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Debate

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INTRODUCCIÓN

En nuestro país, la discusión política y jurídica es elevada, sobre todo gracias a la alta
inestabilidad que existe, y al anhelo de “cambio” que tienen todas las personas que
habitan las distintas regiones del Ecuador.

En Ecuador varios años predominó el concepto de Estado de Derecho, partiendo de la


idea de que es necesario que la actividad del Estado se encuentre limitada al imperio de
la ley, con la suprema finalidad de procurar que no se llegue a menoscabar los derechos
de las personas, y también para brindar seguridad jurídica a todas las relaciones
jurídicas que se desarrollan en el país, y que requieren de cierta seguridad.

El artículo 1 de la Constitución de la República del Ecuador refiere la forma del Estado


y, entre las diversas caracterizaciones del mismo, destaca la de ser un Estado
Constitucional de Derechos y Justicia. Dicha particularidad es novedosa en nuestra
historia constitucional y, en general, en el constitucionalismo. Las constituciones
ecuatorianas del siglo XX, caracterizaron al Estado de varias formas, pero ninguna lo
hizo como “Estado de Derechos”.

La participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas es crucial


para las democracias contemporáneas, y en particular para la democracia ecuatoriana.
Desde el siglo pasado, este tema ha tenido una gran influencia en la historia del país. En
un principio, su relevancia se manifestó a través de las luchas de movimientos sociales y
políticos, y, posteriormente, se vio plasmada en diversas constituciones.

La democracia ya no puede limitarse a la simple elección de representantes que ejercen


el poder en nombre de los ciudadanos, sino que debe ser vista como un proceso
continuo de participación ciudadana en la toma de decisiones y en la formulación de
políticas públicas.
Por lo tanto, el nuevo enfoque participativo o integral implica que los ciudadanos tienen
un papel más diligente en la democracia, y que, además, deben ser considerados como
actores centrales en la toma de decisiones políticas (Aldana Zavala e Isea Argüelles,
2018).
En este contexto, la consulta popular es un mecanismo que se utiliza en muchos
países (Roiz Elizondo y Villegas Alarcón, 2020), incluyendo Ecuador, para que los
poderes constituidos y la ciudadanía en general, puedan someter a votación un asunto
específico y vinculante para la colectividad, ya sea a nivel local, regional o nacional. De
esta manera, se busca obtener una decisión definitiva y democrática sobre un tema en
particular, que puede afectar a la sociedad en su conjunto.

DESARROLLO
EL ESTADO CONSTITUCIONAL DE DERECHOS

“El Estado aparece como la organización política suprema de una comunidad o de una
colectividad, mediante un orden de normatividad impositiva o coercitiva, que tiene un
ámbito o campo espacial de validez (territorio) con dimensiones de autonomía o
autarquía, la cual algunos suelen llamar soberanía, nota que hoy en día está en crisis,
entre otras razones, porque cada vez se abre más ancho camino la idea de que los
Estados deben estar subordinados a la organización de la comunidad internacional”.
En un Estado de derecho existe una rendición de cuentas clara, tanto para gobernantes
como para gobernados, transparencia y seguridad jurídica, que implica que las normas
se aplicarán a todos por igual y que la resolución de los conflictos se hará de forma
ética, imparcial, rápida y siguiendo el debido proceso, garantizando siempre el respeto a
los derechos fundamentales.
Un Estado de derecho es aquel en el cual toda la ciudadanía sin excepción, los
funcionarios y las instituciones públicas, las empresas privadas y el mismo Estado están
sujetos a las mismas leyes, las que han sido aprobadas siguiendo los procedimientos
legales determinados en la Constitución y en la ley a fin de que gocen de legitimidad.

De acuerdo al Barómetro de las Américas, a la pregunta de si la ciudadanía ecuatoriana


cree que sus derechos básicos están protegidos, a 2021 apenas un 46% afirma que es así.
Es decir, más de la mitad de los ecuatorianos no piensa que el Estado esté
protegiéndolos. Mientras, a 2019, el apoyo a la idea de que los tribunales de justicia de
Ecuador garantizan un juicio justo apenas llega a los 43.8 grados de 100 posibles. La
confianza en la justicia es débil.

A esto hay que agregarle que el 64% de los ecuatorianos piensa que más de la mitad o
todos los políticos son corruptos, lo que se correlaciona positivamente con el índice de
corrupción del Varieties of Democracy, el proyecto de medición de democracia más
completo con el que se puede contar en la actualidad, que también ubica a Ecuador
como un país sumamente corrupto.

La corrupción debilita al Estado de derecho porque la ciudadanía deja de confiar en las


instituciones que son llamadas a protegerla y piensa que para conseguir los servicios
que requiere, a veces se hace necesario pagar una coima. Así, a 2019, el 25% de los
ecuatorianos entrevistados por el Barómetro de las Américas cree que hay ocasiones en
que se justifica pagar un soborno.

En cuanto a la seguridad de los ciudadanos, que es una de las garantías fundamentales


que debe proporcionar cualquier Estado de derecho, a 2021, 1 de cada 4 ecuatorianos
reporta haber sido víctima de algún acto de delincuencia durante el último año, mientras
que el 53% manifiesta sentirse algo o muy inseguro en el barrio en el que vive.

Así, cuando el Estado es incapaz de brindar servicios como la obtención rápida y


efectiva de documentos personales; cuando no puede poner a su disposición medicinas,
que en muchos casos significan la diferencia entre la vida y la muerte; cuando es
incapaz de darles seguridad y una justicia equitativa, eficiente y sin privilegios; cuando
no aprueba leyes y políticas públicas en beneficio de la ciudadanía, lo que causa es la
pérdida de la confianza en ese Estado y sus instituciones, y por ende en la democracia.

De esta forma se hace imperativo que el gobierno, no solo el Ejecutivo, sino también las
otras funciones y sus representantes, se avoquen a fortalecer el Estado de derecho y
aborden esta problemática con todos los recursos de los que dispongan, porque lo que se
está creando es una sociedad inconforme, desintegrada, en la que desconfiamos de todo
y de todos, lo que abona a la violencia y a la corrupción, y finalmente, a un grado de
insatisfacción con la democracia que pone en entredicho su misma supervivencia.

La fórmula del Estado Constitucional de Derechos, como se infiere de su propia


denominación, constituye una variante de la noción tradicional del Estado
Constitucional. Por tanto, contiene la idea central de la supremacía constitucional. Esta
fórmula tiene varias implicaciones, las dos más relevantes: la protección, promoción y
difusión de los derechos como finalidad principal del Estado; y, el pluralismo jurídico
que involucra también una redefinición de las fuentes del Derecho.

Sobre la primera, contiene disposiciones que denotan con absoluta claridad la


importancia para el Estado que tienen los derechos y como estos condicionan toda su
actividad. Por ejemplo, en la Constitución de la República del Ecuador, se garantiza
que:
“Art. 3.- Son deberes primordiales del Estado: 1. Garantizar sin discriminación
alguna el efectivo goce de los derechos establecidos en la Constitución y en los
instrumentos internacionales, en particular la educación, la salud, la alimentación,
la seguridad social y el agua para sus habitantes [...]”

“Art. 11.- El ejercicio de los derechos se regirá por los siguientes principios: [...] 9.
El más alto deber del Estado consiste en respetar y hacer respetar los derechos
garantizados en la Constitución.”

En primer lugar, las garantías normativas llevan al ordenamiento jurídico a proteger


los derechos.22 Esto se advierte con suma claridad en el mandato contenido en el
artículo 84 de la Constitución:

“Art. 84.- La Asamblea Nacional y todo órgano con potestad normativa tendrá
la obligación de adecuar, formal y materialmente, las leyes y demás normas
jurídicas a los derechos previstos en la Constitución y los tratados
internacionales, y los que sean necesarios para garantizar la dignidad del ser
humano o de las comunidades, pueblos y nacionalidades.”

Entre otras normas que contienen mandatos en favor de la vigencia de los derechos
resaltamos las siguientes:

- El Art. 11 num. 5 y el Art. 427 de la Constitución que recogen el principio


pro homine.

El Art. 11 num. 3 y el Art. 426 de la Constitución que contienen la prohibición de


alegar falta de ley para violentar o desconocer un derecho, desechar una acción por
esos hechos, o negar el reconocimiento de tales derechos. Así como se refiere a la
aplicación directa e inmediata de los derechos.

- El Art. 11 num. 9 de la Constitución que consagra la responsabilidad del


Estado, sus funcionarios y delegatarios por los perjuicios que ocasionen como
consecuencia de la prestación deficiente de servicios públicos o actos de sus
empleados en el desempeño de sus cargos; o por casos de error judicial.
- El Art. 233 de la Constitución que consagra la responsabilidad personal de los
servidores públicos.

- El Art. 173 de la Constitución que estatuye la posibilidad de impugnar los


actos administrativos de todas las funciones y administraciones del Estado ante la
Función Judicial.

Así también, el sistema reconoce la posibilidad de adoptar medidas cautelares


constitucionales conjunta o independientemente de las acciones
constitucionales de protección de derechos. En alusión a lo mencionado se puede
indicar que, en general, todas las instituciones y personas están llamadas a la
protección de los derechos, según lo prescrito en los siguientes mandatos
constitucionales:

- El Art. 147 num. 1 de la Constitución manda al Presidente de la República a


cumplir y a hacer cumplir la Constitución, leyes, tratados, y en general las normas
jurídicas.

- Las Fuerzas Armadas y La Policía Nacional, conforme al Art. 158 de la


Constitución, son instituciones de protección de los derechos, libertades y garantías
de los ciudadanos.

- La Defensoría Pública, de acuerdo al Art. 191 de la Constitución, garantiza


el acceso a la justicia de personas de bajos recursos económicos.

- La Defensoría del Pueblo, según el Art. 215 de la Constitución, protege y


tutela los derechos de los habitantes del Ecuador y de los ecuatorianos que están
fuera del país.

El Estado de Derecho se caracteriza, a diferencia de la dictadura, por el reconocimiento


de derechos de los gobernados anteriores al Estado; por el establecimiento de garantías
de que los gobernados pueden hacer uso para defender esos derechos cuando fueren
conculcados; por la existencia de órganos investidos de facultades que no pueden
ejercerlas sino dentro de los límites y de acuerdo con los procedimientos prescritos en el
derecho. Los autores suelen denominar al Estado de Derecho con el nombre de
“gobierno de las leyes”

ECUADOR OCUPA EL PUESTO 96 DE 142 EN EL ÍNDICE GLOBAL DE


ESTADO DE DERECHO

Desde 2016, el Estado de Derecho ha caído en 78% de los países evaluados. El factor
del Índice Global de Estado de Derecho que más disminuyó entre 2016 y 2023 es el de
Derechos Fundamentales, en el 77% de los países, pero no en Ecuador.

En los últimos siete años, la puntuación del factor de Límites al Poder Gubernamental
ha descendido en 74% de los países, pero no en ecuador. En todo el mundo, las
legislaturas, los poderes judiciales y la sociedad civil, (incluidos los medios de
comunicación), han perdido terreno en el control del poder ejecutivo, de acuerdo con la
edición 2023 del Índice. Estas y otras tendencias autoritarias continuaron en 2023, pero
se están ralentizando: en 2022 y 2023 hubo menos países que retrocedieron que en años
anteriores.

Los Límites al Poder Gubernamental disminuyeron en el 56% de los países, en


comparación al 58% en 2022 y el 70% en 2021. Asimismo, una mayoría más pequeña
de países experimentó descensos generales del Estado de Derecho este año (59%) a
diferencia con los dos últimos (61% y 74%). Una mayoría más pequeña de países (56%)
también experimentó un descenso en Derechos Fundamentales de nuevo, en
comparación con 2022 (66%).

Por otra parte, los descensos en el funcionamiento de los sistemas judiciales se están
ampliando. Dos tercios de los países (66%) han visto descender su puntuación en el
Índice en el factor de Justicia Civil este año, frente al 61% de los países el año pasado,
incluyendo a Ecuador. Los mayores retrocesos son: la administración de justicia y el
debilitamiento de la aplicación de la ley. Mientras tanto, las puntuaciones del factor de
Justicia Penal también cayeron en un número ligeramente superior de países este año
(56%) que el año pasado (55%)

A nivel regional, Ecuador ocupa el puesto 23 de 32 países de América Latina y el


Caribe. El país con mejor puntuación de la región es Uruguay (puesto 25 de 142 a nivel
mundial), seguido de Costa Rica y Chile. Los tres países con las puntuaciones más bajas
de la región son Nicaragua, Haití y Venezuela (142º a nivel mundial). En el último año,
18 de los 32 países descendieron en América Latina y el Caribe. De esos 18 países, 16
también habían descendido el año anterior. Entre los países con ingreso medio-alto,
República Dominicana ocupa el puesto 32 de 41.

10 casos donde se violen los derechos humanos en Ecuador


El desalojo forzoso de personas de sus hogares (derecho a una vivienda adecuada);

La contaminación del agua, por ejemplo, con desechos de instalaciones de propiedad del
Estado (derecho a la salud);

El hecho de que no se garantice un salario mínimo suficiente para llevar una vida digna
(derecho al trabajo);

El hecho de no evitar el hambre en todas las zonas y comunidades del país (derecho a la
protección contra el hambre);

La denegación de acceso a la información o los servicios relacionados con la salud


sexual y reproductiva (derecho a la salud);

La segregación sistemática de los niños con discapacidad de las escuelas generales


(derecho a la educación);
El hecho de no impedir que los empleadores lleven a cabo discriminaciones en la
contratación (por razones de sexo, discapacidad, raza, opinión política, origen social,
situación en cuanto al VIH, etc.) (derecho al trabajo);

El hecho de no prohibir que las entidades públicas o privadas destruyan o contaminen


los alimentos y sus fuentes, así como los suelos arables y los recursos hídricos (derecho
a la alimentación);

El hecho de no establecer una limitación razonable de las horas de trabajo en los


sectores público y privado (derecho al trabajo);

La prohibición de utilizar los idiomas minoritarios o indígenas (derecho a participar en


la vida cultural);

La denegación de la asistencia social a personas a causa de su condición (por ejemplo,


las personas sin un domicilio fijo o las que solicitan asilo) (derecho a la seguridad
social);

El hecho de no garantizar una licencia de maternidad a las mujeres trabajadoras


(protección de la familia y asistencia a ésta);

La desconexión arbitraria e ilegal de la red de abastecimiento de agua para uso personal


y doméstico

DESARROLLO
1. Participación ciudadana:
La participación ciudadana es un proceso gradual que incluye al ciudadano en forma
individual o colectiva en la toma de decisiones, la fiscalización, control y ejecución de
las acciones de los asuntos públicos y privados que lo afectan (Wolf, 2018; Greciet
García, 2019; Fernández Silva, 2022), lo que le permite su pleno desarrollo como ser
humano dentro de una comunidad. Se refiere concretamente a la relación entre el Estado
y los ciudadanos, permitiendo a estos últimos ejercer el poder político mediante la
participación activa en asuntos públicos. La participación ciudadana puede tomar
diversas formas, tales como la pasiva (solo recibir información), consultiva, deliberativa
o decisoria, y es posible combinar varias de estas modalidades (Viola, 2006).
El desempeño de los derechos relacionados con la participación ciudadana, como el
derecho a la información, la consulta, la deliberación y la toma de decisiones, depende
en gran medida del reconocimiento que el Estado les brinde mediante su
institucionalización (Navarro Gómez, 2021).
Esto significa que la existencia de leyes, políticas públicas, mecanismos y espacios
formales para la participación ciudadana, son fundamentales para garantizar que los
ciudadanos puedan ejercer efectivamente sus derechos y tener una voz activa en la toma
de decisiones. La institucionalización de la participación ciudadana permite que los
ciudadanos tengan canales claros y accesibles para participar en los asuntos públicos,
también facilita la transparencia y la rendición de cuentas por parte de los funcionarios y
autoridades encargados de tomar decisiones en nombre del Estado (Correal Torres y
Bello Gallardo, 2020). Por lo tanto, el reconocimiento y la institucionalización de la
participación ciudadana son clave para la promoción y protección de los derechos
democráticos y el fortalecimiento de la gobernanza democrática (Navarro Gómez y
Alba Hidalgo, 2018).
La ausencia de un reconocimiento legal adecuado de la participación ciudadana tiene
diversas consecuencias negativas para la gobernanza democrática. En primer lugar,
restringe los derechos democráticos al dificultar el acceso de los ciudadanos a canales
legales para involucrarse en asuntos públicos, limitando su capacidad de expresión y
toma de decisiones. Además, esta falta de institucionalización conlleva opacidad en los
procesos de decisión, lo que a su vez limita la transparencia y puede dar lugar a
prácticas discrecionales. La rendición de cuentas de los funcionarios también se ve
afectada, ya que la ausencia de canales formales para la expresión ciudadana permite la
evasión de responsabilidad. Además, se perpetúa la desigualdad y exclusión al no
incluir a grupos vulnerables y minorías en estos procesos. En última instancia, esto
debilita la gobernanza democrática al minar la confianza en las instituciones y privar a
las políticas públicas de una variedad de perspectivas necesarias para su calidad y
efectividad.

2. La emergencia de la democracia participativa ante la crisis de la democracia


representativa
Hoy en día, no es factible abordar la participación ciudadana desde el enfoque estricto
de la democracia directa, ni desde los parámetros de la democracia
representativa (Navarro Gómez, 2021). La aplicación de la regla del mandato no
imperativo, en lugar de promover un equilibrio en el ejercicio del poder, en beneficio
del interés común, puede permitir que los representantes actúen en contra de las
preferencias de sus electores. Esto puede provocar una ruptura o disolución del vínculo
entre representante y representado una vez concluido el proceso electoral, y convertir al
representante en un señor en lugar de un servidor.
La prohibición de que los representantes electos reciban órdenes imperativas impide que
puedan ser responsabilizados o destituidos. El pensamiento socialista, a pesar de criticar
esta limitación, sugiere dos cambios basados en el modelo de democracia directa: el
primer cambio es la obligación de que los representantes rindan cuentas; y el segundo,
es la opción de revocar el mandato de los representantes.
El planteamiento presentado reconoce las razones que justifican la existencia de la
representación política, pero cuestiona la idea de que los ciudadanos realmente
participan en la toma de decisiones a través de sus representantes. Sin embargo, los
mecanismos de rendición de cuentas y revocación de mandatos pueden actuar como
contrapesos para fomentar un diálogo entre los representantes y los ciudadanos,
permitiendo la exigencia de ajustes y correcciones en caso de desviaciones por parte de
los primeros (Güemes, 2021). En caso de que no se atiendan los reclamos populares, se
podría proceder a la democión del representante.
De acuerdo a los argumentos planteados anteriormente, si los representantes pueden
liberarse de un mandato que solamente se mantiene en términos morales, nada les
impide sobrepasar los límites del poder otorgado a la institución estatal donde
desempeñan sus funciones.
La democracia representativa es en esencia liberal, mediante la cual los representantes
elegidos por el electorado están autorizados por estos a transformar su voluntad en
determinados actos de gobierno (Sierra Rodríguez, 2022). El ideal de este tipo de
democracia versa sobre un ejercicio ejecutivo de los representantes, limitado a ejercer la
voluntad de los electores, sin embargo, en muchos países sucede todo lo contrario, el
representante justifica su actuar en su propia voluntad y se aleja de las acciones que
fundamentan su elección (Marina Requera y Rodrigo Victoriano, 2017). A pesar de ello,
la democracia representativa se establece en ocasiones como un correctivo de la directa,
desconfiando de la absolutización del poder político, incluido el popular (Marina
Requera y Rodrigo Victoriano, 2017).
La cuestión de la participación política es crucial para evaluar la legitimidad del sistema
representativo. Aunque el pueblo es el titular original de la soberanía, su ejercicio puede
ser directo o indirecto. Sin embargo, en el modelo de representación, la participación
ciudadana es limitada, y muchas veces se reduce a una mera ficción, lo que se refleja en
bajos niveles de participación en las elecciones, y en la falta de uso de mecanismos
como el referendo o la iniciativa popular en todas las áreas de la administración
pública (Gadea Montesinos, 2007). Todo lo cual conduce al planteamiento de que la
representación es una institución simbólica, cuyo modelo está en crisis.
Además, en la democracia representativa se observa una tendencia hacia la formación
de pequeñas oligarquías en los comités de los partidos, lo cual solo puede ser
contrarrestado mediante el desarrollo de otras pequeñas oligarquías que compitan entre
sí (Echeverría, 2016). Sin embargo, este planteamiento tiene un presupuesto frágil, ya
que puede desvanecerse si las élites políticas se turnan en el poder, desligadas del
pueblo, y gobiernan en beneficio exclusivo de las élites económicas, lo que supondría
una forma de tiranía de las élites contraria a la soberanía popular (Pindado Sánchez,
2023).
La crítica hacia la democracia representativa ha llevado al surgimiento de nuevas
propuestas que buscan fortalecer la participación ciudadana en el gobierno, la
legislación y la toma de decisiones (Lizcano Fernández, 2012). Una de estas propuestas,
denominada democracia participativa, busca que los ciudadanos participen de manera
activa y personal en los asuntos públicos mediante la creación de asambleas de
ciudadanos y formas de autogobierno que combinen aspectos positivos de la
representación política con mecanismos de participación directa (Ramírez Nardiz,
2016).
La democracia participativa busca combinar los modelos de democracia representativa y
directa para permitir una mayor participación ciudadana en la actividad gubernamental,
legislativa y de control público (Sierra Rodríguez, 2022). Esto implica una participación
más allá del voto electoral y la rendición de cuentas obligatoria de los cargos de
elección popular, así como la posibilidad de revocar mandatos en cualquier
momento (Aguirre Sala, 2023). Este enfoque puede ser más fácilmente aplicado a nivel
local, donde hay más oportunidades para el uso de mecanismos de democracia directa.
La variedad de materias que pueden ser objeto de consulta popular se amplía, abarcando
no sólo temas políticos, sino también cuestiones de proyección económica y ambiental
estratégicas (Morán Torres, 2020; Pérez Cubero, 2019). La iniciativa popular se
consolida, lo que permite que se promuevan proyectos normativos y cambios
constitucionales por parte de la ciudadanía (Leyva Muñoz, 2021). Asimismo, se ha
disminuido el énfasis en el principio de mayoría y se conceden curules fijos a minorías
nacionales, como los pueblos originarios.
La idea de combinar modelos democráticos en la democracia participativa se
fundamenta en la necesidad de superar las limitaciones y debilidades que presentan
tanto la democracia representativa como la democracia directa (Prud´homme, 2016). La
democracia participativa, al integrar ambas formas, permite atenuar estas falencias y
sortear las imposibilidades prácticas de la democracia directa a gran escala.
Al incluir mecanismos de participación directa en la gestión de los intereses y el
autogobierno de las comunidades, se facilita la toma de decisiones más cercana a la
ciudadanía. Además, estos mecanismos también son útiles a nivel macrosocial,
permitiendo tratar asuntos de especial interés para las naciones, las regiones y las
localidades, mediante la consulta popular (Yépez Idrovo y Guerrero del Pozo, 2021).
Por otro lado, la representación política sigue siendo importante en la democracia
participativa, pues se convierte en necesaria para llevar los asuntos nacionales en las
instancias de los poderes legislativos nacionales y ejecutivo. En este sentido, la
democracia participativa reconoce el papel de la representación política como tronco al
que se le pueden insertar elementos de democracia directa para lograr una participación
ciudadana más activa en el gobierno y la toma de decisiones públicas.
En resumen, la democracia representativa se considera un medio para ejercer el poder
político, pero su crisis ha aumentado el interés en los mecanismos de participación
ciudadana. Esto ha llevado a una mayor conexión entre las instituciones políticas y los
ciudadanos, con la participación de movimientos sociales colectivos e individuales. En
Ecuador, se ha incluido la democracia participativa, lo que promueve la participación
ciudadana en el poder político.

3. La importancia de la participación ciudadana en el fortalecimiento de la democracia


en Ecuador
La participación ciudadana en Ecuador es el resultado de una construcción histórica que
ha sido protagonizada por la movilización de las personas, pueblos, nacionalidades y
grupos sociales diversos, en busca de mejorar sus condiciones de vida e incidir en la
vida social y política del país (Carrera Calderón, 2015).
La Constitución ecuatoriana de 2008 sustituyó la denominación de los derechos
políticos por el término participación, al hablar de la participación ciudadana. Esta
Constitución incluye varios preceptos que reconocen y garantizan la participación
ciudadana, además de promover la descentralización del gobierno ecuatoriano (Bravo
Mendoza, 2020). En particular, el artículo 26 de la Constitución amplía el alcance de la
participación política de los ciudadanos, no solo en términos de representatividad, sino
también en cuanto a los derechos políticos.
De igual forma, el artículo 61 del máximo texto constitucional en Ecuador también
reconoce la posibilidad de participación ciudadana en asuntos de interés público,
mientras que el artículo 65 garantiza el derecho de representación paritaria de mujeres y
hombres en la nominación o designación de cargos en la función pública, así como en
las instancias de dirección y toma de decisiones, incluso en partidos y movimientos
políticos.
La Constitución ecuatoriana de 2008 no solo reconoce la participación ciudadana como
un derecho en el artículo 95, sino que va más allá al definirla como un concepto amplio
que permite a los ciudadanos, de manera individual o colectiva, involucrarse en la toma
de decisiones, la planificación, fiscalización, gestión de asuntos públicos y control
popular de las instituciones estatales y de la sociedad, así como de sus representantes
(Salgado Pesantes, 2017). Estas acciones se consideran un proceso continuo de
construcción del poder ciudadano. Además, el artículo 96 promueve la soberanía
popular mediante la organización social, lo que facilita la participación ciudadana en la
política pública.
Asimismo, en el artículo 100 se establece la creación de instancias de participación en
todos los niveles de gobierno, conformadas por autoridades electas, representantes del
régimen dependiente y de la sociedad, en el ámbito territorial de cada nivel de gobierno.
En ese mismo orden, el artículo 101 establece la inclusión de la “silla vacía”, que debe
ser ocupada por un representante ciudadano en estas instancias de participación.
Más adelante, en el artículo 103, reconoce la iniciativa popular normativa como un
derecho de participación ciudadana y un instrumento de democracia directa. Este
derecho permite a los ciudadanos proponer la creación, reforma o derogación de
disposiciones jurídicas ante la función legislativa u otro órgano con competencia
normativa.
Por su parte, el artículo 204 reconoce el poder político del pueblo como mandante y
fiscalizador en el ejercicio de su derecho a la participación. Además, se incorporan dos
nuevas funciones a la clásica división de poderes −legislativa, ejecutiva y judicial−, que
son la Función de Transparencia y Control Social; y la Función Electoral. Estas nuevas
funciones están diseñadas para promover y garantizar la transparencia en el ejercicio del
poder, así como la igualdad y la equidad en el proceso electoral.
La Función Electoral, tal como se establece en el artículo 217 de la propia Constitución,
tiene la tarea de garantizar el ejercicio de los derechos políticos a través del sufragio y la
organización política de la ciudadanía. Esta función está compuesta por el Consejo
Nacional y el Tribunal Contencioso Electoral (Ramírez Gallegos y Sebastián
Umpierrez, 2019). Por otra parte, la Función de Transparencia y Control Social,
reconocida en los artículos 204 al 206 de la Constitución, tiene como objetivo promover
el control de las entidades y organismos del sector público para garantizar la protección
de los derechos ciudadanos. En este sentido, se busca promover la transparencia y la
rendición de cuentas en la gestión pública.
Es importante destacar que, una de las funciones principales de estas instituciones que
conforman la Función de Transparencia y Control Social es precisamente la promoción
de la participación ciudadana en la gestión pública. De acuerdo con los artículos 209 y
210 de la Constitución de 2008, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social
tiene la tarea de impulsar la participación ciudadana y promover el control social en la
gestión pública.
La Defensoría del Pueblo, según los artículos 214 al 216, tiene el objetivo de defender
los derechos humanos y promover la participación ciudadana en la toma de decisiones
que afecten a la colectividad. La Contraloría General del Estado, en virtud de los
artículos 211 y 212, tiene el propósito de fiscalizar el uso de los recursos públicos y
promover el control social en la gestión pública; y, finalmente, las Superintendencias,
de acuerdo con el artículo 213, tienen como finalidad principal regular y controlar los
servicios públicos y promover la participación ciudadana en la supervisión de dichos
servicios.
Además, también es importante destacar que el artículo 208 establece los deberes y
atribuciones principales del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Este
órgano tiene como finalidad garantizar la participación ciudadana en la gestión pública,
fomentar la transparencia, y luchar contra la corrupción. Por otro lado, el Consejo
cuenta con la facultad de rendir cuentas periódicamente sobre su gestión y resultados,
además de coordinar con otros órganos del Estado y organizaciones de la sociedad civil
con el fin de lograr una gestión pública más efectiva y transparente.
En consonancia, el artículo 207 establece que este mismo Consejo tiene como objetivo
fomentar el ejercicio de los derechos relacionados con la participación ciudadana y
establecer mecanismos de control social en los asuntos de interés público. Este consejo
se organiza en una estructura desconcentrada y está compuesto por siete consejeras o
consejeros principales y siete suplentes. Su misión es promover la transparencia y la
rendición de cuentas en el uso de los recursos públicos, así como garantizar que los
ciudadanos tengan voz en la toma de decisiones importantes.
De igual forma, la Constitución ecuatoriana también reconoce en el artículo 100 en su
tercer párrafo, varios mecanismos de democracia participativa, entre ellos las audiencias
públicas, las veedurías, los cabildos populares, los consejos consultivos, los
observatorios y las demás instancias que promueva la ciudadana. Estas herramientas
buscan involucrar a la ciudadanía en la toma de decisiones, la fiscalización de las
acciones del Estado, y el control social.
Las veedurías son un mecanismo de participación ciudadana que busca garantizar la
transparencia en la gestión pública y el uso adecuado de los recursos del Estado. Están
conformadas por ciudadanos y ciudadanas que actúan de manera voluntaria, sin recibir
remuneración alguna, y su objetivo es supervisar la gestión de las autoridades y
entidades públicas en un ámbito determinado, emitiendo informes y recomendaciones
que pueden ser utilizados por los órganos de control y fiscalización correspondientes.
Este derecho de los ciudadanos a revocar el mandato de las autoridades públicas es
reconocido en el artículo 105 de la Constitución. Para ello, se requiere presentar la
solicitud de revocación durante el primer año, y antes del último año de mandato,
respaldada por un número no inferior al diez por ciento de personas inscritas en el
registro electoral correspondiente, y, para el caso de la presidenta o presidente de la
República, requerirá de un número no inferior al quince por ciento de inscritos en el
registro electoral. Esta disposición constitucional otorga a los ciudadanos un mecanismo
de control y fiscalización sobre el desempeño de sus representantes, asegurando que
estos cumplan con las expectativas de la ciudadanía.
Para cumplir con estas actividades de una manera eficaz, el estado ecuatoriano
promulgó la Ley Orgánica de Participación Ciudadana (en lo adelante LOPC-2010), en
la que también reconoce como mecanismos de participación ciudadana, las audiencias
locales (artículo 56 al 63), las audiencias públicas (artículo 73 al 75); los cabildos
populares (artículo 76); la silla vacía (artículo 77); las veedurías para el control de la
gestión pública (artículo 78), observatorios (artículo 79) y los consejos consultivos
(artículo 80).
Además, en el artículo 29 de la propia Ley se instituye que el poder ciudadano es el
resultado de la participación individual y colectiva en la toma de decisiones de los
asuntos públicos, incluyendo el control social realizado en todos los niveles de
gobierno, funciones e instituciones del Estado, y de personas naturales o jurídicas del
sector privado que manejan fondos públicos, presten servicios, o desarrollan actividades
de interés público.
En el mismo sentido, el artículo 45 reconoce la participación de la ciudadanía en las
diversas funciones del Estado, incluyendo el Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y
de Transparencia y Control Social. Además, la Ley también reconoce la participación
individual y colectiva de los ciudadanos en todo el país, tanto a nivel nacional como
local, según los artículos 47 al 65. A nivel local, esta participación se lleva a cabo
mediante asambleas, instancias de participación y consejos locales, compuestos por
miembros de la sociedad civil que se desarrollan en diferentes niveles territoriales,
como cantones, provincias, regiones y parroquias.
Según el artículo 84, las veedurías ciudadanas son reconocidas como mecanismos de
control social, y pueden adoptar diferentes formas y modalidades, dependiendo de la
función y nivel de gobierno que se esté controlando. Además, otro mecanismo de
participación ciudadana es el presupuesto participativo, que permite a los ciudadanos
involucrarse en la gestión del presupuesto estatal y aportar transparencia en el uso de los
recursos públicos. De esta manera, los ciudadanos tienen la oportunidad de supervisar y
controlar el desempeño de los funcionarios públicos, así como influir en la toma de
decisiones de políticas públicas.
La LOPC-2010, en los artículos 45 al 55, reconoce varios instrumentos de participación
ciudadana. Estos incluyen los Consejos Nacionales para la Igualdad, el Consejo
Nacional de Planificación, la Asamblea Ciudadana Plurinacional e Intercultural para el
Buen Vivir, los Consejos Ciudadanos Sectoriales, y la Planificación Participativa
Intersectorial. Estos instrumentos permiten la participación activa de los ciudadanos en
la planificación y toma de decisiones a nivel nacional, sectorial e intersectorial, lo que
promueve una mayor transparencia y responsabilidad en la gestión pública.
La Constitución de Ecuador del 2008 no fue la primera en reconocer la participación
ciudadana, pues su predecesora también estableció algunos mecanismos al respecto,
como el referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular. Sin embargo, amplió la
democracia representativa al agregar otros mecanismos, como la democracia directa y la
comunitaria. Según el texto constitucional, la participación ciudadana es un derecho
instituido en el ordenamiento jurídico de Ecuador, y se refiere al conjunto de acciones
llevadas a cabo por los ciudadanos, ya sea de manera individual o colectiva, para influir
en la planificación, ejecución y evaluación de planes, programas y proyectos, así como
para ejercer control social sobre la política pública, fortaleciendo así el poder ciudadano.
Empero, a pesar de que la Constitución ecuatoriana proclama los conceptos de
democracia directa y participativa, así como de representatividad, se pueden encontrar
algunas contradicciones en la estructura del poder político al analizarla. En concreto, el
artículo 207 establece que los miembros del Consejo de Participación Ciudadana y
Control Social deben ser designados en lugar de ser elegidos. Esta designación puede
generar algunos inconvenientes, ya que podría fomentar un poder corporativista basado
en la voluntad de dirigentes designados, en lugar de la determinación directa de los
ciudadanos, lo que puede socavar el principio de democracia participativa que se
promueve en otros aspectos de la Constitución.
Es importante destacar que, según el artículo 209 de la Constitución, la elección de los
cargos de los miembros del Consejo de Participación Ciudadana se realiza a través de
Comisiones Ciudadanas de Selección integradas por un delegado por cada función del
Estado y representantes de organizaciones sociales y la ciudadanía. Sin embargo,
algunos críticos argumentan que este proceso de designación puede afianzar la
tendencia corporativista y alejar los preceptos necesarios para alcanzar una participación
ciudadana real y efectiva. Es decir, algunos consideran que la participación ciudadana
no se está llevando a cabo de manera plena en el Ecuador.
La Sentencia No. 002-19-IC/19 de la Corte Constitucional de Ecuador aborda los
cambios introducidos por el Decreto Ejecutivo No. 229 respecto al referéndum popular
y la modificación del artículo 209 de la Constitución para reestructurar el Consejo de
Participación Ciudadana y Control Social. El objetivo de la modificación sería la
creación de un Consejo de transición con competencias ordinarias y extraordinarias,
relevando a los miembros actuales. La sentencia analiza los argumentos de las partes y
establece que la consulta popular es un mecanismo legítimo de participación ciudadana,
pero señala que la reestructuración del Consejo debe respetar los principios
constitucionales de participación y control social.
La idea de que el Decreto Ejecutivo tenía como objetivo someter a consulta popular la
modificación sobre la forma de designar a los miembros del Consejo de Participación
Ciudadana, se fundamenta en el hecho de que el propio Decreto establece en su artículo
1 que su objetivo es convocar a consulta popular para que la ciudadanía se pronuncie
sobre cuatro preguntas, una de las cuales se refiere a la forma de designación de los
miembros del Consejo.
Además, la Constitución de Ecuador reconoce la consulta popular como un mecanismo
de participación directa que permite a la ciudadanía ejercer su derecho a la democracia
participativa y tomar decisiones sobre cualquier asunto de interés público (Salgado
Pesantes, 2018). De igual manera, establece las limitaciones para el uso de la consulta
popular, reservando su uso exclusivo para asuntos importantes, y prohibiéndolo en
temas tributarios y de organización política-administrativa, a excepción del Presidente.
Por lo tanto, es evidente que el objetivo del Decreto era someter a consulta popular la
forma de designación de los miembros del Consejo, como una medida para promover
una mayor participación ciudadana y democratización en el proceso de designación de
los miembros del Consejo.
En conclusión, la Constitución de Ecuador de 2008 reconoce que la participación
ciudadana es un derecho fundamental y una herramienta crucial para el fortalecimiento
de la democracia. Sin embargo, a pesar de los avances en su regulación, aún existen
desafíos y contradicciones que limitan su efectividad y representatividad, como la
designación en lugar de la elección de los miembros del Consejo de Participación
Ciudadana y Control Social. En este contexto, la consulta popular se presenta como un
mecanismo importante de participación directa que permite a los ciudadanos influir en
la toma de decisiones políticas y fortalecer su papel en la construcción de la democracia.
Por último, es importante reconocer que la participación ciudadana no solo es un
derecho, sino también una responsabilidad de la sociedad civil en la construcción de una
sociedad más justa e inclusiva. En consecuencia, es necesario fomentar y promover la
participación activa de los ciudadanos en los procesos de planificación, ejecución y
evaluación de las políticas públicas. Por ello, el reconocimiento y la promoción de la
participación ciudadana son fundamentales para fortalecer la democracia y garantizar la
representatividad y el poder real de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas.

4. La consulta popular en la Constitucióny su interpretación por la Corte


Constitucional del Ecuador
La consulta popular es un mecanismo propio de la democracia directa (Prud´homme,
2016), que permite a los ciudadanos o a los poderes constituidos acudir a la colectividad
para que esta se pronuncie sobre determinado tema, concreto y claro, cuyo resultado es
vinculante para todos los ciudadanos (Segura Renau, 2020; Bueno Armijo, 2008).
La Constitución ecuatoriana reconoce la importancia de la participación ciudadana y
reconoce la consulta popular como una forma de ejercicio directo de la soberanía por
parte del pueblo. En este contexto, se reconoce en el artículo 104 como una herramienta
disponible para el presidente de la República, los gobiernos autónomos, la ciudadanía y
la Asamblea Nacional.
La iniciativa del presidente implica una ampliación de poderes al eliminar la
terminología vaga de las dos causales existentes, para integrar el motivo de la
convocatoria sobre cualquier asunto que considere apropiado[1], encontrándose limitado
solamente para asuntos que ya tienen un proceso establecido.

La Asamblea Nacional también tiene el derecho de convocar una consulta popular en


cualquier tema, incluyendo la convocatoria de una Asamblea Constituyente, siempre y
cuando tenga una mayoría cualificada de al menos las 2/3 partes de los votos en
cualquier tema, incluida la Asamblea Constituyente, según lo dispuesto en los artículos
22 y 24 de la ley en análisis y el artículo 7 del Reglamento para consultas populares,
iniciativa popular normativa y revocatoria de mandato (en lo adelante Reglamento-
2010).

En otro orden de ideas, la ciudadanía también puede tomar la iniciativa en cualquier


asunto para convocar una consulta popular, excepto en temas relacionados con tributos,
gasto público o la organización político-administrativa del país, según lo establecido en
el artículo 104 de la Constitución de la República de Ecuador de 2008 y el artículo 5 del
Reglamento-2010. Si la consulta tiene un alcance nacional, la petición debe estar
respaldada por al menos el 5% de las personas inscritas en el Registro Electoral. En el
caso de que la consulta sea local, el número de respaldos no puede ser inferior al 10%
de los inscritos.

Resulta de especial novedad que el artículo 5 del Reglamento-2010 reconozca el


derecho de los ciudadanos ecuatorianos que residen en el extranjero a solicitar una
consulta popular sobre temas relacionados con el Estado ecuatoriano, siempre y cuando
cuenten con el respaldo del 5% de los inscritos en el Registro Electoral. Esto significa
que se amplía la posibilidad de participación política de los ecuatorianos que se
encuentran fuera del país.

Al examinar la posición de la Corte Constitucional en este asunto, se puede observar


que tiene un plazo de 20 días para pronunciarse sobre las preguntas planteadas en la
iniciativa popular. Si la Corte no emite un dictamen dentro de ese plazo, se considera
que el dictamen es favorable. Sin embargo, esta consideración ha causado cierta
confusión en cuanto a la iniciativa popular, ya que se puede entender de dos formas
distintas: primero, como un proceso ordinario, y segundo, como un proceso especial en
caso de reforma constitucional o Asamblea Constituyente.

El objetivo del criterio establecido por la Corte Constitucional ecuatoriana es proteger


los derechos de participación ciudadana y prevenir que el funcionamiento de las
instituciones democráticas se obstaculice. Además, se busca fomentar el uso de la
consulta popular como un medio de participación ciudadana, y no solo como un
instrumento exclusivo del poder ejecutivo. Al controlar la constitucionalidad de los
considerandos introductorios y las preguntas de la consulta popular, sin requerir la
recolección de firmas, se asegura que la iniciativa tenga una legitimidad democrática y
esté en consonancia con los principios constitucionales. Esto permite que las
aspiraciones de los promotores sean dirigidas adecuadamente y se garantice que la
iniciativa sea implementada de manera adecuada.
En la elaboración de las preguntas de una consulta popular, es importante tener en
cuenta que estas deben cumplir con ciertos criterios que aseguren la libertad de elección
y el conocimiento del votante para decidir su opción preferida. En este sentido, los
considerandos que introduzcan las preguntas deben ser redactados de manera clara y
concisa, para evitar cualquier tipo de confusión en el lector, y garantizar que este pueda
tomar una decisión informada. De esta manera, se promueve la transparencia y la
equidad en el proceso electoral, y se garantiza el derecho de los ciudadanos a participar
en la toma de decisiones políticas del país.
La Corte Constitucional ecuatoriana dispone que las preguntas formuladas en una
consulta popular deben ser redactadas de manera clara y coherente para que el
electorado pueda ejercer su derecho de participación de manera efectiva, sin que esto
afecte la coherencia del ordenamiento jurídico. Es importante que las preguntas sean
claras y comprensibles, para que los votantes puedan entender los temas que se están
discutiendo y tomar una decisión informada en consecuencia. Al mismo tiempo, las
preguntas deben ser consistentes con la Constitución y otras leyes, de manera que no
entren en conflicto con el marco legal existente.
Es importante señalar que el control constitucional de la convocatoria a consulta popular
debe centrarse en las preguntas y considerandos de la misma, y también verificar que se
hayan cumplido adecuadamente los procedimientos de recogida de firmas y la votación,
conteo y resultados en el proceso. La Corte Constitucional debe asegurarse de que la
iniciativa cumpla con los requisitos constitucionales y legales antes de autorizar la
consulta popular. De esta manera, se garantiza que el ejercicio del derecho a la
participación ciudadana se realice en un marco jurídico adecuado y que no se vulnere el
orden constitucional y legal.

la Constitución ecuatoriana establece un marco para la participación ciudadana y la


función de control social en distintas áreas de la política pública. Sin embargo, este
reconocimiento no es homogéneo en todas las áreas, ya que se limita principalmente a
ciertos sectores estratégicos que son centralizados por el Estado, según lo establecido en
el artículo 313. Estos sectores son aquellos que tienen una gran influencia económica,
social, política o ambiental, lo que significa que su gestión y regulación tienen un
impacto significativo en la sociedad y en el país en general.

La concentración del poder del Estado en estos sectores clave puede provocar fricciones
entre el gobierno y la ciudadanía, al restringir la participación ciudadana en otras áreas
de la política pública. Esta situación puede generar inequidades en la toma de decisiones
y en la administración de los recursos nacionales, ya que algunos sectores tendrían más
influencia que otros en el proceso.

En ese sentido, la Constitución de Ecuador reconoce la importancia de la participación


ciudadana y la función de control social como elementos fundamentales de la
democracia participativa y el Estado de derecho. Sin embargo, este reconocimiento no
se extiende de igual forma a todas las áreas de la política pública, sino que se limita a
ciertos espacios sectoriales, como los incluidos en el ya citado artículo 313, que
centraliza la administración, regulación, control y gestión de los sectores estratégicos en
manos del Estado. Estos sectores tienen una influencia económica, social, política o
ambiental significativa y, por lo tanto, son objeto de una atención especial por parte del
gobierno y del Estado.

Esto se debe a que la ciudadanía no tiene el mismo nivel de participación y control en


estas áreas que en otras, lo que puede llevar a una falta de transparencia y rendición de
cuentas en la gestión pública. Además, la ciudadanía puede sentir que sus intereses no
son tenidos en cuenta en la toma de decisiones sobre estos sectores estratégicos, lo que
genera una desconfianza en el gobierno y en las instituciones estatales.
En resumen, aunque la Constitución ecuatoriana reconoce ampliamente la participación
ciudadana y la función de control social, esta no se realiza de igual forma en todas las
áreas de la política pública. La centralización del poder estatal en los sectores
estratégicos genera tensiones, lo que hace necesario un mayor esfuerzo por parte del
Estado para promover la participación ciudadana y fortalecer los mecanismos de control
social en todas las áreas de la gestión pública.

CONCLUSION
El Estado de Derechos genera un crecimiento de la estructura orgánica del Estado que
consume sus recursos, por lo que en la práctica estos son insuficientes para atender los
derechos. Esa inmensa estructura orgánica invade la vida de los ciudadanos y pretende
regularla afectando sus derechos, principalmente el derecho de libertad. El
reconocimiento de los derechos y el diseño de estructuras para su protección no llevan
necesariamente a su tutela efectiva. Si esto es así nos vemos en la necesidad de
cuestionar si la fórmula del Estado de Derechos debe ser cambiada o modificada. Esta
interrogante requiere para ser despejada un análisis profundo en estudios específicos.

La participación ciudadana es un derecho fundamental y una herramienta necesaria para


la toma de decisiones y el fortalecimiento democrático. La ciudadanía activa se refiere a
la capacidad de los ciudadanos para influir en la toma de decisiones y el derecho de
exigir que se respeten sus derechos y necesidades. La democracia participativa es un
modelo de gobierno que busca involucrar activamente a los ciudadanos en el proceso de
toma de decisiones. El control social se refiere a la capacidad de los ciudadanos para
vigilar y fiscalizar el desempeño de los poderes públicos y de las instituciones.
En Ecuador, la participación ciudadana es reconocida como un derecho fundamental y
una herramienta crucial para el fortalecimiento de la democracia, y ha sido un factor
clave en la construcción de la democracia participativa en el país. Los mecanismos de
participación ciudadana, como la consulta popular y la iniciativa ciudadana, han
permitido a la ciudadanía involucrarse activamente en la toma de decisiones políticas.
Sin embargo, la participación ciudadana en Ecuador ha enfrentado desafíos y tensiones,
incluyendo la centralización del poder estatal en ciertos sectores, y la falta de
reconocimiento y protección de los derechos de los grupos minoritarios. Para lograr una
participación ciudadana efectiva y equitativa en Ecuador, es necesario abordar estos
desafíos y trabajar para garantizar la inclusión y representación de todas las voces en el
proceso democrático.
La institucionalización de la participación ciudadana es esencial para que los
ciudadanos tengan canales claros y accesibles para participar en los asuntos públicos, y
también facilita la transparencia y la rendición de cuentas por parte de los funcionarios y
autoridades encargados de tomar decisiones en nombre del Estado y con ello asegurar
que los ciudadanos tengan una voz activa en la toma de decisiones políticas y en el
funcionamiento del gobierno.

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