El Cristiano Con Toda La Armadura de Dios William Gurnall
El Cristiano Con Toda La Armadura de Dios William Gurnall
El Cristiano Con Toda La Armadura de Dios William Gurnall
EL
CRISTIANO
CON TODA LA
ARMADURA DE DIOS
WILLIAM GURNALL
ISBN: 978-1-84871-120-4
Impreso en EE.UU.
Printed in USA
Recomendaciones del libro
de Gurnall
“Si pudiera leer solo un libro aparte de la Biblia, escogería El
cristiano con toda la armadura de Dios".
[5]
El cristiano con toda la armadura de Dios
predicador. Tiendo a pensar que habrá sugerido más sermones
que ningún otro volumen no inspirado. A menudo he recurri do
al mismo cuando mi propio fuego ardía bajo, y pocas veces he
dejado de encontrar algún carbón encendido en el hogar de
Gurnall”.
[6]
índice
TOMO I
Introducción a la edición en inglés 35 Nota biográfica 37
Capítulo 1
Llamada a las armas 41
Capítulo 2
Primera consideración: La armadura del cristiano 71
[8]
Indice
[10]
Indice
Capítulo 3
Segunda consideración: La naturaleza de la guerra y el carácter
del enemigo 127
Capítulo 4
Tercera consideración:
Segunda exhortación a las armas 225 I. LA EXHORTACIÓN Y
LA IMPLICACIÓN 225
[11]
EL CRISTIANO CON TODA LA ARMADURA DE DIOS
Primera observación: Las implicaciones de una
amonestación repetida 225 Verdades imperativas 226 Las
verdades principales o fundamentales 226 Las verdades
incidentales 227 Las verdades prácticas 228 Segunda
observación: La necesidad de inspeccionar
y reparar las virtudes 229 1. Por qué tus virtudes deben
hallarse en buen
estado 230 2. Quién resulta ofendido cuando tu
gracia
disminuye 231 3. Cómo saber si tu virtud declina 233
4. Cómo recuperar la virtud decadente 237
Capítulo 5
Cuarta consideración:
La postura que se debe mantener en la guerra 264 [12]
índice
[13]
El. cristiano con toda la armadura de Dios
TOMO 2
Capítulo 6
Quinta consideración:
El cinturón espiritual de la verdad 287
[16]
Indice
Capítulo 7
Sexta consideración: La coraza del cristiano 391
Indice
1. Satanás dice que la rectitud estorba al placer 450
2. Satanás dice que la rectitud estropea
la prosperidad 456 3. Satanás amenaza a la rectitud
con la oposición del mundo 459 Dos rasgos de la vida
santificada 462 1. El pecado y la santidad existen y se
oponen mutuamente 462 2. Es posible vivir en el poder de la
santidad 463 Amonestación a los impíos 464 1. Algunos se
satisfacen con su impiedad 464 2. Otros se esconden tras una
falsa santidad 465 3. Muchos se burlan de la justicia 466
Exhortación a los cristianos 469 1. Bendice a Dios por
proporcionarte la coraza 469 2. Mantén ceñida la coraza 471
3. Sé humilde en la santidad 472
Capítulo 8
Séptima consideración:
El calzado espiritual del cristiano 476
[20]
Indice
[21]
El cristiano con toda la armadura de Dios
1. Los cristianos deben buscar la paz por amor a
Cristo 561 2. Los cristianos deben buscar la paz por
su
propio bien 564 3. Los cristianos deben buscar la paz
por el bien de otros 568 La paz con la creación 570
|22)
Indice
TOMO III
Capítulo 9
Octava consideración:
El escudo espiritual del creyente 609
[23]
El cristiano con toda la armadura de Dios
I. LA PREEMINENCIA DE LA FE SOBRE
LAS DEMÁS VIRTUDES 619 La razón de esta
preeminencia de la fe 620 1. Dios busca la fe 620 2. El
favor dado a la fe 622 3. La importancia de nuestra
justificación 623 4. La influencia de la fe en las demás
virtudes 625 Cómo influye la fe en las demás virtudes 625
1. La fe da trabajo a las demás virtudes 625 2. La fe
ayuda a las demás virtudes a recibir
fuerza de Cristo 627 3. La fe defiende al cristiano
en el ejercicio de
todas las virtudes 627 4. Solo la fe gana
aceptación ante Dios para
todas las virtudes y sus obras 628 5. La fe
proporciona ayuda cuando fallan las
demás virtudes 628 6. La fe conforta al creyente
cuando abundan
las demás virtudes 632 La preeminencia de la
incredulidad sobre los
demás pecados 633 Por qué debemos ser sensatos
cuando se pone
a prueba nuestra fe 636 1. Según sea tu fe, así serán
tus demás virtudes 637 2. La excelencia de la
verdadera fe hace más
repulsiva la fe falsa 637 3. La fe falsa y halagadora
estorba la obra de
la fe verdadera 638 Cómo juzgar la verdad de la fe
638 1. Cómo genera el Espíritu la fe en el alma 639 2.
Las características de la fe generada por
el Espíritu 643 Exhortación a los incrédulos para
que obtengan
el escudo de la fe 649 Instrucciones a los incrédulos
para obtener la fe 651 1. Deja que tu corazón quede
convicto de
incredulidad 651 2. No te resistas al Espíritu
Santo cuando te
ofrece su ayuda 652 [24]
Indice
3. Clama en oración a Dios por la fe 655 4. Medita a
menudo en la promesa 656 5. Apremia a tu alma con
la fuerte obligación
de creer 657 Exhortación a los creyentes a
conservar el escudo de la fe 659 La fe debe conservarse
con esmero por su
preeminencia sobre las demás virtudes 659
Instrucciones a los creyentes para conservar la fe 661 1.
La Palabra de Dios es vital para producir
y conservar la fe 661 2. Examina tu conciencia 662
3. Practica tu fe 662 4. Enfréntate a cualquier
incredulidad residual 663 5. Esfuérzate por aumentar
tu fe 665
Cómo saber si tu fe es fuerte o débil 665 1. Mientras más
plenamente puede el
cristiano confiar en las promesas
de Dios, más fuerte es su fe 665 2. Mientras más
se conforma el corazón del
cristiano con los cambios que la Providencia
hace en su situación en este mundo,
más fuerte es su fe 666 3. Mientras más puede
esperar el cristiano las
respuestas, más fuerte es su fe 668 4. Mientras
más sufre el cristiano de buen grado por la promesa,
más fuerte es su fe 668 5. Mientras más fácilmente se
resiste el creyente a la tentación, más fuerte es su fe
669 6. Mientras más obediente y compasivo es el
cristiano en su vida, más fuerte es su fe 669 7.
Mientras más templada es la actitud del
cristiano ante la muerte, más fuerte es su fe 670 El
creyente ha de reconocer la fe 671 Sospechas que llevan
a una persona a negar su fe 672 Características de las
dudas que pueden acompañar
a la verdadera fe 673 1. El creyente verdadero siente
vergüenza y pena ante la duda 673
[25]
El cristiano con toda la armadura de Dios
[26]
Indice
Capítulo 10
Novena consideración: El yelmo del cristiano 723
[28]
Indice
Capítulo 11
Décima consideración: La espada del cristiano 782 El arma
[30]
Indice
[31]
El cristiano con toda la armadura de Dios
2. No midas las verdades bíblicas por tu
propio razonamiento 829 3. No juzgues de
antemano las enseñanzas
de la Palabra 830 4. Pide a Dios que te revele
los misterios de las Escrituras 830 5. Coteja
versículo con versículo 834 6. Consulta con
autoridades fieles dentro
de la iglesia 835 Cómo emplear la espada
contra las concupiscencias 836 1. Recoge
ejemplos bíblicos de la deformidad
del pecado 837 2. Encuentra respuestas
bíblicas al falso
razonamiento de Satanás 842 3. Guarda la
Palabra en tu corazón 847 4. Reclama ante el
trono de la gracia la
promesa contra el pecado 850 Cómo utilizar la
espada de la Palabra contra
las aflicciones 851 1. Conoce tu derecho a las
promesas de Dios 852 2. Recoge y examina
las promesas según sus
aplicaciones 855 3. Recoge la totalidad de las
promesas de Dios 855 4. Medita en las
promesas de Dios 856 5. Reclama las
promesas ante el trono de la gracia 858
6. Actúa creyendo que Dios cumplirá sus
promesas 858 Exhortación a los pastores en
cuanto a la espada de la Palabra 860 1.
Conoce la Palabra de Dios 861 2. En el
púlpito no utilices otra espada que
la Escritura, y esgrímela con fidelidad 862 [32]
Tomo I
Introducción a la edición en inglés
[35]
El cristiano con toda la armadura de Dios
David Wilkerson
Siervo de Jesucristo
Autor de
La cruz y el puñal
[36]
William Gurnall
Nota biográfica
L nombre de William Gurnall aparece pocas veces en la
his toria de la Iglesia del siglo XVII, pero su obra acerca
de la guerra espiritual ha sido editada varias veces a lo largo
de más de 300 años y ha bendecido a miles de creyentes
desde su pri mera aparición.
La investigación demuestra que nació en noviembre de
1616, en la ciudad costera de Lynn, condado de Norfolk, In
glaterra, a unos 150 km de Londres. Su padre fue primero
con cejal y luego alcalde de Lynn, ciudad principal de la zona
más profundamente protestante de la Inglaterra del siglo
XVII. Los habitantes de Norfolk y Suffolk eran conocidos por
su profun do amor por las doctrinas de la Reforma.
Excelente estudiante, Gurnall fue premiado con una beca
por la ciudad de Lynn para asistir al Emmanuel College de
Cambridge. Empezó sus estudios formales allí a los 16 años,
poco después de la muerte de su padre. Fue educado según
la reverencia de los puritanos, los “excelentes de la tierra”, y
es
tudió en un colegio profundamente puritano, por lo que sería
de extrañar que no adquiriera opiniones puritanas. Algunos
de sus contemporáneos en Emmanuel College se hallaban
entre los autores y dirigentes puritanos más prominentes de
la época.
Los puritanos formaban un gran segmento del protestantis
mo del siglo XVII, que buscaba “purificar” la Iglesia anglica
na. Creían que los atuendos sacerdotales y las complicadas
ce remonias eran innecesarios. Muchos seguían un culto
sencillo,
sin el uso de breviarios, y usaban de una organización
eclesiás tica sencilla; la mayoría creía que todo el clero
debía tener el mismo rango, y que ningún obispo ni alto
dignatario debía controlar a los pastores de las
congregaciones.
A los 28 años, Gurnall fue nombrado rector de la iglesia de
Lavenham, en Suffolk, ciudad entonces de unos 1800
habitan tes, la mitad de los cuales eran feligreses suyos. Al
año siguien
El cristiano con toda i a armadura di;. Dios
te se casó con la hija de un pastor, Sarah Mott, que le dio
diez hijos. Gurnall pasó el resto de su vida —35 años—
ejerciendo aquel pastorado.
Durante la mayor parte de su vida padeció mala salud. En
los primeros días de su ministerio en Lavenham, fue llamado
una vez a predicar ante la Cámara de los Comunes en
Londres. Solo se pedía este servicio a los predicadores más
dotados, lo cual demuestra la gran estima de que gozaba
Gurnall como predicador. Sin embargo, se excusó, diciendo
en su carta: “Es una carga demasiado pesada para mis
hombros, especialmente al presente, cuando tantas
enfermedades me oprimen que solo puedo salir por poco
tiempo al aire libre sin que peligre mi sa
lud. Tanto menos, entonces, podría hacer un viaje tan largo
en esta época invernal” (Londres estaba a menos de cien
kilóme tros).
Los años del ministerio de Gurnall en la parroquia de La
venham estuvieron llenos de grandes acontecimientos de la
his toria inglesa: una guerra civil, el regicidio de Carlos I, la
decla ración del Protectorado bajo el líder puritano Oliver
Cromwell
y, después, la muerte de este y la restauración de la
monarquía bajo Carlos II. Pero el acontecimiento más
significativo para Gurnall fue la aprobación del Decreto de
Uniformidad.
Este decreto, aprobado en 1662, requería que todo
ministro se conformara a las directrices de la Iglesia
anglicana en cuan to a los cultos, uso del Libro de Oración y
la autoridad ecle siástica. Fue la culminación de años de
conflictos entre los pu ritanos y los líderes eclesiásticos
oficiales (aunque no existe in dicación alguna de que Gurnall
participara en el conflicto). Co mo resultado, unos 2000
pastores y maestros puritanos aban donaron sus cargos,
adquiriendo el sobrenombre de “inconfor mistas” y, por
consiguiente, fueron perseguidos por la intole rancia de la
Iglesia anglicana. Gurnall, en vez de alinearse con sus
colegas puritanos, optó por permanecer dentro de la Iglesia
estatal. Firmó la declaración requerida por el Decreto de Uni
formidad, y fue ordenado presbítero por el obispo evangélico
de Norwich, Reynolds.
He aquí la razón por que se ha escrito tan poco acerca de
William Gurnall en los anales de la historia eclesiástica. Aun-
[38]
Nota biográfica
[39]
El cristiano con toda la armadura de Dios
Gurnall en una conferencia dos meses después de su
muerte. Terminó con estas palabras:
Al escribir a los
[41]
El cristiano con toda la armadura de Dios
[42]
Llamada a las armas
[43]
El cristiano con toda la armadura de Dios
[44]
Llamada a las armas
[45]
El cristiano con toda la armadura de Dios
Las directrices
[46]
Llamada a las armas
[47]
El cristiano con toda la armadura de Dios
[48]
Llamada a las armas
[49]
El cristiano con toda la armadura de Dios
[50]
Llamada a las armas
El c r istian o c o n to d a la a r m a d u r a d e Dio s
[52]
Llamada a las armas
[53]
El c r istia n o c o n to d a la a r m a d u r a d e Dio s
[54]
Llamada a las armas
4. La naturaleza de Dios
Finalmente el creyente debe depender de la
fuerza divina, ya que esta idea resulta en
mayor progreso de la gloria de Dios (Ef.
1:4,12). Si Dios te diera un suministro vitalicio
de su gra cia al principio, y lo dejara de tu
cuenta, lo considerarías muy generoso. Pero
se incrementa aún más en la cuenta corriente
que él abre a tu nombre. Ahora no solo debes
reconocer que tu fuerza viene de Dios en
primer lugar, sino que continuamente estás
en deuda por cada entrega de dicha fuerza
que recibes en tu carrera cristiana.
Cuando un niño viaja con sus padres, todos
sus gastos los cubre el padre, no él mismo.
Igualmente, ningún creyente dirá al llegar al
Cielo: “Este es el Cielo que he ganado con el
poder de mi fuerza”. No, la Jerusalén
celestial es una ciudad “cuyo arquitecto y
constructor es Dios” (He. 11:10). Cada virtud
es una piedra del edificio, y su coronamiento
se coloca en la glo-
[55]
El c r istia n o c o n to d a la a r m a d u r a d e Dio s
Un aviso solemne
[56]
Llamada a las armas
1. Su historial
A lo largo de la historia Dios ha demostrado la
suficiencia de su poder, pero no resulta fácil
creer que él sea todopoderoso. Moi sés
mismo era una estrella de primera magnitud
en cuanto a la gracia, pero mira como
parpadea y flaquea su fe hasta superar las
dudas. “Seiscientos mil de a pie es el pueblo
en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les
daré carne, y comerán un mes en tero! ¿Se
degollarán para ellos ovejas y bueyes que les
basten?” (Nm. 11:21,22). Este creyente
perdió de vista por un momento
el poder supremo de Dios, y empezó a
cuestionar que él pudie ra cumplir con su
palabra. Igual podría haber dicho lo que ob
viamente pensaba: “Dios, ¿no habrás
sobrestimado tu poder es ta vez? ¡No se
puede hacer lo que has prometido!”. Porque
así
interpreta Dios su razonamiento: “Entonces
Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha
acortado la mano de Jehová?” (v. 23). Lo
mismo se ve en el caso de María en el Nuevo
Testamen to: “Señor, si hubieses estado aquí,
no habría muerto mi her mano” (Jn. 11:32). Y
su hermana Marta añade: “Señor, hiede ya,
porque es de cuatro días” (v. 39). Ambas eran
piadosas, pe ro tenían serias dudas respecto
al alcance del poder de Cristo. Una lo
limitaba en cuanto al lugar —“si hubieses
estado aquí”—, ¡como si él no hubiera podido
salvar la vida de Láza ro igual estando
ausente que presente! La otra lo limitó en
cuan to al tiempo —“hiede ya”—, como si
Cristo llegara tarde con su
[58]
Llamada a las armas
2. Tu dilema presente
Sin la fuerza de Dios no puedes resistir en la
hora de la prueba. El desafío supera a la
fortaleza humana. Supongamos que toda tu
fuerza está ya comprometida en fortalecer tu
alma contra la tentación, y que Satanás está
constantemente debilitando tu re
solución; ¿qué harás entonces? Que no
cunda el pánico. Manda a la fe que clame
ante la ventana de Dios —como el hombre de
la parábola que pidió pan del vecino a
medianoche—, y Aquel que guarda su pacto
eternamente te proveerá. Cuando la fe fa
lla, sin embargo, y el alma no tiene a quién
enviar en busca de la intervención divina, la
batalla casi ha terminado y en el mis mo
instante Satanás cruzará el umbral.
Cuando estés en medio de la prueba, no te
rindas desespera do. ¡La fe es una virtud
obcecada! A no ser que tu alma niegue
rotundamente el poder de Dios, este
mensajero —la fe— reco rrerá el camino bien
marcado hasta el Trono. La duda hiere, pe ro
no incapacita a la fe. De hecho, a la vez que
vacilas acerca de la misericordia de Dios y
dudas de si acudirá en tu rescate, la fe se
abrirá camino, aunque sea lentamente, hasta
su presencia. Y el mensaje que allí entregue
será: “Si quieres, puedes hacerme limpio”.
Pero si finalmente decides que Dios no puede
perdonar ni salvar, ni puede rescatarte, esto
le da el golpe mortal a la fe. En tonces tu
alma caerá a los pies de Satanás, demasiado
desani mada para mantener la puerta cerrada
ante la tentación. Re cuerda esto: aquel que
abandona su fe en medio de la sequía es
piritual se puede comparar con el necio que
tira su jarra el pri mer día que el pozo se
seca.
[59]
El cristiano con toda la armadura de Dios
3. Su deseo eterno
Siempre ha sido y será la voluntad del Padre
que solo confiemos en él. Dios exige que se
le llame Todopoderoso; insiste en que
confiemos en él. Un hijo sabio hace la
voluntad de su padre. Se puede llamar al
hombre sabio, misericordioso, fuerte; pero
solo Dios es omnisciente, omnipotente,
omnimisericordioso. Cuando quitamos el
prefijo omni, rebajamos a Dios llamándolo por
el nombre de una criatura, y él no nos
responderá. Su insistencia sobre el particular
se acentúa de varias maneras...
Primero, por su estricto mandamiento de
darle la gloria por su poder. Dios ha dejado
claro en su trato con los hombres que todo
poder es suyo, y que no comparte su gloria
con nadie más: “[No] temáis [...]. A Jehová de
los ejércitos, a él santificad” (Is. 8:12,13). Y
no solo en medio de una demostración
maravillosa de su poder. En la hora más
oscura, en las circunstancias más in
adecuadas, la fe debe presentarse ante el
Padre con alabanzas por su grandeza.
La severa disciplina que Dios administra
cuando dejamos de confiar en él también
demuestra la importancia de reconocer su
omnipotencia. Nuestra fe le importa tanto a
Dios que a veces dis ciplina a sus hijos más
amados cuando tropiezan en esta área. Es
pera que confiemos en él aun cuando no
damos la talla. No de bemos discutir ni
razonar: hemos de someternos y aferrarnos a
la promesa de su poder derramado por
nosotros. Zacarías sim plemente preguntó al
ángel: “¿En qué conoceré esto? Porque yo
soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”
(Lc. 1:18). Por atre verse a cuestionar la
amplitud del poder de Dios, se quedó mu do
al instante. Dios anhela que sus hijos crean
su palabra, y no discutan su poder. La marca
que distinguía la fe de Abraham era que
estaba “plenamente convencido de que [Dios]
era también poderoso para hacer todo lo que
había prometido” (Ro. 4:21).
Para estimular nuestra confianza, el Señor a
menudo inter viene de maneras poderosas a
favor de su pueblo. A veces per mite que
surja la oposición, para que en el momento
preciso se levante un pilar magnífico en
memoria suya. Este pilar se alza rá sobre la
ruina de aquello que disputó su poder. Así,
cuando él interviene, todos tienen que decir:
“¡Aquí obró el Omnipo tente!”.
[60]
Llamada a las armas
ra de la tormenta en cuanto a
su propia seguridad, sus hijos
se han quedado atrás, en la
batalla con Satanás. Ellos
permanecen en su corazón y
no los olvidará ni por un
prontitud
momento. Véase la
con que envió el Espíritu
Santo a los apóstoles des
alto el ulti
mátum de la gracia
de Dios? Pecador, Satanás
puede engañarte para que
creas que hace falta valor o
sabiduría para rechazar los
términos de la misericordia
de Dios, pero realmente es el
colmo de la necedad. Tu
destino eterno está en las
manos de Dios. Si no tratas
con él ahora, tendrás que
responder ante sus cargos
después. Sabe bien que
“¡horrenda cosa es caer en
manos del Dios vivo!” (He.
10:31).
[65]
El cristiano con toda la armadura de Dios
mismo, así na
die puede
romper ese compromiso que
él hace consigo mismo.
Estas son sus palabras:
“Seré amplio en perdonar” (cf.
Is. 55:7). En otras palabras:
“Ahogaré tus pecados en mi
misericordia y derramaré
todo lo que tengo, para que
no se diga que mi bien ha
sido vencido por tu mal”.
Entonces, cuando Satanás te
aterroriza con sus terribles
acu saciones contra tu alma,
puedes decir con confianza,
“Dios mis
mo es el que me
justifica. Ha prometido
restaurar mi vida si me
someto a él. ¿Alguna vez ha
roto una promesa? Por tanto
me he entregado a él como
fiel Creador”.
2. Cuando te vence la
tentación
Si temes algún día caer en la
tentación, aférrate a la fuerza
de Dios ahora y refuerza tu
capacidad de resistir. Cree
que tendrás victoria en el día
de la prueba. Tu Padre vigila
mientras
estrechamente
estás en el valle luchando;
tus gritos de socorro le ha
Recuérdale frecuentemente
versícu
lo, está implícita en
esta y en todas las promesas.
tu alma: “¡El
Decláraselo a
pecado no se enseñoreará de
ti, dice el Dios Om
aspecto el Todopo
deroso es
débil. Hasta un niño, el más
débil en la gracia de su
familia, que solo puede
susurrar: “Padre”, puede
convencerle. No dejes que la
debilidad de tu fe te aleje de
la presencia de Dios. Al ver
las pálidas mejillas y el
fe,
aspecto demacrado de tu
tu amor y tu paciencia, su
corazón compasivo se
conmove
rá y eso será un
fuerte argumento para su
ayuda.
Cuatro razones por que
el poder de Dios
a veces se oculta
Pero un alma desanimada
[68]
Llamada a las armas
estoy dependiendo de mi
resolución, de mi pastor o de
otra fuente externa? Todas
estas cosas son buenas,
pero solo son servidores de
Dios. Pasa por ellas hasta
llegar a Cristo mismo.
Tócale, y la liberación es
tuya.
[69]
El cristiano con toda la armadura de Dios
¿Doy gracias por la fuerza que tengo? En
[70]
Capítulo 2
Primera consideración:
La armadura del cristiano
Dios, y no nuestra
poca fuerza, lo que fomenta la fe y nos
prepara para la ba talla. ¿Pero cómo
apropiarnos de este poder para nuestras vi
das? Pablo nos lo dice: vistiéndonos la
armadura de Dios. Ves tirte de la armadura de
Dios es apropiarte de su poder de for ma muy
personal. Primeramente, es cuestión de un
corazón
transformado. El que se jacta de su confianza
en Dios, pero re almente no cree de corazón,
nunca estará a salvo en la zona de guerra
que separa el Cielo de la tierra. Si por
negligencia o de cisión deja de vestir la
armadura de Dios y corre desnudo a la
batalla, firma su propia sentencia de muerte.
Se cuenta de un fanático de Munster que
valerosamente in tentó rechazar a un ejército
invasor al grito de: “En el nombre del Señor
de los ejércitos, ¡huid!”. Pero su alma no
regenerada no había recibido esa orden del
General para quien pretendía luchar, y pronto
pereció. Su ejemplo debe enseñarnos el alto
precio que se paga por tal desatino. Oímos un
lenguaje valero so, pero necio, que sale de la
boca de los más ignorantes y pro fanos de
entre nosotros. Dicen que confían en Dios y
esperan en su misericordia; y desafían al
demonio y todas sus obras. Pe ro mientras
tanto son pobres y desnudas criaturas sin tan
si quiera una parte de la armadura de Dios
sobre sus almas. Tal presunción no tiene sitio
en el campamento del Señor.
[71]
El cristiano con toda la armadura de Dios
[72]
1. Separados de Dios
“Estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía
de Israel y aje nos a los pactos de la
promesa” (Ef. 2:12). Si no eres hijo del
Reino, no tienes más parte en las promesas
del pacto que un ciudadano de Roma tiene
en la Carta Magna de Londres. Estás solo en
el mundo, sin Dios. Si te metes en problemas,
habrás de presentar tu propia defensa. Pero
si eres ciudadano del Cielo, Dios tiene poder
para darte una inmunidad especial en cual
quier situación. Y aunque el rencor del diablo
se dirige contra ti, él no se atreve a pisar el
terreno de Dios para tocarte sin su permiso.
¡Qué condición tan desesperada la del alma
dejada a su pro pia defensa contra las
legiones de demonios y concupiscencias!
Será destrozada como una liebre entre los
sabuesos; y no esta rá Dios ahí para
frenarlos, sino Satanás para azuzarlos. Si
Dios abandona a un pueblo, por militante que
este sea, pronto pier de el valor y no puede
luchar. Un grupo de niños podría levan tarse y
echarlos de su propio patio. Cuando el pánico
cundió entre los israelitas al saber de
gigantes invencibles y de ciuda des
amuralladas, Caleb y Josué los apaciguaron
diciendo: “No sotros los comeremos como
pan; su amparo se ha apartado de
[73]
El cristiano con toda la armadura de Dios
2. La ignorancia
Solo un alma ignorante es lo bastante necia
como para salir des armada del castillo
durante un asedio. Obviamente no ha estu
diado al enemigo, o sabría el peligro que hay
fuera de sus puer tas. Para empeorar las
cosas, si lucha sin revestirse de Cristo, lu
chará a oscuras. El apóstol escribe: “En otro
tiempo erais tinie blas, mas ahora sois luz en
el Señor” (Ef. 5:8). Como hijo de luz,
un creyente puede andar de vez en cuando a
ciegas en cuanto a cierta verdad o promesa,
pero siempre tiene la vista espiritual que le
falta al inconverso. El hombre no regenerado
es en todo mo mento demasiado ignorante
para resistirse a Satanás, mientras que el
conocimiento de la verdad del cristiano lo
persigue y res cata su alma, aun cuando haya
sido secuestrada por la tentación.
No te llames a engaño: las tinieblas
espirituales nunca serán expulsadas si no es
por la unión con Cristo. Igual que el ojo fí sico
una vez destrozado no se puede reconstruir
por medios hu manos, tampoco es posible
restaurar el ojo espiritual —destro zado por el
pecado de Adán— mediante un esfuerzo
humano o angélico. Esta es una de las
enfermedades que Jesús vino a sa nar (Lc.
4:18).
3. La impotencia
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a
su tiempo murió por los impíos” (Ro. 5:6).
¿Qué puede hacer el alma desarma da para
romper el yugo de Satanás? No más que un
pueblo des armado para liberarse del dominio
de un ejército vencedor. Sa tanás tiene tal
poder sobre el alma que se le llama el
hombre fuerte con el alma como palacio (Lc.
11:21). Si el Cielo no le molesta, no temerá
un motín desde dentro. Lo mantiene todo
bajo su control. Lo que hace el Espíritu de
Dios en el cristiano, lo hace Satanás de
forma diabólica en el pecador. El Espíritu
llena el alma de amor, gozo, deseos
cristianos; el diablo llena el alma del pecador
de orgullo, lujuria, mentira... E igual que el
borracho lleno de vino, el pecador lleno de
Satanás no actúa in dependientemente, sino
que es un esclavo impotente.
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La armadura del cristiano
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El cristiano con toda la armadura de Dios
propuesta malvada, la encuentra desarmada
y en su estado na tural, ya conocedora de su
política. Ceder al control de Satanás
entonces, no causará gran revuelo en el
corazón del que es pe
cador por naturaleza. Pero cuando Cristo
hace campaña por un alma, propone
cambios devastadores; y el alma egoísta, a
quien le gustan las cosas tal como están, le
responde con el mismo desdén que los
ciudadanos rebeldes de la parábola: “No
quere
mos que éste reine sobre nosotros” (Lc.
19:14). Es unánime: to das las
concupiscencias votan contra Cristo, y se
levantan co mo los filisteos contra Sansón, al
que llamaron destructor de su país (Jue.
16:23,24). Si la gracia de Dios no interviniera
y so brepasara el veto, todo el mundo estaría
en las garras de Sata nás.
Las conquistas de Satanás se limitan a las
almas ignorantes y desgraciadas que no
tienen fuerza ni sentido para oponerse.
Nacen presos del pecado; todo lo que el
diablo tiene que hacer es mantenerlos
cautivos. Pero cuando asalta a un cristiano,
cu
ya libertad se ganó en la cruz de una vez por
todas, entonces está poniendo sitio a una
ciudad con puertas y murallas. Tarde o
temprano deberá retroceder avergonzado, sin
poder arreba tar ni al cristiano más débil de la
mano del Salvador. Duda de
tu propia fuerza, pero nunca de la de Cristo.
En tus peores lu chas con Satanás, confía en
él para sacarte del dominio diabó lico con
mano firme, a pesar de la fuerza y la furia del
Infier no.
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La armadura del cristiano
La armadura y su Creador
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El cristiano con toda la armadura de Dios
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El cristiano con toda la armadura de Dios
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La armadura del cristiano