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Educación de La Fe en La Familia Espiritualidad

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EDUCACIÓN DE LA FE EN LA FAMILIA

No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! (Juan
Pablo II) ¡
Educar en la fe significa llevar a vivir desde la plenitud, a encontrarse consigo
mismo para ir al encuentro con el trascendente, el Absoluto. La Familia es el
lugar de encuentro, de oración, de fraternidad; donde los esposos, los hijos
fortalecen sus lazos de amor, de entrega y generosidad. No olvidemos que las
virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) son importantes en la vida familiar,
las mismas que hay fortalecerlas en el matrimonio y en la relación con los hijos.
Como dice San Pablo: "ninguno de vosotros vive para si mismo; como tampoco
muere nadie para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos,
morimos para el Señor. Así que, ya vivamos ya muramos somos del Señor"
(Rm 14,7-8).
En el sentido etimológico la palabra educar proviene de ("ex"= sacar de;
"ducere" conducir, guiar, acompañar); y de Pedagogía ("Paidós" = niño;
"goguéin" = acompañar). La fe significa creer en Dios y en todo lo que Él nos
ha dicho y revelado a través de su Hijo, porque Él es la verdad misma. Por la fe
"el hombre se entrega entera y libremente a Dios" (Dei Verbum 5). Por eso el
creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. "El justo vivirá
por la fe" (Rm 1, 17). La fe viva "actúa por la caridad" (Ga 5, 6). "Para educar
es necesario la profundización de cada uno con una comunicación reflexiva,
sincera y plena". Es decir, los padres, deben introducir a los niños y jóvenes en
la realidad profunda del ser mismo.
La vida en familia, tiene su trascendental importancia en la convivencia de cada
miembro de la misma; es precisamente dentro de ella donde los hijos se
forman en la fe, en las virtudes y en los valores, no es fácil la tarea de la
educación dentro de la familia, sin embargo, es indispensable involucrar a los
padres en la formación de sus hijos, puesto que ellos son los primeros
maestros. Es primordial educar desde el hogar y todas las familias en las
virtudes son acciones que están orientadas hacia el mejor bien. Nos hacen
crecer como personas. Las virtudes disponen todas nuestras potencias, todas
nuestras cualidades, todo nuestro ser hacia la perfección. Orientan toda
nuestra persona, no sólo nuestros actos, hacia el bien.
Por eso, para educar bien en las virtudes es necesario tener presente que
"Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de
honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en
cuenta" (Flp 4,8). La persona virtuosa está en el camino de ser sabio, porque
sabe cómo hacer realidad sus sueños y el de los demás.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, los numerales 1803; 1804; 1833 al
1844, indica a profundidad el tema de las virtudes, de lo cual mencionaré lo
más significativo: (...) La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el
bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí
misma, es decir, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a
través acciones concretas de la vida diaria. (...) Las virtudes morales se
adquieren mediante las fuerzas humanas. Las mismas crecen mediante la
educación, mediante actos deliberados y con el esfuerzo perseverante.
(...) Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables,
perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan
nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la
razón y la fe. Se agrupa en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza.
(...) Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Además fundan,
animan, y caracterizan el obrar cristiano; informan y vivifican todas las virtudes
morales; corresponden a las mismas: Fe, Esperanza y Caridad.

La enseñanza de Dios se transmite ante todo de padres a hijos (Dt. 6,7).


Enseñar, educar, llevar a Jesús, camino verdad y vida dentro del hogares y en
todas las familias es una gran tarea, es la Misión que el mismo Cristo dejó a los
suyos, a su Iglesia, y de manera especial a los padres como tarea especial en
la educación de sus hijos. En este sentido, la familia es el primer factor
insustituible de la educación y lugar generador de la cultura. Es en realidad, en
la familia donde acontece el don primero y fundamental de la vida; también la
certeza afectiva y el patrimonio de valores, que constituyen el rostro interior con
el cual el niño y el joven abren sus pasos a la existencia y a Dios.
Comprender el sentido de familia desde la fe, la esperanza y la caridad es
aceptar, ofrecer lo mejor de sí mismo, es saber a dónde uno encamina su vida,
es dar una dirección plena; es vivir el auténtico significado de entrega y
donación de padres a hijos como también de hijos a padres; es precisamente,
"en el seno de una familia donde la persona descubre los motivos y el camino
para pertenecer a la familia de Dios... De ella recibimos la vida, la primera
experiencia del amor y de la fe...", como lo señala el (Documento de Aparecida
n.13.2007).
Entonces: ¿Cuál es la misión fundamental de educar en la fe desde la familia?
Por designio de Dios, la familia ha recibido la misión de custodiar, revelar y
comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por
la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa» (Familiaris
Consortio 17).
El Pontificio Consejo Justicia y Paz en el n. 96, en el capítulo IV: La familia,
educación y cultura señala que: La tarea educativa tiene sus raíces en la
vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios;
ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí
la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación
de ayudarle eficazmente a vivir una vida plenamente humana.
Como ha recordado el Concilio Vaticano II: "Puesto que los padres han dado la
vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto
hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos.
Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando
falta, dificilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un
ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los
hombres, que favorezca la educación integra personal y social de los hijos. La
familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las
sociedades necesitan" (Gravissimum Educationis, n. 3).
El correcto deber educativo de los padres se califica como esencial,
relacionado con la transmisión de la vida humana; como original y primario,
respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de
amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que,
por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.
(Familiaris Consortio, n. 36)
En la colección de Folletos de la "Serie Biblioteca Básica del Cristiano" Nro. 4
en el tema: "Normas de piedad y de vida" indica que "Dios nos ofrece el don de
un existir nuevo, distinto y superior. Por eso se hizo hombre, para traernos ese
regalo. En el Evangelio quedaron recogidas las enseñanzas que nos muestran
cómo nace, cómo se desarrolla esa vida sobrenatural, y cómo se recupera
cuando se pierde. Por el Bautismo nos llega y se nos comunica la vida divina.
Aunque es sobrenatural y eterna, no deja de ser vida real. Por eso debe ser la
fe debe ser alimentada y atendida a lo largo de toda la existencia. Una forma
ideal de desarrollarla y cuidarla es con la ayuda de Dios y valiéndonos de unas
normas que deben ajustarse a un plan".

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