Intervención Judicial - Dra-Baranda
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CONSIDERACIONES PRELIMINARES
La sociedad mercantil es una realidad jurídica a una forma de ejercer una actividad
económica que la ley reconoce como medio técnico para que todo un grupo organizado de
individuos, a través de la creación de un sujeto, pueda realizar el fin lícito que se propone. (2)
“La razón político-social por el cual el ordenamiento jurídico permite que en el ejercicio de
la autonomía privada los particulares recurran al “Privilegio” de constituir una persona jurídica,
estableciendo en cabeza de ella los vínculos que normalmente deberían constituirse en cabeza de
los miembros del grupo, responde a que tal organismo persiga fines lícitos en su sustancialidad”. (3)
La sociedad comercial es un sujeto que tiene una capacidad que es general (art. 58) y el
órgano no tiene capacidad sino competencia.
Es un tema aceptado en doctrina que el objeto mide la capacidad de la sociedad (5). En ello
radica la importancia del objeto social y así lo capta la Ley 19.550 al establecer que debe ser
determinado y preciso.
Dada la naturaleza funcional que el objeto tiene dentro del contrato constitutivo, Fargosi
se encarga de sintetizar sus funciones (5).
Se advierte entonces que el objeto delimita las facultades y la competencia de los órganos
sociales.
El Código de Comercio nada preveía al respecto y por ello la jurisprudencia fue elaborando
una doctrina, en base a los autores comercialistas, en torno a la aplicación del art. 1684 del Código
Civil (a partir del año 1948). Aunque no hubo total coincidencia respecto al interés tutelable, los
doctrinarios insistieron que ese interés era el de la sociedad, partiendo del principio de la
conservación de la empresa y que la medida, salvo supuestos excepcionales, no es de aplicación a
aquellos tipos sociales en que existe un órgano deliberativo diferente del administrador y que
puede revocar “ad – nutum” a éste.(7)
Lo cierto es que siempre se consideró como una medida cautelar de carácter grave y
excepcional, que los jueces deben manejar con mucha reserva ya que rompe el equilibrio de las
normas que rigen la estructura societaria y porque la repercusión exterior que supone la injerencia
del tribunal en la conducción de los negocios, crea en los terceros incertidumbres y alarma sobre
la verdadera situación de la sociedad.
LEY DE SOCIEDADES: La Sección XIV del Capítulo I de la ley viene así a llenar un vacío muy
importante en nuestra legislación receptando los valiosos antecedentes doctrinarios y la vasta
experiencia judicial en el tema, como lo aclara la Exposición de Motivos. Mediante normas de
carácter netamente procesal – algunas como los Arts., 116 y 117 para evitar expresamente las
discrepancias en la interpretación – reglamenta la procedencia, condiciones y el funcionamiento
de la intervención judicial.
NATURALEZA: Es una medida precautoria, cautelar; y como tal se dicta “inaudita parte”, no
produce cosa juzgada, es siempre revocable porque es provisional. Está supeditada al proceso
iniciado (no es necesario que la demanda sea contestada); se conceptúa como mero
procedimiento para obtener medidas provisionales de conservación, aseguramiento o prevención.
(8)
Es una medida de extrema gravedad, por ello siempre habrá de apoyarse en la ley y en una
causa legítima.
Hay que tener en cuenta que la intervención judicial, aunque se parezca a otras medidas
de este tipo, debe ser considerada en todos los casos desde el punto de vista del derecho
societario y de la especial connotación que tiene el contrato plurilateral de organización; de ahí el
criterio restrictivo reclamado por esta ley (Art. 114); de modo que aun acreditados todos los
recaudos enumerados, el mayor peligro lo debe constituir el “no obrar con rapidez”.
REQUISITOS: La ley regula los requisitos para hacer efectiva esta excepcional medida:
1) Ejercer la acción de remoción del administrador social (Art. 114), que hace al fondo del
derecho, por lo menos conjuntamente. No basta cualquier pleito para justificar esta
petición, es indispensable que la acción promovida sea con la finalidad de obtener la
definitiva separación del administrador.
2) Se requiere la calidad de socio (Art. 114), para lo cual se acompañará el contrato
constitutivo con las constancias de inscripción, o las acciones (las que pueden
reemplazarse en las formas que prevé la ley). De modo que corresponde negarla cuando el
peticionante es un tercero, aunque sea el cónyuge del socio, o un acreedor de la sociedad
o del socio o un cesionario. (9) Resulta interesante ver el fallo en el caso “Banco Francés
c/Ingenio Ledesma”, del 15/3/71 y el voto en disidencia del Dr. Castillo.
3) Peligro en la demora para los intereses sociales (Art. 114). Se debe invocar una causa
legítima: no basta el pleito ya instaurado tendiente a la remoción del administrador social,
se requiere como condición esencial que su actuación atente directamente contra la
integridad del patrimonio de la sociedad. Que exista un serio peligro en no obrar con
rapidez. Es lo que justifica esta medida tan singular; el peligro debe ser real y grave, de
urgente necesidad, de modo que la medida sea para prevenir, sin llegar a constituir, en sí
misma, un exceso de precaución.(10)
4) Que se han agotado todos los recursos acordados por el contrato social (Art. 114); lo cual
significa que la petición se vuelve indispensable por insuficiencia de los demás recursos ya
utilizados.
La importancia de este requisito radica en que, normalmente el contrato social
determina soluciones y organiza el funcionamiento de los órganos y el control interno, a
través de los mismos socios (como dijera el Dr. Fargosi en una disertación: los socios se
cuidan muy bien solos).
La actuación de los órganos, en las sociedades de organismo diferenciado o
complejo, por la naturaleza de las deliberaciones, se presenta como un acto colegial, rige
el principio de la mayoría; es poco probable que esa mayoría no halle un recurso adecuado
para solucionar el problema y su gravedad.
Los socios gobiernan la sociedad en paridad de condiciones; deciden según lo
establecen las pautas del contrato; a veces y por diversas causas, encuentran una valla en
la resolución de la mayoría que dirige y surge entonces el peligro.
a) En las sociedades de interés “se dará por cumplido el requisito si resulta de aplicación
imposible atento al resultado previsible por la distribución del capital social entre los
socios o la convocación infructuosa de la asamblea, etc.”(11)
En estos tipos el administrador social, aun designado en el contrato constitutivo,
puede ser removido sin justa causa, por decisión de la mayoría de capital, salvo que se
haya establecido lo contrario, caso en el cual, planteada la cuestión ante el tribunal,
cualquier socio puede pedirla al juez, invocando fehacientemente la existencia de la justa
causa y los requisitos ya enunciados (art. 129, 136 y 143).
b) En las sociedades anónimas, y aquellas a las que se aplica este régimen, la situación es
diferente. Estos tipos tienen un órgano de gobierno para enjuiciar a los administradores y
su remoción es siempre ad – nutum (Art.256); sólo la asamblea es competente para
resolver la situación y dispone de los remedios necesarios: a partir de allí debemos
considerar la viabilidad de la petición de esta medida: el socio deberá acreditar que agotó
los recursos o sea que: 1) la asamblea no puede funcionar o en el tiempo que demora su
convocatoria reside el mayor peligro; 2) que la asamblea no accedió al pedido de remoción
(art. 265 in fine). Si bien es cierto que este artículo se refiere sólo a la remoción por
incompatibilidad o interdicción, estamos de acuerdo con Farina (12) en extenderla a los
casos de irregularidad en el desempeño de la gestión social. Por supuesto que el director o
síndico sólo pueden pedir la intervención judicial si revisten la calidad de socios.
En el caso que la asamblea haya resuelto exentos de responsabilidad a los
administradores, el socio disidente deberá impugnar, mediante acción judicial (art. 251), la
nulidad de tal resolución; aún cabe ese recurso en la ley.
c) En las Cooperativas, entendemos, que se aplican las mismas reglas, atendiendo a las
características propias del instituto. Si bien la ley 20.337, no regula especialmente la
intervención judicial, la menciona en el Art. 100 Inc. 10 ap.b. Además se aplican
supletoriamente las disposiciones de las sociedades anónimas a las cuales alcanzan las
disposiciones del capítulo que comentamos.(13)
5) Todas estas especiales circunstancias el juez deberá valorar con suma cautela para
conceder la intervención con “carácter restrictivo”.
Las causas invocadas deben ser estudiadas con mucho cuidado, tratando de evitar,
que, de una apreciación apresurada o superficial de cualquiera de las circunstancias de
hecho, se incurra en un error irremediable, peligro que deriva de la decisión “inaudita
parte” que se da a esta clase de incidentes y sus medidas.
6) Se exige Contracautela: la ley ha tenido en cuenta también el interés de quien habrá de
soportar la medida; de esta manera se pone en armonía los opuestos intereses de los
litigantes. Dada la incidencia considerable que significa en el funcionamiento de la
sociedad, creemos que salvo el caso que se disponga un mero veedor con limitadísimas
facultades, en los demás casos, la contracautela deberá ser siempre real y suficiente,
puesto que tiene que cubrir no sólo las costas eventuales sino los perjuicios que puede
significar una intervención injusta, esto es, sin justa causa, a la sociedad. Es que por vía
cautelar, se puede llegar a la consagración de una situación que resulta una verdadera
sentencia, una condena sin juicio previo irrogando perjuicios ingentes, pérdidas cuantiosas
que la parte peticionante debe garantizar en su justa medida.(14)
CASOS ESPECIALES
CLASES DE INTERVENTORES: El art. 115 especifica tres formas que la medida puede revestir:
1) Mero Veedor: cuya función consiste en la vigilancia y control de la gestión social de los
administradores; sus operaciones y actividades, debiendo informar al juzgado todos los
hechos y circunstancias que pudieran incidir en la marcha normal de los negocios que
constituyen el objeto social.
2) Coadministrador: cuando la situación no justifica la remoción del órgano de
administración, se designará un funcionario que, dentro de las facultades específicamente
conferidas, actuará conjuntamente con aquéllos.
3) Administrador provisorio: éste es el caso más grave pues este funcionario desplaza a la
administración natural; significa la separación anticipada de los órganos propios. Es un
representante de la sociedad por disposición judicial cuyo mandato no proviene de la
voluntad de los socios. Sus facultades, aun fijadas por el juez, son muy amplias, puesto que
debe dirigir todos los negocios sociales.
Puede concluir antes, cuando hayan cesado los motivos que la determinaron o haya
desaparecido el peligro y su gravedad; la decisión corresponde al juez que concedió la medida.
Entendemos que tales funcionarios deben rendir cuentas de acuerdo a las disposiciones
del Código de Comercio (Art. 68 y sgtes) y que también tienen todas las responsabilidades que la
ley y el estatuto de la sociedad intervenida les imponen; sus funciones están asimiladas a las de un
buen administrador.
CITAS BIBLIOGRÁFICAS