08 Agatha Christie El Caso de La Doncella Perfecta
08 Agatha Christie El Caso de La Doncella Perfecta
08 Agatha Christie El Caso de La Doncella Perfecta
Agatha Christie
Durante diez largos días todo Saint Mary Mead tuvo que soportar el
oír pregonar las excelencias del tesoro de las señoritas Skinner.
Al undécimo, el pueblo se estremeció ante la gran noticia.
¡Mary, el modelo de sirvienta, había desaparecido! No había
dormido en su cama y encontraron la puerta de la casa abierta de
par en par. Se marchó tranquilamente, durante la noche.
¡Y no era sólo Mary lo que había desaparecido! Sino, además, los
broches y cinco anillos de la señora Lavinia; y tres sortijas, un
pendentif, una pulsera y cuatro prendedores de la señorita Emilia.
Era el primer capítulo de la catástrofe. La joven señora Devereux
había perdido sus diamantes, que guardaba en un cajón sin llave, y
también algunas pieles valiosas, regalo de bodas. El juez y su esposa
notaron la desaparición de varias joyas y cierta cantidad de dinero.
La señora Carmichael fue la más perjudicada. No sólo le faltaron
algunas joyas de gran valor, sino que una considerable suma de
dinero que guardaba en su piso había volado. Aquella noche, Juana
había salido y su ama tenía la costumbre de pasear por los jardines
al anochecer llamando a los pájaros y arrojándoles migas de pan.
Era evidente que Mary, la doncella perfecta, había encontrado las
llaves que abrían todos los pisos.
Hay que confesar que en Saint Mary Mead reinaba cierta malsana
satisfacción. ¡La señorita Lavinia había alardeado tanto de su
maravillosa Mary...!
-Y, total, ha resultado una vulgar ladrona.
A esto siguieron interesantes descubrimientos. Mary no sólo había
desaparecido, sino que la agencia que la colocó pudo comprobar
que la Mary Higgins que recurrió a ellos y cuyas referencias dieron
por buenas, era una impostora. La verdadera Mary Higgins era una
fiel sirvienta que vivía con la hermana de un virtuoso sacerdote en
cierto lugar de Cornwall.
-Ha sido endiabladamente lista -tuvo que admitir el inspector Slack-.
Y si quieren saber mi opinión, creo que esa mujer trabaja con una
banda de ladrones. Hace un año hubo un caso parecido en
Northumberland. No la cogieron ni pudo recuperarse lo robado. Sin
embargo, nosotros lo haremos algo mejor.
El inspector Slack era un hombre de carácter muy optimista.
No obstante, iban transcurriendo las semanas y Mary Higgins
continuaba triunfalmente en libertad. En vano el inspector Slack
redoblaba la energía que le era característica.
La señora Lavinia permanecía llorosa, y la señorita Emilia estaba tan
contraída e inquieta por su estado que envió a buscar al doctor
Haydock.
El pueblo entero estaba ansioso por conocer lo que opinaba de la
enfermedad de la señorita Emilia, pero, claro, no podían
preguntárselo. Sin embargo, pudieron informarse gracias al señor
Meek, el ayudante del farmacéutico, que salía con Clara, la doncella
de la señora Price-Ridley. Entonces se supo que el doctor Haydock
le había recetado una mezcla de asafétida y valeriana, que según el
señor Meek, era lo que daban a los maulas del Ejército que se fingían
enfermos.
Poco después supieron que la señorita Emilia, carente de la atención
médica que precisaba, había declarado que en su estado de salud
consideraba necesario permanecer cerca del especialista de Londres
que comprendía su caso. Dijo que lo hacía sobre todo por Lavinia.
El piso quedó por alquilar.
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/christie/doncella.htm