Tesis Finalizada
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HOMBRE DE HOY
AT Antiguo Testamento
NT Nuevo Testamento
Agradecimiento
este trabajo de grado, quiero dar gracias a cuantos han sido parte de mi camino y vida vocacional.
En primer lugar, doy gracias a Dios por su llamada a mi persona, por sus gracias y
bendiciones que me ha otorgado y, sobre todo, por su presencia siempre presente que me
acompaña, pues sin Él, no hubiese sido posible todo lo que he alcanzado.
En segunda instancia, quiero agradecer a mi obispo, monseñor José Antonio Canales, quien
ha sido parte de este trabajo, pues se ha interesado mucho en ello para que llegase a su culminación
como tal. En esta misma brecha, doy gracias a mi tutor, el padre Ricardo Flores, quien siempre
estuvo para animarme en el camino, quien con sus consejos y dirección me ayudó para que pudiese
En tercera instancia, doy gracias a mi familia, que con sus oraciones y compañía han sido
un motor para mi crecimiento vocacional, y sin duda que, en este trabajo de grado, también han
estado acompañándome con sus palabras de aliento y motivación. Así mismo, doy gracias a mis
hermanos seminaristas que junto a ellos he ido paso a paso en el camino a la vida presbiteral.
Gracias también a mis amistades que han estado presente en mi caminar de vida cristiana.
Finalmente, doy gracias al Seminario Mayor Nuestra Señora de Suyapa, casa de formación
que me vio crecer y que ahora me da las herramientas para servir en la vida pastoral que
corresponda en la Iglesia.
Dedicatoria
A mi padre, José Lino Raudales, quien falleció en la esperanza de la resurrección, pues
A todo hombre que se ve interpelado y se siente vacío en su realidad existencial, para que
Así mismo, a cuantos luchan pese a la adversidad, para que, no decaigan en la esperanza
de lo que anhelan, si no que, con más confianza y más fe, sigan creyendo en el proyecto de Dios
Introducción
A medida que el hombre va haciendo historia y a fin de comprender los desafíos que
enfrenta en su realidad existencial, tanto por los problemas que irrumpen su realidad personal y
comunitaria, como las preocupaciones que lo interpelan y lo cohíben de vivir con naturalidad o en
plena libertad en su propia existencialidad, la esperanza viene a ser su carta magna, su puerta de
escape, su oportunidad última y definitiva que lo impulsa a seguir adelante, luchando contra toda
adversidad, puesto que, a pesar de todo, la esperanza es la que lo motiva y le da seguridad ante lo
incierto y lo desconocido.
cristiana como respuesta al vacío existencial del hombre de hoy, puesto que, frente a las
preocupaciones que lo interpelan, las esperanzas seculares no son respuestas que lo satisfacen por
realidad humana, si bien, dan respuestas momentáneas pero difieren de la esperanza cristiana, la
máxima radica en la realidad futura, puesto que, como realidad incierta que está a la vuelta de la
provoca cierta inseguridad al ser humano, sin embargo, también induce a la acción activa de la
esperanza cristiana a hacerse presente, en tanto que, responde más allá que cualquier otro sentido
de esperanza.
cristiana en los creyentes cristianos y ser una pauta para quienes no tienen esperanza; sea porque
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nunca se les ha anunciado o porque la misma se les ha sido arrebatada por las crisis o desaciertos
Ante la vaciedad existencial que el hombre de hoy experimenta en su día a día, la esperanza
dentro de su dimensionalidad y su realidad categórica, viene a ser como una “ventana” por la cual
entra un rayo de luz que ilumina y disipa las tinieblas de las crisis, las dudas, los sufrimientos, las
hermenéutica bíblica la metodología básica para que dicha obra se lleve a término, esto con el
propio mensaje esperanzador que conlleva, en tanto que, el hombre de la Biblia es también el
hombre de la historia. Así mismo, la realidad crítica es consecuente de este engranaje, dado que,
hablar de la esperanza implica una acción divina, que se dona, pero también humana, que se
trabaja.
La esperanza es de suyo inherente en el hombre, de allí que, para lograr una mayor
salvífica, misma que se constata con el dato bíblico. Por tanto, la esperanza en su realidad
experiencial no queda absorbida por lo material y mundano, sino que, se expande a lo trascendente,
en tanto que, es sostenida por la fe. De allí que, la esperanza no sea una postergación de lo
anhelado, sino la expectación de una espera atenta y confiada frente a todo camino que se encuentra
por el cual el hombre ha descubierto la esperanza que ha estado siempre inserta en él. Con esta
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premisa, la esperanza no tiene que ver con lo posible sino con lo imposible, puesto que, el objetivo
de la misma es alcanzar un anhelo que va más allá de las propias posibilidades humanas.
En relación al contenido que se esboza en esta obra, tres son los capítulos que la dinamizan,
en la persona de Jesús que ya en el NT se destaca, culminando así con el énfasis que ésta tiene de
AT, comenzando con la realidad de los patriarcas; específicamente de, Abraham, Isaac y Jacob,
posteriormente, continúa por el camino del éxodo y los profetas; que contempla el enfoque de la
relación de la esperanza con la liberación, la alianza y la tierra prometida que, frente a las crisis,
alude a una comunidad esperanzada que brinda las pautas para seguir adelante. En última instancia,
Las nociones que de la esperanza se van suscitando en el AT, marcan una línea esencial en
el contenido de esta obra, dado que, la iniciativa divina es la que atraviesa todo el ensamblaje
histórico salvífico, haciendo que, el hombre vaya asumiendo el proceder de Dios en su ser y ante
que comprenden la persona de Jesús como realidad concreta de la misma, en tanto que, Él es la
pues, como parte del camino de la Iglesia, ésta es inherente en el mensaje misionero y, como
escuela de esperanza, la Iglesia se presenta como la comunidad creyente, que va impulsada por la
camino de liberación en el hombre de hoy”, se abre en son de respuesta a las realidades personales
y comunitarias de las personas, ya que, su objetividad se encamina a que el hombre haga valer su
el mundo.
Si bien, el papel del cristiano frente a los desesperanzados es dar razón de su esperanza, de
allí que, se haga mención de esta realidad experiencial que encarna los valores del reino en la
objetividad de la acción testimonial y, por ende, en el compromiso que comprende la misma. Sin
que hace falta en su persona, de manera que, con una serie de talleres que se esbozan en la temática
de este apartado, se busca implantar el sentido propio de la esperanza en la persona que lo requiera.
Finalmente, a la luz de la encíclica Spe Salvi del papa Benedicto XVI, se busca dar luces
que dirijan al hombre en su caminar, dando las pautas por las cuales se ha de seguir el camino de
humanización con el otro, siendo esto, fuente de esperanza que vitaliza las relaciones
interpersonales.
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desesperanza o en el sin sentido de la propia vida, sino anhelantes, por lo nuevo, bueno y mejor,
que se complementa con la cercanía de Dios, que se abaja para sufrir con el que sufre y que espera
Capítulo I
La esperanza es una realidad que está presente en la existencia humana, y en ella el hombre
se adhiere al anhelo de un acontecimiento que aún no sucede pero que desea que este ocurra, en
este sentido, el hombre de la Biblia, no es la excepción, puesto que, “la revelación bíblica está
salvación” (Peña, 1996, pág. 27). Por tanto, el hombre ante la expectativa del futuro que tiene,
su ser, contando así con la certidumbre de que lo que espera se cumplirá (cf. Is 8, 17; 30, 18)
En el Antiguo Testamento (AT) las nociones de la esperanza son muy constantes, sin
embargo, esta realidad experiencial “no desempeña papel tan importante como en el Nuevo
Testamento” (Bauer, 1967, pág. 330), por consiguiente, este primer apartado, profundiza los
aspectos más prominentes en el desarrollo de la Historia Salvífica, resaltando así que la iniciativa
de Dios en torno a su revelación alude a que ésta no es un sentimiento pasajero, sino más bien, una
experiencia que toma su importancia en la acción propia del creer, de modo que, la fe en su
proceder la sustenta, penetrando de tal modo la propia existencia humana, llegando a tocar lo más
Respecto del propio sentido que manifiesta la esperanza, cabe resaltar que, “a nuestro
esperar corresponden en hebreo cuatro verbos: a) qiwwāh (relacionado con qaw: lo tenso, cordel
de medida), estar en tensión hacia, ansiar (…); b) yhl, aguardar, anhelar (…); c) hikkāh,
aguardar, esperar (…); d) śibber, escudriñar, esperar (…).” (Lothar Coenen, 1990, pág. 130) De
aquí, que su esencialidad se describe como una anticipación crucial de lo que se espera en el tiempo
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futuro, de manera que, no se trata de una realidad superflua en el ser del hombre, sino más bien,
A esta manera de describir tan honda experiencia humana, Fernando Báez, junto con su
Por lo tanto, la experiencia del encuentro con Dios hace palpable la vivencia de la
esperanza, no obstante, tal realidad se esboza en fidelidades e infidelidades, puesto que, por un
lado, están quienes ponen su mirada y su confianza en Dios (cf. Is 25, 9; Jr 14, 8; 17, 13) y por
La Historia Salvífica da un interés muy particular a los patriarcas, puesto que, con ellos se
rememoran los acontecimientos del pasado, mismos que serán de gran impacto para el presente y
En relación a esta realidad temporal, “el proceso histórico está dinamizado por una
promesa que garantiza el futuro humano como futuro absoluto y plenificador; la forma
originalmente bíblica de vivir hacia él es la esperanza” (Peña, 1996, pág. 27). Con ello, se significa
que el hombre camina hacia un fin en razón de una verdad anunciada, que hace posible que en su
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imprescindible para el acontecimiento salvífico, no así la espera relacionada a una utopía secular.
1.1. Abrahán
El capítulo 12 del libro del Génesis abre un proceso vital en el camino de la Historia
Salvífica, puesto que, “con Abrahán es con quien comienza verdaderamente la historia de la
esperanza bíblica” (Léon-Dufour, 1965, pág. 251). La escucha atenta de la voz de Dios implica
un camino de promesas (cf. Gn 12, 1ss), por lo que, en la vitalidad de los patriarcas y de manera
Conviene subrayar que, “los patriarcas fueron bendecidos por Dios con una descendencia
numerosa y con la promesa de una tierra fecunda” (Ausín, 2001, pág. 703). Por lo tanto, en las
promesas hechas por Dios a Abrahán, la esperanza se manifiesta en la acción que da sentido a la
vida humana. Desde esta perspectiva, la esperanza tiene cumplimiento al término de alcanzar lo
más bien, se fortalece en razón de la iniciativa divina por un porvenir nuevo, bueno y mejor.
divina, por lo que, las promesas de tierra (cf. Gn 12, 1; Éx 3, 8) y descendencia (cf. Gn 13, 14-17;
15, 5-6) apuntan a lo nuevo y a la bendición (cf. Gn 15, 4-6) ya que, ante lo desértico, donde no
hay cómo producir vida, la sola experiencia del encuentro con Dios da la certeza y seguridad de lo
En relación a esta realidad experiencial, no cabe duda que la obediencia manifestada por
Abrahán, proyecta que la esperanza está relacionada a una alianza pactada con Dios en la fidelidad,
donde el cambio de nombre le da identidad (cf. Gn 17, 4-5), más aun, el signo fundante de la
circuncisión profundiza más la relación entre Dios y su persona (cf. Gn 17, 10-11). Finalmente, la
fe de Abrahán pone de relieve que, a pesar de la adversidad, es Dios mismo quien le sustenta,
dejando entrever una perfecta esperanza en la promesa antes anunciada (cf. Gn 22, 1-2. 9. 12-18).
1.2. Isaac
Abrahán, es interesante resaltar la radicalidad de Dios para con Isaac, puesto que, alude a la alianza
antes pactada (cf. Gn 26, 3-5) De modo que, la trayectoria teocéntrica sigue animando el corazón
del hombre a la continuidad de una esperanza confiada en la promesa, la cual se actualiza en favor
de la persona presente.
Por consiguiente, la esperanza que se ve reflejada en Isaac responde a los hechos suscitados
su fidelidad, puesto que, asume con liderazgo y obediencia el proyecto divino. De allí que, en pos
vivificador que le lleva a estar siempre unido a Dios, sin duda alguna que, su vida toma confianza
su futuro.
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Yahvé se le apareció aquella noche y dijo: Yo soy el Dios de tu padre Abrahán. No temas, porque
Construyó allí un altar e invocó el nombre de Yahvé. Allí desplegó Isaac su tienda, y sus siervos
1.3. Jacob
humana que se refleja en la lucha por la bendición (cf. Gn 25, 23-28; 27, 24-29) De aquí que, el
engaño y el egoísmo como realidades propias del hombre, hacen que el engranaje de la esperanza-
promesa pareciese quedarse vacío, no obstante, “las palabras y las acciones de Dios se entrelazan
(López, 2003, pág. 96). Es decir, que ante la manera injusta del proceder humano, Dios responde
de manera contraria, resaltando así, una esperanza firme y confiada en el perdón, que se enraíza
en el amor.
de la promesa y la alianza, que se enriquece en acoger al Único y verdadero Dios (cf. Gn 28, 13-
17) Por ende, ante la astucia humana, sólo la gracia de Dios concede la bendición, misma que se
expande en favor de la descendencia (cf. Gn 13, 15; 24, 7; 28, 13; 39, 5; 49, 25) En este sentido,
ante el signo de la esterilidad que ofusca la vida (cf. Gn 16, 2; 25, 21a; 29, 31), la respuesta divina
favorece la esperanza suscitada en el corazón de los patriarcas (cf. Gn 17, 19; 18, 10.14; 21, 2-4;
25, 21b; 30, 22) Puesto que, es Dios quien marca la fidelidad ante el actuar humano.
No hay duda alguna que la esperanza toma sentido y fuerza en relación al tiempo y a la
experiencia del encuentro con Dios. Jacob, al chocar con una realidad que según él es injusta (cf.
Gn 29, 25-26), pero que a su vez difiere de la suya (cf. Gn 27, 18-30) exige respuestas, las cuales
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le llevan a un proceso de conversión que suscita un cambio de nombre (cf. Gn 32, 29) Si bien es
cierto, este proceso requiere tiempo (cf. Gn. 29, 28. 30), por lo que, la transformación del corazón
indica estar siempre unido a Dios quien, a su vez, es el garante de la bendición, de allí que, la
2. La Esperanza en el Éxodo
suscitan en la historia, se proyecta hacia el futuro en búsqueda de un fin determinado, de allí que
hacia un bien, con ello, el libro del Éxodo presenta un panorama impresionante en referencia a
dicha experiencia, puesto que, ante los sucesos que remarcan la fragilidad humana, se prescribe un
esencialidad en las diferentes circunstancias en las que el pueblo de Israel se ve inmerso, es decir,
Sinaí, de ahí que, la esperanza enfatiza un carácter de esfuerzo y de perseverancia por alcanzar los
alianza, que se ven reflejadas en el recuerdo de Dios para con el pueblo de Israel (cf. Éx 2, 24; 23,
25; Dt 28, 1-2). Por tanto, la dinámica relacional entre esperanza-liberación y esperanza-alianza
no se agotan por la experiencia manifestada en el Éxodo (cf. Éx 3, 7-8; 20, 1-17), sino que, se
expande a lo largo de toda la Historia Salvífica en la que Dios entra y se hace esperanza vital,
siendo su fidelidad muy notoria ante las infidelidades del pueblo de Israel.
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revela su nombre (cf. Ex 3, 14), apuntando a una intimidad profunda con su pueblo, de modo que,
la esperanza que tiende hacia un futuro salvífico encuentre en Él gracia y bendición. En esta
dinámica reveladora, “Yo soy el que soy” (cf. vv. 14) se destaca que “Dios, por tanto, es el que
interviene una y otra vez, mostrando su predilección por Israel” (Ausín, 2001, pág. 703).
He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y
espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos,
De aquí que la figura de Moisés resalta en torno a este acontecimiento salvífico, puesto
que, “toma conciencia de su misión y se da cuenta de que debe volver con los hebreos, para
reavivar su esperanza y sus ánimos, presentarse ante el faraón y obtener la salida de su pueblo
camino de la libertad” (Charpentier & Wiener, 1977, pág. 17). Por tanto, su presencia en medio
del pueblo indica que la acción portentosa de liberación es acción propia de Dios que se acerca a
la vida humana, dejando entrever que su amor y su fidelidad son para siempre, y que la esperanza
es fundamento de la victoria ante la esclavitud agonizante que vive el pueblo de Israel (cf. Ex 3,
7-9.17).
Debido a la situación de los hebreos en Egipto, su salida de allí fue una auténtica liberación y se
convirtió en el artículo fundamental del credo de Israel (cf. Dt 26,5-9). La montaña del Sinaí se
eleva en medio del desierto como escenario y testigo privilegiado de la revelación de Dios, de su
En efecto, la iniciativa divina indica que el pueblo errante por el desierto no será
abandonado, sino más bien, acogido y sustentado, siendo el monte Sinaí lugar para llevar a término
la alianza, resaltando así que, el pueblo liberado es propiedad de Dios (cf. Éx 19, 4-5) Por
20
descendencia.
la tierra en esta perspectiva resalta el sentido material de la promesa, con ella, se enfatiza un fin y
Cabe resaltar que, “la vida del hombre depende enteramente de las riquezas que oculta la
1965, pág. 789) Es decir, que la tierra da al hombre seguridad, confianza e identidad, sin embargo,
cuando ésta falta, su vitalidad decae. Por consiguiente, para el pueblo de Israel la relación
esperanza-tierra es crucial, dado que, vitaliza la promesa por la tierra que mana leche y miel (cf.
Éx 3, 8b)
Ahora bien, tener esperanza en la Tierra Prometida es tener confianza en Dios, dado que,
la acción portentosa de la liberación indica un sustento firme en la búsqueda del bien prometido,
el cual será refugio seguro para el crecimiento de la descendencia también conocida por la
promesa, de allí que el encuentro con Dios en medio de tantas realidades y de un modo especial
la esperanza para con el pueblo de Israel, ya que, en razón de la salida de Egipto hasta llegar a la
Tierra Prometida expone un proceso extraordinario de fe, en donde, el mero hecho de salir enfatiza
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un sentido muy particular que sustenta la vida de Israel, puesto que, refiere a la presencia de Dios
que acompaña la marcha, resaltando así que su compañía es de vital importancia en razón de lo
Yahvé marchaba delante de ellos: de día en columna de nube, para guiarlos por el camino, y de
noche en columna de fuego, para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche.
No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche. (cf.
Éx 3, 21-22).
Cabe resaltar que, partir hacia la Tierra Prometida impacta de lleno en el pueblo de Israel,
puesto que, desde la salida esperanzadora que experimenta, visualiza un horizonte que proyecta
un nuevo acontecer, posteriormente, el tránsito por el desierto, pese a las dificultades suscitadas
por el cansancio, el hambre y la sed, fortalece la vida y el corazón de Israel (cf. Ex 16, 3-5; 17, 1-
6 ) Por lo que, la llegada al objetivo anhelado propicia alegría y paz, en tanto que, se reciben las
promesas prometidas de Dios, quien ha sido el autor principal de la liberación y guía de camino
La partida es una ruptura, un fin y un comienzo. Evoca un pasado y proyecta un futuro. El inicio
del viaje se relaciona con una búsqueda (…) En el caso del Éxodo nos encontramos con un pueblo
esclavizado deseoso de finalizar con dicha situación. También es relativa la envergadura del desafío
que supone el viaje. En nuestro caso, se trata de aventurarse por un camino desconocido, lleno de
La esperanza, por tanto, en esta línea que connota el viaje por el desierto hacia la Tierra
con la certeza de alcanzar un fin que aún no sucede pero que ya se ha puesto en marcha, de allí
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que, tener esperanza no significa estar alejado de riesgos o problemas, sino que, desde tales
Si bien es cierto, la conquista de la Tierra Prometida como realidad material pone de relieve
que las promesas de Dios son eficaces y que la esperanza del pueblo de Israel crece
expectación por el bien futuro, puesto que, ha sido Él quien lo ha acompañado. Sin duda alguna
que frente a tantas vicisitudes que debieron afrontar en el camino, la Tierra Prometida se vuelve
esperanza, por lo que resulta vano fundamentar las expectativas de vida y salvación en los bienes
materiales, los gobernantes, la hacienda y los ejércitos, pues el único ser capaz de proteger y
convertirse en refugio seguro es el propio Dios (Grupo Clasa, 2005, pág. 252).
En definitiva, el corazón del pueblo de Israel está permeado por una profunda esperanza,
misma que le hace partícipe de los proyectos divinos, en tanto que, frente a las crisis que le rodean,
El profetismo bíblico resalta que Dios suscita hombres capaces que velen por la fe y el
intermediario para conocer el futuro es el profeta” (Sicre, 2011, pág. 66). Así, pues, éste no es un
adivino, sino más bien, es un elegido de Dios sacado de entre los hombres, que tiene como finalidad
expresar el mensaje salvífico (cf. Dt 18, 15.18; Jer 1,9; 15,19; Is 6,9-10; Ez 3, lss).
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Los profetas, por tanto, son parte integral del pueblo de Israel, ya que enfatizan la relación
de cercanía y de confianza en Dios. Los profetas de Israel fueron figuras fascinantes. Hablaban,
al mismo tiempo, desde Dios y desde la realidad histórica. Identificados con el primero y
solidarios con la segunda. Hombres lúcidos y críticos por una parte, dadores de esperanza por
otra (Elorza, 2016, pág. 17). De allí que, la terminología que subraya tal realidad manifiesta que
el profeta (nabî´) también es conocido como el vidente (ro´eh) o como el hombre de Dios (´îš
´elohîm) (Sicre, 2011, pág. 67). Sin duda alguna que los profetas, “fueron enviados para manifestar
la voluntad de Yahvé y ser ellos mismos señales. No sólo sus palabras, sino también sus acciones,
“lo que distingue la mirada profética sobre el futuro de la de cualquier otro círculo político, es la
certidumbre inquebrantable de que en los sucesos venideros Dios obrará de modo más directo e
inmediato en Israel” (Rad, 2000, pág. 149). Por lo que, la figura del profeta como enviado de Dios
resulta ser de gran importancia en la vivencia de la fe del pueblo, dado que, ante los
acontecimientos manifestados en el presente y en función del futuro, es la voz de Dios que resuena
Determinadas experiencias históricas (como la liberación de Egipto, la alianza del Sinaí, la toma
despiertan una promesa de salvación e integración incondicional llevada a cabo por Dios (Kehl,
Con estas palabras, Medard Kehl arguye que Dios por medio de los profetas confirma su
cercanía y cumple con las promesas en favor de su pueblo, dando paso, a nuevas esperanzas en los
el caminar profético alude en gran medida a tener firmeza ante las crisis que de una u otra manera
Ante las infidelidades que sucumben al pueblo de Israel, es de subrayar la acción de los
profetas que responden a las falsas esperanzas manifestadas por los falsos profetas (cf. Jer 14,14ss;
23,16; 27, 15; Ez 13, 3), una de estas realidades es en torno a la idolatría (cf. Os 2,10; Ez 16,15ss).
De este modo se resalta que “los profetas no eluden las crisis, ni se las ahorran al pueblo, todo lo
contrario, ayudan al pueblo a que las afronte y supere” (Suárez, 2001, pág. 121). La esperanza,
por tanto, está relacionada con la fidelidad, puesto que, apunta a un objetivo fundamental en el
Sin duda alguna que la voz exhortativa del profeta ante la infidelidad del pueblo de Israel,
apunta a un volverse hacia Dios, puesto que, sólo en Él hay salvación (cf. Os 12,7; Is 26, 8ss;
59,9ss). De hecho, volverse hacia Dios es volverse a la esperanza, ya que, fuera de la experiencia
de encuentro con Dios, no hay garantía que brinde tal realidad en favor de la existencia humana.
A lo largo de una lenta historia de fidelidad y traiciones, Yahvé enseña a Israel que no hay otra
esperanza sino Él. Todas las demás cosas y personas se muestran como esperanzas fallidas: Etiopía
y Egipto (Is 20, 5), el oro y las riquezas (Prov 11, 28), los caballos y los ejércitos (Is 30, 16; 31, 1-
3; Judit 9, 7), los príncipes y los imperios (Sal 146, 3; Lam 4, 17), las mentiras (Is 28, 15), los
embrujos (Is 47, 9-15), los ídolos (Sal 115) y aun el mismo Templo (Jer 7, 1-7) (Juan Ochogavia
Por consiguiente, se habla de la nueva esperanza, en la que “los profetas anuncian la paz,
paraíso, del éxodo, de la alianza, o del reinado de David” (Léon-Dufour, 1965, pág. 252). Por
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tanto, la atención de Dios para con Israel prescribe una renovación hasta las entrañas, es decir,
hasta el corazón, que renovará el sentido esperanzador del pueblo necesitado de Dios (cf. Jer
Hay que tener claro que las crisis no llegan repentinamente, sino que se van fraguando a
medida los acontecimientos marchan en la historia y las decisiones que se van tomando no son las
más adecuadas. Ejemplo de ello está “la crisis asiria que acabó con la destrucción de Samaria en
el 722, y la gran crisis babilónica que acabó con la destrucción de Jerusalén y la deportación
masiva del 586” (Jiménez, 2014, pág. 07). Es realmente fuerte las consecuencias nefastas y
dolorosas que estas crisis van dejando en el caminar histórico a medida se van fortaleciendo, sin
embargo, a pesar del sufrimiento y el dolor, es más impresionante como algunos profetas siguen
Es por ello que, a tenor de estas dos grandes crisis antes mencionadas, sin profundizar en
cada una de ellas, es de gran perspicacia la acción profética que señala tener esperanza en Dios
ante las injusticias, la destrucción y la pérdida de identidad que el pueblo de Israel experimenta
ante sus adversarios (cf. Am 8, 1-3s; Os 4, 1-3.6; 9,17, Mi 3, 12). De allí que, los profetas son
portadores de la esperanza activa de Dios, dejando bien claro que la raíz de la misma se fundamenta
Cabe destacar que, la falsa esperanza que genera un culto sin justicia es lo que provoca que
las crisis de Israel se acrecienten, de allí que, “los profetas son conscientes de que la falsa
esperanza que fomenta un culto vacío hará más profunda la crisis, pues al contrario de lo que
oscurecerá” (Jiménez, 2014, pág. 13). Es claro que, para los profetas, la esperanza de Israel y de
Es notable que el mensaje esperanzador que los profetas anuncian connota una realidad de
denuncia y de conversión ante la infidelidad y corrupción de Israel, puesto que, para lograr el
objetivo marcado se requiere de un trabajo personal de Israel, y este es volverse a Dios (Cf. Am 5,
4-6; Os 4, ss.; Is 1, 4-20, Mi 1, 2-7; 2, 10-11, Jr 7, 3-8, Ez 5, 5-17). En atención a ello, hoy día
podemos notar que “sus libros son «literatura de oposición», por un lado, «literatura de esperanza
En torno a esta notoriedad del mensaje profético, Amós, profeta de la justicia social, expone
que el momento que vive el pueblo de Israel en la crisis es una “hora de infortunio” (cf. Am 5,12-
13) la cual deberá superarse; Oseas, profeta del amor y la misericordia, manifiesta que la
conversión es camino para alcanzar la salvación (cf. Os 14, 2-8); Isaías (Protoisaías), alude que es
en Dios mismo en quien se ha de esperar (Is 8, 17; 25, 9); y Ezequiel indica en seguir al único y
verdadero Dios, quien limpiará al hombre y le dará un corazón nuevo (Ez 36, 26-28).
Cuando Israel ve sometido su futuro en razón del castigo, cae en el desconcierto, incluso
llega a expresar: “se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros” (cf. Ez
37,11; cf. Lam 3,18). No obstante, los profetas sigilosos y vigilantes saben que han de esperar
pacientes en Dios (cf. Is 8, 17; Jer 29, 11; 31, 17), de manera que, la misma no se ha de olvidar,
sino que, por el contrario, se ha de aguardar con confianza en favor del resto de Israel que se ha de
En definitiva, el apogeo de la consolación (cf. Jer 30-33; Ez 34-48; Is 40-55) que los
profetas ponen de relieve, es para afirmar que Dios es la esperanza fiel y misericordiosa de Israel.
salvíficos de Yahvé a lo largo de la historia del pueblo (…) Los profetas, aleccionados por estos
Por consiguiente, el resto de Israel es la comunidad de esperanza, puesto que, ante los
de salir adelante, ya que tener esperanza no es cerrar los ojos a la realidad, sino es ver la realidad
con el anhelo de alcanzar un nuevo tiempo que ordene su caminar en la historia, es decir, un
porvenir que se abre a la esperanza activa de Dios, esto con la objetividad de hacer una
regeneración y purificación como proyecto divino. El profeta Isaías hablará de dicho resto como
un tocón que permanecerá firme y que dará apertura a un nuevo comienzo de fe y vida a pesar de
La historia de la biblia es la historia de una liberación, la historia de una esperanza que no falla y
que, en los momentos de grandes crisis (invasiones, guerras, hambres, deportaciones, destrucción
del templo), fue constantemente mantenida por aquéllos a quienes los profetas dieron el nombre de
"pequeño resto», los fieles que vuelven del exilio de Babilonia, los mismos que la tradición llama
Ahora bien, esa esperanza humana y a la vez divina que este resto de Israel manifiesta,
historia, en tanto que, este resto de Israel o los pobres de Yahvé como también se conocen, ponen
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su mirada en alguien que vendrá a darles la plenitud salvífica, de manera que, el “día de Yahvé”
apunta al regreso de los exiliados a Jerusalén, donde el Rey mesiánico restaurará esa comunidad
que vuelve del destierro. La esperanza es notable, ya que, es Dios transformando la historia trágica
de Israel, pues, lo saca del fracaso del exilio para restáuralo (cf. Is 40,1-5).
Cabe resaltar que “sin la figura de David y la promesa divina de una descendencia eterna
la esperanza mesiánica no habría adquirido en Israel la importancia que tuvo”, (José Luis Sicre,
2007, pág. 251) Esto porque, el Mesías había de proceder del linaje davídico, y éste a su vez tendría
un reinado perpetuo. En definitiva, esta realidad mesiánica viene a darle al resto de Israel un baño
de esperanza, misma que va más allá de un acontecimiento temporal, puesto que, desde ya se va
En síntesis, cada profeta que se vio envuelto en los diferentes acontecimientos salvíficos,
dan su mensaje de esperanza, distinto cada uno en su realidad y contexto, pero con el mismo fin
Los salmos, son una colección de himnos que enmarcan la vivencia de la realidad humana
en torno a la oración, esto es lo que identifica plenamente su teología, dado que es la palabra
humana dirigida a Dios como esa oración que fundamenta la intimidad de la relación entre él y su
Creador. Por lo tanto, la realidad sálmica tiene un objetivo, hacer vida la voz del hombre en torno
a su realidad, sea que se encuentre en plena lucidez y alegría o, por el contrario, desbastado y
subrayan, sin embargo, la dinámica que enfatizan la mayoría, ponen de relieve la confesión de la
confianza del pueblo de Israel en Dios. Esto resulta de tal manera porque “mientras que en el
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Pentateuco y en los profetas el texto se presenta como si fuera Dios el que habla y se dirige al
pueblo, en los salmos es la voz humana la que domina los textos” (Andiñach, 2014, pág. 287). De
allí que estos no sean un apartado que obvia la historia de Israel, sino más bien, son un
Es de subrayar que la lectura de los salmos es bastante palpable, en tanto que, su estructura
envuelve una verdadera obra de arte, ya que hace vida lo que recita en cada verso, es decir, que el
salmista hace encarnar su realidad propia en los versos escritos desde su contexto, pero que se
hacen uno con la apertura de todos aquellos que padecen una similitud con su realidad expuesta.
Por consiguiente, es notable que la esperanza inmersa en los salmos tenga fundamento en las
través de los salmos, hacen posible la experiencia relacional de encuentro o de lejanía con Dios,
puesto que, la acción propia que se dinamiza en los mismos expresada por himnos, súplicas o
acciones de gracias, aluden a una participación dialogal con Dios, en donde se comunica la vida y
actuar por la gracia en su historia surcada por tanto aprieto debido a juicios divinos”
(MarcadorDePosición1pág. 130). De allí que, se resalten las súplicas que en el fondo son
extensiones de la esperanza en Dios, de quien esperan siempre la salvación. Dirá el salmista: “Que
en ti, Yahvé, yo espero, tú responderás, Señor, Dios mío” (Sal 38, 16; cf. vv 22-23) “Yo esperaba
No cabe duda que los salmos resaltan su autenticidad en torno a la vivencia humana, ya
que el canto y la oración parte de las entrañas, es decir, de los más profundo del ser humano, que
hace que su voz interpele el obrar de Dios, pero también, queda expresada la alabanza y la acción
de gracias que se plenifica en razón de lo que adquiere por la misma acción de Dios en su vida.
Cabe resaltar que en cada salmo “es la voz humana que interpela a Dios, clama por auxilio,
expresa su gratitud, cuenta su angustia y confía en la respuesta de Dios” (Andiñach, 2014, pág.
287). Por tanto, la esperanza es para el pueblo de Israel un don que procede de Dios, y que se hace
plausible a medida se va fortaleciendo la experiencia orante de éste con Yahvé: “sólo en Dios
La lectura que se hace de los salmos no agota su contenido en una sola realidad, sino que,
por el contrario, amplía un horizonte de experiencias que el pueblo de Israel expresa a Dios a
medida proyecta su vida y sus hechos en la historia. De allí que se pueda hablar de una
espiritualidad esperanzadora, en tanto que, connota la acción orante de un pueblo o de una persona
hacia Dios, dejando entrever que “en ningún otro texto como en los Salmos la Palabra de Dios se
presenta como esa palabra que sale de las entrañas de los seres humanos” (Andiñach, 2014, pág.
287).
En esencia, los salmos son la experiencia de fe hecha oración, dado que, son ecos y
expresiones de las realidades experimentadas del pueblo de Israel o de la persona que clama por
sus sufrimientos o que agradece en razón de los favores recibidos, de allí que, la esperanza orada
Los orantes babilonios jamás llaman a sus dioses su «esperanza». En Israel, por el contrario, se
proclama: «Tú eres mi esperanza» (Sal 71, 5). Jeremías dice: «¡Tú, esperanza de Israel!» (14, 8;
(MarcadorDePosición1pág. 130).
Por consiguiente, el encuentro con Dios es el punto de partida que da sentido a tal realidad
orante de Israel, ya que, es Dios mismo quien se vuelve esperanza vital y verdadera para el hombre:
“Pues tú eres mi esperanza, Señor, mi confianza desde joven, Yahvé” (Sal 71, 5). Sin duda alguna
que, la esperanza más que un sentido optimista, y por su dinamicidad haciendo eco de estas
palabras sálmicas, siempre será una realidad activa que superará el optimismo humano.
Los Salmistas fueron orantes que derramaban sus sentimientos y situaciones ante el Tú de Dios.
Son el corazón y el rostro del ser humano vueltos hacia el cielo. Unas veces como grito y clamor
desde las heridas del propio yo o del pueblo; otras como canto desde un corazón agradecido o
maravillado ante la vida, la belleza del cosmos, la victoria sobre los poderes del mal (Elorza, 2016,
págs. 17-18)
Por su parte, Martha Carrera expone que “la esperanza bíblica consiste en aguardar con
confianza lo naturalmente imposible” (Carrera, 2021), es decir, que ésta va más allá del ejercicio
confianza, en donde el ejercicio de la palabra orante sube a Dios con la expectación de adquirir
todo lo anhelado. En atención a ello, es notable la intervención salvífica de Dios para con el justo
que ora y clama a Yahvé (cf. Sal 28, 8; 130, 7-8), haciendo palpable la experiencia de encuentro
Los salmos recogen las experiencias religiosas de los individuos y del pueblo de Israel, y expresan
su relación con Dios en momentos muy diversos de la historia. Muestran a cada persona cuál es la
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forma en que debe presentarse y dirigirse a Dios. El Señor no deja de ser el Dios grande que está
por encima de todas sus criaturas (Sal 104), pero, al mismo tiempo, está cerca de todos los seres
humanos, en particular de los que se hallan en medio del dolor y la angustia (Sal 34) (CELAM,
Como se exponía al inicio, no todos los salmos exponen la esperanza de manera explícita,
sin embargo, hay una explanación de la misma a manera implícita en mucho de ellos, puesto que,
ha sido en el transcurso del tiempo y en torno a muchas vicisitudes que la palabra hecha oración,
acentúa la espiritualidad sálmica en favor de adquirir respuestas concretas en tiempos diversos que
Capítulo II
humano que marcha hacia el futuro, de allí que, hablar de esperanza en base a la realidad humana
futuro, particularmente el cumplimiento de las promesas de Dios” (Grupo Clasa, 2005, pág. 252),
de manera que, la vivencia de tal experiencia es parte estructural del hombre, sea que éste la
reconozca o no, en tanto que tiene la opción de esperar o no hacerlo. En definitiva, “la esperanza
El término esperanza, según Lothar Coenen junto a otros autores en la obra «Diccionario
De los conceptos que expresan esperanza o espera son ί [elpís] y λπίζω [elpízó] (…), en el
griego del NT. Ambos términos designan, por una parte, el acto de esperar e incluyen, por otra, lo
esperado, de modo que, p. ej. [tá elpizómena] puede significar los bienes esperados
(NT) contiene una riqueza excepcional, sin embargo, no se hará una explanación holística de la
misma por todo el canon neotestamentario, sino que, aludiendo a algunos textos más
valor, dado que en Él se concretizan las nociones que en el AT se daban de la misma, es decir, que
En términos generales, es claro que la esperanza bíblica se basa en una persona, lo cual la
confianza, puede entonces desplegarse hacia el futuro y activar con su dinamismo toda la vida del
creyente” (Léon-Dufour, pág. 251). En esta sintonía, san Pablo con mucha anterioridad expuso
que tal experiencia está personificada en Jesús, de quien dice que es “nuestra esperanza” (cf. 1Tim
1, 1). Sin duda que, la esperanza en el NT es plenitud de la esperanza veterotestamentaria (cf. Rom
El anclaje histórico de la esperanza bíblica alcanza su grado máximo y definitivo en Jesús, el Cristo,
en quien el Dios de la esperanza se hace historia. Jesús, que a través del Nuevo Éxodo pasa al Padre
como Señor glorioso y triunfante, toma al mundo y a los hombres consigo, reengendrándolos (Juan
No cabe duda alguna que Jesús como sujeto explícito de la esperanza recaba la salvación
plena para la humanidad, de allí que, tener esperanza en Él se debe a la participación responsable
de su amor por los hombres. En concordancia con estas palabras, es claro que “la esperanza
mantiene la paciencia y la fidelidad, cuya expresión mayor, según el NT, es el amor” (Léon-
Dado que la esperanza se ha personificado, Benedicto XVI, expone que, para comprender
Quien ve a Jesús, ve al Padre (cf. Jn 14, 9). De este modo, el discípulo que camina con Jesús se
verá implicado con Él en la comunión con Dios. Y esto es lo que realmente salva: el trascender los
límites del ser humano, algo para lo cual está ya predispuesto desde la creación, como esperanza y
experiencia modesta y altruista, en tanto que, es Jesús su pilar y en pos de su entrega, se abre
campo para toda la humanidad, dejando entrever que Él como esperanza viene a ser “todo en
todos” (cf. 1 Co 15,28). Sin duda alguna que, el énfasis de la persona de Jesús en toda la realidad
neotestamentaria es hacer del contenido de la esperanza un camino de salvación (cf. 1Ts 5,8) y de
justicia (cf. Gál 5,5). De aquí que, Él sea “nuestra esperanza” (cf. 1Tm 1,1; Col 1,27).
Se debe tener en cuenta que la novedad de la esperanza en los evangelios, no es otra cosa
más que hacer palpable la esencialidad de la misma arraigada en la persona de Jesús, en tanto que,
en Él se han hecho “nuevas todas las cosas” (cf. 2 Cor 5,17; Ap 21, 5).
- es no ya una palabra divina o una inconcreta promesa, sino la propia historia personal y singular
de Jesús. Más que una deducción de los atributos divinos, lo que está en juego aquí es una
constatación de las acciones obradas por Dios en la existencia de Cristo (1996, pág. 28).
Los evangelios están trazados o mejor dicho están dominados implícitamente por la
esperanza, por lo que, “en el misterio de Cristo está garantizada, no solamente la salvación del
hombre, sino también la del mundo la de la historia” (Alfaro, 1972, pág. 37).
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Ahora bien, como ya se ha hecho mención, la esperanza es una verdad que está inmersa en
los evangelios, siendo Jesús la realidad explicita de la misma, en tanto que, en ellos se pone de
participa de la espera de una esperanza que se había anunciado, sino que, se vive con la esperanza
anunciada, es decir, que se vive con Jesús, por ende, se abre campo a una nueva esperanza, siempre
En concreto, con la participación de Jesús como esperanza plena, se concibe ahora una
esperanza escatológica, en la que, por su gracia todos serán salvados (cf. 1 Cor 15, 22). Por ende,
“en el NT los primeros seguidores de Jesús cultivaron un hábito de esperanza, creían que la vida,
puesto que, con la encarnación se puede notar cómo el Padre en su iniciativa amorosa envía al Hijo
para dar la salvación a la humanidad. Sin duda que, este gran acontecimiento es esperanza vital
para la humanidad, en tanto que, la Kénosis de Dios fortalece y acompaña la vida humana, dado
que, el Hijo es quien acoge la naturaleza humana para ser partícipe de la redención (cf. Lc 2, 6-7).
del Hijo, como, más tarde, mediante la del Espíritu Santo, el Padre se revela como la persona que
es origen de las otras dos, y así es fuente manantial de toda actividad y de toda vida, es decir: es
Con estas palabras de Manuel Gil se resalta que dicha encarnación es por iniciativa del
Padre, con la que, la esperanza toma fuerza y sentido en el plano de su atención a la humanidad.
Una vez más queda al descubierto que tal acción viene como iniciativa del Padre, iniciativa que es
encarnación, resaltando así la esperanza para la humanidad, explícitamente da por hecho que la
promesa llega a su cumplimento en la encarnación del Hijo de Dios (vv. 30-32; cf. Is 7, 14). De
allí que, el nacimiento de Jesús sea un acontecimiento crucial del proceso de expresión de la
esperanza, puesto que, su persona, fundamenta el mensaje que constituye la esperanza del nuevo
Cabe destacar que la encarnación se debe entender juntamente con la revelación, puesto
que, Dios se da a conocer en la persona del Hijo, quien a su vez revela al Padre (cf. Jn 14, 9), lo
que nos deja una apertura hacia el encuentro personal y comunitario de la esperanza plena.
El evangelio de Juan pone de manifiesto que “la Palabra se hizo carne y puso su morada
entre nosotros” (Jn 1,14), (entendiendo Palabra como Logos y carne como sarx). Con ello, se
apunta al Verbo encarnado. Es claro que, la comprensión del texto refiere a la Palabra encarnada,
instauración del Reino de Dios. Hecho concreto que interpela la existencia humana, y sin duda
alguna, es imprescindible para fortalecer la esperanza de lo que se quiere, se pide y se anhela. Así
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pues, el proyecto de Jesús de instaurar el Reino de Dios en el corazón del hombre no es por un
mero deseo, ni tampoco es para hacer una utopía del mismo, sino más bien, tal instauración
compete a una verdad concreta que se dinamiza cada vez que se anuncia, en razón de la salvación
para la humanidad.
La instauración del Reino tiene fundamento en Jesucristo, dado que, desde el comienzo de
su vida pública proclama la Buena Nueva que viene de Dios (cf. Mc 1, 14-15; Mt 4, 23; Lc 4, 18)
Por consiguiente, cada vez que se fortalece el anuncio del Reino de Dios se solidifica la esperanza,
iniciativa divina que trae consigo la esperanza para la humanidad, puesto que, el enfoque esencial
de este acontecimiento es la transformación del corazón. Cabe destacar que, el Reino de Dios
vivifica la esperanza en favor de la humanidad, dado que éste, no es algo estático, ya hecho, sino
algo dinámico, que está sucediendo siempre y que crece con fuerza (cf. Mc. 9,1-2).
Por consiguiente, la transformación que suscita dicha instauración del Reino, confronta en
el hombre a hacer de lo viejo algo nuevo, de lo injusto algo justo, de lo enfermo algo sano, pasar
que, si no se da paso a tales acciones queda inerte la predicación que del Reino se hace y, por
Cabe destacar que el centro de la predicación de Jesús es el Reino de Dios. Sin duda que,
la instauración de éste es crucial en el acontecer de la humanidad, puesto que, busca suprimir las
injusticias, liberando a la humanidad de todo error y evitando así la esclavitud u opresión que
La esperanza en relación a la instauración del Reino es una verdad crucial, en tanto que,
“Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que
manifiestan que el Reino está presente en Él” (CEC 547). Con ello, cabe mencionar que el
proceder de Jesús está en favor preferentemente de los más pequeños, sea de espíritu o de
existencialidad.
A los pobres, humildes y perseguidos que ponen su esperanza solamente en Dios (…) Jesús les
promete la posesión de los bienes del reino de Dios (Mt 5, 3-12; Lc 6, 21-26); las bienaventuranzas
(sermón de la montaña) les prometen la realización de su esperanza. (Ausejo, 1987, pág. 604)
Reino que se anuncia, puesto que, conforme a las palabras de Jesús, se resalta un esfuerzo de lucha
personal o comunitario ante dificultades que sucumben a la humanidad, de allí que, en medio de
toda contradicción, a pesar de tanto dolor y sufrimiento, la esperanza siempre está presente, puesto
que, la misma es don de Dios para la humanidad, y a su vez es lucha constante del hombre que
confía en Él.
En definitiva, hay una complementación entre el anuncio del Reino y la esperanza, en tanto
que, el anuncio del Reino apunta a la esperanza tal como ésta alude a la esencialidad de lo que el
Reino es o depara. Tanto el anuncio del Reino como la esperanza que se entrelazan, apuntan a la
realidad escatológica de un porvenir nuevo, bueno y mejor (cf. Mc 1, 15; Mt 6,10; Mt 18,8s).
contempla el panorama irrevocable de la muerte, sin duda que, las interrogantes acerca de su
esencialidad y sobre el sentido de su existencia no tardan en exponerse. Cabe mencionar que, los
ser humano, que sin darse cuenta en la mayoría de ocasiones vela por el peso que estos mismos le
provocan.
dándole sentido a tal acontecimiento. A razón de ello, el ser humano se plantea que debe afrontar
esta realidad teniendo como referente a Jesús, el modelo perfecto de firme confianza y esperanza,
en tanto que, garantiza con su muerte y resurrección que el sacrifico de su pasión que va hasta la
cruz no fue en vano ni vacío, sino que, por la iniciativa del Padre, obtiene la redención y la
Cristo, fundamento de la esperanza cristiana, han dado a la muerte humana un sentido nuevo”
(Alfaro, 1972, pág. 47). De allí que, si antes se temía a la muerte, ahora, por la experiencia del
encuentro con Jesús, la resurrección propicia un sentido esperanzador, lleno de paz y vida, en tanto
que, “en su resurrección quedan patentizados el poder y la fidelidad de Dios como cumplidor de
Cristo para liberarnos de la muerte quiso primero hacer suya nuestra condición mortal. Su muerte
no fue un accidente. La anunció a sus discípulos para precaver su escándalo (Mc 8,31; 9,31; 10,34;
Jn 12,33; 18,32); la deseó como el bautismo que lo sumergiría en las aguas infernales (Lc 12,50;
Mc 10,38; cfr. Sal 18,5). Si tembló ante ella (Jn 12,27; 13,21; Mc 14,33), como había temblado
ante el sepulcro de Lázaro (Jn 11,33.38), si suplicó al Padre que podía preservarlo de la muerte
(Heb 5,7; Le 22,42; Jn 12,27), no obstante, aceptó finalmente este cáliz de amargura (Mc 10,38;
14,30; Jn 18,11). Para hacer la voluntad del Padre (Mc 14,36) fue obediente hasta la muerte (Flp
Es interesante cómo la esperanza toma sentido y fuerza por la acción de Jesús, puesto que,
acentúa una continuidad novedosa en la historia salvífica de cada persona al ir más allá de la
muerte. Jesús, hace de la muerte no un castigo sino una gracia, en tanto que, por su oblación
adquiere la libertad para la humanidad, tanto en la atención por lo corporal como en lo espiritual
y, por ende, la persona trasciende en la esperanza con toda su integralidad, de allí que, “La
salvación que se espera del futuro no viene a borrar el tiempo, sino a darle su plenitud” (Juan
degustamos con su resurrección, en cuanto que la pascua es una recreación, es decir, una nueva
creación de la humanidad, pero, que viviremos en plenitud cuando se cumpla el final de los
tiempos. Por consiguiente, la expectación por la resurrección que se sitúa en los parámetros de la
esperanza, pone de relieve la salvación escatológica (cf. 1 Cor 1, 7-8; 1 Tes 1,10; Rom 8,23-25;
Flp 3,20-21), dado que, el pasar de Jesús en medio de la humanidad vence la muerte, y abre así,
experiencias de fe, de allí que, el Catecismo de la Iglesia Católica afirme que, “la esperanza
cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en
la esperanza de Abraham en las promesas de Dios” (CEC 1819). Por lo tanto, la esperanza
cristiana toma por modelo la esperanza del pueblo de Dios en el AT, principalmente en Abraham,
padre en la fe.
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tiene un sentido profundamente escatológico y se vive en sentido de la vida eterna, por eso, san
Pablo afirma: “estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria
que se ha de manifestar en nosotros” (Rm 8, 18). Con ello, es evidente que la vivencialidad de
dicha esperanza en la vida eclesial, teniendo de base a las primeras comunidades cristianas,
la comprensión del mismo, puesto que, se requiere de un progreso espiritual en la vida cristiana
(cf. 1 Tes 4, 13-14), así mismo, se requiere de una entrega total al proyecto divino, revistiéndonos
compartir, dado que, la esperanza es para todos y todos deberían participar de la victoria de Cristo
sobre el mal y sobre la muerte, por consiguiente, “el acontecimiento de la resurrección de Cristo
fue vivido por la Iglesia naciente indivisiblemente como objeto central de la fe y como fundamento
de la esperanza en la salvación futura” (Alfaro, 1972, pág. 115). En concreto, la vida cristiana es
una esperanza activa en el Señor, en tanto que, Él es el garante de la salvación plena y, por ende,
esperanza nuestra.
tanto que, avanza en el misterio de Cristo, puesto que, es la que espera. Ella es el cuerpo de Cristo
esperanza en el acontecer de cada día, puesto que, en ella se han puesto las bases de la fe, como
“columna y fundamento de la verdad” (cf. 1 Tm 3, 15), por tanto, “la Iglesia se presenta desde
sus comienzos como la comunidad de los que creen en Cristo, Señor, y esperan la manifestación
En esta sintonía, no cabe duda que la Iglesia comunidad de esperanza es escuela para todos,
por lo que, cada persona que se deja formar se vuelve parte de la misma y, por ende, ya no se
pertenece a sí misma, sino a la Iglesia. Los cristianos en cuanto están unidos entre sí por la misma
confesión de fe en Cristo son portadores de la esperanza cristiana que han adquirido, de este modo,
comunión Trinitaria, por tanto, la esperanza enraizada en la unidad de la Iglesia pone de relieve
que, el dolor de unos ha de ser el de todos y la esperanza de unos ha de ser la esperanza de todos,
de allí que, las primeras comunidades cristianas sean el ejemplo claro de unidad y escuela eclesial,
Estando con la Iglesia aprendemos y enseñamos, de allí que, siendo la escuela de esperanza,
cada uno se vuelve responsable de su semejante, en tanto que, recibe esperanza y es agente de ella,
de modo que, el cristiano que no refleje tal realidad no ha comprendido su papel esperanzador en
la comunidad y mucho menos en la sociedad en la que está inmerso. En definitiva, “la esperanza,
por ende, no puede ser otra cosa que co-esperanza. Esperamos en comunidad, en convivencia con
La Iglesia ha sido puesta por el Señor Jesús para llevar a término el mensaje evangélico,
por lo que, la Iglesia de la esperanza no es otra sino aquella que expone su fe y la entrega,
esperanza (cf. Gál 5,5; Ef 2,6; Col 1,5). Cabe resaltar que, la esperanza de la Iglesia está en llegar
hasta el fin de los tiempos, cumpliendo a cabalidad su propósito terrenal en favor de la humanidad.
La naturaleza del mensaje cristiano se debe a la persona de Jesús, por lo cual, el mensaje
de esperanza contiene una realidad experiencial y trascendente. De allí que, la Iglesia como
dispensadora del mensaje salvífico y anunciadora de la esperanza para los hombres, se aferre a la
acción siempre activa del Espíritu Santo, el cual, hace posible que el contenido del mensaje que se
anuncia sea vital y verdadero. Es interesante, sin duda alguna, que el Espíritu Santo sea quien
impulse a la Iglesia y a cada persona hacia la plenitud, dando fuerza a la esperanza que se vive y
El Espíritu Santo sopla y mueve la Iglesia, camina con ella, por eso, del mismo modo que la
Escritura paragona la esperanza a un ancla, que asegura el barco en medio del oleaje, también
podemos compararla con una vela que recoge ese viento del Espíritu para que empuje nuestra nave.
Cuando decimos: «Dios de la esperanza» no significa solamente que Dios es el objeto de nuestro
anhelo, algo que deseamos alcanzar en la vida eterna; sino que también Dios es quien nos colma
dinámica actualiza el mensaje salvífico, sosteniendo la vida del creyente que anuncia el mensaje
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esperanzador, así como la vida de quien recibe y escucha tal mensaje. Por consiguiente, ante la
acción que imprime el Espíritu Santo, la esperanza que se anuncia en la Palabra, asevera la certeza
de alcanzar la redención plena, pues, como dice el apóstol san Pablo: “en la esperanza hemos sido
esperanza se renueva constantemente, resaltando así que, su expresión final de esperanza va contra
toda esperanza (cf. Rom 4, 18), en tanto que, es el E.S quien vitaliza la confianza y la paciencia en
y esperando con ansia y alegría su futuro, de allí que, cada persona por iniciativa del E.S, va
círculo cerrado de hombres y mujeres que profesan la fe cristiana. Para que este testimonio sea
Espíritu Santo despertando la Esperanza que puede y debe expandir a la fe. Para ello, el discurso
escatológico será el medio privilegiado ya que no sólo anuncia un Reino nuevo, sino que en sí
contiene la fuerza creadora para la inserción y consumación de la acción de Dios en todo aquel que
Es un hecho que el cristiano por la acción del E.S, obtenga de la esperanza la capacidad de
poder ver más allá de la propia realidad en la que se encuentra inmerso, puesto que, el E.S es quien
da la perfecta esperanza, misma que, sin lugar a dudas hace que germine la semilla de la salvación.
“Los hombres necesitan esperanza para vivir y necesitan del Espíritu Santo para esperar”
(Francisco, 2017). Cabe destacar, que el E.S impulsa a una esperanza plena, en tanto que, ya está
la salvación por iniciativa divina, pero que, a su vez, falta la plenitud de la misma en el hombre.
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donde la centralidad del anuncio evangélico está en ser agentes de la esperanza, por lo cual, se
debe tener muy presente que todo cristiano es llamado a participar con la Iglesia de su misión, en
tanto que, cada cristiano ha de ser portador y proclamador de Jesucristo, nuestra esperanza (cf. Ef
4, 4). Cabe destacar que el ejercicio misionero prescribe el anuncio de la realidad salvífica, de
manera que, la Buena Nueva se ha de acoger hasta lo más profundo del ser como don que procede
La esperanza a la luz del ejercicio misionero va tomando fuerza y firmeza, puesto que, es
propiamente en la misión donde se realiza la misma, es decir, el campo donde se realiza la misión
Sin entrar a detalle, la perícopa de san Lucas acerca de los discípulos de Emaús detalla tal
realidad, en tanto que, “la experiencia del fracaso de la cruz” por la que los discípulos se ven
decepcionados no agota su esencialidad, sino que, por la iniciativa del Resucitado, como el
desconocido que se revela, expone en el corazón de los discípulos un deseo ardiente de tomar la
decisión de anunciar que la esperanza no terminó en la muerte, sino que, vive y vive para dar
Ahora bien, la esperanza en la vida misionera de cada creyente debe estar bien arraigada,
puesto que, si no hay esperanza en lo que se anuncia ¿qué se pretende? ¿Qué sentido tendría
anunciar algo en lo que no se tiene esperanza alguna? La esencialidad de todo el mensaje ha de ser
la esperanza en Alguien, Jesús, y en algo, el Reino, que garantizan un camino de salvación plena.
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puesto que, el mandato misionero subraya tal realidad: “Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a
guardar todo lo que yo os he mandado” (cf. Mt 28, 19-20). O como diría san Pablo: “No podemos
posibilidad de hacerlo, puesto que, anunciándola se está dando paso a Jesucristo que se entregó en
El papa Benedicto XVI comienza citando en esta encíclica al Apóstol Pablo, quien expresa:
“en esperanza somos salvados” (cf. Rm 8, 24), con ello, se pone de manifiesto que el amor y la
salvación tiene como finalidad ver hacia adelante desde el presente, teniendo la certeza de que
Dios espera con sus brazos abiertos a la humanidad para hacerla partícipe de la salvación, de allí
que, se subraye la importancia que tiene la donación redentora de Cristo en favor de los hombres.
El foco de atención de la encíclica Spe Salvi logra identificar las crisis que suscita la
modernidad, así mismo, resalta la acción propia de la esperanza en medio de estas realidades. De
esencialidad de tal realidad. Sin duda alguna, el papa Benedicto XVI deja entrever que la esperanza
más que una realidad individual es una verdad personal, puesto que, lo individual se arraiga al
humanidad, en razón a que la salvación no es para unos solos, sino para todos.
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En una época como la nuestra, marcada por una crisis de esperanza y de temporalidad el Papa
recuerda con fuerza que hay futuro, hay una meta que da sentido al presente histórico; en una
palabra, hay historia y movimiento hacia la novedad, hacia la comunión y plenitud en Dios
La sentencia que dicta san Pablo: “en la esperanza fuimos salvados”, concretiza un
esperanza misma. El impacto que tiene dicha sentencia paulina recaba en que la salvación que de
fondo se expone no está bajo la sombra de un futuro incierto, sino que, desde el presente ratifica
su sentido salvífico, puesto que, no manifiesta un “seremos salvados”, sino un “estamos salvados”,
dando lugar y fundamento a la esperanza activa en el aquí y el ahora, donde la escatología futura
del “todavía no”, se mantiene viva en el presente del “ya”, dando realce a la correlación que del
Giancarlo Castillo, haciendo hincapié en la encíclica Spe Salvi del papa Benedicto XVI, en
términos de una vida que camina hacia un fin eterno, manifiesta que:
“Tener esperanza no es solamente tener grabado de memoria todos los enunciados del Credo y sus
respectivas explicaciones teológicas y filosóficas, sino sobre todo es vivir la santidad en las cosas
ordinarias de la vida, esforzándose cada día por tener una conducta virtuosa, pero sabiéndose
En concreto, el papa Benedicto XVI precisa que la esperanza cristiana es un don o una
virtud teologal que surge del encuentro personal o comunitario con Cristo, quien redime la débil
ante el dolor y la pena, en son de buscar siempre la justicia para bien de una salvación plena.
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La encíclica Spe Salvi en sus líneas profundiza la acción activa que posee la esperanza
cristiana, en tanto que, su objetividad marcha en favor de la persona humana, de manera que, ésta
pueda adquirirla desde la experiencia, y así, pueda tener una mejor comprensión de sí misma en
toda su dimensión antropológica como en su dimensión espiritual. No hay duda alguna que se debe
tener claro lo que es la esperanza, puesto que, con ella se comprende la realidad humana desde su
raíz.
La acción activa que posee la esperanza cristiana conlleva una reflexión para el cristiano,
en la que, esta ha de pasar de un mero anhelo a ser una persona, Jesús. Por consiguiente, se abre
en su experiencia lo que realmente es esperanza y, por ende, tener claro qué es lo que espera, y una
vez sabiéndolo, ser un agente capaz de ayudar a otros a conocer tan inmensa gracia que ha recibido,
Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Para nosotros,
que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el
tener esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi imperceptible (XVI
B. , 2007).
encíclica, aborda una autocrítica a la modernidad, en tanto que, no puede haber esperanza cristiana
si no hay corresponsabilidad por los demás. Esta radicalidad que se expone se da en base a que en
el vaivén de la sociedad actual se establece un yo y nada más, dando paso a interés individuales y
egoístas sin siquiera dar una mirada al otro. Por consiguiente, ante la complejidad que subraya la
modernidad, sólo en la persona de Jesús se puede afirmar que la esperanza es para todos, y que
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todos deben alcanzar este bien eterno. En concreto, el ser cristiano conlleva tener presente la
testimonial, ya que vivir con esperanza es tener una trasformación de la vida misma que se dona y
se comparte. No hay duda que la esperanza que ha de caracterizar al cristiano ha de ser fraternal y
comunitaria. Por consiguiente, la Iglesia es el medio más propicio para entrar en la dinámica de
Siguiendo el pensamiento del papa Benedicto XVI en torno a la encíclica Spe Salvi, no se
puede obviar que la esperanza cristiana lleva consigo la justicia, puesto que, desde su esencialidad
enfatiza alcanzar lo que es justo y, en definitiva, busca que la justicia se haga valer en razón de la
Si bien es cierto, la justicia comprende el sentido terrenal, no obstante, el Papa con este
concepto, sin dejar de lado lo terreno, alude a lo trascendente, puesto que, pone hincapié en
alcanzar lo eterno y, por ende, al Eterno. De allí que, el papa Benedicto XVI, tenga la convicción
“de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más
Por consiguiente, con este ir hacia adelante, el cristiano sabe que debe aprovechar el tiempo
presente que se vuelve muy importante para sí, en tanto que, es en el aquí y en el ahora donde
radica su justicia, misma que le llevará a alcanzar la eternidad y en torno a la esperanza cristiana,
su salvación (cf. #41). No hay duda alguna que las injusticias en nuestras sociedades están por
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doquier, sin embargo, la esperanza cristiana apunta al proceder de Dios, a la justicia divina, de lo
contrario, dice el Papa en la encíclica que: “un mundo que tiene que crear justicia por sí mismo es
Esta justicia se concretiza en el juicio final, por lo que, la esperanza cristiana es garantía
para el encuentro con Cristo resucitado, de allí que, la resurrección indique esperanza como
también la existencia de una justicia divina (cf. #43). Jesús es la esperanza justa que siempre hace
justicia, puesto que, el fin siempre será hacer la voluntad de Dios en favor de los demás.
camino en la constancia para creer confiadamente en lo que anhela, ahondando así en la firmeza
de la fe. En consonancia con esta perseverancia, “Spe Salvi también resalta la idea de que al tener
esperanza se tiene una meta, una promesa: la vida eterna” (Gutiérrez, pág. 149). La perseverancia
en la esperanza cristiana, hace que los contenidos esperados se vayan manifestando desde el
un panorama alentador, sino que, también puede estar sometida a una realidad desalentadora, la
cual, se ha afrontar para consolidar lo que se espera confiadamente en el Señor. En este sentido,
fracaso; los vive y los afronta con toda su radicalidad y con sólo la garantía de la promesa; pero
una promesa que se somete a las mil pruebas que se interponen en el itinerario histórico. La
esperanza cristiana no posee un salvoconducto o pasaporte que lleve a sus fieles derechamente a la
«patria celestial» sin pasar por la «patria terrenal» (1993, pág. 33).
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Sin ahondar en detalle, cabe resaltar que san Pablo, la virgen María y la africana, santa
Josefina Bakhita, son paradigmas que en la encíclica Spe Salvi, el papa Benedicto XVI resalta
como agentes perseverantes en la esperanza cristiana, puesto que, a pesar de las penas y
dificultades que van hasta el sufrimiento, teniendo de fondo la oración confiada, continuaron
creyendo en el camino de la esperanza que da la verdadera y plena felicidad en Jesús que salva y
que redime.
La experiencia del encuentro con la persona de Jesús es lo que ha hecho que el apóstol san
Pablo exprese que la esperanza sea una virtud fundamental en el crecimiento de la vida cristiana,
manifestando que la misma va más allá, en tanto que, la identifica con la persona de Jesús: “Pablo,
apóstol de Cristo Jesús por disposición de Dios nuestro Salvador, y de Cristo Jesús, nuestra
esperanza” (1 Tim 1,1). A similitud de san Pablo, santa Josefina Bakhita por medio del encuentro
personal con Jesús, abraza la fe y con ello la esperanza, experimentando una vida verdadera y una
libertad plena.
que, ella ha sido la mujer sufriente, la mujer siempre justa, la mujer orante y sobre todo, la
Capítulo III
universalidad de su implantación en el corazón del hombre” (Entralgo, 1978, pág. 10). Desde la
mera realidad antropológica, tal hondura de la esperanza en el ser humano, expone que el hombre
de toda historia y de todo lugar se sitúa en su realidad temporal, es decir, que está en el plano de
lo corporal y lo mundano, resaltando así su identidad finita de ser persona, lo que conlleva a
pensarse así mismo, verse dónde está parado y hacia dónde va o quiere ir.
Cabe resaltar que la esperanza sustenta al hombre, puesto que, con ella se ajusta a la
realidad en que está situado, tratando de vivir el presente, asintiendo quiera o no lo que el pasado
La esperanza, como lo común humano, se convierte en cuestión y tarea que a la hora de concretarse
recibe respuestas diferentes. La respuesta religiosa (…) aparece hoy, en un mundo secularizado,
como una respuesta que se caracteriza por encontrar en Dios su fundamento último y definitivo
La esperanza cristiana es uno de los temas que más resuena en la vida del hombre,
parecer, casi todos pretenden manejar ideas o experiencias con respecto a ella, pero a la hora de
precisar su identidad, su contenido o su especificidad, se les escapa de las manos, puesto que, va
más allá de cualquier otro sentido de esperanza, en tanto que, ésta en su realidad experiencial y
garantizando así, una verdadera libertad que le da sentido y valor a la misma en su existencialidad,
en tanto que, la integra en su totalidad y la hace partícipe de una exigencia radical. Por
consiguiente, ante una sociedad alienada tanto por un nihilismo radical (desesperanza total) como
Es realmente impresionante como la esperanza cristiana permite que el hombre sea libre,
puesto que, sigue el camino de la verdad en la persona de Jesús (cf. Jn 8, 32b), sin embargo, cuando
se pierde la esperanza se es esclavo de toda falsedad, de allí que, las ideologías políticas y las mal
llamadas ideologías de género, entre otras realidades nefastas, sean muestras de esas falsas
esperanzas que pretenden tergiversar la verdad del contenido salvífico de la esperanza cristiana,
no obstante, ésta última al no ser una ideología se sobrepone ante toda falsa esperanza.
cuestión de mero sentimiento, sino que, correspode a una verdadera experiencia de fe, de valor, de
coraje, de fidelidad ante las dificultades, en concreto, el cristiano debe asumir la esperanza cristiana
como don del resucitado que se dona siempre para su salvación plena.
La esperanza cristiana coloca al hombre de cara a los valores del Reino de Dios predicado
por la persona de Jesucristo. Pero el ser humano contemporáneo vive en una época de
incertidumbre, duda, desconsuelo y un sinsentido de la vida, siendo esto la única certeza que le
ofrece la modernidad junto con sus grandes avances técnicos. Éste tiene todo al alcance de la mano,
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parece que esta sociedad de consumo le ofrece todo, pero en el fondo de este ser humano,
Con mucha certeza el CEC muestra cuál es el verdadero sentido de la esperanza cristiana.
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo
hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para
ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata
Los valores del Reino están encarnados y se viven desde la esperanza cristiana. Si no hay
Ante esto, la esperanza cristiana se debate y sufre las consecuencias de los cambios
culturales de esta época. Aunque su comprensión parta de una promesa de Dios, de un don divino,
del encuentro con la persona de Jesucristo y de la adhesión de su evangelio, es notable que ésta
desde la vida del hombre se va diluyendo en una comprensión utilitarista y casi sin importancia.
Ya el hombre moderno no desea creer, lo que prefiere es asegurarse. Vivir desde lo seguro, desde
El testimonio del cristiano, ante la desesperación como ausencia de sentido en la vida del
hombre y, producto de ello, una vida que desemboca en el materialismo sin dejar espacio a la
esperanza, toma fuerza y sentido, en tanto que, viene a ser como una puerta que se abre a un
renacer, a un comenzar de nuevo, a una verdadera esperanza. De allí que, en la vida cristiana la
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esperanza debe de estar muy unida a la fe y a la caridad. Esto la salva de ser una somera idea
utópica e irrealizable en el tiempo y en el espacio, por lo que, sin duda alguna, la fe la sostiene y
convierte en una utopía que se pierde en el vacío” (1972, pág. 26). Al igual, sin la esperanza la fe
se diluye y cae en el pesimismo, “en fe muerta” (Moltmann, 1972, pág. 26). Ya Jesucristo en su
“No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué
vamos a vestirnos?, pues por todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya
sabe que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas
cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana, pues el mañana se
preocupará de sí mismo: cada día tiene bastante con su propio mal” (Mt 6,31-34).
bienaventuranzas eleva nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida;
trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan pasar aquellos que mantienen su fe
La esperanza es ―el ancla del alma, segura y firme, que penetra... ―a donde entró por nosotros
como precursor Jesús (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la
(1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: ―Con la alegría de la esperanza; constantes
Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear (CEC 1820).
57
El hombre de hoy, el que vive desde la fe en la Trinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo-
tiene la misión de testimoniar lo posible que es vivir desde la esperanza cristiana. Es así, que
“mediante la fe encuentra el hombre la senda de la verdadera vida, pero solo desde la esperanza
le mantiene en esa senda” (Moltmann, 1972, pág. 26). El mundo de hoy le creerá cuando lo vea
El cristiano no debe vivir desde su pociones e hipótesis sino desde la certeza que le otorga
la esperanza. Pero debe de comprender bien que la esperanza no es una posibilidad más de entre
tantas otras, sino que es el proceso al que se adhiere el cristiano que desea vivir desde la perspectiva
espejismo o una fantasía optimista, pero para la doctrina cristiana es un único modo de vida que le
introduce en la esfera de Dios y lo lanza a vivirlo en el ambiente en que le toca estar. Es misión
del cristiano transformar el mundo, iluminar las sombras de muerte que acechan a los hombres de
hoy y testimoniar que sí es posible confiar y abandonarse en las manos del Dios de la vida que
“quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4).
las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina (cf. CEC 2419).
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esperanza que surge desde la dimensión del Evangelio de Jesucristo. Es así, que la promesa de
Dios y la resurrección de Jesucristo suscita en los cristianos la esperanza fundada, que para todas
las personas humanas está preparada una morada nueva y eterna, una tierra en la que habita la
justicia (cf. 2 Co 5,1-2; 2 P 3,13). Ya esto nos saca de la pusilanimidad y nos traslada a una vida
Los bienes, como la dignidad del hombre, la fraternidad y la libertad, todos los frutos buenos de la
naturaleza y de nuestra laboriosidad, difundidos por la tierra en el Espíritu del Señor y según su
y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz que Cristo entregará al Padre y
hombre “que Dios le ofrece la posibilidad real de superar el mal y de alcanzar el bien” (DSI 578).
bien que no puede existir un paraíso perdurable aquí en la tierra” (DSI 579).
en su diario vivir. Es la búsqueda del bien común, de la justicia, de la construcción de la paz… que
deben de motivar su accionar en el mundo. Las sociedades tienen hambre de verdad y certezas que
darla a conocer, por tanto, “las motivaciones religiosas de este compromiso pueden no ser
compartidas, pero las convicciones morales que se derivan de ellas constituyen un punto de
encuentro entre los cristianos y todos los hombres de buena voluntad” (DSI 579).
59
la esperanza. Hay muchos que son profetas de la desesperanza y del sinsentido de la vida, pero es
deber de todo cristiano ser testigo convencido de la esperanza que surge desde la vivencia de los
La esperanza debe de estar presente y penetrar todas las relaciones sociales, especialmente
la verdad y la lucha por la libertad del hombre. Es un deber construir una sociedad más humana,
más digna y libre de todo vicio de mal que pueden dañar las relaciones del hombre con sus
Ante los sufrimientos que se muestran en el mundo actual, la doctrina cristiana ofrece un
camino seguro para acompañar las angustias y sufrimientos de los hombres de hoy, sobre todo los
más vulnerables a causa de las injusticias de nuestras estructuras políticas, económicas y culturales
de los pueblos. Con la esperanza como un don y una tarea en la vida del cristiano, está llamado a
abrirse a una dimensión concreta de vida que parta desde los valores del Reino que le llevan a la
vivencia de la fe, la esperanza y la caridad para humanizar este dolor y sufrimiento que embarga a
muchos hombres y pueblos que sufren los embates del pecado y del mal estructural.
Quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la
gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre
que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que
nos sigue amando «hasta el extremo», «hasta el total cumplimiento» (cf. Jn 13,1; 19,30) (cf. SS #
27).
60
Es compromiso del cristiano ser ejemplo de vida, de esperanza, que trabaja por un mundo
más humano, más digno, más libre y más cristiano. Compromiso que debe de hacerse realidad en
las relaciones del hombre con sus semejantes en las situaciones complejas que le toquen vivir.
constituido y vinculado entre sí. El alma, cuerpo y espíritu determinan al hombre como un todo
integrado. De tal forma que, cuando se accede al encuentro con el otro, se produce un acercamiento
Ahora bien, ¿Por qué colocar una cierta duda en el debería? ¿Existe la probabilidad que el
hombre sólo logre “formar” en sí mismo una parte de su ser? En este orden de ideas, es importante
señalar el hecho que las personas cuando son acompañadas, en este caso por un guía espiritual,
espiritual, sino más bien, desde una dimensión antropológica – corpórea, puesto que, toda la
persona humana está cimentada sobre una base antropológica, es decir; toda ella es una integración.
(cf. Lc 7, 13; Mc 10, 21). El acompañamiento de Jesús para con sus discípulos les llenaba de
esperanza porque accedía a la integralidad de la persona, no sólo les devolvía la esperanza, sino
también la vida y con ello la inserción a la comunidad. Por lo tanto, partiendo desde el
En definitiva, a este proceso: esperanza – vida – inserción, Pedro Laín Entralgo en su obra
En el curso real de su vida, el hombre es más veces «carne espiritualizada», sarx, que «espíritu
encarnado», pneuma. En tal caso, y siempre desde el punto de vista del espíritu, ¿cuál podrá ser la
actitud frente al futuro? ¿Cómo habrá de realizar su futurición una inteligencia carnal? Más
concretamente: puesto que el espíritu, que es inteligencia y libertad, no puede dejar de «conocer»,
¿cómo logrará orientarse en lo que todavía «no es»? Conviene distinguir entre el futuro del mundo
sino también que el camino de esperanza que se pretende redescubrir conlleve la aceptación,
asimilación y elaboración de la realidad que la persona debe enfrentar. A esto se le conoce como
“espíritu encarnado”. Hay una realidad que la persona en un estado de desesperanza no puede
obviar, no como un espacio cósmico, sino más bien, como un estado intelectivo a cuál debe acceder
realidad concreta (espíritu encarnado) es como se puede lograr un camino procesual de: esperanza,
que siguió Jesús con la viuda de Naín, les devolvió a la viuda y su hijo, vida, una nueva esperanza,
detiene “y, acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron” (Lc 7, 14a) para dar
Ahora bien, ¿cómo responder a una realidad de sin sentido en la vida del hombre? La
Iglesia como Madre y Maestra ha buscado acompañar a los hombres y mujeres que han caído en
62
esperanza.
quien lo requiera.
existencial, que le hace partícipe activo de esperanzas humanas, sin embargo, “la esperanza
cristiana se levanta sobre cimientos distintos a los evocados a propósito de las utopías seculares”
(Peña, 1996, pág. 16), esto significa que, la vivencia de esta esperanza desde la realidad cristiana
no se queda en lo superficial, sino que, por la fe, el hombre ahonda en su anhelo de confiar
plenamente en una persona concreta, de allí que, la base de la esperanza cristiana sea Jesucristo
resucitado.
Para concientizar a la persona acerca de la esperanza cristiana como base de toda esperanza,
es necesario abrir la experiencia del taller con realidades testimoniales de terceros que toquen el
corazón humano, de manera que, sea notable que no hay esperanza más cierta y más segura que la
cristiana, en tanto que, es Jesús liberando a la persona de toda esclavitud, pena, sufrimiento o dolor
que pueda estar pasando, resaltando así que, la esperanza cristiana no se sitúa en un campo utópico,
sino en la vanguardia de la realidad humana que camina hacia adelante, teniendo como fundamento
la persona de Jesús.
63
una observación personal de la propia vida, llegando al punto de una reflexión sincera, a la que se
pueda referir en qué o en quién se está poniendo la esperanza, de manera que, a la luz de la reflexión
hecha se cuente con la certeza palpable de la acción activa de la esperanza cristiana, en tanto que,
de Cristo, que libra de toda opresión y genera confianza en medio de las tribulaciones. El objetivo
es soltarse de falsas esperanzas que en vez de dar libertad son medida de atadura para la persona
en toda su dimensionalidad.
Finalmente, se ha de abrir un espacio de tiempo prudencial para la escucha atenta hacia las
personas, de modo que, el interés sea notorio, así mismo, con la dinámica de preguntas y
respuestas, iluminar el campo de acción de las personas en sus relaciones interpersonales, con el
fin de confrontar la propia vida con la esperanza cristiana, en tanto que, la misma no es un mero
sentimiento, sino una realidad experiencial muy vital. Para este momento de atención es
compañía para quien lo requiera. Se culmina el taller con oración y bendición, lo cual dará más
Cristo es el principio, sentido y esperanza plena del hombre, sólo en Cristo el hombre
alcanza su plenitud perfecta y delante de Él toda desesperanza queda reducida en nada. En este
sentido el autor del libro a los Hebreos manifiesta: “Mantengamos firmes la confesión de nuestra
esperanza, pues quien hizo la promesa es fiel” (Hb 10, 23). De tal modo, que el cristiano se
Sin embargo, para poder alcanzar el sentido de la vida, la historia de vida de cada persona
necesita ser sanada y superada en la Gracia de Cristo Jesús. A este proceso se le puede conocer
como «el encuentro con tu historia personal de vida». Un ejercicio que en primera instancia se
requiere de silencio interior, de tal modo que la persona logre desvelar su historia de vida - teniendo
consigo mismo, con su Padre y con las personas. De igual forma, analizar en qué consistía el
sentido de la vida de Jesús en su afán por hacer la voluntad de su Padre, es decir, Jesús contaba
con un PROYECTO DE VIDA muy bien definido. Esta primera parte puede ser abordada con 2
textos bíblicos que sintetizan la vida de Jesús, «servir y dar su vida en rescate por muchos» (cf.
Mt 20, 28) y los Hechos de los Apóstoles donde el autor sagrado resume toda la vida de Jesús en
la vida de Jesús. En este punto la persona debería de hacer una introspección y descubrir cómo
está su relación consigo misma, con Dios y con los demás. ¿Existe un proyecto personal de vida?
Para este momento se plantea desarrollar el ejercicio: “La película de tu vida”. La cual, consiste
vida, de la cual se parte para responder a las preguntas ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Dónde
ser tenido como signo de la entrega a Cristo de su propia vida, puesto que sólo en Cristo la vida
65
tiene sentido. Lo decía Pannenberg: “lo que vale para la esperanza cristiana es que su fundamento
está fuera de nosotros mismos, es decir, en Jesús Cristo” (Pannenberg, 2009, pág. 245).
Naturalmente, una persona humana con esperanza y sentido de vida, es un agente de cambio
inserta al hombre al engranaje de la sociedad. Lo impulsa a vencer las líneas del hombre moderno
y romper las barreras del individualismo. Ahora bien, para el desarrollo de este taller se proponen
dos materiales: El capítulo III «sentido de la actividad humana en el mundo» de Gaudium Et Spes
y la revisión de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia (Bien común, la persona humana,
solidaridad y subsidiaridad), la familia y el trabajo. Estos temas tomados del DOCAT ¿Qué hacer?
efecto, el objetivo debe enfocarse en integrar a toda la persona humana. En este proceso la
esperanza del cristiano debe radicar en primera instancia en descubrir la esperanza cristiana, sólo
en este punto se le encuentra sentido a la vida, para ser inserto en los cambios de la sociedad y la
Iglesia.
diferentes tiene como objetivos específicos: descubrir la esperanza cristiana y el sentido de la vida
Iglesia, de tal forma que éste se cuestione y en él ahora se pregunte ¿Qué hacer?, puesto que, debe
El objetivo de este apartado no consiste precisamente en desarrollar el retiro, sino más bien
presentar una posible ruta o propuesta pastoral para llevar a cabo este encuentro con Jesús. El
cristiano, es más, el hombre como un todo integrado sólo puede esperar en Cristo, con Cristo y
para Cristo.
en mostrar un camino de una espera perseverante. El hombre debe ser consiente que, al momento
Toda esperanza que no esté fundamentada en Cristo, es efímera y carente de sentido. Puesto
que, el fin último de la esperanza en Cristo es perseverar por un premio que no se marchita (cf. 1
Cor 9, 25). Un ejercicio propuesto para este primer momento del retiro consiste en exponer a la
persona a “situaciones límites”. Por ejemplo, la muerte, una enfermedad, la pérdida de un ser
querido, quedarse sin empleo, etc. ¿Cómo reaccionaría ante una situación límite?
La esperanza con Cristo: (Texto base Lc 24). Dice el escritor sagrado que “dos de ellos
iban caminando hacia una aldea llamada Emaús” (v 13) los más probable que aquellos dos
discípulos iban desesperanzados, puesto que, Aquel en quienes ellos habían puesto su confianza
lo habían matado, “nosotros esperábamos que él liberaría a Israel” (v 21). Sin embargo, en medio
de la desolación, discusión, desesperanza y tristeza, Jesús se pone a caminar con ellos, de lado a
lado, en medio de los discípulos, “Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos” (v 16).
67
El objetivo de este momento en primer lugar consiste en ver la compañía de Jesús en medio
de la vida de cada discípulo, en medio de la comunidad que celebrar a Cristo Jesús. Jesús camina
con cada uno para dar esperanza a toda desesperanza. Sin embargo, esto se descubre cuando la
persona logra experimentar un encuentro con la Persona de Jesucristo. “¿Acaso no ardía nuestro
corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (v 32).
experimentar un encuentro con Cristo aun en medio de dolor y la desesperanza. El estado de dolor,
angustia, depresión, soledad y todas aquellas emociones negativas que la persona esté
y muerte. Es decir, Cristo también sufre con el sufriente, llora con quien llora, Cristo está allí en
todo momento.
Finalmente, este encuentro que ya ha iniciado en este retiro se debe prolongar con el
los procesos de desolación de las personas, y no sólo es alimentar su espiritualidad, sino también
toda su integralidad como persona humana. Es un proceso en el cual tanto el acompañante como
el acompañando deben tener en cuenta que los momentos de desesperanzas pueden tocar de nuevo
No se turben. Crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas;
si no fuera así, a ustedes se lo hubiera dicho, porque voy a prepararles un lugar. Y, cuando haya
ido y les haya preparado un lugar volveré de nuevo y los llevaré conmigo, para que donde yo estoy
Esta es la esperanza definitiva de todo cristiano, alcanzar la plenitud en Cristo y con Cristo
en la vida eterna. En este sentido todos los cristianos luchan por una corona que no se marchita
(cf. 1 Cor 9, 25). De tal forma que la muerte no tiene poder sobre los que esperan en el Señor, san
Pablo, en relación a este orden de ideas, menciona tal acción en el cumplimiento de las Escrituras,
Cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de
inmortalidad, entonces se cumplirá lo que dice la Escritura: ¡La muerte ha sido devorada por la
victoria! ¡Muerte!, ¿dónde quedó tu victoria? ¡Muerte!, ¿dónde quedó tu aguijón? (1 Cor 15, 54 –
Lo mejor que le puede pasar a un cristiano que vive en una esperanza perseverante en Cristo
y con Cristo es la muerte. Sin embargo, la vida terrenal tiene sentido en Cristo y por ende el
cristiano es un peregrino al estilo de san Pablo, “Me siento atraído por ambas cosas: por un lado,
deseo partir para estar con Cristo, que sin duda es mucho mejor, y, por otro, quiero quedarme en
este mundo, ya que sería más necesario para ustedes” (Fil 1, 23-24) como un fiel trabajador en la
En definitiva, todo cristiano que espera en el Señor debe estar en un constante anhelo por
alcanzar el Reino de Dios, puesto que “Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde
esperamos como salvador a Jesucristo, el Señor” (Fil 3, 20). En esto consiste la esperanza
La esperanza cristiana es una luz para el hombre de hoy, puesto que, éste a diario
experimenta luchas, desafíos, problemas, aciertos y desaciertos. Como dice el apóstol Pablo:
69
“Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de
Estas son algunas realidades sociales, dolores o problemas que atañen al hombre de hoy y,
que al mismo tiempo son desafíos para hacer notar el ímpetu de la esperanza: la sed de justicia, la
migración, la violencia, las guerras, la pobreza, la desintegración familiar, las ideologías nefastas
En este sentido, problema, significa que se debe y se tiene que estar alertas, ¡todos alerta!,
sin exclusión alguna y, a la vez significa un paso a la esperanza, porque todo problema tiene una
causa, un principio, pero sobre todo una solución. El cristiano, es un hombre de esperanza, por lo
“se siente íntima y realmente solidario del género humano y de su historia”, del mismo modo, “los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo
de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los
Por consiguiente, detalla el papa Benedicto XVI que: “se nos ofrece la salvación en el
sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos
afrontar nuestro presente” (SS #1). La esperanza como luz que ilumina al hombre de hoy, denota
que el cristiano, sumergido el proceder de Dios es capaz de portar la esperanza que de Dios ya se
La esperanza cristiana, por tanto, dentro de la historia humana cumple un papel importante,
puesto que, relaciona al hombre con a la persona de Jesús, en tanto que, ya no sólo es conocimiento
El mensaje cristiano no era sólo “informativo”, sino “performativo”. Eso significa que el Evangelio no
es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos
y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene
esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva (SS #2)
Por consiguiente, frente a estos desafíos, la esperanza cristiana se muestra como la puerta
siempre abierta, en donde, al pasar por ella toda realidad sombría se esclarece, y en donde todo
sufrimiento, pena o dolor adquiere un sentido esperanzador. Es aquí donde todo cristiano ha de
acercamiento con sus semejantes haga de esta esperanza cristiana un camino de luz y un
fundamento de humanización.
«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para
nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo.
No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara
71
para ponerla debajo del celemín, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que están en la
casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y alaben a
humanizar ve en Él una dinamicidad en la que no se espera por esperar, sino que, a la luz de la
palabra recibida, hace de la esperanza cristiana un estilo de vida, que con tiempo y paciencia
obtiene gracia y bendición. Por consiguiente, la esperanza cristiana hace del cristiano una persona
coherente, en tanto que, siguiendo la palabra de Jesús al presentarlo como sal y luz, denota una
exigencia mayor, donde ha de pasar de una somera caridad particular a una profunda caridad social,
puesto que, en razón de su vivencialidad y experiencia con Cristo ha de ser un agente de justicia.
En concreto, es muy necesario que el trabajo o servicio que desde la realidad cristiana se
realiza en medio de las situaciones que someten a la persona en el mundo, pueda ser siempre
transmitido en pos de la esperanza, puesto que, en concordancia con el mensaje de Jesús, ésta tiene
una virtud en la vida de los hombres, con mayor énfasis en los cristianos. Su acontecer no depende
del ímpetu humano, sino de la iniciativa divina, en tanto que, es Dios suscitando su gracia en el
corazón de los hombres. Sin lugar a dudas, la esperanza cristiana se vuelve un don, puesto que, en
obrar del cristiano se pone énfasis en el hacer de Dios, puesto que, esta esperanza que emana de
72
Él, tiene como realidad frontal esperar contra toda esperanza (cf. Rm 4, 18) De allí que, sólo “la
caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a cada necesidad inmediata en una determinada
situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se
recuperen, los prisioneros visitados” (DCE, 2005, pág. 48, n 31). En definitiva, la acción de la dimensión
Desde esta visión, la esperanza cristiana induce a la persona a ser activa en el servicio,
donde siempre vaya hacia adelante. Cabe resaltar que la dimensión samaritana relacionada a la
esperanza cristiana, se gesta y crece en y por el amor de Cristo, haciéndola posible a pesar de las
En la sintonía del encuentro y la armonía con los demás, el cristiano como portador de la
esperanza, ha de saber expresar lo que en palabras sencillas ha dicho el papa Francisco en audiencia
general el 20 de septiembre de 2017, que “la esperanza nos lleva a creer en la existencia de una
creación que se extiende hasta su cumplimiento definitivo, cuando Dios será todo en todos” (AG,
Francisco, 2017).
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Conclusión
La esperanza cristiana es una realidad muy compleja, dado que, el foco de atención al que
se dirige es la persona humana, y más aún, por la realidad experiencial que comprende la misma,
puesto que, cada experiencia difiere una de la otra. Ciertamente, la objetividad es que haya
esperanza cierta en la vida humana frente a los desafíos o problemas en los que el hombre se ve
insertado, sin embargo, este enfoque de la esperanza cristiana es un proceso que se hará en la
El fin de la temática: “la esperanza cristiana como respuesta al vacío existencial del hombre
de hoy”, busca profundizar en la vida humana qué es lo que anhela, y a su vez, en qué está poniendo
natural, sino sobrenatural, que no se queda en lo material, sino que trasciende a lo eterno, puesto
1. En relación a las nociones de la esperanza en AT, el hombre que está inmerso en una
sociedad y propiamente en una historia que marcha hacia un fin, ha de asumir la esperanza como
una realidad inherente en la vida y, teniendo el paso del hombre bíblico en sus diferentes contextos
históricos, pueda descubrir que la esperanza no es una idea ingenua, sino una realidad experiencial
que se suscita a medida se avanza en la propia vida y en los acontecimientos de cada persona.
2. En torno a la esperanza hecha persona en Jesús, el hombre ha de tener presente que puede
fijar su confianza y su esperanza en un ser concreto y no en una vana y somera realidad secular.
El encuentro personal con la persona de Jesús es muy importante, de allí que, la perspectiva bíblica
acerca de Jesús como la Palabra revelada, es a su vez, la esperanza encarnada, que se hace vida y
creyentes han de darse por completo para el bien de los necesitados en la esperanza, así pues, se
vayan rompiendo las cadenas que someten la libertad de las personas en el mundo, teniendo en el
Bibliografía
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