Hebreos 12.25-29
Hebreos 12.25-29
Hebreos 12.25-29
COMENTARIO
DESARROLLO:
1. ORAR
2. MEDITAR
a. ¿Tengo algún pecado que deba confesar? ¿Necesito restituir algo?
b. ¿Puedo apropiarme de alguna promesa? ¿Es una promesa
universal? ¿Tengo que reunir ciertas condiciones?
c. ¿Debo cambiar de actitud en algo? ¿Tengo disposición a trabajar o
tengo una actitud negativa y debo empezar a construir una positiva?
d. ¿Hay aquí algún mandamiento que debo obedecer? ¿Estoy
dispuesto a obedecer sin importar cómo me sienta?
1. Heb 12:25 (25-26) Tengan cuidado cuando Dios les llame la
atención. No lo rechacen, porque los israelitas que en el pasado lo
rechazaron, no escaparon del castigo. En aquella ocasión, cuando
Dios les habló, su voz hizo temblar la tierra. Y si nosotros
rechazamos a Dios, que nos llama la atención desde el cielo,
tampoco escaparemos del castigo. Porque ahora él dice: «Otra vez
haré temblar, no sólo la tierra, sino también el cielo.
e. ¿Hay alguna petición que debo elevar? ¿Hay algo que necesito
insistir en oración?
1. Padre en el nombre del Señor Jesús te ruego que me
ayudes a obedecerte como tú quieres que lo haga. Que mi
casa y mi vida junto con las vidas y casa de mis hermanos te
sigamos y sirvamos como tu quieres que lo hagamos
f. ¿Hay algún error que tenga que evitar? ¿Hay algún problema del
que deba estar alerta o del que deba cuidarme?
g. ¿Hay alguna verdad que deba creer? ¿Qué es lo nuevo que puedo
aprender de Dios el Padre, de Jesucristo, del Espíritu Santo o de otra
enseñanza bíblica?
1. Heb 12:29 Porque nuestro Dios es como un fuego destructor
Hay que tomarlo muy en serio
h. ¿Hay algún motivo para alabar a Dios? ¿Hay aquí algo que deba
agradecer?
1. Gracias Padre Celestial en el nombre del Señor Jesús por
permitirme conocerte como ese Dios misericordioso que
salva. Oro porque los habitantes de esta tierra que no te han
conocido lo hagan también de esa manera. Que no les
toque conocerte como ese fuego consumidor
3. MEMORIZAR:
1 Juan 4.13TLA Sabemos que estamos ÍNTIMAMENTE UNIDOS A DIOS porque
él nos ha dado su ESPÍRITU
4. APLICAR: Debo escuchar y obedecer los mandatos y estatutos de Dios como ËL
quiere que los siga
COMENTARIO
Hebreos 12:25-29
LA OBLIGACIÓN SUPREMA
Heb 12:25-29
Aquí el autor empieza con un contraste que es también una advertencia. Moisés trajo a la
Tierra los oráculos de Dios. La palabra que usa (jrêmatizein) implica que Moisés fue sólo el
que transmitió aquellos oráculos, el instrumento que Dios usó para hablar; pero, a pesar de
todo, el que quebrantaba aquellos mandamientos no escapaba al castigo. Por otra parte, está
Jesús. La palabra que se usa en relación con Él (lalein) implica una comunicación directa
de Dios. Jesús no era simplemente un transmisor de la voz de Dios, sino la misma voz de
Dios. Siendo así, ¡con cuánta más razón recibirá castigo el que se niega a obedecerle! Si
una persona merecía la condenación por no prestar atención al mensaje incompleto de la
Ley, ¡cuánto más la merecerá el que no presta atención al perfecto mensaje del Evangelio!
Como el Evangelio es la plena revelación de Dios, el que lo oye tiene una doble y seria
responsabilidad; y su condenación será tanto mayor si lo rechaza.
Hebreos sigue desarrollando otro pensamiento. Cuando se promulgó la Ley, la Tierra fue
conmovida. «Todo el Monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en
fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran
manera» (Éxo 19:18). «¡Tiembla, Tierra, en la presencia del Señor!» (Sal 114:7). «La
Tierra tembló, y los cielos derramaron lluvia ante la presencia del Señor» (Sal 68:8). «La
voz de tu trueno estaba en el torbellino; tus relámpagos iluminaron el mundo; se estremeció
y tembló la Tierra» (Sal 77:18).
El autor de Hebreos encuentra otra referencia a un temblor de tierra en Hag 2:6. Allí, la
traducción griega del Antiguo Testamento dice: «Una vez más, dentro de algún tiempo —el
texto hebreo dice “muy pronto”—, sacudiré los cielos y la Tierra y el mar y la tierra seca».
El autor de Hebreos lo toma como un anuncio del día en que esta Tierra pasará y empezará
la nueva era. Ese día se destruirá todo lo mutable; lo único que quedará serán las cosas
inmutables, entre las que ocupa el primer lugar nuestra relación con Dios.
Todas las cosas pueden ser destruidas; el mundo, tal como lo conocemos, puede ser
desarraigado; la vida, como la experimentamos, puede llegar a su fin; pero una cosa
permanecerá eternamente: la relación que el cristiano tiene con Dios.