Fallo
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Contra dicho pronunciamiento se alzan Silvia Teresa Arrigutti,
Enrique Mario Arrigutti, Enrique Alejandro Stad, y la escribana Claudia
Marina Hermansson, quienes expresaron sus agravios en formato digital,
los que fueron respondidos por la misma vía. También se agravian los
abogados Martín Julio Cabral y Martín Caride Mea, pero por un tema
vinculado a honorarios.
Llega firme a esta segunda instancia lo decidido en torno a la
aplicación de la ley con relación al tiempo y el consecuente sometimiento
del caso a las normas del Código de Vélez, temperamento correcto, dada la
fecha en que sucedieron los hechos, porque es en esa ocasión en la que se
reúnen los presupuestos de la responsabilidad civil (conf. Aída Kemelmajer
de Carlucci, “La Aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones
y situaciones jurídicas existentes”, ed. Rubinzal Culzoni, doctrina y
jurisprudencia allí citada).
No obstante señalar que el Código Civil y Comercial de la
Nación actualmente vigente es invocable, como argumento de autoridad o
doctrina interpretativa de la norma derogada, pues las disposiciones
actuales constituyen valiosas herramientas para complementar las
soluciones del cuerpo normativo derogado (ver CNCiv, Sala C, 27/03/2017
“Petrakovsky Manuel Guido c/ HSBC Bank Argentina S.A y otros s/ daños
y perjuicios” originario de este juzgado a mi cargo; ídem LL 2015-F, 867).
II. Prescripción de la acción de nulidad de la compraventa
por escritura pública n° 2975.
Primero, para una más clara definición de los planteos, voy a
realizar una transcripción sucinta, como lo hace la jueza de primera
instancia, de las escrituras que instrumentan los actos jurídicos atacados y
del documento privado involucrado en el caso, a fin de delimitar el marco
instrumental dentro del cual se desarrollan las quejas.
Comienzo primero por los actos jurídicos celebrados por
escrituras públicas comprendidos en las pretensiones de nulidad
desarrolladas en el escrito introductorio de la instancia, y del
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constancia que dicha compra la ha efectuado para sí y para su hermana
Silvia Teresa Arrigutti por partes iguales y que tanto el importe abonado al
contado con más las cuotas de capital adeudado fueron abonadas por partes
iguales por ambos. Que por ello se obliga a otorgar escritura traslativa de
dominio de la mitad indivisa cuando ella misma lo solicite. CUARTO:
Silvia Arrigutti presta su conformidad y aceptación con lo manifestado por
ser realidad y se obliga a seguir abonando la parte que le corresponde del
capital adeudado”.
A fs. 168/171 el codemandado Stad acompaña copia de la
escritura N°90, F°236, de la compraventa celebrada el día 15 de junio de
2015 entre Enrique Mario Arrigutti (como vendedor) y Enrique Alejandro
Stad de la Unidad Funcional noventa y tres ubicada en el décimo primer
piso y las unidades complementarias número XIX (baulera) ubicada en el
segundo subsuelo, III) Unidad Funcional 32, cochera ubicada en el
segundo subsuelo del inmueble con frente a la calle José Hernández 1930,
1932, 1934 y 1936, esquina Tres de Febrero 1658 y 1674. Surge de la
escritura el precio de la operación en la suma de tres millones quinientos
mil pesos, que el vendedor recibe de la parte compradora de la siguiente
forma: a) La suma de $ 350.000 íntegramente en este acto en dinero en
efectivo y a satisfacción, otorgándole por dicha suma y por medio de la
presente el más eficaz recibo y carga de pago en forma; y b) El saldo, o
sea $ 3.150.000 el adquirente los abonará en tres cuotas pagaderas en las
condiciones que se establecen, la primera de $ 350.000 el día 15 de junio
de 2016, la segunda de $ 1.400.000 el día 15 de junio de 2017, y la última
de $ 1.400.000 el día 15 de junio de 2018, dándole el vendedor al deudor
por dicha suma suficiente carta de adeudo en forma (…) El adquirente se
encuentra en posesión real y del material de lo adquirido por tradición que
le hace el vendedor en este acto”. (…) Las partes declaran que en garantía
del saldo de precio de $ 3.150.000 que queda adeudando Enrique Alejandro
Stad y sin perjuicio de responder con todos los demás bienes presentes y
futuros, GRAVA CON DERECHO REAL DE HIPOTECA EN PRIMER
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heredera legítima. Y, en el caso de que ello no fuese posible por haber
pasado el inmueble a terceros de buena fe, la acción también se ejerce para
que se responsabilice a los demandados por los daños y perjuicios causados
con ambas simulaciones, condenándolos a integrar a dicho patrimonio
relicto el valor del departamento y sus unidades complementarias.
Precisado ello, dadas las características que revisten los
planteos de los demandados en esta alzada, a modo de liminar aclaración,
vale resaltar que en la contestación de la demanda, Enrique Alejandro Stad
opuso la prescripción de la acción interpuesta por la actora, que se
endereza a obtener la nulidad de la primer venta mencionada, por hallarse
cumplido sobradamente, según lo entiende, el plazo previsto legalmente
para el ejercicio de los supuestos derechos que la accionante reputa
vulnerados.
Postula en tal oportunidad, que si se toma como base la
manifestación del 8 de noviembre de 2002, la acción de restitución
intentada se encuentra holgadamente prescripta, toda vez que han
transcurrido desde su celebración 16 años.
La nueva legislación fondal, prevé en su art. 2562 que
prescriben a los dos años: "a) el pedido de declaración de nulidad relativa y
de revisión de actos jurídicos".
Aquel plazo comienza a contarse según el inc. c) del art. 2563,
"en la simulación ejercida por tercero, desde que conoció o pudo conocer el
vicio del acto jurídico".
Conforme se desprende de sus propios dichos y de la
documental de la que intenta valerse, interpreta que la aquí accionante
conoció la simulación, cuanto menos en el año 2002, más específicamente
el 8 de noviembre, si se toma como base la supuesta manifestación notarial
que aquella suscribiera con su hermano.
Argumenta luego que podría también tomarse como fecha en
la que ha tomado conocimiento, el día mismo de la compraventa celebrada
en 2001, ya que según ha demostrado, toda la familia Arrigutti estaba en
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La actora objeta lo decidido por la jueza al desestimar la
acción de nulidad de la venta simulada hecha por Arrigutti padre e hijo el
15 de noviembre de 2001, conforme los argumentos que expone en su
presentación en la segunda instancia, lo que implícitamente importa que
admite la necesidad de la previa decisión de aquella cuestión, que los
nombrados demandados consideran indebidamente omitida.
Explicado ello, vale destacar que la prescripción liberatoria es
el medio por el cual el transcurso del tiempo opera la modificación
sustancial de un derecho en razón de la inacción de su titular, quien pierde
la facultad de exigirlo compulsivamente. En otras palabras, es un medio de
extinción de derechos resultantes de su no ejercicio o la inacción de su
titular durante el plazo legalmente fijado. De tal noción se desprenden los
dos elementos del instituto 1) la inacción o pasividad del titular de
un derecho que pudiendo hacerlo valer no lo ejerce; 2) el transcurso de un
cierto tiempo fijado por la ley para que aquélla opere, donde impera esa
situación de inactividad.
En suma, se traduce en el modo mediante el cual, transcurrido
el período que la ley objetiva establece, el derecho no ejercido dentro de
ese plazo pierde la posibilidad de ser reclamado coactivamente. La
obligación subsiste sólo como obligación natural (art. 515), pero
desvalorizada en su esencia, toda vez que el acreedor no tendrá la
posibilidad de exigir su cumplimiento (ver Borda Guillermo A:: “Tratado
de derecho civil. Obligaciones”, t. II, Nª 998; Llambías, Jorge Joaquín:
“Tratado de Derecho Civil-Obligaciones”, t. III, Nros 2004/5/6 y
Cifuentes-Sagarna: “Código Civil, Comentado y Anotado”, t. VI, p. 352).
Constituye una institución de orden público, que responde a la
necesidad social de no mantener pendientes las relaciones jurídicas
indefinidamente, poner fin a la indecisión de los derechos y consolidar las
situaciones creadas por el transcurso del tiempo, disipando las
incertidumbres (ver Rubinzal-Culzoni Editores: “Código Civil de la
República Argentina, Explicado”, t. VIII, p. 816).
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constituye el fundamento de la prescripción en materia de derechos
creditorios, cuyo resultado consiste en que la ley ampare plenamente al
deudor frente al acreedor. Para luego concluir que es ése el fundamento que
corresponde hacer valer cuando se está ante el derecho a impugnar un
negocio jurídico por nulidad o anulabilidad y se pierde tal derecho por
prescripción (ver Spota Alberto G.-Luis F. P. Leiva Fernández -
actualizador-: “Prescripción y caducidad”, t. I, p. 59).
En cuanto a la regulación legal de la figura, hoy día el artículo
2533, utilizable como recurso interpretativo, sienta una pauta fundamental
en la materia, al decir que "las normas relativas a la prescripción no pueden
ser modificadas por convención"; los Fundamentos del Proyecto, por su
parte, se ocuparon de destacar "el carácter imperativo de las normas que la
regulan" (en referencia a la prescripción).
Esta impronta del ordenamiento jurídico en la materia
encuentra justificación en el interés social comprometido en los
fundamentos de la prescripción y en el origen legal, por lo que luce natural
que sus preceptos estén impregnados sustancialmente de orden público.
Esto explica que en la actualidad, la norma del artículo 2533 se
correlacione ineludiblemente con el precepto contenido en el primer
párrafo del artículo 12 del vigente ordenamiento, lo que legalmente explica
que el diseño normativo de la prescripción no puede sufrir modificaciones
convencionales.
Como lo señala autorizada doctrina, esto significa en esencia,
que no podrán modificarse convencionalmente los plazos de prescripción
(ni ampliarlos ni reducirlos), ni tampoco el comienzo de su cómputo; que
no podrán crearse nuevas causales de suspensión o interrupción de aquellos
plazos, ni retacearle validez a las legalmente contempladas; ni tampoco
convenirse nada relativo a los aspectos procesales del instituto (ver Quadri,
Gabriel Hernán: “Prescripción liberatoria y caducidad en el Código Civil y
Comercial de la Nación”, p. 26).
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judicialmente. El segundo grupo de medios defensivos, enfrenta al caso en
que el juez rechaza la demanda porque el actor carece de "acción". No
llega a examinar la existencia de un "derecho favorable" al accionante, sino
que detiene su examen en las condiciones y requisitos de la "acción",
pudiendo suceder que se encuentre extinguida definitivamente (v. gr.
prescripción), o eventualmente suspendida mientras no se cumplan los
requisitos determinados por la norma sustancial (v. gr., exceptio non
adimpleti contractus). Finalmente, la tercera categoría no gravita ni influye
sobre el "derecho" ni sobre la "acción", sino sobre la constitución válida de
un proceso. Son los impedimentos procesales, a través de los cuales se
denuncia la falta de algún presupuesto o la invalidez del mismo (v. gr.,
competencia del juez, personería del actor, efectos de la demanda, etc.).
A su vez, en cuanto a la oportunidad en que la excepción de
prescripción debe ser resuelta, de conformidad con el citado art. 346 del
código de forma y con su naturaleza jurídica, puede serlo como excepción
previa propiamente dicha, si los elementos que juegan en el expediente
permiten su consideración como de puro derecho. Empero, si como ocurre
en la especie, fuere menester aguardar a que el desenvolvimiento
probatorio del juicio arrime evidencias con relación a los extremos que la
naturaleza del instituto de la prescripción exige, ésta será resuelta al
momento de dictarse la sentencia definitiva. Finalmente, en esta parcela, es
imprescindible aclarar que, siendo la prescripción impeditiva de la acción
iniciada, su tratamiento debe ser abordado por el sentenciante en primer
término en el complejo de cuestiones que componen el litigio (ver Morello-
Sosa - Berizonce: “Códigos Procesales en lo Civil y Comercial, Provincia
de Buenos Aires y de la nación, Comentados y Anotados”, t. IV-B, p. 205 y
abundante jurisprudencia allí citada).
Se trata de una cronología legalmente predispuesta que a las
partes y a los jueces no nos es dable alterar, porque para poder ingresar al
análisis del fondo del asunto, primero es menester determinar si la acción
se encuentra prescrita, por cuanto si ello es así, es forzoso concluir que la
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comprende no solo a los acreedores, sino también a quien no reviste ese
carácter pero puede ser perjudicado por la no invocación del obligado (arg.
art. 2535 del CCCN). Lo dicho, no obsta a señalar, que en casos como el
de autos, para estar en condiciones de deparar solución a los planteos de los
demandados, deviene ineludible valorar la prueba conducente e indagar
determinados aspectos de la cuestión fondal. Como luego se verá, esa es la
única manera de determinar la condición que inviste la actora en el acto
jurídico volcado en la primera escritura de compraventa citada, a los fines
del instituto en examen, extremo que resulta determinante para definir el
comienzo del cómputo del plazo de prescripción de la acción de nulidad
impetrada.
Como es sabido, entre nosotros, a partir del Fallo Plenario
“”Glusberg”, del 10 de septiembre de 1982, de esta Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, en la materia, el plazo de prescripción bienal de la
acción de simulación que el art. 4030 del Código Civil contempla para las
partes, es también aplicable a los terceros, solución que se ha calificado
como razonable porque no hay motivo para la diferenciación de los plazos
según se trate de prescripción de la acción entre las mismas partes del acto
simulado o la ejercida por terceros, lo que no hizo más que receptar la
opinión mayoritaria antes de la reforma de 1968, que aplicaba igualmente a
la acción de simulación ejercida por terceros el plazo de prescripción de
dos años.
Asimismo, la Cámara Civil en Pleno ha sostenido que “No
resulta aplicable la doctrina plenaria sentada en los autos “Glusberg,
Santiago s/ concurso c/ Jorio, Carlos s/ suc. s/ ordinario (simulación)” del
10/9/82, cuando la simulación se ejerce en forma conjunta a las acciones de
colación o de reducción” (CNCiv en Pleno, 1/2/2011, “Arce, Hugo
Santiago c/ Arce, Haydee Cristina Carmen s/ colación”).
Conforme al actual ordenamiento, se ha dicho que la colación
es el derecho que tienen los descendientes y el cónyuge del causante para
exigir que otro descendiente o cónyuge que ha recibido un bien por un acto
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La reducción alcanza, a los legados y mandas que excedan la
porción disponible, y/o a las donaciones denominadas inoficiosas.
Importan acá, por una parte el art. 3601 del Código Civil, que establece:
"Las disposiciones testamentarias que mengüen la legítima de los
herederos forzosos, se reducirán, a solicitud de éstos, a los términos
debidos". Y con relación a las donaciones, los artículos 1830 y 1831, que
respectivamente dicen: "Repútase donación inoficiosa aquella cuyo valor
excede, en la parte de que el donante podía disponer; y a este respecto se
procederá conforme a lo determinado en el libro 4° de este Código" (art.
1830). "Si por el inventario de los bienes del donante fallecido, se
conociere que fueron inoficiosas las donaciones que había hecho, sus
herederos necesarios podrán demandar la reducción de ellas, hasta que
queden cubiertas sus legítimas" (art. 1831).
Nuestro Código Civil no contiene disposición alguna clara y
concreta, sobre si la acción de reducción en general, o la de reducción de
donaciones en especial, debe ser hecha en especie, o en valores. La única
disposición concreta al respecto, y que está contenida en el título de la
prescripción del Libro IV del Código Civil, es art. 3955, cuando declara
que: "La acción de reivindicación que compete al heredero legítimo, contra
los terceros adquirentes de inmuebles comprendidos en una donación,
sujeta a reducción por comprender parte de la legítima del heredero, no es
prescriptible sino desde la muerte del donante". Este precepto de una
manera categórica y expresa confiere ese carácter a la acción de reducción,
por lo que se ha concluido que no hay más recurso que reconocerla como
persecutoria, limitándola al caso estricto de inmuebles. La jurisprudencia,
por su parte, en un antiguo fallo plenario dado por la Cámara Civil de la
Nación, reconoció carácter real a la acción. Tales efectos reipersecutorios
que se le reconocen a la acción de reducción, traen como consecuencia que
el dominio transmitido sobre los inmuebles se resuelva, y el tercero
adquirente —a cualquier título que fuera—, debe restituir la cosa adquirida
(ver Goyena Copello, Héctor R.: “Tratado del derecho de sucesión”, t. III,
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ps. 321 y 325, con cita de Lafaille y CNCiv, en pleno, J.A., t. 6, p. 1; para
una explicación de la evolución que ha tenido el tema acerca de los
supuestos en que procede una u otra de las acciones mencionadas ver mi
Voto en la causa “BECK RONALD KURT c/ STAHLSCHMIDT , HILDA
s/COLACIÓN” (EXP. Nº 27536/2013), de marzo de 2022).
Explicado ello, en concordancia con lo que sostiene la actora,
considero que corresponde prescindir en el caso de la última doctrina
plenaria especificada, porque en la especie, a juzgar por lo que surge del
escrito de demanda, cuyas partes pertinentes relativas al objeto fueron
precedentemente detalladas, la acción de simulación no se ejerció con
ninguna de las otras que menciona el plenario. En rigor, lo que se pretende
es que el inmueble vuelva al patrimonio relicto de su fallecido padre al que
luego se sumara el de la madre, a los efectos de que en el proceso sucesorio
ya abierto se le adjudique la parte que le corresponde a la demandante en
su calidad de heredera legítima. Pero no como consecuencia de haber
impetrado en conjunto una acción de reducción, sino por efecto de la
nulidad, como mecanismo legal previsto para atacar los actos jurídicos
simulados. Lo que determina que sea en materia de prescripción, el art.
4030 citado, la norma particular que rige la cuestión
Aclarado ello, de acuerdo a lo que se afirma en la demanda, el
padre de la actora y su hermano llevaron a cabo la operación de venta
simulada debido a la necesidad de obtener el préstamo otorgado por el
Citibank N.A., para aplicarlo a paliar las dificultades financieras que por
aquel entonces sufría la empresa de su progenitor, una fábrica de
pulverizadores denominada "Agroefac S.A.", en la cual también ya se
desempeñaba su hermano en aquella época.
Aduce que la transferencia fue simulada, el precio que figura
en ella fue vil, que su hermano no pagó por la propiedad la suma u$s
240.000, y los fondos del préstamo hipotecario no estaban destinados a que
su hermano abonara parte del precio de compra, sino a resolver los
problemas financieros de la fábrica de pulverizadores de su padre.
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Destaca en otra parte que medió un reconocimiento explícito
de su hermano de su derecho a la mitad indivisa del departamento en
cuestión y de la simulación, con la firma de la mencionada
“MANIFESTACIÓN” del 8 de noviembre de 2002, donde como ya se
explicara más arriba, dejó constancia por este acto que dicha compra (en
referencia a la del 15/11/2001) “…la ha efectuado para sí y para su
hermana Silvia Teresa Arrigutti, por partes iguales, y que tanto el importe
abonado al contado con más las cuotas del capital adeudado fueron
abonadas por partes iguales por ambos. Que por ello se obliga a otorgar la
escritura traslativa de dominio de la mitad indivisa cuando la misma lo
solicite."
Sobre el tópico, con cita del Considerando VI, de la sentencia
apelada, donde se hace referencia a que la actora aportó una fotocopia
simple, fechada el 8 de febrero el año 2002, titulada “MANIFESTACIÓN”,
el hermano de la actora aquí accionado, califica como erróneo lo que la
magistrada interviniente induce, cuando luego de citar el párrafo
precedentemente transcrito, considera que no obstante tratarse de una copia
simple lo cierto es que el contradocumento fue reconocido expresamente
por Enrique Mario al prestar declaración indagatoria en sede penal.
La crítica a lo reflexionado por la jueza con relación a esta
cuestión, la base en su declaración efectuada en la causa caratulada:
ARRIGUTTI, ENRIQUE MARIO Y OTROS S/DEFRAUDACION POR
ADMINISTRACION FRAUDULENTA, PRETENSO QUERELLANTE:
ARRIGUTTI, SILVIA TERESA, (expte. 64762/2016), que para este acto
tengo a la vista, que transcribo: “Que en este acto se le exhibe la copia
del documento glosado a fs. 115; siendo que el compareciente refiere que
si bien no recuerda fehacientemente haber firmado ese documento; lo
cierto es que afirma que el contenido del mismo, refleja lo que él había
charlado con sus padres; siendo que había arreglado ello; siendo que si
bien en ese documento figura que su hermana aceptaba los términos de la
operación y se comprometía a pagarle la mitad de la hipoteca; lo cierto
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era que ésta nunca le había abonado nada de plata. Sin perjuicio de ello,
refiere que esa sería su firma; más allá de no recordar la existencia de ese
documento… Continúa con su relato diciendo, que el compareciente recién
terminó de pagar la hipoteca en el año 2007 (aporta el original de la
cancelación de dicha hipoteca por la compra del departamento).”
Esa sinuosa y vacilante declaración se manifiesta a todas luces
inepta para torcer la lógica inferencia que de ella extrae la colega de grado.
No solo porque la existencia de un reconocimiento de ese tenor resulta
corroborado por otros elementos de juicio, sino también porque de sus
mismos términos deriva la interpretación cuestionada. Razono así porque
lo expresado en el sentido de que, “el contenido del mismo, refleja lo que
él había charlado con sus padres; siendo que había arreglado ello”, se
traduce en un incuestionable reconocimiento del contenido. Deducción que
de ningún modo puede reputarse desvirtuada por la circunstancia de que la
actora no intimara ni accionara para obtener su cumplimiento, lo que como
luego se analiza en el desarrollo de este Voto, reconoce otras motivaciones.
Y si bien en un principio señala que “no recuerda fehacientemente haber
firmado ese documento”, luego manifiesta “Sin perjuicio de ello, refiere
que esa sería su firma”, lo que importa un claro reconocimiento de la
rúbrica, ya que sería no solo forzado sino absurdo, inferir de ello una
negativa. A lo que se añade, y esto es lo fundamental para descalificar el
cuestionamiento, que como bien lo resalta la actora, la aludida
manifestación fue firmada ante el escribano Francisco J. Puiggari, el
mismo que otorgó la escritura del 15/11/2001, quien, además, certificó las
firmas de ambos en la MANIFESTACIÓN, la suya y la de su hermano.
Todo lo cual lleva a la accionante a afirmar que tal
instrumento es otro claro indicio de la simulación, que lo que pretendió
hacer su padre fue que el departamento quedase a la postre a nombre de los
dos por partes iguales y por eso les hizo firmar a ambos este instrumento.
En dicho orden, resulta oportuno destacar que Vélez definió al
contradocumento como un acto destinado a quedar secreto y que modifica
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las disposiciones del acto ostensible. En tal línea, la doctrina lo define
como el instrumento público o privado otorgado por las partes o el
beneficiario del acto simulado, normalmente destinado a quedar secreto, en
el que se declara el verdadero contenido o carácter del acto y tendiente a
restablecer la realidad de las cosas (ver Daniel Crovi en Código Civil de la
República Argentina, Explicado”, t. III, p. 323).
Desde antiguo la jurisprudencia ha establecido los requisitos
que debe reunir el contradocumento: a) debe ser otorgado por las partes del
negocio simulado o el beneficiario de la simulación; b) debe referirse
fatalmente al acto simulado; c) requiere simultaneidad intelectual con el
acto, esto significa que no necesariamente debe ser contemporáneo con el
negocio simulado, basta con que las partes hayan tenido el propósito
deliberado de crearlo desde el momento mismo en que se celebró el acto
ostensible (ver Daniel Crovi: “0b. cit”, p. 323 ).
“La simultaneidad material, vale decir, la redacción en la
misma fecha de la escritura de venta, cuya declaración de simulación se
solicita, y del documento destinado a comprobar la simulación, no es
necesaria para la existencia y validez de la contradeclaración, siendo
indiferente que ésta se realice en una fecha anterior, contemporánea o
posterior a la escritura a que se refiere" (ver C1ra. Apel. De Mercedes,
L.L., 10-930).
Los contradocumentos están destinados en general a
comprobar la simulación, a modificar el acto ostensible y restablecer, por
consiguiente, la realidad de las cosas" (CNCiv, Sala A, E.D. 3-411), "Para
producir sus efectos, el contradocumento debe referirse fatalmente el acto
ostensible, al cual explica o modifica" (Capel. De Rosario, Sala III, L.L.
16-387).
Se da la particularidad en el caso, de acuerdo al relato de la
actora en su escrito liminar, que el mencionado instrumento privado, con
firmas certificadas por escribano, aspira a introducir una modificación al
contenido del instrumento público que se pretende anular, lo que es
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autorizado por el art. 996 del Código Civil. Empero, ello no fue realizado
con el propósito de revelar el verdadero contenido del acto, ya que de
acuerdo con lo que alega la demandante, ni su hermano ni ella celebraron
con su padre contrato de compraventa alguno sobre el inmueble de autos.
La llamada “MANIFESTACIÓN” vino así a completar un proceso
simulatorio que tuvo como punto de partida la mencionada escritura. El
esquema simulatorio pergeñado es secuencial. Cuenta con dos hitos, la
mencionada escritura como punto de inicio, en la que además está resalta
que la actora no intervino, y el indicado instrumento privado como punto
cúlmine, donde se conviene una modificación del contenido de aquélla.
Ello así, a los fines del análisis de las excepciones de
prescripción deducidas por los nombrados demandados, en función de los
hechos afirmados en el escrito introductorio de la instancia, considero que
la citada primer escritura de compraventa número dos mil novecientos
setenta y cinco, del 15 de noviembre de 2001, donde Enrique Facundo
Arrigutti aparece vendiendo a su hijo Enrique Mario Arrigutti, el bien
inmueble en cuestión y la copia de la señalada “Manifestación” de fs.
31/32, no pueden ser tratados como compartimentos estancos, sino que
deben ser sometidos a un análisis conjunto, como un todo inescindible.
Digo esto, porque salta como una obviedad, que en esta última
convención, los hermanos aceptaron introducir una modificación del acto
ostensible, y ello tuvo clara influencia en la pasiva actitud posteriormente
adoptada por la actora en torno al ejercicio compulsivo de su derecho. Esto,
porque es lógico que luego de suscrito el documento, la demandante
reposara en la confianza que su expectativa hereditaria sería respetada por
su hermano. Como después se explica con más detalle, su inclusión en la
compraventa no es más que un ropaje para no tener que desenmascarar la
simulación del primer acto. Puesto que lo que realmente subyace a dicho
acuerdo, es el compromiso de respetar la igualdad entre los herederos
cuando se produjera el deceso de los progenitores, en un todo de acuerdo
con la voluntad del padre de los interesados, a instancias del cual se
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celebrara, sentimiento que era compartido por su esposa, y que además se
atiene a lo que prescribe la ley en la materia. Ese es el verdadero acuerdo
simulatorio que da nacimiento al documento. Tal convenio, por como fue
redactado, también repercute en la interpretación del instituto de la
prescripción, y exige por ello de un profundo estudio, lo cual justifica aún
más el temperamento propiciado.
Con este enfoque, que involucra ambos documentos en un
análisis global, sujetos a una interpretación armónica, considero que, a los
fines del cómputo del inicio del plazo de prescripción, la accionante debe
ser emplazada en la condición de parte. Por cuanto si bien no intervino en
esa condición en la compraventa verificada por escritura, sí lo hizo en el
aludido pacto, en el cual el hermano, beneficiario de aquella operación, y
ella, consintieron en introducir una modificación trascendental a su
contenido, a raíz de la instrucción que les diera su padre, de acuerdo con lo
ya explicado.
Aclaro esto, porque como es sabido, el límite inicial del plazo
de prescripción de la simulación requiere distinguir si la acción es ejercida
por las partes o por un tercero. Entre las partes el término se inicia cuando
uno de los aparentes titulares del derecho hubiese intentado desconocer la
simulación, según lo dispone el segundo párrafo agregado por la ley
17.711. Sería el caso de que el dueño ficticio que intervierte su título y
comienza a comportarse como verdadero propietario, o intenta vender la
cosa que en realidad no le pertenece porque es sólo un testaferro. No se
trata, de un caso de acción imprescriptible, sino de una acción que tiene un
límite inicial de prescripción diferente (ver López Herrera, Edgardo:
“Tratado de la prescripción liberatoria”, p. 158).
Para comprender además las circunstancias del caso, es
importante tener en cuenta la doctrina elaborada en torno a lo que dispone
el art. 3953 del Código Civil. No existe ninguna posibilidad de
prescripción sobre derechos cuya adquisición depende de un hecho futuro o
incierto y que por lo tanto no han dejado de pertenecer al patrimonio de su
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ni tampoco puede impedir que el eventual transmitente de derechos
hereditarios en su favor realice actos de disposición de bienes. Si durante la
vida del autor de la sucesión el futuro heredero no tiene derechos sobre el
patrimonio de este, tampoco tendrá acción para interferir en su gestión. Es
la muerte -y la consiguiente apertura de la sucesión (art. 3282 C.C.
anterior)- la que inviste al heredero de legitimación para atacar los actos
celebrados por el causante en vida y es a partir de allí que comienza a
computarse el término de prescripción (conf. CN Civil, Sala G, Boggero
Marta E. c/Fionda José y otros, 8/10/2002, LL 2003-D, 174, Cita online
AR/JUR/5267/2002; fallo donde también se cita otro precedente de la
misma Sala del 25/9/80, publicado en ED 91-308; ver también Beatriz
Escudero Quintana, "Prescripción de la acción de simulación respecto de
terceros", Cuadernos Universitarios. Publicaciones Académicas de la
Universidad Católica de Salta, vol. 7,2014: 7-17).
Lo explicado, conjuntamente con los lineamientos jurídicos
precedentes, sirven para demostrar el contexto fáctico y jurídico en que se
encontraba la actora cuando suscribió la mencionada manifestación, que
ella misma califica también como simulada, porque nunca existió la
compraventa celebrada con el padre más que en un plano ficticio. Sus
legítimas expectativas a partir de la suscripción de la escritura objetada
quedaron bajo grave amenaza, expuestas a un serio riesgo. Máxime si se
toman en cuenta las actitudes observadas por su hermano, que lógicamente
debieron minar su confianza y la de su madre. Enterada de la situación, la
demandante quedó así sumida en una encerrona, en una situación que le
planteó una opción de hierro. O suscribía el mencionado instrumento
privado, o debía soportar estoicamente hasta que se produjera el
fallecimiento de su progenitor para accionar por simulación. En tal
contexto, resulta humanamente comprensible la actitud que adoptara, en un
desesperado intento por munirse siquiera de algún elemento de juicio que
protegiera sus eventuales prerrogativas a que el inmueble integrante del
futuro acervo sucesorio se distribuyera con su hermano por partes iguales
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(arts. 3565 y concordantes del Código Civil y 2426 del Código Civil y
Comercial de la Nación).
Como bien lo precisa en su expresión de agravios, ella carecía
en 2001 y 2002 de la facultad para consentir, oponerse o impugnar la
transferencia simulada de la cual no fue partícipe, y menos aún la
legitimación activa para accionar en post de proteger su derecho sucesorio
en expectativa. Su padre y su madre estaban vivos y la mera expectativa a
la herencia futura no le otorgaba a Silvia en aquella época derecho o acción
que pudiera ejercer para oponerse a la venta ficticia realizada por su padre
y/o proteger su expectativa sucesoria sobre el departamento. El Código
Civil de Vélez Sarsfield era categórico en tal sentido. Prohibía
terminantemente aceptar o repudiar herencias futuras (art. 3311) y celebrar
toda clase de pactos de cualquier naturaleza sobre ellas (art. 1175).
Concuerdo con lo que señala la accionante en cuanto a que la
única conjetura jurídicamente válida que puede extraerse de la firma de la
“Manifestación”, es la intención del padre de Silvia de proteger la
expectativa hereditaria de su hija. Que ese fue el objetivo que con dicho
instrumento privado se pretendió salvaguardar, resulta indubitable. Fluye
prístino de todos los elementos de juicio que la causa ofrece, en particular
del muy claro testimonios de José Miguel Bravo, ingeniero agrónomo, que
trabajaba para la empresa del padre de la actora, quien evidenció en su
declaración un conocimiento profundo y prístino de la finalidad perseguida
con la primera compraventa y luego con el citado instrumento privado.
Incluso como lo sostiene la actora en su presentación ante esta alzada,
rectamente interpretado, esto resulta también corroborado por lo declarado
por su hermano en sede penal, cuando en referencia la citada
“MANIFESTACIÓN” explicó “que el contenido del mismo refleja lo que
él había charlado con sus padres; siendo que había arreglado ello.”.
Lo señalado, siempre respaldado en la versión de los hechos
expuestos en el escrito introductorio de la instancia, me lleva a concluir
que en el acuerdo simulatorio global del que vengo hablando, que incluye
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el mencionado acto jurídico volcado en la escritura y el instrumento
privado en cuestión, enderezado a modificar el contenido del primer acto,
aunque con el señalado alcance, forzada por las circunstancias, la actora
participa del mecanismo. Todo lo cual me convence de reiterar que la
norma particular que corresponde aplicar para decidir las excepciones de
prescripción interpuestas es el art. 4030 del Código Civil, pero adaptada a
las innegables peculiaridades que el caso exhibe. En esa senda, conforme
lo analizado, como dije, considero que la actora debe ser emplazada en la
condición de parte y no de tercero a los exclusivos fines de este instituto,
lo cual me lleva a concluir que el comienzo del cómputo de la prescripción
debe ubicarse en el caso en el momento en el que su hermano, aparente
titular del dominio pleno en la escritura citada expresó su propósito de
desconocer la simulación, representado en el caso por la venta del
inmueble en cuestión por escritura pública escritura N°90, F°236, del 18 de
junio de 2015 al aquí demandado, Enrique Alejandro Stad.
Como se ha resuelto, el punto de partida de la prescripción
entre partes en la simulación es el momento en el que el propietario
aparente, se alza contra la convención oculta y pretende transformar el acto
simulado en un acto efectivo es decir cuando exterioriza la voluntad de
darle al acto efectos reales (ver Cifuentes-Sagarna: “Código Civil,
Comentado y Anotado”, t. VI, p. 615 y jurisprudencia allí citada).
Es con ese acto, que el familiar demandó se alza contra la
convención oculta, que tenía como clara finalidad proteger la igualdad
hereditaria entre los hijos del causante, aquí actora y demandado, y diluir
de esa forma los perniciosos e ilícitos efectos futuros de la compraventa
simulada. El contenido de la citada MANIFESTACIÓN fue un mecanismo
legal pergeñado por el padre de las partes para la consecución de ese fin.
Que a su vez, llevó consuelo y protección a la demandante, que enterada
del contenido de la mentada escritura, con ese elemento en la mano, de
acuerdo a lo que verosímilmente puede entender una mujer en la situación
en la que ella se encontraba cuando lo suscribiera, alejada de los negocios
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“MANIFESTACIÓN”, que contó con el consentimiento de ambos
hermanos. A eso se reduce el acuerdo simulatorio oculto detrás de ese
pacto enderezado a modificar el contenido del acto notarial.
En función de ello, dado que entre la señalada segunda
escritura y la fecha de interposición de la demanda por nulidad de la primer
compraventa contenida en la escritura pública objeto del ataque (ver fecha
del cargo de fs. 116 vta.), no transcurrió el lapso de dos años que el art.
4030 arbitra, las excepciones de prescripción deducidas no podrán tener
favorable acogida. Mucho menos el plazo puede considerarse expirado si
se tomará como referencia el momento en el que la actora accedió al
conocimiento de la enajenación del inmueble perpetrada por su hermano al
otro accionado en este juicio.
En lo que hace a los gastos causídicos, considero que
corresponde en el caso prescindir del resultado y del criterio objetivo de la
derrota como base de la imposición, con sustento en la última parte del art.
68 del ordenamiento ritual, y hacer mérito de las muy especiales
circunstancias que rodean el tema, la extrema dificultad de la cuestión
jurídica debatida, y sus innegables peculiaridades, que autorizan calificarla
como una cuestión dudosa de derecho (ver Fassi, Santiago C.: “Código
procesal Civil y Comercial, Comentado”, t. 1, ps. 266/7 y jurisprudencia
allí citada).
Por lo que propicio imponer en el orden causado las costas
vinculadas con el rechazo de las excepciones de prescripción interpuestas.
III. Nulidad de la compraventa instrumentada por
escritura pública n° 2975.
Decidido ello, en la sentencia objetada, se tuvo por acreditado
el conocimiento por parte de todos los intervinientes del acto en cuanto a
que el inmueble se “enajenaba” a nombre del hijo varón de Arrigutti, pero
en realidad resultaba adquirente también, respecto del 50%, la aquí actora.
Se destaca allí que incluso ésta última prestó expresa conformidad
mediante el documento cuya copia acompaña como prueba documental.
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ilicitud invocada por la accionante, quien tenía conocimiento del acto y
prestó su expresa conformidad a través de un contradocumento firmado
con posterioridad.
De ese razonamiento se queja la actora Silvia Arrigutti, en
primer lugar, porque sostiene que no fue “partícipe” de la primera
simulación. El acto fue llevado a cabo por Arrigutti padre e hijo. Ella no
tuvo ninguna intervención en el otorgamiento de la escritura del 15 de
noviembre de 2001.
En segundo lugar, se funda en que se enteró de la venta
después de que ella fue consumada. Nadie en el proceso alegó ni, menos
aún, probó, que estuviera en conocimiento del hecho antes o
simultáneamente a su ejecución. Postula, que la circunstancias de que no
haya participado en la escritura como adquirente en conjunto con su
hermano, y que la “Manifestación” del 8/11/2002 se haya firmado recién
un año después del acto escriturario, son evidencias contundentes de que la
actora fue enterada de la simulación mucho después de haber sido
consumada. De lo contrario, el contradocumento hubiera sido simultáneo a
la escritura, y no un año posterior, o hubiera figurado en la escritura como
adquirente en conjunto con su hermano Enrique.
En tercer lugar, critica que en la sentencia apelada se califica
el supuesto como de simulación relativa, puesto que reputa que es un claro
caso de simulación absoluta. Argumenta en tal sentido, con cita del art. 956
del Cód. Civil de Vélez, que la compraventa entre Arrigutti padre y
Arrigutti hijo, cuando se celebró, nada tuvo de real. No hubo ninguna
verdadera compraventa, ni donación encubierta, ni nada. No fue empleada
para dar a un acto jurídico oculto una apariencia que oculta su verdadero
carácter. No se pagó ningún precio. Se aparentó un acto totalmente falso,
que nada tuvo de verdadero, con el único y exclusivo propósito de
conseguir el préstamo hipotecario del Citibank. Solo un año después, con
la firma de la “Manifestación” apareció todo lo demás.
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patrimonial. Y en la relativa, el acto aparente esconde otro acto real,
diferente; una máscara que oculta la realidad que puede asumir varias
modalidades (vg. simulación en la naturaleza del acto, simulación de
elementos del acto o de su contenido, interposición de personas o
interposición de personas que no constituye simulación) (cf. Revista
Notarial Nº 93 año 2016/01 Colegio de Escribanos de la Provincia de
Córdoba).
En la regulación actual (art. 334 de CCCN) se consagra el
efecto propio de la simulación relativa: la plenitud de efectos del acto real
siempre que no sea ilícito ni perjudique a un tercero. Es la misma solución
del Código Civil derogado (art. 956), aunque con un agregado requerido
por la doctrina: para que el acto real produzca la plenitud de sus efectos es
menester que reúna todos los requisitos propios de la categoría a la que
pertenece (forma, capacidad, objeto, causa, etc.). La norma extiende esas
disposiciones a las cláusulas simuladas, con sustento en el principio de
conservación del negocio y consecuentemente la vigencia residual de las
cláusulas no simuladas. Como se puede ver, en la simulación relativa, en el
derogado y en el actual ordenamiento, hay dos actos: el simulado (negocio
aparente), que es el destinado a aparecer solo exteriormente; y el
disimulado (negocio ocultado), que es el que contiene los efectos jurídicos
realmente queridos por las partes, los que junto con el acuerdo simulatorio.
Se ha de tener en cuenta, por ende, no solo el negocio simulado, sino
también el disimulado (ver Alterini, Jorge H.: “Código Civil y Comercial,
Comentado”, t. II, p. 742).
En resumidas cuentas, en el Código de Vélez, el art. 956
define la absoluta y el art. 955 la relativa. En la primera las partes no tienen
la intención de celebrar el negocio, pero aparentan hacerlo; tras de la
apariencia no hay negocio. En la relativa hay un negocio aparente, que
esconde otra realidad negocial verdadera pero distinta (Ver Cifuentes-
Sagarna: “Ob. cit.”, t. II, p. 160).
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simulación es realizada para perjudicar a terceros se la procura rodear de
todas las apariencias de realidad, ocultando indicios comprometedores.
De allí que la prueba indirecta sea admitida y las presunciones
adquieran importancia singular, ya que a modo de conclusión probabilística
sobre hechos que en determinadas circunstancias se dan como ciertos y
probados, resulta fundamental en juicios de esta naturaleza.
En la misma línea, se ha dicho que cuando se trata de terceros,
la comprobación de la simulación de los actos jurídicos puede efectuarse
por todos los medios de prueba legalmente previstos. La amplitud de este
temperamento se explica, porque como lo señalaba Salvat, ellos se han
encontrado en la imposibilidad de procurarse una prueba escrita (ver
Iturraspe, Jorge Mosset: “Contratos simulados y Fraudulentos”, t. I, p. 321,
con cita del nombrado autor), circunstancia que justifica abrirles las
compuertas para que en materia probatoria puedan desenvolverse con la
más entera libertad, sin otras limitaciones que las que menciona el art. 378
del Código Procesal.
En este esquema de libertad en la elección de los medios de
prueba, dejando a un lado las teorías más extremas, que lisa y llanamente
aluden a una inversión de la carga de la prueba en casos de simulación,
adhiero al criterio que en la materia sostiene que es obligación de quien
demanda la simulación de un acto jurídico, aportar la prueba que convenza
de la verdad de lo que afirma, pero también el demandado debe producir la
prueba de descargo pertinente, tratando de convencer de la seriedad y
honestidad del acto en que intervino. El demandado por simulación tiene la
obligación moral de aportar la mayor suma de antecedentes para llevar a la
conciencia del juez la convicción de la licitud de los actos sospechados,
demostrando así buena fe y el sincero propósito de contribuir a la
averiguación de la verdad. Esto es así, al punto que nuestra jurisprudencia
ha destacado que importa una presunción de la existencia de la simulación,
la conducta reticente de los demandados en materia de prueba de descargo
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pretendida ficción no sea ilógica y carente de todo posible sustento y las
probanzas den verosimilitud a la causa simulandi expresada, la misma
constituye un indicio fundamental. Normalmente el indicio de causa
simulandi se inserta entre los demás indicios. Un tribunal español ha
destacado que "si se llega a establecer la causa simulandi la prueba
marchará más expedita y segura, al ser, como es, un preámbulo para iniciar
el camino de la prueba de la simulación, sirviendo como hilo conductor
para guiar al juez a través del laberinto de los hechos y orientarlo". La
causa simulandi no sólo sirve para explicar el acto, sino que, por sí,
constituye también una presunción (ver Iturraspe, Jorge Mosset: `Contratos
simulados y Fraudulentos”, t. I, ps. 319), con cita de CNCiv., sala D, L. L.
93-142; CNCiv., sala A, L. L. 84-170; Audiencia T. La Coruña, g. N° 150
de 1971).
Con estas precisiones, vale destacar que, en el escrito
introductorio de la instancia, como ya lo señalara, se afirma con seguridad
que padre y hermano de la demandante concretaron la operación de venta
simulada con la finalidad de obtener el préstamo otorgado por el Citibank
N.A., para aplicarlo a paliar las dificultades financieras que en ese tiempo
aquejaban a la fábrica de pulverizadores denominada "Agroefac S.A.", de
su progenitor, donde también se desempeñaba su hermano.
A su vez, de acuerdo con lo que se relata en la demanda, como
ello en el futuro podría afectar el derecho hereditario de la aquí actora, con
la finalidad de preservar la igualdad entre los hermanos y que como
consecuencia de ello el departamento a la postre quedase a nombre de los
dos hijos por partes iguales, se suscribió a instancias del padre la
mencionada MANIFESTACIÓN. Conforme lo ya explicado “ut – supra”,
esa es la causa simulandi identificada en la demanda, para explicar este
último acto.
Precisado ello, en cuanto a la prueba relevante, el 5/5/2021
declara Francisco Daniel Puigari, quien reconoció conocer a la actora por
ser la hermana de Enrique, que fue compañero suyo del colegio. Fue el
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porque al tener dos hijos quedaba la hija afuera de la posible herencia el día
de mañana de ese departamento, a lo cual le respondió que no se hiciera
problema porque iba a redactar un contradocumento de tal manera que
fuera algo provisorio. Agrega que aparentemente se firmó esa escritura a
nombre de Enrique Mario y el crédito se consiguió, que cuando se acreditó
la plata, se firmaron cheques, una parte se la llevó la señora Aída
Faragasso, otra parte se la llevó el marido de Silvia Arrigutti que trabajaba
en la empresa en ese momento y la tercera parte se la llevó Enrique Mario,
y a su vez querían echar a la contadora que era una tal Griselda y darle una
parte.
Indica que al testigo le estaban debiendo seis meses de sueldo
y pensó que tenía que conseguir algo de esa plata, porque esa plata en la
fábrica no quedó nunca, se la llevó la familia. Inclusive Enrique Mario se
llevó un regio cheque para sus deudas. Que en ese momento creyó que le
iban a pagar con ese préstamo, pero nunca vio un peso. Dice que el
departamento finalmente quedó a nombre de Enrique Mario y que el
crédito salió y lo tuvieron que pagar en la empresa, que cree que eran U$S
120.000, que nunca más, que luego la empresa cree que se fundió.
Reconoció la declaración de fs. 287 que se le exhibiera (en
sede penal) y preguntado de dónde provino el dinero con el cual se pagó el
crédito hipotecario, respondió que con la empresa que le costó sangre,
sudor y lágrimas, pero esa plata en la empresa no quedó, se la llevaron la
mujer de Arrigutti, Enrique Mario, la contadora y el marido de Silvia, Jorge
Terrile, ese crédito se dividió en cuatro personas, pero el crédito lo pagó la
empresa. Al ser preguntado por la primera escritura, se enteró que lo iban a
hacer y que se había firmado, tampoco sabe si se firmó el
contradocumento. Según Arriguti padre le dijo que se había firmado. Que
la encargada de los pagos era la parte contable, que cree que no quedó nada
además de los cheques que mencionó.
En la aludida declaración en el otro Fuero, sobre este costado,
había precisado, que el día que otorgaron el crédito, concurrieron a la
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Ella se enteró de la venta después de que fue consumada y es
verdad lo que sostiene en punto a que nadie en el proceso alegó ni, menos
aún, probó, que estuviera en conocimiento del hecho antes o
simultáneamente a su ejecución. Como bien lo argumenta, la circunstancias
de que no haya participado en la escritura como adquirente en conjunto con
su hermano, y que la “Manifestación” del 8/11/2002 se haya firmado recién
un año después del acto escriturario, son evidencias contundentes de que la
actora fue enterada de la simulación mucho después de haber sido
consumada. De lo contrario, el contradocumento hubiera sido simultáneo a
la escritura, y no un año posterior, o hubiera figurado en la escritura como
adquirente en conjunto con su hermano Enrique.
No alcanza para ensombrecer esta interpretación lo que
postula la escribana, porque en sede penal, el ingeniero cuando declaró fue
claro al señalar que el día que otorgaron el crédito, concurrieron a la
empresa su hijo Mario y la mujer de Facundo y ambos se llevaron un
cheque, con una parte del crédito hipotecario. Fue posteriormente, con un
plus de ese dinero que saldaron, entre otras, la deuda que tenían con el ex
marido de la Sra. Silvia Arrigutti, el Sr. Terrile. De donde extraigo que no
podría afirmarse que éste último extrajo de ello el conocimiento del
mecanismo por cual se obtuvieron esos fondos que se utilizaron para
desinteresarlo, porque no estuvo presente en esa oportunidad, ya que el
pago de lo que le debían se concretó con posterioridad.
Estos argumentos, a mi modo de ver resultan atendibles por
cuanto reflejan la realidad de lo ocurrido, que patentiza que si bien la
accionante se incorporó como una verdadera parte en el proceso
simulatorio globalmente considerado al suscribir este último instrumento,
como ya se lo explicara, esa secuencia comprende dos acuerdos
simulatorias diferentes, celebrados por distintas partes -en el primer acto
padre e hijo y en el posterior los hermanos entre sí- con finalidades
disímiles, que también esconden intenciones ocultas diversas.
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producido el señalado deceso de los verdaderos dueños, la cosa quedará
repartida en partes iguales entre los nombrados descendientes.
La violación de este acuerdo, que entre los hermanos apunta a
modificar, aunque mediante la prolongación de la figura simulatoria ya
empleada, el contenido de la cuestionada escritura, y que tiene como pacto
simulatorio el mencionado en el párrafo precedente, enderezado a proteger
la igualdad hereditaria entre ellos sobre el importante inmueble, es lo que
confiere legitimidad a la actora para peticionar la nulidad por simulación
de la primera compraventa. Es que esta última, sin ese complemento,
ignorado por su hermano, fallecidos los padres, violenta el señalado
objetivo, destacado vehículo para arrasar no sólo con la igualdad entre los
herederos que el régimen jurídico anterior y actual proclaman, sino
también con todas las normas de orden público que protegen la porción
legítima de los herederos forzosos o legitimarios.
Por las señaladas razones, considero que no puede invocarse
como valladar de la pretensión de nulidad por simulación ilícita perseguida
por la actora, a la llamada teoría de los actos propios, porque por las
razones que alimentan mi Voto hasta aquí, le firma de la mencionada
“MANIFESTACIÓN” no obsta a la promoción de la aludida acción ni
implica entrar en contradicción con ella, desde que lo que este último pacto
se propuso defender por designio del padre de las partes de este litigio y de
la ley, es el más estricto respeto de la igualdad hereditaria entre los
herederos respecto del valioso inmueble, más allá del ropaje con el que se
lo hubiera revestido. Digo esto, porque lo que revela la conducta de la
actora es al compromiso que subyace tras el contradocumento simulado, de
respetar la igualdad entre los herederos, violentada por la mencionada
escritura, que el documento privado se enderezó a revertir. No advierto en
ese devenir, un accionar contrario a la buena fe que merezca ser
neutralizado.
Interpretada así la cuestión, concuerdo con lo aducido en las
quejas por la accionante, cuando se explica que el no haber hecho nada
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durante veinte años para lograr la escrituración a su nombre “... pese a que
el contradocumento así lo preveía expresamente”, es perfectamente
coherente con el actual reclamo de nulidad para obtener, ya muertos sus
padres, lo que en derecho le corresponde por vía de herencia.
Definido ello, considero que es verdad que en el acto notarial
se volcaron afirmaciones falsas, de acuerdo con lo que la realidad mostrara
con posterioridad a su celebración, que claramente contradicen lo que se
consignara en el documento. En efecto, como bien se apunta en los
agravios de la demandante, en la escritura de compraventa en cuestión, la
parte vendedora, vale decir, el padre de la accionante, "manifestó" que a los
efectos de cumplimentar lo prescripto por el artículo 14 de la Ley 23.905,
declaraba bajo juramento que optaba por aplicar el producto de la venta a
la compra de otro inmueble destinado a casa habitación propia (ver folio
000506442, punto 2.b de la escritura). Esta aserción no fue verdadera, ya
que el matrimonio, de acuerdo a la prueba colectada, jamás exteriorizó
intención alguna de cambiar de vivienda. Luego de la operación
cuestionada, ambos continuaron viviendo en el departamento, el padre,
hasta su muerte, ocurrida 13 años después, el 27 de agosto de 2014, y la
madre también hasta su deceso. Ella misma expresó en un acta notarial a la
que me referiré más abajo que no tiene ninguna intención de mudarse o
vender.
De la mano de lo anterior, la demandante alude a la falsedad
en cuanto al destino de la compra, y aduce en esa senda que en la época en
que se hizo la transferencia simulada, 15 de noviembre de 2001, su
hermano ya no vivía en el departamento y que nunca se fue tampoco a vivir
allí otra vez, luego de la supuesta "compra". Pese a ello, en la escritura
figura que el mismo manifestó: "...1) Que el inmueble será destinado a
vivienda. 2) Que el préstamo es utilizado para compra de su VIVIENDA
FAMILIAR UNICA Y DE OCUPACIÓN PERMANENTE." (ver fs. 23).
Reitera que todo es falso. Esto debe correlacionarse con lo declarado en la
cláusula segunda, de fs. 16 del instrumento público en cuestión, donde
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figura: “ENTERADO el comprador de los términos de esta escritura,
otorgada a su favor, manifiesta conformidad y aceptación con la misma,
declarando: a) Que se encuentra en posesión material de lo adquirido desde
el día de hoy, de plena conformidad, libre de ocupantes y sin oposición de
terceros”.
Sobre el punto resulta oportuno señalar que en materia de
transferencia de dominio sobre inmuebles existen tres sistemas bien
diferenciados. El sistema alemán se caracteriza por exigir la inscripción
registral de la operación para que opere el traspaso del derecho real. Es el
llamado sistema del "folio real", donde la inscripción tiene efectos
constitutivos.
En el derecho francés, el dominio se transmite con la sola
voluntad de las partes, sin necesidad de tradición. El contrato de
compraventa tiene en dicho sistema esa virtualidad. Por sí solo provoca la
transferencia del dominio. No obstante, dadas las severas deficiencias que
dicho sistema acarreaba en materia de publicidad, por ley, en 1855, se
exigió para los inmuebles la inscripción en un registro especial para su
oponibilidad a terceros.
En el derecho romano, fuente mediata de nuestro sistema, no
era suficiente la sola voluntad de las partes para transmitir la propiedad.
Era necesario que esa voluntad se manifestara por signos exteriores, por los
cuales el tradens, mediante actos materiales, hacía entrega de la cosa que
poseía, con asentimiento del accipiens, que debía recibirla con animus
domini.
Siguiendo al derecho romano, Vélez Sarsfield introduce en el
Código el principio que expresa: "Antes de la tradición de la cosa, el
acreedor no adquiere sobre ella ningún derecho real" (art. 577, Cód. Civil).
Esto es válido para todos los derechos reales que, como el dominio, se
ejercen por la posesión.
Tiene, pues, una función constitutiva para todos aquellos
derechos reales que se ejercen por la posesión y, entre ellos, para el derecho
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recaudos pertinentes para ser reputado tal. Sólo después que se cumplen
ambos requisitos: celebración del acto jurídico (título suficiente) y
tradición (modo suficiente), el dominio pasa de la cabeza del tradens a la
del accipiens. Luego, para hacer oponibles los derechos reales sobre
inmuebles a terceros, como simple medio de publicidad y sin función
constitutiva, es necesaria "la inscripción de los respectivos títulos en los
registros inmobiliarios de la jurisdicción que corresponda" (art. 2005). El
mencionado sistema de transferencia de dominio respecto de inmuebles
encuentra su quicio normativo en los arts. 577, 1184, inc. 1°, 1185, 2505,
2524, 2601, 2603 y 2609, del Cód. Civil.
De acuerdo con lo que surge del Acta de Verificación que
corre agregada a fs. 33, el 27 de enero de 2016, es decir más de 15 años
después de celebrada la escritura 2975, objeto de la nulidad, cuando la
notara Luciana Cristmann se constituyó en el inmueble de autos, fue
recibida por la madre de la actora Aída Teresa Faragasso, coactora en este
proceso, luego fallecida. Y no solo ello, sino que manifestó en lo que
interesa: “…Que en Junio del año 1979 compro el departamento junto con
su difunto esposo; que no tiene intención de vender el departamento ni de
mudarse a otro. Que la escritura está a nombre de sus dos hijos: Enrique
Mario ARRIGUTTI Y Silvia Teresa ARRIGUTTI…”.
Respecto de su valor, participo de la opinión que postula que
el Acta Notarial goza de las prerrogativas estatuidas por el Cód. Civil en
los arts. 993 a 995, siendo este mismo ordenamiento el que, en su art. 979,
inc. 2º, les otorga el carácter de instrumentos públicos. Entonces, siendo las
actas notariales instrumentos públicos en los que el escribano deja
constancia de las manifestaciones formuladas en su presencia, haciendo
plena fe pública respecto de los dichos ante él expresados o los hechos
ocurridos en su presencia, y de los que deja constancia, quien pretenda
demostrar la insinceridad de lo constatado deberá necesariamente argüirlas
de falsedad, promoviendo la respectiva acción civil o criminal.
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se basa el juicio hasta el fallecimiento a título de dueños. La misma madre
de la actora en el acta notarial parece aludir tangencialmente a la maniobra
simulatoria que se completaría con la escrituración del inmueble a nombre
de ambos hijos, a fin de que luego de operado su deceso ambos recibieran
lo mismo.
Precisado ello, vale destacar que el incumplimiento de las
obligaciones emergentes del negocio simulado, en general, y la persistencia
del enajenante en la posesión de la cosa vendida, en particular, constituyen
un indicio de primera magnitud.
Sobre el tema de la "Retentio possessionis" (Falta de
tradición), se ha resuelto desde antaño de modo pacífico que es uno de los
indicios más típicos de la simulación. En efecto, se ha resuelto en
reiteradas ocasiones, que uno de los más graves indicios de simulación en
la venta de inmuebles es la permanencia del vendedor en la vivienda
enajenada. La falta de entrega material de la cosa al Comprador, en virtud
de continuar el vendedor obrando como antes del contrato, constituye una
seria presunción de simulación" (CNCiv., sala A, J. A. 1962-1-
353 ;CNCiv., sala C, E. D. 14-714, fallo 7520; CCiv. 1ª de Capital Federal,
L. L. 5-643; CCiv. 2ª de Capital Federal, G. F. 200-13, etc.)
A su vez, en la escritura figura que el hermano de la
demandante le pagó a su padre la suma de u$s 240.000, de los cuales u$s
160.000 provenían del crédito hipotecario otorgado por el Citibank N.A.
Sin embargo, en ningún momento el escribano ha dado fe de haber visto o
contado el dinero. Se limitó a expresar ambiguamente que: " ...se realiza
esta venta por el precio total y convenido de doscientos cuarenta mil
dólares estadounidenses, que la parte vendedora recibe de manos del
adquirente, íntegramente en este acto, en dinero en efectivo, a su entera
satisfacción, y en billetes de la referida divisa, por cuyo importe le otorga,
por intermedio de la presente, el más suficiente recibo y carta de pago en
forma".
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denominaciones, la doctrina suele distinguir tres tipos de cláusulas o
enunciaciones que forman el contenido del instrumento público. Por un
lado, los hechos cumplidos por el oficial público o pasados ante su
presencia, luego están las manifestaciones de las partes y finalmente las
meras enunciaciones (ver Diego Fissore en Código Civil de la República
Argentina, Explicado”, t. III, p. 386).
Es decir, no todas las partes tienen igual valor probatorio: a)
Declaraciones esenciales. Las cuales representan hechos que han ocurrido
en presencia del oficial público, se han cumplido por él mismo o las ha
manifestado ese oficial en el acto; b) Declaraciones de contenido o
dispositivas. Son las que el oficial recibe sin comprobar personalmente su
veracidad; c) Enunciaciones directas. No son necesarias para el acto y
podría suprimirse, pero al hacérselas y aceptárselas por todas las partes,
tienen valor de cláusulas dispositivas; d) Enunciaciones indirectas o
simplemente enunciativas. Son manifestaciones unilaterales (de una sola
parte) sobre hechos o circunstancias que no tienen relación con el acto (ver
Cifuentes – Sagarna: “Código Civil Comentado y Anotado”, t. II, p. 207).
Analizado este tema en su relación con la actual legislación, es
válido primero remarcar que también ahora en el texto de un instrumento
público se vacían distintas categorías de manifestaciones cuyos efectos
probatorios serán diferentes. En primer término, el instrumento contendrá
la relación de hechos auténticos. Son aquellos que el oficial público ha
realizado en forma personal (ej., que se encuentra constituido en un
determinado lugar, que ha dado lectura al acto, que hace entrega de algo a
una persona, etc.) o que él afirme que han sido cumplidos en su presencia
(ej., que una parte entregó a la otra una suma de dinero). En el primer caso
el oficial narra lo que él ha ejecutado por sí. En el segundo caso se trata de
la narración de actos que ha percibido. Aquí se dan dos fases sucesivas: la
percepción y la declaración. La primera constituye el soporte fáctico (se da
fe de algo, ese algo es un hecho, y éste debe haber sido percibido por el
sujeto fedante). Como en todos los ámbitos del Derecho, la percepción
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precio, que otorgó recibo, que recibió la posesión del inmueble, etc.). Si
bien el oficial es el autor del documento que habrá de configurar, dando
cumplimiento a las diferentes operaciones que el ejercicio de la función
conlleva, respecto de estas manifestaciones se limita a volcar en el texto lo
que las partes han expresado. En consecuencia, lo único que goza de fe
pública es el hecho de que dijeron tal cosa pero no el contenido de tales
dichos. La veracidad o falsedad de las declaraciones son propias de los
sujetos.
Si bien el encabezamiento del artículo se refiere a "plena fe",
en este caso la norma dice que esa plena fe se extenderá hasta que se
produzca prueba en contrario. Es lo que se denomina "prueba completa",
aludiendo a los supuestos en que, si por cualquier medio se demuestra que
las expresiones no han sido sinceras, caerá la fe pública de la que gozaba
esa expresión. En este caso lo inexacto no es el documento sino el
contenido de las manifestaciones de las partes (ver Carlos Marcelo D
Alessio en Lorenzetti, Ricardo Luis: “Ob. y lug. cit”., p. 154).
En lo que respecta a las cláusulas enunciativas directas, se
reitera que este tipo de menciones dentro del instrumento público se refiere
a todas aquellas manifestaciones que efectúan las partes, relacionadas
directamente con el acto instrumentado. El pago del precio, la entrega de la
cosa, reconocimiento de obligaciones ya cumplidas relacionadas al
contrato, etcétera. Sin dudas hay una relación muy estrecha con las
llamadas "cláusulas dispositivas", pero no son el acto mismo, sino
consecuencias de aquél. Obviamente, el funcionario no puede hacerse
cargo de la veracidad de las afirmaciones de las partes; por lo que no
podríamos exigir que la fe pública, como presunción de verdad,
acompañará también esos dichos que dependen potestativamente sólo de la
sinceridad de los sujetos involucrados en el acto.
El valor probatorio de estas manifestaciones es también pleno,
porque su relación directa con el acto hace que las partes hayan debido
prestar una especial atención a su contenido. Pensemos en la referencia al
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ella volcado nada tuvo de real. El intento de las partes instrumentado en
dicho acto notarial no se dirigió a negocio alguno, ya que solo medió
acuerdo sobre la voluntad de crear la ficción. La solución no cambia desde
la faz práctica, si a mi modo de ver incorrectamente, se interpretara que la
simulación es relativa porque bajo la compraventa existió un negocio
atípico, en virtud del cual medió una real transferencia de dominio del
padre al hijo, efectuada con la finalidad de que éste último pudiera llenar
los requisitos para acceder el crédito bancario y ofrecer el bien como
asiento de la garantía hipotecaria exigida por la entidad mutuante. Esto por
cuanto, en dicho hipotético supuesto, el referido acto habría agotado sus
efectos o finalidad, tal como lo demuestra la escritura de cancelación de
hipoteca (ver fs. 456/7 de la causa penal).
En consecuencia, con base en los argumentos desarrollados
“ut-supra”, juzgo que la sentencia de primera instancia debe ser revocada
en este aspecto, y que corresponde admitir la pretensión de nulidad
impetrada contra la primera escritura de compraventa por comprender un
acto que es fruto de una simulación absoluta, de carácter ilícita, con
sustento normativo en los arts. 956, 959, 1044, 1045, 1050, 1051 y normas
concordantes citadas a lo largo del presente.
Una superficial lectura del desarrollo precedente podría
inducir a la equivocada idea de que entre lo decidido en el tema de la
prescripción y lo resuelto en materia de prueba de la simulación hay una
incongruencia, porque mientras en el primer caso la actora fue asimilada a
la condición de parte en función del instrumento privado en el que pactaron
modificar el contenido del acto volcado en la escritura con su hermano, con
la anuencia del progenitor, en la segunda temática, se le confiere la libertad
para elegir los medios de prueba para acreditar los extremos en los que se
basa su pretensión de nulificar el acto, como si se tratara de un tercero
respecto de la escritura de compraventa.
A esa inquietud, cabe replicar que el instituto de la
prescripción liberatoria tiene entre sus elementos esenciales, además del
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como protagonistas a su padre y hermano. Tal lo adelantado, un lector
desprevenido podría alegar que ello agrede el clásico principio lógico de la
no contradicción, que indica que desde el punto de vista ontológico nada
puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. Entiendo que
ello sólo puede provenir de una opinión poco comprometida y sesgada, que
se desentienda de las particularidades que el caso ofrece. La distinta
posición que inviste la actora de cara a la prescripción y a la prueba de la
simulación es lo que justifica el trato dispar que propicio. Es que mientras
el contradocumento simulado donde los hermanos convienen en modificar
el acto ostensible influyó en la actitud de la accionante en relación al
ejercicio de su derecho y en la interpretación del instituto, ella es ajena a la
celebración de la escritura que contiene la operación que ataca por
simulada, que es precisamente la circunstancia que el ordenamiento
jurídico pone sobre la mesa para justificar la libertad en la elección de los
medios de prueba. Queda diluida así la inexistente autocontradicción, para
dar lugar por analogía a un fundamento que se asimila al que motiva la
consagración por el constituyente del principio de igualdad ante la ley en el
art. 16 de la Carta Magna. Porque la mencionada separación no constituye
un distingo arbitrario, sino basado en la evidente diferencia que existe entre
una y otra situación, lo que razonablemente justifica deparar un trato
diferente a la posición en que se encuentra la accionante de cara a cada
figura jurídica.
A todo evento, si dicha opinión no se compartiera, la solución
que propongo al Acuerdo no cambia. Es verdad que en el caso no se
elaboró un contradocumento que reflejara con precisión la realidad de las
cosas escondidas tras el acto que encierra la escritura que propicio anular,
que la compraventa fue simulada, al igual que el instrumento, que los
padres seguirían siendo los dueños del inmueble hasta su deceso, y que en
dicha ocasión, los hermanos debían heredarlo en partes iguales. Empero, el
contradocumento que con mayor o menor intensidad es exigido para la
prueba de la simulación en la acción entre partes, no es indispensable, si
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éste debe satisfacer al comprador que ignoraba que la cosa era común con
otros, los perjuicios e intereses que le resulten de la anulación del contrato.
Bajo esos lineamientos, consideró que en el caso que nos
ocupa, Enrique Mario Arrigutti carecía de facultades para enajenar a un
tercero el inmueble cuyo 50% indiviso no le pertenecía. Esto con sustento
en lo establecido en el contradocumento, puesto que el compromiso por él
asumido era el de transferir el inmueble en favor de su hermana.
Con arreglo a ello, juzgó que el supuesto excepcional previsto
por la última parte del art. 1051 (que deja a salvo los derechos adquirentes
de buena fe a título oneroso, sea el acto nulo o anulable) no se presenta en
el caso en examen, pues el acto cuya invalidez se pretende en estas
actuaciones es la compraventa celebrada entre quien no revestía el carácter
de dueño de la totalidad del inmueble, es decir se trató de una venta de cosa
ajena o llamada a non dominio.
En cuanto a la excepción prevista en la parte final del art.
1051, añadió la jueza, que se ha dicho que los principios de la apariencia
jurídica, de la protección a los terceros de buena fe y de la apariencia de la
seguridad dinámica frente a la estática, deben ceder frente al interés del
verdadero propietario que no tuvo ninguna autoría o participación en el
acto, es que si el propietario no ha celebrado acto jurídico y es víctima de
una maniobra dolosa, cualquier solución que con el pretexto de mantener
una apariencia dejase el dominio en cabeza de un tercero por más que fuese
de buena fe, comportaría una privación del derecho conculcatoria de la
garantía establecida en el art. 17 de la Constitución Nacional”. Ello, con
cita del decisorio de esta Alzada, Sala M, julio 13/2015, “Gandulfo, Pablo
Andrés c/ Franzetti, Osvaldo Orestes y otros s/ nulidad de escritura”.
Por ello, en función del marco jurídico en el que desenvuelve
el caso, al descartar la aplicación de la excepción prevista en el art. 1051
del Código Civil, reputó irrelevante entrar a considerar las cuestiones
relacionadas con la buena fe del comprador -el codemandado Stad - y con
el precio.
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Brebbia explica sobre el tema, que estas situaciones tienen
como característica peculiar que: "…se trata de transmisiones u otros actos
de disposición realizados sin la autoría del titular del derecho transmitido,
como ocurre cuando existe falsedad material de la firma del titular o
cuando otra persona toma la identidad del titular haciéndose pasar por éste,
o cuando un sujeto comparte el acto obrando en nombre del titular sobre la
base de un poder falsificado, sin que en todos los casos, el verdadero titular
tenga conocimiento del negocio" ( ver Brebbia: “Hechos y actos jurídicos”,
1995, t. II, p. 641).
Esta protección que se le depara al dueño originario, a mi
modo de ver, se justifica porque él es el titular del dominio, constituido de
conformidad con las reglas del ordenamiento jurídico y en materia de
inmueble así figura en la inscripción pertinente en el Registro de la
Propiedad Inmueble. Es despojado de ese derecho sin que su voluntad
intervenga para nada, a diferencia de lo que acontece con los supuestos de
nulidad, donde ordinariamente, aunque viciada la voluntad interviene.
Entiendo por ello, que los supuestos de ventas a non dominio
deben quedar relegados a los ejemplos que menciona el nombrado autor,
donde el verdadero propietario no participa en medida alguna del despojo
de su derecho. Mas, no cabe extender la hipótesis a supuestos como el de
autos, en que el verdadero titular de dominio en su momento, padre de la
actora y del hermano demandado, consintió en transmitirle simuladamente
el dominio del inmueble a este último, hasta concluir la operación mediante
la pertinente inscripción registral en cabeza de su hijo. Y en definitiva, es
este último quien formalmente figura como titular de dominio del inmueble
mencionado a nivel registral. Todo lo cual me convence de que las quejas
son atendibles en este aspecto, vinculado con el tratamiento jurídico que se
le deparará al supuesto.
La hipótesis que prevé el art. 1331 a mi modo de ver no puede
ser convocada, porque en el caso no es factible sostener que entre los
hermanos se verificara la existencia de un condominio. Es cierto que el
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El dispositivo citado, en su primer apartado, constituye una
aplicación del principio establecido en el artículo 1050: la sentencia de
nulidad tiene efectos retroactivos entre las partes y también respecto de los
terceros. De tal modo, el tercero a quien el adquirente por acto nulo o
anulable ha transferido la propiedad de la cosa u otro derecho sobre la
misma, es alcanzado por la sentencia de nulidad y privado, en
consecuencia, de esos derechos. Ello como principio. Regla que, además,
es también una consecuencia lógica del principio nemo plus iuris
consagrado en el artículo 3270 del anterior ordenamiento aplicable en la
especie.
Ahora bien, esa regla general consagrada en la primera parte
de la norma que se comenta y en el artículo 3270 tiene, entre otras
excepciones, la establecida en el apartado final del artículo 1051, que fuera
incorporado por la ley 17.711. Esta norma limita los efectos de la sentencia
de nulidad y la consecuente obligación de restitución respecto de los
terceros sub- adquirentes de derechos reales o personales sobre un
inmueble en virtud de un acto nulo o anulable. De tal modo, estos terceros
no se encuentran alcanzados por los efectos retroactivos de la sentencia de
nulidad y en consecuencia tampoco están obligados a la restitución.
Para mayor claridad, la aplicación del artículo 1051 in fine
supone una anterior adquisición por acto nulo o anulable y una posterior
adquisición onerosa y de buena fe; esta última es la tutelada como se
anticipara, impidiéndose sobre ella la reivindicación que se apoya en el
principio general de restitución contenido en la primera parte de esta
norma. Es decir, no corresponde invocar la excepción de la apariencia
jurídica al primer adquirente por acto nulo o anulable sino al subad-
quirente posterior, tercero respecto de ese acto (ver Julio César Rivera y
Graciela medina en Código Civil de la República Argentina, Expliczdo”, t.
III, p. 534 y sus citas jurisprudenciales).
La solución de la norma sólo se admite cuando ese tercero era
de buena fe, es decir, no conocía ni podía conocer obrando con cuidado y
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complementarias. Y apenas la tercera parte si se toma la cotización paralela
del dólar al momento de la escritura. Y eso siendo sumamente prudentes y
conservadores en la estimación del valor real del departamento, que
posiblemente valga más de 800.000 dólares.
Sobre esta temática implicada en las quejas como uno de los
argumentos centrales de la simulación que se aduce, el perito tasador en su
informe comienza por describir la composición del inmueble peritado que
como queda dicho se encuentra ubicado en la calle 3 de Febrero 1658/74
esquina José Hernández, del barrio de Belgrano, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, bien ilustrado con fotografías de todos los sectores. En tal
sentido precisa que el inmueble tiene una superficie total aproximada de
250 metros cuadrados con 94 decímetros cuadrados, se individualiza con el
número 93 de Unidad Funcional y posee dos unidades complementarias
una de cochera (doble) en el segundo subsuelo y una de baulera ubicada en
el primer subsuelo.
En lo que aquí interesa el perito estimó su valor para el 15 de
Junio del año 2015, oportunidad en que se celebrara la escritura pública
cuya nulidad se solicita que instrumentó la segunda compraventa, en la
suma de USD 725.000 (dólares estadounidenses setecientos veinticinco
mil), resultando la cotización del contado con liquidación en $11.90 por
dólar, razón por la cual, en caso de “pesificar” el valor del inmueble, arroja
un monto de $ 8.627.500 (ocho millones seiscientos veintisiete mil
quinientos pesos).
En la escritura cuestionada el precio de la operación se fijó en
tres millones quinientos mil pesos ($3.500.000). Ello se traduce en una
cifra que se ubica entre el 41 y 42 % del valor de mercado del inmueble, si
no se computa que parte de dicho monto figura descompuesto en cuotas
como ya se explicara. Para colmo, según consta en el instrumento, sólo se
habría abonado la suma de $ 350.000 íntegramente en dicho acto en dinero
en efectivo y a satisfacción. Lo que representa menos del 5 % del
mencionado valor estimado a nivel pericial, que como luego se verá, ni
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Entonces cuando el peritaje se halla fundado en principios
técnicos inobjetables y no existe otra prueba que lo desvirtúe, la sana
crítica aconseja, frente a la imposibilidad de oponer argumentos científicos
de mayor valor, aceptar las conclusiones de aquél (conf. Palacio, Lino E.
“Derecho Procesal Civil”, tomo IV, pág. 719.
En este caso, la peritación en cuestión, analizada con sujeción
a lo que dispone el art. 477 del Código Procesal, es clara en su contenido,
se encuentra debidamente complementada por placas fotográficas y croquis
que permiten formarse una muy precisa idea de la importancia del
inmueble, su distribución y estado, con explicaciones muy claras y
contundentes, que no dejan dudas de la razonabilidad de sus conclusiones,
no desvirtuadas por elemento de juicio alguno de parecido nivel de
confiabilidad. Circunstancias que me mueven a aprobar todo cuanto allí se
informa.
Sentado ello, se ha resuelto sobre el punto, que la
desproporción entre el precio que consta estipulado documentalmente y el
corriente en plaza es un elemento que aisladamente considerado no podría
bastar como prueba presuncional válida, pero sí cuando además de esa
circunstancia aparecen probados otros hechos reales susceptibles de fundar
presunciones graves, precisas y concordantes, aptas para producir
convicción, de conformidad con las reglas de la sana crítica (ver CNCiv,
Sala C, E.D. 31, fallo 15.532).
Es que como bien se lo ha explicado, en los negocios
simulados el precio vil, además de las motivaciones fiscales, obedece a
otras poderosas razones, como las que apuntan a eliminar indicios de gran
potencia probatoria, como la inexistencia de un pago efectivo ante el
escribano y de la falta de todo movimiento bancario, entre otros. Por ello es
que, la correlación entre el precio vil y otros indicios de simulación realza
su importancia, al extremo de declararse que "la evidente desproporción
entre el precio convenido en la operación y el valor real del inmueble
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puede ser factor decisivo para aceptar la simulación del acto" (ver Mosset,
Iturraspe Jorge: “Ob. cit.”, p. 330 y sus citas).
El demandado Stad, en un intento por justificar tamaña
desproporción, postula en esta Alzada que tal como se hubiera manifestado
al momento de contestar la demanda, reconoce que el precio abonado no
fue el que quizás se ajustaba de manera exacta al valor de mercado, sino
que fue producto de la amistad que lo unía con su amigo Arrigutti, quién le
solicitó ayuda económica y le ofreció venderle el departamento a un precio
tal vez menor al de plaza, toda vez que el mismo se vería complementado
con el pago de un canon locativo.
Se trata de un argumento despreciable, si se lo interpreta en el
verdadero contexto del negocio, no solo porque afecta uno de los
elementos esenciales particulares de la compraventa, como es el precio,
sino también porque salvo un inexistente deseo de otorgar una liberalidad,
es a todas luces inverosímil que alguien del nivel socio cultural del
demandado, consintiera en desprenderse del bien más importante que sus
padres dejaron, por un precio inferior al 50 % del valor real. Además,
totalmente en contra de lo que son las costumbres del mercado inmobiliario
en general, y en este tipo de inmuebles en particular, que como es de
público conocimiento funciona dolarizado, se pactó ese paupérrimo precio
en pesos y en cuotas, sin convenir ninguna clase de interés, pese a la
inflación que azota a nuestro país históricamente.
Por otro lado, pero vinculado con esto, observo que en el afán
de enervar lo alegado por la accionante en el sentido de que no medió
entrega de dinero en efectivo en el acto de la escritura, el accionado Stad
remarca en negrita el citado párrafo del instrumento donde dice a) La
suma de $ 350.000 íntegramente en este acto en dinero en efectivo y a
satisfacción otorgándole por dicha suma y por medio de la presente el
más eficaz recibo y carta de pago en forma; Con ese recurso, postula que
en virtud de lo hasta aquí expuesto, corresponde concluir que al momento
de la firma sí existió entrega de dinero por su parte.
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Vuelvo sobre un tema que ya analicé al momento de tratar la
primera nulidad deducida. Los hechos que el autorizante incorpora al
documento a través de la redacción como consecuencia de declaraciones de
las partes, pero que no han ocurrido en su presencia ni han sido requeridos
a fin de verificarse en forma personal, no gozan de plena fe y pueden ser
desvirtuados por simple prueba en contrario (arg. art. 994 CC.). No
obstante que la carga de la prueba en ambos casos, está a cargo de quien
pretende desconocer el documento o su contenido (PALACIO. Tratado de
Derecho Procesal Civil, T° IV, pág. 355 y ss. y BUERES y HIGHTON.
Código Civil comentado. “Comentario al art. 994 del Código Civil”).
Enmarcado en esa concepción, en lo tocante al aspecto puntual
en estudio, se ha dicho que el hecho que el oficial público haya presenciado
la entrega del dinero que conformaba el precio de la operación no convierte
a las manifestaciones de voluntad allí exteriorizadas como
incontrovertiblemente veraces, ni impide que se ponga en tela de juicio la
sinceridad de las mismas, sin que para ello sea necesario recurrir al arbitrio
de la redargución de falsedad del instrumento, ni a atacarlo de inválido por
razones formales (cf. causa “GUZMAN, Héctor A. y Otros c/RAMIREZ,
Cornelia Zulema s/SIMULACION”, Sentencia Definitiva - CNCIV - Sala
A - Nro. de Recurso: A187509 - Fecha: 9-8-1996 - Vocal Preopinante: Dr.
MOLTENI).
Se trata de una manifestación de los otorgantes del acto, que es
como ya se explicara antes al analizar las partes en que se descompone un
instrumento público, destruible por prueba en contrario. En este orden, el
parco señalamiento que realiza el demandado carece de toda entidad para
conmover lo correcta reflexión efectuada sobre el punto en la sentencia
apelada cuando se trata el tema de las costas. En la misma orientación, con
convincentes argumentos, la actora postula en su respuesta, que del falso
contrato de locación surge también que el 10% restante de 350 mil pesos de
ese precio se “compensó” con el supuesto abono anticipado de dos años de
alquiler. Stad no le pagó ni un peso a Arrigutti hijo en el momento de la
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debe soslayarse que el saldo del precio según la escritura se pagaba en
cuotas y a largos plazos.
En conclusión, a esta altura del análisis, puede tenerse por
demostrado que el precio consignado en la citada escritura pública se ubica
en ese rango, entre los porcentajes mencionados, del 41 % y 42 %, del
valor real del inmueble, incluso por debajo si como corresponde se incluye
en el cálculo una ecuación que combine la inflación operada con las cuotas
fijadas. Asimismo, queda revelado que no medió ningún pago en efectivo
al concretarse la escrituración. Se agrega a ello, que la familia Arrigutti
continuó en la posesión del inmueble, por lo que reitero ahora lo que más
arriba señalé sobre la retención de la posesión a manos del presunto
vendedor, al tratar la nulidad de la primera operación. Circunstancia que
por el contexto en el que se desarrolló la cuestionada compraventa, no
queda explicada en el caso por una suerte de constituto possessorio, a
través del contrato de locación celebrado, que luce en rigor como una
herramienta puesta al servicio de la simulación, pergeñada con la intención
de justificar la falta de movimientos de fondos para abonar el precio, así
como la ausencia de entrega material del inmueble del vendedor al
comprador. A lo que puede adosarse que continuó en poder de la familia
de la actora el segundo testimonio del título, por lo que para la
escrituración debió acudirse a obtener un tercer testimonio, conforme
emerge del punto II), del Folio N° 018872843, de la escritura citada (ver fs.
170 vta.).
Cita el supuesto comprador demandado que mediante la
presentación de fecha 20 de noviembre de 2019 acompañó en autos copia
de la escritura Nº 65, de fecha 08.05.2018, pasada ante la escribana C.
Marina Hermansson, por medio de la cual el Sr. Enrique Mario Arrigutti
otorgó a favor de Enrique Alejandro Stad recibo y carta de pago por la
suma de $3.150.000, con más intereses, importe que éste último le
adeudaba en concepto de la compra del inmueble sito en la calle José
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que es normal, o suele ocurrir en este tipo de operaciones y en el mundo de
los negocios en general.
Como se ha explicado, la simulación traduce un
comportamiento de astucia por diversos actos intelectuales de mayor o
menor apariencia, donde no impera la violencia física, pero en otra
perspectiva se lo ha calificado como un instituto contrario de la realidad y
del sentido común, de una afrenta a la existencia por más visos de
certidumbre que se aspiren a crear (ver Gagliardo, Mariano: “Simulación
jurídica”, p. 170).
Corrobora lo expuesto la conducta probatoria observada por
Enrique Alejandro Stad. En efecto, como bien lo explica la actora, por un
lado, al nombrado se lo intimó en autos a fs. 346 y bajo el apercibimiento
del art. 388 del Código procesal, para que acompañe sus declaraciones
juradas de impuestos correspondientes a los años 2015, 2016 y 2017. Ellas
hubieran permitido establecer si Stad declaró o no ante la AFIP la
propiedad del departamento de José Hernandez. Pero este último, lejos de
presentarlas, expresamente se opuso a ello a fs. 459/61 vta.. Se amparó
para la adopción de tal temperamento en el secreto fiscal, que como bien se
apunta, puede levantarse con el consentimiento del contribuyente. Y no
cabe duda de que si de esas declaraciones juradas resultase que Stad había
declarado oportunamente la propiedad frente al organismo fiscal, las habría
presentado al solo efecto de acreditar este importante dato. Media una
actitud reticente a cooperar con el Tribunal en el esclarecimiento de la
verdad, que debe ser debidamente valorada como elemento corroborante de
la simulación alegada.
Esta cuestionable conducta verificada en torno a la
mencionada probanza, se replica en relación con la producción de la
pericial contable, respecto de ambos demandados, y muy especialmente de
Stad, si se aprecia que cuando se interrogó a la perito acerca de si los Sres.
Enrique Alejandro Stad y Enrique Mario Arrigutti, incluyeron en sus DDJJ
la venta e hipoteca del inmueble objeto de la litis realizada entre ellos el
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absoluta el principio del onus probandi (C.N. Civ., sala G, ED, 110-140; C.
Apel. C.C., Junín, La Ley, 1991-D, 497 y DJ, 1990-2-602; CN. Fed.C.
Adm., sala III, La Ley, 1990-C, 149; CN. Civ., sala D, La Ley, 1991C, 25 y
DJ, 1991-2-14 y ED, 140-519; etc.).
En el cuadro de situación descrita, varios temas que este
demandado introdujera en sede penal a fin de justificar su proceder, en
rigor se le vuelven en contra. Stad dijo en el recordado expediente
tramitado en ese Fuero, cuando se lo convocó a prestar declaración
indagatoria, en la audiencia que tuvo lugar el 8/8/2018 (fs. 385 de la causa
penal), entre otras cosas, “...que gran parte de su patrimonio se basa en el
negocio inmobiliario, dado que desde que tuvo la posibilidad de hacerlo,
comenzó a invertir en propiedades en el país y en el exterior…”
“...Cuando el Sr. Arrigutti le propuso venderle su propiedad de la calle
José Hernández N° 1930 piso 11, obviamente como en todos los casos
acudió a un escribano competente para que haga los estudios de títulos,
siendo éste la escribana Claudia Marina Hermansson… Al estar estos
impecables, de acuerdo a su escribano, se pudo realizar e inscribir la
propiedad en todos los registros nacionales; por lo cual lo que aquí se
denuncia no sólo es una aberración sino que le ha creado un perjuicio
terrible dado que tiene un juicio civil en el cual no puede tomar posesión
de su propiedad…”
De conformidad con el precedente análisis, interpretado de
manera armónica, conforme al dinamismo que se le imprimiera a la
operación, jalonada por distintos actos, puede concluirse que para llevar
adelante el proceso simulatorio, el conocimiento de la actividad
inmobiliaria así como la circunstancia de que el estado del dominio del
inmueble objeto de la simulación estuviera formalmente limpio, como es
común escuchar en el ámbito del corretaje inmobiliario, no sujeto a
embargos, o gravámenes de terceros, le dejó expedita la vía para diagramar
con su íntimo amigo la maniobra que a la postre conculcaría los derechos
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V. Responsabilidad de la escribana (escritura pública 90).
Costas.
Con respecto a la responsabilidad de la escribana, dado lo que
sostiene la actora en su contestación, corresponde primero aclarar que el
objeto principal de la demanda que entabló está constituido por la nulidad
de las dos escrituras de compraventa mencionadas. La pretensión de daños
contra los demandados fue introducida con un claro rol subsidiario, para el
caso de que las nulidades no fuesen posibles por haber pasado el inmueble
a terceros de buena fe. Sólo para esa hipótesis pidió que se los condenara a
integrar al patrimonio relicto el valor del departamento y sus unidades
complementarias.
Precisado ello, a tenor de lo que propongo en mi Voto con
relación al tema de las nulidades, se impone explicar nuevamente aquí que
con respecto a la realidad de los hechos que narran o declaran los sujetos
instrumentales, el escribano no da fe de su sinceridad, por lo que puede ser
impugnada mediante simple prueba en contrario. Cuando lo que se invoca
es la simulación del acto instrumentado en la escritura pública mas no la
falsedad de ésta, no se halla en juego la responsabilidad del escribano. En
el caso de la simulación, el escribano no puede garantizar la sinceridad de
los hechos ni puede penetrar en la intención o voluntad íntima de los
contratantes, lo cual es extraño a la fe del instrumento notarial. En otros
términos, si se trata de una nulidad formal, la demanda deberá dirigirse
también contra el escribano interviniente (conf. Borda, Guillermo A.,
“Tratado de Derecho Civil, - Parte General”-, 12a. ed. t. II, pág. 410 n°
1289-2).
Como señala con mucha claridad Cristina M. Armella en el
comentario al nuevo art. 336 del CCCN: "Si el negocio simulado se celebró
por escritura pública, el escribano público o notario autorizante no es parte
en el proceso judicial, pues la simulación es patrimonio exclusivo de los
sujetos que, con ánimo simulado, celebraron un negocio jurídico
ostensible, totalmente simulado o que reconoce otro negocio, subyacente,
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vehículo del acto simulado y, por ello, la nulidad del acto -y, por ende, de la
escritura- no generará su responsabilidad. Por ello (...) no es necesario
integrar la litis con el escribano autorizante” (cf. MOISSET DE ESPANÉS,
Luis - MARQUEZ, José Fernando, Nulidad de escrituras públicas.
Responsabilidad del escribano y participación en el juicio, JA 2009-I- 909).
Bajo estos lineamientos es que corresponde analizar los
agravios esgrimidos por la profesional demandada en estas actuaciones a
raíz de la actuación que le cupo en la segunda compraventa instrumentada
por la escritura pública que ella autorizó.
Definido ello, con respecto al precio, es verdad lo que sostiene
la notaria en sus quejas en cuanto que quedó probado que el pactado supera
los valores informados como de referencia por la AGIP (ver fs. 471/482).
En cuanto a la amistad íntima entre Enrique Arrigutti y Stad, la
realidad es que no puede descartarse la circunstancia que alega, en orden a
que le era desconocido ese vínculo. Además, es cierto que esa cuestión
aislada, es irrelevante, ya que como correctamente lo precisa, no existe
normativa alguna que prohíba o penalice la compraventa de inmuebles
entre amigos.
Por otra parte, la escribana sostiene en sus agravios, que la
ausencia de título original no es, en lo más mínimo, algo inhabitual o que
suponga una sospecha respecto de la legitimidad en una transacción, y por
ello se ha seguido el procedimiento legal y usual de pedir un nuevo
testimonio de la escritura y proceder a su inscripción en forma previa a la
venta. Este argumento no resulta baladí, porque no existen en la causa
elementos de prueba que revelen cuáles fueron los motivos invocados por
las partes en general y el vendedor en particular, para justificar que no tenía
el título del inmueble en su poder. Circunstancia que obsta considerar esta
cuestión en sí misma, como un dato que demuestre connivencia o
contubernio por parte de la accionada.
Tampoco lo es la constitución de una hipoteca por más del
90% del precio, ya que estoy de acuerdo en que dicha modalidad no está
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Indica la actora en su respuesta que la declaración testimonial
en sede penal del Inspector de policía Roberto Aníbal Pajón de fs. 525/52
de la causa penal (agregada a su vez a esta causa civil como prueba
documental en la denuncia de hechos nuevos de fs. 296/301), demuestra
que Enrique Arrigutti instruyó a la escribana Hermansson para que oculte
al consorcio la transferencia del departamento a Stad. “... Recuerden no
contactar ustedes a la administración…” “...Ya hablé de este tema con
Marina”, agregó para reforzar la instrucción en post de que sea seguida.
Marina no es otra que la Escribana Claudia Marina Hermansson.
Fundamenta que Arrigutti no quería que la escribanía se contacte con el
consorcio para pedir el libre deuda que la práctica notarial obligaba a pedir.
El motivo de este ocultamiento, que reputa obvio, es que Arrigutti hijo no
quería que su madre y su hermana se enteraran, a través de la
administración, de que iba transferir el departamento de José Hernández a
su amigo Stad.
El nombrado, Roberto Aníbal Pajo, Inspector L.P. 920 de la
Comuna Uno de la Policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en
oportunidad de declarar como testigo explicó que en cumplimiento de la
orden impartida por el Sr. Juez de la causa penal 64762/16, caratulada:
“Arrigutti Enrique Mario y otro s/, en trámite ante el Juzgado Nacional
Criminal y Correccional N° 44, Sec. 115, defraudación el 25/10/2018 se
constituyó en el domicilio de la Escribana Hermansson, sito en Av. Roque
Sáenz Peña 710, piso 8° "G" CABA, con el objeto de requerir que se le
entreguen constancias y/o instrumentos mediante los cuales se comunicó al
Consorcio de Propietarios de José Hernández 1930/32, en la persona del
Administrador, la transferencia del departamento del piso 11 de ese
edificio. Lo atendió la propia Escribana Hermansson, quien le entregó una
foja en la que consta una comunicación vía e-mail de fecha 30/5/2015, que
el Inspector agregó a la diligencia, y cuya copia se agrega a su vez a esta
causa como prueba documental. En ella se observa que el 30/5/2015
Enrique Arrigutti envió un mail (desde la dirección earriguti@gmail.com),
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Roldan, administrador del consorcio del edificio de José Hernández
1930/32, prueba que hasta el momento de celebración de la audiencia del
4/10/2018 en la cual dicho administrador prestó testimonio, la transferencia
del departamento del 15 de Junio de 2015 no había sido todavía
comunicada a la administración del consorcio del edificio, y que tampoco
se pidió nunca un libre deuda por expensas. Recién dos años después de
firmarse la escritura, cuando ya había sido notificada la demanda (hecho
que ocurrió en septiembre de 2017), el Dr. López Ugolini, abogado del Sr.
Stad en el juicio de desalojo, se comunicó con el administrador para
comunicarle este hecho. El mismo López Ugolini así lo corroboró en sede
penal (ver fs. 426 de la causa penal). Esto está, además, confirmado por la
prueba informativa dirigida al Consorcio de Propietarios.
No obstante lo señalado, considero que la atestación en este
sentido en la escritura del 15/6/2015, punto IV, donde se lee que comunicó
“...al Consorcio de Propietarios en la persona de su Administrador de la
presente transferencia.”, sin perjuicio de que no medio redargución de
falsedad, carece de entidad para comprometer la responsabilidad notarial,
puesto que no se indica cuál es la norma que resultaría infligida, suficiente
a su vez para sustentar la connivencia de la escribana con las partes de la
simulación.
Difiero con la interpretación que hace la actora en su réplica,
cuando asevera que la escribana Hermansson mintió en la escritura cuando
dio fe de que se transmitía la posesión del inmueble. Precisamente el
argumento de la demandante que redondea su postura, cuando menciona no
describió ningún acto material de traspaso, es lo que descalifica el ataque.
Porque no debe soslayarse que fue la misma escribana la que certificó las
firmas del aludido contrato de locación del inmueble supuestamente
vendido, el mismo día que otorgó la escritura. De manera que ningún
reproche cabría formularle si interpretó que en el acto medió una suerte de
constituto posesorio o traditio brevi manu, en virtud de lo cual la familia
Arrigutti, quien figura como locatario o su madre, pasaría a representar la
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ps.119/20, en línea con la Conclusión N| 13 de las Primeras Jornadas
Sanjuaninas de Derecho Civil).
Como puede verse, más allá de la vieja discusión que se abate
sobre el tema, lo cierto es que, en el caso, la eventual omisión del estudio
de título que la escribana afirma haber encargado y realizado, carece de
relación de causalidad con la nulidad por simulación que propicio, puesto
que se trata de vicios que escapan a un examen de antecedentes como el
indicado. Lo cual impide conectar la responsabilidad por esa alegada
ausencia.
En razón de lo señalado, más allá de las dudas que el
comportamiento profesional despierta, como lo explico más en detalle
infra, al tratar las costas, considero que en el caso no se ha probado con
suficiencia una conducta dolosa o culposa de la escribana que justifique
tenerla como responsable.
Comparto en conclusión en buena medida, lo que la
profesional alega en su presentación ante esta Alzada a modo de corolario
sobre esta temática, en orden a que los elementos que arroja la causa
carecen de entidad para acusarla de obrar de mala fe y poner así en jaque
su ética profesional.
En cuanto a las costas, es sabido que el ordenamiento procesal
vigente adhiere a un principio generalmente aceptado en la legislación
nacional y extranjera y cuyo fundamento reside básicamente en el hecho
objetivo de la derrota, con prescindencia de la buena o mala fe con que la
parte vencida pueda haber actuado durante la tramitación del juicio, como
base de la imposición de la condena en costas, puesto que quien promueve
una demanda los hace por su cuenta y riesgo (Fassi-Yañez: “Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, Comentado , Anotado y
Concordado”, t. 1, p. 411 y art. 68 del Código Procesal).
El proceso constituye un instrumento que no se maneja sin
lesionar el interés ajeno y cuyo peso se debe soportar si se lo ha provocado
sin razón suficiente para triunfar en la pretensión sostenida. Mas tal regla
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notaria, con costas de ambas instancias por su intervención en el orden
causado.
VI. Nulidades. Alcance.
Las nulidades que propicio de los actos simulados volcados en
ambas escrituras públicas, en el segundo caso por vía de la confirmación de
lo decidido en la anterior instancia, a tenor de la normativa que regula los
efectos de una pretensión de esa naturaleza (arts. 1050 y 1051, primera
parte, del Código Civil), determina que el estado de dominio del inmueble
de autos deba retrotraerse al momento anterior a la primer escritura número
dos mil novecientos setenta y cinco, celebrada el 15 de noviembre de 2001,
ante el escribano Francisco J. Puiggari, esto es, de acuerdo a lo consignado
en dicho acto y al certificado de dominio acompañado a la demanda,
cuando el bien se encontraba en cabeza del padre de los protagonistas de
este pleito, Enrique Facundo Arrigutti, que lo había adquirido por compra a
la sociedad "Inmobiliaria Tres de Febrero Sociedad Anónima", estando
casado en primeras nupcias con Aída Teresa Faragasso, según resulta de la
Escritura número 213, otorgada el 21 de Junio de 1979, ante la Escribana
de esta ciudad, María T. Acquarone, al Folio 681, del Registro Notarial 475
a su cargo, inscripta en el Registro de la Propiedad Inmueble, el 1 de
Agosto de 1979, en las Matrículas F.R. 17- 1462/93, Complementaria XIX
y F.R. 17-4462/32, Presentación 114.401. Y de conformidad con los demás
antecedentes reunidos a nivel registral
VII. Propuesta.
Por todo lo expuesto, fundamentos legales, doctrinarios y
jurisprudenciales invocados, si mi criterio fuera compartido,
correspondería: 1) Revocar la sentencia apelada y tratar como cuestión
previa las excepciones de prescripción impetradas por los demandados
Enrique Alejandro Stad y Claudia Marina Hermansson, las que se
rechazan, con costas en el orden causado, de acuerdo con lo establecido en
el punto II. 2) Hacer lugar a los agravios de la actora, modificar el
pronunciamiento recurrido, y admitir la pretensión de nulidad de la
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impone a la escribana las costas del juicio, y disponer el rechazo de la
demanda impetrada contra la notaria, con costas de ambas instancias por su
intervención en el orden causado, conforme el Considerando IV.
La Dra. Guisado dijo: que me adhiero en lo sustancial al
voto que antecede. Con lo que terminó el acto.
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Se adelanta que los agravios de los profesionales serán
admitidos. En efecto, en el caso de autos se ha presentado un peritaje cuya
validez ya ha quedado decidida y en la cual se ha determinado el valor real
del inmueble. Ello lleva a poner en marcha el juego armónico de los arts.
23 inc. a y 46 de la ley 27.423 que determinan que en casos como el
presente, en donde el inmueble ha sido tasado, debe admitirse el trámite de
excepción indicado en art. 23 y prescindirse de la valuación fiscal como
base regulatoria.
En razón de ello, se admite el agravio de los abogados, por lo
que en la instancia de grado deberán efectuarse las regulaciones de
honorarios con el valor indicado por el perito tasador Santiago Martín de
Barros como base regulatoria.
La vocalía número 27 no interviene por encontrarse vacante.
Regístrese, notifíquese y devuélvase.
Se hace constar que la publicación de la presente sentencia se
encuentra sometida a lo dispuesto por el artículo 164, 2° párrafo del
Código Procesal y artículo 64 del Reglamento para la Justicia Nacional, sin
perjuicio de lo cual será remitida al Centro de Información Judicial a los
fines previstos por las acordadas 15/13 y 24/13 de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación.
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