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Bolilla Nº2 - Contratos

Unidad Nº2 – Clasificación de los Contratos

1) Clasificación de los contratos


Introducción. La clasificación según el Código Civil de Vélez Sarsfield
Para sistematizar el estudio de los contratos es útil clasificarlos.
El Código Civil de 1871, elaboró la clasificación teniendo en mira el contrato paritario formado mediante el
consentimiento negociado. El método se justificaba porque ese fue el contrato al que exclusivamente se refirió el
codificador del siglo XIX.
Pero hoy es necesario tener en cuenta los cambios operados en la vida social, económica y política, que han dado
lugar a la aparición de nuevas categorías de contratos y de prácticas contractuales:
a) La incorporación al nuevo Código de contratos que antes, eran innominados o atípicos, como el suministro
o el factoraje;
b) La subsistencia de leyes especiales aplicables a determinados contratos respecto de los cuales el sistema del
Código es subsidiario, como el de emisión de una tarjeta de crédito, el de medicina prepaga;
c) La comprobación de que el consentimiento negociado ha dejado de ser imprescindible, por la aparición de
contrato por adhesión, los intercambios patrimoniales o negociados (cajero automático, máquina expendedora de
productos consumibles, contratos electrónicos), etc.;
d) El incremento en el número de contratos de colaboración o asociativos que se celebran, cuyas reglas y
principios se apartan de las del contrato de cambio, que era la figura dominante en el esquema del Código Civil;
e) El auge de la atipicidad.

La clasificación según el Código Civil y Comercial. Unilaterales y bilaterales.


El art. 966 establece: “Los contratos son unilaterales cuando una de las partes se obliga hacia la otra sin que ésta
quede obligada. Son bilaterales cuando las partes se obligan recíprocamente”.

Ámbito de aplicación. Los contratos creditorios.


Si contrato es todo acto jurídico bilateral o plurilateral con contenido patrimonial, se entiende, que son tales,
tanto los actos que tienen por objeto mediato derechos de crédito u obligaciones, sea creándolas, transfiriéndolas,
modificándolas o extinguiéndolas, como aquellos cuyo objeto inmediato son los derechos reales o intelectuales.
Para encarar el estudio de los contratos unilaterales y bilaterales es necesario separar la primera categoría,
formada por los actos que inciden en el campo de los derechos de crédito y dentro de ella, aislar los contratos
que crean obligaciones, llamados por ello contratos creditorios (compraventa, permuta, locación, etc.) porque
esta primera clasificación legal alude especialmente a ellos.

La terminología respecto de los actos jurídicos.


El criterio para clasificar los actos jurídicos en unilaterales y bilaterales que resulta implícito en el nuevo
Código, está dado por el número de centros de interés necesarios para dar vida al acto jurídico de que se trate. Si
basta la concurrencia de un único centro, estamos en presencia del acto unilateral, como es el caso del
testamento. Si en cambio, se requiere la participación de dos centros como ocurre con el contrato o con el acto de
celebración del matrimonio, el acto será bilateral. Si son necesarias para su formación más de dos partes, el acto
es plurilateral.

El contrato como acto jurídico.


La ley divide los actos jurídicos bilaterales llamados contratos según que por los efectos que se producen resulte
obligada sólo una de las partes (unilateral) o ambas recíprocamente (bilateral).
Así, la compraventa, mirada como acto es bilateral porque requiere el consentimiento de vendedor y comprador
y, mirada como contrato, es también bilateral, porque ambas partes resultan recíprocamente obligadas. Se podría
decir que la compraventa es bilateral y bilateral.
Pero si debemos caracterizar un contrato bilateral, al clasificarlo no es necesario tildarlo, también, como “acto
bilateral” porque éste carácter, por ser general (a todos los contratos) e incuestionable, no aparecerá enumerado
entre sus caracteres específicos, por lo que no habrá reiteración.

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Criterio de distinción:
Los bilaterales.
Un contrato es bilateral, cuando ambas partes quedan obligadas y las principales obligaciones de las partes
tienen carácter recíproco o interdependiente. Ej: compraventa.
La bilateralidad de la que se habla es creditoria, está referida a obligaciones, y debe ser genérica y funcional; lo
primero, porque ambas obligaciones deben nacer al tiempo de celebrarse el contrato; lo segundo, porque la
recíproca interdependencia entre las obligaciones debe subsistir al momento inicial. Si luego de celebrado un
contrato, genéticamente bilateral como la compraventa, si el vendedor renuncia a su derecho de cobrar el precio,
se habrá convertido en donación. La nota clave de la bilateralidad es la interdependencia recíproca de las
obligaciones; ello supone que la obligación de una de las partes encuentra la razón de su existencia en la
obligación de la otra parte.

Los unilaterales.
Existen dos posibilidades para que un contrato sea calificado como unilateral:
1. Cuando sólo una de las partes se obliga hacia la otra, el contrato es unilateral en sentido estricto, como ser,
el mandato, la donación pura y simple, la fianza pura o típica, etc.
2. En aquellos casos en que si bien ambas partes están obligadas, no existe entre las obligaciones de las partes
un vínculo de reciprocidad o interdependencia, estos son los contratos no rigurosamente unilaterales, por
ejemplo, la donación con cargo.

Los llamados bilaterales imperfectos.


Son llamados así, aquellos casos en que si bien el contrato es de los que crea obligaciones a cargo de sólo una de
las partes, también la otra parte puede posteriormente resultar obligada, adquiriendo el contrato la apariencia de
uno bilateral como ocurriría con el mandato gratuito, cuando el mandatario resulta luego acreedor por gastos que
se vio forzado a realizar en favor del mandante, quedando éste obligado a restituir al primero las sumas que se
hubiesen gastado.
La doctrina ha negado que en estos casos u otros similares haya bilateralidad contractual, ni siquiera imperfecta,
porque al no existir entre las obligaciones de las partes el necesario vínculo de reciprocidad o interdependencia,
falta el elemento esencial de la bilateralidad.

Importancia práctica de esta clasificación.


Esta clasificación tiene importancia porque:
 Permite precisar la disciplina jurídica que le cabe al contrato bilateral en el sistema del nuevo Código Civil y
Comercial;
 Importa destacar esa disciplina porque los bilaterales tienen previstas reglas particulares en determinados
supuestos;
 También es importante precisar el régimen de los unilaterales porque ese régimen se aplica, subsidiariamente,
a la declaración unilateral de voluntad prevista como fuente de las obligaciones;
 En cada oportunidad en que se encuentre en el Código, una norma que se refiera al contrato unilateral o
bilateral, el intérprete sepa que se entiende por tal según los términos de la propia ley.

2) Contratos plurilaterales
El acto y el contrato plurilateral. Diferencias.
El calificativo plurilateral le cabe tanto al género acto jurídico como a su especie el contrato.
Se sabe que un acto es plurilateral cuando para su perfeccionamiento deben concurrir por lo menos tres centros
de interés o partes. Su característica fundamental es el número de partes. En el caso de la delegación subjetiva
con efecto novatorio o en el de la cesión de posición contractual, se ha dicho que se está ante actos plurilaterales
que, además, son contratos plurilaterales por su estructura.

El acto plurilateral como contrato. El art. 977 del Código Civil y Comercial.

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Art. 977 (primera parte).- Contrato Plurilateral. “Si el contrato ha de ser celebrado por varias partes, y la oferta
emana de distintas personas, o es dirigida a varios destinatarios, no hay contrato sin el consentimiento de todos
los interesados…”
Con este artículo, se está exigiendo, como regla general, que el consentimiento contractual sea prestado por
todas las partes, sean oferentes o aceptantes, que están interesadas en su celebración.
Pero esta redacción puede crear dudas acerca de si cada “parte” debe ser necesariamente pluripersonal o si el
supuesto requiere la concurrencia de “varias partes” y de “distintas personas”, como si se tratara de sujetos
diferentes. Wayar interpreta que este art. debe leerse: “Si el contrato ha de ser celebrado por varias partes, en
caso de que éstas, sean oferentes o destinatarias, estén integradas por distintas personas, no hay contrato sin el
consentimiento de todos los interesados…”
Se incurrió en un defecto de técnica legislativa, porque en todos los contratos, en tanto se trata de actos
bilaterales, si alguna o ambas partes se integra con una pluralidad de personas, también es necesario el
consentimiento de todas ellas, porque de lo contrario el acto les será inoponible. Esta exigencia debe tener
carácter general.
No exacto que en todos los casos de vínculos plurilaterales si una de las partes no presta su consentimiento, no
hay contrato. En caso de que la distintas “partes” fuesen pluripersonales, la regla que exige el consentimiento de
todos los interesados, aparece atenuada cuando en la última parte del art. se lee “… excepto que la convención o
la ley autoricen a la mayoría de ellos para celebrarlo en nombre de todos o permitan su conclusión sólo entre
quienes lo han consentido”.
Como la plurilateralidad contractual prevista en el nuevo Código es sólo estructural, el art. 966 en su última
parte dispone que “… Las normas de los contratos bilaterales se aplican supletoriamente a los contratos
plurilaterales”

La pluralidad funcional.
Juzgamos como una omisión del nuevo Código no haber incluido una regulación, al menos básica, de la
pluralidad funcional como existe en otras legislaciones.

Caracterización del contrato con plurilateralidad funcional.


1. La plurilateralidad funcional en la mayoría de los casos precisa el concurso de más de dos partes, esa
pluralidad es eventual porque, como ocurre en el contrato de sociedad que si bien se constituye por lo común con
tres o más socios, puede quedar reducido a dos y no perderá por ello su carácter plurilateral por sus efectos.
2. En la pluralidad funcional se aprecia que las distintas partes persiguen una finalidad o interés común.
3. Lo más importante y decisivo para calificar a un contrato como plurilateral por sus funciones, es que no se
producen efectos propagatorios, las vicisitudes que sufra el vínculo de una de las partes no se extiende a las
demás, ni provoca la nulidad o ineficacia del contrato.

Su recepción en nuestro derecho.


La figura del contrato plurilateral por los efectos, ha sido incorporada desde hace tiempo a nuestro derecho con
la ley 19.550. Fue a partir de las normas de esa ley que se podía afirmar que el acto constitutivo de una sociedad
fue concebido como plurilateral de organización, de acuerdo con el criterio de la no expansión de los efectos.

Otros posibles supuestos de plurilateralidad funcional.


a) La transacción celebrada entre tres o más partes litigantes: se le puede objetar que si bien se da la
pluralidad de las partes, la transacción típica, por naturaleza, no es un contrato creditorio en el sentido de
crear obligaciones sino que, por el contrario, las extingue, de manera que es difícil que se puedan dar los
efectos propios de la plurilateralidad contractual.
b) El contrato de juego: en el que participan tres o más jugadores formando un pozo común, frente a la
banca, por la que se configuraría una pluralidad de partes. Se puede objetar que, no se puede afirmar que
se dé unidad funcional, en el sentido de que las prestaciones de todas las partes estén dirigidas a un fin
común.
c) Contratos asociativos: Wayar sostiene que toda esta gama de contratos constituyen también, especies de
contratos plurilaterales, por presentar rasgos propios de la especie.

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3) Onerosos y gratuitos
El art. 967 del nuevo Código, dice en su encabezamiento: “Contratos a título oneroso y a título gratuito”
Terminología.
Afirmar que los contratos son “a título” oneroso o gratuito es incorrecto, el contrato no proviene de un título sino
que en sí mismo sirve como título para la adquisición de los derechos de que se trate; lo correcto es afirmar que
los derechos y obligaciones contractuales se adquieren “a título” oneroso o gratuito.

Criterio para establecer la distinción.


El art. 967 dice: “Los contratos son a título oneroso cuando las ventajas que procuran a una de las partes les son
concedidas por una prestación que ella ha hecho o se obliga hacer a la otra. Son a título gratuito cuando aseguran
a uno o a otro de los contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a su cargo”.
Opinión de Wayar: Un contrato es oneroso cuando por lo menos una de las partes obtiene una ventaja a cambio
de un sacrificio suyo, que es ventaja para la otra parte o para un tercero y es gratuito cuando falta ese sacrificio.
Para que haya onerosidad es suficiente que una de las partes obtenga una ventaja siempre que, por recibirla, deba
hacer un sacrificio. Ese sacrificio puede constituir o no una ventaja en favor del otro contratante; bien puede
beneficiarlo o bien puede beneficiar a terceros indeterminados, pero en cualquier caso habrá onerosidad.
Ejemplo: un banco le presta dinero, sin intereses, a una clínica especializada en cardiología para su
equipamiento, pero el prestamista le impone a la clínica el cargo de prestar gratuitamente servicios durante un
tiempo a los pacientes carecientes que lo soliciten. Se advierte que entre la obtención del préstamo por la clínica
y el cargo que debe cumplir, no existe vínculo de reciprocidad. No hay, ni obligaciones ni atribuciones
recíprocas entre las partes, pero la existencia del cargo a favor de terceros indeterminados, le acuerda un
indudable carácter oneroso.

Onerosidad y contratos creditorios bilaterales.


Después de la sanción del CCyCN, bajo sus normas ya no en todos los casos la bilateralidad creditoria supone
onerosidad; en efecto, puesto que algunos contratos reales quedaron convertidos en consensuales, nos
encontramos ahora con importantes supuestos de bilateralidad obligacional sin onerosidad como ocurre con el
mutuo, el comodato, etc.
Por ejemplo, el caso del comodato que el Código anterior concebía como real, unilateral y, por cierto, gratuito,
ha pasado a ser en el nuevo Código, un contrato consensual, bilateral, conservando su carácter gratuito.
Sólo el comodatario obtiene una ventaja sin un sacrificio suyo, pues si bien está obligado a restituir la cosa que
se le prestó, el cumplimiento de esa obligación no puede ser calificada como un “sacrificio” suyo, ni es una
“ventaja” para el comodante. Si bien hay obligaciones recíprocas, no hay onerosidad.
La clave para detectar si un contrato es o no oneroso, consiste en detectar si cuando una de las partes obtiene una
ventaja, debe o no, efectuar un sacrificio, aunque no sea correlativo con la ventaja.
La equivalencia. Los grados de onerosidad.
Se dice, en doctrina, que el grado de onerosidad de un contrato se obtiene comparando la ventaja, con el
sacrificio. Para el derecho, el grado óptimo de onerosidad se logra cuando ventaja y sacrificio guardan relativa
equivalencia. No siempre se alcanza este ideal ya que, por el contrario, la onerosidad admite grados.
Tanto la equivalencia como los distintos grados de onerosidad pueden detectarse, en primer lugar, utilizando un
criterio objetivo: medir en dinero el valor de ventaja y sacrificio según las pautas vigentes en el mercado;
también es posible una valoración subjetiva, propia de los sujetos contratantes, que tome en cuenta los interese,
incluso no patrimoniales, para efectuar la medición.
El Derecho admite la eficacia de los contratos con distintos grados de onerosidad. Considera válidos, incluso,
aquellos que se presentan objetivamente como desproporcionados porque en principio, y sólo en principio, la
fuerza obligatoria del contrato negociado, podría justificar, en un caso concreto, que alguien decida disponer de
sus bienes enajenándolos a bajo precio o, a la inversa, que los adquiera pagando precios elevados.
Pero el ordenamiento jurídico también establece límites en cuya virtud los contratos desproporcionados pueden
ser anulados o reajustados, así: a) cuando se detecta que una de las partes ha ejercido su derecho con abuso o
desnaturalizándolo; b) cuando se comprueba que una parte, explotando la ligereza, necesidad o inexperiencia de

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la otra, ha obtenido, sin justificación, un beneficio patrimonial excesivo; c) cuando un contrato inicialmente
equilibrado se torna excesivamente oneroso, por un acontecimiento extraordinario e imprevisible.

Importancia práctica de la clasificación.


Si es gratuito  se suele exigir con mayor rigor el cumplimiento de la forma determinada, al punto que su
inobservancia provoca la nulidad plena del acto; se excluye la posibilidad de que el autor de un acto gratuito
pueda disponer, por esa vía, de la totalidad de su patrimonio; se agrava la obligación de custodia y de restitución
de la cosa; se impone al beneficiario un deber de gratitud hacia el benefactor, deber que se refleja en el régimen
del pago con beneficio de competencia, en el deber de prestarle alimentos si lo necesitara, en la facultad
acordada al donante para revocar la donación por ingratitud; procede la acción de reivindicación contra el
subadquirente de cosas muebles no registrables a título gratuito, aunque sea de buena fe.
Si es oneroso  si el subadquirente a título oneroso es, además, un tercero de buena fe, aunque el título de su
adquisición fuese nulo, podrá oponerlo a ciertos terceros en los términos del art. 392; el adquirente a título
oneroso tiene una especial protección en caso de evicción o de vicios redhibitorios frente a su transmitentes y
antecesores de éste; constituye el ámbito de aplicación de ciertos institutos que, por su naturaleza, son ajenos a
los contratos gratuitos como es el caso de la lesión y el de la imprevisión contractual; puede ser calificado como
conmutativo o aleatorio.

Contratos conmutativos y aleatorios:


El Código Civil derogado, al clasificar los contratos omitió incluir a los llamados conmutativos y aleatorios.
El CCyCN ha venido a llenar esa omisión en el art. 968, que die: “Los contratos a título oneroso son
conmutativos cuando las ventajas para todos los contratantes son ciertas. Son aleatorios, cuando las ventajas o
las pérdidas, para uno de ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto”.
a) Conmutativos;
Un contrato es conmutativo cuando, al tiempo de su celebración, es posible efectuar una estimación cierta de la
existencia y cantidad del respectivo sacrificio y ventaja.
b) Aleatorios.
Un contrato es aleatorio cuando al celebrarse, el sacrificio de una de las partes es cierto, pero la existencia o
cuantía de la ventaja que se espera obtener es incierta porque depende de un acontecimiento futuro, azaroso. Se
puede ejemplificar con el oneroso de renta vitalicia que es aleatorio porque el deudor de la renta, en el acto de
contratar, conoce la ventaja que recibe pero no puede saber por cuanto tiempo deberá pagar el canon, su
“sacrificio”, en razón de la incertidumbre acerca de la duración de la vida de la persona en cuya cabeza o a cuyo
favor se constituyó la renta.
Los contratos aleatorios pueden serlo por su naturaleza o por voluntad de las partes. Pertenecen a la primera
categoría por ejemplo, el oneroso de renta vitalicia, el juego y la apuesta, etc. Corresponden a la segunda
categoría todos aquellos contratos que siendo naturalmente conmutativos son, por voluntad de las partes,
celebrados o queridos por las partes como aleatorios; como la compraventa de esperanza, la venta con renuncia a
la garantía de evicción, la cesión de herencia efectuada como dudosa a riesgo del cesionario, etc. Es importante
que en éste último caso, se incluya dicha voluntad en una cláusula expresa.

Contratos aleatorios, condicionales y de plazo incierto.


La incertidumbre, puede presentarse como un género que comprende tres especies:
1. Es condicional  cuando del acontecimiento incierto depende la existencia misma del contrato sea
conmutativo o aleatorio que, considerado como un todo, queda sujeto a una condición suspensiva o resolutoria;
2. Es aleatorio  cuando el hecho incierto no afecta la existencia del contrato, sino sólo uno de los extremos
de lo oneroso, incidiendo sobre ambos de modo inverso;
3. Es de plazo incierto  cuando la determinación del tiempo en que deben cumplirse las obligaciones nacidas
del contrato, cuya existencia no está en juego, sea conmutativo o aleatorio, depende de un hecho futuro necesario
que no se sabe cuando sucederá.

Interés práctico de la distinción.

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La categoría de los contratos aleatorios tiene interés, porque para esta especie de contratos onerosos no rigen los
arts. de lesión y teoría de la imprevisión, del CCyCN, en el sentido de que el desequilibrio de la ecuación
económica es propio de los contratos aleatorios.
Sin perjuicio de ello, si la lesión o la excesiva onerosidad sobreviniente se producen en razón de otras causas,
ajenas al alea (circunstancia a la cual se sujeta el resultado de un contrato oneroso) propia del contrato, la
aplicación de aquellos preceptos, según corresponda, será procedente.

Formales y no formales. Nociones.


Art. 969.- Contratos formales. “Los contratos para los cuales la ley exige una forma para su validez, son nulos si
la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma requerida para los contratos, lo es sólo para que éstos
produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, no quedan concluidos como tales mientras no se ha
otorgado el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las partes se obligaron a cumplir con la
expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no imponen una forma determinada, ésta debe constituir sólo
un medio de prueba de la celebración del contrato.”
Interpretación
Los contratos son formales cuando la ley exige una determinada forma, ya sea para la validez del acto, o para
que produzca sus efectos propios o para su comprobación. El Código establece la categoría de los contratos
formales, como excepción al régimen general de libertad de formas enunciado en el art. 1015 CCyC, y la
enuncia estableciendo una división tripartita entre: a) los sujetos a formas absolutas, cuya inobservancia priva de
efectos al acto; b) aquellos para los que se exigen formas relativas; y c) los que tienen pautadas formalidades con
fines probatorios. La formalidad exigida para la celebración del contrato rige también básicamente para las
modificaciones que luego le sean introducidas, salvo disposición legal en contrario o que se trate de una
modificación referida a un aspecto claramente accesorio (art. 1016 CCyC).

4) Contratos nominados (típicos) e innominados (atípicos)


El art. 1143 del Código derogado decía: “Los contratos son nominados o innominados, según que la ley los
designa o no, bajo una denominación especial”. Como lo destacaba nuestra doctrina, no era un problema
relevante para el derecho que los contratos tuvieran o no un nombre, sino que el problema a resolver consistía en
determinar si tenían, o no, un estatuto jurídico propio dispuesto por la ley, porque si un contrato carecía de él, era
necesario decidir a qué reglas y principios debían someterse las partes.
El nuevo Código, ha venido a corregir lo equívoco que tenía el anterior, al disponer en el art. 970 que “Los
contratos son nominados e innominados según que la ley los regule especialmente o no…”

La tipicidad.
Los contratos nominados o típicos son aquellos que están previstos y regulados por la ley o bien, aquellos cuyas
cláusulas están contempladas en un tipo legal. Esta tipicidad puede ser más o menos completa; es más completa,
por ejemplo, en el caso de la compraventa, la locación, etc., y es menos completa, respecto del juego y apuesta o
del boleto de compraventa inmobiliaria.

Declinación de su importancia.
Desde que el Derecho plasmado en normas legales no puede prever todas las posibles relaciones humanas, está
claro que quienes contratan buscan, ante todo, satisfacer sus necesidades y proteger sus intereses aunque para
ello deban pactar cláusulas que no concuerdan con las de los modelos preestablecidos.
El auge de la atipicidad, que reconoce sus fuentes en el grado de complejidad alcanzado por los factores
económicos de producción de bienes, lo que provoca la necesidad de una constante adaptación de los vínculos
contractuales que, por ello, se establecen al margen de la tipicidad legal y en el principio de la autonomía privada
de incuestionable vigencia para los contratos paritarios.

La tipicidad social y el fenómeno de la absorción.


La práctica constante, generalizada y uniforme de relaciones contractuales distintas o diferenciadas de los tipos
legales termina por crear nuevos tipos de contratos. Se abandona la tipicidad legal y se ingresa en la tipicidad
social, cuyas fuentes son los usos, las prácticas y costumbres. Se debe admitir que el sistema plasmado en la

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nueva legislación permite esta especie de tipicidad al establecer el art. 1, último párrafo, que “Los usos, prácticas
y costumbres son vinculantes cuando las leyes o los interesados se refieren a ellos o en situaciones no reglas
legalmente siempre que no sean contrarios a derecho”.
Sin embargo, el CCyCN no ha reconocido expresamente la tipicidad social sino que, aunque el contrato se rija
por los usos o prácticas de un determinado lugar, es considerado innominado; no obstante, es importante
destacar que incluye tales usos y prácticas como “cláusulas”, de tercer orden después de la autonomía de la
voluntad y de las reglas generales de los contratos, como parte del contenido normativo de ese contrato.
Al avance de la tipicidad social debe sumarse, el fenómeno de la absorción, llamado también recepción
legislativa, que se traduce en la tendencia de convertir los contratos usuales en legalmente típicos, lo que
incrementa su número. En nuestro derecho, en las últimas décadas anteriores a la sanción del CCyCN, fueron
objeto de reglamentación legal, entre otros, contratos como el de fideicomiso, el de leasing, etc. El nuevo Código
ha ido más allá, al incorporar esos contratos como tipos legales dentro de su normativa.
La adecuada sistematización de las reglas generales proporcionará un tipo general que siempre será aplicable en
subsidio.

El contenido normativo del tipo.


El CCyCN revisó la prelación del contenido normativo de los contratos típicos. En primer lugar prevalecen las
normas imperativas de orden público (indisponibles) aplicables a los contratos, sea que provengan de una ley
especial o del propio Código, luego se aplican las reglas producto de la voluntad de las partes; en tercer lugar, las
reglas imperativas disponibles del tipo y, por último, las normas supletorias, sean de la ley especial o del código.

Los innominados (atípicos)


La doctrina concuerda en que son contratos atípicos, aquellos para los cuales la ley no ha establecido una
disciplina jurídica propia.
En nuestro derecho las partes pueden pactar, en el marco de los acuerdos negociados, toda especie de contratos
atípicos, según sus necesidades e intereses, siempre que se trate de negocios con contenido patrimonial y que no
se exceda los límites impuestos por las normas de orden público.

Su contenido normativo.
El orden de prelación de las normas aplicables a los atípicos debe ser el siguiente:
1. Las cláusulas que sean producto de la voluntad común, siempre que no vulneren reglas imperativas
indisponibles;
2. Las reglas y principios generales sobre obligaciones y contratos;
3. Las normas de los contratos típicos afines. En lo que atañe a la búsqueda del “tipo afín”, es ésta una tarea de
interpretación, en la que cobran fundamental importancia las circunstancias de cada caso concreto, lo importante,
es no desnaturalizar la voluntad de los contratantes.

En los contratos íntegramente atípicos, llamados puros porque no contienen cláusulas o elementos que
correspondan a un contrato típico, resulta preponderante la autonomía privada, cuyas cláusulas deben integrarse
con las reglas generales de la materia.
La prelación es la que surge de la segunda parte del art. 970 del nuevo Código. Interpretando ese texto en
armonía con el art. 962, cabe tener presente que la autonomía de la voluntad sólo cede frente a las normas
imperativas de orden público.

La cuestión de los contratos usualmente típicos.


Cuando se trata de contratos usualmente típicos, la prelación de reglas aplicables, según pensamos, se altera. Si
bien conservan el primer lugar las cláusulas pactadas ya que se mantiene el imperio de la autonomía privada, en
subsidio, antes de recurrir a las reglas generales, estimamos que debe integrarse el contrato con los usos
normativos y costumbres del lugar de celebración o ejecución, según se trate, atendiendo las circunstancias
particulares de cada caso. Recién debe acudirse a las reglas generales y; por último, a las normas de los contratos
típicos afines.

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El nuevo código no ha adoptado esta tesis, porque los usos y prácticas del lugar de celebración se aplican en
tercer lugar, después de la autonomía de la voluntad y de las reglas generales sobre contratos y obligaciones.

5) Los contratos mixtos


Con el calificativo mixto se señala aquel contrato cuyo contenido normativo se integra, por disposición de la ley
o por imperio de la voluntad de las partes, con cláusulas de un determinado tipo y con otras de un tipo diferente;
o bien, con cláusulas atípicas incorporadas por autonomía de la voluntad.

a) Mixtos típicos.
Se está en presencia de un contrato mixto típico, cuando es la propia ley la que dispone que su contenido
normativo se integre con cláusulas de diferentes tipos.

Integración por remisión.


Tiene lugar cuando la ley, al regular un determinado tipo remite a las reglas de otro tipo, como por ejemplo, en el
caso de la permuta el nuevo Código dispone que este contrato, en todo no lo previsto en sus normas específicas
“se aplican supletoriamente las normas de compraventa”.

Tipos y sub-tipos.
El tipo cesión de derechos que reconoce varios sub-tipos: cesión-venta, cesión-permuta, cesión-donación; si bien
existe un tipo base que proporciona las cláusulas esenciales del contrato, éste se integrará con reglas de otros
tipos, reglas que estarán subordinadas a las del tipo base. Efectuada la integración, se estará ante un contrato
mixto, pero típico.

b) Mixtos atípicos.
Esta especie puede ser considerada la del contrato mixto por antonomasia, tiene lugar cuando en un mismo
contrato, por imperio de la autonomía de la voluntad, las partes deciden mezclar, combinar o entrelazar, según
sus intereses, cláusulas de distintos tipos o incorporara un tipo cláusulas atípicas; por efecto de la combinación
de elementos, el contrato se vuelve total o parcialmente atípico.
Las cláusulas típicas se han de regir por las reglas del tipo correspondiente, en cuanto no contradigan los fines
que las partes quisieron lograr con la acumulación y las atípicas, en primer lugar, se regirán por la autonomía de
la voluntad, luego, por los principios generales de los contratos y, por fin, por las reglas de los contratos típicos
afines.

c) Unión de contratos.
En la unión de contratos, se presentan dos o más contratos distintos el uno del otro, aunque conectados entre sí.
La unión puede ser:
a) Externa: como sucede cuando una persona vende a otra un inmueble y, al mismo tiempo, el vendedor le
alquila a esa misma persona otro inmueble. Se han celebrado entre las mismas partes, una venta y una locación,
contratos distintos el uno del otro, pero conectados entre sí en razón de que las mismas personas son “partes” en
ambos contratos.
b) Interna: tiene lugar cuando entre ambos contratos se establece una suerte de relación de dependencia, sin
llegar a integrarse porque en tal caso se estaría ante un único contrato mixto, por ejemplo, cuando se conviene
que la locación quedará subordinada a la venta, en cuyo caso la validez o nulidad de ésta influye sobre la
primera.

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