Los Templarios Tomo 2 Repaired
Los Templarios Tomo 2 Repaired
Los Templarios Tomo 2 Repaired
LOS m 83 ;
т
-3
TEMPLARIOS .
NOVELA ORIGINAL
DE
TECA UNIVERSI
DMACIÓN DEL FYOMG
D. . F. GAYJU
1304
MADRID
TOMO II.
MADRID :
IMPRENTA DE J. CASAS Y DIAZ ,
Lope de Vega , 19, pral.
1857 .
O
CAPITUL
LIII.
Navegacion .
hasaba
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Pálida y penlas
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iva . la hermosa jóven , recelando tal vez que
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Élbres! ursó. la hermosa francesa . ¡ Es mi amado español !
ch-¡ murmado
IN QIÓN DEL CYCK
SR. . . . CA
1894
M
663
salen , no le quedó otro medio que resignarse ; pues hubiera sido in-
útil buscar otro bajel que con mas seguridad les condujese al término
de su viaje.
-¡ Smirna ! esclamó de pronto Jimeno , que se hallaba sobre cubier→
ta en compañía de sus dos amigos .
Tendieron la vista , y en el fondo del golfo del mismo nombre di-
visaron la famosa ciudad , reclinada sobre una estensa colina de cipre-
ses , y á la izquierda se estendian hermosas campiñas sombreadas de
verdes arboledas , que se dilataban hasta los montes de donde se des→
gaja el rio Meles . Jimeno contemplaba todos aquellos lugares consagra-
dos por la infancia y la lira del Principe inmortal de los poetas . Por
do quiera que giraba sus ojos , le salia al encuentro el recuerdo de Ho-
mero , y junto á las márgenes del rio le parecia vislumbrar la sombra
augusta del venerable anciano , y en las límpidas ondas que se quebra-
ban en los costados de la nave con lánguido murmurio , creia escuchar
aún las inmortales vibraciones de la lira que , dominando siglos y si-
glos , llega hasta nosotros , y nos conmueve y nos arrebata de admi-
racion , ora lánguida y suave como la plácida luz de las estrellas , ora
robusta y tonante como el ronco bramido de los mares agitados por
Neptuno.
-Alli ! esclamó Jimeno . Allí acaso aún pudiéramos encontrar el
árbol donde la pobre esclava Criteida depositó en el cañaveral el fruto
de sus entrañas …..
El trovador, recordando su propio destino , lloraba á la vez de dolor
y de júbilo .
-Cuán desgraciado fué el cantor inmortal ! ... ¿ Será destino del
genio el llorar sobre la tierra mas amargamente que el resto de los
mortales ?... El pobre niño abandonado debia ilustrar un dia con sú
gloria imperecèdera el nombre del rio , de las islas del Egéo y de toda
la Grecia. La luz divina que Dios habia infundido con tan maravillosa
y benéfica prodigalidad en el hijo de la esclava , habia de ser, andando
el tiempo , la que debia reflejar eternamente una de las grandes pági
nas del género humano . Homero , Moisés de la poesía , es el sol esplen-
doroso á cuyos rayos pueden leer la historia de la antigüedad todas
las generaciones que siguieron y seguirán al gran poeta hasta el fin
de los dias. ¡ Oh mágia del genio y de la gloria ! ¡ Sagrada inspiracion !
¡ Voz armoniosa y divina de las Musas ! .... Vosotras os reclinais en la
eternidad...
El jóven trovador lloraba de entusiasmo , y permaneció inmóvil so-
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debian estar muy lejos de tierra , y pidieron al capitan (que los dejase
670
ros de viaje y de infortunio . Durante largo rato los tres náufragos fue-
ron vagando á merced del enfurecido elemento . Silenciosos , afligidos ,
horriblemente afectados por el espectáculo aterrador de la tempestad ,
aquellos tres hombres presentaban la imágen desoladora del mas hor-
rendo infortunio . Una ola furiosa pasó encima de ellos como un lí-
quido torbellino. Don Guillen habia sido separado de la balsa , y cuando
el desdichado tornó en sí , encontróse luchando con las ondas agitadas ,
habiendo perdido de vista á sus tristes compañeros .
¡Qué situacion tan horrible la de Gomez de Lara ! En medio del
frio que tenia ateridos sus miembros , su cerebro ardia en la mas es-
pantosa fiebre ; nunca su imaginacion habia estado mas escitada ; entre
las ondas mugidoras se le presentaban todas las risueñas imágenes de
la felicidad y de la vida , como si quisiesen insultar su afliccion. Ya no
le quedaba mas esperanza que nadar hasta donde alcanzasen sus fuer-
zas ; cuando estas se agotasen , no tenia mas remedio que morir con
el suplicio de los ahogados. ¿ Quién podrá penetrar en los abismos del
pensamiento del náufrago ? En aquellos crueles instantes su alma es-
perimentaba una tempestad semejante á la que alborotaba al mar y al
cielo. ¡ Bajo cuántas formas repugnantes se ofrecia la muerte á sus ojos !
¡ Con qué siniestro y lúgubre fragor zumbaban las aguas en sus oidos !
Miraba en torno suyo , y nada veia sino la líquida llanura que muy en
breve habia de servirle de sepulcro . Era una cosa verdaderamente hor-
rible el verse allí, sano , jóven , lleno de vida , aguardando el último
trance de la muerte , sin auxilio , sin esperanza , con todas las angus-
tias de una prevision tan espantosa como exacta y estéril , prevision
cuyo término para el triste náufrago era ahogarse , pero que antes le
hacia ahogarse mil y mil veces . En el cielo no veia mas que la negru-
ra de las nubes , en el aire el rayo y los relámpagos , y en el mar la
blancura de la espuma , símbolo de la ira del ángel de los mares .
Y la noche era eterna , y la lucha desigual , y el fin indudable , y
la agonía sin límites , y el cansancio creciente . Por un rasgo caracte-
rístico de su índole , D. Guillen no se dejó dominar hasta el último es-
tremo de la desesperacion; pues al contrario, en medio de tan espantosa
tempestad , su orgullo indomable habia formado como una especie de
empeño en domeñar sus furores , y aun á la luz de los relámpagos veia
brillar la esperanza .
Pero aquella misma esperanza que su orgullo le fingia , era para el
triste náufrago un nuevo suplicio . La fatiga aumentaba en él á cada ins-
tante, á cada oleada . En el esceso de angustia en que se hallaba, se
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674
pestad se habia calmado algun tanto , y hasta las mismas olas pare-
cian complacerse ahora en arrojar al náufrago hácia la playa . Cuando
Gomez de Lara, no sin algunos esfuerzos , logró pisar la tierra , sus ojos
brillaron de orgullo , irguió su cabeza arrogante, y con una sonrisa de
triunfo , y con una espresion de altivez soberana, miró alternativamente
al mar , á la tierra y al cielo .
En seguida el señor de Alconetar tendió los ojos por las desconoci-
das y desiertas costas , y en vano procuró divisar una ciudad , una aldea ,
una cabaña , un albergue en donde reposar de sus pasados trabajos .
Aunque doblado de fatiga , resolvió internarse por ver si encontraba al-
gun asilo; pero á los pocos pasos se detuvo , pues creyó distinguir un
hombre que estaba sentado poco distante del mar. Lentamente se fué
aproximando Gomez de Lara al jóven , que en su actitud demostraba es-
tar poseido del mas profundo dolor, de tal manera , que ni aun sintió los
pasos de D. Guillen , el cual á su vez esperimentó la mayor sorpresa.
Gomez de Lara habia reconocido á su amigo Jimeno, que delante de sí
tenia à una hermosísima jóven vestida de blanco, y cuya cabeza , lán-
guidamente caida, sostenia el trovador sobre sus brazos,
¡ Figúrese el lector con cuánto júbilo no abrazaria D. Guillen á su
amigo Jimeno !
El trovador , sin embargo , permaneció casi insensible, á este en-
cuentro. El dolor de que se hallaba poseido, absorbia todo su corazon .
La hermosa jóven, con las abundantes trenzas esparcidas sobre su albo
cuello , con los ojos velados por sus largas pestañas , parecia un ángel
dormido; pero ¡ ay ! no era ya mas que un cadáver.
-¡Oh , mi querida Amalia ! ¡ Mi adorada Amalia ! esclamó al fin el
desolado trovador : ¡ Amalia ! ¡Amalia ! ¡Amalia!
Y se quedó répitiendo sin cesar este nombre idolatrado , este nom-
bre que era todo cuanto quedaba de su amor.
Largo rato permaneció Gomez de Lara en la desierta costa, con-
templando á su desventurado amigo , que sumergido en un sollozo sin fin,
solo articulaba con voz llorosa:
-¡Amalia! ¡Amalia ! ¡Amalia!
El señor de Alconetar, fijando sus ojos en el mar , cada vez mas
tranquilo , vió cruzar á lo lejos dos galeras venecianas que venian de
Constantinopla . Gomez de Lara pensó que aquellas naves podian tal
vez auxiliar á la galera encallada, á la cual no podian menos de divi-
sar , suponiendo que ya no hubiese perecido . Entonces D. Guillen
se arrepintió de haberse lanzado al mar , afligiéndose sobrema-
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1
Pomponio Mela, Lucrecio y Diodoro Sículo hablan largamente sobre los
varios y maravillosos efectos de los rayos del sol , cuando al amanecer asoma por
la cumbre del monte Ida. - Dicese que este magnífico fenómeno es producido ,
tanto por los accidentes ópticos de la luz á larga distancia, cuanto por la densi-
dad, humedad y sequedad de los vapores y exhalaciones que se encienden y re-
flejan la luz de varios modos, fingiendo mágicas perspectivas.
677
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CAPITULO LIV.
-Se me ocurren muchas cosas ; pero ninguna que pueda tener fácil
ejecucion y fecundos resultados . Segun te esplicas , parece que en pre-
sencia de D. Hernando se te ocurrió alguna buena idea. ¿No es así? Aca-
ba, amigo Castiglioni , acaba de revelar tu proyecto ; pues , segun bar-
runto , debe ser digno de tu buen magin.
-No creas , sino que así es la verdad.
-Pues acábense de una vez los misterios , y canta llano y claro.
-Digote que hubiéramos podido hacer un pan como unas hostias ,
si á ese necio de Comendador no se le hubiese ocurrido la maldita idea
de darnos estos guias.
----Veamos .
Y dirigió una mirada hácia los guias , una mirada que era una
sentencia de muerte.
-¡Muy bien pensado ! esclamó Castiglioni . Esa es justamente mi
opinion .
-Ahora queda lo principal . ¿ Cómo llevarémos á cabo nuestro plan?
-Ya he pensado en ello .
-La cosa merece la pena de examinarse .
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-Con tal que una suposicion muy fundada tenga efecto , aseguro
desde ahora que sera nuestro el triunfo .
-Edificar sobre suposiciones es lo mismo que edificar sobre arena .
-Sin embargo , hay suposiciones que casi son hechos , y si me apu-
ras mucho, te digo que ni aun debemos fiarnos de los acontecimientos ,
los cuales suelen venir como las visitas importunas , cuando menos se
esperan , y sin que nadie los llame ni prevea sus resultados . No hay mas
remedio sino hacer cuanto se pueda , atendidos los elementos de que se
dispone , y despues ... salga lo que saliere .
-Es , mi querido amigo , que puede salir una diablura que nos
cueste muy cara.
-En ese caso, nunca debíamos habernos metido en estas andanzas .
-Lo cortés no quita lo valiente .
-En resolucion , ¿ cómo suprimirémos esos tres hombres ? .
-Yo no sé de qué manera...
-
-Te, amilanas muy pronto . Supongamos , ó mejor dicho , demos
por sentado que dentro de algunas horas , cuando mas el sol se deje
sentir , supongamos que esta gente determina , segun costumbre , ha-
cer algun alto para descansar durante la siesta ...
Castiglioni se detuvo y miró á su amigo con feroz sonrisa .
-Lo demás , añadió , se dice y hace ello solo.
-¿Y si saben que hemos asesinado á los guias ?
-¿Y cómo han de saberlo ?
-El diablo es muy sutil...
-¡ Pareces un anacoreta ! ¿ Sabes que te has vuelto muy pusiláni-
me ? ¿ Consistirá eso en que cada dia vas mas viejo ?
-Consiste en que la prudencia crece con los años . ¿ No seria mejor
que ahora mismo , por ejemplo , aguijásemos á nuestros caballos , y
fingiendo que se espantaban , encaminarnos hacia las tiendas de Khalil?
-Jamás , mi querido Sechin , imaginé que te se pudiera ocurrir
tal disparate .
-Así podíamos evitar el que esos tres inocentes ...
-¿Y qué culpa tenemos nosotros de que nos estorben ? Una de dos:
ó ponemos en planta la grande intriga que tramamos en Francia, y que
debe ejecutarse en la Palestina , ó somos unos imbéciles que nos limi-
tamos , como simples recaderos , á llevar al Gran Maestre la carta del
Comendador. Es preciso elegir entre uno y otro estremo .
Y así diciendo , Castiglioni paró su caballo en medio del camino ,
obligando á su compañero á que tambien se detuviese .
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En esto llegó á sus oidos el eco de los gritos del guia de una
caravana que pasaba algo distante de allí .
-¡Partamos ! ¡ Partamos cuanto antes de este sitio ! esclamaron los
dos á la vez.
Ambos montaron á caballo y se lanzaron á un frenético galope .
Largo tiempo caminaron silenciosos y rápidos , como si un espíri-
tu infernal les aguijase.
De pronto se detuvo Castiglioni.
-¿Sabes , dijo , que echo de menos una cosa muy importante para
nuestro propósito?
-¿Un guia ?
-Si .
-Estaba pensando en eso mismo .
-Dicen que Khalil está acampado cerca de Gaza .
-Si ; pero el caso está en que encontremos un camino que nos lleve
allá en derechura .
-¿Oyes ?
-¡Suenan voces !
-Pues bien , hé ahí lo que necesitábamos .
-¿Cómo así ?
-Quiero decir , que esas voces que suenan , deben ser de la gente de
la caravana , y esta nos podrá servir de norte en nuestro camino .
-Pero es imposible que lleven la misma direccion que nosotros
apetecemos.
-¿Y en qué fundas esa imposibilidad ?
-En que no han de ser tan incautos , que vayan á meterse en el
campamento de los beduinos .
-¿Y quién sabe si ellos son beduinos tambien ?
En fin , allá veremos . ·
Ambos se encaminaron hacia el sitio por donde iba la caravana ,
la cual , en efecto , se dirigia hácia Gaza . Nuestros cahalleros juzga-
ron que acaso los de la caravana ignoraban la aparicion de Khalil en
las cercanías de Gaza , y que tal vez muy pronto se encontraria con los
suyos amenazando los muros de Jerusalen . Apenas la caravana divisó
á los dos caballeros , hizo alto disponiéndose á la defensa , por si
acaso era acometida ; pero cuando los de la caravana , á medida que
los dos amigos se acercaban , reconocieron por su traje que eran cris-
tianos , levantaron un grito de júbilo y de felicitacion. Castiglioni y
Sechin de Flexian comprendieron , muy a pesar suyo , que la caravana
$7
690
-¿Pues cómo caminais sin guias ni intérpretes por este pais? ¿Acaso
no habeis desembarcado en Jaffa ?
-Justamente allí hemos desembarcado ; pero ¡ ay ! nos han sucedi-
do grandes desgracias .
Y así diciendo , Castiglioni comenzó á suspirar con muestras del
mayor desconsuelo . Sechin de Flexian , imitando á su amigo , puso tam-
bien la cara muy afligida .
-¿Qué os ha sucedido , hermanos ? preguntó el jefe.
691
83
HOVE
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CARNICERO
CAPITULO LV.
Delirios de amor.
MARI -RUIZ .
699
El amor llena su alma como una luz del cielo ; pero la soledad le
rodea, y su corazon rebosa de amargura , porque su amado está ausen-
te. La enamorada Blanca sale todas las tardes de la aldea , y contem-
pla de lejos el castillo , habitado en otro tiempo mas feliz por el gallardo
caballero ; otras veces se sienta con ademan doliente en la cruz del
camino , y recuerda con dulce tristeza los bellos dias de su juventud
primera , los bellos dias que para siempre huyeron . Al castillo , á la
cruz , al monte , al rio , á los chopos de la fuente , á los pintados gil-
guerillos , á cuantos objetos la rodean , parece preguntarles : «¿ No ha-
beis visto á mi amado ? ¿ En dónde está mi amado ? ¿ No sabeis cuándo
vendrá ? »
Blanca prefiere un sitio que parece tener con su alma secreta sim-
patía . En la fresca vega entapizada de verde césped habia un lugar
sombreado de sauces que inclinaban sus ramas dolientes sobre las on-
das cristalinas . Allí , durante largas horas , permanecia sentada la jó-
ven con la mano en la mejilla y contemplando las aguas que se desli-
zaban murmurando blandamente .
Hay quien dice que no son las mujeres capaces de sentir entre ellas
el noble desprendimiento de la amistad ; y aun cuando nosotros no
estemos enteramente en oposicion con semejante aserto , creemos sin
embargo que hay escepciones , y muy honrosas . ¡ Cuántas bellas é ilus-
tres damas no han sido fieles amigas !
Pero ahora no se trata de una mujer célebre en la historia por el
heroismo de la amistad . Blanca tenia por amiga á una jóven de humil-
de nacimiento , la cual se llamaba Mari Ruiz . Es posible que el lector
no haya olvidado este nombre . Mari Ruiz era la prometida del halco-
nero Pedro Fernandez.
Como la desventurada Blanca padecia de algunos accesos de de-
mencia , le habian destinado á Mari Ruiz para que la acompañase siem-
pre en sus paseos . Unas veces Mari Ruiz seguia de lejos á Blanca , y
en otras ocasiones la acompañaba de cerca , departiendo con ella y pro-
curando consolarla por todos los medios posibles . Debemos advertir ,
que aun cuando la presunta esposa del halconero estaba encargada
ahora de vigilar á Blanca , no por eso era su sirvienta , sino su amiga.
Mari Ruiz , aunque labradora no era ni zafia ni ruda ; antes bien era
viva , cariñosa , y en su andar y en su traje se notaba cierto gracioso
adeliño que aumentaba su buen parecer . Esta hermosa muchacha era
hija de Fernan Ruiz , el rentero mas rico de todos los que en aquellos
contornos labraban heredamientos del señor de Alconetar.
700
Desde muy niñas habian sido amigas las dos jóvenes ; pero esta
amistad se habia estrechado de nuevo durante la permanencia de am-
bas en el convento de Nuestra Señora de la Luz . Mari Ruiz , segun en
otra ocasion hemos oido decir al halconero , tenia una hermana monja,
á la cual estaba asistiendo la jóven todavía , cuando Blanca se encerró
en el cláustro despues de la ausencia de D. Guillen .
Hay cosas que verdaderamente son ó parecen prodigios . El lector
recordará sin duda las preocupaciones de Sor Sinforiana , la cual creia
á pie juntillo , que cuando la campana del cláustro se tañia por sí
sola no podian , dejar de ocurrir muchas desgracias en el monas-
terio; y ya tuvimos ocasion de ver que tan funestos pronósticos se cum-
plieron al pie de la letra , no solo con la muerte del buen sacerdote Gil
Antúnez , sino tambien con la defuncion simultánea de otras dos reli-
giosas, una de las cuales era la hermana de Mari Ruiz .
Ambas jóvenes , nacidas en un mismo pueblo , de una misma edad y
afligidas á la sazon , la una por haber perdido á su tio y la otra á su
hermana , estrecharon mas y mas los cariñosos vínculos que desde la
infancia las unian . Añadíase ahora otro motivo de simpatía y de inti-
midad . Ambas jóvenes lloraban ausentes á sus amados . Don Guillen y
Pedro Fernandez vivian juntos , y ellos eran el eterno objeto de las con-
versaciones de las dos amigas . Eran , sin embargo , muy diversas las
circunstancias de una y otra . Mari Ruiz , con tal que su amante tornase
sano y salvo , podia aguardar ser la feliz esposa del enamorado halco-
nero, en tanto que la triste Blanca no abrigaba respecto á su amante
sino cruel desconfianza .
Largo rato permaneció la enamorada doncella contemplando ab-
sorta las cristalinas corrientes del rio . Blanca exhaló al fin un prolon-
gado suspiro, y paseó sus ojos en torno del bellísimo cuadro que la na-
turaleza allí le presentaba . Por una parte veia á la última claridad de
la tarde las torres de la Encomienda de los Templarios ; un poco mas á
la derecha distinguíase la aldea , el soberbio castillo de los Gomez de
Lara y el suntuoso monasterio de Nuestra Señora de la Luz. Las cer-
canías de la aldea estaban cubiertas de frondosos olmos cuyas copas se
mecian blandamente al soplo de las brisas de la tarde. Al otro lado
veía se al aurífero Tajo salir al encuentro y recibir en su seno al hu-
milde rio Almonte. Alli murmuraban eternamente las aguas, como si
ambos rios , al darse el abrazo en la confluencia , sostuviesen un diá-
logo sin fin.
Frondosos y altos álamos y verdes tarayes engalanaban las riberas
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una á una como gotas de nieve sobre su corazon . «¿ Por qué tan mu-
dable es él ?» Este era el pensamiento eterno de su alma , y el origen
tambien de su amargura .
Mari Ruiz , avispada y lista , y aun herida tambien del mal de amo-
res y ausencias , procuró distraer á su amiga diciendo:
-¿Qué sabemos si ahora mismo estará D. Guillen pensando en vos
y en venir á veros cuanto antes ?
-¡Oh ! ¡ Si así fuese , Dios mio , cuán feliz seria yo !
Este solo pensamiento dilató los labios de Blanca con una sonrisa
angelical; pero aquella idea , como un rápido meteóro , desapareció bien
pronto de su mente .
Luego dijo con acento triste:
-¡No ! No será así ... La misma trova lo dice... ¡ No vendrá !
-¿Y vais á dar crédito... ?
-Escúchame .
Blanca parecia que estaba atacada de aquel acceso benigno , aun-
que no por eso menos horrible , supuesto que le hacia perder la razon ,
y con voz tristísima y vibrante , pero con ademan estraviado, comenzó
á cantar :
89
CAPITULO
dmode
sin
141
LVI
lor é inteligencia .
Insinuóse el italiano , con la astucia que le era característica , en
el ánimo del Gran Maestre , y entrando en diálogos de confianza , la
conversacion tomó el giro que Castiglioni apetecia.
721
-¡ re. de
-DMim de Se e ou
ndnc
dóna rtės
vien ! .esclamó Amalia , tomando la actitud de una
e
-V
rein am
a of os
en dida . ima , no te enfades . Ciertament que no creí que una
, pr
pregunta tan sencilla pudiera incomodarte en tanto grado .
Amalia se imaginó que su primo sabia que ella acababa de hablar
con Jimeno ; y aun cuando á este no podia hacerle la injuria de creer-
lo cobarde , sin embargo , la jóven temblaba al recordar la incompa-
rable destreza de su primo en el manejo de todas armas . Amalia sabia
muy bien que Mr. de Senancourt habia salido siempre vencedor en
todos sus. duelos , dando muerte á todos los caballeros que habian te-
nido la osadía de hacerle frente . Así , pues , Amalja procuró dominar
su indignacion y sus temores , y resolvió manifestarse tierna y com-
veniY á ci
do di endo osíen
este apas to.? de Senancourt tenia fijos los ojos en el balcon
, Mr
fr on te ro e
, qu da ba á la huerta . Amalia estaba pálida como la luna ,
735
A pesar de la fortuna ,
Yo seré tu girasol :
Como tú no hallé ninguna ,
Hermosa , como la luna ,
Sin mancilla , como el sol .
¡ Oh vírgenes de Judea !
Si acaso veis á mi amiga,
Decidle que en mi alma lea ,
Que me llame , que me siga ,
Que me adore y que me vea.
LIX .
-Ya se tratará de eso, respondió Mr. Molay con una calma ater-
radora.
751
4
Fué devorada por un incendio á principios de este siglo.
2 En el coro de la iglesia del Santo Sepulcro , donde oficiaban los griegos , ha-
759
Santo Sepulcro. Si la primera Babel sirvió para dispersar á las gen-
tes, este nuevo edificio , esta nueva y mística torre, será una Babel mas
grandiosa , mas sublime , mas tierna ; pues en vez de separarlos , solo
servirá para reunir á los hombres en una familia y en una creencia ,
en un rebaño y bajo la custodia de un solo pastor.
La capilla de la Aparicion se comunicaba con unos aposentos in-
teriores.
Era el momento en que se celebraba la ceremonia de armar caba-
lleros del Santo Sepulcro á los dos nobles catalanes . Llamábase el
uno Raimundo Montaner , y el otro Guillermo Rocafort , y se les dis-
pensaba aquel honor en gracia de los grandes servicios que habian
.
prestado á los peregrinos de Tierra-Santa y à una porcion de religio-
sos Franciscanos , á los cuales habian libertado de manos de " unos la-
drones beduinos . Los dos caballeros acometieron con tanta bizarría á
los árabes , que los pusieron en precipitada fuga , si bien los bravos
campeones recibieron en aquel desigual combate algunas peligrosas
heridas , de las cuales aún se hallaban convalecientes , á juzgar por la
palidez de sus semblantes , que , sin embargo , brillaban con la noble
espresion , á la vez marcial y apacible , de los guerreros cristianos .
La iglesia del Santo Sepulcro , compuesta de muchas iglesias y
construida sobre un terreno desigual , era en estremo oscura ; pero
esta misma oscuridad inspiraba en todos los corazones ardiente devo-
cion , religioso recogimiento . Multitud de áureas lámparas pendian de
las sagradas bóvedas , esparciendo en todos los ámbitos de la iglesia
una dudosa luz ; el humo del incienso se elevaba en olorosa y ondeante
nube , y resonaban las campanas y el órgano y los cánticos .
Luego el guardian del Santo Sepulcro se cubrió con sus vestidu-
ras pontificales , y los religiosos y los caballeros del Templo y los hos-
pitalarios de San Juan formaron un triple círculo en rededor de los
caballeros catalanes , todos con los brazos cruzados sobre el pecho .
Mientras entonaban en voz baja el Veni , Creator , el guardian
subió al altar , y los caballeros se arrodillaron á sus pies . En seguida
sacaron del Tesoro del Santo Sepulcro las espuelas y la espada de Go-
dofredo de Bullon , y dos religiosos en pie sostenian , al lado de los
dos caballeros , las venerables insignias que habian pertenecido al con-
quistador heróico de la Tierra-Santa . El oficiante recitó las acostum-
bia un pequeño círculo de mármol , cuyo centro creian ser el de la tierra . Por
lo demás , esto pudiera decirse de cualquier punto , suponiendo que el globo
terráqueo fuese una esfera perfecta.
760-
Didesne
CAPITULO LX..
oido , es el ruiseñor que todas las noches canta sobre los floridos gra-
nados de la huerta . ¡Todavía es de noche !
-Me parece haber oido ... En fin , puede ser que yo me equivoque .
¡ Oh ! ¡Quién pudiera prolongar esta noche tanto como las noches del
polo ! ... Pero abriendo la ventana , saldrémos pronto de dudas.
El trovador , procurando no hacer ruido , abrió la ventana , y el
aposento se inundó de la suave luz del crepúsculo matinal .
—¿Ves , amada mia , cómo la nueva aurora tiñe el cielo con sus ce-
lajes de oro y grana ? ¿No ves cómo las antorchas de la noche se han
apagado , y que solo allí brilla el lucero de la mañana ? ¡ Oh ! Es pre-
ciso partir...
-¡Partir ! interrumpió vivamente la enamorada jóven. ¡ Partir !
¡ Partir ! Esta palabra me atraviesa el corazon como si fuese un puñal.
•
-¿Y qué quieres , hermosa mia ? No hay otro medio mas que , ó
permanecer aquí y ser motejado de cobarde , ó partir con los valientes
que por su propia voluntad se han ofrecido á socorrer á la ciudad de
Jaffa contra el furor de los infieles . ¿ Qué dirian , si viesen que me
ocultaba ?
-Y aun cuando nada de eso hubiera , si aquí llegasen á verte...
-De eso no te digo nada , pues no me importa tanto la vida como
el honor...
Y ese honor me separa de ti !
-Separa solamente nuestros cuerpos.
-¡Oh! Ni la muerte bastará á separar las almas.
Jimeno se caló su gorra engalanada con plumas , y se ciñó su
éspada .
¡ No te vayas todavía ! Estoy segura de que esta claridad que se
ve , no es la del dia . Ayer por la madrugada hacia luna , y habia una
luz tan clara y tan hermosa como ahora , y esta noche ha debido su-
ceder lo mismo . ¡ Estoy segura de ello ! Mira , mira allí la luna todavía
sobre el horizonte . ¿ Te convences , mi querido Jimeno , de que yo te-
nia razon ? ¡ No te vayas todavía !
-Es que hoy, lo mismo que ayer, se verá la luna hasta despues de
salido el sol.
-Aún podemos estar algunos instantes mas . Cuando tú te vayas...
¡ Ah ! me horroriza solo el pensarlo.
-Pues bien , mi querida Amalia , me quedaré aquí ; porque , bien
mirado , es muy dolorosa esta separacion . ¡ Oh ! ¡ Si pudieras tenerme
aquí oculto etérnamente ! Que venga tu padre y sacie en mi su vengan-
769
za ; que mis amigos crean que huyo de los combates ; ¿ qué importa,
con tal que yo pueda prolongar algunos minutos la emocion divina de
ver tus ojos que me miran con amor ? Dices bien ; todavia es de noche ;
ese nacarado resplandor no es la mirada brillante de la Aurora , es el
pálido reflejo de la frente de Diana , que aún contempla dormido á su
amante Endimion . El canto que yo creí de las avecillas , debe ser , co-
mo tú dices , el trinar armonioso del ruiseñor , que en la estacion de
los amores entona su serenata para festejar nuestras nupcias . ¡ Oh ven-
tura ! ¡ Oh naturaleza ! 'Jamás tus encantos se han reflejado en mi alma
con mayor fuerza ni con emociones mas íntimas y deliciosas . Mi cora-
zon se inclina mas á quedarme que a irme ... ¡ Que venga la muerte ,
y aun la deshonra ! Yo las recibiré con júbilo , supuesto que ast lo quiere
mi querida Amalia .
Y así diciendo , el apasionado trovador estampó un beso de fuego
sobre la frente de su esposa .
-¿Qué dices , amada mia ? ¿ Por qué tus ojos se empañan con lá-
grimas , cuando el amor nos brinda con sus sonrisas mas encantado-
ras ? Ven , hermosa 'Amalia , ven á mis brazos , y hablemos de nuestro
amor , supuesto que aún es de noche .
-No , no , ya es de dia , ya pronto el sol podrá iluminar tus hermo-
sas facciones , para que mi padre te reconozca por el matador de Se-
nancourt... ¡ Ah ! Las flores de la primavera , los hermosos ensueños
de esta noche , los trinos del ruiseñor y el plácido murmurio de las bri-
sas , toda esta encantada melodía de la naturaleza no ha servido mas
que para adormecernos un instante en la mágica languidez de nuestros
fugaces suspiros de amor , y para despertarnos despues con el eco dis-
corde de esta palabra sombría como nuestro destino : ¡ Separacion ! ¡Se-
paracion ! ¡ Oh tormentos de la ausencia , remedo de la muerte ! ...
Amado mio , no te detengas. La claridad se aumenta por instantes .
-
-Y por instantes se oscurece nuestro destino .
De repente llamaron á la puerta.
Los jóvenes cambiaron una mirada de inquietud:
-¿Quién? preguntó Amalia en voz muy baja.
-Soy yo , señorita . ¿ Se puede entrar ?
-No te detengas .
-¡Muy buenos dias !"
-¿Viene alguien ?
-No , señora ; pero venia á avisaros de que ya es muy tarde , y co-
mo Mme . de Senancourt madruga mucho...
97
770
- -Todavía no hay cuidado .
Gimenez
CAPITULO LXI .
¿De qué , pues , le servian los placeres del cielo que promete la
ciencia ? ¡La única ciencia es saber ser dichoso !
¿ De qué , pues , le servian las riquezas , si no podia comprar con ellas
ni la dicha ni el amor ? ¡ La verdadera riqueza es un alma contenta de
sí misma !
Huyó para siempre el vago y generoso afan de la juventud .
Bramaba la ronca tempestad que hace de la vida un páramo sin
limites .
Pero D. Guillen era tan desventurado , que ni aun podia sentir y sa-
borear en toda su amargura la hiel de los dolores . ¡ El dolor tiene tam-
bien su poesía ! ¿ Qué era , pues , lo que quedaba eu el corazon del jó-
ven caballero ?
oup elp
O
L
CAPITUL
it as ribaning &
i LXII .
Los Templarios .
Al entrar por lapuerta me he despojado del bombre viejo para revestirme del bom
bre nuevo .
803
El neófito comprendió perfectamente la alegoria .
El Gran Maestre , dirigiéndose á los caballeros , preguntó :
-¿Hay alguno entre todos los hermanos que estan presentes , que
pueda tachar al aspirante de algun vicio ó accion infame , por la cual
no merezca pertenecer á la clase de caballero?
A estas palabras siguió un silencio sepulcral .
Trascurridos algunos momentos , D. Rodrigo Pimentel pidió al
Gran Maestre que se comenzase el rito para recibir á su ahijado .
En seguida los Comendadores se levantaron , y junto al altar pu-
sieron un Crucifijo del tamaño natural , escultura de tan maravillosa
ejecucion , que no parecia sino que real y verdaderamente el Salvador
de los hombres se habia aparecido allí pendiente de la cruz .
-Contemplad á Jesus Nazareno , rey de los judíos .
Y volviéndose á los Comendadores y á los padrinos , el Gran Maes-
tre dijo , señalando al jóven :
-Instruidle de lo que debe hacer .
Los Comendadores y los padrinos cambiaron algunas palabras con
Alvaro , el cual palideció espantosamente .
El jóven , sin embargo , se adelantó con aire resuelto , y llegando-
se al pie del Crucifijo , le dirigió aquellas sacrilegas palabras :
-Dios te salve , rey de los judíos .
Y el mancebo comenzó á dar de bofetadas á la sagrada efigie , que
tenia una espresion tan lastimosa , que no era posible mirarla sin mo-
verse á llanto .
Los Comendadores habían tendido la imágen en el suelo .
Alvaro del Olmo , siguiendo aquel estraño ritual , se vió en la es-
pantosa precision de escupir y pisotear ¡ qué horror ! la sacratísima
efigie . Luego los dos padrinos levantaron en el aire al Crucifijo , y el
neófito volvió á dirigirle palabras sacrilegas y semejantes á las que el
pueblo judío se atrevió á dirigir al Redentor de los hombres.
-Tú , que á otros hiciste salvos , ¿ por qué no te salvaste á tí mis-
mo , si es verdad que tú eras el Cristo y el escogido de Dios ?
Uno de los Comendadores presentó al neófito unas vinagreras , y á
su vez el jóven derramó el amargo líquido sobre la faz dolorida de la
sagrada imágen , diciendo :
-Si tienes sed , bebe vinagre. Si eres rey, ¿ cómo no bajas de esa
cruz ? Si eres el Hijo de Dios , ¿ cómo no aniquilaste á tus verdugos ?
Dichas estas palabras , cubrieron inmediatamente al Santo Cristo
con un velo negro , y se lo llevaron .
804
El Gran Maestre dijo con voz de trueno :
-¡Horror ! ¡ Horror ! ¡ La befa y el escarnio serán vengados ! Sa-
lieron de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta tres espi-
ritus inmundos á manera de ranas ; pero los siete ángeles derramarán
sobre la tierra sus siete copas de oro llenas de la ira de Dios , y lucirán
relámpagos , y resonarán voces y truenos , y vacilará la tierra como
un hombre beodo . - Tu crímen , jóven aspirante , es negro como el
infierno , y tu caida como la del soberbio Luzbel y sus ángeles de ti-
nieblas ; pero tu Dios perdonará tu pecado , y tu sangre correrá para
desarmar su tremenda cólera y para satisfacer á su divina justicia .
El neófito se arrodilló en seguida sobre un cogin de terciopelo ne-
gro con flecos y borlas de oro , y desarrollando un pergamino encabe-
zado con la cruz y las armas del Temple , leyó su profesion á la luz
de dos bujías , con que alumbraban los padrinos .
« Yo, Alvaro del Olmo , nacido en la ciudad de Cáceres , en España ,
prometo ciega obediencia al Gran Maestre de la Orden del Templo de
Salomon , y á todos los Maestres Provinciales , Tenientes , Comendado-
res , y á todos los caballeros constituidos en dignidad ó autoridad
accidentalmente por mandato de mis superiores: prometo guardar cas-
tidad perpétua y pobreza absoluta hasta la muerte. Y prometo, además ,
y juro guardar inviolable secreto sobre todos los usos , ritos , costum-
bres y determinaciones de esta religion , procurar su honra y acre-
centamiento por todos los medios que no se opongan á la ley de Dios , y
sobre todo , y mas particularmente , y con toda mi alma , y con todo
mi corazon , prometo trabajar sin tregua ni reposo en la conquista y
aumento de la Iglesia oriental , cuyo centro es la Jerusalen terrena ,
recto camino , escalon seguro , faro resplandeciente y ancha puerta
que conduce á la Jerusalen celestial . ¡ Que Dios me premie en propor-
cion de mis obras , y vosotros , como vicarios suyos ! >>
Terminada la lectura de la profesion , los padrinos comenzaron á
desarmar á su ahijado , mientras que los caballeros cantaban con voz
solemne el Salmo : Nunc dimittis servum tuum , Domine , etc. , etc.
En seguida le calzaron espuelas de acero 1 , y del mismo metal
1 En el artículo 37 de la Regla se dice : « De ninguna manera queremos sea
lícito á ningun hermano comprar ni traer oro ó plata , que son divisas particu-
lares , en los frenos , pectorales , estribos y espuelas ; pero si estas cosas les fue-
ren dadas de caridad, y estos instrumentos fueren usados , al tal oro ó plata se le
dé tal color , que no parezcan , ni reluzca tan espléndidamente que parezca arro-
gancia. Si fuesen nuevos los dichos instrumentos , haga el Maestre de ellos lo
que quisierc. >>
805
4 Estas palabras son muy notables, porque en ellas se contiene el fin supre-
mo de la ciencia humana , que es buscar la PERFECCION en todas las esferas , Cs.
decir , la conmensuracion posible y definitiva entre la actividad y la estension ,
entre el espíritu y la materia , entre la idea y el hecho.
807
1 nie totho
CAPITULO LXIII.
monja , escapóse del convento , llevó por largos años una vida en es-
mo aventurera , manifestó un valor imponderable é inaudito , y dis-
frazada de hombre , llegó , por último , á obtener el grado de alférez .
Tambien en la época á que se refiere nuestra verídica historia ,
existió una mujer superior á las mas estraordinarias , y con la cual
muy pronto hará el lector conocimiento .
Como se deja entender , Castiglioni y Sechin de Flexian habian
sido los únicos que escaparon libres de la matanza de Jaffa . No obs-
tante , los dos inicuos caballeros llegaron á conocer que el Soldan
Khalil los miraba con ojeriza , porque este es siempre el merecido pre-
mio de los traidores . Así , pues , ambos resolvieron ausentarse de
Jaffa y encaminarse á Jerusalen , lo cual podian verificar sin ningun
género de temor , atendido el que todo el mundo ignoraba la parte
que ellos habian tomado en la toma de Jaffa.
El arbitrio que el Soldan habia adoptado, de disfrazar de Templa-
rios à algunos de sus guerreros , pasó lisa y llanamente como un ar-
did de guerra .
Inútil es encarecer la turbacion y la ira de que se hallaba poseido
Castiglioni , no solo por el despego que le manifestaba Khalil , sino
además por la desaparicion de Elvira . ¡Terrible era la situacion en
que se encontraba el italiano ! Ya hemos dicho que varias veces habia
creido que el fantasma blanco era un sér sobrenatural , cuando en Es-
paña se le aparecia en los subterráneos de la torre cercana á la Baylia
de Alconetar, Pero esta creencia subió de punto desde la noche en
que el astuto Castiglioni asesinó á Elvira , creyendo dar muerte á sus
encubiertos enemigos , y cayendo él mismo en el lazo que para otros
habia dispuesto . Cuando tan inesperadamente el italiano vió á Juan
Osorio en un pais tan lejano , en su misma casa , en las altas horas
de la noche , siempre con faz severa y amenazadora , repetimos que
Castiglioni huyó despavorido , y creyendo que el fantasma blanco éra
un sér sobrenatural , su mal genio que á todas partes le seguia , ora
visible , ora invisiblemente.
No intentarémos , ni nos seria fácil , esplicar la manera cómo Cas-
tiglioni se habia esplicado á sí mismo aquella série de sucesos , que
tan enérgicamente le habian contrariado. El calabrés amaba con lo-
cura y satánico frenesí á Elvira ; así es que nada pudo mortificarle
mas que el inesperado desenlace de aquella escena . ¿En dónde estaba
su amada ? Castiglioni lo ignoraba de todo punto. Inútilmente buscó á
Elvira por toda la ciudad de Jaffa . Para colmo de desdichas que
811
aumentaban su confusion , tampoco encontraba á Mendo , que , como
ya sabemos , habia sido aprisionado por órden de Juan Osorio.
En resolucion , el calabrés recibió un rudo golpe que le tenia des-
atentado , inquieto y casi loco de angustia y de remordimientos . Su
sueño era interrumpido por horribles visiones , y entre ellas siempre
aparecia el fantasma blanco de la torre del Tesoro .
Pero, acaso nuestros lectores prefieran que nos ocupemos de la
suerte de Elvira , á la cual dejamos peligrosamente herida en un apo-
sento de la Hospedería del convento de San Juan Bautista. Allí el buen
Osorio le prestó todo género de auxilios , y por último , logró resti-
tuirla á la vida y á la salud .
En la tierra de Galilea , de una pequeña poblacion llamada Caifas ,
salia una cabalgata que se dirigia hácia el monte Carmelo. Al primer
golpe de vista conocíase que los que componian la cabalgata eran
cristianos . Llevaban la delantera un caballero y una dama .
El caballero era Juan Osorio , la dama era Elvira. Hasta allí ambos
habian llevado una conversacion muy animada ; pero á la sazon los dos
parecian embebidos en contemplar el monte Carmelo , que les presen-
taba el aspecto severo y solemne de una muralla jigantesca , cortada
casi á pico, y cubierta de una sábana verde de arbustos y plantas aro→
máticas. A cada paso que daban , descubrian nuevos horizontes sobre
el mar , sobre las colinas de la Palestina y sobre las costas de la
Idumea.
A medida que se adelantaban por el camino cortado en la roca que
conducia á la cumbre del monte , Juan Osorio fijaba sus ojos con mas
ternura en Elvira. 、
-¿No vais dispuesta , le preguntó , á encerraros para siempre en
el convento ?
Juan Osorio señalaba un edificio que coronaba la cima del Car-
melo . Era un monasterio de monjas . En el sagrado monte , cuyo
recinto es tan estenso , se veian varios edificios . Eran otros tantos
conventos , unos de monjas , y otros de religiosos Carmelitas .
La jóven iba pálida ; pero su rostro manifestaba una espresion
sombría. Nada respondió á la pregunta que Osorio le habia dirigido.
-¿Tan disgustada vais ? volvió á preguntar el caballero .
-¿Quién sois vos , para violentar así mi voluntad ?
-Yo soy el que desea vuestro bien.
-¡Ah ! Mas valiera que me hubiéseis dejado morir , antes que vivie
para obligarme á pasar mis dias en una prision.
812
圈 -¿Y en dónde encontrareis la calma de vuestro espíritu , si no la
buscais en el santo retiro del convento?
-Yo no encontraré una calma que no busco .
-Yo tengo el deber de velar por vos .
-Os habeis apropiado un derecho que no os pertenece . Porque me
habeis hecho un favor , os creeis autorizado para disponer de mi vida
y de mi muerte . Cualquiera que fuese la gratitud que yo pudiera de-
beros , me creo dispensada de ella , desde el momento en que preten-
deis ejercer sobre mí actos de violencia .
La mirada de Elvira centelleaba de ódio y de furor.
Juan Osorio contempló en silencio á la jóven largo rato.
Aún les quedaba una hora de marcha para llegar á la cumbre ,
atendidas las varias revueltas del camino , cuando súbitamente , y en
medio del dia , sobrevino una horrible tempestad . Las nubes se eleva-
ron sobre el monte Carmelo , y parecian como torres perpendiculares
que coronaban la prolongada cresta de aquella cadena de montañas.
Los serenos y brillantes paisajes que poco antes se ofrecian á la vista
de los viajeros , se fueron cubriendo de ondas de tinieblas movibles y
hendidas á espacios por ráfagas de fuego . El horizonte se bajó y es-
trechó sobre los caminantes ; los relámpagos se sucedian con rapidez ,
como torrentes de fuego que el cielo arrojase sobre las negras faldas
del Carmelo . Rugia el viento con violencia estraordinaria , y á su im-
pulso se desgajaban las ramas de los árboles , las encinas del monte
se doblahan como cañas , y algunos peñascos se desplomaban de la
cima , disparados como enormes y destructores proyectiles de la tem-
pestad .
Nuestros caminantes divisaron una casita situada al pie de una
roca , en donde buscaron un asilo contra la tormenta . La casita estaba
desierta , pues pertenecia à un solitario que iba á orar á un monasterio ,
con sus hermanos de religion , dos veces todos los dias .
Durante el horror de la tempestad , Juan Osorio habia cambiado
algunas palabras con Elvira , que la habian llenado de espanto.
-Me habeis dicho que yo me apropio el derecho de disponer de
vuestra voluntad , y este es un derecho que me ha concedido el mismo
cielo , irritado ahora , como veis , por vuestras palabras insensatas y
vuestros recuerdos mundanales ... ¿ Sabeis quién soy?
-Mi enemigo implacable.
-¡Muy bien dicho ! ... ¡ Elvira ! ¿ No os acordais de vuestra madre?
¿ No os acordais de vuestra hija ?
$13
-¿Y quién os ha dicho...?
-¡ Oidme y no me interrumpais ! esclamó Juan Osorio con un ade-
man soberano . ¿ Pensais acaso que vuestros crímenes horrendos ha-
bian de quedar para siempre sepultados en las tinieblas del olvido ?
¿Pensais , mujer insensata , que se puede vivir impunemente en la he-
diondez de los vicios mas repugnantes ? Yo no sé , Elvira , yo no sé
cómo el cielo no te aniquila con los rayos de su cólera , ni cómo la
tierra no se abre para tragarte en sus abismos ...
¡ Cosa horrible y admirable ! En aquel momento toda la comitiva de
Juan Osorio lanzó un grito espantoso . Sobre la roca acababa de caer
un rayo , y la casa se habia estremecido en sus cimientos . Afortuna-
damente á nadie habia ocasionado la muerte ; pero el resplandor y la
atmósfera sulfúrea que en torno se respiraba , habia hecho que algu-
nos se hubiesen desmayado .
Elvira se estremeció como el reo que oye la sentencia de muerte .
Juan Osorio continuó , trascurrido algun tiempo :
—Era una noche en que tambien , como ahora , rugia la tempestad .
En una alquería se encontraban una madre, su hija y además una niña
de pocos meses . ¡ Aquella niña era el fruto podrido de un horrible in-
cesto!... Castiglioni es tu padre !
-Él dice que no . Mi madre no quiso jurar que yo era su hija , y en
aquella noche estoy segura que llevaba razon Castiglioni . Oid lo que
sucedió .....
-Yo no necesito Saber lo que sucedió . Lo sé todo.
Elvira miró á Juan Osorio con espanto.
-¡Úyeme ! Fidela infeliz ! la que tú creias que era tu madre,
habia recibido del cielo un corazon amante y fiel que justificaba su
nombre. ¡ Fidela !... Voy á contarte una historia terrible y dolorosa...
Yo no sé cómo decirte ... Pero concluiré en breves palabras... ¡ Oh ! los
recuerdos me destrozan el alma...
Juan Osorio articulaba sus palabras trémulo y en estremo conmo-
vido . Durante algunos momentos guardó silencio.
Luego continuó :
-Castiglioni , el mas criminal de todos los hombres , fué el verdu→
go de su mas intimo amigo , y sedujo vilmente á su esposa Doña Bea-
triz de Vargas , mujer dotada de tan estraordinario temple , que ella
misma lo ignoraba , hasta que el infortunio y las circunstancias desar-
rollaron su carácter de una manera que nunca se hubiese atrevido
a creer , si antes le hubiesen dicho la vida que habia de adop-
814
tar en lo sucesivo... En fin , Castiglioni , valiéndose de la ocasion- de
tener aprisionada á la esposa de su amigo , consiguió que ella escucha-
se sus palabras de amor. Pero el bárbaro Castiglioni , cansado muy
luego de Doña Beatriz , ó tal vez temeroso de que la descubriesen en
la torre , intentó asesinarla , á tu madre , á la madre de su hija . A la
sazon Doña Beatriz de Vargas , la esposa de D. Gonzalo Perez Sar-
miento , se hallaba en cinta . Era de noche. Doña Beatriz habitaba en
un aposento oculto de la torre del Tesoro . Con impaciencia aguardaba
la hora de ver á su amante , á Castiglioni , cuya perfidia no podia sos-
pechar entonces la dama . Ábrese la puerta , Doña Beatriz corre des-
alada á recibir á su amado , y este ¡ qué horror ! se precipita sobre ella
como un tigre , le da de puñaladas , trábase una lucha desigual , Doña
Beatriz asió el brazo de Castiglioni ; pero este , furioso de aquella re-
sistencia , arrojó el puñal , y poniendo mano á su espada , asestó una
cuchillada á la cabeza de Doña Beatriz , la cual , por un movimiento
involuntario , quiso parar el golpe con su brazo ; pero el golpe le hizo
saltar la mano de la muñeca . Doña Beatriz habia caido inerte , y el
asesino la colocó precipitadamente en un grande arcon que habia en el
aposento . El feroz Castiglioni salió de la lúgubre estancia , creyendo
que habia conseguido su objeto de deshacerse de Doña Beatriz ; pero
el calabrés se equivocaba. La casualidad , ó mejor dicho , la Providen-
cia se dignó salvar á la dama , que volviendo de su desmayo , se levan-
tó , encontró una lamparilla que habia dejado allí un esclavo de Casti-
glioni , que estaba ocupado en examinar un objeto . Huye despavorido
el esclavo , Doña Beatriz toma la lamparilla , y en la calenturienta es-
citacion en que se encontraba , comienza á vagar por los subterráneos
de la torre , y se precipita por una galería , siempre con la luz en la
mano y deseando siempre encontrar una salida . Por todas partes la
cerca una muralla de piedra. La soledad , el silencio , la noche , el
terror , hacen que Doña Beatriz se arrodille en el fangoso piso , y eleva
al cielo una fervorosa plegaria . Se sintió mas aliviada……
.
Elvira se sonrió ..
Juan Osorio continuó , como si no hubiese advertido esta incrédula
sonrisa :
-Doña Beatriz , apenas terminó su oracion , levantóse y comenzó á
rodear el muro , pensando , en medio de su dolor inmenso , que habia
de encontrar algun amparo . ¡ Oh ! ¡ La esperanza en Dios es lo último
que pierden los mortales en los grandes infortunios ! Doña Beatriz
lanzó un grito y retrocedió espantada . Habia visto conmoverse la pa-
815
4
க
CAPITULO.
LXIV. (0
El valle de Josafat.
preparaba entre los cristianos y los infieles . Otras veces Santiago Mo-
lay , comprendiendo la inutilidad de sus esfuerzos , sentíase inclinado á
abandonar la Palestina y partir á Francia .
Los dos hermanos , Santiago y Federico , habian conferenciado
muchas veces sobre cuál seria la conducta mas acertada en tan críticas
circunstancias . En una de estas conferencias, la conversacion entre el
Gran Maestre y su hermano tomó el giro siguiente:
-Tengo que hablarte tambien de otro asunto muy importante , dijo
el Gran Maestre.
-¿De qué se trata?
-Es un asunto de familia.
-Veamos .
-Has de saber que el conde de Fribourg me ha empeñado para
que te hable con interés de un negocio .
-Desde luego sospecho cuál será esa pretension .
-Efectivamente , creo que ya tú le conoces , y que él mismo te ha
hablado del propio asunto .
-Si ; le conocí en Paris , y ciertamente que el conde es un caballero
muy estimable , tanto por sus prendas personales , cuanto por su ilus-
tre alcurnia .
-Oye y admirate .
Amalia refirió à su doncella todo lo que ya sabe el lector, respecto
à las pretensiones del conde de Fribourg y al horrible compromiso en
que la jóven se encontraba . Verdaderamente , Clotilde no esperaba se-
mejante noticia , que la dejó del todo desorientada , pues no supo qué
aconsejarle á su señora para que saliese de tan grande conflicto.
Mientras que así departian las dos jóvenes , se encontraba Jimeno
fuera de Jerusalen . Los dos esposos solian verse con alguna frecuencia ,
si bien tomaban algunas precauciones para no ser descubiertos . Los
peligros , sin embargo , aumentaban el encanto de aquellas amorosas
entrevistas , que habian vuelto á repetirse despues de largos dias de
ansiedad , durante los cuales habia peligrado la existencia de Jimeno .
Saliendo del recinto de Jerusalen por la parte oriental , y á muy
corta distancia , se encuentra un valle que se estiende de Norte á Me-
diodía entre los montes Olivete y Mória . El torrente Cedron atraviesa
á este valle . Este torrente permanece seco durante una parte del año;
pero en los inviernos y primaveras lluviosas arrastra unas aguas de
color rojo. Parece un torrente de sangre. Desde luego se comprende
que hablamos del valle de Josafat , cuyo solo nombre abruma á la
imaginacion con los pensamientos mas formidables . Allí , segun el
Profeta , serán congregadas todas las gentes en el último dia , para ser
juzgadas definitivamente . El valle de Josafat presenta el aspecto de una
completa desolacion . Por la parte de Occidente está limitado por una
colina contigua á los muros de Jerusalen . Sobre esta colina está recli-
nada la Ciudad Deicida . Por la parte de Oriente , el valle está limita-
do por el monte de los Olivos y por la montaña del Escándalo , deno-
minada así por la idolatría de Salomon . En medio del valle veíase un
puente de un solo arco , construido sobre el profundo cáuce del torren-
te Cedron. Divisábanse tambien algunos monumentos antiguos ¡ ay ! do
que está llena toda la tierra . No hay un solo rincon en el globo , que
no sea , que no haya sido , ó que no vuelva á ser adornado por la mús→
tia corona de la muerte , pálida , pero omnipotente . Deidad engen-
drada por la culpa del hombre , y solamente vencida ¡ oh piedad del
Eterno ! por la sangre del Cristo .
Los monumentos de que hablamos , eran los sepulcros de Zacha-
rías , de Absalon y de Josafat , rey que dió su nombre à este campo
de la desolacion del último dia y de la postrimera esperanza . Vefanse
además otros monumentos esparcidos acá y allá , que eran tambien
sepulcros . Parece que desde muy antiguo este valle ha servido á Jeru-
828
salen de cementerio , y aun hoy dia van los judíos de todas las cuatro
partes del mundo á comprar á los turcos á peso de oro un puñado de
tierra para construirse un sepulcro al lado de sus mayores.
Entre todos estos monumentos , ya completamente ruinosos , lla-
maba la atencion una casita construida de mármol , á la falda del
monte de los Olivos . Allí habitaba un solitario , con el cual habia he-
cho amistad Jimeno , que mientras residia en Jerusalen , no dejaba
pasar dia sin visitar el valle de Josafat , para nutrirse de las ideas
graves y de la sombría inspiracion que el jóven necesitaba para eseri-
bir su formidable poema de la Resurreccion .
Jimeno habia encontrado á un personaje verdaderamente estraor-
dinario , y del cual , no obstante , habia tenido noticia en España . Sin
duda el lector recordará la estraña conversacion que el mago de Sierra-
Elvira tuvo con los tres jóvenes caballeros . En aquella conversacion
Casib habia hablado de un su pariente que , entregado tambien à la
ciencia , habitaba en la Palestina. Ambos eran descendientes de los
dos hermanos gemelos , y casi todos los individuos de aquella familia
estraordinaria se habian visitado entre sí , yendo unas veces los de Gra-
nada á Palestina , y otras los de Palestina á Granada.
Ya sabemos que Casib habia estado en Jerusalen , y por consi-
guiente los dos sábios se conocian .
Jimeno se hallaba siempre soñando despierto , como dicen que
sueñan los poetas. El sueño querido del trovador era su gran poema.
Acariciando sus pensamientos sublimes , su alma gustaba una volup-
tad divina , y que solo Dante , Milton 6 Klopstock pudieran compren-
derla en toda su magnífica estension . Para llevar á cabo su empresa de
jigante , Jimeno estudiaba noche y dia las Sagradas Escrituras , pro-
curando penetrar el profundo sentido de sus palabras , cada una de las
cuales abarca el cielo y la tierra.
El solitario del valle de Josafat se llamaba Zaré ; y en el momento
en que aquella tarde habia llegado Jimeno á la casita de la Pirámide,
que así se llamaba la mansion de Zaré , este le dijo :
-A fé que me alegro mucho de que hoy hayais venido . Temia que ,
como ayer , no viniéseis , y ya estaba pensando en ir á Jerusalen á
buscaros.
-¿Pues qué sucede ?
-Hoy es el dia en que se cumple el año...
-¡Hoy se abrirá el sepulcro !
Sin duda hoy se abrirá.
829
# -¡Es maravilloso artificio!.
-Hace mas de cien años que uno de mis ascendientes , que amaba
con delírio á su esposa , tuvo el dolor de perderla , siendo muy jóven;
y para perpetuar la memoria de aquella hermosa mujer , ideó y cons-
truyó el maravilloso sepulcro de que tantas veces hemos hablado.
-Verdaderamente que , si el artificio es tal como decís , es sobre-
manera maravilloso ; pero no deja tambien de ser muy estraño que
vuestro deudo no salvase de la muerte à su bella y adorada esposa.
-¿Y eso es posible por ventura?
-En vista de lo que yo he presenciado en la gruta de Casib en Gra-
nada , no me admiraria que vuestro ascendiente hubiese podido sus-
pender ó prolongar la vida de su esposa.
Zaré quedóse mirando fijamente á Jimeno.
¿ Es posible que creais en semejantes absurdos ?
—Yo mismo lo he visto .
-Estoy seguro de que os equivocais .
-Vos mismo ¿ no me habeis dicho que vuestra familia por espacio
de siglos se ha dedicado al descubrimiento de ese maravilloso secreto
de suspender la vida ?
-Todo eso es mucha verdad ; pero no debe deducirse de ahí que
hayan encontrado el tal secreto .
- -Yo soy testigo ocular de que Casib lo ha encontrado .
-Testigo ocular ! esclamó Zaré con incrédula sonrisa.
Jimeno entró en las mas menudas esplicaciones con Zaré , que se
negaba obstinadamente á dar crédito á las palabras del trovador .
-Nunca me habíais contado tales maravillas tan minuciosamente,
dijo Zaré .
-Yo suponia que todo esto era para vos una cosa muy sabida .
-Cuando Casib estuvo aquí , me habló de todos sus proyec-
tos ; pero en aquella época todavía no conocia el secreto de que me
hablais.
-Nosotros llegamos á su morada precisamente el mismo dia que
encontró el misterioso procedimiento , las maravillosas propiedades de
los dos fluidos que os he esplicado . Y no tengais la menor duda en que
el efecto es seguro ; y á fé que me estraña mucho que vos tan tenaz-
mente negueis la posibilidad de suspender la vida.
Zaré guardó silencio durante largo rato .
Al fin rompió su silencio diciendo :
-Todo lo que me habeis referido , es en verdad maravilloso ; pero
830
por mas que vos me asegureis haberlo visto con vuestros mismos ojos ,
yo siempre insistiré en creer que fuísteis fascinados por la habilidad
de Casib. No se me oculta que el tal descubrimiento es su verdadera
manía...
-La ciencia revela grandes arcanos á los mortales , interrumpió
Jimeno .
Zaré se soprió con una espresion que significaba :
Me lo vais á decir á mí !
El solitario continuó :
Siento en estremo haceros una revelacion que acaso os haga re-
bajar mucho el mérito de Casib ; pero ante todas cosas soy amigo de la
verdad . Habeis de saber que Casib suele ser atacado de ciertos accesos
de locura , y durante sus delirios todo su afan es probar que el hombre
llegará á dominar el mundo físico por medio de la ciencia...
-¿Y no creeis ...?
-Creo que Casib ha inficionado vuestra clara inteligencia , infun-
diéndoos hasta cierto punto su misma manera de pensar . Yo os he oido
decir on otras ocasiones , que una de las ideas de Casib que mas os ha
impresionado , ha sido esta : « Que el hombre volverá con-sciente á su
primitiva patria , y que esta brillante prerogativa la habrá debido la
humanidad á su propio trabajo . » Para contradeciros esta idea , nece-
sito antes manifestaros que yo profeso en toda su pureza la doctrina
de Cristo. Ahora bien , si es una verdad que al fin el hombre será re-
habilitado y engrandecido con una gloria mayor que su grandeza pri-
mitiva , para que no triunfe Satanás , autor de la caida , y para que
no deje de cumplirse la voluntad del Eterno al criar al hombre , no es
menos cierto que la rehabilitacion no hubiera podido conseguirse por
el propio trabajo de la humanidad , á no ser que la misericordia del
Criador no hubiese enviado á la tierra al Verbo Divino á redimir al gé-
nero humano , ineficaz y débil por sí solo para satisfacer y lavar la
culpa primitiva . Os he oido decir que en el gran dia el hombre reha-
bilitado será , como Dios , sciens bonum et malum . Tened en cuenta ,
mi querido Jimeno , que este funesto deseo fué el que trató de infundir
la serpiente á Eva para que faltase á la ley………`
-¿Y dudais que los escogidos sabrán el bien y el mal ?
-No dudo que los elegidos verán á Dios cara á cara ; mas no habrá
sido por su ciencia en el mundo , sino por sus buenas obras . Esta es
la modificacion que yo quiero que hagais en vuestras opiniones , mi
querido Jimeno .
831
-Modificacion que no tengo necesidad , de hacer ,. supuesto que
siempre he pensado del mismo modo , por mas que mis palabras hayan
dado lugar en alguna ocasion á que me juzgueis lejos de pensar como
vos pensais en este punto. Sin embargo , no me negareis que para
hacer buenas obras , como vos decís , se necesita la cultura de la in-
teligencia , que indica à la voluntad lo que debe querer y obrar. Así,
pues , el hombre , como imágen viva de Dios y capaz de infinitas per-
fecciones , debe vivir en la religion unido con Dios y á él subordinado .
Tambien debe realizar en la esfera de sus facultades , de su espacio y
de su vida la armonía de la vida universal , esteriorizando esta armo-
nía en bellas formas , conociendo en la ciencia á Dios y el mundo , y
dirigiéndose á sí propio en el claro conocimiento de su destino.
-Todo eso es verdad , mi querido Jimeno ; pero debeis convenir
conmigo en que la ciencia del hombre y del mundo debe estar subor-
dinada á la ciencia de Dios , que es mas que ciencia , es sabiduría .
El trovador hizo un signo de aprobacion y asentimiento.
-Ahora , continuó Zaré , solo me resta deciros que tal vez lo que
visteis en la gruta de Casib seria una miserable farsa ... ¿Quién sabe si
aquellos que vísteis levantarse de sus ataudes , serian los discípulos de
Casib, y que estando todos de acuerdo, intentaron burlarse de vuestra
credulidad?
Estas palabras hicieron mucha impresion en Jimeno , que preguntó :
-¿Por ventura Casib tiene discípulos?
-¡Ahora salimos con eso ! Ha habido épocas , segun él mismo me
ha referido , que ha tenido escuela pública en Granada. Es verdad que
para el público pasaba solamente como maestro de química y astrono-
mía ; pero luego inculcaba á sus discípulos predilectos los principios y
máximas estravagantes que vos mismo le habejs escuchado.
El trovador quedóse confuso y casi afligido por tener que desechar
de su mente la grata y maravillosa creencia de que era posible al hom-
bre en alguna manera prolongar su vida . El poeta , como era natural ,
amaba las ilusiones , los prodigios , los bellos mundos que se finge la
fantasía , y le mortificaba que la inflexible lógica y la inteligencia ma-
dura y grave de Zaré le obligasen á salirse del mundo ideal que tanto
le halagaba .
-Pudiera suceder , dijo al fin el trovador , que fuese así como de-
cís, lo relativo á la suspension de la vida ; pero no hay duda , ni puede
haberla, en lo que vimos respecto á la esfinge , y aquel artificio cierta-
mente que era notable .
832
bia en Jerusalen . « Era , dice , la sepultura de una mujer judía . La puerta del
sepulcro , que era de mármol, como todo el resto , se abria por sí sola cierto dia
del año y á cierta hora , y volvia á cerrarse poco tiempo despues. Si se hubiese
intentado abrir la puerta cualquier otro dia , hubiera sido mas fácil romperla 6
derribarla , que conseguir que se abriese sin violencia. »
105
834
cendientes juzgados en este valle. ¿ Qué habrá en los siglos , qué habrá
en los hombres , qué habrá habido en la naturaleza de grande , que no
quepa en los límites inmensos de mi poema? La Caida , la Redencion , el
Juicio, el Tiempo , el Espacio , y lo que está mas allá del Espacio y del
Tiempo , lo Infinito , to Invisible , lo Desconocido , todo puedo cantarlo
y hacerlo palpable y visible con el mágico acento de la Poesía , de la
poesía que enseña y sorprende y conmueve y eleva y engrandece y gio-
rifica al Criador... ¡Oh ! ¡ Me es imposible esplicar lo que siento al pen-
sar en la tarea sublime que quiero dar á mi inteligencia ! ¡ Oh Criador
del cielo y de la tierra , Verbo Divino , Espiritu Santo , enciende mi
espíritu en tu amor , y préstame el acento de los Profetas de Sion ,
para cantar dignamente los pensamientos que te has dignado infundir
en mi alma !
El poeta lloraba de gozo al pensar en su gigantesca concepcion.
Entre tanto el sol se hundia en occidente .
La casita en que habitaba Zaré , segun ya hemos dicho , se deno-
minaba de la Pirámide . En efecto , contigua á la casa se elevaba una
pirámide de granito . Aquel era el sepulcro prodigioso .
—¡ Venid , Jimeno , venid , esclamó de pronto Zaré con los ojos fijos
en el sol próximo á desaparecer en el ocaso ,
-¿A dónde ?
--Venid al pie de la pirámide .
Ambos se dirigieron al sitio designado .
Dentro de breves instantes , dijo Zaré , se abrirá la puerta miste-
riosa , precisamente en el momento mismo en que el sol desaparezca
de nuestro horizonte.
Nuestros personajes estuvieron aguardando algunos minutos que se
verificase el anunciado prodigio . La impaciencia con toda su febril agi-
tacion se pintaba en los ojos del poeta .
Ambos miraban alternativamente al sol y á la pirámide .
Por último , el sol desapareció completamente. En el mismo instan-
te se oyó un rumor sordo y se abrió la puerta .
El trovador quedóse estupefacto.
Súbito en el interior del sepulcro , resonó una música dulcísima y
melancólica , como si los ángeles de las tumbas celebrasen el aniver-
sario de aquella mujer querida , á quien su esposo le habia consagrado
toda la actividad de su inteligencia , ideando y construyendo aquel mo-
qumento maravilloso .
El trovador se creia trasportado á la region de los prodigios , y
833
alanogas mf
-BPO ol
unsh
CAPITULO LXV.
La gruta de Elías.
Esto no es una ficcion . Existen , respecto á las lluvias , mil fenómenos pro-
digiosos , acaso poco sabidos , pero no por eso menos ciertos. La causa de estas
lluvias de color de sangre , la atribuyen los metereólogos á haber subido mu-
chos vapores de tierra vermeja , que condensándose en agua , contrae esta el
dicho color , y ningun punto del globo es mas á propósito para este fenómeno que
la Palestina , cuyos montes todos presentan un color rojo muy subido. Hay , ade-
más , otras lluvias no menos prodigiosas . El 28 de octubre de 1680 se vió en
Valencia una lluvia de hilos blancos como de lana , y lo mismo sucedió otra vez
en la misma ciudad el año de 1704. Hay tambien otro meteoro de estraordinaria
brillantez , y que aparece como un globo de gran tamaño. Recorre el espacio,
bramando como un trueno , y lanzando una inmensa cantidad de piedras al esta-
llar. Algunas piedras , lanzadas por semejantes lluvias , han pesado mas de
ochenta libras.
840
-on 201
CARNICERO
CAPITULO LXVI.
ñana fuese hoy , y no tener que aguardar tres dias , tres eternidades .
Este lenguaje afectado disgustaba á Amalia , que estaba acostum-
brada al lenguaje sencillo y verdaderamente apasionado de su querido
trovador.
-Yo supongo , caballero , que vos no querreis aceptar mi mano ,
si al mismo tiempo no os entrego mi corazon . Yo no he tenido el gusto
de conoceros ni de trataros , y por consiguiente , me veo en el caso de
confesaros que , si bien admiro vuestras prendas , no os profeso incli-
nacion alguna . Ni vos ni yo tenemos la culpa de no habernos conoci-
do antes...
-¿Y qué importa que vos no me hayais conocido , para que yo os
adore con toda mi alma ? Por lo que a mí hace , debo rectificar una
equivocacion vuestra . Decís que no nos hemos conocido antes , y esto
podrá ser cierto respecto á vos , pero en ninguna manera respecto á
mí. Yo tuve la dicha de conoceros en Paris hace mucho tiempo , y
desde el momento mismo en que vi vuestra hermosura , quedéme heri-
do de amores . Tambien en aquella época os pedí á vuestro padre por
esposa ; pero mi mala suerte quiso que ya estuviéseis prometida á vues-
tro primo , y Mr. Federico Molay me negó vuestra mano , por lo cual ,
lleno de desesperacion , emprendí un largo viaje , creyendo que nuevas
impresiones podrian borrar la herida profunda que en mi causáran
vuestros ojos. ¡ Vana esperanza ! Constantemente llevaba vuestra imá-
gen en mi corazon . Mas hé aquí que ahora la fortuna volvió hácia mí
su semblante risueño , haciendo que desaparezcan todos los obstácu-
los y poniéndome en camino de merecer la inesplicable ventura de
llamaros mia . No ignoro que vuestro corazon se ha inclinado antes á
otro hombre , cuya pérdida sin duda lamentais , como me lo estan di-
ciendo vuestros ojos llorosos y la palidez de vuestro semblante .
-Estais muy equivocado , caballero , respondió lacónicamente
Amalia .
-¿Pero vive ?
-Vive... Es preciso aprovechar el tiempo , conde ; pudiéramos ser
interrumpidos , y yo necesito que me deis una respuesta terminante.
Si sois un caballero , si quereis amparar á una dama que implora
vuestro auxilio , si es verdad que abrigais un corazon hidalgo y gene-
roso , me lo vais à probar muy en breve con vuestra conducta . Esta
palidez , estas lágrimas , este dolor que revela mi semblante , no creais
que es porque yo lamente en demasía ni fuera de término la muerte de
Senancourt . Sabed , pues , que yo estoy ya casada en secreto , por no
contrariar abiertamente la voluntad de mi padre .
-Ese casamiento no es válido .
-Si lo es; porque Dios nos ha visto desde el cielo , y á él hemos
puesto por testigo de nuestro amor.
-Yo creo siempre , señora , que permaneceis fiel á la memoria de
Mr. de Senancourt , y que ahora se os ha ocurrido decirme todo eso ,
para continuar soltera y llorando siempre à vuestro primer amante.
-¡Caballerol esclamó Amalia con la faz encendida. 1 Yo no miento
jamás !
-Por mas que me digais , repuso el conde con irónica sonrisa , yo
nunca podré creer sino lo que ya os he manifestado .
-Pues creereis un error , y á la par me haceis una ofensa .
-Hablemos francamente . Todo lo mas que yo puedo creer , y que
parece mas natural que asi haya sucedido , es que ... en fin ... algun
desliz ...
-¡Me insultais !
-Nada de eso , señora ; no es tal mi ánimo .
-Os lo confesaré todo , dijo Amalia con ademan delirante , aproxi-
mándose al conde y fijando en él una mirada profunda . Sabed , señor
conde , que estoy en cinta . En mi seno llevo ya el fruto de mi amor.
-Eso me confirma mas en mis primeras sospechas , repuso el conde
algo pálido , pero siempre con su aspecto á la vez tranquilo é irónico .
De cualquier modo , continuó , yo estoy resuelto á no renunciar nunca
á la felicidad de poseeros , y yo confio mucho en vuestro claro entendi-
miento y vuestro linaje ilustre , para no esperar que, cualesquiera que
hayan sido vuestros estravíos mientras que fuísteis soltera , sabreis
comprender muy bien , una vez casada , lo que à vos misma os debeis ,
y tambien lo que debeis al mundo y á vuestro esposo .
-Hombre indigno ! esclamó la jóven , con los ojos chispeantes de
cólera .
851
LXVII.
1 Ya hemos dicho en otro lugar que á los Templarios les atribuian doctrinas
gnósticas .
855
1 Nótese que todas las iglesias de los Templarios , así como tambien las edifi-
cadas por los fracmasones , tienen el altar hácia el Oriente , observándose siem-
pre que los rayos del Sol poniente penetran por el roseton de la fachada , espar-
ciendo en cierto momento entre las sombras de la tarde un rayo de luz sobre el
altar , sobre el cual brilla todos los dias la antorcha encendida por el Eterno.
$37
CAPITULO !
UM BAD UDITAY
LXVIII.
Los peregrinos .
Alvaro del Olmo, pues, salió al fin de aquella prision , y fué armado
caballero del Oriente , único acto que faltaba para completar la ceremo-
nia que hemos intentado describir en el capítulo anterior .
Entre tanto el señor de Alconetar habia esperimentado grande cu
riosidad por saber el paradero de su amigo . Alvaro ; mas aun cuando
se permitió preguntar á algunos hermanos por su amigo , ninguno
supo darle razon .
Al fin , una tarde , á la hora del recreo , Gomez de Lara vió pene-
trar á su amigo en su celda .
-¡Querido Alvaro !
-¡Amado Guillen !
-¡Gracias a Dios que has parecido !
-A fé que ya tenia yo muchos deseos de verte.
-¿En dónde has estado ?
Alvaro se detuvo .
-He ido á Tiro á desempeñar una comision del Gran Maestre, res-
pondió el jóven al fin .
-¿Has ido solo ?
-No ; hemos ido doce caballeros .
-Muy secreta debió ser vuestra partida .
-Importaba mucho el secreto .
-Pues á fé que habeis tardado mucho en ir y volver .
-Pudiéramos haber vuelto mucho antes , si no hubiera sido preci-
so detenernos allí .
-¿Qué tuvísteis que hacer ?
-Lo que nos mandaron nuestros jefes .
Gomez de Lara comprendió muy bien que Alvaro no queria ó no
podia darle esplicaciones sobre su ausencia , y por lo tanto esquivó el
hacerle mas preguntas sobre este punto .
La conversacion , pues , mudó de giro, 7 naturalmente se ocuparon
de su amigo Jimeno , del cual á la sazon ninguno de los dos sabia si se
nallaba ó no en Jerusalen .
Los dos Templarios fueron interrumpidos súbitamente por una
persona que se presentó en la celda con grandes muestras de agi-
tacion .
-¡Señor !
-¿Qué te sucede , Pedro ?
-Dadme albricias , señor , que bien las merezco.
-Desde luego te las mando, y muy buenas , repuso D. Guillen .
865
-Yo sé que os vais á alegrar mucho , al saber las noticias que os traigo .
El atolondrado halconero no habia reparado hasta entonces que
su señor estaba acompañado . La presencia de Alvaro del Olmo dejó al
buen Pedro Fernandez todo aturdido y confuso , de tal manera , que
no parecia sino que habia visto alguna ánima en pena.
-¿Y de dónde son esas noticias ? preguntó D. Guillen . ¡ Sepamos !
El halconero continuó inmóvil como una estátua .
-¿No lo oyes ?
El semblante del halconero tenia una espresion estúpida.
-¡Imbécil ! gritó furioso el caballero . ¿ Te vienes á burlar de mí?
¿Vienes tomado del vino ?
-¡Oh ! No , señor . ¡ Os lo juro !
-¿Pues entonces ?...
-Yo no sé lo que me he dicho , ni lo que he hecho .
-Veamos qué noticias son esas.
–Señor , ¡ si no traigo ningunas !
-¿Te has vuelto loco ?
-Me parece que sí , señor... ¿ Os he dicho que eran buenas noti-
cias? Pues , señor , me he equivocado de medio á medio . I Son noticias
muy desagradables !
-¿Tan pronto se han cambiado ?
Alvaro habia conocido desde luego que su presencia habia causado
grande impresion en el halconero , y que por esta causa no se espli-
caba aquel con franqueza. Alvaro vacilaba entre el deseo de no ser
molesto , y el de satisfacer su curiosidad vivamente escitada .
-¿Por qué son desagradables esas noticias ? volvió á preguntar
D. Guillen.
-Porque si ; porque... se trata de un muerto .
Alvaro se puso en pie , y se despidió de su amigo ; pero este no
atendia á nada mas que á satisfacer su curiosidad . Es inesplicable en
ciertos momentos la fuerza con que deseamos recibir una noticia , ave-
riguar un suceso 6 leer una carta , y sobre todo , cuando nos encontra-
mos en cierto estado de postracion , pues uno de estos accidentes im-
previstos parece que nos devuelve toda nuestra vitalidad . En este caso
se hallaba D. Guillen.
-¿Y quién es el muerto ?
El halconero se hallaba en una agonía terrible , y no sabia cómo
salir de aquel apuro , por mas que ya habia dado un giro algo menos
desesperado á su mensaje .
109
866
-¡Ira de Dios ! esclamó fuera de sí el caballero . Si no hablas pron-
to , te atravieso con mi espada. ¿ Quién ha muerto ?
-El señor Gil Antúnez .
-¡Gil Antúnez ! esclamó Gomez de Lara.
Esta esclamacion fué oida por Alvaro , que salia por la puerta.
El jóven volvió pies atrás , al comprender que tanto le interesaban las
noticias del halconero .
-¡Mi tio ha muerto ! esclamó .
-Si , señor. Así dicen .
-¿Y quién lo dice ? preguntaron á la vez ambos caballeros .
-Me lo ha dicho el médico Isaac.
-¡ Maldito Momo ! esclamó Alvaro . ¿ Tal vez será una burla ?
-Eso debe de ser seguramente . El médico me habrá querido chas-
quear...
-Pero ¿no te ha dicho que me lo participes? preguntó Gomez de Lara.
-No , señor...
Y el aturdido halconero guiñó el ojo , para indicarle á su señor
que no era aquella ocasion oportuna de hablar libremente .
Pero , por desgracia , Alvaro del Olmo advirtió aquel signo de in-
teligencia , con lo cual solo se consiguió aumentar la curiosidad del jó-
ven , que tan funesta habia de ser á los dos amigos.
Alvaro del Olmo , pues , se retiró , proponiéndose en su interior
interrogar despues á D. Guillen , para que le manifestase todo lo
ocurrido . Alvaro , con razon , no dudaba que su amigo no guardaria
para él secretos . Cuando el jóven hubo desaparecido , el halconero se
asomó á la galería para convencerse de que Alvaro , en efecto , se ha-
bia encaminado hácia su celda . Luego Pedro Fernandez cerró la puerta ,
y cogiendo de la mano á su señor , lo condujo al estremo mas retirado de
la estancia .
-¿Qué significan tantas precauciones ? preguntó D. Guillen amos-
tazado.
-¡Ay señor de mi alma ! esclamó con tono jeremítico el halcone-
ro. ¡Ay señor , y qué cerca hemos estado de cometer una gran tor-
peza ! ¡ Os juro en Dios y en mi ánima , que he temblado mas al en-
contrar aquí al señor de Olmo , que si hubiese encontrado un jabalí,
buscando un nido de perdices ! ¡ Válgame Dios , y qué pronto puede co-
meter un hombre diez barbaridades seguidas ! ... ¿ Quién habia de creer
que estaba aquí vuestro amigo? Pero en donde menos se piensa, salta
la liebre , y el que mas mira , menos ve . 1
867
[ -¿Acabarás con tus letanías ?
-Es el caso , señor , que ha venido desde muy lejos á buscaros una
dama hermosísima , la cual desea veros , y es la que me ha dado la
noticia de la muerte del señor Gil Antunez ...
-¡Blanca !
-La misma que viste y calza . Pues, señor , Doña Blanca no queria.
en ninguna manera que su hermano se enterase de que estaba en Je-
rusalen , hasta que ella no hablase con vos .
-¿Y cómo has sabido todo eso ?
El halconero se puso mas encendido que una amapola , y comenzó
á sonreirse diciendo :
- -Un peregrino me lo ha contado todo .
-¡Un peregrino !
-Sí, señor , un peregrino ó una peregrina , que tanto monta para
el caso; pues á lo menos para mis ojos es peregrina su hermosura , aun-
que disfrazada .
-¿Qué quieres decir ?
Yo me esplicaré claro ; pero despacio y buena letra , como decia
el señor Gil Antúnez , que santa gloria goce , cuando me queria dar
liciones de leyenda y de escritura . Habeis de saber ; señor , que esta
tarde, despues que hube acabado mi quehacer , vínoseme á las mien-
tes el dar un paseo á caballo . Encaminéme á casa , es decir , á la casa
que todavía manteneis en Jerusalen , que yo no sé esto hasta cuándo
durará , porque allí teneis todavía al médico y á todos los demás cria-
dos, y...
-Calle el necio , y no se meta en lo que no le incumbe , esclamó
D. Guillen impaciente: Vamos al asunto derechos ; porque si no , llevas
traza de no acabar en buen rato con tu insulsa palabrería.
-Yo me esplico segun y conforme puedo ; máteme Dios si yo no qui-
siera hablar como un libro y predicar como un apóstol ; pero Dios no lo
ha querido así , y solo soy bueno para cuidar halcones y galgos , que lo
que es en esto no le voy en zaga al mas pintado . Iba diciendo que me
encaminaba á casa , cuando oí cecear tras de mí , y dije para mi sayo:
«< ¿ Si se usará llamar en esta tierra á las personas como llamo yo á los
perros ? » Pero cátate aquí que luego oigo decir : « ¡ Buena pieza !
¿A dónde se camina?» Lo que entonces me dió por el cuerpo , es lo que
yo no puedo esplicar . El corazon se me queria salir por la boca , pues
aquella voz me era muy conocida , y cabalmente iba pensando con toda
mi alma en la persona que es dueña de la tal voz . Volví al instante la
868
las noches... ¡ bien lo sabe Nuestra Señora de la Luz todas las no-
ches le encendia dos velas , y le rezaba porque os libertase de todos los
peligros. ¡Y la Virgen Santísima me ha escuchado ! Os encuentro -sano
y bueno . I Bendita sea la Virgen !... Pero ¡ ay ! se me parte el corazon
al pensar que para siempre se ha desvanecido mi esperanza.
Y al llegar aquí , la voz de la doncella , que era cada vez mas tem-
blorosa , espiró en un profundo sollozo .
-Siempre dices lo mismo ! No comprendo por qué tu esperanza
se haya desvanecido .
Blanca fijó en el caballero una mirada llena de dignidad .
-¡Por qué se ha desvanecido mi esperanza ! Ciertamento no erei
jamás que no lo comprendiéseis así . Yo , D. Guillen , he amado como
se deben amar los ángeles en el cielo . Siempre he puesto á la Vírgen
por testigo de mis amores , à la Madre de Dios he dirigido siempre mis
plegarias , y... ¿ quereis ahora que yo mancille un sentimiento tan
puro y tan santo ? Yo no habria merecido la dicha de amaros como os
be amado , desde el momento en que os amase como vos quereis .
-Mi amor es grande , verdadero , volcánico .
-Vuestro amor , D. Guillen , es criminal .
-¿Y qué piensas hacer?
-Avisar á mi hermano mi llegada ...
-Ya sabrás que Alvaro tambien ha entrado en el Temple.
-Lo sé.
-Habia entendido que no querias que tu hermano supiese tu llegada .
-No he pensado jamás tal cosa .
-Así me lo habia dicho Pedro Fernandez .
-Solamente habia pensado retardar el avisarle , hasta despues de
veros.
-¿No temes que Alvaro lleve á mal tu resolucion de haber venido ?
-No lo temo.
Yo te amo , Blanca , yo te amo con todo mi corazon ! esclamó de
pronto Gomez de Lara .
-No me lo digais , por Dios .
-Déjame que beba el dulce néctar de tus lábios de rosa.
-¿Qué haceis , señor ? Doléos de mí , D. Guillen , que soy niña y
me encuentro aquí desamparada . No es digno de vuestro honor de ca-
ballero el quitar el honor á una doncella que os ama .
—¡ Blanca de mi alma ! Yo te suplico que no desoigas mi pasion .
Por piedad , no me supliqueis , amado D. Guillen . Vuestra súplica
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Perfida hermana ! Ruin amigo ! Toda vuestra sangre no bastará à saciarmi sed devenganza
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CAPITULO
LXIX .
De cómo en todos los negocios de la vida debe tenerse muy en cuenta la muerte.
-Voy al punto .
-Cuidado , que á la noche es indispensable que estés aquí de
yuelta .
-Estaré sin falta.
-Sigilo y prontitud .
Gomez de Lara alargó una bolsa á su halconero , que partió inme-
diatamente á cumplir las órdenes de su señor .
Cuando llegó la noche , Pedro Fernandez se hallaba en el monas-
terio. El semblante del halconero no parecia muy satisfecho . El listo
caballero advirtió al punto que algun grave pensamiento preocupaba
el ánimo de su servidor .
-¿Qué te sucede , Pedro?
-Estoy muy triste.
-¿No traes la escala ?
-Si , señor.
-Pues entonces , ¿ por qué te afliges?
-¡ Dios quiera que me equivoque !
-¡Por Santiago de Compostela ! esclamó el caballero . Ahora se me
ocurre que acaso lo hemos echado todo á perder ... Me parece que no
te dije la longitud que debía tener la escala , y tú no me lo preguntas-
te. ¡ Topo !
-
-Creo que la escala será de vuestro agrado .
--¿Es muy larga?
-Vendrá á ser tan alta como el muro de la huerta de este conven-
to , dijo Pedro Fernandez sonriéndose.
-Vamos , no eres tan topo como yo creia , repuso el caballero con
faz alegre. Trae la escala.
El halconero fué á su aposento y trajo un envoltorio , le deslió , y
sacó una escala de cordeles de cerda, con un enorme gancho de hierro
en una de sus estremidades.
-Buena compra has hecho.
-No he comprado mas que las cuerdas y el gancho . La escala está
hecha por mí..
-¡Eres un servidor leal é inteligente ! Ahora bien , ¿ por qué estás
-triste ?
-Porque hoy he adquirido muy malas noticias en San Juan de Acre .
-¿Pues qué hay?
-He oido decir que los infieles van á poner cerco á Jerusalen , y
como Mari Ruiz...
901
1 Color luteus, que reluce como el búcaro. Las antiguas religiosas de Orien-
te , establecidas por Santa Sinclética , tenian el hábito en la forma referida. El
velo de las profesas era negro , y el de las novicias blanco.
904
delirio con sus fantasmas perturbó su menté , y el terror con sus es-
pantos estremeció su corazon . Creia que la imágen sacrosanta , desta-
cándose de la pared , se adelantaba en el aire hacia ella , mostrándole
su corona de espinas , su cetro de caña , sus heridas , sus lágrimas , y
que le decia con voz dulcísima y doliente : « ¿ Aún no te basta tanto
escarnio ? ¿ Quieres aún afrentar mas á tu Redentor, que murió por tí?
Yo soy el pastor que busca las ovejas descarriadas ; yo te habia traido
sobre mis hombros al redil , y ¡ ahora cambias el amor del cielo por
las impurezas de la tierra ! Aún es tiempo , Elvira . Un instante mas ,
y el infierno cerrará detrás de tí sus puertas para no abrirse nunca,
nunca . En un segundo se gana ó se pierde el alma . »
Este grito de su conciencia lo creyó Elvira oir de los mismos páli-
dos lábios del Ecce homo.
Súbito se apagó la bugía que estaba sobre la mesa , á impulso de
una fuerte ráfaga de viento . Embebidos en su culpable desvarío , los
amantes no habian siquiera advertido que no habian cerrado la puerta .
Quedóse la celda sumergida en las mas densas tinieblas ; pero la
novicia veia siempre agitarse delante de sus ojos la sagrada imágen.
Cerró los ojos para no ver ; pero la vision estaba en su alma precita.
De repente esclamó con voz ahogada :
-Huye , Guillen , huye , y no me arranques las esperanzas de la
penitencia ! ¡ Mira ! ¡ Mira las llamas del infierno !
En efecto , Elvira no se equivocaba ; aquello no era una ilusion ; la
celda estaba realmente inundada de un resplandor rojizo . La novicia
se figuraba ver las puertas del infierno , en cuyo dintel flamígero tenia
ya puesta la planta .
Entonces sucedió una cosa horrible. Los dos amantes se quedaron
fascinados como dos pajarillos sorprendidos en su nido por una ser-
piente . Vieron aparecer una procesion estraña , una procesion del otro
mundo. Cinco fantasmas vestidos con ropas monacales aparecieron en
la celda , llevando cada cual una antorcha en una mano y un puñal en la
otra. Diríase que aquellos cinco espectros habian abandonado el mundo
de las tumbas para castigar el horrendo crímen del temerario caballero .
-¡Sacrilego ! ¡ Sacrilego ! ¡ Sacrilego ! dijeron varias voces .
Y antes que D. Guillen hubiese tenido tiempo de hacer el menor mo-
vimiento para defenderse , los monjes se precipitaron sobre él y le apri-
sionaron .
-¡A fé que no se habia equivocado mi halconero ! murmuró Go-
de Lara.
La 16.
Este grito de su conciencia lo crevo Elvira oir de los mismos palidos lavios del Ecce -homo
61010
CAPITULO LXXI.
16
CAPITULO LXXII.
De cómo los Templarios , sin saberlo , tomaron al fin la resolucion que mas podia
agradar al rey Felipe el Hermoso de Francia.
sus enemigos . Parece que todos los diablos se han desencadenado aho-
ra , y si ponen cerco á Jerusalen ....
1 Válgame Dios , y qué va á ser de nosotras ! Aquí ... en tierra
estraña... ¿Y qué nos aconsejas que hagamos ?
-Lo que hay que hacer sin detenerse , es que os vengais conmigo.
-Es el caso que Doña Blanca se halla todavía muy débil ... ¡ Le dan
unos parasismos !
-Ha estado enferma ?
-Cuando volvió en sí y vió tan malamente herido á su hermano , se
le murió el corazon en el cuerpo.
-¿Y qué ha sido de D. Alvaro ?
Se lo llevaron los Templarios , y por mas que hemos ido á pre-
guntar por él , nunca han querido darnos razon . (
-De modo que no sabemos si vive , ó si murió de resultas de la
herida.
-Nada sa sabe. Los Templarios parece que ponen todo su cuidado
en ocultarnos la suerte del triste jóven .
En aquel momento se oyeron resonar clarines de guerra y relin-
chos de caballos . Algunos escuadrones del Temple , en union con los
caballeros Hospitalarios , salian de Jerusalen para disputar el paso á las
tropas de Khalil . Los valientes caballeros tenian poderosas razones
para preferir el aventurarlo todo en una sangrienta batalla , mas bien
que dar lugar á las agonías de un asedio prolongado . Segun las noti-
cias que habian traido los corredores , el Soldan deberia estar al dia
siguiente sobre los muros de Jerusalen .
Aquella misma tarde partió el halconero , llevando consigo & su
amada Mari Ruiz y á la encantadora y triste Blanca , que huia de la
muerte sin apetecer la vida . Además , el fiel servidor llevó en su com-
pañía los criados españoles de D. Guillen , los caballos y riquezas y
demás objetos de valor que pertenecian al caballero , todo lo cual habia
sido conservado con admirable fidelidad . Pedro Fernandez , adoptando
el camino que creyó mas seguro , se dirigió á la ciudad de Gaza , don-
de ya le aguardaban D. Guillen y Momo .
Entre tanto Khalil-Ben-Kelaun se aproximaba con un poderoso
ejército á la Ciudad Santa.
Para comprender y apreciar debidamente la conducta de los Tem-
plarios , conviene formarse una idea exacta del estado de la Órden en
los últimos años de su existencia en la Palestina , en donde habia reci-
bido el Temple rudos golpes de los infieles . Pero aquellos golpes habian
920
resonado débilmente en Europa , y solo comprendian el estado de de-
cadencia de la Órden en Oriente , aquellos que tenian interés en que
acaeciesen descalabros á esta poderosa Milicia . De este número era el
rey Felipe el Hermoso , quien desde Francia sabia mejor que los Tem-
plarios mismos el verdadero estado de sus negocios . Por otra parte ,
los Templarios de Europa tenian interés en ocultar las desgracias de
sus hermanos de Oriente ; pero el mal peor de los Templarios consistia
en que todas sus fuerzas se habian reconcentrado en Europa , precisa-
mente donde escitaban la envidia , y desde donde no era fácil enviar
socorro á Palestina .
La Órden del Templo , cuyo esplendor habia llegado al pináculo de
la fortuna y de la riqueza , debia , como todas las cosas humanas , en-
trar en el período de su decadencia , precisamente en el mismo mo-
mento en que se encontraba en su mayor poderío. Nunca el sol se de-
tiene sobre el Zénit , y el momento de sus mas vivos fulgores se con-
funde con el momento en que comienza á declinar hácia Occidente .
Desde el año de 1259 tuvieron los Preceptores de Francia una reñida
controversia con los Obispos sobre las inmunidades de la Órden , y des-
de entonces se enagenaron la voluntad del clero francés , que miraba
con aborrecimiento á los Templarios . En el año siguiente, los caballe-
ros de Castilla se cubrieron de gloria peleando con los moros de Anda-
lucía ; pero los de Palestina fueron derrotados y hechos prisioneros por
Bondochard , Soldan de Egipto . Poco tiempo despues , el Papa Ur-
bano IV se indispuso con Estéban de Sisi , Mariscal de la Órden , y le
privó de su empleo . Sisi hizo una representacion al Pontífice sobre
este asunto , pidiéndole que le restituyese á su antiguo destino ; pero
la respuesta del Papa fué escomulgar al Mariscal , cuyo partido tomó
la Órden. En este intermedio murió Urbano , y Clemente IV , su suce-
sor , absolvió á Sisi , pero reprendiendo ágriamente á sus superiores .
Tambien por entonces ocurrió otro desastre á los Templarios , que si-
tiados en Saphad por el Soldan de Egipto , se vieron obligados à ren-
dirse despues de cuarenta y dos dias de asedio. El vencedor , faltando
à uno de los artículos de la capitulacion , puso á los habitantes en la
cruel alternativa de renegar de la religion cristiana ó de morir , sin
darles mas tiempo para resolverse que el corto plazo de un dia . El
Prior ó Maestre del Temple de Saphad , asistido de los Franciscanos ,
pasó la noche exhortando á la guarnicion y á los ciudadanos á que su-
friesen heróicamente el martirio antes que someterse á la inícua pro-
posicion del Soldan , que habia faltado villanamente á las capitulaciones
921
CAPITULO
LXXIII .
El último instante.
bras del espíritu de la sensualidad , que en las del espíritu del bien.
Basta uno de estos pensamientos , veloces como el rayo , para de-
cidir el combate . La inexorable Muerte estiende su brazo de esqueleto,
y se verifica el gran misterio de la transformacion . ¡ Ya es tarde ! Ni
el cielo ni la tierra pueden ya destruir el efecto , el colorido , si así
puede decirse , del último instante , cuyo eco resonará siempre , siem-
pre , de siglo en siglo , por eternidad de eternidades . El ángel bueno
llora de tristeza . El ángel de tinieblas se rie , y con júbilo feroz se
apodera de su presa y desaparece en el informe cáos .
¡ Cuán de otra manera sucede cuando el alma ve delante en com-
pendio sú vida pasada , y tiembla y llora 7 se confia á Aquel que creó
los cielos y el libre albedrío , es decir, la virtud! Cuando el alma aban-
dona esta mansion con los ojos de la esperanza fijos en el cielo , los
ángeles de tinieblas rugen de furor , mientras que el firmamento se
abre , y aparecen brillantes legiones de ángeles batiendo sus alas de
oro entre los esplendores de una Aurora como jamás la han visto los
mortales en la tierra . En las sublimes regiones del espacio.del último
cielo resuena una música armoniosa . Las dulces melodías del concierto
divino , al recibir y festejar un alma justa , se dilatan por todos los
universos , y bajan hasta la region de las tinieblas , y caen sobre los
réprobos como gotas de plomo derretido , como saetas emponzoñadas ,
como maldiciones de la cólera celeste. Las melodías que perciben las
Potestades é Inteligencias en toda su dulzura , no resuenan en las re-
giones inferiores sino como ruidos, horrendos . ¡ Tal es la perversion de
inteligencia de los espiritus tenebrosos !
El fúnebre tañido de las campanas se dilataba por las ciudades y
los campos , como ecos sollozantes y lamentos de moribundos . El cielo
estaba nublado , y en todo aquel dia el sol no habia, querido romper el
velo sombrio de las nubes , como si hubiese temido insultar con su luz
la tristeza de los mortales. Muchas naciones veíanse aquel dia cubier-
tas de luto y sumergidas en llanto . El génio de la Muerte vagaba aquel
dia por los espacios , llevando en su mano una pálida mortaja , como
si fuese la bandera de la humanidad . Pero á este génio fúnebre que
recorria las regiones de la tierra , le iba siguiendo el ángel de la es-
peranza , cuyo reinado comienza mas allá de la tumba . ¡ Era la vispe-
ra del dia de Difuntos !
Las primeras sombras de la noche , mas pronto que de costumbre
á causa de lo lluvioso del día , comenzaban á estenderse en el hori-
zonte. A la tristeza de la solemnidad religiosa se mezclaba la melan-
931
He recorrido un camino por donde nunca volveré à pasar Yo me veo como mi padre
se vio tu te verás como me veo.
935
937
118
nomion 107
CAPITULO LXXIV.
Proceso.
-939
las calumnias del astuto legista ; pero el rey Felipe , asistido de sus
abogados , desafió el poder de la Santa Sede ; y Nogaret , cuya malig-
nidad y obstinacion eran tan grandes como su astucia , lanzó una
proclama furibunda contra Bonifacio , á quien insultaba llamándole
Malifacio , pérfido , intruso , ladron , hereje , enemigo de Dios y de los
hombres .
Por último , el Papa excomulgó al rey; pero este mandó aprisionar
al legado , quitándole sus despachos . No bastaba esto á Felipe , que
hizo anunciar en el Parlamento por sus abogados generales veinte y
nueve capítulos de acusacion contra Bonifacio , imputándole heregías ,
blasfemias y los vicios mas vergonzosos . Apoyado el rey con el asen-
timiento del clero francés y de la universidad , convocó un Concilio , ne-
gando que Bonifacio fuese el Pontifice legitimo . Estos sucesos , tan la-
mentablés como inauditos , colocaban á la Francia en el camino de un
cisma . Felipe el Hermoso envió à Nogaret á Roma para notificar al
Papa las tremendas acusaciones . El legista llevaba órden secreta de
prender a Bonifacio y enviarle á Lion . Además , Nogaret iba autori-
zado para obrar segun le pareciese , atendidas las circunstancias .
Acompañaba a Nogaret Sciarra Colonna , enemigo encarnizado del
Pontifice , el cual , habiendo tenido noticias de tan horrible trama , hu-
yó á Anagni .
Pero el Sumo Pontifice no pudo escaparse del furor de sus ene-
migos .
Habiendo Nogaret reclutado á peso de oro una partida de aventu-
reros , se precipitó en la ciudad , gritando :
-¡Viva la Francia ! Muera Bonifacio !
La desalmada tropa penetra en la mansion del Vicario de Cristo,
que á la sazon contaba ochenta y seis años , y enterado de la causa de
aquel tumulto , esclamó :
Entregado como Cristo á sus verdugos , moriré ; pero siendo
Papa .
Y así diciendo , con la tranquila magestad de un mártir colocó la
tiara sobre su cabeza , y se sentó sobre su trono , teniendo en sus ma-
nos la cruz de Cristo y las llaves de San Pedro .
El palacio fué invadido rápidamente por los hombres de armas , Ó
mejor dicho , por aquella feroz turba de salteadores , que se entregaron
al pillaje y á la matanza para satisfacer su codicia y su barbárie . A la
cabeza de aquellos malvados iban Nogaret y Sciarra, Colonna , que por
espacio de cuatro años habia bogado al remo en las galeras de los pi-
941
ratas , despues que habia huido de Roma . Nogaret insulta al anciano
con amargas reconvenciones y con irónica sonrisa . Ni la triple corona
de la sagrada tiara , ni las canas venerables , ni la resignacion evan-
gélica del sucesor de San Pedro , bastan para infundir respeto y lásti-
ma en aquellos corazones de tigre . Sciarra Colonna se presenta lleno
de un júbilo satánico á los ojos de su enemigo , y sediento de vengan-
za ¡ qué horror ! estiende sus manos sacrilegas sobre el anciano Ponti-
fice , le escupe en el rostro , le abofetea y le arroja al suelo . En seguida
Nogaret y Colonna ponen centinelas en la habitación , y retienen pri-
sionero al jefe de la cristiandad . Temiendo ser envenenado , Bonifacio
se niega á tomar alimento durante todo aquel dia y parte del siguiente .
Entre tanto la voladora fama estiende , repite y publica por todas
partes el horroroso suceso , y vueltos de su espanto los habitantes do
Anagni , se sublevan , se arman , se precipitan en el palacio rugiendo
de furor , trábase un encarnizado combate , y , por último , consiguen
á viva fuerza libertar al anciano Pontífice.
Huyen despavoridos Nogaret y los suyos , y Bonifacio es conducido
á la plaza pública para que todos los habitantes pudieran satisfacerse
de que estaba libre . Todos derraman lágrimas de gozo , celebran en-
tusiasmados la victoria , y se prosternan á los pies del venerable an-
ciano .
Entonces tuvo lugar una escena que partia los corazones .
-¡Hijos mios esclamó el Pontifice . Me siento desfallecido de ham-
bre. Dadme un pedazo de pan , por el amor de Dios !
¡ Qué espectáculo ! Hombres , mujeres y niños se apresuran á ofre-
cer sus bienes y á tributar consuelos al Supremo Sacerdote , que ma-
nifiesta ideas de perdon para con sus enemigos . Tanta sublimidad
conmueve al pueblo , que sabe siempre comprender los sentimientos
hermosos ; y el Pontífice , poco antes encarcelado y hambriento , es
conducido en triunfo á Roma .
Pero allí aguardaban á Bonifacio nuevos desengaños . Todos se le
manifiestan hostiles , todos parecen estar de parte de Francia , y hasta
los Orsinis , en quienes depositaba toda su confianza , le tienen encerra-
do en su palacio. El Pontífice no puede resistir á tan rudos y repeti-
dos golpes ; su espíritu se abate , su corazon se contrista recordando
su afrenta , estravíase su razon , y en breve exhala el último suspiro .
Un hombre de una familia oscura y poco numerosa , constante y
honrado , discreto y santo , y llamado Nicolás Bocalini , fué el sucesor
de Bonifacio. Nicolás tomó el nombre de Benedicto XI , y pronunció
942
rey Felipe , cuando sin cesar oia repetir que fos Templarios habian
traido de la Tierra-Santa á Francia ciento cincuenta mil florines de
oro y diez cargas de plata.
Apenas Santiago Molay habia llegado à Paris , tuvo la suerte de
prestar un gran servicio al rey Felipe el Hermoso. Sucedió que , á
consecuencia de las frecuentes alteraciones que Felipe hacia en las mo-
nedas , hubo gran carestía en Paris , y amotinado el pueblo , no repa-
ró en esgrimir sus armas contra el rey , cuya escasa comitiva luchaba
contra el furor popular . Pudo haber sido muy trágico el desenlace de
esta escena de tumulto , á no haber acertado á pasar por la misma
calle el Gran Maestre Molay , seguido de un buen número de sus ca-
balleros . Al punto los Templarios se precipitaron sobre la multitud y
la dispersaron , consiguiendo salvar la vida del rey .
Al dia siguiente el pérfido monarca , en presencia de toda su cor-
te, abrazó al Gran Maestre , colmándole de distinciones y dirigiéndole
estas palabras :
-Las obras de piedad y de misericordia , la generosa liberalidad
practicada en todo el mundo y en todo tiempo pór la santa Órden de
los Templarios ; fundada hace largos años por la autoridad divina y el
valor de sus individuos y su celo por la fé de Jesucristo , nos inducen
á derramar nuestra real munificencia sobre la Órden y sobre los caba-
lleros , en cualquier lugar de nuestro reino en que se hallen , y á dis-
tinguir por un favor especial á este cuerpo , á quien queremos tan sin-
ceramente , y á cuyos individuos he debido ayer mismo el servicio mas
señalado .
Al oir tales palabras , el Gran Maestre se creyó mas que nunca
adelantado en la gracia del rey.
Pero pocos dias despues tenia lugar en Palacio una escena , que
demostraba , hasta qué punto era pérfido el carácter del rey Felipe el
Hermoso .
Nogaret entró en la cámara real en traje de camino ..
-¿Se han tomado ya todas las disposiciones convenientes para dar
. el golpe seguro ? preguntó el monarca .
-Señor , todo parece que coincide para que sin gran trabajo se
lleven á feliz cima vuestros proyectos.
-Es preciso proceder con gran cautela . Ya sabes que durante lar-
go tiempo estamos meditando en las tinieblas la verdadera obra maes-
tra de nuestra política . Ya sabes que en un principio el rey de Fran-
cia no era mas que el primero entre los nobles , sus iguales , y que á
945
la mejor ocasion los grandes señores• del reino miraban con desprecio
ó altivez la dignidad real , á causa de los escasos medios con que con-
taba el rey. Poco á poco mis antepasados han ido adquiriendo dere-
chos , aumentando sus posesiones y ensanchando su jurisdiccion . En
tiempo de Felipe I los dominios del rey eran tan pequeños , que se re-
ducian solamente á los cinco condados de Paris , Melun , Etampes,
Orleans y Sens . Hoy el poder real es mas fuerte , por la sola razon de
que se han aumentado sus dominios . La soberanía real es un fantasma
y un sarcasmo , cuando carece de medios materiales para llevar á cabo
sus proyectos. Ahora bien , nuestra voz será obedecida en todas partes ,
y nuestro poder se aumentará prodigiosamente , desde el momento en
que pertenezcan á la Corona todos los bienes de los Templarios . ¡ Qué
inmensa masa de riquezas , qué palanca tan poderosa para mover la
Francia y la Europa hácia mis planes !
Y los ojos de Felipe centelleaban de júbilo .
-Pero es necesario , añadió , que nuestra voluntad aparezca como
el rayo . Si esos altivos guerreros llegasen á apercibirse de nuestro in-
tento , nuestra autoridad quedaria mal parada ; pues á viva fuerza nos
seria imposible sujetarlos .
Nogaret escuchaba al rey con su habitual sonrisa .
-Señor , dijo , siempre os repetiré que una pluma vale por lo me-
nos tanto como una espada . Estos orgullosos guerreros saben dominar
en los combates ; pero , á escepcion de los jefes , son muy poco aptos
para responder acertadamente á las preguntas de nuestros legistas . En
esta ocasion se convencerán de que los plebeyos no estan destituidos
de talento , como con frecuencia se suele pensar y decir . Todo está
preparado ya para entablar el proceso contra la Orden del Temple .
¿ Habeis pensado , señor , la fuerza irresistible que tiene un proceso en
manos hábiles ?
-Si ; pero es necesario , para entablar el proceso en debida forma ,
tener antes aprisionados á los criminales .
-Descuidad , señor . Las prisiones se verificarán en todo el reino á
una misma hora y sin el menor ruido . El rayo de vuestra cólera caerá
sobre los inícuos , antes que ningun relámpago anuncie vuestro justo
enojo. Despues que se han enervado en el ócio y las orgías , perdieron
las posesiones de Oriente , y ahora han venido à establecer en Paris
su corte, para eclipsar la vuestra con su lujo y con su pompa guerre-
ra. Todas las Órdenes religiosas , el clero todo de Francia , se ha apre-
surado á ofreceros donativos para sacaros del apuro en que os han
119
946
colocado vuestras diferencias con Flandes é Inglaterra . Pero advertid ,
señor , que los Templarios han permanecido del todo indiferentes á los
apuros del real erario y al conflicto de la patria , y ni aun siquiera por
cortesía os han ofrecido una subvencion , siendo la Órden mas rica y
poderosa , no solo de vuestros dominios , sino de Europa entera.
-¡Es verdad ! esclamó Felipe . ¡ Son avarientos como judíos !
-No tienen mucho de cristianos ; pues en sus ritos y ceremonias
usan de muchas fórmulas , cuyo sentido es completamente herético.
Pero no es esto solo . Ya que no contribuyen con ningun subsidio , pu-
blican que vos les estais muy agradecido , y que vuestra real persona
se libró de un gran peligro , merced á su valor .
+¡Infames !
-Afortunadamente el dia de la expiacion está ya cerca . Acusado-
res , cuyas palabras en este negocio tienen gran peso , declaran con-
tra la Órden crímenes horrendos . Por mas que os sea sensible proceder
contra tan valientes caballeros , la justicia es ante todas cosas , y los
deberes de vuestra real persona os obligan á esclarecer la verdad de
los hechos . Si son calumnias , castigareis á los calumniadores ; pero
si son verdaderas las acusaciones , pesaria sobre vuestra real corona
una responsabilidad inmensa ante Dios y los hombres , al dejar impu-
nes , ó las calumnias de los acusadores, ó los crimenes de los acusados .
- -Perfectamente , mi querido Nogaret , perfectamente pensado ,
1
Se le formó proceso , acusándole de magia y de impiedad .
948
CAPITULO LXXV.
por sus dominios , ó por su cargo y autoridad , á juzgar por las mues-
tras de respeto con que el mancebo le honraba .
Ambos estaban sentados junto à una mesa , sobre la cual se veian
algunos manuscritos. Fácilmente se podia conocer que el jóven no solo
honraba las canas del anciano , sino tambien el ingenio , cuya coro-
na , si en la juventud es brillante , es en la ancianidad mas que nun-
ca magestuosa y venerable . El poeta , que era de carácter un poco
altivo , no doblaba su rodilla sino ante Dios y los hombres virtuosos y
sábios .
El trovador acababa de leer al anciano la « Introduccion » de su
maravilloso poema , que comenzaba por la traslacion de Henoch y de
Elías á las regiones de eterna luz . El poeta presentaba aquellos dos
varones justos como el símbolo del destino de la humanidad primitiva ,
esto es , no degradada . El hombre inmortal habria sido trasladado en
cuerpo y alma á esos espacios ethéreos , á esos globos brillantes que
nadan en el vacío y que ahora miramos con tristeza . El trovador su-
ponia que la naturaleza del aire habia cambiado despues de la caida,
y á esta causa atribuia el que el hombre estuviese desheredado de sa-
tisfacer su innato y sublime anhelo de recorrer las magníficas esferas
de tantos y tantos soles .
El poeta manifestaba que Henoch y Elías habian sido trasportados
á nuevos paraisos , para patentizar á ios mortales cuál hubiera podido
ser su destino . Despues de una brillante descripcion del maravilloso
viaje de Elías sobre su carro de fuego , al través de espacios inmen-
sos , el flagrante torbellino se detiene , cesa de subir , y comienza á
dirigirse horizontalmente hácia un nuevo mundo resplandeciente de
luz , y situado á las puertas del cielo empíreo. Despues de esta narra-
cion seguia un diálogo entre Elías y Henoch , donde se esplicaban sen-
cillamente todas las cosas que aquí abajo son indecibles 6 inefables .
-¡Qué diálogo ! esclamó el anciano lleno de admiracion . Jamás un
mortal ha sabido concebir y esplicar tantas maravillas .
En seguida el gran poeta recitó algunos hermosos versos , en que
antes del fin se pintaba la venida de Elías para restablecer todas las
cosas.
El anciano , cuando hubo oido este bellísimo pasaje , se precipitó en
los brazos del jóven , diciendo :
-Hijo mio , el espíritu de Dios mora en tí . Algún dia serás la ad-
miracion de las naciones.
imenez
CAPITULO LXXVI .
fortuna nos ha sido tan propicia , que cuando volvamos á ver al señor
de Osorio , podrémos contarle con la mayor exactitud todos los paises
que ha recorrido Castiglioni , y aun nombrarle casi todas las personas
con quienes ha hablado .
-Si; pero nosotros juramos por Nuestra Señora de la Luz el ser-
virle fiel y lealmente , y tú sabes que el señor de Osorio siempre se ha
portado para con nosotros como el mas cumplido caballero , pagando-
nos con una generosidad propia de un rey , todos los servicios que le
hemos prestado . Y si he de decirte la verdad , lo que mas me gustaba
del señor de Osorio , es que nunca nos exigia que cometiésemos ningun
crímen ; de manera que nos pagaba muy bien , y ganábamos nuestro
dinero honradamente ; pues á mí lo que mas me mortifica , es que me
exijan que asesine á un hombre , sin mas razon que darme un puñado
de oro.
-¿Pues qué mas da robar que asesinar ?
-No es lo mismo . Ya sabes que yo me pinto solo para desbalijar
en un credo lo mismo á un moro que á un cristiano , y maldita la pena
que por ello siento ; pero no me sucede lo mismo cuando es preciso
'dar muerte á alguno .
-¿Y por qué te sucede eso ?
-Siempre me habia repugnado derramar sangre ; y sin embargo ,
cuando salíamos al camino , he matado á muchos , sobre todo , si se
resistian á entregar el dinero . En una ocasion , ya estabas tú en la
partida , me mandó el capitan Garcés que me apostase en un recodo
del camino para desbalijar al que por allí pasase. De pronto oí el tro-
te de un caballo , y á poco apareció un ginete que tenia trazas de ser
un rico ganadero . Mandéle que soltase la bolsa , y me respondió que
primero se dejaria matar . « Mucho dinero debes traer , cuando tanto-
lo defiendes ,» le dije . El caminante , en vez de negármelo , me confe-
só con la mayor franqueza , que traia el importe de todos sus ganados ,
que habia vendido para comprar tierras . Ya ves que yo no podia dejar
escapar tan magnífica presa ; pero no era tan fácil apoderarse de la
preñada bolsa del pastor , que me arrojó un venablo que llevaba , con
tanta fuerza , que estuvo en un tris que no me hubiese atravesado . Yo
monté en cólera ; y por último , despues de una lucha asaz encarniza-
da , le maté y le quité la escarcela . Era un mancebo de hermosa es-
tatura , alto y fornido como un roble , y fiero como un jabalí . « ¡ Mi
pobre mujer y mis hijos ! » esclamó . « Eres casado ? » le pregunté .
«་་ Sí , me dijo , y en seguida espiró .
966
desde tierras muy lejanas con el único deseo de seros útil en el aban-
dono en que os hallais .
¿ De dónde venís ?
-Esta carta os lo dirá .
Jimeno entregó á Molay una carta de D. Rodrigo Yáñez .
El prisionero se aproximó á la luz y leyó la epístola del Maestre
Provincial de Castilla , en que este le manifestaba las intenciones de
Jimeno y el objeto de su.viaje .
Terminada su lectura , el Gran Maestre esclamó :
-
¡ Oh ! ¡ Podrémos confundir á nuestros acusadores ! ... Dios acu-
de á la mayor necesidad ... ¿Traeis el manuscrito ?
-Si , señor .
-¡Vos habeis prestado un gran servicio á la Órden 1 ¿ Por ventura
sois Templario ?
-No me importaria serlo, ahora que los Templarios son perseguidos ;
porque en la hora de la desdicha es cuando las almas nobles se aso-
cian á los desgraciados , aun cuando estos hayan sido sus enemigos .
-Recuerdo que me habeis dicho que mi hermano y yo os habíamos
perseguido en otro tiempo... ¿ He oido mal ?
-Dije la verdad , señor .
-¿Y cuándo y por qué os hemos perseguido ?
Jimeno en breves palabras refirió al Gran Maestre la muerte de
Senancourt , su secreto casamiento con Amalia y todas las demás cir-
cunstancias que ya saben nuestros lectores .
—Y ahora , añadió el jóven , os repito que deseo ser Templario ;
porque la muerte de Amalia ha dejado en mi corazon un vacío que
nada puede llenar , y solo una vida de abnegacion y de retiro pudiera
tal vez hacerme esperar la muerte con menos impaciencia , con mas
resignacion .
Inesplicable sorpresa causaron semejantes revelaciones en Santiago
Molay , que respondió :
-¡Oh ! Ahora es muy mala ocasion de pensar en que nadie entre
en nuestra Órden. Además , aun cuando los Templarios se encontra-
sen en la mayor prosperidad , como en otros tiempos , vos nunça pu-
diérais profesar en nuestra Religion . ¡ Cuán doloroso me es no haberos
conocido antes ! Seguramente que entonces no habríais padecido tanto .
-¿Y por qué no podria yo profesar en vuestra Órden ?
-Por la sencilla razon de que vuestra esposa vive.
-¡Aún vive ! ¡ Dios del cielo y de la tierra ! ¡ Yo bendigo mi ven-
974
tura!... Pero no , no... Tanta dicha ! ... Os equivocais , me enga→
ñais... Perdonad , señor ; pero no quiero creer en tanta felicidad para
verla despues desvanecida .
-Os he dicho la verdad , caballero .
Y el Gran Maestre esplicó al apasionado mancebo la muerte del
conde de Fribourg y del anciano Zaré , que se habia sacrificado en
aras de la amistad que profesaba á Jimeno . Igualmente Molay refirió
al jóven español todas las circunstancias de la fingida muerte de Ama-
lia , y cómo él y su hermano , temerosos de que la jóven huyese con
su amante , habian determinado que continuase muerta para todo el
mundo.
Figúrese el lector lo que pasó en el alma del poeta al recibir tan
inesperadas como venturosas noticias ! Su corazon estaba oprimido
bajo el peso de tanta felicidad , y lloraba de alegría .
- ¿En dónde está vuestro hermano ? preguntó el jóven .
CAPITULO LXXVIII. ,
Las Pirámides.
-Sin duda esta mujer será la que , segun he oido , habita en las
Pirámides , dijo el halconero en español .
-Es verdad que he oido hablar de una penitente , repuso el Soldan .
-¡Penitente ! esclamó la vieja , riéndose con espresion satánica.
-¿Sabes hablar el español ?
-Yo soy española.
-¡Válgame Dios ! esclamó el halconero asombrado . ¡ Es la vieja
Plácida ! ¿ Quién diablos te ha traido por aquí ?
-Mi mala suerte . Pero ¿ quién sois ?
-¿No me conoces ? ¿ No te acnerdas de Pedro Fernandez , el hal-
conero del señor de Alconetar?
La vieja fijó sus ojos atónitos en el halconero .
-¿Quién habia de conocerte , dijo , en ese traje ?
Plácida refirió entonces cómo llevaba algun tiempo de habitar en
aquella mansion , y que debia su subsistencia á las costumbres hospi-
talarias de los musulmanes.
-Todos los dias , añadió , salgo á buscar mi vida , y por la noche
me recojo en este aposento.
-Pero muy pronto vendrán las inundaciones , y os será imposible
permanecer aquí , dijo el Soldan . Desde mañana podeis trasladaros al
Cairo , y os asigno una suma que cobrareis de mi tesoro , para que vi-
vais cómodamente. Me basta que seais española , para inspirarme el
mas vivo interés .
-¿Quién sois vos ?... Me parece que vuestra voz no me es desco-
nocida ……
.
-Soy el Soldan de Egipto .
-Es mi señor D. Guillen Gomez de Lara.
- Don Guillen ! esclamó Plácida con un acento indescriptible .
Y dando un salto como un tigre , clavó sus ojos cavernosos en el
Soldan , que no sin estrañeza contemplaba á la vieja .
Era tal y tan satánica la espresion de la mirada de Plácida , que
otro que D. Guillen habria retrocedido horrorizado .
Pero la anciana ", volviendo sobre sí , recapacitó , se detuvo , y por
último , se desplomó otra vez sobre su lecho de hojas , con el aire des-
fallecido de una persona que esperimenta un agudo dolor.
-Nada , dijo , nada recibiria de vuestra mano , ni la salvacion de
mi alma .
-¿Qué mal os he hecho yo ? preguntó el Soldan.
-¡ Asesino !
991
¡ Pobre mujer ! ¡ Está loca !
-No , no estoy loca . Tú diste muerte á mi hijo en las inmediacio-
nes de Alconetar .
-Lo ignoro completamente,
-Buena pieza era tu hijo , observó el halconero , que volviéndose
hácia D. Guillen , añadió :.
-Yo si me acue rdo , señor , de la aventura que dice Plácida.
-¿Y qué es ello ?
-¿No os acordais que en cierta ocasion , al volver de cacería , nos
salió al camino un hombre á quien herísteis ?...
-¡Era un ladron !
-¿Y es esa razon bastante para que una madre se quede sin su
hijo? replicó la vieja .
Momo se echó á reir .
El halconero suspiró .
Y el Soldan guardó silencio durante algunos minutos .
-Yo ignoro si aquel hombre murió de resultas de la herida que le
hice. No sé mas sino que salió á robarnos , me defendi , lo derribé , y
seguí mi camino .
El hijo de Plácida era uno de los bandidos de la partida de Garcés ,
el esposo de la hija de Millan y Fidela.
En vano el halconero in stó á la vieja Plácida para que aceptase
los beneficios de su señor , esplicándole que D. Guillen á la sazon éra
el Soldan de Egipto . Aquella mujer rencorosa rechazaba todas las pro-
posiciones que se le hacian.
-¡Ahora es rey ! esclamaba . La fortuna se complace en favorecer
á los malvados ... ¿ Qué importa ?... ¡ Me he vengado ! ¡ Me he vengado !
El Soldan oyó estas palabras , y preguntó :
-¿En qué ha consistido tu venganza ?
Plácida tuvo miedo , y respondió :
-¡Ah ! ¿ Cómo hubiera podido vengarme de un señor tan poderoso?
-Decididamente ha perdido el juicio , dijo el halconero.
Mohamud se retiró al punto en que habia determinado pasar la no-
che , y en donde ya sus esclavos le tenian preparado el lecho .
Cuando el Soldan y los que le acompañaban se hubieron alejado ,
la vieja esclamó :
-¡Imbécil !... ¡ Yo te arrebaté á Elvira ! ... Me he vengado !
Maldito seas !
ROVE
CAPITULO LXXIX.
las junturas de las piedras , y hasta las plantas parietarias que brotan
en los muros de una antigua fortaleza . Solo allí podia conocerse hasta
qué punto la naturaleza es flexible y cariñosa para prestarse á la es
presion de todo lo que el hombre piensa , siente ó imagina.
Rodeaba aquel espacioso círculo un barandal de metal dorado y una
calle de verdes mirtos interpolados de acirates donde brillaba multitud
de flores. La rosa , el narciso , la violeta , la anémona , el sicamor , la
menotisa , el cinamomo , el clavel , la azucena , la siempreviva , os--
tentaban allí su graciosa belleza . Nada mas suave y delicioso que el aire-
que se respiraba en aquel recinto . Diríase que aquel era el pórtico mag-
nífico por donde la ansiosa juventud penetra fascinada por las ilusio-
nes, y se lanza gozosa á recorrer los floridos campos de la vida.
Un lago en figura de ánulo , y en cuya trasparente superficie se
retrataba el cielo , circuia todo aquel espacio , como si hubiesen que-
rido representar un foso lleno de agua , ó un riachuelo que circundase
el florifero castillo . Para que la ilusion fuese mas viva , se veian algu→
nos puentes levadizos sobre aquella especie de estanque , por donde
era preciso pasar para ir á la simulada torre.
En la calle de mirtos se veian de trecho en trecho algunos altos
cipreses que figuraban inmóviles vigías para la defensa del castillo , Ó
como si aquellos árboles lúgubres quisiesen recordar, la muerte en
medio de tanta pompa , frescura y lozanía.
Algunas higueras de Indias , que estaban en lo mas elevado del
macetero , con sus anchas hojas en forma de pala , figuraban las alme-
nas de la torre , sobre la cual se veia ondear al viento el estandarte
del Soldan. Toda la armazon de aquel artificioso macetero era muy só-
lida y hecha de bronce. No cabe en esplicacion el efecto sorprendente
y agradable de aquella brillante fantasía oriental , de aquella arqui-
tectura de nueva especie , de aquel edificio de flores.
En otro departamento habia una dilatadísima pajarera , cuyo in-
menso enrejado estaba hecho de listones de sándalo y alóe . Allí se en-
cerraba prodigiosa multitud y variedad de aves canóras de todos ta-
maños y de espléndidos plumajes . Era su alimento ajonjolí , y tanto la
comida como el agua la tenian en preciosos vasos de jaspe y ágata .
Inútil es encarecer el gran número de esclavos que se necesitaba para
que todo estuviese con el mas artificioso arreglo y con la mas estra-
ordinaria pulcritud.
¿Quién podrá pensar que despues de tantas maravillas , aún no
hayamos llegado al mágico recinto que verdaderamente reclama toda
996
Momo se detuvo , porque se reia con tal gana , que no podia con-
tinuar .
-Habla.
-La proposicion consiste en que digais à los esposos y amantes :
« Vosotros posceis sin duda alguna el alma de vuestras amadas ; pero
dejadme su cuerpo . » ¡ Y entonces vereis lo que os responde la con-
ciencia universal , el sentido comun del género humano !
Y apenas hubo dicho estas palabras , Momo se alejó riendo estre-
pitosamente .
El Soldan le siguió con la vista y con un ademan que parecia
decir :
ban con los ojos chispeantes de placer y con el seno trémulo de amor .
Luego Safo hizo una seña á su esclava , y esta comenzó á tocar
en la lira una sonata dulcisima . Todas las demás esclavas dejaron de
tañer sus guzlas , y las compañeras de Safo permanecieron en pie.
Cual la velera nave , engalanada de flámalas y gallardetes en un dia
de regocijo , se balancea triunfante y gallarda en el movible golfo , así
la airosa jóven se adelantó balanceando hasta el trono del Soldan , y
con gracia encantadora le hizo una vénia , y ca seguida comenzó su
zérea danza . ¿ Qué sílfide podrá compararse con Safo ? Al par que
mueve la aligera planta , inclina sobre el hombro el albo cuello con
gracioso, melindre , y mil sonrisas placenteras brillan unas tras de
otras en sus lábios coralinos . Luego muda de posicion , y puestos en
* arco los brazos , adelanta un pie, y su talle se estremece, y fija los ne-
gros ojos en el Soldan con una actitud que respira el fuego de frenéti-
ca pasion... Y el eco melodioso de la lira , que se dilata por los ámbitos
del aposento, aumenta su rapidez , y con el mismo compás la bella Safo
se arrebata veloz , y salta y trenza , y vuela en mil rápidos giros , y
lleva hasta su colmo la elocuencia del movimiento . Ondea el blanco velo
sobre la desnuda espalda , y á las estremidades de seda y oro del flo-
tante ceñidor van asidas las Gracias , compañeras de la deidad de los
amores. Huye , vuelve , se detiene , se inclina , languidece , y se ani-
ma y se levanta veloz , y ya solo el céfiro puede seguirla con sus alas,
y la contempla gozoso al ver su ligereza y gallardía.
La encantadora Safo siente y espresa todos los afectos , el amor , el
desden , el temor , el deseo. Ya es una paloma que bate sus trémulas
alas , ya es un águila altanera que nadie puede alcanzar , ora es una
gacela que huye despavorida , ora es una mariposa brillante que vuela
en torno del Soldan , hácia el cual se precipita como si fuese la luz de
sus ojos. Safo estaba inspirada . La jóven griega amaba con locura al
hermoso y altivo Soldan de Egipto. ¿Qué no haria Safo por compla-
cer á su señor ? Diriase que Terpsicore se hallaba en aquel recinto , y
que se habia propuesto demostrar á sus Hermanas , que tambien el
movimiento es armonía , es oda , es drama , es poema . ¡ Y Terpsicore
triunfaba !
De actitud en actitud , de sentimiento en sentimiento , con placer
que aumenta , con interés creciente , con mas espresion á cada ins-
tante , cada vez mas bella , la inspirada Safo arrebata el alma y el
corazon , pintando todas las pasiones ; todo en ella era semblante , los
brazos que se estienden con amor , el talle que se dobla con placer , el
Lam 19 .
de S.Gonzale a Madrid
seno que se agita con afan , todo era espresion en ella ; tenía espresion
hasta en el movimiento de sus pies y de su talle gentil y flexible como
la palmera . Espiraron los ecos de la lira , y a la par terminó su danza
la encantadora Safo , que jadeante y ruborosa fijó sus ojos tímidamen-
te en el Soldan . Parecia pedirle un gesto de aprobacion . Con esto so
contentaba la enamorada jóven . El Soldan tenia la espresion del can-
sancio , del hastio , del tédio . No obstante , conocía el apasionado afec-
to de la hermosa griega , y en su interior agradecia y estimaba aquel
amor , aquella abnegacion sin límites . El Soldan , pues , dirigió á Safo
una melancólica sonrisa , y haciéndole seña de que se acercase , la
asió de una mano , estampó en ella un beso glacial , y mandándole sen
tarse junto à si , le dirigió algunas palabras con acento mas cariñoso
que de costumbre . '
Safo estaba radiante de placer en aquel momento , y no apartaba
los ojos del hermoso caballero , á quien amaba con la pasion mas ciega ..
Parecia querer adivinar los pensamientos de su señor para apresurarse
á complacerle. Durante largo rato el Soldan permaneció en su trono, y
en las gradas de marfil estaba sentada Safo , con cuya negra y abun-
dante cabellera jugaba el Soldan , y con aire distraido deshojaba las
flores prendidas entre los cabellos de la hermosa favorita .
La noche avanzaba , y cada vez el semblante del Soldan parecia
mas grave y melancólico . Verdaderamente era digno de compasion
aquel hombre tan hermoso y opulento , y que , sin embargo , se halla-
ba poseido de la mas horrorosa tristeza . Una sed insaciable de lo infl-
nito , la decepcion espantosa que había esperimentado en sus amores ,
la ausencia completa de todo freno moral , pues para él su única ley era
su voluntad; y por último , una fortuna demasiado feliz , esto es , sus in-
mensas riquezas, que bajo el punto de vista material satisfacian todos los
deseos posibles de realizarse en la tierra , habian conducido á D. Guillen
al estado lamentable en que se encontraba , á un estado de tan profunda
é inmotivada tristeza , como jamás ha existido en un corazon humano .
-¿Quereis , dueño mio , que cante ? preguntó Safo con voz trémula
de amor.
-SI , respondió el Soldan .
La jóven griega clavó una mirada en su señor , como para leer en
su semblante la especie de cancion que mas efecto pudiese causar á su
amado.
Al fin preguntó :
- -¿Quereis que cante la cancion del Deseo ?
127
1010
¡ Has tenido muy buena ocurrencia ! esclamó el Soldan saliendo
de su distraccion .
Inmediatamente Safo pidió la lira á su esclava . La hermosa griega
se dispuso á entonar la maravillosa cancion del Deseo , que muchas
veces habia disipado el ceño de la frente del Soldan . Tanto la música
como la letra de aquella cancion tenian un no sé qué de vaguedad y
melancolía , que arrebataba el espíritu á las desconocidas regiones de
ese mundo mejor que siempre se finge el deseo , y que nunca llega á
realizarse en este destierro .
Safo hirió blandamente las armoniosas cuerdas de su lira. ¿ Qué
cosa suave y dulce habrá comparable á la suavidad y dulzura de aque-
llos preludios ? Ya comienza a cantar . Su voz al principio era casi
inarticulada , mas bien eran suspiros . ¡ Qué mágia ! Los espíritus celes-
tiales reposaban en sus lábios . Poco á poco su voz se fué elevando ,
como un ave hermosa y canora se remonta por grados desde la tierra
al cielo. Como de la cima de las montañas se desatan en la prima-
vera los cristalinos arroyuelos , así en el corazon se desata el manan-
tial del sentimiento al plácido soplo de la armonía . La voz y la lira,
como dos graciosos gemelos enlazados con flores , vuelan por el espacio
en compañía de los alados cefirillos . El eco moribundo de la cancion se
escuchaba á lo lejos , como el gemido del náufrago se pierde en la in-
mensidad de los mares . Otras veces se levantaba con la entonacion
fresca y
brillante del ruiseñor que trina enamorado. Ya se aumenta la
voz , y los ecos de la lira son mas vibrantes , se apresuran , crecen ,
resuenan. De la dulce cancion ha renacido el himno que nos arrastra
al estruendo del combate. ¿ Ois ? Galopan los belicosos corceles , crugen
las armas , se escucha el metálico son de los clarines , y hasta se ven la
espada y los ojos centelleantes del guerrero . Súbito calla...Y luego dul-
cemente vuelve á empezar. ¡ Qué melodía tan suave ! Es el suspiro de
las brisas entre las flores , es el arrullo tembloroso de la tórtola , es la
trémula voz de la doncella que recibe, estremeciéndose , el primer beso
de amor . Aquellos acentos inefables se pierden en el espacio como
aéreas Silfides , y arrebatan el espíritu al través de todas las fases de
la existencia . El júbilo inocente de la infancia , los risueños campos de
la juventud , primavera del alma con todos sus hermosos pensamientos
en flor ; el impetu guerrero y la ambicion ardiente del corazon varonil ,
las ansiedades nobles y tristes de la ciencia , sed insaciable del alma;
las marchitas praderas dei invierno de la vida con sus ilusiones desho-
jadas ; los suspiros lánguidos de la tristeza , los brindis , las risas y las
1011
danzas de la alegría ; los fúnebres lamentos de la desesperacion sobre
las tumbas , todos estos sentimientos , todas estas ideas brotaban en el
corazon al mágico y poderoso impulso de la voz y de la lira de Safo .
Pero el encanto misterioso de aquella armonía divina é inesplicable
arrebataba el espíritu hasta mas allá de los confines del mundo mortal ,'
á esas regiones de lo infinito, que el alma entristecida vislumbra como
su verdadera patria , á ese mundo de ideal perfeccion que algun dia
debe ser una verdad , porque el alma humana no es una mentira .
Si la música era de tan sorprendente efecto , á la verdad que no
era inferior la letra de la maravillosa cancion . En la imposibilidad en
que nos encontramos de traducirla de modo que nada pierda en la ver-
sion , nos limitarémos á decir que causaba una impresion tán múltiple
y profunda , que se puede concebir y sentir , pero no puede pintarse.
Cuando en las horas del crepúsculo , en las hermosas noches de
luna , en las frescas mañanas de mayo , á la márgen del sereno rio, en
el ameno jardin , en el bosque solitario , á la orilla del inmenso mar,
en el gótico templo , entre los sáuces de los sepulcros , late el corazon
con dulce melancolía , con vago afan , con amor purísimo, y se agolpan
á los ojos lágrimas indefinibles de deseo; cuando alguno de estos senti-
mientos esperimenten nuestros lectores , y hondamente conmovidos ele
ven sus miradas al cielo , demandando ese no sé qué , ese vacío que
cada uno encuentra en su alma , y que apetece llenar para ser comple-
tamente feliz , entonces pueden estar seguros de que , en cierto modo ,
han traducido algunas notas de la misteriosa y dulcisima cancion del
Deseo.
Safo puso término á su canto con un suspiro , y sus ojos estaban
empañados de lágrimas.
El Soldan bajó de su trono , dió algunos paseos por el salon , y
asomándose á un aximez , permaneció algunos momentos contemplan-
do el jardin , los árboles , el cielo. La noche estaba hermosísima , y al
trasluz de las copas de las palmeras veíase el argentado disco de la
luna , que esparcia su dulce fulgor en el cielo y en la tierra. ¡ Y D. Gui-
Hlen se acordó de Elvira ! Este nombre resonaba contínuamente en´sus
oidos ; el recuerdo de su amor desgraciado le seguia á todas partes ; læ
idea de su infelicidad le rodeaba como el aire que se respira.
El Soldan se retiró bruscamente del aximez , y mandó å sus muje
res que todas reunidas entonasen un coro , acompañándose con sus
guzlas .
Y en seguida el Soldan se dirigió á su gabinete , y se escanció
1012
mismo una copa del liquido que contenia la redoma. Luego arrojó la
cartera en el braserillo de plata en que ardian esquisitos perfumes . Sin
duda D. Guillen queria que no le sobreviviesen aquellos pensamientos que
él mismo habia trazado en sus horas de tristeza y cruel desaliento .
Cuando las brasas hubieron devorado completamente la cartera , el
Soldan empuñó tranquilo el amargo y frio cáliz de la Muerte.
·Pronto veré mas luz . ¡ Rásguese el velo sombrio del gran misterio !
Dijo , y apuró de un trago el veneno contenido en la dorada copa .
En seguida tendióse en su lecho , y blandamente reclinado , parecia es-
cuchar con embeleso los armoniosos cantares de aquellas hermosísimas
mujeres.
Entretanto un hombre , profundamente afligido , se hallaba senta-
do en las gradas de aquella mansion del lujo , de los placeres , y del té-
dio y del crímen . El buen halconero, recelando alguna desgracia, habia
renunciado aquella noche á ver á su querida Mari Ruiz , como tenia
de costumbre , despues que ya su señor no necesitaba sus servicios;
pues , como ya hemos indicado , Blanca y su fiel amiga habitaban en
las inmediaciones del Cairo .
No fueron vanos los temores de Pedro Fernandez . Por mas que el
Soldan quiso devorar en silencio los espantosos dolores que le causaba
el tósigo , no pudo evitar que se oyesen en el salon algunos ahogados
gemidos.
Inmediatamente acudieron las mujeres , y encontraron al Soldan
livido , desemblantado y retorciéndose entre agudísimos dolores. Al
punto avisaron á Momo , que se presentó en el gabinete , seguido del
buen Pedro Fernandez . Este y Safo lloraban amargamente ladesgracia
ocurrida. El médico hizo que se retirasen de alli las mujeres del Sol-
dan , que prorumpieron en estrepitosos alaridos .
Algunos dias antes el Soldan habia pedido à Momo una redoma.
que contuviese el veneno mas activo; y como el médico era la inmora-
lidad en persona, no tuvo inconveniente en confeccionar y entregar el
mortífero líquido á D. Guillen . Es verdad que Momo nunca podia ima-
ginar que su señor tuviese la estravagancia de esperimentar en sí mis-
mo la violencia del veneno . Momo comprendia perfectamente el homici-
dio; pero sin duda su organizacion era la menos apropósito para con-
cebir el suicidio .
-Yo creí , dijo al ver la redoma sobre la mesa , que este veneno es-
taria destinado para otro cualquiera que le estorbase al Soldan; pero
¿quién habia de creer que el Soldan se estorbase á sí mismo?
1013
Y el médico se reia de semejante locura, en tanto que examinaba
minuciosamente la cantidad que D. Guillen habia bebido . Momo de-
claró al fin que el enfermo podia salvarse, en atencion á su juventud y
vigorosísima organizacion , y tambien á que la dósis no habia sido muy
grande. Además Stigio Momo ordenó al doliente que tomase un anti-
doto ; pero el Soldan se negó á hacer nada de lo que pudiese contribuir
á conservarle la existencia.
Afortunadamente la robusta complexion de D. Guillen pudo sopor-
tar los estragos de la ponzoña , que, tomada en escasa dósis , no parecia
tener poderío bastante para acabar con la vida del Soldan . Despues de
haber esperimentado agudisimos dolores, el enfermo quedóse sumer-
gido en una especie de letargo .
1 Retiróse Momo para descansar algunas horas, encargando al hal-
conero que le avisase al punto , si algo de nuevo ocurria .
-¿Creeis que podrá salvarse? preguntó Pedro Fernandez con la mis-
ma ansiedad que una madre interroga al médico por la salud de su hijo .
1 -Creo que padecerá por espacio de muchos dias; pero, segun todos
los síntomas , no hay peligro de muerte .
Momo se alejó.
En aquella misma hora el halconero envió un tiel esclavo para que
avisase á D. Blanca, que inmediatamente viniese al palacio del Soldan .
Pedro Fernandez se quedó toda la noche en la puerta del gabine-
te, velando solícito el sueño de su amado señor .
Apenas habia amanecido , cuando presentóse Blanca en el salon .
é informada del lamentable suceso , se afligió sobremanera . Desde luego
se comprende que en compañía de Blanca iba Mari Ruiz. La aldeana
no pudo menos de manifestar su admiracion en vista de tanta magnifi-
cencia como se observaba en aquella mansion portentosa .
-¿Y cómo se encuentra D. Guillen? preguntó la enamorada virgen .
Ha dormido profundamente toda la noche, y aún continúa en el
mismo estado , repuso el halconero .
Blanca se adelantó hacia el gabinete , ansiosa de ver á su amado .
En cuanto á Mari Ruiz , una vez informada de que el peligro del
Soldan no era tan inminente como antes se habia imaginado , el prin¬
cipal sentimiento que en ella se despertó , fué el de la mas viva curio-
sidad por ver y examinar todas las maravillas de aquella opulenta mo-
rada . El halconero , deseando complacer á la aldeana , la acompañó
por varios departamentos del suntuoso edificio , mostrándole todo lo
mas notable que allí se encontraba. 1.
1014
La encantadora Blanca permanecia inmóvil en el dintel del gabi-
nete , y contemplaba con intima ternura el bello y pálido rostro del
doliente caballero .
Don Guillen hizo un movimiento como para despertarse , y no que~'
riendo Blanca ser vista por su amado en aquel sitio , huyó despavorida
hácia el salon , como si aquella virgen. angelical temiese disgustar con
su presencia al hombre querido de su corazon , y que tan insensible se
mostraba á tanta ternura y á tan purísimo amor como ella en todas
ocasiones le habia manifestado .
Entretanto el Soldan , volviendo en sí , se habia incorporado sobre
su lecho , y recordando vagamente todas las palabras de Momo en la
noche anterior , cuando aquel habia dicho que la dósis no era bastante
para producir la muerte , sonrióse de una manera espantosa , murmu-
rando :
Ni aun la muerte se manifiesta, propicia á mis deseos !
En seguida D. Guillen sacó una llavecita que tenia debajo de su
almohada , y haciendo un esfuerzo sobrehumano , alargó el brazo
hasta la mesa que estaba junto á la cama , abrió el cajon , y sacando
un puñal con rica empuñadura de pedrería , esclamó :
-¡Aún soy dueño de mí mismo ! ¡ Quiero morir , y ... moriré !
*
En esto sonaron pasos . Una persona entró decididamente en el
aposento , y D. Guillen volvió á reclinarse , cubriéndose con el embozo
y ocultando el puñal. La persona que acababa de presentarse era Blan-
ca , que no pudo resistir al deseo de ver y hablar á su amado.
A consecuencia del esfuerzo que había hecho para apoderarse del
puñal , D. Guillen fué acometido de un desmayo , y habia perdido oom-
pletamente el conocimiento quando apareció Blanca .
¡ Amado de mi alma ! esclamó la enamorada doncella . ¿ No que-
reis verme ? ¿ No me quereis hablar ?... ¡ Cuån desgraciada soy !
La triste jóven continuó exhalando quejas y pensando que D. Gui-
llen no queria escucharla.
Sin embargo , el Soldan , trascurridos algunos minutos, comen-
zó á volver en su acuerdo , y , aunque confusamente , ota todas las
palabras de Blanca , si bien no podia conocer que era ella . El desgra-
ciado Soldan , fascinado siempre por su idea predominante , se imagi-
naba que aquella voz de ángel que resonaba en su oido , era la voz de
su amada Elvira .
-Decid , adorado Guillen , decid ... ¿Qué quereis que yo haga para
que ameis la vida , ya que es tanta mi desventura , que me mirais con
1013
d
37
ols
ba
CAPITULO
LXXX.
Espiritualismo.
long ano a
zinly somely
LXXXI.
Interrogatorio.
"
1
It de S. Gonzalez Madrid.
aunque esten casados , con tal de que vivan separados de sus mujeres .
En Tolosa habia un caballero , ya entrado en dias , llamado Tristan
Raulin , el cual poseia prodigiosas riquezas . Este caballero quiso entrar
en el Temple como hermano casado , y segun la costumbre , hizo testa-
mento, dejando la mitad de sus cuantiosos bienes á la Órden, y la otra
mitad destinada para que su esposa la poseyese, y á su muerte la dejase
á quien mas fuese de su agrado , ó en caso de no testar , á sus parien-
tes mas cercanos . Sucedió , pues , que el caballero Tristan y su esposa,
la señora Aloisa , fallecieron con dos dias de diferencia ; y como los
bienes estaban pro indiviso y bajo la administracion del Priorato de
Tolosa , que pagaba á la señora Aloisa la asignacion correspondiente
å la mitad de las rentas del caballero Tristan , resultó que la Órden, se
encontró en posesion , por nadie disputada , de todos los bienes . de
Raulin. Pero el espíritu de la regla y la justicia exigian que la mitad
de aquellos bienes se hubiesen adjudicado , al morir el caballero Tris-
tan , á la señora Aloisa ; y si bien no hubo tiempo de que así se verifi
case , porque dicha señora falleció dos dias despues que su esposo , no
por eso es menos cierto que ella debia haber dispuesto libremente de
los bienes que le pertenecian ; y aun cuando no hubiese hecho disposi -
cion testamentaria , debian heredar sus parientes mas inmediatos . Ca-
balmente los deudos de la señora Aloisa eran muy pobres , y á la sazon
vivian en Tolosa . Yo comprendí que en el decoro de la Órden no esta-
ba el defraudar de su cuantiosa herencia á aquella noble familia ; pero
el Procurador , hombre avaro y ruin , opinaba de muy diversa mane-
ra , llevando muy á mal el que yo pretendiese obrar en este negocio
con toda la rectitud que cumplia á mi honra y á la de la Órden . En re-
solucion , los Templarios cometieron una infamia , reteniendo en su
poder todas las inmensas riquezas del caballero Tristan Raulin ; pero
como yo me oponia con todas mis fuerzas á que tan inícuo despojo se
consumase, fuí preso por los mismos Templarios , y para evitar que yo
publicase la infamia , intentaron envenenarme.
Este relato produjo grande impresion en el ánimo de los jueces ,
particularmente de Nogaret , que con una mirada de júbilo significó su
aprobacion al testigo Sechin de Flexian .
-¿Y cómo supisteis que los ilustres caballeros del Temple, vuestros
propios compañeros y subordinados , trataban de daros muerte por me
dio del veneno ? preguntó Felipe de Marigny , afectando severa impar-
cialidad .
rase sus delitos con verdad y con el tono sério y respetuoso que se de-
bia al Tribunal .
-Señores , en nombre de Dios , por la salvacion de mi alma , por
lo mas sagrado que haya en el cielo y en la tierra , yo os juro que he
dicho la verdad ...
-¡Infame! ¡Villano! ¡ Cómo se entiende ! esclamaron varias voces .
-Repito que no soy francés , ni Templario , ni he cometido ningun
crimen ...
-¡Silencio! ¡Silencio!
Y no hubo apelacion . El desgraciado Jimeno fué conducido á la
sala del tormento.
Pero mientras que el Tribunal interroga á los tres compañeros del
Gran Maestre , reclam an nuestra atencion otros acontecimientos de la
mayor importancia , que tenian lugar aquella misma noche , á la mis-
ma hora y casi en el mismo sitio , es decir , no muy lejos de la Casa
del Temple .
oup
od:
.290
29m
A Y
CAPITULO LXXXII.
CAPITULO
Comodi
LXXXIII.
CARNCER
CAPITULO LXXXIV .
Sentencia.
tosas torturas que padecia , con ademan insensato y con delirante acen-
to dijo :
-Si quereis , diré y juraré que he dado muerte á Nuestro Señor Je-
sucristo ; escribid cuanto querais , pero quitadme de aquí .
En seguida en otra habitacion tuvo lugar otra escena de la misma
especie , pero acaso mas horrorosa , si es posible.
En el centro de la habitacion veíase un colchon de cuero , suspen-
dido de modo que no llegaba al suelo , y sobre el cual habia pendiente
una correa con su ancha hebilla en una punta , y la otra estaba su-
jeta á una argolla en la bóveda . Sobre aquel colchon estaba sentado un
jóven hermoso , pálido y tranquilo . Parecia que, en vez de temer , de-
seaba la muerte , á la cual veia acercarse como un ángel melancólico ,
pero benéfico . ¡ Ah ! El desgraciado Jimeno ignoraba que la horrible
tortura que iba a padecer , encerraba en sus trituradores aparatos la
horrorosa quinta esencia del dolor . Y aquellos atroces dolores no qui-
taban la vida. La muerte huia espantada , porque mil muertes juntas
no hubieran podido gastar la mas mínima dósis del dolor que se ocul-
taba en el macizo borceguí de encina y fierro .
En aquella lúgubre estancia se hallaban el abogado del rey ,
atormentador-jurado y dos criados suyos , que parecian en conjunto
dos hombres , pero en cuyas cabezas planas no se veia sitio donde lo-
calizar la inteligencia y los nobles sentimientos . Tenian el corazon de
granito , talla de elefante , ojos de hiena , garras de leon . A un lado
de la sala se veia una larga fila de partesaneros , y en un rincon es-
taban una mesa , dos velas , un tintero , un mamotreto y un escribano.
Las callosas manos de los sayones rodearon la correa á la cintura
del gallardo trovador . En seguida le descalzaron un pie , y lo sepulta-
ron entre las ferradas tablas .
El abogado del rey dijo :
-Aún es tiempo todavía . ¿ Confesais los crímenes de que os
acusan?
-Yo no he cometido ningun crímen .
-Sois Templario.
-Eso es un error .
-Entonces, ¿ cómo estais preso en compañía de los demás ?
-Por una injusticia.
-¿Insistís en negar ?
-Insisto en decir la verdad .
El abogado del rey hizo una seña al atormentador , que dió una
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CAPITULO LXXXV .
mundo fué defendida y salvada en aquellos siglos por las Órdenes mi-
litares , bello conjunto de religion y de heroismo . El Oriente , digá-
moslo así, estaba en el Occidente de Europa . En España se daban ba-
tallas de un resultado análogo al de los combates de los héroes del
Tasso.
En virtud de las Bulas Pontificias y de la carta que el rey de Fran-
cia remitió á D. Jaime II de Aragon , se procedió allí tambien á la
prision de los Templarios y confiscacion de sus bienes . Dicese que
cuando los caballeros Templarios entendieron que se trataba de tomar
tales medidas , temerosos de ser víctimas de tropelías y desafueros ,
como sus hermanos en Francia , resolvieron hacerse fuertes en los cas-
tillos que poseia la Órden en ambos reinos , es decir , en Aragon y
Cataluña .
Sin embargo , muchos Templarios fueron presos al instante , y
otros se determinaron á pasar á Chipre y á Rhodas ; pero la casuali-
dad de no ser prósperos los vientos les impidió llevar á cabo este pro-
pósito. Aproximáronse las tropas del rey , y sin necesidad de combate,
y precediendo capitulaciones honrosas que pusiesen á salvo el decoro
de guerreros tan ilustres , se entregaron al poder de D. Jaime . El cur-
so de los acontecimientos demostró que esta resolucion fué muy impor-
tante para los Templarios , supuesto que , sustanciada la causa , obtu-
vieron la mas satisfactoria absolucion . No se verificó esta sin algunos
inconvenientes y dilaciones .
Viéndose los Templarios bajo el poder del rey , se acomodaron á
los decretos del Pontífice , y para que se pusiesen en práctica , acudie-
ron á D. Guillen de Roccaberti , Arzobispo de Tarragona , rogándole
que congregase un Concilio .
Fr. Juan de Loteger , del Órden de Predicadores , fué el pesquisi-
dor de esta causa , nombrado por Clemente V. Loteger procedió con
mucha severidad , no solo contra los Templarios , sino tambien contra
sus confidentes y favorecedores. Inútilmente se les quiso acumular y
probar los mismos delitos de que se acusaba á los Templarios en otros
paises , especialmente en Francia . Sin embargo , estos conatos hicie-
ron que la sentencia definitiva se dilatase por mucho tiempo , hasta que
congregado el Concilio en Tarragona 1 , se declaró unánimemente la
1 ..
inocencia de los Templarios , segun consta de las actas del mismo Con-
cilio....
El rey D. Dionís de Portugal era el mas ilustrado que á la sazon
habia en la Península , y bien se le alcanzaba que la debilidad del Pon-
tifice y la codicia del rey de Francia habian sido la causa de los atro-
pellos que habian sufrido los opulentos caballeros del Temple . Don Dio-
nís se valió de un medio tan prudente como eficaz , con el que concilió
á la vez dar cumplimiento á las Bulas Pontificias y sacar ilesos de tan
deshecha tempestad á los Templarios . Despues de la supresion de es-
tos , envió el rey en 14 de agosto de 1318 á Pedro Perez , canónigo de
Coimbra , y al caballero Juan Lorenzo Monsaraz , para que solicitasen
del Papa la concesion de una nueva Órden militar en Portugal , bajo la
advocacion de Caballeros de Cristo . Ocupaba á la sazon la silla de
San Pedro el Pontifice Juan XXII , el cual otorgó la autorizacion pedi-
da. El rey aplicó á estos nuevos caballeros todos los bienes que perte-
necian á los Templarios , y eligió para residencia principal ó cabeza de
la Órden al pueblo de Castro-Marin en el Algarve . Poco tiempo des-
pues la cabeza de la nueva Órden fué trasladada á la villa de Tomar ,
donde antes residia el Maestre de los Templarios de Portugal. De este
modo el sábio rey D. Dionís consiguió que en nada se perjudicase la
ilustre Milicia del Temple , pues desde luego se habrá comprendido que
los caballeros Templarios y los de Cristo no eran diversos . Ellos fueron
los principales promovedores del descubrimiento del Cabo de Buena-
Esperanza, á la par que en diferentes paises guerrearon contra los mu-
sulmanes , ensalzando hasta los cielos su fama , bajo el glorioso nom-
bre de caballeros de Cristo .
En Lombardía y en Toscana los Templarios fueron condenados ,
иnos como confesos y otros como convictos de los crímenes de idola-
tría , heregía , blasfemia y sodomía , cuyos procesos fueron remitidos
por los Legados á Clemente V.
En Rávena y Bolonia fueron absueltos ; pero Cárlos de Nápoles los
hizo condenar á muerte y entregó sus bienes á los Hospitalarios ..
En Alemania se presentaron armados y resueltos á defender su
inocencia en el Concilio de Maguncia , y allí tambien fueron declarados
inocentes de los crímenes que se les acumulaban .
En Londres , en la iglesia de San Pablo , se congregó un Concilio
por orden de Roberto Winchelfey, Arzobispo de Cantorbery , para pro-
ceder contra los Templarios ; pero estos negaron constantemente los
delitos que les imputaban , conviniendo en que realmente corria la voz
1061
manca , pues allí habian acudido los Padres del Concilio , los Templa-
rios y gran número de altos señores que , como el infante y Nuñez de
Lara , trataban ocultamente de atizar el fuego contra los desdichados
é ilustres guerreros .
Acababa de anochecer.
En una casa de modesta apariencia entraron algunos hombres de
'mala catadura , precedidos por una mujer hermosa y jóven . Los hom-
bres que la acompañaban , á escepcion de uno , se quedaron en el
patio.
La jóven y el mancebo penetraron en el interior de la casa , hasta
llegar á la puerta de un aposento en donde habia un anciano á guisa
de centinela.
La hermosa jóven abrazó al viejo con una ternura filial , y el man-
cebo lo saludó tambien con respeto.
-Entrad , hijos mios , entrad al instante ; pues mi señora está im-
paciente , dijo el anciano abriendo la puerta .
Un momento despues se hallaba la jóven pareja en presencia de
una dama ya entrada en años , pero de tal espresion en sus ojos y
semblante , que irresistiblemente imponia respeto y aun temor en mu-
chas ocasiones.
-¿Qué habeis averiguado ? preguntó la dama.
-La casualidad nos ha hecho saber que Castiglioni se encuentra en
Salamanca.
-Esa noticia no es nueva para mí.
-El infante D. Juan ha venido tambien , dijo Aldonza .
-Y D. Juan Nuñez de Lara , añadió Garcés.
¿ Estais seguros de lo que decís ? preguntó Doña Beatriz .
-Así me lo han asegurado mis espías ; y aun añaden que el rey
tambien ha estado en Salamanca de incógnito , aunque ha vuelto á
marcharse en seguida.
Doña Beatriz de Vargas reflexionó algunos instantes .
-Vamos al caso , dijo al fin . ¿ Habeis averiguado en dónde paran
los Templarios?
-El Maestre D. Rodrigo Ibáñez , con los principales Comendado-
res , se encuentra en las Casas del Obispo , respondió Garcés .
¿Y estan custodiados como prisioneros ?
-No , señora ; antes he oido decir que los Prelados tratan con mu-
ého miramiento á los caballeros del Temple .
-¿Y se les podrá ver ?
1063
-Lo ignoro.
-Pronto lo sabrémos de fijo . Ahora bien , es preciso que esteis
prevenidos respecto á Castiglioni . ¿ Se presentará como acusador de
los Templarios ? ¿ Será como testigo ? El saber esto con certidumbre,
convendria mucho para nuestro propósito .
-Pero ya conoceis que no es muy fácil averiguar los intentos de
Castiglioni...
-Es , en efecto , muy dificil esa averiguacion . Por lo mismo será lo
mejor el prepararnos de tal modo , que , cualquiera que sea su papel,
nos encuentre apercibidos para hacerle la guerra con éxito seguro.
Retiráos hasta luego , que yo os avisaré para comunicaros mis órdenes .
Obedecieron Garcés y Aldonza.
Pocos momentos despues salia de su casa Doña Beatriz de Vargas ,
ataviada de tal manera , que nadie habria podido reconocer en ella
mas que á nuestro antiguo y misterioso amigo Juan Osorio. Este, pues ,
se dirigió á las Casas del Obispo , donde se hallaba el Comendador de
Alconetar , D. Diego de Guzman.
Debemos advertir que Doña Beatriz había tenido en Alconetar va-
rias conferencias con D. Diego respecto á Castiglioni , cuya pérdida
deseaba el Comendador , á consecuencia de haberse aquel desertado del
dominio y clausura de la Órden , desercion que entre los Templarios
era castigada con estraordinario rigor.
Pero Doña Beatriz se habia limitado en estas conferencias á de-
partir con D. Diego acerca de los medios que ella poseia para hacer
severos cargos y acusaciones irresistibles al italiano . Queremos decir ,
que se habia guardado muy bien de revelar su nombre al Comendador,
para el cual Doña Beatriz habia aparecido siempre como un caballero,
esto es , como Juan Osorio.
No sin dificultad consiguió Doña Beatriz penetrar aquella noche en
el palacio del Obispo y hablar con D. Diego de Guzman. La conferen-
cia que entre ambos tuvieron , se redujo á que Juan Osorio manifestó
al Comendador , que si bien pensaba acusar á Castiglioni por sus deli-
tos , en ninguna manera lo acusaria como Templario ; pues en una
corporacion numerosa podia haber individuos muy criminales , sin que
por esto debiese padecer en lo mas mínimo la Orden del Temple.
En vez de agradecer este paso como un acto de afectuosa deferon-
cia y cortesía , Juan Osorio notó con sorpresa que D. Diego de Guz-
man no pareció muy satisfecho de las intenciones y propósito del
acusador de Castiglioni.
1064'
-Creo esa diligencia inútil . ¿No sabrá el infante al fin que vos sois
quien le llamais ?
-Sin duda ; pero despues de que yo hable con el infante , no temo
que diga nada á Castiglioni .
-Pues descuidad , querido tio , que si el infante se decide sin dila-
cion á venir , antes de tres horas estarémos de vuelta .
Y Mr. Deboche partió a escape.
Aunque el infante D. Juan procuraba no presentarse mucho en
público , lo mismo que su íntimo amigo D. Juan Nuñez de Lara , no
por eso dejaba de saberse que ambos personajes se hallaban en Sala-
manca y que habian ido acompañando al rey , si bien este se au-
sentó despues de haber tenido una larga conferencia con Aymerico,
Legado del Papa .
Aquella misma mañana el infante y D. Juan Nuñez , que habita-
ban en una misma casa , estaban departiendo con grande animacion y
con muestras de impaciencia , mientras que se paseaban por un es-
tenso salon .
-¿Dudais de Castiglioni ? preguntaba el infante .
-Si os he de decir verdad , no me gusta ese italiano . Puede ser
que yo me equivoque , porque no he hablado con ese tuerto sino muy
contadas veces ; pero os repito que yo no me fiaria de él.
-Es que yo no me fio ; pero en la cuestion presente lleva él lo peor,
y no le queda mas remedio que suscribir á nuestras condiciones , ó ser
quemado , como lo han sido los Templarios en otras partes .
-En Castilla no llegarán las cosas á ese estremo .
-No llegarán respecto á los Templarios ; pero yo puedo hacer al-
gunas revelaciones relativas à la conducta del italiano , y es seguro
que será condenado él solo por el Concilio .
-Muy difícil lo veo .
-Y en el caso de que el Concilio lo absolviese , los Templarios
mismos serian capaces de asesinarlo .
-¡Es posible !
-Lo que os digo , es la verdad . El mismo Castiglioni está siempre
temblando de encontrarse con sus hermanos , á los cuales ha jugado
muy malas pasadas ; y lo que mas me admira , es que haya tenido va-
lor para presentarse en Salamanca , en donde acaso no pueda evitar
un conflicto . Bien es verdad que los Templarios no saben lo mejor del
cuento .
¿ Tan malo es ese italiano?
1071
-Es un hombre infernal .
Don Juan Nuñez de Lara quedóse mirando fijamente al infante ,
con una espresion que significaba :
-Cuando vos decís que es infernal , debe ser un verdadero diablo.
-Ese hombre , insistió el infante , es el que mas ha contribuido á
la estincion de los Templarios . Sin él , nada hubiera hecho el rey de
Francia.
-Todo eso me afirma mas y mas en mi opinion , de que no debe-
mos dejar que pase hoy sin que Castiglioni hable con franqueza , y
nos dé pruebas y prendas de su sinceridad. De otro modo , estoy se-
guro de que se reirá de nosotros tan luego como pase el chubasco.
-Eso sí que no podrá suceder...
Aquí llegaban nuestros dos personajes , cuando apareció en la
estancia un antiguo conocido , de quien tal vez se haya olvidado el
lector . Hablamos del moro Ayub.
-¿Y qué tenemos ? preguntó el infante con impaciencia .
-Castiglioni es muy rico de promesas , pero muy pobre de dádi-
vas , respondió el esclavo .
¿ No quiere dar la suma que se le ha pedido ? preguntó Nuñez de
Lara.
-Se niega absolutamente , y... hasta se burla de vos con sus pro-
mesas tan pomposas como vanas .
-¿Y no le has dicho que yo lo revelaré todo ?
-Por supuesto que se lo dije .
-¿Y qué te respondió ?
-Me respondió , sonriéndose , que una revelacion hecha por per-
sona de tanto crédito como ...
Ayub se detuvo .
-Acaba.
-No me atrevo , señor ... Castiglioni se ha permitido decir palabras
muy ofensivas para vos ...
-¿Qué ha dicho ? ¿ Qué ha dicho ?
-Os ruego...
-Deseo , te exijo , te mando que me lo digas todo . ¿ Lo entiendes ?
-Supuesto que lo quereis , os repetiré las mismas palabras de Cas-
tiglioni . « ¿Creeis que puedan atemorizarme las amenazas de vuestro
señor ? Decidle que en España nadie dará crédito á las revelaciones
que pueda hacer el cobarde asesino del niño Guzman. >>
El infante se mordió los lábios hasta hacerse sangre .
1072
por él estaban sobornados para este caso . Dos fueron los testigos prin-
cipales , Pedro de Alarcon y Melchor de Rebolledo . El primero fué el
que acusó al Comendador D. Diego de Guzman , y el segundo fué el
acusador de Castiglioni. El infante D. Juan , de acuerdo con Nuñez
de Lara , habia entregado á Rebolledo el manuscrito de Sechin de
Flexian .
Grande impresion causó en los Padres del Concilio 1 la lectura de
aquel documento , en que se referian los crímenes que Castiglioni habia
cometido en Calabria . Deducíase fácilmente del contesto de aquel es-
crito , que habia trazado aquellas líneas el hijo del conde Arnaldo .
Es imposible describir lo que pasó en el alma de Castiglioni , cuan-
do se encontró con aquel ataque inesperado . Ya conocemos al cala-
brés , y escusado es decir que se hallaba dispuesto á luchar y desha-
cer los amaños y cábalas de sus enemigos ; pero seguramente en su
plan de defensa no habia entrado el contrarestar aquella acusacion
imprevista.
El Arzobispo de Santiago preguntó á Rebolledo :
-¿Y por qué no presenta aquí estos papeles su propio dueño?
-Su propio dueño soy yo .
-¿No habeis dicho que os llamais Melchor de Rebolledo ?
-Quiero decir , que no se ha presentado aquí el hijo del conde Ar-
naldo , porque ha muerto.
-¿Y cómo podeis probarlo?
Castiglioni , al oir tales preguntas , apenas podia contener su gozo,
pues comprendió que fácilmente se justificaria de aquella acusacion ,
manifestando que aquel manuscrito era obra de alguno que le tuviese
mala voluntad . El astuto italiano se apercibió al instante de que Re-
bolledo no podia tener pruebas fehacientes del crímen que le imputa-
ban. Gozoso con este pensamiento , Castiglioni aguardó tranquilo el
resultado.
Pero no fué solo el calabrés quien se admiró de lo imprevisto de-
aquella acusacion . Otra persona habia en la sala , que , no menos asom-
brada que alegre , tomó el partido de Rebolledo , que á la sazon se ha-
llaba muy apurado con la exigencia que el Arzobispo le habia hecho
de que probase que habia muerto el hijo del conde Arnaldo.
tienen ódio mortal . Yo iba solo con mi armiguero. Dejamos ir los tro-
tones por la primera senda que se nos presentó . Al poco tiempo oimos.
galopar de caballos , y creimos que eran caminantes que se dirigian á
alguna aldea ó alquería que por allí hubiese cercana . Acosados por la
tempestad , y deseosos de encontrar algun abrigo , nos lanzamos al
galope la senda adelante , cuando hé aquí que de pronto nuestros ca-
ballos se detienen , y á la siniestra luz de un relámpago descubrimos
las blancas paredes de una alquería cuyas puertas estaban de par en
par . Penetramos en ella . En una habitacion del piso bajo habia una
luz , y allí vimos una cuna y en ella el cadáver de una niña . ¡ Figuráos
la sorpresa que nos causaria tal descubrimiento !
>>Desenvainamos las espadas , y precediéndome mi armiguero con
la luz , emprendimos el reconocimiento de aquella casa . Enfrente de
nosotros , en una galería , descubrimos una escalera . Allí encamina-
mos nuestros pasos ; pero mi armiguero retrocedió horrorizado . Aca-
baba de tropezar en el cadáver de una anciana cosido á puñaladas . No
sabíamos qué pensar de tantos horrores . Continuamos nuestras inves-
tigaciones , y en el piso alto descubrimos una hermosa jóven que pare-
cia muerta ; pero aproximando á su boca la luz , la hizo oscilar , lo que
nos convenció de que aún vivia. Así era en efecto . Entretanto la tem-
pestad bramaba con inaudito furor . Yo envié al armiguero para que
cerrase la puerta , y cuando volvió me dijo que habia penetrado un
lobo y estaba devorando el cadáver de la anciana. La noche horrorosa
que hacia , y el deseo por otra parte de salvar á aquella jóven desva-
lida , nos obligó á permanecer en aquella mansion funesta . Cuando
volvió en sí , la jóven nos refirió que los bandoleros la habian deshon-
rado con la mas torpe violencia , y que su madre habia sido asesina-
da , porque se oponia á los bárbaros intentos de los bandidos . Para
colmo de desdichas , la jóven era viuda , y aquel mismo dia acababa
de morir su pequeña hija , único fruto de su legitimo amor . Vino la
mañana , y nosotros ofrecimos á aquella infeliz mujer conducirla á
donde mas le placiese . Díjonos que en otra alquería no muy lejana te-
nia algunos deudos , y nos rogó encarecidamente que fuésemos allí y
avisásemos á los campesinos de la funesta ocurrencia . Así lo hici-
mos... Ahora bien , ya sabeis que el vulgo cuenta de los Templarios
mil absurdas patrañas , tal vez inventadas por nuestros enemigos , á
quienes Dios se lo demandará . Vosotros , que sois discretos , compren-
dereis lo que no digo . La intencion de tales hablillas por sus efectos
puede juzgarse... Cuando los campesinos me vieron , comenzaron á
1080
santiguarse , y al referirles el suceso , acaso hicieron absurdos comen-
tarios . Un caballero del Temple era para aquellos villanos mas temi-
ble que los feroces bandoleros . Este es el fruto de las calumnias . Aho-
ra tambien lo estoy tocando por mí mismo . Ved cómo una accion de
que me glorio , porque fué una obra de caridad , ved de qué modo ha
sido desfigurada en perjuicio de mi honor y del lustre de la inclita Ór-
den del Temple...
Castiglioni interrumpió su discurso , sacó el lenzuelo y comenzó á
enjugarse las lágrimas , como si estuviese muy enternecido .
Luego con voz dolorida añadió :
-Este es el crímen que dicen he cometido ; esta es la verdad , y
esta es tambien mi desdicha , que se me atribuya lo que hicieron los
bandidos . ¡ Así la inocencia se ve mordida por la asquerosa boca de
las sierpes de la calumnia ! Pero el Dios de las alturas , que todo lo ve
y lo sabe , oh claros varones , volverá por mi honra . Estas calamida-
des son el crisol de las almas bien templadas. Despues de la tempestad
brilla el sol mas radiante . Despues de tan dolorosas pruebas , el sol de
la justicia resplandecerá sobre nuestras frentes . Cualquiera que sea
vuestro fallo , oh venerables Padres , yo le recibiré con la calma de una
conciencia tranquila . Si me absolveis , bendeciré á Dios por su miseri-
cordia ; si me condenais , bendeciré al Eterno , porque , aunque indig-
nísimo , me habrá igualado en algun modo con su Hijo . ¡ Porque tam-
bien Cristo , que era inocente y que era Dios , fué condenado por los
hombres ! ¡Ministros del Altísimo , pronunciad ahora vuestra senten-
cia ! - . He dicho .
¡ Así habló el Crimen por la astuta y blasfema boca de Castiglioni !
¡ Así la Hipocresía , bajo el cándido manto de la virtud , oculta con sa-
tánica habilidad la podre de todos los vicios !
Es indecible el efecto que causó en el auditorio el razonamiento
del italiano . Tanto los Templarios como los Padres del Concilio , esta-
ban hondamente conmovidos y dispuestos en favor del maldito tuerto .
Hay hombres que ejercen una verdadera fascinacion sobre los que
prestan oidos á sus palabras . Castiglioni era uno de estos hombres .
Era un actor consumado que habia sabido mover á su gusto los afec-
tos de sus oyentes , á la manera que el hábil piloto sabe triunfar de las
ondas embravecidas y dirigir su nave , al través de escollos , al puerto
apetecido. ¡ Oh abuso de la elocuencia!
-Hemos echado en cara á vuestros acusadores la falta de tes-
tigos ; yvos los teneis para probar lo que habeis dicho ? preguntó
1081
el Arzobispo de Santiago con marcado acento de benevolencia .
-Venerable señor , nadie me acompañaba , sino mi armiguero , el
cual murió hace algunos años . ¡ Es una desgracia !
-¿Y cómo se llamaba vuestro armiguero?
-Mendo .
Mientras que el Arzobispo dirigia estas preguntas al italiano , Doña
Beatriz habia hecho una seña á Garcés , que habia salido precipitada-
mente de la sala.
-¿Conoceríais á Mendo , si lo viérais ? preguntó Doña Beatriz á
Castiglioni .
-Sin duda ; pero es el caso , que no hay poder en la tierra que me
haga ver á un hombre que murió hace ya mucho tiempo .
Castiglioni , aunque pronunció estas palabras afectando gran sere-
nidad , estaba realmente estremecido de terror.
¿ No me conoceis ? dijo una voz á espaldas del italiano .
Aquella voz causó en Castiglioni el mismo efecto que produce en
el náufrago la ola enfurecida que le arrebata la tabla en que cifra su
última esperanza .
LXXXVI.
Prestigio de la virtud.
ob
A
CAPITU
LO.
a nossa
LXXXVII.
La sepultura y el tesoro.
acuerdo con su tio , habia inclinado el ánimo de Aymerico para que si-
guiese esta conducta .
Ya hemos oido de qué modo Sechin de Flexian desnaturalizó la
verdad de este hecho , manifestando al prisionero que solamente por
servirle habia venido de Paris . El antiguo Prior de Tolosa tenia sumo
interés en que Castiglioni le tuviese por muy su amigo ; pues contaba
con sacar gran partido de su agradecimiento . Tampoco era convenien-
te á las miras de Sechin de Flexian el que Castiglioni hablase con Ay-
merico, para que aquel no descubriese la superchería . Además , Sechin
indicó al calabrés que estaban en el caso de huir de Salamanca , guar-
dando el mas rigoroso incógnito , supuesto que su libertad habia sido
comprada á los carceleros , mas no obtenida legalmente de sus jueces .
En esta creencia , Castiglioni comprendió la necesidad de ausentarse
cuanto antes de Salamanca , aunque á la sazon se hallaba enfermo y
débil en demasía para emprender un largo viaje . ¡ Oh mudanzas de la
fortuna ! Aquel hombre tan vigoroso se hallaba ahora agobiado bajo el
peso de una fiebre contínua . Aquel hombre tan astuto acababa de ser
groseramente engañado por sus mismos cómplices , que además inten-
taban asesinarlo .
Pero aunque Mr. Deboche y su tio deseaban la muerte de Casti-
glioni , querian tambien dilatar su vida hasta tanto que les descubriese
el sitio en que tenia ocultos sus tesoros . Todos los esfuerzos del tio y
del sobrino se dirigian á este objeto , y al fin vieron coronados con el
mejor éxito sus deseos mas vehementes . Castiglioni se anticipó á de-
cir á sus pérfidos amigos , que antes de salir de España queria reco-
ger sus riquezas , ofreciéndoles recompensar espléndidamente su ad-
hesion y sus servicios . Al verse libre cuando menos lo esperaba , y en
la efusion de su agradecimiento , las palabras de Castiglioni en aque-
lla ocasion eran sinceras y hasta cariñosas .
Los tres emprendieron el camino de la Baylía de Alconetar . Larga
y penosa fué la marcha para el italiano , que , casi moribundo , tuvo ne-
cesidad de atravesar una gran parte de España antes de llegar al
término de su viaje . Sus amigos le acompañaban cada vez con mayor
impaciencia y con una ansiedad creciente; pues à medida que se acer-
caban á Alconetar , la vida de Castiglioni se iba estinguiendo con tal
rapidez , que Sechin de Flexian y su sobrino llegaron á persuadir-
se de que el italiano , en lugar de su tesoro , solamente hallaria su
tumba.
¿Quién podrá pintar los cuidados y delicadas atenciones que usa-
1095
ban con el calabrés sus dos amigos ? Ni la madre mas cariñosa , que
ve a su hijo único próximo á desfallecer de dolor ó de cansancio , des-
plegaria mas ternura que la que afectaban Sechin y su sobrino para
con Castiglioni.
Al cabo de muchos dias llegaron á Estremadura los caminantes .
Dos escuderos seguian á Sechin de Flexian y á Mr. Deboche .
El italiano apenas podia sostenerse á caballo . Mas de una vez ha-
bian tenido que bajarlo apresuradamente de su cabalgadura y recli-
narlo al pie de un árbol para que recobrase sus fuerzas . Es verdad
que así que pasaba el desmayo que postraba á Castiglioni durante dos
ó tres horas , volvia á recuperar algun mas vigor , en términos que,
aunque muy penosamente , podia continuar su camino .
Era un hermoso dia en que el sol se ostentaba radiante en el lím-
pido azul del cielo . Toda la naturaleza respiraba júbilo y vida . Canta-
ban los mirlos en las alamedas , y murmuraba un arroyo que serpeaba
paralelo al camino que seguian nuestros personajes . Era el terreno
Ilano y apacible , y á lo lejos se divisaba un bosque magestuoso de
centenarias encinas . Al través de sus ramosas copas , que se aba-
lanzaban con estraordinario atrevimiento al espacio , veíanse los do-
rados rayos del sol , como al trasluz de una arcada prodigiosa .
Sechin de Flexian y Mr. Deboche no cabian en sí de gozo , porque
ya se encontraban cerca del sitio donde creian hallar su fortuna . Cas-
tiglioni miraba embebecido la imponente mole de un edificio que se
destacaba á la izquierda del camino . Era el monasterio de Grimaldo ,
Abadía señorial de la Orden del Císter . Acaso el italiano pensaba con
envidia ó con amargura en la religiosa y plácida calma del cláustro .
Pero los accidentes de Castiglioni se repetian cada vez mas fre-
cuentes y peligrosos . Varias veces habian intentado Mr. Deboche y su
tio interrogar al italiano para que les descubriese el sitio en que tenia
ocultas sus riquezas . Sin embargo , Castiglioni habia guardado siem-
pre su secreto con la mas impenetrable discrecion .
Era al caer la tarde , cuando el italiano lanzó un grito horrible ;
sus débiles manos abandonaron las riendas de su caballo , y sin duda
se hubiera desplomado en el suelo , si no hubiesen acudido prontamente
en su socorro. Condujéronle al pie de una encina , rociaronle el ros-
tro con agua , y despues de las mas esquisitas atenciones , el calabrés
tornó á recobrar sus sentidos , bien que en un estado de suma lan-
guidez.
Y no pudo menos de conmoverse profundamente y de agradecer en
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ormos bolovagrenbestenig
i ob vilotai
cib
18 80
DT80
OF 200
CAPITULO LXXXVIII.
Ejecucion.
el rey Felipe , al cual saludaron los recien llegados con grandes mues- .
tras de respeto .
Y á la verdad que , á no saberlo , era imposible que nadie creyese
que el embozado era el rey. Iba completamente disfrazado . Llevaba
una barba postiza muy bien hecha y sujeta con tanto artificio como
seguridad. Los cabellos se los habia teñido perfectamente con una po-
mada , y por último , en el traje habia hecho cuantas modificaciones
creyó convenientes para dificultar en lo posible el ser conocido .
Despues que estuvieron hablando un breve espacio , nuestros per-
sonajes volvieron á dirigirse hácia la torre de Nesle .
Felipe el Hermoso fué introducido en el retrete de la reina , ni mas
ni menos que si fuese uno de los muchos estudiantes que solian cenar
en aquella torre en compañía de Juana de Navarra .
Desde luego se comprenderá que el guardian ó conserje de la torre
merecia la confianza de la reina , y tambien se habrá comprendido que
el pérfido criado abusaba de la confianza de su señora , vendiendo al
rey sus mas íntimos y vergonzosos secretos .
La estancia en que dejaron al fingido estudiante , se hallaba á la
sazon opacamente iluminada . Luego entró el conserge y puso algunas
bugías sobre una mesa que muy en breve fué cubierta de esquisitos
manjares y vinos .
Por último apareció la reina , brillante de joyas y de hermosura .
Con la rápida ojeada de una mujer de esperiencia y con secreto
placer contempló Juana de Navarra las bellísimas facciones del estu-
diante.
Ya hemos hablado de la bizarra présencia del rey , cnya belleza
era tanta , que con razon le habia granjeado el epiteto de Hermoso.
Ahora bien , el disfraz que llevaba el rey , trasformaba su hermosura
sin perjudicarla . Felipe se habia mirado en un espejo de bruñido acero
que habia en la misma estancia , y habia adquirido la conviccion de que
era imposible de todo punto que su esposa le conociera . Solo debia te-
mer que el metal de la voz lo vendiese ; pero se resolvió á no hablar
sino muy poco y en tono tan bajo que no resoñase su acento . La reina
con inimitable gracia y coquetería convidó al estudiante á que comiese
y se alegrase. Felipe afectó cortedad y rubor ; pero esto fué un nuevo
motivo para que Jnana se felicitase por la inesperiencia respetuosa del
gallardo caballero .
Juana de Navarra se entregó á los placeres de la mesa con apetito
y alegría . Bebió con frecuencia y abundancia , y brindó varias veces
1107
Jimeno mi Amado mu Esposo mio ' Nohe podido salvarte pero morire contige
1111
ME SANTIAGO MOLAY
CAP
ITU
L
LXXXIX .
El juramento.
CAPITULO XC .
CAPITULO XCI .
El leproso.
XCII .
Emplazamiento.
del rey era caballero profeso de la Orden del Temple. Debemos adver-
tir que mucho antes de comenzarse la persecucion de los Templarios ,
y en todos los reinados anteriores , habia tenido siempre la Órden va-
rios de sus individuos empleados en la Casa Real , con el intento de
saber todas las intrigas de la corte . Desde luego se comprende que ta-
les servidores nunca aparecian como Templarios , y estos siempre.
arreglaban su conducta á las noticias que de todas partes recibian ,
merced á su bien combinado sistema de espionaje .
Es verdad que en los últimos acontecimientos habian sido comple-
tamente inútiles todas las astutas y hábiles maniobras que los Tem-
plarios solian poner en juego , en atencion á la estremada reserva que
habian usado el rey Felipe y Nogaret para dar el golpe mortal á la
opulenta y poderosa Órden .
El rey Felipe el Hermoso estaba dotado de firmeza ; pero el rasgo
mas pronunciado de su carácter consistia en dar una grande impor-
tancia á los intereses materiales . Era poco religioso , y miraba todas
las cosas bajo un punto de vista prosáico , geométrico y utilitario . Po-
seia la imaginacion del intrigante , del ambicioso , y aun del hábil nego-
ciador; pero carecia de imaginacion poética , de heroisino , de grande-
za . Era , en fin , lo que en nuestros dias se llama un gran positivista .
Fácilmente se comprenderá que á un carácter semejante le causó
mucha menos impresion que á otro cualquiera le hubiera sucedido en
análogas circunstancias , al verse emplazado por Santiago Molay de
una manera tan formidable y solemne , para comparecer ante el tribu-
nal de Dios en el término de un año .
Llegó el 27 de diciembre de 1315 , y á la hora de comer se encon-
tró el rey , sobre los manteles , un billete que decia :
« Rey Felipe , ya no te quedan mas que once meses de vida. »
Disimuló el rey ; pero fué indecible la impresion de espanto que le
causaron semejantes palabras . Comió poco aquel dia , y estuvo asaz
pensativo , acordándose del emplazamiento del Gran Maestre , todo lo
cual le causó bastante inquietud ; pero al fin , poco a poco se fueron
desvaneciendo sus pensamientos sombríos , y concluyó por olvidar
completamente aquel enojoso lance.
Trascurrieron treinta dias , y el rey volvió á encontrar sobre su
mesa otro billete concebido en estos términos :
« Prepárate , rey Felipe , para comparecer ante el tribunal de la
justicia de Dios ! ¡ Ya no te quedan mas que diez meses de vida ! - Dada
en el Mundo de la Verdad á 27 de enero de 1314. »
1145
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4
1151
Epílogo.-Misticismo.
anano
El era
su sob . eta se habia retirado al Desierto para perfeccionarse en la
cor
virtud y purificar su alma de los crímenes de su edad juvenil .
Pero su vida , como hemos tenido ocasion de ver, no era esclusiva-
mente contemplativa . No solo deseaba el bien para sí mismo , sino que
tambien procuraba estender su caridad á los demás hombres . No se li-
mitaba el santo cenobita á abstenerse de obrar mal , sino que se esfor-
zaba por practicar el bien . La soledad y la sociedad eran igualmente
atendibles y respetables para el virtuoso anciano . Buscaba la soledad
para no tener obstáculos en sus coloquios con el Espíritu de Dios . Bus-
caba á los hombres para prestarles todos los auxilios que estaban á su
FIN.
Iam 25
de S Gonzalez Madrid.
DEL
TOMO SEGUNDO .
Láminas. Páginas.