trato . Descuidad , que será asesinado sin decir <« esta
boca es mia , » por muy charlatan que sea . Solo aguardamos que nos
digais dónde está , y á qué hora debemos despacharlo .
-Ahora voy á hacer que sea conducido á un calabozo de los mas
apartados que haya en este edificio , y al mismo tiempo daré órden á
los centinelas para que no os estorben el paso . En seguida vendré á
buscaros á este sitio , y os daré mis últimas instrucciones .
—Aquí aguardamos .
Mr. de Nogaret partió al momento , y fué à reunirse con Mr. de
Marigny , que le aguardaba en una de las galerías de la Casa del
Temple .
El canciller y el ministro de Felipe el Hermoso , esto es , Nogaret
y Marigny , se presentaron al Gran Maestre , pudiendo reprimir apenas
su júbilo infernal .
Santiago Molay , que no aguardaba el terrible golpe que se le te-
nia preparado, y que creia que el rey estaba muy de su parte, recibió
á los ministros de Felipe con toda la dignidad correspondiente al cau-
dillo de los Templarios .
-Nuestro muy temido y respetado monarca , conde de Paris , Me-
lun , Etampes , Orleans , Sens , Evreux , Poitiers , Auvernia y Cler-
mont ; duque de Normandia , Maine y Anjou ; señor de Montlhery y de
Gieny , de Pont-Saint-Maxence , etc. , etc .; que representa el poder de
Dios en el reino de Francia , me envia á manifestaros que desde hoy
queden borrados vuestros blasones y armas en los soberbios pórticos
de este palacio , é igualmente se ha decidido que ya no sois Gran
Maestre .
Nogaret guardo silencio , y fijó sus ojos malignos en el noble sem-
blante de Santiago Molay , que preguntó :
969

-¿Y quién ha decidido que yo no sea Gran Maestre ?


-El rey.
-Sobre mi nadie tiene poder , sino el Papa , y la Órden , que por
su propia voluntad me eligió por su jefe .
-La Órden ya no existe .
-¡Cómo !
-Se ha disuelto.
-¿Y quién tiene poder para tanto ? preguntó Molay . Lo repito .
¿Quién puede haber tan insensato , que crea tener jurisdiccion sobre
la Órden del Temple ?
-No vengo á sostener con vos una polémica , sino simplemente á
intimaros una órden del rey , dijo Nogaret .
-Solo Dios pudo autorizar el noble empeño , el sagrado instituto
de nuestra Órden ; y el verdadero representante de Dios en la tierra
no es el rey , sino el Papa .
Nogaret se sonrió con aire de desprecio .
-Vos , continuó el Gran Maestre , estais en el deber de instruir al
monarca de que nuestros votos solemnes no estan hechos á ningun
rey , sino al Rey de Reyes . Yo mismo iré á informar á Felipe de que
un error lamentable le espone á ser el mas injusto de los hombres .
Y Santiago Molay y algunos de los caballeros que hemos dicho le
acompañaban , se dispusieron á salir.
-¡Detenéos ! gritó Nogaret interponiéndose . El rey vendrá muy en
breve á este palacio , y si no viniera , podeis reclamar á vuestros jueces .
-Necesito hablar al rey.
-Yo os lo prohibo , dijo Marigny.
-¿Y quién sois vos ?
-El que ha recibido órdenes espresas del rey para conduciros á
todos á una prision por vuestros crímenes horrendos .
-¡Por nuestros crímenes ! esclamó el Maestre con amargura .
Los Templarios palidecieron de ira , y maquinalmente llevaron la
mano á la empuñadura de sus espadas . Pero el Gran Maestre les hizo
una seña , con que les recomendaba valor y resignacion . 1
Nogaret salió de la estancia , y pocos momentos despues volvió
acompañado de gran número de guardias del rey .
-Entregad las espadas , dijo Marigny .
Los Templarios permanecieron indiferentes á este mandato , y era
fácil leer en ellos su inmutable resolucion de morir antes que ser des-
pojados de sus espadas .
122
970
-¡En nombre del rey, obedeced !
-Sin duda alguna el rey puede humillarnos , abusando de su auto-
ridad y de su poder; mas nunca se dirá de nosotros , que hemos dejado
de ser fieles a honor de caballeros , aun cuando la injusticia con que
se nos trata , nos dispensase de obrar con el decoro que lo hacemos .
De este modo , á los derechos imprescriptibles que nos asisten , reuni-
rémos tambien el sagrado prestigio de la inocencia . ¡ Tomad nuestras
espadas !
Y el noble caballero desenvainó su espada , y tomándola por la
punta , la entregó al jefe de los guardias del rey.
Los demás caballeros imitaron al Gran Maestre .
En seguida Nogaret mandó conducir á los Templarios á los mas
estrechos calabozos . Los compañeros de Molay eran Chatillon , Ville -
neuve y el valiente español Afan de Rivera.
Nogaret y Marigny fueron acompañando al Gran Maestre hasta
dejarle en el calabozo y bajo la custodia de uno de sus satélites mas de
su confianza . Nogaret le advirtió , que cuando se presentasen allí dos
hombres , les dejase pasar , y se retirase . En seguida el canciller y el
ministro se alejaron de allí , cambiando estas palabras :
-¡El golpe ya está dado ! esclamó Marigny. Ya podemos estar se-
guros de llevar á cabo nuestra empresa.
-Todavía... ¿ No habeis visto qué altaneros se han mostrado ?
-Son estos caballeros altivos en demasía.
-Molay me echaba unas miradas terribles .
-Es preciso hacer que á todo trance sean condenados .
-En el estado en que estan las cosas... ¡ Ay de nosotros , si ellos
se salvan !
-Sí , sí , es preciso que ellos mueran .
-De lo contrario , tendríamos siempre unos enemigos implacables .
-
-¡Morirán !... ¡ Morirán ! repitieron á la vez ambos ministros con
voz sombría.
Nogaret dió sus órdenes á los centinelas que se hallaban al paso,
para que no impidiesen la entrada á unos mensajeros que debia enviar
cuando la noche estuviese mas adelantada . En seguida separóse de
Marigny, y se encaminó al átrio en donde le aguardaban los asesinos .
-Ya está todo arreglado , dijo Nogaret .
-Pues entonces , allá vamos .
-Seria mejor que aguardáseis á que se hiciese mas tarde.
-¿Y qué hora os parece buena ?
971

-Despues de media noche ..


-Esa es la hora á propósito para esta clase de negocios .
-Nada mas tengo que deciros , sino que , cuando lo hayais despa-
chado, no dejeis de ir á buscarme.
-Siempre irémos mañana.
-No , no ; quiero que vayais en el momento mismo en que termi-
neis vuestra obra.
-Muy bien ; en ese caso , dentro de dos horas estarémos ya en
vuestra casa .
Nogaret se alejó , y los asesinos continuaron todavía algun tiempo
dando paseos por los cláustros del Temple , en tanto que el trovador
no dejaba de espiar todos sus pasos y palabras .
¿No te parece que seria mejor que aguardásemos en otra parte ?
-¿En dónde ?
-En una taberna , por ejemplo.
-Es verdad que en este barrio de la Citě he visto una taberna con
una muestra que me ha hecho mucha gracia...
-¡Ah ! ¿En donde hay un aldeano muy gordo montado sobre un
tonel , con una corona de pámpanos en la cabeza y un porron en cada
mano ?
-Justamente. ¿Es verdad que estos franceses lo entienden å las mil
maravillas?
-Yo lo creo. Son verdaderos mosquitos .
-En esa taberna he bebido un vino resucitador , y... ¿Sabes por
qué le tengo tanto cariño ? Porque me parece que estoy en nuestro
pais . El vino de que te hablo , tiene el mismo olor , color y sabor que
el rico clarete de Cazalla , de que nos echábamos tan buenos tragos
cuando nuestros huesos andaban por la hermosa Estremadura .
-Tienes una manera estraña de elogiar los vinos , que para ti son
como un libro , pues te recuerdan lo pasado . Así como así , la noche
está mas fresca de lo que conviene á nuestros cuerpos , criados en
tierra mas caliente , y tus razones me han convencido . ¡ Vámonos á la
taberna !
Los bandidos abandonaron aquel recinto.
Jimeno esperimentó la mas viva alegría ; pues la determinacion
de los asesinos favorecia en gran manera su proyecto de penetrar
hasta la misma prision en que se hallaba el Gran Maestre de los Tem-
plarios .
Inmediatamente puso por obra su pensamiento , dirigiéndose al ca
972

labozo de Santiago Molay . Por fortuna , en las estensas galerías habia


de trecho en trecho , en las paredes , candilejas que iluminaban , aun-
que débilmente , los dilatados tránsitos que conducian al apartado ca-
labozo . El temerario jóven unas veces preguntaba á los centinelas , y
otras le bastaba solo el verlos para conocer que se hallaba en el ver-
dadero camino que conducia á la prision , del Gran Maestre . Por último
se detuvo ante una puerta por cuyos resquicios veíase una luz .
El trovador , apercibido á todo evento , requiriendo su espada y su
daga , llamó decididamente á la puerta.
-¿Quién ? preguntó una voz asaz bronca.
-Abrid .
-¿Venís de parte de Mr. el Canciller ?
-Claro está . 1
El feroz carcelero abrió la puerta , y á primera vista pareció sor-
prenderse de no ver mas que un hombre , cuando , segun sus noticias,
debian venir dos .
Pero el carcelero se encogió de hombros con un ademan que que-
ria decir :
-i Phs !... ¡ habré oido mal !
Y en seguida volvió á cerrar la puerta con llave , y tomando una
luz , asió á Jimeno de la mano y lo condujo por entre un laberinto de
pasadizos y galerías , hasta una puerta que abrió el carcelero di-
ciendo :
-¡Aquí es !
Y sin mas se volvió por donde habia ido , dejando solo á Jimeno ,
que se adelantó con recatada planta por el calabozo , dividido en dos
aposentos. El primero ofrecia alguna estension , y todos los muebles
consistian en cuatro viejos sitiales . En la alcoba estaba el lecho , y
sobre una mesa pequeña ardia una lamparilla . A la sazon el infeliz
Santiago Molay se hallaba tendido sobre su lecho , pero sin haberse
desnudado. Aquella noche habia acabado de convencerse de que el rey
Felipe et Hermoso era el mas pérfido de los hombres , y que , aguijado
por su avaricia , solo ansiaba despojar á la Órden de sus riquezas .
Abismado en sus tristes reflexiones , Santiago Molay no habia adver-
tido la aparicion del jóven caballero .
-¿Quién sois ? preguntó el Gran Maestre , saliendo de su honda
distraccion y poniéndose en pie de un salto .
-Un caballero á quien habeis perseguido , ó por mejor decir , á
quien ha perseguido vuestro hermano ; pero que no obstante ha venido
973

desde tierras muy lejanas con el único deseo de seros útil en el aban-
dono en que os hallais .
¿ De dónde venís ?
-Esta carta os lo dirá .
Jimeno entregó á Molay una carta de D. Rodrigo Yáñez .
El prisionero se aproximó á la luz y leyó la epístola del Maestre
Provincial de Castilla , en que este le manifestaba las intenciones de
Jimeno y el objeto de su.viaje .
Terminada su lectura , el Gran Maestre esclamó :
-
¡ Oh ! ¡ Podrémos confundir á nuestros acusadores ! ... Dios acu-
de á la mayor necesidad ... ¿Traeis el manuscrito ?
-Si , señor .
-¡Vos habeis prestado un gran servicio á la Órden 1 ¿ Por ventura
sois Templario ?
-No me importaria serlo, ahora que los Templarios son perseguidos ;
porque en la hora de la desdicha es cuando las almas nobles se aso-
cian á los desgraciados , aun cuando estos hayan sido sus enemigos .
-Recuerdo que me habeis dicho que mi hermano y yo os habíamos
perseguido en otro tiempo... ¿ He oido mal ?
-Dije la verdad , señor .
-¿Y cuándo y por qué os hemos perseguido ?
Jimeno en breves palabras refirió al Gran Maestre la muerte de
Senancourt , su secreto casamiento con Amalia y todas las demás cir-
cunstancias que ya saben nuestros lectores .
—Y ahora , añadió el jóven , os repito que deseo ser Templario ;
porque la muerte de Amalia ha dejado en mi corazon un vacío que
nada puede llenar , y solo una vida de abnegacion y de retiro pudiera
tal vez hacerme esperar la muerte con menos impaciencia , con mas
resignacion .
Inesplicable sorpresa causaron semejantes revelaciones en Santiago
Molay , que respondió :
-¡Oh ! Ahora es muy mala ocasion de pensar en que nadie entre
en nuestra Órden. Además , aun cuando los Templarios se encontra-
sen en la mayor prosperidad , como en otros tiempos , vos nunça pu-
diérais profesar en nuestra Religion . ¡ Cuán doloroso me es no haberos
conocido antes ! Seguramente que entonces no habríais padecido tanto .
-¿Y por qué no podria yo profesar en vuestra Órden ?
-Por la sencilla razon de que vuestra esposa vive.
-¡Aún vive ! ¡ Dios del cielo y de la tierra ! ¡ Yo bendigo mi ven-
974
tura!... Pero no , no... Tanta dicha ! ... Os equivocais , me enga→
ñais... Perdonad , señor ; pero no quiero creer en tanta felicidad para
verla despues desvanecida .
-Os he dicho la verdad , caballero .
Y el Gran Maestre esplicó al apasionado mancebo la muerte del
conde de Fribourg y del anciano Zaré , que se habia sacrificado en
aras de la amistad que profesaba á Jimeno . Igualmente Molay refirió
al jóven español todas las circunstancias de la fingida muerte de Ama-
lia , y cómo él y su hermano , temerosos de que la jóven huyese con
su amante , habian determinado que continuase muerta para todo el
mundo.
Figúrese el lector lo que pasó en el alma del poeta al recibir tan
inesperadas como venturosas noticias ! Su corazon estaba oprimido
bajo el peso de tanta felicidad , y lloraba de alegría .
- ¿En dónde está vuestro hermano ? preguntó el jóven .

-En la eternidad . Hace dos meses que ha muerto .


-¿Y Amalia?
-En Paris.
-¡Oh ventura !
-Yo me consideraré muy dichoso en haber contribuido á que re-
cobreis vuestra esposa , la cual , fiel á vuestro amor y à vuestra me-
moria , ha resuelto encerrarse en un convento , resolucion que debia
llevar a cabo uno de estos dias.
-¡Oh ! Su destino y mi destino han vuelto á reunirse bajo la mis-
ma estrella brillante que presidió á los primeros dias de nuestros amo-
res... Pero ay señor ! No tenemos tiempo que perder . Os hallais en
un gran peligro. El infame Nogaret trata de asesinaros ; yo he oido
toda la conversacion; ya no tardarán en venir; apresurãos á seguirme,
y os salvareis .

¡Asesinarmel esclamó el Maestre . ¿ Estais en vos ?... ¿ Es posible


que se atrevan?
-Vos sois un noble caballero , que entendeis mas de combates que
de intrigas cortesanas... ¡Venid ! ¡ Venid
- Jamás ! gritó Molay.
Jimeno dió algunas esplicaciones al Maestre , respecto al modo im-
pensado cómo habia descubierto aquel horrible complot , y esforzóse
por decidir al Gran Maestre á que le siguiese sin perder un momento.
Pero todos sus esfuerzos fueron inútiles.
-Nunca >, dijo Santiago Molay , nunca permitiré que nadie diga
975

que el Gran Maestre del Temple , en la hora de la adversidad , fué un


cobarde que huyó. ¿Qué dirian mis caballeros , si mañana se supiese
que yo me habia desertado de la prision ? Acaso pensarian que yo mis-
mo estaba de acuerdo con el rey ; el lustre de la Órden quedaria para
siempre mancillado ; mi nombre seria repetido con desprecio , como el
nombre de un traidor ó de un cobarde , y se diria que yo habia aban-
donado á mis caballeros , mientras que todos gemian encarcelados .
Supuesto que soy el jefe , y siempre he ido el primero en las batallas ,
no quiero ahora tampoco dejar de ser el Gran Maestre , aun cuando
sea la primera víctima . ¡ Que me asesinen, enhorabuena, si quieren ! Mi
sangre caerá gota á gota sobre la frente de mis ruines enemigos .
-Pero el huir de asesinos nunca ha sido cobardía.
-Tampoco el huir ha sido nunca una muestra de valor.
Mientras que en esta discusion Molay y Jimeno perdian un tiempo
precioso , un hombre embozado en su capa atravesaba los estensos
tránsitos del Temple , y se encaminó hácia la parte del edificio que
daba á espaldas de la puerta del calabozo donde se hallaba el Gran
Maestre .
El embozado sacó una llave y abrió una puerta , por la cual des-
apareció como una sombra.
Pocos momentos despues , Jimeno y Santiago Molay creyeron oir
cierto rumor en el aposento contiguo . Aquel rumor , sin embargo , se
desvaneció bien pronto. Es muy posible que el lector haya adivinado
'que Nogaret , impaciente por saber el resultado de su crímen , y rece-
loso de que una gran recompensa prometida por el Maestre pudiese
acaso retraer á los asesinos , habia concebido el proyecto de ser tes-
tigo invisible de la cruenta escena que él mismo habia preparado . El
canciller , pues , habia elegido el calabozo en que debia encerrarse á
Molay. En la alcoba del calabozo , que antes era mas estensa , se ha-
bia levantado un tabique , y en él se habia practicado una pequeña
abertura que estaba oculta con el respaldar de la cama . Todo estaba
arreglado de manera , que desde aquel angosto chirivitil podia oirse
perfectamente todo cuanto se hablase en la alcoba de la prision.
Jimeno continuaba instando al Maestre para que se escapase , y el
Maestre insistia en permanecer allí.
Entretanto Nogaret habia oido gran parte de la conferencia ha-
bida entre Molay y el trovador.
Aturdido el cancillar del giro de aquella conyersacion , compren-
diendo que toda su trama estaba descubierta , y no acertando á espli-
876
carse la presencia de aquel desconocido en la prision , y estrañando
sobremanera la tardanza de los asesinos , salió inmediatamente de su
escondite , y dirigióse á la puerta principal , digámoslo así , de la pri-
sion . Presentósele el carcelero , á quien preguntó :
-¿Quién ha entrado aquí ?
-Un caballero jóven .
-¿Por qué le has permitido la entrada?
-Porque vos me mandásteis que no impidiese el paso á los que
viniesen.
-Yo te dije que dejaras entrar al punto á dos hombres ...
-Pues no ha venido mas que uno :
-Ese no es ninguno de los dos que yo esperaba .
-Afortunadamente podemos averiguar el caso á vuestro placer,
supuesto que el intruso aún se encuentra aquí .
-Es preciso que ya no salga .
--- El raton ha caido en la ratonera . Descuidad , que no saldrá hasta
que vos no lo mandeis .
-Prepara tus armas , y vamos al calabozo .
Dispúsose el carcelero á obedecer esta órden ; pero en el mismo
instante llamaron à la puerta . El carcelero abrió , y aparecieron los
dos asesinos .
-¿Cómo habeis tardado tanto? preguntó Nogaret .
-¿No nos encargásteis que viniésemos lo mas tarde posible?
-Es el caso que ha venido otro y se ha introducido en la prision..."
-¿Y quién es?
-Lo ignoro completamente ; pero hé aquí lo que debeis hacer..
-Decid , decid.
--Con la rapidez del rayo debeis penetrar en el calabozo , precipi-
taros sobre ambos y despacharlos prontamente . Tened en cuenta que
se añadirán otras mil libras tornesas.
Esta reflexion del astuto Nogaret , que hacia sonar el oro en los
oidos de los bandoleros , fué para ellos decisiva .
-Vamos al punto , dijeron .
-Yo os seguiré.
Con gran recato encamináronse al calabozo los asesinos , guiados
por el carcelero , que se retiró al llegar á la puerta .
Sorprendido el Gran Maestre con la llegada de los bandidos , y
resuelto á vender cara su vida , hizo ademan de dirigirse à la lampa-
rilla para apagar la luz ; pero Jimeno le detuvo diciendo rápidamente:
977

-Si apagais la luz , somos perdidos .


-¿Por qué ?
-Porque acaso los asesinos me respeten asi que me conozcan ; pero
no es posible este reconocimiento , si nos quedamos á oscuras .
Los asesinos , entretanto , se adelantaban con los relucientes pu-
ñales desenvainados ; pero súbito se detuvieron , cual si fuesen vícti-
mas de una pesadilla .
-¡Don Jimeno ! ¡ El amigo inseparable del señor de Osorio ! escla-
maron á la vez los dos bandidos .
-¿A qué venís á este sitio ? preguntó Jimeno .
-Para... para hacer lo que... para...
-Para cometer un asesinato , ¿ no es verdad ?
-Francamente , señor ... lo habeis acertado .
-¿Y son esas las órdenes del señor de Osorio ?
-Nada de eso ; sino que nosotros somos unos pícaros , no nos po-
demos ir á la mano , y nos hemos metido en este berengenal por nues-
tra propia cuenta .
Parece increible el dominio , el'ascendiente , la fascinacion irresis-
tible que ejercen ciertos hombres hasta en las naturalezas mas rudas ,
mas salvajes y sanguinarias. Jimeno era una de estas organizaciones
privilegiadas .
-Yo os prometo , dijo , entregaros el doble de la recompensa que
por este crímen os hayan ofrecido .
-No es necesario , señor ... En fin , que sea lo que mas os plazca;
pero os advierto , señor , que determineis pronto cómo habeis de sal-
var á vuestro amigo , pues el Canciller vendrá muy en breve, acompa-
ñado de gran número de guardias del rey.
No habia terminado el bandido de pronunciar estas palabras ,
cuando hé aquí que el calabozo fué invadido súbitamente por una nu-
merosa tropa . Nogaret solo deseaba que un tenebroso asesinato pusie-
se fin à la vida de Santiago Molay ; pues dando este paso atrevido ,
tanto él como su cólega Marigny se verian obligados á no retroceder ,
aunque quisiesen , ante la sanguinaria é inflexible resolucion de causar
la pérdida de los Templarios . Por otra parte , obrando de este modo,
aun cuando circunstancias imprevistas pudiesen hacer que la abolicion.
del Temple no se verificase , siempre habrian adelantado mucho con
no dejar á su espalda un enemigo implacable y poderoso como Santia-
go Molay. Pero desde el momento en que aquella horrible trama pu-
diese tener la mas mínima publicidad , no entraba ya en el cálculo de
123
978

los ministros de Felipe , el que se llevase adelante su anterior propósi-


to . Nogaret , pues , habia resuelto sustituir al asesinato del puñal otro
asesinato mas horroroso todavía , un asesinato jurídico .
Así , pues , cuando apareció en la puerta de la prision , hizo una
seña á los bandidos para que se le aproximasen.
-¿Habeis hecho alguna demostracion ? ... preguntó en voz muy
baja el Canciller .
-Ninguna ... Estaban despiertos , y uno de ellos con la espada en
el cinto ...
-En fin , no se ha podido hacer nada , añadió el segundo asesino .
-No creais que por ello me aflija , repuso Nogaret . Cabalmente he
variado de pensamiento . Por lo demás , os daré quinientas libras solo
para que calleis . ¿ Lo jurais así ?
-Callarémos como muertos.
-Buscadme mañana en mi casa .
-Irémos sin falta ninguna.
Los bandidos se alejaron contentisimos por haber ganado quinien-
tas libras tornesas sin necesidad de dar muerte á Molay , complacien-
do à Nogaret y no disgustando á Jimeno .
Entretanto , los guardias del rey se habian precipitado sobre el
´mancebo , al cual desarmaron y condujeron á otro calabozo .
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oined Ants od op nus

e no blar sup odsonen inrgons et obiogrags,ge

CAPITULO LXXVIII. ,

Las Pirámides.

UDIERA decirse que el Egipto es la re-


gion misteriosa donde nació el móns-
truo que todo lo devora ; diríase que
en las márgenes del Nilo se encuentra
la verdadera patria de la Muerte.
Esta deidad insaciable posee allí los
templos mas soberbios que jamás
econstruyó el linaje humano. Estos
templos , estos palacios , estas atre-
vidas concepciones , que convertidas
oben piedra se arrojan audaces hasta
la region de las nubes , no son las
encantadoras mansiones de alguna reina bella y voluptuosa como Se-
miramis. I Son sepulcros !
Desde el Cairo hasta las márgenes del Nilo se levantaba antigua-
mente un sombrío bosque de sicomoros y palmeras . Estos árboles ji-
gantes convenian maravillosamente para ser el acompañamiento de las
980

titánicas Pirámides . La selva , sin embargo , espiraba antes de llegar


á los sepulcros inmortales .
Los Soldanes de Egipto habian estendido su dominacion hasta la
Palestina y la Syria . El Baharita Khalil -Ben-Kelaun recorria alternati-
vamente el alto y el bajo Egipto y sus recientes conquistas, que se es-
tendian desde Jaffa hasta los últimos confines de la Syria .
Hallándose el Soldan Khalil en una caza de leones , se estravió,
retirándose gran trecho de sus gentes . Otros enemigos , mas temibles
aún que las fieras , se presentaron de repente al Soldan. Asaltáronle
tres ginetes árabes , con el decidido empeño de asesinarle . Khalil era
valiente , y se defendió como un leon ; pero las fuerzas le faltaban , y sin
duda hubiera sucumbido , si por una casualidad feliz para el Soldan ,
no hubiese aparecido un arrogante mancebo que voló en su socorro .
Khalil habia dado ya muerte á uno ; pero el recien llegado se precipi-
tó con tal furia sobre los dos asesinos restantes , que muy en breve los
derribó sin vida .
Los moribundos lanzaron horribles imprecaciones contra Khalil ,
porque este habia mandado degollar al anciano padre de los tres jóve-
nes , que , habiendo jurado vengarse del Soldan , fueron á buscarle á
Egipto , donde á la sazon se hallaba.
El valiente mancebo , que tan oportuno auxilio habia prestado al
Soldan sin conocerle , preguntó :
-¿Estás herido ?
- -No .
-Me alegro mucho.
-¿No sabes quién soy?
---Ni me importa .

-¿Por qué viniste á auxiliarme ?


-Porque te vi solo contra tres .
El Soldan quiso pronunciar algunas palabras para significar á su
protector el agradecimiento que le merecia y los favores que pensaba
dispensarle ; pero era tal la espresion de superioridad y soberanía que
se notaba en el semblante del desconocido , que el Soldan se encontra-
ba humillado y confuso en presencia de aquel hombre de hermosura
sobrehumana , de magestad irresistible , de valor fabuloso , y cuya
aparicion habia sido repentina y misteriosa . Khalil no estaba distante
de creer que se hallaba en presencia de uno de esos génios de las le-
yendas orientales .
-¿¿ Cómo te llamas ? preguntó el Soldan .
981 ,

El desconocido miró á Khalil con cierta altivez .


-Deseo saber tu nombre. Alá nos manda ser agradecidos . Dime
cómo te llamas .
-Mohamud.
-¡Yo no te conozco !
-Solo Dios es grande.
Mohamud aguijó su caballo y desapareció veloz como un torbellino ,
dejando al Soldan tan agradecido como admirado .
Pocos momentos despues se reunieron á Khalil sus gentes , y á
uno de sus esclavos indicó la direccion que habia seguido Mohamud , di-
ciéndole :
-No vuelvas á mi presencia sin traer averiguado quién es ese hom-
bre'y en dónde habita.
Partió el esclavo rápidamente á cumplir las órdenes del Soldan , y
en resolucion debemos decir , que el Soldan y Mohamud acabaron por
ser los mas íntimos amigos . Mohamud poseia muchas habilidades , que
cautivaban mas y mas el corazon de Khalil . No solamente eran prodi-
giosos los conocimientos de Mohamud en la ciencia de Dios y del espi-
ritu , sino tambien en las ciencias exactas y físico-matemáticas , y cuya
aplicacion práctica podia herir mas vivamente la imaginacion del Soldan
y de sus gentes . Pero con lo que Mohamud renovó los prodigios de Or-
feo y de Anfion , fué con su grande habilidad en la escultura , en la
música y en la pintura. Mohamud reveló á los Baharitas mil secretos de
naturaleza acerca de la virtud de las plantas para la curacion de las he-
ridas y mordeduras ponzoñosas ; les enseñó á medir la altura de las Pi-
rámides por medio de la sombra ; enseñóles igualmente el modo de ha-
cer clepsidros y cuadrantes solares ; los inició en varios conocimientos
astronómicos ; y por último , los fascinó , los sedujo , los tiranizó , por
decirlo así , con la mágia irresistiblé de las artes. Agréguese á esto el
valor , la juventud , la hermosura y la riqueza de Mohamud , y se com-
prenderá hasta qué punto era incontrastable y fabuloso y mágico el
prestigio que ejercia en la corte del Soldan .
Mohamud retrató á Khalil en una tabla con admirable fidelidad y
maestría, y esta circunstancia añadió nueva fama al jóven y nuevos qui-
lates á la amistad del Soldan , que en premio del retrato dió á su her-
mana en matrimonio á su amigo . Zabiba era una de las mujeres mas
hermosas del Cairo , y muchos guerreros habian aspirado á obtener su
mano ; pero esta felicidad estaba reservada al afortunado Mohamud ,
cuya popularidad y ascendiente se aumentaban cada dia .
982
Cuando el Soldan volvió á Palestina , dejó encargado del gobierno
à su hermano Mohamud , y todo el mundo aplaudió con entusiasmo tan
acertada eleccion .
Pasaron algunos años despues que los Templarios fueron espulsa-
dos de Oriente , y murió Khalil sin herederos , por cuya razon su coro-
na pasó á las sienes del esposo de Zabiba.
Y hé aquí cómo el aventurero Mohamud llegó á encontrarse dueño
de un hermoso reino , que con su actividad é inteligencia puso en el
estado mas floreciente .
Era una hermosa mañana de primavera , cuando de la ciudad del
Cairo salió el Soldan Mohamud , seguido de una pequeña pero brillante
tropa de ginetes , que se encaminaba hácia las márgenes del Nilo.
Nada podia contemplarse mas pintoresco que aquel grupo de ára-
bes, engalanados con vistosos trajes de púrpura y blanco y con relu-
cientes armas heridas por los rayos del sol de Egipto , y que oprimien-
do corceles de noble raza , galopaban por entre las palmeras y los
sicomoros con un movimiento mas rápido que la quilla del ligero bajel
hiende la superficie tersa de los mares .
Llegados á las orillas del Nilo , el Soldan mandó á sus soldados que
se retirasen hácia las Pirámides .
Entretanto Mohamud se adelantó hácia el gran rios y comenzó á
vagar por la ribera acompañado de uno solo de sus servidores . El con-
fidente de Mohamud era un hombre de mediana estatura y de aspecto
tan inteligente como travieso y maligno .
Ambos personajes permanecieron mucho tiempo hablando , pa-
seando y recreando sus ojos en las Oasis , islas de verdura que se di-
visaban á lo lejos , como en las aflicciones de la vida se nos aparecen
las consoladoras esperanzas .
Sin duda el Soldan aguardaba algunas personas , segun la tena-
cidad con que fijaba sus miradas en las barcas que surcaban el Nilo , y
que se dirigian á diversos puntos . Al fin apareció una barca , en la
cual venia la persona cuya vuelta aguardaba el Soldan con tanta im-
paciencia .
Muy pocos momentos despues saltaron en tierra algunos árabes , que
se dirigieron hacia las Pirámides á reunirse con la escolta del Soldan .
Solo uno de los recien llegados permaneció en compañía de Mohamud
el cual , volviéndose hácia su confidente , le dió sus órdenes para que sus
servidores le trajesen la comida á un frondoso cañaveral , adonde pen-
saba permanecer gran parte del dia .
983

Isaac , que así se llamaba el confidente , partió al punto á trasmi-


tir las órdenes de su señor , mientras que este , reclinado en una al-
fombra tendida en el suelo , cubierto de juncos y espadañas , entabló
con el recien llegado el diálogo siguiente :
-¿Qué noticias me traes?
-Señor , siento que mis investigaciones hayan sido estériles .
-¿Es posible que ninguna noticia hayas podido adquirir ?
----No he podido saber mas , sino que pocos dias despues de la con-

quista de Jerusalen , un cuerpo de tropas de vuestro antecesor Khalil


subió al monte Carmelo , y tratando de violentar á las vírgenes det
Señor , ellas defendieron su pureza con estraordinaria valentía. Irrita-
dos los infieles de tal resistencia , pusieron fuego al convento , que en
el dia no es mas que un monton de ruinas . Entretanto las monjas hu-
yeron despavoridas , como una bandada de palomas vuela desatinada
cuando las persigue el milano. Algunas de ellas , las mas ancianas,
cayeron en manos de los infieles ; pero casi todas se salvaron en las
asperezas del monte , gracias á la ligereza que les prestaba el terror , y
á las tinieblas de la noche que sobrevino en socorro de aquellas des-
graciadas .
-¿Y no las encontraron al dia siguiente ?
-A muchas hallaron despeñadas en los precipicios , y las que con-
siguieron salvarse , huyeron á buscar un asilo en algunos conventos de
la Syria.
-¿ Y por qué no has inspeccionado uno por uno todos esos con-
ventos ?
-Así lo he hecho , señor ; pero inútilmente.
Mohamud guardó silencio algunos minutos , y pareció muy conmo-
vido por el rasgo de castidad cristiana que su servidor acababa de re-
ferirle.
- Pobre Elvira ! esclamó al fin el Soldan.
. Y volviéndose á su servidor , le preguntó :
-¿Y sus compañeras no te han dado absolutamente alguna noticia
de ella ?
-Todas me han repetido unánimemente , que la noche del incen-
dio Doña Elvira fué una de las mas animosas , y que se distinguió por
un valor y una caridad sublimes , conduciendo sobre sus hombros á la
Abadesa , anciana y enferma.
Amada Elvira ! esclamó el Soldan con entusiasmo . ¡ El arrepen-
timiento ha engrandecido tu alma !
984
Nos parece que no tenemos necesidad de advertir al lector que el
Soldan Mohamud no era otro que D. Guillen Gomez de Lara , quien por
el prestigio de su génio y de la série de acontecimientos que hemos refe-
rido , habia llegado á ser el Soldan de Egipto y el dueño de la Pales-
tina y de la Syria . Escusado tambien parece decir que el servidor en-
cargado de averiguar el paradero de Elvira , no era otro que el halco-
nero Pedro Fernandez .
Aquí llegaban nuestros interlocutores , cuando súbito el halconero
lanzó un grito terrible . Acababa de descubrir á espaldas del Soldan
un enorme cocodrilo , que saliendo de lo mas espeso del cañaveral , se
adelantaba con su boca humeante y con sus ojos relucientes de gozo y
de voracidad . El mónstruo se encontraba ya á cuatro pasos , y el tur-
bado halconero se dirigió veloz como el rayo á un sicomoro que es-
taba poco distante . La carrera de Fernandez llamó la atencion del
horrible animal , que se lanzó furioso contra el halconero . Este en-
contró un asilo en las ramas del árbol , y el mónstruo comenzó á mu-
gir de rabia.
Pedro Fernandez gritaba á su señor que se alejase ; pero el Sol-
dan era demasiado altivo y valiente para huir delante de una fuerza
brutal . El orgulloso Lara se sonrojaba á la idea de verse vencido por
un monstruo inmundo , por un reptil . Afortunadamente el Soldan lle-
vaba uno de esos venablos que en las orillas del Nilo y de algunos rios
de la América son de estremada utilidad . De pronto el cocodrilo lanzó
un mugido de alegría , pues encontraba en el Soldan una presa que no
parecia dispuesta á huir , como la que acababa de escapársele. Aquel
inmenso lagarto , cubierto de su impenetrable coraza de escamas , Y
que abultaba tanto como un caballo , se arrojó como una flecha sobre
Mohamud que con una rodilla hincada en tierra , impávido y sereno , -
le aguardó.
Con la horrible cabeza levantada y con los ojos centelleantes , el
verdoso monstruo sintió con júbilo penetrar el brazo del Soldan en
la disforme y vahosa gruta , que tal parecia la boca del jigantesco
anfibio.El venablo con que el Soldan estaba armado , tenia la figura á
modo de cruz . Una punta para estoquear , y otro hierro atravesado en
ángulo recto , y cuyas estremidades terminaban tambien en agudisi-
mas puntas . El mango era de proporcionada longitud y de madera en
estremo resistente .
El Soldan se habia enrollado al brazo una piel de leon que tenia
sobre la alfombra , y así resguardado se dispuso á luchar con el hor-
1. 18

Lide S GONZALEZ MADRID MOREND nylig

Elverdoso monstruo sintio conjubilo penetrar el brazo del Soldan


en su disforme y vahosaboca
983

roroso anfibio , que llevado de su voracidad impaciente , comenzó á


cerrar la boca ; pero entonces se le clavaron las aceradas puntas , una
en el paladar y la otra en la mandíbula inferior , atravesándole la len-
gua. La ira y el dolor se apoderan del cocodrilo , que siente en su
boca dos heridas cada vez mas dolorosas por los esfuerzos que hacia
para libertarse del agudo hierro . En lugar de cerrarla , el mónstruo
abre cuanto mas puede su enorme boca para zafarse del venablo ; pero
sus esfuerzos son inútiles. Los hierros por los lados tienen afilado
corte , y por las estremidades acaban en una punta semejante á la de
las banderillas que usan nuestros lidiadores de toros , si bien el gan-
cho era doble , es decir , que una vez clavadas las puntas del venablo,
quedaron como remachadas en la testa y en la papada del mónstruo .
Dado con acierto este primer golpe , el cocodrilo comenzó á retro-
ceder hacia el rio , arrastrando al Soldan , que permanecia asido con
toda su fuerza al mango del venablo. A medida que el horrible anfibio
tiraba hácia atrás , rasgaban sus carnes las afiladas cuchillas , que al
fin se detuvieron en la fila de dientes que , como las almenas de una
torre , guarnecen la enorme boca.
Inminente era el peligro del esforzado Mohamud ! Cuando se hu-
biese encontrado en el rio , otros mónstruos acudirian á devorarle sin
ningun trabajo , atendida la imposibilidad de defenderse en medio de
las movibles aguas .

El cocodrilo , cejando como iba , no podia ver los accidentes del


terreno . Junto á la orilla del rio habia una rambla en estreno pen-
diente , o mejor dicho , un acirate cuya bajada era perpendicular. Con
un paso mas , Mohamud habria caido rodando á las aguas del Nilo . El
Soldan conoce el riesgo que le amenaza , y mientras que el mónstruo
afirma las uñas de las manos en el borde del acirate , descubriendo
así el amarillento pecho , desenvaina aquel su espada , y con pujanza
inaudita le abre una herida mortal , rasgándole el pecho hasta el
vientre .
Lanza el cocodrilo una especie de lamento. ¡ Era un grito de ven-
ganza y de socorro ! Empujando Mohamud con el mango del venablo ,
como con una palanca , la enorme masa del animal desfallecido , este
cayó rodando con estrépito por la torrontera , como un peñasco se
desgaja de la alta cima de un monte.
En este momento fué cuando realmente principió el peligro para el
Soldan. La hembra del cocodrilo apareció entonces en el rio á flor de
agua , llegó á la orilla , se detuvo junto al mónstruo , que se agitaba
124
986

en las últimas convulsiones de la agonía , y por último , divisando al


Soldan , el furioso anfibio se dirigió á vengar , por decirlo así , la
muerte de su compañero.
La subida por el acirate era difícil ; pero no obstante , el nuevo é
irritado enemigo se adelantaba con rapidez increible , y el esforzado
Mohamud no se atrevia á volver la espalda , seguro de que , aun
cuando desplegase la mayor velocidad para huir , siempre seria al-
canzado por el mónstruo . Atento , inmóvil , fascinado permaneció Mo-
hamud algunos momentos preciosos que debia emplear para ponerse
en salvo . Mohamud se encontraba sin mas armas que su espada , inútil
para la lucha que le aguardaba , pues la concha del cocodrilo es im-
penetrable para toda clase de armas , no presentando mas lado débil
que la parte inferior de su cuerpo .
Ya se hallaba el reptil á pocos pasos de distancia del Soldan, cuan-
do súbito vió caer á sus pies , como un presente del cielo , un venablo ,
del cual se apoderó el esforzado caballero con ánsia y júbilo indecibles .
Al mismo tiempo resonaron á su espalda algunos gritos y rumor de
pasos precipitados . Eran los servidores del Soldan , que avisados por
el halconero , venian en auxilio de su señor . Un esclavo negro habia
arrojado con admirable tino un venablo á los pies de Mohamud para
que se defendiese. .
El animoso caballero hizo seña á sus gentes para que lo dejasen
solo, y se apercibió á la nueva lucha , de la cual salió triunfante en
brevísimo espacio , hiriendo mortalmente al mónstruò con un movi-
miento mas rápido que fa imaginacion . El Soldan volvióse hacia los
suyos con la desdeñosa alegría que se esperimenta al triunfar de un
enemigo indigno de nuestro valor . Nada mas bello que el semblante de
Gomez de Lara en aquel momento . Ni Apolo , triunfante de la ser-
piente Python , podia compararse con el esforzado Soldan , que en
aquel instante ostentaba una frente de Júpiter , una actitud serena ,
desdeñosa , augusta , que publicaba magestuosamente el predominio
de la fuerza del hombre sobre la fuerza brutal .
El sol se hundia en occidente, y Mohamud permanecia con los suyos
en las márgenes del Nilo . Los soldados de la escolta pensaban volver al
Cairo ; pero el Soldan habia resuelto pasar la noche en las Pirámides .
Desde luego se comprenderá , que desde el momento en que Moha-
mud , huyendo de la Palestina , llegó á Egipto , su primera visita fué
á las Pirámides , maravillosos monumentos de la grandeza y de la
nada de los hombres.
987

Pero el Soldan nunca habia visitado de noche los jigantescos se-


pulcros , y este deseo era el que á la sazon trataba de satisfacer.
Llegó la noche , y por encima de la gran Pirámide, que parecia el
límite de este mundo , asomó su disco la pálida luna, como el melan-
cólico faro de las brumosas playas de la Muerte .
El Soldan mandó recogerse á todos sus soldados , y solo se reser-
vó á Isaac y al halconero para que le acompañasen en su espedicion
nocturna . Pedro Fernandez , con un hachon encendido , precedia al
Soldan y á Momo .
Subiendo algunas gradas , llegaron á una puerta de bronce que
estaba entornada. El halconero , que iba provisto de todo lo necesario
para encender la antorcha , caso de que se apagase, penetró el prime-
ro , siguiéndole Mohamud y Momo .
El Soldan se hallaba en una de esas situaciones de espíritu , en que
la melancolía es el fondo de todos los sentimientos .
Los tres bajaron una escalera de caracol que penetraba á una gran
profundidad en las entrañas de la tierra.
Era verdaderamente maravilloso el considerar que aquellos edifi-
cios tan elevados no eran , sin embargo , mas que el último cuerpo , la
flecha , por decirlo así , de una gran construccion subterránea.
Por último , nuestros espedicionarios llegaron á una estancia com-
pletamente circular , en donde se veia multitud de Ibis , de serpientes ,
de cocodrilos , de leones y de raposas , de perros y de bueyes (Anúbis y
Apis) ; en fin , una creacion en pequeño y ejecutada en piedra . En el
centro de aquella estancia portentosa veíase un elefante de prodigioso
tamaño , do cuya trompa pendia una lámpara de piedra , en cuyo fon-
do se contenia antiguamente un líquido que en la oscuridad brillaba
con el mismo resplandor que una antorcha.
En seguida penetraron en otras mansiones sepulcrales de forma
cónica , y en las que se veian acá y allá esparcidas muchas momias
y varias figuras de granito adornadas con ramas de loto y de palme-
ra. Todo aquello formaba un espectáculo estraño , maravilloso , terri-
ble, inesplicable . La hora , el sitio , la temblorosa luz de la antorcha , el
silencio de la muerte , y el aliento de la eternidad que allí se respira-
ba , infundia en nuestros personajes mil ideas lúgubres , un tropel de
sentimientos de sorpresa y de horror.
Pero nos equivocamos . Uno de los tres se mostraba tan en estremo
risueño , como graves y reflexivos parecian el Soldan y el halconero.
Largo rato continuaron nuestros héroes vagando á șu sabor por
988 .

los inmensos y subterráneos tránsitos de la gran Pirámide de Cheops ,


hasta que , por último , comenzaron á subir por otra escalera que con-
ducia á una especie de plataforma . Allí se detuvieron , y el Soldan
rompió el obstinado silencio que hasta entonces habia guardado .
-¡Cuánto se abisma el pensamiento del hombre al penetrar en es-
tas mansiones de la muerte ! ¡ Cuántos pueblos destruidos ! ¡ Cuántos
siglos ocultan sus rugosos semblantes en estas tinieblas ! ¡ Cuántos
reyes poderosos reposan en este recinto !... ¿ Qué habrá mas allá de
la tumba ?... ¡ Misterio ! ... ¡ Misterio !
Así reflexionaba el Soldan , que , á pesar de su carácter altivo , no
podia sustraerse á la gravedad de pensamientos que naturalmente ins-
piraban aquellos sitios ..
La noche , los sepulcros , los esqueletos y las palabras del Soldan,
no causaron mas impresion en Momo , que suministrarle un asunto mas
de risa .
-Tantos animaluchos , dijo Momo , solo prueban la necia supersti-
cion de los Egipcios . ¿ Si seria esta la despensa que destinaban á sus
padres para el viaje del reino de Pluton ? Mientras gastaban el tiempo
en construir estas enormes Pirámides para los muertos , hubieran he-
cho mejor en fabricar agradables palacios para los vivos .
-¿No lees nada en todas esas momias ?
-En todas estas momias ... Vamos ... Esto pudiera fácilmente tras-
formarse en un gabinete de diseccion .
-¡Yo no comprendo al género humano ! Siempre se fijan en lo que
es útil , en lo que sirve á los sentidos , á los goces positivos , á las
ventajas materiales .
-El género humano hace muy bien , señor . ¿ Quereis que los hom-
bres se fijen en ilusiones , en fantasmas ? ¡ Eso es coger moscas en los
espacios imaginarios ! añadió Momo riéndose .
-¿No comprendes tú que tambien los pueblos esperimentan nece-
sidades morales ? La idea de la muerte , que es el misterio mas grande
de la vida , ¿ no hiere la imaginacion de los hombres con estraordina-
ria fuerza ? ¿Y se dirá por esto que esta idea es una necesidad mate-
rial ? Un palacio , un acueducto, un canal, una calzada , por jigantescos
que sean , ¿ podrán compararse nunca con esta otra clase de edificios ,
que simbolizan ideas y sentimientos? ¡Oh ! El alma tiene tambien nece-
sidad de esteriorizarse , y hé aquí el origen verdadero de las artes .
¿No comprendes que valen mas los Egipcios habiéndonos escrito con pi-
rámides sus ideas , que si hubiesen construido un acueducto?
989
-No comprendo nada de eso.
El Soldan bizo un gesto de impaciencia , y permaneció meditabun-
do algunos instantes .
De pronto preguntó :
-¿Me sabrás tú esplicar la muerte ?
-A las mil maravillas .
-Veamos .
-La muerte es la cesacion del goce . Se convierte uno en tierra,
y... esto es todo !
No ! gritó el Soldan . Yo no puedo creer que somos aniquilados
del todo... ¡ La muerte !... ¡ Es una transformacion ! Yo la deseo , por-
que ya nada puede satisfacer mi alma en este mundo limitado... Mien-
tras que el horizonte se estiende , la vida se desarrolla ; cuando vemos
lo mismo hoy que ayer , la vida se paraliza... Ahora todos los hori-
zontes de mi inteligencia y de mi amor se limitan , se estrechan , y...
cuando esto sucede en el alma humana ……
. ¡ no queda mas remedio que
morir !
-Sois muy jóven todavía , y podeis gozar mucho.
-No tengo jóven mas que el cuerpo.
-Quiere decir , que aguardeis gozando á que envejezca .
-No , no... ¡ Yo soy dueño de mí !…...
En esto se oyó un lamento , que se dilató como un espíritu del aire
por todos los ámbitos de aquel recinto .
Durante algunos minutos se miraron todos sorprendidos y confusos .
-¡ Dios tenga misericordia de nosotros ! esclamó el halconero.
-¿Si será algun alma en pena? dijo Momo soltando una carcajada .
-Vamos á ver qué es eso , dijo el Soldan , indicando al halcouèro
que se encaminase hacia el punto donde habia sonado aquel suspiro .
Como se suele decir , no las llevaba todas consigo el halconero ,
que era por demás enemigo de apariciones ; pero , al fin , haciendo de
tripas corazon , dirigióse en busca de la supuesta fantasma , siguién-
dole el Soldan y Momo.
Muy pronto llegaron á una pequeña puerta que daba paso á un re-
ducido aposento de figura piramidal . Allí encontraron , sentada sobre.
un monton de hojas de cañas , á una mujer de repugnante aspecto y
inal cubierta con algunos andrajos .
Quién eres ? preguntó Mohamud en árabe .
La anciana balbuceó algunas palabras en el mismo idioma , pero
no acertaba á esplicarse con claridad :
990

-Sin duda esta mujer será la que , segun he oido , habita en las
Pirámides , dijo el halconero en español .
-Es verdad que he oido hablar de una penitente , repuso el Soldan .
-¡Penitente ! esclamó la vieja , riéndose con espresion satánica.
-¿Sabes hablar el español ?
-Yo soy española.
-¡Válgame Dios ! esclamó el halconero asombrado . ¡ Es la vieja
Plácida ! ¿ Quién diablos te ha traido por aquí ?
-Mi mala suerte . Pero ¿ quién sois ?
-¿No me conoces ? ¿ No te acnerdas de Pedro Fernandez , el hal-
conero del señor de Alconetar?
La vieja fijó sus ojos atónitos en el halconero .
-¿Quién habia de conocerte , dijo , en ese traje ?
Plácida refirió entonces cómo llevaba algun tiempo de habitar en
aquella mansion , y que debia su subsistencia á las costumbres hospi-
talarias de los musulmanes.
-Todos los dias , añadió , salgo á buscar mi vida , y por la noche
me recojo en este aposento.
-Pero muy pronto vendrán las inundaciones , y os será imposible
permanecer aquí , dijo el Soldan . Desde mañana podeis trasladaros al
Cairo , y os asigno una suma que cobrareis de mi tesoro , para que vi-
vais cómodamente. Me basta que seais española , para inspirarme el
mas vivo interés .
-¿Quién sois vos ?... Me parece que vuestra voz no me es desco-
nocida ……
.
-Soy el Soldan de Egipto .
-Es mi señor D. Guillen Gomez de Lara.
- Don Guillen ! esclamó Plácida con un acento indescriptible .
Y dando un salto como un tigre , clavó sus ojos cavernosos en el
Soldan , que no sin estrañeza contemplaba á la vieja .
Era tal y tan satánica la espresion de la mirada de Plácida , que
otro que D. Guillen habria retrocedido horrorizado .
Pero la anciana ", volviendo sobre sí , recapacitó , se detuvo , y por
último , se desplomó otra vez sobre su lecho de hojas , con el aire des-
fallecido de una persona que esperimenta un agudo dolor.
-Nada , dijo , nada recibiria de vuestra mano , ni la salvacion de
mi alma .
-¿Qué mal os he hecho yo ? preguntó el Soldan.
-¡ Asesino !
991
¡ Pobre mujer ! ¡ Está loca !
-No , no estoy loca . Tú diste muerte á mi hijo en las inmediacio-
nes de Alconetar .
-Lo ignoro completamente,
-Buena pieza era tu hijo , observó el halconero , que volviéndose
hácia D. Guillen , añadió :.
-Yo si me acue rdo , señor , de la aventura que dice Plácida.
-¿Y qué es ello ?
-¿No os acordais que en cierta ocasion , al volver de cacería , nos
salió al camino un hombre á quien herísteis ?...
-¡Era un ladron !
-¿Y es esa razon bastante para que una madre se quede sin su
hijo? replicó la vieja .
Momo se echó á reir .
El halconero suspiró .
Y el Soldan guardó silencio durante algunos minutos .
-Yo ignoro si aquel hombre murió de resultas de la herida que le
hice. No sé mas sino que salió á robarnos , me defendi , lo derribé , y
seguí mi camino .
El hijo de Plácida era uno de los bandidos de la partida de Garcés ,
el esposo de la hija de Millan y Fidela.
En vano el halconero in stó á la vieja Plácida para que aceptase
los beneficios de su señor , esplicándole que D. Guillen á la sazon éra
el Soldan de Egipto . Aquella mujer rencorosa rechazaba todas las pro-
posiciones que se le hacian.
-¡Ahora es rey ! esclamaba . La fortuna se complace en favorecer
á los malvados ... ¿ Qué importa ?... ¡ Me he vengado ! ¡ Me he vengado !
El Soldan oyó estas palabras , y preguntó :
-¿En qué ha consistido tu venganza ?
Plácida tuvo miedo , y respondió :
-¡Ah ! ¿ Cómo hubiera podido vengarme de un señor tan poderoso?
-Decididamente ha perdido el juicio , dijo el halconero.
Mohamud se retiró al punto en que habia determinado pasar la no-
che , y en donde ya sus esclavos le tenian preparado el lecho .
Cuando el Soldan y los que le acompañaban se hubieron alejado ,
la vieja esclamó :
-¡Imbécil !... ¡ Yo te arrebaté á Elvira ! ... Me he vengado !
Maldito seas !
ROVE

CAPITULO LXXIX.

Lo que valen las primeras impresiones.

ON Guillen Gomez de Lara , que en los pri-


meros años de su juventud estaba dotado
de una indole tan generosa , habia sufrido.
en su carácter las modificaciones mas es-
traordinarias , á consecuencia de haber en-
contrado en su camino una mujer del temple
de Elvira . La casualidad habia hecho que
aquellos dos séres se conociesen . ¡ Cuánto el
azar influye en el destino del hombre !
Inútilmente habia investigado el señor de Alconetar el paradero de
Elvira y de su antiguo amigo Alvaro del Olmo . Respecto á este
último , solo pudo averiguar que no habia muerto de resultas de su
herida . Segun algunos informes , por mas que no fuesen del todo fide-
dignos , Gomez de Lara habia llegado á entender que su amigo de in-
fancia no se habia embarcado para Europa con los Templarios , á causa
de hallarse todavía en mucho peligro é imposibilitado de dejar el lecho,
cuando Khalil se apoderó de Jerusalen . Hasta aquí llegaban las noti-
cias del señor de Alconetar . Solo nos resta añadir, que Alvaro del Olmo
habia curado de su peligrosa herida , y que cuando se halló completa-
mente restablecido , se alejó de Jerusalen con propósito de encerrarse
993

en un convento de la Thebaida , una vez que le era de todo punto im→


posible regresar á Europa . La moralidad del honrado Alvaro llegaba
hasta el estremo de creer que no debia volver al siglo , supuesto que
habia pronunciado solemnes votos que le imponian la obligacion de
vivir en castidad y pobreza . Ni era para él disculpa bastante el verso
lejos de sus superiores . Dentro de sí mismo llevaba un juez inflexible ,
su conciencia.
Cuando Pedro Fernandez llegó á Jerusalen para sacar de allí á
Blanca y á Mari Ruiz , el buen halconero procuró informarse de la
suerte de Alvaro; pero, como siempre , en la Casa de los Templarios no
le dieron razon alguna .
Khalil , á pesar de su génio belicoso , estaba dotado de magnani-
midad y clemencia . Así , pues , cuando invadió la Ciudad Santa , trató
con generosidad á las mujeres , ancianos y á todos los que se hallaban
enfermos , entre cuyo número habia algunos Templarios y Hospita-
larios .
Ya sabemos que D. Guillen era de un carácter soberanamente orgu-
lloso para sujetarse al castigo terrible que los Templarios le hubieran
impuesto por su conducta , y que despues de herir á Alvaro y de escalar
el monasterio del monte Carmelo , se habia encaminado, vestido de ára-
be, á la ciudad de Gaza, en cuyo punto prometió aguardar á Pedro Fer-
nandez , que efectivamente se le reunió acompañado de Blanca y Mari
Ruiz .

Pedro Fernandez , modelo de lealtad , siguió siempre la suerte de


su señor, y despues que por las maravillosas vicisitudes que hemos
apuntado brevemente , Gomez de Lara llegó á ser Soldan de Egipto ,
compró una magnífica quinta , sombreada de palmeras , en las inme-
diaciones del Cairo, donde habitaban Blanca y Mari Ruiz . No nos de-
tendrémos á pintar la amargura de la mas bella y enamorada de todas
las mujeres . Blanca se complacia en dispensar á manos llenas limos-
nas , beneficios y consuelos á todas las familias pobres que habita-
ban en los campos , á todos los afligidos que llegaban á su puerta .
El ángel de los dolores se habia convertido ahora para aquellas gentes
en la hada de las bondades .
Entretanto el Soldan , siguiendo las sensuales instigaciones del
maligno Momo , habia reunido en su palacio del Cairo cuanto el lujo
y la imaginacion pueden inventar para recreo de los sentidos . Milla-
res de mujeres, las mas hermosas de todos los paises de la tierra , pb-
blaban el haren del Soldan , á quien la fortuna le habia concedido in-
125
994
mensos tesoros y un dilatado reino en los mas hermosos climas del Uni-
verso, donde los céfiros exhalan sus soplos mas apacibles , donde los
amantes ruiseñores lanzan sus mas armoniosos trinos , donde el cielo
brillante ostenta su manto mas azul , donde las flores se adornan de sus
mas impintables matices y exhalan sus mas embriagadores perfumes,
donde las altas palmeras parecen escalar los cielos , donde las Oasis
fingen á la imaginacion encantadas mansiones , donde la naturaleza ha
derramado todos los tesoros de su fecundo seno , toda la magestad de
su poderío , toda la mágia de sus mas bellas sonrisas . Con razon podia
decirse en aquella época , que en el gran Cairo estaban acumuladas to-
das las delicias del Eden .
Nada mas admirable ni suntuoso que el palacio habitado por el Sol-
dan. En todas las habitaciones habia fuentes que à placer se podian
dejar correr, ó cerrar por medio de llaves las áureas bocas de leones ,
de grifos y de otras figuras maravillosamente ejecutadas. Todos los
aposentos estaban adornados con soberbia pompa de alfombras , de di-
vanes y de suntuosos muebles de marfil y oro . Veíanse allí anchurosos
patios embaldosados de lucientes mármoles ó de bellos mosaicos, y aco-
tados por galerías y columnatas que sostenian arcos prodigiosamente
enriquecidos de menudas labores sutiles como el pensamiento.
Los encantos del arte estaban allí unidos con los de la naturaleza,
como dos hermanos enlazados con guirnaldas de flores . Embellecian
aquellos mágicos recintos sublimes palmeras , verdes sicomoros y na-
ranjos en flor , que parecian cubiertos de blancas mariposas. Veianse
además rosales , albahaca y mil arbustos odoriferos.
En los jardines habia algunos departamentos destinados á los ár-
boles frutales , que ostentaban una gran variedad de frutas, tan agrada-
bles por sus matices y formas como por su esquisito gusto. En otros
parajes se veian crecer à un mismo tiempo todas las flores qué en
otros paises crecen en distintas estaciones, maravilla realizada á me-
dias por la benignidad de un clima encantador y por el ingenioso arti-
ficio de las acequias , que á cada planta suministraban solamente el
agua bastante para alimentar su vida con esplendor. Allí se veianma-
ceteros que formaban varias figuras de hombres , de animales y edifi-
cios; pero todo en una proporcion jigantesca . Un macetero llamaba so-
bre todos la atencion . Estaba colocado en un ancho círculo , y repre-
sentaba un castillo . Las macetas , unas parecian hechas de búcaro , y
otras de mármol; pero todas por su forma, colores y aun por las plan+
tas que alimentaban , contribuian admirablemente á imitar el corte y
995

las junturas de las piedras , y hasta las plantas parietarias que brotan
en los muros de una antigua fortaleza . Solo allí podia conocerse hasta
qué punto la naturaleza es flexible y cariñosa para prestarse á la es
presion de todo lo que el hombre piensa , siente ó imagina.
Rodeaba aquel espacioso círculo un barandal de metal dorado y una
calle de verdes mirtos interpolados de acirates donde brillaba multitud
de flores. La rosa , el narciso , la violeta , la anémona , el sicamor , la
menotisa , el cinamomo , el clavel , la azucena , la siempreviva , os--
tentaban allí su graciosa belleza . Nada mas suave y delicioso que el aire-
que se respiraba en aquel recinto . Diríase que aquel era el pórtico mag-
nífico por donde la ansiosa juventud penetra fascinada por las ilusio-
nes, y se lanza gozosa á recorrer los floridos campos de la vida.
Un lago en figura de ánulo , y en cuya trasparente superficie se
retrataba el cielo , circuia todo aquel espacio , como si hubiesen que-
rido representar un foso lleno de agua , ó un riachuelo que circundase
el florifero castillo . Para que la ilusion fuese mas viva , se veian algu→
nos puentes levadizos sobre aquella especie de estanque , por donde
era preciso pasar para ir á la simulada torre.
En la calle de mirtos se veian de trecho en trecho algunos altos
cipreses que figuraban inmóviles vigías para la defensa del castillo , Ó
como si aquellos árboles lúgubres quisiesen recordar, la muerte en
medio de tanta pompa , frescura y lozanía.
Algunas higueras de Indias , que estaban en lo mas elevado del
macetero , con sus anchas hojas en forma de pala , figuraban las alme-
nas de la torre , sobre la cual se veia ondear al viento el estandarte
del Soldan. Toda la armazon de aquel artificioso macetero era muy só-
lida y hecha de bronce. No cabe en esplicacion el efecto sorprendente
y agradable de aquella brillante fantasía oriental , de aquella arqui-
tectura de nueva especie , de aquel edificio de flores.
En otro departamento habia una dilatadísima pajarera , cuyo in-
menso enrejado estaba hecho de listones de sándalo y alóe . Allí se en-
cerraba prodigiosa multitud y variedad de aves canóras de todos ta-
maños y de espléndidos plumajes . Era su alimento ajonjolí , y tanto la
comida como el agua la tenian en preciosos vasos de jaspe y ágata .
Inútil es encarecer el gran número de esclavos que se necesitaba para
que todo estuviese con el mas artificioso arreglo y con la mas estra-
ordinaria pulcritud.
¿Quién podrá pensar que despues de tantas maravillas , aún no
hayamos llegado al mágico recinto que verdaderamente reclama toda
996

nuestra atencion ? En el centro de un dilatado jardin se levantaba un


edificio portentoso sobre una gradería de ricos mármoles. El edificio
era circular y se hallaba completamente exento , y estaba fabricado
de luciente pórfido . Alrededor, y á distancias exactamente iguales ,
daban entrada al edificio doce puertas de nácar con incrustaciones de
oro formando preciosas labores , figuras de aves , de reptiles , y ba-
tallas. A cada una de las doce puertas conducia una calle de atrevidas
palmeras , que mecian sus copas victoriosas en la region de las nubes .
En el interior de aquel palacio habia mágicos aposentos destinados
á misteriosas escenas de amores , salas donde estaban depositadas con
simetría muchas clases de ricas armas , bibliotecas , gabinetes de an-
tigüedades egipcias , griegas y romanas , deliciosas termas con aguas
odoríferas , y fuentes cuyos armoniosos cristales , formando afiligra-
nados surtidores , se vertian en elegantes tazas de alabastro . El cen-
tro de aquel paraiso , levantado al soplo creador de la arquitectura
árabe , era un estenso salon tambien de forma circular . Cien columnas
de mármol blanco sostenian la osada cúpula que se abalanzaba á los
astros . Alrededor , en los intercolumnios , se veian gallardos jarrones
de porcelana , de cristal y ágata , enriquecidos de filetes de oro y pe-
drería . Además , veíanse de trecho en trecho aximeces sostenidos por
columnitas , y con antepechos de labor alicatada . Los doce aximeces
daban vista á las doce calles de palmeras , que se perdian en hermosos
horizontes .
Frente à la puerta principal del salon habia un gabinete , no muy
grande , pero adornado con esquisito gusto . El pavimento estaba enta-
pizado con una alfombra persiana , los sitiales eran de marfil , y los
almohadones de los sofás estaban hechos de riquísimas telas con rapa-
cejos de oro , de cuyo precioso metal era tambien una lámpara que ,
pendiente del rico artesonado , iluminaba el aposento . Vefase tambien
un lecho de pluma y seda , cuya armazon era de plata . Junto al lecho
habia una mesa de alabastro , y sobre la mesa una cartera , una re-
doma y una copa de oro .
El Soldan de Egipto , con sus conquistas , con sus riquezas , con
sus conocimientos científicos y con la fuerza creadora de su génio, ha-
bia vuelto á realizar en aquellas regiones todas las maravillas de Se-
miramis y de Salomon . Aquel hombre bien pudiera llamarse el Antinoo
de la hermosura , el ángel de las batallas , el demonio de la desespera-
cion , el Júpiter de la inteligencia y el primogénito de la fortuna. El
Soldan , rodeado de cuanto la imaginacion humana puede inventar y
C Lu de M.Sanchez Huert.ee 1618

D. GUILLEN GOMEZ DE LARA


997

apetecer , se hallaba con el corazon lleno de amargura en el gabinete


de que hemos hablado . El hermoso caballero , cubierto con un manto
brillante de púrpura , y sentado junto à la mesa , con la frente apoya-
da en una mano , fijaba sus negros ojos en la cartera , con una espre-
sion que revelaba la tristeza mas profunda .
¿Qué era lo que sucedia en aquellos momentos en el alma de aquel
mortal privilegiado ? Con el ímpetu sonante del torrente de las pasiones ,
con la sublime osadía del águila que se remonta á las nubes y contem-
pla frente á frente el fulgurante disco del sol , había recorrido todas las
vias de la actividad humana , conocia todas las ciencias , poseia todas
las artes , habia esperimentado todos los sentimientos , la amistad , el
amor , la ambicion , la gloria , la sensualidad ... ¡ Y buscando todos los
placeres , no habia encontrado sino todos los dolores !
El Soldan pensaba en su vida pasada , recordando con placer y
con dolor ( porque ambas cosas van casi siempre juntas , y no pueden
existir en el Universo la una sin la otra ) ; pensaba en los bellos años
en que a la hora de dormir traia fácilmente à la memoria todos sus
pensamientos de niño y los dorados ensueños de la adolescencia . ¡ Feliz
aquella edad en que la balumba de las decepciones aún no ha llenado
de confusion el cielo sin nubes de nuestra existencia ! ¡ Feliz el alma
que en su primer mañana se mira en el espejo radiante de su propia
ternura , y como la mariposa recien nacida , ávida de luz y de perfu-
mes , tiende gozosa sus alas de oro hácia el sol y hacia las flores !
Nada mas interesante que la espresion del Soldan . En su desdeño-
sa boca , en su altivo semblante , á que prestaba irresistible magestad
su negra y reluciente barba , en sus ojos brillantes de amargura y de
soberbia , era fácil leer un conjunto á la vez disforme y bello de pe-
queñez y de grandeza .
Don Guillen hojeaba la cartera , com, si quisiese buscar una pági-
na determinada . Al fin se detuvo , y leyó con glacial sonrisa estas
palabras :
« La ciencia es una montaña hueca . La amistad es el interés . El
>> amor no es mas que un hermoso pensamiento . La ambicion es un
>> trabajo . La gloria es un ruido . El tiempo pasado es un campo de
>> cipreses . El presente es un cuaderno de aritmética . El porvenir es
>> un palacio de diamantes entre las nieblas... >>
Al llegar aquí , el Soldan suspendió su lectura y murmuró :
-¡Qué diferencia ! Cuando escribí estas líneas , el porvenir aún tenia
algun encanto para mi alma . Ahora... el porvenir en este mundo es
998
1
el hastío , la monotonía , la prolongacion de la misma línea... ¡ Hé aquí
la causa de la muerte ! El tiempo es siempre el mismo . Las criaturas
deben renovarse .
Abrióse en esto la puerta, y presentóse un esclavo negro, anuncian-
do á Stigio Momo . El Soldan mandó que entrase , dando al esclavo la
orden de que fuese á llamar al halconero .
El médico , segun su costumbre , se presentó con su aire vivaz y
picaresco , y al punto se apercibió de la ocupacion del Soldan .
-Verdaderamente que no comprendo cómo algunos hombres go-
zan tanto escribiendo sus pensamientos , dijo Momo. Siempre que os
veo leyendo vuestras memorias , teneis el semblante demudado , y en
uso de mis facultades hipocráticas os deberia prohibir que leyéseis en
esa cartera. De otro modo vuestra salud peligra.
-¡Mi salud ! Yo soy la prueba mas evidente de la falsedad de tus
principios. En la salud y en las riquezas colocas tú la dicha . Jamás
ningun hombre ha sido mas rico ni mas vigoroso que yo lo soy... ¡Y
sin embargo , trocaria mi suerte con un mendigo , si al cambiar de
estado pudiera tambien cambiar de alma !
El médico hizo un gesto que significaba :
-No comprendo semejante modo de pensar.
A la verdad , el hermoso caballero padecia cruelmente , leyendo las
reflexiones estampadas en la cartera.
Don Guillen leia en voz alta , acaso con la intencion deliberada do
oir las ocurrencias de Momo ; pues ya se comprende que un hombre del
carácter del médico era el espíritu de contradiccion en persona , y no
dejaba pasar ningun pensamiento de los que estaban escritos en la car-
tera , sin que llevase su correspondiente crítica.
El Soldan leyó :
-
« El capullo es mas bello que la rosa . »
-Sobre eso hay opiniones, observó Momo.
-« La luz del alba es la mas bella. >>
-Prefiero la del medio dia.
—« La vírgen de los primeros amores es el perfume de la flor del
alma. »
-Entonces es muy difícil que el alma tenga perfume.
-«Todo en el hombre propende á la unidad. >>
-En la variedad consiste el placer.
«La primera vez que sentimos , es la única que sentimos verdade-
ramente . >>
999

En ese caso, el hombre estaria reducido á no contar más que el


número uno .
-Tú no me comprenderás nunca ! esclamó el Soldan, cerrando de
golpe la cartera .
-Es para mí una desgracia muy sensible.
Y Momo se sonrió con fingida humildad .
Entre tanto el halconero estaba de pie á la puerta del gabinete y
lanzaba miradas de ódio al médico ; pues entre aquellas dos naturale-
zas mediaba la mas completa antipatía .
Pero es lo mas admirable, que sucediendo lo mismo entre el Soldan
y Momo, este, sin embargo , ejercia grande influencia sobre aquel . ¿En
qué consistia que Momo pudo ligar á la vida al jóven que no tenia fé
en ningun sentimiento ? Despues que el Soldan hubo perdido completa-
mente la esperanza de encontrar á Elvira , cayó segunda vez una losa
sepulcral sobre su corazon . La idea de salir de este mundo se presen-
tó entonces á D. Guillen , como aparece el faro rutilante á los ojos del
náufrago.
Durante algun tiempo Momo consiguió que la vida no fuesetan pe-
sada para el Soldan , que abismó sus dolores en el lago cenagoso del
sensualismo .
Pero el remedio de Momo era grosero, impuro, ineficaz y aun re-
pugnante para la elevada naturaleza del hermoso caballero . Muy
pronto se agotó el líquido embriagador de la sensualidad , y renació el
hastio con mayor amargura , la tristeza se convirtió en desesperacion,
y ya ninguna isla , ninguna estrella , iluminó su horizonte.
Largo rato continuó D. Guillen silencioso , y cada vez su frente es-
taba mas sombría. El desgraciado esperimentaba la tristeza mas hor-
rible que jamás llenó de hiel à un corazon humano , la tristeza del des-
aliento, el luto de las muertas ilusiones , cuando nada se desea , y cuan-
do hasta faltan lágrimas para llorar . ¡Dichosos los que lloran , porque
estos nunca gustarán la amarga copa que un destino adverso presen-
taba á D. Guillen con satánica sonrisa !
¿Dónde huyeron aquellas dulces horas , cuando en las márgenes
del Tajo vagaba entre frondosas alamedas , al suavísimo fulgor de la
luna , que trémula como una virgen en presencia de su amado , der-
ramaba su luz sobre las ondas cristalinas ? ¿ Dónde estaba aquella
imágen seductora de la mujer querida , que con sus negros rizos flo-
tantes sobre el cuello de marfil se presentaba á sus ojos en la hora del
crepúsculo , y con la sonrisa de un ángel le mostraba el cielo? ¿ Dónde
1000
estaba el entusiasmo , aquella vitalidad generosa , aquel encanto inesplica-
ble que llenaba de júbilo su corazon , cuando en las frescas mañanas del
abril contemplaba la creacion engalanada de flores y llena de armo-
nías? ¡Ah ! la mano helada del desengaño , el soplo estéril de la duda,
la horrible liviandad de Elvira habia secado en el alma del Soldan la
fuente del sentimiento . El infeliz nada esperaba , nada creia . Su co-
razon era un árbol herido del rayo , el cáuce seco de un rio .
Habia llegado el dia en que el Soldan resolvió llevar á cabo su
propósito de no estar encarcelado por mas tiempo . Don Guillen habia
visto siempre con secreta complacencia, que en el negro abismo de sus
desdichas se dibujaba una figura pálida y descarnada , que estendia
hácia él sus brazos de esqueleto. ¡Aquella era su única esperanza !
La mayor amargura , el infortunio irremediable del Soldan , con-
sistia en esa identidad del alma humana , que aspira eternamente á
reconcentrar en un solo punto el pasado , el presente y el porvenir . La
revelacion del sentimiento habia comenzado para D. Guillen á la vis-
ta de la hermosa Elvira , y aquel nuevo y delicioso desarrollo de to-
das sus facultades debia continuar en línea recta , para haber causado
la felicidad del mancebo . Horrorosos acontecimientos desviaron la her-
mosa estrella de sus amores de su órbita natural , y las puertas de la
esperanza se cerraron inexorablemente para el jóven , que habia recon-
centrado toda la energía de su alma en los recuerdos . ¡Los recuerdos !
Aquella existencia fogosa habia llegado realmente á su término . ¿Quién
podia lanzar de nuevo á D. Guillen á los floridos campos de la espe-
ranza , cuando sus ojos estaban siempre fijos en lo pasado? Era necesa-
rio que naciese de nuevo, era preciso morir .
En vano Stigio Momo le incitaba á que amase á otras mujeres .
No era la fé en el amor de Elvira la que habia perdido D. Guillen , sino
la fé en el amor.
Mientras que Gomez de Lara permanecia silencioso , el buen halco-
nero no dejaba de mirar á su señor , como si presintiese una desgracia;
pero los consejos de Momo se redujeron , como siempre , á escitar la
sensualidad del caballero , que sin hacer caso de las palabras del mé-
dico , y siguiendo el hilo de sus pensamientos , esclamó de pronto:
-¡Morir ! ¿Qué significa esta palabra?
--Ya os lo he dicho. Dejar de gozar .
-No , no... ¡ El hombre es eterno! ¿ Quién podrá convencerme de
que yo seré aniquilado completamente ? ¡ Jamás ! ¡ Jamás !
- El hombre
es eterno !... ¡ Donosa idea ! En este momento me es-
1001

tais recordando aquel loco de Sierra Elvira... En camino os veo de


haceros mágico .
Y Momo soltó una carcajada .
Don Guillen continuó con voz doliente : /
-¡Oh ! El entendimiento del hombre es tan limitado , que no tiene
la mas mínima idea ni del acto de la creacion , ni de la nada ... ¡ Mise-
ros humanos ! Desconocen igualmente la puerta por donde se entra y
por donde se sale del teatro de la existencia .
-Verdaderamente , señor , que os afligis sin motivo. ¿Qué quereis ?
¿Qué deseais ? ¿ Teneis mas que pronunciar una palabra , para satisfa-
cer los mas estraños y costosos caprichos ?...
-Oh ! Nada quiero , nada deseo ... ¡Quiero morir !... La muerte
no me llama , yo la llamaré á ella ... En esto emplearé el único resto
de voluntad que aún hay en mi alma .
-¡Sois incomprensible ! ... Yo voy ahora á visitar mis mujeres... Os
aconsejo que hagais lo mismo , y estoy seguro de que se disipará vues-
tro mal humor . Por mi parte , ya que es preciso morir... I quiero mo-
rir gozando !
-Goces materiales !
-¿Acaso hay otros ?
-¿No tienes alma?
-Mi querido señor , ya sabeis que yo no creo sino en lo que tiene
forma , color , sabor , olor ; en fin , en lo positivo. Ahora bien , os su-
plico que me aviseis , si os la llegais á encontrar .
-¿A quién ?
-Al alma. Por mi parte, la he buscado siempre en vano . Nunca ho
podido encontrarla. ¿ Qué señas tendrá esa cosa que tanto dicen que
puede , y que es invisible é impalpable?
-¡Es posible ! En una mujer , por ejemplo , ¿ no buscas tú , no
amas , no deseas mas que las formas ?
-Nada mas . En siendo hermosa una mujer , merece toda mi pasion .
-Pero el alma... las calidades morales... En estas considera-
ciones se fija la conciencia universal , el sentido comun del género
humano .
-Se me ocurre una idea ! dijo Momo . Supuesto que tal es vuestra
opinion , veamos si los hechos estan acordes con ella . Yo os propongo
que viajeis por todos los paises del mundo , y que à todos los esposos
apasionados y á todos los amantes que encontreis , ya sean árabes ,
judíos ó cristianos , les hagais una proposicion...
126
1002

Momo se detuvo , porque se reia con tal gana , que no podia con-
tinuar .
-Habla.
-La proposicion consiste en que digais à los esposos y amantes :
« Vosotros posceis sin duda alguna el alma de vuestras amadas ; pero
dejadme su cuerpo . » ¡ Y entonces vereis lo que os responde la con-
ciencia universal , el sentido comun del género humano !
Y apenas hubo dicho estas palabras , Momo se alejó riendo estre-
pitosamente .
El Soldan le siguió con la vista y con un ademan que parecia
decir :

-¡ Parece increible que entre los hombres haya organizaciones tan


diferentes !
El halconero , que habia oido toda la conversacion , y naturalmen-
te habia aplicado el ejemplo á su querida Mari Ruiz , por mas que en
otras ocasiones mirase con repugnancia instintiva el modo de pensar
de Momò , en aquella ocasion , sin embargo , decia para su coleto :
-¡ Demonio de médico ! ¡ Este hombre es de la piel del diablo !
Pero muy pronto el buen Pedro Fernandez volvió á su natural
gravedad . Inmóvil en el dintel de la puerta , y con una marcada es-
presion de tristeza , aguardaba las órdenes de su señor , que al fin le
dijo con cariñoso acento :
-Acércate , Pedro , acércate .
El halconero obedeció.
-¿Qué tienes? ¿ Por qué estás triste ? ¿Acaso te acuerdas de Es-
paña ? Hablame con franqueza .
-Es verdad , señor , que me acuerdo de España ; pero se me im-
porta un ardite no ir allá . Con tal que yo esté à vuestro lado , viviré
contento , aunque sea en el fin del mundo .
-Yo creo que tú estás amostazado porque aún no te he permitido
que te cases con Mari Ruiz , dijo el Soldan con melancólica sonrisa .
-¡Ah señor ! No digais tal ; porque ni ella ni yo hemos deseado
todavía de veras ...
El halconero se detuvo .
-No mientas . Yo sé que nada apeteces con mas vehemencia que
casarte .
-No digo lo contrario ; pero lo que yo queria decir , es que ni ella
ni yo lo deseábamos tan de veras , que por ello quisiésemos disgustar
ni á vos ni á Doña Blanca .
1003
Este último nombre causó mucha impresion en D. Guillen . La po-
sicion respectiva del Soldan y Blanca merece algunas esplicaciones .
Ya sabemos que el amor de aquella jóven desgraciada hácia
D. Guillen era infinito y puro como el de los ángeles en el cielo ; pero
por desdicha el amor del Soldan era de muy diversa índole . Inútilmen-
te desplegó D. Guillen todo el brillo de la fortuna , de la soberanía y
de la hermosura. Blanca permaneció siempre dentro del límite señňa-
lado por su virtud acendrada .
Momo llegó hasta el estremo de proponerle al Soldan el uso , é
mejor dicho , el abuso de un narcótico , que él mismo se encargaba de
confeccionar. Nada hubiera sido mas fácil á Gomez de Lara que poseer
á Blanca por este medio inícuo ; pero debemos decir , en honor de la
verdad , que D. Guillen rechazó con indignacion la propuesta del
médico .
Tambien debemos añadir , á fuer de narradores imparciales , que
Gomez de Lara no fué generoso y caballeresco precisamente por vir-
tud , sino por soberbia . El Soldah era demasiado altivo para satisfacer
su amor por medio de una violencia . Aquel hombre de elevada natu-
raleza , y dotado de un orgullo soberano , deseaba y exigia que Blanca ,
sola y esclusivamente por ser él quien era , se prestase á satisfacer
hasta los mas mínimos caprichos de su voluntad.
Y como en tales caractéres ocupa el primer lugar la tenacidad,
D. Guillen , ansioso de salirse con la suya , como se suele decir , no
tuvo inconveniente en ofrecer á Blanca su mano de esposo . Al hacer
semejante proposicion , no dejaba el Soldan de violentarse , porque en
cierto modo cedia de su obstihacion característica , y su amor propio
no quedaba satisfecho , porque en último caso podia atribuirse al ma-
trimonio la consecucion de sus deseos , y no á su propio mereci-
miento.
Pero su sorpresa fué tan grande como su indignacion , al ver que
Blanca se resistió á darle su mano de esposa , pretestando que ella
jamás podia , ni queria , ni debia respetar como esposo á quien no fue-
se cristiano , á quien habia renegado de su Dios , viviendo licenciosa-
mente, por el mezquino interés de un trono. La virtuosa Blanca impuso
una sola condicion , bajo la cual estaba dispuesta á dar inmediatamente
su mano á D. Guillen . Esta condicion consistia en la promesa solemne
de que el Soldan abandonase el Egipto y se restituyese á España , al
gremio de la Iglesia , y en fin , á que el Soldán volviese á ser , en toda
la estension de la palabra , D. Guillen Gomez de Lara , señor de Alconetar.
1004
El Soldan se enfureció tanto , al verse burlado en sus deseos , que
casi llegó á aborrecer á Blanca.
Pero aquella noche , contra su costumbre , el Soldan oyó hablar
de la hermosísima, virgen manifestando grande benevolencia .
-Te anuncio , mi querido Pedro , que muy en breve se cumplirán
todos tus deseos . Te doy permiso para que mañana mismo te cases con
Mari Ruiz.
El buen halconero clavó sus ojos arrasados en lágrimas , en su
señor.
-¿Porque te afliges ?
-Señor , ya sabeis que yo no tengo entendimiento para meterme
en las honduras en que otros hombres se meten , gracias á su mucha
leyenda y á que contínuamente ejercitan su discurso en materias muy
sutiles ; pero con todo y con eso , bien se me alcanza que al mejor ca-
zador se le va una liebre , y el mas sábio suele emboscarse en un ma-
torral de errores .
Grandísimo contento dieron estas palabras al Soldan , que gustaba
mucho de oir los discursos de su halconero .
-¿Y á qué viene todo ese preámbulo ? preguntó .
-Señor , yo barrunto que vos teneis sobre el corazon muchas amar ·
guras , y hace ya mucho tiempo que estoy temblando por vuestra vi-
da... Pero atando las palabras que dijísteis la noche que estuvimos en
las Pirámides, y las que os he, oido pronunciar hace poco , tengo para
mí que el mal va creciendo , y ... yo quisiera deciros una cosa , pero
temo enojaros .
-Di lo que quieras .
-Señor , esta noche habeis dicho que el hombre es eterno , y yo
lo creo á puño cerrado , no solo porque muchas veces se lo of decir á
vuestro maestro el señor Gil Antúnez (que de Dios goce) , sino porque
una voz secreta que oigo en mi corazon , me lo dice tambien . Pero si
yo creo que el hombre no es como un perro , que en muriéndose se
acabó la rabia y se pudre en un muladar , creo tambien firmemente
que cualquiera criatura humana que se da la muerte , quitándole las
veces á Dios , recibirá en la eternidad un castigo sin fin por tan gran-
de culpa .
-A buen seguro , Pedro , que yo trate de contradecirte en tus
creencias . ¡ Feliz el que cree ! Solo te haré una reflexion . Figúrate que
yo te envio á una region ' muy distante , y que en tan largo y penoso
viaje encuentras padecimientos superiores á tus fuerzas , y que vuelves
1005

el pie atrás y te presentas á mi vista antes del plazo que yo te habia


señalado , no solo por librarte de las fatigas del camino , sino tambien
porque acostumbrado á vivir en mi compañía , en todas partes me
buscabas y me echabas de menos ... ¿ Qué deberia yo hacer , cuando
por un esceso de cariño hubieses faltado á mi obediencia ? ¿ No seria
yo muy cruel en castigarte porque me amabas y buscabas mi compa
ñía? Así puede sucederle à un hombre que , cansado de vivir , busque
en el seno de su Criador la calma que no encuentra en este mezquino
mundo .

El halconero permaneció algunos momentos silencioso , como si no


tuviese nada que responder á las palabras del Soldan .
Al fin dijo :
-Señor , yo no tengo entendimiento para meterme en esas cuestio-
nes , haciendo la contra á un hombre tan sábio como vos ; pero sí es-
toy seguro de que eso que parece verdad , no es verdad .
-¿Y por qué lo crees así?
Porque... porque ... yo concibo , y no puedo dar á luz lo que
concibo .
-¿Has encontrado alguna razon que oponerme?
-Sí , señor... verémos si acierto á esplicarme . Dios ha querido que
en la tierra haya hombres hasta que se acabe el mundo , y el dia del
Juicio tiene que ser cuando Dios quiera , y no cuando quieran los hom-
bres . Pues bien , si fuera verdad lo que vos decís , pudieran todos los
hombres quitarse la vida en un dia , y ya... se me ha ido de la cabe-
za todo lo que tenia pensado ; pero , en fin , yo me entiendo , y me
parece que no me equivoco.
El Soldan guardó silencio y comenzó á pasearse por la estancia .
Luego se dirigió á la mesa , abrió el cajon y sacó un pliego sellado , y
se lo entregó á Pedro Fernandez , diciendo :
-Toma este pliego , y no lo abras hasta mañana .
-Señor... ¿ Qué pensais hacer ?
Toma , calla y haz lo que te mando , dijo el Soldan con voz
severa.
El halconero tomó el pliego y lo guardó .
-Ahora ve á decirle al eunuco Ismael , que haga venir á este salon
á mi esclava Safo con sus doncellas.
Pedro Fernandez salió rápidamente para cumplir la órden de su
señor ; pero antes de haber llegado á la mitad del salon , volvióse atrás ,
y presentóse en la puerta del gabinete con el rostro bañado en llanto.
1006

-¿Qué quieres ? preguntó el Soldan con iracundo gesto .


El halconero se arrojó á los pies del Soldan ...
---Amado señor de mi alma , dijo , yo leo en vuestros ojos una re-
solucion terrible . Mi corazon , que os ama como á un padre , me anun-
cia á voces una gran desgracia . ¡ Tened piedad de vuestro pobre
Pedro ¿ Qué será de mí , si lo que pienso sale verdad ? Querido señor,
de rodillas os lo pido , dejad que pase hoy. Mañana tal vez estareis mas
contento. Hay dias terribles en la vida , en que la lucha es de conde-
nacion ó de salvacion... ¡ Dejad que pase hoy !
El Soldan no pudo menos de enternecerse en vista de tanta lealtad
y de tan acendrado cariño ; pero haciendo un grande esfuerzo para
dominarse , prorumpió en una estrepitosa carcajada .
-¿Quién te mete á profeta ? dijo el Soldan . Seguramente has per-
dido el juicio .
Con tanta serenidad fueron pronunciadas estas. palabras , que lo-
graron en algun modo tranquilizar al buen halconero .
-Anda y dile á Ismael lo que te he mandado , añadió el Soldan
afectando enojo.
. Pedro Fernandez clavó una tristisima mirada en su señor , y salió
del gabinete .
El Soldan se tendió en su lecho , y pocos momentos despues olase
gran ruido en el salon . Varios esclavos negros se afanaban en encen-
der infinidad de bugías . Cuando la iluminacion estuvo concluida , el
magnífico salon parecia realmente una mansion de Hadas . Muy luego
aparecieron dos largas filas de eunucos negros , con hachones encen-
didos , por una de las calles de palmeras . Los eunucos se detuvieron
al llegar á la escalinata , y subieron hasta nueve mujeres , dotadas de
incomparable hermosura , y vestidas con todo el lujo oriental. Detrás
de las primeras seguian otras tantas esclavas , tambien hermosas , pero
ataviadas con menos pompa y riqueza . Eran esclavas al servicio de las
mujeres del Soldan , entre las cuales la favorita se llamaba Safo ,
mejor dicho , este era el nombre que le daba el Soldan , á causa de
que aquella bellísima mujer habia nacido en la isla de Lesbos , y muy
niña habia sido conducida á Egipto. La hermosa favorita habia nacido
bajo el mismo cielo que Safo , la poetisa inmortal.
Las mujeres permanecieron en el salon hasta que , abriéndose la
puerta del gabinete , apareció el Soldan en la estancia iluminada , que
parecia un áscua de oro.
Aquel grupo de mujeres se prosternó delante del Soldan , el cual
1007

les mandó que se sentasen en las sillas de plátano de las Indias , y


adornadas con hilillo de oro , que ya estaban prevenidas en el salon .
Las esclavas presentaron á sus señoras una guzla , y solo aguardaban
una señal de su señor para recrearle con sus cánticos . Nada podia
contemplarse mas agradable y vistoso que aquel grupo de encantado-
ras mujeres , cuyos atractivos aumentaba el lujoso 7 pintoresco traje.
Consistia su atavio en una chaqueta verde , cuyo cuello volvia , dejan-
do ver los desnudos hombros . Las mangas eran flotantes , abiertas hasta
el codo y bordadas de flores* de plata . Llevaban anchísimos pantalones
que caian basta un poco mas abajo de la rodilla , formando mil vistosos
pliegues. Los turbantes , engalanados con plumas de varios colores y
brillante pedrería , dejaban ver los negros rizos que caian sobre los
ebúrneos cuellos adornados con collares de perlas . En los brazos y .
piernas llevaban tambien ricos brazaletes y axorcas .
Pero la que entre todas llamaba la atencion , era Safo , que iba ves-
tida como las jóvenes griegas . Una ligera túnica envolvia sus formas
graciosas , y un blanco velo , prendido en su cabellera , caia con gra-
cia inimitable sobre sus mórbidos hombros . Un ceñidor de oro y
seda , y cuyas estremidades flotaban á merced del viento , rodeaba su
talle flexible , y hacia resaltar los contornos ideales de su turgente
seno . En vez de guzla tenia una lira entre sus hermosos brazos , y una
corona de flores engalanaba sus negros cabellos . Si aquellas nueve
mujeres hubiesen tenido toda la belleza y el traje de Safo , se hubie-
ran podido fácilmente confundir con las nueve Musas .
El Soldan manifestó que deseaba recrearse con los encantos de la
danza . Inmediatamente Safo entregó la lira á su esclava , y lo mismo
hicieron las demás con sus guzlas . Entonces las esclavas comenzaron
á tocar agradables sonatas , á cuyo compás danzaron en coro , asidas
de las manos , aquellas hermosísimas mujeres , que con sus movimien-
tos rápidos parecian génios de las nubes . Ya se juntan , ya se apartan ,
cual gentiles palmeras que inclinan sus copas amorosas ó las retiran
con desden al vario impulso de los vientos . Ya con varias evoluciones
forman graciosos laberintos como las jóvenes Cretenses , ya se agitan
en círculo como las Parnásides . La bella Safo guiaba la danza , y un
hijo de la antigua Grecia la hubiese tomado por Diana seguida de sus
Ninfas, ó por Citerea presidiendo á las risueñas Gracias .
Y el Soldan , sentado sobre un trono de marfil cubierto con un
dosel de riquísimas telas , contemplaba indiferente aquellas bellísi -
mas mujeres , que , al pasar como un brillante torbellino , le mira-
1008

ban con los ojos chispeantes de placer y con el seno trémulo de amor .
Luego Safo hizo una seña á su esclava , y esta comenzó á tocar
en la lira una sonata dulcisima . Todas las demás esclavas dejaron de
tañer sus guzlas , y las compañeras de Safo permanecieron en pie.
Cual la velera nave , engalanada de flámalas y gallardetes en un dia
de regocijo , se balancea triunfante y gallarda en el movible golfo , así
la airosa jóven se adelantó balanceando hasta el trono del Soldan , y
con gracia encantadora le hizo una vénia , y ca seguida comenzó su
zérea danza . ¿ Qué sílfide podrá compararse con Safo ? Al par que
mueve la aligera planta , inclina sobre el hombro el albo cuello con
gracioso, melindre , y mil sonrisas placenteras brillan unas tras de
otras en sus lábios coralinos . Luego muda de posicion , y puestos en
* arco los brazos , adelanta un pie, y su talle se estremece, y fija los ne-
gros ojos en el Soldan con una actitud que respira el fuego de frenéti-
ca pasion... Y el eco melodioso de la lira , que se dilata por los ámbitos
del aposento, aumenta su rapidez , y con el mismo compás la bella Safo
se arrebata veloz , y salta y trenza , y vuela en mil rápidos giros , y
lleva hasta su colmo la elocuencia del movimiento . Ondea el blanco velo
sobre la desnuda espalda , y á las estremidades de seda y oro del flo-
tante ceñidor van asidas las Gracias , compañeras de la deidad de los
amores. Huye , vuelve , se detiene , se inclina , languidece , y se ani-
ma y se levanta veloz , y ya solo el céfiro puede seguirla con sus alas,
y la contempla gozoso al ver su ligereza y gallardía.
La encantadora Safo siente y espresa todos los afectos , el amor , el
desden , el temor , el deseo. Ya es una paloma que bate sus trémulas
alas , ya es un águila altanera que nadie puede alcanzar , ora es una
gacela que huye despavorida , ora es una mariposa brillante que vuela
en torno del Soldan , hácia el cual se precipita como si fuese la luz de
sus ojos. Safo estaba inspirada . La jóven griega amaba con locura al
hermoso y altivo Soldan de Egipto. ¿Qué no haria Safo por compla-
cer á su señor ? Diriase que Terpsicore se hallaba en aquel recinto , y
que se habia propuesto demostrar á sus Hermanas , que tambien el
movimiento es armonía , es oda , es drama , es poema . ¡ Y Terpsicore
triunfaba !
De actitud en actitud , de sentimiento en sentimiento , con placer
que aumenta , con interés creciente , con mas espresion á cada ins-
tante , cada vez mas bella , la inspirada Safo arrebata el alma y el
corazon , pintando todas las pasiones ; todo en ella era semblante , los
brazos que se estienden con amor , el talle que se dobla con placer , el
Lam 19 .

de S.Gonzale a Madrid

?Quereis dueño mio que cante?


1009

seno que se agita con afan , todo era espresion en ella ; tenía espresion
hasta en el movimiento de sus pies y de su talle gentil y flexible como
la palmera . Espiraron los ecos de la lira , y a la par terminó su danza
la encantadora Safo , que jadeante y ruborosa fijó sus ojos tímidamen-
te en el Soldan . Parecia pedirle un gesto de aprobacion . Con esto so
contentaba la enamorada jóven . El Soldan tenia la espresion del can-
sancio , del hastio , del tédio . No obstante , conocía el apasionado afec-
to de la hermosa griega , y en su interior agradecia y estimaba aquel
amor , aquella abnegacion sin límites . El Soldan , pues , dirigió á Safo
una melancólica sonrisa , y haciéndole seña de que se acercase , la
asió de una mano , estampó en ella un beso glacial , y mandándole sen
tarse junto à si , le dirigió algunas palabras con acento mas cariñoso
que de costumbre . '
Safo estaba radiante de placer en aquel momento , y no apartaba
los ojos del hermoso caballero , á quien amaba con la pasion mas ciega ..
Parecia querer adivinar los pensamientos de su señor para apresurarse
á complacerle. Durante largo rato el Soldan permaneció en su trono, y
en las gradas de marfil estaba sentada Safo , con cuya negra y abun-
dante cabellera jugaba el Soldan , y con aire distraido deshojaba las
flores prendidas entre los cabellos de la hermosa favorita .
La noche avanzaba , y cada vez el semblante del Soldan parecia
mas grave y melancólico . Verdaderamente era digno de compasion
aquel hombre tan hermoso y opulento , y que , sin embargo , se halla-
ba poseido de la mas horrorosa tristeza . Una sed insaciable de lo infl-
nito , la decepcion espantosa que había esperimentado en sus amores ,
la ausencia completa de todo freno moral , pues para él su única ley era
su voluntad; y por último , una fortuna demasiado feliz , esto es , sus in-
mensas riquezas, que bajo el punto de vista material satisfacian todos los
deseos posibles de realizarse en la tierra , habian conducido á D. Guillen
al estado lamentable en que se encontraba , á un estado de tan profunda
é inmotivada tristeza , como jamás ha existido en un corazon humano .
-¿Quereis , dueño mio , que cante ? preguntó Safo con voz trémula
de amor.
-SI , respondió el Soldan .
La jóven griega clavó una mirada en su señor , como para leer en
su semblante la especie de cancion que mas efecto pudiese causar á su
amado.
Al fin preguntó :
- -¿Quereis que cante la cancion del Deseo ?
127
1010
¡ Has tenido muy buena ocurrencia ! esclamó el Soldan saliendo
de su distraccion .
Inmediatamente Safo pidió la lira á su esclava . La hermosa griega
se dispuso á entonar la maravillosa cancion del Deseo , que muchas
veces habia disipado el ceño de la frente del Soldan . Tanto la música
como la letra de aquella cancion tenian un no sé qué de vaguedad y
melancolía , que arrebataba el espíritu á las desconocidas regiones de
ese mundo mejor que siempre se finge el deseo , y que nunca llega á
realizarse en este destierro .
Safo hirió blandamente las armoniosas cuerdas de su lira. ¿ Qué
cosa suave y dulce habrá comparable á la suavidad y dulzura de aque-
llos preludios ? Ya comienza a cantar . Su voz al principio era casi
inarticulada , mas bien eran suspiros . ¡ Qué mágia ! Los espíritus celes-
tiales reposaban en sus lábios . Poco á poco su voz se fué elevando ,
como un ave hermosa y canora se remonta por grados desde la tierra
al cielo. Como de la cima de las montañas se desatan en la prima-
vera los cristalinos arroyuelos , así en el corazon se desata el manan-
tial del sentimiento al plácido soplo de la armonía . La voz y la lira,
como dos graciosos gemelos enlazados con flores , vuelan por el espacio
en compañía de los alados cefirillos . El eco moribundo de la cancion se
escuchaba á lo lejos , como el gemido del náufrago se pierde en la in-
mensidad de los mares . Otras veces se levantaba con la entonacion
fresca y
brillante del ruiseñor que trina enamorado. Ya se aumenta la
voz , y los ecos de la lira son mas vibrantes , se apresuran , crecen ,
resuenan. De la dulce cancion ha renacido el himno que nos arrastra
al estruendo del combate. ¿ Ois ? Galopan los belicosos corceles , crugen
las armas , se escucha el metálico son de los clarines , y hasta se ven la
espada y los ojos centelleantes del guerrero . Súbito calla...Y luego dul-
cemente vuelve á empezar. ¡ Qué melodía tan suave ! Es el suspiro de
las brisas entre las flores , es el arrullo tembloroso de la tórtola , es la
trémula voz de la doncella que recibe, estremeciéndose , el primer beso
de amor . Aquellos acentos inefables se pierden en el espacio como
aéreas Silfides , y arrebatan el espíritu al través de todas las fases de
la existencia . El júbilo inocente de la infancia , los risueños campos de
la juventud , primavera del alma con todos sus hermosos pensamientos
en flor ; el impetu guerrero y la ambicion ardiente del corazon varonil ,
las ansiedades nobles y tristes de la ciencia , sed insaciable del alma;
las marchitas praderas dei invierno de la vida con sus ilusiones desho-
jadas ; los suspiros lánguidos de la tristeza , los brindis , las risas y las
1011
danzas de la alegría ; los fúnebres lamentos de la desesperacion sobre
las tumbas , todos estos sentimientos , todas estas ideas brotaban en el
corazon al mágico y poderoso impulso de la voz y de la lira de Safo .
Pero el encanto misterioso de aquella armonía divina é inesplicable
arrebataba el espíritu hasta mas allá de los confines del mundo mortal ,'
á esas regiones de lo infinito, que el alma entristecida vislumbra como
su verdadera patria , á ese mundo de ideal perfeccion que algun dia
debe ser una verdad , porque el alma humana no es una mentira .
Si la música era de tan sorprendente efecto , á la verdad que no
era inferior la letra de la maravillosa cancion . En la imposibilidad en
que nos encontramos de traducirla de modo que nada pierda en la ver-
sion , nos limitarémos á decir que causaba una impresion tán múltiple
y profunda , que se puede concebir y sentir , pero no puede pintarse.
Cuando en las horas del crepúsculo , en las hermosas noches de
luna , en las frescas mañanas de mayo , á la márgen del sereno rio, en
el ameno jardin , en el bosque solitario , á la orilla del inmenso mar,
en el gótico templo , entre los sáuces de los sepulcros , late el corazon
con dulce melancolía , con vago afan , con amor purísimo, y se agolpan
á los ojos lágrimas indefinibles de deseo; cuando alguno de estos senti-
mientos esperimenten nuestros lectores , y hondamente conmovidos ele
ven sus miradas al cielo , demandando ese no sé qué , ese vacío que
cada uno encuentra en su alma , y que apetece llenar para ser comple-
tamente feliz , entonces pueden estar seguros de que , en cierto modo ,
han traducido algunas notas de la misteriosa y dulcisima cancion del
Deseo.
Safo puso término á su canto con un suspiro , y sus ojos estaban
empañados de lágrimas.
El Soldan bajó de su trono , dió algunos paseos por el salon , y
asomándose á un aximez , permaneció algunos momentos contemplan-
do el jardin , los árboles , el cielo. La noche estaba hermosísima , y al
trasluz de las copas de las palmeras veíase el argentado disco de la
luna , que esparcia su dulce fulgor en el cielo y en la tierra. ¡ Y D. Gui-
Hlen se acordó de Elvira ! Este nombre resonaba contínuamente en´sus
oidos ; el recuerdo de su amor desgraciado le seguia á todas partes ; læ
idea de su infelicidad le rodeaba como el aire que se respira.
El Soldan se retiró bruscamente del aximez , y mandó å sus muje
res que todas reunidas entonasen un coro , acompañándose con sus
guzlas .
Y en seguida el Soldan se dirigió á su gabinete , y se escanció
1012

mismo una copa del liquido que contenia la redoma. Luego arrojó la
cartera en el braserillo de plata en que ardian esquisitos perfumes . Sin
duda D. Guillen queria que no le sobreviviesen aquellos pensamientos que
él mismo habia trazado en sus horas de tristeza y cruel desaliento .
Cuando las brasas hubieron devorado completamente la cartera , el
Soldan empuñó tranquilo el amargo y frio cáliz de la Muerte.
·Pronto veré mas luz . ¡ Rásguese el velo sombrio del gran misterio !
Dijo , y apuró de un trago el veneno contenido en la dorada copa .
En seguida tendióse en su lecho , y blandamente reclinado , parecia es-
cuchar con embeleso los armoniosos cantares de aquellas hermosísimas
mujeres.
Entretanto un hombre , profundamente afligido , se hallaba senta-
do en las gradas de aquella mansion del lujo , de los placeres , y del té-
dio y del crímen . El buen halconero, recelando alguna desgracia, habia
renunciado aquella noche á ver á su querida Mari Ruiz , como tenia
de costumbre , despues que ya su señor no necesitaba sus servicios;
pues , como ya hemos indicado , Blanca y su fiel amiga habitaban en
las inmediaciones del Cairo .
No fueron vanos los temores de Pedro Fernandez . Por mas que el
Soldan quiso devorar en silencio los espantosos dolores que le causaba
el tósigo , no pudo evitar que se oyesen en el salon algunos ahogados
gemidos.
Inmediatamente acudieron las mujeres , y encontraron al Soldan
livido , desemblantado y retorciéndose entre agudísimos dolores. Al
punto avisaron á Momo , que se presentó en el gabinete , seguido del
buen Pedro Fernandez . Este y Safo lloraban amargamente ladesgracia
ocurrida. El médico hizo que se retirasen de alli las mujeres del Sol-
dan , que prorumpieron en estrepitosos alaridos .
Algunos dias antes el Soldan habia pedido à Momo una redoma.
que contuviese el veneno mas activo; y como el médico era la inmora-
lidad en persona, no tuvo inconveniente en confeccionar y entregar el
mortífero líquido á D. Guillen . Es verdad que Momo nunca podia ima-
ginar que su señor tuviese la estravagancia de esperimentar en sí mis-
mo la violencia del veneno . Momo comprendia perfectamente el homici-
dio; pero sin duda su organizacion era la menos apropósito para con-
cebir el suicidio .
-Yo creí , dijo al ver la redoma sobre la mesa , que este veneno es-
taria destinado para otro cualquiera que le estorbase al Soldan; pero
¿quién habia de creer que el Soldan se estorbase á sí mismo?
1013
Y el médico se reia de semejante locura, en tanto que examinaba
minuciosamente la cantidad que D. Guillen habia bebido . Momo de-
claró al fin que el enfermo podia salvarse, en atencion á su juventud y
vigorosísima organizacion , y tambien á que la dósis no habia sido muy
grande. Además Stigio Momo ordenó al doliente que tomase un anti-
doto ; pero el Soldan se negó á hacer nada de lo que pudiese contribuir
á conservarle la existencia.
Afortunadamente la robusta complexion de D. Guillen pudo sopor-
tar los estragos de la ponzoña , que, tomada en escasa dósis , no parecia
tener poderío bastante para acabar con la vida del Soldan . Despues de
haber esperimentado agudisimos dolores, el enfermo quedóse sumer-
gido en una especie de letargo .
1 Retiróse Momo para descansar algunas horas, encargando al hal-
conero que le avisase al punto , si algo de nuevo ocurria .
-¿Creeis que podrá salvarse? preguntó Pedro Fernandez con la mis-
ma ansiedad que una madre interroga al médico por la salud de su hijo .
1 -Creo que padecerá por espacio de muchos dias; pero, segun todos
los síntomas , no hay peligro de muerte .
Momo se alejó.
En aquella misma hora el halconero envió un tiel esclavo para que
avisase á D. Blanca, que inmediatamente viniese al palacio del Soldan .
Pedro Fernandez se quedó toda la noche en la puerta del gabine-
te, velando solícito el sueño de su amado señor .
Apenas habia amanecido , cuando presentóse Blanca en el salon .
é informada del lamentable suceso , se afligió sobremanera . Desde luego
se comprende que en compañía de Blanca iba Mari Ruiz. La aldeana
no pudo menos de manifestar su admiracion en vista de tanta magnifi-
cencia como se observaba en aquella mansion portentosa .
-¿Y cómo se encuentra D. Guillen? preguntó la enamorada virgen .
Ha dormido profundamente toda la noche, y aún continúa en el
mismo estado , repuso el halconero .
Blanca se adelantó hacia el gabinete , ansiosa de ver á su amado .
En cuanto á Mari Ruiz , una vez informada de que el peligro del
Soldan no era tan inminente como antes se habia imaginado , el prin¬
cipal sentimiento que en ella se despertó , fué el de la mas viva curio-
sidad por ver y examinar todas las maravillas de aquella opulenta mo-
rada . El halconero , deseando complacer á la aldeana , la acompañó
por varios departamentos del suntuoso edificio , mostrándole todo lo
mas notable que allí se encontraba. 1.
1014
La encantadora Blanca permanecia inmóvil en el dintel del gabi-
nete , y contemplaba con intima ternura el bello y pálido rostro del
doliente caballero .
Don Guillen hizo un movimiento como para despertarse , y no que~'
riendo Blanca ser vista por su amado en aquel sitio , huyó despavorida
hácia el salon , como si aquella virgen. angelical temiese disgustar con
su presencia al hombre querido de su corazon , y que tan insensible se
mostraba á tanta ternura y á tan purísimo amor como ella en todas
ocasiones le habia manifestado .
Entretanto el Soldan , volviendo en sí , se habia incorporado sobre
su lecho , y recordando vagamente todas las palabras de Momo en la
noche anterior , cuando aquel habia dicho que la dósis no era bastante
para producir la muerte , sonrióse de una manera espantosa , murmu-
rando :
Ni aun la muerte se manifiesta, propicia á mis deseos !
En seguida D. Guillen sacó una llavecita que tenia debajo de su
almohada , y haciendo un esfuerzo sobrehumano , alargó el brazo
hasta la mesa que estaba junto á la cama , abrió el cajon , y sacando
un puñal con rica empuñadura de pedrería , esclamó :
-¡Aún soy dueño de mí mismo ! ¡ Quiero morir , y ... moriré !
*
En esto sonaron pasos . Una persona entró decididamente en el
aposento , y D. Guillen volvió á reclinarse , cubriéndose con el embozo
y ocultando el puñal. La persona que acababa de presentarse era Blan-
ca , que no pudo resistir al deseo de ver y hablar á su amado.
A consecuencia del esfuerzo que había hecho para apoderarse del
puñal , D. Guillen fué acometido de un desmayo , y habia perdido oom-
pletamente el conocimiento quando apareció Blanca .
¡ Amado de mi alma ! esclamó la enamorada doncella . ¿ No que-
reis verme ? ¿ No me quereis hablar ?... ¡ Cuån desgraciada soy !
La triste jóven continuó exhalando quejas y pensando que D. Gui-
llen no queria escucharla.
Sin embargo , el Soldan , trascurridos algunos minutos, comen-
zó á volver en su acuerdo , y , aunque confusamente , ota todas las
palabras de Blanca , si bien no podia conocer que era ella . El desgra-
ciado Soldan , fascinado siempre por su idea predominante , se imagi-
naba que aquella voz de ángel que resonaba en su oido , era la voz de
su amada Elvira .
-Decid , adorado Guillen , decid ... ¿Qué quereis que yo haga para
que ameis la vida , ya que es tanta mi desventura , que me mirais con
1013

desamor ? Yo os amo , yo os amaré siempre , yo daria gustosa mi vida


por libertaros de un crímen ; pero ¡ ay ! todos mis sacrificios serian in-
útiles ; vos me exigiríais lo que yo no puedo hacer, lo que tantas veces
me habeis exigido ... ¡ Otro crímen !
Y esto diciendo , Blanca sollozaba con inesplicable desconsuelo , y
acusaba de cruel á su destino , que le negaba la santa felicidad que
merecia su amor purísimo y sublime. La infeliz doncella habia sido
arrojada en este mundo como una flor de celestial perfume en un lago
cenagoso y hediondo .
El Soldan abrió los ojos y los clavó en aquella figura que estaba á
los pies de su lecho , triste y bella como el ángel de su guarda.
¡Amado D. Guillen !
-¡Ah! esclamó el Soldan . ¡ Creí que era Elvira!
Y con un movimiento mas rápido que la imaginacion , se clavó el
puñal en su pecho , atravesándose el corazon de parte à parte.
El Soldan estendió los brazos convulsos , palideció espantosamente
y espiró.
Blanca exhaló un grito agudísimo y cayó desmayada .
El infeliz Gomez de Lara no podia olvidar la impresion primera de
sus amores , y el recuerdo de Elvira lo arrojó de la esfera del senti-
miento , le cerró las puertas de la esperanza en esta vida , lo desheredó
del amor y de la felicidad , lo asesinó .
¡ Lo que valen las primeras impresiones !

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37

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ba
CAPITULO

LXXX.

Espiritualismo.

Nun sitio ameno y solitario , y entre


Siz bosques de palmeras y cipreses , se le-
inge eb s
vantaba un suntuoso sepulcro labrado
bberadas
de ricos mármoles . Era el sepulcro del
7701
último Soldan de Egipto .
uota Zabiba y Safo se llenarón de amar-
gura con la trágica muerte de D. Gui-
llen , y el luto fué general en el Cairo .
Un deudo cercano de Zabiba , y á
quien Gomez de Lara habia conferido
algunos empleos de importancia en su
corte , fué aclamado por Soldan . Era este un hombre de cuarenta
años , de carácter sombrío , de temperamento bilioso , y en gran ma-
nera dotado de valor y tenacidad ; pero era doblado , astuto , sensual ,
capaz de grandes crímenes .
El nuevo Soldan se hallaba en su aposento , departiendo confiden-
cialmente con un hombre de feroz catadura. Era un esclavo negro .
-Todas las tardes la hermosa nazarena va á llorar sobre el sepul-
cro de Mohamud . Es necesario que la aceches y te apoderes de ella .
¿ Va sola?
-Si.
-Pues entonces , el leon echará la garra á la gacela.
1017 '

-Yo te daré lo que me pidas , si esta noche fa nazarena duerme en


mi aposento..
Con feroz sonrisa prometió el esclavo traer al Soldan la presa para
que la devorase , y el Soldan escuchó enagenado de gozo aquella pro-
mesa .
Despues de la muerte de D. Guillen , el halconero leyó el pliego
cerrado que le entregó su señor la misma noche en que verificó su hor-
rible proyecto de suicidio . En aquel pliego se contenia una manda con-
siderable que habia legado el señor de Alconetar á su leal servidor .
Por lo demás, el testamento nombraba como sucesor y heredero de to-
dos los dominios y bienes á D. Juan Nuñez de Lara , deudo el mas in-
mediato del señor de Alconetar .
Desde luego se comprenderá que el buen Pedro Fernandez lloró
con toda su alma la muerte de su señor , y que por prolongar su vida
un solo instante , habria sido muy capaz de renunciar heróicamente á
la posesion de todas las praderas y viñedos que el generoso D. Guillen
le habia mandado .
Pero una vez que la Providencia lo habia dispuesto de otro modo ,
el buen halconero ardia en deseos de volver á su patria en compañía
de Mari Ruiz , casarse en haz de la Santa Madre Iglesia , y gozar en
paz de Dios de los beneficios que le habia dispensado su buen amo .
Este proyecto tan laudable y sencillo , y que tan naturalmente debia
ocurrirsele al enamorado halconero , encontró , sin embargo, un obs-
táculo casi insuperable , precisamente en una persóna á quien amaba
mucho , y que le inspiraba tanto respeto como su difunto señor . La
afligida Blanca habia resuelto no ausentarse de la tierra que guardaba
los restos del hombre à quien siempre habia querido con celestial ter-
nura . La infeliz doncella , traspasada de dolor , iba todas las tardes á
rezar , á derramar-lágrimas y á esparcir flores sobre la tumba de su
amado.
Desde la muerte de D. Guillen , la infortunada cuanto hermosa
Blanca (siempre van juntas la desgracia y la hermosura) se habia en-
flaquecido notablemente , y su tez se habia vuelto mas pálida , sus ojos
mas brillantes , su espresión mas dolorida , y su belleza conmovia mas
profundamente . I Era la belleza del dolor !
En otros momentos la timida virgen inspiraba compasion profunda
al halconero y á Mari Ruiz . Los raptos de demencia se habian aumen-
tado en la triste jóven , despues del trágico fin del señor de Alconetar .
Blanca era una hermosa flor , siempre combatida por rudos y contra-
128
1018

rios vientos ; cada vez mas un destino adverso amontonaba sobre su


pálida frente nuevas nubes de desdichas ; cada vez mas las encantadas
y aéreas perspectivas de su amor y su esperanza se habian ido retiran-
do , hasta hundirse en un sepulcro . El último y doloroso golpe de la
muerte de su amado habia producido una impresion profunda y un
efecto horroroso en el ánimo de la infeliz doncella , que habia perdido
completamente el juicio . Ya no era víctima de una locura pasajera ; su
enagenacion mental era contínua . La gallarda flor habia perdido el
perfume de la razon ; el hilo de oro de aquella inteligencia se habia
quebrado como un frágil vidrio ; las cuerdas del arpa eólia estaban
destempladas .
Sin embargo , la demencia de Blanca no era furiosa. Al contrario,
todos sus delirios llevaban un sello de dulzura y de tristeza . Faltaba á
su razon el encadenamiento lógico de las ideas ; pero en cambio su
corazon rebosaba de suaves y melancólicos sentimientos , que brillaban
como algunas estrellas en un cielo nebuloso , como algunas flores en
un yermo.
Bianca y Mari Ruiz continuaban habitando en la misma quinta en
que vivian antes de la muerte del señor de Alconetar . Los árabes nun-
ca sospecharon el verdadero origen de Mohamud ; siempre le tuvieron
por compatriota suyo , si bien decíase entre ellos que desde muy jó-
ven habia hecho largos viajes , de donde habia regresado lieno de
sabiduría. Igualmente se imaginaban que Blanca era esclava de Moha-
mud , suponiendo que este la habia comprado en tierra de Nazarenos .
En su poético lenguaje los árabes habian confirmado á Blanca con el
nombre de Zucina , en atencion á la virginal pureza que brillaba en su
semblante angelical . Pero las pobres familias que habitaban en los
campos , y que sin cesar habian recibido muchos beneficios de la cari-
tativa doncella , la llamaban la buena esclava nazarena.
omarca
La infeliz Zucina era mirada con respeto en toda la comarca ,, y
siempre que la encontraban los campesinos ó pastores , la saludaban
con muestras inequívocas de veneracion y de cariño .
El sol se hallaba en medio de su carrera , cuando el halconero ha-
bìa entablado con Mari Ruiz un diálogo que casi diariamente se re-
petia.
-¿No te será posible convencer á Doña Blanca para que abandone
esta maldita tierra ? Te aseguro , María , que no puedo aguantar mas
tiempo la gana de vivir en Alconetar .
-Yo tambien quisiera , Pedro , volver á nuestra tierra . No te puedes
1019
figurar qué afligida estoy... Todo ha sido por quererte demasiado...
¡ Mal hayan los hombres !
-¿Y por qué estás tan afligida?
-Porque de dia y de noche no se me aparta de la imaginacion la
tristeza con que mi buen padre estará llorando por mi ausencia . Y lo
que mas siento , Pedro de mi alma , es que mi padre me tenga por li-
viana... I Sabe Dios lo que dirán de mí las mozas de la aldea !
Y María se acongojaba sobre manera con• tales pensamientos .
-Anda , mujer , no te angusties por eso , que al fin tu padre y toda
la gente de juicio conocerán que vuestra espedicion puede haber sido
una ligereza propia del atolondramiento de los pocos años y del mucho
amor ; pero nunca por ello debe mancillarse vuestra honra . ¿ Quién
será el deslenguado que se atreva á hablar mal de tí y de Doña Blanca,
que es un ángel del cielo ?
-¡Quién se atreverá á hablar ! ... Parece que no conoces las malas
lenguas de nuestra aldea... Siempre estan oliscando dónde guisan , para
contar el huevo y quien lo puso , y decir lo que es y lo que no es . Por
eso decia en las pláticas el señor cura Gil Antúnez , que el pecado de
la murmuracion no tiene perdon de Dios .
-En teniendo la conciencia tranquila , que digan lo que quisieren .
Me importa una higa . Ahora , lo que hace al caso, es que pensemos en
marcharnos cuanto antes á nuestra tierra .
-Yo no deseo otra cosa ; pero...
-Ya estamos perdiendo tiempo.
-Vamos , hombre , que no hace ningun siglo que sucedió la des-
gracia de D. Guillen .
-Al dia siguiente podíamos habernos ido.
-No se puede todo lo que se quiere , Pedro . Has de saber , que Doña
Blanca no quiere separarse del pais donde reposan las cenizas de su
amado.
-La pobre Doña Blanca no sabe lo que quiere.
-Es verdad que está loca ; pero en tratándose de sus desgraciados
amores , parece que no dice disparates ; á lo menos , habla con cierto
sentido.
-Pues yo creí que estaba loca rematada.
-Es segun y cómo . El otro dia , al decirle que era necesario mar-
charnos á España , se afligió tanto , que echándome los brazos al cue-
llo , comenzó á llorar amargamente , diciéndome : « ¡ Y tú tambien
quieres abandonarme ! Yo poco puedo vivir , me lo dice el corazon; pero
1020
Pedro y tú os amais ... Idos , si quereis . » Mira , Pedro , cuando me
dijo estas palabras , se ine partió el corazon . ¡Y si vieras qué afligida
se puso !
-Pues oye , María ; ahora mismo se me ha ocurrido una idea , que
sin duda me la ha inspirado Dios , y que puede acelerar nuestra partida .
Mari Ruiz prestó grande atencion á las palabras del halconero , que
continuó :
-Segun me has dicho , no seria imposible que Doña Blanca reco-
brara su razon , despues que el tiempo haya cicatrizado la herida que
su corazon ha recibido con la muerte de mi buen señor , que de Dios
goce...
-Yo no dudo que Doña Blanca pueda aliviarse ; pues cuando ella.
manifiesta mas estravío , es solamente si se habla de su amor y de la
muerte de D. Guillen , que , aquí para entre nosotros , te digo que sé.
ha portado muy mal con una mujer tan hermosa , tan buena , y que
tanto le queria...
-Vamos , mujer , no hablemos de los muertos . Dios sabe las penas
que ha padecido D. Guillen , en medio de tanto como parecia protegerle
la fortuna . Vamos al caso . A mí me parece que no seria dificil persua→
dir á Doña Blanca para que al punto se viniese con nosotrós á España .
- -¡Persuadirla ! esclamó Mari Ruiz con aire incrédulo . No me pa-

rece cosa tan hacedera como tú imaginas .


-Óyeme , y verás cómo no voy tan descaminado . Una vez que ella
no quiere separarse del sepulcro de su amado , podemos decirle que
llevarémos á España el cadáver de D. Guillen, para que repose en tier-.
ra de cristianos . Yo estoy seguro , no solo de que esta consideracion
le hará mucha fuerza á Doña Blanca , sino que de todos modos debería-
mos hacerlo , pues yo tengo para mí , que el alma de D. Guillen se re-
gocijará de que traslademos su cuerpo al castillo de Alconetar , para
que descanse al lado de sus abuelos .
Calló Pedro Fernandez , y clavó sus ojos en Mari Ruiz , para ver el
efecto que le habian causado sus palabras .
-Creo , dijo al fin la aldeana , que te se ha ocurrido un buen pen-
samiento , y yo me encargo de hacérselo entender à Doña Blanca.
Separáronse los dos amantes , y Mari Ruiz trató en seguida de bus-
car á la infeliz doncella para comunicarle , segun mejor se le alcanzase ,
la idea del halconero .
Blanca solo se hallaba en la quinta á las horas en que el mas po-
deroso de todos los instintos , el de la propia conservacion , le hacía
1021

esperimentar la necesidad de tomar alimento ó entregarse al sueño;


pero el resto del dia lo gastaba en dar prolongados paseos . El movi-
miento , el aire libre y el espectáculo de la naturaleza eran para la
triste Blanca un soberano calmante .
Y en medio de los estravios y escentricidades de la pobre loca, se
notaba en todas sus acciones un no sé qué de tierno y de poético , que
inspiraba tanta admiracion como lástima.
Cuando Mari Ruiz fué á buscar á la jóven para reducirla á que sin
repugnancia abandonase aquella region funesta , supo que aquel dia
habia salido de la quinta mas temprano de lo acostumbrado. Mari
Ruiz no se alarmó por esta circunstancia , pues estaba segura de en-
contrar á su amiga en el sepulcro de D. Guillen , que se hallaba poco
distante . El sepulcro de su amado era el asilo que eternamente busca-
ba la infeliz doncella .
¡ Cuán desgarrador era el contemplar á la melancólica vírgen , ves-
tida de blanco , destrenzada su hermosa cabellera , coronada de cándi-
dos lirios , cubierta con un velo , y con el laud en la mano , vagar en
torno del sepulcro , bella y triste como la Musa de los dolores !
La pobre loca , enferma del corazon , enamorada y afligida , cam-
biaba con frecuencia los cánticos en oraciones . Despues de cantar una
endecha lastimosa , abandonaba el laud , se arrodillaba, al pie del se-
pulcro , y , deshecha en llanto , elevaba al cielo fervorosas plegarias por
el alma de su amado .
Todas las tardes la afligida Blanca esparcia sobre la tumba de Go-
mez de Lara algunos ramilletes de romero y siempre vivas . Luego se
sentaba sobre las frias piedras , y con actitud doliente , fijos los ojos en
el sepulcro , permanecia horas enteras muda é inmóvil como una es-
tátua . Y allí la sorprendian los moribundos rayos del sol poniente , que ,
al través de los cipreses y los sáuces , venian á herir con lánguido ful-
gor la melancólica frente de la desconsolada virgen .
Ya hemos indicado el grave peligro que amenazaba á Blanca ;
pues sabemos que por órden del nuevo Soldan de Egipto , un escla→
vo negro estaba emboscado para apoderarse de la infortunada y tímida
jóven. El negro sabia que Zucina regresaba á la quinta todas las tar-
des despues de anochecido . Esta era la hora que aguardaba el esclavo ,
como la mas oportuna para conseguir su intento . A favor de las tinie-
blas el lobo carnicero se apodera fácilmente de la timida gacela .
Pero aquel dia , Blanca estuvo en el sepulcro de su amado á
la hora en que el sol brillaba en el Zenit. Como siempre , la jóven lle-
1022

vaba su laud y algunos ramilletes de romero', que esparcia sobre la


tumba . La infeliz doncella parecia estar aquel dia mas frenética que
nunca . Despues de llorar , de hablar , de rezar , comenzó á cantar , á
a
veces sin concierto , pero siempre con una voz dulcísima y llena de
tristeza y de ternura :
Acuérdate de mi amor
En las regiones del cielo ,
Mientras que yo en tu sepulcro
Doloroso llanto vierto.
Mi esperanza está en la muerte ,
Si con morir no te ofendo ;
Que siempre fuistes ingrato
A este amor tan verdadero.
Las azules florecillas
De estos ramos que te ofrezco ,
Te dirán que , estando vivo ,
Me mateste con tus celos.
Mas no te inquieten mis quejas ,
Porque la flor del romero
Ni da celos ni esperanzas.
¡ Es la flor de los recuerdos !
Blanca , bajo el peso de sus dolorosos pensamientos , esperimentó
la necesidad instintiva de vagar por el bosque , respirando el aire libre,
y buscando en el cansancio una especie de reposo algo, semejante al
sueño . No lejos del sepulcro se elevaba una suave colina , cubierta
de palmeras . Blanca solia tener con frecuencia un capricho singular .
En el desórden en que su razon se hallaba , placiale trepar á las pal-
meras mas altas , llevando á la espalda el laud sujeto con un cordon
que le atravesaba por el pecho á modo de bandolera . Verdaderamente
que tenia algo de grotesco y causaba lástima el ver á la pobre loca
subir con estraordinaria ligereza por las enhiestas palmas , á riesgo de
perecer al menor descuido.
Pero en medio de sus estravagancias, la desgraciada jóven presen-
taba siempre un espectáculo tierno , doloroso y poético . La demente
se colocaba en la copa de la palmera , como sobre un trono , y desde
alli contemplaba el pintoresco y dilatado horizonte que en torno se des-
cubria . Luego comenzaba á entonar tristisimas endechas al compás de
sulaud . Así permanecia largas horas .
Hay en aquellas regiones un ave prodigiosa , á la cual los Egipcios
consideraban antiguamente como á una divinidad . Es del tamaño de
un águila , y en la cabeza ostenta un hermoso penacho , semejante á
una corona. La naturaleza parece haber agotado toda la riqueza de
sus colores en los mil y mil cambiantes de luz tornasolada que despi-
den las plumas de oro que engalanan el cuello de esta ave . La nítida
1023

púrpura del coral y la blancura deslumbrante del armiño , inimitable-


mente combinadas , se disputan el resto de su plumaje suntuoso . Tiene
un canto suavísimo , vive casta y solitaria como los anacoretas del de-
sierto , y sus ojos son brillantes como estrellas . Cuando conoce que su
muerte se aproxima , construye en una palmera , un nido de gomas y
leños olorosos , sobre el cual se sienta , y batiendo las alas á los rayos
del sol , los enciende con el reiterado frote y movimiento , y allí se
abrasa y se consume . Dicen que de la ceniza sale una especie de cri-
sálida , blanca como la nieve , la cual al principio solo se alimenta del
rocío del cielo , hasta que , llegando á su perfecto desarrollo , se con-
vierte en otra ave semejante á la primera. Desde luego se comprende
que hablamos del fénix .
La triste Blanca subió aquel dia á la mas elevada palmera dei bos-
que , y despues de cantar algunas trovas , colgó su laud y su velo de
las ramas del árbol jigante . Luego se reclinó muellemente en la espesa
copa de la palmera , y permaneció largo rato con los ojos empañados
de lágrimas y elevados al cielo , como si pidiese á los ángeles que le
prestasen sus alas para remontarse á las mansiones ethéreas . Al ver á
la encantadora virgen con su blanco ropaje , hubiérase creido que era
una Silfide ó una IIada .
Repentinamente la doncella exhaló un grito .
-¡Amado mio ! esclamó . Yo me consumo en la llama de mi amor
infinito... ¡ Oh cielos ! ¡Yo me abraso ! ¡ Yo me abraso !
Y esto diciendo , Blanca apareció envuelta en una aureola de fuego
que la devoró completamente . Casi á los pies de la jóven se hallaba un .
ave fénix que habia fabricado su nido mortuorio en aquella palmera.
La prodigiosa ave , desfallecida de vejez , no habia podido alejarse. La
presencia de Blanca no bastó para ahuyentarla de allí . Tampoco la ti-
mida virgen reparó en el fénix , que solo habia conservado las fuerzas
bastantes para batir sus alas é incendiar su nido . La llama se prendió
con horrible violencia al ropaje de la pobre loca , y en un mismo punto
el fénix de las aves y el fénix de la pureza fueron reducidos á ceniza.
Solo quedaron pendientes de las ramas de la palmera , el laud y el
velo virginal de Blanca.
Bella como la luz del alba y melancólica como el crepúsculo de la
tarde, la tinida virgen brilló en la tierra como una sonrisa y una lá-
grima , y arrebatada por el divino fuego del amor mas puro , otra vez
su alma se remontó á la mansion de los ángeles . Así el rocío de la no-
che , al salir el sol , sube otra vez al cielo , de donde ha caido.
CAPITULO

long ano a
zinly somely

LXXXI.

Interrogatorio.

IENTRAS que el desgraciado Jimeno se halla-


.ba en una prision , padeciendo la misma
suerte de los Templarios , una persona en
estremo adicta al trovador vagaba dia y
noche por las calles de Paris , buscando
con gran diligencia al infortunado esposo
de Amalia . El paje de Jimeno , llamado
Martin Galindo , era un mozo muy listo y
vivaracho , y que profesaba á su señor
una adhesion sin límites . Galindo era vasa-
Ro del señor de Alconetar , á cuyo servicio habia estado mucho tiem-
po , hasta que despues Gomez de Lara cedió á su amigo aquel bueh
servidor, segun ya hemos indicado .
Cuando Martin vió que pasó toda la noche sin que su señor volvie-
se al punto que le habia designado para que le aguardase , fué grande
su inquietud , y se dirigió a su casa , calle de la Juiverie , imaginándose
que tal vez su señor se habria vuelto a su posada por otro camino . Es
de advertir que el tróvador habia dado órden a su escudero de que le
aguardase en la esquina de una calle inmediata á la Casa del Temple;
1023

pero Martin Galindo no habia podido ver en dónde habia entrado su


señor. El buen escudero ni dormia ni descansaba , buscando en todas
partes y á todas horas á Jimeno . Pero todas las diligencias de Galindo
eran inútiles . Recorrió todo Paris , desde la puerta de Saint Jacques
basta la de Saint Martin , desde la calle de la Harpe hasta la puerta
de Saint Denis . Todas las mañanas comenzaba su tarea, y recorria tan
incansable como afligido todas las plazas , todos los sitios públicos de
Paris , hasta que à la noche se volvia á su casa , creyendo que induda-
blemente su señor habia sido víctima de algun ladron que le habia ase-
sinado. Martin persistia en este pensamiento, atendiendo á que su amo ,
aunque no se hubiese presentado en su casa , podia muy bien haberle
avisado de cualesquiera aventuras que le hubiesen acaecido.
Pero á la mañana siguiente renacia la esperanza en el corazon de
Galindo , y otra vez comenzaba sus investigaciones .
Pasando un dia por una de las calles principales del distrito ó ju-
risdiccion de la Universidad , vió cruzar una litera , seguida de muchos
escuderos , que se detuvo á la puerta de una casa de suntuoso aspecto ,
que estaba situada junto al antiquísimo palacio de Cluny .
Martin Galindo , que en pocos dias habia adquirido la costumbre de
verlo é inspeccionarlo todo , fijó tenazmente sus ojos en la litera , de la
cual vió salir dos damas vestidas de luto , es decir , de blanco , pues tal
era el color del luto que se usaba en la época .
Galindo se quedó estupefacto al reconocer á las damas , y comenzó
á santiguarse y á murmurár una oracion , ni mas ni menos que si es-
tuviese mirando visiones del otro mundo . Tambien una de las damas
reconoció á Martin , el cual , no dudando que aquellas señoras podrian
darle noticia de D. Jimeno , se acercó á ellas con'una espresion mez-
clada de gozo y de espanto .
-
-¡El cielo os guarde , amada señora ! ... ¿ Estoy soñando , ó es
verdad que vos sois Doña Amalia Molay ?... No me queda la menor
duda ; pues à vuestro lado veo à la fiel Clotilde... | Válgame Dios !
¿Quién me habia de decir que habia de tener hoy tan feliz encuentro?
¡ A fé , señora mia , que estais por estremo pálida !
Amalia al pronto no reconoció á Galindo ; pero Clotilde le saludó
afectuosamente , y despues la fiel doncella , volviéndose á su señora,
le manifestó que aquel era el paje de D. Jimeno . ¡ Figúrese el lector
cuánto no seria el júbilo de Amalia !
Inmediatamente la jóven mandó qué el escudero la siguiese à su
habitacion , adonde sin mas testigos que Clotilde , podia preguntar li-
129
1026

bremente al escudero acerca de la causa que le habia conducido à Pa-


ris . El paje , recobrado apenas de su sorpresa , refirió á la dama todos
los pasos de su señor , desde su salida de Jerusalen hasta su reciente
desaparicion en la capital de Francia . Galindo se afligió sobremanera
al saber que Amalia ignoraba de todo punto que su esposo se hallase
en Paris ; pues esta manifestacion de la dama destruia todas las espe-
ranzas del escudero respecto á adquirir noticias de su buen adio . In-
útil es decir cuán dolorosamente afectó á la infeliz señora el relato
desconsolador de Galindo . La felicidad con horrible sarcasmo se habia
dejado entrever como un relámpago á los ojos de Amalia , para sumer-
girla despues en una oscuridad todavía mas horrorosa que la que an-
tes la rodeaba .
Pálida , muda , inmóvil , sumergida en una meditacion tan profunda
como dolorosa, permaneció largo rato la jóven , sobre la cual el cielo
se complacia en llover interminable diluvio de desdichas.
Todas sus resoluciones acababan de modificarse en aquel momento .
Amalia , cuidadosamente reclusa durante largo tiempo , no habia podi-
do saber por ningun medio el paradero de su amado esposo, á quien
juzgaba todavía en la Palestina . Mme . de Senancourt y Mr. Fedérico
Molay habian muerto en el trascurso de dos meses ; y aun cuando esta
circunstancia le habia devuelto su libertad é independencia , no por
eso la sensible y generosa jóven habia dejado de llorar amargamente
á su tia y á su padre .
Para colmo de desventuras , casi al mismo tiempo habia perdido
Amalia á un sér gracioso y lindo en que cifraba todas sus esperan-
zas , su único consuelo . Sin duda alguna el lector recordará que Ama-
lia se hallaba en cinta cuando la dejamos en Jerusalen , segun ella
misma se lo confesó al obstinado conde de Fribourg en la solemne
conferencia en que le manifestó , por consejo de Zaré , que estaba ca-
sada. Ahora bien , el niño , que bajo tan funestos auspicios habia ve-
nido á este mundo , y á quien su madre se empeñó en que le pusiesen
por nombre Jimeno , hacia pocos meses que habia muerto . La tumba
se habia tragado la única felicidad en que reclinaba su cabeza la des-
venturada Amalia , la felicidad de una madre que á todas horas repetia
el nombre de su esposo , y veia su imágen adorada en los ojos de su
hijo , de su pequeño Jimeno , que , como un pajarillo , bebia en su
boca gorgeando .
Y como si todos estos golpes no fuesen bastantes , el destino , 'mas
implacable cada dia , acababa de usar con ella un refinamiento de
1027

crueldad , brindándole con una dulce esperanza , para trocársela en


acíbar en el momento mismo de saborearla.
Habiendo resuelto Amalia , ahora que ya estaba libre , emprender
un viaje á Palestina para buscar á su querido trovador, y teniéndolo
ya todo dispuesto para partir al dia siguiente , desistió de este propósito
al saber la venida de Jimeno á Paris , y se dispuso á averiguar por to-
dos los medios imaginables cuál habia sido la suerte de su amado esposo:
Martin , por su parte , estaba aturdido é irritado al ' pensar en la
mala estrella de su señor , que le privaba del placer de encontrar á su
esposa , á la cual creia muerta ; y el buen escudero no acababa de ad-
mirarse recordando el relato que Amalia le había hecho de su fingida
muerte , gracias al narcótico maravilloso que le proporcionó el des-
graciado Zaré.
-¿Y qué harémos ? preg untó Amalia , dirigiéndose á Clotilde y á
Martin.
Ninguno de los dos encontró una respuesta . Clotilde hajó los ojos ,
y Galindo hizo un gesto de desesperacion ..
A la verdad que no era fácil decidir lo que se habia de hacer en
aquellas circunstancias . Nuestros personajes se hallaban en una de
esas situaciones en que la inaccion es forzosa , en que nada se hace ,
porque nada se puede hacer, en que no hay ningun hilo donde asirse,
ningun dato que guie , ninguna luz que alumbre.
En tan dolorosa perplejidad , Galindo al fin rompió el silencio di-
ciendo :
-Señora , yo soy de opinion de no desesperarme todavía ; porque
si así sucede , creo que me voy á morir de rabia . Además , perro que
no anda , hueso no tropieza . Lo mejor que puedo hacer , es no estarme
parado ; hagamos todas las diligencias posibles , y Dios sobre todo ..
Dichas estas palabras , Galindo se despidió de Amalia , prometién-
dole volver para darle cuenta del éxito de sus investigaciones .
Tambien , en honor de la verdad , debemos decir que Galindo se
marchó resuelto á volver todos los dias á casa de su señora , aun cuando
no tuviese ninguna noticia que llevarle . A lo menos veria á la hermosa
Clotilde , lo cual era para Martin no pequeña ventura ; pero el mundo
está hecho de manera , que cuando unos rien , otros lloran . Queremos
decir que Guillermo , el antiguo criado de Mr. Federico , puso muy
mala cara desde el punto y hora en que cotumbró á Galindo . Veia en
él un rival temible.
Entretanto que Martin se entregaba á sus investigaciones con una
1028

constancia digna de mejor suerte , Nogaret y el rey Felipe no se des-


cuidaban en poner en práctica todos los medios que estaban á su al-
cance , para conseguir su inicuo intento contra los Templarios .
Era de noche. En un dilatado salon de la Casa del Temple velanse
algunos hombres vestidos de negro y con semblantes siniestros . En el
estremo del salon habia un lugar mas eminente , á donde se subia por
algunas gradas. En rededor de una gran mesa estaban sentadas en
sendos sillones aquellas figuras sombrías. En la parte mas baja del sa-
Jon habia tambien otras mesas y otros hombres , hojeando abultados
mamotretos . En cada una de las mesas ardia una vela que destellaba
una luz moribunda , dejando el otro estremo del salon casi sumergido
en la oscuridad. Sin embargo , el reflejo de las luces se prendia en las
puntas de las alabardas , coronándolas de relámpagos . Un numeroso
grupo de alabarderos guardaba la puerta.
Todos los actores de esta lugubre escena guardaban un silencio se-
pulcral . Muy pronto se oyó un ruido lejano de pasos y cadenas.
Pocos momentos despues una tropa de alabarderos se formó en dos
largas filas, desde la puerta hasta las gradas , conduciendo en el centro
á cinco caballeros que apenas podian tenerse de pie, segun estaban en-
flaquecidos. A cada movimiento que hacian , ofanse resonar los pesados
grillos que ni aun para aquel caso se habian atrevido a quitarles .
Hallábanse en aquella sala el canciller Nogaret , como abogado es-
traordinario del rey , Guillermo de Marcillac , Hugo de Celles , Pedro
Dubois y otros varios legistas , nombrados jueces en comision . Además ,
estaba presente el procurador del rey en el Tribunal eclesiástico , y
Felipe de Marigny , arzobispo de Sens , que era el presidente de aquel
heterogéneo tribunal . La justicia humana y la divina , es decir , su
representacion , que en aquel caso era una parodia , se habian conju-
rado á una contra los Templarios .
En aquella especie de audiencia y sínodo á la vez , habia tambien
algunos miembros eclesiásticos , dignidades sufragáneas del arzobispo
de Sens.
A pesar del estado lamentable en que se encontraban los presos,
tuviéronlos , no obstante , largo rato de pie , antes de dar comienzo al
juicio. La causa de aquella dilacion consistia en la tardanza de los Co-
misionados Pontificios . Seguramente esta circunstancia ocupaba dema-
siado á los jueces , que comenzaron á cuchichear.
En este momento se presentó un oficial , anunciando al Preboste
de la iglesia de Poitiers y al Archidiacono de Orléans ,
1029

Los jueces concedieron immediatamente permiso de que entrasen


los dos personajes anunciados , los cuales manifestaron alguna sorpresa ,
al ver en medio de la sala á los cinco caballeros .
-
-¿A qué causa debemos atribuir vuestra venida ? preguntó el Pre-
sidente.
-Venimos de parte de los Legados del Sumo Pontífice , para hacer
una advertencia al Tribunal , respondió el Preboste con voz misteriosa .
-Los comisarios del Papa debian encontrarse ya en este sitio .
-Precisamente venimos á tratar de eso , dijo el Archidiácono , dan-
do á entender que convenia hablar en voz muy baja .
El Presidente hizo una seña á los recien llegados para que se aproxi-
masen á la mesa.
-Parece que dentro de tres dias deberán ser quemados cincuenta y
cuatro caballeros Templarios , dijo el Preboste al vido de Marigny . Este,
mirando hacia los cinco que estaban en el centro de la sala, respondió:
-Probablemente seran cincuenta y nueve , señor Preboste.
-Perfectamente, señor , si así lo exige la justicia , la vindicta públi-
ca y la seguridad del reino . A nosotros no nos incumbe en este asunto
sino el ser fieles mensajeros de las órdenes que se nos han comunicado .
-¿Y quién os ha comunicado esas órdenes ?
--Los Comisarios del Pontifice nos envian para deciros : « Que medi-
teis bien el caso , difiriendo la ejecucion , atendido que los Templarios
muertos en los calabozos han afirmado y jurado por la salvacion de su
alma , que se les acusa sin fundamento . » A esto se reduce nuestra mi-
sion ; y si nos dais vuestro permiso , nos retiramos.
-Id con Dios , repuso el Presidente despues de un momento .
El Preboste y el Archidiácono saludaron al Tribunal con una pro-
funda reverencia , y desaparecieron . En seguida los jueces cambiaron
algunas palabras en voz baja y con aspecto que demostraba cierta in-
quietud ; pero el canciller Nogaret los tranquilizó diciéndoles :
-El Papa quiere ahora usar de ciertos medios suaves que son por
demás inoportunos , y no se acuerda de cuando el rey nuestro señor ,
á consecuencia de los procedimientos inquisitoriales , reprobó alta-
mente el abuso del tormento , haciendo entender á los tribunales ecle-
siásticos , que el acusado debe estar preso ad custodiam , non ad pœ-
nam . Pero si bien el tormento , añadió Nogaret con una sonrisa aca-
ramelada , no debe servir para arrancar la verdad á pelagatos y
gentes de poco mas o menos , que no tienen valentía para guardar st
secreto á costa de algunos dolores , y que por no sufrirlos son capa-
4030
ces de confesar un delito que no han cometido , no sucede lo mismo
con caballeros de alta prez , orgullosos , obstinados como ellos solos ,
y endurecidos en las mas rudas fatigas de la guerra .
-Esa distincion está muy sutilmente hecha , y yo la acepto en to-
das sus partes , como de muy conveniente y fecunda aplicacion á casos
como el que nos ocupa , dijo el Presidente .
Y además de verdadera , la tal distincion es muy humanitaria;
porque el rigor de la justicia debe aumentarse en estricta proporcion
de la resistencia , añadió Guillermo de Marcillac.
A este tenor fueron añadiendo sus elogios todos los demás miem-
bros del Tribunal.
En seguida se convino en dar principio al interrogatorio ; pero
antes de verificarlo se deliberó acerca de si debian estar ó no presentes
los acusados mientras se interrogaba á alguno de ellos . Resolvióse que
el interrogatorio se verificase aislada é individualmente .
Felipe de Marigny mandó que se llevasen á cuatro caballeros á
una habitacion inmediata .
Solamente quedó en la sala el Gran Maestre Santiago Molay para
ser interrogado el primero.
El Presidente , con voz hueca y con una magestad sui generis,
preguntó :
-¿Es verdad que vosotros los Templarios sois idólatras?
-Somos cristianos .
--
-¿No adorais la figura de un gato?
-No.
-Pero no podeis negar que esa figura se ha encontrado esculpida
por todas partes en vuestros Conventos .
-No lo niego.
-¿Y qué significa ?
-No soy arquitecto .
¿ No escupís y abofeteais en vuestras inmundas ceremonias la sa-
grada efigie de Jesucristo ?
El Templario , teniendo en cuenta que , aun cuando el hecho fuese
cierto , no lo era la intencion , respondió despues de algunos mo-
mentos :
- Es de todo punto falso que nosotros insultemos la imágen del
Salvador .
-Dicen que teneis reuniones y celebrais el sábado en compañía de
incubos y súcubos , brujas y animales inmundos . A mas de mágia , se
a
Lam 20.

"
1

It de S. Gonzalez Madrid.

vosotros los templarios SOIS idolatra:?


¿ Es verdad que
1031
os acusa tambien de adulterio y de incesto ; y por último , hay quien
depone contra vosotros , probando sin ningun género de duda , que
sois no solo hechiceros , sino tambien envenenadores y monederos
falsos .
* -¿Y quién puede probar semejantes calumnias ?
-Los testigos .
-Yo no veo aquí mas que jueces inicuos , respondió Molay irguien-
do la cabeza con soberana altivez y clavando una mirada de desprecio
en el Presidente , el cual con su voz gangosa é impasible mandó á un
ugier que llamase á los testigos que se hallaban en la antesala.
Presentáronse en el salon dos hombres que juraron decir verdad
en lo que les fuere preguntado .
-Testigo Noffi Dei , ¿ es cierto que habeis pertenecido á la Milicia
de los Templarios , y que abandonásteis la Órden horrorizado de sus
secretos crímenes ?
-Si , señor Presidente.
-¿Es cierto que mudásteis de nombre y de domicilio , temeroso
de que os asesinasen los Templarios por vuestra desercion?
-Es mucha verdad , y aun debo añadir que mis temores no eran
infundados; pues una noche me vi acometido , al retirarme á mi casa;
por el caballero Raimundo de Saint-Victor , y me hubiera asesinado
sin duda , si Dios no hubiera venido en mi auxilio. Aprestéme á la de-
fensa , y conseguí dar muerte á mi injusto agresor ...
El Gran Maestre tomó la palabra , y dirigiéndose al Presidente
observó :
-Llamo la atencion del Tribunal sobre la nulidad de esa atestigua-
cion , no solo porque se testimonia con un muerto , sino porque el tes-
tigo se declara tambien homicida .
-Ahora no os toca hablar , dijo el Presidente con voz severa á
Molay .
-Si el señor Presidente me lo permite , satisfaré , sin embargo , á
la observacion hecha por el caballero Molay.
-Hablad , y sed breve en eso.
Todo se reduce á manifestar que el caballero Raimundo de Saint-
Victor vivió todavía algunas horas para declarar á la Justicia que me
habia acometido injustamente , para pedirme perdon y para advertirmə
que en lo sucesivo me guardase mucho de los Templarios .
-Resulta un cargo mas contra la Órden . Escribid , dijo el Presi-
dente al escribano .
1032
Y volviéndose á Noffi Dei añadió :
-Testigo , decid á la Justicia todo cuanto sepais respecto á la Ór-
den del Temple .
Noffi Dei tomó la palabra y dijo :
-Yo , señores , entré en la Órden del Templo de Salomon , sin
pensar jamás que bajo el blanco hábito se ocultasen tan negras tra-
mas . Pero lo que me llegó á horrorizar hasta un estremo indecible ,
fué la ceremonia de la profesion ...
- -¡Infame ! interrumpió fuera de sí el fogoso Maestre.
Felipe de Marigny le amenazó con mandarle poner una mordaza ,
si persistia en hablar fuera de tiempo y profiriendo insultos , El valien-
te Molay ahogó un rugido de furor .
Noffi Dei volvió á tomar la palabra , é hizo una relacion que por
sí sola hubiera bastado para alarmar aun á las personas mas preveni-
das en favor de los Templarios ; pero el testigo no se contentó con
referir la verdad de aquellas espantosas y equivocas ceremonias , sino
que les añadió mil circunstancias apócrifas y siniestras .
Al llegar Noffi Dei al punto en que los Templarios , segun sus es-
traños ritos , escarnecian la imágen del Crucificado , se levantó entre
Jos jueces un murmullo de asombro y reprobacion .
--¿Qué pruebas teneis para decir que los Templarios celebran el
sábado con incubos y súcubos , brujas y animales inmundos? pregun-
tó el Presidente..
Todos los sábados , en efecto , celebran los Templarios un mis-
terioso banquete á puerta cerrada , y no dejan penetrar sino a los ini-
ciados en último grado ; y añaden que entran mujeres y machos ca-
bríos y se cometen otros muchos desórdenes ; pues hasta los estudian-
tes , cuando ven atravesar un Templario por la Universidad ¹ , comien-
zan á decir á voz en grito : Custodiatis vobis ab osculo Templa-
riorum .
Y en qué os fundais para acusar de adúlteros é incestuosos á
los caballeros del Temple?
-Aun cuando me sonroje al decirlo , no puedo menos de manifes-
tar la verdad en todas sus partes , segun el deber que me impone el
solemne juramento que he prestado . Es indudable que en todas las Igle-
sias de los Templarios existe en el centro del altar una pequeña puer-
ta que comunica á un aposento practicado detrás del mismo retablo.

4 Hoy el pais latino .


1033

Dicese que estos aposentos sirven para ciertas ceremonias y ablucio-


nes cuando toman el grado de caballero del Oriente . Però yo he pre-
senciado otras escenas á la verdad muy distintas . He visto en estos
aposentos , situados detrás del altar mayor , celebrar vergonzosas ba-
canales entre los caballeros de Oriente y mujeres hermosísimas que
habitaban alli como en el lugar mas oculto...
-¡Infame calumniador ! ¡ La maldicion del cielo caiga sobre til es-
clamó el buen Molay ardiendo en santa indignacion .
- Silencio ! gritó el Presidente, amenazando segunda vez al Gran
Maestre con mandarle poner una mordaza .
El desgraciado Santiago Molay hizo un gesto de resignacion, é in-
clinó la cabeza sobre el pecho .
-Testigo , ¿ teneis mas que decir á la Justicia? preguntó Felipe de
Marigny.
-Nada mas tengo que añadir , sino que á los hijos varones , fruto
de estas sacrilegas orgias , los daban á criar fuera con gran sigilo y
recato , pues para este ministerio tenian diputados algunos hermanos
que , apareciendo como seglares , buscaban nodrizas para los niños;
pero si eran niñas , las criaban sus madres , y cuando tenian doce años
cumplidos , las presentaban en estos infames banquetes .
-El incesto queda plenamente probado , pues en muchos casos la
hija brindaria en el infame festin á su mismo padre , observó Nogaret .
-En cuanto á ese cargo , no digo nada , repuso el abogado defen-
sor ; pero en cuanto á la acusacion de adulterio , nada ha dicho el
testigo , que pueda confirmarla .
-
-¿Teneis algo que responder contra esta observacion ? preguntó
el Presidente al florentin Noffi Dei.
-Celosísimo , como soy , de que la verdad brille en todo su esplen-
dor , de
bo decir al Tribunalque tiene la dignacio de interro
n garme ,
que el cargo de adulteri es sin duda alguna estensiv á muchos indi-
o o
víduos de la Órden ; pero en ninguna manera puede generali
zarse
semejan acusacio . En Florenc
te n ia he conocido dos ilustres damas que
engañab a sus maridos , sostenie r a c u
an ndo elaciones morosas on n Co-
mendado y un caballer de la Orden del Temple .. !
r o
Y en dónde habeis sido testigo presencial de todas las cosas que
habeis dicho en demérito de la ilustre caballería de los Templarios ?
preguntó Felipe de Marigny.
-Primero en Florencia , y despues en Tolosa.
-¿No teneis mas datos con que esclarecer las dudas de la Justicia?
130
1034
-Nada mas.
El Presidente mandó al testigo que se retirase , y el florentino obe-
deció , haciendo una reverencia tan profunda , que casi juntó la cabeza
con las rodillas.
En seguida comenzó el interrogatorio respecto al segundo perso-
naje que acompañaba á Noffi Dei , y que hasta entonces habia guarda-
do profundo silencio .
-Testigo De Flexian , dijo el Presidente , ¿ qué teneis que decir á la
Justicia respecto á las aspiraciones de la ilustre Órden del Temple al
dominio universal ?
-Respecto á ese cargo debo decir , que la voz y fama pública lo
asegura así , como cosa que no necesita demostracion , si se considera
el gran número de Casas , pueblos y castillos que poseen los Templa-
rios en Europa , y si tambien se recuerdan los manejos que la Órden
puso en juego para que el rey Alfonso de Aragon y de Navarra nom-
brase en su testamento por herederos de sus Estados á los caballeros
del Temple , manejos que fueron inútiles , gracias á que la voluntad de
los aragoneses se opuso à que dispusiesen de ellos como de un rebaño .
Del mismo modo , tiempo adelante , consiguieron que el rey D. Jaime
de Aragon nombrase al Gran Maestre por ayo del principe Alfonso , su
hijo . En todas estas medidas , arrancadas por los Templarios , lleva-
ban estos la secreta intencion de hacerse soberanos , como puede de-
ducirse de algunas cartas é instrucciones del Gran Maestre á los Maes-
tres Provinciales . Los dichos documentos se conservaban todavia , no
hace muchos años , en el archivo secreto de la Órden , en Tolosa .
-¿Y en qué os fundais para acusar á los Templarios de envenena-
dores ? ¿ Cómo puede hacerse un cargo semejante á toda una Órden ?
-Yo me guardaré de generalizar esa acusacion . Ahora bien , res-
pecto á mi propia persona , puedo decir que los Templarios intentaron
envenenarme, y seguramente , tarde ó temprano, me hubieran dado la
muerte con el puñal ó el veneno , si yo no hubiese tenido la buena for-
tuna de evadirme de la prision en que los Templarios me tuvieron por
espacio de muchos años , á mi , que era tambien caballero del Temple y
Prior de Tolosa . Y toda la enemistad que me profesaban , tuvo princi-
pio porque no quise acceder á una infamia . El Procurador , que era un
aleve , escribió al Gran Maestre , manifestándole que yo iba á despojar
al Priorato de Tolosa de una herencia considerable. Y así era la ver-
dad ; pero tambien era justo . El caso fué el siguiente . En la Órden
del Temple se admiten caballeros no profesos , que sirven en la Milicia
1035

aunque esten casados , con tal de que vivan separados de sus mujeres .
En Tolosa habia un caballero , ya entrado en dias , llamado Tristan
Raulin , el cual poseia prodigiosas riquezas . Este caballero quiso entrar
en el Temple como hermano casado , y segun la costumbre , hizo testa-
mento, dejando la mitad de sus cuantiosos bienes á la Órden, y la otra
mitad destinada para que su esposa la poseyese, y á su muerte la dejase
á quien mas fuese de su agrado , ó en caso de no testar , á sus parien-
tes mas cercanos . Sucedió , pues , que el caballero Tristan y su esposa,
la señora Aloisa , fallecieron con dos dias de diferencia ; y como los
bienes estaban pro indiviso y bajo la administracion del Priorato de
Tolosa , que pagaba á la señora Aloisa la asignacion correspondiente
å la mitad de las rentas del caballero Tristan , resultó que la Órden, se
encontró en posesion , por nadie disputada , de todos los bienes . de
Raulin. Pero el espíritu de la regla y la justicia exigian que la mitad
de aquellos bienes se hubiesen adjudicado , al morir el caballero Tris-
tan , á la señora Aloisa ; y si bien no hubo tiempo de que así se verifi
case , porque dicha señora falleció dos dias despues que su esposo , no
por eso es menos cierto que ella debia haber dispuesto libremente de
los bienes que le pertenecian ; y aun cuando no hubiese hecho disposi -
cion testamentaria , debian heredar sus parientes mas inmediatos . Ca-
balmente los deudos de la señora Aloisa eran muy pobres , y á la sazon
vivian en Tolosa . Yo comprendí que en el decoro de la Órden no esta-
ba el defraudar de su cuantiosa herencia á aquella noble familia ; pero
el Procurador , hombre avaro y ruin , opinaba de muy diversa mane-
ra , llevando muy á mal el que yo pretendiese obrar en este negocio
con toda la rectitud que cumplia á mi honra y á la de la Órden . En re-
solucion , los Templarios cometieron una infamia , reteniendo en su
poder todas las inmensas riquezas del caballero Tristan Raulin ; pero
como yo me oponia con todas mis fuerzas á que tan inícuo despojo se
consumase, fuí preso por los mismos Templarios , y para evitar que yo
publicase la infamia , intentaron envenenarme.
Este relato produjo grande impresion en el ánimo de los jueces ,
particularmente de Nogaret , que con una mirada de júbilo significó su
aprobacion al testigo Sechin de Flexian .
-¿Y cómo supisteis que los ilustres caballeros del Temple, vuestros
propios compañeros y subordinados , trataban de daros muerte por me
dio del veneno ? preguntó Felipe de Marigny , afectando severa impar-
cialidad .

-Largo tiempo vivi en un calabozo , y en varias ocasiones habia


1036

intentado evadirme , aunque inútilmente . Una noche , ya muy tarde ,


se abrió la puerta de mi calabozo , y el carcelero me dijo que le siguie-
se. Yo le obedeci. Me condujo á una huerta donde tenia preparados
dos vestidos de aldeanos , con los cuales nos disfrazamos , y ambos sa-
limos con gran secreto por un postigo de la Casa del Temple . El caba-
llero encargado de mi custodia tenia tambien dispuestos dos caballos
en una alquería de las inmediaciones de Tolosa Yo no sabia qué pen-
sar de la estraña conducta del caballero ; mas cuando ya estuvimos en
salvo , me confesó , que sabiendo la causa de mi prision , se habia
resuelto á salvarme , porque de no hacerlo así , al dia siguiente debia
haberme administrado veneno en la comida , segun las órdenes que le
habia dado el Procurador , que á la sazon ocupaba mi antigua digni-
dad de Prior. Aquel honrado caballero , que durante mucho tiempo fué
el encargado de vigilarme , no solo quiso salvar mi vida , sino que tam-
bien él mismo desertó de la Casa del Temple como de una caverna de
lobos.
-¿Y qué motivos teneis para acusar á los Templarios de monede-
ros falsos ?
-Puedo probar que en muchas Casas los Templarios tienen fábrica
de moneda. Así es que , no solamente cobran rentas cuantiosísimas ,
sino que recibiendo de la Palestina y de otras regiones gran cantidad
de plata y oro en barras , fabrican moneda de baja ley ; con lo cual
tienen otro nuevo medio de enriquecerse de una manera prodigiosa.
El inicuo Tribunal , con estas y otras atestiguaciones análogas ,
daba por bien fundados los cargos mas absurdos .
Luego se levantó un hombre vestido de negro , y dirigió la palabra
al señor Presidente. Aquel hombre era el abogado que por mera fór-
mula habian nombrado para que defendiese al Gran Maestre y com-
pañeros.
El discurso del abogado fué difuso , hinchado y notabilísimo , no
por la elocuencia que en él brillaba , sino porque si un discurso en ta-
les casos sirve ó debe servir para defender al cliente , aquella perora-
cion peregrina , repetimos , tan solo fué notable por la manera eficaz
con que contribuia á facilitar y disculpar la condenacion de los reos.
Comenzó el defensor por rendir las armas , manifestando que le
era imposible rebatir los severos cargos que resultaban en contra de
sus clientes ; pues que negarlos seria lo mismo que decir que el sol no
daba luz . Pero en cambio apelaba á la clemencia del Tribunal para
que templase su justicia.
1037

Y el abogado se sentó , limpiándose con su lenzuelo el sudor que


corria por su frente.
Molay quiso hablar en defensa de la Orden ; pero no se lo permi-
lieron sino en cuanto se referia á las preguntas que le hicieron perso-
nalmente . ¡ Qué martirio tan horroroso es para la inocencia verse con
nna mordaza !
A las preguntas que el Presidente dirigió á Santiago Molay , ros-
pondió este negando todos los cargos que se le hacian , calificándolos
de infames calumnias , y recusando á los testigos como hombres sin fé,
que faltando á sus mas solemnes juramentos , publicaban las ocultas
ceremonias de los Templarios , interpretándolas siniestramente.
El Tribunal deliberó que para que el obstinado Molay confesase
sus delitos , debia aplicársele el tormento de la cuerda .
Adoptado este parecer , el Gran Maestre fué conducido por algu
nos partesaneros á la sala del tormento..
En seguida otro grupo de soldados condujo ante el Tribunal á otro
de los compañeros de Molay.
Aquel desgraciado era Jimeno .
Mr. de Nogaret le contemplaba con una sonrisa de demonio . El as-
tuto Canciller se habia apoderado del manuscrito que el trovador habia
puesto en manos del Gran Maestre . Desde luego se comprende quə ,
gracias á esta circunstancia , Nogaret se habia hecho dueño del desti-
no de Castiglioni.
-¿Es verdad que adorais la figura de un gato y la espantosa cabeza
de Bafomet ? preguntó Marigny .
--Yo solo adoro al Dios uno y trino.
-¿Negais , pues , que abofeteais la efigie de Jesucristo en vuestras
execrables ceremonias ?
-Lo ignoro absolutamente .
Caballero ! ¿ Es este lugar de chancearse ?
-Yo no soy Templario .
-Ese es un subterfugio muy grosero para que se le deba dar cré-
.dito.:
-Jamás he mentido , respondió el trovador con altivez .
-¿A qué vinisteis á la prision en que se hallaba el Gran Maestre?
--Para servirle y favorecerle en cuanto estuviese á mi alcance..
-Luego reconoceis que Santiago Molay es vuestro jefe .
-No he dicho tal cosa!
-Os repito , caballero, que os dejeis de burlas , que tomeis en con-
1038

sideracion el lugar en que os hallais . Debeis tener presente que es-


tais delante de un Tribunal respetable , y que os condenará sin oiros ,
si persistis en vuestras indignas cuchufletas .
-Repito , señor Presidente , que yo soy incapaz de chancearme.
Nogaret tomó la palabra y dijo :
-Vos sois un caballero , y debeis respetar á los que aquí represen→
tan al rey nuestro señor .
-Vuestro señor y rey no es mi rey ni mi señor .
-¡Qué estais diciendo! gritó Marigny.
-La verdad. Yo soy español .
-Hablais demasiado correctamente el francés , para que creamos
semejante embuste.
Los ojos de Jimeno se inyectaron de sangre , y maquinalmente
llevó la mano á la cintura para buscar su espada ; pero el infeliz solo
encontró la cadena que iba á reunirse con los grillos que sujetaban sus
pies. El trovador exhaló un profundo suspiro .
-Y aun cuando seais español , nada importa para el caso , observó
Nogaret ; supuesto que todos los Templarios que se encuentren en el
reino de Francia , de cualquier pais que sean , estan sujetos á la juris-
diccion del rey nuestro señor .
-¿Y no he dicho ya que no soy Templario?
-¿Cómo os llamais?
-Don Jimeno Perez Sarmiento .
-Qué motivos teníais para desear el favorecer al Gran Maestre de
los Templarios?
-Mi esposa es su sobrina , la señora Amalia Molay.
-¿En dónde os casásteis?
-En Jerusalen .
---
¿Teneis testigos de vista bastante fe -hacientes para probar lo
que decís?
-No tengo ningun testigo de vista ; pero el Gran Maestre lo sabe
muy bien , y mi esposa se encuentra en Paris ...
Estas palabras fueron acogidas por los jueces con burlona hilaridad ,
y varias voces dijeron:
-¡Este hombre es un insensato!
-Decididamente , ó está loco , ó es un garçon ricaneur que le gus-
ta chusquearse con la Justicia , dijo Nogaret.
-Pues ya verémos en lo que paran sus burlas , dijo amostazado el
Presidente , mandando que diesen tormento al jóven para que decla-
1039

rase sus delitos con verdad y con el tono sério y respetuoso que se de-
bia al Tribunal .
-Señores , en nombre de Dios , por la salvacion de mi alma , por
lo mas sagrado que haya en el cielo y en la tierra , yo os juro que he
dicho la verdad ...
-¡Infame! ¡Villano! ¡ Cómo se entiende ! esclamaron varias voces .
-Repito que no soy francés , ni Templario , ni he cometido ningun
crimen ...

-¡Silencio! ¡Silencio!
Y no hubo apelacion . El desgraciado Jimeno fué conducido á la
sala del tormento.
Pero mientras que el Tribunal interroga á los tres compañeros del
Gran Maestre , reclam an nuestra atencion otros acontecimientos de la
mayor importancia , que tenian lugar aquella misma noche , á la mis-
ma hora y casi en el mismo sitio , es decir , no muy lejos de la Casa
del Temple .

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CAPITULO LXXXII.

Nicolás Grimoire el carbonero.

La noche estaba oscura y fria.


A mas de que en aquellos tiempos se
recogian muy temprano los buenos habi-
tantes de Paris , á la sazon habia una cau-
sa que hacia que desde el oscurecer estu-
viesen muy solitarias todas aquellas calles
del recinto de la Cité.
Hablábase mucho de un monje en pena ,
que durante la noche vagaba en torno de
la Casa del Temple.
No sabemos hasta qué punto semejantes hablillas tendrian funda-
mento ; pero si nos atrevemos á asegurar que aquella noche se veian ,
sino muchos fantasmas que con paso rápido y silencioso atra-
vesaban las desiertas calles . Todos se detenian delante de un caseron
cuyas negras paredes le daban un aspecto vetusto y ruinoso . Nuestros
personajes murmuraban algunas palabras , la puerta se abria sin rui-
do , y luego volvia á cerrarse con la misma precaucion .
Cualquiera transeunte que hubiese visto penetrar en aquella casa
dos ó tres embozados , habria creido lisa y llanamente que aquella era
su morada ; pero sin duda no hubiera sabido qué pensar desde el mo-
1041

mento en que reparase que en la desierta casa habian penetrado hasta


doce monjes con los rostros cubieros con las capuchas . Es casi segu-
ro que cualquiera honrado vecino que tal procesion de monjes colum-
brase , hubiera sin duda ninguna afirmado á sus compadres al dia si-
guiente , que se le habia aparecido una legion de monjes en pena . Y
aun es muy probable que hubiese añadido de su propia cosecha sus
correspondientes llamas , sus indispensables calaveras de mirada fosfó-
rica, el imprescindible crugido de los esqueletos debajo de los hábitos ,
y alguno que otro siniestro rumorcillo de ayes y de cadenas .
Pero semejantes comentarios no pudieron hacerse , supuesto que
aquella calle estaba de todo punto solitaria , y nadie pudo ver á los
monjes que se hundian como espectros por la ancha puerta del ruinoso
y destartalado caseron . Aquel edificio tenia su historia , que no era de
las menos curiosas del viejo Paris . En otro tiempo se habia albergado
en aquella mansion un astrólogo judío, que habia predicho que cuando
en aquella casa habitasen muchos buhos , seria señal de que muy cer-
ca de allí habria fabricado su nido un águila muy altanera, y que en-
tonces sucederian muchos desastres en toda la Cristiandad ; pero que
poco tiempo despues , trascurrido cierto plazo , habia de llegar una
noche terrible en que , reunidos con grande alboroto en rededor del
águila , los buhos habian de darle muerte con sus garras , despues
de aturdirla con sus lúgubres graznidos . Ya verémos mas adelante que
esta estraña prediccion , no solo no carecia de fundamento, sino que se
cumplió al pie de la letra .
A la sazon la casa estaba habitada por un hombre misterioso y cu-
ya fisonomía era muy difícil de ser bien examinada , merced á la negra
máscara que cubría su rostro . En todo el barrio pasaba por un honrado
carbonero llamado Nicolás Grimoire. A pesar de su tosca vestimenta ,
notábase en sus ojos , en su voz y en sus modales un no sé qué de im-
perioso é inteligente , que podia muy bien escaparse á las miradas de
cualquiera observador vulgar , pero que no podia menos de llamar la
atencion de un observador reflexivo y esperimentado . Aquel hombre
estraño hacia poco tiempo que habitaba en la antigua vivienda del as-
trólogo judío .
Desde luego se comprende que Grimoire era el que con tanta pun-
tualidad como recato abria la puerta á todos los monjes que llegaban .
A medida que iban entrando , un criado del carbonero los conducia por
los estensos tránsitos de la casa, hasta llegar á un huerto en donde ha-
bia muchos árboles .
131
1042

Cuando hubo llegado el que completaba el número doce , Nicolás


Grimoire le asió de la mano y le condujo á donde ya aguardaban sus
compañeros . Entonces , provisto de una linterna , Grimoire dijo á su
criado y á los monjes :
-Seguidme .
El carbonero se encaminó al sitio mas oculto del huerto , y tocando
en un resorte, se abrió en el suelo una trampa que cerraba la ancha
boca de una mina . Grimoire entró delante , le siguieron los monjes , y
cuando el último hubo penetrado , cerrósa otra vez la trampa , que era
una gran piedra de figura cúbica . Diríase que se los habia tragado la
tierra .
Bajaron por una escalera de caracol que se sumergia á una gran
profundidad. Por último el terreno se hizo plano , y comenzaron á ca-
minar por una estensa galería hasta una puerta planchada de hierro.
Franqueada aquella puerta, encontráronse en un vasto salon de forma
circular y rodeado de un banco de piedra , sobre el cual veíanse varios
envoltorios . En el centro ardia una lámpara pendiente de la bóveda.
Nicolás Grimoire y su criado se despojaron de sus groseros vesti-
dos, y lo mismo hicieron los monjes con sus hábitos . Cada uno tomó su
envoltorio , y en brevísimos instantes aquellos catorce hombres que-
dáronse trasformados en catorce caballeros del Temple con sus man-
tos blancos y con sus cruces rojas .
Y el que antes era Nicolás Grimoire el carbonero , quedóse conver-
tido en capitan de los trece campeones .
Todos se hincaron de rodillas , y despues de una breve oracion , sen-
táronse en el banco de piedra .
Era costumbre muy antigua , que en las fortalezas y castillos hubie-
se subterráneos que facilitasen una evasion en caso de necesidad . En las
Casas fuertes de los Templarios habia siempre de estas minas , de las
cuales se servian aquellos valientes guerreros , no para evadirse , sino
para acometer á retaguardia á los enemigos que asediasen sus castillos .
Esta manfobra era siempre de un efecto seguro ; pero por esta misma
razon procuraban ocultar con gran cuidado la salida , entrada y direc-
cion de estas minas ó caminos cubiertos.
Desde luego se comprende que Santiago Molay con sus cuatro com-
pañeros habria podido fácilmente evadirse de la Casa del Temple du-
rante el tiempo que estuvieron reclusos ", pero que tenian libertad para
recorrer la Casa á su sabor.
Ahora bien , el Gran Maestre de los Templarios tuvo poderosísimas
1043

razones para no prevalerse de la circunstancia del subterráneo . El ho-


nor de la Órden aconsejaba al Gran Maestre que no desapareciese de
una manera oscura y vergonzosa ; y por otra parte , Santiago Molay
nunca podia figurarse que sus ruines enemigos llevasen su malevolencia
hasta el estremo de sepaltarlo en un calabozo , darle tormento y condu
cirle al suplicio . Acaso hubiese sido otra su conducta , si hubiera po-
dido adivinar el horrible encono que el rey y sus satélites abrigaban con-
tra la ilustre y gloriosa Órden de los Templarios .
Algunos caballeros se habian escapado de la prision general decre-
tada por el rey Felipe el Hermoso . A pesar del grave peligro que
les amenazaba , Nicolás Grimoire y sus compañeros , que por diversas
causas se hallaban ausentes de sus respectivos Conventos á la hora en
que se verificó la prision , no olvidaban á su desgraciado Maestre, cuya
suerte no ignoraban , pues no habia dejado de traslucirse que Molay.
yacia en un calabozo , y que el rey se hallaba muy prevenido en contra
de los Templarios . Antes de que el Canciller hubiese mandado encerrar
separadamente á Santiago Molay , habia tenido este ocasion de hacer
llegar á manos de un caballero muy distinguido , un documento por el
cual le nombraba el Maestre su lugarteniente . Aquel caballero era
el fingido Nicolás Grimoire, que dirigiéndose á los trece campeones que
estaban en el subterráneo esclamó :
—Aquí, en las entrañas de la tierra , en las tinieblas de la noche , es
donde ahora desgraciados ! podemos vestir el noble manto de caballe-
ros del Temple. Ya sabeis con cuánto sigilo nuestros hermanos fueron
presos en toda Francia á una misma hora . Muy pocos debemos á la ca-
sualidad el hallarnos libres ; pero ya que podamos disponer de nues-
tras personas , es tambien un deber nuestro el hacer cuanto nos sea
posible por salvar á nuestros desgraciados hermanos . Esta noche os
he avisado para que penetremos por la mina en la Casa del Temple y
saquemos de sus calabozos al Gran Maestre y á sus tres compañeros .
El supuesto Grimoire ignoraba que habia en el Temple otro nuevo .
prisionero , aunque no era Templario . Hablamos del trovador.
-Tal ha sido el objeto que me ha movido para reuniros aquí esta
noche , añadió el fingido carbonero ; y deseara saber si podia contar en
un todo con vuestra cooperacion .
-Estamos á vuestras órdenes , monseñor Larmenio .
El lugarteniente nombrado por Molay se llamaba Juan Márcos Lar→
menio , hombre de carácter noble y leal , pero fogoso y apasionado ; de
valor heróico , pero audaz y temerario; de imaginacion ardiente y fe-
1044

eunda , pero que á veces se estraviaba por el esceso mismo de su ma-


ravillosa fantasía .
El señor Larmenio dijo :
-Aun cuando conozco la habitacion de otros seis hermanos mas que
habitan en Paris de incógnito , no me ha parecido conveniente avisar-
les ; pues creo que con los que estamos presentes bastarémos para lle-
var á cabo nuestra empresa . Sin embargo , tenemos que vencer gra-
vísimas dificultades . Además de que la Casa del Temple está toda llena
de guardias del rey , es lo peor que ignoramos en qué punto se encuen-
tran encarcelados nuestros compañeros . Así es que tendrémos nece-
sidad de dividirnos , para que vayan tres á cada calabozo , y dos que se
queden guardando la entrada de la huerta de la Casa del Temple .
En este punto y en la Sala Maestral era donde desembocaba la
mina.
-Justamente estamos los catorce que se necesitan para el caso ,
dijo uno de los caballeros , ya entrado en años , de nacion aleman y de
carácter en estremo reflexivo , sin dejar por eso de ser muy esforzado .
Pero veo que nos falta un requisito muy importante , cual es saber á
punto fijo el lugar en que se encuentran los respectivos calabozos . De
otra manera , andarémos vagando á la ventura , y solo conseguirémos
trabar un combate inútil con los guardias del rey , dando tambien mo-
tivo para que acaso descubran la secreta comunicacion subterránea por
donde hemos penetrado .
Tales razones produjeron una impresion profunda en el ánimo del
auditorio.
-Todo eso se me habia ocurrido á mí tambien , dijo Larmenio ; pero
¿no harémos una tentativa para favorecer á nuestros compañeros?
-Que se delibere sobre el caso , dijo el caballero aleman.
Hubo diversas opiniones ; pero el mayor número se inclinó al dic-
támen de monseñor Juan Márcos Larmenio .
-Yo , insistió el aleman , en ninguna manera me opongo à á que tra-
temos de libertar á nuestros hermanos ; pero repito que para conseguir
los fines se necesitan medios oportunos, y, hablando con franqueza , no
me parecen muy acertados los medios propuestos .
-En ocasiones tales , dijo Larmenio con su fogosidad característica ,
es preciso dejar algo á los acasos de la buena fortuna ; pues quien todo
quiere preverlo , suele no aventurar nada ni arrestarse nunca á vale-
rosas empresas. ¡ Acordémonos de que somos Templarios !
Todos aplaudieron estas palabras , menos el aleman , que hizo un
1045
gesto de resignacion , y defendiendo el terreno á palmos , respondió :
-Me parece que deberíamos abandonar nuestro hábito y trocarlo
por el de monjes.
-Nunca , en el momento de combatir , nos sentará bien el abando-
nar nuestro hábito guerrero y glorioso .
-Acaso nuestra tentativa sea perjudicial á nuestros hermanos ...
¿ Creeis perjudicial el sacarlos de sus calabozos ?
I Líbreme Dios de pensar tal cosa ! Pero no es esa la cuestion .
¿ Pues cuál?
-Que yo no creo tan fácil el conseguir nuestro objeto , y si no lo
conseguimos , es seguro que nuestros compañeros serán tratados con
mas rigor.
Las observaciones del aleman eran en estremo juiciosas ; pero en
aquella reunion , como en otras muchas análogas , suele triunfar el
entusiasmo turbulento de la razon serena . Es verdad que algunas ve-
ces , sin esa fuerza espontánea é irreflexiva del alma humana , que se
llama entusiasmo , no existiria esa otra brillante manifestacion que se
llama heroismo ; lo cual tampoco quiere decir que no haya otra espe-
cie muy diversa de heroismo y entusiasmo .
Los caballeros , perfectamente armados y provistos de linternas ,
se dirigieron á una pequeña puerta practicada en el muro de aquel sa-
lon , penetraron por una estrecha galería , en donde levantaron otra
trampa , y se perdieron en las sombrías sinuosidades del subterráneo .
Poco tiempo despues una larga procesion de blancas figuras atra-
vesaba la huerta de la Casa del Temple . Los caballeros llegaron sin
ningun obstáculo hasta un estenso patio , en el cual oyeron ruido de
pasos , de alabardas y de grillos.
En aquel momento atravesaban por el átrio los soldados que con-
ducian á los tres compañeros de Santiago Molay á la sala del tormento .
Con inaudita furia precipitáronse los Templarios sobre los guardias
del rey ; cundió la alarma , creció el alboroto , acudieron nuevos sol-
dados , y se trabó un horroroso combate.
ion o

CAPITULO

Comodi

LXXXIII.

En donde menos se piensa , salta la liebre.

A misma noche en que sucedieron


los acontecimientos que acabamos
de relatar , se encontraba Martin
Galindo estraviado en las estre-
chas calles de la Cité. Todo el dia
habia estado recorriendo las pla-
zas y calles de Paris , y en aquel
momento se hallaba verdadera-
oh ohip mente desfallecido de cansancio.
Por fortuna , cuando mas deseaba
encontrar un sitio apropósito para
descansar un rato , pasó por la taberna en donde estaba la ingeniosa
muestra de que ya hemos oido hablar á los dos bandidos españoles en
una de las galerías de la Casa del Temple.
En la taberna oíase rumor de vasos y voces , y de vez en cuando ,
entre aquella confusion , se desprendia una alegre y sonora carcajada .
El buen Martin Galindo resolvió descansar allí en compañía de un
jarro de buen vino , que , dicho sea de paso , no es esta la compañía
mas detestable para un escudero español , en una noche de invierno , en
Paris.
Galindo entró en una pequeña sala , en donde habia varios bancos
de madera que á la vez servian de mesa y de asiento . El tabernero le
1047

sirvió con prontitud el vino en un luciente jarro de estaño , que con un


vaso de vidrio dejó sobre un banco . A la sazon no habia nadie en
aquel cuarto ; pero al poco tiempo entraron dos hombres que se senta-
ron enfrente de Galindo.
Como sucede en las grandes poblaciones , en donde nadie repara
en nadie , los recien llegados y el escudero se miraron con indife-
rencia.
Mientras que el viento rugia , conmoviendo los vidrios de una ven-
tanilla que daba á la calle , Martin Galindo y los otros dos parroquianos
trasegaban en silencio sendos vasos de mosto entre pecho y espalda .
Uno de los desconocidos , llenando un vaso , y contemplándolo al
trasluz con todo el estático embeleso de un bebedor inteligente , escla-
mó con un entusiasmo digno de mejor causa :
-¡Qué color ! ¡ Qué aroma ! ¡ Qué sabor tan esquisito ! Verdadera-
mente este tabernero merecia ser visitado por todos los españoles
que se encuentren en Paris . ¿ No te recuerda este vino al clarete de
Cazalla ?
El compañero del que así hablaba , parecia asaz meditabundo , y
nada respondió á la charla de su amigo , si bien este silencio no se
opuso á que el caviloso apurase de un trago su vaso.
Martin Galindo no acababa de admirarse de haberse encontrado
alli con dos compatriotas , supuesto que las anteriores palabras ha-
bian sido pronunciadas en español muy claro. Además , Galindo creia
conocer á aquellos dos hombres ; pero no recordaba en dónde ni
cuándo los habia visto. Ya iba á saludarlos con ese placer que se
esperimenta siempre que en pais estranjero se encuentran individuos
de una misma nacion , cuando el panegirista del rico clarete de Caza-
lla dijo á su compañero :
-A fé que pareces mudo . Bien merecen que solemnicemos esta no-
che , las libras tornesas que , sin hacer daño á nadie , hemos ganado
honradamente. ¿Sabes que nunca creí que el golilla cumpliese tan fiel-
mente su palabra ?... ¡ Cuerpo de Cristo ! Parece que estás en babia . ¿ En
qué estás pensando ?
-En D. Jimeno y en Castiglioni .
Inútil es encarecer el efecto que tales nombres produjeron en el
ánimo de Martin Galindo , el cual , felicitándose de todas veras por
haber callado , resolvió hacerse el sueco y escuchar sin perder una
sílaba de aquella conversacion para él tan interesante.
Tambien parece escusado decir que los dos bandidos hablaban en
1048
español , con la confianza propia de personas que no sospechaban que
pudieran ser entendidas .
-¿Y por qué te acuerdas ahora de D. Jimeno y de Castiglioni ?
-Ya sabes que tenemos el encargo de no perder de vista á ese mal-
dito tuerto , y ya hace dos dias que no le hemos visto el pelo ... ¿ Se
habrá marchado de Paris ?
-Yo no lo creo ; pero , en todo caso , mañana saldrémos de dudas .
-Lo que mas me aflige , es que D. Jimeno se haya metido en este
berengenal ; porque es seguro que á estas horas lo tienen preso , ni
mas ni menos que si fuera Templario .
-Verdaderamente , es una lástima.
-Aquí debe de haber un gran misterio que , por mas que me de-
vano los sesos , yo no lo puedo aclarar .
-Tambien he pensado yo en eso . ¿ Quién diablos habrá metido á
D. Jimeno en este mal paso ? Te aseguro que la otra noche , cuando se
nos apareció en el calabozo del Gran Maestre , me quedé como una es-
tátua .
-Nosotros no debimos haber salido de allí sin habernos traido á ese
buen caballero , que al fin es nuestro paisano , y muy querido de D. Juan
Osorio, que tan bien nos paga.
-¿Y qué hubiéramos podido hacer en su favor , estando rodeados
de un enjambre de guardias del rey ?
-¡Fuego de Dios ! ¿Qué ruido es ese?
En este momento se oyó en la puerta de la calle un tumulto de
voces , de risas y de palos.
El motivo de aquella barahunda era , que habiendo salido algunos
arqueros embriagados , unos estudiantes les hicieron burla , llamándoles
borrachos.
No sabemos por qué los arqueros se imaginaron que aquella pala-
bra era una calumnia y un insulto . Nos atrevemos á asegurar que las
pullas de los estudiantes podian tener de todo , menos de calumnia. Lo
cierto del caso era , que los arqueros y estudiantes habian trabado una
muy reñida pendencia en la misma puerta de la taberna , y todos los
bebedores que en ella se hallaban , acudieron al lugar de la camorra ,
que al fin se terminó por un método homeopático ; pues acudió la ron-
da , y serenó la contienda aplicando el aforismo similia similibus , es
decir , apartando á palos á los apaleadores.
Los individuos de la ronda , examinando una por una todas las
personas que se hallaban en la taberna , concibieron el proyecto de
1049

llevarlas á todas á la cárcel ; pero pasado el primer momento de efer-


vescencia , con notable imparcialidad condujeron sola y esclusivamente
á los culpables , dejando á los demás que libremente se marchasen á
sus casas .
Entretanto Martin Galindo daba á todos los diablos el impensado
lance que se habia atravesado en sus pesquisas , precisamente cuando
mas cerca estaba de haber descubierto , despues de tantos afaues , el
paradero de su amado señor .
Pero resuelto á todo trance à no dejar escapar aquella coyuntura ,
pagó con gran prisa al tabernero, y lanzóse en seguimiento de los
bandidos ; pero por mas que miró á lo largo de la calle , no los pudo
descubrir. Desgraciadamente la noche estaba oscurísima , y era por
estremo difícil divisar á una persona , á no ser à dos pasos de distan-
cia . Vacilando en la mas cruel incertidumbre , Martin Galindo no sabia '
qué direccion tomar ; pero imposibilitado á la vez de continuar inmó-
vil, se decidió á Dios y á ventura á seguir la calle abajo . Poco tiempo
despues columbró doз bultos , y oyó algunas palabras en español .
El escudero se adelantó resueltamente y se puso delante de los bandi-
dos , diciendo :
-Queridos paisanos , creo que no os negareis á dispensar un gran
servicio á un español.
Al pronto los bandoleros llevaron la mano á sus puñales ; pero con-
vencidos por el acento y las palabras de Martin de que era español , los
bandidos se manifestaron sensibles á esta circunstancia , que hace que
dos hombres , cuando se encuentran en estraña tierra, aunque no se ha-
yan visto jamás , se estrechen la mano de amigos en nombre de la patria.
--- ¿ Qué quereis ? preguntaron los bandidos á la vez .

-Yo soy el escudero de D. Jimeno Perez Sarmiento , he oido vues-


tra conversacion , y os ruego que me digais lo que ha sido de mi señor .
Eres criado de D. Jimeno ! ¡ Voto á bríos ! No nos hemos librado
de mala. Si conforme has sido tú , hubiera sido otro... Bien dicen en
nuestra tierra , que en donde menos se piensa , salta la liebre ; pero al
fin, nada se ha perdido . ¿ Qué hacemos ? preguntó el que tenia la pala-
bra , volviéndose hácia el segundo bandido , que sin duda era hombre
mucho mas circunspecto .
Ambos cambiaron algunas palabras , vacilaron algunos momentos,
y por último dijeron á Martin :
-Vente con nosotros .
Galindo los siguió .
132
1050

A los pocos pasos se detuvieron delante de una puerta . Los bando-


leros sacaron una llave y penetraron en la casa , arrastrando consigo
á Martin , que comenzó á recelar alguna emboscada , al verse conducido
entre la oscuridad y sujeto por los brazos .
Despues de subir una escalera y de atravesar varios pasadizos , se
encontraron en un pequeño aposento , que estaba iluminado por una
lamparilla que ardia sobre una mesa.
Los dos bandidos cambiaron una mirada de inteligencia y de satis-
faccion , que hubiera podido traducirse por estas palabras :
-No nos hemos equivocado . Podemos decirselo .
-Yo creo haberte visto antes de ahora , dijo uno de los bandoleros .
-Seguramente nos hemos visto en Jerusalen ó en Jaffa , respondió
Galindo .
Esta respuesta confirmó mas y mas á los bandoleros en la idea de
que Galindo no era un impostor.
-Te hemos traido aquí para examinarte bien , y convencernos de
que no tratabas de engañarnos , dijo uno de los bandidos .
-
¿ Podeis dudar de mi ? Pedidme cuantas señas ó pruebas querais .
-Ya no las necesitamos , respondió el segundo bandido con voz
cariñosa. Mira , todos somos españoles , y debemos tratarnos con her-
mandad , y por esta razon te vamos á descubrir una cosa que hemos
prometido tener muy reservada ; pero que……
.. ¡ Vaya al diablo el golilla !
Tu amo está preso en la Casa del Temple , no sabemos por qué ; poro
si algo puedes hacer en su favor , hazlo, y no te duermas.
-¡Gracias ! ¡ Gracias esclamó lleno de gozo Martin Galindo . En
mi tendreis siempre un amigo leal , y mi señor... ¡ Oh ! yo lo libertaré .
-Una cosa te exigimos .
-Decid .
-Que a nadie reveles que nosotros te hemos dicho el paradero de
D. Jimeno.
-Ignoro vuestros nombres ; pero os juro cailar vuestra patria.
-Eso es ; solamente debes limitarte á favorecer en lo que puedas á
tu amo , y hacerte cuenta que has sabido su prision por revelacion di-
vina. ¿Lo oyes ? Cuidado con el piquito.
Martin prometió ser reservado , les agradeció con toda su alma el
aviso , despidióse de los bandoleros , y en aquella misma hora se enca-
minó como un relámpago á casa de Amalia , para comunicarle la triste
situacion de D. Jimeno .
kol, axban-au
int

CARNCER

CAPITULO LXXXIV .

Sentencia.

ERRIBLE fué el combate que se trabó en


el patio de la Casa del Temple ! Los doce
caballeros , atendido su escaso número,
hicieron una gran mortandad entre los
guardias del rey. Estos , sin embargo,
acudieron en gran número , y la victo-
ria no pudo menos de declararse por las
tropas del rey. De los doce caballeros
murieron ocho , y los cuatro restantes
se escaparon hácia la huerta , en donde ya les aguardaban impacien-
tes sus dos compañeros . Afortunadamente los Templarios conocian
mucho mejor que los guardias dėl rey la topografía de la Casa del
Temple ; así es que los fugitivos se hallaron en la trampa de la mina ,
antes que los guardias se encontrasen todavía en el comedio de la huer-
ta. La oscuridad de la noche y los altos nogales vinieron tambien en
auxilio de los Templarios . Los seis que no habian sucumbido , tuvieron
1052
la fortuna de desaparecer por la boca de la mina , sin que nadie lo ad-
virtiese .
Los guardias , sin embargo , comenzaron á inspeccionar aquel re-
cinto árbol por árbol , pero inútilmente . Llegaron á colocarse sobre la
misma trampa ; pero esta se cerraba por dentro con tan maravilloso
artificio , que era imposible que se conociese ni abriese , á no ser por
una persona instruida del mecanismo del secreto .
La inesplicable desaparicion de los Templarios fué un nuevo motivo
mas para que los soldados creyesen que realmente muchos de aquellos
caballeros se valian en ocasiones de la ayuda del diablo , ó de la mágia ,
ó cosa por el estilo .
Pero lo que resultó de todo esto , fué que los ministros de Felipe
el Hermoso , menos crédulos que los soldados , comprendieron que los
Templarios estaban sobre aviso , y que valiéndose de cualquiera medio ,
se habian introducido en la Casa del Temple , con el objeto de rescatar
al Gran Maestre y á sus compañeros . Así , pues , los ministros , teme-
rosos de que por cualquier incidente la disolucion de la Órden no se
llevase á cabo , convinieron en que los procedimientos de aquel juicio
debian llevarse con suma rapidez .
Ahorrarémos en lo posible à nuestros lectores la escena del tor-
mento . Segun el carácter , edad y robustez de los acusados , unos
hicieron cuantas confesiones les exigieron los inícuos jueces ; otros
se obstinaban en no decir mas que la verdad ; otros permanecian
silenciosos , primero de ira y despues de dolor.
Santiago Molay sufrió largo rato el tormento de la cuerda , des-
plegando varonil entereza y constancia heróica . Aquel hombre corpu-
lento , ya entrado en años , suspendido por las manos , que tenia ata-
das á la espalda , con las puntas de los pies rozando al suelo , hacia
esfuerzos colosales , titánicos , espantosos , para buscar un punto de
apoyo en la tierra que huia á cada instante de sus pies, y á cada instan-
te , con distancia calculada , con proximidad cruel , le fingia la espe-
ranza de asentar las plantas en terreno firme. Pero su cuerpo se
descoyuntaba por realizar aquella esperanza que parecia iba á ser una
verdad , que al fin era una mentira ; pero sí un suplicio verdadero,
horrible , creciente , aterrador , sarcástico como el suplicio de Tántalo .
Al fin la humanidad tiene sus flaquezas .
El Gran Maestre de los Templarios respondió afirmativamente á
todas las preguntas que le dirigia el abogado del rey . El desgraciado
Molay , loco de dolor , y prefiriendo mil veces la muerte à las espan-
1053

tosas torturas que padecia , con ademan insensato y con delirante acen-
to dijo :
-Si quereis , diré y juraré que he dado muerte á Nuestro Señor Je-
sucristo ; escribid cuanto querais , pero quitadme de aquí .
En seguida en otra habitacion tuvo lugar otra escena de la misma
especie , pero acaso mas horrorosa , si es posible.
En el centro de la habitacion veíase un colchon de cuero , suspen-
dido de modo que no llegaba al suelo , y sobre el cual habia pendiente
una correa con su ancha hebilla en una punta , y la otra estaba su-
jeta á una argolla en la bóveda . Sobre aquel colchon estaba sentado un
jóven hermoso , pálido y tranquilo . Parecia que, en vez de temer , de-
seaba la muerte , á la cual veia acercarse como un ángel melancólico ,
pero benéfico . ¡ Ah ! El desgraciado Jimeno ignoraba que la horrible
tortura que iba a padecer , encerraba en sus trituradores aparatos la
horrorosa quinta esencia del dolor . Y aquellos atroces dolores no qui-
taban la vida. La muerte huia espantada , porque mil muertes juntas
no hubieran podido gastar la mas mínima dósis del dolor que se ocul-
taba en el macizo borceguí de encina y fierro .
En aquella lúgubre estancia se hallaban el abogado del rey ,
atormentador-jurado y dos criados suyos , que parecian en conjunto
dos hombres , pero en cuyas cabezas planas no se veia sitio donde lo-
calizar la inteligencia y los nobles sentimientos . Tenian el corazon de
granito , talla de elefante , ojos de hiena , garras de leon . A un lado
de la sala se veia una larga fila de partesaneros , y en un rincon es-
taban una mesa , dos velas , un tintero , un mamotreto y un escribano.
Las callosas manos de los sayones rodearon la correa á la cintura
del gallardo trovador . En seguida le descalzaron un pie , y lo sepulta-
ron entre las ferradas tablas .
El abogado del rey dijo :
-Aún es tiempo todavía . ¿ Confesais los crímenes de que os
acusan?
-Yo no he cometido ningun crímen .
-Sois Templario.
-Eso es un error .
-Entonces, ¿ cómo estais preso en compañía de los demás ?
-Por una injusticia.
-¿Insistís en negar ?
-Insisto en decir la verdad .
El abogado del rey hizo una seña al atormentador , que dió una
1054

vaelta á una especié de tornillo , cerróse el borceguí , y el desgraciado


caballero lanzó uno de esos horribles gritos que no se pueden esplicar
ni escribir , porque faltan palabras y letras para espresar tanto dolor.
-Detenéos , dijo el abogado al atormentador , que ya se disponia á
dar segunda vuelta al tornillo.
Y volviéndose á Jimeno , preguntó :
-¿Confesais ?
-¡He dicho la verdad !
El abogado del rey hizo seña al atormentador para que continuase
su horrible tarea.
Otra vez volvió á preguntar el abogado :
-¿Confesais ?
El infeliz Jimeno , livido y con las facciones horriblemente contrai-
das , hizo un signo negativo , porque no podia responder . En seguida
cerró los ojos , y se habria desplomado , si la correa que pendia de la
bóveda no le hubiera sostenido .
¡ Qué valor tan heróico desplegaba Jimeno para no mentir ! Era
para él verdaderamente horroroso é irritante el verse atormentado
con el objeto de arrancarle la confesion de un delito que no habia co-
metido . De seguro que nada mas cruel puede inventarse entre los hom-
hres , que el condenar á un inocente en nombre de la Justicia . Es á la
vez un sarcasmo y un crímen .
Durante algun tiempo el trovador permaneció casi desmayado ;
pero luego volvió en sí , porque el abogado del rey mandó al atormen-
tador que descalzase al reo . Cuando le quitaron aquel horrible apara-
to , el infeliz Jimeno tenia el pie completamente triturado y reducido á
una especie de lodo sangriento .
Pero el trovador estaba dotado de un espíritu generoso é incontras-
table . Su alma dominaba al cuerpo , y devoraba en silencio y con
soberana dignidad los agudísimos dolores que en aquel instante se irra-
diaban hasta la punta de sus cabellos .
Jimeno , cuando vió cansados á sus verdugos , y que no habian
podido arrancarle una confesion , es decir , una mentira , se sonrió
satisfecho.
Pero ay ! que los verdugos eran incansables , y solo trataban de
que la víctima tomase aliento , para continuar la tortura. Los criados
del atormentador calzaron el horrible borceguí al otro pie de Jimeno.
El abogado del rey repitió su eterna pregunta:
-¿Confesais los hechos del proceso ?
1033
-- Ese proceso , respecto a los Templarios , es una iniquidad ; pero
respecto á mí , que ni aun soy Templario , no sé qué nombre darle...
-Dejãos de esas cosas , y confesad .
-¿Quereis que mienta ?
El abogado se cansó de tantas réplicas , y mandó al atormentador
que hiciese su oficio .
-- ¡ Fuego de Dios ! murmuraban los sayones . En verdad que há
muchos años que no hemos topado con un cristiano tan testarudo. Lo
que es este no canta .
El digno Jimeno se manifestó menos sensible á los dolores de esta
segunda prueba . En lo físico y lo moral el dolor tiene un límite, mas
allá del cual el hombre sucumbe ó comienza á habituarse. Ahora pa-
recia que el trovador se habia propuesto domeñar sus padecimientos ,
y esperimentar por sí mismo basta dónde llegaba la fuerza del espíritu
sobre la materia.
Por mas que esto parezca estraño é inexacto , nada hay mas cierto.
Cuando el hombre se propone una tarea de esta especie , adquiere una
grandeza sublime , sobrenatural .
El abogado del rey constantemente repetia su pregunta , y el ator-
mentador insistia en martirizar á Jimeno ; pero este respondia siempre
negando las acusaciones , ó por mejor decir , afirmando la verdad. En
su rostro brillaba una espresion estremadamente dolorida , pero re-
signada . El desdichado trovador no podia olvidar que su adorada Ama-
lia , á la cual tanto tiempo habia llorado por muerta , aún vivia . Este
pensamiento , este recuerdo , le torturaba el corazon y le hacia des-
fallecer. ¡ Cuánto mas no le hubiera valido el ignorar esta noticia tan
agradable , pero en aquellos momentos tan espantosa y cruel ! La no-
che en que tan denodadamente penetró en el calabozo de Molay , y supo
que Amalia existia , vislumbró un nuevo porvenir de flores , ¡ ay ! que
se desvaneció como un relámpago .
Hubo un momento en que , elevados los ojos , con una sonrisa inefa-
blemente dulce y melancólica , el trovador dirigió al Eterno una ar-
diente plegaria para que mirase con misericordia á su amada Amalia
y á su querida madre Doña Beatriz . Pensando el infeliz caballero en la
adversa fortuna que le separaba de su madre y de su esposa , cuando
por un momento habia creido que podria vivir largos años en com-
pañía de ambas , no pudo evitar el que sus ojos se inundasen de lá-
grimas.
Pero los sayones , que no adivinaban los interiores sentimientos del
1056

trovador , juzgaron aquel llanto de un alma sensible , como una señal


de flaqueza .
El abogado del rey , afectando benignidad , dijo :
-Caballero , mucho debeis de sufrir , segun lo anuncian vuestra
palidez y vuestras lágrimas. Es inútil que os obstineis en negar los
bechos cuya certidumbre conoce la Justicia . Vuestra suerte será siem-
pre la misma , á pesar de vuestra obstinacion . En nombre de la hu-
manidad me permito daros un consejo . Ya que vuestra muerte es
inevitable, debeis descargar el peso de vuestra conciencia , declarando
la verdad. Vuestra contumácia no puede menos de irritar á Dios y á
los hombres . Además , si confesais ... ¿ Quién sabe ?... Acaso pudiérais
esperar clemencia del Tribunal .
Las melosas palabras del abogado del rey eran un ardid muy usado
en aquella clase de horribles juicios . Dejaban entrever al reo alguna
esperanza de salvacion , ó le hablaban de su conciencia , para arran-
carle una confesion cualquiera , aunque fuese una mentira que la Jus-
ticia pudiese convertir en verdad de oficio .
Pero todas estas estratagemas se estrellaron contra la heróica
constancia del trovador , que respondió con voz de trueno :
-Ya os he dicho que nada en el mundo podrá hacerme que engañe
a Dios y á los hombres . Soy casado , soy español , no soy Templario .
¡Jueces inícuos , soy inocente !
Luego añadió , dulcificando su acento :
-En cuanto á mis lágrimas , ¡ ay ! no son los padecimientos del
cuerpo , son los dolores del alma los que me hacen llorar .
En vano los bárbaros verdugos desplegaron toda su crueldad para
que el trovador confesase.
El lector nos dispensará que le ahorremos los repugnantes porme-
nores del tormento de los demás compañeros del Gran Maestre. Baste
decir que al valiente Afan de Rivera le hicieron sufrir tambien el tor-
mento del borceguí , pero con la diferencia de que lo estendieron sobre
un potro , y en vez de oprimirle los pies con un tornillo , lo hicieron
con varias cuñas de madera que entraban en el borceguí á golpe de
mazo. Vemos que habia varios modos de triturar los pies.
En cuanto á los demás , á unos los martirizaron haciéndoles sen-
tarse en una silla de hierro caldeada , y á otros los descoyuntaron y
mutilaron con garruchas y garfios .
El atormentador-jurado tuvo una buena ocasion de desplegar gran
lujo y variedad de torturas .
EL CANCILLER NOGARET
1057

El Tribunal , con intencion de reunirse al dia siguiente , estaba á


punto de abandonar la sala , para dar tiempo á que las torturas pro-
dujesen su efecto , cuando tuvo lugar la alarma ocasionada por la im-
prudente tentativa de los Templarios capitaneados por Juan Márcos
Larmenio ; pero una vez apaciguado el tumulto , el Tribunal se cons-
tituyó en sesion permanente hasta sentenciar á los reos .
La sentencia se redujo á que « el dia que el señor rey Felipe deter-
minase, á la hora de medio dia , los reos serian conducidos en un car-
reton , con una soga al cuello y descalzos , delante de la portada de
Nuestra Señora , para hacer pública retractacion , y desde allí serian
llevados á la plaza de San Antonio , en donde serian quemados vivos . >>
Gracias a las torturas , todos habian confesado los delitos que
habian querido acumularles . Jimeno fué el único que con heróica cons-
tancia no hizo mas revelaciones que las que le dictaba su conciencia .
Pero toda la dificultad se redujo á condenar á los unos como con-
fesos y al trovador como convicto.
Aquel inicuo Tribunal estaba resuelto á que por ningun camino se
le escapasen sus víctimas .

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CAPITULO LXXXV .

Que trata en general de lo que acaeció á los Templarios en varias partes de


Europa , y en particular de lo que sucedió en Castilla.

L golpe dado á los Templarios en Fran-


cia resonó en toda la Cristiandad. Pero
justo será decir que en nuestra España
se trató esta cuestion con un tino , ma-
durez y benevolencia que honrarán eter-
namente á los Prelados que compusie-
ron el Concilio Provincial de Salamanca.
Clemente V habia enviado por inqui-
sidor , para que acompañase á los Pa-
dres del Concilio Salmanticense , á Ay-
merico , que se esforzó en vano para
llevar las cosas en Castilla por el mismo
camino que en Francia. La caballería
del Temple contaba en la Península con mas elementos de resistencia y
prestigio que en ningun otro reino de Europa . Las Órdenes militares
se encontraban en España como en su propio suelo en él nacieron
cuatro distinguidísimas Órdenes que fueron un glorioso antemural con-
tra el Islamismo, y en nuestra patria tambien se encontraban los Tem-
plarios como en su patria natural , como en Jerusalen , esto es , defen-
diendo la religion cristiana contra los musulmanes . La civilizacion del
1059

mundo fué defendida y salvada en aquellos siglos por las Órdenes mi-
litares , bello conjunto de religion y de heroismo . El Oriente , digá-
moslo así, estaba en el Occidente de Europa . En España se daban ba-
tallas de un resultado análogo al de los combates de los héroes del
Tasso.
En virtud de las Bulas Pontificias y de la carta que el rey de Fran-
cia remitió á D. Jaime II de Aragon , se procedió allí tambien á la
prision de los Templarios y confiscacion de sus bienes . Dicese que
cuando los caballeros Templarios entendieron que se trataba de tomar
tales medidas , temerosos de ser víctimas de tropelías y desafueros ,
como sus hermanos en Francia , resolvieron hacerse fuertes en los cas-
tillos que poseia la Órden en ambos reinos , es decir , en Aragon y
Cataluña .
Sin embargo , muchos Templarios fueron presos al instante , y
otros se determinaron á pasar á Chipre y á Rhodas ; pero la casuali-
dad de no ser prósperos los vientos les impidió llevar á cabo este pro-
pósito. Aproximáronse las tropas del rey , y sin necesidad de combate,
y precediendo capitulaciones honrosas que pusiesen á salvo el decoro
de guerreros tan ilustres , se entregaron al poder de D. Jaime . El cur-
so de los acontecimientos demostró que esta resolucion fué muy impor-
tante para los Templarios , supuesto que , sustanciada la causa , obtu-
vieron la mas satisfactoria absolucion . No se verificó esta sin algunos
inconvenientes y dilaciones .
Viéndose los Templarios bajo el poder del rey , se acomodaron á
los decretos del Pontífice , y para que se pusiesen en práctica , acudie-
ron á D. Guillen de Roccaberti , Arzobispo de Tarragona , rogándole
que congregase un Concilio .
Fr. Juan de Loteger , del Órden de Predicadores , fué el pesquisi-
dor de esta causa , nombrado por Clemente V. Loteger procedió con
mucha severidad , no solo contra los Templarios , sino tambien contra
sus confidentes y favorecedores. Inútilmente se les quiso acumular y
probar los mismos delitos de que se acusaba á los Templarios en otros
paises , especialmente en Francia . Sin embargo , estos conatos hicie-
ron que la sentencia definitiva se dilatase por mucho tiempo , hasta que
congregado el Concilio en Tarragona 1 , se declaró unánimemente la
1 ..

1 Además de otros eclesiásticos de distincion , asistieron á este Concilio ,


presidido por el Arzobispo de Tarragona , los Obispos de Valencia , Zaragoza ,
Huesca , Vich y Tortosa. El de Lérida no asistió por hallarse enfermo.
1060

inocencia de los Templarios , segun consta de las actas del mismo Con-
cilio....
El rey D. Dionís de Portugal era el mas ilustrado que á la sazon
habia en la Península , y bien se le alcanzaba que la debilidad del Pon-
tifice y la codicia del rey de Francia habian sido la causa de los atro-
pellos que habian sufrido los opulentos caballeros del Temple . Don Dio-
nís se valió de un medio tan prudente como eficaz , con el que concilió
á la vez dar cumplimiento á las Bulas Pontificias y sacar ilesos de tan
deshecha tempestad á los Templarios . Despues de la supresion de es-
tos , envió el rey en 14 de agosto de 1318 á Pedro Perez , canónigo de
Coimbra , y al caballero Juan Lorenzo Monsaraz , para que solicitasen
del Papa la concesion de una nueva Órden militar en Portugal , bajo la
advocacion de Caballeros de Cristo . Ocupaba á la sazon la silla de
San Pedro el Pontifice Juan XXII , el cual otorgó la autorizacion pedi-
da. El rey aplicó á estos nuevos caballeros todos los bienes que perte-
necian á los Templarios , y eligió para residencia principal ó cabeza de
la Órden al pueblo de Castro-Marin en el Algarve . Poco tiempo des-
pues la cabeza de la nueva Órden fué trasladada á la villa de Tomar ,
donde antes residia el Maestre de los Templarios de Portugal. De este
modo el sábio rey D. Dionís consiguió que en nada se perjudicase la
ilustre Milicia del Temple , pues desde luego se habrá comprendido que
los caballeros Templarios y los de Cristo no eran diversos . Ellos fueron
los principales promovedores del descubrimiento del Cabo de Buena-
Esperanza, á la par que en diferentes paises guerrearon contra los mu-
sulmanes , ensalzando hasta los cielos su fama , bajo el glorioso nom-
bre de caballeros de Cristo .
En Lombardía y en Toscana los Templarios fueron condenados ,
иnos como confesos y otros como convictos de los crímenes de idola-
tría , heregía , blasfemia y sodomía , cuyos procesos fueron remitidos
por los Legados á Clemente V.
En Rávena y Bolonia fueron absueltos ; pero Cárlos de Nápoles los
hizo condenar á muerte y entregó sus bienes á los Hospitalarios ..
En Alemania se presentaron armados y resueltos á defender su
inocencia en el Concilio de Maguncia , y allí tambien fueron declarados
inocentes de los crímenes que se les acumulaban .
En Londres , en la iglesia de San Pablo , se congregó un Concilio
por orden de Roberto Winchelfey, Arzobispo de Cantorbery , para pro-
ceder contra los Templarios ; pero estos negaron constantemente los
delitos que les imputaban , conviniendo en que realmente corria la voz
1061

y fama de que en secreto usaban de ceremonias sacrilegas , si bien


afirmaron que en el hecho no era así. La sentencia en aquel reino se
redujo á que los caballeros fuesen reclusos en varios monasterios , en
los cuales observaron una conducta irreprensible..
Hecha esta rapidísima reseña , bueno será volver á Salamanca , en
donde nos aguardan acontecimientos de grande importancia para nues-
tra historia.
La envidia , la codicia y la supersticion se habian conjurado en to-
das partes contra la Orden del Temple. Ya hemos dicho que los Prela-
dos que componian el Concilio Salmanticense estaban adornados de
las mas altas virtudes y de un espíritu de mansedumbre y conciliacion
muy propio de los ministros de Jesucristo ; pero si bien es cierto que
aquellos dignos Prelados , llenos de sabiduría , apreciaban en su ver-
dadero valor las patrañas y consejas que el vulgo referia de los Tem-
plarios , no suc edia lo mismo al rey y á los principales magnates de
la corte de Castilla.
f La prosperidad de la Orden enojaba á los ricos-homes que envi-
diaban sus riquezas y se prometian buena parte del despojo que iba á
hacerse , cuyos intentos eran favorecidos por la juventud é inesperien-
cia del rey D. Fernando IV.
Y por otra parte , la opinion estaba estraviada respecto á los es-
traños ritos , nigromancia , hechicería y otras lindezas de este jaez que
el pueblo atribuia á tan famosos caballeros .
Los ricos-homes estaban muy avezados á medrar y ensanchar sus
señoríos en aquellos calamitosos tiempos en que , durante la larga mi-
noría de D. Fernando , habian promovido en muchas ocasiones asona-
das y revueltas , consiguiendo al fin desmembrar de la Corona alguna
villa ó castillo , cebo de su codicia y origen frecuentemente de su re-
beldía y descontento.
Los ricos-homes y los mas allegados al favor del rey tenian mucho
interés en hacer que circulasen entre el vulgo las mas absurdas habli-
llas acerca de los Templarios . El deseo de desacreditarlos estaba en la
misma proporcion que las esperanzas que abrigaban de sacar mas ó
menos parte del rico botin que pensaban repartirse .
En la corte de Castilla habia dos personajes sobremanera interesa-
dos en la estincion y despojo de la Órden del Temple . Hablamos del
infante D. Juan y del mayordomo de la Casa Real , el poderoso y tur-
bulento D. Juan Nuñez de Lara.
Grande animacion y movimiento se advertia en la ciudad de Sala-
1062

manca , pues allí habian acudido los Padres del Concilio , los Templa-
rios y gran número de altos señores que , como el infante y Nuñez de
Lara , trataban ocultamente de atizar el fuego contra los desdichados
é ilustres guerreros .
Acababa de anochecer.
En una casa de modesta apariencia entraron algunos hombres de
'mala catadura , precedidos por una mujer hermosa y jóven . Los hom-
bres que la acompañaban , á escepcion de uno , se quedaron en el
patio.
La jóven y el mancebo penetraron en el interior de la casa , hasta
llegar á la puerta de un aposento en donde habia un anciano á guisa
de centinela.
La hermosa jóven abrazó al viejo con una ternura filial , y el man-
cebo lo saludó tambien con respeto.
-Entrad , hijos mios , entrad al instante ; pues mi señora está im-
paciente , dijo el anciano abriendo la puerta .
Un momento despues se hallaba la jóven pareja en presencia de
una dama ya entrada en años , pero de tal espresion en sus ojos y
semblante , que irresistiblemente imponia respeto y aun temor en mu-
chas ocasiones.
-¿Qué habeis averiguado ? preguntó la dama.
-La casualidad nos ha hecho saber que Castiglioni se encuentra en
Salamanca.
-Esa noticia no es nueva para mí.
-El infante D. Juan ha venido tambien , dijo Aldonza .
-Y D. Juan Nuñez de Lara , añadió Garcés.
¿ Estais seguros de lo que decís ? preguntó Doña Beatriz .
-Así me lo han asegurado mis espías ; y aun añaden que el rey
tambien ha estado en Salamanca de incógnito , aunque ha vuelto á
marcharse en seguida.
Doña Beatriz de Vargas reflexionó algunos instantes .
-Vamos al caso , dijo al fin . ¿ Habeis averiguado en dónde paran
los Templarios?
-El Maestre D. Rodrigo Ibáñez , con los principales Comendado-
res , se encuentra en las Casas del Obispo , respondió Garcés .
¿Y estan custodiados como prisioneros ?
-No , señora ; antes he oido decir que los Prelados tratan con mu-
ého miramiento á los caballeros del Temple .
-¿Y se les podrá ver ?
1063
-Lo ignoro.
-Pronto lo sabrémos de fijo . Ahora bien , es preciso que esteis
prevenidos respecto á Castiglioni . ¿ Se presentará como acusador de
los Templarios ? ¿ Será como testigo ? El saber esto con certidumbre,
convendria mucho para nuestro propósito .
-Pero ya conoceis que no es muy fácil averiguar los intentos de
Castiglioni...
-Es , en efecto , muy dificil esa averiguacion . Por lo mismo será lo
mejor el prepararnos de tal modo , que , cualquiera que sea su papel,
nos encuentre apercibidos para hacerle la guerra con éxito seguro.
Retiráos hasta luego , que yo os avisaré para comunicaros mis órdenes .
Obedecieron Garcés y Aldonza.
Pocos momentos despues salia de su casa Doña Beatriz de Vargas ,
ataviada de tal manera , que nadie habria podido reconocer en ella
mas que á nuestro antiguo y misterioso amigo Juan Osorio. Este, pues ,
se dirigió á las Casas del Obispo , donde se hallaba el Comendador de
Alconetar , D. Diego de Guzman.
Debemos advertir que Doña Beatriz había tenido en Alconetar va-
rias conferencias con D. Diego respecto á Castiglioni , cuya pérdida
deseaba el Comendador , á consecuencia de haberse aquel desertado del
dominio y clausura de la Órden , desercion que entre los Templarios
era castigada con estraordinario rigor.
Pero Doña Beatriz se habia limitado en estas conferencias á de-
partir con D. Diego acerca de los medios que ella poseia para hacer
severos cargos y acusaciones irresistibles al italiano . Queremos decir ,
que se habia guardado muy bien de revelar su nombre al Comendador,
para el cual Doña Beatriz habia aparecido siempre como un caballero,
esto es , como Juan Osorio.
No sin dificultad consiguió Doña Beatriz penetrar aquella noche en
el palacio del Obispo y hablar con D. Diego de Guzman. La conferen-
cia que entre ambos tuvieron , se redujo á que Juan Osorio manifestó
al Comendador , que si bien pensaba acusar á Castiglioni por sus deli-
tos , en ninguna manera lo acusaria como Templario ; pues en una
corporacion numerosa podia haber individuos muy criminales , sin que
por esto debiese padecer en lo mas mínimo la Orden del Temple.
En vez de agradecer este paso como un acto de afectuosa deferon-
cia y cortesía , Juan Osorio notó con sorpresa que D. Diego de Guz-
man no pareció muy satisfecho de las intenciones y propósito del
acusador de Castiglioni.
1064'

Juan Osorio , sin embargo de que se separó muy disgustado del


Comendador , no por eso desistió de sus proyectos .
Ahora nos cumple advertir una circunstancia que era imposible
que Juan Osorio la adivinase .
Ya sabemos que Castiglioni se hallaba en Salamanca , y que mu-
cho tiempo antes se recelaba de los Templarios ; pues si estos averi-
guaban sus intrigas contra la Órden , es seguro que los Templarios se
habrian vengado cruelmente , quitándole la vida ó emparedándolo.
Pero el astuto calabrés estaba dotado de una osadía que rayaba
en temeridad . Presentose , pues , al Comendador D. Diego de Guzman,
hombre sencillo , sobre el cual habia tenido siempre mucho ascendien-
te , y le manifestó que en la hora de la desgracia él no queria aban-
donar á la Órden , por cuya prosperidad y acrecimiento se habia
desvelado constantemente , y que estaba resuelto á seguir en un todo
la suerte de sus hermanos los Templarios . Hasta cierto punto , no men-
tia Castiglioni ; pues entre los Templarios era notoria la actividad , la
pasion , digámoslo así , con que el calabrés se habia ocupado siempre
de los intereses temporales de la Órden .
Por lo demás , el terrible tuerto supo encontrar razones muy va-
lederas para escusar su desercion , revelando en confianza á D. Diego,
que una pasion amorosa le habia hecho cometer mil locuras , de las
cuales se hallaba arrepentido. Con su natural benevolencia escuchó
este relato el buen Comendador , y teniendo en cuenta las fragilidades
humanas , perdonó al antiguo Procurador de Alconetar una falta en
que puede caer el hombre mas sesudo y timorato.
Aún hizo mas el calabrés para acabar de seducir á D. Diego.
Díjole que , además de las grandes riquezas que deberían haber encon-
trado en la torre del Tesoro , él revelaria á D. Rodrigo el sitio donde
tenia oculta considerable cantidad de oro , para que , despues de la
sentencia del Concilio , se repartiese entre los Templarios..
Prevenido de esta manera se hallaba el Comendador , cuando tuvo
lugar la entrevista de Juan Osorio, y fácilmente se comprenderá ahora
el mal recibimiento de D. Diego , el cual trató de disuadir á Osorio de
que acusase á Castiglioni. Este , sin embargo , como sucede a todos
los criminales , habia edificado sobre arena . ‫دراو‬

Entre el golfo de confusiones en que se hallaba el Comendador, se


le ocurrió la idea de referirle toda esta historia al Maestre D. Rodrigo
Ibáñez. 1

Sin duda recordará el lector la entrevista que el desgraciado Jis


1063

meno habia tenido en Ponferrada con el Maestre , al cual le habia ma-


nifestado el manuscrito que, poco antes de fallecer, le habia entregado
el caballero de la Muerte á su amigo y aliado Juan Osorio.
Jimeno habia referido á D. Rodrigo Ibáñez todo lo que ya saben
nuestros lectores , respecto á los inicuos manejos de Sechin de Flexian
y Castiglioni en Palestina , donde por sus intrigas y alevosías habian
perdido los Templarios la ciudad de Jaffa.
Así , pues , cuando D. Diego de Guzman reveló á Ibáñez la conver-
sacion habida con Matías Rafael Castiglioni , el Maestre se estremeció ,
pensando que , si se fiaban de aquel hombre infernal, era lo mismo que
abrigar en su seno la serpiente. Don Rodrigo sabia muy bien que Cas-
tiglioni habia envenenado á D. Gomez García por conseguir su intento
de ser Maestre Provincial de Castilla . Por otra parte, el calabrés odia-
ba con todo su corazon á la familia de los Ibáñez , que habia dado á la
Órden tres Maestres de Castilla y algunos otros ilustres caballeros . El
ódio de Castiglioni habia subido de punto , porque á D. Gomez García
habia sucedido en el maestrazgo D. Sancho Ibáñez , tio de D. Rodrigo.
Cuando Guzman , poco despues de haberse marchado Osorio , supo
todas las fechorías del terrible italiano , comprendió que con mucha ra-
zon merecia ser acusado y castigado severamente , segun los deseos de
Juan Osorio.
-¿Y estará bien al decoro de nuestra Órden , que aparezca el italia-
no tal como es á los ojos del mundo ? preguntó D. Diego , dejándose
llevar algun tanto de aquel espíritu de corporacion , que establecia una
verdadera fraternidad entre los Templarios .
-¿Qué nos importa el que se descubran todos los crímenes de ese
hombre odioso ? ¿ Tenemos nosotros la culpa de que Castiglioni sea un
malvado ? Por otra parte , nuestro interés mas bien deberia estar en
que se publicasen los inicuos manejos de ese traidor , que nos ha vendi-
do por complacer al rey de Francia . ¡ Ojalá , señor D. Diego , ojalá
que todo se descubriese , y así verian nuestros enemigos de España
que tan ufanos estan con nuestra humillacion , que no han sido ellos
los que han tenido poder para traernos á este sitio , sino el rey de
Francia , ayudado por algunos Templarios envilecidos !
-Ahora me convenzo de que teneis razon .
-Yo mismo acusaria á Castiglioni , si tuviese en mi poder pruebas
fehacientes .

Entretanto que así departian el Maestre y el Comendador , llama


nuestra atencion otro diálogo habido entre dos antiguos conocidos .
134
1066
Aquella misma tarde al oscurecer habia salido de Salamanca un
apuesto caballero que montaba un soberbio alazan , y que emprendió
su camino siguiendo la corriente del Tórmes .
Dos horas habria caminado el caballero por las márgenes del rio ,
cuando se detuvo delante de una negra masa que se internaba sobre
la superficie de las aguas . El incógnito descendió de su caballo des-
pues de tocar un silbato .
Pocos momentos despues , como evocado por el conjuro de un ma-
go , apareció un hombre y se dirigió al caballero , al cual saludó muy
afectuosamente . En seguida se entraron ambos en aquel edificio , que
era un molino abandonado y casi ruinoso .
Cuándo es la primera sesion del Concilio ? preguntó el solitario
habitante de aquella mansion .
-Pasado mañana , respondió el recien llegado .
-¿Y has logrado descubrir dónde oculta sus riquezas?
-Guarda la mayor reserva respecto á ese asunto .
-Pues de ese descubrimiento depende el que nosotros seamos ó no
imbéciles en sumo grado .
-¿Cómo es eso , querido tio?
-Que nuestro viaje será inútil , si no conseguimos saber el sitio del
escondite, y por consiguiente serémos unos imbéciles .
-¿Y cuál medio os parece mejor para conseguir nuestro intento?
-Lo mejor es que Castiglioni sea procesado .
-Pero procesado particularmente .
-¿Y cuál ha sido por fin su resolucion?
-Ya sabeis que él se recelaba mucho de los Templarios de Castilla.
-¿Ybien?
-Ha dado un paso verdaderamente atrevido y astuto .
-¿Qué ha hecho?
-Presentarse á los Templarios , manifestándoles que en la hora de
la desgracia quiere unir á ellos su suerte.
-¿Y los Templarios le han creido?
-Ha disculpado lo mejor que ha sabido su conducta pasada , y no
dudo que los Templarios le hayan dado crédito .
-En verdad que ha sido ese un golpe maestro ; pero ¿piensa en
efecto unir su suerte á la de los Templarios?
-No me ha dado ningunas esplicaciones sobre el particular ; pero
tengo para mí que su intento es ausentarse despues que se termine
el proceso , llevándose consigo todas sus riquezas . Así habrá logrado
1067

libertarse de los peligros que pudiera temer de la malquerencia de los


Templarios , supuesto que se ha reconciliado con ellos ; y por otra par-
te , esquiva el compromiso de ser testigo contra los Templarios .
¿ Pues no ha sido testigo en Francia contra muchos caballeros ?
-Sabeis , sin embargo , que no quiso ser careado con el Gran Maes-
tre , porque este le conocia .
-¿¡Pues para qué ha venido á España , sino para atestiguar contra
los Templarios?
-Él ha comprendido muy bien que este negocio tiene en Castilla un
aspecto muy distinto del de Francia . Allí era una gran prueba el que
un Templario depusiese contra sus hermanos ; pero esto en Castilla
produciria un efecto absolutamente contrario , es decir , que los caba-
lleros , lo mismo que los Prelados del Concilio , mirarian con horror
y desprecio al que depusiera contra su misma Órden, y , fuerza es con-
fesarlo , aún conserva mucho prestigio en España la famosa Órden del
Temple. Estas razones sou sin duda las que le han movido á modificar
y aun variar en un todo su conducta .
-Mucho cavila el tuerto.
-Seguramente .
-Pero yo tengo un medio muy eficaz para hacer que Castiglioni sea
procesado particularmente, es decir, no como Templario , sino como un
criminal que merece el mas terrible castigo .
Sechin de Flexian sacó un manuscrito que manifestó á su sobrino
Mr. Deboche , esplicándole en breves razones su contenido , muy fu-
nesto para el calabrés .
-¿Y quién os ha entregado este inestimable documento?
-Mr . de Nogaret.
-¡Es posible! ¿Cómo ha venido á sus manos?
-No me he metido en tantas averiguaciones . Baste decirte que , al
salir de Paris , Nogaret me entregó este precioso talisman para que ,
en caso necesario , obligase á Castiglioni á que no fuese rehacio en
procurar por todos los medios posibles la ruina de los Templarios ;
pues está en el interés de la Francia , no solo el que la estincion de la
Órden se verifique, sino tambien el que en todas partes sean acrimina-
dos los Templarios , que se mancille su fama y que para siempre se
destruya su prestigio .
Ambos personajes permanecieron algun tiempo meditabundos .
-¿Y de qué modo podrémos hacer uso de este manuscrito? dijo al
fin Mr. Deboche.
1068
--Cabalmente estoy pensando en eso mismo.
-Deberíamos revelar á Castiglioni que poseemos esta alhaja , dijo
Mr. Deboche señalando al manuscrito .
-Seria un gran desacierto.
-¿Por qué ?
-Porque, en primer lugar, trataria de asesinarnos y apoderarse de
estos papeles, ó bien se ausentaria repentinamente , en cuyo caso tam-
poco podríamos averiguar el sitio en que tiene ocultos los tesoros de
los Templarios de Castilla .
-Puede que tengais razon ; pero el caso es que no veo modo de
que utilicemos estos papeles , si él no sabe que los tenemos en nuestro
poder.
-Con astucia se consigue todo en este mundo.
-Veamos .
-La cuestion está reducida á buscar una persona que , usando
oportunamente de este manuscrito , acuse á Castiglioni ante el Concilio .
-¿Y cómo hemos de hallar esa persona en un pais estraño ? ¿ A
quién conocemos aquí , que merezca nuestra confianza?
-Hijo mio , cuando quieras que un hombre te trate con una fideli-
dad á toda prueba , no tienes que hacer mas , sino buscar el modo de
lisonjear sus deseos y de que su interés propio consista en serte fiel .
-Acepto el consejo , querido tio ; pero imagino que nos será muy
dificil encontrar quien tenga interés en servirnos con fidelidad .
-Allá verémos .
La noche estaba muy adelantada.
Sechin de Flexian condujo á su sobrino á un departamento de aque-
lla estraña vivienda , en donde habia un pobre lecho . Sechin invitó á
Deboche á que descansase allí mientras que él se ocupaba de escribir
una epístola muy importante.
En efecto, De Flexian se puso á escribir sobre un poyo; pero cuan-
do terminó su carta , no pareció muy satisfecho de su contenido , que
leyó y releyó muchas veces . Por último , inutilizó completamente su ta-
rea, es decir, que arrimó la carta á la luz de la bugía y la redujo á ce-
nizas . Sin duda Sechin creyó que no debia encomendar su secreto á
un papel .
Antes de que amaneciese , De Flexian salió del molino , y tocando
un silbato , comenzó á pasearse junto al rio . A los pocos momentos se
presentó un mozo alto y fuerte como un roble. Era un jóven bearnés
que estaba al servicio del antiguo Prior de Tolosa.
1069
-Bernardo , trae los caballos , ensillalos y avisame.
-Está bien , señor.
El bearnés se dirigió hácia una alameda poco distante del rio , don-
de tenia tres caballos con sus trabas de hierro . Uno de ellos estaba en-
sillado . Era el caballo de Mr. Deboche .
Entretanto Sechin de Flexian despertó á su sobrino , diciéndole :
-Es preciso que hoy no perdamos el tiempo .
-¿Y qué debo hacer?
-Necesito hablar con el infante .
-Dios quiera que aún no se haya marchado de Salamanca .
-Yo tambien voy á acompañarte .
Presentőse en esto Bernardo diciendo :
-Señor , los caballos estan dispuestos.
-Vamos , pues.
El tio y el sobrino montaron á caballo , y el bearnés hizo otro tan-
to despues de cerrar con llave la puerta del molino.
Los tres se encaminaron al galope hácia Salamanca . Cuando ya
estuvieron como una legua distantes de la ciudad , Sechin se detuvo .
-Aquí te aguardo .
-¿Y por qué no seguís ?
-Ya sabes que tengo grande interés en que nadie sepa mi escon-
dite, y mucho menos Castiglioni . Con el infante D. Juan es preciso usar
muchas precauciones.
En el momento que así hablaba el antiguo Prior de Tolosa , el sol
comenzaba á levantarse en el oriente , llenando los campos de luz y de
alegría .
Sechin de Flexian reparó en unas ruinas que se hallaban no muy
lejos , entre unos árboles y á la orilla de un camino que blanqueaba
entre el verde césped . Allí se dirigieron los caminantes á campo tra-
vieso . Aquellas eran las ruinas de una venta llamada de Fernan - Perez .
-Parte al punto , mi querido sobrino , parte á Salamanca , aquí te
aguardo , y no te vuelvas sin el infante D. Juan .
--¿Querrá acompañarme?
-Aunque no sea mas que por curiosidad, estoy seguro de que vie-
ne. Además , le dices que se trata de un asunto muy importante para
él , y que el rey de Francia se dará tambien por muy servido... Te
encargo que en ninguna manera digas al infante mi nombre, para que
no haya posibilidad de que él le diga á Castiglioni que yo me encuen-
tro en España .
1070

-Creo esa diligencia inútil . ¿No sabrá el infante al fin que vos sois
quien le llamais ?
-Sin duda ; pero despues de que yo hable con el infante , no temo
que diga nada á Castiglioni .
-Pues descuidad , querido tio , que si el infante se decide sin dila-
cion á venir , antes de tres horas estarémos de vuelta .
Y Mr. Deboche partió a escape.
Aunque el infante D. Juan procuraba no presentarse mucho en
público , lo mismo que su íntimo amigo D. Juan Nuñez de Lara , no
por eso dejaba de saberse que ambos personajes se hallaban en Sala-
manca y que habian ido acompañando al rey , si bien este se au-
sentó despues de haber tenido una larga conferencia con Aymerico,
Legado del Papa .
Aquella misma mañana el infante y D. Juan Nuñez , que habita-
ban en una misma casa , estaban departiendo con grande animacion y
con muestras de impaciencia , mientras que se paseaban por un es-
tenso salon .
-¿Dudais de Castiglioni ? preguntaba el infante .
-Si os he de decir verdad , no me gusta ese italiano . Puede ser
que yo me equivoque , porque no he hablado con ese tuerto sino muy
contadas veces ; pero os repito que yo no me fiaria de él.
-Es que yo no me fio ; pero en la cuestion presente lleva él lo peor,
y no le queda mas remedio que suscribir á nuestras condiciones , ó ser
quemado , como lo han sido los Templarios en otras partes .
-En Castilla no llegarán las cosas á ese estremo .
-No llegarán respecto á los Templarios ; pero yo puedo hacer al-
gunas revelaciones relativas à la conducta del italiano , y es seguro
que será condenado él solo por el Concilio .
-Muy difícil lo veo .
-Y en el caso de que el Concilio lo absolviese , los Templarios
mismos serian capaces de asesinarlo .
-¡Es posible !
-Lo que os digo , es la verdad . El mismo Castiglioni está siempre
temblando de encontrarse con sus hermanos , á los cuales ha jugado
muy malas pasadas ; y lo que mas me admira , es que haya tenido va-
lor para presentarse en Salamanca , en donde acaso no pueda evitar
un conflicto . Bien es verdad que los Templarios no saben lo mejor del
cuento .
¿ Tan malo es ese italiano?
1071
-Es un hombre infernal .
Don Juan Nuñez de Lara quedóse mirando fijamente al infante ,
con una espresion que significaba :
-Cuando vos decís que es infernal , debe ser un verdadero diablo.
-Ese hombre , insistió el infante , es el que mas ha contribuido á
la estincion de los Templarios . Sin él , nada hubiera hecho el rey de
Francia.
-Todo eso me afirma mas y mas en mi opinion , de que no debe-
mos dejar que pase hoy sin que Castiglioni hable con franqueza , y
nos dé pruebas y prendas de su sinceridad. De otro modo , estoy se-
guro de que se reirá de nosotros tan luego como pase el chubasco.
-Eso sí que no podrá suceder...
Aquí llegaban nuestros dos personajes , cuando apareció en la
estancia un antiguo conocido , de quien tal vez se haya olvidado el
lector . Hablamos del moro Ayub.
-¿Y qué tenemos ? preguntó el infante con impaciencia .
-Castiglioni es muy rico de promesas , pero muy pobre de dádi-
vas , respondió el esclavo .
¿ No quiere dar la suma que se le ha pedido ? preguntó Nuñez de
Lara.
-Se niega absolutamente , y... hasta se burla de vos con sus pro-
mesas tan pomposas como vanas .
-¿Y no le has dicho que yo lo revelaré todo ?
-Por supuesto que se lo dije .
-¿Y qué te respondió ?
-Me respondió , sonriéndose , que una revelacion hecha por per-
sona de tanto crédito como ...
Ayub se detuvo .
-Acaba.
-No me atrevo , señor ... Castiglioni se ha permitido decir palabras
muy ofensivas para vos ...
-¿Qué ha dicho ? ¿ Qué ha dicho ?
-Os ruego...
-Deseo , te exijo , te mando que me lo digas todo . ¿ Lo entiendes ?
-Supuesto que lo quereis , os repetiré las mismas palabras de Cas-
tiglioni . « ¿Creeis que puedan atemorizarme las amenazas de vuestro
señor ? Decidle que en España nadie dará crédito á las revelaciones
que pueda hacer el cobarde asesino del niño Guzman. >>
El infante se mordió los lábios hasta hacerse sangre .
1072

En este momento se abrió la puerta , y un page anunció á Mr. De-


boche . Este tuvo la habilidad de hacer que el infante , aguijado por la
curiosidad , le siguiese á la venta de Fernan-Perez .
Debemos advertir que el infante y D. Juan Nuñez de Lara habian
convenido entre sí el saquear á Castiglioni , ofreciéndole en cambio
proteccion en la borrasca que amenazaba al Temple , y jurando ade-
más no revelar , ni á los Templarios , ni á los Padres del Concilio , los
crímenes del italiano , cuyos secretos conocia á fondo el infante .
Pero ya hemos oido la respuesta de Castiglioni.
Cuando llegaron Mr. Deboche y el infante al sitio donde aguardaba
Sechin de Flexian , salió este á su encuentro , sin poder ocultar su jú-
bilo ; pero el infante no conoció á Sechin , que estaba completamente
disfrazado . Llevaba un traje de campesino.
Grande fué la sorpresa del infante al reconocer al antiguo Prior
de Tolosa. La última vez que se habian visto , habia sido en la Abadia
de San Ponce , cuando los principales enemigos del Temple , es decir ,
Felipe el Hermoso y Nogaret , se pusieron de acuerdo con Castiglioni
y De Flexian para que ambos partiesen á Palestina .
Desde luego habrá podido adivinarse que Sechin de Flexian , una
vez libre de la prision en que le tenian los Templarios en Tolosa , fué
enviado á España por el rey de Francia para confabularse con Casti-
glioni , á quien ya sabemos que encontró en la torre del Tesoro. El
infante D. Juan , fugitivo á la sazon de Castilla , fué quien informó á
Felipe el Hermoso y á Nogaret , no solo del encono y rencor que ahora
abrigaba Castiglioni hácia los Templarios , que no habian querido ele-
girlo Maestre , sino tambien de los grandes servicios que podia prestar
el italiano , siempre que se consiguiese hacerle tomar parte en los
proyectos del rey de Francia .
-¡Mi querido Sechin ! esclamó el infante, cuando hubo reconocido
al antiguo Prior . ¿ Quién habia de pensar que érais vos quien me lla-
maba , y que os hallábais aquí ?
-Tengo mucho interés en que nadie sepa que me encuentro en
estos contornos , señor D. Juan.
-Entonces, os doy las gracias por la preferencia que os he mere-
cido , al participarme vuestro secreto.
-Pero de vos depende el que yo pueda presentarme en Castilla sin
andar oculto ni disfrazado .
-Decid lo que debo hacer ; pues de muy buena voluntad os presta-
ré ese servicio .
1073

Sechin de Flexian manifestó al infante el objeto de su venida á Es-


paña ; y despues de haberle sondeado con toda su habilidad y tino , le
mostró el manuscrito de que Nogaret se habia apoderado cuando el
infeliz Jimeno fué preso en la Casa del Temple en Paris .
¡ Figúrese el lector el júbilo inmenso que semejante revelacion cau-
saria en el infante , que tan indignado estaba contra Castiglioni !
Jamás la fortuna ofreció sus dones á ningun mortal con mas oportu-
nidad que al infante en esta ocasion .
-Ahora bien , continuó Sechin , parece que Castiglioni está muy
unido con los Templarios , y que se niega obstinadamente á deponer
y testificar contra ellos .
-Así es la verdad .
-Es preciso , pues , que Castiglioni sea testigo contra la Órden ;
pues de otro modo , segun yo veo , es muy posible que los Templarios
sean absueltos por el Concilio .
-Esos temores son muy fundados .
-Pues no hay que hacer mas , sino que vos cuideis de que estos
papeles vayan á manos de quien se constituya en acusador de Casti-
glioni .
-En ese caso, él ignorará de dónde parte el golpe .
-Ya he pensado muy detenidamente en eso .
Y Sechin de Flexian comenzó á departir en voz muy baja con el
infante , cuyos ojos brillaban con el júbilo de un avaro que se encuen-
tra un tesoro.
-Me parece muy bien que Castiglioni lo ignore todo , decia el in-
fante.
-Es verdad que asi no se le obliga á que sea testigo contra los
Templarios ; pero en cambio , puede...
-Entiendo perfectamente . Puede descubrirnos el sitio donde tiene
sus riquezas.
-Justamente ; pero tambien para eso es necesario proceder con
mucha cautela. Debemos temer que lo aprisionen ó le quiten la vida
sin que le hablemos , es decir , sin que le hableis , pues en vos confio
este negocio .
Sonrióse el infante al oir estas palabras .
-Muy bien ! esclamó . Quiere decir , que ahora mas que nunca
debemos aparecer amigos de Castiglioni para merecer su confianza...
-Claro está .
Largo tiempo estuvieron hablando los dos antiguos conocidos , hasta
135
1074
que , por último , se separaron muy satisfechos uno de otro . Sechin se
volvió al molino , y el infante , en compañía de Mr. Deboche , regresó
á Salamanca .
Llegó por fin el dia en que se abrió el juicio. Los cargos que á los
Templarios se hacian en España , eran los mismos que en Francia y
que ea toda Europa se les habian hecho . Muchos testigos se presenta-
ron tambien á declarar contra la Órden. Claro se entiende que los
tales testigos eran instigados por los que tenian esperanza de saciar su
avaricia con los despojos de los opulentos caballeros . No todos , sin
embargo, estaban cohechados por los enemigos de aquella gloriosa ins-
titucion. Muchos testigos , llevados de un celo fanático á consecuencia de
las siniestras y calumniosas interpretaciones de los estraños ritos de los
Templarios , contribuian poderosamente á encarnizar la inicua perse-
cucion .
Don Rodrigo Yáñez , como jefe de la Órden , era el que respondia
á todos los cargos ; aunque personalmente nadie se atrevió á imputar-
le ningun crímen . El anciano Maestre era mirado como un espejo de
caballería , y hasta los mas encarnizados enemigos de la Órden no po-
dian menos de respetar las virtudes , la cortesía , la resignacion y las
canas del ilustre guerrero . En medio de tantas calamidades , el Maes-
tre habia conservado el mismo temple de alma , los mismos distingui-
dos modales , y una magestad inviolable brillaba en sus miradas y en
su frente , la magestad del infortunio noblemente soportado . Mas de
una vez los falsos testigos enmudecieron y se sonrojaron ante las se-
veras miradas del Maestre.
El Comendador D. Diego de Guzman fué el blanco de muy encona-
dos ataques . Acusáronle de sacrilego, de impuro y de sedicioso . El sa-
crilegio de D. Diego consistia en que , á pesar de sus votos , habia
tenido amores con una dama principal , la cual le habia dado un hijo,
que el Comendador , decian , habia hecho criar cerca de la Encomienda ,
donde fué admitido despues en calidad de armigazo . Sin duda se re-
ferian á Jimeno , á quien siempre habia tratado el Comendador con
señaladas muestras de cariño.
En cuanto al cargo de sedicion , lo fundaban en que D. Diego ha-
bia obligado á muchos nobles á que tomasen las armas sin permiso
del rey .
En todas estas acusaciones andaba la mano del infante D. Juan.
Casi todos los testigos que se presentaron en Salamanca , eran vasallos
de D. Juan Nuñez de Lara , á quien debian muchas mercedes , y que
1075

por él estaban sobornados para este caso . Dos fueron los testigos prin-
cipales , Pedro de Alarcon y Melchor de Rebolledo . El primero fué el
que acusó al Comendador D. Diego de Guzman , y el segundo fué el
acusador de Castiglioni. El infante D. Juan , de acuerdo con Nuñez
de Lara , habia entregado á Rebolledo el manuscrito de Sechin de
Flexian .
Grande impresion causó en los Padres del Concilio 1 la lectura de
aquel documento , en que se referian los crímenes que Castiglioni habia
cometido en Calabria . Deducíase fácilmente del contesto de aquel es-
crito , que habia trazado aquellas líneas el hijo del conde Arnaldo .
Es imposible describir lo que pasó en el alma de Castiglioni , cuan-
do se encontró con aquel ataque inesperado . Ya conocemos al cala-
brés , y escusado es decir que se hallaba dispuesto á luchar y desha-
cer los amaños y cábalas de sus enemigos ; pero seguramente en su
plan de defensa no habia entrado el contrarestar aquella acusacion
imprevista.
El Arzobispo de Santiago preguntó á Rebolledo :
-¿Y por qué no presenta aquí estos papeles su propio dueño?
-Su propio dueño soy yo .
-¿No habeis dicho que os llamais Melchor de Rebolledo ?
-Quiero decir , que no se ha presentado aquí el hijo del conde Ar-
naldo , porque ha muerto.
-¿Y cómo podeis probarlo?
Castiglioni , al oir tales preguntas , apenas podia contener su gozo,
pues comprendió que fácilmente se justificaria de aquella acusacion ,
manifestando que aquel manuscrito era obra de alguno que le tuviese
mala voluntad . El astuto italiano se apercibió al instante de que Re-
bolledo no podia tener pruebas fehacientes del crímen que le imputa-
ban. Gozoso con este pensamiento , Castiglioni aguardó tranquilo el
resultado.
Pero no fué solo el calabrés quien se admiró de lo imprevisto de-
aquella acusacion . Otra persona habia en la sala , que , no menos asom-
brada que alegre , tomó el partido de Rebolledo , que á la sazon se ha-
llaba muy apurado con la exigencia que el Arzobispo le habia hecho
de que probase que habia muerto el hijo del conde Arnaldo.

1 Halláronse en este Concilio , Rodrigo , Arzobispo de Santiago ; Juan, Obis-


po de Lisboa ; Vasco , Obispo de La Guardia ; Gonzalo , de Zamora ; Pedro , de
Avila ; Alonso , de Ciudad-Rodrigo ; Domingo , de Plasencia ; Rodrigo , de
Mondoñedo ; Alonso , de Astorga ; Juan , de Tuy ; y otro Juan , obispo de Lugo.
1076

-Yo fuí testigo de su muerte , dijo una voz .


Todas las miradas se fijaron en una dama de edad provecta y de
magestuoso continente , que se adelantó seguida de un mancebo de
hermosa presencia y de otra dama jóven .
-
¿ Quién sois ? preguntó el Arzobispo .
-Doña Beatriz de Vargas .
Y vos habeis sido testigo de la muerte del hijo del conde Ar-
naldo !
-Yo misma le vi morir en Palestina , en la gruta de Elías , en el
monte Carmelo .
La mas viva curiosidad se despertó en todos los ánimos . Es verdad
que Doña Beatriz se habia presentado de una manera la mas á propó-
sito para llamar la atencion . Iba vestida de blanco , señal de duelo en
aquella época , y en su mano derecha llevaba la mano izquierda perfec-
tamente disecada y conservada.
-Padres venerables , esclamó Doña Beatriz , permitidme que os
refiera los acontecimientos que causaron la muerte del Caballero
de la Muerte. Con este nombre era conocido el hijo del conde Ar-
naldo.
Y Doña Beatriz relató cuanto ya saben nuestros lectores respecto al
maravilloso y trágico fin del Caballero de la Muerte .
Por mas que aquellos acontecimientos admirasen á los jueces , estos
no pudieron menos de exigir á la dama pruebas que evidenciasen su
relato .
Pero Doña Beatriz manifestó que por entonces no insistia en adu-
cir pruebas respecto á lo del conde Arnaldo , supuesto que iba á hacer
cargos mucho mas severos todavía . Castiglioni tembló .
Y Doña Beatriz , aproximándose á las barandillas , comenzó á re-
ferir su historia con lucidez y facilidad estraordinarias , que prestaban
nuevo realce al interés que en sí mismos encerraban los acontecimien-
tos . La actitud , la mirada , la voz , la espresion , la elocuencia , en fin ,
de la dama , sorprendió , admiró , subyugó y arrebató al auditorio.
Miradas de compasion y de simptía se fijaron en Doña Beatriz , mien-
tras que todos contemplaban con horror á Castiglioni , que en aquellos
momentos estaba mas que nunca aterrador. Su actitud era amenaza-
dora , su ojo único chispeaba ensangrentado de cólera , el volcan de
sus furores estaba próximo á estallar ; pero presentia que su rabia y
su astucia habian de ser impotentes . Parecia un ciclope amarrado en
la cumbre del Etna .
1077
Doňa Beatriz concluyó diciendo :
-¡Venerables Padres ! La amistad vendida , la asquerosa impureza ,
la codicia cruel , la traicion astuta , la soberbia satánica , la pérfida
hipocresía , el cobarde y á la vez feroz asesinato , el brutal incesto , en
fin , todos los crímenes , todas las deformidades , todas las pústulas del
alma humana las encontrareis reunidas en ese hombre infernal , en
Castiglioni... Él ha sido , oh inclitos caballeros , el origen de vuestra
ruina , y él tambien ¡ ay de mí ! ha sido mi ángel de tinieblas . ¡ Cuán
feliz hubiera yo sido en la tierra , si jamás el infierno hubiese vomitado
á ese monstruo ! ... Ya os he referido mis desdichas . Todo lo que yo
he amado , ha sido envilecido ó aniquilado por ese hombre de maldi-
cion . Yo misma , además de haber sufrido todas las aflicciones cono-
cidas hasta ahora en el espíritu , he estado á punto de ser asesinada
por el bárbaro padre , por el amante de mi hija Elvira . Entre las mu-
chas pruebas que puedo presentaros , ¡oh Padres venerables ! ved aquí
una bien triste á la verdad , pero harto elocuente .
Y así diciendo , Doña Beatriz ostentaba su brazo mutilado y su
mano disecada.
Un silencio sepulcral reinó por algunos instantes en el dilatado sa-
lon. Levantóse luego un murmurio de horror , y era fácil leer en aque-
llos rumores la sentencia de muerte del feroz Castiglioni .
Entretanto lágrimas de amargura caian sobre el rostro de Doña
Beatriz , inflamado por la indignacion . Tambien en las tempestades del
alma cae agua sobre el fuego.
El Arzobispo de Santiago preguntó á Castiglioni si confesaba aque-
llos cargos . El calabrés , en medio de su turbacion (porque despues de
tantos años le causó miedo la aparicion de Doña Beatriz) , comenzó á
defenderse , manifestando que , si á sus hermanos los Templarios les
imputaban tantos y tan estraños crímenes , y las mas escrupulosas
pesquisas habian demostrado su inocencia , del mismo modo en la
cuestion presente debia considerarse que él era víctima de estrañas
maquinaciones que sin duda se encaminaban á perderle , á él en par-
ticular y esclusivamente , y que su inocencia , aunque empañada por
las mas groseras calumnias , resaltaria al fin como la inocencia de
todos sus compañeros .
El astuto calabrés propendia á hacer causa comun con los Tem-
plarios ; pero este hábil giro fué rechazado por los caballeros con
indignacion . Nadie mejor que el Maestre y el Comendador Guzman
conocia á Castiglioni . Por lo tanto se apresuraron á declarar , que en
1078
ninguna manera debia creerse que existia nada de comun entre Matías
Rafael Castiglioni y los demás caballeros Templarios . Esta salida des-
concertó al calabrés , que dirigió al Maestre algunas palabras poco
respetuosas . Don Rodrigo Yáñez tuvo entonces tentacion de acusar
tambien á Castiglioni del envenenamiento de D. Gomez García . Al fin
el ilustre Yáñez supo dominarse , teniendo la magnanimidad de guar-
dar silencio respecto de aquellos sucesos , no por consideracion al ca-
labrés , sino por respeto á sus compañeros de infortunio , y á que el
decoro de la Órden no recibiese otra mancha despues de tantos escán-
dalos .
De todos los crímenes cometidos por Castiglioni y denunciados por
Doña Beatriz , el que mas impresion habia causado , por su carácter
de barbárie y cobardía , fué la muerte dada á la infeliz Fidela . Así
tambien lo conoció el mismo Castiglioni , y por lo tanto comenzó á
balbucear algunas palabras para justificarse de aquel crimen , confiado
como estaba en que no podian presentarle pruebas ni testigos del he-
cho. Atrincherado en esta seguridad , el diabólico italiano dijo :
-Aunque inocente , oh dignos varones que me oís , voy á justifi-
carme del horroroso crimen cuya sola idea me espanta , y que hace
mas intenso mi dolor , cuando se pretende hacerme el culpable . Mi
ejemplo probará que no basta el ser inocente para impedir el verse
acusado de una manera tan inícua y repugnante , como yo me veo .
Prestadme atencion , oh venerables Padres , y yo confio en que mi
inocencia será reconocida y proclamada , porque confio tambien en que
vosotros , ministros del Altísimo , estais dotados del espíritu de Dios , y
que sabreis distinguir la verdad del error , el crímen de la inocencia.
La sencilla narracion del hecho dirá mas que todas las frases busca-
das ; que es privilegio de la verdad el ser convincente sin mas auxilio
que ella misma. Yendo camino de Cáceres á desempeñar una comi-
sion de mi oficio de Procurador en la Encomienda de Alconetar ( iba,
por mas señas , á comprar paños y lienzos para la provision de los
hermanos) , me sorprendió la noche en un lugar solitario y breñoso .
Aumentaba el horror del sitio una furiosa tormenta que bramaba en el
cielo y que arrojaba torrentes de agua sobre la tierra . A esto se unia
el que unos hidalgos me habian dado en el camino la noticia de que
aquella comarca estaba infestada de malhechores , temibles para todo
el mundo , pero mas particularmente para los Templarios , pues entre
las muchas obligaciones de su glorioso instituto , sabeis que una de
ellas es librar y asegurar los caminos de ladrones , que por esto nos
1079

tienen ódio mortal . Yo iba solo con mi armiguero. Dejamos ir los tro-
tones por la primera senda que se nos presentó . Al poco tiempo oimos.
galopar de caballos , y creimos que eran caminantes que se dirigian á
alguna aldea ó alquería que por allí hubiese cercana . Acosados por la
tempestad , y deseosos de encontrar algun abrigo , nos lanzamos al
galope la senda adelante , cuando hé aquí que de pronto nuestros ca-
ballos se detienen , y á la siniestra luz de un relámpago descubrimos
las blancas paredes de una alquería cuyas puertas estaban de par en
par . Penetramos en ella . En una habitacion del piso bajo habia una
luz , y allí vimos una cuna y en ella el cadáver de una niña . ¡ Figuráos
la sorpresa que nos causaria tal descubrimiento !
>>Desenvainamos las espadas , y precediéndome mi armiguero con
la luz , emprendimos el reconocimiento de aquella casa . Enfrente de
nosotros , en una galería , descubrimos una escalera . Allí encamina-
mos nuestros pasos ; pero mi armiguero retrocedió horrorizado . Aca-
baba de tropezar en el cadáver de una anciana cosido á puñaladas . No
sabíamos qué pensar de tantos horrores . Continuamos nuestras inves-
tigaciones , y en el piso alto descubrimos una hermosa jóven que pare-
cia muerta ; pero aproximando á su boca la luz , la hizo oscilar , lo que
nos convenció de que aún vivia. Así era en efecto . Entretanto la tem-
pestad bramaba con inaudito furor . Yo envié al armiguero para que
cerrase la puerta , y cuando volvió me dijo que habia penetrado un
lobo y estaba devorando el cadáver de la anciana. La noche horrorosa
que hacia , y el deseo por otra parte de salvar á aquella jóven desva-
lida , nos obligó á permanecer en aquella mansion funesta . Cuando
volvió en sí , la jóven nos refirió que los bandoleros la habian deshon-
rado con la mas torpe violencia , y que su madre habia sido asesina-
da , porque se oponia á los bárbaros intentos de los bandidos . Para
colmo de desdichas , la jóven era viuda , y aquel mismo dia acababa
de morir su pequeña hija , único fruto de su legitimo amor . Vino la
mañana , y nosotros ofrecimos á aquella infeliz mujer conducirla á
donde mas le placiese . Díjonos que en otra alquería no muy lejana te-
nia algunos deudos , y nos rogó encarecidamente que fuésemos allí y
avisásemos á los campesinos de la funesta ocurrencia . Así lo hici-
mos... Ahora bien , ya sabeis que el vulgo cuenta de los Templarios
mil absurdas patrañas , tal vez inventadas por nuestros enemigos , á
quienes Dios se lo demandará . Vosotros , que sois discretos , compren-
dereis lo que no digo . La intencion de tales hablillas por sus efectos
puede juzgarse... Cuando los campesinos me vieron , comenzaron á
1080
santiguarse , y al referirles el suceso , acaso hicieron absurdos comen-
tarios . Un caballero del Temple era para aquellos villanos mas temi-
ble que los feroces bandoleros . Este es el fruto de las calumnias . Aho-
ra tambien lo estoy tocando por mí mismo . Ved cómo una accion de
que me glorio , porque fué una obra de caridad , ved de qué modo ha
sido desfigurada en perjuicio de mi honor y del lustre de la inclita Ór-
den del Temple...
Castiglioni interrumpió su discurso , sacó el lenzuelo y comenzó á
enjugarse las lágrimas , como si estuviese muy enternecido .
Luego con voz dolorida añadió :
-Este es el crímen que dicen he cometido ; esta es la verdad , y
esta es tambien mi desdicha , que se me atribuya lo que hicieron los
bandidos . ¡ Así la inocencia se ve mordida por la asquerosa boca de
las sierpes de la calumnia ! Pero el Dios de las alturas , que todo lo ve
y lo sabe , oh claros varones , volverá por mi honra . Estas calamida-
des son el crisol de las almas bien templadas. Despues de la tempestad
brilla el sol mas radiante . Despues de tan dolorosas pruebas , el sol de
la justicia resplandecerá sobre nuestras frentes . Cualquiera que sea
vuestro fallo , oh venerables Padres , yo le recibiré con la calma de una
conciencia tranquila . Si me absolveis , bendeciré á Dios por su miseri-
cordia ; si me condenais , bendeciré al Eterno , porque , aunque indig-
nísimo , me habrá igualado en algun modo con su Hijo . ¡ Porque tam-
bien Cristo , que era inocente y que era Dios , fué condenado por los
hombres ! ¡Ministros del Altísimo , pronunciad ahora vuestra senten-
cia ! - . He dicho .
¡ Así habló el Crimen por la astuta y blasfema boca de Castiglioni !
¡ Así la Hipocresía , bajo el cándido manto de la virtud , oculta con sa-
tánica habilidad la podre de todos los vicios !
Es indecible el efecto que causó en el auditorio el razonamiento
del italiano . Tanto los Templarios como los Padres del Concilio , esta-
ban hondamente conmovidos y dispuestos en favor del maldito tuerto .
Hay hombres que ejercen una verdadera fascinacion sobre los que
prestan oidos á sus palabras . Castiglioni era uno de estos hombres .
Era un actor consumado que habia sabido mover á su gusto los afec-
tos de sus oyentes , á la manera que el hábil piloto sabe triunfar de las
ondas embravecidas y dirigir su nave , al través de escollos , al puerto
apetecido. ¡ Oh abuso de la elocuencia!
-Hemos echado en cara á vuestros acusadores la falta de tes-
tigos ; yvos los teneis para probar lo que habeis dicho ? preguntó
1081
el Arzobispo de Santiago con marcado acento de benevolencia .
-Venerable señor , nadie me acompañaba , sino mi armiguero , el
cual murió hace algunos años . ¡ Es una desgracia !
-¿Y cómo se llamaba vuestro armiguero?
-Mendo .
Mientras que el Arzobispo dirigia estas preguntas al italiano , Doña
Beatriz habia hecho una seña á Garcés , que habia salido precipitada-
mente de la sala.
-¿Conoceríais á Mendo , si lo viérais ? preguntó Doña Beatriz á
Castiglioni .
-Sin duda ; pero es el caso , que no hay poder en la tierra que me
haga ver á un hombre que murió hace ya mucho tiempo .
Castiglioni , aunque pronunció estas palabras afectando gran sere-
nidad , estaba realmente estremecido de terror.
¿ No me conoceis ? dijo una voz á espaldas del italiano .
Aquella voz causó en Castiglioni el mismo efecto que produce en
el náufrago la ola enfurecida que le arrebata la tabla en que cifra su
última esperanza .

-¡Mendo ! murmuró el calabrés con tal espresion de desaliento ,


que todo el mundo comprendió que la presencia de aquel testigo era
por demás inoportuna para Castiglioni . Hasta el mismo Arzobispo de
Santiago , que hasta entonces se habia manifestado dispuesto a favo-
recer al Templario , se apercibió de que este era un impostor y de que
Doña Beatriz decia verdad . En vano quiso Castiglioni , pasados los pri-
meros momentos , desmentir á sus acusadores . Pálido como la muerte
y trémulo como la hoja en el árbol , el calabrés fijaba su ojo desaten-
tado , ora sobre Mendo , ora sobre Doña Beatriz .
¿Qué especie de funesta resurreccion era aquella? Castiglioni esta-
ba delirante ; su corazon se oprimia de angustia ; su frente estallaba
bajo el peso de mil horribles pensamientos ; en torno de sí veia todas
sus víctimas ensangrentadas ; le parecia ver abrirse las tumbas y que
los muertos volvian á la vida para acusarle , para condenarlo y malde-
cirle . El calabrés lanzó un grito de horror , é inclinó la cabeza como
herido de un rayo . Su valor se habia desvanecido . El leon habia caido
en la trampa . Castiglioni en aquel momento lloró , tembló , blasfemó .
Es muy posible que el lector no haya olvidado que Doña Beatriz de
Vargas , ó sea Juan Osorio , se habia apoderado de Mendo la misma.
noche que en Jaffa fué herida por el mismo Castiglioni la desdichada
Elvira. Ahora bien , Juan Osorio habia retenido prisionero durante
136
1082

mucho tiempo al antiguo criado de su hermano ; y cuando Mendo supo


quién era Osorio , es decir , la hermana de su señor , arrepintióse so-
bremanera de su conducta pasada . Y enterado el escudero de los hor-
rorosos crímenes de Castiglioni y de los proyectos de Doña Beatriz de
Vargas , prometió á esta deponer en juicio contra el calabrés , en el caso
de que así fuese necesario . En resolucion , debemos manifestar que to-
dos los circunstantes se convencieron hasta la evidencia de la crimina-
lidad de Castiglioni , no solo por su gesto , su palidez , su turbacion ,
sino tambien por las declaraciones de Mendo y de Doña Beatriz , de-
claraciones que llenaron de horror y de espanto á los venerables Pa-
dres del Concilio , quienes al punto mandaron conducir á una prision
al italiano para formarle proceso aparte. El Arzobispo de Santiago
prometió solemnemente hacer justicia á Doña Beatriz de Vargas .
Garcés y Aldonza , Doña Beatriz y Mendo se retiraron de la ba-
randilla y fueron á colocarse al otro estremo en un ángulo del salon .
CAPITUL

LXXXVI.

Prestigio de la virtud.

N seguida se continuó la acusacion del


Comendador . Ya hemos dicho que Pedro
de Alarcon habia acusado á D. Diego de
sacrilegio , de impureza y de sedicion .
—¿ Por qué decís que
el Comendador
es sacrilego ? preguntó el Arzobispo de
Santiago.
-Don Diego de Guzman , siendo ca-
ballero profeso , faltó á sus votos , man-
teniendo ilícitas relaciones con una dama ,
de la cual tuvo un hijo... ¡ Hé aquí á la
vez el doble crimen de sacrilegio y de impureza !
Estas palabras causaron gran sensacion en el auditorio , especial-
mente entre los Templarios , quienes con razon se gloriaban de tener
en su seno á un tan valiente y cumplido caballero, como lo era el Co-
mendador.
Advirtiendo la profunda impresion que sus palabras habian produ-
cido , Pedro de Alarcon añadió con imperturbable calma :
-Estoy dispuesto á probar hasta la evidencia todo lo que he dicho .
1084

-Luego probareis parte por parte todas vuestras acusaciones , re-


puso el Arzobispo . Continuad.
-El Comendador fué tambien sedicioso , por haber obligado á mu-
chos nobles á que tomasen las armas sin permiso del rey ; y además ,
cerca de Sevilla dió muerte al poderoso señor D. Fadrique de Alme-
nara , porque se resistió á seguirle con sus lanzas .
Los Padres del Concilio fijaron una mirada escrutadora en el Co-
mendador. Este casi no habia prestado atencion á lo que de él se de-
cia ; pues á la sazon se hallaba hablando con un escudero que acababa
de entrar en la sala . Sin duda era cosa de mucho interés lo que el es-
cudero le habia comunicado á D. Diego de Guzman .
-¡Es posible ! esclamaba.
-Acaba de llegar , y me ha enviado para saber si os hallais aquí .
-Pues decidle que venga al punto ; pues además de que me holga-
ré mucho en verle , acaso me pueda ser utilisimo el que se presente
aquí cuanto antes.
Cambiadas rápidamente estas palabras , desapareció el escudero , y
la mas viva espresion de júbilo se difundió por el semblante del Co-
mendador.
¿ Y podeis presentar testigos de la muerte de D. Fadrique de
Almenara ? preguntó el Obispo de Lugo .
-Puedo presentarlos , respondió Alarcon.
Los Prelados conferenciaron entre sí , y aunque visiblemente con-
trariados, comprendieron que se hallaban en la necesidad de condenar
al Comendador , por mas que de su buena reputacion nunca debieran
esperarse los crímenes de que le acusaban , y que , al parecer , le pro-
barian fácilmente .
-¿Confesais los cargos que se os hacen? preguntó el Arzobispo de
Santiago .
-En cuanto a lo de sacrilegio é impureza , pongo á Dios por testi-
go de que ese hombre miente ; mas por lo que respecta á D. Fadrique
de Almenara , confieso con sinceridad que en efecto le di muerte pe-
leando como caballeros en buena y leal batalla .
-¡Es cierto esclamaron los Padres del Concilio .
-Tuve todas las razones que es posible tener para matar á un hombre .
Esta confesion de D. Diego causó gran disgusto á los Prelados ,
que llegaron á sospechar que acaso tambien eran ciertos los demás
crímenes de que le acusaban .
El Comendador , sin embargo , sostuvo con inaudita energia , que
1085
jamás habia faltado á los deberes que le imponian sus votos , y que
todo cuanto dijesen respecto á que él habia tenido amores con una
dama que le habia dado un hijo , no pasaba de ser una despreciable
calumnia.
Insistió Pedro de Alarcon , diciendo que era público y notorio que
el Comendador tenia un armiguero á quien distinguia y estimaba mu-
cho , y que era reputado por su hijo . El inocente D. Diego comprendió
entonces que sin duda habian sido siniestramente interpretados sus
buenos sentimientos y su conducta respecto á Jimeno , y comenzó á re-
ferir sucintamente la historia de aquel niño desgraciado , al cual Don
Martin Nuñez dió à criar á unos pastores , y á quien mas adelante reci-
bió Guzman en la Encomienda , habiendo continuado siempre favore-
ciéndole como un padre à un hijo . Tambien se quejó D. Diego , con pa-
labras de cariño y de ternura , de la suerte de Jimeno , que habia des-
aparecido ya hacia algunos años . Doña Beatriz le agradeció con toda
su alma el cariñoso recuerdo que D. Diego habia consagrado á la me-
moria del trovador , que ahora , segun ella juzgaba , encontrábase en
Paris procurando ayudar al Gran Maestre Santiago Molay .
Adviértase que Doña Beatriz , cuando se presentó Melchor de Re-
bolledo con el manuscrito del Caballero de la Muerte , creyó sin la
menor duda que Jimeno habria entregado estos papeles á Santiago Mo-
lay ó á D. Rodrigo Yáñez en la entrevista que con este tuvo en Pon-
ferrada. Doña Beatriz, pues, creyó que el Maestre Provincial de Casti-
lla , deseoso de vengarse del que habia causado la ruina de la Órden del
Temple , se habia valido de Rebolledo para que acusase á Castiglioni .
Volviendo á D. Diego de Guzman , debemos decir que su relato dejó
suspensos á los Prelados , que dudaban si el Comendador seria un ca-
ballero generoso , lleno de virtudes y respetabilísimo, ó si acaso seria
un hombre astuto que tergiversaba los hechos con la misma habilidad
de que Castiglioni acaba de dar un insigne ejemplo .
La circunstancia de hallarse presente la madre del trovador , con-
tribuyó en gran manera para desvanecer la duda en que se hallaban
los Prelados . Doña Beatriz de Vargas se adelantó hácia los jueces , é
invocando los recuerdos de su propia historia , que poco antes habia
revelado , esclamó :
-¡Ha llegado el dia de las reparaciones ! ... En la misma Baylia de
Alconetar se encontraron dos hombres , horrible tipo el uno de feroci-
dad y astucia , y el otro modelo sublime de caridad y sencillez . Yo me
complazco en dar aquí un público testimonio de las virtudes de Don
1086

Martin Nuñez , que de Dios goce . Sin duda recordareis , venerables


Padres , que no hace mucho os hablaba de que , habiendo tenido un
hijo , poco despues de haber entrado mi esposo en la Órden del Tem-
ple en calidad de hermano casado , el bárbaro Castiglioni mandó á su
esclavo que arrojase á la infeliz criatura desde lo alto de una roca . El
feroz calabrés infundió á mi esposo que así debia hacerse con el fruto
de un adulterio ; pero su verdadero propósito ya os he referido que era
apoderarse tambien de la otra mitad de los bienes de D. Gonzalo , que
constituia mi herencia , y que he reclamado de vuestra justicia. El es-
clavo de Castiglioni no quiso cumplir la órden de su señor , y abando-
nó al niño en una cesta pendiente de un árbol . ¡ Aquel niño era mi hijo ,
el que ha sido despues armigazo de D. Diego de Guzman , que es un
cumplido caballero !
Y Doña Beatriz refirió todo lo que ya sabe el lector respecto á la
niñez de Jimeno , y además añadió tantas razones poderosas y tanta
minuciosidad de circunstancias , que no dejaron la menor duda á los
jueces de que aquel niño , condenado por Castiglioni , fué salvado por
el antiguo Comendador Nuñez , y despues favorecido por D. Diego , á
quien el hermano de D. Martin habia referido la historia del trovador,
manifestándole tambien que se hallaba cerca de Alconetar, en una ca-
baña de pastores .
Pero si esta prueba fué decisiva para manifestar que algunas ha-
blillas del vulgo , promovidas hasta por los mismos pastores encarga-
dos de la crianza de Jimeno , que creian que este era hijo del Comen-
dador , habian tenido origen de una obra de caridad practicada por
Nuñez y continuada por D. Diego con un corazon sencillo y generoso ,
no sucedia lo mismo respecto á la muerte de D. Fadrique de Almena-
ra. El mismo Comendador habia confesado aquel delito , y los Prelados
no podian menos de condenarle ; y , en efecto , así lo verificaron , por
mas que el Comendador trató# de justificarse.
En el momento en que los jueces estaban pronunciando la senten-
cia , un hombre , que hacia pocos minutos que acababa de entrar en
la sala , se presentó en la barandilla para tomar la defensa de D. Die-
go. La súbita aparicion de aquel hombre causó una impresion profundi-
sima en todos los circunstantes .
El caballero dijo precipitadamente :
-Es imposible escuchar , oh venerables Padres , la sentencia que
estais dando , sin lamentar cuánto es el peligro en que se encuentran
los jueces de ser engañados . En vuestro concepto , es justa la sentencia;
1087

pero , segun veo , mi llegada no ha podido ser mas oportuna para


desvanecer el error en que supongo os encontrais .
El Arzobispo de Santiago y todos los demás Padres del Concilio se
apresuraron á manifestar las mayores deferencias al ilustre personaje
que acababa de presentarse . El Arzobispo , con inusitada cortesía , lle-
gó hasta el estremo , atendido el sitio , de invitar á que se sentase al
recienllegado ; pero este rehusó , agradeciendo en los términos mas
respetuosos aquel ofrecimiento .
Todas las miradas se fijaron con curiosidad , con interés , con be-
nevolencia , en el caballero . Su semblante , á la verdad , tenia tal es-
presion de grandeza de ánimo , que imponia respeto; mas á lo noble y
grave de su apostura reunia tambien cierto sello , por demás intere-
sante , de bondad y melancolía .
-Decid , señor D. Alonso , decid cuanto os plazca , que os oirémos
con mucho gusto y darémos à vuestras razones toda la importancia
que se merece la virtud de quien las dice.
-Muy desgraciada es la tierra , piadosos varones , en que abundan
hombres mal intencionados y que solo ponen la mira á su particular
provecho , dado que por ello pierdan la honra y la vida los caballeros
mas esforzados . Así ha sucedido mas de una vez y ¡ oh dolor ! está su-
cediendo ahora mismo en Castilla , nuestra muy amada patria . Ved á
qué término de desventura han venido los valientes campeones de la
Religion de Cristo . Su misma fortuna les ha sido funesta ; que si los
caballeros Templarios no fueran valerosos y opulentos , ni tendrian
que temer las calumnias de la envidia , ni los viles manejos de la co-
dicia , que ya se sonrie de gozo soñando en el rico botin que espera .
No permita el cielo , venerables varones , que yo me atreva á culpar
vuestra conducta ; porque harto bien se me alcanza que los desmanes
vienen de muy arriba para que vosotros , á pesar de vuestras virtudes ,
podais oponerles toda la resistencia que se debia y que sin duda de-
seais... Traidores hay en Castilla que solo anhelan la ruina de la glo-
riosa Órden del Temple. Hubo un tiempo feliz en que yo creia que mi
patria querida tan solo podia dar la existencia y el sol á corazones es-
forzados y generosos ; pero ¡ ay ! que harto sé por esperiencia propia ,
que junto al mismo trono hay quien deslustra su clara estirpe con los
mas negros crímenes. Yo conozco , por mi mal , la mano aleve y co-
barde que dirige la acusacion contra mi hermano . Es cierto que Don
Diego de Guzman dió muerte à D. Fadrique de Almenara , y estoy se-
guro de que mi hermano mismo habrá confesado este cargo .
1088
-Así es la verdad , dijo el Arzobispo ; pero por mas que aparezcan
las razones del Comendador como muy poderosas , no han conseguido
desvanecer completamente nuestras sospechas . Dispensadme , señor
D. Alonso , que os diga que el interés de todos los acusados se cifra en
rebatir los cargos que se les hacen , y es por demás difícil el distinguir
el crímen de la virtud , cuando ambos , en tales ocasiones , se visten
las galas de la inocencia.
Y en prueba de esta verdad , el Arzobispo pronunció algunas pala-
bras refiriéndose á la infernal astucia de Castiglioni , circunstancia
que habia hecho muy circunspectos á los Prelados para dar crédito
á los reos , atendiendo á que frecuentemente las apariencias son en-
gañosas .
-Repito que los jueces se encuentran en grave peligro de equivo-
carse, y no me estraña por lo tanto vuestra conducta ; antes la aprue-
bo como bien intencionada . Si me lo permitis , referiré el hecho de la
muerte de D. Fadrique de Almenara...
-Decid , decid .
Don Alonso Perez de Guzman el Bueno continuó :
---Público y notorio es que yo me hallaba en Tarifa acosado por los
enemigos de nuestro Dios para que les entregase la ciudad , y con ella
mi honra y la del pueblo cristiano . ¡ Bien sabeis lo que allá hice ! Pero
antes de que las cosas llegasen al último estremo , envié á pedir socorro
al rey nuestro señor . Este se hallaba á la sazon hospedado en la Bay-
lía de Alconetar, y el rey D. Sancho (que de Dios goce) me envió algu-
nas lanzas de que podia disponer ; mas siendo tan escasa la gente del
rey , mi hermano le propuso marchar tambien con sus caballeros al so-
corro de Tarifa. Aceptó el rey con júbilo esta proposicion , y mandó
además á mi hermano que allegase por el camino toda la mas gente
que pudiese , ya perteneciera al rey , ya á los señores de pendon y
caldera , ya á los Templarios . Respecto á las gentes del rey , nada
tengo que decir , sino que inmediatamente se pusieron á las órde-
nes de D. Diego de Guzman . En cuanto á los Templarios , justo
es decirlo , y hoy mas que nunca , no hubo Encomienda ni Casa
que no suministrase todos los caballeros de que absolutamente se
podia disponer , y lo mismo hicieron muchos ricos-hombres . Pero
cerca de Sevilla mi hermano requirió á D. Fadrique de Almenara
para que con sus hombres de armas le siguiese , como habian hecho
otros ricos-hombres tan buenos y mejores que él . Ni la autoridad del
rey, ni el peligro de la patria , ni la honra del nombre cristiano , ni
1089

las buenas razones que le alegaba D. Diego , pudieron decidir á D. Fa-


drique á que siguiese la senda de la lealtad y del honor ; antes por
el contrario , comenzó á poner en duda la autoridad de mi hermano y
la conveniencia de aquella espedicion ; llegando hasta el estremo de
pronunciar palabras afrentosas contra los Templarios , llamándoles
hechiceros , impios , y que nunca se deshonraria emprendiendo ningun
hecho de armas en la mala compañía de los caballeros del Temple.
Mucho sintió mi hermano que D. Fadrique no le siguiese , porque su
gente era mucha y muy lucida ; pero en vista de sus descompuestas ra-
zones , ambos se dijeron mil denuestos , vinieron á las manos , y el Co-
mendador dió muerte à D. Fadrique de Almenara . Esta es la verdad,
sin quitar ni poner , ilustres y piadosos varones ; y si alguien dijese ó
hubiese dicho otra cosa , sea quien fuere , yo le probaré que , ó mal
intencionado miente , ó mal informado se equivoca .
-Vuestro relato coincide en todas sus partes con el de vuestro her-
mano , dijo el Arzobispo .
-Mi hermano es un cumplido caballero .
Y D. Alonso Perez de Guzman tendió su mano á D. Diego , que
este estrechó afectuosamente.
En seguida el héroe de Tarifa , como para desvanecer del todo ,
caso de que las tuviesen , las sospechas de los Padres del Concilio ,
se dirige á Pedro de Alarcon y bruscamente le interroga :
-¿Cuánto te ha dado el infante D. Juan por que vengas aquí á acu-
sar al Comendador de Alconetar ?
-Señor...
Don Alonso Perez clava sus ojos de águila en el villano Alarcon , y
le dice con soberano imperio :
-Responde á mi pregunta .
Aturdido el miserable , guarda silencio , palidece , tiembla , y ma-
nifiesta con su turbacion que las sospechas de D. Alonso son verdade-
ras , que sus palabras le han herido mortalmente , que le han puesto
fuera de combate , que le han vencido .
El héroe , gloria de España , se vuelve á los Prelados y dice :
-Ya lo veis , el malsin no responde ; pero su mismo silencio le con-
dena. ¡ Miradle!
Y Guzman el Bueno señalaba con su dedo inflexible al malvado ,
que , humillado y confundido , sentia que las palabras del héroe pene-
traban en su corazon como puñales .
Luego D. Alonso añadió :
137
1090

-Aprended á conocer al infante D. Juan . Todos sabeis la felonía


que hizo conmigo . Si fué grande para mí el primer sacrificio , no fué
menor el segundo . Despues de lo acaecido en Tarifa , y en ocasion en
que el pueblo enfurecido queria darle muerte , yo libré al infante , sir-
viéndole de escudo contra los que le acometian . Ved de la manera que
corresponde á mi conducta . Pésele á quien le pese , el infante D. Juan
y otros ricos-hombres solo desean , solo aguardan la estincion de la
Órden del Temple para enriquecerse con sus despojos . Esta es la ver-
dad... Y no se diga que los bienes de los Templarios se entregarán á
la Órden de San Juan de Jerusalen . Sucederá lo que he dicho ; y cuan-
do suceda , os acordareis de las palabras de Alonso Perez de Guzman .
En el fondo de su corazon los Padres del Concilio de Salamanca
opinaban exactamente como D. Alonso , lamentando en secreto la de-
bilidad de Clemente V y los manejos de su Legado Aymerico para en-
conar la causa de los Templarios .
Convencidos , pues , los Prelados de la eficácia de las razones del
héroe de Tarifa , absolvieron al Comendador , y al hacerlo así , todos
estaban seguros de que obraban con justicia, sin mas pruebas que sa-
ber la opinion de D. Alonso ; pues nadie hubo que dudase de la verdad
de sus palabras ni de la rectitud de sus intenciones .
¡ Tal es el prestigio irresistible de la virtud !

ob
A
CAPITU
LO.

a nossa

LXXXVII.

La sepultura y el tesoro.

L Arzobispo de Santiago cumplió fideli-


simamente su promesa de hacer justicia
á Doña Beatriz . Es verdad que tambien
el noble D. Rodrigo Yáñez , segun se lo
habia prometido á Jimeno en Ponferra-
da , contribuyó mucho para que devol-
viesen á Doña Beatriz todos los bienes
de D. Gonzalo que habia usurpado Cas-
tiglioni .
Jamás la fortuna se le habia mani-
festado á la madre del trovador mas

propicia que en aquella época . Acababa


de realizarse su deseo mas vehemente ,
su ensueño de oro . Este consistia en hacer que su amado Jimeno here-
dase los inmensos bienes que pertenecian á D. Gonzalo Perez Sar-
miento. La fiebre de la impaciencia devoraba el corazon de la cariñosa
madre , que aguardaba por horas y por instantes la vuelta de su ado-
rado hijo , único vínculo , afecto único que la ligaba á la vida .
En cuanto á Castiglioni , debemos decir que, á pesar de haber sido
completamente derrotado por las pruebas incontrastables que habia
1092

presentado Doña Beatriz , no sufrió el castigo que merecia , y que al


parecer debiera esperarse de la rectitud de los Prelados que compo-
nian el Concilio . Ya hemos dicho que el Legado del Pontífice y el in-
fante D. Juan estaban de acuerdo para influir cada uno por su parte ,
y por los medios que à su alcance estuviesen , en que á todo trance
se llevase á cabo la estincion de la Órden del Temple. Así , pues , Ay-
merico no podia abandonar á los enemigos de los Templarios , que por
lo tanto eran los amigos naturales de Clemente V y de Felipe el Her-
moso . Hechas estas esplicaciones , el lector comprenderá fácilmente
que la situacion del pérfido y astuto Castiglioni no era tan desesperada
como aparecia .
A la sazon hallábase el calabrés sumergido en un lóbrego calabo-
zo . La incertidumbre de su suerte le tenia lleno de zozobra ; y por otra
parte , el orgullo del calabrés era tan inmenso , tan inconcebible , tan
satánico , que mas que hallarse prisionero le mortificaba la idea de
verse humillado y vencido , cuando menos lo esperaba , cuando creia
estar mas cerca de realizar los nuevos deseos que habian asaltado su
alma . Habia llegado Castiglioni á esa época de la vida , en que el hom-
bre está mas que nunca dominado por la sensualidad . Los placeres
físicos parecen adquirir nuevos y mas eficaces atractivos para los hom-
bres ya entrados en años . Entiéndase que esto solo acaece á las per-
senas del temple del italiano . Este á la sazon soñaba con los goces que
le ofrecian sus inmensos tesoros . Deseaba sumergir sus recuerdos de
Elvira entre impurezas y bacanales .
Tal era el estado del corazon de Castiglioni cuando ocurrieron los
sucesos que le habian conducido á un calabozo , en cuyo triste recinto
solo le era dado aguardar la muerte .
Pero la fortuna, ó mejor dicho , la Providencia , lo habia dispuesto
de otro modo . Cuando mas descuidado se hallaba Castiglioni , abrióse
la puerta del calabozo y apareció Sechin de Flexian . Grande sorpresa
causó en el prisionero la presencia inesperada de su antiguo amigo .
Eres tú ! A fé que á estas horas te hacia en Paris .
-Los amigos son para las ocasiones , respondió el pérfido Sechin
abrazando al calabrés.
-
—¿Ha llegado hasta Paris la noticia de mi desgracia ?
-Mr. de Nogaret recibió una carta de Aymerico , dándole cuenta
del éxito del Concilio de Salamanca . Dentro de la epistola de Aymerico
iba otra de mi sobrino Mr. Deboche para que me la entregasen . En
ambas cartas se referia todo lo concerniente á tu acusacion y encar→
1093
celamiento . Al punto resolví ponerme en camino para venir en tu
ayuda ; y si yo no hubiese tenido esta idea , inspirada por el afecto que
te profeso, habria venido de todas maneras , supuesto que Mr. de No-
garet , deseoso de patrocinar á sus amigos , me envió inmediatamente
á Salamanca , entregándome cartas para Aymerico , en que le reco-
mendaba que á todo trance te protegiese y procurase librarte de la
prision en que te encuentras .
-¡Ah ! ¿Será posible?
-He llegado á Salamanca , y todas las dificultades han sido supe-
radas por mi diligencia . Matías , estás libre . Sígueme.
Figúrese el lector la agradable sorpresa que esperimentó el italia-
no con semejantes nuevas .
Nunca mejor que en aquella coyuntura pudo abrirse el alma de!
feroz italiano á cierto órden de emociones generosas . La adversidad
habia purificado en alguna manera aquel corazon encenagado. Las tri-
bulaciones enseñan aun á los espíritus mas perversos , que al pesar
sobre ellos la mano de Dios , les concede , à vueltas de las mas crueles
aflicciones , un inmenso beneficio , el de reconocer que el Creador de
los cielos llena con su presencia los ámbitos del mundo físico y del
mundo moral . Así habia sucedido á Castiglioni , que no podia pensar
sin estremecerse en las maravillosas sendas por medio de las cuales
habian venido á descubrirse sus mas ocultos y odiosos crímenes . La
imágen de Doña Beatriz , horriblemente mutilada , lo mismo que el ca-
dáver de la anciana Fidela , estaban siempre delante de su vista como
dos espectros vengadores . Los gritos de su conciencia culpable estalla-
ban dentro de su propio espíritu con el tremendo fragor de mil y mil
tempestades. La luz divina jamás se estingue del todo, ni aun en aque-
llos hombres mas sanguinarios y encallecidos en el crímen . A despe-
cho suyo la nocion del bien se les presenta como un arcángel formida-
ble , para acusarlos de todo el mal que han hecho .
Sechin de Flexian destruyó , sin embargo, todo el fruto que Casti-
glioni hubiera podido recoger de estas sombrías aunque saludables im-
presiones .
Aymerico , en efecto , habia conseguido la libertad de Castiglioni ,
si bien fué condenado á perpétuo destierro .
Pero el Legado del Papa habia dispensado esta proteccion al cala-
brés, creyendo servir en ello al rey de Francia , y suponiendo que este
no podia menos de estimar al que con tanta eficácia habia secundado
sus proyectos contra la Órden del Temple . El mismo Mr. Deboche , de
1094

acuerdo con su tio , habia inclinado el ánimo de Aymerico para que si-
guiese esta conducta .
Ya hemos oido de qué modo Sechin de Flexian desnaturalizó la
verdad de este hecho , manifestando al prisionero que solamente por
servirle habia venido de Paris . El antiguo Prior de Tolosa tenia sumo
interés en que Castiglioni le tuviese por muy su amigo ; pues contaba
con sacar gran partido de su agradecimiento . Tampoco era convenien-
te á las miras de Sechin de Flexian el que Castiglioni hablase con Ay-
merico, para que aquel no descubriese la superchería . Además , Sechin
indicó al calabrés que estaban en el caso de huir de Salamanca , guar-
dando el mas rigoroso incógnito , supuesto que su libertad habia sido
comprada á los carceleros , mas no obtenida legalmente de sus jueces .
En esta creencia , Castiglioni comprendió la necesidad de ausentarse
cuanto antes de Salamanca , aunque á la sazon se hallaba enfermo y
débil en demasía para emprender un largo viaje . ¡ Oh mudanzas de la
fortuna ! Aquel hombre tan vigoroso se hallaba ahora agobiado bajo el
peso de una fiebre contínua . Aquel hombre tan astuto acababa de ser
groseramente engañado por sus mismos cómplices , que además inten-
taban asesinarlo .
Pero aunque Mr. Deboche y su tio deseaban la muerte de Casti-
glioni , querian tambien dilatar su vida hasta tanto que les descubriese
el sitio en que tenia ocultos sus tesoros . Todos los esfuerzos del tio y
del sobrino se dirigian á este objeto , y al fin vieron coronados con el
mejor éxito sus deseos mas vehementes . Castiglioni se anticipó á de-
cir á sus pérfidos amigos , que antes de salir de España queria reco-
ger sus riquezas , ofreciéndoles recompensar espléndidamente su ad-
hesion y sus servicios . Al verse libre cuando menos lo esperaba , y en
la efusion de su agradecimiento , las palabras de Castiglioni en aque-
lla ocasion eran sinceras y hasta cariñosas .
Los tres emprendieron el camino de la Baylía de Alconetar . Larga
y penosa fué la marcha para el italiano , que , casi moribundo , tuvo ne-
cesidad de atravesar una gran parte de España antes de llegar al
término de su viaje . Sus amigos le acompañaban cada vez con mayor
impaciencia y con una ansiedad creciente; pues à medida que se acer-
caban á Alconetar , la vida de Castiglioni se iba estinguiendo con tal
rapidez , que Sechin de Flexian y su sobrino llegaron á persuadir-
se de que el italiano , en lugar de su tesoro , solamente hallaria su
tumba.
¿Quién podrá pintar los cuidados y delicadas atenciones que usa-
1095
ban con el calabrés sus dos amigos ? Ni la madre mas cariñosa , que
ve a su hijo único próximo á desfallecer de dolor ó de cansancio , des-
plegaria mas ternura que la que afectaban Sechin y su sobrino para
con Castiglioni.
Al cabo de muchos dias llegaron á Estremadura los caminantes .
Dos escuderos seguian á Sechin de Flexian y á Mr. Deboche .
El italiano apenas podia sostenerse á caballo . Mas de una vez ha-
bian tenido que bajarlo apresuradamente de su cabalgadura y recli-
narlo al pie de un árbol para que recobrase sus fuerzas . Es verdad
que así que pasaba el desmayo que postraba á Castiglioni durante dos
ó tres horas , volvia á recuperar algun mas vigor , en términos que,
aunque muy penosamente , podia continuar su camino .
Era un hermoso dia en que el sol se ostentaba radiante en el lím-
pido azul del cielo . Toda la naturaleza respiraba júbilo y vida . Canta-
ban los mirlos en las alamedas , y murmuraba un arroyo que serpeaba
paralelo al camino que seguian nuestros personajes . Era el terreno
Ilano y apacible , y á lo lejos se divisaba un bosque magestuoso de
centenarias encinas . Al través de sus ramosas copas , que se aba-
lanzaban con estraordinario atrevimiento al espacio , veíanse los do-
rados rayos del sol , como al trasluz de una arcada prodigiosa .
Sechin de Flexian y Mr. Deboche no cabian en sí de gozo , porque
ya se encontraban cerca del sitio donde creian hallar su fortuna . Cas-
tiglioni miraba embebecido la imponente mole de un edificio que se
destacaba á la izquierda del camino . Era el monasterio de Grimaldo ,
Abadía señorial de la Orden del Císter . Acaso el italiano pensaba con
envidia ó con amargura en la religiosa y plácida calma del cláustro .
Pero los accidentes de Castiglioni se repetian cada vez mas fre-
cuentes y peligrosos . Varias veces habian intentado Mr. Deboche y su
tio interrogar al italiano para que les descubriese el sitio en que tenia
ocultas sus riquezas . Sin embargo , Castiglioni habia guardado siem-
pre su secreto con la mas impenetrable discrecion .
Era al caer la tarde , cuando el italiano lanzó un grito horrible ;
sus débiles manos abandonaron las riendas de su caballo , y sin duda
se hubiera desplomado en el suelo , si no hubiesen acudido prontamente
en su socorro. Condujéronle al pie de una encina , rociaronle el ros-
tro con agua , y despues de las mas esquisitas atenciones , el calabrés
tornó á recobrar sus sentidos , bien que en un estado de suma lan-
guidez.
Y no pudo menos de conmoverse profundamente y de agradecer en
1096

el fondo de su corazon la tierna solicitud de sus fieles amigos , en cu-


yos semblantes se pintaba la mas cruel ansiedad.
-¿Cómo te encuentras , Matías ? preguntó Sechin de Flexian con
el acento mas cariñoso .
-¡Ah !... ¡ Me siento morir ! esclamó el italiano con voz desfa-
llecida .
¿ Quieres que te conduzcamos al monasterio ?... Allí se encontra-
rå mas comodidad de prestarte auxilio...
-Sí , sí ... ¡ Has pensado muy bien !... ¡ Cuánto te agradezco tus
cuidados , mi querido Sechin !
-No merezco tu gratitud por tan poca cosa . Yo no hago mas que
cumplir estrictamente con los santos deberes de la amistad.
- Vamos , haced un esfuerzo y disponéos para cabalgar , dijo
Mr. Deboche.
-No , todavía no. ¡ Son tan agudos mis dolores ! La cabeza se me
parte y el pecho se me abrasa... Aguardad un poco... Además , ten-
go que hablaros muy sériamente... Venid , venid , y escuchad mis pa-
labras , dijo el italiano con triste sonrisa.
Sechin de Flexian y su sobrino cambiaron una mirada de inteli-
gencia , y con aire impaciente se aproximaron á Castiglioni . Este , en
aquel momento , ofrecia la prueba mas eficaz para convencernos de la
utilidad de los dolores y adversidades. Todo en el Universo está sá-
biamente dirigido . Las mismas aflicciones son una misericordia mas
de Dios y una grandeza mas del hombre . La dolencia del calabrés ha-
bia dulcificado y ennoblecido en gran manera su carácter.
-Amigos mios , al ver vuestra caridad para conmigo , ahora que
estoy pobre , desterrado y enfermo , he sentido brotar en mi alma una
ternura sincera y la amistad mas verdadera hácia vosotros, que tantos
y tan asiduos cuidados me prodigais... Voy á daros una prueba de mi
agradecimiento…… . Es muy posible que mi vida se acabe antes de lle-
gar á las inmediaciones de Alconetar... Si así sucediese , yo seria muy
desgraciado , al pensar en el momento de mi muerte que no habia po-
dido en alguna manera remunerar vuestros inapreciables favores...
Castiglioni se fatigaba mucho hablando , y calló durante algunos
minutos para tomar aliento.
Sechin de Flexian y su sobrino continuaban inmóviles y silencio-
sos y con los ojos chispeantes de codicia ; pero el antiguo Prior de
Tolosa , dominando sus verdaderos sentimientos , dijo :
-No pienses en esas cosas , mi querido Matías... Desecha esos lú-
1097
gubres pensamientos , y está seguro de que todavía te aguardan largos
y felices dias.
-No quiero dejar de decirte las señas del sitio... Seria una lástima
que aquel tesoro quedase allí de todos ignorado... Ya sabes á la torre
donde yo habitaba , no lejos de la Baylía. A la parte septentrional de
la torre hay un arroyo que se desgaja por un peñascoso cáuce. Junto
al arroyo verás algunos corpulentos fresnos , desde el último de los
cuales contarás veinte pasos hasta llegar á una jigantesca encina , si-
guiendo la corriente del arroyo . Allí cavareis , al pie de la encina , y á
las dos varas de profundidad encontrareis siete grandes marmitas de
cobre , cuatro llenas de oro y las otras tres de piedras preciosas .
Este relato pareció haber fatigado mucho á Castiglioni , que al
cabo de algunos momentos añadió :
-Ahora bien , he cumplido con lo que debo á vuestra sincera amis-
tad . Cuando querais , podeis conducirme al monasterio de Grimaldo .
—Sí , sí , murmuraron Sechin de Flexian y su sobrino , volviendo la
espalda al calabrés .
En seguida montaron á caballo , y ordenaron á sus escuderos que
hiciesen lo mismo .
-¡A galope ! gritó Sechin de Flexian .
Los cuatro ginetes desaparecieron veloces como un torbellino ,
abandonando al infeliz Castiglioni , que , bramando de ira , comenzó á
increparlos y á lanzar espantosas blasfemias , cuando en medio de su
impotente rabia hubo conocido la horrible perfidia de aquellos malva-
dos , á quienes habia considerado como á sus mejores amigos . Furioso
el calabrés se levantó para seguir á los traidores ; pero aquel esfuer-
zo titánico lo quebrantó de tal manera , que á los pocos pasos cayó ,
maldiciendo su suerte , porque enfermo y débil no podia vengarse de
sus ruines ofensores .
Al dia siguiente llegaron Sechin de Flexian y Mr. Deboche à la
torre del Tesoro , y perfectamente orientados y con ansiosa presura se
dirigieron al sitio que Castiglioni les habia designado . No se atrevían á
separarse de la encina que bajo su espeso ramaje ocultaba el anhelado
tesoro . Enviaron á sus escuderos á la aldea de Alconetar para que se
proveyesen de azadas . Practicaron la escavacion con ardor increible ,
sin tregua ni descanso .
Imposible nos será pintar el júbilo inmenso de Sechin y su sobrino.
Ambos habian llegado al objeto de sus mas vehementes deseos . Jamás
la codicia habia ejercido su infame poderío con mas fuerza que en
128
1098

aquellos dos hombres crueles . Ya el sol comenzaba á declinar , y á cada


instante se aumentaba su alegría , porque la escavacion era mas pro-
funda . Algunos minutos mas , y para siempre serian inmensamente
ricos . Este pensamiento los enagenaba de gozo.
Cuando mas embebidos se hallaban en su faena , y cuando la últi-
ma claridad del dia comenzaba á estinguirse en el horizonte , apare-
cieron algunas espadas desnudas , que con la rapidez del rayo atrave-
saron de parte á parte á Sechin de Flexian y á Mr. Deboche , que solo
tuvieron tiempo de proferir una maldicion horrible que se ahogó en su
propia sangre.
Los escuderos pusiéronse á salvo rápidamente . Es verdad que los
recien llegados tampoco hicieron grandes esfuerzos por seguirlos .
Sechin de Flexian y Mr. Deboche tan solo habian conseguido cavar
su sepultura.

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CAPITULO LXXXVIII.

Ejecucion.

LEMENTE V habia convocado un Concilio en Viena


del Delfinado , no para juzgar á la Orden del Tem-
ple , sino para leer el proceso hilvanado por los
abogados de Felipe IV, el Hermoso , y conformarse
en un todo con su voluntad . En esto no nos cabe la
menor duda . Cuando se reunió el Concilio , advir-
ab tió uno de los miembros , que ante todas cosas
convenia oir á los defensores nombrados por los ca-
balleros . Ahora bien , el Papa mandó que inmedia-
tamente aquel miembro fuese encarcelado .
O El infeliz Santiago Molay , antes y despues de
que se convocase y reuniese el Concilio de Viena , habia estado mu-
cho tiempo recluso en la Casa del Temple .
Custodiado por los guardias del rey , si bien con mucho recato y
miramiento , habia sido conducido el Gran Maestre á presencia del
Concilio para ser interrogado. Nunca pudo recelar Santiago Molay
que la tempestad fuese tan deshecha como despues la esperiencia le
mostró , y por lo tanto, respondió en el Concilio , que estaba dispuesto
1100
á justificarse de cuantos cargos acusaban á la Órden y á él mismo ,
sin negar por esto que en varias épocas y por diversos caballeros y
Comendadores se hubiesen cometido algunos desórdenes , pero que en
ninguna manera podian ni debian hacerse estensivos á toda la Milicia
del Temple .
Ya hemos dicho que los Comisarios del Papa se habian alarmado
con la noticia de que iban á ser quemados cincuenta y cuatro Templa-
rios , y que intentaron inútilmente que aquella ejecucion se dilatase .
Vemos , pues , que Clemente V mostró en este ruidoso negocio lamen-
table debilidad , y que obraba siempre bajo la funesta inspiracion del
inicuo Felipe y sus ministros .
Tambien podemos observar que los Comisarios Pontificios , ó no
enterados á fondo de las secretas miras del Papa , ó indignados tal vez
por su falta de carácter , ó guiados por el verdadero espíritu de la
Iglesia , buscaban en la formacion del proceso la verdad y la justicia.
Esto sucedió , no solamente en Francia , sino en toda Europa . En
todas partes los Concilios provinciales , convocados para entender en
la causa de los Templarios , se condujeron con notable discrecion , de-
coro y blandura .
Pero en Francia debemos distinguir , que al lado de los Comisa-
rios Pontificios (que no todos eran hostiles á la Órden del Temple )
se hallaban los Sínodos provinciales , dominados por las influencias del
rey Felipe. Así , pues , desde luego se comprende que las sentencias
fueron siempre favorables á las miras del monarca francés.
Nueve caballeros fueron condenados á las llamas en el Concilio de
Rénes , é igualmente fueron condenados al mismo suplicio todos los
Templarios de la provincia de Rouen .
El Sínodo presidido por el Arzobispo de Sens condenó , segun ya
hemos dicho , á cincuenta y cuatro caballeros Templarios como impe-
nitentes en su profana y nefanda profesion . Ocurrió , sin embargo , una
coincidencia singular , y que pone muy de manifiesto la injusticia de
aquel proceso escandaloso . Todos y cada uno de los caballeros senten-
ciados se retractaron en juicio de las confesiones que antes habian he-
cho, manifestando que la violencia y los tormentos les habian obligado á
revelar contra sí mismos cuantos crímenes habian querido imputarles .
Entregados al brazo seglar , y despues de degradados de las nobles
insignias de la caballería , fueron quemados vivos en la plaza de San
Antonio de Paris.
Entretanto el Gran Maestre y sus compañeros continuaban en la
1101

Casa del Temple , casi moribundos á causa de las horribles torturas


que habian padecido .
El astuto Nogaret informó al rey de la intentona de los Templarios
por salvar á Santiago Molay , abultándole el suceso , y aconsejándole
que se decidiese por último á quitar la vida al Gran Maestre; pues que,
muriendo Molay , la Órden moria de seguro. El monarca ponia algu-
nas dificultades , no solo porque aquella tentativa demostraba que mu-
chos Templarios se hallaban libres é incógnitos , sino tambien porque
el Concilio general de Viena hasta entonces no habia decidido que se
suprimiese la Órden .
Y aunque el rey de Francia , por lo que respecta á gran número de
caballeros , se habia atenido á la decision de los Concilios provinciales ,
no se atrevia á hacer otro tanto con Santiago Molay , pues parecia
demasiada y monstruosa inconsecuencia el condenar al Gran Maestre de
la Órden , sin que esta se hubiera suprimido.
Tales razones parecieron muy aten dibles à Nogaret ; pero este
encontraba siempre con maravillosa inventiva los medios mas conve-
nientes para realizar sus designios . El Canciller conocia perfectamente
el carácter débil del Papa , y estaba segurísimo de que no resistiria á
las sugestiones del rey , ó en caso necesario, á sus amenazas .
Y aconsejó á Felipe que inmediatamente partiese para Viena , y
exigiese al Pontifice que no dilatase la supresion de la Órden .
Parecióle al rey muy acertado el consejo , é inmediatamente lo
puso en ejecucion.
Entretanto el Concilio general se manifestaba muy poco dispuesto
á aprobar la estincion de la Órden , y mucho menos las demasías del
rey de Francia. A escepcion de tres ó cuatro , los demás Padres del
Concilio convinieron en que , sin oirlos , no se debia proceder á la es-
tincion de los Templarios .
Muy tarde conoció el Papa la dificultad de satisfacer los deseos de
Felipe el Hermoso , atendida la resistencia que manifestaron los miem -
bros del Concilio á obrar de manera que olvidasen todas las leyes
divinas y humanas , doblegándose á ruines exigencias y á criminales
sugestiones. El Papa se hallaba confuso , aturdido y pesaroso. A tales
angustias conduce la debilidad de carácter.
Pero todas las dificultades se allanaron con la súbita llegada de

1 Entre Arzobispos y Obispos se reunieron mas


de trescientos , sin contar los
Prelados menores .
1102

Felipe á Viena . Fingiendo un ardiente celo por la Religion Católica ,


significó al Pontífice sus deseos con tanta hipocresía como instancia.
Al principio el Papa se negó obstinadamente , escudándose con la opi-
nion general del Concilio .
Pero el rey habia previsto esta resistencia , y no se alarmó por
ello ; antes por el contrario , reconvino á Clemente , recordándole que
le debia la tiara y la promesa de estinguir la Órden del Temple .
El débil Pontífice sucumbió bajo el peso de esta funesta influencia,
é inmediatamente mandó reunir un Consistorio secreto con asistencia
de muchos Prelados y Cardenales , hechuras del Papa y adictos al rey ,
y , por via de providencia y no de condenacion , estinguió la Órden de
los Templarios , como peligrosa á la paz y al reposo de la Cristiandad .
En esta sesion secreta fué cuando Clemente V mandó prender á uno de
los miembros , porque , segun ya hemos indicado , se opuso á la anu-
lacion provisional de la Órden. Sin duda el Papa y el rey se equivo-
caron respecto al grado de adhesion que les profesaba aquel prelado , ó
bien este en el momento solemne y crítico no se atrevió á obrar sino
con arreglo á su conciencia .
Estinguida la Órden , el rey de Francia dejó al cuidado del Pontifi-
ce y del Concilio que determinasen acerca de los bienes y personas de
los Templarios , y Felipe , muy gozoso por el éxito de su viaje á Viena ,
se restituyó á Paris . El regreso del rey era la señal de muerte para el
desdichado Santiago Molay .
Durante la ausencia de Felipe , la infeliz cuanto hermosa Amalia se
habia presentado á la reina Juana de Navarra , para reclamar su cle-
mencia en favor del infortunado Jimeno . Debemos advertir que en
la Casa Real habia muchos empleados y dependientes que eran muy
adictos á los Templarios , y aun algunos criados de Palacio pertenecian
en secreto á la Órden del Temple. El cargo mas fundado que podia
hacerse á los Templarios , era el de su ambicion desmesurada ; y si
bien carecia de fundamento la acusacion de que aspiraban á la monar-
quía universal , acaso tenian razon sus émulos para decir que se esfor-
zaban demasiado por tomar parte en las rencillas , parcialidades y de-
más acontecimientos de la época , favoreciendo ó contrarestando las
pretensiones de este ó de aquel príncipe ó magnate . De esta conducta
pudiéramos citar algunos ejemplos .
Los Templarios , en el último período de su existencia , se hicie-
ron cortesanos é intrigantes , y para llevar á cabo sus ocultas ma-
quinaciones , solian valerse con frecuencia de los mismos caballeros
1103

de la Orden , que penetraban en los palacios , en los castillos , en las


casas de los grandes señores , y ya sirviendo de escuderos , de secre-
tarios , de camareros y otros oficios , ya inspirando confianza por me-
dio de amistosas relaciones , averiguaban los proyectos , las intencio-
nes , los secretos que mas podian convenirles para calcular con mas
acierto las alianzas que debian desechar ó promover .
Toda su destreza , sin embargo , se habia estrellado últimamente
contra la profunda hipocresía y habilidad del rey Felipe y sus conse-
jeros . Ya hemos dicho que á consecuencia de haber los Templarios
salvado la vida al rey en un motin , Felipe el Hermoso en presencia de
toda su corte habia atestiguado al Gran Maestre el mas vivo agrade-
cimiento , dándole inequívocas muestras de respeto y de cariño . Esta
conducta pérfida engañó no solamente á los cortesanos , sino tambien
á los mismos Templarios , que entonces mas que nunca se creyeron
estimados del monarca.
Pero desde la prision de los Templarios , estos habian desplegado
grande actividad , y con diversos trajes y de varios modos trataban
de servir á su causa . Desgraciadamente el número de los que se habian
escapado de la prision general era muy escaso , y por lo mismo sus
combinaciones , aun suponiendo que fuesen las mas acertadas , no po-
dian tener resultados de gran trascendencia .
Un antiguo empleado de Palacio , íntimo amigo que fué de Mr. Fe-
derico Molay , y que además tenia un hijo profeso en la Órden del
Temple , fué quien sirvió de introductor á la triste Amalia para que
refiriese su lamentable historia á la reina Juana.
A pesar de que el rey Felipe era el mas hermoso de todos los so-
beranos de su época , se dice que su esposa , Juana de Navarra , guar-
dando el mas rigoroso incógnito , atraia á galantes citas á los estu-
diantes mas hermosos y robustos , y que despues de satisfacer sús
vergonzosos caprichos , los hacia arrojar desde la torre de Nesle al
Sena.
Pero los desórdenes de tan licenciosa vida no se opusieron á que
* Juana de Navarra tomase muy á pechos la defensa de los caballeros
Templarios . Mas de una vez la reina habia adoptado para con su es-
poso el noble papel de medianera. Felipe amaba sinceramente à su
esposa ; y aunque era de carácter frio , suspicaz y obstinado , solia
generalmente acoger con benevolencia las peticiones de la reina ;
pero esto debe entenderse solo en aquellas cosas de poca monta , y en
ninguna manera respecto á las resoluciones mas importantes . Así ,
1104

pues , Juana de Navarra se habia convencido de que sus súplicas en


favor de los Templarios eran estériles .
Sin embargo , acogió con sumo interés á la triste Amalia , y le
prometió solemnemente que su esposo recobraria la libertad , supuesto
que no era Templario .
Amalia , en la efusion de su gozo inefable , se arrodilló á los pies
de la reina , manifestándole con sus palabras y lágrimas el esceso de
su felicidad y de su agradecimiento .
Cuando Felipe el Hermoso llegó á Paris , no se dirigió al palacio ,
sino á una pequeña casa situada en una calleja no muy lejos de la
torre de Nesle .
Todo el mundo ignoraba que el rey se hallase en Paris aquella
noche.
Apenas Felipe se hubo instalado en aquella casa , apareció un
hombre de siniestra catadura , que fué recibido por el rey con cierta
mezcla de satisfaccion y de recelo.
-‫ ܐ‬Habeis cumplido mi encargo ? preguntó el monarca impaciente.
-Si , señor .
- ¿Y las pruebas ?
-Las tendreis.
Felipe hizo un gesto que significaba :
-¡Ay de vos si me engañais !
Trascurridos algunos momentos , el rey preguntó :
-¿Y cuándo podré tener esas pruebas ?
-Es muy posible que las tengais esta misma noche.
Algunas horas despues aquellos dos hombres salieron muy rebo-
zados de la pequeña casa , y se dirigieron hâcia el Sena . Luego se se-
pararon. El uno de ellos se dirigió á la torre de Nesle , mientras que
el otro se paseaba junto à la orilla del rio.
La luna se ostentaba en el cielo de vez en cuando en toda la pleni-
tud de su melancólica belleza ; pues no siempre lograba rasgar el na-
carado velo de las blandas nubes que volaban esparcidas por el es-
pacio.
Luego se oyó una cancion , que era sin duda de un estudiante , á
juzgar por la letra.

Minerva y Vénus un dia


En un áula se encontraron ,
Y entre las dos disputaron
Cuál de las dos mas valia.
1105
Vénus placer prometia ,
Minerva saber y fama.
Cada cual aparte llama
A la estudiantil caterva ;
Mas nadie sigue á Minerva.
¡ Su triunfo Vénus proclama !

El estudiante se alejó cantando este estribillo á grito pelado :

¡Gloria á las bellas


Fuego á los libros ,
Que viva el juego
Y venga vino!

En el mismo instante salió de la torre de Nesle un hombre cuida-


dosamente embozado en su capa , y se presentó al encuentro del estu-
diante , que se detuvo.
.
Inútil parece decir que el estudiante era el mismo que hemos visto
poco antes separarse del rey .
-¿Ha venido ? preguntó el estudiante , es decir , Noffi Dei , uno de
los fautores y hechuras de Mr. de Nogaret .
-Todo el dia lo ha pasado en la torre , y esta noche piensa dormir
en ella , segun...
¿ Os ha enviado á que busqueis ... ?
-Como de costumbre.
-Pues venid conmigo .
Noffi Dei se dispuso á encaminarse á donde el rey le aguardaba ;
pero el hombre que habia salido de la torre de Nesle se detuvo di-
ciendo :

-¿Creeis , señor , que esto tenga un resultado funesto para nos-


otros?
-Creo , al contrario , que el éxito no podrá menos de ser para
nosotros muy lisonjero. Lo único que nos comprometeria bastante con
el verdugo , seria el que nuestros informes no fuesen exactos ; pero si
llegan á confirmarse por la esperiencia , estad seguro de que serémos
recompensados pródigamente .
-Vamos , vamos allá , dijo el incógnito , que sin duda temia com-
prometerse en un mal negocio que tuviese su desenlace en el nudo de
la horca, á la par que deseaba con gran vehemencia ser recompensado
tan magníficamente como se le habia prometido.
Noffi Dei y su compañero se encaminaron á donde aguardaba
139
1106

el rey Felipe , al cual saludaron los recien llegados con grandes mues- .
tras de respeto .
Y á la verdad que , á no saberlo , era imposible que nadie creyese
que el embozado era el rey. Iba completamente disfrazado . Llevaba
una barba postiza muy bien hecha y sujeta con tanto artificio como
seguridad. Los cabellos se los habia teñido perfectamente con una po-
mada , y por último , en el traje habia hecho cuantas modificaciones
creyó convenientes para dificultar en lo posible el ser conocido .
Despues que estuvieron hablando un breve espacio , nuestros per-
sonajes volvieron á dirigirse hácia la torre de Nesle .
Felipe el Hermoso fué introducido en el retrete de la reina , ni mas
ni menos que si fuese uno de los muchos estudiantes que solian cenar
en aquella torre en compañía de Juana de Navarra .
Desde luego se comprenderá que el guardian ó conserje de la torre
merecia la confianza de la reina , y tambien se habrá comprendido que
el pérfido criado abusaba de la confianza de su señora , vendiendo al
rey sus mas íntimos y vergonzosos secretos .
La estancia en que dejaron al fingido estudiante , se hallaba á la
sazon opacamente iluminada . Luego entró el conserge y puso algunas
bugías sobre una mesa que muy en breve fué cubierta de esquisitos
manjares y vinos .
Por último apareció la reina , brillante de joyas y de hermosura .
Con la rápida ojeada de una mujer de esperiencia y con secreto
placer contempló Juana de Navarra las bellísimas facciones del estu-
diante.
Ya hemos hablado de la bizarra présencia del rey , cnya belleza
era tanta , que con razon le habia granjeado el epiteto de Hermoso.
Ahora bien , el disfraz que llevaba el rey , trasformaba su hermosura
sin perjudicarla . Felipe se habia mirado en un espejo de bruñido acero
que habia en la misma estancia , y habia adquirido la conviccion de que
era imposible de todo punto que su esposa le conociera . Solo debia te-
mer que el metal de la voz lo vendiese ; pero se resolvió á no hablar
sino muy poco y en tono tan bajo que no resoñase su acento . La reina
con inimitable gracia y coquetería convidó al estudiante á que comiese
y se alegrase. Felipe afectó cortedad y rubor ; pero esto fué un nuevo
motivo para que Jnana se felicitase por la inesperiencia respetuosa del
gallardo caballero .
Juana de Navarra se entregó á los placeres de la mesa con apetito
y alegría . Bebió con frecuencia y abundancia , y brindó varias veces
1107

con risueño y amoroso gesto al tímido estudiante . La reina juzgaba


que aquella timidez era producida por un esceso de pasion y de feli-
cidad . Así parecia efectivamente , porque tal era el propósito del rey..
Entretanto la incauta y voluptuosa reina habia llegado á ponerse
en un estado inesplicable de delirio y casi embriaguez .
Felipe el Hermoso fué uno de los hombres que en mas alto grado
han poseido el disimulo y la sangre fria . Pero á pesar de este poder
estraordinario de dominarse á sí mismo como pocos mortales consi-
guen hacerlo , el desdichado esposo no acababa de admirarse de la in-
mensa y para él dolorosa trasformacion que habia notado en su esposa
en aquella noche terrible . Su emocion era tan profunda , que apenas
bastaban todos sus esfuerzos para disimularla ; y es seguro que la.
reina hubiera advertido su turbacion , á no ser por el estado en que
se encontraba .
Atónito, ceñudo, casi no pudiendo contener su despecho , el infeliz
marido apenas daba crédito á lo que sus propios ojos veian .
. En el mismo momento en que Juana esperaba encontrar en el
escolar un amante apasionado , este se arrancó súbitamente la pos-
tiza barba , y se presentó á su esposa iracundo , terrible , amenaza-
dor. Quedóse la reina como el que en la noche de sus bodas hallase
en el lecho nupcial un esqueleto . La reina habia encontrado al espec-
tro de su conciencia , á su esposo .
Inmediatamente Juana de Navarra , por órden del rey , fué condu-
cida á una prision .
Felipe se convenció aquella noche de que los muchos avisos que le
habian dado respecto á las infidelidades de su esposa , eran muy
exactos .
Diríase que el génio de las venganzas comenzaba ya á clavar es-
pinas en el corazon del monarca , que habia mandado que al dia si
guiente fuesen quemados vivos el Gran Maestre y sus compañeros .
Pero el rey no estaba para detenerse en estas reflexiones . El furor
le trastornaba , y solo respiraba sangre y venganza en medio de su
dolor. Casi estuvo á punto de asesinar á su esposa en el primer mo-
mento . Luego , aconsejado por Nogaret , resolvió que se entablase el
divorcio .
Muy contadas fueron las personas que supieron que Felipe se ha-
llaba en Paris el dia de la ejecucion . Los Templarios , en lugar de re-
tractarse , volvieron á declarar que estaban inocentes , y que todas sus
confesiones habian sido arrancadas por la horrible violencia de los
1108

tormentos . Sin embargo , todas las protestas fueron inútiles . La muer-


te de los Templarios estaba decretada inexorablemente , y solo el po-
der del cielo hubiera podido evitarla .
El único que , con una firmeza casi sobrenatural , ni habia con-
fesado en el tormento , ni tampoco tuvo necesidad de retractarse , fué
el trovador . Sus sentimientos religiosos le hacian aceptar su desgracia
con heróica resignacion . Sabia y sentia con toda la fuerza de que es
capaz la inteligencia y el sentimiento humano , que el alma es inmor-
tal , y que la muerte no es la aniquilacion , sino una trasformacion
apetecible y gloriosa para los virtuosos , odiosa y terrible para los
malvados. Por otra parte , moria tranquilo y gozoso , porque la causa
de su muerte habia sido el deseo de hacer un bien , y esta sola consi-
deracion infundia en su alma una especie de felicidad melancólica en
el seno mismo de su inmensa desventura.
A pesar de tan elevados sentimientos , la fragilidad de lo limitado,
caro vero infirma , aparecia en el alma del poeta como la nube que
oscurece el radiante disco del sol . Pensaba en su querida Amalia y en
la inefable felicidad que , viviendo como amantes esposos , hubieran
podido gozar en la tierra . Tambien el génio de la gloria se le presen-
taba de vez en cuando lloroso y con una corona de laurel que se habia
marchitado antes de ceñir la frente del poeta . De todos los bienes este-
riores , el mas bello es la gloria , dulce y honroso recuerdo de las inte-
ligencias sublimes y de los hechos heróicos . Solo la virtud vale mas que
la gloria; pero esta , para ser hermosa y amable , debe ser hija de aque-
lla . La sublime concepcion del gran poema que Jimeno habia intentado
llevar á cima , se habia desvanecido como un ensueño . Los mas nobles
sentimientos de la vida los habia visto el trovador contrariados ; pero le
quedaba su inteligencia , astro brillante que nada ni nadie podia oscu-
recer. La palabra Resurreccion , título de su poema , despertó en su
espíritu mil luminosas ideas de inmortalidad y grandeza . Sus ojos bri-
llaron con un fuego divino , una sonrisa inefable dilató sus lábios , y
su rostro resplandeció con toda la magestad que cabe en esa criatura
maravillosa y sublime que el mismo Dios hizo á su imágen y seme-
janza .
Yo no puedo morir ! esclamó Jimeno . ¡ Cuán grande es el hom-
bre , Dios del cielo y de la tierra , porque él te concibe y le conoce !
¡ El hombre es inmortal ! ¡ Cuán grande es el hombre !
Embebido en tales pensamientos , el ilustre Jimeno se remontaba
á otras regiones , olvidando así las angustias del inicuo suplicio á que
1109
lo habian condenado en la tierra . - Los caballeros Templarios tam-
bien se habian resignado con su suerte , y desplegaban un valor digno
de héroes .
El pueblo de Paris acudió con ansia á presenciar el horrible es-
pectáculo que aquel dia le regalaba el señor rey Felipe IV el Hermoso .
El sol chispeaba en mitad del cielo , derramando sus rayos sobre
la alegre y curiosa multitud que se apiñaba por todas partes en ven-
tanas , balcones , calles y plazas .
Despues de la retractacion , los reos fueron conducidos á la plaza
de San Antonio . Iban los caballeros pálidos , mal vestidos , con una
soga al cuello , destocada la cabeza , insultados por el pueblo , que los
creia brujos y nigrománticos , descoyuntados por los tormentos , y ha-
cinados en un carreton tirado por dos rocines normandos .
Entretanto por una de las calles de la carrera iba una dama , se-
guida de su doncella y de un escudero . Amalia se dirigia á casa del
antiguo amigo de su padre , por cuya mediacion habia sido presentada
á la reina . La jóven ignoraba la escena para ella funestísima que habia
tenido lugar en la torre de Nesle . Juana de Navarra no solo no había
podido interceder por Jimeno , sino que necesitaba proteccion para ella
misma. Amalia , sin embargo , era la mas dichosa de las mujeres ,
lisonjeada , como estaba , por la esperanza que le habia dado la reina
de salvar á Jimeno .
A la entrada de la plaza de San Antonio , un gentío inmenso obs-
truye el paso á la jóven señora y á sus servidores , que preguntan la
causa de tanta bulla , gritería y tumulto . Saben que va á verificarse el
suplicio de los Templarios . Clotilde y Martin Galindo se miran conster-
nados ; pero Amalia aún abriga esperanzas , creyendo que la reina , fiel
á su promesa, habria hecho que esceptuasen á Jimeno de la sentencia .
No permitiendo el bullicio que adelantase Amalia en su camino ,
resignóse á esperar . De repente suenan voces , la gente se arremolina ,
aparece el carreton ; Amalia exhala un grito horrible y permanece
como herida de un rayo . Tambien Clotilde y Galindo acababan de re-
conocer al infortunado trovador.
En medio de la plaza se levantaba una hacina de grandes troncos
que formaban como una especie de tablado , sobre el cual sobresalian
tres altas vigas , clavadas perpendicularmente .
Los Templarios subieron á la hoguera con un valor que espantaba á
Ja multitud , y que hizo al fin que cambiase en admiracion sus ante-
riores insultos .
1110

Algunos hombres , vestidos de amarillo ( criados del verdugo ) ,


ataron con gruesos cordeles los pies y las manos de los reos , y por el
tronco del cuerpo los sujetaron á las vigas que se elevaban derechas
como mástiles. A cada uno de estos palos ataron dos reos , espalda
contra espalda ; pero como los condenados no eran mas que cinco , le
tocó á uno de ellos morir solo . Aunque no podian verse cada uno de
los que formaban una pareja , al menos los otros cuatro podian cam-
biar algunas palabras de consuelo en aquel doloroso trance.
Al bajar del carreton , el Gran Maestre y Jimeno se despidieron
con palabras muy afectuosas , y se estrecharon las manos con reci-
proca efusion . El buen Santiago Molay no podia menos de lamentar
con toda su alma la desgracia de aquel jóven , cuya adhesion á su per-
sona y á la Órden del Temple le habia sido tan funesta . En vano el
Gran Maestre habia procurado interceder por Jimeno , manifestando á
los jueces que aquel no era Templario.
Ya los verdugos acuden con hachones encendidos , y alrededor de
la hacina prenden fuego por abajo á los ingredientes resinosos y en
alto grado combustibles que encerraba en su seno aquel trono del pri-
mogénito de la Muerte .
Las llamas se levantan y centellean en torno de los caballeros ,
cuando una jóven hermosa como el amor , dolorida como una Magda-
lena y veloz como un relámpago , atraviesa la muchedumbre , se zafa
de los soldados , y sube al palo donde le habia tocado estar solo al
infeliz Jimeno , que fija los ojos en la jóven y cree que su ángel custo-
dio le ha concedido el consuelo de aparécersele en aquel instante bajo
la figura de su esposa idolatrada . —Atónito el trovador duda algunos
momentos que aquella mujer sea realmente su querida Amalia ; pero
ella se arroja á su cuello con el santo frenesi de los castos amores , y
derramando copiosas lágrimas esclama con su voz de ángel :
-¡Jimeno mio ! Amado mio ! ¡Esposo mio !... No he podido salvar-
te ; pero moriré contigo .
Y esto diciendo entre sollozos , reclina su hermosa cabeza sobre el
pecho del poeta , cuyo corazon estaba próximo á estallar con los múlti-
ples sentimientos que le agitaban de angustia , de ira , de amor , de gozo.
Pero el desgraciado ni aun podia abrazar á su esposa en aquel ins-
tante supremo . Tenia las manos fuertemente ligadas .
-¡Amalia de mi corazon ! ¿ Era este el lugar, ¡ Dios mio! en que de-
bíamos volver á vernos ?... Y sin embargo , adorada esposa mia , yo
bendigo mi suerte , porque al fin te veo antes de morir .
Lama 21..

Lit de Gonzalez Madrid

Jimeno mi Amado mu Esposo mio ' Nohe podido salvarte pero morire contige
1111

¡Jimeno! ¡ Jimeno de mi alma! ... Morirémos juntos ... ¿Qué ma-


yor dicha podíamos esperar ?... El destino nos ha separado ; pero el
cielo nos reune en la hora de la muerte .
-No, esposa mia , no ... Yo he sido muy desgraciado , muero ino-
cente ; pero tú ... llena de vida...
-¿Para qué quiero vivir , si tú mueres? La esposa debe seguir en
un todo la suerte del esposo .
-¡Ay Amalia! ¡ Cuán felices , cuán felices hubiéramos podido ser!...
¿Quién podrá pintar lo que sentian , lo que se dijeron con los ojos ,
con las palabras , los desdichados esposos? En brevísimos instantes ha-
blaron de Jerusalen , de Zaré , de Paris , de su hijo , de su muerte ,
de mil cosas , de mil sentimientos , con rapidez increible , con sublime
elocuencia , con claridad suma , con un signo , con una esclamacion ,
con una mirada . -En la enagenacion en que se hallaban los dos espo-
sos , no veian en el universo mas que á sí mismos . Su amor y su ale-
gría los arrebataban á otro mundo de ideal ventura . Parecian no per-
tenecer ya á la tierra ; pero ¡ay! que la realidad era demasiado espan-
tosa para que al punto no se convirtiesen su alegría y su amor en el
último estremo de la afliccion.
La multitud sorprendida inquiere la causa de aquella escena , y de
boca en boca corre la noticia de que aqual jóven no es Templario y de
que Amalia es su esposa . Todos los corazones se conmueven , se ma-
ravillan del suceso , y comienzan á creer que en el suplicio de los Tem-
plarios deben encontrarse horribles misterios, crueles injusticias . Hasta
los mas preocupados contra la Orden del Temple , los mas fanáticos y
empedernidos , lloran por la suerte de los jóvenes infortunados . ¡ Com-
pasion estéril ! Los verdugos se aproximan , y anuncian á los esposos
que deben separarse . -El varonil Jimeno clava una mirada indescrip-
tible sobre Amalia , y sus ojos se inundan de lágrimas . Ella no aparta
los ojos de él , y continúa abrazada á su esposo como al árbol la yedra ,
como el avaro á su tesoro .
La hoguera , alimentada sin cesar por los criados del verdugo, es-
taba ya á punto de envolver á los reos , pues cada vez mas los maderos
crugian y las llamas se elevaban con mayor impetu . En esto el verdugo ,
viendo que las diligencias de sus criados habian sido inútiles , vuelve á
advertir á Amalia que abandone aquel lugar peligroso para su vida ino-
cente. Amalia no responde , porque no le oye; pero el verdugo, asién-
dola y profanándola con sus callosas manos , la aparta violentamen-
te de su esposo , como una rama que se desgaja de un árbol . La jóven
1112

habia perdido completamente el conocimiento . El verdugo la reclinó


sobre su capa y las de sus criados , que formaban un monton de an-
drajos , algo distante de la hoguera . Alli tendieron á Amalia, y allí tam-
bien acudieron á socorrerla Clotilde y Galindo , que lloraban amarga-
mente, no solo por Amalia , sino por el triste trovador, que se habia
despedido de ellos inclinándoles la cabeza , dirigiéndoles una sonrisa y
elevando al cielo una mirada .
Al Gran Maestre le habia tocado tener por compañero á un gran
señor de Francia , caballero muy distinguido en la Órden del Tem-
ple 1. Afan de Rivera lloraba por la suerte de su compatriota Jimeno ;
pero si todos aquellos Templarios en aquel dia memorable dieron mues-
tras de sensibilidad de corazon , tambien mostraron al mundo su gran-
deza de ánimo en presencia de la mas horrible de las muertes , que
arrostraron impertérritos .
De repente los verdugos se retiraron despavoridos , y se oyó un
grito formidable , compuesto de infinidad de gritos que formaban el
tremendo ¡ ay ! de un gran pueblo . El denso humo y las impetuosas
llamas se abalanzaban hácia los cielos , como siniestros meteoros , y
con espantoso estruendo se derrumban los maderos convertidos en
brasas , sobre las cuales se retorcian los míseros caballeros .
Pero el espanto sube á su colmo cuando el atónito pueblo , al tra-
vés de las llamas y el humo , mira alzarse un espectro que tenia algu-
na semejanza con el Gran Maestre Santiago Molay.
Entonces se oyó una voz terrible que decia :
-¡Clemente V y Felipe IV ! ¡ Yo os emplazo para dentro de un año
ante el tribunal de Dios !...
El espectro se detuvo , y clavó sus ojos desencajados en uno de los
balcones de la plaza.
-¡Pérfido Felipe ! ... Desde aquí te veo ... No te ocultarás de la
venganza divina... ¡ Maldito seas ! ¡ Maldito seas !
Dijo , y una nube de fuego y humo envolvió al espectro.
Un instante despues solo se veia en medio de la plaza de San An-
tonio un monton de cenizas . El estupor estaba pintado en todos los
soldados .
Cuando levantaron á Amalia , levantaron un cadáver. La infeliz
esposa habia sucumbido bajo el peso de tan tremenda amargura. Ji-
meno y Amalia terminaron en un mismo punto su peregrinacion por
este valle de lágrimas .
Algunos historiadores afirman que este caballero era el hermano del Delfin.
Lit de S Gonzalez Madrid Morenoinv yht

ME SANTIAGO MOLAY
CAP
ITU
L

LXXXIX .

El juramento.

As últimas y fatídicas palabras que hemos


oido pronunciar á Santiago Molay , atra-
vesaron el espacio y fueron a resonar
horriblemente en el corazon del rey , que ,
ZEE

aunque disfrazado , habia tenido la cruel-


dad de asistir al espectáculo horrendo del
suplicio de los Templarios . El Gran Maes-
tre habia visto y conocido al rey , no obs-
СВ tante su disfraz. Felipe quedó aterrado
por la imprecacion de Santiago Molay , y
creyó que solamente una revelacion sobrenatural habia podido hacer
que el Gran Maestrè le reconociera. La maldicion y el emplazamiento
resonaban sin cesar en los oidos del monarca , que en todas partes
veia la plaza de San Antonio , la multitud , la hoguera , el espectro .
Tambien muchos Templarios disfrazados y ocultos entre la multi-
tud habian presenciado el horroroso suplicio de sus hermanos . En to-
dos aquellos valientes caballeros , que habian visto morir en una ho-
guera , en un suplicio afrentoso , á su ilustre é inocente caudillo , se
despertó un solo sentimiento enérgico é incontrastable , el deseo de la
venganza .
140
1114

Tres dias despues , en las altas horas de la noche , viéronse algu-


nas sombras que à favor de las tinieblas se deslizaban por las calles.
de la Cité. Desde luego se comprende que todos aquellos misteriosos
personajes se dirigian á un mismo punto , es decir, á reunirse en casa
de Nicolás Grimoire el carbonero .
Efectivamente , en la sala circular que habia en el subterráneo en-
contrábanse reunidos en el punto y hora de la media noche setenta ca-
balleros Templarios que acababan de elegir por Gran Maestre , sucesor
de Santiago Molay , al ilustre Juan Marcos Larmenio .
En el centro de la estancia levantábase un túmulo en cuyos paños
mortuorios estaban escritos con letras doradas, los nombres de todos
los Templarios que habian sido ajusticiados en Paris y en otros de-
partamentos de Francia . Los muros de aquel aposento estaban reves-
tidos de negras bayetas , sobre las que tambien se leian los nombres
de Santiago Molay , de los Maestres Provinciales y de los Comendado-
res que habian sido víctimas de la horrible. y sangrienta persecucion
del rey Felipe .
Era , á la verdad , un espectáculo estraño y curioso el ver la es-
tancia en los abismos de la tierra , con el túmulo, con las negras col-
gaduras , con los nombres de los ajusticiados y con los setenta caba-
lleros , en cuyos ojos brillaba un fuego sombrio , el fuego oculto de la
venganza , que habia de estallar algun dia como la ardiente lava de un
volcan .
Todos los caballeros estaban vestidos con los hábitos é insignias
de la ilustre Milicia del Temple. Juan Marcos Larmenio estaba sentado
sobre un rico sillon cubierto por un dosel , y ostentando la banda con
cuatro cruces de Comendador , el dije y el triángulo de oro en que se
veia escrito con caractéres hebreos el nombre de « Jehovah . »
Al pálido fulgor de los fúnebres blandones , aquellas blancas figu-
ras inmóviles y silenciosas , en el salon circular , en las altas horas de
la noche , en las entrañas de la tierra , parecian formar un conciliá-
bulo de espíritus en las misteriosas regiones de otro mundo desco-
nocido .
Por último , el nuevo Maestre rompió el silencio diciendo :
-Si no la hubiésemos visto , jamás se hubiera podido creer la hor-
rible é inaudita afrenta que el rey de Francia ha hecho á la caballería
del Temple. Tal ha sido el pago de nuestros servicios á la Religion Ca-
tólica y al rey de Francia . Clemente V y Felipe IV han decretado nues-
tra muerte. ¿Y qué delito hemos cometido ? El haber conquistado lau-
1115

reles y riquezas. El mundo está lleno de nuestras hazañas , y el mundo


está pasmado de la facilidad con que se nos ha humillado , perseguido y
afrentado con tormentos y suplicios horrorosos . Ciertamente es admira-
ble que nosotros hayamos permitido que se nos trate con tanta villanía ;
pero ¿á quién no habria engañado la perfidia del rey? En un tumulto
le salvamos la vida ; al dia siguiente , de la manera mas pública y so-
lemne , agasaja en medio de su corte á nuestro caudillo , y al otro dia
se verifica la prision de los Templarios á una misma hora en toda la
Francia . ¡ Oh perfidia ! ¡ Oh alevosía ! ¿ Quién podía prever los inicuos
proyectos que el malvado Felipe encerraba en su falso pecho ?... Pero
ya que fuimos sorprendidos por la mas horrible traicion , justo es que
ahora usemos de las mismas armas para llevar á cabo nuestra ven-
ganza . Felipe y sus ministros creen que la Orden de los Templarios ha
sido aniquilada. ¡ Cuánto se equivocan ! Es preciso que por todas par-
tes , á todas horas , en las tinieblas y á la luz del sol , demostremos á
nuestros enemigos que á los Templarios se les puede sorprender con la
traicion , en cuyo caso de nada sirven la lealtad y la valentía ; pero es
necesario tambien probarles que á los Templarios no se les ultraja im-
punementé . ¡Que ruja ya la tormenta de nuestros furores , y que el rayo
de la venganza aniquile al tirano !

· ¡ Venganza ! ¡ Venganza ! repitieron todos los Templarios .
-Sobre este túmulo debemos jurar solemnemente el vengar á nues-
tros hermanos .
-¡Juremos ! ¡ Juremos !
Todos se pusieron de pie y se aproximaron al túmulo .
El nuevo Gran Maestre dijo con voz terrible :
-Nosotros hemos salido ilesos del naufragio universal de la Órden ,
porque nosotros somos los elegidos por el Dios de las alturas para
vengar á nuestros hermanos , para castigar á nuestros pérfidos y co-
bardes enemigos . Hincáos de rodillas , y elevad al cielo vuestras ple-
garias para que os consagre y reciba por los arcángeles irresistibles
de la venganza divina .
Todos se postraron de hinojos . Luego se levantaron , y formando
un círculo en torno del túmulo , se estrecharon las manos , y fueron
repitiendo estas terribles palabras del Gran Maestre:
-Aquí , en las profundidades de la tierra , durante el horror de la
noche , por el Creador del Universo , por el Redentor de los hombres,
por la inmortalidad de nuestras almas , por las cenizas de nuestros
hermanos , juramos y perjuramos vengar las afrentosas muertes que
1116

han recibido los inocentes caballeros del Templo de Salomon , persi-


guiendo sin cesar al rey Felipe el Hermoso y á sus ministros , no solo
para que mueran , sino para hacer que su vida sea una horrible ca-
dena de males , de infortunios , de angustias , de peligros , de remor-
dimientos... ¡Y que el rayo de Dios , el infierno del Príncipe de las ti-
nieblas , la Muerte mas horrorosa , la enfermedad mas cruel en esta
vida , y la infamia y la condenacion eterna en la otra , aniquile , abra-
se , torture , angustie y mancille , y caiga sobre el impío , sacrilego y
perjuro que revele ó falte á este juramento solemne é irrevocable !
Trascurridos algunos momentos , el Gran Maestre añadió :
-¡Así sea !
Todos repitieron con voz terrible :
¡ Así sea ! ¡ Así sea !
Apenas habian concluido estas tremendas palabras , cuando todos
Jos rostros se volvieron hácia la pequeña puerta que hemos dicho ha-
bia en el muro de la estancia , y que comunicaba con las galerías que
iban á perderse en la Casa de los Templarios.
Abrióse la puerta , y apareció una sombra que se adelantó con
paso lento hacia el lugar en que se hallaba el Gran Maestre .
-¡Estamos vendidos ! fué el primer pensamiento de los caba-
lleros.
Es inesplicable la sorpresa , el asombro , el estupor que produjo
aquella aparicion inesperada . Diríase que un espíritu del Averno ha-
bia querido asistir , presenciar y ratificar aquel terrible juramento
execratorio.
El recienllegado saludó al Gran Maestre con gran respeto . Juan
Marcos Larmenio le informó del solemne juramento que todos acaba-
ban de prestar , y el recienvenido se adhirió á él con el mismo entu-
siasmo sombrío que ya hemos tenido ocasion de ver en los demás .
Todos se tranquilizaron cuando reconocieron en aquel caballero á
uno de sus hermanos .
Luego trataron del modo y forma que habian de observar para
llevar á cima sus vengativos proyectos . Hubo diversos pareceres : el
mayor número convino en que se echasen suertes entre todos , para
que uno asesinase al monarca ; y en el caso de que el designado por
la suerte no lograse su intento , aquella operacion deberia repetirse
hasta que no quedasen mas que dos de los setenta y uno , y que el úl-
timo empeñase su palabra y fé de caballero , de considerarse tambien
como designado por la suerte para asesinar á Felipe el Hermoso .
1117

Fácil es de comprender , por este reláto , hasta qué punto llegaba


el ódio de los Templarios al rey , cuando con tan espantosa tenacidad
se empeñaban y comprometian para darle muerte .
Pero el caballero á quien hemos visto aparecer por la pequeña
puerta , opinó de muy diverso modo , proponiendo :
-¡Hermanos mios ! Todos los acontecimientos parecen venir en
nuestro auxilio . El rey , ansioso de nuestras riquezas y de gozar nues-
tra magnífica habitacion , se ha trasladado á la Casa del Temple. A
'consecuencia de la escandalosa disension que existe entre el rey y su
esposa , esta ha sido puesta en una prision , y aquel ha separado á casi
todas las personas que componian la servidumbre de la Casa Real .
Ahora bien , el rey está á nuestro alcance , supuesto que a todas horas
podemos penetrar en su habitacion por este subterráneo . Y por lo que
respecta á la servidumbre , oh hermanos mios , debemos estar muy
gozosos . Casi todos los criados del rey son de nuestros antiguos armi-
gueros ; hay , además , algunos hermanos profesos ; yo mismo soy su
camarero , á cada instante veo al rey , le hablo , le sirvo , y de noche
me quedo velando en su antecámara...
-Nadie mejor que vos , dijo Juan Marcos Larmenio , nadie mejor
que vos puede asesinar al inícuo Felipe .
-Perdonad , señor , que piense muy de otro modo .
-Esplicáos .
-Ya habeis oido las últimas palabras de nuestro ilustre y desgra-
ciado caudillo. El emplazamiento es necesario que se cumpla.
-¿Qué quereis decir?
-Me esplicaré en breves palabras , y comprendereis que la ven-
ganza que yo propongo es la mas cruel y la mas terrible , porque es
la mas lenta. ¡ La muerte es una cosa tan pronta ! ...
-Hablad , hablad.
-Este subterráneo no solamente comunica con algunos aposentos
y patios de la Casa del Temple, sino que, por una casualidad providen-
cial , el rey ha elegido para su dormitorio uno de los departamentos de
la celda maestral , y allí precisamente desemboca una de las varias
comunicaciones de esta casa con aquella . Pues bien , ¿ no creeis lo mas
acertado , que todos los meses , el dia veinte y siete , cuando ya esté
recogido el rey , se le aparezcan en torno de su lecho algunas sombras
P
que alimenten sus remordimientos ? Esta aparicion puede adquirir un
carácter espantoso para el monarca , y así conseguirémos que , sin
manchar nuestras manos en su sangre , sucumba asesinado por el
1118

terror de su conciencia culpable , acaso el mismo dia prefijado por


nuestro ilustre caudillo .
Este razonamiento produjo grande impresion en todos los Templa-
rios, que , despues de pedir al camarero del rey varias esplicaciones ,
aprobaron unánimemente su plan de venganza.
El suplicio del Gran Maestre y sus compañeros habia tenido lu-
gar el dia 27 de noviembre de 1313. Los Templarios , pues , se se-
pararon , habiendo antes convenido en reunirse en el mismo sitio el
dia 27 de diciembre.
40

CAPITULO XC .

De cómo Pedro Fernandez tuvo la buena fortuna de resolver satisfactoriamente


el gran problema de la vida.

s muy posible que haya causado no poca


sorpresa á nuestros lectores la inespera-
da muerte de Sechin de Flexian y de
Mr. Deboche , en el momento mismo en
que , al parecer , habian llegado á rea-
lizarse sus ensueños de oro. Hé aquí lo
que sucedió . Ya hemos visto que el an-
tiguo Prior de Tolosa se habia puesto de
acuerdo con el infante , entregándole el
manuscrito de que habia de hacer uso
contra Castiglioni . El objeto de Sechin
era que aprisionasen al italiano , para luego aparecer como su protec-
tor. Contaba con que, siendo desterrado el calabrés , no se atreveria á
salir de España sin llevarse todas sus riquezas , en cuyo caso le era
muy fácil arrebatárselas , ya durante el sueño , ya quitándole la vida,
si necesario fuese . Mas si por acaso no podia conseguir que diesen
libertad al prisionero , para que este luego se lo agradeciese , confiaba
en el valimiento de Aymerico , que á lo menos podia proporcionarle
1120

una entrevista con Castiglioni , al cual trataria de persuadir de que


buena suma de dinero no le seria dificil evadirse de la prision.
En este caso , é inspirando confianza al calabrés , era casi seguro que
este le revelase el sitio donde tenia ocultas sus riquezas , de que debe-
rian valerse para corromper al carcelero .
Vemos , pues , que Sechin de Flexian tenia examinada esta cues-
tion bajo todos los aspectos posibles .
Ahora bien , el antiguo Prior de Tolosa habia tenido necesidad de
hacer partícipe de su secreto al infante D. Juan .
Pero la codicia es tan esclusiva como el amor , que no sufre riva-
les . Así , pues , Sechin de Flexian llevó a cabo su maquiavélico pro-
yecto , como hemos visto , sin contar despues con el infante .
No era D. Juan de los que , como suele decirse , se duermen en
las pajas , y por consiguiente se apercibió del doble juego de Sechin
de Flexian . No se dió por entendido el infante de la superchería . Es-
tuvo , eso sí , avizorando todos los pasos del antiguo Prior de Tolosa;
y comprendiendo que este podia sustraerse á sus pesquisas , ocultando
su botin , determinó seguirle cautelosamente , para despojarlo de las
riquezas que sin duda aquel arrebataria á Castiglioni . Completamente
disfrazados , el infante , Nuñez de Lara y el esclavo Ayub , siguieron
paso a paso todas las jornadas del calabrés y de sus pérfidos amigos .
En algunas ocasiones acaeció que perdieron la pista por algunas
horas ; pero acelerando luego su marcha , los descubrian á lo lejos ,
y continuaban espiando todos sus movimientos á la distancia conve-
niente para sus designios . Sucedió , pues , que cuando Castiglioni co-
menzó á sentirse mas indispuesto que de costumbre , se apartó del
camino con direccion al monasterio de Grimaldo . Siguiéronle De Flexian
y Deboche , y ya hemos visto que tuvieron necesidad de reclinarlo al
pie de una encina.
Durante al acceso del calabrés , el infante y sus compañeros ha-
bian continuado su camino adelante , y habiendo perdido de vista al
italiano y los suyos , creyeron que se habian adelantado un gran tre-
cho , por lo cual aguijaron sus caballos con estraordinario ardor. Al
fin el infante y sus compañeros oyeron ruido á su espalda , y de repen-
te vieron pasar , veloces como relámpagos , algunos ginetes . Eran
Sechin , Deboche y sus escuderos . Reconociéronlos el infante y Nuñez
de Lara , que se lanzaron detrás de ellos á un frenético galope. Las
tinieblas de la noche impidieron que pudieran seguirlos constantemen-
te á una misma distancia . Cuando llegaron cerca de la aldea de Alco-
1121

netar , el infante y los suyos perdieron segunda vez la pista , y se vie-


ron detenidos por un obstáculo casi insuperable.
Sechin de Flexian y su sobrino atravesaron el rio Tajo , abando-
nándose al vigor de sus caballos árabes , que en algunos sitios perdie-
ron pie y se echaron á nado .
Pero el infante y Nuñez de Lara vacilaron algun tanto , y esta
circunstancia dió lugar á que los caballeros franceses se adelantasen
de tal manera , que ya no pudiesen dar con ellos .
Rendidos por el cansancio , el infante , Nuñez de Lara y Ayub se
detuvieron en la aldea en casa de un labriego , sospechando que Se-
chin y Mr. Deboche habrian hecho lo mismo ; pero D. Juan se equi-
vocaba.
La noche estaba clara y serena , y la luna resplandecia en el firma-
mento , derramando sus rayos de plata sobre el crimen y la virtud ,
que velan juntos en la terrenal morada de los hombres . Mr. Deboche y
su tio , espoleados por su infernal codicia , no se habian detenido en
su marcha , hasta llegar al arroyo que les habia designado Castiglio-
ni. Alli , entre unos frondosos olmos , entregáronse al descanso algu-
nas horas , aguardando que viniese el dia .
No bien hubo amanecido , cuando trataron de orientarse , y por fin
encontraron el sitio donde se ocultaban las considerables riquezas del
italiano . Seguramente que D. Juan no habria dado con Sechin , á no
ser por una casualidad , tan agradable para unos como para otros fu-
nesta. Ya hemos dicho que De Flexian habia enviado á los escuderos
á la aldea de Alconetar , para que volviesen provistos de azadas . Aho-
ra bien , Ayub estaba de acecho en la puerta de la casa del labriego ,
y vió penetrar en la aldea á los escuderos franceses , que se encamina-
ron directamente á la respetable casa de que ya hemos hablado en
otras ocasiones , es decir , la taberna de la Majuelo.
El judio avisó inmediatamente al infante y á Nuñez de Lara , que
al punto se apercibieron para seguir á los escuderos , no dudando que
irian á buscar á sus señores .
Pocos momentos despues salieron los escuderos provistos de aza-
das , cuyo uso adivinaron al punto los que estaban de acecho , y ya
hemos referido el resultado , es decir , que el infante , Nuñez de Lara
y el judío se precipitaron sobre Sechin de Flexian y Mr. Deboche,
arrebatándoles la vida y las riquezas que unos y otros con tanto ardor
deseaban. Inútil es encarecer hasta qué punto el infante y sus compa-
ñeros se regocijaron con el éxito de su empresa.
141
1122

El mismo dia que habian tenido lugar estos sucesos , hallábase la


aldea de Alconetar mas animada que de costumbre . Celebrábase aquel
dia la solemne ceremonia que la Iglesia tiene destinada para las que,
abandonando el mundo y sus pompas , limitan la perspectiva de sus
miradas á los tránsitos dilatados y sombríos de un cláustro solitario.
Despues que Doña Beatriz , con la esperanza de hacer opulento y
dichoso á su amado hijo , habia solicitado y obtenido todos los bienes
pertenecientes á su ilustre esposo , recibió una noticia desgarradora,
que para siempre llenó su alma de amargura . Les antiguos bandoleros
que pertenecian á la partida de Garcés , y el buen escudero Martin
Galindo , habian regresado á Jaraicejo , y comunicaron á Doña Beatriz
de Vargas el trágico fin del hermoso trovador. Doña Beatriz quedó
como herida de un rayo . Esta dolorosa nueva fué la causa de la reso-
lucion de aquella mujer estraordinaria , que despues de haber desple-
gado la mas inconcebible energía para satisfacer su venganza , quiso
consagrar el resto de su existencia á la oracion y al llanto. Al recibir
tan rudo golpe , Doña Beatriz perdió toda su entereza . Entonces ya
no era mas que una madre desolada que lloraba á su hijo sin cesar .
La iglesia y el átrio del convento de Nuestra Señora de la Luz es-
taban llenos de aldeanos que habian acudido á la solemne ceremonia .
Entre aquella concurrencia habia tres hombres , cuyo semblante
espresaba el dolor mas profundo . Eran el viejo Millan , su yerno Gar-
cés y el escudero Martin Galindo . Todos habian trasladado su residen-
cia á la aldea de Alconetar , para no dejar de ver á su bienhechora
Doña Beatriz .
El buen Millan , sobre todo , estaba agobiado de años y de pesa-
res , que siempre caminan juntos . Habia perdido á su amada esposa ,
símbolo de la lealtad , que parecia estar de acuerdo con su nombre.
La desastrosa muerte de Fidela jamás se borraba de la memoria del
anciano . Tanto Millan como su esposa habian heredado de sus ascen-
dientes la mas heróica abnegacion para servir á sus señores , que tam-
bien desde tiempo inmemorial se habian distinguido , no menos por
sus hazañas que por su benevolencia . El mismo dia de las bodas de
D. Gonzalo Perez Sarmiento y Doña Beatriz de Vargas , se habian ca-
sado tambien Millan y Fidela , el uno escudero de D. Gonzalo , y la
otra doncella de Doña Beatriz .
Despues de los mas felices dias, el horizonte de aquella familia se
habia oscurecido con los mas crueles infortunios . Así se ostenta el sol
en una hermosa mañana de mayo ; pero á la tarde el cielo se oscure-
1123

ce , y brama la tempestad, azotando las mieses , esperanza del labra-


dor, y tronchando las flores , gala de la Primavera y recreo de los
amantes .
A tan inauditos infortunios solo habian sobrevivido Doña Beatriz y
Millan , que ahora solo buscaban la paz de los sepulcros.
La inconsolable Doña Beatriz habia dispuesto todas las cosas de
manera que , en lo posible , nadie quedase descontento . Habia dejado
á sus fieles servidores los bienes bastantes para que viviesen con hol-
gura , pero no para que se desvaneciesen con la soberbia y la pereza .
Recomendóles una actividad saludable para mirar por su hacienda , y
ocupar su ánimo en buenas obras . Mientras que viviese Millan , todos
debian sujetarse á su autoridad y direccion , considerándole como al
padre de la familia . A su muerte debian dividirse todos los bienes en
partes iguales .
Doña Beatriz dió tambien á sus servidores la antigua casa de su
familia , emparentada muy de cerca con el linaje de los Gomez de
Lara , señores del castillo de Alconetar . Hablamos de la Casa de los
Vargas , de la cual se refierian en la aldea mil temerosas patrañas . El
resto de su cuantiosa hacienda le empleó Doña Beatriz en mandas
para los pobres , donando una gran parte al convento de Nuestra Se-
ñora de la Luz.
Todavía el buen Millan vivió algunos años , y aún gustó de las mas
tiernas satisfacciones , debidas precisamente á la misma persona que
en otro tiempo le habia causado los mas amargos sinsabores . Ya he-
mos oido que en cierta ocasion se quejaban Fidela y Doña Beatriz de
su desgracia , por haber dado á luz hijas livianas é incorregibles . Mi-
llan y Fidela solo habian tenido de su matrimonio á la hermosa Al-
donza , cuyo carácter era violento y apasionado , si bien estaba dota-
da de muy buena índole y de una energía varonil .
Aldonza habia proporcionado muchos disgustos á sus padres , á
causa de haberse casado con el bandido Miguel Pelaez , conocido en
aquella época con el sobrenombre de el Herrero . Era este un hombre
de buena presencia , pero de condicion altiva y de valor estremado .
Durante mucho tiempo fué un menestral honrado y laborioso ; pero en
cierta ocasion fué insultado en su propia tienda por un señor podero-
so y rico, que se atrevió á dar una bofetada al Herrero . Este en cambio
mató en el acto á su ofensor , y se refugió á los montes. Encontróse
una partida de bandoleros , se unió á ellos , y al cabo le eligieron su
capitan , alendiendo á su prevision y á su bravura . Aunque Pelaez
1124
vivia ordinariamente en despoblado con sus compañeros , solia pene-
trar disfrazado en las poblaciones , cuando por capricho lo deseaba , ó
cuando le era indispensable para combinar sus golpes de mano .
En las inmediaciones de Jaraicejo conoció Aldonza por la prime-
ra vez á Pelaez , que apareció á sus ojos en traje de ganadero rico .
Agradó á la moza la presencia del gallardo Garcés , se dieron citas,
viéronse con frecuencia , y por último se casaron . El bandido se con-
dujo con honradez , manifestando á Aldonza , antes de casarse , su
triste condicion , refiriéndole su historia , y revelándole sus intenciones
de retirarse de aquella vida . Sensible la jóven á estas demostraciones
de confianza , y conociendo además que Pelaez no era de perversa in-
dole, sintió que su amor se aumentaba , en vez de disminuirse con tales
revelaciones .
Como nada hay oculto en el mundo , al fin descubrieron los padres
de Aldonza quién era su presunto yerno , y se opusieron tenazmente á
este matrimonio . Todo fué inútil. A despecho de sus padres , Aldonza
fué esposa de Miguel Pelaez .
Ahora bien , en la época en que Doña Beatriz entró en el conven-
to , el bandido habia abandonado su mal modo de vivir , y era un hon-
rado padre de familias . El viejo Millan encontraba sus mayores delicias
en llevar á sus nietezuelos al campo en la estacion de las flores . Todos
vivian fraternalmente en la casa de los Vargas , y todos se complacian
en prodigar cariñosas atenciones al anciano Millan . El gobierno de la
casa estaba encomendado á Aldonza , que era la mas dichosa de las
mujeres , pasando su vida con su padre , con su esposo , con sus hijos
y con Martin Galindo , el escudero del infortunado trovador .
Muchas tardes salia Millan á dar un paseo en compañía de Garcés
y de Martin , y sentábanse luego para descansar en la gradería de la
cruz del camino de la Encomienda , á donde acudian otros ancianos de
la aldea, y todos junios hablaban con sencillez patriarcal , de los tiem-
pos antiguos , del estado de las mieses , de la hermosura de la natu-
raleza y del poder de Dios .
Una de estas tardes en que estaban departiendo amigablemente, se
hallaba entre los circunstantes uno de los labradores mas ricos de la
aldea , hombre ya entrado en años , de elevada talla , ágil y vigoroso ,
buen cristiano , de aspecto melancólico , y que tenia por nombre Fer-
nan Ruiz. De repente Martin Galindo y Fernan Ruiz lanzaron un grito
á la vez de sorpresa y de júbilo . Vieron aparecer por el camino ade-
lante una especie de carro fúnebre , dentro del cual veíase un atahud .
1125

Detrás del carro seguian algunos hombres á caballo , y delante venian


un mancebo y una hermosa jóven , él montando un soberbio alazan , y
ella sobre un blanquísimo palafren y cómodamente colocada en un si-
llon á manera de xamugas .
Martin Galindo acababa de reconocer en el mancebo al antiguo
halconero Pedro Fernandez , que , como él , se habia criado en el cas-
1
tillo del señor de Alconetar .
Y Fernan Ruiz habia reconocido en la jóven á su propia hija , la
fiel amiga de la malograda Blanca .
Galindo se precipitó en los brazos del halconero.
Y el viejo Fernan Ruiz , aunque estaba muy quejoso é indignado
de la conducta de María , no fué dueño de contener su cariño paternal
en aquellos primeros instantes .
Los que venian con el halconero eran antiguos criados del señor
de Alconetar , y entre ellos hallábase tambien Anton , el esposo de
Maruja , que habia acompañado á Mari Ruiz y á Doña Blanca en su
dilatado viaje . Pasados los primeros momentos , el viejo Fernan Ruiz
comenzó á quejarse de su hija , á la cual habia llorado por muerta ,
reconviniéndola cariñosamente por los pesares que le habia causado su
ausencia.
A todas estas razones satisfizo discretamente el halconero , mani-
festando á Fernan Ruiz que su hija nunca habia pensado permanecer
ausente de Alconetar arriba de algunos meses que invertiria en su via-
je , en lugar de vivir en la quinta de D. Guillen Gomez de Lara.
-Acontecimientos tan imprevistos como inevitables han retardado
nuestro regreso , añadió Pedro Fernandez .
-¿Y D. Guillen ? preguntó Martin Galindo .
El halconero refirió á los circunstantes la triste historia del señor
de Alconetar , que causó grande maravilla en el auditorio .
-Aunque en las inmediaciones del Cairo , añadió el halconero , se le
erigió á D. Guillen un suntuoso sepulcro , he querido no obstante con-
ducir sus restos para que reposen en el panteon del castillo al lado de
sus mayores . Ved el carro fúnebre en que traigo el cadáver de mi buen
señor ; y á fé que he tenido que vencer muchos obstáculos para conse-
guir mi piadoso intento . Dios me lo ha inspirado , y me ha concedido.
al fin que coloque á mi buen señor junto à su padre y en el suelo de
la patria .
El halconero , al pronunciar estas palabras , se enterneció pro-
fundamente , como el navegante besa llorando el suelo natal , des-
1126

pues de haber desafiado por largos años el furor de las tempestades .


Todos se encaminaron á la aldea , y muy pronto se reunieron en
casa de Fernan Ruiz varios vecinos, y entre ellos acudió tambien pre-
suroso Pedro Jurado , el mayordomo de las monjas y cuñado de Álva-
ro del Olmo. El halconero refirió la causa de la ausencia de Blanca ,
su desgraciada suerte y el triste fin de D. Guillen Gomez de Lara.
¿Y Álvaro ? preguntó el mayordomo .
-Ignoro su suerte. Despues que salieron los Templarios de Jeru-
salen , nada mas he vuelto á saber respecto á su persona.
-Acaso vuelva á aparecer por aquí el dia menos pensado .
-Es muy posible , repuso el halconero , que se habia propuesto
guardar la mayor discrecion relativamente á la sangrienta escena que
habia tenido lugar en Jerusalen entre el señor de Alconetar y su ami-
go Álvaro. •
-¿Y qué ha sido de Momo ? preguntó Jurado .
-El médico se puso al servicio del nuevo Soldan de Egipto ; pero
su fin ha sido en estremo horroroso . Murió de rabia.
- 1 Justicia del cielo ! esclamó el mayordomo. Esa es la muerte que
convenia al hombre incrédulo é impío que de todo se burlaba y que se
complacia en morder la honra de todos , envenenando todos los cora-
zones y riéndose de los mas nobles sentimientos .
Despues de estas razones , el honrado halconero se dirigió á Fer-
nan Ruiz y le dijo :
-Querido padre ( permitidme que os dé este dulce título) , yo he
respetado y protegido á vuestra hija durante nuestra ausencia , y aun-
que nos hubiéramos podido casar en tierras estrañas , ambos de co-
mun acuerdo habíamos convenido en no celebrar nuestras bodas sino
en nuestra aldea y bajo vuestro patrocinio y consentimiento ...
Al oir tales esplicaciones , desapareció la nube de ceño que oscu-
recia la frente de Fernan Ruiz .
-Yo quiero á María , continuó Fernandez , y ella me quiere . Gra-
cias á la largueza de mi buen señor , hoy puedo llamarme rico , y si á
Dios y á vos placiere , María y yo podíamos vivir como dos ángeles en
la tierra.
El buen Fernan Ruiz consintió muy gustoso en este matrimonio .
Nada mas nos resta que añadir , sino que el mayordomo de las
monjas participó tambien de los beneficios de D. Guillen Gomez de
Lara ; pues este habia dejado en su testamento una muy buena manda
en favor de Doña Blanca , para que Jurado administrase los bienes
1127

mientras aquella viviese , y que por su fallecimiento pasase á manos


del mayordomo y de sus hijos y sucesores .
Pedro Fernandez , no apartándose del camino real de la vida huma-
na, encontró la dicha que juiciosamente se puede apetecer en este valle
de lágrimas , conviene á saber : los bastantes bienes de fortuna , bue-
na salud , una esposa amante y fiel , é hijos robustos y bien inclinados .
Sus pasatiempos consistian en visitar sus heredades y en la caza de ce-
trería . Con la templanza y la inocencia encontró Pedro Fernandez el
gran tesoro de la felicidad que buscan todos los mortales . Su vida se
deslizó como un cristalino arroyuelo sombreado de frescas alamedas .
Sus hijos le bendijerou , sus nietos le respetaron , y alcanzó una vejez
dilatada y robusta , siendo el oráculo de la comarca .
¡ Un pobre halconero , siguiendo lisa y llanamente las virtuosas ins-
piraciones y los dulces sentimientos de la naturaleza , habia acertado á
resolver el gran problema de la vida !
1297

CAPITULO XCI .

El leproso.

N el año de 1230 estendió el rey Don


Alonso IX sus conquistas hasta la villa
de Galisteo , y los infieles en su retirada
cortaron el magnífico puente de Alco-
netar . Desde entonces , y dicho sea de
paso , hasta el tiempo presente , se atra-
viesa el Tajo en aquel punto por medio
de barcas . Componíase aquel soberbio
puente romano de trece arcos , de los
cuales aún se conservan algunos que
aparecen en medio del rio cubiertos de
maleza. Llaman los naturales Bigoles
al arco que se ve en medio y hace to-
mar á la corriente del rio que allí se estrella , una fuerza espantosa .
En las grandes avenidas todos los restos del antiquísimo puente que-
dan cubiertos de agua , formando un tablazo de dilatadísima estension .
En la época de los principales acontecimientos de nuestra historia
los Templarios tenian alli una gran barca , en la que podia pasar un
número considerable de caminantes con sus cabalgaduras . Como la bar-
ca habia sido costeada por los Templarios , exigian estos el barcaje á
todos los transeuntes . Habia en aquel lugar un anciano armiguero que
1129

cuidaba de recaudar los fondos bajo la inspeccion del Procurador de la


Baylla. Los barqueros eran , ó mejor dicho, habian sido hasta entonces
esclavos africanos de los caballeros del Temple. A la sazon el derecho
de barcaje pertenecia á la Órden de Calatrava .
A un lado y otro del rio se elevaban pomposas alamedas que se re-
trataban en las cristalinas ondas y ofrecian un espectáculo encantador.
A la izquierda del camino se elevaba en un altozano una choza , como
un cuarto de legua distante del embarcadero . En aquella choza habi-
taba uno de aquellos desgraciados que se llamaban elefantinos ¹ : Esta
asquerosa enfermedad hace horrorosos estragos en sus víctimas . En
aquella época las gentes veian en esta dolencia un castigo del cielo , y
rechazaban á los leprosos , los cuales no eran admitidos ni en las ciu-
dades ni en los caseríos . Abandonados á sus propios dolores, vagaban
por los campos como perros rabiosos . Quedábales un solo recurso para
no morir de hambre , maldiciendo en su desesperacion á la raza hu-
mana . Podian proporcionarse una guarida cualquiera á corta distancia
de los caminos , y pedir á grandes voces una limosna á los transeun-
tes , que solian dejar un pedazo de pan sobre una piedra para el le-
proso , pero sin permitirle que se aproximase , por temor del contagio .
Así pasaban su vida los desgraciados elefantinos , hasta que una ma-
ñana aparecia sobre el campo un monton de huesos podridos , casi sin
forma humana , que eran los únicos restos del leproso .
A la verdad que hay hombres que parece haber sido arrojados como
una maldicion sobre la tierra . El mal físico , con mas frecuencia de
lo que generalmente se cree, suele ser consecuencia del mal moral . No
siempre se engañaba el vulgo al decir que la lepra era un castigo del
cielo . Hay, en efecto , enfermedades tan horribles como estraordina-
rias , y diríase que la Providencia las tiene reservadas como un instru-
mento de la justicia de Dios . Tambien por estos caminos inescrutables
puede conseguir el espíritu del hombre una perfeccion soberana , con-
virtiendo en su provecho , ya en el pórtico de la muerte , los últimos
sufrimientos de tan espantosa vida . ¡ La benevolencia del Criador se
muestra siempre y en todas partes !
Mal cubierto con algunos andrajos , rodeado del mas profundo
aislamiento , vestido de repugnantes y hediondas costras , en parte
blancas y en parte negras , que devoraban su áspero cútis y su carne
corrompida con vehemente é insoportable comezon , sufriendo el ham-
1 Atacados de la lepra ó elefancia . Díjose así por ser enfermedad familiar al
elefante.
142
1130
bre y encontrando apenas un abrigo contra las inclemencias del cielo
en su miserable choza , el desgraciado leproso presentaba la imágen
viva de todas las calamidades que pueden caer sobre esa criatura escla-
va y soberana que se llama hombre , rey de la creacion por su inteli-
gencia , asilo de todas las enfermedades por su debilidad , capaz de
rebajarse hasta los abismos por sus crímenes , y de elevarse por sus
virtudes hasta el punto mas sublime y esplendoroso de las regiones
etéreas .
Aquel hombre desventurado era un retrato de Job , cuando se raia
la podre en el muladar , y porque tambien en otro tiempo , como al
santo árabe , le habia sonreido la fortuna , prodigándole todos sus
favores.
Pero el leproso era todavía mas desgraciado que el varon de Hus ,
el cual nunca perdió la esperanza ni la fé en Dios . El míserable que
habitaba en la choza , no olvidaba nunca ni sus placeres ni sus ri-
quezas que se desvanecieron . Su pensamiento era una contínua blasfe-
mia. El opulento señor de otros tiempos no cesaba ahora de repetir
dia y noche , junto à la orilla del camino :
-¡Una limosna , por el amor de Dios , para el pobre leproso !
Y á lo lejos resonaba :
« Para el pobre leproso una limosna , por el amor de Dios . >>
Cierto dia advirtieron los barqueros que no llegaba á sus oidos la
voz suplicante del leproso . Tal vez por curiosidad ó por el deseo de
prestarle algun auxilio , uno de los barqueros se encaminó á la choza,
y quedó asaz maravillado al ver que el leproso habia desaparecido .
Sin embargo , creyó que se habria retirado aquel dia mas de lo acos-
tumbrado , y que sin duda debía estar á um lado del camino , aunque
en un punto mas distante. Y se volvió al embarcadero, muy convencido
de que no se equivocaba en sus conjeturas .
Es probable que aquel dia tuviese para el leproso una terrible sig-
nificacion por sus recuerdos , ó que tal vez sus dolores se hubiesen
agravado , impeliéndole á pesar suyo, á recorrêr los campos con ade-
man desatentado . Ambas suposiciones podian ser igualmente fundadas.
En efecto , aquel dia muy de mañana el leproso había salido de su
choza con la espresion de un hombre que ha perdido el juicio . Cami-
naba velozmente , pero sin direccion fija y á campo travieso . La fiebre
descoyuntaba sus ideas , que vagaban truncadas por las regiones del
delirio ; el dolor prestaba una falsa vitalidad á su cuerpo , cuyas car-
nes devoraba la lepra.
1131

Pero otra especie de lepra devoraba su alma . Los remordimientos


con sus garras implacables le torturaban , le oprimian , le ahogaban ,
lo sacaban de quicio , airándole y afligiéndole con tristeza , enferme-
dad , espanto y desesperacion . Iba , venia , corria , se paraba , se
estremecia mirando al sol , y maldiciendo su luz , volvia á emprender
su carrera insensata .
Aquel desgraciado , al parecer , iba huyendo de alguno que le-
buscaba. De vez en cuando volvia la cabeza para mirar , y luego re-
doblaba el impetu de su fuga. A veces se dejaba caer en el suelo , y
con el semblante demudado horriblemente estendia las manos como
para implorar compasion . ¿ De quién huia el leproso con pavor tan
horrendo ? ¡ Ah ! Su fuga era inútil . • ¡ El desgraciado huia de si
mismo !
Ostentaban las campiñas su manto de esmeraldas , las codornices
cantaban en los trigos , y la creacion entera respiraba amor y fecun-
didad y aromas. Murmuraban los arroyos plácidamente , entonaban
sus çantares los pastores de las orillas del Tajo , triscaban los corde-
rillos balando dulcemente por las risueñas praderas , y mil y mil pin-
tadas avecillas llenaban los espacios con sus delicados trinos .
Pero el leproso hubiera deseado esparcir su hálito infecto en todo
cuanto le rodeaba . Greia ver un insulto en las floridas galas de la na-
turaleza . El ronco sonido del terror está golpeando siempre en los
oidos del criminal . Nunca es tranquilo su sueño . En el seno mismo de
su esposa , de su hija ó de su madre , escucha las pisadas de un trai-
dor . Hasta el dulcisimo cantar de las aves mortificaba espantosamente
al leproso. ¡ Creia que le delataban !!!
Al fin , rendido de dolor , casi muerto , jadeante de fatiga , se dejó
caer en una linde para descansar. De repente lanzó un grito. Habia
divisado cerca de si un monton de piedras , sobre las que descollaba.
una cruz de madera , para indicar que en aquel sitio habia sido muer-
to violentamente un hombre . Haciendo un gran esfuerzo , se detuvo ,
arrojó allí una piedra , y quiso rezar como los sencillos aldeanos; pero
su oracion era una mentira , una blasfemia que le abrasaba la boca,
y no pudo menos de huir despavorido .
Y el leproso huia sin cesar , impelido y acosado por el pálido
fantasma del Asesinato que la cruz puesta en el lindero publicaba á los
caminantes . ¡ El leproso era tambien asesino !
¿ En dónde se ocultaria aquel hombre de la presencia de Dios ? En
la luz del sol veia la evidencia de sus crímenes ; en las tinieblas mira-
1132

ba el horror de su conciencia culpable ; toda la tierra era para él un


calabozo ; en el cielo leia su sentencia , y en su propio espíritu escu-
chaba la voz de su condenacion .
De pronto el terror del infeliz subió de punto . Vió cruzar á corta
distancia una fiera , llevando entre sus dientes á su víctima , que iba
dejando en pos un rastro de sangre . Lo que tan horrorosa impresion
habia causado en el leproso , fué un suceso que se repite frecuente-
mente en los campos . No lejos de aquel lugar apacentaban unos pas-
tores su ganado , y un lobo habia arrebatado un cordero . Este horrible
grupo , símbolo de la fuerza y la debilidad , del crímen y la inocencia ,
habia pasado por delante del leproso , llenándole de miedo y de terror.
Sentóse luego en una piedra con actitud de profundo abatimiento .
El leproso parecia haber recobrado alguna tranquilidad . La vehemente
comezon que durante todo el dia le habia martirizado , le dejaba ahora
algunos instantes de sosiego . Como sucede en la mayor parte de los
grandes criminales , faltaba en el leproso , para mayor desdicha suya,
esa debilidad divina , esa ternura , ese amor entrañable hacia el bien ,
que hace que el hombre , por criminal que haya sido , prorumpa en el
saludable llanto del arrepentimiento . ¡Una lágrima sincera puede abrir
las puertas del cielo y reconciliar al hombre con su Criador !
Pero el leproso estaba poseido de Satanás . El espíritu de tinieblas
habia rodeado de tinieblas su espíritu . No creia , no esperaba , no
amaba . Su corazon era ya una imágen del abismo . En él solo se en-
cerraba incredulidad , desesperacion y ódio. En aquella alma soberbia
habian hecho una impresion indeleble las maldades de los hombres .
Su corazon estaba hondamente pervertido y cubierto con la diamanti-
na coraza de la mas satánica obcecacion .
El reposo de aquel hombre fué rápido como un relámpago . Advir-
tió que la piedra en que se habia sentado para descansar , destilaba
sangre. El desventurado leproso no se apercibió de que allí el lobo
habia devorado al cordero . Es verdad que, si lo hubiese recordado , hu-
biera sentido el mismo estremecimiento de horror . Creia ver en la
sangre las enrojecidas llamas del infierno , y que la inerte piedra le ha-
blaba , le acusaba , le maldecia.
Aquel hombre , cuando hubo colmado la medida de todos los crí-
menes , cuando hubo conocido que todas las tinieblas habian entrado
en su alma , y que ya no quedaba en ella ninguna luz , aborreció el
habla de los hombres , y se encastilló en el lúgubre y mudo silencio;
pero el silencio le condenaba .
1133

Cuando la lepra , con su boca de fuego , comenzó á devorar sus


carnes, se retiró á la soledad , creyéndo encontrar en ella un asilo;
pero la soledad rechazaba su asquerosa compañía . A la sazon no sabia
ya en dónde ocultarse de sí mismo . Aquel dia era el aniversario de su
primer crímen , que bastaba por sí solo para horrorizar al infierno . ¡ El
leproso habia asesinado á su padre !
El sol declinaba en el Occidente , cuando el instinto de su propia
conservacion , ó acaso el temor de que la noche le sorprendiese en los
campos , le hizo al leproso que se encaminase hácia su guarida . Cuan-
do llegó á ella , era completamente de noche .
La luna brillaba en el cielo tachonado de estrellas , el ambiente
estaba perfumado , y el canto de los pastores y de los barqueros se con-
fundia en las riberas del Tajo con el armonioso trinar de los amantes
ruiseñores .
La tímida y misteriosa luz de la hora del crepúsculo , el manso
susurro de la floresta , el aroma de las flores , las argentadas aguas del
rio , en cuyo espejo se miraban la luna y las estrellas ; tantas bellezas
de la creacion , que tan profundamente conmueven y arrebatan en
éxtasis sublimes á un alma inocente y enamorada , solo produjeron en
el ánimo del leproso un sentimiento repugnante de horror , de ódio y
desesperacion .
Pero el desgraciado tenia motivo para estremecerse hasta la médu-
la de sus huesos . Ya no habitaba en este mundo . Aquel dia el mísero
leproso ; durante su espantoso delirio , habia penetrado hasta el pórti-
co del infierno. Los mas naturales incidentes hacian que se erizasen sus
cabellos . Para llegar á su choza necesitaba pasar cerca de un pantano .
Las primeras sombras de la noche envolvian el horizonte. Aún no ha-
bia salido la luna . El leproso caminaba con paso inseguro , turbado y
perturbado por su cruel dolencia y por sus pensamientos mas crueles
todavía.
Tiende la vista á lo lejos , y no ve mas que tinieblas ; pero en el
fondo de la oscuridad divisó luego varias luces que vagaban , se ocul-
taban , volvian á aparecer , circulaban , ondeaban y se revolvian como
culebras de fuego .
Es indecible el espanto que causó en el leproso aquella aparicion .
Creyó que veia en realidad las llamas del abismo. Lanzó un grito des-
garrador y desapareció rápidamente , como si le empujase el huracan ,
ó como si la férrea mano del destino , oculta entre las tinieblas , lo ar-
rastrase hacia el punto en que debia exhalar el último aliento..
1134

Lo que tan estraordinariamente habia amedrentado al leproso , eran


esas exhalaciones llamadas fuegos fátuos, que suelen verse en los pan-
tanos y lagunas , y que el vulgo suele tomar por apariciones del otro
mundo , ó ánimas en pena.
Escusado nos parece advertir que el leproso era Castiglioni . Hemos
dicho que las maldades de los hombres habian ejercido sobre él la mas
perniciosa influencia, La infame conducta de Sechin de Flexian y de
su sobrino habia enfurecido y envenenado el alma feroz del calabrés,
de tal manera que para siempre habia destruido la feliz disposicion de
espíritu en que se encontraba la tarde en que sus pérfidos amigos le
dejaron abandonado como á un perro, al pie de una encina , poco dis-
tante del monasterio de Grimaldo . Castiglioni fué víctima del desenga-
ño mas doloroso. Su enfermedad por una parte , y por otra las gene-
rosas y delicadas atenciones de que era objeto , habian dulcificado su
carácter , haciéndole sensible á los encantos de la amistad , inestima-
ble presente que los cielos envian á los mortales . Su alma habia co-
menzado á rehabilitarse , como se purifica el ambiente despues de la
tempestad , como la flor marchița levanta su abatido cáliz con el bené-
fico rocío. Tiernos y generosos sentimientos comenzaron á germinar
en su corazon lacerado , y allá en el lejano horizonte vislumbró la es-
trella de bendicion que debia guiarle á las apacibles regiones de una
ventura para él desconocida .
Pero la negra traicion de sus amigos volvió á sumergirle en nue-
vas tinieblas , todavía mas espantosas . Una casualidad le salvó de la
muerte. Comenzaba á anochecer , cuando acertó á pasar por allí un
monje de la Abadía de Grimaldo ; que movido à compasion , avisó en
el monasterio , y á poco volvieron á donde se hallaba el italiano , y le
condujeron en una acémila .
Los piadosos monjes le prestaron todo género de auxilios , y al
cabo de algun tiempo recuperó las fuerzas bastantes para que sin
mucho peligro pudiese continuar su viaje .
En otras circunstancias mas propicias , la santa paz del claustro y
el ejemplo de aquellos religiosos varones , muertos para el mundo ,
hubieran podido producir la impresion mas saludable sobre aquel co-
razon turbulento y cruel . Acaso la Providencia lo habia conducido á
aquella isla de reposo colocada en el revuelto mar de la vida , para
que aguardase en paz la muerte .
'Pero por desgracia el calabrés estaba en demasía indignado por
la iniquidad de sus amigos , á quienes habia descubierto el sitio de su
1133
tesoro . Su único pensamiento era vengarse . Encaminose hacia Alco-
netar con la esperanza de hallar por lo menos noticias de los traido-
res . Ni encontró el tesoro ni à sus enemigos ; pero las nuevas que re-
cibió en Alconetar le dejaron satisfecho. Los criados de Sechin de
Flexian y de su sobrino llevaron gentes de la aldea ; pero cuando vol-
vieron al sitio , solo encontraron los cadáveres de Mr. Deboche y de su
tio . Dado que perdió el tesoro , estas noticias llenaron de júbilo á Cas-
tiglioni ; pero este júbilo feroz fué castigado por la justicia del cielo
con la mas cruel calamidad . De algun tiempo atrás había sido Casti-
glioni atacado de la lepra ; pero por esta época fué cuando la terrible
enfermedad le acometió con toda su furia destructora .
Ahora bien , cuando el leproso llegó á su cabaña , creyó que se dis-
minuia su aislamiento . Aquella pobre morada le inspiraba un senti-
miento análogo al que inspira un buen amigó.
El italiano se dejó caer á la puerta de su choza . Esperimentaba su
cuerpo una sensacion algo parecida al cansancio ; pero su espíritu veia
siempre dentro de sí mismo una especie de Apocalipsis infernal , tre-
menda como el dia del Juicio , y angustiosa y rugiente y espeluznadora
como el mundo de los condenados . Levántó al firmamento su rostro
horrible , y esclamó con voz de blasfemia:
-¡Luna y estrellas , antorchas de la noche , caed del cielo , y que
vuestra luz se estinga , reduciendo antes á pavesas al Universo ! ¡ Ondas
sonoras del rio , que eternamente murmurais , árboles frondosos , ruj-
señores importunos , callad y volved al negro reposo del cáos ! ¡ Oh na-
turaleza cruel ! ¿ Por qué me inspiras un sentimiento de horror y de
ódio inesplicable? ¡ Si yo pudiera reducir á la nada todo cuanto existe ! ...
¡Esta seria mi felicidad suprema !
Este pensamiento de destruccion hizo sohréir por un instante al
leproso .
El aire soplaba cada vez mas violento , algunas nubes aparecieron
en el horizonte , y todo anunciaba una próxima tempestad . De repente
una ráfaga de viento llevó á los oidos del leproso el eco melancólico de
las campanas del monasterio de Nuestra Señora de la Luz , que toca-
ban á maltines . Entonces el calabrés tuvo por algunos instantes una
idea que para otro hubiera podido ser consoladora , però que para un
corazon soberbio , pervertido é impío era la mas cruel humillacion . Pen-
só arrodillarse y rezar.
-Yo no temo á Dios , esclamó al fin . ¡ No ! ¡ No temblaré ante la có-
lera celeste !
1036

Y el miserable se estremecia como la hoja en el árbol .


-Yo rezar ! murmuraba . ¡ Huid de mí , engañosas esperanzas ,
vanos temores , importunos remordimientos , huid de mil
El desgraciado no comprendia que desde que la Culpa engendró á
los Remordimientos , todavía no han gozado de un instante de sueño .
La oscuridad se aumentaba , la atmósfera se cargaba de electrici-
dad , y la negra noche esparció al fin por todas partes sus sombras mas
densas . De vez en cuando amarillentos relámpagos cruzaban el espa-
cio , y algunos truenos resonaban roncamente á lo lejos .
De algunas ligeras nubes habia brotado una tempestad , como de
pequeña simiente brota el árbol jigante que se remonta luego á las
nubes .
Entretanto el leproso , en el horror de aquella noche , veia revolar
en torno de su choza mil sangrientos espectros que le helaban de es-
panto . Ya no podia soportar por mas tiempo la violenta lucha , la febril
escitacion que le angustiaba y lo enloquecia . Deseaba ya ser aniquila-
do , convertido en bruto , en piedra , abdicar su corona de hombre , la
inteligencia, el espíritu , que á su pesar le decía que estaba condenado .
Se acordaba de la niña Matilde , á la vez su nieta y su hija , y creia es-
cuchar en el rugiente trueno esta horrible palabra :
-Incestuoso ! ¡ Incestuoso !
Acordábase de la anciana Fidela , y su conciencia le gritaba :
- Asesino ! ¡ Asesino !
No podia olvidar ni al conde Arnaldo ni al Maestre Provincial de
Castilla , D. Sancho Ibáñez , y él mismo se declaraba temblando :
-¡Envenenador ! ¡ Envenenador !
Se le aparecia la sombra de su padre , á quien habia dado muerte
en un rapto de furor, hallándose en un castillo solitario de la Calabria,
y Castiglioni creia que la naturaleza entera le increpaba y le maldecia,
repitiendo sin cesar :
-¡ Parricida ! ¡ Parricida ! | Maldito seas ! ¡Maldito !
Castiglioni , antes que sufrir los espantosos tormentos de su pro-
pia conciencia , hubiera preferido mil veces ser encerrado en una
cuba 1 con una vibora , un gallo , un perro y una mona , y que luego
le arrojasen al mar.
Inútilmente buscaba mil subterfugios , á cual mas ingeniosos , pa-
ra convencerse de que la nada le aguardaba en el sepuloro ; porque él

1 Antigua pena que se aplicaba al parricida.


4137
mismo conocia la falsedad de sus sofismas , y se desesperaba. La muer-
te , último dolor del justo , se le presentaba al leproso mas espantado-
ra que al resto de los mortales . En vano buscaba la paz de los sepul-
cros . Delante de sí veia su tumba ; pero arrojaba llamas como un
volcan. Donde esperaba hallar el lecho helado de la muerte, encontra-
ba un horno de fuego .
El leproso , acosado por tan horrible fantasmagoria , huyó despa-
vorido al fondo de su rústica vivienda , implorando con toda su alma
las delicias del sueño .
Pero el sueño de faz tranquila huye siempre horrorizado del
crimen .
Acurrucóse el leproso en un rincon de su guarida , y al fin pudo
conseguir aletargarse . Así permaneció algunas horas , inmóvil como
una piedra ; pero la especie de letargo en que yacia , era una postra-
cion puramente física . Su imaginacion no por eso continuaba inactiva ,
antes por el contrario , con bárbara crueldad le pintaba monstruosos
espectros . El fuego del abismo caldeaba su espíritu , que ya estaba en-
vuelto en un sudario de lepra y en un manto de plomo derretido . La
fiebre de los condenados le rodeaba ya con su séquito horroroso de
harpías con sus garras inmundas , de sueños funestos , de monstruo -
sas larvas, y de pálidos terrores precedidos por el espanto de semblan-
te medroso , por la venganza de fieras miradas , y por los insomnes
remordimientos armados de barrenas de fuego y de ponzoñosas vibo-
ras que taladran y muerden con implacable furia los corazones hu-
manos.
Sobre este grupo espantoso y movible , que vagaba como sombras
dentro de las mismas sombras , asomaba un rostro risueño , sarcástico ,
y á la vez resplandeciente y sombrío , hermoso y disforme . Tomaba
mil colores diversos , como los matices de una serpiente á los rayos
del sol . ¡ ¡¡ Aquel era Satanás !!!
Para sustraerse á tantos horrores , el leproso , haciendo un gran
esfuerzo , se puso de pie con intento de salir de su choza ; pero tuvo
miedo . Le parecia que bramaba el huracan , tronchando los olmos ; que
rugia el Tajo en su agitada corriente ; y que veia azulados relámpa-
gos , rápidos como el pensamiento ; y que escuchaba roncos truenos ,
que hacian bambolearse á la tierra como una bacante embriagada ; y
que veia arrodillarse con miedo á todos los crímenes de la tierra de-
lante de estos terribles heraldos de la eterna justicia ; y que la voz pu-
jante y amenazadora del Increado resonaba en todos los confines de la
113
1138

creacion , como el ruido de muchas aguas que en rapidísimos tumbos


descendiesen de innumerables y altísimas cataratas .
Y todo esto no era una ilusion , era una realidad .
El leproso vió su choza arrebatada por la mugidora corriente , que
tambien lo arrastró á él mismo .
Pero el infierno aterra á los criminales . Por eso temen á la muer-
te y aman fuera de término á la vida .
Castiglioni , guiado por el natural instinto , hizo los mayores es-
fuerzos para salvarse . Con el apoyo de su báculo pudo resistir los em-
bates de las ondas en lo mas alto de la colina , en cuyo declive estaba
la choza .
Jamás , despues del diluvio , se manifestó el Tajo mas orgulloso ni
mas hinchado que en aquella avenida . A lo lejos se escuchaban los
gritos de los pastores que trataban de poner á salvo sus ganados.
La pálida aurora de aquel dia lluvioso comenzaba á iluminar los
objetos , cuando Castiglioni se habia visto acosado por las aguas en su
misma choza . La inundacion , por algunos parajes , se estendia mas
de una legua á lo ancho del rio . Entonces comprendió el leproso cuán
aflictiva era su situacion . El agua le llegaba hasta el pecho , y afir-
mándose en tierra con el auxilio de su báculo , no le quedaba otro re-
curso que permanecer inmóvil en aquel sitio , que era el mas elevado
de todos aquellos contornos . Le hubiera sido imposible dar un solo
paso sin sumergirse completamente .
Con profundo abatimiento el misero leproso tendió la vista enre-
dedor de sí , con la esperanza de encontrar algun medio de salvacion .
Los árboles estaban demasiado distantes , y en el brumoso hori-
zonte no se descubria mas que las turbias aguas y un cielo pizarroso ,
que pesaba sobre Castiglioni como la losa de un sepulcro .
Esperaba , sin embargo , que los barqueros pudiesen acudir en su
auxilio : ¡ vana esperanza ! La avenida habia sido tan súbita é impetuo-
sa , que arrebató la barca , y á duras penas consiguió salvarse uno de
los barqueros , que nadaba como un pez .
Cuando Castiglioni vió que pasaban horas como eternidades , sin
que nadie acudiese en su socorro y sin que dejase de caer agua á
torrentes , inesplicable angustia heló su corazon . La inundacion iba
siempre en aumento . El agua le llegó al principio al pecho , despues
á los hombros , al cuello , á la boca . Tuvo necesidad de empinarse so-
bre las puntas de los pies , y adoptar la posicion mas violenta, para no
sucumbir . El desgraciado lloraba amargamente en aquellos crueles
f139

instantes ; pero lloraba por el miserable miedo de perder la vida . Una


lágrima de arrepentimiento le hubiera dado el esfuerzo digno del hom-
bre que á todas horas está dispuesto para despedirse magestuosamen-
te de la existencia . Pero tamaña grandeza jamás la alcanza el impio .
El leproso luchaba con la muerte brazo á brazo ; pero con la muer-
te bajo su mas horrible aspecto . En tan crítica situacion pasó todo el
dia , gritando por un movimiento casi involuntario :
-¡No hay quien me ampare ! ¡ No hay quien me favorezca !
Vino la noche tempestuosa , horrible , eterna .
Y el leproso con voz doliente no dejaba de gritar :
-¿No hay quien me favorezca ? ¿No hay quien me ampare ?
Pero tales clamores se perdian inútilmente en el espacio . El crimen
habia ahogado en Castiglioni la voz de la virtud . La tempestad ahoga-
ba ahora la voz de Castiglioni .
¿Quién podrá pintar el negro horror de aquella noche intermi-
nable , que , con todas sus sombras y con todo el peso de sus angus-
tias , se habia posado como un anatema sobre la cabeza del impio-
calabrés ? La lengua de todos los tormentos no sabria hacer otra cosa
que tartamudear algunos ayes.
El que antes se reclinaba en el lecho de la voluptuosidad , habia
pasado la noche en el insomnio y en una inquietud semejante á la que
esperimentaria un hombre á quien se le obligase á atravesar el Océano
sobre una maroma .
El que en otro tiempo se regalaba con esquisitos manjares , estaba
ahora sufriendo las mas espantosas privaciones .
El que antes se preciaba de fuerte y vigoroso , gemia bajo el peso
de la lepra que le devoraba .
El que en los dias de su prosperidad trataba á todo el mundo con
insultante soberbia , veíase ahora despreciado hasta de los mendigos ,.
que huian de él como de la peste .
El que en otro tiempo guardaba riquísimos tesoros , ahora pedia
una limosna por amor de Dios , y no siempre se la daban .
El que antes vestia el respetado manto de los caballeros del Tem-
ple , estaba ahora cubierto de asquerosos andrajos que se pegaban á
sus carnes corrompidas.
A la inquietud que le causaba su critica situacion , al insomnio ,
el hambre , á la enfermedad , al aislamiento , á su desnudez , á su mi-
seria , se unian otros dolores todavía mas espantosos , sus pesares inti-
mos , los terrores de su conciencia.
1140

Vino por fin la mañana, y algunas nubes de color de gualda anun-


ciaban una tempestad pasajera . Castiglioni estaba casi contento . El
agua iba menguando por instantes , de manera que podia esperar ver-
se muy pronto libre de todo peligro .
Durante el tiempo que habia permanecido en aquella situacion hor-
rible , no habia dejado de divisar árboles arrancados y animales muer-
tos que arrastraba la corriente .
Era ya por la tarde , y el agua apenas le cubria hasta la cintura.
Podia esperar con fundamento que aquella noche le seria fácil sentarse
y descansar algun tanto . Con algunas horas mas que trascurriesen ,
lisonjeábase de que su salvacion seria segura , aunque le aquejasen en
demasía , quebrantando sus fuerzas , el hambre , el frio y la falta de
sueño .
De repente vió cerca de si algunos brezos cubiertos de horruras ,
que arrastraban las aguas . Apartó las ramas , sacudiéndolas con su
báculo ; mas hé aquí que entre las horruras y los brezos , como en las
avenidas suele acaecer con frecuencia , venia una serpiente enorme
que , deslizándose de las ramas , se abalanzó , silbando , al leproso .
Estupefacto con tan no esperada acometida , Castiglioni no acerta-
ba á defenderse . Débil como estaba , ni aun á pie enjuto le hubiera sido
posible sustraerse á la furia del monstruoso reptil , que con sus ojos
chispeantes y con su encendida lengua hubiera puesto pavor en un co-
razon de diamante . La espantosa sierpe se enrosca á la cintura y al
cuello del leproso , ciñéndole con dos vueltas , y aun asoma la cabeza
por encima de Castiglioni , mordiéndole atrozmente el disforme rostro.
En vano procuraba el leproso apartar de sí con ambas manos la
horrible culebra que le oprime y le descoyunta .
Revuélvese á uno y otro lado el mísero Castiglioni con desatentado
ademan, levanta la cabeza , clava en el cielo su ojo único inyectado en
sangre , y con su amoratada lengua murmura blasfemias horribles .
Presentaba la verdadera imágen de un condenado .
Al fin entre roncas maldiciones exhaló el alma precita , á tiempo
en que el agua cubria apenas la parte mas elevada de la colina.
Así murió Castiglioni , de todos abandonado , hasta de las aves
carniceras , que rehusaron cebarse en aquel monton de podre .
Su cadáver corrompido quedó insepulto sobre el hediondo cieno .
CE
OTE TA
LI RI
Castighoni presentaba la verdadera imagende un condenado. BIB A
BORACION DEL PXOMO .
SR 1. T
1304
MADR
CAPITULO

XCII .

Emplazamiento.

os caballeros Templarios no deja-


ron de existir , á pesar de sus dos
poderosos enemigos , Felipe el Her-
moso de Francia y el Papa Cle-
mente V. Es verdad que en varias
partes de Europa fueron agrega-
dos á otras Órdenes militares , y
que sus cuantiosas posesiones , en
su mayor parte , pasaron á manos
de los Hospitalarios de San Juan
de Jerusalen . No sucedió así ni en Francia ni en España.
Felipe el Hermoso habia prometido al débil Pontifice que las ri-
quezas de los Templarios se emplearian en una Cruzada ; pero el rey ,
una vez dueño de ellas , encontró pretestos para no cumplir su pro-
mesa.
El rey de Aragon rehusó entregar los bienes del Temple á los Hos-
pitalarios ; antes bien , alcanzó del Papa el permiso para fundar en su
reino la famosa Órden militar titulada de Santa María de Montesa .
En vano reclamaron los caballeros Hospitalarios de los reyes de
Castilla los bienes de los Templarios . Fernando IV entregó buena parte
de las posesiones de los caballeros del Temple à las Órdenes de San-
tiago y Calatrava , cuyos ilustres paladines habian sido insepara-
1142

bles compañeros de los Templarios en las batallas contra los infieles .


«Mas los lugares y castillos , dice un historiador , que la Órden de
los Templarios tenia en los reinos de Castilla , fueron ocupados por
los caballeros de las Órdenes de Uclés y Calatrava , y de otros se apo-
deraron algunos ricos-hombres , y tambien de las ciudades que esta-
ban á las fronteras de los moros » 1 .
Ahora bien , preciso es decidir en este gran proceso de la edad
media . Es imposible creer que todos los cargos que se hacian á los
caballeros del Temple fuesen verdaderos y justos ; pues si tal vez po-
dian alcanzar á algunos miembros , no parece probable que fuesen
igualmente fundados para la Órden entera . Los historiadores mas im-
parciales y fidedignos concuerdan que los crímenes de los Templa-
rios fueron inventados con el intento de apoderarse de sus riquezas .
Al tratar de la supresion de esta ilustre Órden , no puede menos
de recordarse la abolicion de los Jesuitas . Entre ambos sucesos existen
varios puntos de contacto . Ambas Órdenes fueron igualmente famo-
sas , las dos estendieron estracrdinariamente sus dominios , y ambas
inspiraron recelos á los reyes , á los príncipes y magnates , que envi-
diaban su poderio .
Hasta en la estincion de estas Órdenes hay semejanza . En el Breve
relativo á los Jesuitas , Clemente XIV cita la supresion de los Templa-
rios , como sugerida por simples motivos de prudencia , análogos á los
que le obligaban á él mismo para decretar la estincion de los hijos de
Loyola .
Muchos historiadores afirman que los Templarios no han dejado
de subsistir , y que aun en el dia subsisten como Órden secreta 2.
Hay tambien otros autores que sostienen que los fracmasones son
oriundos , digámoslo así , de la Órden del Temple.
Pero , segun todas las señas , hay una prueba decisiva contra la
opinion de los que creen que fracmasones y Templarios son una mis-
ma cosa.
En el año 707 , ó sea de 1825 3 , el caballero Guyot , impresor de
la Milicia del Temple , publicó el Manual de los caballeros Templa-
rios , obra rarísima , como desde luego se comprende . En este Manual

1 Gerónimo Zurita en sus Anales.


2
En la Historia de las sectas religiosas , impresa en Paris ( 1828) , se habla
de los actuales Templarios.
3
Añadiendo 707 á 1118 , año de la fundacion de la Órden del Temple , re-
sulta el año arriba mencionado.
1143
se declara solemnemente que los fracmasones , aunque pretenden traer
su origen de la Órden del Temple , nada tienen de comun con los ver-
daderos Templarios . Igualmente se declara que la Órden no podia ser
suprimida por la Bula de Clemente V, y que Santiago Molay nombró
su sucesor . Los caballeros que salieron de Francia , hicieron numero-
sos prosélitos en Escocia , Portugal y Oriente. Ahora bien , los frac-
masones se organizaron á ejemplo de los Templarios , cuando el se-
creto fué vendido en Escocia por algunos apóstatas .
Los Templarios modernos cuentan la série de los Grandes Maes-
tres desde Molay hasta Bernardo Raymundo Fabre-Palaprat , elegido
en 1804. La Sede de la Órden existe en Paris , y tiene sus Estatutos
(reformados tal vez ) y confirmados en 1706 por el Gran Maestre Feli-
pe , duque de Orleans .
Hacen uso del año lunar , comenzando á contarlo por Pascua flori-
da , siguiendo el órden natural y primitivo de las estaciones , pues ad-
miten que Dios crease la tierra en el equinocio vernal ó de la primave-
ra , á tiempo en que el sol entra en el signo de Aries.
Firman con su sangre el voto , que es séstuplo : obediencia , po-
breza , castidad , fraternidad , hospitalidad y servicio militar . Para ser
recibido entre los modernos Templarios , se necesita probar cuatro
grados de nobleza ; pero en último caso , si la capacidad ó el mérito
del neófito es sobresaliente , pueden ser conferidos dichos grados por
el Gran Maestre .
Cada uno de los caballeros está obligado á visitar una vez en la
vida , si puede , la Tierra- Santa y el lugar del martirio , entre el
puente nuevo y la ciudad , donde los Templarios fueron quemados en
la hoguera .
Sea de esto lo que quiera , pues no estamos en posibilidad de afir-
marlo con toda certidumbre , el caso es que los Templarios , despues
de la catástrofe del Gran Maestre Santiago Molay y sus ilustres com-
pañeros , vivieron organizados y sujetos á Juan Marcos Larmenio , su-
cesor de Molay.
Los Templarios que habitaban en Paris , se reunian con frecuencia
en la casa del fingido carbonero Nicolás Grimoire . Por aquella época ,
el asunto que mas ocupaba á los Templarios , era la venganza que ha-
bian jurado tomar del rey Felipe el Hermoso .
Ya hemos dicho que la servidumbre del palacio real se habia reno-
vado por completo , desde que Felipe habia descubierto las infidelida-
des de su esposa ; así como tambien hemos manifestado que el camarero
1144

del rey era caballero profeso de la Orden del Temple. Debemos adver-
tir que mucho antes de comenzarse la persecucion de los Templarios ,
y en todos los reinados anteriores , habia tenido siempre la Órden va-
rios de sus individuos empleados en la Casa Real , con el intento de
saber todas las intrigas de la corte . Desde luego se comprende que ta-
les servidores nunca aparecian como Templarios , y estos siempre.
arreglaban su conducta á las noticias que de todas partes recibian ,
merced á su bien combinado sistema de espionaje .
Es verdad que en los últimos acontecimientos habian sido comple-
tamente inútiles todas las astutas y hábiles maniobras que los Tem-
plarios solian poner en juego , en atencion á la estremada reserva que
habian usado el rey Felipe y Nogaret para dar el golpe mortal á la
opulenta y poderosa Órden .
El rey Felipe el Hermoso estaba dotado de firmeza ; pero el rasgo
mas pronunciado de su carácter consistia en dar una grande impor-
tancia á los intereses materiales . Era poco religioso , y miraba todas
las cosas bajo un punto de vista prosáico , geométrico y utilitario . Po-
seia la imaginacion del intrigante , del ambicioso , y aun del hábil nego-
ciador; pero carecia de imaginacion poética , de heroisino , de grande-
za . Era , en fin , lo que en nuestros dias se llama un gran positivista .
Fácilmente se comprenderá que á un carácter semejante le causó
mucha menos impresion que á otro cualquiera le hubiera sucedido en
análogas circunstancias , al verse emplazado por Santiago Molay de
una manera tan formidable y solemne , para comparecer ante el tribu-
nal de Dios en el término de un año .
Llegó el 27 de diciembre de 1315 , y á la hora de comer se encon-
tró el rey , sobre los manteles , un billete que decia :
« Rey Felipe , ya no te quedan mas que once meses de vida. »
Disimuló el rey ; pero fué indecible la impresion de espanto que le
causaron semejantes palabras . Comió poco aquel dia , y estuvo asaz
pensativo , acordándose del emplazamiento del Gran Maestre , todo lo
cual le causó bastante inquietud ; pero al fin , poco a poco se fueron
desvaneciendo sus pensamientos sombríos , y concluyó por olvidar
completamente aquel enojoso lance.
Trascurrieron treinta dias , y el rey volvió á encontrar sobre su
mesa otro billete concebido en estos términos :
« Prepárate , rey Felipe , para comparecer ante el tribunal de la
justicia de Dios ! ¡ Ya no te quedan mas que diez meses de vida ! - Dada
en el Mundo de la Verdad á 27 de enero de 1314. »
1145

Este segundo billete le causó ya una impresion estraordinaria . Mi-


ró con recelo á todos los cortesanos y á todos los servidores ; pero en
ninguno advirtió señales de que fuese el autor de tan pesada burla .
Por mas que en esta ocasion guardó profundo silencio , no podia sus-
traerse al terror que le causaba el recuerdo de aquel billete , que pare-
cia estar escrito por un Angel Esterminador.
Tambien notó el rey la estraña coincidencia de que se le dirigiesen
aquellas palabras en una fecha idéntica . Desde el dia de la cruel eje-
cucion del Gran Maestre y sus compañeros , habia comenzado para
Felipe el Hermoso una era de susto , de inquietud , de dudas amargas ,
de espantosos terrores . Siempre , de dia y de noche , á todas horas ,
se le aparecian los Templarios , la hoguera y el pálido fantasma del
Gran Maestre , que levantándose entre el humo y las llamas , estendia
su brazo de esqueleto , y con voz del otro mundo le gritaba sin cesar:
-¡Yo te emplazo para dentro de un año ante el tribunal de Dios! ...
¡ Pérfido Felipe , desde aquí te veo ! ¡ Maldito seas !
El rey continuó viviendo en Paris en la misma Casa del Temple ;
pero cuando ya se aproximaba el 27 de febrero , dispuso una partida
de caza , porque realmente se estremecia á la sola idea de recibir otro
billete igual. Ausentóse en efecto , y el dia temido se encontró en una
quinta á la hora de dormir , y sobre las almohadas halló el fatal bi-
llete , que decia :
« Rey Felipe , ya no te quedan mas que nueve meses de vida ! -
Desde el Mundo de la Verdad á 27 de febrero de 1314. »
El rey dió un grito , como si hubiese encontrado en su lecho una
serpiente. Hasta entonces habia creido, ó al menos se habia esforzado
por persuadirse de que tal vez algunos amigos de los Templarios se
habian permitido la libertad de dirigirle aquellos misteriosos billetes
con intento de mortificarlo; pero aquel día ya no dudó que era un aviso
del mundo de los espíritus , supuesto que en todas partes aparecian
aquellas terribles palabras como caidas del cielo .
Sin embargo , llamó á su camarero con un resto de duda , y le
preguntó :
-¿Quién ha estado aquí hoy?
-Señor, nadie..
-Alguno ha entrado aquí .
Hemos estado todo el dia ausentes , yo no me he separado
de V. A. , é ignoro...
-¡ Basta ! Retirate .
144
1146

El camarero salió y se quedó en la antecámara .


El rey comenzó á reflexionar tanto sobre aquel suceso , que de dia
y de noche ocupaba su imaginacion con estraordinaria intensidad . Su
espíritu llegó á perturbarse de tal manera , que en algunos momentos
parecia estar demente . Se iba enflaqueciendo por instantes , una pali-
lidez mortal cubria su rostro , sus ojos hundidos y desencajados des-
tellaban un brillo siniestro como una luz en una caverna , sus miradas
eran vagorosas y terribles , exhalaba angustiosos y profundos suspi-
ros , comia poco y dormia menos , porque durante su sueño le agitaban
horrorosas pesadillas .
Todos los cortesanos advertian el estado lastimoso del rey ; pero
ninguno podia adivinar el verdadero origen de tan negra y contínua
inquietud .
Al mes siguiente determinó pasar el dia funesto á caballo y de ca-
mino . Llegó la noche , y el rey no quiso descansar , sino al contrario ,
continuó su viaje , creyendo que así tal vez se libertaria de recibir la
temida epístola . Felipe estaba casi radiante de júbilo , porque la noche
estaba muy adelantada , y ya podia esperar que se habia sustraido á
la persecucion , digámoslo así , del misterioso y terrible billete .
Mas hé aquí que de pronto , saliendo de un sendero de travesía , se
presentó un hombre delante del rey , y trabándole del brazo , le puso
en la mano un billete con ademan amenazador , pero sin pronunciar
una sola palabra . El aparecido llevaba un caballo blanco , un yelmo
con plumas blancas , el manto blanco y en el pecho una cruz roja.
Cuando el rey se recuperó algun tanto de su sorpresa , pensó en
seguir al aparecido ; pero ya este se habia ocultado completamente ,
como si se lo hubiese tragado la tierra . Es inesplicable el pavor que
esperimentó el rey.
Desde aquella terrible noche ya no dudó que un poder sobrenatu-
ral hacia que llegasen á sus manos aquellos billetes fatales con una
puntualidad pasmosa é inexorable . Así pasaron algunos meses , sin
que jamás el dia 27 dejase el rey Felipe de recibir la misteriosa epís-
tola del otro mundo , por mas que variase de domicilio y de poblacion .
Llegó por fin el dia 27 de noviembre de 1314. El rey llevaba muchos
dias de no dormir . Se acercaba el terrible plazo , y estaba confuso ,
temeroso , calenturiento , casi loco de terror . Un poder irresistible le
habia arrastrado á la Casa del Temple. Aquella noche se recogió muy
temprano , tal vez con intento de entregarse al sueño antes que llegase
la hora de recibir el funesto mensaje del cielo que le condenaba al in-
1147

fierno . Efectivamente , desde las primeras horas de la noche el rey


habia conseguido un sueño profundo .
El silencio y la soledad reinaban sobre la dormida ciudad de
Paris .
El rey se creia trasportado á una llanura inmensa en medio de las
tinieblas de la noche.
Ningun rumor se oia ni en el cielo ni en la tierra .
Aquella inmensa llanura parecia un cementerio sin límites . En el
centro del cementerio habia una montaña de huesos humanos . Sobre
la montaña habia una alta torre de bronce . Por la llanura corrian dos
rios , uno de sangre y otro de lágrimas . Junto á la puerta de la torre
estaba un anciano que tenia los ojos fijos en un reloj de arena .
Y se vieron cruzar la llanura por diversas sendas muchos reyes , ó
mejor dicho , los esqueletos de todos los reyes de la tierra . Sobre la
cabeza llevaban una corona como de brillantes gusanos , y en lu-
gar de corazon llevaban una mancha de sangre . De vez en cuando
exhalaban hondos gemidos , y se paraban como si rehusasen subir á
lo alto de la montaña .
Pero el anciano que estaba en la puerta de la torre gritaba :
-¡Sonó la hora !
Y otra vez comenzaban á emprender su camino con paso lento y
llorando .
Cuando todos estuvieron apiñados delante de la puerta de la torre ,
el anciano volvió á gritar :
-Ha sonado la hora!
Y todas aquellas sombras se estremecieron .
Y el fragor de cien truenos retumbó en la inmensa llanura , y apa-
recieron siete ángeles con siete copas llenas de la ira del Señor y con
siete espadas de fuego de su justicia.
¡ Las sombras se volvieron á estremecer !
Y el primer ángel derramó su copa sobre la soberbia de aquellos es-
pectros , y al punto la oscuridad se iluminó con la gloria del que creó
los cielos , y se confundieron y se humillaron hasta el fango . Y este
fué el mayor tormento para ellos , reconocer su pequeñez y admirar
tanta grandeza , que al punto desapareció .
Y el segundo ángel , en nombre de Dios , maldijo la avaricia de
los espectros , que aun allí mismo hablaban de riquezas , y les enseñó
sus coronas de oro y de piedras preciosas que se habian convertido en
gusanos .
1148

Y el tercer ángel derramó su copa , y al punto sintieron todos en


lo mas oculto de su sér como la mordedura de la víbora de los deleites ,
У estendieron sus manos de esqueleto para abrazarse ; pero no encon-
traron mas que vanas sombras que se escapaban , como el aire , de
sus abrazos .
Y el cuarto ángel derramó su copa , y al punto esperimentaron un
furor violentísimo ; pero todos los golpes que habian dado contra los
hombres , habian caido sobre ellos mismos , y para estinguir sa sed
no tenian mas agua que el rio de sangre .
Y el quinto ángel derramó su copa y les presentó un ancho espejo
de verdad , y todos al mirarlo reconocieron que entre los manjares
que ellos mismos arrojaban á su horrible voracidad , se habian comido
tambien su propia alma .
Cuando el sesto ángel derramó su copa , al punto se abrió la puerta
de la torre y apareció como una figura horrorosa de mujer . Su vestido
estaba erizado de dardos , como la piel del hystrix. Cuando arroja sus
dardos , los emponzoña con su propia lengua, que es de veneno . Aque-
la mujer tiene el semblante pálido y los dientes negros y amarillos.
Aunque su pecho siempre rebosa de hiel , está siempre tiritando de
frio , y se oculta en las tinieblas para lanzar sus dardos mortales.
Nunca mira cara á cara , mira siempre de reojo , no duerme , ni rie
sino de los males agenos .
Al ver aquella imágen espantosa , á cuyo servicio babian estado ,
los espectros lanzaron un grito desgarrador . ¡ Tanta y tan repugnante
era la deformidad de aquella horrible figura !
Y el sétimo ángel derramó su copa , y apareció otra figura que le
dió la mano á la anterior para que la guiase. Era torpe , monstruosa
y coronada de adormideras . Y los espectros vieron con horror aquellas
dos figuras , á las cuales habian tributado , bajo otras formas encan-
tadoras , la mas ciega adoracion.
¡ Felipe el Hermoso era víctima de la pesadilla mas horrorosa !
Veia en medio de las tinieblas y del horror del sueño una rueda hecha
como de diamantes relucientes , que daba vueltas en el aire sin cesar,
y nadie la sostenia , se movia por sí sola , y nunca , nunca se paraba.
El rey vió entre aquellos espectros su propia imágen , y tembló,
como se tiembla entre sueños .
Luego el mas bello de los ángeles dijo :
-Vuestras iniquidades han levantado esta montaña de huesos y han
hecho este rio de sangre y este rio de lágrimas ; pero ahi teneis el re-
1149

loj misterioso de la Eternidad , que marca vuestros padecimientos sin fin.


Y el ángel señalaba á la rueda .
El anciano volvió á gritar :
- I Ha sonado la hora ! Ha sonado la hora !
Y apareció una milicia resplandeciente , en cuyos pechos brillaba
la santa enseña de la cruz.
Entonces el rey oyó que el caudillo de aquella milicia le dirigió es-
tas palabras :
-Con la espada que heriste serás herido y tambien tu descenden-
cia. Dia llegará en que el pueblo enfurecido arrastre al cadalso á uno
de tus hijos desde el mismo palacio que arrebataste á los caballeros .
¡Y entonces , en las tinieblas de una noche de invierno , aparecerá so-
bre la Casa del Temple el fantasma vengador de la Órden de Hugo de
Paganis ¹ ! ¡ La sangre que derramaste , caerá sobre tu cabeza y te
ahogará á tí y á los tuyos !...
Felipe el Hermoso despertó , efectivamente , ahogándose de an-
gus tia .
-¡Qué pesadilla tan espantosal esclamó .
El aposento estaba pálidamente iluminado por una lamparilla que
ardia sobre una mesa . El rey se alegró algun tanto de que hubiese luz ,
ó mejor dicho , porque no estaba completamente á oscuras , tuvo el
valor suficiente para llamar á su camarero , á fin de que avivase la luz
de la lámpara , próxima á estinguirse .
Pero nadie acudió al llamamiento del rey , que se revolvia pálido y
afanoso en el inquieto lecho del criminal . Aun despierto le perseguian
las imágenes espantosas de su formidable ensueño . El infeliz acaso pre-
sentia que la realidad habia de ser aun mas terrible .
En vano se felicitaba de haberse sustraido aquella noche á la pa
vorosa citacion del Mundo de la Verdad . Dentro de su propia concien-
cia , en su imaginacion enferma , en su sueño funesto , habia encon-
trado mas inauditos terrores , que si hubiese aguardado despierto y
tranquilo la aparicion del fatal billete que debia ser el último , supues-
to que aquel dia (27 de noviembre) hacia un año justo que se habia
verificado la ejecucion del Gran Maestre y sus compañeros.
Hallábase Felipe el Hermoso en ese estado indeciso en que ni se
duerme ni se vela , cuando el alma recibe las impresiones vagas y con-

Alude , como en profecía , á la estraña y terrible coincidencia de haber es-


tado Luis XVI prisionero en la Casa del Temple hasta que le condujeron al cá-
dalso.
1150

fusas como la dudosa luz del crepúsculo , cuando el sueño se confun-


de con la realidad , cuando creemos que tambien la realidad es sueño .
El rey divisó en la antecámara , cuya puerta estaba enfrente de su
lecho , una sombra blanca , en cuyo fondo campeaba una cruz roja. El
aparecido llevaba todas las insignias de Gran Maestre de la Orden del
Temple. El caballero se detuvo en la puerta, con los ojos fijos en el le-
cho del monarca .
Cerró los ojos para no ver el desventurado Felipe ; pero oia un
ruido sordo debajo de la tierra , como si los abismos se abriesen para
tragárselo , en castigo de la inaudita crueldad que habia usado con los
inocentes caballeros del Temple .
Poco a poco fueron apareciendo varias figuras blancas , que se
iban formando en coro alrededor del aposento del rey .- Luego se ade-
lantó hácia el lecho una de aquellas sombras , y con voz de espíritu , voz
semejante á un ligero soplo , murmuró al oido del rey estas palabras :
-Yo habia derramado mi sangre por defender tu trono , y te salvé
la vida en un tumulto , y me premiaste con los tormentos y con la ho-
guera. ¡ El plazo se ha cumplido ! ¡ Ven ante el tribunal de Dios !
Y la sombra lentamente fué á colocarse en el sitio que antes ocupaba .
Pero otra sombra se adelantó hácia el lecho , y dijo :
-Yo era tan inocente como los Templarios ; pero ni siquiera perte-
necia á la Orden del Temple , y me condenaste á los tormentos y á la
hoguera, y al pie del cadalso murió de dolor mi jóven esposa , bella co-
mo los ángeles . ¡El plazo se ha cumplido! ¡ Ven ante el tribunal de Dios !
Y la sombra lentamente fué á colocarse en el lugar que antes
ocupaba.
Luego se aproximaron todos los caballeros , y dijeron en coro con
voz pausada y lúgubre como la agonía de un moribundo :
-Nosotros habíamos derramado nuestra sangre por defender tu
trono , y te salvamos la vida en un tumulto , y siempre te habíamos
respetado y obedecido como leales caballeros ; y tú , aguijado por la
codicia , nos arrebataste nuestras riquezas , te aposentaste en nuestra
Casa, y premiaste nuestros servicios con los tormentos y con la hogue-
ra . ¡ El plazo se ha cumplido ! ¡Ven ante el tribunal de Dios !
Las pálidas figuras volvieron á guardar silencio , y se retiraron
lentamente al sitio que antes habian ocupado .
Luego apareció por la puerta de la antecámara una sombra con
la tiara sobre la cabeza y las llaves de San Pedro en la mano .
Aproximóse al lecho del monarca , y dijo :
El plazo se ha cumplido en ante el tribunal de Dios

TECA UN #F! SI
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DONACION DEL PY MO.
SP P. J. *
4
1151

-¡Yo soy Bonifacio VIII !... Insultaste al Pontifice , maltrataste al


anciano , y lo obligaste á pedir un pedazo de pan , por el amor de Dios ,
en medio de la plaza de Anagni ! ... ¡ Sacrilego !
Las demás sombras repitieron :
-¡Sacrilego ! ¡ Sacrilego !
La sombra de Bonifacio continuó :
-Entregaste públicamente á las llamas las palabras de paz que te
escribí 1 , me calumniaste , y te perdoné . Y no satisfecho todavía , me
perseguiste hasta en la tumba , pretendiendo exhumar mis huesos , re-
ducirlos á cenizas , esparcirlos al viento , y condenar la memoria del
que hizo las veces de Dios sobre la tierra . ¡ El plazo se ha cumplido !
¡Yo , el Vicario de Jesucristo , te ordeno que comparezcas ante el tri-
bunal de la justicia de Dios !
Retiróse la sombra de Bonifacio ; pero luego apareció otra , reves-
tida tambien con las insignias pontificales .
-¡Yo soy Benedicto XII esclamó. Quise castigar los insultos he-
chos á mi predecesor , escomulgando á los autores de tan horrendos
crímenes . Fingiste , rey de Francia , estar arrepentido , y me enviaste
á Nogaret para pedirme perdon , y yo te lo concedí . Tú en cambio en-
cargaste á Nogaret que me envenenase . ¡ Hipócrita ! ¡ Asesino ! ¡ Tu
ruina ha llegado ! ¡ Tu esposa te ha cubierto de oprobio ! ¡ Fantasmas
de sangre y de muerte te rodean en la hora de tu muerte ! ¡ Porque el
plazo se ha cumplido ! ¡ Yo , el Vicario de Jesucristo , te ordeno que
comparezcas ante el tribunal de Dios !
El espanto y el temblor se apoderaron del rey , sus huesos se es-
tremecieron , un sudor frio brotaba de su frente , la angustia y el re-
mordimiento le ahogaban ; se incorporó sobre su lecho , quiso dar
gritos , y su lengua permaneció pegada al paladar ; un ronco estertor
salió de su pecho , fijó una mirada vidriosa en aquel pálido grupo de
visiones que llenaba su aposento , cayó como desmayado , y oyó que
los espectros repetian :
-¡El plazo se ha cumplido ! ¡ Ven ante el tribunal de Dios !
El rey Felipe el Hermoso no habia caido desmayado de terror .
¡Habia caido muerto ! 2.

1 La carta ó bula que comienza : Ausculta , fili , etc.


2
Notabilísima fué la coincidencia de tres emplazamientos que se vieron
cumplidos en aquella época , á saber : Fernando IV de Castilla , emplazado por
los caballeros Carvajales , y que murió en 1312 ; y Felipe el Hermoso y Clemen-
te V, que , emplazados por los Templarios , murieron en 1314.
CAPITULO XCIII.

Epílogo.-Misticismo.

MOR ! ¡Amor ! ¡ Tú eres eterno manantial


de vida , tú eres sentimiento , tú eres
inteligencia , tú creas como Homero y
Milton , tú sientes como Safo y Heloisa!
¡ Tu fuego sagrado es el que corona la
idea con la accion visible y brillante !
¡Oh aspiracion sublime é infinita del
amor ! Primero te habla la naturaleza el
pintoresco lenguaje de la solitaria selva,
de las tranquilas aguas del rio , del sol
esplendoroso , cuyos rayos forman el
dia , de la augusta noche engalanada con
su manto de estrellas , de las atrevidas
montañas que se abalanzan como Tita- .
nes hacia los cielos , y de la inmensidad
del Océano que engrandece los horizontes del alma. Adoras entonces
á la creacion , que es la forma bellísima de la idea de Dios en el mun-
do , antes que aparezca el hombre.
Llega otro tiempo , para tí mas dichoso , y en tu divino entusiasmo
aspiras á penetrar en el Santuario , mas allá del velo del tabernáculo .
¡ Espíritu de amor , tú eres la airosa paloma de brillantes matices y de
atrevido vuelo , que vas siempre en compañía de la inteligencia del
hombre ! Cuando el sol de la verdad ilumina espléndidamente los dila-
tados alcázares del entendimiento humano , y las ideas, como estrellas
rutilantes , giran en armonioso concierto por sus mágicos recintos,
vienes tú , espíritu de amor , para realizar y adorar lo que el espíritu
de inteligencia ha conocido y contemplado.
Despues de las pasiones de la tierra , ¡ oh rosa de fuego del amor!
esparces tu aroma divinal en los espacios etéreos . Si el entendimiento
de los mortales, si el espíritu del hombre sube, y sube sin cesar hácia
las regiones de lo infinito , tambien tú , amorosa paloma, estiendes tus
alas de oro hácia las mansiones de la luz. Ya no amas las formas sola-
mente , adoras las ideas ; ya no amas la hermosura , adoras la belleza .
¡ Levanta siempre mas alto, levanta siempre tu vuelo, paloma de amor!
Dios ama á sus criaturas ! ¡ Los ángeles tambien aman ! ¡Vuela hacia el
amor de los ángeles !
Así purifican su alma con el sagrado fuego del amor los santos ana-
coretas en la magestuosa soledad de los desiertos. ¡ De este fuego sa-
grado se formó el carro de Elías !
Hay una region en la tierra , que parece estar consagrada especial-
1153

mente para servir de silencioso retiro á la santa tristeza de la peniten-


cia. Hablamos de las solitarias montañas de la Thebaida . En la cima
del mas alto de aquellos montes habitaba un anacoreta en la cavidad
de una roca . Desde allí se descubria un horizonte dilatadisimo , y que
infundia en el espiritu pensamientos solemnes y sublimes. A un lado
se divisaban las sagradas cimas del Horeb y del Sinaí, el Desierto y el
mar Rojo ; y á la otra parte , mas allá de las inmensas y arenosas lla-
nuras , se descubria el fecundo valle del Egipto.
El ángel del sol comenzaba á encender el dia , cuando el santo
anacoreta , fijos los ojos en el cielo y postrado de hinojos en la cima
del monte , elevaba al Eterno su plegaria matinal.
Toda la creacion parecia que tambien acompañaba al solitario en
sus oraciones de amor. Los árboles y las flores , cubiertos de las per-
las del rocío , se mecian blandamente al suave soplo del céfiro de la
mañana. Las aves entonaban gozosas sus dulces y amorosos trinos , y
el onagro, la gacela y el avestruz corrian velozmente por el desierto .
La paz dichosa y la soledad augusta , en donde el anacoreta con-
versaba con el Génio sublime que creó las montañas , el mar y el cie-
lo , no impedian á un débil anciano el ser útil á sus semejantes , ya
ofreciendo agua y dátiles al viajero desfallecido de cansancio y de sed
en el Desierto, ó ya salvándole del puñal del beduino .
Despues de terminar sus oraciones , el santo cenobita descendia de
la montaña , en cuyo declive manaba una cristalina fuente (única que
se encontraba por aquellos contornos ) , y llenaba un odre de agua , y
cargando con él sus débiles hombros, se dirigia á la orilla del camino,
que estaba á mucha distancia , con el benéfico designio de ofrecer el
agua apetecida al sediento caminante. Dos leones mansos y fieles
acompañaban al anacoreta , y le servian para descubrir en los arenales
al peregrino estraviado. La fuerza suprema del hombre, el amor, fuer-
za divina cuando se dirige hácia el bien , y cuyo símbolo es la mujer
modelo, la Virgen Esposa de José , hace milagros , domeñando todas
las fuerzas rebeldes de la naturaleza. El amor en Dios hacia las cria-
turas amansa los leones. La Virgen Madre , paloma de amor , que-
brantó la cabeza de la serpiente , de la culpa , de la rebeldía.
El anacoreta vió á lo lejos la prolongada fila de los camellos de una
caravana, que habia pasado poco antes que él llegase á la orilla del
camino , marcado en el arenal por altos hitos de piedra que se veian
de trecho en trecho , único medio de señalar el rumbo en aquel océa-
no de arena. Postróse de rodillas el solitario , para implorar del Eter-
no que concediese próspero viaje á los caminantes. Allí pasó gran par-
te del dia, hasta que en el rigor de la siesta observó que el avestruz
lanzaba de vez en cuando lugubres gemidos , y que las serpientes,
dejando su rastro sobre la arena , se apresuraban á ocultarse . En todas
⚫ estas señales conoció el cenobita que el Kamsim se aproximaba.
Alejóse de allí rápidamente , buscando un refugio en la montaña, y
rogando por los desgraciados á quienes amenazara tan horrible tem-
pestad. En efecto, nada es mas espantoso que el huracan de fuego que
algunas veces se levanta en el Desierto . El Kamsim , terrible viento
del medio dia , arrebata , digámoslo así , el movedizo suelo á los pasos
del caminante ; columnas de arena rojiza y ardiente se arremolinan so-
bre su cabeza , una sed abrasadora le fatiga , el sudor brota de todos
sus poros , esperimenta la necesidad imperiosa de respirar el aire li
145
1154

bre; mas para colmo de calamidad , le es imposible aspirar el inflama-


do ambiente , so pena de morir al punto.
Los camellos estan dotados de un prodigioso instinto que muchas
veces salva tambien á sus dueños , porque les anuncia la proximidad
de la terrible plaga . Los camellos conocen con dos ó tres horas de an-
ticipacion el peligro de la mortifera tempestad , y entonces se vuelven
al lado opuesto al viento, y se entierran en la arena, sin que haya fuer-
zas humanas que les hagan moverse , hasta que no pasa el torbellino
abrasador. ,,
5. Cuando llegó la noche , el ambiente comenzó á refrescarse porque
ya se habia levantado el viento del Norte . Entonces el cenobita descen-
'dió de la montaña para hacer una escursion en la llanura , y ver si al-
gun desgraciado necesitaba de sus auxilios. ¡ Y los leones le acompa-
ñaban tambien en esta obra de caridad !.
Muy pronto escuchó el anacoreta los rugidos de los leones , señal
evidente de que habian encontrado algun caminante. Voló al sitio el
cenobita , y en efecto halló á un joven que , medio incorporado sobre
la arena , contemplaba con terror á las temibies fieras , cuya manse-
dumbre ignoraba . El venerable anciano tranquilizó al mancebo , di-
ciéndole que nada tenia que temer. Invitóle á que le siguiese ; pero el
jóven se hallaba desfallecido de cansancio, de hambre y de sed , y
además tenia el rostro inflamado á causa del encendido ambiente que
durante muchas horas habia respirado..
El cenobita ofreció al caminante algunos sazonados dátiles y otras
frutas. En seguida se dirigió hacia el sitio en que habia dejado el odre,
'y volvió con el agua apetecida, que apagó la sed del mancebo . Este re-
firió al solitario , que le habia sorprendido la tempestad yendo en com-
pañía de su esclavo , el cual habia sido víctima del furor del vien-
to, pues su caballo cayó en la arena, y el torbellino pasó por encima,
soterrándolos . }
En cuanto á mí, añadió con voz doliente , la increible velocidad
de mi corcel ha podido salvarme; pero ¡ ay ! poco distante de aqui cayó
reventado de cansancio..
Escusado es decir que el árabe lloraba por su noble caballo , como si
se tratase de su mejor amigo ; pues sabido es hasta qué punto estiman
los árabes á sus caballos sobresalientes .
་། El cenobita dijo:
-No os aflijais , mancebo ; antes por el contrario , rendid gracias al
cielo, que os ha librado milagrosamente de tan espantoso peligro . Le-
vantáos y seguidme . No debemos esperar á que amanezca , pues casi
es seguro que mañana se repetirá el terrible viento. Por lo menos , de-
bemos procurar que , al amanecer , estemos ya en la montaña ; pues
con el calor del sol la arena se caldea , y el ambiente es abrasador y
mortífero para quien se encuentra en el estado que os hallais .
Todas mis carnes estan como si me hubiesen aplicado un hierro
candente ; dijo el mancebo , quejándose y haciendo esfuerzos por le-
vantarse.
-Apoyáos en mi brazo , dijo el anciano al jóven.
Ya estaba bien entrado el dia , cuando el anacoreta y el mancebo
llegaron á la cima del monte , caminando lenta y trabajosamente . Jun-
to à la gruta del solitario se elevaban dos palmeras que cariñosamente
tocaban sus copas al blando impulso del viento . En el interior de la
1155
gruta aderezó el cenobita un lecho de hojas , para que allí reposase el
fatigado mancebo .
Entretanto el incansable anacoreta salióse de la gruta , y sentándo-
se al pie de una de las palmeras , comenzó á leer en la Sagrada Biblia .
Ya el sol estaba próximo á ocultarse en Occidente , cuando despertó el¹
mancebo , cuyas fuerzas se habian restaurado . No obstante , comenzó
á quejarse de su suerte con grande amargura.
-¿Por qué te afliges asi? preguntó el anacoreta.
-Porque con el retraso que he sufrido en mi marcha , he perdido
una gran suma de dinero , en que consiste la mayor parte de mi for- t
tuna.
-Mucho peor seria si hubieses perdido la vida. ¿ Quién sabe los se-
cretos caminos que el cielo te tiene guardados ? Tú te ocupabas en dis-
putas vanas , y Dios ha querido inspirarte pensamientos graves .
Estas palabras del anacoreta produjeron la mas profunda impresion
en el ánimo del jóven árabe , quien llegó á creer que el anciano estaba
dotado del espíritu de profecia.
-Veamos , añadió el solitario : ¿por qué has de haber perdido una
gran suma de dinero?
-Porque he faltado á una cita que tengo para pasado mañana en el
monasterio de San Sábas , y ya me es imposible llegar á tiempo. Yo
soy descendiente del grande Al- Gazel , y del mismo modo que mi
ilustre abuelo , me he dedicado con todo el ardor de mi inteligencia al
estudio de la filosofia. Me encaminaba á Jerusalen , porque en el mo
nasterio de San Sábas , como ya te he indicado antes , me estará aguar-
dando un compatriota mio que pertenece a la escuela de los Medda-
berim 2, con el cual habia yo apostado sobre que nadie era capaz de
resolver ciertas cuestiones. Mi compatriota sostiene que un monje del
monasterio de San Sabas resolveria todas nuestras dudas.
El cenobita , seguro de que podia prestar al jóven , además de los
favores que le habia dispensado , un beneficio inmenso , preguntó ;
-¿Y qué cuestiones son esas?
-La principal se refiere a ese gran prodigio que nos quereis' hacer
creer , vosotros los cristianos , respecto á la caida del hombre y respec-
to á la Virgen Madre .
¡Ese es un gran misterio , hijo mio ! esclamó con voz reverente el
solitario .
-Mi compañero , que antes era, como te he dicho , un sofista char
latan , ahora parece que el diablo le inspira pensamientos , con los
cuales muchas veces deja desconcertado al mas sábio. Y toda esta in-
comprensible sabiduría trae su origen de una conferencia habida en-
tre mi paisano y el dicho monje de San Sábas .
-Tan grande es el poder de la verdad ! Los hombres ignorantes
frívolos se vuelven de repente sábios y graves .
-Pues yo estoy seguro de que nadie podrá convencerme .

Filósofo árabe , escéptico , que negaba á la razon humana la facultad de


llegar á la certidumbre. Adquirió mucha celebridad , y enseñó en las escuelas ,
de Bagdad y Alejandría.
Esta secta filosófica cultivaba con mucho esmero la dialéctica, complacién
dose en sostener indistintamente el pro y el contra de todas las cuestiones. Los
Meddaberim fueron en Arabia lo mismo que los sofistas en Grecia.
1156
-Tu ciencia , hijo mio , es puramente humana ; pero dia llegará en
que tu entendimiento se remonte á las alturas en alas de la inspiracion
divina. Entonces comprenderás el verdadero objeto de la ciencia.
-Yo creo que la ciencia no tiene otro fin que atormentar á los mor-
tales.
-En todo caso seria un tormento fecundo y sublime. Pero no , no
es tormento , es delicia inesplicable , cuando en el pórtico y en la cú-
pula del Templo de la ciencia está sentada la idea de Dios , que ilumi-
na las dilatadas naves , no como lámparas de oro , sino como un tor-
rente inagotable de rutilantes soles .
-¿Y cuál es el verdadero fin de las ciencias? preguntó el árabe des
pues de algunos momentos de reflexion.
-El fin supremo de las ciencias es la perfeccion del hombre. Las
ciencias constituyen como una sociedad . Así como en la sociedad po-
lítica la inteligencia domina siempre á la fuerza , del mismo modo á la
ciencia mas intelectual corresponde de derecho la soberanía del saber
humano . Ahora bien , la ciencia del espíritu , de lo universal . del sér,
es la mas sublime , la ciencia soberana de las ciencias. La sabiduría de
los libros sagrados , que salta las altísimas murallas del tiempo y del
espacio , es el sol que ilumina los horizontes de la ciencia del espíritu.
El árabe habia escuchado atónito al anacoreta,
Durante algunos minutos ambos guardaron profundo silencio.
Luego el anciano cenobita esclamo súbitamente con el acento de
un apóstol:
-Fué hecho el primer hombre Adan en el alma viviente ; el pos-
trero Adan en espíritu vivificante. El primer hombre de la tierra , ter-
reno. El segundo hombre del cielo , celestial. Cayó el hombre despues
de la creacion , y dominó la carne en la tierra. Los ángeles lloraron de
dolor en las alturas , porque Satan habia desviado al hombre de sus
augustos fines . Pero despues de la creacion material vino la creacion
moral , el reino del Espíritu . El segundo Adan fué el tipo divino del
hombre. Venció á las pasiones , y realizó sobre la tierra la voluntad de
Dios al concebir y crear al sér humano. Fué el modelo vivo del espí-
ritu de Dios , que se viste de humanidad . Así fué necesario que suce-
diese para que el género humano cumpliera sus destinos. El segundo
Adan iluminó al hombre con su ejemplo , y lo rescató por su virtud.
El hombre del cielo practicó en la tierra lo que debió haber practica-
do Adan en el Paraiso. Igualmente la Virgen Madre fué el modelo di-
vino de la mujer.
-¿Y cómo esplicas eso de la Virgen Madre ?
-Aquí se encierra un misterio que yo te esplicaré con la posible
claridad ... ¡ Oh grandeza del hombre ! ¡ Hubiera podido ser la raza de
Adan tan dichosa ! ¡ Qué séres tan sublimes habrian poblado la crea-
cion , si en vez de abusar de la libertad , hubiera el primer hombre
sujetado sus deseos á su razon , entonces no oscurecida ! Pero ¡ ay ! el
abuso produjo la degradacion . En un instante, de séres eminentemen-
te espirituales se convirtieron en criaturas que tenian mas de carne
que de espíritu . Roto el equilibrio armonioso de la belleza y de la vir-
tud , la aureola radiosa de la inteligencia fué oscurecida por el impuro
vapor de las pasiones . La tosca y brutal materia invadió con sus pesa-
das masas los aéreos espacios de la inteligencia , y por la primera vez
aquellos dos séres , tan hermosos como frágiles , saborearon un placer
1157

impuro , descendiendo á manifestarse su amor del mismo modo que el


resto de los animales.
-¡Y eso es un crímen ! ¿ Por qué estaban organizados de manera
que fuesen en alto grado sensibles á los encantos del amor ? Además, 1
si no se hubiesen amado así , ¿ cómo hubieran podido procrear?
-Justamente iba á esplicarte eso . Siendo séres eminentemente es-
pirituales , y no habiéndose degradado , hubieran sin duda predomina-
do en ellos las facultades del espíritu . Todos los sentimientos que aho-
ra se reflejan sobre nuestra carne, hubieran sido entonces espirituales
y puros como el azul del último cielo . No hubiera existido la deformi-
dad , que es producto del error. La belleza , en su mas alta espresion ,
hubiera existido en cada criatura , aunque con la diferencia individual.
La hermosura no habria inspirado el amor , sino sola y esclusivamente
la simpatía de las almas en un grado de intensidad y armonía que ahora
apenas nos es dado concebir y esplicar. Hubiera abandonado el hijo
á su padre y á su madre para vivir en compañía de la mujer amada;
pero su amor habria sido como el de los ángeles , como el de José y
Maria, como lo fué el de Adan y su esposa en los primeros dias de la
Creacion. El matrimonio allí habria sido , no la union de los cuerpos,
sino de las almas ; union mucho mas tierna , mucho mas pura y deli-
ciosa . Habrian vivido los dos como en una carne ; es decir , que ha-
bria sido tan perfecta la simpatía de ambos en pensar , amar y obrar,
que hubieran sido los dos una sola alma y un solo cuerpo , enrique-
ciéndose mútuamente y completándose con los dones de su espíritu ;
manifestando el uno inteligencia sublime y amor grave , y manifestan-
do la otra graciosa vivacidad y dulce ternura. Tambien habria existido
diferencia de juicios , esto es , libertad y discusion ; pero sin acrimo-
nia , porque las pasiones estarian encadenadas . La inteligencia del
hombre se habria comunicado al hombre con la apacible serenidad de
la inteligencia de los ángeles . Habria habido ciencia, ó mejor dicho,
sabiduría ; pues el entendimiento de los mortales se hubiera ocupado
continuamente de los conocimientos del mundo invisible del espiritu.
Tambien se habrian conocido las causas naturales del Universo visible ;
pues la ciencia que únicamente estaba prohibida , era la que trata de
averiguar en que consiste la inocencia. Desde el momento en que el
hombre supo la diferencia que hay entre el bien y el mal , dejó de ser
inocente , dejó de ser dichoso .
El árabe escuchaba atento y admirado .
El cenobita insistió :
-La humanidad tenia que seguir necesariamente en su desarrollo
uno de estos dos caminos. O conocer solamente la posibilidad del mal
y practicar el bien ; ó conocer siempre el bien y practicar el mal. Des-
graciadamente el hombre , en vez de seguir el camino cubierto de flo-
res , siguió la senda de los abrojos ; porque siempre conocemos lo
mejor , y lo aprobamos ; pero hacemos lo peor , de modo que existe un
desacuerdo entre nuestra alma y nuestras obras , como si el cielo y la
tierra estuviesen condenados à lucha interminable. Ahora bien , la
rehabilitacion del género humano consiste en conciliar nuestros actos
con nuestra propia conciencia , reflejándose nuestro espíritu en nuestra
vida , como el cielo se retrata en la superficie tersa de los mares.
-No comprendo muy bien aquello de la libertad y discusion que di-
ces habria existido en el Paraiso.
1158
-Yo te lo esplicaré , no con claridad , sino con evidencia irresisti-
ble. La discusión que hubiera podido haber en el Paraiso , en ninguna
manera supone que el error hubiese estado en una parte y la verdad
en la otra. La diferencia de juicio no quiere decir, sino que cada hom-
bre divisaria una zona diversa del cielo inmenso y luminoso de la
Verdad . Así , pues , reunida la actividad intelectual de todos los hom-
bres , se habria obtenido el Gran Todo de los conocimientos que es
dado conseguir á la inteligencia de la Humanidad; pero se habria obte-
nido esta sublime solucion , digna de Dios y del hombre, descubriendo
la verdad , eso sí , por partes y dentro de los límites de la duracion;
mas sin haber atravesado las impuras y negras regiones del error.
Hoy sucede que todos los sistemas filosóficos tienen una parte verda-
dera y otra errónea , mezcla impura que nació aquel dia funesto en
que el hombre dejó de ser semejante á sí mismo , poniendo sus actos
en lucha abierta con su razon . ¡ Ay del género humano ! ¡ Desde aquel
dia fatal, toda la naturaleza , antes sumisa , se rebeló contra su Rey!
✓ -Ahora te he comprendido perfectamente.
¡ Cuánto celebro haber-
te encontrado en mi camino ! Sigue , buen anciano , tu interrumpido
discurso. ¿ Qué me importa faltar a la cita de mi compatriota en el mo-
nasterio de San Sabas ? ¡ Todas las riquezas que poseo , las daria gus-
toso por escucharte !
El árabe esperimentaba ese placer inefable del hombre que á cada
instante siente desenvolverse las sublimes facultades de su entendi-
miento.
-El rey de la naturaleza , continuó el santo cenobita , perdió su
dignidad , quebrando el cetro de la razon . Si el hijo del cielo y de
la tierra hubiese querido siempre lo que Dios queria, tampoco habrian
sabido los inmortales lo que son remordimientos , fantasmas sombrios
del crimen. Tampoco hubiera habido mas que un idioma, pero mucho
mas perfecto que todos los que se conocen ; y en él se habrian con-
fundido la idea y la imágen , la ciencia y la poesía. Habria sido un
himno sin fin , y jamás hubieran resonado en él palabras de impure-
za , ni de injuria , ni de blasfemia . Solo me resta añadirte que el amor
puro , el amor de las almas , habria sido fecundo .
-Pues he ahí lo que yo no puedo comprender. Si Adan y Eva esta-
ban dotados de sensibilidad física, ¿ por qué habia de ser un crímen el
que usasen de ella ? ¿ Para qué les fué concedida ?
-Para que hubiese libertad. Pudiendo tener deseos que sujetar á la
razon , era como podia ejercerse el mas bello de todos los dominios,
el dominio sobre si propio. Además , que á nuestros primeros padres
les estaba permitido el uso de la sensibilidad carnal bajo todos aspec-
tos. Podian contemplar los árboles , las flores , los rios , los mares , los
animales , el cielo , el sol , las estrellas , y las mil y mil diversas y gra-
tas emociones que producen las frutas , los aromas , las perspectivas,
y los gritos de los animales , y los armoniosos trinos de las aves cano-
ras. Si todavía nos conmueve y nos encanta el espectáculo de la natu-
raleza , ¿ qué no seria entonces , cuando se ostentaba como una her-
mosísima virgen , coronada con las flores de la mas encantadora de
todas las primaveras ? Una sola prohibicion pesaba entonces sobre los
sentidos. Se les habia vedado el abuso que se podia hacer de ellos , se
les habia prohibido que supiesen lo que era sensualidad. El mismo
Dios le habia enseñado al primer hombre lo que necesitaba saber res-
1159
pecto á la ciencia del Mal. Se contentó con decir : « No comas de la
fruta del árbol que está en medio del Paraiso , porque morirás dos ve-
ces , en carne y en espíritu.»
-Esa es otra dificultad que se me ocurre. Si los hombres hubieran
sido inmortales , ¿ cómo hubieran cabido en la redondez de la tierra ?
-Tengo que advertirte dos cosas , hijo de Al-Gazel : la primera es,
que los hombres no se hubieran multiplicado tanto , porque el gran
misterio del Número se habria cumplido mas pronto.
¿Qué quieres decir?
Que el número de criaturas humanas glorificadas , que está señala-
do desde el principio , se habria completado mucho antes ; pues todos
los nacidos en inocencia , sin culpa original , serian otros tantos ele-
gidos . En segundo lugar , debo advertirte que es imposible formarse
siquiera una leve idea de la altura á que hubiese podido llegar el hom-
bre perfecto é inmortal en las ciencias y en las artes . La naturaleza
del aire , pervertida despues de la culpa y del Diluvio , no hubiera
opuesto , como ahora , un obstáculo al hombre para cambiar de pla-
netas. Esos coros armoniosos de innumerables astros que centellean
en el azul de los cielos, hubieran ofrecido otras tantas moradas de de-
licias á la raza de Adan , que se hubiera elevado por el camino de las
inocentes virtudes, de sol en sol, hasta el espléndido trono del Altísimo .
Calló el anacoreta , elevó sus ojos al cielo , y dos lágrimas rodaron
por sus mejillas . El venerable anciano lloraba , pensando en los innu-
merables dolores de cuerpo y de espíritu que cayeron ¡ ay ! sobre los
desdichados hijos de Adan.
El árabe permaneció algunos momentos meditabundo .
Al fin dijo :
-Pero , en último caso , no esplicas el gran misterio. ¿ Qué tiene
que ver todo lo que has dicho con la cuestion principal ?
El anacoreta clavó en el árabe una mirada que parecia decir :
-¿Luego no me has entendido?
-Deseo que te espliques mas por estenso , dijo el descendiente de
Al-Gazel.
-¿Has comprendido la causa de la caida de nuestros primeros
padres ?
-Si.
-Por consiguiente , admitirás que el abuso de nuestra libertad nos
degradó.
-Si .
-Degradados , no podíamos llegar á nuestros fines sin una rehabi-
litacion.
-Si , sí.
-En ese caso, comprenderás la necesidad de que el segundo Adan
haya venido...
-No te canses , interrumpió el árabe , que conocia perfectamente
los libros sagrados . Estoy conforme en todo eso .
-Pues he aquí que entonces admites á la Virgen Madre.
-¡Cómo !
-Siendo ella el modelo divino , el tipo de la mujer , segun el pen-
samiento del Criador , ha debido concebir , como lo hubiera hecho
Eva , si no se hubiese degradado. De modo que la Virgen Madre y el
segundo Adan han venido á realizar, por una especie de escepcion di-
1160
vina , originada de la bondad de Dios hácia sus criaturas , lo que en-
tonces hubiera sido la generalidad feliz de la especie humana.
El asombro se pintaba en el semblante del árabe , á medida que se
iba fijando en la profundidad de las ideas del cenobita.
-Paréceme que son tus razones tan poderosas como nuevas. Aún
no comprendo toda su fuerza ; pero vislumbro que dices cosas gran-
des. ¿A qué espíritu del cielo has ido á preguntarle ciencia tan mara-
villosa ?
-Al Dios del Sinaí . Todavía podré darte algunas mas aclaraciones,
supuesto que dices que vislumbras , pero que no ves claramente la luz
de la verdad . El Paraiso existió en el mundo y en el hombre, en el pe-
riodo de la espontaneidad , en los dias de la inocencia. Aún conserva
el hombre una especie de reflejo de aquellos momentos venturosos.
En la primavera de la vida todo le sonrie, y entonces ama con ternura
inefable , con sublime abnegacion , con pureza angelical. Entonces la
imágen bella de la mujer querida nunca se le presenta entre voluptuo-
sos ensueños , siempre la mira rodeada de una atmósfera de candor.
Entonces el mayor de los delitos para él seria el mancillar , siquiera
con el pensamiento , la sublime pureza de su amor. ¿Y se dirá que en-
tonces el corazon del hombre no ama? Si alguna vez ama verdadera-
mente , ¿ no es en aquella época dichosa ? Ahora bien , un amor seme-
jante , pero mucho mas enérgico , mucho mas puro y sublime , se
hubiera esperimentado en el Paraiso , si el hombre no se hubiera de-
gradado , materializándose y haciéndose mortal . El hijo del cielo y de
la tierra, con la propia actividad de su pensamiento y de su amor, soñó
á Eva , y luego vió realizarse su idea de amor por la mano del Eterno,
que tanto amor profesa á sus criaturas. Del mismo modo el hombre
hubiera generado , como se conciben y generan las ideas , como el ar-
tista realiza su obra , como el Eterno creó al Universo , como Dios se
hizo hombre.
-i Es verdad ! esclamó el descendiente de Al-Gazel. La bella som-
bra del Paraiso aún se encuentra en los breves dias de la juventud,
cuando amamos con pureza ... ¡ Cuán felices hubiéramos podido ser los
hijos de Adan !
Y sin embargo, hijo mio, el Espíritu de tinieblas , que oscureció la
luz de las gracias naturales que el cielo habia concedido al hombre,
saldrá al fin derrotado , porque el Criador sabe el arte maravilloso de
aumentar el bien à medida que mas soberbio se levanta el Génio del
mal. Si en el estado primitivo el género humano hubiese ascendido,
como los ángeles de la escala de Jacob , de esfera en esfera , hasta ser
una potestad al pie del trono del Eterno ; aun cuando su dicha hubiera
sido inmensa y comparable á un cielo que jamás se hubiese empañado
con nubes , el hombre no habria conocido el valor sin límites de los
dones que el Criador le habia prodigado. Para saber apreciar la calma
es preciso haber esperimentado los horrores de la tempestad . Es cierto
que , para librarnos del naufragio , la Divinidad misma quiso joh bon-
dad ! cubrirse con el velo de la carne. Hasta entonces duró la noche
lóbrega de la culpa . Entonces quedó reconciliada la tierra con el cielo.
Desde entonces comenzó á brillar la aurora de la salvacion del género
humano. Es verdad que las lágrimas han corrido á mares de los ojos
de los hombres; pero tambien se ha comprendido una cosa que se hu-
biera ignorado eternamente , la belleza sublime del dolor y las santas
1161
lágrimas de la penitencia. ¡ El Espíritu de tinieblas ha sido mas humi-
llado , el hombre mas ensalzado , el poder del Criador mas temido y su
bondad mas conocida de todo el Universo !
Profunda impresion habian causado en el ánimo del árabe las pa-
labras del santo anacoreta. El corazon del mancebo se hallaba agitado
por una lucha cruel entre la fé de sus padres y la palabra vivificante
del Cristianismo. No se le ocultaba al anciano lo que en aquellos mo-
mentos pensaba y sentia el descendiente de Al-Gazel , cuyo espíritu
procuraba iluminar con piadoso celo.
¡ Oh Señor ! esclamó el venerable cenobita trasportado de gozo.
¿Quién no os amará, Criador del cielo y de la tierra? Vuestra belleza es
incomparable , vuestra bondad infinita como vuestra sabiduría , irre-
sistible vuestra fuerza y vuestro poder sin límites. Siempre en accion .
siempre en descanso , sosteneis , llenais y conservais el Universo , y al
cambiar vuestras obras , jamás cambian vuestros designios...
-¡Anciano ! esclamó súbitamente el jóven árabe. La luz ha pene-
trado en mi espíritu . ¡ Soy cristiano ! ¡ Soy cristiano !
¿Quién podrá pintar el alborozo del cenobita? Hondamente conmo-
vido esclamó :
-¡Hermano mio ! ¡ Hijo mio ! ¡ He hallado un hermano !
Y así diciendo , el venerable anacoreta , llorando de alegría , estre-
chaba en sus brazos al nuevo discípulo de Cristo .
Durante algunos dias el árabe permaneció en la gruta del anacore-
ta , recibiendo sus instrucciones acerca de los misterios de nuestra
santa Religion . El hijo de Al-Gazel manifestó sus deseos de ser bauti-
zado en las sagradas aguas del Jordan . Cuarenta años hacia que el
anacoreta habitaba en aquel retiro ; pero su ardiente caridad se prestó
á complacer á su jóven y amado discípulo , abandonando por espacio
de algunos dias su solitaria mansion. Ambos cmprendieron á pie una
marcha penosa . Cuando llegaron á las márgenes del rio donde fué bau-
tizado el mismo Dios , los caminantes se postraron de rodillas y oraron.
Luego el cenobita con una concha del rio derramó sobre la cabeza
del jóven el agua que purifica de la culpa original , en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. En memoria del santo hijo dė Za-
carías , que ayunaba en el Desierto y bautizaba en el Jordan , el anaco-
reta puso á su discípulo por nombre Juan , que significa : el que tiene
gracia del Señor.
Despues de tan solemne ceremonia , el anacoreta trató de volver á
su gruta , mientras que Juan determinó regresar á Alejandría , su pa-
tria. Al despedirse los dos cristianos se estrecharon cariñosamente ,
derramando dulces lágrimas de amistad . El anciano , inspirado por el
Espíritu divino , esclamó :
-Llegarás , hijo mio , á tu patria , y repartirás tu hacienda á los po-
bres. Tú has recibido del cielo una fé viva . ¡ Cumple los decretos de la
Providencia ! Llegará un dia en que habitarás en la soledad del Desier-
to. Ese dia no está lejano , porque mi muerte está próxima. ¡Tú sepul-
tarás mis restos ! Parte , y regresa pronto à la soledad... ¡ Adios , hijo
mio! ¡Ya no nos volverémos á ver en la tierra !
Enternecido y admirado separóse Juan del anacoreta . No era in-
fundada la admiracion del mancebo . Este , en efecto , habia pensado
en su alma el abandonar al mundo y hacer vida penitente. ¡ El espiritu
de profecía habia revelado esta resolucion al santo anacoreta !
146
1162
¿Qué lengua mortal podrá decir el estado de perfeccion à que habia
llegado aquel hombre santo? En lugar de haberse amortiguado su sen-
sibilidad con la vejez y la penitencia , habia llegado al mas alto punto
de ternura y sentimiento , no para amar los vanos placeres del mundo ,
sino para adorar las delicias inmortales . ¡ La fuente del amor nunca se
seca en el corazon humano ! ¡ El amor aspira siempre á elevarse mas
alto , y no sufre verse encadenado por los grillos de la tierra ! ¡ Dios es
la suprema belleza , la suprema virtud , la verdad suprema !
El dominio del Universo se ha concedido al que sepa dominarse á
sí propio . El mundo material comienza en nosotros mismos . Cuando
nuestro cuerpo no hace otra cosa sino lo que el espíritu de razon orde-
na, entonces el cuerpo humano es un templo viviente de la Divinidad ,
donde noche y dia resuena sin cesar la armonía del sentimiento y de la
idea, de lo invisible y de lo visible , de la accion y del pensamiento ,
de la criatura y del Criador . Cuando se llega á este dichoso estado , es
cuando se escuchan las armonías inefables del cielo . Cuando el hom-
bre llega , por el heróico esfuerzo de todas las virtudes , á ser igual á sí
mismo ; cuando ha sujetado la naturaleza humana á la razon divina ,
entonces podrá decir á los montes que se arrojen al mar , podrá decir
á los mares que separen sus aguas , podrá decir al sol que se detenga
en su carrera , y los montes y los mares y el sol le obedecerán como á

anano
El era
su sob . eta se habia retirado al Desierto para perfeccionarse en la
cor
virtud y purificar su alma de los crímenes de su edad juvenil .
Pero su vida , como hemos tenido ocasion de ver, no era esclusiva-
mente contemplativa . No solo deseaba el bien para sí mismo , sino que
tambien procuraba estender su caridad á los demás hombres . No se li-
mitaba el santo cenobita á abstenerse de obrar mal , sino que se esfor-
zaba por practicar el bien . La soledad y la sociedad eran igualmente
atendibles y respetables para el virtuoso anciano . Buscaba la soledad
para no tener obstáculos en sus coloquios con el Espíritu de Dios . Bus-
caba á los hombres para prestarles todos los auxilios que estaban á su

. víspera del dia en que iba á cumplirse un año desde el bau-


Eraela
alcanc
tismo del descendiente de Al-Gazel. El cenobita aguardaba al dia si-
guiente á su amado Juan , á quien ya no volveria á ver.
La noche sosegada habia estendido su velo sobre la creacion . Es-
cuchábase el ruido múltiple y confuso de las hojas de los árboles y del
vuelo de los insectos y de las aves nocturnas . La balsámica respiracion
de las flores inundaba de aromas el ambiente , y la blanca luna se os-
tentaba en toda la plenitud de su melancólica belleza , y las alas del
céfiro resonaban á intervalos en las atrevidas copas de las palmeras .
Era tal la trasparencia de la atmósfera , que se hubieran podido ver las
alas de oro de los ángeles del Empireo . Las mas hermosas noches de
Europa no podian compararse cun aquella noche .
El santo anacoreta volvió los ojos hacia su vida pasada , que llega-
ba á sus oidos como el eco de un trueno lejano .
Y pensando en que habia llegado al mas alto punto de la actividad
de su corazon y de su entendimiento , esclamó :
¡ Oh Dios mio ! Yo te rindo gracias , porque has sostenido hasta el
fin todas las fuerzas de mi sér que ama y piensa . ¿ Qué he de decirte,
Dios mio? ¡ Santo !; Santo ! ¡ Santo !
1163

Este era el único lenguaje , aunque insuficiente , que hallaba el an-


ciano para espresar su amor divino.
La aspiracion hacia un objeto mas alto existe en toda la naturaleza,
y todos los séres la espresan á su modo. La tierra aspira á condensar-
se en piedra, la piedra desea echar raices de granito y elevar á las nu-
bes su frente de roca engalanada de musgo , la planta aspira á ser ár-
bol , y el árbol se remonta á los espacios. Todo aspira en la naturaleza
á elevarse á la esfera celeste. Y tú , espíritu del hombre , en las alas
de fuego del amor y de la inteligencia , eres arrebatado de horizonte
en horizonte , cada vez mas estenso , hasta el Sér infinito que te recibe
en su seno de amor , y allí lo sabes todo y lo amas todo , y allí des-
cansas.
Postrado de rodillas sobre la cima del monte hallábase el anacoreta
con las manos cruzadas sobre el pecho y con los ojos fijos en los dis-
tantes campos del éther , donde ruedan , brillan , crecen , germinan y
mueren infinitos mundos.
Cuando mas absorto se hallaba el cenobita en su oracion , oyóse un
ligero ruido y apareció una sombra que se dirigia lentamente hácia el
anciano.
Y se oyó una voz que dijo :
-¡Ya puedo morir !
Diríase que era el ángel de la muerte , que se le aparecia al ana-
coreta.
La sombra se arrojó á los pies del anciano repitiendo :
---¡Ya puedo morir ! ¡Vos oireis la confesion de mis culpas ! ¡ Vos
me consolareis en mi último trance !
--¡ Dios no me habia permitido que adivinase tu venida !... ¿ Quién
eres?
-Una pecadora.
¿Y qué buscas ?
-La sepultura.
-Yo no podré prestarte ese piadoso servicio .
-El Señor me envia á tí.
La recienllegada era una anciana cubierta con un vestido de hojas
de palmera. Su cuerpo estaba encorvado por la vejez , y sus cabellos
broncos parecian lana blanca .
-¿Qué quieres de mí ? preguntó el anacoreta. Mis momentos estan
contados , y pronto dejaré esta vida.
-Has de saber que yo he sido en mi juventud muy hermosa , pero
tambien muy criminal. ¡ Fui sacrilega é incestuosa ! Yo tuve amores
con mi propio padre...
-¡Qué horror !
-Despues fuí monja en el monasterio del monte Carmelo , y una
noche abrí mi celda á un caballero muy galan que habia conocido en
España ; pero un prodigio que la piedad divina se dignó obrar para mi
salvacion , me hizo adoptar el camino del arrepentimiento y de la pe-
nitencia. Me pareció que una imágen de Cristo que habia en mi apo-
La estrella de Argos , segun observó en 1837 sir J. Herschel, pasó de pron-
to , de segunda magnitud que antes habia sido , á ser de primera , adquiriendo
mayor brillo. En el dia parece ya pálida á su lado la estrella de la Cruz del
Sud. Tambien se ha observado la debilitacion de algunas estrellas y la estipcion
de otras.
1164

sento , se desasió de la pared , y aproximándose con aire dolorido , me


suplicó que no le ofendiese mas , crucificándole de nuevo con mis cul-
pas. Tanta ternura en todo un Dios !...
-Hermana mia , los ángeles en el cielo se regocijan infinitamente
cuando un pecador abandona los malos caminos y se vuelve hácia su
Criador.
---Su santa gracia me condujo á la vida penitente , y creo que ya los
dias de mi expiacion estan cumplidos. Algun tiempo despues de aque-
lla memorable noche de que acabo de hablarte , los soldados del Sol-
dan Khalil asaltaron el monasterio y lo entregaron a las llamas , enfu-
recidos porque las vírgenes del Señor habian querido guardar a todo
trance su pureza. A muchas degollaron , otras fueron victimas del in-
cendio , y muy pocas se salvaron . De este número fui yo una. Acosada
por los remordimientos de mis culpas horrendas, fui á confesarme con
un venerable monje que tenia gran fama de virtud. Horrorizado aquel
varon piadoso de mis inauditos crímenes , me mandó que hiciese ás-
pera penitencia en un desierto , y que me pusiese en cada brazo y en
el cuello una argolla de hierro. Díjome que no podia darme la absolu-
cion , y que ni tampoco la implorase de ningun otro ministro del Alti-
simo hasta que las argollas no se rompiesen , pues esta seria la señal
de que la justicia de Dios estaria ya satisfecha. Me profetizó tambien
*
que , cuando esto acaeciese , estaria ya próxima mi muerte , y que el
Espíritu de Dios me inspiraria á quién habia de buscar para que me
diese la absolucion de mis culpas. Y todo se ha cumplido al pie de la
letra ! Cuarenta años he habitado en el Desierto , haciendo áspera pe-
nitencia y llevando siempre las argollas de hierro.
¡ Cuarenta años ! esclamó el anacoreta . Este mismo tiempo hace
que habito yo en esta gruta.
El cenobita estaba admirado de que la penitente hablaba en espa-
ñol ; y esta no estaba menos sorprendida , al oir que el anciano le ha-
bia contestado en el mismo idioma. El anacoreta no dudaba que aque-
lla mujer era española ; pero ella no podia asegurar lo mismo en el
anciano , pues este le habia dirigido sus primeras preguntas en árabe.
-Yo he habitado en el Desierto desde que los caballeros Templarios
perdieron la Tierra-Santa.
-¡Yo tambien he sido Templario ! murmuró el cenobita. Sigue ,
hermana mia , añadió , sigue tu historia.
---Nada tengo que decirte mas , sino que hace tres noches , estando
durmiendo , senti que las argollas se partieron , y oí una voz en sue-
ños que me dijo : « Se han cumplido los dias de tu expiacion. Dentro
de tres dias habrás dejado de existir . Prepárate ahora para luchar con
mas fuerza que nunca , pues el Espíritu de tinieblas querrá aprove-
charse de tan corto plazo , para asaltarte mas fiero que nunca. Y
arrebatada por el espíritu , en el mismo instante me puse en camino,
y no he dejado de andar hasta que te he encontrado. La voz de mi
sueño no mentia . Durante mi marcha , la sed , el hambre y el cansan-
cio me hubieran hecho desesperar y blasfemar , y dejarme morir sin
tu absolucion , si no me hubiese sostenido la misericordia de Dios.
En seguida la penitente se arrodilló á los pies del santo cenobita,
y comenzó á referirle todas sus culpas, desde su mas temprana juven-
tud , desde su residencia en la aldea de Alconetar.
-¡Elvira ! esclamó el anciano . ¡ Elvira ! ¿ Eres tú ? ¡ Ah ! Tú fuiste la
1165
primera mujer que me inspiró un amor puro como el amor de los án-
geles . ¡Y tú tambien fuiste la primera mujer que llenaste mi alma con
la amargura del primer desengaño ! ¡ Cuánto padecí , viendo que ama-
bas á D. Guillen !
-¡Alvaro ! esclamó Elvira. ¡ Alvaro del Olmo ! ¡ Dios mio ! ; Quién
habiade pensarlo ?
El lector recordará , sin duda , lo que hemos dicho en otro lugar.
Cuando los Templarios abandonaron á Jerusalen , el desgraciado Alva-
ro se hallaba casi moribundo de resultas de la herida que le habia
causado Gomez de Lara. Despues de su larga convalecencia , acosado
por el recuerdo de su crímen en Roma , y deseoso á la vez de retirar-
se al desierto , y obligado hasta cierto punto por los votos que habia
pronunciado , á hacer una vida ejemplar , adoptó la resolucion que
hemos visto , despues de haberla consultado con el Prior del monas-
terio de San Sábas , el cual le desvaneció todos sus escrúpulos , fun-
dándose , no solo en la imposibilidad en que à la sazon se hallaba de
regresar á Europa , sino tambien en que no debian despreciarse los
avisos interiores de una vocacion fervorosa.
Tierno y patético sobremanera fué el reconocimiento de nuestros
dos personajes. Ambos divisaban las flores marchitas de su vida pa-
sada, desde la cima de cuarenta años , al modo que desde la cumbre
del monte se divisaban los dilatadísimos arenales del Desierto.
-Yo te despreciaba entonces , querido Alvaro , porque te superaba
en riqueza y en poderío. ¡ Oh ceguedad ! Pero ahora adoro tu virtud,
y me ves aquí postrada ante tus plantas.
-Y yo tambien , bienaventurada Elvira , ahora , cubierto de canas y
al borde del sepulcro , te respeto y te amo con un amor mucho mas
puro y angelical que en los dias de mi primera juventud . La santidad
de tu alma no es la belleza mas sublime?
Alvaro y Elvira , prosternados en la cima del monte , y con las ma-
nos cariñosamente estrechadas, elevaron al cielo sus preces .
-¡Padre Eterno ! esclamó Alvaro , haz que hayamos nacido para tu
gloria á para nuestra felicidad . ¡ Dános tu gracia para que hasta al fin
te amemos de todo corazon , y de toda nuestra alma , y de todas nues-
tras fuerzas , y de todo nuestro entendimiento !
Y Elvira esclamó :
-¡Vírgen Purísima ! ¡ Ábrenos las puertas estrelladas del cielo, y
desde tu trono de candor vuelve tus ojos hácia nosotros , que tanto he-
mos llorado en este valle de lágrimas ! ¡ Mira nuestra fé , oh Reina de
los ángeles ! ¡ Adorable y dulce Madre , ten en cuenta nuestro amor !
¿ Qué importa que seamos pecadores ? Te amamos y te pedimos , y tú
eres clementísima . ¡ Toda tú eres dulzura y pureza y amor !
Alvaro , durante su peregrinacion en la tierra , llegó á comprender
en toda la plenitud de la inteligencia y del sentimiento la belleza de la
creacion , la bondad de la accion , la verdad universal .
Y el alma de Elvira nadaba en las delicias inefables del amor di-
vino.
Como en el silencio de ' una noche de primavera se pierden en el
espacio los últimos trinos del ruiseñor enamorado , ó como se estin-
guen las dulcísimas vibraciones de un arpa eólia , así , pero no así,
sino con mucho mas suave dulzura , se estinguió la llama vital en el
corazon de Alvaro y de Elvira . Sus ángeles custodios recogieron sus
1166
últimos suspiros , y fueron testigos del inefable misterio , del gran
milagro de la union del alma con Dios , último fin de la actividad del
espíritu , que sacia su sed de lo infinito en el manantial inagotable de
la belleza y de la verdad y del amor eterno.
Alvaro y Elvira se quedaron inmóviles y postrados de hinojos. Pa-
recia que aún se hallaban embelesados en el delicioso éxtasis de sus
oraciones. Un bello rayo de luna , como una aureola mística , venia á
iluminar las frentes de los bienaventurados .'
La noble porcion de aquellas dos criaturas se confundió en el
Ether , como se confunden en uno dos rayos de luz que se reunen. El
alma de la penitente y el alma del justo ascendieron en una nube de
oro y azul á otra mansion , cuya necesidad concebimos , cuya existen-
cia sabemos ; pero cuya forma no es dado pintar á el habla insuficien-
te y mezquina de los MORTALES.

FIN.
Iam 25

de S Gonzalez Madrid.

La noble porcionde aquellas dos criaturas se confundio enel Ether como


se confunden en uno dos rayos de luz quese reunen
PLANTILLA PARA LA COLOCACION DE LAS LAMINAS

DEL

TOMO SEGUNDO .

Láminas. Páginas.

Retrato de Mari - Ruiz . 699


13 . · 726
14. · · 802
Retrato de Alvaro del Olmo 808
15. · 877
16 . · 904
17. 955
18 . 984
Retrato de D. Guillen.. • 996
19. • • . 1009
20. 1050
Retrato de Nogaret . 1057
22. . · 1098
21 . . • 1110
Retrato de Mr. Santiago Molay. · 1112
23 . · 1140
24. · • 1151
25. 1166

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