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Acerca de Nuevas y Viejas Herejías

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ACERCA DE NUEVAS Y VIEJAS HEREJÍAS

Los abecedarianos eran integrantes de una secta del siglo XVI que
declaraban, siguiendo a Storck, que para salvarse era necesario no saber leer ni
escribir. Cuando Lutero enseñó que cada uno era dueño de interpretar a su modo las
Sagradas Escrituras, según el espíritu privado, su discípulo Stork afirmó que cada fiel
podía conocer el espíritu de los libros sagrados tan bien como los más hábiles
doctores, pues solo Dios es quien da la inteligencia de ellos a cada hombre, sin el
auxilio de otros libros ni ciencias, deduciendo de aquí que el estudio solo servía para
producir distracciones e impedir estar atento a la voz de Dios y, por consiguiente,
que convenía no saber leer para no estar en peligro de perder la salvación.

El adamismo es una doctrina herética surgida en el siglo II en el norte de


África y que pretendían, mediante la práctica del nudismo, retornar a la inocencia
originaria del Edén descrita en el Génesis.
En el siglo XX, movimientos religiosos que defendían el nudismo aparecieron en los
Estados Unidos entre los que destacan el surgido en 1925 de la mano de Anna Rhodes
o la creación, en 1985, de la Iglesia Nudista Cristiana.

El adopcionismo es la doctrina según la cual Jesús era un ser humano,


elevado a categoría divina por designio de Dios por su adopción, o bien al ser
concebido, o en algún momento a lo largo de su vida, o tras su muerte.

A lo largo de las llamadas disputas cristológicas, el adopcionismo volvería a ser


resucitado, en una versión más refinada, por Pablo de Samosata (en el Siglo III), y
por su discípulo Arrio. El arrianismo, en efecto, se transformaría en la herejía más
atosigadora que debería afrontar la joven Iglesia en sus primeros años.

El nombre anabaptista proviene del idioma griego y se refiere a


"rebautizar"[1] o "bautizar de nuevo" (ανα- hacer de nuevo y βαπτιζω- bautizar). Los
anabaptistas consideran inválido el bautismo infantil y abogan por el bautismo de
creyentes adultos, pues por una parte consideran que los niños son salvos y por otra
parte consideran al bautismo como símbolo de fe, la cual no manifiesta un bebé.
Aparte de compartir las principales doctrinas de la Reforma, como la definición de la
Biblia como única regla infalible de fe, inspirada indudablemente por el Espíritu
Santo; la aceptación de Jesucristo como único mediador; el sacerdocio de todos los
creyentes y la presencia del Espíritu Santo y sus dones en cada cristiano; y el
rechazo de la creencia en la transubstanciación

durante la misa y de ésta como sacrificio; defienden la idea de que los cristianos
convencidos, bautizados, deben vivir libres de la esclavitud del mundo, amar a los
enemigos y abstenerse de toda violencia, solidarizarse materialmente con los
pobres, sin apelar a las relaciones con el estado para conseguir prebendas.

El anabaptismo puede definirse en tres puntos principales:


1. Un concepto de la esencia del cristianismo como discipulado.
2. La Iglesia como fraternidad.
3. Una ética y moralidad basada en el Sermón del Monte.
Por eso, insisten en la importancia de la comunidad de fe para la oración, la mutua
corrección fraterna, mutua ayuda material, ser una comunidad establecida
voluntariamente y el Cuerpo de Cristo que se celebra en la Eucaristía.

Rechazan enérgicamente las persecuciones y guerras religiosas y consideran un


crimen la ejecución de cualquier persona por sus creencias. Su norma fue y sigue
siendo "Libertad religiosa para todos los hombres para vivir la fe de su elección o
ninguna".

El arrianismo, es la opinión de que Jesús fue un ser creado con atributos


divinos, pero no divino en y por Sí mismo.
A pesar de que el Arrianismo como tal haya desaparecido, se considera
continuadores de ciertos aspectos del arrianismo a varias comunidades religiosas:
La cristología de los Testigos de Jehová guarda algunas similitudes con el arrianismo,
en el sentido que ambas consideran a Jesús como el Hijo unigénito del Dios Padre, y
no como Dios mismo y parte de la Trinidad.
Los socinianos, una denominación nacida luego de la Reforma Protestante en
Polonia, no cree en el aspecto divino de Jesús, por lo que en alguna medida pueden
ser considerados herederos del arrianismo.
Teologías actuales surgidas en la iglesia católica son acusadas de reproducir
esquemas arrianos, con una presentación no cristológica de Jesús. Acusaciones
recientes al teólogo José Antonio Pagola por lo expuesto en su libro "Jesús,
aproximación histórica" (PPC, 2007, N de j del R: ¡en venta en las liberías claretianas
de todo el país! ) por parte del obispo de Tarazona, Demetrio Fernandez, dan idea
de que la herejía (desde el punto de vista católico), sigue en la mente de la Iglesia.
Por lo general, se cree que determinadas nuevas eclesiologías combinan la teología
liberacionista con el nuevo arrianismo científico, surgido de determinadas corrientes
historicistas en la investigación bíblica. Pero lamentablemente no hay "una voz
oficial ni única" sobre este tema.

La expresión española armarse la de Dios es Cristo, indicando que va a haber un


problema muy grande, hace referencia a las disputas tanto en el plano teológico
como en el político y militar que hubo entre arrianos y católicos entre los siglos IV y
VI.

El febronianismo fue una doctrina y un poderoso movimiento cristiano


establecido por el canónigo alemán de la ciudad de Tréveris (Trier) Johann Nikolaus
von Hontheim (quien usaba el pseudónimo Julius Febronius) en el siglo XVIII, que
pretendía disminuir la autoridad y los derechos del Papa y aumentar los de los
obispos, con el argumento de que la institución que había hecho Jesucristo de la
Iglesia no era monárquica.

Febronio perseguía así la reunificación del catolicismo romano con el resto de las
ramas del cristianismo y una nacionalización de las iglesias. Fue condenado como
cismático por la Iglesia Católica.
Para Febronio, el Papa, aunque tiene derecho a una cierta primacía, está
subordinado a la Iglesia universal. Aunque, considerado como el centro de unidad,
el Sumo Pontífice puede ser visto como el guardián y campeón de la ley eclesiástica
y es capaz de proponer leyes y enviar delegados en asuntos que conciernan a su
posición, su soberanía sobre la Iglesia no es jurisdiccional, sino de orden y
colaboración.

La Iglesia estaría basada en el episcopado común a todos los obispos, con el Papa en
el papel de primero entre sus iguales.
De ello se deduce que el sucesor de Pedro está sujeto a las decisiones de los
concilios ecuménicos, en el que los obispos son sus colegas y no simplemente
consultores, además de que el Papa no tiene el derecho exclusivo de convocar esas
reuniones. Por lo tanto, los decretos de estos concilios generales no necesitan ser
confimados por el Papa ni pueden ser alterados por él. Además, las decisiones
papales pueden ser apeladas ante el concilio.

Por otro lado, los derechos apropiados por el Papado en materia de apelación,
reserva, confirmación, traslado y deposición de obispos pertenecen para el
febronianismo a los obispos reunidos en sínodos provinciales.

Los husitas se dividieron en dos grupos: los moderados utraquistas y los


radicales taboristas en Bohemia del Sur. En 1420, después de la muerte del rey
Wenceslao, lograron ponerse de acuerdo en un programa común: los Artículos de
Praga, en el que exigían al poder real el reconocimiento de:
La comunión bajo las dos especies (los comulgantes debían comer la hostia y beber
el vino)
La libertad de predicación
La pobreza de los eclesiásticos
El castigo de los pecados mortales sin distinciones según el rango o nacimiento del
pecador

Iconoclasta proviene de εικονοκλάστης, rompedor de imágenes, y se define


como tal en particular al «hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las
sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban».
El Protestantismo destruyó en Alemania, en el norte de Europa y en Suiza numerosas
manifestaciones de Arte sacro durante la Reforma. Las desamortizaciones de
propiedades y bienes eclesiásticos llevadas a cabo por la Burguesía principalmente
en sus revoluciones y en el siglo más importante de su expansión, el XIX, llevaron a
cabo una importante destrucción del Patrimonio Artístico y cultural, no existiendo
aún leyes adecuadas para su protección.
Muchos monasterios y conventos, y con ellos sus iglesias, retablos, pinturas,
esculturas y libros fueron divididos, vendidos o destruidos. En especial resultó
perjudicado el patrimonio arquitectónico, ya que numerosos edificios religiosos
fueron destruidos para construir edificios civiles.

Tras el Vaticano II los "Iconoclastas católicos" sacerdotes, religiosos y seglares en


nombre de la apertura de la Iglesia al mundo, una Iglesia más cercana a los pobres y
la necesidad de quitar todo obstáculo al Ecumenismo causaron numerosos destrozos
en numerosas iglesias del mundo
Los joaquinitas fueron los seguidores de las enseñanzas del Abad Joaquín
de Fiore, iniciador de un movimiento heterodoxo surgido en el siglo XII, que proponía
una reinterpretación de la historia y del evangelio, para seguir el llamado «Evangelio
eterno». Influyeron notablemente en diversos grupos heterodoxos y heréticos,
fundamentalmente en los franciscanos espirituales y en los fraticelli, que proponían
una observancia más estricta de la Regla franciscana, así como en diversos grupos
milenaristas a lo largo de la historia.

Las obras de Joaquín de Fiore parecen dividir la historia en tres edades. La primera
era la «edad del padre». La edad del padre era la época de la Antigua Alianza. La
segunda fue la «edad del Hijo», y por lo tanto el mundo del cristianismo. La edad de
la tercera y última sería la del Espíritu Santo, a partir de la Parusía. Este será un
nuevo «Evangelio eterno» que se pondrá de manifiesto con la sustitución de la
Iglesia jerárquica y corrupta por la Iglesia del Espíritu, sobre la base de la
igualdad. La primera y segunda edades tienen tiene cuarenta y dos generaciones.
Joaquín parecía sugerir que la era cristiana terminó en 1260 con la llegada del
Anticristo, por la que edad utópica esta al llegar.
El pensamiento de los joaquinistas «tienen su origen en la profunda convicción de
poseer una llamada personal a la misión profética. Joaquín de Fiore se siente el
Bautista y el Elías de los nuevos tiempos. Este profundo convencimiento se
acrecienta en la meditación de la Sagrada Escritura, que interpreta llevando el
método alegórico a las mayores y arbitrarias exageraciones».
En 1215, algunas de sus ideas fueron condenados en el IV Concilio de Letrán. Por lo
tanto, en el pensamiento joaquinista, la Iglesia Católica era la ramera de Babilonia
y el papa el mismo anticristo, pensamiento que sería recuperado por Lutero en la
reforma protestante, y que condujo a una ruptura con el catolicismo. Al mismo
tiempo, o poco antes, se decidió que incluso los escritos de Joaquín eran el
«Evangelio Eterno», o la ruta de acceso al mismo.
El pensamiento de Joaquín de Fiore ha sido una influencia constante en algunos
místicos y teólogos, siendo estudiada con profunidad.[2] Dante lo coloca entre santo
Tomás de Aquino y san Buenaventura en el canto XII del Paraíso. Algunos autores
destacan la influencia del joaquinismo en san Bernardino de Siena y el mismo
Buenaventura, así como en los mentados «espirituales»: Gerardo de Borgo, Juan de
Parma, Salimbene de Adán, Ubertino de Casale, Hugo de Digne, Pedro Juan Olivi y
otros autores, como Arnaldo de Vilanova y movimientos religiosos, como el de las
beguinas, los fraticelli, los hermanos del libre espíritu, los ranters y los flagelantes.
durante el Renacimiento se releyeron sus escritos, influyendo en Jerónimo
Savonarola, Juan Bautista Vico, Cola de Rienzo, Nicolás de Cusa, John Wickliffe, que
usó en su Trialogus la obra joaquinita De Semine Scripturarum y, posteriormente,
incluso en los socialistas utópicos de Henri de Saint-Simon.
Teorías similares son seguidas actualmente por diversos movimientos de caracter
cristiano, como es el caso de los Testigos de Jehová.

En tiempos más actuales el presidente de los Estados Unidos Barack Obama fue
criticado por varios teólogos vaticanos cuando citó a Joaquín de Fiori en varias
ocasiones durante su campaña presidencial. La Santa Sede reiteró que las ideas de
Joaquín eran heréticas.
El montanismo, a diferencia de la gnosis y del marcionismo, no pretendía
anunciar una nueva doctrina sino más bien revalorizar ciertos elementos
relativamente olvidados de la doctrina tradicional:
La escatología, que caracterizaba a la doctrina montanista al afirmar que el fin de
los tiempos se acercaba y que llegaría en un plazo muy breve, resurgiendo así la
espera de la parusía tal como lo habían esperado las primeras generaciones
cristianas. El montanismo insistió en las prácticas ordinarias en la Iglesia de
entonces: preparación al martirio, ayuno, abstención de alimentos húmedos "la
sangre"), castidad dentro del matrimonio, prohibición de segundas nupcias, negativa
a conceder el perdón a un cristiano bautizado incluso en el caso de que hiciera
penitencia.

El profetismo es el verdadero elemento dominante en el montanismo; sus


promotores intentaron revivir el profetismo cristiano, que apenas existía en la
época. No obstante, su concepción del profetismo difería sustancialmente de la
tradición primitiva, puesto que los profetas del montanismo se consideraban como
receptáculos de la divinidad: no eran ellos quienes hablaban, era el Espíritu quien
hablaba por su boca. Así, Montano era un nuevo Paráclito que continuaba la
revelación contenida en el evangelio.
El movimiento se difundió rápidamente, y hacia el final del siglo II alcanzó su
máxima expansión. En Oriente y especialmente en Asia Menor fue donde logró mayor
importancia y donde persistió por más tiempo, subsistiendo hasta fines del siglo IV.
También logró gran aceptación en Occidente, aunque más brevemente. Se
encuentran rastros de este movimiento en el año 177 en Lyón. La carta de los
mártires de Lyón a las iglesias de Asia y de Roma, por ejemplo, habla de la doctrina
de Montano. También se encuentran evidencias de él en Roma y en África, donde,
hacia el año 205, Tertuliano se adhirió oficialmente al movimiento. Posteriormente
vuelve a reaparecer un movimiento similar con el Pentecostalismo.

El priscilianismo fue la doctrina cristiana predicado por Prisciliano en el


siglo IV, basada en los ideales de austeridad y pobreza. Fue condenado como
herejía en el Concilio de Braga, en el año 563. Además de instar a la Iglesia a
abandonar la opulencia y las riquezas para volver a unirse con los pobres, el
priscilianismo como hecho destacado en el terreno social condenaba la institución de
la esclavitud y concedía una gran libertad e importancia a la mujer, abriéndoles las
puertas de los templos como participantes activas ( N de J del R: Exactamente la
situación actual de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires y muchas otras
iglesias, hiperpoblada de monaguillas, acólitas -crucíferas, turiferarias y
ceroferarias-, lectoras y cantoras, ministras de la comunión, ostiarias,
exorcistas,etc y aún capaces de sacerdocio como ha sostenido el Eminentísimo Don
Policarpo el Patriarca de Lisboa hace poco, aunque desde el Vaticano le pidieron
que diga que no quiso decir lo que dijo y que sabe bien el tema que no supo
explicar...).

El priscilianismo recomendó la abstinencia de alcohol y el celibato, como un capítulo


más del ascetismo, pero no prohibió el matrimonio de monjes ni clérigos, utilizó
el baile como parte de la liturgia y se negó a condenar algunos apócrifos y
seudoepigráficos prohibidos como el Libro de Henoc, que interpretaba en forma
alegórica.

En el año 400 el I Concilio de Toledo redactó una profesión de fe contra el


Prisciliano. El obispo Sinfosio dijo:
«Condeno, juntamente con su autor todos los libros heréticos y en especial la
doctrina de Prisciliano, según acaba de ser expuesta, donde se afirma que escribió
que el Hijo de Dios no puede nacer.»
Para evitar nuevas persecuciones los priscilianistas se constituyeron en una sociedad
secreta y continuaron ejerciendo el poder logrando nombrar obispos. Esta situación
crearía un cisma que sumiría a la Iglesia en una gran confusión, obligando a
intervenir al papa Inocencio I, que sancionó la Regula fidei contra omnes hereses,
maxime contra Priscillianistas en el año 404.

El movimiento Lolardo o Wyclifismo fue un movimiento político y religioso


de finales del siglo XIV e inicios del siglo XV en Inglaterra, generalmente identificado
como un precursor de la Reforma. Sus objetivos principales eran precisamente la
reforma de la Iglesia.

Entre sus principales doctrinas estaba aquella que propugnaba que la devoción era
un requerimento para que un sacerdote fuera de "verdad" un sacerdote o para que
llevara a cabo los sacramentos debidamente, y que el laico devoto tenía la facultad
de ejecutar los mismos ritos, creyendo que el poder religioso y la autoridad
resultaban de la devoción y no de la jerarquía eclesiástica. Enseñaban que la Iglesia
cristiana era la "Iglesia de los salvados", queriendo dar a entender que la verdadera
Iglesia de Cristo estaba constituida por la comunidad de los fieles, que tenía mucho
en común con la Iglesia oficial, pero que no era lo mismo.

Enseñaban además una cierta forma de predestinación.


Abogaban por la pobreza apostólica y la tasación de las propiedades de la Iglesia.
Negaban la doctrina romana de la transubstanciación favoreciendo por ello la
doctrina de la consubstanciación en la Eucaristía (Igual que dom Anselm Grün OSB).

El movimiento fue declarado oficialmente herejía en el concilio de Constanza en el


año 1415.
Los orígenes del movimiento Lolardo (Lollardy) o Wyclifista se encuentra en las
enseñanzas de John Wyclif , un teólogo prominente de la Universidad de Oxford
hacia 1350.
Y también "Lolardos", del nombre de Valter Lollard, un predicador holandés
valdense.

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