El Don de Anclarnos en El Amor de Dios
El Don de Anclarnos en El Amor de Dios
El Don de Anclarnos en El Amor de Dios
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De hecho, el desafío para despojamos de nuestro ser antiguo y falso para
poder vivir auténticamente en nuestro ser nuevo y verdadero está en el
centro de la verdadera espiritualidad.
El apóstol Pablo, lo expresó de la siguiente manera: «debían quitarse el
ropaje de la vieja naturaleza ... y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza,
creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad» (Efesios 4:22,24).
Diapositivas 5 y 6
La gran mayoría de nosotros muere sin saber quién es.
Vivimos, de manera inconsciente, la vida de otra persona o, al menos, las
expectativas que otra persona tiene de nosotros. En lugar de vivir nuestra
propia vida, aparentamos vivir a vida que las personas quieren.
Esto nos perjudica a nosotros, y a nuestra relación con Dios y a las demás
personas.
Diapositiva 7
Como a la mayor parte de los cristianos, han sido enseñados que no debemos
confiarnos tanto de los sentimientos porque aumentan y disminuyen, y es lo
último a lo que debemos prestar atención en nuestra vida espiritual. Pero
esta opinión es incorrecta
Diapositiva 8
Lo que quiso significar es que Dios creó a los seres humanos para que sientan
una gran variedad de emociones. Existen cientos de ellas, cada una con sus
variaciones combinaciones y matices propios. Los investigadores las clasifican
en ocho grupos principales:
Diapositiva 9
La mayoría de los cristianos no piensan que tienen autorización para
considerar sus sentimientos, nombrarlos o expresarlos abiertamente. Esto se
aplica especialmente a los momentos en que reflexionamos en los
sentimientos más difíciles, como el miedo, la tristeza y la ira.
Cuando negamos nuestra pena, pérdidas y sentimientos año tras año, cada
vez somos menos humanos. Nos transformamos lentamente en caparazones
vacíos con caras sonrientes pintadas sobre ellos. Es triste decir que es el
resultado de mucho de nuestro discipulado en nuestras iglesias.
Diapositiva 11
El viaje de la transformación genuina hacia una espiritualidad
emocionalmente sana, se inicia con el compromiso de permitirnos ejercitar
nuestros sentimientos.
Es una parte esencial de nuestra humanidad y personalidad como hombres y
mujeres creados a imagen de Dios.
Las Escrituras muestran a Dios como un ser emocional que siente, es decir
una persona.
Como fuimos creados a su imagen, también fuimos diseñados con el don de
sentir y experimentar emociones. Considera lo siguiente:
Diapositiva 12 al 13
Tómate unos minutos y reflexiona sobre el sentir de nuestro Dios.
Tú has sido creado a su imagen.
Dios piensa. Tú también piensas.
Dios desea. Igualmente tú deseas.
Dios siente. Tú sientes.
Eres un ser humano creado a semejanza de Dios.
Parte de esa similitud es la virtud de sentir.
El llamado del discipulado incluye precisamente, experimentar nuestros
sentimientos, reflexionar sobre ellos y luego responder a los mismos de una
manera reflexiva bajo el señorío de Jesús.
Diapositiva 14
Tú SIENTES, INCLUSO SI NO TE DAS CUENTA
No podemos reflexionar sobre nuestros sentimientos y responder a ellos
reflexivamente, si no los conocemos. Mucho de nuestro ser verdadero está
sepultado en vida, tal como: tristeza, ira, ternura, alegría, felicidad, miedo,
depresión. Sin embargo, Dios diseñó nuestros cuerpos para responder
fisiológicamente a ellos en el mundo que nos rodea.
y en ese sentido nos habla a través de un problema estomacal, tensión
muscular, mareos, liberación de adrenalina en la corriente sanguínea,
dolores de cabeza y hasta por un repentino ritmo cardíaco elevado.
Dios puede estar gritándonos por medio de nuestro cuerpo, pero nosotros
siempre buscamos una señal más espiritual. La realidad es que nuestros
cuerpos, generalmente, conocen nuestros sentimientos antes que nuestras
mentes.
Cuando hablo sobre la necesidad de prestarle atención a nuestras emociones,
generalmente escucho comentarios tales como:
Diapositiva 15y 16
Para muchos de nosotros el problema comienza cuando tenemos un
sentimiento difícil como la ira o la tristeza. De manera inconsciente llevamos
una norma en contra de esos sentimientos. Nos sentimos inconformes
porque estimamos que no deberíamos experimentar cosas equivocadas.
Entonces, nos mentimos a nosotros mismos y hasta llegamos al
convencimiento de que no percibimos nada en absoluto, simplemente
porque no creemos que deberíamos estar sintiéndolo. De esa forma,
cerramos nuestra humanidad.
Por lo general decimos una cosa con nuestras palabras, y otra distinta con
nuestro tono de voz, las expresiones de nuestro rostro y la postura de nuestro
cuerpo.
El problema es que cuando descuidamos nuestras emociones más intensas,
somos falsos con nosotros y cerramos la puerta que nos permite conocer a
Dios.
A me dida que nosotros nos vamos conociendo y vamos reconociendo las
emociones que tenemos, y ya no lo ocultamos a Dios, si no que vamos y
oramos y somos sinceros y transparentes con Dios. Dios se ocupara de
manejar nuestras emociones desenfrenadas a medida que estallan, y de esa
manera podemos vivir realmente la vida que Dios quiere que vivamos Y al
igual que David, Job y Jeremías, redescubriremos su amor y gracia. De esta
manera, comenzaremos el viaje hacia nuestro autoconocimiento y así poder
conocer a Dios.