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Capítulo V

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V.

AGRESIONES CONTRA LA VIDA HUMANA


Antes de abordar este conflictivo tema, es fundamental determinar la cuestión del
momento en que se inicia la vida humana como tal. Sobre este punto se suelen dar
dos posiciones bien diferenciadas. La primera afirma que desde el momento mismo
de la concepción el feto está “vivo” y es humano. La otra sostiene que no se puede
hablar de persona humana sino desde el momento mismo del nacimiento, cuando
la criatura sale libre del vientre de la madre. El feto -dicen- no es viable fuera del
útero, no es todavía humano.

La Iglesia sostiene la primera posición y por ello presentamos a continuación los


fundamentos de la misma.

1. COMIENZO DE LA VIDA HUMANA

La pregunta acerca del inicio de la vida humana no se limita sólo al comienzo de la


vida biológica, sino de una vida específicamente humana y humanizante.

“El solo dato biológico, genético o científico no será suficiente para resolver el
problema de cuándo comienza verdaderamente la vida humana.
El juicio último, en realidad, sigue siendo filosófico o humano, el cual le da
significado o interpretación a lo biológico y a otros datos involucrados.
Tal conocimiento... de la existencia humana, compromete más que lo puramente
biológico y genético; y no puede ser identificado sólo bajo un aspecto.
Sin embargo, debe también señalarse que a veces, lo humano y lo físico o
biológico son inseparables”.
CHARLES CURRAN

Por la ciencia médica sabemos que de la fusión del óvulo y el espermatozoide se


da una nueva realidad. Gafo señala que desde el punto de vista estrictamente
biológico “hay que considerar al cigoto como una realidad biológica humana”.

1.1. INICIO DE LA VIDA HUMANA

a) El cigoto es una realidad humana: Aunque de un tamaño casi insignificante es un


ser extremadamente complejo en el que están programados los rasgos
característicos de un individuo perteneciente a la especie humana. Desde la
fecundación queda inaugurada una nueva vida humana, que no es la del padre ni
de la madre. Desde este momento tenemos un ser con un código genético
determinado en el que están marcados los caracteres más individuantes de cada
ser humano.
b) El cigoto es una realidad autónoma: Desde el principio comienza a dirigir su
propio proceso de desarrollo. Es una autonomía semejante a la que tiene un adulto
con su medio ambiente. Esta nueva realidad tiene programado dentro de sí lo que
va a ser; además, tiene el poder de sintetizar desde el inicio las sustancias
bioquímicas, sus encimas específicas, que son diferentes de los de la madre y que
van a ir moldeando todo su desarrollo posterior. Con esto queda claro que el
argumento de que el fruto de la concepción es un apéndice o una parte del
cuerpo de la madre no tiene apoyo científico.

“El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su
concepción y, por eso, a partir de ese momento se le deben reconocer los
derechos de la persona, principalmente el derecho de todo ser inocente a la vida”.
(Donum Vitae I, 1)

1.2. CARACTERISTICAS QUE POSEE

a) Es una nueva realidad, con un dinamismo interno que lo llevará al término de


este proceso, al desarrollo pleno de un individuo humano.

b) Tiene un código genético (sexo, factores hereditarios, etc.) que pre-forma o


premodela al individuo humano en desarrollo.

c) No se trata de cualquier ser humano, sino de un tal ser humano, único e


irrepetible.

d) Biológicamente el cigoto no es parte de la madre, es una realidad distinta. El


proceso de desarrollo no viene conducido por la madre, sino por el embrión.
La madre se limita a proporcionar un aporte nutritivo y energético necesario
para el embrión.

Para algunos investigadores, el inicio de una vida humana individual se daría con la
formación de la corteza cerebral; por tanto, con la actividad psíquica.

Un notable moralista de nuestro tiempo, BERNARD HARING, sostiene que la teoría de


la hominización sería independiente de la formación de la corteza cerebral (ésta
comenzaría a las ocho semanas de la concepción).

Hablar de muerte cerebral significa reconocer que con este término se afirma la
cesación de toda actividad vital, que se ha alcanzado el fin de un ciclo; es la
muerte de lo que era. Pero en el caso del embrión, la cuestión es diversa. Aquí se
habla de inicio, de relación ordenada entre células y tejidos; de un gradual
desarrollo de la estructura cerebral.
Suponer que la falta de “actividad cerebral” en el embrión le quite su estatuto de
individuo es entrar en un peligroso juego de palabras. En el caso del embrión se da
“un estado de inconciencia”, parecido al de los que duermen, o los ancianos que
pierden en cierto grado una flexibilidad cerebral. El embrión tiene la capacidad de
llegar a tal estado de formación (del cerebro), y aun antes se puede hablar de una
cierta actividad que es lo que le permite llevar adelante todo el programa vital.

Relacionalidad: ¿Es necesario el reconocimiento de los demás, de la sociedad, de


la madre, para que alguien tenga el estatuto de persona?

Ciertamente el hombre es relacionalidad, es un “ser con los demás”. Para algunas


corrientes del pensamiento filosófico, el criterio para afirmar la presencia de una
personalidad, es la existencia de comportamientos humanos, pero como en el
embrión esto no es posible, entonces la solución se hallaría en la relación a partir de
la madre.

Es decir que, si la madre o el padre no desean establecer ningún tipo de relación


con el embrión, entonces es solamente un objeto, una cosa.

Pero uno no es hombre, individuo humano por el reconocimiento o no que


provenga de la sociedad, o de otras personas, se es tal porque se tiene la
naturaleza humana.

“La vida de todo ser humano ha de ser respetada de modo absoluto desde
el momento mismo de la concepción, porque el hombre es la única criatura en la
tierra que Dios ha querido por sí misma, y el alma espiritual de cada hombre es
inmediatamente creada por Dios”. D. V. 5

2. LA IDEOLOGÍA ABORTISTA

Desde tiempos antiguos hasta el presente se ha recurrido al aborto como un


método de control natal. Quien así obra, alcanza su objetivo no impidiendo la
concepción sino matando la vida ya concebida. Las actitudes referentes a su
moralidad variaron también a través del tiempo. Para el cristiano una cosa es bien
clara: aunque una Corte Suprema o el Senado de una nación legalice el aborto,
éste será siempre éticamente ilícito por su naturaleza, un principio así no se puede
cambiar por simple mayoría de votos. Por ello conviene dejar bien en claro que no
siempre lo legal coincide con lo ético.

Hoy día hay un fuerte movimiento de opinión pública que busca una revisión
cultural del aborto en un doble horizonte: el de la despenalización y el de la
legitimación.
a) DESPENALIZACIÓN

Significa permitir legalmente el aborto en ciertas y determinadas condiciones. Por lo


tanto, una mujer que se procura un aborto no va a la cárcel, pero tanto ella como
su cirujano y cualquier otra persona que ha colaborado con ella deben responder
al reclamo que le hace su conciencia por haber cometido un acto moralmente
incorrecto.

Así, pues aquí debería hacerse una distinción clara entre lo legal y lo ético. Lo
permitido legalmente, puede ser prohibido éticamente.

b) LEGITIMACIÓN

Una fuerte opinión reclama el reconocimiento civil de lo que ellos consideran el


derecho fundamental de abortar, que debe ser únicamente una decisión de la
mujer. Solamente ella tiene el derecho de decidir sobre el fruto de sus entrañas,
dicen. Y se apoyan en los siguientes argumentos:

- La autodeterminación: Reclaman la libertad de cada uno para poder decidir


cómo quiere de su cuerpo y del fruto de sus entrañas. Su vientre le pertenece
y nadie puede prohibirle el derecho de hacer con él lo que mejor le parezca.
Como decía una pancarta de los años 60: “El útero es mío y lo manejo yo”. Se
pierde de vista aquí que en el embarazo no hay ya una sola persona, la
madre, sino está también el hijo ya concebido e indefenso.

- Aborto clandestino: Porque el aborto está prohibido por la ley muchas


embarazadas acuden “clandestinamente” a médicos y clínicas que no tienen
la suficiente seguridad y por ello mueren muchas madres. Además, por el
hecho de ser clandestino aumenta la cantidad de abortos, por aquello de
que lo prohibido siempre atrae más. Si se legalizara..., dicen, pasaría todo lo
contrario. Este es un problema muy complejo. Se sabe que, aunque se
legalizara, la clandestinidad seguiría siempre vigente, por dos razones muy
sencillas: como está en juego la honorabilidad social de la mujer, muchas
pensarían dos veces para acudir a una estructura pública. Además, los
trámites burocráticos desalentarían a muchas que seguirán encontrando
mayor facilidad en la “ayuda privada”.

- Disminuirán los abortos: Siguiendo la argumentación anterior, se piensa que la


mujer recibirá mayor información sobre los medios contraceptivos cuando
acuden a las clínicas públicas a requerir tratamiento y eso llevará a disminuir
significativamente la cantidad de abortos. Pero está demostrado que la sola
información sobre la contracepción e incluso su repartición gratuita no
disminuye de por sí el número de mujeres que abortan.
2.1. GRAVEDAD DEL ABORTO

El aborto entra en el campo de la moral y debe ser entendido como “la expulsión
del feto vivo decidida de manera libre y consciente para conseguir un
determinado fin y operado a través de la interrupción voluntaria de la gravidez, en
uno de los momentos que va de la fecundación al nacimiento”.

El motivo fundamental de la gravedad del acto abortivo está en la falta de respeto


a la vida del embrión, idéntico al que se debe a una persona adulta. No se puede
justificar su eventual uso instrumental para alcanzar objetivos que incluso podrían ser
nobles.

Este principio halla idéntica aplicación también en el caso de la dependencia del


nacido con referencia a la madre: ella no es un simple instrumento que utiliza el
niño para nacer. La relación de ambos debe asumir la forma de una relación
interpersonal fundada en la aceptación y el amor.

2.2. RESPONSABILIDAD PERSONAL

- De la mujer en cinta:

Su comportamiento, más allá de los casos, no puede ser reducido a una locura
homicida, porque en la mayoría de los casos quien procura el aborto actúa en vista
de un fin diverso, a menudo por exigencias derivadas de problemas reales. La
cuestión no es justificar la acción abortista. En particular se trata de verificar la
conciencia, y sobre todo la libertad de la mujer embarazada que decide abortar.

Ciertamente la gravedad del hecho nos induce a pensar que su responsabilidad es


presumida a-priori, pero la misma podría estar alivianada por los
condicionamientos, o del estado de confusión en el que confluyen un cúmulo de
sentimientos y ansias contrapuestos.

- Del marido:

Esto valdría para los casos en que se trate de una relación matrimonial.
Generalmente, el hombre en este caso aparece con una actitud de “encierro
neutral”.

Pero como el gestante es fruto de la relación de ambos, ello implica también la


responsabilidad del padre, quien no puede descargar todo el peso de la acción
sólo en su mujer. En este caso la responsabilidad es doble.
El sostén moral y psicológico del marido de una mujer que piensa abortar como
solución a su problema, a menudo se revela indispensables para el éxito de la
última decisión.

Ya se indicó que todos estos cooperadores tienen también responsabilidad moral


en este acto ilícito.

- El operador sanitario:

Existe una cadena de implicados que de alguna manera intervienen en la escena


del aborto, desde el momento en que se lo planifica hasta su consumación. Nos
referimos a los operadores sanitarios. Se debe aplicar entonces el principio moral de
la cooperación en un delito; en este caso sea a nivel de la consulta del médico
que aconseja o invita a la mujer al aborto, sea a nivel quirúrgico cuando se ejecuta
ya el acto ilícito.

Queda bien claro que todos estos cooperadores tienen también una gran
responsabilidad moral en este asunto.

2.3. MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Apoyada en la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia ha considerado siempre


que la vida humana es sagrada y debe ser protegida y favorecida desde su
comienzo.

La cuestión de la ilegitimidad del aborto, es una enseñanza constante y bien clara,


que se encuentra en los Padres de la Iglesia, en los teólogos de la Edad Media y en
los diferentes documentos del magisterio episcopal y pontificio.

El primer derecho de una persona humana es su vida. La afirmación de este


derecho a la vida del aún “no-nacido” se fundamenta en la reflexión sobre los
datos científicos acerca de la dignidad humana del nuevo ser, su carácter
biológico humano, la continuidad del proceso de desarrollo embrionario al ser
llamado a la vida en un contexto humano.

Por lo mismo, para la Iglesia todos aquellos que de alguna manera cooperan de
una manera eficaz en la realización del aborto, incurren en una falta grave, que
rompe la misma comunión con la Iglesia, porque es una traición fundamental a la
vocación bautismal.

“Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral del aborto


provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable.
El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente
contrario a la ley moral. C. D. E. C. 2271
2.4. SITUACIONES COMPLEJAS

a) Buscar respuestas racionales:

El tema del aborto ha despertado fuertes reacciones emocionales de parte de los


abortistas como de los antiabortistas. Por la seriedad del tema hace falta clarificar
los problemas morales involucrados en el aborto y buscar respuestas racionales que
puedan tomar en serio todas las personas de buena voluntad.

El aborto sería un tema exclusivamente religioso o filosófico; por tanto, pertenece al


ámbito de la conciencia individual. Sin embargo, la religión no es sólo una
experiencia individual, sino también una experiencia colectiva.

Científicamente se ha comprobado que la vida humana comienza desde el


momento de la fecundación o de la implantación.

No es incumbencia de las ciencias biológicas dar juicio decisivo acerca de


cuestiones propiamente filosóficas y morales, como son la del momento en que se
constituye la persona humana y la legitimidad del aborto.

En una sociedad justa, donde se hayan erradicado los problemas de pobreza y de


presión social, no existirá el problema del aborto. Es cierto que la pobreza y la
presión social conducen al aborto, pero no son las únicas causas del mismo.
Muchas mujeres que abortan lo hacen porque ya no quieren tener más hijos o
porque simplemente no desean ninguno.

Otros afirman que la cuestión del aborto es tema exclusivo de las mujeres y por
tanto son ellas las que tienen la última palabra. Pero sabemos que el embarazo no
es cuestión de partogénesis (tipo de reproducción por la que un organismo se
desarrolla a partir de un óvulo no fertilizado. Común en plantas y en algunos
animales inferiores), sino es el resultado del encuentro entre el varón y la mujer; por
tanto, la decisión debe ser compartida.

Denunciamos que en muchas ocasiones el hombre se desentiende de su


responsabilidad. El argumento de que “es mi cuerpo” es pura falsedad. El feto es
distinto a la madre.

b) Casos conflictivos:

Tres son las indicaciones clásicas:

- La indicación terapéutica:
El progreso de la medicina hace que toda una serie de indicaciones, que en el
pasado planteaban la difícil alternativa de elección entre la vida de la madre o la
del feto, hoy pueden resolverse salvando ambas vidas. Ciertamente, siguen
existiendo embarazos difíciles y algunos casos en que la implantación del embrión
no acontece en el útero, sino especialmente en la trompa.

La Iglesia afrontó este tema con el principio tradicional del doble efecto. Esto
llevaba a la descalificación moral del aborto cuando la acción médica tendía
directamente a la supresión de la vida del feto; el llamado aborto “directo” en el
que la acción puesta tiene un carácter “occisivo” aunque de ella se siga una
consecuencia “curativa” para la madre. Por el contrario, si se admite la acción
terapéutica médica que tiende directamente a curar a la mujer, aunque de ella se
siga una consecuencia indirecta, no querida pero prevista, de la interrupción del
embarazo. Es el aborto indirecto que se da en el caso de la mujer embarazada en
la que simultáneamente se desarrolla un tumor uterino que hace necesaria su
extirpación y, consiguientemente, la no-continuidad del embarazo.

Pero como existe una gran diversidad de casos conflictivos, hoy día entre los
moralistas existe una tendencia a sustituir tal principio (doble efecto), que ha tenido
su importante aporte a la reflexión moral. La figura propuesta para esta substitución
es la que se refiere al conflicto de valores y se critica el principio de doble efecto
por su superficialidad y juicio extremadamente subjetivista a la hora de calificar el
carácter bueno (curativo), malo (occisivo), o indiferente de la acción puesta.

Nuestro punto de vista es que estas situaciones deberían afrontarse desde la


perspectiva de un dramático conflicto de valores en donde se asume seriamente la
opción que se considere más ética dejando de lado el carácter directo o indirecto.

- Aborto eugenésico:

Es el aborto realizado cuando existe importante riesgo o probabilidad de que el


feto esté gravemente afectado, dando origen a un niño con importantes
anomalías o malformaciones. Nos parece mejor calificarlo como “preventivo”.

El progreso de la medicina ha dramatizado el tema de las indicaciones


terapéuticas. Hasta hace poco el tema del embarazo era una cuestión misteriosa.
Hoy la fetología es una auténtica ciencia que ha progresado extraordinariamente
en los últimos años.

El dramatismo de las situaciones creadas por el diagnóstico prenatal o por la


posible acción de agentes malformativos es una cuestión seria.

Pero surge el interrogante sobre hasta qué punto se pueden suprimir vidas humanas
llamadas a nacer y cuyo derecho a la vida es negado por hecho de padecer
determinadas anomalías o malformaciones. Todo ser humano tiene una intrínseca
dignidad, que no depende de su integridad física o de sus niveles intelectuales.

Desde el punto de vista ético la presencia de una malformación o de una


incapacidad no quita nada a la realidad ontológica del neonato; es más, en un
sujeto la presencia de una situación de desventaja –como una enfermedad– exige
con mayor fuerza, en nombre de la sociedad, la protección y la ayuda.

Un niño de once años, nacido con graves malformaciones comentaba: “Yo tuve la
suerte de nacer antes de que se hablase tanto sobre el aborto”.

Los que nos consideramos “normales” podemos tender a creer que carece de
sentido una vida acompañada de ciertas anomalías o malformaciones, mientras
que los que la padecen, creen que en cualquier caso es mejor vivir que no vivir.
Objetivamente, no puede justificarse la supresión de aquél, aunque exista certeza o
cuasi-certeza de sus anomalías o malformaciones.

Una situación específica es la de los portadores del síndrome de Down. Son niños
que va a tener un importante desarrollo personal y afectivo, y a los que sería injusto
impedir nacer, sólo porque no van a llegar a un determinado desarrollo intelectual.

Nos parece muy grave que, con la aceptación legal de esta forma de aborto, se
está formando una conciencia social de que en estos casos se da un error que
debería ser evitado a toda costa.

- Aborto “ético y humanitario”:

Calificado también como aborto “por razones humanitarias” o “criminológico”. Es el


realizado cuando el embarazo ha sido consecuencia de una acción delictiva,
especialmente por una violación o por relaciones incestuosas entre personas
consanguíneas.

En el caso de violación, es importante subrayar que la probabilidad de


fecundación es muy baja, en torno al 1 %, debido especialmente a que
frecuentemente no se da con penetración completa.

Tiene un carácter dramático, pues el nuevo ser no es fruto del amor, sino de un
acto que está en las antípodas del verdadero amor.

Ciertamente el tema referido al aborto en casos de violación no resulta fácil. A


pesar de lo trágico de la situación no debe olvidarse que está en juego el valor de
la vida humana, que constituye un valor primario en el orden ético y en toda
convivencia humana. Ello obliga a ser especialmente cautos y sopesar las posibles
consecuencias que puedan seguirse de la admisión de determinadas excepciones
al principio general de respeto absoluto a toda forma de vida humana.

Sin embargo, consideramos que la fidelidad al Magisterio significa no solamente


una aceptación plena de cuanto de él dimana, sino, al mismo tiempo, el intentar
aportar luz, desde el campo de nuestra especialización, a un problema en sí mismo
complejo y en el que está implicado el valor de la vida humana.

Algunos autores aceptan una prevención anticonceptiva en peligro de violación


basándose en la encíclica Humanae Vitae Nº 15.

“No es lícito el uso de medios terapéuticos, con tal de que sean necesarios
y siempre que el impedimento que se siga para la procreación no sea
directamente querido”. HUMANAE VITAE 15

Una madre cuyo embarazo tiene por origen una violación o un incesto, es víctima
de una violencia cruel e inhumana. Su angustia mental y su sufrimiento psicológico
con el resultado directo de un embarazo que le fue impuesto contra su voluntad.

Se sostiene que el feto es un agresor de la integridad de la mujer y de su salud


personal. Es justo y moralmente defendible repeler al agresor hasta en su muerte si
es la única forma de defender valores personales y humanos. La conclusión,
entonces sería que en estos casos se justificará el aborto. Hasta aquí la objeción.

Pero el feto, ¿es un agresor? El agresor es el violador y el feto es una víctima


inocente lo mismo que su madre. Por tanto, no se le puede matar (al feto) con base
a que es un agresor. Así mismo, si comparamos la vida del feto con el alivio
psicológico de la madre por medio del aborto, con toda objetividad la vida
humana, en la escala de valores, debe situarse por encima de los que la madre
podría obtener con el aborto. En estos casos trágicos, se debe recurrir a otros
medios para ayudar a las víctimas de la violación. En los canales se incluyen la
ayuda psicológica, religiosa y social, y la preparación para la adopción, dado caso
que la madre víctima no quiere conservar al hijo.

Por último, debemos recordar que no con cambiar el nombre de la interrupción del
embarazo en estos casos, “aborto ético”, se lo exonera de estar cargado de
negatividad. Abortar por causa de violación no tiene nada que ver con la ética,
porque no es una actitud ética tratar de compensar una injusticia con otra
injusticia.

3. SUICIDIO. HUELGA DE HAMBRE. EUTANASIA

3.1. SUICIDIO
Somos testigos de un trágico auge de esta dramática decisión de muchos
compatriotas, lo que ha originado abundantes reflexiones, encuentros de discusión
radial y televisiva.

Como todos los casos que la bioética estudia, ésta no tiene una sola óptica, sino
una diversidad de aristas, que pasa por la situación personal, así como por la
importante influencia de la sociedad en esta decisión.

a) Obligación de conservar la propia vida

Se ha dejado sentado claramente que sólo Dios es el creador y dueño de la vida


humana. Nadie puede disponer de la vida del otro y ni siquiera de la suya propia.
Por eso es fundamental valorar la acción del sujeto en la conservación de la propia
vida. Son varios los deberes que integran esta obligación.

En primer lugar, se prohíbe el suicidio, por el cual el individuo pretende tener un


domino absoluto de su propia existencia. También se deben cuidar algunos riesgos
para la salud, como la “huelga de hambre” o el transplante de órganos y otros
experimentos médicos.

Así mismo, se han de evitar aquellos excesos que comportan un peligro para la
conservación de la vida, por ejemplo, las drogas, el alcohol, etc.

b) Planteo del problema

El hecho del suicidio plantea muchos problemas. En la sociedad moderna, la


realidad de la vida se presenta cada vez más sacada de su contexto de vida
humana.

Se tiende a considerar la vida humana con una visión acentuadamente biológica y


se experimenta con ella. No se presenta ordinariamente la dimensión
específicamente humana de la vida de toda persona, sino como objeto de
investigación de la ciencia y del llamado progreso científico.

El hombre no es tan simple, es enormemente complejo, precisamente por la riqueza


fantástica que llevamos dentro como seres humanos. Vamos más allá de la
simplicidad biológica o fisiología de los animales.

- RAZONES SOCIOLÓGICAS:

La sociedad, en su conjunto, no da respuestas humanas al quehacer diario de la


vida de los ciudadanos, no da cauces humanizadores para llevar una cierta
calidad de vida.
La sociedad consumista, propone “valores” que no satisfacen las exigencias más
profundas del ser humano (por ejemplo, la belleza de la mujer, el ganar dinero o la
virilidad sexual en el hombre). No ayuda a la formación humana para poder asumir
el campo de responsabilidades fuertes que impone el caminar por este mundo, en
esa “lucha por la vida”.

El conjunto de esta sociedad mantiene un elevado índice de agresividad. Creo que


sí se puede decir que existen en esta sociedad una serie de factores que pueden
inducir al suicidio.

- RAZONES PSICOLÓGICAS:

Analizando un poco las posibles motivaciones de orden psicológico, nos


interrogamos sobre la posibilidad de que sea algo parecido a lo que es una
desesperación, o una depresión.

En el fondo, es un momento de la vida de una persona, que por razones y motivos


que nunca se podrán saber, no encuentra sentido a la vida, a su vida.

No se trata de un término abstracto “la vida”, sino la realidad concreta de la vida


de una persona. La vida no existe. La persona no existe. Existen las personas
concretas con sus vidas concretas y sus circunstancias determinadas.

El que se desespera, el que tiene una depresión es un ser humano de carne y


hueso, y su vida tiene una carga posesiva enorme, es lo más suyo que tiene.

c) Suicidio y libertad

Si la libertad es entendida como capacidad de tomar distancia de uno mismo para


adquirir participación activa del propio destino existencial y poder continuar a vivir
aún bajo diversas circunstancias o condiciones, entonces se debe partir del dato
que justamente aquellos que están por suicidarse son los que menos poseen esta
capacidad.

Esta facultad constituye una de las condiciones indispensables de la moralidad, de


la responsabilidad y de la imputabilidad. Cuanto menos esté presente esta
cualidad, menos el individuo y su comportamiento podrán ser catalogados de
moral.

Es evidente que cuando existe una falta de coordinación del mundo de los valores
y del respectivo espacio decisional, parece imposible la decisión de una
participación autodeterminada y responsable en sentido cuantificado. Por esto el
Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica induce a no aplicar la
prohibición de hacer los funerales religiosos a los suicidas. (Canon 1184)

La valoración del suicidio desde el punto de vista de la libre responsabilidad y de la


patología permanece ambigua.

d) Diversos niveles de comprensión

- Perspectiva antropológica: El suicidio hace referencia a la propia muerte, y se


debe atender siempre a la dimensión social de la persona, inserta en una
comunidad. Este hecho puede constituir un presupuesto antropológico en la
valoración moral del acto. El suicida se sustrae al objetivo de llevar su propia
contribución a la vida de la comunidad.

- Perspectiva religiosa: Deriva de la concepción de la indisponibilidad de la


vida, en cuanto creada por Dios y dependiente únicamente de Él. Solo él es
dueño y Señor absoluto de la vida humana.

- Perspectiva moral: Tradicionalmente la moral ha visto los motivos de la ilicitud


del suicidio con referencia a tres principios.

* Orden religioso (sólo Dios es Señor de la vida).

* Orden social (la sociedad tiene derecho a la presencia del suicida).

* Orden personal (quien se suicida huye de su propia responsabilidad y del


deber de vivir su existencia).

e) Valoración de la Sagrada Escritura

De los relatos bíblicos cabe deducir que la cultura de Israel no corresponde a una
sociedad suicida.

Tres casos no dejan de extrañar: el de AJITOFEL (2 Sam. 17, 23), el de SANSÓN (Jue.
16, 30-31), y el de SAÚL (1 Sam. 31, 4).

Estos casos pueden ilustrar la teoría que profesa que no comete suicidio quien lo
hace por mandato divino, un caso más hipotético que real.

En el Nuevo Testamento se menciona sólo el caso de JUDAS (Mt. 27, 3-5). Y el


suicidio no aparece en la lista de los pecados de los SINÓPTICOS (Mt. 15, 19-2; Mc.
7, 21-22; Lc. 18, 9-14).

f) Doctrina del Magisterio y la Tradición


Nunca se podrá explicar suficientemente el drama concreto de todo hombre o
mujer que se suicida.

Frente a esto, la condena del suicidio ha sido constante en la enseñanza de la


Iglesia, o sea siempre se lo ha considerado intrínsecamente malo. El suicidio es una
triple deserción: individual (de las tareas que nos aguardan), social (de los servicios
que debemos a los demás), religiosa (del puesto que Dios nos ha otorgado en la
construcción del Reino).

En los documentos más reciente de la Iglesia se afirma:

“El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y


perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende
también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad
con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados.
El suicidio es contrario al amor del Dios vivo”. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 2281

“El suicidio es siempre moralmente inaceptable, al igual que el homicidio”. E. V. 66

La tradición de la Iglesia siempre lo ha rechazado como decisión gravemente


mala. Aunque determinados condicionamientos psicológicos, culturales y sociales
pueden llevar a realizar un gesto que contradice la tendencia tan radicalmente
innata de cada uno a la vida, atenuando o anulando la responsabilidad subjetiva,
bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral.

ALGUNAS CONSIDERACIONES MÉDICO - PASTORALES

De ordinario, el suicida da síntomas de debilidad, a veces de cobardía, al no ser


fuerte para afrontar las dificultades de la existencia.

Tanto la medicina como la psiquiatría demuestran que, en muchas ocasiones, el


psiquismo humano no es capaz de afrontar situaciones extremas, por lo que el
suicidio debe considerarse como el desenlace de una crisis que el hombre no es
capaz de superar. En algunos estados depresivos, por ejemplo, la tentación del
suicidio es constante. Por lo que, en situaciones límite pueden faltar el grado de
discernimiento y la voluntariedad suficiente para superar tal estado. De aquí que,
desde el punto de vista ético, no se juzgue verdadero suicidio el hecho de concluir
con una existencia, puesto que médicamente se le considera como el final de un
proceso psíquico, del que el sujeto ya no responde.

4. HUELGA DE HAMBRE
4.1. SU SIGNIFICADO

Antes que nada, hay que diferenciar entre ayuno y huelga de hambre. Uno pasa
hambre por necesidad, falta de empleo para adquirir alimentos, o en una situación
de catástrofe donde falten los medios necesarios de subsistencia; es decir no por
decisión propia. En el caso de la huelga de hambre, se da una opción, una
decisión de no alimentarse.

En una huelga de hambre una persona decide denunciar públicamente una


injusticia social por medio de una huelga, a fin de ejercer presión sobre la autoridad
considerada como fuente de la injusticia, y de esta manera atraer la atención
pública creando una presión social sobre la autoridad.

4.2. ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS

Como fenómeno social la huelga de hambre ha tenido vigencia sólo en los últimos
tiempos, dada la imposibilidad de alcanzar a través de los medios de
comunicación a un gran número de sujetos que se interesaran del tema. Por otro
lado, la sensibilidad por los derechos humanos, que con la huelga de hambre se
busca reivindicar, no era tan aguda como hoy.

Tres casos de particular importancia podrían ser destacados e ilustrar la función de


la misma:

a) En el siglo XII, San Malaquías, arzobispo de Armagh y primado de Irlanda,


recurrió a la huelga de hambre a fin de obtener del rey la libertad de un noble
injustamente apresado.

b) Entre 1918 y 1948 Mahatma Gandhi, utilizó “ayuno hasta la muerte” en 17


ocasiones para la consecución de fines políticos. Probablemente su éxito se debió
sobre todo a su prestigio personal y a las condiciones socio-políticas de la India.

c) En 1981, miembros del IRA encarcelados fallecieron por haber aplicado, sin
suceso, una huelga de hambre a fin de obtener el estatuto de prisioneros políticos.

4.2. JUICIO SOBRE LA “HUELGA DE HAMBRE”

¿Cabe reivindicar ciertos valores auténticos con la huelga de hambre, hasta el


punto de exponerse a morir?

En el caso de los huelguistas de hambre, ¿se debe respetar su decisión o por el


contrario las autoridades sanitarias deben proporcionarles algún alimento contra su
voluntad?
Hemos dicho al inicio que la definición de la huelga de hambre es la “abstinencia
total de alimento que se impone a sí misma una persona, mostrando de este modo
su decisión de morirse si no consigue lo que pretende”.

Por tanto, en cuanto a la finalidad que se propone una huelga de hambre desde el
punto de vista ético, es preciso discernir si el fin es justo, el cual se mide en razón de
los valores que se pretenden reivindicar.

El juicio moral se reduce, a responder si el hombre puede disponer de su vida en


favor de un valor personal o social cualificado. La respuesta no es simple. En primer
lugar, la vida humana representa el valor supremo para el individuo.

En favor de un juicio ético positivo, es preciso valorar algunos datos:

a) Como condición previa, se requiere que el bien que se reivindica, además de


justo, ha de ser de amplio alcance social. Debe ser algo real de tal condición para
la vida del individuo o de la colectividad que repercuta seriamente en la
convivencia. Fuera de fanatismos ideológicos o políticos, deberá existir un consenso
general en demandarlo.

b) Además, es necesario que antes de iniciar la huelga de hambre se agoten


todos los demás medios: el diálogo, la denuncia popular, el recurso a la opinión
pública, etc. A este respecto, deberían sensibilizarse los diversos estamentos de la
sociedad, como los magistrados, los medios de comunicación, la Iglesia, etc.

c) Que la muerte no se siga de inmediato. En efecto, en la “huelga de hambre”


la muerte no deviene automáticamente, sino que de modo inmediato se da sólo
“el propósito decidido” de ofrecer la propia vida, pero las autoridades tienen
tiempo para medir la justicia de lo demandado. En consecuencia, el objetor no
decide de inmediato su muerte, sino que media su ofrecimiento en favor de la
solución de un grave problema.

d) Finalmente, se requiere que el motivo que conduce a alguien a optar por la


huelga de hambre debe ser en verdad asumido con especial seriedad. Por eso,
“llamar la atención”, “publicidad”, “éxito político”, etc. y otros móviles que con
frecuencia se siguen, quitan o meten en duda la validez del serio intento de ofrecer
la vida por un valor moral de evidente influencia social que supere la propia vida.

Estas condiciones descalifican ya la “huelga de hambre” de los terroristas, pues la


misma carece de credibilidad ética, ya que el chantaje emocional inducido por la
abstinencia de alimentos entra de lleno dentro del proceso terrorista.

Por último, se ha de tener a la vista el conjunto de los efectos alcanzados. Si es


cierto que lo que entra en juego es la vida de una persona, el agente podría
disponer de ella en beneficio de un bien que conseguirlo de otro modo conllevaría
un grave costo social.

Piénsese, por ejemplo, que para la independencia de la India se puso en juego la


vida de Gandhi, pero se evitó una lucha sangrienta.

5. EUTANASIA

El progreso de las técnicas de reanimación pone en discusión el concepto de


muerte natural y humanamente digna, considerado válido hasta ahora. Hoy se
plantea la pregunta de si la medicina debe aplicar todos los medios de que
dispone, de si el médico está obligado a combatir la muerte cueste lo que cueste.
La misión del médico de ser garante de la vida no debe ser puesta en duda; pero
surgen nuevos interrogantes sobre la exacta determinación de los límites de su
actuación, especialmente en situaciones límite.

Se utiliza toda una serie de consideraciones como argumentos. Algunas giran en


torno a la competencia de la libertad, para determinar el momento justo y los
modos concretos del destino común del morir. No se ha dicho que semejante libre
determinación deba ir en contra del señorío absoluto de Dios sobre la vida humana
necesariamente; podría incluso considerarse como un gesto razonable, y por lo
tanto “responsable” autodisposición del hombre: este disponer de la naturaleza, se
extendería también, en ese caso, al tiempo de la vida.

Otros giran en torno al concepto de “muerte digna de la persona”. La


determinación de todas las condiciones que se consideran indispensables para que
una vida pueda entenderse como humanamente digna no puede menos que
extenderse también a la consideración de las condiciones que afectan a la fase
terminal de la vida.

Ahora bien, la cuestión fundamental gira en torno al tema del sufrimiento para el
moribundo, sin que exista esperanza fundada de recuperación de la salud.

5.1. DEFINICIÓN

El término EUTANASIA significa la “muerte sin sufrimiento y, en sentido estricto, la que


así se provoca voluntariamente”.

La aplicación de la eutanasia se remonta al inicio de todas las culturas. Platón


señala un “derecho” de la República ideal:

“Se establecerá en el estado una disciplina y una jurisprudencia que se limite a


cuidar de los ciudadanos sanos de cuerpo y alma. Se dejará morir a quienes no
sean sanos de cuerpo... Porque esto no es conveniente ni para ellos ni para el
Estado”.

Otra definición igualmente aclaratoria es la que da la Sagrada Congregación de la


Fe:

“Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que, por su naturaleza, o en la
intención, causa la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor. La eutanasia se
sitúa, pues, en el nivel de las intenciones o de los medios”.

También la encíclica Evangelium Vitae de Juan Pablo II la define:

“Por eutanasia en sentido verdadero y propio se debe entender una acción o una
omisión que por su naturaleza y en la intención, causa la muerte, con el fin de
eliminar cualquier dolor”. (65)

5.2. CLASES DE EUTANASIA

La eutanasia puede ser voluntaria y la eutanasia involuntaria o impuesta. En el


primer caso, la persona misma requiere y solicita poner fin a su vida. En cambio, en
la eutanasia involuntaria se pone fin a la vida de una persona sin expreso
consentimiento o deseo de ella. La decisión es tomada por los familiares o amigos.

La distanasia: designa el intento de alargar la vida del enfermo más de lo debido


con medios extraordinarios o desproporcionados, o sea es prolongar
exageradamente el proceso de la muerte de enfermos desahuciados y
moribundos, sin esperanza de recuperación. En otra terminología sería el
“encarnizamiento terapéutico”.

La adistanasia: se aplica al caso en el que se abandona los medios que mantienen


las constantes vitales de un enfermo terminal, ya en estado agónico.

“La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o


desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos
tratamientos es rechazar el encarnizamiento terapéutico. Con esto no se pretende
provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser
tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o, si no, por
los que tiene derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los
intereses legítimos del paciente”. C. E. C. 2278

La ortotanasia: que significa la muerte en el momento oportuno y que implica la


muerte digna del hombre y el derecho a la propia agonía y a morir humanamente.
Sin embargo, ante esta situación se debe tener en cuenta lo siguiente: atender al
moribundo con todos los medios que la ciencia médica posee actualmente,
proporcionar todos los remedios oportunos para calmar el dolor. Significa en la
praxis médica: “dejar morir en paz”.

5.4. LA INTENCIÓN

Para que se pueda hablar de eutanasia, es necesario tener la intención de acortar


la vida. Esta precisión es necesaria para salvar la eticidad del uso de analgésicos
que buscan aliviar el dolor (tener en cuenta el tema del sufrimiento tratado en
forma breve al inicio del tema), y que significaría acortar las expectativas de vida
del enfermo.

En el campo de la intencionalidad, la eutanasia debe ser una acción directa, al


menos en lo referente al agente.

5.5. LOS MEDIOS

En general los medios utilizados en la eutanasia son actos que llevan a adormecer
la conciencia del paciente, de modo que no se dé cuenta de la muerte, y de las
substancias que la producen.

De cualquier manera, cualesquiera sean los motivos, o el fin de la acción o los


medios utilizados para alcanzar tal objetivo, todo hace parte de un único intento,
en base del cual serán determinados la cualidad, así como los medios utilizados.

5.6. EL MÉDICO Y LA EUTANASIA

El médico, siendo garante de la vida, debe oponerse a cualquier presión moral por
parte del moribundo, de los familiares, o aun de la sociedad.

Este deber es la base de su objetivo de aliviar el dolor y asegurar la capacidad


comunicativa del paciente.

El moribundo, por su parte, debe sentir la cercanía física y afectiva de su ambiente,


en particular de sus familiares. La experiencia demuestra que el deseo exteriorizado
de terminar con la vida, es en ocasiones el “grito de la muerte social ya realizada”.

Es necesario, por tanto, la cooperación sensible y atenta de todos. El derecho a


una muerte humanamente digna involucra así la existencia en su integridad. En
caso de incurabilidad debe ser garantizada de todos modos una asistencia
ordinaria.

5.7. LA ILICITUD DE LA EUTANASIA: MOTIVACIONES Y RAZONES


El valor del sufrimiento

Entre las razones adoptadas para sostener la ilicitud moral y jurídica de la eutanasia,
seguramente la más dominante consistirá en la imposibilidad de conciliar el dolor
del enfermo terminal con la dignidad de su persona.

Seguramente en el pasado, y actualmente también, una cierta especulación


mística ha idealizado de tal manera el dolor y la cruz hasta llegar a cambiar el
sentido profundo de la dolencia humana genuina.

No se puede hacer poesía sobre el dolor vivido, menos aún en la perspectiva


teológica no se puede disminuir el significado salvífico de la cruz de Cristo, y el valor
del sufrimiento humano en unión con la suya.

La Declaración sobre la Eutanasia (Congregación de la Fe) recuerda que el dolor


es una participación en la pasión de Cristo y es cooperación al sacrificio redentor
que Él ha ofrecido como respuesta a la voluntad del Padre.

5.8. LA EUTANASIA COMO TODO ACTO CONTRA LA VIDA

Hoy la eutanasia viene condenada, porque en su práctica se ve un poder arbitrario


del hombre, en cuanto dispone arbitrariamente de la propia vida y la propia
muerte.

La vida es un don inviolable:


“La vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición
necesaria de toda convivencia social. Si la mayor parte de los hombres cree que la
vida tiene un carácter sacro y nadie puede disponer de ella a capricho, los
creyentes ven a la vez en ella un don del amor de Dios, que son llamados a
conservar y hacer fructificar”.

No es cierto que quien dispone de su vida –“cada uno puede disponer libremente
de su destino”, se dice- hace uso de su libertad. Primero porque en esa situación la
libertad está profundamente condicionada por las circunstancias del dolor o de la
desesperación. Segundo, porque no se trata de elegir, sino que esta elección mata
todas las otras opciones, es decir, al “decidir” la propia muerte se “acaba” con la
libertad.

Desde este horizonte surgen muchos argumentos para oponerse a la eutanasia


activa:

a) La vida humana tiene valor por ella misma; posee una inviolabilidad
axiológica de carácter apriorístico (por sí misma);
b) La vida humana no adquiere o pierde valor ético por situarse en condiciones
de aparente “descredito”; vejez, “inutilidad” social, etc.;

c) El valor de la vida humana es el apoyo fundamental y al mismo tiempo el


signo privilegiado de los valores éticos y de los derechos socio-políticos de la
persona;

d) La vida humana no puede ser instrumentalizada en relación con otros fines


distintos a ella misma. Concretamente, no puede constituirse auténtico conflicto
entre el valor vida humana y un valor social;

e) La vida humana no puede ser instrumentalizada por el mismo individuo que


goza de ella. Es decir: no puede ser constituirse auténtico conflicto ético entre el
valor de la vida de un paciente que no englobe la totalidad valorativa de la
persona.

Difícilmente se podrá encontrar otro valor que tenga más peso que el vivir humano
aun con la debilidad y con la precariedad que a veces se manifiesta. La razón
última de tales apreciaciones está en que la vida humana constituye el ámbito
imprescindible en que existe el ser personal; tocar la vida humana es tocar la
realidad misma de la persona.

Finalmente, es necesario comprender el estado del paciente de una enfermedad


incurable, grave y dolorosa; es preciso atender el sufrimiento del anciano o la carga
familiar y aun social que provocan ciertas situaciones irreversibles. Pero en tales
condiciones no debe ser la compasión la que solucione los problemas, sino el orden
objetivo de los valores. Tales estados lastimosos deben buscar su alivio no en
procurar la muerte al paciente, sino en soluciones más humanas e inmediatas,
cercanas a la persona del enfermo, de forma que éste se sienta asistido y querido
por quienes están cerca de su enfermedad.

6. TORTURA Y PENA DE MUERTE

6.1. TORTURA

La tortura no siempre es una obra de sádicos, sino a veces es una verdadera


institución de represión utilizada por el aparato estatal para eliminar toda
disidencia. Esta constatación llega a tener un relieve aún más escandaloso cuando
se observa que se practica en países que se autodenominan cristianos y católicos.

Se precisa una palabra ética clara sobre este tema. Las reiteradas denuncias
contra la tortura no tienen barreras políticas.
6.2. PENA O TRATAMIENTO CRUEL

Para entender mejor el término tortura, que a menudo usamos sin el debido
conocimiento semántico, miremos a esta posible definición:

“Coerción física o moral con el objetivo de conseguir confesiones o declaraciones;


en el ámbito judicial, también como pena corporal particularmente cruel, hasta
llegar a la utilización de servicios brutales e inhumanos”.

Toda definición de tortura con lleva los siguientes elementos constitutivos:

- La gravedad del dolor o sufrimiento físico o mental que se le cause a la


víctima.

- La intencionalidad del acto.

- El hecho de que con esto se persigue un propósito concreto.

- La participación directa o indirecta de funcionarios del Estado.

En otras ocasiones esta realidad no es sólo de nivel institucional, sino entra en el


campo existencial, y es vivido sea a nivel familiar, en grupo o en sociedad.

Esta viene en forma de verdadera y propia coerción física; pensemos en la


violencia sexual, los secuestros de personas con el fin de cobrar un rescate, o como
presiones políticas.

Más de una vez se ha hablado de tortura con referencia a la coerción moral, que
va desde las molestias cotidianas, sobre todo cuando son intensas o prolongadas, a
las formas de crueldad más sutiles por parte de personas o grupos que entran en
conflicto en la escena de cada día.

6.3. REPROBACIÓN MORAL DE LA TORTURA

No es difícil descubrir la desaprobación moral por estas prácticas inhumanas.


Hallamos una falta de proporcionalidad en la relación que se da entre el bien y el
mal. En ocasiones un poder, en vez de hacer “el camino estrecho” que presupone
el respeto, en ciertas circunstancias prefiere “el camino ancho y largo”,
prevaricando su poder. Un poder que hace ojos cerrados a la moralidad con tal
de conseguir un determinado fin o valor, llámese sexo, dinero, suceso, propaganda,
etc.

En este contexto la tortura se configura en formas más o menos graves y


reprobables, que van de la molestia sexual a la violencia carnal, del secuestro de
personas, al maltrato del imputado hasta su posible muerte. Los argumentos que se
usan una y otra vez para justificar o para condenar similares comportamientos,
varían según la relación a los valores en juego, y a las consecuencias que se prevén
a breve o largo plazo, tanto para el individuo, como para la sociedad.

Con referencia a la tortura judicial se aduce comúnmente dos argumentos de


reprobación: la incredulidad de la confesión y el desprecio que se tiene del
derecho a la defensa del imputado.

CESAR BECCARIA en este contexto ha dicho que la tortura es “el medio seguro de
absolver a los robustos sinvergüenzas y de condenar a los débiles inocentes”.

Se arriesga pues de condenar al inocente sólo porque es débil, y de absolver a un


culpable sólo porque es fuerte. Tal vez para salvarse de un dolor insoportable uno se
declara culpable, aunque sea inocente.

En cualquier caso, la tortura no alcanza el objetivo para el cual se la práctica y


ofende uno de los principios cardinales de la civilidad jurídica que consiste en el
reconocimiento del derecho a la defensa personal del imputado.

6.4. POSTURA DE LA IGLESIA

El Catecismo de la Iglesia Católica la condena con rigor y la califica de “contraria


al respeto de la persona y de la dignidad humana” (C. E. C., 2297).

Conviene también citar la voz de los Obispos latinoamericanos reunidos en Puebla


para tener una idea aún más clara acerca del pensamiento de la Iglesia a este
respecto:

“Ante la deplorable realidad de violencia en América Latina, queremos


pronunciarnos con claridad. La tortura física y psicológica, los secuestros, la
persecución de disidentes políticos o de sospechosos y la exclusión de la vida
pública por causas de las ideas, son siempre condenables. Si dichos crímenes son
realizados por la autoridad encargada de tutelar el bien común, envilecen a
quienes lo practican, independientemente de las razones aducidas”. (531)

Es un trato anticristiano, porque es indigno de los hijos de Dios como tampoco


constituye una “corrección fraterna”.

7. PENA DE MUERTE

La presencia de sanciones sociales provocando la muerte está presente en una


gran cantidad de pueblos y civilizaciones diversas. Una primera forma de sanción
“prejurídica” está dada por la “venganza”. Esta era considerada en muchas
civilizaciones arcaicas como un deber con características sacras a fin de aplacar a
los dioses por la sangre derramada de la víctima.

No se puede aún hablar en este estadio de la venganza de sangre como forma de


pena jurídica, sino más bien de una sanción reguladora de carácter sacro. El
proceso de juridización será observado en pueblos muy lejanos entre sí.

7.1. TESTIMONIO BÍBLICO

El tema de la pena de muerte no aparece de manera central, sino como institución


ético-jurídica del Antiguo Testamento, y es simplemente evocado en su acepción
precisa en el Nuevo Testamento.

En el Antiguo Testamento la pena de muerte viene ejercitada con cierta frecuencia


haciendo referencia también a la venganza de sangre. La historia de Israel
demuestra a través de un estudio crítico del Pentateuco, el reforzamiento y la
diferenciación de un proceso de mayor juridización de la venganza privada.

La venganza del homicidio es clara en Gen. 9, 6 mientras que en el Dt. agregará


con mayor precisión la idolatría y la blasfemia, casos graves de no respeto al
sábado, rebelión grave contra los padres, casos cualificados de adulterio para las
mujeres, así como los casos de incesto, sodomía y bestialidad.

Es importante que el pueblo permanezca puro ante Dios, y que aleje cualquier
elemento que pueda turbar la relación de alianza entre Dios y su pueblo (cf. Dt. 13,
6-12).

El judaísmo tardío será más reticente en la aplicación de la pena de muerte. Existe


el testimonio de algunos sanedrines que no han aplicado la pena de muerte.

El tema de la pena de muerte no es tratado en relación de la fe específica del


pueblo de Israel, sobre su teología o sobre la escatología, sino más bien en la
común experiencia de Israel como de sus vecinos, todos ellos pasados de la vida
nómada a la sedentaria. Esto no significa que la fe en la alianza con Yavé no haya
tenido alguna función en este proceso.

En el Nuevo Testamento no se habla explícitamente del problema ético, salvo en


Rom. 13, 4 aunque se evoca la presencia de la institución en cuanto tal en Jn 8,
1-11.

Por sobre todas las cosas, lo importante del Nuevo Testamento es la invitación a
renunciar a la seguridad dada por tal derecho: la renuncia a la venganza y el amor
a los enemigos.
7.2. ARGUMENTOS A FAVOR Y EN CONTRA

Un argumento clásico, el de Santo Tomás de Aquino, se ceñía sobre el concepto


del bien común, frente al particular, cual es la vida del hombre que ha cometido
graves crímenes, por lo que resulta nocivo para la convivencia social.

Otros autores han aportado otras pruebas en la medida en que ha aumentado la


presión de los abolicionistas, siendo éstas las más comunes:

- Intimidación del criminal

Se dice que la pena de muerte actúa como freno contra el crimen, dado que el
hombre se siente intimidado a no cometer determinados delitos ante el temor de
sufrir la pena capital.

Los abolicionistas replican a esto que la experiencia demuestra lo contrario, dado


que en los Estados donde se aplica dicha pena, no influye a intimidar a nadie.
Además, añaden que la dignidad de la persona humana no puede usarse como
“medio” para “un fin social”.

- La legítima defensa de la sociedad

Así como el individuo tiene derecho a la legítima defensa, la vida social también
tiene el deber de defenderse contra el injusto agresor.

La respuesta de los abolicionistas es que la sociedad dispone de otros medios para


defenderse contra tales agresores injustos. Por ejemplo, la prisión y en el caso de
personas sumamente peligrosas, la cadena perpetua.

- Restauración del orden jurídico del Estado

Los graves crímenes, añaden, rompen, el equilibrio de la vida pública. Cuando se


cometen, el orden social y jurídico han quedado gravemente dañados, por lo que
deben ser restablecidos. La pena de muerte -dicen-, es el precio de la restauración
del orden social violado.

Esta teoría parece basarse en un orden jurídico objetivo, que no tiene


suficientemente en cuenta la vida de los individuos. No es claro que el orden social
se pueda restaurar con la ejecución de la pena de muerte.

- Sentido de la retribución
La pena de muerte, se dice, es la retribución al daño causado a los particulares o
incluso a la sociedad como tal. En el supuesto de que todo delito debe ser
castigado, la pena de muerte es como la “multa” impuesta a un delito grave que
demanda cierta adecuación entre el delito y la pena.

La respuesta de los abolicionistas es que el valor máximo de la persona es la


existencia, pues representa todo su ser. Por ello, en el plano personal, la pena
suprema supera todo sentido de castigo, dado que anula la propia vida del que ha
cometido el delito.

- Riesgo de la condena del inocente

Se da la posibilidad de que la justicia implique a algún inocente y lo condene a


muerte. En los Estados Unidos se han dado varios casos de que después de la
muerte del condenado, se ha descubierto que eran inocentes.

Solo este dato, afirman algunos, es argumento suficiente para que se anule la pena
de muerte.

- Sentido de la indignidad del delincuente

Formulado por el Papa Pío XII: en ocasiones, la persona del agresor ha cometido
tales delitos que se hace indigno de vivir. En este sentido el delincuente se
autoexcluye de la existencia.

Desde Pío XII, ningún otro Papa ha vuelto a argumentar en favor de la licitud de la
pena de muerte. Es preciso afirmar que toda argumentación en favor de la pena
de muerte no muestra más que la licitud, nunca su necesidad.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma:

“La enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del


derecho y deber de la legítima autoridad pública para aplicar pena
proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir en casos de extrema
gravedad, el recurso a la pena de muerte”. (2266)

Pero inmediatamente después advierte:

“Si los medios incruentos bastan para defender las vidas humanas contra el agresor
y para proteger de él el orden público y la seguridad de las personas, en tal caso la
autoridad se limitaría a emplear sólo esos medios, porque ellos corresponden mejor
a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad
de la persona humana”. (2267)
EN CONCLUSION, no es fácil deducir la licitud o la condena moral de la pena de
muerte a partir de argumentos racionales. De aquí las discusiones entre
abolicionistas y partidarios de la pena capital como remedio a tantos crímenes.

La solución debe buscarse en la dignidad de la persona. La justicia humana que


impone una pena, pero respeta la vida del delincuente, parece que está más de
acuerdo con el pensamiento cristiano sobre el origen de la vida y la dignidad del
hombre.

Conviene señalar que por muy avanzada y diligente que sea la justicia humana,
siempre es posible el error jurídico. No se niega a la justicia el derecho de emitir
veredictos y de imponer castigos. Pero se le exige que no olvide su naturaleza
falible. Más de una vez se ha dado el caso de tener que rehabilitar a algunas
personas después de su muerte por haberse descubierto que eran inocentes, pero
evidentemente ya era tarde.

Pero, sobre todo, la pena de muerte no es cristiana. Aunque por razones


socioculturales, algunos pasajes de la Biblia la permitan, la orientación general de la
revelación aun en el Antiguo Testamento es claramente a favor de la vida, del
perdón y de la esperanza.

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