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Retazos: sobre la difícil relación

Tema Central
entre los acuerdos de libre comercio
e inversión bilaterales y multilaterales
y los derechos humanos
Clippings: on the difficult relationship between
bilateral and multilateral free trade agreements and
investment and human rights
Roxana Arroyo Vargas

Docente e investigadora del Centro de Relaciones Internacionales


del Instituto de Altos Estudios Nacionales, Ecuador

Correo electrónico: roxana.arroyo@iaen.edu.ec

Recibido: 14-septiembre-2016. Aceptado: 8-noviembre-2016.

Resumen
El presente artículo aborda de una manera crítica las posibles tensiones y consecuen-
cias existentes entre los acuerdos de libre comercio e inversión bilateral y multilateral
y los derechos humanos, así como su impacto en el orden internacional. Para ello, se
recurre a las fuentes epistemológicas como al feminismo y la teoría crítica de los dere-
chos humanos. Es imposible dejar de mencionar los cuestionamientos que los movi-
mientos sociales plantean sobre las posibles responsabilidades de las empresas trans-
nacionales, los conflictos existentes con los arbitrajes internacionales, las amenazas
a las personas defensoras de los derechos humanos y la criminalización de los movi-
mientos por la defensa frente a las empresas extractivistas.
Asimismo, existen consecuencias negativas para la soberanía alimentaria cuando
las y los agricultores sufren en sus medios de vida los impactos ocasionados por el
libre comercio y la ausencia de un Estado regulador que plantee medidas de protec-
ción, que abogue por la defensa de la propiedad intelectual, con políticas sociales
justas, de liberación de los mercados internos y de defensa del medioambiente y la
salud. Esto, por mencionar algunos escenarios que nos alertan sobre la vulneración
directa que viven las mujeres, los pueblos indígenas, las personas con discapacidad,
las y los trabajadores, migrantes, entre otros sujetos, quienes sufren discriminaciones
e impactos diferenciados en sus niveles de vida como resultado de estos acuerdos y
tratados de libre comercio.

Estado & comunes. Revista de políticas y problemas públicos. N.° 4, Quito, enero 2017, pp. 105-124.
© Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), Ecuador.
ISSN impreso: 1390-8081 - ISSN electrónico: 2477-9245
106 Roxana Arroyo Vargas

Tema central

Es indudable que dichos acuerdos de libre comercio van más allá de su esfera
económica o quizás no se puede entender el comercio sin la incorporación de los
estándares construidos desde el derecho internacional público para los sujetos de
derecho y de la comunidad internacional y el marco ético jurídico de los derechos
humanos, que pone como centro de las relaciones económicas a las personas, los
pueblos y la naturaleza. Ahora bien, ¿será posible la inversión extranjera directa al
mismo tiempo que se garantizan los derechos humanos?
Palabras claves: derechos humanos, acuerdos de libre comercio, perspectiva de géne-
ro, derecho internacional público, movimiento social, acceso a la justicia.

Abstract
The hereby article critically addresses the possible tensions and consequences that
exist between free trade agreements and bilateral and multilateral investment and hu-
man rights, as well as their impact on the international order, using as epistemological
sources feminism and critical theory of human rights. It is impossible not to mention
the social movement's questioning about the possible responsibilities of transnatio-
nal corporations, existing conflicts with international arbitrations, the threats to hu-
man rights defenders and the criminalization of movements for defense against ex-
tractive companies.
In addition, the consequences in relation to fundamental aspects such as food
sovereignty when farmers, due to the impact on livelihoods, are destroyed by free trade
and the absence of States that pose protection measures, intellectual property, social
policies, the liberation of domestic markets, and their consequences on the environment
and health. This is to mention some of the possible scenarios that alert us to the direct
effects on women, indigenous peoples, people with disabilities, workers, migrants,
among other subjects who suffer discrimination and differential impacts on their stan-
dard of living as a result of these free trade agreements.
Undoubtedly these agreements go beyond trade, or perhaps trade cannot be
understood without the incorporation of standards built at the level of Public
International Law for the subjects of international law, the international community
and the legal ethical framework of human rights that places peoples and nature at
the center of economic relations. We have a question left that is shared with many
authors and which is relevant: is foreign direct investment possible while guaranteeing
human rights?
Keywords: human rights, free trade agreements, gender perspective, public internatio-
nal law, social movement, access to justice.

1. Introducción

E
n un escenario mundial donde prevalece el fundamentalismo del mercado, una
de las consecuencias de este impacto para nuestras democracias es la tenden-
cia en muchas regiones de estar gobernados por élites, según se constata en
el informe “Gobernar para las élites: secuestro democrático y desigualdades econó-
micas”, emitido por Oxford Committee For Famine Relief (Oxfam, 2014). Sin duda, es-
te fenómeno se vincula con la profundización de las desigualdades que obstaculizan

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directamente el acceso a los bienes vitales y fundamentales de las grandes mayorías,


disminuyendo o anulando la tutela de sus derechos desde una perspectiva integral
(Cobo, 2007). Según los datos en este informe, la concentración de la riqueza es el
reflejo de los privilegios frente a un empobrecimiento de considerables sectores de la
población. Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de solo el 1% de la po-
blación y la fortuna del 1% de la población más rica del mundo asciende a 110 billo-
nes de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la mitad
más pobre de la población mundial.
La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85
personas más ricas del mundo y siete de cada diez personas viven en países donde la
desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años. Aun más, el 1% más
rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre
1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos. En Estados Unidos, por
ejemplo, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis
desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún
más. Es un oprobio que el 1% de las familias del mundo posea casi la mitad, un 46%,
de la riqueza mundial (Oxfam, 2014).
Este sistema neoliberal y la perversidad del mismo condenan a la pobreza a gene-
raciones completas que heredan las desigualdades e imposibilitan sus proyectos de
vida individuales y colectivos. Es alarmante que las 85 personas más ricas del mundo
posean la misma riqueza que la mitad pobre de la humanidad; esta lógica lleva a la
concentración de la riqueza y del poder.
En medio de estas circunstancias de alcance planetario algunas preguntas siguen
siendo muy válidas: ¿de qué tipo de derechos y desarrollo estamos hablando?, ¿qué
entendemos por discriminación e igualdad?, ¿los acuerdos bilaterales y los tratados
de libre comercio son solo acuerdos comerciales?, ¿impactan a otros sujetos?, ¿cuál
es la responsabilidad de los Estados y de la comunidad internacional?
En principio diríamos que es necesario un desarrollo sostenible y de prosperidad
inclusiva que lo permita, lo cual sería impensable si no se logra transformar el sistema
neoliberal y el sistema patriarcal y se erradica el androcentrismo, antropocentrismo y
colonialismo, que forman parte de los fundamentalismos económicos (Puleo, 2011).
Frente a ese cuadro se requiere seguir debatiendo y construyendo nuevos hori-
zontes, insistiendo en que otro mundo es posible; caso contrario, los más ricos y las
corporaciones y multinacionales acabarán con el planeta. ¿Es posible un cambio?
Podríamos decir que sí, en tanto que lo construido hasta el momento es respon-
sabilidad de las decisiones políticas y los constructos de poder de los bloques más
poderosos y de los países en el marco de las relaciones internacionales.
En este complejo panorama es importante resaltar el vínculo existente entre las
diferentes desigualdades como resultado de las múltiples opresiones, en especial la de
género y las dinámicas económicas. Es claro que una de las desigualdades primarias
que están presentes en la estructura social es la que se da entre hombres y mujeres
ubicadas, estas en las diferentes clases, etnias y condiciones. No se puede negar que
las culturas y modelos económicos y políticos se articularon sobre la exclusión de las
mujeres y la diversidad de los sujetos, instaurando los mecanismos necesarios para
lograr la expropiación y control de sus cuerpos como parte de un sistema estructural

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de discriminación y violencia (Arroyo, 2004). Este complejo sistema naturalizó estas


dominaciones, llegando a tal punto que presenta a las sociedades como neutrales en
relación con las desigualdades, étnicas, raciales, sexo-genéricas, al igual que pretende
naturalizar la idea de que los mercados son imparciales.
Los mercados no son entes autónomos y espontáneos que funcionan según sus
propias leyes naturales; en realidad son construcciones sociales con leyes establecidas
por instituciones y reguladas por Gobiernos que deben rendir cuentas ante los parti-
cipantes en el mercado y los ciudadanos. Según la Asociación para los Derechos de la
Mujer y el Desarrollo (AWID), cuando existe crecimiento y reducción de la desigual-
dad es porque las leyes que rigen los mercados actúan en favor de las clases medias
y de los colectivos más pobres de la sociedad. Sin embargo, cuando solo ganan los
ricos es porque las leyes se están empezando a inclinar exclusivamente en favor de sus
intereses (AWID, 2006).
El neoliberalismo crea el espejismo de que los mercados son libres e inquebran-
tables, que garantizan el crecimiento económico y reducen la pobreza (ibid.). Pero, su
aplicación indiscriminada y sus prescripciones políticas nos han llevado a la concen-
tración de la riqueza en manos de pocos y en esta dinámica las asimetrías de género
se constatan en la medida en que la mayoría de las personas excluidas o afectadas
tienen rostros de mujeres o seres humanos dependientes de estos rostros de mujeres.
El sistema patriarcal se agudiza y se profundiza con el fundamentalismo econó-
mico que nos presenta falsas disyuntivas y nos muestra como verdades universales y
únicas aquellas que vivimos. Desde esta lógica, no puede haber desarrollo sostenible.
El mercado internacional y el neoliberalismo transforman los derechos humanos en
mercancías, pues en este supuesto los derechos solo pueden ser adquiridos por aque-
llas personas que los pueden comprar; desde esta dinámica económica se justifica la
reducción del Estado social (Peces-Barba, 1995).
Este socavamiento del papel del Estado y su obligación de actuar como garante
de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) y de los Derechos Civiles y
Políticos (DCYP), así como de los derechos del medioambiente, pueden atribuirse en
cierta medida a las políticas neoliberales de las instituciones financieras internaciona-
les y a la globalización del capital.
En este proceso, las medidas de ajuste estructural son planes económicos llevados
a cabo por Gobiernos de países endeudados para reducir el gasto público y mejorar
la recaudación fiscal, con el objetivo final de incrementar la libertad de mercado y
minimizar el rol del Estado en la economía. Estos planes de ajuste incluyen la privati-
zación de las empresas estatales y la flexibilización de las condiciones de empleo. En
este contexto, el aumento en la desocupación no es considerado un flagelo, sino una
herramienta para intentar dinamizar la economía, por medio de la competencia entre
las personas con necesidades de empleo.
En ese mismo sentido, los Tratados de Libre Comercio (TLC) se constituyen en
acuerdos comerciales vinculantes que suscriben dos o más países para acordar la
concesión de preferencias arancelarias mutuas y la reducción de barreras no arance-
larias al comercio de bienes y servicios. A fin de profundizar la integración económica
de los países firmantes, un TLC incorpora, además de los temas de acceso a nuevos
mercados, otros aspectos normativos relacionados con el comercio, tales como la
propiedad intelectual, inversiones, políticas de competencia, servicios financieros,

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telecomunicaciones, comercio electrónico, asuntos laborales, disposiciones medioam-


bientales y mecanismos de defensa comercial y de solución de controversias
En estos complejos procesos de globalización las medidas de ajuste estructural
y los TLC son presentados como simples tratados comerciales que no tienen una
afectación directa a los derechos humanos. Esta desconexión no permite analizar
desde el marco ético jurídico de los derechos humanos los nefatos impactos de dichos
tratados en los ámbitos de la soberanía alimentaria, la flexibilidad laboral, fiscal,
educación, recortes presupuestarios, desprotección de los individuos, el mercado
interno o la propiedad intelectual.
Los procesos vinculantes de la globalización nos permiten acercarnos a posibles
respuestas. Si bien el fenómeno de la globalización se vincula con la dimensión econó-
mica (Oré, 2010), el mismo no se puede entender sin ver las diferentes aristas que lo
componen, siendo una de estas aristas el impacto en los derechos humanos y la debi-
da diligencia que tienen los Estados en su obligaciones de protegerlos, promoverlos y
garantizarlos. Es indudable que estos acuerdos involucran aspectos políticos, cultura-
les y sociales que los impactan; aun así, hay un énfasis en los estudios y los discursos
a los que la globalización se refiere especialmente en aspectos relacionados con la
interdependencia de las economías, la desregulación de los mercados y la expansión
de las ideologías capitalistas (Howard-Hassman, 2005). Hoy en día, el escenario de
la comunidad internacional y en el sistema de la Organización de Naciones Unidas
(ONU) las preocupaciones sobre los nexos entre estos acuerdos y los tratados de libre
comercio y la protección y promoción de los derechos humanos y las obligaciones de
los Estados adquieren mayor relevancia y se posesionan como un debate necesario.
Estos principios, que surgen de la comunidad internacional expresada en los
sistemas de protección universal y regionales, como la ONU y la Organización de los
Estados Americanos (OEA), han permitido el desarrollo de un marco normativo que
no solo regula las relaciones entre los Estados y otros sujetos del derecho internacio-
nal (Mariño, 1995), sino que también establece los estándares que permiten legitimar
la acción de los Estados, como la relación entre las personas, grupos y pueblos con el
Estado (Peces-Barba, 1995).
Los Estados se encuentran obligados a actuar de acuerdo con los principios esta-
blecidos por la Carta de las Naciones Unidas, los cuales se constituyen como funda-
mentales para la comunidad internacional. Entre estos, procurar la paz, las relaciones
basadas en el respeto, el principio de igualdad de derechos para toda y todos y a la libre
determinación de los pueblos. Otro aspecto importante es la cooperación internacional
en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o
humanitario y la búsqueda del desarrollo. Asimismo, la garantía a escala de la comuni-
dad internacional del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales
de todas y todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión (Carta
de las Naciones Unidas, 1945).
Estos principios establecen que los Estados deben regirse por la igualdad sobera-
na, el cumplimiento de buena fe de las obligaciones contraídas, a la no intervención
en asuntos que son de la jurisdicción interna de los Estados, la resolución pacífica de
los conflictos y de las contradicciones que surjan de las relaciones internacionales.
En este sentido, el artículo 55 establece el respeto universal a los derechos humanos

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y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza,
sexo, idioma o religión, la efectividad de tales derechos y libertades y a garantizar los
niveles de vida más elevados, trabajo permanente para todas y todos, y condiciones
de progreso y desarrollo económico y social que generen las condiciones necesarias
de estabilidad y bienestar para las relaciones pacíficas y amistosas entre las naciones.
Los derechos humanos, el derecho de los tratados (Convención de Viena sobre
el derecho de los tratados, 1969), los convenios de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la jurisprudencia inter-
nacional y la doctrina, nos permiten afirmar que los estándares se han ido forjando
después de largos procesos históricos, tal como lo indica la Carta de las Naciones
Unidas. “En caso de conflicto entre las obligaciones contraídas por los Miembros
de las Naciones Unidas, en virtud de la presente Carta y sus obligaciones contraídas,
en virtud de cualquier otro convenio internacional, prevalecerán las obligaciones im-
puestas por la presente Carta” (Carta de las Naciones Unidas, 1945). Estos elementos
conforman un Corpus Iuris que nos brinda los elementos para abordar estos acuerdos.

2. El impacto en la vida de las personas y el papel de los Estados


tras la vulneración de derechos humanos
A continuación presentaremos, a modo de retazos, las temáticas que nos permiten
visibilizar las afectaciones de los derechos humanos, su impacto en la vida de las
personas y el papel de los Estados. Cada uno de estos retazos se entreteje desde
el análisis de los derechos humanos, posibles asimetrías de género y las relaciones
internacionales.

2.1. Un primer retazo: la contradicción existente entre los mecanismos


de arbitraje internacional para los inversores y los Estados
Esta modalidad de resolución de conflictos se encuentra regulada en el contenido de
los acuerdos internacionales bilaterales, multilaterales o de libre comercio, estable-
ciendo como obligatorio en sus cláusulas que las posibles contradicciones se llevarán
a estas instancias. La experiencia, tal como lo señala el experto independiente Alfred-
Maurice de Zayas al referirse al resultado de estos procedimientos entre inversores y
Estados, es que existen serias dificultades para que los Estados ejerzan su función de
garantes del interés público, especialmente cuando estos adoptan normas sobre la
protección del medioambiente, la seguridad alimentaria y el acceso a medicamentos
genéricos (Maurice de Zayas, 2015).
Las resoluciones dadas por estos mecanismos no contemplan la ponderación de
los hechos, incluyendo los estándares de los derechos humanos. En muchos casos
hay evidentemente contradicción con el orden público; inclusive, se vinculan con la
regresión en la protección de derechos, tales como a la vida, cuando se obstaculiza
el suministro de medicamentos por la actuación de los monopolios farmacéuticos
o la perpetuación de las patentes que impiden la introducción de medicamentos
genéricos, la afectación a las normas laborales, al agua o al saneamiento, entre otros
(Alfred-Maurice de Zayas, 2015: 7).
Estas instancias configuran verdaderos sistemas que se encuentran al margen de
los sistemas internos y están sobre ellos. Esto resulta ser una contradicción con los

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principios planteados por la comunidad internacional en tanto que estos convenios


no son exclusivamente comerciales. En este sentido, es importante someter los trata-
dos bilaterales de inversión y los acuerdos de libre comercio a los estándares de las
normas de la Convención de Viena sobre los Derechos de los Tratados, especialmente
en lo referente a las cláusulas de nulidad. Más aun, si encontramos la violación de
normas constitucionales, errores en el consentimiento, conducta fraudulenta de algu-
na parte negociadora, engaño liberado o afirmaciones falsas, corrupción o conflictos
con normas imperativas de derecho internacional; en este sentido, en la medida en
que estos tratados configuren violaciones de los derechos humanos esto podría ser
causa de una modificación o terminación de dichos acuerdos.
Algunos de estos casos evidencian dichas contradicciones: como la Empresa
Petrolera Chevron Texaco y su contaminación en la amazonía ecuatoriana,1 en el
cual un tribunal ecuatoriano impuso sanciones a la empresa por daños ambientales
causados por sus actividades; esta se negó a pagar y acudió a la Comisión de las
Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI)2 para exigir al
Ecuador daños y perjuicios por los beneficios perdidos. Otro caso emblemático fue el
Philip Morris entre Suiza y Uruguay (2010); esta multinacional presentó una demanda
apelando al tratado bilateral de inversiones entre Suiza y el Uruguay, alegando que
la legislación interna uruguaya de lucha contra el tabaquismo afectaba su inversión,
ignorando el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud.

2.2. Un segundo retazo: la criminalización de los movimientos,


los procesos extractivistas
En América Latina la defensa de estos derechos ha significado en muchas ocasiones
la criminalización de la protesta del movimiento social y el detrimento de los dere-
chos humanos, en especial cuando las acciones están dirigidas a enfrentar a las em-
presas extractivas. Al analizar el actuar de los Estados se destaca la falta de la pro-
tección adecuada frente a posibles acciones de estas empresas, configurándose una
responsabilidad por omisión en su quehacer o, en caso contrario, por acción direc-
ta en el supuesto de la promulgación de normativas que no permiten la movilización
y la protesta.
Tal como lo señala la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
refiriéndose a las personas defensoras de los derechos humanos y la obligación de
carácter positivo como negativo de parte de los Estados, “además de existir una pro-
hibición absoluta de ejecuciones arbitrarias y desapariciones forzadas, los Estados se
encuentran obligados a desarrollar acciones positivas que se traduzcan en la erradi-
cación de ambientes incompatibles o peligrosos para la protección de los derechos
humanos” (CIDH, 2011: 24).
Estas empresas, en diversas circunstancias, actúan al margen de lo que establece
el artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el cual se
estipula la necesidad de contar con “un orden social e internacional en el que los

1 Documento digital recuperado el 2/12/2016 de https://www.inredh.org/archivos/boletines/.


2 Principal órgano jurídico del sistema de las Naciones Unidas en el ámbito del derecho mercantil internacio-
nal. Órgano jurídico de composición universal, dedicado a la reforma de la legislación mercantil a escala
mundial durante más de 40 años. La función de la CNUDMI consiste en modernizar y armonizar las reglas
del comercio internacional.

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Tema central

derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan efectivamente”. Este


derecho, que a su vez se constituye en un principio, se desarrolla y profundiza en
los principales pactos y convenciones del Sistema Universal, las innumerables reso-
luciones y declaraciones de la Asamblea General y los convenios de la OIT y OMS.
Se podría afirmar que estamos frente al surgimiento de un derecho consuetudinario
internacional que establece la primacía de los derechos humanos y la consolidación
de una opinio juris en relación con estos acuerdos.
Este abordaje interpretativo de los marcos normativos de protección de los de-
rechos humanos a escala universal y las posibles contradicciones con los acuerdos
comerciales se traslada a los sistemas regionales, como es el caso del Sistema de
OEA, que frente a la realidad de la implementación de los TLC entre Estados Unidos,
Centroamérica y República Dominicana (Cafta-RD), el Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA) o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN),
van surgiendo nuevas contradicciones por las evidentes asimetrías existentes entre las
naciones pactantes (Mejía, 2009).
Lo logrado a escala de la comunidad internacional a partir de las reivindicaciones
de los movimientos sociales se constituyen en verdaderos espacios en disputa por
parte de los inversores y los Estados, los cuales deben pactar un entorno en que los
derechos humanos sean efectivos y en el cual el Estado siga siendo el garante de estos
y no que los acuerdos internacionales usurpen funciones de los Estados e instauren
sistemas en los que los únicos derechos sean los que responden a la lógica de hacer
negocios e invertir.
Vale citar el caso de Honduras con el asesinato de Berta Cáceres, lideresa
perteneciente al pueblo lenca, activista contra la explotación medioambiental de
las transnacionales, quien expresaba claramente esta contradicción al afirmar que
“los que rechazamos estos proyectos somos amenazados, amenazan nuestras vidas,
nuestra integridad física y emocional, la de nuestras familias y comunidades enteras,
nos quieren negar la existencia como pueblos originarios. Vivimos en un clima de
impunidad y de nula administración de justicia” (eldiario.es, 2015).3
Asimismo, la activista destacaba la dificultad de llevar adelante su lucha, por
el hecho de ser mujer dirigiendo procesos de resistencias indígenas, en sociedades
patriarcales donde se enfrentan circunstancias de mucho riesgo, campañas machis-
tas y misóginas. El 3 de marzo del 2016 Cáceres fue asesinada en su comunidad.
Inmediatamente, la CIDH otorgó una serie de medidas cautelares4 a su familia y a
Gustavo Castro, por ser testigo del asesinato. Con anterioridad, se registraron claras
amenazas en contra de la integridad de Cáceres, debido a la oposición que realizaba
desde la Coordinación del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de
Honduras (Copinh) contra la transnacional Sinohydro, que operaba en los territorios
de la comunidad del río Blanco.
Esta tendencia se mantiene claramente en muchos países en las cuales la presencia
de empresas transnacionales extractivas, hidroeléctricas o del sector agroindustrial
tienen intereses, muchas veces en convivencia con los poderes políticos y financieros.

3 Documento digital recuperado el 2/12/2016 de http://www.eldiario.es/desalambre/medioambietal-Berta-Caceres-


asesinado-Honduras_0_495200716.html.
4 Documento digital recuperado el 9/12/16 de https://www.oas.org/es/cidh/decisiones/pdf/2016/MC112-16-Es.pdf.

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Como lo señala el relator especial James Anaya, “se conocen muchos casos en que se
reprime a personas o comunidades indígenas que se oponen y han sido objeto de actos
de intimidación o violencia, hasta tener como resultado la muerte” (Anaya, 2013: 7).
No se puede obviar que los Estados tanto de origen como de acogida tienen la
responsabilidad de regular las actuaciones de estas empresas para prevenir violacio-
nes de los derechos humanos, además de garantizar la no utilización del uso abusivo
de la fuerza o represalias directas por parte de las empresas extractivas o agentes del
Estado para obligar a los pueblos indígenas a aceptar estos proyectos o condicionar
los servicios básicos para manipular la toma de decisiones (Anaya, 2013: 8). En la
tabla que sigue a continuación, se revela la gravedad de los hechos que sufren las
personas activistas por ejercer los derechos a la participación y a la libertad de expre-
sión al oponerse activamente a los proyectos extractivos, de acuerdo con el reporte
emitido por Global Witness (2015).

Tabla 1
Asesinatos a quienes defienden la tierra y el medioambiente,
según informe de Global Witness (2015)5

Indicadores
País
de muertes
Brasil 50
Filipinas 33
Colombia 26
Perú 12
Nicaragua 12
República Democrática del Congo 11
Guatemala 10
Honduras 8
India 6
México 4
Indonesia 3
Liberia 2
Myanmar 2
Camboya 2
Tailandia 2
Pakistán 1
Aguas internacionales 1
Fuente: Global Witness (2015). Elaboración de la autora.

La situación de las personas defensoras de derechos humanos se ve agudizada


por la criminalización por parte de los Estados cuando se cometen detenciones,
amenazas e inclusive uso de acciones penales en su contra por su participación en
protestas sociales. La existencia de una normativa penal, con falta de precisiones y
vaguedad en tipos penales en algunos países y no ajustadas a los estándares interna-
cionales, permite las detenciones y obstaculiza derechos tales como la libre expresión

5 En total, Global Witness ha documentado 185 asesinatos durante el año 2015. Documento recuperado el
2/12/2016 de https://www.globalwitness.org/en/reports/terreno-peligroso/.

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Tema central

y organización de la sociedad, produciendo un efecto negativo, tal como lo señala


la ONU y la CIDH en su informe del 2011. “Así, el efecto amedrentador que tiene la
vulneración del derecho a la vida en la actividad de defensores organizados para la
defensa de una misma causa ha sido analizado desde la afectación que produce a la
libertad de asociación” (CIDH, 2011: 27).
En los territorios que son considerados ancestrales o en la lucha contra el desarro-
llo de megaproyectos, como las explotaciones mineras, hidroeléctricas o forestales,
se aplican tipos penales como “asociación ilícita, obstrucción de la vía pública,
incitación al delito, desobediencia, amenaza a la seguridad del Estado, la seguridad
pública o la protección de la salud o moral públicas, difamación, calumnia”, así como
acusaciones falsas “como tipos penales utilizados en los Estados” (CIDH, 2011: 93).
Este escenario se ve agravado por la procuración de los procesos que no garantizan
el debido proceso y las posibles estigmatizaciones que sufren los y las defensoras en la
sociedad, aspecto que es de preocupación en ambos sistemas de protección, como lo
expresa la relatora especial de Naciones Unidas sobre la Situación de Defensores de
Derechos Humanos en su informe 2004: “[…] la multitud de arrestos y detenciones de
defensores contribuye también a la estigmatización, ya que la población los percibe y
califica de perturbadores” (Sekaggya, 2009: 7).

2.3. Un tercer retazo: las asimetrías de género que provocan fenómenos


como la segregación genérica del mercado laboral o la feminización
de la pobreza
Es indudable que la restructuración global del mercado se produce en un terreno mar-
cado por el género y que estos procesos de globalización neoliberal no se pueden en-
tender si no incluimos esta variable (Cobo, 2007) que no se puede obviar en los estu-
dios que se realizan. Un ejemplo de este fenómeno es el trabajo doméstico, que pone
de manifiesto las vinculaciones existentes entre el sistema patriarcal y el sistema capi-
talista, pues no examina que la reproducción de la fuerza laboral involucra un proce-
so productivo basado en el trabajo no remunerado que se gestiona desde la división
sexual del trabajo y cuyo valor se transfiere al sistema económico mercantil sin consi-
derar su costo.
Esta división sexual del trabajo profundiza patrones socioculturales que ahondan
en la discriminación y la violencia, pero lo más grave de esto es que el sistema requiere
que sea así, ignorando que este cuidado supone tiempos, espacios y relaciones en los
que se desarrollan trabajos y actividades que producen bienes, servicios y atención
necesarios para la reproducción cotidiana y generacional de la gente, de las colectivi-
dades y no solo de la fuerza de trabajo.
El problema de las desigualdades y su impacto diferenciado por género fue acep-
tado como un problema por la comunidad internacional durante la realización de
la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, reunida en Beijing entre el 4 y 15
de septiembre de 1995. Allí los 189 Estados miembros aprobaron la Declaración y
Plataforma de Acción de Beijing, en la cual se reconoció la urgencia de abordar la
relación entre pobreza y mujeres convirtiéndola en una de las 12 áreas de atención.
Los Gobiernos acordaron cambiar políticas económicas para ofrecer más oportu-
nidades a las mujeres, mejorar la legislación para respetar los derechos económicos e

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impulsar el acceso al crédito. Se comprometieron a recabar mejor información para


hacer un seguimiento de cómo afecta la pobreza a las mujeres de manera diferente.
Pero la realidad es que muchos de estos Estados, en aras de una retórica sobre las
“oportunidades y el desarrollo”, firmaron los TLC o acuerdos de inversión sin medir o
ignorando el impacto que estos tienen sobre los derechos, en especial los DESC, sin
tomar en cuenta que las mujeres no acceden a los mercados con los mismos recursos
y las mismas oportunidades y movilidad que los hombres, por tanto, no pueden
competir en igualdad de condiciones.
Las consecuencias de estos acuerdos en muchos ámbitos se contraponen con el
avance del logro de la igualdad sustantiva tal y como lo plantea la Convención sobre la
Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) (2010).
Esto nos recuerda que el surgimiento de los pactos sociales tienen su fundamento en
pactos patriarcales (Amorós, 1990), o como diría Paterman (1995), todo contrato
social descansa sobre un contrato sexual.
Hoy más que nunca es indispensable recordar que la igualdad es la idea que
posibilitó un cambio que colocó, por lo menos en teoría, a las personas en situación
de equivalencia. Estableció que, cuando a determinados sujetos, por motivos de raza
sexo, condición de discapacidad o etaria, diversidad sexual, identidad de género,
entre otras, se les obstaculiza o niega el goce de sus derechos, esto resulta ser una
discriminación y, por consecuencia, en una violación del principio de igualdad; resal-
tando así la estrecha vinculación que existe entre igualdad sustantiva y el principio de
no discriminación.
El caso histórico de las mujeres ejemplifica lo mencionado; sus luchas y vindi-
caciones pusieron en evidencia que el fundamento que subyacía en los derechos
humanos se había construido desde un paradigma androcéntrico, antropocéntrico,
colonialista, clasista, denunciando que el requisito impuesto para el disfrute de estos
derechos era la mismidad o semejanza con el hombre; situación que era en principio
materialmente inalcanzable para las mujeres (Arroyo, 2015: 89-91).
El resultado fue la exclusión bajo argumentaciones esencialistas, biologicistas y
naturalistas, asegurando así que el varón acapare lo genéricamente humano. Cuando
se trata de comprender la igualdad es imposible avanzar sin tomar en cuenta los apor-
tes de las mujeres, expresados en las luchas por sus derechos, lo que ha implicado,
entre otras cosas, la profundización y la crítica de la igualdad androcéntrica hasta
lograr establecer que somos iguales en dignidad y equivalencia, y no en la exigencia
de la semejanza.
Esta nueva lectura de la igualdad, que llamamos sustantiva o real, se transforma
en elemento articulador y transversal de los instrumentos internacionales que surgie-
ron después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, convirtiéndose
en el paradigma de cómo deben ser tratados los seres humanos en las diferentes
sociedades y culturas. Otro aporte que no se puede dejar de mencionar en este
análisis es el reconocimiento que la violencia contra las mujeres es una violación de
los derechos humanos que surge como producto de las relaciones de poder que mar-
can las asimetrías de género. Cronológicamente podríamos ubicar como momento
importante para este nuevo abordaje de la violencia a la Conferencia Mundial de
Derechos Humanos, celebrada en Viena en 1993. Es en esta conferencia cuando se

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instituye la violencia como una violación de los derechos humanos y se la considera


una forma de discriminación.
Para llegar a este punto encontramos un importante antecedente en la recomen-
dación general del Comité de la Cedaw de 1992, que determina que la discriminación
es una forma de violencia. Otro hecho importante fue la aprobación por la Asamblea
General de la ONU de la “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la
mujer” (ONU/A.G., 1994). En ese mismo año, en el ámbito americano se aprueba la
Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la
mujer, que establece el “derecho a vivir una vida libre de violencia”. Estas dos conven-
ciones obligan a los Estados a eliminar los patrones sociocultu­rales que reproducen
tanto la violencia como la discriminación en nuestras so­ciedades y establecen que
la violación al principio de igualdad y al derecho a vivir una vida libre de violencia se
vuelven obstáculos fundamentales para el goce, ejercicio de los derechos humanos y
sus implicaciones en los DESC.
En este contexto la justicia de género se torna un requisito indispensable para la
eliminación de las desigualdades entre mujeres y hombres. Asimismo, es imperativa
la judicialización adecuada a la violación de los derechos como consecuencia de
los acuerdos bilaterales y multilaterales de inversión y acuerdos de tratado de libre
comercio, así como las desigualdades que se producen en los diferentes ámbitos de la
sociedad (por mencionar algunos: la familia, la comunidad, el mercado, el Estado),
se requiere, por tanto, que las instituciones, entre estas, las encargadas de administrar
justicia, profundicen en el servicio que brindan a las mujeres y afectados por la injus-
ticia y la discriminación.

2.4. Un cuarto retazo: el derecho al acceso a una justicia de género


El acceso a la justicia implica que las mujeres tengan la posibilidad de una adecuada
tutela de sus derechos. Pero, además, es un asunto de fortalecimiento y construcción
de las democracias; por tanto, la justicia de género es un estándar de medición para
el quehacer del Estado (Villarán, 2004).
Entendemos por acceso a la justicia la existencia de facilidades para que todas las
personas, sin discriminación alguna, puedan gozar de todos los recursos y servicios
que garanticen su seguridad, movilidad, comunicación y comprensión de los servicios
judiciales que, a su vez, garanticen una justicia pronta y cumplida (CIDH, 2011); esta
debe ser entendida como un servicio público que el Estado debe garantizar a todos y
todas los habitantes de su territorio
En la actualidad, se considera el derecho al acceso a la justicia como una norma
ius cogens6 que genera la obligación en los Estados de adoptar las medidas necesarias

6 Una norma de ius cogens se caracteriza por ser de obligado cumplimiento y no admitir acuerdo en contra-
rio de los Estados. Esto la diferencia de la costumbre internacional, que tradicionalmente ha requerido del
consentimiento de los Estados y permite su alteración mediante tratados. Por el contrario, no cabe que una
norma contradiga a otra de ius cogens, salvo que también tenga esta naturaleza: en tal caso, la nueva norma
reemplazará a la antigua. El reconocimiento de las normas de ius cogens implica aceptar cierta jerarquía en-
tre las fuentes del derecho internacional, jerarquía inexistente en épocas anteriores. Las normas de ius cogens
recogerían un consenso mínimo sobre valores fundamentales de la comunidad internacional que se impon-
drían sobre el consentimiento de los Estados individualmente considerados.

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para hacerlo efectivo.7 En la misma condición se encuentra el principio de igualdad y


no discriminación por razón de sexo,8 constituyéndose ambos en estándares máximos
de tutela propersona, en este caso promujeres (Cebada Romero, 2002).
Es así como el principio de igualdad y no discriminación por razón de sexo o
identidad de género se convierte en consustancial al derecho al acceso a la justicia, y
de ahí se deriva un marco jurídico que establece los derechos que deben garantizar la
administración de justicia. Nos referimos, entre otros, al derecho a la presunción de
inocencia, el derecho a ser arrestada conforme a los principios de ley, el derecho a la
defensa, el derecho a ser juzgada por tribunales competentes, el derecho a un proceso
justo, el derecho a ser protegida como víctima, el derecho a no ser revictimizada en el
sistema de administración de justicia y el derecho a ser protegida cuando se es testigo.
Asimismo, el derecho internacional de los derechos humanos establece una serie
de obligaciones para los Estados relacionadas con la función judicial y los derechos
de las mujeres, como la de garantizar el acceso a la justicia en condiciones de igualdad
a todas las personas que se encuentren en su territorio, que incluye: a) garantizar
un debido proceso –para lo cual el Estado debe tomar en cuenta las desigualdades
que hay entre ellas debidas al género, la etnia, la edad, la discapacidad, etc.–, y b)
establecer garantías judiciales que tomen en cuenta las necesidades de todas las
personas, que les permitan, entre otros: i) ser parte del proceso judicial en condicio-
nes de igualdad, ii) no ser revictimizadas en el proceso judicial, iii) ser aceptadas y
protegidas como testigos, iv) participar y comprender el proceso, v) gozar de servicios
de administración justos en igualdad, y vi) gozar de información judicial que oriente
a la usuaria y facilite la toma de decisiones sin sesgos sexistas.
La necesidad de contar con recursos efectivos como requisito para el acceso a
la justicia está establecida por la Declaración Universal de los Derechos Humanos9
del 10 de diciembre de 1948 que posteriormente se desarrolla en los tratados. Es de
suma relevancia comprender que el principio de igualdad y no discriminación por
razón de sexo se convierte en requisito para garantizar que los recursos en la realidad
lleguen a ser efectivos, como bien lo evidencian textos tales como el del Pacto de los
Derechos Civiles y Políticos (2011) en su artículo 2, que establece que los Estados se
comprometen:
[...] a respetar y a garantizar a todos los individuos que se encuentren en su territorio y
estén sujetos a su jurisdicción los derechos reconocidos en el presente Pacto, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.

Reconoce, además, el derecho de contar con recursos jurídicos y con una justicia
pronta y cumplida en condiciones de igualdad. La Convención sobre la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer señala en su artículo segundo,
inciso c) el compromiso de los Estados parte de "establecer la protección jurídica de

7 Audiencia temática, Barreras para el acceso a la justicia en América Latina ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, Washington D. C., 27 de octubre de 2008.
8 Opinión Consultiva OC-18/03. Solicitada por los Estados Unidos Mexicanos. Condición Jurídica y derechos
de los migrantes indocumentados, 17 de setiembre de 2003.
9 Artículo 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que
la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución o por la ley.

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los derechos de la mujer sobre una base de igualdad con los hombres, y a garantizar
la protección efectiva de la mujer contra todo acto de discriminación por conducto
de los tribunales nacionales o competentes y de otras instituciones públicas, la pro-
tección efectiva de la mujer contra todo acto de discriminación” (2010).
En el Sistema Interamericano, la Declaración Americana de Derechos y Deberes
del Hombre de 1948 establece en su artículo 18 que:
Toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer sus derechos. Asimismo,
dee disponer de un procedimiento sencillo y breve por la cual la justicia lo ampare contra
actos de la autoridad que violen, en perjuicio suyo, alguno de los derechos fundamentales
consagrados constitucionalmente.

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erra­dicar la Violencia


contra la Mujer (1994) señala en el artículo 7:
f. Establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido sometida
a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio oportuno y el
acceso efectivo a tales procedimientos;
g. Establecer los mecanismos judiciales y administrativos necesarios para asegurar que
la mujer objeto de violencia tenga acceso efectivo a resarcimiento, reparación del daño u
otros medios de comprensión justos y eficaces.

El acceso a la justicia es un derecho humano fundamental y no una simple decla-


ración de carácter discrecional; al contrario, involucra tanto el deber estatal de proveer
un servicio público especializado, como el ejercicio de un derecho (Facio, 2010) que el
Estado debe garantizar a todos los habitantes de su territorio. El relator especial sobre
el derecho a la alimentación, Oliver de Shutter, establece en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos (DUDH) en su artículo 2 que el acceso a la justicia debe
cumplirse “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política
o de cualquier otra índole; origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición” (ONU/A.G., 1948).
Este servicio público debe garantizar la eliminación de todas las barreras físicas,
económicas, culturales, lingüísticas, etc., que obstaculizan o impiden el acceso a
la justicia a la diversidad de las víctimas, entendiendo la igualdad como un trato
diferente cuando se requiera, como lo señalan las 100 Reglas de Brasilia sobre acceso
a la justicia en condiciones vulnerables.10 Estas nos aportan una mirada sobre la
diversidad de las víctimas y la necesidad de su tutela, son principios y directrices para
las y los operadores de justicia cuando las y los usuarios pertenecen a algún grupo
discriminado (vulnerable).
La violación a los DESC en el caso de las mujeres en sus diferentes ámbitos: traba-
jo, educación, salud, tiempo libre, trabajo doméstico, tenencia de la tierra y formas de
discriminación/violencia, violencia patrimonial, no pago de pensiones alimentarias,
pensiones de vejez y de viudedad, la negación a los servicios de salud, educación, entre
otros, deben ser judicializadas y analizadas desde una perspectiva de género.

10 XIV Cumbre Judicial Iberoamericana. Documento presentado por el Grupo de Trabajo a la Tercera Reunión
Preparatoria Andorra. 4 al 8 de febrero de 2008.

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En especial, se debe garantizar el principio de igualdad y no discriminación y, por


supuesto, incluir en el análisis los posibles factores interseccionales de discriminacio-
nes que pueden afectar en diferente grado o forma a algunas mujeres en relación con
los hombres y a otras mujeres. Estas causas de discriminación, llamadas compuestas,
pueden incluir la etnia y la raza, la condición de minoría o indígena, el color, la si-
tuación socioeconómica o las castas, el idioma, la religión o las creencias, la opinión
política, el origen nacional, el estado civil o maternal, la localización urbana o rural,
el estado de la salud, la discapacidad, la propiedad de los bienes y el hecho de ser
mujeres lesbianas, bisexuales, intersexuales, constituyéndose en factores que pueden
obstaculizar el acceso a la justicia si no son valorados (Comité Cedaw, 2015).

2.5. Un quinto retazo: la soberanía alimentaria


Entendiendo que el derecho a la alimentación adecuada debe cumplir ciertos están-
dares, como lo indica la recomendación 12 del Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, al establecer que las personas, individualmente o en colectivo,
deben tener acceso físico y económico en todo momento a la alimentación suficien-
te adecuada y culturalmente aceptable que se produce y consume en forma sosteni-
ble, manteniendo el acceso a la alimentación para las generaciones futuras. Desde es-
ta perspectiva, este derecho debe ser garantizado por los Estados y por la comunidad
internacional, pues tiene un impacto directo en la posibilidad de la calidad de vida
y desarrollo social. En este sentido, el empoderamiento de las comunidades a escala
local es fundamental, para lo cual se requiere de políticas a escalas nacional e inter-
nacional dirigidas a los diferentes sectores pertinentes involucrados, como lo son la
agricultura, el desarrollo rural, la salud, la educación y la protección social (Comité
DESC,1992).
Estas políticas a escalas local y nacional requieren necesariamente de un entor-
no internacional favorable, en el cual las políticas que afectan la capacidad de los
países para garantizar el derecho a la alimentación en el ámbito del comercio, la
cooperación al desarrollo, se adecuen a los estándares de los derechos humanos para
alcanzar la seguridad alimentaria de los países, que se constituye en requisito para las
democracias (de Shutter; 2014).
Los acuerdos bilaterales de inversión y los TLC, como el que existe entre
Centroamérica y los Estados Unidos y Republica Dominicana (Cafta-DR), en sus
cláusulas incluyen requisitos que impactan directamente en el derecho a la soberanía
alimentaria. Una de estas cláusulas se refiere a las prohibiciones de mantener barreras
que protejan a las economías nacionales, disminuyendo así los aranceles impuestos
que pagan los exportadores; esta situación genera desigualdades entre las partes
colocando en desventaja al campesinado y, en especial, a la pequeña producción.
Ejemplo de ello ocurre en El Salvador, país en el cual el porcentaje entre las partes
no es el mismo ya que en el sector agrícola se estableció la eliminación del 13,1% de
los aranceles en un período de cinco años, mientras que en Estados Unidos un 0,3%
en veinte años. Además, tenía la posibilidad de subsidiar los costos de producción
relacionados con la agricultura (Góchez, 2008).
Estas desigualdades pactadas tienen consecuencias en relación con los precios
que no pueden competir y provocan detrimento de la pequeña producción campe-
sina, constituyéndose en una práctica conocida como el dumping, o sea, vender a

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precios inferiores al costo. Una de las graves consecuencias de esto es que el país no
produce suficientes alimentos y depende de las compras de afuera; este escenario de
desigualdades se profundiza con la importación de semillas transgénicas que ponen
en riesgo las nativas y las formas ancestrales de producción de alimentos.
La ecologista Vandana Shiva (2014) considera que empresas como Monsanto
imponen los monopolios y actúan como parte de la industria biotecnológica, des-
truyen e impactan la soberanía alimentaria de los pueblos y afectan los ecosistemas.
Estas empresas crean la propiedad sobre las semillas utilizando patentes y derechos
de propiedad intelectual; además, con estas prácticas instauran lógicas que imperan
en el mercado donde venden y cobran regalías en materia de controles y equilibrios
sobre seguridad. Esto destruye sistemáticamente leyes nacionales e internacionales
relativas a la bioseguridad (Shiva, 2014).
Es claro que este campo representa otro espacio en disputa entre los acuerdos
analizados y los derechos humanos y las reivindicaciones de los movimientos sociales.
La bioseguridad es un derecho internacional consagrado en el Protocolo de Cartagena
sobre la Seguridad Biotecnológica del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB)
(Montreal 2000) y el artículo 19, inciso 3, de la Convención de Naciones Unidas
sobre Diversidad Biológica, que establece que “las Partes estudiarán la necesidad y
las modalidades de un protocolo que establezca procedimientos adecuados, incluido
en particular el consentimiento fundamentado previo, en la esfera de la transferencia,
manipulación y utilización de cualesquiera organismos vivos modificados resultantes
de la biotecnología que puedan tener efectos adversos para la conservación y la utili-
zación sostenible de la diversidad biológica” (ONU, 1992: 13).

3. Conclusiones
A manera de conclusión, cuando pensamos en los acuerdos bilaterales de inversión y
los tratados de libre comercio no podemos obviar su impacto en la protección y ga-
rantía de los derechos humanos, en especial cuando analizamos los DESC. Al estudiar
el impacto de la globalización en los derechos humanos cabe señalar que este fenó-
meno puede contribuir a la expansión de los derechos humanos a escala planetaria,
pero no podemos obviar que implica modelos económicos que colocan al capital co-
mo centro del actuar de los Estados, desde esta óptica subordina los derechos huma-
nos a los dogmas del mercado.
Desde esta perspectiva el neoliberalismo se transforma en un fundamentalismo
económico en tanto se acepta y se nos presenta como una verdad absoluta y única. Es
necesario recordar que el sistema capitalista no actúa en el vacío sino en sociedades
que se caracterizan por sus estructuras patriarcales, ambos sistemas se conjugan y
profundizan las desigualdades de género ya existentes. Un ejemplo de esto son los
TLC que impactan profundamente a las mujeres y obstaculizan la posibilidad de que
los Estados garanticen el logro de la igualdad sustantiva.
En este sentido, el análisis de esta problemática, en especial el abordaje de los TLC
y acuerdos bilaterales y multilaterales, no se debe presentar como arreglos meramente
comerciales, negando su profunda vinculación con los derechos humanos, en especial
con los derechos económicos, sociales y culturales, pues muchas de sus cláusulas

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tienen que ver directamente con derechos tales como la propiedad intelectual, la
soberanía alimentaria, los recursos naturales, entre otros.
Es necesario que los tratados de inversión bilateral, multilateral y los acuerdos de
libre comercio incluyan cláusulas democráticas que garanticen los derechos humanos
en estos acuerdos, como los impulsados por la Unión Europea (Niedrist, 2011). Por
la experiencia acumulada hasta el momento por la comunidad internacional se debe
establecer que los acuerdos internacionales de inversión deben incluir cláusulas que
estipulen que en casos de controversias entre las obligaciones de los Estados de tute-
lar los derechos y las obligaciones impuestas por otros tratados de inversión bilateral,
multilateral y los acuerdos de libre comercio, prevalezcan los derechos humanos.
Un factor relevante se constituye el tema del acceso a la justicia. Este no puede
desvincularse de la perspectiva de género, en especial para garantizar los DESC, más
aun cuando el acceso a la justicia se entiende ahora como un derecho humano fun-
damental que involucra tanto el deber estatal de proveer un servicio público, como el
ejercicio de un derecho y no se puede interpretar desvinculado del principio de igual-
dad y no discriminación. Como derecho humano, el acceso a la justicia jurisdiccional
genera obligaciones para el Estado; estas obligaciones son de carácter vinculante y no
son discrecionales en relación con los derechos humanos y su integralidad.
Las obligaciones de los Estados son claras en sus responsabilidades de generar las
condiciones necesarias para que las y los defensores de derechos humanos puedan
realizar su quehacer y que no resulte en una criminalización sus protestas. La evolu-
ción del derecho internacional de los derechos humanos presentes en los sistemas
internacionales (ONU, OEA) se basan en la premisa que el acceso a recursos judiciales
idóneos y efectivos constituye la primera línea de defensa de los derechos humanos.
En este sentido, los instrumentos de protección de derechos humanos convencionales
aportan un marco del cual se derivan dos aspectos fundamentales: a) los Estados
tienen la obligación de actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar, san-
cionar y reparar estos actos; y b) el deber de los Estados de proveer recursos judiciales
no se limita a una disponibilidad formal, sino que tales recursos deben ser idóneos
para remediar las violaciones de derechos humanos denunciadas (Facio, 2010).
Es un imperativo que el debate de las tensiones y las debidas regulaciones de los
acuerdos comerciales se dé en el marco ético jurídico de los derechos humanos, en
los cuales juegan un papel fundamental los Estados como los principales garantes de
los derechos y se constituyen como interlocutores válidos por su quehacer crítico y
propósito en la defensa de los derechos humanos, los movimientos sociales y los y las
defensoras. Esta realidad que evidencia los espacios en disputa en nuestras sociedades
nos insta a ir más allá de los análisis dicotómicos que colocan en dos ámbitos aparte
al comercio y los derechos humanos; los actuales escenarios nos obligan a profun-
dizar en el impacto de estos acuerdos en la vida de las personas, las colectividades y
pueblos, como lo demuestran las estadísticas.

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