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El Cristiano Con Toda La Armadura de Dios William Gurnall

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D.A.

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EL
CRISTIANO
CON TODA LA
ARMADURA DE DIOS

WILLIAM GURNALL

Condensado por Ruthanne Garlock, Kay


King, Karen Sloan y Candy Coatí
EL ESTANDARTE DE LA VERDAD
3 Murrayficld Road, Edimburgo EH12 6EL, Reino
Unido P O Box 621, Carlisle, PA 17013, EE.UU.

Copyright © 1986 por World Challenge, lnc.


Publicado por primera vez en inglés en tres
tomos en 1655, 1658 y 1662 bajo el título
The Christian in Complete Armour
Revisado y reimpreso en 1864 por Blackie & Sons, Glasgow La
edición íntegra fue reeditada por The Banner of Truth Trust en
1964 y frecuentemente reimpresa
La edición condensada en inglés fue publicada por World
Challenge, lnc., David Wilkerson Crusades, Lindale, Texas,
EE.UU., en asociación con The Banner of Truth Trust en 1986

Primera edición en español: 2011


Copyright © 2011 por The Banner of Truth Trust
para la versión española

ISBN: 978-1-84871-120-4

Traducción: M. Anne Crandell de Garrido


Revisión: Ricardo Cerni
Revisión de estilo: Juan Sánchez Araujo

La presente edición se publica en colaboración


con EDITORIAL PEREGRINO, S.L.

Impreso en EE.UU.
Printed in USA
Recomendaciones del libro
de Gurnall
“Si pudiera leer solo un libro aparte de la Biblia, escogería El
cristiano con toda la armadura de Dios".

John Newton (1725—1807)


Tratante de esclavos convertido
Autor de “Sublime gracia... ”.

“Una hermosa característica del libro de Gurnall es su riqueza


en dichos expresivos, directos y epigramáticos. A menudo en
contrarás en una línea y media alguna gran verdad, expresada
tan concisa y, al mismo tiempo, tan completamente que te ma
ravillarás de veras de que se pueda decir tanto con tan pocas
palabras.

“En la iglesia debería valorarse y estudiarse una teología escri


turaria y sólida, como la contenida en estas páginas. Libros en
los que se considera reverentemente la Escritura como la sola
regla de fe y de práctica; libros en los que se les da su oficio de
bido a Cristo y al Espíritu Santo; libros en los que se delinean y
exponen con claridad, sencillez y precisión la justificación, la
santificación, la regeneración, la fe, la gracia y la santidad; es tos
son los únicos libros verdaderamente provechosos. Pocas cosas
necesitan más un avivamiento que el gusto por libros co mo
estos entre los lectores”.

J.C. Ryle (1816-1900)


Primer Obispo de Liverpool

“La obra de Gurnall no tiene igual y es valiosísima. Cada una


de sus líneas está llena de sabiduría; cada frase es sugestiva. Es
ta “Armadura completa” es, por encima de todo, un libro de

[5]
El cristiano con toda la armadura de Dios
predicador. Tiendo a pensar que habrá sugerido más sermones
que ningún otro volumen no inspirado. A menudo he recurri do
al mismo cuando mi propio fuego ardía bajo, y pocas veces he
dejado de encontrar algún carbón encendido en el hogar de
Gurnall”.

Charles Haddon Spurgeon (1834-1892)


Pastor del London Metropolitan Tabernacle

[6]
índice

TOMO I
Introducción a la edición en inglés 35 Nota biográfica 37
Capítulo 1
Llamada a las armas 41

I. LLAMADA AL VALOR CRISTIANO 42 La cobardía frente al


valor 43 Fuentes del valor cristiano 45
1. Conocimiento sólido de la verdad de Dios 45 2. Un
corazón bien dispuesto 46

II. LLAMADA AL SERVICIO 46 Las directrices 46 1. Renuncia a


tus pecados predilectos 46 2. Conforma tu vida a Cristo 48 3.
Salta los obstáculos 48
4. Confía en Dios en cada circunstancia 49 5. Sigue el
camino hasta el final de la vida 49

III. LA ADMONICIÓN DE SER FUERTES


EN EL SEÑOR 50 La fuente de las fuerzas del creyente 50 La
importancia de la fuerza de Dios 52
1. La naturaleza de la conciencia del creyente 52 2. El
carácter de la conciencia 53 3. La naturaleza del plan de
Dios 54 4. La naturaleza de Dios 55

Un aviso solemne 56 |7|

El cristiano con toda la armadura de Dios


IV. LA ADMONICIÓN PARA APROPIARSE DE “EL PODER
DE SU FUERZA” 57 ¿Qué es el poder de su fuerza? 57
Apropiarnos del poder de Dios 57 Tres razones para confiar en el
poder de Dios 58
1. Su historial 58 2. Tu dilema presente 59 3. Su deseo
eterno 60
El quíntuple lazo que asegura el poder de Dios 61 1. Su estrecha
relación con los creyentes 61 2. Su gran amor a los creyentes
62 3. Su pacto eterno 62 4. Su propio compromiso 63 5. La
intercesión de su Hijo 63
Ocasiones para hacer uso del poder de Dios 64 1. Cuando estás
abrumado por el pecado 66 2. Cuando te vence la tentación
66 3. Cuando te oprime el deber cristiano 67 Cuatro razones
por que el poder de Dios a veces
se oculta 68 1. Puede que hayas pasado por alto el poder
de
Dios 68 2. Dios puede demorarse a propósito 69 3. El
estorbo a la bendición puede estar en ti 69 4. Dios puede
llamarte a perseverar en
situaciones críticas 70

Capítulo 2
Primera consideración: La armadura del cristiano 71

I. EL CRISTIANO DEBE ESTAR ARMADO 71 El cristiano


armado: Su provisión divina 72 1. Cristo como armadura 72 2. Las
virtudes de Cristo como armadura 72 El pecador desarmado: Su
pésimo porvenir 72 1. Separados de Dios 73 2. La ignorancia 74 3.
La impotencia 74

[8]
Indice

4. La amistad con el pecado y Satanás 75 El enemigo y su


plan diabólico 75 1. La inclinación natural del alma humana
75 2. La malicia sobrenatural de Satanás 76 La armadura y su
Creador 77 1. Dios es el diseñador de la armadura
de sus hijos 77 2. Dios hace la armadura de sus hijos
y los adiestra para utilizarla 79 La armadura: sus
componentes 80 1. Todos los componentes juntos cubren
al cristiano entero: alma y cuerpo 80 2. Cada pieza
tiene una función especial 81 3. Cada pieza es completa
y perfecta 84
Nuestros dones: Por qué perfeccionarlos 84 1. Porque nuestros
dones pueden deteriorarse 84 2. Porque Satanás sigue
perfeccionando su ira
y astucia 85 3. Porque cumplimos con el propósito de
Dios
cuando crecemos en gracia 85 El uso correcto de la armadura
86 1. Hay que ponérsela 86 2. Hay que ponérsela siempre
86 La armadura: su lugar correcto 89 Exhortación final 89

II. POR QUÉ EL CRISTIANO DEBE ESTAR


ARMADO 90 El peligro de no estar armado 90 Satanás como
tentador 91
1. Satanás decide cuándo tentar 91 2. Satanás decide cómo
tentar 94 3. Satanás escoge el instrumento o la persona
que utilizará para la tentación 97 Aviso 100
Advertencia 102
1. Pide el consejo de Dios 102 2. Conoce tu corazón 102
[9]
El cristiano con toda la armadura de Dios
3. Lee la Palabra de Dios con atención 102 Satanás como
acusador de pecado 103 1. Satanás acusa a los cristianos de sus
propios pensamientos malvados 104 2. Satanás exagera los
pecados del cristiano 104 3. Satanás se nombra juez y jurado
para juzgar a los creyentes 106 4. Satanás intenta robar la
promesa del pacto
a los cristianos 107 La respuesta correcta del cristiano
ante las
acusaciones de Satanás 109 1. Que sus acusaciones te hagan
más diligente 109 2. Que te hagan más humilde 109 3. Que te
demuestren la falsedad de su lógica 109 La respuesta perfecta
de Dios ante las acusaciones
de Satanás 111 1. Dios utiliza las tretas del propio Satanás
para hacer sabios a sus hijos 111 2. Dios utiliza las tretas de
Satanás para hacer agradecidos a sus hijos 112 3. Dios utiliza
las tretas de Satanás para hacer cautos a sus hijos 113 La
fortaleza de los cristianos 113 1. Satanás como seductor 113 2.
Aférrate a la promesa divina de la justificación 114 3. Evita
caer en la trampa 114 4. Mantén la seguridad de tu salvación
116 Victoria segura si llevamos la armadura 118 La condenación
de Satanás 118 1. La maldición que pesa sobre Satanás 119 2.
Los límites que Dios pone a Satanás 119 Las intenciones
satánicas y la intervención divina 120 1. La intención de
Satanás: enturbiar
la conciencia del cristiano 121 2. La intención de
Satanás: corromper a otros santos 122 3. La intención de
Satanás: mancillar la relación del cristiano con Dios 123

[10]
Indice

Capítulo 3
Segunda consideración: La naturaleza de la guerra y el carácter
del enemigo 127

I. NATURALEZA DE LA GUERRA 127 Por qué deben luchar los


cristianos 127 1. La violencia del conflicto 127 2. La
universalidad del conflicto 129 3. La duración del combate 130
Cómo no se debe luchar 130
1. No luches contra el Espíritu de Dios 131 2. No luches
contra la providencia de Dios 131 3. No luches con tus
propias reglas 132
Cómo luchar 133 1. Que Dios sea tu ayudador 133 2. Practica
constantemente 133 3. Utiliza tu ventaja sabiamente 134 Una
palabra de ánimo para los luchadores 134

II. EL CARÁCTER DEL ENEMIGO 135 Adversarios menores del


cristiano: “sangre y carne” 136 1. Las corrupciones interiores
son “sangre y carne” 136 2. Los seres humanos son “sangre y
carne” 137 Los mayores enemigos del cristiano:
los espíritus malignos 141 1. Su sistema de gobierno 142 2.
Sus poderes 150 3. El reino satánico (“las tinieblas de
este siglo”) 159
4. La naturaleza de los espíritus malignos
(“malicias espirituales”) 180 5. El campo de batalla
(“en las regiones celestes” o “en las cosas celestiales”)
212

Capítulo 4
Tercera consideración:
Segunda exhortación a las armas 225 I. LA EXHORTACIÓN Y

LA IMPLICACIÓN 225

[11]
EL CRISTIANO CON TODA LA ARMADURA DE DIOS
Primera observación: Las implicaciones de una
amonestación repetida 225 Verdades imperativas 226 Las
verdades principales o fundamentales 226 Las verdades
incidentales 227 Las verdades prácticas 228 Segunda
observación: La necesidad de inspeccionar
y reparar las virtudes 229 1. Por qué tus virtudes deben
hallarse en buen
estado 230 2. Quién resulta ofendido cuando tu
gracia
disminuye 231 3. Cómo saber si tu virtud declina 233
4. Cómo recuperar la virtud decadente 237

II. RAZONES PARA LA EXHORTACIÓN 240 Primera razón:


La hora de la batalla 240 1. Naturaleza y características del mal y
del
“día malo” 242 2. La certeza del día malo 245 3.
Necesidad de la armadura para resistir en el
día malo 246 4. Instrucciones para prepararse para
el “día malo” 248 Segunda razón: Los requisitos para un
final feliz
de la guerra 250 1. La necesidad de perseverar 251 2.
Nuestra necesidad de la armadura divina para
perseverar 253 3. Por qué los no regenerados no
pueden
perseverar 253 4. La certeza de perseverar si se está
armado 255 5. El resultado prometido de la
perseverancia 260

Capítulo 5
Cuarta consideración:
La postura que se debe mantener en la guerra 264 [12]

índice

I. PERMANECE FIRME: NO HUYAS NI CEDAS 264 Es un


mandamiento de la Palabra de Dios 265 Dios proporciona una
armadura suficiente para la
batalla 266 La seguridad del cristiano estriba en la resistencia 267
Solo se vence al enemigo por la fuerza 268
1. Satanás es un enemigo cobarde 268 2. Satanás es un
enemigo invasor 268 3. Satanás es un enemigo acusador
269

II. PERMANECE EN TU SITIO SIN USURPAR


EL DE OTRO 270 Cinco consideraciones para persuadirnos
a estar firmes 272 1. Pierdes la aprobación de Dios al
abandonar tu puesto y trabajar fuera de tu vocación 272
2. Pierdes la protección de Dios al pasar por alto sus
restricciones en cuanto a ubicación y
vocación 273 3. Dios no te pide cuentas por el trabajo
de otro 274 4. Sufres sin necesidad cuando llevas cargas
que
Dios no reservaba para ti 274 5. Un espíritu inestable
suele alejar a las personas de su puesto y vocación 275

III. PERMANECE FIRME: NO TE DUERMAS 277 Por qué el


cristiano debe mantenerse despierto 278 1. Su trabajo es demasiado
importante y exigente para hacerlo medio dormido o de mala
gana 278
2. La vigilancia consigue ventajas para el
cristiano de tres formas importantes 279 Cómo vigilar 280 1.
Hay que vigilar constantemente 280 2. Hay que vigilar
totalmente 282 3. Hay que vigilar sabiamente 282

[13]
El. cristiano con toda la armadura de Dios
TOMO 2
Capítulo 6
Quinta consideración:
El cinturón espiritual de la verdad 287

1. LA VERDAD DOCTRINAL COMO CINTURÓN DE LA


MENTE 288 El juicio fundamentado en las verdades de Cristo 289
Por qué los cristianos necesitan un juicio
fundamentado en la verdad 290 1. Para protección contra la
dañina naturaleza
de las doctrinas falsas 290 2. Para protección contra
la naturaleza sutil de
los embaucadores 291 3. El juicio fundamentado en
la verdad influye
de modo general en todo el hombre 292 Cómo
fundamentar el juicio en la verdad 293 1. Abraza la verdad
sinceramente 293 2. Sigue el ministerio de la Palabra 294 3.
Evita limitar tu juicio a una sola persona
o grupo 294 4. Cuidado con la curiosidad 295 5.
Busca humildemente la sabiduría
fundamentada de Dios 295 6. No te ofendan las
diferencias de opinión 296 7. Conoce el valor de la
verdad en tu corazón 296
Una profesión libre y valiente de la fe 297 1. Mantén una
profesión firme de la verdad 297 2. Dios ha confiado su
verdad a sus hijos 299 3. Mantén tu profesión de la
verdad frente a la
muerte y el peligro 300 Cómo estar ceñido con la profesión de la
verdad 301 Embaucadores que utilizan la verdad 302 1. Los que
emplean la verdad para su beneficio
carnal 302 2. Los que hablan de la verdad sin vivirla
302 3. Los que no tienen celo contra los enemigos
de la verdad 303 [14]
Índice

Cómo hacer que los corazones ardan de amor


por la verdad 304 1. Conforma tu corazón a la verdad 304
2. Que tu corazón se llene continuamente del
amor de Dios 305 3. Medita con frecuencia en la
excelencia de la
verdad 306 4. Que tu corazón se llene del temor de la
ira
de Dios contra la apostasía 309

II. UN CORAZÓN SINCERO O ÍNTEGRO


COMO CINTURÓN DE LA VOLUNTAD 309 Qué significa
un corazón sincero 309 Por qué la integridad se compara a un
cinturón 310
1. Porque cubre las juntas de la armadura 310 2. Porque
presta fuerza 310 La sinceridad cubre las deficiencias del
cristiano 311 1. La verdad moral 311 2. La rectitud
evangélica 312 Las deficiencias que la sinceridad cubre 315 1.
Los bienes externos temporales 315 2. La fealdad del
pecado 317 Cómo la integridad cubre las deficiencias
del cristiano 317 Por qué la integridad cubre las deficiencias
del cristiano 320 1. La integridad fluye de la gracia del
pacto del
evangelio 320 2. La integridad cubre las deficiencias
por el gran amor de Dios 322 Los compañeros inseparables de la
integridad 323 1. La integridad predispone el alma 323 2. La
integridad abre el alma libremente a Dios 324 Naturaleza de la
hipocresía y la repugnancia de Dios 326 Las ofensas de la
hipocresía 328 1. La hipocresía viola la luz de la naturaleza
328 2. La hipocresía es la pecaminosidad de los
demás pecados 328 [15]

El cristiano con toda la armadura de Dios


Falsa adoración y falsas pretensiones 330 1. El hipócrita
profana la santa adoración a Dios 330 2. El hipócrita finge
una relación con Dios y Cristo 332
Busca la integridad 334 1. La eternidad depende de tu
integridad 334 2. La hipocresía puede ocultarse en tu
corazón 335 3. La búsqueda de la integridad es factible
335
La falsa profesión de fe del hipócrita 336 1. El hipócrita afirma
que no soporta la hipocresía 336 2. El hipócrita se jacta de no
tener miedo 336 3. El hipócrita revela sus devociones
secretas 337 4. El hipócrita dice que declara la guerra al
pecado 338
Las características de la integridad 339 1. El corazón íntegro es
un corazón nuevo 339 2. Corazón íntegro, corazón sencillo
341 3. El cristiano sincero es constante 344 4. El cristiano
íntegro es progresivo 347
Instrucciones para los insinceros 348 1. Reconoce la
naturaleza mortal de tu
insinceridad 348 2. Date cuenta de que no puedes
curar tu propia hipocresía 350 3. Lleva tu hipocresía a
Cristo: su destreza
y fidelidad te podrán curar 350 Instrucciones para los
sinceros e íntegros 352 1. Camina ante la mirada de Dios 353 2.
Actúa con amor, no con temor 355 3. Medita en la sinceridad
de Dios 357 4. Cuidado con los pecados de presunción 361 5.
Ponte por encima del amor y el temor al
mundo 362 6. Guarda tu corazón con una disciplina
estricta 363 Consuelo para el creyente sincero que tiene dudas
364 1. No pienses que eres hipócrita porque en este
momento no veas evidencias de tu integridad 364 2. Date
cuenta de que Satanás quiere sembrar duda y temor en tu
corazón 364 3. Busca las evidencias de tu integridad 367

[16]
Indice

La sinceridad fortalece el espíritu del creyente 371 1. La fuerza


preservadora de la sinceridad 372 2. La fuerza
restauradora de la sinceridad 375 3. La fuerza
consoladora de la sinceridad 377 4. La fuerza de la
sinceridad contra la tentación 386 5. La importancia de
luchar por la sinceridad 387 6. La bendición de la
sinceridad 387 7. La certeza de la sinceridad contra el
miedo
a la apostasía 388 8. Aviso: No te gloríes en la
sinceridad 389 9. Teme la hipocresía, no la aflicción 389

Capítulo 7
Sexta consideración: La coraza del cristiano 391

El significado de la justicia 391 1. La justicia legal 391 2. La


justicia evangélica 392
Por qué se compara la justicia con la coraza 396 1. La coraza
protege la parte central del cuerpo 396 2. La coraza da valor
al cristiano 396
El vínculo entre la coraza y el cinturón 397 1. La verdad en la
doctrina 397 2. La verdad del corazón 398

I. POR QUÉ TODO CRISTIANO DEBE PONERSE SIEMPRE


LA CORAZA 399 1. Dios quiere que sus hijos sean santos
400 2. Satanás desea la impiedad del pueblo de Dios 405 La
excelencia del poder de la santidad 408 1. Solo ocurre en el ser
humano 408 2. Da evidencias para el Cielo 408 3. Nos
capacita para la comunión con Dios 409 4. Proporciona paz
409 5. Tiene mucha influencia en los demás 411 6. La
santidad y la justicia son pilares de las
naciones 413 [17]

El cristiano con toda la armadura de Dios


II. CÓMO EXPRESA EL CRISTIANO EL PODER DE LA
SANTIDAD 415 En el combate contra el pecado 415
1. Evita la apariencia del pecado 415 2. Lucha contra el
pecado por las razones de Dios 416 3. Mortifica el
pecado 417 4. Crece en la santidad contraria al pecado
418 5. Combate el pecado en la vida de los demás 419 6.
Rechaza la vanagloria 419
En la adoración 420 1. Sé consecuente en todas las
ordenanzas 420 2. Busca las metas de Dios 421
En el trabajo 424 1. Diligencia 425 2. Conciencia 425 3. Éxito
426 4. Contentamiento 426 5. Prioridades 427
En el trato con los demás 429 1. El poder de la santidad en la
familia 429 2. El poder de la santidad en tu vecindario
435

III. DIRECCIÓN PARA EL CRISTIANO QUE


DESEA LA SANTIDAD 438 Cómo mantener la santidad 438 1.
Pon buenos cimientos 438 2. Fija la vista en la regla
adecuada 439 3. Mantén tus motivos puros 442 4. Toma a
Cristo como ejemplo de la vida
santificada 443 5. Depende de Dios para tu santidad
444 6. Escoge amistades espirituales 445 7. Rinde
cuentas a un cristiano maduro 446 8. Contempla la
santidad desde la perspectiva
de la muerte 447 9. Depende del pacto divino de
gracia 448 10. Guárdate del desaliento 449 La estrategia
satánica para despojar al cristiano
de su coraza 450 |18|

Indice
1. Satanás dice que la rectitud estorba al placer 450
2. Satanás dice que la rectitud estropea
la prosperidad 456 3. Satanás amenaza a la rectitud
con la oposición del mundo 459 Dos rasgos de la vida
santificada 462 1. El pecado y la santidad existen y se
oponen mutuamente 462 2. Es posible vivir en el poder de la
santidad 463 Amonestación a los impíos 464 1. Algunos se
satisfacen con su impiedad 464 2. Otros se esconden tras una
falsa santidad 465 3. Muchos se burlan de la justicia 466
Exhortación a los cristianos 469 1. Bendice a Dios por
proporcionarte la coraza 469 2. Mantén ceñida la coraza 471
3. Sé humilde en la santidad 472

Capítulo 8
Séptima consideración:
El calzado espiritual del cristiano 476

1. QUÉ SIGNIFICA AQUÍ “EL EVANGELIO” 476 La mejor


noticia del mundo 476 1. Dios perdona y luego da 477 2. No
puede haber malas noticias después que
se ha abrazado la buena noticia de Cristo 477
Propiedades de un mensaje gozoso halladas en el
evangelio 478 1. Un mensaje gozoso debe ser bueno 478
2. El mensaje del evangelio es tan grande como
bueno 478 3. Un mensaje bueno concierne
íntimamente
a sus oyentes 479 4. La sorpresa añade gozo a la
noticia 480 5. Un mensaje bueno debe ser una verdad
comprobada 480 Una llamada a nuestra compasión por
los que nunca
han oído el evangelio 481 |19|

El cristiano con toda la armadura de Dios


El mundo rechaza el evangelio 482 1. Solamente un remanente
abraza el evangelio 483 2. La mayor parte de la cristiandad
se compone
de discípulos viejos, no de recién convertidos 484 3. Hay
divisiones en el pueblo de Dios 485 Exhortación a los
incrédulos y los creyentes 485 1. A los incrédulos 485 2. A los
creyentes 487

II. QUÉ SIGNIFICA AQUÍ “LA PAZ” 490 La paz de la


reconciliación con Dios 491 1. La necesidad de paz con Dios
491 2. La paz solo proviene del evangelio 493 3. Por qué
Dios efectúa la paz mediante
el evangelio 495 Superioridad de nuestra naturaleza en
Cristo
a la naturaleza de Adán 500 1. Unión del pecador
reconciliado con Dios 502 2. La comunión del pecador
reconciliado
con Dios 502 Por qué buscar la paz con Dios 504 1. Considera
lo ofrecido: la paz con Dios 505
2. Considera quién te ofrece la paz: el Dios santo 507 3.
Considera cómo te ofrece Dios la paz 507 4. Considera lo
que ocurre cuando rechazas
la paz de Dios 510 Cómo hallar la paz con Dios 512 1.
Reconoce que hay enemistad que entre
tú y Dios 512 2. Asegúrate de tener buenas
motivaciones 513 3. Abandona tu rebelión y sométete a
la
misericordia de Dios 515 4. Corre humildemente al
trono de la gracia
y pídele a Dios que te dé la paz 518 Exhortación a los que ya
tienen paz con Dios 521 1. No hagas las paces con el pecado
521 2. Reconcilíate con los demás 522 3. Confía en Dios para
suplir tus necesidades 522

[20]
Indice

4. Soporta con paciencia la aflicción 523 5. Que la


esperanza se alimente de la gloria
celestial 524 6. Testifica a los demás 525 La paz de
la conciencia 526 1. ¿Qué satisface la conciencia? 527 2.
¿Qué es lo que aplica la satisfacción a la
conciencia? 527 Amonestación a los que niegan que
la paz de la conciencia sea la bendición del evangelio 534
1. Algunos niegan la seguridad de la salvación 534 2.
Algunos piensan cosas vanas acerca
del evangelio 535 3. Algunos buscan la paz fuera
del evangelio 539 Características de la paz del evangelio
543 1. El consuelo del evangelio se derrama en
el corazón quebrantado 543 2. La paz del
evangelio se da a los siervos
obedientes 544 3. La paz del evangelio fortalece y
restaura
al cristiano 545 4. La paz del evangelio consuela el
alma 546 La paz del amor y la unidad 549 1. La unidad
de corazón entre los primeros
cristianos 550 2. La perfección de esta paz y este
amor mutuo en el Cielo 551 Solo el evangelio une los
corazones y las mentes en paz 551 1. El evangelio
presenta fuertes razones para
la paz y la unidad 551 2. El evangelio borra las
causas de la contienda 552 La diferencia entre la paz de
los cristianos y de los pecadores 555 1. La paz y el amor
entre impíos 555 2. El pecado de los pastores que
avivan las
contiendas 557 Exhortación a mantener la paz 560

[21]
El cristiano con toda la armadura de Dios
1. Los cristianos deben buscar la paz por amor a
Cristo 561 2. Los cristianos deben buscar la paz por
su
propio bien 564 3. Los cristianos deben buscar la paz
por el bien de otros 568 La paz con la creación 570

111.EL APRESTO PARA PROCLAMAR


EL EVANGELIO DE LA PAZ 571 ¿Qué significa este
apresto? 571 ¿Por qué se llama “el apresto del evangelio
de
la paz”? 572 La preparación para las pruebas 572
¿Por qué los cristianos han de estar preparados
para las pruebas? 574 1. Cristo exige este espíritu
574 2. Cristo merece este espíritu 576 3. Esta
disposición evidencia un corazón lleno
de gracia 579 4. Un espíritu dispuesto libera a la
persona 580 5. La disposición a servir prepara al
cristiano
para el servicio 581 6. La disposición a servir
ayuda a disfrutar de
la vida 582 Por qué tan pocos son cristianos 584 1.
Dios llama a todo cristiano a prepararse para
sufrir 584 2. Muchos se niegan a ponerse el
calzado del
evangelio 585 Exhortación a ponernos el calzado
de la disposición 587 1. El sufrimiento puede llegar de
repente 589 2. Si no estás dispuesto a sufrir por Cristo
en la
tierra, no llevarás corona en el Cielo 589 Instrucciones
para llevar el calzado espiritual 590 1. Examina la
sinceridad de tu obediencia 590 2. Ora por la capacidad
espiritual de sufrir 591 3. Medita acerca del sufrimiento
592

|22)
Indice

4. Acepta la voluntad de Dios diariamente 593 5. La


abnegación debe formar parte de tu vida 594 6. Deja
atrás las pasiones mundanas 595 La paz del evangelio
prepara al cristiano para
las pruebas 596 Cómo la paz del evangelio prepara al
cristiano
para el sufrimiento 598 1. La paz del evangelio eleva
al creyente por
encima del peligro 598 2. Quien tiene paz con Dios
es hijo de Dios 599 3. El alma que tiene paz con Dios
es heredera
de Dios 599 4. La paz del evangelio hace
invencible la fe 600 5. La paz con Dios llena el
corazón de amor
a Cristo 601 6. La paz con Dios fomenta la
abnegación 601 7. La paz con Dios fomenta el don
de la paciencia 603
La paz y la paciencia del evangelio 604 1. Paciencia en
la aflicción sin la paz del evangelio 604 2. ¿Puede
haber paz del evangelio sin paciencia
en la aflicción? 605 La sensibilidad de la conciencia
cristiana 605 1. Los pecados presuntuosos son
“ladrones”
que roban el consuelo 606 2. La negligencia es el
“óxido” que estropea la
fortaleza de la paz 606

TOMO III
Capítulo 9
Octava consideración:
El escudo espiritual del creyente 609

La fe que el apóstol alaba 609 La naturaleza de la fe


justificadora 610 Por qué la fe se compara con un escudo
616 El significado de la expresión “sobre todo ” 618

[23]
El cristiano con toda la armadura de Dios

I. LA PREEMINENCIA DE LA FE SOBRE
LAS DEMÁS VIRTUDES 619 La razón de esta
preeminencia de la fe 620 1. Dios busca la fe 620 2. El
favor dado a la fe 622 3. La importancia de nuestra
justificación 623 4. La influencia de la fe en las demás
virtudes 625 Cómo influye la fe en las demás virtudes 625
1. La fe da trabajo a las demás virtudes 625 2. La fe
ayuda a las demás virtudes a recibir
fuerza de Cristo 627 3. La fe defiende al cristiano
en el ejercicio de
todas las virtudes 627 4. Solo la fe gana
aceptación ante Dios para
todas las virtudes y sus obras 628 5. La fe
proporciona ayuda cuando fallan las
demás virtudes 628 6. La fe conforta al creyente
cuando abundan
las demás virtudes 632 La preeminencia de la
incredulidad sobre los
demás pecados 633 Por qué debemos ser sensatos
cuando se pone
a prueba nuestra fe 636 1. Según sea tu fe, así serán
tus demás virtudes 637 2. La excelencia de la
verdadera fe hace más
repulsiva la fe falsa 637 3. La fe falsa y halagadora
estorba la obra de
la fe verdadera 638 Cómo juzgar la verdad de la fe
638 1. Cómo genera el Espíritu la fe en el alma 639 2.
Las características de la fe generada por
el Espíritu 643 Exhortación a los incrédulos para
que obtengan
el escudo de la fe 649 Instrucciones a los incrédulos
para obtener la fe 651 1. Deja que tu corazón quede
convicto de
incredulidad 651 2. No te resistas al Espíritu
Santo cuando te
ofrece su ayuda 652 [24]

Indice
3. Clama en oración a Dios por la fe 655 4. Medita a
menudo en la promesa 656 5. Apremia a tu alma con
la fuerte obligación
de creer 657 Exhortación a los creyentes a
conservar el escudo de la fe 659 La fe debe conservarse
con esmero por su
preeminencia sobre las demás virtudes 659
Instrucciones a los creyentes para conservar la fe 661 1.
La Palabra de Dios es vital para producir
y conservar la fe 661 2. Examina tu conciencia 662
3. Practica tu fe 662 4. Enfréntate a cualquier
incredulidad residual 663 5. Esfuérzate por aumentar
tu fe 665
Cómo saber si tu fe es fuerte o débil 665 1. Mientras más
plenamente puede el
cristiano confiar en las promesas
de Dios, más fuerte es su fe 665 2. Mientras más
se conforma el corazón del
cristiano con los cambios que la Providencia
hace en su situación en este mundo,
más fuerte es su fe 666 3. Mientras más puede
esperar el cristiano las
respuestas, más fuerte es su fe 668 4. Mientras
más sufre el cristiano de buen grado por la promesa,
más fuerte es su fe 668 5. Mientras más fácilmente se
resiste el creyente a la tentación, más fuerte es su fe
669 6. Mientras más obediente y compasivo es el
cristiano en su vida, más fuerte es su fe 669 7.
Mientras más templada es la actitud del
cristiano ante la muerte, más fuerte es su fe 670 El
creyente ha de reconocer la fe 671 Sospechas que llevan
a una persona a negar su fe 672 Características de las
dudas que pueden acompañar
a la verdadera fe 673 1. El creyente verdadero siente
vergüenza y pena ante la duda 673
[25]
El cristiano con toda la armadura de Dios

2. Un creyente sincero anhela la bondad de Dios


a pesar de las dudas 673 3. Las dudas motivan al
creyente a buscar en
Dios lo que teme que le falta 674 4. A pesar de las
dudas, el verdadero creyente
se apoya en Cristo y aún desea aferrarse a él 675
Características de la fe presuntuosa 675 1. La fe
presuntuosa es fácil 675 2. La fe presuntuosa es
desequilibrada 676 3. La fe presuntuosa no disfruta de
la
comunión con el Salvador 677

II. UN ARGUMENTO EFICAZ PARA APAGAR LOS


DARDOS DE FUEGO DEL MALIGNO 677 Descripción
del enemigo 678
1. La naturaleza del enemigo 678 2. La unidad del
enemigo 679 3. La provisión guerrera del enemigo 680
El poder de la fe sobre el enemigo 682 Los dardos de
fuego de las tentaciones agradables 682 El poder de la fe
para apagar las tentaciones
agradables 684 1. “Los deseos de la carne” 685 2.
Cómo la fe apaga “los deseos de la carne” 685 3. “Los
deseos de los ojos” 688 4. Cómo la fe apaga “los deseos
de los ojos” 688 5. “La vanagloria de la vida” 689 6.
Cómo la fe apaga “la vanagloria de la vida” 690 La
victoria de la fe contrastada con la victoria
pagana 692 1. La uniformidad de la victoria de la fe
692 2. La seguridad de la victoria de la fe 692 Cómo
utilizar el escudo de la fe para apagar
las tentaciones agradables 693 1. La oración de fe 693 2.
La expectación de la fe 694 3. La fe confía en Dios 696
Los dardos de fuego de las tentaciones temibles 697

[26]
Indice

El poder de la fe contra los dardos de fuego de


las tentaciones temibles 697 1. El dardo de fuego del
ateísmo 698 2. Cómo la fe apaga el dardo del
ateísmo 698 3. El dardo de fuego de la blasfemia 700
4. Cómo la fe apaga el dardo de la blasfemia 701 5.
El dardo de fuego de la desesperación 708 6. Cómo
la fe apaga el dardo de la desesperación 708
La fe se opone al pecado al vislumbrar la grandeza de
Dios 709 1. La fe ve la grandeza de Dios 709 2. La fe
ve la santidad de Dios y su perdón 710
La fe alivia el alma que teme la justicia de Dios 711 1. La
propiciación de Cristo alude a la
misericordia de Dios 712 2. Dios sella la
propiciación de Cristo 713 3. La misericordia de Dios
declara su justicia 713 4. La propiciación de Cristo
paga toda la deuda
del pecado 714 5. La justicia solo se glorifica
pasivamente en
la condenación de los pecadores 715 La fe lucha
contra el pecado mediante la grandeza de las promesas de
Dios 715 La fe enseña la virtud de las promesas de Dios
716 1. La fe acude a la fuente de las promesas 716 2. La
fe llega al fondo de las promesas 716 3. La fe busca
testigos en quienes Dios haya
cumplido sus promesas 719 La fe se opone a la
desesperación 721

Capítulo 10
Novena consideración: El yelmo del cristiano 723

La conexión del yelmo con el escudo y las demás piezas


de la armadura 724 1. La conexión entre las virtudes
santificadoras
en su nacimiento 725 2. La conexión entre las
virtudes santificadoras
en su crecimiento y deterioro 726 [27]

El. CRISTIANO CON TODA LA ARMADURA DE


DIOS

Inferencias sacadas de la conexión entre las virtudes 727


1. Fuerza para las virtudes débiles 727 2. Consuelo
para la turbación en cuanto al futuro 728

I. ¿QUÉ ES EL YELMO DE LA SALVACIÓN? 728 La


naturaleza de la esperanza que forma este yelmo 728 1.
El autor de la esperanza 729 2. La meta de la esperanza
729 3. El objeto de la esperanza 729 Por qué se llama “la
esperanza de salvación ” 731 1. La salvación abarca todo
el objeto de la
esperanza 731 2. La esperanza de salvación se
distingue de
la esperanza mundana 731 Por qué la esperanza se
compara con un yelmo 731 1. El yelmo defiende el alma
731 2. El yelmo alienta el alma 732

II. EL USO DEL YELMO 733 La esperanza y las obras


excelentes 733 1. La esperanza libera de los malos deseos
734 2. La esperanza causa el rechazo de los placeres
mundanos 735 3. La esperanza da valor al
cristiano 736 4. La esperanza fomenta deseos santos
736
La esperanza y la diligencia en todo servicio 738 La
esperanza apoya al cristiano afligido 739 La influencia de
la esperanza en el cristiano afligido 740
1. La esperanza tranquiliza al cristiano afligido 740 2.
La esperanza llena el alma de gozo 741 3. La
esperanza alienta al alma afligida 742
La esperanza y el consuelo cuando Dios demora el
cumplimiento de la promesa 746 1. Dios a menudo
demora el cumplimiento
de la promesa 747 2. El creyente a veces tiene
que esperar mucho
tiempo el cumplimiento de la promesa 748 3. La
esperanza facilita la perseverancia 749

[28]
Indice

La esperanza da seguridad cuando Dios demora


el cumplimiento de la promesa 749 1. La esperanza
afirma que aunque Dios se
demore en cumplir la promesa, no tardará 749 2. La
esperanza afirma que cuando Dios venga,
recompensará con creces la espera 751 3. La
esperanza afirma que mientras Dios se
demora en cumplir una promesa,
proporciona otra 752

III. APLICACIONES DE LA DOCTRINA DEL


YELMO CRISTIANO 753 El metal del yelmo de la
salvación 754 Una exhortación a los poseedores de esta
esperanza 763
1. Agradece este don inefable 757 2. Vive según tus
esperanzas 757 Por qué debemos reforzar la esperanza
763 1. Es tu deber 763 2. Negarte a fortalecer la
esperanza demuestra
poca estima por Cristo y su salvación 764 3.
Puedes ver tu esperanza severamente probada 765
Cómo fortalecer la esperanza 763 1. Estudia la Palabra de
Dios con diligencia 768 2. Mantén pura la conciencia 770
3. Pide a Dios una esperanza más fuerte 771 4. Aumenta
el amor 772 5. Ejercita la esperanza 772 6. Recuerda las
misericordias pasadas 775 Una exhortación a los que no
poseen este yelmo 778 1. La desesperanza causa una
gran tristeza 779 2. Es posible obtener la esperanza de
salvación 780 3. La crueldad de atraer voluntariamente
sobre
ti la destrucción eterna 780

Capítulo 11
Décima consideración: La espada del cristiano 782 El arma

del cristiano 782 [29]

El cristiano con toda la armadura de Dios

1. Es defensiva 783 2. Es ofensiva 783 La disposición


y el lugar de esta pieza de la armadura 784 1. Las virtudes
del Espíritu de Dios son necesarias para emplear bien la
Palabra 784 2. El cristiano no está a salvo sin la Palabra
785

I. EL ARMA EN SÍ 785 Qué significa “la Palabra de Dios" 785


1. El Hijo eterno de Dios 785 2. La Palabra declarativa de
Dios, distinta según
las varias maneras como él revela su mente 785
Las Sagradas Escrituras: auténtica Palabra de Dios 786 La
divinidad de la Escritura: su tema principal 787
1. El aspecto histórico 788 2. El aspecto profético
789 3. El aspecto doctrinal 791 4. El aspecto preceptivo
792 La divinidad de la Escritura: sus efectos
sobrenaturales 795 1. Tiene poder para escudriñar
795 2. Tiene poder para convencer 797 3. Tiene
poder para consolar 797 4. Tiene poder para convertir
798

II. POR QUÉ A LA PALABRA DE DIOS SE LA


LLAMA “LA ESPADA DEL ESPÍRITU” 801 Por qué “la
Palabra de Dios ” se compara con
una espada 802 Por qué se atribuye esta espada al
Espíritu 802 1. Dios es su autor 802 2. El Espíritu es el
único intérprete verdadero
de la Palabra 802 3. Solo el Espíritu de Dios
puede hacer que la
Palabra actúe en el alma 802 La Palabra escrita es
la espada que vence a los
enemigos del cristiano 803 La Palabra de Dios derrota
a los perseguidores 804

[30]
Indice

1. La conversión 804 2. La destrucción 805 La


Palabra de Dios derrota a los herejes 806 La Palabra de
Dios vence las corrupciones
y concupiscencias 807 La Palabra de Dios vence a la
aflicción 810 La presunción de los sistemas religiosos que
quitan
esta espada espiritual al pueblo 812 La suficiencia de
la Escritura 813 La perversidad de utilizar la espada en
defensa
del pecado 814 La gratitud por la Palabra 815 1.
Bendice a Dios por la traducción de las
Escrituras 816 2. Bendice a Dios por el ministerio
de la Palabra 816 3. Bendice a Dios por el poder de
las Escrituras
en tu alma 817 La importancia de estudiar la Palabra de
Dios 818 1. El mandamiento 819 2. Los medios 820 Dios
puede interpretar su Palabra 821

III. CÓMO UTILIZAR LA ESPADA DE LA PALABRA 822


Cómo utilizar la espada contra los perseguidores 822 1.
Adopta una postura respecto de los principios
y las prácticas que enseña la Biblia 823 2. Que las
Escrituras te enseñen más temor de
Dios y menos temor al hombre 823 3. Entrega tus
concupiscencias a la espada
del Espíritu 824 4. Fortalece tu fe en las promesas
divinas en
cuanto a la persecución 825 Promesas bíblicas
para las penas del cristiano
1. Los problemas personales 826 2. Aflicciones de
los creyentes por la causa
de Cristo 827 Cómo utilizar la espada contra los herejes
828 1. No acudas a la Palabra con corazón impuro 829

[31]
El cristiano con toda la armadura de Dios
2. No midas las verdades bíblicas por tu
propio razonamiento 829 3. No juzgues de
antemano las enseñanzas
de la Palabra 830 4. Pide a Dios que te revele
los misterios de las Escrituras 830 5. Coteja
versículo con versículo 834 6. Consulta con
autoridades fieles dentro
de la iglesia 835 Cómo emplear la espada
contra las concupiscencias 836 1. Recoge
ejemplos bíblicos de la deformidad
del pecado 837 2. Encuentra respuestas
bíblicas al falso
razonamiento de Satanás 842 3. Guarda la
Palabra en tu corazón 847 4. Reclama ante el
trono de la gracia la
promesa contra el pecado 850 Cómo utilizar la
espada de la Palabra contra
las aflicciones 851 1. Conoce tu derecho a las
promesas de Dios 852 2. Recoge y examina
las promesas según sus
aplicaciones 855 3. Recoge la totalidad de las
promesas de Dios 855 4. Medita en las
promesas de Dios 856 5. Reclama las
promesas ante el trono de la gracia 858
6. Actúa creyendo que Dios cumplirá sus
promesas 858 Exhortación a los pastores en
cuanto a la espada de la Palabra 860 1.
Conoce la Palabra de Dios 861 2. En el
púlpito no utilices otra espada que
la Escritura, y esgrímela con fidelidad 862 [32]

Tomo I
Introducción a la edición en inglés

L eonard Ravenhill, un muy buen amigo mío, me dio un

ejemplar de El cristiano con toda la armadura de Dios


acompañándolo de las solemnes palabras: “Este libro revolu
cionará tu vida. Ha tenido un profundo efecto en la mía, y
creo que ahora estás listo para recibir su mensaje”.
Al principio dejé el libro de lado: era demasiado largo,
tenía demasiadas palabras y estaba escrito en el inglés del
siglo XVII. Luego, por curiosidad, eché un vistazo a las
primeras veinticin co páginas, y eso fue suficiente para
hacerme caer de rodillas. Gurnall, el piadoso puritano, había
tocado alguna fibra pro funda de mi ser. Sus palabras eran
tan escudriñadoras, tan abrasadoras, tan punzantes que
sacudieron mi hombre interior, y devoré con avidez el libro
entero.
Inmediatamente ordené más ejemplares para repartirlos
en tre algunos pastores amigos, pensando que ellos también
se en tusiasmarían tanto con la obra como lo estaba yo; pero
pronto descubrí que pocos ministros se hallaban dispuestos
o podían a dedicar el tiempo necesario a sacar el oro
precioso que sus 1200 páginas contenían. Otros se
quejaban de que no eran ca paces de comprender el
lenguaje puritano de Gurnall.
Puesto que el libro y su mensaje son tan importantes,
deci dimos devotamente buscar el mejor equipo editorial
que pu diéramos conseguir para producir una versión
abreviada en in glés moderno. Los resultados nos
emocionaron de veras: nues tros redactores fueron capaces
de conservar la carne del men saje y lo mejor de los
ejemplos de Gurnall.
Creíamos que siendo El cristiano con toda la armadura de
Dios un libro tan importante, debía publicarse en una versión
más breve y moderna para su más amplia aceptación.
Estamos encantados de que The Banner of Truth concorda
ra con nuestra evaluación y decidiera publicar el manuscrito
editado en una versión en rústica de tres volúmenes.
La coordinadora del proyecto fue Ruthann Garlock, asisti
da por Kay King, Karen Sloan y Candy Coan. Dedicaron al

[35]
El cristiano con toda la armadura de Dios

mismo más de un año de cariñoso trabajo; y les estamos


más que agradecidos por su tarea abnegada.
Creo que El cristiano con toda la armadura de Dios, bien
en esta versión abreviada o en la original que The Banner of
Truth aún tiene en existencia, debería formar parte de la
biblioteca de cada hombre y mujer de Dios. A ningún
dirigente cristiano, maestro, pastor, evangelista u obrero
debería faltarle. Esta obra respira santidad, pureza y nos
mueve a la oración y a una de
dicación más plena a Jesucristo.
De todos los escritores puritanos, pienso que es Gurnall
quien habla más directamente a esta generación.
Creo que Dios ha honrado en gran medida a The Banner
of Truth encomendándole la proclamación del mensaje divino;
y, sin duda alguna, este es uno de los libros más importantes
ja más escritos aparte de la Palabra de Dios. Bendeciré
eterna mente el día en que lo hicieron llegar a mis manos.

David Wilkerson
Siervo de Jesucristo
Autor de
La cruz y el puñal
[36]
William Gurnall
Nota biográfica
L nombre de William Gurnall aparece pocas veces en la
his toria de la Iglesia del siglo XVII, pero su obra acerca
de la guerra espiritual ha sido editada varias veces a lo largo
de más de 300 años y ha bendecido a miles de creyentes
desde su pri mera aparición.
La investigación demuestra que nació en noviembre de
1616, en la ciudad costera de Lynn, condado de Norfolk, In
glaterra, a unos 150 km de Londres. Su padre fue primero
con cejal y luego alcalde de Lynn, ciudad principal de la zona
más profundamente protestante de la Inglaterra del siglo
XVII. Los habitantes de Norfolk y Suffolk eran conocidos por
su profun do amor por las doctrinas de la Reforma.
Excelente estudiante, Gurnall fue premiado con una beca
por la ciudad de Lynn para asistir al Emmanuel College de
Cambridge. Empezó sus estudios formales allí a los 16 años,
poco después de la muerte de su padre. Fue educado según
la reverencia de los puritanos, los “excelentes de la tierra”, y
es
tudió en un colegio profundamente puritano, por lo que sería
de extrañar que no adquiriera opiniones puritanas. Algunos
de sus contemporáneos en Emmanuel College se hallaban
entre los autores y dirigentes puritanos más prominentes de
la época.
Los puritanos formaban un gran segmento del protestantis
mo del siglo XVII, que buscaba “purificar” la Iglesia anglica
na. Creían que los atuendos sacerdotales y las complicadas
ce remonias eran innecesarios. Muchos seguían un culto
sencillo,
sin el uso de breviarios, y usaban de una organización
eclesiás tica sencilla; la mayoría creía que todo el clero
debía tener el mismo rango, y que ningún obispo ni alto
dignatario debía controlar a los pastores de las
congregaciones.
A los 28 años, Gurnall fue nombrado rector de la iglesia de
Lavenham, en Suffolk, ciudad entonces de unos 1800
habitan tes, la mitad de los cuales eran feligreses suyos. Al
año siguien­
El cristiano con toda i a armadura di;. Dios
te se casó con la hija de un pastor, Sarah Mott, que le dio
diez hijos. Gurnall pasó el resto de su vida —35 años—
ejerciendo aquel pastorado.
Durante la mayor parte de su vida padeció mala salud. En
los primeros días de su ministerio en Lavenham, fue llamado
una vez a predicar ante la Cámara de los Comunes en
Londres. Solo se pedía este servicio a los predicadores más
dotados, lo cual demuestra la gran estima de que gozaba
Gurnall como predicador. Sin embargo, se excusó, diciendo
en su carta: “Es una carga demasiado pesada para mis
hombros, especialmente al presente, cuando tantas
enfermedades me oprimen que solo puedo salir por poco
tiempo al aire libre sin que peligre mi sa
lud. Tanto menos, entonces, podría hacer un viaje tan largo
en esta época invernal” (Londres estaba a menos de cien
kilóme tros).
Los años del ministerio de Gurnall en la parroquia de La
venham estuvieron llenos de grandes acontecimientos de la
his toria inglesa: una guerra civil, el regicidio de Carlos I, la
decla ración del Protectorado bajo el líder puritano Oliver
Cromwell
y, después, la muerte de este y la restauración de la
monarquía bajo Carlos II. Pero el acontecimiento más
significativo para Gurnall fue la aprobación del Decreto de
Uniformidad.
Este decreto, aprobado en 1662, requería que todo
ministro se conformara a las directrices de la Iglesia
anglicana en cuan to a los cultos, uso del Libro de Oración y
la autoridad ecle siástica. Fue la culminación de años de
conflictos entre los pu ritanos y los líderes eclesiásticos
oficiales (aunque no existe in dicación alguna de que Gurnall
participara en el conflicto). Co mo resultado, unos 2000
pastores y maestros puritanos aban donaron sus cargos,
adquiriendo el sobrenombre de “inconfor mistas” y, por
consiguiente, fueron perseguidos por la intole rancia de la
Iglesia anglicana. Gurnall, en vez de alinearse con sus
colegas puritanos, optó por permanecer dentro de la Iglesia
estatal. Firmó la declaración requerida por el Decreto de Uni
formidad, y fue ordenado presbítero por el obispo evangélico
de Norwich, Reynolds.
He aquí la razón por que se ha escrito tan poco acerca de
William Gurnall en los anales de la historia eclesiástica. Aun-

[38]
Nota biográfica

que sin duda era puritano en doctrina y práctica, no se unió


al grupo con el cual estaba principalmente de acuerdo. Esta
deci sión no le hizo popular con ninguna de las dos partes en
que Inglaterra estaba dividida en cuestiones religiosas. Un
neutral nunca es popular; cada parte se ofende porque no
se une a ellos. Por tanto fue desestimado por ambos lados.
Pero Gurnall no era neutral en asuntos espirituales. En
aquella época de lucha y controversia civil y religiosa,
predicó a sus fieles estos mensajes acerca de la guerra
espiritual.
Con la ayuda de un mecenas, Gurnall editó el material en
tres tomos entre 1655 y 1662. Dedicó el primero de dichos to
mos a los habitantes de Lavenham. He aquí un extracto de
su prólogo:

El tema de este tratado es serio: la guerra entre el creyente


y Sa tanás. Una guerra tan sangrienta, que la guerra más
cruel en tre hombres es como un deporte infantil en
comparación. Lee rás aquí acerca de una guerra espiritual;
no de la historia de una batalla ya terminada de épocas
pasadas, sino de una gue rra actual, pues la tragedia está
presente entre nosotros. Y no ocurre en los confines de la
tierra, sino que te incumbe a ti y a todos los que están
leyendo. El escenario de esta guerra es la misma alma del
hombre. No hay neutrales en esta guerra. To do el mundo
está implicado en la lucha, ya sea por Dios con tra Satanás
o por Satanás contra Dios.

Gurnall murió el 12 de octubre de 1679, a los 63 años. El


hecho de que se publicaran seis ediciones de su obra
durante su vida demuestra lo pronto que se reconocieron
sus méritos. Otras obras de teología del siglo XVII fueron
famosas en su día, pero ahora pocas veces se leen. En
cuanto a Gurnall, todo lo concerniente a él menos su libro
parece haber pasado des
apercibido. Solo con este, “aunque murió, habla todavía” (He.
11:4). Las evidencias indican que vivió y murió a 50 km de su
lugar de nacimiento. No tuvo mayor oficio que el de rector de
Lavenham, y hoy día no hay señales de su descendencia.
William Burkitt, conocido comentarista del Nuevo Testa
mento y rector de Milden, cerca de Lavenham, conmemoró
a

[39]
El cristiano con toda la armadura de Dios
Gurnall en una conferencia dos meses después de su
muerte. Terminó con estas palabras:

Estaría por debajo de sus méritos celebrar su muerte con la


mentos verbales; ni se conforma nada a su memoria más
que lo sagrado y divino, como lo son sus escritos. Que su
justa fa ma por ellos, y sus virtudes, sea preciosa para toda
época ve nidera; y cuando se borre todo epitafio en el
mármol, como si se escribiera en el agua, cuando toda
pirámide majestuosa se deshaga en polvo y todo
monumento venerable de la antigüe dad sea devorado por
los dientes corrosivos del tiempo, per manezca entonces
esta corta caracterización para describirlo como retrato
mejor y más pleno:

“FUE UN CRISTIANO CON TODA I.A ARMADURA DE


DIOS”.
[40]
Capítulo 1

Llamada a las armas

E l apóstol Pablo tenía un espíritu discernidor.

Al escribir a los

creyentes de Éfeso, sabía que tenía que


prepararles para un sufrimiento sin
precedentes. Pero primero quiso alentarlos y
consolarlos, y por ello les recordó el poder del
Señor: “Por lo de más [...], fortaleceos en el
Señor y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10).
Es como si pensara: “Algunos de mis queridos
amigos esta rán temblando al ver la fuerza de
sus enemigos y su propia de bilidad; al ver que
aquellos son tan numerosos y esta tan poca; y
que los adversarios van bien equipados y son
diestros mien tras ellos son novatos”. Sabía que
un alma atormentada por el miedo está
demasiado preocupada con el sufrimiento actual
co mo para escuchar los consejos de los amigos
mejor intenciona dos. El temor paraliza a su
víctima como a un soldado que co rre
temblando a la trinchera ante el primer rumor
de ataque, negándose a salir hasta que haya
pasado toda amenaza de pe ligro.
Por eso Pablo busca un antídoto contra el temor,
y pronto lo encuentra. Es la respuesta milenaria
a la situación paralizadora sufrida por todo
creyente desde Adán en adelante. Nos dice:
“No te dejes abrumar por los temores. Sigue
adelante con valor y sé fuerte en el Señor”. He
aquí la gran consolación: “El final de la batalla
depende de Dios, ¡no de tu capacidad ni
fuerza!”.
Seguramente, toda alma temblorosa suspirará
de alivio cuan do oiga esta buena noticia. Ahora
el creyente puede centrarse en la tarea que tiene
entre manos: la de “ser fuerte”. Es una ex
hortación asaz frecuente en la Biblia: “Esforzaos
y animaos” (2 Cr. 32:7); “Decid a los de corazón
apocado: “¡Esforzaos, no te máis!” (Is. 35:4). Esto
es como decir: “¡Reúne toda la fuerza de tu
alma, porque te va a hacer falta!”.

[41]
El cristiano con toda la armadura de Dios

I. LLAMADA AL VALOR CRISTIANO

La cobardía del espíritu está por debajo del


deber cristiano. Va a hacer falta valor y
determinación para obedecer al Capitán
celestial. Él te manda: “Sé fuerte y muy
valiente”. ¿Por qué? ¿Para librar batalla contra
naciones guerreras? ¿Para ganar fa
ma y fortuna? ¡No! Sino “para cuidar de hacer
conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te
mandó” (Jos. 1:7). Para obedecer fielmente a
Dios hace falta un espíritu más valiente que
para mandar un ejército, y para ser creyente más
que para ser capitán. Este reto es superior al
valor de los mejores, a no ser que tengan la
ayuda de una fuerza mayor que ellos.
El razonamiento laico contempla al cristiano de
rodillas y se burla de la débil postura que
asume un hijo de Dios cuando sus enemigos se
echan sobre él. Solo la comprensión espiritual
pue de percibir los poderosos preparativos que
realmente están te niendo lugar entonces. Pero
igual que un soldado sin armas no puede hacer
las mismas hazañas que uno bien equipado, tam
poco un cristiano carnal podrá llevar a cabo
para Dios las obras que un creyente entregado
puede esperar efectuar a tra vés de la oración.
La oración es la vía principal que nos conec ta
con el trono de Dios. Por ella el creyente se
acerca a Dios con el valor humilde de la fe; se
aferra a él; lucha con él; y no lo suelta sin recibir
su bendición.
Mientras tanto, el cristiano carnal, inconsciente
de los peli gros de su estado pecaminoso, se
lanza a la batalla con una confianza loca que
pronto se acobarda cuando su consciencia se
despierta y da la alarma porque su pecado se le
viene enci ma. Entonces, asombrado por el
ataque sorpresa, tira las armas y huye de la
presencia de Dios como el culpable Adán, sin
atre verse a mirarle a la cara.
Todo deber para con Dios en la vida del
cristiano está pla gado de dificultades que le
acechan desde la maleza en su mar cha hacia el
Cielo. Debe luchar contra el enemigo por cada
cen tímetro de terreno en el camino. Solo
aquellas almas nobles que
se atreven a tomar el Cielo por la fuerza son
aptas para este lla mamiento.

[42]
Llamada a las armas

La cobardía frente al valor

Esta analogía guerrera revela la razón de que


haya tantos que profesan a Cristo y tan pocos
que son cristianos de hecho; tan tos que salen a
batallar contra Satanás y tan pocos que vuelven
airosos. Todos pueden tener deseos de ser
soldados de éxito, pero pocos tienen el valor y
la determinación de luchar con las dificultades
que los acosan en el camino a la victoria. Todo Is
rael siguió a Moisés con alegría al salir de
Egipto. Pero cuando apretó un poco el hambre,
y se aplazaron sus deseos inmedia tos,
estuvieron dispuestos a abandonar enseguida.
Preferían la esclavitud del faraón a las
bendiciones prometidas por el Señor.
Hoy en día nada es distinto. ¡Cuántos rompen
con Cristo en la encrucijada del sufrimiento!
Como Orfa, solo le acompañan parte del
camino (Rt. 1:14). Profesan creer en el evangelio
y se hacen llamar herederos de las bendiciones
de los santos. Pero al llegar la prueba, pronto se
cansan del viaje y se niegan a so
portarla por Cristo. A la primera señal de
dificultad, besan al Salvador y se alejan, reacios
a perder el Cielo, pero aún más re acios a
comprarlo a tan alto precio. Si tienen que
resistirse a tantos enemigos en el camino, se
contentan con sus propias cis ternas estancadas
y dejan el Agua de Vida para otros que se
aventuran más allá. ¿Quién entre nosotros no ha
aprendido por experiencia que hace falta un
espíritu diferente del mundano para seguir a
Cristo plenamente?
Por tanto, creyente, que esto te incite a pedirle a
Dios la de terminación y el valor santo que
hacen falta para seguir a Cris to. Sin ellos no
podrás ser lo que profesas. Los temerosos mar
chan hacia el Infierno (Ap. 21:8) y los valientes
toman el Cielo
por la fuerza (Mt. 11:12). Los cobardes nunca
han ganado el Cielo. No pretendas que has
nacido de Dios, con su sangre re al en tus venas,
a no ser que puedas probar tus antecedentes
con este espíritu heroico: atreverte a ser santo a
pesar del hom bre y el diablo.
Encontrarás gran fuerza y ánimo al saber que tu
comisión es divina. Dios mismo te apoya en la
batalla y ha nombrado a su Hijo como Guía de
tu salvación (He. 2:10, BJ). Él te llevará al campo
de batalla con valor, y saldrás de allí con honor.
Él vi-

[43]
El cristiano con toda la armadura de Dios

vió y murió por ti; y vivirá y morirá contigo. Su


misericordia y amor para con sus soldados no
tiene comparación. Los histo riadores dicen que
Trajano rasgó sus propias vestiduras para
vendar las heridas de sus soldados. La Biblia
afirma que Cristo derramó su propia sangre
como ungüento para sanar las heri das de sus
santos, y su carne fue desgarrada para
vendarles.
En cuanto a valor, nuestro Señor no tiene igual.
Nunca vol vió la espalda ante el peligro, ni aun
cuando el odio infernal y la justicia divina
parecían estar en su contra: “Pero Jesús, sa
biendo todas las cosas que le habían de
sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién
buscáis? (Jn. 18:4). Satanás no podía de rrotarle;
nuestro Salvador nunca perdió batalla, ni
cuando per dió la vida. Ganó la victoria,
llevando el botín al Cielo en el ca rro triunfal de
su ascensión. Allí lo exhibe abiertamente, para
el gozo inefable de santos y ángeles.
Como parte del ejército de Cristo, tú marchas
entre los es píritus honrados. Cada uno de tus
amigos soldados es hijo del Rey. Algunos, como
tú, están en medio de la batalla, asediados por
todas partes por la aflicción y la tentación.
Otros, después de muchos asaltos, repulsas y
recuperaciones de fe, ya están so bre la muralla
del Cielo como vencedores. Desde allí observan
y animan a sus camaradas en la tierra a marchar
cuesta arriba tras ellos. Claman diciendo:
“¡Lucha a muerte y la Ciudad se rá tuya, como
ahora es nuestra! Por unos días de conflicto ten
drás el galardón de la gloria celestial. Un
momento de este go zo divino secará todas tus
lagrimas, sanará tus heridas y bo rrará la dureza
de la guerra con el gozo de tu victoria perma
nente”.
Es decir: Dios, los ángeles y los santos que están
con el Señor son espectadores de tu manera de
desenvolverte como hijo del Altísimo. Esta
nube de testigos (He. 12:1) grita gozosamente
des de la muralla celestial cada vez que vences
una tentación, supe
ras una dificultad, o recuperas terreno perdido
al enemigo. Y si la lucha es superior a tus
fuerzas, tu amado Salvador está listo con
reservas para aliviarte en cualquier momento.
Su corazón salta al ver tu amor y celo por él en
tus conflictos. No olvidará tu fidelidad. Y
cuando salgas del campo de batalla, te recibirá
con el mismo gozo que tuvo el Padre al volver él
al Cielo.

[44]
Llamada a las armas

¿Quieres ser un soldado valiente? Entonces


presta atención a lo que se dice a continuación.

Fuentes del valor cristiano

Si piensas luchar valerosamente contra la


oposición en tu mar cha hacia el cielo, tus
principios deben estar bien fijados. De otra
forma tu corazón será inestable, y un corazón
inestable es tan débil como una casa sin vigas;
la primera ráfaga de viento lo tirará. Hacen
falta dos cosas para fijar tus principios:

1. Conocimiento sólido de la verdad de Dios


Al que solo conoce de vista al Rey, fácilmente le
persuadirán a cambiar de lealtad, o por lo
menos intentará permanecer neu tral ante la
traición. Algunos que profesan ser cristianos
solo conocen el evangelio por encima. Apenas
pueden dar cuenta de lo que o en qué esperan.
Y si eligen algunos principios que les agradan,
son tan inestables que cualquier brisa los barre,
como tejas sueltas del tejado.
Cuando Satanás te golpea y la tentación te
abruma como las olas, tienes que aferrarte a las
verdades de Dios. Son tu refugio en cada
tormenta. Pero debes tenerlas a mano, listas
para ser utilizadas. No esperes a hundirte para
remendar la barca. Una entrega débil es muy
insegura ante la tempestad. Mientras esta ella
hace aguas y se hunde, la santa determinación
fundada en la Palabra levantará cabeza como
una roca entre las olas más arboladas.
La Palabra promete: “El pueblo que conoce a su
Dios se es forzará y actuará” (Dn. 11:32). Un
ángel le indicó a Daniel los hombres que
permanecerían firmes por Dios ante la tentación
y persecución de Antíoco. Algunos serían
engañados por el so borno de hombres
corruptos; otros serían víctimas de la inti
midación y las amenazas. Pero unos pocos, bien
fundados en la base de su fe, harían hazañas
para Dios. Esto significa que los halagos no los
corromperían, ni serían vencidos por el poder y
la fuerza.

[45]
El cristiano con toda la armadura de Dios

2. Un corazón bien dispuesto


El conocimiento intelectual de Cristo no es
suficiente; seguir a Cristo es principalmente un
asunto del corazón. Si tu corazón no tiene un
propósito fijo, tus principios por buenos que
sean se soltarán y no servirán en la batalla más
que un arco sin cuer
da. Una decisión a medias no hará mucho por
Cristo. Tampo co un corazón con motivaciones
falsas. Un hipócrita puede mostrar cierta fuerza
por el momento, pero pronto abandona rá su
profesión cuando se le pise el callo del pie; esto
es, cuan do se le pida que niegue lo que su
corazón malvado deseaba ne gar desde el
principio.
Si eres un soldado serio, no coquetees con
ninguno de tus deseos inferiores a Cristo y el
Cielo. Serán como rameras que te roban el
corazón. Considera a Jehú, lo valiente y celoso
que parecía al principio. Entonces, ¿por qué le
falló la determina
ción antes de terminar siquiera la mitad de la
obra? ¡Porque su corazón nunca estuvo
únicamente puesto en Dios! Aquella am bición
que primero avivó su celo, al final lo ahogó. Se
compro metió con hombres malvados para
obtener sus fines. Entonces, al alcanzar el trono,
no se atrevió a poner por obra el plan de Dios
por temor a provocar a aquellos mismos
malvados y así perder el reino (2 R. 10:31). Su
corazón estaba puesto en los placeres del
mundo más que en el favor de Dios.

II. LLAMADA AL SERVICIO

Las directrices

Todo soldado está llamado a una vida de


servicio activo, igual que el creyente. La misma
naturaleza de ese llamamiento ex cluye una vida
ociosa. Si pensabas ser soldado de verano, con
sidera con cuidado tu comisión. Tus órdenes
espirituales son ri gurosas. Igual que el apóstol,
no quiero que ignores esto y, por tanto, cito
algunas directrices.

1. Renuncia a tus pecados predilectos


Aquellos pecados más cercanos a tu corazón
deben ahora ser hollados bajo tus pies. ¡Y se
necesita valor y coraje para hacer-

[46]
Llamada a las armas

lo! Crees que Abraham fue probado al límite


cuando se le pi dió tomar a Isaac —“tu hijo, tu
único, a Isaac a quien amas” (Gn. 22:2)— y
ofrecerlo con sus propias manos. Pero no tiene
ni comparación con esto: “Alma, toma tu deseo,
el hijo más cercano a tu corazón, tu Isaac, aquel
pecado del cual piensas granjear mayor placer.
Ponle las manos encima y ofréndalo; de rrama
su sangre ante Mí; clava el cuchillo sacrificial en
su mis mo corazón, ¡y hazlo con gozo!”.
Esto es superior a las fuerzas humanas.
Nuestros deseos no se quedarán quietos sobre
el altar con la paciencia de Isaac, ni como el
Cordero que va mudo al matadero (Is. 53:7).
Nuestra carne ruge y chilla, partiéndonos el
corazón con sus horribles gritos. ¿Quién puede
expresar el conflicto, la lucha, las convul
siones de espíritu que aguantamos antes de
cumplir con esta or den de corazón? ¿Quién
puede explicar plenamente la sutileza con que
tal deseo defenderá sus derechos?
Cuando el Espíritu te convence de pecado,
Satanás también intentará convencerte. Te dirá:
“No tiene importancia, acépta lo”. O sobornará
el alma con una proposición de secreto: “Pue
des quedarte con esto, y también con tu buena
reputación. No se notará para avergonzarte
ante los vecinos. Puedes encerrar lo en el ático
de tu corazón, lejos de la miradas, si me dejas de
vez en cuando sentir los abrazos salvajes de tus
pensamientos y tu afecto secreto”.
Si no se le permite esto, entonces Satanás pide
una prórroga para la ejecución, sabiendo que en
la mayoría de estos casos los pecados al final
obtienen el indulto total. Mientras más lo apla
cemos, más difícil será romper con los
elocuentes artificios de este defensor del pecado
y la muerte, para llevar a cabo su eje cución. En
esto los hombres más valientes de la historia han
si do como arcilla en manos del adversario.
Vuelven de la batalla con banderas de victoria
al vuelo, para vivir y morir en su ca sa esclavos
de un deseo rastrero. Son como aquel gran
general romano que, en su paseo triunfal por la
ciudad, no podía qui tar los ojos de una
prostituta que iba por la calle; ¡un conquis tador
de imperios, cautivo de la mirada de una sola
mujer!

[47]
El cristiano con toda la armadura de Dios

2. Conforma tu vida a Cristo


Se nos manda no conformarnos a este siglo; esto
es, no com prometernos con las costumbres
corruptas del día. El creyente no debe ser un
sastre tan complaciente que corte el manto de
su profesión según la moda. En su lugar, debe
plantarse en sus principios, demostrando
abiertamente ser ciudadano del Cielo al
revestirse de la verdad. Hace falta gran coraje
para hacer ca so omiso del menosprecio que sin
duda arrostrarás por tu dis conformidad.
Tristemente, hay muchos que no pueden sopor
tarlo. Hemos visto muchas veces como un
manto de orgullo cu bre rápidamente el manto
celestial de la justicia imputada en aquel que
teme las burlas de los hombres, si se atreve a
hablar abiertamente de Cristo (cf. Jn. 7:13).
¡Cuántos pierden el Cie lo por vergüenza a
acudir “vestido de tontos”!
Mientras algunos se burlan,
otros perseguirán a muerte al creyente
que no se conforme a los principios y
prácticas de es te mundo. Esta fue la
trampa que se les puso a los tres hebreos
exiliados en Babilonia. Tenían que bailar
al son de Nabucodo nosor, o morir (Dn.
3:15). Igualmente en el caso de Daniel,
que anduvo de forma tan perfecta que
la única acusación que sus enemigos
pudieron encontrar contra él fue su
entrega a su reli gión (Dn. 6:5). En tal
caso, cuando la decisión es de vida o
muerte, cuando un creyente está ante la
alternativa de negar a su Señor o ser
presa de hombres sanguinarios, ¡cuántas
retira das y huidas inventa el corazón
cobarde para protegerse! Es un gran
honor para el cristiano si lo único que
pueden decir sus enemigos es: “No vive
como nosotros”. El cristiano que se en
frenta a tanta oposición debe aferrarse
bien a su fe, si no quie re ser
desmontado enseguida.

3. Salta los obstáculos


Siempre hay aquellos en la iglesia que, por
medio de graves errores de conducta y juicio,
han puesto piedras de tropiezo an te los
cristianos profesos. Hará falta una santa
resolución para enfrentarse al desánimo.
Esfuérzate como Josué. Cuando la mayoría de
los israelitas se rebelaban y su corazón miraba
ha cia Egipto, Josué mantuvo su integridad.
Declaró que aunque ningún otro se le uniera, él
igual serviría al Señor.

[48]
Llamada a las armas

4. Confía en Dios en cada circunstancia


A veces el santo ha de confiar en un Dios
escondido: “El que anda en tinieblas y carece de
luz, confíe en el nombre de Jeho vá, y apóyese
en su Dios” (Is. 50:10). Esto requiere un paso de
cidido de fe: aventurarse a entrar en la presencia
de Dios con la misma temeridad que Ester lo
hizo ante Asuero. Aunque no nos sonría, ni alce
su cetro de oro para que nos acerquemos, debe
mos ir adelante con esta noble resolución: “Si
perezco, que pe rezca” (Est. 4:16)
Esto nos lleva por la fe un paso más allá:
también hemos de confiar en el Dios que nos
“mata”. Hay que declarar con Job: “Aunque él
me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Hace
falta una fe sumisa para que el alma siga
adelante cuando Dios, con rostro adusto, parece
disparar flechas envenenadas contra ella. Es
muy duro, y pondrá a prueba el talante del
cristiano. Pero este espíritu se encontraba en la
cananea, que recibió las nega
tivas de Jesús y, con humilde valor, se las
devolvió en su ruego (Mt. 15:22-28).

5. Sigue el camino hasta el final de la vida


Tu obra y tu vida deben terminar juntas.
Persistir hasta el fin será el aguijón en tu carne
cuando el camino parezca intermi nable y tu
alma pida liberarse antes de tiempo. La
constancia añade peso a todas las dificultades
del llamamiento. Hemos co nocido a muchos
que se han unido al ejército de Cristo y les ha
gustado ser soldados durante un par de
escaramuzas; pero pronto se han hartado y han
terminado por desertar. Se alistan por impulso
en el deber cristiano, se persuaden fácilmente a
profesar la religión, y con la misma facilidad la
abandonan. Como la luna nueva, brillan un
poco al empezar la noche, pe ro se esconden
antes del alba.
¡Perseverar es difícil! Tomar la cruz a diario, orar
siempre, velar día y noche, y nunca quitarse la
armadura para descan sar, hace que muchos se
alejen entristecidos de Cristo. Pero es te es tu
llamamiento: hacer de la fe cristiana el trabajo
diario, sin vacaciones cada año. Estos ejemplos
bastan para demostrar el coraje y valor que
necesitas. Cómo obtenerlos será el próxi mo
tema que tratemos.

[49]
El cristiano con toda la armadura de Dios

III. LA ADMONICIÓN DE SER


FUERTES EN EL SEÑOR

La fuente de las fuerzas del creyente

Una vez exhortados todos los santos a la férrea


resolución y al indómito coraje para la guerra,
el apóstol nos lleva a buscar la fuente de
nuestra fuerza no en nosotros mismos, sino
fuera de nosotros, en el Señor: “Fortaleceos en el
Señor...".
La fuerza de un general está en sus hombres: él
vuela sobre las alas de ellos. Si a estos se les
cortan las plumas o resulta que se desnucan,
queda desvalido. Pero en el ejército de los
santos, la fuerza de toda la tropa se arraiga en el
Señor de los ejércitos. Dios puede vencer a sus
enemigos sin la ayuda de nadie, pero sus santos
no pueden defender el destacamento más
pequeño sin su brazo fuerte.
Uno de los nombres de Dios es “la Gloria [o
Fuerza] de Is rael” (1 S. 15:29). Dios era la fuerza
del corazón de David. Con él, aquel pastorcillo
pudo desafiar al gigante que retaba a todo un
ejército; sin la fuerza de Dios, David temblaba
ante la pala bra del filisteo. “Bendito sea Jehová,
mi roca —escribió Da vid—, quien adiestra mis
manos para la batalla y mis dedos pa ra la
guerra” (Sal. 144:1). El Señor es igualmente tu
fuerza en la guerra contra el pecado y Satanás.
Algunos se preguntan si se comete algún
pecado sin que Sa tanás tenga parte. Pero si la
cuestión fuera si alguna acción san ta se ejecuta
sin la ayuda especial de Dios, está claro: “Separa
dos de mí, nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Pablo
lo expresó así:
“No que seamos competentes por nosotros
mismos para pen sar algo como de nosotros
mismos, sino que nuestra compe tencia proviene
de Dios” (2 Co. 3:5). Los santos tenemos una
reserva de gracia, pero es como el agua en el
fondo del pozo, que no sube por mucho que
bombeemos. Primero, Dios tiene que cebar la
bomba con su gracia para despertarnos, y enton
ces brotará como un manantial.
Pablo dice: “Porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo” (Ro. 7:18). Tanto la voluntad
de hacer como la acción subsiguiente son de
Dios: “Porque Dios es el que en vosotros

[50]
Llamada a las armas

produce así el querer como el hacer, por su


buena voluntad” (Fil. 2:13). Dios está al pie
de la escala y también arriba, como Autor y
Consumador, ayudando al alma en cada
peldaño para subir hacia el cumplimiento de
cualquier acción santa. Y una vez que
emprendemos la obra, ¿cuánto
aguantaremos? Solo mientras nos sostenga
la misma mano que nos dio poder al
principio. Pronto agotamos la fuerza que nos
da, de modo que para mantenernos en un
caminar santo, hemos de renovar la fuerza
celestial a cada momento.
El creyente, como una copa sin pie, no puede
mantenerse so lo ni mantener lo recibido si
Dios no lo sostiene en sus manos fuertes.
Sabiendo esto, Cristo, a punto ya de subir al
Cielo y dispuesto para dejar a sus hijos, pidió
que el Padre los cuidara en su ausencia:
“Padre santo, a los que me has dado,
guárdalos en tu nombre” (Jn. 17:11). Es
como si dijera: “No se les puede dejar solos.
Son niños débiles y pobres incapaces de
cuidarse. A no ser que los sostengas con
fuerza y los tengas siempre bajo tus ojos,
perderán la gracia que yo les he dado y
caerán en la tentación; por tanto, Padre,
guárdalos”.
Hasta en la adoración, nuestra fuerza está en
el Señor. Con sidera, por ejemplo, la oración.
¿Queremos orar? ¿Dónde en contrar temas
de oración? “Qué hemos de pedir como
convie ne, no lo sabemos” (Ro. 8:26). Por
nuestra cuenta, pronto nos
meteríamos en alguna tentación, y oraríamos
por aquello que Dios sabe que no debemos
tener. Para protegernos, entonces, Dios pone
las palabras en nuestra boca (cf. Os. 14:2).
Pero sin algún cálido afecto que deshiele el
grifo del corazón, las pala
bras se congelarán en nuestros labios.
Podemos buscar en vano en los pasillos del
corazón y en los rincones del alma sin en
contrar ni una chispa en nuestra propia
estufa, a no ser un fue
go extraño de deseos naturales, que no
servirá. No; el fuego que deshiela el frío
corazón debe venir del Cielo: un don del Dios
que “es fuego consumidor” (He. 12:29).
Primero, el Espíritu se extiende sobre el alma,
como el pro feta sobre el niño; entonces el
alma empieza a enardecerse, dan do algún
calor celestial a su devoción. Por fin el
Espíritu des hiela el corazón, y la oración
fluye de los labios del creyente tan
naturalmente como las lágrimas de sus ojos.
Y aunque hable el [51]

El c r istian o c o n to d a la a r m a d u r a d e Dio s

santo, el Autor de la oración es Dios. Así


vemos que tanto la fuerza para orar como la
misma oración son de Dios. Lo mismo se
puede decir en cuanto a escuchar la Palabra.
Se nos ha mandado escuchar la predicación
de la Palabra, ¿pero de qué serviría si Dios
no nos abriera los oídos del entendimiento?
Durante seis meses David escuchó hablar de
la ley sin conmo verse. Entonces Dios, por
medio de Natán, removió los rescoldos de su
corazón; la Palabra cobró vida y David se
arrepintió. Todo lo dicho antes de la
intervención de Dios puede que fuera bueno
y verdadero, pero David permaneció frío y
pasivo hasta que el Espíritu removió los
rescoldos de su entendimiento y prendió el
fuego santo. Entonces su corazón ardía
mientras Dios hablaba. Lo mismo sucede en
nuestra experiencia. Primero el Espíritu de
Dios remueve nuestro espíritu, y entonces
sabemos con seguri dad que nuestra fuerza
está en el Señor. La siguiente explicación te
ayudará a comprender esta verdad.

La importancia de la fuerza de Dios

1. La naturaleza de la conciencia del creyente


La conciencia del hombre, igual que su
cuerpo físico, fue crea da por Dios. Por tanto,
es propio de su naturaleza depender de él
para existir y actuar. La capacidad de existir y
actuar por sí mismo es una propiedad
incomunicable de la Deidad. Nunca puede
ser impartida a una criatura. Dios mismo es la
fuente y el sustento de toda vida; por tanto, lo
que mantiene viva la con ciencia es su poder
regenerador constante.
La conciencia se puede definir como la
influencia divina que obra en el hombre para
frenarlo ante el pecado. Una evidencia de su
origen es que siempre habla en contra del
pecado y a fa vor de la justicia. Por tanto no
puede ser producto de nuestro corazón, que
en su estado caído es “engañoso [...] más
que to das las cosas, y perverso (Jer. 17:9).
Dios utiliza la conciencia para dar algún
conocimiento de su justicia a todos, a fin de
que nadie pueda estar ante él en el Día del
Juicio y alegar ignoran cia (Ro. 1). Cuando
llegas a ser cristiano y te consagras a Dios
—incluyendo tu conciencia—, el Espíritu
Santo empieza a per feccionarte en Cristo.

[52]
Llamada a las armas

Se dice que cuando Dios hizo el mundo


terminó su creación; esto es, que no hizo
nuevas especies de criaturas. Pero hasta hoy
no ha terminado su obra providencial. Cristo
dijo: “Mi Pa dre hasta ahora trabaja” (Jn.
5:17). Es decir, que sigue preser vando y
capacitando a su creación con la fuerza para
ser y ac tuar. Una obra de arte, una vez
terminada, ya no necesita al ar tista; ni una
casa al carpintero, una vez que se ha
colocado el último clavo. Pero la obra de
Dios en el exterior e interior del hombre
nunca se termina.
Si la obra del Padre es conservar, la del Hijo
es redimir. Am bas son perpetuas. Cristo no
concluyó su obra al resucitar de entre los
muertos; al igual que el Padre tampoco lo
hizo al ter minar la creación. Dios descansó al
terminar la creación; y Cristo, una vez que
obró la redención eterna, y “habiendo efec
tuado la purificación de nuestros pecados por
medio de sí mis mo, se sentó a la diestra de
la Majestad en las alturas” (He. 1:3). Desde
allí continúa la obra de intercesión por los
creyen tes y, por tanto, evita su ruina segura.
2. El carácter de la conciencia
La conciencia del cristiano no es solamente
una creación, sino que también es débil, y
constantemente está luchando contra fuerzas
superiores. Es un blanco favorito de Satanás,
tal vez porque lo encuentra tan fácil de
distraer con los cuidados mun
danos y de aplacar con sus placeres. Aun el
creyente más fuer te se rendirá si no recibe
ayuda.
Como si fuera un heredero real en la cuna, la
conciencia es incapaz de defenderse.
Satanás pronto usurparía el trono si el Cielo
no protegiera al creyente. Para aplastar la
insurrección, Dios conquista el corazón del
creyente y le da su propia volun
tad para gobernar la conciencia. Pero al igual
que en una ciu dad conquistada, algunos se
rinden de buen grado al nuevo go bierno
mientras que otros continuamente pretenden
derrocar lo. Algunas partes de nuestra vieja
naturaleza se niegan a ren dirse sin luchar.
Por eso, hace falta la misma fuerza para man
tener un corazón que para ganarlo al
principio.
Los cristianos tenemos una parte no
regenerada desconten ta por el cambio de
gobierno. ¿Quién de nosotros no ha senti-

[53]
El c r istia n o c o n to d a la a r m a d u r a d e Dio s

do la atracción de su naturaleza inferior que


exalta las virtudes del yo? Damos tantas
coces contra la sumisión al cetro de Cris to
como los sodomitas contra la sumisión al
juicio de Lot. So mos tan obcecados y
egoístas, que si Dios no reforzara conti
nuamente su recién implantada presencia en
el corazón, los mismos nativos —las
corrupciones— que aún permanecen sal
drían de sus agujeros y madrigueras para
comerse la poca bue na conciencia que nos
queda. Nuestras mejores intenciones se rían,
para estos devoradores, como migas de pan
para los pá jaros.

3. La naturaleza del plan de Dios


La tercera razón para depender de la fuerza
de Dios reside en la naturaleza de su plan
redentor y preservador. Dios hizo prio ritario el
llevar a los creyentes al Cielo, de manera que
fuera re cuerdo constante de su amor y
misericordia. Él es un Padre sa
bio, que conoce el temperamento liviano
hasta de sus hijos más obedientes. Por ello
piensa ayudarlos visitándolos a menudo y
poniendo en sus manos vacías esta o aquella
gracia, justo cuan do más falta hace. Esta
comunicación acentúa doblemente su amor y
su gracia; nos recuerda la fuente de toda
bendición, y
nos asegura que nuestras necesidades
siempre se cubrirán. Cuando encuentras
algún consuelo en el alma, fuerza en el
deber, apoyo ante la tentación, ello destila
una dulzura especial en tu vida al considerar
a aquel Amigo que ha enviado tales
bendiciones. Estas no salen de tu almacén, ni
de otra persona. Es el Padre celestial quien
entra calladamente y deja el dulce perfume
de su consuelo. Es su Espíritu bondadoso
quien sujeta tu cabeza y tranquiliza tu
corazón en lo más recio de la prue ba. Es su
aroma penetrante lo que evita que desmayes
en la in credulidad. ¿Qué alma, así
consolada, dudaría por un instante del amor
y el cuidado de su Padre?
Te pregunto: ¿Qué amigo te ama más? ¿El
que sabiendo de tu necesidad te extiende de
inmediato un cheque, lo echa al co rreo y
considera que ha cumplido con su deber para
contigo, o aquel que lo deja todo, viene a tu
casa y no se marcha hasta es tar seguro de
que se han suplido todas tus necesidades? Y
aún entonces no ha terminado; vuelve una y
otra vez hasta que la

[54]
Llamada a las armas

crisis pasa del todo. A menos que seas


demasiado orgulloso pa ra reconocer a tu
benefactor, o ames el dinero ante todo, segu
ramente preferirás el consuelo del segundo.
Dios es esta clase de amigo. Viene a nuestros
corazones, mi ra la despensa, ve lo vacía que
está, y envía su provisión para llenarla.
“Vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas” (Mt.
6:32,33), y las recibiréis. Él sabe que
necesitas fuerza para orar, oír, sufrir por él;
confía en él para mantener llena esa
despensa.
Dios escoge este método para asegurar que
no nos falten las fuerzas. Si se dejaran las
provisiones en nuestras manos, pron to
seríamos negociantes en quiebra. Dios sabe
que somos débi les, como jarras agrietadas...
Si nos llena del todo y nos deja, pronto se
sale el contenido. De manera que nos pone
bajo la fuente de su poder y nos llena
constantemente. Esta fue la pro visión que se
le dio a Israel en el desierto: él abrió la peña y
no solo se aplacó la sed del momento, sino
que el agua corrió tras ellos como un arroyo,
de forma que ya no se oyeron más que jas a
causa del agua. Esta roca era Cristo. Todo
creyente tiene a Cristo por respaldo,
siguiéndole en el camino, con fuerzas pa ra
toda situación y prueba.

4. La naturaleza de Dios
Finalmente el creyente debe depender de la
fuerza divina, ya que esta idea resulta en
mayor progreso de la gloria de Dios (Ef.
1:4,12). Si Dios te diera un suministro vitalicio
de su gra cia al principio, y lo dejara de tu
cuenta, lo considerarías muy generoso. Pero
se incrementa aún más en la cuenta corriente
que él abre a tu nombre. Ahora no solo debes
reconocer que tu fuerza viene de Dios en
primer lugar, sino que continuamente estás
en deuda por cada entrega de dicha fuerza
que recibes en tu carrera cristiana.
Cuando un niño viaja con sus padres, todos
sus gastos los cubre el padre, no él mismo.
Igualmente, ningún creyente dirá al llegar al
Cielo: “Este es el Cielo que he ganado con el
poder de mi fuerza”. No, la Jerusalén
celestial es una ciudad “cuyo arquitecto y
constructor es Dios” (He. 11:10). Cada virtud
es una piedra del edificio, y su coronamiento
se coloca en la glo-

[55]
El c r istia n o c o n to d a la a r m a d u r a d e Dio s

ria. Algún día los creyentes verán claramente


que Dios no solo fue el Fundador al principio,
sino también el Benefactor para terminarlo.
La gloria de la obra no se repartirá —algo
para Dios, algo para la criatura—; todo será
íntegramente de Dios.

Un aviso solemne

¿Procede la fuerza del cristiano del Señor y


no de sí mismo? En tonces la persona fuera
de Cristo debe ser una criatura débil e
impotente, incapaz de hacer nada por su
propia salvación. Si un árbol no puede crecer
sin la savia de la raíz, ¿cómo podrá un tronco
podrido, sin raíz, reavivarse por su cuenta?
Es decir, que si un cristiano dotado con la
gracia de Dios debe depender continuamente
de la fuerza divina, entonces, seguramente,
aquel que está fuera de la gracia de Dios,
muerto en pecado, nunca podrá producir esta
fuerza en sí mismo. No ser regene rado es
ser impotente: “Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los impíos”
(Ro. 5:6).
La filosofía del humanismo hace tiempo que
ha sido preten diente del orgullo humano. Se
jacta de su fuerza y su sabiduría natural, y lo
halaga con promesas de grandes hazañas
hoy y del Cielo después. Dios mismo ha
desbaratado a estos constructo res de Babel,
y ha proclamado su preeminencia por toda la
eter nidad. ¡Malditos sean para siempre tales
hijos del orgullo que confían en el poder de la
naturaleza, como si el hombre, con sus
propios ladrillos y cemento de capacidades
naturales, pu diera abrirse camino al Cielo!
Los lectores que aún siguen en su estado
natural, ¿quieren hacerse sabios para la
salvación? En tonces háganse primero necios
ante sus propios ojos. Renun cien a esa
sabiduría carnal que no puede percibir lo
espiritual, y pidan sabiduría a Dios, el cual da
sin reprensión (cf. Stg. 1:5).
Y en cuanto a los creyentes, sabiendo que su
fuerza está en el Señor enteramente y no en
sí mismos, permanezcan humildes, aun
cuando Dios más les esté utilizando y
bendiciendo. ¡Recuer da, cuando tienes
puesto tu mejor traje, quién lo hizo y lo pagó!
El favor de Dios no es hechura de tus manos,
ni precio de tu va lor. ¿Cómo jactarte de lo
que no compraste? Si te apropias inde
bidamente del poder de Dios y lo acreditas a
tu propia cuenta, él

[56]
Llamada a las armas

pronto hará una auditoría y volverá a tomar lo


que siempre ha sido suyo. Aun cuando
parece más generoso con tu paga espiri tual,
la cuenta sigue estando a su nombre, y
podría devolverte a la más absoluta pobreza
si malversaras su gracia.
Entonces, anda humildemente ante Dios y
utiliza bien tus fuerzas, recordando que son
fuerzas prestadas. ¿Qué clase de persona
malgasta lo que mendiga? ¿Y quién dará
limosna a un mendigo que tira lo que se le ha
dado? ¿Cómo mirarás a Dios a la cara para
pedirle más, si malgastas lo que ya has
recibido por gracia?

IV. LA ADMONICIÓN PARA APROPIARSE


DE “EL PODER DE SU FUERZA”

Pablo continúa la exhortación subrayando de


nuevo la fuente de nuestra fuerza: “...Y en el
poder de su fuerza”. Dos preguntas se
plantean aquí: 1) ¿Qué quiere decir “el poder
de su fuerza”?; y 2) ¿Cómo se apropia el
creyente de ese poder?

¿Qué es el poder de su fuerza ?

En términos sencillos, es su poderosa fuerza.


Es como otro pa saje que dice: “Para
alabanza de la gloria de su gracia” (Ef. 1:6); y
que significa: “Para alabanza de su gloriosa
gracia”. A veces
se describe al Señor como “poderoso y
fuerte”, otras como “to dopoderoso”. Lo
importante es comprender el significado del
poder infinito y total de Dios.

Apropiamos del poder de Dios

¿Cómo se conecta el creyente con esa fuente


de poder? Fortale cerse en el poder de la
fuerza del Señor requiere dos actos de fe.
Primero, hay que ser firme y estar totalmente
persuadido de que el Señor es
todopoderoso. Esta es una verdad
fundamental. Y segundo, no solo hay que
creer que el Señor es todopoderoso, sino
también que ese poder supremo suyo está
disponible para
tu defensa. Dios espera que te enfrentes a
toda prueba y tenta ción apoyado en su
brazo.
[57]
El c r istian o c o n to d a la a r m a d u r a d e Dio s

Como un padre da la mano a su hijo cuando


pasan por un camino abrupto, Dios ofrece su
poder para que se aferre al mis mo la fe de
sus santos. Lo hizo con Abraham, Isaac y
Jacob, cu ya fe puso a prueba más que la de
la mayoría de sus hijos antes o después,
porque ninguna de las grandes cosas que les
prome tió se cumplió durante su vida en la
tierra. Entonces, ¿cómo se reveló Dios a
ellos? Lo hizo demostrando este atributo de
su po der (cf. Ex. 6:3). Era todo lo que tenían
para mantenerse firmes. Vivieron
fructíferamente y murieron triunfantes,
legando la pro mesa a sus hijos. Nunca
dudaron, porque era el Dios Todopo deroso
quien había hecho la promesa.

Tres razones para confiar en el poder de


Dios

1. Su historial
A lo largo de la historia Dios ha demostrado la
suficiencia de su poder, pero no resulta fácil
creer que él sea todopoderoso. Moi sés
mismo era una estrella de primera magnitud
en cuanto a la gracia, pero mira como
parpadea y flaquea su fe hasta superar las
dudas. “Seiscientos mil de a pie es el pueblo
en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les
daré carne, y comerán un mes en tero! ¿Se
degollarán para ellos ovejas y bueyes que les
basten?” (Nm. 11:21,22). Este creyente
perdió de vista por un momento
el poder supremo de Dios, y empezó a
cuestionar que él pudie ra cumplir con su
palabra. Igual podría haber dicho lo que ob
viamente pensaba: “Dios, ¿no habrás
sobrestimado tu poder es ta vez? ¡No se
puede hacer lo que has prometido!”. Porque
así
interpreta Dios su razonamiento: “Entonces
Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha
acortado la mano de Jehová?” (v. 23). Lo
mismo se ve en el caso de María en el Nuevo
Testamen to: “Señor, si hubieses estado aquí,
no habría muerto mi her mano” (Jn. 11:32). Y
su hermana Marta añade: “Señor, hiede ya,
porque es de cuatro días” (v. 39). Ambas eran
piadosas, pe ro tenían serias dudas respecto
al alcance del poder de Cristo. Una lo
limitaba en cuanto al lugar —“si hubieses
estado aquí”—, ¡como si él no hubiera podido
salvar la vida de Láza ro igual estando
ausente que presente! La otra lo limitó en
cuan to al tiempo —“hiede ya”—, como si
Cristo llegara tarde con su

[58]
Llamada a las armas

remedio y la tumba no fuera a entregar a su


cautivo al dar la or den. A pesar de su
incredulidad, Dios se mostró fiel. Ahora bien,
creyente, antes de señalar las arrugas de la
fe de ellos, busca primero los agujeros que
hay en la tuya. No tengas tan alta opinión de
ti mismo como para pensar que tu propia fe
no necesita un esfuerzo constante para
reconocer el poder su premo de Dios. Cuando
ves cómo estos héroes de la fe tropie zan en
esa clase de tentación, ¿cómo puedes tener
ese tipo de confianza?

2. Tu dilema presente
Sin la fuerza de Dios no puedes resistir en la
hora de la prueba. El desafío supera a la
fortaleza humana. Supongamos que toda tu
fuerza está ya comprometida en fortalecer tu
alma contra la tentación, y que Satanás está
constantemente debilitando tu re
solución; ¿qué harás entonces? Que no
cunda el pánico. Manda a la fe que clame
ante la ventana de Dios —como el hombre de
la parábola que pidió pan del vecino a
medianoche—, y Aquel que guarda su pacto
eternamente te proveerá. Cuando la fe fa
lla, sin embargo, y el alma no tiene a quién
enviar en busca de la intervención divina, la
batalla casi ha terminado y en el mis mo
instante Satanás cruzará el umbral.
Cuando estés en medio de la prueba, no te
rindas desespera do. ¡La fe es una virtud
obcecada! A no ser que tu alma niegue
rotundamente el poder de Dios, este
mensajero —la fe— reco rrerá el camino bien
marcado hasta el Trono. La duda hiere, pe ro
no incapacita a la fe. De hecho, a la vez que
vacilas acerca de la misericordia de Dios y
dudas de si acudirá en tu rescate, la fe se
abrirá camino, aunque sea lentamente, hasta
su presencia. Y el mensaje que allí entregue
será: “Si quieres, puedes hacerme limpio”.
Pero si finalmente decides que Dios no puede
perdonar ni salvar, ni puede rescatarte, esto
le da el golpe mortal a la fe. En tonces tu
alma caerá a los pies de Satanás, demasiado
desani mada para mantener la puerta cerrada
ante la tentación. Re cuerda esto: aquel que
abandona su fe en medio de la sequía es
piritual se puede comparar con el necio que
tira su jarra el pri mer día que el pozo se
seca.

[59]
El cristiano con toda la armadura de Dios

3. Su deseo eterno
Siempre ha sido y será la voluntad del Padre
que solo confiemos en él. Dios exige que se
le llame Todopoderoso; insiste en que
confiemos en él. Un hijo sabio hace la
voluntad de su padre. Se puede llamar al
hombre sabio, misericordioso, fuerte; pero
solo Dios es omnisciente, omnipotente,
omnimisericordioso. Cuando quitamos el
prefijo omni, rebajamos a Dios llamándolo por
el nombre de una criatura, y él no nos
responderá. Su insistencia sobre el particular
se acentúa de varias maneras...
Primero, por su estricto mandamiento de
darle la gloria por su poder. Dios ha dejado
claro en su trato con los hombres que todo
poder es suyo, y que no comparte su gloria
con nadie más: “[No] temáis [...]. A Jehová de
los ejércitos, a él santificad” (Is. 8:12,13). Y
no solo en medio de una demostración
maravillosa de su poder. En la hora más
oscura, en las circunstancias más in
adecuadas, la fe debe presentarse ante el
Padre con alabanzas por su grandeza.
La severa disciplina que Dios administra
cuando dejamos de confiar en él también
demuestra la importancia de reconocer su
omnipotencia. Nuestra fe le importa tanto a
Dios que a veces dis ciplina a sus hijos más
amados cuando tropiezan en esta área. Es
pera que confiemos en él aun cuando no
damos la talla. No de bemos discutir ni
razonar: hemos de someternos y aferrarnos a
la promesa de su poder derramado por
nosotros. Zacarías sim plemente preguntó al
ángel: “¿En qué conoceré esto? Porque yo
soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”
(Lc. 1:18). Por atre verse a cuestionar la
amplitud del poder de Dios, se quedó mu do
al instante. Dios anhela que sus hijos crean
su palabra, y no discutan su poder. La marca
que distinguía la fe de Abraham era que
estaba “plenamente convencido de que [Dios]
era también poderoso para hacer todo lo que
había prometido” (Ro. 4:21).
Para estimular nuestra confianza, el Señor a
menudo inter viene de maneras poderosas a
favor de su pueblo. A veces per mite que
surja la oposición, para que en el momento
preciso se levante un pilar magnífico en
memoria suya. Este pilar se alza rá sobre la
ruina de aquello que disputó su poder. Así,
cuando él interviene, todos tienen que decir:
“¡Aquí obró el Omnipo tente!”.

[60]
Llamada a las armas

Tal fue el caso de Lázaro.


Cristo se mantuvo lejos hasta
que este murió, para dar
mayor demostración de su
poder. Dios a veces
empleaba este mismo
método en el Antiguo
Testamento. Recuerda el
éxodo, por ejemplo. Si Dios
de
hubiera sacado a Israel
Egipto mientras José gozaba
del favor de la corte, habrían
sa lido fácilmente. Sin
embargo, él reservó su
liberación para el rei no de
aquel Faraón soberbio que
los oprimía y satisfacía sus
de
seos con ellos, a fin de
que sus hijos supieran sin
lugar a dudas Quién los
había liberado.
La intervención precisa de
Dios es la confirmación para
que creas que puedes
reclamar su poder supremo
ayuda en
para tu defensa y
toda prueba y tentación. Dios
sacó a Israel milagrosa

mente de Egipto, ¿pero los


puso al otro lado del mar
que buscaran el
Rojo para
camino a Canaán por su
propia fuerza y habi
lidad?
No, los llevó, “como trae el
hombre a su hijo, por todo el
camino” (Dt. 1:31).
Dios prepara al alma para
salir de entre las garras de
Sata nás, y luego la saca del
Egipto espiritual por su gracia
regenera dora. Cuando el
creyente emprende la marcha
y todos se levan
tan en su
contra, ¿cómo cruzará a
salvo todas las fronteras del
enemigo? Dios mismo lo
rodeará con los brazos de su
fuerza eterna. Somos
“guardados por el poder de
Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación” (1 P.
1:5). El poder de Dios es
hombro sobre el cual
aquel
Cristo te lleva a ti, su oveja
perdida, a ca
sa, con gozo en
el camino (cf. Lc. 15:5). Los
su fuerza
brazos eternos de
son alas de águila, sobre las
que te lleva segura y amo

rosamente a la gloria (Ex.


19:4). El quíntuple lazo
que asegura el poder de
Dios
1. Su estrecha relación con
los creyentes
La relación de Dios con sus
santos asegura su poder para
con ellos. Eres su amado
hijo, y la mayoría de los
los suyos.
padres cuidan de
Hasta la torpe gallina corre
para reunir a sus pollue
los
bajo sus alas ante el peligro.
¿Cuánto más Dios, Creador
tales instintos en sus
de
criaturas, empleará toda su
fuerza para de
fenderte? Una
madre sentada en su casa
oye un grito afuera y, al
reconocer la voz, dice al
instante: “¡Es mi hijo!”. Lo
deja to-
[61]
El cristiano con toda la armadura de Dios

do y corre a él. Dios


responde como el corazón de
una madre a la voz de sus
hijos.
2. Su gran amor a los
creyentes
El amor de Dios para con los
santos pone en marcha su
poder. El que tiene el
corazón de Dios, no carece
de su brazo. El amor reúne
todos los demás sentimientos
y pone en marcha todos los
poderes del ser. Así, en Dios,
el amor hace obrar sus otros
atri butos; todos están listos
para ejecutar su voluntad.
Dios consi
dera a todas sus
criaturas, pero el alma
creyente es el objeto de su
amor más cariñoso, el mismo
que siente por su Hijo (Jn.
17:26).
Cuando un alma cree,
entonces el propósito eterno
y su voluntad para
de Dios
con ella, escogida en Cristo
antes de la fun
dación del
mundo, se lleva a término.
¿Te imaginas el amor de
Dios por un hijo que ha
llevado tanto tiempo en el
vientre de su eterno
propósito? Si Dios se
deleitaba en su plan antes de
dar forma al mundo, cuánto
más se deleita al ver la plena
fruición de su labor en el
alma creyente. Habiendo
obrado hasta aquí su
voluntad, seguramente

despertará todo su poder

para aquel cre


yente, antes
que dejarse robar su gloria a
pocos pasos del hogar.
Dios nos demostró el valor de
un alma por el precio que pa
gó. Le costó mucho, y lo que
se gana tan duramente no se
rin de con facilidad. Él
derramó la sangre de su Hijo
para com
prarte, y derramará
su propio poder para
Un padre terrenal
guardarte.
se goza en ver sus buenas
cualidades re
producidas en
sus hijos. Dios, el Padre
perfecto, anhela ver sus
atributos reflejados en sus
santos. Es esta imagen de
Dios refle
jada en ti lo que
enrabia tanto al Infierno, y
contra ella lanzan los
demonios sus armas más
potentes. Cuando Dios te
defiende, también se
defiende a sí mismo.
Sabiendo que la lucha es de
Dios, ¡seguramente no te
dejará salir a la guerra a tus
propias expensas!
3. Su pacto eterno
El pacto de Dios incluye su
poder supremo. Pone su
mano y se
llo a la promesa, y
como los montes alrededor
de Jerusalén, es firme e
inamovible. Como es su
Nombre, así es su
naturaleza:
[62]
Llamada a las armas

un Dios que mantiene el


pacto eternamente. No se
mismo como si
reparte a sí
fuera migas de pan para los
pajarillos: unas mi
gas aquí,
un mendrugo allá... Te
permite reclamar todo lo que
tiene. Hace su pacto con todo
creyente. Si alguno se
quedara so lo para batallar
según su propia capacidad,
los fuertes proba blemente
tendrían más posibilidades de
mantenerse, y los débi les de
caer. Pero en el castillo del
pacto todos están seguros,
por
que todos descansan en el
poder de su fuerza. 4. Su
propio compromiso
Ya que Dios exige nuestra
confianza, está obligado a
demostrar su fidelidad.
Todas sus promesas son sí y
amén; por tanto, se ha
comprometido a utilizar su
poder en nuestra defensa.
¿Adonde podemos huir ante
el peligro del
la necesidad o
pe
cado, de Satanás o de sus
instrumentos, si no es a
día que temo,
Dios? “En el
yo en ti confío” (Sal. 56:3).
Cuando buscas refu gio en
Dios, puedes estar seguro de
que él no te entregará trai
cioneramente al enemigo. Tu
dependencia de él despierta
su om nipotente poder en tu
defensa, tan cierto como el
llanto del re
cién nacido
despierte a su madre sin
importar la hora. Dios ha
hecho el mayor juramento
que pudiera salir de sus
sagrados la
bios: todos los
que huyen a él encontrarán
en él un refugio, una fuerte
He. 6:17,18).
consolación (cf.
Esto debe dar a tu fe va
lentía para esperar un refugio
tranquilo cuando busques la
pro
tección de Dios. Una vez
establecido su Nombre y sus
como torre fuerte,
promesas
Dios llama a su pueblo a sus
cámaras, y es
pera que
entren y se sientan como en
casa. 5. La intercesión de
su Hijo
La presencia y actividad de
Cristo en el Cielo recuerdan a
Dios su decisión firme de
defender a los santos. Él nos
que una de las
ha prometido
actividades eternas del
Salvador en el Cielo es in

terceder siempre ante el


Padre por nosotros. La
intercesión es puramente un
oficio de misericordia para
con los creyentes, a fin de
que se les dé lo que
necesiten para hacer todo lo
ha prometido.
que Dios
Jesucristo es nuestro
embajador para ver que to
do
discurra entre nosotros y Dios
según lo acordado. Aunque
Cristo está sentado en su
lugar exaltado al lado del
Padre, y fue-
[63]
El cristiano con toda la armadura de Dios

ra de la tormenta en cuanto a
su propia seguridad, sus hijos
se han quedado atrás, en la
batalla con Satanás. Ellos
permanecen en su corazón y
no los olvidará ni por un
prontitud
momento. Véase la
con que envió el Espíritu
Santo a los apóstoles des

pués de ascender. Casi en el


momento de calentar un poco
asiento al lado del Padre,
su
Cristo ya había enviado al
Espíritu pa ra consolar no
solo a los primeros cristianos,
sino a todo cre
yente hasta
su regreso. Ocasiones
para hacer uso del poder
de Dios
Una vez que te des cuenta de
que el Dios omnipotente tiene
potestad en tu vida,
la
dejarás de preocuparte por la
forma de ba tallar contra tus
enemigos. No hay asalto lo
bastante fuerte pa ra
derrotarle a él, y nada puede
penetrar tus defensas sin su
per miso.
El diablo fue lo
bastante listo como para
quitara el
pedirle a Dios que
cerco alrededor de Job antes
de lanzar su ataque, pe
ro los
hombres generalmente no
son tan conscientes del poder
de Dios. Su propia ceguera
espiritual los engaña,
haciéndoles su
poner que el
asalto al creyente se lanza
Es
contra un mero hombre.
posible que no puedan ver
más allá de su nariz, pero se
lan
zarán contra un creyente
esperando terminar pronto
saben que las
con él. No
tropas que defienden al
creyente son innumera
bles,
porque la línea de suministro
desde el Cielo no la puede
bloquear nadie sino Dios
mismo.
Los egipcios pensaron tener
atrapados a los israelitas
los vieron llegar a la
cuando
orilla del mar. El faraón se
jactaba: “Ence rrados están
en la tierra” (Éx. 14:3). Y así
habría sido si no hu
biera
intervenido el poder supremo
que los llevó a buen puerto.
Pero en cuanto pasaron este
peligro, se encontraron en el
des
ierto, sin cobijo. Allí
vivieron durante 40 años sin
comercio ni labranza, sin
robar ni pedir de las naciones
colindantes.
¿Qué no podrá hacer el
poder supremo para
protegernos de la ira y el
poder de los enemigos, sean
hombres o demonios? La
Biblia está llena a rebosar de
relatos de la suficiencia
absoluta de Dios. Igual que
su poder se interpuso entre
los israelitas y los egipcios,
también estuvo con Josué en
Jericó, y se enfrentó a Go
[64]
Llamada a las armas

liat en el valle de Ela. Este


mismo poder expulsó a los
demonios del gadareno, y
resucitó al hijo de la viuda.
¿Acaso su poder se ha
debilitado hoy, o se han
nuestros
fortalecido
enemigos? Ciertamente no,
aunque los hombres mal

vados actuales parecen más


descarados que los enemigos
de los santos de ataño.
Entonces, a menudo huían
ante la presencia de Dios
entre su pueblo, mientras que
hoy muchos prefieren dar el
crédito de su derrota al
mismo Satanás en lugar de
Dios en el
reconocer a
asunto. Consuélate con esto:
Dios ama tanto a sus hi
jos
que no vacilará en dar
naciones enteras por su
providencia así
rescate si su
lo decreta. Abrió el vientre
mismo de Egipto pa
ra salvar
la vida de su hijo Israel (Is.
43:3).
Las demostraciones
constantes del poder de Dios
para con sus hijos presentan
un fuerte contraste con la
impotencia de los que están
sin Cristo. El poder supremo
de Dios es un manjar, e igual
que lo puso delante de
Abraham y Moisés, lo ofrece
a los creyentes de toda
época. Y mientras ellos se
sacian, el pecador
desvergonzado pide limosna.
No puede disponer ni de una
de poder celestial para
gota
su propio uso. Dios, a través
de su sier vo Isaías, avisa a

los pecadores: “He aquí que

mis siervos co merán, y

vosotros tendréis hambre; he

aquí que mis siervos be

berán, y vosotros tendréis


sed” (Is. 65:13).
Dios es omnipotente en el
perdón, pero no utilizará su
para el pecador
poder
desvergonzado. Puede salvar
y ayudar en la ne
cesidad,
pero si no te has arrepentido,
¿cómo podrás esperar su
ayuda? El mismo poder que
Dios derrama en la salvación
del creyente se derramará
para tu condenación, porque
él se ha comprometido con
juramento a destruir toda
alma impenitente.
¿Qué narcótico esparce
Satanás sobre las almohadas
de los no regenerados?
¿Cómo pueden dormir tan
bien aun después de
haberles avisado de las

consecuencias de pasar por

alto el ulti
mátum de la gracia
de Dios? Pecador, Satanás
puede engañarte para que
creas que hace falta valor o
sabiduría para rechazar los
términos de la misericordia
de Dios, pero realmente es el
colmo de la necedad. Tu
destino eterno está en las
manos de Dios. Si no tratas
con él ahora, tendrás que
responder ante sus cargos
después. Sabe bien que
“¡horrenda cosa es caer en
manos del Dios vivo!” (He.
10:31).
[65]
El cristiano con toda la armadura de Dios

Y tú, creyente, cobra fuerzas


sabiendo que el fuerte brazo
Dios se extiende hacia ti,
de
no con ira sino con amor. Con
la mis
ma fe que reconoces la
existencia de Dios, cree
también esto: que su poder
supremo es tu amigo seguro.
Puedes ponerlo a prueba en
las siguientes
circunstancias...
1. Cuando estás abrumado
por el pecado
Puedes estar completamente
seguro de que no hay pecado
tan poderoso que sobrepase
el poder de Dios. ¡Un
más que
Todopoderoso es
muchos “fuertes!”. Él ha

demostrado su anhelo de res

catarte una y otra vez.


Provocado al límite por los
pecados de su pueblo, ¿qué
hace? ¡Les da una dulce
promesa! Declara: “No
ejecutaré el ardor de mi ira”.
¿Y por qué no? “Porque Dios
soy, y no hombre” (Os. 11:9).
Es como si dijera: “¡Te
demostraré la omnipotencia de mi
gracia!”.
¿Quién duda de la
omnipotencia de Dios?
Sabemos que él tiene poder
para perdonar si quiere
hacerlo. Pero aún hay más
consuelo para el creyente: el
que estriba en su pacto de
Como nadie puede
perdón.
comprometer a Dios sino él

mismo, así na
die puede
romper ese compromiso que
él hace consigo mismo.
Estas son sus palabras:
“Seré amplio en perdonar” (cf.
Is. 55:7). En otras palabras:
“Ahogaré tus pecados en mi
misericordia y derramaré
todo lo que tengo, para que
no se diga que mi bien ha
sido vencido por tu mal”.
Entonces, cuando Satanás te
aterroriza con sus terribles
acu saciones contra tu alma,
puedes decir con confianza,
“Dios mis
mo es el que me
justifica. Ha prometido
restaurar mi vida si me
someto a él. ¿Alguna vez ha
roto una promesa? Por tanto
me he entregado a él como
fiel Creador”.
2. Cuando te vence la
tentación
Si temes algún día caer en la
tentación, aférrate a la fuerza
de Dios ahora y refuerza tu
capacidad de resistir. Cree
que tendrás victoria en el día
de la prueba. Tu Padre vigila
mientras
estrechamente
estás en el valle luchando;
tus gritos de socorro le ha

cen correr en tu ayuda.


Josafat pidió socorro en la
lucha contra sus enemigos, y
el Señor lo rescató (cf. 2 Cr.
20). Puedes estar
igualmente seguro de su
ayuda cuando estás contra la
pared.
[66]
Llamada a las armas

Recuérdale frecuentemente

su promesa: “El pecado no se


ense
ñoreará de vosotros”
Aunque la palabra
(Ro. 6:14).
omnipotente no aparece en este

versícu
lo, está implícita en
esta y en todas las promesas.
tu alma: “¡El
Decláraselo a
pecado no se enseñoreará de
ti, dice el Dios Om

nipotente!”. Ahora, si vas a


cobijarte en este atributo,
debes mantenerte a su
sombra. ¿De qué sirve la
fuerte si
sombra de la roca
nos sentamos al sol? Es
decir, si nos alejamos de la
pro tección divina
aventurándonos al calor de la
tentación, no de bemos
sorprendernos cuando
nuestra fe se debilita y
tropeza
mos, cayendo en el
pecado. Somos débiles en
nosotros mismos: nuestra
fuerza está en la roca de la
omnipotencia de Dios. Él ha
de ser nuestro refugio
constante.
3. Cuando te oprime el
deber cristiano
Tal vez encuentras el deber
llamamiento demasiado
de tu
pesa do para tu débil fe.
Busca en Dios la fuerza.
Cuando estás har
to de tu
trabajo y, como Jonás,
dispuesto a huir, aliéntate con
las palabras de Dios a
Gedeón: “Ve con esta tu
fuerza [...]. ¿No te envío yo?”
(Jue. 6:14). Empieza la obra
que Dios te ha dado y
tendrás su fuerza de tu parte;
huye de tu trabajo, y la
tendrás en tu contra. Él
enviará alguna tormenta para
devolver a su siervo fugitivo
a casa.
¿Estás llamado a sufrir? No
te acobardes. Dios conoce
los lí mites de tu fuerza. Él
puede poner la carga tan
equilibrada
mente sobre tus
hombros que casi no la
sentirás. Pero eso no es
todo: siempre te vigila, y
cuando tropiezas te recoge
—con car
ga y todo— y te
lleva a tu destino acurrucado
en el seno de su promesa:
“Fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo
que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con
la tentación la salida” (1 Co.
10:13). ¿Cómo vas a
lamentarte cuando estás
envuelto en su pacto? Tu
tanto
Padre celestial anhela
cuidarte que, mientras tú le
pides tímidamente una miga
ja de paz y gozo, él desea
que abras la boca todo lo que
pue das, para poder llenarla.
Cuanto más pidas, mejor; y si
más pi
des, más
cariñosamente te acoge.
Ve pronto ahora. Escudriña tu
corazón entero y reúne tus
debilidades. Ponías delante
del Todopoderoso, como la
viuda
[67]
El cristiano con toda la armadura de Dios

puso sus vasijas vacías ante


el Profeta. Espera un milagro
o la liberación de los
recursos inagotables de Dios.
Si tuvieras más vasijas para
traer, te las llenaría todas.
Dios tiene fuerza bastante
para dar, pero no tiene
para negar. Lo digo
fuerzas
con reverencia: en este

aspecto el Todopo
deroso es
débil. Hasta un niño, el más
débil en la gracia de su
familia, que solo puede
susurrar: “Padre”, puede
convencerle. No dejes que la
debilidad de tu fe te aleje de
la presencia de Dios. Al ver
las pálidas mejillas y el
fe,
aspecto demacrado de tu
tu amor y tu paciencia, su

corazón compasivo se

conmove
rá y eso será un
fuerte argumento para su
ayuda.
Cuatro razones por que
el poder de Dios
a veces se oculta
Pero un alma desanimada

dice: “He orado una y otra


vez pi
diendo fuerza ante la
tentación, ¡y hasta hoy tengo
débiles! Por
las manos
mucho que me esfuerce, no
puedo resistir. Si real
mente
me es posible reclamar el
poder de Dios, ¿por qué no
tengo la victoria en mi vida
cristiana?”
1. Puede que hayas pasado
por alto el poder de Dios
Mira de nuevo, y sin duda
verás alguna fuerza que te ha
pasa do desapercibida antes.
Tal vez oraste esperando que
Dios res pondiera de cierta
manera; pero mientras lo
esperabas miran do por la
ventana delantera, él entró
por la puerta de atrás. Es to
es: esperaste un alivio
repentino de la prueba, pero
en su lu gar Dios te dio fuerza
para orar con mayor fervor.
¿Es eso na da? Cualquier
médico te dirá que cuanto
más fuerte llora un ni
ño, más
No solo esto. ¿No
fuerte es.
ves que tienes mayor poder
de abnega
ción que antes?
Es decir, ¿no te humilla cada
clavada
vez más la espina
en tu carne? Si es así, has
luchado con un fuerte opo

nente —tu orgullo— y has


luchado bien. ¿Qué cosa más
dura y contra naturaleza hay
que obligar al orgullo carnal a
doblar la rodilla delante de
Dios?

[68]
Llamada a las armas

2. Dios puede demorarse a


propósito
Cuando has esperado todo el
que estás dispuesto a
tiempo
es perar, y Dios aún no ha
respondido, no dejes que tu
propia im
paciencia le acuse
de ser negligente. En su
lugar, di: “Mi Padre es más
sabio que yo. Enviará lo
necesario cuando haga falta.
Sé que si retrae su mano al
presente, solo es porque
yo".Una razón
sabe más que
para aplazar la liberación es
darnos la oportuni dad de
crecer en la fe. Cuando una
madre enseña a su hijo a an

dar, se aleja un poco y


extiende su mano al niño,
llamándolo. Si ejerce su
fuerza acercándose al
pequeño, eso no sirve,
porque el niño no puede
entonces ejercitar sus piernas
le dejará
débiles. Si lo ama,
sufrir un poco al presente
para asegurar su salud futu
ra. Igualmente, ya que Dios
ama a sus hijos, a veces los
deja lu
char para fortalecer
No solo
las piernas de su fe.
esto; también puede utilizar
las pruebas como oca
sión de
mayor demostración de su
poder. Supongamos que un
niño anda por la orilla de un
río; se resbala, y corre
verdadero peligro. ¿Qué
hace su madre? ¡Corre
enseguida a salvarlo! Y sus
brazos nunca antes fueron
tan fuertes para consolarlo
como en tal circunstancia.
Puede que seas una pobre
alma débil en la fe y a punto
de hundirte; pero hasta hoy
perdura tu gracia, aunque
haga aguas. ¿Hay mayor
demostración del poder de
Dios que ver cómo se
remolca este barco afligido y
fatigado por la tempestad
ante una armada de pecados
y demonios, para llegar al
buen puerto de Dios? ¡Qué
gran tributo a su poder, el que
una nave tan débil derrote a
todos los acorazados de
Satanás!
3. El estorbo a la bendición
puede estar en ti
Si tu corazón no está bien
seguro cuando clamas por
liberación, la fuerza no
vendrá. Pregúntate lo
siguiente cuando te sientas
alejado del poder de Dios:
¿Confío realmente en Dios, y únicamente en
él, para satisfa cer mi necesidad? ¿O

estoy dependiendo de mi
resolución, de mi pastor o de
otra fuente externa? Todas
estas cosas son buenas,
pero solo son servidores de
Dios. Pasa por ellas hasta
llegar a Cristo mismo.
Tócale, y la liberación es
tuya.
[69]
El cristiano con toda la armadura de Dios
¿Doy gracias por la fuerza que tengo? En

una carrera de lar


ga
distancia, los corredores
emplean más de una
vez te
velocidad. Tal
desanimas cuando ves a
tantos fuertes adelantarte
cami
no a la gloria. En lugar
de gritar tras ellos, ¡da
gracias porque tienes alguna
fuerza! Aun el puesto más
bajo en el ejército de los
santos es de un gran honor.
¿Estás en la carrera? Es por
la gra cia de Dios,
únicamente; dale gracias por
el privilegio. Recuer da: todos
los que terminan la carrera
—hasta el creyente más dé

bil— son ganadores.


¿Ha bloqueado mi orgullo el fluir del poder de
Dios? Diosno enviará más
poder si lo utilizas para tu
propio provecho. Ten en
cuenta lo rápidamente que te
alejan de él las alas de tu
orgullo. Porque te ama, te
quitará tu porción de poder si
esta te priva de la comunión
con él. Todo esto lo hace por
tu bien; para que cuando se
ahogue tu orgullo, eso te
obligue a volver a él.
4. Dios puede llamarte a
perseverar en situaciones
críticas Tal vez nada de lo
expuesto responda a tu caso
corazón está
individual. Tu
bien con Dios; has esperado
sinceramente en ora ción,
pero Dios retrae su mano.
Entonces tienes que vivir y
mo rir en la espera, porque
puede que sea lo apropiado.
¿Qué ma
yor evidencia de tu
fe y de la obra de la gracia de
Dios en ti que perseverar
hasta el fin?
Consuélate con la promesa
de que cuando estés en las
últi la fuerza. La
mas, llegará
Palabra dice: “Los que
esperan a Je hová tendrán
nuevas fuerzas” (Is. 40:31).
El Profeta no fue en
viado a
la viuda antes de que esta
hubiera cocido el último pan.
Job no fue liberado hasta
cumplirse el propósito de
tus pruebas
Dios. ¿Son
mayores que las de Job?
Esfuérzate por tener su mis
mo corazón, y sabrás que tu
vida está en manos de un
Dios lle
no de tierna
misericordia y compasión (cf.
Stg. 5:11).

[70]
Capítulo 2

Primera consideración:
La armadura del cristiano

I. EL CRISTIANO DEBE ESTAR


ARMADO

“Vestios de toda la armadura de Dios, para que


podáis estar firmes contra las asechanzas del
diablo” (Ef. 6:11).

H emos visto que es el poder supremo de

Dios, y no nuestra
poca fuerza, lo que fomenta la fe y nos
prepara para la ba talla. ¿Pero cómo
apropiarnos de este poder para nuestras vi
das? Pablo nos lo dice: vistiéndonos la
armadura de Dios. Ves tirte de la armadura de
Dios es apropiarte de su poder de for ma muy
personal. Primeramente, es cuestión de un
corazón
transformado. El que se jacta de su confianza
en Dios, pero re almente no cree de corazón,
nunca estará a salvo en la zona de guerra
que separa el Cielo de la tierra. Si por
negligencia o de cisión deja de vestir la
armadura de Dios y corre desnudo a la
batalla, firma su propia sentencia de muerte.
Se cuenta de un fanático de Munster que
valerosamente in tentó rechazar a un ejército
invasor al grito de: “En el nombre del Señor
de los ejércitos, ¡huid!”. Pero su alma no
regenerada no había recibido esa orden del
General para quien pretendía luchar, y pronto
pereció. Su ejemplo debe enseñarnos el alto
precio que se paga por tal desatino. Oímos un
lenguaje valero so, pero necio, que sale de la
boca de los más ignorantes y pro fanos de
entre nosotros. Dicen que confían en Dios y
esperan en su misericordia; y desafían al
demonio y todas sus obras. Pe ro mientras
tanto son pobres y desnudas criaturas sin tan
si quiera una parte de la armadura de Dios
sobre sus almas. Tal presunción no tiene sitio
en el campamento del Señor.

[71]
El cristiano con toda la armadura de Dios

El cristiano armado: Su provisión divina

La admonición de Pablo para que nos


vistamos de la armadu ra de Dios tiene dos
partes generales. Primera, la instrucción de
lo que debemos hacer: “Vestios de toda la
armadura de Dios”; y segunda, por qué
debemos hacerlo: “Para que podáis estar
firmes contra las asechanzas del diablo”.
Entonces, para empe zar, cada recluta en el
ejército de Cristo debe tener la armadu ra
debida. La primera pregunta que se suscita
es: ¿En qué con siste esta armadura?
1. Cristo como armadura
Se nos dice en otro lugar: “Vestios del Señor
Jesucristo” (Ro. 13:14); presentando a
Jesucristo como armadura. El apóstol no
solamente exhorta a los cristianos a vestirse
de dominio propio en lugar de ebriedad, y de
castidad en lugar de adulterio. En su lugar,
les manda: “Vestíos del Señor Jesucristo”;
implicando con ello que hasta que se vistan
de Cristo, estarán desarmados. No es el
hombre revestido de moralidad ni de virtudes
filosófi
cas el que repele la carga de la tentación
disparada por el ca ñón de Satanás, sino el
que tiene puesta la armadura; esto es, el que
está en Cristo.

2. Las virtudes de Cristo como armadura


Ahora hablaremos de “el cinto de la verdad”,
etc. Se nos man da que nos vistamos del
nuevo hombre (Ef. 4:24), compuesto de
todas estas virtudes. Estar sin Cristo y sus
virtudes es estar sin armadura.

El cristiano desarmado: Su pésimo


porvenir

Una persona sin la gracia de Cristo está


desnuda y desarmada, totalmente
incapacitada para la lucha contra el pecado y
Sata nás. En el principio, Dios envió a Adán
con la armadura com
pleta, pero por un juego de manos el diablo lo
desnudó. En cuanto se acabó de cometer el
primer pecado, Adán y Eva es taban
desnudos (Gn. 3:7). El pecado les robó la
armadura y los dejó como criaturas débiles.
A Satanás le costó trabajo abrir la

[72]

La armadura del cristiano


primera brecha, pero una vez que el hombre
le franqueó las puertas para que entrara, se
nombró rey y llevó a la corte su sé quito de
pecados mortales, sin desenvainar espada.
A esto voy: en lugar de confesar su pecado,
Adán y Eva in tentaron esconderse de Dios y
lo trataron con evasivas. Se echa ron las
culpas el uno al otro, rechazando la
responsabilidad de su desobediencia en
lugar de suplicar misericordia. ¡Qué pron to
endureció sus corazones el engaño! La
naturaleza humana básica no ha cambiado
hasta hoy. Esta es la misma condición de
cualquier hijo de Adán: Satanás nos
encuentra desnudos y nos hace esclavos,
hasta que Dios, habiéndonos comprado con
la sangre de su amado Hijo, viene para
reclamar cada alma arrepentida para el
servicio en su Reino.
Para mejor comprender la gravedad de estar
sin la armadu ra de Dios, estudia estos cuatro
conceptos de encontrarse des nudo y
desarmado.

1. Separados de Dios
“Estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía
de Israel y aje nos a los pactos de la
promesa” (Ef. 2:12). Si no eres hijo del
Reino, no tienes más parte en las promesas
del pacto que un ciudadano de Roma tiene
en la Carta Magna de Londres. Estás solo en
el mundo, sin Dios. Si te metes en problemas,
habrás de presentar tu propia defensa. Pero
si eres ciudadano del Cielo, Dios tiene poder
para darte una inmunidad especial en cual
quier situación. Y aunque el rencor del diablo
se dirige contra ti, él no se atreve a pisar el
terreno de Dios para tocarte sin su permiso.
¡Qué condición tan desesperada la del alma
dejada a su pro pia defensa contra las
legiones de demonios y concupiscencias!
Será destrozada como una liebre entre los
sabuesos; y no esta rá Dios ahí para
frenarlos, sino Satanás para azuzarlos. Si
Dios abandona a un pueblo, por militante que
este sea, pronto pier de el valor y no puede
luchar. Un grupo de niños podría levan tarse y
echarlos de su propio patio. Cuando el pánico
cundió entre los israelitas al saber de
gigantes invencibles y de ciuda des
amuralladas, Caleb y Josué los apaciguaron
diciendo: “No sotros los comeremos como
pan; su amparo se ha apartado de

[73]
El cristiano con toda la armadura de Dios

ellos” (Nm. 14:9). ¡Cuánto más aquella alma


que no tiene la defensa del Altísimo será pan
para Satanás!

2. La ignorancia
Solo un alma ignorante es lo bastante necia
como para salir des armada del castillo
durante un asedio. Obviamente no ha estu
diado al enemigo, o sabría el peligro que hay
fuera de sus puer tas. Para empeorar las
cosas, si lucha sin revestirse de Cristo, lu
chará a oscuras. El apóstol escribe: “En otro
tiempo erais tinie blas, mas ahora sois luz en
el Señor” (Ef. 5:8). Como hijo de luz,
un creyente puede andar de vez en cuando a
ciegas en cuanto a cierta verdad o promesa,
pero siempre tiene la vista espiritual que le
falta al inconverso. El hombre no regenerado
es en todo mo mento demasiado ignorante
para resistirse a Satanás, mientras que el
conocimiento de la verdad del cristiano lo
persigue y res cata su alma, aun cuando haya
sido secuestrada por la tentación.
No te llames a engaño: las tinieblas
espirituales nunca serán expulsadas si no es
por la unión con Cristo. Igual que el ojo fí sico
una vez destrozado no se puede reconstruir
por medios hu manos, tampoco es posible
restaurar el ojo espiritual —destro zado por el
pecado de Adán— mediante un esfuerzo
humano o angélico. Esta es una de las
enfermedades que Jesús vino a sa nar (Lc.
4:18).

3. La impotencia
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a
su tiempo murió por los impíos” (Ro. 5:6).
¿Qué puede hacer el alma desarma da para
romper el yugo de Satanás? No más que un
pueblo des armado para liberarse del dominio
de un ejército vencedor. Sa tanás tiene tal
poder sobre el alma que se le llama el
hombre fuerte con el alma como palacio (Lc.
11:21). Si el Cielo no le molesta, no temerá
un motín desde dentro. Lo mantiene todo
bajo su control. Lo que hace el Espíritu de
Dios en el cristiano, lo hace Satanás de
forma diabólica en el pecador. El Espíritu
llena el alma de amor, gozo, deseos
cristianos; el diablo llena el alma del pecador
de orgullo, lujuria, mentira... E igual que el
borracho lleno de vino, el pecador lleno de
Satanás no actúa in dependientemente, sino
que es un esclavo impotente.

[74]
La armadura del cristiano

4. La amistad con el pecado y Satanás


Un alma que se niega a revestirse de Cristo
se declara rebelde y se convierte en enemiga
de Dios. Creo que podemos decir con
seguridad que un enemigo de Dios es amigo
de Satanás. ¿Y có
mo hacer que alguien pelee contra su amigo?
¿Está Satanás di vidido? ¿Luchará el
demonio interior contra el diablo exterior? A
veces parece que el corazón carnal lucha
contra Satanás, pero es una farsa, como dos
espadachines en un teatro. Parecen pelear
en serio, pero cuando se percibe el cuidado
que tienen y a dónde dirigen los golpes,
pronto resulta obvio que no quieren matarse.
Toda duda desaparece al verlos después de
la función, ¡disfrutando juntos de la
recompensa del espectáculo! Igual mente, al
ver un corazón impenitente que hace grandes
gestos contra el pecado, síguelo al salir del
escenario de las buenas obras, donde ha
ganado su reputación de santo haciendo el hi
pócrita, y allí sin duda lo verás junto a
Satanás, en un rincón, tan amigos.

El enemigo y su plan diabólico

Has visto algunos de los efectos secundarios


de estar sin la ar madura de Dios: la
ignorancia, la impotencia, la separación de
Dios y la amistad con el pecado y Satanás. Si
vestirnos de Cris to es la cura más eficaz para
estas aflicciones mortales, ¿por qué vemos a
tantos rechazar la dulce medicina de su
gracia?

1. La inclinación natural del alma humana


Cuando miras alrededor y observas el vasto
imperio del diablo y el pequeño territorio que
pertenece a los súbditos de Cristo; así como
los montones de almas preciosas que están
postradas bajo los pies de Satanás y el
escaso regimiento de cristianos que marcha
bajo el estandarte de la gracia de Cristo, tal
vez te pre
guntes “¿Es el Infierno más fuerte que el
Cielo?”; “¿Son las ar mas de Satanás más
victoriosas que la cruz de Cristo?”. Pero al
considerar lo que voy a decir, te asombrarás
de que Cristo ten ga algún seguidor y no tan
pocos.
Toda persona nace en pecado (Sal 51:5).
Cuando el prínci pe de este mundo se acerca
a un alma joven con esta o aquella

[75]
El cristiano con toda la armadura de Dios
propuesta malvada, la encuentra desarmada
y en su estado na tural, ya conocedora de su
política. Ceder al control de Satanás
entonces, no causará gran revuelo en el
corazón del que es pe
cador por naturaleza. Pero cuando Cristo
hace campaña por un alma, propone
cambios devastadores; y el alma egoísta, a
quien le gustan las cosas tal como están, le
responde con el mismo desdén que los
ciudadanos rebeldes de la parábola: “No
quere
mos que éste reine sobre nosotros” (Lc.
19:14). Es unánime: to das las
concupiscencias votan contra Cristo, y se
levantan co mo los filisteos contra Sansón, al
que llamaron destructor de su país (Jue.
16:23,24). Si la gracia de Dios no interviniera
y so brepasara el veto, todo el mundo estaría
en las garras de Sata nás.
Las conquistas de Satanás se limitan a las
almas ignorantes y desgraciadas que no
tienen fuerza ni sentido para oponerse.
Nacen presos del pecado; todo lo que el
diablo tiene que hacer es mantenerlos
cautivos. Pero cuando asalta a un cristiano,
cu
ya libertad se ganó en la cruz de una vez por
todas, entonces está poniendo sitio a una
ciudad con puertas y murallas. Tarde o
temprano deberá retroceder avergonzado, sin
poder arreba tar ni al cristiano más débil de la
mano del Salvador. Duda de
tu propia fuerza, pero nunca de la de Cristo.
En tus peores lu chas con Satanás, confía en
él para sacarte del dominio diabó lico con
mano firme, a pesar de la fuerza y la furia del
Infier no.

2. La malicia sobrenatural de Satanás


No dudes por un momento que Satanás
lanzará toda su furia contra los que aman la
Palabra de Dios. Hace mucho que co noce la
Buena Noticia de Cristo: desde el amanecer
del tiempo. Ha visto el poder de la misma
demostrado una y otra vez, y sa be que
contiene un arsenal de armas y ayudas para
el alma aba tida.
El primer asalto del evangelio contra el reino
de las tinieblas hizo temblar los cimientos de
este y huir a las legiones inferna les. Y aún
siguen huyendo. Cuando los setenta
misioneros co misionados por Cristo volvieron
diciendo que hasta los demo nios se
sometían al poder del evangelio, Cristo
respondió: “Yo

[76]
La armadura del cristiano

veía a Satanás caer del cielo como un rayo”


(Lc. 10:17,18). En esencia les estaba
diciendo: “Lo que me contáis no es ninguna
noticia para mí; yo vi como echaron a
Satanás del cielo. ¡Co nozco bien el poder del
evangelio!”.
¿Resulta entonces asombroso que Satanás
luche para derro tar al evangelio que le
derrota a él? Gracias a la luz del evan gelio
muchos que antes eran sus amigos hallan el
camino de la verdad y la vida. Por esa misma
luz, los cristianos se acercan con confianza
bendita a su hogar eterno. Nada le atormenta
más al diablo que ver a sus antiguos
compañeros dejando sus viejos placeres
pecaminosos para dedicar tiempo al estudio
de la Palabra. Sabe que un cristiano sin
conocimiento del evange lio es tan vulnerable
como un ejército sin municiones; por tan to,
intenta alejarle de la Palabra mediante la
persecución, o le persuade a alejarla de sí
por política.
Porque es la Palabra lo que nos enseña a
revestirnos de Cris to y de sus virtudes para
armarnos debidamente. No te hala gues
pensando que puedes pasarte sin este libro
precioso. To dos conocemos a aquellos que
se contentan con profesar a Cris to y tener un
poco de dones y obras, pero no quieren saber
si
hay más en la vida cristiana. Son aquellos
cuyas virtudes se hie lan cuando los vientos
invernales azotan su alma. Pero el cris tiano
cuya fe se ha aislado del error con la verdad
del evange lio, podrá aguantar todo el viento
helado del demonio.

La armadura y su Creador

A estas alturas ya estás avisado de sobra de


las consecuencias de andar desarmado.
Miremos más de cerca la armadura apro
piada. No vale cualquiera; mejor ninguna que
una armadura sin acreditar. Solo la armadura
de Dios pasa las pruebas. Dos cosas lo
demuestran.

1. Dios es el diseñador de la armadura de


sus hijos Un verdadero soldado solo va al
frente con la armadura regla mentada por su
general. No se deja al gusto de cada cual
llevar lo que se quiera; esto daría lugar al
caos. El soldado cristiano, entonces, se
sujeta igualmente a las órdenes de Dios.
Aunque el

[77]
El cristiano con toda la armadura de Dios

ejército sea terrenal, el Estado Mayor se


sienta en los cielos, y es el que decreta las
directrices: “Aquí tienes tus órdenes... es tas
son tus armas”. Y aquellos que hacen más de
lo debido o utilizan otra cosa que lo ordenado
por Dios, aunque parezcan tener cierto éxito
contra el pecado, seguramente se les pedirán
cuentas por su osadía.
La disciplina de la guerra humana es muy
estricta en este ca so. Algunos se han
enfrentado al tribunal militar y a la muerte
aunque hayan derrotado al enemigo, por
haberse olvidado de su rango o haber
actuado contra las órdenes. La disciplina di
vina también es muy precisa en este
particular. Dirá a todos aquellos que se
inventan formas propias de adorarle, o que fa
brican su propia penitencia: “¿Quién te pidió
que lo hicieras?”. Esto es realmente ser
“sabio con exceso” (Ec. 7:16), como dice
Salomón, atreverse a corregir la ley de Dios y
añadir nuestras propias reglas. Dios le dijo a
Israel que los falsos profetas mal gastaban su
tiempo porque no hacían su obra (Jer. 23:32).
Tú también malgastarás tu tiempo si haces
algo fuera de la volun tad de Dios.
Los pensamientos de Dios no son como los
nuestros, ni sus caminos son los nuestros. Si
Moisés hubiera dirigido el éxodo de Israel
con su propia sabiduría, sería de esperar que
saquea ra a los egipcios sus caballos y
armas. Pero Dios quería que su pueblo
saliera desnudo y a pie, y Moisés se atuvo a
las órdenes. La guerra era de Dios y, por
tanto, era razonable que se some tieran a su
mandato. Acampaban y marchaban bajo sus
órde nes; peleaban cuando él lo mandaba; y
las tácticas y armas uti lizadas eran las
prescritas por Dios. ¿Qué aprendemos de
este ejemplo? En la marcha hacia el Cielo,
luchando contra los es píritus malignos y las
concupiscencias que nos estorban, tam bién
debemos guiarnos por la regla de Dios,
detallada para no sotros en su Palabra.
Cristiano, ten cuidado de no confiar en la
armadura de Dios, sino en el Dios de la
armadura. Todas tus armas son so lamente
“poderosas en Dios” (2 Co. 10:4). El Arca era
el me dio de seguridad para Israel, pero
cuando la gente empezó a gloriarse en ella
en lugar de en Dios, aceleró su derrota. Igual
mente, los deberes y las ordenanzas, los
dones y las virtudes,
[781
La armadura del cristiano

son refugio de defensa para el alma; pero


deben mantenerse en su lugar. Satanás
tiembla como los filisteos ante el Arca al ver
a un alma diligente en el uso de sus
“virtudes”-, esto es, de la paciencia, el
dominio propio, la virtud, etc. Pero cuando la
criatura confía más en ellas que en el Señor,
está en terreno mo
vedizo.

2. Dios hace la armadura de sus hijos


y los adiestra para utilizarla
Ya hemos visto que lo que hace invencible al
alma no es la ar madura en cuanto tal, sino
en cuanto es de Dios. ¿Es la oración
armadura, o lo son la fe, esperanza y justicia?
Solo si constitu yen el diseño de Dios y han
sido decretadas por él. Lo que es nacido de
Dios vence al mundo, ya sea una fe nacida de
Dios, una esperanza nacida de Dios, etc.
Pero la camada falsa y adúl tera de deberes y
virtudes egoístas con las cuales algunos cre
yentes se arman, habiendo brotado de
simiente carnal, no pue den ser divinas.
Escudriña la etiqueta para ver si tu armadura
es hechura de Dios o no. Hay muchas
imitaciones en el mercado. La política de
Satanás, si no puede satisfacer al pecador
con su estado des nudo y pecaminoso,
consiste en darle algo débil que, en sí mis
mo, ni le hace bien a él ni daña al diablo. Tal
vez sea la asis tencia a los cultos, o las
buenas obras, o alguna penitencia au
toimpuesta con la cual piensa impresionar
tanto a Dios como a los hombres. ¿Creen
estos impostores en Dios? Bueno, esperan
no ser incrédulos. Pero cómo es su armadura,
de dónde salió o si resistirá en el día malo,
no se paran a preguntarlo. Así mue ren miles
que creían estar armados contra Satanás, la
muerte y el juicio, y todo el tiempo se
hallaban desnudos y miserables. Esta gente
está peor que quienes no tienen ni un trapo
de fin gimiento para ocultar sus vergüenzas al
mundo.
Para la mayoría de nosotros, una copia
magistral de alguna obra famosa es igual de
buena que el original. Pero cuando el pintor
mismo viene, puede distinguir en un momento
entre lo verdadero y lo falso. Ocurre lo mismo
con el hipócrita, apoya
do en su propia justicia, que pretende tener fe
y esperanza en Dios. He aquí un hombre
ataviado con armadura resplande­

[79]
El cristiano con toda la armadura de Dios

ciente, arma en mano... Con la afilada espada


de su lengua mantiene las distancias tanto
con el predicador como con la Pa labra:
“¿Quién dice que no soy santo? ¡Nombra un
solo man damiento que no guarde, un deber
que descuide!”, exclama in
dignado. Muchos se impresionan por su
apariencia de piedad. Hace falta el ojo avizor
del Espíritu para exponerlo, y aun en tonces
es difícil convencerlo porque Satanás lo ha
engañado con tanta sutileza. Primero hay
que desarmarlo y desnudarlo de su inmunda
justicia propia, porque la armadura de Dios
nunca se puede poner encima del traje
hecho a la medida. Por otra parte, el alma
que se encuentra desnuda y humillada ante
Dios está plenamente consciente de la
magnitud de su necesidad y anhela ayuda.
¿Qué es más fácil, entablillar un hueso recién
fracturado o intentar corregir uno que se curó
torcido? Hipócrita piadoso: niega el nombre
de Cristo bajo cuyo es tandarte finges
marchar, o bien abandona la falsa armadura
de justicia propia y ven a él en verdadero
arrepentimiento. No te atrevas a llamar a
ninguna cosa “armadura de Dios” si no lo
glorifica a él ni te defiende del poder de
Satanás.

La armadura: sus componentes

Observa que el equipo del cristiano es


totalmente suficiente: “Toda la armadura de
Dios” (Ef. 6:11). Cuando se viste co
rrectamente, la armadura cristiana es
completa en tres aspec tos.

1. Todos los componentes juntos cubren


al cristiano entero: alma y cuerpo
Así, pues, los poderes del uno y los sentidos
de la otra están ba jo protección divina. No
queda expuesta ninguna parte. De otro
modo, los dardos de Satanás podrían colarse
por una ren
dija, como el que penetró por las junturas de
la armadura de Acab (1 R. 22:34). Si todo va
protegido menos el ojo, Satanás puede dirigir
sus flechas de lujuria allí y prender fuego a
toda la casa. Eva solo miró el árbol, y un
dardo envenenado le atra
vesó el corazón. Supongamos que el ojo está
cerrado, pero el oído abierto a las
conversaciones corruptas. Entonces Satanás

[80]
La armadura del cristiano

se colará por ese resquicio. O si los sentidos


físicos se guardan con diligencia, pero el
corazón no, los pensamientos mismos del
hombre pronto lo traicionarán entregándolo
en manos de Satanás.
Los enemigos nos rodean, de forma que
debemos estar ar mados a derecha y a
izquierda (2 Co. 6:7). El apóstol dijo que el
pecado es un enemigo que nos asedia (He.
12:1).
Satanás divide sus tentaciones en varios
escuadrones. Em plea uno para asaltarte
aquí, otro allá. Leemos acerca de la maldad
carnal y espiritual. Mientras repeles la
tentación ene miga de la maldad carnal,
puede entrar por tus puertas la mal dad
espiritual. Pero tú dices: “Todos mis actos son
irreprocha bles”. Entonces, ¿qué armadura
tienes para defender tu cabeza, tu juicio? Si
te sorprende en esta área y planta allí
semillas de herejía, estas pronto arraigarán y
ahogarán tu fe. Así vemos la falta que nos
hace esa armadura universal que cubra todo
el cuerpo.

2. Cada pieza tiene una función especial


Dios diseña cada pieza de la armadura para
un fin específico; por tanto, el cristiano debe
vestirse correctamente. Es decir, que de
nada sirve cubrir el corazón con el yelmo, ni
sujetar el escu
do donde debería ir la coraza. De hecho hay
una serie de vir tudes, cada una con su
función, para llevar vida y salud al al ma; igual
que la red de venas y arterias que lleva la
sangre por el cuerpo. Si pinchas una vena, la
sangre de todo el cuerpo pue de escapar por
la herida; si abandonas un deber, la fuerza de
to das las virtudes se puede perder.
Pedro alentó a los creyentes a aumentar todo
el conjunto de la gracia. La verdadera salud,
¿no es cuando prospera todo el cuerpo? La
fe es la gracia que encabeza la procesión. Si
tienes fe, añade la virtud: “Añadid a vuestra
fe, virtud”, dice Pedro (2 P. 1:5). Estas
virtudes se benefician mutuamente. Las
buenas obras y los actos de misericordia
reciben vida de la fe; la fe, a su vez, aumenta
y se fortalece con las obras. Eso dice Martín
Lutero.
Tus obras pueden llevar un fruto de aspecto
delicioso, pero no estarás a salvo de la
corrupción diabólica sin añadir a la vir-
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