Esther, La Dama de Sefarad - Solmaz Kamuran
Esther, La Dama de Sefarad - Solmaz Kamuran
Esther, La Dama de Sefarad - Solmaz Kamuran
Esther, la dama
de Sefarad
ePub r1.0
Mangeloso 17.12.14
Ttulo original: Kiraze
Solmaz Kamuran, 2000
Traduccin: Mara Teresa Villares
Retoque de cubierta: Mangeloso
21 de marzo de 1492.
Estambul
Era difcil creer que solo diez das atrs
la ciudad hubiera estado envuelta en una
capa de nieve. La primavera, como un
husped inesperado a quien se recibe en
la puerta con jbilo extraordinario y
gran dicha, haba aparecido con una
pasmosa velocidad. Sin preocuparse
siquiera por llamar a la puerta de
improviso en solo un instante.
Las ramas desnudas de los ciruelos
ahora estaban cubiertas de diminutas
flores blancas en la maana del primer
da de la primavera y los jardines
rebosaban de jacintos color rosa y
morado, de tulipanes rojos y amarillos
que haban surgido de pronto de la
tierra.
Estambul, cuya generosidad haba
brindado una patria amada a cientos de
miles de personas durante muchos
milenios, se haba convertido, desde las
piedras de la Torre de Glata hasta las
cumbres ms altas de sus siete colinas,
en una alfombra verde, de un verde que
pareca desafiar a las azules aguas que
la rodeaban con su abrazo: las aguas del
Bsforo, del Mar Negro y el Mrmara
En el horizonte curvo detrs de
Uskudar, la mitad asitica de la ciudad,
el sol se aprestaba a salir como una bola
de fuego, y a incendiar, con sus
deslumbrantes llamas de cobre la
magnfica cpula de la mezquita de
Hagia Sophia. En ese momento, un
viento magntico, purpreo, recorri en
un instante las calles y las plazas, todos
los rincones secretos y todos los
pecados de la ciudad, desde el ms
insignificante hasta el ms grave, y como
al unsono con esa sagrada seal, las
voces de cientos de minaretes llegaron
una tras otra y comenzaron a resonar en
el cielo: Allah-u ekber Allah-u
ekber[1]
Constantinopla, Constanza, o
Estambul como se la conoce ahora, le
daba la bienvenida a la maana,
saludando otra vez a la vida, y
ofrecindole a Dios su gratitud. Casas,
calles y mercados volvan a cobrar vida.
El gigante dormido, con sus habitantes
pertenecientes a setenta y siete naciones
distintas, volva a desperezarse y
respirar.
Los muros de la ciudad que
rodeaban a este gigante y las piedras de
los acueductos que transportaban el agua
desde grandes distancias tambin
empezaban a embeberse del renovado
calor del sol. Las casas solariegas
cercanas a los acantilados de Kagithane
y a lo largo del Bsforo; las casas
sencillas de Eyup y Fatih, ocultas tras
altas paredes, con sus techos de tejas
coloradas y ventanas enmarcadas en
madera; las edificaciones de piedra de
Pera pintadas de amarillo, azul o
simplemente blanqueadas; los kiosks de
Eminou, Haskoy y Balat; y todos, entre
ellos los hamams, posadas, mercados de
paos, bazares y los barrios pobres que
haba en derredor de la ciudad, se iban
despertando uno por uno.
Aunque algunos ya estaban
despiertos. Las galeras y checktiris
alineadas unas junto a otras, en los
puertos de Langa y Kadirga, estaban
cargadas con telas, cristal y especias de
Francia, la China y la India y se
balanceaban con suavidad en la brisa
matinal. Los marineros de mltiples
naciones haban iniciado las tareas de
rutina antes de la salida del sol en sus
barcos de llamativos mascarones de
proa tallados como leones y sirenas por
manos talentosas, en madera, hierro y
bronce, e incluso oro. Algunos
marineros limpiaban la cubierta con
agua que haban acarreado del mar en
enormes barriles mientras otros
remendaban las velas o cambiaban las
sogas. Las gaviotas graznaban cuando
levantaban el vuelo hacia el cielo y se
posaban sobre las olas que se deshacan
en la playa. La costa era tan ancha como
poda abarcar la vista, y en la lejana
an era posible divisar que algunas
colinas distantes estaban cubiertas de
nieve.
Un poco ms all del puerto de
Langa se erguan las torres de Yedikule.
Nombrarlas bastaba para que la sangre
se helara Cerca de all, los
intimidantes teidores ya se haban
emborrachado en el secreto de sus
minsculos negocios. Siete recin
llegados a la ciudad permanecan
retenidos en la habitacin de cuarentena,
cerca de las torres, bajo la sospecha de
ser portadores de la peste. Tenan miedo
y estaban nerviosos. Pero no eran los
nicos que se sentan asustados,
inquietos y agotados. Otros tres
hombres, con grilletes en pies y manos,
haban sido trados a la famosa
mazmorra cuando la noche se disipaba
en la maana Durante meses los
haban trasladado por todas las crceles
de la ciudad, empezando por la
mazmorra del astillero de Kasim Pach,
siguiendo luego con la Torre Negra de
Rumelihisari, y ahora, Yedikule.
Una pareja de ladrones que se
ocultaba en uno de los huertos de fruta,
fuera de las murallas de la ciudad,
extenda sus brazos huesudos, hmedos
y rgidos por el roco nocturno, bajo la
reavivada luz del sol. Quiz aquel fuera
el ltimo da de sus vidas, quin poda
saberlo? A uno de sus compaeros lo
haban atrapado y colgado haca nada
ms que una semana a la entrada del
palacio Topkapi. All se exhibi su
cuerpo putrefacto para disuadir a
hombres como ellos
A medida que el sol ascenda, la
ciudad cobraba vida poco a poco,
mientras la gente atravesaba con prisa
las retorcidas calles de adoqun.
Los pescadores griegos haban
recogido las redes tendidas con cuidado
en las aguas de Sarayburnu y ya haban
vuelto a sus refugios, en ambas riberas
del Halic[2], lo ms aprisa que eran
capaces de navegar. El pescado era
abundante, los cestos estaban llenos de
atn, salmonete y sardinas. Algunos
esquifes con un solo mstil acaban de
llegar a la playa y los hombres haban
llevado a tierra sus parrillas para
cocinar; un humo delgado, impregnado
de un aroma apetitoso, ascenda en
espiral por el aire. Los vendedores de
sherbet hacan tintinear sus vasos llenos
de cubitos de colores, mientras se
desplazaban entre la multitud. Las frutas
y hortalizas ms frescas se encontraban
expuestas y acomodadas en fuentes de
madera. All estaban a la venta incluso
las variedades ms exticas, cultivadas
en los rincones ms remotos del mundo.
Y lo mismo se poda decir de la
multitud: qu comunidad no estaba
representada all? En Pera, el barrio que
albergaba la torre Glata, el ms
sorprendente de aquellos grupos era el
de los genoveses lujosamente ataviados,
muchos de los cuales ostentaban barbas
a la francesa; luego venan los
vanidosos venecianos quienes paseaban
debajo de sus anchos sombreros de
borlas y, en ltimo lugar, los pocos
ingleses, franceses, hngaros, rusos y
otros europeos que llamaban patria a la
ciudad
La mayora de la gente llegaba a la
playa a aquella hora tan temprana para
hacer las compras. Los encargados de
las tabernas griegas cercanas a Tophane
regateaban mucho con los pescadores,
aunque algunos no estaban all solo para
comprar sino que recogan informacin
para sus pases. Poco despus, con los
cerebros repletos y las bolsas de red
llenas retornaban a sus casas, a disfrutar
desde sus balcones de las vistas
panormicas del esplendor de Estambul:
el Mrmara, el Bsforo, las islas y el
Cuerno de Oro.
El Cuerno de Oro Cruzando ese
delgado canal, frente al puerto y al
mercado de pescado, miles de judos,
griegos y armenios que habitaban las
casas desparramadas por la costa, desde
Sarayburnu hasta Balat, tambin estaban
inmersos en el ajetreo de las compras.
Los hombres se dirigan al Gran Bazar
para ver a los joyeros, selladores de
barriles, cestheros, especialistas en
municin, sastres y miniaturistas; para
examinar los talleres de caramelo, telas
y mercaderes de alfombras; para
observar a los diestros artesanos que
forjaban calderos de cobre, ollas, jarras,
teteras y bandejas justo en la puerta
principal. Los vendedores de agua y los
amanuenses pblicos deambulaban por
all entre la multitud. Los zaptiyes tenan
sus ojos puestos en las balanzas de los
vendedores. Veis a aquel que est all,
junto al comercio de telas? Atrap a un
mercader deshonesto, y el sinvergenza
sera castigado como mereca: veinte
azotes
Cientos de personas entraban y
salan de las tabernas que rodeaban el
bazar techado. Los porteadores, con la
espalda encorvada por el peso,
transportaban mercaderas desde los
barcos anclados en el puerto y desde las
caravanas de camellos que finalmente
haban llegado desde los lejanos
desiertos de Arabia, y trepaban por las
calles que conducan a Bayazid.
Espesaban el aire los intensos aromas
de la canela, la pimienta negra, el
comino, el azafrn
Los que se ganaban el sustento en
Silahhane y Tophane sufran por el
sofocante olor a plvora. Los hombres,
desnudos hasta la cintura, trabajaban con
alma y vida, forjando y moldeando
caones; los pesados martillazos de los
obreros golpeando el metal resonaban
en las galeras del enorme y cavernoso
edificio.
Los jenzaros se ejercitaban al
comps de los tambores en el
hipdromo contiguo, y el sonido
metlico de sus cimitarras se mezclaba
con sus alaridos salvajes. Un poco ms
lejos, el polvo de la caballera suba
hasta la punta del obelisco egipcio de
dos mil quinientos noventa y siete aos,
llevado all desde Egipto mil noventa y
siete aos antes por el Emperador
Romano de Oriente, Teodosio. Detrs
del monumento, se encontraba una
columna de bronce con dos serpientes
gemelas, como smbolo de una danza
misteriosa.
Tanta era la gente que haba entrado
en aquella plaza que, vista desde lejos,
pareca formar un solo cuerpo
multicolor en incesante movimiento. All
tambin haba animales: pjaros
enjaulados que trataban de agitar las
alas con desesperacin; osos con anillos
colgados de la nariz; tigres con cadenas
alrededor del cuello; monos que
aullaban y gesticulaban El cielo
estaba lleno de cuervos y halcones; y
aqu y all haba hombres con turbantes
en la cabeza alimentando a los animales.
Los gatos salvajes esperaban su comida
y los vigorosos perros agitaban la cola
mientras olfateaban en derredor en
busca de su racin.
No solo eran los animales los que
andaban a la bsqueda de algunos
bocados de comida. Los patios de las
iglesias, sinagogas y mezquitas estaban
llenos de mendigos cubiertos de harapos
que aguardaban con sus manos
extendidas una limosna. La ciudad era
famosa por estos santuarios que
protegan a los creyentes de las
principales religiones occidentales,
aunque las ms llenas eran las
mezquitas. Al escuchar la sagrada
invitacin de los muecines hecha desde
los minaretes, los hombres de turbantes
y con rosarios entre sus manos se
dirigan con presteza a las mezquitas de
Hagia Sophia, Molla Zeyrek, Fatih y
Sultn Eyup para orar; y eran tan
numerosos como palomas que sacian la
sed con el agua de las fuentes de los
patios. Cuando los fieles giraban hacia
La Meca y se postraban gritando el
nombre de Al, hasta el no creyente ms
obstinado era capaz de volver sus
pensamientos hacia el Juicio Final y
estremecerse de miedo por su destino.
Decenas de miles de tumbas tambin
tenan un lugar en Estambul, erguidas
como silentes, inmviles espectadoras,
contemplando este mundo catico y
bullicioso desde algn lugar debajo de
los poderosos pinos, cipreses y
pltanos
Una enorme columna con un ancho
pltano a un costado se alzaba en mitad
del bazar avrat. Nadie sera capaz de
decir de cuntas cosas haba sido testigo
este rbol a travs de los siglos.
Emplazado en la ltima de las siete
colinas de Estambul, en el bazar se
mostraban cientos de esclavas:
circasianas, georgianas, albanas,
italianas, rusas, espaolas y griegas.
Hasta el borboteo que provena de los
narguiles de los mercaderes que se
tumbaban en sus asientos bajos de caa
labrada, los ltigos hamacndose en sus
vientres hasta ese sonido balbuceante
pareca hacer alarde de la belleza que se
exhiba. Despus de todo, se trataba de
mercanca de primera calidad.
Algunas jvenes lloraban, otras
callaban como si fueran mudas; y
muchas otras miraban el entorno con
ojos derrotados y opacos. Los eunucos
del palacio real (el saray) y los
mercaderes con sus bolsillos llenos se
paseaban por all. En realidad, los
eunucos eran los primeros en acercarse
cuando llegaba un nuevo grupo de
esclavas, elegan a las mejores del lote
y las examinaban de pies a cabeza, en
las habitaciones privadas del edificio de
piedra usado por el harn imperial. Las
jvenes expuestas al pblico en la plaza
eran las que ya no tenan posibilidad de
ir al saray. Cuando tras una larga sesin
de regateo, el cliente llegaba a un
acuerdo con el vendedor, aquel abra su
monedero y contaba una por una las
brillantes monedas de oro. Entonces
sentaban a la joven en una palanqun y
su nuevo dueo gritaba: Vmonos, no
tenemos todo el da! Los porteadores
que transportaban la mercadera recin
adquirida sobre los hombros corran
hacia Chemberlitash, Ak Saray,
Kumkapi, Laleli, Charshamba,
Choukourbostan
El saray era otro mundo, de una
riqueza y esplendor palpable incluso en
sus jardines. Flores que atraan la
mirada, surtidores de agua proveniente
de estanques y fuentes brillando en el
aire El interior estaba ornado con
valiosas alfombras persas, azulejos,
biombos tallados a mano, tapices y
cortinajes de satn, terciopelo, brocado
y seda.
Miles de personas trabajaban en el
saray del sultn otomano: proveedores
de agua, carniceros, pasteleros,
criadores de abejas; fogoneros,
cocineros, hojalateros, sirvientes;
jardineros, msicos, tutores, eunucos; y
mujeres, las mujeres del harn cientos
de mujeres.
En cuanto al dueo del palacio, el
Sultn, no todo el mundo poda verlo,
pues nicamente l decida quin sera
recibido. A este monarca de un moreno
profundo, alto y severo, le gustaba leer
libros de cosmografa y filosofa,
escribir poemas o mirar, una vez
concluidas las ocupaciones oficiales del
da, la representacin de los artistas de
karagoz que l haba importado de
Bursa. En su juventud, haba sido
bastante indulgente con los placeres de
la vida provocando el enojo paterno,
pero ahora ya no procuraba esos afanes.
Jams tomaba ni siquiera un vaso de
vino y oraba cinco veces al da, sin
saltarse ninguna vez. Aunque el sultn
aparentaba ser muy estricto, las
donaciones que haca, los hospitales que
haba construido, los comedores
pblicos que haba instalado para los
pobres lo haban hecho clebre y
conocido en todo el territorio otomano.
Cuando los viernes montaba su
caballo hasta Hagia Sophia,
acompaado de sus visires, pachs y
tutores, la gente se atropellaba para
vislumbrarlo brevemente. El
conquistador que haba arrebatado con
violencia la ciudad a los bizantinos,
Bayazid II, el hijo de Mehmet II,
cabalgaba entre nosotros Era el nico
amo de un vasto imperio, pero sobre
todo, de la gloriosa Estambul, con sus
setenta y cinco mil almas, renombrada
por su belleza en el mundo entero.
Ahora, esa belleza se haba
despertado y haba empezado a devorar
un nuevo da con sus deseos y
esperanzas
Toledo
La ciudad parece abandonada, pens
Raquel de Toledo mientras caminaba
deprisa por las sinuosas calles
adoquinadas. Sin duda alguna tendra
miedo de aquel silencio y de la soledad
que reinaban, si fuera de noche. Las
casas oscurecidas por las sombras y
rodeadas de altas paredes de piedra, y
los negocios vacos, todos con las
cortinas bajadas Las calles eran tan
estrechas que un hombre de hombros
anchos poda golpear al mismo tiempo
las puertas opuestas. Casi todas las
entradas de las casas se parecan:
madera desgastada con aldabones de
hierro oxidados por dcadas de
inviernos hmedos. Los llamadores
tenan forma de mano y colgaban con
tristeza. Muchos de esos llamadores
eran manos femeninas hechas de bronce,
que sostenan una pequea esfera del
mismo material. Dedos curvos, largos,
elegantes, con uas bien cuidadas
Igual que las hermosas manos de
mam, pens Raquel. Se dirigi con el
pensamiento hacia su madre, cuya voz
sonaba en los odos: No debes salir
sola, por lo menos durante un tiempo.
Sabes lo que ha sucedido hace poco en
Sevilla. Cuatro personas, todas muy
jvenes No camines nunca cerca de
las sinagogas, y asegrate tambin de
permanecer alejada de las iglesias.
Raquel sinti un escalofro repentino,
aunque el sol de mayo que se asomaba
por encima de las altas paredes la
reconfort en seguida. Un pjaro cantaba
alegremente en las ramas florecidas de
un ciruelo. Raquel se dirigi aprisa
hacia la orilla del ro.
Todos los que conocan a la familia
de Raquel comentaban cunto se pareca
a su padre. Era alta y esbelta; el pelo
castao claro tena reflejos de matices
rojizos, que enmarcaban sus asombrosos
ojos turquesa y rasgos delicados. Hasta
el temperamento afable y educado se
pareca al del padre, pues los dos eran
bondadosos y de voz suave y preferan
evitar la discusin y las confrontaciones.
Por otro lado, el hermano mayor de
Raquel, Can, se pareca mucho a la
madre. La misma tez oscura, el
semblante severo, y los gestos serios,
que tal vez solo fueran los componentes
de una mscara que pretenda ocultar sus
lados ms agradables y generosos. De
vez en cuando, Raquel pensaba que la
madre y el hermano mayor consideraban
que su carcter flexible, plcido, era un
signo de debilidad. Ambos detentaban
las personalidades fuertes, tercas y
dominantes de la familia, salindose
siempre con la suya.
El miembro ms joven de la familia,
Abraham, era una isla hasta para s
mismo. No se pareca ni al padre ni a la
madre. Tena la cabeza cubierta de rizos
negros y sus ojos, oscuros como los de
un gamo, estaban adornados con largas
pestaas, espesas. Era un alma tan
pacfica y tranquila que resultaba difcil
creer que viva en la misma casa con los
dems. Por desgracia, era un nio
enfermizo, con un sinfn de problemas
de salud. Las enfermedades recurrentes
lo confinaban a guardar cama durante
das, semanas y en ocasiones hasta
meses. La madre y el padre se turnaban
para hacerle compaa toda la noche, sin
saber si lograra llegar a la maana
siguiente. Cuando se senta mejor y
segn la estacin, lo llevaban hasta el
patio con un manta sobre las rodillas o
lo sentaban en una silla, frente a una
ventana soleada. El pobre nio
permaneca horas en el mismo lugar,
entretenindose con solo mirar las
nubes, los pjaros y rboles, o a los
nios que jugaban afuera. Nunca goz de
suficiente salud para reunirse aunque
fuera algunas horas con ellos.
Can, por otra parte, casi nunca
estaba en casa. Eran pocos los das en
que no regresaba cubierto de sangre y
raspones y las ropas desgarradas y
rotas. Esther de Toledo refrenaba su
enojo por los puetazos porque Can era
su predilecto.
La familia estaba dividida en dos
mitades: Can y la madre, Raquel y el
padre. En el medio se encontraba el
enfermizo Abraham, siempre necesitado
de la ayuda y piedad de los dems,
querido por todos. Sin embargo, era una
familia feliz y armoniosa a pesar de las
diferencias.
Cuando pensaba en Abraham,
Raquel senta algo extrao en su interior.
S, lo amaba, pero en su corazn haba
algo ms, algo ms que el afecto de una
hermana por un hermano. Cada vez que
lo miraba, senta que ella era ms que
una hermana; una mujer, una madre
Con sus ojos eternamente tristes, el
cuerpo enclenque torturado por la
enfermedad y su desesperada necesidad
de amor, le haca doler el corazn.
Raquel quera proteger a Abraham de
todo lo que fuera spero y cruel,
mientras ella estuviera con vida. l era
como un smbolo de la necesidad de
compasin. Abraham le recordaba al
Cristo recin nacido en los brazos de su
Santa Madre, vulnerable e inocente.
Estaba tan extraviada en esos
pensamientos sobre la familia y el
pequeo hermano Abraham que las
campanas la cogieron por sorpresa al
pasar delante del patio de la iglesia. De
qu se trataba esa celebracin fuera de
lo programado? Entremezclados con el
taido de las campanas, oy los gritos
de las personas que se encontraban en el
interior. La conmocin, que ahora
aumentaba de volumen, no se pareca en
nada a las oraciones. Recordando las
palabras de la madre, Raquel sinti de
repente en la boca el sabor amargo del
miedo.
Dobl la esquina corriendo
velozmente, con el corazn retumbando
y entr en el jardn de una casa vaca.
Reconoci aquella morada, pues
perteneca a la familia Pinto que se
haba ido de Toledo haca no ms de
seis meses, aunque ahora pareca como
si estuviera abandonada desde haca
siglos. Haban roto todas las ventanas y
los fragmentos de vidrio estaban
desparramados por el jardn, invadido
de malas hierbas. Al principio, Raquel
pens que las hermosas flores de doa
Sara no se vean por ningn lado, pero
cuando mir a su alrededor con
atencin, not una pequea mancha de
jacintos oculta debajo de algunos pastos
altos y dbiles. Ese descubrimiento
dibuj una sonrisa en su rostro e ilumin
su corazn dominado por el pnico.
Eran sus flores preferidas. Se arrodill
y cogi una, disfrutando del dulce
perfume. Se sent en el suelo con la flor
en la mano, mientras se preguntaba en
dnde estara ahora doa Sara: en
Lisboa, Venecia, Amberes, Estambul
El taido de las campanas de la
iglesia distrajo su atencin. Se levant,
se ech el chal sobre la cabeza, salt la
pared de atrs y empez a correr, con la
flor apretada contra el pecho. Raquel
sigui andando hasta que estuvo a una
distancia segura de la iglesia y de su
miedo. La abrupta loma que estaba
delante de ella descenda hacia el ro,
que era de un verde profundo. El ro
Tajo, amante apasionado que murmuraba
seductoramente al odo de la ciudad que
rodeaba
Mientras corra hacia el agua,
Raquel lo divis.
Te amo, Moiss! grit.
Arroj el chal hacia atrs, con el
cabello flotando al viento, y le volvi a
gritar, mientras agitaba la flor en el aire:
Te amo, te amo, Moiss!
Debajo de unos sauces, junto a un
puentecito, Moiss Nahmias la estaba
esperando, impaciente y a pesar de que
no poda escuchar lo que ella le deca a
voces, murmuraba los mismos
sentimientos:
Amo a esta nia; la amo mucho
Granada
El sol de invierno medio desganado
careca de la viveza suficiente para
calentar la inmensa sala de ceremonias
rodeada de paredes de piedra. Dentro de
la iglesia todava haca fro. Como todos
los lugares de culto, el impresionante
edificio inspiraba silenciosa obediencia
y temor ciego como el que se sentira en
presencia de Dios. En medio del altar,
Jess, representando el sacrificio final
por todos los pecados del mundo,
dorma su eterno sueo en la cruz. Cerca
de l haba un cuadro de la Virgen de
tamao natural cuya imagen pareca
detenida para siempre en el luto y la
congoja por la temprana muerte de su
nico hijo. La densa atmsfera espiritual
desafiaba la clara conciencia y hasta
para el ms puro e inocente se tornaba
difcil no sentir culpa o responsabilidad.
Por otra parte, no era sencillo juzgar si
el pequeo grupo de personas que se
encontraba delante del altar se senta o
no conmovido por aquel opresivo aire
de pecado.
El anciano sacerdote, vestido
solemnemente de pies a cabeza, se
encontraba de pie en el plpito leyendo
los versculos de la enorme Biblia
abierta delante de l. Don Abraham,
pese a que era mucho mayor que l, se
haba arrodillado con resignacin a sus
pies. La reina Isabel y el rey Fernando
de Espaa, testigos nicos de aquel
evento sagrado e histrico, estaban de
pie junto a los dos hombres con aire de
arrogancia y cnica satisfaccin.
Aquel era el da en el que don
Abraham Padre, de ochenta aos, se
converta al cristianismo. La ceremonia
culmin cuando el sacerdote alz la
copa de vino de la comunin. A don
Abraham le supo a autntica sangre
beber de la copa de oro como un buen
catlico. Estaba muy perturbado e
inquieto, se senta como si hubiera
vendido su alma al diablo. Abrigaba la
esperanza de que Dios comprendiera la
razn que impulsaba su cambio de fe y
or silenciosamente para que as fuera y
lo perdonara. Trat de no pensar en la
persecucin emocional que seguira,
como si todava ignorara si sera capaz
de soportar que se refirieran a l como
Son Or en lugar de Seor[3].
Adems, en lo profundo de su corazn
saba que su sacrificio bien valdra la
pena si con l poda evitar la expulsin
de miles de familias judas de su tierra
natal. El pensamiento de que su pueblo
se viera forzado a abandonar todo lo que
tena era insoportable.
Sus pensamientos se unieron a pesar
suyo con la pequea multitud que
fielmente repeta y entonaba amn al
unsono con el sacerdote. El bautismo de
don Abraham haba terminado
Ponindose de pie lentamente, don
Abraham arrastr sus ancianos pies
hacia la reina Isabel y se arrodill
respetuosamente delante de ella.
Majestad dijo. Vuestra
promesa?
La reina jugaba con la cruz de rub
alrededor de su esbelto cuello e intent
enmascarar su irritacin. Ni siquiera
mir a don Abraham al extender su mano
sobre el brazo de Fernando, que era la
seal para que la acompaara hasta la
salida. Don Abraham todava estaba
arrodillado cuando ella se dio la vuelta,
justo antes de desaparecer en la
antecmara, y respondi:
Veremos qu podemos hacer
cuando llegue el momento.
Don Abraham escuch al coro cantar
otro himno, despus de que lo dejaron
completamente solo en medio de la
iglesia. Entonces, el antiguo judo,
recientemente convertido, fij sus ojos
llenos de lgrimas en el techo,
paralizado, con las manos juntas, como
si esperara que el cielo lo abatiera y
dejara su alma en libertad. El parpadeo
de cientos de velas se desvaneci,
mientras el eco de los sonidos del coro
resonaba con ms fuerza en sus odos
hasta que se hizo un ovillo contra el
suelo, inconsciente.
Toledo
No puedes pedirme que haga eso!
La voz de Esther de Toledo sonaba
llena de furia. Habiendo acabado los
preparativos para la cena, se sacudi
con nerviosismo las manos enharinadas
y alz ms la voz.
Lo que me pides es una locura,
David. Cmo puedes exigirme una cosa
as?
Esther, t crees realmente que yo
acaso mencionara este tema si no
creyera que es por el bien de nuestra
familia? Por qu no me escuchas y
tratas de entender? No ves?
Nuestras vidas aqu estn terminadas,
completamente terminadas! Si no
hacemos algo, nos van a matar. Tenemos
que irnos cuanto antes. Aunque solo sea
por nuestros hijos.
Esther se encamin a zancadas hacia
la puerta de la cocina, sin mirar a
David.
No dijo con voz firme. No
quiero discutirlo ms. Soy una Toledo y
mi familia y yo hemos vivido aqu desde
hace siglos. Mi padre, mi abuelo, su
padre y su abuelo Esta es nuestra
tierra! Pertenecemos a ella. Adems,
tengo ms derecho a vivir aqu que
Isabel. Suaviz la voz. Por favor,
David, no veo razn alguna para
dejarnos arrastrar por el terror. Todo
volver pronto a la normalidad; estos
tiempos difciles pasarn. Mi respuesta
definitiva es no. No nos vamos.
El rostro de David se crisp de furia
momentneamente, pero pudo controlar
sus emociones, mientras responda:
Muy bien, Esther. Pero cmo
reaccionaras si maana mataran a tu
hijo Can como mataron a esos cuatro
jvenes en Sevilla? Por favor, procura
aceptar lo que ha sucedido. Fernando e
Isabel son nuestros nuevos gobernantes,
los dueos de lo que una vez fue nuestro.
Ya no somos libres en nuestra propia
ciudad, ni siquiera en nuestra propia
casa. No pasa ni un solo da sin que las
personas sean torturadas y asesinadas en
las calles o arrojadas a la crcel.
Cientos de familias ya han huido.
Estaban equivocadas? La nica
alternativa es convertirse en buenos
catlicos. Eso es lo que t quieres, el
dolor y la humillacin de renunciar a tu
fe, a tu patrimonio? El propio don
Abraham acept que lo bautizaran hoy
con la esperanza de salvar a su gente de
esta pesadilla inminente. Dicen que
pensar en eso casi est matando al pobre
hombre.
Para salvar a su gente? Por
favor, David, de verdad crees esa
tontera? El corazn de don Abraham se
compadece nada ms que de s mismo y
de su dinero. Hace aos que se ha
puesto del lado de la monarqua
catlica. T dices que lo est matando?
Bueno, casi me alegro de que as sea.
Esther, te lo suplico. Pensemos al
menos en una mudanza eventual a
Portugal. Si resulta que t tienes razn,
podremos volver a Espaa de
inmediato. No seas terca. Piensa en m,
piensa en los nios.
Esther se dio media vuelta y camin
con calma hacia su esposo que todava
estaba sentado a la mesa. Lo rode con
los brazos y le apret la cabeza contra
su pecho con dulzura. Empez a mecerlo
como si estuviera sosegando a un nio y
le dijo con suavidad:
No te preocupes, David. Por
favor Las dificultades desaparecen
siempre, si somos pacientes. No sucede
siempre as?
David cerr los ojos y la estrech
con afecto. Busc la mano de Raquel y
le bes los dedos esbeltos.
Tenemos que preocuparnos dijo
. Tenemos que preocuparnos, mi reina
amada. Esta vez es diferente, mucho ms
grave. Isabel y Fernando estn decididos
a erradicar a nuestra raza de la faz de la
tierra.
En ese preciso instante oyeron
golpear la puerta. El ruido fuerte,
impaciente, tras la inquietante
conversacin, les produjo recelo.
Esperaron escuchando tensos y con las
manos entrelazadas. Cuando los golpes
se volvieron ms insistentes, David se
levant y fue hasta la ventana de la
cocina, que estaba cubierta con herrajes.
Era tan pequea que David poda ver al
visitante sin revelar su presencia.
Reconociendo a quienes lo visitaban,
grit:
Esperen ah, enseguida bajo!
Quin es? pregunt Raquel con
ansiedad.
Don Salvador y doa Graciela
replic David, mientras sala corriendo.
Esther se distendi un poco y baj a
saludar.
Don Salvador y doa Graciela
estaban sofocados cuando entraron en el
pequeo patio. El susto de Graciela se
manifest como un torrente en ese
mismo momento.
Has odo, Esther? Oste lo que
ha sucedido?
David asom la cabeza, mir a
ambos lados y dndose vuelta deprisa,
cerr la puerta.
Graciela tena el rostro plido como
el de un fantasma. Rode con los brazos
a su vieja amiga y le dijo entre sollozos:
Esther, qu vamos a hacer ahora?
El terror de Graciela se intensific
con las palabras del esposo:
Tenemos que salir de la ciudad lo
ms pronto posible. Las cosas estn
empeorando mucho.
Esther los empuj hacia una mesita
de madera ubicada en una esquina del
patio, llen una taza con agua de la jarra
de cobre que estaba junto a la mesa y se
la alcanz a Graciela, que temblaba sin
parar.
Sernate, Graciela. Aqu ests a
salvo dijo David.
Se dio la vuelta hacia Salvador y le
pregunt:
Qu ha pasado? Qu es lo que te
ha aterrorizado de esa forma?
Salvador era un hombre bajo, ms
bien pesado. Las cejas espesas, oscuras,
dominaban su cara plida y redonda, y
las gotas de sudor corran por su frente
ancha.
Acaban de llevarse a otros cuatro
hijos nuestros replic todava
jadeante. Los deben de haber
arrastrado hasta el Palacio
Inquisitorial
Hashem Israel[4] chill Esther
y corri hacia la puerta de la calle
gritando Can, Can
David logr cogerla del brazo.
Graciela habl de prisa.
Est bien, Esther, no se llevaron
ni a Can ni a Moiss. Pero Los
ojos se le volvieron a inundar de
lgrimas, baj la vista y los sollozos se
volvieron incontrolables. El esposo se
precipit hacia ella y, con voz
temblorosa, prosigui la frase:
pero se los podran llevar en
cualquier momento.
David fij los ojos en su mujer como
diciendo: Te lo dije me crees
ahora?. Esther se apret ms fuerte el
chal morado alrededor de los hombros y
mir por encima de sus amigos, hacia
donde las nubes cambiaban de forma
contra el azul celeste del cielo. Se toc
con los dedos el pelo encanecido
recogido en la parte de atrs de la
cabeza, mientras las manos le temblaban
y las arrugas alrededor de los ojos se
profundizaban.
Hemos tomado una decisin. Nos
vamos a Portugal dijo Salvador
rompiendo el incmodo silencio. Una
vez que lleguemos all, seguiremos hacia
Edirne o a Estambul.
Graciela agit la cabeza asintiendo y
comenz a tirarse nerviosamente de los
pequeos pendientes de oro.
Trataremos de vender todo y
seguir el consejo del rabino Sarfaty. l
predijo todo esto y constantemente nos
invitaba a que nos uniramos con l en
territorio otomano. Ahora sabemos
realmente que tena razn. Finalmente
seguiremos su consejo.
Recuerdo que les escribi que el
sultn otomano era un hombre tolerante,
que haba decretado que todos podran
vivir en paz en su pas, debajo de su
propia higuera me parece que fueron
sus propias palabras agreg David.
Pero nosotros ya tenemos un
hogar, y nuestras propias higueras. Por
qu tendramos que ir a un pas tan
lejano y del cual no sabemos nada? Esto
no puede continuar. Todo terminar antes
de que nos demos cuenta dijo con
brusquedad Esther.
No! replic Graciela con
conviccin. No se terminar pronto.
Lo s. Lo presiento. Venid con nosotros
antes de que sea demasiado tarde. Qu
dices, Esther?
Esther no respondi; en lugar de ello
se disculp y con la excusa de traerles a
sus huspedes unos bojos para comer,
regres al interior de la casa para
pensar.
Salvador mir a David con
preocupacin y le dijo:
Tienes que hacer todo lo posible
para convencer a tu esposa de que se
vaya. Creme, dentro de un par de meses
ser demasiado tarde. Si os vais ahora
con nosotros, te juro que har todo para
que instalemos nuestro negocio de
imprenta deprisa. Quin sabe, tal vez
nuestro negocio podra ser ms
fructfero all de lo que ha sido aqu.
Sonri. Escuch que Estambul es una
ciudad grande y hermosa. Qu dices, mi
querido amigo? Jrame que lo pensars.
David se estaba poniendo inquieto.
Se levant sin contestar. Era un hombre
alto y delgado, y en los ltimos aos
haba perdido la mayor parte del pelo.
Su rasgo ms distintivo era el extremo
de la nariz puntiaguda, que estaba casi
siempre colorado, como si fuera un
bebedor, a pesar de que jams haba
tomado ni un sorbo de vino de la copa
de su esposa. Era un hombre afectuoso y
para l la familia estaba por encima de
todo. A pesar de su modo de ser
generalmente calmo, comenz a recorrer
con preocupacin el pequeo patio.
Por fin, se acerc a Salvador, que no
solo era su vecino y un buen amigo, sino
tambin su socio en el negocio de la
imprenta y al cabo respondi:
Estoy de acuerdo con todo lo que
has dicho, pero, cmo convenzo a
Esther? Es una roca inconmovible, tan
apegada a sus recuerdos Volvi a
pasearse, como si eso lo ayudara a
encontrar la respuesta.
Se mantiene en sus trece. Es terca
como una mula y en Toledo, todo el
mundo lo sabe musit entre dientes,
mientras caminaba.
Todo el mundo en Castilla estara
de acuerdo contigo, David. Pero
pero debe de haber una forma de
convencerla replic no sin humor
doa Graciela. Para entonces ya haba
recuperado la compostura; miraba a su
alrededor como si fuera la primera vez
que vea el patio y lanz un suspiro de
preocupacin.
Aqu es donde nacimos y nos
criamos. Aqu es donde hallamos a
nuestros amados y nos casamos. Aqu es
donde criamos a nuestros hijos. Sin
embargo, alguien tiene que persuadir a
Esther. Quiz Can, pues si l decide
irse, entonces Raquel tambin lo har.
Con toda seguridad a l lo escuchar.
Salvador la mir con severidad. No
quera que su amigo David se ofendiera
con los comentarios de su esposa, pero
David agit la mano disculpndola y
pregunt:
Cundo os vais?
En cuanto podamos atar todos los
cabos sueltos contest Salvador. A
ms tardar, dentro de un mes.
Las campanas de la iglesia haban
vuelto a sonar como si quisieran
confirmar la urgencia de su decisin.
Una bandada de palomas alz el vuelo
encima de la casa.
Esther regres con una gran fuente
de huevo y bolas de matz hirviendo.
Nadie cocina como t!
proclam Graciela como una nia
entusiasmada. Ay, Dios mo Estaba
tan aterrada que me olvid de preguntar
cmo est Abraham exclam
sirvindose uno.
Esther se encogi de hombros.
Algunos das est un poco mejor
que otros David alz la mirada hacia
la ventana de la habitacin del nio y
dijo:
Ahora duerme. Creo que ha estado
mucho mejor. Siempre sufre mucho
durante el invierno. La primavera esta a
la vuelta de la esquina, a Dios gracias,
pero a pesar de que nos esforzamos
mucho, parece que nada ayuda.
Salvador le palme la espalda a
David y dijo:
Tiene nada ms que ocho aos. Ya
vers. Se convertir en un joven fuerte.
Sucedi exactamente igual con Moiss y
Abraham. No te acuerdas qu
enfermizos y enclenques eran cuando
tenan la edad de Abraham? Las cosas
cambiaron despus de que cumplieron
los doce aos. Todos los chicos
atraviesan esas etapas.
Lo s, pero el pobre nio se pasa
en vela todas las noches tosiendo.
Siempre est plido y tiene el apetito de
un pjaro. Esther se desespera por
hacerle las comidas preferidas, pero
casi no toca nada. Antes de que
llegarais, Raquel baj al ro para buscar
algunas setas especiales que le encantan.
No nos sentamos a gusto envindola all
sola, pero la zona que se extiende junto
al ro todava es segura. Tuve que
dejarla ir. A veces me pregunto qu
clase de niez le estamos dando a
nuestros hijos, escuchando todo el
tiempo nuestras prevenciones.
Graciela, cuyo humor cambiaba
como el de un nio pequeo, ya se senta
contenta y disfrutaba feliz de una
segunda porcin de matz. Agreg
inesperadamente:
Raquel es una nia tan buena
con un corazn de oro. Tambin va
camino de convertirse en una dama muy
bella. Me imagino que haremos planes
para que la boda de Moiss y Raquel se
haga en Estambul.
Salvador mir de soslayo a su mujer
para indicarle que su intervencin era
inoportuna.
David comenz a responder, pero
Esther se interpuso con voz spera:
Puesto que nosotros no vamos a
Estambul, tendrn que buscar otra novia
para Moiss. Raquel se queda en la
tierra de sus antepasados y se casar
segn la tradicin. Lo mismo suceder
con Can y Abraham
31 de marzo de 1492
Granada
Don Fernando y Doa
Isabel, por la gracia de Dios,
Rey y Reina de Castilla, Len,
Aragn, Sicilia, Granada,
Toledo, Valencia, Galicia,
Mallorca, Sevilla, Cerdea,
Crdoba, Crcega, Murcia,
Jan, el Algarve, Algeciras,
Gibraltar, y las islas de
Canaria, conde y condesa de
Barcelona y seores de Vizcaya
y Molina, duques de Atenas y
Neopatria, condes de Roselln y
Cerdea, marqueses de Oristn
y de Gociano; al prncipe Don
Juan, nuestro muy caro y muy
amado hijo, y a todos los dems
infantes, prelados, duques,
marqueses, condes, maestres de
rdenes, priores, ricos hombres,
comendadores, alcaides de
castillos y plazas fuertes de
nuestros reinos y seoros, y a
los concejos, corregidores,
alcaldes, alguaciles, merinos,
regidores de caballeros y
escuderos, y a todos los
hombres buenos de todas las
ciudades, villas y lugares de
nuestros reinos y seoros, y a
las aljamas de los judos, y a
todos los judos y personas
singulares de esos lugares,
tanto varones como mujeres de
cualquier estado, y a todas las
personas de cualquiera ley,
estado, dignidad, preeminencia
y condicin que sean, y a
quienes el asunto contenido en
nuestra carta atae o ataer
puede: Salud y gracia.
Bien saben, o deberan
saber que, por cuanto hemos
sido informados, que en estos
nuestros reinos haba algunos
malos cristianos que judaizaban
y apostataban de nuestra Santa
Fe Catlica de lo cual era
mucha causa la comunicacin
entre los judos y los cristianos
, ordenamos en las Cortes que
celebramos en la ciudad de
Toledo el pasado ao de mil
cuatrocientos ochenta, apartar
a los susodichos judos en todas
las ciudades, villas y lugares de
nuestros reinos y seoros, y
darles juderas y lugares
separados donde vivir,
esperando que con su
separacin se corregiran. Y
otros procuramos y dimos
orden para establecer la
Inquisicin en los dichos reinos
y seoros; la cual, como ya
sabis, ha doce aos que
funciona, y gracias a ella,
muchos han sido hallados
culpables (segn hemos sido
informados por los inquisidores
y por otras muchas personas
devotas, eclesisticas y
seculares) del gran dao a los
cristianos que ha venido (y
viene) de la comunicacin y
conversacin con los judos.
Estos procuran, con cuantas
vas y maneras pueden,
subvertir y sustraer a los fieles
cristianos de nuestra Santa Fe
Catlica y apartarlos de ella, y,
atraerlos a su daina creencia:
instruyndolos en las artimaas
y observancias de su Ley,
celebrando reuniones en las que
les leen y ensean lo que han de
creer y guardar segn su Ley,
procurando circuncidarles a
ellos y a sus hijos, dndoles
libros con los que rezar sus
oraciones, dicindoles los
ayunos que han de observar, y
reunindose con ellos a leer y
ensearles las historias de su
Ley; indicndoles las
festividades con antelacin y
llevndoles a sus casas pan
cimo y carnes sacrificadas
segn el ritual, instruyndolos
acerca de las cosas de las que
se han de abstener, tanto en las
comidas como en otras cosas,
persuadindoles de que tengan
y guarden la Ley de Moiss y
convencindoles de que no
existe otra ley o verdad, sino
aquella. Todo esto consta por
muchas declaraciones y
confesiones, tanto de esos
mismos judos como de los que
fueron engaados y pervertidos
por ellos, lo que ha redundado
en gran dao, detrimento y
oprobio de nuestra Santa Fe
Catlica.
Y dado que fuimos
informados de buena parte de
esto con anterioridad, y
sabiendo que el verdadero
remedio de todos estos daos e
inconvenientes era prohibir
toda relacin entre los dichos
judos y los cristianos y
echarlos de todos nuestros
reinos, quisimos contentarnos
mandndoles abandonar todas
las ciudades, villas y lugares de
Andaluca (donde pareca que
haban hecho mayor dao),
creyendo que aquello bastara
para que los de las otras
ciudades, villas y lugares de
nuestros reinos y seoros
cesaran de hacer y cometer lo
susodicho. Y puesto que nos han
informado que ni esa medida, ni
las condenas impuestas a los
judos que se han hallado
culpables de dichos crmenes y
delitos contra nuestra Santa Fe
Catlica, han sido remedio para
obviar y remediar tan grande
oprobio y ofensa a la fe y
religin cristiana (pues cada
da se hace evidente que los
dichos judos persisten en su
malvado y daino propsito
adonde viven y conversan); y
para que no haya lugar de
ofender ms a nuestra santa fe,
tanto en los que Dios ha
querido preservar hasta ahora,
como en los que cayeron y se
enmendaron y redimieron a la
Santa Madre Iglesia, lo cual,
segn la flaqueza de nuestra
humanidad y astucia y
sugestin diablica que con
tino nos combate, lo que
puede acaecer fcilmente si la
causa principal no se quita, que
es la de desterrar a los dichos
judos de nuestros reinos.
Porque cuando algn miembro
de un colegio o universidad
comete un grave y detestable
crimen, es razn que tal colegio
y universidad sea disuelto y
aniquilado, y los mayores por
los menores, y los unos por los
otros sean punidos; y si
aquellos que pervierten el buen
y honesto vivir de las ciudades
y villas, y por contagio pueden
daar a los otros, son
expulsados de los pueblos, por
causas menos dainas que estas
de la res pblica, cuanto ms
por el mayor de los crmenes, y
ms peligroso y contagioso,
como lo es este.
Por ende, nos, con el
consejo y el parecer de algunos
prelados, grandes y caballeros
de nuestros reinos, y de otras
personas de conocimiento, y la
sabidura de nuestro Consejo, y
habiendo deliberado mucho
sobre ello, hemos acordado
mandar salir a todos los dichos
judos y judas de nuestros
reinos, y que no retornen ni
vuelvan jams a ellos ni a
ninguno de ellos. Y sobre ello
mandamos dar [a conocer] esta
nuestra carta, por la cual
ordenamos a todos los judos y
judas de cualquier edad que
sean, que viven y moran en
nuestros dichos reinos y
seoros (tanto los naturales de
ellos como los que no lo son,
que en cualquier manera y por
cualquier causa hayan venido y
estn en ellos), que para el fin
del prximo mes de julio del
presente ao salgan todos de
nuestros reinos y seoros, con
sus hijos e hijas, criados y
criadas, y familiares judos,
tanto poderosos como sencillos,
de cualquier edad que sean, y
no osen volver a aquellos
lugares, ni residir en ellos, ni en
parte alguna de ellos, ni de
vivienda ni de paso ni de
ninguna otra manera, so pena
que si no lo hicieran y
cumplieran as, y fueren
hallados estando en nuestros
dichos reinos y seoros, o
viniendo a ellos en cualquier
manera, incurran en pena de
muerte y confiscacin de todos
sus bienes para nuestra Cmara
y Fisco, incurriendo en estas
penas por el acto mismo, sin
ningn proceso [judicial],
sentencia ni declaracin. Y
mandamos y defendemos que
ninguna persona o personas de
los dichos reinos, de cualquier
estado, condicin o dignidad
que sean, osen recibir, proteger,
defender o acoger en sus
tierras, casas o en parte alguna
de nuestros dichos reinos y
seoros, pblica o
secretamente, a ningn judo o
juda ms all del fin de julio y
a partir de ah para siempre
jams, so pena de prendimiento
de todos sus bienes, vasallos,
fortalezas y otros bienes
heredados, y de perder
asimismo cualquier merced que
tengan de Nos para nuestra
Cmara y Fisco.
Y para que los dichos judos
y judas, durante el dicho plazo,
hasta el fin de dicho mes de
julio, puedan disponer mejor de
s mismos y de sus bienes, por
la presente los recibimos y
acogemos bajo nuestra seguro,
amparo y proteccin real, y los
asesoramos a ellos y a sus
bienes, para que durante el
dicho perodo hasta el ltimo
da de dicho mes de julio,
pueden andar y estar seguros, y
pueden vender, y enajenar todos
sus bienes, muebles y races, y
disponer de ellos libremente a
su voluntad, y que durante el
dicho tiempo no les sea hecho
mal, dao, ni desaguisado
alguno, ni en sus personas ni en
sus bienes contra justicia, so
las penas que caen e incurren
quienes quebrantan la
proteccin real. Y asimismo
damos licencia y facultad a
dichos judas y judos para que
puedan sacar sus bienes y
hacienda fuera de nuestros
reinos y seoros, por tierra o
por mar, con tal que no saquen
oro, plata, dinero en moneda u
otras cosas vedadas por las
leyes de nuestros reinos, salvo
mercaderas y cosas prohibidas
o en cambios.
Y mandamos tambin a
todos los consejos y justicias,
regidores, caballeros y
escuderos, oficiales y hombres
buenos de las dichas ciudades,
villas y lugares de nuestros
reinos y seoros, a todos
nuestros vasallos sbditos
naturales de ellos, que guarden,
cumplan y hagan guardar y
cumplir esta nuestra carta y
todo lo que ella contiene, y den
y hagan dar todo el favor y
ayuda que fuera menester, so
pena de nuestra merced y
confiscacin de todos sus
bienes y oficios para nuestra
Cmara y Fisco. Y para que
esto pueda ser conocido por
todos, y nadie pueda pretender
ignorarlo, mandamos que esta
carta sea exhibida en las plazas
y lugares de reunin
acostumbrados y en las
principales ciudades, villas y
lugares de como anuncio y
como documento pblico. Y
nadie, en modo alguno, le
ocasionar dao so pena de
recibir castigo y quedar privado
de sus oficios y la confiscacin
de sus bienes, lo que suceder
con cada uno que as obrare.
Ms an, ordenamos a quien les
muestre esta carta que emplace
a comparecer a aquellos que
obren en contra de ella ante
nuestra corte, dondequiera que
nos encontremos, el da en que
los llamemos dentro de los
quince da posteriores al delito,
so pena de sufrir el dicho
castigo, bajo el que ordenamos
a cualquier escribano pblico
que fuera solicitado con el
objeto de leer esta nuestra
carta, que la misma sea
mostrada con su sello y firma a
todos, para que sepamos que
nuestra orden ha sido
ejecutada.
Dada en nuestra ciudad de
Granada, el da treinta y uno
del mes de marzo de mil
cuatrocientos noventa y dos
aos del nacimiento de Nuestro
Seor Jesucristo.
Yo, el Rey.
Yo, la Reina.
Yo, Juan de Coloma,
secretario del rey y de la reina,
nuestros seores, quienes han
ordenado que esto se escribiera.
Registrado por Cabrera,
Canciller Almacn.
30 de abril de 1492.
Toledo
Despus de que la encontraron
desmayada entre los densos juncos del
ro Tajo, Raquel permaneci en cama
varios das sin pronunciar una sola
palabra, casi sin abrir los ojos. Pero
lloraba a menudo con lgrimas
silenciosas. Moiss la visitaba todos los
das. Se sentaba junto a la cama sin
hablar, sostenindole la mano y
enderezando la manta. Cada viernes por
la noche encenda las siete velas de la
menorah colocada en la mesita baja, al
lado de la puerta y oraba para que todos
encontraran paz. La angustia le impeda
decir otra cosa.
Todos los judos de Toledo y hasta
algunos amigos catlicos buscaron a
Can, pero no pudieron encontrar ningn
rastro de l. El Tajo se lo haba llevado.
La muerte era un mandato sagrado,
aunque los dos adolescentes la nia
tena apenas catorce aos, el nio,
diecisiete sufran remordimientos
como si ellos mismos hubieran dado
aquella orden.
Siete das de luto no fueron
suficientes para ninguno de los padres
de Can, en especial para Esther. Su cara
morena perdi el fuego y el cabello
pareca haber encanecido ms de la
noche a la maana. No poda entrar a la
cocina ni para cocinarle a Abraham. Se
sentaba en los estrechos escalones que
conducan al patio y se quedaba mirando
fijo el mismo lugar, el rincn de la pared
del jardn del que todava colgaba el
nido de las golondrinas que haban
migrado el ao pasado. Ahora estaba
vaco, pero las aves pronto volveran y
lo encontraran esperndolas. Las ramas
de los rboles estaban en flor, los das
se iban entibiando. Sin embargo, el
corazn de Esther estaba yermo y fro, y
estaba segura de que nunca volvera a
sentirse feliz.
Salvador Nahmias golpe vacilante tres
veces la puerta de madera. El llamador
de bronce con forma de mano que
sostena la esfera en la palma estaba por
caerse. Los dedos regordetes de
Salvador introdujeron una ramita en el
espacio en donde las uas se haban
aflojado. Toc el mezuzah que colgaba
del marco de la puerta y or: Dios nos
salve a todos
David abri la puerta y sonri con
calidez:
Pasa, amigo mo.
Esther se puso de pie para saludarlo,
con aspecto de cansada, como si hubiera
estado acarreando piedras durante
mucho tiempo. Salvador, no muy seguro
de lo que tena que hacer, dio un paso
adelante y la bes en las mejillas,
despus la ayud a sentarse. Se acerc a
Abraham, que con su espada de madera
estaba luchando contra un enemigo
imaginario y con sus dedos, recorri
cariosamente el cabello rizado del
nio.
Cmo ests, querido caballero?
Abraham, sentado en la silla, traz
un crculo ms grande con su espada y
sonri tontamente.
A todos les resultaba difcil
encontrar la palabra justa para hablar.
Al fin, David rompi el silencio.
Moiss est aqu arriba con
Raquel.
Cmo est?Mejor?
Se est recuperando, pero llora
todo el tiempo. David se rascaba la
nariz larga, colorada.
Se le pasar, David dijo
Salvador, secndose el sudor de la
frente. Se le pasar. Dios nos manda
el remedio para el dolor que l causa.
As que te vas? pregunt
David.
S, pasado maana, temprano,
pero podemos esperarte en Portugal si
quieres. La vida puede ser muy diferente
para nosotros en Estambul. Podemos
empezar de nuevo. Dicen que es un lugar
muy bello y que su rey, el sultn, es un
hombre de buen corazn.
No s dijo incmodo David,
mirando a su esposa. La mujer estaba
otra vez mirando fijo el nido vaco.
David se inclin y le susurr al amigo
en el odo:
Me parece que ella ahora est sin
fuerzas y sacudi la cabeza con
desesperacin.
Abraham grit, empleando el
nombre familiar con que se diriga al
padre:
Bapu, vayamos a Estambul,
tambin.
Esther se puso de pie y se meti
adentro.
Salvador bebi de un solo trago el
agua con jugo de limn.
Sabes que prepararon la orden de
expulsin el treinta y uno de marzo, y
segn los rumores, ser declarada
oficial a comienzos de mes. Despus de
eso, quedarn solo tres meses, no es
mucho tiempo. Don Isaac Abravanel y
otros lderes de la comunidad estn
trabajando mucho para enfrentar la
orden y escuch que harn una defensa
de nuestros derechos en la Corte. Pero
no creo que cambie nada. Solo podemos
confiar en nosotros mismos. Tenemos
que crear nuestro futuro, como lo hemos
hecho siempre. Ese es nuestro deber, el
tuyo y el mo. Se pein el pelo con la
mano para ordenar sus pensamientos.
Creo que entiendo un poco tu pena y tu
dolor Perdiste a tu amado hijo, y nada
puede recompensarte por ello. Pero
tienes dos hijos ms, David; eres
responsable de ellos y responsable ante
Dios tambin. Tienes que proteger a tu
mujer. Ven con nosotros a Portugal o
juntmonos ms adelante. Iremos a
Gibraltar en junio, y de all viajaremos
en barco a Estambul.
Qu puedo decir? Ya no s
nada Esther todava piensa que Can
podra volver a casa. Pobre Esther
Raquel es infeliz y Abraham
Salvador se levant.
Vendremos a verte antes de irnos.
Vine a buscar a Moiss. Necesito que
me ayude ahora. Cambi todo mi dinero
por telas y cuero. Es una mercadera
pesada. Los sinvergenzas ni siquiera
nos permiten llevarnos nuestro dinero.
Tienen malas intenciones contra nuestra
salud y nuestras almas. Que Dios nos
ayude a todos!
Esther y Moiss entraron al patio.
Cmo est Raquel? pregunt
Salvador, apoyando la mano sobre el
hombro de su hijo.
El joven inclin la cabeza y antes de
que pudiera responder, Esther dijo:
Est muy bien, pero sufre porque
se siente culpable.
No es ms que una nia
observ David. Una nia inocente y
toda su angustia no le har bien a nadie.
Esther se fue adentro sin contestar y
Salvador empuj con suavidad a su hijo
hacia la puerta.
David, siempre estoy dispuesto a
ayudar dijo antes de dar un paso
afuera.
David los mir durante un rato. El
sol quemaba los adoquines de las
estrechas calles de Toledo, a pesar de
que todava no era verano. Una pequea
lagartija que disfrutaba del calor salt
del marco, asustada, cuando l cerr la
puerta.
Bapu! exclam Abraham.
Iremos a visitar al sultn en Estambul?
David sonri.
Por qu no? Tal vez podra
presentarte al sultn, y podremos cenar
con l en el palacio otomano replic
sonriendo. Pero ahora, jovencito, vete
derecho a la cocina, tienes que comer
para hacerte grande y fuerte. Ir contigo
dentro de un minuto.
Abraham salt feliz.
Mam, mam grit mientras
corra hacia adentro. Bapu dijo que
me llevar a conocer al sultn!
David se aclar la garganta y llam
con un tono decidido:
Esther, Esther, ven aqu. Necesito
hablar contigo.
Granada
Majestades, os agradezco esta
oportunidad de hacer una ltima
declaracin en nombre de las
comunidades judas a las que
represento. Condes, duques y marqueses
de la corte, caballeros y damas
Desgraciadamente, no constituye un gran
honor que a un judo se le pida que
interceda en favor de la seguridad de su
pueblo.
Pero es una desgracia mayor cuando
el Rey y la Reina de Castilla y Aragn,
de toda Espaa, deben procurar la gloria
con la expulsin de un pueblo
inofensivo.
Es difcil de entender cmo todo
hombre, mujer o nio judo pueden
representar una amenaza para la fe
catlica. Son acusaciones muy, muy
graves.
Que nosotros os destruimos?
En realidad es todo lo contrario.
No admits en este edicto que habis
confinado a todos los judos a las
juderas y que habis limitado nuestros
privilegios legales y sociales, por no
decir que nos habis forzado a vestir
vergonzosos distintivos? No nos
imponis tributos opresivos? No nos
aterrorizis noche y da con vuestra
diablica Inquisicin? Permitidme que
ponga bien en claro este asunto para
todos los presentes: no permitir que la
voz de Israel sea silenciada en este da.
Escuchad, oh cielos, y prestad odos,
Rey y Reina de Espaa, pues yo, Don
Isaac Abravanel, me dirijo a vosotros.
Mi familia y yo descendemos en lnea
directa del rey David. Autntica sangre
real, la sangre del Mesas, corre por mis
venas. Es mi herencia, y la proclamo
ahora en el nombre del Dios de Israel.
En nombre de mi pueblo, del pueblo
de Israel, el elegido por Dios, yo los
declaro sin culpa e inocentes de todos
los delitos de abominacin declarados
en este edicto. Sois vos quienes
deberis cargar con el delito, con la
trasgresin, no nosotros. El injusto
decreto que vos hoy proclamis ser
vuestra cada. Y este ao, que vosotros
imaginis que ser el ao de mayor
gloria de Espaa, se convertir en la
mayor vergenza de Espaa.
Puesto que el honor es la
recompensa de la virtud individual, as
tambin la honra mundial para reyes y
reinas es la recompensa debida a sus
nobles hazaas. As tambin, cuando un
individuo comete actos indecorosos, la
reputacin de esa persona se daa. Y
cuando reyes y reinas cometen actos
vergonzosos, se infligen grave dao a s
mismos. Segn el dicho, cuanto ms
grande es la persona, mayor ser el
error.
Los errores, si son reconocidos a
tiempo, pueden corregirse. El ladrillo
flojo que sostiene una construccin se
puede volver a colocar en la posicin
correcta. Asimismo, un edicto
equivocado, si se cambia a tiempo,
puede corregirse, pero el celo religioso
ha debilitado la razn y el mal consejo
ha corrompido el buen juicio. El error
de este edicto pronto se volver tan
irreversible como la misma accin que
proclama. S, Rey y Reina mos,
escuchadme bien: error, vuestro error,
tan profundo e incorregible como nunca
se ha visto en Espaa hasta ahora. Vos y
solo vos sois los responsables.
As como las armas son la medida
del poder de una nacin, as las artes y
las letras son la medida de su ms bella
sensibilidad. S, habis humillado al
infiel mahometano con la fuerza de
vuestro ejrcito, probndoos con ello
vuestra capacidad en el arte de la
guerra. Pero qu sucede con vuestra
conciencia? Con qu derecho vuestros
inquisidores recorren los campos
quemando miles de libros en las
hogueras pblicas? Con qu autoridad
los hombres de la Iglesia quieren ahora
quemar la inmensa biblioteca rabe de
este gran palacio morisco y destruir sus
invaluables manuscritos? Con qu
derecho? Con qu autoridad? Porque es
con vuestra autoridad, Rey y Reina
mos.
En lo ms profundo de vuestros
corazones, desconfiis del poder del
conocimiento, y solamente respetis el
poder. Nosotros los judos somos
diferentes. Nosotros los judos
apreciamos enormemente el
conocimiento. En nuestros hogares y en
nuestros templos de oracin, el
aprendizaje es la meta de toda una vida.
Aprender es la pasin que alienta toda
nuestra existencia, es el centro de
nuestro ser, es la razn, de acuerdo a
nuestros sabios, por la que fuimos
creados. Nuestro fiero amor por el saber
pudo haber compensado vuestro
excesivo amor de poder. Pudimos haber
sacado provecho de la proteccin
ofrecida por vuestros reales brazos, y os
podrais haber aprovechado an ms del
progreso de nuestra comunidad y del
intercambio de conocimientos. Os digo
que podramos habernos ayudado unos a
otros.
As como se nos recuerda nuestra
impotencia, del mismo modo vuestra
nacin sufrir las fuerzas del
desequilibrio que habis puesto en
marcha. En los siglos venideros,
vuestros descendientes pagarn caro el
equvoco del presente. Como es el
poder de las armas lo que vos ms
admiris, sin duda os convertiris en una
nacin de conquistadores, buscando oro
y despojos, viviendo de la espada y
gobernando con puo de acero. Pero os
convertiris en una nacin de iletrados;
vuestras instituciones de conocimiento,
temerosas de la contaminacin hertica
de ideas provenientes de otras tierras y
otros pueblos, ya no sern respetadas.
Con el transcurso de tiempo, el nombre
de Espaa, que alguna vez fuera tan
grande, se convertir en una expresin
de escarnio susurrada entre las
naciones: Espaa, la pobre ignorante,
Espaa, la nacin que prometa tanto y
que, sin embargo, ha logrado tan poco.
Y entonces un da Espaa se
preguntar: qu ha sido de nosotros?
Por qu somos el hazmerrer de las
naciones? Y ese da, los espaoles
volvern la vista hacia el pasado y se
preguntarn por qu sucedi esto. Y los
honestos sealarn este da y este siglo
como el tiempo en que comenz su cada
como nacin. Y se revelar que la causa
de esa cada no fue otra que los
reverenciados soberanos catlicos,
Fernando e Isabel, conquistadores de los
moros, perseguidores de los judos,
fundadores de la Inquisicin y
destructores del espritu indagador de la
inteligencia espaola.
Este edicto es un testimonio de la
debilidad cristiana. Demuestra que los
judos somos capaces de ganar la
disputa que desde hace siglos entablan
las dos creencias. Explica por qu hay
falsos cristianos, es decir, cristianos
cuya fe ha sido sacudida por la
argumentacin de los judos, que saben
ms.
Explica por qu la nacin cristiana
es tan injuriada como afirma serlo. Con
el deseo de acallar la oposicin juda, la
mayora cristiana ha decidido no seguir
dialogando, para eliminar en cambio el
origen de la peligrosa argumentacin
contraria. A los judos no se les brindar
esa posibilidad a partir de hoy.
Esta es la ltima oportunidad de
sentar nuestro caso en suelo espaol. En
estos ltimos breves momentos de
libertad que el Rey y la Reina me
otorgan, yo, como ltimo representante
de la judera hispana, tan solo me
demorar en un punto de la disputa
teolgica. Me ir con un mensaje de
despedida a pesar de que no os
agradar.
El mensaje es sencillo. El pueblo
histrico de Israel, segn su
conformacin tradicional, es el juez
final de Jess y de sus pretensiones de
ser el Mesas. Puesto que el Mesas
estaba destinado a salvar a Israel,
entonces a Israel le cabe decidir cundo
ha sido salvado. Nuestra respuesta, la
nica respuesta que importa, es que
Jess fue un falso Mesas. Mientras el
pueblo de Israel viva, mientras que el
propio pueblo de Jess siga negndolo,
vuestra religin nunca ser reconocida
como verdadera. Podris convertir a
todos los pueblos y salvajes del mundo,
pero mientras no hayis convertido al
judo, no habris probado nada, salvo
que podis convencer a los que no
saben.
Os dejamos con este reconfortante
conocimiento. Pues aunque podis
deshaceros de nuestro poder, nosotros
tenemos la ms alta verdad. Aunque
podis deshaceros de nuestras personas,
no podis disponer de nuestras sagradas
almas ni de la histrica verdad de la que
solo nosotros somos testigos.
Escuchad, Rey y Reina de Espaa,
pues en este da habis pasado a formar
parte de la lista de quienes fabrican
males contra lo que queda de la Casa de
Israel. Si buscis destruirnos, vuestros
deseos se convertirn en nada, pues ms
grandes y poderosos gobernantes han
tratado de destruirnos, y todos han
fracasado. Prosperaremos en otras
tierras, lejos de aqu. Porque
dondequiera que vayamos, el Dios de
Israel est con nosotros. Y en cuanto a
vosotros, Don Fernando y Doa Isabel:
la mano de Dios os alcanzar y castigar
la arrogancia de vuestro corazn.
Ay de vosotros, autores de
iniquidad! A las generaciones futuras se
les contar y volver a contar hasta qu
punto vuestra fe no fue benevolente y lo
ciegos que fuisteis. Pues ms que
vuestros actos de odio y fanatismo, ser
recordada la valenta del pueblo de
Israel por haberse enfrentado al poder
imperial de Espaa, apegndonos a la
herencia religiosa de nuestros padres,
resistiendo vuestros tentaciones y
vuestras falsedades.
Expulsadnos, arrojadnos de esta
tierra que apreciamos no menos que
vosotros.
Pero os recordaremos, Rey y Reina
de Espaa, como nuestros Sagrados
Libros recuerdan a aquellos que
buscaron hacernos dao. Nosotros los
judos acecharemos vuestros hechos en
las pginas de la Historia y los
recuerdos de nuestro sufrimiento
infligirn ms dao sobre vuestro
nombre que el que jams esperarais
causarnos.
Os recordaremos para siempre, a
vosotros y a vuestro vil edicto de
expulsin.
7 de mayo de 1492 - 1
de agosto de 1492.
Espaa
Don Abravanel no haba podido
convencer al rey Fernando y a la reina
Isabel de que les permitieran
permanecer en Espaa a los judos. En
cuanto a don Abraham, su conversin y
la de su familia al catolicismo haba
sido en vano. Aunque el palacio
necesitaba recursos desesperadamente,
el ofrecimiento de la comunidad juda
de desprenderse de la totalidad de sus
riquezas a cambio del derecho de
quedarse en su patria les fue negado por
la influencia y las presiones del
Inquisidor General, Torquemada, de
quien se rumoreaba que era de origen
judo. La corona espaola pudo negarse
porque ellos seran los futuros dueos
de la hacienda de todos los judos
exilados. La venta de las propiedades de
los primeros en irse ya le haba
proporcionado un enorme ingreso al
tesoro espaol. Con ese dinero, Espaa
se encaminaba ahora hacia nuevos
horizontes. Cristbal Coln, del que se
deca que perteneca a una familia de
conversos, ya haba preparado sus
barcos: la Nia, la Pinta y la Santa
Mara. Fernando e Isabel buscaban el
futuro en otras tierras. Y los judos
espaoles tambin
Tras el anuncio del decreto, al
redoble de los tambores, por las grandes
y pequeas ciudades, cincuenta mil
familias un total de doscientas
cincuenta mil personas comenzaron a
emigrar. Durante tres meses, los
polvorientos caminos se llenaron de
hombres, mujeres y nios, caballos y
carruajes. Todos cargaron cuantos
enseres domsticos podan a la espalda,
en los caballos y carros, y comenzaron
el largo viaje. Como estaba prohibido
llevar monedas de oro o plata o joyas
fuera de Espaa, los judos haban
comprado todo lo que podan con la
esperanza de revender esas mercaderas
en sus nuevas patrias.
Los caminos eran difciles, y el sol
del verano haca ms lento el avance.
Los das abrasadores alternaban con las
noches heladas. Los grupos ms grandes
de exiliados encendan fogatas para
calentarse. Los ms pequeos no se
atrevan, temiendo las incursiones de los
bandoleros y fanticos religiosos;
trataban de dormir al abrigo de rboles
y rocas, o simplemente acurrucados unos
cerca de otros.
Tenan razones para sentirse
inquietos. La caballera que
representaba al Rey y a la Reina detena
a menudo a los convoyes e
inspeccionaba a cada persona y sus
pertenencias, y si los hombres
descubran una pequesima moneda de
oro o plata decapitaban al poseedor con
sus espadas o lo colgaban del rbol ms
cercano. No demostraban piedad ni
siquiera con los nios, aunque muchos
aceptaban sobornos. Algunos judos
lograron escapar de Espaa con su
riqueza intacta aprovechando esta falta
de honestidad.
Los salteadores eran uno de los
mayores peligros. Tan despiadados
como la caballera, les robaban a los
miserables viajeros todo cuanto podan.
Hasta se llevaban los zapatos gastados
de los pies de una abuela, o la frazada
que cubra a un infante. Cuando estaban
borrachos, atacaban a las mujeres y a las
nias. Muchos padres perdieron la vida
protegiendo a sus hijas, atravesados por
dagas o con las cabezas aplastadas con
piedras.
Los refugiados, que arrostraban la
crueldad de los salteadores por los
caminos de montaa, eran adems
insultados e incluso apedreados al
acercarse a las villas o a las ciudades.
Las madres tenan cada vez ms
dificultades para controlar a sus hijos,
que se rebelaban ante tan inaguantable
injusticia. Muchos eran asesinados en
los enfrentamientos o arrastrados ante la
Inquisicin, entre los gritos de sus
familias.
Las caravanas se alargaban a medida
que se iban agregando los judos de las
ciudades y villas por las que pasaban.
Muchos ancianos y nios eran incapaces
de soportar las penurias y moran. Al
principio, los refugiados lo compartan
todo, pero a medida que las condiciones
se tornaban ms difciles, tambin se
volvieron despiadados con los otros.
Peleaban por una hogaza de pan o un
trozo de queso. Los hombres luchaban,
las mujeres gritaban, los nios moran.
Las palabras tranquilizadoras de los
rabinos no alcanzaban para aliviar el
sufrimiento. La culpa estaba en todas
partes y la paciencia brillaba por su
ausencia. Los conversos y los criptos[5]
eran los que reciban insultos ms
graves; se los acusaba de cobarda y
traicin, aunque los haban obligado a
convertirse en catlicos para salvarse a
s mismos y a sus familias. Sin embargo,
Espaa los haba expulsado y ahora eran
objeto de la ira de su propia comunidad.
Siguieron marchando durante tres
meses infernales; sin una idea clara de
qu era lo que les aguardaba en las
tierras que seran su nuevo hogar. Los
que sobrevivieron a las caminatas hacia
los puertos costeros, provenientes de las
ciudades del sur (Granada, Crdoba y
Sevilla), abordaron barcos hacia el
norte de frica, y desde all trataron de
llegar al Imperio Otomano, en el este.
Junto con aquellos refugiados judos,
haba tambin miles de musulmanes,
cuyo reino de Granada haban sometido
Isabel y Fernando en enero. Los
residentes judos de las ciudades que
estaban ms al norte, como Vitoria,
Huesca, Balaguer y Burgos, partieron de
los puertos de Francia, junto al Canal de
La Mancha y se dirigieron a Inglaterra,
Italia y Holanda. Los que habitaban en el
centro de Espaa tuvieron ms
dificultades, pues los que residan en
Toledo, Guadalajara, Salamanca y
Segovia viajaron bajo el sol ardiente,
por la rida meseta extremea y
finalmente llegaron a la frontera
portuguesa, donde fueron aceptados
despus de pagar un precio por entrar.
Mi prncipe, mi prncipe,
Rey de mi corazn,
aqu est la mano
prometida,
Amo sers de nuestra tierra
de amor,
Mi prncipe, mi prncipe
Los sonidos de sus voces
transformaron la oscuridad en un arco
iris de emociones. Raquel se sent en el
umbral hundido de madera de la casa.
Las lejanas velas de Fez titilaban, como
si la sealaran a ella, y entonces levant
la mirada al cielo. Miles, millones de
estrellas Y la alegra de la boda tan
cerca por No poda entender. Era
posible ser feliz a pesar de la pobreza y
las tristezas de la vida? Qu ms
quieres de m, Dios mo?, susurr.
No me has quitado todo? Cada una
de las cosas?
Y en ese mismo instante, una mano
fuerte, insidiosa que lleg desde atrs,
le tap la boca reducindola a un
silencio total, mientras que con la otra la
aferraba de la cintura y tiraba hacia el
interior de la casucha su cuerpo y alma
rebeldes. El hombre, cubierto
completamente de negro, salvo los ojos
oscuros, la tir al suelo, le desgarr la
pollera y se tir encima de ella. Raquel
pudo sentir el ardiente calor de su
aliento, a pesar de la tela gruesa que le
cubra la cara. Despus sinti el dolor
de la penetracin, el ardor entre las
piernas, que subi por su vientre, luego
en su corazn. Sinti como si la
estuvieran destrozando, y mordi la
mano apretada contra su rostro. El
hombre gru y retrocedi. Raquel grit
con desesperacin. Y bajo la opaca luz
de la nica vela que iluminaba la
habitacin le vio los dedos
ensangrentados. El hombre tena seis
dedos en la mano derecha y la estrell
contra su cara. Qued enceguecida. No
hubo estrellas ni luna. El mundo de
Raquel de Toledo se haba vuelto
oscuro.
Melilla
La mujer, tapada con una bata rada, se
acerc a la entrada de la villa que se
pareca a un antiguo templo romano,
protegida por dos soldados armados.
Apretaba contra su pecho un bulto
pequeo.
Uno de los hombres de barba negra
le advirti:
Cuidado, mujer! Aqu no se
permiten mendigos.
La seora Mir me est
esperando; estoy aqu para verla, no
para pedir.
El guardia rio con vulgaridad.
As que la honorable esposa del
seor Mir, el mercader ms rico de
Melilla, est esperando a una mendiga
como t?
Se tir del bigote puntiagudo.
Sers su mejor amiga, eh?
Su compaero lo acompa en la
diversin.
Estoy seguro de que la han
invitado a comer; mira, tambin ha
trado un obsequio apunt con el dedo
hacia el bulto sucio.
La mujer lo abraz muy fuerte
mientras exclamaba:
No lo toques! La seora Mir me
llam y se disgustar mucho si no me
dejan entrar. Los castigarn!
Los guardias se enfurecieron.
Bruja maleducada! le grit uno
. Mejor ser que te pongas a correr
antes de que te hunda el cuchillo en la
barriga vaca.
La mujer estrech ms fuerte el bulto
contra su pecho y, mientras miraba hacia
el balcn cubierto de flores, dijo:
Ella me est esperando.
Su voz subi de tono.
Ahora, djenme entrar.
El guardia ms bajo la amenaz:
Si sigues insistiendo, yo insistir
en cortarte la cabeza. Vete, yegua vieja.
La mujer dio un paso atrs, pero el
guardia que acababa de hablar toc el
bulto con la punta de la espada, y de
pronto el beb llor. Los guardias se
quedaron desconcertados.
Desde arriba una mujer pregunt:
Qu sucede aqu?
Los hombres se dieron la vuelta. Una
mujer hermosa, lujosamente vestida se
asom a la ventana.
El ms alto trat de explicarle:
Seora Mir, esta mendiga
Pero otro grito del beb interrumpi
su discurso. La seora los conmin:
Djenla pasar. Ya!
Los hombres se hicieron a un
costado e inclinaron la cabeza.
Un poco despus, la anciana
marchita dej la villa sin el bulto, pero
con cinco ducados de oro en el
monedero. Con una energa poco
habitual para una mujer de su edad, se
dirigi a toda prisa al puerto para tomar
el barco que partira pronto hacia
Npoles.
En la ventana de su habitacin, la
seora Mir observ cmo desapareca
la anciana al tiempo que deca:
No llores, beb mo, te
alimentarn dentro de un instante.
Mara! Mara, ven aqu, date prisa.
En la puerta apareci una mujer
joven y mir a su ama con una expresin
de alegra en su cara redonda. No
pareci sorprenderse con el beb.
En qu puedo servirla, seora?
Su ama tena ahora la voz suave y
desbordante de felicidad.
Ve a la cocina le dijo y llama
a la mujer del jardinero. Mi Cristian[12]
tiene tanta hambre que necesita que lo
amamanten ahora mismo. No te olvides
de traer agua tibia cuando vuelvas. Le
daremos un bao a esta dulzura, y luego
lo vestiremos antes de que llegue su
padre.
Mara sonri mientras miraba al
pequeo.
Qu beb tan lindo, mi seora!
Que tenga una vida larga y feliz! Fue
rpido hacia la puerta. Traer a
Viviana aqu dentro de un minuto. Sus
pechos tienen leche como para alimentar
a una docena.
El beb lloraba de frustracin y la
seora Mir la urgi:
No te entretengas. Mi pobre
Cristian no debe esperar.
Mara sali corriendo.
La seora Mir acurruc su mejilla
contra el beb diciendo:
Queridsimo Jess, te agradezco
tanto
Pero el pnico empez a embargarla
enseguida, pues no poda hacer que el
nio dejara de llorar. Rez en voz alta y
murmur palabras de amor en el odo de
Cristian; a cada rato miraba la puerta,
esperando que la sosa aya llegara
enseguida. Pero en lugar de ella, entr
un hombre de edad mediana y contextura
fuerte. La expresin de su rostro
huesudo, enmarcado por cabello cano,
era dura.
La seora Mir se abalanz hacia l.
Mira, Marcelo exclam ella
mira lo que tenemos, nuestro beb por
fin ha llegado!
El hombre mir a su mujer y al
infante, sin mostrar inters, y se sent
con un suspiro de cansancio en la silla
que estaba junto a la chimenea.
Por favor, cllate! Seal con
el dedo al beb. Tu pequeo dijo
sin terminar la frase y tapndose los
odos con las manos.
La seora Mir estaba tan encantada
con el beb que pas por alto el
desagrado del marido.
Dejar de llorar en cuanto llegue
Viviana dijo. Tiene tanta hambre
adems no esperaba verte tan temprano.
No es cierto, Cristian, que no
esperbamos conocer a tu padre hasta el
anochecer?
Cristian? As que ese es el
nombre que tiene?
No, ese es el nombre que yo le
puse.
Est bautizado?
No, hace una semana que naci.
El hombre gir hacia el beb y
despus volvi a mirar a su esposa.
No te ped que buscaras uno de
ms edad? Quera que tuviera por lo
menos seis meses; no te fijaste si tiene
defectos? Si nos han engaado
Es saludable y hermoso dijo
sostenindolo en alto.
Lo revisaste todo o no?
La mujer apret al nio contra su
pecho, mientras repeta:
Est sano, est sano
El marido se puso de pie y con tono
spero le orden:
Desata el bulto.
La mujer puso al beb en el sof y
empez a quitarle los paales. Cuando
le aflojaron las bandas de tela que lo
apretaban, el beb se tranquiliz y dej
de llorar. El hombre examin con
atencin los delgados brazos y piernas,
el vientre hinchado.
Rafaela miraba al beb con ojos de
adoracin hasta que Marcelo grit:
Es un maldito judo! Cmo
puedes hacerme esto! Devulvelo,
devulvelo ahora mismo.
Ella retrocedi aterrorizada.
Judo?
Est circuncidado.
Rafaela se inclin para ver el sexo
del beb, que se asomaba entre las
piernas en constante movimiento. Era
cierto: solo los judos circuncidaban a
un beb tan pequeo.
Sin embargo, se mantuvo firme.
No lo voy a devolver. No me
importa si lo circuncidaron o no. Es mi
nio.
El hombre aull de furia.
No lo quiero! No le dar mi
nombre a un bastardo judo. Y t hars
lo que yo diga. No dejar que me
deshonres. Esto es un ultraje.
La mujer se calm y habl con tono
helado:
Ten cuidado, chueta[13]. Tus
antepasados son judos, como todos los
mallorques. Con qu rapidez has
borrado de tu memoria el pasado, pero
yo s la verdad!
Los ojos de Marcelo Mir se
agrandaron de horror. Las palabras de su
mujer lo haban conmovido como la
mordedura de una serpiente venenosa.
Cogi furioso al beb por las piernitas y
lo llev cabeza abajo a la ventana.
Si te niegas a deshacerte de l, mi
deber es arrojarlo de mi casa dijo con
voz tronante.
Temblando de miedo, Rafaela
intent arrebatarle el nio de las manos.
No! Por favor, te lo pido, no lo
apartes de m, Marcelo. Dmelo, te lo
suplico!
Chueta Si me vuelves a llamar
as, me las pagars.
El beb se haba puesto morado de
tanto gritar cabeza abajo. Rafaela
lloraba.
Por favor, por favor, djalo. Te
prometo que lo devolver. Te
obedecer.
La palabra obedecer calm un
poco a Marcelo, y con un gruido de
disgusto le entreg el nio a su esposa.
La mujer acun el cuerpo desnudo y
sali sollozando de la habitacin. Pas
junto a Mara, que traa toallas blancas y
un balde de agua y miraba a su ama con
los ojos llenos de compasin. Rafaela
apenas si poda respirar a causa del
llanto.
Dnde est Viviana? pregunt
con la voz estrangulada.
Estaba con el marido, en los
establos. Ya debe de estar por llegar,
pues mand a llamarla con un
mensajero.
Rafaela atraves deprisa los
corredores de mrmol hacia la puerta
trasera de la villa.
Viviana y su marido, Juan, se
quedaron atnitos al ver que el ama
corra hacia ellos con un beb que
lloraba en los brazos. Rafaela les dijo:
En el nombre de nuestra Santa
Madre, les ruego que se lleven a este
nio.
Seora, por favor, deje que le
traiga agua para que se calme musit
Juan.
Viviana, tras ofrecerle un jarro a
Rafaela, tom al beb y lo envolvi en
su delantal.
Mi esposo no lo quiere
murmur Rafaela, estuvo a punto de
matarlo. Por favor, llvenselo.
Pero al darse cuenta de que su
perturbacin la humillaba frente a los
sirvientes, se interrumpi abruptamente.
Trag saliva para reprimir sus
emociones y luego sigui diciendo:
Al menos por un tiempo.
Viviana y Juan se miraron uno a otro.
Con placer trataremos de cumplir
sus rdenes, seora Mir musit el
jardinero. Pero como usted sabe, ya
tenemos cuatro hijos y tengo que
confesarle que ni siquiera podemos
alimentarlos apropiadamente.
Viviana agreg entonces:
No s qu hacer, mi seora,
porque es tan difcil
Y volvindose hacia su esposo,
continu:
Quiz podras llevarlo al pueblo,
con Madre Cora? Ella lo puede cuidar,
tiene un corazn de oro y si se puede
dar algn apoyo en forma de dinero
Se interrumpi para mirar a la
seora Mir con ojos intencionados.
Rafaela comprendi la alusin y al
momento se sac el collar y se lo
extendi a Viviana. Colgada de la gruesa
cadena, haba una pesada cruz de
esmeraldas y rubes.
Llvaselo a esa mujer, Juan
deprisa. Mi esposo no debe volver a
escuchar su voz.
Se levant, se acomod el pelo y el
vestido, mir por ltima vez al beb y
lentamente emprendi el regreso a la
casa. Tena los hombros inclinados por
la pena, pero se dio vuelta de improviso
gritando:
Cristian, se llama Cristian.
Este beb tiene un hambre de
lobo. Djame que lo amamante un rato
Viviana le dijo con orgullo al marido,
mientras l aprestaba el caballo para ir
al pueblo. Juan asinti.
El beb empez a chupar el pezn
con gran apetito, estrechando su carita
contra el enorme pecho de la mujer, en
tanto se lo apretaba torpemente con la
mano. Viviana grit sorprendida:
Tiene seis dedos en la mano
derecha!
Y qu? Quin sabe, quiz sea
algo bueno. Tal vez pueda coger ms de
la vida con seis dedos ms que nadie.
Cuando termines de amamantarlo, lo
llevar con Cora. No tengo intencin de
enfrentarme a la ira del seor Mir
respondi con una sonrisa cmplice.
28 de julio de 1499.
Lepanto
Kemal Reis Kemal Reis
Albano Armenio, el comandante de
la vanguardia veneciana, se estremeci
de rabia al or que gritaban su nombre
desde la gugei otomana que se
balanceaba delante de la isla de
Brodana.
T! Kemal! Ladrn repugnante!
murmur. T, maldito asesino!,
violador despiadado!, hijo de perra!
Era tiempo de revancha y Venecia
iba a frustrar a los otomanos, igual que
Albano lo hara con el corsario Kemal.
Aquel turco de cabeza rapada le haba
incendiado tres barcos, asesinado a
todos sus soldados y robado todos los
bienes tres aos atrs, y Albano apenas
haba logrado escapar con vida de su
mortal cimitarra. Pero ahora le tocaba a
l el turno de empuar la espada.
La armada veneciana haba sido
fortificada en los ltimos aos y contaba
con ciento sesenta barcos de guerra, en
su mayora de dos pisos, galeones
poderosamente armados. Adems, en
esta batalla los acompaaban veintids
barcos franceses y dos barcos de guerra
de la isla de Rodas.
Despus de que les informaron que
Bayazid construa una flota de gran
podero en Gelibolu, los venecianos se
dedicaron a reforzar la capacidad de la
suya. A excepcin de dos gugeis, los
otomanos solo contaban con pequeos
checktis, y por otra parte sus guerreros
no estaban acostumbrados a luchar en el
mar, mientras que los venecianos eran
innegablemente superiores en fuerza y
experiencia. El almirante Antonio
Grimani se encontraba all con sus
barcos, y tambin su rival, el almirante
Loredan, procedente de Corf, al mando
de quince naves para unirse a la armada
del Serensimo, pero no iban a trasladar
su animosidad personal a la batalla.
Albano Armenio estaba seguro de la
futura victoria, y si los corsarios no se
hubieran unido a la armada otomana,
todo habra sido tan sencillo como un
juego de nios. De todos modos, el
resultado sera como l lo presuma. Iba
a cercenarle la cabeza a Kemal con sus
propias manos. Les orden entonces a
sus oficiales que permanecieran a su
lado y le seal la gugei al timonel, que
vir el timn y se dirigi hacia Kemal
Reis.
En realidad, el Kemal cuyo nombre
haba escuchado Albano por casualidad
era otro; era el Kemal del sancak
Yenisehir. El comandante de la gugei
que era su objetivo se llamaba Burak
Reis y a su mando, adems de este
Kemal Reis, se encontraban Kara Hasan
y Herek Reis. La nave con el enemigo de
Albano a bordo, Kemal Reis, estaba en
otro lugar de la baha.
Por orden de Bayazid II, un ejrcito
formado por miles de sipahis y
jenzaros de infantera siti largo tiempo
la ciudad de Lepanto. La artillera
otomana haba daado los tres castillos
y las murallas de la ciudad que se
alzaban sobre el nivel del mar en una
sucesin de terrazas, pero debido a la
falta de apoyo martimo todava no
haban logrado conquistar la ciudad. Por
las malas condiciones del tiempo, la
armada del capitn Davud Pach haba
llegado haca poco a la zona. El mortal
enemigo de Albano, Kemal Reis,
sopesaba la flota veneciana con ojos
penetrantes. La cabeza rapada le
brillaba bajo el sol, mientras jugaba con
su arete y se retorca el oscuro y largo
bigote; sobre el cuerpo desnudo vesta
un cepken morado y el brillante shalwar
era de seda roja. Kemal Reis palp
inquieto la cimitarra y se rasc el len
rugiente que tena tatuado en el brazo.
Venecianos, gru. Tena abundante
informacin sobre ellos y su poder. Si
tuviera que luchar cuerpo a cuerpo con
cada uno de ellos, no caba duda de que
iran derechos al infierno, pero esa no
era la realidad presente. La armada
otomana, en cuanto al nmero, contaba
con naves suficientes para una batalla en
el mar, y a pesar de que no haba muchos
galeones ni gugeis, las checktiris eran
muchas. Estas pequeas embarcaciones
eran muy rpidas y eficaces para
realizar maniobras imprevistas. Sin
embargo, el problema ms importante
era la falta de experiencia de los
levents. En este punto, Kemal confiaba
en el conocimiento de sus compaeros;
todos ellos eran comandantes de
confianza y slidos. Ganaran la guerra,
tenan que ganarla. El sultn Bayazid
aguardaba sus noticias en su otag, en la
cumbre de la montaa que daba frente a
Lepanto. Kemal le haba prometido que
obtendra la victoria, e iba a cumplir su
promesa.
Vio que las naves venecianas tenan
en la mira a la gugei de Burak que
estaba en la baha, pero su compaero
era capaz de mantenerlos a raya y Kemal
decidi atacarlos un poco ms tarde, por
la retaguardia.
Inebahti qued oculta bajo la espesa
humareda levantada por el estallido de
los caones.
Las descargas desde la cubierta de
la gugei de Burak Reis contra las naves
de Albano Armenio haban comenzado
antes de que llegaran. Dos de las
carracas venecianas eran atacadas por la
artillera pesada y Albano,
aparentemente enloquecido al ver como
se consuman en llamas, le orden a sus
fuerzas que avanzaran. El almirante
Loredan acudi en su ayuda. Dos
carracas, cada una de ellas con mil
soldados, ocuparon su lugar a ambos
lados de la gugei. Los venecianos
arrojaron los cabos provistos de
ganchos y, desenvainando las espadas,
abordaron la cubierta principal del
barco otomano. Las cimitarras y las
espadas chocaban con estruendoso
fragor, el roce de los metales haca
volar chispas, mientras gritos
espeluznantes proferidos en diferentes
lenguas se elevaban hasta el cielo.
Burak Reis y sus levents blandan sus
cimitarras gritando con furia Al, Al.
Sin embargo, todo empeoraba para
ellos porque los venecianos los
superaban en fuerza y en nmero, y a
cada momento un nuevo levent caa
empapado en sangre sobre la cubierta.
Burak vio el cuerpo sin vida de Kemal
Reis colgando flccidamente por la
borda; Herak Reis tambin haba sido
asesinado. Burak sali al ataque
cargando la cimitarra y parti en dos a
un veneciano, y, volvindose en ese
mismo instante, atraves el vientre de
otro. Tena la experiencia suficiente para
advertir cul sera el resultado final. Si
todava hubiera sido corsario, sin duda
alguna, habra tratado de escapar, mas
ahora l era el comandante de la armada
otomana y no poda huir, y mientras
combata pensaba en la manera de torcer
el rumbo de su destino. Cuando vio la
oportunidad, llam a Hasan a su lado
que, para llegar all, tuvo que apualar
al menos a otros cuatro venecianos.
Baja a la bodega y trae el
combustible y los tapetes embebidos en
aceite le orden Burak luego
prende fuego a las dos carracas.
Hasan, que tambin era un soldado
valiente, sin embargo le advirti:
Pero entonces tambin nosotros
nos quemaremos! Burak Reis, al tiempo
que mataba con el hacha a otro soldado
enemigo, respondi:
Que as sea, Hasan! Lo haremos,
aunque tengamos que arder nosotros
tambin!
Con la splica de despedida,
hakkini helal et[14], Hasan baj
corriendo a la bodega del barco y unos
minutos despus, ayudado por diez
levents le prendi fuego a las carracas.
Las gigantescas columnas de fuego
llegaban hasta el cielo, los mstiles
crepitaban con las llamas, las cajas de
plvora explotaban con horrendos
estallidos y todo se cubri de un humo
espeso, hasta que la gugei de Burak
tambin comenz a arder. Las llamas
consumieron por completo a las
carracas y la gugei. Albano Armenio,
que se haba propuesto matar a Kemal
Reis, era uno de los muertos, pero antes
se haba llevado consigo al otro mundo
a cientos de enemigos, entre ellos a
Burak, el mejor amigo de Kemal.
Kemal haba derrotado al enemigo,
del otro lado de la baha, pero no logr
su objetivo de llegar en ayuda de Burak
y contemplaba el desastre con los ojos
hmedos. No poda hacer nada.
No fue el nico testigo de la
conflagracin de los tres barcos que
ardan como una antorcha monstruosa en
medio del mar. El almirante Antonio
Grimani, que desde la niez haba
alimentado la envidia contra el exitoso
almirante Loredan, tambin observaba
las llamas. De manera deliberada, haba
demorado la ayuda a Loredan y se senta
contento de ver el violento fin de su
contrincante. Dispar con desgana los
caones un par de veces y luego orden
que sus naves se replegaran hacia Corf.
Los franceses y los barcos de Rodas,
viendo que se retiraba, tambin
abandonaron la batalla y se alejaron de
la baha.
Los otomanos ganaron la guerra en
el mar, y el resto fu e muy sencillo. Con
aquella derrota, los soldados de los
castillos de Peritorio, Oremazio y Nea
Kastra perdieron la ltima esperanza
que les quedaba.
Zuano Mori, el comandante del
castillo, manifest:
Es intil continuar la defensa.
Hemos perdido Lepanto.
1 de septiembre de
1499. La meseta de
Inebahti
El sol haba desaparecido haca ya rato
y a pesar del viento suave todava haca
calor. El sultn Bayazid estaba de pie
delante de la tienda imperial, mirando
cmo suba el humo desde la ciudad de
Lepanto. Girndose hacia Mustaf Pach
le dijo:
Has tenido un xito asombroso
despus mir al Beylerbeyi Sinan Pach
y agreg: y t tambin.
Los dos hombres, con las manos
juntas apoyadas sobre sus vientres,
respondieron con un murmullo de
modestia:
El xito es vuestro, glorioso
sultn. Que Dios no nos permita vivir
sin vos.
Durante un tiempo se quedaron en
completo silencio mientras el sultn
miraba, con los ojos fijos y una leve
sonrisa de complacencia en el rostro, el
mar y el incendio de la ciudad que haba
conquistado.
El valiente Iskender Pach ya est
al mando de la zona, de modo que el
resto no ser problema. Nuestra yihad
continuar hasta el da en que no quede
ni un solo castillo en los Balcanes donde
no flamee nuestra bandera, ni una sola
iglesia en la que no resuene el eco de
nuestro ezan
Mi sultn, las torres de los
castillos enarbolan nuestra ensea, las
iglesias se han convertido en mezquitas
y ya hemos hecho nuestras plegarias all.
Podis estar en paz dijo Mustaf
Pach.
Las plegarias en memoria de
nuestros shehids?
Durarn varios das.
Nuestras prdidas son como un
cuchillo clavado en mi alma, porque
todos eran soldados muy valerosos.
Burak Reis, Hasan Reis y tantos sipahis,
jenzaros, levents Quiero que de hoy
en adelante la isla de Brodana se llame
Burak Reis.
Todos respondieron a coro:
Vuestro deseo es una orden,
nuestro sultn.
Bayazid concentr la mirada en el
horizonte que se iba oscureciendo.
Es el lugar donde vive el giaour
italiano?
S, mi sultn respondi Sinan
Pach. Pronto, InshaAllah,
colocaremos all nuestra bandera.
La voz de Bayazid se embarg de
una pena ficticia.
Es el lugar donde muri nuestro
hermano. Apenas pudimos lograr que
nos entregaran el fretro cinco aos
despus de su muerte. Ahora duerme en
paz junto a nuestros antepasados, en su
tumba de Bursa.
Los pachs murmuraron plegarias
por el alma de Cem con el enjugado
ritual de sus rostros. Una sombra de
culpa oscureci por un momento los
ojos del Mustaf Pach.
Con una expresin pensativa y la
frente surcada de arrugas, Bayazid ech
un vistazo a los alrededores diciendo:
Pachs, les ordeno que edifiquen
dos castillos en ambas orillas de la
baha de Inebahti: uno del lado de Mora,
y el otro, enfrente. Con ellos, siempre
podremos vigilar las amenazas de Italia.
Siempre dices la verdad, nuestro
sultn. Maana mismo comenzaremos.
Y y quiero que se construyan
naves idnticas a las de los venecianos.
Mustaf Pach, t te hars responsable
de este problema. Instala un astillero
cuanto antes y prepara cuarenta barcos
como los italianos.
Mustaf saba lo difcil que era
llevar a cabo esa tarea, pero qu poda
decir, y entonces replic obediente:
Se cumplirn vuestras rdenes,
Alteza.
Bayazid aspir el aire con alegra.
Cmo se encuentra la salud de
nuestro Ibrahim Pach? pregunt.
Mi sultn dijo Sinan Pach,
le dimos la buena noticia de nuestra
victoria al gran visir y or por vos
desde el lecho. Por desgracia, no goza
de buena salud: est muy dbil a causa
de la enfermedad y la edad. Nadie sabe
si llegar a maana. Todos los hodgas
estn en su tienda leyndole el Corn.
Se encamina hacia el cielo; ha
sido un gran visir para los otomanos y le
estamos agradecidos. Nosotros podemos
morir, pero el imperio debe continuar
con vida, por lo que tenemos que
nombrar a alguien que lo reemplace.
Un entusiasmo repentino estremeci
a los dos pachs de pie junto al sultn.
Mustaf se enderez, Sinan trat de no
demostrar su ansiedad y empez a
morderse los labios. El sultn los mir
con frialdad y en un tono como si
estuviera hablando consigo mismo dijo:
Nuestro hombre Hersekli ya
tiene experiencia como visir, tambin ha
sido muy til en la guerra
Pos su mirada vaca en la cara de
Mustaf Pach y caminando de arriba a
abajo, volvi a contar.
Mora Sancak Beyi Halil
Iskender Pach Yakup Pach
Iskender tambin han servido lealmente
a los otomanos. No hay un solo infiel
que no haya odo su nombre.
Los dos pachs, de pie cerca del
sultn, estaban atnitos y era evidente
que cada uno de ellos estaba ansioso por
or que anunciaban su nombre, pues el
gran visir era el segundo hombre del
imperio. Bayazid sigui mascullando,
mientras caminaba de un lado a otro
acaricindose la barba gris; despus, se
dirigi hacia la tienda imperial con
pasos rpidos y sin mirar a ninguno de
los pachs, entr y orden:
Llamen a Mesih Pach.
El sueo de los pachs, al menos por
ahora, no se realizara y, desilusionados,
se fueron a cumplir con las rdenes del
sultn.
Bayazid, por el contrario, se reclin
contento en sus almohadones de
terciopelo y le dijo al lacayo principal
que estaba frente a l:
Fiestas fiestas, quiero que haya
celebraciones en Estambul por esta
victoria. Los artilleros tienen que
demostrar su talento, diles que organicen
espectculos con luces de antorchas y
que le den comida a cada uno de los
pobres de la ciudad. Todos tienen que
compartir esta felicidad con orgullo y
alegra, tienen que comer y beber para
orar por el sultn.
Estambul
Al mismo tiempo que el sultn otomano
daba rdenes para celebrar el gran xito
de su ejrcito en Lepanto, Salvador
Nahmias estaba embargado por una
clase diferente de entusiasmo, en el
umbral de un evento muy significativo en
la vida de su hijo: la ceremonia de boda
de Moiss. Habiendo perdido para
siempre toda esperanza de volver a ver
a Raquel, el joven por fin haba
aceptado a Rebeca como prometida.
Nadie poda decir que se senta
desdichado con la resolucin. Rebeca
era una joven buena, de corazn tierno y
estaba enamorada de Moiss. Salvador
se senta feliz, y Moiss iba a serlo para
siempre. Venir a Estambul haba sido lo
correcto, pues l y su familia se haban
salvado de la Inquisicin, y aun cuando
todava senta dolor al recordar Toledo,
gozaban de libertad entre los otomanos.
Al desenrollar el contrato
matrimonial, el ketubah, del que haban
sido testigos el rabino principal y dos
amigos ntimos de la familia, pens con
pena: Mi querido amigo David, mi
desgraciado amigo
Salvador, vamos, la ceremonia va
a empezar.
Era Graciela. Sobre el cabello
ensortijado se haba puesto un velo
bordado con lentejuelas y llevaba un
vestido azul largo, con una chaqueta
amarilla sin mangas y volantes de color
naranja. Haba aumentado mucho de
peso desde su llegada a Estambul, pero
a Salvador todava le pareca hermosa.
Voy dijo Salvador envolviendo
el ketubah en un pedazo de terciopelo y
agitndola delante de Graciela. Esto
es muy importante y no poda esperar.
Raquel se rio.
El contrato matrimonial? Acaso
no s yo que es importante? Es el tesoro
de la vida de una mujer.
Salvador la mir con irona.
Las promesas de amor
pronunciadas por el hombre no son
importantes? y tambin rompi a rer.
Ay, Salvador, la mujeres
necesitan seguridad! Y eso tambin es
bueno para el hombre. l tambin
precisa saber cules son sus deberes con
su esposa y su familia.
Es cierto. Qu es un hombre sin
una esposa y sin hijos, sin una familia
amorosa? Son la cosa ms preciada del
mundo. He trabajado toda la vida para
protegerte y cuidar de ti y de mi familia.
Y ahora habr nietos. Tenemos que
disponer bien todo, t y yo, para
asegurarnos de que aunque nos hayamos
ido, nuestra familia estar segura y feliz.
Salvador dio un suspiro. La vida
puede ser muy difcil, querida Graciela.
La mujer, sonriendo con suavidad
mostr la expresin de una madre
comprensiva, y cogindolo del brazo le
dijo:
Vamos, tenemos un deber que
cumplir. Y ya es tarde!
Bajaron la escalera que llevaba al
jardn tomados de la mano.
Salvador haba insistido en que la
boda se hiciera por la noche, en el
jardn, a cielo abierto, que era una
tradicin entre los judos sefarditas. Una
unin a la que asistieran miles de
estrellas con toda seguridad sera
fructfera.
El cielo refulga, haba joyas por
todo el cielo. La noche era muy fra, y
los jazmines que trepaban por la pared
del jardn esparcan su perfume seductor
en derredor, rivalizando con las
madreselvas y las rosas. Los hombres y
las mujeres se agrupaban en rincones
separados, con el rabino y el padre de
Rebeca en el centro. Graciela entr
deprisa en la pequea habitacin donde
Moiss estaba esperando, y tras
entregarle el ketubah al rabino,
Salvador se uni a ellos. Agit
amorosamente la mano de su hijo, lo
cogi del hombro y todos salieron para
empezar la ceremonia. Rebeca se fue
acercando desde el lado opuesto del
jardn, mientras sus padres la seguan
con pasos breves.
Llevaba el rostro cubierto con un
velo de seda transparente, lleno de
lentejuelas y piedras preciosas, y una
banda en la cabeza cosida con
moneditas de oro. Tena adornos de
cuentas azules, rojas, verdes y amarillas
en el pelo; vesta una blusa de
terciopelo verde y sobre ella, una
chaqueta recamada en oro y un chal,
bellsimos los dos. La kolona le llegaba
casi a las rodillas, y el yardan gino y la
corona con dibujos de pjaros y flores
eran esplndidas. Con sus dedos blancos
y delgados, la joven alz el bajo del
vestido para no tropezar, mirando hacia
el suelo, con timidez.
Las dos familias se congregaron
delante del rabino, luego los padres
sostuvieron los cuatro extremos de un
rectngulo de muselina de color casi
blanco y lo pusieron sobre la cabeza del
novio. La novia dio siete vueltas en
derredor de aquella especie de tienda en
simultaneidad con las oraciones
pronunciadas por los asistentes, como
smbolo de la familia, y luego ella
tambin se meti debajo del palio,
ocupando su lugar junto al novio.
El rabino or, ley en voz alta el
contrato matrimonial y le entreg el
anillo de oro al novio, que Moiss
desliz con mano temblorosa en el dedo
de Rebeca. Despus, el rabino le dio a
cada uno un vaso de vino y l bebi
tambin un sorbo. Moiss puso entonces
la copa en el suelo y la pis, mientras
todos los invitados exclamaban,
Mazal tov!
La pareja se cas teniendo a Dios, a
las estrellas y a la gente que amaban por
testigo. Cuando se dirigan a la sala
donde se celebraba la fiesta, les
arrojaron una lluvia de cebada, trigo,
mijo y arroz, smbolos de riqueza y
fertilidad.
Ya adentro de la sala de fiesta, los
jvenes batieron palmas y se pusieron a
cantar y bailar. Las mujeres se
apresuraron a ir a la cocina y trajeron el
suntuoso banquete que haban
preparado. No faltaba ni uno solo de los
platos tradicionales: konduchos,
borekas, bojos, huevos, pirasafuchis,
almodretes, kashkarikas, y gayo con
avramillas llenaban la mesa. Todos
coman, beban y conversaban. La boda
haba generado en todos sentimientos de
alegra y diversin.
Aquella hermosa ceremonia de
septiembre, llena de risas y cantos de
gozo bajo las estrellas, permaneci
largo tiempo en la memoria de los
habitantes de la comunidad juda.
18 de agosto de 1503.
El Vaticano
Roma fue un hervidero de oscuros
rumores durante casi una semana entera.
Se deca que el papa Alejandro VI, de
setenta y siete aos, que se aprestaba a
celebrar el undcimo ao de su papado
con fiestas y banquetes por toda la
ciudad, agonizaba, posiblemente
asesinado. En las esquinas de las calles,
la gente intercambiaba las ltimas
novedades sobre el Papa y su hijo
Cesare, preguntando en voz baja cmo
haban enfermado de forma tan virulenta
del estmago, despus de comer con el
cardenal Adriano Corneto. Cesare logr
recuperarse tras haber guardado cama
varios das, pero el Papa todava sufra
grandes dolores, sin miras de alivio. Los
romanos estaban convencidos de que
haban sido envenenados, aunque los
detalles eran confusos. Alejandro VI y su
hijo Cesare tenan una insaciable
ambicin de poder y dinero. Haban
participado de innumerables
conspiraciones aviesas y sangrientas, y
no tenan piedad de ningn rival. El
actual obstculo era el cardenal Adriano
Corneto, que luchaba contra sus mtodos
decadentes y corruptos. El equipo
formado por padre e hijo, cegado por
sus ambiciones, haba conspirado para
envenenar al cardenal, pero no se
imaginaron que caeran en la trampa que
ellos mismos haban tendido.
Cuando el cardenal recibi la
invitacin para ir a comer con el Papa,
saba muy bien que l sera la prxima
vctima. Tampoco ignoraba que sera
imposible e imperdonable rechazarla, y
cuando la temida noche al fin lleg,
sinti que la sangre le estallaba en los
odos, mientras avanzaba hacia los
aposentos privados.
El Papa recibi al anciano con gran
amabilidad, le dio la bienvenida como
si se hubiera tratado de un viejo amigo y
lo condujo gentilmente a la Cmara
Dorada, que estaba ostentosamente
adornada con un mobiliario laqueado en
oro. La habitacin rebosaba de riqueza y
extravagancia, con el cielo raso y las
paredes cubiertos de cuadros religiosos
del famoso Pinturicchio.
El cardenal mir en torno suyo y
tuvo la sensacin de estar encerrado en
un alhajero. Considerando que aquellas
eran las dependencias donde viva un
hombre de hbito, el mobiliario y la
decoracin eran extraordinarios, y se
qued casi boquiabierto cuando el Papa
dijo que el Vaticano necesitaba reducir
sus gastos. La cabeza de la Iglesia
aadi que el dinero que se gastaba
comnmente en bienes lujosos deba
destinarse a obras de caridad. Esa sera,
continu diciendo, la poltica apropiada.
Corneto apenas poda creer lo que
escuchaba; el Papa cambi de tema
despus y habl de sus decisiones
polticas ms recientes. Haca muy poco
que les haba otorgado el ttulo de
Soberanos Catlicos y el Patronato
Real a los reyes Isabel y Fernando, y le
coment en detalle al cardenal las
razones de esa decisin. Sin embargo, le
seal que no se senta contento con la
volubilidad de Espaa respecto al
papado, y se quej amargamente de que
se hubiera apoderado de Npoles.
Quedaba claro que no les importaba si
el Papa aprobaba o no esa estrategia.
La conducta del Papa Alejandro era
muy peculiar aquella noche, y el
Cardenal se conmovi, cuando los ojos
del anciano se llenaron de lgrimas al
hablar sobre sus hijos, en especial
cuando se refiri al hijo que haba
muerto de nio, Juan. El Papa tambin le
confi su preocupacin por el
desdichado destino de su bella y querida
hija Lucrezia. Vuelta a casar por tercera
vez, segua siendo infeliz porque el
ltimo matrimonio haba resultado un
fracaso total.
El cardenal Corneto conoci muchos
detalles de Lucrezia y de su desgraciada
vida. Los tres matrimonios realizados
con miembros de familias preeminentes
haban favorecido el poder poltico y
territorial de los Borgia. La pobre nia
se haba transformado en una marioneta
en manos del padre y del hermano. En
toda la pennsula itlica incluso se
rumoreaba que uno de los dos era el
verdadero padre del nio que Lucrezia
haba dado a luz dos aos antes. El
origen misterioso del nio, as como la
presencia de Lucrezia en una infame
orga en el Vaticano sustentaban estos
comentarios hechos en voz baja sobre la
infamia. Y sin embargo, no era ningn
secreto que Cesare, en un ataque de
celos, haba asesinado al segundo
marido de Lucrezia, cuando estaba
enfermo en su lecho e incapaz de
defenderse. Todos saban que toda la
familia era corrupta hasta la mdula. La
codicia de Alejandro lo haba empujado
a tramar el envenenamiento del prncipe
otomano Cem. Y a pesar de todo, ellos
haban logrado prosperar.
Aunque el cardenal saba todo eso,
no pudo evitar que la voz temblorosa y
el semblante sombro de Alejandro lo
conmovieran. Mientras le revelaba su
dolor de padre, el Papa tena la
apariencia de un hombre frgil y su
husped se sinti tan seducido por ese
espectculo, que durante unos breves
momentos se avergonz de s mismo por
dudar de las intenciones de Alejandro.
El amado hijo de Alejandro, Cesare
Duque de Romagna, Capitn General
de los Ejrcitos Papales, yerno del
navarro francs, il Valentino (Duque
de Valentinois), el hombre ms
elegante de Roma, se sum a su
padre y al invitado cuando la
conversacin languideca. Su aire de
fuerza masculina se complementaba con
su hermosa cara, pero su personalidad,
aunque cautivadora, tambin poda ser
desconcertante. Su conducta a veces era
tan contradictoria que pareca un hombre
escindido en dos. Despus de matar con
sus propias manos a un hombre, era
absolutamente capaz de caminar alegre
por uno de los barrios pobres de la
ciudad, conversar con los vecinos que
vivan all, e incluso con los pobres y
mendigos. Otros das, se senta tan
aletargado que poda estar el da entero
en la cama, y a la maana siguiente se
transformaba exactamente en lo opuesto,
andando de prisa y sin descanso durante
das. En ocasiones permaneca horas
callado; en otras, se converta en un
charlatn. La actividad preferida era
degradar con su sarcasmo a las personas
encumbradas de la sociedad. A pesar de
todo, se haba aprovechado bien de la
posicin del padre y haba escalado muy
deprisa a posiciones de poder. Estaba
dispuesto a todo con tal de lograr que la
nacin fuera gobernada por la familia
Borgia. Esa era la mayor ambicin de su
vida.
En aquel momento Cesare se
encontraba en el cenit de su poder y
esperaba hacer realidad su sueo. Se
deca que Maquiavelo se haba
inspirado en l para escribir su clsico
tratado de poltica, El Prncipe. El
famoso autor haba encontrado que la
combinacin de despiadada crueldad,
feroz pasin, ambicin ciega e infinita
codicia de Cesare eran muy dignas de
estudio.
El cardenal detestaba al do con
vehemencia y saba bien que el
sentimiento era mutuo.
Cesare igual que su padre trat
al cardenal Corneto con cortesa. Tras
intercambiar galanteras, se desplazaron
hacia el comedor y una vez que
estuvieron todos sentados, Cesare le
hizo una sea discreta a Burchard, que
no solo era sirviente del Papa desde
haca mucho tiempo, sino tambin su
cronista. En cuanto recibi la seal,
Burchard empez a servir vino en dos
copas de plata bruida. Emple una de
ellas para servirle al cardenal, y la dej
delante de l, y la otra para el Papa y
Cesare.
El cardenal se qued mirando el
vino, que tena una apariencia tentadora
en aquel bello cristal veneciano, pero
del que no tomara ni un sorbo. En su
fuero interno, no dudaba de que el Papa
lo haba invitado a comer para
envenenarlo, aunque no saba si
colocaran el veneno en la comida o en
el vino. Si suceda lo primero, sera
imposible que cambiara los platos con
discrecin, pero si estaba en el vino
El cardenal dirigi la atencin de
sus anfitriones a la pintura del biombo
que estaba a su lado, exclamando:
Qu bella obra! Pero me
pregunto, por qu Juan el Bautista tiene
el Libro Sagrado en la mano izquierda
en lugar de sostenerlo con la derecha?
Los Borgia se sorprendieron con
esta inesperada observacin. Alejandro
dej su asiento para mirar ms de cerca
la pintura y Cesare lo sigui.
El Cardenal, obrando con rapidez,
logr reponer el vino en la copa y
cambiarlas de lugar mientras los dos
hombres estaban de espalda.
No, el Libro Sagrado est en la
mano derecha dijo Alejandro
volviendo a la mesa.
El Cardenal respondi
disculpndose:
Perdnenme, mis ojos deben de
estar empezando a traicionarme. Qu se
puede hacer la vejez no perdona.
Una vez que todos volvieron a
sentarse a la mesa, Cesare tom el vaso
vaco y se sirvi ms vino.
Aquella noche, Adriano Corneto
trat de comer y de beber lo menos
posible, pero Cesare y su padre estaban
tan contentos consigo mismos que se
resistan a concluir el festejo.
Cuando la comida termin, el
anciano cardenal pidi que lo excusaran
por retirarse temprano, pues tena
trabajo por hacer para una reunin que
se hara a la maana siguiente. Pero
cuando subi a su carruaje, se recost y
exhal un suspiro. Tena el
convencimiento de que por el momento
haba logrado eludir al ngel de la
Muerte.
An antes de que el cardenal llegara
a su casa, los Borgia ya se estaban
quejando de indigestin y a las pocas
horas sufran insoportables retortijones
estomacales.
Burchard, preocupado por la
gravedad de los sntomas, llam a los
mdicos, pero fue poco lo que pudieron
hacer.
Cesare consigui finalmente dejar su
lecho de enfermo a los tres das; y
cuando fue a visitar al padre, se dio
cuenta de que el anciano no se sanara.
Aunque la vida de su padre significaba
poco para l, le preocupaba qu sera de
su destino. Saba que el nuevo Papa
recelara de la riqueza y el poder de los
Borgia, y apenas si le permitira
mantener sus ttulos. Cesare perdera
todos las ventajas que acompaaban al
papado de su padre y sera imposible
que l restableciera su poder.
Al da siguiente, mientras el Papa
todava se aferraba a la vida, l y sus
hombres se abrieron paso a la fuerza en
las habitaciones del Tesoro del Vaticano
y se llevaron todo lo que pudieron
cargar. Despus, huyeron.
Durante aos, Burchard haba sido
testigo silencioso de todas las intrigas y
conspiraciones que ocurran en el
Vaticano, y conoca muy bien a todos los
participantes. Haba visto cuntas cosas
horribles y aterradoras se hacan,
crueldades que le hicieron apartar los
ojos. Aun as, estaba convencido de que
su amo era una vctima inocente de su
propia debilidad y crea que el Papa
tena un corazn compasivo, que se
esforzaba por hacer el bien, que era un
alma delicada a la que se
malinterpretaba; prueba de ello era su
generoso mecenazgo de las artes.
Alejandro yaca en una habitacin en
penumbras, con su calva cabeza cubierta
de grandes gotas de sudor. Batallaba con
las sbanas retorcindose de dolor o se
quedaba rgido como un cadver. Todos
lo haban abandonado, salvo Burchard.
Los mdicos, convencidos de que no
haba nada que hacer, beban y
conversaban en la habitacin contigua;
su diversin era un contrapunto irnico
con la cercana atmsfera de muerte.
Alejandro trat de abrir los ojos y
murmur unas palabras. Burchard se
arrodill para escucharlo y le dijo con
voz suplicante:
Hbleme, hbleme por favor.
Alejandro casi no poda respirar y
cuando al fin logr hablar, su voz era un
susurro spero. Todo lo que alcanz a
decir fue: Lucrezia pobre Lucrezia.
Tras estas ltimas palabras, la cabeza
cay hacia un costado.
As es como termin la pecaminosa
y elegante vida del papa Alejandro VI.
Burchard hizo partcipes de la
noticia a los sacerdotes que hacan
guardia y los hizo entrar en el aposento,
para que protegieran el cuerpo de la
profanacin del pueblo romano, lo que
result imposible. La noticia se propag
velozmente y los guardias del palacio
ahuyentaron pronto a los sacerdotes,
saqueando todo lo que estaba a la vista y
gritando insultos contra el Papa muerto.
Algunos hasta llegaron a patearle el
cuerpo.
Para Burchard, soportar aquello fue
doloroso y trat de defender el cuerpo
de su amo. Cuando al fin se fueron los
soldados, carg a la espalda el cuerpo
de Alejandro y lo llev a una capillita
prxima al Vaticano. Tuvo que dejarlo
solo para atravesar a pie la ciudad y
encontrar a alguien que pudiera ayudarlo
con los preparativos del entierro.
Burchard anduvo sin suerte de puerta en
puerta bajo el sol ardiente, hasta que al
fin encontr gente que acept ayudarlo
de mala gana. Al llegar a la capilla con
el pequeo grupo de colaboradores,
encontr que Alejandro estaba
abotagado y amarillento, el cuerpo tan
hinchado que no entraba en el cajn.
Para acomodarlo en l, tuvieron que
sacarle la mitra. No hubo ms remedio
que enterrarlo como a un pobre y
desconocido mendigo en el cementerio,
detrs de la capilla.
As muri el Papa Alejandro, en la
cspide de la gloria y de la
prosperidad
Burchard debi de ser la nica
persona que se entristeci con la muerte
de Alejandro. Permaneci un rato
rezando delante del fresco montculo de
tierra. No estaba muy claro si peda
perdn para el difunto o por su
silenciosa participacin en los pecados
que el Papa haba cometido. Finalmente,
tambin l abandon el lugar del
entierro.
Npoles
Al llegar a la cima de una montaa en
Npoles, Amran no fue enterrado solo,
como el Papa. Cientos de vctimas del
tifus lo acompaaban en las fosas
comunes, que eran profundos agujeros
tapados con barro. La epidemia azotaba
la ciudad sin darle tregua, cobrando
muchas vctimas cada da. No haba
tiempo para funerales apropiados ni
ceremonias religiosas. Nadie se atreva
a acercarse a aquellos fosos de la
muerte, salvo unos pocos voluntarios de
la Iglesia. Hasta Raquel y Alegra
observaban desde lejos.
Alegra, con la cara surcada de
pena, mir por ltima vez el lugar de
descanso final de su marido.
Ni chevra kaddish, ni mortaja, ni
una plegaria susurr para s. Mi
pobre Amran ni siquiera un funeral
digno.
Raquel le tendi con suavidad la
mano a la alicada mujer, dicindole:
La muerte es la voluntad de Dios
y Amran ahora est en el Cielo.
Pero cmo voy a vivir sin l?
gimi la anciana.
Como Dios lo ha ordenado A
veces con dolor y sufrimiento, a veces
con alegra y risas. Mrame a m y a
todos los dems Nos arreglamos lo
mejor que podemos para sobrevivir.
Los ojos de Alegra se llenaron de
lgrimas al mirar a Raquel, y ella apret
suavemente la mano de su amiga.
Desde lejos, era imposible decidir
cul de las dos era la ms joven. Raquel
tena solo veintisiete aos, pero las dos
mujeres se alejaban del lugar del
entierro con los mismos pasos pesados,
sus largos pauelos ondeando
tristemente al viento.
Otra bella noche caa lentamente,
mientras bajaban de la montaa por una
de las estrechas callejuelas, camino a
casa. En el horizonte, el sol era una
gigantesca esfera naranja, mientras que
por el este, el cielo ya se haba rendido
ante los grises y prpuras de la noche
que se avecinaba. A lo lejos, el mar
relumbraba con destellos de amarillo
brillante y carmes. Las gaviotas
sobrevolaban los distantes acantilados
rocosos y debajo de ellas, un barco de
vela atravesaba grcil la baha.
Caminaban hacia una de las calles
escalonadas de Npoles. La ropa de
colores colgaba de las sogas extendidas
de balcn a balcn; los sonidos y olores
de la comida se colaban por las
ventanas de las cocinas. Al caminar por
los escalones adoquinados, escucharon
la dulce voz de una nia que cantaba en
uno de los jardines:
Un da sucedi, nac
Un da sucedi, crec
Un da sucedi, me enamor
Un da sucedi, me cas
25 de abril de 1512. El
nuevo saray
El sultn Bayazid se senta cansado,
frustrado y viejo. Estaba harto de la
lucha de sus hijos que le reclamaban el
trono estando l vivo an. La conducta
de Selim despus de haber
conseguido el apoyo de los jenzaros
era particularmente censurable.
Un hijo debe reclamar el trono
de su padre mientras l todava est
vivo, Koca Mustaf Pach? le
pregunt Bayazid al gran visir.
No todos los hijos son iguales, mi
sultn replic con tristeza Mustaf.
Con toda seguridad, tu shahzadah
Ahmet no lo hara, y conocemos lo
suficiente a shahzadah Korkut para
decir lo mismo de l. Pero shahzadah
Selim est lleno de ira y es muy
ambicioso.
Los jenzaros no apoyaron a
Korkut a causa de su carcter tierno y
dbil, y tengo que reconocer que tal vez
hayan tenido razn, pero Ahmet mereca
ms que nadie ser el sultn del imperio.
Sin embargo, nada de lo que hicimos fue
capaz de detener a Selim. Acaso no
tratamos de razonar con l?
Por supuesto que s, mi sultn.
Reunimos a nuestro ejrcito y
combatimos contra l y lo perseguimos
hasta la tierra de su suegro, el kan de los
trtaros. Pero sigui adelante fraguando
la rebelin.
Mustaf Pach camin hacia la
ventana. Saba que miles de jinetes y
jenzaros estaban a las puertas palacio,
con casi toda la ciudad siguindolos.
Esa misma maana, los haba odo
gritar: Queremos a Selim, queremos a
Selim! Incluso ahora, si se prestaba
atencin, era posible or sus voces.
Los ojos de Bayazid se llenaron de
lgrimas.
Sinvergenzas desagradecidos!
exclam. Tratamos de alimentarlos,
de protegerlos, y darles diversin.
Cuando sus casas se desplomaron sobre
sus cabezas, les cogimos de las manos y
las volvimos a levantar. Quin volvi a
poner de pie esta ciudad?, quin? Y
fjate cmo me demuestran su gratitud.
Al escuchar los gritos de guerra de
los jenzaros, el sultn se volvi hacia el
gran visir.
Nuestro tiempo ha llegado a su
fin, Mustaf Pach. La nica posibilidad
que nos queda es entregarle el trono a mi
salvaje hijo. Envale un mensajero para
que venga a verme y se haga cargo del
imperio. Aunque no confo en l ni lo
ms mnimo.
Tampoco Selim confiaba en su
padre. Ni siquiera en sus propios
partidarios. Sus grandes ojos azules
estaban llenos de preocupacin, a pesar
de la multitud que apoyaba su reclamo al
trono. Quiz su padre solo deseaba
engaarlo y asesinarlo. En veintisiete
aos no lo haba visto ms que una sola
vez, aquella misma maana y durante
cinco minutos: un viejo cansado, ya sin
luz en los ojos, quejndose todo el
tiempo de sus enfermedades. Realmente
era l quien posea el imperio? Selim
camin de un lado a otro. Y un rato
despus, sinti que le volva la
confianza en s mismo. No, no haba otra
posibilidad para Bayazid que la de
abandonar el trono. Y si se negaba,
Selim destruira el palacio. No tena la
menor intencin de esperar la muerte de
su anciano padre para convertirse en
sultn. Haba demasiado que hacer
demasiados enemigos. En cuanto lo
declararan sultn, llamara a su nico
hijo Solimn para que volviera de Kefe
a representarlo en Estambul, y entonces
l montara su caballo e ira al frente de
su ejrcito contra el sha de Persia,
Ismail.
En ese momento, Koca Mustaf
Pach apareci bajo la plida luz de la
puerta que separaba los dos patios,
seguido de un grupo de altos oficiales.
El cabello de Selim se eriz de miedo y
se qued inmvil. El gran visir se
acerc, se arrodill y bes el borde del
caftn de Selim y exclam:
Que vuestra soberana dure para
siempre, mi sultn.
Selim respir hondo y enderez los
hombros. Afuera la gente gritaba
alegremente: Larga vida al sultn!
Larga vida al sultn!
El nuevo amo del Imperio Otomano
se atus el gran bigote, y luego, con los
ojos brillantes de furia, se toc el arete
de oro que colgaba de su oreja derecha.
Nadie se atreva a mirarlo. Todos
fijaron la vista en el suelo, incluido
Mustaf.
Selim advirti la expresin de
preocupacin y miedo en la cara de ese
hombre que se arrodillaba a sus pies. l
era el primer nombre de las lista de
enemigos y sera eliminado cuanto antes.
Esa misma tarde, tras abdicar al
trono, Bayazid abandon sus
habitaciones por el antiguo palacio con
un grupo de sus hombres de mayor
confianza. Como si fuera un hijo leal,
Selim, montando su caballo Nube Negra
acompa a su padre hasta el palanqun
imperial. Nombr a tres mdicos y
varios sirvientes para atender a Bayazid
y despus se fue. El viejo sultn le dijo
a su squito con voz transida de dolor:
Los que me arrebataron el pan,
Los que me dejaron solo,
Los que todava ven la verdad,
Mirad todos lo que me ha
hecho Selim.
25 de agosto de 1515.
Balat
30 de septiembre de 1539.
Estambul
A pesar de las heridas sin cicatrizar, de
las penas insoportables, de las lgrimas
de desesperacin de quienes habitaban
de ordinario la ciudad, el anterior haba
sido un ao triunfal para el sultn
otomano. La armada, a las rdenes de
Barbaros, haba derrotado al almirante
Andrea Doria y ahora dominaba el
Mediterrneo.
El anciano Doria haba salvado su
barco y escapado con vida por muy
poco, lleno de rabia. Los cruzados
estaban consternados, aunque Venecia
sufra todava ms. Con el tratado que el
Dogo haba firmado, iba a tener que
pagar trescientos ducados de multa al
sultn y cederle los derechos de todas
las islas del Egeo, salvo Chipre.
Durante un tiempo, no se vio ni un solo
veneciano por las calles de la capital
otomana; sin embargo, pronto volvieron
a salir. A aquellos hombres con barba de
chivo, sombrero de borla y pantalones
ajustados les importaba ms el dinero
que las guerras, las banderas, los
imperios y las religiones, y permanecer
alejados de un mercado tan grande, con
tanto trfico comercial diario no
convena a sus intereses. Estambul
revesta una importancia vital para los
venecianos y no estaban dispuestos a
renunciar a ella, sobre todo porque
haban perdido Kefe para siempre, a
travs de la cual vendan mercancas a
toda Europa. Adems, la derrota sufrida
en Egipto tambin haba puesto fin al
brillante comercio por Alejandra,
donde compraban productos exticos
del Lejano Oriente.
Competan con los florentinos que
comerciaban tejidos de algodn de
Trabzon y Hasankeyf. Estos eran grandes
clientes de hilo de seda de Bursa y se
esforzaban todo lo posible por mantener
esta ventaja sobre los venecianos.
Los holandeses, que hacan
operaciones comerciales con bandera
francesa, se concentraban en el alumbre
y la lana de Gumulcine, y los rusos del
bazar techado se ocupaban de las pieles
y las alfombras de seda.
Los estibadores descargaban
pesadas bolsas con escudos de bronce,
hilos de cobre, vidrio, pinturas y tijeras
de un barco que acababa de atracar en el
puerto. Y en el puerto tambin, los
verdugos otomanos les cortaban las
cabezas a los contrabandistas que
llevaban cobre a Irn, ya que los persas
eran rivales en el forjado y
embellecimiento de aquel metal. Aun
as, ninguno de aquellos pases
musulmanes haba sido capaz de fundir
el metal y transformarlo en hilos o
escudos ni de producir agujas para coser
sus maravillosas telas. Por otra parte,
aunque podan cubrir los marcos y los
dorsos de los espejos con maravillosos
dibujos, desconocan la tcnica del
plateado del vidrio para que pudiera
reflejar.
Merced a aquellos artculos exista
un enorme flujo de dinero hacia
Occidente que los intercambiaba por
cera, alumbre, lana, seda y plomo. Los
mercaderes siempre tenan trabajo.
En los muelles del Cuerno de Oro
haba muchos barcos atracados: los que
provenan de Izmir estaban en el muelle
de Izmir, y los de Moldavia, en el
Unkapani. En el muelle del Aceite, los
que llevaban aceite y en el del Limn,
los cargados de limones. Los que tenan
las bodegas llenas de arroz y cebada
haban remado frente al muelle de
Ihtisap para que los funcionarios a cargo
los revisaran con sumo cuidado. Los
otomanos eran muy meticulosos respecto
a los cereales. Ya fuera en guerra o en
tiempos de paz, estaba prohibido sacar
ni tan siquiera una medida de grano
fuera de las fronteras del imperio. El
comercio de caballos, plvora, cobre,
cuero y judas secas tambin estaba
sometido a una vigilancia estricta.
Aun as, siempre haba formas de
eludir los controles y traficantes vidos
de lucro. Esther haba comenzado con
las piedras preciosas, pero no tard
mucho en darse cuenta de que una bolsa
de trigo poda resultar ms valiosa que
unos pendientes de esmeralda, y muy
pronto se transform en una experta en
el tema. Los mercaderes que deseaban
comprar o vender aquella clase de
productos venan primero a su puerta.
En dos ocasiones haba logrado obtener
una autorizacin para que los
comerciantes venecianos compraran
grano y judas secas, y una vez, les haba
conseguido una licencia para la compra
de cuero. Aquel triunfo le haba
reportado un ingreso
extraordinariamente alto.
No haba ninguna casa particular en
Estambul que pudiera competir con su
lujosa mansin de Pera: juegos de
vajilla, alfombras y sedas de las ms
caras. A pesar del hervidero de odio que
haba crecido en su interior contra
Hurrem desde el da en que vio la
cabeza decapitada de Burak, sus
relaciones con aquella poderosa seora
todava eran buenas. La esposa del
sultn era una amante del dinero y Esther
saba que tena que aparentar que era
leal y amigable con ella hasta el
da de la venganza.
Un comerciante veneciano que haba
sido encarcelado por exportacin ilegal
sali en libertad con la ayuda de Esther
y eso elev su reputacin a nuevas cotas
entre los lderes de aquella ciudad-
estado. Ella era ahora la Predilecta no
solo de los venecianos de Estambul sino
tambin de todos los que se paseaban
por la plaza de San Marcos.
Aquello era sorprendente hasta para
su esposo Len, que era natural de
Venecia. Estaba asombrado de que su
mujer hubiera desarrollado tal sistema
comercial, y de que estuviera en buenos
trminos tanto con el saray como con
sus enemigos.
Kiraze era una hechicera en cuanto a
obtener beneficios, y pareca concentrar
toda su energa, inteligencia y talento en
pos del dinero. Da a da se volvi ms
apasionada, ambiciosa y despiadada.
Nada, ni siquiera su hijo, le importaba
ms que la circulacin del oro y la plata,
y lo nico que la haca sonrer era el
glorioso brillo de los ducados. Haba
enterrado su humanidad con los cuerpos
de su madre y de su secreto amor, Burak.
Sus hermosos ojos solo ardan con un
odio silencioso. El amor haba muerto
para siempre en su corazn, como un
capullo temprano de primavera detenido
antes de florecer, atrapado en la ltima e
inesperada helada. Para seguir viviendo,
para olvidar el paso del tiempo, se
dedic a todo tipo de comercio que
pudiera poner ms dinero en su camino.
Persegua lucros con una mscara fra en
el rostro.
Abraham vea raras veces a su
madre. La mayor parte del tiempo lo
pasaba con Soli, que trataba de llenar su
vida con su tierno amor de ta. En
realidad, tena ms de lo que cualquier
nio podra soar. Era el prncipe de la
casa en Pera y en Glata, y no le iba en
zaga a los shahzadahs. Kiraze siempre
usaba las mismas palabras cuando lo
reprenda: Deberas avergonzarte de
ti, tu vida es mejor que la de los
shahzadahs! Comes y bebes lo que te
gusta, tus juguetes son de oro y, lo ms
importante, los verdugos no te esperan
en el umbral de casa para
estrangularte!
Aquellas palabras no eran gran
consuelo para un nio, y segua
envidiando a los shahzadahs, en
particular despus de las ceremonias de
circuncisin de Bayazid y Cihangir,
ocurridas haca un par de semanas. Las
celebraciones haban sido
deslumbrantes, con numerosos
espectculos celebrados en el
hipdromo. Juglares, acrbatas,
bailarines en la soga, comedores de
fuegos Haban liberado cientos de
palomas en el cielo; monos y osos
bailaban al son metlico de las
panderetas; y hubo exhibicin de leones
y tigres. Miles de pobres de Estambul se
alimentaron con comidas suntuosas, y
los embajadores europeos se
horrorizaron viendo a las multitudes
comer cordero asado con las manos
cerca del famoso obelisco de la ciudad.
Las ceremonias se prolongaron varios
das, y ahora Estambul estaba a punto de
celebrar la boda de la nica hija de
Solimn, Mihrimah, con Rustem Pach,
un devshirme bosnio que haba logrado
alcanzar el rango de beylerbeyi de
Anatolia. Desde el ms humilde de los
barrios hasta el mismsimo reluciente
palacio, la ciudad se estremeca de
dichosa emocin.
El hospital que estaba cerca de la
mezquita de Haseki tambin comparta
aquella felicidad. Los mdicos y
pacientes oraban por la generosidad de
Hurrem, que haba fundado aquel
servicio para los pobres. Contaba con
seis salas y una gran cocina, y haca un
mes que estaba abierto, aunque ya eran
cientos los pacientes que haban sido
curados.
La Hanim Sultan tena admiradores
y detractores, pero para quienes haban
golpeado esperanzados la puerta del
hospital, ella era la salvadora. Algunos
probaban un milagroso jarabe, otros
coman su sabrosa sopa caliente. No
importaba; todos la bendecan al apoyar
sus cabezas cansadas en la almohada o
al levantarse de las mesas bajas donde
haban estado acuclillados, comiendo
cuanto queran por primera vez en
muchos aos.
Que Dios se apiade de ella, como
ella se ha apiadado de nosotros!
rogaban.
22 de septiembre de
1541. Budapest
Este otomano no tiene una madre
compasiva?
Isabel tena en brazos a su hijito de
dos semanas y contemplaba el ro
Danubio con ojos fnebres.
Dime, no llevan un gran corazn
en sus pechos? dijo ella.
El sacerdote que estaba de pie a su
lado abri los brazos y sacudi la
cabeza con un gesto de desesperanza. El
nio volvi a llorar. Isabel regres al
trono, lo acun, y luego se desaboton la
blusa de encaje para amamantarlo. El
pequeo Segismundo cogi el pezn y
succion el pecho de la reina. El
sacerdote baj la cabeza.
No te avergences dijo. Lo
he amamantado delante del balyos.
Fernando y Solimn trataron de
insultarme dicindome que este nio no
me pertenece y alegando que mi pobre
esposo Zapolio no era su padre. Pero
Dios lo sabe y lo s yo y todo el que
tiene ojos lo sabe Quin puede
amamantar a un pequeo varn como
este sino su madre? Acarici con
dulzura la cabeza del infante. No
tengas miedo, mi amor, tu padre est
muerto, pero tienes una madre que te
proteger a ti y a tu reino.
Tenemos que irnos, mi reina
dijo el sacerdote. Solimn lo ha
ordenado, pero ha prometido que
Segismundo ser el soberano de Hungra
cuando llegue a la mayora de edad y
para probarlo, ha enviado un
representante con una carta escrita en
oro. Tenemos que irnos a Transilvania.
Segismundo ha sido declarado
gobernador de esa regin y vos seris su
regente.
Solimn est tratando de
apoderarse de nuestro reino, porque no
puede dominarlo con su ejrcito.
Robrselo a un nio es ms fcil.
Por favor, callaos, mi reina, los
jenzaros que llevan el mobiliario os
pueden escuchar.
En la sala se podan or las plegarias
que provenan de la iglesia
recientemente transformada en mezquita.
Que escuchen todo lo que estoy
diciendo respondi la reina Lo que
han hecho est bastante claro. No oyes
los gritos que llegan de nuestra casa
sagrada? Tambin nos disparan en
nuestra propia morada. Se apoderan de
todo lo que poseemos y alegan que lo
hacen en nombre de la amistad y para
ayudarnos. Soy la reina de Hungra, y la
hija del rey de Polonia. Pero ni Solimn
ni Fernando me toman en serio. Por
qu? Porque soy viuda. Que Dios los
castigue a todos! Me gustara que
ardieran en el infierno para toda la
eternidad.
El sultn prometi protegeros, mi
reina.
Proteger? Por qu le envi
aquellos mensajeros? Para pedirle
ayuda urgente! Y qu hizo? Mand de
vuelta a mis hombres con las manos
vacas, quedndose con sus valiosos
sementales y dndoles a cambio
caballos de carga. Y ahora ha invadido
mi pas con sus despiadados jenzaros.
Eso es proteccin? Es agresin! Es
ocupacin!
Vuestro carruaje est listo dijo
el sacerdote.
Isabel se puso de pie y se dirigi
hacia la puerta. Dos sirvientes corrieron
detrs de la ltima reina de Hungra, que
haba sobrevivido hasta entonces con el
apoyo de los otomanos y los altos
tributos que les pagaba. Uno le puso un
chal sobre los hombros, el otro trat de
coger al beb, pero la reina le apart las
manos y avanz orgullosamente. El
sacerdote retrocedi cedindole el paso.
Ella atraves con paso real los
corredores llenos de jenzaros que
sacaban del palacio los enormes
floreros, pinturas y espejos; cada objeto
era una preciada obra de arte.
Segismundo lloraba nuevamente. Isabel,
la reina sin corona, lo abraz y mientras
suba al carruaje dijo:
Adis, Hungra, mi pas amado!
Un hombre de turbante le alcanz al
sacerdote un rollo. Era el representante
del sultn, y en el rollo estaba escrito
con letras de oro: Lo prometo, lo
prometo por mi Profeta, por mis
antepasados y por mi cimitarra que
Segismundo ser rey de Hungra cuando
llegue a la mayora de edad!
Pera
Solo tres semanas haban transcurrido
desde que Esther diera a luz otro hijo,
pero regres de inmediato a trabajar.
Rebati a todos los que le advirtieron
que descansara un poco diciendo: En
una poca as? La vida puede cambiar
por completo en cualquier momento, en
Estambul y tambin en Europa.
El secretario del balyos veneciano
que haba ido a visitarla comparta las
mismas preocupaciones:
Creo que el embajador francs
llegar aqu con una proposicin muy
importante. Los franceses quieren
solicitar el apoyo del sultn contra
Carlos V. De lo contrario, Francisco
cree que ser incapaz de proteger su
reino pues no cuenta con un ejrcito
apropiado y su tesoro est casi vaco.
Estis en lo cierto, signor, a m
me ha llegado la misma informacin.
Los franceses le pedirn auxilio a
Barbaros tras haber derrotado una vez
ms a Andrea Doria en Argelia. No cabe
duda de que el tiempo tormentoso lo
ayud mucho, pero aun as, numerosos
musulmanes creen que se trat de una
ayuda santa enviada por Al.
Nos informaron que miles de
soldados de la armada de Doria fueron
asesinados. Catorce de sus barcos se
hundieron y otros treinta se perdieron en
la tormenta. De modo que para Barbaros
vencerlo debe haber sido un juego de
nios. Hemos odo que el conquistador
de Mxico, el capitn Corts, se escap
de los otomanos por los pelos. Carlos V
tuvo grandes dificultades para reunir a
sus hombres, que casi murieron
congelados en el viaje de retorno a
Europa. No s si la ayuda es sagrada o
no, pero es indudable que colabor con
Barbaros. Sin embargo, los otomanos no
se van a detener a estas alturas y
supongo que aceptarn apoyar a los
franceses.
Su voz suena como si esto os
perturbara, signor.
Perturbarme? S, supongo que es
verdad, signorina, estoy preocupado.
Los otomanos nos presionarn para que
nos unamos a ellos. S, la Repblica de
Venecia no quiere lesionar sus
relaciones con el legislador Solimn,
pero tampoco queremos que la Europa
Cristiana se desintegre. He odo que
Carlos y Enrique de Inglaterra han
llegado a un acuerdo. Tenemos que
protegernos. La guerra podra terminar
con la salud de nuestro comercio con
Venecia. No podemos ponerlo en riesgo.
Entonces, en qu puedo serle
til, signor?
Sabemos cunto la valora la
esposa del sultn y su influencia sobre
ella.
Al escuchar aquella referencia a
Hurrem, el rostro de Esther se
ensombreci. Se qued en silencio un
momento, despus se compuso y dijo:
Puedo intentarlo. Solo intentarlo,
aunque no puedo prometerle nada. Tal
vez esto exceda mi influencia y sera
mejor que usted hablara con Rustem
Pach, el caballerizo.
Venecia le agradecer cualquier
ayuda que pueda darnos, signorina, no
dejaremos de recompensar su
generosidad. Puede estar segura de ello.
Debo advertirle que Rustem
Pach es un hombre muy codicioso.
Podran verse obligados a pagar una
fortuna.
El Serensimo est dispuesto a
pagar cualquier precio por la paz,
signorina. Ella se merece cualquier
precio.
Esther se puso de pie.
Lo intentar le dijo.
El joven secretario tambin se
incorpor. Antes de abandonar la
habitacin, sac un monedero de
terciopelo rojo.
Este humilde regalo es para
vuestro segundo hijo. Acptelo por
favor dijo inclinndose con respeto.
Cuando se fue, Kiraze cogi el
monedero y lo sopes en la palma de la
mano. Era lo bastante pesado como para
hacerla sonrer. Lo volc y los ducados
de oro se encendieron en llamas con el
resplandor del sol.
7 de septiembre de
1543. Blois
Francisco escuchaba con suma atencin
al coronel que comandaba la costa sur.
Sin embargo, de su cara pensativa no era
posible deducir si estaba contento o no.
Por poco llegaron a Roma. El
pueblo de Ostia temblaba de miedo. Con
la incorporacin de las cuarenta naves
argelinas, la flota otomana de ciento
diez kadirgas y cuatro mavnas se
transform en una armada musulmana
todopoderosa. Quin no se aterrorizara
ante semejante podero?
Francisco asinti.
Contina, quiero conocer todos
los detalles.
Tomar Niza fue ms fcil de lo
que pensbamos. Pero tengo que
confesar que los otomanos fueron
superiores a nosotros. Si hubiramos
estado solos, nuestra victoria habra
sido muy difcil, si no imposible.
Barbaros nos castig con su fuerza.
El comandante se haba
sorprendido de la juventud del
comandante de nuestra flota. Varias
veces repiti que aquella era una gran
humillacin para l. Un hombre de
mar experimentado como yo y mi
enemigo un nio de veintitrs aos! Es
un insulto!!
Eso dijo exactamente en el
momento de la batalla, y enloqueci al
quedarse sin plvora en el preciso
momento en que iban a disparar los
caones. Le grit con rabia al
embajador Polain: Usted sabe muy
bien llenar los barcos con vino, pero se
olvida de traer suficiente plvora para
una guerra!. Agreg que ramos unos
ignorantes y que estbamos lejos de ser
responsables y serios. Quiso
abandonarnos de inmediato y manifest
que Niza no le importaba, puesto que iba
a mancillar su glorioso nombre por
culpa nuestra. S, mi rey, de verdad nos
cost mucho persuadirlo de que se
quedara con nosotros. A Dios gracias,
Niza se rindi y el resto, usted ya lo
sabe, Alteza. Al menos por el momento,
Carlos V ya no es una amenaza para
nosotros.
Barbaros regres?
S, mi Rey. Tras la cada de Niza,
volvi a zarpar de inmediato. Por lo que
sabemos, primero fue a Toulon y de all
a Gnova para salvar a su amigo, Turgut
Reis, que fue capturado por el sobrino
de Andrea Doria, Gianettino. Los
otomanos le llaman el Capitn Nio
por su cara infantil. Barbaros lleg a la
playa y grit: Hey, Capitn Nio, si no
me lo entregas, quemar toda la
ciudad!. Los genoveses le trajeron a
Turgut al instante. Me parece que debe
de estar camino de Estambul, aunque
nadie est seguro de dnde atacar la
prxima vez. Dios nos salve de una
ferocidad como la suya. Es muy viejo,
pero todava es vigoroso y muy
inteligente. Es imposible no sentirse
impresionado por l.
Francisco no hizo comentarios, quiz
le haba sacado ventaja a su rival
Carlos, pero lo haba hecho con la ayuda
de los otomanos. Y esa verdad lo
irritaba. Estaba enfermo de las guerras,
agotado. Haba perdido a dos de sus
hijos por la peste y se senta solo,
alejado por completo de los placeres de
la vida. El caos de su mundo interior no
era menor que el del exterior.
Nuestro triunfo tambin influir en
el caso escocs, mi rey dijo el
comandante. Enrique VIII nunca podr
apoderarse de ese pas. Nuestros
partidarios jams se lo permitirn. La
recuperacin de Niza ha fortalecido la
moral de nuestros seguidores y de
muchos otros que permanecen de nuestro
lado.
Enrique dijo entre dientes
Francisco es un asesino.
S, ha asesinado a sus propias
esposas. A la ltima la acusaron de
traicin y le cortaron la cabeza. Moore,
Cromwell tambin han sido
asesinados. Siempre encuentra a alguien
que pague el precio de sus propias faltas
y fracasos. Fund una nueva Iglesia y a
pesar de eso sigue siendo el aliado
incondicional de Carlos.
A travs de la historia Inglaterra
siempre ha tratado de comerle territorio
a Francia.
Entr un mensajero para anunciar la
llegada de Jos Mendes, el joven
banquero de Amberes. El rey sonri.
Hazlo pasar. Siempre
disfrutaba de la conversacin con aquel
hombre joven y bien educado.
Comprendiendo que era momento de
retirarse, el comandante hizo una
reverencia. Cuando se iba, Mendes o
Nasi, que era su nombre secreto de judo
entr en el saln.
Qu agradable sorpresa! dijo
el rey ponindose de pie y dndole un
amistoso apretn de manos a Jos. Los
sirvientes de librea trajeron vino en
copas de cristal.
Hablaron un rato de literatura,
pintura y msica, y luego Mendes le
explic al rey el resultado de su
investigacin acerca del estado de salud
del tesoro francs. La situacin
financiera no era alentadora. Jos saba
que el ingreso obtenido por las loteras
que el rey haba fundado no era
suficiente. Francisco haba recaudado
dinero proveniente del tributo cobrado a
los campesinos durante aos, pero ahora
el pueblo se haba empobrecido y no
tena para gastar en lotera. Francia
estaba en crisis. En apariencia ese no
era un problema suyo, pero Jos saba
bien que cuando se prestaba dinero,
aunque fuera a un rey, lo ms importante
era poder recuperarlo puntualmente.
Como es natural, prefiri guardarse sus
dudas.
Francisco lo trataba como un amigo
ntimo. Al terminar la complicada
conversacin sobre dinero y
presupuestos, el joven banquero judo
quera irse, pero el rey insisti en que se
quedara un rato ms. Los sirvientes
volvieron a llenar las copas.
Mendes, quiero preguntarte algo
dijo el rey.
Majestad?
Qu opinas sobre el Nuevo
Mundo?
Por desgracia, no puedo daros una
respuesta satisfactoria. Mi trabajo se
relaciona en su totalidad con el Viejo.
Pero an as, debes de tener
alguna opinin.
Mendes bebi el vino, y luego
empez a hablar.
Creo que quien gobierne all
ahora, ser el soberano del futuro, y
Espaa y Portugal aparentemente estn a
punto de lograrlo. Al menos por ahora.
Pero vos tambin
Francisco lo interrumpi.
Parece que hemos perdido nuestra
oportunidad en el Nuevo Mundo.
Despus de todo lo que Cartier ha
hecho
Nasi lo mir con ojos inquisitivos.
El rey continu.
Le brind posibilidades
extraordinarias. Fue a Canad y lo nico
que trajo de vuelta es una bolsa de
piedras sin valor. Ni siquiera pudo
trazar un mapa adecuado y a pesar de
ello, no le negu un segundo viaje. No
escuch lo que mi representante,
Roberval, le comunic en esa ocasin y
maltrat a los nativos. Muchos marinos
valerosos perdieron la vida y nosotros,
una cantidad enorme de oro.
La salud del tesoro se puede
recuperar, como ya os he dicho,
Majestad. Yo comprendo mejor las
reglas del Viejo Mundo.
S, Mendes, t tienes mucho xito
haciendo dinero y trabajas para casi
todas las cortes.
Como vos bien sabis, no hay
frontera capaz de resistirse al dinero y
al comercio.
Tienes razn; de lo contrario,
cmo podras trabajar t con reyes que
combaten entre s?
El rostro de Mendes se puso
colorado por un instante, pues entendi
la alusin del rey acerca de las
vinculaciones de Mendes con Carlos V.
No dijo una palabra y se limit a
sonrer.
El rey no quiso seguir con el tema, y
entonces le pregunt:
Cmo est vuestra querida ta?
Muy bien, gracias. Tiene
intenciones de trasladarse a Venecia, ya
que no pudo acostumbrarse al largo
invierno de Amberes.
Eso significa que la Banca
Mendes tambin tendr una sucursal en
Venecia?
Creo que por el momento mi ta
est ms interesada en las gndolas
venecianas que en el dinero. Me ha
dejado a m ese trabajo.
Realmente te admiro, Mendes.
Tanta energa, talento, triunfos
Os agradezco mucho los halagos,
mi Rey, pero en comparacin con
vuestra riqueza, la ma es nada ms que
un insignificante punto.
Francisco asinti. Se estaba
aburriendo.
Mendes continu:
Nunca ha habido un rey como vos
en Europa, y nunca volver a haberlo. El
mundo del arte nunca os olvidar: las
pinturas, las esculturas, las obras de
literatura que tanto habis apoyado
vivirn eternamente.
Francisco volvi a sonrer.
Todava no s si es un triunfo que
un rey pase a la Historia como un
amante del arte y no como un lder
militar.
Por un instante, Mendes no pudo
encontrar una respuesta apropiada, pero
se acord del consejo de su ta:
mantener relaciones ntimas con
soberanos puede crear problemas.
Mi seor dijo finalmente
quin puede subestimar vuestros xitos
militares? Sois un gran rey, pero con
vuestro permiso, quiero ofreceros mis
humildes reflexiones sobre el tema.
Tener como objetivo la paz, la riqueza y
el progreso de la ciencia y el arte, creo
que no es menos importante que la
guerra. Si miramos los grandes
nombres
Francisco admir al joven Mendes
una vez ms. Era un verdadero hombre,
noble e inteligente. Poco despus,
Mendes pidi permiso para retirarse, y
el rey francs lo despidi con la misma
camaradera con la que le haba dado la
bienvenida.
Mientras Mendes bajaba la escalera
de mrmol del castillo, apareci la
prometida de la corte francesa, la
florentina Catalina de Mdici. l se hizo
a un lado y se inclin con una reverencia
respetuosa, mientras ella suba. Conoca
la futura importancia de aquella mujer
hermosa e inteligente.
6 de septiembre de
1544. Venecia
Los ciudadanos de la Repblica de
Venecia que madrugaban se encontraron
con la plaza de San Marcos cubierta de
agua, como suceda a menudo. El mar
haba llegado hasta las puertas del
palacio ducal, pero aparentemente
aquello no impeda el funcionamiento
feliz de la ciudad. Venecia iba a festejar
otra fecha excepcional. Era el primer
domingo de septiembre, y ese da se
realizara la ltima y la ms importante
de las regatas iniciadas en mayo. Las
balotinas conducidas a remo por seis
altos funcionarios del Serensimo, as
como las veloces puparinas de los
aristcratas, se preparaban para los
festejos. En aquella ciudad de canales,
toda clase de naves haba sido
embanderada con enseas de colores. Se
haban lustrado todas las piezas de metal
y cepillado todos los asientos de
terciopelo. Las mascaretas de las
prostitutas disfrazadas, las sandolas de
los pescadores, las gndolas de la clase
media Todas formaban en fila en los
costados de los canales.
Pese a las nubes, todos estaban
seguros de que el sol brillara todo el
da. Las plidas sombras de cientos de
puentes se atravesaban en la superficie
del agua inmvil y se mezclaban con las
de las casas. Los primeros peldaos de
sus entradas, adornados con estatuas de
piedra, se encontraban bajo del agua.
Unas largas ramas de hiedra llenas de
flores de color violeta colgaban de los
vitrales de las ventanas y puertas. Las
campanas taan e invitaban a todos a
salir y los primeros rayos del sol
comenzaban a pintar reflejos en las
cpulas del palacio.
Doa Gracia Nasi se despert
mucho antes que los dems y durante una
hora estuvo contemplando la ciudad en
movimiento desde su ventana. Luego se
sent delante del elegante escritorio,
sac una hoja de papel del cajn y tom
la pluma para escribir una carta a su
preciado y amado sobrino.
Mi querido sobrino:
Para calmar tu
preocupacin, empezar con
estas palabras: estamos muy
bien. Tu prima Regna y yo nos
hemos acostumbrado a Venecia
y nuestras vidas no carecen de
nada, salvo de tu querida
sonrisa y tu tierno amor. Estoy
segura de que nos visitars a
menudo, pero a pesar de ello te
extrao mucho. Deseara que
trajeras aqu todos tus negocios
y te quedaras con nosotras.
No creo que nos amenace
ningn peligro mientras seamos
cautos. Venecia es mejor para
los judos que otras ciudades de
Europa, por ms que los
obliguen a vivir en guetos. Los
judos que transitan por las
calles durante el da deben usar
ropas especiales para
distinguirse de los dems, y
poner un pie fuera de los guetos
por la noche se castiga con
severidad; despus de que el sol
se pone, sus enormes puertas se
cierran con llave. Para estos
desgraciados es
extremadamente difcil salir de
la ciudad y se requieren muchas
autorizaciones. Sin embargo, se
les permite trabajar y ganarse
la vida. Como te podrs
imaginar, muchos son
impresores y mdicos. Los
libros impresos en los guetos
venecianos son de altsima
calidad. Los judos sacan
provecho de todas las
oportunidades con el mayor
esmero e inters. Me duele ver
trabajar a esta gente con tanto
ahnco en condiciones tan
limitadas. Tener que ocultar mi
verdadera identidad es otro
motivo de dolor.
Me parece que lo mejor
para nosotros ser que nos
traslademos a Constantinopla.
De esa forma, podemos
ayudarnos y ayudar a nuestros
hermanos en la fe. S que tienes
algunos contactos en la capital
otomana. Por favor, infrmate
todo lo que puedas sobre esta
alternativa.
A propsito, cada vez que
hablo con los mercaderes que
comercian con los otomanos,
siempre escucho un mismo
nombre, una tal Esther que
aparentemente tambin es
conocida como Kiraze. Por lo
que entiendo, esta mujer tiene
un contacto muy ntimo con la
corte, en especial con el harn
imperial. Creo que el padre es
un impresor espaol. El marido
de la hermana es un famoso
mdico del palacio otomano y
su marido es natural de
Venecia. Segn mi opinin, debe
de ser una mujer muy
interesante, sobre todo si tienes
en cuenta que su fama ya ha
llegado a Italia desde el aislado
mundo del Islam Tal vez
pueda sernos til. De todos
modos, no es posible juzgar
quin es til y quin no. Lo digo
porque ni siquiera estoy segura
de mi propia hermana. Est de
un humor raro, celosa tal vez. A
veces parece como si hubiera
perdido el juicio y siento que
podra denunciarnos. Mi
propia hermana, qu pena!
Espero estar equivocada. Pero
no te inquietes por esto, puedo
manejarlo.
Creo que tal vez entristezca
tu da con mis angustiadas
palabras. La vida aqu no es tan
sombra, pues suceden muchas
cosas entretenidas y alegres.
Venecia es una ciudad muy
dinmica. A Regna le encanta
vivir aqu. Vamos a menudo a
recepciones y bailes.
Carnavales, obras de teatro,
viajes en gndola Hoy
veremos la regata. Hace das
que la ciudad que se est
preparando para ella. Con toda
seguridad tu prima te contar
por escrito todos los detalles de
esta fiesta espectacular.
Yosef, finalizo mi carta con
amor. Por favor, escrbeme
cuando tengas tiempo y ten
mucho cuidado, querido mo. S,
el negocio es importante, pero
t eres lo ms importante y lo
ms valioso del mundo para
nosotras. Regna y yo te
extraamos.
Tu ta que te quiere,
Gracia Nasi
10 de septiembre de 1592.
Okmeydani
La gran ciudad de Estambul pareca
abandonada. No haba ningn negocio
abierto y las calles estaban desiertas.
Hasta los gatos haban desaparecido.
Los habitantes del lado europeo se
haban dirigido a Okmeydani y los
residentes del lado asitico, hacia
Alemdag. Todos rezaban con las manos
levantadas hacia el cielo. Todos
musulmanes, cristianos y judos
deseaban las mismas cosas: salud y paz.
El enorme imperio se encontraba en
estado de agitacin desde haca dos
aos, con el pueblo abatido por
disturbios, incendios, pestes, guerras y
dificultades econmicas. Y ahora, al
advertir que el sultn era incapaz de
resolver aquellos problemas, decidieron
solicitar la ayuda de los grandes
poderes. Todos pronunciaban el mismo
pedido de gracia.
El saray tambin afrontaba tiempos
difciles. Desde haca tres aos las
rebeliones, los motines y las agitaciones
sembraban el caos desde Erzurum a
Egipto, y en la misma Estambul. Un
hombre que viva all haba declarado
recientemente que l era el Mesas y lo
empalaron delante de la mezquita de
Bayazid. Lidiar con los jenzaros no era
tan sencillo porque sus demandas eran
interminables, y el sultn haba tenido
que aceptar la mayora de ellas de mala
gana.
Despus del homicidio del
gobernador de Budapest, su sucesor fue
misteriosamente asesinado por los
guardias de la ciudad, que se haban
rebelado al no recibir la paga
apropiada. Las fuerzas enviadas para
sofocar el disturbio colgaron a treinta y
cinco de ellos en un da.
Los jenzaros que no haban
aceptado el pago con sikkes devaluados
eligieron la misma forma de protesta en
Tebriz. Pero esta vez el gobernador hizo
un pacto secreto con los beys curdos, y
estos mataron a mil ochocientos
soldados.
Quiz Estambul fuera la ciudad
menos afortunada. Cada da los
jenzaros incendiaban las casas y
saqueaban negocios. El sultn era
incapaz de detener aquel reinado del
terror, aun cuando haba designado
funcionarios especiales para la tarea. Al
enterarse de que los ciudadanos se
haban congregado en las cumbres de los
montes para rezarle a Dios, se sinti
deprimido. Y aunque casi nunca dejaba
el saray, decidi embarcarse en el kayik
del sultn y viajar por el Bsforo para
no ser testigo de la sombra reunin.
Glata
El saray era un caos total. Y sin
embargo, Esther encontr la felicidad
que le haba sido esquiva toda la vida.
Su espritu haba florecido desde la
noche en que le haba confesado a su
hijo la verdad. Pareca que la haban
tocado las alas de un ngel.
La familia era adinerada y aunque
todos dejaran de trabajar les alcanzara
para las futuras generaciones. Sus
riquezas provenan tanto de sus negocios
en Estambul como de la lotera de
Venecia. Y lo que es ms importante: lo
nico que no haban tenido, paz, por fin
haba llegado.
Can, Abraham y Sami eran felices
viendo a Moiss y a su madre en tan
buenos trminos, aunque no
comprendan con claridad la razn del
cambio. La familia se reuna bastante a
menudo, y de vez en cuando Mihi, que
trabajaba como contable en el saray,
acompaaba a Moiss.
Moiss y Esther decidieron no
decirle nada a nadie acerca de la carta
del pasado, ni siquiera a Mihi. No
queran poner en peligro el equilibrio
que sus vidas haban alcanzado. Pero
Esther hizo de todo para ayudarlo, como
si tratara de pagar una vieja deuda.
El da en que los ciudadanos de
Estambul se reunieron para pedirle a
Dios paz y salud, Esther y sus hijos
almorzaban juntos en la famosa finca de
Glata. Las risas de felicidad y las
voces animadas de los nios resonaban
por los corredores de mrmol. De
repente, uno de los nios apunt hacia el
mar y grit asombrado:
Mirad!
Era el lujoso kayik del sultn de
Murat. Docenas de hombres remaban al
mismo tiempo como si fueran un solo
cuerpo, impulsando el kayik mientras se
deslizaba por las azules aguas del
Bsforo.
Sorprendente! exclamaron los
huspedes. El sultn ha salido!
Esther dijo:
S, pero no es una buena seal.
Can replic:
No tiene la personalidad de un
sultn. Creo que si tuviera la
oportunidad, buscara una vida ms
pacfica. Y yo creo
Sin levantar la cabeza de su plato,
Sami lo interrumpi:
De todas formas, en verdad no es
l quien dirige el Imperio. Todos
sabemos que es Safiye la que gobierna.
Y desde hace muchos aos dijo
la esposa de Abraham.
Sonriendo, Abraham agreg en un
susurro:
Lo que significa que nuestra
madre controla nuestro Imperio.
Moiss frunci el ceo. Esther lo
mir por el rabillo del ojo y dijo:
Dios nos proteja. Yo soy nada ms
que una mujer de negocios. De vez en
cuando, Safiye me pide consejo y trato
de ayudarla cuanto puedo. Eso es todo.
Nunca he estado mucho tiempo en el
harn.
Mihi estaba pensando que la
distancia que Esther mantena respecto a
los asuntos de estado era una buena
actitud.
Algo puede suceder en cualquier
momento en el saray manifest.
Los jenzaros todava estn enfurecidos
por las devaluaciones de los sikkes. Me
parece que ahora les toca rebelarse a los
soldados de caballera. Sabis que el
dinero para gastos diarios de Safiye se
ha incrementado a tres mil akches? Es
vergonzoso! Pienso que lo mejor es
permanecer alejado del saray por un
tiempo.
Esther levant la mano.
Este no es ni el momento ni el
lugar adecuado para discutir esas cosas.
Hablemos de temas ms alegres. Esta es
una comida familiar, no un triste divn.
27 de enero de 1593.
Palacio Topkapi
No pas mucho tiempo sin que las
palabras de Mihi se hicieran realidad.
Los disturbios de los soldados de
caballera comenzaron cuando ellos
recibieron solo parte de su paga y los
jenzaros el monto completo. Entonces
se reunieron frente al saray y gritaron:
La cabeza del jefe contable debe
caer. Queremos su cabeza!
Los negociadores conversaron con
ellos y luego volvieron al divn.
Finalmente, el sultn Murat les envi
cientos de bolsas llenas de akches. Con
todo, los enfurecidos soldados todava
exigan la ejecucin del jefe contable.
Algunos de los visires salieron para
pedirles que reconsideraran su actitud,
pero los apedrearon por toda respuesta.
Mihi miraba preocupado las
inmediaciones desde el interior del
saray, aunque l no corra peligro
debido a sus responsabilidades
menores. Cuando los imanes de las
mezquitas de Hagia Sophia y
Suleymaniye llegaron, l y los dems
respiraron ms aliviados pues estaban
seguros de que aquellos hombres
podran concertar la paz. Por desgracia,
todos se equivocaban, pues las
negociaciones se interrumpieron tras dos
horas. El jefe contable dijo que se iba a
rendir a los soldados rebeldes de la
caballera y se coloc un turbante verde
como seal de martirio. Todos los
miembros del divn se pusieron en pie
entre lgrimas y uno de ellos, hablando
en representacin de todos, dijo:
No vamos a sacrificarnos por
estos voraces pecadores. Este es un
divn honorable, y t no saldrs!
La tensa atmsfera dur hasta el
final de la tarde e incluy pedradas. De
pronto alguien grit: Tenemos que
luchar!
Todos pensaron que el que haba
hablado era el sultn, que se le haba
acabado la paciencia y atacado a los
soldados. Desde los visires hasta los
sirvientes del saray, pasando por los
jardineros y cocineros, todos corran
con cualquier tipo de arma que
encontraron. Al ver a estos cientos de
personas llevando palos, tablones de
madera, cuchillos de cocina y ganchos,
los soldados de caballera dieron la
vuelta para escapar, pero el camino
estaba bloqueado con las carretas que
traan madera al saray. Los habitantes
del saray mataron a trescientos
cincuenta en aquel caos. Hasta el propio
Mihi mat a dos soldados.
Cuando la matanza termin, el jefe
de los jenzaros orden que los soldados
de caballera que quedaban volvieran a
sus barracas. El saray estaba a salvo.
Los cuerpos no fueron enterrados sino
arrojados al mar de Sarayburnu, como
una advertencia contra posibles
insurrecciones.
28 de septiembre de
1595. El harn
imperial
Esther no haba visto el saray tan
silencioso desde haca aos. Solo sus
cansados pasos resonaban en los largos
y sombros corredores de piedra. Qu
habra ocurrido? Algo deba de andar
muy mal. Sera parte de un plan en su
contra?
Examin el entorno silencioso con
ojos que reflejaban preocupacin. Por
qu Safiye iba a tramar algo en su
contra? Empez a preocuparse. Era la
primera vez que visitaba el harn desde
la muerte de Murat. Safiye era la Madre
Sultana desde haca un ao.
Todos consideraban a Safiye
despiadada, pero Esther saba que no
haba otra forma de sobrevivir en el
harn. Si ella les diera a los enemigos
una sola oportunidad, la asesinaran en
un instante. Las leyes del harn eran
duras y estrictas, pero tal vez no era
diferente de otros palacios en otros
pases.
Esclavo de sus deseos fsicos, Murat
se haba rodeado de mujeres, y haba
dejado veintisiete hijas y veinte hijos.
Haba llorado con la matanza de sus
cinco hermanos debido a las Leyes del
Conquistador, pero los ojos de su hijo
Mehmet ni siquiera se humedecieron
cuando l orden terminar con la vida
de sus diecinueve hermanos. Tambin
haba ordenado que arrojaran al mar de
Mrmara a las mujeres que estaban
embarazadas. Era el sultn ms
desalmado que Esther haba visto, a
pesar de que ella tena dudas que
aquello le reportara algn beneficio.
Safiye haba escuchado el consejo
de Esther y despus de la ceremonia de
entierro de los shahzadahs envi a
todos los habitantes del palacio,
incluyendo a la Haseki Sultan y a sus
sirvientes, al viejo saray. Tena que
estar sola para poder ejercer en paz su
influjo sobre el sultn, y pronto sac
provecho de sus acciones. Mehmet hizo
todo lo que su madre le dijo.
Kiraze, querida!
Era Safiye. La estaba esperando al
final del pasillo con los brazos abiertos.
Abraz a la anciana como si fuera su
propia madre:
Dnde estuviste, querida ma?
Me equivoqu en algo?
De ningn modo, Safiye. Te
olvidas de mi edad. Soy una mujer
anciana, muy anciana. Tengo ochenta y
cinco aos, querida.
Safiye exclam:
Ochenta y cinco! Quin lo
creera? No aparentas ms de sesenta
Se inclin para besar las mejillas
arrugadas de Esther.
Qu pasa, Safiye? Por qu est
tan silencioso el saray?
No te has enterado? Mehmet
orden que todos los habitantes de
Estambul fueran a rezar a Okmeydani.
Esther no pregunt por qu; ella
saba que los otomanos estaban muy mal
posicionados en los Balcanes. Haban
perdido Esthergon, luego Varna, Kili,
Silistre, Ruscuk y Bucarest. Las
rebeliones de Celali en Anatolia todava
eran encarnizadas. La gente del Imperio
sufra, mientras el saray desbordaba de
lujo. Entretanto, el ejrcito estaba
esperando el da exacto para volver a
sublevarse.
Todos los visires, tutores y sheiks
se han ido a rezar.
No escuch nada de eso. Estos
das estuve casi todo el tiempo en casa.
Solo los musulmanes fueron
invitados. Mi Mehmet es muy religioso.
S, lo s. Escuch decir que
prohibi beber vino, y dicen que es muy
duro con quienes no obedecen la sharia.
Orden realmente el estrangulamiento
de aquellas tres mujeres?
Safiye se encogi de hombros.
Eran solo algunas prostitutas.
Esther no dijo nada; no tena por qu
estar en desacuerdo con una ley
otomana.
Quieres algo de m, Safiye?
pregunt.
Estoy en una posicin muy difcil,
Kiraze. Su rostro era adusto. Como
t sabes, a pesar de todos mis esfuerzos,
los otomanos an no me han aceptado.
Pueblo estpido! Lo que quiero para
ellos es por su propio bien. Deseo que
el Imperio sea igual a las monarquas
occidentales. Tal vez yo no sea
realmente una buena musulmana, pero
tampoco fui nunca una buena cristiana.
Sin embargo, les he pedido a mis
hombres que terminen la construccin de
la mezquita que llevar mi nombre.
Esther se esforz por contener la
risa. Safiye haba elegido un lugar
terrible para la mezquita: la entrada del
Cuerno de Oro, cerca del mar, motivada
tal vez por su nostalgia de Venecia. En
cualquier caso, haca doce aos que
estaba en construccin y haba
provocado muchos problemas sociales.
Todos los judos, armenios y griegos que
vivan cerca haban tenido que mudarse
a otros vecindarios, para no ocupar una
zona islmica sagrada. Haban cambiado
el nombre de la mezquita por el de
Zulmiye.
Recuerdas los rumores que se
extendieron por Estambul durante los
mil aos del calendario de la Hgira?
Esther inclin la cabeza. Cmo
podra no recordarlo? Tres aos atrs,
algunos derviches haban comenzado a
caminar por las calles gritando que se
acercaba el fin del mundo. Anunciaban
que la seal de ese fin podra ser el
ascenso de un soberano cristiano al
Imperio islmico, y haban dado a
entender que el monarca sera una mujer.
Era obvio a quin se referan: Safiye. Un
odio oculto profundamente durante aos
haba aparecido en el rostro de la
sultana. Mucha gente quera verla
muerta. Tena enemigos dentro y fuera
del Imperio. Kiraze tuvo que pensar
mucho para encontrar una solucin. Le
haba aconsejado a Safiye que
convenciera al sultn de que cerrara
todas las iglesias como una forma de
asegurarle a los musulmanes que ella era
una ms de ellos. Lo ms importante era
comenzar con las clausuras; ms tarde
las iglesias podran volver a abrirse.
Aun cuando Safiye haba hecho una
mueca de dolor, al escuchar la propuesta
de Esther, despus del xito del plan, la
colm de numerosos regalos.
Pero, ahora, aquellos das
difciles se han ido, mi querida Safiye
dijo Esther.
Gracias a Dios. Ahora existe otro
peligro.
Cul es?
El gran visir quiere llevar a
Mehmet a Europa en una expedicin
militar.
Guerra? Con qu dinero? Estn
locos?
Estoy de acuerdo contigo, pero el
gran visir es inflexible. l dice que la
gente quiere ir a la guerra,
especialmente los jenzaros. Algunos
visires dieron a entender que el sultn
era un cobarde comparado con el viejo
Solimn, que march a la batalla a la
edad de setenta aos. No recuerdan lo
que le sucedi? Lo mataron y trajeron el
cuerpo cuarenta das despus de su
muerte. Sabemos lo que le sucede a los
sultanes que obedecen a los jenzaros.
Solo un idiota puede escucharlos.
Esther tena la sensacin de que la
verdadera dificultad era la posibilidad
de que su hijo estuviera apartado de ella
tanto tiempo. l podra volver
transformado en una persona diferente
despus de una expedicin tan
prolongada, y eso era insoportable para
ella. Ella solo podra respirar ms
libremente si gobernaba el Imperio.
Pero cmo podras detener su
partida, querida? pregunt Esther.
No s, necesito tu ayuda. Tengo
una idea, pero
Cuntamela.
Creo que si yo comenzara a
propagar un rumor
Qu clase de rumor?
Bueno, Mehmet es un hombre muy
quisquillo, como t bien sabes. Se pone
de pie cada vez que se menciona el
nombre del profeta!
Esther la escuchaba atentamente.
Si yo tuviera que iniciar el rumor
de una rebelin Imaginemos, por
ejemplo, que digo que los cristianos
estn matando musulmanes en algunas
regiones. Entonces l no podr dejar
Estambul.
Pero, Safiye, semejante rumor
podra muy bien provocar una masacre.
Querida, estoy pensando nada
ms. An no he puesto nada en marcha.
Y recuerda que t fuiste la que me
aconsej cerrar las iglesias la ltima
vez que tuve problemas.
Pero, Safiye, existe una gran
diferencia entre cerrar una iglesia y
matar a un hombre.
No te preocupes, puedo dominar
las cosas.
Esther se levant.
Veo que ya has decidido qu hay
que hacer. Ests luchando por el poder y
la vida, pero no te olvides de que nadie
obtiene algo sin pagar un precio.
Dices que no debera iniciar
ningn rumor?
No, pero te aconsejo que
reflexiones mejor en lo que podra
suceder. Piensa en el precio que tendrs
que pagar y luego decide. T sabes que
te quiero como si fueras mi propia hija.
Te deseo un feliz y saludable futuro.
Yo tambin te quiero. No s qu
hara sin ti!
Tom del brazo a la anciana y ambas
caminaron hacia la puerta, donde la
aguardaba el palanqun.
14 de diciembre de
1596. Saray de
Davutpasha
Las oraciones masivas de los
musulmanes no haban mejorado la vida
en el Imperio. En todo caso, las penurias
se multiplicaron. Ocho das despus de
las ceremonias, el noroeste de Anatolia
fue sacudido por un poderoso terremoto
que afect tambin a la capital. Muchas
casas y puentes se derrumbaron; las
clidas fuentes de los hamams se
secaron y volvieron a surgir en otros
lugares. El terremoto no fue tan fuerte
como el ocurrido durante el reinado de
Bayazid II, empero miles de personas
seguan sufriendo.
An as, la tragedia causada por la
naturaleza no fue tan terrible como la
que Safiye tena en mente. Despus de
hablar con Esther, la Madre Sultana
haba comenzado a maquinar sus
diablicos planes. El sultn se
impresion al escuchar de boca de su
madre que todos los cristianos deberan
ser asesinados. Safiye sostuvo su
estrategia inventando historias, pero no
obtuvo tanto apoyo como el que
esperaba. Para mantener a la madre de
su lado, Mehmet III haba ordenado a los
griegos solteros de Estambul que
dejasen la ciudad en un plazo de tres
das.
El sultn dio asimismo orden a los
jenzaros de marchar hacia Europa para
luchar una vez ms contra los giaours.
Estuvieron fuera durante meses, y hoy
era un da memorable
Mehmet III retornaba como un sultn
victorioso, pues los otomanos haban
derrotado al enemigo en la planicie de
Mohcs. Los visires y los pachs
hubieran deseado que el sultn se
quedara y siguiera liderando el ejrcito
en las batallas, pero estaba cansado de
dormir en tiendas de campaa y decidi
regresar a Estambul. Los lderes
militares, segn l, podan hacerse cargo
de lo dems.
La noche previa a la llegada de su
hijo, Safiye lleg al saray de
Davutpasha con todos los miembros del
harn. El sultn iba a pasar la noche en
palacio, y a la maana siguiente todos
regresaran al saray de Topkapi.
Los visires, los caimacanes pach,
el muft y otros oficiales importantes se
pararon en fila de acuerdo con sus
rangos. Se cubrieron las calles con
alfombras, y en cada esquina arda
incienso. Tres toros y diez ovejas
esperaban ser sacrificados en cada una
de las mezquitas construidas en nombre
de los sultanes; dos mil mercaderes y
cuatro mil trabajadores de astilleros se
aprestaban a saludarlos. Los coros
religiosos recitaban el Corn en voz
alta.
Cuando las banderas verdes y rojas
del sultanato aparecieron en el
horizonte, una multitud se levant, y al
ver el enorme turbante blanco del sultn
lo vitorearon de todo corazn.
Safiye le dio la bienvenida a su hijo
a la entrada del mabeign.
Estaba vestida con un caftn de
terciopelo verde y un shalwar de seda
color damasco. El cabello caa en rizos
rubios sobre los hombros y llevaba un
velo de tela brillante, bordado en oro
unido al fez. Usaba anillos, aros y
gargantillas engarzados de esmeraldas,
del mismo color que sus ojos. Nadie
podra creer que tena alrededor de
cuarenta y seis aos, pero al ver su
belleza, todos los espectadores se
dieron cuenta de por qu Murat, a pesar
de todas las mujeres ms jvenes que lo
rodearon, haba sido incapaz de dejarla.
Esta inteligente y atractiva mujer
trat de ocultar sus preocupaciones e
impaciencia detrs de una expresin de
entusiasmo. Todava ejercera una
influencia tan poderosa sobre su hijo
como antes?
Al verlo, se arrodill de inmediato
para saludarlo y bes el borde de su
caftn:
Que Dios te bendiga, nuestro
sultn, nuestro amo dijo con voz
respetuosa.
El sultn la tom de la mano y la
ayud a ponerse de pie.
Sean cuales sean nuestros logros,
han sido posibles con la santa ayuda de
Dios y de tus valiosos esfuerzos,
querida madre.
Al cabo de varios meses de
preocupacin, Safiye haba encontrado
la paz que anhelaba.
Gracias a Dios dijo en voz alta.
18 de junio de 1598.
Saray de Topkapi
No les entregar a Kiraze, aunque yo
tenga que morir grit Safiye.
El sultn baj la vista sin decir una
palabra.
El caimacn Halil Pach, que
representaba al gran visir en su
ausencia, dijo:
Alteza, nuestra Madre Sultana, si
no cumplimos con las demandas de los
soldados de caballera ahora mismo
correremos un grave peligro. En
cualquier momento pueden entrar en el
saray. Estamos en peligro, incluso
vos
Yo? Puedes decirme cundo no
he estado en peligro? Camin
preocupada de un lado a otro. Si
tienen que llevarse a alguien, por qu a
Kiraze? Por qu no a Salomn? Qu
quieren de una mujer de ochenta y ocho
aos?
Al escuchar el nombre de Salomn,
tanto el Sultn como el caimacn se
levantaron bruscamente.
No! Es imposible.
Safiye palideci y grit:
Por qu?, por qu?
Salomn nos es muy til
respondi el sultn. No podemos
entregrselo a esos locos. Contamos con
l para negociar con Europa, mi
estimada Madre Sultana. Por favor, no
nos pidas eso.
Safiye se volvi hacia su hijo
buscando una solucin para aquella
terrible disyuntiva. Entretanto, l se
mordisqueaba el bigote.
El tiempo se agota, mi sultn. No
os lo pido por m, sino por vos, por
vuestra salud y seguridad y por la
continuidad de la sangre otomana. Por
favor, llamad a Kiraze.
Halil Pach fue hacia la ventana y
desde all observ con preocupacin lo
que ocurra afuera. En ese momento, una
piedra hizo aicos el vidrio. El sultn
corri hacia la puerta, pero,
instintivamente, se detuvo y dijo:
Nosotros tenemos obligaciones,
mi apreciada madre. Por desgracia,
tenemos obligaciones Se volvi a
Halil Pach diciendo: Llmala!
Sin decir una palabra, Safiye dej
caer los brazos, flccidos, como si no le
pertenecieran. Se haba vuelto vieja en
segundos.
El caimacn mand sin tardanza a
dos eunucos en un palanqun muy lujoso
a Glata, para que trajeran a Esther a
palacio.