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El Caballo de Troya

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EL CABALLO DE

TROYA

 NOMBRES Y APELLIDOS: ______________________________________________________


 GRADO Y SECCIÓN: _________________

EL CABALLO DE TROYA

1
Nueve años pelearon troyanos contra griegos en las playas troyanas, por una
mujer. Nueve años en los que los muros de Troya no pudieron ser penetrados
por los griegos. Príncipes y reyes de ambos bandos cayeron en las batallas.
Héroes como Aquiles y Héctor, semejantes a los dioses, son ahora almas en el
inframundo, dónde gobierna Hades.

Pero esta noche quizás acabe la guerra. Quién podía imaginar que la guerra de
Troya, que ocasionaría la muerte de miles de hombres y llevaría a la raza de los
héroes a su fin, tuvo su verdadero origen en un tinto concurso de belleza entre
diosas.

Zeus, dios del cielo y del rayo, Poseidón, dios del mar, cortejaban a Tetis, una
hermosa diosa del mar.

Un oráculo había predicho que el hijo de Tetis sería más grande y poderoso que
su padre. Ambos dioses comprendieron que, si alguno de ellos se atrevía a tener
un hijo con ella, este niño llegaría a ser más poderoso y les arrebataría el reino
sin dudar un segundo. Para evitar ir la profecía se cumpliera, Zeus obligó a Tetis
a casarse con un mortal llamado Peleo, futuro rey de los mirmidones.

Los dioses se reunieron en el banquete de la boda, al que fue invitada toda la


nobleza griega: fue la última vez que hombres y dioses compartieron la mesa.
Zeus, había invitado a todos los dioses del Olimpo. Pero adrede no invitó a Eris,
la diosa de la discordia. Pero ella no sé perdió el matrimonio, y llegó a la fiesta.
Mientras inmortales y humanos bailaban y degustan los potajes, Eris lanzó una
manzana de oro en medio de la mesa y está tenía la siguiente inscripción: Para
la más hermosa.

Hera, Atenea y Afrodita, vieron la manzana y trataron de cogerla, reclamando la


manzana. Zeus, intervino en la querella que se había originado a causa de la
manzana de oro, antes de que la boda se convirtiera en una batalla campal,
pues cada una de las diosas, era por decirlo así un guerrero, era diestra en el
manejo de armas. Ninguno de los dioses presentes se ofreció a ser juez, para
dictaminar a cuál de las tres le correspondía la manzana, entonces Zeus decidió
que fuese un simple mortal quién tomara la difícil decisión. Hermes, dios
mensajero recibió la misión de buscar al mortal, y escogió a París, un hermoso
joven que vivía en el campo.

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Hermes habló con él y le dijo:

- Debes de elegir a la más hermosa entre las diosas, es una orden de Zeus.

París le contestó:

- Temo por la venganza de las que pierdan.

Hermes le dijo:

- No te preocupes, las diosas han prometido no guardarte rencor.

Entonces París acepto y las tres diosas se presentaron ante él, la primera en
hablar fue Hera y le dijo:

- Sí tú me eliges gobernarás Asia y serás muy rico.

Después fue el turno de Atenea quien le dijo:

- Sí tú me declaras ganadora, yo te haré el guerrero más fuerte y hermoso


de todos.

Y por último fue el turno de Afrodita, quien le dijo:

- Sí tú me eliges, yo te daré a una mujer de gran belleza, igual que la mía.

La mujer que Afrodita le prometió a Paris, era Helena. La diosa hizo que su
imagen se le apareciera. Paris en sueños, y él se enamoró perdidamente.
Helena era Reina de Esparta e hija del mismo Zeus. Cuando tuvo edad para
casarse, fue pretendida por muchos príncipes y reyes griegos, y de entre todos
ellos eligió a Menelao, hermano del poderoso rey de todos los griegos
Agamenón.

¿Pero cómo París un pastor, podía competir por el amor de Helena? Y


precisamente pudo hacerlo, porque no solo era un campesino. En realidad, él
era hijo de Príamo, rey de Troya, quien lo había abandonado años atrás en el
bosque cuando nació. Su madre la reina Hécuba, había soñado que daba a luz
una antorcha que incendiaría Troya. Un adivino interpretó el sueño y dijo que el
niño sería la causa de la destrucción del país. Entonces Príamo, rey de Troya
con mucho dolor decidió eliminarlo, y en su memoria fundó los juegos anuales.

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Cuando Paris creció acudió a los juegos y participó en los torneos. Destacó en la
lucha, las corridas de toros, y pruebas de velocidad. Los hijos del rey indignados
porque un campesino los derrotaba decidieron matarlo, entonces Paris se
refugió en un templo de Zeus, dónde están prohibidos cualquier acto de
violencia.

Cassandra, hermana de Paris, una sacerdotisa de Zeus, gracias a sus poderes


proféticos, reconoció al príncipe perdido y se lo informo a su padre, quien de
inmediato lo acogió bajo su protección, y celebró con alegría su regreso, que
atribuyó a la decisión de los dioses, y lo incorporó a su casa como a cualquiera
de sus otros hijos.

Cuando los sacerdotes de Apolo se enteraron de la existencia de Paris, corrieron


a decirle al Príamo que debía de sacrificar a su primogénito. Pero el rey les
respondió:

- Prefiero ver arder Troya, antes que matar a mi hijo.

El rencor de las diosas Hera y Atenea decidió la guerra, y Afrodita contribuyó a


que la profecía se cumpliera cuando le prometió a Paris, ahora príncipe troyano,
que Helena, reina griega, sería suya.

Pero entre troyanos y griegos había todavía una ofensa más antigua, tiempo
atrás Troya había sido atacada por un colosal monstruo, enviado por Poseidón,
dios del mar, quien estaba molesto porque él había construido los enormes
muros de la ciudad. En ese tiempo el rey de Troya era Laomedonte, quien había
prometido un pago generoso al dios por su trabajo. Pero cuando las murallas
fueron terminadas, se negó a cumplir su palabra.

Por eso el monstruo atacó Troya, y justo coincidió con la visita de Heracles
(Hércules) quien en ese momento pasaba por la ciudad, en compañía de otros
valientes griegos, y al ver la situación, ofreció liberar a la ciudad a cambio de
unos maravillosos caballos, que tiempo atrás Zeus le había regalado al rey.

Heracles luchó contra el monstruo y lo asesinó, y cuando quiso cobrar lo


pactado con el rey, este no reconoció su deuda. Heracles molesto mató a
Laomedonte y a todos sus hijos, menos a dos, a Príamo y a la princesa Hesíone.
Hércules le perdonó la vida al joven príncipe cuando la princesa le regaló un

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maravilloso velo de oro tejido por ella. Heracles nombró soberano de Troya a
Príamo, pero se llevó a su hermana para que fuera esposa del griego Telamón.

Desde aquella vez, traer a Hesíone de nuevo a Troya había sido siempre el
deseo de Príamo, y en su corazón almacenaba un odio profundo por los griegos
y quería vengarse. Paris, convenció a su padre de darle naves y hombres para
rescatar a Hesíone, su hermana, la anciana hermana del rey, y le juró a su padre
que no tenía ningún otro interés para ir a Grecia, y Príamo le creyó.

Cuando el joven príncipe llegó se presentó como un amigo ante la corte del rey
Menelao. Durante nueve días, el príncipe París y sus hombres recibieron
homenajes y banquetes del rey. Durante esos días el joven príncipe troyano no
dejó de mirar a Helena. En realidad, era tan hermosa como Afrodita le había
prometido, era la más hermosa de las mujeres que habitaba entres los mortales.

Afrodita había cumplido su promesa, Helena estaba enamorada de ese hermoso


príncipe semejante a los dioses. Cuando ella bebía una copa de vino, Paris
buscaba esa copa y posaba sus labios dónde ella los había posado.

Helena sentía terror de que su esposo la descubriera, pero este nunca se dio
cuenta. Cuando llegó el noveno día, Menelao se levantó de su mesa y dijo:

- Príncipe París, ha sido un placer compartir contigo mi mesa. Pero tengo un


deber que me urge y parto a Creta, a las exequias de mi abuelo. Dejo a mí
hermosa esposa Helena, ella ocupará mi lugar y sabrá tratarlos como
corresponde. Gracias por haberme visitado, espero que volvamos a vernos
otra vez.

Al decir esto se marchó. Esa misma noche Helena recogió la mayor parte de los
tesoros de palacio y se embarcó en las naves de Paris, además se llevó consigo
cinco servidoras, entre ellas dos ex reinas, una de las cuales fue madre del
héroe Teseo. Dejó a su hija Hemíome de nueve años, pero se llevó consigo a su
hijo Plístenes.

Mientras tanto desde el Olimpo, Hera, que odiaba a Paris, intentó malograrles la
luna de miel a los amantes, mandándoles una tormenta que obligó a las naves a
refugiarse en una isla, pero nada malo les sucedió, pues Afrodita los cuidaba.

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El viaje de regreso duró varios meses, la pequeña flota hizo altos en Chipre y
Egipto. También se detuvo en la corte del rey Sidón, quien recibió a Paris con
grandes banquetes. El joven príncipe troyano gozó de la hospitalidad del rey
algunos días, luego lo asesinó y robó sus tesoros.

La guardia del rey muerto se enfrentó en feroces combates contra la flota del
príncipe troyano. Paris no recibió ningún rasguño, pero si perdió dos de sus
naves en la retirada, y a los valientes guerreros que viajaban en ellas. Pero a él
y a Helena no les pasó nada.

Por fin cuando llegaron a Troya, Paris presentó a Helena ante la familia real.
Todos en el reino quedaron encantados con su belleza, y la llamaron Helena de
Troya. Dos años después del rapto, naves griegas llegaron las costas de Troya.
El rey Agamenón lideraba aún colosal ejército, que no solo estaba interesado en
vengar la afrenta hacia su hermano, sino que también perseguía un gran botín
de guerra, que tenía la seguridad de ganar. Un oráculo le había predicho que la
guerra duraría nueve años, pero que cuando llegará el décimo la ciudad troyana
caería.

El rey Agamenón confiaba en sus guerreros: Aquiles, hijo de Peleó y de Tetis,


rey de los mirmidones y en Odiseo, rey de Ítaca, famoso por su astucia.

Muchos reyes y príncipes griegos formaban la alianza que día a día combatía
contra las defensas troyanas. La guerra entre hombres era el reflejo de la lucha
entre las diosas. Ares, dios de la guerra, a quien no le importaba quien sufriera
con tal de hubiera una, tomó partido por los troyanos, influenciado por la amistad
que lo unía con Afrodita. Hera y Atenea, empleaban cualquier estrategia para
inclinar la balanza hacia los griegos, incluso ellas mismas combatían en el
campo de batalla.

La falta de provisiones solía ser un gran problema para las fuerzas de


Agamenón.

Mientras tanto en el Olimpo, Zeus procuraba que los dioses no intervinieran,


pero no siempre lograba detenerlos.

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Cuando los griegos se estaban dando por vencidos, recobraron el aliento gracias
al valiente guerrero Aquiles, el destructor de hombres, mató a Héctor, hijo de
Príamo y protector de Troya, en una batalla cuerpo a cuerpo.

El combate entre ambos héroes paralizó a los ejércitos. Después de chocar


espadas, Héctor corrió delante de los muros de Troya, pensó que así podía
cansar a su rival, pero Aquiles no mostró cansancio alguno. Héctor no tuvo otra
alternativa que enfrentarlo con valentía. La lucha estaba pareja, sin embrago
nadie era más veloz que Aquiles, y luego de un giro atravesó el pecho de su rival
con su lanza, ocasionándole la muerte.

Los troyanos al ver a su príncipe morir, entraron en desesperación y decidieron


vengar la muerte de Héctor. Tenían que provocar una muerte semejante en el
bando contrario.

Aquiles estaba harto de que Agamenón no respetaba de ninguna manera. El hijo


de Peleo, se había enamorado de Briseida, princesa troyana y sacerdotisa.
Aprovechando esa información los troyanos citaron a Aquiles como si fuera la
joven, sin saber que en realidad era una trampa, y que Paris lo esperaba oculto.
Odiseo siguió a Aquiles junto a unos hombres, porque sospechaba del amorío
del rey mirmidón, y fue testigo de cómo Paris con una flecha en el tobillo mató a
Aquiles, pero también vio como el joven príncipe mirmidón a pesar de estar
herido logro matar a decenas de troyanos hasta que pereció. Odiseo y sus
hombres se enfrentaron a sus enemigos para recuperar el cuerpo y lo llevaron al
campamento griego.

Muerte por muerte, héroe por héroe. Unos meses después, el famoso arco de
Heracles fue traído a Troya y los griegos los usaron para acabar con la Paris.

En ambos bandos crecía el deseo de que la guerra acabase, ya habían pasado


nueve años y eran miles los muertos. En Troya muchos llegaron a la conclusión
de que había llegado la hora de pactar y que debían de entregar a Helena y
dejar que los griegos se marchen pagándoles algún tributo.

Príamo no aceptó, creía que los griegos habían agotado todos sus recursos y
que estaban a punto de irse. Solo muerto devolvería a Helena. Pero el rey

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troyano se equivocaba, todavía los griegos tenían un recurso, el ingenio divino
de Odiseo.

Un soldado troyano informó que los griegos habían quemado su campamento y


se habían marchado, y que habían dejado un magnífico caballo de madera.

El rey Príamo, se acercó al colosal caballo y leyó la siguiente inscripción


grabada: En agradecimiento por el retorno a salvo a nuestros hogares, los
griegos dedican está ofrenda a la diosa Atenea.

- Puesto que el regalo es para Atenea, tenemos que llevarlo dentro, sino la
diosa podría molestarse – dijo uno de los miembros de la corte del rey.

Otro miembro de la corte se opuso rotundamente y dijo:

- Atenea ha defendido a los griegos durante toda guerra. Tenemos que


abrirlo y ver que contiene, y quemarlo inmediatamente.

Pero Príamo temía a los dioses, y temía su ira. Así que mandó a introducir el
enorme caballo en la ciudadela. El caballo era tan grande que tuvieron que
romper muros para que entrara.

Fue allí donde Cassandra, la sacerdotisa de Apolo, que fue condenada por el
mismo dios, a que nadie creyera en sus vaticinios alertó a todos, que dentro del
caballo había hombres armados. Nadie le creyó, salvó el adivino Lacoonte.

- Que estas haciendo troyanos necios – dijo Lacoonte – jamás deben de


fiarse de un griego, así les dé un regalo.

Al terminar de decir eso, arrojó una jabalina con tanta fuerza, que la punta
penetró en la madera. No se oyó ningún ruido.

- No perdamos tiempo, quememos el caballo – dijo Lacoonte.

En ese momento una patrulla de soldados se presentó ante el rey Príamo, con
un soldado griego llamado Sinón.

Príamo interrogó a Sinón, el griego contó que habían perdido el favor de Atenea
y querían marcharse. Después de la muerte de Aquiles, la confianza de los
soldados en sus líderes había decrecido. Hace tiempo se hubieran ido, de no ser

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por las malas condiciones del viento. Apolo les había aconsejado que
sacrificaran un noble griego y él había sido elegido. Pero de pronto las
condiciones del clima cambiaron y los griegos, sin perder tiempo subieron a sus
naves y se fueron.

- ¿y el caballo? ¿Por qué tan grande? – dijo Príamo.


- Para que no puedan meterlo en la ciudadela. El adivino Calcante predijo
que, si despreciaban la figura, Atenea los destruiría. Pero que, si lograban
meterla, las fuerzas troyanas conquistarían a las griegas.

Príamo se creyó todo y mandó a que metieran el caballo. En la noche no hubo


compasión. Los griegos se deslizaron en la oscuridad, ya aprovechando que los
troyanos habían bebido, comenzaron a degollar a todos, casa por casa.

Cuando los troyanos se dieron cuenta, era demasiado tarde. Los soldados
habían sido asesinados. La reina Hécuba, le pidió a Príamo que se refugiara en
el templo de Zeus, porque allí no lo tocarían.

Pero Príamo no pudo resistir ver a uno de sus hijos ser atacado y herido por
soldados griegos. Y a pesar de ser un hombre viejo, arrojó su jabalina, pero sin
resultado alguno. Los soldados lo sujetaron y los arrastraron por las escalinatas
del palacio, en ese momento ya era un río de sangre, y le dieron muerte
penetrando su cuerpo en reiteradas veces con sus espadas.

Odiseo y Agamenón, enfrentaron a la guardia real de Príamo, pero la derrotaron


con la fuerza de sus brazos y con la ayuda de Atenea.

Menelao fue directamente en búsqueda de su esposa, dispuesto a matarla, pero


cuando estuvo frente a ella, comprendió que ella solo había sido un títere para
los dioses y que su culpa consistía en no poder resistir el poder de los dioses.
Ella le dijo a Menelao, que lo había extrañado, y que ya libre del hechizo de
Afrodita, había intentado huir, para volver a su hogar.

Menelao recogió a Helena y todos los tesoros obtenidos, y ordenó que los
llevaran a su nave. La reina de Esparta volvía a su hogar, y con ella los griegos
que habían venido a rescatarla y habían sobrevivido.

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Miles no volvieron, y sus almas fueron a ocupar un lugar en el inframundo,
donde reina Hades, ese era el costo de seguirle el juego a los dioses, tan
volubles, caprichosos y sanguinarios.

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