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Teologia-Anexo Sesboue

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Introduccion

Este libro es una invitacion. Este termino lo situa en un clima


de libertad mutua y de gratuidad entre el autor y el lector. El
primero no desea imponerle nada al segundo, ni exhortarlo a
lo que quiera que sea. El segundo, por su parte, no esta obli-
gado a nada. Es invitado simplemente a entrar en un dialogo
de hombre a hombre y a recorrer un camino en relation con
cuestiones de hombres.
Una invitacion tiene por objeto proponer un bien o un
acontecimiento deseable. Si yo lo invito a cenar, usted me con-
testara «si» o «no» dependiendo de su deseo. Una invitacion
va dirigida siempre al deseo. Espero, con estas paginas, llegar
hasta sus deseos mas profundos y autenticos. Como una invi-
tacion no es una obligation, no insistire en los problemas de
la ley moral o de la ley religiosa; no porque no existan, sino
porque no es eso lo que hay que considerar en primer lugar.
Es sobre esta base sobre la que yo quisiera hacerle desear creer.
O, como dice Pascal en sus Pensees a proposito de la religion
cristiana, «hacer desear que fuera verdadera». Despertar o rea-
vivar el deseo: en esta longitud de onda nos situaremos.
Este libro es tambien una invitacion a creer. No tratara pues
solo de la fe: quiere abordar la cuestion del acto de creer. La fe
puede presentarse en forma de un contenido bien estructura-
do de «verdades». El acto de creer supera infinitamente este
conjunto de determinaciones. Es un acto de libertad personal,
que ningun otro puede realizar en nuestro lugar. Un acto que
requiere ciertas condiciones para poder llevarse a cabo. Un
acto que ha de superar numerosos obstaculos en nosotros y
fuera de nosotros. Por eso estas paginas se dedicaran prefe-
8
Creer

rentemente a las dificultades que hay hoy para creer y a las


innumerables objeciones que cierran el camino de la fe como
vallas.
; Pero todo creer reclama un minimo de saber. No ha de sor-
prender pues el caracter voluminoso de esta obra, que pretende
presentar information honrada y al dia sobre un gran mime-
ro de cuestiones. Evidentemente no tengo respuestas para
todo. Es este un libro sobre la fe escrito de buena fe.
No se trata, por tanto, ni de un catecismo ni de un curso
de teologia. De estas obras existen ya muchas y de gran cali-
dad. No considero por consiguiente una obligation tratar to-
dos los temas de la fe cristiana. Mi intention aqui es otra; Alii
donde tantos libros proponen contenidos, yo quisiera presen-
tar ante todo un itinerario. Lo importante no es decirlo todo,
sino expresar aquello de lo que se habla de acuerdo con un
orden y un dinamismo elocuentes para el lector.
Este libro que hablara del cristianismo pretende pues diri-
girse al hombre en cuanto hombre. La experiencia humana de
todos y cada uno sera en cierto modo su punto de partida. Un
evangelio que no se dirigiera a la experiencia humana mas pro-
funda no interesarfa a nadie. Una respuesta que no se corres-
ponde con ninguna pregunta, no es una respuesta: es un pro-
posito vano. Es necesario que lo que se anuncia afecte de
manera vital a lo mas profundo de la conciencia humana.
Porque la cuestion del sentido de nuestra existencia con-
cierne a la totalidad de la persona humana y no solo a su es-
fera religiosa. Hoy las cuestiones ultimas y el problema de Dios
mismo se entrelazan con lo mas cotidiano de nuestra vida,
aunque solo fuera en la forma de la frustration y la carencia.
Los diferentes sectores de la existencia humana estan vincu-
lados
laHr»« entre
p n t r o si.
of

Los destinatarios

Este libro va dirigido a todos, es decir, a los cristianos y a


los que no lo son. Unos y otros, por lo demas, estan inmer-
sos en el clima del mismo mundo occidental, que un socio-
logo contempordneo ha podido caracterizar como «la era del
Introduccidn 9

vacio*1. Este clima nos afecta a todos en mayor o menor me-


dida.
Si nuestra sociedad, en efecto, esta comprometida en un
gran proceso de personalizacion, lo que es un bien, al mismo
tiempo promueve un individualismo nunca antes conocido.
Por lo mismo, los hilos que tejen una sociedad activa y por-
tadora de valores y de sentido para la existencia se estan di-
luyendo en una especie de apatia o indiferencia. Los referen-
tes sociales, morales y religiosos se difuminan cada vez mas.
El orden de los fines reconocidos desaparece. Cada uno bus-
ca su felicidad de acuerdo con sus propios principios.
El individuo se encuentra entonces frente a si mismo en
una especie de desierto en el que nada tiene ya sentido. Vive
la prueba de la soledad y ve como se le impone una forma nue-
va de narcisismo, que la vida economica con la publicidad, la
vida artistica con la cancion, la novela y el teatro, la vida me-
diatica con sus innumerables expresiones, la misma vida po-
litica, no dejan de alimentar y fomentar. Todo trata de sedu-
cirnos de la manera mas elemental y mas inmediata. En este
«nihilismo» pasivo, la cuestion misma del sentido de nuestra
existencia se encuentra obturada: «Vivir sin ideal, sin un fin
trascendente, se ha hecho posible»2. No se plantean ya las
cuestiones ultimas, como las de lo verdadero y lo falso, el bien
y el mal, sino que la gente se limita a resolver los problemas
de la vida diaria lo mejor o lo menos mal posible. Todo esto
se vive por lo general sin drama, con tranquilidad y naturali-
dad. Pero no por ello se es «feliz».
Por supuesto, este estado de nuestra sociedad deja en una
inmensa frustration contra la cual muchos reaccionan, a ries-
go de parecer heroes a los ojos de los demas. La necesidad de
encontrar sentido a la existencia sigue estando ahi, aun cuan-
do trate de negarse. La forma religiosa de esta biisqueda de
sentido se manifiesta en el gusto por las espiritualidades orien-
tals o en el compromiso sectario.
1
G. LIPOVETSKY, Here du vide. Essais sur I'individualismc contemporain, Galli-
mard, Paris 1983 (trad, esp., La era del vacio: ensayos sobre el individualismo
contempordneo, Anagrama, Barcelona 1998"). Me inspiro en este autor en las
reflexiones que siguen.
2
lb, 57.
10 Creer

Sin duda muchos de nuestros contemporaneos tienen una


especie de alergia espontanea al cristianismo, en particular en
su forma catblica, por la sencilla razon de que el catolicismo
ha sido la religion dominante en Francia desde sus origenes.
Ha sido ella la que ha moldeado nuestra cultura, nuestro sen-
tido espiritual y moral, en definitiva, nuestros valores. Ha sido
ella la que ha ejercido autoridad sobre las costumbres y los
comportamientos. De ahf la necesidad de liberarse de ella y
de buscar en otra parte, como si el cristianismo no tuviera ya
nada que decirnos hoy.
Este libro va dirigido pues a los que no se sienten hoy de
ningiin modo vinculados al cristianismo. Hombres y mujeres
de buena voluntad sin duda —al menos asi es como cada uno
de nosotros ha de considerar a priori a su projimo—, pero que
han perdido toda familiaridad con la fe cristiana desde hace
varias generaciones. Para algunos esto se remonta a la Revo-
lucion francesa y a la evolucion del siglo XIX, para otros a la
crisis del laicismo y del anticlericalismo de comienzos del si-
glo XX, para otros en fin es mas reciente. Sus padres habian
perdido ya la fe o, incomodos con el cristianismo, dejaron a
sus hijos «libres». La generacion de losjovenes adultos ha en-
trado pues espontaneamente en el mundo de valores que trans-
mite nuestra sociedad. Para algunos la cuestion de Dios ni si-
quiera parece ya plantearse. Tratan de dar sentido a su vida
en el marco de su familia, de su profesion, de su tiempo li-
bre, de sus compromisos poh'ticos o sociales, humanitarios o
culturales. Respetan incluso las reglas de una etica que ellos
mismos se han modelado. Pero, saturados como estan por tan-
tas cosas «penultimas», consideran que ya tienen bastante tra-
bajo con hacer frente lo mejor posible a estas complejas rea-
lidades. No se plantean cuestiones «ultimas» como el sentido
de la vida humana, la vida despues de la vida terrena, etc. Y a
veces se sienten superados por ellas. O bien, la gravedad del
problema del mal, cuyos azotes no han dejado de manifestar-
se de un extremo al otro del siglo XX, les parece un obstacu-
lo insuperable en todo pensamiento sobre Dios. Hoy, por lo
demas se percibe una evolucion en este comportamiento. Ya
que la cuestion del «sentido» de la vida es de las que brotan
sin cesar y reclaman de una manera u otra solucion. Tal es la
Introduction 11

razon del exito de ciertas «sectas», o de movimientos que pro-


ponen una religion cosmica bastante difuminada e invitan a
un nuevo estilo de vida.
Esta obra va dirigida tambien, evidentemente, a los cristia-
nos: entre ellos existe toda una gama de situaciones muy di-
ferentes.
Hay por supuesto cristianos convencidos, pero que nece-
sitan madurar, aclarar, hacer consciente, en una palabra,
«reapropiarse» el sentido y el contenido de su fe. Desean asi-
mismo encontrar la justificacion de su actitud de creyentes,
ante su propia razon y ante las objeciones que suelen escu-
char. Nunca acaba uno de «acceder» a la fe. Cada uno ha de
ser capaz de rehacer su propio itinerario, de volver a los fun-
damentos, con el fin de lograr una fe serena que no se aver-
guence de si misma. El consejo de la primera Carta de Pedro
va dirigido a nosotros: Estad «dispuestos siempre a contestar
a todo el que os pida razon de vuestra esperanza» (IPe 3,15-
16). Retomando unas afortunadas palabras del teologo aleman
Karl Rahner3, la cuestion se formula con frecuencia asi para
muchos: ^es posible hoy creer «con toda probidad intelectual»
y vivir una fe «intelectualmente honesta»?
Pienso tambien en los cristianos algo «cansados» de creer.
Han recibido una educacion cristiana. Fueron sin duda durante
mucho tiempo «practicantes». Y luego, un dia, el evangelio
se les cayo de las manos. Hoy se plantean cada vez mas cues-
tiones, principalmente sobre la Iglesia, sus h'mites, sus caren-
cias humanas, su imagen, que les parece esclerotica y perte-
neciente definitivamente al pasado. Esta Iglesia es para ellos
con frecuencia un obstaculo: rechazan a veces las formas de
la liturgia, incluso las que el Vaticano 11 ha restaurado. Son
espontaneamente reticentes, por no decir a veces francamen-
te hostiles, a las ensenanzas del Papa, en particular en mate-
ria de moral. ^«Creer» conlleva realmente todo eso? Son sen-
sibles tambien al «mercado comun» de las religiones. En
definitiva, ^donde esta la verdad y que es la verdad?
Mas profundamente aun, se preguntan quien es Jesus, se
interrogan sobre su persona, que la fe cristiana proclama Cristo
3
Se hablara a menudo de este teologo en estas paginas. Cf Lexico.
12 Creer

y Senor. iQue sentido tiene afirmar que un hombre, de nues-


tra raza humana, es Hijo de Dios y Dios? Se plantean ademas
tantas cuestiones acerca de la historia de este hombre: ^Pue-
de creerse que naciera de una virgen? iQue se sabe realmente
de su vida? ^Por que motivos fue crucificado? ^Acaso no pe-
san numerosas sospechas sobre lo que cuentan los evangelios
de el y de sus milagros4? iQue se sabe verdaderamente del
hombre Jesus? Y por otro lado, lo que se sabe de el £es com-
patible con lo que la fe cristiana ha construido alrededor de
su nombre, atribuyendole un gran numero de titulos divinos?
Por no hablar, en fin, del problema de Dios mismo, que se ha
hecho inconcebible ante los horrores del siglo XX.
Esta tambien toda la masa de jovenes que parece dar «la
impresion de una salida de la religion*3. Salida pacffica por
lo demas, sin crisis aparente. Entre ellos, algunos han roto, de
hecho o por decision, con la memoria cristiana y creyente de
nuestro pais y de nuestra cultura. Otros han crecido en esta
situacion de ruptura con la herencia cristiana, de la que a ve-
ces ignoran hasta los rudimentos. La Iglesia les parece una ne-
bulosa sin fronteras. Su esperanza se confronta cada vez mas
rapidamente con las crueldades de la vida y tratan, a veces des-
esperadamente, de dar un sentido a su vida. El destinatario de
toda afirmacion sobre la fe es hoy, en fin, «el hombre que su-
fre» (W Kasper).
No olvido tampoco a todos los que «vuelven a empezar».
Eran cristianos sin demasiada conviccion; un dfa abandona-
ron la practica religiosa y se fueron alejando de la fe. Luego,
se produjo un acontecimiento en su vida, una dura prueba a
veces, que les hizo dejar sus incertidumbres y reanudar el ca-
mino de la fe.

4
Los programas de telvision titulados «Corpus Christi», emitidos en Francia
durante las semanas santas de 1997 y 1998, han subrayado holgadamente to-
das las dudas que las autoridades cientfficas sobre la cucstion, por lo demas
pertenecientes a reltgiones diversas, podfan plantear al respecto.
5
C[ Y. LAMBERT, Lesjeunes el le christianisme: le grand diji, Le D6bat, mayo-
agosto de 1993, Gallimard, 63.
Introduction 13

Un testimonio
El acto de creer es siempre resultado de un compromise* de
nuesira Hbertad. Cada uno solo puede hablar de la fe a los
otros desde el fondo de su propio acto de creer. No tengo por
tanto intencion de ensenar la fe como se puede ensenar geo-
grafia o matematicas, aun cuando, como veremos, en los espe-
cialistas de estas disciplinas puede estar presente tambien cierta
forma de pasion o de fe y marcar fuertemente su ensenanza
por la constatacion de su conviccion. Yo quislera ofrecer el tes-
timonio personal de mi propia fe diciendo: esto es lo que me
hace feliz, esto es lo que me hace vivir. Yo quisiera poder de-
cir, con la discrecion que se impone, lo que los primeros dis-
cfpulos de Jesus se susurraban unos a otros: «jHemos encon-
trado al mesiasU (Jn 1,41). Este termino de «mesias», por
cierto, sigue estando muy presente en nuestra cultura, en vir-
tud del gran numero de personas que pretenden serlo y de una
especie de expectativa mesianica que no deja de cernirse so-
bre nuestra generacidn.
Un nino de siete u ocho anos pedfa ser bautizado. A sus
padres, que le interrogaban sobre los motivos de su decision,
temiendo que se tratara de un entusiasmo pasajcro, les con-
testo: «Quiero bautizarme porque quiero ser feliz*. Respues-
la sorprendente quiza, pero respuesta justa y verdadera. El
creer aqui propuesto quiere ser una invitacion a la felicidad.
El testimonio que trato de dar es pues el de una experien-
cia que se dirige a otras experiencias. Yo lo he vivido: £os dice
a vosotros algo? iPuede la fe hacerse ^contagiosa*, como lo
era en los primeros siglos, en los que el «boca a boca» fue el
gran factor de difusiOn del evangelio por toda la cuenca mc-
diterranea? El legado del emperador Trajano, Plinio el Joven,
hablaba del cristianismo como de un «contagio». Pero para
el evidentemente se trataba de una enfermedad.
La invitacion y el testimonio scran los dos resortes de la
pedagogia aqui propuesta. Daran el mayor espacio posible a
la narracidn y los relatos, por la sencilla razon de que el con-
tenido de la fe cristiana se presenta como un gran relato na-
rrado: relatos biblicos del Antiguo y del Nuevo Testamento,
relatos de la vida de la lglesia a lo largo de las epocas, relatos
14 Creer

a los que se une el relato mismo del narrador, cuyo mayor de-
seo es que aquellos puedan salirle al paso al lector en su pro-
pio relato intimo.

La arquitectura del libro

Hemos elegido como hilo conductor de estos capitulos el texto


del credo de los apostoles. Es el credo mas simple y mas fa-
miliar, que quiza haya quien todavia lo recuerde de memoria,
el que la Iglesia de todos los tiempos ha pedido profesar a los
que iban a recibir el bautismo. En su misma brevedad, dice
lo esencial. Es mucho mas que un catalogo de verdades: es un
breve relato, una historia, que nos anuncia a la vez el desig-
nio de Dios para el hombre y la respuesta del hombre a este
designio a traves del acto de creer. Ademas, este relato cons-
tituye un corto resumen del mensaje que se encuentra expre-
sado con todo detalle en el gran libro de las Escrituras del An-
tiguo y del Nuevo Testamento, en el que la Iglesia reconoce
el testimonio escrito de la palabra de Dios.
Tenemos ahf una referencia de base que permitira tomar en
consideracion al sujeto humano mismo confrontado con la
opcion de la fe. Es conocida esta reflexion de origen ingles:
«Para ensenarle latin a John, no basta conocer el latin, hay que
conocer tambien a John». Al hombre de hoy, no basta hablar-
le de Dios o de Cristo, hay que hablarle primero de el mis-
mo. Es necesario ponerse a escucharle.
Cuatro grandes partes estructuran este libro. La primera se
dedicara al comentario del «Creo». ^Quien es el yo humano
que cree? iQue es el acto de creer? Las otras tres seguiran el
orden de los tres «articulos» del credo, es decir, sus tres par-
tes, articuladas cada una en torno a uno de los nombres divi-
nos que han intervenido en la historia de nuestro mundo. Esos
tres nombres son los del Dios «trinitario», el Padre, el Hijo y .
el Espfritu Santo que vive en la Iglesia.
Se propone de este modo un itinerario, que parte del hom-
bre que se plantea la cuestion de Dios, para luego irse aden-
trando progresivamente en los puntos clave de la fe cristiana.
Pero periodicamente nos encontraremos con una dificultad.
Introduction 15

Como todo se sostiene en esta fe, sera necesario evocar o su-


poner adquiridos ciertos puntos cuyo tratamiento pedagogi-
co vendra mas tarde.

Quiero dar las gracias a quienes me han ayudado en la re-


daccion del texto: dos hogares cercanos que aceptaron leer la
primera redaccion en su conjunto y me transmitieron sus
reacciones, criticas y sugerencias; Andre Paul, de la editorial
Desclee, que ha puesto toda su pericia a mi disposicion; y mis
companeros jesuitas que han revisado esta obra. Todos han
contribuido en gran medida a su estado final y por ello les ex-
preso todo mi agradecimiento.
PRIMERA PARTE

EN EL UMBRAL: «CREO»
Preambulo

«Creo» es la primera palabra del credo cristiano. Algunos lec-


tores quiza no se consideren en modo alguno en condiciones
de pronunciarla, como Charles Peguy en otro tiempo no era
capaz de decir «Padre nuestro». Pero el uso de esta formula
tiene simplemente por objetivo invitar a reflexionar sobre la
significacion de esta palabra, o palabras: «yo creo». ^Quien es
este «yo» humano que aparece de este modo en escena? Se
pasa demasiado deprisa, olvidando que es menester interesar-
se en primer lugar por el, es decir, por el pequeno John de la
historia que hemos contado anteriormente. De hecho, ^quien
es John? Es decir, ^quien soy yo? (c. 1).
A continuacion, hay que tener claro lo que es el acto de
creer, considerado en primer lugar desde el punto de vista del
hombre. ^Creer es algo legitimo y justificable? ^No esta nues-
tro mundo cultural haciendonos pasar de la fe al saber? <Cual
es el caracter propio del «creer en Dios» con relacion a cual-
quier otro acto de fe? (c. 2).
Desde el momento en que se habla de la fe, en fin, se uti-
lizan palabras, nos servimos de un lenguaje. Este lenguaje es
considerado a menudo cerrado, codificado, secreto («esoteri-
co») para el hombre de hoy. ^Por que no se puede prescindir
de un cierto codigo de lenguaje para hablar de las cosas de la
fe? (c. 3).
Estos son los tres temas que se abordaran en esta primera
parte titulada En el umbral. No estamos todavia en la casa de
la fe, nos detenemos en los preambulos. Con frecuencia el guia
de un museo hace un gran discurso a los visitantes antes de
entrar, con riesgo de poner a prueba su paciencia. Pero lo que
20 Creer

oyen debe ayudarles a comprender el interes del museo. £Vale


la pena en efecto entrar en el? Conviene hacer esta pausa an-
tes de ir mas alia, no por el placer de pisar los escalones del
palacio antes de visitarlo, sino porque conviene estar «en cla-
ro» con uno mismo para seguir avanzando.
CAPITULO 1

iQue es el hombre? iQuien soy yo?

Partir del hombre y de los hombres

Es costumbre, cuando se abordan cuestiones de fe y de reli-


gion, hablar inmediatamente de Dios, probar su existencia, etc.
Hoy ya no podemos seguir asi, porque la palabra «Dios» no
es evidente por si misma. Estamos todos penetrados por una
mentalidad ambiente que supone un ateismo practico. Cier-
tos ateismos pretenden justificarse por medio de la razon o de
una ideologia; pero en muchos casos, se trata de una actitud
concreta que se reduce a esto: «De Dios no puedo decir nada,
no puedo saber nada, se discute sobre su existencia desde hace
siglos; hay personas muy inteligentes que han crefdo en el y
que siguen creyendo; y hay otras, no menos inteligentes, que
no creen. £C6mo puedo yo, que no tengo su inteligencia, me-
terme a juez de ellos? De todas formas, si Dios existe, ^puede
interesarse por el mundo, por nosotros, por mi? Si Dios exis-
te, £como puede tolerar la inmensidad del mal y del sufrimien-
to que se abate sobre la humanidad? ^Seria acaso un Dios "ne-
roniano", al estilo del emperador Neron, del que se dice que
prendio fuego a Roma y miraba fascinado, desde el observa-
torio de su palacio, como ardia la ciudad?».
La respuesta sera entonces, bien un rechazo formal y deci-
dido, bien una confesion de ignorancia que no busca ir mas alia.
Esta confesion de ignorancia se llama «agnosticismo», y puede
encontrarse en personalidades eminentes que tienen el sentido
de la dimension espiritual del hombre. Por no poner mas que
un ejemplo, Andre Malraux, marcado interiormente por la cues-
tion religiosa, capaz de comentar el Evangelio de san Juan de
22 Creer

manera maravillosa, se confesaba agnostico, es decir, incapaz de


pronunciarse acerca de la existencia o inexistencia de Dios.
Por rcspeto al nombre de Dios, no lo pronunciemos dema-
siado deprisa. Sobre todo, no lo manchemos. Preguntemonos
mas bien por nosotros mismos. Es en nosotros donde tene-
mos que buscar la huella de Dios. Si no la encontraramos en
nosotros, nada nos permitiria hablar de el.

El ser humano es un sujeto personal

Tenemos que entrar pues en un analisis un poco mas preciso


del «fenomeno» paradojico y del curioso animal que somos1.
En lo que sigue, el lector es invitado a no contentarse con leer,
sino a volverse a la experiencia corriente que tiene de si mis-
mo y verificar, por comparacion, si lo que se le propone co-
rresponde o no con esa experiencia.
Nosotros pertenecemos al mundo fisico y biologico del uni-
verso: es una evidencia. Estamos hechos de los mismos ato-
mos que todos los demas seres, del mismo tipo de componen-
tes biologicos y de celulas que todos los demas animales.
Sin embargo, nos diferenciamos de ellos por la conciencia
de nuestra propia existencia, de nuestro YO, por nuestras po-
sibilidades de razonamiento, por nuestra capacidad para pro-
yectarnos hacia el futuro, y por otros muchos aspectos. Por
otra parte, los animales pueden sentir que van a morir, pero
no piensan en la muerte en cuanto tal. Nosotros en cambio
sabemos «desde siempre» que tenemos que morir, y eso lo
cambia todo. Porque la muerte nos plantea la cuestion de
nuestro destino y del sentido de nuestra vida. «E1 hombre no
es mas que una cana —escribe Blaise Pascal—, la mas debil
de la naturaleza, pero una cana pensante»2. Esa cana pensan-
te es tambien un «monstruo de inquietud». No solo pensa-

' Quisiera traducir aqui, en terminos lo mas claros posible, lo que el teolo-
go aleman Karl Rahner (1904-1984) ha llamado «la experiencia trascendental»
del hombre, es decir, la experiencia que cada uno de nosotros tenemos de un
dinamismo interior, de una «trascendencia» que nos traspasa y supera siem-
pre. Cf su libro Curso fundamental sobre lafe, Herder, Barcelona 1989 4 .
2
B. PASCAL, Pensees, 200 (Lafuma) o 347 (Brunschvicg).
iQue es el hombre? iQuien soy yo? 23

mos, sino que nos sentimos tambien responsables de nosotros


mismos y angustiados por el tremendo problema de acertar en
nuestra vida.
Somos tambien los unicos que podemos construir un len-
guaje elaborado y «abstracter a partir de las cosas que vemos
y oimos, dejemos de lado aqui las investigaciones, muy inte-
resantes por lo demas, sobre el lenguaje de las abejas o de otros
animales, ya que no se trata de la misma cosa3.
Podemos, en fin, actuar sobre la naturaleza para transfor-
marla. Colectivamente, somos portadores de un progreso cien-
tifico y tecnico cuyo ritmo se acelera siglo tras siglo. Sabemos
tambien que este progreso puede conducirnos tanto a lo peor
como a lo mejor4. Ocurre lo mismo en el terreno politico:
nuestras sociedades estan organizadas para establecer los de-
rechos y los deberes de todos, y mantener la paz y la justicia.
Pero pueden fracasar en la realizacion del «bien comun» o de-
jarse arrastrar tanto a la anarquia como a los excesos de dife-
rentes formas de dictadura.
Nuestra conciencia psicologica va acompanada de una con-
ciencia moral, vinculada al sentido de la responsabilidad. Por-
que tenemos el sentido del bien y del mal. En definitiva, pen-
samos, conocemos, entramos en relacion con nuestros
semejantes y pretendemos controlar el desenvolvimiento de
nuestra existencia. Cada uno de nosotros es un sujeto «per-
sonal», del mismo modo que es «sujeto de derechos» ante la
ley y reaccionamos energicamente cuando se violan los dere-
chos de una persona humana.

1
No es una afirmacion gratuita, puesto que existe en este pun to un con-
senso muy amplio en los medlos cientificos. Haria falta todo un libro para ex-
plicar estas cosas y no es el objetivo de este.
4
Hoy la angustia ecologica anida en todos nosotros. El hombre se enfrenta
a su responsabilidad y a su libertad en el uso de los descubrimientos y de la
naturaleza. Pero, ^no nos olvidamos de que en los paises Uamados desarrolla-
dos estamos en presencia de una naturaleza casi completamente domesticada
y «humanizada» por muchos milenios de trabajo humano? Basta ir a ciertos
lugares de Alrica o Asia para tomar contacto con la naturaleza Uamada «vir-
gcn». Su caracter salvaje causa a veces miedo. Pero hoy estamos descubriendo
que los mejores progresos cientificos y tecnicos chocan con la limitacion de los
recursos naturales, reservandonos para un proximo futuro decisiones dificiles.
24 Creer

Escuchar las objeciones

A esta rapida descripcion se le pueden hacer, y se le han he-


cho, multiples objeciones. jQue pretension la del hombre de
autoproclamarse obra maestra del mundo, superior a todos los
demas seres! ^No esta refutada hoy esta superioridad, cuando
se desarrollan tantas ciencias, las «ciencias humanas» como
se llaman, que tratan de dar cuenta de la manera mas objeti-
va posible de la realidad del hombre? La biologia y la ciencia
del cerebro describen de manera cada vez mas detallada los
vfnculos entre la circulacion de las corrientes electricas de
nuestra corteza cerebral y las funciones del pensamiento, la
afectividad, la decision, la acci6n, etc. iQue queda con todo
esto de una accion libre? Todos conocemos el psicoanalisis,
que no es solo un metodo de curacion, sino tambien una dis-
ciplina teorica que pretende dar cuenta del ser humano. An-
tes que el, por lo demas, otras formas de psicologi'a habian
hecho ya el inventario de todos los determinismos que pesan
sobre el individuo humano y habian cuestionado incluso su
libertad. Igualmente, la sociologia, cuyos metodos progresan
rapidamente, describe todos los determinismos vinculados a
la vida en sociedad. La historia pone de manifiesto tambien
buen numero de mecanismos subyacentes a los comportamien-
tos humanos. La economi'a, en fin, lugar de tantos intercam-
bios entre los hombres, obedece a leyes ineludibles.
En resumen: £En que queda el hombre considerado hasta
aqui como una persona libre? £Sigue existiendo como tal? ^No
queda mas bien reducido a una maquina compleja? Si el men-
saje de la muerte de Dios estaba en boca de muchos hace unos
treinta anos, pronto lo ha seguido el de la «muerte del hom-
bre». Pero, ^acaso no hay una correlacion entre estas dos
«muertes» en el clima de nuestra cultura? El hombre no es
mas que una «estructura» particular en el conjunto de las es-
tructuras de todo orden que componen el mundo. Nada mas.
Es decir, es una cosa entre otras, sometida al azar general y
sin ninguna significacion particular.
Estamos rodeados, en efecto, por todas partes por una mul-
titud de ciencias que nos dicen que en muchas circunstancias
no somos mas que marionetas movidas por unos hilos que se
iQuc es el hombre? iQuien soy yo? 25

nos escapan. La ciencia hoy es capaz de descomponernos, de


separar todas nuestras piezas lo mismo que se desmonta un
molor. Puede tambien reconslruirnos desde diversas perspecti-
vas, y no faltan quienes lo hacen. Pues, aunque el punto de par-
tida cientifico es parcial, la intencion interpretativa es global.
Por supuesto, estas diversas ciencias son perfectamente le-
gitimas, cada una en su terreno, y nos ensenan mucho sobre
nosotros mismos. Patinan sin embargo cuando pretenden de-
cirlo todo sobre el hombre. Porque hay un punto que ignoran
sistematicamente, en cierto modo por hipotesis: el sujeto cog-
noscente que se dedica a la investigacion en cada disciplina y
que lleva a cabo estas descomposiciones y recomposiciones.
Desde el momento en que el investigador mismo se considera
producto de sus analisis, se olvida de si mismo, olvida la es-
tructura de su propia conciencia, que lo empuja a investigar
sin cesar pero que no entra nunca en el contenido de su in-
vestigacion. Porque el es tambien quien tiene conciencia de
estar alii y de plantearse la cuestion del porque ha hecho eso
y del sentido exacto de sus hallazgos. Lejos de estar encerra-
do en sus resultados, se encuentra siempre mas alia de ellos y
no deja de interrogarse en ningun momento sobre si mismo.
Eso es ser una PERSONA. Una experiencia irreductible que
no puede sofocarse, que continuamente brota de nuevo. Pero
es tambien una experiencia a cuyo lado podemos pasar casi
sin darnos cuenta. Porque estamos hasta tal punto polariza-
dos hacia el exterior que no logramos volvernos sobre noso-
tros mismos. Por eso conviene seguir avanzando un poco en
,1a descripcion de esta experiencia.

Didlogo interior y subjetividad


He aqui sin duda una trivialidad: vivimos en una presencia
ante nosotros mismos que pasa por un dialogo interior en el
que nos desdoblamos. iQuien no se ha reido alguna vez de
las personas que hablan solas y en voz alta por la calle, di-
ciendose «tii» a si mismas? Pero no hacen sino olvidarse un
poco, expresando en voz alta el dialogo interior que cada uno
de nosotros mantenemos en voz baja con nosotros mismos.
26 Creei

Eso es lo que se llama tener conciencia de si. Salvo durante


el sueiio, el aturdimiento o la somnolencia, nunca dejamos de
seguir el movimiento de nuestras asociaciones de ideas, en el
que siempre nos desdoblamos en alguien que habla y alguien
a quien se habla. Ese desdoblamiento —que no tiene nada que
ver con el desdoblamiento de la personalidad— es un feno-
meno enormemente interesante. Expresa un ir y venir entre
nosotros y nosotros mismos. Por un lado, hay un surgimien-
to ininterrumpido de pensamientos y cuestiones; por otro, hay
frases que se forman y engendran un discurso dirigido a aquel
que es su origen. Es imposible reducir esta dualidad. Es fun-
dante de nuestra conciencia humana. A eso es a lo que llama-
mos una subjetividad personal.

Dos polos en nosotros

Puede considerarse pues nuestro mundo mental como una


elipse con dos polos: hay en nosotros un polo subjetivo y otro
objetivo. El polo objetivo es muy facil de definir: pasa en efecto
por las palabras y frases que nos dirigimos a nosotros mismos
y que dirigimos a los demas, que escribimos tambien. Es im-
porlante, por otra parte, notar que usamos con nosotros mis-
mos el mismo lenguaje que utilizamos con los otros. En cier-
to modo, yo soy otro para mi mismo.
El polo subjetivo es mucho mas dificil de captar y de defi-
nir, simplemente porque no podemos mirarlo cara a cara. Ac-
tua siempre por detras de nosotros, proyectandonos hacia ade-
lante. Nos ocurre a este respecto como al ojo con su propia
retina. La retina le permite a mi ojo ver el exterior, pero yo
no puedo, directamente, ver mi propia retina, porque mi ojo
no puede volverse sobre si mismo. Igualmente, tampoco pue-
do verme la espalda sin un espejo. Si me vuelvo para verme-
la, mi cuerpo se vuelve conmigo y no consigo nada: no tengo
ojos detras de la cabeza.
No obstante, el polo subjetivo esta siempre ahi, anida en mi
y me acompana, incluso cuando estoy como fuera de mi mis-
mo, apasionado por lo que hago o por lo que veo. Pero, dado
que es imposible captarlo directamente, veamos unos ejemplos.
iQue cs el hombre? iQuicn soy yo? 27

El del nino que juega en su parque. Esta tranquilo, su aten-


cion esta como embebida por los juguetes que le ban dado.
Sabe tambien que su madre esta alii, a su lado. Supongamos
que su madre sale de la babitacion sin decirle nada; el se da
cuenta enseguida y maniftesta con Uanto su descontento. Ha-
bia por tanto en el una curiosa conciencia, latente o implicita
—jcasi inconsciente!— que le aseguraba que su madre esta-
ba alii y que todo iba bien.
Otro ejemplo: cuando trabajo, estoy ocupado por el obje-
to de mi trabajo y no pienso en absoluto en mi. Sin embargo,
en ningun momento dejo de ser consciente de que soy yo
quien esta en este momento aqui trabajando, por ejemplo te-
cleando en el ordenador, ya se trate de cuadrar unas cifras, de
buscar la solucion a un problema de matematicas o de escri-
bir un articulo5.
He aqui pruebas, «experimentales» podria decirse, de esa
tension entre los dos polos de nosotros mismos. El primero,
el subjetivo, es infinitamente mas fuerte y profundo que el se-
gundo, porque es el motor. Rara vez se siente satisfecho de lo
que ba realizado el otro polo. Lo supera y lo empuja bacia de-
lante sin cesar. Es el que bace que a toda respuesta siga una
nueva pregunta.
<Hay que bablar de «conciencia» en relation con este polo?
Su originalidad estriba precisamente en estar a caballo entre
lo consciente y lo inconsciente. Es como un iceberg, cuya parte
sumergida es mucbo mas importante que la parte emergente.
5
Pongamos todavia otro ejemplo de la manifestacion de este polo subjeti-
vo (podria decirse originario, puesto que es el origen de todos nuestros esta-
dos de conciencia) y de este desdoblamiento del yo. Supongamos un novio que
esta cscribicndo a su novia. Quiere expresarle los sentimientos profundos que
ella le inspira. Pero esos sentimientos son muy dificiles de expresar. Al cabo
de algunas frases, el joven siente la tentacion de romper la carta pensando: no
es esto lo que yo queria decir; lo que he escrito es ridiculo; £que va a pensar
de mi? Quiza intente hacerse poeta: no, es peor aim. Algo en el le advierte de
la distancia que hay entre sus sentimientos y la expresion de los mismos. Ocu-
rre lo mismo con el pintor decepcionado con su cuadro, con el ctentifico insa-
tisfecho con su experimento, con el escritor descontento con el comienzo de
su novela. La conciencia de la inadecuacion entre la realization y la intention
pone de manifiesto la existencia en nosotros de ese polo indefinible, que se nos
escapa y que al mismo tiempo nos sirve de medida para juzgar lo que hace-
mos.
28 Creer

Se puede hablar aqui de conciencia de concomitancia, es de-


cir, que al mismo tiempo que estoy pensando o actuando, algo
me acompana en este pensamiento y en esta accion. Este polo
emerge efectivamente en nosotros periodicamente, pero no
podriamos expresar toda su riqueza. Es el lugar de nuestros
deseos, de nuestras pasiones, de nuestras creaciones artisticas
o profesionales, de nuestras decisiones, en definitiva, del com-
promiso de nuestra libertad.
Pero este polo nunca vive enteramente solo, porque
continuamente esta en intercambio con el polo del lenguaje y
con el exterior por medio de nuestras relaciones y nuestros
actos. Es la dualidad de estos polos la que nos permite reflexio-
nar, del mismo modo que un espejo refleja, o «reflexiona»,
nuestra imagen. Toda «reflexion» supone este movimiento de
ida y vuelta entre ambos polos, el subjetivo y el objetivo.

Un polo abierto al infinito

Lo que ocurre en el corazon de ese polo misterioso de nues-


tra conciencia —ya lo hemos presentido— es que esta habi-
tado por un deseo, nunca satisfecho, de ir mas alia, de poseer
mas, de querer ser mas. Se habla mucho hoy de la «calidad
de vida». Nuestro deseo profundo es evidentemente vivir, vi-
vir lo mejor posible, es decir, no solo en el bienestar mate-
rial, sino mas aiin en la riqueza cultural del arte, en todas sus
formas, de la literatura y del ocio. Y todo esto se quedaria en
nada si no pudieramos vivir en armonia afectiva, en el amor,
que se prodigan esposo y esposa, en el amor de los hijos. ^No
es eso acaso lo que da valor a nuestros domingos y dias libres?
Un tiempo de descanso, en el que uno se toma tiempo para
vivir, para saborear el presente con la familia y los amigos.
Nuestro deseo es tambien poder vivir «siempre» asi, y expe-
rimentamos como una limitacion los signos de la edad que
avanza, de la siguiente generacion que nos empuja y nos re-
cuerda que todo tiene un fin.
Este deseo contiene un dinamismo que nos hace aspirar
siempre a mas. Nunca estamos satisfechos de lo que tenemos;
siempre quisieramos tener algo mas, en relacion con la vivien-
{Que cs cl hombre? iQuiin soy yo? 29
I
da, con el salario, con los estudios, con el tiempo libre, y tam-
bien con la afectividad.
Tomemos como ejemplo una parabola muy simple. Uno de
los suenos del adolescente es poder motorizarse. Empezara
encontrando en algun lugar una vieja motocicleta, que algun
companero le regala o que compra por poco dinero, y que
adecentara lo .mejor que pueda. Luego, un dia, con ocasion
de algun cumpleanos o de algun titulo que haya conseguido,
sus padres le regalaran una motocicleta nueva. Luego empe-
zara a mirar de reojo motos de gran cilindrada. Convertido ya
en todo un mozo, pero todavia sin dinero, quiere a toda costa
conseguir un coche. Comprara entonces, a bajo precio una vez
mas, un viejo coche de ocasion en el que pondra en practica
sus mejores habilidades. Su deseo de autonomia en los des-
plazamientos, de realizar el gesto adulto de la conduction, se
vera satisfecho durante muy poco tiempo, porque pronto sen-
tira vergiienza de desplazarse en una tartana de otra epoca.
Desde el momento en que empiece a tener algunos recursos,
ahorrara para tener por fin un coche nuevo. Lo comprara pe-
queno, lo justo, sin accesorios ni equipamientos opcionales.
Pero a medida que su carrera vaya avanzando su coche ira te-
niendo mayor cilindrada y un mejor equipamiento. El movi-
miento no se detendra nunca. Se aficionara luego a los salo-
nes del automovil, sonara con nuevos modelos, etc. Ejemplo
muy exterior, se dira, pero en cuyo fondo late un deseo infi-
nitamente mas radical.
En esta dinamica, distingamos bien lo que corresponde a
la necesidad y lo que corresponde al deseo. Al principio hay
sin duda una necesidad real del adolescente, la de poder des-
plazarse facilmente, quiza solo para ir al institute Pero inter-
viene algo mas, que supera infinitamente la simple necesidad.
Porque la satisfaccion de la necesidad no resuelve la cuestion
del deseo. Si no el proceso se detendrta una vez satisfecha la
necesidad de desplazarse comodamente. Queda claro que hay
algo distinto tambien en este movimiento del siempre mas: el
deseo de una cierta calidad de vida (rapidez, confort, reputa-
cion, etc.) y el deseo de felicidad. Este deseo puede parecer
en un primer momento cuantitativo, pero en realidad es cua-
litativo.
30 Creer

El mismo movimiento esta presente en todos nuestros ac-


tos y con frecuencia por causas mas nobles: las del explora-
dor, el alpinista o el marinero nunca satisfechos con las aven-
turas ya vividas, la del director de empresa que quiere ampliar
cada vez mas su negocio, la del investigador cienti'fico que
quiere descifrar cada vez mas la realidad, para cuidar, curar o
dominar la naturaleza, la del pensador y el filbsofo tambien,
nunca satisfecho con sus hallazgos y planteandose siempre
nuevos problemas.
iQue significa esta pequena parabola sin fin? En un terre-
no muy practico y exterior, expresa el caracter infinito del de-
seo que anida en nosotros. Todos nosotros somos seres de de-
seos, no solo del deseo de tener mas, sino tambien del de ser
mas. Realizar nuestros deseos, y ahondar en el deseo funda-
mental que anida en nosotros, nos hace crecer en la felicidad.
Es el deseo de vivir, de conocer y de amar el que nos empuja
hacia el porvenir y nos hace plantearnos incesantemente nue-
vas cuestiones.
Plantearse cuestiones... Eso es lo propio del hombre. Son los
«porques» ingenuos, pero a menudo muy profundos, del nino
en su edad «metaffsica». Son las cuestiones del adolescente que
se rebela contra el orden establecido en su familia y en la so-
ciedad y suena con rehacer el mundo. Son las cuestiones del
adulto, hombre o mujer, que, llegado a una cierta edad, se vuelve
hacia su pasado y se pregunta cual es el sentido de su vida.
Porque el hombre nunca se detiene en una respuesta. Se
aprecia muy bien en las tertulias de las conferencias. El ora-
dor puede hablar del tema con la mayor competencia y con
la maxima claridad; el auditorio siempre tendra preguntas que
hacer para ir mas alia. Hasta tal punto que se ha podido definir
al hombre como el que se hace preguntas, y mas preguntas y, fi-
nalmente, preguntas sobre las preguntas. ^Por que estoy yo aqui
en este momento haciendome tantas preguntas?

{Deseo infinito o deseo del infinito, del absoluto?

Estamos inmersos pues en una paradoja. Somos finitos y es-


tamos rodeados de limites por todas partes: limites de nues-
iQue es el hombre? ,-Quieii soy yo? 31

tro nacimiento, de nuestro ambiente familiar, de nuestro pais


y de nuestro tiempo, de nuestras dotes y capacidades, de la
duracion de nuestra existencia. Y sin embargo hay en noso-
tros un deseo infinite La prueba es que sufrimos por nuestra
finitud y por nuestra incapacidad para superar los limites.
^Se puede fundar sobre este deseo infinito, objeto de nues-
tra experiencia, la afirmacion de la existencia en nosotros del
deseo de lo infinito y lo absoluto? Hay evidentemente una se-
paration entre ambas cosas: lo uno no es lo otro.
Senalemos en primer lugar que hay dos tipos de infinitos.
Por una parte, lo indefinido, es decir, lo que no tiene fin, como
la serie de los numeros, que no se detiene nunca. Pero este
indefinido es el mal infinito, un itinerario que pierde todo sen-
tido porque no conduce a nada. No puede por tanto satisfacer-
nos. El otro infinito, que es efectivamente objeto de nuestro
deseo, esta siempre polarizado, lo queramos o no, por la idea
de absoluto. Pero se que hay muchas maneras de concebir este
absoluto, y que no hay que precipitarse bautizandolo con el
nombre de Dios.
La coherencia del deseo infinito exige que se trate del de-
seo del Infinito o del Absoluto. Un deseo simplemente
indefinido acabaria por no tener sentido. Pero, £se puede de-
ducir la realidad de esta simple coherencia? Veremos que no
es posible sin un acto de libertad.
Ya Pascal dijo en una de esas formulas para las que era tan
genial: «E1 hombre supera al hombre; el hombre supera
infinitamente al hombre»6. Si, el hombre supera al hombre: lle-
va en si mas que un hombre.

Una experiencia includible


Esta experiencia se nos impone de manera necesaria. Estamos
hechos asi «por constitution^ me atreveria a decir. Estamos
construidos de este modo y no esta en nuestra mano cambiar
este dato originario. Podemos rebelarnos diciendo que no lo
nemos pedido. He conocido a una joven que no podia aceptar
6
B. PASCAL, Pensies, 131 (Lafuma) o 434 (Brunschvicg).
32 Cxe.tr iQu

este tipo de imposicion. Podemos intentarlo lodo por ignorar be


nuestra situation constitutiva, limitandonos a realizar nuestras lo
tareas cotidianas. Podemos Uamar a nuestra casa «Villa con esto trc
me basta». Podemos ser escepticos e incluso decir que todo eso co
no es mas que ilusi6n y que no tiene ningun sentido. Todas esas m
hipotesis son evidentemente posibles. Sin embargo, nuestra si-
tuaci6n en el mundo sigue siendo una especie de «figura obli- bi
gatoria», que permanece como una interpelacion dirigida a n
nuestra libertad. A nosotros nos corresponde darle sentido. u
F

Libertad y responsabilidad
1
En el punto al que bemos Uegado en nuestro itinerario vemos <
emerger la realidad de nuestra libertad y su corolario: la res- ]
ponsabilidad. La filosofia debate hasta el infinito acerca de la
libertad del hombre, y ciertas posturas cientificas tienden a
negarla. Hemos visto ya como mucbas ciencias tratan de des-
componer al bombre y de reducirlo a puro objeto. Hay que
constatar sin embargo que la vida personal y social es impo-
sible si no se presupone que el bombre es un ser libre. £C6mo
serian posibles todos los contratos que unen a los bombres
entre si, si no estuvieran fundados en un acuerdo verdadera-
mente libre? ^Para que el ejercicio de la justicia si los delin-
cuentes estan todos predeterminados al delito o al crimen?
Todos nosotros reivindicamos nuestra propia libertad como el
bien mas preciado. No admitimos la coercidn sino en los te-
rrenos en los que el respeto a la libertad de los otros pone fre-
no a nuestra propia libertad. Se habla asi de «libertad politi-
c a l «Libertad» es la primera palabra del lema de la Republica
francesa: «Libertad, igualdad, fratemidad». Se babla tambien
de «libertad religiosa», es decir, de la ausencia de cualquier
coercion, positiva o negativa, en la materia.
Pero, ^somos libres en el sentido filosofico o psicoanaliti-
co del termino? <No es nuestra libertad una mera ilusion de
nuestra subjetividad, determinada de becho por todo un con-
junto de factores desconocidos para nosotros? Hay algunas fi-
losofias que lo afirman,aunque la mayor parte respetan este
santuario que constituye a la persona bumana. Porque la li-
iQuc cs cl hombrc? {Quia* soy yo? 33

bertad no es una cosa que se pueda identificar con el escalpe-


lo de nuestros analisis objetivos. La libertad habita en noso-
tros. No podemos aislarla y decir: «jAhi esta!», como tampo-
co podemos ver nuestra retina. Nuestra libertad es original, o
mejor originaria, o no es nada.
Estamos aqui en el nucleo mismo del problema del hom-
bre; es lo que hace de nosotros un cierto enigma para nosotros
mismos. En definitiva, el reconocimiento de nuestra propia liber-
tad es en si mismo un acto libre. No podemos ser libres sin te-
ner en cuenta la postura que tomemos respecto de nuestra pro-
pia libertad. Podemos negarla, pero lo haremos libremente.
Reconozcamos en nosotros, por lo demas, dos niveles de
libertad. Esta en primer lugar lo que se conoce como el libre
albedrio, es decir, la facultad de elegir esto o lo otro, que em-
pleamos lucidamente en nuestras decisiones cotidianas, peque-
nas o grandes. Pero a partir de estas decisiones sucesivas se
va estableciendo una linea general de conducta que da a nues-
tra vida su orientacion original. Progresivamente, a partir de
la eleccion de esto o aquello, acabamos eligiendonos a noso-
tros mismos. Se trata entonces de un nivel muy superior de
libertad. Esta consiste en bacernos progresivamente a nosotros
mismos, en moldearnos, en decidir acerca de nosotros para lo
bueno o para lo malo. Por supuesto, estos dos niveles no son
independicntes el uno del otro. Nuestras decisiones concre-
las se inscriben en la linea de nuestra existencia, en un eje ge-
neral que traza una orientacion general. Es lo que se llama la
«opcion fundamental* de una vida. Por supuesto, tal opcion
no es irreversible, y podemos cambiar de orientacion asi como
cambiar el sentido que queremos darle a nuestra vida.
Por eso se puede decir que, en cierto modo, a partir de de-
terminada edad, todo hombre es responsable de su rostro. Por-
que este ha registrado la serie de nuestras decisiones y nos
muestra ante el espejo una recapitulacion de lo que hemos
querido ser
Nuestra libertad se encuentra asi a caballo en cierto modo
entre los dos polos de la elipse de la que he hablado. Por un
lado, todos los dias tomamos decisiones concretas y muy
conscientes, lo mismo que hablamos y actuamos; por otro, en
el polo subjetivo, que no podemos considerar directamente,
34 Creer

opera una cierta opcion que nunca conocemos enteramente,


que se nos escapa «por detras» en cierto modo.
Si somos libres, somos igualmente responsables y, en primer
lugar, responsables de nosotros mismos. La vida se nos da como
un gran proyecto aiin sin determinar. La vida de cada uno de
nosotros es una pagina en bianco que tenemos que escribir. To-
dos queremos que nuestra vida sea un «exito»; no tenemos mas
que una preocupacion: la de desperdiciar nuestra vida en una
serie de fracasos, la de que sea inutil para nosotros y para los
demas. Toda vida humana esta expuesta al riesgo de lo peor y
de lo mejor. Raymond Aron, al termino de sus Memorias7, cuan-
do hace el balance global de su existencia, dice: «Me acuerdo
de una expresidn que utilizaba a veces cuando tenia veinte
anos, en conversaciones con companeros y conmigo mismo:
"Salvarse laicamente". Con o sin Dios, nadie sabe, al tfinal de
su vida, si se ha salvado o se ha perdido». Pensamiento pro-
fundo que expresa tomando un termino del vocabulario reli-
gioso: «salvarse». Con o sin Dios, en efecto, todo hombre se
enfrenta a este deseo, que es una exigencia: salvarse.

Una experiencia (fundamental»

Esta experiencia es fundamental en varios sentidos. Hemos vis-


to que ninguno de nosotros puede escapar a ella. Mas radical-
mente aiin, esta experiencia es irreductible a cualquier otra.
No puede deducirse de ninguna otra cosa. Se puede descom-
poner la cuestion del hombre «en tantas parcelas como sea
posible», como decfa Descartes. Puede recomponerse luego
segun las diferentes ciencias humanas que se interrogan legi-
timamente sobre el. Pero nunca se podra dar cuenta del he-
cho primordial de que yo estoy ahi haciendo esas operacio-
nes cientfficas o tecnicas y de que me interrogo sobre la razon
de todo lo que existe. El jefe de empresa se pregunta algunos
di'as que sentido puede tener el avance productivo que esta vi-
viendo en una situacion de dura competencia. El sentido de-
7
R. ARON, Memoires, Julliard, Paris 1983, 751 (trad, esp., Memorias, Alian-
za, Madrid 1985).
iQue es el hombre? iQuicn soy yo? 35

finitivo de su actividad ha de buscarse fuera de ella misma.


Un filosofo dijo hace poco que el estudio de la termodinami-
ca no calienta. Estamos en un caso analogo.

Una respuesta necesaria: si o no

Estamos aqui en un lerreno particular me nte desconcertante,


porque no cabe operar en el por medio de un saber que pu-
diera dominarlo. Es nuestra misma situacion la que es miste-
riosa. Nosotros no podemos reaccionar ante ella sino por un
acto de libertad. O bien estimamos que nuestra vida tiene un
sentido. Juzgamos que debe desembocar en algo ese gran di-
namismo interior que para nosotros no tiene ni principio ni
fin. Porque no vemos ni de donde viene ni adonde va, puesto
que se origina como por detras de nosotros y apunta mas alia
de nosotros. Como anhelamos encontrar y dar un sentido a
nuestra vida, le otorgaremos entonces nuestra confianza.
O bien le negamos todo sentido ultimo a nuestra existen-
cia, considerando que el deseo que anida en nosotros es una
pura ilusion y que nos basta «cultivar nuestro jardin», como
decia el Candido de Voltaire. Tratamos entonces de crear al-
gunos pequenos islotes de sentido en el marco de la existen-
cia que se nos impone, sabiendo desesperadamente que mas
alia de lo que depende de nosotros nada tiene sentido.
Pero, de alguna manera, todos nosotros somos «instados»
a tomar partido. Sartre decia a este respecto que estamos
«condenados» a ser libres. Pero tal eleccion no se toma nece-
sariamente por medio de una respuesta lucida y puntual, cla-
ramente expresada en un mo men to del tiempo. La respuesta
la damos a lo largo de toda nuestra vida, a traves del entra-
mado de nuestras actividades y nuestras relaciones, por me-
dio de nuestra manera de vivir. Puede darse una contradiction
«existencial» en la misma persona, que por un lado profesa
el sinsentido absoluto de todo y por otro lado actiia en fun-
cion de valores que representan para ella un absoluto.
Un lector que tuviera la intencion de responder NO a la
cuestion del sentido de nuestra experiencia, podria tener la
tentacion de dejar este libro. Porque no puedo ocultar que la
36 Creer

continuacion de esta obra se. apoyara en la opcion del SI. Pero


ese mismo lector, ^esta seguro de su opcion y no respeta de
manera absoluta cierto numero de valores, considerandolos
por encima de el? En cualquier caso, inmediatamente vera si
las paginas que siguen le conciernen o no.
iPor que esta distancia entre la experiencia explicita y cons-
ciente de nosotros mismos y ese juego oscuro de lo implicito
que nos habita secretamente, que no sentimos pero que, sin
embargo, ejerce sobre nosotros una influencia decisiva? Por-
que nuestra libertad esta a caballo entre lo inconsciente y lo
consciente, y puede por consiguiente haber contradiccion en-
tre la opcion de fondo y la opcion declarada.

La opcion por el sentido

Todo lo que se acaba de decir puede parecer muy filosofico y


no tener relacion con una invitacion a creer. ^No me estare
yendo demasiado lejos? En realidad este analisis supone una
apuesta capital. Yo soy de los que consideran, como Karl Rah-
ner, teologo cuyo pensamiento resumo aqui, que la nada no
puede fundar nada y que, por consiguiente, esta experiencia
de superacion que anida en nosotros no puede estar fundada
en la nada. Tal es mi primer acto de fe.
Tomo pues deliberadamente la opcion por el sentido. ^Es
arbitraria una eleccion de este tipo? No se trata de jugar aqui
a doble o mitad, ni de proponer de nuevo la apuesta de Pas-
cal8. Lo hago porque considero esta eleccion fundada en la ra-
zon, y la hipotesis del absurdo total de la existencia de este
mundo y de nosotros mismos me parece impensable. Lo hago
porque no puedo vivir en contradiccion radical con el funda-
mento sobre el que estoy construido y que, quiera o no, mol-
dea todos mis deseos y mi deseo fundamental. Solo conside-
rando la aventura humana a lo largo de las epocas, se ven
tamos signos de su sentido que no se puede desesperar de ella.

" Quien decia en sintcsis: no arriesgo nada optando por Dios y la vida eter-
na: si existcn, he seguido la opcion adecuada; si no existen, en nada salgo per-
judicado.
iQuc cs d hombre? iQuien soy yo? 37

Los signos de sentido son mas fuertes que los signos de sin-
sentido, a pesar de ser estos inmensos. Nuestra historia esta
hecha sin duda de guerras, de genocidios y de violencias de
todo tipo. Pero esta hecha tambien de gestos de amor y de ge-
nerosidad admirables. Por ejemplo, el testimonio dado por los
monjes de Tibhirine es mas fuerte que todas las matanzas ar-
gelinas. Esta opcion, ciertamente fundada en la razon, mani-
fiesta mas aun su verdad por la fecundidad de sus consecuen-
cias. Ha sido la de las figuras mas egregias de la humanidad.
La opcion del si no se reduce pues a su dimension racio-
nal. Es una opcion de toda mi existencia, de toda la historia
que viva hasta mi muerte. Frente a la misteriosa cuestion de
mi origen —«^donde estaba cuando todavia no habia naci-
do?», dicen los ninos—, frente a la dramatica cuestion de la
muerte, frente a la cuestion de los valores en mi vida (L. De-
latour), opto de todo corazon por que el amor y el sentido del
mundo tengan la ultima palabra.
Pero se tambien que no puedo probar tal opcion en el sen-
tido filosofico o cientifico del termino, como tampoco podra
probar la suya quien elija la contraria. Unos y otros estamos
«condenados» a elegir. ^Por que? £Se tratara acaso de una de-
bilidad congenita de estas cuestiones, que se dejan generosa-
mente a juicio de cada uno («Si eso es lo que piensas...») por-
que no hay certidumbre en la materia? Tal es sin duda la
opinion corriente.
Pero la cosa no es tan segura. ^Acaso no estamos aqui sim-
plemente en otro orden, mucho mas profundo que el del sim-
ple conocimiento? Si el ambito mas fundamental de lo huma-
no es objeto de un acto de libertad, ^no sera porque en caso
contrario no seriamos ya hombres, sino hormigas inteligen-
tes y laboriosas? Nuestra existencia no tendria ya ningiin mis-
terio: todo entraria dentro del buen orden de los ordenado-
res. Por lo demas, en toda ciencia hay fundamentos que no
se pueden probar porque constituyen aquello por lo que se
probara todo lo que sigue. La prueba se hace entonces a pos-
teriori, por la fecundidad misma de los fundamentos.
Estamos aqui en presencia de un dato «fundamental», que
no podemos controlar. Podemos siempre negarlo. Pero ese
dato fundamental no puede reducirse a ningun otro, y nos
38 Creer

constituye. Podemos contradecirlo con actos y con palabras,


pero entonces estamos basando nuestra vida en una grave con-
tradiction. Porque tal option se situa precisamente en un pun-
to que supera el orden de los conocimientos ciertos, dado que
es ella la que los funda.
Pongamos una vez mas un ejemplo: el joven que va a fir-
mar un contrato laboral importante, capaz de condicionar qui-
za su vida, debe haber reflexionado antes; debe tener buenas
razones para firmar: un conocimiento suficiente de la corres-
pondencia entre sus deseos y su capacidad, por un lado, y el
trabajo exigido, por otro; la conciencia de los riesgos que co-
rre y de las limitaciones que se impone por ello. Si se com-
promete, es porque, a fin de cuentas, considera la cosa prove-
chosa para el. Aunque no tiene una prueba cierta. Corre el
riesgo. Sin embargo, si se niega a comprometerse porque no
esta completamente seguro de su future, se esta negando a si
mismo una experiencia humana fundamental, la de la decision
de su libertad.

EI momento de nombrar a Dios

Si aceptamos reconocerle un sentido a esta experiencia y por


consiguiente, darle un sentido, podemos decir entonces que
nuestra misera existencia esta en contacto con un «misterio
absoluto» que nos supera radicalmente, pero que palpamos de
manera no menos misteriosa. Nuestro polo originario encie-
rra la cuestion de Dios, es decir, la idea de Dios, pero es to-
davia una idea que se ignora. Rahner habla a este respecto de
un «saber anonimo de Dios».
Henri de Lubac lo ha analizado bien al hablar de nuestra
«constitucion inestable», que hace del hombre una criatura «a
la vez mas grande y mas pequena que ella misma». «De ahi esa
especie de dislocation, esa misteriosa claudication, que no es
solo la del pecado, sino ante todo y mas radicalmente la de una
criatura hecha de la nada, que, extranamente, toca a Dios»9.

' H. DE LUBAC, Le mystere du sumaturel, DDB, Paris 1965, 149 (trad, csp., I
Misterio de lo sobrenatural, Encuentro, Madrid 1991).
iQue es el hombre? {Quien soy yol 39

Pero la cuestion puede volver a plantearsenos de nuevo: esa


misteriosa idea de Dios que innegablemente anida en noso-
tros, ina puede deducirse de otra cosa, por ejemplo de no ser
mas que la proyeccion de un sueno o de cualquier otro me-
canismo de raices sobradamente humanas? El mismo padre De
Lubac formula claramente la cuestion: «iEs Moises quien tie-
ne raz6n?, ^es Jenofanes? <Ha becbo Dios al hombre a su ima-
gen, o no es mas bien el hombre el que ha hecho a Dios a la
suya? Todo parece dark la razon a Jenofanes... y, sin embar-
go, es Moises quien dice la verdad»10.
iPor que es Moises quien dice la verdad? Porque no se pue-
de asignar ninguna genesis o «genealogia» a la idea de Dios
en nosotros. Esta no puede deducirse de ninguna otra cosa,
como tampoco podia deducirse la experiencia que hemos ana-
lizado. Todo esto va junto. Henri de Lubac lo dice en termi-
ner iluminadores: «E1 hombre, se dice por ejemplo, ha divi-
nizado el cielo. De acuerdo. Pero, ^de donde ha tornado la idea
de lo divino para aplicarla precisamente al cielo? ^Por que ese
movimiento espontaneo de nuestra especie, observable en to-
das partes? <Por que esa empresa de divinizacion, ya sea del
cielo o de cualquier otra cosa? La misma palabra "dios", se
dice tambien (...), no significa mas que "el cielo luminoso del
dia". De acuerdo tambien. Pero, £por que precisamente ese
"cielo luminoso del dia" se ha convertido para los hombres
en un dios? Muchos no ven ni siquiera donde esta aqui la
cuestion»u.
Lo queramos o no, late en nosotros la cuestion del absolu-
to, o del misterio absoluto de nuestra existencia. Esta cuestion
ha tornado en la historia de la humanidad el nombre de Dios.
Por eso esta palabra misteriosa, que de alguna manera nos vie-
ne dada y esta presente en todas nuestras lenguas, tiene senti-
do, y un sentido inagotable. La cuestion de Dios no nos viene
del exterior, porque si tal fuera el caso no podria interesarnos
mucho tiempo. El filosofo Hegel dijo a comienzos del siglo XIX:
«E1 absoluto esta junto a nosotros desde el principio».

10
ID, Sur les chemins de Dieu, Cerf, Paris 1983, 11 (trad, esp., Por los cami-
nos de Dios, Encuentro, Madrid 1993).
" lb, 19-20.
40 Creer

El mismo ateismo da testimonio de esta cuestion, a la que


quiere responder negativamente. El ateo (etimologicamente,
«sin Dios») es el que esta obligado a hablar de Dios para ne-
garlo. Lo que supone que este nombre tiene todavia algun sen-
tido para el. Es incluso digno de notar el que la denomina-
cion de «ateo» no haya sido sustituida todavia por otra que
no mencione el nombre de Dios. Entre los mas ateos sigue es-
tando presente aiin la cuestion de Dios.
* Esta toma de conciencia es la matriz originaria de todas las
pruebas posibles de la existencia de Dios. Esas pruebas no son
mas que razonamientos que tratan de traducir o de explicar
de una manera u otra esta experiencia. Por lo demas, no pue-
de ser de otro modo. Nuestros razonamientos nunca podran
atrapar a Dios como una mariposa en una red. Por eso es in-
util exponer aqui ese tipo de pruebas. Nosotros hemos ido al
fundamento.
Recojamos para terminar las palabras, llenas a un tiempo
de angustia y confianza, con las que san Agustin da comien-
zo a sus celebres Confesiones: «Nos creaste, Senor, para ti y
nuestro corazon andara siempre inquieto mientras no descanse
en ti»12.

Esta experiencia es universal

iEstamos ya aqui en una reflexion propiamente cristiana? Si


y no. Si, porque la interpretacion de nuestra experiencia fun-
damental la hemos hecho aqui con un espiritu cristiano y con
terminos procedentes del cristianismo. No, porque el deseo de
absoluto que hemos descrito vale para todos los hombres,
cualquiera que sea su cultura. Las otras expresiones religio-
sas estan fundadas sobre la misma experiencia, aun cuando la
expliciten con una idea de Dios totalmente distinta, por ejem-
plo un Dios no personal, como en ciertas religiones orienta-
tes. Seria por tanto un abuso «acaparar» de manera exclusiva
en el sentido de la fe cristiana la experiencia descrita. Lo que
sigue mostrara solo como la fe cristiana interpreta este deseo
12
SAN ACUSTIN, Confesiones 1, 1.1, San Pablo, Madrid 1998.
iQue es el hombre? ^Quien soy yo? 41

y que sentido le da. Pero, remontandonos por esta corriente


que es la fe, nos hemos encontrado con la dimension religio-
sa del hombre13.

u
El analisis propuesto se ha dirigido ante todo al individuo, pero es claro
que vale igualmente para las sociedades humanas. Asimismo, podria haberse
hecho partiendo de la dinamica de nuestra action, como hiciera ya Maurice
Blondel a finales del siglo XIX.
Bernard Sesboiie

I Creer
Invitation a lafe catolica
para las mujeres y los hombres
del sigh XXI

3.a edicion

SAN PABLO

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