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OPCIÓN B - Bloque 2.2

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IES ROQUE AMAGRO

2º BACHILLERATO - HISTORIA DE ESPAÑA CURSO 2020/2021

Opción B – Bloque de contenido 2 -Segunda parte

LA EDAD MEDIA: Tres culturas y un mapa político en constante cambio (711- 1474)

3.- LOS REINOS CRISTIANOS DURANTE LOS SIGLOS VIII-XIII

La Península Ibérica y las Islas Baleares fueron el escenario de una compleja convivencia y enfrentamientos entre
cristianos y musulmanes a lo largo de toda la Edad Media. Esa pugna se conoce con el nombre de Reconquista, término
acuñado por los cristianos para justificar su derecho a conquistar el territorio ocupado por los musulmanes, por cuanto
decían ser descendientes legítimos de los reyes visigodos. Otras interpretaciones dicen que estas gentes del norte, que
habían defendido su estatus frente a los visigodos, pensaban que serían sus herederos legítimos si reconquistaban los
territorios que antaño habían pertenecido al reino godo y que ahora formaban Al-Ándalus. Paralelo al proceso militar de
la Reconquista se efectuó otro de carácter colonizador a medida que los cristianos se asentaban en las tierras ganadas.
A esta acción se conoce con el nombre de Repoblación.

3.1 FORMACIÓN Y EVOLUCIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS

El periodo de la historia de la Península Ibérica que nos ocupa está comprendido entre los años 718 (fecha probable
de la rebelión de Pelayo) y 1.492 (final del Reino de Granada). El término Reconquista es muy discutible. Pese a los esfuerzos
de algunos de los reinos cristianos por presentarse como "sucesores" de los visigodos, los reinos que "reconquistaron" la
península nacieron con posterioridad a la invasión islámica. No obstante, la expresión se utiliza ampliamente entre los
historiadores, tanto en España como en el extranjero, para designar este período histórico. En estas fechas surgen los cuatro
primeros focos de resistencia frente a la invasión islámica.

a) PRIMITIVOS NÚCLEOS DE RESISTENCIA (siglos VIII-X)

Entre los siglos VIII y X, los cristianos de las montañas cantábricas y pirenaicas se limitaron a resistir (ver mapa
y, en algún caso, avanzaron por zonas no sometidas a ningún poder político, como sucedió en la cuenca del
siglo X)
Duero. En el área pirenaica el emperador de los francos creó una frontera reforzada para frenar el avance del islam: la
Marca Hispánica que, desde el año 795 separaba el Imperio Carolingio de Al-Ándalus. Fundada por Carlomagno (768-
814), funcionaba como una barrera para repeler el avance musulmán más allá de los Pirineos. La administración de
estas tierras se encomendó a unos condes, tierras que posteriormente ocuparán, en gran medida, los Reinos de
Navarra, Aragón y los Condados Catalanes. (ver mapas Marca Hispánica, pág. 8)

Reino Asturleonés: En las montañas astúricas, de entre las primeras escaramuzas de importancia, destaca la
victoria cristiana atribuida al noble visigodo D. Pelayo en Covadonga, en 722. Esto le permitió crear el Reino Astur y
erigirse como heredero legítimo de los visigodos. Se abre así un largo período en el que los núcleos cristianos del norte
consolidan su territorio y avanzan tímidamente hacia el sur. El reino asturiano alcanzaría la línea del Duero bajo el
reinado de Alfonso III (866-910) quien trasladaría la capital a León, trasformando así el pequeño Reino Astur en Reino
de León, ocupando todo el noroeste peninsular. En el siglo X se formaría también en su extremo oriental, el Condado
de Castilla, a manos de Fernán González, tradicionalmente interpretado como independiente.

Reino de Pamplona: El embrión del futuro Reino de Navarra, estaba constituido por un núcleo de población
vascona y de orígenes un tanto inciertos. A inicios del siglo IX nobles locales expulsaron a los carolingios y erigieron el
Reino de Pamplona. Sancho III el Mayor (1004-1035) controló algunos condados pirenaicos y también el de Castilla
(1029), gracias a las políticas matrimoniales, relaciones de vasallaje y fuerza militar (asesinato del conde de Castilla).

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El condado de Aragón: fue un primitivo núcleo poblacional en torno a Jaca, que a comienzos del siglo IX, surgió
en torno a montañeses ganaderos. El enlace matrimonial entre la hija del conde de Aragón y el rey de Pamplona
posibilitó la vinculación de ambos territorios desde el año 970.

Los condados catalanes: surgieron en torno a la marca hispánica de Carlomagno, creada para arrebatar a los
musulmanes los territorios que ocupaban por toda la costa y el valle del bajo Ebro. Las campañas militares iniciadas
arrebataron a los musulmanes algunas plazas importantes como Gerona o Barcelona. Surgen así un conjunto de
condados que acabarían por independizarse de la monarquía carolingia. A finales del siglo X, el Conde Borrell II (947-
992) aprovecha el fin de la dinastía carolingia para abandonar la obligación de prestar homenaje al nuevo rey de los
francos. Esto supone la independencia de hecho respecto a la monarquía franca.

b) ESTRUCTURACIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS SIGLOS XI Y XIII

A partir del siglo XI los territorios cristianos representaban aproximadamente un tercio de la Península Ibérica
y estaban distribuidos en tres grandes bloques políticos: el Reino de Pamplona en la zona central, que ejercía la
supremacía indiscutible, el Reino de León al oeste y los Condados Catalanes, al este (ver mapa siglo XI). Entre los siglos
XI y XIII estos territorios experimentaron profundas transformaciones debido al ímpetu reconquistador, las disputas
internas entre los propios cristianos y la concepción patrimonialista de su monarquía cristiana (ligada a uniones
matrimoniales y repartos por herencia). Los hechos más significativos son:

Nacimiento de Castilla y Aragón (siglo XI)

La muerte de Sancho III el Mayor (1035), supuso el fin de la hegemonía del Reino de Pamplona, pues su patrimonio
se dividió entre sus cuatro hijos: Pamplona (Navarra) a García III, el Condado de Castilla a Fernando I, el Condado de
Aragón recayó en Ramiro I, y Gonzalo fue conde de Sobrarbe y Ribagorza. (ver mapa siglo XI). De este modo, Aragón y
Castilla se convierten en reinos independientes. Ya en el siglo XII, el reino de Pamplona empezó a llamarse Reino de
Navarra. Su expansión quedaría limitada por el sur, puesto que pasó a estar envuelta por Castilla y Aragón desde 1134.
Desde entonces pugnó por mantener su independencia, que se vio comprometida por francos, castellanos y
aragoneses.

La unión de Aragón y Cataluña (siglo XII)

También durante el siglo XII se producirá la unión de Aragón y Cataluña gracias a la boda de Petronila de Aragón
(hija del rey Ramiro II el Monje), con Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, en 1137. Este compromiso suponía la
unidad del Condado de Aragón con los otros condados catalanes. En 1150 nacía la Corona de Aragón. La nueva corona
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orientó su expansión hacia las costas mediterráneas con las tomas de Lérida y Tortosa. En el siglo XIII, Jaime I el
Conquistador, ocuparía Valencia y Baleares en 1238. Con ello, la Corona de Aragón pasó a estar conformada por
cuatro territorios: Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares.

La independencia de Portugal (siglo XII)

Portugal era un condado perteneciente al Reino de León, pero se proclamó independiente cuando su segundo
conde, Alfonso Enríquez, se proclama rey, en 1143, del Reino de Portugal.

La unión definitiva de Castilla y León

La Corona de Castilla se inició con el control del valle del Duero tras la batalla de Simancas (939). Fernando I
dominaría toda la cuenca del Duero y realizó incursiones en diferentes taifas. Castilla y León se convertirían en la
potencia hegemónica peninsular. Durante el siglo XII los reyes castellanoleoneses tomaron enclaves estratégicos como
los de Calatrava y crearon ordenes militares para su protección: Calatrava, Santiago y Alcántara, en Castilla, Montesa,
en Aragón. Tras la interrupción del avance cristiano, debido a la llegada de los almohades (1146-1232), poco a poco
Castilla-León consigue dominar el valle del Guadiana y los pasos de Sierra Morena. Ese proceso culminó con la batalla
de Las Navas de Tolosa (1212), donde los reinos cristianos unificaron sus fuerzas. Se abriría definitivamente el avance
cristiano hacia el valle del Guadalquivir y Valencia. Entre los siglos XI y XIII Castilla y León protagonizaron varias uniones
y separaciones, hasta que definitivamente en el año 1230 quedan unidos bajo la corona de Fernando III, el Santo (1230-
1252). Bajo su reinado se producirá la rápida ocupación del bajo del Guadalquivir: Córdoba, Sevilla… (1236 y 1248). En
el este ocuparía Murcia, cerrando así la posible expansión aragonesa hacia el Sur.

Al finalizar el siglo XIII, los territorios cristianos ocupaban ya toda la Península, excepto el Reino de Granada. Su
división política se mantendría sin cambios hasta el final de la Edad Media: Corona de Castilla (Castilla y León), Corona
de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares) Reino de Portugal y Reino de Navarra. (Ver mapa siglo XIII).

3.2 LOS SISTEMAS DE REPOBLACIÓN EN LOS REINOS CRISTIANOS. (EBAU)

Paralelamente al proceso militar de la Reconquista se efectuó otro de carácter colonizador a medida que los
cristianos se asentaban en las tierras ganadas. Esta acción se conoce con el nombre de Repoblación. En algunos casos,
como en la Meseta norte, la repoblación consistió en el establecimiento de colonos en un territorio escasamente
poblado. Pero en los territorios donde los musulmanes estaban sólidamente asentados, la repoblación fue una

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superposición de gentes procedentes del norte que se sumaban a los que permanecían desde los tiempos de al-
Ándalus.

Tras la ocupación militar de los territorios musulmanes era necesario repoblarlos para afianzar las conquistas.
Se aplicaron diversos sistemas de repoblación entre los siglos VIII y XIII. Este sistema de propiedad de la tierra ha
llegado hasta nosotros casi sin modificaciones. Así, con el Tajo como línea divisoria entre las dos Españas, aparece hoy
una latifundista al sur y otra España de medianas y pequeñas propiedades al norte.

La repoblación por presura (siglos VIII-X)

La repoblación por presura se aplicó en las tierras situadas al norte del Duero y el Piedemonte pirenaico. Las
tierras conquistadas estaban prácticamente despobladas y fueron ocupadas por campesinos a los que se les reconocía
su propiedad con sólo ocuparlas y roturarlas (cultivarlas). Esta fase de la repoblación, a la que se llamó presura, estuvo
impulsada por la presión demográfica existentes en los reducidos núcleos cristianos iniciales. Se tomó como modelo
el Derecho romano, y el resultado fue el predominio de la pequeña y mediana propiedad.

La repoblación concejil (siglos XI-XII)

Esta segunda fase repobladora se vio favorecida por el aumento demográfico de los núcleos cristianos. Se centró
entre el Duero y los Montes de Toledo (sector occidental) y el valle del Ebro, Zaragoza, sur de Cataluña y Teruel (sector
oriental). Para atraer población cristiana a estas zonas, los reyes del siglo XI concedieron Fueros y Cartas Pueblas a los
habitantes de las ciudades que se deseaba repoblar. El territorio se dividía en concejos (municipios actuales) regidos
por una villa cabecera en la cual había un representante del rey y sus caballeros. Luego el rey otorgaba Fuero y Carta
Puebla (libertades, privilegios y normas concedidas a una localidad) a los nuevos pobladores. Se les concedía un solar
para su casa y tierras de cultivo, que al cabo de unos años pasaban a ser de su propiedad. También se les permitía
disfrutar de las tierras y bienes comunales (bosques, zonas de pasto…) De ello resultó la propiedad mediana libre y la
abundancia de tierra comunales.

La repoblación de las Órdenes Militares (primera mitad del siglo XIII)

Afectó a las zonas de La Mancha y Extremadura (valle del Guadiana) en la zona de occidente y Teruel y norte de
Castellón, en la zona oriental. Zonas extensas y poco pobladas en cuya conquista tuvieron mucho que ver la Órdenes
Militares: Calatrava, Santiago, Alcántara, Montesa, Hospitalarios y Templarios. Recibieron grandes extensiones de
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tierras que dividieron en encomiendas y donde situaron a un caballero de la Orden, el Comendador. La expansión
ganadera se manifiesta en 1273 con la regulación de la Mesta o asociación de ganaderos (casi siempre nobles) que
reciben privilegios de Alfonso X en detrimento de los campesinos. De este sistema resultarían los latifundios dedicados
a la explotación ganadera. Era lo ideal para zonas extensas y de poca población.

La repoblación por repartimientos (segunda mitad del siglo XIII)

A partir de la segunda mitad del siglo XIII el sistema de repartimientos se aplicó al valle del Guadalquivir y al litoral
levantino desde Castellón a Murcia y también a Baleares. Allí, mediante el sistema del repartimiento, los reyes
entregaron grandes lotes (donadíos) de tierras a la nobleza y las órdenes militares como pago por su ayuda militar. La
entrega de estos lotes generó enormes latifundios en el sur de la península. A muchos musulmanes de estas zonas se
les permitió permanecer como colonos, pero muchos prefirieron huir a Granada o África. Resultaron así los grandes
latifundios de la nobleza, la Iglesia o también las Órdenes Militares.

4.- LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA EN LOS REINOS CRISTIANOS: LAS CORTES.

En las monarquías hispánicas medievales, el rey ocupaba la cima del poder feudal, y por tanto, era el señor de
todos los habitantes del reino, y la principal representación del poder político. Aunque, en la realidad, su poder estaba
limitado por la autonomía de los señoríos y los privilegios de la nobleza y la Iglesia. En torno al rey fue creándose un
grupo de personas que le ayudaban en las tareas de gobierno, que se llamaría corte o curia regia. A partir del siglo XIII,
surgieron las Cortes o Parlamentos. Ante situaciones graves, el rey convocaba reuniones de Cortes para debatir los
temas de interés. En estas convocatorias sus participantes se agrupaban en función de las tres categorías sociales
medievales, los estamentos o brazos: la nobleza, el clero y el estado llano o ciudades. El principal cometido de las
Cortes era discutir y votar las peticiones económicas que realizaba el rey. A cambio, este se comprometía para tener
en cuenta las peticiones de los estamentos. La aparición y difusión de las Cortes se produjo en los reinos hispánicos
entre los siglos XII y XIII. Las primeras se celebraron en el reino de León en 1188.

Aunque las Cortes mantuvieron una estructura y una composición básica en todos los reinos, podemos encontrar
algunas diferencias respecto a su poder y sus funciones. En la Corona de Castilla se impuso un modelo autoritario de
monarquía en el que el rey tuvo un gran poder. Las instituciones –Consejo Real, Audiencia, Hacienda, Cortes, etc.-
vieron reducidas sus funciones a tareas consultivas o de simple aprobación de los designios reales. Al tiempo, la

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monarquía mejoró la recaudación de impuestos y aumentó su control sobre los municipios. Por ello, el rey pudo
gobernar sin contar con las instituciones citadas.

En la Corona de Aragón se implantó un modelo político denominado pactista. En esta Corona, cada uno de los
territorios que la conformaron, mantuvo sus propias cortes. La fortaleza de los nobles y de la Iglesia otorgó a las Cortes
un poder legislativo importante, ya que el rey no podía legislar sin ellas, además, el rey al ser investido se comprometía
a respetar las leyes o fueros, y costumbres: “Nos, que somos tanto como vos y todos juntos más que vos, os hacemos
rey de Aragón, si juráis los fueros, y si no, no”.

La administración local o municipal recaía en manos de la oligarquía urbana. En la Corona de Castilla, el órgano
municipal más importante era el concejo, cuyo gobierno recaía en los regidores. A finales del XIV surgió la figura del
corregidor, cuya función era representar a la corona en los municipios. En la Corona de Aragón el gobierno de los
municipios recaía, en el reino de Aragón, en un cabildo de jurados presididos por un justicia o alcalde nombrado por
el rey, en Cataluña, era gobernado por unos magistrados locales, asesorados por un Consell (consejeros o Conseller).

5.- LA SOCIEDAD DE LOS REINOS CRISTIANOS. LA FEUDALIZACIÓN. (EBAU)

La feudalización de la sociedad cristiana peninsular es un proceso que se inició ya en los inicios de la Reconquista,
y que triunfó entre los siglos XI y XII, principalmente. La necesidad de proteger el territorio llevó a los nobles a
prescindir de la autoridad de los reyes y hacer su cargo hereditario. A su “merced” quedaron también miles de
campesinos que buscaban protección y se convirtieron en “siervos” de los señores. Los rasgos comunes de este
proceso fueron:

• Erosión del poder monárquico. El rey no disponía de poder para ofrecer seguridad y justicia en todos sus
dominios. Esta pérdida de poder se produjo como consecuencia de las concesiones económicas y jurídicas
(privilegios) que concedieron a los nobles a cambio de sus servicios. Se produce una fragmentación del
poder como consecuencia del debilitamiento político monárquico.

• Fortalecimiento de la nobleza, tanto laica como eclesiástica, que fue consolidando las concesiones reales
y logró convertirlas en hereditarias. Debido al repartimiento de tierras, la nobleza, el clero y las órdenes
militares adquirieron territorios en régimen señorial y los fortaleció (se convirtieron en la representación
del Estado en los dominios que controlaba).

• Destacarán los señoríos, territorios propiedad del rey cedidos a un particular (noble) o a una institución
(monasterio, municipio…) por un servicio prestado. Hasta el siglo XII serán señoríos territoriales, cuando
el nuevo propietario lo adquiere por la ceremonia del vasallaje. El noble recibe su feudo y tiende

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obligaciones militares para con su rey. Aparecen las figuras del señor y el vasallo. La sociedad se ordena
en torno a dos partes: SEÑOR Y VASALLO. Abades y obispos también serán grandes señores feudales. A
partir del siglo XII surge el señorío Jurisdiccional, donde el señor posee: derecho de jurisdicción sobre
los pobladores de su territorio, derecho de gobierno y privilegio de inmunidad sobre sí mismo, todo
otorgado por el mismo rey. La inmunidad hacía referencia a que en esos territorios no intervendrían los
agentes del rey.

En los territorios peninsulares también se producirá la consolidación de las relaciones feudovasalláticas y se


crearán múltiples señoríos laicos (no sujetos o influidos por una religión) y eclesiásticos. La necesidad de protección,
ante la erosión del poder real, hizo que muchos campesinos adoptaran un régimen de dependencia convirtiéndose así
en siervos. A finales del siglo XIII, la Península Ibérica queda regida por un entramado de relaciones señoriales en las
que nobles y clérigos obtienen las rentas de sus propiedades y ejercen también sobre ellas sus derechos
jurisdiccionales, mientras que el campesinado quedará sometido a la autoridad jurisdiccional.

En la sociedad medieval los grupos sociales se distribuían en tres estamentos diferenciados por su distinto
estatuto jurídico: nobleza, clero y estado llano. Los dos primeros disponían de privilegios fiscales, sociales y jurídicos.
El estado llano o, pueblo llano, compuesto por campesinos y una incipiente burguesía de las ciudades, carecían de esos
privilegios.

La nobleza y el clero, que basaban su poder principalmente en la posesión de tierras. Formaron grandes grupos
familiares unidos por sólidos lazos de solidaridad, de ahí la importancia de los matrimonios. Su autoridad se afianzó al
concederles los reyes funciones de gobierno en sus posesiones (defensa militar, poder judicial, cobro de impuestos,
etc.). Las características que unían a estos dos estamentos era la posesión de privilegios. Entre otros estaban la
exención de pagar impuestos directos, y los privilegios jurídicos que les permitían disponer de leyes y tribunales
especiales para ellos. La nobleza no era un grupo homogéneo, ni el clero, cuyos altos cargos solían ser de origen noble.
Las diferencias provenían de los contrastes de fortuna. La alta aristocracia disponía de grandes propiedades, y
cuantiosas rentas, mientras que la baja nobleza –hidalgos (Corona de Castilla), infanzones (Corona de Aragón),
caballeros, etc.- tenía menos recursos e incluso fue empobreciéndose. A partir del s. XIV, la nobleza consiguió
consolidar su posición social y económica al instituirse el mayorazgo, en virtud del cual la herencia de una familia había
de pasar en herencia a uno de sus hijos (el primogénito), y no podía ser vendida, ni dividida. Estaríamos hablando
entonces de vinculación de la tierra a los linajes nobiliarios, por siempre. El clero, por su parte, también fue poseedor
de grandes señoríos y completaba sus ingresos con el obligado cobro del diezmo.

El pueblo o estado llano se caracterizaba por estar sometido a la ley común, pero también existían diferentes
situaciones sociales. Los campesinos constituían la mayoría de la población, y entre ellos, existían notables diferencias.
En el norte abundaban los campesinos libres, dueños de pequeñas propiedades, mientras que en Cataluña estaban
sujetos a la servidumbre. En los territorios reconquistados en el sur peninsular se establecieron grandes señoríos
nobiliarios o eclesiásticos, y allí los campesinos no eran propietarios de las tierras, sino que estaban en régimen de
servidumbre. Sus obligaciones eran muchas, tanto fuera hacia los propietarios de la tierra o hacia los señores
jurisdiccionales.

En las ciudades vivían fundamentalmente artesanos y comerciantes. La expansión comercial del siglo XIII potenció
la riqueza de las ciudades, y en ellas se formó una oligarquía urbana protegida por la monarquía, que a menudo
conformó la representación popular en las Cortes medievales. Pero la mayoría de la población tenía una forma de vida
modesta y había amplios grupos de pobres y marginados.

Las minorías religiosas más importantes que habitaron en los territorios cristianos peninsulares fueron los
musulmanes (mudéjares) y los judíos. Los primeros eran numerosos al sur del Tajo y reinos de Valencia y Murcia. Se

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dedicaban a la agricultura y artesanía, y eran una mano de obra cualificada y barata. Los judíos gozaron de la protección
de numerosos monarcas a cambio de servicios administrativos y financieros. Muchos de ellos eran comerciantes,
artesanos, médicos y banqueros. Se asentaban esencialmente en las ciudades, conde residían en barrio propios, las
juderías o aljamas. A partir del siglo XIII la hostilidad popular hacia ellos fue creciendo por las prédicas de la Iglesia, por
su enriquecimiento, y por su papel de recaudadores de impuestos.

6- LA ECONOMÍA DE LOS REINOS CRISTIANOS.

Era básicamente agraria, fundamentada en los cereales, la vid y el olivo. La comercialización de los excedentes
permitió salir poco a poco de la economía de autoconsumo (cerrada) de la fase anterior. Conforme se conquistaron
las tierras sureñas, se incorporaron tierras con avanzados sistemas de cultivo y de riego. En la Corona de Castilla los
cultivos de regadío se extendieron por los grandes valles, junto a cultivos manufactureros como el lino, cáñamo o
morera. La ganadería, en especial la oveja merina, prosperó en los grandes espacios. Su carácter trashumante, por la
escasez de pastos, provocaba frecuentes conflictos con los agricultores a causa de los daños que el ganado ocasionaba
en los cultivos. Los ganaderos consiguieron el favor real porque aportaba muchos ingresos a la Corona, y en 1273
Alfonso X permitió la creación de la Mesta.

En cuanto a las actividades artesanales, la producción textil se desarrolló gracias a la disponibilidad de lana, y su
ubicación fue muy dispersa; la producción metalúrgica se concentró en los territorios vascos; la construcción naval en
Sevilla y puertos cántabros. El comercio estuvo supeditado a la disponibilidad de monedas. A partir del s. XI la
expansión militar hacia el sur aportó enormes riquezas y comenzaron a acuñarse monedas, y ello impulsó el comercio.
Más tarde aparecerían los cambistas y primitivos bancos. El comercio interior se centraba en las ferias, y en el comercio
exterior destacó la exportación de lana y de hierro.

En cuanto a la Corona de Aragón, el impulso agrario comenzó en el siglo XI con el incremento de las roturaciones
y la expansión de la vid. La ganadería fue importante especialmente en el reino de Aragón, en 1218 Jaime I fundó la
Casa de Ganaderos de Aragón. El aumento de la producción agropecuaria propició los intercambios en las ciudades.
En las mismas se concentraban las actividades artesanales: textiles, metalúrgicas, peleteras, o atarazanas en las
ciudades costeras. Todo ello favoreció el comercio internacional hacia Al-Ándalus, Castilla, norte de Italia y África. La
expansión mediterránea de la Corona de Aragón a partir del siglo XII favoreció aún más el desarrollo comercial con
centro en Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca. Este desarrollo comercial derivó en la creación de lonjas, ferias, y
la aparición de nuevas instituciones y métodos mercantiles: consulados de mar o tribunales especializados, mesas de
cambio, instituciones de préstamo y cambio de moneda, representaciones consulares, etc.

ANEXO GRÁFICO

Marca Hispánica de Carlomagno e Imperio Carolingio de los francos.

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