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Tema 2 de Literatura Latina (23-24)

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

TEMA 1 DE LITERATURA LATINA1

Asignatura: Literatura Clásica


Curso 2023-2024

Antonio Moreno Hernández

Los temas de Literatura Latina constituyen el material básico de esta parte de la


asignatura, junto con la Antología de la Literatura Latina.

Se recomienda igualmente tener presente el documento de RELACIÓN DE MATERIALES,


ESQUEMA DE CONTENIDOS Y LECTURAS DE LOS TEMAS DE LITERATURA LATINA
(disponible en el curso virtual).

En las fechas previstas en el curso virtual se abrirán los foros de cada tema.

1
Copyright: Antonio Moreno Hernández y Universidad Nacional de Educación a Distancia (2018).
Prohibida la reproducción de este material.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

TEMA 1. CLAVES Y ORÍGENES DE LA LITERATURA LATINA

ANTONIO MORENO HERNÁNDEZ

ESQUEMA DE CONTENIDOS

1. Claves para aproximarse a la literatura latina


1.1. Ideas fundamentales para comprender la literatura latina
1.2. Identificación de los principales períodos de la literatura latina

2. Nuestra imagen de Roma: métodos y criterios de acercamiento al mundo clásico latino


2.1. La transmisión de la cultura y la literatura latinas hasta el Renacimiento
2.2. La comprensión de Roma desde el Renacimiento al Mundo Moderno

3. Orígenes de la literatura latina en Época Arcaica


3.1. La poesía: épica, sátira y teatro
Estudio de las introducciones a los autores y lectura de los pasajes de los mismos:
Comedia arcaica: Plauto (Introducción y pasajes 10-20); Terencio (Introducción y
pasajes 21-24)
3.2. Los comienzos de la prosa: Catón

Lecturas de este tema:

- Comedia arcaica:

- Plauto (Introducción al autor y pasajes 10-20 de la Antología de la Literatura Latina)

- Terencio (Introducción al autor y pasajes 21-24 de la Antología de la Literatura Latina)

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

INTRODUCCIÓN

¿Qué entendemos por literatura latina? ¿Cómo podemos aprender a leer y a entender los
textos literarios latinos? ¿Cómo han llegado hasta nosotros y han influido en la literatura
occidental? El conocimiento e interpretación de la literatura y la cultura clásica latina ha
evolucionado muy profundamente a lo largo del tiempo. ¿Quiénes fueron los romanos? ¿Por
qué se impusieron algunos estereotipos sobre ellos? ¿Cómo es posible que gestaran una cultura
que se ha mantenido a través de una lengua, el latín, que se mantuvo viva más de 1000 años?
¿Por qué impregnaron tan profundamente el acervo cultural occidental?

En este tema vamos a acercarnos, en primer lugar, a la comprensión general de los rasgos
básicos que caracterizan la literatura latina y sus principales etapas históricas, para, a
continuación, contextualizar nuestra aproximación a ella a través del entendimiento de algunas
de las peculiaridades fundamentales de la cultura latina, empezando por la imagen que a lo
largo de la historia se ha ido forjando de la Antigüedad romana.

En los dos primeros Apartados de este tema se presenta un acercamiento global a algunos
de los principales elementos que definen las bases de la literatura y la cultura latinas y que nos
permiten explicar por qué razones Roma alcanzó un desarrollo cultural, político y social de
tanto calado y que ha condicionado profundamente la evolución de la civilización occidental.

Es importante, en primer lugar, identificar los principales rasgos de la civilización y la


literatura latina, así como de las principales etapas que la conforman. Es fundamental que se
trabaje con detalle este primer Apartado para situar a los principales autores y obras que
estudiaremos en los temas siguientes, en los que nos centraremos en la Literatura Arcaica, la
Literatura Clásica y la Literatura Postclásica. Es importante que entiendan la sucesión de
períodos y sus principales rasgos, pero no es preciso que se aprendan de memoria las fechas de
todos y cada uno de los autores que se mencionan.

A continuación, se centra nuestro interés en el problema de la transmisión del mundo


clásico romano y en cómo ha ido variando nuestra imagen de la Antigüedad con el tiempo.

1. CLAVES PARA ACERCARSE A LA LITERATURA LATINA

1.1. Ideas fundamentales para comprender la literatura latina

Para adentrarse en la comprensión de un fenómeno complejo como la literatura latina y


entender su profundo influjo en las literaturas occidentales, podemos partir de la síntesis de
algunos de los rasgos más determinantes que la caracterizan en el contexto de la cultura latina
y su recepción en Europa:

A) La literatura latina es una literatura ‘superviviente’, muy condicionada por los avatares
del proceso de trasmisión de los textos. Lo que ha llegado hasta nosotros, lo que podemos leer
de las fuentes antiguas, es una mínima parte de la producción latina. Se calcula que apenas
disponemos de un 20% de todo el acervo literario antiguo, con lagunas muy considerables en
Época Arcaica (donde en muchos casos únicamente se conservan fragmentos de algunas de las
obras) y Clásica, a causa de factores muy diversos que han dificultado su transmisión.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

Esta enorme pérdida del patrimonio literario latino, que se inició en la misma
Antigüedad, provoca que nuestro conocimiento de la realidad literaria latina sea muy parcial,
como evidencian estos ejemplos:
- El mito griego de Medea alcanzó una gran proyección en la literatura latina,
proporcionando la base argumental para diversas piezas de teatro a cargo de
grandes autores de períodos y orientaciones muy distintas, desde Época Arcaica
(Ennio, Pacuvio, Accio) a Época Augústea (Ovidio). Pues bien, de esta riquísima
tradición en torno al mito de Medea, que ofrecía múltiples matices culturales,
estéticos y literarios, solo se ha conservado íntegra una obra de Época Imperial, la
tragedia Medea de Séneca.
- Algunos pasajes de la literatura latina fueron seleccionados en la Antigüedad Tardía
(s. III-VI d.C.) y en el Medievo por su posible lectura en clave cristiana, lo cual les
otorgaba un valor añadido que permitió su transmisión y difusión frente al resto de
la obras de tradición pagana: es el caso del “Sueño de Escipión”, un episodio que se
conserva del libro VI de Sobre la República de Cicerón, en virtud de su afinidad con
la escatología cristiana, lo que permitió que fuera preservado y comentado por
escritores de tardíos como Macrobio.

B) Se trata de una literatura muy vinculada al contexto en el que surge, es decir, los
autores latinos, que en muchos casos son a la vez personajes de cierta relevancia en la vida
pública romana, dirigen sus obras a un público muy concreto y en muchas ocasiones con
intenciones o finalidades muy determinadas en un entorno comunicativo preciso. Por este
motivo adquiere una gran importancia el contexto cultural e histórico de cada época de la
literatura latina para entender las preferencias y la sensibilidad del público receptor al que se
dirige un autor determinado.

Este predominio de la función pragmática del lenguaje (asociada a la situación y


finalidad comunicativa del entorno al que se dirige) es especialmente notable en la literatura
arcaica, por ejemplo, en muchas de las manifestaciones poéticas más antiguas, ligadas a
rituales sociales o religiosos, si bien no dejó de estar presente cuando la literatura fue
envolviéndose de valores estéticos intrínsecos, pero que nunca dejaron de reflejar las
preferencias y gustos del público receptor. En el último siglo de la República, la oratoria
alcanza su mayor potencial persuasivo a causa del papel que pasa a desempeñar en el ámbito
judicial y político, donde el manejo de la palabra era decisivo ante tribunales y órganos
colegiados para la toma de decisiones. En esta época, los discursos no son solo piezas
estéticas, sino que cumplen una función social esencial. En esa misma época, Catulo construye
por primera vez una poesía lírica en latín inspirada en los moldes de la antigua poesía griega
eolia (Safo, Alceo…) y de la refinada poesía alejandrina helenística para un público romano
culto que apreciaba estas resonancias y a la vez cargaba sus poemas de denuncias contra
personajes poderosos como César. Sus poemas son como pequeñas cartas para destinatarios
concretos y situaciones muy determinadas en las que cobran todo su valor.

C) La literatura latina está sujeta a una codificación retórica en general muy desarrollada y
precisa, que da lugar a que las distintas modalidades de escritura en verso y en prosa se
caractericen por una serie de rasgos formales, de contenido y pragmáticos (es decir,
relacionados con la situación comunicativa en la que surgen) que se reiteran dando lugar a los
distintos géneros literarios.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

Este componente retórico es fundamental para entender algunos aspectos de la


creatividad en la literatura antigua, pues el escritor tiende a acomodarse a los rasgos de un
determinado género, que le proporciona una pauta retórica para construir su discurso, si bien
puede introducir sobre ella innovaciones; incluso es posible la imitación paródica de un género
desde otro distinto, como se advierte por ejemplo en los relatos de ficción de Época Imperial,
el Satiricón y el Asno de Oro, que propiamente merecen ya la denominación de novelas, en las
que a menudo se parodian, ya sea de manera patente o de forma sutil, diversos géneros de la
tradición anterior, tanto en verso como en prosa. La concepción del autor como un genio
creador que compone de forma completamente libre es en buena medida ajena a la literatura
latina.

Los géneros son, pues, un vehículo fundamental para entender la literatura antigua,
toda vez que los antiguos romanos escriben con un fuerte sentido de la tradición, de manera
que tienden a escribir siguiendo los modelos de los géneros que cultivan, y sobre ellos
introducen innovaciones dentro del horizonte cultural y estético de cada época. Pensemos que
cada género en verso tiende a estar asociado a determinadas pautas métricas: la épica, por
ejemplo, solo se concibe en hexámetros dactílicos, siguiendo la tradición homérica; el teatro se
escribe siempre en verso y con distintos patrones métricos según se trate de partes cantadas o
recitadas; y la elegía recurre al dístico elegíaco, combinación de hexámetro más pentámetro
dactílico. Los discursos judiciales están sujetos igualmente a una determinada ordenación de
sus partes y de la exposición de los argumentos.

D) La literatura latina se construye a partir del diálogo entre la propia tradición romana y
la asimilación de la cultura griega.

El trasfondo autóctono suministra un modelo de identidad colectiva, apelando a los


orígenes rurales que conviven con el sentido de monumentalidad que va adquiriendo Roma
como espacio urbano, a la tradición de las costumbres antiguas, mos maiorum, y a una serie de
valores propios del ciudadano romano, civis, tanto en Época Republicana como durante el
Imperio.

El componente de influencia griega es asimismo fundamental: tras la tensión de los


ss.III y II a.C., la Época Clásica romana se resuelve con la asunción de los modelos y géneros
literarios de la tradición griega, que no es meramente reproducida o imitada, sino que es
reinterpretada y emulada con el propósito de superarla dentro de la nueva realidad cultural,
social, ideológica y estética que representa Roma. Virgilio construye su gran epopeya, la
Eneida¸ sobre el modelo de la épica homérica, pero integra múltiples procedimientos estilísticos
y narrativos de la propia tradición épica romana y de otros géneros literarios, tanto griegos
como latinos, otorgando a su obra un valor estético intrínseco independiente de sus modelos.

E) La literatura latina está envuelta a lo largo de toda su historia en una tensión constante
entre el retorno a los modelos formales que suministran los géneros ya establecidos y
la innovación que introduce un autor o los gustos estéticos de una época, en un
proceso constante de acción / reacción. Los géneros no se mantienen iguales a sí mismos,
sino que sufren una evolución en su tratamiento según distintos factores en cada momento.

Hay géneros donde la tradición latina es totalmente innovadora, como en los géneros más
propiamente romanos, la sátira y la novela (muy alejada, por lo que sabemos, de las novelas
románticas de Época Helenística). Lucilio, que en el s. II a.C. es el primer autor de sátiras,
utiliza inicialmente gran diversidad de versos para luego decantarse por el hexámetro dactílico,
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

que a partir de entonces será el verso característico de la sátira, como acreditan sus
continuadores (Horacio, en Época Augústea, y Persio y Juvenal en Época Imperial), que
mantienen el rasgo más característico del género, la crítica frontal a individuos o vicios, pero
con gran diversidad de estilos.
Por otro lado, frente a los modelos clásicos gestados en la etapa final de la República y en
Época Augústea, se produce una reacción en la propia tradición romana de Época Imperial:
frente al modelo de la epopeya clásica de la Eneida de Virgilio, Lucano recupera un siglo
después el género con un estilo y un enfoque claramente contrapuesto al virgiliano; así mismo,
la prosa de Séneca reacciona contra el modelo ciceroniano en busca de un estilo que rompa el
aparente equilibrio y harmonía del período clásico.

1.2. Identificación de los principales períodos de la literatura latina

Para aproximarse a los textos clásicos es fundamental situar en el tiempo la época a la


que corresponden los principales autores y obras de la latinidad. A continuación, se presenta el
panorama general de épocas, en función de dos factores principales: por un lado, la evolución
de la lengua latina y de la propia literatura; y por otro, el momento histórico correspondiente.

Es fundamental tener clara esta periodización, a partir de la cual en los temas siguientes
acotaremos nuestro estudio a la Literatura Arcaica, Clásica y Postclásica.

LITERATURA DE ÉPOCA ARCAICA: se define así al período que discurre desde los primeros
testimonios propiamente literarios (principios del s. III a.C.) hasta el primer cuarto del s. I a.C.
aproximadamente, correspondiendo con la República primitiva. Se caracteriza por el
surgimiento de las primeras obras en verso y en prosa, y las tensiones generadas por la
influencia de la cultura y la lengua griegas. Se van configurando lentamente todos los recursos
de una lengua literaria al tiempo que comienza la expansión militar y cultural fuera de Italia.

Terencio (primera mitad s. II a.C.)

Testimonios:
La primera manifestación de carácter propiamente literario en Roma fue, de acuerdo con diversas
fuentes clásicas, la representación de una obra dramática de Livio Andronico en el año 240 a.C.,
tras el término de la Primera Guerra Púnica. Entre los autores en verso de este período destaca
Livio Andronico (ca. 284-204 a.C.), traductor de la Odisea de Homero e introductor del teatro, y
otros poetas y autores teatrales como Nevio (270-190 a.C.) y Ennio (239-169 a.C.), así como los
comediógrafos Plauto (ca. 250-184 a.C.) y Terencio (ca. 193-159 a.C.) y el autor satírico Lucilio (ca.
180-102 a.C.). La literatura en prosa tiene entre sus primeros testimonios los tratados de Catón el
Viejo (234-149 a.C.).
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

LITERATURA DE ÉPOCA CLÁSICA: esta etapa —también llamada 'Edad de Oro'— abarca,
convencionalmente, dos periodos históricos:

a) El fin de la República y la Guerra Civil, que se sitúa aproximadamente entre los últimos
años del primer cuarto del s. I a.C., coincidiendo con una etapa decisiva en la crisis de
la República (tomando como referencia hitos como la muerte de Sila, en el 78 a.C., o el
levantamiento de los esclavos comandados por Espartaco, la llamada Guerra de los
esclavos, entre el 73 y 71 a.C.) y el ascenso de Augusto al Principado, tras la batalla de
Accio del 31 a.C.

Cicerón (106-43 a.C.) Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.)

b) La Época Augústea (ca. 30 a.C. a 14 d.C.), es decir, los años del Principado de Octavio
Augusto.

Se trata de una etapa de transición entre el régimen de libertades republicanas y la


concentración de poder unipersonal que conducirá al Imperio. El latín de esta época,
que denominamos “clásico”, se caracteriza por la asimilación del bagaje cultural y
literario griego y la elaboración de una lengua artística que se depura gracias al
desarrollo de la retórica y de los restantes géneros en prosa (historiografía, prosa
filosófica...) y en verso (poesía épica, y surgimiento de una poesía de carácter más
personal como la lírica y la elegía), que contribuyen a la eclosión de los grandes
modelos clásicos. La sintaxis alcanza una considerable complejidad, con un gran
desarrollo de la subordinación, el léxico se enriquece gracias a la acuñación de nuevas
acepciones y múltiples palabras nuevas (en Cicerón encontramos por primera vez
vocablos como conscientia, de tanto peso en la cultura occidental) y se ejercitan con
gran sutileza las posibilidades expresivas de los distintos registros estilísticos.

Virgilio (70-19 a.C.) Ovidio (43 a.C.-17 d.C.)

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Testimonios:
Tras la prosa de Varrón (ca. 116-27 a.C.) y la poesía de Lucrecio (ca. 99-55 a.C.) y Catulo (ca. 87-54
a.C.), que engarzan todavía con la época anterior, se desarrolla la obra en prosa de César (100-44
a.C.), Salustio (86-35 a.C.), Cicerón (106-43 a.C.) y Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.), y surge la obra de los
grandes poetas clásicos de Época Augústea: Virgilio (70-19 a.C.), Horacio (65-8 a.C.), Ovidio (43
a.C.-17 d.C.), Propercio (ca. 47-15 a.C.) y Tibulo (ca. 48-19 a.C.).

LITERATURA DE ÉPOCA POSTCLÁSICA: etapa también conocida como ‘Edad de Plata’, que se
sitúa entre el 14 d.C. (muerte de Augusto) y finales del s. II d.C., ya en plena Época Imperial,
coincidiendo con el establecimiento del régimen imperial y la mayor expansión político-militar
de Roma.

La literatura de esta época se caracteriza por varios factores, entre los cuales hay que destacar
estos: por un lado, la reacción ante la propia literatura clásica anterior, cuyos presupuestos
estéticos se cuestionan y revisan (por ejemplo, Séneca frente a Cicerón en prosa; y Lucano
frente a Virgilio en poesía); por otro, la evolución de muchos géneros y modalidades de
escritura a causa de la implantación del régimen imperial, que impone un férreo control
ideológico y político que provoca, entre otras consecuencias, que la oratoria pierda el peso que
tenía en Época Republicana y se refugie en el ámbito escolar. Entre las corrientes estéticas de
esta época se advierte el peso de una cierta ampulosidad retórica y la búsqueda de originalidad
y efectismo para captar la atención del público, mientras se continúan explorando las
posibilidades de la lengua y sus registros, dando lugar a la evolución de los géneros ya
existentes y al desarrollo de las primeras manifestaciones de otros nuevos, como la novela
latina (Petronio y Apuleyo), y afianzando un nuevo estilo, en buena medida contrapuesto al
clásico.

Séneca el joven (4 a.C.-65 d.C.) Tácito (ca. 55-120 d.C.)

Testimonios:
Se distinguen dentro de la Época Postclásica cuatro fases de la producción literaria2, relacionadas
con las distintas dinastías de emperadores:

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Para esta periodización y para los principales autores de cada época, cf. el material básico de esta
asignatura, Antología de la Literatura Latina, Catálogo de autores y textos, pp. 77-105.
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

- Época Julio-Claudia: entre el emperador Tiberio y Nerón (14-68 d.C.), con


autores como Séneca el Rétor (ca. 55 a.C.-ca. 40 d.C.) y su hijo Séneca el Filósofo (4 a.C.-65
d.C.); poetas que cultivan la sátira, como Persio (34-62 d.C.), o la épica, como Lucano (39-65
d.C.); prosistas como Veleyo Patérculo (20 a.C.-post. 29-30 d.C.) y Valerio Máximo, ambos
historiadores, Celso (prosa técnica) y Petronio (muerto hacia el 65 d.C.), con el que aparece
la primera novela latina: el Satiricón.
- Época Flavia: durante la etapa de los emperadores de esta dinastía, Vespasiano,
Tito y Domiciano (71-96 d.C.). De este momento datan las obras en verso de poetas épicos
como Silio Itálico (26-ca. 101 d.C.) y Valerio Flaco (segunda mitad del s. I d.C.), los
epigramas de Marcial (ca. 40-104 d.C.) o la poesía de Estacio (45-ca. 95 d.C.), y destacan
prosistas como Plinio el Viejo (ca. 23-79 d.C.) y su enciclopedia del saber de su tiempo
sobre la naturaleza (Historia Natural), Frontino (ca. 40-104 d.C., autor de prosa técnica sobre
la construcción de acueductos), y Quintiliano (muerto hacia el 95 d.C.) y su fundamental
obra retórica.
- Época de los primeros emperadores Antoninos: Trajano y Adriano (98-138
d.C.), en la que surgen prosistas como Tácito (ca. 55-120 d.C.), Plinio el Joven (62-113 d.C.)
y Suetonio (ca. 70-ca. 150 d.C.), uno de los principales biógrafos de Época Imperial; en
poesía destaca la figura de Juvenal (60-130 d.C.), el último cultivador de la sátira.
- Época de los Antoninos (138-192 d.C.): durante el mandato de estos
emperadores (Antonino Pío [138-161], Lucio Vero [161-169], que compartió el poder con
Marco Aurelio [161-180], y Cómodo [180-192]), se impone una corriente arcaizante y
prevalece la producción en prosa, con autores como Frontón (ca. 100-176 d.C., del que se
conserva un epistolario), Aulo Gelio (ca. 130-ca. 180 d.C., autor de un conjunto de breves
ensayos conocido como Noches Áticas), Floro (s. II d.C., al que debemos un epítome de los
acontecimientos históricos anteriores a Augusto) y Apuleyo (124-ca. 170-180 d.C., autor de
la novela El asno de oro y de tratados filosóficos de inspiración platónica).

LITERATURA DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA: corresponde a la época del latín tardío, a veces


también llamado ‘latín vulgar', que se desarrolla desde comienzos del s. III d.C., coincidiendo
con el inicio de la literatura latina cristiana, hasta el fin de la Antigüedad Tardía (s. VI d.C.), un
período en el que el latín es adoptado por buena parte de las poblaciones del Imperio. Es una
época de gran tensión interna –acontece la llamada 'Crisis de los Severos', asesinatos de
emperadores, levantamientos militares, usurpaciones...– y externa –presión de los pueblos
fronterizos: persas, germanos, bereberes...– y comienza la fragmentación de la Romania.
Durante este período proliferan los testimonios que se alejan de la norma clásica y dejan
traslucir una lengua más próxima a la realidad de la lengua coloquial que a la estilización
literaria.

Entre los rasgos que se aprecian en esta época se encuentran dos fenómenos que afectan a la
estructura de la lengua latina y que se hacen patentes en la Antigüedad Tardía:

A) La pérdida de oposición de cantidad vocálica: en el latín clásico había una oposición


fonológica entre cinco vocales largas y sus correspondientes vocales breves. Esta oposición es
fundamental, porque tiene carácter pertinente desde el punto de vista lingüístico y, por lo tanto,
sirve para distinguir palabras, y tiene una importancia esencial en aspectos como la métrica y el
verso latino, que se sirve de la oposición de cantidad para estructurar los pies y los ritmos.
Pues bien, esta oposición (la "a" larga y la "a" breve) tiende a perderse en latín tardío y a
neutralizarse en una sola forma ("a", sin rasgo de cantidad, que hemos heredado en castellano
en la serie de nuestras cinco vocales).

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

B) La erosión del sistema casual: el latín clásico tenía un sistema de flexión nominal en forma
de seis casos marcados por desinencias (algo parecido a lo que se encuentra en algunas
lenguas flexivas actuales, como el alemán o las lenguas eslavas); ese sistema de seis casos se
fue desgastando por la erosión fonética de las desinencias finales, de manera que en lugar de
seis casos termina imponiéndose una sola forma en acusativo, que es la que perdura en latín
tardío y a partir de la cual evolucionan las lenguas romances. Eso explica, por ejemplo, la forma
y la acentuación de muchas palabras romances: así en castellano, los abstractos en -dad, como
"verdad" (palabra aguda) proceden de la forma del acusativo latino (en este caso "veritatem",
palabra llana). El desgaste fonético de la terminación hizo que -em se perdiera y tengamos en
español la forma "verdad" con acento en la sílaba final.

Boecio (476-524 d.C.) Agustín de Hipona (354-430 d.C.)

Testimonios:
Entre los primeros autores cristianos sobresalen Tertuliano (ca. 160-ca. 225 d.C.), Cipriano (ca. 200-
258 d.C.) y las primeras traducciones de la Biblia, denominadas Veteres Latinae, de los ss. II-IV d.C.
Esta literatura alcanza un gran desarrollo en el s. IV d.C. gracias a la obra de Lactancio (245-325
d.C.), Agustín (354-430 d.C.) y Jerónimo (ca. 340-420 d.C.), surgiendo también una brillante poesía
cristiana de la mano de Ambrosio (ca. 347-397 d.C.), Hilario (principios del s. IV-ca. 367 d.C.),
Prudencio (348-después del 405 d.C.) y Juvenco, autor del primer gran poema épico cristiano, en
tomo al 330 d.C. Al mismo tiempo se sigue cultivando una literatura más próxima a la tradición
pagana, como la poesía de Ausonio (310-393 d.C.) y Claudiano (finales del s. IV - comienzos del s. V
d.C.), así como la prosa histórica de Amiano Marcelino (ca. 330-395 d.C.). Este período culmina con
la obra de Boecio (476-524 d.C.).

LITERATURA MEDIEVAL: con la penetración de los pueblos germánicos y el desmoronamiento


del Imperio Romano de Occidente se abre una etapa en la que el latín se convierte en lengua
de cultura escrita, mientras sufre un proceso de transformación y fragmentación, un proceso
dilatado en el tiempo que culmina con la génesis de las lenguas romances entre los ss. VIII y
XI, si bien el latín medieval sigue vigente como lengua de cultura, principalmente en los
centros monásticos y en distintas manifestaciones literarias, hasta los ss. XIII-XIV.

Isidoro de Sevilla (s. VII)


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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

Testimonios:
Entre los frutos más notables de este período en España está la literatura visigótica, que se
desenvuelve entre los ss. VI-VII, con figuras como Isidoro de Sevilla (obispo entre el 602 y el 636
d.C.) y otros obispos escritores como Braulio de Zaragoza, Eugenio de Toledo o Julián de Toledo,
así como el auge de la literatura hagiográfica, la literatura de tradición mozárabe en España y el
renacimiento carolingio (ss. VIII-IX). En el siglo XII, coincidiendo con el desarrollo de la Escolástica
en Europa y la Reconquista en España, aparecen obras destacadas en terrenos como la
historiografía (la Historia Compostelana), la épica (el Poema de Almería) o la lírica del Cancionero de
Ripoll.

LITERATURA RENACENTISTA Y NEOLATINA: se denomina “latín renacentista” al latín recuperado


por los humanistas de los ss. XV y XVI que trata de emular las obras de los escritores clásicos,
con la pretensión de contraponerse al latín medieval, del que, sin embargo, es continuador.
Este latín humanista, cuyos precedentes arrancan ya de los ss. XIII y XIV, es en cierto modo
una lengua artificial, puesto que ya no es la lengua vernácula, si bien alcanza un gran desarrollo
literario y científico en los ambientes académicos y universitarios, donde se escribe y se habla,
y sigue vigente como vehículo de comunicación accesible que coexiste con las distintas
lenguas locales que progresivamente se van imponiendo. La denominación de literatura
neolatina engloba todas estas manifestaciones desde el Renacimiento en adelante.

Antonio de Nebrija (ca. 1441-1522) Juan Luis Vives (1492-1540)

Testimonios:
Entre los humanistas que cultivaron el latín en el Renacimiento destacan, entre otros muchos: en
Italia, Marsilio Ficino (1433-1499), Angelo Poliziano (1454-1494), Leonardo Bruni (1370-1444) o
Aldo Manuzio (1450-1515); en los Países Bajos, Erasmo de Rotterdam (ca. 1469-1536) y Justo Lipsio
(1547-1606); en Inglaterra, Tomás Moro (1478-1535); en Francia, Julio César Escalígero (1484-
1558) o los hermanos Estienne; en España, Antonio de Nebrija (ca. 1441-1522), Juan Luis Vives
(1492-1540), Francisco Sánchez de las Brozas (1523-1600), Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) o
Arias Montano (1527-1598), entre otros.

En los siglos posteriores el uso del latín fue progresivamente reduciendo su presencia, si bien
siguió vigente en la redacción de obras científicas y filosóficas hasta la época de la Ilustración.
Conviene subrayar que un gran número de los tratados fundamentales para la historia de la
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

ciencia y de la filosofía de los ss. XVII y XVIII se escribieron en latín, entre los que destacan
obras de Galileo (1564-1642), Kepler (1571-1630), Newton (ca. 1642-1727), Spinoza (1636-
1677), Leibniz (1646-1716), Linneo (1707-1778) o el propio Kant (1724-1804). Hasta bien
entrado el s. XX ha sido bastante común la exigencia de redactar en latín los trabajos de
investigación (Tesis Doctorales, Memorias de Cátedra) y los actos protocolarios en muchas
universidades europeas, sobre todo de Alemania y del Reino Unido. Igualmente se ha
mantenido en los usos litúrgicos, doctrinales y diplomáticos en el Estado Vaticano, y durante el
s. XX se mantuvo en Suiza como lengua oficial ‘supletoria’.

Principia Mathematica de Newton Obras completas (Opera omnia)


(edición de Londres 1687) de Leibniz (edición de Génova 1718)

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2. NUESTRA IMAGEN DE ROMA: MÉTODOS Y CRITERIOS DE ACERCAMIENTO AL


MUNDO CLÁSICO LATINO

Nuestra comprensión del Mundo Antiguo no es directa e inmediata; está condicionada por
diversas circunstancias que han influido históricamente de manera decisiva en la imagen que se
ha ido forjando de la Roma Clásica. Esta imagen depende, en primer lugar, de la información y
los datos que se han conservado del legado antiguo, en un proceso de transmisión que ha
supuesto la pérdida de una parte sustancial de los testimonios de la época; pero también
depende de otro factor igualmente importante: la forma de afrontar el acercamiento a ese
mundo, es decir, los métodos y criterios de interpretación y valoración de la información
trasmitida. Esta manera de mirar a Roma ha experimentado cambios sustanciales a lo largo de
la historia, y ha sedimentado diversas visiones de lo clásico que, en muchos casos, siguen
ejerciendo una influencia considerable en nuestra manera de entender la cultura romana.

Cuando volvemos nuestra atención hacia el Mundo Antiguo es bastante común que se den
dos reacciones que, siendo claramente distintas, se entremezclan e interfieren constantemente:
por un lado, reconocemos que Roma es historia, es decir, pasado, un pasado del cual hemos
ido cobrando conciencia con el paso del tiempo, a veces para idealizarlo, otras tal vez para
denostarlo, pero en cualquier caso, como algo distante, ajeno y diferente de nuestro presente y,
acaso también para muchos, de nuestra cultura actual; por otro lado, no es fácil sustraerse a la
impresión de que buena parte de los rasgos que caracterizan nuestra civilización (empezando
por la lengua o la literatura) no han nacido por generación espontánea, sino que son fruto de la
existencia de una tradición que se gestó en Roma y de la que somos continuadores. Así la
cultura clásica es historia del pasado y a la vez algo en lo que estamos sumidos, algo que forma
parte de nuestro presente y sin lo cual es muy difícil entenderlo.

2.1. La transmisión de la cultura y la literatura latinas hasta el


Renacimiento

El conocimiento de Roma que se ha ido forjando hasta nuestros días se basa en dos
elementos: los testimonios antiguos y las ideas y concepciones con las cuales cada época se ha
acercado al Mundo Clásico.

Respecto a los testimonios de la Antigüedad, solo ha llegado una pequeña parte hasta
nosotros, básicamente a través de restos arqueológicos e históricos de muy diversa índole
(edificios, esculturas, monedas, objetos de todo tipo...) y testimonios textuales también muy
variados (transmitidos en soportes duros, como las inscripciones, o en soportes blandos, como
papiros, pergaminos y, más modernamente, sobre papel). En todos los casos, y salvo contadas
excepciones, el volumen conservado es únicamente una porción extremadamente reducida y
fragmentaria del gran acervo cultural de la Antigüedad.

Una idea del grado de pérdida tan notable que tenemos de las manifestaciones culturales
latinas se advierte en el trabajo clásico de H. Bardon3, que trató de esclarecer el volumen de
patrimonio literario latino que conservamos y el que se ha perdido. Bardon concluye que
apenas contamos con un 20% de toda la producción literaria: conocemos el nombre de 772

3
H. Bardon, La littérature latine inconnue, París 1952.
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

autores; de ellos, sólo de 144 conservamos una obra o varias obras; de 352 no quedan sino
fragmentos, y de 276 no ha quedado vestigio de su obra. Estos datos no han variado
significativamente con el tiempo, a pesar de algunos pequeños descubrimientos de nuevos
textos.

Así, el acceso a los testimonios antiguos se ve necesariamente limitado por lo que la


tradición ha legado, aunque la conciencia más precisa del grado de pérdida no se ha alcanzado
hasta el s. XX, cuando se ha podido valorar siquiera someramente lo que tenemos y lo que
hemos perdido de la Roma Antigua, a la vez que siguen aflorando testimonios arqueológicos,
históricos e incluso en ocasiones textuales que enriquecen el corpus de fuentes antiguas.

Pero tan importante como los restos en sí mismos son las interpretaciones de que son
objeto y los diferentes modos y criterios de acercamiento a ellos. Nuestra imagen de Roma es
fruto de una larga tradición que se ha ido configurando y revisando desde el propio Mundo
Antiguo a través de las diversas concepciones sobre la Roma Clásica que se han sucedido
históricamente y sobre el avance de las disciplinas científicas que se ocupan de los datos
conservados o que se han ido descubriendo (arqueología, historia, filología...).

La imagen de Roma se ha ido configurando históricamente, en función tanto del


conocimiento y transmisión de las fuentes como de las interpretaciones propias de cada época.
Veamos algunos de sus hitos principales hasta el Renacimiento4:

1º) En el mismo Mundo Antiguo se empezó a gestar una imagen de su propia


identidad que influyó decisivamente en su evolución y herencia, provocó la pérdida de una
parte muy significativa de sus testimonios y en cierto modo condicionó la imagen transmitida,
ya que la primera selección de su acervo procede de ella misma. Veamos dos ejemplos:

a) La mayor parte de la literatura latina primitiva, como hemos indicado, se ha perdido,


y lo que se ha conservado se debe, fundamentalmente, a la labor de preservación que llevaron
a cabo algunos autores en los ss. II y I a.C. Cicerón se queja del olvido en que había caído
Catón, el primer gran escritor romano en prosa, cuyos discursos, las primeras piezas oratorias
de la literatura latina, ya no eran accesibles para Cicerón, que hizo un esfuerzo por recuperar lo
que pudo5. En otros casos, la pérdida de una obra puede proceder de la debilidad de su
tradición en el mismo origen, como se ha sospechado de los Academica Posteriora de Cicerón,
que no debieron de gozar de gran popularidad en su época6.

b) En Época Imperial, emperadores como Tiberio (14-37 d.C.) o Domiciano (81-96 d.C.)
ejercieron una represión severa sobre las obras de contenido adverso al régimen o a sus
personas, o contra la religión del estado, propiciando su desaparición y fomentando la
literatura a favor del Imperio7. Pensemos que el único libelo conservado contra un emperador
es la Apolocyntosis (54 d.C.) de Séneca, una sátira grotesca sobre la divinización del emperador
Claudio.

4
Para una visión general del problema de la trasmisión de los textos antiguos, puede leerse L.D.
Reynolds, N.G. Wilson, Copistas y filólogos. Las vías de transmisión de las literaturas griega y latina (vers.
esp.), Madrid 1986 y sucesivas reimp., y R.H. Rouse, “La transmisión de los textos”, en R. Jenkyns (ed.),
El legado de Roma: una nueva valoración, Barcelona 1995, p. 57.
5
Cicerón, Bruto, 65 y ss.
6
R.H. Rouse, “La transmisión de los textos”, op. cit., p. 57.
7
L. Gil, Censura en el mundo antiguo, Madrid 1985.
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

2º) En el período que se denomina “Antigüedad Tardía” (desde fines del s. II d.C.
hasta fines del VI d.C. aprox.), las bases de la civilización clásica seguían vigentes, si bien la
transmisión de la cultura clásica se vio muy mermada, por varias razones:

a) La pérdida material de fuentes tanto textuales como arqueológicas, bien sea por
razones externas (la caída del Imperio Romano de Occidente; de las veintiocho bibliotecas
públicas de las que Roma se enorgullecía en el s. IV d.C. muy pocas de ellas debieron seguir
abiertas dos siglos después, a causa de incendios, saqueos, expoliaciones...) o por razones
internas, como por ejemplo el cambio del soporte escriturario, circunstancia que también
condicionó la transmisión de la literatura clásica: entre los ss. II y IV d.C. se produce la
desaparición progresiva del rollo de papiro, que es sustituido por el códice de pergamino,
mucho más duradero y manejable, cuya generalización parece estar vinculada al auge del
cristianismo, que otorga la máxima importancia al texto de las Escrituras y, de hecho, el códice
es la forma habitual en la que se transmiten en esa época los textos bíblicos. Hasta entonces el
papiro había servido como medio principal de escritura, si bien también se usaban tablillas
cubiertas de cera que ya en la Época Republicana empezaron a sustituirse por hojas de
pergamino formando cuadernos (membranae), lo que desembocaría en el códice de pergamino,
con un formato similar al libro.

b) La falta de conciencia del pasado, que implica la necesidad de conservarlo por el


valor que de por sí tiene, es decir, por la ausencia de un sentido histórico tal y como la
modernidad lo ha ido concibiendo. A la vez durante esta época el pueblo fue perdiendo las
costumbres antiguas e, incluso, muchas construcciones (foro, termas, templos...) cayeron en
desuso.

c) El surgimiento de nuevas tradiciones trajo consigo un desplazamiento de los


presupuestos de la cultura clásica y, en consecuencia, una desatención a la transmisión de esta.
Así el cristianismo, sobre todo a partir del s. III d.C., conformó un nuevo modelo cultural en el
occidente mediterráneo que, sin ser necesariamente contrapuesto al clásico, se fue
construyendo sobre los planteamientos basados, sobre todo, en los textos bíblicos y en la
doctrina de los padres de la iglesia, integrando progresivamente muchos elementos de la
cultura clásica dentro de la nueva mentalidad.

3º) Durante la Edad Media, la actividad intelectual se concentra básicamente en los


centros monásticos, que contaban por lo común con estancias para el estudio y la copia de
códices (scriptoria), bibliotecas e incluso escuelas, anejas a menudo a las catedrales. Entre los
años 550 y el 750 se conservan muchos manuscritos bíblicos y patrísticos, pero apenas textos
clásicos, como indicio del desinterés por su lectura, siendo habitual la existencia de
palimpsestos, es decir, manuscritos cuyo texto originario había sido raspado o borrado para
escribir otras obras más demandadas. Así, una obra clásica transmitida solo por esta vía es
Sobre la República de Cicerón, conservada en un códice en pergamino del s. IV d.C. (Vat. Lat.
5757), que fue borrado y reescrito en el s. VII d.C. en el monasterio de Bobbio con un tratado
de Agustín sobre los Salmos.

Desde la Antigüedad Tardía se desarrolló una tendencia a la organización del saber en


forma de grandes compendios que sintetizan el conocimiento de su tiempo, sobre la base del
legado clásico, y que tiene sus mayores exponentes en las Instituciones de Casiodoro (ca. 490-
583 d.C.), en las Bodas de Neptuno y Filología de Marciano Capela (primera mitad del s. V d.C.) y
en las Etymologiae de Isidoro de Sevilla (primera mitad del s. VII d.C.). Dentro de esta visión
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

orgánica del saber, en época medieval se establece un programa educativo ahormado por
griegos (el sofista Hipias y el orador Isócrates) y latinos (Varrón en sus Disciplinae), mediante la
agrupación de las disciplinas en dos grandes bloques: uno basado en las artes del lenguaje, el
Trivium (formado por la gramática, la retórica y la dialéctica), y otro en las artes del número, el
Quadrivium (constituido por la geometría, la aritmética, la astronomía y la música). Se trata de
las siete disciplinas que Marciano Capela denominó las “Siete Artes Liberales”, cuyo contenido
se apoyaba en el fondo de conocimientos heredados del Mundo Clásico más que en
aportaciones del Mundo Medieval.

El acercamiento al Mundo Clásico en esta época se aprecia en varias corrientes intelectuales,


cuyas principales manifestaciones son estas:

a) La cultura de raigambre latina emergente en Irlanda e Inglaterra en los ss. VII y


VIII, donde se aprecia una nueva actitud intelectual con el surgimiento de un interés renovado
por los textos clásicos latinos, gracias a un movimiento que combina el afán erudito con la
expansión del cristianismo, y del que surgen escritores como Aldhelm (ca. 639-709) y Beda
(673-735), que enriquecen su bagaje cultural con la lectura directa de muchos autores clásicos,
y bibliotecas como las de Canterbury y York, propagándose al continente este nuevo impulso
mediante la creación de centros episcopales (Maguncia, Würzburg) y monasterios (Fulda,
Hersfeld o Reichenau) abastecidos de buenas bibliotecas.

b) El renacimiento carolingio, que arranca entre finales del s. VIII y comienzos del
IX. Surgido gracias al impulso de la corte de Carlo Magno (768-814), perdura hasta el s. X
como un proyecto educativo de profundo calado intelectual puesto en marcha por Alcuino y
que se expandió a las escuelas monásticas y catedralicias. Entre sus logros se encuentra la
constitución de bibliotecas bien dotadas y una fecunda actividad de creación literaria, erudición
y también de copia de clásicos: muchos de los códices más antiguos conservados de textos
clásicos son de época carolingia, como por ejemplo los de Lucrecio y Vitruvio, copiados en
torno al 800. Otro avance fundamental de la época carolingia es la adopción de una nueva
escritura, la minúscula carolina, cuya caligrafía, con letras redondeadas, regulares y separadas,
facilitaba enormemente la lectura. Su uso se generalizó poco a poco en toda Europa,
terminando con otros tipos de escritura más antiguos y menos accesibles.

c) A lo largo del s. X se produjo el ocaso de este empeño intelectual y también del


interés por la Antigüedad, salvo en centros como la abadía benedictina de Monte Cassino, que
en el s. XI disfrutó de un extraordinario florecimiento cultural. En el s. XII se produjo un nuevo
renacimiento, fruto del desplazamiento de la actividad intelectual de los monasterios a las
escuelas seculares y a las catedrales, favoreciéndose el acceso a la lectura a un público más
amplio que el clero e introduciendo asiduamente en la educación a autores como Virgilio,
Horacio, Ovidio, Lucano, Juvenal, Cicerón, Séneca y Salustio, a menudo a través de
colecciones de extractos o florilegios medievales, que en general no iban destinados a propiciar
una lectura en sí de los clásicos sino que se empleaban como ilustración o ejemplo de los
valores morales de la época.

d) Durante los ss. XII y XIII alcanza su mayor desarrollo la escolástica, que promovió
una estrecha relación entre la filosofía y la teología, y a la vez una sistematización muy potente
de ambas, relegando a un papel secundario la tradición clásica pagana, convertida en fuente de
ejemplos o de argumentos, pero sin interés en sí misma.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

2.2. La comprensión de Roma del Renacimiento al Mundo Moderno

En el Renacimiento se produce un cambio de actitud decisivo en relación con el


Mundo Clásico grecolatino, gracias al movimiento humanístico que se desarrolla
aproximadamente desde el s. XIV hasta finales del s. XVI, y que tiene entre sus principales
propósitos la recuperación de la tradición antigua con un planteamiento muy distinto al de la
Edad Media. Esta nueva mirada a Grecia y a Roma no responde a un mero interés histórico,
sino que concibe la cultura grecolatina como un canon de referencia, como un ideal clásico que
impulsa la evolución cultural de la época moderna.

Así, se desencadena por primera vez en la historia un proceso de búsqueda de autores y


códices de obras antiguas, que empiezan a editarse en la imprenta y a darse a conocer; se
intenta imitar el estilo de Cicerón, de Tácito o de Apuleyo, frente al latín medieval que
prevalecía en los ambientes académicos; se estudia a fondo la doctrina de Platón (del cual
durante la Edad Media apenas se conoció otro texto que el Timeo, posiblemente por ser uno de
los textos más susceptibles de una lectura cristiana) y de Aristóteles, escasamente conocido en
la Antigüedad Tardía y en el Medievo, salvo a través de las traducciones de los árabes, gracias
a los cuales se conocen por primera vez muchas de sus obras. Se da la circunstancia de que en
el propio Aristóteles y en muchos autores antiguos se encuentran los fundamentos teóricos y
prácticos para el desarrollo de un empirismo epistemológico que va a impulsar definitivamente
la ciencia del Renacimiento. De esta forma todos los órdenes de la cultura humanista se ven
tamizados por los modelos clásicos como referentes ineludibles para su propio progreso.

Este acercamiento al Mundo Clásico gestado en el Renacimiento ha aportado


elementos esenciales para el conocimiento de Grecia y Roma que han seguido vigentes hasta
nuestros días, como son el afán de rescatar las bases documentales e históricas de la
Antigüedad y el interés por sus estudios con criterios que las diversas ciencias han ido
depurando con el tiempo.

Sin embargo, la actitud humanista de buscar en “lo clásico” un referente para su propia
cultura provocó a la larga un conflicto irresoluble entre los propios humanistas, que dio como
fruto dos concepciones enfrentadas de la historia de la cultura:

a) Por un lado, la visión “involutiva”, que adopta el modelo clásico como canon de
referencia y prototipo de la perfección, y por lo tanto atiende exclusivamente a la
recuperación del patrimonio antiguo y entiende cualquier otro desarrollo como una
degeneración o decadencia.

b) Por el otro, cobra vigor una concepción “evolutiva”, que entiende la historia como un
proceso de cambio en el cual es posible una progresión cultural, que arranca del Mundo
Clásico pero que es susceptible de seguir evolucionando.

Así, hasta la propia lengua termina siendo objeto de controversia, ya que el uso del latín
como ideal de lengua literaria chocó con la expansión inevitable de las lenguas vernáculas, que
van imponiéndose como vehículo de comunicación a todos los niveles y como la forma de
expresión más adecuada para sus propios hablantes; en el caso de los lenguajes técnicos, el
latín tenía consolidada toda una terminología en muchos campos que le daba una superioridad
de partida muy notable sobre las lenguas romances, que tardaron mucho más en generalizar su
uso y constituirse en lenguas científicas propiamente dichas.

17
Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

En los siglos XVII y XVIII, la concepción del Mundo Clásico como un paradigma de
referencia, aunque siguió ejerciendo un peso muy considerable, dejó paso a una actitud
diferente, en la cual prevalecía el estudio positivo e historicista del Mundo Antiguo, como fruto
de los criterios y exigencias planteados por las distintas corrientes racionalistas e ilustradas del
momento. Algunas disciplinas, como la diplomática y la paleografía, tienen su origen en esta
época, al plantearse la necesidad de justificar la autenticidad de documentos antiguos a través
de criterios objetivos. Así, un monje benedictino francés, Dom Jean Mabillon, escribió un De re
diplomatica en 1681 que estableció las bases de la moderna diplomática, que se ocupa del
análisis técnico de los documentos, y su colega Dom Bernard de Montfaucon es autor de una
Paleographica graeca, en 1708, que estudia por vez primera de manera sistemática la historia de
las formas individuales de las letras, fundando la moderna paleografía.

El Romanticismo, cuya cronología como movimiento literario se acostumbra a acotar


entre 1780 y 1830, pero que impregna buena parte de las manifestaciones culturales de la
primera mitad del s. XIX, volvió a conceder a la historia un interés prioritario como expresión
del espíritu humano, atendiendo más al fondo que a la forma y concediendo un valor
preeminente a la creatividad y a la originalidad. Desde estos presupuestos, el Romanticismo
contribuyó a desarrollar el sentido histórico, impulsó el rastreo de las fuentes y creó una
imagen de Roma que también ha ejercido desde su gestación una influencia muy notable: para
la visión romántica, la cultura latina, en casi todas sus facetas, estaría enormemente influida por
la griega, hasta el punto de carecer de originalidad, por lo que se concibe como un mero
apéndice o prolongación de la cultura griega.

La imagen del Mundo Romano que se forja desde los presupuestos del Romanticismo
tiende por consiguiente a reducir el papel original de la Roma Clásica y a establecer una
especie de supeditación y depreciación de su valor en favor de la cultura griega, considerada
como la verdaderamente creativa. Estas ideas tuvieron una influencia muy considerable en
toda una línea de estudios posteriores, que cifraban el principal interés de muchas obras latinas
en su condición de meros instrumentos para la reconstrucción de piezas griegas perdidas que
serían su fuente de inspiración. En este contexto hay que entender declaraciones como la del
poeta británico Percy Shelley (1792-1822), en el prefacio a Hellas:

“Todos somos griegos. Nuestras leyes, nuestra literatura, nuestra religión, nuestras artes tienen
sus raíces en Grecia. Sin Grecia, Roma, la maestra, la conquistadora, la metrópoli de nuestros
antepasados, no habría difundido con sus armas la ilustración, y seríamos aún salvajes e
idólatras, o lo que es peor, podíamos haber llegado a un estado de institución social tan
estancado y miserable como el de China o Japón.”8

Durante el s. XIX se advierten, no obstante, valoraciones muy contrapuestas de lo que


representa el Mundo Romano, a veces encarnadas en el mismo autor: Nietzsche revela en su
primera obra, El nacimiento de la tragedia, un filohelenismo absoluto y una hostilidad manifiesta
hacia el Imperio Romano; posteriormente, en sus obras de madurez, el filósofo alemán
descubrirá las virtudes de este y lo ensalzará como la civilización por excelencia de los valores
aristocráticos, la civilización del otium9.

En cualquier caso, el siglo XIX contribuyó a asentar la conciencia del sentido histórico,
algo que va a ser fundamental para las ciencias de la Antigüedad, pero que al tiempo supone

8
Cf. R. Jenkyns, El legado de Roma, op. cit. p. 11-12.
9
J.-M. Fontanier, “Nietzsche et Rome”, Les Études Classiques, 71, 2003, pp. 225-240.
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

admitir la fisura, la distancia respecto al objeto de estudio. Así lo reconocía Ortega y Gasset: “El
sentido histórico comienza cuando se sospecha que la vida humana en otros tiempos y pueblos
es diferente de lo que es en nuestra edad y en nuestro ámbito cultural. La diferencia es la
distancia cualitativa”10. De esta forma a lo largo del s. XIX se gesta como contrapunto una
visión más científica de la Antigüedad, que intenta establecer pautas más objetivas y críticas y
menos valorativas que antaño y que tiene como principal consecuencia el desarrollo autónomo
de diversas disciplinas (la filología, la crítica textual, la arqueología...) que han seguido
progresando durante todo el siglo XX.

Estas disciplinas especializadas han permitido en el s. XX un avance muy significativo


de múltiples aspectos particulares de la Roma Clásica, si bien la atomización del saber provoca
en ocasiones una desconexión entre diversas facetas de fenómenos culturales que guardan en
el fondo una conexión muy profunda. Pensemos, por ejemplo, en la necesidad de conectar los
estudios de iconografía e historia del arte romano con los textos literarios de la misma época
que, a pesar de compartir gustos y presupuestos estéticos surgidos del mismo contexto
cultural, se contemplan a menudo como disciplinas inconexas. En cualquier caso, a lo largo del
s. XX se han revisado profundamente algunas de las imágenes anteriores del Mundo Antiguo:

1º) En primer lugar, el conocimiento más depurado de Roma que las diversas ciencias
de la Antigüedad nos proporcionan nos ha permitido descubrir la riqueza y diversidad de sus
manifestaciones, que distan mucho de poder ser reducidas a un ideal homogéneo de clasicidad.
Por ello, la imagen de prototipo de perfección cerrada que envolvía al Mundo Clásico como un
tópico desde el Renacimiento se ha desprendido de su condición idealista, para propiciar un
acercamiento mucho más fecundo y crítico que, lejos de restarle interés, permite seguir
desvelando un mundo de una riqueza intelectual extraordinaria, propiciando su entendimiento
y el esclarecimiento de la función y el sentido real que tenía su cultura, y a la vez permitiendo
detectar con más precisión los vínculos que unen el Mundo Moderno con aquella.
2º) Por otro lado, la imagen de Roma como réplica o prolongación del Mundo Griego se
ha visto sensiblemente revisada gracias al mayor conocimiento de una y otra. En efecto, como
tendremos ocasión de ver, la helenización es un ingrediente esencial para el entendimiento de
la cultura romana, que influye en la conformación de buena parte de su literatura (mediante la
adaptación de géneros literarios, por ejemplo), de su arte o su pensamiento. Pero la filología y
la historiografía modernas han revelado que esta influencia no convierte a la cultura latina en
una mera imitación de la griega. Muy al contrario, lo que se produce en Roma es la asimilación
de modelos griegos dentro de un nuevo contexto creativo, donde prima la adaptación sobre la
copia y la emulación como voluntad de superar sus modelos, con una sensible dosis de
originalidad, sin la cual no puede entenderse ni la obra de Virgilio, Horacio, Salustio, César o
Tácito, ni, por ejemplo, el enorme dinamismo de la arquitectura romana. Roma no es ya, por
consiguiente, una mera prolongación de Grecia, sino que se desenvuelve históricamente de
manera paralela a ella, recibiendo su influjo y asimilando creativamente muchos de sus
elementos, pues está ella misma inserta dentro de la civilización helenística.

No obstante, la ponderación de la importancia cultural de Roma ha seguido siendo objeto


de valoraciones muy distintas. Dos muestras ilustrativas al respecto son las visiones
contrapuestas que en torno a la misma época (en la década de los 40 del s. XX), sostienen
Perret y Ortega y Gasset.

10
J. Ortega y Gasset, “El sentido histórico”, Las Atlántidas, Madrid 1976 (7ª ed.), p. 82.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

El primero, un historiador francés, refleja una minusvaloración notable de la cultura latina,


de la cual afirma: “El Imperio era algo así como un vasto extintor colocado sobre el mundo y,
en efecto, concluyó por extinguirlo todo... El Imperio romano fue como una enfermedad que se
abatió sobre el mundo, y se necesitaron más de mil años para que se recobrase”11.

Frente a esta posición, Ortega y Gasset hace gala de una exaltación con tintes idealizados
en un texto publicado inicialmente en 1941: “La historia política de Roma, de su crecimiento y
dilatación elástica desde el villorrio rudísimo hasta la urbe imperial y marmórea que edifican
los Césares, es de un ritmo ascendente tan próximo a la perfección que no parece cosa
histórica, sino musical. Se la cuentan a uno y no sabe si está oyendo una crónica o una sinfonía.
Por esta razón tiene un valor de paradigma y es, en el más sustancioso sentido del vocablo,
‘clásica’.”12

La cultura latina no es ni absolutamente original ni tampoco una mera reproducción de la


griega. Una posición intermedia es la que sitúa a Roma en su contexto histórico y cultural
helenístico. Así, investigaciones como la de Marrou contribuyeron a matizar esta especie de
dependencia radical de la creación griega, situando la cultura latina en el entorno de la
civilización helenística, como acreditan estas palabras: “El papel histórico de Roma no fue crear
una civilización nueva sino implantar y arraigar sólidamente en el mundo mediterráneo aquella
civilización helenística que la había conquistado a ella misma”13.

El abandono de una visión valorativa y apriorística que envolvía el Mundo Clásico en


una aureola de perfección nos ha permitido acercarnos al Mundo Antiguo con más capacidad
crítica y reconocer su profunda influencia en todos los ámbitos culturales en la configuración
de la cultura occidental.

11
Perret, Essai sur le Dualisme chez Platon, les Gnostiques et les Manichéens, París 1947, p. 158.
12
J. Ortega y Gasset, “Historia ascendente”, Del Imperio romano, Madrid 1976, 5ª ed., p. 153.
13
H. Marrou, Historia de la Educación en la Antigüedad, (vers. esp.) Madrid 1985, p. 376.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

3. ORÍGENES DE LA LITERATURA LATINA EN ÉPOCA ARCAICA

Conviene situar con claridad la cronología y el entorno de esta época, que se han
presentado en Apartado 1.2., y que nos coloca entre la segunda mitad del s. III a.C. (la
fecha que convencionalmente consideramos como fundacional de la literatura latina es la
adaptación en latín de la Odisea que lleva a cabo Livio Andronico hacia el 240 a.C.) y
el primer cuarto del s. I a.C. (ca. 99-75 a.C.), durante los últimos siglos de la República
romana, dentro por tanto de un contexto de cierto grado de libertad de expresión en un
sistema de gobierno colegiado, durante una fase de clara expansión y proyección de Roma no
solo en la Península Itálica sino en el entorno de los territorios del Mediterráneo.

Hay que advertir que en esta época la lengua no ha alcanzado todavía todo su
desarrollo tanto desde el punto de vista gramatical como léxico y estilístico, por lo
que los primeros autores latinos se debaten entre el recurso a la tradición oral itálica y la
influencia griega, dando lugar a una tensión que caracteriza todo este periodo.

Las manifestaciones más antiguas propiamente literarias son en verso:


básicamente, poesía épica y poesía dramática (es decir, teatro en verso en forma de comedia y
tragedia), probablemente por su continuidad con tradiciones orales más antiguas, donde la
memoria desempeñaba un papel fundamental, apoyada en ritmos y versos que facilitan el
recuerdo.

Seguidamente tienen una breve presentación de los principales géneros de la literatura


arcaica. Les rogamos que, dentro de este panorama general, presenten particular atención a los
autores cuya introducción y pasajes de la Antología centran nuestro estudio: Plauto y
Terencio.

3.1 GÉNEROS EN VERSO

Los orígenes de la épica


Es interesante reparar en el carácter realmente antiguo de la épica como primera
manifestación en verso de la literatura antigua, tanto griega (Homero) como latina (Livio
Andronico). Este fenómeno se debe sin duda a que se trata de un género propicio para reforzar
la memoria identitaria mediante la exaltación de leyendas fundacionales presentadas desde un
punto de vista que podríamos llamar "épico", como canto a las antiguas gestas que se repiten
de generación en generación (en el caso griego).

En la cultura griega, estas manifestaciones de la épica antigua se caracterizan en su


origen por su carácter oral y por el uso del verso para facilitar la memorización del relato. La
estructura versificatoria propia de la épica griega es el hexámetro dactílico. Sin embargo, en el
Mundo Latino, la épica no surge a partir de una tradición oral antigua (o al menos no se nos ha
conservado como tal), sino que se conforma desde su origen como una manifestación escrita
de carácter literario, es decir, de segundo grado, dado que no está basada en un bagaje
colectivo propiamente romano, sino en una elaboración a partir de la épica griega, adaptando
muchos de sus elementos, como el verso, el hexámetro dactílico, que se convierte también en
el verso de la épica latina.

21
Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

En este sentido es importante ver la evolución de la épica desde la Época Arcaica:


Livio Andronico inaugura este género en la literatura latina en el año 240 a.C. mediante una
adaptación latina de la Odisea de Homero, en un intento de romanizar la antigua epopeya
griega, como acreditan, por ejemplo, el uso de un primitivo verso propiamente latino, el
saturnio (todavía, por lo tanto, no se adopta el verso griego, el hexámetro dactílico), y la
asimilación de los nombres latinos de los dioses griegos. Sin embargo, los dos autores
posteriores de composiciones épicas (Gneo Nevio y Quinto Ennio), todavía en Época Arcaica,
abandonan el verso autóctono y normalizan el hexámetro dactílico como vehículo de expresión
de la épica a partir de entonces.

La maduración del género épico se produce en la época del principado de Augusto,


con la Eneida de Virgilio, que es un maravilloso caso de épica literaria construida para legitimar
la estirpe de Augusto, emparentando a la gens Julia –a la que Julio César y el propio Augusto
pertenecían– con el héroe troyano Eneas, hijo de Anquises, miembro de la realeza de Troya, y
de la diosa griega Afrodita.

La sátira en Época Arcaica


Fruto del entorno de libertad de expresión que propicia el régimen republicano en esta
época, se desarrolla un género en verso que los romanos consideran creación propia, aunque
cuenta con antecedentes en diversos géneros griegos, como las diatribas filosóficas de cínicos
y estoicos y con elementos de la comedia griega clásica, como la de Aristófanes.

La palabra ‘satura’ en latín tiene el significado de ‘mezcla’, en alusión al carácter mestizo


del género, que parece que cultivó inicialmente el poeta arcaico Ennio, pero cuyos testimonios
más significativos corresponden a Lucilio. La sátira reaparece en Época Augústea con
Horacio, y en Época Imperial con Persio y Juvenal.

El surgimiento del teatro


Las manifestaciones teatrales romanas, asociadas en su origen a celebraciones
vinculadas con los cultos religiosos, llegaron a alcanzar en Época Arcaica una gran proyección
social en el contexto de las celebraciones populares y festividades de la Roma Antigua,
gozando de una gran aceptación en los ss. III-II a.C. entre amplios sectores de la sociedad,
incluyendo a la plebe.

El fenómeno teatral surge como un género dramático en verso concebido para


ser representado, es decir como una dramatización de la acción a través de la palabra con un
registro accesible para interrelacionar con el público. Así se desarrolla el teatro en época
arcaica, conjugando la adaptación de modelos griegos con elementos preliterarios autóctonos,
sobre todo etruscos y oscos. Cuando el gusto por el teatro apoyado en la palabra disminuye y
deja de ser representado en los escenarios en beneficio de otros espectáculos como el mimo o
la pantomima, también desaparece como fenómeno literario, y de hecho en Época Clásica se
dejan de cultivar la comedia y la tragedia, mientras que en Época Imperial florecen las
tragedias literarias de Séneca, concebidas más para ser leídas y recitadas que propiamente
representadas.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

Los primeros testimonios y los más antiguos son fragmentarios (tienen una pequeña
muestra en la Antología, con Livio Andronico, Nevio, Ennio, Pacuvio y Accio), pero las
manifestaciones dramáticas alcanzan su mayor expresión con el teatro cómico de Plauto
y Terencio, los dos grandes comediógrafos latinos de Época Arcaica, de los cuales
conservamos comedias completas. El teatro alcanza su mayor vitalidad gracias a la aceptación
popular de las obras representadas en los teatros de los ss. III-I a.C.

Plauto y Terencio compartieron el hecho de cultivar la denominada ‘fabula


palliata’, es decir, la adaptación latina de obras griegas de la “Comedia Nueva” ateniense, a
partir de autores como Menandro, Dífilo y Filemón, adaptación en la que se sitúa la acción en
Grecia y los actores actúan ataviados con el manto de origen griego (pallium). Conservamos un
corpus de comedias muy relevante de ambos. En uno y otro caso sus obras reflejan la profunda
adaptación al Mundo Romano de las comedias de tema griego de la Comedia Media y, sobre
todo, de la Comedia Nueva de Menandro.

PLAUTO
Las comedias de Tito Maccio Plauto (ss. III-II a.C.) están concebidas para su
representación con la finalidad de divertir al público romano contemporáneo. Se trata de un
teatro fresco y dinámico, en el que prima la búsqueda de la comicidad a través de la acción, las
situaciones y los personajes, en general sometidos a una tipología recurrente, con un lenguaje
coloquial y una arquitectura dramática en la que se integran partes cantadas, habladas y
recitadas en distintos versos.

Se ha conservado un corpus muy extenso de comedias atribuidas a Plauto, conformado


por 20 obras íntegras (más una conservada parcialmente, Vidularia), si bien algunas fuentes
antiguas indican que escribió bastantes más. Estas obras arrancan de adaptaciones o
reelaboraciones de piezas griegas fundamentalmente procedentes de la Comedia Nueva, pero
son relativamente escasos los restos conservados de esta y de los principales comediógrafos
griegos de este periodo del teatro griego, si bien la crítica ha podido detectar vínculos entre
obras plautinas y fragmentos de comedias de Menandro, Dífilo y Filemón. Por otro lado, Plauto
pudo apoyarse en elementos de la tradición anterior del teatro romano, en particular del drama
y de la comedia de autores como Nevio, que imprimió a su lenguaje un vigor y una fuerza
teatral que Plauto potenció.

Entre los rasgos más característicos de las comedias de Plauto se encuentran los
siguientes, que sintetizamos brevemente:

A) La adopción de convenciones teatrales adaptadas a partir de sus modelos griegos:

- La trama suele consistir en un enredo o intriga (en ocasiones una doble intriga en
la misma comedia) que a menudo gira en torno a episodios amorosos.

- La utilización de una gran diversidad de formas poéticas, de distintos ritmos


y versos que alternan a lo largo de toda la obra, en función de si se trata de partes
cantadas, habladas o recitadas.

- La tipología de personajes se conforma a partir de un elenco de figuras


estereotipadas, como el joven enamorado, el esclavo astuto, el soldado fanfarrón, la
alcahueta, el viejo, entre otros. Hay que recordar que los actores actúan con
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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

máscara, de hecho ‘personaje’ y ‘persona’ proceden del verbo latino ‘sonare’ con el
prefijo ‘per’, es decir, “hablar a través de”.

- El marco de la acción, habitualmente situada en Grecia, así como la indumentaria


de los personajes, por lo que la ambientación se presenta ante el público como
alejada del entorno romano inmediato.

- La inserción de un prólogo expositivo al comienzo de la obra, en el cual se da


cuenta de información sobre el contenido o los personajes de la misma.

Pero Plauto no se limita reproducir estos recursos a partir de sus modelos, sino que, a
tenor del contraste con los fragmentos conservados de las obras griegas, los maneja con gran
libertad para moldear su propio estilo teatral dentro de la tradición de la comedia helenística.

B) La introducción de innovaciones en distintos planos que revelan el carácter creativo


de sus obras:

- La música y las partes cantadas en verso cobran un papel más destacado en las
obras de Plauto, pues se advierte en ellas la potenciación del componente
musical, con una reducción de las escenas de recitativos y la supresión de
intermedios corales. La música tiene en sus obras un peso específico muy
notable, pues no cumple una mera función ornamental, sino que se integra en la
acción teatral a través de las escenas cantadas.

- La inserción de elementos propios del mundo romano. Plauto, a pesar de la


ambientación helénica de las obras, de los personajes y de las situaciones, introduce
con frecuencia alusiones al contexto romano inmediato, familiar para su público, a
través de referencias -explícitas o insinuadas- a situaciones o circunstancias de la
Roma del momento, para acentuar la comicidad, parodiar figuras como la del pater
familias, o incluso en ocasiones para tratar en tono cómico y burlesco cuestiones
como la corrupción.

- La potenciación de los recursos cómicos, en forma de equívocos,


suplantaciones, exageración de tópicos, efectos paródicos o grotescos, bromas,
chistes y juegos de palabras que se suceden de manera constante. Estos elementos,
destinados a provocar la carcajada inmediata, se integran tanto en las partes
dialogadas como en los monólogos hilarantes o en las partes cantadas.

- El gusto por la ruptura de la ilusión escénica, mediante la inclusión de apartes


de los personajes para dirigirse o interpelar al público de la obra, quebrando el
desarrollo dramático y haciendo partícipe de la situación al espectador, con un fin
eminentemente humorístico.

- El registro de la lengua que emplea Plauto corresponde básicamente al del latín


coloquial de la época, accesible para una gran parte de la población media de
Roma, un público que es capaz de entender y disfrutar con las expresiones y giros
que inundan los diálogos y las partes cantadas y recitadas, a través de un estilo ágil
y expresivo que conjuga elementos de extracción popular con rasgos que revelan
una elaboración lingüística muy cuidada.

Todos estos rasgos contribuyen a convertir la representación de las comedias en un


espectáculo que gozó, según las fuentes antiguas, de gran éxito en Época Arcaica.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

TERENCIO
La obra dramática conservada de Publio Terencio Africano (primera mitad del s. II
a.C.), el otro gran comediógrafo de Época Arcaica, consta de seis comedias completas, cuyos
modelos son, en su mayoría, obras de autores de la Comedia Nueva griega, sobre todo
Menandro (ss. IV-III a.C.) y, en algún caso, el poeta cómico Apolodoro de Caristo (s. III a.C.).

Sobre estos modelos Terencio crea obras cómicas propiamente latinas mediante una
técnica dramática que presenta elementos de continuidad y también algunas diferencias
significativas con su antecesor Plauto, diferencias en las que ha podido influir, a tenor de la
información biográfica que transmiten las fuentes antiguas, su pertenencia a un estrato social
más culto, una sensibilidad algo más refinada, así como el ambiente filohelénico en el que
Terencio se desenvuelve, en el entorno del Círculo de los Escipiones.

Así Terencio refleja muchos elementos afines con Plauto: los dos cultivan, como ya
se ha indicado, la fabulla palliata, construyendo la trama como un drama cómico de enredo
inspirado en modelos griegos. Ambos sitúan la acción de las comedias en un ambiente
helénico, no romano, y se sirven de una tipología recurrente de personajes estereotipados.

Sin embargo, la técnica teatral de Terencio muestra a la vez divergencias


relevantes con el teatro plautino, entre las cuales podemos destacar las siguientes:

a) Función del prólogo: el prólogo que precede a cada comedia es concebido por
Terencio con una función distinta a la que le otorgaba Plauto: mientras este tiende a
recurrir a un prólogo expositivo, con información centrada en aspectos de la obra a la
que acompaña (el lugar en el que transcurre la acción, el título latino y el de su modelo
griego, datos sobre los personajes principales y algunas referencias al contenido de la
obra), Terencio, en cambio, se sirve del prólogo para dar cuenta de los procedimientos
que ha utilizado en la reelaboración de sus modelos (en algunos casos, mediante la
contaminación de varias obras que se recrean y adaptan en una comedia) y como
medio para defender y justificar su creación, con una pretensión eminentemente
propagandística.

b) Tratamiento de los modelos: aunque no se conserva por entero ningún modelo


griego directo, hay indicios en las obras de Terencio que revelan que éste tiende a
ceñirse a sus fuentes con mayor fidelidad que Plauto, prefiriendo las obras griegas de
Menandro como fuente principal de la mayoría de sus comedidas, frente a la mayor
diversidad de modelos que se observa en Plauto. Pero la relación con sus modelos no
es servil: Terencio refleja cierta autonomía en el tratamiento de sus fuentes y en
ocasiones, al igual que Plauto, combina en una misma obra ingredientes procedentes de
distintas comedias griegas, fenómeno que se denomina, como ya hemos indicado,
contaminación.

c) Dinamismo escénico e intensidad cómica: el teatro de Terencio es algo más


sosegado que el de Plauto, como refleja el hecho de que modera la agilidad del ritmo
de las escenas de las obras de Plauto al tiempo que se muestra más comedido a la hora
de introducir los efectos cómicos. Aunque se sirve a menudo de la caricaturización de
los personajes, introduce algunos cambios en los tipos de caracteres (prescinde por
ejemplo de la figura del viejo enamorado) y suaviza muchos de los elementos
humorísticos que presentaban las comedias de Plauto.

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Tema 1 de Literatura Latina Antonio Moreno Hernández

d) Componente musical: Terencio otorga mayor peso a las secciones habladas o


recitadas de las comedias, en detrimento de las partes cantadas. La música ve reducida
su presencia sensiblemente en sus obras.

e) Ilusión escénica: Terencio prescinde de un recurso muy habitual en Plauto como es el


de la ruptura de la ilusión escénica, suprimiendo los apartes de los personajes para
dirigirse o interpelar al público, un procedimiento que acentúa la interacción con el
espectador y que Plauto utilizaba a menudo como un ingrediente puramente
humorístico.

f) Lengua y estilo: Terencio emplea un registro lingüístico que, sin perder su carácter
coloquial, es algo más elevado que el de Plauto, con un mayor refinamiento en la
elección del vocabulario y en el estilo, destinado probablemente a un público más
formado que el de la generación de Plauto.

El teatro, tan importante en Época Arcaica, pierde peso en Época Clásica, es


decir, en el s. I a.C., ante el éxito de géneros menos discursivos, como el mimo, que triunfa en
ese momento. Posteriormente en el s. I d.C. reaparece, sobre todo como expresión literaria, y
no con voluntad de ser representado, gracias a la obra de Séneca.

3.2. LOS COMIENZOS DE LA PROSA: CATÓN EL VIEJO


La creación literaria latina adopta en sus orígenes la poesía como cauce de expresión.
La prosa viene después, en torno a la primera mitad del s. II a.C., con la figura de Marco Porcio
Catón (234-149 a.C.), conocido como Catón el Viejo o Catón el Censor.

Catón tuvo un papel público muy relevante, tanto desde un punto de vista político
(consiguió desempeñar todas las magistraturas de la carrera política en Roma -el cursus
honorum- hasta llegar a ser cónsul y censor), como militar (combatió contra Aníbal en la
Segunda Guerra Púnica y desempeñó un destacado papel en alentar la Tercera Guerra Púnica,
que supuso la destrucción del poder cartaginés) y se le consideró ya en su época -y sobre todo
posteriormente- un estricto defensor de los valores tradicionales romanos, frente a la
influencia griega que empezaba a advertirse gracias, entre otros, al círculo de los Escipiones.

Buena parte de la obra de Catón como escritor se ha perdido, como sus obras sobre la
historia de Roma y la mayor parte de los Orígenes, un tratado en siete libros desde la fundación
de Roma, así como un tratado militar y un compendio didáctico de carácter enciclopédico, las
“Máximas dirigidas a su hijo”, que abordaban los más diversos campos del saber.

Su obra conservada refleja una finalidad eminentemente pragmática y se


materializa en dos contextos muy concretos:

a) La prosa técnica, relacionada con la exposición del saber práctico y las destrezas propias
del mundo agrícola, de la que tienen muestras en la selección de pasajes de la Antología.

b) La prosa oratoria, como reflejo de la necesidad de crear discursos para el foro político y
judicial en un régimen de libertades donde la persuasión tiene una importancia capital. Este
fenómeno arranca con Catón, que nos suministra los primeros testimonios de oratoria latina, a
través de una colección de discursos cuya gran mayoría se ha perdido.

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