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Jueventud y Violencia de Genero

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Septiembre 09

Juventud y violencia de gnero

Septiembre 09 | N

Juventud y violencia de gnero


Coordinadoras: Josefa Valdemoro Pascual y M Jess Peyr Arcas
(Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero. Ministerio de Igualdad).

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

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REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

Director Gabriel Alconchel Morales Coordinacin del nmero Josefa Valdemoro Pascual y M Jess Peyr Arcas Diseo Grfico Pep Carri / Sonia Snchez Antonio Fernndez Ilustraciones Marta Antelo Catlogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es Edicin Instituto de la Juventud Redaccin Observatorio de la Juventud en Espaa Servicio de Documentacin y Estudios Tel. 91 363 78 09 Fax 91 363 78 11 E-mail: estudios-injuve@migualdad.es Biblioteca de Juventud C/ Marqus del Riscal, 16 Tel. 91 347 77 00 E-mail: biblioteca-injuve@migualdad.es

ISSN: 0211-4364 NIPO: 802-09-006-9 Dep. Legal: M-41.850-1980 Impresin: ARTEGRAF, S.A.
Las opiniones publicadas en este nmero corresponden a sus autores. El Instituto de la Juventud no comparte necesariamente el contenido de las mismas.

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septiembre 09 | n 86

NDICE

Septiembre 09 | N

Juventud y violencia de gnero


Coordinadoras: Josefa Valdemoro Pascual y M Jess Peyr Arcas
(Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero. Ministerio de Igualdad).

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EL TEMA | pg. 5
Introduccin | pg. 7

1. Me alegro de reconocerte! Juventud, identidad y violencia de gnero | pg. 15


Miguel Lorente Acosta. Delegado del Gobierno para la Violencia de Gnero. Ministerio de Igualdad

2. Prevenir la violencia de gnero desde la escuela | pg. 31


M Jose Daz-Aguado. Catedrtica de Psicologa Evolutiva y de la Educacin. Universidad Complutense de Madrid

3. Los chicos hroes y las chicas malas | pg. 49


Ana Rubio Castro. Profesora Titular de Filosofa del Derecho y Filosofa Poltica. Facultad de Derecho de la Universidad de Granada

4. Cmo tengo que ser para que me quieras? La construccin del enamoramiento en los relatos cinematogrficos: propuesta de un modelo de alfabetizacin audiovisual para la prevencin de la violencia de gnero | pg. 65
Laia Falcn. Doctora en Comunicacin Audiovisual, Universidad Complutense de Madrid

5. Las jvenes frente a la violencia de gnero | pg. 83


Ana M Prez del Campo. Presidenta de la Federacin Nacional de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas

6. Problemtica especfica de las mujeres jvenes inmigrantes, vctimas de violencia de gnero

| pg. 101
Dora Anadela Aguirre Hidalgo. Presidenta de Rumiahui y Vocal del Foro para la Integracin Social de los Inmigrantes

7. Los jvenes maltratadores ante la justicia. El papel de la Fiscala | pg. 121


Ana Isabel Vargas Gallego. Fiscal Adjunta a la Fiscal de Sala Delegada contra la Violencia sobre la Mujer

8. La jurisdiccin de menores ante la violencia de gnero | pg. 137


M Jess Milln de las Heras. Titular del Juzgado de Menores n 2 de Madrid

9. Del discurso machista a la violencia de gnero | pg. 153


Fernando Gonzlez Hermosilla. Socilogo

10. Prevenir la violencia cambiando la forma de ser hombre entre los jvenes | pg. 177
Antonio Martnez Cceres. Educador en el Programa de Hombres por la Igualdad de la Delegacin de Igualdad y Salud del Ayto. de Jerez de la Frontera

11. Jvenes en la intervencin para hombres que ejercen violencia de gnero: dificultades y propuestas | pg. 197
Heinrich Geldschalger, lvaro Ponde y Oriol Gins. Fundaci Institut de Reinserci Social (IRES)

12. Cunto cuenta la juventud en violencia de gnero? | pg. 217


M Isabel Carvajal Gmez y Ana M Vzquez Bandn. Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero. Ministerio de Igualdad

MATERIALES | pg. 235

COLABORACIN | pg. 245

EL TEMA

Juventud y violencia de gnero

EL TEMA

La violencia de gnero es la manifestacin ms cruenta de la desigualdad entre mujeres y hombres, es la violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas carentes de los derechos mnimos de libertad, respeto y capacidad de decisin. La violencia contra las mujeres se puede manifestar de distintas formas: fsica, sexual, psicolgica y econmica, producindose tanto en el mbito de lo pblico (mundo laboral, medios de comunicacin, el lenguaje) como de lo privado (violencia domstica y de gnero) Por tanto, podemos decir que una mujer que sufre violencia, en cualquiera de sus expresiones, difcilmente puede participar en la vida en todas sus dimensiones, poltica, social, cultural y en el mundo laboral en las mismas condiciones que sus compaeros masculinos y que otras mujeres que no sufren violencia.

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La violencia de gnero es la manifestacin ms cruenta de la desigualdad entre mujeres y hombres, es la violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas carentes de los derechos mnimos de libertad, respeto y capacidad de decisin. La violencia de gnero representa el mecanismo de sometimiento por excelencia en el sistema patriarcal. Se convierte en el instrumento de dominacin y control que perpetua el mantenimiento tanto del poder masculino como del sometimiento femenino, siendo el control de la sexualidad femenina un elemento muy relevante en el ejercicio de esta violencia. Hasta pocas relativamente recientes, las agresiones sexuales a las mujeres se valoraban en referencia al tipo de relacin que tuviera la vctima con el agresor. As por ejemplo, no se consideraba agresin sexual cuando la mujer se dedicaba a la prostitucin, tampoco se considera la posibilidad de una violacin si la vctima no era virgen, o era una atenuante en los malos tratos el hecho de que el agresor fuera el marido de la vctima. Es un fenmeno que se ha venido produciendo a lo largo de toda la historia de la humanidad, que ha permanecido oculto y que ha sido relegado al mbito privado. En el ltimo cuarto del siglo XX, se produce el cambio y se empieza a reconocer el fenmeno de la violencia contra las mujeres como un problema pblico y social, que hay que erradicar, ya que constituye una vulneracin de los Derechos Humanos, que perjudica la estabilidad, el desarrollo econmico y social de los pueblos, vulnerando el principio de igualdad de oportunidades que impera en toda sociedad democrtica. La violencia contra las mujeres se puede manifestar de distintas formas: fsica, sexual, psicolgica y econmica, producindose tanto en el mbito de lo pblico (mundo laboral, medios de comunicacin, el lenguaje) como de lo privado (violencia domstica y de gnero) Por tanto, podemos decir que una mujer que sufre violencia, en cualquiera de sus expresiones, difcilmente puede participar en la vida en todas sus dimensiones, poltica, social, cultural y en el mundo laboral en las mismas condiciones que sus compaeros masculinos y que otras mujeres que no sufren violencia. A finales de la dcada de los 70 y comienzo de los 80, se produce el reconocimiento de la violencia de gnero como un problema social a nivel internacional. En las tres Conferencias Mundiales sobre la Mujer (Mxico, 1975; Copenhague, 1980 y Nairobi, 1985), Naciones Unidas insta a los estados a adoptar medidas para eliminar las discriminaciones en contra de las mujeres. El punto culminante se alcanza en la IV Conferencia Mundial de las Mujeres (Beijing 1995) donde se recoge la definicin de violencia de gnero de la cual se han nutrido todas las definiciones y desarrollos normativos posteriores. Es durante este perodo cuando todos los pases comienzan a

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reconocer el carcter estructural de la violencia de gnero y sus distintas manifestaciones. En el mbito Europeo es en el ao 1986 cuando se plante por primera vez el problema de violencia contra las mujeres en el seno del Parlamento Europeo. En 1994 y 1997 se adoptan sucesivas Resoluciones en las que se pone de manifiesto, fundamentalmente, la problemtica de la violacin de los derechos de las mujeres a la integridad de su cuerpo y se pone en marcha una Campaa Europea de Tolerancia Cero ante la Violencia contra las Mujeres en la que se incluye, entre otros, los malos tratos y las agresiones fsicas y psquicas que se puedan realizar contras las mismas, tanto en el mbito familiar, en el trabajo o en la sociedad. En el ao 2004 el Parlamento aprueba el programa de accin comunitario para prevenir la violencia ejercida sobre los nios, los jvenes, las mujeres y proteger a las vctimas y grupos de riesgo (Programa Daphne II). En Espaa, las acciones contra la desigualdad no se inician hasta la promulgacin de la Constitucin en 1978, donde se reconoce expresamente la igualdad de derechos entre mujeres y hombres en sus artculos 9.2 , 14 y 15. De ah que desde su puesta en vigor, hace treinta aos, los poderes pblicos hayan tomado las medidas legales necesarias para garantizar el total disfrute de los derechos fundamentales de las mujeres, asegurando de esta manera el ejercicio de su condicin de ciudadanas. En la ltima dcada en Espaa, en el mbito de la sociedad civil, se han venido desarrollando fuertes movilizaciones de las organizaciones feministas, organizaciones no gubernamentales y agentes sociales en contra de la violencia sobre las mujeres y se han articulado redes contra la violencia de gnero. Igualmente, a travs de los medios de comunicacin empiezan a salir a la luz las cifras de maltrato, provocando una fuerte repulsa y una mayor conciencia social del problema de la violencia que se ejerce sobre las mujeres. Paralelamente, a nivel institucional se realizan numerosos esfuerzos para luchar contra esta violencia. Se pusieron en marcha Planes de Accin sobre Violencia contra las Mujeres tanto en el mbito estatal como autonmico y local, que han culminado en dos acciones normativas de gran importancia: 1. La Ley Orgnica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Proteccin Integral contra la Violencia de Gnero, que el Parlamento espaol aprob por unanimidad, cuyo fin ltimo es erradicar progresivamente la violencia de gnero de forma definitiva. 2. La Ley Orgnica 3/2007 de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres. Desde la aprobacin de la Ley 1/2004, y para hacer efectivo el principio de asistencia integral a las vctimas de violencia de gnero proclamado en la misma, se articula una tutela institucional a cuyo fin se crea la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero, el Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer, as como una tutela penal con la puesta en marcha de numerosas medidas entre las que destacan la creacin de los Juzgados exclusivos de Violencia sobre la Mujer, y la creacin de Fiscales de Violencia sobre la Mujer.

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De igual forma se puso en marcha el Plan Nacional de Sensibilizacin y Prevencin de la Violencia de Gnero y se aprobaron un conjunto de Medidas Urgentes para reforzar algunas de las ya existentes, entre las que se cuenta la creacin de las Unidades de Coordinacin contra la Violencia sobre la Mujer en cada Delegacin del Gobierno y las Unidades de Violencia contra la Mujer en las Subdelegaciones del Gobierno. Por otra parte, tanto la Administracin General del Estado, como las administraciones autonmicas y locales han aumentado los recursos que dedican a combatir dicha violencia poniendo en marcha nuevos derechos sociales y econmicos para las mujeres que garantizan la asistencia social integral, el empleo y los recursos econmicos en casos de necesidad. En cualquier caso la nica forma de acabar con la violencia contra las mujeres es eliminando desde su raz cualquier tipo de manifestacin discriminatoria, ya sea directa o indirecta, por razn de sexo y la promulgacin de la igualdad real entre hombres y mujeres, removiendo los obstculos y los estereotipos sociales que impiden alcanzarla. Este es el principal objetivo de la Ley 3/2007, cuya principal novedad radica en la prevencin de estas conductas discriminatorias y en la previsin de polticas activas para hacer efectivo el principio de igualdad. Como ya hemos dicho en el inicio, la violencia de gnero tiene una serie de caractersticas que la diferencian del resto de conductas violentas se ejerce sobre las mujeres por el mismo hecho de serlo. La Ley Integral 1/2004, de 28 de diciembre, en su artculo 1, determina que su mbito de aplicacin es el de la violencia ejercida contra las mujeres por los varones que son o han sido su pareja. Debido a las caractersticas especficas de este tipo de violencia, cuanto ms se conozca acerca de este fenmeno, ms adecuadas sern las estrategias para su prevencin y erradicacin. De ah la especial importancia que se le debe dar al campo de la investigacin y del estudio. La adolescencia es una etapa de transicin entre la infancia y la madurez que tiene una gran relevancia en la vida de un ser humano. El adolescente sale del entorno familiar y empieza a establecer las pautas de relacin con el mundo que le rodea. Es la poca en la que el individuo empieza a construir su proyecto de vida. Por tanto el futuro de un pas depende de que ese proyecto est elaborado en el respeto a los Derechos Humanos y basado en el principio de igualdad entre hombres y mujeres que es el tema que nos atae. De ah que lo que se persigue con este monogrfico es profundizar en el conocimiento no slo del fenmeno social, sino tambin en los instrumentos y mecanismos que se han puesto en marcha para combatir la violencia de gnero, con el nico objetivo de revertir los resultados obtenidos en la puesta en marcha de actuaciones ms adecuadas y eficaces para lograr su erradicacin y de esta forma fomentar un cambio de actitud en la sociedad y una modificacin en sus estructuras. En este sentido y una vez hecha esta breve introduccin sobre la descripcin del fenmeno de la violencia de gnero y su evolucin histrica, lo que vamos a abordar en profundidad, desde diferentes puntos de vista y perspectivas, es el desarrollo de este fenmeno y las particularidades que adopta dentro del mundo juvenil.

Juventud y violencia de gnero

Este monogrfico se compone de doce artculos que podramos agrupar en cuatro grandes grupos. En el primero, compuesto por los artculos 1, 2 y 12, se hace un anlisis general detallado de cmo crecen y evolucionan los y las jvenes y adolescentes bajo los modelos de relaciones tradicionales y la repercusin que stos tienen en la formacin de la identidad de las mujeres. En el segundo, formado por los artculos 3, 4, 5 y 6, se aborda el fenmeno de la violencia de gnero desde el punto de vista de las mujeres jvenes, en la escuela y en la familia; de cmo en esos espacios las jvenes van configurando su personalidad y el papel que van a ocupar en el mundo. Tambin se aborda la recuperacin de las jvenes sometidas a violencia machista y la problemtica de las mujeres jvenes inmigrantes vctimas de violencia de gnero. En el tercer bloque, formado por los artculos 7 y 8 se examina cul es el papel de la Jurisdiccin de Menores y de la Fiscala ante los jvenes maltratadores y las vctimas de violencia de gnero. Y por ltimo, el cuarto bloque est compuesto por los artculos 9, 10 y 11, referidos a los hombres jvenes; se analiza de qu forma construyen la realidad social en la que viven, cmo es el discurso machista, de qu manera prevenir todas estas actitudes y finalmente cmo se puede intervenir para su rehabilitacin. En el primer bloque, se hace una reflexin general acerca del fenmeno de la violencia de gnero. Se hace hincapi en el peso que tiene la Historia a travs de la tradicin y las costumbres, y cmo a travs de estos mecanismos se transmite todo el sistema de valores y principios que rigen hoy nuestra sociedad y que conforman la identidad de las mujeres. Se analiza la relacin existente entre el sexismo y la violencia en general y su superacin entre las y los adolescentes llevando a proponer una perspectiva integral de la violencia, basada en la igualdad y el respecto a los Derechos Humanos. Desde esta perspectiva se estudian las importantes similitudes que hay entre la violencia de gnero y el acoso escolar, proponiendo para su prevencin, programas que incluyan el establecimiento de relaciones cooperativas y la construccin explcita de un curriculum de la no-violencia. Por ltimo se lleva a cabo un acercamiento a la violencia de gnero desde el punto de vista estadstico, en relacin a los datos que se explotan y se analizan en el Ministerio de Igualdad. En el segundo bloque, se analiza cmo los y las jvenes conforman su identidad en la escuela y la familia a travs de modelos tradicionales sexistas. Se pone de manifiesto el abismo existente entre la igualdad formal y la igualdad real que existe en la escuela, que no slo impide percibir el verdadero grado de desigualdad existente, sino que vela prcticas discriminatorias y reproduce los estereotipos sexistas que se pretenden erradicar. Hace referencia a cmo las jvenes construyen su identidad mediante la imitacin de las prcticas masculinas, como rechazo a la feminidad socialmente devaluada y cmo la multiplicidad de las situaciones violentas de baja intensidad llevan a normalizar y minimizar la violencia de gnero. Por otro lado se exploran las relaciones amorosas a travs de los medios audiovisuales y las nuevas tecnologas, por la gran capacidad de influencia que tienen a la hora de actuar como agentes socializadores. Vemos cmo los relatos cinematogrficos generan expectativas amorosas y de vida en pareja, definiendo y reproduciendo los patrones y roles de gnero. Esto lleva a plantear la necesidad de realizar una alfabetizacin audiovisual (sobre todo

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en programas de prevencin de violencia de gnero) con la que promover el anlisis y la reflexin crtica de los relatos que abordan las definiciones culturales de enamoramiento y vida en la pareja. En el siguiente artculo de este bloque, se investiga acerca de cmo viven los menores los efectos y las consecuencias que producen la violencia sexista experimentada en el entorno familiar, as como los mecanismos que impiden a la joven de hoy adquirir su propia identidad. Tambin analiza la importancia que tiene el proceso reparador para la recuperacin del trauma de las jvenes sometidas a la violencia machista, recalcando la accin del feminismo como clave para el buen xito de dicha recuperacin. En el ltimo artculo de este bloque, la exposicin nos acerca a la problemtica especfica de las mujeres jvenes inmigrantes vctimas de violencia machista, en la que se pone de manifiesto la cruda realidad en la que viven estas mujeres y a la presin social a que estn sometidas. Mujeres heroicas que viven esta violencia en una gran soledad, fuera de sus pases de origen, lejos de su entorno familiar y que en muchas ocasiones estn en situacin irregular. Mujeres que han elegido nuestro pas para rehacer sus vidas y la de los suyos. El tercer bloque, explora el papel de la Jurisdiccin de Menores y la Fiscala ante los delitos de violencia de gnero, cuando stos son cometidos por jvenes mayores de 14 aos y menores de 18 aos. En estos dos artculos se hace referencia a la Ley Orgnica 5/2000, de 12 enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores y se hace un recorrido por las reformas legislativas, penales y procesales que se vienen realizando en el mbito de la violencia de gnero, que han supuesto un endurecimiento de las penas, mayores garantas para la seguridad y la proteccin de la vctima y un reforzamiento de su posicin jurdica. Todo esto sin perder la perspectiva de que los jvenes maltratadores son seres en evolucin y por tanto, todas las medidas que se adopten respecto a ellos debern tener una finalidad educativa. Por ltimo en el cuarto bloque, se aborda especficamente la problemtica de los hombres jvenes. El primero de los artculos aborda el discurso machista. Considerando que el lenguaje es el instrumento por el cual un individuo describe tanto la realidad interior como la exterior en la que vive, este estudio constata la estrecha relacin existente entre la cultura patriarcal, la desigualdad entre hombres y mujeres y la violencia de gnero. De ah la insistencia en la necesidad de tener en cuenta la opinin de los hombres sobre la manera en que se han visto afectados por el proceso de emancipacin de las mujeres en su bsqueda por la igualdad. Dicho estudio concluye comprobando que, aunque la gran mayora de los hombres consideran injustificable la violencia de gnero, una gran parte encuentra justificacin para ella. Seguidamente, se acomete la tarea de cmo prevenir estas conductas violentas hacia las mujeres en los varones jvenes. Se propone que una de las maneras de hacerlo es modificando el modelo masculino hegemnico. Se reflexiona sobre algunas premisas para promover el cambio de masculinidad en los jvenes hacia otros modelos ms igualitarios, que no conlleven el ejercicio de la dominacin y el poder como forma de relacionarse para mantener su situacin de privilegio.

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Finalmente, en este ltimo artculo se afronta la intervencin con hombres jvenes maltratadores y su rehabilitacin. Segn los resultados de diferentes investigaciones la violencia de gnero est mucho ms presente en las relaciones de pareja entre jvenes que entre adultos, de ah la urgencia e importancia de la intervencin. A pesar de lo dicho esta tarea entraa ciertas dificultades, por un lado la que tienen los jvenes para identificar la violencia de gnero, lo que implica una tendencia a normalizarla o naturalizarla (aceptacin de la agresin como patrn de conducta normalizado e integrados en las relaciones afectivas de las personas jvenes), y por otro lado, la dificultad aadida como consecuencia de la inexistencia en nuestro pas de programas especficos para agresores de gnero jvenes, que les asistan para identificar la violencia que ejercen, responsabilizarse de ella y trabajar para eliminarla. De ah el trabajo de adaptacin de los programas existentes de intervencin con hombres que maltratan para dar respuestas adecuadas a su inclusin. Josefa Valdemoro Pascual y M Jess Peyr Arcas (Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero. Ministerio de Igualdad)

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Miguel Lorente Acosta . Delegado del Gobierno para la Violencia de Gnero.

DOCUMENTOS

Ministerio de Igualdad.

Me alegro de reconocerte! Juventud, identidad y violencia de gnero

No basta con ver a la juventud como diferente, sino aceptarla como propia. La clave est en s misma, en la juventud, no en las personas que se encuentran en un determinado periodo evolutivo de la vida, que siempre estarn de paso. La juventud nunca se va, permanece en cada persona porque en gran medida es la factora de la identidad y de la estructura de la personalidad que despus soportar el peso del desarrollo social y de los acontecimientos que acompaen a la persona. El ser humano, como sujeto social, en una gran parte debe su identidad a la experiencia de un reconocimiento intersubjetivo, es decir, a la idea que cada persona desarrolla sobre lo que piensa que los dems ven y valoran de ella, de ah la importancia del componente social en general y del elemento grupal en particular para la formacin de la conciencia de s misma como persona, y con ella su identidad, que implica la incorporacin de elementos y valores que hasta ese momento podan ser extraos para ella. La violencia de gnero nace de la construccin de las identidades de hombres y mujeres a partir de referencias distintas basadas en la desigualdad, y del reconocimiento o rechazo social segn se ajusten o aparten del modelo establecido. La situacin debe cambiar y conforme el desarrollo social ha permitido incorporar nuevas referencias sobre las que conseguir un reconocimiento, muchas de las nuevas identidades se levantan no sobre los valores tradicionales, sino sobre su cuestionamiento. Hasta que la transformacin social permita que la juventud llegue a un contexto de socializacin donde esta se lleve a cabo sobre nuevos modelos, son los jvenes y las jvenes quienes tienen a su alcance romper con el modelo tradicional a travs de su cuestionamiento crtico, y ello siempre exige accin, nunca espera y pasividad. Palabras clave: Juventud, identidad, reconocimiento, violencia de gnero, autoestima, autoconfianza, igualdad, desigualdad.

Juventud, entre el ser y el no ser


Acercarse a la juventud con frecuencia origina una sensacin extraa, parece que se llega tarde o demasiado pronto, y que de alguna manera no se alcanza a captar la esencia de la misma. Desde dentro porque se mira hacia fuera, hacia lo que est por venir, y desde el exterior, porque nunca se puede penetrar del todo en el ncleo ntimo de ese divino tesoro, como la llam Rubn Daro. La juventud se presenta como un trnsito, como un periodo entre la infancia y la edad adulta, un puente entre dos etapas tradicionalmente reconocidas y consolidadas, un estadio en el que se agota la primera y empieza a dar los primeros pasos la segunda, eso s, con energa, vigor y frescura, como dice el Diccionario de la Real Academia Espaola, pero en definitiva bajo la idea de que algo empieza para acabar. Una idea que tambin es reflejada en los versos de Rubn Daro cuando escribe Ya te vas para no volver!

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Sin duda se trata de una visin romntica y realista, pero de alguna manera tambin parcial y errnea, producto de una concepcin paternalista de una vida que viene guiada por manos y acciones superiores o de autoridad, para las que no estar en su nivel no slo hace a las personas diferentes, sino que tambin las sita en una posicin inferior. La aproximacin a la juventud desde una visin esttica siempre obtendr una foto movida porque la juventud es dinamismo, por ello hay que analizarla desde esa vitalidad y movimiento que guarda para entender su autntico significado. No basta con verla como diferente, sino aceptarla como propia, pues la clave est en s misma, en la juventud, no en las personas que se encuentran en un determinado periodo evolutivo de la vida, que siempre estarn de paso. Por ello se equivocaba al decir Ya te vas para nunca volver!, pues la juventud nunca se va, permanece en cada persona porque en gran medida es la factora de la identidad y de la estructura de la personalidad que despus soportar el peso del desarrollo social y de los acontecimientos que acompaen a la persona. Es ah, en esa funcin invisibilizada detrs de la eclosin de sentimientos, percepciones y acciones donde se esconden las monedas ms valiosas del tesoro, en esa especie de doble fondo del cofre, que de no asegurarlo y reforzarlo supondr un punto dbil por el que se irn escapando joyas y monedas del tesoro ciudadano, hasta convertir a la persona adulta en una avara de la escasa bisutera que sea capaz de retener. La juventud es porque es juventud, permtanme la obviedad, pero quiero enfatizar la trascendencia de esta fase de la vida en la adquisicin, incorporacin en integracin de muchos de los valores de ciudadana, algunos de ellos procedentes de la infancia y de la familia, otros recibidos en este momento, pero todos necesitados de una integracin coherente y armnica para hacer de la convivencia y de lo comn un espacio en el que crecer como individuo y como sociedad. De ah que sea fundamental adoptar una posicin crtica con aquellos valores y elementos que han configurado las identidades de hombres y mujeres sobre un modelo desigual para romper con la tirana del tiempo, un tiempo traidor que se ha presentado histricamente como la solucin a la desigualdad, cuando en realidad ha sido la causa de la misma a travs de su consolidacin y estructuracin como parte de las referencias sociales y culturales. Por ello el tiempo no es la solucin como tal, es un tiempo hueco, vaco de contenido que lo nico que arrastra es la estela de polvo dejada caer por el reloj de arena de la historia, y por ello el momento en el que se integran los valores en la configuracin de las identidades, la juventud, debe de llenar esos minutos y horas de acciones por la igualdad sobre un nuevo modelo de identidad para hombres y mujeres.

La insoportable levedad del no ser


La juventud, tal y como hemos visto, puede ser considerada como una etapa de transicin, como un debate entre el ser y el no ser, pero en ocasiones esa idea del no ser se prolonga ms all de los lmites que la cultura le otorga. Para ello repasaremos alguna reflexin en este sentido. Teresa se despert y comprob que estaba sola en casa escribe Milan Kundera en su obra; y como Teresa muchas mujeres despiertan cada da y se dan cuenta que estn solas en casa, solas en su edificio, en su barrio, en su ciudad, en su regin,

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Solas en la vida. Sus vidas no son historia porque no se continan ni vienen de ninguna parte, aparecen y desaparecen con ellas. Y todo ello a pesar de que al despertarse lo hacen al lado de un hombre, rodeadas de hijos e hijas, de vecinos que fiscalizan sus vidas, de paisanos que se cruzan como las aguas con las piedras del ro; todo ello por no ser, por tan slo estar, y al cambiar la escena de la historia, cuando pasa el tiempo y la vida ha transcurrido, las mujeres, como ese viejo escenario removido por antiguo, se van con l. Y del mismo modo que est sola por estar rodeada en un mundo de figuras y roles masculinos, tambin es cierto que es de tanto no ser. El hombre ha hecho en la sociedad lo que no ha podido hacer por naturaleza, ha concebido un orden con el nico material gentico que el suyo, lo ha ido gestando y finalmente lo alumbr a su imagen y semejanza, como no poda ser de otro modo, cumpliendo las leyes de la herencia al crear una sociedad que porta sus caractersticas. En este caso, al tratarse de una clonacin de s mismo, la sociedad se presenta con la voz grave de la desigualdad, el bello que cubre y oculta muchas injusticias, el desarrollo muscular de la violencia y la ansiedad propia de la competitividad. Pero antes de llegar a esta sociedad androforme y patriarcal en edad madura, ha ido creciendo poco a poco, siglo a siglo, en la historia de la soledad. Porque una sociedad como la nuestra ha sido una historia de la soledad, del aislamiento y la fragmentacin. Y como continuaba Milan Kundera, Un drama siempre puede expresarse mediante una metfora referida al peso. Decamos que sobre la persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde. Pero que le sucedi a Sabina? Nada su drama no era el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que haba cado sobre Sabina no era una carga, sino la insoportable levedad del ser. Pero peor es la levedad del no ser, y Sabina, como Teresa y como otras mujeres han tenido que llevar en la historia la insoportable levedad del ser mujer frente a la trascendente condicin del varn, pero a diferencia de los hombres que han basado su trascendencia en la representacin de su papel que los dejaba huecos por dentro, las mujeres la han encontrado en la invisibilidad del suyo, y al contrario que el mundo exterior, ha permanecido protegido de los avatares de una sociedad cambiante para perdurar y fortalecerse cada vez ms. Y al final, como el aire transparente o la incolora agua, de tanto ser invisibles aparecen como una gran masa azul base de la propia vida social.

De cmo las historias se convierten en historia


La historia es a la sociedad lo que la memoria a la persona, el Confieso que he vivido de Pablo Neruda o el Vivir para contarlo de Gabriel Garca Mrquez, el testimonio de haber sido algo, o al menos de que ese algo fue, pero no por haberlo sido sino por lo que fue cuando dej de serlo. El recuerdo, los acontecimientos histricos cobran todo su valor como elementos del pasado despus de que al hecho de suceder se le haya otorgado todo el valor del significado para dejar de ser suceso y pasar a ser acontecimiento. De esta manera lo que al principio era una posibilidad despus llega a ser hecho y este permanece suspendido en el tiempo de la historia atentando contra la ley de la gravedad del olvido que le puede hacer caer en la superficie agreste de la nada, porque peor que no ser es no haber sido.

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Pero la historia, al igual que la memoria, se configura por mecanismos selectivos. No todo lo que percibimos queda almacenado en nuestra memoria, del mismo modo que no todo lo que sucede en la vida pasa a formar parte de la historia; existen mecanismos que van organizando nuestra memoria, que desechan recuerdos y seleccionan acontecimientos, todo ello con el objetivo de proporcionarnos una estructura mental capaz de afrontar el da a da de la mejor manera posible en ese conflicto inconsciente entre lo que ha sido y lo que debera ser. De este modo, por diversos mecanismos se produce una reorganizacin de la memoria que no deja de ser una renacimiento, pues cuando sucesos de especial significacin son reorganizados en nuestra memoria relegndolos a un lugar ms secundario o recuperndolos hacia lo prioritario, nos convertimos en nuevos individuos, no tanto por ser diferentes, sino por haber sido alguien distinto que como tal aborda el futuro desde una nueva perspectiva. Y la historia tambin cuenta con sus mecanismos de seleccin, como si se tratase de una gran habitacin a la que llegan los sucesos, estos son depositados en una gran mesa central para despus ser elegidos por el fiel operario que decide lo que debe quedar en el archivo de la historia. El objetivo final es similar al que adapta los recuerdos al individuo y este a su pasado para que todo tenga sentido, continuidad y coherencia, evitando conflictos que pudieran dar lugar a alteraciones de diferente tipo. Pero existe una gran diferencia, mientras que el proceso psicolgico es involuntario y se mueve por mecanismos mentales complejos, la construccin de la historia es un proceso voluntario que sin ser sencillo ante la diversidad de elementos que forman parte de l, s sigue un mecanismo relativamente simple: resaltar los acontecimientos que refuerzan el sistema de valores y las conductas y comportamientos sociales que surgieron alrededor de los mismos, de manera que aunque el resultado del suceso haya sido negativo en trminos de consecucin de objetivos, el significado en cuanto al valor del mismo puede ser positivo. Un ejemplo de esta situacin lo podemos encontrar en la derrota en una guerra o en la prdida de un territorio, detrs del hecho se destaca el valor de quienes combatieron y la unidad surgida de ese suceso contrario, que puede servir para aumentar la cohesin e identificar a los enemigos externos, que es una forma de autoidentificarse como pueblo o nacin. Es la forma que tienen las historias de convertirse en historia, mecanismo por el cual pierden su condicin de elementos aislados e inconexos para convertirse en algo nico y unido: la historia. Y las historias de las mujeres tan slo han sido eso, historias de mujeres, porque su funcin ha estado en ese lugar secundario: grandes mujeres, pero siempre detrs de grandes hombres, cotidianidad nunca extraordinaria, tareas invisibles (cuidado de la familia, mantenimiento del hogar hacer las camas, la comida, limpiar, fregar,, procurar felicidad y bienestar emocional,) y no valoradas, puesto que su esencia no era el ser de esa manera, sino el no poder ser de otra forma, y lo que tiene que ser no tiene nada de extraordinario en ser, en algn caso lo tendra en no ser, y quien es responsable de ello nunca lo ser por haber procurado que sea, pero s ser responsable de que no haya sido. Por eso la presin histrica sobre las mujeres en las tareas asignadas a su rol no est tanto en ser unas buenas madres, esposas y amas de casa (que es su obligacin) sino en poder no serlo, con toda la sancin social y moral que ello supondra. Es la ausencia

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de reconocimiento lo que ha postergado a las mujeres a la oscuridad histrica, no ha habido brillo en sus tareas ni en su conducta ni en hacer aquello para lo que estaban especialmente capacitadas por esas caractersticas que ellas poseen segn lo que desde el criterio patriarcal se ha destacado de su psico-biologa: Delicadeza, capacidad de comprensin, de perdn, de obediencia, de dar cario, de cuidar por ese instinto maternal desarrollado, y bajo las cuales se ha reconocido que son ellas las que deben hacer las tareas domsticas. A pesar de ello y de ser la base y la estructura alrededor de la cual ha crecido la sociedad, siempre ha sido una labor invisible, no por no haber sido, sino porque tena que ser as, y por ello no se le ha reconocido, ms bien al contrario; frente al sacrificio del hombre que tena que salir del hogar, de arriesgar su imagen y de perder su fuerza en procurar el sustento econmico de la familia, la mujer siempre ha sido presentada como protagonista de la comodidad, la tranquilidad y la seguridad del hogar, sin riesgos ni sufrimientos en sus tareas. Siempre ha sido as, quien ha tenido la capacidad de elegir y de valorar ha elegido lo que ms le ha interesado y lo ha valorado por encima de cualquier otro comportamiento en la historia, de manera que al final todo queda recubierto por un velo de naturalidad de orden superior que no queda ms remedio que seguir. Y al contrario de lo que pueda parecer, donde ms fundamento tiene no es en cada una de las conductas presentes, sino en el peso de la Historia, en los valores heredados, en los principios sin fin que nos son transmitidos, en cada una de las actitudes que nos llegan por medio de la tradicin y en la falta de reflexin ahogada por la costumbre, todo un complejo mecanismo de anestesia social que nos hace insensibles al dolor de la injusticia de la desigualdad y que todava hoy padecemos. Por eso un proceso tan injusto ha perdurado a lo largo de toda la historia sin que haya habido respuesta social para modificarlo hasta prcticamente finales del siglo XVIII, a pesar de lo cual, la sociedad homoltica apenas ha sentido los envites de la igualdad propiciada por el feminismo, y por eso los mecanismos han sido especialmente complejos para ser eficaces, pero una complejidad basada ms en el maquiavelismo de su diseo que en lo difcil de su planteamiento, pues bsicamente han sido dos los elementos de este mecanismo: Por una parte, la vida social ha sido dividida en dos esferas, la pblica y la privada. Los hombres se han asignado una serie de cualidades y habilidades que coinciden con las funciones que ellos mismos han destinado a ser desarrolladas en la esfera pblica, motivo por el cual son ellos los encargados de llevarlas a la prctica. Por el contrario las cualidades y habilidades de las mujeres han coincidido con aquellas otras funciones relacionadas con la vida privada, por lo cual y de manera natural son ellas las que deben permanecer en el hogar realizndolas. Una vez distribuida as la vida, se le da una valor superior a lo pblico por todo lo que conlleva de riesgo, de inseguridad, de esfuerzo, de estar sometido a circunstancias no controladas por uno mismo, a la dependencia de lo que hagan los dems, a la competitividad con ellos, todo lo que supone una gran presin simplemente por el hecho de estar ah, lo cual contrasta con la seguridad, la tranquilidad, el control de la situacin, la independencia de otros elementos y la consecuente falta de competitividad, la comodidad, del mundo privado del hogar.

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De este modo, las historias que pasan a formar parte de la historia no son las historias de los hombres, sino aquellas realmente importantes, que son las que han transcurrido en el seno de lo pblico que, curiosamente, son las que han sido protagonizadas por los hombres al ser ellos quienes podan hacerlo. De nuevo la seleccin natural aplicada a lo social es el mecanismo que ha dado lugar a una sociedad patriarcal a imagen y semejanza del hombre. Las historias de los hombres se convierten en historias de todos mientras que las historias de las mujeres nunca dejan de ser historias de mujeres, que como el rol femenino en la sociedad vienen a complementar, casi a reforzar por contraste, al rol masculino, a adornar la historia con ancdotas y a confirmarla con excepciones. Por eso la misma historia patriarcal necesita a grandes mujeres, para ratificar la excepcionalidad de esos hechos y, sobre todo, para presentarlas como algo puntual y sin continuidad, ms producto de las circunstancias, de ah las heronas o las artistas influidas ms por el ambiente que por su condicin, y por eso quienes han intentado destacar en aquello en lo que lo hacan los hombres han sido especialmente atacadas hasta llegar a la invisibilidad del olvido.

Identidad y reconocimiento
Todo puede dar la sensacin de estar revestido de espontaneidad o naturalidad, pero la relacin hombre-naturaleza en esencia es artificial y dirigida a los objetivos que su inteligencia y razn le hacen ver como deseados o necesarios para su modelo. La constitucin de las referencias comunes en la sociedad no son neutras, ni la unidad de muchos de la que hablaba Hegel tampoco lo es, entre otras razones porque nunca es la unidad de todos y todas, y porque parte de una construccin histrica desigual sobre el gnero que sita en una posicin diferente a mujeres y hombres, para convertir la unidad de muchos en esa referencia literal que haca el filsofo de Sttutgart sobre los hombres. El contexto de referencia se presenta claramente impregnado por los valores patriarcales de la cultura y coloreado con los fros tonos de la masculinidad interesada, pero slo es la estructura, esa especie de pilares sobre los que luego se levantan tabiques para separar mundos, sentimientos, significados y funciones. Una estructura de este tipo, pasiva y distante de la realidad diaria, habra terminado por sucumbir ante los argumentos y la objetividad de la injusticia social de la desigualdad, pero no lo ha hecho debido a su integracin activa en la determinacin de esos elementos, en el establecimiento de las identidades y en el reconocimiento social sobre ellas, circunstancias en las que la juventud juega un papel clave. Sin que pretendamos plantearlo como argumento nico, s es cierto que el ser humano, como sujeto social, en una gran parte debe su identidad la experiencia de un reconocimiento intersubjetivo, un reconocimiento que empieza a consolidarse cuando ms se valora la imagen ante los dems, de ah la trascendencia de la juventud. La psicologa social ha analizado en profundidad esta interaccin, y uno de sus autores, George Herbert Mead, ha destacado la importancia que tiene para la constitucin de la identidad subjetiva la idea que cada persona desarrolla sobre lo que piensa que los dems ven y valoran de ellos, de manera que la identidad individual en parte es un reflejo de lo que cada persona proyecta sobre los dems, de ah la

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importancia del componente social en general y del elemento grupal en particular, como referencia cercana a cada uno de los individuos. Esta forma de experimentar en s mismo el comportamiento reactivo del resto de las personas con las que interacciona, bien reforzando la idea que tiene sobre lo que cada individuo cree que valoran de l, o bien cuestionndola, para Mead es una nueva forma de comunicacin que lleva a la formacin de la conciencia de s misma como persona y con ella su identidad, que en cierto modo implica la incorporacin de elementos y valores que hasta ese momento podan serle extraos. Y la identidad de hombres y mujeres no se puede formar del mismo modo, pues tanto los elementos subjetivos como las imgenes reflejadas en los paneles de la sociedad, generan una idea distinta para unos y para otras, la primera magnificada y extendida a todos los mbitos, y la segunda reducida y encasillada. Segn estos planteamientos existen tres niveles de reconocimiento: el primero se produce en el contexto cercano de la familia y se basa en las relaciones afectivas, en las que el sujeto aparece como un ente concreto de necesidades; el segundo reconoce al individuo como ser abstracto en el reconocimiento formal-cognitivo del Derecho; y el tercero lo hace en el contexto social como unicidad de todos los elementos en su relacin con el conjunto de la sociedad. Todo ello se produce como un proceso evolutivo y gradual en el que los medios de reconocimiento son cada vez ms exigentes y levantados sobre el paso previo alcanzado, de ah que se destaque la trascendencia del contexto familiar, por ser el ncleo original y donde, como afirman diferentes autores, se constituye la unidad inmediata de singularidad y generalidad por la que el individuo llega a la concepcin de s misma como totalidad. Este primer paso es fundamentalmente cognitivo, en el sentido de tomar conciencia de s misma, y a partir de ese momento se produce una nueva fase de conflicto o lucha al enfrentarse a otras subjetividades que han de reconocerse en s mismas y en los otros al tiempo que estos lo hacen sobre ella. Puede parecer un proceso complejo, pero en realidad es bastante elemental, y quiz la dificultad resida ms en su explicacin que en su desarrollo. La identidad individual se forma tras reforzar aquello que cada persona considera que le da un valor en el reconocimiento que considera que los dems hacen de ella, proceso que se inicia en el contexto de la familia, donde se forma la identidad esencial con la que posteriormente se enfrenta en el proceso de socializacin al resto de la sociedad, en una interrelacin interactiva y dinmica en la que todos se reflejan en todos para consolidar aquello que es entendido como elemento positivo de su identidad, lo cual genera conflictos que sirven para cincelar la identidad de cada persona, pero tambin para limitar la de los dems. Y es en todo este proceso es donde resulta clave la etapa joven. El individuo comienza de cero, pero no lo hace en un contexto nuevo, sino que aparece en un escenario repleto de referencias previas que llevan a integrar en la identidad aquello valorado por los dems como valor superior. De este modo, los procesos que se producen en la familia sobre los modelos existentes, especialmente los roles de padre y de madre asociados a la masculinidad y a la feminidad, y los refuerzos que se producen a partir de los valores predominantes en la sociedad, tienden a construir una identidad sobre los mismos y, por tanto, a la aceptacin de la desigualdad por estar levantada sobre ellos. Esta identidad de las mujeres asociada a los roles facilita que no se puedan reconocer a s mismas como totalidad, como

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individuo, persona o sujeto, y queden asociadas al reconocimiento buscado en determinadas funciones que son valorados de forma positiva en la sociedad, fundamentalmente al hecho de ser madre y esposa en la familia. Y al no ser vistas como totalidad por la sociedad y por los hombres impositores de referencias, el conflicto se produce cada vez que la identidad trata de construirse sobre unas referencias distintas. De este modo la autorrealizacin, como la llama Mead, que busca el reconocimiento de los dems aparece como un elemento clave en la identidad de las mujeres dentro de las referencias patriarcales, pues la experiencia de la valoracin social est ntimamente ligada a la seguridad sentida para poder realizar determinadas acciones o al hecho de poseer capacidades que son reconocidas por la sociedad como valiosas. Esta percepcin se ha denominado tradicionalmente sentimiento del propio valor, y desde un planteamiento ms amplio y analtico se compone de tres elementos. Por un lado la auto-confianza, basada en las relaciones primarias de afectividad (amor y amistad), por otro el auto-respeto, integrado en las relaciones legales sobre los derechos adquiridos y fundamentado en la atencin cognitiva que supone el conocimiento de las normas y derechos, y en tercer lugar est la autoestima, que se presenta sobre la conciencia del valor que la persona tiene en la sociedad. El sentimiento del propio valor puede estar aparentemente consolidado sobre la auto-confianza, en cuanto a las relaciones afectivas ms cercanas, y en el auto-respeto reflejado en las normas formalmente igualitarias, pero cuando la consolidacin de la identidad se enfrenta al reconocimiento social, las mujeres se encuentran con los roles destinados a construir una identidad sobre las ideas tradicionales y, por tanto, no se produce una valoracin recproca y simtrica segn la solidaridad que debe presidir este proceso interactivo, hecho que lleva a una dificultad a la hora de desarrollar cualidades diferentes a las previamente identificadas como forma de alcanzar objetivos comunes. De esta manera, la consecucin de logros y objetivos comunes en la sociedad contina sobre el modelo tradicional e histrico basado en la desigualdad de gnero entre hombres y mujeres. La robustez del modelo levantado sobre unos cimientos que profundizan en la historia hasta los estratos ms bajos ha permitido que permanezca inalterable a lo largo del tiempo, pero conforme el desarrollo social y cultural se ha ido alejando ms del terreno firme sobre el que asienta, las crticas y el cuestionamiento propiciado por quienes han elaborado una identidad alternativa al margen del mismo, han permitido crear nuevas referencias sobre las que conseguir un reconocimiento que lleva a la autoconciencia y el sentimiento de seguridad, no sobre el reconocimiento de los valores tradicionales, sino sobre su cuestionamiento. Hasta que la transformacin social permita que la juventud llegue a un contexto de socializacin donde esta se lleve a cabo sobre nuevos modelos, son los jvenes y las jvenes quienes tienen a su alcance romper con el modelo tradicional a travs de su cuestionamiento crtico, y ello siempre exige accin, nunca espera y pasividad.

Nuevas identidades, viejos conflictos


El feminismo ha permitido establecer esas nuevas referencias crticas sobre la injusticia de la desigualdad para que la identidad de las mujeres sea reconocida en reciprocidad y simetra a la de los hombres, tanto en el plano

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individual-cognitivo de la familia, como en el formal y social de la vida en sociedad. Sin embargo, el nuevo paradigma genera un conflicto en la subjetividad de las mujeres, que se encuentran con varias alternativas a la hora de buscar los elementos ms valiosos para ser reconocidas, y en la de los hombres, que a su vez han de reflejar en las mujeres una serie de elementos de identidad que han de ser reconocidos tambin como de mayor valor para que as los integren en su identidad masculina con la que enfrentarse al resto de subjetividades, tanto de otros hombres como de mujeres. El conflicto propio de la lucha por el reconocimiento se ha avivado con un componente nuevo que podramos considerar como la bsqueda del reconocimiento, en cuanto a la necesidad de encontrar y adoptar las referencias que permitan levantar las nuevas identidades sin necesidad de afrontar un conflicto y de buscar un reconocimiento en vala, hecho que en las circunstancias actuales suele llevar a un incremento del conflicto en quien no parte de las mismas referencias, generando ms enfrentamientos, pero tambin cierta desorientacin al existir ms de un modelo sobre el que buscar el valor. Ser joven debe ser bsqueda, no trnsito. La juventud se presenta como un momento clave para afrontar ese proceso crtico que haga de esta etapa de la vida un nuevo pilar de referencias, no la fase en la que se integren los valores de siempre que han justificado y contemplado la violencia de gnero como una posibilidad. Esto hace que la violencia implcita que ha existido en el modelo impuesto desde la construccin patriarcal de la sociedad, se haya modificado en la forma de instrumentarse conforme esta ha cambiado para conseguir perpetuar el modelo. Antes las mujeres carecan de libertad para desarrollar su identidad sobre nuevos valores de reconocimiento debido a la rgida imposicin de roles y a la limitacin de espacios para que pudieran llevar a cabo el proceso, y se limitaban a cumplir con las funciones asignadas, de manera que cuando lo intentaban solan fracasar, de ah que esta situacin diera lugar a un sentimiento de inseguridad como ciudadanas, tanto de forma pasiva o sentida, por los miedos y las dudas que generaba tomar como referencia otro modelo y la consecuente falta de reconocimiento (no haba autoestima), como de forma activa o vivida por el efecto de la violencia sufrida (violencia social en forma de discriminacin, y violencia individual como agresiones de gnero). La violencia de gnero, desde el punto de vista de la construccin de la identidad de las mujeres, de forma general, siguiendo los conceptos de la filosofa y la psicologa social, debe ser entendida como un menosprecio o denegacin de reconocimiento, y cada una de las ofensas o ataques produce el doble efecto de la injusticia, por causar un dao y un perjuicio en su libertad de accin, y por producir una lesin del entendimiento positivo de s mismas que deben ganar intersubjetivamente. De manera que la violencia del menosprecio lleva a la falta de reconocimiento por parte del otro o a la ausencia de confirmacin en s mismas de este reconocimiento, algo que genera el peligro de afectar a la identidad como mujeres sobre esas referencias. Y eso es lo que ha llevado a cabo la sociedad modelada sobre el androcentrismo, por un lado ha construido una identidad parcial de las mujeres sobre los roles, no sobre la persona, algo que de por s las sita en

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una posicin de inferioridad ante la identidad total o completa que desarrollan los hombres, y hace que cuando traten de cambiar de referencias para conseguir una identidad de persona en su totalidad, de nuevo fracasen ante la falta de reconocimiento. Pero, adems, en estas circunstancias es cuando se produce la violencia de gnero individual que ataca de manera directa a las mujeres que la sufren dando lugar a una percepcin negativa de su identidad y de su situacin, circunstancias que se agrava por la ausencia de una respuesta proporcional por parte de la sociedad ante la agresin e injusticia que estn sufriendo, que busca la justificacin, la minimizacin o la contextualizacin, antes que enfrentarse a la realidad social de la desigualdad y la violencia. Desde este planteamiento, la violencia produce un grado de afectacin personal que incide directamente en la auto-referencia prctica de la persona, no por el dolor personal, sino por la asociacin con el sentimiento de estar indefensa frente a la voluntad de otra persona hasta el arrebato sensible de la realidad, como afirma Axel Honneth, y el desplome de la confianza en la sociedad y en su propia seguridad. Por ello la violencia de gnero ha sido un instrumento fundamental en la construccin de la desigualdad de la cultura patriarcal y su perpetuacin a lo largo del tiempo. No es una consecuencia de la desigualdad, sino un elemento esencial para levantar la estructura sobre la que edificar la sociedad. Es as como la violencia de gnero, con la consecuente desposesin de derechos (formales o en la prctica) y de exclusin y discriminacin social, no slo acta por medio de la limitacin violenta de la autonoma personal, sino que lo hace a travs de su conexin con el sentimiento de no poseer un status como sujeto de interaccin moralmente igual y plenamente valioso. Esto da lugar a una lesin en las expectativas de ser reconocida en tanto que sujeto capaz de formacin de juicios morales, puesto que no se produce el reconocimiento social, situacin que parte de la violencia y favorece la violencia.

La lucha por el reconocimiento


La conciencia de la infravaloracin conduce a un derrumbamiento del sentimiento del propio valor, hecho que facilita la sumisin y la asuncin de referencias establecidas, y dificulta la reaccin de las mujeres que se encuentran en esas circunstancias, pues el carcter cultural de la situacin descrita lleva a que, en lugar de reaccionar estableciendo la responsabilidad en el otro, lo hagan en un especie de auto-censura. Esa es quizs una de las claves que ha hecho que la lucha por el reconocimiento que iniciaron las mujeres en la historia haya encontrado el muro infranqueable del menosprecio y la violencia. Una violencia implcita a la desigualdad y anterior al golpe que lleva a la lesin de la propia identidad de las mujeres y al sentimiento de indefensin frente a un mundo patriarcal que lleva hasta ese arrebato sensible de la realidad. Son estas circunstancias las que hacen que las mujeres desarrollen un sentimiento de inferioridad que impide la interaccin en condiciones iguales respecto a los hombres, y que se traduzcan en una sensacin de inseguridad y en una limitacin de la autorrealizacin cuando intentan avanzar ms all de los lmites establecidos o cuando, simplemente, reivindiquen su desaparicin.

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La diferencia respecto a otras situaciones de exclusin social radica en la omnipresencia de las referencias culturales, y mientras que cuando el menosprecio social ha sido identificado y reconocido como tal ha dado lugar a la accin para luchar por el reconocimiento ausente, en el caso de la desigualdad de gnero, las consecuencias de la violencia sobre la percepcin de la realidad ha dado lugar tradicionalmente a la auto-responsabilizacin o asuncin sobre la normalidad referente, que impide la accin y la lucha por el reconocimiento. Es la violencia la que hace que en el plano individual la infravaloracin vivida dificulte la accin, y que el plano grupal se vea dificultado por el conflicto entre las referencias del modelo tradicional y de la alternativa basada en la igualdad, con las consecuentes repercusiones en trminos de valor y reconocimiento que hemos apuntado. La situacin histrica se ha visto alterada con la toma de conciencia de la desigualdad de las mujeres y por la construccin de su identidad al margen y de manera independiente a la de los hombres. Las mujeres ya no son un complemento de los hombres, el satlite que los acompaan y guan en la oscuridad del hogar (oscuridad para ellos, no porque no sean capaces de ver, sino porque no son vistos), revolucin llevada a cabo por el feminismo. El movimiento feminista, al margen de las aportaciones tericas y crticas sobre el modelo patriarcal y el planteamiento de alternativas al mismo, ha permitido que el reconocimiento de las mujeres tenga un slido punto de apoyo sobre unas referencias alternativas. Si la identidad individual depende del reconocimiento de la persona en los dems, la identidad de las mujeres como integrantes de la sociedad depender de su reconocimiento como grupo diferente a la construccin tradicional basada en la desigualdad, circunstancia que ha generado el conflicto con los valores predominantes y ha llevado a un recrudecimiento de esa violencia, aunque al mismo tiempo ha permitido avanzar en la igualdad y en el resto de los Derechos Humanos, y obtener un modelo alternativo de reconocimiento sobre el que construir una identidad diferente a la imposicin rolstica del patriarcado, una nueva identidad simtrica y recproca respecto a los hombres y basada en su condicin individual, no en funciones y contextos. Sin embargo, el mismo anlisis realizado nos indica que el avance conseguido no se debe tanto a la modificacin de los valores y referencias tradicionales, sino a la inclusin de ese modelo alternativo de referencias y reconocimiento, hecho que conduce a un incremento del conflicto en cuento a la lucha intersubjetiva por el reconocimiento y las identidades. Las mujeres continan sin ser reconocidas en igualdad dentro de la cultura patriarcal: o no lo son en esencia como mujeres con una identidad levantada sobre los roles, segn el modelo tradicional, o no lo son como rechazo al alejamiento del patrn clsico, de ah la trascendencia de cambiar la referencia cultural, pues de lo contrario, la desigualdad continuar y el reconocimiento slo se producir entre grupos que compartan las mismas referencias alternativas, pero no en el conjunto de la sociedad. Esta situacin no puede ser escindida del contexto social, tanto por su significado (por tratarse de una reaccin nacida del avance social de las mujeres) como por las consecuencias que se derivan de ella, pues no es slo que se dificulte el hecho de que las mujeres se identifiquen con los nuevos valores reconocidos, sino que, adems, los hombres tienen que construir su identidad buscando el reflejo y el reconocimiento en todas las referencias existentes, algo que puede llevar a una modificacin de los patrones clsicos,

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pero tambin a un conflicto entre identidades, que pueden prolongar el enfrentamiento social por la igualdad. La juventud acta como los cimientos para soportar una determinada estructura identitaria, y cuando se han excavado sobre las referencias de la desigualdad, aunque el edificio que se eleve sea abigarrado y est inclinado, la propia estructura desigual diseada para tal fin lo aguantar, algo muy diferente si entre los elementos que le dan solidez hay una distribucin igualitaria para soportar una estructura armnica y equilibrada. Todo lo que no se haga durante la juventud exigir proyectos y clculos difciles de materializar y de mantener en el tiempo, no ser imposible, pero el coste y el riesgo de derrumbe estarn ms presentes.

La existencia de lo invisible
Acaso negamos el da en la noche, los objetos en la oscuridad o el sol tras las nubes? Deja de existir el aire puro, los sentimientos no expresados, el tesoro oculto o la luna nueva? Estn ah y en ocasiones los sentimos ms en la ausencia que en la presencia. Hoy si todava no hemos sucumbido como sociedad, como cultura, como mundo, ha sido por la coherencia y la continuidad que ha dado esa cadena invisible y annima de mujeres a lo largo de la historia, pues al contrario de lo que la cultura patriarcal ha intentado, dejarlas relegadas a estar en un momento y lugar del tiempo, al final han sido ellas y sus valores los que han continuado a lo largo de la historia para darle un sentido y consistencia a ese castillo en el aire levantado por los hombres y que nunca terminan de alcanzar. Y lo han hecho por medio del da a da, llevando a cabo esos roles impuestos, pero que ellas han cargado de valor, pues de lo contrario nunca habran dejado de ser voluntades que no podran haber transmitido sentimientos y valores como lo han hecho. Pero tambin recurriendo a ellas cuando los hombres en su empeo sucumban. Fueron las mujeres quienes despus de guerras, de imperios perdidos, de culturas absorbidas, han contribuido a la reconstruccin, han mantenido el hilo de la vida y han conservado el sentido de los valores humanos. A pesar de su invisibilidad, de estar detrs de esas paredes, burkhas, de grandes hombres, todos han reconocido a la mujer que all haba, mientras que no siempre se ha visto al hombre que estaba junto al gran logro, tan slo al profesional que lo ha conseguido, al tcnico que domina una materia; pero nada ms, aunque ese nada ms para muchos era todo. Y de este modo, el valioso mundo pblico ha sido barrido por el viento del olvido que peridicamente sopla intenso a ras del suelo artificial, arrastrando nombres y hombres y sustituyendo logros por otros; mientras el mundo privado, esa burbuja cerrada, al final ha sido la caja fuerte de la humanidad, capaz de guardar el tesoro, este s, divino, de sus valores para poder distribuirlos despus entre todas las personas. Este ha sido el gran error del diseo patriarcal, pensar que bastaba con darle todo el valor al mundo protagonizado por l. Y la ceguera patriarcal, ms como insensibilidad e incapacidad de reaccionar que por no ver, les ha impedido tomar conciencia de que los grandes logros se iban y con ellos los profesionales revestidos con la grandeza de ser hombres reconocidos, por eso han necesitado una historia con filtro para lo femenino y con un protagonismo sin compartir, pero no han cado que ese gran profesional

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sustituido por otro dejaba un hueco en la vida privada imposible de rellanar por nadie; Don Ramn el gran profesional, jefe de todo y de todos fue sucedido por otro Don, pero al to Ramn o al abuelo Ramn todava se le echa de menos. No podemos ni debemos conformarnos al pensar que la esencia de la existencia social ha sido el mundo invisible protagonizado por las mujeres, ni siquiera con saber que lo ms visible como humanos ha sido lo que casi a modo de contrabando fuera del alcance del control patriarcal nos han transmitido las mujeres. Tampoco con que la juventud pasar, pues siempre habr una juventud que traiga la esperanza y que la contine para hacerla llegar a toda la sociedad en forma de realidad. Han sido muchos siglos de homonizacin, ya es el momento de comenzar la humanizacin sobre los Derechos Universales reconocidos. Hoy son ms las mujeres y los hombres dispuestos a enfrentarse a la injusticia de la desigualdad y a la desigualdad de la injusticia que impera en nuestra sociedad, pero an persisten los valores que dificultan levantar nuevas identidades y alcanzar el reconocimiento sobre ellas. Ante estas circunstancias dos deben ser las estrategias a seguir, por un lado trabajar para continuar con la deconstruccin de la desigualdad y su sustitucin por el espacio comn de la Justicia y la Paz, cuyos cimientos parten de la equidad, y por otro potenciar el cada vez ms mayor grupo alternativo nacido sobre las nuevas referencias para encontrar el reconocimiento necesario en la nueva sociedad. El conflicto es inherente a este nuevo contexto, pero mientras que hasta ahora el enfrentamiento ha servido para mantener la jerarqua de la desigualdad y se ha instrumentalizado a travs de la violencia, a partir de ahora la colisin de los planteamientos servir para encontrar, definitivamente, la Paz. Si la juventud que no asume su protagonismo en la forja de la identidad sobre la referencia de los Derechos Humanos, nunca podremos reconocernos como tales. Si la juventud asume su compromiso y responsabilidad estaremos encantados y encantadas de reconocernos.

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DOCUMENTOS

Mara Jos-Daz-Aguado . Catedrtica de Psicologa Evolutiva y de la Educacin. Universidad Complutense de Madrid.

Prevenir la violencia de gnero desde la escuela

El punto de partida del artculo es el anlisis de la relacin entre el sexismo y la violencia en general y su superacin entre las y los adolescentes, detectando avances considerables, e importantes limitaciones, especialmente en ellos. Resultados que llevan a proponer la necesidad de una perspectiva integral de prevencin de la violencia, basada en la construccin de la igualdad y el respeto a los derechos humanos, dentro de la cual ensear a rechazar el sexismo y el acoso. Desde dicha perspectiva se analizan las importantes similitudes que existen entre la violencia de gnero y el acoso escolar, las dos formas de violencia ms frecuentes y cotidianas que existen en nuestra sociedad, expresiones de un modelo basado en el dominio y la sumisin, que representa la anttesis de los valores democrticos. Los programas de prevencin de la violencia desarrollados desde esta perspectiva incluyen como componentes bsicos el establecimiento de relaciones cooperativas y la construccin explicita de un currculum de la no-violencia que incluye actividades sobre sus manifestaciones ms frecuentes. La evaluacin de dichos programas aplicados en la escuela con adolescentes refleja su eficacia para disminuir el sexismo, reducir el acoso entre iguales tanto en la escuela como en el ocio, y mejorar las relaciones con el profesorado.

Las reflexiones y propuestas que aqu se presentan han sido desarrolladas desde la Unidad de Psicologa Preventiva que su autora dirige, a travs de una larga serie de investigaciones sobre las condiciones que incrementan o reducen el riesgo de violencia de gnero, especialmente desde la juventud, y las medidas que pueden contribuir a erradicar dicho problema. Entre las que cabe destacar: Los estudios y programas sobre la prevencin de la violencia de gnero desde la educacin secundaria (Daz-Aguado, Dir., 2002; Daz-Aguado y Martnez Arias, 2001. El estudio sobre las medidas contra la violencia de gnero en la Unin Europea (Daz-Aguado, Martnez Arias e Instituto de la Mujer, 2002). Los programas de educacin para la tolerancia y prevencin de la exclusin y la violencia desde la juventud (Daz-Aguado, Dir., 1996, 2004).

1. Hacia un nuevo modelo educativo que supere el dominio y la sumisin


1.1. El sexismo se aprende desde la infancia, la igualdad tambin Para comprender la especial relevancia que sobre este tema tienen las experiencias que se viven en la infancia y en la adolescencia conviene recordar que el ser humano nace con una gran plasticidad para adaptarse al entorno, que es mxima en las primeras edades y va reducindose con la maduracin. El aprendizaje de la lengua refleja muy bien estos cambios. Algo

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similar sucede con los modelos y expectativas sociales bsicos entre los que se encuentra el sexismo o su anttesis, la igualdad que una vez aprendidos tienden a mantenerse, actuando como una segunda piel. Estos modelos y expectativas bsicos aprendidos desde la infancia son utilizados para dar significado al mundo social y emocional propio y ajeno, incluirse o excluirse de actividades, cualidades o escenarios, interpretar las semejanzas y diferencias entre personas y grupos, juzgar como adecuado o inadecuado el comportamiento de los individuos que a ellos pertenecen, explicar por qu se producen los problemas que se viven, as como otras creencias normativas que desempean un decisivo papel en la autorregulacin de la conducta, en lo que se piensa, se siente y se hace, pudiendo actuar incluso como expectativas que se cumplen automticamente.

1.2. Reproduccin versus transformacin intergeneracional En relacin a lo expuesto en el apartado anterior hay que considerar la fuerte tendencia de los seres humanos a reproducir los esquemas emocionales y sociales de una generacin a la siguiente, incluso en aquellos problemas como la violencia de gnero en los que ms sorprendente resulta dicha reproduccin al haber podido conocer desde la infancia el sufrimiento que generan. Existe suficiente evidencia, en este sentido, que lleva a destacar las experiencias de violencia directas o indirectas vividas durante la infancia como una condicin de riesgo, que incrementa la probabilidad de violencia en la vida adulta. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la reproduccin de esta violencia no es algo inevitable. La mayora de las personas que vivieron violencia en su familia de origen (alrededor del 67%) no reproducen dicho problema en la familia que establecen en su vida adulta (Kauffman, 1997; Kauffman y Zigler, 1989) y difieren de los que s lo hacen por cuatro caractersticas que pueden, por tanto, ser desarrolladas desde la educacin para romper el ciclo de la violencia:1) el establecimiento de vnculos sociales no violentos que ayuden a desarrollar esquemas y expectativas sociales bsicos alternativos a la violencia; 2) el rechazo a toda forma de violencia, incluyendo en l la crtica al maltrato infantil y a la violencia de gnero; 3) el establecimiento del compromiso explcito de no ejercer la violencia; 4) y la adquisicin de habilidades alternativas a la violencia que permitan afrontar el estrs y resolver los conflictos sociales con eficacia. Cuatro condiciones que deben ser promovidas desde la educacin para superar la reproduccin del modelo ancestral de dominio y sumisin, sustituyndolo por un modelo basado en el respeto mutuo. Los resultados anteriores reflejan la fuerte tendencia que tenemos a la reproduccin intergeneracional de modelos y relaciones, pero tambin nuestra capacidad para transformarlos, que requiere como condicin necesaria: imaginar otras posibilidades adems de las que existen. Capacidad que encuentra en la adolescencia un momento de especial relevancia para cuestionar los modelos y expectativas bsicos a los que el individuo ha podido estar expuesto, paralela a la capacidad de introspeccin y a la creciente necesidad de autonoma e inters sobre uno/a mismo/a que surge en dicha edad.

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1.3. El sexismo y la dualidad de la existencia humana como limitaciones del desarrollo Para prevenir la violencia de gnero desde la educacin, conviene recordar que el sexismo que la origina est estrechamente relacionado con la divisin ancestral del mundo en dos espacios: el pblico, reservado exclusivamente para los hombres y el privado, el nico en el que poda transcurrir la vida de las mujeres. Para favorecer dicha divisin, y como consecuencia de ella, se produca lo que ha sido denominado como dualidad de la existencia humana (Bakan, 1966), enseando a cada individuo a identificarse con la mitad de los valores: los masculinos o los femeninos, como si fuera imposible aspirar a todos. Adems de exigir la renuncia a la mitad de los valores, se le obligaba a identificarse con la mitad de los problemas: a los hombres con la violencia, la falta de empata, la tendencia al dominio y al control absoluto de otras personas; y a las mujeres con la dependencia, la debilidad, la sumisin y la pasividad. Para favorecer esta dualidad (de espacios, valores y problemas), se separaba a los nios y a las nias en contextos educativos diferentes. La dualidad sexista de espacios, cualidades y problemas supone una mutilacin del desarrollo humano, tanto para las mujeres como para los hombres, que a pesar de los evidentes avances se sigue reproduciendo. Uno del los mbitos ms resistentes al cambio, en este sentido, es el desarrollo emocional. El sexismo limita el repertorio de estrategias emocionales, originando diferencias evolutivas en la vulnerabilidad a distinto tipo de problemas en dicho mbito, como por ejemplo los que conducen a la depresin. As puede explicarse que los nios tengan ms problemas de este tipo que las nias durante la primera infancia, que estas diferencias dejen de ser significativas despus, y que se inviertan a partir de la pubertad, momento desde el cual la frecuencia de depresiones es mucho mayor (el doble o ms) entre las mujeres que entre los hombres. Diferencias que cabe relacionar con las estrategias que cada grupo ha aprendido a utilizar, puesto que la superior tendencia de las adolescentes a deprimirse se relaciona con la menor frecuencia con la que utilizan estrategias activas de resolucin de conflictos o estrategias de distraccin (ms eficaces para superar los problemas normales de la adolescencia) y con su superior tendencia a rumiar los problemas (a centrar su atencin en los pensamientos y sentimientos problemticos), a hablar de ellos y a pedir ayuda. Los estudios llevados a cabo sobre la socializacin de las emociones reflejan, como posible origen de los estilos de afrontamiento emocional, que a los nios se les permite exteriorizar la ira y la hostilidad en mayor medida que a las nias; y que a ellas se les educa para pensar sobre las emociones, ponerse en el lugar de los dems, sentir empata y expresar la tristeza (incluso llorando) mucho ms que a ellos. Diferencias que parecen ser una ventaja para las nias cuando son pequeas pero un inconveniente desde la adolescencia, probablemente debido a la superior compatibilidad del estereotipo femenino con lo infantil que con lo que se espera de una persona independiente en la mayora de las situaciones desde la adolescencia. Para comprender las limitaciones que la dualidad sexista de cualidades y problemas supone en el desarrollo emocional tambin para ellos, conviene tener en cuenta no slo los trastornos que conducen a la depresin, ms frecuentes desde la adolescencia en las mujeres, sino tambin los que conducen a la violencia contra los dems o contra uno mismo, ms frecuentes en todas las edades entre los hombres. En este sentido, los estudios que comparan, por ejemplo, la reaccin al abuso sexual en la

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adolescencia concluyen que la respuesta de los chicos es mucho ms extrema, que la tendencia a intentar el suicidio es muy superior entre ellos en estos casos, diferencia que segn algunos estudios es de 13 a 1 (Garnefsky y Arends, 1998) Cmo explicar que las estrategias masculinas ms eficaces en situaciones menos graves no lo sean aqu? Aunque se trata de un problema complejo en el que influyen mltiples condiciones de riesgo y de proteccin, cabe destacar como una de ellas que ante un problema tan grave como el abuso sexual, las estrategias de distraccin y accin, ms disponibles para los adolescentes, sean menos eficaces que las estrategias de pedir ayuda y llorar, tradicionalmente consideradas como femeninas. Nuestras investigaciones reflejan que los estereotipos machistas respecto a las estrategias emocionales parecen ser especialmente resistentes al cambio. En el estudio realizado en Madrid con familias con hijos o hijas adolescentes, hemos encontrado que mientras el 96,7% de los padres y madres se manifiesta en total desacuerdo con que el hombre que parece agresivo es ms atractivo, reflejando un rechazo generalizado a la asociacin explcita de masculinidad con violencia, un 38,1% sigue estando algo, bastante o muy de cuerdo con que los hombres no deben llorar, estereotipo que parece ser ms difcil de superar y que puede incrementar el riesgo de violencia al privar de estrategias alternativas con las que afrontar situaciones crticas (Daz-Aguado y Martnez Arias, 2008). Para valorar la importancia que este tema tiene para la escuela conviene tener en cuenta que la dualidad de la existencia humana forma parte esencial de la reproduccin del modelo dominio-sumisin que subyace a casi todas las formas de violencia y a la mayora de las conductas contrarias a la convivencia que se producen en ella. As cabe explicar, por ejemplo, que los alumnos que acosan a sus compaeros o tratan mal al profesorado estn ms de acuerdo que los dems con las creencias que llevan a justificar la violencia en distinto tipo de relaciones, manifestndose como ms sexistas, xenfobos y racistas, que tengan dificultades para ponerse en el lugar de los dems, escasa capacidad de autocrtica, baja tolerancia a la frustracin e insuficientes habilidades alternativas a la violencia. Sus compaeros los perciben como intolerantes y arrogantes, y al mismo como que se sienten fracasados, como si hubieran aprendido a autoafirmarse a travs de la violencia y el dominio de otras personas a las que necesitan someter (DazAguado, 2004, 2006). Se ha observado, por otra parte, que los problemas asociados al estereotipo femenino tradicional (debilidad, obediencia, sumisin) incrementan el riesgo de que una alumna o un alumno sea elegido como vctima de acoso, si el sistema escolar no le protege. Para superar la dualidad de la existencia humana y el modelo dominiosumisin que reproduce, es necesario que todos y todas podamos aspirar a la totalidad de los valores, haciendo compatible, por ejemplo, la empata y el poder, de forma que nadie tenga que identificarse con el dominio para tener poder, ni con la sumisin como expresin de empata.

1.4. La reproduccin del sexismo en espacios y modelos educativos Para comprender el conjunto de esquemas y relaciones que conducen al modelo dominio-sumisin que subyace tras el sexismo y la violencia de gnero, es preciso considerar cmo se estructuran las relaciones y se resuelven los conflictos en los contextos educativos que lo han seguido reproduciendo hasta la actualidad: la familia y la escuela establecidas en la

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Revolucin Industrial, caracterizadas ambas por el aislamiento del mundo exterior y por una fuerte jerarquizacin de las relaciones: 1. La familia nuclear establecida entonces se aisl de la familia extensa y se especializ en el cuidado y en la educacin, en torno a una figura, la madre, que se aislaba tambin de lo que suceda ms all del reducido mundo privado en el que trascurra su vida, garantizando afecto y cuidados permanentes, y fuertemente jerarquizada en torno a la autoridad paterna, a quien corresponda la enseanza de los lmites. Esta estructura familiar tradicional, cada da menos frecuente no favorece la superacin del modelo ancestral de relacin, basado en el dominio y la sumisin, y tiene otras muchas dificultades para educar en la Revolucin Tecnolgica. Dificultades que pueden superar mejor personas adultas que estn en contacto con lo que sucede ms all de la familia, que compartan la responsabilidad de educar desde un estatus de igualdad, que manifiesten un vnculo afectivo basado en el respeto mutuo, y que puedan ejercer la autoridad y el poder necesario para educar (el empoderamiento) desde esquemas compatibles con los actuales valores democrticos. Aunque se han producido cambios importantes en estas direcciones, a veces son insuficientes o contradictorios. 2. La escuela tradicional, que se extendi a sectores cada vez ms amplios de la poblacin, estructurada en torno a la homogeneidad (de gnero, de etnia de clase social, de rendimiento), fuertemente jerarquizada alrededor de la autoridad incondicional del profesorado e incapaz de utilizar la diversidad y el conflicto como elementos educativos. El hecho de negar el valor de la diversidad contribua a mantener el sistema jerrquico y la divisin de espacios caracterstica de la dualidad sexista de la existencia humana. Cada individuo deba aprender cuanto antes su lugar dentro de una jerarqua rgidamente establecida (en la escuela y en el resto de la sociedad). El alumnado que no encajaba con lo que se esperaba del alumno medio era excluido de la escuela. Este era el procedimiento de afrontamiento del conflicto cuando alcanzaba determinada gravedad. Algunas de estas caractersticas han sido modificadas hace dcadas. La integracin en un mismo espacio de alumnado diverso (en gnero, etnia, rendimiento) es uno de los cambios ms visibles. Conviene recordar hoy que su principal objetivo es superar el modelo ancestral basado en el dominio y la sumisin, la dualidad, la obediencia incondicional, la negacin de la diversidad y del conflicto, haciendo de los valores de la democracia una forma de vida desde la escuela.

1.5. Asimetra en la superacin del sexismo: avances educativos y nuevos retos Una de las caractersticas de la escuela creada en la Revolucin Industrial que puede considerarse superada en nuestro entorno es la que exclua a las mujeres del estudio, limitaba su tiempo de permanencia en la escuela o las expectativas de lo que poda conseguir con la formacin acadmica. El avance de las mujeres en la superacin de estas limitaciones sexistas se manifiesta de forma muy destacada, tanto cuando se evalan resultados (calificacin media, nmero de suspensos o repeticiones de curso, aos de permanencia en la escuela) como a travs del autoinforme (satisfaccin

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con la escuela, expectativas de seguir estudiando, perspectivas ocupacionales). Estos indicadores reflejan que la ancestral desventaja de las mujeres para el estudio y el trabajo que con l se relaciona no slo ha desaparecido, sino que parece haberse invertido en las generaciones jvenes; puesto que, por ejemplo, el 58% de quienes se matricularon en la Universidad en 2007 en Espaa son mujeres, que superan por tanto en un 16% a los hombres en este importante indicador de calidad de su relacin con el sistema escolar. (1) No conviene olvidar, sin embargo, que la superior preparacin que con frecuencia tienen las mujeres sigue chocando con un techo de cristal que les impide acceder en condiciones de igualdad a puestos laborales de poder, debido, en parte, a la dificultad de conciliar el mbito pblico con el privado, en torno a la cual se sigue reproduciendo la dualidad de la existencia humana. Cmo explicar que en los diversos indicadores de xito escolar las mujeres obtengan resultados mejores que los hombres? Una de las respuestas ms frecuentes a esta pregunta destaca, con acierto, la ventaja que para ello pueden suponer los tradicionales valores femeninos (empata, capacidad para tolerar frustraciones, tendencia a ponerse en el lugar de los dems) y la imposibilidad de adaptarse a la escuela y, en general, al complejo e incierto mundo actual, desde el estereotipo masculino tradicional. Aunque acertada, esta respuesta parece incompleta, porque con los problemas asociados al estereotipo femenino difcilmente podra explicarse el fuerte incremento de las expectativas profesionales y la capacidad para realizarlas que se observa en muchas adolescentes y jvenes, en las que se refleja un avance en la superacin de la dualidad sexista tradicional que si bien no es total (siguen existiendo importantes limitaciones en este tema tambin en ellas) resulta mucho mayor que la que se observa en ellos. Para explicar estas diferencias conviene tener en cuenta que la presin social para el estereotipo masculino sigue siendo ms rgida y coercitiva que la presin para el estereotipo femenino, y que las mujeres suelen percibir la superacin del sexismo como una ganancia mientras que los hombres tienden a percibirla como una prdida. Para prevenir la violencia de gnero es preciso ayudar, tambin a los hombres, a reconocer como una ganancia la liberacin de la presin machista que mutila su desarrollo y el de las personas con las que vaya a relacionarse. La asimetra en la superacin del sexismo entre hombres y mujeres se manifiesta tambin en otro tipo de indicadores. Desde la infancia, las nias manifiestan un superior nivel de conocimiento y sensibilidad sobre este tema y parecen estar ms dispuestas a su superacin que los nios (Golombock y Fivush, 1994). En este sentido, nuestros resultados (Daz-Aguado y Martnez Arias, 2001) reflejan en ellas un rechazo muy superior de las creencias sexistas y las que justifican la violencia de gnero, as como un nivel de conocimiento bastante ms desarrollado del reflejado por los adolescentes. Lo cual refleja la influencia que el gnero tiene en la facilidad para asimilar y recordar lo que sobre estos temas han visto en la escuela o la informacin que transmiten los medios de comunicacin; ya que aunque hayan compartido el mismo currculum y el mismo contexto meditico, no parece haberles influido por igual. Resultado que conviene tener en cuenta en el diseo de programas de prevencin, para lograr que resulten eficaces no slo con las mujeres sino, lo que parece ser ms difcil, tambin con los hombres.

(1) Para valorarlo conviene recordar que hace solo dos dcadas tuvo que promoverse este avance a travs de una campaa del Instituto de la Mujer en la que se vea a una nia y se escuchaba: No limites su educacin, es una mujer del siglo XXI. Quiz deberamos plantearnos hoy otra campaa dirigida a las familias en la que se viera a un nio y se escuchara: No le eduques en el machismo, es incompatible con los valores y habilidades que va a necesitar.

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1.6. Compartir espacios como condicin necesaria pero no suficiente para la superacin del sexismo Otro importante avance educativo es la coeducacin de alumnos y alumnas en el mismo espacio educativo. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que el hecho de compartir el mismo espacio es una condicin necesaria pero no suficiente para la construccin de la igualdad. Como se ha comprobado en distinto tipo de relaciones intergrupales, para que el contacto fsico entre distintos grupos conduzca a la construccin de la igualdad y el respeto mutuo, ayudando a superar prejuicios (racistas, sexistas.), es necesario que adems de compartir espacios se den las siguientes condiciones (Allport, 1954): 1) Experiencias de igualdad de estatus orientadas en torno a la consecucin de objetivos compartidos. Las relaciones jerrquicas, en las que un grupo tiene de forma rgida un estatus superior al otro suelen contribuir, por el contrario, a reproducir el modelo dominiosumisin. 2) Oportunidades para el establecimiento de relaciones de amistad. Las relaciones estrechas contribuyen a mejorar las actitudes intergrupales mientras que las relaciones superficiales pueden incluso hacer que aumenten los prejuicios. 3) Cooperacin entorno a objetivos compartidos. El aprendizaje individualista y competitivo proporciona muy pocas oportunidades para establecer relaciones intergrupales estrechas, al contrario de lo que sucede con los mtodos de aprendizaje cooperativo.

1.7. La construccin de una cultura de la igualdad desde la prctica escolar de la cooperacin Como reconoce el enfoque sociohistrico de la psicologa de la actividad, (Bruner, 1999; Holzman, 1997; Vygotsky, 1978; Wells, 1999), el individuo se apropia de la cultura a travs de las actividades educativas prcticas y tericas en las que participa, actividades que estn histricamente determinadas y que encuentran en la escuela su principal escenario, tanto para la reproduccin como para la transformacin de la sociedad de la que forman parte. Esta perspectiva proporciona un excelente marco de referencia terico para explicar por qu y cmo la cooperacin entre alumnas y alumnos en la escuela puede contribuir a la construccin de una cultura de la igualdad que erradique la violencia de gnero, al proporcionar contextos de interaccin social en los que se utilicen las herramientas necesarias para dicha construccin. Para comprender el tiempo y esfuerzo que supone cambiar la cultura desde la educacin conviene tener en cuenta que la actividad escolar tradicional se regula a travs de una serie de rutinas y papeles que, como sucede en otras instituciones, suelen ser muy resistentes al cambio. Y que para mantener las adaptaciones iniciadas ser preciso sustituirlas por papeles y rutinas que fortalezcan a los protagonistas de la educacin, ayudndoles a encontrar su propio lugar en el aula y en la escuela desde el nuevo modelo cultural que se pretende construir. Las investigaciones que hemos realizado sobre programas de construccin de la igualdad y prevencin de la violencia (Daz-Aguado, 2002; Daz-

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Aguado y Martnez Arias, 2001), reflejan la eficacia que para ello puede tener aprendizaje cooperativo en equipos heterogneos (en gnero, grupo tnico, actitudes, rendimiento), al proporcionar un contexto en el que superar la divisin sexista del mundo, favoreciendo que hombres y mujeres cooperen desde un estatus similar en torno a objetivos compartidos, y distribuyendo las oportunidades de poder y protagonismo, en lugar de reproducir en la escuela las discriminaciones sexistas que excluyen a las mujeres del poder y a los hombres de la empata y del cuidado de otras personas. La construccin de una cultura de la igualdad que ayude a erradicar el sexismo debe prestar atencin a sus diversos componentes: 1) El componente cognitivo del sexismo consiste en confundir las diferencias sociales o psicolgicas existentes entre hombres y mujeres con las diferencias biolgicas ligadas al sexo, con la creencia errnea de que aquellas surgen automtica e inevitablemente como consecuencia de stas, sin tener en cuenta la influencia de la historia, la cultura, el aprendizaje. Para superar este componente del sexismo conviene adoptar una perspectiva de gnero en el currculum y superar la invisibilidad de las mujeres, pero tambin promover suficientes experiencias de cooperacin entre alumnos y alumnas en torno a objetivos compartidos que les permitan comprender la riqueza de la diversidad y la esencia de la igualdad. 2) El componente afectivo o valorativo que subyace tras estos problemas gira en torno a la forma sexista de construir la identidad, asociando los valores femeninos con la debilidad y la sumisin, y los valores masculinos con la fuerza, el control absoluto, la dureza emocional, o la utilizacin de la violencia. En el aprendizaje de este componente tienen una especial influencia los valores observados en las personas que se utilizan como referencia para construir su identidad. De ah la relevancia de promover la visibilidad de modelos femeninos y masculinos no sexistas. Para favorecerlo conviene que en los programas de prevencin de la violencia de gnero no solo participen mujeres (la situacin ms frecuente), sino tambin hombres que puedan influir como referencia de los modelos que se pretenden promover. 3) El componente conductual del sexismo consiste en la tendencia a llevarlo a la prctica a travs de la discriminacin y la violencia. Su riesgo se incrementa cuando faltan alternativas positivas con las que dar respuesta a determinadas funciones psicolgicas y sociales sin recurrir a estas conductas destructivas. Para superarlo conviene incrementar dichas alternativas. La segregacin educativa en espacios diferentes para alumnos y para alumnas representaba una grave privacin de dichas oportunidades. El hecho de compartir espacios puede incrementar los conflictos, pero aumenta sobre todo las oportunidades para aprender a resolverlos. Conviene recordar, en este sentido, que una de las caractersticas del modelo educativo basado en el dominio y la sumisin es la negacin del valor de la diversidad y del conflicto como herramienta educativa, utilizando la segregacin y la exclusin para evitarlo, con lo que se evitan tambin las oportunidades de aprender a construir la igualdad.

1.8. El papel de los medios de comunicacin y la tecnologa audiovisual La tecnologa audiovisual es mencionada con frecuencia como parte del problema de la violencia. Existe suficiente evidencia que as lo confirma. En estudios longitudinales (Huesmann et al, 2003) se ha observado, con datos

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de la polica e indicadores de violencia domstica, que la cantidad de violencia televisiva vista durante la infancia permite predecir la cantidad de violencia ejercida en la edad adulta. Relacin que cabe atribuir tanto a la influencia negativa de lo observado en televisin como al hecho de que los nios con ms dificultades sociales y emocionales suelan pasar ms tiempo frente a la pantalla y manifiesten una mayor preferencia por los programas violentos, por lo que cabe temer que sus problemas iniciales se vean incrementados por la influencia negativa de la televisin. No es menos cierto, sin embargo, que las nuevas tecnologas, y de forma muy especial la tecnologa audiovisual, pueden formar parte de la prevencin de la violencia de gnero. Como reflejo de la gran influencia que pueden tener en este tema se resumen a continuacin algunos resultados de estudios con adolescentes (Daz-Aguado y Martnez Arias, 2001): La superacin de creencias que justifican la violencia de gnero est relacionada con los mensajes trasmitidos por los medios de comunicacin. Existe un acuerdo muy generalizado entre los adolescentes con dos de los mensajes en los que ms han insistido las campaas emitidas por dichos medios: 1) la violencia de gnero es uno de nuestros principales problemas sociales, superando la tradicional tendencia a reducirlo a un problema privado, 2) la vctima debe denunciar la violencia. Los esquemas y conceptos utilizados por los y las adolescentes respecto a la violencia de gnero reflejan una influencia significativa de los medios audiovisuales, superior a la influencia de la escuela. Esto se detecta en que la mayora manifiesta cierta comprensin (aunque sea incompleta e imprecisa) de conceptos muy habituales en la televisin y el cine sobre este tema, como son los relacionados con el acoso sexual, la violencia especfica que se ejerce contra la mujer por el hecho de ser mujer, y las causas y posibles soluciones a este problema. Sin embargo, por el contrario, parecen desconocer de dnde viene esta situacin, cul ha sido su evolucin histrica, por qu hay menos mujeres en los puestos desde los que se organiza la sociedad resultados que reflejan que, en general, las mujeres siguen siendo poco visibles en la historia que los y las adolescentes han aprendido en la escuela. Los mensajes de la televisin sobre el sexismo y la violencia de gnero parecen llegar de forma diferente a las y los adolescentes. Los resultados reflejan que ellas son ms sensibles, comprenden y recuerdan mejor la informacin que sobre este tema han divulgado los medios de comunicacin. Resultado que conviene tener en cuenta para que los intentos de erradicar este ancestral problema resulten eficaces no slo con las mujeres sino tambin con los hombres. Las investigaciones sobre programas de prevencin de la violencia con adolescentes realizadas durante la ltima dcada (Daz-Aguado, Dir., 1996, 2002, 2004) nos han permitido comprobar la utilidad que los documentos audiovisuales, adecuadamente seleccionados, pueden tener como complemento de extraordinario valor junto a otros instrumentos (los textos, las explicaciones del profesorado, los debates). Entre las ventajas que la tecnologa audiovisual puede tener, en este sentido, cabe destacar que: favorece un mayor impacto emocional, siendo recordada durante ms tiempo; estimula la empata; es ms fcil de compartir por el conjunto de la

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clase, llegando incluso al alumnado con dificultades para atender a otros tipos de informacin, entre los que suelen encontrarse los que tienen mayor riesgo (que no suelen leer ni atender a las explicaciones del profesorado). Adems, los documentos audiovisuales pueden ayudar a superar las dificultades que supone ensear en contextos heterogneos. Las cualidades anteriormente expuestas convierten a la tecnologa audiovisual en un excelente punto de partida para otras actividades educativas, como la reflexin compartida con toda la clase, el trabajo cooperativo y el debate en pequeos grupos. De esta forma se puede ensear a ver crticamente la televisin y utilizarla para extender dicha crtica a los temas tratados, contrarrestando as la falta de reflexin que de lo contrario suele producir la televisin. Para comprender la importancia que la alfabetizacin en estas nuevas tecnologas puede tener como objetivo educativo conviene recordar que el objetivo general de la educacin es la transmisin del bagaje acumulado por la humanidad, para que cada individuo pueda apropiarse de las herramientas que le permitan encontrar su lugar en el mundo, y contribuir a mejorarlo. Nadie duda de la relevancia que en este sentido tiene la alfabetizacin en herramientas bsicas, como la lectura y la escritura, a las que hay que aadir hoy la alfabetizacin en las nuevas tecnologas, imprescindible para adaptarse a los cambios de la Revolucin Tecnolgica, para incrementar as las oportunidades que pueden proporcionar y proteger contra sus riesgos. Porque conviene no olvidar que el mundo de los medios audiovisuales se ha convertido hoy en una parte fundamental de nuestra cultura, utilizada desde muy corta edad, incluso buscada, para dar significado al mundo real (Potter, 2001). Desde este punto de vista la educacin en los medios de comunicacin Buckinghan (2003) pasa a ser reconocido como un objetivo en s mismo para adaptar la educacin a las exigencias de la sociedad actual. Para que la escuela pueda contribuir a esta alfabetizacin audiovisual debe ensear a analizar los mensajes y narraciones audiovisuales, a travs de dos tipos de habilidades: 1) Recepcin crtica de los medios de comunicacin, analizando no slo los contenidos transmitidos sino tambin los cdigos y recursos a travs de los que se trasmiten, para que puedan aprender a interpretar significados, inferir lo que se quiere decir, analizar secuencias narrativas, captar coherencias y contradicciones y desarrollar, en general, una capacidad crtica frente a los medios. El desarrollo de dicha capacidad, aplicado a contenidos especialmente relacionados con el tema que aqu nos ocupa (como las historias de amor) puede tener una gran eficacia en la prevencin de la violencia de gnero (Falcn, 2009). 2) Creacin de medios de comunicacin, pensando y elaborando cmo transmitir determinados mensajes a travs de distintas tecnologas. En los programas escolares que hemos desarrollado durante la ltima dcada (Daz-Aguado, Dir., 1996, 2002, 2004) se incluyen actividades que permiten al alumnado desempear los dos papeles (recepcin y creacin). Por ejemplo: analizando campaas de sensibilizacin desarrolladas por profesionales de los medios audiovisuales, y creando despus sus propias campaas. El hecho de elaborar as en equipos de aprendizaje cooperativo una obra compartida con iguales (Bruner, 1999), por ejemplo una campaa

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contra la violencia de gnero o un manifiesto por la igualdad, que pueda ser posteriormente recordada, analizada y utilizada como objeto de identificacin. As, desempeando el papel de expertos/as de lo audiovisual, se incrementa su protagonismo y se fortalece al alumnado como agente de este mundo tecnolgico global.

2. Cmo prevenir la violencia de gnero desde la escuela


Se resumen a continuacin seis recomendaciones bsicas para la prevencin de la violencia de gnero desde la escuela.

2.1. Reconocer la naturaleza compleja y paradjica de los cambios La naturaleza compleja y paradjica de los cambios que vivimos hoy se expresa con especial gravedad en los indicadores de violencia de gnero entre la juventud, puesto que junto a avances de gran relevancia surgen nuevos riesgos o vulnerabilidades. Es muy importante reconocer esta naturaleza compleja de los cambios para poder desarrollar los avances, manteniendo las medidas que los han hecho posibles, y superar los riesgos, a los que ser preciso prestar una especial atencin. Como manifestacin de lo cual se presentan a continuacin tres tipos de resultados sobre violencia de gnero en jvenes presentados en el Informe Anual sobre la Violencia de Gnero en Espaa (Bengoechea, lvarez, Daz-Aguado, et al, 2007): 1) Los resultados obtenidos en las tres macroencuestas realizadas (1999, 2002, 2006) reflejan, como caba esperar, que las jvenes sufren menos violencia de gnero que las mujeres de mayor edad y que la prevalencia de dicha violencia va disminuyendo con el paso del tiempo de forma paralela al incremento de otros avances en este mbito. 2) Las jvenes tienen una superior tendencia a denunciar la violencia de gnero, debido probablemente a su menor tolerancia con dicho problema y a su mayor determinacin para salir de una relacin que reconocen como destructiva. Determinacin que permite a la inmensa mayora de las jvenes reemprender su vida sin la violencia de gnero y las graves secuelas y sufrimientos que origina. 3) Las jvenes estn sobre-representadas entre las mujeres que mueren a manos de sus parejas o ex parejas. Lo cual refleja que la ruptura que permite a la gran mayora de las jvenes que han sufrido violencia salir de dicha situacin supone en algunos casos un riesgo de muerte del que es preciso proteger incrementando las medidas destinadas para ello. Los cambios anteriores reflejan que el mero relevo generacional no permite acabar con la violencia de gnero, sino que es preciso incrementar y extender a toda la poblacin los esfuerzos educativos para lograr su erradicacin.

2.2. No basta con reconocer la importancia de la educacin El reconocimiento del papel crucial que la educacin puede y debe desempear en la superacin del sexismo y la violencia con la que se relaciona es hoy generalizado, tanto entre las personas que trabajan

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especficamente en este tema, desde distintos mbitos, que casi siempre destacan la prioridad del cambio educativo, como entre el conjunto de la poblacin, que considera la educacin como una herramienta fundamental para erradicar este problema. Conviene no olvidar, sin embargo, que el generalizado reconocimiento de la relevancia de la educacin en este tema suele contrastar con la insuficiencia de medidas concretas generalizadas y con los recursos necesarios como para erradicar el modelo que conduce a la violencia de gnero por un modelo alternativo basado en la igualdad. El estudio sobre las medidas adoptadas en la Unin Europea (Daz-Aguado, Martnez Arias e Instituto de la Mujer, 2002) refleja, en este sentido, un desfase generalizado entre las expectativas que la sociedad europea tiene de lo que deben hacer el profesorado y los medios que le da para conseguirlo. Superar este desfase entre objetivos y medios debe ser destacado como un objetivo prioritario para construir ese otro mundo posible desde la escuela.

2.3. La sustitucin del modelo dominio-sumisin por modelos educativos coherentes con los valores democrticos Para comprender las dificultades que existen para erradicar el modelo que conduce al sexismo conviene tener en cuenta, adems, la necesidad de adaptar los modelos de relacin de los contextos educativos tradicionales, la escuela y la familia, estructuradas en la Revolucin Industrial, a los retos de la sociedad actual: promoviendo contextos y papeles que permitan aprender a ejercer derechos con deberes con eficacia y coherencia democrtica. Conviene tener en cuenta, en este sentido, que el respeto al otro y la no violencia se aprenden sobre todo con la prctica de las relaciones que nios y nias establecen en la familia y en la escuela, y que difcilmente podrn ensear dichos valores las personas que no se comporten de acuerdo a lo que pretenden ensear o que miren para otro lado cuando se produce violencia en un contexto educativo.

2.4. Conocer como es el inicio de la violencia de gnero en la pareja puede ayudar a prevenirla Los estudios realizados sobre este tema (Daz-Aguado, 2002; 2004) reflejan que para prevenir la violencia de gnero en la pareja es necesario favorecer un adecuado conocimiento sobre cmo empieza y evoluciona, para alertar sobre el riesgo que pueden implicar las primeras fases e incorporar el rechazo de la violencia en la propia identidad. Se incluye a continuacin la descripcin de dicha evolucin que presentamos en nuestros programas de prevencin para adolescentes (Daz-Aguado, 2002): 1) La violencia no tarda mucho en aparecer. En un principio la vctima cree que podr controlarla. En esta primera fase la violencia suele ser de menor frecuencia y gravedad que en fases posteriores. A veces comienza como abuso emocional: coaccionando para llevar a cabo acciones que no se desean, obligando a romper todos los vnculos que la vctima tena antes de iniciar la relacin (con amigas, trabajo, incluso con la propia familia de origen), y lesionando gravemente su autoestima cuando no se conforma al ms mnimo deseo del abusador. La vctima intenta acomodarse a dichos deseos para evitar las agresiones, que suelen hacerse cada vez ms graves y frecuentes, pasando, por ejemplo, a incluir tambin agresiones fsicas.

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2) Suele existir un fuerte vnculo afectivo. La mayora de los agresores combina la conducta violenta con otro tipo de comportamientos a travs de los cuales convence a la vctima de que la violencia no va a repetirse; alternando dos estilos opuestos de comportamiento, como si fuera dos personas diferentes. En algunas investigaciones se compara esta mezcla de personalidades con la del personaje literario Dr. Jekill y Mr. Hyde, mencionando que la vctima se enamora del primero creyendo que va a lograr que desaparezca el segundo. En estas primeras fases, una de las principales razones para que la vctima permanezca con el agresor es la existencia del vnculo afectivo junto a la ilusin de creer que la violencia no se va a repetir. 3) Cuando el vnculo afectivo no es suficiente surgen las amenazas. En las fases ms avanzadas, el agresor amenaza a la vctima con agresiones muy graves si llega a abandonarlo, amenazas que pueden hacer temer, incluso, sobre la seguridad de los hijos o de otros familiares. Para valorar la relevancia que puede tener favorecer el conocimiento de las caractersticas anteriores entre la adolescencia, conviene tener en cuenta que en dicha etapa se producen cambios muy significativos en la identidad de gnero y comienzan a establecerse las primeras relaciones de pareja.

2.5. Las medidas ms utilizadas para prevenir la violencia de gnero: materiales y programas piloto El estudio sobre las medidas adoptadas para prevenir la violencia de gnero desde la educacin, incluido tanto el llevado a cabo desde la Presidencia de la Unin Europea en 2002 (Daz-Aguado, Martnez Arias e Instituto de la Mujer) como el realizado para el Observatorio Espaol de Violencia sobre la Mujer (Bengoechea, lvarez, Daz-Aguado et al, 2007), refleja que: 1) La medida ms utilizada suele ser la elaboracin y distribucin de materiales sobre coeducacin e igualdad entre hombres y mujeres o sobre resolucin no violenta de los conflictos. Conviene tener en cuenta que los materiales que tratan especficamente sobre deteccin y prevencin de la violencia de gnero, casi nunca se dirigen a adolescentes de los cursos en los que convendra llevar a cabo una prevencin generalizada con toda la poblacin (los ltimos cursos de Educacin Secundaria Obligatoria), antes de la edad en la que se establecen las primeras relaciones de pareja y se producen las primeras violencias de gnero. 2) La segunda medida ms utilizada suele ser la puesta en marcha de programas puntuales sobre coeducacin y fomento de la igualdad que se aplican en un reducido nmero de centros, a veces con formacin especfica del profesorado que los lleva a cabo. Esta medida puede ser una excelente prctica, sobre todo si incluye de forma especfica la prevencin de la violencia de gnero y se inserta en un contexto que favorezca su difusin posterior. Para lo cual convendra que se dieran cuatro condiciones, que suponen cierta dificultad: Insercin en un contexto de investigacin-accin, que incluya la evaluacin sistemtica de la eficacia del programa de forma que se favorezca su desarrollo y perfeccionamiento. Formacin sobre el programa al profesorado encargado de implementarlo y desarrollarlo.

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Coordinacin entre las personas que lo llevan a cabo, y especialmente entre quienes tienen la responsabilidad de los centros escolares y quienes trabajan en igualdad y prevencin de violencia de gnero. Continuidad y generalizacin de los programas de forma que puedan llegar a toda la poblacin

2.6. La construccin escolar de la igualdad y la no-violencia desde un enfoque integral que incluya la prevencin de la violencia de gnero A partir de lo anteriormente expuesto, y de acuerdo a las investigaciones que hemos realizado, puede concluirse que para erradicar la violencia de gnero desde la educacin, es preciso ir ms all de la elaboracin de materiales y programas puntuales, de forma que las medidas educativas permitan: 1) Extender la prevencin a toda la poblacin, desde una perspectiva integral basada en el respeto a los derechos humanos, que ensee a rechazar todo tipo de violencia e incluya actividades especficas contra la violencia de gnero. Estas medidas deben adaptarse a cada nivel educativo e iniciarse en la Educacin Infantil. Las investigaciones realizadas sobre este tema llevan a destacar la especial relevancia que pueden tener, en este sentido, la intervencin desde la adolescencia, edad en la que es posible ensear a detectar cmo son las primeras manifestaciones de la violencia de gnero en la pareja y cmo evoluciona, favoreciendo la incorporacin del rechazo a la violencia de gnero en la propia identidad en toda la poblacin, en el momento que precede a las primeras relaciones de pareja y a las primeras violencias que en ellas se producen. 2) Ensear a construir la igualdad desde la prctica, reconociendo que no basta con dar informacin, a travs de experiencias de colaboracin entre chicas y chicos, basadas en el respeto mutuo, para avanzar, as, en la superacin de dos de las principales condiciones que subyacen a la violencia de gnero: la desigual distribucin del poder que existe en la sociedad y la resistencia al cambio que esta situacin produce, especialmente entre los hombres. Estos contextos cooperativos permiten, adems, insertar la construccin de la igualdad dentro de un tratamiento integral y coherente de la convivencia, que contribuye tambin al logro de otros retos actuales, como el de la interculturalidad y ayuda a la distribucin del protagonismo en el aula, disminuyendo as la tendencia a buscar protagonismo negativo que subyace a muchas de las conductas disruptivas. 3) Desarrollar protocolos sobre cmo debe actuarse desde la escuela en caso de tener conocimiento de violencia en el alumnado o en sus familias, de forma que sea posible incrementar la eficacia en la deteccin y erradicacin de dichas situaciones, favoreciendo la colaboracin entre la escuela y el resto de los organismos con responsabilidad en este tema. Es conveniente que la escuela pueda contribuir a paliar el dao que la exposicin a la violencia puede haber producido en el alumnado de dichas familias, y prevenir el riesgo de su reproduccin intergeneracional, promoviendo las condiciones que ayudan a interrumpirlo anteriormente mencionadas. 4) Garantizar la permanencia de las medidas educativas destinadas a prevenir la violencia, proporcionando a los centros educativos las condiciones que permitan llevar a la prctica programas eficaces. Para lo cual conviene insertar su tratamiento en el currculum escolar (en lugar de

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situarlo en actividades puntuales y espordicas), proporcionando al profesorado los medios necesarios para llevarlas a cabo de forma sistemtica: formacin terico-prctica, incentivos al esfuerzo que siempre supone la innovacin educativa as como el resto de las condiciones que los hagan viables (recursos econmicos, materiales para la aplicacin, ajustes en los horarios, medios humanos, personas expertas para consultar dudas). 5) Favorecer la insercin de la prevencin de la violencia de gnero en programas integrales de mejora de la convivencia escolar. Esta integracin puede proporcionar una oportunidad de extraordinaria relevancia para conseguir la permanencia de las medidas y su extensin a toda la poblacin. Y para ello conviene promover la colaboracin entre quienes tienen la responsabilidad de los centros educativos con las personas especializadas en la construccin de la igualdad entre hombres y mujeres. Dentro de esta medida, es preciso incluir tambin acciones destinadas a la sensibilizacin e implicacin de las familias. 6) Promover la colaboracin escuela-familias e integrar la intervencin educativa con la que debe llevarse a cabo en todos los contextos desde los que se estructura la sociedad, conectndolas desde un enfoque multidisciplinar, que permita la colaboracin en red de los agentes educativos con otros agentes sociales, incluidos los medios de comunicacin., la administracin y los organismos dedicados a la investigacin., porque de lo contrario es difcil que pueda contrarrestarse la fuerte tendencia que existe a la reproduccin del modelo ancestral de relacin que conduce al sexismo y la violencia de gnero. Sin la informacin y la seguridad que proporcionan la cooperacin, la investigacin y la formacin, es poco probable que los agentes educativos superen la incertidumbre que genera tratar un tema que hasta ahora ha sido tab, para avanzar hacia ese otro mundo posible desde la educacin.

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DOCUMENTOS

Ana Rubio Castro . Profesora Titular de Filosofa del Derecho y Filosofa Poltica. Universidad de Granada.

Los chicos hroes y las chicas malas (1)

El trabajo analiza cmo las chicas y los chicos conforman su identidad en la escuela y en la familia a travs de modelos y relaciones fuertemente marcados por estereotipos sexistas. El espejismo de igualdad que crea la igualdad formal en la Escuela impide percibir la permanencia de prcticas inconscientes discriminatorias que mantienen y reproducen desigualdad de gnero. La desigualdad de gnero existente en la Escuela, en las familias y en la sociedad genera en las chicas una identidad ambivalente que se expresa mediante la imitacin de las prcticas de riesgo masculinas, como rechazo a la feminidad socialmente devaluada, y la sumisin a sus parejas en las relaciones de noviazgo. La multiplicidad de situaciones violentas de baja intensidad a las que estn sometidos las y los menores y jvenes les llevan a normalizar, o minimizar la violencia y la violencia de gnero. Para romper esta influencia hay que desarrollar en la Escuela, desde las etapas iniciales, debate sobre el gnero y la igualdad de gnero, prcticas no discriminatorias que permitan la deteccin de la violencia y de la violencia de gnero y el desarrollo de relaciones igualitarias, en las que impere la reciprocidad. Palabras clave: violencia de gnero, familia, identidades de gnero, noviazgo, amor, discriminacin, escuela.

1. El travestismo impuesto
Cuando trabajamos o convivimos con chicas adolescentes nos llama la atencin su lenguaje directo cargado de palabras malsonantes y de gestos violentos. Ante este hecho podemos caer en el error de pensar que la nueva feminidad que se est gestando se limita a ser una mala copia del modelo adolescente masculino. Pero como veremos a continuacin, el proceso de imitacin que observamos en algunas chicas no es en modo alguno nuevo y, ms an, ha sido tradicionalmente incentivado o impuesto. Desde la Antigedad hasta la Edad media se masculiniz a la mujeres dotadas de capacidades espirituales extraordinarias. Se les propona abandonar su feminidad (2) para hacer nacer a un hombre en su interior y de este modo alcanzar la elevacin de espritu que exige el reconocimiento y el valor social. Junto a quienes las invitaban a abandonar su feminidad como estrategia para superar sus limitaciones, como mujeres, estaban quienes rechazaban el proceso de individuacin que trataban de alcanzar, o la violacin del silencio (3), como una clara demostracin de su innaturalidad sexual (4). En otras palabras, con buenas o malas intenciones la historia les ha impuesto a las mujeres el silencio o el travestismo como el nico modo de alcanzar respeto social. La posicin de lo que en Occidente se denomina una seora, es una posicin social falsa, un mero simulacro, puesto que la mujer nunca ha sido formada o educada para ser objeto de veneracin social o para merecer pleitesa. La posicin social que ocupa un hombre depende de mil consideraciones; para ellas, una sola decide todo: el hombre a que cada una

(1) Quiero agradecer a Rubn Garca su colaboracin y sugerencias en algunos de los aspectos psicolgicos del trabajo. (2) Esto explica la frase cotidiana escribes o trabajas como un hombre, cuando se quiere exaltar el valor de una determinada accin femenina. (3) Aristteles, Poltica, I, 1260. (4) Tradicionalmente se ha conectado la innatural sexualidad una sexualidad promiscua o homosexual con una innatural erudicin en las mujeres. Rius, R., (1992) Isotta Nogarola: una voz inquieta del Renacimiento, Filosofa y gnero. Identidades femeninas, Edit. Pamiela, pp. 80-81.

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de ellas haya sabido agradar (5). Este universo social simblico enva a las chicas una imagen devaluada de sus congneres que slo pueden eludir ocupando posiciones masculinas o desarrollando las habilidades y los emblemas que poseen los chicos (6). Adems, este proceso de construccin de la identidad les exige a las chicas, para individualizarse en el grupo de las idnticas, reforzar o crear diferencias entre ellas. La paradoja es que junto a este modelo cultural que segrega y diferencia a las chicas y a los chicos, para discriminar, convive un discurso jurdico poltico que exalta el valor de la igualdad efectiva de mujeres y hombres, y declara de forma abierta la lucha contra la discriminacin por razn de sexo como la va para alcanzar la justicia y el desarrollo social.

2. La igualdad predicada
El Estatuto Andaluz, de 2007, afirma que Los planes educativos de Andaluca incorporarn los valores de igualdad entre hombres y mujeres y la diversidad cultural en todos los mbitos de la vida poltica y social (Art. 21), aadindose, en el artculo 10.2 que: La Comunidad Autnoma propiciar la efectiva igualdad del hombre y de la mujer andaluces, promoviendo la democracia paritaria y la plena incorporacin de aquella en la vida social, superando cualquier discriminacin laboral, cultural, econmica, poltica o social; y todo ello, en defensa del inters general y para alcanzar los siguientes objetivos bsicos: La consecucin del pleno empleo estable y de calidad en todos los sectores de la produccin, con singular incidencia en la seguridad y salud laboral, la conciliacin de la vida familiar y laboral y la especial garanta de puestos de trabajo para las mujeres y jvenes generacionales de andaluces (Art. 10.3 .1). Unos objetivos polticos que incumben a todos los poderes pblicos de la Comunidad Andaluza impregnando a todas las polticas pblicas, que deben estar orientadas por los principios rectores que se establecen en el artculo 37.1.2: lucha contra el sexismo, la xenofobia, el belicismo, especialmente mediante una educacin en valores que fomente la igualdad, la tolerancia, la libertad y la solidaridad, con el fin de garantizar la calidad del sistema educativo y la mejor formacin del profesorado (Art. 52). Estas exigencias del Estatuto Andaluz, en el marco de la legislacin estatal, hace evidente la estrecha relacin que existe entre educacin, empleo y ciudadana, pero tambin cmo los sistemas educativos evolucionan en funcin de los cambios polticos y de las necesidades socio-econmicas de la sociedad. Por consiguiente, la educacin en valores, en igualdad de gnero y en la no violencia, junto a las competencias necesarias para el ejercicio de la profesin, son demandas que hoy impone la sociedad globalizada a la Escuela, con el objetivo de afrontar los niveles de productividad y de competitividad que exige la economa globalizada. No siempre el sistema educativo espaol ha promovido la igualdad entre las chicas y los chicos y, menos an, la igualdad de gnero. Las nias espaolas han tenido vetado o imposibilitado el acceso al sistema educativo pblico hasta bien entrado el siglo XIX, y el acceso a la enseanza universitaria hasta principios del siglo XX. Conviene recordar esta historia educativa desigual para destacar la relevancia del esfuerzo educativo pblico en la lucha por la igualdad. Los Estados democrticos exaltan hoy la igualdad en derechos de mujeres y hombres, al tiempo que declaran universal el derecho de todo ser humano a la educacin y a la cultura, como el medio necesario para el desarrollo de su potencialidad. Pero no siempre han promovido los Estados

(5) Amors, C., (1992) Feminismo, Ilustracin y misoginia romntica, Filosofa y gnero. Identidades femeninas, Edit. Pamiela, p. 135. (6) Para conocer el impacto que el gnero tiene en las identidades de las nias y adolescentes, vase: Dio Bleichmar E., (1997) El feminismo espontneo de la histeria. Estudio de los trastornos narcisistas de la feminidad, Siglo XXI, La sexualidad femenina de la nia a mujer, Pidos.

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esta equiparacin. La educacin como derecho encuentra su estndar bsico en la Declaracin Universal de Derechos Humanos, de 1948, en su artculo 26; en El Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales (PIDESC), de 1966, en el artculo 13.1 y en la Convencin relativa a la lucha contra la Discriminacin en la Enseanza, de 1960, artculo 27.2. El artculo 13 PIDESC, establece: Los Estados partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educacin. Convienen en que la educacin debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad y el sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen, asimismo, en que la educacin debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la comprensin, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, tnicos o religiosos, y promover las actividades de la Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la Paz. La titularidad de este derecho fundamental corresponde a la persona humana, pero su desarrollo histrico no ha sido igualitario, el gnero, la raza y la clase social han condicionado y an hoy condicionan su aplicacin. Aunque la filosofa ilustrada ya estableca una estrecha relacin entre el progreso social, la felicidad individual y el conocimiento, lo que converta a la educacin en el motor del desarrollo social, esta alianza ha sido difcil de alcanzar. Han debido pasar algunos siglos para que conseguir la universalizacin de la educacin que hoy disfrutamos. Aunque la Modernidad predicaba el fin de todas las jerarquas humanas y el igual valor de todo ser humano, el modelo de referencia en la cultura jurdico-poltica fue un modelo parcial, masculino, que negaba a las mujeres, por voluntad de Dios o de la naturaleza, la capacidad racional necesaria para la titularidad y el ejercicio de los derechos civiles y polticos. Esta exclusin ya es historia, se afirma. Actualmente no existen en Espaa lmites en el acceso a los derechos para mujeres y hombres y, menos an, en el acceso a la educacin y a la cultura para chicas y chicos, es cierta esta afirmacin? Los espacios mixtos de nias y nios en los que se han convertido las escuelas han modernizado las relaciones de gnero. Sin embargo, las desigualdades de gnero an estn presentes en la Escuela, en las familias y en la sociedad. Son muchos los logros alcanzados en Espaa respecto a la igualdad en el sistema educativo, pero como afirma la Ley Orgnica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, en su exposicin de motivos: El pleno reconocimiento de la igualdad formal ante la ley, aun habiendo comportado, sin duda, un paso decisivo, ha resultado ser insuficiente, la discriminacin contra la mujer an existente muestra cmo la igualdad plena, efectiva entre mujeres y hombres, aquella perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros, es an una tarea pendiente que demanda de nuevos instrumentos jurdicos., as como de remover los obstculos y estereotipos sociales que impiden alcanzarla. Entre los nuevos instrumentos jurdicos que la Ley de Igualdad efectiva desarrolla hay que destacar la prevencin de las conductas discriminatorias y el desarrollo de polticas activas de igualdad, y es en este nivel activo y preventivo en el que la educacin y la Escuela como institucin social relevante cobran un especial protagonismo. Al sistema educativo espaol se le pide que desarrolle un modelo igualitario y no sexista entre las y los menores y jvenes, tanto en el currculo explcito

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(7) Olvidamos con frecuencia que el racismo, el sexismo y la homofobia estn alimentados por significados inconscientes que tienen lugar en lo que Giddens denomina la conciencia prctica y el sistema bsico de seguridad. En una sociedad comprometida con la igualdad formal de todos los grupos, las reacciones inconscientes estn ms extendidas que los prejuicios y las desvalorizaciones discursivas, y no necesitan de stas para reproducir privilegios y opresin. Hoy los sistemas coactivos y disuasorios no hacen uso de una violencia explcita utilizan otras formas de opresin, como son la exaltacin de ciertas virtudes, habilidades o estndares estticos con los que se identifica y juzga a las personas. Joung. I.M., (2000) La justicia y la poltica de la diferencia, Ctedra, pp. 224-225. (8) El trabajo se puede consultar en European Journal Of. Education and Psychology, 2008, vol1, n 1, pp. 5-68. (9) Este reduccionismo de la complejidad que encierra el fenmeno violento lo observamos no slo entre los menores, tambin en las instituciones cuando concentran la lucha contra la violencia de gnero en las vctimas y en las denuncias, descuidndose las redes sociales de apoyo y colaboracin.. (10) Piliavin y Rodin (1975) estudiaron las razones que llevan a las personas a no intervenir en situaciones de emergencia. (11) Desde los estudios de Olwens, en 1977, no se conocen cambios significativos en la trayectoria de los conflictos violentos en las escuelas, si bien estn apareciendo cambios en las formas de victimizacin, hoy las agresiones y acoso se generan a travs de las nuevas tecnologas: SMS, Chats, mensajes de video. En este sentido vase los trabajos de Belsey de 2005, Smith, 2006. (12) Este es un comportamiento generalizado respecto a todas

como implcito, pero tambin que proporcione al alumnado el conocimiento y las actitudes necesarias para detectar discriminacin y violencia de gnero. Estas demandas no son fciles de cumplir. El sistema educativo no tiene autonoma, interacta con el orden social y cultural en el que nace y se desarrolla. En la Escuela encontraremos las mismas jerarquas de clase, raza y gnero que estn presentes en la sociedad y que se oponen, o neutralizan, los cambios que demanda la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Por este motivo, es prioritario hacer evidente el espejismo de igualdad (7) que crea la igualdad formal o legal y la educacin mixta en la escuela.

3. La convivencia escolar y el gnero


Hace tan slo unos das la prensa se hacia eco de una investigacin realizada por la Universidad de Granada, en la que se analizaban las reacciones emocionales que generaba el maltrato entre las y los menores y jvenes en la Escuela. En ella, su autora, M Jess Caurcel (8) expona que: entre los 1,237 nios y nias (entre 11 y 16 aos) encuestados sobre el acoso escolar, los ms pequeos (11 y 12 aos) tenan una valoracin positiva del matn de clase, al que le presuponen poder, valenta, fuerza, heroicidad, capacidad de comunicacin, etc. Mientras que rechazaban a las vctimas por considerarlas cobardes, pasivas, inseguras, etc. Para este grupo, las vctimas son quienes deben enfrentarse al problema que padecen y superar su cobarda (9). Otro dato preocupante que desvela el estudio es que la mayora de las y los menores, un 84%, son espectadores pasivos de los conflictos violentos en la Escuela. Una pasividad que hace nacer en ellos indiferencia, vergenza y culpa. Cmo valorar este dato? Por qu no protegen y ayudan a las vctimas? La teora del altruismo de Latan y Darley, elaborada en 1970, nos proporciona algunas respuestas: por un lado, de cmo interpreten las y los menores y adolescentes la situacin de conflicto depender su comportamiento. Si existen dudas sobre la naturaleza del conflicto es una pelea, un juego, estn arreglando cuentas, la persona agredida ha motivado la discusin, etc., no se intervendr; y, por otro, la conducta estar determinada por el grado de responsabilidad que sientan. Dado que en nuestra sociedad est mal visto intervenir en conflictos ajenos, por tanto no hacerlo no recibe reproche social; las acciones heroicas tienen un alto coste personal (10) y el individualismo invade la sociedad, no puede sorprendernos que las y los menores y jvenes no intervengan. Por todo ello, la violencia en la Escuela no puede ser analizada desvinculada de las caractersticas estructurales en torno a las cuales se consolidan los patrones de interaccin y de relacin social (11). La identificacin con la persona que ejerce violencia es fcil de comprender, si la conducta violenta y manipuladora se asocia a la valenta, la fuerza y la heroicidad, pero no estn tan claras las razones que conducen a rechazar a las vctimas (12). Slo entre las chicas entrevistadas se percibieron ciertas crticas hacia los violentos, as como empata hacia las vctimas. Pienso que las y los menores y jvenes reproducen en la Escuela los mismos sentimientos y roles pasivos que adoptan en casa ante situaciones de violencia y de violencia de gnero. La investigacin desvel tambin que a medida que las y los menores crecen disminuye el rechazo hacia las vctimas y se incrementa la exigencia de responsabilidad frente a quienes maltratan. Esto significa que la interiorizacin de las normas morales y sociales reduce violencia y que el proceso de maduracin permite a las y los menores y jvenes desarrollar otras herramientas distintas a la violencia para resolver sus conflictos.

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las vctimas, pues a la sociedad le es ms fcil aceptar que la responsabilidad est en la vctima, y que no debe actuar, que analizar y afrontar las causas de la situacin violenta. (13) El observatorio fue creado con el fin de recabar informacin de las instituciones educativas privadas y pblicas implicadas en la mejora del clima escolar en los centros educativos, para analizar las situaciones, hacer diagnsticos y proponer medidos que favorecieran la convivencia escolar. Los resultado obtenidos estn an sin publicar, pero un primer borrador puede consultarse en el Informe elaborado por el Consejo Escolar del Estado respecto al curso 2008. (14) Para su elaboracin se entrevistaron a 6,175 personas del profesorado, 23.100 alumnas y alumnos, 301 centros educativos de toda Espaa, excepto Catalua, que manifest su intencin de incorporarse al siguiente estudio. (15) Daz-Aguado M J., r.; Martn Seoane, G. (2004) Prevencin de la violencia y lucha contra la exclusin desde la adolescencia. Volumen uno. La violencia entre iguales en la escuela y en el ocio. Estudios comparativos e instrumentos de evaluacin. Madrid: Instituto de la Juventud; Daz-Aguado, M. J. (2004) Prevencin de la violencia y lucha contra la exclusin desde la adolescencia. Volumen dos. La violencia entre iguales en la escuela y en el ocio. Programa de intervencin y estudio experimental. Madrid: Instituto de la Juventud; Daz-Aguado, M. J. (2004) Prevencin de la violencia y lucha contra la exclusin desde la adolescencia. Volumen tres. Intervencin a travs de la familia. Madrid: Instituto de la Juventud. (16) Hemos observado con preocupacin como la mayor parte de las medidas educativas desarrolladas por las Comunidades Autnomas en colaboracin con el Ministerio de Educacin para prevenir violencia y mejorar la convivencia en la Escuela olvidan la violencia de gnero.

El Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar (13) (Real Decreto 275/2007, de 23 de Febrero), en el avance de estudio presentado el 16 de julio de 2008 (14), realizado por la Unidad de Psicologa Preventiva de la Universidad Complutense y el Ministerio de Educacin en colaboracin con las Comunidades Autnomas, destaca que: ms del 80% del alumnado de secundaria rechaza las conductas violentas y el 80.2% interviene para detener situaciones violentas o cree que debera hacerlo. El 82.1% del profesorado se siente orgulloso de su trabajo y el 71.4% considera que puede crear con facilidad un clima agradable de trabajo en el aula. Sin embargo, un 3.8% de las y los estudiantes encuestados declararon haber sufrido a menudo o muchas veces acoso en los dos ltimos meses, y un 2.4% haber sido acosador. Entre el 1.1% y el 2.1% dicen haber sufrido a menudo o muchas veces las nuevas formas de acoso, el ciber-acoso. El informe analiza tambin que se ha generado una importante conciencia social en torno al acoso escolar, si bien, la mayora del alumnado afirma estar bastante satisfecho o muy satisfecho con sus relaciones en la Escuela, tanto con el profesorado como con sus compaeros. Aunque la convivencia escolar es buena, a la luz de los datos citados, el propio informe propone crear condiciones que mejoren y ayuden al desarrollo de una convivencia en igualdad y sin violencia. El cambio existente de primaria a secundaria no nos debe hacer caer en el error de pensar que la igualdad anhelada se conquistar mediante un simple cambio de generacin (15). Por otro lado, este tipo de investigaciones deberan completarse con anlisis realizados en el interior de los centros durante un cierto periodo de tiempo para conocer en profundidad cmo actan las y los menores y jvenes durante las peleas, qu razones esgrimen para justificar sus comportamientos, cmo reacciona el profesorado, qu diferencias existen en los comportamientos por sexo, etc. Esta observacin ms continua en colaboracin con el profesorado y el alumnado permitira obtener un mejor conocimiento y una mejor intervencin. Debemos incrementar las medidas educativas contra la violencia y la violencia de gnero y dirigirlas a toda la poblacin educativa. Si la violencia y la violencia de gnero se hacen presentes en las primeras etapas educativas, las campaas de sensibilizacin y de concienciacin deben comenzar en los mismos niveles, para que se consoliden y desarrollen prcticas de igualdad y estrategias de intervencin y de deteccin de la violencia y de la violencia de gnero (16). Las estructuras jerarquizadas en las que viven y aprenden las y los menores y jvenes les llevan a idealizar a quienes rompen las reglas, al sentirse extraas/os a las normas impuestas y a los conocimientos que se le imparten. El sistema educativo espaol tiene un modelo de aprendizaje poco flexible y de reducida participacin por parte del alumnado. Tampoco en las familias adquieren las y los menores y jvenes habilidades para la negociacin y la reciprocidad, cuando son conocimientos imprescindibles para el desarrollo de relaciones igualitarias. Hacer frente a esta realidad para modificarla exige que la educacin en igualdad de gnero no se limite al estudio de la igualdad, ni a la descripcin histrica de los agravios cometidos contra las mujeres o los privilegios reconocidos a los hombres. Para que las y los menores y jvenes comprendan la realidad actual y sus problemas deben conocer la historia, una historia con perspectiva de gnero que le ayude a explicar el contexto social y familiar en el que viven y cmo se construyen las identidades

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individuales y colectivas; pero esta informacin resultar insuficiente si adems no se les dota de las habilidades para construir utopa y pensamiento alternativo. Una utopa que deben construir a partir del propio presente, porque en l estn las claves para construir un mundo mejor. No podemos mejorar la convivencia escolar sin introducir la perspectiva de gnero. Debemos conocer las diferencias y las peculiaridades en los conflictos violentos entre chicos y chicos, chicas y chicas y chicas y chicos, para realizar una intervencin eficaz y eficiente. El desarrollo de buenas prcticas obliga a la Escuela a enfrentarse a temas que oculta o ignora, como por ejemplo: qu es el gnero y la perspectiva de gnero, por qu existe violencia de gnero, cules son los factores de riesgo personales y sociales que la potencian, como enfrentarse a prcticas manipuladoras y de erosin emocional, cmo deben de ser unas relaciones afectivas sanas y no controladoras, qu relevancia individual y social tiene el amor y la sexualidad, etc. Educar en igualdad y sin violencia de gnero es educar para la vida. Por consiguiente, los mitos sociales y culturales construidos sobre las relaciones humanas, las familias y las relaciones afectivas, deben ser analizados crticamente en la Escuela. Un aprendizaje para el que se necesita en la Escuela un espacio especifico, que puede ser la educacin para la ciudadana (17). Pero el tiempo lectivo reducido que tiene esta disciplina resultara insuficiente, por lo que sera preciso abrir espacios de debate en los que se dara entrada a las mujeres y hombres jvenes igualitarios. Estos jvenes igualitarios funcionaran como puente entre la sociedad y la Escuela, facilitando al alumnado modelos de referencia ms cercanos. Debemos formar chicos y chicas autnomos, sanos corporal y emocionalmente, profesionales honestos y cualificados y ciudadanas y ciudadanos responsables y crticos. Esta compleja responsabilidad no puede asumirla la Escuela si no cuenta con la estrecha colaboracin de las familias, de toda la sociedad y de las Administraciones. Observamos con preocupacin como la mayora de los estudios y datos existentes sobre la convivencia escolar y el acoso no aplican la perspectiva de gnero y no reconocen la especificidad de la violencia de gnero, que aparece diluida bajo la etiqueta general de violencia. El artculo 126.2 de la LOE establece que una vez constituido el Consejo Escolar de los centros escolares, ste designar una persona que impulse medidas educativas que fomenten la igualdad efectiva entre mujeres y hombres; la unidad de igualdad de gnero del M de Educacin tiene como objetivo establecer medidas que garanticen la plena igualdad, as como la coordinacin de las actuaciones del M de Educacin con otras administraciones y entidades, estas exigencias han quedado en meras declaraciones de intenciones, sin haberse desarrollado medidas concretas, ni evaluado el impacto de las puestas en marcha. El desinters por la perspectiva de gnero y la violencia de gnero en la convivencia escolar se observa con claridad en las acciones emprendidas desde el M de Educacin y las Administraciones educativas como respuesta a los objetivos de Lisboa de 2010. Preocupa la disrupcin en el aula, la educacin socio-emocional, las estrategias para superar los obstculos para un desarrollo competencial adecuado, la implicacin de toda la comunidad en la educacin, superar el dficit de formacin del profesorado, se habla de cultura de la paz, etc. Pero nadie menciona la violencia por razn de sexo que padecen las nias en la escuela y en la sociedad cuando sus esfuerzos intelectuales y su correcto comportamiento son ignorados; centrndose el

(17) Educacin para la Ciudadana y los Derechos Humanos es el nombre de una asignatura diseada para el ltimo ciclo de la Educacin Primaria y toda la Educacin Secundaria en Espaa por el Parlamento Espaol de acuerdo con la Ley Orgnica de Educacin. Segn establece el Real Decreto 1631/2006,: La Ciudadana tiene como objetivo favorecer el desarrollo de personas libres e ntegras a travs de la consolidacin de la autoestima, la dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formacin de futuros ciudadanos con criterio propio, respetuosos, participativos y solidarios, que conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hbitos cvicos para que puedan ejercer la ciudadana de forma eficaz y responsable. La asignatura cumple con una recomendacin del Consejo de Europa en el ao 2002, donde se afirma que la educacin para la ciudadana democrtica es esencial para promover una sociedad libre, tolerante y justa, adems de contribuir a la defensa de los valores y los principios de libertad, pluralismo, derechos humanos y Estado de Derecho, que constituyen los fundamentos de la democracia. Para ello recomienda a los Gobiernos de los Estados miembros que hagan de la educacin para la ciudadana democrtica un objetivo prioritario de las polticas y reformas educativas.

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esfuerzo econmico y poltico educativo en la falta de xito y en el abandono escolar de los chicos. As en la reunin del gobierno con las Consejeras de Educacin, el pasado 20 de noviembre, de 2008, se estableci que Espaa necesitaba que 570.000 jvenes estudiaran ms en la educacin obligatoria, para de este modo garantizar que tengan un empleo en el futuro. Un objetivo trata de acercar Espaa a la media europea. En esta reunin monogrfica sobre el abandono escolar se aprob un Plan, con 12 medidas de intervencin dirigidas a las y los estudiantes, el profesorado, las familias, los empresarios, los sindicatos y las corporaciones locales. Como la entonces ministra Mercedes Cabrera afirm, el abandono es un problema de todos y todos debemos colaborar para reducirlo. Este Plan estableca: un presupuesto de 121 millones de Euros, que aportara el Ministerio para 2009, y para su seguimiento una Mesa permanente de actuacin integrada por representantes del M de Educacin y las CC.AA. La Mesa permanente tiene autonoma para desarrollar las medidas que considere necesarias. Las cifras de abandono escolar en Espaa son del 31%. La mayor parte de estos jvenes entre 18 y 24 aos que no finalizan su educacin obligatoria son chicos. Por este motivo es objeto de preocupacin que se establezcan vas de acceso al sistema educativo a quienes no obtuvieron un ttulo. Para corregir estos datos se ha incrementado la oferta de programas de cualificacin profesional inicial hasta 80.000 plazas por curso, como parte de la oferta ordinaria de los institutos. Los programas van dirigidos preferentemente a estudiantes mayores de 16 aos que no tienen el titulo de ESO. Las CC.AA. aumentarn adems la oferta de enseanza de formacin profesional de grado medio de artes plsticas y diseo y de enseanzas deportivas. Junto a estas medidas se aprob el desarrollo del artculo 41 de la LOE, para que pudieran matricularse en formacin profesional de grado medio el alumnado que no hubiese obtenido titulo de ESO o para que los titulados de grado medio de FP puedan pasar al grado superior. Adems de la flexibilizacin se establecieron vas de reconocimiento del aprendizaje no formal y la promocin de programas de refuerzo como los PROA, clases de refuerzo y clases extraordinarias. Todo este esfuerzo econmico y poltico es lgico y necesario, pues la formacin es esencial para acceder al mercado de trabajo. Pero sorprende que nadie se pregunte por qu no ocurre lo mismo con las chicas, qu explica la diferencia de esfuerzo e inters, cuando el sistema con sus defectos y ventajas es el mismo para ambos. Si una parte importante del presupuesto educativo se destina a afrontar la falta de xito y el abandono de los chicos, proporcionndoles vas alternativas y clases suplementarias, estos recursos no podrn destinarse a mejorar la calidad del sistema educativo, ni a incrementar los recursos disponibles, lo que sin duda perjudica a las chicas. Adems existe otro dato a tener en cuenta. Las cualificaciones profesionales desarrolladas en los 38 proyectos normativos de rdenes ministeriales y Reales Decretos elaborados por el Ministerio de Educacin y Ciencia, en 2008, valoradas por el Consejo Escolar del Estado, en junio de 2009, tienen como objetivo mejorar la cualificacin tcnica bsica y superior. En el nivel bsico se desarrollan las siguientes cualificaciones profesionales: imagen personal, confeccin y piel, instalacin y mantenimiento, electricidad y electrnica, artes grficas, madera, mueble corcho; y en los nivel tcnico superior: industrias de proceso qumico, patronaje y procesos de confeccin industrial, construcciones metlicas, automocin, desarrollo y fabricacin de productos cermicos, eficiencia energtica y energa solar, ortoprotsica y productos de apoyo, artes plsticas y diseo cermico, para los niveles tcnicos superiores. Unos

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sectores productivos y tcnicos que se encuentran muy masculinizados. Esto significa que los estereotipos continan presentes en los desarrollos de la formacin profesional La labor realizada por la RED INTERCAMBIA (espacio para educar en igualdad en la red), fruto de la colaboracin entre el CIDE y el Instituto de la Mujer es muy insuficiente. El gnero y la perspectiva de gnero han de tener carcter transversal en el sistema educativo y no pueden funcionar como un mero aadido a la informacin general. La perspectiva de gnero es la perspectiva epistemolgica y metodolgica que debe aplicarse en las polticas educativas y las nuevas metodologas pedaggicas, para que la neutralidad no mantenga oculta la desigualdad de gnero. La ley Integral y la Ley de Igualdad efectiva no pueden reducirse a meras declaraciones de principios, sus aspectos educativos deben interactuar con las leyes educativas generales. El cambio que demanda nuestro sistema educativo para avanzar en la igualdad efectiva entre chicas y chicos exige el desarrollo de medidas y programas concretos de intervencin basados en la igualdad de gnero y en la erradicacin de la violencia de gnero. Una intervencin que necesita personal especializado en gnero y presupuestos y financiacin estable. Respecto al personal especializado debemos denunciar el dficit en formacin en gnero que existe en las Universidades espaolas, lo que viola la Ley Integral. La educacin en valores, la promocin de la igualdad efectiva de gnero y la erradicacin de la violencia contra las chicas y las mujeres son algunos de los ms relevantes compromisos internacionales que han contrado los Estados democrticos, conscientes de que la felicidad y el progreso de los pueblos exige un fuerte compromiso poltico a favor de la igualdad de gnero y contra la violencia de gnero. Dado que manejamos definiciones y conceptos de reciente cuo, merece la pena recordar aqu, la definicin que Naciones Unidas estableci en la Declaracin sobre la eliminacin de la violencia contra la mujer, 1993: A los efectos de la presente Declaracin, por violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un dao o sufrimiento fsico, sexual o psicolgico para la mujer, as como las amenazas de tales actos, la coaccin o la privacin arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pblica como en la vida privada(18). En la conferencia de Beijing, en 1995, los Estados reconocieron por unanimidad a las nias como sujetos de derechos, lo que permiti que fueran reconocidas como sujetos sometidos a discriminacin y a violencia de gnero. Un logro que no se hubiese alcanzado sin los acuerdos de la Conferencia Mundial sobre la proteccin de los derechos humanos, en 1993, que estableca: los derechos de las mujeres y de las nias son parte inalienable de los derechos Humanos. El grado de universalidad de esta declaracin y su relevancia poltica slo es comparable a la famosa Declaracin de Derechos del Hombre y del ciudadano, de 1789. No es este reconocimiento internacional de los derechos humanos de las nias y de las mujeres simple retrica jurdico-poltica, sirva como ejemplo el caso de Hadijatou Mani. Esta esclava liberada ha conseguido que su pas (Nger) le pague 15.000 euros de indemnizacin, por no protegerla, incumpliendo la legislacin vigente, desde 2003, en materia de esclavitud. Esta resolucin, contra todo pronstico, de un tribunal internacional posee gran relevancia, pues existen en Nger ms de 43,000 mujeres en situacin de esclavitud.

(18) Declaracin sobre la eliminacin de la violencia contra la mujer, aprobada el 10 de diciembre de 1993, en la 85 Sesin plenaria de Naciones Unidas.

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4. El espejismo de igualdad: los estereotipos y las prcticas inconscientes en la Escuela


Los estudios feministas han demostrado como en la prctica escolar se adoptan decisiones y actuaciones de forma no planificada ni escrita, que contienen un cdigo social sexista. Sirva como ejemplo, el diferente modo en que el profesorado se dirige a las nias y a los nios en las escuelas infantiles. A las chicas se les dicen palabras bonitas y piropos, elogindose que sean buenas, que estn calladas, quietas, tranquilas; en los chicos, por el contrario, se destaca o elogia que sean fuertes, valientes, duros, grandes, inteligentes. Esta forma de relacin entre el profesorado y el alumnado hace evidente la existencia de un currculo implcito que se superpone y a veces desplaza al contenido didctico y a la prctica docente establecida. Igual ocurre con las y los jvenes, se afirma que los chicos son ms ruidosos y agresivos, que presentan ms problemas de convivencia en el aula, mientras que las chicas son ms tranquilas y aceptan mejor las reglas. En ambos supuestos el profesorado acta con comportamientos estereotipados, aplicando diferentes criterios de tolerancia a las conductas de unas y otros, al categorizar de forma distinta sus comportamientos y preocupndose ms por los chicos al entender qu necesitan ms atencin e ignorando a las chicas. Una actitud que se repite o se refuerza en los hogares cuando las familias exaltan las inteligencias de los chicos, pese a sus malos resultados acadmicos, que imputan tan slo a la falta de trabajo y de esfuerzo; mientras que en las chicas valoran su laboriosidad y constancia, no su inteligencia y valor, cuando obtienen buenas calificaciones. En ambos contextos no existe intencionalidad de producir un dao en la autoestima de las chicas o de desarrollar privilegios en los chicos, pero ambos efectos se producen. La diferente valoracin que reciben las chicas y los chicos actuar en el nivel de expectativas y en la construccin de los deseos y de los sueos de ambos. Las chicas pensarn que slo son trabajadoras, no creativas, inteligentes y lderes; y los chicos creern que cuando decidan estudiar y esforzarse todas las oportunidades se les ofrecern como resultado de su inteligencia y mayor capacidad. Estas representaciones escolares y familiares sern las que reproduzcan las y los jvenes en sus relaciones, lo que obstaculizar el desarrollo de relaciones igualitarias y basadas en la reciprocidad. Los estereotipos de feminidad y de masculinidad se encuentran ms arraigados en aquellos entornos sociales y familiares de bajo nivel cultural (19). En resumen, si los chicos reciben en clase mayor atencin, dado su comportamiento inquieto y trasgresor, y en los hogares, por su falta de xito y abandono escolar (20), qu deben hacer las chicas para hacerse visibles en la Escuela y en la familia? Cmo llegar a ser heronas cuando el xito y el esfuerzo intelectual no es la va para conseguirlo?

(19) No debemos confundir el nivel cultural de una familia con su nivel de renta. Puede darse un bajo nivel cultural o un escaso inters por la cultura en entornos familiares de renta alta y por el contrario un gran inters por la cultura en entornos familiares de renta baja. (20) En estos momentos que todo el sistema educativo est preocupado por el abandono escolar y la falta de xito de los chicos, sorprende el desinters y la invisibilidad por el esfuerzo intelectual de las chicas. Ambas realidades se estn produciendo en el seno del mismo sistema, sin embargo, nadie ha reparado en la injusticia que representa tanto esfuerzo personal y tan poco reconocimiento social.

5. La nueva feminidad y las chicas malas


Las chicas, se dice, solan dirimir sus diferencias con la palabra o a lo sumo con insultos o un tirn del pelo. Las peleas callejeras eran patrimonio exclusivo de los chicos. La semana pasada un grupo de alumnas le desfigur la cara a una compaera por ser guapa y la golpearon sin piedad. Hace unos meses a la salida del colegio y por cuestiones sentimentales, una adolescente agredi a otra dejndole la cara marcada. La escalada de violencia entre adolescentes no para, y pareciera que ya no hay diferencias

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(21) En mi opinin los cambios experimentados en el interior de la estructura familiar, al igual que en el sistema educativo, no eliminan las relaciones de gnero, slo las modernizan adecundolas a los cambios econmicos y sociales. Vase: Rubio, A., (2008) Los costes sociales de la desigualdad y de la individualizacin en la familia, Revista Internacional de Filosofa poltica, n 32, diciembre, pp. 77-96. (22) La publicidad y las recomendaciones existentes en las revistas femeninas para adolescentes presentan la felicidad y el bienestar como valores slo posibles o restringidos a la intimidad, es decir a las relaciones personales o de pareja, lo que incrementa el nivel de presin sobre el individuo respecto a su responsabilidad sobre el malestar o el bienestar que sufre, restringindose as el valor que para el desarrollo de la identidad de todo adolescente tienen los diferentes crculos sociales. Resulta paradjico que cuanto ms acceso se tiene al conocimiento y a la comunicacin el ser humano est ms aislado personalmente. (23) Vase: AA.VV. (2006), Mujeres en serie. Discursos de gnero en la ficcin televisiva del nuevo milenio, Gnero y Comunicacin, n 8, julio. (24) La recompensa que a su xito escolar le ofrece la sociedad es: la doble jornada de trabajo (trabajo dentro y fuera del hogar), los trabajos menos remunerados y sin promocin, salarios ms bajos por igual trabajo, etc.

entre las chicas y los chicos. Para explicar este cambio de conducta en las chicas se argumenta que la palabra ha perdido utilidad y valor social, lo que hace que la violencia emerja. Tambin se dice que las adolescentes andan confundidas en la bsqueda de una nueva feminidad, porque la sociedad no les ofrece modelos femeninos de xito o reconomiento social. Cristina Gonzlez (Consultora del Fondo de Poblacin de Naciones Unidas para Amrica Latina) establece una analoga entre las adolescentes y las mujeres que ocupan posiciones de poder en la poltica o en la empresa. En ambos supuestos se adopta el modelo masculino dominante de liderazgo. Las conductas violentas de las chicas son el sntoma de una sociedad marcada por el gnero y las relaciones de dominio y de subordinacin, que afectan a todas las clases sociales y a todos los tramos de edad. Si la opresin est consentida y promovida a travs de prcticas sociales e individuales inconscientes y normalizadas, de perjuicios y de falsos razonamientos, en la sociedad y en las instituciones cmo pedirles a las adolescentes que adopten un comportamiento diferente al del resto de los actores sociales? La nueva feminidad, como algunos la califican, se suele explicar como reaccin a los cambios producidos en los roles familiares (21), la redefinicin social de lo femenino y lo masculino y a los modelos adolescentes que se imponen desde la televisin, el cine, la msica y las revistas para adolescentes (22). Este proceso de cambio se analiza como si fuera una mera imitacin de las conductas masculinas; sin embargo, no es as. Las nuevas identidades femeninas adolescentes encierran una gran complejidad y ambivalencia, como veremos a continuacin. El proceso de cambio en las chicas no se limita al empleo de la violencia y a las conductas de riesgo, las chicas estn ganando autonoma en el amor y en el sexo, si bien con lmites como expondremos a continuacin. Esperar a ser elegidas es cosa del pasado. Ahora son muchas las chicas que toman la iniciativa y adoptan un modelo directo de aproximacin sexual que promueven divas como Britney Spears o Christina Aguilera, pero tambin las series de televisin (23) y las revistas para chicas jvenes. Muchos chicos viven esta nueva feminidad con desconcierto. Seria importante poder analizar en la Escuela los valores y los modelos de conducta que proponen las series de dibujos animados como Los Simpson o Padre de familia, las series adolescentes, las novelas latinoamericanas que las cadenas de televisin emiten en hora de mxima audiencia (al medioda), o el exitoso programa del Gran hermano, por citar algunos ejemplos. No podemos avanzar en igualdad de gnero en la Escuela, analizando lo que en ella ocurre de forma descontextualiza. Debemos comprender y explicar los cambios que se estn produciendo en la Escuela, especialmente entre el alumnado, como un contexto ms de la transformacin social en curso. En un momento histrico, en el que lo masculino y lo femenino estn en proceso de redefinicin, como resultado de la resignificacin de lo privado y lo pblico y de la produccin y la reproduccin y los nuevos procesos de individuacin, etc., son las chicas las que ms lmites y barreras estn rompiendo para alcanzar una vida propia y plena. Un esfuerzo que lejos de ser reconocido y premiado socialmente se ignora y se penaliza (24). Resulta paradjico que cuando ms se predica el valor econmico y social del conocimiento y del saber cientfico-tcnico, ms protagonismo cobra la violencia en la conformacin de las identidades de las y los menores y jvenes; y cuanto mas esfuerzo intelectual hacen las chicas ms desinters muestran los chicos por el estudio. M. Subirats sostiene que los viejos

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estereotipos de feminidad y de masculinidad resultan hoy ineficaces e irreales, pero su permanencia social obedece a la necesidad de mantener la diferenciacin entre mujeres y hombres (25). Pero, por qu mantener esta diferenciacin, cuando los esfuerzos polticos, sociales y econmicos se dirigen a erradicar la discriminacin y la violencia contra las nias y las mujeres? Me temo que los esfuerzos polticos tengan slo como objetivo realizar aquellos cambios sociales y educativos que hagan posible la plena incorporacin de las mujeres al empleo, sin que se modifiquen los estereotipos de feminidad y de masculinidad sobre los que se fundamenta la asignacin prioritaria, ya no exclusiva, a las mujeres del cuidado y la reproduccin de la especie. Si es correcto este temor, entonces cobra sentido que los chicos recurran a la violencia como elemento de diferenciacin de las chicas; y que las chicas malas, las que se enfrentan al modelo de feminidad impuesto realicen conductas de riesgo y acten de forma violencia para diferenciarse de las buenas chicas, las futuras madrestrabajadoras-cuidadoras, las estudiosas.
(25) Castell M., Subirats M., (2007) Mujeres y hombres, un amor imposible?, Alianza, 2007, pp. 76-77 (26) Este informe se ha presentado en 2009 en las Jornadas La violencia psicolgica en las relaciones de noviazgo entre jvenes, organizada en Bilbao por el Servicio de Atencin a la Mujer del Mdulo Psicosocial de Deusto y San Ignacio en colaboracin con la BBK, el Gobierno vasco y el Instituto Vasco de la Mujer-Emakunde. El inters por este estudio naci hace dos aos, encargndoselo a Itziar Cantera, Norma Vzquez y Ianire Estbanez .Como complemento a esta investigacin las instituciones promotoras han elaborado una gua titulada Desconecta del maltrato. Una gua que trata de ensear a la poblacin joven a diferenciar amor de maltrato, animando a las amigas y amigos a que no sean testigos mudos y pidan ayuda a un adulto. Con anterioridad, se public en 2005, una gua no sexista dirigida a chicas, con el titulo No te les con los chicos malos, de gran inters para utilizar en clase. En ella se debate intensamente sobre las relaciones afectivas sanas, sobre el amor y la autonoma personal, al tiempo que se ofrecen datos de inters sobre asociaciones, direcciones oficiales de ayuda o consulta, telfonos, etc. (27) AA.VV, (1999) La violencia en las parejas universitarias, Boletn Criminolgico, no 42, julio-agosto.

6. Amor y violencia una relacin compleja


Para mostrar la ambivalencia que existe en la actual feminidad nada como analizar las relaciones de noviazgo. Un estudio recientemente publicado (26) sobre el maltrato en el noviazgo desvela que las jvenes no consideran grave la violencia psicolgica ejercida por sus parejas, ni tan siquiera violencia (27). La mayor parte de las chicas justifican estas conductas violentas como algo propio de los chicos, los chicos son as, minimizando su gravedad, al creer que su amor los cambiar. Tambin preocupa que las jvenes consideren los celos parte del amor, no como lo que son, prcticas de acoso y de manipulacin emocional. Estn muy enamorados, cualquiera puede verlo, todo el tiempo estn juntos, son los comentarios que en la Escuela o en el Instituto hacen las y los jvenes respecto a las parejas que conocen y admiran. Parece que las y los jvenes presumen de su amor ante los dems, pero si l o ella coquetean, o miran a otra persona, entonces se enojan, se insultan, e incluso pueden agredirse. La reconciliacin es lo mejor, comentan como justificacin. Pellizcos en los cachetes, leves nalgadas o palmaditas en la nuca o en la espalda son habituales; y las palabras de siempre: no pasa nada, slo te quiero a ti. Tan recurrentes son estas escenas entre los adolescentes que terminan considerndolas lgicas y normales, cuando se est enamorada/o. Entre los 15 aos y hasta el matrimonio, las y los adolescentes y jvenes comienzan a aprender y ensayar formas de comportamiento acordes con su creciente libertad e independencia de la familia, con el fin de construir el proyecto de vida que desean. Georgina Zrate, psicoanalista y acadmica de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM, afirma que es imposible para estas/os adolescentes pensar una relacin amorosa sin cierta dosis de sentimiento hostil, porque es lo que han visto e interiorizado como normal desde la infancia. Un buen da explica Zrate nos damos cuenta de que mam, pap, o ambos, unas veces nos tratan amorosamente y otras nos regaan, nos pegan, nos gritan, se enojan y nos amenazan con la prdida de su amor. Es lgico ante estas experiencias afectivas tempranas y mantenidas en el tiempo, que se desarrollen altos niveles de ambivalencia respecto al binomio amor-violencia, y que las y los adolescentes crean que en el amor la violencia y la resignacin son partes esenciales del mismo.

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Durante el noviazgo pocas veces existir violencia fsica o explcita, lo mayor parte de las veces se trata de insultos, empujones, violencia emocional, verbal y econmica. Estas micro-violencias de baja intensidad y reiteradas tienen como objetivo generar aceptacin y normalizacin. La violencia verbal es muy normal entre jvenes y no la consideran ofensiva, cuando se sabe que es el cauce a travs del cual se desarrollarn otros niveles de violencia (28). Lo expuesto hasta ahora nos permite concluir que en la realidad social espaola conviven dos discursos opuestos; por un lado, el discurso oficial que predica la lucha contra la discriminacin por razn de sexo y la gravedad de la violencia de gnero, especialmente en jvenes o menores; por otro, un discurso integrado por la tradicin y las costumbres, que se opone radicalmente al primero, y considera los esfuerzos normativos para alcanzar la igualdad efectiva innecesarios. La fuerza normativa de este ltimo discurso est en el conjunto de creencias y de modelos individuales y sociales que se han interiorizado como normales y naturales, los cuales se refuerzan y se reproducen a travs de un determinado modo de vida. Esto se observa con claridad en el siguiente ejemplo. Hace tan slo unas pocas semanas, una discoteca de Granada organiz una fiesta para adolescentes, utilizndose como reclamo la subasta de las chicas entre el pblico asistente. Lo preocupante de esta situacin no es que se produzcan tales hechos, puesto que contamos con los instrumentos jurdicos adecuados para sancionarlos y proteger correctamente a las y los menores, sino los argumentos empleados por las chicas y el abogado de la empresa. Ellas argumentaron que slo era una fiesta y que no se sintieron, en ningn momento, violentadas o manipuladas; el abogado de la empresa argument que todo haba sido sacado de contexto, que era slo una fiesta de adolescentes sin alcohol, y que adems se tena previsto hacer la misma subasta pero con chicos la semana prxima. Los argumentos no necesitan comentario, pero vienen a demostrar que tanto los adultos como las y los menores minimizan y normalizan ciertas prcticas discriminatorias y denigrantes contra las chicas, justificndolas como simple ocio y diversin (29). Otro mbito donde la agresividad produce estragos es en las relaciones sexuales (30), con actos que van desde el coito no deseado hasta la violacin. Cuando una persona es obligada a realizar actos que no desea, est sometida a violencia. Expresiones tales como t te lo buscaste, a qu venas si no, para justificar conductas violentas deben ser radicalmente rechazadas. El tipo ms frecuente de agresin sexual entre novios es la llamada violacin por confianza, que sucede cuando las jvenes o adolescentes son presionadas a tener actividad sexual, aunque exista, de inicio, un cierto consentimiento por parte de mismas. Cmo decir que me han violado, si hasta yo pagu el hotel y acud voluntariamente a la cita? Cmo decir que sufr violencia sexual si yo le propuse tener relaciones sexuales?, pero de repente l me empez a hacer cosas horribles, quise detenerlo pero no pude. Estas son algunas de las frases que escuchan las y los psicoterapeutas en sus consultas. Una parte importante de las violaciones entre adolescentes se producen en relaciones de confianza. Es esencial no aceptar o normalizar este tipo de violencia sexual disfrazada de as son las cosas o t tienes la culpa. En la Escuela y en la familia se debe poder dialogar y discutir sobre las conductas violentas normalizadas y aprendidas. La Comisin para la investigacin de Malos tratos a Mujeres, en su informe presentado en Madrid, el 30 de Noviembre de 2005, mostraba que el 80%

(28) Adame, A., Violencia en el noviazgo. La manifestacin ordinaria del amor. Modemmujer, 2003, Red de Comunicacin electrnica. http://www.jornada.unam.mx/2 003/febo03/030206/Isreportaje.html. (29) De este hecho se hicieron eco la prensa nacional y las televisiones. Lo preocupante es que no fue utilizado para abrir un debate serio o riguroso sobre los menores y sus derechos y la igualdad de gnero, al contrario, se instrumentaliz para ridiculizar los esfuerzos jurdicos y polticos que Espaa est desarrollando a favor de la igualdad de gnero. (30) La sexualidad posee en nuestras sociedades gran relevancia social e individual. Como sostiene Catherine Mackinnon, el dominio masculino es sexual, esto es, las jerarquas sociales existentes entre las mujeres y los hombres estn legitimadas y fundamentadas desde una determinada poltica sexual. Por consiguiente, la sexualidad no es slo una parte de la individualidad, es tambin, o sobre todo, un constructo social de poder. La reconstruccin que nuestra cultura hace de la sexualidad la convierte en una dimensin omnipresente de la vida social, impregnando todos los contextos de la vida. El dominio erotizado que existe en las sociedades occidentales define los imperativos y la necesidad social de mantener la masculinidad y la sumisin erotizada de la feminidad. Mackinnon, C. A., (1995) Sexualidad, Hacia una Teora del Estado, Ctedra.

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de las mujeres jvenes y un 75% de hombres jvenes no relacionan la falta de amor con el maltrato, pensando que se puede causar violencia a alguien a quien amamos. Un 32.1% de chicos y un 14.4% de chicas considera normal que un chico obligue a su novia a mantener relaciones sexuales con l en alguna ocasin. Entre un 15% y un 25% de las chicas piensan que slo obtendrn felicidad, seguridad y proteccin si estn en pareja (31). Si a estos datos le unimos el modelo de mujer y hombre ideal que tienen las y los adolescentes, entendemos sus conductas y las causas que las producen. Ellas desean que sean guapos, altos, deportistas, listos, amables, respetuosos, fieles y malotes; ellos que sean guapas, sexualmente activas, que usen tanga y ropa interior transparente, que sean simpticas y que no pongan los cuernos. Aunque en este tipo de encuestas y en esta edad se dejan influir mucho por el grupo y quieren provocar, los comentarios orientan sobre la forma sexista y superficial con la que ambos grupos de adolescentes construyen su identidad y la del otro, al asociar lo femenino a la belleza y la sumisin y lo masculino a la fuerza y al control. Llegados a este punto podemos concluir que las y los menores y jvenes estn sometidos a una constante visin y repeticin de situaciones de violencia de baja intensidad en los hogares, la Escuela, la pareja, la televisin, etc. (32) Salir de este perverso crculo exige reeducar a las y los menores y jvenes, de-construir los modelos aprendidos de masculinidad, de feminidad, de amor y de sexualidad, mostrndoles que existen tantas identidades diferentes como personas y que hay amor sin hostilidad, pues no es cierto que el amor todo lo pueda o todo lo permita.
(31) Estos datos han sido extrados de la Fundacin Mujeres, 2003 y de Estudios de Juventud, n 62/03. Vase especialmente: Meras, LLiebre, A, (2003) Prevencin de la violencia de gnero en adolescentes, Aspectos psicosociales de la violencia juvenil, Revista de la Juventud, n 62, septiembre. (32) Resulta interesante el estudio realizado por Rosaura Gonzlez y Juana Dolores Santana sobre la violencia en las parejas jvenes porque conjuga un anlisis sobre las agresiones durante el noviazgo, una investigacin en las parejas jvenes y, a modo de conclusin, cmo los comportamientos violentos de padres y madres afectan a las chicas y chicos. El estudio muestra los diferentes patrones de violencia que conviven en el interior de las familias y el riesgo de transmisin de la violencia de una generacin a la siguiente. Tambin se muestra como no existe similitud entre los la violencia de los chicos y las chicas. Gonzles Mndez, R., Santana Hernndez, J.D, (2001) Violencia en pareja jvenes. Anlisis y prevencin, Pirmide, pp76-82.

Si a esto le unimos que durante la adolescencia y la juventud las y los jvenes estn sometidos a cambios de humor, irritabilidad, ansiedad, opresin y miedo, que sea la violencia la primera reaccin ante hechos que les disgustan en sus relaciones afectivas no resulta extrao. La adolescencia es una etapa que se vive con ansiedad y con el peso de fuertes exigencias tanto por parte de la Escuela como de las familias y la sociedad. Las diferentes intensidades de la angustia y de la presin dependern de las expectativas, de las frustraciones acumuladas y de las compensaciones desarrolladas. Debemos recordar que las y los adolescentes aprendern a ser de una forma determinada en funcin de su herencia gentica, pero fundamentalmente como resultado de los modelos concretos que observe y se le impongan. Una sociedad, como la actual, en la que se potencia el individualismo, el egocentrismo, el egosmo y la exaltacin superficial de las emociones, al estilo de los reality show, es lgico que las y los adolescentes adopten estilos conductuales hoscos, irritables y no tolerantes. Unas conductas que conviven con sus contrarias, para sorpresa de sus progenitores, cuando las y los adolescentes se relacionan con sus iguales o con extraos. Estas conductas dispares demuestran que la pregunta sobre quin soy no est clara ni tan siquiera en ellas o ellos. La dicotoma entre lo que son y lo que desean ser est en permanente tensin. Durante esta etapa de la vida, las reacciones violentas son reproducciones de comportamientos aprendidos ante situaciones de malestar, frustracin o decepcin. Junto a los adolescentes irritables y hoscos estn los que adoptan conductas hipermaduras, canalizando su ansiedad hacia acontecimientos futuros o problemas sociales. Pero en ambos casos se reclama lo mismo: aprobacin de la familia y sobre todo del grupo de los iguales. Entre un extremo y otro de conducta se sitan la mayora de las y los adolescentes, haciendo frente a las inseguridades y los miedos que genera el hecho mismo de vivir y de

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madurar. Si bien estas emociones y sentimientos son propios de la adolescencia y es responsabilidad de la sociedad, la Escuelas y las familias aportarles los recursos necesarios para su control y superacin (33), hoy se viven con ms intensidad como resultado del modelo de xito personal dominante. La sociedad, las familias y la institucin educativa les demanda a las y los jvenes xito, belleza, salud, riqueza, etc., unos logros difciles de alcanzar y ms an cuando se han conquistar en el mnimo tiempo posible. Cmo pueden compensar las y los adolescentes las frustraciones que genera este modelo de xito personal? Resulta difcil responder a esta pregunta. La adolescencia es una etapa de cambio, de transformacin, de turbulencia y de contradicciones, que las y los adolescentes han de saber expresar y canalizar para que no degeneren en violencia. Les ofrecemos a las y los jvenes estos recursos? Para responder a esta pregunta nada mejor que analizar las conductas de las madres y padres en situaciones conflictivas. Las actitudes que habitualmente adoptan las madres y los padres en sus conflictos maritales son: piden explicaciones, se lo guardan, dejan de hablarse, lloran o gritan, se marchan de casa durante horas o das, tiran y golpean objetos, empujan o pegan. Las estrategias disciplinarias que utilizan los progenitores con sus hijas e hijos son: hablan del problema, dejan de hablar, gritan, prohibirles salir, pegan. Cuando se les pregunta a las y los jvenes si creen que repetirn las conductas vistas en casa, en sus relaciones futuras, responden: es probable porque lo he vivido de pequeo, es probable porque tenemos el mismo carcter, nunca se sabe, no es probable porque s que no debo hacer, no es probable porque soy una persona equilibrada (34). Estos datos y comentarios desvelan la importancia de trabajar desde las etapas iniciales en la familia y en el sistema educativo detectando violencia y violencia de gnero. El camino hacia la igualdad de gnero es largo y sinuoso, pero sabemos que es el nico que nos permitir avanzar hacia la justicia social y lograr erradicar de las nuevas generaciones las vctimas y los verdugos (35).

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS AA.VV. (1999) La violencia en las parejas universitarias, Boletn Criminolgico, no 42, julio-agosto.. (33) Royo, Isaac, J., (2008) Los rebeldes del bienestar. Claves para la comunicacin con los nuevos adolescentes, Alba, pp.25-32. (34) Gonzles Mndez, R., Santana Hernndez, J.D, (2001) Violencia en pareja jvenes. Anlisis y prevencin, Pirmide, pp.54-56 y 76. (35) No es extrao encontrar a madres y padres que son maltratados por sus hijas e hijos. En la actualidad, los centros encargados de este tipo de problemas se encuentran sobrecargados y las madres y padres abrumados por la culpa. Vase: Royo J., ob. cit., pp.181-188. AA.VV. (2006) Mujeres en serie. Discursos de gnero en la ficcin televisiva del nuevo milenio, Gnero y Comunicacin, n 8, julio. Adame, A. (2003) Violencia en el noviazgo. La manifestacin ordinaria del amor. Modemmujer, Red de Comunicacin electrnica. http://www.jornada.unam.mx/2003/febo03/030206/Is-reportaje.html. Almeida A, Caurcel M J. y Cunha Machado (2006) Caractersticas de las vctimas del maltrato entre iguales percibidas por adolescentes victimizados y no victimizados, Revista Electrnica de Investigacin Psicoeducativa, n 9 vol. 4 (2). Amors, C. (1992) Feminismo, Ilustracin y misoginia romntica, Filosofa y gnero. Identidades femeninas, Edit. Pamiela, 1992. Aristteles, Poltica, I, 1260. Castell M., Subirats M. (2007) Mujeres y hombres, un amor imposible?, Alianza. Caurcel M J., Almeida A. (2008) La perspectiva moral de las relaciones de victimizacin entre iguales: un anlisis exploratorio de las atribuciones de adolescentes espaoles y portugueses, European Journal of Education and Psychology, Vol. 1, n 1. Daz-Aguado M J. R., Martn Seoane, G. (2004) Prevencin de la violencia y lucha contra la exclusin desde la adolescencia. Volumen uno. La violencia entre iguales en la escuela y en el ocio. Estudios comparativos e instrumentos de evaluacin. Instituto de la Juventud. Daz-Aguado, M. J. (2004) Prevencin de la violencia y lucha contra la exclusin desde la adolescencia. Volumen dos. La violencia entre iguales en la escuela y en el ocio. Programa de intervencin y estudio experimenta, Instituto de la Juventud.

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Laia Falcn Daz-Aguado . Doctora en Comunicacin Audiovisual.

DOCUMENTOS

Universidad Complutense de Madrid.

Cmo tengo que ser para que me quieras? La construccin del enamoramiento en los relatos cinematogrficos: propuesta de un modelo de alfabetizacin audiovisual para la prevencin de la violencia de gnero

En torno a la historia de amor de unos personajes muchas narraciones abordan asuntos clave para nuestra identidad personal y social, como son los factores que hacen deseable una relacin, los obstculos y renuncias que anteceden al encuentro feliz de una pareja o la propia definicin cultural de las mujeres y los hombres que logran ser amados. Gracias al enorme poder de difusin de los soportes audiovisuales, algunos de estos relatos instalan socialmente las caractersticas y los patrones conductuales de sus personajes hasta convertirlos, muchas veces, en pautas normalizadas: nos proporcionan esquemas y modelos con los que elaborar y narrar nuestra propia experiencia y pueden conducirnos, por lo tanto, a determinados modos de interpretar y condicionar nuestra realidad cotidiana. La alfabetizacin audiovisual aplicada a este tipo de narraciones se impone entonces como una urgente tarea pedaggica: es necesario ayudar a los pblicos ms jvenes a desarrollar destrezas de deteccin y anlisis de aquellos elementos que, desde las pantallas, puedan estar instalando determinados patrones peligrosos en lo concerniente el reparto de roles de gnero o las estructuras de relacin amorosa. Como actividad integrable en programas de prevencin de violencia de gnero, proponemos un modelo con el que promover el anlisis y la reflexin crtica de los relatos que abordan las definiciones culturales de enamoramiento y vida en pareja. Sus objetivos principales son despertar la alerta en contextos educativos ante determinados modos con que estas narraciones pueden asentar ciertos enunciados y modelos, a la vez que propiciamos el debate y la reflexin en torno a los estereotipos y presiones culturales que afectan a la identidad, los derechos y la seguridad cotidiana de muchas mujeres. Palabras clave: medios de comunicacin, alfabetizacin audiovisual construccin de la identidad, violencia de gnero, cine, relatos audiovisuales, amor romntico, adolescencia.

Una identificacin poderosa


Cuando, desde una perspectiva sociolgica o desde los estudios de comunicacin, observamos las redes sociales que ms xito parecen tener en internet, hay un tipo de pasatiempo en torno al imaginario audiovisual que nos parece especialmente revelador: Qu pelcula eres?, Qu personaje de teleserie eres?, Qu cancin eres? preguntan los

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encabezamientos de exitosos cuestionarios que pasan de mano en mano definiendo cmo es quien que se anima a contestar uno de esos sencillos juegos tipo-test. La principal novedad con respecto a las versiones anteriores que de este tipo de entretenimientos ofrecan, por ejemplo, las revistas femeninas o de adolescentes, es que ahora la visibilidad de los resultados es inmediata y muy notoria: como recompensa, quien contesta a las encuestas puede publicitar en su pgina personal en su perfil, como, ni ms ni menos, la han bautizado algunas de estas plataformas un mosaico de supuestas descripciones de su personalidad, engarzadas como un escaparate de caractersticas basadas, de forma sobresaliente, en ejemplos del cine o la televisin. Tan importante es este factor de difusin de los resultados, que los cuestionarios permiten rehacerse una y otra vez hasta lograr la definicin que ms luzca en ese collage de fotografas y enunciados con que identificarse, a ojos de las amistades de red, con tal o cual personaje de Sexo en Nueva York, este o aquel ttulo de cancin romntica o con Pretty Woman en vez de con Regreso al lago azul. Aparte de los posibles usos comerciales encubiertos que puedan albergar estos cuestionarios, si nos parece aqu tan significativo este juego virtual de asociaciones buscadas es porque lo entendemos como una nueva y llamativa expresin an ms explcita, ingenua incluso, que otras anteriores del grado de identificacin que experimentamos con los relatos de ficcin que nos rodean: parece que aquellos que manifiestan una mayor necesidad de presentarse y relacionarse socialmente a travs de frmulas concisas y esquemticas probablemente aquellos que an se encuentran en un estadio de fuerte incertidumbre en relacin a la conformacin de la identidad y la eleccin de amistades o pareja encuentran en los ejemplos de los relatos audiovisuales etiquetas o frmulas referenciales particularmente atractivas y cercanas. Quizs lo ms relevante de este proceso es que, tras empezar por manifestaciones puntuales y casi anecdticas como pueden ser estos cuestionarios virtuales o la coleccin de recortes que elegimos en la adolescencia para forrar una carpeta, no es raro que evolucione luego hasta modificaciones no siempre conscientes de aspectos tan significativos como son el vocabulario, las fantasas, el ideal de apariencia fsica o incluso discursos ideolgicos y patrones conductuales. Ya no podemos considerar que estos grados de identificacin sean siempre inofensivos: afectan a parcelas esenciales de la identidad del individuo cmo se expresa, con qu suea, a quin querra parecerse, qu tipo de situaciones o compaa identifica con el logro y la felicidad; aspectos demasiado importantes, sobre todo en la infancia y la juventud, como para dejar un margen tan amplio de influencia a ciertos guiones de cine, televisin o multimedia cuya principal tarea narrativa es, muchas veces, conseguir historias rpidas, que impacten, que den qu hablar o que mantengan la atencin captulo tras captulo. La influencia entre realidad y ficcin opera en dos direcciones. Los relatos de ficcin y los programas de entretenimiento que ms xito alcanzan deben parte de su eficacia a haber sabido representar anhelos y aspectos reconocibles de aquellos pblicos y pocas que los aplauden: han sabido captar los temas, las expresiones y las situaciones concretas que resultan emocionantes, romnticas o divertidas para los receptores del patio de butacas. Pero en muchos casos vuelven como un boomerang, y actan a su vez como un segundo foco de influencia de poderoso efecto multiplicador, asentando y reforzando tales aspectos sociales retratados y dndoles un

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arraigo an ms potente: de repente, elementos como el aspecto de la protagonista, la muletilla recurrente de un personaje televisivo o la letra de la cancin estrella de una banda sonora se instauran como insignias de determinados anhelos emocionales, sectores sociales o situaciones vitales (Eco, 1955, 1979; Geertz, 1983; Pquignot, 1991; Desaive, 2003). As, en cuestin de meses, los desorbitados zapatos de Carrie Bradshaw se convierten en la imagen que resume los supuestos objetivos de bienestar y logro de la mujer independiente. Los constantes cambios de parejas de Fsica o Qumica, necesarios para un equipo de guionistas que debe mantener la tensin de la serie sin cambiar el elenco de actores, pueden actuar como referencia de patrones sexuales para un gran nmero de estudiantes de secundaria de nuestro pas. Angelina Jolie y Brad Pitt se aplaudieron hasta tal punto como la pareja ms atractiva y encomiable del planeta, que pocos se alarmaron ante la peligrosa historia de palizas matrimoniales sexis y sin consecuencias que protagonizaron en Mr. y Ms. Smith. Por qu son tan poderosos estos relatos cuando se lanzan desde las nuevas tecnologas, a la hora de actuar como agentes socializadores? Desde luego su alcance de difusin es mucho mayor que el de los anteriores mtodos y soportes de comunicacin social. Pero adems esta inmensa capacidad de influencia reside en que una importante parte del consumo de estas narraciones va ligada a un tipo de actitud receptora particularmente vulnerable: generalmente acudimos a los relatos y los programas de entretenimiento audiovisual con la guardia baja, buscando descanso y distraccin antes que reflexin y crtica; situacin que, en el caso de los pblicos ms jvenes, se agrava no slo por el especial estadio cognitivo en el que se encuentran, sino tambin porque suele producirse durante largas sesiones diarias, a menudo sin compaa de adultos que puedan ayudar a interpretar los contenidos y restando tiempo y energa para otro tipo de actividades jugar con amigos, leer, hacer ejercicio que s serviran para generar destrezas personales y sociales de proteccin (Daz-Aguado y Falcn, 2006). Las consecuencias de este proceso socializador son de enorme calado: muchas veces, quienes idean y realizan estos productos reivindican el derecho a considerar su trabajo al margen de toda responsabilidad social ms all, quizs, de la de entretener o crear propuestas estticas; pero, an desde esta postura y quizs muy a su pesar, pueden estar influyendo para que determinados patrones y actitudes recogidos en sus pelculas, series de televisin o videojuegos se establezcan como norma entre muchos de sus espectadores (Martn Serrano, 1998). Qu pelcula eres se convierte entonces en una pregunta mucho menos trivial cuando, efectivamente, el diseo de elementos tan importantes de la propia vida se copia de lo que determinados personajes hacen en la pantalla.

Esas peligrosas bonitas historias de amor


Entre las distintas parcelas que conforman la identidad, hay un grupo de factores que resulta especialmente permeable a este tipo de patrones importados de los modelos audiovisuales: determinados aspectos de autopercepcin y relacin social tales como las expectativas amorosas y de vida en pareja, la definicin cultural de los roles de gnero o los patrones preconcebidos del tipo de situaciones o compaa que conducen al bienestar emocional y a la sensacin de logro.

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Si hay un esquema narrativo que resulta influyente en lo que concierne a estos aspectos es, sin duda, el que gira en torno al enamoramiento y alrededores: relatar el camino que dos personajes deben recorrer para encontrarse, descubrirse, elegirse mutuamente y salvar obstculos para que la suya sea una historia memorable es una de las frmulas que mejor garantiza la implicacin emocional del pblico. Cuando se trata de descansar, de hacer un parntesis de distraccin hasta el nuevo da, las historias de amor juegan un papel especialmente eficaz y pregnante: nos ayudan a redecorar lo cotidiano, nos emocionan, nos intrigan y, lo que quizs es ms importante, alimentan las fantasas de lo que quisiramos que nos ocurriera o, incuso, de lo que quisiramos entender que ya sucedi. Los relatos de amor recitados, susurrados desde una radio, impresos en cuartillas o recreados en una pantalla nos ensean en parte a elaborar y narrar nuestra experiencia, poniendo sobre el tapete asuntos de suma importancia para todo aquel que se interroga acerca de la propia identidad y de cmo relacionarse: adems de tratar aspectos como la tensin sexual, el cario o la compaa, plantean otros tambin esenciales como son el saberse comprendido o la posibilidad de comprobar si las caractersticas y el proceder propios son adecuados para enamorar y que te elijan. Sin duda stos son asuntos de gran relevancia que reclaman una reflexin activa que va progresando a medida que crecemos y nos relacionamos con los dems. Segn esta apreciacin, no estara de ms atender con atencin a la particular visin que de estos temas plasman, en sus relatos, artistas e intrpretes: sus historias brindaran, al fin y al cabo, mltiples y contrastantes ejemplos de conflictos y resoluciones con los que el pblico podra, desde edades tempranas, ir sabiendo algo ms acerca de ese complejo mar de posibilidades, aciertos, amarguras, luchas y casualidades que es el amor. Si bien esta visin de los relatos tiene grandes ventajas, parece tambin que hay algunas caractersticas de este tipo de narraciones que hacen necesario que nuestro acercamiento a ellas se haga desde una alerta activa de anlisis y cuestionamiento. Estas caractersticas tendran importancia en relacin a la enorme influencia que estas narraciones ejercen en nuestro modo de formular y relatar la propia vida: cuando fantaseamos, cuando elaboramos y reconstruimos explicaciones acerca de episodios vividos, cuando contamos a otros nuestras vivencias y emociones, tomamos prestados esquemas y recursos de los relatos de ficcin (Bruner, 2002). Si a veces utilizamos un criterio novelado o, si se permite, peliculero, al seleccionar, relacionar y ornamentar ciertos episodios de nuestra experiencia, es porque estos esquemas operan con mucha fuerza en nuestro modo de percibir y entender ciertos aspectos de la vida. De ah que, como venamos exponiendo, sea tan importante que recordemos que ciertas caractersticas de este particular modo de narrar exigen que nos distanciemos oportunamente cuando nos entretenemos con ciertas pelculas y series de televisin. Entre tales caractersticas cabe destacar tres aspectos que resultan particularmente relevantes a la hora de despertar esta alerta: a) El dao y el peligro como ingredientes atractivos y motores del logro amoroso. Es importante recordar que quienes hacen de la narracin su trabajo no slo elaboran sus historias de acuerdo a lo que, individualmente, consideran conmovedor, necesario o justo. Tambin se esfuerzan por encontrar nuevos conflictos que compliquen y hagan interesante cada trama, elementos que intriguen e impliquen al pblico para saber si los personajes van a conseguir salvar los

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obstculos que se interpusieron en su camino. Estas trabas que retrasan y preparan el clmax del relato, apelan a menudo a emociones y situaciones efectivas e impactantes emocionalmente que nos hagan desear an ms la reunin de la pareja enamorada: dramticos enfrentamientos que luego puedan resolverse con una apasionada reconciliacin; escenas de peligro fsico, por ejemplo, que hacen necesaria la reaccin de uno de los personajes en rescate del otro, propiciando as que ambos terminen por reconocer cunto se aman; injusticias y errores dainos que mueven a alguno de los personajes a descubrir y lamentar lo mal que trat al otro y, ahora que la culpa le permite ver con claridad, valorarlo como se merece y pedir su perdn y su amor; situaciones de intimidacin o privacin de la libertad que, a la larga, derivan en complicidad y atraccin entre la vctima y su antiguo agresor Siete novias para siete hermanos, Lo que el viento se llev, La gata sobre el tejado de zinc, Doctor Zhivago, Grease, Los tres das del Cndor, tame,Tienes un e-mail reconocemos fcilmente estas recetas narrativas, estos esquemas con los que guiar el enamoramiento de los personajes. Nos hemos entretenido y hasta emocionado con muchas de estas historias y, viendo caso por caso, es probable que no creysemos necesario cambiar nada en su estructura. Sin embargo, desmontando su engranaje y entendiendo por qu son elegidos estos episodios como antesala del clmax narrativo, entendemos lo perjudiciales que pueden resultar, por ejemplo, para pblicos jvenes que buscan patrones con los que fantasear sobre su futuro: que el peligro fsico, el enfrentamiento extremo o la humillacin sean elementos que, de algn modo, pueden propiciar o aadir emocin a una historia de amor son creencias que pueden instalarse con facilidad, relato tras relato, y que acarrean fatales consecuencias para determinados tipos de espectadores. b) La necesidad de seleccin, brevedad y simplificacin: la historia narrada nunca es una historia completa. Otro peligro que pueden encerrar estos relatos romnticos y que, sin duda, se acenta en el caso de los soportes audiovisuales, se deriva a veces de la particular necesidad de concisin que impera en este tipo de producciones y que impide a sus responsables matizar y desarrollar sus situaciones y tramas como quisieran. Incluso en las narraciones audiovisuales de formato ms duradero, como ciertas series televisivas, el tiempo es una de las grandes carencias que restringen el trabajo de guin, realizacin y produccin. Incluso tras un difcil periodo de seleccin durante las primeras fases de elaboracin de una historia, ciertas necesidades econmicas o de difusin pueden imponer lamentables cortes en la mesa de montaje, dejando aspectos sin explicar y personajes sin desarrollar. El resultado, en muchos casos, es la narracin de un captulo amoroso, y no la historia completa y matizada de una pareja. Rara vez podrn estas propuestas profundizar en la cotidianeidad y la evolucin de dos personas que comparten vidas, sino que tendrn que elegir una fase de ese amor o una seleccin de sus encuentros, con unas opciones de principio y desenlace que variarn dependiendo de lo que resulte interesante y de las propias convenciones del gnero narrativo en que se inscriba el relato: unas veces se seleccionarn las peripecias de los

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personajes hasta el ansiado beso de compromiso, sin que nada sepamos de cmo se las apaan despus ni de cunto tiempo les dura el enamoramiento; otras veces asistiremos a las dificultades de una pareja ya establecida para luego celebrar una reconciliacin muy deseada, sin conocer tampoco en qu deriva tal reencuentro; en los dramas que eligen la amargura de la separacin como desenlace es frecuente que tampoco lleguemos a saber cmo rehacen los protagonistas sus vidas y que, sin embargo, empleemos mucha atencin en magnificar su despedida y revestir su pena con un cierto halo de heroicidad sea cual sea la opcin, parece que la inmensa mayora de los casos opta por identificar el clmax narrativo con una parte diminuta de las historias de amor, subrayando y magnificando episodios como el primer beso, una reconciliacin o el dolor de ese ltimo adis tras el cual no merece la pena seguir narrando. Son, sin duda, elementos impactantes y hermosos que muchos espectadores buscan en sus propias vidas: escenas emocionantes que guardamos como tesoros de nuestras propias biografas porque, durante un instante, dieron magia de pelcula a nuestra cotidianeidad. Pero exportar a nuestro propio relato de la realidad estas frmulas magnificar esas escenas concretas y aisladas, puede derivar en peligrosas deformaciones de la interpretacin de la vida cotidiana de muchas parejas reales. Este tipo de lectura puede llevar a construir inciertas expectativas sobre el presente o el futuro amoroso, paralizando quizs reacciones necesarias de mejora o, incluso, de defensa y proteccin: no olvidemos y cito probablemente el ejemplo ms grave, que una de las principales dificultades para las vctimas de violencia de gnero es conseguir mantener la firmeza del rechazo a sus agresores teniendo que hacer frente a la belleza de una reconciliacin o al recuerdo de las escenas bonitas compartidas en el pasado. c) La herencia artstica y narrativa puede mantener esquemas y frmulas ahora cuestionados y en proceso de cambio. Gran parte de los relatos de ficcin que consumimos proceden de discursos y estticas muy alejados en el tiempo, bien sea porque volvemos a las obras originales o bien porque sus trazos permanecen vigentes en las nuevas creaciones: el buen hacer narrador parte del conocimiento y el aprendizaje de los tesoros de nuestra herencia, de las piezas con las que artistas anteriores plasmaron su visin acerca de los grandes temas que conmueven y acompaan a la Humanidad; sta es, de hecho, una de las garantas con las que contamos para que esa parte de nuestra riqueza no se pierda. Como es lgico, estas obras contienen rasgos propios de otras etapas y otras organizaciones sociales. Pueden recoger, por lo tanto, ejemplos de aspectos que eran norma en tales contextos pero que, sin embargo, vemos hoy como terribles huellas de injusticias sociales: resulta fcil detectar cmo algunas de las ms admirables obras de arte de nuestro pasado histrico contienen elementos que probablemente no eran relevantes para sus autores pero que, no obstante, hoy delatan aspectos como el desprecio y silenciamiento de determinadas etnias y grupos sociales, la esclavitud, el maltrato fsico como prctica normalizada o la percepcin de la mujer como un ser inferior. Sabemos reinterpretar muchos de estos casos desde nuestros valores actuales y leerlos de acuerdo a una traduccin crtica histrica y

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social. Sin embargo hay otros elementos que, por encontrarse en capas menos visibles de la estructura de un relato, quizs no resultan tan evidentes y, por tanto, se mantienen durante mucho ms tiempo entre los recursos narrativos de distintas generaciones. Esto explicara cmo ciertos relatos contemporneos con una anunciada vocacin de tratar cuestiones modernas y retratar personajes nuevos repiten, sin embargo, esquemas propios de esos referentes ms retrgrados de los que pretendan distanciarse: repasando, por ejemplo, los ttulos principales de la ficcin televisiva que hoy se dirige a la mujer actual culta, profesional, independiente, orgullosa y duea de sexualidad no nos resultar difcil encontrar ejemplos que dicen retratar y conectar con tal pblico y que, sin embargo, slo muestran a personajes femeninos en situaciones de sorprendente frivolidad, derroche econmico, extrema dependencia emocional, descompensada atencin a un difcil ideal de apariencia fsica y ausencia total de otro tipo de preocupaciones sociales, intelectuales o profesionales que vayan ms all de un par de zapatos o la atencin del galn. Cmo reaccionar entonces, viendo los particulares factores que condicionan y caracterizan tales narraciones y la enorme influencia que estos relatos pueden tener? Cuando estas historias ataen a pblicos especialmente vulnerables en relacin a tan graves asuntos sociales, la reaccin y colaboracin de los educadores y los expertos en comunicacin se hace urgente, tanto en el diseo de medidas de autorregulacin de los medios audiovisuales como en el de herramientas con las que detectar qu partes de esos relatos pudieran resultar perjudiciales a sus distintos pblicos (DazAguado y Falcn, 2006). Y nos referimos ya a espectadores de todas las edades porque, si bien esta influencia de la que venimos hablando resulta ms peligrosa durante la infancia y la adolescencia, debemos tener en cuenta que en la edad adulta principalmente cuando se acompaa y educa a nios y adolescentes tambin se deben activar o reforzar tales mecanismos de toma de conciencia ante el efecto socializador de determinados relatos. Es importante subrayar que, salvo muy contadas y extremas excepciones, esta tarea no consiste en negar en su totalidad este tipo de narraciones e imgenes. Salvo el necesario esfuerzo por proteger a la infancia de contenidos y formas no aptos para su edad, en el resto de los casos no parece que afrontar la enorme influencia de los relatos audiovisuales pase por censurar estas narraciones y aislarnos de sus imgenes y discursos. Resulta ms eficaz trabajar para dotar a los distintos pblicos de una toma de conciencia reflexiva y crtica con la que puedan detectar los componentes de tales relatos, analizarlos uno a uno y entonces decidir qu parte de cada narracin resulta enriquecedora y cul puede ser perjudicial. En nuestros momentos de descanso, tras las dificultades del da a da, en momentos de ocio o antes de dormir no siempre queremos ni podemos atender a cuestiones graves y a grandes reflexiones. Buscamos distraccin, sencillez, algo cmodo de atender que, a ser posible, no nos amargue la ltima parte del da. Y, por qu no, que nos deje soar con que nos quieren, nos encuentran atractivos y atractivas, nos rescatan y nos dan besos de pelcula. Es sensato y necesario. De ah que resulte tan eficaz promover una actitud de recepcin crtica y protegida, con la que, desde muy jvenes, ser conscientes de los contenidos y formas que nos llegan y disponer de la

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capacidad de tomar de cada relato lo que nos interese y descartar las partes que pudieran estorbarnos.

Propuesta de un modelo de alfabetizacin audiovisual para prevenir la violencia de gnero


La alfabetizacin audiovisual se impone como una de las principales nuevas necesidades y tareas pedaggicas y, por tanto, es necesario que el profesorado, las familias y otros agentes educadores conozcan en profundidad los relatos, imgenes y discursos que, desde las pantallas, actan como agentes socializadores. Del mismo modo que los y las profesionales de los medios de comunicacin no pueden ya eludir la responsabilidad de reflexin y autorregulacin de sus propias producciones, quienes se encargan de educar deben conocer tanto los relatos audiovisuales de ms impacto como aquellas propuestas emergentes de vocacin innovadora con las que ciertas realizaciones audiovisuales pretenden ayudar a resolver determinadas lacras sociales: cuando buscamos ejemplos con los que propiciar el anlisis y una actitud madura de recepcin en pblicos jvenes, debemos ayudarnos de aquellos relatos ms innovadores con los que demostrar que nuevas frmulas son posibles; pero tambin es necesario atender a los relatos ms tradicionales y comerciales los que ya estn siendo consumidos por estos pblicos y, por lo tanto, actan como referencia activa, y servirnos tambin de ellos para dotar a la infancia y la juventud de herramientas efectivas y hbitos eficaces de crtica y reflexin. Cuando estos esfuerzos por hacernos con herramientas de alfabetizacin audiovisual se centran en los aspectos relacionados con la violencia de gnero, el principal objetivo es desarrollar las destrezas y el hbito de deteccin y anlisis de aquellos elementos que, en los relatos audiovisuales, puedan estar reforzando estereotipos sexistas o patrones peligrosos de relacin y conducta dentro de la pareja. A continuacin propongo un modelo con el que trabajar y promover este tipo de anlisis, centrado en ejemplos donde el esquema de definicin y evolucin de los personajes resulta especialmente oportuno en relacin a dos importantes aspectos: 1) despertar la alerta ante determinados modos con que los relatos audiovisuales pueden asentar peligrosos enunciados sobre el reparto de roles de gnero o las estructuras de relacin amorosa, incluso aunque su fachada pretenda ser moderna e innovadora; 2) propiciar el debate y la reflexin no slo en torno al papel desempeado por los medios de comunicacin en estas cuestiones, sino tambin en relacin a los propios estereotipos, creencias y presiones culturales que han condicionado, durante siglos, graves injusticias sociales que an hoy da afectan a la identidad, los derechos y la seguridad de muchas mujeres. Como anunciaba, este modelo se centra en un tema narrativo muy concreto el enamoramiento porque nos brinda un valioso espacio donde encontrar y analizar importantes creencias y estereotipos que pueden formar parte del imaginario colectivo: aspectos como los factores que hacen atractiva y deseable una relacin, los obstculos y renuncias que anteceden al encuentro feliz de la pareja o la propia definicin cultural de las caractersticas concretas que deben reunir las mujeres y los hombres que logran ser amados.

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Para analizar las distintas piezas con las que un relato articula este proceso de relacin entre dos personajes podemos atender a la propia serie de cuestiones bsicas con que ya los primeros estudiosos del relato clsico segmentan sus objetos de estudio (Propp, 1927). Para tomar siempre el encuentro amoroso como punto de vista principal este modelo propone cuatro preguntas principales: a) Cmo es la situacin de partida de los futuros enamorados? Es decir: qu carencias y qu bagaje o cualidades tienen cada uno antes de encontrarse? b) Cmo se producen el encuentro y el enamoramiento? Qu propicia el contacto y qu caractersticas de cada uno seducen al otro. c) Qu y quin interviene a favor y en contra de los enamorados? Qu factores y qu personajes actan en la trama como ayudantes o antagonistas de la pareja. d) A qu conduce este enamoramiento? Cmo se plantea el desenlace y qu perspectivas de futuro podramos intuir en una relacin como la planteada por el relato. Para responder a estas preguntas es necesario ayudarse, como en todo anlisis de una obra artstica, de un acercamiento minucioso al contenido y a la forma del relato: a su camino argumental y a las cualidades expresadas formalmente por los recursos del lenguaje audiovisual (Burch, 1970; Bordwell, 1985; Aumont y Michel, 1989; Casetti, y Di Chio,1991; Gonzlez Requena, 1995 y 2006). Hay quizs cuatro apartados que pueden guiar esta bsqueda: I. Los atributos con que el relato define a los personajes a partir de recursos como: su caracterizacin externa, su lenguaje gestual y verbal, los objetos simblicos que los acompaan y el tratamiento de elementos propios del lenguaje audiovisual (posibilidades de acercamiento y seleccin, montaje, iluminacin, composicin de plano, discurso musical). II. El rol narrativo de los personajes y el juego de relaciones que mantienen entre s: es importante detectar y entender las caractersticas del protagonista, pero tambin de otros interventores que asimismo sirven para definirlo, como son su objeto de deseo, el antagonista, los ayudantes o el personaje dador (Propp, 1927). III. Las motivaciones de los personajes principales: qu buscaban al principio de la narracin, qu quieren una vez que se conocen y qu motiva sus distintas reacciones a lo largo de la trama. IV. El propio camino de los protagonistas, desde que el relato comienza hasta que termina, atendiendo al modo en que la narracin comienza y finaliza y, tambin, al tratamiento especfico con que presenta y despide a cada uno de los enamorados (cules son sus imgenes de inicio y desenlace, qu es lo primero y ltimo que pronuncian en sus parlamentos). Antes de exponer con ms detalle el proceso de aplicacin de este modelo en el trabajo de alfabetizacin audiovisual con jvenes, es importante atender a una serie de consideraciones previas: 1. Slo a partir de la prctica repetida de este tipo de anlisis crtico y consciente es posible que la capacidad de reflexin con la que

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combatir determinadas influencias de los relatos audiovisuales se convierta en una destreza disponible y til, incluso en estados de cansancio y menor actividad intelectual tan frecuentes en las situaciones cotidianas de recepcin de relatos audiovisuales: no se trata slo de que los y las jvenes aprendan a realizar este tipo de lecturas crticas en escenarios educativos, sino de que tal destreza se convierta en un hbito rpido y disponible con el que reaccionar cuando descansan frente a las pantallas. 2. Una de las destrezas ms importantes que implica todo anlisis audiovisual es lograr trascender los elementos a los que solemos atender en la actitud cotidiana de recepcin como la ancdota argumental en su fachada ms evidente para poder concentrarnos en detectar otro tipo de aspectos. Un recurso que suele dar buen resultado en este sentido es seleccionar ciertos momentos clave de la narracin y ayudar a que quien aprende a analizar ponga en palabras con la mayor concisin y precisin posibles lo que ve y oye en la pantalla (Gonzlez Requena, 1995, 2006). Con este esfuerzo logramos activar una disciplina de mirada que se aleja de la fachada de la narracin para adentrarse en capas ms relevantes, a fin de detectar ciertos discursos paralelos que podran estar operando en el relato. 3. Otro conocido recurso que ayuda al anlisis es tratar de ponerse en el lugar de quienes firman la narracin. Con este paso resulta ms fcil asumir que la mayor parte de los elementos que intervienen en el relato (el tamao de plano, la inflexin vocal, el vestuario, la msica, la iluminacin) son producto de decisiones concretas y significativas. Salvo casos muy contados de experimentacin expresiva, lo normal es que elementos como la primera imagen de una pelcula, los planos que se renen por montaje o las frases de un dilogo de presentacin, no sean casuales ni arbitrarios: son el resultado de muchas horas de planificacin, bsqueda y seleccin. Y es importante que, al analizar, las consideremos en consecuencia: como decisiones voluntarias y portadoras, en muchos casos, de un significado concreto. 4. Resulta de gran ayuda comenzar este tipo de anlisis a partir de la comparacin de distintos ejemplos que coincidan por estar vertebrados por un mismo esquema argumental: distintas versiones de una misma historia. Cuando se trata de despertar el debate y la reflexin en torno a cuestiones como la que aqu nos ocupan, esta seleccin resulta an ms eficaz cuando se consigue combinar tres tipos de relatos: 1) aquellos que siguen un patrn tradicional, propio de pocas y discursos claramente lejanos ya a nosotros; 2) relatos marcadamente innovadores y positivos en la lucha contra los estereotipos y la violencia sexistas; y 3) relatos que, si bien pretenden ser revolucionarios en sus planteamientos, quizs mantengan elementos comunes con las narraciones ms obsoletas en su discurso sobre los roles de gnero y las relaciones de pareja. Mediante la comparacin de distintas versiones de una misma historia de un mismo personaje y una misma ancdota reinterpretados por diferentes mentes y pocas resulta ms clara la deteccin de elementos comunes y variaciones de interpretacin, facilitndose as la reflexin acerca de por qu ciertos aspectos necesitaron o an necesitan cambiar.

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5. Conviene ayudar al anlisis mediante la activacin de hiptesis previas: preguntas y pequeos debates, si es posible que se adelanten a los puntos clave de la narracin y cuestionen distintas posibilidades de evolucin de la trama y sus personajes. Interrumpir la proyeccin en momentos relevantes y hacer preguntas del tipo qu creis que va a suceder a continuacin? o cmo creis que va a reaccionar el personaje ahora? activa la actitud de bsqueda y refuerza importantes reflexiones en torno al propio fenmeno narrativo. Quienes hacen el anlisis asumen as dos ideas importantes: 1) que las narraciones que nos rodean no surgieron como productos compactos de estructura incuestionable, sino que son resultado de mltiples decisiones concretas y subjetivas; y 2) que tales decisiones podan haberse resuelto de forma distinta, tal y como puede demostrar el debate que surja al tratar de buscar diferentes posibilidades argumentales para esas preguntas que interrumpieron la proyeccin. En las primeras fases del trabajo no estorba que quienes se entrenan en estos ejercicios no hayan visto con anterioridad o no recuerden con precisin los ejemplos que se estn utilizando: el esfuerzo de razonamiento y puesta en el lugar de los autores, necesario para tratar de anticipar determinados puntos de la trama o contenidos de la imagen, es una excelente va para comprender los engranajes de este tipo de narracin y, por lo tanto, para despertar una nueva actitud receptora. Un tipo de relato que resulta especialmente eficaz para abordar este trabajo analtico es el que se desprende de referentes narrativos clsicos, de reconocida funcin didctica y que resultan muy familiares a los espectadores. Ciertos mitos, los cuentos de hadas, las leyendas morales los relatos clsicos ofrecen un espacio de gran riqueza para comenzar este tipo de toma de conciencia en torno a las narraciones: su estructura es particularmente clara y conocida y su papel como elementos de enseanza social es fcilmente comprensible. Entre las frmulas clsicas que tratan el tema del enamoramiento, destaca una que parece especialmente oportuna para activar el hbito de alerta y deteccin de patrones culturales y estereotipos sexistas: los cuentos que tratan el tema de lo que podramos llamar las verdaderas princesas; narraciones de las peripecias de una muchacha cuyo alto origen es ocultado o arrebatado y que, gracias a sus cualidades y a la ayuda de un hechizo, del encuentro casual con un prncipe o de una prueba que slo ella puede superar, termina destacando entre las impostoras y demostrando que, efectivamente, es la nica merecedora del aplauso social y del amor del mejor de los hombres. La princesa y el guisante, Blancanieves, Cenicienta, Piel de asno,La bella durmiente del bosque muchos cuentos infantiles utilizan esta emocionante frmula, ilustrando de paso qu cualidades deberan asociar los ms pequeos a la pareja feliz, a los protagonistas vencedores, a los hroes y princesas. Cmo hay que ser para que te quieran? De acuerdo a estos relatos tradicionales l debe ser poderoso, curioso, decidido y persistente en la bsqueda; ella debe ser delicada, discreta, abnegada, resistente ante el sufrimiento, misteriosa, dulce, bondadosa un conjunto de cualidades con las que, pese a haber sido momentneamente condenada al maltrato y el aislamiento, la herona de estos relatos consigue ser descubierta en sus virtudes, triunfar y ser amada. Ya desde la adolescencia se reconocen estas frmulas y se dispone de sobrados recursos para comprender el rol social que estos relatos han jugado y pudieran seguir desempeando en la

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actualidad. De ah que el paso a relatos posteriores basados en el mismo esquema con las oportunas adaptaciones culturales e histricas y el sofisticado enriquecimiento formal ligado a los nuevos soportes resulte facilitado de un modo especial si se precede de referencias de este tipo. Si escogemos el ejemplo de Cenicienta uno de los ms claros e interesantes, por los ricos matices que elementos como el disfraz o la prenda olvidada brindan al anlisis encontramos un variado y muy abundante campo de estudio donde escoger materiales. Aunque esta frmula ha sido muy visitada por los formatos televisivos extensos con interesantes ejemplos de telenovelas y series cmicas, quizs los ejemplos cinematogrficos resulten ms apropiados para la comparacin y la confeccin de sesiones de trabajo en contextos educativos, ya que frente a series de muchos captulos condensan en un relato cerrado la evolucin completa de los personajes. Las opciones para confeccionar la seleccin de ejemplos son muchas y muy variadas: mltiples versiones infantiles de dibujos animados o pelculas clsicas como el musical El zapato de cristal; adaptaciones de pretensin contemporaneizante como Sabrina, La chica de rosa, Pretty Woman, Sucedi en Manhattan o Nunca me han besado; lecturas innovadoras del mito que, como Yentl, Por siempre jams o Shreck, se orientan a reformular determinados estereotipos de las versiones tradicionales; o propuestas de posibles intercambios de roles, donde quien debe ser descubierto es el verdadero prncipe, como en El cientfico chiflado, Teen Wolf, Slo t, Big, Hroe por accidente o, incluso, muchas de las variantes del esquema del superhroe de doble identidad, como Superman o El hombre araa. Dependiendo de la edad y el bagaje de los integrantes del grupo de trabajo, la persona que dirija el anlisis juzgar qu relatos combinar para propiciar un trabajo comparativo eficaz: insistimos en que resulta particularmente enriquecedor favorecer el contraste entre relatos con tendencia a asentar esquemas sexistas o incluso a embellecer situaciones que, en la vida real, conduciran al maltrato, y aquellos que proponen nuevos personajes y ancdotas con los que despertar la emocin y la complicidad del pblico sin caer en dichas peligrosas frmulas. Se presenta a continuacin una exposicin en detalle de algunos de los conceptos y reflexiones que este modelo de anlisis pretende despertar en sus distintas fases. Con la primera pregunta Cmo es la situacin de partida de los futuros enamorados? buscamos ya una primera confrontacin de los elementos con que, culturalmente, se define a quienes estn preparados para el flechazo. Esos personajes que, cuando la historia comienza, son ya una buena pareja en potencia: muchos relatos cuidan la presentacin de sus protagonistas de acuerdo a las cualidades y carencias que los atraern y complementarn en futuras escenas. Repasando las versiones literarias tradicionales del cuento que hemos escogido, encontraremos que la situacin de partida se resuelve con frmulas bastantes esquemticas de lo que cada uno va a admirar y buscar en el otro: ella es hermossima y, pese a haber sido apartada de la posicin que por linaje le corresponda, soporta la injusticia y el maltrato con una dulzura, una abnegacin y una discrecin inusitadas; de l sabemos que es poderoso y que organiza una gran reunin de casamenteras en algunas versiones regresa de algn otro lugar, despus de haber estado aprendiendo y entrenndose porque no debe demorar ya el matrimonio. Al recordar esta fase del relato en el trabajo analtico con jvenes, resulta inmediata la

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deteccin, por parte del grupo, de elementos identificados con injusticias de pocas y estructuras sociales pasadas. Pero cul es la reaccin cuando, aplicando el mismo patrn esquemtico, buscamos las cualidades de los personajes de otros relatos ms extensos y, supuestamente, ms actuales? Resulta especialmente ilustrativo el modo en que un grupo de jvenes profesionales, integrantes de un programa de especializacin en prevencin de violencia de gnero, reaccion al analizar los fragmentos de presentacin de Pretty Woman (Marshall, 1990), Yentl (Streisand, 1983), Vrtigo (Hitchcock, 1958), y Por siempre jams (Tennant, 1998). Cito, a continuacin, la trascripcin de algunas de sus respuestas y reflexiones: -ORIENTADORA DEL ANLISIS: Para ver cmo presenta cada una de estas versiones a su pareja protagonista podemos hacernos una primera pregunta: cul ser la primera imagen de cada uno de ellos de la princesa y del prncipe ()?. No siempre prestamos mucha atencin a esta parte de las pelculas, pero generalmente ya hacen una declaracin de intenciones muy clara sobre la historia de amor que nos quieren contar. En Pretty Woman, por ejemplo, cul sera una buena forma de mostrar a los protagonistas por primera vez? () Si fueseis los productores de esta pelcula, qu es lo primero que ensearais de Julia Roberts y Richard Gere? -VARIOS ALUMNOS Y ALUMNAS: La cara -ALUMNO 1: su cara son dos actores muy famosos -ALUMNA 2: Y haciendo lo que cada uno hace los personajes, digo () porque nos querrn decir que vienen de mundos muy distintos (La orientadora del anlisis comienza la reproduccin de la pelcula. En los primeros cuatro minutos se presenta al protagonista masculino. Efectivamente su primera imagen es del rostro, que nos es mostrado mientras habla por telfono con una mujer que le recrimina su falta de atencin. Es un hombre atractivo y trajeado, pero de gesto sobrio, casi triste) -ALUMNA 2: eso, han enseado su cara -ALUMNA 3: Y con la conversacin y la fiesta de la que se va nos han dicho que est muy ocupado -ALUMNO 1: y que no atiende a su novia () -ALUMNO 4: y que no est a gusto con esa gente () por eso coge el coche y se va (La reproduccin prosigue, mostrando otro escenario: de noche, la cmara muestra rastros de una habitacin de esttica adolescente objetos de tocador, fotografas de parejas donde todos los rostros masculinos han sido borrados con rabia mientras la banda sonora subraya las palabras the wild one. La proyeccin se congela en la imagen del minuto 0427, donde un cerrado primer plano nos presenta por fin la primera imagen de la protagonista femenina, en ropa interior y tumbada de espaldas, enmarcndola desde el final de la espalda hasta el principio de las piernas) -VARIOS ALUMNOS Y ALUMNAS, A LA VEZ: (risas) El culo! -ALUMNA 5 (para s): uy, yo de esto no me acordaba.

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Comenzando las sesiones con este tipo de reflexin compartida se genera, con gran rapidez, una actitud de alerta de enorme rendimiento para el anlisis posterior: el sistema de activacin de hiptesis y el correspondiente debate despiertan, con este tipo de secuencias audiovisuales, una inmediata actitud de bsqueda, de escrutinio de los detalles del relato que utilizar como nuevas pistas para el anlisis. En esta parte de la citada sesin gran parte del grupo ya detect una cierta proximidad entre la pelcula analizada y ciertas frmulas de los relatos ms antiguos: la protagonista de Pretty Woman no es recatada como la Cenicienta original, pero s comparte su dulce ingenuidad, su falta de reaccin ante una situacin que le hace sufrir y su facilidad para dejarse impresionar por los conocimientos y la riqueza del hombre rico y poderoso. Al comparar este comienzo con los de relatos como Por siempre jams o Yentl, les result muy significativo el contraste: en estas pelculas, el bagaje principal que caracteriza a los futuros enamorados es la pasin por el conocimiento y la inconformidad frente a las injusticias y las imposiciones. En la presentacin de estas otras futuras parejas, el grupo tambin observ caractersticas como la belleza y la bondad, pero sobre todo destac que los relatos subrayan que estos personajes han ledo mucho y que quieren encontrar a alguien con quien compartir ese tipo de vida. Por otra parte, en un nivel ms avanzado de anlisis, encontraron tambin muy relevante que en la inquietante presentacin de la pareja de Vrtigo los personajes reproduzcan un esquema tan claro de un ideal de funestas consecuencias: l, marcado por una profunda imposibilidad de realizacin personal, resulta particularmente despectivo con la mujer real y cercana y, por el contrario, se fascina por una Cenicienta misteriosa, teatral e inalcanzable (Gonzlez Requena, 2006). La segunda pregunta propuesta por este modelo Cmo se producen el encuentro y el enamoramiento? pretende reflexionar en torno al poder de iniciativa y actuacin que los personajes de estos relatos amorosos tienen a la hora de buscar su felicidad y de reaccionar ante sus propias carencias y las virtudes del otro: qu propicia ese contacto que terminar cambiando sus vidas. Tras haber detectado que en Pretty Woman los futuros enamorados se encontraban por casualidad (l se ha perdido y ella empieza a hacer la noche justo en esa esquina), resulta particularmente interesante la importancia que este grupo dio al modo en que los protagonistas se conocan en Yentl y Por siempre jams: en estos otros relatos ambas jvenes salen de su mbito para emprender una difcil tarea que implica valenta e ingenio la primera quiere conseguir ir a un centro de estudio y la segunda acude a rescatar a un amigo que ha sido vendido en esclavitud y llaman la atencin del futuro amado gracias a su inteligencia y su extraordinaria capacidad discursiva; tambin en ambos casos, si el joven aprecia las cualidades de la recin llegada, es porque l tambin posee un bagaje de inquietudes y sensibilidad para con las injusticias y porque l tambin est inmerso en su propio viaje de bsqueda y desarrollo personal. No resulta menos significativo el modo en que el grupo, tras varias sesiones, analiz esta parte de la narracin en ese otro ejemplo, sin duda de engranaje ms minucioso y complejo, que se ofrece en Vrtigo: (Tras haber analizado el comienzo de la pelcula en una sesin anterior, la proyeccin se concentra ahora en el fragmento del primer encuentro entre los protagonistas entre los minutos 1200 y 1745, desde que el detective retirado oye la historia de esa misteriosa dama que cree pertenecer al mundo de los muertos hasta que, aceptando las peticiones

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del supuesto marido preocupado, la contempla en el restaurante. El grupo analiza la puesta en escena, los movimientos de los actores y el particular modo con que Hitchcock ilumina y encuadra al personaje de Madelaine.) Despus tiene lugar esta discusin: ORIENTADORA DEL ANLISIS: Entonces, qu ha propiciado y qu carateriza este encuentro? () La casualidad, como en Pretty Woman? O la iniciativa, quizs? ALUMNA 3: el marido el encuentro lo propicia el marido, no? ORIENTADORA DEL ANLISIS: el marido, s y eso qu quiere decir en esta historia? vais bien pero si afinamos an ms () ya conocis el final, en esta fase del anlisis es muy importante entender el relato completo ALUMNO 1:un engao se encuentran porque hay una trampa de por medio. ORIENTADORA DEL ANLISIS: Por ah nos presenta una historia de amor que se cimienta en ALUMNA 3: en una mentira, en una trampa () eso es: l va engaado y anda medio loco por lo suyo, y ella ALUMNA 5: ella es como de mentira () no camina normal, no es normal reluce y se cree que est muerta a l le gusta por eso, porque no es de verdad no hay mujeres as es una mujer imposible ALUMNA 3: () y un poco le gusta porque ella est en peligro, no? cuanto ms se pone en peligro ms se interesar el, no? ORIENTADORA DEL ANLISIS: Eso es muy interesante cmo podra evolucionar una pareja que empieza de este modo? () ALUMNA 5: Pues en una comedia romntica acabaran siendo felices, pero si el director va en serio (risas), si nos cuentan la historia en serio esto no puede acabar bien. Los que vemos la pelcula queremos que salga bien, pero sera una locura creerse que estos dos van a alguna parte. El desarrollo de este interesante debate enlaza con la tercera pregunta propuesta por el modelo Qu y quin interviene a favor y en contra de los enamorados? un interrogante con el que conducir el anlisis hacia la bsqueda de los factores que, segn cada imaginario, actan a favor o en contra de estas historias de amor. El grupo recordaba que en las versiones ms tradicionales del cuento, Cenicienta consegua ir al encuentro del prncipe gracias al hada madrina, que le daba el vestido y la carroza, y a otros ayudantes parecidos como los ratoncitos de la versin animada de Disney que tambin colaboraban en mejorar el aspecto de la muchacha. Sus oponentes eran la avaricia y los celos de esas mujeres poderosas y solitarias (la madrastra y sus hijas), obcecadas en que las virtudes de Cenicienta no saliesen a la luz. La batalla contra ellas se ganaba gracias a ese zapatito de cristal olvidado en el baile, con el que el prncipe lograba reencontrar y ensalzar a la ms menuda y delicada de las mujeres, tan ligera y sufrida como para caminar sobre semejante calzado. El anlisis de Pretty Woman condujo al grupo a detectar frmulas extraordinariamente parecidas a la versin primitiva del cuento: una tarjeta de

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crdito y un collar alquilado sustituyen a la barita mgica y al zapato de cristal, pero el resto de los elementos se mantienen en un nivel de estrecho paralelismo con el esquema anteriormente expuesto. Sin embargo, en la exitosa versin propuesta en Por siempre jams los aliados de la joven pareja son la sabidura y la apertura de miras representadas por Leonardo Da Vinci y otros personajes que se atreven a hacer frente a la injusticia y la ignorancia. Se matiza con atencin el origen profundo de la maldad de la madrastra y se subrayan los prejuicios y el clasismo como los verdaderos obstculos de la pareja: de hecho, el reencuentro final no se produce hasta que el propio prncipe no logra superar los profundos estereotipos sociales heredados que, en el momento de la verdad, incluso a l le impedan reconocer la vala de una mujer culta y valiente si no viene envuelta en terciopelo. Tras un trabajo analtico de este tipo, el grupo interpreta el desenlace de los relatos la endeble reconciliacin en Pretty Woman, el trgico y anunciado final de de Vrtigo o las diferentes pero esperanzadas visiones de Yentl y Por siempre jams con un nuevo criterio reflexivo. Al haber identificado las distintas piezas de cada una de estas propuestas y discutido en torno a sus significados profundos, cambia la lectura final de ciertos relatos que, anteriormente, podan no haber resultado tan llamativos y que, sin embargo, reclaman ahora una actitud de valoracin ms activa: tanto para alertarse ante la engaosa belleza que maquilla amargos eufemismos de escenas de injusticia y maltrato, como para recapacitar sobre el ejemplo de determinadas narraciones que consiguen contar dulces encuentros, rescates emocionantes y enamoramientos apasionados sin caer en las peligrosas fisuras de otros relatos. Al abordar ahora la pregunta A qu conduce este enamoramiento?, se analizan los distintos desenlaces a partir del conocimiento de esos esquemas de virtudes, carencias, renuncias, obstculos y pruebas detectados en las fases anteriores. Quizs ese bello subttulo que muchos podan haber entendido como resumen de relatos aparentemente dulces el amor no tiene barreras, lo mejor son las reconciliaciones, lo ms importante es un prncipe que te rescate o cuando sienta que te ha perdido sabr lo mucho que te quiere, deja de parecer inofensivo si se detecta su vnculo con otros muchos desconcertantes enunciados que ciertas pelculas pueden difundir desde otras capas de su narracin. El uso de este tipo de herramientas de anlisis y reflexin puede favorecer una parte muy importante del trabajo a realizar en programas de prevencin de la violencia de gnero en contextos educativos. Las principales conclusiones y tcnicas a las que da lugar son exportadas con rapidez por parte de los pblicos jvenes a otros escenarios de interaccin social, donde determinados enunciados podran amenazar importantes aspectos de su identidad. Las constantes invitaciones para copiar ciertos modelos nocivos pierden fuerza desde el momento en que se conocen sus recursos y se han analizado sus posibles consecuencias. Qu pelcula eres? se transforma entonces en una posibilidad distinta, con destrezas y herramientas nuevas con las que rescribir un guin propio.

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Ana M Prez del Campo . Presidenta de la Federacin Nacional de Asociaciones de Mujeres

DOCUMENTOS

Separadas y Divorciadas.

Las jvenes frente a la violencia de gnero

No se podr disertar sobre violencia de gnero sin asumir su raigambre histrica como fuente de su transmisin generacional que an reciben nuestras jvenes. Slo as es posible comprender cmo se debe a ideologa del Patriarcalismo el establecimiento de las condiciones que estn permitiendo compaginar el discurso de las nuevas ideas, fruto de la evolucin de las costumbres en la actual juventud y los avances de la civilizacin, con el mantenimiento sin embargo de los intereses del predominio masculino que impiden una transformacin efectiva en las nuevas generaciones. Dominar esta problemtica requiere abordar, tanto el aprendizaje de la violencia sexista en la etapa infantil, como los mecanismos que impiden a la joven de hoy adquirir su propia identidad; pues la resiliencia o capacidad de eludir la presin de la violencia esquivndola como posibilidad preventiva tiene un carcter excepcional. Un anlisis del proceso reparador resulta indispensable para la recuperacin del trauma de las jvenes sometidas a la violencia machista. La accin del Feminismo es clave para el buen xito en la recuperacin traumtica. Y, en suma, la eficiente aplicacin de las dos ltimas leyes (Medidas de Proteccin e Igualdad efectiva) ser decisiva no obstante la resistencia que algunos oponen para liberar de la violencia de gnero a las nuevas generaciones. Palabras clave: el cambio del discurso y el Patriarcalismo encubierto; absorcin de las jvenes en el modelo androcntrico; simulacros de igualdad; jvenes prisioneras de su infancia; la tabla de salvacin de la resiliencia sustitutoria; la libertad, la solidaridad y la afectividad, necesidades vitales superiores; el conocimiento del saber cientfico ariete eficaz contra los mitos del sistema patriarcal.

Origen y transmisin generacional de la violencia de gnero


El primer problema para todos, hombres y mujeres, no es aprender sino desaprender, ha dicho Gloria STEINEM. Ningn descubrimiento es posible realizar sin antes pensar en aquello que vemos y percibimos como punto de referencia. Ni hay problema que se pueda resolver sin haber determinado previamente la causa que lo promueve. Y en esto, el mal de la violencia masculina no es una excepcin. Es un mal que hunde sus races en el llamado sistema patriarcal, o sea, aquella organizacin social impuesta con su predominio por el poder de los varones en los inicios de la civilizacin, con toda la secuela de ventajas y privilegios que constituye el modelo de socializacin, siglo tras siglo transmitido hasta nuestros das.

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Todo un conjunto de principios y valores, dogmas y creencias, mitos y arquetipos que quedaron erigidos como verdades inquebrantables, pretendi fundarse sobre una base tan frgil como la naturaleza y el biologicismo en un tiempo en que an se careca de conocimientos ciertos o sea, cientficos de lo que fueran la vida y la propia naturaleza. Prosper el criterio simplista del bimorfismo o asimetra sexual, en base a la cual se estableci la diversidad de roles o asignaciones dispares para funcionar la sociedad: al hombre se le adjudic el ejercicio del poder, las decisiones del grupo, la averiguacin del saber, mientras a la mujer, porque era mujer, se le encomendaron sin ms todas las dems funciones complementarias, auxiliares del quehacer del varn, como el cuidado asiduo de la casa, de los miembros de la familia, en fin, la conservacin de la especie. As es como las mujeres han permanecido ocultas, invisibles, fuera de la Historia. Dice Ins ALBERDI en su estudio sociolgico (1): <<La violencia contra las mujeres es el resultado de la idea del dominio masculino y de los valores que reflejan este poder sobre las mujeres. La identificacin de la virilidad con el poder, lo que en el lenguaje popular se conoce como machismo, est intrnsecamente unida a la idea de que es legtimo imponer la autoridad sobre la mujer incluso mediante la violencia>>. La construccin del poder masculino con sus valores, reparto de roles y creacin de funciones dominantes sobre a mujer, es el fundamento de la discriminacin por razn de sexo y el origen de la exclusin y la desigualdad, es decir, una cuestin cultural que confiere connotacin de normalidad funcional a la superioridad del sexo masculino como respondiendo la sociedad en su conjunto a un consentimiento implcito. <<El nacimiento de los seres humanos dije en su da no determina de forma natural, como consecuencia del sexo, sus funciones en la sociedad. La pretendida determinacin biolgica, reiterada hasta la saciedad, de que la condicin de la mujer es fruto de su propia biologa, obedece al propsito de perpetuar su inferioridad>> (2). Agente ocasional para el establecimiento del Patriarcado, ha llamado Victoria Sau a este orden biolgico: <<una forma de poder histrico por parte de los hombres sobre las mujeres (), si bien elevado ste (orden biolgico) a la categora poltica y econmica>> (3).
(1) ALBERDI, I. (2004). Cmo reconocer y cmo erradicar la violencia contra las mujeres. Obra Social y Fundacin La Caixa, Valencia, Tolerancia Cero, Barcelona. (2) PREZ DEL CAMPO NORIEGA, A.M. (1995). Una cuestin incomprendida. El maltrato a la mujer, Horas y H., Madrid. (3) SAU, V. (1981-2000). Diccionario ideolgico feminista, v.I y II. Icaria, Barcelona. (4) MILLET, K. (1970). Sexual Politics. Trad. Ana Mara Bravo Garca, Ed. Mxico.

La desigualdad es el germen de toda discriminacin y el vaticinio de la ausencia de justicia. Kate Millet contempla al Patriarcado en trminos de apreciacin poltica, definindolo como <<una poltica ejercida fundamentalmente por el colectivo de varones sobre las mujeres>>, concluyendo que el patriarcado es <<el conjunto de estratagemas destinadas a mantener el sistema>>, y destacando que <<su perdurabilidad, su antigedad y su universalidad son las verdaderas armas del Patriarcado, pues no hay sociedad humana que se conozca en el presente o en el pasado que deje de mostrar una organizacin patriarcal>> (4). Al sistema patriarcal hay que contemplarlo como el triunfo de la violencia masculina sobre las mujeres amparado en una ideologa que la legitima. Ese binomio: ideologa como soporte de la superioridad varonil, constituye un muro infranqueable para cualquier intento de transformacin efectiva de la sociedad. ALBERDI, antes citada puntualiza que: <<El sometimiento de las mujeres no se ejerce nicamente mediante la imposicin de la fuerza sino tambin mediante el control ideolgico, que se muestra muchas veces incluso ms eficaz>>, sin dejar de sealar la autora que esa ideologa se

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nutre tanto de la Religin como de la Filosofa y la Literatura, cuyos valores sirven como modelo de aprendizaje para las sucesivas generaciones (5). Esto equivale a entrar en la consideracin del mecanismo de la transmisin generacional del orden social establecido. Nuestros actos estn siempre en consonancia con nuestras ntimas convicciones, aunque stas hayan sido impuestas a las mujeres por el poder (varonil) dominante. Est en la cultura de los pueblos, que el comportamiento colectivo responda al conjunto de creencias, valores y principios trasmitidos doctrinalmente, los cuales al fin configuran la identidad personal de cada cual, pues impregnan todo el campo de la socializacin, regulan las normas de funcionamiento general, y en suma, constituyen el cauce por donde discurre la suerte de la humanidad.

Los hijos e hijas de la violencia


La violencia de gnero es un poder conferido al varn sobre la mujer, que l aprende no slo a instancias de la socializacin sino, principalmente, cuando nios y nias se ven obligados a soportar desde su infancia el ejercicio de esta violencia en el mbito familiar. Los hijos e hijas de la violencia no son, como a veces se afirma con excesiva superficialidad, meramente testigos de la barbarie que desarrolla en la casa el perpetrador de tales agresiones (sean fsicas, psquicas, sexuales, econmicas o de acoso litigioso, etc.); propiamente son vctimas directas de las mismas. Pues la dinmica del perpetrador es la de combinar una diversidad de formas coactivas como medio de mantener bajo control la sumisin familiar, y en este caso especialmente la de los hijos, que le servirn de instrumento eficaz para doblegar en tanto que madre cualquier eventual resistencia de la mujer. Las condiciones de nuestra infancia condicionan el desarrollo de nuestra juventud y el futuro de la adultez a corto o largo plazo de su vida. La mujer maltratada se escuda en la razn de los hijos para seguir soportando las torturas del mal trato sin decidirse a ponerles fin con el divorcio, porque sacraliza la imagen paterna conforme a la escala de valores convencionalmente establecida al punto de considerar que es preferible anteponer la unidad familiar a costa de soportar la violencia que ejerza el padre, a privar a los hijos de la figura paterna. Grave error de consecuencias dramticas para el futuro de unas criaturas que ya estn incubando un mal que condicionara su propia vida. Es una deformacin de la realidad proyectar la vida de los menores como si slo o predominantemente importase su desarrollo fsico, material, econmico, etc., siendo as que hasta estos aspectos de la vida estn vindose ya en riesgo en la convivencia con un padre maltratador. El juicio al respecto, del especialista Rojas Marcos es claro: <<<hoy sabemos que el sano crecimiento de los nios y las nias requiere como mnimo la satisfaccin continuada de tres necesidades esenciales; seguridad, afecto y estmulo apropiado a su edad>>; <<necesitan crecer en un ambiente cargado de afecto y calor>> (6). Mayor rotundidad expres el prestigioso psiclogo y humanista ruso-estadounidense, ya fallecido, Abraham Maslow, que en su obra, de 1943, Una teora sobre la motivacin humana, traz su famosa pirmide hoy conocida como jerarqua de necesidades de Maslow, en cuya cspide para el adecuado desarrollo de la personalidad no deja de anotar como necesidades superiores las que representan ideales y valores personales y sociales tales como la libertad, la solidaridad y la creatividad (7).

(5) ALBERDI, I. & AL. (2002). La violencia domstica. Informe sobre los malos tratos a mujeres en Espaa, Ed. Fundacin La Caixa, Barcelona. (6) ROJAS MARCOS, L. (2007). La autoestima. Nuestra fuerza secreta. Espasa Hoy, Madrid. (7) MASLOW, A. (1943). A Theory of Human Motivation. Psychological Rewiew 50: 370396.

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Nuestro objetivo inmediato es entrar en el anlisis de la situacin por la que atraviesan tantas mujeres jvenes que padecen malos tratos de sus parejas varones y que en los ltimos tiempos aumentan de forma alarmante. Pero antes, aludir a un par de cuestiones que tienen incidencia directa en la materia. La importancia de los aconteceres en la infancia ha quedado reflejada en una multitud de investigaciones, que muestran hasta qu punto las experiencias vividas en tan tierna edad inciden en la adquisicin de la identidad personal e influyen en el disfrute de una vida en plenitud segn se hayan satisfecho o no las necesidades bsicas. El amor incondicional a los hijos es esencial para un adecuado desarrollo de la estima propia y ajena, es decir lo que llamamos calor humano, la comprensin y solidaridad hacia los dems, la tica del comportamiento; cosa bien distinta de la siempre irresponsable y perniciosa permisividad sin lmites como norma educativa. El estadounidense Erik Erikson, autor de la teora psicosocial sobre desarrollo de la personalidad, estableci una secuenciacin de las caractersticas esenciales que nos permiten congraciarnos con nosotros mismos, tales como la confianza, la intimidad, la autonoma, la iniciativa, productividad e indiscutiblemente la identidad; todo ello en consonancia con la tendencia comn a toda la especialidad psicolgica a mediados del siglo XX, en que el aprendizaje del medio en torno estaba muy en alza cuando an no haban aflorado los descubrimientos de la gentica codicial. Correlativamente, la experiencia de la violencia en la infancia y la adolescencia desencadenan la desconfianza, la desidia fruto de la desesperanza, y la confusin de identidad (8). As como el alimento resulta indispensable para el desarrollo corporal y la supervivencia de por vida para las personas, siendo esta una necesidad fisiolgica que por su misma evidencia no se pone en tela de juicio, y tanto la madre como el buen padre le dedican atencin y esfuerzo, no ocurre lo mismo con determinadas necesidades de orden psicolgico de las que tampoco pueden prescindir los menores en el desarrollo de su personalidad, pudindose verse sta gravemente perjudicada si no se le presta la debida atencin, as la necesidad que sienten nias y nios de verse reconocidos, valorados y amados por quienes son para ellos su referente de seguridad, ejemplo y calor humano. La psicloga Dorothy Corkille Briggs, educadora escolar y consejera de familias, considera que el nio necesita sentirse valioso y digno de amor, necesidades que la autora afirma que nos acompaan toda la vida (9). Son necesidades vitales, propias de la vida humana, imprescindibles para afrontarla con la esperanza de felicidad inherente al ser humano y a alcanzar las expectativas que como tales nos proponemos, impulsados por la confianza en nuestras propias capacidades. Con respecto a unas necesidades tan trascendentes para la vida por venir de mujeres y hombres, resulta conveniente tomar en cuenta los trabajos realizados por Stanley Coopersmith uno de los especialistas de mayor resonancia en autoestima que, en lnea coincidente con muchos otros autores de su especialidad, asevera que la adquisicin de esas necesidades psicolgicas infantiles no se relacionan con la fortuna familiar, el nivel cultural, estatus social, pas de residencia, profesin del padre, o el hecho de que la madre sea o no ama de casa, etc. Depende enteramente de la ndole y calidad de las relaciones que mantenga el nio con sus padres o con quienes desempean sus funciones durante la infancia y la adolescencia (10).

(8) ERIKSON, E. (1950). Childhood and Society. WW. Norton, NY. (9) CORKILLE BRIGGS, D. (1998). El nio feliz: su clave psicolgica, 17 ed. Gedisa, Barcelona. (10) STANLEY COOPERSMITH. (1967). The Antecedents of Self-Esteem. San Francisco, W.H.Freeman & Co.

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Cuando seguidamente abordemos la violencia de gnero con referencia directa a la juventud, es decir, la violencia que practican los varones en las generaciones jvenes a costa de sus compartes femeninas; habr que analizar y sopesar valorar si han variado y en qu sentido, las pautas educativas y de socializacin que sirven de modelo para configurar cada identidad personal por el gnero de su asignacin dentro del proceso de su respectiva integracin social. Sin menospreciar el condicionante de la homogeneidad a que conduce la expansin arrolladora de punta a punta del globo, de las ideas circulando a velocidad incontenible gracias a los avances de la moderna tecnologa de las comunicaciones, y su dispersin por la de unas mismas modas, costumbres, cultura, valores y principios por la multiplicidad poblaciones y sociedades, en las que, con escasos variables y mayor o menor grado de opresin, lo que prevalece es la detentacin del poder, el dominio, la autoridad y el control de los hombres sobre las mujeres, incluso, hasta con cierta apariencia de libertad, autonoma y reconocimiento de derechos bajo control, pero siempre teniendo al androcentrismo como eje y referente del mbito universal. As se impone como indefectible uniformidad y el resultado de haberse difundido sin variar el patrn original, la modernizacin de un mundo que se ve abocado a la monotona de la aldea mundial. Pero en este aspecto tambin persiste la asignacin del patriarcado al paterfamilia. Rodeado de un aura sacralizada, resulta incuestionable la necesidad de un padre y que a sus actos se les atribuya los conceptos de malos tratos, abusos, humillaciones, menosprecio, o siquiera negligencia, por mucho que las tales agresiones tengan de intolerables, dramticas, destructivas, frecuentes y aun constantes al punto de convertir al hijo o a la hija en entes invisibles; pues todo ello se considera que forma parte de la indiscutible potestad de educar a los hijos. La reproduccin de la especie no debe ni puede ser la condicin suma que otorgue al hombre y a la mujer su condicin genuina de paternidad y maternidad, sino la atencin y cumplimiento de ese conjunto de necesidades ya mencionadas de los hijos como criaturas racionales que son en desarrollo de sus vidas humanas, con todos los atributos y responsabilidades que hasta en un orden puramente biolgico la generacin impone a los progenitores. Bajo tal consideracin, se impone cambiar el sistema de valores dando prioridad a las condiciones y necesidades exigidas por la prole a la que se da vida, en lugar de conferir superioridad al padre y a la madre por cuenta de la funcin que representan como eje o soporte de la estructura social de un sistema culturalmente decado aunque presente todava en la memoria colectiva, como es el sistema patriarcal. No se puede poner en duda las consecuencias que para la infancia se derivan de su exposicin a la violencia de gnero, tanto por lo que se refiere a los aspectos materiales como a los psicolgicos, impidiendo el desarrollo integral de los menores hasta minusvalorar y destruir el futuro de sus vidas, frecuentemente de modo irreparable. Los estudios realizados al efecto, han demostrado la relacin que la exposicin a la violencia de gnero en edades infantiles, tiene con una mayor tendencia a desarrollar anomalas de orden fsico y trastornos de carcter psicolgico, conductual y cognitivo; la exposicin a la violencia en esas edades tempranas provoca el sndrome de estrs postraumtico de un modo

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ms definido a causa de la propensin a sufrir sentimientos de miedo, terror, desamparo e impotencia, unido a la aprensin del riesgo de muerte o a ser gravemente herido, propia de semejantes situaciones (11). El maltrato a los hijos e hijas que viven el caos de la violencia de gnero obedece a dos finalidades en el comportamiento del agresor, por un lado la utilizacin de los menores como medio de retencin y control sobre la madre, y en segundo lugar la intencin de tortura con que se los utiliza para desconcierto e incertidumbre de la madre en su propsito de poner fin a la destructiva convivencia familiar. Si la utilizacin de los hijos de uno y otro sexo sirvindose de ellos como instrumento de ataque a su madre les produce confusin y ansiedad; an les resultan ms incomprensible las razones en las que la madre suele ampararse para justificar su sumisin y tranquilizar a los nios, por ejemplo con esas frases tan repetidas de que no pasa nada, que hay que obedecer a pap, que lo que pasa es que a veces se pone nervioso, pero que el les quiere mucho y a ella tambin Cuando la madre mantiene su actitud en presencia de las propias criaturas, los nios que no por serlo carecen de inteligencia y de una sensibilidad especial para calibrar la cordialidad o la falta de afectividad en torno, no entienden por qu la madre guarda silencio ante los actos hostiles del padre, por qu no impide los atropellos y por qu trata de justificarlos con excusas que para ellos no tienen sentido. Ocultar la verdad resulta tan pernicioso para los hijos como hacerles partcipes del drama, confirindoles un protagonismo que por su edad y su posicin de hijos les sobrepasa, es algo que no pueden ellos resolver, y a la larga los carga con una desmesurada responsabilidad ajena al no poder asumir la confusin de roles que el mundo de los adultos les impone. Es frecuente que acaben considerndose a s mismos como los responsables finales del drama que los envuelve. La violencia de gnero se aprende en el mbito familiar, en el medio ntimo en que la persona se desarrolla durante la infancia, porque es en el entorno familiar donde se evidencia que el mecanismo de relacionarse con los dems que llamamos interaccin est presidido por el poder que le confiere al padre la violencia de que usa contra la mujer y los hijos. Afirma la pediatra Lola Aguilar, que el comportamiento agresivo se identifica en la experiencia infantil como el medio eficaz y el ms apropiado que aplicar a las relaciones interpersonales. Son nios a los que no se les da la oportunidad de aprender a negociar o a usar mtodos amistosos en la resolucin de los conflictos; pues se desarrollan bajo la percepcin de que el uso de la violencia es el medio de expresin que corresponde al papel desempeado por el padre en la familia (12). La violencia es poder, pero un poder ilcito y perverso, porque se esgrime como un medio eficaz de control, de dominio y autoritarismo inapelables, por virtud de los cuales y ejercindolo como propio del varn por su sexo, logra siempre imponer sus propsitos.

(11) AGUILAR, D. (2005). Ponencia CGPJ y los efectos de la ruptura en los hijos, Madrid. (12) AGUILAR, D. (2009). Violencia de gnero. Una visin multidisciplinar. Ed. Universitaria, Madrid.

El trauma y sus secuelas


Los nios y adolescentes vctimas de la violencia de gnero quedan marcados por ella, presentando como consecuencia unas caractersticas y

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disfunciones para cuya recuperacin necesitan de la atencin y el tratamiento especializados, pues no desaparecen con el simple paso del tiempo, siendo en este sentido enteramente vanos los intentos de confiar el remedio al olvido. Una vez recibido el dao, su reparacin no puede venir sino por la va teraputica especializada. Somos muchas las que sabemos por formacin y conocimiento emprico que las vctimas infantiles, as como las adolescentes, suelen presentar entre otras alteraciones patrones de comportamiento desajustados y sexistas a consecuencia de la conflictividad de la relacin entre poder y sumisin establecida por el maltrato del padre a la madre. La autoridad materna se ha visto anulada por el autoritarismo del padre. Con un referente paterno de tales caractersticas, las criaturas de corta edad suelen volverse exigentes pretendiendo ser complacidas en todos sus caprichos y deseo a costa del sacrificio materno, manifestando agresividad e irritabilidad cuando no ven atendidas de inmediato sus exigencias. Una conducta propia de quienes no han aprendido el sentido de la tolerancia. La ausencia de lmites y la falta de normas educativas bajo el imperio de la arbitrariedad, les lleva a rechazar todo aquello que suponga toda disciplina y autoridad (13). Segn nuestra experiencia, el caos de la violencia vivida hace que los menores de uno y otro sexo y de cualquier edad se muestren irritables, desobedientes e incluso agresivos con la madre; adems con frecuencia aparecen cuadros de somatizacin como consecuencia directa de la violencia soportada. El rendimiento escolar o est por debajo del adecuado a su edad con un alto porcentaje de fracaso escolar propiciado por la dificultad de concentracin, la desatencin y la falta de hbitos de estudio, o por el contrario alcanza resultados acadmicos inusualmente brillantes, cuando se utiliza el estudio como medio de evasin y refugio del reconocimiento personal frente a la violencia ambiental; los alumnos o alumnas encuentran en el xito escolar la gratificacin y el reconocimiento de carecen en la desabrida situacin de violencia sexista que les rodea. En la infancia y durante la adolescencia y en la juventud suelen desarrollar una afectividad empobrecida, dependiente y contradictoria, basada en el temor que inspira el modelo paterno del maltratador y la sumisin de la madre frente al padre agresor. La desvalorizacin de la funcin materna, y por extensin el papel social que se le asigna a la mujer, suelen tener resultados deplorables para el futuro de las vidas de los menores, si no se les presta a tiempo la atencin reparadora que les es imprescindible. El nio y la nia pueden justificar la conducta violenta del padre por el aparente triunfo que representa, lo que les lleva a reproducir el modelo en su propia conducta.
(13) CAGIGAS ARRIAZU & AL. (2007). Copias esenciales y datos estadsticos de un estudio contra la violencia de gnero. M. de Sanidad y Consumo, CARRMM, Fund. Cantabria, Madrid. (14) BARUDY, J. & DANTAGNAN, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Madrid.

Menores y adolescentes muestran, sin embargo, una gran dependencia de la madre, a la que acaparan obsesivamente por temor a perderla. La gravedad estriba en los obstculos y las dificultades que el agresor opone para que pueda establecerse un vnculo afectivo seguro y sano con la madre, un perverso impedimento que repercutir precisamente en la adquisicin por parte del nio o la nia del sentimiento que le permita experimentar la aceptacin personal y adquirir confianza en las personas con las que se relaciona. El trastorno del vnculo es el trastorno de los trastornos, puesto que causa dao a una de las caractersticas fundamentales la persona: su capacidad para entenderse a s mismo y relacionarse de una forma sana y constructiva con los dems (14).

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Si la juventud suele ser fruto de la infancia, la adultez es a su vez consecuencia de la atencin que prestemos a la juventud. La dificultad estriba en la creencia arraigada, tanto durante la infancia como en la adolescencia, de que la violencia y el suplicio que la misma genera terminarn cuando el paso de la edad le permita escapar y alcanzar autonoma y libertad, y todo ello sin ms requisito que el transcurso del tiempo. No es tan sencillo, y conviene saberlo para ofrecer el remedio adecuado que le devuelva la vida que le robaron y pueda pasar de la condicin de vctima a la de superviviente por ser una luchadora. En opinin de Judit Herman (15), las supervivientes tienen problemas esenciales con la confianza bsica, con la autonoma y la iniciativa. Se enfrentan a labores que son propias de adultos como establecer la independencia y la intimidad teniendo que soportar el deterioro de funciones tan fundamentales como el cuidado de una misma, la cognicin y la memoria, la identidad y la capacidad para formalizar relaciones estables. La joven sigue siendo prisionera de su infancia: al intentar crearse una nueva vida, se reencuentra con el trauma. Sin que lo dicho hasta aqu suponga que salir de los escombros de la violencia sea un anhelo inalcanzable para las vctimas, hay que afirmar por el contrario, que no slo es posible sino adems, que la fases de la recuperacin de la supervivencia las devuelven a la plenitud de quienes debieron ser en cuanto aparten de su vida los obstculos que le impidieron serlo, aprendiendo a luchar como prioridad para s mismas, a valorar todas sus potencialidades y por tanto a reconocerse con su afectividad propia, que a su vez les permita restablecer un contacto sano con los dems y encontrar la razn de su existencia al resolver el trauma.

La excepcional prevencin de la resiliencia


Resulta sorprendente comprobar cmo nios y nias que durante la infancia sufrieron abusos y violencia intolerables que dejaron en sus vidas huellas indelebles, surge de entre ellos de repente uno que sorteando el laberinto de una vida destruida, logra escapar y resurgir con una fuerza que le permite esquivar el trauma padecido aunque guarde en su memoria la infelicidad de la infancia que le toc vivir. Algunas de las vctimas que padecieron abusos intolerables en la infancia, son capaces de sustraerse al sufrimiento refugindose en algo o en alguien que les ofrece aspectos acogedores, y as logran mantener una vida comprensiva y soportable por cuanto les ofrece el mbito afectivo sustitutorio del que como amor compartido y ejercicio de solidaridad hacia los dems no les brinda el contexto familiar, un mnimo entorno, en fin, en el que dar y recibir la afectividad que es propiedad inherente a la condicin humana. No te quiero sino porque te quiero, deca Pablo Neruda. A esa fuerza interna de quien logra resistir el dao recibido sin derrumbarse del todo se le que est llamando resiliencia, palabra empleada por el francs Boris Cyrulnik, en cuyo idioma resilience significa la resistencia o elasticidad que ciertos metales ofrecen a doblarse cuando se los presiona; es lo equivalente a lo que en espaol se llama elasticidad o ductilidad, conceptos tanto aplicables a los materiales duros como a las cosas inmateriales, as cuando se dice del carcter de una persona que es dctil y no inflexible.

(15) HERMAN, J. (2004). Trauma y recuperacin. Cmo superar las consecuencias de la violencia. Espasa Calpe, Madrid.

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Como ya se comprende, son casos aislados cuando provienen de una excepcional fuerza espontnea de la vctima infantil, pero que pueden potenciarse cuando se ofrece al nio y al adolescente la posibilidad de mantener una relacin de afectividad y buen trato, reconocimiento, aceptacin, y comprensin de su persona. Psicolgicamente el mecanismo de la resiliencia consiste en trasladar fuera del mbito natural del menor un marco de expansin en el que a base de relaciones de ndole distinta que las familiares, por ejemplo el medio de la educacin escolar, en que el postergado en la familia encuentra reconocimiento y estimacin por su rendimiento como alumno aventajado, o bien, cuando la adolescente se entrega al cultivo de un arte o una aficin en plan de hobby musical, pictrico, etc., que le permite evadirse de la cruda realidad familiar; a veces compartiendo sus emociones con algn animalillo domstico que les sirve para canalizar su afectividad truncada en el seno de la familia. Es esta va de escape o tabla de salvacin, la que trata de explotar con intencin preventiva la tctica sustitutoria de la resiliencia con personas que estn en proximidad y trato asiduo con los menores, como algn miembro determinado de la familia o de la vecindad, la entrenadora deportiva, la docente de la asignatura escolar, etc., que cumplen la funcin de la tabla de salvacin del que est abocado al naufragio. <<La resiliencia ha dicho Stefan Vanistendael nos recuerda que todos nosotros, nios o adultos, necesitamos ser amados>> (16). Los nios que logran el escapismo de la resiliencia tienen prcticamente garantizada una vida sin las interferencias dramticas de un pasado destructivo, aniquilador, que les roba la seguridad en s mismos y la confianza en el prjimo. Esas nias y nios son vctimas directas de la violencia sexista, no se puede seguir minimizando la exposicin de los hijos y las hijas a la furia de todo un padre que no duda en descalificar, insultar, menospreciar, humillar, gritar aterradoramente, amenazar, escatimar el sustento para demostrar que l es el dueo de sus vidas, y finalmente golpear a su madre muchas veces en su presencia. No se puede admitir que a las vctimas ms vulnerables, a las ms indefensas, que son las hijas e hijos, se les siga calificando meramente de testigos de violencia, porque el pronstico de esa concesin al agresor resulta sobrecogedor a corto plazo pero sobre todo con perspectiva lejana para el hijo y la hija. <<Las ciencias de la conducta concuerdan en afirmar que las actitudes y relaciones personales de un individuo hacia los otros se forma primariamente sobre la pauta de su relacin con los padres en la primera infancia>>, y <<la agresin destructiva en la mayora de los casos una respuesta de rechazo a frustraciones o agresin durante la infancia>>, y <<ningn ser humano ha nacido nunca con impulsos agresivos u hostiles y ninguno se hace agresivo u hostil sin aprenderlo>>. <<En definitiva ningn nio amado se convertir jams en un delincuente>>. Son las opiniones de Ashley Montagu (17).
(16) VANISTENDAEL, S. & LECOMTE, J. (1996). La felicidad es posible. Gedisa, Barcelona. (17) MONTAGU, A. (1990). La naturaleza de la agresividad. Alianza, Madrid.

John Bowlly, refirindose expresamente a las investigaciones de Rutter sobre la teora del apego, destaca la importancia y los perjuicios que la privacin del apego tienen en orden al desarrollo psicolgico de los nios y nias. <<Las experiencias adversas de la infancia tienen aspectos de los dos tipos, por lo menos. En primer lugar hacen al individuo ms vulnerable a posteriores experiencias destructivas, en segundo lugar hacen que existan ms probabilidades de que l o ella se enfrente con otras experiencias

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semejantes. Es muy difcil, si no imposible, que los hijos e hijas que viven y se desarrollan en ambientes familiares presididos por la violencia de gnero, puedan salir indemnes. El nio y la nia sufren un temor y padecen una inseguridad en mayor grado que la madre, y en la mayora de los casos pueden considerarse compulsivamente culpables del drama familiar (18). Sin embargo, no debiramos dejar al esfuerzo y responsabilidad personal de las vctimas su capacidad espontnea de resiliencia para esquivar sin ayuda ajena el trauma de la violencia, siendo como es tan limitada proporcionalmente esa capacidad entre la poblacin infantil afectada; por el contrario debiramos explorar las posibilidades que esta modalidad de la resiliencia sustitutoria ofrece como medio de prevencin y recuperacin de la violencia soportada por la infancia y la juventud en ambos sexos. Las especialistas en la materia dicen: <<Nuestras experiencias como terapeutas nos ha enseado que nuestra capacidad para proporcionar cuidados es uno de los ingredientes principales de la recuperacin de las vctimas de la violencia. Nuestra capacidad para trasmitirles nuestro inters por ellas en tanto que personas, son herramientas fundamentales de nuestro trabajo. El hecho de sentirse cuidado en un clima de compromiso y de respeto incondicional por sus experiencias, y, sobre todo, por sus esfuerzos para reconstruirse, facilita la aparicin de la esperanza y de la dignidad humanas. Cuando las vctimas no reciben los cuidados adecuados, se sienten nuevamente victimizadas. Esto ocurre cuando las vctimas son maltratadas, activa o pasivamente, por los profesionales que contraen la responsabilidad de ayudarles>> (19).

Reflexiones sobre la igualdad y la equivalencia efectiva


Los espaoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminacin alguna por razn de nacimiento, raza, sexo, religin, opinin o cualquier circunstancia personal o social, dice la Constitucin Espaola de 1978 en su artculo 14, Cap. Segundo, sobre Los Derechos y Libertades.. Sin embargo, han pasado treinta y tres aos desde que as lo proclamase el mandato constitucional, sin que todava haya cobrado efectividad prctica por lo que respecta a la discriminacin por razn de sexo. Las mujeres, por su condicin de mujeres, continan discriminadas en todos los mbitos de la vida. Los avances experimentados no dejan de ser simulacros de igualdad, apariencia de una equivalencia nunca consolidada. La supremaca del varn sobre la mujer sigue siendo un hecho inalterable, y la violencia de gnero una trgica injusticia constatable da a da. La respuesta del Gobierno socialista a la incesante reivindicacin de las feministas y del conjunto de la mayora de las Asociaciones de Mujeres ha sido congruente con la Constitucin y con el clamor de las mujeres, promoviendo la promulgacin de dos leyes imprescindibles para emprender el camino hacia la erradicacin de la violencia de gnero y la efectividad de la igualdad entre las personas de uno y otro gnero, que son: la Ley Orgnica de Medidas de Proteccin Integral contra la Violencia de Gnero (28.12.2004), y Ley Orgnica de Igualdad efectiva entre Mujeres y Hombres (2007). Una parcela del significado de la Igualdad y la equivalencia, es la que corresponde a la discriminacin secular en el dimorfismo sexual. Una ausencia de igualdad entre los sexos, que otorga el poder, la autonoma y la

(18) BOWLLY, J. (1989): Una base segura. Aplicaciones clnicas de una teora de apego. Paids, Psicologa profunda, Barcelona. (19) BURUDY, S. & ALT. (2006). Hijas e hijos de madres resilientes. Gedisa, Barcelona.

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libertad unilateralmente al varn mientras excluye a la mujer hacindola depender del control y supremaca del hombre. El transcurso del tiempo histrico silenciando la aportacin del feminismo a la modernizacin de la sociedad, han hecho avanzar una igualdad aparente fundada en las reformas legislativas que conviven con la discriminacin flagrante de los sexos en todos los campos de la estructura social. Esto equivale a la constatacin de que la proclamacin de la igualdad legal no logra hacer efectiva la norma promulgada, como el ruido y el fulgor de una traca pirotcnica se disipa en el aire en cuanto se la ve aparecer. Y, como expresa Amelia Valcrcel refirindose al espejismo de la igualdad, <<puede que en este momento se est produciendo toda una generacin de mujeres cuya sensibilidad para con la discriminacin, al haber bajado su umbral, se haya atrofiado. Y son precisamente las mujeres jvenes>> (20). Actualmente el feminismo considera que las mujeres jvenes viven bajo el equvoco de esa influencia. estn convencidas de que todo est conseguido y consolidado, aunque la evidencia de cada da muestra lo contrario, sus salarios son inferiores en igualdad de trabajos (26% menos), la violencia de gnero no respeta su juventud ni sus saberes acadmicos etc. Estn acaso las jvenes siendo absorbidas por el poder androcntrico al que se incorporan sin lograr transformarlo?, es la pregunta que se puede una hacer; porque de ser as, las mujeres se habrn convertido en una prolongacin del poder masculino. Ser iguales no es ser idnticos, ni entre uno y otro sexo ni dentro del mismo sexo. Nuestra preocupacin del mundo y su orden social o poltico, econmico, ecolgico, etc., no es el del poder androcntrico. El recorrido hasta el reconocimiento de la equivalencia y la igualdad efectiva es largo, angosto y difcil, la agenda feminista no puede dar por terminada su lucha, porque el triunfo de la igualdad efectiva no est al alcance de la mano, no cabe engaarse con las apariencias de los seuelos que tiendan los rectores del patriarcado encubierto. Hoy ms que nunca se hace necesario para las generaciones venideras consolidar los logros obtenidos, al tiempo que se denuncian las estrategias del contraMovimiento, cuando los reductos fundamentalistas alzan sus voces para detener los avances de la igualdad promovida por el Feminismo y hacerlos retroceder, ahora que han entrado a regir leyes que garantizan la proteccin integral contra la violencia de gnero y tratan de dar efectividad a los principios antidiscriminatorios sentados en la Constitucin al ofrecer el panorama de los derechos de las mujeres como una realidad social factible y visible, con su sitial correspondiente por primera vez en el conjunto de los Ministerios del Gobierno de la Nacin. Es necesario hacerlo as en este escenario nuevo: Con la fbula de por medio de las denuncias falsas de malos tratos por parte de las mujeres con que se pretende intoxicar a la opinin pblica no obstante los reiterados desmentidos de quienes tienen tal competencia, como las sucesivas presidentas del Observatorio del Consejo General del Poder Judicial, magistradas Sras. Comas y Montalbn, o la publicacin destacada en los medios periodsticos del texto Las mujeres no denuncian en falso, de la tambin magistrada Marn Lpez (El Pas, 9/3/009); con la torpe e incorrecta invocacin del derecho a la libertad de expresin que los autores de tales ataques invocan para perpetrarlos en una apologa encubierta de la violencia de gnero y el propsito de manipular la realidad haciendo pasar

(20) VALCRCEL, A. (2008). Feminismos en el mundo global. Ctedra, Madrid.

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a los agresores como vctimas y a las vctimas como carentes de credibilidad. Plantar un dique a semejantes maniobras del contraMovimiento es una exigencia de la nueva situacin: cuando los agresores cuentan con apoyos mediticos y medios econmicos de toda efectividad, y se atreven a retar las normas ms elementales de la deontologa profesional en el ejercicio jurisdiccional y de la pericia psicolgica forense, trayendo a la palestra la especie aberrante de un llamado sndrome de alienacin parental (siglas SAP),la invencin por su cuenta de un indigno especialista estadounidense, ya fallecido tambin por sus propios medios, que jams logr reconocimiento de su tesis por parte de los Organismos Mdicos nacionales o internacionales (incluida la OMS), ni siquiera la publicacin normal por editoriales solventes de sus devaneos psicotcnicos, por lo que se vio en la necesidad de publicarlos de su propia cuenta y riesgo; pero de los que se vali para apoyar compulsivamente la defensa de sus clientes en los juicios que los involucraban en actos de pederastia y malos tratos a menores y mujeres. El invento de tan deleznable pieza de conviccin consiste en considerar que todo rechazo de los hijos a su padre en semejantes casos de conflicto litigioso familiar, es debido al influjo materno, bajo el referido sndrome de alienacin, es decir de instigacin de apartamiento de los hijos respecto de su padre, sndrome con el que se diagnostica a la madre de modo automtico, es decir, por el simple hecho de que el nio ofrezca reticencias a verse o comunicarse con su padre y sin siquiera someter a reconocimiento o peritacin a la madre. Pues bien, semejante engendro, que ha sido excluido tanto en su pas de origen (DSM-IV-TR, de la Asociacin Americana de Psiquiatra) como en plano internacional (CIE-10 de la Organizacin Mundial de la Salud), es el que ahora se est intentando con xito introducir en la prctica forense de los tribunales de Familia espaoles bajo la presin de las organizaciones que dan acogida en sus cuadros a varones condenados por malos tratos en sentencias firmes. Como garanta o medio para objetar la impunidad de los agresores est tan arteramente calculada la estrategia del SAP, que la terapia arbitrada para el caso una vez diagnosticado del sndrome, se basa en la que llaman terapia de la amenaza, y consiste en privar a la madre de todo contacto con el hijo durante un plazo de tres, seis u ocho meses, poniendo entre tanto al nio en poder del padre rechazado y sometida la madre a prescripcin teraputica de una dolencia tan inconsistente como la imaginacin calenturienta del americano que para sostenerla siempre hizo gala de su mentalidad pedfila y la utilizacin a todas luces ilcita que de la misma se est haciendo en los ya no pocos juzgados espaoles que la aplican, a pesar de que en su pretensin diagnstica carece del ms mnimo respaldo por parte de las Autoridades Sanitarias del Pas. La limitacin de espacio me impide entrar en mayor detalle sobre este asunto del SAP que, por su extrema gravedad requiere tratamiento exposicin monogrfica. Tan slo concluir que en los propsitos de los promotores del SAP est el conquistar la anuencia de los partidos polticos, a cuyo fin les es indiferente la ideologa poltica que los defina, dado que se presentan bajo la bandera de la igualdad, si bien entre los objetivos inmediatos que se proponen est la desaparicin del Ministerio de la Igualdad.

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No debe sorprender pues que, por contra, la defensa de los derechos de la mujer exija mantener en nuestro pas y en todos los restantes de la Unin Europea al menos dicha titularidad del Ministerio de la Igualdad. Una responsabilidad que no podemos eludir, si queremos pasar de la retrica del discurso a la efectividad de la igualdad, de la proteccin de las vctimas de la violencia de gnero y la erradicacin de la brutalidad que la misma implica.

La libertad y la autonoma condicionada de las jvenes


Los cambios operados desde la instauracin de la Democracia por lo que respecta a los derechos y libertades de las mujeres, son innegables. Pero conviene no confundir derechos formales con la aplicacin material de los mismos, que es lo que en definitiva constituira una autonoma y una liberacin sin condicionamientos. Porque mientras el reconocimiento de la realidad social que afecta en su vida a mujeres y hombres no se anteponga a la proclamacin legal del cambio, ste no dejar de ser ms que un simulacro, un mero cambio de discurso y no la transformacin efectiva del sistema que genera la discriminacin sexista. En comentario a las exposiciones de Victoria Campos, se ha afirmado que <<las mujeres vctimas de malos tratos en las democracias liberales pueden votar, tienen derecho a un juicio justo, pero sus derechos son meramente formales, derechos negativos como gusta decir a los neoliberales, que nadie garantiza un no-derecho, en definitiva. Es as por falta de igualdad>> (21). Asimismo se dice que <<aun cuando se trate de un paso muy importante en la batalla contra la violencia de gnero (no basta) con una proclamacin legal-formal de proteccin de las mujeres y menores, sino que se requiere de una legitimacin sustancial que surja de la necesidad de llevar a la prctica esa garanta y reconocimiento formal de los derechos humanos de las mujeres y en consecuencia de sus hijos e hijas por parte de los poderes pblicos>> (22). Qu duda cabe que son stos tiempos de desconcierto para las mujeres que hoy configuran la juventud espaola. En teora y en la legalidad vigente se transmite como un espejismo, el que la mujer ya no est discriminada, sometida ni sojuzgada, porque se entiende que es ella, en uso de su libertad, la que decide que las cosas sean de este o del otro modo; una forma ms de seguir responsabilizando a la mujer del maltrato, de las desigualdades y exclusiones de que se la sigue haciendo objeto; adems de elaborar una nueva estrategia para volver a enclaustrar en el mbito privado la violencia sexista. La experiencia diaria demuestra que en nuestra sociedad el referente del poder sigue siendo el androcntrico con su expresin habitual de violencia en todas sus formas y grados. Pero el equvoco est en que las mujeres de las jvenes generaciones propenden a interpretar como triunfo sobre la discriminacin de las mujeres el hecho de su libre acceso a la formacin acadmica y a los cargos de mayor o menor relevancia; con lo que su proyeccin de poder queda reducida a repetir el modelo sistemtico en vigor, es decir, sin ninguna aportacin que signifique avance alguno en la igualdad real. Es sta una cuestin de gran repercusin en el panorama social de las jvenes, que se halla presente principalmente en los medios de comunicacin, por ejemplo en los programas al uso de la televisin, en los

(21) RUIZ GIL, JM. Anlisis terico, legislativo y jurisdiccional de la violencia de gnero. Universidad de Granada. (22) FERRAJOLI, L. (1995). Derecho y razn terica del garantismo jurdico. Trotta, Madrid, 847, ss.

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que se presenta la prctica de la violencia como un valor, con la seguridad de que la exacerbacin de los instintos primarios por semejante medio har ganar audiencia, y sin preocuparse de si a la vez se fomenta la incuria de la gente y se perpetan los viejos mitos. Comentaristas como Ana Rubio Castro (23), afirman que si se ignora o se minimiza el hecho de que la libertad y la igualdad estn en ntima relacin con el reparto equitativo del poder, as como la desigualdad y el dominio lo estn con la subordinacin y la exclusin del mismo; si se menosprecia como irrelevante el dficit de la democracia, que por definicin ha de ser fundamento del Derecho, o si se deja de cuestionar el sentido de la vida que estando implcito en el mismo se desfigura en determinados modelos de feminidad y masculinidad, de familia, de relaciones paternofiliales, etc., se estar encubriendo la violencia entre mujeres y hombres, y se estar aceptando lo que parece real como lo nico racional. En otros trminos, comenta la misma autora, es cerrar la puerta al futuro. Y si se hace amparndose en razones de justicia y moralidad, es doblemente sancionable. Y, en fin, no duda en concluir que si la democracia se construye a partir de un reparto desigual del poder entre hombres y mujeres, que condiciona y determina la igualdad formal entre los sujetos y su ciudadana, el corregir esa asimetra no es slo una cuestin de ndole poltica sino ante todo una cuestin jurdica de primer orden.

Conclusiones
1) Por la importancia que tiene la permanencia de la violencia sexista durante el desarrollo del proceso de socializacin, el objetivo de su eliminacin ha de ser parte obligada en la enseanza de la asignatura de Educacin para la Ciudadana, debiendo elaborarse e impartirse con la perspectiva imprescindible de gnero. 2) Hay que librar de la violencia de gnero a las mujeres jvenes impidiendo que la misma forme parte de su infancia. Y por el efecto contaminador y expansivo que tienen las acciones violentas sobre los hijos e hijas como vctimas directas e indefensas de las mismas, es un deber de justicia apartar a las nias y nios del padre que ejerce violencia machista. 3) No puede dejar de resaltarse la inexistencia de trabajos de investigacin rigurosa sobre la violencia de gnero referida a la juventud: Se debe proponer la correccin de esta carencia de formacin e informacin que son imprescindibles para una eficaz intervencin y una prevencin correcta. 4) El remedio de la resiliencia debe utilizarse como un instrumento ms de trabajo de las profesionales terapeutas llamadas a intervenir en la recuperacin de las vctimas, procurando siempre no fomentar en stas una dependencia que obstaculice la autonoma necesaria para su recuperacin. 5) La erradicacin de la violencia de gnero en todas sus formas, exige una transformacin radical del sistema patriarcal subsistente, con un cambio de valores que, libres del germen de la discriminacin, favorezca el que mujeres y hombres de cualquier raza compartan el poder y la responsabilidad dentro de un nuevo sistema sociopoltico

(23) RUBIO CASTRO, A. (2003). Inaplicabilidad e ineficacia del Derecho en la violacin contra las mujeres: Un conflicto de valores. Anlisis jurdico de la violencia contra las Mujeres, p. 13-60, Instituto Andaluz de la Mujer, Sevilla.

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presidido por la igualdad efectiva en la composicin de la sociedad humana. 6) Se debe combatir la sensacin que algunas mujeres jvenes parecen tener de que la igualdad est al alcance de la mano a la vista de los avances logrados, hacindoles comprender que como ensea la historia los logros de las mujeres no han sido sino concesiones patriarcalistas nunca consolidadas, y que los derechos y los intereses de las mujeres han estado sometidos a continuos avances y retrocesos. 7) Se debe corregir la frecuente actitud errnea de no pocas mujeres jvenes que reproducen el comportamiento masculino, sus valores y principios como modelo en su ejercicio del poder all donde lo estn desempeando, as como su equivocada interpretacin del concepto de la libertad, mostrndoles con claridad que tales actitudes impiden la transformacin del sistema, puesto que la reiterada copia del modelo masculino no hace sino prolongarlo en su vigencia de hecho con la consiguiente discriminacin y la postergacin de las mujeres en sus funciones segn la ideologa patriarcalista que sustenta el orden social privilegiando los valores y principios androcntricos y por ello, favoreciendo tambin a las mujeres que mimeticamente tienden a reproducirlo en el desarrollo de sus funciones. 8) De cara a las generaciones venideras, deben ser objetivos inmediatos del Feminismo: a) la consolidacin de los logros obtenidos con las leyes recientes (de Medidas de Proteccin Integral y de Igualdad Efectiva) y la creacin del Ministerio de Igualdad que coloca el compromiso poltico al mximo nivel de la Administracin estatal; b) la denuncia constante de las estrategias del contraMovimiento, y c) propugnar la introduccin corto plazo de esta iniciativa de Ministerial en el resto de los Pases de la Unin Europea.

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Dora Anadela Aguirre Hidalgo . Presidenta de Rumiahui y Vocal del Foro para la Integracin

DOCUMENTOS

Social de los Inmigrantes.

Problemtica especfica de las mujeres jvenes inmigrantes, vctimas de violencia de gnero


Tratamiento de la violencia de gnero en la sociedad ecuatoriana
En los aos 80 varios pases de la subregin andina, as como organizaciones sociales e instituciones como el Consejo Nacional de la Mujer (CONAMU), entidades como el Centro Ecuatoriano para la Promocin y Accin de la Mujer (CEPAM) y los Servicios para un Desarrollo Alternativo del Sur (SENDAS), toman diferentes iniciativas para trabajar la prevencin y deteccin de violencia, as como diferentes pases crean leyes para sancionar y perseguir este tipo de violencia contra las mujeres. Sin embargo an no se puede hablar de un inters real de los estados para erradicar la violencia machista. A partir de 1995, la OPS, trabaja en un proyecto llamado la violencia contra las mujeres y las nias: propuesta para establecer intervenciones coordinadas de la comunidad en tres pases de la Subregin Andina. El proyecto se ejecuta en Bolivia, Ecuador y Per. Las principales lneas estratgicas que se trabajan son: la investigacin, produccin de informacin, sensibilizacin y capacitacin a los profesionales de la salud y servicios de apoyo, comunicacin y movilizacin social, defensa organizada de los intereses de la mujer y el fortalecimiento institucional. Las acciones antes mencionadas a favor de las mujeres y dentro de la lucha por la erradicacin de la violencia machista son algunas de las propuestas mas relevantes puestas en marcha en aos anteriores, a los procesos de emigracin masiva de las mujeres hacia pases ms desarrollados. Es relevante destacar datos de inters como:

Denuncias de Violencia Receptadas en las Comisaras de la Mujer y la Familia


Esta informacin corresponde a las denuncias que se han realizado en las 30 Comisaras de la Mujer y la Familia a nivel nacional desde el ao 1999 hasta el 2003. Cabe anotar que estas treinta Comisaras corresponden apenas a 26 cantones del pas puesto que en los 193 cantones no se tiene todava Comisaras de la Mujer y la Familia y por ende la informacin sobre violencia en esos cantones no hay. (fuente: CONAMU).

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Ao 1999 2000 2001 2002 2003

Nro. de denuncias 49,032 51,323 48,964 40,144 49,146

Otros datos estadsticos sobre la violencia en el Ecuador. En el Ecuador, 6 de cada 10 mujeres son vctimas de algn tipo de violencia (CONAMU). Las comisaras de la mujer del pas receptan alrededor de 500 denuncias diarias de violencia fsica, psicolgica o sexual, de las cuales el 97% de las vctimas son mujeres y nias (CONAMU). El porcentaje de procesos iniciados en los juzgados penales es muy bajo con relacin a la totalidad de causas que se denuncia. Por ejemplo, en 16 juzgados de Guayaquil en un ao se hicieron 802 denuncias y solo se iniciaron 104 casos que corresponden al 12.96% (CEPAM). En el caso de los delitos sexuales en el 2001 se presentaron tasas del 93.8% de impunidad, y del 100% en los delitos de lesiones, por violencia marital, familiar e intrafamiliar (CEPAM). De una muestra de 59 casos analizados dentro del Proyecto Fortalecimiento de los Derechos de las Mujeres Libres de Violencia se desprende que en el periodo de agosto a diciembre del 2004 se han registrado los siguientes tipos de delitos: violacin representada el 64% de los casos, seguido del delito de atentado contra el pudor que representa el 13,5% y del acoso sexual que representa el 6.8%.

Significativo cambio poltico en el Ecuador a partir del ao 2006


Merece la pena destacar de manera muy relevante que el 10 de septiembre de 2007, el presidente Rafael Correa y cuatro de sus ministros (Inclusin econmica y social, Gobierno, Educacin y Salud) firmaron un Decreto Presidencial, estableciendo por primera vez la lucha contra la violencia de gnero como poltica de estado y creando un Plan Nacional con presupuesto asignado para su erradicacin. El Plan Nacional para la Erradicacin de la Violencia de Gnero incluir cuatro componentes: (a) cambio de patrones socioculturales discriminatorios a travs de programas y campaas de sensibilizacin; (b) Sistema Nacional de Informacin y Registro de casos de violencia; (c) Sistema Integral de Proteccin a nias/os, adolescentes y mujeres vctimas de violencia y (d) acceso a la justicia para las vctimas, haciendo hincapi en la gratuidad y la celeridad de los trmites. El Plan ser implementado en forma conjunta con el Consejo Nacional de las Mujeres, el Consejo de la Niez y Adolescencia, y el Instituto Nacional de la

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Niez y la Familia. El mismo cuenta con un presupuesto de al menos US$2 millones para este ao 2007, con un aumento considerable para el ao 2008. La creacin del Plan es el resultado de un proceso de ms de 30 aos liderado por el movimiento de mujeres en Ecuador UNIFEM, este Decreto presidencial ser recordado como un hito histrico para los derechos de las mujeres en Ecuador y la erradicacin de la violencia contra la mujer. As mismo, gracias al cambio constitucional y a la voluntad poltica del actual Gobierno del Ecuador, podemos hablar de varios avances en cuanto a derechos de las mujeres, como la referencia que se hace en el Art. 66 de la Constitucin del Ecuador: El Estado promover la representacin paritaria de mujeres y hombres en los cargos de nominacin o designacin de la funcin pblica, en sus instancias de direccin y decisin, y en los partidos y movimientos polticos. En las candidaturas a las elecciones pluripersonales se respetar su participacin alterna y secuencial. Con lo anteriormente expuesto, valoramos de manera muy positiva, la sensibilidad, concienciacin y compromiso del actual Gobierno del Ecuador, para dotar de herramientas tiles a las instituciones y organizaciones sociales y hacer un trabajo efectivo a favor de la defensa de los derechos y la lucha contra cualquier tipo de violencia hacia las mujeres. A pesar de la poca informacin sobre el trabajo que se ha realizado en relacin a la violencia de gnero en Ecuador y en algunos de los pases andinos, manifestamos de cara al futuro nuestro optimismo por las nuevas polticas de estado adoptadas, de apoyo tanto a las mujeres que viven en el pas, como a las mujeres inmigrantes que algn da retornarn.

Mujeres inmigrantes y su proceso migratorio


Las mujeres inmigrantes ecuatorianas, entre los aos 1998 y 2000, constituyeron el colectivo ms numeroso de la emigracin ecuatoriana hacia Espaa. La mala situacin econmica, poltica y social, en la que estaba inmerso el pas, fue la principal causa de la emigracin. Entre los aos 1998 y 2001, el principal destino de las y los ecuatorianos es Espaa. Varias son las razones que motivan elegirla como destino: los vnculos histricos, el compartir el mismo idioma, la religin, los lazos culturales, pero sobre todo la bonanza econmica que vive Espaa a raz de la entrada en la Comunidad Econmica Europea, el crecimiento econmico y la mejora del estado de bienestar en las dos ltimas dcadas. En Espaa se vive una poca de restitucin de derechos, se conquistan otros, como la tan ansiada cuota femenina de participacin en el sector poltico, econmico y social, as como el acceso a la educacin superior de las mujeres y en consecuencia el acceso al mercado laboral. Aunque anteriormente describo las diferentes motivaciones que confluyen para la emigracin y la inmigracin, me interesa destacar que en el caso de la emigracin femenina, influyen otras circunstancias no contempladas en los estudios sobre la emigracin ecuatoriana y que inciden directamente en el proceso migratorio de la mujer. Nos referimos a la profunda necesidad econmica que sufre la familia en su conjunto. Los ingresos del hombre no son suficientes, no alcanzan a cubrir las necesidades de la familia. En este sentido, la mujer sabe de las posibilidades de trabajo que puede encontrar en otros pases y ve la oportunidad de emigrar, de conseguir sus

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propios ingresos econmicos. Ve la oportunidad de tomar distancia y repensar su rol dentro de la familia y de la sociedad. Quizs sea el primer paso para alcanzar su aspiracin, su sueo de conseguir a travs de su esfuerzo fsico y humano, el mejorar la calidad de vida y generar nuevas oportunidades para su familia. Hasta entonces no contemplaba en su proyecto migratorio, el YO mujer, persona, ser humano, sujeto de derechos. Esto es algo que se plantear en el camino y en el proceso de construccin de dicho proyecto, que englobar tambin la necesidad de reconstruir su identidad femenina, tomando en cuenta su propia experiencia, el camino recorrido, las nuevas relaciones familiares como consecuencia de ser un sujeto transnacional, el acceso a la informacin, la escuela que supone la nueva sociedad o pas de destino, el propio rol que ocupa en su lugar de trabajo y la propia experiencia de trabajar en el sector del servicio domstico. El trabajo le facilitar la relacin directa con una familia espaola, diferente a la suya, con otros cdigos de relaciones personales entre hombremujer, madres, padres e hijos. Conocer un nuevo comportamiento de modelo de familia y sociedad que le permitir observar y analizar desde perspectivas diferentes estos nuevos modelos. Con este breve resumen, pretendo introducir la realidad de la mujer inmigrante, algunas causas por las que emigra, sus verdades y sus temores, su proceso y sus desafos de futuro, tanto en el pas de salida como en el pas de destino.

El servicio domstico y la inmigracin


Estos trabajos que ocupamos las mujeres inmigrantes en el servicio domstico como tal y sus diferentes modalidades (interna, externa, por horas), condicionan mucho la vida futura de las mujeres. El caso que ms nos preocupa, es la situacin de las mujeres trabajadoras como internas, debido a que es un trabajo muy solitario que mantiene a la mujer aislada de su entorno social, del acceso a la informacin y a otras oportunidades, y sobre todo, le priva de su intimidad y libertad. Es un trabajo que mimetiza y robotiza, transforma a la mujer joven, alegre, dinmica, emprendora y luchadora, profesional o no, en una simple mquina que ha de moverse en una sola direccin. Por ello es mucho ms complejo trabajar los procesos de la recuperacin de la autoestima y la reconstruccin de la identidad femenina, con las mujeres que trabajan en este sector. Aunque ms tarde, de forma lenta y progresiva se alcanzan muchos logros, se consigue que la mujer se revitalice y fortalezca tanto a nivel personal, familiar, socia, como de participacin cvica. Las mujeres en la inmigracin estan sometidas a fuertes presiones psicolgicas y emocionales. La forma de vida, sus relaciones sociales, familiares, de pareja, estan en una situacin muy sensible. Viven en constante aprendizaje y a la vez estn expuestas a profundas confrontaciones de su realidad con el nuevo entorno. En la inmigracin la mujer tiene la oportunidad de evaluar su pasado y su presente y proyectarse al futuro. No es fcil mirarse a un espejo despus de tantos aos de existencia y no reconocerse. Revive su historia de vida y descubre que fue muy permisiva, que se neg muchos derechos, que renunci constantemente a un sin fin de oportunidades, que no se dio, ni le dieron el lugar que le corresponda en la sociedad. Muchas de ellas empiezan

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a ser conscientes de que fueron maltratadas, violadas, vejadas, discriminadas, humilladas, y de repente se encuentran solas, con algo de tiempo para pensar en ellas, en un mundo al que llegaron y que no comprenden, pero que poco a poco van valorando en funcin de sus contnuos aprendizajes en el mismo terreno de las experiencias vividas. Hay momentos en que las circunstancias laborales se tornan contraproducentes. El estar encerradas, condicionadas, limitadas en el espacio y el tiempo asfixia a la mujer. Las condiciones de vida que tuvo en el pasado han hecho mella en su corazn. Pero al final pueden la fortaleza y el sentido comn, aunque requiere de entereza y de madurez, porque no es fcil para un buen nmero de ellas afrontar la soledad en la que desarrolla su actividad laboral, con toda la carga psiclogica que lleva consigo. Hay algunos casos de mujeres trabajadoras en el servicio domstico como internas, que se han suicidado. Generalmente son mujeres que sufren profundas depresiones, ansiedad, bulimia y anorexia. Estas ltimas la sufren mayoritariamente mujeres jvenes. Son circunstancias que se hace necesario contemplar a la hora de poner en marcha polticas, proyectos o programas dirigidos a la mujer inmigrante. Polticas que no han de sobreproteger, sino por el contrario, respetar su derecho a elegir los espacios de participacin y la forma de como hacerlo, dejando que sean las propias mujeres las que articulen su propio proceso de recuperacin de identidad, de autoestima y de decisin de donde, cuando y como construir su propio modelo de vida. A pesar de estar en estas circunstancias laborales adversas, el 85% de las mujeres inmigrantes se encuentran trabajando en el sector del servicio domstico, siendo la mujer la que genera importantes montos de envo de remesas econmicas. El envo de estas remesas, es muy alto, tanto que, para algunos pases es vital, por ejemplo para Ecuador. Supone el segundo ingreso de divisas en el pas despus del petrleo y contribuye a la sostenibilidad del dlar. Estas remesas son superiores al total de impuestos que aportan las grandes empresas en el pas. Sin embargo, lo que no se reconoce pblicamente es que, al menos el 35 % del total de envo de dichas remesas, son hechas por mujeres que trabajan en el servicio domstico. Mujeres que son social y laboralmente invisibles. Mujeres que carecen del reconocimiento de todos sus derechos. Mujeres que al asumir toda la responsabilidad de la carga familiar estn sometidas a una fuerte presin emocional y psicolgica.

Experiencia en los procesos de participacin ciudadana


Hay miles de mujeres en nuestro entorno, de las cuales podemos hacer nuestras maestras de escuela, por ello quiero compartir en esta ocasin algunas referencias a mujeres que aunque estn en el anonimato, han contribuido a enriquecer mi visin sobre la realidad y el entorno donde he crecido y han provocado en mi vida una transformacin esencial, para intentar ver desde distintas posiciones las realidades diversas que como mujeres y seres humanos compartimos cada da. Mara Emperatriz Hidalgo, Lucrecia Meja, Delia Rea, Guadalupe Maigua, Faviola Aguirre, Etelvina Tocagn, Domitila Barrios, entre otras. De Lucrecia aprend la capacidad de trabajar de las mujeres, los valores de la solidaridad y la responsabilidad en la prctica, sin mirar la diferencia hombre-mujer, hijo o hija, familiar o no.

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De Delia, siendo una mujer campesina, viviendo en el seno de una comunidad conservadora y machista y desde su realidad de mujer maltratada, desde su decisin de separarse de su pareja hace ya 70 aos, asumiendo todo el coste personal que supona el hecho de hablar de la violencia machista que padeca, revelndose y defendiendo sus derechos y los de su hija e hijo, aprend los valores del respeto y la defensa de la dignidad de la mujer. De Fabiola, trabajadora en el sector del servicio domstico, aprend la dignidad del trabajo y el respeto a todas y todos los trabajadores que desempean diferentes tareas para ganarse un salario y llevar el sustento para los suyos. De Guadalupe aprend la importancia de la disciplina, el rigor y la constancia en los estudios y los quehaceres diarios de la vida para superarnos y llegar a buen puerto. De Etelvina aprend a defender con fuerza los derechos de las mujeres trabajadoras y su incorporacin en espacios de incidencia poltica, sin importar su condicin social, econmica, religin o raza. De Domitila Barrios, recib la enseanza del valor de la lucha por la dignidad, el respeto y la vida, la responsabilidad de hacerlo, cuando se tiene conciencia de ello y an cuando no se sepa ni leer ni escribir. De Mara Emperatriz aprend a reforzar todas las enseanzas que haba recibido de las diferentes mujeres que tuvieron la generosidad de compartir conmigo sus experiencias, conocimientos y saberes. De ella, recib todo un conjunto de valores y enseanzas que con el paso del tiempo intento sostenerlos dentro de mi y defenderlos en los espacios que participo.

La Mujer en el movimiento asociativo inmigrante


Cuando empec a participar en los diferentes espacios de los movimietos sociales en Espaa, conoc a muchas mujeres inmigrantes, entre ellas: Silvia Cachago, presidenta de Casa Ecuador; Ana Villavicencio, presidenta de AECUATORIEN; Martha, presidenta de la Asociacin Cultural Ecuatoriana; Bernarda Jimenez, presidenta de VOMADE; Yolanda Villavicencio, presidenta de AESCO; Rosario Sanabria, presidenta de ARI-PER; en los ltimos aos, conoc a otras compaeras como Juliana Anchundia, presidenta de APROE; Ada, presidenta de AEREO; Petia, presidenta de AIBE BALCAN, Beatriz de SEDOAC; as como a compaeras presidentas de asociaciones de Bolivia, Chile, Venezuela, etc. El hecho de que seamos mujeres las que estamos liderando diferentes asociaciones, no es casual, es producto del proceso de desarrollo que vivimos las mujeres en la inmigracin, de la informacin y formacin recibida, de la suma de nuevos conocimientos, de vivencias, de experiencias y de las reivindicaciones que vive la mujer inmigrante. Todo ello resultado de nuestra vida pasada y nuestra realidad actual en la nueva sociedad. Las mujeres van alcanzando una visibilidad y protagonismo tanto a nivel personal, como familiar y social o de participacin, que no se valora lo suficiente y que por lo tanto no se aprovecha en todo su potencial. La mujer se encuentra en constante lucha por conseguir ese reconocimiento y ganarse la confianza, el respeto, la credibilidad y el espacio que necesita para poder seguir interactuando con otras mujeres inmigrantes y autctonas

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y seguir reforzando los procesos reivindicativos que nos favorecen a las mujeres y al conjunto de la sociedad. Con lo expuesto anteriormente quiero acercar las posibilidades de trabajo que pueden generarse, si se apoya al fortalecimiento del movimiento asociativo liderado por mujeres. Hay que trabajar las relaciones de gnero dentro de la inmigracin. Las mujeres estn resentidas por la fuerte discriminacin de trato existente hacia ellas, en el sector laboral, social, poltico y de participacin. Dicha discriminacin tambin existe dentro del propio movimiento asociativo, a pesar de que la mujer ha sido y es protagonista de dicho movimiento, al ser artfice del fomento de la organizacin y de ser ella la creadora de escenarios de discusin y debate para poner sobre la mesa la realidad de la inmigracin. Es la mujer creadora y participante en diferentes organizaciones, quien ha liderado en Espaa, procesos reivindicativos en defensa del respeto a los derechos humanos de los y las inmigrantes, quien habla de violencia machista y discriminacin de las mujeres. De estas actuaciones han salido grandes propuestas y apuestas sobre como abordar el fenmeno migratorio y los cauces para lograr con xito los mejores resultados. Sin embargo, sentimos que en los espacios relevantes, sigue siendo el hombre, el referente e interlocutor vlido, reconocido y apoyado por algunos sectores institucionales, tanto en nuestros pases de origen como en el de destino. En este sentido en Espaa, en sectores locales, a veces para favorecer una inmigracin ordenada e integrada, se pierde la orientacin del trabajo. Como se puede apreciar, muchos son los desafos a los cuales las mujeres inmigrantes debemos hacer frente. Por eso demandamos la solidaridad de las mujeres espaolas, para poder compartir sus experiencias de los diferentes procesos vividos. Desde esta perspectiva damos un toque de atencin a las instituciones locales, para que favorezcan el fortalecimiento de las organizaciones sociales representadas por mujeres.

La asistencia personal como herramienta contra la violencia machista hacia las mujeres
Violencia fsica, violencia emocional y psicolgica, violencia sexual, son los trminos habituales que se debe utilizar con las mujeres victimas de violencia y en particular con las mujeres inmigrantes vctimas de maltrato. Nosotras, las mujeres que vivimos en Espaa y somos originarias de diferentes pases menos desarrollados, debemos poner nombre a lo que habitualmente llamamos: mal humor, mal genio, mal carcter, malito, estrs, genio y figura, etc. Expresiones o calificativos que usamos para referirnos al MALTRATADOR habitual, que llega a matar a la mujer, a los hijos e hijas o a los miembros de la familia, o que anula psicolgicamente a la mujer o que la convierte en objeto sexual. Debemos perder el miedo a pronunciar la frase que en los ltimos das aparece en diferentes mensajes, promovidos por el Ministerio de Igualdad No se te ocurra volver a ponerme la mano encima, nunca ms. En el caso de las mujeres inmigrantes, debemos empezar a conocer todas las formas de proteccin y ayuda que ofrece el Estado espaol en el que vivimos y por otra parte debemos tener confianza en las diferentes

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instituciones que hacen posible que las leyes sean efectivas y ofrezcan la garanta de su cumplimiento. Es nuestro deber informarnos y es nuestro derecho denunciar y proteger nuestra vida y la de nuestros seres queridos. Por ello, nuestra organizacin Rumiahui, a pesar de no tener los medios econmicos y el personal especializado para tratar casos de violencia contra la mujer, hacemos el esfuerzo de acercar a las diferentes instituciones nuestras experiencias de trabajo con las mujeres inmigrantes vctimas de violencia, para dar a conocer las demandas detectadas en los casos de acompaamiento a las mujeres en el proceso previo a la denuncia de maltrato. Por otra parte, a pesar de las derivaciones que hacemos a las diferentes instituciones y organizaciones sociales especializadas en violencia, las mujeres mayoritariamente vuelven a la Asociacin en busca de nuestro apoyo. Ante stas circunstancias, y en casos extremos, ofrecemos a las mujeres, informacin, acompaamiento y acogida en domicilios particulares. A pesar de tomar las mximas precauciones, somos absolutamente conscientes del nivel de responsabilidad que esto supone tanto para la persona que acoge, como para la mujer y los hijos o hijas que son acogidas. Por ello planteamos a las diferentes instituciones, soluciones prcticas, especialmente, para atender a las mujeres vctimas de violencia machista que no denuncian. Son stas las mujeres ms vulnerables, y son las que estn en mayor riesgo de ser asesinadas. Si queremos que sigan vivas, hemos de apoyarlas empezando por situarnos en su ms estricta realidad. Las mujeres maltratadas estn psicolgicamente muy afectadas, su autoestima es nula, tienen miedo, inseguridad, sentimiento de culpabilidad, vergenza, dependen de su agresor, y padecen insomnio, depresin, etc. Su estado es muy delicado, pueden automaltratarse o hacer dao a sus hijos o hijas. No se puede exigir a estas mujeres en estas condiciones, que vayan e inmediatamente pongan la denuncia, para de esta forma obtener la ayuda que necesitan. Primero hay que apoyarlas para que se curen fsica y psicolgicamente. Necesitan un trato especializado y personalizado. Tienen una profunda necesidad de ser atendidas, cuidadas, queridas, reconocidas y de ser escuchadas. En el caso de las mujeres inmigrantes hay que tener en cuenta que en su mayora no tienen una red social de apoyo. Muchas de ellas dependen econmicamente de sus parejas, no tienen trabajo y estn en situacin de irregularidad, por lo que se convierten en ms vulnerables an, por su condicin de desproteccin, soledad y aislamiento.

El acompaamiento a las mujeres vctimas de violencia machista que no denuncian, es clave


Este apoyo puede ser ofrecido en una casa de acogida o en el propio domicilio de la vctima, pero en funcin de la gravedad, este acompaamiento ser especializado, profesional, policial. As mismo, no est dems considerar la acogida en casas particulares, para ellas puede ser de gran ayuda el conocer y vivir directamente compartiendo con otras familias otras formas de relacin entre las parejas, otros modelos de familia. El conocimiento del rol normal de una mujer en pareja, en familia o en el entorno laboral, el dilogo fluido y reflexivo sobre cualquier tema o sobre otras experiencias les ayuda mucho.

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Pero hay que tomar en cuenta que, con un cuadro psicolgico, como el que describa anteriormente, las mujeres necesitan un proceso de rehabilitacin largo, necesitan recuperar su estima, su amor propio, su belleza, su seguridad, su autonoma, su profesionalidad, es decir, su identidad, su yo. Por ello, hay que trabajar e invertir en programas de apoyo integral a las mujeres, que garanticen su plena recuperacin fsica y psquica y faciliten las herramientas necesarias para que enfrenten a sus maltratadores y denuncien. Pero es importante reconocer que para que formalicen la denuncia, una vez que hayan decidido hablar sobre la realidad que estn viviendo junto a sus parejas, pueden pasar varios meses y quizs hasta aos; tienen muchas recaidas y llegan a estar convencidas de que morirn porque se sienten incapaces de afrontar toda esa carga de miedo y soledad que llevan dentro, no pueden conciliar el sueo, pierden el apetito, sienten una angustia desgarradora, lloran sin parar, escuchan sin escuchar. Sus hijos o hijas, cuando son pequeas, sufren como nadie y se revelan ante sus madres y padres, expresando rabia, odio y a la vez un profundo dolor. Manifiestan su inseguridad y no saben diferenciar si sienten amor u odio o si quieren ver o no a su madre o a su padre. Muchas veces culpan de la situacin que estn viviendo mayoritariamente a su madre, dicen que es la culpable de que el padre no est en casa o de las penalidades que estn padeciendo. Estas son algunas pinceladas sobre la realidad y el da a da de las mujeres inmigrantes victimas de violencia machista. Gran parte de sus historias pueden ser comunes con otras mujeres de cualquier nacionalidad, que no denuncian los malos tratos y que tienen que enfrentar solas su situacin personal y familiar, y a quienes creemos que hay que dar la mxima proteccin y el total apoyo. Solo as se podr evitar que sean las futuras vctimas y mueran a manos de sus maltratadores.

Experiencia: Acogida en vivienda particular a una mujer junto a sus dos nias, vctimas de violencia machista
Eran las 19 horas de un da domingo, cuando a travs de una llamada telefnica, me indicaban que aproximadamente a las 23 horas, llegaba al terminal de autobuses de Madrid, una mujer junto a sus dos pequeas hijas, las tres vctimas de malos tratos, procedentes de otra Comunidad Autnoma. Las circunstancias eran tan complejas, que sin pensar dos veces all estuve, esperando la llegada de aquellas tres mujeres. Nada ms bajar del autobs, Alma se aferr a mis brazos, sus dos nias, Sofa la mayor y Gracia, la ms pequea, hicieron lo mismo. Las conduje hasta casa, distribuimos los espacios en la habitacin y se dispusieron a descansar. Me qued sentada en el saln, asimilando la nueva situacin y pensando como enfrentarla. Al poco, Alma apareci, se sent a mi lado. Tena una mirada de profunda tristeza, un aspecto descuidado. Me pidi disculpas por la forma cmo haba llegado, sin previo aviso. La tranquilic y le pregunt cmo se encontraba, qu le haba pasado. Empez hablndome de su pareja, de lo difcil que se haba tornado su relacin, de la presencia de una tercera persona en la pareja, otra mujer, me habl de lo mucho que amaba a su pareja y lo difcil que le resultaba separarse, dejarlo de querer. De repente se callaba largos segundos, luego lloraba. La tranquilic. Deca que no saba lo que haba pasado, que crea que l nunca la quiso, que

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tampoco quiso nunca a las nias, que senta que le estorbaban, que no aguantaba el ruido ni la inquietud de las nias. Paraba, respiraba profundo y volva a recordar. l no estaba tranquilo ni con el piso. En verano no aguantaba la casa, a pesar de que le compr un aparato de aire acondicionado. No estaba tranquilo, deca. A veces sala y no volva hasta el otro da. No contestaba el telfono y cuando regresaba a casa, estaba serio, no quera responder a ninguna pregunta. Alma lloraba. Intentaba escucharla con atencin, calmarla, hacerle sentir que no estaba sola, que intentara ayudarla, que poda estar en casa el tiempo que necesitase. Al poco nos dimos cuenta que casi eran las tres de la maana y nos fuimos a descansar. Al cabo de un par de horas, escuch un ruido. Me levant a ver qu pasaba. Era Alma, no consegua dormir y estaba en el saln abstrada, inmvil, con su cuerpo en posicin fetal y con la mirada fija. Lloraba. No saba qu decirle. La abrac, intent que se tranquilizara. Sent que iba relajndose. Se tranquiliz y la llev hasta su habitacin, pero, continuaba escuchando su llanto. Al siguiente da, le indiqu la casa, el barrio, los lugares dnde se hace la compra, el parque. Tras ver su estado de nimo, no pude permanecer mucho tiempo fuera de casa. Volv para compartir con ellas el resto del da. Entonces pude apreciar el comportamiento de las nias, la mayor con solo 6 aos se comportaba y reaccionaba con mucha agresividad, responda a su madre siempre en tono desafiante, la ms pequea Gracia, de 3 aos, no responda ninguna indicacin, haca todo lo que ella quera, me pareca que estaba desorientada. Su madre apenas tena nimo para prepararles la comida, me pareca que no las vea, no las escuchaba, no les hablaba. Si en algn momento reaccionaba las castigaba. Por mi parte intent acercarme ms a las nias, darles atencin y cario, conseguir que me escuchasen, me atendiesen. Tener algo de control en la educacin. Resultaba muy difcil. Me di cuenta que la causa de su conducta y comportamiento eran propios de la difcil situacin familiar que haban vivido los ltimos aos.

El maltrato psicolgico
En los siguientes das, Alma, fu abriendo su corazn. Segua con insomnio, con angustia, tena sntomas propios de depresin aguda. Pretenda hacerle sentir que no estaba sola, que iba a poder salir adelante enfrentado su crisis matrimonial. Segn hablbamos, descubra en ella potencialidades, capacidades, valores, ideas Entonces intentaba que ella se aferrase a ello, a sus capacidades para que junto a sus hijas encontrase la fuerza que necesitaba para defenderse en la vida. Pero segn incida en ello, Alma rechazaba cualquier intento de verse en sentido positivo. Deca con mucha angustia que no era nadie, que no vala nada, que no era capaz de nada, Cmo puedes decir eso? Le deca. Mrate! Eres guapa, tienes muy buena talla, muy buena presencia, tienes una profesin, has conseguido licenciarte, tienes la oportunidad de retomar tu profesin. Ella insista, no, yo no sirvo para nada, soy una intil, as me deca Ruperto, mi marido. Qu ms te deca? Le pregunt sorprendida por sus afirmaciones. Me ha dicho tantas cosas! Me ha dicho que no sirvo como mujer, que huelo mal, que le apesto, que le doy asco, que siente vergenza de m. Por eso l me ha dejado conclua y no paraba de llorar. En esos momentos un abrazo adquiere el mayor valor del mundo. Pasado un momento, intentaba calmarla. Alma: mrame a los ojos! le insista. Luego le deca, cmo es posible que t te dejes vencer por ese tipo que te

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achaca a ti todo lo que es l? Es un personaje que no tiene ningn valor. Un hombre que te maltrata de esa manera, es un pobre ser, sin ninguna educacin y con ideas perversas. No se puede permitir escuchar a nadie, ni una sola palabra de las que te ha dicho. Cmo has podido permitirlo? T eres una persona muy valiosa, inteligente, creativa, bondadosa, generosa. Dios mo! No debieras si siquiera volver a pensar en l. Pero lo amo. Lo amas? S, no puedo vivir sin l. Lo amas o necesitas a un hombre a tu lado? Lo amo sin ms. Casi no he mantenido relaciones sexuales en los ltimos tres aos, siempre encuentra un pretexto para alejarme de su lado. Me dice que duerma con las nias, cualquier cosa. Pero una pareja que convive tantos aos y no mantiene relaciones sexuales, puede que a lo mejor all no haya sentimientos fuertes. Le comento, No es as, l me quera mucho. Ha sido muy bueno, en eso no tengo nada que decir. Muy bueno? Has dicho muy bueno? Perdona Alma, pero una persona buena, no dice todas las maldades que te ha dicho. Te ha desacreditado tanto, que ha conseguido que t te lo creas. No seora, ese personaje no es bueno, es un maltratador, te ha maltratado psicolgicamente y casi ha conseguido desquiciarte. Para maltratar, no hace falta poner una mano encima, te ha hecho tanto dao psicolgico, que te ha enfermado. Tienes que intentar salir adelante. Tienes que hacer un esfuerzo fsico y mental para recuperarte, recuperar tu autoestima, tus capacidades, hacer tu vida. T puedes tener una vida diferente, con tu decisin y tu propio esfuerzo. No podr hacerlo. Deca Alma. S puedes hacerlo y te ayudaremos, no estas sola, vamos a buscar un trabajo y vamos a ver que es posible tener una vida diferente, alegre, sin temores, sin miedos, es posible soar en el futuro, por ti, porque tienes derecho a ser feliz y por tus hijas, porque tienen derecho a tener un futuro diferente. Segn pasaban los das y mientras ms hablbamos, me di cuenta que Alma estaba hecha polvo. Necesitaba ayuda profesional. Era verano, empezamos buscando un centro vacacional para Sofa. Conseguir que asistiera a este centro fue todo un reto. Al final se adapt. Luego buscamos la ayuda de una amiga psicloga y Alma estuvo de acuerdo en contar con su apoyo. Rosa nos recomend acudir a una asociacin para mujeres maltratadas. As lo hicimos y Alma tuvo su entrevista, pero no fue muy bien. En resumen le dijeron que denunciase el maltrato y que tendra una serie de ayudas. Le dijeron que volviese cuando lo hubiera decidido.

El maltrato fsico
Alma tuvo una recada: volvi con el insomnio, senta angustia, no paraba de llorar. Tranquila le deca: tienes que ser fuerte. Ese personaje no merece la pena ni que le recuerdes, te ha hecho mucho dao, no puedes permitir que su recuerdo te descontrole de esa manera. No quiero denunciarle, me dijo. No puedo hacerlo por mis hijas. Conmigo se ha portado mal pero con ellas no, nunca ha peleado delante de ellas. Le pregunt: las nias no han presenciado las desacreditaciones que te ha dicho? Yo procuraba que no se enterasen, pero en los ltimos tiempos ya vieron que nos agarrbamos de manos. Qu quieres decir? Le insist. Yo empec a defenderme de lo que l me deca y le contestaba, a l no le gustaba y empez a pegarme, Qu! Dije, te ha puesto las manos encima? S, asinti toda tmida. Una vez me dej el ojo morado, no pude salir en una semana de casa, otra vez intent asfixiarme, otra vez me di un puetazo en la nariz mientras bamos discutiendo en el coche. Le amenac con denunciarle. Entonces todo

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arrogante y amenazador me llev hasta la puerta de la comisara, aparc y me dijo que me esperara, que fuera a denunciarle. Yo le tena miedo, tena miedo que me dejara y no lo hice. Yo le dej pasar todas las palizas porque le quera. Cmo puedes decir eso corazn? Le dije: cmo puedes querer a un monstruo? T eres una persona delicada. El ser humano es lo ms sensible que existe en este mundo, hay que tratarlo con delicadeza, con dulzura, con cario, con respeto. T eres una mujer que se merece eso y ms. Eso no puedes dejarlo pasar, el maltrato fsico es gravsimo, puede tener consecuencias fatales. No estas segura ni tu, ni tus hijas, ni quienes estn a tu alrededor. Tienes que hacer un esfuerzo por ser consciente de ello. Yo crea que era normal en las parejas que el marido tuviera autoridad con la mujer, repeta. Alma no paraba de llorar. Siento tanta vergenza deca, siento tanto dolor, pero no puedo arrancarlo de m, no puedo dejar de pensar en l. No te preocupes. Lo conseguirs, le insista. T eres inteligente, fuerte, tienes muchas oportunidades, estaremos juntas apoyndote. Sabes que cuentas con tu hermana, que est aqu, con tu hermano y tu madre que estn en tu pas. Solo tienes que hacer un esfuerzo para ir recuperndote. T puedes y lo conseguirs. Mira mis manos, me dijo. Tena unas marcas en la mueca. Qu te pas?, le pregunt: un da cuando me dijo que le daba asco, me fui al bao, yo ya no quera vivir, me corte las venas de esta mano, me seal, solo quera cerrar los ojos y dejar de existir. Mi hermana me llev al hospital. Al final le dije al mdico que me atendi, que me haba cortado con un cristal. Otro da abr la llave del gas para dejar de existir, pero luego pens que podra afectar a alguna otra persona y volv a cerrarla. Yo me senta muy mal, por eso hice las maletas y escap, vine hasta aqu. No poda dar crdito a lo que escuchaba, mir entonces a sus nias, les puse mucha ms atencin. Segu pidiendo asesoramiento profesional a Rosa, una amiga psicloga que no quiso responsabilizarse del caso, por profesionalidad, no era experta en violencia machista. Sin embargo fueron de gran ayuda sus consejos y recomendaciones para seguir atendindola como lo hubiera hecho quizs, cualquier familiar cercano. Mientras pasaban los das, y mientras profundizbamos en los dilogos, Alma se senta ms desahogada. Vea que empezaba a reflexionar sobre sus vivencias. Haba dejado de sentir, rabia y el coraje empezaba a aflorar en ella. Era como si por un perodo de tiempo se hubiera olvidado de existir, de sentir, de vivir, de expresar. Poco a poco volva a despertar de un mal sueo, poco a poco, muy despacio, en un entorno, donde se le daba seguridad, apoyo, donde se sienta valorada, querida, respetada. Podamos ver que iban quedando atrs los largos das oscuros, de bajones profundos y difciles de afrontar.Ya haba pasado un mes y se vea algn avance. A la vez se les intent ofrecer un espacio familiar a las nias. Gracia an no hablaba, pero afortunadamente, su mirada era brillante, pareca una nia feliz, aunque su conducta, preocupaba. Sofa era una nia adulta precoz, hablaba con tanta madurez que sorprenda. Su carcter era fuerte, desafiante, duro. A ellas tambin se las vea algo ms controladas, ms tranquilas. Cuando Alma estuvo algo mas sosegada, volvimos a tocar el tema de la denuncia por maltrato, pero no quiso seguir con el tema. Dijo que no iba a denunciar, que no poda pensar en el futuro de sus hijas con un padre perseguido por la justicia.

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La ruptura de una regla


Le habamos facilitado un telfono, para estar comunicada, pidindole que apagase su telfono personal. En la quinta semana habilit su telfono y empez a comunicarse con Ruperto, su pareja. Mientras l, haca todo lo posible por conseguir la direccin donde se encontraba. En un descuido contest el telfono Sofa y la nia le mencion el barrio y la ciudad donde estaban y algunas otras referencias sobre entorno del domicilio. El haba vivido en esta ciudad y no tard en encontrar el domicilio. Localiz a Alma al volver del supermercado. Afortunadamente se acerc a ella tranquilo. Le habl para convencerla de que volvieran a casa. Le prometi cambiar, le prometi mil cosas. Ella dijo que se lo pensara. Intent que ella viera que el nico inters que l tena era evitar que ella le denunciara. Saba que estaba arropada, apoyada, saba que ella haba roto su silencio, que haba buscado ayuda, que el maltrato ya no era desconocido, se senta descubierto y quera protegerse. Alma pensaba que eso le daba a ella garantas y que Ruperto ya no se atrevera a ponerle un dedo encima, que se sentira observado. Ella pensaba que el hecho de que la hubiera localizado era una muestra de amor. Empezaba a creerle sus mentiras. Para reforzar su astucia, le dijo que se quedara el tiempo que quisiera, pero que le dejara ver a las nias. Ella acept.

El maltratador y las nias


Las nias estaban muy arregladas e ilusionadas. Iban a ver a su padre despus de tanto tiempo. Le ped a Alma que me permitiera llevar a las nias, que no lo hiciera ella, que fuera precavida. Afortunadamente accedi. Cuando nos acercamos al parque en el que haban quedado, Gracia localiz a su padre desde la distancia y corri hacia l. Sofa me mir como preguntndome si poda correr hacia l y sigui acto seguido. Corri detrs de su hermana, mientras Gracia se aferraba a su padre. Sofa hizo lo mismo por un instante, luego se separ, y me dijo al odo: ahora no se que ms hacer. La abrac y caminamos detrs hacia el parque. All jugaban, corran, pedan a su padre que les comprase chuches. El las compraba todo lo que pedan. Cruzamos un par de palabras mientras nos sentamos en una banca del parque. Sofa se acerc a su padre y le dijo: papa, tienes que portarte bien con la mam, ella es buena y te quiere mucho, no debes mentirle cuando te vas y tardas en volver, debes decirle dnde has estado y no tardar tanto, no debes gritarle por que la mam es buena y te quiere, as la mam no se enfada y volvemos a vivir todos juntos. Le dije a Ruperto: las nias sienten y entienden lo que viven, l no pudo articular palabra, pareca el padre ms entraable y el hombre ms tranquilo y adorable del mundo. Lleg la hora de marcharnos y nos acompa hasta el autobs. Result difcil separarles a las nias de su padre. Ya en el autobs, consegu calmar a Gracia, sin embargo Sofa no se calmaba, y algo tmida por las miradas de la gente, me deca al odo: promteme que vas a ayudarnos para que el papa y la mam vuelvan a estar juntos y nos vayamos juntos a casa tienes que prometrmelo! No paraba de llorar. Le dije que a veces las personas adultas tienen que hablar mucho para llegar a hacer lo ms correcto, lo mejor para todos. El reencuentro de las nias con su madre, no prometa nada. Antes de llegar a casa, Sofa se par en el parque y quiso quedarse all. Daba vueltas sin

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razn. Me dio la impresin que no quera ni ver a su madre, ni llegar a casa. Gracia jugaba tranquila. Llam a Alma por telfono para que se acercara hasta el parque, y le advert del comportamiento de Sofa. En efecto, Sofa mostraba cierto rechazo hacia su madre, se mostraba enfadada, no quera acercarse a Alma. Tuve que dejarlas a solas. Pasaron los das, tuvieron otra visita del padre. En esta ocasin Alma llev a las nias. Las dej y volvi para recogerlas. Las nias se hacan ilusiones de volver pronto a casa y vivir en familia. Al poco empezaba el ao escolar y Alma algo ms recuperada, con ms valor y coraje y empujada por la responsabilidad de escolarizar a las nias, decidi ir a casa para organizar la documentacin del colegio de las nias. En casa le esperaba su hermana mayor, quien siempre haba sido un gran apoyo.

El retorno a casa
Alma volvi a su entorno habitual y para entonces Ruperto se haba marchado de casa, algo que era muy positivo. Las nias volvieron a tener sus juguetes, a salir al parque de siempre, a encontrarse con sus amigos y amigas. Segn me coment Alma, era como la vuelta a la normalidad. Decidi quedarse a vivir nuevamente en su ciudad y escolarizar a las nias. Ruperto no tard en enterarse de que Alma y las nias estaban de vuelta y se present en casa a pedir que le dejaran volver a vivir en familia. Lo hizo con tanta astucia que consigui convencerla. Llev su maleta de ropa sucia, entre la que Alma encontr alguna ropa interior de mujer. Ruperto dijo que era ropa de alguna persona con la que comparta el piso en el que viva, que se haba colado en su maleta. Alma ya ms alertada, empez a revisar las cuentas del banco y encontr recibos de hoteles, perfumeras, joyeras, tiendas de ropa, supermercados, restaurantes. Empez a preguntar, pero a Ruperto no le gust y volvi el maltrato fsico y psquico. Alma se enter que l haba vuelto a casa, mientras volva de su pas la otra mujer con la que l conviva desde hacia mucho tiempo. Ya saba de quien era la ropa sucia que haba lavado y planchado. Alma al volver a convivir con Ruperto, ya no era la misma mujer ignorante, ciega, ingenua, dbil. Haba empezado a recuperar su YO persona, mujer, madre, ser humano, ciudadana. Ya saba lo que significaban las palabras hirientes y agresivas, los puetazos y las amenazas. Ya no quera seguir siendo un robot que cumple rdenes y la sirvienta que no hace preguntas. Plant cara y tom la decisin ms difcil para ella. Decidi echarle de casa y plantear el divorcio. Pero a pesar de todo el maltrato recibido, de las humillaciones constantes, no decidi denunciar el maltrato por violencia machista.

Alma y su situacin actual


Alma tampoco encontr una organizacin de apoyo en su ciudad de residencia. Asumi que estaba sola, contaba de alguna manera con la ayuda de su hermana, y empez a buscar guardera para Gracia, pero no consegua ninguna beca, por lo que pens en trabajar y pagar a alguna persona para que cuidara de las nias. As lo hizo. Escolariz a Sofa y emprendi una nueva etapa y gracias al apoyo de su hermana consigui un trabajo. Al poco retom sus clases de conduccin, tambin volvi a retomar las relaciones con sus amigas del barrio y habl con ellas de su problema. Encontr solidaridad y apoyo en su entorno y eso le dio fuerzas y le anim a seguir luchando para salir adelante y cambiar su historia. No le resultaba fcil, tena

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sus bajones y le asaltaba la duda de saber si podr enfrentar la vida en solitario. Qu hacer si Ruperto volva a buscarla?, en fin, estaba en proceso de recuperacin y era normal que tuviera esas recadas. Pero ah est la fortaleza de una mujer, que se esfuerza y que busca salir adelante con sus propias fuerzas, iniciativas y coraje. Sofa y Gracia, actualmente han encontrado la estabilidad que necesitaban. Han corregido su conducta. Son nias que viven una infancia diferente por las secuelas de sus vivencias familiares, pero que si reciben un buen apoyo podrn superar los malos recuerdos del pasado y tener una vida distinta. Alma, es todo un ejemplo de superacin, habiendo empezado de la nada, recogiendo trocitos de su ser, de su existencia, ha ido recomponiendo su vida. Para ella, volver a confiar en la pareja, creer en el amor, creer en las personas es uno de los retos ms difciles, pero est en ello.

PROPUESTAS:
Desde nuestra Asociacin hemos hecho unas propuestas prcticas al Observatorio Estatal contra la Violencia de la Mujer:

Area: Prevencin y proteccin de las mujeres vctimas de violencia machista


Objetivo: Lograr la deteccin precoz del maltrato contra las mujeres y la denuncia efectiva de este maltrato por parte de las mujeres vctimas de violencia machista. Justificacin: Son muchas las mujeres vctimas de la violencia machista que no denuncian las agresiones hasta que estas son brutales y reiteradas o afectan a sus hijos e hijas. As como sucede con las mujeres espaolas, en el caso de las mujeres inmigrantes se incrementan los riesgos de maltrato y muerte y esto se puede producir por diversas razones: 1) Por estar en Espaa en situacin irregular, por que dependen legal, econmica y afectivamente de su pareja; 2) por miedo a que las agresiones sean ms fuertes; 3) por que no aceptan el fracaso matrimonial ni familiar; 4) por que no saben que estn siendo maltratadas; 5) por sentimientos de culpa; 6) por que no tienen recursos econmicos; 7) por que no tienen redes familiares de apoyo; 8) por que ocultan los malos tratos por vergenza; 9) por barreras de comunicacin; pero hay otra razn muy fuerte que destaca entre los casos de las mujeres inmigrantes que no denuncian o retiran la denuncia: el temor a que no les concedan las renovaciones de permiso de trabajo y residencia, o expulsen a sus parejas de Espaa. Esto conlleva a las mujeres a pensar que pondran en riesgo la manutencin de los hijos o hijas, ya que ellas en la mayora de casos no trabajan fuera de casa o no tienen un trabajo remunerado, o si trabajan, sus salarios no cubren las necesidades bsicas para el sustento de la familia. La mayora de los planes de accin llevados a cabo hasta ahora se han centrado en la prevencin primaria y terciaria, a travs de campaas de sensibilizacin e intervencin integral a la mujer vctima de la violencia machista que ha denunciado. Sin embargo, son muchos los proyectos y programas que estn obviando la prevencin secundaria, dificultando no slo la deteccin precoz sino el inicio

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de la intervencin una vez detectado el abuso, ya que este dispositivo est condicionado a que la mujer denuncie. Los recursos que desde la Administracin se han creado para las mujeres vctimas de esta lacra social contemplan como requisito indispensable que el maltrato sea denunciado, hecho que abrira las diferentes vas de intervencin. Total, aquellas mujeres vctimas de la violencia, ms vulnerables como son las que estn inmersas en el abuso y no se atreven a alzar la voz ni a enfrentarse a esta situacin, o estn en situacin irregular en Espaa o tienen una situacin econmica muy precaria, quedando al margen de los apoyos y seguimientos y fuera de toda proteccin. Propuesta: 1) Regularizar a las mujeres inmigrantes que se encuentren en situacin irregular en Espaa y que denuncien malos tratos, cambiando as la norma actual de abrir primero un expediente de expulsin a la mujer inmigrante irregular que denuncia y posteriormente en base a la sentencia judicial favorable proceder a regular su situacin. La prioridad es la proteccin a las vctimas. En el caso de las mujeres inmigrantes pueden ser regularizadas y apoyadas en el mismo momento que denuncian y si posteriormente la sentencia no es favorable, puede plantearse el retirar el permiso de trabajo y residencia. 2) Crear mecanismos de apoyo econmico, acompaamiento, seguimiento y apoyo psicolgico en la etapa previa a la denuncia del maltrato, para asegurar el trabajo en prevencin y proteccin de las mujeres victimas de violencia machista.

Area: Derechos sociales de las mujeres inmigrantes


Objetivo: Paliar que la situacin de violencia de gnero que padece la vctima pueda perjudicar negativamente el desempeo de su actividad laboral. Su finalidad ltima es, por tanto el mantenimiento de su relacin de trabajo, blindndola frente a las vicisitudes del fenmeno violento que padece y, en el supuesto que deba suspender su relacin laboral o extinguirla, protegerla con rentas que sustituyan las que ha dejado de percibir. Justificacin: Hacemos esta propuesta desde la Asociacin Rumiahui Hispano-Ecuatoriana para la Colaboracin al Desarrollo, para poner sobre la mesa la situacin especial de la mujer inmigrante trabajadora, cuya situacin administrativa regular o irregular, depende de la Ley de Extranjera, lo que puede afectar a sus derechos laborales y mermar la proteccin especial considerada necesaria para proteger a las mujeres vctimas de violencia de gnero. Propuesta: A efectos de la mujer extranjera con Permiso de Trabajo y Residencia Temporal, los perodos de suspensin de contrato como consecuencia de medidas de proteccin de violencia de gnero, computarn como tiempo de trabajo efectivo a efectos de la renovacin del Permiso de Trabajo y Residencia. Esto se plantea debido a que uno de los requisitos para solicitar la renovacin del permiso de trabajo y residencia, es demostrar haber cotizado a la Seguridad Social al menos 6 meses al ao. Lo mismo en el caso de las mujeres extranjeras vctimas de violencia de gnero reagrupadas y con Permiso Independiente, como en el caso de mujeres inmigrantes irregulares vctimas de violencia de gnero, con

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Permiso de Residencia por circunstancias excepcionales, pedimos se les reconozca que la autorizacin de residencia lleve aparejada la autorizacin para trabajar.

Propuestas recogidas en la 1 Cumbre de Comunidades Migrantes latinoamericanas


Como mujeres, facilitar cambios a nivel estructural, llamando la atencin a la transversalizacin de la realidad de gnero a todos los niveles de la experiencia migratoria. Crear iniciativas para tratar la violencia de gnero, a partir de las relaciones de pareja. Contemplando esta realidad desde los ms jvenes. Procesos de educacin hacia la equidad de las mujeres para evitar la violencia de gnero. Visibilizacin y reivindicacin de la incidencia econmica del trabajo de las mujeres y luchar contra la segregacin ocupacional, empezando por la equiparacin del trabajo del servicio domstico, (mayor sector laboral de las mujeres inmigrantes) al Estatuto de los Trabajadores. Fortalecer el movimiento asociativo inmigrante de las mujeres, formando, creando desarrollo econmico y promoviendo incidencia poltica. Visibilizar la influencia de la migracin femenina en los cambios sociales, econmicos, culturales y polticos. Promover la participacin en espacios de decisin para generar incidencia poltica. Visibilizacin del transnacionalismo de la mujer inmigrante. Crear una red internacional de mujeres inmigrantes y fortalecer las ya existentes. Agilizar los trmites de permisos para trabajar de manera autnoma gestionando sus propios negocios o proyectos productivos. Revisar las leyes migratorias y reinvindicar la inclusin de la perspectiva de gnero. Velar por el respeto y fiel cumplimiento de los derechos laborales de las mujeres inmigrantes trabajadoras en el sector agrcola. Estudiar la migracin por causas de gnero, violencia contra la mujer, violencia intrafamiliar, prcticas culturales contra la mujer y por represin sexual. Contemplar tambin la feminizacin de la emigracin y los impactos en la estructura familiar. Desterrar la trata de mujeres y nios y la violacin de sus derechos humanos. Contemplar el protocolo de las Naciones Unidas relativo a la criminalidad transnacional organizada sobre la trata de los seres humanos, especialmente la trata de mujeres para prostitucin, como instrumento para comenzar a tratar esta situacin.

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Asegurar procesos de alfabetizacin en esta poblacin para facilitarles las herramientas para enfrentarse a sus situaciones. Desde las organizaciones trabajar en la denuncia, asistencia a la vctima y prevencin. Abrir espacios para denunciar estos temas por ejemplo a travs de las redes de internet. Evitar el control y dependencia de las mujeres a travs de las remesas. Procesos legales, facilitacin de la obtencin de documentos del colectivo migrante en general, y las mujeres en particular, para asegurar la mayor proteccin de la mujer tanto en la sociedad de origen como de destino y en los pases de trnsito. Tratar el tema de la migracin femenina en relacin a las redes familiares, especialmente jvenes y ancianos. Buscar la igualdad de derechos, enfatizando procesos de educacin de los jvenes a varios niveles. Importante considerar gnero en relacin con otras variables, sobre todo clase social. Facilitar el dilogo entre mujeres de diversos estratos sociales y econmicos. Asegurar la inclusin de las contribuciones de las mujeres en situacin econmica ms precaria, y por lo tanto con menos voz en el campo poltico. Crear campaas de sensibilizacin y trabajo educativo, tratando el gnero no solo como una realidad de mujeres sino una realidad compartida tambin por hombres, que permea el da a da, y que afecta a la sociedad en su totalidad. Triple problemtica de la mujer migrante indgena, por migrante, por mujer e indgena. Abordar de manera inmediata la alfabetizacin y educacin de este colectivo. Estas iniciativas son claves para proteger a las mujeres y prevenir su entrada en el mercado de trata de mujeres. Reconocer la formacin educativa de las mujeres que emigran, clave para el movimiento social internacional. Necesidad de cambiar la imagen de la mujer migrante ante la sociedad internacional. Actuar a nivel local, nacional y transnacional. Compromiso del Comit Organizador Internacional de evaluar las propuestas y continuar el dilogo. Incluir la realidad de gnero en la Declaracin de Morelia. En definitiva, la violencia machista es uno de los problemas ms dolorosos con los que la sociedad coexiste, afecta a la mujer y a la familia y se transforma en un problema de salud pblica y en un gran problema social que demanda de una atencin especfica, especializada y emergente, puesto que en funcin de la calidad de la prevencin y la intervencin evitaremos que mueran mas mujeres, nias o nios, o familiares inocentes.

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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS Javier Fresneda, tesis doctoral La salud mental de los inmigrantes ecuatorianos en Espaa, Universidad de Comillas. Madrid. Dora Aguirre, colabor con opiniones y traslado de experiencia en el mbito de inmigracin. Gloria Maira, artculo, (2009) La violencia intrafamiliar: experiencia ecuatoriana en la formulacin de polticas de atencin en el sector de la salud. Publicado en revista Organizacin Panamericana de la Salud Pblica. Asociacin Rumiahui Hispano Ecuatoriana, talleres y recopilacin de experiencias sobre gnero, mujer e inmigracin. (1999-2009) Dora Aguirre, enmiendas al Observatorio Estatal contra la violencia hacia la mujer, (2008) Madrid. Ponencia, (2008) Jornadas sobre la intervencin en violencia de gnero: Otras miradas Concejala de igualdad y servicios sociales del Ayuntamiento de Pinto. Madrid. Ponencia, (2006) Seminario Las mujeres protagonistas de la inmigracin latinoamericana en Espaa Perspectivas polticas y experiencias en dos orillas. Demandas y experiencias con protagonismo latinoamericano. Madrid. Ponencia, (2006) La mujer inmigrante y su participacin poltica y ciudadana Experiencia personal sobre la participacin en la fundacin y proceso de la Asociacin Rumiahui Hispano-Ecuatoriana. Universidad Autnoma de Madrid. Constitucin de la Repblica del Ecuador, aprobada mediante referendum el mes de septiembre de 2008. 1 Cumbre de Comunidades Migrantes Latinoamericanas, (2007) Conclusiones de los talleres de gnero, Dora Aguirre, ponente, facilitadora; Araceli Masterson, relatora. Morelia-Mxico Vernica Burneo, nota de prensa, (2007) Remitida desde correo electrnico: veronica.burneo@unifem.org Ecuador. Web, CONAMU Ecuador.

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Ana Isabel Vargas Gallego . Fiscal adscrita a Fiscal de Sala de la Violencia

DOCUMENTOS

sobre la Mujer.

Los jvenes maltratadores ante la justicia. El papel de la Fiscala

El Estatuto Orgnico del Ministerio Fiscal, en la redaccin dada por la Ley 14/2003 atribuye al Fiscal la funcin de ejercer en materia de responsabilidad penal de menores las funciones que le encomiende la Ley debiendo orientar su actuacin a la satisfaccin del inters superior del menor. Este inciso, pone de relieve el especial cuidado del legislador en dejar claro desde el primer momento cul ha de ser el norte del Fiscal en estos procedimientos. Ello se ve reforzado por la reforma llevada a cabo en el ao 2006 de la LORPM que otorga al Fiscal mltiples cometidos. El menor puede ser sujeto activo de delitos de violencia de gnero y de violencia domstica. Esta ltima se desarrolla en el mbito intrafamiliar con cualquiera de los miembros de la unidad familiar (progenitores, ascendientes, hermanos), mientras que en el mbito estricto de los menores, la violencia de gnero se circunscribira a aquellas conductas delictivas reguladas en el artculo 1 de la L.O 1/04 de 28 de diciembre que un menor varn cometa respecto de una mujer con la que mantenga o haya mantenido relaciones afectivas, independientemente de la edad que sta tenga. La reforma de la LORPM operada por LO 8/2006, incorpora una nueva medida al catlogo general. En efecto, regula el alejamiento o la prohibicin de aproximarse o comunicarse con la vctima o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el Juez. Palabras clave: Ministerio Fiscal, violencia domstica, violencia de gnero, alejamiento, responsabilidad penal.

SUMARIO: I) LA FUNCIN DEL MINISTERIO FISCAL. II) LEGISLACIN REGULADORA DE LOS MENORES: LEY ORGNICA 5/2000, DE 12 DE ENERO Y LEY ORGNICA 8/2006, DE 4 DE DICIEMBRE, POR LA QUE SE MODIFICA LA LEY ORGNICA 5/2000, DE 12 DE ENERO, REGULADORA DE LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS MENORES. LA FUNCIN DEL MINISTERIO FISCAL III) EL MENOR COMO SUJETO ACTIVO DE LOS DELITOS DE MALTRATO IV) EL MENOR COMO SUJETO ACTIVO DE LA VIOLENCIA DE GNERO V) EL MENOR COMO SUJETO ACTIVO DE LA VIOLENCIA DOMSTICA.

I) La funcin del ministerio fiscal


El Fiscal, se ha dicho, es el defensor de la Sociedad, encarnando ante la jurisdiccin la defensa de los derechos fundamentales, actuando como custos legis, al velar por el cumplimiento de la Ley, como patronus libertatis al actuar en defensa de los derechos fundamentales y como defensor communitatis, cuando enarbola como propio ante la Administracin de Justicia el inters pblico y social. El Fiscal es, pues, institucionalmente,

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defensor de los derechos de todos los ciudadanos, pero en tanto es encargado de cuidar del funcionamiento eficaz de los mecanismos de proteccin de los menores, es con especial intensidad defensor de los derechos de los stos. Si las funciones que la Constitucin atribuye al Fiscal son todas de enorme calado tico, no puede por menos considerarse que, dentro de las que se inscriben en la promocin de los derechos de los ciudadanos y en la satisfaccin del inters social, las mas sensibles y necesarias son las relacionadas con los menores, toda vez que stos, por propia definicin, necesitan de otros para obtener amparo. Esta funcin es tradicional del Fiscal. Ya el Estatuto de 1926 le atribua la representacin y defensa de los menores. El Estatuto Orgnico del Ministerio Fiscal expresamente confiere al Fiscal la funcin de intervenir en los procesos civiles que determine la Ley cuando puedan afectar a personas menores, incapaces o desvalidas en tanto se provee de los mecanismos ordinarios de representacin. Puede tambin decirse que el Fiscal, en este mbito, es el abogado de oficio de los menores. Es sin duda el ms noble cometido que el ordenamiento atribuye al Fiscal, al que adems le impone el mandato de guiarse siempre por el superior inters del menor. La Ley Penal del Menor, que otorga al Fiscal mltiples cometidos, antes que ninguna otra impone al mismo la obligacin de velar por la defensa de los derechos que a los menores reconocen las leyes. El Estatuto Orgnico, en la redaccin dada por la Ley 14/2003 atribuye al Fiscal la funcin de ejercer en materia de responsabilidad penal de menores las funciones que le encomiende la Ley debiendo orientar su actuacin a la satisfaccin del inters superior del menor. Este inciso, pone de relieve el especial cuidado del legislador en dejar claro desde el primer momento cul ha de ser el norte del Fiscal en estos procedimientos. Por tanto, en el Derecho Penal Juvenil, el Fiscal habr de realizar un esfuerzo para cohonestar sus funciones de investigacin y de postulacin de medidas con sus funciones como patronus libertatis del menor y habr de tener siempre presente la filosofa que inspira a la Ley: la apuesta por la imposicin de medidas preferentemente en medio abierto, con aplicacin restrictiva de las medidas privativas de libertad, la utilizacin de las alternativas al proceso formalizado ( mediacin, reparaciones extrajudiciales), el uso inteligente del principio de oportunidad y el respeto al derecho del menor a un proceso con todas las garantas. El Fiscal habr de postular siempre en la fase de ejecucin el fin ltimo de la recuperacin del menor infractor y la aplicacin de las medidas previstas con una orientacin educativa. Ya lo dijo Pitgoras: educad a los nios y no ser necesario castigar a los hombres. El gran jurista Beccara, en su inmortal Tratado De los delitos y de las penas afirm que finalmente, el mas seguro, pero mas difcil medio de evitar los delitos, es perfeccionar la educacin. El fin ltimo de la Legislacin penal de menores ser, pues, el de rehabilitar al menor infractor, conforme a su inters. Como desde el mbito universitario se ha dicho con acierto si no creemos en la reeducacin de los menores es que no creemos en la condicin humana.Dentro de la salvaguarda de los derechos fundamentales de los menores, los cometidos del Ministerio Fiscal son amplios: Si repasamos las Memorias de la Fiscala General del Estado de los ltimos aos, podremos constatar los esfuerzos que en el cumplimiento de este cometido emplea el Fiscal: promocin y seguimiento de medidas,

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tratamiento de menores con enfermedades psquicas, lucha contra el absentismo escolar, visitas peridicas a Centros de proteccin ( visitas que distan mucho de ser meramente protocolarias y as, en ocasiones se ha llegado por el Fiscal a instar la clausura de alguno de ellos por no reunir las condiciones mnimas), visitas a Instituciones Penitenciarias para comprobar la situacin de los menores ingresados con sus madres, proteccin de menores extranjeros no acompaados, proteccin de menores utilizados para la mendicidad, tratamiento de los problemas del menor maltratador, del menor drogadicto, lucha contra la victimizacin secundaria del menor en el proceso penal etc etc.

II) Legislacin reguladora de los menores: Ley Orgnica 5/2000, de 12 de enero y Ley Orgnica 8/2006, de 4 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgnica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores. La funcin del ministerio fiscal
Desde los aos 70, y principalmente durante los aos 80, se fue produciendo un cambio de percepcin hacia la realidad de la infancia y la juventud y su proteccin jurdica y social. Las Reglas de Beijing (Pekn), la Recomendacin del Comit de Ministros del Consejo de Europa de 17 de septiembre de 1987 y, sobre todo, la Convencin de Derechos del Nio de 1989 (RCL 1990, 2712) , constituyen la expresin normativa, de mbito internacional, de este cambio de concepcin. En estos textos se parte del principio bsico de que el menor de 18 aos denominado nio por la Convencin es un sujeto de derechos, no un objeto de tutela. Consecuentemente, se reconoce al nio un mayor mbito de autonoma, una mayor posibilidad de autodeterminacin. En el mbito del tratamiento de las infracciones penales de los nios y jvenes, se fue produciendo el desmantelamiento de los presupuestos ideolgicos de los Tribunales para Menores surgidos al inicio del presente siglo, como consecuencia de esta nueva concepcin plasmada en textos internacionales, del desarrollo de perspectivas crticas respecto a los efectos reales del sistema penal en la sociedad y sobre los individuos, de la consolidacin de la ideologa del Estado del Bienestar y un efectivo nivel de proteccin social, y de las tendencias a la descentralizacin y desinstitucionalizacin Transcurridos mas de cinco aos desde la entrada en vigor de la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores (en adelante, LORPM), se produjo la primera reforma en profundidad del sistema de justicia juvenil en Espaa, tras la aprobacin de la LO 8/2006, de 4 de diciembre. El gran calado de la referida reforma, unido a la experiencia aplicativa acumulada a lo largo de estos aos, exigi el dictado de una nueva Circular de la FGE, que manteniendo en lo no expresamente incompatible los criterios sentados en la Circular 1/2000, de 18 de diciembre, relativa a los criterios de aplicacin de la Ley Orgnica 5/2000 abordara la exgesis de la nueva regulacin y, en lo necesario, se introdujeran pautas interpretativas adicionales. La necesidad de una nueva toma de posicin de la Fiscala General del Estado en relacin con la responsabilidad penal de los menores deriva, no slo de la reseada reforma 8/2006, sino tambin de la anterior modificacin operada por LO 15/2003 as como de la aprobacin del

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Reglamento de desarrollo de la Ley, regulado por Real Decreto 1774/2004, de 30 de julio. Las ltimas reformas colocan en un primer plano los intereses de las vctimas, quizs hasta ahora preteridas o eclipsadas por el papel estelar que al superior inters del menor se reconoce en esta jurisdiccin especializada. Por otro lado, se introdujeron importantes modificaciones en la regulacin de las medidas, orientadas hacia un incremento de las posibilidades sancionadoras, si bien matizado por el mantenimiento de un gran margen de decisin en manos del Juez. Se concretaron en este punto las pautas contenidas en la disposicin adicional sexta introducida en la LORPM por la LO 15/2003. Finalmente se modific radicalmente el tratamiento procesal de la accin civil, inspirado en el sistema de acumulacin de acciones bien que combinado con el mantenimiento aunque funcionalmente restringido- de la pieza de responsabilidad civil. La reforma de la LORPM operada por LO 8/2006, contiene ciertos logros como son la mayor informacin y proteccin a las vctimas y perjudicados (art. 4), el nuevo catlogo de medidas imponibles por faltas (art. 9.1), el nuevo sistema de designacin de Letrado en la Fiscala (art. 22.2), una mejor regulacin de las medidas, sus reglas de determinacin y duracin (en especial, el supuesto de pluralidad de infracciones arts. 7, 9, 10, 11, 12 y 47), el tratamiento de los mayores de edad (art. 14), la ampliacin del plazo mximo de duracin de las medidas cautelares (art. 28), el nuevo rgimen de responsabilidad civil (art. 64) o la nueva regulacin del recurso de casacin para unificacin de doctrina (art. 42). De las novedades en la regulacin de las medidas, merece destacar, en el mbito de este artculo, la medida de Alejamiento, que, junto con el internamiento en rgimen semiabierto y las prestaciones en beneficio de la comunidad, constituyen los principales cambios.

La novedosa medida del Alejamiento La reforma de 2006 incorpora una nueva medida al catlogo general. En efecto, la letra i regula la prohibicin de aproximarse o comunicarse con la vctima o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el Juez. Por lo que respecta a su contenido esta medida impedir al menor acercarse a ellos, en cualquier lugar donde se encuentren, as como a su domicilio, a su centro docente, a sus lugares de trabajo y a cualquier otro que sea frecuentado por ellos. La prohibicin de comunicarse con la vctima, o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el Juez o Tribunal, impedir al menor establecer con ellas, por cualquier medio de comunicacin o medio informtico o telemtico, contacto escrito, verbal o visual. La Fiscala General del Estado en su Consulta 3/2004, de 26 de noviembre, sobre la posibilidad de adoptar la medida cautelar de alejamiento en el proceso de menores ya tuvo ocasin de pronunciarse sobre la aplicabilidad de esta medida por medio de las reglas de conducta de la libertad vigilada. Deben analizarse varias cuestiones en relacin con el mbito objetivo, el mbito subjetivo y el contenido de la medida.

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En cuanto al mbito objetivo, la medida puede imponerse tanto frente a hechos constitutivos de delito, como frente a hechos constitutivos de falta, si bien en este ltimo supuesto la duracin de la misma no podr exceder de seis meses, conforme a lo dispuesto en el art. 9.1 LORPM. No existen otros lmites objetivos para su imposicin, derivados del nomen o naturaleza del delito o falta cometido. Habr no obstante de tenerse en cuenta el listado de delitos a los que conforme al art. 57 CP es aplicable la pena homnima, de acuerdo con la clusula de supletoriedad contenida en la Disposicin Final 1 LORPM. Recordemos que este precepto se refiere a delitos de homicidio, aborto, lesiones, contra la libertad, de torturas y contra la integridad moral, la libertad e indemnidad sexuales, la intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del domicilio, el honor, el patrimonio y el orden socioeconmico, atendiendo a la gravedad de los hechos o al peligro que el delincuente represente y que dentro de la parte especial, el art. 578 prev tambin la posibilidad de imponer esta medida para delitos de enaltecimiento del terrorismo y humillacin de sus vctimas. Como regla general, pues, la medida solo podr imponerse frente a estos delitos y frente a las correlativas faltas. En lo tocante al mbito subjetivo, la flexibilidad es la nota distintiva: la medida puede imponerse con relacin a la vctima o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el Juez. Esta gran amplitud debe entenderse acotada en primer lugar por la necesidad de que la propia dinmica comisiva revele un periculum en relacin con la concreta persona que va a ser objeto de proteccin (sea vctima, familiar o tercero) y en segundo lugar por la necesidad de que las personas protegidas (que pueden ser una o varias) queden en todo caso determinadas en la sentencia. En cuanto a los contenidos de la medida, conforme al art. 7.1 i) puede consistir en la prohibicin de acercamiento y en la prohibicin de comunicacin. La primera modalidad implica impedir al menor acercarse a las personas determinadas en la sentencia, en cualquier lugar donde se encuentren, as como a su domicilio, a su centro docente, a sus lugares de trabajo y a cualquier otro que sea frecuentado por ellos. La segunda modalidad supone impedir al menor establecer con las personas predeterminadas, por cualquier medio de comunicacin o medio informtico o telemtico, contacto escrito, verbal o visual. A la hora de imponer la medida pueden modularse sus contenidos, de manera que cabr imponer simultneamente la prohibicin de aproximacin y de comunicacin o solamente una de las dos modalidades. No se contempla como contenido de esta medida una de las posibilidades de la pena homnima. En efecto, el art. 48 CP recoge como una de las modalidades de alejamiento la privacin del derecho a residir en determinados lugares. No obstante, si por las concretas circunstancias concurrentes se estima conveniente este contenido, cabr aplicarlo a travs de la imposicin de la medida de libertad vigilada, adoptando una regla de conducta que se ajuste a estos perfiles, pues expresamente se prevn como posibles reglas de conducta la prohibicin de acudir a determinados lugares, establecimientos o espectculos (art. 7.1 h 3), la prohibicin de ausentarse del lugar de residencia sin autorizacin judicial previa (art. 7.1 h 4), la obligacin de residir en un lugar determinado (art. 7.1 h 5), la obligacin de comparecer personalmente ante el

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Juzgado de Menores o profesional que se designe, para informar de las actividades realizadas y justificarlas (art. 7.1 h 6) y cualesquiera otras obligaciones que el Juez, de oficio o a instancia del Ministerio Fiscal, estime convenientes para la reinsercin social del sentenciado, siempre que no atenten contra su dignidad como persona (art. 7.1 h 7). En el caso de que se opte por imponer una medida de alejamiento en proteccin de los familiares del menor, habr desde el primer momento de conjurarse el riesgo de que la ejecucin de la misma genere una situacin de desproteccin del menor. Para ello habr de darse debido cumplimiento al inciso previsto tanto para el alejamiento como para la libertad vigilada, conforme al que si esta medida implicase la imposibilidad del menor de continuar viviendo con sus padres, tutores o guardadores, el Ministerio Fiscal deber remitir testimonio de los particulares a la entidad pblica de proteccin del menor, y dicha entidad deber promover las medidas de proteccin adecuadas a las circunstancias de aqul, conforme a lo dispuesto en la Ley Orgnica 1/1996.

III) El menor como sujeto activo de los delitos de maltrato


Segn el DRAE (Diccionario de la Real Academia Espaola), Joven se define como: de poca edad; persona que est en la juventud. Y Juventud como la edad que se sita entre la infancia y la edad adulta. Cuando hablamos de maltrato es preciso circunscribir el mbito en el que ste se produce. Diferente es que este se produzca en el mbito de la familia, que vendramos en denominar violencia intrafamiliar o violencia domstica, de aquel que se produce en el mbito concreto de una relacin afectiva, y que a partir de la LOMPIVG venimos en denominar violencia de gnero. La expresin violencia de gnero es la traduccin del ingls gender-based violence o gender violence, expresin difundida a raz del Congreso sobre la Mujer celebrado en Pekn en 1995 bajo los auspicios de la ONU. Con ella se identifica la violencia, tanto fsica como psicolgica, que se ejerce contra las mujeres por razn de su sexo, como consecuencia de su tradicional situacin de sometimiento al varn en las sociedades de estructura patriarcal. El legislador espaol circunscribe, sin embargo, el concepto de violencia de gnero a los hechos delictivos que se producen en el mbito de una relacin afectiva entre agresor y vctima, de pasado o de presente. Siendo los jvenes potenciales autores de cualquier clase de violencia, es preciso aclarar que en el mbito de la violencia domestica, la violencia tanto puede ser ejercida por un hombre como por una mujer, mientras que en la violencia de gnero el sujeto activo de la infraccin penal ser siempre un hombre. Hecha esta aclaracin que creemos esencial antes de abordar la situacin del joven maltratador ante la justicia, desde el punto de vista de la Fiscala, hemos de decir que puesto que el concepto de violencia de gnero es relativamente reciente ( ao 2005, entrada en vigor de la LO 1/04), la Fiscala se ha venido ocupando con mayor dedicacin en la violencia domstica ejercida por los jvenes o por los menores. Los menores pueden ser sujetos activos del maltrato domstico, tanto cuando lo dirigen contra sus progenitores, como cuando lo hacen contra sus parejas, tanto en relaciones formalizadas como no formalizadas. Debe por lo dems recordarse que conforme al art. 48.2 CC puede contraer matrimonio el menor con dispensa a partir de los catorce aos.

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Desgraciadamente, la problemtica de los malos tratos familiares se ha extendido de forma aguda a los menores de 18 aos, de forma que tambin en el mbito del proceso penal de menores se ha sentido la necesidad de arbitrar mecanismos de proteccin cautelar de las vctimas. Las Memorias de la Fiscala General del Estado ponen de manifiesto la preocupante deriva que est experimentando este fenmeno. La Consulta de la Fiscala General del Estado 3/2004, de 26 de noviembre subraya como apunte criminolgico el dato constatable de la incidencia que en el mbito del Derecho penal juvenil tienen los malos tratos familiares protagonizados por los menores, en la mayora de los casos adolescentes varones, hacia sus progenitores, normalmente la madre. Tampoco, desgraciadamente, son desdeables los casos de malos tratos de jvenes hacia sus compaeras sentimentales. Acerca de actuaciones sobre menores en prevencin de la violencia de gnero o familiar, distinguiendo ambas en funcin de si se dan en el mbito de la pareja o son intrafamiliares, se estima que ms que medidas de alejamiento, que pueden ser puntualmente necesarias y eficaces en determinados casos ms graves, se debe optar por un tratamiento ms completo, que procure la integracin del menor en su mbito familiar y por ello que tenga en cuenta no slo la intervencin sobre el menor sino tambin con su familia, de forma que pueda restablecerse la convivencia familiar u otra rota por la violencia. Es una constante de la Fiscala el resaltar que el cumplimiento de su misin constitucional, magistralmente dibujada en el artculo 124.1 de la Constitucin Espaola, no slo se proyecta en el campo de la represin del delito sino, lo que resulta ms importante, en el de su prevencin. Desde este punto de vista, la lucha contra la violencia de gnero as como la violencia domstica o familiar, por sus caractersticas singulares donde resalta en la segunda citada como elemento nuclear el conflicto intrafamiliar, requiere respuestas ms all de los patrones tradicionales que en el campo del Derecho Penal han ido acuando la respuesta clsica ante el delito: la sancin individual y aislada al agresor. Por el contrario, en estos delitos de violencia de gnero o domstica, sobre todo por su componente interrelacional, la eficacia de la respuesta penal exige cuando sea posible y segn la posicin que ocupe cada uno de sus protagonistas (v. gr. autores o vctimas) una ampliacin a todos ellos, que permita la solucin del conflicto. En este orden de ideas, ante el fenmeno comn de la delincuencia de gnero o domstica y atendiendo a las necesidades inexcusables de la Justicia que supone la aplicacin de la Ley al caso concreto, es necesario tener en cuenta las siguientes consideraciones para que los Fiscales acten con eficacia sobre los menores en prevencin de esta lacra social, una vez constatada cientficamente la correlacin generacional del maltrato familiar. Frente al problema de los menores maltratadores en el mbito de la violencia de gnero o domstica, la LORPM ofrece numerosos recursos educativos encaminados a la reforma de la conducta delictiva de estos menores. En especial, hay que resaltar el amplio abanico de soluciones jurdicas que pretenden adaptarse a las circunstancias del caso y a sus protagonistas, sin

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cuyos parmetros difcilmente se hara justicia y, sobre todo, se solucionara el problema. De igual modo, de no ser por esta pluralidad de soluciones legales, difcilmente se satisfara la proteccin del superior inters del menor, en el que se integra la defensa social, que es el gran criterio hermenutico que debe regir todas las actuaciones en materia de proteccin de menores, en la que se incluye tambin su reforma o correccin educativa penal, segn la normativa internacional cristalizada en la Convencin de las Naciones Unidas de 20 de noviembre de 1989, sobre los Derechos del Nio, ratificada por Instrumento de 30 de noviembre de 1990, y el artculo 39.4 de la Constitucin Espaola. Esta amplitud de respuestas educativas de la LORPM abarcan todas las fases del procedimiento penal de menores, desde cuando se inicia su investigacin a la de ejecucin de la medida impuesta, si a aqulla hubiere lugar.

IV) El menor como sujeto activo de la violencia de gnero


Partiendo de esta distincin fundamental establecida anteriormente para poder abordar el tratamiento de la violencia, en el mbito estricto de los menores ,la violencia de gnero se circunscribira a aquellas conductas delictivas reguladas en el artculo 1 de la L.O. que un menor varn cometa respecto de una mujer con la que mantenga o haya mantenido relaciones afectivas, independientemente de la edad que sta tenga. Por ello el citado artculo 1 dice que La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestacin de la discriminacin, la situacin de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre stas por parte de quienes sean o hayan sido sus cnyuges o de quienes estn o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. 2. Por esta Ley se establecen medidas de proteccin integral cuya finalidad es prevenir, sancionar y erradicar esta violencia y prestar asistencia a sus vctimas. 3. La violencia de gnero a que se refiere la presente Ley comprende todo acto de violencia fsica y psicolgica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privacin arbitraria de libertad.

Consecuencias de la entrada en vigor de la L.O.8/2006 de 4 de diciembre, que modifica la L.O.5/2000 de 12 de enero. La Exposicin de Motivos de la nueva ley destaca como las estadsticas revelan un aumento considerable de delitos cometidos por menores, lo que ha causado gran preocupacin social y ha contribuido a desgastar la credibilidad de la ley y ha generado una cierta sensacin de impunidad. Si hubiera que resaltar un aspecto destacado de la nueva regulacin de responsabilidad penal de los menores, seria la de reforzar la atencin a las vctimas y perjudicados. Adems de derechos tan importantes como del derecho de informacin (art. 4, 1, 2 y 5), o la obligacin expresa de que el M Fiscal y el Juez debern velar en todo momento por el derecho de las vctimas y de los perjudicados por las infracciones cometidas por los menores, en la materia de violencia de

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gnero y domstica, se regula expresamente algo que ya contemplaba el C. Penal y la L.E.Crim. en supuestos en que el sujeto activo de estos delitos fuese mayor de edad, es decir, la prohibicin de aproximarse o comunicarse con la vctima o con aquellos de sus familiares que determine el Juez. (art. 48 C.P. y 544 Bis L.E.Crim), tanto como pena accesoria y como medida cautelar, ya abordada en el apartado anterior Estas medidas suponen un medio eficaz para proteger a las vctimas imponiendo el distanciamiento fsico entre el agresor y sujeto pasivo, tratando de evitar nuevos ataques a los bienes jurdicos protegidos.Junto con las medidas o reglas de conducta contempladas en el art. 7.1, 4, 2 de la L.O.R.P.M. tendentes a la educacin de los menores infractores en pautas de igualdad y de no violencia, aspecto esencial para evitar nuevas agresiones y en consecuencia nuevas vctimas se encuentra regulada la concreta medida de alejamiento o de prohibicin de aproximarse o comunicarse con la vctima o con aquellos de sus familiares u otras personas que el Juez determine. (art. 7, i). Junto con estas medidas prescritas para el infractor sentenciado, la ley incorpora la posibilidad de que estas mismas medidas sean adoptadas como medida cautelar, (art. 28.1) sin necesidad de interpretacin alguna.

Hablando de prevencin: Independientemente de la regulacin procesal y penal sobre delitos o faltas cometidas por menores, y la correlativa proteccin de las vctimas, lo importante para evitar que se produzcan estos comportamientos delictivos es conseguir un cambio en el modelo social avanzando en la igualdad de derechos entre todos los ciudadanos, independientemente del sexo. Por ello es oportuno destacar el Plan Nacional de Sensibilizacin y Prevencin de la Violencia de Gnero que se ejecut en los aos 2007 y 2008. El mencionado Plan aprobado por el Consejo de Ministros el da 15 de Diciembre de 2006, contemplaba que era una tarea primordial a la hora de erradicar la violencia, la igualdad entre hombre y mujeres y el respeto a los derechos y libertades desde la infancia hasta la educacin de adultos. En este sentido, el Plan introduce tanto la coeducacin en todos los niveles mnimos de la enseanza como la revisin de los contendidos de los libros de texto y materiales didcticos, lo que repercutir sin lugar a dudas en que los episodios de violencia de gnero en donde intervenga un menor como agresor, ser un suceso aislado.

Memoria de la FGE ao 2007 Por lo que se refiere especficamente a la violencia de gnero no se ha observado en general un incremento de este tipo de conductas en el ltimo ao. Para la Fiscala de Tenerife los delitos de esta naturaleza suelen ser cometidos por jvenes prximos a la mayora de edad, con lo cual, con independencia de la medida que finalmente resulte impuesta, se entiende fundamental la labor de prevencin, pues estos jvenes, sin una adecuada intervencin, reproducirn estos comportamientos ya en el mbito de la jurisdiccin ordinaria. A tales efectos, desde la Seccin se est haciendo

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especial hincapi en informar a los jvenes de las consecuencias penales que los delitos de violencia de gnero van a tener una vez alcancen la mayora de edad. Tambin la Fiscala de Crdoba destaca que no son numerosos los delitos relativos a la violencia de gnero, si bien en ellos se establece una relacin muy excluyente, donde la desconfianza y dependencia provoca situaciones graves. La Fiscala de Sevilla, partiendo de que efectivamente an no son frecuentes los casos de violencia de gnero en la Jurisdiccin de Menores, se va detectando un aumento ao tras ao, constatando que no es suficiente la medida de alejamiento, sino que sta debe ir acompaada de un programa, de acuerdo con la finalidad educativa que deben tener todas las medidas contempladas en la Ley. Tambin constata la Fiscala Provincial de Huelva que el nmero de supuestos no es relevante, aunque sorprende que en todos los casos se confirman los roles que aparecen en los mayores de edad: machismo, celos enfermizos, intento de sometimiento de la pareja, etc. Como ejemplo, en el expediente 54/2007, un joven le dijo a su novia, a la que haba agredido fsicamente, en su intento de justificarse, que la respuesta lgica de cualquier hombre que se considerara tal hubiera sido la misma, la de la agresin, ante los reproches verbales que la menor le dirigi. La Fiscala de Barcelona expone que en 2007 ya no se ha seguido la exgesis de 2005, cuyo mximo exponente era un auto de 8 de agosto de 2005, donde se dej sin medida cautelar a un menor, pese a reconocer que lo necesitaba, en un supuesto de violencia de gnero, porque la relacin de noviazgo entre dos menores de edad no puede equipararse a una relacin matrimonial o de hecho entre dos adultos, olvidando que en Espaa las personas pueden casarse a partir de los 14 aos.

V) El menor como sujeto activo de la violencia domstica


La Memoria de la FGE del ao 2007, recoge de forma pormenorizada la realidad del maltrato cometido por los menores en el mbito familiar. A continuacin se transcribe su contenido, indicando la problemtica y experiencias de las distintas Fiscalas Provinciales, que, sin duda, aportan valiosa informacin acerca de este fenmeno. Numerosas Fiscalas constatan el aumento de esta tipologa delictiva (Bilbao, Tenerife, Granada, Navarra, Zamora, Alicante Asturias, Las Palmas, Murcia, Sevilla) que en algn caso llega a calificarse de alarmante (Fiscala de Mlaga) En este aspecto es preciso destacar las dificultades observadas a la hora de elegir la medida ms conveniente al inters del menor, dado que se trata de menores que slo delinquen en el mbito familiar y, adems suelen ser primarios. La necesidad de contar con medidas cautelares y definitivas especialmente diseadas para estos menores es esencial. La falta de recursos especficos puede llevar a la disyuntiva de dejar al menor en libertad, en el seno familiar que est daando, o internarlo en un centro de menores de reforma, recurso generalmente no adecuado para este tipo de menores, que no suelen cometer ms delitos que los de maltrato en el mbito familiar. En este sentido, expone la Fiscala Provincial de Ciudad Real que el ingreso en Centro de Reforma puede contaminar la personalidad del menor y agravar el problema. Se ha optado en la mayor parte de los casos por la medida de convivencia con grupo educativo. Dicha medida permite extraer al menor del hogar

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familiar, a fin de evitar la reiteracin de conductas y lograr la proteccin de las vctimas, as como la imposicin de una orden de alejamiento. (Fiscala de Tenerife). La Fiscala Provincial de Jan tambin opta en la mayora de los casos como mejor medida, tanto cautelar como definitiva, por la de convivencia con grupo educativo, acudiendo al internamiento en rgimen semiabierto slo en los casos de mayor gravedad. La Fiscala Provincial de Granada tambin destaca, para los casos en que se ha hecho inevitable extraer al menor del ncleo familiar, que es a su vez el ncleo de conflicto, la convivencia con grupo educativo como respuesta ms coherente y unitaria al problema. Igualmente se decantan por la utilizacin de este recurso las Fiscalas de Salamanca, Len y Crdoba, aunque estas ltimas utilizan adems la libertad vigilada con intervencin de los Equipos de tratamiento familiar. La Fiscala de Sevilla entiende que en los casos en que es posible, para evitar la institucionalizacin del menor maltratador se recurre a la familia extensa y, cuando sta no se quiere hacer cargo, lo que sucede frecuentemente, se utiliza el recurso de los pisos de convivencia tutelados por la Direccin General de Reforma Juvenil, y slo en los casos extremos es cuando se solicita el internamiento en un centro de reforma. Hay muchas denuncias donde lo que se describen son problemas de conductas disociales de los menores pero sin contenido delictivo: no asistencia a los centros de enseanza, no acatamiento de los horarios establecidos por los progenitores, ausencia absoluta de disciplina en el cometido de tareas en el seno del hogar etc En estos casos en que lo que se pone de manifiesto es una quiebra del principio de autoridad de las figuras parentales, y en tanto no pueden ser tratados desde esta jurisdiccin, son derivados a los organismos de proteccin oportunos, evitando en la medida de lo posible la criminalizacin de estos menores. Por ello, en las provincias en las que no se cuenta con la medida de convivencia, los Fiscales vienen reclamando su puesta en funcionamiento (Fiscala Provincial de Ciudad Real) o la ampliacin de las plazas existentes, especialmente para chicas (Fiscala de Almera). La Fiscala de Huelva informa que los pisos de convivencia se estn revelando como un medio muy eficaz para luchar contra este tipo de violencia. Cuando se comprob la imposibilidad de articular la medida de convivencia con otro grupo familiar, al rechazar la familia extensa el acogimiento de menores con esta problemtica en su seno, se establecieron en la Comunidad de Andaluca los llamados pisos de convivencia, recursos residenciales a medio camino entre la libertad y el internamiento en centro. Hay pisos de chicos y pisos de chicas, existiendo uno con ocho plazas para chicos en la provincia de Huelva. En los mismos, integrados en la vecindad, residen de manera habitual los menores, crendose un nuevo grupo familiar entre ellos y los educadores. Normalmente, a su ingreso, hay un perodo de observacin de quince das sin salidas y sin permisos, y despus se establece un programa de actividades en las que se incluye la educacin reglada, ya sea educativa o formativa, y el tratamiento psicolgico adecuado a la problemtica del menor, en el que tambin se integra posteriormente al ncleo familiar. Los menores ingresados en este tipo de pisos en ningn caso han reincidido. El xito tambin radica en la inmediata atencin que se dedica a estos casos de maltrato en el mbito familiar. Tras la denuncia inicial, que normalmente se realiza en Fiscala por los progenitores, se cita de manera inmediata al menor a declarar como imputado. Salvo que en ese

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momento se solicite una medida cautelar por la gravedad de los hechos, se les concede una nueva oportunidad a los menores, haciendo hincapi en el comportamiento que deben evitar y las consecuencias legales a las que se enfrentan. Si el menor vuelve a reincidir, se solicita la medida cautelar de ingreso en un piso de convivencia. El juicio normalmente se celebra con celeridad, y la medida que se le impone al menor es la de la continuacin de la convivencia en el piso por el tiempo necesario, que normalmente es de 12 a 18 meses, para afianzar el proceso educativo iniciado. Una vez acabada la convivencia, el menor se reintegra a su mbito familiar. En algunas Comunidades se estn poniendo en marcha programas especficos para afrontar este tipo de conductas (Fiscala Provincial de Guipzcoa). Tambin en Asturias se ha creado por la Consejera de Justicia, en colaboracin con Cruz Roja, el Programa de Terapia y Orientacin Familiar con Menores, tratndose de un recurso especfico indicado para abordar los casos menos graves o incipientes de maltrato familiar, mediante una intervencin tanto con el menor como con la propia familia, con medidas educativas, psicoterapia y actuaciones de orientacin y apoyo. La Fiscala de Corua informa que se continu desarrollando el programa Intervencin con Menores Maltratadotes de sus padres, llevado a cabo por el Departamento de Psicologa de la Facultad de Sociologa de la Universidad de A Corua, realizndose a finales del mes de junio dos talleres de formacin de formadores, llevados a cabo por profesores de psicologa en el que participaron 92 personas entre personal de las Delegaciones Provinciales del Bienestar en el campo del menor y personal de las entidades colaboradoras, con el objetivo de formar a los profesionales en la aplicacin de la tcnica de desarrollo socio-moral. Las Fiscalas aportan interesantes observaciones criminolgicas sobre el perfil de estos menores. Para la Fiscala de Mlaga llama la atencin el respeto que los menores an siguen manteniendo hacia la figura de los abuelos, ya que no obstante haberse cometido en ocasiones maltrato hacia los abuelos, lo ha sido en menor proporcin que hacia la madre, pese a que en Andaluca, existen un buen nmero de menores (especialmente los menores sometidos a nuestra jurisdiccin) a cargo de sus abuelos, en familias en las que ambos progenitores se encuentran en prisin cumpliendo condenas. Esta misma Fiscala observa que se trata de menores intolerantes a la menor frustracin, hijos educados de manera permisiva, a quines los padres les dan todo lo que ellos no tuvieron, y que suele dar lugar a un fuerte egosmo que no admite negativas, prohibiciones, sacrificios o exigencias. Los enfrentamientos surgen cuando los progenitores intentan reprimir su conducta. En la gran mayora de las ocasiones son las madres las que denuncian, con un gran cargo de conciencia, ya que se hacen responsables de lo que a partir de la denuncia le ocurra al menor; adems en muchas ocasiones denuncian con la urgencia de que ese mismo da se les solucione el problema, viniendo a pedir que se ingresen a sus hijos en un centro, o incluso solicitando una medida de alejamiento para con el menor. En este punto la provincia de Mlaga cuenta con un Centro de Convivencia que radica en la ciudad de Rincn de la Victoria, que goza de muy buenas instalaciones, y que cuenta con 8 plazas masculinas, en el que en la mayora de las ocasiones ingresan menores por delitos de maltrato familiar. Muchos de estos menores han sido vctimas de agresin por parte de sus

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progenitores, especialmente de su padre, o han sido testigos de esta violencia del padre hacia la madre Llama poderosamente la atencin en este tipo delictivo la alteracin tan notable que se produce entre el nmero de menores chicos y chicas que intervienen como agresores, ya que por todos es bien sabido que la delincuencia juvenil es principalmente masculina, mientras que en este tipo de delito se produce una equiparacin entre los chicos y las chicas. Tambin la Fiscala Provincial de Huelva refiere que se ha observado una incidencia superior en el maltrato cometido por mujeres, es decir, donde las autoras son las hijas y las vctimas los progenitores, especialmente las madres. Para la Fiscala de Almera, en la mayora de los supuestos, se trata de una situacin de violencia familiar prolongada en el tiempo y no denunciada por los padres hasta que la convivencia resulta del todo imposible por el carcter violento y agresivo de estos adolescentes. Generalmente, tiene su origen en una dejacin de funciones por parte de los progenitores en su educacin (teora de la laxitud). Los padres adoptan hacia el menor una actitud sobreprotectora, sin buscar soluciones iniciales al problema conductual del menor, y al perdurar esta situacin en el tiempo y devenir insoportable la convivencia con el mismo, deciden interponer la denuncia y pretenden obtener una solucin inmediata a su problema, llegando incluso a abandonar al menor en dependencias policiales o en sede de la Fiscala de Menores. En estos supuestos es imprescindible la intervencin con el menor, pero tambin con su familia, siendo necesaria una mayor implicacin de las familias y el sometimiento a programas de mediacin familiar. La Fiscala de Navarra seala que prcticamente en todos los casos, se trata de menores insatisfechos con su vida, que consideran que sus padres tienen la obligacin de satisfacer no ya sus necesidades sino sus caprichos y que no dudan en recurrir a la violencia fsica o psicolgica para conseguir sus propsitos. La Fiscala Provincial de Cdiz tambin apunta el dato criminolgico de que este tipo de delitos afecta a familias de todo tipo y condicin, esto es, no slo se comete en familias desestructuradas o con problemas de integracin social, como se trataba hasta ahora en la mayora de los casos, sino que tambin se producen casos de malos tratos en familias pudientes, desahogadas econmicamente, bien estructuradas y organizadas. En muchos casos, la causa y origen de las amenazas y agresiones a los padres es un problema de consumo de drogas, sobre todo de drogas que causan grave dao a la salud. Para la Fiscala Provincial de Las Palmas la explicacin a tal fenmeno es variada, desde las carencias educativas, la inactividad, la drogadiccin, el afn de consumismo exagerado, o el cambio hormonal, hasta la indudable mayor sensibilidad en la ciudadana para denunciar este tipo de hechos. Tambin la Fiscala de Zaragoza apunta como factor crimingeno en estos delitos el consumo de drogas. La Fiscala Provincial de Cdiz (Algeciras) viene observando que en algunas ocasiones dichas denuncias aparecen ciertamente exageradas en sus trminos, habiendo detectado que, sobre todo por parte de las familias disfuncionales, se utiliza esta va para tratar de institucionalizar al menor aunque sea consiguiendo que se le interne en un centro de reforma a fin de quitarse el problema de casa. La Fiscala Provincial de Granada expone que ha comprobado que en estos casos, una vez denunciados por primera vez los hechos, en los perodos de

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tiempo durante los cuales se prolongaba la tramitacin del expediente, se acumulaban mltiples nuevas denuncias por maltrato al ser ste diario e incluso agravado por la impunidad del menor que vea que tras la denuncia su situacin no se haba modificado. Analizadas las causas, y conocidos desgraciadamente los efectos, se acord la elaboracin de un Protocolo de actuacin en estos casos para dar prioridad a todas las diligencias que se incoaran por estos delitos. Este Protocolo se ha mantenido durante el ao 2007 y el trabajo que normalmente se desarrolla en medio abierto con estos menores est siendo satisfactorio, fundamentalmente para los padres que han encontrado una respuesta rpida y eficaz a su problema. Se impone no obstante el realizar un seguimiento en mayor profundidad de las ejecutorias para verificar la inmediatez de la ejecucin de la medida, cuya demora, en los casos en los que se ha optado por una medida definitiva y no cautelar, se dilata en el tiempo dando al traste con la labor anterior. Los asuntos se tramitan como preferentes y salvo que expresamente en la minuta se recoja lo contrario, implicar la inmediata declaracin del menor, su examen por el Equipo Tcnico correspondiente y la solicitud de medida cautelar, con celebracin de la preceptiva audiencia ante el Juzgado de Menores, de forma que en un perodo de tiempo muy breve se haya dado respuesta judicial, al modo de la violencia de gnero en mayores, aunque con bastantes menos medios, a la solicitud formulada por los padres y se empiece a trabajar educativamente con toda la familia. Desde el punto de vista cautelar, apunta la Fiscala de Bilbao que es en los delitos de esta naturaleza donde se aprecia con mayor intensidad la necesidad de adoptar medidas desde que la causa entra en Fiscala. Ello viene dado por la situacin de deterioro de las relaciones familiares ya que la denuncia se utiliza como ltimo recurso por parte de los padres. Para esta Fiscala, en los casos que se acuerde el alejamiento pero no el internamiento en centro de reforma, la forma de plasmarlo en la peticin de cautelar es interesar del Juzgado una libertad vigilada con obligacin de residir en centro de proteccin o con otra persona distinta al familiar que interesa el alejamiento (comnmente la madre). Hay que sealar que la medida de alejamiento no se ha adoptado en ninguna ocasin como medida aislada sino que va acompaada de aquellas otras que, dentro de los lmites impuestos por el artculo 28 LORPM, se estiman adecuadas a las necesidades educativas del menor. Para la Fiscala Provincial de Pontevedra del catlogo de medidas cautelares previstas las ms utilizada en estos supuestos han sido la de libertad vigilada y la de convivencia con otra persona, familia o grupo educativo, aunque en esta provincia presenta el inconveniente de las dificultades que siempre plantea la Administracin competente para encontrar una familia de acogida para el menor. Desde otra ptica, la Fiscala Provincial de Lrida apunta a que una de las respuestas ms eficaces para solventar los conflictos en el mbito familiar, es el proceso de mediacin, que adems de responsabilizar al menor, evita la confrontacin entre las partes implicadas en el acto de la audiencia. La Fiscala de Zaragoza resea que en el ao 2007 se ha seguido utilizando un Protocolo ad hoc, habiendo aumentado las denuncias, ya que muchos psiclogos o psiquiatras de Zaragoza cuando constatan que la situacin familiar de los padres y el menor est muy deteriorada recomiendan la denuncia en la Fiscala de Menores con la finalidad esencial de controlar de una manera ms efectiva al menor, sobre todo cuando hay problemas con las drogas y el menor no quiere colaborar para un efectivo abandono del consumo.

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El Protocolo de la Seccin de Menores de Zaragoza se integra en un circuito informativo-policial-educadores de la Diputacin-Fiscal que est funcionando muy bien, pues los educadores realizan una labor encomiable para buscar puntos comunes en padres e hijos con terapias psicolgicas comunes, tratamientos de desintoxicacin de drogas, vuelta a las colegios, aprendizaje de oficios, tratamientos psicolgicos, etc; y siempre partiendo de la consideracin de que resulta muy traumtico para los padres tener que llegar a denunciar a su propio hijo. Para la Fiscala de Cantabria, la nueva regulacin penal de la violencia familiar, que ha elevado a la categora de delito supuestos que antes quedaban reservados a las faltas, permite ahora adoptar con estos menores medidas mas rigurosas y una intervencin mas inmediata y eficaz a travs de medidas cautelares y definitivas que les sacan del entorno familiar. En cualquier caso, no puede olvidarse que estamos ante casos en los que adquiere mxima significacin la doble funcin del Fiscal como titular del ejercicio de la accin penal y como garante de los derechos a la proteccin del menor. Para la Fiscala de lava la experiencia demuestra que los padres que han solicitado como medida cautelar una orden de alejamiento respecto de su hijo, cuando son llamados para ratificar tal decisin, en la mayora de los supuestos, se retractan y que se ha constatado que la derivacin de estos temas a los servicios sociales obtiene un buen resultado.

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS ALGUNOS APUNTES PARA UNA FUTURA REFORMA DEL SISTEMA DE JUSTICIA PENAL DE MENORES. Jos Miguel de la Rosa Cortina. Fiscal Adscrito a Fiscal de Sala de Menores. LEGISLACIN REGULADORA DE LOS MENORES: ley orgnica 5/2000, de 12 de enero y ley orgnica 8/2006, de 4 de diciembre, por la que se modifica la ley orgnica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores. AYO FERNNDEZ, Manuel Las garantas del menor infractor Thomson Aranzadi, 2004. DEL MORAL GARCA, Antonio, Para qu sirve un Fiscal? Estudios Jurdicos del Ministerio Fiscal IV2003. URBANO CASTRILLO, Eduardo y DE LA ROSA CORTINA, Jos Miguel Comentarios a la LORPM Aranzadi, 2001. CONSULTA DE LA FISCALA GENERAL DEL ESTADO 3/2004, de 26 de noviembre. MEMORIA de la FGE ao 2007.

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M Jess Milln de las Heras . Titular del Juzgado de Menores n 2 de Madrid.

DOCUMENTOS

La jurisdiccin de menores ante la violencia de gnero

Las reformas legislativas, penales y procesales que se vienen realizando en el mbito de la violencia de gnero, han supuesto un endurecimiento de las penas, mayores garantas para la seguridad y proteccin de la vctima y un reforzamiento de su posicin jurdica. Cuando el autor del delito de violencia de gnero es un menor de 18 aos, la competencia para su enjuiciamiento corresponde a los Jueces de Menores conforme a las disposiciones de la Ley Orgnica 5/2000, de 12 de enero, por la que se regula la responsabilidad penal de los menores. En determinados sectores sociales hay una sensacin de impunidad frente a la justicia de menores. Existe el convencimiento de que si el autor del delito es un menor de edad, la reaccin del sistema es prcticamente inexistente y la vctima carece de proteccin. Para comprender la respuesta que se da en este mbito, debemos conocer que esta jurisdiccin tiene unos principios y caractersticas distintas a los de la jurisdiccin de adultos. Como se afirma en la Recomendacin 87 del Comit de Ministros del Consejo de Europa, los jvenes son seres en evolucin y por tanto, todas las medidas adoptadas respecto de ellos deberan tener un carcter educativo. As ocurre en nuestra legislacin, donde las medidas que pueden imponerse a los menores infractores, forman parte de un rgimen de sanciones especfico, con una finalidad educativa y que se adoptan valorando fundamentalmente su inters. Palabras clave: 1 Responsabilidad 2 Proteccin 3 Reinsercin 4 Educacin 5 Rehabilitacin.

El menor de edad autor de la conducta violenta


La violencia de gnero tambin es una realidad entre los menores de edad. Pueden ser autores de violencia frente a mujeres que sean o hayan sido sus cnyuges o frente a las que estn o hayan estado ligadas a ellos por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. Conforme al art. 48 del Cdigo Civil puede contraer matrimonio el menor a partir de los 14 aos, con dispensa del Juez de Primera Instancia, con justa causa y a instancia de parte. En el ao 2008 las causas incoadas en la Comunidad de Madrid por delitos de violencia ejercida en el mbito domstico y violencia de gnero, han registrado el dramtico y preocupante incremento del 44,60 %. Cierto es que fundamentalmente el incremento ha sido en el maltrato familiar ascendente, en el nmero de menores que agreden a sus padres. Pero tambin es notorio el aumento de denuncias formuladas por mujeres frente a sus parejas menores de edad a lo largo de los ltimos aos. Antes de exponer la respuesta que ofrece nuestra legislacin, es necesario conocer cmo est configurada nuestra jurisdiccin penal de menores, a qu modelo de tratamiento de justicia juvenil se adscribe. Es necesario para

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comprender hasta qu punto la respuesta de la justicia de menores ante la violencia de gnero es y puede ser o no ser la misma a la de la jurisdiccin de adultos. La Ley Orgnica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, en adelante LORRPM, se aplica para exigir la responsabilidad de las personas mayores de catorce aos y menores de dieciocho por la comisin de hechos tipificados como delitos o faltas en el Cdigo Penal o las leyes penales especiales. La propia ley define la naturaleza de su procedimiento como formalmente penal pero materialmente sancionador-educativo. Se considera al menor responsable penalmente de sus actos y de las consecuencias que acarrean y la respuesta del sistema es eminentemente educativa. La LORRPM, dentro de los diversos modelos de tratamiento de la delincuencia juvenil, responde al denominado modelo mixto, con elementos del modelo educativo y fundamentalmente del modelo de responsabilidad. El modelo de responsabilidad se introduce en el derecho espaol siguiendo las directrices marcadas por la normativa relativa a la justicia de menores emanada de la ONU y del Consejo de Europa: las Reglas mnimas de las Naciones Unidas para la Administracin de la Justicia de Menores, Reglas de Beijing, de 1985; las Directrices de las Naciones Unidas para la prevencin de la delincuencia juvenil, Directrices de Riad, de 1990; las Reglas de las Naciones Unidas para la proteccin de los menores privados de libertad, de 1990; la Recomendacin n 87 del Comit de Ministros del Consejo de Europa, sobre reacciones sociales ante la delincuencia juvenil y la Convencin de los Derechos del Nio de 20 de noviembre de 1989. Estas disposiciones determinaron el abandono del modelo tutelar que era el vigente en Espaa, reflejado en el Texto Refundido de la Legislacin sobre Tribunales Tutelares de Menores aprobado por Decreto de 11 de junio de 1948. El modelo tutelar a diferencia del de responsabilidad, consideraba al menor que cometa un delito como a una vctima merecedora de proteccin, un enfermo social, mezclndolo y confundindolo con otros menores desprotegidos y no reclamaba para l el reconocimiento de los derechos y garantas que s se reivindicaban para los adultos en los procedimientos penales. La LO 5/2000, se aleja de esta consideracin, acerca la justicia juvenil a la justicia penal de los adultos, al reconocer a los menores los mismos derechos y garantas constitucionales y procesales que a los mayores de edad. Tambin el menor va a ser tratado como responsable de sus actos y de las consecuencias sociales que estos tienen. En la Exposicin de Motivos de la Ley 5/2000 se proclama que el principio fundamental es el inters del menor, inters que se considera coincidente con el inters prioritario para la sociedad y para el Estado, por encima del derecho de los perjudicados. Tambin declara el principio de que la responsabilidad penal de los menores presenta frente a la de los adultos un carcter primordial de intervencin educativa que trasciende a todos los aspectos de su regulacin jurdica y que determina considerables diferencias entre el sentido y el procedimiento de las sanciones en uno y otro sector, sin perjuicio de las garantas comunes a todo justiciable. Por tanto la redaccin originaria de la ley refleja un modelo de justicia que, partiendo de la responsabilidad de los menores, reconoce las garantas constitucionales en el proceso. Se introducen una amplia gama de medidas,

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permitiendo diversas alternativas para abordar desde un punto de vista educativo la situacin de un menor que ha cometido un hecho delictivo. Sin embargo durante los ltimos aos, en las sucesivas reformas de la LO 5/2000, se ha producido una revisin gradual de estas afirmaciones. Ocurre en Espaa lo que se aprecia tambin en otros pases europeos, una tendencia al endurecimiento del derecho penal de menores. Ahora en la Exposicin de Motivos de la Ley Orgnica 8/2006, de reforma de la LO 5/2000, se afirma que: El inters superior del menor, que va a seguir primando en la Ley, es perfectamente compatible con el objetivo de pretender una mayor proporcionalidad entre la respuesta sancionadora y la gravedad del hecho cometido. La filosofa de la ley se basa en el carcter educativo de la medida y del procedimiento, y flexibilidad en la adopcin y ejecucin de la medida, teniendo en cuenta la evolucin del menor. Tambin en los principios de intervencin mnima y de oportunidad. Este ltimo, que constituye una excepcin al principio de legalidad, permite al Ministerio Fiscal desistir del ejercicio de la accin penal, bajo determinados requisitos, con independencia de que se haya acreditado la comisin de un delito y la participacin del menor. Nos encontramos con un procedimiento en que frente al menor que comete un delito de violencia de gnero, o de cualquiera otra naturaleza, pretende su reinsercin, su reeducacin, mediante medidas individualizadas de carcter educativo y en el que se excluyen respuestas ejemplarizantes la prevencin general y retributivas, finalidades tradicionales de las penas.

La vctima de un delito de violencia de gnero, est desprotegida en la jurisdiccin de menores?


En el mbito de la violencia de gnero las reformas que se vienen realizando en los ltimos tiempos tratan de reforzar la posicin de la vctima. Muestra de ello es la Ley orgnica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Proteccin Integral contra la Violencia de Gnero, ley que aborda con decisin la respuesta punitiva que deben recibir todas las manifestaciones de violencia que esta Ley contempla. El artculo 17 de la Ley Integral afirma que todas las mujeres vctimas de violencia de gnero, con independencia de su origen, religin o cualquier otra condicin o circunstancia personal o social, tienen garantizados los derechos reconocidos en la Ley. Esta afirmacin, vale tambin cuando el autor de la agresin es un menor con edad comprendida entre los 14 y los 18 aos?; es la misma la posicin de la mujer vctima de violencia de gnero, son los mismos sus derechos cuando el autor de la agresin es un menor en ese tramo de edad, que cuando es un mayor de edad? o existe un trato discriminatorio cuando el autor de la agresin no ha superado los 18 aos?.

La personacin de la vctima de violencia de gnero El ordenamiento espaol se caracteriza porque no existe monopolio de la accin penal por parte del Ministerio Fiscal, sino que la accin penal es pblica, pudiendo ejercitarla todos los ciudadanos espaoles (art. 101 LECrim y art. 125 CE). Pero, a diferencia de lo que constituye la regla general en nuestro sistema procesal penal, en el proceso de menores se ha prohibido

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hasta la reforma de la LO 5/2000 operada por la LO 15/2003 el ejercicio de la accin penal a cualquier particular, sea o no ofendido por el delito, ostentando el Ministerio Fiscal el monopolio. El que la vctima del delito cometido por un menor pueda tener intervencin activa en el proceso como acusacin particular ha sido y es una cuestin controvertida con detractores y defensores. La posicin de la vctima es una posicin difcil en esta jurisdiccin. Su fin prioritario, la reeducacin y reinsercin del agresor, no tiene por qu ser compartido por la vctima. Por el contrario, la perjudicada legtimamente puede reclamar su intervencin en el proceso, exclusivamente para obtener la satisfaccin del dao o agravio recibido y lograr su debida proteccin. Tradicionalmente en Espaa la jurisdiccin de menores ha actuado ignorando a la vctima, considerada un elemento que no era compatible con el sistema de justicia diseado. Ms an, la presencia e intervencin activa de la vctima ha estado expresamente prohibida en el proceso de menores. Ha estado prohibida en todos los textos anteriores a la LO 15/2003. Desde los que a primeros del siglo XX crearon tribunales especficos para nios, la Ley de bases sobre organizacin y atribuciones de tribunales para nios, publicada el 15 de agosto de 1918, objeto de sucesivas reformas hasta llegar al Texto Refundido de la legislacin sobre Tribunales Tutelares de Menores, hasta 1992, en que se public la ley 4/92, de 5 de junio, reguladora de la competencia y el procedimiento en los juzgados de menores. En todos estos textos se reserv exclusivamente el ejercicio de la accin penal y la iniciativa procesal al Ministerio Fiscal y se mantuvo la prohibicin del ejercicio de acciones por particulares. La incorporacin de la acusacin particular se produce por primera vez en el Anteproyecto de Ley Orgnica Penal Juvenil y del Menor de 27 de abril de 1995, que estableca en su art. 43.2 que junto al Ministerio Fiscal poda personarse como acusador el ofendido por el delito, que tendra la naturaleza de acusador particular. Ese precepto fue muy criticado por la doctrina y este anteproyecto acab sin ver la luz. La Ley Orgnica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, fue publicada en el BOE de 13 de enero de 2000, y entr en vigor el 13 de enero de 2001. En el art. 25 de la ley se afirm textualmente que en este procedimiento no cabr en ningn caso el ejercicio de acciones por particulares. El ejercicio de la accin penal era monopolio del Ministerio Fiscal, si bien se permita a los particulares perjudicados por el delito participar en cierto modo en el proceso con mayor o menor amplitud segn ciertas circunstancias, pero sin otorgarles la consideracin de parte. La LO 5/2000 justificaba la decisin adoptada de la siguiente forma: Se pretende impedir todo aquello que pudiera tener un efecto contraproducente para el menor, como el ejercicio de la accin por la vctima o por otros particulares. Es con la reforma operada por la LO 15/2003 cuando se permite el ejercicio de la acusacin particular en el proceso penal de menores. Esta reforma obedece sobre todo a la necesidad de dar una mayor proteccin a la vctima y sus intereses, proteccin que hasta entonces se estaba cuestionando en numerosos medios de comunicacin y sectores de la sociedad, a raz de determinados delitos de gravedad que fueron cometidos por menores y que tuvieron una gran repercusin meditica.

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El nuevo art. 25 contiene una regulacin de la acusacin particular sin lmites que puede ser ejercida por los directamente ofendidos por el delito, sus padres, herederos o representantes legales. La reforma de la LORPM operada por LO 8/2006 supone un nuevo paso en esta lnea de reforzamiento de la posicin de la vctima. Ahora el perjudicado, se haya o no personado en el procedimiento, debe ser notificado de aquellas resoluciones que afecten a sus intereses: es preceptivo comunicar a la vctima los actos procesales que puedan afectar a su seguridad, conforme a lo dispuesto en el nuevo art. 4 LORPM. Tambin el art. 4, obliga expresamente al Ministerio Fiscal y al Juez de Menores a velar en todo momento por la proteccin de los derechos de las vctimas y de los perjudicados por las infracciones cometidas por los menores y que de manera inmediata se les instruya de las medidas de asistencia a las vctimas que prev la legislacin vigente. Por tanto actualmente la vctima de un delito de violencia de gnero puede tener una intervencin activa en el proceso de menores, puede personarse como acusacin particular, en idntica posicin a la que puede ostentar en la jurisdiccin de adultos. Y tiene el derecho a estar informada durante todo el proceso de las resoluciones que se adopten y puedan afectar a sus intereses y seguridad, aunque no se haya personado en el procedimiento.

Medidas cautelares para la debida proteccin de la vctima En la justicia penal de menores, la instruccin de las causas corresponde al Ministerio Pblico, asumiendo el Juez, en esa fase del proceso, el papel de juez de garantas. El Ministerio Fiscal no puede adoptar medidas tendentes a la proteccin de la vctima que restrinjan o limiten derechos fundamentales del menor expedientado. El art. 23.3 de la LO 5/2000 dispone que el Ministerio Fiscal no podr practicar por s mismo diligencias restrictivas de derechos fundamentales, sino que habr de solicitar del Juzgado la prctica de las que sean precisas para el buen fin de las investigaciones. En materia de medidas cautelares, la LO 5/2000 no haba previsto expresamente medidas especficas de proteccin o seguridad para las vctimas. Ahora con la reforma de la LO 8/2006 se aade como causa para adoptar una medida cautelar, el riesgo de atentar contra bienes jurdicos de la vctima y se incorpora como nueva medida autnoma, la prohibicin al menor infractor de aproximarse o comunicarse con la vctima o su familia u otra persona que determine el Juez. Respecto de la legitimacin de la acusacin particular para solicitar del Juez la adopcin de medidas cautelares, la LO 8/2006 dispone en relacin a la medida de internamiento, que el Juez de Menores resolver, a instancia del Ministerio Fiscal o de la acusacin particular. Y en la prctica, respecto del resto de medidas cautelares, tambin se ha consolidado la plena legitimacin de la Acusacin Particular para instarlas. Ante un delito de violencia de gnero la primera medida es garantizar la seguridad de la vctima. Las medidas cautelares aparecen reguladas en un solo artculo, el art. 28 de la LORRPM. El art. 29 se refiere al supuesto especfico en que concurran en el agresor circunstancias de exencin de la responsabilidad penal. Dichas medidas cautelares son cuatro: internamiento en centro en el rgimen adecuado, libertad vigilada, prohibicin de aproximarse o comunicarse con la vctima o con aquellos de sus familiares u

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otras personas que determine el Juez, y convivencia con otra persona, familia o grupo educativo. Estas medidas tienen unas caractersticas propias que las distinguen de las del proceso de adultos. Para su adopcin es preciso valorar el superior inters del menor que es el principio fundamental en este mbito del Derecho. Lo que en cada caso constituya el inters del menor, ser analizado con criterios profesionales por los equipos tcnicos que asesoran a Jueces y Fiscales de Menores y que debern informar sobre la situacin educativa, psicolgica, familiar del menor, entorno social y sobre cualquier otra cuestin relevante a estos efectos. Tambin ser analizado por lo representantes de las entidades pblicas de proteccin y reforma de menores de las Comunidades Autnomas, cuando tengan informacin sobre el menor por haber cumplido previamente alguna medida. El prrafo tercero del apartado primero del artculo 28 dispone que el Juez, odo el letrado del menor, as como el equipo tcnico y la representacin de la entidad pblica de proteccin o reforma de menores, que informarn especialmente sobre la naturaleza de la medida cautelar, resolver sobre lo propuesto tomando en especial consideracin el inters del menor. Por tanto, ha de valorarse el inters del menor expedientado a la hora de resolver sobre el hecho mismo de la adopcin de una medida cautelar y sobre la eleccin de la concreta medida de entre las previstas en la Ley.

1. Peculiaridades del internamiento en proteccin de la vctima La medida cautelar que implica privacin de libertad es la medida de internamiento. Al regular las medidas del mismo nombre imponibles en sentencia, el art. 7 dispone que el internamiento en centro determina que el menor sometido a esta medida residir en el centro y desarrollar en el mismo las actividades formativas, educativas, laborales y de ocio. El modelo de responsabilidad al que se adscribe la LO 5 /2000 reduce la posibilidad de adoptar la medida de internamiento a supuestos excepcionales. Conforme a los compromisos internacionales suscritos por Espaa, esta medida ha de ser adoptada siempre con carcter restrictivo. As lo disponen entre otras, los art. 37 b y c de la Convencin de Viena sobre los derechos del nio, el art. 13,1 de las Reglas de las Naciones Unidas para la administracin de la justicia de menores de 1984, Reglas de Beijing, las Recomendaciones del Comit de Ministros del Consejo de Europa y la Resolucin del Parlamento Europeo, de 21 de junio de 2007, sobre la delincuencia juvenil, el papel de las mujeres, la familia y la sociedad. En este sentido el apartado segundo del art. 28, tras la reforma 8/2006, exige para la adopcin de la medida cautelar de internamiento atender a la gravedad de los hechos, valorando tambin las circunstancias personales y sociales del menor, la existencia de un peligro cierto de fuga, y, especialmente, el que el menor hubiera cometido o no con anterioridad otros hechos graves de la misma naturaleza. La Fiscala General del Estado en la Instruccin 10/2005, de 6 de octubre, respecto de la medida de internamiento, indica, que la aplicacin de esta medida debe necesariamente restringirse, teniendo en cuenta los principios de excepcionalidad, proporcionalidad, subsidiariedad y provisionalidad, que si rigen en el proceso penal en general, en el especial de menores an tienen mayor rango y operatividad.

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El Internamiento en rgimen cerrado, es la medida cautelar ms restrictiva, de naturaleza similar a la prisin provisional de los artculos 503 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Por ello la aplicacin de dicha medida se debe regir por los principios y garantas que el Tribunal Constitucional ha establecido para la prisin provisional; y, respecto a sta el citado Tribunal ha sealado que es exigible para su adopcin, junto a la previsin legal que permite adoptarla, una razn que la justifique constitucionalmente, debiendo ser adoptada con carcter excepcional dado su carcter limitador de un derecho fundamental. La ley contempla especiales requisitos para la adopcin de esta medida, recogidos en la regla segunda del art. 9. Entre otros supuestos los no mencionados son extraos a los delitos objeto de estudio menciona el art. 9 los siguientes: cuando los hechos estn tipificados como delito grave por el Cdigo Penal o las leyes penales especiales; o tratndose de hechos tipificados como delito menos grave, que en su ejecucin se haya empleado violencia o intimidacin en las personas o se haya generado grave riesgo para la vida o la integridad fsica de las mismas. El Internamiento en rgimen semiabierto implica para el menor una menor restriccin de su derecho a la libertad, pues aunque tiene la obligacin de residir en el centro, existe la posibilidad de poder realizar fuera del mismo alguna o algunas de las actividades formativas, educativas, laborales y de ocio establecidas en el programa individualizado de ejecucin de la medida. Por ltimo el Internamiento en rgimen abierto supone para el menor residir en el centro como domicilio habitual, con sujecin al programa y rgimen interno del mismo pero llevar a cabo todas las actividades del proyecto educativo en los servicios normalizados del entorno. Es de resaltar que en estos casos el menor gozar, pese al carcter cautelar de la medida, de un rgimen de permisos de salida ordinarios, lo que deber ser valorado a la hora de su adopcin. Respecto del internamiento teraputico, dispone la ley que en los centros en los que se ejecute una medida de internamiento teraputico en rgimen cerrado, semiabierto o abierto se realizar una atencin educativa especializada o tratamiento especfico dirigido a personas que padezcan anomalas o alteraciones psquicas, un estado de dependencia de bebidas alcohlicas, drogas txicas o sustancias psicotrpicas, o alteraciones en la percepcin que determinen una alteracin grave de la conciencia de la realidad. El tiempo mximo de la medida cautelar de internamiento ser de seis meses, y podr prorrogarse, a instancia del Ministerio Fiscal, previa audiencia del letrado del menor y mediante auto motivado, por otros tres meses como mximo. Son unos plazos breves, comparados con los de duracin de la prisin preventiva en la LECrm. En el proceso de menores, el tiempo es fundamental, pues el efecto educativo que se pretende que provoque en el menor infractor podra verse frustrado si no existe inmediatez entre el hecho y la sancin a imponer en sentencia.

2. Libertad vigilada en proteccin de la vctima La segunda medida es la Libertad vigilada. En esta medida se mantiene al menor en su medio y se realiza un seguimiento de su actividad y de su asistencia a la escuela, al centro de formacin profesional o al lugar de trabajo, segn los casos, procurando ayudarle a superar los factores que

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determinaron la infraccin cometida. Asimismo, esta medida obliga a seguir las pautas socio-educativas que seale la entidad pblica o el profesional encargado de su seguimiento, de acuerdo con el programa de intervencin elaborado al efecto y aprobado por el Juez de Menores. El menor sometido a la medida tambin queda obligado a mantener con dicho profesional las entrevistas establecidas en el programa y a cumplir, en su caso, las reglas de conducta impuestas por el Juez, que podrn ser alguna o algunas de las siguientes: 1. Obligacin de asistir con regularidad al centro docente correspondiente, si el menor est en edad de escolarizacin obligatoria, y acreditar ante el Juez dicha asistencia regular o justificar en su caso las ausencias, cuantas veces fuere requerido para ello. 2. Obligacin de someterse a programas de tipo formativo, cultural, educativo, profesional, laboral, de educacin sexual, de educacin vial u otros similares. 3. Prohibicin de acudir a determinados lugares, establecimientos o espectculos. 4. Prohibicin de ausentarse del lugar de residencia sin autorizacin judicial previa. 5. Obligacin de residir en un lugar determinado. 6. Obligacin de comparecer personalmente ante el Juzgado de Menores o profesional que se designe, para informar de las actividades realizadas y justificarlas. 7. Cualesquiera otras obligaciones que el Juez, de oficio o a instancia del Ministerio Fiscal, estime convenientes para la reinsercin social del menor, siempre que no atenten contra su dignidad como persona. En cuanto a las circunstancias de la ejecucin de la medida de libertad vigilada, el art. 18 del RD 1774/2004 dispone que una vez designado el profesional encargado de la ejecucin de la medida y notificada la designacin al juzgado de menores, se entrevistar con el menor al efecto de elaborar el programa individualizado de ejecucin de la medida. En el programa individualizado de ejecucin de la medida, el profesional expondr la situacin general detectada, los aspectos concretos referentes a los mbitos personal, familiar, social, educativo, formativo o laboral los que se considera necesario incidir, as como las pautas socioeducativas que el menor deber seguir para superar los factores que determinaron la infraccin cometida. Tambin propondr la frecuencia mnima de las entrevistas con el menor, que posibiliten el seguimiento y el control de la medida, sin perjuicio de otras que puedan mantener el profesional y el menor en el curso de la ejecucin, cuando el primero las considere necesarias. Si con la medida se hubiera impuesto al menor alguna regla de conducta que requiera para su cumplimiento un programa o recurso especfico, ste se elaborar o designar por la entidad pblica y se adjuntar al programa individualizado de ejecucin de la medida. La medida de libertad vigilada, en palabras de la consulta 3/2004 de la Fiscala General del Estado, introduce grandes posibilidades de versatilidad, pues tiene un contenido abierto a travs de la posibilidad de imposicin de las reglas de conducta.

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La flexibilidad del rgimen de la libertad vigilada, prosigue la mencionada consulta, se potencia an ms con la clusula abierta que introduce el nm. 7, que permite establecer otras reglas de conducta no previstas, innominadas, con tal de que cumplan dos requisitos: 1) que estn orientadas a la reinsercin social y 2) que no atenten a la dignidad del menor como persona. Esta limitacin implica la exclusin de reglas de conducta que puedan incorporar contenidos ofensivos al honor del menor y reglas de conducta no compatibles con la edad o evolucin o desarrollo del mismo.

3. La prohibicin de aproximarse o comunicar con la vctima La medida cautelar de prohibicin de aproximarse a la vctima o a aquellos de sus familiares u otras personas que determine el Juez impedir al menor acercarse a ellos, en cualquier lugar donde se encuentren, as como a su domicilio, a su centro docente, a sus lugares de trabajo y a cualquier otro que sea frecuentado por ellos. La prohibicin de comunicarse con la vctima, o con aquellos de sus familiares u otras personas que se determine, impedir al menor establecer con ellas, por cualquier medio de comunicacin o medio informtico o telemtico, contacto escrito, verbal o visual. La reforma 8/2006 introduce la medida cautelar de prohibicin de acercamiento y comunicacin y la regula igual que est contemplada en el art. 48 CP , pero omitiendo la previsin de su apartado 4., conforme a la cual el juez o tribunal podr acordar que el control de estas medidas se realice a travs de aquellos medios electrnicos que lo permitan. Para la Circular 1/2007 la falta de previsin legal respecto de los mecanismos para asegurar su efectividad hace improcedente que estas prohibiciones puedan ser supervisadas mediante mecanismos de control electrnico, salvo que el sometido a la medida voluntariamente accediera a ello. Tambin se ha omitido la posibilidad de un alejamiento consistente en la privacin del derecho a residir, as como de acudir a determinados lugares que aparece prevista en el n 1 del art. 48 del CP. Estas modalidades podrn no obstante acordarse por medio de las reglas de conducta de la libertad vigilada, como tambin es posible a travs de una regla de conducta imponer al menor la obligacin de residir en un determinado lugar. Sin embargo la reforma 8/2006 en este sentido no ha supuesto un cambio sustancial. Pues antes de ella se vena adoptando la medida cautelar de alejamiento, tal como estaba prevista en el art. 544 bis LECrim, como regla de conducta dentro de la medida de libertad vigilada.

4. Convivencia con otra persona, familia o grupo educativo Mediante esta medida cautelar el menor debe convivir, durante el perodo de tiempo establecido por el juez, con otra persona, con una familia distinta a la suya o con un grupo educativo, adecuadamente seleccionados para orientar a aqul en su proceso de socializacin.

5. La Orden de Proteccin en el proceso penal de menores En el mbito de la jurisdiccin de adultos a travs de la orden de proteccin, la vctima puede lograr un estatuto integral de proteccin. Esta proteccin permite la adopcin de medidas cautelares de naturaleza penal y tambin civil. La vctima con la orden estimatoria de proteccin puede acudir a las

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diferentes administraciones solicitando el resto de medidas, sociales, asistenciales, jurdicas, econmicas y laborales que estn previstas en el ordenamiento jurdico. La LORRPM no contempla un sistema integral de proteccin similar al derivado de la orden de proteccin. Se cuestiona si las medidas judiciales de proteccin y de seguridad de las vctimas, contenidas en la LO 1/2004, de medidas de proteccin integral contra la violencia de gnero, son aplicables en el proceso penal de menores. La ley Orgnica 1 /2004, nada dice al respecto cuando el delito de violencia de gnero es cometido por un menor. La Disposicin Final Primera de la LORRPM otorga carcter supletorio a la Ley de Enjuiciamiento Criminal . Algn autor y alguna resolucin aislada auto n 391/04 de la Seccin Tercera de la AP Girona de veintids de junio de dos mil cuatro consideran de aplicacin en el procedimiento de menores lo dispuesto en el artculo 544 ter sobre la orden de proteccin para las vctimas de la violencia de gnero. La doctrina mayoritaria y la prctica no han acogido esta interpretacin. Las medidas cautelares estn expresamente reguladas en la LORRPM y por tanto no procede acudir en esta materia a las disposiciones de la LECrm. Adems la LO 8/2006, de 4 de diciembre, entre otros artculos, ha reformado el art. 28, ha introducido la medida de alejamiento y ha modificado los requisitos de las cautelares para proteger a la vctima, sin hacer la menor referencia a la orden de proteccin. La Consulta 3/2004 de la Fiscala General del Estado en este sentido y respondiendo al planteamiento de si las medidas cautelares concebidas para la proteccin de la vctima, previstas en los arts. 13, 544 bis de la LECrim, as como las que pudieran derivarse del procedimiento introducido en el art. 544 ter, tratndose de delitos de los arts. 57, 153 y 173.2 del Cdigo Penal, son aplicables a aquellos supuestos en que el agresor es un menor de edad y, como tal, sujeto a la jurisdiccin de menores, concluye en sentido negativo, por considerar que las medidas cautelares aplicables en el proceso penal de menores son las expresamente previstas en los arts. 28 y 29 LORPM. Y que la aplicacin supletoria de la LECrim. nunca puede realizarse ab integro, debiendo excluirse en aquellas materias que bien tienen una regulacin suficiente en la LORPM, o que bien son incompatibles con sus principios informadores. Todas las medidas cautelares de naturaleza penal del art. 544 bis LECrm como son la prohibicin de residir en un determinado lugar, barrio, municipio, provincia u otra entidad local o Comunidad Autnoma, la prohibicin de acudir a determinados lugares, barrios, municipios, provincias u otras entidades locales o Comunidades Autnomas o de aproximarse o comunicarse con determinadas personas, pueden acordarse en el proceso de menores, bien con la medida cautelar de alejamiento, o con los alejamientos impuestos como reglas de conducta a travs de la medida cautelar de libertad vigilada. Por tanto ante un delito de violencia de gnero cometido por un menor, se puede instar y obtener las mismas medidas cautelares penales que en el procedimiento de adultos. Ms an, las medidas cautelares en la jurisdiccin de menores tienen un valor reforzado, porque si esas prohibiciones se acuerdan dentro de la medida de libertad vigilada, existir la garanta aadida que ofrece una intervencin socioeducativa con el agresor. Y tambin un control ms exhaustivo, pues el tcnico de la libertad vigilada va a ofrecer informacin peridica sobre el cumplimiento de la

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misma, sobre la actitud y evolucin del expedientado durante la ejecucin de la medida. Lo cual no ocurre en la jurisdiccin de adultos. Sin embargo las medidas de naturaleza civil tales como la atribucin del uso y disfrute de la vivienda familiar, determinar el rgimen de custodia, visitas, comunicacin y estancia con los hijos, el rgimen de prestacin de alimentos no pueden ser resueltas en la jurisdiccin de menores pues la LO 5/2000 no prev competencia alguna del Juez de Menores para la adopcin de medidas de naturaleza civil. Existen adems las medidas del art. 158 del Cdigo Civil. Este artculo contempla una serie de medidas que podran ser necesarias para proteger al hijo de la vctima y agresor, entre las que se citan : las destinadas a asegurar la prestacin de alimentos y proveer a las futuras necesidades del hijo, en caso de incumplimiento de este deber por sus padres, las disposiciones apropiadas a fin de evitar a los hijos perturbaciones daosas en los casos de cambio de titular de la potestad de guarda y las medidas necesarias para evitar la sustraccin de los hijos menores por alguno de los progenitores o por terceras personas. Existen opiniones a favor de la posibilidad de ser acordadas por el Juez de Menores pues el prrafo ltimo de dicho precepto dice que todas estas medidas podrn adoptarse dentro de cualquier proceso civil o penal o bien en un procedimiento de jurisdiccin voluntaria. Sin embargo tambin hay argumentos en contra de que estas medidas puedan ser dispuestas por el Juez de Menores, pues son en definitiva medidas ante una situacin de desproteccin del hijo de la pareja y el Juez de Menores no asume funciones de proteccin en caso de desamparo En este sentido, en el sistema diseado en la LORRPM, hay una separacin entre las reas de Proteccin y de Reforma. La Ley trata de superar la confusin que exista con la antigua Ley de Tribunales Tutelares de Menores entre menores que haban cometido una infraccin criminal y los menores que se encontraban en una situacin de necesidad de proteccin, confusin que tantas consecuencias negativas trajo. La competencia del Juez de Menores segn el art. 1 y 2 de la Ley lo es para conocer de los hechos cometidos por los mayores de catorce aos y menores de dieciocho constitutivos de delito o falta. A diferencia de la competencia del Juez de Menores, al Ministerio Fiscal s le corresponden esas actuaciones de proteccin. Segn el art. 6 de la LORRPM adems de las funciones instructoras, al Ministerio Fiscal le compete la defensa de los derechos que a los menores reconocen las leyes, y la vigilancia de las actuaciones que deban realizarse en su inters. El Juez de Menores no puede acordar otras actuaciones de carcter protector diferentes a las previstas en los arts. 28 y 29 de la LORRPM. Incluso en los casos en que el menor expedientado, como consecuencia de la ejecucin de la medida cautelar acordada por el Juez, quedase en situacin de desamparo, es el Ministerio Fiscal el que deber instar las medidas de proteccin adecuadas. De este modo el art. 7 de la LORRPM, conforme a la redaccin dada por LO 8/ 2006, dispone que si como consecuencia de las reglas de conducta que se hubieran acordado en el mbito de una medida de libertad vigilada o como consecuencia de la medida de prohibicin de aproximarse o comunicarse con la vctima, si estas medidas implicasen una situacin de desproteccin para el menor infractor, derivada de la imposibilidad de continuar viviendo con sus padres, tutores o guardadores, el Ministerio Fiscal deber remitir testimonio de los particulares a la entidad pblica de proteccin del menor, y dicha entidad deber promover las medidas de proteccin adecuadas a las circunstancias de aqul, conforme a

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lo dispuesto en la Ley Orgnica 1/1996. Es decir las medidas de proteccin no deben ser acordadas ni instadas por el juez, sino que ser el Ministerio Fiscal el que asume la obligacin de dar traslado a la entidad pblica de proteccin del menor. Y ello pese a que la referida LO1/1996, de Proteccin Jurdica del Menor, atribuye competencia a cualquier autoridad que tenga conocimiento de una situacin de desproteccin social del menor. Por tanto no es posible adoptar las medidas civiles previstas en el art. 544 ter de la LECrim y en los arts. 65 y 66 de la LO 1/2004 y art. 158 del Cdigo Civil por lo que ser necesario acudir a otro rgano jurisdiccional para ello, sin perjuicio de que el Ministerio Fiscal inste las medidas de proteccin que considere oportunas en relacin a los supuestos del art. 158 del Cdigo Civil. Pese a ello, mediante las medidas previstas en el art. 28 de la LO 5/2000, las diversas formas de internamiento, con la medida de prohibicin de aproximacin y comunicacin con la vctima, la libertad vigilada combinada con las reglas de conducta, se asegura a la vctima una proteccin eficaz. Proteccin reforzada gracias a la intervencin teraputica que se va a prestar en el centro de internamiento o mediante la accin del educador o delegado en el cumplimiento de la medida cautelar.

Proteccin de la vctima durante la celebracin del juicio


Aunque la regla general es la publicidad del acto del juicio, en inters de la vctima y tambin del menor imputado el Juez podr acordar que las sesiones del juicio no sean pblicas ( art.35 LORRPM ) Son muy frecuentes los casos en que los delitos o faltas cometidos por los menores se producen frente a otros menores de edad. Las vctimas cuando son menores de edad deben contar con una proteccin aadida en virtud, entre otros, del art. 39 de la Convencin de los Derechos del Nio y el art. 3 de la Ley de Proteccin Jurdica del Menor. La previsin del actual art. 25 LORRPM permite que los intereses de las menores vctimas puedan ser defendidos por sus representantes legales dentro de este proceso, sin que esto excluya su intervencin directa como ofendidas, debindose garantizar su derecho a ser odas, art. 9 de la Ley de Proteccin Jurdica del Menor, y todos los dems que las leyes les otorgan, como el derecho a la intimidad, honor y propia imagen del art. 4 LOPJM y 16 CDN. La LO 8/2006, introdujo modificaciones en la LECrm que afectan entre otras, a la cuestin que nos ocupa, al tratamiento de la mujer en general y especialmente si es menor de edad vctima de un delito de violencia de gnero cometido por un menor de edad. Si la vctima es menor de edad su declaracin se llevar a cabo evitando la confrontacin visual de ella con el inculpado utilizando para ello cualquier medio tcnico que haga posible la prctica de esta prueba (art. 448 y 707 LECrm). Podr acordarse que su comparecencia se realice a travs de videoconferencia u otro sistema similar que permita la comunicacin bidireccional y simultnea de la imagen y el sonido en aquellos supuestos en que la comparecencia resulte gravosa o perjudicial, y, especialmente, cuando se trate de una menor ( artculo 731 bis LECrm.) - Toda declaracin de un menor podr realizarse ante expertos y siempre en presencia del Ministerio Fiscal. Quienes ejerzan la patria potestad, tutela o

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guarda del menor podrn estar presentes, salvo que sean imputados o el juez, excepcionalmente y de forma motivada, acuerde lo contrario. El juez podr acordar la grabacin de la declaracin.

Medidas definitivas en sentencia


En la Resolucin del Parlamento Europeo, de 21 de junio de 2007 se recuerda que en materia de delincuencia juvenil, el desarrollo del procedimiento judicial y su duracin, la eleccin de la medida que ha de adoptarse, as como su posterior ejecucin deben guiarse por el principio del inters superior del menor. Las medidas que pueden imponerse en sentencia, son las analizadas como medidas cautelares (internamientos, libertad vigilada, prohibicin de aproximacin o comunicacin con la vctima y convivencia con otra persona, familia o grupo educativo), y adems: tratamiento ambulatorio, asistencia a un centro de da, permanencia de fin de semana, prestaciones en beneficio de la comunidad, realizacin de tareas socio-educativas, amonestacin, privacin del permiso de conducir ciclomotores y vehculos a motor, o del derecho a obtenerlo, o de las licencias administrativas para caza o para uso de cualquier tipo de armas e inhabilitacin absoluta. En la jurisdiccin de adultos la pena por la comisin de un delito es la establecida en el respectivo tipo penal y la resultante de las reglas generales y especiales para la aplicacin de las penas de los art. 61 y ss del Cdigo Penal. Sin embargo en la jurisdiccin de menores existe una gran flexibilidad en la eleccin de la medida. En este mbito se ha de atender de modo flexible, no slo a la prueba y valoracin jurdica de los hechos, sino especialmente a la edad, las circunstancias familiares y sociales, la personalidad y el inters del menor. Los equipos tcnicos adscritos funcionalmente a Jueces y Fiscales de Menores van a orientar sobre qu interesa al menor en cada momento del procedimiento, para lo cual emitirn informes sobre su situacin psicolgica, educativa y familiar, as como sobre su entorno social, y en general sobre cualquier otra circunstancia relevante. No obstante este principio de flexibilidad en la eleccin de la medida ha sido limitado en las sucesivas reformas de la LO 5/2000, de tal modo que actualmente en determinados casos, como cuando el hecho sea de extrema gravedad, cuando los hechos sean constitutivos de algunos delitos como los de homicidio, asesinato y agresiones sexuales tipificados en los artculos 138, 139, 179 y 180 del Cdigo Penal, o de cualquier otro delito que tenga sealada en el Cdigo o en las leyes penales especiales pena de prisin igual o superior a quince aos, el Juez deber imponer necesariamente la medida de internamiento en rgimen cerrado. Y, en este ltimo supuesto, si al tiempo de cometer los hechos el menor tuviere diecisis o diecisiete aos de edad slo podr hacerse uso de las facultades de modificacin, suspensin o sustitucin de la medida cuando haya transcurrido al menos, la mitad de la duracin de la medida de internamiento impuesta. El Juez debe motivar en la sentencia las razones por las que aplica una determinada medida, as como el plazo de duracin de la misma, a los efectos de la valoracin del mencionado inters del menor y puede imponer una o varias medidas de las previstas en la Ley con independencia de que se trate de uno o ms hechos, pero, en ningn caso, puede imponer a un menor en una misma resolucin ms de una medida de la misma clase. Adems podr suspender la ejecucin del fallo en la propia sentencia o en un auto

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motivado cuando esta sea firme, estableciendo las condiciones a las que se somete la suspensin. El principio de flexibilidad tambin opera durante la ejecucin. El juez podr dejar sin efecto la medida o sustituirla por otra que se estime ms adecuada por tiempo igual o inferior al que reste para su cumplimiento, cuando la modificacin redunde en inters del menor y se exprese suficientemente el reproche que merece su conducta. Es decir existe flexibilidad para adaptar la medida en cada momento a la evolucin educativa del menor.

Conclusin
Detrs de la violencia que se produce en un considerable nmero de parejas adultas, hay una historia de malos tratos iniciada en la adolescencia. En la jurisdiccin de menores existen por un lado mecanismos para garantizar a la vctima una urgente proteccin. Por otro lado, respecto del menor autor de los hechos, el legislador ha optado por la prevencin especial, porque la respuesta sea responsabilizadora, educativa y resocializadora. La incoacin de un expediente a un menor por un delito de violencia de gnero, a diferencia de lo que ocurre en la jurisdiccin de adultos, permite una rpida intervencin llevada a cabo por especialistas en las reas de educacin y formacin. Esta intervencin precoz permitir detectar los factores de riesgo en el proceso evolutivo del menor y las causas que han podido favorecer la comisin de los hechos. Todo ello con el objetivo de responsabilizarle y evitar una cronificacin de conductas violentas, por lo que se abre una puerta a la posibilidad de cambio.

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS Carrera Domnech Jorge. 2005 La orden de proteccin en el marco de la justicia penal de adolescentes. Publicacin: Sentencias de TSJ y AP y otros Tribunales nm. 3/2005 Parte Comentario Editorial Aranzadi, SA, Pamplona. De la Rosa Cortina Jos Miguel. 2008. Medidas cautelares en proteccin de la vctima y proceso penal de menores. Diario La Ley, N 6927, Seccin Doctrina, 17 Abr. 2008, Ao XXIX, Editorial LA LEY. Daz Nieto, scar, 2008, Violencia de pareja entre adolescentes. Empleo y Seguridad Social. Viceconsejera de Justicia de Vizcaya Mingo Basal, M Luisa, 2004. Posicin de las vctimas en el proceso penal de menores. De la prohibicin a la aceptacin de la acusacin particular. Diario La Ley, n 6099, ao XXIV, 4 octubre 2004. Ornosa Fernndez, Mara Rosario. 2005 Derecho penal de menores, Editorial Bosch .

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Fernando Gonzlez Hermosilla . Socilogo.

DOCUMENTOS

Del discurso machista a la violencia de gnero

Diferentes estudios vienen constatando una estrecha correlacin entre cultura patriarcal, desigualdad entre hombres y mujeres y violencia de gnero. Desde distintos puntos de vista se viene insistiendo en la necesidad de tener en cuenta la opinin de los varones sobre la manera en que se han sentido afectados por el proceso de emancipacin de las mujeres en su bsqueda de la igualdad con los hombres. Y la Sociologa del Conocimiento viene confirmando que el discurso registra y reproduce la construccin social de la realidad que se percibe y se experimenta. En base a estas tres persuasiones el Ayuntamiento de Gijn puso en marcha la realizacin de un trabajo sobre La construccin Social de la Violencia de Gnero en el Discurso Machista a partir de muestras del discurso obtenidas por el intercambio dinmico de opiniones de varones de distinta edad y condicin en tres municipios europeos. Las conclusiones del estudio vienen a comprobar que, aunque la gran mayora de estos hombres consideran la violencia de gnero como algo injustificable, sin embargo bastantes de ellos acaban encontrando motivos de explicacin para ella, porque de alguna manera no se sienten ajenos a las emociones que la provocan.

EL DISCURSO MACHISTA Y LA VIOLENCIA DE GNERO I. Consideraciones previas y contextualizacin del anlisis


1. La revolucin de las mujeres y la respuesta de los hombres Viene siendo ya habitual sealar al siglo XX como el siglo de las mujeres, en cuanto que fue testigo de los importantes logros conseguidos en su emancipacin y de los notables avances realizados en el camino de la igualdad con los hombres. Tiende a darse tambin una coincidencia mayoritaria en que algunos de los cambios resultantes se han incorporado ya a las tendencias socioculturales que configuran la evolucin de las sociedades postindustriales. De hecho a pesar de estar experimentando la recesin econmica ms importante de los ltimos sesenta aos, que coincide en Espaa con una intensa destruccin de empleo, a nadie se le ha ocurrido plantear la vuelta de la mujer al hogar como una va de salida a la situacin actual. Ni cabe suponer que las continuas envestidas desde los pretendidos derechos naturales, consigan echar atrs lo conseguido en cuanto al uso de recursos para controlar la concepcin, en cuanto a la posibilidad de lograr la separacin legal de las parejas cuando se considere preferible a vivir juntos, o en cuanto al derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad en plazos razonables y/o por motivos justificables.

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A todo ello se aade el xito alcanzado por el denominado feminismo institucional en el desarrollo de polticas de proteccin de las mujeres en su proceso de emancipacin y de apoyo al desarrollo de la igualdad. Algo que ha conllevado la aprobacin de leyes especficas y el impulso de normativas de discriminacin positiva en apoyo de esa igualdad declarada legislativamente y pretendida polticamente. Todo lo cual hizo percibir que la denominada revolucin de las mujeres iba camino de alcanzar sus objetivos a finales del siglo pasado. Qu ha pasado mientras tanto con los hombres? Es cierto que las mujeres les han tenido en cuenta como compaeros polticos en el desarrollo legislativo que les ha llevado a igualarse con ellos a nivel normativo; y tambin como colegas de estudios y de trabajo o como competidores profesionales. Tambin han estado ah diariamente como el correlato de los afectos, el otro polo de la intimidad, la otra cara de la convivencia y la otra parte en la negociacin de tiempos y tareas, de dedicacin a la familia y de autonoma personal. Sin embargo hace tiempo que se viene observando desde distintos puntos de vista que no se ha contado suficientemente con ellos, probablemente porque se consideraba el mejor medio de sortear sus resistencias. De hecho nunca se les ha preguntado abiertamente hasta dnde se sentan afectados por todo esto, probablemente porque su afeccin se daba por inevitable. No caba esperar que renunciaran motu propio a su estatus de hegemona y a su posicin dominante. La impresin generalizada es que han tenido que irse recolocando en el sentido que marcaban los nuevos tiempos y renunciando poco a poco a algunos de los privilegios mantenidos durante milenios por un sistema androcntrico, patriarcal y machista, aun cuando ello conllevara notables sentimientos de desconcierto e inadaptacin a los nuevos roles que se les exigan, y de significativos mecanismos de resistencia a la prdida de su estatus de superioridad y hegemona.

2. Radiografa social del posicionamiento de los hombres ante la igualdad La radiografa social del momento actual nos identifica tres posiciones diferentes que definen tres tipos de respuesta de los varones ante la denominada revolucin de las mujeres 2.1. Hombres por la igualdad Podemos identificar una minora significativa que se define abiertamente a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, porque de alguna manera se sienten convencidos por la lgica de base del feminismo; y se sienten comprometidos con la aparicin de un hombre nuevo, de un nuevo modelo de masculinidad, porque han llegado a experimentar de alguna manera que ello les supone ms ganancias que prdidas. Al igual que las mujeres, con cuya lucha por la igualdad se identifican, estos hombres sufren decisivamente la falta de reconocimiento social desde el sistema de valores preestablecido y los problemas de inadaptacin de sus roles y de sus pautas de comportamiento con el estatus que se les atribuye como hombres por el sistema patriarcal todava hegemnico.

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Su principal dificultad es dotar a ese nuevo modo de ser hombre de atributos diferenciales socialmente plausibles para hacer creble culturalmente que la igualdad no amenaza la masculinidad ni desdibuja la diferencia. Mientras tanto el resto de los varones seguir resistindose al cambio que representan aduciendo que se trata de hombres dbiles o planos. 2.2. Posmachismo Algunos de los expertos ms atentos a la evolucin del fenmeno sealan ya certeramente a la aparicin de otra tipologa minoritaria, pero cada vez ms influyente, que representa el brote de un notorio mecanismo de resistencia activa por parte de una versin actualizada del machismo. Bajo la apariencia de nuevos hombres nuevos, tal como los denomina Miguel Lorente, esta corriente se constituye en defensa de la posicin de superioridad y dominio por parte del varn, aun cuando para ello acepte despojarse de los viejos tpicos del machismo y entrar supuestamente en el juego de la igualdad, no para apostar por ella, pero tampoco para criticarla abiertamente, sino para reinterpretarla a su favor. Una postura estratgica de adaptacin y reaccin, que ha sido desvelada acertadamente por el autor: hacindose valer de una endeble fundamentacin cientfica, una falsa neutralidad y un falaz inters por el bien comn, parten de una aceptacin formal de la igualdad entre mujeres y hombres para dar por supuesto que sus objetivos ya se han conseguido y que lo que queda por alcanzar responde ya slo al inters de las mujeres por despacharse a gusto con los hombres. Sirvindose de la confusin entre igualitarismo e igualdad se da por cerrado el proceso de cambio y por cumplidas las reivindicaciones feministas, para evitar que se produzca el vuelco institucional que descartara culturalmente la superioridad del varn y la posicin subalterna/subordinada de las mujeres. Con este objetivo (ceder posiciones pero mantener el estatus de superioridad), se desenvuelve todo un pensamiento estratgico en que se hecha mano de los mitos de las mujeres falaces y perversas, capaces de utilizar sus recursos sexuales para arruinar a los hombres, y se argumenta que los problemas previos continan, agravndose incluso ms, se provocan problemas nuevos y las mismas mujeres no tienen soluciones para ello. De ah la necesidad de restaurar la supremaca del varn dotndola de una nueva legitimidad y de una amplia plausibilidad social. Y se pone en el mercado del consumo de identidad el hombre pack: sobre el soporte de la entelequia del estatus de superioridad del varn, se adjunta un muestrario de nuevos roles de identidad ms equiparados (ms padres, ms hogareos, ms tiernos, ms femeninos) y un mix de factores de masculinidad ms actualizados (ms reflexivos y menos distantes, ms protectores y menos violentos). Es lo que Miguel Lorente denomina posmachismo al identificarlo como una herencia de la posmodernidad. 2.3. Machismo contenido Una de las aportaciones bsicas de la Antropologa Cultural, que no suele ser tenida en cuenta por los expertos, es que la cultura tiende a desenvolverse segn un criterio primordial, la relacin dialctica entre: aquello que es hegemnico y dominante y tiende a conservar el beneficio adquirido que ello le comporta,

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y aquello que es emergente e innovador y pretende ganar un dominio propio que todava le es negado. Desde esta dialctica (entre lo instituido y lo instituyente), la Sociologa de la Cultura ha podido dar explicacin a procesos de transformacin socioeconmica y sociocultual que con el tiempo han dado lugar a autnticos giros copernicanos. Sin duda ninguna la denominada revolucin de las mujeres nos enfrenta a uno de estos procesos. La igualdad entre hombres y mujeres ha ido ms all de ser un decir polticamente correcto o de formar parte de una declaracin universal, de representar una justa reivindicacin o de ser tenida en cuenta en el corpus legislativo. La igualdad entre hombre y mujeres ha llegado a la fase de institucionalizacin, donde se van decantando las tendencias socioculturales que orientan el cambio presente e inducirn el futuro. Lo que se plantea ya ahora es de qu modo se va a instituir socioculturalmente el principio de igualdad y cmo va repercutir la bsqueda de la igualdad en la redefinicin de los estatus atribuidos a los hombres y a las mujeres; y ms en concreto se trata de qu se va conservar de los privilegios concedidos tradicionalmente a los varones, por la posicin de superioridad que se les ha venido atribuyendo atvicamente, y de que posibles ganancias cabe plantearse en compensacin de las prdidas que han de darse por justificadas e inevitables. Desconfiados todava de que la apuesta activa por la igualdad pueda acabar resultando ventajosa para los hombres y compensando las prdidas de privilegios que sin duda conlleva para ellos; confundidos por los cantos de sirena del posmachismo que trata de convencerles de que cabe aceptar que las condiciones han cambiado para conseguir que todo siga igual; inadaptados por su propia socializacin a los nuevos roles que se les exigen y sin un nuevo modelo de masculinidad con el que negociar exitosamente su identidad de gnero. As afronta el cambio institucional de roles, estatus e identidad una mayora de hombres que hemos dado en definir como machismo contenido: un machismo del que ya no se hace gala pues se duda de que sea correcto y conveniente, pero al que no se renuncia porque supondra abandonar el posicionamiento privilegiado de partida para quedar en dudosas e inseguras posiciones de desventaja. Tal y como queda formulado con precisin en uno de los testimonios de nuestros informantes Parece como si el principio de igualdad no pudiera darse todava: o eres superior o te sientes inferior, o ests arriba o te sientes abajo, o las dominas o te dominan.

3. El discurso machista y la violencia de gnero La persistencia de la violencia de gnero, su notable implantacin y las manifestaciones extremas que la acompaan, llevan a confirmar que el asunto de la igualdad afecta bastante ms all del cambio de papeles y de la igualacin de oportunidades, convirtindose en un problema profundo de posicionamiento y de estatus. La violencia de gnero se manifiesta como el mecanismo al que se recurre cuando se siente amenazada la superioridad del hombre, como posicin hegemnica, o cuando la mujer se rebela contra la situacin de dependencia que se deriva de la posicin subalterna que se le atribuye. La desigualdad incide decisivamente en la resolucin de los conflictos entre hombres y

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mujeres, al marcar una posicin de superioridad que no tolera sentirse amenazada, y una posicin de inferioridad que se pretende que no se desborde. El recurso a la fuerza fsica, en el que los varones han sido reforzados en su socializacin, se convierte en el medio para reponer las cosas en su sitio cuando las posiciones establecidas se han visto desbordadas. Como indican algunos expertos, se mantiene una correlacin estrecha y atvica entre cultura patriarcal, desigualdad entre hombres y mujeres, y violencia de gnero. Con motivo de profundizar cualitativamente en la comprensin de esta correlacin entre cultura, desigualdad y violencia de gnero, los Ayuntamientos de Gijn y de Bolonia (Italia) y el Centro Silesiano para la Igualdad de Oportunidades (Polona) propusieron a la comisin Europea la realizacin de un proyecto Daphne sobre La Construccin Social de la Violencia de Gnero en el discurso Machista, dando la palabra a una muestra de hombres representativos de los tres municipios. Los principales contenidos del estudio de base realizado para este trabajo se extractan a continuacin.

II. Un cambio irreversible que se percibe como fuente de inadaptacin por parte de los varones
1. Los puntos de vista que configuran el discurso de los varones La gran mayora de nuestros informantes reconoce abiertamente que se ha producido un cambio irreversible en la posicin y el papel de las mujeres en la sociedad. El anlisis del discurso de los grupos nos constata que las posturas manifestadas hacia dicho cambio nos proporcionan una primera segmentacin bsica de las actitudes de los hombres hacia las mujeres en tres posiciones claramente diferenciadas, que aparecen como tres momentos de un continuo evolutivo y como tres grados de un posicionamiento escalar. Tres posiciones que se irn perfilando y definiendo segn avancemos en el anlisis del discurso masculino, y que tendrn un reflejo coherente cuando se aborde el asunto de la violencia de gnero: Una minora que piensa que el cambio se ha quedado todava corto: las mujeres todava cobran menos por el mismo trabajo, siguen asumiendo todava buena parte de las cargas familiares y siguen siendo las principales vctimas de la violencia de gnero. Esta persuasin domina la lgica argumental acerca de lo sucedido con las mujeres de lo que denominaremos discurso machista negado. Una minora que piensa que se han pasado: se les da ms oportunidades que a los hombres, salen beneficiadas en los procesos de separacin y divorcio, e intentan vengarse de lo anterior o pretenden pasar por encima del varn. Esta persuasin domina la lgica argumental de lo que denominaremos discurso machista extremo, que no duda en reconocer el cambio, aunque lo considere una desgracia:Los tiempos van cambiando desgraciadamente La mayora que viene a representar la pauta modal del discurso de los varones sobre las mujeres en este momento. En l se combinan observaciones y proposiciones afines a cada una de las perspectivas anteriores, rechazndose las proposiciones ms extremas, aceptando

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en principio aquello que promueva una mayor igualdad entre las mujeres y los varones, pero resistindose a determinadas prdidas que se puedan conllevar para ellos. Es la actitud sobre la que sustenta la lgica de lo que denominaremos discurso machista contenido. Es precisamente esta mayora la que va marcando la divisin entre las dos minoras, diferencindose de ellas y contraponindose incluso semnticamente a ellas, denominando a los primeros como hombres machistas y a los segundos como hombres planos o blandos.

2. La percepcin de desajuste y el miedo al vuelco de las posiciones previas La mayora de nuestros entrevistados percibe que el ritmo de cambio ha sido bastante acelerado, en cuanto que se han visto forzados a cambiar en sus expectativas con respecto a la mujer, en sus roles propios de gnero y en sus pautas de intercambio con el otro sexo. Todo lo cual se ha resentido por parte de los varones con notables sentimientos de inadaptacin. En el proceso de cambio se han removido de su posicionamiento previo emociones profundas que estn todava fuertemente vinculadas a la propia autoestima del varn: La remocin de los sentimientos de celos cuando la mujer alcanza una libertad sexual equiparable con el varn, tal y como manifiestan abiertamente nuestros informantes ms jvenes de Gijn. Ahora son ellas las que tambin se pueden ir un fin de semana con uno y otro, sin que por eso sea una golfa como se deca antes. Mientras lo ves desde la barrera no est mal, incluso te da ms oportunidades. Pero cuando pretendes una relacin ms estable te sientes ms inseguro, porque sabes que ya es otra cosa El riesgo de perder, por la ruptura del vnculo de pareja, aquellas conquistas que se han constituido socioculturalmente como los valores propios que configuran el estatus del varn y alimentan su autoestima: mujer, hijos, casa y trabajo. Los hombres luchan en su vida por tener un trabajo, comprarse una casa y tener unos hijos. Y si cuando te separas te quedas sin casa y sin hijos, te vuelves a quedar como en el aire. Algunos incluso no saben llevarlo y llegan a perder incluso el trabajo. Eso es la ruina para el hombre La percepcin mayoritaria de la fase actual del proceso de cambio de la correlacin entre gneros es de desajuste, cuando no de desequilibrio, en cuanto a: Las expectativas mutuas entre varones y mujeres. os roles que pautan la interaccin y el intercambio entre ellos. Las posiciones desde las que cada gnero configura socialmente sus proyectos de vida. Los valores en que se sustentan la propia imagen y la autoestima El ndice de satisfaccin resultante de todo ello. Podemos hacernos una idea ms intuitiva de hasta donde alcanza este desajuste de roles de gnero, si consideramos que el discurso de nuestros

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informantes mantiene permanentes referencias al papel del macho como cazador y de la mujer como cuidadora de la prole. Una divisin entre los sexos que algunos siguen considerando como algo inscrito en la propia naturaleza humana. Y son muchos los varones que se sienten pillados desprevenidos en su acomodacin histrica a su papel de macho cabeza de familia, y removidos de su posicin dominante en una sociedad culturalmente machista. Ello les hace sentirse: Confusos ante lo que sucede de forma inevitable, y que ya no se corresponde a la idea previa de que se parta. Su autoimagen como varones forma parte socioculturalmente de ese machismo, que ahora tiene tan mala prensa. No resulta fcil concebirse de otra manera ni desprenderse del machismo sin que entre en crisis algo de lo que biolgica, histrica y socioculturalmente configura ese arquetipo de macho con el que los varones negocian su identidad. Presionados por las nuevas exigencias que se plantean desde el otro gnero y que les fuerzan a cambiar un modo masculino de vida en el que fueron socializados. Y en este sentido algunos apuntan que son precisamente las madres quienes han reforzado determinadas pautas del comportamiento masculino que ahora se experimentan como inadecuadas. Sin consideracin favorable en esta pugna en la que les ha tocado asumir el papel del malo de la pelcula: los violentos, los maltratadores, los asesinos de mujeres, sus dominadores irredentos, los reaccionarios ante las lgicas y justas demandas de igualdad por parte de ellas. Sin algn apoyo especial, aunque slo sea para ir dejando la posicin dominante sin perder todo posicionamiento. Y es que en la revolucin de las mujeres, que triunfa en el siglo XX en las sociedades postindustriales, ellas son las que lgicamente han ido tomando posiciones y reafirmndose en ellas, mientras que a ellos les ha tocado reposicionarse dejando la posicin de privilegio que les haba atribuido y asegurado el sistema patriarcal y androcntrico. De ah que se manifiesten mayoritariamente reactivos, pues nadie renuncia de buena gana a posiciones consolidadas durante siglos, a rasgos de carcter atribuidos por la propia socializacin y a privilegios adquiridos, aun cuando sea en contrapartida de otras importantes prdidas, como la expresin de los sentimientos, el proyecto personal no reducido a lo laboral, la sustentabilidad de la vida cotidiana cuando no se cuenta con quien te la resuelva y el disfrute de los hijos. Hoy las mujeres desempean los roles tradicionales masculinos, y piden a los hombres que desarrollen roles femeninos. Pero los hombres no estn habituados ni preparados para ello y eso les pone en serias dificultades tanto en pblico como en privado A las mujeres de esta manera les va cada vez mejor. A nosotros nos joroba un montn Ya no vale conformarse con la satisfaccin propia en las relaciones sexuales, ni cerrar la puerta del hogar delegando todas las preocupaciones y tareas que quedan pendientes en l. Ni basta, para la propia justificacin, con eso de que yo soy quien trae el dinero a casa, ese es mi papel y con eso ya cumplo.

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Aunque persiste una minora que todava sigue considerando que las mujeres son tontas de por s e incluso inferiores a los varones, ya sea por su debilidad o por su falta de lgica, la mayora de los entrevistados viene a coincidir, por lo menos tericamente, en que las mujeres han estado inferiorizadas con respecto a los varones, con el apoyo de la cultura dominante y el refuerzo de las iglesias. Frente a este prejuicio implantado socioeconmica y socioculturalmente, muchos se encuentran ahora con que han de reconocer que la mujer es superior en muchas cosas, y se generaliza la opinin de que se demuestran ms capaces en cuanto a la formacin y ms inteligentes en cuanto a su modo de hacerse con la vida. Son pocos los que dudan que la supuesta superioridad del hombre est, cuando menos, en crisis; y bastantes los que manifiestan el temor de que ello les est perjudicando. Y se presiente con inseguridad que puede producirse un vuelco en el ayuntamiento previo de los sexos con el hombre arriba y la mujer debajo. Del desajuste y el desasosiego que ello conlleva para muchos hombres hablaremos ms adelante, cuando el discurso de nuestros informantes se vaya adentrando hacia el asunto de la violencia de gnero. Lo que s se constata ya a estas alturas del anlisis es que persiste todo un sustrato latente que frena el cambio aun cuando se est ms predispuesto a ello. Los cambios han comportado crisis y desestabilizacin No todos los hombres estn dispuestos a aceptar la paridad de las mujeres. En la mentalidad masculina hay todava algo que frena las bellas palabras que se escuchan

III. La percepcion de las mujeres y el asunto de la igualdad


1. Mujer propia, mujer objeto Cuando nuestros informantes empiezan a hablar de mujeres, sucede en bastantes casos que se plantea una acotacin previa al tema de conversacin. Supongo que no hemos venido aqu a hablar de la parienta. Una cosa es hablar de la propia mujer y otra hablar del resto de las mujeres De esta manera el discurso marca, ya de entrada, dos categoras contrapuestas en el tratamiento del otro sexo por parte de los varones: Por una parte est la mujer propia y las que se incluyen en la parentela. Por otra, el resto de las mujeres con las que no se tiene relacin de intimidad o de parentesco. Las mujeres suelen aparecer en el discurso de los varones como una presencia evocada sensorialmente por su rastro cuando pasan o se hacen ver, por su imagen cuando aparece en los medios de comunicacin o en los soportes publicitarios o por su recuerdo cuando se comentan determinadas experiencias. Y es su propio discurso el que vincula la presencia de las mujeres a su atractivo sexual. De ah que el culo, las tetas y dems partes del cuerpo connotadas sexualmente sean el principal objeto de comentario

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cuando una mujer se hace presente en su consideracin. Ms all de la connotacin de las partes, los comentarios sobre el atractivo sexual con que se inviste la presencia de la mujer denotan que el varn se siente pillado en un juego ms profundo: la presencia de la mujer supone ante todo una oportunidad/potencialidad de conquista y de relacin sexual. La actitud generalizada de conquista, como atributo del macho, se refuerza con criterios culturales que han sido alimentados latentemente en el proceso de socializacin por el que los varones alcanzan su identidad de gnero. Uno de ellos es la supuesta naturaleza poligmica del varn, que algunos tratan de fundamentar como algo inscrito en la historia de la humanidad. De ah que la facilidad o dificultad que presenta una mujer para acceder al sexo con ella, sea uno de los temas habituales de comentario entre los varones. Y que la diferenciacin entre mujeres fciles y difciles sea uno de los primeros criterios para su clasificacin. Pero la toma de conciencia de esta fijacin provoca entre nuestros informantes un cierto sentimiento de debilidad, por sentirse, de alguna manera, pillados por una atraccin que no pueden evitar y que puede ser manejada por la parte atrayente para hacerse con ellos. Tiran ms dos tetas que dos carretas Se dice que las mujeres son asexuadas, pero eso es falso. Nosotros tenemos el sexo en la cabeza, pero ellas lo tienen siempre a mano y saben manejarlo para dominarnos

2. De qu igualdad se trata? Las lgicas argumentales de lo todava hegemnico y de lo ya emergente Desde el supuesto, mayoritariamente compartido, de que ha habido un cambio drstico en cuanto a la realidad, el significado y el papel de las mujeres en las sociedades de referencia, el discurso de nuestros informantes se adentra en uno de los asuntos de fondo: el de la igualdad y la diferencia entre hombres y mujeres. El reconocimiento mayoritario de que las mujeres han estado histricamente inferiorizadas con respecto a los varones, no alcanza para ver con claridad la posicin que hay que atribuirles cuando se pretende igualarlas a los hombres. Parece como si el principio de igualdad no pudiera darse todava: o eres superior o te sientes inferior, o ests arriba o te sientes abajo, o las dominas o te dominan La actitud de rechazo a cualquier intento de igualacin que les rebaje, se haba manifestado ya de forma explcita e intensa en las reacciones de oposicin a las medidas de discriminacin positiva, que pueden llegar a ser percibidas como un intento de hacer pasar a la mujer por encima del varn. El tema del dominio, y de los mecanismos que cada uno de los gneros viene utilizando para ejercerlo, late en el discurso de nuestros informantes, tanto cuando hacen referencia a la dominancia de ellas como cuando reconocen la predominancia de ellos. Pero queda ah, como la constatacin de un mar proceloso de fuerzas sicodinmicas y socioculturales, aplazado a la solucin de lo nico que en este momento cabe plantearse como abordable: la igualdad entre los sexos. Y cuando se profundiza en el anlisis del discurso de nuestros informantes sobre la igualdad de la mujer, se constata que el asunto no va solo sino que se desenvuelve

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permanentemente acompaado por su otra cara: la diferencia. Entre igualdad y diferencia el discurso establece una correlacin dialctica que hace inevitable tratar y resolver lo uno con lo otro. De esta manera el asunto del reajuste y reequilibrio entre los gneros, que parte de la herencia histrica de la inferioridad de las mujeres y de la dialctica arriba/abajo, se resiente, en el presente, de la difcil bsqueda de la equiparacin dentro de la dialctica entre igualdad y diferencia. La mayora de nuestros informantes estn de acuerdo, en principio, con que las mujeres han de equipararse en derechos y en oportunidades a los varones. Lo cual supone un cambio importante con respecto a la matriz ideolgica del machismo: la configuracin de la interaccin y del intercambio entre los hombres y las mujeres desde la dialctica arriba/abajo. Sin embargo, a partir de ese punto de avance, cuando se aborda directamente el tema de la igualdad, las miradas de unos se siguen proyectando hacia adelante mientras que las de otros se vuelven para atrs. Y de esta manera el discurso de nuestros informantes aparece claramente dividido en dos lgicas argumentales. 2.1. La de quienes enfatizan sobre todo la diferencia, y tienden a rechazar la igualdad entre hombres y mujeres, porque la perciben como un intento de negacin de dicha diferencia. Segn esta lgica la diferencia entre hombres y mujeres radica en una especie de cdigo biolgico/histrico/gentico que viene a determinar la posicin de cada gnero y el sitio que le corresponde. Intentar igualarlos es sacar las cosas de su quicio y de su naturaleza. Esa naturaleza que, segn ellos, da a las mujeres la capacidad de engendrar, las marca como sexo dbil y carga sobre su vida el cuidado de la prole. No es que la mujer sea inferior; es que es diferente. Tampoco se trata de tenerla inferiorizada, pero s de mantenerla en su sitio. Y su sitio viene marcado por una especie de determinacin natural de sus roles (en continuidad con otras especies animales) a travs del instinto materno, que condiciona fuertemente no slo el modo de vivir de las mujeres, sino tambin ms profundamente su modo de ser y de pensar. De esta manera el discurso machista vuelve a sus races culturales (la madre polaca, la madre de mis hijos, el instinto materno, el sexo dbil, la mujer mujer, la cuidadora de la familia y el reposo del varn), aunque sometido a lo que va siendo cada vez ms lo socialmente plausible y lo polticamente correcto: la aceptacin terica del principio de igualdad entre los gneros. 2.2. La de quienes enfatizan sobre todo la igualdad y tienden a sealar muchas de las diferencias que se mantienen entre hombres y mujeres como residuos o vestigios de la desigualdad que sigue dndose entre los gneros. Segn esta lgica muchas de estas diferencias responden ms bien a una especie de programa de socializacin que ha venido marcando una distinta posicin y estatus para unos y otras, y haciendo prevaler a ellos sobre ellas. No es la naturaleza la que predetermina las posiciones, aunque pueda marcar significativas distinciones. Es la herencia de la historia socioeconmica y sociocultural del patriarcado la que tiende a mantener una distribucin desigual de las oportunidades, que sita habitualmente a las mujeres en inferioridad de condiciones con los hombres, acortando en la prctica sus derechos, limitando genricamente sus posibilidades de realizacin y pautando un intercambio desequilibrado con ellos. De esta

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manera el discurso machista niega sus propias races reinterpretndose ms all de lo socialmente plausible y de lo polticamente correcto. La diferencia de gneros no supone ya sino modos diferentes de ser persona manteniendo el atractivo y la perturbacin de lo otro. En el primer caso la igualdad es ms bien una cuestin de principios, algo ms bien terico que acaba rechazndose en la prctica en la mayora de sus mediaciones (equiparacin real de oportunidades, paridad de hecho en la representacin etc.). Y la diferencia entre hombres y mujeres se convierte en una contraposicin entre realidades distintas no slo por su origen gentico sino tambin por su destino en la sociedad. En el segundo caso la igualdad es una exigencia de la propia realidad de unos y otras como personas que participan de un mismo gnero humano; algo que ha sido negado interesadamente por parte de los hombres durante mucho tiempo y que se trata de hacer realidad en todas sus mediaciones. Las diferencias entre hombres y mujeres no marcan una contraposicin entre los sexos, que no se perciben como realidades distintas y contrapuestas, sino como polarizaciones de un continuo que se diversifica segn grados y modelos, entre los que cabe establecer bastantes mediaciones. No son tantas las diferencias de origen y son muchas ms las posibles coincidencias en destino. La diferencia sigue marcndose abiertamente cuando cada una de estas dos lgicas argumentales se proyecta sobre el tema de la violencia de gnero. Sobre la persuasin, compartida mayoritariamente, de que nunca es justificable la violencia fsica ejercida por un hombre sobre una mujer: El machismo contenido interpreta dicha violencia como un modo de trato al que algunos varones recurran para vencer determinadas resistencias no aceptables de las mujeres o para pararlas en determinadas exigencias desmedidas. Un recurso que se empleaba tambin con los nios en situaciones semejantes. Un modo de trato que resulta cada vez menos apropiado tanto con las mujeres como con los menores, aunque todava se mantengan dudas de que no sea en ocasiones lo ms eficaz. Desde esta perspectiva la violencia aparece como una especie de atributo natural de los varones producto de la evolucin de la especie y extensible a todas las sociedades: Siempre es el macho el elemento ms violento en la sociedad en general. Es una cuestin de evolucin La violencia resulta de la historia, de la testosterona y del contexto cultural, y es una respuesta a la violencia squica de las mujeres contra los hombres El machismo negado interpreta dicha violencia como un tipo de maltrato del que algunos varones se sirven para imponer su dominio sobre las mujeres o para frenar su voluntad cuando se manifesta en contra de sus deseos. Un tipo de maltrato al que tambin algunos adultos sometan a algunos nios con intenciones parecidas. Un modo de actuar que no slo resulta cada vez ms inapropiado, sino que adems no es bueno en ningn caso ni conveniente en ninguna ocasin: La violencia contra las mujeres existe porque la generan los patrones culturales del macho, y los estereotipos familiares que

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transmiten que los hombres son mejores que las mujeres desde el nacimiento Nunca es bueno acudir a eso, ni se gana nada con ello Mientras desde la lgica del machismo contenido se subraya la capacidad de dominio como parte de la naturaleza del macho asociada a su fuerza fsica; desde el machismo negado se insiste en que la sumisin no es parte de la naturaleza de la mujer, aunque pueda haber estado asociada con su debilidad fsica. En los casos extremos el discurso machista pierde la continencia para recaer en el mito de las mujeres destructoras de hombres, que llevaran a stos a tener que defenderse de ellas acudiendo a la fuerza fsica como recurso propio.

IV. La violencia de genero forma parte del conjunto evocado del machismo
1. Yo no soy se, aunque a veces sienta la tentacin de serlo Como hemos indicado anteriormente, el discurso mayoritario de nuestros informantes intenta distanciarse del fenmeno de la violencia de gnero, que cada vez resulta ms difcil de silenciar o de evadir, dada la creciente presencia que alcanza en los medios de comunicacin. Parece constatable que el incremento de la presencia del fenmeno en la opinin pblica y publicada, se corresponde con la significativa prdida de la plausibilidad social hacia el mismo tambin entre los varones. Su discurso denota claramente esta prdida a travs de los mecanismos por los que se inhibe la identificacin de los varones con determinadas prcticas que hasta hace poco no eran tan mal vistas y que aun hoy da encuentran cierta comprensin. Como principales mecanismos de desidentificacin con la violencia de gnero por parte de los hombres, aparecen los siguientes: Negar la pertenencia de uno mismo al grupo de los maltratadores de mujeres. El discurso de nuestros informantes insiste en marcar distancias sobre ellos y redunda en la afirmacin de que ellos no son de esos. Considerar inadmisible, por principio, la violencia fsica del hombre hacia la mujer. Por si alguna de sus observaciones o proposiciones pudieran albergar alguna duda sobre ello, el discurso de nuestros informantes se encarga de redundar explcitamente en que para ellos dicho tipo de violencia no es admisible. Ambas proposiciones parecen crebles en la mayora de los casos y su credibilidad se argumenta de la siguiente manera: El ejercicio de una violencia habitual hacia las mujeres, o hacia los dbiles en su conjunto, conlleva una extremacin patolgica de determinados sentimientos y emociones contra ellas, que probablemente siguen manteniendo una fuerte implantacin entre los hombres, pero que no por eso han de llegar a esos extremos. El que en muchos casos sigan dominando los celos no tiene por qu llevar incondicionadamente a que se ejerza la coaccin sicolgica o la violencia fsica como respuesta a los mismos. El que determinados arrebatos, a los que los varones parecen bastante predispuestos

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segn su propia opinin, les lleven a un cierto descontrol de su conducta, no tiene porqu traducirse habitualmente en agresin fsica. El que a veces los varones se encuentren sin otra superioridad con respecto a las mujeres que la de la fuerza, e incluso sientan que no disponen de otras armas contra las de ellas, no supone que pasen a usarla de forma mayoritaria. Incluso el machismo tradicional mantena ciertos umbrales de dignidad que prescriban socialmente unos lmites en su relacin con las mujeres, aun cuando se las considerara inferior en ciertos sentidos y ms dbiles en cuanto a lo fsico. Era precisamente este reconocimiento implcito de superioridad el que haca indigno de los varones abusar de ella en contra de las mujeres, y tambin de los menores. Si el atributo del macho se potenciaba por su fuerza, la dignidad del varn se perda por el abuso de la misma. As p. e. en el discurso de nuestros informantes polacos se hace referencia a un principio tradicional que deba regir el comportamiento de los varones incluso en el caso de que se vieran llevados a castigar a sus mujeres (o a sus hijos) para enmendar su conducta: Un hombre no poda pegar a una mujer con un camo ms ancho que el pulgar. Era la propia conciencia de ser ms fuerte la que llevaba al varn a no abusar de su fuerza contra la mujer, pues ello era signo de un uso cobarde e indigno de su superioridad. Ah era donde se sustentaban los principios culturales y religiosos que prohiban y hacan ver como inhumano e infiel la agresin fsica de un hombre a una mujer. Esos son los principios de los que se desva el machismo violento y que pierden poder de prescripcin en el nuevo juego sexual de roles, puesto que la mujer ya no responde de forma tan clara a las pautas de dbil y sumisa, y va dejando de responder a las expectativas de dominio y proteccin por parte del fuerte.

2. La violencia de gnero se reconoce como una ocurrencia generalizada Aun cuando el discurso mayoritario intenta dejar sentado que la violencia fsica contra la mujer no es admisible, no deja de reconocer que existe. Y la posibilidad de que se produzca una agresin fsica de un hombre a una mujer sigue formando parte todava del conjunto evocado de lo que puede llegar a ocurrir en las relaciones entre hombres y mujeres: Si el recurso bsico del varn es la fuerza fsica. Si la violencia fsica es el modo en que todava se siguen resolviendo entre los hombres lo que no se puede resolver de otra manera, tal y como vienen a reconocer nuestros informantes. Si ellos tienden a ser ms bien impulsivos, inmediatos y burros, tal y como se admite francamente en su discurso. Si ellas son sentidas ms bien como calculadoras y fras, con mayor capacidad de aplazamiento en sus estrategias. Si se ha sentido que a veces esta dinmica de interaccin es difcil de controlar en situaciones de conflicto. Si la contemplacin de las posibilidades transcurre por esta lgica, resulta lgico que el discurso acabe admitiendo que la agresin fsica de un hombre

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a una mujer, no es slo algo que ocurre, sino tambin una ocurrencia que todava forma parte del imaginario masculino y de sus tentaciones. La violencia contra las mujeres es un tema tab entre los hombres, pero a la mayora de ellos se les ha ocurrido usarla alguna vez La verdad es que a veces ganas no te faltan, pero no lo haces porque somos personas civilizadas De ah que el machismo contenido llegue a encontrar explicacin a ciertos casos de violencia de gnero. Y lo que resulta inadmisible de principio, acaba siendo admitido en determinados casos. El hombre tiene una reaccin peor controlada. Tienes un mal minuto y luego te arrepientes. De acuerdo en que no hay derecho a ello, pero Aun cuando enseguida nuestros informantes vuelvan a distanciarse del fenmeno como tal, y a incardinarse en la lgica de lo socialmente correcto, aceptando las protestas de quienes representan el machismo negado sobre que: Eso no es nunca justificable en ningn caso y de ninguna manera. La violencia contra las mujeres es inadmisible en cualquier situacin. No debera tener lugar. Resulta de la debilidad y la frustracin masculina En el discurso de nuestros informantes se reconoce que: La violencia excita a los varones, y en ello interviene decisivamente la socializacin de gnero. Los tos andan siempre como pegndose, hablan de matarse, gesticulan con el amedrantamiento fsico entre unos y otros, fomentan las emociones violentas en la prctica o en las aficiones deportivas, han estado acostumbrados a resolver por la fuerza los conflictos entre ellos. Sigue sin estar bien visto en muchas ocasiones que un varn d una respuesta pacfica a lo que le supone una provocacin o a lo que siente como una amenaza. El uso de la fuerza fsica es un recurso del que algunos se valen cuando les faltan los argumentos, y en ello interviene decisivamente la configuracin psicodinmica de su comportamiento y de su respuesta ante las contrariedades. Se han hecho a dar salida as a sus ansiedades, temores o frustraciones: puede ser la patada a la mesa o al cubo de basura, la ruptura de objetos o arremeter contra todo, pegarse contra la pared o arrearle a la parienta El abuso de la violencia fsica es algo que algunos varones utilizan para imponerse; y en ello interviene decisivamente la herencia de un machismo inveterado. Se acude a ella para obtener algo o para imponer algo o para mantener sometido a alguien. Se recurre a la amenaza sicolgica y a la dominacin fsica para confirmar el dominio del varn sobre la mujer, para que sigan las cosas como han sido hasta ahora y mantener los privilegios adquiridos. Como ya hemos indicado anteriormente, nuestros informantes reconocen abiertamente que los varones tienden a ser ms inmediatos, ms compulsivos, ms descontrolados y ms burros en sus respuestas. Lo que hace ms urgente la proteccin de las mujeres que se encuentran en

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situacin de riesgo por este motivo. La mayora de nuestros informantes vienen a confirmar, desde su experiencia, que la violencia fsica es ms bien un recurso y una atribucin de los varones, y que las mujeres no suelen hacer uso de ella en su interaccin con ellos. Algo que por otra parte les resulta bastante lgico: Las mujeres no suelen utilizar la fuerza fsica ni siquiera para defenderse, porque a fin de cuentas en muchos casos les servira de poco. Basta con que las sujetes as con los brazos apretados al cuerpo para que se queden sin respuesta Sin embargo, el discurso de nuestros informantes tiende a interpretar que el germen de la violencia est tanto en los varones como en las mujeres: forma parte de la naturaleza humana e interviene de alguna manera por ambas partes en la relacin entre los sexos. Pareciera como si la descarga de un cdigo gentico comn a hombres y mujeres, estuviera programada socioculturalmente de distinta manera para unos y para otras, para acabar manifestndose en ocasiones en dos tipos de violencia diferenciados por gnero: La cultura determina y condiciona la violencia. Ellos las pegan y ellas los machacan Nosotros somos ms burros y en algunos momentos no sabemos hacer y se nos escapa la fuerza. Ellas son ms maquinadoras y te rayan y te rayan. Y aparecen quejas de que todo lo que se plantea en cuanto a la violencia de gnero est orientado exclusivamente para las mujeres: Para los hombres no dicen nada. Slo los tienen en cuenta como potenciales maltratadores La violencia de gnero parece que es slo de uno de los sexos para con el otro, como si las mujeres no ejercieran tambin algn tipo de violencia sobre los hombres

V. La actitud ante la violencia de gnero


Para una mejor comprensin de la construccin social del fenmeno de la violencia de gnero, tal y como se manifiesta en el discurso de los varones, acudimos al anlisis de las actitudes que se manifiestan en l. Para ello utilizamos un modelo clsico en los anlisis de la Sicologa Social que nos permite profundizar en el substrato motivacional de los comportamientos, posibilitando su compresin holista (integral), incluso con sus manifiestas contradicciones. Dicho modelo diferencia tres momentos, componentes o pautas en el comportamiento humano:

1. La pauta ideal: de principio no Uno de los tres componentes del comportamiento que la Sicologa Social diferencia, en el anlisis del mismo, se refiere a lo que se propone como bueno: lo que debera ser, lo que alcanza plausibilidad social, lo polticamente correcto. La violencia contra las mujeres es injustificable Es algo inadmisible

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Incluso los ms machistas encuentran difcil justificar la violencia de gnero, aun cuando lleguen a comprenderla y admitirla en algunas de sus manifestaciones. La presin de la opinin pblica y publicada y la prdida de plausibilidad social de estos comportamientos, dificulta cada vez ms identificarse idealmente con ellos. El discurso de nuestros informantes no idealiza, en ningn momento, la fuerza del varn cuando se ejerce contra las mujeres: Maltratar a una mujer es una vergenza para un hombre Hoy la sociedad no tolera ms la violencia sobre las mujeres El valor que se hace ya hegemnico en el discurso de nuestros informantes es el de que: Es algo que nunca se puede justificar Por eso la gran mayora se pronuncia en contra de la violencia de gnero, puesto que es algo que se considera indigno, como algo propio de un pasado inadmisible. Y a algunos les suscita ya sentimientos de repulsin: Es una porquera Es algo que me revuelve la piel y las entraas En un mundo ms ordenado la violencia ya no ser necesaria Incluso se pone en duda la ventaja de la fuerza fsica en la actualidad. Tal vez hoy son ms fuertes las mujeres que los hombres, porque la ventaja de la fuerza fsica ha perdido casi todo el valor que tena hace un tiempo

2. Pauta racional: se ven motivos para el maltrato, e incluso se suscita cierta comprensin hacia los maltratadores El segundo de los componentes diferenciados por la Sicologa Social en el anlisis del comportamiento humano, hace referencia a lo que se percibe como razonable, apropiado o conveniente: el peso de las razones que se argumentan para explicarlo, la fuerza que se atribuye a los motivos que se aducen para entenderlo. Algunos de nuestros informantes se niegan a contemplar cualquier motivo como posible explicacin de la violencia de gnero, para no dar paso a una posible justificacin indirecta de la misma. Bastantes otros, sin embargo, tienden a manifestar una cierta predisposicin a entender lo que sucede y encontrar explicaciones para ello. La violencia es segn la percibes El ideal de que en un mundo ms ordenado la violencia no ser ya necesaria supone acaso que se la percibe ya como innecesaria en el desorden actual que domina en ocasiones el reajuste entre los gneros? El discurso de nuestros informantes manifiesta claramente que s se la sigue percibiendo: Como explicable en bastantes casos. Como motivada en algunos otros. E incluso como admisible en situaciones muy concretas, en circunstancias muy personales.

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Buen ejemplo de lo dicho son algunas de las reacciones que se producen ante los casos de malos tratos a las mujeres y las noticias que aparecen sobre los mismos. En las manifestaciones del discurso que expresan dichas reacciones se incluyen: Desde el rechazo visceral a un modo de comportarse que se rechaza abiertamente: !Qu cabrones!. A la compasin hacia personas que se consideran enfermas: Habra que tratarlos. A dejar en suspenso cualquier valoracin: No sabes qu les ha podido llevar a eso. A dejar la puerta abierta a una posible motivacin: Tendra sus motivos. Bastantes de ellos se suicidan despus Al reconocimiento de una tentacin latente ms generalizada, que lleva a ponerse en su lugar: Nunca sabes donde puedes llegar En el componente racional de la actitud hacia la violencia de gnero, tal y como se manifiesta en el discurso de nuestros informantes, se mezclan de forma ambivalente: La constatacin realista de algo que no se puede negar porque est ah delante y se sigue produciendo. La admisin implcita de que sigue habiendo motivos para que se produzca. La identificacin en el maltratador de un modo de ser hombre que todava no les es ajeno ni extrao, aunque ya lo consideren inadmisible. Entre los posibles motivos que pueden llevar a explicar la violencia de algunos varones contra sus mujeres, el discurso de nuestros informantes recoge los siguientes: El abuso de alcohol, y en alguna medida de otras drogas, que favorece la desinhibicin de las pasiones ms profundas, aviva los conflictos personales y potencia la inmediatez, la impulsividad y la burricie que caracteriza la respuesta de los varones. Es un motivo que aparece con especial relevancia entre nuestros informantes polacos, aunque tambin se hace presente en los otros contextos. La patologa psicosocial que anida en determinados ambientes socialmente marginales o culturalmente residuales, donde el acoso, los malos tratos y la violencia siguen perviviendo, y transmitindose, como mecanismo de sometimiento y sobreexplotacin de lo dbil: no slo hacia las mujeres, sino tambin hacia los nios y hacia los discapacitados. La perversin sexual. Algo que en principio se plantea como una cuestin individual, un desequilibrio personal, pero que, sin embargo, acaba proyectndose a una dimensin psicosocial, en la que la perversin de la violencia contextualizada en las relaciones sexuales alcanza la ambivalencia de una expectativa mutua. Por una parte en los varones sigue funcionando el imaginario de la conquista, la superacin de las resistencias y la caza de la presa, con la violentacin que ello conlleva. Por otra se proyecta que algunas

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mujeres toleran la violencia e incluso las hay que la buscan en cierta manera. A algunas mujeres les excita la violencia A algunas les va y la buscan El permiso tradicional, que viene avalado por la historia previa de dominio de los hombres sobre las mujeres, forma parte de algunos estereotipos que todava configuran la valoracin social de las mujeres, y tambin de algunos prejuicios hacia ellas que todava se transmiten en el proceso de socializacin de los varones El boxeador de mujeres es algo que est todava justificado, aunque se le desprecie. La violencia es un hecho cultural del hombre, una cuestin de evolucin histrica La autodefensa Este motivo aparece de forma significativa en el discurso de nuestros informantes polacos, puesto que algunos de ellos vienen a atribuir a ciertos comportamientos violentos de los varones hacia las mujeres algo as como el carcter eximente de la defensa propia ante algo que amenaza la vida de uno o de su familia: En algunos de estos casos los hombres no hacen sino defenderse; actan en defensa propia Estn convencidos de que la justificacin de la violencia fsica del hombre contra la mujer tiene lugar cuando es una respuesta a la violencia squica que aplican las mujeres hacia los hombres Resulta, sin embargo, igualmente significativa en este sentido la identificacin que se produce entre los informantes de Bolonia o Gijn con este tipo de argumentacin, que trata de entender y encontrar motivacin a cierto tipo de violencia fsica de los varones como respuesta a la violencia squica de ellas. El lmite es mo, y reconozco que es la impotencia la que me lleva a la agresin. Pero lo de ellas es una tortura, porque conocen nuestro punto dbil y porque te llevan a ese lmite Porque la mujer es agresiva, rompepelotas. En el fondo una bofetada no hace mal a nadie El sentido de la argumentacin es el mismo, aunque en este caso ya no se hace una referencia simblica a la prdida de la propia vida, supuestamente amenazada, sino al sentimiento de frustracin personal y de prdida de la autoestima: Tiene que ver con la frustracin y la autoestima del hombre

3. Pauta real: la violencia de gnero no resulta ajena Cuando el discurso avanza en el proceso de ponerse en lugar de los hombres que agreden fsicamente a sus mujeres, profundizando en la propia tentacin de hacerlo, se produce un fenmeno significativo. Se sigue dando paso latentemente a una identificacin notable con los maltratadores como parte del grupo de gnero, y a un reconocimiento indirecto de la violencia fsica contra la mujer como violencia de gnero al

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darse un reconocimiento explcito de que es al varn a quien se le va la mano. El hombre es el que tiende a dar un bofetn, y ella quien te tortura fino. Si soy menos fuerte no voy a dar una guantada a alguien que me dobla en tamao Se reconoce mayoritariamente la violencia ejercida por los varones contra las mujeres, en diversas modalidades: Hombres que descargan cobardemente en la intimidad del hogar sus frustraciones personales o la violencia con la que se cargan en su cotidiano fuera de l. No se atreven a plantar cara en otras situaciones y lo pagan con ellas. Hombres que irresponsablemente desinhiben su agresividad con el alcohol y las drogas y rematan la faena proyectando esa agresividad en los conflictos personales. Creen que quien ha recibido lo mejor de uno mismo ha de estar tambin dispuesta para lo peor. Hombres que no soportan sentirse en inferioridad con respecto a las mujeres y acuden al abuso de su fuerza fsica para recuperar su superioridad. Incluso llegan a pensar que, en ocasiones, ellas no les dejan otra alternativa Hombres que se valen de la coaccin sicolgica y de la agresin fsica para mantener a las mujeres a raya, e incluso intentan justificar este comportamiento con un afn corrector: hay que pararlas a tiempo antes de que la cosa vaya a ms. Hombres que no soportan el proceso de emancipacin de sus mujeres ni su progresiva equiparacin con los varones en autonoma de comportamiento o en libertad de movimientos. No aguantan los celos que ello les provoca ni la propia inseguridad que les suscita y procuran atajarlo por cualquier medio. Hombres que no toleran la prdida de los privilegios atribuidos histricamente a los varones e intentan seguir imponindolos a base de cualquier tipo de coaccin fsica o moral. Lo contrario les llevara a abandonar los supuestos machistas con los que han negociado su identidad masculina y no estn dispuestos a ello. Hombres que, ante la progresiva insumisin de sus mujeres, intentan reafirmar su dominio sobre ellas imponindose por la fuerza. Para que se sepa quien manda. Hombres que no saben perder en los procesos de separacin y/o divorcio con sus parejas, o que son incapaces de aguantar que se les seale pblicamente como maltratadores. Proyectan sobre sus ex parejas o ex compaeras sentimentales el motivo de su ruina, y buscan la ruina de ellas. En ocasiones se manifiestan dispuestos a llegar hasta donde sea y a llevrselas por delante, aun cuando ellos vayan detrs.

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VI. La configuracin viciada del discurso machista sobre la violencia de gnero.


1. Un discurso atrapado a medio camino entre los nuevos valores y las emociones inveteradas Se produce de esta manera una configuracin circular del discurso, como caracterstica bsica del machismo contenido que: parta de distanciarse rotundamente con respecto a los maltratadores como modos patolgicos e indignos de ser hombre (Yo no soy de esos, eso no es de hombres), ms adelante llegaba a reconocer que, sin embargo, la tentacin existe, para acabar intentando encontrar una explicacin a unos comportamientos que todava no le son tan ajenos, aunque ya los encuentre como reprobables. Y no les son ajenos porque de alguna manera se identifican con el tipo de respuesta y con las expresiones sicosomticas que sintomatizan ese estado emocional: Es algo bastante reconocible: el hombre levanta la voz, hincha el pecho y alza la mano Y porque de alguna manera el acervo simblico del machismo sigue dando algunos de esos comportamientos como eficaces: Una nalgada o una bofetada a tiempo evita males peores A veces es mejor un ojo negro, y despus todo tranquilo Y porque la tradicional atribucin de la superioridad al ms fuerte fsicamente ha dejado, como herencia, extraos sentimientos de autoafirmacin y confusas emociones de proteccin. Y de esta manera algunos varones se siguen sintiendo en el derecho de proteger a las mujeres contra s mismas, ponindolas en su sitio, venciendo sus resistencias o parando sus brotes de histeria. La violencia se explica cuando la mujer sobrepasa su papel tradicional y acorde con los modales La violencia contra las mujeres se puede aplicar en caso de histeria de ellas; entonces se puede agitarla y darle una bofetada, como en el cine, La violencia existe porque el hombre es ms fuerte fsicamente y ms dbil squicamente. Adems existe un permiso social que viene de la tradicin del patriarcado Y tambin porque la superioridad fsica sigue estando ah como ltimo recurso de defensa de la autoridad del varn cuando no puede imponerla de otra manera. Se cae en la violencia cuando no se tiene otra cosa que decir Los hombres se sienten en el derecho y en el deber de afirmar la propia superioridad sobre la mujer. De ah nace la violencia. La violencia es por tanto un sntoma de debilidad y de impotencia

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En la identificacin con el uso de la fuerza fsica por parte de los varones se mezclan de forma ambigua y ambivalente: Un modo de expresin sicosomtica de las emociones, derivado de su mayor fuerza fsica e incorporado como un cierto automatismo conductal. Es cierto que a los hombres se les va la mano fcilmente y que tienden a resolver sus conflictos por la fuerza Un recurso propio y ventajista, interiorizado y reforzado a travs del proceso de socializacin por el que se llega a ser hombre. El hombre crece con la cultura de alzar la mano, de que si se ha de pegar se pega Una forma de salida a la desesperada de situaciones de conflicto que se resuelven a su manera, llevndose todo por delante. Sienten que esa mujer les ha arruinado la vida y actan a la desesperada llevndosela por delante Una supuesta dote de superioridad que se mantiene como herencia de la cultura machista dominante, y que todava no se sabe renegociar con la otra parte sin llegar a sentirse por debajo. En ocasiones los hombre utilizan la violencia para parar a la mujer cuando se sale de madre. Es a veces como con los nios: que no sabes qu hacer con ellos y acabas dndoles una bofetada para que entren en razn. Un modo de expresar y un medio de mantener el dominio del hombre sobre la mujer, e incluso de responder al miedo que pueden llegar a provocarles. La violencia es un medio, la potencia, el poder, es el fin. La violencia en las mujeres sirve como desahogo. En los hombres es ms una afirmacin de poder. Pero tambin de miedo

2. El significativo avance de los ms jvenes no es suficiente para superar el machismo en las relaciones de pareja El 21 de febrero de 2009, y a raz del caso de Marta del Castillo, Miguel Lorente escriba un artculo en Pblico, donde confirmaba que en el mundo de los jvenes siguen presentes tanto la violencia fsica, como recurso propio de la socializacin de los hombres, como la violencia de gnero propiamente dicha: el Informe sobre la Convivencia Escolar refleja que un 19,9% de los alumnos acta con violencia o la consiente; casi un tercio de las mujeres asesinadas en 2008 no haban llegado a cumplir los treinta aos y lo mismo pasaba con el 20,8% de sus agresores. Ante este tipo de datos algunos tienden a escandalizarse de que esto siga sucediendo entre las nuevas generaciones y otros intentan argumentar que ello demuestra que los supuestos avances hacia la igualdad entre hombres y mujeres no hacen sino reafirmar las posiciones de siempre. En ambos casos se escamotea la matriz de sentido del asunto, es decir, la ambivalencia con la que avanza generacionalmente el proceso hacia la igualdad:

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aun cuando una mayora de los jvenes hayan experimentado una notable modificacin en sus roles sexuales y significativos avances en la equiparacin entre hombres y mujeres, la incidencia de la cultura patriarcal y machista en la socializacin de gnero ha imposibilitado la emergencia de un nuevo modelo de masculinidad que facilite el acceso a la igualdad en las relaciones de pareja. La educacin mixta desde muy nios y la experiencia de una relacin ms equiparada con las mujeres como compaeras de guardera, de clase, de salida y diversin o de trabajo, se refleja en un intercambio ms normalizado e igualitario con ellas, incluso en las expectativas sexuales. De hecho se les reconoce una libertad de relacin que hasta ahora era atributo exclusivo de los varones, se espera cada vez menos que vayan a cubrir determinadas expectativas que antes se proyectaban sobre ellas, y se las ve como competencia laboral, admitiendo incluso que alcanzan mayor preparacin que los varones en algunas reas de actividad. Se las percibe como ms equiparadas y se las ve como ms igualadas a los hombres. De ah que en bastantes ocasiones el discurso de los ms jvenes se distancie notablemente del de sus mayores, aunque persista una minora significativa que sigue identificndose prioritariamente con los prejuicios del machismo. Pero, aunque los avances aparecen bastante consolidados en cuanto a la valoracin de las mujeres en su conjunto y en la relacin con ellas como compaeras de estudios, de trabajo o de diversin, no sucede as, sin embargo, cuando se trata de las compaeras sentimentales. En la relacin de pareja las emociones perturban la percepcin de igualdad, incrementan los sentimientos de inseguridad y propician una mayor complicidad con el machismo transmitido. Algo que el discurso de nuestros informantes hace evidente en dos contextos prioritarios: los celos y las separaciones. La intolerancia a los celos y el supuesto de la ruina personal que puede acompaar a la separacin (Quedarte sin mujer, sin casa y sin hijos), siguen resintindose entre los ms jvenes como situaciones y motivos que pueden llevar a los varones a agredir a sus parejas. Tambin entre los hombres ms jvenes se manifiestan importantes frenos a una relacin de igualdad con sus compaeras sentimentales. Tambin en su caso se suscitan notables emociones de resistencia a que ello conlleve un vuelco en las posiciones de superioridad de los varones justo all donde se juegan ms a fondo los asuntos de identidad, de poder y de autoestima. Los mitos de la mujer infiel, en la que no se puede confiar, y perversa, que puede llevarte intencionadamente a la ruina, aparecen como el universo de significados en el que se sigue sustentando culturalmente la transmisin del machismo a los ms jvenes, y por el que se sigue dando paso socialmente a las emociones de consentimiento con la violencia de gnero.

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS Berger y Luckmann (1968). La construccin social de la realidad. Amorrortu Editores. Gonzlez Hermosilla (2008). La Construccin Social de la Violencia de Gnero en el Discurso Machista. Ayuntamiento de Gijn. Lorente Acosta, Miguel (2009). Los Nuevos Hombres Nuevos. Ediciones Destino.

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DOCUMENTOS

Antonio Martnez Cceres . Educador en el Programa de Hombres por Igualdad de la Delegacin de Igualdad y Salud del Ayto. de Jerez de la Frontera.

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Prevenir la violencia cambiando la forma de ser hombre entre los jvenes

Cmo prevenir conductas de violencia hacia las mujeres por parte de los varones jvenes?. En este artculo se apuesta porque una de las mejores formas de hacerlo es modificar el modelo masculino hegemnico, que la justifica y la sustenta. Se analizarn algunas premisas necesarias para apoyar el trnsito de los varones jvenes hacia modelos de masculinidad ms igualitarios, hacia otras maneras de ser y sentirse hombres que no conlleven el ejercicio de la dominacin y el poder como una forma de mantener privilegios. Analizaremos como deconstruir y construir la masculinidad adolescente utilizando el grupo de iguales como motor de cambio. Palabras clave: masculinidad igualitaria, responsabilidad de cambiar, ncleo duro y espacio flexible de la masculinidad, zonas liberadas.

Nadie puede conducir a otro adonde no ha ido. Pero los dos pueden ir juntos. Dicho griego

Antes de comenzar os planteo un pequeo ejercicio que puede servir para explicar el titulo de este artculo. Se trata de una especie de crucigrama, donde el reto consiste en unir todos los puntos utilizando cuatro trazos rectos y continuados. Dejad de leer, buscad un lpiz, papel y tomaos un tiempo para intentarlo. Despus podis ver la solucin en la pgina siguiente y continuar con la lectura.

Como habris podido apreciar no es posible una solucin al ejercicio sin traspasar el espacio delimitado por los puntos, esto es, sin cambiar el esquema de referencia habitual. De igual modo ocurre con la violencia masculina hacia las mujeres, una de las mejores formas de prevenirla es modificar el modelo masculino que la justifica y que la sustenta. No es un problema que se pueda abordar solamente mediante la difusin de campaas de sensibilizacin, la publicacin de folletos o la realizacin de charlas. Ya que no es un problema que tenga que ver exclusivamente con la falta de informacin.

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(solucin del ejercicio de la pgina anterior)

En esta tarea de cambio de modelo, la utilizacin de argumentos como la justicia, igualdad, etc., si bien son principios que no debemos perder de vista, no suelen movilizar a los chicos. A no ser que esa injusticia o desigualdad recaiga sobre ellos mismos. De ah la importancia de analizar cmo el sexismo repercute negativamente en sus vidas. Los mensajes sociales reprobatorios de las conductas sexistas tampoco tiene gran repercusin sobre ellos, si atendemos a la forma en que stos construyen su identidad basada en la independencia, no como en las chicas que est basada en la interdependencia, hacindolas ms sensibles al feedback de las dems personas y a las evaluaciones negativas. En este artculo se pretende reflexionar sobre algunas premisas para promover el cambio de masculinidad en los varones jvenes. Para abordar este trabajo educativo es fundamental la posicin de partida en la que nos ubicamos. En la mayora de las ocasiones se percibe al chico ms como un machista en potencia, que como un posible hombre ms igualitario. Esta percepcin es el principal problema. Por eso el primer ejercicio que debemos hacer antes de continuar, es intentar cambiar ese enfoque. Pensemos que gran parte de las conductas machistas o no igualitarias que exhiben algunos adolescentes y jvenes, no estn an fijadas como parte de su identidad masculina, en la mayora de los casos son slo ensayos para enfundarse esa armadura que es la masculinidad tradicional. Pero la prenda no est todava ajustada y en ocasiones es incmoda y no encaja bien. Nuestro trabajo (desde la prevencin), est aqu, en sealar los inconvenientes de esa armadura y en ayudarles a despojarse de ella. Ahora bien, a qu modelo nos estamos refiriendo cuando hablamos de cambio de modelo?. A lo largo del artculo, iremos desarrollando esta idea, pero en esto de definir nuevos modelos de masculinidad es necesario, a mi juicio, puntualizar dos cosas: 1. No se trata de maquillar el modelo existente, cambiar un par de cositas para ponerlo presentable y que pase la ITV igualitaria. Se debe tratar de un cambio en el que no deben contenerse varias perspectivas, a las que hace alusin Daniel Leal Gonzlez en su artculo Otra masculinidad es posible? Reflexiones sobre el cambio de los hombres hacia la equidad: Una perspectiva autocrtica masculina: La igualdad es un asunto de justicia social, y los privilegios de los que los hombres disfrutan son a costa de las desventajas de las mujeres. Aunque este hecho debiera ser suficiente para generar un cambio personal y social en

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los hombres; en ocasiones no es suficiente; por lo que visibilizamos las ventajas que el cambio hacia la equidad tiene para los hombres. Una perspectiva antisexista e igualitaria: Consideramos que apostar por la igualdad requiere posicionarse activamente frente a situaciones sexistas, mostrar nuestro rechazo como hombres a las mismas, y posicionarse a favor de la igualdad da a da en todas las reas. Construir igualdad y mostrar rechazo a las actitudes sexistas son caminos paralelos. Una perspectiva profeminista: La teoras y prcticas feministas han posibilitado que los hombres puedan concebirse como objeto de estudio y sujeto de accin personal y social en el mbito de la igualdad. Los estudios crticos sobre masculinidad no habran sido posibles sin el feminismo, y no hay reivindicacin feminista que no sea de justicia. Una perspectiva prodiversidad sexual: La homofobia sustenta las fronteras del gnero. Apostar por la igualdad requiere fomentar la diversidad de orientaciones sexuales y garantizar la equivalencia de derechos, oportunidades y deberes entre las mismas. 2. Este cambio debe ser escalonado y amoldado a los diferentes estadios vitales masculinos y con un claro espritu de reciclaje; no se trata de construir algo nuevo de la nada, sino utilizar lo que hay. Partiendo de la forma de ser hombre de cada uno, cuestionndola e introduciendo pequeos cambios. Sirva como ejemplo la campaa del Lazo blanco llevada a cabo en Canad (1). Bajo el lema Mi fuerza no es para hacer dao, se muestran diferentes actores de series juveniles manifestando su rechazo a la violencia masculina contra las mujeres. Con este mensaje se parte del estereotipo masculino para darle la vuelta o reciclarlo; los hombres somos fuertes pero nuestra fuerza no es para hacer dao. Es este un primer paso con el que se llega mejor a la poblacin masculina (se habla el mismo lenguaje). Ms adelante podremos seguir avanzando en el discurso para llegar a la idea de que los hombres no tenemos por qu ser fuertes y podemos expresar nuestras debilidades. Antes de plantearnos nuestra estrategia de trabajo es necesario analizar el contexto social actual, lo que nos puede servir para entender el conflicto que viven los jvenes a la hora de definir su identidad masculina y nos puede aportar pistas para definir cmo podemos apoyar una transicin de estos hacia modelos masculinos ms igualitarios.

La indefinicin de ser hombre hoy


En nuestras sociedades se estn impulsando grandes cambios en lo tocante a las relaciones entre los sexos. Podemos observar una preocupacin de las instituciones por promover polticas de igualdad tendentes a ir rebajando la injusticia, la discriminacin y la violencia masculina hacia la mujer presente en los distintos mbitos de la vida diaria. Hay formas de ser hombre que comienzan a no estar bien valoradas y privilegios masculinos a los que debemos renunciar. Expresar sentimientos, cuidar de los y las dems, ocuparse de las tareas domsticas conductas que recientemente no se consideraban propias de hombres, hoy son presentadas como ejemplos a seguir y se interpela al colectivo masculino para que las ponga en prctica.

(1) Vase www.whiteribbon.ca

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Ante esta situacin podemos observar diferentes posturas en los hombres: Hacerse el despistado como si no fuera contigo y esperar a que esto del cambio en los hombres sea una demanda pasajera y pase de largo. Atrincherarte en ideas machistas y adoptar una actitud defensiva. Cambiar algo para no cambiar nada. Esto suele consistir en cambiar en lo pblico (ser polticamente correcto) y continuar igual en el espacio privado. Aprovechar esta situacin y participar de forma activa en estos cambios (cambiando t y animando al cambio a los hombres con los que te relacionas). Romper con esas expectativas que se tienen de t como hombre y que no compartes, que recortan tus posibilidades personales y que te hacen infeliz tanto a t como a quienes te rodean. Hacia este cuarto punto es hacia el que sera deseable tender, no obstante, parece bastante claro que para hacer efectivos todos estos cambios, no basta con una voluntad poltica o legislativa, ni con una mayor sensibilizacin de las fuerzas sociales o de un sector de la sociedad, es necesario tambin un cambio del marco de referencia que nos gua a la hora de interpretar la realidad y las relaciones entre las personas. Descartar los modelos de identidad masculino y femenino tradicionales solo es posible si son sustituidos por otros con cierto reconocimiento social, que nos permitan obtener una seguridad a la hora de identificarnos con ellos. Por tanto todas estas medidas tendentes a cuestionar actitudes sexistas y fomentar espacios de convivencia en igualdad, deben ir acompaadas de actuaciones preventivas y de aprendizaje positivo, destinadas sobre todo al sector ms joven de la poblacin. En todo este proceso de cambio de piel, las chicas, en general, parten con una mayor concienciacin y con un modelo alternativo, fruto de los aos de lucha del movimiento feminista. Pero con los chicos es diferente. La mayora de los chicos han visto como sus padres fracasaban intentando alcanzar las expectativas de gnero que les impona el modelo masculino tradicional. A la vez que dejaban por el camino sus posibilidades de ser otros hombres distintos, quizs ms felices y justos. La mayora de los hombres se aferra an a ese modelo de ser hombre aprendido de sus abuelos y ven como los privilegios de los que antes disfrutaban estn cada vez mas cuestionados socialmente. Nos encontramos por tanto en una especie de etapa de transicin entre un modelo masculino que si bien se encuentra cuestionado a nivel institucional y por algunos sectores de la sociedad, sigue siendo el vigente, adems de asumido por una gran parte de varones, cuya motivacin o recursos para el cambio son escasos. El modelo hacia el que transitar tampoco est del todo definido, existen muchas resistencias, miedos, etc. El panorama resultante no deja de ser algo paradjico. Por un lado un modelo y una forma de actuar cuestionada y abocada al fracaso y por otro lado ninguna alternativa clara a seguir. Lo que le queda a la mayora de los jvenes es continuar andando en la misma direccin a sabiendas de que el camino lleva a un callejn sin salida.

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Sobre la imagen social del varn joven


Como decamos al inicio del artculo, en ocasiones las actuaciones con chicos parten de una visin de estos en que se les considera ms machistas en potencia que posibles artfices del cambio hacia masculinidades ms igualitarias. La percepcin con que nos acercamos a los chicos es de gran importancia, porque va a orientar nuestra actitud hacia ellos. Los enfoques de trabajo centrados en la culpabilidad o inculpacin generalizada no nos llevaran a ningn sitio, tan slo fomentar que se vuelvan en nuestra contra: Es importante evitar en esta tarea cualquier tendencia o tentacin a utilizar un lenguaje de culpabilidad y de inculpacin generalizadas. S, los nios crecen con un conjunto de privilegios debidos a ser del gnero masculino en una sociedad dominantemente masculina. Queremos que los nios y los hombres lo sepan, se enfrenten a ellos, desestimen ese tipo de privilegios, que se vean como han sufrido las mujeres y, paradjicamente, el precio que los hombres han pagado por esos privilegios. Y, s, han aprendido a ponerse la armadura y, hasta cierto punto, representar su papel. Queremos que cuestionen las definiciones que a si mismo se dan de la hombra y que vean como ellos estara mejor si se deshicieran de esa armadura. Pero ellos no crearon esa sociedad. Ellos no fabricaron de la nada esa armadura cuando tenan cinco o siete o doce o incluso diecisis e intentaban fervientemente que les encajar. Actan de una cierta manera no slo para obtener recompensas, sino por un verdadero miedo o inseguridad (2) Por todo esto como dice M. Kaufman, es ms til que cambiemos el enfoque: En lugar de utilizar el lenguaje de la culpabilidad generalizada, podemos utilizar el de la responsabilidad. No de una responsabilidad generalizada del problema sino de una responsabilidad de cambiar, de buscar soluciones. Otro elemento con el que hay que tener precaucin es la forma en que a veces se analizan los fenmenos sociales. En ocasiones (pienso que es el caso del tema que nos ocupa) se tiene la percepcin de que todo va a peor y que estamos asistiendo a una especie de degradacin en los jvenes y de vuelta atrs en sus patrones de gnero. Este es un tema a analizar con detenimiento, pero tal vez sera bueno tener en cuenta que a veces lo que ha cambiado es el esquema de tolerancia de la sociedad y no los patrones de gnero de los chicos. Tambin existen toda una serie de mitos (3) sobre los jvenes que es importante cuestionar si vamos a trabajar con estos chicos:
(2) Kaufman Michael (2001): La construccin del movimiento masculino dirigido a terminar con la violencia hacia las mujeres. (3) Funes Artiaga Jaume: Cmo trabajar con adolescentes sin empezar por considerarlos un problema?. Artculo Revista Papeles del Psiclogo, 2003. n 84.

Sus manifestaciones ya sean emocionales, lingsticas o conductuales, no siempre coinciden con la realidad, muchas veces lo que dicen no suele ser un buen indicador de lo que piensan o de lo que sienten. Gran parte de sus formas de actuar son provisionales, transitorias. De ah que determinadas actitudes sexistas o el que asuman patrones que favorezcan la violencia de gnero, no son expresin de un modelo interiorizado, los adolescentes pueden hacer lo mismo y lo contrario en poca diferencia de tiempo. Por todo esto, que hay que tener cuidado para no centrarlos en estas actitudes y estabilizarlos en un problema, perdiendo as toda posibilidad de

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cambio. El que los chicos adopten hoy actitudes machistas no conlleva que las tengan interiorizadas. (Estas ltimas reflexiones son ms vlidas para los chicos adolescentes que para los jvenes).

Cmo movilizar a los chicos hacia estilos de masculinidad ms igualitarios


Aparte de los obstculos que ya hemos analizado, partimos con otra desventaja: El modelo que presentamos de hombre igualitario, es un modelo que no es atractivo para los chicos, ya que conlleva una serie de actitudes y responsabilidades que poco tienen que ver con su momento evolutivo. Es necesario presentar modelos que conlleven un cambio de actitudes hacia conductas ms igualitarias, pero que a la vez estn adaptados a lo que se puede pedir a un chico en esta edad teniendo en cuenta sus prioridades. Presentar al hombre igualitario como una persona responsable, que mide los riesgos, dispuesta a renunciar a determinados privilegios, es avanzar un grado de madurez ajeno a ellos. El ofrecer modelos alternativos no significa presentar un tipo definido de chico el joven igualitario el nuevo modelo correcto de ser hombre al que todos los varones entre 14 y 25 aos deben aspirar. El sentido va ms por intentar flexibilizar los roles de gnero de tal manera que se permitan distintas formas de ser hombre sin tener que limitarse a la hegemnica. Ese proceso s es ms entendible desde un chico que hoy se presenta de una manera y maana de la manera contraria. No es decirte cmo debes o cmo no debes ser (lo que est abocado al fracaso desde el primer momento), sino cuestionar si verdaderamente puedes llegar a ser como deseas, dentro de un modelo de hombre tan cerrado como propone el ideal de masculinidad tradicional. Si analizamos las imgenes que desde distintas instituciones pblicas se ponen en marcha para intentar sensibilizar a la poblacin masculina sobre la necesidad de cambiar hacia actitudes ms igualitarias, podremos darnos cuenta que la mayora de ellas no llegan a la poblacin de varones jvenes. 1. En muchas de ellas se hace hincapi en la necesidad de que el hombre se implique de manera activa en el mundo del cuidado y las tareas domsticas. Pero este mensaje tiene que pasar por distintos filtros para conseguir captar la atencin selectiva de los varones, vamos a analizar cmo funcionan: Esos filtros se apoyan en los estereotipos y creencias masculinas. La mayora de los varones al relacionar las ideas hombre y tareas domsticas obtienen como resultado: Hombre con pareja (heterosexual) e hijos/as (padre). Quedando fuera toda una serie de categoras: hombres sin pareja, hombres con pareja homosexual, hombres con pareja y sin hijos/as, hombres con hijos/as y sin pareja Qu ocurre entonces?: Ser un hombre igualitario parece que es lo mismo que tener pareja (heterosexual) e hijos/as. O dicho de otra

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manera, si eres un hombre sin hijos/as ni pareja, ese mensaje de la igualdad no va contigo. 2. Existe tambin una idea extendida entre los varones en base a la cual los hombres no sientan la cabeza, hasta que tienen una pareja heterosexual estable que inicia una especie de proceso de domesticacin. Parece pues, que sin responsabilidades de crianza y sin una mujer que ponga lmites, el hombre es un espcimen avocado a la aventura y a las conductas de riesgo (de hecho, hay muchos que lo son durante toda su vida). Por eso sera interesante que los mensajes lanzados a los hombres invitndolos a la adopcin de actitudes ms igualitarias estuvieran diversificados hacia diversas etapas de nuestro ciclo vital, ya que, en todas esas etapas gozamos de privilegios y ponemos en marcha mecanismos para preservarlos. El cambio hacia modelos de hombres ms igualitarios es un proceso escalonado en las distintas etapas del ciclo vital. Por eso es importante no cargar sobre los adolescentes y jvenes las necesidades de cambio que se esperan ya de los hombres adultos. Es absurdo pretender que respondan a unas formas de ser hombres previamente diseadas por los adultos, (sin contar con ellos) y que la mayora de los hombres adultos a su edad nunca pusimos en prctica. Queremos que ellos abstraigan y cambien lo que a muchos de los que nos venimos a llamar hombres igualitarios nos ha llevado (o nos lleva todava) gran parte de nuestra historia vital. Adems, el tipo de cualidades que priman ms para los chicos; aventurero, etc., no encajan dentro del perfil de hombre igualitario que se promueve. Por lo que la idea de hombre igualitario que terminan formndose se reduce a hombre igualitario = muermo. De ah la necesidad de buscar una imagen ms acorde a su realidad, en la que se compaginen actitudes de responsabilidad con otras ms propias de la edad.

Contextualizar la violencia masculina hacia la mujer


La perspectiva de gnero nos ha mostrado sin duda que la violencia de gnero no es un problema de las mujeres sino un problema para ellas, un problema del que sufren sus efectos, un problema de una sociedad aun androcntrica y patriarcal que las inferioriza y se resiste al cambio, y finalmente un problema de los hombres, que son quienes la ejercen para mantener el orden de gnero, la toleran y la legitiman con mayor frecuencia. Son las normas de este tipo de sociedad las que la propician y toleran la violencia, y son generalmente ellos quienes la ejercen de diversos modos y en diferentes mbitos. (4) En este apartado, no se pretende hacer un anlisis exhaustivo sobre el fenmeno de la violencia masculina hacia las mujeres, sino ms bien, sealar algunos elementos que nos pueden ayudar a clarificar cmo se socializa y se reproduce y nos puede dar algunas pistas a la hora de abordar el problema desde un enfoque educativo. Para eso nos vamos a centrar en dos aspectos; 1) Elementos del modelo masculino hegemnico que pueden favorecer el desarrollo de actitudes violentas en la relacin hombre-mujer y 2) Elementos

(4) Bonino Luis (2008); Hombres y Violencia de Gnero. Mas all de los maltratadores y de los factores de riesgo.

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definitorios de la situacin actual de nuevo pacto social entre hombres y mujeres. La actuacin sobre cualquiera de estos aspectos pensamos que es positiva si nos planteamos una intervencin preventiva con jvenes, cara a reducir las posibilidades de que estos desarrollen conductas de violencia hacia las chicas. No obstante, como decimos al principio, la solucin global pasa por promover un cambio en el modelo de masculinidad de estos jvenes. 1. Elementos del modelo masculino hegemnico que pueden favorecer el desarrollo de actitudes violentas en la relacin hombre-mujer La superacin de la mstica masculina pasa, en primer lugar por moderar aquellos valores de dureza, dominio, represin y competitividad, realzando en cambio los de la cooperacin y responsabilidad social, y en socializar a los hombres (corresponsabilizarlos) en la prctica del cuidado, empezando por sus propios hijos, porque la participacin de los padres en la crianza es un freno en el uso de la violencia, primero en ellos mismos, y despus en sus hijos. Se trata en definitiva de introducir la expresin del cario y la ternura en la vida de los hombres, de que no repriman la empata, para as aumentar su responsabilidad sobre el coste humano y social de sus actos, tanto en la vida familiar como en la poltica. (5) En ocasiones los hombres solemos entender las relaciones humanas basadas en valores como la dureza, el dominio, la represin emocional y la competitividad. Solemos educarnos en el desinters hacia los/as dems, vemos al otro/a de manera despersonalizada, sin tener en cuenta su carcter singular, sin apreciar sus diferencias. Esta manera de entender el mundo nos predispone al dominio, el autoritarismo y el uso de la violencia. Aunque, por supuesto, no todos los hombres son violentos, se suele esperar de los varones que en determinados momentos seamos capaces de ejercer violencia hacia los/as dems para demostrar nuestra hombra. Cuando los chicos jvenes aprenden lo que significa ser hombre por oposicin a lo que significa ser mujer. Una de los grandes problemas es la interiorizacin del mensaje: los hombres son fuertes, duros y no expresan sus sentimientos, segn este mandato masculino el nico sentimiento que les est permitido mostrar a los hombres es la violencia, la ira. De hecho aprendemos a exteriorizar toda una serie de sentimientos utilizando tan slo la violencia; demostramos la alegra, la tristeza, el miedo, etc. mediante la violencia. A la vez somos incapaces de identificar nuestros estados de nimo y de comunicarlos. Por lo que en ocasiones somos autenticas bombas emocionales a punto de estallar. Si analizramos los sueos de grandeza que tenemos la mayora de los hombres, en casi todos ellos aparecemos haciendo cosas increbles que nos deparan xito, elogios, triunfo y reconocimiento, pero esas cosas heroicas (rescatar a personas en peligro, realizar proezas fsicas) son actos que no suelen conllevar una utilidad social. Suelen ser acciones extremas en situaciones extremas, sin utilidad en la vida cotidiana. Por ejemplo, estoy seguro que mi padre

(5) Fisas Vicenc (2004) . Educar para el cuidado y la ternura.

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hubiera dado la vida por m si cuando nio hubiese estado a punto de ahogarme, pero nunca me cambi un paal. A lo largo de mi vida nunca me he visto en una situacin en que corriera peligro de ahogamiento, pero s he necesitado que me cambien los paales. Nos llevamos media vida entrenndonos para ser capaces de proteger a las personas que queremos y para estar dispuestos a correr cualquier tipo de riesgo si fuera necesario. Un tiempo que perdemos en estar cerca de esas personas y apoyarlas en lo que verdaderamente necesitan. Tras ese papel de hroe protector se esconde una imagen del otro (generalmente de la otra) como de alguien inferior, incapaz de valerse por s, que injustamente ha de responder a nuestra proteccin con sumisin y gratitud. Propiciar cambios en este imaginario masculino conlleva cambiar la figura del hombre como guerrero adiestrado, por otra manera de vivir la masculinidad ms humana y menos proclive a la violencia. Segn Josep-Vicent Marqus (6); Las relaciones entre varones son relativamente fciles, superficiales, marcadas por la sospecha y eventualmente hericas Las relaciones de complicidad que se establece entre hombres, son relaciones en las que no se cuestiona al otro, sino que se promueve un apoyo incondicional (los hombres nos defendemos entre nosotros es el clsico mensaje del corporativismo sexista masculino). Suelen ser relaciones superficiales en las que es complicado hablar con el otro de lo que realmente te preocupa, la mayora de los temas de conversacin son impersonales y entran dentro de la categora importantes desde el punto de vista masculino: trabajo, poltica, dinero, deportepero no se abordan temas que se consideran femeninos; sentimientos, relaciones, cuidado de los/as dems En la relacin tampoco est bien visto adoptar actitudes poco masculinas, mostrarse dbil, expresar miedos, exteriorizar sentimientos Son relaciones, en muchos casos, carentes de sinceridad, en que lo importante es aparentar fortaleza. Romper con todas estas barreras nos ayudar a ser ms felices y libres. A recibir un feedback por parte de otros hombres sobre nuestras conductas y sobre todo a no ser partcipes con nuestro silencio en formas de violencia masculina que se apoyan en esa mal entendida complicidad entre hombres. Para ser un hombre de verdad hay que triunfar en algo en la vida, si no, parece que eres menos hombre. Sentir que tenemos que tener xito en nuestra vida es una idea que perjudica a los hombres por la presin que ejerce sobre nosotros. Desde pequeos se nos ensea a competir, a destacar, a defender nuestras posiciones y querer llevar siempre la razn. No hay nada ms triste para un hombre que pasar desapercibido. La mayora de las metas masculinas no son fruto de un proceso de reflexin personal, son objetivos a cubrir, logros a conseguir tras los

(6) Marqus Josep-Vicent (1991); Curso elemental para varones sensibles y machistas recuperables. Coleccin el Papagayo.

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que no existe un crecimiento personal, sino una bsqueda de reconocimiento social. La cooperacin, la solidaridad, etc., suelen quedar fuera de las prioridades masculinas porque solemos pensar que no favorecen el xito. Ya que la nocin de xito masculino suele ser un xito de ganadores y perdedores. El cambiar esta nocin de xito nos puede ayudar a eliminar una fuente de frustracin que en ocasiones tiene como forma de escape la violencia. Para replantearte tu masculinidad, para reconstruirla hacia patrones ms igualitarios, es necesario partir de una situacin de fracaso real o la vivencia de poder fracasar. Estoy hablando de fracasar como hombre en las expectativas que la masculinidad hegemnica te asigna, y que siguen siendo asumidas por la mayora de la poblacin. Asumir este fracaso no es sencillo. Adems en ocasiones esperamos un premio, un reconocimiento por nuestra trasgresin, reconocimiento que no tiene por que llegar. De ah la importancia de rodearte y apoyarte en otros hombres que estn en la misma labor que t. Esta forma de apoyo es el germen de una nueva complicidad masculina, que nos ayudar a reciclar toda la frustracin que nos puede deparar el camino que iniciamos. 2. Elementos definitorios de la situacin actual de reelaboracin de un nuevo pacto social entre hombres y mujeres. La mayora de las culturas son patriarcales. Esto significa que en la mayora existe una situacin de dominacin y de privilegio de hombres frente a mujeres. Dichos privilegios se mantienen y refuerzan mediante mecanismos de dominacin que los hombres ejercemos cotidianamente sobre las mujeres y otros hombres. Los cambios que se estn impulsando en nuestra sociedad con vistas a lograr una mayor igual entre hombres y mujeres conllevan que los hombres perdamos esos privilegios. Esa renuncia no es asumida por muchos varones que responden al conflicto ejerciendo distintos tipos de violencia hacia las mujeres. Esa indefinicin de modelos masculinos de la que hablbamos al principio, acenta que en los chicos la construccin de su identidad se haga por oposicin a las chicas (identidad excluyente; soy lo que t no eres o lo contrario de t). Esto determina modelos opuestos de relacin, amistad, etc., impidiendo la construccin de modelos compatibles que permitan avanzar hacia espacios de igualdad (7). Esta manera de definir la identidad limita nuestras posibilidades como hombre, nos encasilla en la masculinidad hegemnica y nos aporta una visin de las mujeres como enemigas. La relacin tradicional entre hombres y mujeres est basada en la ideologa de la complementariedad. La frmula que expresa la ideologa homofbica de la complementariedad en una pareja heterosexual es: hombre + mujer = hombre completo. Segn est lgica lo que tiende a esperar un hombre de una mujer es que realice aquellas tareas de las que l no quiere ocuparse, que tenga aquellos sentimientos o habilidades en los que l no quiere

(7) Pescador Erick: Masculinidad y poblacin adolescente. Ponencia I Jornadas Estatales sobre la Condicin Masculina. Jerez 2001.

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entretenerse, y que asuma las tareas de comunicacin que l no quiere atender. El hombre sexista espera que su complemento sea su criada, cocinera, secretaria, criadora de sus hijos/as y relaciones pblicas. Al romperse esta relacin de complementariedad, muchos hombres se pueden sentir desubicados utilizando la violencia como respuesta.

Deconstruyendo y construyendo nuevos estilos de masculinidad


La experiencia que voy a exponer a continuacin es una reflexin sobre mi labor profesional en el Departamento Hombres por la Igualdad de la Delegacin de Igualdad y Salud del Ayuntamiento de Jerez y en concreto del trabajo realizado en unos talleres llamados Atrvete si eres hombre, desarrollados durante los ltimos cuatro aos. (8) Los talleres se han impartido dentro del horario escolar, de manera coordinada con los departamentos de orientacin de los centros. Estn compuestos por un mnimo de 10 sesiones de una hora de duracin y han ido destinados a chicos entre 14 y 18 aos, estudiantes de 3 y 4 de ESO, ciclos formativos de grado medio y bachillerato. Se han impartido en 16 centros de secundaria y han participado en ellos 174 chicos. Los grupos a los que se imparta el taller estaban compuestos slo por chicos y su nmero variaba de 8 a 14 miembros. Valoramos que es ms eficaz que el trabajo se realice con grupos nicamente de chicos, sin la presencia de chicas ya que en los grupos mixtos los varones suelen reproducir ms conductas tpicamente masculinas (contar batallitas, competencia entre ellos, seduccin). Al final del proceso de trabajo grupal con los chicos, se pueden realizar un trabajo conjunto ( , ) tendente a buscar puntos de encuentro, contrastar expectativas de gnero y desmontar estereotipos. A la hora de seleccionar a los participantes en el taller se seguan criterios relacionados con la facilitacin de la dinmica grupal a la vez que se priorizaban perfiles de chicos con actitudes rgidas en sus patrones de gnero. Elemento fundamental a tener presente en estos talleres es involucrar en su realizacin a hombres con una actitud crtica ante su masculinidad, capaces de conectar con los jvenes. Los chicos escucharan con mayor facilidad a otro hombre con el que pueden identificarse, que a cualquier otra persona. No se trata de presentar a los chicos dolos masculinos alternativos a seguir (gran parte los referentes masculinos, aun los ms correctos polticamente se caracterizan por tener una imagen privada muy distinta a la pblica). Si no que estos tengan contacto con hombres que han emprendido un cambio en sus vidas hacia modelos de ser hombres ms igualitarios. Son referentes sencillos y sinceros, que dan testimonio de que el cambio es posible. No se trata de ponerse como ejemplo del camino a seguir, ms bien consiste en expresar las dudas y los obstculos que ellos han encontrado. Mediante los talleres se prende hacer un recorrido vital por la masculinidad de los chicos, analizando cmo se ha ido formando.

(8) Para ampliar informacin vase V.V.A.A.: Atrvete si eres hombre y No seas tan buena. Una propuesta didctica para intervenir con chicas y chicos adolescentes (2007). Delegacin de Igualdad y Salud Ayuntamiento de Jerez de la Frontera.

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Dicha deconstruccin se hace partiendo de lo que define su identidad adolescente actualmente, para ir retrocediendo y analizando como se ha configurado ese mapa mediante el que los chicos interpretan la realidad que les rodea. Para ello nos apoyamos en el estudio de imgenes y en la utilizacin de dinmicas que siguiendo el mtodo socioafectivo permiten vivenciar situaciones e identificar los sentimientos que nos producen. En todo este proceso lo individual es importante, pero no se insiste en la externalizacin (verbal) de las experiencias biogrficas de cada chico. Lo nico que pretendemos es agitar, cuestionar, desestabilizar sus creencias masculinas, crear un sentimiento de incertidumbre, a travs del cual se genera una mayor disposicin a considerar ideas nuevas. Una vez asentadas las condiciones previas descritas en el prrafo anterior, se pone el acento en el proceso grupal. Lo que nos interesa es ir dotando al grupo de vivencias, emociones y sentimientos compartidos, tanto de frustracin (cuando intentamos ponernos el disfraz de hombres y no encaja), como de logro (cuando se trasgreden las expectativas de gnero). Esta fuerza colectiva es la que moviliza hacia el cambio, sintindose adems arropados por la legitimacin del propio grupo. Evitando los rechazos que conlleva un proceso individual. Mediante la utilizacin de imgenes clave enfocamos la atencin sobre esas premisas de la masculinidad a las que todos nos hemos enfrentado en el proceso de esforzarnos por ser hombres. A travs de las imgenes vamos montando las escenas principales que se representan en el diario de ser hombre. Se hace explicito que la mayora de los presentes comparten esas situaciones, esos mensajes que nos apremian para actuar de determinada manera. Se trata de crear cierta complicidad, captar su atencin e ir construyendo un lenguaje comn, que nos facilitar el trabajo de profundizacin que se lleva a cabo mediante las dinmicas. Las imgenes son pues elementos generadores de temas a tratar. Algunos ejemplos de contenidos a abordar a partir del anlisis de las imgenes son: El anlisis de sus deseos, sus miedos, sus necesidades y sus expectativas de futuro. Observando como stas se van adaptando a lo que se espera de un hombre. Tambin se hace un ejercicio de imaginar esas preguntas en alguna figura masculina adulta de referencia para ellos (padres, tos, hnos. mayores, etc.); como habran contestado a su edad, el grado de consecucin de sus expectativas y la felicidad o infelicidad que han logrado en todo ese proceso a lo largo de los aos. Se realiza un trabajo con las distintas capacidades que puede tener una persona. Se observan las ms valoradas por los chicos, se investiga el por qu de dicha eleccin, se observa cmo van decantando nuestra personalidad, su nivel de utilidad en diversos tipos de situaciones. Se experimenta con la adopcin de otras capacidades. Es como un banco de pruebas, un entorno flexible donde practicar.

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Cmo nos relacionamos los chicos entre nosotros? Para qu nos sirve y para qu no nos sirve el grupo de chicos. Responde a nuestras necesidades?, nos enriquece o nos empobrece? Las relaciones con las chicas. Qu caractersticas se buscan en las chicas?. Estereotipos y mitos de cmo debe tratar un chico a una chica (el caballero andante, el hermano mayor, el eterno seductor, etc.). La homofobia. Homosexual como calificativo a todo aquel que transgrede los lmites del modelo masculino.

Ncleo duro y espacio flexible


A travs de las imgenes y los mensajes que trasmiten nos acercamos a dos ideas fundamentales: Ncleo duro y espacio flexible En la manera de percibir lo que significa ser hombre, sea cual sea el modelo con el que el chico se identifica, hay una zona comn un ncleo duro de creencias, sobre las que existe un importante control social, apartarse de ellas conlleva apartarse de la identidad masculina. Rodeando a ese ncleo duro existe otro espacio ms flexible donde la discrepancia es tolerable dentro de ese marco, los chicos pueden moverse, renunciar a algunos roles y adoptar otros sin que exista un rechazo de los compaeros de gnero.

Hacerlo ms pequeo

Ms sencilla la trasgresin

Ncleo duro

Espacio flexible

Ese ncleo duro de la masculinidad estara formado por creencias como; Los hombres son fuertes, no muestran sus debilidades, Los hombres son aventureros, les gusta el riesgo, Los hombres solucionan sus problemas con la violencia, Un hombre siempre debe destacar, Un hombre siempre debe estar dispuesto a seducir, Un hombre debe competir con los dems hombres por ser el mejor Existen unos mensajes (mensajes apremiantes) que los hombres recibimos a lo largo de toda nuestra vida y que nos recuerdan cmo debemos actuar en cada situacin para mantener la coherencia con ese ncleo duro a la vez que nos informan cundo nos estamos distanciando. Dichos mensajes nos llegan a travs de los distintos agentes de socializacin y son generadores de mucho estrs. El trabajo a realizar consiste en cuestionar esas ideas, ponerlas en entredicho, generar incertidumbre: Y si eso no fuera ser un hombre de

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verdad?, o lo que es lo mismo Y si se pudiera ser hombre de verdad sin ser de esa manera?. Para realizar esa labor no es aconsejable actuar directamente sobre el ncleo duro, ya que lo que conseguiramos es un rechazo. Por eso es ms aconsejable tratar de incidir sobre el espacio flexible, ya que esta es una zona donde se admite la transgresin. La estrategia a seguir consiste en identificar dentro de este espacio zonas las sensibles y los mensajes apremiantes de los chicos que participan en el taller. Zonas sensibles son cuestionamientos que el propio chico se hace sobre su forma de actuar como hombre. Dichos cuestionamientos son fruto de experiencias (propias o de referentes masculinos cercanos afectivamente) acaecidas en su historia vital y en las que se ha producido un dao o frustracin al intentar ajustarse a las expectativas de gnero que se tiene de l como hombre. Algunas tienen que ver con la relacin con sus padres, la competitividad entre iguales, etc. Son experiencias con una carga emocional. Cada uno de estos chicos tiene en ese inventario que constituye el espacio flexible, experiencias de transgresin, episodios en los que no ha seguido el mandato de gnero. Dichas experiencias al igual que las zonas sensibles, tienen un gran potencial de transformacin, pero para ello tendremos que convertir esas vivencias individuales en vivencias colectivas. De este proceso hablaremos ms adelante. A modo de resumen, hasta ahora, en este proceso de deconstruccin y construccin de una nueva masculinidad, hemos seguido los siguientes pasos:

IMGENES GUA

IDENTIDAD ZONA SENSIBLE Y EXPERIENCIAS DE DESOBEDIENCIA AL MANDATO MASCULINO

ANLISIS DE EXPECTATIVAS DE GNERO

NCLEO DURO Y ESPACIO FLEXIBLE

El siguiente paso es llevar estas ideas (mensajes apremiantes, zonas sensibles y experiencias de transgresin) a lo cotidiano. En este momento debemos tener cuidado para que el taller no se convierta en una terapia individual donde los chicos aborden los miedos ms ntimos. Para ello sera necesario que tuviramos un gran control sobre el grupo (cosa que no ocurre) y as poder evitar actitudes de burla, etc. Que tendran un efecto de paso atrs en los chicos que decidan contar sus experiencias personales. La estrategia a seguir parte de que sea el propio animador del taller el que aporte experiencias vitales propias, pasadas o presentes, invitando a los chicos a que se identifiquen con ellas o a que busquen experiencias similares en sus figuras masculinas de referencia masculinas, sin que sea necesario que las expresen verbalmente. En este punto es fundamental observar el

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lenguaje no verbal de los chicos para confirmar si estn empatizando con lo contado por el animador. Despus se invita a los chicos a que se visualicen a ellos mismos en dichas situaciones y reconducirlos para que se proyecten en experiencias vitales actuales (aqu sigue siendo importante el lenguaje no verbal). De esta manera estamos abordando que no existe una sola forma de ser hombre sino muchas, y que cada uno de nosotros podemos tener puntos de encuentro y de desencuentro a la hora de adaptarnos a ese ncleo duro de la masculinidad. Los mensajes apremiantes y nuestras zonas sensibles son distintas y dependen en gran medida de nuestra biografa, recursos personales, etc. Para seguir profundizando en esta idea se realiza un trabajo en que los miembros del grupo deben identificar distintos modelos de ser hombre en sus compaeros de estudios. Fruto de este trabajo se han elaborado cinco categoras o modelos de masculinidad en los varones jvenes: Lucas El Vaciln Toms El Humorista Jos Luis El Indeciso Ramn El Defensor de las Causas Justas Fermn El Chico con Criterio

JOS LUIS EL INDECISO

TOMAS EL HUMORISTA

DESCRIPCIN No est seguro de si mismo, se deja llevar. Influenciable y complaciente. No se siente capaz de cambiar, aunque le gustara.

DESCRIPCIN Imprudente, liante, cmico un poco cnico, espontneo, incoherente, observador, con la autoestima baja

MENSAJES APREMIANTES No destaques, no te hagas notar, para no ser cuestionado. No eres fuerte, no eres un hombre de verdad. ZONA SENSIBLE Sabe que cambiar le puede hacer ms feliz, pero le da miedo a lo que piensen los dems

MENSAJES APREMIANTES No eres sufientemente fuerte, debes esforzarte por parecerlo Debes ser importante tener prestigio ZONA SENSIBLE Cansado de tener que demostrar continuamente que es hombre Le gustara que los dems lo respetasen tal como es

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RAMN EL DEFENSOR DE LAS CAUSAS JUSTAS

LUCAS EL VACILN

DESCRIPCIN Autoestima alta, capacidad para ser lder, le gusta el poder, inconformista.

DESCRIPCIN Establece relaciones de dominacin, bravucn, utiliza la violencia para hacerse valer...

MENSAJES APREMIANTES Ser importante tener xito, triunfar, que los dems te escuchen, salvar el mundo.

MENSAJES APREMIANTES Se fuerte No expresa sentimientos ZONA SENSIBLE Siente que todos son enemigos, que no puede confiar en nadie. Siempre alerta y un poco slo Se siente temido, no querido

ZONA SENSIBLE Sabe que en ocasiones se impone a los dems y es injusto. A veces se siente incoherente.

FERMIN EL CHICO CON CRITERIO

DESCRIPCIN Afectivo, sensible, expresivo, con criterio propio

MENSAJES APREMIANTES Explora, descubre otras cosas. Se ha dado cuenta de las posibilidades de ser diferente y eso le hace feliz ZONA SENSIBLE En ocasiones se siente desplazado incomprendido A veces le gustara destacar, tener xito

En cada modelo se refleja las prioridades, actitudes, maneras de relacin, etc. de cada personaje. La manera en que cada tipologa de chico se ajusta la armadura de la masculinidad tradicional. Cada uno presenta unos mensajes apremiantes y unas zonas sensibles diferentes. Los modelos no son ms que un ensayo que carece de rigurosidad. No se pretende recoger de manera sistemtica y cientfica las distintas formas que un chico adolescente tiene de ser hombre, tan slo es un ejercicio dentro de un proceso. Son categoras orientativas, no excluyentes. Los mismos chicos a la hora de ubicarse se identifican con varias, aunque reconocen en su forma de actuar/pensar un estilo de masculinidad predominante sobre los dems. Las posibilidades de cambio hacia posiciones ms igualitarias, son distintas en cada modelo, hay algunos modelos en los que se puede observar una

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mayor zona flexible (Ramn el Defensor de las Causas Justas y Fermn el Chico con Criterio). Los chicos que se sitan en dichas categoras han desechado estereotipos/expectativas masculinas y han incorporado a su manera de actuar conductas diferentes. Tambin existen otros modelos en los que el ncleo duro es ms grande y no hay apenas un espacio de trasgresin (zona flexible nula o casi nula), este es el caso de Lucas el Vaciln y Toms el Humorista. Estos modelos se ajustan ms a la masculinidad tradicional. Por ltimo estara el modelo Jos Luis el Indeciso. En esta categora estaran chicos que si bien no han reunido todava fuerzas suficientes para adoptar un tipo de conductas distintas a las tradicionales, son conscientes de que dicho modelo les est perjudicando. Slo necesitan un refuerzo, un grupo de referencia o una persona clave que les anime, para comenzar a transgredir y ampliar su zona flexible. Para motivar actitudes de cambio es necesario centrarnos en las zonas sensibles de cada modelo. Lo que puede movilizar a Lucas el Vaciln es distinto que lo que movilizar a Fermn el Chico con Criterio. Insistir en la utilidad de estos modelos: Posibilitar que los chicos observen distintas alternativas (entre otras muchas) de ser hombre y cmo es posible cambiar desde cada uno de ellos a posiciones ms igualitarias. La idea no es elegir un mejor modelo y bautizarlo como el modelo de masculinidad adolescente ms igualitario. Para luego intentar que los chicos lo asuman y se adapten a l. El ltimo paso en la programacin del taller, es generar otras formas de ser hombre alternativas. Para ello utilizamos un aprendizaje vivencial, dotndolos de experiencias positivas, en la que consiguen actuar de manera distinta. Este es un proceso de creacin grupal. Se utiliza el grupo como zona liberada donde es posible pensar, opinar y actuar de otra manera (flexibilizar roles de gnero y vivenciar una nueva complicidad masculina). El proceso pedaggico utilizado est basado en el mtodo de codificacindescodificacin de Freire Paulo (9): A lo largo del todo el taller hemos analizado situaciones que tienen que ver con la vivencia de la masculinidad en los chicos (proceso de codificacin), son experiencias cotidianas y compartidas por el grupo que trascienden de la dimensin individual. Tienen que ver con procesos colectivos, como es la formacin de una identidad masculina, y se pueden interpretar en un contexto social. Esas situaciones, que parten de lo individual, son interpretadas por el grupo con el fin de motivar a los adolescentes para que una vivencia balda de su masculinidad se convierta en una empresa consciente encaminada a promover cambios en el modelo masculino tradicional (proceso de descodificacin). El mtodo que hemos utilizado para conseguirlo es la realizacin de montajes de video. Cortos, en los que los chicos cuentan historias sobre cmo ser un hombre ms igualitario, los obstculos que te encuentras, cmo solventarlos, etc.

(9) Freire Paulo (1970). Pedagoga del oprimido, Tierra Nueva. Montevideo.

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Estos cortos se utilizan como material didctico en tutoras, coloquios, charlas, etc. que se realizan dentro del centro al que pertenecen los chicos. Por lo que es una buena herramienta para que los participantes en el taller vean que sus reflexiones son importantes y pueden servir para apoyar el trabajo con otros adolescentes iguales que ellos. Para terminar tan solo remarcar que el objetivo de este proceso no es generar cambios inmediatos en los chicos, sino dotarlos de experiencias gratificantes en las que han podido actuar, opinar o imaginarse otro tipo de hombre distinto al que se esperaba de l. Pensamos que a la hora de ir configurando su identidad masculina, disponer de un acerbo de experiencias positivas pueden ayudar a configurar modelos de hombres ms igualitarios.

FUENTES CITADAS Bonino Luis (2008); Hombres y Violencia de Gnero. Mas all de los maltratadores y de los factores de riesgo Fisas Vicenc (2004). Educar para el cuidado y la ternura Funes Artiaga Jaume: Cmo trabajar con adolescentes sin empezar por considerarlos un problema?. Artculo Revista Papeles del Psiclogo, 2003. n 84 Freire Paulo (1970). Pedagoga del oprimido, Tierra Nueva. Montevideo Kaufman Michael (2001): La construccin del movimiento masculino dirigido a terminar con la violencia hacia las mujeres. Leal Gonzlez Daniel (2008). Otra masculinidad es posible? Reflexiones sobre el cambio de los hombres hacia la equidad. Marqus Josep-Vicent (1991); Curso elemental para varones sensibles y machistas recuperables. Coleccin el Papagayo. Pescador Erick: Masculinidad y poblacin adolescente. Ponencia I Jornadas Estatales sobre la Condicin Masculina. Jerez 2001. V.V.A.A.: Atrvete si eres hombre y No seas tan buena. Una propuesta didctica para intervenir con chicas y chicos adolescentes (2007). Delegacin de Igualdad y Salud Ayuntamiento de Jerez de la Frontera

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS Askew, Sue / Ross, Carol (1998) : Los chicos no lloran. El sexismo en educacin. Editorial Paidos. Barragn, Fernando Coord. (2001): Violencia de gnero y curriculum. Un programa para la mejora de las relaciones interpersonales y la resolucin de conflictos, Editorial Aljibe, Mlaga. Gallo Silvio (1998): Por una pedagoga del riesgo. Librepensamiento, n 28 Lomas, Carlos (comp.) (2004): Los chicos tambin lloran. Identidades masculinas, igualdad entre los sexos y coeducacin. Editorial Paidos. Barcelona. LOMAS, Carlos (2008): El otoo del Patriarcado? Luces y sombras en la Igualdad entre mujeres y hombres. Pennsula. Barcelona. Mara Jos Daz-Aguado: Adolescencia, sexismo y violencia de gnero. Artculo Revista Papeles del Psiclogo, 2003. n 84 Martino, Wayne / Payota-Chiarolli (2006): Pero, qu es un chico?. Aproximacin a la masculinidad en contextos escolares. Editorial Octaedro. Madrid. Riso, Walter (2005): Intimidades Masculinas. Sobre el mito de la fortaleza masculina y la supuesta incapacidad de los hombres para amar. Editorial Granica, Barcelona. SEIDLER, V.J. (2007): Masculinidades. Culturas globales y vidas ntimas. Montesinos. Barcelona. Simn, Elena (1999): Democracia vital. Mujeres y Hombres hacia la plena ciudadana, Editorial Narcea, Madrid.

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Heinrich Geldschlger, Oriol Gins y lvaro Ponce. Fundaci Institut de Reinserci

DOCUMENTOS

Social (IRES).

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Jvenes en la intervencin para hombres que ejercen violencia de gnero: dificultades y propuestas

La atencin de jvenes en programas de intervencin para hombres que ejercen violencia de gnero presenta varias dificultades especficas. En este captulo describiremos estas dificultades y propondremos posibles soluciones basndonos en la literatura cientfica y en nuestra experiencia clnica. Diferentes estudios demuestran que la juventud y especialmente los chicos tienden a no identificar la violencia contra la pareja como tal sino a normalizarla o naturalizarla. Por otra parte, la violencia de gnero es mucho ms presente en las relaciones de pareja entre jvenes que entre adultos, con ms del 50% de relaciones con violencia psicolgica y ms de 30% con violencia fsica. An as, no existen actualmente en Espaa programas especficos para agresores de gnero jvenes que les asistan en identificar la violencia que ejercen, responsabilizarse de ella y trabajar para eliminarla, as como promover relaciones igualitarias de respeto y cuidado, previniendo una cronificacin de los patrones violentos. Adems, las caractersticas mencionadas de los jvenes y de sus relaciones de pareja dificultan de varias maneras su entrada y su participacin en los programas existentes de intervencin con hombres que maltratan, los cuales junto con los agentes sociales y educativos necesitan adaptarse para dar respuestas adecuadas a su inclusin. Palabras clave: Violencia de gnero, hombres, jvenes, intervencin, agresores, relaciones de pareja, normalizacin, deteccin.

Introduccin
En muchas conversaciones con profesionales de diferentes campos (enseanza, educacin, psicologa, pedagoga, sociologa, etc.) que se dedican a la prevencin o la atencin de la violencia de gnero con jvenes hemos escuchado opiniones como: algo estamos haciendo mal o parece que estamos volviendo atrs. Muchas veces, estas opiniones llevan a cierto grado de frustracin en las personas que las manifiestan y a conclusiones sobre el fenmeno como la afirmacin del binomio juventud violencia como algo natural o como un reflejo de lo que hacemos y pensamos los adultos. En lo que todas estas opiniones y conclusiones coinciden es en que existe un importante problema de actitudes y de violencia sexistas en nuestra juventud y en que es imprescindible hacer algo al respecto desde las instituciones. Sin duda este es un aspecto clave que ya recoge la Ley Orgnica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Proteccin Integral contra la Violencia de Gnero (a partir de ahora: Ley Integral), que en muchos de sus artculos, y especficamente en el artculo 4 del primer Captulo indica que [] el sistema educativo espaol incluir, dentro de sus principios de calidad, la eliminacin de los obstculos que dificultan la plena igualdad entre hombres y mujeres y la formacin para la prevencin de conflictos y para la resolucin pacfica de los mismos.

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Es decir, el Estado se hace cargo de la necesidad de trabajar con los y las jvenes sobre la base de las desigualdades de gnero. Por otro lado, la Ley Integral recoge como tcnicas y conocimientos necesarios a impartir por el profesorado (1): c) La deteccin precoz de la violencia en el mbito familiar, especialmente sobre la mujer y los hijos e hijas. Pero, qu dice sobre la violencia que puedan ejercer los propios jvenes hacia sus parejas, sean estas compaeras de clase o no, ms all de las enseanzas sobre la igualdad de gnero? O lo que es lo mismo, se han contemplado contenidos especficos para que los chicos jvenes puedan detectar, comprender y atender situaciones en las que ellos son los maltratadores o ellas las maltratadas? A nuestro entender este sera un paso imprescindible para atajar las situaciones de violencia de gnero en nuestra sociedad. Si no somos capaces de detectar estas situaciones y lo que es ms grave si no son ellos mismos capaces de darse cuenta de que estn ejerciendo violencia nunca podrn cambiar estas actitudes, que por otro lado se vern legitimadas por unas instituciones adultas que no dicen nada al respecto. Por tanto, algunas preguntas clave que trataremos en este artculo son: existen caractersticas diferenciadas en el ejercicio de la violencia por parte de los chicos jvenes?, hay realmente ms violencia sexista entre jvenes?, existen diferencias en su deteccin, en su comprensin?, qu mecanismos de ayuda debemos implementar para que los hombres jvenes puedan atenderse independientemente de las medidas judiciales ya establecidas por la ley?

La percepcin de la violencia de gnero por los y las jvenes


Existen diferentes estudios en nuestro pas que se han encargado de conocer la percepcin de la violencia de gnero en jvenes. En el Proyecto Detecta (2), se les pregunt a un conjunto de 6.497 alumnos y alumnas de 14 a 18 aos aspectos referentes a las relaciones de pareja y al maltrato. Respecto a la pregunta de si conocan algn caso de maltrato en su entorno, un 22% contest afirmativamente. Un 40% eran amigas o compaeras de clase o vecinas, mientras un 30% eran familiares cercanos o lejanos. Ya en este grupo de edad aparecen diferencias por sexos puesto que, en todas las poblaciones y contextos sociales estudiados, el doble de chicas que de chicos conocan casos de violencia de gnero. Esto implica una primera hiptesis para los chicos jvenes: su nivel de percepcin y deteccin de la violencia sexista es mucho ms bajo que el de las chicas. Adems, la misma investigacin recoge que la opinin de casi un 12% de los chicos (el triple que de chicas) era que este problema no era grave y que haba los mismos hombres que mujeres maltratados. Tambin un 21% (10 veces ms que ellas) opin que en muchas ocasiones las vctimas haban provocado la violencia recibida. As, los chicos claramente minimizan y justifican en mayor medida las actitudes y conductas violentas de los hombres hacia las mujeres. Una alto porcentaje (el 35%) cree que las mujeres vctimas son las que aguantan esta situacin, y que si se fueran se acabara el problema. Lo que indica tambin el alto grado de, cmo mnimo, ingenuidad, con que los chicos y chicas abordan la situacin de las vctimas. Y una quinta parte de

(1) Ley 1/2004, Art. 7 c., Cap. I (2) Fundacin Mujeres; Universidad Nacional de Educacin a Distancia (2004)

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los chicos lo define como un problema domstico donde no hay que entrometerse. Siguiendo con alumnado adolescente, en un estudio hecho en Madrid (3) con 450 estudiantes de entre 15 y 19 aos, la mayora de chicos y chicas no relacionaban la falta de amor con el maltrato. As, cuando piensan en maltrato, piensan en agresiones fsicas graves. Adems, la mayora de los chicos cree que el maltrato no se da entre jvenes, slo entre personas mayores. Parece improbable entonces, que puedan detectar algo que para ellos no existe en su entorno. Cuando son preguntadas por sus vivencias de maltrato, el triple de chicas que de chicos reconoce haber sufrido algn tipo de violencia, tanto fsica como psicolgica. Sin embargo, la mayora de chicos cree que es fcil solucionar estos problemas, sobre todo hablando, lo que indica que no ven la necesidad de pedir ayuda en casos de maltrato a estas edades, aunque fueran detectados. En diversas investigaciones realizadas en Catalua, se constata que una pequea parte acepta la violencia como prctica dentro de las relaciones amorosas a esta edad. Por ejemplo, en el estudio realizado en alumnado de instituto (4), con ms de 700 estudiantes de 15 a 18 aos, un 25% de los chicos no crea que dar una bofetada en una discusin de pareja fuera grave. Tampoco se pueden identificar como maltratadores, ya que un 35% de chicas y chicos piensan que las personas que maltratan no llevan una vida social normal y que son borrachos, enfermos o drogadictos. Tambin comparten la idea que las vctimas no abandonan a sus parejas porque no quieren. An as, hay que decir que la mayora no comparte estas opiniones. Desde un punto de vista ms cualitativo, y con una muestra de menor edad, se han observado algunas cuestiones referentes a las acciones concretas que haran los chicos y las chicas en una situacin de violencia (5). En concreto se les preguntaba qu haran en el caso de ser las vctimas de violencia de un relato planteado por una adolescente, y de qu manera podran solucionar este conflicto. Lo que queda claro es que el desarrollo evolutivo en la adolescencia va paralelo a una mayor tolerancia hacia las situaciones de violencia de gnero que se puedan vivenciar, ya que mientras a los 12 aos un 54% dice que rompera, slo un 24% lo afirma a los 16. Por el contrario un 34% ayudara o aconsejara al agresor a esta edad cuando entre los ms jvenes slo lo hara un 7%. Adems un 98% del alumnado ms mayor frente a un 65% del ms joven, creen que se puede solucionar, y como se ha dicho anteriormente, simplemente hablando y responsabilizando a los dos de tal resolucin. La construccin pues, de la tolerancia a la violencia y de la responsabilizacin de la vctima son procesos iniciados durante la socializacin de gnero en la adolescencia, y estos cambios presuponen menos rechazo al maltrato y menor bsqueda de soluciones por parte del agresor.
(3) Meras (2003) (4) Daz (2007) (5) Moreno, Sastre & Hernndez (2003) (6) Vzquez, Estbanez, & Cantera (2008)

Coinciden estos datos con el ltimo trabajo del Instituto de la Mujer del Gobierno Vasco (6), que, centrndose en la violencia psicolgica y su respuesta por parte de chicas de entre 18 y 25 aos, confirma una tendencia a minimizar la gravedad de este tipo de violencia, sobre todo entre las universitarias que solamente estudian. Este dato ahondara en la idea que ya expresan las investigadoras en la introduccin del estudio, de que en muchos sectores de la juventud la idea asumida de igualdad de gnero implicara mayor grado de vergenza y malestar a la hora de expresar su posible implicacin en situaciones de violencia.

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Resumiendo, todos estos datos nos indican que, sobre todo los chicos, tienen muchas dificultades para reconocer la violencia y tomar una actitud responsable hacia ella, lo que prcticamente impide que se asuman como agresores en sus relaciones. An as, en algunos trabajos sobre la incidencia de estas actitudes y comportamientos en jvenes, una buena parte asumen haber realizado algn acto de violencia fsica o psicolgica como se muestra a continuacin. Esto vendra a indicar que, efectivamente, los chicos jvenes conocen qu comportamientos son considerados dainos pero no los consideraran como un problema o como algo grave que merece atencin. Es lo que todos los especialistas apuntan como la naturalizacin de la violencia.

Violencia de gnero ejercida por jvenes en sus relaciones de pareja


Sobre la violencia de gnero ejercida por jvenes en sus relaciones afectivas tenemos dos principales fuentes de informacin. Por una parte, disponemos de las estadsticas y los estudios generales sobre la violencia de gnero en nuestro pas que, en buena parte, incluyen datos segregados por edad. Segn datos del Instituto de la Mujer y la Delegacin Especial del Gobierno contra la Violencia de Gnero, las mujeres jvenes de hasta 30 aos suponan el 30% de la mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas desde el ao 2002 hasta el ao 2008 (7), interpusieron cerca del 40% de las denuncias por malos tratos contra sus parejas y ex parejas entre el 2002 y el 2007 (8), eran un 30% de las mujeres que llamaron al telfono 016 de informacin y asesoramiento jurdico en materia de violencia de gnero e indicaron su edad hasta noviembre del 2008 (9). Estas cifras suponen una sobrerrepresentacin de las mujeres jvenes respecto a su parte en la poblacin femenina adulta espaola de la que han supuesto alrededor de 23% en los aos de referencia. Nos indica que la violencia de gnero ya es un problema grave para las jvenes espaolas, dato que se confirma en la ltima macroencuesta Violencia contra las mujeres (10) en la que un 3,2% de las mujeres hasta 29 aos se autoclasificaron como maltratadas y un 9,1% fueron consideradas tcnicamente maltratadas a raz de sus respuestas. Sobre el ejercicio de la violencia de gnero por parte de hombres jvenes no disponemos de tantos datos. Sabemos que del 2002 al 2008 el 19% de los asesinatos de mujeres a manos de sus (ex) parejas fueron cometidos por hombres de hasta 30 aos (11), suponiendo una leve subrepresentacin respecto al 25% que suponen los jvenes de la poblacin adulta masculina espaola en los aos de referencia. En un estudio de 1081 denuncias presentadas por violencia contra la mujer a la Ertzaintza en el Pas Vasco (12), se describe que un 25% de los agresores tenan hasta 30 aos y que la edad no diferenciaba entre agresores que haban ejercido violencia ms grave de los cuya violencia lo fue menos.

(7) Instituto de la Mujer (2008a) (8) Instituto de la Mujer (2008b) (9) Ministerio de Igualdad (2008) (10) Instituto de la Mujer (2006) (11) Instituto de la Mujer (2008c) (12) Echebura et al. (2008)

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Por otra parte hay algunos estudios especficos sobre la violencia en parejas de adolescentes y jvenes o parejas de noviazgo en Espaa, lo que en el mundo anglosajn se viene llamando dating violence (13). En un estudio con 1146 estudiantes de enseanza media (entre 16 y 18 aos) de la provincia de Santa Cruz de Tenerife (14) el 23,9% de los chicos indican haber insultado a su pareja (vs. el 28,8% de las chicas), el 18% ha tirado o golpeado un objeto (vs. el 13,9% de las chicas) y un 7,5% ha empujado o pegado a su pareja (vs. el 7,1% de las chicas). En el caso de los chicos, el ejercicio de la violencia estaba relacionado con la violencia recibida por la madre, con el deseo que la pareja no defienda sus opiniones y sea atractiva, y con el nivel de castigo recibido por el padre. En una investigacin con 2416 jvenes de entre 16 y 20 aos de diferentes institutos de la comunidad autnoma de Madrid (15), ms del 90% indicaban que agredan verbalmente a sus parejas y alrededor del 40% tambin utilizaban la violencia fsica, sobre todo sus formas ms leves, y en los dos casos el porcentaje era ms alto en las chicas que en los chicos. En cambio, los chicos indicaron ejercer ms violencia fsica severa y las consecuencias de la violencia recibida eran ms frecuentes y graves en las chicas (el 17% de ellas haba tenido lesiones leves, y el 3% una nariz rota, un ojo morado o un hueso roto). Mientras las agresiones psicolgicas se mantenan estables, las consecuencias severas en la salud de las agresiones fsicas aumentaron con la edad (de un 3,5% a los 16 a un 10,8% a los 20 aos). Como conclusin principal de las autoras y autores del estudio podemos destacar la aceptacin de la agresin como patrn de conducta normalizado e integrado en las relaciones afectivas de las personas jvenes. Los resultados de otro estudio similar con 1886 universitarias y universitarios de entre 18 y 27 aos (16) eran parecidos, aunque la incidencia de los diferentes tipos de violencia era algo ms baja que en el alumnado de los institutos. Ms de la mitad de los y las universitarias reconocan insultar a sus parejas (las chicas algo ms que los chicos) y ms del 10% haba amenazado con agredirla fsicamente. Uno de cada tres indicaba conductas de control y dos de cada tres reconoca celos de otras personas del sexo opuesto. Ms del 30% de la juventud universitaria indicaba haber agredido fsicamente a su pareja (sin diferencias significativas entre los sexos) y las consecuencias de las agresiones fsicas fueron ms frecuentes y graves en las chicas (17%) que en los chicos (7%). Adems, varias investigaciones internacionales sealan que la frecuencia de conductas violentas tanto psicolgicas como fsicas es significativamente alto en las parejas iniciales (relaciones de noviazgo), siendo de 2 a 3 veces ms probable que en las parejas casadas (17). De estos estudios se puede deducir claramente que la violencia tanto psicolgica como fsica es ms frecuente si cabe en las parejas jvenes que en las adultas. Lo ms destacable es la normalizacin y consecuente invisibilizacin de la violencia entre jvenes que probablemente impida que aparezca en las estadsticas oficiales sobre violencia de gnero, que se basan principalmente en denuncias y peticiones de ayuda y acceso a servicios. Por otra parte, esta normalizacin, que posiblemente sea mayor en los hombres jvenes, dificulta que stos se responsabilicen de la violencia que ejercen y pidan ayuda por ella, como ya habamos advertido. As se explicita una necesidad de atencin que por otro lado no parece llegar a los centros y servicios de atencin a la violencia, sobre todo entre

(13) Medeiros & Straus (2006) (14) Gonzlez & Santana (2001) (15) Muoz-Rivas, et al. (2007) (16) Muoz-Rivas, et al. (2007b) (17) Medeiros & Straus (2006)

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los agresores ms jvenes, aunque los programas voluntarios son an escasos en nuestro pas (18).

La intervencin con hombres que maltratan


Los primeros programas de intervencin con hombres que ejercen violencia de gnero se crearon en EEUU en la segunda mitad de los aos 70 del siglo pasado. El movimiento de mujeres haba conseguido hacer visible la violencia de gnero como grave problema social y desde algunos de los primeros servicios de apoyo para mujeres que haban sufrido violencia por sus parejas surgi la propuesta de trabajar tambin con los agresores. Por ello, en estos primeros programas ya se prioriz la seguridad de las vctimas como objetivo principal (19). En los aos 80 del siglo pasado los programas se extendieron en el mundo anglo-sajn, en Amrica latina y en Europa continental. En Espaa, las primeras experiencias se iniciaron a finales de los 80 y el primer programa empez a funcionar en el Pas Vasco a principios de los 90. Actualmente podemos distinguir en Espaa bsicamente tres tipos de programas para hombres que ejercen violencia de gnero, dos de los cuales forman parte del sistema judicial: 1. Programas desarrollados en los centros penitenciarios y sus secciones abiertas, 2. Programas realizados como medidas penales alternativas a la pena privativa de libertad, 3. Programas para hombres que atienden voluntariamente. Los programas para hombres que acceden voluntariamente son los nicos que no estn directamente vinculados al sistema judicial, sino que los hombres acuden sin ser obligados por una sentencia judicial. En Espaa, estos programas se ofrecen mayoritariamente por ONGs, algunos por Ayuntamientos o Comunidades Autnomas y otros por servicios de salud. La Ley Integral regula en su artculo 42 que la administracin penitenciaria realizar programas especficos para internos condenados por delitos relacionados con la violencia de gnero y tambin prev programas formativos para el supuesto de suspensin de la pena privativa de libertad (artculo 83 Cdigo Penal), y programas especficos de reeducacin y tratamiento psicolgico para el supuesto de su sustitucin (artculo 88 Cdigo Penal). En una reciente encuesta que se realiz para obtener ms informacin sobre los programas no penitenciarios (participaron 30) (20), entre todos haban atendido alrededor de 2000 hombres en el ao 2006 y ms de la mitad haba empezado a funcionar a partir del 2005, despus de la entrada en vigor de la Ley Integral. Las respuestas a la encuesta demostraron la enorme diversidad entre los diferentes programas respecto a su organizacin y estructura, su filosofa, su metodologa, los contenidos a trabajar, la duracin de la intervencin, el seguimiento, la evaluacin de los resultados, y otros. Sobre los programas de acceso voluntario desarrollados en la comunidad no existen datos agregados respecto la edad de los hombres usuarios. De algunos programas existen datos publicados, como, por ejemplo, del Servicio Espacio del Instituto Aragons de la Mujer en el que el 17% de los 230

(18) Geldschlger, Gins & Ponce (2009) (19) Mederos (2002) (20) Geldschlger, Gins, & Ponce (2009)

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hombres atendidos entre 1999 y 2006 tenan hasta 30 aos, con una tendencia a la baja de la edad media de los hombres atendidos a lo largo de los aos (21). En el Programa de Tratamiento para Hombres con Problemas de Violencia de la Consejera de Juventud, Familia y Servicios Sociales de la Rioja el porcentaje de jvenes atendidos era el 17% (22). No nos consta que existan actualmente en Espaa programas especficos dirigidos a hombres jvenes que ejercen violencia de gnero. En la mencionada encuesta sobre los programas espaoles y europeos realizada en el 2007 (23), dos de los 30 programas espaoles para hombres que maltratan indicaron ofrecer programas especficos para agresores jvenes, pero no se trataba de programas especficos para agresores de parejas sino de todo tipo de agresiones (contra padres u otros familiares, contra iguales, etc.). En cambio, en EEUU se describen cuatro programas especficos para hombres jvenes que maltratan a sus parejas y que se iniciaron durante los aos 90 del siglo pasado (24). Se trata de programas grupales para jvenes de 12 a 21 aos que pueden participar por orden judicial o derivados de sus colegios o de otras entidades. La duracin de los programas variaba entre 12 y ms de 52 semanas con sesiones grupales semanales de entre una y dos horas de duracin. Segn los autores no se han publicado estudios de evaluacin de estos programas.

Razones para trabajar con los hombres, y especialmente con jvenes, que maltratan a sus parejas o ex parejas
Para decirlo llanamente, hay que trabajar con los hombres que maltratan porque son ellos los causantes y responsables de la violencia que ejercen y son ellos los que tienen que cambiar para que sta se pueda acabar. En el caso de los hombres jvenes, y a partir de todo lo comentado anteriormente se hace ms imprescindible iniciar intervenciones de este tipo lo antes posible. Adems es importante intervenir con los hombres por las siguientes razones: 1. Muchas mujeres que sufren violencia no quieren separarse de sus parejas agresoras y piden que ellos se hagan cargo de la violencia que ejercen y que cambien. En el caso de las parejas jvenes es importante contactar con ellas cuando los hombres se atienden, dado que la violencia es reciente y an pueden estar en el inicio del ciclo de violencia. Hemos de tener en cuenta que de todos los hombres que han sido atendidos por el SAH (25) desde el ao 2005, un 48% de los menores de 30 aos que se atendieron haban empezado la violencia en el ltimo ao, por tan slo un 28% de los adultos* (26). Seguramente los jvenes refieren sobre todo la violencia fsica, debido a la falta de reconocimiento de la violencia ms psicolgica que ejercen (slo un 11% se atendi nicamente por violencia psicolgica, la mitad que en adultos* (27)) como ya advertan los estudios presentados. An as este es un dato que nos indica la relativa rapidez con que la violencia puede aparecer como un problema grave en las relaciones de los jvenes. 2. Muchas mujeres que sufren violencia no se separan de sus parejas o vuelven con ellos despus de una separacin o una estancia en una

(21) Boira (2008) (22) Garca Garrido (2004) (23) Geldschlger, Gins, & Ponce (2009) (24) Peacock & Rothman (2001) (25) Los datos referidos en este apartado y en los siguientes han sido recogidos en el Servicio de Atencin a Hombres para la promocin de relaciones no violentas (SAH) del Ayuntamiento de Barcelona, gestionado por la Fundacin Instituto de Reinsercin Social (IReS) (26) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado. (27) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado.

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casa de acogida u otro servicio residencial y muchas veces la violencia sigue. Aunque es ms fcil que las parejas jvenes puedan abandonar la relacin por la ausencia de compromisos formales y la no crianza de hijos e hijas (un 60% de los jvenes atendidos no tena hijos/as* (28)), como hemos visto, la facilidad con la que dan por solucionadas las situaciones de violencia pueden perpetuar las constantes separaciones y reconciliaciones en su relacin. Este aspecto adems es poco asociado a problemas de violencia ya que la sociedad asume que las personas jvenes no tienen claros sus compromisos, y por tanto se normaliza este ciclo de violencia. 3. Trabajar con los hombres que maltratan implica responsabilizarlos a ellos de la erradicacin de la violencia que ejercen. Como hemos visto este objetivo es fundamental para los hombres jvenes que suelen culpar a su actual pareja de sus problemas y que esperan que si la cambian, estos desaparecern. Adems la falta de reconocimiento de actitudes de control y coercin hacia la pareja son evidentes a la luz de las investigaciones comentadas. Tambin hemos de alertar de la atribucin de los comportamientos violentos al consumo de txicos, ya que ms de la mitad de los jvenes de 30 aos atendidos en nuestro servicio declaraba tener un consumo problemtico de drogas (sobre todo alcohol, hachs y cocana). Esta situacin complica la plena responsabilizacin de los jvenes, y la normalizacin de actos de violencia bajo los efectos de las drogas. 4. Muchos hombres que ejercen o han ejercido violencia encuentran nuevas parejas y algunos repiten los patrones violentos con ellas. Esto es an ms importante con los jvenes, que tienen ms parejas y ms posibilidad de terminar una relacin, tanto por la duracin de la misma (un 49% tena relaciones de hasta 3 aos* (29)) como por la ausencia de convivencia (un 60% no conviva con su pareja* (30)). 5. Muchos hombres que ejercen violencia de gnero tienen hijas o hijos y trabajar con ellos puede reducir el dao y prevenir la transmisin generacional de la misma. Esta transmisin generacional de la violencia es ms probable prevenirla en el caso de parejas jvenes ya que los nios y nias son ms pequeos y podemos evitar situaciones de riesgo futuras, as como el aprendizaje de conductas violentas o sumisas. Ms all de las razones para la intervencin con hombres que ejercen violencia de gnero, sus dos objetivos fundamentales deben ser: 1. Mejorar la seguridad de las mujeres parejas o exparejas de los hombres atendidos y de sus hijas e hijos. 2. Reducir todos los tipos de violencia que ejercen los hombres.
(28) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado. (29) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado. (30) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado.

Dificultades especficas de la intervencin con jvenes agresores de gnero


Al trabajar la problemtica de violencia de pareja ejercida por hombres jvenes, se ha de tener en consideracin una serie de aspectos que diferencian la forma de intervencin con ellos de la que habitualmente se lleva a cabo con hombres adultos. Cuando llega a existir algn tipo de preocupacin por este problema la

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bsqueda de ayuda suele ser a travs de los pares, y, en menor medida, por medio de algn adulto cercano, dejando en ltima instancia la bsqueda de ayuda en una institucin especializada. Esta situacin parece tener relacin con el hecho de que institucionalizar el problema supone reconocer la gravedad de ste (31). Efectivamente, cuando consideramos las posibles formas de violencia por las que los jvenes llegan a nuestro servicio, mayoritariamente parecen clasificarse en lo que Johnson (32) denomina violencia de tipo situacional, es decir, una violencia en el contexto de conflictos de pareja que no logra alcanzar su fin de control, dominacin y sumisin, ms que en lo que denominara el mismo autor como terrorismo ntimo. An as, cuando las vctimas son especialmente vulnerables por no tener un apoyo social o familiar, los jvenes pueden ejercer un nivel de control y aislamiento extremo tanto o ms que los adultos. En la juventud, muchos de los aspectos de la propia identidad se ven reflejados en las relaciones afectivas significativas. Esto convierte a las relaciones de noviazgo, por incipientes y superficiales que parezcan, en un mbito sensible en el que se ponen en prctica todos los patrones y procesos de construccin del gnero, para mantener dentro de rangos aceptables la propia identidad. Por lo tanto, los conflictos que surjan en dichas relaciones, tendrn una incidencia considerable dentro de la propia experiencia y en las formas de solucin que se adopten. Si a esto le sumamos las prcticas normalizadas e invisibilizadas de violencia, se incrementan las probabilidades de que una violencia situacional subsista ms all de esa relacin y pase a otras parejas si no hay ninguna intervencin. As mismo, si se mantiene una relacin afectiva sometida a una problemtica de violencia ms situacional, y no se realiza ninguna intervencin al respecto, es tambin muy probable que la violencia se transforme en terrorismo ntimo ms adelante (33). Tambin es posible diferenciar al menos dos caractersticas generales de la relacin que inciden en la intervencin con hombres jvenes que han ejercido violencia de pareja: el tiempo de duracin de la relacin de pareja y el tiempo que haya transcurrido en dicha relacin hasta la aparicin del primer episodio de violencia. Ambos aspectos conjugan diferentes escenarios de actuacin y expectativas de adhesin a la intervencin por parte de stos hombres jvenes. As, en el caso de relaciones en las que han permanecido juntos un tiempo prolongado, y tambin ha transcurrido suficiente tiempo hasta que haya ocurrido el primer episodio de violencia grave, lo ms probable es que la relacin afectiva intente mantenerse y que se busquen soluciones, reales o no, a la problemtica. Por el contrario, si la relacin afectiva lleva poco tiempo, cuando ocurre un primer episodio lo ms probable es que dicha relacin tienda a disolverse, y la bsqueda de ayuda, si la hay, sea la ltima posibilidad antes de la ruptura.
(31) Aguirre & Garca (1997) (32) Johnson (2008) (33) Johnson (2008)

Los jvenes en las diferentes fases de la intervencin con hombres que maltratan
La mayora de programas de intervencin con hombres que ejercen violencia de gnero consisten en tres fases: una primera fase de acogida y valoracin,

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la fase de intervencin y una fase de evaluacin y seguimiento. A continuacin resumiremos la intervencin que se lleva a cabo en el SAH atendiendo a las particularidades de los jvenes descritas anteriormente.

Jvenes en la fase de acogida Los hombres pueden acudir al servicio derivados o informados por profesionales de otros servicios o pueden venir por iniciativa propia o de la pareja, habindose informado por Internet, por telfonos pblicos de informacin o propaganda institucional (folletos, carteles, etc.). En el caso de los ms jvenes (hasta 20 aos) podemos apreciar una dificultad importante: el 70% de las llamadas de ayuda las realizan familiares o profesionales* (34). Esto implica una motivacin muy extrnseca por parte de estos usuarios, lo que dificultar la tarea de mantener la vinculacin al servicio y su implicacin en el cambio durante la fase de acogida. Esto se demuestra por la imposibilidad de que muchos de estos adolescentes acudan finalmente a una entrevista con uno de los psiclogos: un 80% no acude frente a un 3040% de inasistencia del resto de jvenes y adultos que haban pedido informacin* (35). La fase de acogida consiste en preparar la intervencin estableciendo un plan de trabajo individual en base a una extensiva valoracin de la violencia ejercida, de la situacin del usuario y de otros factores relevantes, as como una valoracin del riesgo y un contacto con la pareja o expareja. En esta fase la dificultad que tienen los jvenes para reconocer la gravedad del problema, la posibilidad de romper la relacin como solucin (si no se ha hecho ya) debido a la ausencia de convivencia, as como la motivacin ms externa de padres y madres (todos los jvenes de hasta veinte aos vivan con su familia de origen* (36)) ms que la suya propia, impiden un buen desarrollo de todo el proceso teraputico. Es decir, a medida que aumenta la edad, el compromiso con el tratamiento es mayor, tanto por la duracin de la relacin, la convivencia de la pareja, la presencia de hijos/as, as como por los efectos acumulados de la violencia en la pareja. Este proceso a todas luces comprensible, no permite la buena adecuacin de los ms jvenes al trabajo teraputico y psicosocial que se realiza en los programas de atencin a hombres, ya que cuando la relacin se rompe parece que el problema termine. En la primera entrevista se recoge la demanda del hombre y su expectativa respecto al tratamiento, y se le informa sobre el funcionamiento del servicio, concretamente sobre algunas condiciones y normas de participacin y asistencia. Muchas veces, los usuarios ms jvenes no mantienen la regularidad deseada en la atencin, y las ausencias por motivos varios (estudios, trabajo, amistades,) no permiten un buen anclaje del proceso de cambio en esta primera fase. La ingesta de drogas tambin es un elemento importante a trabajar en esta fase de acogida, ya que muchos las utilizan para superar el malestar que las situaciones de violencia estn provocando en su vida y en su situacin de pareja, adems de rebajar la previsible ansiedad que las sesiones teraputicas les puedan generar asistiendo al servicio bajo sus efectos. Por tanto, es importante atender al consumo de txicos en las entrevistas iniciales con los jvenes ya que podra interferir en el trabajo. Durante las entrevistas de acogida tambin se registra la informacin ms relevante sobre las reas principales de exploracin: la situacin familiar, la

(34) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado. (35) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado. (36) *Diferencias estadsticamente significativas segn la prueba de chi cuadrado.

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situacin judicial, los antecedentes de consulta psicolgica o psiquitrica. En el plano legal los ms jvenes suelen tener menos situaciones de denuncia o condena, lo que implica un grado menor de responsabilizacin respecto a los dems usuarios. Hay que remarcar que en nuestro servicio entre los menores de hasta 20 aos el nmero de denunciados es de un 10% mientras que en la franja de entre 25 y 30 aos es de un 53%. As mismo, se detalla la historia personal y de la violencia recogiendo datos como la duracin de la actual o ltima relacin de pareja y de la convivencia, la duracin y el desarrollo o patrn de la violencia y si haba sufrido violencia en su familia de origen. Para obtener datos ms detallados sobre los tipos, la gravedad y la frecuencia de la violencia ejercida y sobre algunos factores asociados se les pasan a los usuarios algunos cuestionarios estandarizados que tambin sirven como medidas pre-test para la posterior evaluacin del trabajo. Adems, en el contacto con la (ex) pareja tambin se recogen datos a travs de los mismos cuestionarios adaptados. Por ltimo los objetivos del contacto con las (ex) parejas en esta fase de acogida son: a) Informar sobre la asistencia del hombre al servicio. Es importante remarcar la desculpabilizacin de la vctima ante esta problemtica b) Informar sobre el servicio y su funcionamiento, sobre todo remarcar la asistencia individual del hombre y la recomendacin de no acompaarlo ni responsabilizarse del tratamiento. c) Informar sobre las limitaciones del servicio, es decir, que no hay garanta de cambio, sobre todo a las parejas jvenes que suelen ser altamente manipulables y mantener expectativas irreales sobre el tratamiento y las intenciones de cambio del agresor. d) Preguntarle si ella y sus hijas e hijos estn siendo atendidas en un servicio especfico e informarle sobre las opciones si est interesada. Adems de explicarles las opciones legales disponibles, que las chicas jvenes no suelen conocer. e) Tambin se le pide, a travs de una entrevista estructurada y algunos cuestionarios su descripcin de la violencia que ha sufrido para poder hacer una valoracin ms exacta del riesgo, de las necesidades de atencin del hombre y hacer una evaluacin veraz del tratamiento. Al final de la fase de acogida se realiza un diagnstico, se valora si el hombre pasa a la fase de intervencin o no y si requiere de una derivacin a otro servicio por una problemtica aadida. Los principales criterios de exclusin son la falta absoluta de reconocimiento o responsabilizacin por la violencia ejercida o la falta de motivacin para el cambio, as como problemas con el consumo de substancias o de salud mental, que impidan la participacin en el programa. Algunos jvenes han sido derivados a servicios de atencin a drogodependencias, y otros han iniciado un tratamiento individual por las particularidades antes descritas.

Jvenes en la fase de intervencin El trabajo psicosocial que ofrecemos en la segunda fase puede ser individual y / o grupal. Las sesiones de trabajo individual con uno de los psiclogos se adaptan a las necesidades y posibilidades de cada hombre en contenidos,

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frecuencia y duracin. El trabajo grupal ofrece otras ventajas y se lleva a cabo en sesiones semanales de grupos semiabiertos con entre seis y diez hombres y dos facilitadores. Cuando se inicia la intervencin es necesario revisar las expectativas menos realistas hacia el tratamiento que albergan los jvenes. La bsqueda de soluciones rpidas y la presencia de supuestos signos de mejora al poco tiempo de la intervencin, que suele ser ms bien el resultado de las fases del ciclo de la violencia (luna de miel, contencin, explosin) que algn cambio real propio de la intervencin (reconocimiento, responsabilidad y reparacin (37)) es un ejemplo. Junto con estas ansias por soluciones rpidas, en los jvenes suele existir un cierto paradigma de lo instantneo e inmediato, en comparacin con lo procesual y a largo plazo, manifestndose una cierta impaciencia, an mayor que en los adultos, por alcanzar pronto resultados deseables. Esto muchas veces se traduce en el abandono del tratamiento, o en decepciones acerca de ste, ya que no les soluciona el problema, ni les seala lo que deben hacer para recuperar a sus parejas, sino que ms bien les produce un cierto malestar ya que los dirige a afrontar su responsabilidad y tomar decisiones ante la situacin de violencia, a lo que no suelen estar muy acostumbrados. En la intervencin procuramos combinar aspectos psico-educativos con dinmicas y ejercicios ms experienciales que promuevan la toma de conciencia y la reflexin de los hombres sobre el uso de la violencia en su prctica de vida. Tanto en la atencin individual como en la grupal, acostumbramos a trabajar las siguientes reas: a) Responsabilizacin Al acudir a nuestro programa muchos hombres niegan, minimizan o excusen sus actos violentos y una de las tareas bsicas es que se responsabilicen plenamente de ellos. Con este objetivo, es til explorar las consecuencias de su violencia en las vidas de sus parejas y de sus hijas e hijos, ponindose en la piel de sus vctimas. Por otra parte, es fundamental cuestionar los discursos que justifican o excusan el uso de la violencia, tan extendidos y asumidos en nuestra sociedad. En los usuarios de menor edad se producen mltiples cambios afectivos que inciden en el proceso de responsabilizacin. Muchas veces el proceso de intervencin se ve afectado por la confusin afectiva que generan las situaciones de violencia. As, los pasos del amor absoluto al odio, o la consideracin de la ruptura como forma de solucin suelen dificultar el compromiso de asistencia a los programas de intervencin. Las contradicciones en la relacin, las justificaciones de dichos sentimientos encontrados como locura de amor permiten rebajar o minimizar la importancia de lo que les est ocurriendo, as como las consecuencias de la violencia que ejercen, y consecuentemente, reducir la importancia que reviste su asistencia al programa de intervencin Adems, los chicos muestran grandes expectativas de asistencia al tratamiento ligadas al mantenimiento de la relacin afectiva. Como ya hemos advertido, las historias afectivas relativamente recientes de los jvenes tienden a finalizar con ms facilidad, lo que puede precipitar el abandono del tratamiento por parte del usuario. As, los usuarios jvenes, a diferencia de los adultos, presentan esta dificultad extra en el proceso de redirigir la motivacin de la intervencin desde aspectos extrnsecos (remediar una

(37) Geldschlger, H.; Gins, O. & Ponce, A. (en preparacin)

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relacin de pareja, temor por situaciones de denuncia, etc.) hacia una motivacin intrnseca que los conduzca a la responsabilizacin de sus acciones violentas y a la reapropiacin de su experiencia para evitar futuros episodios incluso en otras parejas. b) Anlisis detallado de episodios de violencia El anlisis detallado de episodios en los que los hombres utilizan la violencia, explorando sus sensaciones corporales, sus sentimientos y pensamientos y sus acciones, tiene un doble objetivo. En primer lugar, permite a los hombres identificar las seales de alarma que les indican que pueden estar a punto de agredir. En segundo lugar, les ayuda a comprender qu tipos de sentimientos o pensamientos justifican su agresin. En muchos casos se trata de sentimientos de impotencia o de inferioridad, de la sensacin de no controlar la situacin o la relacin, de sentirse amenazados en su poder o en su auto-imagen como hombres o de rabia por no ver cumplidas sus expectativas o exigencias. De esta manera, el anlisis de la propia experiencia de los hombres en los episodios de violencia nos facilita la identificacin de las creencias, las actitudes y los discursos que sustentan la violencia y nos permite analizar y revisarlos posteriormente. Como ya hemos dicho, el consumo normalizado de drogas implica que los jvenes traigan muchos episodios de violencia ligados a la ingesta de sustancias. Aunque comn a muchos de los hombres, jvenes o adultos, que acuden a un programa de intervencin, en los jvenes se manifiesta principalmente a travs de la justificacin de su comportamiento violento, explicado a travs de la ingesta de sustancias como algo normal a su edad (alcohol u otras drogas) que le hicieron actuar sin control, y que por tanto anulan su intencin de causar dao en la vctima. Adems, entienden que tal relacin es de causa efecto, y que disminuyendo el exceso (no pasarme tanto) es posible solucionar los problemas de violencia en su relacin. Los episodios de celos conforman otro de los aspectos habituales en los hombres que ejercen violencia en el mbito de la pareja, que se traducen en conductas de control, asedio, vigilancia, etc. Sin embargo, en los hombres jvenes, tal problemtica se manifiesta muchas veces vinculada al uso de tecnologas de la informacin, portales web, chat, redes sociales, grupos de amigos u otras, que se traducen en un gran nmero de relaciones sociales, y en la apertura a contactos con ex parejas, amigas/os, etc. Dicha situacin desencadena en muchos usuarios jvenes inseguridades y suspicacias frente a cualquier contacto de sus parejas con otras chicas y/o chicos. Esto propicia acciones violentas de distintos tipos para regular esa inseguridad a travs del control o la restriccin de los contactos de la pareja con otras personas. Los celos, por otro lado, son justificados como prueba de amor y generalmente se expresan como compartidos por la pareja (ella tambin es celosa). c) Trabajo sobre el concepto de masculinidad Muchos de las creencias y actitudes y de los sentimientos que llevan a los hombres a utilizar la violencia estn directa o indirectamente relacionados con la interiorizacin de un modelo tradicional y rgido de la masculinidad (38). Este modelo puede incluir algunos de los siguientes aspectos: Superioridad del varn / rechazo de lo femenino,
(38) Kaufmann (1999a)

Posesin de la pareja y de las hijas e hijos,

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Identidad basada en el rendimiento y en la competicin, con el consecuente miedo al fracaso, Exigencias poco realistas hacia la pareja, las hijas e hijos y ellos mismos, Restriccin emocional (con excepcin de la rabia / ira y del deseo sexual), La violencia como mtodo vlido para resolver conflictos, Necesidad de aparentar ser fuerte, autosuficiente y poderoso. Intentamos mostrar a los hombres cmo la interiorizacin de este modelo les produce sentimientos de fracaso, insuficiencia e impotencia y no slo les provoca un malestar personal, sino que les lleva a utilizar la violencia para recuperar la sensacin de poder y control (39). Para asistir a los hombres en revisar las imposiciones de la masculinidad hegemnica es muy til reconstruir el proceso a travs del cual han sido adoctrinados o reclutados en estas ideas y prcticas (40). Al valorar los efectos que el modelo masculino tradicional ha tenido en sus vidas (relaciones, identidad, etc.), los hombres pueden empezar a distanciarse de l y desarrollar visiones y posiciones alternativas y preferidas. Muchos de los hombres jvenes mantienen un posicionamiento diferente al machismo tradicional pero sin renunciar a la posicin de poder, y se manifiestan contrarios a las actitudes y valores machistas de sus padres. Sin embargo, suelen mostrar actitudes arraigadas en los mismos principios pero encubiertas con unas prcticas que en apariencia se manifiestan como alejadas de lo tpicamente masculino y de sus prototipos (41). Por ejemplo, pueden presentar una preocupacin por su imagen corporal similar a la de las mujeres, unas supuestas actitudes ms liberales, atenciones y complacencias hacia la pareja que, sin embargo, experimentan finalmente como injusticia hacia ellos. La frustracin ante la inadecuacin a este modelo moderno legitima y justifica despus su propia violencia. Los grupos de pares en esta etapa del ciclo vital an constituyen un poderoso reforzador a la hora de dar significado y enjuiciar sus acciones. Los estereotipos de gnero se validan en estas interacciones, y estos grupos de iguales pueden incidir en la importancia que tendr el problema de violencia, y consecuentemente, en que el joven usuario permanezca o no en el tratamiento. Por eso es importante tener en cuenta la presin social especialmente en los jvenes, y revisar los modelos que aparecen en la televisin y en los medios de comunicacin durante la intervencin. d) Trabajo biogrfico sobre la violencia De manera parecida trabajamos la relacin de los hombres con la violencia, su discurso y sus prcticas. Revisamos cmo han aprendido la violencia en diferentes etapas vitales y cmo la han utilizado en diferentes mbitos y en las diferentes relaciones (especficamente, en la actual / ltima relacin de pareja). El objetivo de esta revisin vuelve a ser el de tomar una perspectiva hacia la violencia y sus consecuencias que permita un re-posicionamiento de los hombres. Otro aspecto del trabajo biogrfico son las experiencias en que los hombres han sufrido violencia directa o indirectamente, en su familia de origen o en

(39) Kaufmann (1999b) (40) Jenkins (1990) (41) Glick & Fiske (1996)

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otros contextos. Poder hablar de estas experiencias dolorosas, en muchos casos por primera vez, suele ser un paso importante en el trabajo, especialmente si les lleva a empatizar con sus vctimas y si se convierte en una motivacin para acabar con su propia violencia y no en otra excusa ms. Por la especial cercana con posibles episodios de violencia en la familia, y ya que muchos jvenes viven an con sus padres, es de suma importancia conocer las dinmicas relacionales que se dan entre los padres as como advertir cualquier situacin de violencia sufrida en la infancia. Adems existe cierta dicotoma en rechazar las actitudes y la violencia ejercida por el padre a la vez que asumen que irremediablemente son iguales a ellos, lo que les genera mucha ansiedad al comprobar que pueden repetir la historia. Tambin es preciso conocer en estos casos si la violencia se ha repetido contra sus hijos o hijas en la actual relacin y el papel que juegan como padres jvenes con ellos, para evitar posibles negligencias. Es habitual que algunos casos las situaciones de violencia se hayan repetido con mltiples parejas, impidiendo a estos usuarios mantener una relacin estable a lo largo de su historia personal. Para otros, en cambio, supone una sorpresa haber cometido actos de violencia, y lo consideran como un signo, y una consecuencia, de haberse enamorado por primera vez. e) Re-construccin de formas alternativas de relacionarse Paralelamente a la des-construccin de los discursos y de las prcticas que sostienen y justifican el uso de la violencia, nos parece fundamental construir y re-construir discursos y prcticas que puedan constituir formas alternativas de relacionarse. Suele ser til des-cubrir en la misma experiencia de los hombres excepciones positivas: ocasiones en las que se hayan relacionado con los dems de manera respetuosa, igualitaria, cariosa y sin utilizar la violencia (42). Exploramos los valores, deseos, conocimientos y las capacidades subyacentes y las ampliamos y las proyectamos hacia un futuro preferido, que es ms fcil de imaginar al enraizarse en la propia historia de los hombres. Esto es fundamental en los hombres jvenes que an guardan experiencias y auguran muchos deseos de relaciones respetuosas y igualitarias, an en el caso de haber empezado a ejercer violencia. Por ejemplo, pueden cuidar de hermanos/as menores, de familiares dependientes o tener amistades con un gran valor de cuidado y confianza. As varios jvenes convivan y cuidaban de sus madres que haban sido vctimas de violencia por parte del padre, lo que demuestra hasta que punto la contradiccin en la construccin de modelos de relacin es una oportunidad para trabajar con usuarios jvenes. f) Trabajo de habilidades para relaciones respetuosas e, igualitarias Muchos hombres no han aprendido o desarrollado algunas de las siguientes habilidades que suelen ser importantes para establecer y disfrutar de relaciones respetuosas, igualitarias y cariosas: Identificacin y expresin de emociones, Empata y escucha activa, Autoestima y autoconfianza, Habilidades de comunicacin y de resolucin de conflictos,
(42) Jenkins (1990)

Confianza en los dems.

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Jvenes en el grupo Tal como se ha explicitado anteriormente, el trabajo con jvenes supone una serie de dificultades que se deben tener en cuenta a la hora de realizar una intervencin de tipo grupal. Primero, la escasez de jvenes que consiguen llegar hasta la intervencin grupal hace que el grupo se estructure con una mayora de hombres adultos. Por tanto, al incluir un hombre joven en un grupo se debe tener presente la incorporacin de la problemtica del joven a la problemtica comn, ya que los agresores jvenes fcilmente no se sienten reflejados en los problemas de los dems miembros adultos del grupo. El bajo reconocimiento ante la problemtica les hace mantenerse ms aparte e impermeables a la dinmica y a la cohesin grupal cuando sus compaeros son adultos, con pareja estable, hijos, etc. Es importante pues, que participen y puedan expresar sus vivencias de manera que tales diferencias se integren en las dinmicas habituales de la problemtica comn. Tambin es fundamental evitar que los dems miembros del grupo acten den consejos o hasta lecciones a los ms jvenes, por poseer mayor edad y mayor experiencia en el terreno de las relaciones afectivas, ya que as podran simplificar o aminorar la importancia de lo que al usuario joven le est ocurriendo. Adems, esta situacin se puede ver favorecida si los jvenes cuentan con pocas historias y narraciones significativas que aportar a las discusiones y reflexiones del grupo, salvo en los casos que se encuentran en una relacin de mayor duracin. Por ello, los conductores del grupo deben plantear a los miembros que el poseer mayor edad, nmero de parejas o tiempo vivido, no garantiza ni significa necesariamente mayor experiencia. Y que en experiencia, todos pueden aportar al enriquecimiento del grupo, dado que los procesos de violencia suelen ser parecidos. Atender a esta dinmica es un factor que facilitara la implicacin de usuarios jvenes en un trabajo grupal combinado. Como ya hemos dicho, tambin resulta importante tener en cuenta la movilidad afectiva, es decir, la posibilidad de cambiar de pareja o de relativizar la relacin sin mayores consecuencias, situacin que para los miembros adultos del grupo, suele ser un tema de mayor complejidad, debido a los correspondientes costos, compromisos y responsabilidades en trminos laborales, afectivos y familiares. Por un lado facilitan la desresponsabilizacin de los jvenes, y por otra los ubican en un lugar ajeno a lo importante de verdad en el trabajo grupal, que se puede traducir en la autoexclusin del grupo. En cierta manera los adultos se sienten atrapados, mientras que atribuyen a los jvenes una libertad y capacidad de decisin sin consecuencia alguna. Finalmente, pueden darse situaciones que a los usuarios jvenes les obligan a comprometerse con responsabilidades vitales, como el de convertirse en padres o el de iniciar la convivencia. Estas situaciones constituyen poderosos aspectos que si son bien encaminados, facilitarn enormemente la implicacin en el tratamiento y refuerzan la voluntad de cambio. Sobre todo de cara a los futuros hijas/os, al erradicar la violencia dentro de estos mbitos de cuidado, as como conectarlo con toda la parte de afectividad que a nivel masculino se encuentra muchas veces aparcado, ocultado o simplemente reprimido. As, incluir el trabajo sobre violencia en el proceso evolutivo y de maduracin que los chicos jvenes puedan estar desarrollando durante el tratamiento.

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Jvenes en la fase de seguimiento La fase de seguimiento, una vez finalizada la fase de intervencin, tiene los siguientes objetivos principales: reforzar la intervencin a partir de un acompaamiento posterior al tratamiento que favorezca la permanencia y consolidacin de los aprendizajes y cambios logrados, prevenir recadas, y evaluar el impacto y los resultados de la intervencin en las persones atendidas y en sus (ex) parejas. En el contexto de los jvenes, los cambios que se producen en poco espacio de tiempo implican un seguimiento ms exhaustivo y acorde con los procesos vitales y de relacin. Por ejemplo, algunos jvenes pueden acudir al servicio sin tener una pareja estable o incluso habiendo terminado su ltima relacin, pero estar iniciando otra en el momento del seguimiento. Tambin pueden producirse cambios en el grado de compromiso, es decir que se involucren en una convivencia, en ser padres o que por otro lado alcancen la independencia econmica y social respecto de su familia de origen. Por tanto, el seguimiento de los usuarios jvenes debe dirigirse a acompaarlos hacia relaciones ms adultas, teniendo en cuenta los riesgos aadidos que todo este proceso pueda entraar. Responsabilizarlos de estas nuevas situaciones, y revisar los roles que como hombres adultos puedan adquirir, son puntos clave de este seguimiento.

Recomendaciones y propuestas de futuro para la intervencin con jvenes que ejercen violencia de gnero
Por ltimo, teniendo en consideracin todo lo expuesto en este artculo queremos hacer algunas recomendaciones y propuestas para el trabajo con jvenes agresores de gnero que dividimos entre las que se refieren al trabajo con hombres jvenes en programas de intervencin con agresores y las que se refieren a intervenciones comunitarias o institucionales. Recomendaciones para la atencin de jvenes en programas de intervencin para hombres que ejercen violencia de gnero: 1. Conformar grupos homogneos de jvenes para poder trabajar las dificultades de reconocimiento y responsabilizacin de la violencia y los consecuentes problemas de motivacin y asistencia. Tambin permitira desarrollar la cohesin grupal y la problematizacin de la violencia teniendo en cuenta su carcter situacional, su componente de gnero no tan estereotipado, y la posibilidad que la violencia haya sido ejercida por ambos miembros de la pareja. 2. En grupos heterogneos de hombres jvenes y adultos, procurar no dejar a un miembro joven apartado de un grupo de adultos para evitar las mencionadas dificultades de reconocimiento y cohesin. Si se logra incluir al menos a un compaero de edad y situacin semejante, el grupo heterogneo puede ser una eficaz plataforma de trabajo para articular diferentes experiencias y situaciones generacionales respecto a una misma problemtica comn y para tratar el tema de la violencia como proceso a lo largo de la vida. 3. Incluir contenidos especficos para jvenes (relaciones sentimentales y sexuales espordicas, drogas y violencia de gnero, celos y amor romntico, etc.).

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4. Prevenir ante posibles crisis de pareja en el futuro: al convivir, tener hijos, en situaciones econmicas difciles, despus de la intervencin y en la fase de seguimiento. 5. Dada la especial importancia que suelen tener el grupo de amistades, la familia y otros miembros del crculo social como referentes en la vida y experiencia de los jvenes, se pueden desarrollar maneras de integrar estos referentes en el trabajo para reducir la violencia (43). Recomendaciones referentes a intervenciones comunitarias e institucionales con jvenes agresores de gnero: 6. Desarrollar acciones de prevencin y de sensibilizacin en la poblacin respecto a la problemtica, para as hacerla ms evidente y explcita. Reformular las consecuencias del vivir con y sin violencia. Problematizar las consecuencias negativas que tiene la violencia en trminos personales y relacionales, as como resaltar las positivas respecto al cambio de actitud frente a los conflictos y las relaciones personales, de una manera adecuada a la situacin vital de la poblacin ms joven. 7. Crear servicios de atencin especficos para hombres jvenes que ejercen violencia de gnero contra sus parejas adecuados a las necesidades y caractersticas concretas de esta poblacin, incluyendo mecanismos para bajar la barrera de la entrada, por ejemplo a travs del nombre o la ubicacin del servicio. 8. Crear servicios correspondientes de atencin a jvenes agresoras, ya que prcticamente todos los estudios indican que las chicas ejercen violencia en sus relaciones de pareja igual que los chicos, con excepcin de la violencia fsica ms grave. Estos programas deben de tener en cuenta las especificidades de la violencia ejercida por chicas, sus causas y motivaciones, desde una perspectiva de gnero. 9. Colaborar estrechamente con el sistema educativo (44) (colegios, institutos) y las organizaciones de ocio juveniles para establecer sistemas para permitir una deteccin precoz de la violencia en las parejas jvenes, una motivacin para la participacin en un programa especfico y la derivacin a ste. Ello requiere una formacin especfica para los y las profesionales (profesorado, educadores/as, etc.) y las personas voluntarias. 10. Difundir entre los servicios sociales y de salud la posibilidad y la necesidad de atender a los jvenes agresores, an en el caso de que esta violencia sea de tipo psicolgico (45). 11. Crear servicios o proyectos especficos en los mismos centros educativos o en centros y recursos psicopedaggicos, que puedan facilitar el acceso a los varones jvenes a pequeos grupos de educativos o de tratamiento.

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS (43) Peacock & Rothman (2001) (44) Peacock & Rothman (2001) (45) Bonino (2003) Asensio, J. M.; Garca Carrasco, J.; Nez Cubero, L. & Larrosa, J. (2006). La vida emocional. Las emociones y la formacin de la identidad humana. Barcelona: Ariel. Aguirre, A. M. & Garca, M. (1997) Violencia prematrimonial: Un estudio exploratorio en universitarios, Revista ltima Dcada, N. 6. Chile. Boira, S. (2008). Una caracterizacin sociodemogrfica de los hombres que ejercen violencia en la pareja (HEVPA). Acciones e Investigaciones Sociales, 25, 145-170.

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M Isabel Carvajal Gmez y Ana Vzquez Bandn. Delegacin del Gobierno para la

DOCUMENTOS

Violencia de Gnero. Ministerio de Igualdad.

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Cunto cuenta la juventud en violencia de gnero?

Exponemos en este artculo lo que conocemos acerca de la violencia de gnero en base a los datos que, procedentes de diversas fuentes, se explotan y se analizan en el Ministerio de Igualdad, e intentamos sistematizarlas y difundirlas para favorecer el debate pblico de uno de los sectores ms oscuros de la sociedad en la que convivimos, en demasiadas ocasiones al lado de mujeres que padecen violencia ejercida por parte de los que dicen o incluso creen amarlas. An disponemos de informacin escasa y fragmentaria, pero las cifras disponibles sealan que existe una sobrerrepresentacin de mujeres jvenes que recurren a recursos para salir o protegerse de situaciones de violencia de gnero y tambin entre las vctimas mortales de violencia de gnero, y que parece existir un menor nivel de tolerancia a situaciones de maltrato.
(1) Nos referiremos en todo caso a lo largo de este texto a la violencia de gnero en los trminos del artculo 1 de la Ley Orgnica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Proteccin Integral contra la Violencia de Gnero, que seala que su objeto es el de actuar contra la violencia que, como manifestacin de la discriminacin, la situacin de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre stas por parte de quienes sean o hayan sido sus cnyuges o de quienes estn o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. En definitiva, nos referimos a situaciones de violencia en las que la vctima es la mujer y el agresor un varn que es o ha sido su pareja. (2) El trmino JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparado) , acuado en una campaa publicitaria, se genera por deformacin del trmino aglosajn White Anglo-Saxon Protestan (WAPS). (3) El trmino mileurista lo introdujo Carolina Alguacil en una carta enviada al perodo El Pas en el ao 2005. http://www.elpais.com/articulo/ opinion/soy/mileurista/elpepiop i/20050821elpepiopi_3/Tes

Palabras clave: violencia de gnero, estadsticas, juventud, 016, proteccin judicial, vctimas mortales, encuestas.
Que se rompan las cifras, sin poder calcular ni el tiempo ni los besos. Pedro Salinas La voz a ti debida

La relevancia o irrelevancia de la realidad se determina en muchos casos contando con su expresin en nmeros. A lo largo de este artculo no cuantificaremos besos (ojal), sino que intentaremos contribuir a un acercamiento lo ms riguroso posible, en cifras, las disponibles (todava flagrantemente insuficientes), para aproximarnos a la violencia de gnero en Espaa que es padecida por mujeres jvenes y/o es inflingida por hombres jvenes con los que mantienen o haban mantenido una relacin de pareja (con o sin convivencia) (1). Cualquier explotacin de datos sobre violencia de gnero muestra que no hay un perfil definido de vctima ni de maltratador: mujeres y hombres de diverso nivel econmico, situacin laboral, formacin acadmica, contexto familiar, nacionalidad, mbito geogrfico, adscripcin poltica, creencias religiosas y edad, padecen o ejercen la violencia de gnero. Se puede ser una JASP (2) (joven aunque sobradamente preparada) y ser vctima de la violencia de gnero. No parece incompatible ser un JASP (joven aunque sobradamente preparado) y ser un agresor por violencia de gnero. A ttulo de ejemplo, si tachsemos de mileurista (3), segn el trmino que impuso en el ao 2005 Carolina Alguacil, a una joven o a un joven que est entre los veintitantos y los treinta y pocos aos y ha estudiado una carrera

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universitaria y ha hecho despus un master y habla idiomas y domina la informtica y tiene carn de conducir, si padeciera o ejerciera la violencia por parte de su pareja o sobre su pareja, estaramos hablando de una vctima o de un agresor por violencia de gnero. Vamos a intentar a continuacin traducir a cifras la violencia de gnero que, mileuristas o no, una parte de la juventud padece o ejerce, porque la juventud parece, lamentablemente, no funcionar por s sola como antdoto contra la violencia de gnero.

1. Contando a la juventud en la violencia de gnero


A continuacin reseamos algunos datos del rastro que la violencia de gnero ejercida contra mujeres jvenes y/o ejercida por varones jvenes ha dejado en las cifras disponibles de las llamadas al telfono 016, en las correspondientes a mujeres con proteccin judicial activa y en los nmeros referentes a las vctimas mortales de la violencia de gnero en Espaa (4). Las cifras son en parte una puesta en evidencia de que, habitualmente, las mujeres establecen y mantienen relacin de pareja con hombres que superan su edad, as como de la importante presencia de poblacin extranjera en Espaa que en trminos generales tiene una mayor juventud que la poblacin espaola.

1.1. Datos procedentes de la explotacin de las llamadas por violencia de gnero al telfono 016 Las cifras que siguen muestran que las mujeres que sufren la violencia de gnero estn haciendo uso de los mecanismos y recursos que se han puesto a su disposicin en la lucha contra la violencia machista. El gran nmero de llamadas recibidas en el telfono 016, servicio telefnico de informacin y asesoramiento jurdico en materia de violencia de gnero, que atiende de forma confidencial y gratuita a las vctimas de violencia de gnero las 24 horas del da y todos los das del ao nos permite efectuar un acercamiento numrico a algunas caractersticas de las vctimas y los agresores, a pesar de que no tenga representatividad estadstica, puesto que slo se dispone de informacin referente a edad, nacionalidad, situacin laboral, etc., cuando la persona que ha llamado a este nmero de telfono decide facilitarla. Entre el 3 de septiembre de 2007, fecha en la que se puso en funcionamiento este servicio de informacin y asesoramiento jurdico en materia de violencia de gnero, y el 31 de diciembre de 2008, se recibieron 90.666 llamadas en el 016. La mayora de las llamadas de violencia de gnero atendidas por el 016 fueron efectuadas por las mujeres que llamaron a este telfono para plantear consultas sobre su propia situacin de violencia (72.670 mujeres, que representan el 80,2% del total de llamadas). Familiares y amigos de mujeres en situacin de violencia realizaron 15.647 llamadas (el 17,3%) y profesionales y entidades pblicas y privadas realizaron 2.349 llamadas (el 2,6%). Una parte de las personas que llaman al 016 facilitan informacin acerca de su estado civil, edad, nacionalidad, etc. A continuacin utilizamos los datos disponibles reiterando que el 016 funciona con absoluta garanta de

(4) Las cifras de este apartado proceden de la explotacin de datos de las llamadas por violencia de gnero al telfono 016 realizada en la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero y se refieren a las atendidas entre el 3 de septiembre de 2007 y el 31 de diciembre de 2008.

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confidencialidad y que no se recoge ningn dato de identificacin de las personas (nombre, domicilio, etc.) ni del nmero de telfono desde el que llaman. A 31 de diciembre de 2008, tenamos datos de la edad de 4.498 usuarias, as como de la edad de 517 familiares o personas allegadas de las vctimas; adems, las mujeres que llamaron facilitaron la edad de 693 supuestos agresores. A efectos de simplificacin, en adelante utilizaremos el trmino vctima para referirnos a las usuarias del 016 que llamaron para solicitar informacin o asesoramiento legal telefnico en relacin con su propia situacin de violencia de gnero, agresor cuando mencionemos los datos de los varones facilitados por las mismas y familiares y allegados de las vctimas cuando parientes, amigos, etc. de una vctima de violencia de gnero haya realizado una consulta telefnica para procurar la ayuda de la misma. En relacin con la edad de estos colectivos, cabe indicar que: La media de edad de las vctimas que llamaron al 016 era de 40 aos y la media de edad de los agresores de 42 aos. La media de edad de familiares y personas allegadas fue de 36 aos (37 en los varones que llamaron y 36 en las mujeres). De las 4.498 mujeres de las que conocemos la edad y llamaron para consultar su situacin, 1.320, que suponen un 29,3%, eran jvenes. Las mujeres con edades superiores a los 30 aos (3.178) representan el 70,7%. El 24,4% de los agresores (169) tena menos de 30 aos y el 75,6% era mayor de esa edad (524). La edad de familiares y personas allegadas a vctimas de violencia de gnero es sensiblemente ms baja: el 47,0% tena hasta 30 aos (243 personas) y el 53,0% ms de 30 aos (274 familiares o allegados de vctimas). Segn sexo de familiares y personas allegadas, mayoritariamente llamaron mujeres (el 91,9% del total); los varones que llamaron representaban tan slo el 8,1%. El 46,3% de las familiares y allegadas de vctimas de violencia de gnero que llamaron al 016 eran jvenes, mientras que la proporcin de varones jvenes que llamaron fue del 54,8% respecto al total de varones que llamaron para obtener informacin que ayudase a mujeres en situacin de violencia a las que les ligaba relacin de parentesco o amistad. Se dispone del dato de edad tanto de vctimas como de sus agresores en 623 casos. Por lo que se refiere a las vctimas, y tal y como puede observarse en el grfico: Una de cada cuatro vctimas padecan violencia de gnero causada por varones de hasta 30 aos y tres de cada cuatro mujeres sufran esa violencia por parte de su pareja o ex pareja mayor de 30 aos. Seis de cada diez mujeres jvenes sufra violencia por parte de hombres jvenes y cuatro de cada diez por parte de varones mayores de 30 aos. Aunque la gran mayora de mujeres mayores de 30 aos padeca violencia causada por varones mayores de esa edad, el 6,7% de las mujeres mayores de 30 aos sufra violencia por parte de varones de hasta 30 aos.

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Casos: 623
100,0 90,0 80,0 70,0 60,0 50,0 40,0 30,0 20,0 10,0 0,0
Total vctimas Vctimas hasta 30 aos

93,3 76,2 58,3 41,7 23,8 6,7


Vctimas ms de 30 aos Agresores hasta 30 aos Agresores ms de 30 aos

Tomando como referencia el grupo de edad de los agresores, y tal y como se muestra en el siguiente grfico: Uno de cada tres maltrataba a mujeres de hasta 30 aos y dos de cada tres a mujeres mayores de esa edad. Cuatro de cada cinco agresores jvenes ejerca violencia contra su pareja o ex pareja joven y uno de cada cinco contra mujeres de ms de 30 aos. Uno de cada cinco agresores mayores de 30 aos maltrataba a mujeres menores de esa edad y cuatro de cada cinco a mujeres mayores de 30 aos.

Casos: 623
90,0 80,0 70,0 60,0 50,0 40,0 30,0 20,0 10,0 0,0
Total agresores Agresores hasta 30 aos Agresores ms de 30 aos

81,1 66,9

81,9
Vctimas hasta 30 aos Vctimas ms de 30 aos

33,1 18,9 18,1

Se dispone de datos referentes a la nacionalidad de las mujeres que llamaron al 016 por situaciones de violencia de gnero en 10.494 casos, y de la nacionalidad de los supuestos agresores en 6.609: Por lo que se refiere a las vctimas, en el 75,2% de los casos eran espaolas (7.888) y en el 24,8% extranjeras (2.609). El 75,0% de los agresores eran espaoles (4.953) y el 25,0% extranjeros (1.659). Se dispone de datos referentes tanto a la edad como a la nacionalidad de 1.428 de las mujeres que llamaron por situaciones de violencia. Destaca la mayor proporcin de mujeres espaolas de ms de 30 aos.

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1.113 mujeres (el 77,9%) tenan nacionalidad espaola y 315 (el 22,1%) eran extranjeras. De las 1.113 mujeres espaolas, 297 tenan hasta 30 aos (26,7%), mientras que un 73% (816) superaba esta edad. De las 315 mujeres extranjeras, que suponen un 22,1% del total de mujeres que llamaron al 016 facilitando su edad y nacionalidad, 138 eran jvenes (43,8%) y 177 tenan ms de 30 aos (56,2%). Por lo que se refiere a los agresores, se dispone de datos segn edad y nacionalidad de 643, de los cuales: 497 (el 77,3%) eran espaoles y 146 (el 22,7%) eran extranjeros. De los 497 espaoles, 109 tenan hasta 30 aos (el 21,9%) y 388 ms de 30 aos (el 78,1%). De los 146 extranjeros, 47 eran jvenes (el 32,2%) y 99 (el 67,8%) tena ms de 30 aos. En el caso de los agresores se observa una mayor edad que en las vctimas; segn nacionalidad por grupo de edad, tambin se observa una mayor proporcin de extranjeros jvenes, aunque menos marcada que en el caso de las vctimas. En cuanto a los datos segn edad y estado civil de las vctimas, se dispone de ambos datos en 3.913 casos. Lo ms significativo es que tanto la mayora de las mujeres jvenes como las mayores de 30 aos mantienen una relacin de pareja con su agresor que implica convivencia (bien por estar casadas como por mantener una relacin de pareja de hecho). Segn grupo de edad cabe destacar que: Las mujeres de hasta 30 aos estaban unidas a su agresor con una relacin de pareja de hecho en el 38,3% de los casos, eran solteras en el 28,6%, casadas en el 27,0%, estaban separadas en el 4,3% y divorciadas en el 1,8%. Las mayores de 30 aos, por su parte, estaban casadas en un 57,9% de los casos, mantenan una relacin de hecho en un 21,0%, se haban separado en un 7,8%, estaban solteras en el 6,9%, se haban divorciado en el 5,6% y eran viudas en un 0,9%.

3.913 vctimas
0% 20% 40% 60% 80% 100%

TOTAL
Soltera

Hasta 30 aos

Casada Pareja de hecho Separada Divorciada Viuda

Ms de 30 aos

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Se dispone de informacin tanto de edad como de situacin laboral de 1.429 de las vctimas de violencia de gnero que llamaron al 016. El 26,0% tena hasta 30 aos y el 74,0% era mayor de esa edad.

Trabajo domstico 14,3% Pensionista 0,0% Estudiante 8,4%

Hasta 30 aos. 371 mujeres. Trabajo domstico 16,2% Trabajadora a tiempo completo 43,9%

Ms de 30 aos. 1.058 mujeres.

Pensionista 12,9%

Trabajadora a tiempo completo 38,4%

Demandante de empleo 25,3%

Economa irregular 3,8%

Trabajadora a tiempo parcial 4,3%

Estudiante 0,8% Demandante de empleo 23,1% Economa irregular 2,6%

Trabajadora a tiempo parcial 6,1%

Se observa que: La mayora de las mujeres, tanto las jvenes como las mayores de 30 aos, eran activas: el porcentaje era del 77,4% de las vctimas de hasta 30 aos y el 70,1% de las mayores de 30 aos. Estaba trabajando el 52,0% de las jvenes y el 47,1% de las mayores de 30 aos. Se encontraba en situacin de bsqueda de empleo el 25,3% de las jvenes y el 23,1% de las mayores de 30 aos. La proporcin de amas de casa no es muy diferente entre los dos grupos de edad, representando el 14,3% de las mujeres de hasta 30 aos y el 16,2% de las mayores de 30 aos. Las pensionistas suponan el 12,9% de las mayores de 30 aos y no haba ninguna menor de esa edad en esa situacin.

1.2. Mujeres con proteccin judicial activa (5) A 31 de diciembre de 2008, la cifra de mujeres vctimas de violencia de gnero con medidas de proteccin judicial activa era de 113.500. La mayora dispona de dichas medidas de proteccin en base a sentencia firme a su favor (67.359, que representan el 59,3% del total), 42.477 mujeres dispona de proteccin derivada de medidas cautelares (37,4%) y 3.664 mujeres (el 3,2%) tena en vigor medidas de proteccin derivadas de sentencia que an no haba adquirido firmeza. El 68,3% de las mujeres con proteccin judicial activa eran espaolas y el 31,7% extranjeras.
(5) Los datos de mujeres con proteccin judicial activa proceden del Registro Central para la Proteccin de las Vctimas de la Violencia Domstica, del Ministerio de Justicia.

A continuacin se resea la informacin bsica disponible segn grupo de edad y nacionalidad: 43.939 mujeres con proteccin judicial activa tenan hasta 30 aos (el 39,2%) y 68.159 tenan ms de 30 aos (el 60,8%); de 1.402 mujeres no consta la nacionalidad y este dato no se ha tenido en cuenta a efectos de porcentaje.

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De las mujeres espaolas con medidas de proteccin activas a 31 de diciembre de 2008, el 39,2% tena hasta 30 aos y el 60,8% era mayor de esa edad. En cuanto a las extranjeras, el porcentaje de mujeres con proteccin activa de hasta 30 aos era del 47,8% y el de mayores de 30 aos del 52,2%. Entre el total de las mujeres con proteccin judicial activa de hasta 30 aos, el 61,3% eran espaolas y el 38,7% extranjeras. Por lo que se refiere a las mujeres mayores de 30 aos, el 74,3% eran espaolas y el porcentaje de mujeres extranjeras era del 27,8%.
0% 20% 40% 60% 80% 100%

TOTAL VCTIMAS

39,2

60,8 Vctimas hasta 30 aos Vctimas ms de 30 aos

Espaolas

35,2

64,8

Extranjeras

47,8

52,2

1.3. Vctimas mortales por violencia de gnero (6) Las cifras por violencia de gnero tienen una muy limitada representatividad estadstica y las circunstancias de cada crimen modifican de forma sustancial las proporciones a tener en cuenta en el anlisis de estos casos, que constituyen la manifestacin ms brutal de la violencia de gnero. A pesar de esta prevencin inicial, consideramos procedente comentar los datos disponibles en los que se muestra una fuerte representacin de mujeres jvenes que perdieron la vida a manos de los que pensaban o decan quererlas. Entre el 1 de enero de 2003 y el 31 de diciembre de 2008, 414 hombres acabaron con la vida de las mujeres con las que mantenan o haban mantenido una relacin de pareja. La violencia de gnero con resultado de muerte afect en el perodo considerado a todos los grupos de edades. La media de edad de las vctimas mortales fue de 42 aos y la de los agresores de 46; se observan oscilaciones en la media de edad de la vctima que no muestran una tendencia definida, pero cabe indicar que la media de los agresores parece tender a rebajarse en el perodo considerado.

(6) Los datos de mujeres vctimas de violencia de gnero de 2003 a 2005 proceden del Instituto de la Mujer, que se basaba en la informacin facilitada por los medios de comunicacin. Los datos de 2006, 2007 y 2008 proceden de la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero, que contabiliza cada caso en base a los informes emitidos por las Delegaciones y Subdelegaciones del Gobierno y, desde su creacin y puesta en marcha, por las Unidades de Coordinacin y Unidades de Violencia contra la Mujer, las cuales dependen funcionalmente del Ministerio de Igualdad. Estas Unidades recaban los datos de cada suceso de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o Polica Autonmica y complementariamente de rganos jurisdiccionales y Fiscala.

Juventud y violencia de gnero

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Media de edad de la vctima TOTAL 2003 2004 2005 2006 2007 2008 42 41 43 41 41 43 40

Media de edad del agresor 46 50 50 49 44 45 45

Como puede observarse en el siguiente grfico, el mayor nmero de homicidios se registraron en el grupo de mujeres comprendidas entre los 31 y 40 aos (116, que representan el 28,2% del total), seguido por el colectivo de mujeres que tena entre 21 y 30 aos (97, que representan el 23,6%).

30

25
2003 2004

20

15

2005 2006 2007

10

2008

0 Menos de 16 aos 16 a 17 aos 18 a 20 aos 21 a 30 aos 31 a 40 aos 41 a 50 aos 51 a 64 aos Ms de 64 aos

Las vctimas mortales de hasta 30 aos supusieron ms de la cuarta parte del total de las vctimas mortales (121 mujeres jvenes, que representan el 29,4% del total de vctimas mortales), mientras que los agresores jvenes no llegaron a alcanzar esta proporcin (79 homicidas de hasta 30 aos, que representan el 19,6% del total de homicidas) (7).

Vctimas mortales de violencia de gnero Enero 2003 diciembre 2008

Agresores

29%

20%

71%

80%

Hasta 30 aos (7) No se dispone de informacin relativa a la edad de 3 vctimas y 11 agresores.

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La frecuente mayor edad de los hombres en las relaciones de pareja se pone tambin de manifiesto si se relaciona la edad de vctimas y homicidas. En el 70,5% de los casos en que se dispone de la edad exacta de vctima y agresor, ste era mayor, en el 6,9% de los casos ambos tenan la misma edad y en el 22,5% de los casos el agresor era ms joven que la vctima. Se dispone tanto de la edad de la vctima como de su agresor en 402 casos. Tal y como se pone de manifiesto en el siguiente grfico: El 19,4% de las vctimas muri a mano de agresores de hasta 30 aos y el 80,6% perdi la vida por la agresin mortal de varones mayores de 30 aos. Las vctimas mortales de hasta 30 aos murieron en un 54,2% a mano de su pareja o ex pareja de hasta 30 aos y en un 45,8% a mano de agresores mayores de 30 aos. Slo el 4,9% de las vctimas de ms de 30 aos murieron a mano de varones de hasta 30 aos y el 95,1% por la agresin de hombres de ms de 30 aos.

450 400 350 300 250 200 150 100 50 0


Total vctimas Vctimas hasta 30 aos Vctimas ms de 30 aos Agresores ms de 30 aos Agresores hasta 30 aos

324 270 54 78 64 14

El desplazamiento de homicidas de ms de 30 aos que mataron a su pareja menor de esa edad puede observarse a continuacin.
450 400 350 300 250 200 150 100 50 0
TOTAL AGRESORES Agresores hasta 30 aos Agresores ms de 30 aos

284 270

Vctimas ms de 30 aos Vctimas hasta 30 aos

118

14 64 54

En el perodo considerado, en el que se ha incrementado de forma importante la poblacin extranjera en Espaa, debe tenerse en cuenta el incremento del nmero de vctimas y agresores jvenes de otras nacionalidades. Efectivamente, en los ltimos aos Espaa se ha convertido

Juventud y violencia de gnero

225

en lugar de destino de un importante nmero de mujeres y hombres extranjeros, procedentes de pases muy diversos, por lo que no resulta extrao que entre las vctimas mortales de violencia de gnero se contabilicen mujeres extranjeras y que una parte de los homicidas sean extranjeros. Desde el 1 de enero de 2003 al 31 de diciembre de 2008, la proporcin de vctimas espaolas y extranjeras fue, respectivamente, del 70,4% y 29,6%. En cuanto a los agresores, el 71,8% tena nacionalidad espaola y el 28,2% nacionalidad extranjera. Considerando tan slo a las 121 vctimas de hasta 30 aos entre enero de 2003 y diciembre de 2008, 64 (el 52,9%) eran espaolas y 57 (47,1%) eran extranjeras. La cifra de las vctimas mortales por violencia de gnero no nacionales resulta desproporcionadamente alta, particularmente en 2008.

20
18

15
13 12

14

13

10

10

9 8 7 5 5 7

0 Ao 2003 Ao 2004 Ao 2005 Ao 2006 Ao 2007 Ao 2008

Victimas espaolas

Victimas extranjeras

En el ao 2007 y en 2008 las mujeres extranjeras de hasta 30 aos que se contabilizaban como vctimas mortales de violencia de gnero superaban en nmero a las espaolas. En el ao 2008 se contabilizaron 7 vctimas mortales espaolas entre las mujeres jvenes y ms del doble de vctimas extranjeras, que fueron 18. Todava en relacin con las vctimas mortales de violencia de gnero, podemos analizar en qu medida recurrieron a los mecanismos para garantizar su proteccin: Slo el 28,0% de las 214 vctimas mortales por violencia de gnero del perodo 2006 a 2008 (8) haba interpuesto denuncia contra su agresor y el 72,0% no le haba denunciado. La proporcin de denuncias por parte de mujeres jvenes est en este caso por debajo de la media. Por lo que se refiere a las 63 mujeres de hasta 30 aos que fallecieron a consecuencia de la violencia de gnero en ese perodo, slo 15 haban denunciado a su agresor. El 29,8% de las vctimas mayores de 30 aos (45 de 151) haba denunciado al hombre que acab con su vida.
(8) Se dispone de informacin relativa a denuncia, solicitud de medidas de proteccin, etc., desde enero de 2006.

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0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

Total vctimas Vctimas hasta 30 aos Vctimas ms de 30 aos

72,0 28,0

76,2 23,8

70,2 29,8

No haban denunciado

Haban denunciado

1.4. Sobrerrepresentacin de mujeres jvenes en las cifras de vctimas de violencia de gnero Segn datos del Padrn Municipal de Habitantes, las mujeres de 15 a 30 aos representaban el 26,3% de las mujeres de 15 y ms aos a 1 de enero de 2003 y el 23,5% a 1 de enero de 2008. Sin embargo, en los datos que hemos manejado la proporcin de mujeres jvenes que utilizan algunos de los recursos puestos a su disposicin por la sociedad para salir de la situacin de violencia es ms elevada, al igual que tambin es ms alta la proporcin de mujeres jvenes muertas por violencia de gnero: El porcentaje de mujeres de 15 a 30 aos que llam al telfono 016 respecto al total de mujeres de 15 y ms aos fue del 29,3%. La proporcin de mujeres de 15 a 30 aos con proteccin judicial activa al finalizar 2008 era del 39,2%. La proporcin de mujeres vctimas de violencia de gnero de hasta 30 aos respecto al total de vctimas fue del 29,4% en el perodo comprendido entre 2003 y 2008; en 2008 representaron el 33,3% del total de vctimas mortales.
(9) Las Macroencuestas indagan acerca de la violencia contra la mujer en el mbito familiar. Los datos que facilitamos aqu se refieren a una reexplotacin especfica que se refiere a la violencia de gnero padecida por las mujeres por parte de varones que eran o haban sido su pareja de acuerdo con los trminos del artculo 1 de la Ley Integral que se indicaron en la referencia 1. En las Macroencuestas se entrevist en todo caso a mujeres de 18 y ms aos residentes en Espaa. Los datos que reseamos aqu pueden consultarse en Contra la violencia de gnero. Boletn Estadstico, nmero 1, correspondiente a marzo de 2007. Puede accederse a su contenido ntegro en http://www.migualdad.es/violen cia-mujer/estadistica.html

2. Lo que la juventud cuenta de la violencia de gnero


Hemos querido completar el rastro que las personas jvenes muestran en las estadsticas disponibles con una referencia a la violencia declarada por las jvenes en las Macroencuestas promovidas por el Instituto de la Mujer (9), as como mostrando las analogas y diferencias de sus opiniones acerca de la violencia de gnero en base a los datos, an provisionales, de una encuesta sobre actitudes hacia la violencia de gnero realizada por la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero en junio de 2009.

2.1. La violencia declarada por mujeres jvenes en las Macroencuestas El Instituto de la Mujer promovi la realizacin, en los aos 1999, 2002 y 2006, de encuestas a mujeres residentes en Espaa de 18 y ms aos para conocer la incidencia y prevalencia de la violencia contra las mismas en el mbito familiar. La Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero ha realizado una reexplotacin de los datos en los trminos del artculo 1 de la Ley Integral que permite realizar un acercamiento a la magnitud de la violencia de

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gnero en Espaa ejercida contra las mujeres por parte de su pareja o ex pareja. En base a las preguntas de las encuestas, se ha calculado el maltrato de gnero declarado por las mujeres alguna vez en la vida y en el ltimo ao; la diferencia de ambas magnitudes permite calcular la proporcin de mujeres que han salido del maltrato, es decir, aquellas que, habindolo padecido alguna vez en la vida, no lo han sufrido en el ltimo ao. Por lo que se refiere a las mujeres con edad comprendida entre 18 y 29 aos se ha producido un significativo incremento de maltrato declarado alguna vez en la vida y de la proporcin de las que han conseguido salir del maltrato, mientras que, aunque se observa un aumento del maltrato declarado en el ltimo ao, el porcentaje de incremento no muestra significatividad estadstica. En todos los supuestos, y para todos los aos en los que se realiz la encuesta, el maltrato declarado por mujeres jvenes es inferior al de la media de mujeres.

EVOLUCIN MALTRATO DECLARADO Alguna vez en la vida 1999 TOTAL 18-29 5,1 3,1 2002 6,2 5,0 2006 6,3 6,0

EVOLUCIN MALTRATO DECLARADO En el ltimo ao 1999 TOTAL 18-29 2,2 1,4 2002 2,3 1,5 2006 2,1 1,8

EVOLUCIN MUJERES QUE HAN CONSEGUIDO SALIR DEL MALTRATO 1999 TOTAL 18-29 2,9 1,7 2002 3,9 3,4 2006 4,2 4,1

El 1 de enero de 2006 se contabilizaban, de acuerdo con los datos del Padrn Municipal de Habitantes, un total de 3.748.995 mujeres residentes en Espaa con edad comprendida entre los 18 y los 29 aos. En este sentido, y atendiendo a los resultados de la Macroencuesta de 2006 que hemos mostrado, resultara que: 224.940 mujeres jvenes habran padecido en esa fecha maltrato por parte de su pareja o ex pareja alguna vez en la vida. 67.482 mujeres jvenes habran padecido ese maltrato en el ltimo ao, es decir, previsiblemente se encontraba en situacin de violencia. 153.709 de esas mujeres habran salido de la situacin de violencia de gnero. Estas cifras sealan que el 68,3% de las jvenes que haban padecido violencia de gnero alguna vez en la vida haba salido del maltrato en 2006. Se pone en evidencia que se puede salir de la violencia de gnero.

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2.2. Algunas opiniones y actitudes de la juventud respecto a la violencia de gnero Hemos querido completar el rastro que las personas jvenes muestran en las estadsticas disponibles con las analogas y diferencias de sus opiniones acerca de la violencia de gnero basndonos en los resultados, an provisionales, de una encuesta promovida desde la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero en junio de 2009, referida a una muestra intencional de 1.008 personas de entre 18 y 64 aos. El nmero de personas encuestadas de entre 18 y 30 aos fue de 305 (el 30,3% del total), y las que tenan entre 31 y 64 aos fueron 703 (el 69,7%). En las lneas que siguen comparamos las respuestas de las personas encuestadas de ambos tramos de edad, entre las que se encuentran luces y sombras. Entre los factores preocupantes, cabe indicar que se pregunt acerca de si se consideraba la violencia de gnero como algo inevitable que siempre ha existido, si resulta aceptable en algunas circunstancias o si es algo totalmente inaceptable. Slo una pequea minora de los encuestados (el 1,3%) cree que la violencia de gnero es aceptable en algunas circunstancias, pero es un poco sorprendente que uno de cada diez menores de 30 aos (el 9,8%) considere que se trata de algo inevitable que siempre ha existido; la proporcin es mayor que en los mayores de 30 aos En tu opinin, la violencia de gnero es

GRUPO DE EDAD TOTAL 18-30 aos TOTAL Algo inevitable que siempre ha existido Es aceptable en algunas circunstancias Es totalmente inaceptable 100,0 7,1 1,3 91,6 100,0 9,8 1,0 89,2 31-64 aos 100,0 7,7 1,0 91,4

En la encuesta se pregunt acerca de Quin crees que se preocupa ms por el fenmeno de la violencia de gnero? y, previsiblemente, casi las dos terceras partes de las personas encuestadas sealaron que la preocupacin es bsicamente de las mujeres (65,0%), algo ms de la tercera parte indicaron que preocupa a hombres y mujeres por igual (33,7%) y un esculido 1,3% seal que preocupaba ms a los varones. La proporcin de las personas encuestadas de ms de 30 aos que responden que la violencia de gnero es un problema compartido es superior a la de los menores de esa edad. Quin crees que se preocupa ms por el fenmeno de la violencia de gnero?

GRUPO DE EDAD TOTAL 18-30 aos TOTAL Los hombres Las mujeres Ambos por igual 100,0 1,3 65,0 33,7 100,0 1,0 69,5 29,5 31-64 aos 100,0 1,4 63,0 35,6

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En relacin con la juventud, y ste es uno de los resultados que provocan una cierta preocupacin, hay que indicar que los jvenes varones parecen considerar que se trata de una preocupacin especficamente femenina en mayor proporcin que los varones de ms de 30 aos. Respecto a las respuestas de las mujeres, y aunque ms de la mitad contestaron que se trata de un problema que afecta mayoritariamente a las mujeres, son las mayores de 30 aos las que claramente apuestan por considerar que la violencia de gnero preocupa a hombres y mujeres por igual. Tanto si comparamos a mujeres jvenes con hombres jvenes como si lo hacemos con mujeres y varones mayores de 30 aos, la proporcin de las personas encuestadas de ms de 30 aos que responden que la violencia de gnero es un problema compartido es superior a la de los menores de esa edad. La violencia de gnero se considera por tres de cada cuatro personas encuestadas como algo que afecta mayoritariamente a otros pases. A la pregunta de En qu lugar consideras que se presenta un mayor ndice de violencia de gnero?, mayoritariamente se respondi en primer lugar que en Iberoamrica, en segundo lugar que la violencia de gnero se da en todas las sociedades por igual y en tercer lugar que este tipo de violencia presenta un mayor ndice en frica. Si se comparan las respuestas dadas por las personas que tenan hasta 30 aos y las respuestas de las personas mayores de esa edad, la proporcin de jvenes que consideran que la violencia de gnero se da en todas las sociedades por igual el orden de las respuestas vara, habiendo contestado las personas de hasta 30 aos en primer lugar que la violencia de gnero se da en todas las sociedades por igual, Iberoamrica se encuentra en el segundo lugar de sus respuestas, frica en el tercero, y ms de uno de cada diez respondi que en la Unin Europea. El orden en las respuestas de las personas mayores de 30 aos y su diferencia respecto a las respuestas dadas por las personas jvenes pueden observarse en el siguiente cuadro. En qu lugar consideras que se presenta un mayor ndice de violencia de gnero?

GRUPO DE EDAD TOTAL 18-30 aos TOTAL Unin Europea Resto de Europa Iberoamrica Norteamrica frica Asia La violencia de gnero se da en todas las sociedades por igual 100,0 6,7 1,3 29,2 1,6 24,1 11,2 25,9 100,0 11,8 1,3 27,5 1,6 19,0 9,5 29,2 31-64 aos 100,0 4,6 1,3 29,9 1,6 26,3 11,9 24,5

Las referencias, o las experiencias personales, de los jvenes encuestados y las de los mayores de 30 aos parecen ser algo diferentes, y el 29,2% de los jvenes se adscribe a la opinin de que la violencia de gnero es endmica a todas las sociedades de nuestra poca. Segn sexo, son las mujeres menores de 30 aos encuestadas las que, en un 35,4%, contestaron que la violencia de gnero se da igual en todas las

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sociedades; los varones de ese grupo de edad eligieron esa opcin en uno de cada cinco casos (el 20,2%) y opinan, al igual que los varones de ms de 30 aos, que es en Iberoamrica donde existe mayor proporcin de violencia de gnero; las respuestas de las mujeres mayores de 30 aos, por otra parte, sealan a frica como el continente con mayor violencia de gnero. Respecto a los dos mecanismos ms eficaces para luchar contra la violencia de gnero, el 37,9% del total de personas encuestadas contest que la educacin, y a esta respuesta segua el endurecimiento de penas (22,3%) y la concienciacin social (22,5%). Segn grupo de edad, la secuencia es la misma entre la juventud, aunque las personas mayores de 30 aos sealan, tras la educacin, la concienciacin social y en tercer lugar el endurecimiento de penas. Parece que entre la juventud hay un mayor rechazo de carcter inmediato frente a los maltratadores y consideran en mayor medida el uso de la mano dura. Los hombres encuestados, en trminos generales, sealan en mayor medida la educacin como uno de los dos mecanismos bsicos para combatir la violencia de gnero, y resultan ser las mujeres de entre 18 y 30 las que ms decididamente apuestan por el endurecimiento de penas como parte esa lucha. Desde tu punto de vista, cules son los dos mecanismos ms eficaces para luchar contra la violencia de gnero?

MUJERES TOTAL 18-30 aos TOTAL Educacin Endurecimiento de penas Concienciacin social Ayuda psicolgica a los maltratadores Listas pblicas de maltratadores Otro mecanismo 100,0 37,9 22,3 22,5 5,5 7,8 4,1 100,0 32,9 29,8 16,0 9,7 8,6 3,0 31-64 aos 100,0 35,5 24,5 21,6 4,3 9,4 4,6

HOMBRES 18-30 aos 100,0 41,1 20,2 23,4 6,0 7,3 2,0 31-64 aos 100,0 41,3 17,5 26,0 4,2 6,2 4,7

Existe un mayor optimismo entre las respuestas de las personas jvenes que entre las de las mayores al contestar a la pregunta de Crees que la violencia de gnero se est reduciendo en Espaa?: aunque la mayora de las respuestas de todos los grupos de edad sealan que no se est reduciendo, el 30,5% de los jvenes considera que s se est reduciendo frente a un 23,9% de las personas mayores de 30 aos. Crees que la violencia de gnero se est reduciendo en Espaa?

GRUPO DE EDAD TOTAL 18-30 aos TOTAL SI NO 100,0 25,9 74,1 100,0 30,5 69,5 31-64 aos 100,0 23,9 76,1

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Se pidi a las personas encuestadas que sealasen su grado de acuerdo con algunas afirmaciones, entre las que se encontraba la de El hombre que parece agresivo es ms atractivo. Hay que decir que el 73,8% del total de personas encuestadas indic que su grado de acuerdo con esta afirmacin era nada, pero una parte de las respuestas sealan mucho o bastante grado de acuerdo con la misma, y el porcentaje de acuerdo absoluto resulta ser ms alto entre las personas de hasta 30 aos. El 4,7% de las mujeres encuestadas est muy de acuerdo o bastante de acuerdo con la afirmacin de que el hombre que parece agresivo es ms atractivo y el 10,9% est poco de acuerdo; en el caso de los hombres encuestados, el 14,9% est muy de acuerdo o bastante de acuerdo con esa afirmacin y el 22,1% est poco de acuerdo pero no la descarta por completo. Parece que son una parte no desdeable de varones los que aceptan o participan al menos en parte de la idea de la identificacin de la violencia con la seduccin (en total, no descarta esa ecuacin el 37% de los varones encuestados), pero ms del quince por ciento de las mujeres la acepta o no se aleja del todo de ella. Por sexo y edad, son varones jvenes los que, aun en minora, ms entusiasmo demuestran en adscribirse a esta afirmacin. Por favor, indique el grado de acuerdo en el que est con las siguientes afirmaciones: El hombre que parece agresivo es ms atractivo

MUJERES TOTAL 18-30 aos TOTAL Mucho Bastante Poco Nada 100,0 1,7 8,0 16,5 73,8 100,0 1,7 2,8 12,7 82,9 31-64 aos 100,0 1,5 3,1 9,9 85,5

HOMBRES 18-30 aos 100,0 3,2 14,5 21,8 60,5 31-64 aos 100,0 1,3 12,7 22,2 63,9

En contrapartida, resulta alentador que, ante la hiptesis de que se presenciase una situacin de violencia, slo el 0,5% de las personas encuestadas (5 respecto a 1.008) haya contestado que no hara nada. Ese porcentaje es del 0,0% en cuanto a los jvenes. Llamar a la polica resulta el mecanismo que se seala mayoritariamente (64,8%) de los encuestados, seguido de un enfrentamiento directo con el agresor (21,8%) y de llamar la atencin de otras personas que pudiesen ayudar (9,3%). Entre las personas jvenes, se incrementa la proporcin de los que llamaran la atencin de otras personas para ayudar a la vctima hasta el 19,2% as como la de los que se enfrentaran al agresor (26,9%) y se reduce en consecuencia el porcentaje de los que optaran en primer lugar por llamar a la polica (51,9%). Segn grupo de edad por sexo, por lo que se refiere a las personas de hasta 30 aos encuestadas, contrasta el 12,2% de las mujeres que se dicen que se enfrentaran al agresor respecto al 41,1% de los varones que dicen que lo haran; entre los mayores de 30 aos, la proporcin de mujeres que se enfrentara al agresor baja al 9,0% y entre los varones baja al 31,1%.

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Y en el caso de presenciar alguna situacin de violencia de gnero, qu crees que haras?

MUJERES TOTAL 18-30 aos TOTAL Me enfrentara al agresor Llamara a la polica Llamara la atencin de otras personas que pudieran ayudar Nada Otro 100,0 21,8 64,8 9,3 100,0 12,2 70,2 17,1 31-64 aos 100,0 9,0 76,9 9,6

HOMBRES 18-30 aos 100,0 41,1 48,4 4,0 31-64 aos 100,0 31,1 57,3 7,1

0,5 3,6

0,6 0,0

0,3 4,3

0,8 5,6

0,5 4,0

En todo caso, y tal como se puede observar en este ltimo cuadro de datos, las vctimas de violencia de gnero no estn solas. Desde aqu deseamos tener un recuerdo y rendir un homenaje a las mujeres y los hombres que participan del combate, por la vida y la libertad, contra la violencia de gnero.

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Seleccin de referencias documentales sobre Juventud y violencia de gnero


Esta relacin est formada tanto por libros, como por artculos de revista o documentos de distinta procedencia seleccionados en la base de datos de la Biblioteca del Instituto de la Juventud. (Observatorio de la Juventud en Espaa). Caso de estar interesados en alguna de estas referencias pueden solicitar copia del material susceptible de reproduccin, segn la legislacin vigente, as como la realizacin de otras bsquedas retrospectivas, dirigindose a: BIBLIOTECA DE JUVENTUD. Marqus de Riscal, 16.- 28010 MADRID. Tel.: 913637820-1; Fax: 913637811. E-mail: biblioteca-injuve@migualdad.es As mismo puede consultar sta o anteriores Revistas de Estudios de Juventud, as como las Novedades de la Biblioteca en la pgina web del Instituto: www.injuve.migualdad.es

Martnez, Mercedes Abordaje educativo de la violencia de gnero entre adolescentes / Mercedes Martnez. San Sebastin: Gobierno Vasco. Departamento de Justicia, Empleo y Seguridad Social, 2008 10 p.; 30 cm. Ponencia presentada al II Congreso Interdisciplinar de Violencia de Gnero e Intrafamiliar Descripcin del proyecto educativo de la Asociacin Educativa Berriztu, llevado a cabo en la modalidad de taller, que consta de cinco sesiones de trabajo con grupos mixtos de adolescentes con una metodologa basada en discusiones y debates en grupos, con el fin de que los adolescentes analicen los elementos claves de una socializacin desigual basndose en el sexo de las personas, y que potencien su capacidad para actuar como agentes de solidaridad y cambio hacia la igualdad. http://www.justizia.net/Docuteca/ficheros.asp?intcodigo=4609&IdDoc=sp Actitudes de las/os adolescentes ante la violencia de gnero / Heras, Lavinia [et al.]. [Granada]: [s.l.], 2006 8 p.: tabl.; 30 cm. Ponencia presentada al V Congreso Internacional Educacin y Sociedad Estudio de las actitudes hacia la violencia de gnero de una muestra de 1100 adolescentes escolarizados en ESO, Bachillerato y Garanta Social, a travs de un cuestionario, para analizar si existen diferencias entre varones y mujeres con respecto al mantenimiento de esas actitudes. http://congreso.codoli.org/area_6/Heras-Lavinia.pdf Daz-Aguado Jaln, M Jos Adolescencia, sexismo y violencia de gnero [en linea] / Mara Jos DazAguado. Madrid: Papeles del Psiclogo, 2003 13 h. Artculo publicado en Papeles del Psiclogo, enero, n 84, 2003.

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La serie de investigaciones que aqu se presenta se orienta en torno a un doble objetivo: 1) conocer hasta qu punto se han superado el sexismo y el riesgo de violencia de genero entre los adolescentes actuales; 2) desarrollar y evaluar un programa de intervencin que permita reducir las condiciones de riesgo detectadas. http://www.cop.es/papeles/vernumero.asp?id=1053 Fernndez Fuertes, Andrs Avelino Agresiones verbales-emocionales, fsicas y sexuales en las relaciones de pareja de los adolescentes: naturaleza y factores asociados / Andrs A. Fernndez Fuertes; [directores Jos Antonio Fuertes Martn, Mara Begoa Orgaz Baz]. Salamanca: Universidad de Salamanca, Facultad de Psicologa, Departamento de Psicologa Evolutiva y de la Educacin, 2007 281 p.; 30 cm Tesis doctoral Univ. de Salamanca Bibliografa: p. 213-257 Estudio sobre la importancia de las relaciones amorosas en la vida de los jvenes, su desarrollo y sus caractersticas principales. En el seno de estas relaciones se pueden detectar ocasionalmente determinadas conductas agresivas. Para identificarlas correctamente, se define el concepto de agresividad dentro de las relaciones de parejas adolescentes y se dan a conocer los factores implicados en su aparicin en determinadas personas. Por ltimo, se recogen los resultados de una investigacin sobre la presencia de comportamientos de naturaleza agresiva dentro de parejas jvenes. Duque, Elena Aprendiendo para el amor o para la violencia: Las relaciones en las discotecas / Elena Duque. Barcelona: El Roure, 2006 150 p. Bibliogr.: p. 145-149 La autora, profesora universitaria, defiende las discotecas como espacios ldicos. En esta investigacin, y conociendo la influencia que tienen en la formacin afectiva y sexual de los jvenes, trata de clarificar lo que se puede hacer para evitar todo lo que fomenta el aprendizaje de la violencia y potenciar todo lo que faculta el aprendizaje del amor, superando algunas actitudes y comportamientos que generan aceptacin de malos tratos fsicos y psquicos. ISBN 84-7976-032-X Gmez, Jess El amor en la sociedad del riesgo: una tentativa educativa / Jess Gmez. Barcelona: El Roure, 2004 173 p. (Apertura) La aparicin de la atraccin en los adolescentes es motivo de reflexin sobre la incidencia en la adopcin de ciertos roles y pautas de comportamiento que dan origen a la violencia y el maltrato en el desarrollo de las relaciones afectivas. ISBN 84-7976-028-1 Ramos Vergeles, Maribel Factores de proteccin y vulnerabilidad de la coercin sexual en adolescentes y jvenes / Maribel Ramos Vergeles En: Sexpol. n. 60 (septiembre-octubre 2004); p. 16-18. ISSN 0214-042X Las relaciones sexuales entre adolescentes siguen arrojando unos ndices de violencia y coercin que hacen necesario aplicar una poltica de educacin socio-afectiva que prevenga la extensin de unas formas de comportamiento que entran dentro del terreno de la violencia delictiva.

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Serrato Azat, Gloria Isabel Formacin en relacin / [autoras Gloria Isabel Serrato Azat, M Jess Cervio Saavedra, Graciela Hernndez Morales. Madrid: Instituto de la Mujer, 2008 143 p.: il. col.; 21 cm. (Cuadernos de Educacin no sexista; 24) Se resalta el papel de los docentes adscritos al Proyecto Relaciona y sus experiencias para prevenir la violencia contra las mujeres y lograr la igualdad efectiva entre hombres y mujeres a travs de la educacin. Este trabajo rene la informacin puesta en comn durante los nueve encuentros de profesionales del Proyecto Relaciona en cuanto a estrategias para conseguir acabar con las desigualdades y el maltrato. ISBN 978-84-691-8383-0 http://www.migualdad.es/mujer/publicaciones/docs/Formacion_En_ Relacion.pdf Bonino, Luis Hombres y violencia de gnero: ms all de los maltratadores y de los factores de riesgo / Luis Bonino. Madrid: Ministerio de Trabajo e Inmigracin, Subdireccin General de Informacin administrativa y Publicaciones, D.L. 2008 83 p.; 24 cm. (Contra la violencia de gnero. Documentos; 2) Informe sobre la situacin de las investigaciones realizadas a nivel internacional desde el ao 2000 hasta el 2007, dirigidas a lograr el compromiso de los hombres con el fin de la violencia de gnero. Se recogieron datos de buenas prcticas y experiencias comunitarias as como las conclusiones de diferentes investigaciones sobre los factores implicados en la construccin de prcticas igualitarias y las caractersticas de los hombres que las desarrollan. ISBN 978-84-8417-307-6 http://www.migualdad.es/violenciamujer/Documentos/ViolenciaGenero.pdf Botello Lonngi, Luis Identidad, masculinidad y violencia de gnero: un acercamiento a los varones jvenes mexicanos / Luis Botello Lonngi. Mxico D.F.: Instituto Mexicano de la Juventud, 2008 222 p.; 26 cm Bibliografa: p. 212-220 Resultados de la investigacin sobre las opiniones y prejuicios predominantes entre los hombres jvenes mexicanos sobre temas relacionados con la violencia contra las mujeres, en los que se revela que la violencia est ligada, junto a otros aspectos, a la concepcin de identidad masculina de estos jvenes al mismo tiempo que se indaga sobre de los procesos de construccin de la masculinidad. ISBN 978-9685224-78-9 Imaginario cultural, construccin de identidades de gnero y violencia: formacin para la igualdad en la adolescencia / [equipo de investigacin, Isabel Martnez Benlloch et al.]. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 2008 320 p.; 24 cm. (Estudios; 103) Bibliografa Anlisis de la internalizacin que realizan los y las adolescentes de los mitos, roles y prejuicios sexuales, aprendidos a travs de la cultura y los medios de comunicacin, y de cmo afectan estas a las relaciones entre sexos, especialmente a las relaciones amorosas entre chicos y chicas. La asimilacin por parte de los jvenes de dichas creencias repercute en la resolucin de los conflictos de una forma violenta por parte de los chicos y de una forma pasiva por parte de las chicas. ISBN 978-84-7799-999-7

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Informe anual del observatorio estatal de violencia sobre la mujer / Coordinado por: Mercedes Bengoechea Bartolom; Francisco Javier lvarez [et al.]. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Subdireccin General de Informacin Administrativa y Publicaciones, 2007 215 p.: graf.; 24 cm.. (Contra la Violencia de Gnero. Documentos; 1) Se expone la evolucin de la violencia de gnero y la efectividad de las medidas acordadas para la proteccin de las vctimas, con propuestas de actuacin para garantizar el mximo nivel de tutela para las mujeres. Segn la Ley de Medidas de Proteccin Integral contra la Violencia de Gnero, se establece la realizacin de este informe anual y sucesivos. Contiene anexos con indicadores de violencia de gnero que pretenden contribuir a un mejor conocimiento de este fenmeno social en base a la difusin de informacin. http://www.el-refugioesjo.net/maltrato/informe-anual-observarorio.pdf Daz-Aguado Jaln, M Jos Juventud y violencia de gnero / M Jos Daz-Aguado Jaln. Alicante: [Generalitat Valenciana], 2005 33 p.; 30 cm. Ponencia presentada a las XX Jornadas de Coordinacin de Defensores del Pueblo Estructurada en cuatro apartados: 1) La relacin entre el sexismo y la violencia, y cmo ambos problemas encuentran en la juventud una etapa de especial relevancia para su reproduccin o erradicacin.- 2) Los avances y limitaciones que se observan en la superacin del sexismo y la violencia de gnero entre la juventud.- 3) Cmo prevenir estos problemas desde la educacin.- 4) Recomendaciones sobre la respuesta de las administraciones ante el riesgo de reproduccin de la violencia de gnero desde la juventud. http://portales.gva.es/sdg/Jornadas/conferencia%20Diaz-Aguado.pdf La construccin de la igualdad y la prevencin de la violencia contra la mujer desde la educacin secundaria / M Jos Daz-Aguado, Rosario Martnez Arias [dtoras.]. Madrid: Instituto de la Mujer, 2001 7 p.: tab.. (Estudios; 73) Bibliogr.: p. 420-447 Se recogen una serie de estudios orientados en torno a los siguientes objetivos generales: conocer hasta qu punto se han superado el sexismo y el riesgo de violencia de gnero en los adolescentes actuales; y desarrollar programas educativos eficaces que permitan reducir las condiciones de riesgo detectadas. De hecho, se presenta un programa de intervencin al respecto. ISBN 84-7799-967-8 La violence dans les relations amoureuses chez les jeunes ages de 12 a 21 ans: Une tude mene en Communaut franaise de Belgique: Rapport final de recherche. Bruselas: Direction de lEgalit des Chances, 2009 225 p.: tab., grf.; 30 cm. Este estudio realizado a travs de encuestas cualitativas en profundidad, grupos de discusin y encuestas on-line revela que 9 de cada 10 jvenes afirman haber sido vctimas de actos de violencia en sus relaciones amorosas (91 %), principalmente de violencia verbal, psicolgica o moral, de los cuales el 32 % son vctimas siempre o a menudo. Los chicos recurren proporcionalmente mas a la violencia fsica y a las maniobras de dominacin, en tanto que las chicas recurren a actos de negacin y manipulacin. http://www.egalite.cfwb.be/fileadmin/sites/sdec/upload/sdec_super_editor/s dec_editor/documents/violence_envers_femmes/Etude_Violences_dans_les_ relations_amoureuses_des_jeunes_2009_01.pdf

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La violencia de gnero en las mujeres jvenes: Informe / Presenta: Comisin para la investigacin de malos tratos a mujeres. [Madrid]: Comisin para la investigacin de malos tratos a mujeres, 2005 19 p.; 30 cm. Se exponen datos, a partir de distintas fuentes, como que el 80 por ciento de las chicas jvenes piensa que se puede causar violencia a alguien al que se quiere. Asimismo, el 75 por ciento de los chicos considera que no existe relacin entre la falta de amor y el maltrato. http://www.educarenigualdad.org/Upload/Mat_29_Informe%20menores.doc Carrillo Contreras, Francisco La violencia de gnero y la adolescencia / Francisco Jess Carrillo Contreras 5 p.; 30 cm. En: Contribuciones a las Ciencias Sociales. mayo 2009 Expone una serie de actividades llevadas a cabo desde una tutora, a travs de debates, encuestas, trabajos, etc., con la finalidad de detectar y modificar determinadas actitudes latentes perjudiciales entre los alumnos de secundaria, en relacin a la violencia de gnero. http://www.eumed.net/rev/cccss/04/fjcc.htm Alberdi Alonso, Ins La violencia domstica: informe sobre los malos tratos a mujeres en Espaa / Ins Alberdi, Natalia Matas. Barcelona: Fundacin la Caixa, 2002 313 p.: tab.. (Estudios Sociales; 10) Edicin electrnica disponible en internet: www.estudios.lacaixa.es Bibliogr.: p. 305-313 Informe elaborado a partir de datos estadsticos y encuestas, en el que se constata la violencia contra mujeres, fsica, sexual y psquica, en el marco de la familia patriarcal, y la tendencia a su incremento ante oposiciones larvadas al proceso de igualdad de gnero. Por ello se recomiendan como medidas preventivas la educacin en la igualdad, mejora en la actuacin judicial y programas de sensibilizacin de la opinin pblica, en lo cual deben participar la familia, la escuela y los medios de comunicacin. ISBN 84-88099-48-7 http://obrasocial.lacaixa.es/estudiossociales/vol10_es.html Maltractaments a dones joves, un problema real En: Papers de joventut. n. 50 (enero-febrero 2004); p. 5-6 El constante incremento de la violencia contra las mujeres hace necesario sensibilizar a las administraciones en la adopcin de las medidas legales necesarias para atajar urgentemente la espiral agresiva de los ltimos tiempos, y aunar esfuerzos en la erradicacin de esta lacra social, mediante actuaciones educativas y preventivas. Urruzola Zabalza, Mara Jos No te les con los chicos malos: Gua no sexista dirigida a chicas / M Jos Urruzola. [S.l.]: [s.n.], 2005 120 p.: fot.; 30 cm. El objetivo es proporcionar a las jvenes que comienzan sus primeras relaciones las claves para aprender sobre el amor y tener buenas experiencias con los chicos. Aborda temticas como la violencia contra las mujeres o la sexualidad e incluye recursos para mujeres. http://www.educarenigualdad.org/Upload/Mat_8_Doc_5_Notelies.pdf Bjerrum Nielsen, Harriet Noisy girls: new subjectivities and old gender discourses / Harriet Bjerrum Nielsen En: Young. vol. 12, n. 1 (febrero 2004); p. 9-30. ISSN 1103-3088

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Despus de superada la modernidad, las mujeres jvenes se enfrentan al nuevo reto de diferenciarse como gnero y definir una serie de comportamientos que sern el eje distintivo de las generaciones actuales. Meras Lliebre, Ana Prevencin de la violencia de gnero en adolescentes / Ana Meras Lliebre En: Revista de estudios de juventud. n. 62 (septiembre 2003); p. 143-150. ISSN 0211-4364 Un estudio descriptivo realizado en institutos madrileos con adolescentes de edades comprendidas entre los 15 y 19 aos, nos permite recoger informacin sobre las creencias y roles sociales presentes en la juventud, en relacin con diversos mitos que perpetan y justifican la violencia de gnero. Una violencia, que tiene su origen en profundas races psicosociales y culturales de larga trayectoria histrica y universal. http://www.mtas.es/injuve/biblio/revistas/Pdfs/numero62/art11.pdf Programa Prevencin de agresiones sexuales en adolescentes / Asociacin de Ayuda a Vctimas de Agresiones Sexuales y Violencia Domstica. [Len]: ADAVAS, [2001] 48 p.: grf., tab. Separata: folleto sobre agresiones sexuales Incluye anexos Presentacin del trabajo desarrollado por la Asociacin entre 1997-2000 con cursos, charlas, jornadas y conferencias dirigidos tanto a menores de entre 12 y 17 aos como a educadores y otros profesionales que estn en contacto con adolescentes. Los resultados obtenidos a partir de cuestionarios indican que se mantienen las mismas actitudes y creencias sexistas que se daban en generaciones anteriores, y de ah la importancia de adoptar estrategias preventivas contra la violencia sexual. Relaciona: una propuesta ante la violencia. Madrid: Instituto de la Mujer, 2001 77 p. (Cuadernos de Educacin no Sexista; 11) El Proyecto Relaciona es una iniciativa del Instituto de la Mujer, cuyo objetivo es promover la reflexin sobre la violencia en los centros educativos y apoyar acciones dirigidas a eliminarla, prestando especial atencin al que se ejerce contra las mujeres. Para ello, se recogen textos que reflejan algunas experiencias desarrolladas en diversos centros. Seleccin de referencias documentales sobre adolescencia y comportamiento de gnero / Injuve En: Revista de estudios de juventud. n. 73 (junio 2006); p. 126-138. ISSN 0211-4364 http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=281617906 Daz-Aguado Jaln, M Jos Sexismo, violencia de gnero y acoso escolar: propuestas para una prevencin integral de la violencia / Mara Jos Daz-Aguado En: Revista de estudios de juventud. n. 73 (junio 2006); p. 38-57. ISSN 0211-4364 Los programas de prevencin integral contra la violencia aplicados en la escuela con adolescentes son eficaces para disminuir el sexismo, reducir el acoso entre iguales (en la escuela y en el ocio) y mejorar las relaciones con el profesorado. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1931043341 Olmeda Valle, Amparo Teora y anlisis de gnero: gua metodolgica para trabajar con grupos / Amparo Olmeda Valle, Isabel Frutos Frutos. Madrid: Mujeres jvenes, D.L. 2001 128 p. Bibliogr.: p. 125-128

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Anlisis de los roles sociales que se asignan a las mujeres y a los hombres de forma diferenciada, sustentados en estereotipos discriminatorios. Esto se concreta en el estudio de la violencia contra las mujeres, la divisin sexual del trabajo, el uso discriminatorio del tiempo, el uso de los diferentes espacios, la educacin sentimental y el uso androcntrico del lenguaje. Adems, se propone una metodologa y una serie de dinmicas de grupo para trabajar la temtica del gnero. ISBN 84-699-4048-1 Hernndez Morales, Graciela Tomar en serio a las nias / Graciela Hernndez Morales, Concepcin Jaramillo Guijarro, M Jess Cervio Saavedra. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 2005 92 p. (Cuadernos de Educacin No Sexista; 17) Anlisis de la situacin de la mujer desde la primera educacin infantil, partiendo de los estereotipos diferenciales que van marcando los distintos sexos y resaltando la necesidad de una educacin preventiva contra la violencia que subyace en la sociedad. http://www.migualdad.es/mujer/publicaciones/docs/cuaderno17.pdf Ramberg, Ingrid Violence against Young Women in Europe: seminar report, EYC Budapest 21-27 May 2001 / Ingrid Ramberg. Budapest: European Youth Centre, 2001 186 p. La violencia contra las mujeres es una prctica generalizada a lo largo de todos los pases y continentes por lo que se hace urgente disponer de instrumentos legales y preventivos para atajar esta lacra social. En este seminario se han compartido experiencias y se han identificado estrategias educativas y sociales a nivel europeo. ISBN 92-871-4834-1 http://www.youthministers2005.hu/download.php?ctag=download&docID=672 Muoz Rivas, Marina Julia Violencia contra la mujer en las relaciones de noviazgo: Causas, naturalez y consecuencias: Ao 2003- Ao 2006 / Marina Julia Muoz Rivas. Madrid: Instituto de la Mujer, 2006 64 p.: tabl., grf.; 30 cm. Trabajo de investigacin: Memoria final - Universidad Autnoma de Madrid Bibliogr.: p. 160-163 El conocimiento de las tasas de violencia en las relaciones de noviazgo es uno de los objetivos prioritarios de muchas de las investigaciones centradas en el estudio de la poblacin adolescente y joven. Los datos analizados sealan la necesidad de detectar no slo los porcentajes de violencia en la esta poblacin, sino tambin aquellas variables que puedan predecir tanto la violencia (factores de riesgo) como la no violencia (factores de proteccin) y que garanticen la eficacia de las intervenciones dentro del campo de la prevencin. ISBN 978-84-690-9058-9 http://www.migualdad.es/mujer/mujeres/estud_inves/Noviazgo.pdf Cantera, Itziar Violencia contra las mujeres jvenes: la violencia psicologica en las relaciones de noviazgo: Resumen del informe final, Marzo 2009 / Itziar Cantera, Ianire Estbanez, Norma Vzquez 64 p.: tabl.; 30 cm. Investigacin realizada con la colaboracin de BBK, Emakunde y Gobierno Vasco Investigacin sobre la violencia psicolgica ejercida a chicas de entre 15 y 25 aos por sus parejas y la percepcin que tienen de ella, por medio de una escala, elaborada al efecto, en un momento en que la alarma social se

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centra en la violencia fsica con resultado de muerte, y parece que la violencia de tipo psicolgico est normalizada peligrosamente. http://www.scribd.com/doc/14533258/Resumen-informe Violencia de gnero: algunas cuestiones bsicas / Esperanza Bosch Fiol, comp.. Madrid: Formacin Alcal, [2008] 249 p.; 24 cm. (Accin social) Bibliografa A travs de los textos de varias autoras se exponen algunas de las claves bsicas para un acercamiento multidisciplinar al tema de la violencia contra las mujeres. ISBN 978-84-96804-75-3 Violencia de gnero: factores psicosociales comunes y especficos de gnero relevantes en la violencia de preadolescentes y adolescentes: Abstract / Equipo investigador dirigido por: Carmen Santisteban Requena; Universidad Complutense de Madrid. [Madrid]: Instituto de la Mujer, 2004 10 p.; 30 cm. En portada: Diciembre 2001- Noviembre 2004 El objetivo de este Proyecto es proporcionar informacin cientfica relevante que ayude a los responsables de los mbitos educativos y sanitarios y a la familia a comprender mejor las actitudes violentas en los adolescentes y, consiguientemente, que les permita disear programas de educacin e intervencin para prevenir, y en lo posible controlar, la violencia en general y ms concretamente la violencia de gnero. http://www.mtas.es/mujer/mujeres/estud_inves/589%20.pdf Daz Nieto, scar Violencia de pareja entre adolescentes: agresores y vctimas: Asesoramiento y mediacin / scar Daz Nieto. San Sebastin: Gobierno Vasco. Departamento de Justicia, Empleo y Seguridad Social, 2008 10 p.: tabl.; 30 cm. Ponencia presentada al II Congreso Interdisplininar de Violencia de Gnero e Intrafamiliar Aproximacin al fenmeno de la violencia de gnero desde la ptica que los operadores psicosociales de la Administracin de Justicia tienen cuando una conducta violenta entre dos adolescentes salta al mbito de lo pblico a travs de su encartacin en un procedimiento judicial de la jurisdiccin penal. http://www.justizia.net/Docuteca/Documentos/4607T4%20OscarDiaz.pdf Ya es hora de que nos escuchen!: La respuesta de la juventud al Informe de la Reunin del Grupo de Expertos sobre la eliminacin de todas las formas de discriminacin y violencia contra la nia / Comisin de la Condicin Jurdica y Social de la Mujer, 51 perodo de sesiones; 26 de febrero a 9 de marzo de 2007, Naciones Unidas, Nueva York. Nueva York: Unidad para el Desarrollo y la Participacin de los Adolescentes, 2007 28 p.; 28 cm. Refleja los puntos de vista y las recomendaciones de ms de 1.300 jvenes de 59 pases y elabora unas conclusiones, que se obtuvieron a partir de encuestas y grupos especiales, sobre la cuestin de la eliminacin de la discriminacin y la violencia contra las nias. Las prcticas mencionadas con ms frecuencia en este informe fueron la dote y el precio de las novias, los matrimonios infantiles y forzados, la preferencia por los varones, el machismo y la carga de trabajo que sufre la mujer. ISBN 978-92-806-4143-1

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Colaboran en este nmero


Miguel Lorente Acosta Licenciado en Medicina y Ciruga con sobresaliente en 1986 Doctor en Medicina y Ciruga, Apto cum laude. Premio Extraordinario del doctorado. Mdico Forense por oposicin desde 1988 Profesor Asociado de Medicina Legal de la Universidad de Granada desde 1988 Acadmico Correspondiente de la Real Academia de Medicina y Ciruga de Granada desde 1996 Especialista en Medicina Legal y Forense Director del Instituto de Medicina Legal de Granada (julio 2003-mayo 2005) Coordinador General de los Institutos de Medicina Legal de Andaluca (Mayo 2005 Diciembre 2006) Director General de Asistencia Jurdica a Vctimas de Violencia. Consejera de Justicia. Junta de Andaluca (Desde diciembre de 2006 a abril de 2008) Delegado del Gobierno para la Violencia de Gnero (Desde abril de 2008) Mara Jos Daz-Aguado Catedrtica de Psicologa de la Educacin, Directora del Master Programas de intervencin en contextos educativos y de la Unidad de Psicologa Preventiva, en la Universidad Complutense de Madrid. Desde donde ha dirigido una extensa serie de investigaciones sobre la construccin de la igualdad y la prevencin de la violencia, reconocida con numerosos galardones: como el Premio al Mejor libro de Educacin por: Del acoso escolar a la cooperacin en las aulas (Pearson, 2006), el Premio Extraordinario por la Erradicacin del Racismo y la Xenofobia, concedido en 1997, por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Desde la Presidencia Espaola de la UE dirigi en 2002 el Estudio sobre las medidas para la erradicacin de la violencia de gnero en la Unin Europea, y de 2006 a 2009 ha dirigido el estudio Estatal sobre la Convivencia Escolar por encargo del Ministerio de Educacin, con la colaboracin de las 17 Comunidades Autnomas Ana Rubio Castro Profesora Titular de Filosofa del Derecho y Filosofa Poltica de Facultad de Derecho de la Universidad de Granada. Colaboradora del Instituto Andaluz de la Mujer. Profesora de diferentes doctorados y master en materia de derechos humanos, igualdad de gnero y derecho antidiscriminatorio. Autora de investigaciones feministas tales como: Feminismo y ciudadana (1997). La globalizacin y la democracia como forma de vida (2000). Los desafos de la familia matrimonial (2000). Gnero y desarrollo: la internacionalizacin de los derechos humanos de las mujeres (2002). Las medidas antidiscriminatorias: entre la igualdad y el control en la LOEXIS (Ley de Extranjera) (2001). El derecho a la igualdad y a la no discriminacin Art. 14

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CE (2002). Nacionalidad y ciudadana: una relacin a debate (2003). Anlisis jurdico de la violencia contra las mujeres (2004). La representacin poltica de las mujeres: del voto a la democracia paritaria (2005), Ciudadana y sociedad civil: avanzar en la igualdad desde la poltica (2007). Los costes sociales de la desigualdad y la individuacin en la familia (2008). En la actualidad centra su investigacin en las polticas pblicas de igualdad y la violencia de gnero. Laia Falcn Doctora en Sociologa del Arte por la Universidad Sorbonne de Pars y en Comunicacin Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid, especializndose en la construccin de personajes de ficcin desde una perspectiva de gnero. Es profesora en la Facultad de Ciencias de la Informacin de la Universidad Complutense (Direccin cinematogrfica y Realizacin Audiovisual) y en el Mster en Programas de Intervencin en Contextos Educativos de la Facultad de Psicologa de la citada universidad. Como directora del rea audiovisual de la Unidad de Psicologa Preventiva de la UCM ha realizado los documentos videogrficos de prevencin de la violencia y drogodependencias que dicha unidad viene produciendo desde 2003 hasta la actualidad en colaboracin con el INJUVE, el Ayuntamiento de Madrid y la Televisin Educativa Iberoamericana. Dora Aguirre Hidalgo 1990-1992 Promotora Social del programa Red Comunitaria para el desarrollo infantil, coordinacin Ayuntamiento del Cantn Pimampiro-Ecuador 1992 Coordinadora tcnica del programa Red Comunitaria para el desarrollo infantil de la Provincia de Imbabura. Ecuador 1993 Asesora en elaboracin de proyectos de cooperacin de la Asociacin AJUCODE 1994-1996 Formacin, tcnica especialista en administracin. 1997 Cofundadora de la Asociacin Rumiahui Hispano-Ecuatoriana para la Colaboracin al Desarrrollo. Madrid 1997-2009 Presidenta de la Asociacin Rumiahui Hispano-Ecuatoriana para la Colaboracin al Desarrollo, por tres perodos consecutivos. EspaaEcuador 2005-2009 Vocal del Foro para la Integracin Social de los Inmigrantes 2005-2009 Representante del Foro para la Integracin Social de los Inmigrantes, en el Observatorio Estatal Contra la Violencia de la Mujer 2008-2009 Miembro del Consejo Asesor de la Fundacin Casa de los Pueblos 2008-2009 Miembro del Observatorio Andino de Migraciones 2004-2009 Miembro del Comit Organizador Internacional de la Cumbre de Comunidades Migrantes Latinoamericanas. 2009 Presidenta de Honor de la Asociacin Rumiahui Hispano-Ecuatoriana 2009 Asamblesta en representacin de los y las ecuatorianas en Europa, Asia y Oceana. Asamblea Nacional del Ecuador. Ana Isabel Vargas Gallego Ingres en la Carrera Fiscal en el ao 1987, siendo su primer destino la Audiencia Territorial de Barcelona. En el ao 1989, se traslad a Madrid, donde estuvo destinada en el Juzgado de Instruccin n 28 de Madrid. Durante dos aos lo compatibiliz con el cargo de Fiscal Delegada en Madrid de la Fiscala Anticorrupcin.

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En el ao 1989 asumi la Coordinacin de la Fiscala de Madrid en Violencia Domstica. En el ao 2004 fue destinada a la Secretara Tcnica de la Fiscala General del Estado, donde sigui ocupndose de esta materia. Desde el ao 2005 es la Fiscal Adscrita a la Fiscal de Sala de Violencia de Gnero, cargo que desempea en la actualidad. Tiene amplia experiencia docente en la materia de violencia domstica, y posteriormente de violencia de gnero, habiendo participado como ponente en numerosos Cursos y Congresos de orden nacional e internacional. Fernando Gonzlez Hermosilla Licenciado en Filosofa y Sociologa. Diplomado en Sociologa de la Cultura. Sus primeros estudios sobre asuntos relacionados con la mujer datan de los ochenta: El universo de la madre soltera (1984) y Actitudes de las espaolas ante el feminismo (1985-86). En las dcadas siguientes dirige varias investigaciones sobre la discriminacin de las mujeres en su incorporacin al trabajo asalariado, realiza un trabajo antropolgico sobre Nias madres en Canarias: los embarazos prematuros y se va adentrando en el asunto de la violencia de gnero a travs de varios estudios que se culminan con la publicacin de La Construccin Social de la Violencia de Genero en 2008. Heinrich Geldschlger Psiclogo y psicoterapeuta. Actualmente coordinador del Servicio de Apoyo a las Familias contra la Violencia Machista del Ayuntamiento de Barcelona, gestionado por la Fundacin Instituto de Reinsercin Social (IRES). Experto en la intervencin con hombres que maltratan en la que trabaja desde el 2000. Posgrado en Psicoterapia cognitivo social por la Universidad de Barcelona. lvaro Ponce Antezana Psiclogo y Psicoterapeuta, trabaja actualmente como psiclogo en el servicio de atencin a hombres para la promocin de relaciones no violentas (SAH). Es candidato a doctor en Psicologa Social por la Universidad Autnoma de Barcelona (UAB), Mster en investigacin social por la UAB, Diplomado en investigacin social por la UAB, y Mster en Psicoterapia cognitivo social por la Universidad de Barcelona. Oriol Gins Canales Licenciado en Psicologa y DEA en el programa de doctorado Cognicin, Emocin y Conflictos interpersonales de la Universidad de Barcelona. Ha sido terapeuta grupal en el Servicio de Atencin a Hombres que Maltratan (SAH) y en el Servicio de Atencin a Nios y Nias que han sufrido malos tratos (SAN). Actualmente desarrolla el programa de sensibilizacin y prevencin CANVIEMHO, que pretende el cambio de los hombres y de la masculinidad tradicional ante la discriminacin y la violencia contra las mujeres. Ana M Prez del Campo Presidenta de la Federacin de Mujeres Separadas y Divorciadas y Vocal del Observatorio Violencia de Gnero del Ministerio de Igualdad. M Jess Milln Magistrada especialista en menores.

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Licenciada en derecho por la Universidad Autnoma de Madrid en junio de 1986, ingres en la carrera judicial el 14 de octubre de 1988. Desde esta fecha ha desempeado su trabajo como titular del Juzgado de Distrito n 26 de Madrid, del Juzgado de Instruccin n 32 de Madrid, del Juzgado de lo Penal n 12 de Madrid, especializado en ejecucin penal y del Juzgado de lo Penal n 26 de Madrid. En marzo de 2007 se traslad desde la jurisdiccin penal de adultos, donde haba permanecido desde diciembre de 1990, a la jurisdiccin de menores, como titular del Juzgado de Menores n 2 de Madrid. Aprob las pruebas de especializacin como Juez de Menores convocadas por Acuerdo del Pleno del Consejo General del Poder Judicial de 14 de marzo de 2007. Ha sido miembro de la comisin mixta designada por el Consejo General del Poder Judicial en virtud del convenio de 4 de junio de 1998 de colaboracin entre el Consejo General del Poder Judicial y el Ministerio del Interior para la realizacin de actividades de estudio sobre el resultado de tratamientos penitenciarios en internos condenados por delitos de violencia de gnero. Actualmente es miembro del grupo de expertos asesores en materia de violencia domstica y de gnero, del Observatorio sobre la Violencia Domstica y de Gnero del Consejo General del Poder Judicial. Antonio Martnez Campos Educador en el Departamento Hombres por la Igualdad de la Delegacin de Igualdad y Salud del Ayto. de Jerez de la Frontera. Miembro del grupo de hombres Hombrecitos de Madera. Isabel Carvajal Subdirectora General de Prevencin y Gestin del Conocimiento sobre Violencia de Gnero de la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero del Ministerio de Igualdad. Ana Vzquez Jefa del Servicio de Estadstica de la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero del Ministerio de Igualdad. M Jess Peyro Consejera Tcnica de la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero del Ministerio de Igualdad. Josefa Valdemoro Jefa de Seccin de la Delegacin del Gobierno para la Violencia de Gnero del Ministerio de Igualdad.

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La violencia de gnero es la manifestacin ms cruenta de la desigualdad entre mujeres y hombres, es la violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas carentes de los derechos mnimos de libertad, respeto y capacidad de decisin. Este monogrfico se compone de doce artculos que podramos agrupar en cuatro grandes grupos. En el primero, se hace un anlisis general detallado de cmo crecen y evolucionan los y las jvenes y adolescentes bajo los modelos de relaciones tradicionales y la repercusin que stos tienen en la formacin de la identidad de las mujeres. En el segundo, se aborda el fenmeno de la violencia de gnero desde el punto de vista de las mujeres jvenes, en la escuela y en la familia; de cmo en esos espacios las jvenes van configurando su personalidad y el papel que van a ocupar en el mundo. Tambin se aborda la recuperacin de las jvenes sometidas a violencia machista y la problemtica de las mujeres jvenes inmigrantes vctimas de violencia de gnero. En el tercer bloque, se examina cual es el papel de la Jurisdiccin de Menores y de la Fiscala ante los jvenes maltratadores y las vctimas de violencia de gnero. Y por ltimo, el cuarto bloque hace referencia a los hombres jvenes; se analiza de qu forma construyen la realidad social en la que viven, cmo es el discurso machista, de qu manera prevenir todas estas actitudes y finalmente cmo se puede intervenir para su rehabilitacin.

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